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II) La pastoral educativa

en el aula

(por Guillermo Vouilloz)4

Nos concentramos en este capítulo en las riquezas y posibilidades


de una de las dimensiones pastorales de la escuela católica. El aula
es, sin dudas, centro del entramado relacional que la vida escolar
ofrece para promover el desarrollo del hombre nuevo en Cristo. En
el marco de una visión compleja, además, el aula conserva, para
nuestra visión, estrechos vínculos de influencia con las otras di-
mensiones de la pastoral en la escuela. Nuestros alumnos llevan al
aula, entre los silencios de una clase concentrada y los intercam-
bios entre sus compañeros y docentes, las tensiones de la vida
personal y cotidiana, la huella de los sucesos de la vida familiar y
las mil circunstancias en que se van entretejiendo y elaborando sus
formas de juzgar y discernir, de sentir y de asumir los sentimientos
y emociones de la existencia.5
Sin embargo, el aula es el espacio educativo simbólico por ex-
celencia. El aula puede estar cerrada entre cuatro paredes o

4 El autor de este capítulo es profesor de Filosofía y Ciencias Religiosas.


5 Cfr. “Complejidad y enseñanza”, Mod. 2 de Especialización en gestión curricular
de la enseñanza, ISMA, 2012, Bs. As., donde se citan ampliamente las reflexio-
nes de E. Morin y L. Shulman acerca del llamado “paradigma de la compleji-
dad” y la “ecología del aula”.

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La pastoral educativa en el aula

bien transcurrir en un entorno más abierto, incluso inspirarse


en el peripato griego, o en los modernos “campus virtuales”.
De todas maneras, el aula es el lugar de encuentro donde un
docente se propone mediante estrategias múltiples y diversas
captar el interés y la atención de un grupo de niños y jóvenes
y llegar a sus inteligencias para enriquecer sus conocimientos
en determinadas áreas del saber y desarrollar sus capacidades
de comprensión.
La actividad áulica que típicamente se relaciona con la evangeliza-
ción es la que corresponde a la asignatura específica de formación
en la fe. Es cierto que este espacio representa una particular rique-
za sobre la cual se reflexiona en la primera parte de este capítulo.
No obstante, el mayor desafío de una escuela en clave pastoral tal
vez sea educar evangelizando en cada asignatura y área de cono-
cimiento. En la segunda parte de este capítulo, se procura brindar
herramientas para afrontar este desafío.

II.1) La enseñanza religiosa escolar (ERE)


II.1.a) La denominación de la asignatura, ¿ERE o
catequesis?
No es un tema menor la “carátula” de un expediente y, en nuestro
caso, se trata de empezar por no dejar lugar a dudas en torno al
carácter que el proyecto en marcha le otorga a la comunicación
de los contenidos de la fe católica como una de las dimensiones
propias de la escuela en “clave pastoral”.
Más allá de las antinomias que rondan por nuestros pasillos acerca
de si se trata de “anuncio o formación posterior”, o si priorizamos
“lo vivencial o lo conceptual”, el planteo propuesto aspira a superar
enfoques parciales o descontextualizados de la transmisión de la
fe, incluso reconociendo las dificultades para dirimir el interrogante

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Misión Imposible: educar evangelizando

“¿catequesis escolar o enseñanza religiosa?” ya abordado en pro-


fundidad en otras publicaciones.6

De modo general, es comprensible que el ambiente educativo, que


siempre se ha de preguntar de qué manera “enseñar mejor”, sea
un lugar de experiencias y tendencias que se manifiesten en “mo-
das pedagógicas”. De allí que exista para nuestra materia, como
para el conjunto curricular en general, la tentación de seguir modas
o experimentos que fluyen en el ambiente educativo. A veces, se
pondrá el acento en la acción, otras en los sentimientos, en lo con-
ceptual, lo vincular, lo memorístico, etcétera.

Sin embargo, consideramos que, en sí, la escuela no debe ser un


lugar de disputas y controversias, más esperables de ciclos poste-
riores, donde el ejercicio de la propia libertad y la formación de la
conciencia adquieren un lugar de responsabilidad y madurez inte-
lectual y, más aún, de la fe.

En cierta ocasión, un joven adulto que varios años después de ha-


ber egresado del secundario fue a visitar su escuela, sorprendió a
los docentes, preceptores y alumnos cuando expresó: “Las vueltas
de las pruebas de la vida me enseñaron a reconocer el valor de la
educación religiosa que recibí en estas aulas”.

Consideramos fundamental, entonces, el valor de la semilla fecun-


da de las verdades de la fe sembradas en la edad escolar y sus
raíces nutrientes que permanecen en la edad madura, más allá de
los vaivenes de la juventud.
En todo caso, así como afirmamos que es arduo conocer sin amor,
imposible será en nuestra condición “amar lo que no se conoce” y,

6 Cfr. Puiggari, A (2002). Catequesis escolar o enseñanza religiosa, Buenos Aires,


San Benito.

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La pastoral educativa en el aula

por lo tanto, también podemos decir que no se elige lo que no se


ha conocido, valorado y comprendido.
Por un lado, se trata de una enseñanza cuyos elementos funda-
mentales contenidos en el credo como “regla de la fe” no cambian
en el tiempo, lo que sí cambia y se profundiza es la comprensión
integral en la Iglesia y en la misma persona que la recibe, y siempre
son posibles nuevas formas de expresión y presentación.
Por otro lado, se trata de un contenido que no podría ser conce-
bido sin más por la mente humana sin el detonante de la reve-
lación: resurrección, vida eterna, reino de los cielos, Dios hecho
hombre, Iglesia santa, etcétera. Desde una concepción extrema,
con acentos constructivistas, habría que ver aquí un límite, en
el sentido que el educando no alcanzaría a imaginar siquiera la
novedad absoluta del misterio revelado. Y, entonces, se vuelve
imprescindible la proposición de la doctrina. Pero al modo de un
desafío constructivo para el alumno, incluso superándose a sí
mismo, conjugando razones congruentes y operando el desafío
de la fe, la formación religiosa le proveerá contenidos sensibles
para la experiencia humana, pero no inducibles de esta. En efec-
to, ante la proposición del seguimiento de Cristo, por ejemplo, la
mejor exposición de los valores evangélicos y las virtudes cristia-
nas no pueden llamarse tales si no se expone, también, qué es el
misterio del Dios-Hombre Jesucristo, muerto y resucitado, el que
las fundamenta y hace posible.
Al decir paulino “la fe entra por el oído”, y podríamos agregar “el
oído hambriento de verdad” o “sediento de vida”, pero “por el
oído”. Nunca un alumno alumbrará por sí, ante la experiencia de la
soledad, de la muerte y del mal, la respuesta de la amistad cercana
de Jesús, del perdón, de la resurrección y la vida eterna, a menos
que tenga alguna “noticia” de su existencia. En todo caso, sobre la
aceptación de la propuesta de la fe, la inteligencia y los sentimien-

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Misión Imposible: educar evangelizando

tos del educando operarán abriendo horizontes de comprensión de


todo lo humano inclusive.7
Sobre la base de estas consideraciones, que acentúan el carácter
propositivo en la comunicación de la fe, la propuesta opta, preferen-
temente, por la denominación “enseñanza religiosa escolar” (ERE),
en sintonía con las orientaciones del magisterio expresadas través
del documento “Sobre la enseñanza de la religión en la escuela” de
la Congregación para la Enseñanza Católica (mayo de 2009):
“La enseñanza escolar de la religión se encuadra en la misión evan-
gelizadora de la Iglesia. Es diferente y complementaria a la cate-
quesis en la parroquia y a otras actividades, como la educación
cristiana familiar o las iniciativas de formación permanente de los
fieles...” (N.° 17).

Esta visión encierra también una variable de economía curricular.


Dado el escaso tiempo que la grilla curricular prevé en nuestro sis-
tema educativo para el área religiosa, se hace necesario destinar
específicamente esos minutos semanales para procurar afianzar
una base mínima de la inteligencia de la fe. Claro que esta base
doctrinal, que debe presentarse de manera tal que resulte pertinen-
te, relevante y significativa, sólo encontrará sentido con el comple-
mento imprescindible del conjunto de actividades y dimensiones
que integran una escuela en clave pastoral que convoca con todo
su accionar a la comunidad educativa a vivir la fe.

II.1.b) Las preguntas fundamentales para organizar


la ERE
Considerando que las escuelas de gestión eclesial suelen tener un
módulo específico para la formación en la fe desde el nivel inicial
hasta el secundario, consideramos la ERE como un amplio y rico

7  Cfr. Romanos 3,17.

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La pastoral educativa en el aula

camino de unos quince años, en el que cada curso va dejando su


impronta particular en el alumno. De aquí nace la idea fuerte de
“itinerario ERE”, para ir formando un pueblo nuevo. Corresponde
preguntarse, entonces, qué implica el diseño de las planificaciones
y el modo como se realiza en cada curso, en los contenidos y en la
forma, ese recorrido formativo.

Para que este camino sea un proceso coherente y consistente con


la misión encomendada a la escuela católica, y al mismo tiempo di-
námico y abierto a la cultura actual, identificamos cuatro preguntas
fundamentales.

Pregunta 1: ¿A quién-cuándo?

Nos preguntamos “quién” es el sujeto de la ERE, desde el punto


de vista de la psicología evolutiva, y por eso mismo “cuándo” debo
hacer cambios en la adaptación del mensaje y de qué índole. Aten-
demos, entonces, a los límites y las posibilidades de acogida de la
enseñanza por parte del educando. Aquí recordamos los concep-
tos de pensamiento simbólico, concreto y formal. En un sentido,
sus conclusiones nos vienen a orientar sobre las etapas en el pen-
samiento del alumno desde sala de tres hasta 5.to año.

Entendemos, entonces, que todo el itinerario de la ERE se va desa-


rrollando en espiral, distinguiéndose en etapas, conforme va evo-
lucionando el proceso cognitivo del alumno, dentro de las cuales
resulta posible y conveniente desarrollar la doctrina expresada en
el credo de manera completa. Ofrecemos una alternativa posible,
obviamente no excluyente:

1. Desde sala de tres hasta 1.er grado


2. Desde 2.do hasta 4to grado
3. Desde 5.to hasta 7mo.

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Misión Imposible: educar evangelizando

4. Primer año8
5. Desde 2.do hasta 5.to
En cada etapa, se enfoca la enseñanza de la fe atendiendo las ca-
racterísticas evolutivas propias del nivel, de manera que no se trata
de un mero repetir, sino de un proceso de profundización progresi-
va, en espiral, que se apoya en el crecimiento de los chicos.
Por ejemplo, decimos que el credo ya está enunciado desde el co-
mienzo del itinerario al enseñar a hacer la señal de la cruz a los niños
de nivel inicial, y se va ampliando su comprensión hasta la procla-
mación del credo por el confirmando de nivel medio.

Pregunta 2: ¿Qué?
La segunda pregunta contempla a los alumnos que egresan de
cada “bucle” y se refiere a las expectativas de logro de la escuela
respecto de ellos: que sepan integrar en sus vidas y responderse
explícita o implícitamente, según su nivel, a estas cuatro cues-
tiones básicas planteadas en el catecismo de la Iglesia católica
(CCE):
1. ¿Qué creemos en la Iglesia católica?
2. ¿Qué celebramos en la Iglesia?
3. ¿Cómo vivimos los católicos?
4. ¿Cómo oramos?
Las observaciones de numerosas instituciones y las evaluaciones
realizadas en cursos de transición (en séptimo de primaria, en quin-
to año de nivel medio y en primer año de ciclo superior) indican la
necesidad de poner un fuerte acento en los contenidos de la ERE,
expresados sintéticamente en el catecismo: los contenidos de la fe;

8 Considerando que hay alumnos que pueden no haber tenido formación en la fe


en la escuela primaria, se opta por brindar en primer año un panorama comple-
to de la fe.

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La pastoral educativa en el aula

el credo; la vida litúrgica y sacramental; la moral personal y social;


y la espiritualidad personal.
Las expectativas vienen dadas por el ideal, el modelo y el objetivo
por lograr. Lo que buscamos, sustancialmente, cuando decimos el
“perfil del egresado”.
La peculiaridad del enfoque del CCE en estas cuatro cuestiones
es que nos ponen por encima de cualquier dicotomía fe-vida, con-
tenidos-vivencias, etcétera. Por ello decimos que la respuesta a
esta pregunta debe incluir las cuatro “dimensiones integradoras del
hombre cristiano” ya mencionadas, y ninguna puede estar ausen-
te en nuestra enseñanza; así como todas están en el verdadero
cristiano, según nos enseña la Iglesia. En la realización de las pla-
nificaciones, cada curso debe contener en esta matriz de cuatro
dimensiones todos los contenidos propuestos.

Pregunta 3: ¿Cómo?
Atendiendo al marco pedagógico vigente, se propone un esque-
ma básico de “expectativas de logro”, “contenidos conceptuales,
procedimentales y actitudinales”, y las dimensiones de “evaluación
de diagnóstico, de proceso y de resultados”. El acento en la ERE
estará puesto en los contenidos conceptuales y el desarrollo inte-
gral estará acompañado desde el conjunto de las dimensiones que
conforman la escuela en clave pastoral. Los contenidos procedi-
mentales y actitudinales deben ser asimismo objeto de una ade-
cuada planificación.
La didáctica nos abre una puerta amplia para pensar cómo trans-
mitir a los alumnos la integralidad del mensaje de la fe, consecuente
con un concepto del hombre abierto a la trascendencia. Las dimen-
siones conceptuales, actitudinales y procedimentales se conjugarán
con las otras preguntas, teniendo siempre en el centro los dos polos
centrales de nuestra tarea: el alumno y Jesucristo. Dos polos que,

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Misión Imposible: educar evangelizando

en este caso, se necesitan y se buscan profundamente, aunque por


muchos y diversos caminos.

Pregunta 4: ¿Desde dónde?


El enfoque catequístico doctrinal tendrá como base lo expuesto
en el CCE, aun cuando la entrada o punto de partida para arribar a
lo mismo puedan ser diferentes enfoques teológicos, por ejemplo:
1. Histórico salvífico: de la creación al Creador y del pecado
a la salvación.
2. Cristocéntrico: del Jesús visible a la revelación de la Trini-
dad y el plan de Dios.
3. Trinitario: del Creador y Dios Padre por Cristo salvador en
el Espíritu Santo sanador y santificador.
4. Eclesiológico: de la comunidad en la que vivimos a la reve-
lación que le dio origen, etcétera.
El enfoque está relacionado aquí con lo que supone un “diagnós-
tico religioso existencial”. Lo que llamaríamos “saberes y vivencias
previas” que, en el conjunto del grupo áulico, representan un modo
peculiar de situarse frente a la propuesta de ERE y las condiciones
existenciales de adhesión. Es un elemento para considerar muy se-
riamente en la administración del tiempo de nuestras planificaciones.
Es importante destinar el tiempo necesario para evaluar la realidad
de nuestros alumnos cada año y utilizar el método más adecuado
según el curso que tenemos a cargo para determinar objetivamente
“qué” saben y, muy importante también, “qué experiencias” traen
en el orden religioso (sectas, sincretismos, tradiciones familiares,
entorno cultural, mandatos implícitos, entre otras). Y esto no sólo
al iniciar el año, al comenzar cada tema es importante utilizar diná-
micas adecuadas para que los alumnos expresen lo que saben y
sienten, de manera tal que la ERE sintonice con los interrogantes
existenciales de los alumnos.

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La pastoral educativa en el aula

Proponemos el siguiente esquema sintético de las cuatro


preguntas:

¿A QUIÉN / CUÁNDO? ¿QUÉ?


5 etapas que se apoyan en 4 dimensionas integradas de la doctrina de
el desarrollo evolutivo del la fe católica (CCE):
pensamiento y en la realidad vital  qué creemos
de los alumnos  qué celebramos
 cómo vivimos
 la oración cristiana
Aporta: Aporta:
Los límites y posibilidades de Modelos, normas, logros,
receptividad en el educando. orientación del saber.

¿CÓMO? ¿DESDE DÓNDE?


Organización didáctica de los Un conocimiento religioso existencial
contenidos en 3 enfoques: del alumno y de la población escolar de
 Conceptual: saber la escuela; de sus “saberes y vivencias
 Procedimental: saber
previos”, en función del enfoque doctrinal
hacer
 Actitudinal: saber ser teológico a partir del cual abordar cada
tema.
 trinitario, eclesiológico, cristocén-
trico, histórico salvífico, etcétera.
Aporta:
Aporta: Condiciones existenciales de
Integración del aprender: adhesión y apropiación del mensaje
doctrina y vida, coherencia. de la fe.

II.1.c) Los agentes de la ERE


En el nivel inicial y primario, existen actualmente dos modalidades
para asumir la enseñanza religiosa en las escuelas: escuelas que
contratan a un catequista y encuadran la ERE como una hora espe-
cial más, y otras que adoptan el modelo del “maestro catequista”,
procurando una mayor integración de las dimensiones que compo-
nen la pastoral educativa.

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Misión Imposible: educar evangelizando

El docente, que en el resto de las dimensiones pastorales es un


“agente pastoral” entre otros, en la ERE y en la integración fe-currí-
culo es su responsable directo, quien conduce el proceso de apren-
dizaje y hace posibles las expectativas de logro de la escuela. Con
el fin de consolidar esta opción, es necesario impulsar una adecua-
da capacitación docente en el área, sea cual fuere la modalidad ele-
gida según la realidad de la institución. En este sentido, además, es
fundamental el papel articulador y animador del equipo directivo y
la coordinación del área, ya sea para integrar al transcurrir pastoral
de la escuela a los catequistas especiales, o bien, para fortalecer y
apoyar la tarea de los docentes de curso a cargo de la ERE.
En cualquier caso, considerando que para el alumno el lugar del
saber está expresado en el docente a cargo del curso, el lugar del
saber de la fe, origen y meta de la identidad de la escuela en clave
pastoral, debe también estar efectiva y simbólicamente expresa-
do en el docente del curso que “vive y convive el transcurrir de la
escuela”. Si de alguna manera la identidad educativa pasa por el
docente como su referente natural para el alumno, no debería ser
distinta la posición del docente en aras de la identidad pastoral de
la escuela.

II.1.d) Instrumentos de la ERE:


Se mencionan a continuación algunos de los instrumentos que
puede utilizar el docente a cargo de la ERE:
1. Listado de temas por ciclo: a los efectos prácticos y de organi-
zación del docente, es fundamental tener un listado de los te-
mas que en cada curso se pretenda desarrollar, y que, junto con
los listados de la etapa a la cual pertenecen, comprenden la
integralidad del conjunto doctrinal.
2. Administración del tiempo disponible: el promedio mínimo de
30 encuentros de una hora semanal por tantos años cuantos

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La pastoral educativa en el aula

comprende la etapa, nos da la perspectiva del tiempo dispo-


nible para componer las planificaciones y distribuir el conjunto
doctrinal.
3. Diagnóstico inicial y planificaciones periódicas. Es fundamental
considerar el diagnóstico inicial en los términos de la pregunta
“¿Desde dónde?”, que nos invita a mirar las “tradiciones” y el
entorno religioso de los alumnos. Además, atento a la pregunta
“¿Cómo”?, el docente deberá planificar cada período del año,
bimestral, trimestral, etcétera, y quedarán allí los lineamientos
para elaborar luego las tareas de cada día.
4. Encuentro ERE: es la unidad básica de asignación del tiempo y
del espacio disponible para desarrollar los contenidos. La hora
de ERE en sí no escapa a la dinámica propia de la didáctica de
cualquier otra asignatura, pero por la índole propia y abarcadora
de la totalidad de la vida humana, hace que los contenidos con-
ceptuales vayan vinculados con los procedimentales de la vida
de oración y los actitudinales de carácter testimonial previstos
en la conducción pastoral (tutorías, encuentros y retiros, entre
otros).
5. Desarrollo del Cuaderno ERE. Los libros de texto de enseñanza
religiosa disponibles en la actualidad pueden ser muy valiosos
para ser utilizados por cada docente como referentes en cuanto
a los temas y la estructura de cada encuentro. Se sugiere utilizar
las actividades propuestas sólo a modo de ejemplo, ya que es
importante que cada docente ponga en juego su “propia mochi-
la” de recursos y creatividad.
Consideramos muy válida la opción por un “cuaderno ERE”
en lugar de un libro editado de actividades para completar por
cada alumno. Esta construcción de cada alumno en cada curso,
con la guía del docente, a lo largo del itinerario de un “cuaderno

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Misión Imposible: educar evangelizando

ERE” en cada curso, encierra en sí múltiples objetivos: fijación


de conceptos, herramientas de aplicación (crucigramas, pegati-
nas, etcétera), testimonio de evaluación (cuestionario, etcétera)
y registro de sucesos (narro lo aprendido, lo vivido en el oratorio,
lo visto o realizado, etcétera). Esta opción, posible en cualquier
tipo de escuela, puede tener un motivo adicional cuando se tra-
baja con población de escasos recursos, para la cual la adquisi-
ción de un libro de catequesis en cada curso puede resultar una
carga adicional para las familias.
En estos casos es importante, en el trabajo diario, caratular,
titular y fechar cada encuentro; y para el docente acompañar
al alumno con un proceso de evaluación del cuaderno que re-
sulte orientadora y estimuladora. El cuaderno ERE puede ser
así un testimonio artesanal de la educación de la fe de cada
alumno.
En el caso de optar por la utilización de un libro que incluya activi-
dades para completar por los alumnos, es fundamental lograr que
los alumnos se involucren verdaderamente con las propuestas.
6. Sacramentos y sacramentales: durante la vida escolar, los alum-
nos reciben sacramentos y participan de celebraciones sacra-
mentales que constituyen verdaderos “hitos” en su historia reli-
giosa. Por ejemplo, el sacramento de la eucaristía o la recepción
de la Biblia constituyen oportunidades para la expresión perso-
nal de adhesión a las propuestas de la fe que van siendo conoci-
das en la ERE. La coordinación del área podrá articular, en cada
curso con el docente a cargo, la oportunidad de la realización
de cada “hito” con el desarrollo en la ERE de los temas afines.
Por ejemplo, para un hito mariano que se realice con ocasión de
una festividad mariana, el coordinador podrá orientar al maestro
ERE que organice la planificación para que los temas marianos
de sus contenidos ronden la fiesta propuesta.

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La pastoral educativa en el aula

7. Catecismo de la Iglesia católica. La tarea de brindar enseñanza


religiosa escolar está vinculada con la tradición, que lejos de
cualquier connotación integrista, no es el apego rígido al pa-
sado, sino la entrega amorosa del bien y la verdad recibidos.
Transmitimos un tesoro que no es nuestro. En este proceso so-
mos agentes calificados, y así nos considera la Iglesia por me-
dio de la escuela católica.
Por esto se debe apreciar el valioso instrumento del Catecismo
de la Iglesia Católica (CCE) como guía, referencia, fuente. Es
recomendable que la escuela ponga en las manos de cada do-
cente un ejemplar del CCE en el contexto de una celebración de
admisión, donde se hace explícita su misión en esta dimensión
de la escuela y el compromiso del docente de enseñar con fide-
lidad. Será, entonces, nuestro referente para planificar, evaluar
y conducir el itinerario ERE de la escuela en clave pastoral, de
cada curso, de cada alumno.

II.2) La fe en las disciplinas del currículo escolar.


Articulación fe y currículo (Afyc)
…el Papa Benedicto XVI, hablando a los docentes de religión, ha
indicado la exigencia de ‘ensanchar los espacios de nuestra racio-
nalidad, volver a abrirla a las grandes cuestiones de la verdad y del
bien, conjugar entre sí la teología, la filosofía y las ciencias, respe-
tando plenamente sus métodos propios y su recíproca autonomía,
pero siendo también conscientes de su unidad intrínseca. En efec-
to, la dimensión religiosa es intrínseca al hecho cultural, contribuye
a la formación global de la persona y permite transformar el conoci-
miento en sabiduría de vida.9

9 “Sobre la enseñanza de la religión en la escuela”. Congregación para la Ense-


ñanza Católica. Mayo de 2009.

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