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recomendaciones de la comisión
Interamericana
1994-2014
Susana Albanese*
Resumen
Abstract
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la corte suprema y el alcance de las recomendaciones de la comisión Interamericana...
I. Introducción
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competentes que responden a las circunstancias en las que deben ser aplica-
das; entre ellas, el factor tiempo ocupa un lugar destacado.
La obligación que asumen los Estados de respetar y garantizar los dere-
chos convencionales es la verdaderamente esencial del sistema de la CADH,
obligación internacional que se encuentra por encima de las vicisitudes de
sus ordenamientos internos.4
El derecho de petición individual constituye una cláusula de impor-
tancia central en la estructura del sistema internacional de los derechos hu-
manos; Cançado Trindade la calificó de “cláusula pétrea” de los tratados,
sosteniendo que “…abriga la última esperanza de los que no encontraron
justicia a nivel nacional…”.5 Por ello, el rol de los órganos internacionales
deviene esencial para articular el cumplimiento efectivo de los tratados.
4. Opinión separada del juez R. E. Piza Escalante, Corte IDH, Exigibilidad del Derecho
de rectificación o respuesta (arts. 14.1, 1.1 y 2 de la CADH), Opinión Consultiva OC-7/86
de 29 de agosto de 1986.
5. Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, Excepciones Preliminares, 4 de
septiembre de 1998, voto concurrente del juez A. A. Cançado Trindade, p. 35. La CS, en
Carranza Latrubesse, presentado a continuación –III/A/5–, recoge la importancia de la
petición individual en el considerando 18, en el voto de los jueces Fayt y Zaffaroni, así, se
transcriben estos conceptos de Cançado Trindade, citando al respecto: Corte IDH, OC-
17/02, 28 de agosto de 2002, voto concurrente, p. 22.
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parte, para destacar el paso del tiempo como artesano de cambios. Los casos
elegidos al respecto ilustran estas palabras.
A. Algunas posiciones de la CS
6. Artículo 33 CADH.
7. Artículo 62 CADH.
8. Artículo 44 CADH.
9. C.S., Giroldi, Horacio D. y otro, 7 de abril de 1995.
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ellos la CADH que, en su ya recordado art. 8.2.h dispone que toda persona
inculpada de delito tiene derecho [...] de recurrir del fallo ante juez o tribu-
nal superior”.
El máximo tribunal, al mencionar la jerarquía constitucional de los tra-
tados de derechos humanos sostiene que ha sido establecido por voluntad ex-
presa del constituyente en las condiciones de su vigencia. Interpreta el alcan-
ce de estos términos de la siguiente manera: “Esto es tal como la Convención
citada efectivamente rige en el ámbito internacional y considerando particu-
larmente su efectiva aplicación jurisprudencial por los tribunales internacio-
nales competentes para su interpretación y aplicación”. Fundamentales tér-
minos para la conjunción del derecho vigente, que se coordinan con los que
a continuación expone: “De ahí que la aludida jurisprudencia deba servir de
guía para la interpretación de los preceptos convencionales en la medida en
que el Estado argentino reconoció la competencia de la Corte IDH para cono-
cer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación de la CADH”.10
Bajo esta básica y reiterada decisión, la CS precisa a continuación que
ella debe aplicar los tratados en los términos precedentes para evitar la res-
ponsabilidad de la Nación frente a la comunidad internacional. Nosotros
consideramos que la responsabilidad la asume también y, esencialmente,
frente a los habitantes que se encuentran bajo su jurisdicción.
La CS precisa que la Corte IDH afirmó que los Estados Partes deben “no
solamente ‘respetar los derechos y libertades reconocidos en ella’, sino además
‘garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción’,
destacando que garantizar implica el deber del Estado de tomar todas las me-
didas necesarias para remover los obstáculos que puedan existir para que los
individuos puedan disfrutar de los derechos que la Convención reconoce. Por
consiguiente, la tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impi-
dan a los individuos acceder a los recursos internos adecuados para proteger
sus derechos constituye una violación del artículo 1.1 de la Convención [...] Ga-
rantizar entraña asimismo el deber de los Estados parte de organizar todo el
aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales
se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de
asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos”.11
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12. Al respecto, ver los votos del juez Sergio García Ramírez en el Caso Myrna Mack
Chang vs. Guatemala, 25 de noviembre de 2003, p. 27 y ss.; y en el Caso Tibi vs. Ecuador,
7 de septiembre de 2004, p. 3 y ss. En el primero, para destacar la eficacia de la Corte IDH,
rechaza la precariedad del reconocimiento de responsabilidad por parte de los Estados y
señala que las actuaciones del tribunal deben ceñirse al “control de convencionalidad”,
p. 27. En el segundo, avanza sobre el tema, llegando al Control de convencionalidad por
parte de los tribunales internos. En primer lugar, niega el carácter de una nueva instancia
en el conocimiento de la causa por parte del tribunal internacional, afirmando que su “…
designio es otro: confrontar los actos y las situaciones generadas en el marco nacional
con las estipulaciones de los tratados internacionales que confieren a la Corte competen-
cia en asuntos contenciosos, señaladamente la CADH, para establecer, a partir de ahí,
orientaciones que posean amplio valor indicativo para los Estados partes de la Conven-
ción, además de la eficacia perceptiva –carácter vinculante de la sentencia, como norma
jurídica individualizada– que tienen para el Estado que figura como parte formal y mate-
rial del proceso”, p. 2. En segundo lugar, y como desarrollo avanzado del punto anterior,
apreciando tanto el control de constitucionalidad como el de convencionalidad, sostiene
que “en las aspiraciones institucionales de la Corte IDH reside la idea de que los pronun-
ciamientos del tribunal deban trasladarse, en la forma y términos que provea el derecho
interno, a las leyes nacionales, a los criterios jurisdiccionales domésticos, a los programas
específicos en este campo y a las acciones cotidianas que el Estado despliega en materia
de derechos humanos…”, p. 6.
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2. Convergencias y divergencias
Caso Bramajo (artículo 7.5 CADH)13
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17. CIDH, Resolución 17/89, Informe Caso 10.037, Argentina, 13 de abril de 1989.
18. Caso Bramajo, cit., consid. 14, tercer párrafo. Sobre la reiteración de algunas frases
por parte de la CS, ver, Manili, Pablo L., “El perfil de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación Argentina”, en obra colectiva Derecho Constitucional, Errepar, Buenos Aires,
2014, pp. 246-251.
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28. Corte IDH, Opinión Consultiva, OC-2/82, El efecto de las reservas sobre la entrada
en vigencia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, párr. 29 y 30).
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En este caso, la Corte Suprema decidió con una ajustada mayoría reco-
nocer la obligatoriedad de las recomendaciones de la Comisión Interameri-
cana en una causa cuyos orígenes se remontan a una demanda presentada
en 1984.35
El plazo razonable y la naturaleza de las recomendaciones de la CIDH
deberían constituir los ejes del caso que carece de complejidades. Sin em-
bargo, debe primar la modificación interpretativa inserta por la CS, apartan-
do el tema del plazo razonable.
No obstante, debemos insistir en la importancia que deben otorgar los
jueces al paso del tiempo en los procesos a fin de evitar dilaciones innecesa-
rias que atentan contra el derecho a una jurisdicción eficaz. En el caso con-
creto, 29 años han pasado desde el momento en que el demandante pudo
acudir a la justicia en defensa de sus derechos hasta llegar a la sentencia de
la CS, que aceptó parcialmente la queja, confirmando la sentencia apelada.
No es lo mismo obtener una sentencia justa dentro de un plazo razonable
33. Bidart Campos, G. J. y Albanese, S., “El valor de las recomendaciones…”, cit., JA, 30
de junio de 1999.
34. CS, Carranza Latrubesse, 6 de agoto de 2013, ya citado. Hemos publicado el comen-
tario a este fallo en JA, 11 de septiembre de 2013, 2013-III, seguimos en este sector las
líneas de opinión trazadas en esa oportunidad.
35. Sólo comentaremos el fallo que refleja la posición de cuatro Ministros de la CS con-
firmando la sentencia apelada –jueces C. S. Fayt, J. C. Maqueda, E. S. Petracchi y E. R.
Zaffaroni–. Dos de ellos –jueces J. C. Maqueda y E. S. Petracchi– lo hicieron según sus
propios fundamentos. Los votos disidentes corresponden a tres jueces del alto tribunal
–jueces R. Lorenzetti y E. I. Highton de Nolasco en un voto conjunto y, por separado, el
voto de la jueza C. M. Argibay.
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36. La Corte IDH, en el Informe Anual 2012, sostiene que el plazo razonable debe aplicar-
se tanto en los procesos internos como en los internacionales y, desde este último aspecto,
señala que la Corte IDH lleva un promedio de 19,2 meses por cada caso. Por supuesto que
en este cálculo no tiene en cuenta el tiempo que transcurre durante los procedimientos
ante la CIDH, vía ineludible para llegar, de acuerdo a las normas de la CADH, al tribunal
interamericano. En el presente caso, el procedimiento ante la CIDH, demoró diez años
si sólo tenemos en cuenta el tiempo transcurrido desde la denuncia hasta la emisión del
Informe 30/97. En cuanto a la segunda acción iniciada por el actor en el ámbito interno,
también ha transcurrido un extenso periodo hasta obtener la confirmación de la sentencia
apelada; como dato relevante se debe destacar que la CS “…por sentencia de 12 de marzo
de 2002 (fallos: 325:380) resolvió que la causa no era de su competencia originaria”.
37. Voto de los jueces Fayt y Zaffaroni. Serán expuestos los votos de los jueces Maqueda y
Petracchi, que conforman el fallo de la CS. No obstante, en todas las posiciones, el núcleo
temático se relaciona con la obligatoriedad de las recomendaciones de la CIDH.
38. En los votos de los jueces Fayt y Zaffaroni, el Considerando primero presenta una
adecuada síntesis de las acciones instauradas –en primer lugar, una acción contencioso
administrativa en la que el actor reclamó la nulidad de la medida de remoción de su cargo
de juez y en segundo lugar, una acción declarativa, después de llevar a cabo una denuncia
ante la CIDH y como resultado del Informe Nº30/97–; se detallan, asimismo, los diferen-
tes pasos procesales, las decisiones sobre competencias, tanto en el ámbito interno cuan-
to en el internacional que finalmente dieron lugar al pronunciamiento que brevemente
comentamos. En los votos de los jueces Petracchi y Maqueda, se omite la primera acción
iniciada por Carranza Latrubesse en 1984 centrando la reseña en la segunda de las ac-
ciones y la respectiva sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal (Sala V).
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Costa Rica. Las dos primeras opiniones consultivas han sido emitidas en la misma fecha.
En la primera, OC-1/82, la Corte IDH, también sostiene que “…los tratados de derechos
humanos están orientados más que a establecer un equilibrio de intereses entre los Es-
tados a garantizar el goce de derechos y libertades al ser humano”, p. 24. Acompañando
en la OC-2/82 el párrafo que el voto que consideramos ha trascripto –29– que conforma
la naturaleza de los tratados de derechos humanos y su diferencia con otros tratados. Es
interesante señalar que los jueces que integraban el tribunal interamericano visitaron la
Facultad de Derecho (UBA) a mediados de la década de los años ochenta y explicaron el
alcance y el contexto de las primeras opiniones consultivas.
44. Corte IDH, OC-2/82, ya citada.
45. El art. 46.2 a), b) y c) de la CADH establece tres excepciones a la interposición y ago-
tamiento de los recursos internos, disposición en parte interpretada por la Corte IDH en
la Opinión Consultiva OC-11/90, Excepciones al agotamiento de los recursos internos
(arts. 46.1, 46.2.a) y 46.2.b) Convención Americana sobre Derechos Humanos, 10 de
agosto de 1990.
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46. Los protocolos como instrumentos conexos destinados, en el caso, a obtener el ejer-
cicio del derecho a la jurisdicción internacional constituyen uno de los caminos hacia el
fortalecimiento del sistema internacional. En el caso, se trata del derecho de las personas
de ejercer plenamente la capacidad de decidir. Al respecto, se deberían reformar los arts.
50 y 51 y 61.1 de la Convención Americana. Ver, Relator del proyecto de Protocolo A. A.
Cançado Trindade. La última norma citada quedaría redactada de la siguiente forma:
“Los Estados parte, la Comisión y las presuntas víctimas tienen derecho a someter un
caso a la decisión de la Corte”; ver nuestro trabajo, “Nuevas demandas ante la Corte IDH
contra Argentina. El transcurso del tiempo en los procesos internos e internacionales”,
JA, 2011-III de 21 de septiembre de 2011.
47. Sudré, Frédéric, Droit européen et international des droits de l’homme, Presses Uni-
versitaires de France, 7ª edición, París, 2005; Sudré, F. y otros, Les grands arrêts de la
Cour européenne des Droits de l’Homme, Themis, 3ª edición, París, 2005; Corte Europea
de Derechos Humanos, La conscience de l’Europe, 50 años de la Corte EDH, Consejo de
Europa, 2010; Albanese, S., Garantías Judiciales, Ediar, 2ª edición, última actualización
2010, p. 392 y ss.; Sistema europeo, La Convención de 1950 y sus protocolos.
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48. En cuanto al art. 25 de la CADH, dijo la CIDH: “La Comisión entiende que el derecho
a la tutela judicial efectiva previsto en el art. 25 no se agota con el libre acceso y desarrollo
del recurso judicial. Es necesario que el órgano interviniente produzca una conclusión
razonada sobre los méritos del reclamo, que establezca la procedencia o improcedencia de
la pretensión jurídica que, precisamente, da origen al recurso judicial. Es más, esa deci-
sión final es el fundamento y el objeto final del derecho al recurso judicial reconocido por
la Convención Americana en el art. 25 que estará también revestido por indispensables
garantías individuales y obligaciones estatales (arts. 8 y 1.1)”. Informe 30/97, p. 71. Más
adelante agrega la CIDH: “…Decidir sobre los derechos implica efectuar una determi-
nación entre los hechos y el derecho –con fuerza legal– que recaiga y que trate sobre un
objeto específico. Ese objeto es la pretensión particular del reclamante…”, p. 77.
49. Corte IDH, Caso Cesti Hurtado vs. Perú, sentencia de 29 de septiembre de 1999.
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50. Corte IDH, Opinión Consultiva OC-6/86, 9 de mayo de 1986, La expresión “leyes”
en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, última parte
p. 21. Esta opinión es citada al finalizar el considerando quinto al tratar la diferencia del
significado “leyes” en la legislación interna y la internacional.
51. Ver nuestro trabajo, “Reglamentar no es restringir”, JA, 4 de abril de 2012.
52. Según el Informe 30/97 de la CIDH, la acción interpuesta ante los tribunales provin-
ciales procurando la anulación de un decreto, fue declarado “no justiciable” por el Supe-
rior Tribunal de Chubut el 1 de julio de 1986 y la Corte Suprema desestimó el recurso el 2
de febrero de 1987, pp. 2, 3 y 4.
53. CIDH, Informe 30/97, Caso 10.087, Argentina, 30 de septiembre de 1997, p. 71, ya ci-
tado. En la OC-6 la Corte IDH sostuvo que sólo las leyes formales –norma jurídica ceñida
al bien común donde las minorías pueden expresar su inconformidad, proponer iniciativas
distintas, participar en la formación de la voluntad política o influir sobre la opinión pública
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para evitar que la mayoría actúe arbitrariamente… p. 22– pueden restringir derechos en
el contexto de las restricciones permitidas por los tratados. La Corte IDH, reconoce “que
una ley aprobada por el Parlamento pueda llegar a ser violatoria de derechos humanos,
posibilidad que reclama la necesidad de algún régimen de control posterior” p. 22, impor-
tantes decisiones que valoran la justicia independiente e imparcial, tema al que la CIDH y la
Corte IDH han otorgado extensas consideraciones. Es en una Opinión Consultiva anterior
–OC-5/85– citada por la Corte IDH, donde se estableció que “…de ninguna manera po-
drían invocarse el ‘orden público’ o el ‘bien común’ como medios para suprimir un derecho
garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de contenido real”, p. 31.
54. Albanese, S., “Los pactos preexistentes y los instrumentos internacionales de derechos
humanos”, obra colectiva con motivo de los 10 años del Centro de Formación Judicial de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eudeba, 2010, 4.a Los Instrumentos vivos, p. 53 y ss.
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A su vez, los primeros tres considerantes del voto del juez Petracchi
no difieren del voto del juez Maqueda; a continuación, se habilita el recurso
extraordinario para tratar el alcance de las normas convencionales que re-
gulan la denuncia internacional y sus etapas, para centrarse en el informe
correspondiente al artículo 51.2 de la Convención Americana.
En cuanto a la interpretación de los tratados el voto converge, como el
anterior, en la Convención de Viena de 1969, expresando su aplicación por
parte de la CS en fallos anteriores, exponiendo parte del sistema interameri-
cano de protección de derechos y garantías en el contexto de la recepción de
denuncias individuales, recogiendo el art. 33 de la CADH. En este recorrido,
destaca el objeto y fin de los tratados de derechos humanos y la importancia
de su fortalecimiento con referencias a la jurisprudencia de la Corte IDH55
para afirmar que “…no es razonable sostener que las recomendaciones de la
CIDH carecen de todo valor para motivar acciones del Estado Argentino”.56
Se señalan las diferencias, en cuanto al valor obligatorio, entre las re-
comendaciones de la CIDH y las sentencias de la Corte IDH, reiterando po-
siciones de la Corte IDH vinculadas con su alcance, se acude al principio de
buena fe que rige el cumplimiento de los compromisos internacionales para
confirmar la sentencia apelada.
Por su parte, el voto del juez Maqueda precisa que la CS “…no se en-
cuentra limitada por las posiciones del tribunal apelado ni por los argumen-
tos de las partes, sino que le incumbe efectuar una declaración sobre el pun-
to disputado, según la interpretación que rectamente les otorgue”, citando
al respecto posiciones anteriores del máximo tribunal.57
Puntualiza los derechos convencionales violados de acuerdo a la Re-
comendación emitida por la CIDH en el Informe 30/97. Acude al principio
de buena fe recordando, de acuerdo a la jurisprudencia de la CSJN, que los
informes y las opiniones de la CIDH “constituyen criterios jurídicos valiosos
de implementación, interpretación y de ordenación valorativa de las cláu-
sulas de la Convención Americana que deben ser tomadas en cuenta para
55. Se cita a la Corte IDH tanto en el ejercicio de su función consultiva cuanto en la con-
tenciosa (considerando 10).
56. Considerando 11, voto del juez Petracchi.
57. Considerando 5, voto del juez Maqueda.
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