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Ecuador en llamas

Ecuador se encuentra en estado de sitio. El desafío lanzado por el crimen organizado al

Gobierno de Daniel Noboa no tiene precedentes en el país y es el enésimo reflejo de una

gravísima crisis de seguridad que ha desbordado a las autoridades. El mandatario, que asumió

el cargo a finales de noviembre, reconoció la existencia de un “conflicto armado interno” y

autorizó la intervención del ejército para frenar la delincuencia organizada que opera desde las

cárceles.

El martes dieron la vuelta al mundo las imágenes de la irrupción de un comando armado en

un plató de televisión de Guayaquil, principal puerto del país y epicentro de la violencia. El

chantaje mafioso de los criminales era cristalino: el Gobierno debía replegar los operativos

policiales dispuestos para la captura de los capos narcos de los grupos de Los Choneros y Los

Lobos. Ecuador pasó en cuestión de años de ser uno de los países más seguros de la región a

uno de los más peligrosos.

En 2017, al final del mandato de Rafael Correa, la tasa de asesinatos era de 5,78 y hoy se sitúa

en 40 cada 100.000 habitantes. Los factores que pueden explicar lo sucedido son múltiples.

En primer lugar, decayeron las políticas de inversión pública. En segundo, la pandemia

agravó la crisis económica. Finalmente, la penetración del crimen transnacional puso las

condiciones para la gestación de un ecosistema perverso.

El presidente Noboa, ha asegurado que el país está en guerra contra el crimen. La grave crisis

que asfixia a los ecuatorianos necesita la implicación de todos los partidos y la elaboración de

una política de Estado implacable con el crimen, pero que en ningún caso pase por alto el

respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. El precio es la paz social y

la convivencia democrática.

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