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3 etapas de la vida de un pastor, Por Mike Minter

Decidí que terminar bien la carrera significa terminar con el menor número de
remordimientos. Significa llegar al final de tu vida sabiendo que Cristo fue exaltado a
lo largo de los años, independientemente de cuánto dinero recaudaste o cuántas
personas entraron por las puertas de tu iglesia.
Entonces, ¿cómo saber si estás corriendo bien o incluso en la dirección
correcta? Dependiendo de lo avanzado que estés en tu trayectoria pastoral, esto
puede lucir diferente. En cualquier caso, tanto si acabas de empezar como si la línea
de meta está a la vista, siempre es un buen momento para evaluar cómo lo estás
haciendo. Nunca es tarde para mejorar el rumbo.
Terminar bien la carrera significa llegar al final de tu vida sabiendo que Cristo
fue exaltado a lo largo de los años
Veamos esto en tres etapas de la vida como pastor.

Etapa 1: Imaginación
El joven pastor mira hacia el futuro y ve un crecimiento explosivo en su iglesia,
basado en sus grandes habilidades expositivas y visionarias. A esta la llamo la etapa
de la imaginación. Si estás empezando a plantar una iglesia o has retomado una ya
existente, estas son algunas formas de evitar los peligros.

1. Recuerda que todos los miembros del cuerpo son un don para la iglesia. Nunca
debemos considerarnos mejores que los demás en el cuerpo, aunque carguemos con
una gran responsabilidad. Hay solo un Salvador y tú no eres él. Entra con humildad y
evitarás ser humillado por Dios.

2. Entrega tus expectativas al Señor. Es Su iglesia, no la tuya. Puede que Dios te


llame a predicar a miles, a cientos o a decenas. Puede que tus escritos se conviertan
en éxitos de ventas del New York Times, o puede que acaben siendo un suplemento
para el boletín de la iglesia. Dios puede ser glorificado en ambos casos.

3. Construye tu equipo en torno a la humildad, no al talento. Me llevó años entender


bien esto. Si tu equipo y tus líderes laicos carecen de humildad, incluso la persona con
más talento puede convertirse en algo más que una piedra en el zapato. No se trata de
restar importancia al talento o a los dones, pero si estos se mezclan con el orgullo, te
espera un largo camino de noches sin dormir, reuniones incómodas y tensiones en
todos los ámbitos de tu ministerio.
4. No escondas los problemas pequeños bajo la alfombra. Este es uno de mis
mayores pesares. Me encanta hacer las paces y tiendo a huir de los conflictos. Eso me
ha costado caro. No es necesario responder a todas las preocupaciones, pero cuando
uno siente que algo está podrido, es hora de revisarlo. Apagar una pequeña chispa es
más fácil que apagar un fuego voraz. Tengo marcas de quemaduras que lo
demuestran.

5. Decide pronto cómo vas a distribuir tu tiempo. Algunos pastores pasan de treinta
a treinta y cinco horas semanales preparándose para el domingo, mientras que otros
solo dedican de ocho a diez horas para poder dedicar más tiempo a las visitas al
hospital, la consejería o el discipulado. La Escritura nos da una dirección limitada aquí,
pero estas decisiones deben tomarse con base en el lugar donde has sido llamado a
pastorear y a tu propia personalidad. No importa cuánto hagas, algunas cosas
quedarán sin hacer. Debes priorizar.

6. Lleva un registro minucioso de todas las reuniones personales. Puede que los
necesites más adelante. Nunca he sido bueno en esto, para mi propio mal. La memoria
se desvanece, pero las notas no.

7. Desarrolla buenas relaciones con los que están en el liderazgo y con los que no
lo están.
Esto te dará equilibrio en cómo percibes el estado del ministerio. Los miembros
de la iglesia a menudo ven las cosas de forma diferente a los líderes. Los líderes no
siempre pueden ver el bosque por los árboles y los que están en las sillas no siempre
pueden ver los árboles por el bosque. Al igual que con la vista, se necesitan ambos
ojos para una profundidad de campo adecuada. No seas un líder eclesial tuerto.

8. Busca sabiduría y dirección de pastores mayores. Han dado varias vueltas a la


manzana y saben dónde están las tapas de alcantarilla sueltas. Habla con ellos y
apóyate en su experiencia.

Etapa 2: Experiencia
La segunda etapa del ministerio pastoral suele estar plagada de dudas. Es
posible que tiendas a mirar hacia atrás en tu ministerio y centrarte en los fracasos. Esa
es la carta de presentación del enemigo. Le encanta mantenerte distraído. ¿En qué me
equivoqué en esta iglesia? ¿Por qué las personas son tan difíciles? ¿He estado
fingiendo todo este tiempo? ¿He malinterpretado el llamado de Dios? ¿Debería haber
sido ingeniero?
Como pastores nunca debemos considerarnos mejores que los demás en el cuerpo, aunque
carguemos con una gran responsabilidad
En cambio, me encanta filtrar mis pensamientos a través de Filipenses, donde
Pablo escribe desde la cárcel y anima a los lectores a estar gozosos. Eso es ironía tras
las rejas y muestra un corazón que se consume más por lo que Dios está haciendo que
por su propia situación. Estas son algunas otras maneras de evitar naufragar durante
esta temporada de ministerio.

1. Haz un inventario de tu historia como pastor. ¿Qué has hecho bien y qué podrías
mejorar? ¿Dónde tiendes a dar más fruto? Cuando cumplí veinte años de ministerio,
tuvimos una gran celebración para conmemorar las dos décadas de fidelidad de Dios.
Tuve la oportunidad de ver a las personas cuyas vidas habían cambiado, pero recordé
que nunca había sido «El show de Mike Minter». Cientos de personas a lo largo de esos
años formaron parte de la obra que Dios estaba haciendo.

2. Considera qué correcciones de mitad de camino hay que hacer. Busca amigos
sinceros que te hayan observado a lo largo de los años. Ellos conocen tus puntos
ciegos. He tenido hermanos muy queridos que han tenido el valor de decirme que me
estaba agotando y que mis mensajes carecían de profundidad. Sabían que estaba
cansado. El ministerio puede agotarte. También presenté mi renuncia una vez a
principios de la década del 2000, después de que perdimos casi mil personas que se
fueron a una megaiglesia local en pocos meses. ¡Eso sí que es un trauma ministerial!
Sentí que estaba fracasando. Uno de los ancianos tiró mi carta a la basura y dijo:
«Tenemos trabajo que hacer». En el fondo de mi corazón, sabía que estaba llamado a
permanecer en el rumbo, pero el dolor de la pérdida era difícil de soportar. Estaba
seguro de que el barco se hundiría. No sucedió; aquí estamos muchos años después.
Sé sincero contigo mismo a lo largo de tus años de ministerio.

3. Toma nota de los cambios culturales que se han producido. Las manifestaciones
morales, éticas y tecnológicas son interpretadas de manera diferente por diferentes
generaciones y trasfondos religiosos. Todo pastor debe conocer las narrativas
culturales que palpitan en nuestra sociedad. Si no se es consciente de ellas, es posible
quedar estancado. Pueden introducirse sin avisar y, antes de que te des cuenta, tu
ministerio ya no muestra relevancia. Como alguien dijo una vez: «Están los que hacen
que las cosas pasen, los que ven que las cosas pasan y los que se preguntan qué ha
pasado». No pierdas el tren en esto.

4. Pasa tiempo con los jóvenes de tu iglesia y descubre cómo ven la vida. Esto te
abrirá los ojos. Obviamente, esto se puede hacer en cualquier etapa, pero después de
una década o dos es bueno tantear el terreno con los jóvenes. Viven en un mundo
diferente. Eso no era cierto hace treinta años. Entonces, parecía que las generaciones
estaban separadas por centímetros. Hoy, Internet las ha separado por kilómetros. Me
encanta sentarme con adolescentes y preguntarles cómo es su vida en la escuela y
qué batallas enfrentan. Créeme, son sinceros.

5. Sé lo suficientemente honesto para discernir si realmente tienes un corazón


para esto llamado “ministerio”. Esta es una pregunta difícil, pero es necesario
abordarla antes de que acumules décadas de remordimiento. ¿Hay fuego en tu vientre
para enseñar la Palabra de Dios y cuidar de las personas? Si alguna vez lo tuviste,
busca consejería sobre cómo reavivarlo. Al enemigo le encanta crear dudas y
cuestionar nuestros llamados. Si, por otro lado, solo pensaste que esta era una
manera de poner comida en la mesa, es tiempo de ir ante tu liderazgo y buscar consejo.
Renunciar no siempre es lo peor del mundo. Además, si no estás llamado al ministerio,
dejarlo puede ser lo mejor para tu familia.

Etapa 3: Espejo retrovisor


La tercera etapa es para el pastor que ha logrado sobrevivir veinticinco años o
más. La llamaré la etapa del espejo retrovisor. Hay una mayor añoranza del cielo y un
deseo de dejar un legado a la familia, la iglesia y los amigos. Puede ser la etapa más
provechosa de tu vida.
Es el momento de reunirse con los seres queridos y contar historias de años
pasados. Es el momento de reír y ver la vida a través de la lente de la sabiduría y la
experiencia. Como su nombre lo indica, esta fase del ministerio también se convierte
en un tiempo de reflexión, que puede engendrar remordimientos, y a veces incluso
conducir a la depresión o a una profunda tristeza. Pueden surgir preguntas como ¿por
qué no lideré mejor o pasé más tiempo con mi gente? Desearía haber sido mejor en la
consejería. La lista de preguntas y dudas aflora como una ballena que sale a tomar
aire.
No importa la edad que tengas como pastor (o pastor retirado), tienes tiempo para hacer
las cosas bien
Obviamente, no podemos borrar los fracasos del pasado, ya sean fruto del
pecado, de la debilidad humana o de la falta de sabiduría. Terminar bien la carrera
significa vivir en el arrepentimiento diario. Terminar bien significa mantener una
«conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres» (Hch 24:16). Este
era un deseo supremo del apóstol Pablo, quien había perseguido a la iglesia y debió de
tener muchos remordimientos en mente cuando se refirió a sí mismo como «el
primero» entre los pecadores (1 Tim. 1:15). ¿Por qué vio Dios a David como «un hombre
conforme a Su corazón» (1 Sam. 13:14) y rechazó a Saúl, que parecía tener menos
pecados registrados? Porque David se arrepintió de todo corazón (como se expresa en
los Salmos 32 y 51), mientras que Saúl persistió en su odio hacia David sin
arrepentirse, poniendo excusas por su desobediencia.
Chuck Swindoll dijo una vez: «Nunca es demasiado tarde para empezar a hacer
lo correcto». Es una afirmación sabia. No importa la edad que tengas como pastor (o
pastor retirado), tienes tiempo para hacer las cosas bien. Una conciencia tranquila es
un componente clave para terminar bien la carrera. Ninguna almohada es lo
suficientemente suave para calmar una conciencia culpable.
Una vez más, terminar bien es terminar con el menor número posible de
remordimientos. ¿Hay cabos sueltos en las relaciones que deban sanarse? ¿Hay
personas que han servido fielmente y a las que hay que dar las gracias? No dejes
ningún cabo suelto y terminarás bien la carrera.

Mike Minter es pastor emérito de la Reston Bible Church en Dulles, Virginia, iglesia que
fundó y pastoreó durante 45 años. Está casado con Kay y es autor de Stay the Course: A
Pastor’s Guide to Navigating the Restless Waters of Ministry [Mantener el rumbo: guía del
pastor para navegar por las aguas turbulentas del ministerio] (B&H, 2022) junto con
varias publicaciones más pequeñas que están disponibles gratuitamente en Apple iBooks.
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