derechos basicos, sino para ayudarnos a entender como interac.
tuar mejor con ellos.
Asi, esperamos con impaciencia los nuevos avances del estudig
ético de las mentes animales. No obstante, la reivindicacién mora,
de los derechos basicos no depende de estos hallazgos. Ya sabe.
mos que, en el caso de la mayoria de los animales, hay «alguien
en casa». Esto, en nuestra opinion, es suficiente para fundamentar
el respeto por los derechos invulnerables basicos. Sabemos que es
una opinién minoritaria y no nos cabe duda de que seguir ha.
biendo debates encarnizados sobre el estatus moral, Ia individua-
lidad, la cualidad de persona y los derechos basicos universales
Los defensores de la superioridad humana seguirén enfrascadosen
complicadas contorsiones intelectuales para defender la suprema-
cia de los seres humanos y los animalistas seguirn despojando de
los tiltimos vestigios de chovinismo humano nuestras teorias mo-
rales. Como dijimos més arriba, el objetivo de este libro no es re-
producir todos esos argumentos y contraargumentos; los lectores
que estén interesados en ellos pueden consultar varias buenas re-
copilaciones de los textos mas importantes (Sapontzis 2004; Suns-
tein y Nussbaum 2004; Cohen y Regan 2001; Donovan y Adams
2007; Palmer 2008; Armstrong y Botzler 2008). Y, sin duda, seguird
habiendo intentos nuevos y mas ingeniosos de defender el especis-
mo en todas sus dimensiones. Pero, como sefiala Peter Singer, ya
levamos treinta afios asistiendo a esos intentos y «el constante fra-
caso de la filosofia en su empefio por crear una teoria plausible de!
significado moral de pertenecer a una especie es sefial de que cada
‘vez hay menos probabilidades de que tal cosa exista» (Singer 2003)-
2. Justicia para las personas y el valor de la naturaleza
Este es, pues nuestro punto de partida basico: al igual que mu"
chos otros teéricos de los DA, defendemos los derechos invulne-
66rables para los animales como respuesta a la vulnerabilidad de la
individualidad o de la consciencia individual. Hasta el momento,
nos hemos centrado sobre todo en defender esta postura fen,
te a los criticos que buscan restringir la cualidad de persona
moral a los seres humanos (0 a unas pocas especies animales
«superiores»). Pero cabe sefialar que existe otra linea de critica
de la TDA, muy distinta, entre los tedricos ecologistas, Como
apuntamos més arriba, éstos suelen criticar la TDA por no lle-
var lo bastante lejos la posicién moral. La TDA lleva la posicién
moral hasta los seres sintientes, pero no hasta los bosques, los
rios 0 la naturaleza més en general. De hecho, algunos ecologis-
tas sostienen que la TDA sigue siendo, fundamentalmente, una
teorfa antropocéntrica: usa a los seres humanos como medida
del estatus moral y se limita a afirmar que algunas otras especies
comparten las suficientes caracteristicas similares a las de los hu-
manos como para ser merecedoras de derechos humanos.
Comencemos por la objecién del antropocentrismo y luego
volveremos a la cuestién del valor de la naturaleza. El antropo-
centrismo, tal y como entendemos el término, es un plantea-
miento de la teoria moral que toma a la humanidad como me-
dida: empieza preguntando cual es la esencia del «ser humano»
0 de la chumanidad» y asume que los seres humanos merecen
derechos y justicia en virtud de esta humanidad esencial. Los
animales, segiin esta visién antropocéntrica, s6lo consiguen po-
sicién moral si puede considerarse que poseen algin aspecto de
esta esencia humana o se acercan a ella.
No es ése nuestro planteamiento. Nuestra teoria no se basa
en ningiin relato de la esencia de ser humano, no ms de lo que
se basa en a esencia de, por ejemplo, ser perro. Antes bien, nues-
tra teorfa se basa en un relato de uno de los principales fines de
la justicia, que es la proteccién de los individuos vulnerables”.
Ser un «yor —un ser que tiene vivencias— representa un 1?
concreto de vulnerabilidad, que exige una forma concreta de
67proteccién frente a las acciones de los demas, en forma de dere.
chos invulnerables. Esto no equivale a imponer un criterio mo.
ral humanocéntrico a los animales; por el contrario, lo que les
ocurre a los seres sintientes tiene importancia porque les pasq
precisamente a ellos, El hecho de que los seres sintientes se preg.
cupen por como viven es lo que genera un tipo caracteristico de
reivindicacion moral sobre nosotros.
Es cierto que, cuando hacemos preguntas sobre qué entende.
‘mos por justicia, suele ser de ayuda empezar por el caso huma.
No, que ya conocemos, y analizar nuestras intuiciones sobre qué
constituye Ja justicia humana y por qué es importante, Como
sefialamos més arriba, creemos que, si prestamos atencién a esas
intuiciones, veremos que lo que importa es la presencia de vi.
vencias subjetivas (que compartimos todos los humanos) y no
otras funciones cognitivas mAs elevadas (que s6lo poseen deter.
minados humanos en momentos concretos de su vida), Pero el
hecho de que empecemos por el caso humano en este sentido no
implica que estemos privilegiando una teorla de la humanidad
ni que estemos privilegiando un estado caracteristicamente hu:
mano de la subjetividad, ‘También podrlamos haber empezado
por nuestras intuiciones sobre los perros y por si parecen ser la
‘lave de seres que son vulnerables en aspectos que podrian que-
dar protegidos por derechos invulnerables y, si o wom, qué hay
1 Jon perros que los haga vulnerables en un sentido pertinente,
‘legariamos a una respuesta relativa a la sintiencia, consclencla
1 subjetividad de Jos perros, con independencia de lo cerca 0
Jejos que esté Ia subjetividad eanina de la humana,
Pavemos ahora a Ia cucstion del valor de la naturaleza, Como
hemos sefialado, los tedricos ecologistay sostienen que no son
blo lo» animales como individuos los que son yulnerables al
perjulelo causado por los humanos, Se aniquilan especies enter
ras, Be contaminan cureneas de rios, se pulverizan sistemas mon:
tahovon y se degradan ecosistemas antes Henos de vida, Estos
8procesos perjudican tanto a humanos como a animales, pero,
para los teéricos ecologistas, su caricter nocivo no se puede
reducir a sus consecuencias sobre los seres sintientes, Muchos
te6ricos ecologistas sostienen que la naturaleza no animal tie.
ne un interés por prosperar que debe tenerse en cuenta y que
Jas plantas, los ecosistemas, etc. deben gozar de posicién moral,
junto con los humanos y los animales, para proteger sus intere.
ses (Baxter 2005; Schlossberg 2007). Segiin este punto de vista,
la TDA, en tanto que asigna derechos en funcién de la indivi.
dualidad, carece de los recursos conceptuales para reconocer el
significado moral de la naturaleza de un modo més amplio,
Aqui, parte de la dificultad reside en el discurso de la posi
cién moral, esgrimida tanto por defensores de la TDA como por
sus criticos ecologistas. Necesitamos otros términos mis preci-
sos que reflejen el modo en que los distintos tipos de conside-
raciones se introducen en nuestro razonamiento moral. Decir
que tanto los humanos como los animales y la naturaleza tie-
nen posicién moral 0 que todos ellos pueden suftir perjuicios
es de poca ayuda, Una cuenca puede suftir perjuicios y una nu-
tria puede suftir perjuicios, pero sélo la nutria tiene la vivencia
subjetiva de estar suftiendo un perjuicio. Esto no significa que
el perjuicio que se experimenta de forma subjetiva sea necesa-
riamente més grave que otros tipos de perjuicio, pero si que es
diferente y requiere de distintos remedios o medidas de protec-
cién. Analicemos un ejemplo clasico propuesto por los teéricos
ecologistas, en los que un ecosistema floreciente tiene un exceso
de ciervos. No hay depredadores naturales, por lo que la pobla-
ion de ciervos crece descontrolada y diezma la flora local, lo
que pone en peligro el ecosistema, incluidos los tiltimos especi-
menes de una orquidea rara. Imaginemos que se ha dejado que
la situaci6n se encone y que el habitat esta a punto de venirse
abajo. Las soluciones no letales, como propagar la orquidea en
otro sitio 0 controlar la poblacién de ciervos mediante farmacos
69de control de la fertilidad o la creacién de corredores ecologicos,
no van a funcionar con la rapidez. necesaria y las Gnicas soly.
ciones aparentes son que los humanos maten a los ciervos 6 Jeg
dejen destruir el ecosistema y su orquidea.
En este tipo de casos, los tedricos ecologistas critican la TD,
por otorgar posicién moral s6lo a los ciervos como individuos,
mientras que retira la posicién moral al ecosistema como con,
junto 0 a una especie o flor determinada. Peto jacaso conceder
posicion moral al ecosistema nos ayuda de verdad a identificar
las consideraciones morales que hay en juego? Si concedemos
posicién moral tanto a los ciervos como al ecosistema, la concly.
si6n es que nos hallamos ante consideraciones morales del mis.
mo tipo que hemos de poner en la balanza, de forma que podria
ser aceptable matar a los ciervos para proteger el ecosistema de
la degradacion o para proteger la orquidea de la extincién. Los
intereses de la naturaleza podrian pesar ms que los de los cier-
vos, ya que los hay a patadas en el condado vecino.
Sin embargo, esta forma de abordar el problema empafa,
més que aclara, los factores morales que hay sobre la mesa. Pen.
semos en lo que ocurriria si, en este mismo ejemplo, sustitu:
yéramos a los ciervos por personas humanas. Intentariamos di-
suadir a los humanos de su conducta destructora, intentariamos
proteger el ecosistema y sus orquideas, pero, en el peor de los
casos, no sacrificariamos a ninguna persona. La orquidea se per
deria y tratarfamos de hacerlo mejor la siguiente vez. :Por qué?
Porque la naturaleza de la posicién moral que hay sobre la mesa
es cualitativamente diferente. La orquidea, el habitat local, no
tiene la clase de interés que pueda imponerse a la invulnerabili
dad de las personas y su derecho a no ser asesinadas.
La verdad es que los tedricos ecologistas suelen aceptar esto
Cuando propusieron por primera vez que las plantas 0 los eco
sistemas deberian tener posicién moral en las teorias de la jus
ticia, sus criticos objetaron que la proteccién de un ecosistem#
70ode una especie podria utilizarse para justificar la matanza de
humanos. Los teéricos ecologistas respondieron raudos a esas
acusaciones de «ecofascismo» insistiendo en que la concesién
de posicion moral de forma holistica a especies y ecosistemas
no podia usarse para justificar el pisoteo de derechos humanos
Ipisicos. Si bien las entidades holisticas (por ejemplo, especies 0
ecosistemas) tienen posicién moral, ésta no es equivalente a la
posicién moral humana, Tal y como lo expresa Callicot, reco-
nocer el estatus moral del ecosistema complementa los sistemas
morales preexistentes de derechos humanos invulnerables y no
puede esgrimirse para limitar o rechazar esos derechos huma-
nos preexistentes (Callicott 1999)". En otras palabras, la posi-
‘cin moral es una jerarquia, Los sistemas naturales tienen tal
posicién moral que es necesario tener en cuenta los valores eco-
Jégicos, pero esos valores no se imponen a los derechos huma-
nos basicos”.
Este cambio, no obstante, demuestra que el discurso ecolo-
gista sobre la posicién moral es sistematicamente confuso y en-
mascara diferencias fundamentales en Io que entendemos por
posicién moral. Al igual que la TDA, la teoria ecologista opera,
dde manera implicita, con el supuesto de que determinados seres
fstentan derechos invulnerables. Pero se limita a dar por hecho,
sin discusion, que s6lo los humanos cumplen los requisitos para
ger personas con derechos invulnerables, mientras que sia a
Jos animales sintientes y a la naturaleza no animal en una cate-
goria residual de posicién moral cuyos intereses bisicos estan
sujetos a negociacion.
sta puede ser una posicion defendible, pero no se aclara ni
defiende preguntando si la naturaleza no animal tiene posicion
moral. Més bien, la cuestién fundamental se refiere a como
identificamos el conjunto de seres cuya individualidad genera
derechos invulnerables. La pregunta de la individualidad es in-
dependiente de las formas —y las limita— en que respondemos
7al valor de la naturaleza. Los tedricos ecologistas pres
de manera implicit, ue la individualidad de los animate,
diferencia de la individualidad de los humanos, no genera pi
teccién de los derechos invulnerables. Pero no argumentan ey.
Postura, lo que, en consecuencia, equivale a una ostensible,
vindicacién del especismo, al igual que la de Somerville
En nuestra opinion, es engafioso sugerir que los humanos,
Jos animales, las formas de vida no sintientes y la naturaley,
inanimada tienen intereses en el mismo sentido Y, por lo tant,
posicién moral. En la superficie, parece poner en cuestin lag,
tuaci6n privilegiada que otorga el antropocentrismo a los seres
‘bumanos, pero, en realidad, presupone tn concepto jerérquicy
de la posicién moral en el que s6lo un grupo de individuos vu.
nerables, concretamente los humanos, es invulnerable, mien
tras que todos los dems animales estén sujetos a negociacién
¥, como hemos visto en el capitulo 1, el resultado inevitable de
este concepto jerarquico es la perpetuacién y expansion del sis.
tema (desastroso desde el punto de vista ecol6gico) de explote-
cién animal.
Tal y como hemos defendido, hay un planteamiento mis
plausible que consiste en empezar por la pregunta de la indivi
dualidad. (Qué clases de seres tienen una vivencia subjetiva de!
mundo y, por lo tanto, intereses en ese sentido especifico? Esta
cuesti6n de la individualidad o cualidad de persona identifica el
conjunto de seres a los que se les deben justicia y derechos in-
vulnerables. Hay muchas buenas razones para respetar y prote-
ger la naturaleza, tanto instrumentales como no instrumentales.
Pero es un error afirmar que esas razones protegen los intereses
de las orquideas o de otras entidades no sintientes, Sélo un set
con vivencia subjetiva puede tener intereses o ser acreedor de las
obligaciones directas de justicia que protegen esos intereses. Una
piedra no es una persona, Como tampoco lo son un ecosistema,
uuna orquidea ni una cepa bacteriana, Pueden suftir dafios, per
Ponen,
72no estan sometidas a injusticias. La justicia se les debe a sujetos
que experimentan el mundo, no a cosas. Las entidades no sin-
tientes pueden ser, legitimamente, objeto de respeto, asombro,
mor y atenciOn. Pero, al carecer de subjetividad, no son objeto
jegitimo de justicia, como tampoco son agentes de intersubjeti-
vyidad, el 4nimo motivador de la justicia.
Los tedricos ecologistas replicarén que no estamos elimi-
nando Ia jerarquia, sino s6lo cambiando los miembros que la
componen. Pero eso es malinterpretar nuestra reivindicacién,
Nosotros no negamos que los humanos tengan deberes morales
para con las plantas y la naturaleza inanimada, como tampoco
afirmamos que los humanos y los animales sean superiores, en
alguna jerarquia césmica, a los érboles 0 las montatias. Antes
bien, afirmamos que son diferentes; la sintiencia genera vulne-
rabilidades especificas y, por lo tanto, necesidades especificas de
proteccién de Jos derechos invulnerables. Si las entidades no sin-
tientes compartieran este interés y les negdramos las medidas
de proteccién de la invulnerabilidad, seriamos culpables de estar
subordinandolas. Pero no tienen ese interés y, en consecuencia,
no hay ninguna falta de respeto en negarse a tratar a las orqui-
deas y las paredes rocosas como a personas”.
3, Alteridad de la naturaleza
Como hemos visto, la postura de la TDA sobre los derechos
basicos ha sido objeto de critica desde los dos sentidos: el de
quienes piensan que s6lo los humanos tienen estatus moral Y
el de quienes piensan que toda la naturaleza posee estarus m0
ral. Ambas criticas cometen la misma manipulaci6n al ignorar
la subjetividad animal. Ambas tienden a minimizar a cuestion
de los animales e insertarla en la cuestion de Ja naturaleza en 8°
neral, negando asi que los animales, como sujetos, deban estar
73protegidos al igual que los sujetos humanos y no sélo
mentos de la naturaleza.
«Como se explica la desconcertante resistencia de tantg Bente
tanto humanistas como ecologistas— a reconocer la
dualidad de los animales? Sin ugar a dudas, hay muchas 7220n¢,
como la larga tradicion de denigrar a los animales coma mer
bestias u objetos. Pero cabe aqui sefialar que otro factor, Parads,
sicamente, podria ser la forma en que solemos admirar,
y valorar la vida animal (y la naturaleza, més en general)
La gente suele considerar a los animales una simple parte dg
Ja naturaleza y, en consecuencia, algo que es fandamentalmenrs
«otro», indiferente para los proyectos humanos e incognoscible
Para la mente humana. ¥, si bien esta alteridad Puede resultar
a veces amenazante u hostil, también puede generar intensas
espuestas, tanto estéticas como morales, de respeto y asombro,
Se trata de los momentos en los que la impresionante belleza
natural nos saca de nosotros mismos, acalla nuestro go porun
instante y nos permite perdernos en algo més Brande, en algo
's famosa la descripcién de
ice Iris Murdoch al hablar-
Como el,
iy,
este «desprendimiento del yoo que ha
nos del cernicalo:
Miro fuera de mi ventana en un estado ansioso y repenti-
no de la mente, olvidindome de mi alrededor, obsesionado
quizds con algin dafio hecho a mi Prestigio, Entonces, de
*Pente observo un cernicalo suspendido en el aire: En un
‘momento todo se ha alterado. El yo obsesivo con su vanidad
dolida ha desparecido. No hay nada ahora excepto el cer-
nicalo. ¥ cuando vuelvo a pensar en el otro asunto, parece
‘™enos importante. (Murdoch 1970; 84 (2001: 87-88)
Este fragmento se cita a menudo como ejemplo del modoe"
que los humanos pueden y deben valorar la naturaleza, dem
74neras que van més allé de su valor instrumental como recurso 0
mercancia. La presencia de un orden natural mayor, totalmente
jndiferente a los proyectos y preocupaciones de nuestro dia a
dia, aporta un contexto necesario a nuestras vidas, ademas de
perspectiva sobre ellas.
‘Veamos una descripcién relacionada que hace la escaladora
Karen Warren:
Entonces, uno ve que la roca es muy diferente a uno mis-
mo, quizés totalmente indiferente a la presencia de uno, y
encuentra en esa diferencia una dichosa ocasién de festejo.
Uno conoce las «limitaciones propias», dénde uno —«yo»,
la escaladora— termina y la roca comienza. No hay fusion
entre las dos entidades, pero hay complementariedad entre
ambas; se reconocen como separadas, diferentes, indepen-
dientes pero en relacién; en conexién sélo porque la mirada
afectuosa lo percibe, responde, lo siente y atiende. (Citado
en Slicer 1991: 111 [2003: 77-78])
Deborah Slicer cita este fragmento, en el que se describe la
relacion entre la escaladora y la pared de roca como ejemplo de
tun tipo de «atencién afectuosar en la que deberian basarse nues-
tas relaciones éticas con