Está en la página 1de 11
Los animales de los derechos Agotado asi el examen de las tres cuestiones que principal- mente deben ser consideradas para fundar una sociologia de los derechos de los animales, es decir, si los animales son portado. res de intereses que puedan ser reconocidos como derechos, en qué medida son difundidos y compartidos los valores que pue- dan sostener tales derechos, si y en qué medida tales derechos son reconocidos y sancionados por las normas juridicas, pode- mos encaminarnos a la conclusién. Sobre el primer punto, como hemos visto, la respuesta a Ia que llegamos es seguramente afirmativa. Los animales, al igual que los humanos, tienen vida, sentimientos y sensibilidad, de acuerdo con los resultados de las investigaciones de la biolo. gia, neurofisiologia comparada y Ia etologia que asi lo afirman. Ellos sufren, sienten alegria y afecto, tienen conciencia de si mismos, del otro, capacidad para comunicar, para analizar y Tesolver problemas, de modo que la creatividad y la acumula- cién cultural no parecerian caracteristicas exclusivas de la es- pecie humana. Ellos tienen, en pocas palabras, al menos los. Tasgos minimos de la “personalidad”, es decir, la conciencia de su existencia en el ambiente, al menos un grado minimo de inte- ligencia, la capacidad de comunicarse a través de algin tipo de lenguaje. Aun siendo presumiblemente portadores de otros inte Teses, que no son faciles de precisar, sin lugar a duda los ani- males son portadores, por lo menos, del interés por la vida y de vivir segin las caracteristicas de la especie, del interés a repro- ducirse y a no sufrir injustificadamente. Estos intereses son suficientes para fundamentar una legitima pretension a su re- conocimiento. De hecho, se trata de intereses fundados sobre los mismos presupuestos por los cuales concordamos en reco- nocer la misma legitimidad pretendida para los humanos. Con respecto al segundo punto, en cambio, la respuesta es dudosa, en el sentido de que la difusién de las opiniones favora- bles hacia el reconocimiento de los derechos de los animales, al 144 VALERIO POCAR menos al reconocimiento de los deberes de los humanos con respecto a ellos, esta lejos de ser suficientemente amplia para fundar tal reconocimiento desde el punto de vista juridico. A pesar de que la difusién de las opiniones favorables a tal recono- cimiento parece creciente, la hipoteca de la concesi6n antropo- céntrica de la naturaleza en relacién con los origenes que he mencionado, es aun muy fuerte y conduce a resolver los conflic- tos de intereses entre humanos y animales en favor de los pri- meros y en desmedro de los segundos. ‘Sobre el tercer punto la respuesta es sustancialmente nega- tiva. La legislacién concerniente a los animales va desarrollando- se en sentido favorable al reconocimiento juridico de los deberes juridicos de los humanos con respecto a los animales y en general para el reconocimiento de un status juridico minimo para ellos. Esta evohicién es lenta y no esta exenta de contradicciones. El resultado entre la respuesta afirmativa del primer punto y la respuesta negativa del tercero pone, segtin mi criterio, al orden juridico en una seria situacién de incongruencia ética. La afirmacién de los derechos, que representa tanto el objetivo cuan- to la justificacion de la existencia del ordenamiento juridico mis- mo, resulta gravemente dafiada. El principio por el cual situa- ciones anélogas deben ser tratadias en modo andlogo es de por si faundamento, si no suficiente, ciertamente necesario para todo ordenamiento “justo”. Cada infraccién a tal principio es en con- secuencia, de por si, peligrosa, porque corre el riesgo de abrir nuevamente las puertas a la negacién de los derechos y a la discriminacién, sucedan estos sobre la base de las diferencias de raza, de género, de edad, de religién, de opinién, como nos lo demuestra ampliamente la historia de los humanos. Nada nos autoriza a pensar que la infraccién al principio y la discrimina- cién sobre la base de las diferencias de especie sean menos peli- grosas. Al contrario, es razonable considerar que la ampliacién de la aplicacion de ese mismo principio, a través del reconoci- miento del mismo tratamiento para todos los seres vivientes en Jo que concierne a sus puntos en comin y a través del rechazo de la discriminacién alli donde la semejanza impide la justifica- cidn, beneficie para establecer un fundamento mas seguro de los mismos derechos de los humanos, ampliando el margen del Area de la incertidumbre respecto de la inclusién y de la exclu- sion, alejandolos del centro. Es esta una raz6n, no la tinica, que daa la cuestién de los derechos de los animales un cierto carac- LOS ANIMALES NO HUMANS 145 ter de urgencia, y hace oportuna la discusié: i aquello que la actual fragilidad de los infeanast Spe iets nos y su sistemética violacién podria dejar entrever, como argu- mentaré mas adelante. Justamente en este sentido, la contra- posicién que he sefialado al inicio de estas paginas, entre la orientacién ecologista tan difundida en la poblacion yla orien- tacién animalista menos difundida deberia ser revista y supera- da, La orientaci6n ecologista difundida esta estrechamente liga~ da, en sus presupuestos y sus objetivos, a una visién de la relacién entre humanos y la naturaleza fuertemente marcada por la hipoteca antropocéntrica. Frente a la amenaza de la ca- tastrofe ecologica, la especie humana parece dirigida hacia la preservacién del ecosistema, con la finalidad no disimulada, de sostener la propia posicién de privilegio, dispuesta a limitarla con el fin de mantenerla, en la perspectiva —tal vez engafiosa— de la “compatibilidad”, Es plausible considerar que en este paralelismo se encuen- tra algo radicalmente erréneo. La amenaza de la catdstrofe eco- Jogica deberia sugerir la superacién de una orientacién ecologista mezquina y hacer propia la auténtica lecci6n de la ecologia: que cada uno est unido a todos los demas. Ademés, como se dijo asertivamente: «ger la especie vencedora no nos da via libre: sobre nosotros recaen graves responsabilidades relacionadas a nuestro rol, a nuestra indiscutible presencia dominan- te. El poder, por asi decirlo, pide responsabilidad. El hombre (...) ademas de ser especie vencedora, es un agente moral. E] ha reivindicado para si, como caracte- ristica peculiar y fundamento mismo de su superioridad sobre los otros seres, la capacidad de accionar moralmen- te. Entonces, si el hombre se atribuye una superioridad moral a causa de su capacidad y de su valor intrinseco, estas mismas razones, més allé de exonerarlo de ciertos deberes y de garantizarle una absoluta libertad, imponen. en cambio particulares responsabilidades. Podria decirse que estos son los honores y los deberes de los agentes morales. A partir de aqui surge la posibilidad de una ética de la solidaridad entre especies (Battaglia, 1992, p. 479)". Estas consideraciones permiten replicar el argumento ba- nal que los opositores al reconocimiento de los derechos de los \VALERIO POCAR, 146 si todos los hu- jestan, que aun 0 lo los animales animales frecuentemente manifi istas, no por ell manos se convirtieran en animal lo serian. ‘Gide hecho se puede aceptar la idea de que, en 5% cierto sentido, la ética animalista es una forma de especisir pleats Hoy que se trata de una posiciOn unilateral y con sentido tnico, fiida por la cual un agente moral pueda -a no ética. Es tam- no es esta una razén vi sentirse autorizado a comportarse de maner: tica. } - wrtamiento ajeno “equivocado bién banal observar que el compo! e no justifica que tengamos el mismo comportamiento incorrecto. Podemos también afirmar razonablemente que en una biosfera en la cual el circulo de vida incluye a todos los seres vivientes (y no solo) no se comprende por qué a los seres uma, whos y sold a ellos, se les deba permitir alterar o romper tal Gieularidad. Podemos también, siempre razonablemente, per” initir que tal circularidad esta en tension y que cada ser viviente lucha, se defiende y se agrede: pero no se trata de una “natura- lidad justificante” sino, mas bien, de una “naturalidad justifica- da”, es decir no capaz de fundar un derecho, sino a lo sumo capaz de fundar una necesidad. ‘La toma de conciencia de que la supervivencia de la especie humana esta estrechamente relacionada con la supervivencia de las otras especies, sugiere ¢ instaura una solidaridad necesa- ria con respecto al mundo viviente y a la naturaleza en general, superando cada residuo de antropocentrismo y de dualismo. Esta nueva solidaridad nos anuncia nuevas y diversas modalidades de relacién entre los humanos y los no humanos, mancomuna- dos no solo por una suerte incierta, sino también por la conver- gencia objetiva de los intereses por el futuro. La convergencia de los intereses por el futuro no podria no basarse en el reconocimiento de los intereses por el presente, alli donde las semejanzas lo sugieran. Por esta razén, la cultura ecologista deberia evolucionar hasta incluir también una cultu- ra animalista, traduciéndose en el reconocimiento y en la tutela de los intereses de los animales, nuestros inocentes compafie- ros de desventuras, no solo por principios sino también en el plano juridico. Naturalmente se trata de un largo proceso de comprensién, que debe enfrentar una tradicién cultural muy consolidada. Como observamos, entre los mismos animalistas se encontrarian tres comportamientos: uno de tipo ecoldgico, otro dirigido a la in- LOS ANIMALES NO HUMANOos \a7 formacién y a la denuncia y el tercero de n: aus - fica, que se colocaria en una escala de medida por un lator grado de compromiso y participacién que aumentaria al poser del primero al ultimo, y del otro lado, el grado de difusi6 Pasar, contrariamente iria en descenso. caoue _“En un nivel superficial de analisis y limitado a la Italia de posguerra, el inicio de la difusion del comporta- miento ecolégico precede a aquel de la difusién de un comportamiento de informacién-denuncia, que a su vez precede a la reciente aparicién de un nuevo comporta- miento ético-filos6fico, sobre las relaciones entre hombre y animales (Comanducci, 1987, p. 148)”, El antropocentrismo es el resultado ideolégico por el hecho de que la especie humana, en cuanto la mas fuerte, ha sabido dominar a todas las otras especies. Al mismo tiempo, ha repre- sentado la justificacién ideologica de esta dominacién. Ahora bien, por el modo en que las ideologias discriminatorias del ra- cismo 0 del sexismo, en el que quisieron fundar las supuestas diferencias biol6gicas y en consecuencia cientificas, y por lo tan- to considerarse “naturalmente fundadas” mientras se apoyaban en la mayor fuerza, fueron puestas en crisis por la doctrina de los derechos humanos; del mismo modo que el antropocentrismo, que se fundé en una pretendida “diversidad natural” entre los humanos y la naturaleza, mientras se apoyaba en la mayor fuerza de esta especie, entr6 en crisis por la doctrina de los derechos de los animales. La cuestion de los derechos de los animales propone asi, como he dicho, un nuevo modo de mirar la cuestién de la rela~ cién entre el derecho y los derechos, ¢ induce a la reflexién sobre el fundamento mismo del derecho. Entre los humanos y los animales existen diferencias natu- rales, también semejanzas naturales, que deberian ser recono- cidas por lo que son, segiin el desarrollo del conocimiento, La base cientifica de las semejanzas y de las diferencias muestra asi su importancia, en el sentido de que si tal fundamento se quebrantara, desapareceria el problema ético, el que por el con trario se presenta con vigor propio en virtud del desarrollo del conocimiento cientifico. Solo entonces el brocardo suum cuique tribuere, piedra fun- damental de la tradici6n juridica, que la cultura posiluminista e 148 VALERIO POCAR- i i ificado a iguali a aprendido a interpretar con el significado de igualitaria habia aphv''s y deberes para todos los hombres, po- tribuir iguales det r o atribvolver a interpretarse con el significado original, de dar a Jos humanos lo que les corresponde en cuanto tales y dar a los no humanos lo que les corresponde como no humanos. Justamente la consideracion de las semejanzas y de las di- ferencias que existen entre humanos y animales nos retrotrae al tema inicial de la ciudadania. Hasta ahora los humanos han concebido la ciudadania como algo que tiene que ver solo con, Silos mismos, limitandola por tradicion, a singulares y restring das partes de las especies, sobre la base politica y territorial, o en el mejor de los casos, afirmando la oportunidad de ampliar el Sleance a la especie humana en su totalidad (Dahrendorf, 1993). Se podria también sugerir una idea de ciudadania mas amplia, extendida también a los animales, segdn un proceso de inclu- sién basado en una doble raz6n: por una parte, porque los hu- manos y los animales tienen rasgos en comtin desde el punto de Vista de su naturaleza intrinseca, y por otro, porque son porta- dores de intereses convergentes. ‘Como observamos, la extensién de la ciudadania respecto de los humanos est precedida por los derechos civiles, politicos ¥y sociales (Marshall, 1976). A través de tales extensiones fueron precisdndose los derechos de la personalidad, representados en primer lugar por el derecho a la propia identidad. Entonces, el derecho a la propia identidad se basa principalmente en el dere- cho a no ser discriminados debido a las diferencias, como la literatura feminista nos lo ha explicado de manera mas que con- vincente. El principio, ampliamente aceptado por las diferencias de sexo, raza y edad, deberia ser valido también para los indivi- duos animales que, como he mencionado, tendrian el derecho a la propia identidad, respetandose las diferencias y, en conse- cuencia, el derecho a su inclusién en la ciudadania que es per- mitida por los puntos en comtin con los humanos. Desde esta perspectiva, el rol del derecho positivo se pre~ senta particularmente importante. Las reglas juridicas, como sabemos, poseen una ambivalencia fundamental: por un lado, estas pueden representar el reconocimiento de cambios cultura- es y materiales que se desarrollaron en la sociedad, pero por otro lado, pueden inducir particularmente a través de su inte- riorizacién, la transformacién de la cultura y de las relaciones materiales. Con estas caracteristicas, las reglas juridicas pue- LOS ANIMALES NO HUMAN 149 den representar un importante factor educ: Gerechos para algunos sujetos encuentren Gerecho positivo, aun mas alla de la medida de 1 fores compartidos de los que ellos dependen, pein eo un elemento importante para difundir y compartir loo nnn, valores. En consecuencia, seria posible asignar al deeche en vo una tarea no indiferente para promocionar a svar ge sechos de los animales. Fee onde: No es aqui intitil retomar brevemn ee peusuntolladd en parts; delen Wiguhenm Coe ee aquellos que, sin negar, en principio, que los animales pueden ser titulares de derechos, niegan la oportunidad a las ve - reconozcan tales derechos o estén dirigidas a su afirmation, El primer argumento es que ocuparse de los derechos de los ani- males seria prematuro, desde el momento en que —como la- mentablemente no se puede negar— los mismos derechos hu- manos se violan sistematicamente. BI argumento es irracional y contradictotio, ademas de pe- ligroso. Es irracional porque en el mismo momento en el cual se acepta que un sujeto, o que una categoria de sujetos, es titular de derechos, se debe luchar para que sean reconocidos, segun una eleccién que no puede ser condicionada por las probabilida- des de éxito. Es contradictorio porque sobrentiende que hay categorias de sujetos que merecen ser tutelados en sus derechos, princi- palmente respecto de otros, lo que significa que existen dere- chos subjetivos prioritarios respecto de otros debido a la calidad Gel sujeto. El argumento propone nuevamente, en forma mas solapada, la eleccién especista, aquella que admite discrimina- ciones y se basa en la diferencia de especie, justamente la elec- cién que la teoria del derecho de los animales pretende reverti. Por esta razén, el argumento es ademas peligroso, porque en el mismo momento en el cual se opone a una discriminacién, pos- terga la cuestién, quien sabe por qué, a un futuro considerado mAs oportuno. De hecho admite con prudencia inaceptable que Ciertas discriminaciones puedan ser, al menos temporalments, toleradas. Al contrario, el argumento sobre los derechos es uno de los que no permite postergacion, por mas derrotas que se deban soportar. Como ya he recordado, la tentative de superar tllimite extremo del especismo, pasando, como suele decree, pelota, puede representar la mejor garantia contra toce ‘ativo y que algunos Teconocimiento en el 150 VALERIO POCAR justificacién de las discriminaciones entre los mismos seres hu- manos, en el sentido de que la ampliacion de la esfera de los derechos a todos los seres sencientes podria cortar de raiz el paradigma de la justificacién de la discriminacién, que se cons- truye a través de la deduccién irracional de una jerarquia de la dignidad en la constatacion de una diferencia. Al ser las diferencias infinitas, de hecho seria posible en- contrar una para presentar como justificacion de una jerarquia inspirada en una presunta disparidad de valores. El riesgo no es tedrico: superadas o en via de ser superadas, las jerarquias ba- sadas en la raza, genero y ahora, al menos en parte, en la edad, ya se proponen basadas en la pertenencia cultural y religiosa, ‘Aquello que en cambio debe ser superado definitivamente ¢s el paradigma mismo, que no es otro que la mascara embelle- cida de la relacion de fuerza, o sea lo contrario de Ja doctrina de los derechos fundamentales. Distinto es deducir a partir de las diferencias una diversidad en el trato, que en las diferencias puede encontrar validas justificaciones, mas aun en sentido positive, como gran parte de la literatura feminista mostr6, es decir la afirmacién de los diferentes derechos y sus diferencias subjetivas. Esta consideracion nos lleva a enfrentar un segundo argu- mento. Amar y respetar a los animales y reconocerles ciertos de- rechos —se dice— no significa respetar los derechos humanos (aqui la mencién del amor de Hitler por los perros es considerada obligatoria) y detras de la batalla por el respeto hacia los animales hay motivaciones muy diferentes (considero necesaria la mencion de la facturacién anual que producen los animales de compafiia), El tema es evidentemente inconsistente y no pertinente. Obviamente, toda discriminacién, incluida aquella en favor de los animales con respecto alos humanos, debe rechazarse, esto excluye que se pueda justificar la discriminacién contraria. Sin mencionar que el tema pueda tambien referirse a los anima- Jes de compaiiia, aunque no considere a todos los animales, como aquellos que son explotados como alimento, como fuerza-traba- Jo, como “congjillo de india”, etc. En realidad, detras de toda esta argumentacién reaparece, una vez mas, el especismo mas refinado de segundo grado, que discrimina sobre la base de inte- Teses humanos y de una concepcién antropocéntrica, incluso entre las mismas especies animales, consideradas algunas mas © menos cercanas a los humanos, LOS ANIMALES NO HUMANOS ie A partir de este anélisis podemos debati mento critico, segtin el cual la idea eae Tanne ‘animales y al reconocimiento de sus derechos se benena va os antropomorfizacion de los animales mismos, Debemos admitie que este modo de concebir a los animales constituye un enon, fruto de una deformacién de tipo antropocéntrico, pero esta in. portancia no hace mella en la base de los derechos animales y la urgencia de reconocerlos, y mas bien presenta la pregunto de cudiles derechos deban ser teconocidos a los animales, es decir, de cuales intereses es necesario prover de tutela, que por cierto no deben ser individualizados a partir de una analogia con los. intereses humanos. En consecuencia, mientras algunos intere- ses son evidentes, porque estan relacionados a la naturaleza biologica que nos tne a los animales, como ya hemos recordado, con respecto a otros intereses asociados a la especificidad ani- mal, no podemos saberlo con certeza. Justamente debido a esta dificultad cognitiva, los hamanos deberian sentirse inducidos, segtin un criterio de precaucién, de abstenerse en lo posible de interferir en la vida de los animales. Soy consciente de que tal abstencién podria representar una grave pérdida para aquellos humanos que desde la relaci6n coti- diana con los animales y desde el profundo intercambio afectivo con ellos obtienen importantes motivos de alegria y, por ende, ganas de vivir. No obstante, las razones de la libertad, que esta- mos dispuestos a hacer valer para los humanos deben encon- trar aceptacion también para los animales, con la conciencia de que este sacrificio humano es solamente un corolario del cami- no que podré conducir a la superaci6n del sacrificio, mucho mas grave, al cual todos los animales han sido destinados.

También podría gustarte