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Ensayo Acerca de La Muerte Alpha
Ensayo Acerca de La Muerte Alpha
RESUMEN:
Este texto trata, de maneras diversas, acerca de la muerte, de lo muerto, de sus figuraciones,
como si fuera posible representar aquello que se resiste, como si fuera posible representar,
aquello que no se deja capturar, de manera dócil, en el reino del significado. El Séptimo
Sello es el escenario por donde circulan los sujetos que participan de las escenas del morir,
y desde ese lugar, de negra muerte, llegan a la contemporaneidad, con sus preguntas
existenciales, con los temores atávicos propios del tiempo en que los dioses aparentemente
han huido.
ABSTRACT:
This text is, in many ways, about death, the dead, their configurations, as if it were possible
to represent that which resists, as if it were possible to represent, what is not allowed to
capture, so docile in realm of meaning. The Seventh Seal is the scene along which the
subjects participating in the scenes of death, and from there, black death, become
contemporary with existential questions, with their own atavistic fears that the weather
gods apparently have fled.
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EL SÉPTIMO SELLO
Silencio en el cielo. Silencio (A)dios1
THE SEVENTH SEAL
Silence in Heaven. Silence (A)dieu
universo del siglo XIV en Europa medieval, de cruzadas y peste negra, pero su alcance
llega hasta en este momento efímero, del presente imposible. Toda ella trata acerca de la
muerte, es una metáfora, un símil apocalíptico, una alegoría, una ficción que representa el
castigo que dios le impone al hombre, en los tiempos en que los dioses todavía no habían
huido. El hombre en búsqueda del dios que lo abandona, con la muerte como única
muerte misma en tanto ella misma, figuración misma, que se le presenta al caballero
Antonius Block, cuando este despierta en una playa de su Suecia natal, con su escudero de
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Todas las imágenes se han obtenido directamente de la película de Bergman en cuestión.
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vuelta de las cruzadas. En su camino de regreso a la tierra, que era su hogar, otros
personajes acompañan al caballero en su devenir trágico. El texto intenta una y otra vez,
con todos los actores que pone en diálogo, en su relieve alegórico, de significar a esa gran
el relato.
El caballero despierta junto al mar, reza una oración matinal, mira un tablero de ajedrez y,
en ese instante, aparece la muerte. La muerte y ese sentimiento oceánico que suele
acompañarle ¿Quién eres tú?, le pregunta. Soy la muerte. ¿Vienes por mí? He estado a tu
lado caminando durante mucho tiempo. Lo sé. ¿Estás preparado? Mi cuerpo tiene miedo, el
cuerpo es débil, pero yo (el espíritu que soy) no. La muerte es así, en efecto, es aquello que
nadie puede soportar ni afrontar en mi lugar (Derrida, 2000: 46-47). Llevado hasta el
extremo, del presente de la muerte, lo mío, que es también lo nuestro, es la mortalidad: sólo
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nosotros (96). La presencia del Yo que sustenta ese decir estoy vivo, obtiene -según la ley
muerte otorgaría, en el momento de desaparecer en ella. Por eso, los hombres a través del
tiempo, se decían inmortales, por ese Yo presente, aunque esté fisurado, desde el día en que
Por ello la presencia se devela ausencia y con ello el no saber de lo que ella se trata, ese
aparente sinsentido de la muerte, la deferencia hacia el sin sentido de la muerte que otorga
lo necesario para la unicidad del Yo, para la intriga, presencia ausente, de su unicidad. Un
no saber que se traduce, en la experiencia, por mi ignorancia del día de mi muerte (Levinas,
borrarse, todo se borrará. La presencia tiene lugar y tiene su lugar de acuerdo con la
exigencia infinita del borrarse. “En la ilusión que te hace vivir mientras yo muero”. — “En
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¿Tú juegas ajedrez verdad? ¿Cómo lo sabes? Lo he visto en pinturas sobre tablas y lo he
oído en canciones. Pues sí, soy realmente un excelente jugador. Juguemos entonces.
pierda el juego. Se trata de esa necesidad, sin justificación, de hacerle ganar siempre un
en el tiempo (137). Muerte sería el nombre de lo que suspende toda experiencia del dar-
quitar. Ello no excluye, al contrario, que sólo desde ella y en su nombre, sea posible dar o
quitar (Derrida, 2000:49). Si pierdes le dice el caballero, me dejas vivir, si pierdo, Yo, esta
presencia ausente de mí ser, quedo a tu disposición. En ese momento la ley se revela como
lo que es: no tanto el mandamiento que se sanciona con la muerte cuanto la muerte misma
con cara de ley, esa muerte de la que el deseo (contra la ley) no sólo no se aparta sino que
se fija como última meta, deseando incluso morir, a fin de que la muerte, aunque sea como
muerte del deseo, sea aún una muerte deseada, aquella que sustenta el deseo, que paraliza
enterrador. No queda otra partida cuando el que murió soy yo. Las negras para ti, dice el
El caballero y su escudero llegan a un pueblo, la peste ya está ahí, existe temor, se siente la
corazón está vacío. El vacío es como un espejo, delante de mi rostro. No hay aire en los
espejos, aunque refleje la superficie brillante de las cosas, no hay nadie en el espejo. El
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espejo está vacío. El umbral, ¡qué indiscreto y pesado resultaría hablar de él como si fuese
la muerte! En cierto modo y desde siempre, sabemos que la muerte sólo es una metáfora
que nos ayuda a representarnos burdamente la idea de límite mientras que, precisamente, el
límite excluye toda representación, toda “idea” de límite. En el límite, morir, pero se trata
profundo desprecio de mí ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas, me he
mundo imaginario, casi sin signos, de esos que sustentan lo lejano. Y, ¡a pesar de todo eso
que me cuentas!, ¡no quieres morir!, le dice con énfasis el monje de espalda a espalda. ¡No,
si que quiero! Morir “libera” de la angustia (morir, esa persistencia de la muerte imposible,
la proximidad lejana), lo mismo que la angustia ignora el morir: ambos, sin embargo, sin
falta: lo desconocido que difiere (97). Entonces, ¿qué esperar? A saber qué hay después.
De rodillas el caballero pregunta, ¿por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a dios con los
sentidos? ¿Por qué se esconde en una nebulosa oscura, de promesas que no hemos oído y
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milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿cómo
vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos?
¿Por qué no logro matar a dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mí ser? ¿Por qué me
¿Por qué sigue siendo una realidad, que se burla de mí? Y de la cual no me puedo liberar.
demostrar. Quiero que dios me tienda su mano, vuelva su rostro y me hable. Él no habla.
Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores. Tal vez no haya nadie. La vida
perdería el sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la
de la vida y deberán enfrentarse a las tinieblas. Sí. Y cuando lleguen al abismo… Calla, sé
lo que vas a decir. Que el miedo nos hace crear una imagen salvadora. Y esa imagen es lo
que llamamos dios. ¿Pero, a qué se debe tu preocupación? Hoy ha venido a buscarme la
muerte, estamos jugando una partida de ajedrez. Una prórroga que me da la oportunidad de
hacer algo importante, antes que acabe la partida. Después no queda otra. ¿Qué piensas
hacer? He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un
absurdo. Creo que me arrepiento. Fui un necio. En esta hora siento amargura por el tiempo
perdido. Aunque sé que la vida de los demás corre por los mismos cauces. Por eso quiero
emplear esta prórroga en una acción única que me dé la paz. Por eso juegas ajedrez con la
muerte. Sí, ella usa una táctica hábil, pero aún no he perdido piezas. ¿Supones que podrías
engañar a la muerte con tu juego? Sí, gracias a una combinación de alfiles y caballos…que
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En ese momento la muerte se vuelve frente a la vista del caballero y le dice: lo tendré en
encontraré una salida. Nos veremos. Seguiremos jugando dice la muerte y desaparece. El
caballero queda solo en la iglesia. Sí, es mi mano. La puedo mover. Noto el pulso, corre la
sangre. Estoy vivo, estoy muerto. ¿Es eso morir? ¿Es eso el miedo? La angustia silenciosa.
La angustia: “No hagas nada, y es todavía demasiado”. —“Entonces, tengo que dejar de
ser”. — “No toques a tu ser”. Lo que te queda por hacer: deshacerte en esa nada que haces,
y ese silencio, como un grito sin palabras; mudo y, sin embargo, gritando sin fin (93). El sol
luz de la luz; el no ver del ver. Y yo, en el ilusorio presente…Yo, Antonius Block.
mujeres que acompañan su transitar por los senderos del bosque. Se detienen un instante a
conversación y amistad. Por última vez te hablarán tus amigos y tú a ellos (Platón, 1988:
29, 60a). La muerte aparece tras la espalda del caballero, y le dice al oído: estoy esperándote.
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Aquí me tienes. Perdona si me he retrasado. Desde que te describí el plan de mi juego, he
emprendido la retirada. Te toca a ti jugar. ¿Por qué te muestras tan animado? Eso es cosa
mía. Por supuesto. Ahora vas a perder el caballo. Ya lo tenía perdido. ¿Acaso me has
engañado?, dice la muerte. Pues sí. Has caído en la trampa. Jaque al rey. ¿De qué te ríes?
divertido. Te toca a ti. Vamos, pronto, tengo prisa. Sé que tienes mucho que hacer…Pero
no se juega atropelladamente, este es un juego lento. ¿Te van a seguir esta noche los
comediantes que has conocido y que te acompañan en este viaje. Esos que se llaman Jof y
Mía. Y que tienen un niño. ¿Por qué me lo preguntas? Ya lo sabrás. Además, ¿cuándo
partida. Te toca a ti. Has perdido la reina. No lo había visto. Jof ve la escena del juego de la
muerte y el caballero, huye con Mía y Mikel (el hijo pequeño de ambos). Te toca Antonius
Block. ¿Has perdido el interés? ¿Qué he perdido el interés? Al contrario. Pareces inquieto.
Algo me ocultas. ¿Crees que no se te escapa nada? No, nada se me escapa. Nadie se me
escapa. Es cierto que estoy inquieto. Estás asustado. El caballero pasa a llevar las piezas, se
escaparás tan fácilmente. Ahora veo algo interesante. ¿Qué es, dice el caballero? Jaque
mate en la próxima jugada. Lo sé. Has hecho ya tu buena acción. Sí, ahora, por fin. Me
alegro.
Te dejo un momento. La próxima vez que te vea, te llevaré a ti y a los que estén contigo. Te
entiendo, nos llevarás, pero a dónde, ¿qué lugar es ese al cual iremos? Uno en el que ya
sólo se podrá desaparecer, porque en esa región de fuente y origen hasta la música que te
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misterio? Yo no tengo nada que revelar. ¿Tú no sabes nada? Yo soy la nada, soy la verdad
detrás de las apariencias. Lo Neutro. Lo muerto, la dulce interdicción del morir, allí donde,
de umbral en umbral, ojo sin mirada, el silencio nos lleva a la proximidad de lo lejano
(Blanchot, 1994: 107). Debes verlo claro, la vida es mentira, la muerte es verdad, ayayay de
La muerte se encuentra con un juglar que se había escapado por caminos del bosque con la
ahora está de vuelta con su esposo y no le parece mal que mate a su efímero amante por el
mal rato que la hizo pasar. Para escapar, el juglar simula su muerte. Cuando queda solo
sube a un árbol a esperar que pase el peligro. Una vez que se encuentra ya arriba aparece la
espantapájaros imbécil, ¿qué vas a hacer con mi árbol? Lo menos que puedes hacer es
responder cuando se te habla. Dime quién eres. Estoy cortando tu árbol, ya que tu vida se
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ha terminado. No puedo morirme ahora. ¿Qué no puedes morir? No, tengo que ir a una
mi mujer? ¿Y mis hijos? ¿No te da vergüenza decir eso? Sí, tienes razón. Tiene razón. Me
da mucha vergüenza. ¿Y por qué quieres llevarte a este pobre actor? Pero, ¿no te habías
suicidado? Era solo un simulacro (Baudrillard, 2000). ¿No hay remedio? ¿Ninguna
solución? Cae el árbol con el juglar. La muerte cumple su labor. Escape de la muerte.
Escapando de la muerte. Escapando hacia la muerte. Qué importa morir, pensaba que tan
solo permanece el sentimiento de ligereza que es la muerte misma o, para decirlo con más
cena. La muerte ya está con ellos. Muerte, pensamiento, tan próximos que, pensando,
morimos, si al morir nos permitimos no pensar: todo pensamiento sería mortal; todo
pensamiento, último pensamiento (29). Buenas noches noble caballero le dice Antonius
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Block. Soy Karin, la esposa del caballero…Y me honro en darte la bienvenida a mi casa.
Yo soy herrero de oficio. Y debo reconocer que soy buen artesano. Mi esposa Lisa. Lisa,
haz una reverencia a tan alto señor…En las tinieblas te imploramos señor, dice el caballero.
Señor ten piedad de nosotros, pues somos pequeños, ignorantes y tenemos miedo… Sécate
las lágrimas y mira el fin con serenidad dice el escudero. Señor, estés donde estés, porque
ciertamente tienes que existir, apiádate de nosotros. El duro deseo de durar. No es otra cosa
sino el deseo de desear (Lacan, 1960). Entonces hubieras gozado más de la vida y no tanto
de la pura eternidad. Pero ya es tarde. En la hora última goza al menos de vivir en la verdad
antes de la nada. Tiempo, tiempo: el paso (no) más allá que no se cumple en el tiempo
conduciría fuera del tiempo sin que dicho afuera fuese intemporal, sino allí donde el tiempo
caería, frágil caída, según aquel “fuera de tiempo en el tiempo” hacia el cual escribir nos
atraería, si nos estuviese permitido, tras desaparecer de nosotros mismos, escribir bajo el
secreto del antiguo miedo (29). Silencio, silencio. Es la nueva mañana. Sobre ellos sigue el
cielo tormentoso. Suben juntos por un monte (...) La Muerte, la nada en el tiempo, efecto de
muerte, sino el hecho de remitir a lo posible en su calidad de posible (67). Pero, los que van
a morir pueden no esperar que termine el horror de la historia (Lihn, 1989:62), por eso la
muerte, severa, los invita a danzar. Van cogidos de las manos haciendo una larga cadena y
muerte el tiempo, la paciencia del tiempo. Nos engañamos al pensar que la muerte está
lejos de nosotros, cuando su mayor parte ha pasado ya, porque todo el tiempo transcurrido
pertenece a la muerte (Séneca, 2011:123). No es más que un simulacro, algo que finge y
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finge borrarse borrándonos (Blanchot, 1994:124). La muerte, no la desaparición ni el no ser
todos, hacia la oscuridad, en una extraña danza. Ya marchan huyendo del amanecer,
mientras la lluvia lava sus rostros, surcados por la sal de las lágrimas. (A)dios. Les amo y
les sonrío desde donde quiera que esté (Derrida, 1998). (Morir): una remota leyenda, una
antigua palabra que no evocaba nada, a no ser el pensamiento que sueña que hay una
modalidad del tiempo desconocida. Lograr la presencia, morir, dos expresiones igualmente
Dios nos ha sometido a juicio condenatorio. ¡Todos! seremos entregados a la muerte negra.
Todos los que están ahí oyendo sin oír, como espantapájaros, muchos ante la interpelación.
Y ustedes, ¿acaso no saben que ha llegado su última hora? La veo, la muerte está a tu
espalda, nos mira amenazante, brilla su guadaña, la esgrime ahora sobre sus cabezas, con su
filo acerado. ¿A cuál se llevará primero? Y tú infeliz, que muestras la expresión de un pavo,
¿qué irá a pasar contigo en este último día de los días?, ¿sabes si en la mañana darás otro
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graznido?, ¿si tus ojos verán otro amanecer? Deben saberlo necios incautos, ¡todos
morirán!, hoy o mañana, ahora mismo, ¡ahora!, porque todos han sido condenados por dios
a la muerte negra. Señor ten misericordia de nosotros, mira nuestra aflicción, vuelve tu
rostro hacia nosotros, ten piedad de nosotros por jesucristo, tu hijo. Porque ha llegado la
hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno,
condenación. Cuando sale tu aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen tus
pensamientos. Los muertos no alaban a dios. Los muertos nada saben, porque los que viven
saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ya que su memoria es puesta en
olvido. La Muerte Negra te llama, te convoca al encuentro de dios, a morir en él. A causa
de una corrupción de su aliento, todos los que se hablaban mezclados unos con otros se
infectaban. El cuerpo parecía entonces sacudido casi entero y como dislocado por el dolor.
De este padecimiento, de esta sacudida, de esta corrupción del aliento nacía en la pierna o
en el brazo una pústula de la forma de una lenteja. Esta impregnaba y penetraba tan
completamente el cuerpo que se veía acometido por violentas mucosidades de sangre. Las
cualquier cuidado. Era tan grande la multitud de cuerpos que todos los días y casi a todas
horas llevaban a las iglesias que, no bastando para sepultarlos la tierra sagrada, y
mayormente si se quería dar a cada uno su propio lugar, según la antigua costumbre, se
hacían en los cementerios de las Iglesias, pues todo estaba lleno, fosas grandísimas donde
se metían a centenares los cadáveres: una vez amontonados estos, como se estiban las
mercancías en las naves que transitan por los océanos, se recubrían con un poco de tierra
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Pero, que no se turbe el corazón; si crees en dios, cree también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo se los hubiera dicho; voy, pues, a preparar
lugar para todos ustedes. Donde yo esté, ustedes también estarán. En ese lugar, todas las
deformidades físicas serán curadas (los ojos de los ciegos serán abiertos, los oídos de los
sordos también serán abiertos y el lisiado, sanado). Construirán casas y habitarán en ellas.
Plantarán viñas y comerán de su fruto. El lobo y el cordero morarán juntos. El Nuevo Reino
de Dios será de tranquila paz. Compartiremos con Pedro, José y María. Dios mismo estará
con nosotros y será nuestro Dios. Nosotros serviremos con todo amor a nuestro Dios por
Cristo, me mantengo demasiado cerca de ti, en una adhesión sin correlato de objeto o sin
otro contenido de sentido que la visión misma (Nancy, 2008). Dios pide que se dé sin saber,
sin calcular, sin dar por descontado, sin esperar; porque se debe dar sin contar, y es esto lo
que conduce más allá del sentido (Derrida, 2000). El hombre es esta noche, esta Nada
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representaciones, de imágenes. Es la noche, las interioridad o intimidad de la naturaleza lo
que existe aquí: (el) Yo personal puro (Hegel, 1994). Esa es la noche que se advierte al
mirar a un hombre en los ojos: se hunden entonces las miradas en una noche que se vuelve
Hace tiempo atrás hubo un tiempo en el cual toda ciencia fue una ciencia de Dios; en
cambio nuestro tiempo se destaca en saber de todo y de cada cosa, de una muchedumbre
infinita de objetos, pero nada de Dios. Dios ha muerto. Dios está muerto. Este es el
pensamiento más terrible, el hecho de que todo lo eterno y verdadero no existe, que no hay
salvación (Hegel, 1987), solo interpelación vacía. ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios! ¿Es que se
de nosotros? ¿Habrá huido? ¿Qué a dónde se ha ido Dios? Lo hemos matado: ¡ustedes y yo!
Todos somos sus asesinos. ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los astros? ¿No
erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No
viene siempre noche y más noche? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que
entierran a Dios (Nietzsche, 2011). En esa espera sin tiempo, sin porvenir, en la noche más
oscura de los tiempos, en la negra muerte que se avecina. ¡Dios ha muerto! ¡Dios
permanece muerto en vida! ¿Cómo podremos consolarnos sin amo? Es que él, en estado
puro, está aburrido de su posición desesperada: nada tiene que esperar sino su propia
muerte, pues nada puede esperar de la muerte del esclavo, excepto ciertos inconvenientes
(Lacan, 1954), por eso prefiere, él mismo, declararse muerto. ¿Quién nos lavará esa sangre
entonces? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿Qué son
ahora ya estas iglesias, más que tumbas y panteones? (Nietzsche, 2011), vacíos de
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significado, donde hasta el mismo dios, prueba de su buena voluntad, también tuvo que
desaparecer.
La experiencia de lo neutro. El verbo sin acción. La presencia sin respuesta. El paso (no)
más allá. La muerte, al ser aquello a lo que no estamos acostumbrados, nos acercamos a
ella o bien como a lo inhabitual que maravilla, o bien como a lo no–familiar que horroriza
(Blanchot, 1994:29). No hay nada que hacer con la muerte que siempre ha tenido lugar:
por excelencia, el propio origen de la certeza de un viaje sin regreso, puro signo de
La muerte es, al mismo tiempo, curación e impotencia; ambigüedad que señala, quizás, una
ser/no ser. Ambigüedad: enigma (Levinas, 1998:25 y 28). Es una posibilidad absolutamente
cierta; es la posibilidad que hace posible toda posibilidad. Es el fenómeno del fin al mismo
tiempo que es el final del fenómeno (63 y 64). La muerte es “el final de lo que hace
concebible lo concebible, y por eso es (im)pensable 2” (111). La muerte. El desastre del Yo.
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El paréntesis es mío.
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Universidad Andres Bello
Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Psicología
Autopista Concepción-Talcahuano 7100, Concepción (CHILE)
sociologopablomartinez@yahoo.cl
OBRAS CITADAS
Filmografía
Bergman, Ingmar: El séptimo sello (DVD). Santiago de Chile: Cinemática Lumiere, 1957.
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