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bn el Arabí10 comenta en Revelaciones de la Meca en referencia a la interpretación simbólica


de la letra Nun:

Hay maravillas que nadie puede comprender si no ha revestido sus riñones con el paño de la
sumisión y no ha realizado espiritualmente la muerte iniciática, después de la cual no hay ya obje-
ción o curiosidad fuera de lugar11.

La muerte iniciática se refiere aquí al trabajo realizado sobre los nafs. ¿Y qué son los nafs? El nafs
es el “yo”, el ego. La palabra nafs también significa “aliento”. Los nafs dependen de cierto tipo de
respiración. Hay varios tipos de nafs, según sus manifestaciones. Por el lado psíquico están los nafs
y está el Yo verdadero. Por el lado físico está la predisposición genética (Táb´a). Es también el lado
ancestral y atávico de nuestra psique, aquello con lo que venimos moldeados desde nuestros an-
cestros, que vivían en cavernas.

El Yo verdadero es aquello que la persona es realmente: es su individualidad, su alma. Pero la


fuerza de los nafs lo tienen reprimido, ésta es la fuente de la infelicidad humana: no poder ser
realmente quien se es. El yo verdadero está tapado, escondido, suprimido y encarcelado con la
fuerza de todos los ejemplos, influencias y coerciones de índole familiar, social, cultural, a los que
ha sido expuesto durante toda su vida, los cuales han dado origen y alimentado a los nafs que
vienen a ser sus carceleros, que han usurpado el lugar que naturalmente corresponde al yo verda-
dero y que son lo que él realmente no es.

El problema es que ha olvidado su condición de preso, que está encarcelado y que tiene carcele-
ros. Cree que es un hombre libre, que tiene voluntad, opiniones propias y decide por sí mismo,
pues sus carceleros se lo dicen constantemente; cree además que esa cárcel es su entorno natural,
el mundo en que vive; que el “afuera” no existe, ni tal cárcel tampoco; que el yo que decide por él
es él mismo. En realidad, aquello que llama “yo” es un manojo de yoes minúsculos e infantiles
(nafs), que ascienden al poder y son derrocados unos a otros, cíclicamente, constantemente. A sus
contradicciones le pone peros para simular coherencia; o también dice que ha cambiado de idea.

A veces, muy pocas veces en su vida, pero al menos una vez en la vida, despertará y alarmado se
dará cuenta momentáneamente de la gravedad de su situación. Pero como está en las penumbras,
piensa que sólo ha estado soñando, que ha sido una fugaz pesadilla y que afortunadamente ha des-
pertado y lo malo ha pasado. Que está bien, que no hay peligro ni nada de qué preocuparse, des-
pués de todo allí los están guardias para protegerlo… y regresa a su lecho para seguir durmiendo.

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10
Apodado Sheij al Akbar, el Mas Grande Sheij. Es uno de los grandes maestros Sufíes, escribió unos 400 libros. Desta-
can Revelaciones de la Meca, Los Engarces de la Sabiduría, Viaje al Señor del Poder. Etc.

11
Las Ciencias de las Letras en Ibn el Arabí y René Guénon, por Abdelbaki Meftah, traducción de Arturo Pousa.

1
Lo que hace un maestro Sufí a través de su escuela es planificar una estratagema para ayudar al
prisionero a despertar y escapar de la cárcel. No es tan sencillo como parece. Para ninguna de las
partes. El discípulo deberá esforzarse genuinamente para avanzar en el camino, haciendo esfuer-
zos titánicos. Pesada es para la hormiga la pata de la cigarra. Y el maestro verá pasar durante su
vida a muchos discípulos y será testigo de que la mayoría de ellos dicen que quieren ser libres,
pero en realidad no quieren: aman sus cadenas… a sus grilletes los toman por bellas pulseras. Si
sólo lo logra un 1% puede darse sobradamente por cumplido en su tarea.

Hay varios escaños o niveles de estos nafs, a superar en el Camino: El primero y más básico es el
yo dominante (nafsi ammara). La tendencia de los nafs es satisfacerse a costa del individuo, some-
tiendo al ser esencial con vehemencia e incondicionalmente, y es sólo morigerado por el intelecto,
que conocedor de las normas sociales de convivencia, busca atemperar o dirigir sus procedimien-
tos dentro de un marco más o menos aceptable evitando originar perjuicios sobre sí mismo o a la
sociedad, buscando un equilibrio entre ambos. O sea, que el nafsi ammara es depravado, pero no
tonto.

Sus reprobables características son las siguientes: es ignorante, posesivo, egoísta, mezquino, ava-
ricioso, falso, infiel, auto alabado, se cree divino, de pasiones arrebatadas, hipócrita, insaciable,
arrogante, soberbio, codicioso, perezoso, ladrón, veleidoso, caprichoso, hedonista, narcisista, luju-
rioso, celoso, indolente, irresponsable, cínico, inconstante, tiránico, manipulador, rencoroso, ven-
gativo, envidioso, mentiroso, glotón. Y hay muchos más; en suma: son la antítesis de los Sifat o
Atributos Divinos. Quien se libre de la tiranía de sus nafs ciertamente alcanzará el cielo. Metafóri-
camente hablando, los nafs son los falsos dioses en esa taberna de ídolos.

El discípulo pasa por varias etapas de preparación, que se caracterizan por el debilitamiento o
pérdida de algunos reproches y su sustitución por cualidades reales, para así adornarse con los
Atributos Iláhicos (Divinos) “los Bellos Nombres de Dios”. A estos procesos se los conoce como
“muerte y renacimiento” de índole puramente simbólica. También se les conoce como activación
de las sutilezas (Latifas). La etapa final de este larguísimo camino es en la que la individualidad
pueda alcanzar su pleno desarrollo.

Cabe agregar que el discípulo en ningún momento sabe de sus propios avances, ni en qué etapa se
encuentra, pues al estar aún dominado por sus nafs, se atribuiría estos logros como propios, tor-
nándose arrogante. El maestro cuida que él no pueda evaluar el desarrollo. En realidad el maestro
está allí poniendo el 51% del trabajo necesario, sin cuya esencial ayuda el discípulo jamás habría
alcanzado algo. Por este motivo el camino lo hace velado. El velo se correrá después que haya
alcanzado el Logro Supremo, si es que lo alcanza. Puede llegar hasta la puerta del infranqueable
castillo del Rey, pero la puerta se abre desde dentro. Si quieren abrir abren, si no quieren abrir no
abren.

2
Las etapas del nafs son:

 El yo dominante
 El yo acusador
 El yo inspirado
 El yo convertido
 El yo realizado
 El yo que realiza
 El yo Purificado y Perfeccionado

El maestro Sufí Idries Shah hace un breve estudio de cada una de estas etapas en su libro Los Sufís.
Otro maestro Sufí, Javad Nurbakhsh en su libro Psicología Sufí hace un pormenorizado análisis que
describe todas las etapas del camino. Imam al Gazzali en su Alquimia de la Felicidad describe muy
bien los nafs y su influencia en la vida del individuo. Sheij al Akbar Ibn El Arabí en su libro Viaje al
Señor del Poder describe con admirable detalle las etapas más avanzadas del viaje. Pero para co-
menzar el camino, nada mejor que las amorosas palabras del Gran Maestro Sufí Hakim Sanai, en
su libro El Jardín Amurallado de la Verdad.

Los nafs subsisten por la respiración. Hay muchas maneras de respirar. Los nafs condicionan al
cuerpo a que respire en cierta forma. Se alimentan de las emociones negativas, pero subsisten a
través de la respiración. Por eso su nombre: nafs, hálito, aliento. La palabra nafs implica dos con-
ceptos en apariencia contradictorios aunque en realidad no lo son. Por un lado sus acepciones son
“psique, mente, inclinaciones, gustos, apetitos; envidiar, codiciar, lanzar al aire las propias emo-
ciones, revelar sentimientos secretos, revelar deseos, frustraciones, quedarse sin aliento, compe-
tir, asediar, luchar, tener una visión pesimista, respirar, inspirar y exhalar, tomarse un aliento”. Y
por otra parte significa “precioso, invaluable”.

Lo precioso e invaluable es cada respiración. Todas las demás definiciones pertenecen a los espu-
rios nafs. En un nivel ulterior, podría interpretarse además que si los nafs son controlados consti-
tuirán algo de gran valor: pero no creas que es fácil domar estos cerriles potros.

Por eso en todas las escuelas tradicionales el primer énfasis es puesto en la respiración. La primera
regla de la orden Sufí Naqshbandi es: estar consciente de la respiración. Así como los nafs contro-
lan la respiración, es posible el proceso inverso: al controlar o siendo conscientes de la respiración,
cuando por ejemplo somos impactados emocionalmente, podemos observar, estudiar, conocer, y
eventualmente: controlar los nafs.

Hay un lapso entre el momento en que un nafs se dispara y la acción que ejecuta a modo de res-
puesta: ese lapso está ocupado por una aspiración. Siendo consciente de esa aspiración, es posible
desviar o debilitar la acción del nafs.

El ser humano es un todo entrelazado de psique y cuerpo; el nafs mantiene contentos y depen-
dientes a ambos. Estimula a la psique con ansias, deseos y ambiciones y a la vez mantiene al cuer-
po dependiente de emociones y endorfinas. La respiración juega un papel central en esto: hace

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que el cuerpo participe y dependa de ellas, por las satisfacciones inmediatas que provoca. Su du-
ración efímera hace que esto sea un círculo vicioso. Las endorfinas estimulan también al cerebro y
éste se hace también dependiente de tales emociones, que refuerzan los motivos por los cuales el
nafs se ha disparado, mediante el uso de excusas “justificadas”; por ejemplo: una situación que ha
servido para que se disparen celos o envidia, o enojo, o lo que sea.

Lo importante para el nafs es tener el control, siempre. El nafs no es estúpido: sabe cuándo está
en peligro. Hará que la persona se aleje de aquello que ponga en riesgo su integridad, dominio o
su permanencia. La persona –he dicho persona, y no individuo, dado que carece de individualidad-
justificará su alejamiento con cualquier motivo, incluso se creerá su propia excusa; pero ese real-
mente no es el motivo de fondo. Lo que hace peligrar los nafs es aquello que es funcionalmente
una influencia positiva.

El nafs sabe que es mortal, que no sobrevivirá a la muerte física. Cuando uno escucha a alguien
decir: “hay que vivir la vida, la vida es una sola, todo termina en el cajón y no hay nada más que
hacer” está claro que son sus nafs los que hablan por él, y no su esencia.

No obstante, por una acción permanente de los nafs a lo largo de toda la vida, en los que el sujeto
– nunca mejor empleado el término – ha vivido sirviéndolos con denuedo en todos sus caprichos y
tiranías, por esta acción continua los nafs adquieren cristalización. Se consolidan, al punto que,
sobrevivirán a la muerte física del sujeto. Esta energía psíquica, el sujeto y sus nafs, pasarán por un
verdadero infierno cuando ya no cuente con el cuerpo y sus consiguientes placeres, deseos, pose-
siones, dominio y sometimiento de otros, puesto que al ya no tener cuerpo no los podrá satisfacer.
Éste es el infierno del que hablan todas las religiones. Lo que ocurre es que lo han tomado literal-
mente. Debe ser interpretado como una metáfora, un símbolo. Esto no se arregla con unos rezos y
unas arrodilladas. Es una consecuencia, el tiempo de la cosecha. Cuanto más encumbrado y pode-
roso en el mundo sea el sujeto, más ataduras tiene y más expuesto está a este peligro. Finalmente
esa energía psíquica se disgregará, pero aunque quizá sólo dure un lapso breve en nuestra escala
temporal del mundo, a él en ese plano sutil de existencia le parecerá una eternidad.

Cuando un maestro Sufí admite un nuevo discípulo en su Tariqa (sendero) lo primero que hace a
través de su Himma (fuerza espiritual) es cortar el proceso de emociones negativas del discípulo,
su principal fuente de alimentos de este círculo vicioso psíquico. Conjuntamente, le administra
algunos ejercicios respiratorios básicos. Ésta es la primera etapa. Comienza el trabajo sobre el yo
dominante. Ingresará a un grupo de trabajo formado por otras personas que están en la misma
situación que él. El trabajo se hace sobre sí mismo y también en compañía de otros que están en la
misma situación, que serán su espejo a través de los cuales verá en otros sus propios vicios. El
discípulo debería ponerse en manos del maestro, como arcilla blanda en manos del alfarero. Lo
más seguro es que no podrá hacer aquello que desea, y que además deberá hacer cosas que no
desea. También tendrá en esta etapa la posibilidad de obedecer o de no hacerlo. Es que parte del
trabajo inicial se centra en “el desear”, actitud que es un impedimento en el avance en el Camino.
Estará en una situación de observación sobre su mecanicidad y sus decisiones y las consecuencias
que éstas generan.

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En cualquier tradición genuina –entiéndase de qué hablo: de una escuela verdadera y no una secta
organizada por un déspota inescrupuloso- , la tasa de deserción es altísima, debido a esto: el nafs
detecta el peligro y hace huir al aspirante. Pondrá mil explicaciones y escusas pero nunca las ver-
daderas.

Esta primera etapa también se caracteriza por la pérdida de amistades y antiguas relaciones. Esto
no es un hecho fortuito, es simplemente que sus nafs no están tan activos como antes. La persona
parecerá menos interesante, o menos divertida. Como diría Ouspensky, simplemente se debe a
que miente menos. Ha construido su vida con sus nafs, y ahora los nafs han sido amordazados. Su
vida puede dar un vuelco, o quizá externamente todo siga como antes, quizá incluso puede mejo-
rar. Pero los nafs de los demás tampoco son tontos: se alejan de alguien que comienza a ser inde-
pendiente en sí mismo y no está dependiente de sus nafs.

El camino Sufí es un camino que se recorre con el corazón. Aquí es donde aparece el afecto hacia
el maestro, que no consiste en el culto a la personalidad, sino en el respeto por lo que representa.
El buen maestro evitará que tal culto ocurra. Se trata de un grado de simpatía muy básico, que no
puede llamarse amor, simplemente es simpatía, afecto, inclinación. Su nombre es Hawa ÔÌÇ . Co-
mienza a familiarizarse con las enseñanzas y tratar de ponerlas mínimamente en práctica.

Mínimamente en práctica, porque en esta etapa el discípulo comenzará a advertir que él no es un


individuo como creía, sino que es un manojo de voluntades dispersas, de personalidad múltiple,
caprichosa y cambiante. Comenzará a advertir que no tiene voluntad propia; que teniendo ya in-
formación y técnicas para cambiar su conducta no puede, volviendo a tropezar una y otra vez con
las mismas piedras. La escuela crea un entorno que permite y evidencia tales observaciones. Pero
aunque incapaz de cambiar, al menos comienza a observar el proceso, comienza a ser espectador
de sus manías. Es un progreso: comienza a identificar el problema. Un problema identificado es un
problema resuelto al 51%.

Lo que aquí estoy describiendo es una información muy elemental y breve. No está todo explica-
do, lo importante es mostrar al menos un semblante de la situación.

La segunda etapa del trabajo sobre los nafs es sobre el yo acusatorio. Los nafs no han sido erradi-
cados en la etapa anterior, sólo han sido atenuados. Todos en el fondo están bien de salud. Aun-
que la persona ha mejorado.

El yo acusatorio es un yo social. La culpa es de los otros. Para todo hay una explicación: cuando
algo va mal, la culpa no es propia, es de alguien o de una situación o por alguna causa, siempre
ajena a uno mismo. Él hizo todo bien, según cuenta; eran los otros los que estaban mal. En reali-
dad, hasta el concepto “culpa” es algo fabricado y artificial. La gente a veces dice: “es mi culpa o la
culpa es mía” cuando lo adecuado sería decir: “yo le dije, o yo rompí esto, o yo soy el responsable,
o yo soy el causante”, o lo que sea. El sentimiento de la culpa es sometedor, esclavizante. La “cul-
pa” – hablando en un contexto espiritual– no es un objeto que tiene que cargarse en la espalda. La
culpa no es una etiqueta que llevamos desde que nacemos. Más bien es una palabra cargada de

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connotaciones negativas que han influenciado negativamente por siglos a toda la sociedad hasta
su médula. Lo inverso tiene la misma causa: “no es asunto mío”.

La otra forma de manifestación del yo acusatorio es ver a los demás como inferiores, equivocados,
tontos, inconscientes, desatentos. Es un embriagamiento en superioridad. La hormiga se ha subido
a la punta del zapato, y desde allí contempla al mundo.

Un aspecto útil del yo acusatorio es que si es dirigido hacia sí mismo permitirá ver y evaluar los
propios pensamientos y acciones, y sus efectos sobre sí mismo y sobre los demás. Servirá para
suprimir lo reprochable y extremar la vigilancia sobre sí mismo.

La mayoría de los buscadores, la mayoría de los viajeros del camino aquí se quedan. Han logrado
un mínimo control sobre sí mismos y ensoberbecidos, embriagados por estos miserables logros,
sus nafs deciden considerarse que están por encima del resto de los mortales.

Es un camino lleno de peligros que no puede caminarse solo. Por eso hace falta la mano de un
guía, el Maestro. A esta altura hace falta que el discípulo se comprometa sinceramente con su
maestro; en donde el discípulo obedecerá a su maestro y el maestro se compromete a guiar y
cuidar el alma de su discípulo. El afecto será sustituido por el cariño, Wudúd, que es una expre-
sión más intensa que el afecto. Y habrá un pacto entre discípulo y maestro de obediencia y res-
ponsabilidad respectivamente. El amor será la guía y cuerda que evitará que el discípulo se suicide
arrojándose desde lo alto de su ego.

En algún momento de esta etapa, tendrá lugar el Baiat. Baiat es el compromiso entre el discípulo y
el Maestro, en el cual el discípulo se compromete a ponerse en manos de su maestro, a obedecer-
lo y seguir su enseñanza; y a su vez el maestro se compromete a guiar a su discípulo y a cargar con
la responsabilidad de tan grande empresa. A veces esta ceremonia reviste de cierta solemnidad, y
en otras ocasiones se hace sin ningún tipo de formalismos. Pero lo que importa es la esencia, y no
la apariencia. Es un acuerdo mutuo, en donde las cosas se ponen en claro. A partir de ese momen-
to a los ojos del discípulo el maestro es el Pir (guía) y el discípulo pasa a ser el murid (el dirigido, el
guiado). Se supone que a partir de entonces el discípulo debe ponerse en las manos de su guía y
obedecerle en sus consejos e indicaciones. La palabra Baiaat proviene de Bait (Casa) en particular,
Ahl al Bait son “La gente de la casa” es decir los herederos del Profeta Muhammad. Por eso los
Naqshbandi afirman que todo maestro debe ser un descendiente del Profeta. Aunque debe saber-
se que “heredero” puede entenderse como una señal o como un símbolo. Es decir: literalmente o
metafóricamente.

Si el viajero sigue trabajando sobre sí mismo, y sustituyendo sus nafs por algunos atributos loables,
en cierto punto pasará a la siguiente etapa de trabajo.

La tercera etapa es la del yo inspirado. Aquí el discípulo comienza a manifestar algunos destellos
de karamat (prodigios). Es una etapa muy delicada en lo que concierne a los riesgos de caer en la
auto admiración. Se ha definido a esta etapa como en la que Dios envía Su Luz para hacer lo co-
rrecto, en tanto las acciones incorrectas son resultado de la naturaleza material del discípulo. Hay

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un contacto con lo divino. El discípulo prestará atención a lo que debe hacer y a lo que no, a lo
correcto y a lo incorrecto. Deberá vigilar sus pasos y acciones. Mantener la pureza, estar en un
estado de ablución interna. Es una etapa de cristalización, de consolidación de tendencias, en
donde la misma debe realizarse de la manera más perfecta posible. Deben consolidarse solamente
las virtudes. Por este motivo las acciones reprobables deben ser evitadas, o en su defecto obser-
vadas y reparadas. Es una etapa de gran celo, dedicación y obediencia. Comienza la adquisición de
los atributos divinos, de los “99 Nombres”.

Puede que a la vista de otros compañeros del camino menos aventajados, aparezca como una
persona estricta, exagerada en su apego y dedicación, puntillista y excesivamente rigurosa. Los dos
tienen razón. Porque tal dedicación sería para los rezagados absolutamente inútil, pues aún están
en etapas previas; pero en lo que respecta al discípulo en cuestión este celo y observación revisten
de la mayor importancia; es una acción totalmente funcional y útil, y no una mera obsesión.

Es en esta etapa donde aparecería Al Hubb, el Amor Divino. La palabra Hubb significa amor y tam-
bién semilla. Porque este tipo de amor es enviado desde altas esferas. Cae, como una semilla,
enviada por la orden de Su Señor. Es el punto de la Bá que cae sobre un corazón consciente. Este
tipo de amor no viene de lo humano. Sólo lo tiene quien lo ha recibido, no se puede fabricar. Los
que no lo tienen, no lo pueden entender. Los que lo tienen, no entienden por qué lo han recibido.

Como una semilla, el amor germinará en el corazón del peregrino. Irá creciendo y limpiando todos
sus espacios, hasta que sea apto para la morada de la Rahma.

En esta etapa del camino el maestro estará muy cerca de su discípulo, vigilando sus pasos e ins-
tándolo a esforzarse en los detalles con gran celo. Aquí habrá un contacto de corazón a corazón
entre maestro y discípulo. Subirá al rango de la Wilayah (amistad) con el maestro. El discípulo en
su estado es incapaz de conocer a Al Haqq, La Realidad, El Absoluto. Es aquí donde el maestro
hace su trabajo de proximidad. El amor del discípulo será hacia su maestro, que es fiel a su ense-
ñanza y a la Tradición, y representará a Al Haqq. Ésta es una de las funciones del Maestro: servir
como guía al discípulo para llevarlo a la contemplación de una Realidad superior. El discípulo in-
tentará inexorablemente, a través del amor, acercarse a su maestro, el cual parecerá inalcanzable;
a medida que se acerque, él aumentará la distancia. Finalmente, cuando le dé alcance, el maestro
se hará a un lado, pues ha sido un espejismo: ha cruzado el terrible desierto de su propia existen-
cia y ahora ha llegado a la fuente verdadera; pero eso no ocurrirá en esta etapa.

En esta etapa se harán presentes ciertos portentos, como recibir información telepática, o saber
instantáneamente cosas que ocurren en lugares distantes, o aprender cosas sin libros, tocar un
objeto y recibir información de él, o recibir información durante las horas de sueño. Es probable
que, así como le sucedió a su inicio con sus viejos amigos mundanales, ahora sea también un ex-
traño para sus compañeros de grupo. Ha avanzado lo Suficiente como para que ellos puedan sen-
tirse un poco molestos por sus progresos. Esta es una etapa peligrosa para el sálik, el viajero.

Es que la Tradición Sufí opera en grupos; se forman grupos de personas, llamados grupos o halkas,
y allí se generan situaciones que pueden ser muy positivas para el desarrollo individual y colectivo.

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También pueden ocurrir hechos indeseables. Es una responsabilidad indeclinable e ineludible del
maestro el vigilar y controlar estas situaciones. La función de los grupos es importante pues es el
ámbito en donde se trabajará sobre el aspecto social de los nafs.

En estos grupos ocurre que hay gente que está allí desde hace años, o varias décadas inclusive, que
permanecen detenidos en la primera o segunda etapa de sus nafs. Son personas que han llegado a
un cierto desarrollo y se han estancado. Seguir avanzando sólo sería posible renunciando a sí mis-
mos, a sus egos, cosa que de ningún modo quieren hacer. Así que sus nafs aún están muy activos y
vigilantes, y en cierto sentido están más sofisticados, han recibido instrucción y entrenamiento. Si-
guen al maestro sólo superficialmente, internamente están distantes y no quieren acercarse. Están
en una ficción espiritual, en un parque de diversiones. Están mejor que allí fuera en el mundo, y no
quieren renunciar a sus mieles: ni a las mieles de este mundo, ni a las del otro mundo.

Imagínate que vas de visita a una escuela primaria y encuentras personas de 35 o 45 años que
visten de guardapolvo. Y por la cantidad que hay dices “¡cuántos maestros que tiene esta escue-
la!” y te acercas a uno de ellos y le preguntas, y él contesta - “¡oh, no, yo soy un alumno!”. Y acto
seguido te habla de la importancia de su fidelidad, plasmadas en su reiterada permanencia en el
mismo grado y el prestigio que ello implica pues es fiel a su maestra – primero o segundo grado-
durante digamos 30 años; ¡es más ya es su ayudante en tareas menores! Y de paso te alienta a
seguir su ejemplo. Absurdo, ¿verdad?

Es común que tales personas valoren la antigüedad de su permanencia y se arroguen un falso


prestigio o nivel de desarrollo; aquí están sus nafs nuevamente diciéndole al prisionero que está
avanzando y es libre. En realidad tales prolongadas permanencias no dicen otra cosa que son es-
tudiantes estancados, buscadores crónicos; si no fuera así habrían dejado de ser buscadores para
pasar a ser encontradores. Son personas que quieren pero no quieren, que han convertido su es-
tancia en un club, su trabajo interno en un parque de diversiones social. Evidentemente, el ver a
alguien que no cumple con las reglas de la antigüedad les incomoda íntimamente. Ellos bogan por
la antigüedad y sus privilegios usurpados, no por la meritocracia. Hay una historia que describe
muy bien esta situación:

Había una vez un maestro Sufí conocido y respetado por todos. Su prestigio lo precedía. Tenía gru-
pos de discípulos en casi todos los rincones del mundo. Así transcurrieron varias décadas de ense-
ñanza. Un día ingresó un joven más a uno de estos grupos. Al poco tiempo, comenzó a dar muestras
de karamat (prodigios). Pese a ser un neófito y desconocer los pormenores de la escuela, sabía co-
sas de ésta sin información previa: el conocimiento le venía instantáneamente. Por ejemplo hacía
comentarios sobre el grupo o la enseñanza y semanas más tarde llegaba una carta del maestro ha-
ciendo las mismas observaciones. O incluso predecía la fecha exacta en que su maestro los iría a vi-
sitar, sin antes haber sido avisados. Decía también que en sus sueños se reunía con el maestro para
conversar y recibir enseñanzas, y compartía tales experiencias con sus compañeros, que estaban
mudos y perplejos ante tanto detalle y observaciones incuestionablemente agudas. En suma, esta-
ban perplejos y secretamente celosos y les resultaba obvio que esos chispazos anticipaban la ilumi-
nación del nuevo integrante.

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Un día, sus compañeros de grupo decidieron aplicarle un correctivo para ponerlo en su lugar; pues
aunque la verdad les destellaba, decidían excusarse con falsas acusaciones. Luego de la acostum-
brada reunión de ejercicios de meditación semanal, organizaron una cena en donde la situación ya
estaba armada. La cena transcurrió agradable y con total normalidad.

En la sobremesa, llegó el momento esperado por el cabecilla del grupo que era el más antiguo
miembro. Llevaba dentro de éste más de veinte años. Y se había hecho a codazos de algunos privi-
legios, y como podrán imaginarse tenía la voz cantante. Por coincidencia o por azar, era el más vo-
luminoso del grupo. Después de todo, el maestro estaba lejos y sólo venía de vez en cuando. Hubo
un prolongado silencio en el que todos miraron hacia el cabecilla, quien en un tono autoritario, in-
quisidor y amenazante inquirió al joven aspirante: “¿Cómo es posible que un miembro joven y re-
cién llegado hable con tanta seguridad sobre ciertos temas, y afirme estar en contacto con el maes-
tro sólo porque se le han dado ciertas coincidencias fortuitas? Incluso has dicho que el maestro te
ha hecho su amigo. Debo advertirte que no está bien mentir a los compañeros de grupo, pues todos
nosotros llevamos años, décadas junto al maestro y jamás hemos tenido tales experiencias, aunque
lo mejor sería que te guardaras tus experiencias para ti mismo y no las comentaras, pero ya que lo
has hecho, explícanos ahora cómo es esto posible”.

El joven miró a su alrededor con una mirada inocente y una expresión de sorpresa en su cara. La si-
tuación era incómoda. Todos le devolvían la misma mirada inquisidora. La situación lo forzaba a de-
cir algo, y contestó conjeturando de la manera más sincera que pudo.

Les dijo: “… ¿Será por… Humildad?

Así es que el camino a partir de aquí en un camino dentro del camino. Esa semilla plantada en el
corazón del peregrino germinará y crecerá, con el trabajo sobre sí mismo, ejercicios respiratorios y
la práctica del Dhikr.

Así, el discípulo intentará acercarse interiormente a su maestro y el maestro le ayudará a mante-


ner limpio su corazón. El discípulo extinguirá su yo en su maestro, lo que se conoce como Faná fi
Pir, la extinción en su guía, fundiéndose en una individualidad. Un discípulo escribió una vez:

Cuando te contemplo, me encuentro en ti; Cuando miro en mi corazón, te encuentro en mí

Para un corazón consciente, una hora en cercanía del Maestro vale más que cinco años de prácti-
cas en soledad. No hace falta conversar con él, no se trata de hablar de nada en absoluto. Se trata
de la transmisión de la Báraka, las bendiciones.

La cuarta etapa del camino es la del Yo Convertido. La palabra para corazón es Qalb, que significa
además “núcleo, transformador, transformación”. El campo de batalla, la arena de la victoria será
en este lugar. Si el discípulo ha hecho su trabajo correctamente en la etapa precedente, la semilla
del Amor habrá crecido hasta convertirse en una planta. A este amor se le llama Eshq, que es el
amor que extingue la vida del ego, pulveriza la auto adoración. Es un amor intenso y abrasador. La
palabra significa en árabe “unir firmemente, amor intensísimo, transmisión”. El objeto de su amor
será su maestro, o alguien por encima de la cadena iniciática: el tiempo aquí no tiene relevancia.
No importa si es un maestro de tiempos pasados, que dejó su vestido carnal hace mucho tiempo.

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El maestro, en ese sentido es sólo un espejismo, una excusa, un pretexto. El amante sediento y
sofocado de amor cruzará el extenso desierto llevado y guiado por un espejismo. Sólo con ese
Amor puede atravesarse semejante istmo desolador. Como en todo desierto, estará regado con
los esqueletos de aquellos que no lo lograron.

Pero si tiene éxito y lo cruza, antes de ser transferido a otro maestro, a otra Realidad, el maestro
terminará su trabajo. Dará la estocada mortal al ego del discípulo. Esta es la muerte iniciática de la
que hablan todas las tradiciones milenarias. Matará al ego para que renazca como un individuo.
Con el pecho hendido, a corazón abierto, el discípulo se arrepentirá de su pequeñez. Rogará por
dejar de ser él mismo, en su intrascendente miseria. Contempla, como nunca antes, que ha lleva-
do años de una existencia donde no ha existido. Y así, renacerá. “Muere antes de morir”.

1. ¿No te hemos acaso abierto el pecho,

2. y liberado de la carga

3. que agobiaba tu espalda,

4. y elevado tu reputación?

5. ¡Tras la adversidad llega la felicidad!

6. ¡Ciertamente, tras la adversidad llega la felicidad!

7. Cuando te hayas liberado, ¡mantente diligente!

8. Y a tu Señor ¡deséale ardientemente!

SURA 94, AL ÍNSHIRAH, LA ABERTURA

La palabra Eshq viene de una enredadera, que crece en torno a un árbol que le sirve de soporte y
anfitrión, hasta que por su poder abrumador ahoga al árbol hasta matarlo. Así, el Amor divino
sofocará al ego idólatra. Así, cuando diga “yo” significará “Él”.

Este amor es como el fuego, que quema las impurezas del corazón y lo purifica. Los síntomas físi-
cos más comunes en esta etapa son sofocación, palpitaciones, y la persona aparece a veces como
embriagada, errática y ausente. Estos síntomas desaparecerán al dejar esta estación del camino.

Que alguien quede detenido en esta etapa es un hecho indeseable. Ibn Arabí decía que una cosa
es El Amor, y otra muy diferente el amor al amor. Cuando ya no haya nada que quemar, el fuego
deberá apagarse. Luego, vendrá el Conocimiento.

Pero alguien que ha sido templado en el amor tendrá misericordia. El conocimiento sin amor es un
poder destructivo. Todos deben conocer el Amor antes de seguir el viaje, pues así es la naturaleza
del ser humano. El amor es un instrumento, no un fin en sí mismo. Comienza aquí el viaje hacia la
Unidad.

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Llega entonces la quinta etapa, la del Yo Realizado. Aquí es donde el viajero, ya purificado, hace
contacto con la Realidad. Contempla la Unidad y se hace Uno con Ella. Alcanza La Unicidad. Lo que
aquí vea corresponderá al grado de su ser, de su alma. Verá a su Señor desde el grado de su ser,
de su comprensión. Contemplando al Real, estará en realidad contemplando la realidad de su al-
ma. Está en un punto en el que puede ver, a través del espejo de su existencia pasajera, la realidad
eterna de su existencia. Así, la visión de algunos será diferente a la de otros. Hay grados de perfec-
ción de esta visión. Para llegar a este estadio, el individuo ya se habrá revestido con al menos cien
Atributos Divinos.

Luego de esta experiencia interna, volverá al mundo material e iniciará un retiro interior, y el
maestro seguirá a su lado por un tiempo, aunque puede decirse que ya ha finalizado su tarea. A
partir de ahora el antes discípulo ya es un individuo, y pasará a ser guiado por otras fuerzas. El
camino que siga dependerá de Alláh. Ahora Es un Sufí.

27. «¡Alma sosegada!

28. ¡Vuelve a tu Señor, satisfecha, acepta!

29. ¡Y entra con Mis siervos,

30. Entra en Mi Jardín!»

SURA 89, AL FACHR – EL ALBA

Más allá de esta etapa está la así denominada Yo que Realiza, y la del Yo Purificado, las cuales es-
tán tan por encima de lo ordinario que lo que se podría escribir aquí parecerían exageraciones.
Sería como intentar explicar la naturaleza de un hipercubo a seres del mundo plano. Sólo podría
agregar que en la etapa del Yo que Realiza, el nuevo Sufí quiere crear, quiere hacer y servir. Tiene
nuevos planes, escalados a sus posibilidades. Esta es una intensísima etapa, en donde debe asimi-
lar las enormes verdades que ha contemplado. Es un momento de retiro interior.

Así, en este breve capitulo he hablado de manera simplista y parcial, sólo desde el punto de vista
de los nafs y muy brevemente, acerca del viajero y las etapas del camino.

Las letras son formas de respiración cuya resonancia nos pone en armonía con otras fuerzas del
universo.

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T odo en el mundo está sujeto a ciclos. G. I. Gurdjieff decía: “El tiempo es respiración”. En
este mundo nada es permanente, sino que está sujeto al cambio constante. Hay quienes
estarán gustosos de dar contraejemplos, como con los cuasi-cristales, los números primos y
el azar: aparentemente no son cíclicos. A quienes respondo: esperen lo Sufíciente, y verán que
aparecen sus patterns: la matemática es la ciencia de los patterns.

Así, el Dunia1 es Dairah2, el mundo son ciclos, patterns: las órbitas de los planetas, las órbitas de los elec-
trones, la respiración, el día y la noche, la vigilia y el sueño, el ascenso y el descenso, la atención y la des-
atención, el voltaje y la diferencia de potencial, la oscuridad y la luz. Ciclos de ciclos, ciclos que interfieren
con otros ciclos, ciclos que se acoplan con otros ciclos, ciclos individuales, ciclos perpendiculares, que
vienen no sabemos de dónde y van no sabemos a dónde. Por si alguien no entendió la sutileza, la palabra
siglo viene de “ciclo”. Es decir: si esperas lo Sufíciente, verás los ciclos.

Aspirar constantemente no sería respirar: sería explotar. La luz absoluta no permitiría distinguir
absolutamente nada. Si supiéramos todo, no habríamos descubierto el conocimiento. Si no supié-
semos absolutamente nada, tampoco. Así es el ciclo: una diferencia entre lo que se tiene y lo que
se deviene. Así es el animal: una diferencia entre lo que tiene y lo que necesita. Esta diferencia
produce el desplazamiento, el ciclo. Por eso Ibn Al Arabí decía que lo que caracteriza al animal es
que se mueve, se desplaza, por una necesidad64.

Dentro de la tradición Sufí, la orden Naqshbandi (Naqshbandi significa “Las Gentes del Diseño)
fundada por Bahaudin Naqshband, tiene un conjunto de reglas para ayudar al desarrollo de la
atención y el despertar de la consciencia del discípulo. La primera regla, el primer paso, es: “Estar
consciente de la respiración”.

Esta regla se ha entendido de manera literal, como una indicación; todos observan esta regla den-
tro de lo que concierne a la respiración física. Es correcto, pero incompleto: el parpadeo es respi-
ración, el sueño y la vigilia también, la acción y la inacción. Conocer la respiración es una tarea
muy importante dentro de la Tradición y su observación no debería limitarse a su sentido literal,
sino también y en igual medida a su sentido simbólico.

Dentro del Islam, en la interpretación de los atributos divinos, hay varios de ellos que funcionan
como pares pues su función es complementaria, a modo de respiración: El Que Constriñe y El Que
Expande, El Manifiesto y El Oculto, El Que Eleva y El Que Degrada, El Primero y El Último, El Que
Avanza y El Que Retarda.

1 Dunia (BÎæÃåe)y Díin (”êe). Dunia es este mundo, el mundo material y sensorio, el ámbito de nuestros ascensos y caídas, el
mundo terrenal de los cambios constantes, de las ganancias y las pérdidas. Este par de efectos combinados de opresión y
liberación, dentro del ámbito que gobiernan este mundo, tiene su paralelo en dos de los atributos de Los Más Bellos Nombres:
El Que Constriñe y El Que Expande60 .
2 La palabra círculo (dairah) tiene varias connotaciones similares en árabe. Su raíz DAR iAe implica la idea de “circunvalar,

dar vueltas, rondar” y por extensión de sus conjugaciones ÑjÖAe (dairah) la idea de “circular, giratorio, ciclo, cíclico,
anillo, campo, dominio” todas definiciones que hacen a un área de influencia desde un punto central. Paralelamente, la
palabra diráiat ÒÍAiêe implica la idea de “conocimiento, saber, ciencia”. Es decir que implica la idea de un campo de
conocimientos. Nótese que estas palabras comienzan con la letra Dal.

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