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24 Foguelman, Dis Impacto dela generalize del modelo de agriculture ‘permanente ela Pampa Ondalada (departansento Belgrano, Santa Fe), Bue~ ‘nos Aites, CEPA-CONICET, 1988. 25, Foguelman, D.: Programa de ecologia, Ciclo Bisico Comin, UBA, 1985, 26, Brailowsky, A. E: Programa de recursos naturales de Ta Argenti= sa, CBC-UBA, 1985. 27, Foguelman, D.; Brllovsky, A.E., y Vigil, C.: Proyecto para la materia Sociedad, Medio Ambiente y Recursos Naturales, CBC-UBA, 1988. 28, Brilovky, A. E, y Foguelman, D. (comps): Bl agua en Buenos Alves, cuso de edacacin a disancia, UBA XXI, Editorial Fratema, 1988, "2p Foguelman, D; Zeballos de Sito, M, ot als Usa mie in sobre nuestra fauna, curso de educaci6n a distancia, UBA XXI, 1988. 30. Brallowsky, A. E., y Foguelman, D.: Enteevisa en diario Tiempo “Argentino, 10/9/1984; “Agriculeara incaica: aprendiendo a ayudar a la ratutaleea” en Expreso Inagnaro, setiembre de 1979; "A veces no live ve, decia Darwin”, en Indusnia Text, NP 49, 1987; “Inundacion de Viedina”, en Industria Textil, julio de 1987; “El suefo ecologista de Siméa Bolivac", en el diario Rio Negro, 18/10/1988, También en ls novelas Brilovsky, A. Es El atalto al elo, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, y Tiompo de opresén, Buenos Aites, Editorial de Belgrano, 1986. 24 2 El ambiente en a época colonial LA DESTRUCCION DE LA AGRICULTURA INCAICA La historia ambiental de la Argentina se inicia con una de las catfstrofes ecologicas mis serias que hayan ocurrido en el pafs: la destruccién del sistema incaico de agricaltura en terrazas, perpe= ‘ada por los conquistadores espaitoles, Este desequilibrio ecoldgico fue la principal herramienta utilizada para consolidar una conquis- ta que, de otro modo, hubiera resultado politicamente inestabe. Porque la nica manera que tenia tun pufado de hombres de hacer petdurable su dominio sobre un pueblo entero era destruyendo los medios de subsistencia de esa poblacién. Para verlo con mayor laridad, tenemos que hablar de la agricultura incaica El impetio ineaico fue un espectacular ejemplo de eficiencia cen el manejo de la tierra y en el respeto al equilibrio ecolégico de Jn regi6n. Ningiin sistema posterior consiguié alimentat a tanta poblacién sin degradar los recursos naturales. Los incas basaron su civilizaci6n en una relacién arménica con su ambiente natural, integrado por los frigiles ecosistemas andinos, y desarrollaron com- plejos y delicados mecanismos tecnol6gicos y sociales que les per- mitieton lograr una sélida base econdmica sin deterioros ecolégicos. Se pueden ver aiin las terrazas de cultivo, construidas como largos y angostos peldatios en los fildeos de las montaias, sosteni- dos por piedras que retenfan la tierra fetil. Las terrazas cumplian la fancién de distribuir regularmente la humedad. Ali el agua de via iba filtrindose lentamente desde los niveles superiores a los, “ inferiores, utilizindose plenamente la escasa cantidad de liquide 25 disponible. En las ireas mis lluviosas y en las de mayor pendiente, las terrazas permitian evitar la erosién, al impedir que el escu- rrimiento superficial del agua de lluvia arrastrara las particulas del suelo. También facilitaron el aprovechamiento de los diversos pi- sos ecolégicos. Pero las terrazas no eran solamente defensivas, sino que consti- tuian la base de un trabajo posterior. Ese espacio se rellenaba con tierra traida de zonas més bajas y se abonaba con suelos lacustres y algas, lo que significaba un acto de verdadera construccién det suelo agricola El suelo de les terrazas se mezclaba con guano, el excremento de aves marinas acumulado en las islas y costas, Este recurso era cuidadosamente administrado, porque de él dependia en buena medida la alimentacién de la poblacién: para extraerlo, cada aldea tenfa asignada una parte de isla 0 costa, marcada con mojones de piedra que no era permitido alterar. “Habfa tanta vigilancia en guardar aquellas aves, que al tiempo de Ia erfa a nadie era Ifcito ‘entrar en las isla, so pena de la vida, porque no las asombrasen y echasen de sus nidos. Tampoco era Iieito matarlas en ningéin tiem- po, so la misma pena”, dice el Inca Garcilaso de la Vega.” Se practicaba regularmente el barbecho, es decir, el descanso de! suelo para permitirle recuperar su fetilidad en forma natural. En la costa y los valles fetiliaban con cabezas de pescado, que enterraban con semillas de maiz en su interior. Para este cultivo también utilizaron excrementos humanos secados al soly pulveri~ zados. En el esfuerzo por alimentara una poblacién en crecimien- to, no hubo recurso que dejara de utilizarse. - Habfa muy poco suelo que fuera naturalmente apto para el cultivo y habia que construirlo metro a metro, Su explotacién no hubiera sido posible sin riego, porque la mayor parte de la zona andina ¢s frida o semifrida. Habfa que ira buscar el agua a las nacientes de los arroyos y encatzarla mediante tna red de canales. Se describen algunos principales, de muchos kil6metros de largo y hasta cuatro metros de didmetro, pero aun para una pequefia su- perficie aterrazada se consideraba que valfa la pena hacer un canal de gran longitud. Para eso, se hacia un surco a Jo largo de las montaas y se lo cubrfa con grandes losas de piedra unidas con tierra para que el ganado no lo destruyese. A veces, al cruzar un 26 valle, eta necesatio sostener el canal sobre columnas para que el nivel del agua no perdiese altura, construyéndose acueduetos si- milates a los romanos. En el actual territorio argentino, los cronistas espafioles sefialan aque los habitantes de los Valles Calchaquies “‘siembran con ace~ quias de regadio" En la antigua ciudad de Quilmes encontraron tuna represa, prolijamente confeccionada en piedra, aprovechando una depresion natural del terreno, De ella salfa un canal de riego.” En Catamarca existen restos de terrazas con lajas verticales adosadas, que facilitan la condensacién de las gotas de rocio. De este modo, teansformaban al rocio en un recurso productivo y lo utilizaban para el riego. E origen de estas tecnologias esti ligado a la lenta evolucién del poblamiento andino. En el noroeste del actual territorio ar- gentino, los cultivos en terrazas estuvieron ampliamente difundi- dos. Algunas terr2zas fueron construidas durante el imperio incaico, en tanto que otras corresponden a culturas previas que habfan al- canzado wn alto grado de desarrollo. En algunos valles andinos se encuentran restos de técnicas de cultivo que aparecen como antecesoras de las terrazas incaicas. Por ejemplo, en Iglesia (provincia de San Juan), unos mil aiios antes de Colén se desarrollé una cultura que construyé obras de regadio, las que permitieron el cultivo de tierras que no pueden ponerse en produccién con las tecnologias actuales. Se trataba de grandes siste- mas de piedra, que recolectaban el agua de los arroyos y la desvi bban por medio de acequias hacia las parcelas de cultivo, Cuando estos canales pasaban por terreno arenoso, impermesbilizaban su fondo con piezas de cerimica. Los sitios de cultivo son terrenos deprimidos artficialmente, a los que llegan los canales. Estin rodeados por un borde de piedras que cumplia la misma fanci6n de defensa que su equivalente en las terrazas incaicas. Se trata, bisicamente, del mismo principio: hacer plano un relieve escarpado, proteger los bordes de las parcelas para cevitar la erosi6n y regarlas artificialmente por medio de canales y cisternas. La diferencia entre las precarias acequias indigenas y las gran- des obras de ingenieria incaicas no estriba en los principios * ecol6gicos que la rigen sino en la organizaci6n social que las sus 2 tenta, Las comunidades familiares descubrieron la forma de culti- vat los Andes sin erosionar el suelo, pero fue necesaria una organi zaci6n social més complejaa fin de que esa tecnologia sirviera para alimentar a millones de personas. EI mafe y la papa constituian la base de la alimentacion, esen- ialmente vegetariana, pero también se cultivaban unas cien espe cies més, debido a un cuidadoso trabajo de domesticacién efectuado a lo largo de varios siglos. La tecnologia de conservacién de ali- rmentos estaba adecuadamente desarrollada: para cames, el secado y salado en forma de charqui. Para la papa, el chufio: papa helada ala intemperie, desecada por congelamiento (liofllizacién) y mo- lida, ‘También tenfan una ganaderia muy desarrollada, la que com- binaban con un manejo racional de la fauna silvestre. Utilizaban. amas y alpacas como bestias de carga y para la produccién de lana y came; de esta dltima consumfan muy poca cantidad. En cambio, su dieta era rica en proteinas vegetales. Emapleaban las vicutas y alpacas para produccién de la mis fina Jana, destinada al inca y a su corte, Las vicuiias no pudieron ser domesticadas, por lo que las capturaban, les cortaban la lana y las volvian a soltar. Lo hacfan en grandes cacerfas anuales, en las que tenfan especial cuidado en no lastimar a ningén animal. Nunca las esquilaban a fondo, para que no comtiesen el riesgo de morir de fiio. Es decir, que consideraban a los animales salvajes como un recurso que debfa ser cuidado y utilizado racionalmente. Este conjunto de pricticas evidencia un muy clevado desarro~ lo tecnolégico logrado sin mecanizacién alguna: las piedras“se partian y pulfan golpedndolas unas con otras, y se ubicaban a pul 30, con ayuda de sogas pero sin poleas, rolos ni ruedas. Los metales se fundian sin fuelle, soplando ef fuego a pulmén a través de tabos de cobre. Los tinicos instrumentos de labranza fueron las azadas para deshacer terrones, y palos aguzados para remover el suelo y ‘enterrar las semills. El Ginico recurso abundante parece haber sido el recurso ht mano, por lo cual no se desarroll6 ninguna técnica de ahorro de mano de obra. Por el contrario, el pleno empleo era prioritario. No tener trabajo era tan mal visto que aiin en la actualidad puede verse a las kollas hilar mientras caminan, y los viejos tenfan la obli- 28 gacién explicita de eliminar los piojos, que era una forma de cui- dar el estado sanitario de la poblacién. En el imperio incaico cada uno cultivaba la tierra que le habian adjudicado (nadie era propietario), pero ademés, en forma colecti- va, trabajaban las tierras destinadas a mantener a los sacerdotes y al Inca, quien a su vez asignaba el producto al mantenimiento de la nacion. Es decir que, ademis de lo que el agricultor consumia, producia reservas colectivas que se almacenaban en grandes gal- pones, a Jo largo de las ratas. ‘Todo se contabilizaba mediante un sistema decimal que se ano- taba en cordones de diferentes colores (quipus) que se enviaban al Inca. Con el mismo sistema, se lo mantenia informado anualmen- te y en forma exacta de la composicién de la poblacién, de los nacimientos y de las muertes. A pesar de los avances de la compu tacién, hoy ningiin pais cuenta con informacién tan actualizada Esta informacién se le hacia llegar por medio de correos (chasquis) que cortian por excelentes caminos en forma tan sincronizada que las noticias viajaban a razén de 500 kilémetros diatios. Las reservas permitian mantener a los que no estuvieran en condiciones de trabajar, a la corte, a aldeas que hubieran suftido tuna sequia, a asentamientos en formacién que atin no tuvieran cosechas. En todo momento los soldados podian encontrar vive- res, vestidos, calzados y armas para hasta treinta mil combatientes en un solo galpén. Las reservas bélicas eran necesarias para este imperio en expan- sién, aunque no se usaban en todos los casos. A veces lograban ia expansion por el convencimiento, como en el caso del “reino de Tucma” (Tucumén), cuyos embajadores fueron a oftecer vasallaje al Inca, Extraiio imperialismo éste, que podia expandisse a partir del consenso que creaba, al ofrecer una organizacién social més deseable que la de Ios pueblos vecinos. La primera medida luego de una conquista era la construceién de caminos que anexaran las nuevas tierras, la capacitacién de arte~ sanos, agricultores, ingenieros y burécratas en escuclas especiales y la inieiacién de Jos cultivos. El conjunto componfa un sistema muy estable que permitia mantener a los combatientes —no habfa casta militar—, a la burocracia administrativa y a la nobleza. 29 Boo! Con tan poca maquinaria, la mano de obra pasaba a tener una importancia fandamental y era considerada un recurso valioso que, al igual que el suelo, el agua, ef ganado, el guano, era preciso ‘mantener y conservar. A la época de la Ilegada de los conquistado— res espaiioles habia una poblacion estimada entre 10 y 30 millones de habitantes, perfectamente vestidos y alimentados, con un siste- mma de seguridad social que alcanzaba a los huérfanos, a las vidas, los ancianos y a las familias de aquellos que habfan sido convoca~ dos a las armas, Este sistema de seguridad social se reflejaba incluso en aspectos tales como el orden de prioridad asignado a las tierras de cultivo: “Mandaba el Inca que las tierra de los vasallos fuesen preferidas a las suyas, porque decian que la prosperidad de los sibditos redun- daba en buen servicio para el rey; que estando pobres y necesita~ dos, mal podian servir en la guerra ni en Ia paz”,* dice el Inca Garcilaso La organizacién por la cual se logré Ia preservacién y el desa~ rrollo de los recursos humanos y naturales es ef rasgo caracteristico del imperio incaico. ste era en realidad reciente; no tenfa més de cuatio siglos. La base econémica que permiti6 organizar las préc~ ticas de produccién agravia y de conservacién de Ia naturaleza pre~ cexistente era * El imperio (representado por el Inca, considerado de origen, divino) era el propietario de todas las tiexras y demés recursos na~ turales, lo que fcilité el manejo integrado de esos recursos. * Bt desarrollo de complejos sistemas administrativos de edu- cacién y control de la fuerza de trabajo. * Cada familia disponia de tanta tierra como necesitara para su subsistencia, pero ni un centimetro mis, No habSa moneda ni es clavos; tampoco habia latifundios ni guerras por la propiedad pri- vada de hombres o de bienes. * Dentro de su comunidad, el campesino era un trabajador libre porque sélo estaba regido por un ordenamiento global que abarcaba a la sociedad entera, personificada en el Inca y represen 30 ‘ads localmente por la burocracia del imperio. Ese ordenamiento regulaba todas las horas de todos sus dias y los de toda su familia habia castigos por perder el turno de riego, por sembrar 0 cose- char fuera de las fechas preestablecidas, por no casarse y, en gene~ ral, por cualquier actitud calificada como antisocial El resultado fue una sociedad centralizada y fuertemente auto- ritatia, que aplic6 ese autoritarismo para superar las fertes restric- ciones ecolégicas del ambiente andino, proporcionando a esa poblacién los niveles de vida mis altos de su historia. “Todos universalimente sembraban lo que habjan menester para sustentar sus casas —dice el Inca Garcilaso— y asf no tenian nece- sidad de vender los abastecimientos, ni encarecerlos, ni sabjan qué cosa era carestia. {.,.] De manera que lo necesario para la vida humana, de comer y de vestir y calzar lo tenian todos, que nadie podfa llamarse pobre ni pedir limosna. Todos sabian tejer y hacer sus ropas, y asi el Inca, con proveerlos de Jana, los daba por vesti- dos. Todos sabian labrar ls tierra y beneficiasla, sin alquilar otcos obreros. Todos se hacian sus casas, y las mujeres eran las que mis sabfan de todo. Habfan tanta abundancia de las cosas necesarias para la vida humana, que casi se daban de balde.”* COLONIZACION ¥ DESERTIZACION Cuando legaton los espafioles, de todo lo que vieron, sélo les interes6 el oro y la plata para enviar a la metr6poli y para su enti- quecimiento personal. Se repartieron has tierras y eschvizaron a sus pobladores. Introdyjeron “el ganado y el cultivo de la alfifi, del trigo, de la vid, por el tinico medio practicable en una regién donde las tierras eran tan escasas y que consistia en el traslado de los indios y en su sustitucin por el ganado y los cultivos comerciales.” [...] Para el espafiol, no sélo las innovaciones eran Iucrativas, sino que la propia despoblacién no presentaba mayor inconveniente, ya que haba gente de sobra para compensar tal pérdida, y sobre todo, porque el sistema debilitaba, como se queria, alos pueblos some- tidos y expulsaba del campo a los contingentes necesatios para la 31 ‘explotacién de las minas y la edificacién de las nuevas iglesias, palacios y casas, enganchados como mifayos, o para el servicio do- méstico, en calidad de yanaconas; o aun permitia obtener esclavos para las haciendas que comencaban a creatse en el altiplano y Ja costa Desorganizado el sistema de proteccién social de una pobla- ci6n cuya iniciativa se habia aletargado por siglos de regulacién autoritaria, se sucedieron épocas de hambrunas. Una enfermedad hasta entonces desconocida, la viruela, encontr6 a los indios sin resistencias naturales. Entre el hambre, las epidemias y el brutal trabajo en las minas, se calcula que después de 150 afios de con~ ‘quista s6lo quedabe del 4 al 5 por ciento de la pablacién anterior a la Hegada de los esparioles. La red de riego quedé casi paralizada pot falte de mantenimiento. Las terrazas y los acueductos fueron abandonados. Dice Gatcilaso que “os espafioles, como extranje~ 105, no han hecho caso de semejantes grandezas; antes parece que, a sabiendas 0 con sobra de descuido, han permitido que se pierdan todas.” Al mismo tiempo, la introducci6n del arado por los espafioles “ocasiona un verdadero retroceso en la agricultura, por lo menos cn los indices de produccién”.* En efecto, el uso de arados cons ‘itufa una tecnologta adaptada 2 condiciones diferentes, de las cua les l escasa pendiente era determinante, Al utilizarlos en la regi6n andina, se desarticularon los delicados equilibrios ecol6gicos que sustentaban el sistema de cultivos incaicos y en poco tiempo los surcos del arado se transformaron en circavas de erosién. Final: mente, la erosién del suelo fuse tan acentuada que gran cantidad de 4reas de cultivo debieron ser abandonadas completamente. Este fenémeno es paralelo al proceso de desertizacién de am- plias zonas explotadas por los incas. Se abandoné la estrategia de ‘manejo de cuencas hidticas, y en dreas de escasez de lefa se corta- ton los érboles que protegian las nacientes de los acroyos. De este modo, los arroyos se secaton y disminuyeron las posibilidades de sustentat poblacién en esas tierras, Por ese motivo en la quebrada de Humahuaca “el agua ha ido disminuyendo a través de los tiem~ os; por ello los campos regados fueron reduciéndose en superfi- cie y las acequias rebajando su altura a medida que era necesatio abandonar las terrazas mis elevadas. Esto est muy claro en Coctaca, 32 donde actualmente, por falta de agua, no se culeiva ni la décima parte de los terrenos que utilizaron los indigenas, cuyas admirables acequiias no Hevan ya una gota de agua”. EI paso siguiente fue la organizacion del sistema de explota~ ign en grandes haciendas. Sobre lo que quedaba de los valles que habian alimentado a tanta gente se estructura Ja produccién co- mercial, no para subsistencia, sino para el mercado. El Nuevo ‘Mando conoce asi, por primera vez, la paradoja de una agricultura que provoca hambre en vez de saciarla, En 1573 Jerénimo Litis de Cabrera informa al rey de Espaiia de la existencia de mas de seiscientas poblaciones que debian al- bergar a unos treinta mil indigenas, que se extinguieron ripida- mente por él esclavizante trabajo a que fueron sometidos en las encomiendas. Un jesuita explica que en Tucumin “atribuyen la disminucién de indios en aquel paisa los malos tratamientos que Jos espatioles Jes daban por causa del cultivo, recoleccién, carda e hilado” del algodén.” Este ataque a los naturales del pais no se detuvo en las perso- pas ni en su suelo, sino que alcanz6 también a animales y plantas. La vicuiia comenz6 a ser muerta para aprovechar su lana, mien- tras que los conquistadores utilizaron muy pocas de las plantas cultivadas antes de su Megada. Aigunas, como el maiz, el tomate y la papa, modificaron radicalmente la diesa de varios paises eu- ropeos y posibilitaron usta expansi6n considerable de Ia pobla- cin de esos paises. Pero las dems plantas cayeron en el olvido, desplazadas, a ve- «es por el trigo, la cebada y el algodén, otras veces por el desierto. Algunas de estas plantas se extinguieron, especies que perdieron sin duda las vatiedades mis productivas, que provenfan de tna cuidadosa seleccién efectuada durante muchos siglos. Otras sub- sisten como curiosidad, convertidas en “plantas de pobres”, sin que se haya intentado utilizarlas en una escala distinta de la econo- mia de autosubsistencia, Valdria la pena recordar que uno de los cultivos mis importantes del mundo actual, Ia soja, fue durante siglos considerada también como una ‘planta de pobres” y des- preciada por esa razén. Veamos algunos ejemplos (que incluyen vegetales de la zona andina y de fuera de ella):"""-°" 33 * La quinoa (Chenopodium quinoa). Es una especie en vias de extincién. Se trata de un cereal, del cual son comestibles las hojas y el gtano, Puede utilizarse para elaborar harinas, preparar sopas, sguisos, etc., con una alta concentracién vitaminica. La planta re~ siste las peores condiciones de altura y sequedad de la Puna. “El tarwi, altramuz o lupino perla (Lupinus mutabilis), Es una Jeguminosa que se culkiva con facilidad y resiste las heladas, la se~ ‘quia y muchas plagas. Su semilla contiene tanto aceite como la de soja y macha mas protefna, * El mango (Bromus mange), cereal extinguido en cultivo. AGn se encuentran plantas silvestres en Neuquén y Rio Negro. * El madi (Madta sativa), planta anual con granos oleaginosos. Fue cultivada en Neuguén y Réo Negro, pero se extinguié antes del siglo XEX, sustituida por el olivo. Esa no era una planta desconocida, Su uso estuvo ampliamen- te difundido en Chile y ffacasaron los intentos de reintroducirla en nuestro pais. Un diario de Buenos Aires testimonia en 1819: “EL ‘madi es una planta indigena o propia de Chile, de cuyas semillas (que produce en gran abundancia) se extrae una cantidad prodi- giosa de accite dulce, de buen sabor, claro y del mismo color que él de las aceitunas. Se cultiva en abundancia en la campafia de Chile, principalmente en la provincia de Concepcidn, y su acei- te sirve para los mismos usos que el de las aceitunas”. Agregan que “el olivo no es de todos los climas, ni produce todos los alos con igual abundancia; pero el madi produce sus semillas y pros- Pera anualmente, en todos los diversos temperamentos de Chi- 1" Citan a un cura francés, el P. Feuille, quien lo califica de “acei- te admirable” y agrega que “para mi es mis dulce y de sabor més agradable que Ja mayor parte de nuestros aceites de aceitunas, y st color es el mismo”, Servia para alimentacién, para iluminacién y ara ka fabricacién de jabones. El aceite se exttafa por presi6n 0 por infusién en agua hirviendo. “Todo indica —concluye el diario— que esta planta debe ve~ nir a Buenos-Ayres con abundancia, y puede abastecer al pais a 34 corto precio.” Indicaba més adelante que un aumento de la de~ ‘manda podria reducir aun més los precios del aceite de madi. * Bl amaranto (Amaranthus caudatus). Es una planta anual que aleanza unos dos meteos de altura, debido a que su fotosintesis es excepcionalmente eficiente. Es parecido a Jos cereales y produce vvainas grandes, similares a las del sorgo. Su contenido en hidratos de carbono es parecido al de los verdaderos cereales, pero el de proteinas y grasa es superior. El pan hecho con barina de amaran- to tiene un delicado aroma a nuez. Su semilla tiene un elevado porcentaje de lisina, un aminofcido que en general falta en las proteinas vegetales. * La ajipa (Pachymhisu gjipa), de ralz carnosa como la remola- cha, pero emparentada con los porotos, Se cultivaba en el noroes- te argentino, y actualmente esti en vias de extincién. * El yacon (Polymnnia edulis), perenne de la familia del giraso. Se comen sus raices gruesas y camosas. De reducida difusién actual cn Salta y Jujuy. # La oca (Oxalis tnberosa). Sus tubérculos amarillos 0 rosados tienen gusto a casiafias. Se cultiva actualmente en Ja Puna de Salta ¥y Jujuy hasta los 4.000 metros sobre el nivel del mar * El ulluco (Uitlucus tuberosus). Suele lamérselo “papa lisa”. Se ccultiva entre los 3,000 y los 4.000 metros de altura en la Puna. * La achira (Canna edulis), de geuesos rizomas comestibles; se cultiva en forma reducida en Salta y Jujuy, pero se puede dar hasta ‘en Buenos Aires, * El jamaichepeque (Maranta arundinacea), herbicea perenne de zonas tropicales. Se cultivaba en el noree de la Argentina; sus ‘gruesos rizomas producen una fEcula alimenticia Asi, el destino de los dominados fue suftido por los hombres y " porsu ambiente: ls poblaciones dispersadis y hambreadas, los tem- 35 pos demolidos, las terxazas y los acueductos abandonados, la tierra ‘erosionada, secos los arroyos, muertos los aninrales, olvidadas sus plantas LOS PRIMEROS CRONISTAS: LA NATURALEZA COMO ENEMIGO Ahora nos interesa conocer la visién opuesta de la misma realidad; es decir, cémo vefan los primeros conquistadores la naturaleza americana, Esa misma naturaleza que habfa sido cuida- dosamente administrada y preservada por las civlizaciones preco- ombinas aparece como hostil alos primeros conquistadores. Pasa Jos que salfan de su pueblo y se iban a corter mundo, los rios aparecian como demasiado caudalosos, las Uanuras demasiado ex- tensas, los animales extrafios y todo en América tenia las propor ciones de la desmesura, Se encontraron con un mar de agua dulce, tan enorme que nadie lo hubiera crefdo rio; con la leyenda de ciudades cuyas casas eran de plata con los tejados de oro, y tam= bién descubrieron una flor puesta alli por Dios para recordar con su forma el drama de la Pasién. En este tablado de maravillas, a vida podia perderse a cada instante: América era hostil, lo eran sus rfos y sts plantas, suis indios 'y sus animales. Cuenta un cronista que los tigres se comieron a los primeros seis hombres que tocaron tierra en la expedicién de Pe- dro de Mendoza. - En América parecian no regir lasleyes de la naturaleza. Crist6- bal Colén ve sirenas en la desembocadura del Orinoco y también se encuentra con un rio cuyas aguas erat tan calientes que no se podia meter la mano en ellas.” ‘Antonio Pigafetta, el cronista de Hernando de Magallanes, cree vver plantas que caminan. Los habitantes de la Patagonia le parecen gigantes: “Este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas su cintura. Las mujeres no son tan grandes como los hom- bres, pero en compensacién, son més gordas. Sus tetas, colgantes, tienen mis de un pie de longitud. Nos parecieron bastante fea; sin ‘embargo, sus maridos mostraban estar muy celosos”."* De aqui nacié una leyenda de gigantes que, durante un siglo, pobl6 de 36 \ estos seres los mapas del sur del continente. Bn todos ellos se ad- vertfa que Ja Patagonia (extendida por algunos hasta la actual pro- vincia de Buenos Aires) era “tierra de gigantes" Por la misma época, se imprimia en Italia un libro que mostra ba grabados de unos hombres con cabeza de perro que aullaban a Ja Tuna y eran niuy communes en el actual territorio brasilefio.”” Un viajero que pas6 por Buenos Aires a principios del 1700 nos habla de un pajaro “habitante de las lejanas montafias” que durante el dia sigue el curso de! ol, com los ojos fjos en él, y de noche ora su ausencia. También menciona un monstruo cuadriipedo con cabeza humana, con un gran ojo en medio de la frente, largas orejas y labios de mujer, que no sélo describe sino también di- buja” Pero el horror a la naturaleza aleanza su miximo en el libro que dio nombre a nuestro pais, en La Argentina, el poema de Mar tin del Barco Centenera.” Este autor, apenas sube por el Delta, advierte que “el tio hace aqui muchos islones/poblados de onzis, tigres y leones”, y lena la tierra de una zoologia fantéstica, dictada por el miedo. Describe perros que marian bailando, arrojindose voluntariamente en el fango ardiente de una laguna. Habla de un animalito Iamado “carbunclo”, pequefio, con un espejo en la frente, “eluciente como la brasa ignita en recio letio”. Encuentra la tierra lena de amenazas, Los peces atacan al hom- bre, aun después de la muette: “Un pez palometa que frefa / pen- saba una mujer enharinado / de la sartén salt6 muy de repente / y el dedo le corté redondamente”. En Jos rfos acecha el peligro: un hombre “en Ja boca de un pez perdido habia / Jo que el pez le corté con gran porfia”. Se cruz6 con una sirena y la describe “en medio de esta laguna y atin gimiendo / y sus doradas ctines esparciendo”. En otro lugar escuchan raidos misteriosos y piensan ‘que son diablos que vie~ nen en pos de ellos / y vuelven erizados los cabellos”. Habla de ‘mariposas que se vuelven ratones y que terminan siendo una plaga peor que la langosta. Después de describir varias clases de gusanos, explica: “De unos y otros he comido”. El magnifico especticulo de las cataratas le provoca estas re- flexiones: “Ariba de aqui estin los remolinos / que es cosa de admizar y gran espanto [..] Un pefiasco terible esti tajado / dea 37 = do se arroja y cae muy farioso, / El estruendo que hace es muy sobrado /y el humo al aire tiene tenebroso. / Las aves huyen de 1, los animales, / en oyendo su estruendo sin pereza / caminan no parando apresurados / y con el temor las colas enroscadas”. En esta tierra hostil, Jos hombres de la expedicién de Mendoza se comieron los caballos y las ratas las piernas de un ahorcado, y tuno de ellos, el brazo de su propio hermano.” Los de la expedi~ cin de Caboto iban de isla en isla del Paran’ buscando serpientes y “el que podia haber a las manos una culebra 0 vibora y matarla pensaba que tenfa mejor manjar de comer que el rey”. ‘También comfan os0s hormigueros se quejaban amargamente por ello: “La came de este animal es sucia y de mal sabor, pero como las desventuras y necesidades de los espafioles fueron mt chas y muy extremadas, no se ha dejado de probar a comer”.* Entre las cosas sorprendentes que se les cruzan estén los zorrinos, animal que “da un tal olor aborsecible, que da mucha pena y pa- rece que se entra a la persona en las entrafias”.** A cada paso, les lama la atenci6n lo que encuentran por st fealdad, es decir, por sus diferencias con lo que ya conocian. Véa~ se, por ejemplo, esta descripci6n del tapir: “Es animal bien extra fio, que siendo de una especie es semejante a muchas 0 un monstruo natural compuesto de varias especies. Es del tamafio de un bor co, el pelo castafio y largo; la cabeza de jumento, las orejas de mul los labios de becerro. En el hocico tienen una trompa que alargan cuando se enojan”. En sus entrafas “a veces se encuentra la piedra bezoar mis estimada que la de los guanacos, por set mas eficaz antidoto contra el veneno, como enriquecido de mis pode- rosa virtud”.* Si decian esto del tapir, qué no dirfan del yacaré: “Se le cree a este pez yacaré un animal sumnamente horroroso y dicen que debe ser un basilisco y que envenena y hace gran dafio en las Indias”. En otra edicién, aparece indias, en mindscula, aludiendo a las supues- tas costumbres sexuales de este reptil. "Y cuando este pez o animal sopla su aliento a alguno, entonces éste debe morir, pero todo esto es fibula, También se cuenta que no hay mis medio de acabar con este pez que el de mostrarle un espejo y tenérselo por delante, porque él mismo se mire, porque asi, al ver su propia fealdad, tendré que caer muerto al punto.” 38 ue Otro animal fantistico es el yaguaro, del que “suponen que escarba con prontitud increfble por debajo del agua las barrancas de ]os tios, hasta que las hace dertocar sobre las embarcaciones”.* El miedo a la naturaleza aparece asociado al miedo a Jos hom- bes que vivian en ese ambiente. Los indios eran seres monstrao- 408, que no se sabia si tenfan alma como el resto de los hombres. Cuando finalmente un Papa decidi6 que sla tenian, aparecieron innumerables tratadistas que, con abundancia de citas de Aris- tételes, explicaron que los indios eran débiles mentales y que es0 Jos convertia en siervas a natura, es decir, hombres cuya constitu- ci6n natural los hacia més aptos para la servidumbre que para la libertad.” ‘Abonaron esta opinién los testimonios de viajeros, misione- +05 y cronistas que trataron con los indios en los primeros tiem- pos de la conquista, Asf, Del Barco Centenera afirma que los indios del Chaco comen cristianos y que él y sus compafieros sélo consiguieron salvarse porque los indios tenfan cosas mejores para comer, ya que la came de cristianos era “también por des brida aborrecida”. Otros verin hombres con cola en Chiloé y Tierra del Fuego. Por su parte, un misionero describe esta escena: “Entrando de repente en los pueblos, como fieras acometen al rebaiio, hacen presa de los muchachos que pueden para su comida. Suelen andar vagando de noche pot los campos, como borrachos 0 locos. Co- men brasas de fitego como si fireran guindas. Dudoso es de creer, y yo confieso que lo tuve por patrafia, pero desengaiiéme la expe- riencia que hizo uno en presencia mia, mascando carbones encen- didos como un tere6n de azticar”.” La intencion de este mensaje es clara: estos seres tan poco hu- ‘manos que mastican fiego y comen personas no pueden ser con siderados como iguales a los europeos. La esclavitud seré el tratamiento mis piadoso que pueda darseles. Dos siglos més tarde todavia se encuentran rastros de este miedo ala naturaleza americana, esta vez usado como pretexto “cientifico” para bloquear su explotacién productiva. Félix de ‘Azara, un autor partidario de estimular la ganaderia extensiva en el Rio de la Plata y desalentar la agricultura y la industria, se esfuerza por demostrar la rareza de las condiciones meteorolégi- 39 i |) ! cas americanas. Afirma que “una tempestad el dia 7 de octubre de 1789 arrojé piedras de hasta diez pulgadas de difmetro a dos Teguas de Asuncién” Y por sino bastaran estos bloques de hielo de veinticinco cen- imetros que caian del cielo, se dedica a hablamos de los rayos: “En cuanto a rayos —afirma—, caen diez-veces mis que ent Espa fia, sobre todo si viene la tormenta del noroeste”. Explica que eso no puede deberse a bosques ni a serranfas, y concluye que “es preciso conjeturar que aquella atmésfera tiene mis electticidad 0 ‘que posee una cualidad que condensa mis vapores y que los preci- pita més prontamente, causando los meteoros citados”. sta no era una opinién aislada, sino que se enmarcaba en una corriente de pensamiento que volvia a insistir en lo extrafia que cra la naturaleza en América. En fecha tan tardia como 1790,,los sabios de la época afirmaban que en todas las Indias de Occidente —y aun en Jas 2onas tropicales~ la tierra era tan fifa a 6 0 7 pulgadas de profandidad que los granos se helaban al sembrarse. Por eso, explican, los drboles de América, “en lugar de extender sus raices perpendicularmente, las esparcen sobre la tierra, hori~ zontal, evitando por instinto el hielo interior que los destruye”.” Asi, los naturalistas inventan una ecologfa tan fantistica como Ja zoologia de los primeros cronistas. La tierra americana era tan haelada que enfiiaba el aire y por es0 en los trépicos no habia ani~ males grandes. De alli deducian que las serillastrafdas de Buropa no podrian germinar, y que silo hacian, darian unas plantitas ra~ quiticas, tan endebles como los animales domésticos que se imz portaban. ‘Contaban el fracaso de un comerciante que en 1580 habia tra- tado en vano de aclimatar guindos. Del tigo, sembrado con gran- des cuidados, decian que sélo producfa una hierba espesa y estéril ‘que habia obligado en muchas regiones a abandonar su cultivo. De la vifia decian que no prosperaba, aun plantada en zonas seme- jantes a las regiones de los grandes vifiedos de Europa, Del café, que no podia engaftar el gusto de quien hubiese probado los de Oriente. Del azéicar, que era preferible cualquier otra la del Bra- sil, considerada como la mejor de América. Poco a poco, esta naturaleza va siendo dominada, y su degra dacién se presenta como mejoramiento. A fines del siglo vit se 40 decia que esa frildad del suelo americano se iba transformando por el continuo tréfico, por el talado de los érboles y matorrales, pot la “sequedad” de las lagunas y “el calor de las habitaciones”, que temuplaban “a constitucién del aire”. ‘También la agriculeara calentaba la tierra, por Ja labranza, que al remover el suelo facibitaba la entrada de los rayos del sol, ¥ ppor las “sales de las hojas y plantas que, acumuladas en una larga serie de afios, forman por su corrupcién un mejoramiento natu ral”, como Jo habfan deducido al observar, sobre todo, el cre~ cimiento extraordinario de algunas plantas “en terreno allanado por el fuego”. Es decir, que para “mejorar” un bosque habia que quematlo y que la obra humana deseable era acelerar en pocos aiios el mismo proceso de depredacién de la naturaleza que habia necesitado muchos siglos en Europa. A lo largo de nuestra historia volver a repetirse muchas veces esta concepcién de la para y simple des truccién como objetivo, a veces con una finalidad productiva, ottas por una mera deformacién cultural. EL RECURSO MINERO: LA PLATA DEL POTOSI El abandono de algunos recursos tiene como contrapastida ly explotacién intensiva de otros. La economfa colonial esti orienta da hacia la extraccin de metales preciosos. Su obtencién condi- ciona todas las demis actividades, influye fuertemente en la Aistribucién espacial de la poblacién y genera definidas condicio- nes de calidad de vida, La estructura productiva colonial tiene por finalidad principal la satisfacci6n de las necesidades de circulante de Ja metrdpoli. De ‘una amplia gama de posibilidades de extraccién de excedentes (dada por una oferta natural extremadamente rica y ampliamente diversificada y una abundante poblacién indigena) se adopta una solucién muy restringida: la especializaci6n de la colonia en la produccién de una finica mercanecia, la mercancia dinero. La historia econémica de Buenos Aires comienza mucho antes de su fundacién por Garay. En realidad, empieza en una fifa no- che de 1545 cuando el indio Huallpa se perdié en los cerros 4 = altoperuanos buscando una llama. Encendié una fogata para ca- lentarse y ls piedras le devolvieron el refleo. Bl cerro era de plata. jPétojsil, dijo (ha brotado). Y durante doscientos afios la gente continué creyendo que la plata del Potosi crecta com las plantas, renovindose continuamente, al tiempo que la sacaban y embarca- ban para Europa. Comenzaba la era de la plata. La posesion de territorios coloniales suplié en Espafia al de~ sarrollo artesanal e industrial, proveyendo la capacidad de com~ pra de es0s productos en los mercados europeos. El metilico, segiin Quevedo, nace en las Indias honrado / donde ef mundo le acompaia / viene a morir en Espaita / y es en Génova enterrado. El metal nace en el cerro del Potosi, actualmente en territorio boliviano. De alli baja una larga corriente de-plata, que crea en su trayecto centros comerciales y artesanales en toda la region central de nuestro territorio. La economfa minera da su nom- bre al rio de la Plata, més tarde a nuestro pais y genera una particular organizacién del espacio nacional. Potosi se transfor- ma en el centro de la vida colonial durante los sighos XVI y XVI. De 1503 a 1660 llegan a Espatia 16 millones de kilos de plata, al triple de las reservas totales europeas, originadas en su mayor parte en las minas del Potos!. Siguiendo la doctrina mercantilista que identificaba la mercancia dinero con la riqueza misma—, las autoridades coloniales no regularon la produccién de plata, con lo cual generaron en su pais una acelerada inflacién y provocaron Ja ruina de gran ntimero de actividades artesanales . En los extremos del Jargo camino seguido por la plata se desa~ rrollaron dos ciudades muy distintas. En uno de ellos, Buenos Ai- res, como el puerto necesatio para comunicar Potosi con la metrépoli, Un puerto cuyo movimiento no guardaba relacién con las actividades productivas de las reas nds préximas a él, sino que era la continuidad lejana de las riquezas del Potos!. Los lingotes de plata legaron a representar hasta el 80 por ciento del valor de las mercaderias que salian por Buenos Aires. La mayor parte de lo que ingresaba era contrabando. Se form asi una ciudad predominai temente comercial, cuya riqueza no se basaba en Ja produccién sino en el intercambio, caracteristica que tendré su importancia politica en los afios subsiguientes. 42 En la otra punta del camino, Ja Villa Imperial del Potosi, ciu- dad fantéstica que en 1660 contaba con 160.000 habitantes, igual que Londres y més que Sevilla, Madrid, Roma o Paris. La plata llend la ciudad de riquezas y ostentacién: al igual que en la corte del rey Arturo, de todas partes Hlegaban caballeros y soldados de fortuna, cubiertos con lujosas corazas, para sostener duelos con los campeones de la Villa; y los relatos de estos duelos, hechos por ‘cronistas de la época, parecen piginas de un libro de caballerias. Se construyeron 36 iglesias y en 1658 una procesién recorrié las a- les empedradas especialmente con lingotes de plata.“ Si hablamos de Potost es porque esta ciudad sintetiza una serie de problemas ambientales caracteristicos de la época, pero ademas, prenuncia los de Ja nuestra: urbanizacién desordenada, contami- racién del aire, del agua y del suelo. Recordemos que estamos ante una de las ciudades mis importantes del mundo. Lo primero que vemos ¢s el diseito urbano. Las leyes de In- dias tenian normnas muy rigurosas que establecian la forma de las calles, su disefio en tablero de ajedrez, la distribucién de funcio- nes de las distintas actividades, de los edificios piblicos y religio- 305, etcétera, En Potosi no, hubo nada de eso, La ciudad nacié como un campamento minero, consteuido por gente de paso aque esperaba hacer fortuna en un par de afios y después irse cuando. se agotaran les vetas, Pero el metal tardé dlos siglos en comenzar a escasear y en ese tiempo se hizo un asentamiento de formas tan confuasas como las grandes ciudades actuales. Sus habitantes “de nada cuidaton menos que de la poblaci6n”, segéin dice un trata- dista de la época,” quien agrega que “cada uno se situé donde quiso, de manera que fueron formando unas calles demasiado angostas y largas, para asegurar el tréfico y abrigarse de los vien- tos fifos de la sierra” Potosi es una ciudad sucia y muchas de sus calles “estan siem- pre inundadas de inmundicia”, Por la actividad de ia ciudad y la cantidad de animales que entran y salen “es inmensa la cantidad de basura que se recoge; y con la que han ido arrojando a los extre- mos del pueblo, se han formado unos cerros que casi igualan a los edificios mis altos de la Villa”. ‘También el agua venia contaminada, ya que la ausencia de tun disefio urbano planificado hacka que las cafierias que lleva- 8 ban agua a la ciudad pasaran primero por el hospital. Tanto los cafios de agua limpia como los de aguas servidas eran de barro cocido, con frecuentes grietas. El resultado es que “se filtran reciprocamente las aguas, de unos a otros”. De este modo, ocurre {que “las aguas puercas con que se han purificado los patios de la enfermeria, infecten las demas aguas con que se mezclan, cau- sando, cuando no sea enfermedad, un notable asco al vecin= dario". Pero los mayores efectos eran los vinculados directamente con Ja explotacién minera, De lo que actualmente es el norte de la Argentina, de Bolivia y de Peri, Potosi recibe mano de obra. La ‘ita era la obligacién de los pueblos indios de entregar cierta can- tidad de miembros aptos para realizar trabajos durante un lapso determinado. El virrey Toledo creé las reducciones de indios, que actuaron como “formidables proveedoras de mano de obra obli- gada".” Si bien recibian un slario por st trabajo, puede calificrselo de una forma disimulade de esclavitud, ya que “slo bajo el Kti- go” pudo ese sistema funcionar con eficiencia. Agreguemos que se parecfa tanto a la esclavitud que fueron necesarias ordenanzas pposteriores para evitar que aparecieran falsos mineros pidiendo que Jes repartieran indios, los que después eran vendidos a los mineros de verdad. Esta orientaciGn en el uso de los recursos provocé una notoria sobreutilizacién de los recursos humanos, manifestada en la degra- dacién y destraccién fisica de gran cantidad de hombres a lo largo de varios siglos. Las estimaciones oscilan, segiin los autores, entre tresy ocho millones de muertos, una magnitud comparable a la && las victimas de Auschwitz, Segiin testimonio de Mariano Moreno, ‘de las cuatro partes de indios que salen para la mita, rara vez regresan las tres ente- 13". EI humo de los hornos contaminaba el aire de tal manera que no habia pastos ni sembrados en un radio de seis leguas alrede- dor del certo, y sus efectos sobre los hombres eran igualmente deteriorantes. El dominico fray Domingo de Santo Toms lo cali- ficaba de “boca del infierno”. El padre Calancha afirmaba que morfan diez indios por cada moneda, y un virrey del Peri, el conde de Alba, decia que, de exprimirse esas monedas, se les saca~ fa mds sangre que plata, 44 La base de esa gran urbe industrial era el cero Rico, que estaba horadado por cinco mil bocaminas, que se juntaban den- t10 como los huecos de una esponja. Para extraer el mineral, pasaban los indios de la superficie helada a la temperatura ar- diente del socavén, “y ordinariamente los sacan muertos ¥ otros quebrados las cabezas y piernas y en los ingenios cada dia se hieren”.” Los mitayos hacian saltar el mineral a punta de barre- ta y después lo subfan cargindolo a la espalda, por escalas, a la luz de una vela La muerte por accidentes no era el ‘nico riesgo, ni siquiera el principal. En Potosi encontramos las primeras intoxicaciones ma- sivas provocadas por la contaminacién industrial. La molienda del mineral se efectuaba en trapiches movidos por energia hidraulica. Las mazas “levantan tanto polvo con el impulso, que no pods suftirlo quien no esté acostumbrado a respirar dentro de estas ofi- cinas”.” Ese polvo genera la silicosis, enfermedad caracteristica de los mineros, que provoca serias lesiones pulmonares El mayor problema, sin embargo, fie el envenenamiento con ‘mercutio. La toxicidad de este metal es conocida desde hace rmu- cho tiempo. ¥ en la actualidad es uno de los mayores tiesgos vin- cculados con fa contaminacién industrial. Sus principales efectos son neurolégicos: provoca temblores asociados a un estado de ri- gidez muscular; contracciones dolorosas; alteraciones en la voz, que pierde sus modulaciones y se vuelve monétona; trastornos de caricter; ceguera. Con frecuencia provoca también lesiones en el estémago y en los riflones. En dosis elevadas es mortal” En Potost se utilizé el mercurio para extraer la plata por amal- gama, Se mezclé el mineral en polvo con el mercurio en grandes, ccubas calentadas con pasto seco por falta de lefia. Cuando los mi~ netos terminaron con toda la vegetacién natural del cerro y sus alrededores, dejaron entibiar al sol la mezela, pero mandaron a los indios a amasarla diariamente con los pies, para acelerar la incor- potacién del mercurio al metal. En ambos casos, los vapores t6xi- 0s hicieron estragos en los trabajadores. Segin una investigacién efecruada por Juan de Solérzano en 1619, “el veneno penetraba en la pura médula, debilitando los miembros todos y provocando tun temblor constante, niuriendo los obreros, por lo general, en el espacio de cuatro afios”.”* 6 El insumo estratégico para la producci6n de plata es el mercu- rio, y ia forma en que se manejé refleja Ia actitud de la Corona hacia ef desarrollo de sus colonias. Se establecié el monopolio real para a produccién y venta de mercurio. A fin de asegurar un mer ‘cado ampliose prohibié mezclar el mercurio con hierro al prepa ark extraccién por amalgama, ya que esta mezcla permitia ahorrar ‘mercurio. (Este ahorro hubiera disminuido la contaminacién.y No solamente se oblig6 a los empresarios mineros a usar la tecnologia mas costosa, sino que se encareci6 deliberadamente este insumo. El graeso del mercurio utilizado era importado de Espa- fia, de los yacimientos de Almadén, Se redujo a propésito la pro duccién de las minas peruanas de Huancavélica, que podrian haber abastecido cOmodamente las necesidades del Potosi, y, durante largos afios, se las mantuvo clausuradas. Cuando no alcanzaron los envios de mercurio espafiol, la Corte prefirié comprarlo en Ale mania antes que activar los yacimientos locales, a punto tal que el descubridor de una mina de mercurio préxima al Potost fue asesi-~ nado para evitar su explotaci6n.”” Esta forma de usat los recursos naturales y humanos tiene su correspondencia en la forma de usar el espacio. Potost organiza el espacio econémico de la colonia. De Chile recibe trigo, potros, came seca, pieles y vinos; de Peri recibe mercurio cuando el fey Jo permite. Desde el actual terrtorio argentino se envia carne seca, vinos, aguardientes y tejidos a lomo de mula, cuya ctia se hace com €l propésito de “adaptar los equinos a las necesidades como bestias de carga y a ls condiciones ambientales”™ Tucumén y Santiago del Estero le proporcionan ropas de algodén. De las minas deLa Carolina (San Luis) le Hega oro en grandes cantidades para su acu~ fnaci6n, la que debia efectuarse en Potosi porque las autoridades coloniales privilegiaban el control de las actividades econémicas por encima del desarrollo regional. El alejamiento de las costas actué como una forma de protec~ cionismo de hecho, estimulando una economia autosuficiente, al tiempo que la demanda del Potost alent6 la producci6n para el consumo, Sin embargo, esta compleja gama de actividades se de- sarrollé ocupando una fraccién muy reducida del territorio colo~ nial. El pats tiene la forma de un largufsimo camino que une Buenos Aires con Lima y Potosi, segin el actual trazado de la ruta 9, com 46 gota aiganos desvfoslaterales que levan a San Juan, a Mendoza, a Co- srientes, a Paraguay. Pero la mayor parte del terrtorio, os tierra de indios, o es el desierto. LA PAMPA HUMEDA. UN DESIERTO INHOSPITO ‘Los conquistadores encontraron desierta la pampa y no hicie- ron nada por poblarla ni por explotar sus recursos naturales. Vea- mos las razones de esta conducta y las causas de este despoblamiento. Llamamos regién pampeana a una amplisima estepa herbécea de unos 52 millones de hectireas, de temperaturas benignas, tla -vias repartidas en forma relativamente regular a lo largo del afioy suelos profiandos con alto contenido de materia orginica En tiempos prehistdricos, esta pampa estuvo habitada por gran- des animales, cuyos esqueletos petrficados descubrié Ameghino cerca de Ja costa, en las proximidades de Mar del Plata, ;Qué ha- fan alli? Una hipétesis razonable es que muchos de esos animales no faeran oriundos de la pampa, sino que viniesen en grandes migraciones, provocadas por cambios ecolégicos ocurridos en sus lugares de origen. Es probable que, “huyendo de las condiciones ~ enexttemo desfavorables del interior, grandes cantidades de ma ifferos legasen a morir entre los médanos de la costa, atraidos por hailusién de un precario refagio".” Estos animales eran: el megaterio, un herbivoro del tamafo de un hipopétamo; el toxodén, también enorme, o el gliptodonte, un peludo de dimensiones de pesadilla. Tan grande era el gliptodonte, que los primeros naturalistas de nuestro pais afirma- ron que los hombres primitivos utilizan su eaparazén como vi+ vienda, afirmacién que no esté demostrada. Estos animales pastaban en una amplia Hanura cubierta de pajonales de gran altura. Esa llanura tenfa pocos érboles, y en ver~ dad no se sabe si eran pocos 0 poquisimos, como tuvo después, pero hay quien sostiene que los tuvo en alguna cantidad, y que después los fe perdiendo. Los animales que hemos nombrado tenfan un depredador na- tural, un mamiffero més pequeiio que ellos, pero con buena espe- cializacién para la caza: el hombre. En 1915 se encontré un toxodén a fsil con una punta de piedra clavada en un hueso, sefal de que alguien intent6 cazarlo y el animal escapé herido.” Pero la inci dencia humana en su extincién no parece deberse a la caza, sino a Ja mayor frecuencia de incendios, ocasionados por los primeros ‘grupos humanos. Es significative que hayan sobrevivido s6lo los animales adaptados a convivir con cierta frecuencia de incendios. Esto significa que las actividades humanas podsian haber tenido ‘una incidencia ambiental de envergadura, aun en épocas prehisté- ricas, Ello provocé alteraciones en la ecologia de las pampas. La mis importante fue su despoblamiento, Los hombres eran cazadores y debian desplazarse hacia donde encontraran su alimento, Con la desaparicién de fos grandes ma- miferos prehistéricos disminuyeron enormemente las posibilida- des de caza en la regi6n, los hombres debieron emigrar y la pampa se transformé en un desietto. Los hombres se fueron a los bordes de la pampa, siguiendo a Jos guanacos, hasta lugares como as sierras de Tandil y de la Ven- tana. El guanaco era la base de la dieta del hombre prehispinico. ‘También su Cuero proporcionaba vestimenta y era insustituible en Ia confeccién de los “toldos” que usaban como habitacién, Es decir, que la distribuci6n de los hombres en el espacio estu- vo determinada por la de Jos guanacos, “Estos animales dice Guillermo Madrazo— prefieren, como es sabido, territorios ven- tilados y frescos, lo que estarfa en relaci6n con su extrema sensibi- lidad hacia las picaduras de los insectos. Y estos dltimos —la “sabandija’ « que aluden los antiguos viajeros (jejenes, mosquitgs, tibanos)— eran abundantisimos en Ia pampa deprimida virgen. Existen referencias de que la ‘sabandlija’ era tan agresiva en los sitios bajos que en ocasiones los propios caballos sedientos debian refugiarse en lo alto de los médanos donde cortia la brisa, sin po- der acercarse a la orilla de las lagunas."* Con los guanacos en la regién serrana y en la Patagonia, en tuna tierra sin drboles y sin cuevas, con pocos cursos de agua y ccon bastantes lagunas saladas, la pampa estaba lejos de parecerse a tun paraiso. Recién se poblé con la expansién de la hacienda cimarrona, multiplicada a partir de las pocas cabezas que trajeron Ios espaiioles. 48 SF ee nd El sentimiento de lo infinito Pampa es un término indigena que significa llanura. Para Humboldt su aspecto “lena el alma del sentimiento de lo infini- to." Su vegetacién natural son las gramineas. Dos siglos atris se trataba de altos pajonales,interrumpidos de cuando en cuando por tun ombéio un pequefio monte de chafiar. La ausencia de arboles se explica por la densidad del pajonal, que sombreaba las semills y has plantas jovenes e impedia su desarrollo Un viajero asombrado afirma en 1691 que “de Buenos Aires a (Cordoba se extiende una llanura de més de 200 leguas, en la que no se ve un solo érbol”.” Si, a pesar de todo, algén érbol conseguia crecer, era dificil que durase mucho; en zona de frecuentes tormentas eléctricas y de abundancia de pastos secos, los incendios de campos fueron muy frecuentes. Es probable que esos incendios hayan terminado con cualquier Arbol que se aventurara en el interior de ta pampa, a excepcién precisamente del ombit, cuyo caticter pricticamente incombustible lo mantenia a cubierto, y del chaftar, cuya brotacién por las raices se activa por el fuego. A pesar de todo, habia arboles, pero no en plena llanura, sino cen las mirgenes de los rios y arroyos. Sauces, ceibos, sarandies, acacias negras formaban un espeso bosque de tibera que en los atroyos menores se unia por encima para crear un bosque en galeria con un microclima mucho mis hiimedo, bajo el cual vi- vian abundantes aves acudticas, como las garzas; peces como el dorado; reptiles como la tortuga de agua, o mamiferos como la nutria 0 coipo, Con las inundaciones, en el Delta y rfos mayores se les agrega~ ban jaguares que venfan flotando en grandes balsas de camalotes por el Parana y el Unuguay, y que se refugiaban entre los arboles de la orilla. Desde ls primeras épocas de la conguista, su abundan-

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