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Querida Mamá:

Hola, ¿cómo estás?, muy bien pues me alegro muchísimo, porque esa es mi
única preocupación al igual que papá por supuesto.

Son las 12 del día 2; o sea que recién empieza el día, estoy de guardia y para
tratar de ahogar un poco la tensión que estamos viviendo porque estamos
pasando los días decisivos del combate.

Quisiera que esta carta la entregara personalmente yo en tus manos y la voy a


entregar porque tengo fe de que no me va a pasar nada porque Dios está de
nuestra parte y conmigo, pero nunca se sabe, el destino de cada uno lo sabe
únicamente él.

Te estoy escribiendo desde mi refugio, e hice fuego porque está bastante frío y
con la luz que me da te escribo.

Hace ya 40 días que estamos acá, te juro el tiempo pasó volando, los primeros
días fue todo lindo, bueno lindo no fue ningún momento pero como todos
teníamos ese entusiasmo de estar acá, nos olvidamos de todo.

Bueno te sigo escribiendo, acabo de ir a hacer un relevo y justo cuando


terminé de hacer el último, los buques ingleses empezaron a bombardear, así
que nuevamente a la carrera, al refugio, son las 12,30 de la noche y siguen,
están cayendo acá cerca, bueno digo cerca a 1 kilómetro, están tirando sobre
las primeras líneas nuestras.

Hoy, más bien digo ayer, fue el mejor día para mí, te digo el mejor día porque
me sentía contento, con ganas de trabajar, no se fue el mejor día en que me
sentía bien y todo se debe a que muy pronto si Dios quiere para bien o para
mal, Dios no permita, va a terminar todo.

Hora 10

Buen día mamá, el día está lluvioso y hace frío, no tenemos nada que hacer y
estamos metidos en los refugios y sigo escribiéndote.
Acabo de venir de mi cañón, lo fui a revisar como hago todos los días y hablé
con los soldados míos, nadie quiere saber más nada, me dicen que no ven la
hora que uno de esos proyectiles que tiran les caiga encima, yo les hablo de
cualquier cosa, les cuento estupideces y por algún tiempo se olvidan y están
bien. Yo no sé como hago pero hasta ahora soy el único de los suboficiales y
oficiales que tengo el mismo ánimo que tenía el día que llegamos a las islas, a
veces te juro quiero mandar todo al carajo pero no lo demostré nunca porque
tengo fe, pienso en ustedes que están bien y que no van a aflojar como no
aflojé yo y que en ningún momento voy a bajar los brazos porque a estos
piratas los vamos a correr ustedes y yo.

Estoy en mi refugio con un gran amigo y el se llama Daniel Castro y es cabo


1ro. Desde que llegué a Córdoba (Aguirre cumplía funciones como
suboficiales en esa provincia) fue el que me guió, me aconsejó y gracias a él
aprendí todo lo que se en tan poco tiempo, está maldiciendo porque está lleno
de humo, tenemos un tambor de 200 litros abierto abajo y arriba y lo usamos
como hogar, estufa, cocina y todas las cosas que te podes imaginar.

El motivo de esta carta es por si me pasara algo puedas leer los últimos
pensamientos de tu hijo que te extraña y te quiere como nunca, que los quiero
porque al viejo también lo aprecio mucho, lo respeto y todo mi coraje, mi
decisión y gran iniciativa lo debo a él y lo más importante la facha y los
bigotes que me estoy dejando, ja, ja.

Mamá quiero que sepas que muchas veces no hice caso a tus consejos y
reproches fue por chiquilín o por estúpido como lo es uno cuando es
adolescente y lo único que piensa es joder, o no sé, porquerías y ahora valoro
y comprendo todos tus consejos.

Bien mamá voy a hacer un paréntesis y luego continúo escribiéndote.

Bueno continúo. Hoy es jueves 3 de junio y son las 11,30 de la mañana y


recién sigo. Ayer a la tarde tuvimos que tirar toda la maldita tarde yo con mi
pieza hice 25 disparos. Anoche tuvimos la tranquilidad más grande que hubo
en las islas desde que vinimos, por lo menos dormí bien.

El día de hoy está pesado, cae una leve llovizna, no hay viento y hasta ahora
estamos tranquilos, nadie nos molestó desde que amaneció estoy en el refugio,
desayuné un jarro de caldo bien polenta. Ya no me quedan cigarrillos y no me
queda nada por cambiar, nosotros cambiamos el puñal de paracaidistas por 10
atados, el pañuelo y la boina, ya no queda nada y en toda la isla no hay
puchos.

Anoche soñé que estaba en casa y estaban todos mis compañeros y por
supuesto ustedes, comíamos un gran asado, yo me había casado con Delia y
un montón de cosas más y me despertó un cañoneo de defensa aérea, fue a la
madrugada.

Dentro de un rato vamos a comer fideo frito, vos no sabes lo bueno que
quedan, nos pasamos el día haciendo fideos, lo hacemos con grasa y de vaca,
acá cerca hay un matadero, bueno es el único que hay y es del ejército y
mandamos a pedir grasa. Hoy posiblemente nos consigan harina, tengo ganas
de comer torta frita que no te imaginas.

Bien vieja, sigo hoy es viernes 4 de junio y son las 2 de la tarde y hace mucho
más frío todavía que ayer y hay mucho más viento.

Anoche tuvimos alerta cañón a las 11 de la noche, pero no tiramos, alerta


cañón significa que tenemos que tirar.

En este momento el ruido de cañones es impresionante, la mayoría de la


artillería que hay en la isla está haciendo fuego sobre los ingleses, que no les
dejamos avanzar ni un metro, al contrario ayer retrocedieron 5 kilómetros.
Dentro de 45 minutos tenemos que ir a comer y ahí no hay cañonero que
valga, ayer estábamos cocinando y hubo alerta gris (cañonero naval), los
negros seguían morfando, caían a 200 metros y nada.

En estos momentos están hablando dos suboficiales y un oficial de los


soldados, más bien dicho del espíritu de los milicos y todos dicen lo mismo,
que el soldado del norte tiene más coraje, más “huevos” porque delante de
nosotros están los infantes, un regimiento de Corrientes y hay muchos
misioneros y correntinos por supuesto y es impresionante como unos pibes de
18 y 19 años los están haciendo m… a los piratas y ellos tienen soldados
profesionales de 25 y 30 años, son todos mercenarios los malditos.

7:00 horas, 4 jun 1982


Hola ¿cómo seguís? ¿Qué dicen las noticias? Acá no sabemos nada, lo único
que sabemos es cuando tenemos que tirar, o cuando tenemos que huir a los
refugios.

Yo te cuento que estoy muy bien y con ganas de estar con ustedes y que
termine todo.

Está lloviendo cualquier cantidad, hace frío y hay mucho viento, estamos
metidos todo el día en el refugio al lado del fuego hablando pelotudeces,
perdoná la expresión pero hablamos de lo que cada uno hacía con este tiempo
en sus casas, o planeando que vamos hacer cuando volvamos todos
victoriosos.

Anoche volví a soñar con ustedes y soñé que por la calle que pasa por acá al
lado, pasaban ingleses, las manos en la nuca, rendidos y juro que van a pasar
estos guachos.

Mamá yo quiero que sepas que en ningún momento sentí un poco de temor, ni
ninguna otra cosa rara que te haga aflojar y mandar todo al carajo, he tenido
bronca y algunas cosas pero en ningún momento aflojé.

Yo también quiero lo mismo de vos, pase lo que pase, no aflojes en ningún


momento porqué tene en cuenta que tenés un hijo que está peleando por algo
tan hermoso y perfecto que es nuestra querida ARGENTINA que por supuesto
tiene sus pequeños errores como tenemos todos, pero de todos modos tenés o
tenemos que dar gracias A Dios de no aflojar porque fue tu sangre, tu carne, la
que luchó para estar siempre libres y echar a todos aquellos quieren habitar
nuestras tierras de mala manera. Tenés que estar muy orgullosa de poder decir
mi hijo echó a los invasores y en ningún momento titubeó en bajar los brazos
porque su mente estaba en la patria, su gente, mi gente y sobre todo la paz y la
libertad que siempre tuvimos.

Bien queridos padres, ruego a Dios todos los días que mi plegaria llegue a
ustedes y tengan la protección que siempre tuvieron, hasta pronto, que Dios
los ilumine como guió mis pasos siempre y acompaño en todo, los quiero y
los extraño.

Norberto, Malvinas 4 de junio de 1982.


CARTA DE UN SOLDADO BRITÁNICO A SU ESPOSA

Querida Christine:

Es muy fácil comprender cómo se ha desatado la guerra: nuestra primera


ministra se imaginó que era Churchill desafiando a Hitler, y la Marina la
apoyó para obtener publicidad y popularidad rápidamente. Estoy seguro
de que de esta destrucción sólo se beneficiarán Mrs. Tacher y los
fabricantes de armas.

Lo que más me apena es que no hay causa para esta guerra, y si somos
honestos, los argentinos son mucho más patriotas con respecto a las
Malvinas que nosotros con las Falklands. Y lo que la primera ministra no
comprende, es que los argentinos creen firmemente que las Malvinas son
de ellos.

Han enviado contra nosotros pilotos en misiones suicidas, en viajes sin


regreso, porque estamos fuera de su alcance, y eso que ellos no tienen
helicópteros de rescate en el mar para recuperar después a los pilotos.

Los pilotos argentinos enfrentan cada día misiles antiaéreos de


aplastante superioridad.

Realmente, la valentía de esos hombres demuestra que tienen mucho


más que un tibio interés en estas islas.

Considerando la tragedia, la angustia, y el horror de las vidas perdidas,


que han sido sacrificadas de buena gana por los políticos para tapar la
ineptitud y necedad de su gobierno, considerando además los resultados
en dolor, pérdidas económicas y pérdidas de buques para Gran Bretaña,
me parece a mí que esta es la guerra más inútil que Gran Bretaña ha
hecho en toda su historia.

Espero que todo esto termine pronto... Creo que los argentinos ya han
demostrado su valor.
Este poema se encontró en la chaqueta del soldado Marcelo
Daniel Massad, fallecido en Malvinas

Escucha Dios:
Yo nunca hablé contigo, Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás?
¿Tú sabes? Me decían que no existes, y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo. Me encontraba oculto en un hoyo de granada...
¡Quién iría a creer que para verte bastara con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano; al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes, Si no en un infierno como
éste.
Pues bien... Yo todo lo he dicho. Aunque la ofensiva nos espera para muy
pronto,
Dios no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
La señal! Bien Dios, ya debo irme. Olvidaba decirte... que te quiero.
El choque será horrible... en esta noche ¡Quién sabe! tal vez llame a tu
cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo. Pero ¿me esperarás si hasta ti
llego?
¡Cómo! ¡Mira Dios: estoy llorando! tarde te descubrí ¡Cuanto lo siento!
(Qué raro: sin temor voy a la muerte...) Dispensa, debo irme ¡Buena
Suerte!

Este poema se encontró en la chaqueta del soldado Marcelo


Daniel Massad, fallecido en Malvinas
Escucha Dios:
Yo nunca hablé contigo, Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás?
¿Tú sabes? Me decían que no existes, y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo. Me encontraba oculto en un hoyo de granada...
¡Quién iría a creer que para verte bastara con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano; al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes, Si no en un infierno como
éste.
Pues bien... Yo todo lo he dicho. Aunque la ofensiva nos espera para muy
pronto,
Dios no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
La señal! Bien Dios, ya debo irme. Olvidaba decirte... que te quiero.
El choque será horrible... en esta noche ¡Quién sabe! tal vez llame a tu
cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo. Pero ¿me esperarás si hasta ti
llego?
¡Cómo! ¡Mira Dios: estoy llorando! tarde te descubrí ¡Cuanto lo siento!
(Qué raro: sin temor voy a la muerte...) Dispensa, debo irme ¡Buena
Suerte!

Malvinas… Carta de un Soldado


Argentino escrita poco antes de
morir
José Luis del Hierro tenía 19 años en 1982. Había terminado el colegio
secundario en el Instituto Peralta Ramos de los hermanos Maristas de Mar del
Plata. Como estaba estudiando Ingeniería en la Universidad de La Plata, hizo
el servicio militar en el Regimiento 7 de Infantería de la capital bonaerense,
“para no perder el año…”.

José Luis del Hierro había sido dado de baja en noviembre de 1981 y fue
reincorporado el 9 de abril de 1982. Murió en la madrugada del 14 de junio de
1982, cuando las tropas se replegaban hacia Puerto Argentino, bajo un cielo
iluminado por el fuego de las bombas.

La familia Del Hierro lo fue a buscar a la puerta del Regimiento una semana
después, porque nadie del Ejército avisó sobre la suerte que corrió. Lo
estuvieron esperando desde las 8 de la mañana, junto a otros familiares. En la
madrugada del día siguiente llegaron unos pocos colectivos, pero José Luis no
bajó.

Ahí empezó el derrotero de la familia en su búsqueda. Pasaron nada menos


que nueve meses sin noticias. Desesperados, decidieron que papá José María
viajara en marzo de 1983 a Ginebra, sede de la Cruz Roja Internacional. Fue
allí, fue la Cruz Roja, la que informó que José Luis del Hierro había muerto. Y
que su cuerpo había sido sepultado en las Islas Malvinas, después de estar
cubierto por la nieve durante cinco meses.

Lo último que escribió

Islas Malvinas 7/06/1982

Queridos papá, mamá, Juani y Juanjo:

Perdonen que hace 8 días que no les mandaba nada, pero aquí nos dijeron
que no sale ni entra nada. Yo igual voy a intentar mandar una. Sí, me llegó
telegrama del 24 de ustedes y de Cristina y también me llegó ayer uno del 29
pero no se entiende nada, no está firmado pero pienso es de ustedes. La
última carta de ustedes de Mar del Plata es del 11/04 y después nada más. Mi
última carta es la que les mandé desde el hospital el 29/04 o el 30/04.

Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas noticias. Es


cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto de combate les juro
no me ha venido ninguno a “visitar” y espero no lo hagan.

Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se arregle en
“paz” y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver cada uno a su
casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y pronto. Al final se nos
quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto juntar y organizar y yo le tiré
abajo todo, aunque deslindo responsabilidades en el loco de nuestro
presidente y su desvelo de grandeza.

Acá todos, pero todos, lo agarraríamos del fundillo de los pantalones y lo


pondríamos como nosotros 55 días; en estos pozos. Y yo con él a todos esos
patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen allá está minado. Acabé el
discurso. Ja. Ja.

Espero yo llegar de esto, antes que la carta, así no los preocupo más con
esto, pero es hora que sepan lo que pensamos nosotros de Malvinas.

Bueno nada más, besos y abrazos para los cuatro, siempre, siempre los tengo
en mis pensamientos.
Los quiero mucho.
Chau, José Luis

Carta de su hermano Juan José:

José Luis no llegó ni antes ni después de ésta, su última carta. Se quedó allí,
en las Malvinas, y hoy es una de las tantas cruces de argentinos en el
cementerio de Darwin.

Hoy ni mi mamá ni mi papá están con nosotros. Se fueron con él, demasiado
pronto, demasiado jóvenes, ya que no pudieron soportar una ausencia tan
larga.

José Luis, mi hermano, no quería ir a la guerra, no quería ponerse la ropa de


combate, camuflarse, matar gente… No quería pelear con un enemigo que
escuchaba la misma música que él: Queen. No quería ser –como fue su
destino– “un héroe de Malvinas”.

José Luis, a sus 19 años, estaba iniciando la carrera de Ingeniería Aeronáutica


en la Facultad de Ingeniería de La Plata. Quería ser un profesional, formar una
familia y vivir la vida que Dios le había dado en esta bendita tierra.

Pero, lamentablemente, en el año ’82 el presidente de aquel entonces y el


patriota de ciudad –al cual vos te referís en la carta– invadieron las Malvinas y
fueron de celeste y blanco a la Plaza de Mayo. Ellos, los patriotas de ciudad y
su presidente, les gritaron a los ingleses “si quieren venir que vengan, les
presentaremos batalla”, pero lógicamente desde Buenos Aires, bien lejos de la
guerra.

Ese patriota de ciudad fue exitista al comienzo del conflicto, pero una vez que
se perdió la guerra, les dio la espalda a los ex combatientes en su vuelta al
continente, porque no podía aceptar la derrota. Fue por eso que se sentó
delante del televisor a ver el Mundial de España ’82, ya que para él Malvinas
había terminado, mientras vos quedabas tirado bajo un desolado manto de
nieve y nosotros te buscábamos durante un año, por nuestro país y por el
mundo sin saber qué había sido de vos.
Tu patriota de ciudad, José Luis, hoy sigue caminando por las calles que vos y
tus compañeros caídos no pueden caminar, y sigue poniéndose la escarapela
bien grande para todas las fechas patrias, aunque aproveche ese día para
tomarse un fin de semana largo de descanso.

Tu patriota de ciudad llena un lugar en los palcos oficiales, en las calles, para
repetir una vez más, en estas fechas, que las Malvinas son argentinas y cantar
el himno bien fuerte, especialmente la parte que dice: “…con gloria morir”,
siempre y cuando no le toque a él, porque él debe seguir siendo un patriota.
Asimismo, el cobarde indolente y mariquita de uniforme bien planchado que
te mandó al frente con hambre y frío, mientras él planeaba desde su bunker
con calefacción y buena comida cómo vos tenías que resistir en una trinchera,
hoy –ese mismo criminal– está entre nosotros, condecorado como un
valiente… militar.

Gracias a vos y a tus compañeros hoy vivimos en una democracia que nos
permite decir lo que en la guerra y en el regimiento no podías manifestar, pero
lo sentías.

Hermano, debo decirte la verdad: lamentablemente tenías razón, tu patriota de


ciudad no te respetó, te mandó a la guerra y te olvidó.

Los únicos que te respetamos, que te queremos y no te olvidamos somos tu


familia, tus amigos y tus compañeros, “los soldados ex combatientes” que
sufrieron y sufren al patriota de ciudad igual que vos.

Quedate tranquilo, para nosotros también estás, siempre, siempre, en nuestro


pensamiento y en nuestro corazón. David Tinker - 25 años: muerto en el
HMS Glamorgan el 12 de junio de 1982 por un misil Exocet MM-38
argentino . Juan José.
La carta del Mayor Falconier a sus hijos antes de ser derribado
por un misil inglés

Dejó las cartas guardadas en un portafolio, allí en el escritorio donde


solía dibujar. El mayor Juan José Ramón Falconier (vicecomodoro
post mortem) le dijo a su mujer el día que partía hacia la guerra: "Dejé
dos sobres, uno para vos y otro para los chicos por si no vuelvo".

La carta de Falconier a sus hijos


En la mañana del 7 de junio de 1982, mientras cumplía una misión de
reconocimiento sobre la Isla Soledad, un misil superficie-aire impactó
en la cola del T-24, el Lear Jet LR-35 del Escuadrón Fénix. El avión
se convirtió en una bola de fuego y cayó en tirabuzón al oeste de
la Isla Borbón. Junto a Falconier, murieron los cuatro miembros del
Nardo 1. Tenía 38 años.

El piloto dejó cuatro hijos y uno en camino: su mujer, Claudia,


estaba embarazada de María Belén. El oficial de la Fuerza Aérea les
legó a los dos mayores –Alejandra "Mononi", de siete años, y Juan
José "Ñequi", de seis- este conmovedor mensaje de honor y
coraje. Ellos debían transmitírselo a los más pequeños: Eduardo, de
dos años, y María de los Ángeles, de uno.

El Mayor Juan Falconier recibió la medalla al Valor en Combate

A Ñequi y Mononi:

Su padre no los abandona, simplemente dio su vida por los


demás, por ustedes y vuestros hijos… y los que hereden mi
PATRIA.

Les va a faltar mi compañía y mis consejos, pero les dejo la mejor


compañía y el más sabio consejero, a DIOS; aférrense a
EL, sientan que lo aman hasta que les estalle el pecho de alegría,
y amen limpiamente, que es la única forma de vivir la "buena vida", y
cada vez que luchen para no dejarse tentar, para no alejarse de EL,
para no aflojar. Yo estaré junto a ustedes, codo a codo aferrando
el amor.

Sean una "familia", respetando y amando a mamá aunque le vean


errores, sean siempre solo "uno", siempre unidos.

Les dejo el apellido: Falconier para que lo lleven con orgullo y


dignifiquen, no con dinero ni bienes materiales, sino con cultura, con
amor, con belleza de las almas limpias, siendo cada vez más hombre
y menos "animal" y por sobre todo enfrentando a la vida con la
"verdad", asumiendo responsabilidades aunque les "cueste"
sufrir sinsabores, o la vida misma.

Les dejo:
– Muy poco en el orden material,
– un apellido: "Falconier", y
– a DIOS (ante quien todo lo demás no importa)

Papá

Para que mis hijos lo lean desde jóvenes y hasta que sean viejos,
porque a medida que pasen los años, adquieran experiencia, o tengan
hijos, le irán encontrando nuevo y más significado a estas palabras
que escribí con amor de padre.

La carta del maestro Julio Cao a sus alumnos: "Cierro los ojos y
veo sus caritas riendo y jugando"

Era pacifista y amaba a Ghandi. Sus héroes eran San Martín y


Belgrano. Lucía con orgullo su siempre almidonado guardapolvo
blanco: desde que tenía memoria había querido ser maestro. Se
recibió de bachiller docente y luego estudió profesorado de literatura
en la escuela Pedro de Elizalde. La guerra lo encontró enseñando en
la Escuela n°32 de Laferrere. Y algo le golpeó el corazón. Julio
Rubén Cao tenía 21 años cuando le comunicó a su familia que
había decidido ir de voluntario a las islas Malvinas.

Partió el 12 de abril de 1982 hacia Puerto Argentino. Dejó a su


madre, Delmira, con lágrimas en los ojos y una frase que recuerda sin
fisuras hasta el día de hoy: "¿Ves ese pino que está ahí? lo planté yo.
Ahora voy a tener una hija y solo me falta escribir el libro. Lo voy a
hacer cuando vuelva de Malvinas y voy a contar todo lo que viví".
Pero Julio no volvió y nunca conoció a su hija Julia María, que
nació dos meses después de finalizada la guerra.
Antes de caer en la batalla de Monte Longdon, el 10 de junio de
1982, de un tiro en la espalda, el soldado Cao escribió una carta para
sus alumnos de tercer grado. La escuela hoy lleva su nombre.

Julio con sus alumnos de tercer grado


A mis queridos alumnos de 3ro D:

No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido


preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me
encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera.

Espero que ustedes no se preocupen mucho por mí porque muy


pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos
y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que
nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben
queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce
muy bien las islas no nos vamos a perder.
Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto
cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando;
cuando me duermo sueño que estoy con ustedes.

Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un


soldado que los quiere y los extraña.

Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos


cariños de su maestro que nunca se olvida de
ustedes. Afectuosamente

Julio

Julio Cao cayó en la batalla de Monte Longdon: recibió un tiro


en la espalda
La carta del gendarme Acosta a su hijo: "Quiero que sepas que
podés sentirte orgulloso de tu padre"

Se fue sin despedirse. Pasó frente a la escuela, donde su hijo


Diego cursaba sexto grado, y siguió de largo: "No quise interrumpir
la clase, estaba de uniforme y no quería que pensaran que uno
buscaba ufanarse por el clima de algarabía que existía por Malvinas",
le dijo a un compañero ya en las islas.

La medalla identificatoria de Ramón Acosta


El 26 de mayo de 1982 fue la última vez que el sargento ayudante
Ramón Gumersindo Acosta le dio un beso a su mujer Virginia, acarició
a su hija Sandra, y partió de su casa de Paso del Rey hacia las islas
para no regresar jamás.
Aterrizó en Puerto Argentino el 28 de mayo de 1982, integrando la
Compañía de tropas Especiales 601, Escuadrón Alacrán de
Gendarmería. Dos días más tarde tuvo su bautismo de fuego: el
helicóptero Puma en el que patrullaba recibió el impacto de un Sea
Harrier británico. El piloto evitó que la nave se estrellara, pero en
tierra comenzó a incendiarse. Acosta sacó a tres compañero de
entre las llamas. El aparato, cargado de municiones, explotó. El
ataque británico mató a seis miembros del escuadrón, solo
sobrevivieron cuatro.

Siete días después Ramón sintió la necesidad de escribirle a su


hijo. "No quiero que esté enojado porque no me despedí y que
eso lo distraiga de sus estudios", le dijo a un suboficial. El 2 de
junio, en su refugio, redactó en un pequeño y arrugado papel la carta
para Diego. Nunca imaginó que esa no sería una carta más: sería
su testamento.

El 10 de junio, cerca de las once de la mañana y en proximidades del


Monte Kent -muy lejos de su Formosa natal- cayó herido de muerte
por el impacto de un proyectil de mortero. Su cuerpo nunca fue
encontrado.

Diego estaba por cumplir 12 años cuando recibió la carta de su


papá.
El gendarme Acosta recibió la medalla de la Nación Argentina
al Valor en Combate
Querido hijo Diego, qué tal muchacho? Cómo te encuentras?

Perdóname que no me haya despedido de ti, pero es que no tuve


tiempo, por eso es que te escribo para que sepas que te quiero
mucho y te considero todo un hombrecito y sabrás ocupar mi
lugar en casa cuando yo no estoy.

Te escribo desde mi posición y te cuento que hace dos días íbamos


en un helicóptero y me bombardearon, cayó el helicóptero y se
incendió, murieron varios compañeros míos pero yo me salvé y
ahora estamos esperando el ataque final.

Yo salvé tres compañeros de entre las llamas. Te cuento para que


sepas que tienes un padre del que puedes sentirte orgulloso y
quiero que guardes esta carta como un documento por si yo no
vuelvo: o si vuelvo para que el día de mañana cuando estemos juntos
me la leas en casa.
Nosotros no nos entregaremos, pelearemos hasta el final y si
Dios y la Virgen permiten nos salvaremos. En estos momentos
estamos rodeados y será lo que Dios y la Virgen quieran.

Recen por nosotros y fuerza hasta la victoria final.


Un gran abrazo a tu madre y a tu hermana – cuídalos muchos, como
un verdadero Acosta. Estudiá mucho.
¡VIVA LA PATRIA! Papá
La carta de despedida del teniente Estevez a su padre: "Dios ha
dispuesto que muera en Malvinas"

La orden llegó a la madrugada. Había que preparar el armamento


porque los ingleses avanzaban hacia Pradera del Ganso, en el
extremo nordeste de la Isla Soledad. El 28 de mayo de 1982 amaneció
con el cielo cerrado, denso, gris. Los 40 hombres de la compañía C
del Regimiento 25 de Infantería de Colonia Sarmiento, Chubut, al
mando del teniente Roberto Néstor Estévez, se desplegaron en
abanico y se refugiaron en unas trincheras. Estaban en la primera
línea de combate.

El teniente Estévez murió combatiendo en su trinchera


El fuego enemigo comenzó a menos de 200 metros. La Compañía
C quedó en el medio de un tiroteo entre los ingleses y otro regimiento
argentino que estaba a sus espaldas. El teniente buscó un cambio de
posición. Mandó un soldado a comunicar la idea a la otra compañía. El
joven nunca llegó a destino: una bala de un francotirador le pegó de
lleno en la cabeza. Otro soldado fue herido en una pierna.

Dos balazos habían pegado en el cuerpo de Estévez, uno en la


pierna y otro en el brazo. Sin embargo, al ver al joven herido,
comenzó a arrastrarse hacia la trinchera. "No parecía sentir dolor y
seguía dando órdenes, dispuesto a continuar la batalla", recordó
el soldado Sergio Rodríguez años más tarde. Tomó un fusil FAL y
siguió disparando.

En medio del combate, gritando ordenes, Estévez se dio cuenta que


Rodríguez no tenía casco. Buscó uno de un caído en el fondo de la
trinchera y se lo puso para protegerlo. Para hacerlo, tuvo que
incorporarse. En ese instante, una bala le pegó en el pómulo
derecho. Nadie pudo salvarlo. Murió en la trinchera. Tenía 25 años.
"Verlo combatir era ver a un valiente", dijo el soldado que lo vio caer
en esa cruenta batalla.

Antes de partir a Malvinas, Estévez dejó una a su padre. Presentía


que iba a morir en Malvinas. Las escribió el 27 de marzo de 1982, en
Sarmiento, Chubut, y le pidió a un soldado que si no volvía se las
hiciera llegar a sus seres queridos. Estas cartas fue la despedida para
su numerosa familia de diez hermanos.

La carta que escribió poco antes de partir hacia las islas


Querido papá,

Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis


acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha
dispuesto: que muera en cumplimiento de mi misión. Pero fijate
vos, ¡que misión! ¿no es cierto?¿Te acordás cuando era chico y hacía
planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar
las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que
es un Padre Generoso ha querido que éste, su hijo, totalmente
carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en
ofrenda a nuestra Patria.

Lo único que a todos quiero pedirles es:


1) que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de
Cristo.
2) que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la
apertura a la tristeza y, muy importante.
3) que recen por mí.

Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres


pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de
bien nacido; gracias por creer en el honor; gracias por tener tu
apellido; gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española;
gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es
el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.

Hasta el reencuentro, si Dios lo permite.


Un fuerte abrazo.
Dios y Patria ¡O muerte!

Roberto

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