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Magistrado Ponente:
Bogotá Distrito Capital, veintiséis (26) de julio de dos mil cinco (2005).
A N T E C E D E N T E S:
2. Para sustentar dichos pedimentos aseveró que su padre comenzó a padecer, a partir de
1987, los rigores de la demencia senil, los cuales se hicieron permanentes y severos en 1990,
llevándolo a perder definitivamente la razón, desvinculándose de la administración de sus
bienes "y su propia persona". Como quiera que la demandada había fijado desde hacía más
de 30 años su domicilio en Lima, amén que la cónyuge del incapaz, señora Hilda María Rojas,
padecía las enfermedades propias de su avanzada edad, la demandante asumió de "manera
cotidiana, constante y abnegada" el cuidado de sus padres.
Hilda Cleotilde Guevara de Añaños cometió atentado grave contra la vida del causante,
consistente en someterlo a un largo viaje en el que su vida corría peligro; contra su honra, al
ponerlo de "payasito" ante las autoridades, haciéndolo firmar documentos sin saber lo que
hacía; y contra su patrimonio al hurtarle dos de sus más valiosos bienes: la casas de Melgar
(Tolima) y de Chapinero (Bogotá). Los ilícitos cometidos por la demandada, para cuya
ejecución se valió de la cooperación de su señora madre Hilda María Rojas, abusando de su
inferioridad física y psíquica, se encuentra sometidos a la investigación de las autoridades
penales, "y en su oportunidad se adjuntarán los respectivos fallos –una vez se produzcan
ellos–."
3. Enterada la demandada de los anotados pedimentos se opuso a todos ellos, rechazó los
supuestos fácticos que los apuntalan - aun cuando admitió haber existido algunos de ellos
como su regreso al país, el traslado de sus padres al Perú y la venta de algunos bienes -, y
propuso varias excepciones encaminadas a establecer que no se reunían los requisitos
previstos en el artículo 1025 del Código Civil para estructurar la indignidad para suceder al
causante, por no existir sentencia ejecutoriada que respalde las diversas imputaciones de la
demanda.
4. A la primera instancia puso fin el Juzgado 21 de Familia de esta ciudad, por medio de
sentencia denegatoria de las reclamaciones de la demandante, determinación que fue
confirmada, mediante la sentencia ahora recurrida en casación.
LA SENTENCIA IMPUGNADA
Para llegar a la decisión ahora cuestionada, el Tribunal comenzó por reseñar, extensamente
por demás, alguna jurisprudencia de esta Corporación relativa a la indignidad para suceder y
por transcribir lo prescrito en los artículos 1025 y 1027 del Código Civil, al cabo de lo cual y no
sin antes haber advertido sobre la cabal presencia de los presupuestos procesales, abordó el
examen de las declaraciones de Flor Ángela Zambrano de Castro, Fernando Delgado Torres,
Hilda Maria Rojas de Guevara, Noe Castro Calderón, Rodolfo Madrigal Oviedo, Luz Marlen
Romero Morales, Víctor José López Guevara, Emma Sánchez Ruiz, Margot López de Soler,
Néstor Duque Londoño y Jairo Cadena Sanabria, de las cuales ofreció una ajustada sinopsis,
que en obsequio a la brevedad aquí se omite.
Resumió, seguidamente, la declaración rendida por la demandada, como también la que en su
oportunidad vertiera la actora, agotado lo cual se ocupó de los documentos aportados al
proceso, reparando en las fotocopias de los informes 9661372 y 961958 remitidos por el
Instituto de Medicina Legal en los que se dictaminó que el causante Víctor Manuel Guevara
Rodríguez presentaba para el período comprendido entre marzo de 1993 y septiembre de
1994, un proceso "demencial severo tipo Alzheimer" que le impedía tener conciencia de sus
actos, particularmente los relativos a la venta de algún bien. Se refirió, así mismo, tanto a la
certificación del Juzgado Primero Civil del Circuito de Melgar, según la cual en ese Despacho
se profirió sentencia favorable a la actora, la aquí demandante, en el proceso de nulidad por
ella adelantado, y que se encuentra en curso otro de lesión enorme, como a la fotocopia de
aquella sentencia que alcanzó ejecutoria.
De otro lado, tampoco se demostró que la demandada hubiera cometido atentado grave
contra los bienes de su progenitor, esto es, un delito grave como robo, hurto o abuso de
confianza u otro delito contra la propiedad, que hubiera disminuido ostensiblemente su
patrimonio, lo cual debía demostrarse con el respectivo fallo penal anterior debidamente
ejecutoriado, pues aunque existe sentencia civil en firme en la que se declaró nula la venta
que el finado le hizo a su hija, la demandada, del inmueble ubicado en Melgar, por haberse
probado que aquél padecía demencia de tipo Alzheimer que le impedía tener conciencia de
sus actos, ello no es suficiente para demostrar el grave atentado contra el patrimonio de su
padre, ya que ni del texto de la sentencia civil, "ni de las demás pruebas recaudadas, se
desprende que ella tuviera conocimiento de esa circunstancia, ni que se hubiera valido de la
misma para obtener beneficios a su favor en perjuicio de su padre, ni mucho menos que
hubiera aprovechado ese estado de indefensión para la celebración del mencionado contrato,
es más, ni siquiera el juez civil presumió la existencia de un posible delito, por cuanto de lo
contrario, hubiera compulsado copias para que por la justicia penal se adelantara la
correspondiente investigación, ni se allegó copia de fallo penal precedente mediante el cual se
hubiera condenado penalmente a la señora Hilda Clotilde Guevara De Añaños, con ocasión
de la celebración del contrato de compraventa mencionado".
LA DEMANDA DE CASACION
Los dos cargos que la misma contiene, fincados ambos en la causal primera de casación, se
despachan conjuntamente, pues a pesar que están trazados el uno por la vía directa y el otro
por la indirecta, se fundan en idénticos argumentos.
CARGO PRIMERO
Añade el impugnante que la aludida norma exige que el atentado grave contra la vida, el
honor o los bienes del causante se pruebe por medio de sentencia ejecutoriada, pero tal
mandamiento fue mal interpretado por el Tribunal al exigir sentencia penal ejecutoriada, a
pesar que obraba en el proceso sentencia civil en firme, motivo por el cual hizo distinciones no
hechas por el legislador "e imposibles para el intérprete legal", amén que la demandante
apelante excluyó en el escrito pertinente la sustentación de la causal primera del artículo 1025
del Código Civil.
Para demostrar sus imputaciones, puntualiza el recurrente que el fallador negó la aptitud e
idoneidad de la sentencia civil de nulidad absoluta por demencia del causante, y la rechazó
como prueba del atentado grave en contra de la vida, el honor o los bienes del causante,
estimando por tanto que el artículo 1025 numeral 2° del Código Civil, al hablar de sentencia
ejecutoriada como prueba del atentado grave, "contempla única y exclusivamente las
sentencias de índole penal". Mas tal distinción es contraria al texto legal del mencionado
precepto, porque donde el legislador no distingue, le es prohibido hacerlo al intérprete, y si lo
hace, como aquí ocurrió, viola directamente la norma legal por palmaria interpretación
errónea, ya que en ella se amparan tres bienes jurídicos: la vida, el honor y los bienes del
difunto, disponiendo que el heredero o legatario que atente contra cualquiera de ellos, es
indigno de sucederle, con tal que el atentado se pruebe con sentencia ejecutoriada, sin definir
el tipo de sentencia, ni mucho menos, contraerla al "ramo criminal".
Además, agrega, "el problema de si se requiere o no fallo penal no puede salvarse por fuera
del texto normativo del artículo 1025 No. 2° del C.C., ni de manera divorciada del cuerpo de la
demanda y la causal invocada, so pena de serse inequitativo y ajeno a la realidad". Si los
hechos imputados al heredero se contraen al campo criminal, es obvio que "ha de buscarse"
la sentencia penal ejecutoriada, para interpretarse correctamente el citado precepto; pero si se
trata de atentado grave al honor o a los bienes del causante, muchos de esas agresiones,
pese a su gravedad, pueden no estar tipificados como punibles, ni delictuales, motivo por el
cual le es dado al juez civil pronunciarse sobre ellos en sus "efectos patrimoniales y
hereditarios", caso en el cual su sentencia ejecutoriada constituye la prueba del atentado
grave contra el honor o los bienes del de cujus, exigida por el numeral 2° del artículo 1025 del
Código Civil, sin que sea dable exigir sentencia en materia criminal, so pena de violarse
directamente por errónea interpretación el texto de la norma citada, como ocurrió en este
caso.
Para concluir apunta el censor que "existe unanimidad jurisprudencial, derivada del texto legal
del artículo 1025 numeral 2° del Código Civil, sobre el hecho de que el atentado grave en
contra de la vida, el honor o los bienes del causante se pruebe por sentencia ejecutoriada,
proveniente de lo penal, lo eclesiástico, lo civil, o la jurisdicción de familia, respectivamente" y
que en este caso se acreditó el atentado grave en contra del honor y los bienes del de cujus,
mediante sentencia civil ejecutoriada de nulidad absoluta; pero el Tribunal, en errada
interpretación del ordinal 2° del Art. 1025 del C.C., rechazó dicha prueba y exigió sentencia
penal, cometiendo de ese modo error in judicando por errada interpretación de la norma
mencionada.
CARGO SEGUNDO
Para desarrollar su recriminación, acota el censor que la parte demandante aportó dentro del
término probatorio, copia de la sentencia de nulidad absoluta proferida por el Juzgado Primero
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), con la respectiva constancia de ejecutoria, proferida en el
proceso adelantado por Hilda Isabel Guevara De López, en su calidad de curadora judicial del
doctor Víctor Manuel Guevara Rodríguez, su progenitor, y en nombre propio, por medio de la
cual demandó la nulidad absoluta del contrato de compraventa contenido en la escritura
pública No. 4336 de mayo 6 de 1992, otorgada en la Notaria 27 del Círculo de Santafé de
Bogotá, en contra de su hermana la doctora Hilda Clotilde Guevara De Añaños, quien
"abusando de la demencia senil de su padre, logró que le firmara la mencionada escritura
pública, haciendo constar en ella, la suma de $2.200.000.oo, como precio de la venta, dinero
irrisorio, que además nunca pagó, como quiera que se trataba de una simulación grotesca".
El Tribunal, añade, rechazó dicha sentencia como prueba de los hechos alegados en la
demanda y, en su lugar, exigió sentencia penal ejecutoriada, para demostrar el atentado grave
cometido por la demandada en contra del honor o los bienes del causante, atentado, la cual,
de acuerdo con el artículo 1025 ordinal 2° del Código Civil, se debe demostrar con la
sentencia ejecutoriada, finalidad que cumple la de nulidad absoluta proferida por el Juzgado
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), el 30 de enero de 1997, providencia ejecutoriada que el
Tribunal rechazó, no obstante que con ella se acreditan los siguientes hechos: que el
causante padecía en 1992 demencia senil profunda tipo Alzheimer, a grado tal que no era
consciente de sus actos y no podía "autodeterminarse", ni disponer de sus bienes ni su
persona; que esa situación de indefensión e inferioridad fue aprovechada "inescrupulosa e
indignamente" por la demandada para obligar a su padre a firmar la escritura pública No. 4336
de mayo 6 de 1992, otorgada en la Notaría 27 del Círculo de Bogotá, haciendo aparecer,
además, en su tenor, la suma de $2.200.000,00 como precio del bien, valor que en la realidad
negocial nunca se pagó; que cuando se celebró "el ficto y nulo contrato", el inmueble objeto
del mismo tenía un valor superior a $150.000.000,00, lesión patrimonial sufrida por el
causante y que quedó aún más evidenciada cuando los peritos avaluaron el inmueble, por
disposición del Juzgado Primero Civil del Circuito de Melgar, en la suma de $250.000.000,00
para el año de 1996; que el hecho antijurídico cometido por la demandada en contra de su
padre, "era cobijado plenamente por la Justicia Civil".
A esa providencia, reitera, el fallador le negó todo el valor probatorio que la ley le asigna para
acreditar la causal de indignidad invocada, pues exigió una prueba específica, la sentencia en
materia criminal, incurriendo de ese modo en un "colosal" error de derecho.
Refiriéndose a las normas probatorias violadas, señaló como tales los artículos 174, 175, 185,
252 modificado por el decreto 2282 de 1989 y 187 del Código de Procedimiento Civil, en
armonía con el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil, y ofreció su "concepto" de la
infracción.
Citó, así mismo, como infringido, por falta de aplicación, el artículo 1025, numeral 2° del
Código Civil, por haber rechazado la susodicha sentencia civil como prueba de la causal de
indignidad en él contemplada. "De haber aplicado el texto del art. 1025 No. 2° del C.C., habría
tenido, como lo dispone la norma, la sentencia civil ejecutoriada como prueba suficiente del
atentado grave cometido por la demandada en contra del honor y los bienes de su progenitor".
Repite, una vez más, que la actora aportó copia de la sentencia proferida por el Juez Primero
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), por medio de la cual se anuló la escritura pública No.
4363 de mayo 6 de 1992, y con la cual pretendió probar el atentado grave cometido por la
demandada en contra del honor y los bienes del difunto, subrayando los hechos que
encuentra acreditados en ella, los cuales transcribe de párrafo anterior.
El error de derecho en que incurrió el Tribunal, añade, consistió en que le negó todo el valor
probatorio que la ley le asigna a la sentencia civil aportada y la rechazó como prueba apta
para demostrar la causal de indignidad alegada, pasando a exigir una prueba especial y
específica que la ley no consagra, sentencia penal ejecutoriada, cometiendo "colosal" error de
derecho que lo condujo a violar "de rebote", los artículos 1018 y 1019 del Código Civil, por
indebida aplicación y el artículo 1025 No. 2° del mismo texto, por falta de aplicación, precepto
este en el que se amparan tres bienes jurídicos: la vida, el honor y los bienes del difunto,
disponiendo que el heredero o legatario que atente contra cualquiera de ellos, es indigno de
sucederle, con tal que el atentado se pruebe con sentencia ejecutoriada, sin definir el tipo de
sentencia, ni mucho menos, contraerla al "ramo criminal".
Vuelve a reiterar que "el problema de si se requiere o no fallo penal no puede salvarse por
fuera del texto normativo del artículo 1025 No. 2° del C.C., ni de manera divorciada del cuerpo
de la demanda y la causal invocada, so pena de serse inequitativo y ajeno a la realidad". Si los
hechos imputados al heredero se contraen al campo criminal, es obvio que "ha de buscarse"
la sentencia penal ejecutoriada, para interpretarse correctamente el citado precepto; pero si se
trata de atentado grave al honor o a los bienes del causante, muchos de esas agresiones,
pese a su gravedad, pueden no estar tipificados como punibles, ni delictuales, motivo por el
cual le es dado al juez civil pronunciarse sobre ellos en sus "efectos patrimoniales y
hereditarios", caso en el cual su sentencia ejecutoriada constituye la prueba del atentado
grave contra el honor o los bienes del de cujus, exigida por el numeral 2° del artículo 1025 del
Código Civil, sin que sea dable exigir sentencia en materia criminal, so pena de violarse
directamente por errónea interpretación el texto de la norma citada, como ocurrió en este
caso, aserto que sustenta de la mano de la de la jurisprudencia de la Corte citada en el cargo
anterior.
1. Es nítido en este asunto el abierto divorcio existente entre las razones aducidas por el
Tribunal para sustentar su fallo y aquellas que enfila el recurrente en ambos cargos para
contradecirlo.
Esto es, que el Tribunal, luego de anotar que no se demostró que la encausada hubiese
cometido "un delito grave" como robo, hurto, abuso de confianza u otro delito contra la
propiedad, en cuyo caso la prueba de la misma la constituiría la sentencia ejecutoriada
proferida por el juez penal, reparó, seguidamente, en la decisión civil por medio de la cual se
decretó la nulidad de la venta, diciendo de ella que "no era suficiente" para acreditar los
supuestos de facto constitutivos de la causal por diversas razones, ninguna de las cuales hace
referencia a que por tratarse de una sentencia de naturaleza civil, careciera de vigor
probatorio para tal efecto.
Por supuesto que si el Tribunal estimó que la sentencia proferida por el Juzgado Civil del
Circuito de Melgar, por medio de la cual se decretó la nulidad de la ya mencionada escritura
no era "suficiente", no fue porque considerase que carecía de todo vigor probatorio para
acreditar la causal de indignidad prevista en el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil,
por no tratarse de una decisión emanada de un juez penal, sino que, reparando en ella, la
desestimó por las razones ya anotadas, las cuales se abstuvo de impugnar el recurrente,
deficiencia que impide a la Corte cualquier pronunciamiento sobre el fondo del asunto.
DECISION