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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente:

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

Bogotá Distrito Capital, veintiséis (26) de julio de dos mil cinco (2005).

Ref: Expediente No. 7741

Se decide por la Corte el recurso extraordinario de casación interpuesto por la parte


demandante contra la sentencia del 12 de abril de 1999, proferida por la Sala de Familia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario adelantado
por HILDA ISABEL GUEVARA DE LOPEZ, frente a HILDA CLEOTILDE GUEVARA DE
AÑAÑOS.

A N T E C E D E N T E S:

1. Pretende la demandante que se declare que la demandada, su hermana, es indigna de


suceder al causante Víctor Manuel Guevara Rodríguez, su padre, por haber cometido
atentado grave contra la vida, honra y bienes de éste, conforme a lo prescrito por los
numerales 1° y 2° del artículo 1025 del Código Civil; así mismo, por no haberlo socorrido ni
asistido durante su demencia (numeral 3° del artículo 1025 ibídem); y, además, por no haber
pedido que se le nombrase tutor o curador, de acuerdo con lo previsto en el artículo
1027 ídem. Reclama, subsecuentemente, que se ordene a la demandada restituir a la
demandante, "única heredera", toda la herencia que hubiere recibido, junto con sus
accesiones y frutos, según lo ordenado por el artículo 1031 del texto en cita.

2. Para sustentar dichos pedimentos aseveró que su padre comenzó a padecer, a partir de
1987, los rigores de la demencia senil, los cuales se hicieron permanentes y severos en 1990,
llevándolo a perder definitivamente la razón, desvinculándose de la administración de sus
bienes "y su propia persona". Como quiera que la demandada había fijado desde hacía más
de 30 años su domicilio en Lima, amén que la cónyuge del incapaz, señora Hilda María Rojas,
padecía las enfermedades propias de su avanzada edad, la demandante asumió de "manera
cotidiana, constante y abnegada" el cuidado de sus padres.

La demandada no proveyó el cuidado "del anciano demente", ni colaboró con su hermana en


la asistencia del enfermo, ni solicitó el nombramiento de curador de su persona y bienes; por
el contrario, obstruyó la atención que la demandante le prodigaba, además que, abusando de
la inferioridad de su padre, le hurtó bienes en su provecho, de la siguiente forma: mediante
escritura pública 4336 de mayo 6 de 1992 le sustrajo la casa de la carrera 23 No. 6-13 de
Melgar, haciendo constar la existencia de una compraventa por la suma de $2.200.000,00,
que nunca canceló. Posteriormente, en marzo de 1993, regresó al país para defraudar a su
padre en otro de sus bienes, esta vez, la casa de la carrera 8 No. 67-63, la cual, "mediante el
mismo modus operandi –abusar de la demencia de su padre y compelirlo a firmar -," enajenó
a su abogado Fernando Delgado Torres, por la suma de $25.000.000,00 los cuales recibió de
éste, pero que nunca entregó a su progenitor. Por esa misma fecha, abusando de la demencia
del Dr. Guevara Rodríguez, otorgó poder general para la administración de sus bienes y los
puso en venta a través de mencionado abogado Delgado Torres.

Como la actora se enteró de estas defraudaciones, la demandada procedió a llevarse


secretamente a su padre a la ciudad de Lima (Perú), intentado evitar ser "descubierta y
procesada en Colombia" por todos esos ilícitos, obstruyendo, además, el proceso de
interdicción por demencia adelantado por la demandante en el juzgado 12 de Familia de esta
ciudad. El Dr. Guevara Rodríguez falleció y fue inhumado en esa ciudad, contrariando su
voluntad de morir en este país y ser sepultado en Paipa (Boyacá).

Hilda Cleotilde Guevara de Añaños cometió atentado grave contra la vida del causante,
consistente en someterlo a un largo viaje en el que su vida corría peligro; contra su honra, al
ponerlo de "payasito" ante las autoridades, haciéndolo firmar documentos sin saber lo que
hacía; y contra su patrimonio al hurtarle dos de sus más valiosos bienes: la casas de Melgar
(Tolima) y de Chapinero (Bogotá). Los ilícitos cometidos por la demandada, para cuya
ejecución se valió de la cooperación de su señora madre Hilda María Rojas, abusando de su
inferioridad física y psíquica, se encuentra sometidos a la investigación de las autoridades
penales, "y en su oportunidad se adjuntarán los respectivos fallos –una vez se produzcan
ellos–."

3. Enterada la demandada de los anotados pedimentos se opuso a todos ellos, rechazó los
supuestos fácticos que los apuntalan - aun cuando admitió haber existido algunos de ellos
como su regreso al país, el traslado de sus padres al Perú y la venta de algunos bienes -, y
propuso varias excepciones encaminadas a establecer que no se reunían los requisitos
previstos en el artículo 1025 del Código Civil para estructurar la indignidad para suceder al
causante, por no existir sentencia ejecutoriada que respalde las diversas imputaciones de la
demanda.

4. A la primera instancia puso fin el Juzgado 21 de Familia de esta ciudad, por medio de
sentencia denegatoria de las reclamaciones de la demandante, determinación que fue
confirmada, mediante la sentencia ahora recurrida en casación.

LA SENTENCIA IMPUGNADA

Para llegar a la decisión ahora cuestionada, el Tribunal comenzó por reseñar, extensamente
por demás, alguna jurisprudencia de esta Corporación relativa a la indignidad para suceder y
por transcribir lo prescrito en los artículos 1025 y 1027 del Código Civil, al cabo de lo cual y no
sin antes haber advertido sobre la cabal presencia de los presupuestos procesales, abordó el
examen de las declaraciones de Flor Ángela Zambrano de Castro, Fernando Delgado Torres,
Hilda Maria Rojas de Guevara, Noe Castro Calderón, Rodolfo Madrigal Oviedo, Luz Marlen
Romero Morales, Víctor José López Guevara, Emma Sánchez Ruiz, Margot López de Soler,
Néstor Duque Londoño y Jairo Cadena Sanabria, de las cuales ofreció una ajustada sinopsis,
que en obsequio a la brevedad aquí se omite.
Resumió, seguidamente, la declaración rendida por la demandada, como también la que en su
oportunidad vertiera la actora, agotado lo cual se ocupó de los documentos aportados al
proceso, reparando en las fotocopias de los informes 9661372 y 961958 remitidos por el
Instituto de Medicina Legal en los que se dictaminó que el causante Víctor Manuel Guevara
Rodríguez presentaba para el período comprendido entre marzo de 1993 y septiembre de
1994, un proceso "demencial severo tipo Alzheimer" que le impedía tener conciencia de sus
actos, particularmente los relativos a la venta de algún bien. Se refirió, así mismo, tanto a la
certificación del Juzgado Primero Civil del Circuito de Melgar, según la cual en ese Despacho
se profirió sentencia favorable a la actora, la aquí demandante, en el proceso de nulidad por
ella adelantado, y que se encuentra en curso otro de lesión enorme, como a la fotocopia de
aquella sentencia que alcanzó ejecutoria.

Puntualizó a continuación el fallador que del análisis individual y en conjunto de la prueba


recaudada, se concluye que no está probado que la demandada hubiera dado lugar a las
causales invocadas para que se le declare indigna de heredar a su progenitor, porque, de un
lado, de lo narrado por los testigos atrás mencionados, no se desprende que ella hubiera
desatendido a su padre moralmente, tanto es así que con el fin de poder cuidarlo, no sólo a él
sino a su madre, se los llevó a donde ella vivía en el Perú, "ni mucho menos que hubiera
realizado atentados graves contra su vida y su honor, por cuanto, como es sabido, cuando se
trata de alguno de los delitos previstos en el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil, es
decir, haber cometido grave atentado contra la vida, el honor y los bienes del causante, se
requiere un medio especial de prueba, cual es una sentencia anterior con el sello de
ejecutoria, que demuestre el atentado y la misma no obra al proceso".

De otro lado, tampoco se demostró que la demandada hubiera cometido atentado grave
contra los bienes de su progenitor, esto es, un delito grave como robo, hurto o abuso de
confianza u otro delito contra la propiedad, que hubiera disminuido ostensiblemente su
patrimonio, lo cual debía demostrarse con el respectivo fallo penal anterior debidamente
ejecutoriado, pues aunque existe sentencia civil en firme en la que se declaró nula la venta
que el finado le hizo a su hija, la demandada, del inmueble ubicado en Melgar, por haberse
probado que aquél padecía demencia de tipo Alzheimer que le impedía tener conciencia de
sus actos, ello no es suficiente para demostrar el grave atentado contra el patrimonio de su
padre, ya que ni del texto de la sentencia civil, "ni de las demás pruebas recaudadas, se
desprende que ella tuviera conocimiento de esa circunstancia, ni que se hubiera valido de la
misma para obtener beneficios a su favor en perjuicio de su padre, ni mucho menos que
hubiera aprovechado ese estado de indefensión para la celebración del mencionado contrato,
es más, ni siquiera el juez civil presumió la existencia de un posible delito, por cuanto de lo
contrario, hubiera compulsado copias para que por la justicia penal se adelantara la
correspondiente investigación, ni se allegó copia de fallo penal precedente mediante el cual se
hubiera condenado penalmente a la señora Hilda Clotilde Guevara De Añaños, con ocasión
de la celebración del contrato de compraventa mencionado".

Finalmente, añadió el sentenciador ad-quem, tampoco se demostró que la demandada


hubiera dado lugar a la causal consagrada en el artículo 1027 del Código Civil, pues no se
probó que tuviera conocimiento de que, efectivamente, su padre padeciera una demencia de
tal gravedad, que requiriera del nombramiento de un curador, motivo por el cual, mal puede
sancionársele por el hecho de no haber promovido el proceso de interdicción del mismo, toda
vez que a los declarantes oídos por petición de la demandante, no les consta ningún hecho
que pruebe lo contrario, ya que ni siquiera la conocen, al paso que los demás testigos no se
refirieron a hechos de los cuales se pueda inferir que la demandada, efectivamente, estuviera
enterada de que su padre estaba demente, inclusive, ni ellos mismos se dieron cuenta de esa
situación. Por el contrario, afirmaron que por la época en que trataron al causante no
advirtieron la existencia de actitudes que les hiciera pensar que padeciera de demencia, sino
los problemas propios de la edad que tenía y que según ellos, eran comunes a las personas
de edad avanzada, "es más, según el hijo de la demandante, una de las razones por las
cuales su madre no había iniciado el proceso de interdicción de su progenitor, fue el hecho de
que antes de la demencia senil que padecía aquél no era absoluta, de manera que si la
demandante, quien dice ser la persona que estaba permanentemente al cuidado del mismo,
no tenía plena prueba de la demencia de su padre para provocar su interdicción, menos la
podía tener quien estaba lejos de él, debido a que vivía en otro país y sólo lo veía cuando
venía de vacaciones". Y aun cuando se aceptara que sí estaba enterada de que su padre
padecía una demencia tipo Alzheimer, al haber su hermana promovido el proceso de
interdicción de su progenitor, esta circunstancia impide que se le declare indigna, al tenor de
lo dispuesto en el inciso segundo del citado artículo 1027 del Código Civil, de manera que la
diligencia de aquella, quien también está llamada a sucederlo, aprovechaba a la demandaba,
pues con esa diligencia se obtiene el propósito que la ley persigue, independientemente de
que se pruebe o no que había actuado de acuerdo con ella, como así lo ha dicho la doctrina.

LA DEMANDA DE CASACION

Los dos cargos que la misma contiene, fincados ambos en la causal primera de casación, se
despachan conjuntamente, pues a pesar que están trazados el uno por la vía directa y el otro
por la indirecta, se fundan en idénticos argumentos.

CARGO PRIMERO

Con fundamento en la causal primera de casación, se duele en él el censor de la violación


directa, por errónea interpretación, del artículo 1025 inciso 2 del Código Civil. El equivocado
entendimiento de dicho precepto "se contrae al hecho de que el Tribunal de instancia cualificó
o definió la sentencia ejecutoriada exigida por la norma sustancias, fijándola como PENAL, en
contra del texto normativo, al cual debe asirse en la sentencia".

Añade el impugnante que la aludida norma exige que el atentado grave contra la vida, el
honor o los bienes del causante se pruebe por medio de sentencia ejecutoriada, pero tal
mandamiento fue mal interpretado por el Tribunal al exigir sentencia penal ejecutoriada, a
pesar que obraba en el proceso sentencia civil en firme, motivo por el cual hizo distinciones no
hechas por el legislador "e imposibles para el intérprete legal", amén que la demandante
apelante excluyó en el escrito pertinente la sustentación de la causal primera del artículo 1025
del Código Civil.

Para demostrar sus imputaciones, puntualiza el recurrente que el fallador negó la aptitud e
idoneidad de la sentencia civil de nulidad absoluta por demencia del causante, y la rechazó
como prueba del atentado grave en contra de la vida, el honor o los bienes del causante,
estimando por tanto que el artículo 1025 numeral 2° del Código Civil, al hablar de sentencia
ejecutoriada como prueba del atentado grave, "contempla única y exclusivamente las
sentencias de índole penal". Mas tal distinción es contraria al texto legal del mencionado
precepto, porque donde el legislador no distingue, le es prohibido hacerlo al intérprete, y si lo
hace, como aquí ocurrió, viola directamente la norma legal por palmaria interpretación
errónea, ya que en ella se amparan tres bienes jurídicos: la vida, el honor y los bienes del
difunto, disponiendo que el heredero o legatario que atente contra cualquiera de ellos, es
indigno de sucederle, con tal que el atentado se pruebe con sentencia ejecutoriada, sin definir
el tipo de sentencia, ni mucho menos, contraerla al "ramo criminal".

Además, agrega, "el problema de si se requiere o no fallo penal no puede salvarse por fuera
del texto normativo del artículo 1025 No. 2° del C.C., ni de manera divorciada del cuerpo de la
demanda y la causal invocada, so pena de serse inequitativo y ajeno a la realidad". Si los
hechos imputados al heredero se contraen al campo criminal, es obvio que "ha de buscarse"
la sentencia penal ejecutoriada, para interpretarse correctamente el citado precepto; pero si se
trata de atentado grave al honor o a los bienes del causante, muchos de esas agresiones,
pese a su gravedad, pueden no estar tipificados como punibles, ni delictuales, motivo por el
cual le es dado al juez civil pronunciarse sobre ellos en sus "efectos patrimoniales y
hereditarios", caso en el cual su sentencia ejecutoriada constituye la prueba del atentado
grave contra el honor o los bienes del de cujus, exigida por el numeral 2° del artículo 1025 del
Código Civil, sin que sea dable exigir sentencia en materia criminal, so pena de violarse
directamente por errónea interpretación el texto de la norma citada, como ocurrió en este
caso.

Luego de transcribir jurisprudencia de la Corte relativa a la prueba de la referida causal, acota


el censor que el atentado alegado en la demanda está demostrado con la sentencia civil de
nulidad absoluta proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Melgar, el 30 de enero de 1997,
providencia ejecutoriada que el Tribunal rechazó y en la que el fallador encontró probados,
entre otros, los siguientes hechos: que el causante padecía en 1992 demencia senil profunda
tipo Alzheimer, a grado tal que no era consciente de sus actos y no podía "autodeterminarse",
ni disponer de sus bienes ni su persona; que esa situación de indefensión e inferioridad fue
aprovechada "inescrupulosa e indignamente" por la demandada para obligar a su padre a
firmar la escritura pública No. 4336 de mayo 6 de 1992, otorgada en la Notaría 27 del Círculo
de Santafé de Bogotá, haciendo aparecer, además, la suma de $2.200.000,00 como precio
del bien, valor que en la realidad negocial nunca se pagó; que cuando se celebró "el ficto y
nulo contrato", el inmueble objeto del mismo tenía un valor superior a $150.000.000,00, lesión
patrimonial sufrida por el causante y que quedó aún más evidenciada cuando los peritos
avaluaron el inmueble, por disposición del Juzgado Primero Civil del Circuito de Melgar, en la
suma de $250.000.000,00 para el año de 1996; que el hecho antijurídico cometido por la
encausada en contra de su padre, "era cobijado plenamente por la Justicia Civil".

Destaca, igualmente, que en consideración a la modalidad del atentado cometido contra el


patrimonio del causante, es decir, de índole puramente civil, y las especiales circunstancias de
aprovechamiento de la profunda y penosa demencia del progenitor, "ámbito relacional
familiar", el Juez Civil halló demostrada la lesión patrimonial y ante todo, la falta absoluta de
voluntad del demente, por lo cual anuló, de "nulidad absoluta y plena" la escritura publica en
que constaba la antijurídica compraventa, y dispuso que la señora Hilda Clotilde Guevara De
Añaños, carecía del derecho a pedir la restitución de lo que hubiese pagado como
consecuencia del nulo contrato, ello en aplicación del artículo 1031 del Código Civil. A pesar
de lo anterior, se abstuvo de compulsar copias a la Justicia Penal, decisión ajustada a derecho
como quiera que halló que el atentado grave en contra los bienes del causante fue de estirpe
puramente Civil.

Para concluir apunta el censor que "existe unanimidad jurisprudencial, derivada del texto legal
del artículo 1025 numeral 2° del Código Civil, sobre el hecho de que el atentado grave en
contra de la vida, el honor o los bienes del causante se pruebe por sentencia ejecutoriada,
proveniente de lo penal, lo eclesiástico, lo civil, o la jurisdicción de familia, respectivamente" y
que en este caso se acreditó el atentado grave en contra del honor y los bienes del de cujus,
mediante sentencia civil ejecutoriada de nulidad absoluta; pero el Tribunal, en errada
interpretación del ordinal 2° del Art. 1025 del C.C., rechazó dicha prueba y exigió sentencia
penal, cometiendo de ese modo error in judicando por errada interpretación de la norma
mencionada.

CARGO SEGUNDO

Fundado, igualmente, en la causal primera de casación, se duele el recurrente de que el


fallador violó las normas que más adelante precisa, por causa del error de derecho en que
incurrió al apreciar una prueba.

Para desarrollar su recriminación, acota el censor que la parte demandante aportó dentro del
término probatorio, copia de la sentencia de nulidad absoluta proferida por el Juzgado Primero
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), con la respectiva constancia de ejecutoria, proferida en el
proceso adelantado por Hilda Isabel Guevara De López, en su calidad de curadora judicial del
doctor Víctor Manuel Guevara Rodríguez, su progenitor, y en nombre propio, por medio de la
cual demandó la nulidad absoluta del contrato de compraventa contenido en la escritura
pública No. 4336 de mayo 6 de 1992, otorgada en la Notaria 27 del Círculo de Santafé de
Bogotá, en contra de su hermana la doctora Hilda Clotilde Guevara De Añaños, quien
"abusando de la demencia senil de su padre, logró que le firmara la mencionada escritura
pública, haciendo constar en ella, la suma de $2.200.000.oo, como precio de la venta, dinero
irrisorio, que además nunca pagó, como quiera que se trataba de una simulación grotesca".

El Tribunal, añade, rechazó dicha sentencia como prueba de los hechos alegados en la
demanda y, en su lugar, exigió sentencia penal ejecutoriada, para demostrar el atentado grave
cometido por la demandada en contra del honor o los bienes del causante, atentado, la cual,
de acuerdo con el artículo 1025 ordinal 2° del Código Civil, se debe demostrar con la
sentencia ejecutoriada, finalidad que cumple la de nulidad absoluta proferida por el Juzgado
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), el 30 de enero de 1997, providencia ejecutoriada que el
Tribunal rechazó, no obstante que con ella se acreditan los siguientes hechos: que el
causante padecía en 1992 demencia senil profunda tipo Alzheimer, a grado tal que no era
consciente de sus actos y no podía "autodeterminarse", ni disponer de sus bienes ni su
persona; que esa situación de indefensión e inferioridad fue aprovechada "inescrupulosa e
indignamente" por la demandada para obligar a su padre a firmar la escritura pública No. 4336
de mayo 6 de 1992, otorgada en la Notaría 27 del Círculo de Bogotá, haciendo aparecer,
además, en su tenor, la suma de $2.200.000,00 como precio del bien, valor que en la realidad
negocial nunca se pagó; que cuando se celebró "el ficto y nulo contrato", el inmueble objeto
del mismo tenía un valor superior a $150.000.000,00, lesión patrimonial sufrida por el
causante y que quedó aún más evidenciada cuando los peritos avaluaron el inmueble, por
disposición del Juzgado Primero Civil del Circuito de Melgar, en la suma de $250.000.000,00
para el año de 1996; que el hecho antijurídico cometido por la demandada en contra de su
padre, "era cobijado plenamente por la Justicia Civil".

Destaca, igualmente, que en consideración a la modalidad del atentado cometido contra el


patrimonio del causante, es decir, de índole puramente civil, y las especiales circunstancias de
aprovechamiento de la profunda y penosa demencia del progenitor, "ámbito relacional
familiar", el Juez Civil halló demostrada la lesión patrimonial y ante todo, la falta absoluta de
voluntad del demente, por lo cual anuló, de "nulidad absoluta y plena" la escritura publica en
que constaba la antijurídica compraventa, y dispuso que Señora Hilda Clotilde Guevara De
Añaños, carecía del derecho a pedir la restitución de lo que hubiese pagado como
consecuencia del nulo contrato, ello en aplicación del artículo 1031 del Código Civil. A pesar
de lo anterior, se abstuvo de compulsar copias a la Justicia Penal, decisión ajustada a derecho
como quiera que halló que el atentado grave en contra los bienes del causante fue de estirpe
puramente Civil.

A esa providencia, reitera, el fallador le negó todo el valor probatorio que la ley le asigna para
acreditar la causal de indignidad invocada, pues exigió una prueba específica, la sentencia en
materia criminal, incurriendo de ese modo en un "colosal" error de derecho.

Refiriéndose a las normas probatorias violadas, señaló como tales los artículos 174, 175, 185,
252 modificado por el decreto 2282 de 1989 y 187 del Código de Procedimiento Civil, en
armonía con el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil, y ofreció su "concepto" de la
infracción.

Se ocupó, a continuación, de las normas sustanciales quebrantadas, relacionando como tales


los artículos 1018 y 1019 del Código Civil, por aplicación indebida, toda vez que el Tribunal
halló que la demandada reunía los requisitos previstos en dichos preceptos, es decir, "la
capacidad plena" para heredar a su difunto progenitor, "por lo cual, así lo declaró tácitamente
al afirmar contrario sensu, que no se habían demostrado las causales de indignidad alegadas
y por lo tanto, la demanda interpuesta no podía prosperar". A esta conclusión llegó el
juzgador, cegado por el error de derecho que le impidió darle a la sentencia civil ejecutoriada,
el valor que el artículo 1025 del Código Civil le asigna como prueba "solemne y específica",
apta para probar el atentado grave a la vida, el honor o los bienes del causante, cuando la
modalidad de atentado sigue la vía del derecho civil y no del criminal.

Citó, así mismo, como infringido, por falta de aplicación, el artículo 1025, numeral 2° del
Código Civil, por haber rechazado la susodicha sentencia civil como prueba de la causal de
indignidad en él contemplada. "De haber aplicado el texto del art. 1025 No. 2° del C.C., habría
tenido, como lo dispone la norma, la sentencia civil ejecutoriada como prueba suficiente del
atentado grave cometido por la demandada en contra del honor y los bienes de su progenitor".

Pasa, seguidamente, a demostrar el error denunciado en los siguientes términos: El yerro


atribuido al fallador obedeció a la errónea interpretación de la sentencia ejecutoriada aportada
por la demandante, como demostración única del atentado grave en contra de la vida, el honor
o los bienes del causante; se trata de un error de derecho, pues fue cometido en el "juicio
valorativo" de la prueba, es decir, al sopesar su contenido y valor, frente a la ley. Resulta
palmar que el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil, nunca habla de sentencia penal
ejecutoriada, sino, acertadamente, de "Sentencia Ejecutoriada", pues cuando el atentado
grave proviene de conductas atípicas en lo penal, debe estarse el fallador a la sentencia de
índole eclesiástico, civil o familiar que se aporte al plenario para comprobarlas.

Repite, una vez más, que la actora aportó copia de la sentencia proferida por el Juez Primero
Civil del Circuito de Melgar (Tolima), por medio de la cual se anuló la escritura pública No.
4363 de mayo 6 de 1992, y con la cual pretendió probar el atentado grave cometido por la
demandada en contra del honor y los bienes del difunto, subrayando los hechos que
encuentra acreditados en ella, los cuales transcribe de párrafo anterior.

El error de derecho en que incurrió el Tribunal, añade, consistió en que le negó todo el valor
probatorio que la ley le asigna a la sentencia civil aportada y la rechazó como prueba apta
para demostrar la causal de indignidad alegada, pasando a exigir una prueba especial y
específica que la ley no consagra, sentencia penal ejecutoriada, cometiendo "colosal" error de
derecho que lo condujo a violar "de rebote", los artículos 1018 y 1019 del Código Civil, por
indebida aplicación y el artículo 1025 No. 2° del mismo texto, por falta de aplicación, precepto
este en el que se amparan tres bienes jurídicos: la vida, el honor y los bienes del difunto,
disponiendo que el heredero o legatario que atente contra cualquiera de ellos, es indigno de
sucederle, con tal que el atentado se pruebe con sentencia ejecutoriada, sin definir el tipo de
sentencia, ni mucho menos, contraerla al "ramo criminal".

Vuelve a reiterar que "el problema de si se requiere o no fallo penal no puede salvarse por
fuera del texto normativo del artículo 1025 No. 2° del C.C., ni de manera divorciada del cuerpo
de la demanda y la causal invocada, so pena de serse inequitativo y ajeno a la realidad". Si los
hechos imputados al heredero se contraen al campo criminal, es obvio que "ha de buscarse"
la sentencia penal ejecutoriada, para interpretarse correctamente el citado precepto; pero si se
trata de atentado grave al honor o a los bienes del causante, muchos de esas agresiones,
pese a su gravedad, pueden no estar tipificados como punibles, ni delictuales, motivo por el
cual le es dado al juez civil pronunciarse sobre ellos en sus "efectos patrimoniales y
hereditarios", caso en el cual su sentencia ejecutoriada constituye la prueba del atentado
grave contra el honor o los bienes del de cujus, exigida por el numeral 2° del artículo 1025 del
Código Civil, sin que sea dable exigir sentencia en materia criminal, so pena de violarse
directamente por errónea interpretación el texto de la norma citada, como ocurrió en este
caso, aserto que sustenta de la mano de la de la jurisprudencia de la Corte citada en el cargo
anterior.

Para finalizar, se ocupa de explicar la trascendencia del error de derecho denunciado,


afirmando que la sentencia civil ejecutoriada de nulidad absoluta aportada por la demandante,
es prueba legal, apta y procedente para demostrar la causal de indignidad alegada, motivo por
el cual el error de derecho cometido por el juzgador ad-quem, determinó que se profiriera
sentencia contraria a las pretensiones de la demanda. Añade que de haberse hecho
correctamente la valoración probatoria de la sentencia aludida, habría sido el fallo favorable a
los intereses de la actora, habida cuenta que la sentencia civil ejecutoriada de nulidad
absoluta es demostrativa del atentado grave en contra del honor y los bienes del causante, y
la cual no fue tenida en cuenta por el Tribunal, al exigir este sentencia penal ejecutoriada,
interpretación que contradice los enunciados de la ley, la jurisprudencia y la doctrina.
S E C O N S I D E R A:

1. Es nítido en este asunto el abierto divorcio existente entre las razones aducidas por el
Tribunal para sustentar su fallo y aquellas que enfila el recurrente en ambos cargos para
contradecirlo.

En efecto, el sentenciador, luego de señalar que para la comprobación de la causal de


indignidad prevista en el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil, se requiere un medio
especial de prueba, "cual es una sentencia anterior con el sello de ejecutoria" y de advertir que
"la misma no obra al proceso", puntualizó que no estaba acreditado que la encausada hubiera
cometido atentado grave contra los bienes de su progenitor, esto es, un delito grave como
robo, hurto o abuso de confianza u otro delito contra la propiedad, que hubiera disminuido
ostensiblemente su patrimonio, lo cual debía demostrarse con el respectivo fallo penal anterior
debidamente ejecutoriado, pues "aunque existe una sentencia civil en firme, por la que se
declaró nula la venta que el señor Víctor Manuel Guevara Rodríguez le hizo a aquella del
inmueble ubicado en Melgar, por haberse probado en el proceso de nulidad que el causante
para el momento en que otorgó la escritura de compraventa del citado bien, padecía demencia
de tipo Alzheimer que le impedía tener conciencia de sus actos, manejar y disponer de sus
bienes, la misma no es suficiente para demostrar el grave atentado contra el patrimonio de su
padre, en el que la demandante afirma que incurrió la demandada, pues ni del texto mismo de
la sentencia civil, ni de las demás pruebas recaudadas, se desprende que ella tuviera
conocimiento de esa circunstancia, ni que se hubiera valido de la misma para obtener
beneficios a su favor en perjuicio de su padre, ni mucho menos que hubiera aprovechado ese
estado de indefensión para la celebración del mencionado contrato, es más, ni siquiera el juez
civil presumió la existencia de un posible delito, por cuanto de lo contrario, hubiera
compulsado copias para que por la justicia penal se adelantara la correspondiente
investigación, ni se allegó copia de fallo penal precedente mediante el cual se hubiera
condenado penalmente a la señora Hilda Clotilde Guevara De Añaños, con ocasión de la
celebración del contrato de compraventa mencionado".

Esto es, que el Tribunal, luego de anotar que no se demostró que la encausada hubiese
cometido "un delito grave" como robo, hurto, abuso de confianza u otro delito contra la
propiedad, en cuyo caso la prueba de la misma la constituiría la sentencia ejecutoriada
proferida por el juez penal, reparó, seguidamente, en la decisión civil por medio de la cual se
decretó la nulidad de la venta, diciendo de ella que "no era suficiente" para acreditar los
supuestos de facto constitutivos de la causal por diversas razones, ninguna de las cuales hace
referencia a que por tratarse de una sentencia de naturaleza civil, careciera de vigor
probatorio para tal efecto.

Mas exactamente, el sentenciador ad-quem le restó eficacia probatoria a la señalada


providencia, no porque se tratase de una decisión de índole civil, proscrita para demostrar la
antedicha causal, sino porque de su contenido no se desprendía que la demandada tuviera
conocimiento de la enfermedad de su padre, ni que se hubiera valido de la misma para
obtener beneficios a su favor en perjuicio de aquél, ni que hubiera aprovechado ese estado de
indefensión para la celebración del contrato. En síntesis, pues, el relegamiento que de dicha
prueba hizo el Tribunal obedeció a su contenido, no a su naturaleza.
El recurrente, por su parte, radica obstinadamente en ambos cargos el cimiento de su
acusación en que el sentenciador habría desdeñado el vigor demostrativo de la mencionada
sentencia por no haber sido proferida por un juez penal, consideración esta que, como es
diáfano en la decisión aquí recurrida, no fue esbozada por el juzgador, el cual, por el contrario,
se percató de la existencia de la prueba y la estimó, negándole, empero, vigor probatorio, por
razones distintas a la de no haber sido proferida por un juzgador de materias criminales. Y si
bien aludió a la necesidad de aportar sentencia proferida por el juez penal, tal exigencia la ligó
a la prueba de delitos graves como el hurto, el robo, el abuso de confianza, supuestos que
descartó en este asunto.

2. Pero, además, la señalada deficiencia técnica de la censura, derivada, como ya se dijera,


del notorio divorcio existente entre los argumentos medulares de la decisión del Tribunal y
aquellos aducidos como réplica por el recurrente, apareja otras de similar hondura.
Ciertamente, si el fallador reparó en la existencia de la prueba, aun cuando restándole eficacia
probatoria por su contenido, vale decir, porque de su texto no se desprendía que la encausada
supiera de la enfermedad de su padre, la cual, en el sentir del Tribunal, no era ostensible, ni
que se hubiese prevalido de la misma para lucrarse en detrimento de aquél, ni que se hubiese
aprovechado de su estado de indefensión, la acusación debió encaminarse a demostrar el
yerro de facto que habría cometido el fallador por no percatarse que del contenido de la
misma sí se percibía lo que el juzgador dejó de observar o, en su caso, que ninguno de los
hechos reclamados por éste, constituyen el supuesto de facto de la causal invocada, nada de
lo cual suscitó el desvelo de la censura, la cual, como ya se ha reiterado, anduvo divagando
por otros rumbos, circunstancia que le impidió atacar las razones verdaderamente aducidas
en la sentencia para desestimar la importancia demostrativa de la citada providencia.

Por supuesto que si el Tribunal estimó que la sentencia proferida por el Juzgado Civil del
Circuito de Melgar, por medio de la cual se decretó la nulidad de la ya mencionada escritura
no era "suficiente", no fue porque considerase que carecía de todo vigor probatorio para
acreditar la causal de indignidad prevista en el numeral 2° del artículo 1025 del Código Civil,
por no tratarse de una decisión emanada de un juez penal, sino que, reparando en ella, la
desestimó por las razones ya anotadas, las cuales se abstuvo de impugnar el recurrente,
deficiencia que impide a la Corte cualquier pronunciamiento sobre el fondo del asunto.

Los cargos, por consiguiente, no se abren paso.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando


justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia del 12 de
abril de 1999, proferida por la Sala de Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bogotá, dentro del proceso ordinario adelantado por HILDA ISABEL GUEVARA DE LOPEZ,
frente a HILDA CLEOTILDE GUEVARA DE AÑAÑOS.

Costas a cargo de la parte recurrente

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA


MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

CESAR JULIO VALENCIA COPETE

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