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MENÉNDEZ, Eduardo L. Laparte negada de L cultura.

ReIatiyistllo, dzjirenciasy racismo


Barcelona: Edicions Bellaterra, 2002,421 pp.

Cristina Larrea Killinger

Este libro es un alegato contra el olvido. E n los tiempos que corren de violencia,
guerra y barbarie y, quizás más ahora que nunca, la antropología no puede negar, ni
tampoco olvidar, su propia historia y las condiciones sociales, ideológicas y políticas
en las que se fundamenta su producción teórica y práctica. Este es el cometido que
se propone el antropólogo Eduardo Menéndez con este libro, el más personal y refle-
xivo de toda su obra. Conocido en el campo de la antropología médica y, específica-
mente sobre sus trabajos centrados en el proceso de medicalización, la alcoholización,
la transacción de saberes médicos y tradicionales y la institucionalización de la aten-
ción primaria, este autor nos invita en este libro a recuperar la memoria histórica de
nuestra disciplina y reflexionar conjuntamente sobre nuestro papel como antropólo-
gos en la academia y la sociedad.
Eduardo Menéndez encuentra que la tarea de profundización sobre el conoci-
miento del contexto social e ideológico-político de la producción teórica y práctica en
el campo de la antropología es necesaria para dejar de cometer los errores del pasado
y desarrollar una investigación éticamente más responsable. Es evidente que este
autor coincide plenamente con la historiografía desarrollada en Estados Unidos por
Hdoweil, Stocking y Hodgen, que propone rehacer la historia de la antropología
teniendo en cuenta tres aspectos: el primero, el modo en el que ésta ha planteado sus
problemas, el segundo, el desarrollo de la misma dentro del contexto social, político
e ideológico particular en cada uno de las tradiciones nacionales y, el tercero, la ma-
nera distinta de periodización de la disciplina.
La crítica a la producción historiográfica tradicional, que privilegió unos autores
y problemas sobre otros y que obvió la vinculación de la antropología con el colo-
nialismo, no solamente fue desarrollada por estos autores sino que impulsó a otros
antropólogos a investigar la historia de manera distinta y alternativa. Entre estos auto-
res quisiera destacar el artículo de Verena Stolcke, publicado en 1993 en las Actas del
VI Congreso de Antropología de la FAAEE (Federación de Asociaciones de An-
tropología del Estado Español) y titulado "De padres, filiaciones y malas memorias.
¿Qué historias de qué antropologías?", que antecede algunas de las ideas desarrolla-
das por Menéndez en este libro. Stolcke, que planteó una historia de la antropología
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en términos prob1e:máticos y externalistas, insistió en la necesidad de analizar cuáles


fueron los acontecimientos que se omitieron y las circunstancias políticas e ideslógi-
cas nacionales que incidieron en el desarrollo de las teorías y prácticas antropológicas.
Del mismo modo, diez años después Menéndez, sin tener conocimiento de este arti-
culo, partió de la nnisma visión histórica y trató de aplicarla a su propia producción
antropológica y experiencia personal como investigador.
En el primer capítulo de su libro analiza la influencia del contexto social e ideo-
lógico-político en 1:i producción del conocimiento, la expansión de la práctica y la ins-
titucionalización de la antropología. Tomando como eje central de su análisis la idea
de "proceso", este autor utiliza una visión externalista de la historia para analizar la
tensión entre la continuidad y los cambios que se han producido en las tradiciones
antropológicas nacionales (alemana, francesa, británica y norteamericana) al hilo de
los acontecimientos históricos que, en la historiografía tradicional, se omitieron y
olvidaron. De ese modo, al centrar su reflexión histórica en los problemas, analiza el
uso ideológico-político de un concepto antropológico como el de "etnicidad", por
ejemplo, en el desarrollo de los fascismos en Europa. Destaca también el papel que
jugó el colonialismo y el proceso de descolonización en el desarrollo de la práctica
antropológica y las implicaciones negativas de la antropología aplicada en América
Latina. Sin embargo, Menéndez se lamenta de que el descubrimiento de los efectos
del colonialismo en las sociedades estudiadas y la reflexión interna en la propia disci-
plina, sobre la vincdación entre el desarrollo de la práctica antropológica y la realidad
colonial, hubieran sido actividades llevadas a cabo tardíamente.
Siguiendo en esta misma línea de análisis, el autor insiste en el segundo capítulo
en la necesidad de incluir la dimensión ideológica y económica en la interpretación
antropológica del conjunto de las prácticas sociales. Comienza con la descripción del
papel central que ha tenido el concepto de "diferencia", en la construcción del prin-
cipio de alteridad, para el desarrollo de la antropología y enfatiza sobre el reconoci-
miento de esas diferencias en la propia sociedad del antropólogo de la que emerge
determinada tradición antropológica nacional. Esta mirada etnográfica, que se des-
plaza de contextos culturales "exóticos" a las sociedades "occidentales", ha impulsado
los estudios subalternos de comunidades y personas con distintos modos de vivir,
sentir y relacionarse como los campesinos, los marginales, las mujeres, los enfermos,
etc. Sin embargo, el desarrollo de la antropología en casa ha tenido sus peligros, como
por ejemplo la reifisación de los estudios locales y la atomización de las diferencias por
centrarse en el estudio del sujeto.
Menéndez está preocupado con la actual hegemonía de la tradición antropológica
norteamericana porque se interesa excesivamente por el problema de las diferencias.
Para este autor no se puede separar la producción antropológica, basada en la proble-
mática de las diferencias, del uso ideológico y político de estas diferencias, ya que éstas
aparecen como problema relevante cuanto mayor es el proceso de homogeneización
cultural. Advierte, además, del peligro de su atomización cuando el antropólogo se-
para al sujeto de la sociedad, con tal de resaltar su carácter diferencial a la hora de
enfrentar un fenómeno determinado, como por ejemplo la enfermedad y el sufri-
miento. Este abordaje interpretativo, llevado a cabo fundamentalmente por la feno-
menología, constituye una visión sesgada al omitir el papel de las estructuras y
procesos sociales como productores de los sujetos.
En el tercer capítulo continúa con el estudio del uso ideológico y político de las
diferencias y observa cómo éstas pueden convertirse en la base del racismo. Dicho de
otro modo, el concepto de diferencia cultural sustituye al de raza para legitimar la
exclusión, así como el proceso de biologización de algunas representaciones y prácti-
cas sociales también la refuerza. El silenciamiento antropológico por analizar, por un
lado, cómo se ha ido recuperando el biologicismo en los discursos sociales de la dife-
rencia soslaya un tema tan preocupante como el aumento del racismo. Por el otro
lado, este silenciamiento se produce al no reconocer que un excesivo culturalismo
convierte los problemas en simples metáforas. Ejemplos de este proceso se observan
cuando los antropólogos prefieren abordar el tema del estudio de la enfermedad
como una metáfora y analizar las representaciones sociales y simbólicas que los enfer-
mos expresan a través de la reconstrucción de sus narrativas. Sin embargo, Menéndez
insiste en la necesidad de abordar el problema de la enfermedad como un fenómeno
social total, desde el análisis de las prácticas sociales, y no como una simple metáfora,
desde la interpretación de los discursos y representaciones culturales. Arremete prin-
cipalmente contra la perspectiva fenomenológica por utilizar la categoría de "cuerpo"
sin tener en cuenta los aspectos sociales, económicos y políticos que participan en la
producción y construcción de los cuerpos.
Al plantear la recuperación de la historicidad de los conceptos antropológicos y
el análisis de los usos ideológicos y políticos de los mismos reflexiona también sobre
los desusos y abusos que se han hecho de eilos. Este autor sitúa el problema en la esci-
sión intelectual que se ha producido entre la producción teórica de un concepto y la
manera en que ha sido utilizado. Está totalmente en desacuerdo con el abuso concep-
tual que refiere al uso de diferentes nombres para referirse a una misma categoría. El
concepto es una construcción teórica para explicar problemas, un instrumento provi-
sional y, por lo tanto, se modifica inevitablemente al ser usado. La reducción de esta
tendencia se resuelve, según Menéndez, con la elaboración de una genealogía de los
conceptos. En este cuarto capítulo coloca algunos ejemplos que enfatizan en el olvido
histárico que los aritropólogos han llevado a cabo en el uso de algunos conceptos,
como por ejemplo el de "red social" y el de "habitus".
En el sentido de ejercitar contra el olvido conceptual, Menéndez nos propone
hacer un recorrido histórico del desarrollo del "punto de vista del actor" en la teoría
y la práctica antropológica, así como del uso ideológico del mismo. En este quinta
capítulo parte de su experiencia investigadora como antropólogo en el campo de la
medicina, centrada en el análisis del proceso de enfermedad/salud/atención de los
grupos subalternos, y concluye que esta categoría no puede ser utilizada sin tener en
cuenta las relaciones que los actores sociales construyen entre sí y, tampoco, sin consi-
derar los aspectos estructurales. Destaca los problemas ideológicos que ha tenido el
uso de esta perspectiva en el campo de la antropología aplicada y cuestiona los crite-
rios de validez y de verdad de aquellos antropólogos que la defienden.
El esfuerzo de iMenéndez en relacionar la producción del conocimiento y la prác-
tica antropológica con las circunstancias políticas e ideológicas llega a su punto final
en el último capítulo al describir de modo personal su experiencia como investigador en
un contexto de crisis política en su país natal, Argentina, durante la dictadura. Es
imposible separar el contexto de producción teórica de la práctica antropológica y la
experiencia personal. Por eso, Menéndez insiste en que es insostenible aislar la antro-
pología de los acoritecirnientos históricos en los que se desarrolla y que es irrespon-
sable omitir el estudio de las crisis sociales. Negar el estudio de graves problemas
sociales, como la tortura, la violencia, la enfermedad y la muerte, es continuar elu-
diendo el compron~isosocial de nuestra disciplina.

STOLCKE,V. (1993) "De padres, filiaciones y malas memorias. ¿Qué historias de qué
antropologías?", en BESTARD, J. (comp) Despgés de Malinowski: Modernidady posmo-
dernidad en la Ai~tropologzáactt/aI, Tenerife: Actas del VI Congreso de Antropología.

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