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Radionovela Editada
Radionovela Editada
Victoria Soto.
Narradora: Hana
Maria Iribarne: Natalia
María entrevistadora: Nur
Mími: Leticia
Hunter, Castel, Richard: José Manuel.
Musicalización: Yarlexis
Mucama, Allende: Victoria
El túnel.
(Música misteriosa y sonido de cámara)
Narrador: Todas las macabras ideas que pasan por la cabeza de aquel hombre argentino le
carcomieron los pensamientos y se dejó llevar por su lado oscuro… ya se sabía que Juan Pablo
Castel era un hombre incomprendido, amigo de pocos y odiado por varios, pero lo que nadie
sabía era de lo que su mente lo llevaría a hacer por un poco de atención.
Entrevistador: Hoy estoy aquí en esta sala de interrogación para hacerle un par de preguntas a
Juan Pablo Castel, el asesino de María Iribarne.
(Se intensifica la música misteriosa y se empieza a escuchar una celda abriéndose seguidamente
se escuchan unas cadenas.)
Narrador: a lo que Carolina Forbes llegó a la sala de interrogación estaba nerviosa, pero haría lo
que fuera por dinero y reconocimiento.
entrevistador: Muy bien Juan, ahora, ¿Podrías decirme como asesinaste a María Iribarne?
Juan: Le clave un cuchillo en el pecho.
entrevistador: ¿Por que lo hiciste?
Juan: Porque ella fue la primera y única persona que me entendió, espero que eso responda tu
pregunta.
entrevistador: ¿La amabas?
Juan: ¿Quieres que te cuente como ocurrió todo? Para eso estoy aquí, ¿no es así? No para
responder preguntas estúpidas.
entrevistador: Pues bien, cuéntame como ocurrió todo, Juan.
Narrador: Carolina estaba ansiosa por descubrir el verdadero monstruo que era Juan Pablo
Juan: Todo empezó con mi pintura.
entrevistador: ¿Que pintura?
(Música tranquila junto con un sonido de flashback empieza a sonar gente alrededor)
Juan: Como ya debes saber soy pintor. Una vez, en el Salón de Primavera presente una pintura
llamada Maternidad, la cual, si le preguntas a uno de esos críticos charlatanes e idiotas en un
dialecto que solo ellos entienden, era solido e incluía “cierta cosa profundamente intelectual”.
(sonido de cámara)
entrevistador: Mientras lo veía contando su historia, se le notaba calmado pero sabia que habia
algo en el que no estaba del todo bien.
Narrador: El cuadro, Maternidad, era sólido y estaba bien arquitecturado. Era una obra
intelectual y difícil de entender… A través de una ventanita se veía una playa solitaria en la cual
se encontraba una mujer cuyos ojos se tomaban con el mar, como si estuviera esperando algo…
El cuadro refleja una soledad ansiosa y absoluta.
(Sonido de cámara)
entrevistador: Esta pintura representaba claramente como el era en su cabeza, a pesar que en todo
momento lo vi calmado y sereno, se que en su subconsciente tenia esta soledad de la que tanto
habla.
entrevistador: Y María, ¿Aprecio esta pintura? ¿Le dijo lo mucho que le gustaba?
Juan: No, ella hizo otra cosa, ella entendió la pintura, noto esta escena que nadie mas noto en esa
galería con un montón de gente inútil. Ella me entendió.
Narrador: Castel vio a María con ojos sorprendidos, ojos que no se esperaban toparse a alguien
así. Se sentía escuchado, comprendido, hasta se podría decir que se sintió enamorado. Su misión
desde ese momento fue encontrarla, y no descansaría hasta lograr tenerla frente a frente.
Entrevistador: ese día cambió algo en ti.
Juan: desde ese día, no la pude sacar de mi cabeza, ¿cómo una persona pudo haberme entendido
sin conocerme? Al menos eso era lo que sentía. ¿Cómo pudo haber sido la única persona en
entender mi arte? Sin ninguna explicación. Esta idea de ella me atormento día y noche, la
soñaba, imaginaba infinidades de conversaciones con distintos finales. A partir de ese momento
me obsesione con la idea de encontrarla.
Narrador: María y Juan se encontraban discutiendo sobre la pintura y éste la halagaba de forma
arrogante, demostrando un mínimo interés en María y enfocándose en su cuadro. Sin embargo,
por la mente de Castel pasaban mil y un ideas acerca de cómo iba a suceder ese momento… él
había practicado consigo mismo el conseguirse a María.
Al día siguiente, él la esperó frente a las puertas de la compañía, sin embargo, nunca vio su
llegada hasta encontrársela en el subterráneo donde la arrastró por el brazo, forzándola sin
importarle su consentimiento.
*Sonido de flashback*
Narrador: María era una dama de cabello largo y castaño. No aparentaba mucha edad, no más de
veintiséis años, sin embargo, algo en ella sugería que ha vivido mucho en muy pocos años… no
algo físico, sino más hacia el lado espiritual.
María: yo no soy nadie. No veo cómo me pueda necesitar usted como artista.
Narrador: se notaba cierta tensión de su parte, Castel lucía enojado y no tenía paciencia con sus
palabras.
Narrador: María no lucía asustada a pesar del trato que estaba recibiendo de parte de Castel, ésta
imponía respeto y exigía respuestas.
Juan: no lo sé, todavía no lo sé. Realmente no sé por qué hago la mayoría de cosas que hago…
Usted será esencial para lo que debo hacer, pero aún no consigo la razón por la cual la necesito.
María: ¿Qué le han hecho los críticos? No sea hipócrita, siempre lo han elogiado.
Juan: ¡peor para mí! ¿no comprende? Es una cosa de las cosas que me han amargado y me han
hecho pensar que ando por el mal camino. Fíjese por ejemplo en lo que ha pasado en este salón:
ni uno solo de esos charlatanes se da cuenta de la importancia de esa escena. Hubo una sola
persona que le ha dado importancia, usted, y usted no es un crítico. Una persona le ha dado
importancia, en realidad, pero ha sido negativa: me lo ha reprochado, le tiene aprensión, casi
asco. Sé que usted piensa como yo.
Juan: déjeme hacerle una pregunta. ¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un
desierto de astros indiferentes?
Narrador: María queda en silencio, pero no muestra sorpresa alguna y luego evita por completo
la pregunta de Castel y corta la conversación.
María: no sé qué ganará con verme. Hago mal a todos los que se me acercan.
*Flashback desvanece*
Juan: esa misma noche la llamé por teléfono, pero esta hizo caso omiso a mis llamadas. Aunque,
en una de esas llamadas, contestó la mucama.
*Flashback*
Juan: necesito verla… no puedo dejar de pensar en usted. Vive en mis pensamientos y ni siquiera
sé el porqué.
María: Castel…
Juan: ¡NO ME DIGA CASTEL!
María: Juan Pablo… yo tampoco puedo dejar de pensar en todo esto. En el cuadro, en estos
últimos días. Estoy tan perturbada, todo ha sido tan extraño.
Mucama: no es posible comunicarlo con la Sra. Iribarne, sin embargo, es mi deber contarle que
dejó una carta para usted.
Narrador: Juan llega a la casa de María a buscar la carta y es muy bien recibido por un mucamo
que lo lleva hacia la biblioteca, la cual contenía estantes repletos de libros y escritos. Y ahí se
encontraba un hombre bastante alto y flaco. Y este le dice a juan unas palabras que lo impactaron
por completo.
Narrador: Allende interpreto el silencio de Juan y le explico que María utiliza su apellido de
soltera. Y procede a entregarle la carta, la cual Juan recibe con manos temblorosas.
Narrador: Juan se sorprendió al oír esta revelación ya que pensó que María estaba en la estancia
porque tenía algo con Hunter y Juan lo detestaba: lo llamaba cínico y mujeriego sin reproches.
Juan había oído de él.
La carta hizo a Juan sentirse feliz y emocionado, emociones que le duraron poco ya que luego
pensó en los demás hombres y no se sintió especial.
Juan: ella quería hacerme saber que era casada para que pudiera ver la inconveniencia de seguir
adelante.
Juan; ¿y tú crees que a mí me interesa hablar de su matrimonio? Sólo sé que esa carta significaba
que quería consolidar nuestras relaciones y conducirlas por el camino del peligro.
Desesperado por encontrarla o al menos ubicarla, le escribí una carta. No tenía muchas
esperanzas de recibir una respuesta, pero la recibí.
“He pasado tres días extraños: el mar, la playa, los caminos me fueron trayendo
recuerdos de otros tiempos. No sólo imágenes: también voces, gritos y largos
silencios de otros días. Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos;
ahora mismo, aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos,
que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza.
El mar está ahí, permanente y rabioso. Mi llanto de entonces, inútil; también
inútiles mis esperas en la playa solitaria, mirando tenazmente al mar. ¿Has
adivinado y pintado este recuerdo mío o has pintado el recuerdo de muchos seres
como vos y yo?
Pero ahora tu figura se interpone: estás entre el mar y yo. Mis ojos encuentran
tus ojos. Estás quieto y un poco desconsolado, me miras como pidiendo ayuda.
María.”
Juan: me generó maravillosos sentimientos, sentía que María era mía y sólo mía… me di cuenta
de que yo la necesitaba y también le era necesario.
Narrador: después de ese comentario, Juan entró en una crisis y dijo cosas que no debió haber
dicho.
Juan: y sin embargo le maté. He sido yo quien le ha matado, yo, que veía como a través de un
muro de vidrio, sin poder tocarlo, tu rostro mudo y ansioso… ¡yo tan estúpido, tan ciego, tan
egoísta, tan cruel!
Narrador: María y Juan seguían enviándose cartas, con varios días de espera para las respuestas,
en especial las de parte de María. Pero, aunque ésta tardase en contestar, Juan no podía estar más
feliz de tan sólo recibir respuestas.
“No me importa lo que puedas hacerme. Si no pudiera amarte me moriría. Cada segundo que
paso sin verte es una interminable tortura.” Juan.
“Estás pisoteando este amor.” Escribe Juan, desesperado por una respuesta.
Funcionó, María lo llamó. Con una voz remota y temblorosa, le hizo saber a Juan que al otro día
volvería a Buenos Aires y le hablaría apenas llegue.
Entrevistadora: ¿Y fue lo primero que hizo María al llegar a Buenos Aires, Sr. Castel?
Juan: Pues claro que sí, ella estaba completamente desesperada por hablar conmigo, así como yo
también lo estaba, yo se que ella solo quería y necesitaba estar conmigo.
Narrador: Estaba oscuro, pero Juan oyó unos pasos y al ver esa sombra aproximándose supo que
era ella. Apretó su brazo y repitió su nombre intensamente mientras ella permanecía en silencio.
Juan: María, María, María… ¡¿Por qué te fuiste a la estancia, por qué me dejaste solo, por qué
dejaste esa carta en tu casa, por qué no me dijiste que eras casada?!
María: ¿Por qué todo ha de tener respuesta? No hablemos de mí: hablemos de vos, de tus
trabajos, de tus preocupaciones. Pensé constantemente en tu pintura, en lo que me dijiste en la
plaza San Martín. Quiero saber qué haces ahora, qué pensás, si has pintado o no.
Juan: No es de mí que deseo hablar: deseo hablar de nosotros dos, necesito saber si me querés.
Nada más que eso: saber si me querés.
Narrador: Juan, desesperado por el silencio y por la oscuridad que no le permitía adivinar sus
pensamientos a través de sus ojos, encendió un fósforo. Ella dio vuelta rápidamente la cara,
escondiéndola. Éste le tomó la cara con su otra mano y la obligó a mirarle: estaba llorando
silenciosamente.
María: Claro que te quiero... ¿por qué hay que decir ciertas cosas?
Juan: Sí, pero ¿cómo me querés? Hay muchas maneras de querer. Se puede querer a un perro, a
un chico. Yo quiero decir amor, verdadero amor, ¿entendés?
Narrador: El rostro de María sonreía.
Juan: has estando sonriendo… no sé por qué, pero de eso no tengo duda.
Juan: ¿Cómo? Te pregunto algo que para mí es cosa de vida o muerte, en vez de responderme
sonreís y además te enojas. Claro que es para no entenderte.
Narrador: A este punto, ya Juan no sabía qué pensar. En rigor, él no había visto la sonrisa sino
algo así como un rastro en una cara ya seria.
Juan: ¿qué edad tenés? La primera vez que te vi me pareciste una muchacha de unos veintiséis
años, pero algo de ti me hace pensar en muchos años. A veces siento como si yo fuera un niño a
tu lado.
Entrevistadora: Esta bien, si nunca podre entenderlos, ¿Por qué no me seguis comentando lo que
ocurrió después de esto?
Narrador: Juan empieza a hablar sobre todo lo que paso después pero en una versión muy
resumida, como si quisiera terminar de hablar lo mas pronto posible.
Durante más de un mes, María y Juan se veían todos los días. Juan estaba alegre, sin embargo, no
podía dejar de repetirse preguntas como: ¿dónde?, ¿cómo?, ¿quiénes?, ¿cuándo? Y éste pensaba
que para María él era un pequeño chiquillo al que se engaña con cuentos fáciles para que coma y
duerma. Ellos lograban comunicarse, pero en una forma tan sutil, tan pasajera, tan tenue, que
sólo hacía a Juan sentirse cada vez más solo. Juan requería de su amor desesperadamente y eso a
veces causaba cierto distanciamiento de parte de María, cosa que Juan odiaba, pero realmente no
le pasmaba. Él le llegó a decir cosas terribles que alejarían a cualquiera.
Juan: si algún día sospecho que me has engañado, te mataré como a un perro.
Narrador: sus discusiones habían sido tan bruscas que Juan la llegó a llamar puta. María quedó
paralizada al escuchar eso y él la besó tiernamente, le rogó y lloró en sus brazos por su perdón.
Juan: algo que se me hace raro es que uses tu nombre de soltera. María Iribarne me parece
natural, pero menos natural me parece que la mucama se extrañe tan poco cuando te llaman
"señorita".
María: Pero, Juan Pablo, todo eso no tiene absolutamente ninguna importancia y no sé qué
querés demostrar.
Juan: Quiero demostrar que probablemente no era la primera vez que se te llamaba señorita. La
primera vez la mucama habría corregido. Además, cuando me atendiste por primera vez tu voz
era neutra, casi oficinesca, hasta que cerraste la puerta. Luego seguiste hablando con voz tierna.
¿Por qué ese cambio?
María: Pero, Juan Pablo, ¿cómo podía hablarte así delante de la mucama?
Juan: Sí, eso es razonable; pero dijiste: "cuando cierro la puerta saben que no deben
molestarme". Esa frase no podía referirse a mí, puesto que era la primera vez que te hablaba.
Tampoco se podía referir a Hunter, puesto que lo podés ver cuántas veces quieras en la estancia.
Me parece evidente que debe de haber otras personas que te hablan o que te hablaban. ¿No es
así?... Bueno, mi punto es que no tienes necesidad alguna de esconderte.
Juan: No te excites. Vos misma me has hablado en una oportunidad de un tal Richard, que no era
ni primo, ni amigo de la familia, ni tu madre.
María: Pobre Richard. Se suicidó y que en cierto modo yo tengo algo de culpa. Me escribía
cartas terribles, pero nunca pude hacer nada por él. Pobre, pobre Richard.
María: las quemé, me deprimían. Richard era un hombre depresivo. Se parecía mucho a vos.
María: Era un hombre incapaz de crear nada, era destructivo, tenía una inteligencia mortal, era
un nihilista. Algo así como tu parte negativa. Pero, al fin y al cabo, nunca estuve enamorada de
él. Me atraía y eso es todo.
María: Dios mío, Dios mío. La muerte tampoco es mi tipo y no obstante muchas veces me atrae.
Richard me atraía casi como me atrae la muerte o la nada. Pero creo que uno no debe entregarse
pasivamente a esos sentimientos. Por eso tal vez no lo quise. Por eso quemé sus cartas. Cuando
murió, decidí destruir todo lo que prolongaba su existencia.
Narrador: a Juan lo carcomían las preguntas… ¿A quién quería María? ¿A él? ¿A Hunter? ¿A
alguno de esos misteriosos personajes del teléfono? ¿O bien era posible que quisiera a distintos
seres de manera diferente, como pasa en ciertos hombres? Pero también era posible que no
quisiera a nadie y que sucesivamente le dijese a cada uno de ellos, pobres diablos, chiquilines,
que eran el único y que los demás eran simples sombras, seres con quienes mantenía una relación
superficial o aparente.
María: Hay muchas maneras de amar y de querer. Te imaginarás que ahora no puedo seguir
queriendo a Allende como hace años, cuando nos casamos, de la misma manera. Allende es un
gran compañero mío, que lo quiero como a un hermano, que lo cuido, que tengo una gran ternura
por él, una gran admiración por la serenidad de su espíritu, que me parece muy superior a mí en
todo sentido, que a su lado me siento un ser mezquino y culpable. ¿Cómo podés imaginar, pues,
que no lo quiera?
Juan: No soy yo el que ha dicho que no lo quieras. Vos misma me has dicho que ahora no es
como cuando te casaste. Quizá debo concluir que cuando te casaste lo querías como decís que
ahora me querés a mí. ¿Te acuestas con él?
María: ¿es necesario que conteste eso? Me parece horrible que me interrogues de ese modo.
Juan: O sea que lo haces creer que lo deseas. si demostrases no sentir nada, no desearlo, si
demostrases que la unión física es un sacrificio que haces en honor a su cariño, a tu admiración
por su espíritu superior, etcétera, Allende no volvería a acostarse jamás con vos. En otras
palabras: el hecho de que siga haciéndolo demuestra que sos capaz de engañarlo no sólo acerca
de tus sentimientos sino hasta de tus sensaciones. Y que sos capaz de una imitación perfecta del
placer.
Juan: Por supuesto que no, sabia que había actuado como un idiota, que mis palabras no fueron
las indicadas,pero necesitaba que ella me perdonar, necesitaba verla, necesitaba tenerla cerca de
mi y nunca dejarla ir, estaba desolado, perdido y miserable sin ella, no sabia que debía hacer sin
ella, ella le daba sentido a mi vida.
Flashback
Narrador: Este recibe la información de que María está en la estancia y decide escribirle una
carta. Era muy larga, pero más o menos le decía que lo perdonase, que él era una basura, que no
merecía su amor, que estaba condenado, con justicia, a morir en la soledad más absoluta. Pasaron
días atroces, sin que llegara respuesta. Le envió una segunda carta y luego una tercera y una
cuarta, diciendo siempre lo mismo, pero cada vez con mayor desolación. En la última, decidió
relatarle todo lo que había pasado aquella noche que siguió a la separación. No escatimó detalle
ni bajeza, como tampoco dejó de confesarle la tentación de suicidio.
A vuelta de correo llegó una carta de María, llena de ternura. Esta quería que Juan fuera a la
estancia. Juan, como un loco, preparó una valija, una caja de pinturas y corrió a la estación
Constitución.
Fin de flashback
Entrevistadora: Y cuando llegaste a la estación, me supongo que maría te esperaba con ansias.
Flashback
Narrador: Castel no comprendía por que Maria se encontraba “indispuesta” justo después de
haberlo invitado a la estancia, estaba desesperado por verla y en cambio, se encontró con su peor
pesadilla, con el hombre que tanto odiaba, con el cínico primo de maría, Hunter.
Hunter era bastante parecido a Allende, alto, moreno, más bien flaco; pero de mirada escurridiza.
Juan lo veía como un hipócrita y perezoso. Este hombre lo recibió de una forma
sorprendentemente cortes y le presento a una mujer flaca y miope, la cual fumaba y tenía un
acento parisiense, se llamaba Mimi Allende.
Hunter: Maria ha tenido una indisposición y se fue a acostar, pero creo que bajara pronto.
Narrador: A Juan no le importaba para nada todas las idioteces que estaban comentando los otros
dos, el solo quería y necesitaba ver a Maria. Hunter le enseño la casa y lo dejo solo en el cuarto
de Maria, sin embargo, ella no se encontraba ahí, esto lo descoloco por completo, estaba
extremadamente desorientado.
Juan regreso abajo en donde se encontraban Hunter y Mimi, la última le comenzó a hacer
preguntas que le interesaban muy poco a Castel.
Mimi: en mi opinión, no soporto a los que tienen mucho nombre, los que la gente adora, como
Miguel Ángel o el Greco. Creo que el artista debería imponerse el debe de no llamar tanto la
atención.
Hunter: No lo pongo en duda.
Narrador: Mientras Mimi y Hunter seguían hablando sobre pintores y nombres franceses, Juan
no puedo evitar sentirse impaciente, pensaba de ellos como gente frívola, superficial, gente la
cual no puede ser rival para el. Al pensar esto, a Juan lo invadió un sentimiento de tristeza el cual
no estaba seguro si se debía a la ausencia de Maria.
Mimi: no digas tonterías, son la clase de novela que puedo leer ahora. Son tan infalibles que da
gusto. ¿No es cierto, Sr. Castel?
Narrador: Juan simplemente dijo esto para salir del paso, el solo quería ver a Maria y su única
suposición de por qué no bajaba era para no tener que soportar las opiniones de Mimi y su primo.
Fin de flashback
Juan: Él nunca fue competencia para mí, creo que eso lo tiene entendido
Juan: Pues por supuesto que me molesta Sr. Forbes, me irritaba el hecho de que era del círculo
cercano de Maria y la estaban llenando de opiniones frívolas y vacías.
Narrador: A Juan le había empezado a ser indispensable Maria, no podía vivir sin ella, estaba
consumido por ella y su personalidad. Juan se sentía en deuda con el mismo, sentía que estaba
pagando la insensatez de no haberse conformado con la parte de Maria que salvo a Juan de la
soledad
Flashback
Narrador: María en la estancia era una mujer de excelente humor, activa y vital, llena de energía
y con una sensualidad de colores y olores. Se dirigieron hacia unas rocas y se encontraron frente
al mar.
María: cuántas veces soñé con compartir con vos este mar y este cielo. A veces me parece como
si esta escena la hubiésemos vivido siempre juntos. Sentí que eras como yo al analizar tu pintura,
soñé con vos muchas noches y quise confesarte mis sentimientos, pero tenía temor a hacerte mal.
Al tú huir de mí me sentí vacía, pero supe que quizás haya sido lo mejor, ya que destruyo todo lo
que toco.
Fin de flashback
Juan: ahí descubrí que quería matarla. Lo único que pensaba en ese momento era en ahogarla y
arrojarla al mar.
Juan: No era necesario que María sintiese amor por Hunter para que él tuviera celos… Pero, de
vuelta a María; los días que precedieron a su muerte fueron los más atroces de mi vida. Me
emborraché, fui a bares, tuve pesadillas en donde caminaba sobre los techos de una catedral. Le
escribí una carta explicando por qué me fugué de la estancia y disculpándome por eso mismo, no
dejando por fuera mencionarle mis sentimientos hacia ella, tanto buenos como malos. Sin frenos,
mencioné que estuvo muy mal que hablara de sus sentimientos conmigo, su marido y hasta más
hombres.
Entrevistadora: no siento que las intenciones de María hayan sido malas. Ella sólo quería ser
comprendida.
Narrador: el odio que Juan le tenía a María lo empezó a reflejar en él mismo y se comenzó a
odiar. Llamó a María y le dijo cosas peores que aquellas escritas en la carta. Le dijo que se
mataría y ella le prometió ir pronto a Buenos Aires.
Narrador: Juan colgó sin agregar nada más y estaba decidido a matarse si María no iba a aclarar
la situación. Lo más raro del asunto es que se sintió satisfecho al decidirlo. Pensó “ya verá”
como si se tratara de una venganza.
Quedamos en XXXII.