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ORGULLO Y PREJUICIO

La señora Bennet tiene un problema: cinco hijas casaderas, pero todas


sin una dote digna de mención. La noticia del alquiler de Netherfield, la
propiedad vecina, llega oportunamente, ya que el nuevo
inquilino, Charles Bingley, un caballero joven y soltero, resulta ser un
buen partido. No solo es atractivo, amable y abierto, sino también
adinerado. Celosamente, las damas de la región observan cómo,
durante un baile, él se esmera especialmente por Jane, la mayor y más
hermosa de las cinco hermanas Bennet. En cambio, después de la
admiración inicial, su amigo Fitzwilliam Darcy solo despierta aversión.
El hombre alto y de cabello oscuro ofende a los lugareños con su actitud
arrogante y burlona. Baila exclusivamente con las parientes femeninas
de Bingley e incluso se expresa despectivamente de Elizabeth, la
segunda de las hermanas Bennet. Además, habla tan alto que,
inevitablemente, ella escucha sus palabras.
“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero,
poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa para ser feliz””.
La señora Bennet intenta todo para emparejar a su hija mayor con el
señor Bingley. Cuando las hermanas de este invitan a Jane a cenar, la
madre deja que su hija vaya a caballo desde la finca familiar Longbourn
hasta Netherfield en lugar de dejarle el carruaje. Espera que llueva y
Jane tenga un pretexto para pasar la noche allí. El plan funciona: Jane
tiene un fuerte resfriado y debe guardar cama. A la mañana siguiente,
Elizabeth recorre a pie las tres millas para hacerle compañía a su
hermana. Con las enaguas sucias y las mejillas coloradas, llega a
Netherfield. Las arrogantes hermanas Bingley le muestran su desprecio
por ello. En cambio, Darcy está cada vez más impresionado por su
actitud vivaz e ingeniosa y sus ojos inteligentes. Sin embargo, se siente
dividido entre la admiración por Elizabeth y el desprecio por su
parentela. Puesto que la señora Bennet proviene de una familia de
simples abogados, es insoportablemente ruidosa, inculta y sus modales
son vergonzosamente malos. De las tres hermanas menores, la
bibliómana Mary se distingue por sus comentarios sabihondos y su
horrible voz cantante, mientras Kitty y Lydia coquetean
descaradamente con los oficiales.
Visita inesperada
Mientras tanto, el señor Collins, el párroco, un pariente lejano del
señor Bennet ha anunciado su visita a Longbourn. Según la ley de
sucesión, él heredaría la casa solariega a la muerte del señor Bennet,
una pesadilla para la señora Bennet. Para sorpresa de todos, el
pomposo señor Collins le hace una propuesta de matrimonio a la
horrorizada Elizabeth. Está convencido de que ella aceptará una oferta
tan generosa para recibir la propiedad familiar. Pero cuando Elizabeth se
rehúsa, al principio considera que se trata de una afectación propia de
las damas y plantea con autosuficiencia una segunda propuesta. Sin
embargo, la apresurada aseveración de la señora Bennet de que ella
eliminará la obstinación de Elizabeth, lo hace dudar, pues como párroco,
no puede permitirse una esposa caprichosa. Además, está decidido a
presentarle a su regreso una esposa a su venerada
bienhechora lady Catherine de Bourgh. Al día siguiente, le hace una
propuesta de matrimonio a la amiga de Elizabeth, Charlotte. Esta
acepta. ¿Qué otra cosa puede hacer –le explica a la desconcertada
Elizabeth– a la avanzada edad de 27 años con una apariencia y fortuna
mediocres? Elizabeth, por el contrario, cree en el verdadero amor. Se
siente atraída por el apuesto y encantador oficial Wickham, quien le ha
dado más razones para desconfiar de Darcy, ya que, según dice
Wickham, este le ha estado estafando vergonzosamente su herencia. El
padre de Wickham era el administrador de la finca de los Darcy, por ello
le había sido legado a su hijo un lucrativo puesto de párroco. Pero el
joven Darcy había pasado por alto el testamento y le había otorgado el
puesto a otra persona. Elizabeth está indignada y rechaza la prudente
advertencia de Jane de escuchar primero la versión de Darcy ante tales
acusaciones.
Esperanzas frustradas
Mientras tanto, Jane apenas puede notar lo decepcionada que está, pues
mientras que su madre todavía se jacta de la inminente boda entre ella
y el señor Bingley, este viajó a Londres sin una palabra de
despedida. Caroline, la hermana de Bingley, no le da en sus cartas
ninguna esperanza de que regrese.
En su lugar, le señala que su hermano se enamoró de la
encantadora señorita Darcy. De naturaleza desinteresada, dulce y
bondadosa, Jane acepta este cambio. Elizabeth, en cambio, está
convencida de que el señor Darcy y las hermanas Bingley han separado
a los amantes.
“No está mal, pero no es lo suficientemente guapa como para tentarme.
Además, no estoy de humor para atender a las jóvenes a las que otros
hombres han pasado por alto””.
La visita del hermano de la señora Bennet, el señor Gardiner, y su
esposa trae una grata distracción. Ambos proponen llevarse a Jane unos
meses a Londres,
para que ahí pueda tener otros pensamientos. Antes de irse, la señora
Gardiner le advierte a Elizabeth que no se enamore de Wickham. La
falta de fortuna hace que esta sea una relación muy desfavorable.
Elizabeth lo comprende bien, pero no quiere descartar el amor
imprudente. Sin embargo, poco tiempo después Wickham toma la
decisión por ella: se vuelve hacia una joven sin encanto pero rica y
abandona a Elizabeth.
La segunda propuesta de matrimonio
Elizabeth visita a su amiga Charlotte en Hunsford y pasa mucho tiempo
en la suntuosa finca de lady Catherine de Bourgh, a quien, en sus
comentarios ampulosos, el señor Collins ha convertido es una verdadera
santa. Pero la noble dama resulta ser autoritaria, pedante e, incluso, a
menudo ofensiva. Por consiguiente Elizabeth se siente casi aliviada por
el cambio cuando el señor Darcy y su primo el coronel
Fitzwilliam visitan a lady Catherine, que es su tía. La dueña de la casa
está absolutamente decidida a comprometer a Darcy con su hija
enferma. Pero ambos caballeros se encuentran ostentosamente con
frecuencia en la casa parroquial donde Elizabeth está de visita. Y, para
su sorpresa, cada vez que Elizabeth sale a pasear al parque, se
encuentra en el camino al señor Darcy.
“Sí, en efecto, la vanidad es una debilidad. Pero, ¿el orgullo? Donde en
verdad prevalece la superioridad intelectual, el orgullo será siempre
moderado””.
Un día, la va a visitar solo y le revela su ardiente amor. Consciente de
los humildes orígenes de ella, había luchado durante mucho tiempo
contra eso, pero fue en vano. En su apasionado discurso, Darcy no se da
cuenta de que irrita intensamente a Elizabeth con tales explicaciones.
Además, justo antes de su propuesta de matrimonio, se había enterado
por el coronel Fitzwilliam que, en efecto, Darcy había intrigado
activamente en contra de la relación de Bingley con Jane. Para sorpresa
y enojo de Darcy, ella rechaza su propuesta. El motivo: encuentra
ofensivo ser apreciada en contra de la voluntad y la razón. Además,
también lo acusa de haberle quitado su herencia a Wickham y su
felicidad a Jane y Bingley. Darcy sale de la casa irritado.
Palabras aclaratorias
Al día siguiente espera otra vez a Elizabeth en el parque y le entrega
una larga carta en la que expone sin resentimiento su visión de las
cosas y deja al descubierto a Wickham como un mentiroso y tramposo.
En realidad él nunca quiso ser párroco. En lugar de la parroquia, Darcy
le dio una suma considerable para que pudiera estudiar jurisprudencia.
Después de que Wickham despilfarró el dinero, todavía quería la
parroquia y Darcy lo rechazó. Al final, Wickham intentó fugarse con la
hermana de 15 años de Darcy para conseguir su dinero. En cuanto a la
hermana de Elizabeth, Jane, en opinión de Darcy, con su actitud
controlada y amable, nunca dio la impresión de corresponder a los
sentimientos de Bingley. En esto, admite en la carta, puede haber
estado equivocado. Pero el comportamiento embarazoso y sin tacto de
la señora Bennet y sus tres hijas más jóvenes lo convenció de la
necesidad de impedir la relación entre ambos.
“Elizabeth, te enfrentas a una desdichada alternativa. De hoy en
adelante tendrás que ser una extraña para uno de tus padres. Tu madre
no quiere volver a verte si no te casas con el señor Collins, y yo no
quiero volver a verte si lo haces””.
La carta dejó pensativa a Elizabeth. La opinión de Darcy sobre su familia
la avergüenza, pero secretamente tiene que darle la razón. A su regreso
a Longbourn es recibida por Kitty y Lydia con pláticas tontas sobre
hombres y moda. Están inconsolables de que el regimiento sea
trasladado a Brighton. Cuando una amiga invita a Lydia a pasar el
verano con ella y su esposo en Brighton, Elizabeth intenta convencer a
su padre de impedir ese viaje sin éxito.
Reencuentro en Pemberley
Sin embargo, las preocupaciones por la moral relajada de Lydia se
olvidan pronto. Elizabeth acompaña a los Gardiner en un viaje de verano
a Derbyshire, donde la señora Gardiner pasó parte de su juventud. Allí
también está Pemberley, el castillo rural del señor Darcy. Después de
haberse asegurado de la ausencia de Darcy, Elizabeth visita el castillo.
El enorme bosque y la integración de buen gusto de la mansión en el
fascinante paisaje natural superan todas sus expectativas. Para su
asombro, por el ama de llaves se entera de que el señor Darcy es el
caballero más amable y gentil del mundo. Y como lo quiere el destino,
en el camino de regreso, tropieza con él, que llega a Pemberley un día
antes de lo previsto. Elizabeth está tan desconcertada que apenas puede
decir una palabra. Darcy está irreconocible: la trata a ella y a sus
parientes con gran respeto, es comunicativo y amable, sin rastro de
orgullo ni clasismo. En los días siguientes les presenta a su hermana y
busca su compañía siempre que es posible. Por esa razón es que está
presente cuando llega una carta funesta de Jane: Lydia se ha fugado
con Wickham. Al principio dijeron que querían ir a Escocia para casarse.
Pero luego se supo que el oficial no pensaba para nada en una boda y
que, en cambio, se estaba escondiendo con Lydia en Londres. Durante
el informe, Darcy apenas habló. Elizabeth ve desaparecer todas las
esperanzas de poder reavivar el amor. La deshonra de su familia es
demasiado grande.
En busca de Lydia
Los Gardiner y Elizabeth viajan a Longbourn lo más rápido que les es
posible. Antes de su regreso a Londres la señora Bennet le dice a su
hermano, el señor Gardiner, que debe conseguir que Lydia se case de
inmediato, si la encuentra. En lo que a comprar ropa se refiere, ¡primero
debería consultar a su madre! Sin embargo, una boda parece muy
lejana: Wickham tiene muchas deudas. ¿Qué podría hacerlo casarse con
Lydia, que casi no tiene recursos? Finalmente, le llega una carta al señor
Gardiner: Lydia y su amante están bien. Wickham solo se casará con
ella con la condición de recibir cien libras al año y la parte de Lydia de la
escasa herencia. El señor Bennet acepta a regañadientes. Sin embargo,
en vista de esta exigencia relativamente modesta, sospecha que el
señor Gardiner sobornó al endeudado oficial con una suma considerable.
“No soy romántica y nunca lo he sido. Solo deseo un hogar agradable y,
teniendo en cuenta el carácter del señor Collins, sus relaciones y su
posición, mis posibilidades de ser feliz son iguales a las de la mayoría de
las personas que se casan””.
Lydia y Wickham no muestran vergüenza ni remordimiento cuando,
poco después, visitan a la familia. La recién casada se burla de Jane por
solterona y se vanagloria en todas partes de su anillo de bodas.
Además, también menciona que Darcy estuvo presente en la boda. Por
la señora Gardiner, Elizabeth por fin se entera de lo que sucedió
realmente en Londres: no fue el señor Gardiner sino Darcy el que
encontró a ambos en su escondite, pagó las deudas de Wickham y le dio
dinero extra para que se casara con Lydia. Pero no quería que nadie de
la familia Bennet supiera nada al respecto.
Doble felicidad
Incluso antes de que los chismosos del lugar hubieran discutido
exhaustivamente la deshonrosa boda, la fábrica de rumores se puso en
marcha otra vez: el señor Bingley regresó a Netherfield con el señor
Darcy. Muy pronto queda claro que el señor Bingley todavía está
enamorado de Jane. Elizabeth siente que, esta vez, tiene el
consentimiento de su amigo. Una noche la madre saca a todas las
hermanas del salón para que, finalmente, Bingley se quede a solas con
Jane y le pueda proponer matrimonio con éxito.
“Hay pocas personas a las que quiero de verdad y muchas menos de las
que pienso bien. Cuanto más conozco el mundo, menos me satisface””.
Darcy, por el contrario, para decepción de Elizabeth, se muestra
reservado y taciturno y pronto parte solo para Londres.
Sorpresivamente, poco después apareció en Longbourn la tía de
Darcy, lady Catherine de Bourgh, quien exige hablar de inmediato a
solas con Elizabeth pues ha llegado a sus oídos que Darcy quiere
proponerle matrimonio a Elizabeth. ¡Eso es imposible, porque ella ya lo
tiene destinado para su hija! Apela al sentido del deber y el honor de
Elizabeth y trata de arrancarle la promesa de renunciar a Darcy. En
vano. Echando pestes, abandona Longbourn y anuncia que
personalmente hará cambiar de opinión a su sobrino. Pero con este plan
logra exactamente lo contrario. Con la esperanza reforzada por la
perorata de su tía de que Elizabeth todavía sintiera algo por él, Darcy
sale corriendo de Londres en busca de ella y se atreve a hacerle una
segunda propuesta de matrimonio. Ella acepta loca de alegría.
Acerca del texto
Estructura y estilo
Orgullo y prejuicio une una trama principal –la historia de Darcy y
Elizabeth– con varias historias paralelas o contrastantes. En la primera
mitad de la novela, malentendidos casuales y otros sembrados
deliberadamente hacen que los dos protagonistas se alejen uno del otro.
Casi exactamente a la mitad del libro, después de la primera propuesta
de matrimonio fracasada de Darcy, la distancia entre ellos se hace
mayor, se llega al clímax. De ahí en adelante, ambos se mueven
lentamente el uno hacia el otro para unirse al final en armonía. La
historia se narra principalmente en tercera persona desde la perspectiva
de Elizabeth. Pero la autora también le proporciona al lector un mayor
grado de conocimiento o ventaja emocional frente a la protagonista
femenina; de esta manera, refuerza su participación emocional. Se
sabe, por ejemplo, mucho antes que Elizabeth, lo que Darcy siente por
ella, pero los protagonistas todavía tienen que sufrir muchos reveses
antes de poder superar todos los obstáculos.
El recurso estilístico más importante es la ironía con la que Jane Austen
critica duramente la ignorancia y la estrechez de miras de algunos de
sus personajes sin parecer odiosa. Los personajes grotescos como la
señora Bennet o el párroco Collins proporcionan un desahogo cómico en
el accidentado camino hacia el inevitable final feliz.
Planteamientos de interpretación
 Orgullo y prejuicio proporciona un agudo retrato de las
costumbres matrimoniales en la provincia inglesa a principios
del siglo XIX. Conseguir un “buen partido” era la única
oportunidad para que las mujeres de esa época obtuvieran
reconocimiento social y seguridad económica.
 Los motivos para casarse de los personajes son muy diferentes.
Los que solo buscan seguridad material en el matrimonio nunca
serán felices, como lo muestra el ejemplo de Charlotte. A pesar de
ser rico, Elizabeth solo le da el sí a Darcy cuando este se ha
purificado moralmente ante sus ojos. Por el contrario, el amor
romántico por sí solo no es la base de una unión feliz, como lo
demuestra la aventura de Lydia. Para las mujeres en su situación
solo había dos alternativas: el matrimonio o la prostitución.
 Las diferencias de clase menores parecen aceptables cuando los
caracteres de ambos cónyuges se complementan. De esta
manera, Darcy supera su clasismo inicial cuando conoce a
Elizabeth más de cerca y aprende a valorar su inteligencia. Austen
deja en claro que el carácter, el intelecto y los modales no
dependen del origen. La noble lady Catherine es tosca y
desconsiderada, mientras que los burgueses Gardiner son un
modelo de comportamiento moral y noble.
 Jane Austen solo escribe sobre lo que conoce por experiencia
propia. Su novela se lee –consciente o inconscientemente– como
una parodia de la limitada visión del mundo de su clase.
 La autora representa los valores tradicionales como la
disciplina, la moralidad y la virtud femenina. Los puntos de vista
socialmente revolucionarios están lejos de ella. Sin embargo, el
nombre de Austen está inseparablemente vinculado a una
revolución: renovó el género literario de la novela al centrarse en
personas comunes en situaciones cotidianas. Por esa razón,
muchos la consideran la fundadora de la novela moderna.

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