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Por la igualdad, los derechos y evitar retrocesos

La celebración del Día Internacional de la Mujer fue instituida en 1975 por Naciones
Unidas como una jornada de reflexión sobre los derechos de las mujeres y es, al
mismo tiempo, un recordatorio de la lucha que las sufragistas iniciaron en los
principios del siglo pasado. Es oportuna la recordación en nuestro país, en un
momento en el que se vislumbran retrocesos provenientes de una clase política que
ha normalizado ataques a diputadas y senadoras; en un país donde la desigualdad
condena a la pobreza a miles de paraguayas.

En el Paraguay, la Constitución Nacional consagra la igualdad de derechos. Establece


que “el hombre y la mujer tienen iguales derechos civiles, políticos, sociales,
económicos y culturales”, y señala que el Estado debe promover las condiciones para
que la igualdad sea real y efectiva.

Es importante recordar la importancia de la Carta Magna como un documento


fundamental, fruto de acuerdos a los que llega una sociedad, a partir del trabajo de sus
representantes. Precisamente, por esto, este 8 de marzo en el que se recuerda el Día
Internacional de la Mujer, es una oportunidad para analizar los avances y los
retrocesos.

En el mundo, las mujeres están sufriendo el cercenamiento de sus derechos básicos


todo el tiempo, y no solamente por crisis económicas que las empobrecen más cada
día, sino por el retroceso de la democracia. Debemos mencionar, en una jornada como
esta, la situación de las mujeres de Irán, que llevan dos años protestando contra las
políticas patriarcales de la República islámica y soportando por ello una elevada cuota
de persecuciones. También, tener en cuenta las condiciones de las mujeres afganas,
las que, tras el retorno de los talibanes, ven anulados cada uno de sus derechos como
ciudadanas, siendo vetadas de la educación y el trabajo fuera del hogar; les es
prohibida la práctica de deportes y asistir a los salones de belleza. Dos ejemplos que
nos muestran claramente lo necesario que sigue siendo contar con una jornada para la
denuncia de la vulneración de los derechos de las mujeres.

La Asamblea de las Naciones Unidas estableció el 8 de marzo como Día para los
Derechos de la Mujer; la fecha es un legado de las mujeres sufragistas de principios
del siglo XX. Recordando a las primeras sufragistas a principios del siglo pasado, es
imposible no relacionarlo con nuestro país y la amenaza de regresión que está
poniendo en peligro la participación política de las paraguayas.

El 2023 fue particularmente abundante en situaciones que describen este peligro. El


diputado colorado Yamil Esgaib fue sancionado por agredir a tres de sus colegas y a
dos periodistas, y aunque este hecho sentó un histórico precedente, muestra, a la vez,
el nivel de normalidad que adquiere este tipo de violencia.

La sanción que sufrió el diputado de Honor Colorado, Yamil Esgaib, por sus actitudes
violentas contra mujeres en la práctica significa poco. Más grave es recordar cuando
este mismo legislador gritaba una amenaza: “Johana, te voy a acosar”, dirigiéndose a
la diputada Johana Ortega. En la sala de sesiones se escuchó nítidamente el coro de
risas de algunos parlamentarios.

Igual de grave es el retroceso que se puede vis-lumbrar en cuanto a la absurda


interpretación de la Ley 5777 “De Protección Integral a las Mujeres Contra Todo Tipo
de Violencia” para censurar críticas y cuestionamientos hacia parlamentarias, lo cual
debería ser juzgado bajo otro tipo de normativas. Sin embargo, el ejemplo que
describe el peligro de retroceso es el anuncio realizado por un senador colorado del
sector oficialista, Basilio Núñez, cuando expresó su intención de derogar la Ley 5777
“De Protección Integral a las Mujeres Contra Todo Tipo de Violencia”, por ser,
supuestamente, inconstitucional. Ignora este parlamentario el largo camino que se
recorrió para lograr esta ley, que tiene por objeto establecer políticas y estrategias de
prevención de la violencia hacia la mujer, mecanismos de atención y medidas de
protección, sanción y reparación integral.

En el Paraguay, todavía queda un largo camino para seguir trabajando y lograr que la
mitad de la población alcance niveles de vida dignos; también debe entender la
sociedad que sin igualdad y respeto de los derechos, no podremos vivir una auténtica
democracia.

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