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El sol brillante anunciaba mi entrada a la cafetería donde me citó.

A pesar de ser temprano,


había un cúmulo de personas: algunas parejas, otras trabajando y otras simplemente
pasando el rato. Las lámparas en forma de triángulo, el mármol de la pared con grabados
en latín y el piso hecho con peculiares trazos le daban un toque elegante al lugar. Tomé
asiento en una mesa y rápidamente un mozo vino a atenderme.

"Uno descafeinado", pedí amablemente.

"Enseguida, señorita", me respondió el hombre cariacontecido pero con una gran sonrisa.

"¿Qué querrá?" -me pregunté a mí misma-. "¿Por qué me citó? ¿Querrá convencerme?
¿Encandilarme? ¿Convencerme de que soy la única?" Las dudas carcomían mi mente y,
como si un dios hubiera escuchado el desgarrador llanto de mi mente siendo torturada por
la incertidumbre, un hombre pasó por la puerta. Tenía un rostro aterrador, era petiso, llevaba
shorts a pesar de que estábamos a 10 grados un bividi desgastado , y un aspecto
deslucido. ¡Sí, era mi ex!

"Hola, gracias por venir... Bueno, quiero hablar contigo. ¿Pediste algo?", su voz ronca
acentuaba su aspecto de malhechor, lo cual no hacía más que perjudicarlo. La gente a
nuestro alrededor nos miraba como si fuéramos un espectáculo, algunos con asombro,
otros con lástima y otros con sorpresa. Las reacciones eran variadas.

"Va a consumir algo… caballero", intervino el mozo. El trato que recibió de él era diferente al
que tuvo conmigo. Quizás solo fue mi imaginación, pero pude ver cómo le lanzó una mirada
que decía "si necesitaba ayuda". Dios mío.

"Sí, tráigame un café y para la chica un...".

"Ya ordené", interrumpí.

"Ah, entiendo", respondió él.

"Bien, ¿y qué quieres?", le pregunté con tono apático.

"Quiero volver contigo", dijo.

"Ja, ¿crees que me creeré esa perorata? ¿Crees que soy un juguete en el cual puedes
volver cuando te aburres del otro? No, engañame una vez, es tu culpa; engáñame dos
veces, es mi culpa", le respondí entre un tono burlesco y enfadado.

"Al menos escúchame", suplicó

"¿Por qué lo haría?", le pregunté.

"Hazlo por el hombre que alguna vez tanto amaste", Un golpe bajo tan característico de el.
Eso golpeó la parte más débil de mi ser, mi empatía y corazón.

"Adelante, te daré el beneficio de la duda", le concedí.


"Yo te amo, y ella no significó nada para mí. Me sentía solo y..." No sé cuándo dejé de
escucharlo, pero ver sus labios moverse para soltar palabras me generaba repulsión. Era un
bicho, un bicho humano.

"Estabas muy ocupada y ella apareció y...", un parásito, el peor de todos, "pero me
arrepiento", argumentos vacíos danzaban en su boca. Ahí fue cuando por fin lo entendí.
Cuando se acercó para darme un ósculo, agarré mi café y se lo tiré, gritando para que ni
dios fuera capaz de ignorar mis palabras.

"ERES EL PEOR BICHO HUMANO QUE HE CONOCIDO, TAN REPUGNANTE, UN


PARÁSITO, EL PEOR DE TODOS. AQUEL QUE NO QUIERE AMAR, PERO SI SER
AMADO Y VIVIR DEL AMOR". Acompañado de aplausos de la gente en la cafetería, como
si se tratara de un actor bien preparado, su rostro pasó de confusión a sorpresa, luego a
tristeza y finalmente a enojo. Fue un regalo audiovisual para mis ojos. Y de pronto, ¡boom!,
me agarró la muñeca con fuerza. Dolía, me estaba haciendo daño, pero "Messie, me temo
que no puedo permitirle hacer eso", dijo el mozo con una sonrisa mientras lo cogía del
hombro. "No te metas, simple trabajador que por mí comes". Entonces, me veo en la
obligación de llamar a la policía. No creo que quieras causar más escándalos, pues dudo
que alguno de los presentes hable a tu favor. Como si el telón bajara y diera fin a la obra, él
cayó en cuenta de que estábamos en un lugar público. Todos nos observaban. Ante esto,
solo pude soltar una carcajada interminable ante este hombre incapaz de separar su
intelecto de su lado animal.

"Me voy", dijo.

"Adiós", vociferamos el mozo y yo al unísono.

PAM. Con un estampido de la puerta es como se despidió mi ex. Agradecí al mozo, quien
me dijo: "No hay nada que agradecer, señorita. Desde que ese hombre de poca monta
entró, sabía que iba a causar problemas". Nuevamente solté más carcajadas y me retiré de
la cafetería, feliz de haber cerrado ese capítulo de mi vida. Del clima ardiente que hacía en
la mañana, fui recibida por un gélido frío. Sin embargo, esta vez era diferente ya no era la
chica debil que temblaba ante cualquier adversidad era otra persona, era era libre, con el
derecho humano de hacer lo que quiera y la potestad de tomar responsabilidad, ya no soy
un ave enjaulada ahora puedo volar en libertad.

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