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Género y consumos problemáticos

La urgencia de incorporar la perspectiva de género en la lectura y


abordaje sobre los consumos problemáticos

¿De qué se trata la perspectiva de género?

Como hemos venido desarrollando a lo largo del curso, intentaremos repensar


nuestras prácticas en torno a las diferentes estrategias de intervención en el campo de
los consumos problemáticos desde una perspectiva de derechos humanos, más
específicamente el derecho a la salud. Sin embargo, consideramos fundamental poder
incorporar otras categorías que nos permitan profundizar más en la problemática como
es el caso de la categoría de género.

Existe una serie de daños y riesgos que pueden aumentar o disminuir en torno al
uso de drogas, que van más allá de las propiedades farmacológicas, de los efectos y
consecuencias de su uso y que están en estricta relación con la condición socio-
económica principalmente, pero además con otras categorías específicas como es la de
género.

Para tal objetivo nos proponemos incorporar esta perspectiva para identificar las
diferencias que se transforman en inequidad a la salud, es decir identificar las diferencias
por género no solo en las prácticas de consumo sino también en las prácticas de
abordaje de los equipos de salud, esto en parte implica repensar las categorías de “uso
de drogas”, “mujer” y “salud”.

Al ser una práctica protagonizada por varones, la invisibilización, el


desconocimiento y la estigmatización del uso de drogas en mujeres han producido una
barrera en el acceso a la salud para las mismas. Primero nos interesa dejar en claro que
incorporar la categoría de género no es simplemente incorporar datos en relación

1
al consumo de mujeres, es decir no es solo una cuestión relativa a las mujeres, sino es
la posibilidad de visibilizar las relaciones de poder que reproducen desigualdades.

Nuestro posicionamiento teórico parte de la noción de considerar al género


como la forma de “trascender el determinismo biológico y entender al género como
socialmente construido- y por ende socialmente regulado y a la vez modificable-,
permite desnaturalizar la diferencia sexual varón-mujer, enfatizar su carácter simbólico
y develar procesos de desigualdad que se ocultan tras esta diferencia” 1

Entendemos a la categoría de género como un gran ordenador social que


constituye subjetividades. Primeramente distinguiremos entre “sexo” y “género”,
mientras que la primera se refiere a aspectos biológicos (anátomo-fisiológicos), la
segunda, el “género”, la entendemos como una construcción social como elemento
central para la construcción de una cultura.

El género se conceptualizó como el conjunto de ideas, representaciones,


prácticas y prescripciones sociales, que una cultura desarrolla desde la diferencia
anatómica entre hombres y mujeres, para simbolizar y construir socialmente lo que es
“propio” de los hombres (lo masculino) y lo “propio” de las mujeres (lo femenino) 2.
Así podemos entender al género como una forma de estar en el mundo, de percibir, de
sentir, y también en las diferentes formas de sufrir, que siempre se dan en un campo
de relaciones de poder que se nos presentan como naturales.

Género, campo de la salud y uso de drogas

La categoría de género pone en tensión al discurso bio-médico en tanto


construcción totalmente biologicista y neutral, desde este enfoque es que privilegiamos
la categoría “política” de “género”. Cuando hablamos de inequidad de género en la
atención de salud nos referimos a aquellos casos en que, se dispensa una atención igual
para los distintos sexos, cuando las necesidades de género no son

1
Scott, 1999
2
Lamas, 2002:2

2
iguales; se imparte una atención diferente cuando en realidad las necesidades son
iguales; o cuando desde los servicios de salud se refuerzan estereotipos de género,
asimetrías de poder y distribución de recursos y roles. 3

Varios estudios evidencian que la forma de organización del sistema de salud


responde a patrones de género, las formas desiguales de diagnosticar y atender, o bien
en muchos casos se observa cómo se ha extrapolado resultados de investigaciones para
la población de varones a mujeres, sin adecuar a las particularidades de las mujeres. Por
lo que la incorporación de la perspectiva de género en salud debe ser relacional y socio-
histórica como una forma de superar la concepción binaria en términos sexo-genéricos.

En este sentido ha sido fundamental el aporte del feminismo en los estudios de


género y salud, el mismo no se trata pues de nuevos estudios sino más bien de una
nueva mirada que sea capaz de visibilizar desigualdades de acceso y atención en salud.

En el año 1988 la Organización Mundial de la Salud y Estados Miembros


asumieron el compromiso de incluir la perspectiva de género en sus accionar.
Posteriormente en el 2005 la Organización Panamericana de la Salud crea la Política de
Igualdad de Género. Esta política manifiesta un reconocimiento explícito respecto a la
vinculación entre las construcciones sociales de género y la equidad, alentando la
inclusión de la perspectiva de género como una estrategia transversal y la definición de
las medidas afirmativas tendientes a revertir las desigualdades que afectan a las
mujeres.4 Para mejorar la atención en salud a mujeres, es fundamental analizar de
manera interrelacionada no solo el género y la salud sino también la dimensión
biológica, social y cultural de los procesos salud-enfermedad. Tampoco se trata de
reducir el problema a la mera incorporación de variables de género a los modelos
biomédico, sino nos interesa destacar la importancia en el desarrollo de nuevos modelos
científicos multicausales.
3
Parga, 2012: 52
4
Pombo, 2012: 7

3
Entendemos como lo plantea Tajer que “adoptar una mirada de género en salud
implica incorporar el modo en que las asimetrías sociales entre varones y mujeres,
determinan diferencialmente el proceso salud-enfermedad-atención tanto de unos
como de otros. Asimetrías jerárquicas entre los géneros que, articuladas con otras
diferencias entre las personas que también son fuentes de inequidad en nuestras
sociedades -edad, etnia y clase social-, establecerán perfiles de morbimortalidad
específicos así como modelos de gestión de la enfermedad diferenciales” 5

A partir de esto, al género lo definimos como “una perspectiva crítica, teórica y


metodológica, que permite analizar y señalar la inequidad en distintos aspectos de las
vidas de las mujeres. Entre sus campos de trabajo y de estudio, la vivencia de la
enfermedad, el mantenimiento de la salud, o los procesos de medicalización diferencial
de la vida cotidiana. En los estudios sobre drogodependencias ha sido frecuente ignorar
el género como factor explícito de influencia. Por defecto, la experiencia masculina ha
predominado como la general. Junto a la omisión, las primeras contribuciones a la
investigación sobre el consumo de drogas, dominadas por las explicaciones médicas y
psicológicas, han proyectado una imagen de los usos de drogas de las mujeres como una
forma desviada de la feminidad ‘normal’. 6

Son varios los estudios que sostienen que sabemos muy poco acerca de las
prácticas de consumo de drogas en las mujeres y por tanto de sus necesidades en
relación a los tratamientos, parte de la invisibilización se debe a los estigmas culturales
que conllevan al ocultamiento de sus consumos problemáticos, obstaculizando el
reconocimiento de sus problemas por ellas mismas o bien por sus familiares incluso por
los profesionales de la salud.

5
Tajer, 2004: 28

6
Romo, 269

4
En este documento intentaremos dar cuenta de la problemática del consumo
de drogas atendiendo al género como variable fundamental para repensar la
problemática y las prácticas de intervención desde esta óptica.

En Mendoza, la pregunta o bien la preocupación por el uso de drogas enmujeres


es relativamente nueva por lo que se trata de una temática caracterizada por la escasez
de datos, información y estudios. La preocupación por el uso de drogas en mujeres en
muchas ocasiones suele reproducir las relaciones de dominación en tanto sólo se
visibilizan en el momento de la gestación, lactancia y crianza, lo que se conoce como
“hipervisibilización de la maternidad”. Si bien este es un aspecto de la problemática,
consideramos que no debe únicamente pensarse en relación a la misma, pues esto
implicaría una forma de reproducir las relaciones de dominación. Podríamos decir que
las mujeres que usan drogas ilegales son rechazadas doblemente, por contraponerse a
los roles femeninos clásicos y por su relación con la ilegalidad.7

Hasta la actualidad, tanto en Mendoza como en Argentina y el resto del mundo,


el uso de drogas ilegales en mujeres es menor que en los varones, sin embargo esta
brecha se está modificando a partir de los nuevos roles sociales que las mujeres han ido
ocupando. Por otro lado, es importante destacar que muchos de los consumos
problemáticos en mujeres se relacionan con sustancias legalesprincipalmente alcohol y
psicofármacos, situación que merece profundizarse en tanto los consumos
problemáticos no están dados por el status legal de las sustancias.

El fuerte rechazo social a las mujeres que usan drogas ha producido una fuerte
invisibilización de la temática y ha llevado a que el sistema de salud en general no haya
podido desarrollar estrategias para trabajar con estas problemáticas. El estigma lleva a
no tener posibilidad subjetiva de solicitar tratamiento de manera oportuna y a mayores
dificultades en el vínculo con los equipos de salud, una de las limitaciones

7
Romo, 2006:73

5
responde a modelos de tratamiento que se han diseñados para varones y no consideran
las necesidades específicas de las mujeres. 8

Los fuertes cambios sociales de las últimas décadas, la gran incorporación de la


mujeres al mundo laboral y a los espacios públicos, como los cambios identitarios
tradicionales de las mujeres han habilitado que el consumo de drogas ilegales sea
vivenciado con mayor libertad y menor rechazo social, sin embargo en la actualidad el
consumo de drogas ilegales en mujeres sigue siendo minoritario en relación a los
varones, como decíamos anteriormente, aunque es importante destacar el gran uso de
psicofármacos tranquilizantes para tratar sus sufrimientos. Aquella “tranquilidad
recetada”9 como menciona Burin, como las mujeres consumen drogas por sus roles de
género asociados al de madre cuidadoras o esposas.

Es fundamental incorporar la perspectiva de género al análisis e intervención


sobre esta problemática para poder contar con una mirada integral, comprensiva de la
misma, que sea capaz de redefinir las políticas públicas sobre drogas y mejorar la calidad
de los abordajes.

Invisibilización y estigma del consumo de sustancias en mujeres

Como se ha visto en el anterior apartado, los estereotipos de género definen, a


través de su hegemonía, las prácticas, las costumbres, la división social del trabajo, las
representaciones sociales, lo "apropiado" e "inapropiado", lo "esperable" y "no
esperable" según el sexo asignado al nacer (mujer o varón). Es según esta construcción
histórica y cultural que se han definido los caminos para quienes han nacido con vagina
o con pene (determinación biológica). De esta forma, aunque la división de los roles
femenino y masculino varía entre sociedades y en distintos momentos históricos, existe
un modelo hegemónico tradicional de división de género.

8
Jeifetz-Sanchez Antelo, 2019: 1
9
Burin, 1990

6
Decimos entonces que, se trata de “un modelo que asigna a los varones la
responsabilidad en el trabajo productivo, relacionado con lo social y externo a lafamilia,
y a las mujeres la crianza de los hijos y el cuidado del hogar (el ámbito privado) y que
incluye una serie de atributos o características diferentes para hombres y mujeres: se
supone así que las mujeres son afectivas, maternales, intuitivas, sumisas, sensibles,
dependientes, personas que se preocupan de los demás; y que los hombres son
racionales, dominantes, fuertes e independientes. Esta división de roles implicaque
los hombres disfruten de más poder y reconocimiento social, mientras que las mujeres
quedan relegadas al ámbito de lo privado, a la invisibilidad y a la falta de proyección
social.” 10

Para dar cuenta de estas realidades, según el Observatorio Argentino de Drogas,


durante el segundo trimestre de 2019, los usuarios de dispositivos asistenciales de
SEDRONAR (CEDECOR, DIAT y línea 141) han sido en un 88,3% hombres, lo que hace que
las mujeres hayan sido minoritariamente asistidas (11.7%) (OAD, 2019.) Yendo al
contexto local, se puede asegurar que la mayoría de las personas asistentes a los
dispositivos territoriales de la SEDRONAR son mujeres (52%), sin embargo quienes han
iniciado procesos de escucha por consumos han sido mayoritariamente varones (48%)
Esto surge del análisis de sistematización de Hojas de Primer Contacto de los dispositivos
de la Provincia de Mendoza que al final de este documento se detallan con precisión.

Ahora bien, ¿estos números lograrán reflejar las situaciones reales de consumo
problemático en mujeres? O más bien, ¿estos números sustentan la hipótesis de que el
consumo en mujeres mayoritariamente se hace en espacios íntimos/privados? Los
abordajes más comprensivos hacia la situación de las mujeres -la perspectiva

10
Drogas y perspectiva de género: Sánchez Pardo - Bermejo González - Cid González - Fernández Lamparte - Morán
Iglesias - Platas Ferreiro.

7
cualitativa- revelan que muchas de las diferencias entre varones y mujeres que usan
drogas se relacionan con el género, más que con el uso de sustancias.11

¿Cómo opera el estigma social?

En el marco del abordaje territorial de uno de los dispositivos de la Sedronar, se


conoce a través de su red que una joven hacía uso de sustancias psicoactivas, al mismo
tiempo las docentes de la escuela, habían compartido algunas preocupaciones en
relación a lxs hijxs de la joven.

Desde el equipo existía un vínculo con la joven por lo que se le propuso mantener
un espacio de escucha para poder dialogar sobre la situación y saber cómo se sentía. De
dicho encuentro surgió que ella se encontraba preocupada por el consumo de su pareja
e identificaba su propio consumo como esporádico y que se trataba de algo menos
preocupante. Según sus dichos se trataba de “algún que otro faso cuando estoy en mi
casa, mi marido es el tema”. Este emergente nos posibilita identificar por un lado, cómo
el consumo era invisibilizado a causa del temor a ser juzgada y por el otro, se leía que su
prioridad estaba puesta en el cuidado y bienestar de su pareja.

De acuerdo a vastas experiencias en los territorios y en concordancia con la


teoría, podemos afirmar que son muchas las mujeres con hijxs “que rehúyen a un
tratamiento por el miedo que les provoca pensar que les pueden quitar la custodia de
sus hijos. En contraste con los casos de consumidores masculinos cuyas mujeres suelen
permanecer a su lado, haciéndose cargo de lxs hijxs, ayudando en su rehabilitación, las
mujeres que consumen drogas son frecuentemente abandonadas por sus parejas y
pierden la tenencia de sus hijxs: deja de ser vista como buena esposa y madre. Las

11
Romo, 77

8
mujeres consumidoras de drogas permanecen, demasiado a menudo, ocultas a la vista
de la población”.12

En la misma línea de análisis, otras categorías que intervienen son las de la


legalidad e ilegalidad de las sustancias, pues podemos decir que la prevalencia de
mujeres sólo es mayor en el consumo de drogas “lícitas” (tabaco, psicofármacos), como
decíamos anteriormente, se trata de definiciones de lo esperable en su rol.

Según un estudio nacional en población de 12 a 65 años sobre consumo de


sustancias psicoactivas en Argentina, realizado por El Observatorio Argentino de Drogas
(2008), las sustancias que presentan mayores tasas de consumo de alguna vez en la vida
de las mujeres son el alcohol (64.6%) y el tabaco (46.8%), ambas sustancias de curso
legal. En cuanto a los tranquilizantes, han sido tradicionalmente mayormente
consumidos entre las mujeres, cuyas prevalencias de uso son casi el doble que entre
los hombres, desproporción que se mantiene en todos los grupos de edad. Según la
bibliografía consultada, el mayor nivel de uso de tranquilizantes por parte de las mujeres
se relaciona con el rol tradicional centrado en la reproducción y el cuidado del hogar
(incluyendo el cuidado de lxs hijxs y las personas dependientes), lo que favorece la
aparición de situaciones de incomunicación y aislamiento social, la ausencia de
reconocimiento y valoración social y la carencia de proyectos y espacios propios para
la realización personal. Afirmamos que, “las mujeres mantienen una diferente
percepción y acción frente al riesgo que las protege de los consumos más abusivos y
dañinos”. Sin embargo, parece que las mujeres están destinadas a tratar sus malestares
con tranquilizantes, la ‘tranquilidad recetada’ de la que hablaba Burín, se produce en
países que difieren en aspectos culturales, sociales y económicos superando cualquier
tipo de diferencia. Consideramos bajo el enfoque interseccional, que las realidades de
las mujeres pueden estar atravesadas por violencias, en sus tipos

12
La mirada de género en el abordaje de los usos y abusos de drogas / Nuria Romo

9
física, psicológica, económica patrimonial, sexual y simbólica 13, lo que requiere de
equipos de profesionales altamente capacitados para un acompañamiento integral,
debido al riesgo de asumir una postura punitiva y arbitraria que puede determinar una
atención inadecuada e incluso violatoria de derechos.

En relación a las violencias, en el año 2019 hubo 268 víctimas directas de


femicidio, 5 travesticidios y transfemicidios en Argentina, crímenes que convirtieron en
huérfanxs a 222 niñas, niños y adolescentes, refirió el Registro Nacional de Femicidios
de la Oficina de la Mujer (OM) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El consumo
de drogas legales como psicofármacos, ya sean indicados o no por un médico, resulta
ser en situaciones de violencia de género, una estrategia destinada a mitigar y/o
sobrellevar la situación, que a su vez dificulta la búsqueda de alternativas para poner fin
a la violencia, incrementando la vulnerabilidad de las mujeres.

Hablemos sobre las tareas de cuidados

La necesidad de reflexionar sobre la interseccionalidad entre el género y la


problemática de consumos va tomando fuerza en la medida que se avanza con el
análisis. Intentaremos a continuación realizar una reflexión en torno a las tareas de
cuidado y la necesidad de tener en cuenta este aspecto a la hora de trabajar con
mujeres, ya sea por una consulta sobre consumos problemáticos directa o indirecta, es
decir, una consulta por su propio consumo o por el consumo de alguien de su entorno
cercano.

Para iniciar es necesario definir que las tareas de cuidado incluyen todas aquellas
actividades que son indispensables para que las personas puedan alimentarse,
educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio para el desarrollo de sus vidas.

13
Mención en la Ley 26485 ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las
mujeres.

10
Por un lado, se encuentra que los procesos terapéuticos desarrollados por
varones se encuentran mayoritariamente sostenidos y acompañados por mujeres que
en sus roles de madres, parejas o hermanas cuidan a un otro en un proceso que, para
que al menos comience, exige de algún modo una red socio-afectiva presente. Así
mismo, otra de las realidades que el territorio nos refleja es que la mayoría de las
mujeres se dedican a las tareas del hogar, es decir, a la realización de todas aquellas
actividades necesarias para el sostén del hogar y de la familia. Esto trae otro aspecto
interesante a mencionar: el tiempo de participación en actividades por fuera del hogar,
que responda a sus propios intereses y necesidades, en su mayoría es escaso o nulo. Aun
así, queda claro que los esfuerzos son redoblados ya que son mayoritariamente mujeres
las que sostienen tareas de los espacios comunitarios (merenderos, escuelas de fútbol,
espacios de apoyo escolar, cooperadoras escolares, cooperativas de vivienda,
asambleas barriales, etc.)

El análisis estadístico sobre el impacto de la división social del trabajo, respalda


las observaciones del abordaje territorial anteriormente esbozadas. Según un estudio
realizado por EcoFeminita14 del total de personas que realizan tareas domésticas, un
73% son mujeres y un 27% son varones (Datos obtenidos según resultados de INDEC.
1er trimestre 2020). A esto se suma el hecho de que prácticamente todas las personas
que se dedican al servicio doméstico son mujeres (98.5%). Así mismo, las encuestas de
hogares de la región latinoamericana muestran que, en promedio, el 43,4% de las
mujeres de entre 20 y 59 años de edad identifican razones familiares (cuidado de niños
y niñas o personas dependientes, trabajo doméstico o la prohibición por parte de
miembros del hogar) como motivo principal para no buscar activamente o desempeñar
un trabajo remunerado (CEPAL, 2016).

14
Moure, J.; Serpa, D.; Shokida, N. (XX/XX/2020) La desigualdad de género se puede medir. 1er trimestre 2020.
Economía Femini(s)ta. Recuperado de:
https://ecofeminita.github.io/EcoFemiData/informe_desigualdad_genero/trim_2020_01/informe.nb.htmll

11
Como venimos exponiendo, los mandatos y estereotipos de género afectan a
las mujeres, exponiéndolas a realidades que dificultan su independencia y posibilidades
de autodeterminación, especialmente en relación con sus cuerpos y tiempos. La
sobrecarga física y emocional a la que se ven sometidas numerosas mujeres se
incrementa entre aquellas que compatibilizan el trabajo productivo fuera del hogar y las
tareas domésticas, en especial en los hogares monoparentales liderados por mujeres con
hijxs a su cargo. La maternidad también surge como una de las causasprincipales que
responden al “abandono” de un proyecto personal. Esta forma de desarrollo personal
responde directamente al sistema sexo-género esbozado en un principio: “madres-
esposas,” “dependientes y cuidadoras”, también “trabajadoras e independientes”, pero
sin fallar al cuidado de la familia. 15

Consideramos prioritario tener en cuenta la importancia de las tareas de cuidado


para el sinfín de intervenciones relacionadas a los consumos problemáticos.Al registrar
que dichas tareas de cuidados resultan imprescindibles, se reconoce indirectamente el
rol de “preventoras” que muchas veces asumen las mujeres en los espacios
comunitarios. En el abordaje comunitario se intenta trabajar en conjunto con la
población que toma contacto sobre la visualización y prevención de riesgos asociados a
las prácticas de consumo, habilitando así una transmisión de prácticas de cuidado que
trascienda a los integrantes de los dispositivos territoriales.

Esta reflexión también exige que el Estado deba diseñar políticas públicas
destinadas a ofrecer espacios de asistencia y prevención cercanos a los territorios
atravesados por la desigualdad social. Dichos espacios requieren ser flexibles y
mantener la mayor apertura a la participación comunitaria, la perspectiva de género
será clave en el acompañamiento de procesos colectivos, teniendo en cuenta que son
las mujeres las que constituyen las fibras de la organización en las comunidades,

15
ASECEDI, 21

12
quienes mediante estrategias autogestivas muchas veces sostienen, acompañan y
contienen ante la ausencia de las instituciones estatales.

Maternidad y consumos

Consideramos primordial dedicar un apartado de este módulo al análisis sobre


la relación entre la maternidad y los consumos problemáticos. Para esto es necesario
discernir entre el deseo de maternar, la maternidad como un mandato social - concebido
a veces como obligación- y la presencia de consumos en el transcurso de un embarazo
y/o crianza de lxs hijxs.

Frente a la primera aclaración, resulta imperante desvincular el cuerpo de la


mujer como cuerpo gestante. Es indispensable incorporar la pregunta sobre el deseode
maternar para lograr intervenciones integrales y respetuosas del deseo y de las
elecciones de las personas. De lo contrario se seguirá reproduciendo la noción de que el
cuerpo de la mujer -mercantilizado y fragmentado- debe tener como objetivo primordial
la reproducción humana.

Por otra parte, y pasando a otro eje de análisis, como se puede suponer según lo
que venimos desarrollando, el consumo en mujeres que maternan es aún más
controlado y criminalizado. De esta forma se genera el estigma hacia las mujeres madres
que consumen a quienes además de juzgarlas por el consumo, se suman categorías
morales como mencionamos anteriormente, por ejemplo ser “malas madres”. De esta
forma el círculo de estigmatización se construye a partir de ser adicta, criminal y no
estar apta, de acuerdo a los parámetros esperados para aquellos cuerpos gestantes,
para la crianza. La presencia de consumo de sustancias en mujeres que cursan un
embarazo y maternan se opone a lo esperado en el imaginario social. Esta problemática
sitúa a los profesionales en una encrucijada entre la moral, la ética y el saber. Podemos
decir que, si los integrantes de equipos de instituciones no sostienen prácticas
inclusivas, se acentúa la vulnerabilidad y la segregación.

13
Estamos frente a una doble condena, se genera un prototipo de subjetividad
donde parece ser que todo hay que decidirlo por ella, el recurso de la insania pareciera
volver a resurgir en contextos donde por un lado, no se logra dividir entre ser mujer y
ser madre, y por el otro entre ser mujer, madre y consumir sustancias. Esto puede
generar que al vínculo naturalmente privado e íntimo se le introduzcan terceros que
ejerzan función de supervisión y control social en nombre de lo público. En la misma
línea, cabe preguntarse si la escasez de políticas y estrategias socio-comunitarias
integrales en relación a la prevención y asistencia de los consumos problemáticos,
influye en la rigidez de las condiciones de alta y hace construir un seguimiento del
vínculo madre e hijxs más cercano a un persecución. La penalidad por no cumplir con las
condiciones de tratamientos, probablemente agrave las condiciones de vulnerabilidad.

Ahora bien, de acuerdo a lo que establece la Ley Nacional de Salud Mental


Nacional 26.657, las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las
políticas de salud mental, garantizando a las personas con consumo problemático de
drogas –legales e ilegales- el pleno acceso a los servicios de salud; que son “sujetos de
derecho”; que los hospitales generales y otras instituciones de salud son la base del
nuevo paradigma de atención; y que se debe trabajar a partir de equipos
interdisciplinarios de tratamiento. Lo cierto es que urge la asimilación de esas premisas
en las instituciones y sus prácticas, de intentar mover esas estructuras y permitir el
pasaje de alguien que es vista como culpable y responsable absoluta de su situación, a
alguien que atraviesa una situación que no es de índole individual y que sus bases
tendrán que ver no sólo con experiencias a nivel singular sino colectivas, que se
encuadran en un contexto social, económico, político y cultural determinado.

Los equipos de atención tenemos el desafío de revisar permanentemente la


posición ideológica y política al intervenir y acompañar mujeres que maternan y
consumen sustancias, un ejercicio constante de dilucidar qué intervenciones priorizar:

14
aquellas derivadas de enfoques punitivistas o aquellas derivadas del enfoque de
derecho.

El trabajo en la actualidad con usuarias de sustancias, requiere repensar las


formas de tratamientos, muchas veces muy fuera de los tiempos actuales. En este
sentido, uno de los enfoques es el de Reducción de daños que surge como alternativa al
abordaje reduccionista que plantea la abstinencia al consumo como condición parael
tratamiento. Dicho enfoque es una política social que tiene como objetivo prioritario
disminuir los efectos negativos del uso de drogas. El requisito de abstinencia como
criterio de admisión y permanencia en un tratamiento no da lugar a sostener prácticas
inclusivas. Si se requiere la abstinencia como condición para el tratamiento sesostiene
una postura rígida que expulsa a estas mujeres de algún abordaje posible. En cambio, si
se da lugar a condiciones de posibilidad para que un tratamiento pueda iniciarse, se
sostienen prácticas más inclusivas que no repitan esos circuitos de exclusión que estas
mujeres ya vienen padeciendo Se sabe que el encuentro con mujeres madres con
consumo problemático y sus historias interpela a nivel personal las propias
concepciones acerca de la maternidad, y a nivel profesional los límites y alcances de las
intervenciones. Este tema genera más preguntas que respuestas, por lo que parece
pertinente concluirlo con algunos ejes que podrían generar intervenciones que
efectivicen y garanticen derechos para todas las personas involucradas:
1) Instalación de la idea de alfombra roja para recibir a las mujeres. Para que
lleguen a ese lugar han pasado muchas cosas previamente. Que sea un espacio donde
puedan pensarse, no culparse.
2) Trabajo de articulación constante entre los diferentes equipos y sectores
involucrados a fin de garantizar integralidad en las intervenciones. Esto incluye la
necesidad de que los equipos de salud incluyan la red institucional/organizacional del
territorio a la hora de definir los acompañamientos (intersectorialidad).
3) Capacitaciones específicas a los equipos intervinientes (Pediatría,
ginecología, obstetricia, enfermería, etc.)

15
4) Importancia de la terminología utilizada y de las formas de comunicar. Lxs
profesionales cuentan con sus propias representaciones sociales en torno a la temática.

Lo expresado anteriormente representa un esbozo de esta compleja temática, la


cual también es atravesada por la imperiosa necesidad de respetar los derechos de los
niños y niñas. Esto exige que las intervenciones sean pensadas desde el carácter
interseccional que ofrece la perspectiva de género para no realizar abordajes
fragmentados y garantizar el pleno goce de derechos por parte de todas las personas
involucradas y plantear estrategias que contemplen todos los sectores que de alguna u
otra forma se encuentran involucrados.

¿Qué son los modelos, prototipos y formatos institucionales?

Consideramos pertinente preguntarnos sobre aquellas mujeres que presentan


consumos problemáticos y demandan un proceso de acompañamiento, ¿Con qué
formatos/prácticas institucionales/protocolos de atención se encuentran?

Las redes de instituciones que se dedican a la atención de la salud, no están


preparadas para facilitar el acceso a los acompañamientos para mujeres.

Como ya dijimos, históricamente los consumos problemáticos han sido


considerados un problema “masculino”, por lo que el tipo de itinerarios y tratamientos
responden a dicha perspectiva androcéntrica del mismo. La mayoría de los programas
y estrategias en relación al abordaje sobre consumos problemáticos, han sido diseñados
por varones, para varones e incluso el personal que suele llevarlo a cabo, son varones.
En vista de ello y considerando las situaciones, problemáticas y necesidades puntuales
de las mujeres que consumen, no nos debiera sorprender que aún exista un alto índice
de abandono de tratamientos en mujeres, ya que los mismos

16
no contemplan la diversidad de problemáticas que atraviesan de manera interseccional
los consumos problemáticos.

Según el informe sobre el tratamiento del abuso de sustancias y la asistencia a


las mujeres dependientes de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el
Delito, se señala la presencia de obstáculos inherentes a los sistemas, obstáculos de tipo
estructural y obstáculos sociales, culturales y personales para el acceso al tratamiento
de las mujeres. Todo esto se debe, en parte, a que “tanto las políticas públicas
relacionadas al consumo de sustancias psicoactivas como el sistema de salud en general
no toman en consideración las diferencias existentes entre hombres y mujeres en
relación a la experiencia con las drogas (en cuanto a lo físico, lo psíquico, la percepción
del riesgo, el estado de vulnerabilidad, los hábitos de consumo, los costos familiares y
sociales y las restricciones para acceder a un tratamiento). El resultado fáctico,
comprobable, conocido, es que las mujeres sufren mayores dificultades y reciben menos
ayuda en todo el arco que abarca un tratamiento por adicciones, desde el diagnóstico
hasta la reinserción social.” Identificamos, según los relatos de las mujeres en los
espacios comunitarios, que cuando ellas llegan a las instituciones a fin de ser
acompañadas ante la situación que vivencian, se encuentran con espacios que lejos de
restituir derechos reproducen prácticas de violencia. Estos lugares reciben a las mujeres
con ciertos prejuicios, ya conocidos por ellas, y que las desalientan de continuar en
contacto. En ocasiones no se sienten escuchadas o son interrumpidas con comentarios
descalificativos, retos o regaños que pueden generar que las mujeres se sientan
avergonzadas o culpables de su propia situación. En otros casos son escuchadas, sin
embargo lo que ellas dicen no es tenido en cuenta a la hora deconstruir u organizar un
esquema de trabajo, propuesta o estrategia de acompañamiento, pues carece
justamente de la participación real de quien atraviesa lasituación que es categorizada
como problemática.

No siempre existe lugar al protagonismo de las mujeres en las estrategias de


acompañamiento construidas, la experiencia de trabajar en comunidades altamente

17
vulneradas nos aporta la certeza de que, por un lado, son pocos los espacios grupalesy
comunitarios en los territorios, y por el otro, que son muy necesarios porque dan la
posibilidad no solo de hablar sino también de escuchar e intercambiar experiencias. Ser
escuchadas parece ser un hecho que genera un “descanso o alivio” de lo que se trae
consigo.

Retomamos la importancia del contexto y los roles sociales, la necesidad de


entender a la mujer inserta en su vida cotidiana, pues al respecto podemos decir que
muchas mujeres desisten de los espacios de atención por motivos relativos a los roles
de género tradicionales: deben retornar lo antes posible al hogar para cumplir sus
responsabilidades domésticas y familiares.

Creemos que deben incluirse estos factores, ya que si no se interpreta “escasa


motivación” o “falta de compromiso de las mujeres con el espacio”. Es importante que
los encuentros y entrevistas sean pautados en horarios acordes para el traslado de la
mujer a los mismos, como así también repensar los espacios geográficos en relación a
las distancias en las que se ubican los dispositivos de las barriadas, teniendo en cuenta
que muchas de ellas se movilizan en transporte público.

Algunas experiencias de los dispositivos territoriales de SEDRONAR: Los


cuerpos y los territorios como punto de partida.

Sostenemos que el contexto social, político, económico y cultural es


fundamental a la hora de plantear el abordaje integral de los consumos problemáticos.
La dimensión de territorio entendida no sólo como “lo espacial” o geográfico, ha sido
clave para entender la dinámica comunitaria y los atravesamientos, las tensiones de
poder, necesidades y conflictiva que sostienen los procesos bajo categorías de espacio-
tiempo.

En lo que refiere a la experiencia del Barrio Alameda, del Departamento de


Guaymallén, los equipos territoriales de la Sedronar, participamos en un merendero
sostenido por un grupo de mujeres de la comunidad donde la idea central fue generar

18
un espacio de diálogo entre mujeres acerca de los sentires en relación a las tareas de
cuidado, maternidad y crianza, de acuerdo a lo que de manera individual venían
problematizando con el equipo. Esto dispararía a nuevas temáticas para elaborar en
conjunto e intercambiar experiencias. El objetivo central del equipo fue fortalecer las
redes que han sostenido y acompañado en momentos críticos a vecinas, desandar
representaciones que condicionan la participación y construir con “la de al lado”.

La experiencia del equipo de Los Paraísos, en el Departamento de Godoy Cruz,


se centró en un trabajo con mujeres jóvenes integrantes del equipo de fútbol “Las
Bochitas”, que ya funcionaba previo a la llegada del equipo de la Sedronar a la
comunidad, pero que se caracterizaba por ser meramente un espacio deportivo, con
escasa cantidad de jugadoras y de forma poco sistemática en relación a los encuentros
y su periodicidad. A partir de un trabajo en conjunto que realizamos desde el equipo de
Sedronar con actores de la comunidad, se re-configuró la estrategia deportiva de
prevención de consumos problemáticos de sustancias, desde una perspectiva de
derechos (derecho al deporte, a la participación, a la organización, a la expresión, al aire
libre, a la recreación, etc.) como así también bajo perspectiva de género, generando
espacios de “tercer tiempo” para intercambiar lo que atravesaba cadajoven en relación
a ser mujer, jugar al fútbol y vivir en comunidad. La propuesta tendió al
empoderamiento en el proceso de debate acerca de las violencias que atraviesan las
mujeres.

Otra de las experiencias significativas que podemos mencionar, es en el Barrio


La Gloria también del mismo Departamento. En un principio nuestra propuesta fue
generar un espacio de gimnasia para mujeres, lo cierto es que de acuerdo a lo construido
junto a las vecinas, la idea fue mutando hacia un espacio de encuentroentre mujeres
y a la conformación de un proyecto textil. Este espacio se propiciaba en el momento en
el que lxs niñxs se encontraban en horario escolar. La propuesta tendió a fortalecer, de
acuerdo a los intereses comunitarios, los lazos solidarios en relación a la necesidad
económica que les atravesaba de manera singular pero que en definitiva

19
era colectiva, como así también el encuentro con otras mujeres en el que
indefectiblemente era compartida la vida cotidiana y conllevaba a intercambiar formas
de resolver y apoyarse ante situaciones críticas.

En todas las experiencias, se pudieron identificar cuáles fueron los momentos


más propicios y los emergentes para sostener un trabajo de prevención de consumos
problemáticos y promoción de derechos de la salud junto a esos grupos de mujeres.
Cabe destacar, que del proceso colectivo se desprendían procesos de acompañamiento
a nivel singular, identificados como espacios de escucha, en los que desde un trabajo
interdisciplinario junto a la mujer se construían estrategias ante situaciones críticas de
vulneración de derechos. En estos espacios han sido claves herramientas como la
empatía, el lenguaje y la escucha comprensiva que tendieran a desarmar aquellas
construcciones desde la culpa, los miedos, etc. Estos espacios han sido fundamentales
para orientar posteriormente procesos de acompañamiento terapéuticos en el caso de
que así se lo requiriese, articulados responsablemente con efectores de salud de la zona.

Consideramos que incluir la perspectiva de género en el abordaje de


problemáticas de consumos, específicamente en los territorios atravesados por
derechos vulnerados, implica repensar la perspectiva biomédica de la salud, que muchas
veces es indiferente a las realidades sociales del género, en definitiva: a lo que vivencian
en las corporalidades las mujeres, entendiendo al cuerpo justamente como territorio.

Re (pensar) nos

Consideramos entonces, que por un lado es imperiosa la necesidad de que las


instituciones revisen sus prácticas y sus esquemas de acción. Aquellas personas que
llegan a las instituciones en búsqueda de respuestas y que se ven atravesadas por un
conjunto de situaciones interrelacionadas y asociadas, que las instituciones deberán
abordar de forma integral.

20
Por lo tanto sería conveniente que los espacios de los que venimos hablando,
posean herramientas que alojen, contengan, escuchen y garanticen la participación real
en la estrategia de trabajo. Que dicha estrategia le de protagonismo a los relatos, los
sentires, las necesidades, los intereses, que respete los tiempos, los espacios, las
experiencias vividas, los procesos de comunicación y de apertura de quienes a pesar
de todo, se animan a exponer su situación y se predisponen hacer algo con eso que les
sucede.

Por otro lado, consideramos que urge la necesidad de más y mejores espacios
que inserten sus estrategias desde lo grupal en lo comunitario, en la vida cotidiana de
las mujeres. Espacios que abracen y comprendan, que se alejen de acciones que
reproduzcan prácticas de control a la maternidad y criminalicen o punitivicen aún más
sobre la condición de ser mujer, en síntesis el desafío deber es desandar prácticas que
violentan y vulneran más derechos aún.

Se considera que ninguna propuesta es acabada, que deben reconfigurarse


constantemente porque la realidad no es única y goza de un alto dinamismo, sólo se
trata aquí de impulsar iniciativas y un esquema que debiera adecuarse a cada contexto,
a cada territorio, a cada comunidad, a cada realidad y subjetividades de las mujeres que
se acompañan.

En este sentido, se identifica como clave la organización como principal


herramienta de acción, puesta en marcha con la visibilización de redes amigables. Ha
quedado en evidencia, como hemos venido exponiendo, que es a partir de la práctica
de equipos territoriales desde los espacios grupales en la propia comunidad que se logra
ofrecer posibilidades y condiciones necesarias para abordar diversas temáticas que
atraviesan las mujeres en sus contextos en relación a las potencialidades y
desigualdades. Estos espacios se constituyen como sitios de trabajo de salud mental
comunitaria y gozan de estrategias bajo perspectiva de género, con objetivos claros que
sean reflejo de los intereses grupales y singulares de las mujeres.

21
Los encuentros en la comunidad, garantizan reconocernos “en y con la otra” y
pensar sobre lo que nos sucede colectivamente: lo personal es político y nos permite
encontrar respuesta entre todas, deja de ser una situación individual para construir
juntas algo distinto.

En síntesis, se considera que los espacios grupales insertos en la comunidad, con


mujeres que atraviesan los consumos problemáticos, permiten alejarnos de prácticas
punitivas y de control, abordar temáticas como las maternidades, las crianzas, las
infancias, las violencias, la comunicación, los vínculos y las desigualdades. Pero también,
estas prácticas fortalecen las iniciativas de proyectos colectivos que tienden a mejorar
las condiciones de vida y el acceso a derechos que de por sí se ven históricamente
condicionados en los territorios. No se debe dejar de mencionar la complementariedad
de los espacios colectivos e individuales. Si bien los espacios grupales generan las
condiciones propicias para la circulación de la palabra, la identificación entre mujeres,
el trabajo sobre temáticas y la lectura de emergentes, son en los espacios individuales
(espacios de escucha) donde se encuentra el escenario óptimo para profundizar y definir
estrategias con la persona involucrada.

Entonces, la perspectiva de género propone realizar mirada crítica frente a los


abordajes de los consumos problemáticos en mujeres, una mirada que se anime a
problematizar aspectos que reproducen las lógicas patriarcales, las cuales detentan
desigualdades y representaciones que -muchas veces sin quererlo- generan prácticas
discriminatorias, criminalizadoras y descontextualizadas.

Se considera entonces que la incorporación de la perspectiva de género no es


una tarea sencilla, ni acabada. La misma permite pensar estrategias que contemplen las
desigualdades estructurantes que trabajamos en el documento, así como reconocer
sistemas que tienden a reproducir e institucionalizar una forma única y legítima de vivir.
Se puede asegurar que además de ser legalmente obligatoria (Ley Micaela), también
representa una herramienta para garantizar intervenciones integrales y

22
respetuosas de los derechos humanos. Además invita a cuestionar la tradicional noción
de “salud” que reduce cada persona a su cuerpo, y éste a sus características marcadas
como “normales”/“anormales”. Ésta es acompañada por otra operación de reducción:
la de plantear la salud en términos meramente fisiológicos e individuales, como “falta
de enfermedad”. Pensar desde una noción amplia de salud implica, por el contrario,
considerar las condiciones de existencia de esos cuerpos y esas personas, algo
particularmente relevante en el caso de personas socialmente marginadas y que
presentan situaciones de consumos problemáticos.

23
Anexo

Algunos datos para repensar las intervenciones y los contextos

El presente apartado se estructura sobre tres cuestiones:

a) ¿Cómo ha sido la accesibilidad a los dispositivos de salud mental en torno al


género?;

b) ¿Cómo afecta el consumo de modo diferencial a hombres y mujeres en Mendoza? y,

c) Datos locales de los dispositivos de tratamiento comunitario (DTC)

. Accesibilidad a los dispositivos de salud mental en torno al género.

La Sedronar ha comenzado a cuestionarse los diferenciales de acceso entre


hombres y mujeres. Para ello el Observatorio Argentino de Drogas (OAD) ha comenzado
a caracterizar a lxs consultantes de los dispositivos de esta Secretaría Nacional. Este
apartado tomará de referencia a 4 dispositivos: Centros de Evaluación y Derivación
(CEDECOR)16, Línea 141, Dispositivos Integrales de Abordaje Territorial (DIAT) y los
Dispositivos de Tratamiento Comunitario (DTC).

En el boletín titulado: Perfil de los usuarios de dispositivos asistenciales de


Sedronar: CEDECOR, DIAT y línea 141 destacan que durante el segundo trimestre de
2019 el 88,3% de las personas asistidas eran hombres (1928 de 2184 asistidos) (OAD,
2019). Sin embargo lejos de ser una casualidad estadística es una continuidad ya que
el mismo boletín pero del año 2015 - 2016 menciona que el 90% de las personas asistidas
por el CEDECOR eran hombres.

16
El CEDECOR es un espacio de evaluación, contención y orientación donde los profesionales realizan
acompañamiento en situaciones de consumos problemáticos u orientación para un familiar y conocido.

24
“El perfil del asistido es eminentemente masculino: casi el 90% de los usuarios
de los servicios de CEDECOR son hombres, y sólo alrededor del 10% son mujeres.” (OAD,
2017).

Pero estas políticas van más allá de un lustro. Por ejemplo Parga (2019) luego de
haber analizado los registros estadísticos de la Subsecretaría de Atención de Adicciones
de la provincia de Buenos Aires (SADA) durante los años 1997 a 2007, concluye que el
88, 7% de las personas atendidas eran hombres.

Enlazando los datos a los conceptos, podemos pensar ¿cómo impacta la doble y
tercera jornada de las mujeres en dichos dispositivos? ¿Cómo impacta las tareas de
cuidado doméstico y comunitario en estos dispositivos? ¿Es posible identificarlas?

Tomando como ejemplo el boletín estadístico de pacientes asistidos del segundo


trimestre de 2019 de la línea 141 de SEDRONAR podemos encontrar algunos datos de
interés. Primero observamos que las consultas a la línea 141 se dividen en directas e
indirectas. Las primeras son realizadas por el consumidor mismo, mientras que en el
caso indirecto quien consulta es un familiar, amigo, referente afectivo. Analizando
estas llamadas se destaca:

. que la mayoría de las consultantes son mujeres. El 69%

a. que las mujeres realizan consultas indirectas casi en su totalidad.

25
“De esta forma, queda delineado un perfil de consultantes al servicio de
orientación 141 eminentemente femenino: las consultas son, en su mayoría, efectuadas
por mujeres que solicitan información, orientación o tratamiento para un familiar,
cónyuge, amigo/a o conocido.”

A partir de lo analizado es necesario repensar las intervenciones con mujeres en


situaciones de consumos problemáticos. Si bien hay un camino transitado, no existen
certezas. Actualmente algunos dispositivos presentan otra distribución en términos de
accesibilidad: Los Dispositivos de Tratamiento Comunitario (DTC) y los Dispositivos
Integrales de Abordaje Territorial (DIAT).

Los DIAT son centros de abordaje integral a los consumos problemáticos,


orientados a la promoción, restitución y el ejercicio de los derechos como procesos
potencialmente terapéuticos. Sus ejes son: a) Abordaje territorial b) Asistencia c)
Promoción (OAD, 2018).

Los DTC propician la implementación de acciones que fortalecen tanto la


corresponsabilidad como las interdependencias entre procesos de arriba hacia abajo -
las políticas - y procesos de abajo hacia arriba - la participación protagónica y los

26
productos de las comunidades. Entre sus tareas se encuentran: a) Trabajo en Calle, b)
Creación, visibilización y articulación de Redes c) Seguimiento de casos con los
Dispositivos DIAT y Equipos territoriales de otras áreas de la Sedronar (OAD, 2018).
Como se puede apreciar ambos dispositivos tienen una fuerte impronta comunitaria
como una diferencia fundamental a CEDECOR.

Otra enorme diferencia con CEDECOR es la estructura de según sexos con una
gran prevalencia femenina. El 40, 3% de los asistentes a DIAT son mujeres y en el caso
de DTC la cifra asciende al 53.4% Si bien en ambos dispositivos observamos una

27
población joven, las mujeres mayores de 18 años constituyen el 26,8% de los asistentes
a DIAT y el 35.5% de los asistentes de DTC.

Estos dispositivos parecen ser más receptivos a las problemáticas relacionadas


a las desigualdades de género. Según el boletín estadístico y geográfico de los
dispositivos DIAT y TC 2018 el 31% de las consultas de los usuarios de DIAT estaba
vinculada a la violencia y el 14% de los motivos de consulta de TC están asociados a
situaciones de violencia y abuso. Como cierre de este apartado podemos sintetizar que:

1. El acceso a los dispositivos asistenciales de salud mental difiere entre hombres


y mujeres, accediendo estas últimas en un porcentaje considerablemente
menor. Nos queda preguntarnos por qué las mujeres acceden menos y en
semejantes proporciones. Esto no puede justificarse en prevalencias
diferenciales de sustancias ya que jamás se alcanzan brechas tan altas. A modo
de ejemplo, la brecha de consumo más significativa entre hombres y mujeres en
Mendoza se da en la prevalencia marihuana, los hombres consumen 4 veces
más que las mujeres (2017), sin embargo en cuanto al acceso hablamos de
diferencias en relación de 9 a 1. Es evidente que los diferenciales de acceso
tienen causas más complejas más allá de que estos datos no sean indicadores
directos de consumos problemáticos.

2. Estudios sugieren que lo aseverado tiene varias décadas de continuidad, por lo


menos en dispositivos asistenciales.

3. Los dispositivos que tienen abordaje comunitario parecen ser más accesibles a
mujeres que otros e incluso más receptivos en torno a sus demandas.

b) ¿Cómo afecta el consumo de modo diferencial a hombres y mujeres en Mendoza?

Si bien contamos con varios estudios, lo primero que tenemos que destacar es que
construir estadísticas de consumo diferenciando el sexo no implica analizar ni construir

28
información con perspectiva de género. Esta aclaración viene a corolario de que la
principal fuente de análisis será el Estudio Nacional de Sustancias psicoactivas del año
2017 con los datos de la provincia de Mendoza exclusivamente.

1. Las sustancias legales, bebidas con alcohol y tabaco, fueron las que presentaron
mayor consumo en Mendoza. Estas prevalencias fueron muy superiores a las del
resto de las sustancias. (OAD, 2017)

2. La mayor parte de las sustancias fueron consumidas por varones. La brecha más
amplia entre varones y mujeres se presenta con la marihuana.(OAD, 2017)

3. Los tranquilizantes fueron mayoritariamente consumidos por mujeres entre los


25 y los 34 años.

4. Los porcentajes de consumidores actuales de marihuana y cocaína alcanzaron su


máximo valor entre los 18 y los 24 años, mientras que el alcohol y el tabaco lo
hicieron en edades más tardías. (OAD, 2017)

5. El tabaco fue la sustancia de inicio más temprano (alrededor de los 16 años),


seguida por el alcohol, la marihuana, la cocaína. (OAD, 2017)

En este sentido siempre debemos tener en cuenta que tanto para hombres como
para mujeres las sustancias psicoactivas legales son las más consumidas. Las acciones
deben ir hacia la reducción de riesgos para las mismas, así como apuntadas a desarrollar
proyectos e intervenciones de índole sociocomunitaria. El desafío está en incorporar
variables de análisis que superen al sexo, la edad y la prevalencia pudiendo discriminar
motivos, conductas y/o costumbres y delinear los procesos históricos que den cuenta de
los procesos de consumo en toda su complejidad.

c) Datos locales de los dispositivos de tratamiento comunitario (DTC).

El objetivo del presente apartado es brindar algunos datos que caractericen a los
DTC de Gran Mendoza (Guaymallén y Godoy Cruz). Se ha dividido según sexo y edad con
la idea de señalar algunas condiciones que afectan de modo desigual a unos y

29
otras. El análisis no busca ser exhaustivo, sino mostrar cómo adicionando variables más
allá del sexo y la edad muestra diferencias. Todos estos datos se obtienen a partir de la
sistematización de la Hoja de primer contacto (HPC), que es el instrumento que recaba
información general de lxs asistentes al dispositivo. La misma no es condición de
admisión al DTC, de hecho no hay condiciones de admisión. A nivel general la HPC
incluye: características de la persona, sus condiciones al primer contacto, sus demandas
y las respuestas brindadas por el dispositivo.

Fuente: elaboración propia en base a datos de Hojas de primer contacto de


dispositivos de DTC, Mendoza.

Como se puede observar los DTC en Mendoza cumplen con las misma Estructura
que los DTC a nivel nacional: similar participación entre hombres y mujeres incluso con
mayor participación de las mujeres respecto de los hombres.

30
Fuente: elaboración propia en base a datos de Hojas de primer contacto de
dispositivos de DTC, Mendoza.

En relación al sexo y educación, no vemos diferencias significativas. El hecho de


que para ambos sexos no haya más que “primaria incompleta” o “secundaria
incompleta” refleja que: a) las personas que acceden son muy jóvenes (están cursando
la primaria o la secundaria) b) quienes acceden al dispositivo tienen trayectorias
educativas interrumpidas.

31
Fuente: elaboración propia en base a datos de Hojas de primer contacto de
dispositivos de DTC, Mendoza.

Algunas diferencias se pueden observar en relación a la variable que representa


si mantuvieron el contacto. Aquí encontramos una gran diferencia a favor de las
mujeres, más del 70% siguió en contacto con el dispositivo de algún modo. Para los
hombres esta cifra es significativamente menor: 34, 55%. Esto permite pensar que las
estrategias comunitarias son más valoradas por las mujeres ya que respetan los horarios
de circulación y permanencia comunitaria, otra hipótesis podría ser que el dispositivo
no tiene una respuesta acorde para la población masculina.

32
Fuente: elaboración propia en base a datos de Hojas de primer contacto de
dispositivos de DTC, Mendoza.

Respecto a quienes se mantienen en contacto, vemos un comportamiento


disímil no solo en cuanto al género sino en relación a la edad y relaciones inversas. Del
total de mujeres de 10 a 17 años el 76.92% está en contacto con el dispositivo, del total
de hombres para dicho intervalo solo el 37.50% se mantiene en contacto. Ahora cuando
pasamos al intervalo de 18 a 23 años la relación se invierte, el 50% de los hombres entre
18 a 23 años mantiene el contacto, mientras que las mujeres de esa edad esa cifra
disminuye al 32.65%.

Fuente: elaboración propia en base a datos de Hojas de primer contacto de


dispositivos de DTC, Mendoza.

Las condiciones al primer contacto también marcan diferencias en torno a


hombres y mujeres. La pobreza extrema afectó al 24,14% de las mujeres y en
contraposición solo un 10,42% a los hombres, es decir las mujeres padecen el doble de
pobreza extrema que los hombres.

33
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36

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