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Los buenos y los malos.

Nociones sobre las redes vinculares de usuarios de PBC en


profesionales de la salud.
Martín H. Di Marco
FSOC-UBA
mardimarco@sociales.uba.ar

Introducción

Tras la crisis socio-económica del 2001-2002, la emergencia y expansión de la pasta


base de cocina (PBC) profundizó las situaciones de malestar y deterioro en grandes sectores
de la población argentina. Paralelamente, nuevos procesos de estigmatización,
criminalización y medicalización, acompañados de nuevas lógicas de secuestro
institucional, se desarrollaron ante el fenómeno del PBC (Vázquez y Stolkiner, 2009).

En esta ponencia me interrogo por la relación entre los centros de tratamiento para
el consumo de drogas, los profesionales de la salud y las redes vinculares de usuarios y ex
usuario. Puntualmente, examino las nociones sobre los vínculos de usuarios de drogas,
como resultado parcial de una investigación en torno a profesionales de la salud de centros
de atención y tratamiento para el consumo de drogas (AMBA, 2008-2011). Propongo que
el proceso de rotulación no sólo se desarrolla con los usuarios de drogas en centros de
atención y tratamiento, sino también con los vínculos cercanos de estos.

Instituciones totales y rotulación

Diversas investigaciones han analizado los centros de atención y tratamiento para el


consumo de drogas desde la perspectiva del control social y las transformaciones
subjetivas, focalizando tanto en la perspectiva de los usuarios y ex usuarios, como de las
redes vinculares y los profesionales de la salud en las instituciones. En torno a esta
temática, numerosos investigaciones han abrevado del concepto goffmeano de institución
total, así como de la noción foucaultiano de dispositivo de poder disciplinario (Castilla et
al., 2012; Garbi et al., 2012; Lorenzo, 2012; Vázquez y Stolkiner, 2009; entre otros).

Desde ambos perspectivas teóricas, las cuestiones de la disciplina, el control y las


transformaciones subjetivas (‘mortificación del yo’, ‘desviaciones de la carrera moral’,

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‘reencauzamiento de la conducta’) son medulares. Los aportes de M. Foucault (2002; 2008)
en torno a los dispositivos de poder disciplinario ahondan en el carácter socio-histórico de
los dispositivos, además de arrojar luz sobre sus condiciones de posibilidad, mientras que
los análisis de E. Goffman (2001) particularizan en el proceso de construcción de
enfermedades a partir de interacciones sociales. En esta ponencia, principalmente, tomo
aportes de la perspectiva del interaccionismo simbólico, en relación a los conceptos de
institución total y rotulación.

Al especificar el análisis en la perspectiva de los profesionales de la salud, resalto la


productividad de retomar ciertos aspectos de la teoría del etiquetamiento (labelling theory)
para comprehender las lógicas de funcionamiento de los centros para la atención y
tratamiento del consumo de drogas. Siguiendo a Castro (2011), una de las vertientes de las
Ciencias Sociales abocada a analizar el proceso salud-enfermedad-atención se ha vinculado
con la problematización de las definiciones hegemónicas de ‘enfermedad’, ‘normalidad’,
etc. Desde esta perspectiva, la teoría de la etiquetamiento, principalmente desarrollada en la
década de los 60, se ha centrado en indagar los procesos mediante los cuales se producen y
reproducen las categorías (etiquetas) sobre lo ‘enfermo’, ‘patológico’, ‘desviado’, etc. De
esta forma, la productividad de esta perspectiva radica en descentrar los fenómenos de la
salud-enfermedad del abordaje biomédico (en el cual, los discursos dominantes tienden a
escencializar las etiquetas aplicadas) para analizar estos fenómenos como objetos de
estudio e intervención, social e interaccionalmente construidos.

Siguiendo los lineamientos generales de esta perspectiva, se plantea que el


funcionamiento y estructuración de las instituciones son las que hacen a los pacientes, es
decir, “… que la enfermedad constituye conjunto de roles desviados dentro de los cuales
ciertos individuos son socializados y estabilizados” (Castro, 2011: 51).

En Internados se señala que uno de los principales rasgos de las instituciones totales
es la unión de tres esferas que se encuentran escindidas en la vida cotidiana: descanso,
esparcimiento y trabajo. En este sentido, “una institución puede definirse como un lugar de
residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la
sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria,
administrada formalmente” (Goffman, 2001: 13).

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La tendencia absorbente de estas instituciones (expresada en la imposibilidad de
interacción con el mundo por fuera de la institución) modifica la estructura del yo y las
relaciones que los sujetos tenían antes de ingresar a esta institución. En este sentido, el
proceso de mortificación del yo (entendido como los cambios impuestos sistemáticamente
sobre las concepciones que los sujetos tienen sobre sí mismos y sobre los otros
significativos) es medular en la lógica general de funcionamiento de las instituciones
totales, ya que condensa el objetivo de trasformación subjetiva.

Sobre institucions y redes vínculares

En la Argentina post-crisis, la emergencia y expansión del consumo de PBC fue


paralela al desarrollo de diversos saberes expertos y legos en torno a las familias y vínculos
cercanos de los usuarios de drogas (Castilla et al., 2012). En este sentido, se han
instrumentado diversas técnicas terapéuticas dentro de los centros de tratamiento que
incorporan los vínculos de los usuarios.

Por este motivo, señalo que los procesos de etiquetamiento (y mortificación del yo)
no sólo se desarrollan con los sujetos dentro de estas instituciones, sino que también se
relacionan con los vínculos cercanos, principalmente, los vínculos familiares.

Una de las características de la institución total radica en que todas las conductas de
los sujetos dentro de ellas son leídas a la luz de las acciones que lo incorporaron en la
institución (Goffman, 2001). ¿Puede verse un proceso similar en relación a los vínculos de
los usuarios de drogas? ¿Puede ser reescrito el comportamiento de los vínculos en relación
al motivo por el cual los sujetos están dentro de la institución?

Objetivos y estrategia metodológica

Este trabajo tiene por objetivo indagar en las nociones de profesionales de la salud
en centros de atención y tratamiento para el uso de drogas en relación a las redes vinculares
de los usuarios y ex usuarios de PBC en población marginalizada. En forma más precisa, se
indaga en estas nociones desde la dimensión de lo moral.

La estrategia metodológica es de tipo cualitativa, en el marco de un proyecto


etnográfico sobre consumo de drogas, vulnerabilidad social, malestares y procesos de

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medicalización e institucionalización. Para esta ponencia, analicé 9 entrevistas semi-
estructuradas a profesionales de la salud (psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales,
operadores socio-terapéuticos y sociólogos) en AMBA, entre 2008 y 2011. Para el análisis
de las entrevistas, seguí los lineamientos generales de la codificación y comparación
constante de los datos (Strauss y Corbin, 2002), con la asistencia del software Atlas.Ti 5.0.

Antes, durante y después: nociones sobre las redes vinculares

Siguiendo el objetivo planteado, el criterio que seguí para dividir y codificar las
entrevistas fue el construido por los mismos profesionales, es decir, se rescataron las
coordenadas nativas para entender la propia lógica de los procesos dentro de estas
instituciones (Reynoso, 1998). Así, demarqué ‘períodos’ en los cuales los profesionales
entienden diferencias en las características y roles de las redes: a) antes de la llegada a la
institución; b) en el ingreso y durante la asistencia en la institución; c) después de haber
finalizado el tratamiento. Kornblit et al. (2004) re-construyó escenarios temporales
similares a los categorizados en este trabajo.

Al mismo tiempo, se buscó deliberadamente describir las principales narrativas, por


un lado, en torno a las redes de parentesco y, por otro lado, en torno a las redes no-
familiares de los usuarios (es decir, vínculos de amistad, vecindad y laborales,
principalmente). Este criterio (que además de determinar el modo en el que se presenta la
información, también influye en los mismos significados que se intentan re-construir) no
sólo fue noción emergente de los entrevistados, sino que se basa en un interés por comparar
las narrativas de los profesionales sobre los diferentes vínculos de los usuarios y ex-usuario.

a. El antes
Los profesionales tienden a delinear, de forma implícita o explícita, una marcada
división entre la vida de los usuarios de PBC antes y después de haber ingresado a los
centros de atención y tratamiento.

Por un lado, las familias aparecen como una figura omnipresente, corroborando lo
que se ya ha documentado en otros estudios (Castilla et al., 2012; Epele, 2010; Míguez,
2007). Diversas expresiones de anormalidad y malestar se encuentran hilvanando las
nociones de familia y de consumo de PBC que tienen los profesionales dentro de las

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instituciones. Así, los profesionales tienden a describir el rol principal de las familias de los
usuarios de PBC como el de construir las condiciones para que se consuma droga, en
general, y PBC, en particular.

“Es parte de la locura familiar, porque los chicos no llegan por casualidad. Hay
disfuncionalidad en toda la familia. Pero ahí también… hay niveles. Y hay niveles que sí se
pueden entender con más profundidad qué se hace, y cómo estar con el hijo… y hay niveles
que no. Entonces, bueno, eso también es fundamental… dentro de lo que se trabaja acá” –
Psicólogo.

Las diferentes situaciones en las que intervienen los familiares o en las que el hogar
es el escenario, son leídas en términos de causación lineal del consumo de drogas. No
obstante, la tendencia a comprehender a las familias como elementos negativos para el
usuario no es siempre desde una misma perspectiva, sino que existen diversas narrativas
con respecto a esto, en las que se apela a diferentes temas, dimensiones y saberes:
‘disfuncionalidad’, ‘locura familiar’, ‘dramática familiar’, ‘rotura de la red familiar’, etc.

Por otro lado, las redes vinculares no-familiares (de las cuales, los profesionales
entrevistados mencionaron, exclusivamente, a redes de amigos y vecinos) también son
vistas y entendidas como factores de incentivo del consumo. Desde diferentes perspectivas,
los entrevistados entienden a los amigos y vecinos como vínculos que contribuyen para que
los usuarios y ex usuarios consuman PBC.

No obstante, el peso de estos vínculos, principalmente desarrollados y mantenidos


en el ámbito barrial y en lugares de esparcimiento nocturno, es puesto en segundo plano en
relación con el rol jugado por la familia: los amigos y vecinos se presentan con el rol de
acercar la posibilidad de consumir diversas drogas, si bien la familia, previo a esto, no
construye una red de contención. La temporalidad de los vínculos y sus roles es vista como
un elemento clave para comprehender el consumo.

“Creo que, realmente… Creo que los barrios están complicados y que se ven
amenazados, aunque la familia tenga intención de otra cosa. Creo que la familia también
está desarticulada como para tomar el problema y que esto a poner como más en acto
otras situaciones previas que tampoco han podido manejar, digamos. Los pibes están

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mucho en la calle, se empieza como ese lugar de inclusión, es un lugar de inclusión la
esquina, es un lugar de pertenencia, digamos, por eso es tan difícil la red escolar, porque
es, bueno si no soy esto entonces, ¿qué soy?” – Psicólogo.

b. El ingreso y la permanencia
Desde la perspectiva de los profesionales, el ingreso (o primer ingreso) a un centro
de atención y tratamiento para drogas, más allá de la modalidad con la que cada institución
se constituya, representa en sí un proceso clave en el tratamiento. Si bien existen diversas
formas por las cuales los usuarios se incorporan a los centros (por órdenes judiciales,
derivaciones desde obras sociales, por cuenta propia de los usuarios), los profesionales dan
un peso preponderante a los casos y situaciones en las que intervienen las familias, en tanto
nexo entre el usuario y la institución.

“No, es que ellos necesitan orden. Ellos piden… ¿No sé si ustedes tienen hijos?
Digo, así como un pibe te pide límites, y ¿viste? que los absorbe como el agua cuando no
los tiene. (…) Muchas veces los traen engañados (…). Hemos tenidos pataletas que le
arman a los padres y sacás a los padres del escenario y se terminó todo. Ese es el momento
de la internación, cuando no vienen consensuados con ellos. Y realmente es muy violento
porque vienen engañados, ¿viste? Andá a bancartelá, ¿viste? Por drogón que sea, por más
delincuente que sea, que tu vieja te mienta, no te la bancás. (…) Después se labura todo
eso, pero en el momento es difícil. Después que se fueron los viejos, listo, ya está. Están
rodeados de ellos mismos, del grupo” – Psicóloga.

Desde la perspectiva de los profesionales, el rol que desarrollan las familias como
nexo entre el usuario y los centros, incentivando la internación, se fundamenta en diversas
expresiones de falta de control y desesperación con respecto al usuario. Los profesionales
entrevistados entienden las diferentes acciones llevadas a cabo por los familiares (medidas
coercitivas, engaños, persuasiones) en relación con el “descontrol” de los usuarios, y la
ausencia de medidas y formas de cuidado que tienen las familias para tratarlos.

El período de estadía o de mayor permanencia en las instituciones suele ser


considerado por los profesionales entrevistados como el momento central para la
rehabilitación del usuario, es decir, la situación clave dentro del proceso en el cual las

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diferentes técnicas terapéuticas orientan a los usuario al abstencionismo total (Garbi et. al.,
2012). Durante este período, los profesionales ven en las familias (particularmente, en las
madres y/o padres) el rol de apoyar emocionalmente al usuario.

Se remarca una tensión, expresada en la elección y construcción de técnicas y


estrategias de tratamiento (‘multifamiliares’, ‘grupos de padres’, etc.), en el rol que cumple
la familia durante el tratamiento del usuario. La tensión se construye entre las nociones de
‘familias dañinas’ para los usuarios (carentes de apoyo y afectividad, “impulsando” el
consumo de drogas) y de una necesidad de apoyo para que el usuario logre, exitosamente,
dejar de usar drogas. Así, el rol que juegan las redes familiares durante los períodos de
tratamiento se construye en esta relación: una disyuntiva entre familias que empeoran la
situación del usuario y la “necesidad” de que los parientes estén con y acompañen el
proceso del tratamiento.

“Sí, hay trabajo familiar (…) Porque detrás de la droga, muchas veces, te diría casi
siempre, se esconde no solamente algo conflictivo, una dramática familiar, sino también
problemas sociales. (…) Otro aspecto del tratamiento es que… la afectividad familiar. Si
hay afectividad, si hay compromiso familiar, se ve que la familia responde bien en esto, se
hace cargo, etc., es más fácil que se recupere. (…)Estas rupturas de red, ¿no? Porque la
red social se rompió porque se rompió la red familiar. Y bueno, si hay red familiar, hay
más posibilidades de recuperación que si no la hay” – Psicólogo.

Por otro lado, las redes no-familiares, particularmente los vínculos de amistades y
barriales, que en la mayoría de los casos son los mismos, son vistas con un rol
potencialmente perjudicial para el usuario. Para la mayoría de los entrevistados, los grupos
de amigos no tienen ninguna característica, ni pueden articular ningún rol, que posibilite el
tratamiento adecuando de los usuarios. Por el contrario, los profesionales expresan la
primacía de lo perjudicial en las amistades previa al inicio de tratamiento.

No obstante, al igual que en las narrativas con respecto a las familias durante esta
etapa, ciertos profesionales ven en las redes de amigos un potencial beneficio para el
acompañamiento y apoyo durante el tratamiento. Que el grupo de amigos pueda desarrollar
este rol no sólo depende de la propia situación de consumo de los amigos/as, sino de otras

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prácticas que puedan llevar a cabo. Puntualmente, se hace referencia a los hurtos, robos y
violencia, en general.

c. El después
Con la finalización de los tratamientos, el conjunto de narrativas y argumentos de
los profesionales mantiene la tendencia previa a marcar a la familia como una red
determinante en la “recuperación” de los usuarios.

No obstante, en esta etapa, los profesionales resaltan un aspecto que, si bien estaba
presente en momentos anteriores, ahora adquiere un carácter medular para fundamentar las
estrategias y objetivos de los tratamientos y formas de intervención: la dimensión laboral.
El rol de la red familiar (ahora incluyendo parientes cercanos y lejanos, de sangre o
políticos) ya no solo incluye aspectos de afectividad, apoyo y cohesión, sino que pasa a
privilegiar lo laboral, como función necesaria para el tratamiento del usuario.

“En la etapa de reinserción social o de reinserción laboral, trabajan conmigo en el


tema de… Hacen un (rutero), hacen el currículum. Los acompañamos en todo el proceso.
O sea, no solamente se abarca la parte del tratamiento de la adicción, sino que una vez que
el chico logra sostener la abstinencia del consumo ahí empieza toda la reinserción o la
inserción laboral. Tal vez nunca trabajó o siempre trabajó estando intoxicado. Eh,
entonces lo que hacemos es ampliar las redes, porque cuando estos pibes vienen están
solos, cero contención, son vulnerables” – Trabajadora social.

En este sentido, Kaye (2010) ha resaltado que la tendencia principal en las


diferentes instituciones para el tratamiento de drogas es la incorporación de habitus
orientados al desarrollo laboral. En los profesionales entrevistados, las nociones de
articulación/desarticulación familiar se vinculan con la posibilidad de “completa
recuperación” de los usuarios: la existencia de una red familiar de apoyo se asocia con la
posibilidad de una salida de la institución y la reinserción en el ámbito laboral.

Reflexiones finales

En esta ponencia propuse abordar el vínculo entre los centros para el tratamiento del
consumo intensivo de drogas (entendiendo que la conceptualización de institución total

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permite analizar, críticamente, muchas de sus características), los profesionales de la salud
y las redes vinculares de los usuarios de drogas. El recorrido por las diferentes nociones que
tienen los profesionales sobre los vínculos plantea el interrogante sobre la existencia de un
proceso de etiquetamiento sobre familiares, vecinos, amigos y otros vínculos de los
usuarios de drogas, particularmente PBC, en población marginalizada.

Si bien este proceso de rotulación no se adapta estrictamente a la definición


goffmaneana (en el cual la rotulación es parte del proceso de la mortificación del yo), sí se
puede entender cómo los vínculos de los usuarios son leídos a la luz de las conductas de los
usuarios. Tal como propone Kaye (2010), comprender la lógica de funcionamiento de las
instituciones para el tratamiento de drogas excede los fenómenos intra-muros: la relación
entre profesionales y vínculos de los usuarios es uno de los aspectos poco atendidos en la
literatura especializada.

En el caso de los vínculos familiares, por ejemplo, muchos son etiquetados como
disfuncionales e imposibilitados de brindar apoyo emocional a los usuarios. Diferentes
funciones son asignadas (contención de los usuarios, restablecimiento de vínculos
laborales, etc.) y la carencia en desarrollar estas acciones conduce a juicios morales sobre el
funcionamiento de los grupos familiares.

Queda pendiente seguir profundizando en esta línea de interrogantes. ¿Qué


implicancias tiene el proceso de rotulación de los vínculos de los usuarios? ¿Cómo se
vinculan las nociones sobre los vínculos de los usuarios con las estrategias terapéuticas
desarrolladas y adoptadas dentro de las instituciones?

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