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ODAS, ¿por qué voy a construir un atrio grandioso

con puertas envidiables, según el nuevo estilo?


DE HORACIO. ¿Por qué voy a cambiar
mi valle de Sabina
"A sí mismo" (Carminum, III, 1) por riquezas tan pesarosas?

Odio al vulgo profano y lo rechazo. "A Delio" (Carminum, II, 3)


Tened las lenguas: sacerdote de las Musas,
voy a cantar versos jamás oídos antes Acuérdate de conservar una mente tranquila
a los niños y a las doncellas. en la adversidad, y en la buena fortuna
A sus propios rebaños rigen abstente de una alegría ostentosa,
temibles reyes, y a ellos los gobierna Delio, pues tienes que morir,
Júpiter, famoso por su triunfo Giganteo, y ello aunque hayas vivido triste en todo momento
el que lo mueve todo con su ceño. o aunque, tumbado en retirada hierba,
Sucede que un hombre alinea en los surcos los días de fiesta, hayas disfrutado
mayor número de árboles que otro hombre; de las mejores cosechas de Falerno.
éste, de más noble linaje, baja ¿Por qué al enorme pino y al plateado álamo
al Campo a competir; aquél, les gusta unir la hospitalaria sombra
mejor por sus costumbres y su fama de sus ramas? ¿Por qué la linfa fugitiva
rivaliza con él; otro tiene mayor se esfuerza en deslizarse por sinuoso arroyo?
cantidad de clientes. Manda traer aquí vinos, perfumes y rosas
Con justa ley, Necesidad —esas flores tan efímeras—, mientras
sortea a los notables y a los ínfimos: tus bienes y tu edad y los negros hilos
una amplia urna mueve todo nombre. de las tres Hermanas te lo permitan.
Aquel sobre cuya impía cabeza Te irás del soto que compraste, y de la casa,
pende desnuda espada y de la quinta que baña el rojo Tiber;
no encuentra dulce el sabor de los festines Sículos te irás, y un heredero poseerá
ni el canto de las aves y de la cítara las riquezas que amontonaste.
le devuelven el sueño. Ese sueño Que seas rico y descendiente del venerable
apacible que, en cambio, no desdeña Ínaco nada importa, o que vivas
la casa humilde del campesino, a la intemperie, pobre y de ínfimo linaje:
ni la umbrosa ribera, serás víctima de Orco inmisericorde.
ni Tempe, el valle oreado por los Céfiros. Todos terminaremos en el mismo lugar.
Al que desea sólo lo suficiente La urna da vueltas para todos.
no lo seduce el mar tumultuoso, Más tarde o más temprano ha de salir
ni el ímpetu cruel de Arturo al ponerse, la suerte que nos embarcará
ni el nacimiento de las Cabrillas, rumbo al eterno exilio.
las viñas azotadas por el granizo
o una finca mendaz, ya culpen sus plantíos
"Carpe Diem" (Carminum, I, 11)
a las aguas, a las estrellas
que abrasan los campos
o a los inclementes inviernos. No pretendas saber, pues no está permitido,
Sienten los peces reducido el mar el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
por las moles lanzadas a sus aguas, nos tienen asignados los dioses,
pues allí van a parar las piedras ni consultes los números Babilónicos.
que sin cesar arrojan el empresario con sus obreros Mejor será aceptar lo que venga,
y el señor harto ya de tierra. ya sean muchos los inviernos que Júpiter
Mas Temor y Amenazas te conceda, o sea éste el último,
suben a donde está el señor, el que ahora hace que el mar Tirreno
y la negra Inquietud no se separa rompa contra los opuestos cantiles.
de su trirreme guarnecida de bronce No seas loca, filtra tus vinos
y cabalga tras él, jinete. y adapta al breve espacio de tu vida
Y, si ni el mármol Frigio, una esperanza larga.
ni el uso de la púrpura más brillante que un astro, Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
ni la viña Falerna, Vive el día de hoy. Captúralo.
ni el costo Aquemenio No fíes del incierto mañana.
alivian el dolor del que sufre,
“Nunc est bibendum” (Carminum, I, 37) cuando a mi deseo resplandeciente
le place tornarse alegre y aliviarse
Ahora sí, amigos, a beber y a bailar de sus cuitas, para aplacar su ardor,
golpeando la tierra con los pies. ¡cuánto me gustaría, como hace ella,
Ahora sí adornemos los altares jugar contigo y desterrar las penas
para banquetes dignos de los salios.27 lejos de mi triste ánimo!
Sacrilegio era sacar de las bodegas (II b)
el vino añejo, mientras una reina Me es tan grato como a la niña el fruto
buscaba la ruina demencial doradito que soltó el ceñidor
del Capitolio, y las exequias del Imperio, que tanto tiempo permaneció atado.
capitana de un rebaño de varones
corrompidos por un mal infamante, CARMEN III
ciega para ver lo inevitable, Llorad, tanto Gracias y Cupidillos,
embriagada por la dulce fortuna. como todos los hombres más sensibles.
Pero el fuego, que le dejó una sola nave, El gorrioncito de mi niña ha muerto,
congeló su furor, y a sensatos temores el gorrioncito, joya de mi niña,
el César redujo aquella mente a quien amaba más que a sus ojitos;
ofuscada por el vino egipcio. pues de miel era y conocía, como
Como el gavilán a la tímida paloma la hija conoce a su madre, a su dueña;
o el veloz cazador a la liebre, nunca se apartaba de su regazo,
sin dar tregua a los remos persiguió sino que, saltando a su alrededor,
a la que huía volando desde Italia, piaba constantemente para su ama.
para encadenar a ese monstruo del destino. Y ahora hace un camino de tinieblas,
Pero ella quiso morir más noblemente hacia un lugar de retorno prohibido.
y no temió, siendo mujer, la espada, Sed malditas, malas sombras del Orco,
ni se refugió en puertos secretos, que fagocitáis todo lo precioso;
sino que se atrevió a mirar de frente me arrancasteis este gorrión tan lindo.
la ruina de su corte, y a abrazar ¡Oh, acción malévola!¡Oh, gorrión perdido!
las ásperas serpientes, empapando Ahora, por tu culpa, los ojitos
su blanco cuerpo con veneno negro, hinchaditos de mi niña se encarnan.
muerte aún más audaz por ser buscada.
Y así evitó que la arrastraran, CARMEN IV
destronada mujer de noble sangre, Aquel barquito que veis cuenta, oh huéspedes,
crueles veleros al soberbio triunfo. que él fue, de todas, la nave más rápida,
jamás trabada por el traidor leño
CARMINA flotante. Bien con los remos volar
DE CATULO podía, si era necesario, bien
con las velas de lino.
CARMEN I Y niega que esto niegue la acechante
¿A quién ofrezco este librillo nuevo costa del Adriático, o las Cícladas,
y ameno, recién pulido por la árida y Rodas la noble y Tracia Propóntida
pómez? A ti, Cornelio, que estimabas terrible o el furïoso golfo Póntico,
en algo mis pequeñas naderías, donde, antes de barquito, fue un tupido
ya cuando narrabas la historia itálica bosque: pues en la cima del Citoro,
en tres volúmenes doctos, por Júpiter, con parlante crin, lanzó silbo hermoso.
y elaborados, con tu original A ti, Póntica Amastris, en boj rico
osadía. Toma pues lo que sea Citoro: afirma que fue conocido
de este librito, valga lo que valga, por ti y que en su origen último sobre
y que éste permanezca más de un siglo tu altura se mantuvo firme; aguas
sin marchitarse, oh musa virginal. fueron las tuyas en que hundió sus palas.
Y desde allí portó a su señor, ora
viniera diestra o siniestra del alba
CARMEN II
la llamada, por tanto mar soberbio;
Gorrioncito, joya de mi pequeña,
ora hiriera Júpiter el velamen
con quien juega, al que resguarda en el seno,
con acción favorable.
al que suele dar la yema del dedo
Y no había hecho votos a los dioses
y le incita desgarrados mordiscos:
costeros, cuando de la mar llegó
por fin hasta este cristalino lago. CARMEN VIII
Pero esos tiempos pasaron y ahora ¡Ay, Catulo, deja de hacer simplezas,
envejece en recóndita quietud, y ten lo que está muerto por perdido!
dedicándose a ti, gemelo Cástor, Radiantes soles te brillaban cuando,
y también a ti, de Cástor gemelo. en esos días, ibas
allí donde quería la niñita,
CARMEN V amada por nosotros como nadie
Vivamos y amemos, oh Lesbia mía, será amada jamás.
y démosles menos valor que a un as Muchas fiestas celebraste allí entonces,
a las voces de los viejos severos. que tú deseabas y ella no odiaba.
Los astros pueden morir y volver; En verdad, lucían soles radiantes.
muerta nuestra breve luz, deberemos Ella ya no lo quiere,
dormir una última noche perpetua. no lo quieras tú, débil,
Dame mil besos, seguidos de un ciento; ni persigas a la que huye, ni vivas
luego otros mil, luego un segundo ciento; miserable: resiste
luego otros mil seguidos, luego un ciento. con tu mente obstinada.
Después, hechos ya muchísimos miles, Adiós, niña. Catulo aguanta ya,
revolvámoslos, para no saber no te rogará ni pedirá nada.
ni nosotros, ni el malvado que mira Mas sufrirás, cuando por nadie seas
acechante, cuántos besos nos dimos. rogada. ¡Ay, infame! ¿Qué vida te queda?
¿Quién irá a ti hoy? ¿Quién verá tu belleza?
CARMEN VI ¿A quién amarás ahora? ¿De quién
Flavio, de tus deleites a Catulo, se dirá que eres? ¿A quién besarás?
si no fueran burdos e indecorosos, ¿A quién morderás los delgados labios?
hablar querrías, sin callar detalle. Pero, Catulo, aguanta decidido.
Pero yo no sé qué puta febril
prefieres: ¡tanto te apena decirlo! CARMEN XXXII
Pues tú no yaces una sola noche Te lo ruego, dulce Ipsitila, joya
solo; tu cama aúlla, sin quedar tácita mía, mi belleza soñada: manda
nunca, olorosa de algún sirio aceite que acuda a ti a mediodía, y ayúdame
y guirnaldas; y quedan tus cojines si lo haces: no cierre nadie la
gastados, entre el chirriar que sacude fina hoja de la puerta, ni salgas fuera;
tu lecho, tan trémulo y fatigado. debes quedar en tu casa y tener
Pues no sirve de nada que los crápulas nueve polvos continuos listos para
callen: ¿y por qué? Tus gastados flancos nosotros. Mándalo ya, si has de hacerlo:
delatan todas tus obscenidades. aquí yago, boca arriba a la fuerza,
Dinos qué tienes de malo y qué tienes rebosante, atravesando mi palio
de bueno, pues quiero llevarte al cielo, y mi túnica, esperando tu auxilio.
con tus amores, en estos versitos.
CARMEN LI
CARMEN VII Que es igual a un dios me parece aquel
Me preguntas, oh Lesbia, cuántos besos (y que supera a los dioses, si es lícito)
tuyos me sean suficientes, cuántos que sentado frente a ti, sin cesar,
me sean demasiados. observa y escucha cómo
Cuan gran número de arena de Libia ríes con dulzor, lo que me arrebata
yace en Cirene, de laserpicïo los sentidos, mísero: Lesbia,
plena, entre el oráculo del ardiente en cuanto te veo, ya no me queda
Jove y el túmulo del anciano Bato; ni un hilo de voz,
o cuantos astros nos ven, al callar la lengua se torna torpe, y a manar
la noche, enredados en amoríos; comienza una llama bajo mis miembros;
sólo esa cantidad satisfará me zumban los oídos y una noche
a Catulo el loco, y demasïados doble cubre mis ojos.
serán, y afortunados, El ocio, Catulo, te es muy molesto;
que ni contarlos podrán los curiosos en el ocio te exaltas e impacientas.
ni con sus malas lenguas hechizarlos. El ocio ya perdió antes muchos reyes
y ciudades felices.
CARMEN LXXXV delante, y contra los ríos crecidos por el aguacero; pisará
Odio y amo. Por qué lo haga me preguntas tal vez. él por encima de montones de nieve; y si tiene que
No sé (pero siento cómo se hace y me torturo). cruzar el mar, no pondrá como pretexto para no hacerlo
los Euros huracanados, ni buscará para surcar las aguas
CARMEN XCIX las constelaciones propicias. ¿Quién, a no ser un soldado
Juvencio, te robé un furtivo beso o un amante, es capaz de soportar el frío de la noche, y la
-a ti, que eres de miel- aún más dulce nieve mezclada con lluvia copiosa? Uno es enviado como
que la ambrosía dulce. Pero no lo hice espía a los odiosos enemigos, el otro tiene los ojos
impunemente: recuerdo haber quedado puestos en su rival, como si de un enemigo se tratase.
crucificado en alta cruz, y haber Uno asedia ciudades poderosas, otro el umbral de su
tratado con gran llanto de borrar amiga altanera; uno rompe las puertas de una ciudad,
un poquito tu áspera crueldad. como el otro las puertas de una casa.
En cuanto te besé, tus parvos labios,
mojaditos por gotas incontables, Tristia, LIBER III, elegia 1
te limpiaste con todos tus deditos,
para que no quedara nada en ellos I.- Obra de un desterrado, penetro temblorosa en esta
de mi saliva infecta de orinada ciudad, adonde me envían; amigo lector, tiende tu mano
loba. Además, me diste al Amor cruel, benévola al viajero muerto de cansancio; no temas que
¡ay de mí!, sin cesar de atormentarme, mis páginas sean para ti motivos de vergüenza: ningún
para tornar aquel besito dulce verso de mi epístola habla de amor. La fortuna de mi
en un beso más triste que el más triste desdichado dueño no consiente disfrazar sus dolores con
eléboro. Si impones al amor bromas de mal gusto; aunque demasiado tarde, ¡ay!,
desgraciado tan grande pena, nunca condena y abomina ese Arte que por su daño compuso
más habré de robarte beso alguno. en los días de la verde juventud. Hojea mi contenido; no
verás en él más que tristezas, y las voces suenan en
CARMEN CI armonía con las circunstancias. Si notas que cojean y se
Después de recorrer muchos países detienen cada dos versos, es por razón del metro o lo
y mares, he llegado, hermano mío, largo del camino. No resplandezco con el aceite de cedro,
para asistir a tus exequias tristes, ni estoy pulido con la piedra pómez, porque me ruboriza
para rendirte el último tributo andar más elegante que mi dueño. Si las líneas están
y vanamente hablarle a tus cenizas afeadas por algunas tachas, el mismo poeta las produjo
mudas, porque el destino te ha apartado con sus lágrimas; y si te ofenden ciertas expresiones
de mi lado a traición, injustamente. poco latinas, ten en cuenta que se escribieron en tierra
Ahora, toma al menos esta ofrenda, de bárbaros. Lectores, decidme, si no os molesto, ¿qué
que según la paterna tradición vía debo seguir y a qué punto dirigirme, como extranjero
se tributa a los muertos, recubierta que soy en la ciudad? No bien mi lengua indecisa
por completo de lágrimas fraternas. pronunció con timidez estas palabras, hallé con dificultad
Este es mi último adiós, querido hermano. un solo hombre que quisiera indicarme el camino. Los
dioses te den lo que no conceden a mi padre: vivir
ELEGÍAS tranquilo en el seno de la patria

DE OVIDIO
Militia amoris (Amores, i 9)

Es soldado todo amante y Cupido tiene su campamento


propio; Ático, créeme, es soldado todo amante. La edad
idónea para la guerra, conviene también al amor. Cosa
inútil es un soldado viejo, cosa inútil es el amor de un
viejo. Los años que reclaman los generales en un soldado
valiente, ésos mismos los reclama una joven bonita en el
hombre que la acompaña. Ambos están de guardia la
noche entera; en el suelo se acuestan uno y otro: uno
vigila la puerta de su dueña, otro la de su general. El
oficio de soldado es un largo camino; pon en marcha a la
joven, y su amante estará pronto para seguirla sin fin.
Arremeterá contra los montes que se le pongan por

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