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Había una vez un pequeño pueblo llamado Nunca Jamás, donde tres intrépidos niños,

Jiménez, Velasco y Villon, compartían sus días de infancia llenos de energía y curiosidad.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron un antiguo libro que contenía
las fascinantes historias de tres mosqueteros legendarios. Inspirados por las hazañas de
estos héroes, decidieron convertirse en los mosqueteros modernos de Nunca Jamás.

Con palos como espadas y hojas como capas, los tres amigos emprendieron misiones
imaginarias para luchar contra villanos inexistentes y proteger a los aldeanos de peligros
imaginarios. La fama de los "mosqueteros modernos" se extendió por el pueblo, atrayendo a
otros niños que se unieron a sus aventuras, formando así un grupo de jóvenes intrépidos.

A medida que crecían, los juegos de infancia se transformaron en una promesa seria.
Velasco recordó la promesa que se hicieron de niños: convertirse en los guardianes de los
pueblos más conocidos de la región. Inspirados por esta promesa y tomando un poco de la
idea del Gato con Botas, decidieron dedicarse por completo a la defensa de varios pueblos
cercanos.

Armados con espadas de palo, ingenio y coraje, los amigos se convirtieron en los
guardianes de la región. Resolvían disputas, ayudaban en problemas cotidianos y
enfrentaban a villanos ocasionales que amenazaban la armonía de la región. Con el tiempo,
la fama de los guardianes de los pueblos se extendió, y otros niños se unieron a ellos,
formando una verdadera hermandad de protectores.

La leyenda de los guardianes de los pueblos se convirtió en parte de las historias contadas
alrededor de las hogueras en Nunca Jamás. La amistad de Jiménez, Velasco y Villon se
convirtió en un ejemplo duradero de valentía y compañerismo en el pequeño pueblo. Y así,
la historia de estos tres amigos dejó una marca indeleble en la memoria de Nunca Jamás,
demostrando que la unión y la amistad podían transformar juegos de infancia en una
aventura que perduraría toda la vida.

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