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Publicado en DOCTA.

Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de

Córdoba. N° 14 “El Psicoanálisis y el caos” . Septiembre 2019.

EL PSICOANALISIS EN UN MUNDO PLURAL

Analía Wald

“En sus remotas páginas está

escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b)

embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g)

perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos

(j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l)

etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.”

El idioma analítico de John Wilkins (p.706) Jorge Luis Borges

A diferencia de lo que ocurre en el lenguaje cotidiano en el que el término caos es

sinónimo de desorden o falta de estructura, el caos y los sistemas caóticos no implican

necesariamente desorden.

Lejos de ser un bloque monolítico, la Teoría del Caos es más bien un eslabonamiento de

modelos teóricos, formulaciones matemáticas y técnicas experimentales cuyo objeto de

estudio es el comportamiento de fenómenos inestables, aperiódicos, no lineales,

impredecibles a largo plazo, característicos del mundo. La propiedad central de los

sistemas caóticos o inestables es que en ellos, a partir de sus configuraciones originales

y luego de experimentar turbulencias en su desarrollo, se originan múltiples y

azarosos comportamientos que se bifurcan, dando entrada a la complejidad; Estas


dinámicas no responden a reglas cartesiano-newtonianas, sino que se asocian con la

manifestación de fenómenos no lineales.

En el campo de las ciencias sociales, la teoría del caos aporta una perspectiva que

contradice la idea moderna de progreso, los grandes relatos y utopías con los que la

modernidad pretendía dar orden al mundo. El mundo contemporáneo, tanto por lo

vertiginoso de sus transformaciones como por las dinámicas que en él se plantean,

parece conjugarse en términos de caos.

La pluralidad de los modos contemporáneos de producción de subjetividades plantean

un escollo insalvable para la razón de la modernidad y su método privilegiado, el

experimentalismo, que sostiene que las mismas causas, en iguales condiciones,

producen más o menos los mismos efectos. Por el contrario, la teoría del caos surgió,

justamente, como una herramienta para la comprensión de lo mutable, del dinamismo,

del movimiento, de lo plural y lo diverso. Ya en el siglo XXI, ha confluido en una

gran avenida, un movimiento epistemológico que se llama complejidad, y que puede

brindar a los psicoanalistas instrumentos para pensar la diversidad de prácticas de

subjetivación contemporáneas.

Diversidades sexuales.1

La sexualidad es uno de los campos privilegiados en que asistimos a transformaciones

de las subjetividades contemporáneas, desde el binarismo clásico hacia un régimen

marcado por la pluralidad, la diversidad y la fluidez, tanto en el campo identificatorio

como respecto de los posicionamientos deseantes y las parentalidades.

1
En el marco del nuevo ordenamiento jurídico a partir de las leyes de 2010 de matrimonio igualitario, y
de 2012 sobre identidad de género, podemos orientarnos como psicoanalistas en el campo clínico y a la
vez tener alguna presencia crítica en lo social.
Identidades no binarias, identidades binarias disidentes, posiciones deseantes fluidas

que mutan, formas homoeróticas que coexisten con modalidades heteroeróticas sin

mayores conflictos, homo-parentalidades o familias mono-parentales: los nuevos

existenciarios cuestionan la idea de una identidad consistente, sin hibridaciones,

estables y sin matices.

Se trata de formas identitarias y posiciones deseantes que nos invitan a revisitar y

deconstruir categorías centrales de la teoría psicoanalítica. En este punto, la inclusión de

la diversidad en la trama conceptual del psicoanálisis requiere de operaciones teóricas

que implican desnaturalizar imaginarios instituidos: no se trata de alojar lo que

interpela emparchando el andamiaje teórico conocido sino de la construcción de

nuevos bordes.

Ya en una de sus «Problemáticas», Laplanche (2003) planteaba la cuestión de saber si

la universalidad del complejo de castración, en su oposición lógica y rígida

«fálico/castrado», es ineludible; si no existen modelos de simbolización múltiples, más

flexibles. ¿Será que la diferencia sexual puede dejar de ser el eje central de la

constitución subjetiva y de la construcción de la alteridad? Pareciera que

identificaciones que creímos inmodificables en su papel de garantizar la estabilidad

estructural de un sujeto no lo son, o pueden mutar sin que se produzcan efectos

catastróficos en la estructuración subjetiva.

Lejos de efectuar diagnósticos o definir anomalías tomando la sexualidad como eje

rector respecto del cuál deberíamos pronunciarnos, los psicoanalistas tenemos la

oportunidad de alojar los nuevos existenciarios desde una presencia crítica que se
interroga por esos bordes en que el género y los procesos de asignación se articulan en

el imaginario histórico-social y en la producción de subjetividades. El orden simbólico

que rige los intercambios y acota goces mediante la regulación de lo prohibido y lo

permitido, se concreta en construcciones históricas que se transforman en el tiempo

Las reconfiguraciones actuales de la parentalidad nos muestran redistribuciones de las

funciones de sostén, de transvasamiento narcisista y de transmisión de interdicciones o

acotamiento de los goces que no coinciden con lo materno o lo paterno, ni con un

referente en particular. Las transmisiones se producen en modos fragmentarios, nunca

lineales ni deterministas. ¿Cómo pensar las identificaciones en estas tramas complejas,

los efectos simbólicos en el orden de la filiación, la diferencia y el emplazamiento en

un orden socialmente regulado sin reducir nuestras hipótesis a las categorías familiares

clásicas que nominan a los agentes involucrados en la crianza?

Pero la deconstrucción más importante que nos plantea el campo de las disidencias

sexuales se relaciona con la categoría de diferencia. La diferencia sexual resulta

cuestionada como articulador primario y fundante de la estructuración subjetiva y

también su determinismo en relación con la inscripción de la diferencia simbólica y

con el registro de alteridad. Este cuestionamiento sostiene a la sexualidad ampliada, lo

sexual pulsional, como el gran descubrimiento psicoanalítico.2 “Desontologizar” la

diferencia implica poner en cuestión el modelo mismo de la diferencia para poder

pensar en singularidades, incluso en las singularidades en la construcción de las

diferencias. En este sentido, Paul Preciado (2019) sostiene que las prácticas de

2
“Lo que llamamos sexualidad «ampliada» es el gran descubrimiento psicoanalítico, mantenido de cabo
a rabo y difícil de conceptualizar, como lo muestra Freud mismo al intentar reflexionar sobre la cuestión
por ejemplo en su Introducción al psicoanálisis. Infantil, por supuesto, ligada al fantasma más que al
objeto y por lo tanto autoerótica, regida por el fantasma, por el inconsciente….. Para Freud, lo «sexual-
pulsional» es entonces [exterior] y hasta previo a la diferencia de sexos, incluso a la diferencia de
géneros: es oral, anal o para-genital”.(Laplanche, 2006)
subjetivación disidente promueven una superación de la epistemología de la diferencia

sexual

Un mundo plural

La multiplicidad contemporánea de las posiciones de género, y de las reconfiguraciones

de las relaciones de alianza y filiación requieren que el psicoanálisis (y los

psicoanalistas) abandonemos una teoría acerca de los procesos de subjetivación que

prescribe un único modo posible y expulsa a la patología las subjetividades con

sexualidades diversas.

Sin embargo, hablar de “pluralidad” y de “diversidad” entraña otros cuestionamientos.

¿Cómo se encarnan los postulados psicoanalíticos, fundados en una cultura eurocéntrica

y patriarcal, en cada sujeto singular? Si bien para los psicoanalistas, la alteridad

principal es la del inconsciente, nos encontramos con personas inscriptas en marcos

referenciales distintos donde las posiciones de género o las marcas étnicas resultan en

modelos de inteligibilidad, que, están histórica y culturalmente situados. “Hay

presentes, en plural, que son diferentes para cada uno, según las categorías, las

ontologías, los colectivos a los que estamos adheridos o a los que nos refiera la

historia”. (Eribon, 2019). Los “marcos políticos de percepción” que son a la vez

“marcos sociales de memoria” (Halbwachs, 1925) se fundan en el contexto social

entendido como grupo de pertenencia. Se trata de pluralidad de memorias colectivas

dentro de una misma sociedad que definen pluralidad de marcos. 3

3
Podemos encontrar la influencia de Halwbachs, autor fallecido en un campo de concentración
en 1945, en la obra de Piera Aulagnier y de Cornelius Castoriadis
Podemos preguntarnos qué le aporta al psicoanálisis la experiencia de subjetividades

diversas.

No se trata simplemente de “alojar” la diversidad desde un discurso sostenido en

derechos plurales. Repensar los procesos de subjetivación en tanto “socialmente

situados” requiere acercarnos a las realidades culturales para complejizar nuestras

hipótesis. Pensar la cuestión en términos complejos nos distancia de cierto

“esencialismo identitario” que nos llevaría a conferir a cada grupo, a cada persona una

identidad homogénea y uniforme basada en un rasgo o la pertenencia a un colectivo. El

filósofo Francois Jullien, niega la existencia de lo que conocemos como

«identidad cultural» porque la identidad es estática, unitaria, al contrario de la

cultura, «que es colectiva y está en constante mutación». Jullien propone una

nueva forma de acercarnos a las realidades culturales: el «écart», es decir, la

distancia, el espacio que existe entre las culturas, entre sus elementos, un lugar

fértil donde alumbran sus características.4

Dar lugar a las diversidades cuestiona el pensamiento hegemónico. Se trata de pensar

otras lógicas, una lógica que no implique exclusión, alterización5, o subalternidad6

4
La crítica del “esencialismo identitario” que sostiene que todas las identidades, sean de género o de
clase, sean étnicas o de otro tipo, han sido construidas socialmente y, por lo tanto son contingentes,
coincide con la idea de que no existen esencias en el mundo social. Sin embargo, llama la atención el
hecho de que, en la vida cotidiana y en las luchas sociales, las personas se refieren frecuentemente a tales
esencias. Gayatri Spivak se refiere al concepto de “esencialismo estratégico” que sostiene que un grupo
de personas pueden adherirse provisionalmente a una esencia que les puede resultar estratégicamente para
sentir pertenencia, agruparse en colectivos y obrar a favor de la emancipación.

5
“Con este término, designo el mecanismo de identificación proyectiva que constituye un grupo
minoritario como “otro”, en una polisemia donde convergen los sentidos de “otro” del Occidente,
construido por el orientalismo, del otro internalizado apuntado por F. Fanon, pero también de la alteridad
representada a la vez como inferior y amenazadora. Estos otros, sin embargo, forman un grupo sólo en
función de la exclusión de la cual caen víctimas, la que les uniformiza atribuyéndoles los mismos trazos
negativos, para definir, en contraste, la identidad de un grupo mayoritario. Un grupo alterizado no es una
comunidad identitaria, sino una categoría naturalizada por la discriminación, y a la cual se confiere una
identidad homogénea, otra. La pretensión de ajustar las subjetividades a las normas vigentes equivale a
aniquilar cualquier alteridad propia de la singularidad subjetiva”(Ayouch, 2017)
cuando incorporamos las experiencias minoritarias. Desde hace unos cuantos años,

Judith Butler y otras pensadoras feministas marcan derroteros orientados a debilitar el

sistema hegemónico global, clasista, racista y sexista, poniendo el acento sobre las

lógicas del centro y las de los márgenes. bell hooks sugería desde los márgenes de

género, clase y raza, hacer del margen el centro, generando una cultura y un

pensamiento crítico eficaz (hooks, 2017). Hace poco, Rita Segato sostenía que el

feminismo tiene que concebirse como una pluralidad de mujeres, una pluralidad de

sexualidades. Invitaba así a pensar los géneros y las razas como categorías centrales en

un contexto cada vez más disciplinante, así como la violencia de raíz conquistual y

colonial y sus secuelas e impactos en el presente.

En la medida en que pensamos al psicoanálisis como un discurso esencial al

pensamiento crítico, recuperar los procesos de subjetivación de los márgenes y “hacer

del margen centro” involucra la diversidad y la pluralidad al interior mismo de nuestra

teoría y de nuestras prácticas.

Espacios- frontera

La multiciplicidad “caótica” requiere de instrumentos que den cuenta de la

pluralidad de la experiencia contemporánea. El “écart”, ese espacio, esa frontera, ese

lugar fértil para las hibridaciones, ha sido abordado en el campo de la filosofía en

términos de ontologías relacionales que entregan un ser múltiple, singular y plural, ser

en común con otros, en sus afectaciones y contactos recíprocos. Néstor García Canclini

6
En su libro “¿Puede hablar el subalterno?” (2011), Gayatri Spivak hace referencia al status del sujeto
subalterno quien, si bien físicamente puede hablar, no goza de una posibilidad de expresarse y ser
escuchado. El discurso dominante hace que el colonizado o subalterno sea incapaz de razonar por sí
mismo, necesitando siempre de la mediación y la representación de lo que Spivak llama “el intelectual del
primer mundo.
entiende por hibridación procesos que existían en forma separada y que se combinan

para generar nuevas estructuras, objetos o prácticas (García Canclini, p. 14). También

la noción de frontera aparece en el centro de los debates actuales, a partir de las crisis

migratorias y de la puesta en cuestión permanente de la libertad de circulación. La

frontera, ella misma como objeto de análisis se despliega en su inextrincable

complejidad 7. La frontera no como una línea sino como espacio, territorio o paisaje. La

transición del concepto de frontera (border o frontière) al de puesta en frontera

(bordering o mise en frontière)8 permite pensar la frontera de modo dinámico. Andre

Green conceptualizó la doble frontera intrapsíquica e intersubjetiva. Julia Kristeva

sostiene que las fronteras son lugares donde se crea sentido. Podemos reubicar esas

nociones en un paisaje que nos permita pensar nuevas posibilidades de acción

problematizando el imaginario hegemónico. Los psicoanalistas podemos contribuir a

construir y a modificar las representaciones de ese paisaje frontera. Si adoptamos la

hospitalidad como actitud de movimiento permanente en la puesta en fronteras,

jerarquizando su potencial generador, dejamos de lado los decires apropiadores e

identificantes (Nancy, 1996), y podemos asumir que nada es del todo fijo, que nosotros

mismos somos trabajados por las problemáticas en espacios en constante

transformación.

Conclusiones

7
Como ejemplo, el coloquio « Borderscape as an Interdisciplinary Concept » en la ’Université du
Luxembourg les 8 et 9 avril 2016.

8
Marcos, Isabel y Farate, Carlos. A morfogénese do muro de Berlim e a psicogénese da “encenação”
defeituosa de fronteiras simbólicas inacabadas de Hans, Recuperado de https://www.sppsicanalise.pt/wp-
content/uploads/2018/02/LIVRO-DE-ACTAS-XII-Encontro-Lacan-na-IPA_min.pdf
A partir de los desafíos que las nuevas subjetividades sexuadas plantean al

psicoanálisis, surge la necesidad de un posicionamiento en relación a lo plural, ya

no como posibilidad de alojar subjetividades que transitan en los márgenes, sino

como propuesta conceptual en relación al papel del psicoanálisis en el campo social.

No se trata solo de cómo “aplicar” o “adaptar” los postulados universales sino de

cómo la práctica analítica con subjetividades minoritarias (género, etnia o

pertenencia social) permea nuestros postulados y teorizaciones. Se trata de una

posición frente a lo plural en términos de hibridación, de fronteras móviles, que

requiere de la complejidad para poder ser pensada en términos epistémicos.

En este sentido, se propone, en primer lugar, problematizar la articulación,

construcción, reorganización, transmisión y comunicación de los conocimientos en

y más allá de las disciplinas establecidas. La apertura a saberes extraterritoriales

como los estudios de género, la política y la educación, entre otros, enriquece y

complejiza nuestras hipótesis conceptuales y el modo de transmitirlas.

En segundo lugar, la noción de frontera cuestiona la dicotomía “teoría-práctica”, para

jerarquizar una “epistemología de la acción”. Se trata de una revaloración plural de formas

de conocer y producir teoría a partir de pensar a las personas como sujetos situados,

emplazados activamente en tramas complejas. Así, la noción de “experiencia” adquiere

una importancia crucial para el progreso del psicoanálisis, en la medida en que nos

recuerda el carácter concreto, particular y situado de quien conoce, recuperando el lugar

de los sentidos y del cuerpo.

Por último, las transformaciones en lo social, en los modos de producción de

subjetividades no implican necesariamente que se trate de un orden mejor o peor.

Frente a posturas que lamentan la declinación del nombre del padre en la cultura, un
ordenamiento socio- simbólico solo puede ser mejor en un mundo cuyo valor

indeclinable sea el pluralismo.

Bibliografía

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Spivak, G. (2011) .Puede hablar el subalterno? Buenos Aires: Editorial El cuenco de


plata

Resumen
La autora sostiene que la teoría del caos y el pensamiento complejo resultan

instrumentos epistemológicos apropiados para abordar las transformaciones en las

subjetividades contemporáneas. La sexualidad es uno de los campos donde estas

transformaciones se expresan en un régimen marcado por la pluralidad, la

diversidad y la fluidez. Las prácticas de subjetivación disidentes o minoritarias

interpelan al psicoanálisis y promueven una revisitación de sus categorías. Se

cuestiona la noción de identidad y se plantea la singularidad en los modos de

construcción de la diferencia simbólica. Se plantea una posición frente a lo plural

en términos de hibridación, de fronteras móviles, que requiere de la complejidad

para poder ser pensada en términos epistémicos. A partir de la noción de espacio-

frontera se promueven una apertura del psicoanálisis a saberes de otras disciplinas

y se plantea la práctica con sujetos en sus propias tramas simbólicas como un

articulador central para el progreso de nuestras teorías.

Descriptores: Caos, subjetivación, alteridad, sexualidad, frontera.


Abstract
The author argues that Chaos and Complexity thinking are appropriate epistemological
tools to address transformations in contemporary subjectivities. Sexuality is one of the
fields where these transformations are expressed in a regime marked by plurality,
diversity and fluidity. Dissenting or minority subjectivation practices interpellate
psychoanalysis and promote a revision of its categories. The notion of identity is
questioned and the singulatity in the modes of construction of the symbolic difference is
considered. A position is posed in terms of hybridization, of mobile frontiers, which
requires complexity in order to be thought in epistemic terms. From the notion of space-
border, an opening of psychoanalysis to the knowledge of other disciplines is promoted
and the practice with subjects in their own symbolic plots is posed as a central
articulator for the progress of our theories.

Keywords : Chaos, Subjectivation, alterity, sexuality, border

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