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Solo deseaba tenerlo en sus brazos una vez más cuando despertó desnuda en
aquella cama. Experimentó el más crudo dolor con su abandono, pero aun así
tomó sus pedazos para ser hielo y renació del fango siendo fuego.
Lo que no te mata, te hace inteligente. La chica buena había muerto. Aprovechó
su talento, belleza y sensualidad para ser el gancho de sus propios sueños. El
éxito se volcó contra su cuerpo, estaba a punto de alcanzar su meta más
preciada pero no contaba con un inesperado encuentro con el pasado.
Él, el hombre que la hizo más fuerte había regresado convirtiéndose a la vez
en su mayor debilidad... y deseo.
Flor Di Vento
Corazón de Hielo
Copyright © 2015 Flor Di Vento All rights reserved.
El sabor de sus labios hace que me incendie con solo saborearlos. Sabe
a fresas en mi boca, las mismas que no he podido ver desde que se fue. Su
lengua es un torbellino de emociones: recorre el arco de mi boca para luego
unirla con la mía. Mientras me acorrala con su cuerpo sus manos exploran mis
piernas.
Mierda.
Una conocida sensación de humedad se hace sentir entre mis piernas y
jadeo cuando siento uno de sus dedos entre mis muslos… ¡Como he querido
esos dedos desde hace mucho tiempo! Hoy en la mañana me puso en aprietos,
pero ahora no puedo contenerme.
—Quiero todo de ti, ¿Lo entiendes? —Se separa se mí y me parece casi
un insulto. Mis labios hinchados revelan el deseo que corre por mi cuerpo. Me
mira, sonríe, chupa su labio inferior y vuelvo a ser prisionera de su boca. Toma
su mano derecha y toca mi trasero mientras que su mano izquierda se hunde
en mi ropa interior.
Joder.
Todo en mí se prende en ese preciso instante. Explora con sus dedos
toda mi amplitud y pronto introduce sus dedos en la fina capa de mi encaje…
Se separa de mí bruscamente, pega su nariz a la mía y me mira buscando
respuestas.
—Me gustas, Dulce. Mucho. Muchísimo. Sé mía de nuevo. —Ahoga un
grito en su garganta y se contiene.
Con un suave roce toca mi interior y grito, entonces me calla con un beso.
Jadea en mi interior y su aliento me parece perverso, me gusta. Lo muerdo al
instante, he querido malditamente hacerlo desde hace días… Mi corazón
palpita fuerte, mi cuerpo se engarrota al sentir su toque. Fóllame, Miller….
Cógeme como quieras —Solo pienso. Y me mareo con toda una ola llena de
sentimientos. Aruña mi nombre y me despeina en su increíble necesidad por
tenerme segura. Toma mi cabeza y sigue besándome.
Joder, no más besos… solo quiero sexo, pero creo que no lo entiende,
entonces se engarrota mirándome serio.
“Recordar de cómo hacíamos de cada noche un día. De cada cama una vida”
D
Soy un maldito estúpido. —Digo mientras llevo una copa de vodka a mis
labios.
No se lo dije, no pude. El dolor me sometió.
¡Estúpida vida! —Gruño pateando la pared— Me pone al límite cuando
estoy a punto de lograr algo. Y tiene razón, toda la maldita razón… pero aún
duele y mucho.
La dejé ir… Me perdí en el vacío, en la frustración, quizá en el miedo por
toda la oscuridad que vivíamos. No fue suficiente el amor, no lo fue.
Doy un sorbo mirando la ventana. Su habitación está a una puerta de mía.
Juro que entraría corriendo y la llevaría conmigo de vuelta a Vallarta, pero no
así… no hasta que lo sepa todo.
¿Cómo se lo digo? —Tomo el alcohol de golpe haciendo que mi garganta
arda—Jamás me creería… y peor después de esto. Me siento perdido entre la
ansiedad, venganza y el olor de su pelo.
Elevo un suspiro y me siento en la mesa colocando mi cabeza entre mis
brazos. Esto es tan dificil… No es más la Dulce que conocí, ahora es distinta
pero sigue siendo mía de alguna forma. Sus ojos, sus labios, el aroma de su
cuerpo me vuelven loco ¿Será solo atracción sexual? ¿O un deseo frustrado?
Cierro los ojos en silencio y puedo sentir sus labios palpitando junto a los
mios. El sabor de su boca es infinito y no… no quiero compartir a mi chica, a
mi Bonita… pero sé perfectamente que no es mía y eso me carcome por dentro.
—Christopher. —Escucho un sonido de la puerta. Me levanto con
desgano y doy pase a un viejo amigo, André, quien entra deprisa.
—¿Qué sucede?
—Me liberé del acoso de Tatiana. —Ríe— Está loca por ti.
Ruedo mis ojos y vuelve a sentarme en la silla de mi escritorio.
—¿No le dirás nada? Pregunta por ti a cada 5 minutos. Mi hermano y yo
estamos a punto de mandarla a la mierda, pero es del equipo… ya sabes. Aún
no entiendo cómo el jefe la dejó entrar en este caso.
—No le tomes interés.
—¿No? Es una mujer despechada y arrecha por tu polla. No te olvida
—Esa historia es vieja, amigo. —Contesto y me mira de inmediato.
—¿Qué te pasa?
No contesto.
—Ya veo… —Se acerca a mí y toma los recortes de periódico en sus
manos— ¿Sigues pensando en ella?
—¿Cómo no hacerlo? —Me río de mí mismo al notar que sonríe.
—No te enojes si lo digo, pero… Es muy hermosa. Y sexy… Es entendible
tu obsesión por ella.
—André, ¿Crees que estoy loco? Han pasado 5 años…
—Hubieras estado loco si en estos 5 años no hubieras sabido nada de
ella, pero te volviste un maldito psicópata siguiéndola, investigando su vida y
no dejándola sola.
Levanto mis hombres confundido. Sí, lo hice… a escondidas del jefe pero
lo hice.
—Mi hermano y yo somos testigos de tu infinita preocupación por esa
chica. Ella debería saberlo en su momento.
—¿Y qué le voy a decir? ¿Qué la dejé por vengarme de un maldito
bastardo?
—Luego pensarás en eso, amigo, hoy debes enfocarte en el caso que
tenemos. Estamos a punto de descubrir toda la mafia de los Hilton, debes ser
firme en ello. Le demostraste al jefe que pudiste pasar 5 años sin la mujer que
amabas, él piensa que liderarás esto con facilidad ya que conoces más que a
nadie a esa mujer… Y ella será nuestra estocada final.
—Eres policía, André. Al igual que tu hermano y Tatiana, pero yo soy solo
un simple Ingeniero que dejó su profesión por cobrar una venganza. Y no
meteré a Dulce en esto.
—¿Estás loco? El jefe accedió a darte el caso porque eres su ex marido.
—No lo soy, lo sabes.
—Bueno… como sea, pero la conoces más que nadie. Las mujeres
siempre logran más cosas con…
Mis ojos lo asesinan con solo escuchar lo que dice. Su rostro es duro de
nuevo y solo calla. Ha sido mi amigo todos estos años, pero sé que su intención
es simplemente la cabeza de la mafia, sin importarle la seguridad de Dulce ni
de nadie.
—¿Se lo propusiste? —Pregunta de nuevo— ¿Le dijiste que el jefe quiere
que seduzca a Brando?
—Mi mujer no es ninguna perra, ¿Lo entiendes? —Me levanto con ganas
de golpearlo.
—Christopher, basta. Estás afectado ahora pero mañana todo será
distinto. No dije que tu mujer sea una perra, pero es increíblemente hermosa…
La belleza ayuda, ella es lo que más desea Hilton, necesitamos usar eso. Estás
aquí por ello, lo sabes.
—Voy a cuidar cada uno de sus pasos y no podrás impedírmelo.
—Lo sé, tranquilo tiburón… —Sonríe— Mejor bebamos algo, a ver si así
se te quita lo intenso.
Dulce.
El maldito vuelo me dejó más cansada de lo que imaginé, el tipo que iba
mi costado no dejaba de roncar y por más que hice mil esfuerzos no pude
detenerlo. Camino firme por el largo del pasillo y le doy mi maleta a uno de los
empleados para poder entrar con tranquilidad y ver a Brando.
Aunque suene extraño… lo he extrañado.
—Cariño… —Sonríe al verme y me abraza. No soy tan afectuosa con la
gente, pero en este momento necesito hacerlo así que rodeo mis brazos en él.
—¿Cómo has estado?
—Bien, muy feliz. —Suspira y besa mi mano.
—¿Feliz? ¿No me has extrañado? —Pregunto sabiendo la respuesta.
Ríe.
—He tenido mucho trabajo, Dulce. Solo fue un día, no te pongas intensa.
Mi media sonrisa se va al instante, ¿Cómo puedo ser tan estúpida?, solo
quiere follarme y listo. Jamás me extrañará… Ni él ni nadie. Este viaje ha
abierto puertas que cerré hace muchos años y no debo dejar salir viejos
sentimientos. No debo esperar nada de nadie.
—Bien. —Respondo seca. Él me mira aún riendo, luego saca una caja y
la abre frente a mis ojos
Un collar de diamantes…
Es hermoso, no puedo negarlo, pero no tengo ánimos ahora. Sonrío
fingiendo de nuevo y pronto me lo pone en el cuello.
—Estoy feliz porque cerré un trato importante. Millones… —Susurra— Y
porque el gobierno está contento con la propuesta de Christopher. Ese tipo me
cae bien.
—Pues a mí no. Te he pedido mil veces que lo saques del proyecto, pero
parece que no te soy suficiente.
—Por supuesto que no lo eres, cariño. Estás enojándome… Christopher
se queda —Es firme, me muerdo la lengua— Me conviene que esté porque
tiene contactos con el gobierno, ¿No lo entiendes? Es dinero. Tú eres el
cerebro. Yo el beneficiado. No deberías tomarte atribuciones que no debes.
Estás aquí por mi, nunca lo olvides.
Por un momento imagino un cuchillo clavado en su garganta, pero luego
me enfoco en sus palabras. Es así… Es la verdad… Y no debe cambiar. Para
él solo soy una mente brillante con buen culo, ¿Qué debo esperar? Nada. Me
paga por esto y no debo ir más allá.
Lo extrañé quizá porque es mi único refugio contra el pasado, pero no
debe ser así… debo poner fin a lo que me genera ansiedad y estrés. Y volver
a ser implacable como siempre.
—Brando, voy a decirte algo. —Suelto.
Me mira serio, pero en ese momento entra él como si fuera mi sombra.
Sonríe al mirarme y extiende su mano para saludarme. Yo ni siquiera lo veo,
pero la tensión de Brando me obliga a contestarle con un apretón de manos.
Lo suelto apenas puedo.
—Christopher, estás aquí… —Lo abraza— Me ha llegado la carta del
gobierno, has hecho un buen trabajo.
—Gracias, Brando. La señorita Evans también hizo lo suyo.
—Si, si… no lo dudo, pero realmente estoy muy feliz contigo. Eres un tipo
brillante que quiero tener por siempre aquí, deberíamos hablar de negocios.
—Claro que sí.
—Vamos, siéntate. Cuéntame todo lo que el gobierno te dijo. Por años
intenté convencer a los gemelos De Fillippi y nunca pude, ni si quiera Dulce ha
podido —Se burla, yo no emito ningún tipo de emoción.
—Pues no fue nada del otro mundo, son viejos amigos y les presenté el
proyecto.
—Dulce… ¿Nos dejarías a solas? —Pregunta Brando.
—Por favor, no… —Contesta Christopher— Me gustaría que la Señorita
Evans esté presente, ya que ella ha sido parte de todo esto.
—Veo que no soy necesaria por ahora, Sr. Miller. —Le respondo.
—Claro que lo es. El proyecto lo dibujé yo, pero la mujer de las grandes
ideas ha sido usted. —Sonríe torciendo sus labios.
—Vaya… cualquiera diría que eres un poeta —Se burla Brando— ¿Así
seduces a las chicas?
—Solo a mi esposa. —Me mira fijamente, me engarroto.
¿Su esposa? Joder.
—Ah si, es muy afortunada… Deberías traerla y presentarmela.
Podríamos planear una salida de 4.
—Mi esposa es un poco hogareña, quizá más adelante. Nos conocimos
hace muchos años… En la playa como te conté. Me casé tan joven…
—18 años, eras un crío. Yo jamás hubiera perdido el tiempo en eso.
El aire se me va y pronto siento que mis manos sudan, ¿Qué carajo le
dijo de mi a Brando? ¿Lo sabe? No, Dulce… ¡Vuelve! Si lo supiera estaría
muerto y tú con él… ¿Entonces?
—Hay mujeres que se tatúan en la piel de uno y no puedes dejar de
pensarlas… —Sonríe mirándome.
—Al menos tendrá un buen culo… —Bromea.
—Ese culo solo es mio. —Responde agresivo, mis ojos se abren.
Ha sido agresivo y quizá posesivo con Brando. Él se queda serio
mirándolo, un silencio extraño invade el lugar poniéndome los pelos de punta…
entonces todo pasa, la efusiva carcajada de Brando solo hace que mi corazón
descanse.
Lo ha tomado como Broma, pero sé que Christopher no bromea.
Está serio, intentando contenerse. Esos celos de macho jamás se irán de
él, entonces me divierto mirándolo en esa posición. Llevo mi mano hacia el pelo
y lo bato sin querer encontrándome con sus ojos de nuevo.
—¡Eres tan divertido! —Ríe Brando.
—Disculpen, tengo que ir por algunos pendientes. Me retiro.
—Bien, cariño. Ve.
—Hasta pronto, cariño.
La venganza es un plato que se come frío, dicen por ahí… Río, piso
lentamente lo que hago y me acerco hacia el rostro de Brando para darle un
suave beso. La tensión aumenta, podría sentir la rabia de mi ex marido a lo
lejos, entonces lo dejo. Me despido asintiéndole, él tensa su mandíbula.
—Quizá podríamos retomar el plan de viaje, querido. —Agrego— Solos.
Brando abre sus ojos mirándome el trasero. Jamás accedí a viajar solos
porque seria inevitable meterme en su cama y no es lo que quiero, pero mis
ansias por joder a Miller ganaron la partida en este momento.
Le jode.
Le arde
Le quema.
Y me gusta. Me encanta. Me fascina ver sus ojos abrirse, sus cejas
tensarse, su piel erizarse con solo nombrarlo. Conozco todo de él… y lo usaré
a mi favor siempre.
***
Mi cabello huele a malditas fresas de nuevo… Es el nuevo shampoo de
Italia que me regalaron en el último cumpleaños. Jamás lo probé, pero hoy
quise hacerlo. Masajeo mi piel con el aceite de coco que tanto me gusta, la he
sentido reseca muchas veces y hoy me daré mi merecido spá de siempre.
—¿Lista señorita? —Dice Delia, mi masajista.
—Claro.
Me acuesto casi desnuda en la camilla y siento cómo Delia hace su
trabajo. Los masajes son una de las cosas que más me relajan en la vida, así
que suspiro cada vez que sus suaves manos pasan por mi piel.
Y pensar que un día amé las fresas… —Vuelve a mi ese maldito
pensamiento. Abro mis ojos tensa, ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?
Maldita sea.
—Tenemos una crema exclusiva recién traída de Paris, Señorita Evans.
¿Desea que…
No la dejo terminar, ¿Dijo Paris? Me irrito.
—No.
—Bien.
Trago enojo porque todo huele a él, hasta las palabras que dicen los
demás. No es posible que tenga que estar recordándolo a cada rato, de este
tiempo a ahora se ha convertido en mi tormento sin querer…
Y solo han pasado algunos días…
¿Si pasa más tiempo cómo será?
Tomo mi móvil para distraerme un rato y sin querer abro un correo que
enviaron en donde no estoy directamente copiada.
Joder, son ellos.
Christopher y Brando dándose un apretón de manos. Es la estupidita
mandándome un correo del periódico de hoy, en la nota sale que hacen
negocios juntos y que Hilton Company está a punto de hacer el proyecto
ensueña liderado por él
¿Por él? ¡El maldito proyecto es mio!
Mi rabia aumenta y siento que mis manos arden por dentro. Bien…no voy
a ayudarlo.
No lo ayudaré ahora que quiere destronarme. Claro, es su plan…
Destronarme y seducirme para luego dejarme. ¿Cómo no va a dejarme? Es lo
único que sabe hacer.
Mi mente se nubla cuando vuelvo a ver la fotografía. Él de terno no se ve
mal… ¿Qué? ¿Qué estoy diciendo? —Me reprimo a mi misma— ¡Mierda!
No puedo ayudarlo cuando me siento estúpidamente atraída por algo de
él. No sé si es su cuerpo, su inteligencia, su voz, su olor, sus manos… o lo que
sea. Desde ese día no he podido concentrarme en nada porque solo pienso en
él y en sus malditos planes para arruinar a Brando
Necesito desaparecerlo de alguna forma y desaparecer mi deseo.
Quizá con Brando pueda hacerlo. Quizá si acceso a una noche en su
cama pueda lograrlo…. Me enfocaré en ello, no importa si se olvida de mi…
haré que no lo haga, lo volveré loco en la cama, fingiré que me gusta aunque
esté vomitando por dentro… porque necesito hacerlo.
Voy a acostarme con Brando.
—Sueltame. —Le digo a Delia levantándome de inmediato.
—¿Todo bien, Señorita?
—Sí, me harté. Solo eso.
Me levanto envuelta en una toalla con la rabia invadiendo mi interior. Mis
manos sudan por la ansiedad, pero mi impulso es más fuerte.
¿Y si hoy duermo en tu cama? —Envío un mensaje de texto a Brando—
Hoy tengo ganas de ti.
Está hecho.
Mi corazón ardiendo en llamas.
Mi vida pasando por mis ojos en un segundo.
Solo pasan dos minutos y contesta
Hoy, en un par de horas, en mi suite cariño. —llega mí un mensaje.
Me paro y me cambio, luego voy a mi recámara para buscar mi mejor
traje. Tomo un vestido negro y me pongo los diamantes que me regaló en el
cuello.
Soy lo que soy, soy lo que soy —Repito en mi fiel espejo— Vas a
sacártelo de la cabeza y de las piernas, Dulce. —Me lo repito.
Estoy harta y cansada. Tomo mi peine e improviso algo, entonces siento
mi celular vibrar…
Christopher.
Mi rabia hace que me exaspere. No controlo mi ira, así que no le respondo
la llamada pero sí con un mensaje.
Te puedes ir a la mismísima mierda y pudrirte dentro.
Envío.
Él no vuelve a llamar y tampoco pretendo que lo haga.
No sé cuánto tiempo pasa, quizá algunas horas en las que solo doy
vueltas y respiro. Estoy lista, maquillada, con perfume y solo lleno algunos
preservativos en mi cartera.
No quiero infecciones y menos de su parte.
Hoy seré su puta por primera vez y haré que no me olvide para que no
pretenda dejarme. Abro la puerta y camino decidida hasta el último piso del
hotel: La suite mayor, la más lujosa, la de Brando.
Me paro un segundo en mi sitio, pero luego vuelvo a caminar. El pasillo
es solitario ahora y pronto abro la puerta para marcar la clave, porque tiene una
contraseña personal para ingresar a su recámara.
Y ahí está….
Libre, solitaria, antigua habitación que ama. La decoración es
extremadamente lujosa, tal y como me gusta, y pronto escucho un sonido en el
baño. Sé que está ahí, pasa horas ahí… entonces dejo mi cartera a un lado y
llevo mis manos al rostro.
Hoy, es hoy.
Sabías que el día iba a llegar, Dulce. No te arrepientas.
De solo pensar en sus manos recorriéndome me siento sucia, pero es lo
que debo hacer. ¿Tomé una decisión pronta? Quizá. Me invade, sí…. Me
invade la ansiedad y el estúpido deseo.
Me conozco, soy obsesiva con mis cosas y las personas. Y estoy
pensando demasiado en él. Christopher ha hecho que vuelva abrir puertas que
no debo y no lo permitiré. Necesito olvidarme de su cuerpo, de sus dedos en
mi intimidad. Ese día revolvió mi piel… ¡Es un maldito tipo guapo! —No hay que
negarlo. Pero no me sirve ahora, no me sirve tener sentimientos.
—Cariño… —Digo para hacerlo ya. No quiero demorarme y estoy lista
para fingir. Estoy segura que no va a durar mucho, ni si quiera sé si se le va a
parar. Quizá con esto pueda volverlo a centrar en mi y seducirlo para que
despida a Christopher. Estuve a punto de decírselo sus planes.
El sonido de sus pies me alteran. Miro simplemente a la cama y pronto
empiezo a deshacerme del collar de diamantes pero no puedo, así que siento
unas manos quitármelo de inmediato.
Mi cuerpo se paraliza, un olor particular invade mi nariz con fuerza y el
deseo explota como fuegos artificiales en mi interior… Mierda.
Toso, mi cuerpo se engarrota, estoy tan obsesionada por él que lo huelo
en todas partes. Siento unos dedos recorriendo mi espalda y no puedo respirar.
Sus manos se lanzan a mi cintura y puedo sentir un musculoso cuerpo detrás.
No es Brando.
Mis sentidos se alteran, volteo rápidamente y lo veo sonreir. Trae una
camisa blanca y unos pantalones jean ceñidos. Me mira sonriendo, como si
todo esto fuera una gran aventura, y yo simplemente me tenso.
¿Qué carajos?
Christopher.
—¡Qué mierda haces aquí! —Me despego casi chispando.
—¿Crees que iba a permitir que hicieras esto con el viejo? —Suena
indignado, saca el celular de Brando de su bolsito y ríe.
Infeliz….
—¿Cómo obtuviste…?
—Yo sé todo, Dulce. Hasta que ropa interior usas ahora…
—Eres un maldito idiota. —Me dispongo a irme, pero jala fuerte de mi
brazo y me arrincona hacia la pared.
Mi corazón palpita, el suyo también.
Somos dos malnacidos tentando al diablo. Sus ojos se oscurecen y pronto
me veo reflejada en sus pupilas… Me desea, lo deseo, pero no es correcto.
Intento negarme pero me sostiene fuerte. Forcejear con él no es una opción
ahora, sin embargo lo hago.
—¿Quieres que te tome a la fuerza? —Pregunta divertido.
Su voz ronca eriza mi piel y me humedece. Tomarme a la fuerza… fue
una maldita fantasía del pasado. Fuimos dos sádicos niños jugando a ser
grandes. Hicimos de todo, en todos los sentidos. Con él aprendí a que el cuerpo
nunca dice basta, al menos con la persona que te pone caliente con solo
mirarlo.
—No lo harías. —Respondo tragando saliva.
—No quiero que te acuestes con ese vejete, ¿Lo entiendes?
—¿Y si no quiero? —Lo reto, me encanta. Me fascina ver su debilidad:
Celos.
—Juro que le digo toda la verdad.
—Te mataría.
—¿Matarme? Yo lo mataría de un disparo y luego me llevaría a mi mujer
de regreso a casa…
Río alto.
—Iluso. —Sonrío.
—Estás jugando con fuego, Dulce. —Se pega más a mí— No olvido el
beso que le diste hoy en mi cara. No quiero que lo beses, no quiero que lo
toques, no quiero que lo mires de la forma en que quiero que me mires a mí…
¿Lo entiendes? No es una petición, es una orden. —Dice totalmente serio.
—¿Estás consciente de lo que dices? Voy a follarmelo… Fo. Llar. Me. Lo
y duro, muy duro.
—¿Así? —Pega su rostro contra mí y me tenso. Todas las partículas de
mi cuerpo se encienden, mis pechos se vuelven duros y mi piel no reacciona…
solo se defiende.
—No te atrevas. —Amenazo con la voz entre cortada. Maldita sea solo
miro sus labios hincharse.
—No puedes negarlo… te gusto. —Chupa mi labio inferior y me prendo—
y te gusta como lo hago.
Quiero darle un rodillazo en las bolas pero no puedo. Mi carne se vuelve
fuego, mis vellos se erizan evocando calor, mis manos no pueden detenerse si
vuelve a hacerlo.
—Chris…
—Sh… —Besa el lóbulo de mi oreja— Disfrutalo, mi amor.
¿Mi amor?
Esa palabra hace fusión con mis recuerdos. Mi maldito corazón tiembla.
—Christopher… —susurro— Brando llegará en cualquier momento.
—Nada más excitante que hacerlo en su propia cama.
—Basta. —Imploro.
Se pega completamente a mí y puedo sentir su erección. Me besa sin
pedir permiso y mis labios no pueden contenerse ante su roce. Su boca baila
con la mía y por más que intento parar no puedo… Me gusta, me encanta, me
quemo.
Con su lengua recorre mi interior las veces que quiere. Lo chupo fuerte y
me devuelve la acción triplicada. Somos dos ex amantes desesperados por
volver un recuerdo… y en ningún momento suelta mis manos. Me puntea con
fuerza presionándome a la pared y no me suelta para que no escape.
No quiero escapar, pero no debo.
Mi piel aumenta su calor cuando lo hace. Me besa como si fuera la última
vez y no puedo dejar de hacerlo también. Lo dijo… dijo esa palabra. Intento
razonar pero no puedo, me invaden los recuerdos.
Con gran agilidad suelta mis manos para encarcelarme con sus caderas.
Nos estamos besando sin control ni arrepentimientos. Succiona fuerte de mí y
puedo escuchar en el más frio silencio el sonido de nuestras bocas. Me toma
de la nuca con una mano y con la otra aprieta mi cuerpo hacia él.
—Te he extrañado tanto… —Dice entre besos.
Lo miro con ganas de todo, me mira con deseo.
Entonces besa mi mentón, cierro los ojos. Luego baja por mi cuello y con
otra mano levanta mi falda del vestido para meterse en mi ropa interior. Ahí
presiona todo de mi y con su boca besa mi cuello… me arqueo como puedo
pero no tengo espacio, esta necesidad de él aumenta cuando muerde mi piel
con pequeños saltos de su boca.
—Vendrá Brando en cualquier momento… —Jadeo.
Pero no me hace caso.
Intento luchar con él una vez más pero me es inútil, entonces me rindo…
me rindo ante lo que siempre he querido hacer desde que lo ví de nuevo.
—Quiero hacerte mía en todas las posiciones. —Ordena casi
ahogándose.
No respondo, solo lo miro. Entonces baja con cortos besos por mis senos
para luego arrodillarse ante mí. Mi mente se nubla, entonces baja mi ropa
interior de un solo jalón hacia abajo y la guarda en su bolsillo.
Ardo.
Sus ojos brillan con maldad y pronto hunde su cabeza entre mis piernas.
La… puta… mierda…
Me incendio con su solo contacto, todo es muy rápido. Su lengua explora
las profundidades de mi sexo sin ningún tipo de piedad, entonces solo me aferro
a la pared intentando contenerme pero grito.
—Ah…. —Siento mi alma quebrarse de deseo.
Y pronto tomo su cabello para hundirlo más dentro de mí. Con su lengua
hace círculos y luego me lame. Mi necesidad es infinita y no pararé hasta que
logre mi orgasmo. Me construye lentamente moviendo su generosa lengua y
luego aumenta la velocidad. Jadeo mil veces y cuando siento que voy a lograrlo
para. Me mira. Sonrie vengativo.
¿Qué mierda….?
—Te vendrás dentro de mí—Ordena, abriéndose el pantalón que luego
cae por sus piernas.
Miro su bóxer y me hielo al ver el bulto que nace de sus piernas. No puedo
pensar ni razonar, solo sentir… entonces jala su ropa interior para dejar
desnuda toda su parte privilegiada.
Lo miro, muerdo mi labio como idiota, y en mí nacen solo recuerdos.
Malditos recuerdos. Se acerca una vez más y jala mi vestido hacia abajo para
dejar mis pechos al aire. Se maravilla con solo verlos y me siento la mujer más
poderosa del universo.
Los lame, hace un circulo, y luego succiona cada uno dejándome
totalmente húmeda.
—Maldita sea…. —Susurra
Entonces me alza hacia arriba presionándome contra la pared una vez
más y me deja caer en su miembro para luego besarme con fuerza.
Intento dejar de besarlo, abro mis ojos y él abre los ojos con sus labios
aún en los mios. Un momento pasa. Me sonríe y sus ojos están llenos de
esperanza, una esperanza extraña que no puedo dejar de ver…
—No voy a dejarte, bonita… Aunque no quieras escucharme, hay una
razón más allá de todo. Confía en mí, creeme… por favor creeme. —Dice
contra mis labios.
Bonita, dijo Bonita
8. Ardo
Chris
Mi vestido azul era precioso, escotado en los senos por su forma V y largo
hasta cubrir mis tobillos. Amaba su vuelo, su textura y lo fino que se veía en mi
piel bronceada. La perfecta combinación para mí.
Las horas pasaban y yo seguía mirando el horizonte, pero ahora desde
la arena. Tenía el brazo levantado, mi mano haciendo un circulo esperando el
sol ocultarse y luego pasó, lo capturé gritando de alegría entonces cerré mis
ojos y pedí un deseo.
Seguir mis sueños…
Dos segundos bastaron y todo sucedió muy rápido. Su olor se impregnó
hasta en la partícula más fina de mi cuerpo… Sus manos tambalearon junto a
las mías y mi corazón dio un vuelto de 360 grados. ¿Quién era ese chico? —
Solo pensé— Estaba tan cerca de mí… Se puso a mi costado sin decirme nada
y yo solo lo miraba de reojo con nervios inexplicables, la garganta a punto de
explotar y mis sentidos alborotados.
¿Quién era ese ken vivo? Con el pelo castaño claro, ojos chispones y
unos labios dibujados. Me ponía tan nerviosa cuando miraba a cualquier
hombre que la sola idea de tener uno cerca me mataba.
—¿Pides un deseo? —Susurró suave, tan suave que su voz me pareció
ser casi un sueño. Lo miré de reojo… era alto, fuerte, traía una camisa blanca
abierta en el pecho y unos shorts color crema. Su sonrisa iluminó mi rostro,
pero debía controlarme. Estaba tan nerviosa que no pude contestar.
Silencio.
—¿Acaso te comieron la lengua los ratones? —Insistía y mi pecho se veía
presionado por la curiosidad, entonces voltee altanera. Mamá decía que una
chica joven era manipulable, sobre todo por los hombres, y no quería serlo.
—No hablo con extraños. —Lo miré y sentí que mi piel ardía por tanta
hermosura. Sonrió apenas me vió, no sé si se burlaba o simplemente le daba
pena, pero no me bajé en ningún momento. Crucé mis brazos y levanté mi
mentón hecha una fiera.
—Sí, es un buen punto. —Suspiró divertido— Christopher. —Extendió su
mano y realmente, realmente quise darle la mia pero las ideas controvertidas
de mamá seguían rodando por mi cabeza y me negué… pero qué hermoso
nombre tenía— ¿Entonces seguirás queriendo que sea un extraño? Me he
presentado, ¿Cuál es tu nombre?
No contesté.
—No importa, de todas formas sé cómo te llamas.
—¿Ah si? —Me sentía curiosa.
—Apuesto a que te sorprenderías… —Intentaba hacer psicología inversa
conmigo, quería descubrir mi nombre y no tenía idea. Tampoco era tonta, pero
me gustaba jugar a no saberlo…
—No sabes cómo me llamo. Si lo supieras ya me lo hubieras dicho. —
Sonreí, entonces clavó sus ojos de avellana en mí y no los quitó nunca más.
Suspiró suave, parpadeó solo dos veces y nos perdimos en ese instante.
Sonreí sonrojada y elevó una risa achinando sus ojos. Nos reímos como dos
locos sin saber de qué ni por qué, sin existir un motivo… solo lo hacíamos.
—¿Darías un paseo por la playa conmigo?
Me ericé con su propuesta. Si llegaba al anochecer mamá era capaz de
castigarme, entonces no respondí.
Lo tomaré como un sí —Entonces tomó mi mano y no volvimos a
separarnos. Caminábamos lento y pausado. Era un tipo gracioso y de gran
mundo. Habia viajado por muchos lugares, en cambio yo solo a la ciudad de
lado. Cuando hablaba solo pensaba en que estaba en un sueño… y no sabia
explicármelo.
Las horas pasaron y pronto mi alma sucumbió por la noche. Jamás lo
había hecho, jamás habia pasado tanto tiempo con un hombre… jamás había
faltado a la promesa que le hice a mi madre, pero esta vez habia sido distinto,
mágico, irreal… con un extraño guapo.
—¿Te vas? —Preguntó sin soltarme.
—¿Me devuelves mi mano? —Sonreí sin querer.
—No me has dicho tu nombre…
—Dijiste que lo sabías…
No contestó, solo sonrió.
—Es verdad… Tu nombre es Bonita… como el sol, esta playa y las
estrellas. Mi Bonita.
Ahogo un grito en mi garganta mientras levanto mi vista hacia el espejo
de nuevo… Estoy sonriendo y por tonterías.
Me acuesto en el mismo sofá con pereza haciéndome bolita y tomando
posición fetal. Cierro mis ojos y veo su lengua recorriendo mi cuerpo, entonces
lo abro de inmediato escuchando sus gemidos en mi oreja.
Ha sido todo un placer volver a coger con él.
Mi cuerpo evoca su nombre, mis senos tienen plasmado su aliento y mis
piernas llenas de su sexo. No quiero bañarme, ni si quiera ir al baño, deseo
quedarme con esta suciedad que siempre me ha gustado… pero que no
debería importarme demasiado.
Voy perdiendo lucidez sin querer y solo bostezo llevándome un Bonita a
mis recuerdos.
***
¡Las 10 de la mañana! Son las 10 de la mañana y no me perdono haber
estado todo el santo día distraída, ni si quiera pude ordenar mis pendientes con
la estupidita. Me levanté tarde, desayuné más rompiendo mi dieta y no entiendo
por qué no me di cuenta de las llamadas de Brando.
Fue una buena cogidita pero nada más, Dulce. No te engañes.
Suspiro mientras presiono mis labios color vino de nuevo. Camino como
solo yo se hacerlo por el pasillo intentando no cruzar con nadie. Llego a la
cocina y veo a la estupidita conversando con todos los empleados. Cuando me
ven se erizan y mantienen quietos, entonces doy un paso adelante.
—Buenos días. —Saludo y todos me miran extrañados.
—Buenos días, Dulce. —La estupidita sonríe entre sus lentes y luego me
abre el paso.
—Hoy tenemos una cena para el presidente en el salón de reuniones
privado, deberíamos mantener todo en orden desde temprano. Elena, tú
encárgate de las presentaciones y Rosario verás qué personal va a cada
zona… Rita, monitorea el proceso.
—De acuerdo, Dulce.
—Saben que de ustedes depende la imagen que nosotros damos al
público. Nada de enojos, nada de caras de fastidio. Todos somos parte de un
equipo.
Sus caras expresan sorpresa y hasta sonríen, ¿Qué demonios les pasa?
Camino sin despedirme y salgo de la habitación de servicio sin explicaciones.
No me extraña que me ponga atención pero sí que me sonrían…
—¿Dónde mierda te metes? —Escucho una voz conocida a lo largo del
pasillo. Volteo de inmediato y veo a Brando furioso mirándome de un extremo.
Le sonrío y ni vuelve a mirarme porque camina apresurado a su sala de
reuniones.
¿Ahora qué le pasa?
Camino con pereza, entonces me detiene en la puerta.
—¿Dónde te metes? —Repite.
—Estaba haciendo mi trabajo. —Saco mi muñeca de su toque.
—Tu trabajo está a mi lado, no lo olvides.
—¿Qué sucede? —Cambio de tema. Sé que algo le pasa.
—La perra de Paris. —Dice entre dientes, entonces entiendo. Me invita a
pasar a su sala y solo me estreso cuando empieza todo de nuevo.
Sus miedos, sus celos, su envidia hacia la hija de uno de sus tios… La
amenaza perfecta para sus negocios ha regresado. Lo escucho bloqueando mi
cerebro, he escuchado la misma historia desde que lo conozco y sencillamente
no estoy interesada en ayudarlo.
Es ella. Ella siempre como una piedra en mis zapatos —Susurra tenso.
—Ya pasará. Se olvidará. Dejará de molestar. —Solo digo.
—¿Dejará de molestar? —Se abalanza hacia mí con la mirada retadora—
¿Qué sabes tú de esa? Maldita zorra, perra de las perras, ninfómana
asquerosa… Esa malnacida no volverá a joder mis planes, ¿Lo entiendes? —
Toma mi brazo y me jala hacia abajo. Un leve dolor sale por mis articulaciones,
entonces lo detengo.
—Basta. —Digo.
—Estás aquí para complacerme, cierra la maldita boca. —Me aprieta
fuerte.
—Brando…
—Te necesito, cariño. —Ahora me abraza, pasa una mano por mi espalda
y besa mi hombro. El tipo huele a cementerio y solo deseo vomitarle encima,
pero me dejo. Para eso vine, por ello estoy aquí y no debo olvidarlo.
Cierro mis ojos intentando pensar en otra cosa: Dinero.
Jadeo al sentir sus dedos en mi vientre, pero no por placer sino por
tensión. Mi cuerpo se mantiene erguido, jamás perderé la elegancia en un
momento como este, entonces me aprieta estrujando hasta el fondo de mis
huesos.
La puerta se abre.
Mi corazón palpita jodidamente fuerte y lo veo. Él me ve siendo de Brando
porque sus manos aún siguen tocándome… y bajando hasta mi trasero. Los
ojos de Christopher se incendian de frustración y enojo. No, no lo disfruto… no
ahora.
—Brando. —Exclama como un reclamo. Brando se detiene y voltea para
mirarlo como si Christopher fuera su salvación.
—Christopher, necesito que hagas algo por mi.
—Buenos días, Señorita. —Me saluda, pero sinceramente no quiero
mirarlo.
—Paris… La perra de mi prima está aquí y sé que quiere joderme. Eres
un tipo inteligente, podrás seducirla. Su debilidad siempre será un joven guapo.
—¿Paris?
—Paris Hilton. —Levanto una ceja y me mira conteniendo la risa. Es real,
aunque no lo crea, Paris es la prima de Brando. Gracias a ella él tiene toda esta
fortuna porque prácticamente se la regaló hace muchos años.
Él intenta no reír, entonces lo escucha. Doy un suspiro mientras vuelve
con sus lamentos. Christopher me mira, lo miro… y puedo oler su perversión
en sus ojos. No lo soporto. Bajo la mirada hacia mi móvil y cuando lo prendo
encuentro un mensaje no leído.
Número desconocido.
Ha sido una noche placentera. Hoy desperté con tu olor en mi cama…
Llevaré tu Braga a lugares inexplicables, bonita. No te conviertas en amarga,
no ahora.
Con cariño… Toqueteando tu cuerpo.
Tu Romeo de nuevo.
Sonrío sin querer y lo miro contemplarme entre sus pestañas. Ninguno de
los dos está escuchando a Brando, pero finge tan bien… que hasta yo me lo
creo.
—Lo siento, caballeros. Necesito regresar a mis labores.
Me despido y Brando intenta besarme pero no lo dejo. Doy media vuelta
y salgo rozando suavemente el brazo de Christopher. Me tenso al sentir sus
vellos con los mios, pero sigo mi camino sin problemas
Control. Maldito control.
La estupidita aparece por arte de magia y aprovecho para ver con ella mis
pendientes.
—¿Llamaste al abogado?
—Sí, Dulce.
—¿Compraste los libros que te pedí?
—Si, Dulce. —Repite de manera automática
—¿Follaste ayer?
—Si, Dulce…
Pero cuando se da cuenta es demasiado tarde, me mira sonrojada y tapa
su rostro.
—¡No! No quise decir eso.
Río.
—Es solo una broma. No quiero máquinas automáticas trabajando
conmigo.
—Tienes una bella sonrisa, Dulce. Jamás te vi sonreir….
Entonces vuelvo a ser seria.
Qué me pasa.
Me tenso.
—Nada.
—Hola. —Sonríe Christopher de nuevo, aparece como fantasma tras de
mi y Rita no deja de mirarlo.
—Christopher. —Suspira, lo mira como si fuera un cantante famoso.
—Rita, qué guapa te ves hoy. ¿Te hiciste algo?
—¿Yo? Eh… no, no en realidad pero gracias. —Tardamudea la
estupidita, ¿Qué pretende este idiota? Lo estudio y no digo nada. Puedo ver
cómo la enamora sin enamorarla, algo trae entre manos…
—¿Pudiste conseguirme esos documentos?
—Ay, Christopher… es que me pones en aprietos.
—Brando está de acuerdo.
—Bien, entonces ahora mismo te lo traigo.
—Gracias, linda. —Le dice linda y mi paciencia se agota.
—Lárgate. —Le digo a Rita, ella se sorprende y suspira yéndose. Su
sonrisa no se quita por más que le haya gritado.
—¿Ahora seduces nerds? —Pregunto.
—¿Celosa? —Responde.
—No, solo cuido mi información personal. ¿Es ella, cierto? Ella te ha dicho
todo lo que sabes.
—No, Dulce. Claro que no. —Esboza estrés, pero luego hace silencio
cuando ve mi brazo.
Ni yo lo habia notado…
—¿Ese infeliz te hizo esto? —Pregunta tenso tomándolo.
—No. No sé. —Miento mientras me zafo. Mi brazo está rojo y trae las
marcas de alguien que claramente es Brando.
—¿Ese infeliz te hizo esto? —Repite jodidamente enojado. Sus ojos
echan chispas y se da media vuelta con la mandibula contraída.
Reacciono en dos segundos y lo sigo.
—Christopher…
—Haré puré su maldito pito. —Se contiene cuando pasa por la gente, yo
también finjo. El idiota está apunto de echarlo todo a perder y me desespero.
—¡Christopher! —Grito susurrando.
Camina rápido y lo veo dirigirse hacia el pasillo de las oficinas de Brando.
Mi mente se estresa y pronto lo tomo del brazo para detenerlo.
—No hagas esto. —Ordeno— Por favor… Es por demás. Él solo está
acostumbrado. No me golpeó, solo me tomó fuerte del brazo por la rabia que
siente. Es comprensible.
—¿Es comprensible que te lastime? —Pregunta indignado mirándome
como si yo fuera una tonta.
—Fue sin querer —Digo pensándolo porque no es la primera vez. Cuando
él suele enojarse lastima lo primero que ve. Nunca me ha golpeado, solo ha
hecho marcas en mis brazos.
—¿Qué más te hizo? Dimelo.
—Nada. De verdad nada. —Aún no sé qué hago dándole explicaciones,
solo lo siento.
Y me queda mirando. Enrolla sus ojos en los mios y parpadea mientras
toma suavemente mi brazo para llevarlo a su boca. Me besa, acaricia mis vellos
con sus labios y todo lo hace sin quitarme la vista.
—Llegará el día, Dulce. El dia en el que nos podamos ir de este lugar. Lo
juro. —Habla como si realmente hubiera un nosotros, pero no lo hay. Él
realmente cree que vivimos aún en el pasado.
—No lo creo. —Digo.
Y explota en mis ojos conteniendo su rabia, pero luego se calma y no
suelta mi mano.
—Aún tengo tus Bragas —Toma mi fino encaje y lo saca de su bolsillo.
—Basta. —Extiendo mi mano intentando quitárselo sin éxito— No me
parece divertido.
—Acepta el trato. —Suspira— Solo así no iré detrás de ese tipo porque
tendré la plena seguridad que estarás a salvo.
—Pff… hablas tonterías, ¿A salvo de qué? —Me mira pero no habla, a
veces pienso que guarda más cosas de las que imagino.
—¿Es tu última palabra? —Cambia mi pregunta por otra, entonces no
respondo.
Silencio.
—Bien. Entonces ahora mismo iré a matarlo.
Da media vuelta y camina serio, pero no puede hacerlo… simplemente
no puede. Lo veo caminar más rápido y lo sigo. Joder, mierda. Maldita sea. Lo
está haciendo. Mi mente se nubla, va a matarlo… Va a reclamarle, va a decirle
que es mi marido.
Mi cuerpo pasa de frio a caliente y cuando levanto la mirada veo una
especie de arma en su correa.
Mierda.
Corro lo más rápido que puedo. Toca la manija de la puerta y por fin puedo
ver su rabia más que visible en sus ojos. ¿Por qué lo odia tanto? ¿Por mi? Mi
boca se seca, grito en silencio pero no se da cuenta.
En un segundo pasan mis intereses por delante. Mi vida, mis sueños, mis
metas. No va a arruinarlo, simplemente no lo hará. Jadeo para alcanzarlo, pero
está a punto de abrir la puerta y darle un tiro. Sé que lo hará. Conozco esos
ojos tiritantes, ese vistazo asesino, ese veneno en su rostro.
Mi mirada se alinea a la suya y de un tirón lo jalo.
—Acepto. —Digo deteniendo su mano.
He firmado un pacto con el diablo.
9. Me eres inevitable
Dulce
No hay nada más doloroso que mirar algo que te lastima y tener que sonreír
Sus ojos se tornan hacia los míos como bombas explosivas estallando de
emoción. Doy un suspiro intentando hacer que su mano salga de esa maldita
puerta, pero simplemente no lo hace ¿Qué pretende? ¿Qué me de un infarto?
Maldita sea.
—Ven —Susurro entre dientes y tomo su mano para empujarlo hacia una
oficina contínua. No me conviene que nos vean.
—¿A solas para repetir lo de anoche? —Pregunta divertido.
—Haré como que no escuché eso. —Contesto. Me sigue mirando
entretenido.
—Pues… yo sí quiero repetirlo. —Sonríe— Eres fabulosa, bonita.
Mi piel se eriza al escuchar esa palabra, aún tengo recuerdos marcando
mi mente cuando la escucho en sus labios, pero debo ser precavida… sé que
me está estudiando.
—¿No te gusta, cierto?
—Eso no importa ahora. —Miro hacia la puerta— Necesitamos hablar
rápido, alguien puede venir.
—Bien, pero no aquí. —Curvea su sonrisa, lo que me hace pensar que
tiene una propuesta para mi— Aquí siempre será peligroso. Este hotel tiene
más de 400 cámaras.
—Estás loco, realmente loco. —Suelto. Eso es imposible.
—Dulce, créeme, Hilton es más rata de lo que puedes imaginar. Graba a
sus disque socios para amenazarlos, a sus empleados para extorsionarlos y a
sus clientes para tener resguardo.
Mis ojos se abren más de lo normal y solo me pierdo en el vacio… Si eso
fuera cierto, ¿Entonces pudo haber visto cuando….? Mi garganta se seca, él
me mira y sonríe.
—No, Dulce. El único lugar que no graba es su habitación… —Responde
como si hubiera leído mis pensamientos.
—¿Cómo puedes asegurarlo? —Eleva su cabeza y se acerca a mí.
—Te contaré todo esta noche. Te quiero ver pero no aquí… A unos
metros de este lugar hay un terreno en construcción. Veámonos ahí.
—Bien.
—Te enviaré la dirección por mensaje.
Me mira con cautela y sonriendo pone una de sus manos en mi cintura
para luego apretarme contra él. Mis pechos rozan su cuerpo y se erizan al
instante. Él mantiene fijos sus ojos en mi rostro y pronto acerca su boca a la
mía.
—¿Sabes todas las cosas que quiero hacerte ahora? —Pregunta casi
reprimiendo un gemido. Su aliento se mezcla con el mío y una pronta necesidad
aflora de mis labios. Vuelve a acercarse sin decir más y, cuando tiene su nariz
junto a la mía, retira su boca para elevarla a mi frente.
Perro.
—Cuidate, te veo en la noche. —Resuena sus labios y finge naturalidad,
cuando realmente está jugando con el deseo.
Infeliz
Bastardo
Quiero follarte
Me mantengo seria mientras se va y cierra la puerta, pero luego mato mi
impotencia tirando lo primero que encuentro al suelo ¿Qué pretende? Mi
garganta se seca, realmente me está descontrolando y no puedo permitirlo. Es
un hombre que me saca del juego con tanta facilidad que hasta yo misma me
reclamo.
Agrio es el sentimiento, pero no me queda de otra.
Si le digo que No malogrará mis planes.
Es mejor tener al enemigo cerca que lejos. Jugaré por los dos lados y solo
me inclinaré con el bando que más me convenga. Brando ni siquiera imagina
lo que su Ingeniero favorito quiere hacerle y Christopher tampoco se acerca a
todo el poder que tiene Brando.
Él mata. Él corrompe personas. Y juega sucio. Lo sé, lo he sabido desde
que entré en este lugar y me propuse seducirlo.
El zumbido de mi móvil vuelve a presionarme, ¿Tan rápido me envió el
mensaje? Cuando leo mi buzón ruedo mis ojos.
Necesito hablarte, es urgente. Contesta el maldito celular. ¿O ya te
olvidaste que tienes familia? – Kiara S.
¡Es de nuevo la pesada de mi hermana menor!
No la soporto y tampoco soporto a mi madre con sus pensamientos
puritanos.
Jadeo al sentir angustia, entonces decido olvidarlo. No voy a malograrme
el día con ellos.
Chris
¡Lo logré! ¡Aceptó! Y estoy malditamente feliz por ello.
Mi bella mujer nos ayudará, terminaré con el plan rápido y pronto podré
hacer justifica. Mi alma, mi corazón y honra anhelan con ese día… Yo tomando
la cabeza de ese malnacido.
—Christopher —Escucho su voz a lo largo del pasillo derecho. Mi mente
se detiene, ¿Habré hablado en alto? Dudas sucumben mi memoria, entonces
siento su mano delante de mí —¿Cómo estás? —Le extiendo la mía
estudiándolo…
—Bien, gracias.
—Te necesito en mi oficina —Ordena Brando. Esta mañana ha estado
más amable que de costumbre.
Doy media vuelta mientras lo sigo. Al entrar en ese lugar solo puedo verlo
caminar lentamente. No es tan viejo para ser Presidente de toda la cadena de
hoteles Hilton. Su nombre ha sido mi martirio todos estos años y cuando no me
ve solo deseo exprimir su cuello en mis manos.
Lo odio.
Quebraría sus músculos y destrozaría sus huesos en un solo instante,
pero debo contenerme. Sonrío. La hipocresía jamás fue conmigo y me está
costando. Me sirve una copa, se sienta y me mira en complicidad.
—Dime, ¿A quién te follaste anoche?
Mi cuerpo se paraliza y siento que estoy siendo observado. El pánico no
va conmigo, soy un hombre cauteloso, así que sonrio con naturalidad
estudiando todos sus movimientos
Nariz erguida
Ojos tranquilos
Mirada asquerosa de viejo en celo
Paso saliva y doy un trago, debo seguirle el juego.
—¿Por qué lo dices? —Contesto con una pregunta.
—Mis hombres te vieron salir del hotel. —Ríe— ¿Quién es la afortunada?
¡Lo sabía!
Elevo una ceja y me quedo en silencio.
Mi absoluto cuidado en todas las jugadas que hago han hecho que esta
vez me salve el pellejo. Anoche, antes de asistir a la cita con Dulce, salí del
hotel y di un par de vueltas en mi auto. Supuse que me seguían, esperé un
tiempo mientras coqueteaba con mi propia esposa y regresé como una sombra.
Sabía que este idiota tenía algo entre manos. Mi intuición no me traicionó.
—Vamos… tener una amante no es un pecado —Eleva su pecho como
si fuera motivo de orgullo— Yo lo he hecho mil veces. Anda, necesito saberlo.
—¿Me estás siguiendo? —Lo encaro.
—Nunca se sabe, Christopher. Digamos que soy… un tipo precavido. —
Aletea su vaso sin remordimientos.
—Me ofendes. —Contesto serio. Necesito armar una especie de drama
con él para que todo parezca natural. Maldita sea, necesito tener más cuidado
y entrenar a Dulce para que también lo tenga. He tenido que borrar cámaras
de video en estos días, pero no puedo estar al pendiente de todo.
—Confío en ti, Christopher. —Bebe un sorbo de Whisky— No lo dudes.
No contesto, entonces agrega:
—¿A quién te follaste? —Insiste. Sus fosas nasales se abren, está
curioso… ¿O me está probando?
—Es mi amante. —Respondo— No necesitas saber su nombre.
—¿Le diste duro? —Pregunta divertido. Su boca se ancha y solo puedo
sentir asco.
—Muy duro.
—¿Qué tal su culo? Dime que es una rica virgencita.
Siento nauseas, pero sonrío. No me conviene que piense lo contrario.
—No es virgen, prefiero a las experimentadas.
—Pues yo a las tiernitas. Cuando estoy dentro me vengo rápido. He
desvirgado a muchas… —Eleva una ceja y vuelve a beber su copa. Mi
mandíbula se tensa, claro que lo sé, entonces experimento el infierno en mis
ojos.
Un día voy a asesinarte con mis propias manos, malnacido. En nombre
de todas esas niñas que violaste.
—Me gustan las mujeres experimentadas. La follé duro, muy duro… en
un lugar muy peculiar. —Extiendo mi copa y choco la suya. Si supieras que la
follé en tu cama…
—Bravo, muchacho. Me gustan los tipos rudos. Podemos ir a un
prostíbulo pronto.
—Puede ser —Digo sin ganas— ¿Y tú? ¿Has follado últimamente? —
Pregunto ansioso.
—No. Bueno… un par de putas. Me corrí en ellas con gusto, pero la mujer
que me interesa no.
Mi mente me grita alerta, hago puños y me calmo. ¿La mujer que le
interesa? ¿Qué tanto le interesa?
—¿Quién es esa mujer?
—Dulce. —Sonríe— Han pasado varios meses y no hemos tenido sexo.
Realmente es una chica que me encanta, aguantarme lo hace más divertido,
pero necesito de ella… Veo sus curvas y me aloco, su hermoso trasero… —Se
pavonea el idiota— Lo he tocado tantas veces pero jamás la he follado.
—Es… —Respiro— Una mujer muy guapa.
Sonrío. Sí que lo es, pero no para él.
—Lo es, pero quiere un anillo. Posiblemente se lo de…
—¿Piensas casarte? —Arremeto de inmediato.
—Necesito algo estable, quizá. —Agrega sin interés— Pero no quiero
pensar en ello ahora. Tengo a Dulce de mi lado.
—Entiendo.
Me excuso diciendo que tengo pendientes y dejo solo a Brando de nuevo.
Fue un martirio sobrevivir escuchando sus porquerías… ¡Es un maldito hijo de
puta! Y no simplemente no lo soporto.
Paciencia, Miller. —Me lo repito una y otra vez mientras rechino los
dientes. Falta poco, muy poco. Pasé todos estos años estudiando sus pasos,
este solo es el final de un arduo y minucioso trabajo. No puedo arruinarlo.
—Sr. Miller… —Me sigue una de las recepcionistas del hotel.
—¿Si? —La miro intentando reconocerla sin éxito.
—Estuve tratando de ubicarlo en su celular pero me fue imposible. Tiene
una visita.
—Oh… lo siento. Si, lo tuve apagado, ¿Quién es?
—La Señorita Constanzo. Dijo que era importante, está esperándolo en
la sala de reuniones.
—Muchas gracias —Pego mis labios por impotencia, ¿Qué demonios
hace Tatiana aquí ahora? Es muy peligroso que esté en este lugar.
—Jamás.
—¡Por qué no puedes entender que esto es esencial! —Grita contra mí—
¡El maldito es un hijo de puta violador! —Contrae y hace puños— ¡El maldito
es un malnacido que lava dinero!
—No me veré perjudicada —Digo con calma.
—Tendrás tu dinero, si es lo que quieres.
—¿Quién me lo garantiza?
—Yo.
—No creo en ti, Christopher.
—Por favor… —Se exaspera— ¿Crees que voy a traicionarte? ¡Soy tu
jodido marido!
—¿Piensas que confío en ti después de todo lo que ha pasado entre
nosotros?
El ping pong de preguntas, reclamos y respuestas se detiene cuando
evoco el pasado. Me mira tenso, con el puño hecho hierro y se contiene… Solo
se contiene para luego dar vuelta y golpear a la pared.
No siento absolutamente nada por él ahora, ni si quiera pena al ver su
mano roja. Todas mis lágrimas se volvieron hierro, mis noches depresivas en
oscuridad y mis sueños rotos en el diccionario de la vida.
No, simplemente no.
No me permito flaquear cuando se trata de mi misma. El mundo está
contra mi, yo no puedo darme el lujo de perjudicarme.
Mis intenciones van más allá de un simple trato. Lo quiero todo.
¿Por qué tendría que hacerlo?
—¿Quieres dinero? Tendrás tu maldito dinero. El gobierno es poderoso,
solo debes pedir lo que sea.
—Medio millón de dólares para empezar. —Elevo una sonrisa.
—¿Qué? —Responde aturdido.
—Dijiste “lo que sea” No expondré mi pellejo por ayudar a la policía, ¿Qué
beneficio tengo?
—Ayudar a todas esas niñas violadas, por ejemplo.
—La vida es cruel, patancito. Está mal, por supuesto, pero no me voy a
poner a llorar por ello. Y tampoco a sacrificarme por la gente.
—Esa niña violada podría haber sido tu propia hija —Arremete contra
mí— ¿Dirías lo mismo?
El tiempo se detiene cuando menciona esas palabras… “Tu propia hija”
La hija que nunca tendré. Mi mente colapsa, contraigo mi garganta y exhalo
fuerte. Estoy mareada… tengo emociones amargas en mi interior.
La hija que nunca tendré.
Levanto la mirada para encararlo y pronto siento cambios en mi interior.
Bien, me cuesta… no aceptarlo pero sí tener que recordarlo. Es una extraña
contradicción, sobre todo cuando luzco de esta manera delante de él.
Pero no voy a flaquear. Si lo hago puedo utilizarlo en mi contra. Por su
actitud puedo ver que no todo está perdido…
Es frágil con el tema. Le afecta de alguna manera… y me cuesta
entenderlo, pero puede ser una posibilidad que debo aprovechar.
—No estás siendo objetivo. —No le quito la vista. Pelear con él por el
pasado sería algo interminable y no llegaríamos a nada. Aunque esté con
ganas de matarlo me contengo.
Silencio.
—Te necesito, Dulce. —Suspira sin verme— Es la maldita verdad.
No contesto, solo me quedo observando su expresión llena de odio hacia
Brando. Lo odia más de lo que imaginé. Y todo esto me da curiosidad.
—Hace frio… —Solo digo, sin saber qué más decir. No soy buena
consolando, nunca lo he sido. Cuando estaba preocupado solo me abrazaba y
yo no podía articular palabra. Nunca he sido una mujer muy… romántica,
aunque creyera en el amor.
Me costó decirle Te amo, y se lo he dicho pocas veces.
Me costó aceptar el matrimonio, pero lo hice porque realmente no podía
soportar tenerlo lejos.
Eramos dos chiquillos tontos creyendo en las historias que nos cuentan,
y quizá fue todo.
Elevo mi mirada y sigue perdido.
Me siento estúpida, sí… muy estúpida aquí. Y, aunque no quiera
moverme, tengo que hacerlo. Me rebelo contra mí y me exijo abrir la boca, pero
no puedo. Empujo mis piernas para elevarme, entonces siento su mano tomar
mi muñeca.
No te vayas. — Parpadea. Alínea sus claros ojos en mí y acaricia con un
dedo mi piel.
Brando puede darse cuenta. — Miento.
Él no importa. — Jala mi brazo y reboto en sus piernas.
¿Me dirás qué pasa? — Pregunto una vez más. Odio no tener el control
y esto me jode demasiado.
Lo haré, te lo prometo… lo juro Dulce pero enserio no puedo.
¿Por qué?
Porque no lo creerías y estaría jugando mis últimas cartas sin pruebas.
Porque debo terminar con este asunto antes de llevarte conmigo.
¿Perdón? ¿Oí bien? Mi piel se eriza.
Lo haré, Dulce. — Prosigue muy seguro— No voy a soltarte nunca más.
Ya ha sido suficiente.
Resoplo indignada.
Eres un maldito idiota — Río para no enojarme— ¿Estás loco? Yo tengo
planes para mi vida, Christopher. Y tú… no estás en ellos.
Me mira sonriendo cansado y pronto se une a mi cintura dándome un
beso en la frente. El shock invade mi respiración… Él realmente está muy
seguro de todo lo que dice, jamás podré volver con él… No como él quiere,
pero su seguridad me reprime de alguna manera.
Tampoco puedes despegarte, Bonita… Jamás pudimos hacerlo.
Ronroneo hacia mí misma y cierro mis ojos. Es verdad, pero también
pasado.
Me eres inevitable, solo eso. —Digo muy bajito en su oreja sin si quiera
soltarme. Soy un bla bla blá conmigo misma y es lo que aún no comprendo.
Quiero ser inevitable siempre, entonces. No voy a soltarte, nunca más mi
bonita…. Nunca más. No podré hacerlo.
*
Es un día soleado en México.
Las nubes se abren formando una especie de dibujo en el cielo. El sol
arremete en mi piel calentando mis orejas y pronto empiezo a pensar en que
debí sacar mi protector solar, pero es tarde. La clase de yoga ha empezado.
Con muchas ganas y poca pereza me uno a la rueda de yoga. Estiro mi
mat para sumergirme encima del jardín y empezar mis estiramientos. Ah…
como me encanta, aunque al principio lo haya odiado. El yoga es bueno para
desestresarte y ahora lo necesito más que nunca.
Levantemos las manos y agradezcamos por este momento — Susurra
Chelo, un increíble profesor de Yoga.
Enseguida siento cómo los nudos de mi espalda se sueltan y pronto un
dolor bueno arremete en mis músculos dejándolos como nuevos. Respiro en
cada estiramiento y exhalo cuando me contraigo…. Entonces vuelvo a
recordarlo.
Me es inevitable
Parezco chiquilla de 16 y eso me enoja… porque no puedo controlarlo.
No sé si es su piel, su olor o las malditas ganas que tengo de follarmelo.
Puede ser lo que quiera pero es muy bueno en la cama… más de lo que
recuerdo, pero también es cierto que debo irme con precaución.
Hemos pasado 5 años sin vernos, al menos eso creo.
Ayer me dijo que me necesitaba, ¿Por qué lo hace? ¿Costumbre? ¿O
quiere enamorarme para luego volverme a dejar? ¿Con qué intención? ¿Y por
qué odia tanto a Brando? ¿Por qué se volvió parte del equipo del gobierno y
dejó de ejercer su profesión? ¿Cuál fue su motivación? Son tantas preguntas
que necesito responderme pero simplemente me evade.
Sé que hay algo, algo más que una simple venganza y necesito
entenderlo.
Por otro lado es tan seguro de sí mismo conmigo… que a veces me
intimida. Él realmente piensa que tenemos un “de nuevo” y yo solo lucho por
alejarme de él, pero es inevitable… y no, hoy no voy a juzgarme.
Quiero pensar que es solo deseo porque mi corazón es de hielo y así
seguirá siendo.
Las clases terminan sin que me de cuenta. El sol sigue quemando así
que me dispongo darme un baño. Camino rápido hacia mi recámara
alejandome de todo conocido porque no tengo ganas de saludar a nadie,
aunque sea por hipocresía.
El zumbido de mi móvil hace vibrar mi mano. Elevo una mirada y puedo
notar el remitente. Me es extraño…
Te espero en 10 minutos, Dulce. Ven a mi recámara. Necesitamos hablar.
Christopher.
¿Su recámara? Es un completo descarado, y más porque me ha enviado
el mensaje sin aparecer como privado, lo que se me hace raro.
Ignoro su propuesta hasta que llego a mi suite. Quiere que vaya… solo
está en el piso de abajo. ¿Y si no voy? Últimamente estoy cediendo demasiado
y no quiero, pero no puedo dejar de recordar sus labios en mi boca, su lengua
en mis pechos aclamado mi piel… Lo deseo. Deseo esto de nuevo y me río
porque no puedo evitarlo.
Me es jodidamente inevitable.
Exhalo riendo, ¿Estoy riendo? ¡Ya qué! Soy una mujer sexual, ¿Qué hay
de malo en ello? No hay acciones prohibidas entre nosotros, al menos eso creo.
Renegando camino hacia el pasillo y bajo por las escaleras. Han pasado
10 minutos, ni más ni menos, entonces encuentro su puerta entre abierta
¿Acaso es idiota? Es peligroso. Miro la cámara del pasillo y escondo mi rostro
para luego unirme en su espacio rápidamente. Doy 3 pasos y veo su silueta de
espalda.
Está ahí… pero no solo.
Mi sonrisa se apaga.
Un segundo. Sus manos abrazan su nuca y con rapidez pega su cuerpo
mirandome con desdén. Lo hace como una maldita zorra… y él simplemente
no reacciona. Ella lo presiona y ataca su boca hundiendo su lengua, puedo
verlo… entonces baja sus manos por su espalda hasta hundir sus uñas en su
trasero.
Jadeo sintiendo que toda mi temperatura corporal se leva. Mis puños
hacen fuerza y pronto experimento un infierno… el infierno que no quiero.
10. Haré lo que quieras
Dulce
Camino con mis aretes en la mano. Debería estar pensando en las joyas
en vez de solo estar enojada, pero no puedo. Mi cabeza se centra en una sola
cosa y no me la quito de la cabeza. Arrastro mis pies por el pasillo, aburrida de
mi propio trabajo, y solo intento concentrarme en mis pendientes: Control,
selección, imagen. Debería tomar en cuenta las recomendaciones de Elia, mi
asesora. Los colores del hotel deberían cambiar de alguna manera, sin tener
que salirnos de los manuales de marca.
Quizá unos sillones nuevos, o alguna pared pintada.
No he tenido tiempo de ver nada, me confié quizá porque supe que
habían contratado a una nueva diseñadora.
Mi mente se concentró en el patancito cuando regresó y he dejado mis
labores por estar intentando descubrir sus patrañas… Y ya no.
—Dulce…. —Grita la estupidita, lo que me faltaba. Ruedo los ojos, exhalo
y me detengo sin volver a mirarla. Ella se acerca, me sonríe y solo me tenso.
—Ya te he dicho que odio tus gritos, niña. —Mantengo mi cara dura.
—Lo siento, intenté encontrarte ayer pero no atendias la puerta. Espero
estés mejor de tu gripe.
—Sí. —Solo digo.
—Em… hoy teníamos una cita. Rosaura de Recursos humanos te está
esperando con la nueva diseñadora. Es urgente, necesitas darle el visto bueno.
—Bien, vamos ahora.
Con desgana escucho los reportes de Rita, mi asistonta. Ladeo mi cabello
para los dos lados intentando arreglar un poco mi alisado. Ella solo sigue
hablando y no le estoy tomando atención, ¿Quién le tomaría atención a esta
niña? Ronroneo en silencio renegando por mi suerte. Hace mucho la hubiera
despedido pero Brando insistió tanto que no pude negarme.
El elevador se detiene en el segundo piso llevándonos a una sala
privada… Son las oficinas de recursos humanos. Camino por el largo pasillo
junto a Rita, algunos trabajadores me saludan, otros se levantan. Ahora
correspondo sus muestras de respeto elevando una simple y ligera sonrisa. Ya
estoy más calmada, aunque sigo estresada.
—Por aquí —Dice Rita, anteponiéndose a mi paso. Abre la puerta y me
sumerjo en la sala de Rosaura. Ella está ahí vestida de azul y blanco, se levanta
para saludarme y cuando levanto mi vista a profundidad puedo ver la silueta de
una mujer vestida con un eterizo negro.
Mierda.
Mis manos se hacen puño, la temperatura de mi cuerpo se eleva y pronto
siento cómo mi garganta está a punto de explotar. Es ella… Tatiana sonriendo
como la gran perra que es, con su aparente cuerpo de lagarto mirándome con
triunfo.
Y no, no le daré el gusto.
—Deseo presentarte a la Señorita Constanzo, Dulce. Ella ha trabajado
con el gobierno, es arquitecta y a la vez diseñadora.
—La conozco, no necesitas presentarla. —Digo mirándola seria.
—Oh…. —Solo dice Rosaura, mirándonos de lado a lado— Eh… bueno.
—Intenta bajar la tensión entre ambas pero no puede y se sorprende así como
Rita. Ambas solo nos miran ajenas a lo que pasa.
—No contratamos amateurs en el tema, punto. —Digo decidida. Ella
sonríe elevando una carcajada, con sus labios gruesos y boca de ramera. La
miro como jamás he mirado a nadie y solo puedo ver cómo me reta. No querida,
no estás a mi nivel… así que ni lo intentes
—No soy amateur, Señorita Evans… De hecho tengo un buen CV. —
Extiende un documento. La miro de arriba abajo y no lo recibo.
—Nuestros estándares son altos. —Mantengo mi paciencia pero la como
con mis ojos. Imagino mis manos arrastrándola por todo el hotel y solo me
regocijo viéndola.
Me encanta
La follaría aquí mismo a la fuerza. Sé que le gustaría porque no puede
resistirse. Me mira con indignación, pone sus brazos en mis pectorales para
empujarme pero sé que los palpea. Siempre fui un hombre que se ejercitaba,
ella lo sabe, y sé que aún la dejo sin aliento. Mi miembro roza con sus piernas
entonces la boca se me vuelve agua de solo desearlo, ahogo un grito en mi
garganta y solo suspiro.
—Vete. —Repite.
—Tus ojos me dicen lo contrario. Puedo leerlos, Señora Miller… me
necesitas, me deseas tanto como yo a ti. —Insisto porque quiero insistir. Deseo
lamer esa boca… ¿Qué no haría con ella? Su labial rojo vino me envenena, es
tóxico para mi piel y mis sentidos.
—Basta. —Logra empujarme, entonces la suelto. Tampoco seré un
arrastrado… por el momento. Suspira tensa.
—Eso se llama celos, Dulce. —Suspiro. Sé que me degollará vivo pero
es necesario llamarlo por su nombre— Jamás tuviste celos de mí porque
siempre me tuviste en tus manos, pero Tatiana ha venido a moverte el piso.
Ríe sarcástica
—¿Estás seguro que aún me interesas, no? ¿Realmente lo crees? Ay,
qué penita. —Aplaude— Pobre idiota.
—Bien, entonces le dejarás el camino libre a Tatiana.
Junta sus labios, sonrío.
—Puedes meter tu pene donde quieras. —Suelto— No me interesas,
patancito.
—Tú me encantas, amarga. Solo quiero estar dentro de ti, créelo. —
Suelto una carcajada y se enfurece más.
—Lárgate. —Toma mi brazo para expulsarme de su habitación, entonces
me agacho echando un beso al aire sin éxito. Mierda, queria probar su boquita,
aunque sea por fuera
—Un beso, solo uno.
—Metete el beso por el culo, idiota. —Grita
—Esa boca…. Castigaría esa boca de mil maneras. —Sigo jodiendo
porque me encanta y ella se pone roja de rabia. Ni ella misma se aguanta con
el mal humor que maneja.
De pronto una voz conocida parece asomarse por el pasillo. Ella se
congela, yo también lo hago. Nuestros ojos se abren al instante y la más fina
complicidad aflora de nuestras almas. Esto es tan casero… tan extraño…
Voltea, lo hago también. La imagen de una linda jovencita de 22 años aparece
de inmediato.
Kiara Evans, su hermana.
Ella se tensa y comienza a rascarse la cabeza. Le incomoda, ¿Por qué?
No lo sé. Kiara se acerca con la boca abierta y me mira de pies a cabeza. Ella
siempre me cayó bien, pero creo que me odia con toda la razón.
—¿Qué hace este traidor aquí, Dulce? —Pregunta en voz alta, Dulce la
calla.
—Entra a la habitación —La jala como si quiera esconderla, pero Kiara
se impone.
—¡No! ¿Qué haces aquí, Christopher? —Voltea, me mira con furia.
—Hola Kiki, un gusto volver a verte. —Digo, ella me ignora porque levanta
el dedo amenazándome. En eso es parecida a su hermana.
—No vuelvas a decirme Kiki, ¿Entiendes, traidor? No me dirijas la
palabra. Abandonaste a mi hermana. Eso jamás te lo perdonaré. ¿Sabes
cuántas noches lloró por ti? ¿Sabes cuá…
Dulce la calla.
¿Llorar por mi? Mi corazón se hace estragos. Pensar en mi Bonita
llorando hace que me sienta una basura.
—Basta, niña. Entra o te golpeo. —Amenaza como solo ella podría
hacerlo con su hermana. Dulce es mayor que Kiara, pero ambas se han cuidado
mucho aunque peleaban todo el día.
—Yo quiero agua —Se pone prepotente— ¿Puedes hacerlo o tengo que
servirme yo?
—No, claro que sí señorita… —Sisea.
—Señora. —Contiene su rabia y luego pone sutilmente su mano encima
de la mía. Río. No puedo evitarlo, estoy muriendo de risa. Me aprieta fuerte la
mano, como si estuviera golpeándome con eso, entonces finjo que me duele…
pero no me sale. Sigo riendo.
Clava sus uñas… y doy un grito.
—Quiero un sándwich de jamón light… —Mantiene clavada sus uñas—
¿Tú no quieres uno, cielo? —Finge mientras me lastima.
—No. —Respondo aturdido por el dolor.
—Enseguida —La aeromoza se sonrisa y pasa al otro pasajero, entonces
por fin me suelta. Tomo mi mano, veo las marcas de su rabia en mi piel y volteo
enseguida indignado.
—¿Qué te pasa? —Pregunto.
—¿Qué me pasa? —Respondo— Eres un maldito cerdo. No voy a ser
cornuda estos días, ¿Lo entiendes?
—Controla tus celos —Advierto.
—Deja de estar coqueteando con cualquier culo que se te ponga en
frente. Y no, no estoy celosa solo defiendo mi honor.
—Esto no es honor —Le enseño mi mano.
—Que te lo cure la zorra esta entonces.
Se levanta furiosa y ni ella misma se aguanta. Entra en el baño y se queda
ahí por mucho tiempo, quizá media hora… y solo me preocupo. ¿Por qué
debería? Dulce trapea el suelo con mi trasero cuantas veces quiere… Exhalo,
me relajo, esto no está saliendo como yo lo espero.
Si seguimos así no funcionará lo que tengo planeado para ella.
Me aventará la sorpresa por la cara.
El vuelo se torna más frio que un témpano… Y no por el aire sino porque
me ha vuelto a ignorar desde que salió del baño. No sonríe, es amarga… más
amarga que de costumbre. Pero si puedo ver sus ojos vigilantes al ver a la
aeromoza traernos la comida. La pobre chica se ha sentido intimidada por los
ojos de mi cruela. Joder, esto es intenso… pero divertido.
Me divierto aunque mi mano haya pagado las consecuencias.
Aterrizamos pronto y, apenas se abre la puerta del avión, ella ya está
parada saliendo de inmediato. Es claro que no quiere verme.
—Señor, ¿Puedo ayudarlo? —Me para un paramédico, entonces miro mi
mano… Mierda.
—No sé por qué se puso así… —Le explico.
—Lo vi desde que salió de su vuelo, por favor déjeme llevarlo a la
enfermería.
Bien. Lo que me faltaba. Mi mano está morada y sangro pero no siento
ardor solo picazón.
—Déjeme avisarle a mi esposa.
La llamo y no contesta. Y no me va a contestar.
A duras penas llego a la enfermería, el doctor me revisa y cuando me toca
la mano siento dolor. Pone un par de medicamentos, cierro un ojo y soporto
con incomodidad la presión cuando la mueve.
—¿Cómo pasó esto? Felizmente no llegó a mayores… Debe tener
cuidado, la altura hizo que se ponga peor.
—Bien.
Me termina de curar y pone una pequeña venda en mi mano. Envío un
mensaje de voz a Dulce diciéndole que estoy aquí pero no obtengo respuesta.
Pronto camino hacia la sala donde están las maletas y la veo furiosa hablándole
mal a otros…. Hasta que se encuentra con la aeromoza.
Mierda.
Todo sucede en cámara lenta.
Ella le sube el dedo como si estuviera advirtiendo un asesinato y abre sus
ojos como fiera. Jadeo, no… Está tan insoportable que ni ella logra aguantarse
y corro hasta que llego a su lado. La muchacha baja la mirada y se va
sollozando.
—Esa perra está fingiendo —Arremete Dulce contra mí, pero luego ve mi
mano vendada y se calma.
—Dulce, basta. Estás pasándote de la raya… —Le digo y se enoja más.
Toma su maleta, da media vuelta y sale del aereopuerto.
Estoy cansado, pero no puedo evitarlo: La sigo. Lo hago como un idiota.
Lo he venido haciendo desde hace años y no puedo controlarme.
Ella es mi odio y también mis sueños.
Jodida vida la que tengo.
Avanzo a pasos largos porque está casi corriendo. Esconde su rostro en
sus manos, simplemente no se soporta. Pasamos el estacionamiento y sigo sin
poder detenerla. No la entiendo. Me rechaza y a la vez me cela.
—¡Espera Dulce! —Le grito.
Entonces camina más lento, pero antes de que la alcance para en seco.
Voltea. Sus ojos, sus bellos y perfectos ojos se detienen con mi mirada. Jadea,
intenta hablar pero no le sale.
Dos segundos.
Esboza un suspiro, se acerca. Toma el cuello de mi camisa violentamente
y luego jala mi pecho junto al suyo…. Reboto en sus senos. Sus ojos me
miran… torpe, tensa, pausada….
—Tú eres mio, Miller. ¿Lo entiendes? Mio.
Presiona sus labios en mi… y son frios. Su lengua… tibia, áspera…
perfecta.
12. Tu cuerpo me quema
Christopher
“Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con las cerezas” Pablo
Neruda
¿Lo que debo hacer? ¿Según quién? Cada uno apoya como quiere. No
soy una mujer de cocina, ¿Lo entiendes? Ni nací para ser buena esposa.
Eres una víbora
Pero una víbora con clase no una chiquilla que no sabe ni lo que quiere.
Si sigues en este maldito lugar vas a pudrirte sola. Ni si quiera aceptaste mi
ayuda para estudiar en otro país.
¡No quiero tu cochino dinero! ¿Acaso crees que no sé lo que haces?
Perra, seguro te estás acostando con el maldito Hilton.
La temperatura de mi cuerpo se eleva y pronto siento mi mano arder. Le
di un bofetada…
El silencio hace que sienta los latidos de mi corazón. Puedo ver todavía
su cara volteada ¿Qué hice? Jamás le pegué a mi hermana… no de esta forma.
Mi manos pican por la calentura y sigo en shock… entonces escucho su llanto.
Kiara es muy impulsiva, quizá más que yo, no puede controlar sus emociones
fácilmente, ese es su punto más débil.
Maldita seas… — Me empuja furiosa, le tomo las muñecas y solo grita.
Mi espalda se topa con el mueble donde guardan los platos y siento que mi
adrenalina aumenta. Entonces veo que toma un tenedor y me lo enseña. Mierda
—¡Te odio! —Grita una vez más—
¡Hey! — Christopher se interpone con furia ¿De dónde salió? Toma su
brazo y le quita el tenedor. Kiara llora y lo golpea.
Eres igual a ella…. — Es un mar de lágrimas y yo no sé qué sentir.
Forcejea una vez más y Christopher pone su pecho.
Kiara, ¿Tienes idea de lo que estás haciendo? Tus padres están
descansando, felizmente no te escucharon.
No la soporto. — Digo por fin y me voy esquivándola.
Chris
Me quedé aterrado cuando la vi tomar ese tenedor. Lo primero que se me
vino a la mente es “Salva a tu bonita” y eso hice. Tengo un rasguño en mi pecho
pero no importa. Necesito saber por qué esta niña ha hecho esto.
¿Estás mejor? — Le paso un vaso de agua, ella lo toma temblando.
Si.
¿Puedes decirme qué sucedió? — Estoy ansioso, Dulce tiene la culpa…
estoy seguro.
¿Por qué tendría que decirtelo? — Me mira a la defensiva.
Porque soy como tu hermano. — Suspiro sentándome en el suelo con
ella. Kiara solo mira sus manos y nos quedamos sin hablar por largos minutos.
Odio a mi hermana. — Dice por decir. Está enojada y la ama más de lo
que ella misma puede imaginar, pero sé que si le doy la contra lo negará…
posiblemente me mande a la mierda y me clave ese tenedor. Mujeres…
Entiendo. — Le doy la razón— Es muy odiable. — Río, entonces sonríe.
Nos peleamos porque no quiso lavar los platos. Estoy cansada,
Christopher. Ella siempre se sale con la suya. Desde que eramos pequeñas yo
siempre tuve que cargar con todo. ¿Acaso mamá le exigía? Todo era yo…
“Kiara ve a hacer café” “Kiara tráele las pastillas a tu padre” Todo yo, jamás la
molestaron a ella. Yo soy la que se traga con toda la enfermedad de papá y es
que han pasado muchas cosas….
Kiki…. — Sonríe cuando le digo su apelativo, así solo le dice la gente más
cercana a ella— Tu hermana no es mala, solo… un poco especial. ¿Sabes qué
me hizo a mí una vez? Tiró toda mi ropa por la ventana de nuestra casa, solo
porque le dije que me hiciera el favor de meterla en la lavadora. — Río.
¿Cómo la aguantas? — Sigue riendo.
Ni yo lo sé, supongo que… es así porque la quiero. — Me sincero y sus
ojos se iluminan.
Entonces por qué la dejaste… ¿No fue por… eso de los bebés, cierto? —
Me hielo cuando lo pregunta, entonces suspiro lento. Es la pregunta que yo
mismo me hice hace muchos años…
No. — Solo digo. Tardé mucho tiempo en darme cuenta. Fue doloroso
para ambos, quizá más para mí porque lo deseaba con mucha fuerza, pero no
fue mi principal motivo.
¿Qué sucedió, Chris? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué de esa forma?
¿Sabes cuánto le costó recuperarse? Ni si quiera comía, se enfermó muy feo…
Mamá y yo te odiábamos. Tuvimos que alejarla de papá para que no se diera
cuenta. Su vida fue un infierno… entonces cambió. Un día dijo que no
necesitaba más de nadie y se fue.
Me quedo en silencio mirándola con presión en los ojos. Mis fosas
nasales sienten el aire más pesado y puedo sentir dolor en mi interior. Ver a
Dulce así no ha sido nada fácil, pero hubo un tiempo en el que ni yo mismo
pude levantarme porque también lloré. Estuve afectado por la decepción de no
poder tener bebés con ella. No quería ser papá con nadie más solo con ella. Y
mi mundo se vino abajo cuando me enteré de lo peor… Hay tantas cosas,
tantos secretos, tantas respuestas que aún vienen a mí como balas pero todo
a su tiempo.
Me lo he dicho siempre, a su tiempo.
Kiki… ahora no. — Digo con media sonrisa.
No eres una mala persona, lo siento. — Se disculpa— Pero ella si lo es.
Ella los quiere mucho.
¿Querer? Solo envía dinero.
Es una forma de querer. — Contesto— Debemos aprender algo, Kiara.
No toda la gente tiene por qué ser como uno quiere que sea. Si quieres a tu
hermana intenta entenderla.
¿Entonces por qué mamá la prefiere? ¿Por qué si yo he estado con ella
y Dulce no?
Una madre siempre sabe quién es su hijo más débil…. Decía mi abuela.
Dulce necesita de ustedes aunque no lo quiera aceptar. Está viviendo una vida
que no debe por mi culpa.
¿Por qué la dejaste? — Pregunta ansiosa.
Quizá yo soy su respuesta. Y me siento mal por ello. Deseo recuperarla,
Kiara. No tienes idea, pero debo ser paciente. Jamás hice nada sin motivo. Solo
quería protegerla.
¿De quién o qué?
De mí mismo. — Respiro— Y de toda la mierda que viene conmigo.
Me mira como si no entendiera, pero respeta mi privacidad y solo se
levanta para irse a su cuarto. El padre y la madre de Dulce descansan, como
es costumbre después de la comida. Este lugar es un sitio tranquilo, un pueblo
de Vallarta muy bonito donde la gente vive en paz consigo misma. Me pregunto
si algún día podré hacerlo yo también…
Por supuesto. Sigo siendo su esposa porque armó todo un circo cuando
supuestamente firmé el papel de divorcio. No fue verdadero. ¿Aún así quieres
a ese idiota después de todo esto?
No, hija…. Lo aprecio pero primero es mi hija. Dulce… — Toma mi
mano— Te lo he dicho muchas veces, no está bien lo que haces. Estás llena
de dolor y no lo sacas.
Estoy viviendo la vida que siempre merecí, mamá.
¿Sin él? — La pregunta me aturde, quizá más de la cuenta. Parece que
mi familia confabula contra mí cuando mencionan a Christopher como parte de
mi vida y eso me molesta.
Claro que sí. Es más, lo odio. No lo soporto.
Mamá se queda mirándome y luego baja la cabeza.
¿Qué? — Pregunto.
Nada, cielo. — Acaricia mi rostro— Solo deseo que seas feliz.
Soy feliz.
Me mira triste.
Una madre siempre sabe lo que sus hijos sienten….
Me quedo mirándola
…Bueno, cariño. Iré a preparar algo de café. Tu padre despertará de su
siesta. —Cambia de tema y me sonríe. No le digo más. Suspiro en silencio
cerrando mis ojos, ¿Es que todos están en mi contra?
Suspiro cansada.
Quiero irme. Necesito irme. Y lo peor es que recién he llegado.
Miro mi celular y veo una llamada entrante…
Brando.
Con sutíl movimiento contesto. Me levanto y voy hacia un rincón de la
sala.
Cariño, ¿Todo bien? — Pregunta al teléfono.
Bien, cariño. — Sonrío a medias— Aburrida pero ni modo, trabajo es
trabajo.
Cuando Christopher sale del baño se sienta en la sala y me mira, parece
saber quién es y puedo ver su mandíbula tensa. Río, inventando cualquier cosa,
entonces alargo la conversación con Brando. Él no deja de mirarme, se lo
merece por tramposo.
Yo también te quiero cariño y deseo todo lo que tú quieres…. — Mis ojos
se unen a los suyos y puedo verlo incómodo haciendo un puño. Tose y ladea
su cabeza.— Ajá… eso y más. — Sueno coqueta, es tan placentero hacerlo….
Picarlo, joderlo, hacerlo explotar pero se mantiene tranquilo. Y esa misma
acción me desespera. El Christopher de antes golpeaba a todo aquel que me
miraba con otras ganas… ahora se contiene, algo ha cambiado en él, algo que
quiero saber.— Bien, te extrañaré esta noche…. Claro. Em… debo cortar, la
señal no anda bien. Adiós. — Cuelgo al ver a papá bajar por las escaleras.
Tortolitos, siempre tan juntos…. — Bromea papá.
Espero estés más tranquilo, Carlos. Te vi ansioso — Dice él.
No ansioso, hijo. No había tomado mi pastilla. No puedo agitar mi corazón
mucho tiempo. ¿Y ustedes?
Nada. Tu hija hablaba por teléfono…. — Me mira el muy desgraciado y le
advierto con mis ojos— con sus clientes. A veces trabaja mucho, lo sabes.
Maldita sea
No sé cuánto tiempo pasa exactamente pero me siento sin fuerzas. Caigo
a la cama con una estúpida sensación de vacío. Con el rostro hacia abajo.
Cansada y mareada por el movimiento. Mamá se une a mi sin si quiera decir
nada, solo toca mi pierna y espera…
No hablo. No habla.
El corazón se me vuelve más frío. Tengo un nudo de emociones en la
garganta y no puedo llorar.
No he llorado hace muchos años.
—Todo estará bien… —Sonrie con miedo. Como si fuera una bomba que
podría dañarla en cualquier momento, entonces parpadeo.
—Estoy cansada de todo esto. —Confieso con una voz que ni yo misma
reconozco.
—Estás cansada de luchar contra ti misma… —Añade. Y solo me quedo
en silencio. No quiero pensar.
—Estoy perfecta. —Murmuro sin levantar la vista.
—Te duele… No lo perdonas porque aún lo quieres.
La idea tirita en mi cabeza como un silbido. Mi corazón se acelera. No…
no puedo quererlo. No al hombre que me hizo la mujer más triste del planeta.
No puedo querer lo que aún me cuesta aceptar. No puedo. Es estúpido. No
puedo.
—No. —Ahogo un grito de terror. El miedo invade mis venas.
Hija…
Por favor mamá, vete. Por favor vete.
Le doy la espalda mirando nuevamente hacia la ventana. Pasan algunos
segundos, quizá minutos y puedo sentir sus pasos alejarse hacia la puerta. El
sonido hace que me desplome de inmediato. Llevo una mano hacia mi frente y
me pongo a pensar en todo lo que dijo…
Sus palabras aún me torturan
¿Lo quiero? No… no podría ¿Cómo se puede querer lo que te lastima?
Sería una falta de respeto hacia mí misma. Viví un horror cuando se fue… y
pasó tan violentamente que no he podido volver a recordarlo sin sentirme
angustiada, perdida, cansada. Todas las lágrimas que derramé hicieron que
me secara. Ese día me sequé por dentro.
Quería matar ese lado de mí que todavía insistía en esperarlo…
No me mató, me hizo más fuerte… o quizá inteligente, pero algo murió en
mí ese día. No soy la misma.
Punto final, Dulce. — Murmuro en mí misma— Es punto final para ti.
Suspiro y vuelvo a inspirar calmando mi pecho. Mientras me miro al
espejo acaricio mi rostro. Soy más fuerte que cualquier recuerdo…
Porque eso es… solo un recuerdo.
El sol nace fuerte e invade mis ojos por la ventana desde muy temprano.
Bostezo aún agotada y pronto me topo con todo el desastre de ayer. Joder…
aquí no hay sirvientas, por lo que debo hacer todo yo sola.
Con pereza pongo mis pies en el suelo y comienzo a levantar todo. Son
las 7 am y mi estómago ruge con fuerza. No cené… y tampoco dormí bien
porque me quedé avanzando algo de trabajo. Revisar detalladamente la
historia de los empleados no es tan divertido pero al menos entretuvo a mi
cabeza.
Peino mi cabello con mis dedos cuando me paro delante del espejo y
luego amarro mi bata de seda en la cintura. ¿Mamá habrá cocinado algo? ¿O
tendré que ir fuera? Da igual. Necesito alimentarme para luego seguir con mis
planes.
Dos días más. No aguantaré mucho en este lugar. Necesito regresar a mi
vida de antes.
Camino por el pasillo y veo como Kiara se cruza delante de mí. Tiene el
pelo alborotado y sigue usando pijamas infantiles ¿Acaso no sabe su edad?
Ruedo mis ojos ignorándola y paso más rápido que ella.
Buenos días, mamá. Hola papá. — Saludo sin más emoción. Kiara se une
y no estoy incómoda… Si ella se quiere enojar que se joda.
Buenos días, chicas. Disfruten el desayuno.
Tomo un jugo de naranja y siento cómo va calando en mi interior de
manera apresurada. Mamá me mira sonriendo, sé que ama que coma porque
últimamente he estado a dieta… pero no me interesa hacerla en este momento.
¿Y Christopher, hija? — Papá pregunta y siento cómo todos los recuerdos
invaden este momento. ¿Dónde mierda se metió? Pienso en qué decir pero no
se me ocurre nada.
Aquí suegro. — Sonríe como si nada hubiese pasado. Tiene el pelo
mojado, quizá durmió en algún hotel cercano pero no me importa. Ni si quiera
sostengo mi mirada en él, simplemente tomo el periódico de la mesa y leo.
Oh… madrugaste. — Papá sonríe con tanta soltura que juro que voy a
hablar en cualquier momento. Mataría a su favorito cuando se entere de todo.
Si, Carlos. Fui a caminar un rato. — Miente con tanta verdad que estoy
pensando seriamente en regalarle un Oscar por hipócrita.
¿Café? — Pregunta mamá. Levanto mi mirada, él asiente. Mamá le sirve.
Él puede servirse solo, mamá. Tú estás cansada. — Agrego.
Hija, sirvele a tu marido. — Papá sonríe y solo sostengo mis ojos en mí
misma. No le serviré. Jamás lo haré.
—Puedo hacerlo. — Christopher toma la tetera y se sirve café.
El desayuno se torna aburrido. Él y papá hablando de fútbol, economía,
noticias… yo leyendo el periódico, Mamá y Kiara conversando. No damos para
más. Cuando termina todo mamá se ofrece a limpiar pero termina haciéndolo
Kiara.
No olvides que hoy es el compromiso de tu primo Lucas.
Bien. Iré de shopping. — Levanto una ceja y me voy a mi recámara.
Mientras arreglo mi enterizo blanco mirándome al espejo puedo sentir que
unos pasos se acercan…. Entonces lo veo asomarse por la puerta. No me mira,
solo se dirige a un rincón de la habitación… su maleta. La toma y abre, yo sigo
ignorándolo.
Somos un par de desconocidos ahora y eso es lo que fuimos siempre:
nada.
Chris
Me fastidia su forma de ser.
Me ahoga su sonrisa
Me vuelven loco sus senos
Pero no soporto cuando le habla así a ese malnacido.
Lo peor es que lo hace con toda la intención de joderme y no lo aguanto,
simplemente he perdido la paciencia.
Tomo mi maleta y abro la puerta de inmediato encontrándome con la
presencia de su madre. Me mira tensa y luego me sonríe casi por nervios. Yo
solo suspiro ¿Qué querrá ahora?
No te vayas….
Señora…
No la dejes sola de nuevo.
Siento cómo mi garganta se ahoga con solo escuchar sus palabras.
No me diga eso, por favor… — Mi voz se suelta como gelatina. La miro
perdido en sus ojos… los mismos de mi amarga favorita.
¿Por qué te fuiste, Christopher? — Pregunta angustiada.
No hablaré de eso ahora. Por favor, no insista.
Está bien. Solo no la dejes sola… Su vida está hecha un desastre por tu
culpa, ¿Volverás a dejarla?
Jamás. — Contesto— Solo estoy enojado.
Te irás….
No. Solo… — Miro mi mano cargando la maleta y luego la suelto. Su
madre tiene razón, no puede dejarla ahora por más que esté furioso y celoso,
pero… ¿Cómo le explico mi situación?
Es por ese hombre, ¿Verdad? Ellos salen en todas las revistas y yo vivo
angustiada temiendo que Carlos las vea. — Sus ojos se llenan de lágrimas—
Si la quieres lucha por ella, hijo. Aunque te rechace, aunque te diga que no te
quiere… lo hace porque es su única forma de defenderse contra lo que lleva
muy dentro… amor por ti.
Tranquila, señora… — Toco su hombro— Jamás la dejaría con ese tipo.
Primero la secuestro y me la llevo lejos. Y… bueno, no creo que me quiera pero
al menos voy a protegerla.
¿Lo prometes?
Se lo juro. Por mi vida, por la de ella.
La madre de Dulce me sonríe y toca mi hombro con fuerza. En ese mismo
instante entra Carlos, nos mira y se queda sorprendido.
¿Qué haces mujer? Estás molestando a Christopher con tus cosas… ¿Y
esa maleta? — Oh… mierda. Trago saliva y vuelvo a ponerla en su lugar.
Solo estaba… buscando algo. ¿Un café? — Propongo para evitar más
preguntas, Carlos accede.
Mientras caminamos hablamos de su salud. Su infarto anterior lo dejó
vulnerable. Hoy tiene que tomar pastillas y cuidar su alimentación de por vida.
Conociéndolo es fastidioso para él, pero no tiene de otra.
Tus pastillas, no lo olvides. — Insisto y me sonríe mientras toma un par.
Estoy encantado con tu visita, Christopher. — Palmea mi espalda— Eres
el hijo que nunca tuve.
Gracias Carlos. Es bueno saberlo, al principio me odiabas. — Río.
¿Cómo no iba a odiarte? — Él también rie— Si te llevaste a mi princesa,
pero me equivoqué. Resultaste ser un gran muchacho, hiciste muchas cosas
por nosotros y haces feliz a mi hija ¿Qué más puedo pedir?
Trago saliva ahogando un suspiro.
Claro. — El temor invade mis fosas nasales. Ojalá nunca se enterara de
nada…
Aunque he sentido que Dulce ha cambiado. Ya no sonríe como antes,
casi ni nos visita y tú te desapareciste todos estos años.
Tuvimos fuertes discusiones, Carlos. Solo eso. — Evito el tema pero él
es insistente.
Mi hija tiene un carácter de mierda.
Lo tiene. — Bufo.
Lo de ayer me dejó preocupado. ¿Seguro que tú y ella….? Bueno, todo
bien en su vida sexual ¿Cierto?
Muy bien, Carlos. Lo dijo para fastidiarme.
¿Seguro?
Sí. — Suspiro.
¿Entonces por qué no han tenido hijos? —La inquietud se hace presente
y una sensación de amargura invade hasta mis médulas
Dulce
—¿Cómo que no hicieron el conteo de personas? —Elevo mi voz al
teléfono— ¡Hazlo ahora o te despido llegando a México! —Cuelgo. La
estupidita me saca de mis casillas. Es una maldita idiota que no sabe hacer
bien su trabajo, aún no entiendo cómo Brando la protege tanto siendo tan
ineficiente.
Me pongo duro de nuevo y siento que duele. Trago saliva porque sé que
tiene un plan para mí… Va a provocarme y dejarme picado en venganza. La
conozco a la perfección, siempre fue vengativa y ahora debe estar
potenciada… pero no sabe que tengo un plan bajo la manga.
Um… — Jadea agudamente— Qué rica noche… hace tanto calor… —
Salta sobre mi de nuevo y toca mi miembro con sus diminutas manos— Me
pregunto…. — Se detiene mirándome y yo siento que voy a perder la puta
cabeza. Me estimula con sus manos y dejo mis ojos en blanco. Cada toque de
su piel hace electricidad en mi cuerpo.
Dulce… sé tus intenciones. — Me ahogo y saco fuerzas de donde
sea…Termino con esto ahora. Ella se sorprende. Intento tocarla pero no me
deja.
Ojo por ojo… —Dice.
Diente por diente… cogida por cogida — Digo y de otro giro la entierro en
la cama presionando sus muñecas con mis manos, haciendo que se detenga.
Ella abre los ojos con fuerza y solo intenta zafarse pero no la dejaré hacerlo.
Déjame. — Chilla.
Me deseas, pequeña fierecilla….
No así. No. Yo arriba. Yo domino. Tú no. No quiero… sueltame — Ahora
es ella…
Maldita bruja
¿Vas a dejar al maldito viejo? — Presiono sus muñecas con más fuerza.
No. Le voy a hacer todo lo que él quiera… — Escupe con furia
prendiendome más. Mi furia me envenena— Lo tocaré donde quiera que lo
haga, besaré, su cuerpo, su cuello, su..
La beso y me esquiva pero sigo luchando hasta que abro su boca con mi
lengua. Se mueve para evitarlo, pero soy más fuerte. Juro que estoy perdiendo
la cabeza.
La beso como si no hubiera un mañana. Como si nuestros sueños
existieran.
Presiono sus labios y enredo mi lengua con la suya. Es distinto ahora…
Sabe a adrenalina, a prohibido. Me come con sus garras, con sus dientes, con
su aliento y nos devoramos el uno al otro.
Somos un par de enfermos intentando sanarse. Somos el fuego y el hielo
queriendo ser pareja. Soy su dolor y también su mayor fuerza.
Suelto sus labios con amargura y puedo ver sus ojos hambrientos. Con
rapidez la suelto y pronto bajo el vestido para luego deshacerme de su ropa
interior con mis pulgares….
La huelo y hace una mueca.
Intenta escapar y la jalo de las piernas hasta mi cuerpo. Ahí beso su ingle
y pronto llego a su centro…. Jugueteo con su clitoris con mi lengua. Sabe a
miel… y la beso de la forma en que sé que le gusta. Se retuerce en mi toque y
se arquea hacia atrás gritando que pare, pero no lo hago. Quiero esto, quiero
su sabor, su centro, mi piel, mi puto pene dentro. Con agilidad abro sus labios
internos y meto mis dedos. Podrá ser de hielo pero veo cómo se derrite con mi
toque…
¡Ah! — Grita con furia— Maldito idiota… — Sus palabras desaparecen
en el placer que siente. Por más que quiere no puede pararme. Se retuerce
entre las sábanas de forma violenta y yo sigo estimulándola. Con mis dedos
aumento mi ritmo y se vuelve loca. La sigo atormentando mientras subo mis
besos por su vientre, a su ombligo, entre sus senos…
Y los muerdo. Primero uno… hago un circulo con mi lengua y chupo el
pezón fuertemente. Succiono con fuerza y con mis dientes los jalo hacia arriba,
entonces la miro… Está perdida. Sonrio porque es lo que quería.
Con gran prisa vuelo hacia el otro seno sin dejar de mover mis dedos en
su centro. Hundo despacio uno mientras chupo su pezón y luego la dejo. Su
rostro está en el cielo y pronto me mira con los ojos desviados, los labios
hinchados y sus mejillas rojas.
El calor invade mi ser como si estuviera ardiendo. Los rayos del sol entran
por la ventana y me siento extraña… quizá incómoda. Doy un suspiro aún con
los ojos cerrados y siento todo mi cuerpo adolorido.
Mierda.
Su brazo está rodeándome. Su boca aún yace en mi cuello y solo puedo
escuchar su respiración lenta en mi oído. Él sigue aquí… ¿Qué carajos he
hecho?
Me muevo en silencio arrastrándome por las sábanas. Él hunde su rostro
en la almohada y solo puedo ver su trasero. Jodida noche… Los recuerdos
vienen a mí como flashbacks. Me llevó a esa playa, me enojé y luego terminé
follando con él. Ruedo mis ojos y me golpeo la cabeza… La carne es débil.
Elevo mi respiración mientras lo sigo observando… Es un tipo guapo pero debo
tener cuidado. Me conviene más tenerlo de amigo que de enemigo así que
jugaré su juego de lleno.
Doy un paso y siento que mi cadera está rota pero aún así logro llegar a
la ducha. Cierro la puerta con llave y me baño con total tranquilidad para luego
orinar. Mi piel sabe a la suya. Aún tengo su olor pragmado en mi boca, en mis
piernas y en mis recuerdos… necesito quitármelos de alguna manera así que
vuelvo a enjabonar mi cuerpo.
Tengo hambre. Mi estómago ruge pidiendo comida así que me cambio
rápido.
—Buenos días… —Susurro sonriendo a medias. Mamá luce genial con
ese peinado pero no lo digo. Qué flojera.
—Hija, estaba preparando algo rico. Anoche llegamos tarde…
—Deberías descansar —Bostezo— Pediré comida, no te preocupes.
—No, no… por favor. Me gusta hacerlo. No te vi salir… ¿A qué hora
regresaron?
—Um… tarde también. —Suspiro.
—Qué linda te veías con Christopher… Me acordé de los viejos tiempos.
Bailabas tan feliz…
Ruedo los ojos.
—Estaba borracha, mamá. Supéralo.
Tomo mi mano y la llevo a mi cadera.
—¿Te duele la espalda? —Intento no reír… Si supiera que no es la
espalda sino otra cosa.
—No. Creo que dormí mal. Voy a salir a comprar algo para comer. De
verdad no quiero que te canses cocinando.
—Oh, no… es solo un desayuno. —Sonríe cándida.
—Bueno, iré a comprar comida saludable. No puede ser que en esta casa
solo haya pan, mantequilla y jamón. Yo quiero frutos secos, yogurt natural, fruta
de estación. Ya regreso.
Mamá me mira sorprendida y pronto ignoro su actitud. Tomo la llave y
extiendo mi mano para por un taxi. Qué día más aburrido… Miro por la ventana
y me concentro en la extraña imagen de dos enamorados besándose. El tráfico
nos ayuda y pronto veo cómo un jovencito baja su mano hasta el trasero de la
chica. Ella trae un vestido blanco, quizá uno de playa, entonces mi piel arde.
¡Estúpida niña!
—Deténgase. —El taxi para y salgo como puedo. La furia invade mis
pupilas y me doy cuenta de lo que había estado sospechando. —¡Kiara!
La mocosa voltea y abre los ojos como si hubiese visto al diablo. El chico
es alto, delgado, tiene tatuajes y un arete en el oído. ¿Qué clase de partido es
este? No se nota con dinero. Mi pánico se abre cuando la veo con la misma
ropa de la fiesta. Pequeña zorra…
—Dulce…
—¡Vamos ahora a la casa! —La jaloneo pero se impone.
—Déjame.
—Cállate. Sube al auto. Estás en problemas. —La empujo hacia el auto
y solo chilla. No soy buena hermana. No me interesan sus problemas pero
tampoco seré ajena a este tipo de cosas. Le propuse estudiar en la mejor
Universidad de México y no quiso. Estuve dispuesta a pagarle todo y me
rechazó… ¿Por esto?
—Eres una estúpida —Dice entre lágrimas— Me haces pasar vergüenza.
—Tú me haces pasar vergüenza —Muerdo mi lengua y cuando llegamos
a casa mamá sale por la puerta asustada.
—Escuché a Kiara llorar…. ¿Qué sucede? Tu padre aún duerme —Dice
con pánico.
—¿Sabías que tu hija tiene novio? ¿O es solo tu cogidita?
—¡Dulce! —Grita mamá con la cara roja.
—Por favor… tu hija estaba besuqueándose con una pequeña lacra.
—¡No es una lacra! ¡Es Osito! —Defiende a ese nerd y mi paciencia se
agota
—¿Osito? Qué asco. Qué ridícula. —Digo.
—Mamá… —Suplica a mi madre.
—Hija… me dijiste que no verías a ese muchacho. Dijiste que solo era un
amigo. A tu padre no le gusta.
—Así que ya lo conocías…
—Tú cállate —Me ataca— Vienes con aire de digna cuando eras toda una
maestra en putería.
—Mira niña… —Le apunto con mi dedo y pronto siento que alguien llega.
—¡Chris! —Dice Kiara. Ruedo mis ojos.
—No voy a permitir que hagan un escándalo. Su padre está adentro.
Luego hablaremos Kiara —Mamá entra y Kiara seca sus lágrimas.
—Eres una metiche. Me hiciste pasar vergüenza. ¿Qué le diré a Osito?
¿Osito? Jadeo pensando en lo estúpida que es, pero ahora no puedo
burlarme… necesito hacerla entrar en razón.
—Ese tipo no te conviene. Es un sucio bueno para nada. ¿Piensas en tu
futuro? No te voy a mantener, te lo advierto. —Amenazo.
—No quiero que me mantengas. Siempre actúas como quieres….
—Basta las dos. Kiara ¿Quién es ese muchacho?
—Su novio. —Llevo una mano a mi cabeza cuando veo al chiquillo
aparecer. Christopher me mira tenso, él se ha dado cuenta, entonces toma al
muchacho del cuello y se van a otro lado. Kiara se aterra.
—¡No! —La jalo.
—Es por tu bien. Tú no entiendes.
—¿No entender? ¡Quiero vivir mi vida! —Vuelve a decir.
—¿Te has cuidado? —La encaro.
—¿Qué estás diciendo? —Se tensa
—Que si te has cuidado, estúpida. ¿O qué crees? ¿Qué me chupo el
dedo?
—Yo no soy como tú, Dulce. Tranquila. Tan sexual imposible.
La miro con ganas de matarla, entonces agrega…
—Si lo que te da miedo es que haga las cosas que tú hiciste con
Christopher no te preocupes. —Levanto una ceja. — No me voy a encerrar en
el baño. No lo haré en la cocina, en el cine, en el garaje o el jardín…
Me congelo.
—¿Ahora sí, verdad? Ayer regresé temprano y escuché todos tus gritos.
Eres tan hipócrita que dices odiarlo cuando te lo estás cogiendo… Tú sí tuviste
tu historia con él, tiraste las veces que quisiste en nuestra casa… ¿Ahora tú me
lo estás prohibiendo? ¡Quiero vivir mi vida! ¡Tener mi historia con alguien! No
eres ni mi mamá ni nadie para prohibírmelo. Y si hablamos de zorras… tú sales
perdiendo.
Se va furiosa y cierra la puerta de golpe dejándome con la boca abierta.
Mocosa… estúpida mocosa… Debería estar llena de furia pero no puedo
porque me ha descubierto… Rio. Me dio una pequeña lección y a la vez me da
risa, pero no dejaré que joda su vida. No con cualquiera.
Veo a Christopher venir serio. Se detiene delante de mí y me mira como
si estuviera sumamente preocupado.
—Se droga. Olía a lo lejos. Voy a investigarlo.
—Christopher, todos los niños de su edad lo hacen… —Ruedo mis ojos—
Quiero saber si es un buen partido o no. Punto. Si tiene dinero podría
acostumbrarle al aretito en su oreja.
—No es un buen partido. Es un chiquillo bobo. Hablaré con Kiara. —Lo
tomo del brazo cuando se mueve.
—Déjala. Me ha dicho mi vida ahora…. —Suspiro— Sabe casi todo.
—¿Qué? —Pregunta sin saber.
—Nuestros encuentros de antes, idiota. Me los ha listado… y el de ayer.
—Refunfuño y su seriedad se va… Sonríe.
—¿Enserio? —Pasa una mano por su pelo— ¿Todos todos todos? No
creo que alcancen los dedos de su mano para contártelos. —Sigue sonriendo
y estira sus brazos hacia mis caderas para pegarme suavemente a su
cuerpo.—¿Cómo va el dolor?
Tiene un aire triunfador que me molesta de alguna manera. Mantengo
erguido mi cuerpo y solo escupo.
—No te creas tan importante —Intento esquivarlo pero acerca su boca y
me besa. Sus labios saben a menta… y tiene un sutíl aliento de rosas. Su
perfume invade mis fosas nasales y pronto siento cómo mis pezones se
erectan.
Jodido patancito.
Es increíble cómo mi cuerpo reacciona a su toque… Él me envenena con
solo mantenerse cerca. Es eso que “no debes hacer” y que terminas haciendo
por impulso. Me es tan incongruente que ni yo misma puedo apartarlo.
—Hueles bien. —Susurra entre besos. Muerde mi labio inferior y lo atrapa
suavemente con sus dientes.— Te tengo una sorpresa. —Sonríe mientras lo
deja ir de manera sutíl— Voy a secuestrarte toda la tarde ¿Qué dices? —Habla
en mis labios.
—Que no. —Pongo mi mano en su pecho para luego darme una media
vuelta. Enseguida se pega a mi cuerpo.
—Más te vale aceptar…. —Susurra en mi oído— Solo advierto.
No le digo nada porque no tengo más que decir.
No iré. No me gustan las sorpresas. Y tampoco quiero tenerlo cerca
mucho tiempo.
Él es la manzana jugosa que deseo morder todos los días… pero no debo
acostumbrarme. Por mi bien no debo.
—¡No soporto a mi hermana, mamá! —La escucho chillar y ambas se
callan cuando me ven entrar.
—Tampoco te soporto, mocosa. —Agrego— Pero tampoco permitiré que
le des más preocupaciones a mis padres.
Christopher entra y se une a mí entrelazando sus dedos con los mios. Lo
miro furiosa, ¿Qué carajos está haciendo?, Mamá nos mira y Kiara solo rueda
los ojos. Esta situación me incomoda… pero ahora no quiero tener más foco
para nadie, solo para Kiara.
Sus labios son suaves y a la vez pesados. Captura mis besos como si
fuera una fotografía… Su aliento es de sabor a fresas y mis movimientos solo
hacen que juntos hagamos la combinación perfecta.
La aprieto, la abrazo, la huelo… y en todas sus formas termina siendo la
misma persona: Mi bonita.
Su lengua baila con la mía. Es cálida, tibia y a la vez fogosa. Chocamos
nuestros labios con fuerza y con giros capturo todos sus lados.
—Basta —Me da un empujón y gruño, así que vuelvo a besarla— Mmm…
no —Vuelve a separarme.
—Estás muy Dulce hoy, amarga. —Bromea y le agarro la nariz.
Enseguida se enfurece, golpea mi mano y luego me empuja haciendo que mi
cuerpo se balancee. Tomo con fuerza el árbol y trago saliva… Casi me caigo.
—No vuelvas a hacer eso, idiota —Me amenaza— Te lo advierto.
—Está bien —Digo levantando las manos hacia arriba— Pero vas a
darme un último beso. Solo uno…
—No. —Vuelve a tener su mal humor, entonces sonrío.
—Uno… —Repito.
—¡Que no! —Grita furiosa.
—No saldrás de aquí si no me lo das. —Suspiro, entonces intenta
sobrepasarme y no puede. En un rápido movimiento me hace girar y pierdo el
equilibrio… caigo.
—¡Christopher! —Escucho su agudo grito y solo siento dolor. Mi espalda
golpea fuerte contra los seguros que le puse al suelo. Estamos entre
ramificaciones de árboles, lo que me ha salvado la vida.
No puedo mover mis articulaciones, tampoco mi espalda. Solo siento que
todo late con fuerza y me genera malestar.
Joder.
Araño con mis manos las rejillas e intento levantarme pero no puedo. Abro
los ojos y miro hacia el cielo… Ella no está. Segundos después siento sus
manos tomando las mías.
Ha venido por mí
—Levántate… —Su voz es aparentemente fría. Sin pensarlo dos veces
intento hacerlo, pero no puedo así que recuesto mi cabeza hacia atrás.
—Está bien, Dulce… dame unos segundos.
—Levántate, puedes hacerlo —Me da su hermosa mano y la tomo con
fuerza. En un impulso me paro sintiendo todo mi cuerpo quebrarse. Evoco un
grito ahogado y me controlo porque no quiero que me vea débil…
—Tú tuviste la culpa —Me regaña— No quisiste dejarme pasar. Fue sin
querer ¿Lo sabes, cierto? Ahora vendrás a decir que yo hice todo esto por
venganza o algo… pero déjame decirte que…
—Estás temblando. —Puedo ver cómo sus dedos bailan, como su boca
tiembla y sus ojos se entornan en sí mismos. Cierra la boca cuando la corto y
no dice más. Camina en silencio conmigo, tomo su hombro y me apoyo en ella
de a pocos. — Espera… solo un segundo.
Mis piernas se entumecen y siento que no puedo moverme. Ella me
espera, rueda los ojos malhumorada y vuelve a arrastrarme. Con pequeños
pasos llegamos a la casa de nuevo.
—Debería llamar a un médico. —Dice, tomando el celular
—No. Casi nadie conoce este lugar, por favor… no quiero ser yo quien lo
muestre
—¿Entonces qué? ¿Te contrato un helicóptero para que venga a mover
tu cuerpo? —Arremete contra mi y solo la miro. — ¡Tú tuviste la culpa! Te
metiste en mi camino y sin querer te empujé.
Sus manos vuelven a temblar y le doy una media sonrisa. Cualquiera diría
que está furiosa y loca, pero yo sé que está tensa porque en el fondo de su
negro corazón se preocupa por mi… solo que no sabe controlarlo.
—Dulce… estoy bien —Exhalo— Felizmente puse rejas de seguridad, así
que todo está correcto. Solo es el golpe.
—¿Solo el golpe? —Toma mi camisa y la desabotona con torpeza. Solo
puedo dedicarme a mirarla sin que se cuenta. Sus pestañas son largas, su
rostro algo pecoso y sus labios perfectamente delineados. Me fascina y
simplemente no me canso.
Trae una blusa blanca. Jeans y zapatos bajos. Su pelo liso se entremete
en su rostro haciendo que se ve más sexy.
—Estoy bien… —Sonrío mirándole los senos sin que se de cuenta. Los
he visto y tocado tantas veces… y jamás me cansaría de ellos— Aunque me
duele mucho aquí… —Digo señalando mi hombro.
—¿Dónde? —Pregunta muy concentrada. Abre mi camisa y termina
deslizándola por mis brazos.
—Aquí… —Tomo su mano y la llevo hasta mi hombro. Ella roza mi piel
suavemente y puedo suspirar en este momento pero no lo hago para que no
se de cuenta. Cuando se encuentra con mis ojos finjo dolor, entonces vuelve a
estresarse.
Se estresa cuando no puede controlarse
—Tienes raspones, nada más… —Explora mi piel con sus dedos. Sube
para adelante y regresa para atrás con sus uñas suavemente. Jadeo. Mi
respiración se acelera y solo tengo ganas de volver a tenerla en mi cama. Ella
me prende, me provoca, me consume con solo tocarme.
—Duele… —Hago un puchero y se sienta a mi lado mientras quita por
completo mi camisa.
Con sus dedos vuelve a acariciar mi espalda. Se pone casi detrás de mi
para hacerlo y cierro mis ojos intentando contenerme. Sus manos son tan
suaves… casi una caricia y me pierdo en su aroma.
—Traes rasguños… solamente eso. —Su voz es tan caliente que trago
saliva cuando susurra en mi espalda. Eres un tipo necio ¿Sabes?... Todo es tu
culpa, patancito —Presiona en los raspones con fuerza y doy un grito—
¿Duele? —Acerca su boca a mi oreja— A mí también me dolió ayer…
—¿Es una venganza? —Tuerzo mis labios
—Algo así… —Besa mi cuello y luego baja con besos por mi espalda.
Con sus brazos rodea mi cintura y solo cierro mis ojos, entonces siento cómo
sus labios tocan mi columna vertebral, mis músculos y hasta mis rasguños.
Cada toque es medicina para mí… Si ella lo hace no siento dolor.
—Amo tu venganza entonces… —Digo, exigiendo verla— Pero me duele
aquí… mucho —Toco nuevamente mi hombro. Camina y se sienta en mis
piernas.
—¿Qué quieres que haga, patancito? —Muerde su labio.
—Quiero muchas cosas, Dulce… muchas —La miro sonriendo y creo que
me entiende. Bufa y levanta mi mentón con sus manos.
—Jamás….
—¿Por qué no? Antes lo hacías y te gustaba… —Sonrío— Es justo. Si yo
lo hago por ti tú deberías hacerlo por mí…
—Yo no me arrodillo nunca ante nadie —Arremete en mi cuello y pega
sus labios a los mios— Podrías clavarte las uñas ahora mismo… Tu sangre
sería mi completa venganza.
—Podrías, pero no vas a hacerlo. —Atrapo su boca y luego me empuja
haciéndome caer de la silla. Jadeo al sentir nuevamente el dolor y la veo
transformarse.
Es de hielo de nuevo.
Su mirada tiene molestia, quizá fastidio. Cruza los brazos y puedo ver sus
verdaderas intenciones… Vengarse de verdad.
“Para que nada nos separe… Que nada nos una” Pablo Neruda
Mierda
Empinando mis pies vuelvo a quitárselo y se rie.
—No te soporto. Eres un idiota. El rey de los idiotas. — Me acuesto en la
cama y le muestro mi espalda. Él se desviste quedándose únicamente en
boxers…. Jadeo.
No entiendo qué me pasa. Jamás he sido tan sexual como ahora. Mis
piernas en su cadera solo hacen que me prenda en un segundo, pero no
puedo… no ahora.
—¿Sigues enojada?... — Pregunta mientras apaga las luces y no le
respondo.— Oh… vamos, bonita. No fue mi culpa.
–Claro que lo fue. Tú le dijiste a esa zorra que estábamos aquí.
—¿Yo? — Respondo indignado— Jamás. Ella lo averiguó sola. Te
recuerdo que trabaja para nosotros.
—Sí, y seguro la has follado hasta cansarte. — Miro al techo.
—No. Mi amor, no te pongas celosa…Ella no será problema. — Ardo de
furia.
–¿No será problema? ¡No me jodas! Y no me digas “mi amor” porque no
lo soy, ¿De acuerdo? Apenas llegue a México voy a joderla. Le prohibiré el
ingreso al hotel.
—Dulce..
—¡Nada! Salte de mi cama o juro que no dormirás en la noche. Estoy
harta de tener que estar hablandote como si fueras un niño. Entiendelo de una
vez… No. Quiero. Nada. Contigo. Te lo digo mil veces pero no me entie… —
Siento sus labios en los mios….
En un segundo se movió y ahora está besándome. Por más que lucho
con él no puedo. Pone sus brazos fuertes a los costados de mi cuerpo y me
aprisiona con sus manos. Toma mi rostro y se hunde en él con su lengua.
Jadeo… Mierda.
—Tatiana no es nadie, por favor deja de hacer problemas por esto.
—¿Problemas? Problemas tendrás tú cuando…
—Estoy harto. — Es firme— Te ruego las veces que quieres y aún así te
pones en este plan. Tatiana y yo somos compañeros de trabajo, nada más. Y
sí…. Quizá se pasó pero no irá a mayores. Mi única pensamiento y necesidad
se resumen en un nombre: Tú.
—Lloraré… — Digo irónica con furia aún— Qué bonito. Así no me
enamoras, Christopher. Ya te lo he dicho… soy de hielo. No me fijo en nadie
que no tenga dinero, y tú… tendría que investigarte y luego usarme como
herramienta sexual un tiempo.
Me revienta el hígado que en vez de enojarse se rie.
—¡Estoy intentando mil maneras para hacerlo y no aprende! Mi enojo me
sobrepasa, pero luego me pongo a observarlo…
Se muere por mí.
—Piensa, Dulce… — Me digo a mí misma— Piensa.
Me quedo en silencio un momento. Si él no quiere decirme nada…
entonces lo descubriré poco a poco todo, incluyendo qué tiene o tuvo con esa
zorra de mercado. Debo ser más agresiva quizá, visitar todos los lugares de
Christopher visita y saber quienes son sus amigos.
Pero antes debo aprender a ganarme su confianza.
Joder, de solo pensarlo me estreso. No soy nada cariñosa ni buena chica
ni puritana pero debo hacerlo. Intentar… de alguna manera quizá… agradar a
las dos partes sin quitarme el objetivo de la cabeza.
Una placa. La zorra de Tatiana. Su odio por Brando.
— Tienes una placa…. — Susurro bipolarmente. Él debe estar pensando
en que estoy loca, pero no me importa. Aprovecharé que está vulnerable para
sacarle información, sobre todo porque sabe que estoy enojada.
La tengo.
No dice más. Es extremadamente inteligente cuanto quiere, entonces
vuelve a darle la espalda.
—Piensa, Dulce. Piensa
—Oye… — Susurra en mi oído y me abraza por detrás. Cayó… y sin
quererlo— No te enojes, preciosa… De verdad no tengo nada con ella — Besa
mi cachete y sonrío.
—No parecía… — Volteo fingiendo tranquilidad. Él me mira, me sonríe…
Lo sé porque la luz de la luna lo alumbra de una manera casi maravillosa.
—Te lo juro, Bonita. Solo tengo ojos para ti… — Acerca su boca a la mía
y lo callo con mi dedo.
—Demuéstramelo — Susurro lento y siento que mi voz suena a orgasmo.
Se hiela.
Traga saliva y toma su mano para ponerla en mi hombro. Es un tipo
inteligente, gana campo cada vez que quiere.
—¿Cómo? — Pregunta con ansiedad.
—Cuéntame… — Acaricio su cabello y no falla. Se acerca a mí con
desesperación y me doy cuenta que es como un perro sin cariño.
—Hay algo que necesita y no tiene… YO.
—¿Qué cosa, mi amor? — Desde aquí puedo oler su aliento a menta de
nuevo.
—La historia de tu placa, Tatiana… por qué estás con el gobierno. — Lo
digo tan suave que puedo hacer dormir a un niño con mi voz ahora. Él se tensa,
pero luego se relaja a medida que voy tocando su cuello con mis manos.
—Es algo que no puedo, Dulce. — Estoy a punto de mandarlo a la mierda
pero no me conviene.
—¿Entonces ella te ayudó a meterte en ese lugar? — Pregunto sabiendo
que va a enredarse.
–No. Yo entré por voluntad. Dulce, te juro que ella vino aquí sola…
–Quizá… — Carraspeo mi garganta— ¿Qué podemos hacer al respecto?
—Tatiana realmente es un fastidio. Hablaré con el jefe para que la saque
de la operación a la brevedad, solo quiero que tú estés cómoda… — Me roba
un piquito y le sonrío hipócritamente.
—Así que operación….
–Y tiene un jefe.
—Muy bien, Dulce…. Cómo no lo pensaste antes. Su mayor debilidad
eres tú… úsate.
– Y ese jefe… ¿Es del gobierno también?
—La jodí.
Se pone tenso y de un tirón intenta levantarse de la cama pero no lo dejo.
Beso su hombro y lo rodeo por la espalda haciendo que se quede. No me gusta
dormir con nadie, de hecho no lo hice hace tiempo, pero… lo necesito a él
ahora.
-—Sin preguntas, Dulce.
—Está bien. — Estoy que me pudro de furia pero debo ser cautelosa. Ya
vi que no puedo preguntarle directamente todo sino ir de pocos.
Te descubriré, patancito… y por fin tendré mi libertad.
La mañana nace un poco nublada y siento su cuerpo junto al mío. No me
gusta mucho esta sensación… aunque debo reconocer que me trae recuerdos.
Río cuando veo su mano en mi cuerpo. Él realamente está obsesionado
y de alguna forma me conviene. Los hombres no se resisten ante una mujer
bella y elegante, peor si es su ex mujer, así que me cambio apresurada para
vestirme como siempre lo hago.
—Dulce. Basta.
—¿Basta? ¿Teníamos un trato, no? —Grita. La contengo en mi pecho.
Puedo sentir su respiración haciendo mierda la mía… Es adictiva.
—Lo sé, pero necesito explicarte.
—¿Qué me vas a decir? ¿Qué me mentiste? —Me suelta y se aleja de
mí para no complicarse. Yo sigo mirándola y por más que quiero su ropa interior
me distrae y solo nota.
—Estúpido enfermo —Dice, toma una bata de baño y se la pone encima.
—Dulce.. —No he empezado y ya estoy cansado.
—Te escucho. Quiero ver que me vas a inventar ahora. —Contiene su
rabia y finge desinterés.
—Es necesario. —Exhalo— Tatiana es necesaria para el plan. —Digo y
toco mi cabeza. Deseo decírselo todo pero si lo hago preguntará más de la
cuenta. ¿Cómo miedosa voy a explicarle?
—Ja… —Lo ironiza— lárgate.
—Dulce… por favor.
—Que te largues.
—Tatiana me amenazó. —Perderla sería muy doloroso, entonces abro mi
boca. Con un solo movimiento se congela y vuelve su atención a mi.
Muerda, mierda. Esto significará preguntas… las mismas que no estoy
preparado para responder. No ahora.
—¿Qué? —No puede creerlo.
—Es difícil de explicar pero… —Trago saliva— Sabe más cosas de lo que
imaginas. Ella es policía, está en esta misión desde hace mucho. Y… quiso
meterse más a fondo, por ello intentó encontrar un trabajo aquí pero no la
dejaste. Trabajamos con una cabeza, el jefe, y me ha pedido que la incluya. La
única manera es… presentarla como mi prometida. Tenía que ser algo formal
para que Brando la invite a todos lados. Créeme que esto es más jodido para
mi que para ti… Dulce.. yo… lo siento. Solo es parte del juego.
Me mira como si no pudiera creerlo y se queda callada. Gira en si misma
para luego caminar y pensar… Sigue furiosa, lo sé porque tensa sus brazos,
pero lo está racionalizando de una manera.
—De verdad lo siento. —Digo sintiéndome como un Perfecto Imbecil. No
me interesa Tatiana, y prometimos algo, pero cuando fue a Vallarta me lo dijo.
Cumplió su palabra. Me lo había advertido de alguna forma— Prefiero esto a
separarme de ti por completo…
—¿La sarnosa te lo propuso? —Dice sin emoción.
—Me lo había advertido. —Exhalo.
—Bien. Ahora puedes irte. —Es firme cuando lo menciona. Y yo… estoy
confundido.
—¿Entonces? Tú… yo… íbamos a intentarlo. Dulce…
—¿Intentarlo? —Ríe— Creo que fui muy clara desde el inicio,
Christopher. Tú y yo… jamás podríamos volver a tener nada… nada que yo no
quiera —Cambia de golpe, Sonrie como toda la maestra en seducción y solo
parpadeo para ver si esto es real o mentira
—Dijiste que…
—Te quiero para mi, patancito. —Se acerca como una fiera y toma con
sus manos mis cachetes— No me gusta compartir mis caprichos. Odio a esa
zorra, por eso no te quiero con ella. Haces bien tu trabajo en la cama… —Pega
sus labios junto a los míos y solo los roza… Estoy sediento de ella, pero no
accede. Se separa de golpe— Pero nada más. Me gustan los buenos polvos.
Creo que siempre he sido clara.
Soy un idiota.
La miro sintiendo dolor en el pecho. ¿Esa es mi Bonita? Entonces se
voltea, mira a la ventana y no me habla. Saca sus ojos de los míos quizá por
gusto… o tal vez por miedo.
Si no la conociera me iría de este lugar escupiéndole la cara, pero no
puedo dejarla. No cuando quizá es mi culpa…
—Tienes una última oportunidad, Miller…
Me congelo
—… Decirme toda la verdad. Qué es lo que buscas en realidad, por qué
maldita sea te fuiste y que te trajo aquí después de todos estos años.
Voltea y me mira a los ojos. Cuando lo hace enseguida tiemblo. Suspiro
intentando contenerme… No puedo. No ahora. No cuando jamás me
entendería. Pensaría que fui un cobarde o que quizá pudimos afrontarlo juntos,
pero jamás se daría cuenta que hubiera estado en peligro.
Todos estos malditos años la he cuidado, quizá más de la cuenta.
La cuidé cuando dormía, cuando se cambiaba de apartamento, cuando
iba a la maestría. La cuidé en sus más delicados sueños… e hice hasta lo
imposible porque tuviera todo para ser feliz.
Pero también fui testigo de su dureza. Ella cambiaba poco a poco. Antes
tenía respeto por la gente… y poco a poco fue volviéndose hielo. Ya no sonreía,
solo manipulaba. Su egoísmo creció. Se alejó de todos los que la querían y
sedujo profesores, compañero, directores de hoteles para que le dieran una
oportunidad.
¿Y yo? No pude hacer nada.
—No puedo.
Digo con profundo dolor. Ella levanta el mentón y camina hacia la puerta
para invitarme a salir. La miro perdido… perdóname Bonita, perdóname por
todo. Algún día me comprenderás… y seremos libres.
Jadeo y me mira sin emoción pero a lo lejos puedo ver como sus ojos se
enfurecen. Mi garganta pica. Siento ganas profundas de gritar pero me reprimo.
—Dulce. —Digo.
—Adiós. —Me empuja y cierra la puerta tras mi salida. Lo que me afecta
no son tanto sus palabras sino sus ojos…
Odio que me mire de esa manera… con odio.
Me asfixio en mi recámara. Siento que no puedo respirar teniéndola tan
cerca y a la vez tan lejos. Todo el maldito dia pienso en ella… y me aterro
imaginándola con otro. No puedo. He perdido la tolerancia y me he vuelto débil
desde que la vi de nuevo.
Su mirada fría, su sonrisa hipócrita y sus ojos me entercan cada vez
más…. Necesito más tiempo, una esperanza, una vida con ella de nuevo pero
voy de mal en peor.
Camino por el lobby intentando despejar mi mente, pero es imposible.
Tengo un nudo en la garganta cada vez que recuerdo lo sucedido y
sinceramente ya no sé qué más hacer. Los marrones y grises de las paredes
solo me hacen pensar en que debería salir de este lugar y distraerme antes de
la cena. Alzo la vista y veo a muchas mujeres guapas caminando. Antes hubiera
ido tras sus faldas, pero hoy solo tengo el foco en una.
Margarita, no estoy para nadie. Iré a la peluquería. — La veo aparecer
como una luz estrellante en mi camino, entonces giro y me pego a la pared…
No me ve. Sigue su paso y camina como toda una diosa manejando a la
perfección los tacones.
Regresó a mi vida, ¿Lo puede creer? Dice que me quiere — Río sintiendo
rabia— Pero no le creo. Juro que no le creo. ¿Cómo puede ser tan cínico? Se
va, me deja sola, luego regresa como si nada hubiera pasado y dice que soy
“su mujer”. Me engañó con lo del divorcio, contrató un maldito juez falso… —
Alzo la voz sintiendo que todo mi cuerpo arde de rencor— y me chantajea para
que lo ayude con su maldito juego. Tiene tratos con el gobierno, quiere hundir
a Brando, y me ha amenazado… Ahora tiene a esa zorra de mercado encima…
Es una estúpida yegua fracasada que solo busca su maldito pene. Teníamos
un trato… Y…. no sé por qué siento que no puedo con todo lo que tengo
encima. Quiero joderlo, aplastarle los huevos y a la vez tengo temor… Él puede
hundirme si lo quiere. Puede mostrarle fotos a Brando, ¿Se imagina qué
pasaría si se entera que es mi marido? ¡Nos mataría! Y yo perdería todo… todo.
No me habla… solo deja que me calme. Es tan sabio que se queda en
silencio… porque a veces es la mejor respuesta.
Lo veo y siento ganas horrorosas de abrazarlo, de llorar… pero yo no
lloro. Me he mecanizado. Y así es mejor.
Llora, hija…. — Palmea mi espalda.
No. No puedo. —Respondo con franqueza— Usted es la única persona
en el mundo que conoce mis secretos… y la poca fragilidad que me queda.
Yo siempre estaré para ti… —Su mirada me conmueve pero no digo
nada. A veces me pregunto si es un ángel… o un tipo de buena suerte en mi
vida.
Gracias, Señor Tomás. Quizá es el papá que me faltó… Uno que sí me
escuchó. Que no me impuso. Que con su silencio me dice más de lo que
debería… — Digo sintiendo asco por la cursilería, pero él se lo merece porque
sé que me aprecia…
¿Te haré taxi más seguido? — Pregunta animado cambiando de tema.
Juro que lo amo. Ha entendido mi rostro de incomodidad y solo quiere hacerme
sentir mejor.
Quizá — Sonrío.
Ten mucho cuidado con Brando, hija. Puedes quemarte… —Es tan
locamente padre cuando lo dice… y a la vez amigo.
Solo quiero su dinero. — Elevo una ceja— Y nada ni nadie me detendrá.
Salgo del auto y camino sintiendo un peso menos de encima. La
peluquería está abierta y solo camino hasta el salón privado. La recepcionista
me trae vino, tal y como me gusta, entonces veo el rostro de mi asesor personal
favorito…
Pensé que ibas a demorar horas, mi reina. — Eleva un grito y me da dos
besos en la cara. Tressi sonríe, es la gata más regia del mundo y solo río al ver
a su feo chihuahua en sus brazos.
Estoy aquí… y quiero que me dejes fabulosa. Que nadie me quite la vista.
Mi perra favorita…. — Chasquea los dedos.
Chris
Trago saliva y miro de reojo una figura conocida acercándose. Estoy
ansioso… muy ansioso.
Señor…. — Dice mientras camina con lentitud mirando a los costados.
¿Cómo está? Por favor, dígamelo. — Me desespero y contengo el aliento.
La même chose, s’il vous plaît —Agrego. El mozo apunta y luego mira
a Brando y Tatiana, quienes quedan mirándonos.
Yo deseo la especialidad de la casa. — Brando entrecierra los ojos —
Lo mismo para la señorita — Impone a Tatiana, quién solo se dedica a
estudiarnos. — No sabía que hablaban tan bien francés…. — Lanza el
comentario y Dulce abre los ojos.
Joder. Mierda.
Aprendí en uno de mis viajes… — Explico— Trabajar con empresas
francesas ayuda definitivamente. — Me tenso al ver a Dulce tomar su mano.
Tú nos pagaste un curso de francés, cielo. — Arrastra sus dedos junto a
los suyos y siento que este será un infierno.
Tienes razón, cariño… — Levanta y besa su mano. No quiero que la
toque… no donde yo la besé primero. — ¿Y bien? Cuéntanos… cómo nació el
romance.
Me dispongo a hablar pero Tatiana gana la palabra.
Pues… trabajando, ¿Verdad querido? Christopher es un hombre
extremadamente romántico. Me regalaba chocolates todo el día… y empezó a
enamorarme. Trabajar con el gobierno es complicado, pero somos ingenieros…
viajábamos juntos y un día terminó besándome.
Así que eres un tipo romántico… — Bufa Brando. La mirada de Dulce no
emite emoción y me tranquilizo al ver que aún está quieta. Solo un poco más…
un poco más.
No. — Miro a Tatiana— Bueno… sí. Lo de siempre. — Soy cortante,
Dulce me observa.
Ay, chiquito… no seas modesto. — Ríe— Un día nos acostamos y todo
se fue haciendo más intenso.
Brando ríe, ella sigue sin emitir emoción. Estoy incómodo… realmente
incómodo, pero la suave melodía de un piano termina por relajarme. Me pierdo
con ello. Sus agudos y bajos me remeten a Francia… y vuelve aparecer en mis
pensamientos la silueta sublime de una mujer desnuda. Mi Dulce melodía.
Siempre la misma.
Ella es esa pieza de piano que busco en mi vida.
Tu actitud me gusta, Tatiana. Eres una chica decidida. — Agrega Brando
quebrando mis pensamientos, mirando a Tatiana con perversión
Es la imagen más asquerosa que veo, pero sencillamente no me importa.
Algunos minutos pasan y el mesero trae la comida junto a los vinos
rápidamente. Tatiana empieza a armar una historia y yo… simplemente la
ignoro al igual que Dulce. Brando está realmente entretenido, lo que me ayuda
a dejarme llevar por la belleza de mi esposa sin preocuparme porque lo note.
Dulce hecha un vistazo a su celular y luego lleva su copa a sus labios.
Pero también soy romántica… — Chilla con una falsa emoción Tatiana—
¿Sabes cómo me terminó de enamorar? Empezó a llamarme Bonita.
Golpe bajo.
Mi corazón salta hasta el techo. Dulce tose, sé que le incomoda. Miro en
sus ojos tensión… Maldita sea, maldita sean todos. Empiezo a sudar frío y
Tatiana ríe con sabor a venganza. ¿Cómo lo sabe? ¡Jamás se lo he dicho! ¡Es
totalmente una mentira! Dulce hace puños, está desorbitada…
Ha manchado nuestra palabra. Y desatado a la bestia…
Todo esto me parece asqueroso, sinceramente. — Dulce se levanta—
Buenas noches.
Me levanto apunto de arruinar todo, pero Tatiana se une a mí tomando mi
brazo. Brando camina tras ella llamándola con furia, pero Dulce no hace caso.
¡Ven aquí, maldita sea! — Grita— ¡Te estoy ordenando que vengas!
Jodido viejo, voy a matarlo.
Mi corazón no soporta más este martirio y pronto camino furioso tras sus
pasos.
Vuelve, idiota — Dice Tatiana casi susurrando— Vas a arruinarlo.
No me interesa — Me suelto de su agarre— Todo esto es tu culpa.
¿Mi culpa? Tiene que creernos…
Nunca voy a perdonártelo — Le advierto.
Termino de zafarme y pronto veo cómo Brando toma la muñeca de mi
esposa. La obliga a mirarlo. La toca como si fuera cualquier zorra. Mi furia está
contenida… voy a matarlo. Juro que voy a matarlo ahora.
Vamos, cariño… — Dulce se acerca a su boca— Necesito tu calor en mi
cama. Quiero hacerte travesuras… — Susurra tan alto cuando llego que
empiezo a volverme loco.
¿Enserio? — Brando parece confundido y pronto la suelta para enrollarla
en sus brazos— Pensé que no querías nada hasta tener el anillo…
Quiero todo, todo contigo — Lo hace de una manera tan sexual que siento
que ardo.
Voy a golpearlo. Voy a hacerlo. Lo mataré en este puto instante y la
tomaré de los brazos… me la llevaré lejos.
También quiero, cariño. — Toca sus nalgas y la pega a su cuerpo.
No puedo. No puedo contenerme.
Hago puños y por fin veo su rostro malicioso. Dulce besa su cachete y
luego me mira directamente. Lo hace por venganza… Lo hace para
provocarme… porque sabe que es lo que más me enferma. Combate conmigo
de la peor manera y solo me siento extraño.
Sácame el vestido ahora… y tómame como quieras — Vuelve a decir sin
ningún tipo de vergüenza.
¡Eres mi maldita esposa! — Digo en mis pensamientos. Estoy rojo de
furia, jodido de celos, quemándome en el fuego del infierno.
Lo toca…. Lo toca como si estuviera a punto de desatar una bomba. Si
no la detengo va a hacerlo, lo besará con furia delante de mis ojos y no podré
soportarlo….
¿Quieres guerra, amarga? Jugaré tu maldito juego.
Tomo a Tatiana del brazo y ladeo su rostro junto al mío. Me mira sin
entender… y pronto la beso.
19. Nunca digas nunca
Dulce
Mi pulso aumenta mientras tomo mis manos y las hago puños. Duele…
traigo las uñas largas y puedo sentir como se entierran en mi carne haciendo
que arda. No puedo con esto.
La sensación de vacío cala en mi cuerpo lentamente. Nauseas amenazan
mi interior al ver el hocico de esa zorra devorándolo. No lo soporto, voy a
matarla… y a degollarlo.
Mi piel quema. De pronto todo se convirtió en fuego. Tengo la temperatura
tan elevada que siento morir. Jadeo, mi corazón no deja de latir y simplemente
aparto mi vista.
—Cariño… —Susurra Brando en mi oreja, entonces siento que todo
suena como un pitillo agudo. Mi mente colapsa, todo es distinto ahora. Me
balanceo y tomo su brazo para sostenerme.
Me siento mal, muy mal.
Enseguida Christopher me mira como si su vida fuera a joderse en este
momento. Hipócrita… es un maldito hipócrita. Tengo tanta rabia que solo deseo
que se muera. Juro que lo mataría con mis propias manos, pero ahora solo me
concentro en mi. Respiro hondo, me falta el aire y mi cuerpo emana un calor
extraño.
—Estoy bien. —Digo manteniéndome firme. Lo menos que quiero es dar
lástima.
Pero el zumbido sigue y estoy incómoda.
—Dulce… —Entorna sus ojos en mi y me dedico a maldecirlo con mis
labios. Veo que se acerca y solo doy un paso hacia atrás.
No quiero que me toque.
—Estoy bien. —Repito al sentir las manos de Brando sujetarme la
cadera— Vámonos por favor.
Brando se excusa y mientras me asomo al borde de la puerta puedo ver
a la zorra de mercado mirándome como si me hubiera ganado la guerra.
Entrecierro mis ojos y levanto mi mentón como puedo. Sin soltar la mano de
Brando la miro con furia.
Vas a pagarlo. Lo juro.
Brando insistió en que el Doctor López me haga una visita, pero no quiero
ver a nadie. Cuando entra con su bata blanca solo lo maldigo en mi mente y
accedo. Me duele terriblemente la cabeza y al parecer no será algo pasajero.
—Voy a tomarle la presión, Señorita Evans. Por favor, su brazo. —
Accedo y hace su trabajo.
Me hace mil preguntas que no dudo en contestar a medida que voy
sintiéndome aún peor. Llevo una mano a mi cabeza e intento calmarme
respirando, pero no lo logro. El dolor sigue y mi cuerpo aún quema.
—Tiene la presión alta. —Dice y solo jadeo ¿Presión alta? ¿Qué carajos
es eso? — Le recetaré algunas pastillas. Por favor, señorita. Debe seguir a pie
de la letra mis indicaciones, ¿Sufre de hípertensión?
—Qué es eso. —Respondo aturdida. El médico me mira y sonríe a
medias mientras escribe algo en un papel.
—Por favor, necesito que se haga estos análisis y que se cuide. ¿Sufre
de dolores de cabeza comúnmente?
—Si. Bueno. Lo normal. —Contesto.
—Por favor, no olvide hacerse los análisis. Es probable que hoy haya
sufrido esta descompensación por alguna emoción fuerte. Si es hipertensa
debe cuidarse.
—Necesito sacarme este malestar. El oído sigue zumbándome y la
cabeza me explota.
—Debe seguir mis indicaciones. —Repite y no sé quién es más terco.
Tomo el papel y no digo más.
Sin interés tiro el papel al tacho de basura y dejo la comida de lado. Estoy
enojada de nuevo. Recordarlo no me hace bien porque me exaspero de alguna
forma generando en mí ansiedad.
Voy a resolverlo. Lo sacaré de este juego y tendré mi dinero sin su ayuda.
Chris
Está comiendo… Ella come tranquilamente en su suite y seguro ya llevó
mi mensaje. Si no contesta mis llamadas y textos, entonces llegaré a ella de la
forma más tradicional posible y no me interesa.
Camino por el largo pasillo del Hilton. Veo a muchos empresarios llegar,
otros irse. Si supieran que este lugar funciona gracias al nacotráfico algunos
saldrían corriendo. No veo la hora de terminar con esta misión e irme con mi
esposa muy lejos, pero tiempo al tiempo.
¿Babeando por la Bonita? — Escucho una voz conocida que me
sorprende.
Es André.
Me pregunto qué hace aquí a estas horas y en este día. Su visita debe
ser sinónimo del jefe, por lo que me enerva apenas sonríe con esa actitud
arrogante.
¿Qué haces aquí? — Susurro. Miro las cámaras y finjo saludarlo.
El jefe está preocupado — Aprieta mi mano con fuerza sonriendo— ¿Qué
diablos estás haciendo?
Hice lo que Tatiana quiso, ¿No era lo que quería?
La miras con odio, el blanco puede sospechar. Es un hombre muy
inteligente.
No me interesa. No puedo fingir con Tatiana. — Espeto y lo invito a pasar
a una de las salas privadas.
Vine porque me dieron una cita con el viejo, ¿Supuestamente soy parte
de Ensueña, no? — Ríe despreocupado— Quería ver tu cara de idiota también.
Tatiana informa que no dejas de cometer errores.
Tatiana puede irse a la mierda — Jadeo. Por su culpa pasó todo esto.
Escuchamos todo, tranquilo. — Mi piel se eriza y abro los ojos de
inmediato.
¿Qué cosa? — Pregunto.
Vamos, Christopher…. Sabes que es común en este tipo de trabajos.
Audífonos por todos lados. Escuchamos toda la conversación de la cena —
Levanta una ceja y aprieto mi mandíbula. ¿Qué otra cosa escucharán? Por lo
menos yo me aseguro de no llevar nada de ellos cuando veo a Dulce.
Liberame de esa estúpida — Digo cansado— Me trae problemas con
Dulce. — Suspiro apelado a su cordula. André me mira confundido.
¿Por qué problemas? ¿No se supone que Tatiana ayuda a la misión?
No. — Miro de reojo a los costados, luego hacia arriba. La cámara está
justo dando hacia el otro pasillo, por lo que sigo mi concentración— Dulce está
furiosa, la odia. Ayer tuvo una descompensación. Tuve que aguantar mucho
para no ir tras ella.
¿Quieres decir que está celosa? — Se sorprende y pone interés en el
caso— Interesante.
Sabes que lo nuestro fue especial. Realmente quiero una oportunidad con
ella. Tengo un trato con el jefe y no puede negarse. Libérame de este asunto,
André. Además… — exhalo— Dulce querrá vengarse de mí y conociéndola es
capaz de joder todo.
¿Vengarse? ¿Joder todo? — Se estresa— Debes impedirlo de alguna
forma.
Ese es el maldito problema. Me va a pedir que me aleje de Tatiana ¿Y yo
qué voy a decirle? Lo mismo que ayer… que no podía porque es parte del
juego. Sin querer el jefe me está obligando a rechazarla ¿Sabes qué tipo de
mujer tengo? — Rio— Caprichosa y amarga a más no poder.
Mierda…
Mi corazón de hielo late de una forma extraña. Él abre los ojos cuando
intento sacar mi mano y con la suya la aferra a sus labios.
—Nunca dejes de hacerlo. No dejes de tocarme… —Lleva mi mano por
su rostro y besa mis nudillos—Son tan suaves… tan bonitas… como tú.
Una punzada en el corazón… es lo que siento. Intento contenerme pero
no puedo. Sus ojos embrujan los míos y cuando estoy dispuesta a hablar él me
calla con un dedo. Toca mis labios casi acariciándolos. Lo miro, trago saliva y
veo cómo su rostro se acerca.
Va a besarme.
—Hermosos tortolitos —Chilla Tatiana desde el marco de la puerta—
Cuánto amor… —Ironiza sus palabras.
Enseguida me vuelvo dura y levanto mi mentón esquivando a
Christopher. Verla solo me hace sentir rabia, pero debo controlarme… necesito
controlarme y mirar todo esto de la manera más objetiva posible.
Lo intento. Parpadeo y veo cómo Christopher sigue manteniendo una
mano junto a la mía. Por más enojada que este, no lo suelto. Entonces la zorra
lo devora con la mirada.
—Se supone que eres mi prometido, querido. —Infantilmente lo jala y él
se despega de mi. Mi cabeza da vueltas en ese momento ¡A la mierda la
objetividad! Me retracto de todo y solo lo veo con cara de imbécil mirándome.
¿Harás algo o no? —Le pregunto en silencio.
No necesito ver más. Giro en mi misma y camino hacia la puerta sin
voltear. Él murmura mi nombre pero ni si quiera me preocupo en hacerle caso.
Estoy cansada… muy cansada. Por mi mente pasan muchas ideas e intento
evadirlas concentrándome en las cosas que debo hacer: Ver reportes,
chequear a los empleados y las instalaciones. Lo hago como siempre… pero
con ganas de matar a todo mundo. No soporto mi furia, necesito desquitarme.
Estrangularía al primero que se me ponga en frente.
Dulce… — Llama la estupidita tras de mi. Abro mis manos y luego hago
puños.
Respira, Dulce. — Digo sin voltear.
No tengo tiempo. — Avanzo.
Pero Dulce… quería contarte algo. — Insiste y exhalo para descargar mi
ira.
¡No tengo tiempo! — Alzo la voz y me sigue. Joder, voy a matarla.
Le dí los documentos que me pediste a Christopher.
¿Documentos? Volteo con prisa y la miro.
¿Qué documentos? — Estoy apunto de explotar. Mi cuero cabelludo pica
Eh… Christopher me dijo que iba a dartelos. Los documentos sobre la
inversión total en Ensueña. — Abro los ojos como platos.
¿Qué?
Maldito infeliz, maldito infeliz.
Si, pensé que sabías…. Chris me dijo que sabías.
¿Chris?
¿Quién te dio permiso para llamarlo “Chris”? — Digo sin pensar. Estoy
exhausa, jodidamente furiosa, con ganas de matarlo, matar a la zorra de
mercado y a esta estúpida que me tiene harta. ¿Chris? ¿Chris? ¿Qué tanta
confianza le da ese idiota a todos que hasta mi asistente lo llama por su
nombre?
Em… él. Me dijo que lo tuteara, además… es muy lindo. — Se sonroja.
Mierda. Sonríe como estúpida, los ojos le brillan… le gusta
¡Lo que me faltaba! ¡Le gusta!
Este maldito es de servicio público. Le gusta a todas las zorras que
habitan este lugar, hasta mi estúpida asistente.
“Te conocí como a cualquiera, sin buscar nada, y terminé queriéndote como a
nadie, encontrándolo todo”
Sus besos son como el agua que no he bebido por días. Mi rostro se
alinea con el suyo y nuestras lenguas bailan a un solo ritmo. Toma con sus
manos mi nuca y me devora con todo su aliento sin que podamos respirar ni un
poco. Jadeo al sentir su aroma caliente, sus labios cálidos, sus chupadas
varoniles y pienso que no podré detenerme si sigo haciéndolo.
—Chris… —Me despegó de él y hablo rozando aún sus labios—No… no
ahora. —Muestro mi rostro más hipócrita.
—¿Por qué no? —Parece desorientado, sus labios hinchados me
muestran el deseo que tiene por mi y solo sonrio.
—Es tarde, debo ir a mi recámara. —Ladeo mi cabeza y suspiro.
—Dulce… —Achina los ojos— Jamás has sido una cucufata, amas esto
tanto como yo… ¿Por qué te resistes? —Me mira entretenido y camina
sexymente hacia mi, pero me escapo de su agarre casi saltando hacia el otro
lado.
—No quiero que nadie sospeche, solo eso. Además debes estar
cansado… —Digo riéndome de mi misma. Él no está acostumbrado a esto.
Jamás le dije que no. Jamás lo dejé con las ganas.
—No importa… —Insiste— Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo.
—Perversamente me entre alza del trasero pegándome a su miembro. Jadeo
al sentirlo, pero debo orientarme hacia mis objetivos.
—Chris, no. —Lo regaño y siento que me duele despegarme. Yo también
quiero… pero debo volverlo loco por mi primero.
Suspira rindiéndose y se sienta en la cama, entonces sonrió en son de
paz.
—Déjame algo tuyo entonces… No sé, algo que me permita recordar tu
aroma toda la noche. —Parpadeo.
—¿Qué cosa? —Mi garganta está seca y pronto veo en sus ojos su idea.
Jadeo. ¡Estoy segura que lo ha hecho! Doy media vuelta y abro sus cajones
buscando evidencia, él ríe, entonces me quedo muda al ver mi ropa interior
entre sus cosas.
Solía hacerlo cuando éramos novios. Me molestaba su manera de
entrometerse en mi intimidad, y al parecer ha vuelto a hacerlo.
—¿Es enserio? —Volteo indignada y él rie.
—No tenía de otra. —Me sonríe.
—Maldición Christopher. —Busco nuevamente y encuentro lencería que
creí haber perdido. Ronroneo mientras tomo mis bragas rojas de encaje ¿Qué
carajos? Achino mis ojos y lo fulmino con la mirada, entonces me doy cuenta
de algo importante.
Tiene ropa interior mía que compré hace 4 años.
Mi pulso se acelera y me quedo analizando el tema: ¿Cómo diablos las
consiguió si jamás nos vimos en ese tiempo?
Silencio.
—No te enojes, bonita…. —Me abraza por detrás— perdón.
Suelto mis prendas íntimas y finjo no haberme dado cuenta de este
detalle. Mi cabeza empieza a pensar y pensar… no dejo de pensar en mil
posibilidades mientras él devora mi cuello con sus besos.
Maldita sea.
No puede ser. Este idiota no puede haberme estado siguiendo todo este
tiempo, ¿Qué clase de maniático es? Y si lo hizo… ¿Por qué no regresó a mi
lado? ¡Por que tuvo que esperar 5 años para volver! ¿Qué clase de querer dice
sentir por mi si viéndome rota no me buscó? Si viéndome llorar por él no lo
hizo… Estas son las cosas que me desesperan. No lo soporto. Sus besos en
mi piel me generan calor, pero mi frío corazón pide venganza y una buena
explicación.
—¡Déjame! —Grito. Lo esquivo enojada, con mil preguntas en mi cabeza.
No quiero que me toque, todo el resentimiento sale con fuerza.
—¿Qué pasa? —Su mirada luce confusa, me gira por los hombros y tensa
sus cejas.
La puta madre.
Estoy furiosa, pero mi plan tiene que salir a la perfección. Debo
controlarme… y bajar mi enojo para que no sospeche. Me contengo, intento
hacerlo aunque pruebe hiel cuando lo veo. Me jode, me jode… mi estómago se
retuerce con furia, entonces cierro mis ojos y pienso en todo lo que pierdo.
Dinero. Venganza. Verdad.
—No pensé que te molestarías tanto por esto. —Enreda sus dedos en mi
cabello— Perdona a tu marido que te quiere tanto.
Ja…
—¿Me quieres? —Pregunto con ironía.
Suspira. Esboza un grito ahogado y siento que sus labios se tensan. Baja
lentamente sus dedos hasta mis labios. Los explora, los acaricia, lo toca como
si me estuviera esculpiendo. Traga saliva y con lentitud dirige sus ojos hacia
los míos.
—Más que a mi vida. —Su tono es serio y empiezo a sentir como el eco
de su voz vibra por todo mi cuerpo.
Me besa. Lo hace con suavidad y yo solo me mantengo helada, sin
moverme ni hacer ningún tipo de emoción. Es un maldito provocador, pero esta
vez me gusta. Es extraño, obtuso, distinto… mis latidos no dejan de aumentar
y tengo unas extrañas ganas de llorar ahora.
Quiero hacerlo.
Me dejó. Lo lloré como nunca. Me desgarró el alma con su abandono.
Quizá ha estado ahí… quizá me ha visto morir desde lejos y lo que más me
enfurece es que no hizo nada.
Me duele… Lo quiero.
Y lo necesito en mi vida, en mi cama, entre mis piernas. Me gruño a mi
misma porque ahora me siento bipolar e inestable. Es tan complicado… es tan
frustrante… con una sola caricia me engarrota, mi corazón de hielo intenta
detenerlo y solo me derrito.
Con sus uñas me lastima y a la vez me reconforta. Es un dolor bueno…
un dolor que mata y te vuelve obsesivo.
Soy una puta perra loba. Aúllo en su boca y meto mi lengua con
desesperación. Lo necesito. Necesito saber de qué está hecho y cuál es su
secreto para volverme humana, sencilla, estúpida. Enredo mis manos en su
nuca y lo pego hacia mí con fuego. Necesito más, más…. Y más de él.
—Follame, cogeme, tómame toda. —Jadeo en sus labios para respirar—
Hazme tuya como quieras.
—Hey… —Me para. El jodido patancito me para y solo lo miro herida.
¿No era lo que quería? ¿Follar?
Es tan obtuso… tan extraño.
—Así no… —Me mira—Eres más que dos piernas en las que puedo
enterrarme, ¿Lo entiendes? Eres mi amor.
Parpadeo.
—El amor de mi vida. —Suspira— Yo no quiero ser el consuelo de tu
ansiedad. No quiero solo sexo, quiero hacerte el amor.
Hacer el amor…
Trago saliva y giro en mis pies para luego irme. No soporto este tipo de
romanticismos. Él no me detiene, y tampoco quiero que lo haga. Necesito estar
sola… entenderme, pensar con la cabeza y no con mi ansiedad.
Tiene razón. Maldita sea, tiene razón. Lo besé con ganas de devorarlo e
intenté calmar mis dudas con su cuerpo. Era una necesidad… pero no actúe
pensando. Últimamente no pienso cuando estoy con él, solo me dejo llevar y
no me gusta. Lo peor es que estoy furiosa pero cuando me besa todo pasa.
Cuando me mira de esa forma me envuelvo en una burbuja y no me puedo
despegar.
No romanticismos… Ese fue mi lema desde hace 5 años. Con ningún
hombre me pegué, a ninguno le dí una oportunidad más allá, y nadie ha logrado
calarme de esa forma dolorosa e incesante como lo hace Christopher.
Estúpida adicción.
Llego a mi habitación rompiéndome la cabeza. Cómo es posible…
Cuándo sucedió… ¿En qué momento me inundó con su olor de nuevo? ¿Cómo
tiene una amplia colección de mi ropa interior? —Caigo en mi cama confusa.
Lo odio. Quiero matarlo pero a la vez estar con él.
Preguntas, más preguntas, pero sé que no accederá muy fácil si se lo
digo de frente. Necesito volverlo loco primero. Y también necesito controlarme.
No puedo ser tan expresiva con él… No puede sentir que me estoy dando
cuenta de sus secretos. Debo hacerle creer que estoy resignada y que esperaré
con paciencia a lo que tiene que contarme. No enojos, no malas caras, solo
hipocresía… Siempre funciona. A la gente le gusta una sonrisa falsa, y es lo
que debo mantener ahora.
Pasa exactamente una hora y, después de mi baño, empiezo a revisar
mis prendas íntimas. Faltan 3 de ellas… Ruedo los ojos y ya sé quién es el
ladrón, son de mis favoritas así que probablemente se las pida de regreso.
¿Qué más me habrá robado? Hago una lista mental de todo lo que me falta y
achino los ojos imaginándolas en sus manos.
Patán. Es un patancito idiota.
Un zumbido… Es mi celular
“¿Sigues enojada? “ —Dice el mensaje. Pienso seriamente en mandarlo
a la mierda, pero no me conviene…
“ No” —Contesto.
“Entonces puedo ir a tu recámara… “ —Mientras leo sonrío de forma
tonta. Joder…
“Perdiste tu oportunidad, Romeo”
“ ” —Solo envía iconos y esbozo una pequeña risa.
Al segundo veo su llamada y contesto.
Romeo, eres muy intenso. Sé que te gusto pero deberías dejarme en
paz… — Solo digo y puedo notar su risa. Es particular, tiene chispa, energía y
es contagiosa.
Pensé que estabas enojada y no quería arruinarlo… Solo eso.
Bien, ya te dije que no estoy enojada. Ahora cuelga, quiero dormir. Las
mujeres se avejentan cuando no duermen, y yo quiero ser hermosa y joven
siempre. — Me pavoneo con mi voz.
¿Qué hiciste, bonita? Llegaste, arruinaste tu recámara y luego te bañaste
para terminar pasándote esa crema que me aloca en el cuerpo. Apostaría a
que hiciste eso.
Error. No arruiné mi recámara y tampoco me he pasado crema.
¿Ah no?... Con gusto iría yo a pasarte esa crema un día de estos. —
Trago saliva y niego con mi cabeza. Necesito controlarme.
Um… No lo sé, depende de cómo te portes.
Me porto muy bien. — Contesta de inmediato— Merezco un premio.
¿Qué quieres de premio? ¿Tocarme? — Digo expectante a su respuesta.
Tocarte, sí… pero también besarte, dormir contigo.
¿Dormir? — Casi río. Hace mucho tiempo no duermo enserio con nadie,
a las justas lo toleré en Vallarta y me pareció un exceso.
Sí, dormir… Después de haber hecho el amor y comer, claro. — Suspira.
Odio el romanticismo, Christopher. No soporto cuando roncas y me
aprietas toda la noche. Me das calor ¿Sabes? No me gusta. Además sería muy
peligroso.
No te preocupes por eso, bonita. Tengo un departamento al que podemos
ir… Es mio, además sé que buscarás una excusa para faltar algunas noches.
Y… no ronco.
Levanto mis cejas y siento que es la oportunidad que necesito… Su
departamento. Podría tener información para mí, así que necesito visitarlo lo
más pronto posible.
Bien. Es una buena opción.
No sé cuánto tiempo ha pasado, solo me despierto de madrugada con el
móvil en mi oreja. ¿Cuánto hemos hablado? Suspiro y cuelgo. Al parecer
también se ha quedado dormido y ni nos dimos cuenta. Abrazo a mi almohada
y me acurruco a un costado… No sé en qué estoy metiéndome, solo deseo
saber la maldita verdad y acabar con este juego.
Chris
El amanecer es tal y como me gusta… perfecto. Mientras seco mi cuerpo
doy unas pequeñas cantadas frente al espejo de mi baño y me río de mí mismo
por ello. Estoy feliz… más que feliz y todo este embullo de emociones tiene un
nombre: Dulce.
Mi bonita me ha dado una oportunidad y no voy a desperdiciarla. Cuando
atrape a Brando y lo haga pagar por todo el dolor que un día le causó a esas
niñas inocentes todo habrá terminado, y por fin podré contarle toda la verdad.
Quiero hacerlo, claro que sí… pero es dificil tener que lidear con preguntas en
este momento, por lo que debo mantener tranquila la curiosidad de mi esposa
hasta conseguirlo.
Escucho el sonido de mi puerta y enrollo una toalla en mi cadera.
Posiblemente es ella, así que no voy a cambiarme. Con una sonrisa maliciosa
camino y me encuentro con la mirada de Rita. Joder…
Bu….bu…buenas Christopher — Atora su lengua y me dedico a mirar sus
lentes. Son interesantes.
Buenos días — Contesto a su salido extrañado— ¿Qué haces aquí?
Vine a preguntar por los documentos que te dí. La verdad es que… —
Noto sus ojos y está mirándome la zona inferior— …que… mi jefita se enojó
mucho porque los tienes en tu poder.
Tranquila, Rita. Ya hablé con ella. No te preocupes.
¿Enserio? — Pregunta sorprendida
Sí, nos peleamos un rato pero entendió por fin. — Le doy una sonrisa—
Ahora como comprenderás… debo terminar de alistarme.
No me contesta nada porque está mirando mis pectorales ahora. Miro de
reojo todo el pasillo y no hay nadie, así que no la apresuro. Dulce está más
receptiva que nunca… y no quiero que se enoje de nuevo.
Oh, ya veo…
¡Mierda! No tengo más sonrisas que darle. Se queda parada por largos
minutos y ninguno de los dos dice nada. Esto se volverá incómodo si no la
corto.
Rita, disculpa… voy a….
¡Lo siento! Si, tienes razón. Discúlpame tú a mi. — Mira de reojo mi
habitación como si estuviera checandola, entonces cierro la puerta de
inmediato. La vida me ha enseñado a desconfiar hasta de mi sombra por lo que
me preocupa su acción.
Con ligereza me cambio y bajo a desayunar junto a lo empleados del
hotel. Recepcionistas están reunidas en el salón de colaboradores, asesores
también. Todos ellos son un grupo de trabajadores que busca un sueldo para
su manutención, pero ignoran lo basura que es su gerente.
Entre giros llego hasta la mesa y tomo un jugo de naranja con frutas. El
sabor dulce de las mismas solo hacen que sacie mi hambre, así que lo
agradezco con muy buena intención. Una de las chicas empieza a mirarme de
una forma… agresiva y solo suspiro e intento evitarla pero me es imposible.
Christopher, ¿Cómo estás? — Sonríe intentando ser amable, pero lleva
su blusa muy ceñida.
Bien, ¿Y tú… em…. Lorena? — Pregunto sin acordarme mucho de su
nombre. Ella jadea de alegría y me contesta.
Sí, mi nombre es Lorena. Oye… qué lindo que te acuerdes de mi nombre.
— Dice muy segura.
Eh… bueno, no es tan dificil cuando tienes una placa con el mismo. —
Bromeo enseñándole una placa que lleva en su ropa donde dice su nombre.
Ella en vez de reír se tensa, ¿Por qué? No lo sé.
¿Y tienes novia? — Pregunta al grano— Ví que salías con la Srta Tatiana.
No, de hecho hemos terminado. Yo… soy un hombre casado y deseo
recuperar a mi esposa que vive en Brasil
Brasil… — Suena sorprendida— ¿Y esa mujer está loca o qué? Digo…
para dejarte ir.
Río, está insinuándose.
Yo soy el afortunado. — La corrijo— Y la amo. La amo con toda mi alma.
Una vez en claro mi punto de vista solo tomo un café y me voy hacia el
otro extremo. Me mantengo parado observando a los trabajadores, entonces
aparece ella… Mi bonita. Y lo hace de una manera tan deslumbrante que
parece que inunda la sala. Sonrío… está seria. ¿Cuándo no es seria? Los
trabajadores se engarrotan al verla y no se mueven, miran con cuidado cada
uno de sus movimientos y puedo notar que otros la miran con deseo.
Imbéciles.
El fracasado de contabilidad le sonríe amablemente pero ella lo ignora.
Vuelvo a reir… Es tan mala onda que siento que enloquezco. Me encanta su
rostro serio, su falda negra decorando su cintura y su blusa ceñida que deja
entre ver su hermosa figura. Es perfecta, la mujer perfecta. Mala como la
muerte y hermosa como el cielo… Solo deseo probar mi pequeño juguetito con
ella.
Buenos días. — Todos contestan— No me miren como un ogro, solo
deseaba ver cómo están pasándola y también chequear personalmente sus
áreas comunes. Para Hilton Company es muy importante mantenerlos a gusto.
Si se les exige es por su propio bien y mantenimiento en la empresa, pero no
significa que sea cruel con ustedes… ¿O si?
Claro que no, señorita Evans… — Contesta una de las chicas, entonces
pienso en que mi apellido sonaría mejor en todos lados. Dulce Miller… mi chica,
mi bonita, mi esposa.
Bien, qué bueno que lo sepan. Ahora por favor continúen, iré chequeando
con Gabriela algunos pendientes.
Gira sus ojos y su mirada se encuentra con la mía.
Buenos días — Alzo mi café y me ignora también. Sé que lo hace para
no destapar sospechas pero no lo soporto. Paciencia Christopher… algún día
podrás presumirla.
Gabriela, los reportes. — La señora Gabriela es una vieja trabajadora de
este lugar, por lo que sé, pero tiene envidia de mi bonita. Sus ojos saltan de
furia cuando la ve y solo me dedico a estudiarla.
Sí, señorita — Le brinda un sobre blanco y Dulce lee toda la
información…. Solo la miro.
La miro, la miro, la miro y no me canso de verla. Ella es toda una escultura
viva y me genera emociones que extrañaba sentir. Mala, maldita, diabólica…
Mi mente da vueltas y pienso en mil formas de hacerle el amor, pero me
controlo.
No están las comidas completas — Reclama— ¡Te pedí las comidas
completas! — Alza la voz y Gabriela se estresa. Es una mujer mayor,
comunmente se sienten mal porque una “mocosa” es más que ella.
Señorita, hago mi trabajo. — Solo dice.
Pues no parece. — Se enfurece— ¿Crees que así lograremos un cambio
de actitud? ¡Despierta Gabriela! Esto no es nada personal pero debes pensar
en tu cliente no en tus gustos. Ahora está de moda ser vegetariana, vegana, o
la comida saludable. No podemos ofrecer menús así… ¿Sabes cuántos
clientes podemos estar perdiendo? ¿Lo imaginas?
Le grita y Gabriela solo baja la cabeza. Por lo que dicen es una mujer muy
terca y es seguro que chocará con Dulce. Pobre de ella…
Mi bonita sale de ahí con furia y yo me dedico a seguirla, aunque pronto
se me ocurre una mejor idea. Camino rápido por el otro pasillo y entro en su
oficina personal de inmediato. Cuanto sus pasos, los reconozco porque usa
tacones y ví que venía en la dirección correcta, entonces alineo mi cuerpo justo
en el filo de la puerta.
La veo a lo lejos, viene muy enojada. Voy a jugármela pero no me
importa… Cuando pasa rechinando con los dientes tomo su brazo en el
momento indicado y luego la jalo hacia adentro cerrando la puerta.
Me mira aterrada, entonces la beso con furia presionando mis caderas
contra la suya, jugueteando con su cabello y tomando su nuca con fuerza. Ella
intenta separarse pero no la dejo, la necesito para sobrevivir… y solo muerdo
sus labios con frescura para meter mi lengua en su hermosa boca.
No. — Me separa— Estoy furiosa y de mal humor — Respira hondo—
Esa zorra me desafía y no estoy dispuesta a aguantarla.
Río y vuelvo a besarla. Intenta nuevamente separarse y esta vez no la
dejo. Con suaves empujos la llevo hacia su baño privado, el cuál he explorado
anteriormente, y cierra la puerta con llave. Sus labios me saben a pedazo de
cielo y su aliento fresco me envenena. Acaricio su rostro mientras siento que
se va calmando, que sus músculos ya no están tensos, y pronto me desespero.
Christopher…. — Se separa de mí— Estás loco.
Por ti. — Vuelvo a besarla y me muerde el labio inferior haciendo que
jadee con su acción.
Se mueve como quiere y solo cierro mis ojos mientras agarro su cadera.
Ella choca sus nalgas contra mis piernas y el placer inunda mis sentidos, pero
la detengo… Si sigue posiblemente no pueda en unos minutos. Parece perdida,
la saco de mí para subirla encima del lavadero de cara. Se choca con el caño
pero no importa, entonces uso el juguete…
Vibra… y jadea. Grita, no puede controlarse y yo me excito viendola
vibrar, me puteo cuando veo cómo se mueven sus senos porque no puedo
detenerme. Hago círculos en su centro y solo no puede con su genio. La dejo
gozar un rato más… porque yo mismo la estimulo pero a la vez mi cuerpo la
reclama, entonces tiro el juguete y me entierro en ella.
Sus ojos están desorbitados pero cuando me ve se aferra a mi hombro.
Lo besa y clava sus uñas en mi espalda. La penetro con fuerza y tiro, tiro, tiro
como una metralleta. Nuestro ritmo aumenta así que hace pequeños sonidos.
Nuestras respiraciones se elevan y siento que en cualquier momento
explotaré….
¿Dulce? — Escuchamos un sonido… es Rita. Me mira y no puedo parar,
la sigo tomando como un puto pervertido. Me hundo en ella más fuerte y sus
nalgas suenan pero no me importa. Su reacción es entre risa y enojo y la callo
con mi boca. Me resbalo fuerte y recorro mi extensión en resbalándome su
interior con furia… cada vez más profundo.
Choco, choco… y vuelvo a chocar. Levanto sus piernas hacia arriba y
sigo moviéndome duro contra sus nalgas. Amo ese ruido al frotarme en ella.
Amo mi miembro entrando en su cuerpo una y otra vez. Afuera, adentro. Afuera,
adentro. Afuera, adentro…
Chilla, entonces tapo su boca con un rollo de papel higiénico. Pronto
subimos a la cima y explotamos juntos con gritos reprimidos. La gloria…
Pego mi frente a la de ella y me deshago de todo lo que me impide
besarla. Mantengo sus labios entre abiertos junto a los mios y siento que
empiezan a mover la cerradura de la puerta del baño. Trago saliva, ella me mira
pero aún así no nos movemos. Cuelga su brazos en mi cuello y entierra su
cabeza en mi pecho. Siento su piel cálida y caliente a la vez… los latidos de su
corazón se controlan al pasar los segundos y pronto peino su cabello.
Silencio… — Digo muy bajito en su oreja y no me suelta. Esperamos unos
minutos más y ya no escuchamos ruido. Me sorprende su actitud cariñosa… y
a la vez me emociona.
Me quiere. Me quiere. Me quiere. Y yo lucharé por ella… por nuestro amor
y una nueva oportunidad para nosotros.
Se ha ido, esa mojigata no podría sospechar jamás. — Dice aclarándose
la garganta— Saben bien tus dedos… — Me guiña un ojo.
Sabe mejor otra cosa… — Contesto interesado. Ella rueda los ojos y me
salgo de ella al instante. Duele hacerlo…
La veo peinarse frente al espejo y no puedo evitar abrazarla. Lo hago,
cierro mis ojos y entierro mi rostro en su cuello. Nos balanceamos, nos
exploramos…. Pero ahora de otra manera. Quizá más suave, quizá amena…
Eres muy bonita, mi bonita… — Le digo al oído— Quisiera dormir esta
noche contigo. Solo dormir.
Christopher — Me saca las manos de su cuerpo— Ya te dije que odio
que me des calor — Veo cómo se pone la ropa interior y el sujetador… me
entristezco.— Controla a tu amigo — Me humilla y río. Amo a esta mujer… la
amo ¡La amo!
Está controladísimo — Bromeo. Y me visto también.
Con sutileza espero a que termine y, cuando se dispone a salir, le doy un
último beso.
Duerme conmigo… — Le digo triste— Haré lo que quieras.
¿Lo que quiera? — Pregunta.
Lo que quieras…
Quiero conocer tu departamento — Me mira interesada, quizá más de lo
que imagino.
Mierda… lo solté ayer. Ya lo recuerdo. Tenso mi mandíbula y lo pienso…
Es peligroso, tengo toda la información importante ahí pero… sé que puedo
esconderla de alguna forma.
Está bien. Tú conoces mi depa y yo duermo contigo. — Sonrío.
Con mis reglas. — Advierte— Nada de roces extraños… — Levanta una
ceja, me conoce…— Dos. No tocamientos románticos. Tres. Tú a un extremo
y yo al otro. Cuatro. Espero que tenga aire acondicionado. 5. No ronquidos.
Río y le miento.
Bien, todo eso… pero lo del romanticismo um…
No. — Advierte.
¿Y si no me doy cuenta? — Pregunto.
Me enojo. — La pego de nuevo a mi cuerpo y vuelvo a besarla.
La amo, la amo con locura y desesperación. Y también sé que es mejor
pedir perdón a permiso así que no le digo nada. Claro que habrá romanticismo,
es lo que más anhelo con ella, pero si lo discuto en este momento arruinaré
todo lo ganado.
La embaucaré.
Basta — Se separa y yo tomo su rostro con mis manos.
No puedo, me eres irresistible. — Confieso.
Estamos trabajando, no es tiempo de besos… — Suspira— Vete ahora
o sospecharán. Sal por la ventana, no sé.
Tú tranquila, yo lo soluciono.
A duras penas puedo despegarme, entro nuevamente en el baño y siento
la necesidad de quedarme. Ella espera solo unos segundos, la puedo ver a
escondidas, y luego abre la puerta encontrándose con el rostro de Brando.
Mierda.
Rita está acompañándolo y ambos miran de forma extraña a Dulce, ¿Qué
carajos? Suspiro. Brando entra y le da un pequeño empujón con el rostro serio,
Dulce se queja… Maldita sea. Rita explora su oficina de reojo, entonces
escondo mi cabeza. Mi corazón late con fuerza.
Quiero una maldita explicación ahora — Le grita y de mi piel emana furia
contenida. Lo sabe… lo sabe… entonces saco del bolsillo de mi pantalón mi
pistola. Es un arma pequeña pero furiosa y está lista para esta ocasión.
Voy a matarlo si le hace daño.
22. Peligro
Dulce
Sonrio. No se quedará con nada porque todo será para mi. Y que sea gay
me viene bien. Brando es extremadamente machista.
—No hay nada más interesante…. ¿O si? —Curveo mi sonrisa y bato mis
pestañas.
Cae. Es tan predecible…
—Tuve otro hijo, pero murió. Yo lo maté.
Un escalofrío pasa por mi espalda… puedo esperar todo de él menos
esto. No quiero que vea mi sorpresa, así que sigo comiendo sin darle
importancia. Que ironía… Unos desean tener un hijo y otros lo matan.
—Supongo que era un estorbo. —Digo justificándolo para que no
sospeche.
—Lo era. Como ves cariño, soy implacable. —Besa mi mano— solo tú
eres mi debilidad.
Lo miro con precaución porque solo tengo asco cuando lo veo. Da una
palmada y enseguida aparece un mozo con un plato tapado. Levanto una ceja
y sonríe.
—Que es esto.
—El postre. —Dice— ábrelo. —Mi curiosidad pica y lentamente abro el
plato que contiene un anillo de brillantes.
Un anillo de compromiso.
Mi sorpresa es evidente. Es hermoso, lleno de brillantes y justo a mi
medida. Toma mi mano y me lo pone lentamente.
—Te había dicho que algún día te lo daría… quiero te cases conmigo. —
Suspiro sintiéndome aterrada. No puedo sonreír y tampoco saltar de felicidad,
porque me siento vacía.
Y pensar que he luchado por esto muchos años…
Pensar que solo me enfoqué en este momento y ahora todo me sabe
diferente. Intento concentrarme, pensar en mi beneficio, pero no quiero hacerlo.
Me siento traicionada conmigo misma, sin poder ocultar más mis sentimientos.
—Brando…
—Nos casaremos después de solucionar algunos problemas. La policia
me dio un golpe duro incautando mi carga de droga. Hay un soplón entre mis
trabajadores, en mis hoteles, y voy a descubrir quien es. Redoblaré la seguridad
y cortaré sus bolas.
Mi mente solo piensa en una persona, entonces siento la necesidad
terrible de avisarle pero me controlo. Siempre me controlo.
—No creo, Brando. Eres muy inteligente para dejar que hagan eso.
—Pues ya lo ves. Nadie más tiene acceso a mis documentos que yo, tú
o mis hombres de confianza. Jamas sospecharía de ellos… —Me mira— Serás
mi esposa, estás embarrada de la misma forma. —Amenaza sutilmente y
recuerdo haber firmado algunos papeles.
—No me conviene que seas pobre, cariño —Ríe—Tranquilo.
—Lo sé, hermosa. —Besa mi mano de nuevo— Si yo caigo tú vienes
conmigo. Pero sé que no será necesario. Los malos siempre triunfamos. La
justicia no existe, todo es comprable. Hasta tú
Me hielo. No digo nada, entonces continúa.
—Aprenderás a quererme también… —Parpadea sus ojos y puedo ver
por fin claridad en sus pupilas. Me quiere. Y eso es bueno.
El día con él es aburrido. Tuve que aguantar sus tonterías y que me
desnudara con sus ojos de vez en cuando. Miro la noche por fin desde mi
recámara y puedo notar que Christopher no me ha escrito ni llamado.
¿Acaso no me extraña?
La respuesta es evidente y tomo mi mano dándome golpecitos pequeños
en la frente. No confíes en él… ni en nadie, ¿Cuándo voy a entenderlo?
Parezco esa niña de 16 que se dejó embaucar por sus palabras bonitas. Solía
esperarlo todas las noches desde mi ventana, él había convencido a la vecina
de alado para entrar de vez en cuando a su casa y verme desde la suya.
Ahí empezó toda esta mierda de Romeo y Julieta. ¿Qué cosa no ha
inventado? Me paseo por mi habitación sintiendo espasmos en el pecho,
mirando tímidamente el anillo que llevo en el dedo. No sé cómo vaya a
tomarlo… y tampoco creo que le guste mucho la idea.
Lo extraño. Y no puedo negarlo. Me he acostumbrado a sus tonterías de
noche, a su olor por las mañanas, a sus cogidas intensas de vez en cuando.
¿Y si lo llamo? ¡No! —Me digo a mi misma cayendo sentada en la cama.
Estoy perdida… y tengo que hacer algo.
No voy a decirle que lo quiero. Y tampoco quiero quererlo. Encontraré la
manera de sacarlo de mi mente, pero antes necesito saber la verdad y tener
más cuidado.
La puerta de mi habitación suena. Me paro y camino hasta abrirla, pero
no hay nadie… solo una flecha en el suelo que me indica que debo dirigirme
hacia otra habitación. Mi pulso se acelera, porque siento que es quien creo,
entonces camino mirando a todos lados.
No hay nadie, ni si quiera guardaespaldas ni empleados.
Llego a ese lugar y tomo la manija para abrirla. Al entrar puedo ver un
babydoll en la cama. Muerdo mi labio, pero a la vez me tenso cuando veo el
traje del maldito viejo expandido en una de las sillas.
Joder, mierda. La puerta de cierra y doy vuelta encontrándome con la
mirada punzante de Brando. Me quiere, me desea. Trago saliva y no puedo
dejar de estar nerviosa. Con suavidad pasa sus brazos por los míos y me
encuentro con sus ojos.
—Quiero que seas mía, cariño. Tienes el anillo… y mi promesa. Te deseo
con toda mi alma.
Lo miro suspendida en el tiempo, porque en el fondo siempre supe que
tendría que enfrentarme a este día. Suspiro cansada y vuelvo a posar mis ojos
en su rostro. ¿Tengo que hacerlo? Carraspeo mi garganta, no tengo
escapatoria.
Me hielo.
23. Romeo
Dulce
Abro mi boca consternada, entonces pasa sus dedos por mis labios.
Claro que sí, tuve que besarlo porque no había escapatoria. Llegaste
justo a tiempo…
—Mátalo. —Gruñe con furia hacia Brando mientras yo voy metiendo mis
dedos entre sus piernas.
—Primero es necesario comprobar si él fue —Opina uno de los
empresarios desatando un caos. Todos hablan a la vez y discuten, incluyendo
Brando. Sonrio solo no por él sino por mi Bonita, quien se ha quedado callada
con la cabeza abajo. Voy estimulando su centro poco a poco hasta donde llego
y se que le gusta. La conozco. Se donde ir en el mar de su cuerpo y solo deseo
besarla ahora mismo.
—Basta —Dice ella alzando la voz, entonces finge que es por la discusión
entre los socios pero en realidad ha gritado por mi toque. La dejo porque sé
que implora por ello, así que guardo mi mano de inmediato. Aún tengo su ropa
interior en mi armario y no he podido dejar de mirarla.. me aloca.
Cuando por fin Hilton decide viajar con algunos miembros ejecutivos, de
inmediato le hago recordar a mi chica que debemos vernos a la brevedad.
La esperaré en un café de la condesa mientras soluciona su salida y
distrae a todos. Sé que lo hará porque es inteligente y muere por tener intimidad
como se debe conmigo, pero no sabe que le tengo una sorpresa.
He cuidado los detalles para que se sienta cómoda en mi espacio y,
aunque no sea un departamento de última generación y lleno de lujos, sé que
lo amará cuando lo vea.
—Hola, Romeo… ¿O debo decir Alexander El grande? —Exploto en risa
cuando lo dice y ella también sonríe. Su expresión así es la forma más sublime
en la que la he visto hasta ahora… está relajada, calmada y con ánimos de
todo.
—Mi Bonita… vámonos ya. Tú sales por la puerta de allá —Le señalo—
Hay un auto negro. Yo termino mi café y te doy el alcance.
—Bien. —Me dice y eleva un suspiro para dirigirse al auto que renté de
prisa. Pasan solo algunos minutos y pago para luego encontrarla limándose las
uñas.
—No has dejado esa manía —Le digo empezando a manejar.
—No. —Se limita a responder y luce sería. Si no la conociera diría que
está enojada con todo el mundo, pero sé que lo hace porque es su carácter.
Me parece extraño tenerla conmigo en él auto. Recuerdos vienen a mi de
su sonrisa cuando le enseñé mi primer carro y su alegría al llevarla de paseo.
En ese tiempo soñaba con verla hecha mi esposa… y ahora solo sueño en
tenerla de vuelta a mi lado. El vuelo de su cabello por el aire de la ventana la
hace sencilla y aún más hermosa… De rato en rato la miro, porque no puedo
dejar de hacerlo. Soy un maldito pisado por ella.
—Bienvenida. —Digo mientras camina por todo mi espacio. El
departamento no es grande, pero si muy práctico. Tiene una sala, comedor,
baños suficientes, cocina pequeña y una habitación. Le doy un paseo por todo
el lugar y siento que explora más de la cuenta con sus ojos.
Trago saliva. No lo ha visto. Hay una pequeña puerta escondida entre la
sala y la cocina que es casi desapercibida. Es como mi caja fuerte, por lo que
tiene clave en letras y un reconocimiento de huella digital. No será problema si
pregunta, puesto que es usualmente utilizada para guardar implementos de
limpieza.
—Es bonito. —Dice sentándose en el sofá— Cómodo y muy acogedor.
Dulce no dice cosas para agradar a la gente
Comúnmente por lo que me siento aplaudido. Estamos en el piso 18 por
lo que se puede ver toda la ciudad desde las amplias ventanas.
—Ven aquí, Corazón…. —Le digo envolviéndola en mis brazos— De
anoche a ahora te extrañé como nunca —Beso su cuello e inhalo el aroma de
su cabello. Es exquisito…
—Le dije a Brando que necesitaba relajarme por lo que iría de compras,
shopping y toda esa mierda. —Me mira sonriendo y pego mis labios junto a los
suyos mientras nos balanceamos sin rumbo.
La beso suavemente y la aprieto contra mi cuantas veces quiero. Capturo
sus labios en los míos y me parece el sabor más agradable del mundo. Ella
sigue siendo una serpiente, pero ya no es venenosa… no conmigo. Me excita
su manera de actuar frente a los otros, la manera en la que mira a la gente y a
la vez en la que ha vuelto a mirarme.
Me quiere, lo sé. Lo siento.
Y no puedo dejarla. Simplemente no puedo.
—¿Tienes hambre? Será hora de almuerzo y pedí ensaladas.
—Buena elección, patancito.
—Siéntate —La suelto— ponte cómoda. Ahora regreso.
Salto a la cocina para traer copas de vino. Ella solo ve las fotografías de
mi estante y la encuentro sonriendo al ver a mamá en una de
Ellas.
—Macarena… ¿Cómo está? —Pregunta y siento que me da vértigo. Aún
me cuesta asimilarlo y se lo diré pero no ahora.
—Tranquila. —Respondo con verdad, porque sé que mamá está
tranquila— Brindemos por nosotros.
Sonríe y acepta el vino de la mejor manera. La comida llega de inmediato,
por lo que comemos con calma… riéndonos de todo. Así, como antes.
—Entonces la estúpida perra barata de Morgana intentó acusarme con el
profesor —Saca su ira— Cuando ella había copiado. Me la encontré hace un
año y ni si quiera le dirigí la palabra.
La veo y sonrió.
Habla de una compañera en Vallarta. La odia porque quiso conmigo.
Desde ese día le puso la cruz y me obligó a no hablarle.
—Pobre Morgana, me caía bien pero se topó contigo. —Sonrio.
—No me provoques. —Lanza una mirada llena de furia.
—No cielo, no. —Tomo su mano para besarla y me topo con un anillo que
no había visto antes. Lo miro… es caro, tiene brillantes y parece de…
compromiso. Me hielo al darme cuanta. Hubo un momento en donde no pude
ver nada de lo que hablaban porque estaban comiendo. Levanto mi mirada para
encontrarme con la suya y pronto quita sus manos de encima de las mías
haciendo que todo en mi se enfurezca.
—Iba a decírtelo, por eso… lo tengo puesto. Brando me pidió matrimonio.
—Me mira como si no fuera gran cosa y solo siento mi estómago retorcerse.
¡Mierda!
Fuego. Siento fuego dentro de mi cuerpo. Me levanto y de un arranque
golpeo la pared haciendo que unos cuadros se caigan. Dulce se levanta e
intenta controlarme pero no la dejo.
No voy a permitirlo, no.
—Basta. —Me dice y solo necesito sacar mi ira de alguna manera. Hago
puños para no golpear más cosas pero voy a explotar, juro que explotaré.
El sonido del timbre hace que todo en mi se paralice. Nadie conoce este
lugar, solo André y Tatiana, por lo que me asomo con cuidado a
La puerta.
—André, no es el momento. —Digo mientras lo veo pasar de golpe. Se
sorprende cuando ve a Dulce en la sala, pero no tengo por qué darle
explicaciones.
—¿Interrumpo? —Se burla y pienso que en cualquier momento voy a
golpearlo. Dulce lo mira con los ojos en blanco y él se sienta de la manera más
fresca del mundo en el sofá— ¿Esto es una luna de miel o qué?
—Deja tus ironías de lado, ¿Qué quieres? —Voy al grano. Estoy enojado,
no puedo controlar mis sentimientos y lo menos que quiero es a este idiota
molestando.
—¿Por qué el enojo? Oh, ya veo… te enteraste — Ríe— Iba a decirtelo.
Ese anillo es muy llamativo.
Tenso mi mandíbula cuando empieza a burlarse, Dulce solo lo mira con
desgano, yo… no lo soporto ¡Se está burlando de esta situación y quiero
golpearlo!
Para mí no es broma. — Espeto con furia— Deja de reirte.
Piensa las cosas de manera objetiva, Christopher. Que Dulce se case con
el viejo nos conviene a todos. Tendría acceso a todas sus cuentas bancarias y
más poder sobre él. Todo sería más rápido.
Mis ojos saltan mientras escucho sus estupideces. El corazón me late tan
fuerte que estoy a punto de tener un infarto por cólera ¡Jamás lo permitiría! ¡No
dejaría que ese malnacido toque a mi esposa! ¡Y mucho menos la pondría en
peligro! Respiro con profundidad para mantener mi cordura, pero me es
imposible. Muerdo mi labio y le lanzo una mirada asesina, entonces ríe… sigue
riendo.
Pareces un cavernícola así, hermano. Tranquilo… tu hermosa mujer
sabrá cómo seducirlo y en todas sus formas.
No siento cuando mi mano hace puño y lo golpeo. Estoy tan furioso que
soy capaz de matarlo, él me empuja y yo sigo partiendole cara. Dulce grita e
intenta separarnos pero no puede. Con fuerza lo lanzo hacia la mesa del centro
haciendo que se rompa el vidrio. Su rostro sangra pero no me interesa nada…
¡Juro que voy matarlo!
¡Christopher! ¡Déjalo! — Escucho su voz como un chillido a lo lejos. En
un descuido él me lanza otro golpe y siento que mi nariz sangra.
—Eres un imbécil, Christopher… ¡Un embécil! La primera regla ¿La
recuerdas? — Apunta con su dedo, entonces Dulce aprovecha para meterse
entre nosotros— No sentimientos. No corazón. No apegos… Las emociones
dañan, idiota… Querer te hace débil, vulnerable. Ya veo que sigues siendo el
mismo chiquillo tonto de hace 5 años. No aprendes.
No dejaré que involucres a Dulce más de la cuenta, ¿Lo entiendes?
Tenemos un trato. — Espeto contra él.
El trato no incluía perjudicar nuestros planes. Esto se dio y debemos
aprovecharlo. El jefe quiere verte pronto. Así no quieras tendrás que aceptarlo
y tú… — Mira a Dulce con tensión— Desde ahora harás todo lo que nosotros
te digamos. El dinero estará en tu cuenta pronto.
Con rapidez se dirige a la puerta y siento que necesito matarlo, pero Dulce
me detiene. Se larga dejándome aún con más furia ¿Quién carajo se cree para
amenazar a mi mujer? ¿Quién es esa pequeña mierda para venir a hacerlo
conmigo? ¡Prometieron no ponerla en peligro! Y lo están haciendo al permitir
este estúpido matrimonio.
Siento mi cuerpo arder después de que se va, aún tengo furia así que
golpeo nuevamente la pared. Voy a matarlo… a matar a todos… y no puedo
controlar mi ira. Todos estos años me he aguantado pero tengo un límite.
Cuando se meten con lo mío pierdo la paciencia.
“No te quiero por cómo eres… sino por lo que me haces sentir cuando
estoy contigo”
Cierra sus ojos lentamente y solo arreglo la almohada para que tenga un
largo sueño. Mi pulso aumenta a medida que los minutos pasan, quiero
desesperadamente darle vuelta a todo este lugar pero sé que debo esperar…
Solo un poco más, un poco más.
Exhalo lento y paso mi mano por la nariz de Christopher para ver si está
dormido. Doy pequeñas palmadas en su rostro y no despierta ¡Está
profundamente dormido! ¡Si! ¡Es mi hora!
Con prisa corro hacia la sala y empezo a buscar en todas partes. La
puerta de entrada, en las paredes, detrás de los cuadros y nada. ¡No hay nada!
Todo parece ser muy normal aquí pero no voy a rendirme. Con rapidez ahora
Abro cajones, saco papeles, los ojeo rápidamente pero tampoco encuentro
nada fuera de lo normal.
Mierda.
Miro la alfombra y examino su extensión palpeando el suelo como en las
películas de acción y nada. ¡No hay nada! Mierda. Corro hacia el otro lado y
exploro el comedor, cocina y cuarto de limpieza pero solo puedo ver todo en
orden ¿Dónde carajos guarda sus cosas? Es tan pulcro que hasta me
sorprendo. Jamás fue un tipo ordenado.
O es muy inteligente o yo estoy perdiendo mi tiempo en este lugar.
Con las manos en mi cabeza camino y doy vueltas para manejar mi
frustración. Dónde… dónde… dónde… —Me pregunto— ¡No vas a salirte con
la tuya, patancito! Levanto la mirada y me dirijo a la habitación donde yace
dormido. Él sigue sin moverse, inspirando y exhalando tranquilamente, sin si
quiera sospechar nada. Yo busco debajo de la cama, en el armario, baño, mesa
de noche y no hay nada… pero sí encuentro un cajón con llave.
¡Mierda! ¡Aquí debe haber algo!
Trago saliva y voy en busca de un cuchillo para luego forzar la chapa. Me
molesta no poder hacerlo a la perfección pero así tenga que pasar años lo
abriré… ¡Voy a hacerlo! Aprieto con fuerza el pequeño orificio, lo muevo por
ambos lados y por fin cede…
—¡Lo hice! —Digo casi saltando. Trago saliva y me concentro— Eso es…
Jalo el cajón y lo que veo solo me causa dolor. Mi corazón de hielo está
caliente, y temo por mi cordura.
No puedo…
Jadeo tocando la pequeña cadenita de oro que un día compramos para
nuestro bebé… ese bebé que fue un sueño no realizado. Suspiro intentando
reprimirme de nuevo, tengo que hacerlo… No puedo quebrarme ante una
realidad que nadie cambiará, ¿Por qué tiene esto? ¿Por qué si yo misma lo tiré
en la playa? ¿Cómo es posible que él lo tenga? Cuando me fui de Vallarta quise
olvidar todo mi pasado, quemé todas sus cosas y me quise deshacer de lo que
aún me hacía llorar…
Y ahora esto…
Me duele recordarlo. No porque aún quiera ser madre sino porque tengo
muchos recuerdos. Beso la cadenita y la guardo en su mismo lugar, tenerla
conmigo solo haría que mi corazón se derrita y sería muy riesgoso para mis
intereses. Enseguida encuentro un sobre con dinero, mucho dinero… lo tiro y
no me interesa, luego veo fotos mías… ¡Maldito idiota! No quiero ver más. Estoy
tan afectada que ya no quiero seguir buscando.
Me paro contenida y voy hacia el baño para verme en el espejo. Eres
bella, grande y fuerte, Dulce… No lo hagas —Me digo a mí misma— Y no lo
haré. Me mantendré firme como siempre. Porque así es la vida, porque así
funciona el mundo, porque yo funciono así.
Después de estar vagando por el departamento un rato vuelvo más
tranquila nuevamente hacia la cama. Lo miro dormir… y mi paciencia se agota
¿Dónde demonios tienes tus evidencias, patancito? Por más que lo pienso no
me entra en la cabeza. He vuelto a rebuscar todo y no he encontrado nada pero
algo me dice que este es el lugar correcto.
Me siento agotada por todas las emociones que vivimos. Miro mi celular
y Brando no me ha hablado, estoy segura que este enfermo ha quemado otro
de sus hoteles… y en el fondo no me molesta. Es un viejo que me está
aburriendo.
Suspiro. No tengo sueño.
Paso mi mano por las sábanas intentando distraerme en cualquier cosa,
entonces veo un bulto en el bolsillo de su pantalón… es su arma. Lo sé porque
puedo notar el gatillo a lo lejos. Y la jalo con cuidado para luego mirarla.
Es pequeña, rara… peligrosa. Un extraño frenesí asoma como fantasma
por mis pensamientos, muerdo mi labio y lo apunto. He querido hacerlo desde
que me dejó. Soñaba con fantasías en mi cabeza. Lo odiaba… lo odiaba
mucho. Y sería fácil acabar con este tormento. Está dormido… solo bastaría
jalar el gatillo para matarlo y vengarme por su abandono. Me pudre su juego.
Me exaspera su paciencia. Me saca de mis casillas sus ironías.
Mátalo entonces —Dice mi otro lado. Con seriedad sigo apuntándolo y
solo puedo ver que duerme tranquilo. Su pecho se levanta y acuesta mil
veces… y yo puedo asesinarlo.
Pero no lo hago.
Bajo el arma con temor a no saber usarla, la dejo en la mesa de noche y
sigo observándolo como entorpecida. No me culpo, nunca he asesinado a
nadie, aunque me coman las ganas.
Miro el reloj y el tiempo ha pasado volando porque marca las 23:00 hrs.
Debería irme dejándole claro que no soy idiota, pero arruinaría todos mis
planes. Él es muy sentimental cuando quiere serlo, y yo debo encontrar el
momento para atacarlo de frente
Lo miro, miro, miro… y sigo perdiéndome en esa imagen. Una tonta
emoción aflora es mi pecho. Es estúpido y bipolar de mi parte hablar como lo
hago de él y ahora ceder tan rápido, pero ni yo misma me entiendo. Lo odio y
quiero. Lo necesito y a la vez me duele. ¿Qué clase de daño estoy
haciéndome?
Exhalo sintiendo mis fuerzas débiles. Nace en mi garganta la necesidad
de hablarte, aunque esté en completa inconsciencia, siento que necesito pasar
por esto.
¿Cómo habríamos sido tú y yo juntos si nunca me hubieras dejado? —
Pregunto en voz alta. Mi voz carraspea y me siento traicionada. Prometi no
pensar en este tipo de situación, ni recordar el pasado pero ahora… estoy
haciéndolo.
¿Y él? Solo Ronca.
Elevo mis ojos rondándolos con ironía y se me ocurre grabarlo solo para
demostrarle que sí lo hace pero no perderé mi tiempo en ello. Con tensión toco
su brazo y me llama la atención lo fuerte que se ha vuelto.
No lo recuerdo tan ejercitado. Debió pasar muchas cosas en este tiempo
para que haya cambiado su alimentación y estilo de vida. Cosas que no sé…
mundos que no conozco de él.
—Probablemente estaríamos separados y odiándonos… — Contesto la
anterior pregunta— Igual jamás podré darte hijos. — Digo y mi voz suena con
pena— Lo he superado, ¿Sabes?, pero me costó muchisimo tiempo… —Hago
la pausa más difícil de mi existencia— ….¿Por qué haces todo esto,
Christopher? ¿Por qué ahora? Dejaste pasar tanto tiempo… y sencillamente no
te creo. — Exhalo— No creo ni en mi sombra.
Mi voz rebota por toda la habitación siendo eco y pronto la tentación me
supera. Mi alma grita dentro y solo quiero gritarle, golpearlo.
Si tan solo hubieras tenido una buena razón… yo… — Digo,
enredandome con mis palabras— ¡Soy una estúpida! — Murmuro bajito—
rompí mi propio corazón queriéndote.
Me giro en la cama hacia el otro lado y mantengo mis ojos hacia el techo.
Pasan largos minutos en los cuales mi corazón pasa por emociones opuestas.
Y tengo la certeza de que estoy mal… muy mal pero no lo expreso. Me he
vuelto una máquina infinita de hielo.
¿Qué hago aquí? ¿Por qué no me he ido?
Él duerme aún y siento que será una agonía pasar toda la noche a su
lado pero no puedo levantarme. No quiero hacerlo. Algo me dice que me quede.
La receta médica nombra que dormirá algunas horas más, por lo que puedo
hacer lo que quiera y Lo golpeo. Doy un puño fuerte en su brazo contenida y
parece no afectarle. Estoy sumamente cansada de toda esta mierda y también
de él. Sí, de él… — Rechino mis dientes, respiro un par de segundos y me
vuelvo a frustrar.
¡A quién engaño!
Sollozo pensando en que necesito separarme de su cuerpo, pero cada
vez que avanza el plan no puedo seguir conteniéndome ante sus encantos.
Si tan solo no me hubieras dejado… — Escucho mi voz con sorpresa. Es
sublime, terca, llena de agonía… Llevo mis manos a mi boca y vuelvo a mirar
hacia el techo
Tiemblo.
Y con tensión veo mi mano acercarse a su corazón… lo toco. ¿Cómo hice
esto? Estoy aterrada mirándome hacerlo, pero a la vez complacida por seguir
mis impulsos aunque sea de esta manera.
Jadeo, muerdo mi labio y mantengo mis ojos abiertos mientras mi cuerpo
se va balanceando hasta llegar a su pecho.
Y me quedo ahí… sintiéndolo.
Mi oreja roza su lado izquierdo y puedo escuchar su corazón bombear
como metralleta. El silencio me hace querer morir… porque pronto descubro
que mi alma está unida a la suya.
Lo quiero, lo necesito, lo extraño y ya es tonto engañarme. Acabo de
imaginarme matándolo, acabo de darme un discurso barato sobre la distancia
que debo tener con él y todo se ha ido al puto demonio cuando lo toqué.
Respira con tranquilidad y yo sigo quieta escuchando sus latidos pero
pronto necesito más, así que me siento y acaricio su cabello para luego olerlo.
Amaba su perfume… y todo lo que él me hacía sentir con su cuerpo. Bajo como
si estuviera esculpiéndolo con mis dedos por su rostro y me acuesto en su
encima sin ningún tipo de interés sexual.
Con mis labios beso su frente, su nariz y luego llego a su boca para luego
acariciar su piel con mis manos. Bebé tonto…. —Me digo a mi misma
recordando sus estupideces— y pronto tomo sus brazos enrollándolos encima
de los míos.
Lo imagino…
Lo imagino diciéndome bonita y estando en la playa. Lo imagino besando
mi cabello y peinándome. Lo imagino mirándome con sus ojos de avellana, pero
luego se pierde.
—Te quiero…. —Suspiro…
…Y una lágrima explota como volcán por mi rostro. Solo una. Es pura,
valiosa y llena de sentimiento, el mismo que he perdido a lo largo de los años.
Ladeo mi cara y cierro mis ojos mientras la quietud nos mece. No hay
ruido, no hay gente, no esta despierto. Solo estoy yo y mi corazón de hielo.
El tiempo pasa y siento que voy adormeciéndome. Pronto despertará y
no puede verme en este estado así que me levanto con amargura y pongo mis
pies en el suelo.
Necesito desnudarme.
Con calma me desvisto y mientras voy quitando mi braga sigo mirándolo.
Doy un salto hacia su armario y encuentro una polera larga de algodón suave,
entonces me la pongo. Tiene su olor… y yo empiezo a morir lento.
Pero ya no es momento para cursilerías, sino debo enfocarme en
descubrirlo. Inspiro contendiéndome y cierro los ojos para pasar de caliente a
frío.
Me acuesto en la cama en silencio, los minutos van y vienen, me centro
viendo un reloj dar vueltas. Él sigue dormido y por más que quiera no puedo
conciliar el sueño.
Olvidé un pequeño detalle… ¿qué voy a decir cuando despierte? Sonrio.
Tendrá que creerme.
Bajo mi mano por su estómago hasta llegar a su parte inferior. Me gruño
a mi misma por las ideas locas que tengo, así que con suavidad abro su cierre
y lo toco por encima.
Me siento una violadora. No lo haré. Pero si desabrocho su pantalón y lo
jalo como puedo hacia abajo, luego voy con su ropa superior y le quito la camisa
lentamente. ¡Está listo!
Abro mis ojos olvidando un detalle muy importante… ¡La mesa de noche!
Me levanto y trato de mantener todo como si no hubiera pasado nada, pero la
chapa está forzada así que empiezo a caminar histéricamente por todo el
cuarto.
Condones. Donde tiene los malditos condones.
Abro y cierro cajones, hasta que se me ocurre buscar en el otro bolsillo
de su pantalón. ¡Aquí está! Meto uno de ellos en el cajón, un poco lejos de la
cadenita de oro, y lo cierro escondiendo el cuchillo.
Me voy al otro filo de la cama para dormir y lo miro una vez más con
tensión… Trago saliva y cierro mis ojos. Si quiero despegarme tengo que
alejarme de alguna manera, de la mejor forma posible… Así que no pasaré
horas a su lado, y tampoco quiero que me vea en su pecho cuando despierte.
La alarma de un maldito celular suena y hace que pierda el poco sueño
que he logrado. Jadeo rechinando mis dientes, miro por la ventana y aún no
amanece. Cuando volteo lo veo sentado mirándome implacable, sin su quiera
decir una palabra.
Está molesto
Suspiro lentamente para calmar mi ansiedad, entonces viene todo de
golpe. Abro mis ojos para fingir que no sé nada y se acerca a mi conteniéndose.
—Me dopaste. —Sigue enojado, lo sé.
—¿Qué? —Finjo como profesional— De donde sacas eso.
—¡Dulce! ¡Lo hiciste! —Se acerca a mí peligrosamente y no puedo dejar
de mirar su pecho fuerte acosándome— No soy un idiota. —Tensa sus labios.
Estás loco, de verdad estás loco. — Me levanto y camino mientras pienso
en los detalles— ¿Acaso no lo recuerdas?
Me mira incrédulo y aquí empieza mi drama.
¡Tuvimos sexo y no te acuerdas! — Abro mi boca— Qué clase de hombre
eres….
Levanta una ceja y sigue sin hablarme.
Te volviste un enfermo y me sedujiste. Te dije que no pero insistías… y
bueno, terminamos follando en tu cama. Maldito cogedor… —Alzo la voz— Me
puse tu ropa y dormimos.
No me cree. No me cree. Mierda…
Mi mesa de noche está abierta — Mira a un punto fijo y camina hacia él—
¿Cómo vas explicarlo?
Pfff… Buscabas condones como loco y no sé, parece que ahí tenías
alguno… quién sabe, lo abriste no sé cómo.
Asiente con la cabeza y a la vez tensa su expresión.
¿Cómo es posible que no me acuerde de esto?
—Porque eres un idiota. — Cruzo mis brazos— Y poco caballero. ¿Crees
que yo te dormí para rebuscar tus cosas? No, querido… no tengo necesidad.
—Eres muy aburrido. — Digo con tanta verdad que sé que hasta lo hago dudar.
Se da vuelta y camina por toda la habitación, está pensando en algo que
no me va a decir. Murmura entre dientes y me asfixio sin saber si me ha creído
o no, entonces carraspeo mi garganta…
No me cree aunque intente disimularlo. Es todo.
¿Cuándo se volvió tan hábil? Antes caía fácilmente en mis brazos, pero
ahora… es muy cauteloso.
Christopher… — Me juego la última carta— ¿De verdad crees que soy
una mentirosa? — Pregunto suavemente y se inmuta.
Mierda.
Camino sutilmente y me acerco a él como si fuera el diablo tentando a
un inocente. Recorro mis manos por su pecho y luego me envuelvo en su
cuello. Él no hace nada, ni si quiera me abraza, entonces me balanceo y pego
mis labios a los suyos para darle un casto beso.
Bebé… ¿Vas a dudar de mí, tu bonita? — Le digo lo más cursi posible.
Siento que voy a vomitar cuando escucho mis palabras, entonces veo un
cambio en su mirada. Suspira y besa mi cabeza.
Me ha creído ¡Lo he logrado! Hombres…
Dulce… — Entona mi nombre y siento que va a castigarme.
Si, hazlo… — Digo susurrando— Como quieras.
Abriste ese cajón — Me mira fijamente— Y me dopaste. Lo hiciste para
investigarme un poco más, por favor… no me mientas. — Mi cuero cabelludo
pica en cuanto escucho sus palabras. Con seguridad quito mis manos y me
mantengo seria pero es inútil… No lograré nada.
Me siento en la cama un poco frustrada, ¿Ahora qué voy a decirle? Mis
planes no pueden arruinarse, no cuando estoy a punto de descubrirlo.
Viste lo que hay en ese cajón… — Mis ojos se encuentran con los suyos
y no necesitamos palabras para sentir lo que sentimos. Con una paz resignada
camina y toma entre sus manos la pequeña cadenita de oro haciendo que mi
corazón explote.
Entonces… bajo mi mirada porque es demasiado fuerte para soportarlo
de golpe. Se sienta a mi lado y juguetea con el pequeño brazalete. Me quejo
cuando une sus manos a las mías y luego me mira fijamente…
Duele, lo sé… pero esto es nuestro… ¿Sabes por qué? Aunque no
hayamos cumplido ese sueño, ha sido nuestro sueño.
Aléjalo. — Le digo de inmediato resignada, pero sintiendo una especie de
rechazo por todo aquello que un día desgarró mi alma.
Lo tiraste… Dejaste que el mar se lo llevara, ¿Por qué Dulce?
No quiero contestar esa pregunta, ¿Es obvio no?
Lleva la pequeña cadenita hacia su boca y la besa con suavidad para
luego volverla a su sitio. Me mira incesantemente y siento que está
explorándome. He llegado a sentir que sabe todos mis movimientos y se hace
el estúpido, lo que me crea aún más ansiedad.
Creo que es mejor que me vaya… — Digo intentando irme pero de un
tirón me jala del brazo obligándome a verlo.
Son las 4am, es tarde. — Advierte.
Llamaré a un taxi, no te preocupes. —Murmuro irónica.
—Dulce… —Suelta un lamento— No lo hagas más difícil.
No me quedaré en un lugar con un tipo que no me cree. —Me mantengo
firme y parece hartarse, entonces me abraza.
—Bien, como tú digas. Lo que tú digas. Pero no te vayas… por favor, no
te vayas.
Pasan segundos y cierro mis ojos en sus brazos. Rendirme sería
estúpido, porque en realidad necesito de él. Con tranquilidad lo miro fijamente
y puedo ver en sus ojos que aún no me cree, que sabe todo y solo está
fingiendo. ¿Por qué lo hace? Quizá para retenerme…
“Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos” – Pablo
Neruda
Te lo juro por mi vida, amor… — Acunó mi rostro con sus manos— Jamás
podría hacerlo.
Tengo miedo, Chris… — Dije sin pensar— Lates tan fuerte en mí que
podrías destruirme en un segundo. Jamás amé así, jamás sentí la terrible
necesidad de estar con alguien todo el día. Por favor, nunca me dejes…
Lo abracé tan fuerte que hasta mis huesos dijeron basta. Danzábamos el
baile de recién casados en la playa mientras observaba a mamá llorar. Cerré
mis ojos sintiendo a mi amor conmigo, entonces me sentí protegida. Dijo que
no iba a dejarme… y le creí.
Le creí hasta ese día.
No… —Me digo a mí misma— No vas a llorar. No tienes permitido
hacerlo. Mi mente se desenfrena y en un grito solo suelto palabras sin si quiera
pensarlas:
Cambie esa música — Ordeno mientras siento mi rostro mojado, ¿En qué
momento sucedió y no me di cuenta? Me aterra llorar y sentir porque luego no
podré contenerme. Lo sé, me conozco, y estoy cansada de luchar.
Con temple saco un pequeño papel de mi cartera y limpio el rastro de mi
debilidad, entonces me doy cuenta que no estamos en la carretera correcta.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Mis ojos se ponen en blanco al sentir que vamos
por una calle peligrosa, lo sé porque la conozco a la perfección. Miro al taxista
y está centrado en su camino.
Señor, no quiero ir por este lugar ¿Por qué no entró por la otra carretera?
Pero no me escucha.
¿Señor? — Pregunta aterrada y empiezo a sentir no estoy con la persona
correcta— Voy a gritar si no para el auto.
No dice nada.
¡Auxilio! — Grito por la ventana, entonces la cierra automáticamente.
¡Oiga! — Forcejeo la puerta pero está cerrada.
Cierre la boca. — Por fin habla y mi mente colapsa.
Qué quiere, no tengo dinero.
Ríe.
Por favor… detenga el auto. — Siento que mis nervios explotan.
Usted se lo buscó.
Parpadeo.
Es la perra de Hilton. —Agrega sonriendo— Es una buena forma de
vengarnos.
Mi corazón se paraliza y pronto no puedo moverme. El shock es tan
grande que me deja muda y sin poder hacer nada. El auto avanza más rápido
y puedo mirar con terror un cartel que dice “Cuidado”
Me hielo
Todo pasa muy rápido y siento que el aliento se me va cuando dos
hombres abren la puerta de golpe y me jalan del brazo.
Avanza, perra — Dice uno solo me enterco poniendo mis pies en el suelo.
Déjenme… — Los esquivo, intento correr pero otro me detiene.
Sabrosa… — Lame sus labios— Y exigente como me gustan. ¿Quién la
follará primero?
Abro mis ojos de golpe.
Quizá el jefe. — Responde otro de inmediato.
Jefe….
Mi cuerpo experimenta mil latigazos de golpe y solo me aterro.
¿Por qué hacen esto?
¿No le dijiste, Bruce? — Mira al hombre que me trajo— Nos gustan las
perras de los millonarios.
“Solo los dos sabemos la falta que nos hacemos” – Pablo Neruda
Tiemblo en el instante que pone sus manos sobre mis hombros. Estoy
exhausta de llorar pero increíblemente no puedo dejar de hacerlo. Ya no
importa si me ve… solo necesito sacar todo el dolor que traigo desde hace 5
años.
Esperé tanto este momento y sucedió sin querer. La noticia aún me afecta
porque no sé cómo reaccionar ante todo lo que he visto y oído. Tomo mis
manos y me obligo a contenerme, pero no puedo. Jadeo, me retuerzo, lloro…
lo hago con toda mi alma quemándose por dentro.
Me veo gritar, aruñar, morder, morir, y volver a despertar mil veces. Por
qué…
Entonces vienen a mi los recuerdos de esas imágenes y me horrorizo al
sentir que todo se va de golpe hacia abajo: mi alma, mis sueños, mis ideas del
mundo y la historia que cree en mi cabeza… Él.
Lo esquivo un segundo y de pronto mis manos sudan sin dejar de temblar.
Me toma del brazo y no quiero que me toque, solo que se aleje, pero no hace
caso alguno y con fuerza me sostiene.
—Dulce… —Dice con la voz ronca y el alma destruida como la mía.
—Macarena, necesito hablar con Macarena. Mamá…
Yo solía decirle mamá. Sin sentido doy vueltas por el departamento
buscándola desesperada. No quiero creer que esté muerta, no. No voy a
aceptarlo. Hace 5 años no la veo, pero la amo… Ella es mamá, la madre que
elegí para mi sin discusión y no soporto la idea de perderla.
—Mamá… —Grito—Macarena… aparece por favor. No me dejes. —
Chillo y mi pecho vuelve a colapsar haciendo que mis piernas se aflojen y
caigan al suelo.
Macarena…
Mi amiga, mi madre, mi confidente. Ella me acogió en su pecho cada vez
que peleaba com Christopher, se convirtió en todo lo que un día no me dieron:
liberad, sueños, cariño.
Entonces mi corazón se detiene y empiezo a recordar.
—Dulce… —Susurraba sonriendo.
—Maca…. —La abracé fuerte— Muchas gracias por hablar con mis
padres.
—Aunque se hubieran opuesto, haría lo que sea porque mi hijo y tú sean
felices. Te casaras con él y luego vas a ir a la universidad. Para nada vas a
quedarte en este sitio sin cumplir tus sueños. Mi hijo te apoya, yo te apoyo, no
naciste para ser ama de casa cariño. Si quieres, ve, lucha… y así te caigas mil
veces estaré a tu lado.
—Maca… —Jadié con alegria— Eres la mejor. Muchas gracias.
—Ahora cuéntame, ¿Christopher te pidió perdón? Es un tonto. No le
hagas caso. Así son los hombres… cuando tengan hijos vas a darte cuenta.
—Me trajo serenata —Me avergoncé con ella. Era la única mujer a la cual
podía confiarle mis cosas, hasta intimidades… — Y luego tuvimos sexo.
—Hija… no sean tan intensos —Rio con nervios— Cuidense.
—Él lo hace, Maca. Pronto será mi marido de todas formas, así que no
me quejo.
—Y tú mi querida hija… mi niña. He deseado mucho tener una hija y voy
a apoyarte en todo lo que necesites. No voy a cortarte las alas jamás, lo juro.
Si nos caemos, te levantas y volvemos al rumbo que tú decidas.
Nuestras risas van desapareciendo a medida que voy entrando a la
realidad de nuevo. Todo lo que tenía ella era amor para mí y, a comparación
de mi familia, jamás me enjauló ni cortó las alas. Fue la única mujer que creyó
en mí. Por ella postulé a la Universidad y gracias a ella tuve esa beca… Ella
fue mi maestra, mi guía, mamá. Y cuando Él me dejó decidí no volver a llamarla
o rompería mi propio corazón con la despedida.
—Mamá no puede irse…. —Digo aún con lágrimas— Mamá no.
Dulce…
Hace una pausa y se sienta a mi lado. Sabe respetar mi espacio porque
no me abraza ni vuelve a tocarme, y tampoco quiero que lo haga.
Cuándo…. Cuándo pasó. — Pregunto en voz alta, con la garganta
hinchada y mis labios aún temblando.
Suspira
No importa eso, por favor leva…
¡Deja de tratarme como una estúpida! — Grito con furia — Dime cuándo
pasó. Dímelo ahora.
Mi corazón se detiene pero mis lágrimas no dejan de salir de mis ojos. Me
mira y habla:
Hace 5 años… — Agua sus ojos.
5 años… es el número que no he querido escuchar en mucho tiempo.
Pasaron 5 años y nunca fui a verla, jamás le llevé flores ni esos chocolates
de frambuesa que tanto le gustaban.
Doy un bocanada de aire y me siento en la cama perdida en mis propios
pensamientos. Él busca mi mirada pero no quiero hablar con nadie, solo llorar
en completa soledad.
Déjame sola… — Digo con la voz quebrada, y lo hace.
Abrazo mi cuerpo en posición fetal y siento espasmos aparecer de
repente cuando escucho el golpe de la puerta. Lo minutos pasan y solo destello
emociones que duelen, pero a la vez sanan. Aún no puedo creer que esto esté
sucediendo… y necesito asimilarlo. Necesito verla, despedirme, pedir perdón
por no haber estado ahí… y dejarla ir también.
Macarena… — Doy un último suspiro y cierro mis ojos con su nombre en
mis labios. Todo es tan doloroso y confuso ahora que deseo olvidarme por un
rato de la realidad.
*
El ruido de un mueble moviéndose solo me despierta haciendo que salga
de mi burbuja. Pronto descubro que no estoy sola en la habitación sino que
Christopher está conmigo. Abro mis ojos percibiendo su aroma por todos lados
y murmuro algo que ni yo misma entiendo.
Flores… — Mi garganta arde y se quiebra. El dolor viene de nuevo como
látigos de realidad resonando en mi pecho. Pensé que había sido un sueño.
Lo siento, Dulce. Te desperté. — Dice suspirando.
Cierro mis ojos ignorándolo y toda la cabeza me explota. Siento que el
aire entra de manera distinta y no puedo evitar marearme por toda esta ola de
sentimientos.
¿Estás bien? — Pregunta con ansiedad. Sus dedos se mueven al filo de
la cama y veo cómo se sienta con temor.
No. — Acepto rendida. No quiero ocultar más lo que siento.
—Puedo traerte un medicamento, ¿Te duele la cabeza?
Me explota la cabeza — Digo— Pero ya me pasará.
Exhalo sintiendo que las lágrimas vuelven a amenazar con salir de mis
ojos y toso para aguantar. Enseguida él se acerca y acaricia con sus nudillos
mi rostro. Lo miro… lo he querido mirar así desde hace mucho tiempo pero algo
en mi aún lo repele.
—Me voy al hotel.
—No, por favor. Quédate. No estás bien… y empezó a llover. Quédate…
al menos hasta que pase un poco la tormenta.—Sus ojos palpitan en los míos
y la verdad es que no quiero irme.
—Está bien. —Respondo sin voz sin decir más ¿Qué podría decirle?
¿Qué me gusta su cama y compañía?
—Te traeré una aspirina y algo de comer.
Suspira.
¿Tú no lo hubieras hecho?
Exhalo y no digo nada. Acaba de hacerme la pregunta más complicada
de mi vida…
Pero sé que debí decirtelo e intentar ser sincero desde el principio —
Suspira— Pronto el tiempo pasaba y… no pude detenerme. Me entrené como
policía espía profesional y seguí los pasos de Brando desde hace mucho
tiempo. Sin querer te metiste en ese camino, entonces no iba a permitir que
salieras afectada y…
Regresaste — Completo su frase— Solo cuando te fue necesario.
Dulce… — Tira aire cansado— ¿Por qué te aferras en pensar eso?
¡Porque es la verdad! No fui suficientemente apta para que regreses
antes, y tampoco me creíste fuerte para soportarlo. Eramos un matrimonio,
Christopher… Dos chiquillos enamorados queriendo comerse el mundo, pero
podríamos haberlo hecho juntos.
¿Juntos? A la primera oportunidad te hubieran matado. No podría haber
sobrevivido sin ti. Además, yo cuidé todos tus pasos… Interferí en papeles,
documentos importantes, credenciales para que Brando jamás sospechara de
ti ni supiera de nuestro matrimonio.
Lo miro y todo es lo mismo.
Estoy harta, cansada, agotada emocionalmente.
Dulce… — Agrega— Sé que todo esto es confuso y dificil, pero hoy más
que nunca debemos ser una fuerza. ¿Quieres hacer pagar a esa rata, cierto?
Yo también. Tu información será sumamente valiosa.
Jadeo suspendida en el tiempo…
Bien.
Pero no debes regresar al hotel, el mafioso chino sigue buscándote. Uno
de mis hombres te sacará del país y…
No. — Contesto— No quiero. Ayudaré en lo que pueda y fingiré mejor
que tú con tus mentiras — Se lo digo restregándole en la cara mi enojo. Estoy
frustrada, consternada, indignada porque no fue capaz de confiar en mí y me
alejó de su lado… pero a la vez otra parte de mí lo entiende y eso es lo que me
resulta tóxico.
Dulce… — Repite.
Es un trato, Miller… Lo hago por Macarena, no por ti — Cruzo mis brazos
mordiendo mi labio.
Pero esos hombres…
Entrename. Haré lo que sea para aprender a defenderme. Di lo que
quieras pero no me alejes de esto. No quiero. No lo haré. No es una petición
sino una advertencia.
Lleva una de sus manos a la cabeza y lo piensa…
Bajo mis condiciones — Accede— No quiero que estés mucho tiempo
con él — Pronto me doy cuenta de sus intenciones.
Haré lo que sea por verlo hundido, Christopher. No eres mi jefe ni mi
dueño, ya te lo he dicho. — Refunfuño con rabia.
De acuerdo — Responde enojado— No puedo tener una conversación
alturada contigo. Eres más terca que una mula.
Y tú un maldito idiota…
No quiero saber más de él, he escuchado lo necesario. Con furia camino
pisando fuerte pero antes que pueda irme me jala del brazo de nuevo y me
lleva a sus brazos. Suspiro aún con dolor… dolor porque se fue, porque tuvo
una razón y no sé cómo tomarlo.
Me mira cansado, agitado, agotado de tanta pelea… pero a la vez sus
ojos me muestran un brillo y pronto me veo reflejada en ellos.
No he terminado.
Yo sí — Intento empujarlo, estoy a la defensiva.
Dulce… tenemos dos opciones: O nos enojamos haciendo drama por el
pasado, o intentamos salir adelante con un nuevo comienzo.
Mis manos tiemblan, trago saliva.
Te amo, te lo he dicho… — Acaricia mis labios con mis dedos— pero solo
haces que me enoje cuando me hablas de esa manera.
¿Y qué quieres? ¿Qué te perdone con las excusas que me das? Pudiste
haberme buscado antes y…
Sh… basta — Pone sus dedos en mi boca— Necesito una respuesta.
Jadeo.
¿De qué? —Pregunto.
Me evades de una forma increíble — Ríe sin humor— Parece que tengo
que repetirte mil veces que te quiero a mi lado. Juntos. Construyendo una
nueva historia… sin importar el pasado. Lo único que nos queda es esto —
Pone una mano en mi corazón— Porque sé que late tan fuerte como el mio…
y eso se llama amor sincero.
Parpadeo perpleja, él besa mi mano.
Construiré nuestro hogar de nuevo, bajo esas 7 estrellas en el cielo…
Prometo cuidar de tus noches y sueños. Prometo abrazarte sin avisar y
perderme en tus ojos como antes. Dame esta oportunidad, mi amor… He
estado esperándola desde hace mucho tiempo. Vuelve a ser mía, Bonita.
Cásate conmigo de nuevo.
27. No me gusta compartir
Dulce
—Eh…
—Tómala. —Me aprieta las manos obligándome a tomarla. Apunto hacia
el cartel con círculos y en un acto tonto disparo.
¡Mierda! ¡Maté a un pájaro!
Me horrorizo y suelto el arma gritando haciendo que Christopher empiece
a reír.
—Lo maté… —Jadeo.
—Qué mala eres, bonita. —Se burla a carcajadas y lo miro con furia
mientras lo empujo. —Hey…. —Jala mi brazo— está bien, no voy a torturarte.
No lo mataste, solo lo asustaste. El pobre pájaro salió volando.
—No podré hacer esto. —Lo suelto aterrada—Siempre he odiado estas
cosas, Christopher.
—Vas a poder. Te ayudaré.
Sonríe y me ayuda una vez más sosteniendo el arma en mis manos para
luego acomodarse en mi cuerpo. Jadeo…. Esta proximidad no me gusta para
nada pero intento concentrarme en mi objetivo.
—Así… —Enreda mis dedos en el gatillo y puedo sentir su respiración en
mi oído— sostenla de manera correcta… —Susurra en mi oreja y empiezo a
sentir un shock nervioso. Tiemblo… él se aprieta contra mi haciendo que sus
pectorales abracen mi espalda y sus piernas colinden con las mías.
—De lejitos… —Digo advirtiéndole, entonces ríe.
—Estoy siendo profesional. —Sonrie y me paralizo con su voz ronca
palpitando en mi interior.—Mira al punto, luego quiebra las rodillas y sostén el
arma con fuerza. No dudes, solo dispara
Y lo hago.
—¡Si! —Sonrio emocionada—Ahora lo haré sola.
Bajo mis piernas y con seguridad lanzo un tiro que entra en el centro del
cartel. Lo miro, me pavoneo y arreglo mi cabello mientras él no deja de sonreír.
—Aprendes rápido.
—Gracias, claro… soy muy inteligente.
—Ahora vuelve a hacerlo pero desde otro ángulo.
Se hace a un lado, cruza los brazos y me reta haciendo que mis ganas
por ganar salgan.
—Voy a demostrarte lo buena que puedo ser.
Apunto mi vista como fiera hacia el árbol y disparo hacia otro lado.
Christopher me mira sin reír, solo levanta una ceja, pero lejos de desanimarme
vuelvo a intentarlo haciéndolo mejor. Mi obsesión empieza a salir en este
momento. Perfilo mis acciones y doy tres, cinco, diez disparos perfectos. Salto
cuando lo veo y vuelvo a pavonearme ante su mirada.
—¿Cómo te quedó el ojo, perdedor? —Digo saltando. Él ríe, yo sigo
presumiendo mi acción y me pavoneo. Estoy raramente feliz, no sé si es porque
he tenido otro logro.. o porque está aquí.
Entonces me hielo al pensarlo, ¿lo dije? ¿Realmente lo pensé? Vuelvo a
mi seriedad y se acerca para darme su mano.
—Muy bien, señora Miller…
—Evans —le corrijo y no dice nada.
El tiempo va pasando y yo sigo practicando. Pronto convertimos este
lugar en un mar de balas. Los pájaros se van y el sonido intenso del rebote ya
no me altera, aunque haya sido complicado al principio. La vegetación hace
que sea un camino escondido, me siento bien arruinando todo por primera vez
en mi vida, hasta he tirado hojas con las balas.
Um….
Ya que estás aquí… voy a preguntar. Hace un tiempo creo que me excedí
con este amante que te digo, tuve un poco de dolor y ya no debería, digo… no
soy ninguna virgen.
Bueno, suele pasar cuando no has tenido práctica o porque fue un poco
intenso.
¿Pero no afecta, cierto?
No mientras te sientas bien. El cuerpo es un músculo, Dulce. Se
acostumbra.
Um… — Frunzo el ceño— Bien.
Bueno, si no tienes más dudas me voy. Te espero en mi consultorio
cuando puedas para tus revisiones anuales.
No te pierdas, Erika — Nos despedimos. Ella es la hermana de una
compañera de la maestría y le tengo confianza… La suficiente para contarle
este tipos de cosas, pero sin revelar el nombre Christopher delante de ella.
Tú eres la ocupada — Sonríe— Aquí te apuntaré las anticonceptivas que
debes tomar para que genere tu balance hormonal. SI no las tomas te seguirá
doliendo todo. Sé prudente, todas a la hora y no se las enseñes a los
hombres… es peor.
Bien. —Contesto pensando en las anticonceptivas. Jamás las usé
demasiado hasta que me enteré que era estéril y todo fue más relajante porque
al menos no tenía que preocuparme por ello.
Las horas siguen pasando sin sentido y no puedo concentrarme. Un nudo
en la garganta empieza a formarse en mi interior, miro mi móvil y no veo ningún
mensaje ni llamada. ¡El idiota se ha enojado! Y no entiendo por qué.
Que se joda — Murmuro hacia mí y sigo leyendo documentos, manuales
de imagen corporativa y los reportes que me dio la estupidita. Nada me quita
de la cabeza que ella tuvo que ver en algo… ¡Algo quiere hacerme! Pero debo
ser muy precavida para evitarlo— Menú corporativo… grasas.— Aprieto mi
mandíbula de golpe. ¡Le dije a la zorra con lentes que necesitaba menús bajos
en grasa! Se supone que ella debía darle seguimiento a lo que Gabriela estaba
preparando…
La gente es inútil — Pienso.
Me levanto cansada pero con ganas de ponerla en su sitio, francamente
me tiene harta. Camino hacia la cocina y todos los empleados se quedan en
silencio al verme entrar, pero no la veo.
¿Vieron a Rita? — Pregunto.
Dijo que estaría en el salón 2 — Contesta uno de ellos.
Gracias — Contesto seca, no tengo humor.
Voy a regañarla, y quizá le diga que es una buena para nada.
¿Es estúpida o qué?
El tiempo es oro y no puede perderse. Le repetí 350 veces que debería
ser menús bajos en grasa, sobre todo porque Gabriela quiere hacer lo que se
le da la gana con mis comidas. Me hierve la sangre que no me hagan caso, y
no volveré a hacer excepciones.
Ri… — Me callo al ver la puerta del salón entre cerrada, ¿Qué
demonios…?
Christopher… — Toma sus manos entre las suyas— Eres un gran apoyo.
Christopher se tensa, pero no dice nada.
Tú me escuchas y me das buenos consejos. Yo… quería decirte otra
cosa.
Rita…
Sh… no hables. Lo haré — Cierra los ojos— Me gustas y siempre me
has gustado. Yo sé que es un poco precipitado pero quisiera saber si tengo
alguna oportunidad contigo.
Mi boca cae abriéndose de inmediato. Una extraña sensación de tristeza
y celos invade mi cuerpo, ¿Quién. Mierda. Se. Ha. Creído? Contengo mi aliento
y aprieto mi estómago con fuerza, eso era lo que quería… robarme al marido.
Cuidate de las aguas mansas…. —Jadeo furiosa, pero me controlo. Miro
hacia un lado y luego al otro. Puedo hacerlo.
Pero al ver que toca sus brazos, se acerca a su pecho y lo huele como yo
lo hago todo mi mundo se incendia y arde en el infierno. Mi corazón se acelera,
la loba que vive en mí sale de golpe y puedo mirar a Rita con ganas de
asesinarla.
Zorra, mil veces zorra.
Vuelvo a contenerme con inteligencia, pero no puedo.
Respiro.
Como en yoga… respiro.
¡A la mierda el yoga y su puta coherencia!
Doy un portazo fuerte para que noten mi presencia y ambos se
sorprendes.
Voy a matarla ¿Y a él? Haré algo mucho peor, lo juro. Mucho peor.
28. No sueltes mi mano
Dulce
“Si estás esperando a sentirte listo, Vas a seguir esperando por el resto
de tu vida”
El dia pasa increíblemente lento. He contado los minutos para que sean
más tarde y mientras más lo deseaba más demoraba. Necesito descansar,
tirarme en mi cama y dormir un rato pero el trabajo me lo impide. Monitoreo con
insistencia a todos mis empleados, sobre todo ahora que Rita ha desaparecido.
—Es lo último, señora. —Espeta Gabriela con rabia.
—Puedes retirarte.
Con paciencia evalúo la propuesta vegana, y estoy satisfecha. Gabriela
ha sido mi tormento. Es una mujer vieja, terca y rebelde pero he logrado
domarla. Con esto pongo fin al asunto.
Mientras camino por el hotel intento mantener mi concentración en la
copa de vino que voy a tomarme. Estoy agotada pero necesito un poco de esto
para tranquilizar los nervios que aún azotan mi corazón, así que me siento en
la terraza mientras uno de los mozos me ofrece una colección antigua que he
querido probar desde hace días.
Mis empleados me conocen y contesto con una media sonrisa.
El vino es alimento para mi cuerpo. Bebo con sed y a lo lejos diviso de
nuevo a mi ex marido. Mierda… tiene que aparecerse justo ahora. La vida se
empeña en juntarnos y no lo entiendo. Mantengo firme mi posición quizá por el
orgullo. Él nota mi presencia y vuelve a hacerse invisible. Ambos ahora somos
un perfectos desconocidos.
Con tensión bebo de golpe todo lo que quedaba en mi copa. Las luces
semi apagadas no ayudan, porque crean en mi un ambiente depresivo.
—Más vino. —Ordeno. El mozo me sonríe y sirve otra copa. Jamás me
he embriagado con vino, pero en este momento deseo terriblemente hacerlo
para olvidar… solo quiero olvidar.
Minutos pasan, minutos se van. Miro mi celular y marca ya las 8pm, muy
temprano para tomar descontroladamente pero necesito hacerlo.
Viene dos, cuatro copas…
Lo miro de reojo y no me mira. Tiene los ojos centrados en su tablet.
Apostaría a que está leyendo…. ¡Leyendo! Y yo sintiéndome morir por su
rechazo.
No debo pensar en él, no debo. Pero parece que mi mente está en mi
contra. Extraño su olor… —Digo en mi mente mientras tomo la otra copa— Sus
manos explorando mi piel, sus ojos centrados en los míos… y no lo tengo.
Le pedí tiempo para asimilar todo lo sucedido. He querido perdonarlo
desde hace mucho y no me atrevo. No sé si es orgullo o miedo, pero no puedo
soportar su falta de cariño.
Odio pelear…
Odio que no me quiera…
Odio su desinterés hacia mi…
Lo he odiado desde que lo conocí. Han sido pocas las veces en que las
ha hecho. Estuve tan segura de su pasión por mi que jamás lo he sentido
perdido… y ahora me aterra su indiferencia.
Hoy me ha atacado, se ha enojado, ha defendido a una tipa que ni si
quiera le importa solo para molestarme. Pero también estuvo ahí contra su
orgullo para cuidarme —Cierro mis ojos soltando una lágrima— me defendió
de ese tipo y de sus matones.
Él es todo lo que llamo bueno y malo. Es mi desastre hecho belleza. Es
mi boca y mi aliento. La respiración que necesito todos los días para vivir.
Lo quiero, maldita sea. Lo quiero.
—¿Algo más, señor? —Escucho a otro mozo preguntar.
—No, gracias. —Dice tranquilo— Ya me voy.
Se va… y pasarán más horas así, llenas de muerte.
Mis ojos se inundan apenas siento que se levanta. No me mira y tampoco
me persigue. Agacho mi cabeza para ignorarlo, entonces pasa dolorosamente
por mi costado sin si quiera mirarme. Una lágrima cae por mi rostro, ¿Qué
demonios estoy haciendo? Demasiado tarde, Dulce… has vuelto al hoyo. —
Respondo a mi misma.
Te amo, cielo… y todo lo que hago es por ti, solo por ti. Prometo no volver
a hacerte llorar nunca y a no mentirte jamás….
Le sonrío.
No puedo olvidar lo de Lapolla… — Ríe como estúpido de nuevo y vuelvo
a burlarme de todo con él.
Con seguridad me carga entre sus brazos y cierro mis piernas en su
cintura mientras lo tomo del cuello. Gira y yo con él haciendo mi cabeza hacia
atrás, dejando los miedos de lado. Somos esos niños que intentaron ser
grandes queriéndose… me siento en el pasado, como en la playa, él dándome
vueltas hasta marearme. Solíamos hacerlo siempre y yo siento que mi corazón
explota de amor cuando lo veo.
Lo quiero malditamente. Lo necesito con agonía.
Caemos en la cama y él pone sus codos para no lastimarme. Enseguida
exploro su rostro con mis manos y con la yema de mis dedos acaricio sus ojos…
A él le gusta, lo cierra y vienen a mí risitas en medio de nuestra cama de plaza
y media. Él ya no es el muchachito caliente de antes, ahora es el hombre sexy
que me ha desbordado por completo.
Te he extrañado mucho… — Confieso sin miedo.
Yo a ti, mi vida… — Sonríe y vuelve a besarme ansioso. Ahora cae
encima mio y estamos haciendolo en el lugar más peligroso del mundo: una
cama.
Entre risas controlo sus manos sueltas en mi cintura y las pongo en su
sitio. Esto es una agonia pero debo hacerlo. Inspiro intentando contenerme
pero parece que el destino quiere que exploremos estas sábanas con nuestros
cuerpos. La intensidad viene de forma agresiva y pronto siento que mis
pezones me traicionan erizándose con solo un tocamiento en mi pierna.
Debo parar. O muero.
—Basta. —Me giro y él me sube en su encima.
—Vamos, bonita… tómame. —Me seduce con sus palabras. Es el
demonio.
—No, basta. —Digo un poco enojada, entonces hace que mis nalgas
salten en su encima.—Christopher…
Me levanto seria y sonríe rindiéndose.
—Está bien. Me retiro del juego… por hoy —Sonrie levantando las
manos— Me rindo ante mi reina. La dueña de mi vida y mi corazón.
Lo miro en shock
—Ajjj…
Ríe, me toma del brazo y me jala hacia él
—Te encanta. No lo niegues —Susurra en mi oído. — Es tarde. Tenemos
que dormir antes que quiera hacerte el amor de nuevo.
Le doy toda la razón y camino hacia el baño muy segura. Al cerrar la
puerta exhalo profundamente y doy un pequeñísimo grito de emoción.
Que tonta… —Dice mi razón.
Es amor —Digo yo.
Y pronto me cambio me doy un baño sencillo para luego usar su bata.
Salgo de inmediato buscando algo para dormir y lo veo por fin en pijama… pero
sin polo. Intento concentrar mis ojos en su ropa y, cuando menos lo pienso,
encuentro más de mi lencería en su armario.
¿Es enserio?
Él ríe al ver que lo he descubierto y lo ignoro mientras encuentro un polo
largo que parece cómodo. Entro en el baño de nuevo y me lo pongo. Con mis
ojos exploro sus cosas.. y veo que tiene más cepillos dentales en cajas, por lo
que tomo uno y lavo mis dientes de inmediato.
Pasan algunos minutos y la luz se apagada se hace presente. Miro su
rostro iluminado por la luna que da a nuestra ventana y sin pensarlo corro con
destello hasta la cama. Levanto la sábana y me acurruco en sus brazos cálidos.
—Tramposo. —Digo— duermes sin polo.
—Siempre lo he hecho, Dulce. —No me suelta.
—Bien. Buenas noches. —Digo pero no puedo separarme de su pecho.
—Siéntelo… —Lo miro—… Como late mi corazón cuando estás aquí, a
mi lado. —Su voz es un canto. Lleva mi mano hacia su piel y efectivamente
puedo sentir sus latidos.
Son rápidos cuando estoy con él y me maravillo.
—Hoy no tendremos pesadillas, solo sueños. —Solo Sonrio.
—El sueño que quiero ya está a mi lado, mi amor. Porque tú eres mi
sueño….
Lo dice y siento que quiero llorar porque he pensado absolutamente lo
mismo, pero no quiero decirlo.
Sin quejarme sigo su balanceo y pongo mi rostro en su pecho
descubierto, escuchando la suave música de su corazón… que es también el
mío.
La luz de la ventana hace que odiosamente abra mis ojos. Renegando
intento salir de la cama pero me siento presionada por unos brazos fuertes que
acunan mi cuerpo.
No, no ha sido solo un sueño.
Miro el reloj y marca las 7:00 am. Me acostumbré tanto a la hora que
aunque haya dormido tarde estoy programada para despertarme a esta hora,
pero hoy haré una maravillosa excepción.
Con suavidad me despego de su toque y de puntillas voy hacia su
ventana para cerrar la cortina gruesa de golpe y quedarnos de nuevo sin luz.
Torpemente me tropiezo, pero no es nada. Gateo en la cama y de un tirón me
jala de nuevo.
—Buenos días, bonita… —Su voz es ronca y excitante. Control, Dulce.
Control.
—Hola, Romeo. —Digo.
—Osaste en alejarte de mis brazos…
—Es que odio la luz blanca de la mañana —Me quejo justificándome—
pero ya estoy aquí. Se supone que debía ir a una reunión con los empleados,
pero me llega altamente a la punta de mi zapato.
—Te daré un castigo… —Ríe y besa mis labios— Quiero una cita contigo.
No digo más porque asumo que es una broma. Me vuelvo a acurrucar en
sus brazos y milagrosamente no tengo calor sino frío.
—No tuve calor…
—He ahí el secreto. —Murmura— Prender el aire acondicionado a full
para que mi chica me abrace por horas. Así solo te abrigas de mi calorcito.
Río.
—Idiota…
—Hermosa…
—Estúpido…
—Mi bonita… —Contesta y nos besamos de nuevo. Besaría sus labios
hasta secarme los míos toda la vida pero el sueño me gana. Estar con él es
una medicina… medicina para mi alma.
Me pierdo en sus brazos mientras acaricia con sus dedos mi cabello.
Suspiro intentando contener mi emoción y solo sonrio quedándome dormida de
nuevo.
Esa sensación… quedarte en tu cama sin presión, abrigadita en sus
brazos con frío… y con el amor de tu vida enrollándote en sus labios.
No sé exactamente cuánto tiempo pasó, solo sé que me despierta con
besos en mi frente. Abro un ojo perezosa y luego bostezo al verlo cambiado.
—Chris…
—Cielo, cámbiate por favor. Debemos estar abajo en unos minutos. —
Suena serio.
—¿Qué hora es?
—11 AM.
Abro mis ojos de golpe
¿Qué? Pero si pensé que habían pasado Unos minutos
—Cámbiate , amor. —Por más que esté serio es cariñoso.
—¿Qué Pasó? —Me alarmo.
—Tenemos una reunión con unos amigos abajo. Por favor, no preguntes.
Solo cámbiate.
Mi garganta se afloja y me visto de manera inmediata para ir a mi
recámara y alistarme. Sería peligroso si me ven con la misma ropa, por lo que
debo ser discreta.
Entre la rapidez y la angustia bajó sin su quiera mirar la comida. En el
salón privado del jardín puedo ver a dos hombres que conozco, Niovis y un tipo
alto más junto a Christopher destinando. Mi mente no piensa, solo me siento
junto a él y tomo su mano por debajo de la mesa.
—Buenos días.
Digo y todos me responden. Sus caras serias me asustan y pronto
empiezan a hablar de cosas que no entiendo:
El plan
Las estrategias
Dinero
Cuando sus conversaciones se tornan sangrientas aprieto la mano de mi
marido, él voltea y me sonríe mirando de reojo a todos lados. Deseo tanto
besarlo… pero debo aguantar. Y se que él también quiere hacerlo.
—Por lo pronto deberíamos despistar al chino. —Dice uno de ellos.
—Si nuestras sospechas son ciertas debemos proteger a Dulce. —Abro
mis ojos.
—De qué. —Contengo el aliento.
—Cielo… esos tipos están en constante asecho. Debemos cuidarte.
Tiene ganas de tocarme y se controla.
—Chris, debemos ver el otro asunto. —Ella lo mira en complicidad y mi
garganta resuena.
—Si, correcto.
No quiero preguntar. Tengo un nudo en el estómago que no me deja
respirar. Enseguida hablan de planes para ir fuera. Rusia, Londres, Las Vegas.
¿De qué carajos habla? Me mareo.
—Señora Miller… —Dice Juan, uno de los hombres de Chris. Lo sé
porque tiene una placa que dice su nombre. Y está con… uniforme de Hilton
Company. Mierda, es un espía— ¿Qué sabe de una entrega de drogas a
Estados Unidos?
Mi boca se abre.
—Nada. Lo único que sé es que tiene tratos con gente muy mala. Hay
dinero de por medio. Ha matado hombres. Y… —Me quedo en silencio— Si…
hay una entrega en estos días.
—¿Dónde? —Espeta Chris.
—Brando habló de China. Quizá es una mentira su bronca con él tal… —
Llevo mis manos a mi boca— Entonces… quiere matarme.
—No lo creo, Señora. —Agrega Nio— Está perdidamente obsesionado
con usted. —Sonrie— Lo que debe haber pasado es que esto se le haya salido
de las manos. Investigaré jefito.
Sonríe de una manera incisiva y Chris se ríe mientras me mira mirarla con
furia. Toma mi pierna por Debajo de mi falda y palmea en mi piel con una
sonrisa, como si me dijera que me calme.
Los minutos pasan y pronto acompañamos a la chica metiche hasta su
taxi. Juan ha vuelto a sus labores, y el otro hombre desapareció antes que me
de cuenta. Necesito hablar con Chris, preguntar qué está sucediendo antes de
colapsar. Confío plenamente en él pero necesito estar enterada de alguna u
otra forma para saber a qué atenerme.
—Los veo muy juntitos… —Dice ella— Cuidado qué hay cámaras.
Suspiro.
—Eso debe importarle. —Le guiño el ojo.
—Soy la secretaria y amiga personal de Christopher.
—Amiga personal… —Repito levantando una ceja.
—Si. —Sonrie para fastidiarme. Quiero creer en Chris y pienso que es
una de esas amigas chinchosas que se meten en todo.
—¿Su marido? ¿No vendrá a verla? —Digo aguantando la risa.
—No. —Contesta sería— Le dijiste. —Dice hacia Chris— Pensé que
querías que la molestáramos un rato, traidor.
Chris sonríe
Nos reconciliamos. — Dice con el impulso de abrazarme pero se contiene
mientras observa de reojo a todos lados de nuevo.
Oh… — Su mirada es sorpresiva— Bueno, felicidades. Me consta que
mi jefito está babeando por usted — Ríe.
Qué bueno que lo tengas presente — Sonrío y marco mi territorio. La
chica acomoda sus lentes y ríe sutilmente.
Qué sorpresa… — Dice Christopher al ver a un tipo alto y moreno
acercarse.
Uh… — Mi boca se abre, es mi momento de gloria— ¿Señor.. Lapolla?
— Pregunto a punto se explotar de risa, Christopher aprieta mi mano con
fuerza.
Sonrío.
Bien, ahí estaré.
Dejo el celular y corro hacia mi habitación para alistarme. Me baño,
perfumo y pongo crema de vainilla con fresas por todo mi cuerpo. Abro mi
armario y veo un sinfín de ropa atrevida ahí, pero sé que con él no funcionan
tanto estas cosas… sino más el secreto.
Un vestido semi abierto.
Es azul, tiene una abertura en el pecho y es apretado. No muestro mi
trasero como siempre, pero sí dejo a la imaginación por la forma de mis curvas.
Un collar de oro va enrollado en mi cuello y estoy más que lista para ir en busca
de mi chiquito.
Pediré un taxi… — Sueno tensa y sin querer me fijo en la fecha.
¡Joder!
Llevo mi mano a la cabeza. Faltan algunos días para su cumpleaños.
¿Qué debería obsequiarle? No compré nada. Y tampoco lo haría si
estuvieramos peleados, pero ahora es diferente. Tenemos una promesa de
nuevo, un sueño en rumbo, las siete estrellas en el cielo guiándonos. Estoy tan
emocionada… como jamás he estado. Ya no recordaba lo que era sentirse de
esa manera, compartir tus horas con el hombre que amas y disfrutar una vida
juntos.
Una vida juntos.
El taxi va pasando por las calles de manera rápida. Tuve que pedir uno
de agencia para evitar que vuelvan a querer secuestrarme, aunque aún el
miedo navega por mis venas. Cuando llegamos veo un maravilloso pórtico de
madera. Este lugar es precioso, fino y elegante. Sonrío mientras entro y lo
encuentro con una media sonrisa a lo lejos. Me dispongo a ir hacia la mesa,
pero él me lleva hacia un callejón para otro lado.
Un lugar privado.
Sonrío como tonta mientras veo que estamos solos y, cuando el personal
se va, me arrincona hacia la pared para plantarme un beso. Um… huele tan
bien. Suelto una risita y muevo mis labios con rudeza para soportar sus
provocaciones intensas. Reímos mientras nos fastidiamos con nuestras
lenguas. Es muy divertido, siempre lo fue. No puedo ni imaginar todos los
recuerdos que tenemos en la playa, en nuestra vida y en la cama. Acaricio su
rostro y pego mi nariz junto a la suya.
Tengo hambre. — Mascullo.
Y empezamos a conversar mientras traen la comida. Como imaginé es
exquisita pero no puedo pesar en más cosa que sus brazos tomándome. Él me
cuenta de sus proyectos y lo escucho con atención, me pregunta sobre Brando
y contesto puntualmente. No me gusta hablar de él ahora porque siento que
mancha lo bonito que tenemos.
¿Y ahora? — Digo terminando.
Ahora… iremos por ahí.
¿Por ahí? — Me tenso con sorpresa.
Correremos un rato.
¿Correr? Estoy en tacones.
Entonces me enseña una bolsa de zapatos. Río, ¿Enserio cree que me
pondré zapatillas o tenis con un vestido? No.
Y termino haciéndolo.
Me siento tan mal vestida que me aterro de pensar que alguien pueda
verme. Salimos por la puerta trasera y me sumerjo en un auto que conozco. Él
maneja, yo solo suspiro por la ventana. Es increíble que esas estrellas siempre
estén en el cielo… ¿Será por algo? No importa, solo lo disfruto.
Pasan algunos minutos y llegamos a un mirador donde puede observarse
toda la ciudad y sus luces. Jadeo sonriendo y él me abraza por detrás mientras
pega su cabeza en mi hombro.
¿Te gusta?
Me encanta. — Aprieto mi estómago— Lo bueno es que no hay nadie,
ya que estoy mal vestida.
Por favor, cielo… tú eres bella hasta con una bata de loca. — Sonríe—
Eres muy bonita.
Solo quiero ser tu bonita, amor…
Y yo tu Romeo. — Enreda sus brazos en mi cintura y pienso en que podría
mirarlo toda la vida sin cansarme.
Qué asco.
Estoy jodida.
Mi vida siempre fue un golpe de extremos. Mamá solia decirme que debía
tener cuidado, y es la única forma en la que he sobrevivido. Darlo todo o nada.
Una sombra pasa por mi rostro, él me acaricia y pregunta preocupado:
¿Qué sucede?
Nada — Contesto.
Dulce…
Solo… — Respiro dándome valor— Siento que todo esto ha venido de
golpe. Tengo… miedo.
No debes tener miedo, ¿Por qué? Nos amamos.
Christopher, hay mucha mierda detrás de nosotros.
La superaremos juntos. Hundiremos a Brando y nos iremos a vivir a
Londres, ¿Qué te parece?
Londres… — Sonrío— ¿Cuándo será eso?
Pronto, cielo. Pronto.
Me abraza y siento que podría morir mil años en sus brazos y quedarme
así apretadita a él sin vida. Porque él es mi vida. Pasan segundos en silencio y
cierro mis ojos para disfrutar de este momento. Oh, cielos… como lo he
extrañado. Esta reconciliación me está pasando la factura con emociones que
no puedo controlar. Tengo reacciones que ni yo misma entiendo, solo sigo mis
impulsos.
—Hoy no dormirnos en el hotel… —Susurra en mi oído y saca su lengua
para rozar mi piel— Hoy vamos a mi departamento.
—¿Si? —Contesto con la voz ronca.
—Si… Es más, no dormiremos. —Ríe en mi oído.
—Si me convences puedo darte un premio —Muerdo mi labio.
—¿Cuál? —Suspira y pronto se acerca con sus dientes para morder el
labio que estoy presionando.
Me derrito.
—Quizá… una noche loca. —Hablo como puedo y volvemos a besarnos.
Me siento mal. No puedo con mis ganas de tenerlo dentro de mi. Han
pasado días sin eso.
Disfruto del beso como nunca pero raramente se separa de mi de golpe.
Jadeo. Su cuerpo se tensa y lo veo estar alerta.
—Christopher… —Digo.
No responde
—¡Chri…!
Me jala con fuerza hacia el auto y apenas cierro la puerta ya estamos
corriendo hacia la carretera. Maldice una y mil veces, golpea el volante y me
siento aterrada. Todo cambió de repente… estoy temblando.
¿Qué sucede, Christopher? — Pregunto cansada.
Nos están siguiendo. Nos encontraron. Nos vamos de México ahora.
30. Cuidado con tus palabras
Chris
Cuando la veo temblar siento que muero. Han pasado horas desde que
salimos de la ciudad y aún no tengo certeza si el extorsionador se ha ido. Lo
importante es que la tengo a mi lado. Ella siempre será mi fuerza para salir
adelante y mantenerme firme ante mis ideales.
—A donde vamos, ¿Vas a decírmelo? —Su tono es áspero, quizá lo usa
como mecanismo de defensa para protegerse, o quizá está mecanizada. Han
sido 5 años… y, a pesar de haber estado con ella desde lejos, siento que no la
conozco del todo.
Ella puede ser la más sublime poesía, pero a la vez el mismo infierno
hecho persona.
Hace un par de horas estábamos besándonos y ahora solo me ignora
hablándome de esa manera. No me gusta. No de ella. Pero debo entenderla,
lo estoy intentando… la he dejado sola mucho tiempo y se me parte el corazón
hacerlo.
—Te estoy hablando, Christopher —Su ansiedad crece cuando doy
vuelta al auto sin decir nada, entonces grita aterrada.
—Estás a salvo, calma. —Espeto y sigo manejando como un rayo.
Ninguno de los dos habla. Ella solo mira por la ventana la noche y sigue
moviendo sus piernas. Necesito hablarle… necesito que confíe en mi si no no
podremos avanzar con el plan que tengo para destruir a Hilton.
—Dulce… —Susurro y no me hace caso. En un abrir y cerrar de ojos
empieza la lluvia, por lo que es más difícil manejar en carretera— Mierda… —
Solo digo y unos kilómetros más allá entro por un desvío para adentrarme en
un lugar que conozco a la perfección. Es limpio, seguro y pasa fácilmente
desapercibido.
—¿Qué haces? —Pregunta a la defensiva. Estaciono el auto entre unos
árboles y la tomo en mis brazos intentando hacerla caminar rápido.
Al entrar en el Motel pido una habitación para pasar la noche, o al menos
hasta que acabe la lluvia. El cuarto es amplio, tiene una cama matrimonial y
unas velas que alumbran el espacio. No hay luz, solo se alimenta de lámparas
con velas por todos lados, por lo que lo hace más desapercibido.
—Podría criticar cada uno de los errores en el manejo de este hotel, pero
supongo que no tenemos alternativa.
—No es un hotel, es un motel. Y si, no la tenemos.
La ropa me ajusta y decido abrirme la camisa para luego tirar mi arma en
la mesa de noche. El sonido de la naturaleza está presente y solo la veo
husmear por la ventana de lejos. Sonrio. Es fan hermosa así… reflejada por la
luz de la luna y las velas que suelo admirarla en silencio. Si le digo posiblemente
me tire un golpe en el rostro porque sé que está enojada.
—¿Y si la cama tiene bichos? —Dice
—Los matamos —Sonrio— Se que todo esto es confuso, pero… confía
en mi. —Susurro apresurándome a su oreja.
—Quiero saber la verdad. Qué está pasando con esos tipos, por qué nos
siguen…
—Saben lo nuestro y están amenazándome. Solo nos protegemos hasta
mañana, día en el cual les dejaré claro que ellos pierden más.
—¿Por qué?
—Porque si le dicen a Brando, yo destruyo todo lo que han formado. No
tienen pruebas, Bonita. Solo quieren manipularte.
—Entonces…
Parpadeo
—Solo has lo que te diga.
—¿Por qué no te ayudan lo del gobierno?
—No debes ser fiel a nadie más que a ti mismo. —Con sutiliza le explico
lo sucedido, tensa sus labios mirándome como si no supiera quien soy,
entonces me acerco a ella y sostengo su rostro con mis manos. — Confia en
mi.
Me acerco a su boca y doy un casto beso sobre la comisura de sus labios.
Poco a poco voy sintiendo como se relaja, baja los hombros y se entrega a mí
por completo. Somos dos plumas envueltas en el aire. Mis manos ahora están
en su cintura sosteniéndola fuerte y mi rostro enterrado en el suyo comiéndola
como puedo.
Es uno de mis momentos favoritos: besarla.
Con sumo cuidado la giro y voy guiándola hacia la cama. Ella no imagina
todo lo que quiero hacerle… Lo que he querido hacerle desde que me confesó
que también me quiere. Ese fue el mejor día de mi vida después de haberla
dejado. Ella me dio una oportunidad y no voy a defraudarla.
—Chris…. —Se despega de mis labios— Para. —Con los labios
hinchados levanta su mirada hacia mi y puedo ver que me desea tanto como
yo a ella. —Pueden venir… pueden…
—No vendrán, los perdí. —Digo mientras desato el sutil moño que lleva
en el cabello—Por eso di el giro —Le Sonrio y pongo su pelo detrás de sus
orejas.
—Yo…
—Se que es muy arriesgado, pero… ¿Cuándo no nos hemos arriesgado?
No soporto más sin ti. Eres mi vida, Dulce… —Pongo mis labios en su rostro—
Mi mundo… —Beso su nariz— Mis sueños… —Acuno sus cachetes con mis
labios y la beso.— Quiero hacerte el amor.
Incendio sus ojos cuando menciono esa palabra. Ella levanta una ceja
retándome, le devuelvo la sonrisa y la abrazo fuertemente para luego besar su
oreja.
Con suavidad doy pequeños toques con mis labios en su mandíbula, para
luego bajar hacia su cuello. Ella jadea suave y se suelta su cabeza hacia atrás
permitiéndome el acceso total a su piel. La beso… la beso delicadamente,
entonces me incorporo e invado su boca sosteniéndola con mis manos.
Sabe a deseo.
Inundo su boca con tranquilidad, como si estuviera esculpiéndola con mi
aliento, y cuando por fin me lo permite meto mi lengua para danzar con la suya.
La temperatura sube y siento sus músculos reprimidos hacia mi de nuevo. Oh
Dios… esto es la gloria.
Con mis dedos tomo la tira de su vestido y la desato haciendo que el
pedazo de tela que lleva encima se resbale por su cuerpo. Su piel es cálida,
suave, perfecta para mi… y poco a poco voy subiendo mis manos hacia el
broche de su sujetador.
—Eres un maldito provocador —Susurra sonriendo— Quiero tocarte. —
Dice empujándome.
Muerde su labio y puedo sentir cómo desabrocha los botones en mi
camisa en un segundo. Con manos hábiles me la quita para luego incendiarme
con su toque. Extiende sus pequeñas manos en mis pectorales y con una
sonrisa malvada besa mi cuello.
Mierda… No podré controlarme.
Sus labios son mi medicina. Los baja con cuidado dando pequeños
toques y luego los sube haciendo que los capture en mi boca. Con sus uñas
acaricia mi espalda y luego toca toda mi zona superior.
—Um… —Se separa de mi boca— Me gustan estos… —Toca mis
brazos— Y estos… —Llega a mis pectorales— Me pregunto si… hay algo
interesante que ver por aquí… —Ríe traviesa esculcando hacia abajo. Desata
mi cinturón, abre mi cierre y empuja mi pantalón hasta que cae en mis pies.
Ahora ambos estamos solo en ropa interior y no puedo esperar para verla
desnuda.
—Te amo. —Le Digo con todo el corazón. La miro embobado y ella vuelve
a besarme pero ahora de manera apresurada. Por un momento me dejo llevar,
pero luego le advierto:
—Mírame —Ordeno. Abre los ojos y toma sus manos tensas para
ponerlas en mi rostro. Voy aumentando el ritmo y ella mordiéndose el labio
inferior que luego libero con mis dientes.
Adentro, afuera, adentro, afuera. Me sigo moviendo y sigo succionando
su labio carnoso. Ella abre la boca y deja salir sus emociones que luego se ven
opacadas por mi boca y lengua.
—Mmm…. —Suelta un gemido en mi. Sigo besándola, sigo
apoderándome de su cuerpo, de su alma.
Ella es mía. Eterna, poderosa, mi hermosa esposa. La mujer que amo.
El silencio ayuda a sentir mi corazón hecho tambores, su corazón hecho
pesadilla. Es ese sonido de nuevo… el sonido del sexo. Mis caderas chocando
contra su cuerpo, la velocidad que aumenta, nuestras respiraciones hecha
mierda.
Empujo más profundo porque sé que le gusta, pero a la vez la cuido
mirándola. Quiero ver como reaccione, si es suficiente o quiere más fuerte. La
última vez la dañé sin querer queriendo, estaba furioso por Brando y en el fondo
lo hice para que supiera quien era su marido.
No me sentí bien, aunque lo tomé a broma. Hoy será distinto. Haré lo que
ella quiera. Haré que ella lo disfrute más que yo.
Abre los ojos y me mira… es una completa Diosa. Me jala del cuello contra
sus labios de nuevo y abre la boca para capturar la mía como si fuera una
serpiente. Me gusta su veneno.
Con rapidez enrolla sus piernas en mi cintura incitándome a ser más rudo.
La miro con dulzura y me despego de sus labios.
—Hacer el amor… —Le digo de nuevo educándola, oliéndola, amándola.
Se aturde y ahora hundo mi cabeza en el hueco de su hombro, cerca a su oreja
y ahí le susurro mil cosas que hacen que la piel se le ponga de gallina.
Eres mi vida. —Digo suave acariciando su oído con mi lengua,
moviéndome un poco más rápido, haciendo que ella vaya al cielo.
Pero pronto empezamos a construir algo y le doy más duro. Beso sus
labios una vez más y la penetro hasta el fondo. Oh cielos… podría morir así
agradecido. Entonces lo decido y de un tirón le doy vuelta para ponerla encima
de mí. Ella me mira aún perdida.
—Hazlo, preciosa… Manda. —Sonrio y me mira con fuego. Apoya sus
piernas en la cama y se mueve con fuerza hacia adelante y atrás.
La vista es increíble. Verla moverse de esa manera con sus senos
saltando el aire para mi no tiene precio. Sigue mordiéndose el labio para
contenerse y yo la ayudo agarrando con mis manos sus caderas. Lo aprovecha
y poco a poco va más rápido. Adelante, atrás, adelante. Sus movimientos son
certeros y precisos, como ella quiere… como a ella le gusta. Y pronto siento la
tensión en mi cuerpo.
No joder, no. No quiero que acabe tan pronto, pero esto es tan placentero
que siento morir cuando aumenta aún más sus movimientos.
—Mierda, Dulce….
Digo su nombre y siento que muero. Salta con sus nalgas encima de mi
y la cama se mueve de toda la fuerza que estamos poniéndole. Me siento
perdido cuando ella misma se hunde y vuelve a salir con furia, hasta que siento
que no aguanto más. Me contraigo y veo acercarse nuestra liberación. Mierda,
mierda, mierda… no lo soporto, no puedo, voy a explotar
¡Ah! Perfección….
Ella cae encima de mi desplomada, cansada y a la vez libre. Su rostro
choca mi cuello y yo solo la abrazo con fuerza como puedo.
El latido de nuestros corazones es muy rápido, pero pronto va
normalizándose en el más completo silencio. Mi garganta se seca y cuando
puedo la acaricio suavemente en la espalda. Su Columna vertebral es perfecta,
su espalda limpia y suave. Ella es la mujer que quiero en mi vida siempre.
Ruedo los ojos y mi corazón palpita con solo verla. Ella es valiente, fuerte,
única… ¿Cómo no quererla? Debería sentirme un bastardo ahora mismo, pero
no lo hago. Hay cosas en la vida que deben quedarse bajo 7 llaves. Solo puedo
asegurar que ella estará bien, así sea lo último que haga en esta vida la
protegeré.
Ha sido una terrible pesadilla luchar contra sus preguntas, pero por fin he
logrado hacer que se duerma. Los abrazos cálidos que le dí, algunos besos en
el cuello y mis piernas entre las suyas siempre han funcionado en nosotros. La
conozco, la conozco demasiado y a la vez no lo hago. Me preocupa su interés
obsesivo en el caso Hilton. He querido alejarla de todo sin éxito, así que debo
buscar alguna forma para que deje de pensar en ello.
Dime Juan — Digo mirando hacia la ventana alejado de la cama— Sí,
¿Qué quiere? No voy a reunirme con ese hijo de puta — Murmuro lo más bajo
que puedo— ¿Quiere que le meta un balazo en la cabeza? ¡Mis pelotas! —
Exclamo susurrando— Decide tú, estoy con mi mujer ahora. Bien, ¿Estás
seguro? Bueno, entonces regresamos pero quiero que alistes el departamento
de Nueva York. No sé, intentaré que sea pronto. Bien, adiós. — Cuelgo.
Dejo el móvil sobre una mesita de centro y camino de lado a lado por toda
la habitación. Son las 5 am y no he podido dormir después de sus preguntas.
Me la estoy jugando, lo sé… pero no quiero perderla. No soportaría perderla de
nuevo. Mi corazón tiembla cada vez que lo pienso y mi razón solo debe ir a su
beneficio.
¿Por qué demonios tengo que pensar en los demás? Solo debo pensar
en ella y en mí.
Necesito terminar con mi trabajo para luego ser libre. Quiero hacerlo.
Deseo formar una familia con mi bonita, quizá adoptar un bebé… quizá tener
un perro… quizá intentarlo de nuevo. Me da pánico decirselo, y lo mejor será
esperar hasta que las cosas se hayan calmado un rato. Tengo mucho en
juego… muchisimo. Necesito desaparecerlo antes de que abra la puta boca.
El día va apareciendo. En el completo silencio y oscuridad por fin nace un
rayo de luz en el cielo. Hay tranquilidad, solo se escuchan los cánticos suaves
de los pájaros, y pronto un suspiro se hace notar entre mis pensamientos.
Es ella.
Volteo para mirarla y camino suavemente hacia la cama. Me siento
despacio y puedo observarla dormir… Es tan tierna cuando está ajena al
mundo. Luce tranquila y no está a la defensiva. Me gusta observarla así…
suave, sublime, pequeña. La acaricio con las yemas de mis dedos y no se da
cuenta. Quisiera besarla… pero podría despertarla.
Juro que te protegeré así muera… — Digo con mil nudos en el pecho.
Cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos pensando en que debo terminar de
contarle todo, pero… ¿Si me rechaza? El miedo a que se vaya me paraliza, no
podría soportar vivir otro día sin ella. He sido un imbécil por haberme contenido
tanto tiempo y estoy enfermo… enfermo de rabia, de dolor, de sed de
venganza.
Muchas veces me pregunté si era ideal para ella. Largos meses hincando
mi corazón y martirizándome porque pensaba que no la merecía a mi lado. Me
sentí un maldito mal nacido intentando escapar de un mundo de sombras. La
dejé por eso… por el dolor de no poder soñar con un bebé, por seguridad, por
el gobierno… pero también por temor a su rechazo. Ella era un ser de luz casi
perfecta. Bella, ingenua, traviesa… No soportaba las mentiras ni medias tintas,
¿Y si yo le decía qué habria pensado? Quizá se hubiera asustado.
No quiero perderte… — Mascullo muy bajo y la beso suavemente en el
cabello.
Me levanto angustiado pero la luz del día que cae en su rostro vuelve a
iluminar mi noche. Sonrío, carraspeo mi garganta y luego tomo una fotografía
con mi celular. Necesito tenerla en mis días… en mis tardes… en mis noches.
Protejo la foto como me lo han enseñado y me aseguro de no dejar rastro. Ella
es realmente hermosa así… cubierta de blanco, perdida en las estrellas,
soñando.
Me dedico a mirarla una y otra vez. Cuento sus pecas, hasta intento
hacerlo con sus pestañas, entonces decido no perder el tiempo y me ajusto en
su cuerpo. La abrazo y ella automáticamente me corresponde sin abrir los ojos.
Ambos olemos a sexo, tenemos los pelos alborotados y es la sensación más
hermosa de esta maldita tierra.
Pasa una hora, eso creo. Y pronto me encuentro con sus ojos
adormecidos mirándome. Ella sonríe y pasa su suave mano por mi rostro, yo la
beso.
¿Cuánto dormí? — Dice con la voz ronca.
Lo suficiente — Sonrío— ¿Tienes hambre?
Sí… de ti — Suelta una risita.
¿Nos desayunamos entonces? — Suspiro abrazándola.
Era una broma, patancito. Chu chu — Dice zafándose— Voy a cambiarme
para luego irnos.
Vamos a regresar a México.
Lo suponía… — Dice sin interés— La verdad es que no me iría como
una cobarde sin resolver el asunto Hilton.
Dejemos eso, amor. Hoy no… — Le ruego.
Bien, pero no te vas a librar de mí. — Me sonríe y empieza a cambiarse
delante de mis ojos. La miro sonriendo… es preciosa. Tengo muchas ganas de
todo con ella, pero sé que ahora no es una buena opción. — ¿Disfrutando de
la vista? — Pregunta sonriendo.
Sí. — Sonrío.
Se mira y no se toca por hoy — Termina de subir su vestido, es tan segura
de sí misma y su cuerpo que empiezo a admirarla.
Por hoy… — Insisto y me levanto de la cama para ponerme los
pantalones.
En dos días es tu cumpleaños, ¿Qué quieres de regalo?
Um… — Lo pienso— Nada, cielo. — Río— Solo pasar todo el día contigo
lejos de todo y todos.
Bien — Suspira— ¿Nada más? ¿Seguro?
¿Por qué tan buena onda conmigo? No te preocupaste por mis
cumpleaños antes.
Antes me caías gordo. Te odié por 5 años, pero ahora… empiezas a
caerme mejor — Me sonríe— Así que aprovechame.
Río.
Solo quiero un día contigo y un pastel, nada más.
Sonríe.
Bien.
Cuando por fin estamos listos pago y nos dirigimos hacia el auto. Ella
sigue en tacones por lo que decido cargarla en mis brazos, así no demoramos.
Bájame ya, estás tocándome toda la pompa.
¿Y? La he tocado mil veces… Cállese, señora.
Señorita, aún soy joven y hermosa.
Es una mujer casada — Contesto.
Pero no enjaulada. Deberíamos hacer cosas de jóvenes, ¿Me llevarás a
una disco?
Puedo hacerlo, aunque no sea conveniente ahora.
Quiero ponerme ropa apretada y vestirme como zorra. He sido muy
señorita hasta ahora y aún soy muy joven. A veces extraño la sensación de
perderme entre la gente, embriagarme hasta morir y toquetear toda la noche a
cualquiera
Mi boca se seca, entonces ríe.
Perdón, a mi marido. — Dice corrigiéndose.
Nada de ropa apretada, solo yo puedo verte así.
Pero la ropa apretada me gusta y no estoy en una jaula ¿O si? — Me
reta, maldita sea.
Otros te verán como carnada — La dejo en el suelo.
A mí no me interesan los otros, patancito. Me interesa solo uno… —
Cuelga sus brazos en mi cuello— Y me vestiría así porque me gusta no para
provocar a nadie. ¿Vas a cortarme las alas?
Ruedo mis ojos
Bien, pero no enseñes mucho. — Murmuro y la beso suavemente. Sus
labios son energía para mi día. Ella juega conmigo con su lengua, la miro
ansioso y vuelve a hacerlo. Aprieto su cintura hacia mí con ganas de tomarla
de nuevo. Su olor me envenena… su cabello me acaricia… sus manos son mi
vida.
Sin querer abro mis ojos y me quedo perplejo. No sé cuánto tiempo ha
pasado, pero me detengo invadiéndome de una furia que no puedo evitar sentir.
Ella se queja, yo ni si quiera la miro. Cuando voltea se queda pasmada al igual
que yo… tampoco puede creerlo.
Así que era verdad… Me da gusto verlos. — Retumba su voz como
cuchillos violentos. Ninguno de los dos hace nada, hay tres hombres tras él que
lo protegen, y yo empiezo a sacar mi arma sin que se de cuenta.
Es todo o nada.
31. Cuidado
Dulce
—Voy a bañarme.
Me quedo quieto. Quiero follarla pero quizá ha sido mucho para ella. Me
pongo los boxers y camino en forma circular hasta que la veo salir con el cabello
mojado. Ella me sonríe y luego se acerca para darme un piquito.
¿Qué pasó, patancito? — Su cabello moja mi piel pero me encanta.
Nada. Ha sido maravilloso. — Le sonrío.
Qué bueno, mmm… tienes todavía tiempo para seguir pidiendo deseos.
— Ríe risueña.
¿Tú estás bien? Digo… ¿Cómoda?
Me gusta verte sufrir ante mi, solo eso. — Me besa en el cachete y se va
hacia la sala. La sigo de inmediato y pronto prende las luces de nuevo. Al
principio pensé que habían entrado a mi departamento, pero luego me dí cuenta
que era ella y sinceramente me ha encantado la sorpresa.
—Dulce…
¿Si? — Parpadea.
Gracias, cielo… ha sido maravilloso. Sé que no lo harás siempre y que te
ha costado, de verdad lo aprecio.
Ya deja de agradecer, sé que es dificil superarme pero… — Ríe y la jalo
hacia mi.
Ese encaje te quedaba tan bien…
Yo sé, es lindo. — Me besa— ¿Qué quieres hacer ahora?
Muchas cosas… — La miro perverso— ¿Tú?
Lo que tú digas, es tu cumpleaños. — Sonrío.
Oh, Dios… esto es la gloria.
¿Estamos solos cierto? ¿No tienes cámaras escondidas?
Solo en la parte del ascensor y la puerta. Este lugar está diseñado para
mi, Dulce. — Murmuro en su oreja. Puedo oler su pelo, huele a mujer
maravillosa.
Bien. Veamos una película.
Me lleva hacia la sala y se sienta a mi lado. Prendemos la televisión y
sigo viendo Criminal minds sin miedo. Ella hace caras cuando ve escenas
violentas, y yo me pregunto si tiene ganas de hacerlo conmigo. Dios… he
quedado satisfecho pero quiero estar dentro de ella. Desde aquí puedo ver sus
senos erectos por el agua fria traspasando la seda blanca de su bata de baño.
Mira la televisión entretenida, entonces la apago sin decirle una palabra.
¿Qué haces? — Pregunta tensa.
Quiero pasar el tiempo con mi mujer no viendo televisión.
Bueno, entonces conversemos.
Sonríe y me siento un estúpido arrastrado. La miro perfilando con mis ojos
su rostro. Tiene las pestañas largas, los ojos brillando. Su rostro limpio y
rosado. Sus labios dibujados.
¿Qué? — Pregunta como si no pudiera leerme.
Vas a decir que soy un idiota romántico, pero… qué bonita eres. —
Sonrío, tomo su mano y la beso— Mi corazón explota cuando te tengo aquí en
mi vida cotidiana. Te extraño.
Chistopher… — Ríe— Tanta miel me empalaga.
Lo siento. — Levanto una mano— pero al menos déjame admirar tu
hermosura. Desde que te ví en esa playa no he podido dejar de hacerlo.
Ay, patancito…. — Se queja y se levanta para luego sentarse en mis
piernas— Fue hermoso pero ya pasó.
¿Enserio crees que ha pasado? ¿No sigue latiendo algo aquí cuando
recuerdas nuestras estrellas? — Toco su corazón.
Sí, pero…
Pero nada. — La callo— Te amo.
Ella solo me sonríe y busca mi rostro para besarme. Sus labios son
cálidos, su aliento fresco. Muerde mi boca como toda una experta y me
succiona hasta dejarme sin habla. Adoro besarla.
Olvidé decirte algo. — Me separo— El tal “osito” resultó ser un malandrín
con poder, pero ya me encargué de él. Hoy mis hombres lo amenazaron, está
alejado de Kiara. Ah… y no está embarazada.
Su pecho se desinfla.
Esa niña me va a sacar canas verdes, gracias. — Acaricia mi mandíbula.
Kiara solo actúa de forma impulsiva.
¿Cómo están? — Pregunta con temor— Te encargué cuidarlos y veo que
lo has hecho muy bien.
Perfectos, amor. A veces llamo a tu padre y conversamos de todo.
Rueda sus ojos.
Ay si, su hijo favorito… — Sonríe— Si están bien eso me tranquiliza,
aunque no soporte a mi hermanita.
Kiara merece otro tipo de muchachos, me pongo celoso… — Susurro.
Idiota — No puede contener la risa— Es solo Kiara.
Pero es mi cuñada favorita, la única. Vamos a cuidarla.
Mi sonrisa se borra del rostro cuando veo su seriedad. Una sombra pasa
por sus ojos, quizá las ganas frustradas de ser mamá. Ella es fuerte. Aún me
sorprende su capacidad de salir ante los problemas. La admiro…. Palmeo su
mano y no digo nada para no quitarle su espacio, pero sé que sabe que lo
imagino. No debería hablarle de mi idea de adoptar ahora, no sería prudente,
pero ya estoy haciendo algunos trámites.
¿Qué hora es? — Pregunta levantándose— Debo llamar a Lili. — Toma
el teléfono y espera unos segundos, enseguida alguien le contesta. — Lili,
querida… bien, bien. ¿Brando te llamó?
Su nombre produce amargura en mi interior.
Oh… gracias, querida. Te debo una. Un beso. — Cuelga y mantengo mi
mirada dura hacia ella.
Soy un maldito psicópata obsesivo compulsivo contra ese hombre.
Ya no soporto tenerlo cerca, por eso lo evito. Si sigo en ese maldito hotel
es por cuidarla.
No empieces… — Dice como si fuera una bruja.
Esto me desborda.
Tienes que aprender a asimilarlo. Falta poco, es lo que dices. Oh…
mierda — Se lleva una mano a la cabeza— Olvidé contarte. Brando está
apunto de darle un golpe al chino. Le ha metido drogas en sus tierras y hoteles,
pronto llamará a la policía. Dice que será en un par de días. Y también abrió 10
burdeles.
Mi puño se hace fuerte y contengo mi rabia mientras texteo esa
información. Ella me mira con cautela, doy al botón enviar y tiro mi móvil en el
sofá. Respiro profundo. Maldita sea, no lo soporto.
Camino, deambulo de esquina a esquina. De solo recordar lo que han
informado me tenso aún más. Mi mujer besándolo… él oliéndola, respirando su
aroma, acariciando su piel. ¡Me vuelve un enfermo! Soy capaz de matarlo. Lo
mataría sin importarme nada. Mi odio se hace grande, santo cielo… acabo de
tener un momento especial con mi chica y ahora esto.
No me controlo, gruño.
Ella me mira cruzando los brazos ¿Acaso no entiende que me produce
ronchas ese hijo de perra?
Christopher, contrólate.
¡No puedo! — Me desahogo gritando. Soy un volcán en erupción de
nuevo.
Bueno, entonces quédate un rato solo… No quiero pelear, voy a la cocina.
Se va sin decir más y en el fondo me siento triste porque esperaba su
apoyo. Cuando Tatiana estuvo conmigo ella se volvió loca, cuando Rita se
acercó a mí también… ¿Acaso no puede entenderme? Me muero por esa
mujer. Me fascina ser su hombre, su chico, su marido. No estoy dispuesto a
compartirla. Mi capacidad de tolerancia se ha acabado.
Entonces la sigo. Entro en la cocina y la veo cortar fruta con un cuchillo.
Es tan torpe… se nota mucho que no hace eso comunmente. Recuerdo haber
padecido con ella comiendo sus cosas quemadas, pero aún así lo hacía porque
la amaba. ¡Mierda! Deseo disfrutar estas últimas horas con ella, pero mi rabia
aún está.
Tengo ganas de comer… — Dice tranquila— Cada vez hacen más filudos
estos cuchillos, me estresa cortar fruta.
Dulce… — Ahogo un suspiro.
No quiero pelear, ya te lo dije. —Me evade y sigue intentando cortar con
perfección la fruta.
Dulce… — La abrazo por detrás y siento sus músculos rígidos. Hago que
suelte el cuchillo, lo tiro lejos y luego la volteo— Lo siento, estoy ansiosos y
celoso. — Tomo sus dedos y chupo el extra de jugo.
Pero debes controlarte. — Susurra tranquila.
¿Controlarme? ¿tú podrías hacerlo con Tatiana o Rita? — Doy el golpe
maestro y se pone seria.
No me provoques — Dice con sus dedos. Agradezco al cielo por haber
tirado ese cuchillo.
Eso mismo siento, cielo… por favor entiéndeme. No lo soporto cerca de
ti ni en tus labios.
Estoy intentando evitarlo, pero a veces es complicado. — Me dice sincera
y me maldigo por haber aceptado el trato con el jefe.
Aguanta 1 mes, máximo un mes… — Digo seguro— Haré lo que sea
para atraparlo. — Beso su frente— Te lo juro.
Atrapo sus labios en mi boca sin poder dejarla decir basta. Tomo su nuca
con desesperación hacia mí y no la dejo separarse. Ella intenta hacerlo, pero
sigo apretándola contra la tabla de la cocina.
Chri… — Dice resbalándose de mí.
Sh, no… no quiero dejarte. — Me desespero. El solo hecho de pensar en
Brando hace que quiera dejar mi huella en su alma. Bajo mis manos por sus
caderas para pronto llegar a su trasero. Los aprieto, abro sus nalgas y la
impulso hasta subirla en la mesa de cocina. Abro su bata de rudeza dejándola
desnuda de nuevo para mí. Sus senos están listos para mí, me acuesto en su
encima chupándolos de frente. Ella intenta empujarme pero sé que le gusta…
quiere hacerlo tanto como yo.
Estás enojado. — Dice y entre jadeos.
¿Y? Voy a quitarte hasta el mínimo roce que ha dejado ese vejete en ti.
— Me impongo, con mi boca lamo mordiendo su piel y pronto abro sus piernas
de golpe. Me mire confundida y pronto hundo mi cabeza en su centro. Ella se
contrae y arquea. Yo lamo con furia su feminidad haciéndola subir hasta el
límite.
—Chri… Chris no. —Dice— Así no.
Pero no le hago caso porque sé que lo está disfrutando. Su sabor me
enloquece. De solo pensar en ese hijo de puta de nuevo me vuelvo loco. No
dejaré que toque lo que es mio. Cuando la siento lista bajo mis bóxers de nuevo
y jalo sus piernas hacia mi para introducirme en ella hasta el fondo. Jadea, grita
mi nombre y me muevo como bestia calando hasta topar sus paredes. Ella
apoya sus pies en mis hombres y pronto la embisto sin piedad. Muerde su labio
fuerte, contiene el aliento, pero no lo soporta por mucho y grita…
—Mi nombre más fuerte. —Ordeno dominando. Ella me mira perdida pero
lo hace. Grita fuere, alto, con dureza el nombre de su marido. Juro que la
mataría con mi miembro, pero debo controlar mi furia.
—Ah… —Sigue aumentado sus gritos cada vez más hondos y agudos.
El silencio incendia el lugar y el rebote de mi cuerpo con su trasero hacen
que me prenda. Brando sigue en mi cabeza, y lo hago duro hasta cansarme.
Veo una gota de agua pasar por sus senos y pienso que son míos.
—Yo. Soy. Tu. Marido. —Pronuncio subiendo el ritmo.
Me mareo. Todo es violento. La mesa se mueve y las cosas se caen pero
no importa. Ella se agarra como puede y sigue abriendo la boca. Oh Dios…
estoy llegando. Empujó hacia dentro y fuerzo con furia. Mis, Eres mia Dulce.
Grito. Cielos… esto es intenso. Me hundo chocando todo de mi y gruño al sentir
que me desplomo. Ella se tensa y pronto explota. Hemos llegado… y todo pasa
rápido. La mesa se cae pero logró atraparla en mis brazos. Me abraza fuerte
con miedo y solo la pongo a salvo cuando dejo que pise el suelo. Me he salido
de ella sin aviso. Solo me mira desorbitada y se cubre con la bata.
—Dulce….
Con furia me tira la puerta pero la sigo. Va hacia la habitación y toma su
ropa. No, no…
—Lo siento.
—Así no, ¿Lo entiendes?
La veo seguir y no sé qué más hacer. Se va.. Mi bonita se ha enojado. El
sonido de mi celular me tensa, aunque no quiera no puedo dejar de contestar.
Con rapidez logra vestirse y toma su cartera para irse. No… no te vayas,
no de nuevo. Mi corazón se hace pequeño. Quiero gritar pero tengo mi celular
vibrando.
Brando sospecha que eres el soplón. Cuidado.
Es un mensaje.
Ella sale de mi habitación y tengo la certeza de que no es un juego. Debo
protegerla, debo advertirle pero mi pecho colapsa haciendo que caiga en el
suelo. No puedo respirar, me tenso.
—Dulce…. Dulce… —Grito.
33. Algún dia
Dulce
¿Por qué no? — Sonríe— Podemos ir de antro y hacer todas esas cosas
que quieres. Eres joven y hermosa. Solo tienes 26.
Pero las responsabilidades son más grandes.
¿Y? Te prometo pasar un día de libertad contigo. Iremos a comer
hamburguesas, beberemos como adolescentes, iremos de antro, tendremos
sexo desenfrenado y nos vestiremos a la moda.
Estás loco… — Río, sería hermoso tener ese día de libertad pero no creo
que pueda hacerse realidad.— ¿Y Brando, qué? ¿Crees que no tendría mil
espias siguiéndonos?
Descuida cielo, cuando quiero desaparecer a alguien lo hago muy bien.
Me consta — Respondo— Desapareces muy bien.
Momento incómodo. Su sonrisa se apaga y en el fondo no me arrepiento
de decirlo.
No me has perdonado del todo, ¿Cierto?
Sí, Christopher… pero los recuerdos quedan.
Entonces haré que no tengan importancia. — Besa mi frente— Haré que
todo lo malo pase, lo juro.
Yo solo pido que seas sincero, solo eso.
Sonrío y escucho mi celular sonar. Entrecierro un ojo y luego me doy
vuelta para extender mi mano. Christopher se detiene, estoy segura que piensa
que es Brando, pero luego se alivia cuando ve el nombre Kiara en mi teléfono.
Es tarde, ¿papá está bien? — Pregunto sin saludar, entonces escucho
todo un sermón de su parte. Quiero reir, es una niña malcriada, pero me
contengo para luego poner el altavoz.
¡Christopher hizo que osito se fuera! ¿Cómo se atreve? Lo odio… — Dice
en un mar de lágrimas.
Christopher hizo lo correcto. Ese chiquillo solo quería usarte. Tiene tratos
con narcotraficantes. Punto.
¡No! — Chilla y llora.
Kiki… — Susurra Chris— Ha sido por tu bien.
¿Lo tienes a tu lado?? — Grita al teléfono— ¡Pusiste el altavoz!
Río.
Ya deja de quejarte.
No entiendo por qué si dices que lo odias te lo estás follando. Por favor
paren ya, por su culpa tengo pesadillas con el sexo. Escucho sus voces
asquerosas chillando… Era tan pequeña e inocente.
Vamos Kiara, no eres inocente — Chris bromea— No te quejes, cuñadita.
¡Ahhh!! Eres un maldito estúpido, Christopher. Te odio.
No me odies, cuñadita. Luego me lo vas a agradecer. Solo le di una
lección.
Deja de tirarte a mi hermana…
Um… — Me mira— No creo. Lo disfrutamos demasiado.
Río como estúpida, Kiara colapsará. Entonces pasa. Empieza con su
sermón infantil y reimos. Lo miro, me mira… estúpidamente extrañaba esta
complicidad. Lo hicimos tantas veces en mi cuarto… que la pobre tuvo que
hacerse de la vista gorda.
Después de sus quejas e insultos, le cuelgo. No la soporto. Christopher
no deja de reir porque se sabe todos nuestros tapitos sucios. Me duele el
estómago de todas las emociones que hemos pasado, entonces me abraza.
¿No te enojaste?
Me duele la panza de tanta risa.
Tengo la solución para ello. — Me acuesta y con suavidad levanta su
camisa. Me mira con ojos provocadores pero no intenta nada indebido. Pone
sus labios en mi vientre y me besa. Tengo la sensación más bella y dolorosa
del mundo. Sin querer ha hecho algo que quería hacer hace tiempo… Me mira,
lo miro. Ambos nos hemos metido en terrenos que no podemos soportar. Una
extraña sensación de llanto invade mi pecho, por lo que vuelvo a voltearme sin
preocuparme porque me vea el trasero. Estoy un poco extraña desde hace un
tiempo… pensando y pensando en el “hubiera”, reclamándome a mí misma
porque la vida no me dejó ser madre.
Me observa con sus ojos chispones, suspiro y pego mis labios intentando
que no lea mis pensamientos. Me sonríe y de un tirón vuelve a tenerme en sus
brazos.
—Puedes…
—Pero no hoy, puede sospechar. —Contesto hábilmente.
—¿Qué pasa, bonita? —Me observa profundamente— Alguna idea loca
está pasando por tu hermosa cabeza.
—A veces me abrumas… —Me separo.
—Tienes miedo, ¿Verdad?
Lo ignoro y tensa sigo guardando mis cosas. Tomo mi cartera, dejo en
una bolsa la lencería y salgo de su habitación sin responderle pero él me sigue.
—No voy a dejarte nunca más, mi vida. —Entona y captura mi mano para
luego obligarme a verlo— Se que cometí errores, y que posiblemente todo esto
sea un maravilloso desastre pero es lo que sentimos.
—Me abruma sentir —Contesto— Esta no soy yo…
—Claro que si, solo has estado escondida. Nunca te avergüences de tus
sentimientos. Te amo, con toda mi existencia. Y quiero estar todos los días
contigo porque te necesito. Desde el día en el que te conocí no he parado de
imaginarte.
Sus palabras hacen que todo en mi se mueva; sin embargo me mantengo
firme. Es difícil, sobre todo porque también siento lo mismo. A veces me
pregunto si estoy loca… o realmente no mido el peligro que él me representa,
pero es más dulce la sensación que tengo a su lado. Sonrio, lo quiero, pero
también me quiero a mi misma y quizá necesito un breve descanso.
—Estoy corriendo el riesgo más entretenido de mi vida, patancito. Hasta
algún día. —Levanto mi ceja y le sonrio.
—Hey… —Enrolla de nuevo sus brazos en mi cintura— está bien,
entiendo. Pero no te vayas así… sin un beso.
Acerca su rostro precioso a mis labios y con sumo deseo lo beso.
Mordisquear su boca es la maravilla para la mía. Tomo su rostro con mis manos
y juntos profundizamos nuestro acto. Doy pequeños inspiros para soportar más
tiempo y siento que su perfume me envenena. Podría besarlo toda la vida… De
pronto siento una de sus manos en mi trasero, entonces me obligó a mi misma
a seguir pegadita a su cuerpo. Dejo que lo haga, en el fondo me encanta, pero
lo que más odio es el machismo por lo que también lo toco. Sus pompas son
redondas, duras y perfectas. Soltamos una risita en nuestros labios y seguimos
comiéndonos como si no existiera mañana. Es mi despedida por ahora…
—Hasta algún día. —Repito sin aliento.
—Adiós, hermosa. No hagas nada tonto, ¿Si? Quizá vaya esta noche a
tu recámara… para volver a hacerlo.
—No sé si se me antoje —Digo altiva— Te llamo si es qué pasa —Le
guiño el ojo y giro para irme por fin.
Se cierra la puerta de ascensor y suspiro.
Mi regreso a Hilton fue un poco estresante. Para salir del departamento
de Christopher tuve que cambiar de autos y partir por estaciones de buses. Un
taxi conocido me esperó en una esquina y por fin pude regresar con calma.
¿Hasta cuando tendré que soportarlo? Falta poco, Dulce. —Me digo a mi
misma.
Cuando entro en el hotel todo parece normal. El personal de recepción
en su sitio, los empleados, turistas, el movimiento fluyendo como siempre.
Aprieto mis piernas y me sumerjo en mi oficina.
Mierda
—Cariño… —Está sentado en mi mesa mirándome de manera incisiva.
—Brando, ¿Qué sucede? —Respondo natural.
—Nada, pensé que estabas ya aquí. Qué tal tu reunión con Liliana,
cuéntamelo todo.
Sonríe como si todo estuviera normal, entonces tiemblo. ¿Sospechará
algo? Carraspeo con mi garganta y me siento en el sofá sonriendo como si
nada pasara.
—Todo bien. Pasamos una noche de chicas increíble hablando de todo y
de negocios.
—Que bueno, cariño. Te ves más relajada… —Me sonríe, se levanta y
pone su cuerpo a mi lado— ahora que estás de buen humor quisiera hablarte
de algunas cosas.
—¿Qué cosas? —Pestañeo.
—Dulce, necesito formalizar esto ya. Necesito una esposa. Quiero
compartir todo contigo, cariño. —Besa mi mano— y asegurar mi futuro.
—No entiendo. —Digo seca, él sonríe.
—Tengo una herencia importante. No había querido cobrarla porque
realmente tengo los millones suficientes como para querer más dinero; sin
embargo, necesito asegurarme. Con esos otros millones hundiría a todos mis
enemigos de una vez. La lacra del Chino me tiene harto, la perra de Paris
intenta competir conmigo, y ahora el gobierno…
Mi boca se seca, entonces hablo.
—¿El gobierno? Pensé que tenías buenas relaciones.
—Mandaron un espia.
—¿Qué? —Mi sorpresa aumenta.
—Miller. —Mi pulso se acelera— puede que sea su espía. Tengo “buenas
relaciones” pero recibí un mensaje anónimo diciéndome que me cuide de él.
Suspiro, mi cabello pica e intento controlar mi ansiedad. Él sigue
mirándome, respiro con lentitud y ruedo los ojos para distraerlo. No puede darse
cuenta de nada, tengo que ser muy precavida. Defenderlo levantaría
sospechas.
—Bueno, has lo que quieras. —Digo fría.
Ríe
—Siempre tan precisa, cariño. Odias a Christopher.
—Me interesa una mierda su vida, pero si hablamos de negocios… debo
confesar que el tipo es necesario. —Tomo su mano sonriendo y a la vez
sintiendo asco— Te da dinero.
—Tienes razón. No quiero desconfiar de ese muchacho, pero no meto las
manos al fuego por nadie. Voy a investigarlo. Primero hablaré con mi contacto
en el gobierno para preguntar más por él, luego veré que hacer.
—Por qué ese tipo querría ser un espía. Él trabaja por dinero, y tú le
darías más que cualquier gobierno. —Levanto una ceja sembrando la duda. Lo
consigo.
—Siempre tan inteligente, cariño. No aguanto más… me tienes
embobado. —Recorre su mano por mi pierna y siento terror. Aguanto, Sonrio,
lo maldigo en mi mente y tomo su mano para volverla a su sitio.
—No seas travieso. —Suspiro.
—Pareciera que te doy asco. —Espeta serio— Ya te di el anillo que tengo
querías, te haré mi esposa, necesito tu cuerpo. —Toma mi cintura y mientras
besa mi cachete me siento tensa. Jamás he tenido tanto asco con alguna
persona, cuando tuve que seducir a otros hombres no me costaba tanto como
ahora.
Sus labios chocan con mi piel y siento que traiciono al patancito. Su
nombre está tatuado en cada centímetro de mi cuerpo, por lo que ardo cada
vez que lo pienso. Vamos… ya falta poco —Me digo dándome ánimos— él no
puede sospechar, así que lo miro sonriendo y beso sus labios.
Asco.
Cuento los segundos para que esto termine. Siento náuseas cuando su
aliento golpea mis poros. Huele a carne vieja podrida y solo ansío poder
librarme de todo.
No puedo dormir. Doy vueltas en la cama sin saber por qué, ¿Habrá sido
el café? ¿O quizá la comida? Mi cuerpo se tensa cada vez que cierro los ojos
como si algo malo estuviese pasando.
Despierto. Me levanto de la cama y camino hacia la cocina por un vaso
de agua helada. Lo único que quiero es agua con hielo ahora mismo. Mi boca
está seca, mi garganta carraspea y necesito bajar la presión en mi cabeza.
—Soy yo. — Espeto contra mi celular— ¿Cómo está mi mujer?
¿Lograste verla? — Pregunto mientras bebo el agua.
No señor. Cambiaron todo el personal que nos daba los accesos
repentinamente.
¡Cómo es posible que no hayan podido verla! — Reniego— Necesito un
informe para mañana a las 6am.
Cuelgo jodidamente estresado.
Hilton mandó a decirme que no requería mis servicios por ahora, supongo
que es por las sospechas. Pateo fuerte la pata de la mesa enfadado, ¿quién
carajos fue el soplón? ¿O qué salió mal? Todo estaba perfectamente calculado
¿Habrá sido el chino? Camino por toda la sala dando vueltas. No he sabido
nada de mi bonita en todo el día y ni si quiera me ha llamado.
Soy yo, necesito que me averigües los movimientos de mi mujer ¡Los
imbéciles que contraté no han podido! — Vuelvo a gritar en el teléfono— Bien.
Gracias Juan.
Cuelgo.
Juan es un excelente espía capacitado.
Pasan los minutos y solo me enervo. No podré dormir sin saber de ella,
porque algo en mi interior está presionándome el pecho. Iré a verla. Es lo que
debo hacer aunque el malnacido de Hilton se de cuenta. Tomo mi camisa,
pongo mis pantalones y voy rumbo al hotel.
Al llegar encuentro todo como si corriera de manera normal, toso al ver a
Rita de lejos y me escondo con tranquilidad en otro pasillo. Miro de reojo las
cámaras y hago una jugada maestra con mi celular para congelarlas un rato:
funciona. Paso siguiente me sumerjo en los pasillos, para pronto llegar a las
escaleras de emergencia. Abro una puerta, atravieso otra y me encuentro en él
área de empleados. Sonrio saludando, luego subo por otras escaleras y llego
al ascensor de servicio. En unos minutos estaré en su recámara.
Cuando veo el aumento de seguridad mis dientes rechinan, tendré que
tener más cuidado. Me deslizo de forma invisible por las puertas y entro en su
habitación sin que nadie se de cuenta. Las luces están apagadas, como si no
hubiera entrado en horas, entonces veo su cama y desde ya su olor se
impregna en mis fosas nasales.
Exquisita.
Busco en el baño y no está. Mi cuero cabelludo pica cuando pienso en la
posibilidad de Brando. Furioso recorro más puertas para entrar por el mini
estudio privado del viejo, sumergiéndose por su baño hasta llegar a su cama.
No hay nadie.
Entro en pánico cuando mi celular vibra, una especie de invasión me
ataca y sostengo con miedo mi móvil.
La señora Miller salió con Hilton hacia el aereopuerto. Se desconoce su
rumbo.
¡Maldita sea!
Pateo la cama con una furia que ni yo mismo puedo aguantar. Maldita
sea, maldito viejo… no voy a dejar que te lleves a mi mujer ¡No lo haré!
Salgo del hotel sin importar que me vean, estoy sumamente enojado. Mi
piel se eriza, mis puños se aprietan y pronto tengo una sensación de abandono.
¿Por qué no me habló? Muevo mi cabeza en señal de olvido, no debería pensar
en eso ahora. Aprieto mis dientes y manejo rápidamente, hago unas llamadas
pero mis contactos no contestan. Es de madrugada y me importa una mierda
así que insisto.
—Juan. Te necesito aquí ahora. —Digo casi golpeando al teléfono.
Pasan 20 minutos y llega. Me mira tenso, luego empieza a llamar a sus
contactos mientras que me enfoco en los míos.
—Bien, Valdivia. Gracias —Cuelga. Me mira y puedo notar en su rostro
lo que tanto temo.
—Lo tenía planeado, ¿Verdad? ¡Contéstame! —Alzo la voz.
Él asiente.
—Se la llevó fuera del país. La orden de salida fue hacia un lugar en
Europa, pero no me detallaron dónde. Dijeron que era información confidencial.
—¿Confidencial? —Cae mi boca— No hay nada confidencial para
nosotros, lo sabes.
Juan suspira.
—El jefe… —Se contiene— No lo tienes muy contento, Christopher.
Solo dice.
—¿Sabes algo que yo no sepa?
Hace silencio
—Responde. —Insisto.
—Te está sacando del juego.
Un tiro por la espalda es lo que siento cuando escucho sus palabras.
Parpadeo, mi boca no deja de caer y solo imagino que esto es una confusión,
aunque en el fondo lo haya sospechado. Lamo mis labios, paso mi mano por
mi cuello y empiezo a caminar de lado a lado por tensión, ¿Me sacó del juego?
¿Acaso puede hacerlo? Miro a Juan y sé que está de mi lado; sin embargo, no
será suficiente para competir con ellos. Haré lo que sea por salvar a mi Bonita
de las garras de ese anciano.
Sospecha de mí…
Christopher, sabes que estoy muy agradecido contigo porque salvaste a
mi familia. Te juré obediencia y lealtad, así que estoy de tu lado. Ten cuidado.
El jefe piensa que estás muy vulnerable con tu esposa, por ello te sacó del
juego.
¡No puede sacarme del juego! — Exploto— ¡Yo soy el líder de esta
captura! ¡Por mí tienen todo lo que tienen de Brando! — Las palmas de mis
manos se tensan… estoy furioso— No voy a permitirlo.
La mañana llega con suma lentitud y no he podido dormir. ¿Cómo estará
mi Bonita? Mi mandíbula se tensa al imaginarla con ese tipo, pero debo
mantenerme sereno para idear un plan que me convenga. Durante todo este
tiempo Juan se quedó conmigo llamando a amigos para conocer su paradero
sin éxito, al parecer todo ha estado sumamente calculado y Hilton ha cuidado
bien sus pasos.
¡Mierda!
Cada vez que intento mantenerme de pie no puedo concentrarme.
Arrastro papeles, los tiro por todos lados luchando contra mi ira. Me exaspera
no tenerla, y francamente no sé cómo he aguantado todo este tiempo sin ella.
—Hice café —Dice Juan— Sería bueno que lo tomes.
—¿Qué conseguiste? —Ignoro su petición sumamente irritado.
—Brando desconfía de ti ahora, Christopher. Y al parecer el jefe también.
Necesitas calmarte.
No le contesto, solo miro por la pantalla de mi localizador la última señal
de Dulce.
—Ella estará bien. —Insiste— Aunque te duela sabemos que es
importante para Hilton.
—Solo quiero verla. —Suspiro cansado— Aunque sea de lejos, saber que
está bien.
—Son las 7 de la mañana. —Mira su reloj— Ten cuidado.
Asiento dándome cuenta de la hora y me dispongo a ir a la jefatura
general del gobierno. Hablaré con el jefe si es necesario. Al llegar todos me
miran saludando, se supone que esto es secreto pero a nadie le interesa.
Parecen haberse acostumbrado. Me fijo en el ascensor u dígito un código único
que me llevará directamente a la oficina principal. Espero tenso ¡Maldita sea!
No soporto la ansiedad. Hasta que por fin las puertas se abren.
—Estamos muy cerca, Lalo. —El jefe sostiene una copa con un tipo que
se me hace conocido. Cuando notan mi presencia dejan de hablar y no puedo
evitar sentirme incómodo.
—Jefe. —Sostengo mi mirada en él— Necesito hablar con usted.
—Nos vemos luego, Lalo. —Aprieta la mano de ese tipo y me saluda con
una sonrisa que no devuelvo.
—Estaba esperando tu visita. Pensé que ibas a despertarme de
madrugada y debo aceptar que estoy sorprendido. Siéntate.
—¿Dónde está Dulce? —Pregunto aguantando mi furia. Él es la máxima
autoridad de inteligencia del gobierno, pero me importa una mierda.
Control.
Me mira rompiendo su seriedad, sonriendo como si acabara de cometer
un error. Se sienta tranquilo, bebe su café y me mira.
—Las emociones nos traicionan. —Acomoda su camisa— Acabas de
demostrarlo.
Contengo el aliento sintiéndome el pelotudo del año. Tiene razón, mis
emociones han empezado a ganar territorio pero no puedo evitarlo. Levanto la
mirada y por fin me siento sosteniendo el silencio. Él me mira de nuevo. Con
una seña señala el café y accedo, no porque quiera tomarlo sino porque será
una larga conversación que debo sostener de la mejor manera.
—Me da gusto que sigas manteniendo la prudencia. —Bebe lentamente
mientras mi impulso se acelera.
—¿Por qué me está sacando del juego? —Soy directo— Sabe que es
algo que he venido persiguiendo desde años. Dejé a mi mujer para integrarme
a su organización. —Aprieto mis dientes— Teníamos un trato.
—Bien dicho. Teníamos…. —Suspira— Es sencillo, Christopher. Tus
emociones terminarán dominando el caso y arruinarás todo. Fui muy claro
contigo desde el principio: nada de apegos.
—¡Pero usted sabía! —Subo la voz y luego me arrepiento— Usted sabía
que la única condición que pedí fue a mi mujer sana y salva. —Me contengo.
—Está sana y salva.
—Hilton se la llevó y ustedes no lo impidieron.
Ríe fuertemente.
—¿Por qué lo impediría? Su esposa es capaz de volverlo loco, y ahora
sospecha de ti. No podemos seguir contando con tu apoyo.
—Puedo volver a ganarme su confianza.
—No lo creo. —Bebe mas café— Te tiene celos.
—¿Celos? —Mi pulso se aprieta cuando el jefe estira su mano y prende
la televisión, entonces comprendo.
Me quedo estupefacto cuando veo a Hilton tener una conversación
privada con otro de los espías del jefe. Esta vez se trata de un hombre que ha
logrado ser su aliado por años. Cometió fechorías y estuvo a la par de sus
negocios para hacer que él no desconfíe de sus planes.
Christopher me parece sospechoso. Recibí un mensaje y el punto de vista
que me dieron concuerda con los posibles planes de ese muchacho.
Escucho su voz proyectada
Me enerva que pase más tiempo que yo con Dulce. Es un tipo inteligente.
Sabrá enamorarla aunque se odien. Hay algo aquí que no me cuadra, por ende
lo sacaré del proyecto. Evitaré tentaciones.
—Si supiera que te follas a la mujer que quiere. —Sigue riendo— Tendré
el gusto de decírselo apenas esté preso.
—No lo acepto. —Espeto rápido— No.
Su sonrisa se va apenas me escucha.
—Rita, por qué la presión. Soy yo. —Sonrio como si nada pasara.
—Chris… es que… —Se queda en silencio y luego continúa— El Sr.
Hilton no te quiere más aquí, no por ahora.
—¿Qué? —Sueño indignado— ¿Qué sucedió? ¿Qué hice? —Agrego
desentendiéndome de todo.
—El Sr. Hilton desconfía de ti. Recibió un mensaje que lo advirtió de un
supuesto Espionaje.
—Eso es totalmente mentira, quizá es alguien que quiere indisponerme.
—Te mandó a investigar… —Muerde sus labios, acomoda sus lentes y
siento años pasar por mis ojos— Y… bueno, encontró algunas irregularidades.
—¿Qué irregularidades? —Contengo mi aliento. Mierda.
—Chris… —Jadea— Quizá no debería decir…
—Por favor, Rita. Este es mi trabajo. Amo el proyecto y estoy bien aquí.
Si me echan podría ir a La cárcel, tengo muchas cuentas que pagar.
—Chris, Dios… Yo sé que significa esto. A veces debemos hacer grandes
sacrificios para poder salir de la miseria, pero…
—Entonces ayúdame. Eres… una persona muy hermosa y buena. —Digo
sin pensarlo mucho. Tomo su mano, acaricio sus dedos y le sonrio
—Chris… —Susurra con las mejillas rojas.
—Ayúdame, por favor. —La contemplo. Tiene un par de lentes y viste de
manera extraña. Me mira confundida y luego accede.
¡Bien!
—Está bien, quizá también porque fue mi culpa. —Susurra.
—¿Cómo? —La miro tenso.
—Es que… —Se demora en hablar— luego del anónimo que le
enviaron… Bueno, se me salió. —Susurra bajito— le conté la actitud de Dulce
contigo cuando estábamos….
Oh, joder. Maldita estúpida.
Mis ojos se entornan en ella cuando completa la frase y solo siento que
la odio. ¡Es una maldita idiota! Trago ansiedad y le sonrío fingiendo entenderla.
¿Qué te hizo pensar que Dulce tiene algún interés en mí? — Bufo.
La manera en la que te miraba… Yo, bueno… pensé que estaba celosa.
Me despidió.
Pero sabes que Dulce es una jodida engreída. Lo hizo para molestarte.
Jamás tendría nada con esa histérica mujer. — Río rodando los ojos.
¿Enserio? — Pregunta con el labio inferior temblando.
Enserio. — Respondo aparentemente tranquilo.
Yo… Bueno, es que yo… — Se traba— Jamás había sentido cosas por
alguien. Me gustas, Christopher. — Sus ojos destellan seguridad en un
microsegundo. Trago saliva, sostengo el aliento y cuando se da cuenta vuelve
a su pose de estupidita. He conocido mil personas enmascaradas, pero debo
aceptar que ninguna como ella.
Le sonrío, me sonríe de forma hipnotizadora.
A través de esos lentes puedo ver pasión. Estaba en lo cierto… no es
ninguna idiota pero debo seguir el juego.
Rayos…
Me incomoda esta situación, pero debo ser pegajoso hasta que logre mi
cometido. Se muere por mí y voy a aprovecharlo. Con dudas tomo su rostro
entre mis manos y la beso en la comisura de sus labios. Ella huele a menta…
y odio la menta. Me despego excusándome, entonces salgo con enojo hasta
mi auto para luego perderme en las calles.
Por el retrovisor noto que me están siguiendo pero no me preocupa.
Pongo todo el acelerador y los pierdo en dos segundos.
Christopher, hay algo que debes saber. — Espeta Juan al teléfono
¿Qué cosa? — Respondo furioso— Están siguiéndome, creo que los he
perdido.
Sabes que el jefe no te dejará en paz.
Que me la chupe… — Insulto de forma violenta— No dejaré que le pase
nada a mi mujer.
Debes venir rápido, amigo. Por fin tengo noticias.
Estoy cerca.
Cuelgo.
Mi pulso se acelera y estaciono mi auto donde siempre lo he dejado.
Marco mi código personal y subo por el ascensor hacia mi departamento. Las
únicas personas de mi entera confianza que la saben es Juan, un amigo y
Dulce.
¿Qué sucedió? — Pregunto con rapidez.
El jefe te ha desconectado del sistema. — Me mira serio— Y ha informado
a cierto personal que ya no tienes acceso a la base de datos de criminales ni
de espías, además de información valiosa de Hilton y su negocios sucios.
Lo sé — Alzo mis hombros y me siento en el sofá— Pero tengo el poder,
contactos y dinero como para hacer una clonación invisible, solo que me llevará
tiempo.
¿Estás seguro? Arriesgas mucho. — Contesta.
Me vale madre. — Exhalo y se queda quieto mirándome sin saber qué
decir.
Hay otra cosa… —Me mira por última vez y gira un pequeño aparato a
la luz de mis ojos.
Mi boca se abre cuando veo los videos de las cámaras de seguridad. Una
mujer que me parece conocida entra como si fuera la dueña de ese lugar, sale
con bolsas, luego vuelve a entrar. Lo hace en varias ocasiones y pronto observo
con detenimiento algunas tomas lejanas.
Acerca la cámara… — Digo y lo hace.
Esa mujer besa a Brando. Lo puedo ver porque el reflejo de la luz me lo
permite. Trago saliva para calmarme, ¿Acaso es idiota? ¿Cómo trae una
amante a su mismo hotel? Mi mente se nubla y me quedo en blanco.
¿Es que no te has dado cuenta? — Inquiere Juan.
Cuando estoy a punto de responder prosigue:
Esa mujer es Tatiana.
Abro los ojos, rompo mi silencio. Me acerca las imágenes y la veo con
mayor claridad… Mis puños se tensan, mi cuerpo hierve de rabia. ¡Zorra!
¡Maldita zorra! ¡Fue ella! ¡Ella es la hija de puta soplona! Me levanto con rabia
y pateo el sofá. Juan me conoce, entonces no me detiene. Llevo una mano a
mi cabeza y pienso lo imbécil que he sido.
¡Lo ha hecho por celos! ¡O qué se yo!
Tatiana odia a Dulce con toda su alma y sé que es capaz de lo que sea
para conseguir lo que quiere. Se ha acostado con el viejo para conseguir tenerlo
en sus manos. ¡Maldita sea!
Ella fue la soplona, estoy seguro.
Mierda. — Solo digo sin saber qué hacer— Es tan zorra como inteligente.
Sabe todos los movimientos que se tienen que hacer…. Ella — Señalo a Juan—
Ella fue. Estoy seguro que hizo de todo para que yo no ubicara a Dulce.
Y desactivó las cámaras frontales, además de redoblar la seguridad.
Zorra… — Murmuro.
Le ha lavado la cabeza a Hilton, Christopher.
Voy a matarla — Me tenso— Pero antes averiguaré dónde está mi mujer
¡Va a casarse!
Grito con furia, entonces Juan no se sorprende.
¿Juan? — Contengo nuevamente el aliento, no porque quiera sino porque
es lo sus ojos me producen cuando me miran de esa forma brusca.
Señor… todo ha sido perfectamente armado. La boda con su mujer, el
viaje, el jefe… Esta es una trampa. No debería ir.
¿No ir? ¡Está mi mujer en riesgo! Iré aunque sea lo último que haga.
Juan hace silencio.
Maldita sea.
¿Sabes donde está? ¿Es eso? — Lo miro con furia.
Asiente.
Christopher, no deberías…
Dime dónde está. — Grito— ¡Dónde está mi mujer!
En Paris.
Paris…
Escuchar ese nombre hace que duela respirar. No puedo creerlo,
simplemente no puedo. Mi corazón galopea contra mi alma, ¿por qué ese
lugar? ¿Por qué donde también nos casamos simbólicamente? Ella jamás ha
vuelto a pisar Paris desde que nos separamos. Por qué… Caigo sensible en el
sillón y por mi cabeza entran mil ideas de nuevo.
Señor… Es posible que su esposa haya…
No. — Contesto sin ganas— No sería capaz.
Señor…
Ignoro su comentario y trato de bloquear mi mente mientras bebo whisky.
… Es posible que en realidad haya fingido todo este tiempo. — Murmura
terco.
¡Ya te dije que no! — Grito.
Señor…
Vete a la mierda. — Tiro el vaso de whisky a sus pies.
Con desesperación jalo mis cabellos y saco mi arma. O es todo o es nada.
Señor… Christopher… ¿A dónde va?
Me detengo en el ascensor.
A Paris. A recuperar lo que es mio.
35. No tienes opción
Dulce
Mis ojos destellan un miedo que no puedo describir al verlo tirado. Una
agrietante sensación de dolor aparece en mi garganta como si estuviera
carcomiendome el alma. Está herido… Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos para
ver si esto es realidad o fantasía, pero es realidad… y necesito ayudarlo lo más
pronto posible
—Christopher… —Susurro sin saber si tocarlo o no.
Él no responde. Aún tiene el cuchillo en sus manos como si se hubiera
defendido.
—Du… —Lo callo con mis dedos y examino su cuerpo como puedo. Su
estómago está intacto al parecer, pero veo una herida en su brazo que no
quiero ni tocar.
Ahí… —Dice en agonía— Llama… Juan….
¿Dónde está Juan?
Entonces entra con comida en las manos, la misma que termina tirando
por nervios. Al verlo ahí solo me esquiva cargándolo hacia el sofá. Saca
desesperado un botiquín y desinfecta su brazo como puede. Yo… solo aterro
viendo sangre porque siempre he odiado la sangre. Juan toma un pedazo de
tela y lo amarra alrededor de su zona afectada para que no se siga
desangrando.
Señora, una ambulancia. — Espeta ansioso.
No. — Chris habla como puede— Pueden regresar, debemos irnos.
¿Irnos? ¿Regresar? Me hielo cuando lo menciona, entonces Juan corre
hacia la ventana y hace una seña extraña. 3 minutos después algunos hombres
más se nos unen, entre ellos el tipo que me estuvo espiando en Paris, y lo lleva
hacia las escaleras de emergencia.
Señora, vámonos. — Me quedo en shock. Juan toma mi brazo y me obliga
a ir con él a empujones— Christopher me mataría si la dejamos. Vamos.
Bajamos 15 pisos aproximadamente y estoy exhausta, pero todo se me
va cuando veo a Christopher agonizando. Su piel ahora es pálida y me aterro
pensando en que pueda estar en peligro, aún así hace su mayor esfuerzo para
seguir el camino.
Después de una larga travesía hacia una clínica pequeña a las afueras
de Lille, por fin lo ve un médico. Los minutos pasan volando y mientras espero
pienso en todo lo que ha sucedido hasta ahora. ¿Quién carajos ha hecho esto?
¿Brando? Un aire helado pasa por mi pecho. No, no puede ser él… Él lo
mataría. La sola idea de muerte me paraliza… No quiero que se muera. Cierro
los ojos confundida llevando mis manos hacia mi cabello. Estoy muerta de
miedo. Sé que solo es una herida en el brazo pero aún así existen mil
posibilidades de infección y perdió mucha sangre.
¿Cuánto falta para que terminen de curarlo? — Pregunto en francés a
una enfermera. Ella me explica el procedimiento de manera imparcial y se va.
No falta mucho, seguro. — Se une Juan de inmediato.
Lo miro y me parece un juego todo esto. Es un tipo de mediana estatura,
casi casi como yo. Trae botines y viste de forma particular, como si viviera en
la niñez y estuviera jugando a las matanzas. Me genera un poco de tensión
verlo, pero me extiende su mano para luego entregarme un café caliente.
Lo necesito…
Bebo apresurada quemándome la lengua. Él me dirige al asiento y luego
se une a mi lado. Mi tensión aumenta cuando recuerdo haber dicho que lo
besaría, pero me mantengo tranquila porque sé que Christopher lo mataría de
un balazo. Él no va a propasarse de ninguna manera.
Christopher está bien. — Dice rompiendo el hielo.
Sí, sé que lo está. — Respondo seca como si no me importara.
¿Sabe por qué pienso que está bien? — Pregunta incisivamente.
¿Por qué?
Porque usted está en su vida. — Espeta con seguridad— Él no va a
dejarse vencer por nada en el mundo si usted está cerca.
Hago un minuto de silencio fingiendo que trago café, esto a veces me
desconcierta.
¿Te ha pagado para que me digas esto, no? — Río sin humor— Buen
juego.
Para nada, señora. Solo… lo sé porque siempre ha hablado de usted
desde que lo conocí.
¿Enserio? — Levanto una ceja desprevenida— Seguro cosas feas. —
Contengo el aliento cuando asiente.
Sí, dijo que roncaba por las noches. — Me mira serio, pasan dos
segundos y explota en risa. Yo me enojo… ¿Qué carajos le pasa?
No me agradas. — Digo.
Señora, solo fue una broma. Christopher tenía razón… usted se pone
más interesante cuando la hacen enojar. — Suspira— Con todo respeto.
¿Enserio dijo eso? ¡Que se joda entonces! — Bebo más café— Me iré
cuando sepa que está bien.
¿Se irá? No se irá. — Afirma— Si la dejamos ir nos corta los huevos.
Pff… es un maldito maniático.
La ama con toda su vida, señora.
Hay un silencio. Me dedico a ver cómo la gente pasa por los pasillos con
bolsas, enfermos y algunos bebés en brazos.
Él hace todo esto por protegerla… — Añade— Usted no sabe todo lo que
ha hecho.
Si me protegiera tanto no debería haberse alejado de mí. — No sé por
qué dije esto ahora, pero ya lo dije. Me mira cansado, como si este discurso
fuera siempre el mismo y se limita a callar, entonces agrego.— ¿Cómo lo
conoces? ¿Te reclutó un día de por ahí? — Me da curiosidad saberlo.
No, él me salvó la vida. — Sonríe— Y desde ese día le juré lealtad.
¿Te salvó la vida?
Mi esposa y yo veníamos en un pequeño carrito por la sierra. Era lo único
que teníamos y entrábamos a la ciudad, entonces unos tipos nos dispararon.
Yo no sabía utilizar armas, así que protegí a mi mujer con mi cuerpo. Cuando
los hombres se acercaron los vi morir por unas balas a lo lejos. Christopher
había estado practicando tiros por la zona y los mató, entonces nos volvimos
amigos y accedí a trabajar con él. Usted puede verme, señora. No soy el típico
espía o asesino. Soy un hombre de pueblo que creció gracias a la confianza de
un hombre. Mi mujer y yo vivimos lejos pero nos queremos igual. Ella sabe que
estoy trabajando para el señor que nos dio todo lo que tenemos ahora.
Es una buena historia… — Digo con sinceridad— Me da gusto, enserio.
Christopher es un gran hombre. Sin conocerme nos dio techo. Mi mujer y
yo estábamos aventurándonos sin dinero por un futuro mejor, sobretodo por el
niño que esperaba mi señora.
Suspiro…
¿Un niño?
Si, Pablito. Ya tiene 3 años.
Tiene un hijo… Sonrío intentando calmar mi ansiedad, ¿Hay un niño
cerca a nosotros? Mi mente vuelta, quizá necesite más dinero para alimentarlo
pero no sé cómo decirselo sin que se ofenda.
¿Todo bien con eso? Digo… ¿Christopher no te explota no?
¿Explotarme? Me paga más que lo necesario. Ya hemos comprado un
departamentito — Sonríe— Y mi hijo vive tranquilo.
Jadeo al verlo tranquilo y con los ojos cerrados, entonces me voy al sofá
con una manta y me acuesto mientras prendo la televisión. ¿Qué habrá pasado
con Brando? ¿Qué hará el chino ahora? Mi preocupación se eleva por los cielos
al pensar en que estamos huyendo… porque sé que algún dia nos podrán
encontrar, y lo peor es que ahora tenemos dos enemigos. Ahora también es el
chino.
El Chino…
Sus palabras aún me aterran y jadeo sintiéndome tonta, ¿Debería
decirlo? No… Sería una tontería.
¿Y yo? ¿Me quedaré con Christopher de nuevo?
Trago saliva. Son muchas preguntas dificiles por hoy. Cierro mis ojos y
me relajo. Es hora de dormir.
Chris
Entre abro los ojos de manera lenta sintiendo mi cuerpo engarrotado…
estoy al fijo de la cama y al voltear no veo a nadie, por lo que me tenso. ¿Acaso
intentó escapar? ¿Y si ya no está? Me levanto de manera brusca en completo
silencio. Mi brazo aún fastidia pero sé que sanará pronto. Abro la puerta y
exhalo de manera inesperada… Ella está aquí todavía, conmigo, acostada en
el sofá.
Se ve hermosa cuando la luz del día la refleja. Sus párpados son rosados,
su piel blanca y tersa, soy un tipo profundamente enamorado. Contengo el
aliento al verla despertarse. Bosteza y al verme se levanta de inmediato.
¿Qué haces levantado, idiota? Duerme, descansa.
Estuve aburrido en la cama porque mi perfecta compañía decidió dejarme
solo.
Ignora mi comentario y me empuja hacia la recámara de nuevo.
¿Dónde está Juan? ¿Por qué dormiste en el sofá? — Pregunto tenso.
Le dije que podía dormir en la otra recámara. Yo quería dormir viendo
televisión. —Habla como si eso estuviera bien, pero no lo está.
Hubieras dormido aquí conmigo.
Su rostro cambia, está enojada.
No. — Dice seca y cortante, típico en las chicas enojadas.
¿Sigues enojada? — Pregunto.
Y no dice nada
Ok está más que enojada. Lo sé, la conozco.
Mucho. — Por fin responde.
¿Puedo saber por qué? Te pedí perdón…
¿Y crees que con eso basta? ¡Me hablaste horrible! Si te lo permito
siempre vas a hacerlo y no me gusta. — Se engríe de una forma tonta, pero
quizá tiene razón.
Bien, reconozco que me exalté pero no hables como si no tuvieras la
culpa. Tú te fuiste con Brando.
¿Me fui con Brando? ¡No tuve otra opción! — Alza la voz indignada.
Oh… rayos. Pelea.
Pudiste haberme llamado. — Mantengo mi actitud seria.
¿Cómo??? — Abre la boca— ¡Si ese vejete me quitó el celular! Y estaba
apagado.
Acepaste casarte con él de todas maneras, pudiste haberte negado. —
No quiero pelear, pero necesito reclamárselo.
¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué le diga que no? No puedo Brando,
tengo marido y es el mismo tipo del que desconfías… ¡Te mataría, idiota! —La
miro confundido, ¿Acaso no le he contado ya que puedo moverme de manera
invisible?
Que poca fe me tienes… Yo no soy cualquiera, Dulce. Sé defenderme.
Prefiero que se vaya a la mierda todo con tal de verte en sus brazos. Y no me
digas nada, soy un puerco celoso ¿Y qué? — Agrego rápido— Te celo porque
no puedo soportar que ese tipo te toque. Tú también eres celosa, ¿o no?
No hay cosa más dificil en esta vida que volver a creer en alguien
Es tan hermosa…
Lo único que odio, aparte de esa canción, son sus senos saltando a vista
de todos. A lo lejos puedo ver sus pezones erectos. Oh no… Baila tan
desprevenidamente que ni se ha dado cuenta.
Joder. — Exploto al ver a un gorila acercarsele. Ella ríe coqueta,
¿Coqueta? Mierda… está tan ebria que ni logra pensar bien las cosas.
Lo siento, amigo… Me estoy cogiendo a otro. — Es directa y logro
escucharlo.
No soy celoso y sé compartir… — Susurra tomando su cintura.
Uh… uno, dos… —Cuenta como si yo fuera predecible.
Lo empujo serio y levanta las manos en señal de paz.
Tal vez en un futuro. Por lo pronto este me gusta… — Grita burlándose.
Te esperaría toda la vida, preciosa. — Responde el tipo.
Espera sentado, bastardo. — Respondo y la miro enojado— No me
respetas.
No bailas conmigo — Sonríe.
Dulce…
Anda, baila conmigo. — Me mira sutilmente y enreda sus brazos en mi
cuello. Mierda… me encanta. Ella lleva el ritmo de la música con mi cuerpo y
empiezo a sentirme cómodo solo porque me aprieto en ella. Es tan divertida…
intento besarla pero no me deja, escucha la música y ríe tocándome el pecho.
¿Qué? — Digo sin entenderla.
Criminal… Cri cri minal — Me hinca con su dedo cantándome al compás
de la música y entiendo el sentido, ¿Realmente piensa que soy criminal? Jadeo
y seguimos bailando mientras bajo mi mano por su trasero.
No sabes tocar, patancito. Así… — Baja su mano por mi ombligo y toca
mi miembro sobre mi pantalón mientras rie… enseguida despierta al monstruo.
Me quemo con su solo roce, aunque este haya sido de manera externa.
Vamos a casa… — Susurro a su oído— Quiero hacerte el amor.
Coger suena más divertido. — Me dice.
Vamonos… — Ordeno. Ya me cansé de todo esto.
¿Y si no quiero? — Me abraza y susurra en mi oído— Me molesta la ropa
interior…
En medio de toda la gente levanta un poco su falda para meter su mano
y pronto jalarse la diminuta tanga que lleva puesta. El pequeño pedazo de
encaje cae por sus piernas y me horrorizo al verla tan… zorra. Mi pulso se
precipita, entonces de un tirón toma su braga y la guarda en mi bolsillo.
Si te vas de este lugar… juro que me agacho. — Mi cuerpo se incendia
cuando la escucho decir todo aquello en mi oreja. Estoy jodidamente prendido
y no tan enojado cuando debería.
Dulce… — Gimo en su oreja— Estoy conteniéndome demasiado, mi
amor. No me hagas esto.
Una pieza más… — Ruega y no tengo otra opción. Bailamos pegados y
mi miedo se engrandece cada vez que la veo moverse, por lo que todo el tiempo
mantengo mis manos en su trasero. No quiero que nadie vea lo que es mio.
Cuando por fin termina esa asquerosa canción me lleva hacia el salón
privado de vuelta, tira mi cuerpo contra la silla y sonríe mientras jala la tira de
la cortina haciendo que todo se vuelva más privado que antes.
Trago saliva. Me contengo al verla sentarse delante de mí y abrir las
piernas de manera perversa. Mi cara se vuelve fuego, estoy experimentando
sensaciones jamás antes vividas. Dulce es una pequeña ladilla… y me encanta.
Amo su forma de prenderme, de hacerme enojar, coger, besar, reír, llorar… Es
simplemente única, entonces pierdo la cabeza. Tiro de ella de un jalón y la
aprisiono a la pared mientras le toco los senos por encima de la suave tela de
su blusa.
Oh… pantacito. — Ríe casi ebria, entonces agacho mi cabeza para besar
sus senos con mi lengua.
La gloria… Un par de ruedas grandes para mi hambre. Los chupo de
manera desmedida y rápida. Luego beso su cuello y finalmente su boca
mientras con mis dedos toco su centro.
Será rápido cielo… — Susurro en su oído— porque no tenemos mucho
tiempo pero juro que haré que tengas el mejor orgasmo de tu vida en cuanto
podamos estar solos.
Cumpleme, marido. — Dice entre dientes.
Entonces me enfurezco y le doy vuelta mientras me agacho para meter
mi cabeza entre su falsa y piernas. Ahí muevo mi lengua de arriba abajo,
presiono el centro y succiono como puedo siempre alerta de si alguien viene o
no. Cuando ella gime solo la detengo poniendo un dedo que chupa en su boca,
descubro mi pantalón y dejo salir la erección que empieza a dolerme.
Harás lo que te diga… — Susurro y con mi mano bajo su espalda en
dirección hacia el suelo dejando su hermoso trasero pegado a mi miembro.
La penetro de manera profunda y segura. Tomo su cadera con una mano
y con la otra sigo manteniendo mi dedo en su boca. Es un poco incómodo pero
placentero. Mi cuerpo golpea sus nalgas haciéndolas sonar una y otra… y otra
vez. Mi ritmo aumenta a manera que voy saciándome de su ser. Es tan
follable… y lo estoy gozando.
Uno, dos, tres, mil… la cojo como me gusta. Su centro es perfecto para
mí. Le doy duro y rápido sin perder el tiempo, abriendo mi boca como un maldito
niño masturbándose, haciendola morder mi dedo… Oh si… Arriba su trasero.
La muevo circularmente y me clavo de nuevo hasta tocar sus paredes.
¡Ah! — Grita, pero con la bulla nadie escucha.
Si… — Me sigo resbalando en ella metiendo toda mi extensión en su
hermoso ser, dándole fuerte como sé que le gusta, llenando mi alma en ella.
La tomo como quiero y en su casi borrachera dice tonterías que no logro
entender. Puedo sentir que su cuerpo se contrae al igual que el mio, estando
lista rápido… pero a la vez placentero.
Tomo sus nalgas una vez más y me aprieto como metralleta entrando,
saliendo, entrando… repitiendo el ritmo más de mil veces, dejándole saber que
soy su marido… que ella es mia y yo soy suyo… Estar así es tan rico… que
tengo que luchar por no cerrar los ojos y olvidarme del resto.
Chris… — Chilla abriendo la boca, sintiendo que su cuerpo se empieza a
liberar de manera brutal.
Dilo, Dulce… dilo ¿Quién es tu marido?
Tú… — Susurra golpeando su voz por cada penetrada que le doy
Sigo empujando hasta el fondo sintiendo que mis fuerzas se acaban,
dejando ir los gritos y mirando su hermoso trasero rebotar por última vez en mí
cuando el climax acaba con todo…
Llegamos. Lo hicimos. Juntos de nuevo…
La despego de mí lo más rápido posible ordenando todo en ella. Me toma
unos minutos recuperar el aliento y termino vistiéndome, pero ella sigue así….
Apretada contra la pared.
Cielo… — Susurro besando sus labios— Te amo tanto…
Chris… — Sonríe y me abraza, pero antes le acomodo los senos
nuevamente en su blusa y bajo su falda.
Cielo… vamos a casa.
No… Otra vez — Ríe risueña y se cuelga de mi cuello— Cógeme como
quieras.
Dulce… — Me ahogo.
Atrás… — Logro escuchar y suspira mordiendome los labios. Está
completamente ebria ahora y lo compruebo— Quiero comer todo de ti…
Dulce… — Abro mis ojos.
¿Sabes que tu cuerpo me parece lindo? — Me toca los pectorales—
Todo en ti es comestible, mi amor. Mi vida. Mi buen follador…
Dulce…. — Río estúpidamente. Jamás la escuché decir eso.
He deseado hacer mil cosas más contigo.
Vamos a casa. — Tomo su brazo
No, no… — Sube su pierna y roza mi miembro — Quédate
Dulce…
Haré lo que me pidas sin restricciones. — Ruega— Eres tan bueno… todo
en ti sabe bien. —Me mira perversa.
Dulce… — Me siento intimidado. Realmente las mujeres pueden hacer
que los hombres explotemos siendo tan directa.
Me enloquezco con sus palabras y le concedo el gusto de nuevo
besándola como puto adolescente sin sexo. Ella ríe entre mis dientes y luego
enrolla su lengua con la mía volviéndome un depravado en su aliento. Nos
tocamos mil veces, nos apretamos como queremos, nos volvemos dos niños
locos descubriendo por primera vez el amor de otra manera. Jadeo, ella gime…
y mientras la alzo en mis caderas descubro un pedazo de su braga para intentar
resbalarme de nuevo.
Y todo sucede rápido…
Mi aliento se vuelve seco al ver la luz intermitente roja de una cámara
escondida en aquel lugar. ¡Nos ha grabado! ¡Tiene un maldito video de
nosotros cogiendo! ¡Y no me he dado cuenta! Sombras fuera de la cortina
yacen vigilando como si todo esto fuera armado… Como si quisieran afectar
con esto a alguien en particular.
La cordura se me va… La visto de inmediato y paro manteniendo mi
mente fría, ¿Cómo no pude saberlo? ¿Cómo no pude darme cuenta? Mi
cerebro se rompe intentando atar cabos ¿Si no fui yo… entonces fue ella? No
concibo en mi corazón una traición como esta. ¿Ella traicionándome?
La furia invade mi razón mientras pienso en cómo me deshaceré de ellos.
Estoy tan confundido y alerta que desconfío de todo, por lo que le aprieto los
puños y chilla al instante poniéndose seria al ver mi actitud.
Y todo pasa como magia… De pronto todo el alcohol se va de su cabeza
cuando me mira a los ojos.
Dulce, jodida Dulce… Qué has hecho.
38. Es lo que soy
Chris
“Sé que voy a quererte sin preguntas, sé que vas a quererme sin
respuestas” M.B
¿Qué fuiste a hacer con ese hijo de puta ayer? ¿Y desde cuándo tienes
comunicación con ellos?
Christopher… solo me envió dos mensajes de texto y luego me llamó para
amenazarme. Dijo que te iban a matar si me seguía negando… Entonces pasó
lo de tu brazo. — Me mira— Y me asusté. Él sabe todo de nosotros. Sabe
dónde estamos, con quién andamos… ¿No crees que es mejor tener al
enemigo cerca?
¡No! — Exploto de rabia— ¡Ese perro chino está engañándote, Dulce!
Esa gente solo miente para conseguir lo que quiere y luego mata. ¡Te dije que
no te metieras en nada de esto!
¿Cómo quieres que no me meta? Somos… una pareja ¿No?
Tú estás en desventaja. No sabes ni manejar bien el arma. Te matarían
en un segundo.
Bueno, pero no lo han hecho… Sabes que no soy de las mujeres que se
quedan quietas, así que voy a luchar a tu lado. — Me mira tensa, casi casi como
si quisiera mi perdón… pero estoy tan furioso que no quiero ni mirarla.
Imprudente. No tienes respeto por tu vida. ¿Qué hay del video?
Baja la cabeza.
Me pidió un video para… darselo a Brando cuando se entere de la verdad.
— Abro la boca indignado y hasta dolido… ¿Cómo pudo? Carraspeo mi
garganta para no hacer cosas que no quiero— Yo… Christopher, no pude.
Intenté… pero al final desistí. Ellos creo que nos siguieron. Sabían que iba a
irme de fiesta contigo pero nunca les dije dónde porque me arrepentí. Por favor,
creeme…
¿Me pides que te crea cuando intentaste hacer esto??? — Exploto—
¡Eres una tonta! O quizá muy inteligente… Estoy jodidamente furioso,
decepcionado, cansado de intentar, intentar e intentar… ¿Y tú qué? ¡Solo
terminas arruinándolo!
Christopher… — Su voz es un hilo— Lo siento, de verdad lo siento… Y
sabes que jamás pido perdón. De verdad me arrepentí. Quizá ellos grabaron
ese video sin permiso, o quizá… no lo grabaron ¿Cómo lo sabes? Y con
respecto al chino ¿Qué querías que hiciera?¿Que dejara que te maten?
Pudiste habermelo dicho — Digo tomándola de sus muñecas— Y si no
lo hiciste… fue por algo más. Yo tengo la culpa… por creer que sigues siendo
la mujer de la cuál me enamoré pero no… No eres más que una interesada.
La empujo y, sin ganas de pelear, camino hirviendo de rabia hacia la otra
habitación. Necesito averiguar si lo que me dijo es cierto o hay algo más…
Dulce
Lo sabe ¡Maldita sea, lo sabe! Mantengo mi mirada fría cuando entra en
esa habitación y me rompo enseguida cuando veo que ha desaparecido.
Camino hacia mi recámara y cierro la puerta con llave ¡Hijos de puta todos!
Tomo una almohada y la lanzo por la ventana furiosa, ¿Cómo pudo
averiguarlo? ¿Cómo tuvo esas fotografías?
Siento ganas asquerosas de llorar cuando el silencio se apodera de la
habitación. Lucho conmigo misma por no hacerlo pero no me contengo… Jadeo
sollozando mientras veo mi pecho elevarse, ¿Cómo pasó todo? Tengo una
sensación estúpida de culpa… ¿Yo tengo la culpa? Cierro los ojos, los
recuerdos me atormentan… aún sigo pensando en lo que dije, en las cosas que
sentí en ese momento.
¿Por qué no? Soy humana. Era la mejor forma de conseguir las tres cosas
que quería: Mi dinero, paz y la seguridad de Christopher.
Debería agradecérmelo —Me retuerzo en llanto— Debería agradecerme
que haya hecho esto por su bien ¿Pero qué hizo ahora? Gritarme, tratarme
como a una cualquiera y reclamarme cuando el estúpido me está siguiendo…
Joder…
Lo quiero.
Tengo una horrible necesidad de pedir disculpas y yo jamás lo hago. No
sé qué me pasa… necesito su calor, su piel contra la mía, su olor sino me vuelvo
loca.
Dulce, Dulce… eres una idiota. —Me digo a mí misma. Llegó lo que tanto
evitaste… Volviste a obsesionarte con él y ahora de forma más profunda.
¿Pude haber aguantado París sin él? No. ¿Pude haber soportado besar al
vejete sin pensar en él? No. Siempre la misma palabra calando en mis
pensamientos.
Y ese video… Juro que jamás quise que sucediera de esta forma. De
verdad lo evité, jamás les confirmé que iba a hacerlo, pero supongo que de
alguna manera se enteraron y nos tendieron esa trampa…
¿Y si se lo enseña a Brando? Mi corazón se hace pequeño, pero no por
él sino porque tendrían que separarme de Chris.
Chris, Chris, Chris… —Llevo mis manos a la cabeza— Te quiero,
patancito. Quizá más de lo que pienso, siento, imagino, maldigo… Te quiero
con mis huesos y mi imperfección, pero todo es negro entre nosotros.
Pasan las horas y aproveché para darme un baño. Salgo de mi habitación
tensa, entonces veo a Juan examinando unos papeles. Mi furia aflora pero sé
que no es un buen momento… Me mira extrañado y no me dirige la palabra,
pero yo voy a decirle unas cuántas verdades.
Ya estarás contento…
Para nada, señora. Creame que a mí me duele a ver a Christopher así.
Todo esto se hubiera evitado si no le hubieras ido con el chisme.
¿Chisme? A mí me parece que ha sido algo realmente necesario. Usted
está en peligro si sigue ayudando a ese hombre.
¡Yo no estoy ayudando a nadie!
Christopher sale en ese momento.
Christopher, tengo la información y… bueno — Le da un sobre.
¿Son los videos? — Asiente.
Todas las copias. Tuvimos que batallar pero ya las tenemos.
¿Las viste? — Pregunta tenso y me hielo…
No señor, lo hizo Julio. Yo… no me atreví. — Suspira y descanso.
Gracias, Juan.
Eh… hay algo más — Me mira como si no pudiera hablarlo delante de mí.
Di lo que tengas que decir. La señorita Evans debe enterarse.
¿Señorita Evans? Mi boca cae… ¡Él jamás me llamó así cuando
estábamos solos!
Eh… El chino solicita hablar con usted.
Abro mis ojos
¡Que se vaya a la puta mierda! — Grita con fuerza.
Bien. — Asiente y se va.
Mi corazón palpita sin sentido cuando lo veo sosteniendo más whisky y
tomándolo de un solo trago. Realmente está furioso y me tenso al verlo actuar
de esa forma. Jamás se ha enojado así conmigo… y la verdad es que no
soporto su falta de atención.
Chris… — Suelto y me ignora— Lo siento.
Voltea y se va hacia otro lado de la sala, entonces lo sigo.
¿Vas a seguir así? Tenemos que hablar, cielo. Mira, yo… de verdad no
pensé pero no quería que te suceda nada malo. Y bueno, ya tienes los videos…
¿Crees que con eso pasa todo? — Voltea de golpe— ¿Cómo voy a
confiar en mi esposa si a la primera oportunidad me miente de esa manera?
Te recuerdo que si hablamos de mentirosos tú sales ganando.
¡Esa fue otra situación! — Añade serio.
Mis ojos pican cuando observo su rostro frío hacia el mío. Parpadeo,
tiemblo, me erizo… esto no puede ser verdad, no puede estar sucediendo…
me siento morir.
Con rapidez toma mi mis manos y me voltea dirigiéndome a la zona de
control. Mis pies caminan sin voluntad hasta que me rebelo contra él
presionando fuerte. Me mira… y yo intento buscar una seña de compasión en
su rostro pero es inútil.
Siento terror volver. Pensaba que iba a ser en mucho tiempo, no ahora…
No así.
Chris… — Mi voz es un hilo— ¿Por qué haces esto? — Ahogo las ganas
estúpidas que tengo de llorar.
Entra. — Ordena evadiéndome.
Por qué carajos haces esto — Susurro y me acerco a su cuerpo. Con mi
mano toco uno de sus pectorales acariciándolo de arriba abajo. Estoy herida
pero lo necesito… por alguna razón no puedo despegarme.
Dulce, no. — Sostiene mis muñecas— Entra. — Sigue ordenando.
¡No entraré hasta que me des una explicación! — Alzo la voz y la gente
nos mira.
No hay explicaciones, sino hechos. Tú querías casarte con ese infeliz,
¿No? Bien. Ahora eres libre para hacerlo. Ve con tu Brando, con tu amor…
Mi amor eres tú… — Digo sin pensar sintiéndome desnuda ante toda una
multitud de hombres mirándome. Él mantiene sus ojos de avellana fijos en mí
y yo solo suspiro con sinceridad. Él es mi amor y también mi perdición.
Mar…
Trago amargura y camino hacia la cocina, recámaras y un pequeño
estudio. Este lugar es hermoso… pero no me interesa ahora. Elijo uno de los
cuartos y me siento en la cama mirando muchas bolsas de ropa nueva, por lo
que me obligo a escoger una prenda y meterme a la ducha.
Respiro…
El agua caliente cae sobre mi piel de manera precisa. Quiero olvidar…
solo olvidar… Callar mis sentimientos y nada más —Me repito una y otra vez—
Encuentro mi shampoo favorito y jabón líquido exfoliante de sabor a fresa que
tanto me gusta en el baño. Después de un largo baño salgo envuelta en una
toalla y me visto con la ropa más cómoda que encuentro: Buzo y poleras largas.
Mientras mi mente sigue hincándome de manera brusca me acurruco en
la cama sin secarme el pelo. Abrazo mis piernas y mi mirada se pierde en el
silencio.
He regresado al tormento…
Cierro mis ojos obligándome a dormir. Sé que Brando llegará y debo
cambiarme para estar presentable. Odia que esté sin maquillaje, con ropa
cómoda y sin tacos. Quizá le gusta mi lado más sexy, pero un día conocí a un
hombre que amaba verme de la forma más simple… y ya no está.
¿Señora? — Escucho una voz y no quiero despertar— ¿Señora?? —
Vuelve a preguntar más alto, me enfurezco y abro mis ojos lentamente.
¿Quién eres? — Digo con la voz ronca.
Vine a limpiar pero me pidieron despertarla. Es hora de cenar.. — Sonríe
y se va sin decir más.
¿Hora de comer? Me doy cuenta y es de noche… ¿De noche? No tengo
hambre, solo sueño. Me quedé dormida sin querer mientras veía pasar los
minutos mirando a la ventana y realmente lo agradezco.
Me levanto con dolor de cuerpo y abro la puerta despacio. Todas mis
particulas se congelan cuando escucho voces… ¿Es Brando? Trago saliva y
pienso en que debería arreglarme antes de verlo, pero algo me dice que espere
un poco más.
¿Sigue dormida? — Mi alma sale del cuerpo cuando escucho su voz…
Juan
Acabo de despertarla señor, viene en camino. Con permiso. — Dice la
mujer.
¿Juan? ¿Es Juan??
Salto y cuando llego a la sala me topo con el cuerpo de Christopher. Lo
miro sorprendida, parpadeando, estúpidamente con la boca abierta. Me mira
serio, distante pero lo perdono… ¡Está aquí! ¡No me ha dejado! Mi corazón es
una fiesta ahora y me siento idiota sintiendo esto…
¡Quiero saltar!
La emoción me embarga pero me contengo cuando levanta una ceja y
empieza a mirarme raro. Estoy sin maquillaje, con ropa floja y la cabeza hecha
mierda, aún así me mira de forma particular, aunque sus ojos aún sean serios
con los míos.
Christopher… — Digo casi sollozando. Lo abrazo con tal fuerza que casi
pierde el esquilibrio. Su voz, su piel, su olor… me intoxican y a la vez sanan.
Dios… Parezco una adolescente entusiasmada.
Basta. — Me separa— Estoy aquí porque Juan me dijo que te sentiste
mal.
¿Yo? — Mantengo la mirada y Juan me sonríe como si hubiera hecho
esto como ayuda hacia nosotros— Yo… bueno, quizá.
Ya llamé al médico.
No…
No me discutas — Ordena frío— Mañana estará aquí temprano.
—Está bien. —Digo.
Comprar dos pasajes de avión… Uno para Barcelona y otro para Lisboa
sabiendo que había poca diferencia en horarios y mandándome al vuelo para
España con ella. — Ríe cruel— Vamos, sin máscaras.
Bueno Juan, nadie entiende esta mierda — Acepto cansado— Ni yo
mismo. A veces no sé ni lo que hago.
Querías asustarla…
—Quería hacer que se arrepienta. — Corrijo.
Lo lograste… lloró todo el camino.
Abro mis ojos de inmediato.
¿Qué? — Jadeo
Te dije que se había sentido mal, pero me pareció adecuado que te
mencionara lo otro fuera del departamento. La aeromoza dijo que tuvo un
ataque de nervios ¿Sabías que tiene cambios emocionales muy fuertes? Me
dijeron que no era normal, quizá hormonal. Estuve investigando sobre el tema
mientras bajábamos del avión.
Desde niña ha tenido problemas con eso, pero jamás le trajo situaciones
así, solo… — Me pongo a pensar y trago saliva sintiendome mal.
Joder. Mierda.
Juan sonríe cuando ve que me doy cuenta
¿Lo controlaste, cierto?
—Así es — Asiente— Le dimos una pastilla relajante y listo.
Quiero dejarla sola en el departamento e irme a un hotel. No tengo
paciencia pero a la vez me preocupa su seguridad, sus lágrimas… su pánico.
¿Qué hago Juan? ¿Cómo te mantienes de pié cuando quieres caer? No puedo
seguir con alguien que no conozco.
La conoces bien, Christopher… pero así es la vida y el amor. Es de locos.
¿Qué pasa si hablo con ella y la perdono? ¿Volverá a hacerlo? ¿Crees
eso?
Creo que ha sido una buena lección. Nunca antes en mi vida vi a una
mujer tan llena de pánico, tan sincera buscando tus ojos en medio de la gente,
tan paranóica contigo. Por Dios… ¡Ustedes no se ven de fuera! Pero se
necesitan.
La amo con pasión, la beso con pasión, la abrazo con pasión, cogemos
con pasión, peleamos con pasión… ¿Cómo no hacerlo, Juan? Es lo único que
conocimos desde que nos enamoramos.
Pero las cosas han cambiado. — Dice como si fuera Dios.
Ella es mi bonita… pero a veces siento que es una pesadilla. Quiero
despertar y tener a mi lado a la mujer que conocí hace muchos años.
Sigue siendo esa chiquilla, Christopher. Te enamoraste de ella pero el
tiempo cambia… quizá tiene nuevas ventanas ¿Me entiendes cierto?
No le respondo y termino mi trago.
Otro, por favor… — Digo.
*
El tiempo pasa volando y pronto mi reloj marca las 11:00 de la noche.
Salir con Juan me ha hecho bien aunque movió mi cabeza de una manera
impresionante. Aún así siento que no puedo perdonarla. Cada vez que me
habla es como si escuchara al maldito chino en mi cabeza, los recuerdos vienen
a mi y no puedo contener mi rabia.
Ambos tienen la culpa… ¡Hijo de puta! Le advertí que no quería que se
metiera con mi mujer y lo hizo. Algo tiene entre manos… y Dulce es muy
manipulable en ese sentido. Era obvio, cayó en sus planes pero no me quedaré
quiero. Le enviaré otra advertencia. Tengo muchas ganas de hundirlo, pero no
puedo perder mi foco. Él es capaz de armar todo para que yo me descontrole
y acepte su juego.
Por buenas fuentes sé que está intentando reclutar personas que han
trabajado con Brando. Se vengará por haberlo querido arruinar a cualquier
precio, pero el viejo no se dejará. Lo conozco… quizá mejor de lo que quiero.
He investigado su vida al milímetro y jamás fue un buen hombre. El chino es su
misma calaña.
¡Malditas estrellas!
No puedo, simplemente no doy más. Tiro el vaso frustrado y escucho
cómo se rompe en el suelo. Dulce… ¿Por qué haces esto conmigo? Tengo
tanta furia que voy a decirselo. Camino seguro y echando humo pero al entrar
a la habitación me contengo…
Ella está en posición fetal con sus manos en la cara y llorando, llorando
con tal sentir que me rompo al instante.
Son pocas veces que la ví llorar porque por lo general se contiene. Sus
lágrimas evocan miedo y su cuerpo tiembla sin control. Dulce… —Trago
saliva— Bonita…
No puedo, estoy hecho para ella.
Me acerco sin miedo y no sé cómo empezar a decirle algo. Ella me siente
y se descubre el rostro mirándome como si yo fuera un ser mágico. Parpadeo
y toco su rostro para limpiarle las lágrimas, en un segundo todo mi enojo se ha
esfumado porque solo deseo que esté bien. Cuando amas de verdad es lo
único que quieres…
Lo siento… — Digo y se echa a llorar en mis brazos— Dulce… —Mi voz
se rompe al sentir su pecho llorar.
Déjame llorar… — Suplica— He tenido tanto miedo…
No quise…
Lo sé, ahora estoy bien… porque has regresado. Has regresado,
Christopher.
Siento horror cuando la escucho… “Has regresado” Ella aún tiembla
porque evoca aquel momento de hace 5 años, aquel día en el que me fui
dejándola cobardemente desnuda en nuestra cama con solo una carta. No, no
fui capaz de enfrentar esos ojos… y solo actué movido por el resentimiento,
pero también la lastimé.
La aprieto fuerte contra mí y ella se rompe en silencio. Esconde su cabeza
en mi pecho y lo llena de lágrimas. Ella aún tiene una pequeña fibra frágil del
pasado, la misma que la hace morir cuando piensa en el abandono.
Nun…nunca me dejes por favor — Ruega y me quedo impactado. Ella
jamás lo hace.
Jamás, cielo… jamás… — La calmo— Sabes que hice todo eso por
mamá. Lo siento, de verdad lo siento.
No responde y me siento un maldito bastardo. La hice llorar… y el
sentimiento es inexplicable. Mantengo mi cabeza pegada a la suya y cierro mis
ojos para sentir su corazón. Es tan hermoso verla así… que solo me quedo sin
aliento esperando con paciencia que desahogue, saque todo lo que queda y
vuelva a vivir.
Duerme… — Susurro suavemente en su oreja cuando la siento detener
su llanto.
¿Dormirás conmigo? — Dice.
Sí, siempre.
Ya no importa mi enojo… porque para mí está claro. La amo y es lo que
importa, aunque sea otra persona. Sostengo su cuerpo junto al mio y la arropo
sin pensarlo junto a mis brazos. Ella levanta la mirada sin pensarlo y veo sus
hermosos ojos hinchados, rojos, porque ha llorado de verdad y me estremezco.
Mañana verás a un médico, descansa… — Le susurro.
¿De verdad no te irás? — Se obsesiona con ello y me tenso.
No me iré, amarga… — Sonrío— Ahora descansa.
No emite emoción solo pone su cabeza en mi corazón y ahí se duerme.
Sus suspiros son mi vida… Todo esto es una locura y pronto recuerdo las
palabras de Juan
La amo con locura y sin explicaciones.
La cuidaré de todos aunque se enoje, hasta de ella misma si es necesario.
Suspiro una vez más viendo que se está perdiendo en el sueño y mantengo mi
boca en su pelo… Es la forma más hermosa de irme con ella… junto a su olor.
Dulce
La mañana pinta bien aunque tenga mis ojos hinchados.
Mientras me miro en el espejo siento que ya no soy la misma, aunque no
lo crea. En algo he cambiado y no lo sé a ciencia cierta… ¿Quizá soy más
buena onda? ¿O me dejo sentir? Pego mis labios mientras termino de peinarme
para ir a desayunar.
Él está ahí… y solo me siento extraña, más extraña que la primera vez
cuando le dije que lo quería en vida.
Camino en silencio y me topo con Juan en la mesa. Lo saludo y me siento
junto a Chris sin saber qué decir o sentir. Amanecí en sus brazos y cuando tuve
la oportunidad salí corriendo mientras recordé lo sucedido la noche anterior.
¡Qué me pasa! Me juré a mí misma tantas cosas que no estoy
cumpliendo…
Buenos días.
La mujer que viene a limpiar nos sirve el desayuno y solo me atraganto
de comida para evitarlo. Estoy avergonzada… ¿Fui muy melosa ayer? ¿O muy
rogona? Mis latidos aumentan y cierro mis ojos para negarlo. Es lo que siento…
y si voy a seguir una vida con él debo asimilarlo.
¿Tienes sueño, Dul? — Pregunta y siento su mano en mi rodilla. Oh…
está contento.
No, solo… cerré los ojos — Digo tímida por primera vez en mucho tiempo,
quizá porque son mis sentimientos.
Estaba hablándole a Juan sobre los hermosos lugares que existen en
Europa y me sugirió hacer un viaje. Su mujer y su hijo se acoplarán a nosotros,
¿Qué te parece, cielo?
Cielo… me dijo cielo… Sonrío.
Increíble pero… ¿No es peligroso? Me están buscando.
Déjalo en mis manos. — Me regala una sonrisa.
Bueno, arreglaré todo para que vayan a la playa privada que te comenté
Chris. Provecho. — Me dice sonriendo… ¡Cielos! Lo he odiado en su momento
y ahora me cae bien.
Cuando se va me tenso porque la señora que limpia lo sigue y nos deja
solos. ¿Hablaremos? Sigo comiendo con locura y se toma un tiempo riendo.
¿Nervios? — Lee mis pensamientos.
No… — Niego masticando mi último pedazo de sandía.
Ok… — Dice sin creerme— ¿Qué tal dormiste? —Me sonríe altivo.
Con muy buena compañía… — Respondo coqueteandole.
Interesante respuesta, amarga… Yo también dormí perfecto.
Reímos y no podemos quitar nuestras sonrisas de los labios.
Saliste corriendo cuando despertaste…
Bueno, tenía que… — Lo miro y me sigue sonriendo, entonces decido ser
sincera— Me abruma todo lo que estoy sintiendo, esa es la verdad.
Dulce… — Suspira, se levanta y me extiende el brazo. Ni si quiera lo
pienso, me levanto de inmediato y lo abrazo.
Cielos… esto es perfecto. Está aquí junto a mí, no me ha dejado.
Jamás me fui de tu vida, cielo. Solo estuve ausente a tus ojos…
Lo sé pero tuve mucho miedo.
Hablemos ¿Si? — Pregunta con ternura— Ven aquí.
Se sienta en el sofá y me siento en sus piernas.
Me asusté mucho cuando me dijiste que ibas a enviarme de vuelta con
Brando.
Estaba enojado…
—Adiós.
Christopher ni si quiera dice nada, solo asiente hasta que por fin se van,
entonces caigo en la silla pasmada.
—Dulce…
—No, no me digas nada.
Me levanto sin sentido mientras mis pies caminan sin rumbo. Hace frío,
pero no me importa… porque necesito pensar. Volteo y no veo a nadie, así que
solo sigo en dirección recta sintiendo el aire azotar en mi rostro.
¿Por qué quiero morir?
Me quedo en silencio…
Lo he intentado, juro que lo he hecho… pero ver este tipo de cosas me
lastiman, ¿Y qué más puedo hacer? ¿Escapar de la realidad y nunca más ver
a los niños? Aún duele, aunque he aprendido a superarlo…
Me siento en una banca con el parque desolado, miro a la luna y noto
cómo una estrella la acompaña. ¿Por qué? —es algo que me pregunté toda mi
vida y hoy la sombra de ese recuerdo vuelve a torturarme.
5 intentos, 5 fallidos, 5 decepciones.
Soy tan joven… Me odio a mí misma por sentir que no tengo balance,
pero no puedo evitarlo. Tengo un nudo pesado en el pecho, quiero sacarlo pero
mis lágrimas se han bloqueado porque se niegan a sufrir por algo que no tiene
escapatoria.
Pasan algunos minutos, quizá media hora y solo sigo mirando al cielo
oscuro. Llorar no soluciona, debo ser fuerte…. Muy fuerte… como siempre he
sido
—Sal de ahí —Espeto contra el árbol mirando a Christopher. Es tan
predecible… y tan obvio conmigo…
—Cielo… —Me mira aturdido, ha estado ahí siempre y recién lo he
descubierto.
—No me digas nada, ¿Puedes darme privacidad? —Enserio estoy
molesta, que no me joda.
—No. Quiero acompañarte. —Se enterca como un niño.
—No quiero, Christopher… —Le digo— Por favor, déjame sola.
—No puedo dejarte sola. —Susurra— No en estos momentos.
—Christopher… —Le digo cansada— Hoy odio al mundo, por favor… —
Imploro por primera vez en mi vida.
—Pero quiero estar contigo aunque odies al mundo. Siento que… me
necesitas.
Lo miro con una extraña sensación de frío y por más que quiero no puedo
aceptarlo. Necesito mi soledad, porque quizá he estado acostumbrada a esto
desde hace mucho, y realmente me aflije que esté mirándome así… con cara
de perrito triste esperando cariño.
—Chris….
—Te amo. —Dice de inmediato y se une hacia mi— Ayer no podías
soltarme y ahora me evitas.
—No siempre querré tenerte en mi encima Chris, hoy no por lo menos.
Escucha… —Le sigo firme— Dame una hora, solo una hora. Quiero perderme
en el espacio, pensar… y seguir adelante. No soy de piedra aunque parezca, y
he estado acostumbrada a vivir en soledad…
—Y llegué yo de nuevo…
—A irrumpir mi vida de una manera no sana… —Le doy una sonrisa cruda
y poco a poco mi gesto va perdiéndose.
—Solo una hora —Dice.
—Pero sin trampas. No me sigas ni me vigiles, odio que sean tan
acosador conmigo.
—Bien, bien —Rueda los ojos.
Cuando desaparece lo hace entre los árboles y me quedo mirándolo…
¿Qué especie de ser humano es? ¿Por qué no puede ser un tipo normal?
Carraspeo mi garganta e inspiro fuertemente para sentir el aire puro rebotando
en mis pulmones…. Estoy sola, es de noche, pero algo me dice que el patancito
jamás se irá de este lugar así que tomo mis precauciones. Camino por e jardín
entrometiéndome en otra área que da a otro parque. La oscuridad embarga el
lugar y pronto me tenso…
¿Y si pasa algo?
Christopher vendría por mi. —Digo y mi pecho se calma.
Doy vueltas por un lado, luego por otro y me doy cuenta qué hay un poco
de pasto, el mismo que me encanta pisar. Desde niña lo hago… me gustaba el
sonido de estruendo cuando lo hacía así que jamás lo dejé.
Mi corazón empieza a latir con fuerza, ¿Qué ha sucedido? Jadeo
sintiendo movimientos. Una luz alumbra mis ojos con extremo poder. Es
amarilla y de inmediato los cierro para no perderme en ella, pero cuando vuelvo
a abrirlos mi boca se seca con total tensión…
Mierda
Lo que me faltaba
Respiro hondo viendo cómo un hombre se acerca y mira mi rostro con
una sonrisa extraña, es él… y mi mente solo piensa en una cosa: Christopher.
Trago saliva intentando ver por el rabillo de mis ojos si hay alguna salida
cerca, y no encuentro ninguna.
—Calma, Dulce. No te haremos nada, no si colaboras.
—Qué quiere. —Respondo a la defensiva mientras miro al hombre
asiático en mi delante.
—Mis documentos, mis pruebas —Sonrie— ¿Lo has olvidado?
—Le dije que no tengo pensado trabajar con usted.
—Pero yo si… yo si. Tenemos un trato y no puedes romperlo.
Chris
Se ha tardado ya varios minutos extras y no regresa. Mi chica es muy
astuta, ha logrado distraerme para que no descubra su escondite pero no
durará mucho. El reloj que le regalé tiene gps y sé que podré saber dónde está.
—Chris, aquí el radar. —Dice Juan.
—Tardaste 1hora.
—Tráfico y mi hijo. —Es firme al decirlo.
—Dámelo. —Se lo quito y cuando lo prendo siento unos pasos viniendo
hacia nosotros…
Es ella.
¿Estoy loco? Me quedo como tonto mirando su apreciable amargura y
cuerpo angelical irrumpiendo en este puto lugar. Mi instinto animal solo dice
“Cógela” pero me aguanto. Ella es más que sexo, ella es mi amor.
—Donde andabas, bonita. —Me sonríe
—Caminando… —Suspira— Me encontré con el Chino, de hecho te
manda saludos.
Siento cómo el cuerpo me quema cuando escucho su nombre, ¿El Chino?
Abro mis ojos y la escucho con atención.
—Deja las ironías, donde está. —Digo.
—No lo se, se fue muy campante.
—Qué queria. Dímelo. Juan ve a peinar la zona.
—Si. —Es otro bruto… saca su arma como si fuera a pelear en un tiroteo.
—Nada, bueno… quiere que lo ayudes y quería convencerme. Dijo que
te había enviado algo por correo, pero no pasó nada. Él se fue y la verdad no
sabemos a dónde.
—Cielo… ¿Estás bien, verdad?
—Si, Chris. Vamos a casa, estoy muerta. Y por si quieres saber, ese tipo
no pudo hacer más conmigo. Me cerré y punto.
—Bien amor, ven aquí… —La abrazo fuerte— Mientras yo viva jamás te
faltará nada.
—Vámonos a casa, este lugar ya me dio pánico.
—Solo es un ave cantando. —Bufo y nos vamos.
En el auto le cuento más detalles. Juan se queda a investigar y pronto
llegamos al departamento que alquiló en nuestra estadía en Barcelona. Me
encanta porque es cálido y solo deseo dormir… dormir, dormir, dormir.
Al entrar escuchamos un ruido que pronto se convierte en llanto. El
pequeño está llorando muy fuerte y solo me tenso. Dulce se queda helada
cuando lo ve, entonces decido ir por Pablito para descubrir qué hay una mujer
tendida en el suelo llena de sangre. La escena me hace recordar a lo que me
sucedió algunos días. Mierda —Digo maldiciéndome a mi mismo, pero mis
pensamientos solo se van hacia el niño.
—Pablito….
—Padino… —Grita estirándome sus bracitos. ¡Dios mío! Es su madre
quien está herida.
—Dulce… —Le grito pero está en shock mirando al niño como si fuera
una especie de peligro.
—Yo…
—¡Ayúdame! —Insisto rompiendo su camisa y presionando su herida. —
Se está desangrando, ayúdame!
Lo hace temblando y me tenso aún más. El niño llora y me desespera,
Dulce jadea tensa y temo por sus nervios, yo… no lo soporto ¿Quién demonios
hizo esto? ¿Cómo carajos vulneraron mi protección? ¿Dónde mierda están mis
hombres?
Abro los ojos, el Chino. Fue ese maldito hijo de perra. Tenso mis labios,
tomo mi arma y no me despego de ella, entonces llamo desesperadamente a
Juan, pero no contesta.
—Señor… —Aparece un guardaespaldas pálido por la escena.
—¡¡Dónde diablos estabas!!! —Me exalto, le grito, y solo se une para
ayudar sin responder
—Señor, llamaré a una ambulancia.
Pasan algunos minutos y el pequeño no ha dejado de llorar. La
ambulancia por fin ha llegado y no sé qué hacer… Dulce sigue en shock, no
puedo dejarla sola, pero tampoco a la madre de Pablito.
—Señor, me quedaré con su esposa. No se preocupe. —Dice mi
guardaespaldas, lo que aumenta mis incógnitas.
—Jamás te volveré a confiar la seguridad de mi mujer. Si estás metido en
esto… tu vida lo lamentará —Amenazo. Estoy tan furioso que no puedo dejar
de hacerlo.
Juan llega apresurado y con entendible furia traspasando sus pupilas. Me
mira con mil preguntas en la cabeza, entonces le devuelvo la mirada pidiéndole
calma. Vamos a encontrar al culpable y a los posibles soplones.
—Papi… —Llora con temor pero Juan no le presta atención, su único foco
es su esposa.
—Ve con ella, Juan. No puedo dejar sola a Dulce.
—Christopher… —Su voz es ronca, pero pronto se dirige a Will, el tipo
que se ha quedado aquí en todo este tiempo. Lo toma del cuello y le da un
golpe certero en el estómago.
Dulce grita, el niño también, y solo me dedico a mirarlos. Tomo a Pablito
en brazos y este chilla estirando sus bracitos. Mi corazón se tensa… quiero
romperle la cara a Will porque es el único responsable, pero algo me dice que
no lo haga.
—¡Juan! ¡Basta! Tu hijo. —Le Digo y para limpiándose la sangre que
salpicó en su cara.
—Paaaa…. —Llora, el pequeño llora.
—Voy con ella. Deberías irte de aquí. —Me mira y hace una mueca, claro
que me iré de este lugar así que le pido a Dulce hacer su maleta.
Se apresura con pánico mientras me concentro en calmar al niño, pero
no puedo. Jamás he cuidado niños, no sé cómo hacerlo ni he practicado.
Con rapidez salimos del departamento. Le pido a Dulce cargarlo, pero me
mira como si fuera algo muy difícil. La entiendo, sé que no quiere encariñarse
ni sentir emoción alguna, pero este es un momento de urgencia así que lo hace.
Se queda erguida mientras Pablito va en sus piernas llorando. Manejo rápido,
quizá más rápido de lo que pienso, y solo quiero llegar a mi otro departamento.
Lo alquilé como plan B y agradezco ser un hombre precavido. En este
caso no es algo tan lujoso, pero es cómodo. El segundo piso de una residencial
donde viven ancianos siempre es un buen lugar para despistar enemigos. Meto
a Dulce con fuerza y luego figuro códigos únicos que solo Juan y yo sabemos.
Las puertas se cierran…
—¿Qué le pasó a Lucero? —Dice temblando.
—No lo se, Dulce.
Pablito ha dejado de llorar porque ahora está casi al borde del desmayo.
Mi preocupación aumenta cuando toco su frente y me doy cuenta que vuela en
fiebre.
¡Mierda!
Dulce se acerca quedándose en pánico.
—Debo ir por medicinas…
—No.
—Cielo, nadie entrará, pero debo salir yo.
—¡No! —Grita— El niño…
—Debes quedarte con el niño. Prometo no tardar. Vamos.
Tomo al pequeño y se lo pongo en sus brazos sintiendo una especie de
conexión rara entre los tres. Lo mira tensa, pero luego sus ojos se amplían al
ver su carita preocupada diciendo cosas, ardiendo en calor y con escalofríos.
Suspiro al verla así… pero no debo desconcentrarme. Iré por medicinas
y luego mataré a quien tenga que matar por cuidar de mis amigos, y mi mujer.
En un impulso suave lo acaricia rozando sin querer sus cachetitos. Siento
que me erizo cuando ya no somos dos sino tres.. porque jamás pensé verla de
esta manera, aunque sea mentira.
—Mamá… mamita. —Esboza de sus pequeños labios Pablito y abraza a
Dulce con todas sus fuerzas— Mamá… ño te vayas mamá.
El pequeño la ha confundido… Le dijo… Mamá
41. Confía en mí
Dulce
—¿Qué?
—Necesitamos estar alertas, sabe todos mis pasos y eso me tiene
furioso. Alguno de mis guardaespaldas ha sido el soplón…
—Pero… ¿Por qué? —Digo sin prestar atención porque mi pulso se ha
acelerado.
—No importa por qué, Dulce. Ahora estamos en una guerra y lo único que
sé es que necesito protegerlos.
—Christopher… —Mi pecho quema, debo hacerlo… hacer algo.
—Juan vendrá por el niño esta noche.
—¿Qué? —Trago saliva y siento que mi alma se muere, entonces mi foco
cambia— Pero… nosotros podemos..
—No, Dulce. —Advierte— No podemos con un niño ahora, ¿Te das
cuenta? Podrían matarlo, él no quiere arriesgarlo así que autoricé su regreso a
México.
—¿Y tú? —Mi voz se vuelve chiquita. No, Juan no se puede ir ahora…
—Puedo defenderme solo, pero debo ser muy precavido.
—Christopher… No quiero esto para nosotros —Digo sincera, con los
nervios de punta.
—Confía en mí, cielo. Juro que no durará mucho.
—Yo… podría regresar con Brando. —Digo.
—¡No! —Alza la voz— No lo permitiré. —Por su rostro pasa fuego, casi
casi como si le hubiera mencionado al diablo.
—Deja tus malditos celos de lado.
—No son celos, Dulce. Es prevención. ¿Crees que Brando no sospecha
de ti?
—Piensa que estoy secuestrada.
—Eso te han hecho creer… ¡Por favor! Brando no es idiota, debe saber
que tienes un amante.
—Son suposiciones, yo podría convencerlo.
—¿Casándote con él? —Me mira con furia— Jamás.
—Christopher, estás pensando con el hígado… ¡Si lo hago todo termina!
¡Lo sabes!
—¿A qué precio? ¿Perderte? ¿Dejar que te toque? ¿Qué te mate? ¡No!
—Eres un maldito terco..
—Y tú una…
—¿Qué? Dilo. —Respondo con furia ¿Quién mierda se cree?
—Cielo… —Susurra arrepentido— Por favor, por favor no peleemos. —
Pega sus labios junto los mios. Estoy llena de rabia, pero no puedo
contenerme… me hundo en su boca, jadeo con cada movimiento y me entrego
en su puta alma abrazando mi cuerpo. ¿Qué tiene este idiota? Me desespera y
a la vez me calma, jamás estaría tranquila si sé que le pasa algo…
Porque lo necesito. Vivo, aunque sea lejos, pero lo necesito.
Lo beso como si no hubiera más salida sintiendo cómo mi móvil vibra a lo
lejos. Carraspeo mi interior y lo pego contra la pared mientras produndizo el
acto con sinceridad, apego, necesidad… porque lo necesito.
—Todo estará bien, lo juro… —Se despega y siento que duele, aprieta
mis cachetes y lo miro.
Asiento y sale de la habitación aturdido.
Va a reunirse con alguien, lo sé, o quizá está evitándome. No resisto más
esta carga en el pecho, pero sé que cada vez es más pronta la espera. Tomo
mi móvil con furia mirando su contenido.
Es hoy.
Jadeo y me contengo sintiendo que muero. El mundo podrá juzgarme
pero sé que es necesario, así que doy pequeños giros mientras pienso.
¿Podré? ¿Lo haré? ¿Me perdonará? Es un maldito terco…
-¡Por qué demonios no respondes mis llamadas, perra! -Su voz es ronca
y brusca- Odio esperar, ¿Lo entiendes?
Mi boca se seca, es el Chino…
-Yo…
-No vuelvas a hacerme eso o lo lamentarás. Estás ahí por mí, no lo
olvides.
-¿Qué quiere? -Entono con tensión
-¿Qué quiero? Pff… -Se burla- Quiero mis documentos, perra.
-Los tendrás. No te permito llamarme así. -Respondo enojada.
-Estoy furioso contigo, pero no tengo mucho tiempo. Hoy habrá una cena
de gala donde deberás anunciar tu próxima boda con Brando y llevártelo a la
cama. Chúpasela, cógetelo, lo que sea… pero mantenlo contento. Deberás
ganar su confianza hasta que te de la clave de su caja fuerte.
Mi aliento se pierde en el móvil cuando lo dice y me quedo en silencio
mientras escucho sus instrucciones y cierro los ojos.
-¿Lo entendiste? -Alza la voz.
-No soy tu esclava. -Me rebelo- Dame más tiempo.
-¡No hay tiempo, perra! Me dio un ultimátum.
-Él dice que negoció contigo mi liberación. -Lo enfrento, ¿Qué malditos
juegos trae? – Quién me asegura que tú no estás jugándome chueco con él.
-¿Crees que me importaría, eh? -Paso saliva- Te lo explicaría pero
perdería minutos con mujeres como tú. Harás lo que te pido y punto, confiar en
mí no es una elección… es algo que debes hacer siempre.
-¿Y si no quiero qué? Podría acusarte, estar de lado de Brando.
Ríe.
-Sabía que saldrías con eso algún día… Pues tu marido lo lamentará.
-No te atrevas… -Digo entre dientes.
-Por cierto, ¿Quieres saber cómo terminó la madre del bastardo de su
guardaespalda?
-¡No te atrevas! -Grito.
-Cierra el hocico. -Me amenaza- Y ábrele las piernas. Perra eres, ¿O no?
Tendrás tu dinero para irte a jugar a la familia feliz con el otro bastardo… -Ríe.
-Por el bien tu pellejo, idiota… Si no cumples me vas a conocer. -Ataco-
Tengo todo con copias y videos.
-Si hablamos de videos… -Suelta una carcajada larga- Me ha gustado ver
cómo gimes con la polla de tu marido…
Mis ojos se abren de inmediato haciendo que mis cachetes se incendien
de terror, ¿Acaso lo vio? ¿Él tiene el video? ¿Christopher? Él dice que logró
destruirlo a tiempo. Dios… no ¡Soy una estúpida!
-¿Estás ahí? -Sigue con su risa tensa- ¿Sorprendida? No juego.
-Y yo tampoco. -Me armo de valor- Tendrás lo que pides pero no me
presiones.
-Hoy, ¿Lo entiendes? Ah… y mantén alejado a Christopher. Hasta ahora
sé que no ha aparecido, pero lo hará pronto. Aléjalo como puedas, recuerda
que ahora soy tu sombra.
Corta y me deja con la palabra en la boca.
Mi mente se raya y tiro el celular rompiéndolo ¡No me interesa nada!
Caigo sentada en la cama de nuevo pensando en todo lo que se viene para
hoy, pero algo me hace sentir pesada, cansada, deprimida…
Él no ha llamado, ¿Será que ya no le importo?
Chris
Presiono el acelerador con fuerza mientras dos hijos de puta me insultan
por hacer tráfico. Mi mandíbula jamás ha pesado tanto como ahora porque no
he podido dormir desde hace un día… ¡Jodida vida! -Pienso, ladeando mi
cabeza- Estoy tan molesto que solo deseo cortarle las bolas al hijo de puta de
Brando, tomar a mi mujer y atarla a un árbol eterno donde solo la pueda visitar
yo.
-¿A matarme? -Ironiza mis palabras- ¿Sabes qué mierda puedo hacer
con este arma? ¿Con estos puños? ¿Me crees tan débil?
-No se trata de fuerza, Chris… Voy a darle lo que quiere y luego volveré
contigo.
-¿luego? ¿Qué harás?
-Basta, vete. -Lo empujo y me toma de los hombros.
-No me decepciones de nuevo. -Me mira con furia- No tú.
-Chris… -Mis lágrimas caen- Chris…. -Y lo abrazo de Nuevo con fuerza
oliendo hasta su ropa.
-¿Qué te hizo? -Susurra en mi oído.
-Nada, solo… Chris….
-Ok, algo anda mal. Jamás lloras así a menos que sea muy fuerte, no
salgas de aquí. -Prepara su arma y me aterro.
-¡No! -Grito bajito- ¿Crees que saldrás vivo de esto?
-Silencio.
-Christopher… -Tomo su brazo- Tu jefe está ahí, el señor Monti…
-Lo sé, es un maldito traidor.
-Chris…
-Dulce, basta.
-¡Por favor! -Intento convencerlo pero no puedo. Mi corazón estalla de
miedo y los nervios suben en mi interior a medida que pasan los minutos.
-Dulce…
-Chris, por favor…. No vayas. Vete a casa, por favor….
—NO. -Se impone- A menos que tú vengas conmigo. Tú decides, Dulce…
¿Te vas conmigo? O desato una balacera ahora mismo.
No bromea, es capaz.
Sus músculos fuertes me motivan y no puedo dejar de abrazarlo, sollozar
a su lado y cerrar mis ojos porque quiero vivir este momento por siempre a su
lado.
-Cielo… -Insiste- Brando sabe la verdad, ¿Lo entiendes?
Abro los ojos de golpe.
-¿Qué?
-Lo sabe, sabe que tú has tenido algo conmigo.
-No… pero sí él…
-¿Crees que no sospecha? Por favor, es inteligente. Y el chino es peor,
solo están manipulándote Dulce… haciéndote creer que podrán lastimarme
cuando no pueden hacerlo. Estoy entrenado aunque no me creas, por favor…
deja todo esto y ven conmigo.
-¿A dónde?
-Al fin del mundo, Dulce. Juan tuvo que hacerlo por Pablito y tú eres la
única persona que me queda en esta vida. Mi motor, motivo, sueños… Tú eres
todos mis sueños. -Sus ojos son un cristal ahora y pronto pega su frente junto
a la mia sacándome hasta la última célula de mi cuerpo.
-Perdón, lo siento… -Digo- Quiero estar contigo, ya no aguanto… No
aguanto sus desplantes, su mal aliento, sus besos, sus…
La jodí… dije besos
-¿Te besó? -Se pone como el diablo.
-No, digo… ya basta Chris.
-Voy a matarlo.
-¡No! Me iré contigo pero prométeme que dejarás todo de lado.
-Te espero en el jardín entonces.
-Lo siento…
-Luego hablaremos, estoy enojado aún pero necesito cuidarte.
-Iré por mis cosas, por mis papeles y pasaporte aunque sea.
-Bien.
-Chris… -No lo pienso, tomo mi mano y la pongo en su nuca haciendo
que sus labios se peguen a los mios, comiéndolo con fuego y arrebatándole
hasta el último suspiro.
-5 minutos. Si no sales incendio este hotel.
-Pirómano. -Me burlo y seco mis lágrimas- ¿Quién te entiende? ¿Quién
me entiende?
-Solo sé que somos tóxicos, pero nos queremos…
Le sonrío, no me atrevo a decirle otra cosa… no ahora.
Mientras salgo él me escolta con sus ojos hasta donde puede. Me quito
los zapatos y camino en puntillas hasta mi recámara.
¡Si!
Mi tensión se alivia cuando entro, echo seguro a la puerta y empiezo a
buscar mi pasaporte, ¿Dónde demonios lo dejé? Tengo 5 minutos, él es capaz
de incendiar todo México si no salgo, aunque sé que primero necesito intentar
de nuevo con la caja fuerte.
El aire corre frio, quizá es por la ropa o el miedo que tengo pero lo hace.
La ventana de mi habitación está abierta y la cierro mientras lo miro a lo lejos
escondido tras unos arbustos… Se ve tan guapo.
El dinero, Dulce… -Mi mente maligna volviendo a molestar.
Quizá podría engañar al chino, algo veré.
No soporto este infierno.
-¿Buscabas esto? -Mi cuerpo se paraliza y eriza en un instante…
Su voz, su presencia, su olor hacen que todo mi ser se tense de nuevo,
grite de desesperación y me ponga pálida con solo verlo.
Volteo, lo hago lentamente y veo lo que tanto temí en estos días…
Brando.
-Porque me parece muy divertido este juego. -Trago saliva.
-Brando….
-¿Qué me crees? ¿Idiota? -Ríe sin humor y toma mi cabello con fuerza-
¿O cornudo?
-Brando…
-Cierra el pico, perra. Quiero que hagas lo que quiero, ¿Me entiendes?
Las veces que yo quiera y cómo quiera. Solo así podré perdonar tu traición con
ese idiota.
-Por favor… -Digo al sentir un fuerte jalón en la cabeza
-Tú eliges, cariño. O te vas conmigo ahora mismo o te llevas a Christopher
muerto. Sé dónde está ¿Y qué crees? Tengo mil francotiradores apuntándolo.
-Dice acercándome a la ventana de manera sutil- ¿Ves todas esas lucesitas
rojas? Su corazón se destruiría en segundos… Tú eliges, cariño.
43. Solo una noche
Dulce
—Debe descansar por lo menos 48 horas para que cierre la herida. Con
permiso.
La mujer se va y contesto con mi mirada.
—No lo haré.
—Lo sé, y sé que también eres una mula. —Dice a regañadientes— Pero
harás todo lo necesario para no hacer mucho esfuerzo físico. Promételo.
—¿Realmente quieres vivir engañado? —Digo parándome y poniéndome
la camisa como puedo— ¡Mi esposa corre riesgo!
—Christopher…
—¿Vas a ayudarme o no? —Lo señalo de inmediato con furia— Sabes
perfectamente que esa mujer es mi vida. Sabes muy bien que daría la mía por
ella. No me vengas con estupideces…
—Si no te cuidas no podrás salvarla. —Sigue jodiendo, pero no interesa.
Solo camino— Se dirigieron al este. —Dice.
—¿Qué?
—Uno de mis hombres revisó la placa del auto con las cámaras y las
direcciones. —Le quito su móvil y veo toda la información—Cambiaron de auto.
—¡Malnacidos! —Grito con furia.
—Vamos, era obvio…. La última fotografía aérea que pudo sacar de las
cámaras es esta. Al este… ¿Tienes alguna idea?
—No. —Tenso mi mandíbula— Pero voy a descubrirlo.
—Christopher… —Solo dice. Calla cuando me ve entrar al auto. Se sube
conmigo cuando arranco, está en silencio mirando sus reportes y yo al borde
de la locura.
Mis ojos solo se enfocan en conducir y planear una estrategia
improvisada. No dejo de pensarla, juro que no puedo. Mi mente, mi alma, mi
corazón están con el suyo… y no consigo quitarme su voz desgarrada gritando
mi nombre… ¡No puedo! Mi pecho se aprieta contra mi piel, mi garganta arde
de una manera inexplicable y la rabia no me deja pensar con tranquilidad.
—Necesitamos calmarnos… —Repite.
Ni si quiera lo tomo en cuenta porque enseguida pego mi pie en el
acelerador y avanzo con furia asesina hacia la carretera.
—Christopher… —Insiste Ramiro
—Silencio.
—¡Basta! —Grita.
Pero no le hago caso. Mis ojos están enfocados en llegar… ¿A dónde?
No lo sé, solo me dejo guiar por mis impulsos, por la enorme necesidad que
tengo por llegar hacia ella. Juro que voy a matarlo, no me interesa quien sea…
Lo haré, lo mataré y aplastaré como a una cucaracha.
—¡Christopher! —Escucho nuevamente el grito de Ramiro y pronto mis
ojos se ciegan por las luces amarillas de un camión que viene en sentido
contrario. Toma el volante a la fuerza y lo gira haciendo que el auto se resbale
de golpe hacia un lado.
Mi corazón se detiene y jadeo, no puedo dejar de hacerlo.
Me ha salvado la vida
—¡Eres un maldito irresponsable! —Sale del auto, abre mi puerta y me
obliga a salir de golpe.
—Yo….
—¡Golpéame! ¡Anda! Saca tu furia conmigo y deja de hacer idioteces.
Mis puños arden
—¿Qué es lo que nos enseñaron en la academia, eh? Cuando llorabas
como bebita por haber dejado a tu bonita…
—Cierra el hocico. —Me enfurezco.
—La amo, con toda mi alma —Ironiza burlándose— No puedo hacerlo.
—¡Te lo advierto!
—Ella es mi vida… —Sigue— Mi bonita…
—Descubrí tu juego. —Ríe sin humor— ¿Creías que iba a ser el mismo
siempre? ¿Desde cuándo, eh? —Grita con furia— ¿Desde cuándo me ves la
cara de imbécil?
No digo nada, entonces me saca la mordaza con fuerza.
—Brando… —Digo con mi voz temblante.
—¿Qué vas a decirme? ¿Qué te enamoraste?
No respondo.
—¿O que te gusta su polla? —Grita— ¡Responde!
Lo miro con furia pero sé que tengo mucho que perder ahora, así que me
aguanto por un momento… Necesito estudiarlo, calcular sus movimientos y
buscar un espacio para atacarlo.
—Qué quieres. —Le digo mordiéndome la lengua.
—Respuestas, perra… respuestas.
—Déjame ir. —Voy al punto y alza una carcajada.
—¿Para que vayas corriendo con el hijo de puta ese?
—Christopher y yo no somos nada. Solo fue algo pasajero… —Digo
aceptándolo. No hacerlo sería peor.
—¿Del odio al amor? Lo odiabas…
—Basta, Brando.
—¡Y fuiste capaz de sacrificarte por él! —Dice tirando una lámpara—
Acepta que lo quieres, acéptalo.
—Brando….
—¡Acéptalo, puta! ¡Deja de mentirme! —Grita y me contengo.
—Yo… no… —Digo sin poder articular más palabra.
—Vamos. —Saca un arma— Te sacaré la verdad por las malas entonces.
No me muevo, solo lo miro.
—Bien, si no te interesa morir entonces mataré a esa rata…
—¡No te atrevas! —Digo sorprendiéndome.
—Lo vuelves a defender… ¡Te importa una mierda tu vida! —Dispara
hacia arriba y salto.
No digo nada.
—Ese idiota me ha visto la cara desde el principio. Fue enviado por el
maldito gobierno para espiarme y de paso robarse a mi mujer. ¡Todo ha sido
planeado! ¿Lo entiendes, no? —Miro sus manos y tiemblan de furia— Te ha
embaucado para… para… destruirme y tú caíste, ¡Te lo cogiste antes de
hacerlo conmigo!
Mantengo mi silencio.
—Vas a pagarlo, perra… ¿Lo entiendes? Nadie se burla de Brando Hilton,
nadie. ¡Habla, maldita sea!
No respondo…
Entonces tuerce la sonrisa mientras me empuja fuera de la cama
haciendo que caiga al suelo de golpe. Su mirada me empieza a asustar, tiene
los ojos salidos y rojos de coraje… ¿Va a matarme? No me interesa, lo miro sin
pronunciar alguna letra porque sé que lo desespera.
—¿No me hablarás, cierto? —Vuelve a reir sin humor— Lo voy a matar.
Mis ojos se abren
—Degollaré su cuerpo en pedacitos, guardaré su sangre y te la tiraré en
su cara. Follaremos delante de su cadáver y tú… vas a ser mi esposa, ¿Lo
entiendes? No voy a soltarte, eres una zorra muy rica… —Me manosea y cierro
los ojos— Vuelves loco a cualquiera. Antes de matarte voy a cogerte mil veces.
—Déjame. —Lo esquivo asqueada, estoy harta.
—¿Sabes que está herido? —Se burla— En un hospital luchando por su
vida… Operándolo para sacarle la bala que uno de mis hombres le puso en su
cuerpo. ¿Y sabes quién es el médico? Un amigo corrupto que lo dejará morir.
¡Hijos de puta!
Vuelvo a intentarlo sin éxito. Mi rabia se transporta hacia mis compañeros,
quienes están mirándome con seriedad fuera del auto, fueron ellos… Ramiro
tiene unos cables en la mano y Juan solo me mira serio, ¿Cómo se atreven?
Los impulsos me dominan y termino golpeándolos. Tomo mi puño y hago
sangrar la mandíbula de Ramiro, quién inteligentemente se deja para luego
distraerme y esposarme.
Qué carajos…
Juan solo suspira pendiente de su celular
¡Malditos imbéciles!
—Con esa actitud no ganarás nada. —Dice Ramiro tranquilo mientras se
lame la herida que le acabo de ocasionar.
—Suéltenme. —Grito furioso.
—No hasta que te concentres y seas objetivo ¿Qué vas a ganar con eso,
Christopher? Que maten a tu mujer.
—¡Cierra el hocico! —Lo insulto— Hijos de puta los dos, traidores, juro
que voy a sacarles la mierda cuando haya terminado todo. Pensé que eran mis
amigos, ¡Suéltenme!
Pero no hacen caso y yo sigo gritando histérico, frustrado, con ganas de
matar a todos pero a la vez me siento solo, abandonado, herido…
¿Cuánto más tengo que aguantar?
Estoy cansado de todo, de todos. Quisiera desaparecer con ella en este
momento, olvidarme del mundo y darme una pausa. Mi corazón late de manera
exasperada, mis manos siguen siendo un hierro fuerte, pero en el fondo tengo
miedo.
Por ella…
Cada célula de mi cuerpo tiene tatuada su nombre. No vivo sin ella, no
respiro sin su presencia aunque sea de lejos. Ella es mi vida y también mi
ausencia. La sola idea de perderla para siempre hace que mi cordura se vaya
a la mierda. ¿Cómo pude llegar hasta esto? ¿Cómo fui capaz de permitirlo? Me
siento un fracasado, debí cuidarla… debí amarrarla a mi cuerpo para que jamás
se fuera.
Lloro y mis lágrimas son las más sinceras del mundo.
Jadeo cansado sin miedo a que me vean porque los hombres también
sentimos. Me he callado tantas cosas… Desde que mamá murió no he vuelto
a respirar como antes… mi única motivación era ella y ahora también puedo
perderla.
—Dulce… —Digo con rabia, ¿Dónde estás, bonita? Mi corazón arde en
el infierno pensando en si la están lastimando o no, en si ese malnacido está
tocando sus labios, su cuerpo, sus sueños.
No lo soporto. No puedo. Me tiro al piso rodando en el pasto para alcanzar
una piedra e intentar deshacerme de las esposas que tengo. Juan se acerca,
pero Ramiro lo detiene ¡Maldita sea! Me contengo y los miro con furia.
—Christopher, tienes que entenderlo.
—¿Ustedes entienden? —Giro mi cuerpo para darles la cara— ¡La mujer
que amo está en peligro!
—No ganas nada con esa actitud, ¿Qué crees que pase, eh? Vas, los
encuentras. El hijo de puta tiene mil guardaespaldas. No eres superhéroe para
vencer a todos. Van a matarte y luego lastimarán a Dulce, ¿Eso quieres? —
Ramiro me mira fijamente— No sentimientos. Es la regla número uno para
ganar, Christopher.
Hundo mi cabeza entre mis brazos y me muerdo la lengua sabiendo la
respuesta, pero me niego a aceptarlo.
—No entiendes que lo hacemos por tu bien y por la seguridad de Dulce.
—Suelta Juan harto y enfadado.
Hago puños lleno de frustración porque es cierto, pero no me domino. La
situación me exaspera, me quema, me hierve por dentro, entonces Juan en un
acto impulsivo toma mis manos y abre las esposas. Ramiro lo mira con
terquedad, pero él se impone.
—Jode todo de nuevo, anda. Hazlo. La persona inteligente que creí era
mi maestro está a punto de convertirse en un maldito perdedor.
Ahogo mi furia y me levanto de un tirón mientras mis piernas se postran
en el suelo. Es cierto, totalmente cierto… y solo desahogo mi ansiedad
haciendo sonidos con la garganta mientras intento aplacar a mi mente asesina.
Juan se contiene, lo miro… ¡Él tiene toda la razón y odio aceptarlo! Entonces
un mar de emociones aflora de pronto haciendo que mi vida desaparezca.
—Vamos a encontrarla, lo juro. —Dice poniendo una mano en mi hombro.
—Ya la perdí una vez… No quiero hacerlo de nuevo.
Mis ojos se pierden en el recuerdo y mi corazón ahora late con más
fuerza. Veo el pasado como si fuera un fantasma… Una noche oscura como la
de ahora, una pequeña cabaña construída por mis propias manos, unos ojos
silenciosos mirándome a lo lejos.
Regresé de enterrar a mi madre. Había firmado el pacto con el gobierno
y esa fue mi última noche con ella.
—Mi amor… —Caminó hacia la puerta mientras me sostuvo entre sus
brazos. No quería mirarla porque me dolía, era la despedida y no lo sabía.
—Dulce… —No pude decir más.
—Pensé que no regresarías. —Lloraba asustada— Dijiste que no
importaba… dijiste que íbamos a intentarlo de nuevo. Moriría si te vas,
Christopher.
Y se desplomó en mis brazos mientras yo me ahogaba por dentro. Su
llanto fue la canción de muerte más profunda que he sentido en toda mi vida.
Me abrazaba con miedo… la había dejado sola dos semanas después del
último análisis de fertilidad que le hicieron.
—Está bien, Dulce. —Intenté ser frio pero no podía, ella me consumía
hasta la última entraña de mi vida.
—Entonces… ¿Por qué te fuiste? —Levantó su rostro lleno de lágrimas,
sus preciosos ojos asustados, sus labios con un perfecto temblor que solo me
hacían admirarla.
—Trabajo y… necesitaba pensar, solo eso. —Tenía tantas ganas de
decirle que mamá había sido asesinada… pero no me atreví. Iban a ser
demasiadas preguntas que jamás hubiese podido contestar.
—Chris… —Besa mis labios— Pensé cosas horribles.
—Cielo… —Dije casi en un sollozo— Pensé en ella, en nuestros sueños
destruídos y me sentí un cobarde. Aún no aceptaba la idea, el médico nos dijo
que jamás seríamos padres.
—¿Qué te pasa, amor? Necesito a mi idiota favorito de vuelta. —Sonrío
entre lágrimas y solo me dediqué a limpiarlas porque en el fondo sabía que no
podría volver a hacerlo— Christopher, mírame… —Acunó mi rostro en sus
suaves manos y juro que no pude aguantarme… quería decírselo pero no me
dejó porque enseguida besó mis labios con fuerza. Pude pararlo, pude
negarme y no lo hice…No quería dejarla y a la vez quería despedirme.
La aventé a la cama con locura desvistiéndola en el camino y me volví un
monstruo deseando que esto fuera eterno. La tomé entre mis piernas y le hice
el amor como jamás se lo había hecho. Ella solo buscaba mis ojos en el acto y
jamás se los dí, me concentré en mí… en su cuerpo, en todo lo maravilloso que
había sido tener una historia con ella. Mi chica, mi bonita, mi hermosa estrella
en un día oscuro.
La ví dormir exhausta a mi lado y solo anhelaba que esto hubiese sido
una pesadilla. No había luz, solo velas. Ella deseaba una vida de lujos pero
aceptó mis condiciones porque me amaba… y yo destruí su vida. La besé por
última vez en el cabello y pasé mis manos a milímetros de su piel desnuda
esbozando un perdón entre mis labios.
La recepción fue como ella siempre había querido. Luces, lujo y trajes
elegantes. Sonrió para las fotos imitando máscaras, porque en el fondo sabía
que estaba sufriendo.
Habíamos planeado tanto ese momento…
Le prometí ayudarla a crecer, a realizar sus sueños. Tomás se acercó y
ella sólo lo abrazó como a un padre.
—Gracias a usted tengo este título. Le devolveré el dinero. —Fue una
promesa y mi corazón estalló. Ella nunca supo que fui yo quien pagó sus
estudios, y no me importaba. Solo quería verla feliz…
El tiempo pasó y después de saludar a todos sus profesores entró en una
especie de vestidor sola. Mis latidos aumentaron cuando se miró al espejo
acomodándose el rímel corrido. Conocía tanto de eso… Solía decirme que una
chica debía verse bien todo el tiempo, y ese pensamiento lo tuvo desde el día
en que la conocí.
Sonreí escondido tras una pared de madera. El lugar era grande,
precisamente acondicionado para chicas, y no pude dejar de emocionarme en
ese tiempo. La tenia solo a metros… y seguía cuidando de ella.
—No llores, Dulce. —Se dijo haciendo puño— Eres una gran perra con
suerte. Te deshiciste de la mierda. No llores.
Me quedé helado y sin aliento al ver cómo sus lagrimas caían sin control.
—Hijo de puta… —Se rompió— Idiota, Romeo —Se burló entre llanto—
Por qué no estás aquí. Me dejaste sola en pleno invierno… —Se llevó las
manos al rostro— Y mi corazón no quiere dejarte…
Su llanto fue muerte en ese preciso instante. Mis manos se hicieron puño
y solo me maldije por ser el causante de su dolor. En ese momento estuve a
punto de aparecerme, pero volví a contenerme. Sus sollozos me consumían,
sus infierno me quemaba. Necesitaba tanto abrazarla y cuando cerraba sus
ojos solo rogaba por aparecer en sus sueños.
Jamás te dejé, Bonita.
Lloré en silencio intentando entender al destino hasta que dejó de llorar
para volver a mirarse al espejo.
Y sucedió lo imprevisto.
Tomó sus manos, limpió su rostro, respiró y sonrió sin sentido.
—Juro ante ti, Dulce. Que jamás nadie nunca va a lastimarte. Hoy es un
nuevo comienzo. Porque tú eres fuerte, tú eres fuego. Eres lo más importante
de este universo.
Una sombra cubrió su rostro y sentí escalofríos.
Mi Bonita había muerto.
-
—Tu mayor debilidad es ella, Uckermann. Sin duda. —Me da un empujón
haciendo que salga de manera brusca de mis pensamientos.
—Necesitamos un plan. —Digo, ignorando todo. Han pasado minutos y
he sentido que fueron años de dolor mientras recordaba.
—Lo tenemos. —Suelta Juan. ¿Estás listo? Sabemos dónde está Hilton.
Eres inteligente, hijo pero tratas con profesionales. Mientras tú te tirabas a la
perra con lentes invadíamos sus líneas telefónicas. Juan es un perfecto
bandido.
—Solo robé cables. —Aclara— Y conecté el servicio del jefe en su línea
móvil. El tipo con el que hablaste nos dio su ubicación sin querer.
—No nos hiciste caso, Christopher. Saltaste al abismo solo y hemos
perdido tiempo. Solo tengo una regla… —Sonríe—Déjame atar su cadáver a
mi auto cuando lo mates.
Juan me mira tenso.
—Hecho. —No emito emoción, solo camino hacia su auto.
—Hey… —Grita Ramiro— Olvidas tu juguete favorito.
—Christopher, estás…
—Sí. —Contesto antes de decir más palabras y me interno en el bosque.
Mientras mis pies intentan no hacer ruido, pienso en algún plan para
atacar sin ser visto. No puedo enfrentarme de frente, en eso Juan tiene razón,
me capturarían y no podría hacer nada. Necesito crear alguna estrategia
inteligente…
Piensa, Christopher.
Mi cabeza duele en este instante, pero no importa. Cierro mis ojos
intentando concentrarme pero me cuesta. Veo en mis más profundas pesadillas
a Dulce llorando, siendo tocada por sucias manos… y no lo soporto,
enloquezco.
—Voy a encontrarte. —Digo furioso—Lo haré bonita. Y te llevare conmigo
muy lejos, aunque no quieras. Para siempre, cielo… para siempre.
Me apresuro caminando sigilosamente por el bosque. La noche es fría, la
niebla densa pero eso no me va a limitar. Estoy siendo dirigido por el más puro
sentimiento… mi amor por ella.
Unas luces se fijan al oeste, por lo que enseguida me escondo. Un
hombre de negro pasa cerca de mi y en su trayecto puedo ver cómo cojea.
Lleva una caja, lo que imagino son alimentos por su dimensión, y le hago una
señal a Juan para seguirlo. Mi corazón me dice que es lo correcto, por lo que
no me cuesta mucho dar con la ubicación exacta de este lugar.
Estamos a unos metros más de la cabaña de Brando.
Juan llama mi atención agitando sus manos, entonces veo a algunos de
sus hombres con armas haciendo un círculo, mientras a lo lejos yace el cuerpo
de una mujer en una manta.
Mi cuero cabelludo pica y siento que voy a morir sin poder descubrir su
rostro. Un hombre la carga de los brazos y pronto mis ojos no dejan de ver sus
movimientos.
La dejan en el suelo… y sin querer gira descubriendo su cabello… es ella.
Todas las partículas de mi cuerpo se encienden cuando mis ojos se posan
en sus heridas. Maldita sea, maldita sea… Juan se arriesga y cruza el extremo
para agarrarme del brazo. El dolor es profundo, jamás he sentido uno igual….
Voy a matarlos, voy a matarlos.
—Christopher, basta.
—Suéltame. —Lo empujo— Voy a matarlos.
—Silencio, enfócate. —Toma mis hombros y me mira con furia— Vas a
joder todo. Recuerda quienes eres…
Mi boca se seca y veo mil demonios en mi cabeza ahora. Respiro hondo,
volteo para ver su cuerpo frágil en el suelo y trago amargura. Juan me palmea,
está aquí…. Conmigo, entonces me agacho escondiéndome. Necesito ser
fuerte, enfocarme, ser fuerte. Por ella.
—Descúbranla. —Dice el jefe de seguridad de Brando.
Entonces el malnacido entra sonriendo.
—Aprendiste, cariño. Eso me da gusto. Hace frío…¿no lo crees?
Dulce no responde porque apenas y puedo mantenerse respirando. Lo
sé, la siento.
—No volverás a este lugar si aceptas casarte ahora y ser mía, ¿Qué más
da? Tu insignificante Romeo —Esboza burlándose— ya está muerto.
Y no contesta.
—Siéntenla. —Ordena de nuevo. Dos hombres la levantan de los brazos
obligándola a sentarse y por fin puedo verla completamente. Está enferma, lo
sé… sus ojos parecen desorbitados, su boca luce pálida y su ropa sucia como
si la hubieran arrastrado a la fuerza .
Maldición.
—Responde ahora, zorra. —Se agacha y levanta su cabeza con fuerza—
Aceptas o no.
A duras penas abre sus ojos y luego los vuelve a cerrar. Lucho fuerte
contra mi para no ir y matar a ese bastardo, pero tengo que concentrarme y no
arruinarlo.
Voy a sacarte pronto, bonita. Lo juro.
—Debemos actuar rápido.
—Tengo un plan. —Dice Juan— Pero antes mira…
Levanto mis ojos y en el árbol veo trepado a Ramiro… ¿Cómo carajos la
libró? No importa, está sonriéndome y puedo ver en sus manos un explosivo,
¿En qué momento se liberó de esos idiotas? ¿Y en qué tiempo planeó esto?
—Estás tan concentrado en ella que no tiene cabeza para nada.
—Qué harán. —Escucho con atención.
—Primero tirar el explosivo, luego correr y disparar. Estamos un poco
lejos de la cabaña, a sus perros les tomaría unos 10 minutos llegar.
Necesitamos ser rápidos. Escucha esto, Christopher. Vas, la tomas y regresas
para ir hacia el lugar que acordamos en un comienzo. Tienes el gps. —Me dice
mirando mi reloj— lo tirarás cuando tengas todos listo.
Parpadeo asombrado.
—Si sale algo mal… —No quiero terminar la frase.
—Es un riesgo que todos debemos correr. —Palmea mi hombro. Hasta
Dulce.
Su nombre envuelto en esa palabra hace que me desespere. Mi corazón
late fuerte cuando vuelvo a verla, entonces me concentro, hago todo mi
esfuerzo. Mantengo mi mente en blanco y a la vez sudo frío. Mi garganta
excreta temor, pero cuando la veo siendo humillada solo deseo acabar con
esto.
Ramiro nos mira, prepara su arma y tanto Juan como yo hacemos lo
mismo. Palmea el explosivo, un pequeño huevo que puede detonar una
tormenta de fuego. Confío en él, en su tiempo fue mi maestro, sé que medirá
todo con precisión y tirará ese cargamento lejos.
—Quiero follarte delante del cadáver de ese fracasado… Para estas
horas ya debe estar muerto.
Jadea esbozando un suspiro de dolor. Rechina con sus dientes frente a
su cara y luego produce un sonido que parte mi alma…
Está llorando… por mí.
Mi necesidad aflora como algo diabólico y luego ahogo un grito en mi
garganta. Juan me mira, yo limpio mi sudor y todo cambia. Mi sed de venganza
crece. Odio a ese malnacido con todas mis fuerzas.
Ramiro traga saliva, Juan se pone en posición y cuando estamos a punto
de atacar algo cambia. Presiono mi arma fuerte y la veo caer al suelo.
¡El hijo de puta le dio una bofetada!
Aúllo en silencio y veo cómo la empuja pateándola. No lo soporto, me
vuelvo un loco. Juan me sostiene de nuevo, entonces jala sus cabellos
haciéndola gritar. Malnacido, mil veces malnacido…
—Te lo buscaste, perra. —Grita y vuelve a patearla haciendo que ella solo
se refugie en su cuerpo. Se pone en posición fetal poniendo sus piernas en su
vientre y sus brazos abrazando sus tobillos.
No más.
Disparo sin avisar y veo caer al jefe de seguridad de ese animal al suelo.
Brando se da cuenta de mi presencia, entonces la toma de los pelos y la
arrastra mientras se arma una balacera.
Todo sucede rápido, ellos avanzan y voy detrás de mi Bonita. No dejaré
que se la vuelvan a llevar… Y sin saber cómo logro deshacerme de cada tipo
que se pone en frente mío.
—¡Dulce! —Mi voz suena como un eco, entonces escucho un estruendo.
Es Ramiro deshaciéndose de los otros guardaespaldas. Explotó la bomba sin
saber sus nuevos planes. Un disparo me deshace del último perro de Brando
dejándome el camino libre.
Su cuerpo se pierde en el mío y me paralizo. Está fría, con los labios rotos
y morados, sin emitir ningún tipo de habla… y siento que muero. No puedo
reaccionar, mi mente se nubla, no sé qué hacer ni cómo actuar…
Y lloro.
Lo hago como un niño perdido en el mundo, hundiendo mi cabeza en su
pecho, rogándole a la vida una nueva oportunidad. Sus brazos caen sin peso,
su rostro simplemente no emite señal y no la siento respirar ¡Mierda! ¡No
respira! Aúllo como un lobo desesperado y el terror se apodera de mis brazos.
—Christopher… ¡Christopher! —Escucho una voz y no puedo dejar de
gritar hacia dentro— ¡Christopher, reacciona!
Dulce. Dulce. Dulce. —Es lo único que pienso.
Entonces siento cómo unas manos intentan quitarme el cuerpo de mi
bonita y despierto, me levanto furioso, agobiado, con dolor de cabeza,
dispuesto a matar si es preciso.
—Basta, imbécil. Reacciona. —Parpadeo y veo a Juan con Ramiro herido
en la pierna. ¿Qué ha sucedido? Ni si quiera me fijé en ellos.
—Está viva. —Agrega Juan mientras le toma el pulso— Pero muy débil.
—Se saca la casaca que trae y cubre el cuerpo de Dulce— Tápale los pies y
lárgate ahora.
—Dulce… —Digo como idiota, con las lágrimas explotando en mis ojos.
—Vete ya. Hay hombres buscándote. —Responde Ramiro— Esto me lo
pagarás un día. —Se toca la pierna y ríe— Pero luego hablamos. Ha sido
divertido jugar con los malos.
—El helicóptero está justo a dos metros, ¿No lo viste?
Vuelvo a parpadear. Con toda la neblina, el frío y mi desesperación ni si
quiera me dí cuenta.
—Gracias. —Digo con la voz quebrada, pero a la vez firme.
Corro apretándola hacia mí con todas mis fuerzas y la subo en el
helicóptero. Hay un hombre de confianza esperando ahí, le hace una señal a
Juan y empieza a volar. Balas se disparan hacia el cielo cuando escuchan el
ruido, pero estamos tan alto que agradezco al cielo que no nos hayan
alcanzado.
—Coordenadas, señor. —Dice el hombre de confianza de Juan.
—Norte. —Solo digo en medio del pánico— Tranquila cielo, pasará. No
te duermas mucho, amor… Necesito ver tus ojos para vivir. —Le doy un beso
en su piel aún fría y luego la abrigo como puedo.
Pasa un tiempo y pido que aterricemos en un valle descampado que
conozco para luego llevar a mi bonita hacia la casa de una anciana curandera.
La conozco porque he trabajado en estos lugares construyendo vías para el
acceso del agua y siempre ha sido amable conmigo. Me aprecia porque ayudé
a su nieto con un empleo, sabrá guardarme el secreto.
—Señora Gloria… —Digo desesperado— Mi esposa, ella…
—Santo cielo, hijo… —Se alarma con solo verla y me dirige hasta su
cama.
—Beto, vete y trae mis ungüentos. —Le dice a un chiquillo.
—Por favor, sálvela. —Mi sonido es casi un ruego. Ella me mira, sonríe y
se dedica a limpiar sus heridas. Cada gota de sangre que hay en su piel me
lastima, cada raspón o moretón que encuentra en el camino me genera miedo,
cada mancha de lágrima en su rostro me hace querer venganza.
No lo soporto.
Me levanto furioso, pero la anciana me detiene.
—Vas a curarla. —Dice sabiamente y me da algunos paños con agua—
De nada sirve la venganza teniendo una esposa grave.
Su regaño es casi una sacudida, ¿Grave?
—Dulce… —Vuelvo a ella y la anciana me enseña cómo limpiarla.
—Así, hijo… suave. No toques la herida central, pero cura lo demás.
Anda, tú lo harás mejor que yo…
Acaricio su rostro y paso un algodón por sus mejillas, por su nariz, por
sus labios y no puedo evitar romperme… Está tan lastimada… Mi garganta
sigue aruñando mientras voy pasando de lugar y con paciencia termino de
hacerlo. La anciana regresa y mira todas las marcas de golpes en su cuerpo,
hace una cara de pena y le pone algunas hierbas en sus piernas, vientre, pecho
hasta terminar en su rostro.
—Su pulso es muy débil, hijo. Necesita un médico y suero.
—¿Usted no puede hacer nada? —Mi interior pica.
—Le hice un preparado, pero no garantizo nada. Estas son cosas
mayores… ¿Todo está bien, hijo? ¿Quién le hizo esto?
—Un infeliz, señora. —Me tenso— Necesito curarla.
—Conozco a un médico de confianza, el Dr. Carbonel. Es el médico del
pueblo, muy discreto también. Le diré a mi nieto que lo busque.
—Gracias.
Media hora pasa y Dulce no reacciona. Su respiración es lenta, su pulso
inestable y mi corazón siente que morirá si sigue de esta forma. La anciana
espera en la puerta y grita cuando llega el médico, un hombre adulto también
con la cara seria. Al verla se sorprende y me mira de forma extraña.
—Que salga el hombre este. —Dice de manera despectiva, pero está loco
si cree que dejaré a mi esposa.
—Es mi esposa. No saldré. —Le digo.
—¿No pensaste eso antes de maltratarla, no? —Abro la boca y luego la
cierro. El anciano piensa que fui yo… y no sé qué más decir. No me gusta dar
explicaciones y tampoco contarte la verdad a nadie porque arruinarían mis
planes.
La voy a secuestrar para toda la vida. Nadie sabrá nuestro paradero, ni si
quiera mis amigos.
—Él no fue, doctor. La tenían secuestrada. —Inventa Gloria sin saber que
es verdad.
El médico al menos ya no me dice nada, pero hace su trabajo lento y me
desespero. Con temple estira el brazo de Dulce y coloca una vía que permite
el ingreso del suero, luego examina sus ojos con unas luces raras y luego su
pulso.
—Tiene fiebre alta, hay que bajársela. —Le dice a Gloria.
—Le puse las hierbas y tengo aquí un ungüento.
—Dáselo, mujer… ¿Qué esperas? —Reniega el otro anciano y veo cómo
introducen con una cucharita en su boca un preparado especial que hicieron
para ella. Tiemblo de solo verlo, ¿Qué carajos le están dando al amor de mi
vida? Pero me mantengo tranquilo, o al menos eso intento. Estas personas
hacen su mayor esfuerzo.
La siguiente hora es terrible para mí. El anciano renegando, tocándole el
brazo, cuidando su presión y Gloria rezando, moviendo la cabeza en señal de
negación… ¿Qué quiere decir eso? Estoy asustado, terriblemente asustado.
Mis uñas desaparecen con cada mordida que le doy, mis piernas no están
quietas y solo la admiro ahí… solitaria, en silencio, profunda.
Tengo miedo… Mucho miedo de perderla.
Mi ansiedad se transporta a la habitación y pronto el anciano renegón
voltea para invitarme a salir de aquel lugar.
Esto no funcionó, Dulce. Fue un buen polvo, en eso creo que siempre
fuimos los mejores. Te dejo en libertad. Haré mi vida. C.
¿Un buen polvo? ¿Libertad? ¿No funcionó?
Caí pasmada de rodillas al suelo sosteniendo aún esa carta, aferrándome
con pánico a su presencia, sin entender nada. Entonces lloré… lloré tan fuerte
que mi garganta se destruyó en segundos.
No dormía, no comía, solo pensaba… ¿Yo estuve mal? ¿Por qué así?
¿Qué pasó entre nosotros? ¿Nada? Le había dado mi cuerpo a ese hombre.
Le había tirado mi vida, mis sueños, mis anhelos. Fue la persona que más amé
y odié al mismo tiempo.
¿Dónde quedó su falso amor? ¿Sus promesas? ¿Sus noches de eterno
fuego? ¡Había sido nada! ¡Nada! Pasé de sentir miedo a la culpa, de la culpa
al enojo, del enojo a la venganza, de la venganza al orgullo.
Terminé por quebrarme cuando llegó aquella carta notarial donde me
pedía el divorcio. Mamá y Kiara fueron las únicas que lo sabían porque papá
aún estaba enfermo. Mamá se enfureció tanto… Y Kiara siendo aún una niña
quiso quemarlo vivo, pero yo… nada.
No sentía nada.
Todo me parecía insípido, tonto, inexistente… Muchas veces me encerré
en mi baño y tomé una navaja, pero solo una vez me saqué sangre y logré
terminar en emergencias. Papá no entendía, hacía muchas preguntas y eso me
dolía… Hablaba de él, de sus sueños, de lo excelente que era… ¿Y yo? Me lo
tragué por cuidarlo, pero en el fondo fui concibiendo odio hacia todos.
Sus maneras de actuar, pensar, sentir… vivir.
Jamás me sentí parte de ese hogar, entonces empecé a cuestionarme si
realmente lo quería… Quizá lo que necesitas es salir de ese lugar. —
Conversaba con mi mente— Hacer otras cosas, viajar.
Había ahorrado algo de dinero, así que mentí a mis padres y me fui a
México a estudiar. Y pensé que todo estaba controlado. Callé tontamente mis
lágrimas por meses y al primer momento de soledad… lloré como una bastarda.
Lloré lo que me faltó llorar.
Y cómo dolía…
A menudos pensaba en imágenes de mí misma. Una chica desnuda, con
frío en la lluvia mirando hacia abajo, escondiendo su corazón lastimado. Tenía
tanto miedo de todo… De los hombres, mi soledad, la pobreza.. hasta que
conocí a Tomás. Él fue el abuelo que nunca tuve y estúpidamente agradecía
cada centavo que me prestaba.
Hasta que un día me miré en el espejo, pero me miré de verdad.
Descubrí que a pesar de las lágrimas y mocos era una chica hermosa.
¿Por qué no aprovecharlo? Primero fue por rabia, sabía que Christopher no
aguantaba los celos y me hice “novia” de un compañero. Lo besaba tan
desesperadamente… como si en ese boca sucia podría probar los dulces labios
de mi marido de nuevo. Soñaba con verlo aunque sea de lejos. Él regresando
a pedirme perdón de rodillas… ¿Y yo? Volviendo a sus brazos, pero me cansé
de esperar… y soñar con tonterías.
Renací del fango siendo fuego.
Lo que no te mata, te hace inteligente. —Solía decirme— Cada vez mi
mente brillaba de mejor manera. Me dí cuenta que podía manipular a las
personas y fui haciéndome experta.
No me acostaba con mis profesores pero sí les sonreía. Si caes bien,
tienes más beneficios… —Pensaba— Mi cuerpo era bonito, mis ojos grandes
y tenía el arma favorita de toda la humanidad: Mi juventud.
Fui una gran perra sin alma y me gustaba.
Primero yo, segundo yo, tercero yo.
Gané dinero en algunos empleos, pero siempre buscaba más. Me
obsesioné con ser la mejor en todo hasta que me entretuve con mil idiotas que
hicieron, después de algunos años, que mi momento llegara… La cadena de
hoteles Hilton.
Me aprieta.
Muevo lentamente mis piernas e intento pararme de la cama pero cuando
me levanto y todo mi peso cae en mis piernas, balanceo sintiendo que estoy
inestable.
—A dónde… —Grito. Sus brazos me sujetan, ¿Cómo mierda no me di
cuenta?
—Me asustaste. —Digo respirando y pronto sosteniéndome en sus
brazos fuertes.
—Negligente. —Se burla— No debes caminar. —Me sienta en la cama.
—Pero quiero cerrar la cortina. —Hago un puchero.
—Bueno, la cerraré yo. —Sonríe despeinado, bostezando, con mucha
pereza, entonces mis ganas de molestar suben… Estoy aburrida, mucho.
Necesito un poco de pelea.
—No. Lo haré yo. —Me levanto— ¿Crees que no puedo? Me siento
mejor. —Digo, mintiendo— Así que déjame. —Doy algunos pasos más y siento
que todas mis piernas pesan. Me cuesta respirar, pero finjo muy bien… Camino,
sonrío, entonces me detiene.
—Dulce… no. Debes descansar. —Dice como máquina rayada.
—Pero acabas de ignorarme. Quería que cierres la cortina y no lo hiciste.
—Le digo fingiendo seriedad, quiero reirme pero no puedo. Me mira tenso, sé
que no quiere pelear… pero lo voy a provocar.
—Dulce… —Rueda los ojos— ¿Es enserio?
—¡No me ruedes los ojos! —Lo apunto con el dedo— Me tratas como
inválida.
—Dulce… —Se preocupa pero no lo dejo hablar.
—Nada. Cerraré la puta cortina. —Me doy vuelta y de reojo veo cómo
sigue mis pasos como si fuera un niño que aprende a caminar. Tomo la cortina,
la cierro y por fin estoy de nuevo en la oscuridad con mi marido…
Su pelo alborotado, su olor a sueño, a sexo, a vida me aloca. Trago saliva
sintiendo cómo cada célula de mi cuerpo se eriza cuando lo siento tras de mí.
Me marea su forma de cubrirme, cuidarme, protegerme…
—Déjame. —Volteo— ¿Sigues pensando que soy una inválida?
—No dije eso.
—No, claaaro. Tú nunca dices nada. —Ironizo.
—Mi amor, no quiero pelear. —Intenta abrazarme pero me zafo. Ese
grandulón con brazos fuertes, buen follador, con un sexy olor a rosas me vuelve
loca. Y verlo rogándome… me excita más.
—Nada de mi amor. —Finjo seria— Es más, no te soporto. Vete ahora de
mi cuarto. No te quiero ver.
Levanta una ceja como si no pudiera creerlo y solo contengo la risa. Su
rostro luce confundido, pero luego suspira… asiente serio y luego me aterro
¿Se enojó? No… Se gira y luego sin pensar tomo su brazo y lo jalo hacia mí.
—Te olvidaste de algo, idiota. —Le digo aún seria— Tienes una esposa
loca. —Suelto la risa y me trepo en su cuello. Me mira aún serio, pero creo que
luego entiende porque no rechaza mi beso.
Sus labios son tan suaves… tan hogareños. Me derrito en su boca, con
su lengua exquisita recorriendo mi interior. Jadeo contenida y cuando intento
seguir más allá, me para. Pega su frente contra la mía y luego abre sus ojos…
—No sé qué voy a hacer contigo…
—¿No te enojaste o si? —Le digo.
—Un poco. —Cierra un ojo— Te castigaré cuando estés mejor. —Me mira
perverso.
—Castígame ahorita. —Muerdo mi labio y lo aprieto hacia mí— Ya estoy
bien, lo juro. —Digo mintiendo.
—Dulce… —Me regaña— No.
—Quizá es por los días que no comí… carne. —Digo casi jadeando.
—¿Carne? —Traga saliva— Puedes comer otra cosa…
—Me gusta la carne… —Digo con doble intención— dura. Muy dura.
Jadea… ¡Es tan hombre!
—¿Qué… tan dura? —Río en silencio, estoy coqueteando de una manera
tan sexual con mi marido.
—Muy muy dura. —Chupo mi labio— Tus manos me alivian, Chris. —Le
digo con sinceridad— Quizá puedas… masajear por otro lados.
Y sin pedir permiso subo sus dedos hasta mis senos haciendo que se
vuelvan a tensar. Él se excita, lo sé porque siento el vulto en mi espalda. Por
más que intenta separarse no puede, no quiere… me desea.
—¿Te duelen los senos? —Pregunta aturdido.
—Sí… mucho. —Empiezo a masajearme con sus manos— Necesitan
una buena… mordida —Río y se eriza.
—Dulce… —Gruño en mi oreja— Eres toda una experiencia, cielo.
—Y tú un patancito idiota… —Me armo de valor saco la pijama en
segundos para luego mostrarme desnuda a mi marido de un giro.
—Dulce…
—Mis niñas están tristes… Necesitan tus manos. —Vuelvo a tocarme con
las suyas— Si no quieres hacer el amor entonces… has otra cosa por mí.
Jadea.
—¿Enserio?
Sonrío. Él no soportaría verme dándome placer sin tener su parte.
—¿Qué no entiendes? —Tomo sus cachetes de golpe— Jamás me
volveré una cucufata.
—Tampoco quiero eso.
—¿Te gustan, cierto? —Miro cómo no deja de tocar mis senos.
—No entran en mis manos… Son perfectos. —Susurra ahogándose.
—Todos tuyos…
—Dulce… —Implora piedad.
—No me harás daño, solo me darás placer… —Sonrío y llevo mis senos
a su rostro, entonces no lo soporta… me besa.
Toca mis senos como quiere y, a pesar de estar herida, no le importa.
Abre sus labios y chupa fuerte uno de ellos haciendo que todo mi cuerpo se
irrite. Con su lengua da vueltas y con su boca juguetea divertido.
—Son tan perfectos… —Jadea— Quisisera…
—¿Fallártelos? —Sonrío— Puedes.
—Cielo, yo…
—Sh… —Sonrío— Bésame, muérdeme, incéndiame idiota…
Se ahoga torpemente y alzo mis caderas para luego sentarme en sus
piernas. Me da tanto recocijo verlo morir por mí… por mi cuerpo así que
aprovecho. Tomo su mano y hundo su dedo en mi zona íntima, encima de mi
ropa interior.
—Me encanta… —Jadeo, tengo tanta confianza con él.
—Dulce… —Traga saliva.
—Um… —Toco el bulto entre sus piernas— ¿Qué te parece si es mutuo?
—Sonrío.
—Dulce… —Parpadea como si no pudiera creerlo.
—Hipócrita, ¿Ahora no te acuerdas? —Río— Hemos hecho de todo.
Lo tiro hacia atrás y cae acostado, luego me agacho sintiendo aún dolor…
lo beso en el cuello, pectorales, tetillas, estómago…. Para pronto llegar a mi
parte favorita de todas.
—Dulce… —Gime.
—Bajo su bóxer y salta su erección hacia arriba. Dios… podría medirlo,
es tan.. generoso, entonces introduzco mi boca lenta y suavemente. Pensé que
él iba a empezar conmigo pero esto no es mala idea… No soportará lo que
hacemos y luego terminaremos cogiendo como dos malnacidos.
A la mierda todo, me hundo balanceando mi lengua contra su piel.
Esto me parece asqueroso con otros hombres, pero tiene razón… somos
una puta y agradable excepción. Contengo mi adrenalina y lo estimulo con
fuerza hasta que se me ocurre una mejor idea…
Mi número favorito.
Me doy vuelta y pronto mis nalgas están en su boca. Lo hace tan…
de.li.cio.sa.men.te… que no aguanto, jadea de vez en cuando mientras sigo y
me deshago encima.
Oh mierda…
Se deshace de mi prenda íntima como sea y me come con sus hermosos
labios. Su lengua me estimula más de la cuenta y pronto siento que no aguanto.
Trago saliva, gateo unos pasos y creo que entiende…
—Dulce… —Susurra y sus labios saben a mí.
—Christopher… —Le digo segura y se acomoda para introducirse
lentamente en mí.
Duele como la puta mierda pero no importa.
Sonrío y doy mi mejor cara, entonces se mueve con suavidad….
¡A la mierda su suavidad! Meneo mi trasero en su miembro para que siga,
pero parece que no entiende.
—Mierda. —Maldice cuando vemos su pantalla de celular sonando.
—No contestes. —Imploro— Sigue.
Y me hace caso, pero me coge como si no quisiera romperme.
—Christopher…
Se hunde en mí y su miembro llena toda mi extensión interna. Me duele
como la puta mierda pero aguanto… me gusta. Cuando aumenta su ritmo siento
quemarme, entonces empieza… choca mis nalgas y cada topada me excita.
Hunde, hunde, hunde su maravilloso ser y solo grito como una pobre vieja que
no le han dado un buen polvo en años…
Oh… mi….
Va más rápido y se descontrola. El dolor aumenta pero también la
excitación y el gusto. Toma mis caderas y destruye mi trasero mientras solo
araño mis sábanas…. Sigue, sigue, sigue. Entra, sale, entra y choca fuerte.
Grito como bastarda y de golpe cambia de posición acostándome de acostado
y alzando mi pierna.
—Me vuelves loco. —Susurra jadeando y se vuelve una metralleta. Me
cuesta mantener la pierna arriba pero él me ayuda… y me encanta.
Arqueo mi cuerpo hacia atrás y con su otra mano toca mis senos para
luego meter un dedo a mi boca.
Me encanta, me derrito.
Chupo su dedo con fuerza como si así pudiera hacerlo con él mismo… y
cuando aumenta su ritmo lo capturo con mis dientes. Jadeo, jadea, se hunde
ahora brusco y lloro de placer…
—No quiero terminar… —Continúa sin aire y ahora me abre las piernas,
pone una almohada y se hunde de nuevo.
Ahora es mio…
Abrazo su espalda y beso su hombro haciéndolo mio, solo mío. Me coge
con fuego, metiendo un dedo en mi clítoris y estimulándome más de la cuenta.
Veo luces de placer, grito… no puedo dejar de gritar… ¡Parezco una enferma,
qué me pasa! Y mi voz vuelve a excitarme. Su sudor me crea un ambiente
sexual. Su olor al fornicar me vuelve una bestia y no puedo parar de gritar cada
vez que se hunde.
Un golpe extraño en el suelo hace que mis ojos miren hacia ella ¡Maldita
sea, estaba escuchando! Pero lo que me preocupa no es eso… sino su caída.
Tiemblo al verla tirada, entonces corro para que no se siga lastimando.
—Dulce… —Mi voz emana una especie de grito contenido. Dejo el
teléfono, la tomo entre mis brazos y corro hacia la cama. —Dulce, despierta. —
Palmeo su rostro suavemente y luego voy por alcohol para ponérselo en la
nariz, pero no reacciona. —Mierda.
Al sentir otro disparo solo corro hacia la ventana: ¿Qué carajos pasa?
Miro el cielo a lo lejos y es lo que creí, por lo que no me preocupo. Salto con el
corazón fuera del pecho a la cama de nuevo y beso su frente… No te vayas,
cielo. No ahora.
Me toma largos minutos hacer que despierte y por fin lo hace. Miro su
rostro perdido y me rompe el corazón saber que está tan lastimada…
—Cielo… —Mantengo su mano en la mía y luego la exploro. Me preocupa
que su cabeza haya caído contra el suelo.
—Christopher… —Abre sus ojos con fuerza— ¿Quién nos encontró? —
Se sienta de golpe.
—Nadie. —Sigo susurrando.
—Dijiste… dijiste que… —Puedo notar sus manos temblando. Está con
pánico.
—Dulce… —Cierro mis ojos— Todo está bien, tranquila. Nadie nos
encontró. Confía en mí.
—No, pero tú… dijiste… di-dijiste que…
—Sé que lo dije, sh sh sh —Tapo sus labios con mis dedos— Pero ahora
es momento de descansar, ¿Si? A dormir.
—No. No me trates como a una idiota. —Se levanta y al hacerlo lleva su
mano al vientre— ¡Ah!
—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —Me levanto con furia para sostenerla.
—Me duele mucho… —Se agacha— Ah…
—Quizá es por la caída. —Trago saliva. Esto me preocupa— Tenemos
que ver a un médico.
—No, no. —Dice frustrada— Va a pasar. Es… necesito ir al baño.
La llevo con cuidado y cuando está a punto de cerrar la puerta se inquieta
al verme de pie frente a ella.
—Soy tu marido, conozco todo de ti. No empieces… —Le advierto.
Realmente no puedo creer que aún tenga vergüenza conmigo.
Traga saliva
—Son cosas de chicas. —Muerde su labio y comprendo, entonces
retrocedo pero esperándola fuera.
Pasan 10, 15 y pronto 20 minutos ¿Qué tanto hace dentro? Escucho por
la puerta y nada, solo hay silencio… Realmente no entiendo qué le pasa, o qué
hace tanto tiempo sola ahí sin moverse. Cuando por fin abre la noto más
tranquila, como si se hubiera quitado un peso de encima y solo me mantengo
alerta…
—Es mi periodo. Seguro me va a venir pronto la regla. —Cierro mis labios
y solo deseo que no suceda… tenía la esperanza de tener intimidad más
tiempo. Oh, si… soy un bastardo sexual, entonces río. ¿Qué clase de ser
humano soy? Acabamos de hacerlo.
—Cielo… descansa.
—No. —Me enfrenta— Dime qué ha sucedido. —Sus ojos son dos fusiles
calando en los míos, entonces me doy cuenta que no podré ocultárselo. No
ahora.
—Siéntate. —Tomo su mano y me siento con ella— Tu padre lo sabe
todo.
—¿Qué? —Grita rápido, sus ojos se ensanchan y su boca tiembla.
—Cuando sospeché que Brando sabía todo y el Chino podría hacerle
daño a tu familia, hablé con ellos y… les tuve que inventar una mentira. —Cierro
un ojo— Les dije que tú… bueno, que ibas a vivir en otro país y que íbamos a
adoptar un niño. Tu madre estaba emocionada… convenció a tu padre y a
Kiara, por lo que accedieron ir por un tiempo a USA. Pero tu padre recibió un
sobre donde… —Hago silencio.
—Prosigue. —Dice sin emoción.
—Muestra fotos tuyas con… ese hijo de puta. Se enojó mucho, cielo… y
ahora sabe la verdad. Tu madre se lo terminó contando. Juan había cuidado
de ellos desde siempre, pero… fue un descuido de su parte no revisar su
correspondencia y…
—¿Qué tiene papá? —Me dice seria. Lo sabe.
—Pre infarto. —Le digo y mi corazón se vuelve pequeño. Sus ojos se
mantienen duros, pero luego se ablandan… y llora, llora de una forma sublime.
La abrazo, ella a mí… y hunde su cabeza en mi pecho cansada de todo, harta
de tantas pruebas, de tanto dolor….
—Jamás… qui-quise que les pase nada malo. —Suspira de vez en
cuando— Es mi familia, los quiero porque lo son… Y sí, he renegado de ellos,
pero nunca desearía su mal.
—Lo sé, cielo. —Acaricio su cabello.
—¿Dónde está? —Traga saliva.
—Aquí. Juan me acaba de llamar… Sucedió aquí. Ellos regresaron
porque tu padre estaba furioso. —Suspiro.
—¡No! ¡Christopher! —Se levanta— ¿Y si Brando los encuentra? ¿Y si…?
—Yo me estoy encargando de esto, amor. Pero sí deben regresar a USA
lo antes posible, solo que… no quieren. No sé si fue Brando o el Chino pero
tuvo que ser uno de ellos.
—Si fueron ellos entonces… —Abre su boca, tensa sus labios y sus
pensamientos se cruzan con los míos— Siempre supieron dónde estaban. Si
saben eso entonces… saben dónde nosotros..
—¡No! Este es un lugar seguro, cielo. Por favor créeme. —Suspiro y luego
la abrazo.
—Necesito verlo, hablar con él.
—Está bien, cielo.
—Escuché disparos… —Jadea— ¿Qué son?
—Las personas de este lugar practican la cacería de pájaros. He querido
erradicárselos, pero son sus costumbres. Lo hacen cada mes, una vez por lo
menos, y hoy es el día. Tranquila.
—Siento que me mientes… —Me mira fijamente— Júramelo.
—Dulce, te digo la verdad. Míralo por ti misma.
La llevo hasta la ventana y pronto su pecho se desinfla al ver que es
cierto. La pobre está tan cansada de todo… así que entiendo su postura, pero
me preocupa que no confíe en mí como quisiera. Llevo su cabello por detrás
de su oreja y pronto me pregunto ¿Realmente me habrá perdonado? Mantengo
mi nariz cerca de su cabello… Amo su olor. Sé que será difícil pero no
imposible. Juro que cuando acabe con Hilton me la llevaré lejos… muy lejos.
—Quiero ver a mi papá. —Insiste y suspiro.
—Iremos, pero necesitamos esperar un poco. —Pongo un mechón de
cabello detrás de su oreja— Esta no es una hora adecuada, además sigue en
recuperación.
—Pero… ¿Se va a poner bien, cierto? —Jadea contenida.
—Sí, cielo. —La abrazo sin si quiera pensar en si es cierto o no.
—¡Putear! —Grita con furia— ¡Es lo que saben hacer las mujeres! ¡Abrir
las piernas!
—¡Basta! —Lo acuesto y aprieto— No tienes derecho. —Lo miro con
furia.
—¿Qué es esto? —Respira con dificultad— ¿Otra farsa? ¿Ahora están
juntos de nuevo?
Dulce lo mira con lágrimas.
—Amo a tu hija, siempre la he amado.
—No pierdas tu tiempo con ella… Aunque intente maquillarse siempre
será una pequeña víbora. Ella no ama a nadie, Christopher. Solo lastima… Solo
lastima…
Se lleva una mano al pecho y grita. Mis ojos se abren al ver que está
teniendo un infarto, entonces Dulce sale corriendo. Escapa. No lo soporta, lo
sé. Mi corazón está con ella, pero no puedo dejar morir a su padre por más que
haya sido injusto.
—Carlos, mírame. —Digo firme y presiono su pecho con fuerza.
—Ag…ah…. —Se ahoga.
—Respira tranquilo, vamos… todo estará bien. —Aprieto el botón que
llama a la enfermera e intento mantenerlo a salvo. Cuando ellos vienen, todo
se acelera. Le ponen oxígeno y lo sedan obligándome a salir de aquel lugar.
Todo se vuelve un caos, pero no logro visualizar a mi bonita.
Con tensión camino por los pasillos intentando pasar desapercibido, pero
la angustia me mata así que pregunto a distintas enfermeras si la han visto. Al
llegar a la sala de espera privada veo a su madre llorando, Kiara en shock y
presumo que saben algo. Me acerco a ellas rápidamente pero soy ignorado.
—¡Se atrevió a decirlo! —Su madre dice casi sin aire.
—Mamá… ¿Es cierto? —Jadea.
Pero Sofía no le responde, solo se aleja.
—Kiara… —Susurro y la tomo del brazo— ¿Dónde está Dulce?
—Vino… —Me mira con lágrimas— Explotó. Le dijo a mamá que…
Asiento.
—Lo sé.
—Yo… no sabía nada. —Muerde su labio para no llorar.
—Dónde está. —Suspiro intentando no ser brusco. Mi cuero cabelludo
pica, necesito saber dónde está.
—Se fue… —Responde entre lágrimas— No sé, se fue.
Mi mundo se viene abajo ahora, ¿Se fue? No lo pienso dos veces, giro
en mis pies y toco mi arma. Es muy peligroso que esté sola. Ha sido muy
peligroso venir hasta aquí. Entro en pánico mientras descubro que no está en
la clínica y solo se me ocurre buscar en las cámaras de vigilancia.
—Muévete. —Le digo apresurado al tipo de las cámaras.
—¡Señor! ¡Usted no puede! —Grita.
Saco mi arma.
—Cierra la maldita boca. —Y se congela. Sé que es un delito, pero me
vale madre. Verifico los sistemas con facilidad y pronto mi corazón tiene alivio
al verla…
Está en el jardín escondida en un pequeño rincón con la cabeza hacia
abajo.
Daría mi vida por evitarle este dolor…
El vigilante intenta llamar a seguridad, pero lo agarro del cuello.
—¿Sabes que soy espía? Encontraría muy fácil tu casa y a tu familia. Si
los valoras un poquito, yo no me arriesgaría.
Lo amenazo. En realidad no lo haría, pero siempre funciona.
Cuando salgo de ese lugar evalúo todos los sistemas de seguridad e
intento no pasar por las cámaras. Mi corazón se tensa cuando la veo a lo lejos…
Está triste y me enfado conmigo mismo por esto.
Solo la miro.
—Sé que no debí decírselo ahora, pero no pude contenerme. Toda mi
vida nos ha reprimido, queriendo hundir mis sueños, mis metas… Él solía decir
que sus hijas debían conseguir un buen marido e ir a la cocina. Me criticaba
tantas veces cuando quemaba la comida y en algún momento me sentí inútil…
hasta que me dí cuenta que todo eso era una mierda. Los falsos discursos, las
creencias, lo que te dicen que tienes que hacer. Mi padre vivía dándosela de
gran hombre, hasta que escuché cómo torturaba a mi madre con esas otras
mujeres… Él decía que era hombre, que podía hacerlo, y mi madre callaba…
pero yo no lo hice. No podía aguantar más. Y ahí vino nuestro quiebre. En ese
tiempo era una niña casi adolescente, crecí odiándolo por reprimir mis sueños,
hasta que salí de esa jaula…
Suspiro.
—Hasta… —Me mira fijamente— hasta que me salvaste…
—Yo no te salvé, Dulce. Tú le diste sentido a mi vida. —Toco sus labios—
Hasta ahora me tienes hecho un imbécil por ti.
—Entonces tuvimos suerte. ¿Sabes por qué me alejé de ellos? No podía
soportar guardar este secreto. No podía soportar su mediocridad. Kiara era
pequeña, no entendía nada, pero yo quería otras cosas para mi… y a su lado
no podría conseguir nada. Yo soñaba con cosas grandes y ellos se
conformaban con la vida de pueblo.
—Ya pasó, cielo. —Digo, tocándole el mentón.
—Lo que le dije a mi padre lo tuve guardado por años, Christopher. Mamá
se avergüenza tanto…
—Tienes que entender sus razones. Ellos ven el mundo de otra manera.
—Realmente no me gusta estar a su lado, por más que quiera.
—Basta, Dulce… —La abrazo de nuevo— Necesitas dormir. Tu papá está
estable, ya verás que se le pasará.
Solloza… y mi corazón se rompe.
—Tenemos al mundo encima.
—Nadie dijo que sería fácil… —Levanto su rostro con mis dedos— Pero
yo soy inmensamente feliz a tu lado. —Le sonrío— Y mientras viva cuidaré de
ti con mi vida y protegeré a tu familia como si fuera la mía.
—Chris… —Exhala lento— Gracias… por todo.
—No me agradezcas, solo… ámame.
—Lo hago. —Dice sosteniendo sus ojos en mí— Aunque no sea tan
expresiva. A veces pienso que todo esto me ha convertido en hielo, pero llegas
tú y consigues cosas que jamás hubiera pensado.
—¿Qué cosas? ¿Un orgasmo? —Levanto mis cejas bromeando y logro
sacarle una media sonrisa mientras limpia sus lágrimas.
—A parte de eso… Eres la única persona que ha tocado mi corazón
extraño. Con nadie abro mis sentimientos.
—Tampoco yo, cielo. —Le sonrío y me mira extraña…
—Jamás me has contado cosas que siempre quise saber.
—Sabes todo de mí, Dulce. —Mantiene sus ojos fríos.
—Tu padre…
Todo mi cuerpo se engarrota y mis latidos se aceleran.
—Fue un bastardo que murió por sobredosis. Golpeaba a mi madre. Lo
sabes.
—Pero no me has contado tu niñez con él… —Se arrodilla para estar a
mi altura y acaricia mi cabello— He respeta tu intimidad, pero…
—No hay nada que saber, cielo. —Le sonrío— Mi única familia eres tú.
Tose y la obligo a dormir. Necesita tomar un largo sueño…
Dulce
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero mis ojos pesan. Me giro en la cama
y no está, entonces me tenso… ¿A dónde fue ahora? No quiero más sorpresas.
Miro el reloj de la mesita de noche y marca las 3:00 AM. Aún es de madrugada
y no deja de ser un hombre misterioso.
—Christopher… —Digo sentándome, pero no escucha. A lo lejos puedo
ver que la luz de la sala y cocina están prendidas, por lo que voy en su
búsqueda.
—¿Controlaste bien todo? No quiero errores Juan. Miami, luego Georgia.
Sí, después te aviso. —Torna sus ojos en mí y sonríe— Bien, te dejo.
—¿Por qué no estás en la cama patancito? —Le digo con pereza.
—¿Por qué no está usted en la cama, amarga?
Ruedo mis ojos y voy hacia él.
—Porque no sé… ¿Con quién hablabas?
—Juan. Tu familia está viajando a USA ahora mismo en un avión privado.
Lograron estabilizar a tu padre por fortuna
—Gracias Chris. —Me empino y llego a sus labios.
—¿Y eso?
—Mi agradecimiento. —Sonrío.
—Uy… pensé que sería un beso más interesante. —Rodea mi cintura—
Algo…así. —Presiona mis labios contra los suyos y cierro mi boca para que no
meta su exquisita lengua… pero es en vano. No sé cómo lo hace pero tiene
éxito. Nos besamos castamente hasta que sube la tensión cuando su mano
inquieta explora mi espalda bajando a mi trasero.
—Quieto… —Lo empujo y duele separarme.
—¿Por qué?
—Porque necesitamos ser personas serias.
—¿Personas serias? —Ríe, se sienta en el sofá y me obliga a sentarme
en su encima. Oh mierda… siento que toda mi piel se eriza, pero mantengo mis
ojos alerta.
—No puede ser que todo el día pensemos en esto, Christopher. —Intento
no reír y me hago la digna. Él tiene que rogarme, yo no.
—Bueno, es nuestra naturaleza… Desde que te ví no dejé de soñar con
tu hermoso cuerpo bajo el mío.
—Sucio pervertido. Era una niñita… —Sonrío— Virginal.
—No tenías la mente virgen, Dulce. Sabías más posiciones que yo. —Ríe
en mis labios— Me encantaba sucio contigo…
—Muy sucio. —Arrugo la nariz al recordar algunas cosas.
—Eres una mujer impresionante, bonita. Brillas sin que te des cuenta…
—Abre mi blusa lentamente pero me hago la estúpida— ¿Lo has notado?
Tenías a todos embobados por ti en el hotel. Hice mucho hígado….
—Como tiene que ser, patancito. Las mujeres somos dominantes si
queremos serlo. El hombre llora cuando hacemos esto… —Beso su cuello— O
esto… —Muerdo su piel y jadea fuerte. Me mira con deseo y río.
—Dulce…
—O si bajo así… —Beso su garganta— o así… —Saco mi lengua y perfilo
su piel tensa hasta llegar a su pecho. Está sin polo así que aprovecho.
—Basta.
—Ruega. —Levanto mis ojos sonriendo.
—No lo haré. —Sonríe provocándome— Tú vas a rogarme cuando meta
mi cabeza entre tus piernas.
—Ou…. —Sonrío— Veremos quién se doblega primero.
Con astucia lo acaricio con mis uñas suavemente haciendo que todo en
él suba de inmediato. Puedo ver sus ojos llenos de deseo, su boca tensa y su
olor emanando ganas de sexo… Acaricio su miembro por encima de su
pantalón y luego alzo mis caderas para caer saltando en su piel.
El sol nace por la ventana indicándome que es un nuevo día. Me tallo los
ojos cansada y enseguida siento cómo unos fuertes brazos sostienen mi
cintura. Su olor mañanero es exquisito y, sin querer, termino acurrucándome
más en un impulso.
—Buenos días… bonita. —Susurra en mi oreja con la voz ronca.
—Me das calor… —Digo, mintiendo.
—¿Calor? ¿En tanto frio?
—Soy así… —Digo.
—Caliente… —Ríe en mi oído y me aprieta fuerte, tan fuerte que no
puedo respirar.
—¡Ah! —Retrocedo mi trasero con la sola intención de parar el acto, pero
termino envuelta en juego. Choca su miembro con mi piel y con una risa
malvada toca mis senos. Me congelo… ¿Realmente cree que voy a darle un
“mañanero”?
—Um… —Besa mi cuello. Maldito idiota.
—Christopher… —Me volteo y tomo sus manos con las mías
—Es mejor pedir perdón que permiso, ¿No? —Ríe y besa mis labios.
Oh mierda… no puedo negarme.
Sus labios son como mi desayuno favorito y tengo mucha… mucha
hambre. Lo muerdo con furia y mi cuerpo se estremece bajo el suyo. Me enreda
en su cuerpo, su piel, sus brazos para luego jalar mi pijama hacia arriba
dejándome desnuda. Amo dormir desnuda… y se aprovecha. Muerde mis
senos haciendo que todo en mí explote y se humedezca. Sus dedos se
entrometen entre mis piernas y pronto tocan mi clítoris haciendo que me derrita.
Él hace magia con sus dedos.
Me tuerzo hacia atrás y dejo que lo haga… porque me gusta, me encanta
que me toque y me pone loca tocarlo. Mi mente se turba, ya no pienso. Besa
mi oreja y luego chupa con su boca mi pezón. Oh… mi… Dios… Lo muerde y
succiona de nuevo haciendo que cada vello de mi cuerpo se altere. Lo hace
como si fuera un niño hambriento y me tenso aún más sintiendo que no voy a
soportarlo. La sensación de su mordida con el movimiento de su dedo en mi
zona inferior hacen que me queme de forma inmediata.
¡No puedo! ¡Simplemente no puedo!
Este hombre me vuelve loca. Me ha vuelto loca desde que me tocó por
primera vez aquel día… Es como si estuviera nadando contra la corriente, como
si fuera una estúpida necesitada de sexo.
Con rapidez se retira el bóxer dejándome ver que me ha deseado desde
hace horas… Río, pego mis labios y no puedo evitar anticipar el gran orgasmo
que me dará ahora.
Abre mis piernas y hunde su cabeza en mi centro para luego meter su
lengua ahí… donde sabe que es mi perdición. Se mueve como solo él sabe y
en cada estremecida que tengo, me mira… diciéndome con sus ojos que soy
suya para siempre.
Todo pasa muy rápido y pronto se introduce en mí de manera agresiva.
Levanta mis nalgas hacia él y se acomoda para luego ser un completo enfermo
en sus movimientos. No es nada paciente, sino grotesco. Me penetra como si
fuera su juguete favorito y, aunque aun no entiendo su desesperación, me
encanta… no voy a negarlo. Así que lo disfruto. Alzo mis caderas para ayudarlo
y puedo sentir el placer rondando mis entrañas.
Choca, choca, choca…. Tan fuerte que siento que ha llegado al límite
pero no le importa. Cierro los ojos y puedo escuchar sus jadeos con el sonido
de su piel chocando contra la mía. Mi trasero rebota y se siente como un
latigazo… Es cada vez más hondo, fuerte, violento… tanto así que siento que
voy a romperme. Su miembro es justo y perfecto como lo quiero… apreciable,
extenso, fuerte… invasivo. Desde que lo vi desnudo por primera vez jamás
pude olvidarlo. Tenerlo así me excita… y a la vez me llena.
Con sus brazos se apoya en sus codos y sé que me está mirando, por
ello abro mis ojos. Lo veo lleno de lujuria, tanta como la mía y sonrío mordiendo
mis labios… hasta que él lo hace de nuevo. Me chupa con su estuviera
comiendo carne y mis manos no se quedan quietas… toco su espalda, su
cadera, su enorme y amoroso trasero y lo golpeo.
—¿Eso es todo? —Jadeo sin aire y me destruye con un movimiento.
Grito al borde del colapso y siento cómo la liberación se acerca. Muerdo
mis labios y vuelve a besarme mientras que todo pasa deliciosamente…
¡Fuego! ¡Explosión! ¡Liberación! Dos gritos al unísono y es maravilloso… aún
más por haberlo hecho con quien más quieres.
Mi cuerpo está cansado… muy cansado, pero feliz. Me duelen las piernas
por haberlas tenido estiradas todo este tiempo, pero no importa. Ahueca mi
rostro con sus manos y me mira sonriendo.
—Maravilloso… —Susurra en mis labios.
—Te saliste con la tuya… —Jadeo.
—Siempre. —Vuelve a besarme.
—Ahora descansa… —Se sale de mí y ruedo mis ojos.
¡Ha sido jodidamente maravilloso! Pero no se lo diré.
—No quiero descansar. —Digo mintiendo mientras me cubro con la
sábana.
—Haré que lo hagas. —Se voltea y me abraza para luego susurrarme…
— Mi chica hermosa.
—Mi idiota favorito, un patancito cualquiera… —Lo humillo… y no me
hace caso, solo me abraza.
—Hace frío, ¿Lo ves? Neblina, es decir… calientitos aquí, lejos de todo.
—¿No temes, Chris? —Le pregunto.
—No amor… Yo puedo hacer todo, confía en mí. Jamás volverás a pasar
por algo malo, ¿Lo entiendes?
Me quedo en silencio y paso saliva.
—Hey… ¿Todo bien, bonita?
—Tienes razón, tengo frío…
Le doy la espalda y cierro mis ojos para fingir que duermo. Mi corazón
palpita con fuerza y siento ganas asquerosas de llorar… Te quiero Chris y haré
lo que sea… lo que sea.
Algunas horas más tarde me doy cuenta que no ha habido nadie que
limpie estos días y me estreso. Mi manía por la limpieza sale a flote y solo me
enterco en ello.
—Dijiste que alguien vendría a limpiar. —Lo interrumpo mientras toma
café.
—Yo limpié. —Contesta.
—¿Esto es limpiar? —Le enseño mi mano empolvada.
—Bueno, le diré a alguien que venga o… hazlo tú. —Me queda mirando.
Bufo.
—¿Me crees tu chacha o qué?
—Podrías ayudar. —Sonríe. Sabe perfectamente que no hago esas
cosas ¡Y se ríe!
—No nací para las escobas y trapos. —Le tiro una toalla encima— Odio
que dejes tu puta toalla mojada en la cama.
Sigue riendo y me voy… ¡Que se vaya a la mierda!
Chris
Su manera de pedir las cosas me exaspera, pero en el fondo me encanta.
Sé que su actitud ha cambiado conmigo, pero a la vez no deja de ser ella… Mi
amarga desesperada.
—Juan. —Digo mientras la miro desaparecer por la puerta— Ahora estoy
solo, habla.
—Brando sigue investigando…
Han pasado quince minutos, solo quince minutos y ya estoy al borde del
suicidio.
Mi alma quema de una forma impresionante y el dolor que tengo el pecho
es algo que jamás he sentido… Se ha ido, lo ha hecho y yo… estoy destrozado.
Mis dedos palpitan al ritmo de mis nervios. Me levanto tenso de la silla y
golpeo lo primero que veo en mi delante.
Joder… No puedes permitirlo. —Me digo cansado de luchar por una mujer
que simplemente no entiende, pero que amo.
Camino de prisa, tomo mi arma y saco en su búsqueda. Hace frío ahora,
ella no ha terminado de recuperarse y se ha dignado en salir así. Mi enojo es
algo que no soporto, pero no voy a perderla. Me niego. No me resigno. Es mi
vida.
Pasan largos minutos, casi una hora y no está por ningún lado. Las dudas
y celos me invanden, ¿Y si está con él? No, imposible. Ella jamás me
traicionaría de esta forma. Jamás fingiría toda esta farsa para luego ser
golpeada y estar al borde de la muerte.
—Juan, Dulce se fue. —Digo, apenas me contesta.
—¿Qué? ¡Maldición! —Suelta su enojo.
—Sí, lo sé. No entiendo qué tiene en la cabeza… Debería dejarla, pero
no puedo Juan. Ayúdame a encontrarla.
—Pero… ¿Hace cuánto se fue?
—¡No lo sé! —Me irrito— Solo encuéntrala. Mueve mar y tierra, es
peligroso que ande sola por ahí.
—Está bien, Christopher. Yo me encargo de Dulce, pero tú debes
encargarte de Brando ahora. Lo sabes…
—Lo sé perfectamente, Juan. Te hablo luego. —Cuelgo al ver a uno de
los pobladores de aquí.
—Sr. Miller… —Me extiende su mano y saluda con respeto.
—Hola, Ernesto. Necesito saber algo… ¿Viste a alguna mujer por aquí?
Digo, rondando, caminando…
—¿A su esposa? —Mantiene los ojos en mí.
—Sí. —Solo digo.
—No, Sr. Nadie ha pasado por aquí.
—¿Estás seguro? —Mis nervios aumentan.
—Sí, Sr.
—Bien. Gracias.
Doy media vuelta y me dirijo a la casa, subo las escaleras y vuelvo a
buscar en nuestra habitación. Mi corazón aun tiene esperanza…. Pero no está.
La conozco muy bien, es más terca que yo en algunas cosas. No puedo
entender por qué lo hizo, ha dicho que me ama…
¡Mierda!
Mi mente colapsa, no lo soporto. Activo las cámaras y salgo corriendo,
necesito encontrar el primer vuelo de vuelta a México. Es tarde, aún necesito
arreglar algunas cosas, voy a matar a ese bastardo por fin, pero también me
preocupa ella.
Algunas horas pasan y salgo de control. Ya en el DF exploto al volante,
manejando como si fuera un piloto de auto, sin control y con adrenalina. Una
llamada entra y no dudo en contestar:
—Christopher, está en el DF. —Dice con rapidez. Detengo el auto de
golpe y siento que me hierve la sangre.
—¿Qué?
—Revisé los videos del aereopuerto de Vallarta….
—¡Es imposible! Busqué en el directorio, no salió nunca su nombre.
—Se enrumbó al DF con otro nombre. —Trago saliva—… hay otra cosa.
Christopher…
Hace una pausa.
—Dilo ya. —Ladro.
—No iba sola… Estaba con un hombre.
Mi aliento se contiene y una extraña presión en mi cabeza me envenena.
La garganta empieza a picar, mis puños se hacen más fuerte y mi mandíbula
se tensa, ¿Otro hombre? Doy un corto suspiro y jadeo sintiendo confusión.
—Su nombre es Franco Huertas, aún no me dan el informe de quién es
pero… quería igual contarte.
—Juan… —Mi mirada se nubla— ¿Estaban… juntos? Digo…
No tengo que decir más, Juan agrega.
—Él solo la tomó por la cintura una vez, solo eso.
Hay silencio y no lo soporto.
—Necesito ese video. —Me ahogo— Envíamelo al celular.
—No lo tengo. —Suma de inmediato.
—¡Si lo tienes! —Grito— ¡Necesito el maldito video!
Pasan cinco segundos y enseguida escucho la notificación en mi celular.
Me contengo.
—Christopher, escucha, debes enfocarte en…
—Te llamo luego.
Le corto y abro el video de prisa. Mis ojos se abren, me hielo al verla
entrar hacia el aereopuerto. La cámara no capta mucho las imágenes, pero
puedo reconocerla en una esquina seria, mirando a un hombre que se acerca.
Le sonríe, la saluda, pero ella sigue sin emitir emoción. Ese bastardo la toma
por la cintura y ella se inmuta.
Hijo de puta.
Jadeo y paro el video. Mis celos no lo soportan… ¡Está tocándola! ¡Voy a
matarlo! Mi bonita es mía. Siento algo extraño dentro, porque en el fondo no
puedo creerlo. Doy play al video y se entrecorta. Ambos desaparecen por las
escaleras eléctricas y luego se les ve entrando en el avión.
Ella no está maquillada ni vestida decentemente… eso es extraño
Pero aun así no me domino. Salgo del auto, pateo un árbol y grito lleno
de rabia. ¿Quién carajos es ese hombre? ¿Qué quiere con ella? Envío un
mensaje de texto a un amigo, quizá Juan ya lo ha contactado pero no importa.
Necesito hacer algo. Necesito encontrarla, preguntarle… por qué, para qué,
¿Acaso no me ama?
Mis puños presionan mis piernas y siento que no me enfoco.
Cálmate, Miller… Necesitas pensar con la cabeza.
Mi móvil suena de nuevo y siento que no puedo con mi genio.
—No estoy de humor. —Respondo a Juan, quien ha insistido muchas
veces.
—Christopher, tengo noticias. Estoy en camino ahora.
—Suéltalo ya. —Carraspeo mi garganta contenido.
Pasan algunos minutos y escucho su auto estacionarse.
—Es bueno verte. —Jadea.
—¿Qué sucede? —Pregunto atareado.
—Necesitas prepararte. El plan tiene que ejecutarse esta misma noche.
No contesto, no puedo.
—Vamos, Christopher… —Me anima— Hemos luchado tanto por este
momento ¡No puedes desconcentrarte! Jala ese gatillo y quedarás libre de todo.
—Se nos acabó, traeré ahora mismo más. —Dice el mozo y trago saliva
al darme cuenta de alguien en particular…
—Señorita Evans, cuánto tiempo… —Saluda Gustavo Monti, hijo de puta
jefe del Gobierno— Se ve usted muy… bien.
No respondo.
—¿Qué sucede? Pareciera que está enojada conmigo. —Ríe.
—Algún día lo pagará. —Suspiro— Usted y toda su peste.
Sonríe.
—No entiendo de lo que habla, señorita.
—Váyase al diablo. —Respondo en llamas.
—Hágame el honor de acompañarme entonces. —Bufa— Cierre esa
preciosa boca.
—¿Y si no quiero? —Cruzo mis brazos.
—Alguien lo pagará por usted…
—Ese alguien va a destruirlo si sabe que está ofendiéndome. Expandirá
una bala por todo su inservible cuerpo y luego lo aventará al mar lleno de
tiburones. Cuide sus palabras, señor.
—Confía mucho en el Sr. Miller por lo que veo… —Ríe— Tanta confianza
le tiene que ha llegado a ocultarle sus verdaderos planes, señora. Yo no estaría
tan tranquila… Que tenga buena noche. —Susurra y se va mientras mi rabia
aumenta… porque quizá tiene razón.
Llega el alcohol y bebo un sorbo sintiéndome inmediatamente mal. Quiero
irme de este lugar, correr hacia un bosque perdido y no regresar jamás pero sé
que debo hacer mi mejor papel ahora.
15 minutos… solo eso. —Me digo a mí misma. Quizá los peores 15
minutos de toda mi vida.
La sala hace silencio cuando aparece por el marco de la gran puerta, los
aplausos florecen tras la pausa y siento cómo mis piernas tiemblan cuando
cruzamos miradas.
—Quiero agradecer a todos ustedes amigos, prensa, socios… por estar
aquí. Es un honor celebrar Ensueña con ustedes, disfruten la velada. —Suspira
apresurado y poco a poco se acerca a mí como un tigre lleno de rabia— Voy a
asesinarte, perra… —Ríe— ¿Lo sabes, cierto?
—No será necesario, cariño. —Sonrío— He vuelto.
Lo piensa.
—Este no es un buen lugar para hablar, ¿O si?
—No caeré en tu trampa. —Se enfurece y toma mi cintura— Pero te he
extrañado. —Respira hondo y pesado—Necesitaba esto… —Baja su mano
hasta mi nalga— Eres lo que más deseo.
—Lo sé, cariño… —Murmuro— Pero no es tarde para ello. —Me acerco
a su oreja y siento cómo su cuerpo se eriza— Déjame demostrártelo.
Sonríe con impaciencia para luego tomar mi mano.
Mientras caminamos por el hotel siento cómo mi corazón se rompe. Subo
escaleras a su lado y siento que voy hacia mi muerte. Camino tensa, sintiendo
cómo sus dedos se entrelazan a los míos… hasta que llegamos a su habitación.
Silencio.
Me sonríe perversamente y saca el antifaz de mi rostro. Explora mi cuerpo
con sus dedos y pronto siento su aliento sobre el mio. Cierro mis ojos con fuerza
y sigo el beso…
—¿Realmente estás arrepentida? —Dice sobre mis labios— ¿Realmente
estás aquí conmigo?
Primer punto débil… necesidad.
—Claro que sí, ¿Crees que puedo vivir sin esto? Lujos, joyas, dinero…
Sonríe.
—Lo sabía, nena… No eres mujer de un simple hombre. Gobernaremos
al mundo juntos, serás la mujer del diablo.
“En los ojos están todas las verdades que la boca no puede decir”
—Mire señora, no quiero discutir con usted porque la aprecio pero Dulce
es mi esposa y…
—A la mierda todo. —Abro mi boca, mamá jamás ha dicho malas
palabras…
—Mamá… —Tengo unas ganas horribles de reír pero me aguanto.
—Hija, te traje comida. La dejé en la cocina. Iba a avisarte que este tipo
estaba aquí pero veo que se me adelantó.
—Está bien, mamá. —Suspiro— ¿Qué pasó?
—¿Qué pasó? —Mira a Christopher— Que tenemos una cita con el
médico.
—Qué flojera. —Le digo.
—Nada de flojeras. Mírate… estás tan pálida, tan ojerosa, tan cansada.
Quien sabe qué diablos te habrá hecho este hombre.
—Déjalo en paz… —Susurro muy bajito.
—Vamonos. —Me ignora levantándome del brazo.
—Mamá… —Reniego.
—Anda, camina. —Me rindo ante su insistencia, lo que sea por evitar
hablar con Christopher.
—Las llevo —Bloquea el paso de mamá.
—No. Vete a por donde llegaste y no molestes…
—Dulce… —Vuelve a interponerse— Estaré esperándote. Me estoy
quedando en el hotel de alado. Pregunta por mi, solo eso.
Lo ignoro y me voy con mamá sintiendo un peso menos de encima.
Mi mente retrocede al beso que nos dimos hace rato y no puedo dejar de
tocar mis labios en el camino. Mamá me mira como si fuera retardada, pero
intento no hacer caso. Todo este tiempo ha hablado mal de Christopher sin que
la escuche, y de verdad no me importa. ¿Qué haré? ¿Se lo diré? La imagen de
ese hombre regresa en este instante…
No puedo.
—Llegamos, cielo.
Entramos en urgencias, el típico hospital gringo y aun no entiendo por
qué me acuestan en la camilla. Una doctora me revisa los ojos, los oídos, el
rostro y luego me sonríe.
—¿Is it ok? —Pregunta mientras me presiona el brazo.
Asiento.
Puedo ver su apellido en su placa y juraría que es latina.
—Habla español. —Digo.
—Sí. —Sigue sonriendo.
—Qué bueno, doctora. Porque… no entiendo sus was and were… —
Mamá rueda los ojos y la doctora ríe.
—Dulce es tu nombre, ¿Cierto? —Asiento— ¿Cuándo fue la última vez
que comió?
—Hace un rato. —Pego mis labios y mamá me mira indignada— Solo
sopa y algunas verduras feas.
—Oh… bien. Pues puedo ver que hay deshidratación, ¿No ha bebido
mucha agua?
—No. —Solo digo.
—¿Y qué otros síntomas ha tenido?
—Me molesta la cabeza, tengo mucho sueño… y estoy sin mucho apetito.
Mi madre es una exagerada.
—Es mejor prevenir, la veo un poco demacrada. La examinaré. —Dice,
tocándome el cuerpo. Da palmaditas en mi estómago y luego para. —¿Última
relación sexual?
Me congelo, mamá se ruboriza.
—No recuerdo. —Miento.
—Dulce, hay infecciones de trasmisión sexual ¿lo sabes, cierto? Solo
estoy descartando.
—Tiene riesgo de aborto, señora. —La mujer suspira— Pero aún puede
tener a su bebé si se cuida y sigue nuestras indicaciones: Uno, no emociones
fuertes. Dos, buena alimentación y tres, apoyo emocional. Usted necesita estar
tranquila, esperamos entienda. Ha presentado un cuadro de estrés muy fuerte
y, por su embarazo riesgoso, no podemos darle ciertos medicamentos. Todo
dependerá de usted, señora.
—Está bien… —Muerdo mis labios— Lo que sea por cuidar de este bebé.
—Voy a revisarla, por favor señora. —Le hace un gesto a mamá y sale
de la habitación. Cierro mis ojos cansada pero con mi corazón aun latiendo.
Vas a vivir, pequeño. Aunque tenga que dar mi vida por ello.
Chris
La discusión con la enfermera no trajo nada bueno, pero no importa. Por
fin estoy aquí.
Cuando me enteré de lo sucedido solo salí corriendo. El botones dijo que
la habían traído a este hospital pero nadie quiso darme razón así que exploté.
—Soy un bastardo. —Susurro caminando por los pasillos de ida y de
vuelta.
La imagen de una mujer mayor cruzando capta mis sentidos ¡Es mi
suegra! Así que corro hacia ella desesperado. Cuando me ve solo se horroriza,
pero ese no es ningún impedimento. Voy a ver a mi esposa aunque no quiera.
—Dulce… ¿Dónde está Dulce? —Digo. Su furia es evidente.
—¿Tienes el descaro de venir aquí, desgraciado? ¡Por tu culpa casi
pierde al niño! Quién sabe qué cosas le dijiste.
¿Perder al niño?
Jadeo contenido mientras la sola idea acuchilla mis sentidos. Está
embarazada… Llevo mis manos a la boca y recuerdo todo. Ni si quiera me dí
cuenta de aquello cuando llegué a este hospital, porque mi temor solo se
basaba en ella… pero ahora hay un niño… un niño en camino. Mi hijo. Sí, mi
hijo… porque mi corazón lo grita.
—Señora. —Sale el médico con otra doctora y de inmediato me acerco.
—¿Cómo está mi hija, doctor? —Su madre no deja de llorar.
Va a pronunciar algo, pero luego calla cuando nota mi presencia.
—Soy su esposo. —Digo e ignoro la cara ácida de mi suegra.
—El bebé corre aún riesgo si no se sigue las indicaciones. Usted que son
su familia deben apoyarla. Ella necesita un espacio relajado y no tener
emociones fuertes.
—Ha sido un milagro que ese niño sobreviva. —Sigue la doctora— Si
tuviera menos de 4 semanas otra sería la historia.
¿4 semanas?
Abro la boca de inmediato y llevo una mano a mi cabeza. Cómo no pude
notarlo. Su sueño, sus nauseas, su cansancio. Cierro mis ojos y me siento un
papanatas. ¡Le dije que no era mio! El terror se apodera de mi garganta
sintiéndome una basura.
—Estará bien, señor. —La doctora me da ánimos ignorando mi culpa.
—Por favor, sálvelo. —Mi voz se quiebra— Hemos soñado con ese bebé
por años…
—Hacemos todo lo posible, señor.
No pude protegerla.
4 semanas, 1 mes… Ella recibió golpes, fue maltratada, pasó por estrés
y mi hijo lo ha soportado. Se aferró a la vida, a nuestra historia, a nuestro
sueño… Lo he tenido cerca y a la vez lo he ignorado. Besé su vientre mil veces,
le hice el amor desesperadamente, a veces sin delicadeza y estuvo ahí… en
silencio.
Mi pequeño soportó nuestros errores y ahora… por mi culpa casi lo
pierde.
No lo soporto, no puedo. Me asfixio de solo pensar en su pérdida, nuestro
sueño.
La doctora me mira con ojos bien abiertos y solo exhalo tosiendo. Tengo
un nudo en la garganta, no puedo respirar. En mi desesperación solo abro mi
camisa de golpe, pero es peor. Doy bocanadas de aire para no morir, la doctora
se acerca y golpea mi pecho. Un mareo viene hacia mí… ¡No! ¡Soy fuerte!
¡Debo serlo! La imagen de Dulce con un bebé en brazos me enternece y lloro
con rabia.
—Dul…ce… —Jadeo y una enfermera me pone oxígeno. Cierro mis ojos
y su voz retumba en mi cabeza…
Nuestra estrella, nuestro sueño…
Es suave, dulce, limpia… Imagino su pequeño rostro entre mis brazos,
sus manitos chiquitas entre mis dedos… su mirada tierna entre mis sueños. Es
nuestro, un bebé… un bebé nuestro. Dulce y Christopher, Bonita y Romeo,
Amarga y patancito necio…
Una suave luz entre toda la oscuridad que nos rodea.
¡Dios! ¡Es mi hijo!
Abro los ojos llorando y sigo respirando con ayuda de oxígeno. La
enfermera me mira atentamente mientras me doy cuenta que he colapsado.
Pego mi cabeza hacia atrás para pensar… ¿Qué haré ahora? Tengo tantos
planes, tanto miedo… No quiero lastimar a mi bebé, no quiero que sufra por
mis errores.
Mi bebé… ¡Aún no puedo creerlo!
Llevo mi mano a la cabeza y vuelvo a imaginar su sonrisa…Quiero jugar
con él por el parque, besar sus piernecitas, saber qué le gusta y que no…
descubrir su vida, su carácter, sus sueños…
Quiero a mi hijo y no voy a detenerme.
—Señor, no puede…
—Estoy bien. —Me saco la mascarilla y respiro con dificultad.
—Pero…. —Me detiene la enfermera.
—Estoy bien, señorita. —Le digo y salgo de ese lugar.
La madre de Dulce sigue en la puerta con seriedad, pero no será un
problema para un padre inquieto. Miro por el filo de la puerta y no puedo ver
mucho, solo la observo durmiendo…
—¿A qué hora te vas? —Pregunta la vieja. Juro que siempre he
respetado a su familia, pero esto me exaspera.
—Nunca. —Le contesto.
—Es mejor que te vayas, Christopher. Si ella te ve le dará un ataque de
nuevo.
—Es mi hijo también, señora. Siempre he sido respetuoso, pero me está
cansando. No se meta. —Mantengo la calma, doy media vuelta y espero…
Esperaría toda la vida por ella.
*
Han pasado 5 horas y por fin le han dado el alta.
Su madre toma la silla de ruedas y la balancea hacia adelante para
dirigirla hacia la puerta. Mi corazón se acelera cuando la ve… y no puedo
negarlo, tengo miedo. Cuando por fin sus ojos me miran puedo sentir
escalofríos… Ella acaricia su vientre con su mano y con la otra se arregla el
pelo para desviarme la mirada.
No, cielos…
Las sigo de inmediato mientras que su madre la lleva con rapidez hacia
la puerta. Un taxi se detiene al instante, lo que me hace pensar que no me
tuvieron en cuenta. Trago saliva exasperado.
—Dulce. —Solo digo— Yo… quiero… hablar.
—Hija, ¿Escuchaste a la mosca volando? Vámonos.
Joder.
—No tenemos nada de qué hablar, Christopher. Como verás, necesito
descansar y no estresarme. Tú… me estresas. No te quiero en mi vida, es todo.
Llevo una mano a mi cabeza y muerdo mis labios mientras la veo irse en
ese auto. Mi frustración hace que patee cualquier cosa y sí… podría descargar
mi rabia, pero no mi impaciencia y dolor en ello.
¿En qué maldita sea estuve pensando? —Me lo digo una y otra vez— Y
la respuesta siempre es la misma: Brando.
Mi rivalidad por ese hombre ha hecho que carcoma mi vida. Dejé a mi
amor por venganza, ¿Y qué conseguí? Sufrimiento. Fueron años de agonía
que ya no puedo seguir soportando.
—Juan. —Contesto de inmediato al sentir mi móvil vibrar.
—Estoy en Miami. —Responde— En tu hotel pero no te encontré.
Doy un respiro, quizá deba distraerme.
—Voy en camino.
Llegar no fue dificil, pero casi choco pensando en ella… No lo soporto,
simplemente no puedo. Cuando veo a Juan puedo notar que tiene una herida
en el rostro, lo examino sin que se de cuenta y estoy seguro que es un golpe
experto. ¿Qué demonios ha pasado?
Me contengo
—Un ajuste de cuentas. —Dice de manera inmediata, como si pudiera
leer mis pensamientos.
—¿Con quién? —Respondo tirando mis llaves y sirviéndome un trago.
—Herrera. —Tose— No me perdona la traición, ajustamos cuentas.
—No te creo. Sabes que voy a descubrirlo. —Elevo mi copa y trago
alcohol de inmediato.
—Fue el jefe. —Susurra— Mandó a alguien a golpearme. No pude raptar
a Hilton.
Escupo alcohol
—¿Qué? —Mi presión aumenta.
—Que no pude capturarlo… Es difícil, Christopher. Se encuentra en poder
del gobierno.
—¡Solo tenías que hacerlo! —Grito— ¿Qué mierda tienes en la cabeza?
¡Eres un maldito bastardo! —Sigo gritando… quizá desahogando.
Juan me mira frio, con la cabeza en alto y suspira.
—¿Es Dulce de nuevo?
Me conoce, el bastardo me conoce… entonces asiento.
—No lo soporto. —Vuelvo a beber— No soporto estar sin ella. Me
desespero, no puedo.
—Pensé que habías venido a solucionar las cosas.
—Vine por mi mujer, para llevármela lejos aunque no quiera, pero las
cosas han cambiado…
—¿Qué ha cambiado? —Pregunta.
—Voy a tener un hijo. —Sus ojos saltan haciendo que me ría
amargamente.
—¿Es una broma? —Sonríe, pero desiste cuando ve mi seriedad.
—Jamás bromearía con esto.
—Pero…. Dulce es… —Repite confundido, tan confundido como yo en
su momento.
—No sé qué mierda pasó, pero es un jodido milagro. Una lucesita en mi
destino.. —Entonces todo cambia. Mi enojo, rabia, culpa se vuelve dulzura sin
que yo mismo lo quiera.
—Christopher… esto es malo, muy malo. ¿Sabes qué pueden hacer si se
enteran que tendrás un hijo? ¿Sabes que el gobierno…
—No. —Lo apunto con el dedo— Jamás dejaré que lo toquen.
—Es lo que he hecho toda mi maldita vida, Juan. Desde que la conocí no
he dejado de seguir sus pasos, pero ella… siempre se sale con la suya. Es una
bruja, una bendita bruja. —Tomo el vaso y vuelvo a beber— A veces… me
canso.
—Luego te das cuenta que no vives sin ella y sigues. —Ríe.
—Posiblemente. —Suspiro— La he jodido, Juan.
—No importa cuántas veces te equivoques, Christopher. Ahora la
prioridad es ese bebé… —Sonríe— No hay nada más importante.
—¿Y si no soy lo suficientemente bueno para él? —El miedo inunda mis
ojos— Hemos soñado juntos con ese pequeño, no sabes cuánto, pero hacerlo
real es… intimidante. ¿Seré apto? ¿Estaré listo?
—Cuando lo veas por primera vez encontrarás la respuesta. —Golpea mi
espalda.
—Seré papá… —mi garganta pica y jadeo— ¿Puedes creerlo? ¡Seré
papá! Este bebé viene a iluminar mis días oscuros.
—Entonces cuida de tu familia, Christopher. De ahora en adelante… toda
decisión que tomes no solo los afectará a ustedes, sino a ese pequeño. No
calles cosas que son importantes, ese es mi consejo.
Suspiro en silencio y termino mi vaso con whisky.
*
Un día más, es todo.
Las horas se hicieron eternas, los minutos muerte y mi vida una mierda.
La situación es complicada. Por un lado está Hilton con el gobierno
amenazando la vida de mi esposa y por otro mi hijo…Tengo miedo dañarlo, no
quiero hacerlo, pero también debo protegerlos. Dulce no debe saber ciertas
cosas, sería muy malo… pero a la vez debe cuidarse y no cometer los mismos
errores que ha hecho hasta ahora.
Necesitamos hablar… a solas.
No quiero presionarla, pero mi ansiedad pica.
La espío como antes mirando a su madre salir de aquel departamento,
entonces encuentro una oportunidad. Parpadeo mientras encuentro una
entrada y, de un solo movimiento, entro en el pasillo.
—Vamos… —Digo mientras pruebo algunas llaves maestras ¡Y funciona!
Me escurro en la sala para luego entrar en su habitación…
Está dormida.
Mi cielo duerme como si no hubiera un despertador. No puedo evitar
sonreír, es tan bella… Me acerco suavemente y luego me arrodillo ante ella.
—Lo siento, mi amor…. —Susurro lentamente. Mi mano va por su cabello.
La toco sin que se dé cuenta y luego bajo hasta su vientre. Dios… tengo tantas
ganas de tocarlo, tantas ganas de besarlo… de hablar con ese puntito de amor.
Miro hacia la puerta y me doy cuenta que seguimos solos. Su madre
puede llegar en cualquier momento, estoy consciente de ello, pero no interesa.
Sonrío al verla suspirar… Duerme tan tranquila, entonces me doy cuenta que
la amo quizá más de lo que pienso. Amo todo de ella, hasta sus ojeras… y
amaría todas sus arrugas cuando pasen los años.
—Hijo…. —Digo muy bajito con mil tormentas en mi interior. Mi hijo, el
bebé que tanto deseamos hoy no es una fábula sino una realidad. Mis dedos
pican por tocarlo, entonces me decido. Me impulso hacia adelante y mi piel
sostiene su ropa suavemente. — Bebé… —No puedo evitarlo, mis ojos
lagrimean.
Eres ese sueño roto en el silencio, bebé. Mi bebé.
Por fin la toco y se sobresalta. Golpea mi mano con fuerza y abre los ojos
desorientada. Enseguida muerdo mis labios y caigo al suelo de nalgas
sonriendo. Va a matarme… a tirarme cualquier cosa que vea, pero lo disfruto.
Ella es más hermosa así… simple, sencilla, recién levantada. La veo y no lo
creo.
—No estamos en México. —agrego— y estás a lado del hombre que sabe
esconderse hasta debajo de las piedras.
—¿Esa vida quieres para nuestro bebé? ¿Vivir a escondidas?
—Dulce… —Susurro.
—¡No vamos a poder con esto! —llora— Va a lastimar a nuestro bebé.
—Dulce, basta, cielo. —La tomo entre mis brazos a la fuerza. Me esquiva,
intenta golpearme pero pronto se rinde. Llora en mi pecho… daría mi vida por
no volverla a ver llorar.
—Está bien… —le acaricio el pelo— Todo va a estar bien.
Cierra los ojos con fuerza y puedo notar que pierde el equilibrio. La cargo
de inmediato y me dirijo al sofá para acostarla. Seco sus lágrimas con
desesperación y la arropo con una mantita que encuentro.
—Llamaré a la doctora.
—No… —Su voz se quiebra— voy a estar bien, solo… no te vayas. —Lo
suelta como si fuera un susurro haciendo que mis ojos piquen de inmediato. Le
acaricio el rostro y la miro un poco ida…. No amor, no pasará nada. Te lo juro
—Te juro por mi vida que voy a protegerlos. —toco su vientre— No dejaré
que nos quiten este sueño.
—Tengo… miedo. —le cuesta decirlo— Este puntito es lo que más amo
ahora.
Pego mis labios y estúpidamente siento celos ¿A mí no me ama? Pero lo
dejo de lado, porque quizá también es lo que amo y enseguida aprieto su
cuerpo contra el mío haciéndome un espacio en el sofá con ella, esperando a
que su cuerpo deje de temblar.
Estoy furioso, quizá indignado.
¿Cómo llegamos hasta esto? Se me acelera el corazón cuando la veo así
y no soporto que no confíe en mí, pero no es el momento para tonterías. Cierra
la boca, Christopher —me digo a mí mismo— Porque desde que llegué a este
lugar la he hecho llorar y no me gusta.
—Duerme, cielo. —beso su cabello y me muevo pero abre sus ojos de
inmediato.
—No puedo dormir, dormí mucho ayer. —Habla con la voz raspada.
—Entonces hagamos algo divertido, ¿Quieres ver una película?
—Eso no es divertido. —exhala y se despega de mí mientras se sienta—
Estoy más tranquila, necesito que me cuentes todo.
Joder.
—Dulce… —Intento convencerla pero será imposible.
—Suéltalo.
Es inútil, no parará hasta que lo haga.
—Brando… y el jefe —La miro estudiándola— tuvieron negocios sucios,
es lo que sé. La corrupción en México es desmedida y al parecer ellos hicieron
negocios en su juventud. Pasaron años, todo se solucionó entre ambos con
grandes cantidades de dinero, pero el jefe no iba a descansar hasta darle su
merecido a Hilton. Fingió que todo estaba bien, claro está, incidiendo que todo
era por la lucha contra el narcotráfico y la mafia pero no es así. —tomo su mano
y la entrelazo con mis dedos— Todo siempre fue una mierda, Dul.
—Entonces… ¿Ese hijo de puta también está embarrado?
—Todos, cielo. Cuando entré al servicio de inteligencia lógicamente no
sabía nada, solo me interesaba entrenarme para vengarme de Hilton, y poco a
poco me di cuenta que algo estaba mal. Me gané la confianza del jefe y me
contó algunas cosas que fui atando a medida que seguía en esto. Cuando
conocí a Juan hice investigaciones profundas y recién pude entender todo.
—Entonces el Chino…
—El Chino solo es una herramienta del gobierno. —suspiro—Yo me
negué a seguir ayudándolos y bueno, a ese tipo le interesa conseguir permisos
y accesos en México así que accedió.
—Mierda… —Abre su preciosa boca— Christopher, ¿Quién es quién?
—Los tres son unos malditos. —Pego mis labios— y ninguno es menos
que otro. Quizá el gobierno tiene más poder por ser “legal”, pero no pueden
meterse conmigo directamente. Hablaría más de lo que les conviene, tengo
algunas pruebas.
—¿Qué clase de pruebas? —Arremete contra mí.
—Audios, videos, documentos. Tengo una caja fuerte que jamás nadie
podría descubrir… —Río suavemente— Todo está bajo control. El alumno
terminó superando al maestro. —Bufo.
—Entonces… ¿Por qué esperaste tanto para regresar? Fueron 5 años —
Se zafa de mi toque— Pudiste regresar antes.
—No pude, cielo. —Suspiro— Primero estaba entrenándome, luego…
investigando a Hilton. No podía ir así como si nada. Había que crear una falsa
identidad, falsificar documentos y… quizá tuve miedo. Ví cómo mutaste a lo
lejos… llegar a ti fue desastroso.
—Parecías otro. —parpadea— Parecía que no te importaba, que solo…
querías molestarme.
—¿Sabes cuántas veces te espié en estos 5 años? Llegaba cuando
dormías, una vez me acosté a tu lado. —sonrío— y besé tus labios
suavemente.
—Entonces no fue un sueño… —Susurra parpadeando.
—Nada ha sido un sueño, bonita. —vuelvo a tomar su mano— pero todo
es una gran porquería. Quise protegerte de todo, pero el destino te puso en mi
camino y sin querer fuiste a parar con mi peor enemigo. Te ví besarlo tantas
veces… —Pego mis dientes para contener mi rabia— Quise morir.
Rueda sus ojos y me evade
—Bueno, yo no sabía nada. —Suspira.
—El gobierno me obligó a dejar todo, a cambio dijeron que iba a
protegerte pero terminaron usándote. Me enojé tanto con el jefe… y pedí ser
yo mismo quien cubra esta misión.
—Y terminaste saliéndote de todo.
—Estaban metiéndose contigo. —respondo rápido— Y el jefe quería que
atrape a Hilton mas no que lo mate. Iba a entregar su cabeza muerta, no viva.
No me importaba ser perseguido, pero todo se salió de control.
—¿Ese era tu plan, patancito? —dice sin poder creerme.
—Mi plan era secuestrarte. —sonrío malvadamente— y hacerte el amor
hasta que pidas compasión. Joder, Dulce… Hice tantas cosas…
—¿Usar tu mano? —muerde su labio y se burla de mí soltando una
carcajada. Enseguida me pongo rojo.
—Eres una ladilla, señora Miller.
—Señorita Evans. —corrige— Aún no sé si quiero ser la Sra. Miller.
No digo nada, solo sonrío. Contradecirla es pelear y no quiero hacerlo.
—Como ves. —cambio de tema— Siempre quise cuidarte, aunque no
estuviera cerca. Cuando regresé y me presenté en esa recepción…
—Pusiste la maldita canción. —me mira fría— Sabiendo que iba a
recordarte.
—Sí. —contesto— pero fue más dificil hacer que confíes un poco en mí.
Creí que podía controlar todo, pero… se salió de control.
—¿Te das cuenta que por ocultarme las cosas terminaste complicando
todo? Pude haber entendido.
—¿Me hubieras esperado sentada en nuestra casa del árbol todos estos
años? —Hago la pregunta sabiendo la respuesta.
—No. —es sincera.
—Tenías sueños, mi amor. Yo quería que estudies, que trabajes donde
quisieras… y mamá también quería lo mismo. —Un leve lamento pasa por mi
garganta… — A mamá le hubiera gustado tener un nieto. —mis ojos se
quiebran— Pero un bastardo le arrebató la vida.
Me pone atención levantando mi mentón
—Vamos a hacer justicia. No soy ninguna perra santa que se golpea el
pecho ni una estúpida llorona de cuento. También odio, Christopher… y quiero
que Brando pague por todo lo que le hizo a Maca. Pensé que ibas a matarlo, y
si no hubieras llegado… lo iba a hacer antes de irme.
—Entré en shock cuando te ví ahí… con esa rata. —Intento contenerme—
Vi el infierno, Dulce.
—No tuve opción. —Jadeo.
Y nos quedamos en silencio, quizá sintiendo que es la conversación más
seria que he tenido con ella hasta ahora.
—Está bien, Dulce… también la he jodido. —sonrío a medias.
—¿Qué harás ahora? —Me explora.
—Estar con mi familia. —Sonrío.
—Qué harás con Brando, con tu ex jefe y con el chino.
—Debo pensarlo, lo único que sé es que debo cuidar de mi chica ahora…
pero en su momento terminaré mi trabajo. Voy a vengarme. —la miro serio—
Antes debo asegurarme que ustedes estarán completamente a salvo. Es
necesario alejarnos de todo por un tiempo y que ellos no sepan de tu embarazo.
Entre cierra sus ojos y me mira
—¿Qué más eres aparte de espía? —Levanta una ceja.
—Asesino. —sonrío— Mataría a cualquiera que se meta con mi chica y
mi hijo…
—Guau. —Ironiza jodiéndome, pero no caeré en su juego.
—Ahora es tu turno. —Sonrío curioso— Eres una chica inteligente, sé que
los documentos que le diste al gobierno son falsos.
Abre sus ojos en señal de admiración.
—¿Qué eres? ¿Una especie de idiota sabio? —parece querer reír.
—Soy un tipo astuto y tengo esas pruebas, ¿Dónde dejaste los
documentos reales?
—Supongo que tu ex jefe me odia.
—Es posible que quiera encontrarte para tener acceso a esos
documentos. Con ellos querrá limpiar su nombre y chantajear a Hilton.
—Voy a dártelos. —trago saliva—… iba a usarlos, pero ahora todo ha
cambiado. —Se toca el vientre y es la acción más hermosa del mundo.
—¿Qué ha cambiado? —Pregunto porque quiero escucharlo de sus
labios.
—Debo cuidar de él o ella… —se sincera— Sabrás utilizarlos por ahora,
pero quiero los originales, tú te quedarás con las copias.
Suspiro admirando la viveza de mi chica, realmente respeto su
inteligencia.
—Ahora entiendes por qué debo quedarme, ¿Cierto?
Asiente.
—Ni modo, tendré que aguantarte para que seas el perro guardián. —
Sonríe.
—Quiero una oportunidad. —agrego— Ambos cometimos errores y este
bebé nos necesita.
La furia emana tan fuerte de mis manos que termino siguiendo mis
impulsos y tiro el maldito celular al suelo. ¿Cómo es posible? ¡Maldito idiota!
No entiendo qué le ve a esa tipa ¿Su cara de caballo? ¿Su feo cuerpo? Esa
puta siempre anda de oferta.
Valórate, Dulce. —Dice mi mente y la contradigo. Me valoro, claro que sí,
pero no puedo controlar mis ganas de matarla.
—Dul…ce. —Esboza una sonrisa que termina apagándose cuando ve su
móvil en el suelo.— ¿Qué sucede?
—Ah, mira. Te llaman… —Cruzo mis brazos viendo la pantalla iluminada
de su celular ¡La porquería no se rompió!
Suspira cuando ve el nombre y enseguida se acerca a mí.
—No me toques, aléjate. —Le pongo mis brazos.
—Déjame explicarte.
—¿Qué me vas a explicar? ¿Qué te andas follando cualquier porquería?
—Alzo mi voz muy enojada, jamás pensé estar tan furiosa.
—No, Dulce. No es así. No tengo nada que ver con Tatiana.
—Te recuerdo que esa perra se ha acostado con Brando, seguro trabaja
con él.
—La estamos investigando. Juan lo hace. —Sigue insistiendo— Te juro
que no tenemos nada. Por favor, cielo.
—¿Entonces por qué te llama? ¿Cómo diablos lo hace? ¿No que eras tan
inteligente? Puede rastrearte.
—Mi móvil no tiene localizador. Bueno, no es “localizable”.
—Contéstale. —No escucho. No quiero escuchar— Vamos, hazlo. —
Exhala y levanta su celular poniendo el altavoz.
—Tatiana. —Responde y mi furia aumenta.
—Voy a decírtelo, Christopher. Te diré todo lo que quieras pero necesito
verte.
Balas asesinas salen de mis ojos sin que pueda contenerme. ¡Lo odio! ¡Y
odio a esa maldita tanga fácil! Puta de mercado, baratija cualquiera, hija de su
perra madre. Mi ansiedad aumenta cuando veo el rostro serio de Christopher,
vamos… dile que sí. ¡Díselo en mi cara!
—No. Ya hemos hablado de eso, Tatiana. Estoy lejos, muy lejos.
Coordina con Juan.
—¿Lejos? —Ríe— ¿Con tu bo-ni-ta? —Ironiza la muy perra.
—Eso no es de tu incumbencia. —Jadea— No vuelvas a llamarme. —
Dice manteniendo la cordura.
—Brando la encontrará, Christopher. Si es que el jefe no la mata primero.
Será en vano.
Él cuelga y siento cómo mi cuerpo se escarapela.
En silencio me mira un poco distante, ¿Estará pensando en lo que le digo
la perra esa? Trago saliva y me toco el vientre. Debo proteger a este puntito.
Ni si quiera tiene 2 meses y ya está siendo amenazado. Por un momento me
pierdo también mirando el vacío, ¿Cómo será nuestra vida cuando nazca?
—No les pasará nada. —Exhala cansado— Me encargaré de cuidarlos.
Intenta acercarse pero lo evado. ¿Piensa realmente que voy a
perdonarlo?
—No me toques.
—Dulce, Tatiana y yo no tenemos nada. Juan la está manipulando para
sacarle información, por favor entiende. —Repite insistentemente y lo hace
como si yo fuera una retardada
—No estoy enojada porque le hayas hablado o no, que quede claro, lo
estoy porque me enfurece tu juego. Eres un maldito doble cara, ¿Por qué
carajos no me dijiste que planeabas sacarle información? ¡Me fastidia estar
hablando con alguien que no conozco! Odio que me mientas ¡Odio que me
escondas las cosas! ¡Me enfurece que lo hagas! ¿Quieres algo serio conmigo?
Entonces dame mi lugar. No soy la pobre magdalena que espera que el marido
arregle todo, que no le discute y respeta sus secretos. A mí me tratas como a
una reina, no como a una estúpida retardada.
Infla su boca con aire y pega sus labios esbozando una sonrisa.
—Bien. —Levanta sus manos— Me rindo, tienes razón.
—Claro que la tengo, eres un imbécil.
—Sí, lo soy. —Me mira y sonríe de nuevo.
—Aléjate. —Retrocedo— ¿Crees que dándome por mi lado va a
solucionar todo esto?
—No, pero siento que necesitas un abrazo. —Captura mi cuerpo sin pedir
permiso, entonces forcejeo.
—Déjame.
—Silencio, bonita. —Besa mi frente— Sé que tienes miedo, yo también
tengo miedo.. —Pega su cuello contra mi rostro—… no por Brando sino porque
no tengo idea de cómo ser un buen padre, pero juntos vamos a afrontarlo.
Jamás permitiría que nada les pase.
El silencio vuelve a invadirnos haciendo que arda escuchando sus
palabras. Cierro mis ojos confundida, quizá admirada porque en el fondo es lo
que siento. Esto es totalmente nuevo para mí… y temo no poder cuidar de mi
pequeño puntito. No quiero perderlo. No quiero que le hagan daño y a la vez
quiero que acabe todo. Estar embarazada me hace sentir feliz y a la vez
extraña. El no sé es una palabra concurrente en mi cabeza y el futuro algo que
no quiero afrontar.
Mi vida, mi alma, mi vientre y mis entrañas dependen de él… y de mí
ahora.
Y odio sentirme así.
—Siento mucho haberte ocultado lo de Tatiana. —Toma mi rostro con sus
grandes manos— Pero no necesitas preocupaciones ni cóleras.
Me quedo en silencio.
—… Pisotéame si quieres, pero no me alejes de los dos motivos más
grandes de mi vida. —Toca mi vientre y sonríe— Al igual que tú esto es
extraño… pero bueno, muy bueno.
Parpadeo y sin hablarle me acuesto en la cama. Es un grandísimo idiota,
pero lo quiero y es asquerosamente romántico.
Los días pasan y me he sentido mejor.
Tanto mamá como Kiara me acompañan cuando Christopher no está.
Mamá ha aprendido a perdonarlo, porque está advertida, pero aun así no deja
de criticarlo cada vez que quiere. Kiara en cambio se ha vuelto fan de nuestra
“relación”, aprovecha cualquier cosa para echarle flores y eso me hace pensar
en que hay gato encerrado, pero me vale mierda si es el caso.
¿Y papá?... Está bien, es todo lo que sé. No voy a rogarle para hablar, y
tampoco tengo ganas de enfrentar ciertas cosas con un viejo resentido. A
algunos nos toca tener familia tóxica y ahora estoy en un punto hermoso de mi
vida… No quiero enojarme ni pensar en lo que pasó, es o será. No hasta que
haya pasado el peligro.
2 meses por fin y la doctora Rondón, mi nueva ginecóloga, dice que todo
va bien. Aun no entiendo cómo quedé embarazada después de haber sido
estéril tantos años. Según ella, es muy normal. Las mujeres suelen chequearse
los ovarios como rutina, pero muy pocas le dan bola a sus hormonas y ese ha
sido mi problema. Nunca llevé un tratamiento hormonal porque después de las
primeras decepciones, me negué a ver más médicos especializados. Jamás
tomé anticonceptivas y, cuando me dieron las correctas, normalizó mi sistema
hormonal haciendo que sea fértil en pocos momentos.
Increíblemente estúpido… y sí, en este tiempo he aprendido de todo.
La prolactina alta no te deja tener hijos
El desorden hormonal hace que engordes y te vuelvas más sensible
Las ganas por tener bebés te los espantan
El sexo en el embarazo es… beneficioso.
Sonrío con lo último. He torturado al idiota durmiendo casi desnuda a su
lado y ha sido increíble. He fantaseado con su mano entre mis piernas sin poder
tocarlo. Mi hijo primero —Suelo decirme— Y nunca he sido tan fuerte como
ahora. Ni he comido tanto como en este momento.
Maldita sea, me he cuidado demasiado.
Comer más veces al día y cosas que engordan no ha sido de mi agrado,
pero tuve que hacerme a la idea sin renegar. Estoy un tanto emocionada, debo
aceptarlo, leer blogs de maternidad saludable ha sido mi pasatiempo en estos
días, aparte de molestar a Christopher por cualquier cosa. La banana es una
fruta que se me ha antojado mucho últimamente y eso ha sido jodidamente
bueno para mi venganza con él.
Pero ahora estoy aburrida porque ha salido de viaje.
Necesito hacer algo para distraerme, o juro que me volveré loca.
Kiara
Abro la puerta de su departamento apresurada. He llegado tarde.
Cuando estoy por fin dentro la encuentro con una laptop en sus piernas,
¿Acaso está trabajando? Parpadeo cuando cruza sus ojos con los míos, porque
realmente siento me está estudiando, pero soy más astuta que ella… Sonrío
sin emitir más emoción y tomo una manzana fingiendo desinterés hasta que
vuelvo a toparme con sus ojos.
—¿A quién te follaste? —Suelta y hace que escupa el pedazo de
manzana que me tragué.
—¿Qué? —La temperatura de mi rostro sube, puedo sentirlo. La puta de
mierda se ríe de mí y luego sigue con su laptop.
Oh rayos…
¿Acaso soy tan obvia? Qué patética me siento.
—¿Cómo lo supiste? —Pregunto. Moriría si mamá se da cuenta.
—Tienes cara de mal sexo, hermanita. —Ironiza el “hermanita”
—¿Qué? —Digo sin pensar.
—Estaba aburrida… —Exhala— Pero ahora soy toda oídos. —Deja su
laptop al costado y empiezo con los nervios.
Joder, es mi bruja hermana no mi madre.
—¿Qué? —Digo con prisa.
—Ay, Dios mio, no te hagas la babosa. No sabía que tenías un amorío,
aunque me las olía.
—Por favor, no le digas a mamá. —Gruño— Me mata.
—¿Me mata? —Repite mis palabras— No tendría por qué matarte. Eres
una chica grande, ¿No? Si dejas que ella te manipule siempre le tendrás miedo.
Eres quien toma sus propias decisiones.
Me quedo en silencio, la bruja tiene razón.
—Sí. Bueno….
—¿Quién es? —Pregunta divertida.
—¿Quién? —Mi garganta se seca— Un amigo.
—¿Así le llaman ahora? —Ríe perversamente y me giro en mis pies para
ingresar a la cocina. El departamento es moderno, estilo gringo, la cocina y sala
no tienen una división con pared, por lo que puede mirarme sin levantarse de
su sitio.
—Dulce… no quiero hablar.
—No me vas a dejar con las ganas de saber más, ¿O si? —Ladea su
rostro y decide torturarme acercándose a la mesa de la cocina. Ahí se toma su
tiempo, coge una banana y empieza a comerla.
—¿Te crees mono? —Intento cambiar de tema— Solo comes bananas.
Alza los hombros y ríe.
—Supongo que también las has comido. —Me mira sonriendo, mordiendo
su fruta y echándome todo el doble sentido que quiere. Y no… no las he
comido, me da asco.
—J aja. —Ironizo— Si no estuvieras embarazada, enserio pelearía
contigo pero como soy una buena tía, te dejaré en paz.
—Una buena tía…
—Sí, lo soy. Cuando mamá me dijo que estabas embarazada no pude
creerlo. Sé cuánto quisiste ese bebé, Dulce. Por eso todos te estamos
cuidando.
—¿Enserio te alegraste? —Pregunta curiosa y no puedo dejar de sonreír.
Las palabras de mamá retumbaron en mi cabeza ¡No dejé de saltar! Ni si
quiera sabía por qué, bueno… quizá sí. Me gustan los bebés, es eso.
—Por supuesto.
—Ten los tuyos, digo… no estás muy lejos. —Vuelve a joder
—¡Bueno ya, Dulce!
—¿Quién es el mocoso? No creo que sea tu ex “osito” ¿Captas? —Lo
remeda y ríe. Oh por Dios, no quiero ni pensar en ese tipo. No puedo entender
por qué salí con él. Después de meses vi su foto y me dio náuseas.
—No es mocoso, es un tipo más grande. —Abre sus ojos y su ansiedad
comienza a estresarme— Lo conocí en la Universidad a la que me metiste. —
Giro mis ojos— Y parece buena persona.
—¿Qué edad tiene?
—Creo que… 30. Su nombre es Dorian.
—¿Gray? —Se burla
—¡No! —Grito.
—Um… ¿Y va enserio? —Parpadea— No lo creo, recién lo conoces
según mis cálculos… y ya le andas dando tu florcita. —Ironiza y mis mejillas
explotan. La perra se está burlando de mí, suelta una carcajada alta y no tiene
piedad.
—Qué poca… —Me enfado y tiro un trapo.
—Bueno, Kiara… ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué está mal? Nah,
cógetelo. Tú que puedes… —Suspira.
—¿Tú no? —Mi asombro aumenta— Eres la mujer más sexual que
conozco.
Se vuelve seria.
—Como si cogiera todo el día…
—Bueno, lo hacías. —Ruedo mis ojos y aún puedo escuchar sus
gemidos— Eras muy descarada, Dulce.
—No exageres, lo hacíamos cuando dormías.
—¡No dormía! —Me pongo seria, realmente no fue bueno. Parecía que la
estaban matando. En ese tiempo pensaba que Chris era rudo y malo.
—Bueno, ya me entenderás ¿Cierto? Es inevitable.
Me quedo en silencio y no digo más.
Dorian es un tipo amable, con dinero y bueno. Buen partido en todos sus
modos, realmente quiero algo serio con él, pero… no me gustó. Odio que me
impongan las cosas, pero a la vez las acepto sin comprenderme del todo.
Jamás le cuento esto a nadie y hoy me siento extraña.
—¿Qué sucede? —Alza una ceja— ¿No te gustó?
—No… —Acepto— Osea… sí, pero no.
—Me enviarán las grabaciones en una hora, pero averigüé los nombres
de posibles mensajeros, ex carcelarios, jóvenes de la mafia, redes de Hilton y
nadie calza con las características que me diste.
—Solo lo vi de espalda. —Golpeo el timón— Tienes que encontrarlo.
—Hago lo posible. ¿Cómo está Dulce?
—Duerme. —Trago rabia— Y mi bebé duerme con ella….
—Christopher, cálmate. Sabes perfectamente que esto se maneja con la
cabeza fría.
—Ella tiene razón. —Resueno— No pude protegerla.
—Por favor, ¿Cómo ibas a saberlo?
—Debí suponerlo. Debí alejarla de todos desde que la ví de nuevo.
—¿Qué diablos harás?
—Irme con ella. —Suspiro— A donde no haya mierda.
—Christopher…
—Lo siento, Juan. No es que desconfíe de ti ni del equipo, pero por ahora
no le diré a nadie mi paradero. Ni si quiera a la familia de Dulce.
—Entiendo. —Solo dice— Te mantendré informado.
—Gracias, Juan. Necesito que hagas una cosa más…
—¿Qué cosa?
Sonrío.
*
Son las 3am y aún no deja de llover. Con rapidez salgo del auto y la tomo
entre mis brazos. Ella pega su rostro y lo esconde en mi pecho, lo que hace
que mi impulso vaya más rápido hacia el pequeño hotel que encontré en la
carretera.
—Señor…
—¿Cuánta gente tienes durmiendo aquí? —Pregunto rápido.
—A nadie, señor. Recién..
—No me interesa, te alquilaré todas las habitaciones de esta noche.
Cierra el hotel, no aceptes a nadie.
—Pero… señor. —Sus ojos se abren.
—Te pago el doble, dame tu mejor habitación.
—Sí señor. —Su rostro cambia— Por aquí.
La curiosidad de ese tipo me enferma, pero no será problema. No
mientras no meta sus narices donde no debe.
—Cielo… —Acaricio a mi bonita, quién duerme aún como una bella
durmiente.
—¿Dónde… estamos? —Se talla los ojos.
—No importa, hazme espacio. —Sonrío y la abrazo. Ella no se da cuenta
pero estoy sin camisa. Pega sus labios en mi piel y me erizo. ¿Cómo puedo
sentír ganas de hacerle el amor en este momento? Contengo mi necesidad y
beso su cabello, mientras que con otra mano tengo mi pistola. —Nadie les hará
daño, cielo. Nunca. Jamás. —Susurro una vez más.
Las horas pasan volando e instintivamente mis ojos se abren de golpe.
Miro hacia la ventana y veo la luz del amanecer a puertas, entonces la
despierto. Ella gruñe y se talla los ojos como si nada sucediera. Su cabello
despeinado hace que la sienta más bella, entonces la miro… y me pierdo en su
amargura.
—Tengo frío. —Se queja.
—Está bien, abrígate. —Le doy mi casaca y pronto la guío hacia la salida.
—¿Dónde estamos? —Pregunta, pero no respondo. Acelero nuestro
paso hasta la puerta trasera del hotelillo en el que pasamos la noche. Le sonrío
y sus ojos parecen ser fríos.
—¿Satisfecha?
—Sí. —Tose— Necesito ir a la recámara, supongo que compraste todo
lo necesario.
—Así es, cielo. Te acompaño.
La tomo de la cintura de nuevo y dirijo su paso por las escaleras hacia
nuestra habitación.
—¿Y la otra?
—Está cerrada. —Tomo su brazo y la introduzco hacia adentro— ¿Qué
tal?
Las cortinas blancas largas hacen que la habitación sea luminosa y con
una perfecta vista. Ella solo se dedica a tocar el espejo que empieza a reflejarla
y luego la abrazo por detrás para sentir su calor.
—Estoy emocionado, aunque no lo creas. Es un nuevo comienzo. Solos
los tres.
Me sonríe a medias de nuevo, entonces la dejo sola. Mi celular suena y
necesito contestar sin que escuche.
—Juan.
—Lo hice. —Suelta una carcajada— Hilton va a odiarte más.
—Para que sepa que no debe meterse con lo que es mío.
Cuelgo el teléfono y sonrío. Ha llegado la hora de mi venganza.
Dulce
Tengo ganas de llorar de nuevo.
Maldita sensibilidad que me pone al límite. Mi garganta pelea con mi nariz
y empiezo a sentir que arde por dentro.
—¿Serás tú, bebé? —Digo y me acerco al espejo mientras acaricio mi
vientre— Eres fuerte, puntito. Soportaste golpes, decepciones, miedo,
lágrimas… y sigues conmigo. Por favor, no te vayas nunca…
Abro mis ojos como platos y me levanto el polo para luego ponerme de
perfil. Tiemblo al ver mi vientre ya no plano… tengo una leve y pequeñísima
curvatura en el estómago y siento como si tuviera mil mariposas dentro. Los
ojos se Christopher se reflejan en el espejo y sonríe como idiota.
—Es… la imagen más hermosa de mi día. —Masculla acercándose
lentamente.
—Tengo una leve curva. —Me abraza por detrás y toca mi vientre con
sus grandes manos.
—Es tan maravilloso… No lo soporto, tienes que verlo.
Su emoción aflora y, casi saltando, abre la otra puerta entonces entiendo
todo: Una cuna, cuadros de bebé… y hasta un roponcito están a la orden de
ese lugar. Abro mi boca sintiéndome extraña, pero a la vez feliz. Toco todo sin
dudarlo y luego lo miro.
—¿Era un secreto? —Mis piernas tiemblan.
—Otra sorpresa, pero lo arruiné. —Beso su cabello— Ahora me ayudarás
a decorarlo.
—Estaría encantada. —Jadeo y vuelvo a tocar todo.
Una hora después, él me convence para ir a la playa. Alrededor veo pocas
casas y no hay mucha gente que moleste. Por un lado me hace sentir tranquila,
porque odio ver a tanto imbécil suelto o suelta, pero por el otro la soledad va a
matarme.
—Ese vestido es lindo. —Dice, mirando mis senos. El idiota no es tan
idiota, sabe jugar sus cartas.
—Lo sé. Yo soy linda. —Curveo mi cabeza y río.
—¿Un helado? —No espera mi respuesta, así que pronto paramos en
una especie de carrito con ruedas que nos brinda diferentes opciones. Él elige
uno de fresa, pero mi interés se torna en una Haagen Dazs porque son mis
favoritos.
—Chocolate o nutella está bien. —Tuerzo mis labios y mientras
esperamos, apoya su brazo a un extremo del carrito, haciendo que su piel
choque con la mía. Jodido patancito, quiere provocarme. Trago saliva mientras
escucho sus susurrros.
Me necesito.
Río como tarada, estoy tan… desabastecida. Podría tronar los dedos y él
estaría aquí como perrito amaestrado, pero no quiero. No me da la puta gana.
No voy a darle el gusto. Con un dedo masajeo mis piernas rozando suavemente
mi feminidad. Muerdo mis labios, vuelvo a reír, hace tiempo no hago esto…
entonces me acaricio. Lo hago de una manera suave y delicada.
—Cómo cambias, Dulce. —Susurro subiendo mis manos hasta mis
senos, recordando que ya no soy esa misma niña sexual que juagaba con sus
dedos. Ya no me provoca tocarme ahí… sino en otro lado. Trago saliva, jadeo
y lentamente llevo un dedo a mi boca. Esto es excitante, maravilloso, intenso.
Pruebo una y otra vez por todos lados, ¿Qué más da?, todas las mujeres
tenemos algo de aquello. A todas nos gusta, pero hay mojigatas que lo
esconden.
A la mierda la decencia. Cuando eres tú eres tú y punto. Nadie debe
recriminarte por sentir, mucho menos dejarte llevar por una sociedad que
intenta seguir reprimiendo la voz femenina. Las mujeres también queremos
sexo todo el día, a las mujeres también nos gusta jugar con el agua y los dedos,
¿Por qué el hombre solo tiene que hacerlo? Callamos con la risa, con las
mejillas rojas y una cabeza hacia abajo lo que todo mundo siente pero casi
nadie dice. Y no, no es correcto. —Me digo una vez más hasta que mi alma se
paraliza.
Unas manos largas tocan mis senos.
Joder, ya no sé si es espía o un fantasma que no veo. Con suavidad rueda
sus dedos de forma circular entre mis pezones haciendo que seda en
segundos. Mi garganta se vence ante su maldito olor a rosas… y es algo que
jamás podré explicar.
—Te ví… y pensé que necesitabas ayuda. —Susurra ronco en mi oído.
—¿Ayuda? Puedo hacer mil cosas sola. —Jadeo.
—¿No puedo colaborar? —Me voltea y veo su desnudez altiva hacia mí.
Jodido patancito
—No sé en qué podrías colaborar, eres un bueno para nada. —Sonrío y
sé que le jode. Oh si… empecemos el maldito juego.
—¿Para nada? —Bufa— Creo que te encanta. —Intenta besarme pero lo
detengo.
—Creo que eres normalito. Las pulgas no crecen. —Suelta una risa y sus
ojos se oscurecen. Está enojado.
—No dices eso cuando estamos en la cama.
—Bueno, hay que tener caridad. —Mantengo mi sonrisa— Las mujeres
fingimos muy bien, patancito.
Tensa su mandíbula y gira su cuerpo para irse, pero ahora cambio de
opinión y lo tomo de los brazos. Él me mira aún molesto, por lo que le doy un
piquito y me pega hacia la pared con furia. Besa mis labios devorándolos y gimo
en su boca. La verdad es que me encanta todo lo que hace conmigo, pero
siempre es bueno joderlo para que no se crea el semental del pueblo. Soy una
yegua que cuesta…
—No te soporto, ¿Sabes? —Me aprieta con su cuerpo— A veces me
pareces la bruja más odiosa del mundo, sobre todo cuando me hablas de esa
manera, pero no puedo explicar por qué me vuelves loco. Dulce… —Enreda
sus dedos en mi cabello— ¿Sabes qué quiero hacer contigo? ¿Te imaginas
cómo te sueño en mis fantasías? No dejo de pensarte. Te cojo en mis sueños.
Eres puro veneno.
Cuando intento responder, su lengua ya está bailando con la mía. Me
come con su boca de manera inexplicable. Choca mis dientes, chupa mis
labios, enreda su sabor y aliento conmigo y se separa con fuerza. Me tiene
apretada contra la fría pared mientras el agua caliente cae por su pecho.
Joder… es un Dios griego.
—Chris… —Gimo sin aliento— Basta.
Pero vuelve a besarme y esta vez es tan fuerte que termino golpeándome
la cabeza. La molestia no importa, pero sentirme así… oprimida hace que todas
mis hormonas se den vuelta y quiera abrir mis piernas de inmediato. Suelta mis
labios, me mira con ojos oscuros y luego cierra la llave de la ducha para
enredarme en una toalla y llevarme hacia la cama. Ahí me tira con fuerza y
caigo rebotando. Sus ojos brillan ante mi desnudez y los míos parpadean ante
su erección. Lo necesito ahora.
“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.” N.M
Han pasado algunos días y aún no logro reunir todo lo que necesito para
mi ataque final. Los documentos que Dulce me dio fueron de gran ayuda, pero
no son suficientes como para destruirlo por completo. El hijo de puta de Hilton
ha sabido protegerse engañando hasta su misma caja fuerte y no puedo
permitir que se salga con la suya.
¡Maldita sea!
Hago puño para retener mi ira. Según Juan, Hilton está más libre que
nunca. El arresto domiciliario no durará mucho y teniendo libertad completa
puede escapar. No puede escapar, no voy a permitirlo. Vengaré a mi madre y
protegeré a los míos así sea lo último que haga.
—¿En qué piensas? —Su voz hace eco en mi cordura. Joder, mi bonita.
La miro y me reconforto, aunque ella me haga sufrir todos los días. Sonríe con
sueño bostezando desde el marco de la puerta y me parece ver un espejismo.
Su bata de seda rosa hace que mi piel se erice de inmediato. Es tan hermosa…
—En ti. —Suspiro.
—Mentira. —Se sienta a mi lado.
—Bueno, pienso en todo lo que necesitamos comprar para nuestro
puntito. —Mis manos tímidas van hacia su estómago ahora más abultado.
—Ajá. —Me da por mi lado y río. No hay quién engañe a mi amarga
favorita.
—Son las 2 am, cielo. Deberías dormir. —Ordeno y me mira fijamente.
—Últimamente nunca estás en las madrugadas. Puedo tener tu cuerpo
pero no tus pensamientos. —Se pega a mi boca— Y yo quiero que siempre
pienses en mí.
—Siempre pienso en ti. —Susurro en sus labios.
—Pinocho, empezaré a decírtelo. Eres un patán mentiroso.
Se sienta de manera erguida mientras su rostro luce serio. Oh, rayos…
Odio esto. Odio verla enojada, porque después no hay poder humano que me
salve de su ley del hielo. Intento disipar la situación pero no me deja. La quiero
besar y se aparta para luego levantarse con pésima actitud.
—Lo siento. —Mascullo— Lo siento. —Digo más fuerte, me levanto y voy
hacia ella. —No te enojes. Por favor, cielo. —Levanto su mentón— Hemos
pasado días felices y tranquilos.
—Entonces no me hagas enojar. —Mis piernas tiemblan cuando acerca
su mano a mi rostro— ¿Qué sucede, Chris?
—Nada. —Le devuelvo el acto y acaricio su suave mejilla— Solo deberías
preocuparte por nuestro bebé.
—No puedo estar tranquila cuando despierto en las noches sin ti… —
Hace silencio— Es… como si ese día se hubiera congelado. La noche de lluvia,
tu ausencia, la carta que me dejaste…
—No pasará, amor. —Con tensión enredo mis brazos en su cintura y la
pego a mi pecho—Sería un Imbécil si lo hago de nuevo. —La llevo a mis brazos
y huelo su cabello— Lo siento.
—Bien. —Me separa de su cuerpo, pone sus manos en mis cachetes y
me examina— Te afeitaste. Pensé que vivirías picando todo el día…
—Bueno, después de la advertencia que me diste no tuve opción. —Río
recordando su ultimátum. No besos si picas.
—Um… —Susurra suave y se acerca a mi mentón para olerlo.— Huele a
jabón.
—Como le gusta a mi esposa. —Sin pedir permiso arremeto mi boca
contra la suya y empiezo a besarla. Oh mierda… sabe tan bien. Su boca es uno
de los pocos lugares que me reconfortan.
—Alto ahí. —Se detiene para respirar— Mejor vamos a la cama… —Me
incendia con sus ojos. Maldita sea— … A dormir. —Advierte perversa.
Toma mi mano, apaga la luz de la sala y me dirige a la cama. Mi cerebro
solo piensa en esa palabra Cama, Cama, Cama. ¿Sexo? Cama. Entonces me
rio de mi mismo y de mi increíble necesidad por ella.
—Cama… —Le digo al llegar.
—Sueño. A tu hijo le gusta dormir, por ende tengo que acatar sus
peticiones. —Sonríe al ver mi cara cuando la tira de su bata cae suavemente
por su hombro. Joder.
—Cierra esa boca, se meterán las moscas patancito. —Toca mis labios
con sus dedos y luego me da un pequeño piquito haciendo que todo en mí se
vuelve dolor.
—Bien. —Le sigo el juego y me acuesto junto a ella.
—Duerme. —Ordena mirándome.
—Intento. —Me muevo sigilosamente hacia su cuerpo— Pero no puedo
si me miras de esa manera. —Sonrío.
—Sin trucos, patancito de cuarta. —Levanta una ceja— Me sé tus juegos.
—No es un juego, es la verdad. —Acaricio suavemente su pelo y empiezo
a hacerle piojitos, entonces vuelve a sonreír… Y su sonrisa me parece un
universo.
No, no me canso de mirarla después de todos estos años.
—¿Aún piensas en vengarte? —Suelta la pregunta como un balde de
agua fría y sinceramente no sé qué responderle.
—¿Por qué lo dices? —Parpadea y entiendo que no puedo ocultárselo
más porque quizá ha visto más de la cuenta.
—Tú sabes bien por qué. —Susurra. No está enojada, quizá preocupada
y eso me enternece.
—Bueno. —Continuó— No puedo olvidarlo. Mató a mi madre, secuestró
y golpeó a mi esposa. Ahora amenaza a mi hijo. —Me excuso.
—Christopher… —Levanta mi mentón— Voy a decirte una cosa: Mátalo
si quieres, pero jamás metas a nuestro bebé en esto. No me interesa Brando y
su vida de porqueria, me interesa que estemos bien. Todas estas noches en
este mes has estado saliendo de la cama, quedándote hasta altas horas de la
noche fuera y haciendo rabias cada vez que te llaman. No me gusta, no le hace
bien al bebé.
—No volverá a pasar. —Respondo serio, quizá tiene razón.
—Hazlo por nuestro puntito. —Esboza una sonrisa tímida y luego toma
su vientre con las manos— 3 meses… ¿Cuándo va a crecer? Apenas y se nota.
—Tiempo al tiempo, cielo. Eres una chica delgada, supongo que aún falta
un poco más.
—Quiero ir a mis chequeos, Chris. Me aterra que le pase algo a mi bebé.
—Tranquila, lo haremos. Solo ha pasado un mes, todo está en orden. —
Beso su frente— Duerme por favor.
—¿No te irás de la cama? —Susurra acomodándose en mi pecho.
—Te lo prometo. —Beso nuevamente su frente y con tranquilidad bajo mi
mano hacia su pancita. Ella se queda en silencio y yo la toco amando cada
parte de su cuerpo, cada centímetro de su vientre, cada suspiro de su aliento.
Su respiración es más lenta cuando duerme y me encanta. Juego con las
tiras de su bata mientras la siento dormir a profundidad. Apenas lo hace pienso
en saltar de la cama para seguir trabajando en mis planes, pero desisto. Se lo
he prometido y voy a cumplir. Me quedaré cuidando sus sueños, aunque la
tensión no me deje dormir.
Un día más
Al levantarme veo a la mujer de 70 años preparándonos el desayuno. Es
una anciana conocida de un amigo espía. Ha trabajado para ellos por muchos
años, por lo que me deja tranquilo meterla en mi casa. Le sonríe a Dulce cuando
la ve comer encantada, para luego ofrecerle más comida. Al parecer le gusta
como cocina y eso me mantiene tranquilo. María es una mujer adorable, viene
en el día para limpiar y cocinar y en las noches se va con su familia.
Un pequeño puntito
Mis ojos arden al verlo por primera vez y pienso que no lo merezco. Mi
boca cae cuando la doctora hace zoom… Es tan pequeño…
—Puntito… —Esboza ella. Puedo ver sus ojos cristalinos admirando el
hermoso bebé que se muestra enfrente de nosotros. Nuestro pequeño hace
magia en su madre cuando se muestra y amo verla así con él o ella.
La doctora dice que está bien, que solo necesita tranquilidad y mi alma
encuentra descanso. Dulce se limpia las lágrimas y toca su vientre.
—Es un pequeño milagro, ¿Lo ves? En medio del caos hace que valga
totalmente la pena. —Balbucea hacia mi de nuevo mientras pongo mi mano
encima de la suya.
No merezco este regalo.
—Debemos irnos. —Digo susurrando. La doctora se va un momento y
obligo a que se pare rápido. Inventé nombres cuando la enfermera me preguntó
y pronto descubrirán la mentira cuando no pueda entregarle nuestros
documentos.
—Chris… —Su voz es aguda cuando la tomo en mis brazos de nuevo.
Sé que está cansada, pero no tenemos otra opción.
Cuando volvemos al auto que robé toca su brazo de nuevo. Maldita sea,
está sangrando de nuevo pero esta vez parece no asustarle. Pasa algún tiempo
y por fin llegamos a casa.
Y ninguno habla. No podemos. Se sienta en el sofá mirando su herida.
Puedo ver en sus ojos fastidio, como si estuviera arrepentida de venir conmigo,
y no la culpo. No podría. Es totalmente mi culpa todo lo que ha pasado. Mi culpa
por haberla obligado a entrar en este juego.
No puedo soportarlo.
Camino en dirección a la playa para despejarme. Ahora hace frío,
increíblemente frío en un lugar caliente. Trago saliva, tomo una piedra y la lanzo
hacia el mar.
Devuélveme mi vida. —Gruñó— Devuélvanme La paz que sentía en mi
adolescencia. Devuélvanme a mamá.
Mamá…
Recuerdo sus manos acunando mi rostro, su voz tiritando en mis oídos,
su perseverancia y buen humor ante los problemas. Yo no tuve padre, nunca
me hizo falta a su lado. Agradecí a la vida por su compañía, porque me dio la
mejor madre del mundo. Ella no merecía morir en manos de esa garrapata. Era
muy buena, la mujer más buena del mundo. Y desde esa noche mi vida no ha
sido la misma. Necesito vengarme, dejar en paz mi consciencia pero todo ha
salido de manera distinta. Dulce… la llegada de ese bebé que tanto quería.
Debo protegerlos, pero también acercarme más de alguna manera a
Hilton.
¡Ah! —Un Grito sale de nuestra casa y enseguida mis pies corren hacia
ella. Mi adrenalina aumenta, saco el arma de mi bolsillo y mi piel se eriza por la
tensión que recibo.
—Dulce. —Grito ¡No está en la maldita sala! Por lo que corro a la
habitación sin dudarlo. El alma se me paraliza mientras imágenes de ella bajo
un arma pasan por mi cabeza.
Dolor, miedo, ausencia.
Los latidos de mi corazón van de rápido a lento cuando la veo postrada
en la cama tocando su herida. Cielos…
—¿Qué pasa? —Pregunta entrecerrando los ojos. Le duele.
Trago saliva y decido no contestar para poder esculcar el cuarto
completo. Baño, armarios, debajo de la cama. Mi tensión aumenta cuando me
acerco a la ventana… Las cortinas están abiertas y es peligroso.
—¿Qué haces? —Insiste al verme cerrar todo.
—Cuidándote… o al menos intento hacerlo. —Jadeo, me siento un pelele
fracasado.
—No las cierres, me gusta ver el mar. —Vuelve a insistir pero la ignoro
para luego acercarme a su cuero. Dios… su boca está hinchada, sus ojos
llorosos, su ropa llena de sangre ¿Quién demonios soy? Parpadeo y de mi
garganta sale un pequeño aullido ronco.
—¿Te duele mucho? —Qué tonta pregunta, es obvio que le duele.
Mantengo mis ojos fijos en ella y su silencio me dice todo lo que he sentido por
horas. Me lo merezco.— Se te abrió la herida, voy a curarte.
Me levanto y de un cajón saco el botiquín de primeros auxilios. Mis manos
tiemblan al tocar su piel, pero me mantengo firme cuando descubro su herida.
Maldita sea. Mi mandíbula se tensa, es un roce de bala considerable. Limpio la
sangre y luego vuelvo a poner delicadamente toques de medicina líquida en su
brazo. Ella intenta hacerse la fuerte, pero pronto grita de dolor cuando la
presiono.
Me daría un tiro aquí mismo.
Sigo curándola hasta que pongo una crema cicatrizante en la zona
afectada. Le pongo una gasa para evitar alguna infección y pronto me
encuentro con sus ojos turbios.
No sé qué piensa ni qué siente.
Podría reconocer sus ojos desde lejos si es posible, pero no la mirada
que me da ahora. Mil balazos pasan por mi cabeza, ¿Está decepcionada?
¿Pensará que no pude protegerla? ¿Qué soy un maldito estúpido? Jadeo
cuando abre los labios y vuelve a cerrarlos. Es tan caliente… Me hace perder
la cabeza, pero este no es el momento.
—Gracias. —Entona con voz ronca.
—Solo no lo toques y tampoco hagas fuerza, sino la herida volverá a
abrirse.
—Bien. —Dice y mis labios tiemblan.
—Siento mucho… Siento… —Repito mis palabras— Lo qué pasó.
—Si, me imagino. Ya es pasado, solo importa el pequeño puntito. —Toca
su vientre con la otra mano y la sensación es dolorosa.
—Los puse en riesgo. Lo siento de verdad. —Fluyen mis palabras.
—¿Esa tipa era peligrosa, cierto? Entonces por qué hablabas con ella tan
campante.
Mierda.
—Anabela fue una ex compañera, sabe embaucar bien a las personas.
Pero conocía sus trucos, estaba intentando sacarle información.
—Seduciéndola.
—¡No la Seduje! —Exclamo.
—Le coqueteaste en mi cara. —Muerdo mi lengua— Parecías muy
cómodo con ella. —Me mira con seriedad— Si me hubieras dicho quién era
desde el principio me hubieras evitado el mal gusto y esa bala.
Trago saliva y me levanto con fuerza. No puedo, simplemente no puedo.
Jadeo cansado con mi cabeza hacia la pared. La presión me mata, la tensión
me ahoga. No podía decirle nada porque ni yo mismo planeé verla ahí. Si
hubiera sabido jamás hubiera expuesto a mi Bonita, pero debía aprovechar la
ocasión. Hilton está tras nosotros y yo… solo me encierro con ella, pero no
soluciono el problema. Por más que escapemos mil veces él siempre estará y
no dejará de ser un peligro hasta que lo mate.
—¿Podrías mirarme a la cara? —Jadea fastidiada— ¿Hasta cuando,
Christopher? Hasta cuando vas a mantenerme alejada de tus planes.
—Hasta que estemos fuera de peligro. —Respondo alterado, quizá más
de lo que debo.
—Pensé que éramos una pareja. Pensé que yo también tengo voz y voto.
—Dulce, ¿Qué crees que puedes hacer? ¡Nada! No sabes manejar un
arma, no sabes la magnitud de problemas que pueden traerte un
enfrentamiento así, además… estás embarazada. —Contesto en voz alta
desesperado.
Mierda.
Hace un mohín en señal de dolor. Lo he atacado, estoy llena de lágrimas
pero no siento mi propio llanto.
—Dulce… —Solo repite mi nombre y de reojo veo la carta destrozada.
Joder, tiene números… no letras. —Acabas de destruir mis cuentas y algunas
coordenadas de avión.
Hago silencio y me llevo una mano a la cabeza. Oh puta mierda… acabo
de exponerme más de la cuenta y enseguida veo cómo tuerce sus labios
mientras los lame.
—Me gustan las fieras.
Camina despacio y una boba corriente eléctrica pasa por mi laringe
evitando que pueda hablar o comunicarme de alguna manera. Besa mi frente y
me abraza sin que pueda mover un solo dedo. Me siento tan tonta, pero a la
vez me gusta.
—Perdón. —Susurra oliendo mi cabello, levantando mi mentón y
mirándome de una manera turbia— Pero créeme que si no estuviera este bebé
en medio, te dejaría a mi lado.
¿Qué? ¿Acabo de decirle en mi desesperación que lo necesito y no lo
entiende?
Parpadeo y lo empujo con brusquedad. ¿Qué carajos tengo que hacer
para que Don Idiota me entienda?
Dulce… —Se acerca— ¿Podrás perdonarme algún dia?
Trago dolor, entonces lo miro. Lo miro muy fuerte, apunto de sacar mi
veneno. Lo haré sin piedad porque no merece nada.
Suspiro, abro la boca, lágrimas pequeñas salen de mis ojos. Lo sé porque
puedo sentirlas quemar en mi rostro.
—No necesito nada más que tus brazos para descansar, tus manos para
refugiarme y tu aliento para vivir. No te vayas…
Abro mis ojos de golpe y veo los suyos en shock, ¿Qué? ¿Lo dije? ¿Dije
esto en voz alta? Mierda. Mi cara quema, mis manos hacen puño y solo me
quejo de mi misma. No debí decirlo, debí decirle que lo odiaba… pero aquellas
palabras solo salieron del hielo. Jadeo tontamente, entonces intento irme pero
toma mi brazo.
—Cielo… —Acuna mi rostro y pega su frente— Por favor, dilo de nuevo.
Sus ojos extraños empiezan a enrojecerse, le duele. Me duele. Nos duele
y no soy capaz de decir nada.
—Hay una manera, una sola manera de encontrar tu voz verdadera. —
Añade y me besa.
Oh… mierda.
No quiero resistir. Su lengua tibia me quema y decido entregarme a ello.
Cuelgo mis manos en su cuello lastimado por mis uñas y él enrolla sus brazos
en mi cuerpo apretándome, quitándome el aliento y las ganas de morir. Es un
instante… un solo instante y decido aprovecharlo. Aprieto sus labios con los
míos y pronto una terrible necesidad viaja hacia mi centro. Lo deseo, aquí…
ahora, para siempre pero se detiene. Pega su nariz a la mía y veo su dolor.
—No te merezco. Dejé que te lastimaran. Es la segunda vez qué pasa.
¿Crees que alguien así pueda protegerte? Me he matado pensándolo.
—No mereces alguien como yo, es cierto. —Levanto una ceja— Pero la
bala y los golpes son lo de menos, Christopher. Lo que duele es tu ausencia y
el grado de idiotez que te manejas.
Parpadea sin entender. Hombres…
—No eres Supermán y tampoco soy la dulce señorita que tienes que
cuidar. Por favor, entiéndelo. —Me separo de él— Fue un accidente. —Lo miro
y decido poner fin a sus tontas culpas— Yo también quise ir a esa cena porque
estuve aburrida. Yo metí mis narices en ese lugar, me puse en bandeja. Tu
error fue no decirme que esa tipa era alguien que estabas siguiendo. Pensé
que te gustaba coquetear con ella y sabes que odio compartir.
“El acto más sublime del amor no es el sexo. Es que estés conmigo
cuando ni yo sé donde estar.” D.S
—Vas a acabar con él, tranquilo. —Solo digo, entonces dirige sus ojos de
avellana hacia mí.
—¿De verdad lo crees? —Una línea de inseguridad pasa por su rostro,
podría destruirlo pero no quiero. No ahora.
—Siempre lo he creído, nunca fue enserio lo que dije en el pasado.
—Cielo… —Estúpidamente se vuelve romántico, besa mis labios fuerte y
en un segundo de necesidad arrasa con mi lengua.
—Basta, ando hormonal. Si me vas a dejar así… no.
Sonríe y toca mi vientre para luego acercar su rostro.
—Hola puntito, ¿Podrías decirle a papá que también confías en él?
Un nudo se me forma en la garganta. Mierda.
—Déjate de cursilerías, patancito.
—Hablo con mi pequeño sol.
—¿Y si es niña?
—Mi pequeña estrella. —A las justas me mira y me siento celosa, pero
luego pasa.
Con besos empieza a bordear mi vientre y solo siento cosquillas, por lo
que intento retirar su rostro con mi mano pero me vuelve a ignorar. El momento
es asquerosamente romántico y me mareo con todas las emociones que
afloran en mi pecho.
—Me crecieron las niñas… —Distraigo mi atención— ¿Lo puedes creer?
—¿Más? —Ríe.
—Ajá.
—Más para mí. —Ruedo mis ojos, ¿qué se cree?
—Christopher, saca tu puta boca de mi vientre. —Me empieza a fastidiar
tanta miel….
—No. Es mi bebé también, ¿Verdad que te gusta? —Sigue dándome
besos y me rindo, tomo una almohada y la pongo en mi cabeza.
Cuando se cansa apaga la luz y la oscuridad arremete en nuestra
habitación. Hoy hay luna llena y es perfecto, los pequeños rayos su luz
traspasan por las cortinas haciendo una escena de ensueño.
—Descansa. —Besa mi cabeza y se acuesta a mi lado, pero no tengo
sueño.
—Duerme tú. —Respondo y me levanto hacia el baño. Odio la sensación
de querer hacer pipi siempre, pero la doctora dijo que era normal en mi estado.
Los minutos pasan y decido ponerme la pijama de encaje que pedí por
amazon. Es casi exquisita, hermosa, perfecta para mi estado. No me
avergüenzo para nada estando embarazada, ¿Por qué debería hacerlo? Este
bebé me complementa. Sigo siendo sexy, atrevida e irresistible para él.
Porque sé que caerá de nuevo.
Me miro al espejo riendo mientras lavo mi rostro para luego regresar al
dormitorio. Él solo tiene la mirada perdida, entonces decido despertarlo de una
forma sutíl. Pego mi cuerpo hacia las cortinas acomodándome el cabello,
dejando que la brisa de la noche acune mi piel, oliendo el mar por todos lados…
—Bruja… —Susurra, volteo de medio cuerpo y le sonrío mientras lo veo
congelarse.
—¿Qué? —Le digo.
—Eres hermosa, Dulce. Muy hermosa.
Parpadeo.
—Lo sé. —Sonrío sin ánimos de verme humilde, a la mierda esas
mierdas… Hay que saberse guapa siempre.
—Lo digo enserio. —Levanta su cuerpo y camina hacia mí— ¿Cómo lo
haces? —Pregunta besando mi hombro.
—¿Volverte loco? —Voy al grano.
—Todo estará bien, cielo. —Besa mi frente y poco a poco todo pasa. No
me suelta en un buen rato y parece que al bebé le gusta… quizá ya sabe que
él es su papá y eso me vuelve loca porque cuando está presente me siento
más tranquila, calmada, en paz.
—Cariño, te traeré un vaso de agua.
Cuando me siento en el sofá Chris extiende su mano mirando su teléfono.
—¿Esperas una llamada?
Cuando va a contestarme mamá llega.
—Aquí está tu agua.
La bebo con calma mientras escucho otro discurso de mi madre. Pasan
algunos minutos y Christopher solo se muestra ansioso. Intento distraer mi
mente, juro que lo hago, pero solo pienso en que algo malo está pasando. La
ansiedad vuelve a mi pecho de nuevo, pero logro calmarme. No ahora, Dulce.
No con el bebé dentro. —Me repito y suspiro.
—Disculpen. —La pantalla de Chris se ilumina y se levanta en completo
misterio. El reloj va avanzando, Kiara no llega, ¿Qué carajos pasa? Mi mente
colapsa, mis dientes chocan de tensión, no me soporto.
—¿Quieres descansar? —Dice mamá
—No. —Me levanto y me detiene.
—Ven a descansar.
—Iré en un rato, ¿Me preparas la cama? —Le miento, es la única forma
que tengo para quitármela de encima.
Asiente y se va corriendo, pero entonces aprovecho para buscar a
Christopher.
—Iré a ese lugar, tendrás su cabeza y es lo último que haré por ti ahora.
—Lo escucho decir mientras me encuentro con sus ojos sintiendo una especie
de apretón por dentro.
Cuelga.
—Dulce…
—No vayas.
—Será lo último, lo juro.
—Christopher…
—Debo hacerlo, cielo. Es la oportunidad que necesito. Me entregará a
Hilton.
—¿Y si es mentira?
—No le conviene mentirme. Confía en mí, cielo. Será lo último.
Suspiro.
Gerardo
Suelto el teléfono y lo tiro a la basura riendo.
—Sabes qué hacer. —Digo.
—Lo sé. —Responde mientras alzo la cabeza.
—He soñado con este momento durante años… —Me sirvo un trago para
luego tomármelo de golpe.
—También yo. —Suspira mientras se sirve un trago conmigo y completa
mi vaso.
—¿Qué se siente, pequeño? Bueno, ni tan pequeño. —Río.
—Me liberaré de toda la mierda, es todo. —Su tono es burlón pero en el
fondo veo odio y eso me da ventaja. Ese “pequeño” es un tipo resentido. Ha
odiado a Brando por años… y a Christopher también, por lo que me da ventaja.
—Eres un zorro viejo, felicidades. Lograste tu propósito.
—Aún no. —Señalo— Pero reconozco mi brillante idea y todo el plan que
he tenido en estos años.
—¿No sientes cariño por él? —Su pregunta me exaspera.
—¿Por Christopher? —Levanto una ceja y río.
—Así es.
—No. —Mi respuesta es rotunda— Aunque en un momento pensé que
iba a servirme más.
—Tiene el rostro de esa mujer… es idéntico a ella.
—Macarena es otra historia, niño. Si valoras tu vida no te atrevas a
mencionarla.
‘Ríe.
—Qué viejo tan romántico…
—No bromeo. —Saco mi arma.
—Bueno, bueno, bueno. —Levanta las manos— Está bien.
Trago saliva y el silencio me trae recuerdos.
Ella, la pequeña rosa blanca embarazada, sus cartas… Y mi mirada se
centra ahora en los ojos de aquel muchacho que tengo en frente. Sonrío, me
devuelve la sonrisa, le doy un arma enseguida y tiene buenos reflejos.
—Esta noche se sabrá la verdad. Llevarás a Brando a aquella casa y
pondrás a Christopher en aquella habitación. Abrirás las puertas cuando menos
lo pienses, dejarás que ambos se ataquen como dos fieras… y Christopher
disparará justo en el corazón de Brando. Su cuerpo caerá en el suelo y luego
sonará mi grabación, dejarás que la escuche… él tiene que saber quién soy, y
luego dispararás tres veces en su corazón… por la espalda.
—¿Es tu última palabra?
—Mátalo.
59. Una trampa
Dulce
Parpadeo.
—Quiero una respuesta ahora, cariño. —Estira su mano y lo miro, solo lo
miro.
—Esa es la respuesta que quería, preciosa. —Toma mi mano a la
fuerza—. Nada es más fuerte que tu ambición.
—Te equivocas. —Contesto seria y saco mi mano— Hay algo que jamás
aprenderás, Hilton. —Me acerco fijamente— No. Te. Quiero.
Hace una pausa.
—Sería muy fácil matarte ahora. —Su voz es casi un lamento.
—Jamás tendrás mi corazón de hielo, Hilton. —Le sonrío— Aunque
tengas mi cadáver cerca de tu cuerpo.
—¿Tanto lo amas? —Tensa su mandíbula haciendo que todo en mí se
estremezca.
¿Lo amo? Suspiro, haciendo que toda nuestra historia pase por mis ojos.
Es una palabra muy fuerte para mí, algo que quizá he callado mucho tiempo y
no me he permitido recordar. Tiemblo… ¿Es amor lo que siento? La respuesta
brota en mí como agua naciente en un río. Claro que lo hago, aunque quizá no
lo merezca.
—Jamás entenderás aquello, Hilton. —Lo miro clavándole mi odio con
mis ojos de nuevo. Él no dice nada, solo se contiene de una manera tonta ¿A
qué juega?
—Tienes razón, Dulce. Eres una maldición para todos y jamás podré
comprender cómo dejé que entraras tanto en mi vida.
—Por favor—Me pavoneo—. Era más que obvio. Si crees que soy de las
estúpidas que va a sentir pena por los tipos como tú, pierdes el tiempo.
—Vaciaste mis cuentas. —Ríe sin humor—. Lo hiciste de una manera
profesional. Eres toda una maestra en el arte de robar.
—¡No soy ninguna ratera! Era mi derecho —No emito emoción— ¿Creías
que iba a trabajar gratis? Solo tomé lo que era mío.
—Ensueña era mi proyecto. —Sigue sin quitarme la mirada— Yo invertí
dinero.
—Lo que no te mata te hace inteligente, Hilton. —Sonrío— Eso es nada
para lo que tú tienes.
—¿Miller está metido en esto, no?
Me paralizo y no contesto.
—Entonces no sabe nada… —Agrega riendo a carcajadas—. El pobre
idiota piensa que eres una mujer decente y no tienes dinero.
—Cierra tu estúpida boca —Lo encaro—. Ese no es tu maldito problema.
—¿Qué pasaría si se entera que su hermosa esposa es toda una arpía?
—Sigue burlándose.
—No tengo por qué darte explicaciones de mi vida. —Jadeo y siento que
empieza a molestarme más de la cuenta.
—Tienes razón, cariño. —Saca un arma de su bolsillo y contengo el
aliento. Estoy segura que va a jugar conmigo, pero no le daré el gusto.
—¿Qué? ¿Vas a disparar? —Levanto el mentón y lo enfrento. Conozco a
Brando y sé qué funciona en estos casos. Hacerme la mojigata en este contexto
no viene bien. Solo debo mostrarme fuerte y amenazarlo—. Hazlo.
Me mira serio y pronto extiende su pistola para luego apuntarme
directamente al corazón. Sus ojos se hacen pequeños mientras visualizo sus
dedos temblar en el arma. Jadeo y tomo valor acercándome. Soy su debilidad,
lo sigo siendo. Mis piernas tiemblan pero no lo nota. Con mis manos tomo una
de las suyas y poco a poco voy presionando el arma en mi pecho.
Me la juego.
—Mátame.
Prepara el arma y en sus ojos veo miedo.
No respondo.
—La doctora dice que el bebé va bien… —Con sus manos toca mi
vientre— Y también dijo que en los próximos meses crecerá mucho —Ríe—.
Creo que la doctora se aburrió de mí. Le pregunté muchas cosas.
—Sácame de aquí —Le digo harta— .Llévame a la playa.
—Lo haré, cielo. Pero debes quedarte por ahora. La doctora dice que
mañana te dará de alta.
—¿Y el sangrado?
—No es nada grave, tranquila —Besa mi cabello—. Descansa.
Sus ojos ansiosos hacen que no le crea nada, pero decido no
estresarme… solo dejarme ir por un momento. A la mañana siguiente me doy
cuenta que he dormido muchas horas y realmente lo agradezco. Me levanto
con cuidado de la cama para luego caminar de a pocos por los pasillos.
Christopher sonríe al verme salir de la clínica, pero no tengo muchos motivos
como para devolverle el gesto.
Sigo enojada.
—Kiara recibió ayuda, juro que voy a matar a ese idiota —Solo dice— Tu
mamá llegó en la madrugada por ella. Quiso verte pero le dije que
descansabas.
—Puede que tomen represalias —Susurro.
—Me encargué de ella, tu padre y tu hermana, cielo. Ahora vivirán en otra
casa, pero… aun no lo asimilan, ¿Quieres verlos?
—No. —Respondo sin ánimos de nada— Quiero la playa. —Insisto.
Y así lo hace, me lleva a la playa.
—¿Te puedes ir? —Levanto mi mirada.
—¿Qué? —Responde aturdido.
—Déjame sola. —Contesto, entonces lo hace.
Y cuando no se da cuenta… lloro.
He reprimido mi rabia por horas, mis estúpidas preocupaciones por
miedo. Las palabras de Brando me movieron de alguna forma y no puedo evitar
seguir pensando en ellas: ¿Lo amo? ¿Por qué he dejado de lado mi propio
interés por él? Una arpía… Algún día me destruirán con lo que más quiero.
Y sí, me enojo.
Lo hago porque estoy al borde del colapso. No controlo mis sentimientos
ni mi estúpida vulnerabilidad con él. Le he dado más de una oportunidad para
terminar con esto y no lo hace. Tengo en mi pecho un secreto guardado y no
puedo decírselo. No puedo vivir sintiendo que soy menos que él, que no
controlo mis sentimientos.
¡Y no quiero!
No soy la mojigata de casa, ni la que va a lavar sus platos. Soy su mujer,
no su trofeo. No soporto más el encierro por más que esté en peligro. No
aguanto más quererlo como lo quiero. Y ahora tenemos más cosas que nos
atan, ¿Podré soportarlo?
—Por supuesto —Susurra detrás de mí—. Si me preguntas si te amo, por
supuesto bonita.
Mis ojos son un charco ahora, pero no me da miedo mostrarlos.
—Es el embarazo —Me justifico.
—No —Levanta mi mentón—. Soy yo.
—Bueno, sí —Lo empujo—. Estoy muy enojada.
—Lo siento, cielo —Me abraza e intento despegarme pero es imposible.
Hundo mi rostro en su pecho y su olor me embriaga de fuertes emociones. No
solo es sexo y tampoco interés, es mi estúpida manía con sus brazos y su piel.
—¿Cuántas veces lo has dicho, Christopher? —Mi voz apenas es
audible— Perdón por dejarte hace 5 años, perdón por mentirte. Perdón por mis
errores, por mis tonterías, por querer vengarme. ¿Cuántas?
No responde.
—¿No te das cuenta que estás alejándote de nuevo? La forma en cómo
te pones con Brando, tu increíble necesidad por vengarte…
—Dijiste que estabas de acuerdo.
—Pero no al extremo. —Respondo rápido—. Pensé que teníamos
prioridades.
—Dulce… —No sabe qué decirme.
—Me dejaste plantada.
—Dulce… —Junta sus manos.
—¿Vamos a seguir de esa manera? —Le pregunto sincera— Porque
siento que ya no puedo. —Mi corazón explota.
—No… Dulce, por supuesto que no. —Suspira— Pero es complicado. Lo
sabes, yo…
—No quiero que estés en peligro y cada vez que sales… siento que no
vas a regresar. Dijiste que también te harías cargo de este bebé… ¡Dijiste
tantas cosas como aquella noche que…
Me abraza, fuerte. Y siento que todo en mí se desvanece. Que estúpida
sensación bonita, qué manera de rosar su piel con la mía. Quizá, solo quizá…
lo quiero pero me enoja hacerlo. Me enoja sentir que soy vulnerable a su
abandono. Mi corazón no puede ser golpeado dos veces y regresé con él
porque era la única forma en la cuál me podía sentir tranquila.
¿Y si es solo un recuerdo?
Pega su nariz a la mía y me besa. Lo hace con necesidad y siento que
explotaré de mil emociones sentidas. Él es capaz de llevarme al cielo y al
infierno. Lo odio tanto, me burlo de mil maneras de su idiotez y a la vez lo quiero
a mi lado.
Con tranquilidad me aseguro que su lengua calce dentro de mi boca.
Pueden llamarnos extremistas, pero siempre fue así entre nosotros… intenso.
Cuando estoy con él solo quiero devorarlo y a la vez tenerlo lejos. Es algo que
aún no he aprendido a manejar y quizá jamás pueda hacerlo.
—Tienes toda la razón, mi amor —Limpia mis lágrimas—. No tengo
palabras. Me siento un verdadero estúpido.
Besa mi frente y completa el abrazo como puede para luego mecerme en
su cuerpo. La suave brisa pasa, las olas del mar nos acompañan y en mi mente
solo hay una imagen de Vallarta.
—No te irás de nuevo…
—Jamás voy a dejarte. —Susurra en mi oído.
—Dueles —Susurro con estúpida sinceridad—. Y no volveré a permitirme
sentir esto, ¿Lo comprendes? —No sé si es un decir o una amenaza, solo
expreso.
—Pondré todo de mi parte.
Inflo mi pecho y me mantengo seria ante su tonta sonrisa. Las hormonas
están jugándome una mala pasada, solo quiero abrazarlo y estar con él. Es el
bebé, mi puntito, es él o ella quien quiere estar con su papá… o al menos eso
me quiero hacer creer.
—¿No hay sonrisa para mí? —Insiste.
—No sonrío. —Le doy la espalda mientras camino por la arena. Quién me
entiende.
—Sí lo haces y es la sonrisa más bonita de todas —Toma mi brazo y me
devuelve hacia él—. Sonríe.
—No tengo ganas, Christopher. Estoy cansada de todo y todos. —Llevo
mis manos a mi rostro—.
—Yo puedo hacerte sentir mejor si me dejas —Sonríe y una idea pasa
por mi mente.
Chris
Paciencia, es todo lo que me digo.
Le sonrío intentando controlar mi furia y curiosidad a la vez, pero sé que
si se lo pregunto ahora todo será un completo desastre.
—¡Necesito tener a esa rata frente a mí! —Digo furioso— ¡No puede ser
que se me escape cuando quiere! Necesito vengarme, necesito hacerle pagar
todo el daño que nos hizo desde siempre. No soporto que viva y mi madre esté
muerta. No lo soporto, Juan. Voy a asesinarlo y juro que degollaré su maldito
corazón frente a la tumba de mamá. ¡Lo juro, Juan! ¡Lo juro! —Grito.
—Christopher. —Su voz paraliza mi cuerpo. Mierda, lo que me faltaba.
—Te llamo luego. —corto y exhalo tragando mi rabia de nuevo, lleno de
adrenalina y enojo por todo lo que me pasa. Llevo en mis hombros la muerte
de mi madre, mi venganza y el odio que siempre he sentido por ese hombre.
—Oye… —No volteo, pero noto que ella camina hacia mí— Tranquilo. —
Palmea mi espalda y volteo con ganas de pelear, pero luego me arrepiento. Su
pancita se interpone entre mi rabia y la cordura, entonces desisto por mi
pequeñito. Caigo de rodillas y solo deposito mi rostro en su piel desnuda.
Es mi bebé… Mi pequeño o pequeña milagro.
—Nace ya, por favor. —Digo ansioso y beso cada línea curva de esa
pancita.
—¿Problemas de nuevo?
—Brando volvió a escaparse. No soporto perderlo de vista. —Suspiro con
fastidio.
—Puede que esté con Dorian, su hijo.
Escuchar esa palabra me llena de rabia porque estoy enterado de todo lo
sucedido con Kiara.
—Alejé a tus padres y Kiara por esa razón, Dulce. Ese tipo es peligroso.
—¿Dorian?
Asiento y decido sentarme.
—Sí. Trafica órganos.
—¿Qué? —Lleva sus manos a la boca.
—Voy a encargarme de él cuando haya acabado con Hilton. —Trago
saliva— En un momento se reveló contra su padre porque no quería seguir en
el mismo camino, pero terminó siendo peor. Hace todo por complacerlo y tener
aceptación de Brando. Empezó en este mundo hace poco, por lo que tengo
entendido, y ya es reconocido en el mercado negro. Pronto seguirá los pasos
de su padre y entrará en el negocio de la droga.
—Y la policía está con ellos.
—Como en todo lugar corrupto, Dulce. Es por eso que necesito
encontrarlo. —Hago puño— Necesito hacerlo y… hacer que mamá pueda
descansar en paz.
Mamá… nuevamente esa palabra que lastima y calma a la vez.
Muerdo mis labios con rabia mientras la impotencia me consume. Cierro
los ojos para no verme en este estado… porque realmente haría lo que sea por
destruirlos.
—Probablemente esto empezará una discusión, pero… creo que esto te
está envenenando. Pasas todo el día tras una computadora mirando reportes,
siguiendo sus pasos, consiguiendo contactos. Me molesta, ¿Sabes? No
estamos viviendo este embarazo como me hubiera gustado, pero al menos
quería que estés conmigo.
—Estoy contigo.
—A medias. A veces si, otras… solo te vas. Christopher. —Se sienta a mi
lado levantando el mentón— ¿Quieres vivir una vida asi?
—No voy a dejar que se burle de mi madre. —Destello furia— Y tampoco
que se salga con la suya, pero… siento que ya no puedo. —Mi pecho pesa—
No soporto todo esto que me consume.
—Olvidalo entonces. —Volteo su rostro— Vamos a Noruega y hagamos
otra vida.
—¿Olvidando a mamá?
—No olvidas a tu madre, solo pasas la página.
—¡No! —Me levanto con temor— No puedo.
—¿Sabes qué le dije a Brando ayer? —Su pregunta me aterra— Le dije
que no cambiaría mi felicidad de ahora por dinero. Me propuso una de sus
cuentas, además de ofrecerme su apoyo te hacía creer que este bebé era de
él.
Me erizo, simplemente no lo soporto.
—¿Qué? —Alzo la voz.
—Basta. —Me detiene.
—¿Qué carajos se cree???? —Grito con rabia ¡Voy a matarlo! ¡Lo juro!
—Por eso no quise decirte nada, basta. —Con sus manos cubre mis
hombros pero no puedo soltar mi enojo. Mis ojos chispan, mis manos están
listas para golpearlo— Christopher, basta… sh… silencio. —Toma mi rostro y
me obliga a mirarla.
—Dulce… no puedo. —Mis ojos se vuelven cristales por impotencia— Mi
madre, Dulce. Tú y ahora…
—¿Sabes qué le dije? —Levanta mi mentón— Que él jamás entendería
el significado de amar.
—Dulce… —Tenso mi mandíbula.
—Sabes que adoro el dinero porque me encanta vivir bien, ¿Cierto?
Renuncié a lo más fácil por ti, Chris. —Toca mis labios— Si yo pude tú también
puedes olvidarte de esto que está matándote.
Me contengo una vez más viendo sus ojos bonitos para luego abrazarla.
Si tan solo pudiera hacerlo… Si pudiera decirle qué guardo en el corazón que
no me deja vivir tranquilo. La miro con tensión, entonces recibo sus labios y son
ese alivio que necesito, esa cama caliente en noches de frío y mi sueño
perfecto.
—Cielo… —Beso sus labios con necesidad— Tampoco soportaría que te
fueras.
—Entonces hazme caso, Chris. —Pega su nariz a la mía.
—Lo que me pides es muy difícil, ¿Sabes cuántos años llevo haciendo
esto? Hay cosas que aun entiendo, Dulce y quizá jamás entenderé pero
necesito sanarme.
—Quizá todo esto se resuma solo en una cosa, Chris. Tu padre.
Su frase me hace callar.
—Gerardo tiene que ver con Brando, Brando mató a tu madre. ¿No te
parece sospechoso? Chris… —Se lleva las manos a la cabeza— Hay cosas
que…
—¿Qué? —Trago saliva.
—No…
—Dulce. —Insisto— ¿Qué pasa?
—No puedo callarlo. No puedo ver que todo se está destruyendo. No
puedo verte en este estado, yo…
—¿Qué sucede? —Jadeo.
—Tu padre no es quien creías que es, Christopher. Ese hombre es
Gerardo. Tu madre tuvo una relación secreta con él hace años.
61. Mi estrella
Dulce
Un pequeño llanto reactiva mis fuerzas y vuelvo a abrir los ojos… Mi bebé.
Lágrimas hermosas caen de mis ojos cuando veo su silueta pequeña y
en mi cuerpo no cabe sentimiento más grande que este. Ese pequeño o
pequeña personita está ahí llorando desconsoladamente y me siento que cura
todo el mal que he venido sintiendo hasta ahora: mis lágrimas, mis sueños
rotos… y esa ausencia en mi vientre seco.
Es mío y está aquí ahora.
—Es tu bebé, Dulce —.Luisa lo pone sobre mi pecho y es peso pequeño
más grande del mundo—Es una niña, ¿La ves?
Una niña… Y vuelvo a llorar con ella. Ha sido una mujercita todo este
tiempo. Un puntito maravilloso escondido, porque siempre será mi pequeño
puntito rosa.
—Mi hija… —Mis palabras son suaves entre el llanto entrecortado que
tengo. Es mi más grande sueño.
—Cortaré el cordón. —Luisa se apresura y simplemente estoy en shock.
La pequeña bebé se aferra con todas sus fuerzas hacia mí y no sé cómo
reaccionar ahora.
—Una niña… —De pronto escucho su voz, entonces lo miro al borde de
la cama, con los ojos bien abiertos y una pistola en la mano.
—Aleja eso de mi hija. —Reacciono.
—Sí… —Tira el arma y pronto se acerca— Nuestra estrella. —Sus ojos
son cristales ahora y pronto vemos cómo la pequeña abre sus ojitos por primera
vez para escuchar con atención la voz de su padre—. Soy yo, princesa. Papi.
—Christopher acaricia su cabecita y me quiebro. No sé si son las hormonas o
el estúpido deseo reprimido, pero no dejo de abrazarla, llorar, explotar mil veces
de alegría.
—Está sana, felicidades. —Luisa sonríe.
—Papi te ama con su vida, puntito. Mucho, muchísimo. —La bebé no
llora, solo lo escucha—Oh Dios… es tan hermosa.
—Necesita tu pecho, Dulce. —¿Qué? Me hielo. Luisa me rompe el vestido
sin mi autorización y descubre mi pecho. La bebé llora inmediatamente
mientras su boquita roza mi piel. No estoy preparada para esto.
—Yo… no…
—Es importante. —Luisa lo hace por mí y acomoda a la pequeña quien
inmediatamente empieza a sufrir. Siento dolor, pero no importa. Cierro un ojo
aún perdida en todo esto y pronto su alimento llega.
Y se oyen disparos.
Mi sentido de protección se eleva y abro los ojos de inmediato. Primero
me matan antes de hacerle daño a mi bebita. Me siento, Luisa reniega, la bebé
llora y no sé qué más hacer. Necesito un arma, voy a defenderla así tenga que
dar mi vida a cambio.
—Tranquila, Dulce. Voy a matar a esos bastardos —Vuelve a tomar su
arma y sale apresurado. Se escuchan disparos, mi niña vuelve a llorar y solo
tiemblo.
—Va a pasar, Dulce. —Luisa acerca a la bebé nuevamente a mi pecho
con mucha calma, como si esto no le asustara en absoluto.
—Luisa… necesito un arma. —Me desespero.
—Tú preocúpate en alimentar a tu bebé, Christopher se encargará de
todo. —Acaricia mi cabello— Es tan hermoso ver nacer a un bebé.
—Ella no deja de comer —La observo y sus ojitos vuelven a abrirse. Me
mira y me congelo. Es tan pequeña que no sé si estoy lastimándola o no.
—Lo hará muchas veces. —Ríe y empieza a limpiarme. Todo es tan
extraño y a la vez hermoso. Hay sangre por todos lados, estoy desnuda, con
una bebé atacando mis senos, disparos, pero aun así soy inmensamente feliz
con esto— Vamos, acariciala. —Sonríe Luisa.
—¿Cómo? —Pregunto aturdida— Es tan pequeña…
—Como tú quieras, Dulce. Eres su mamá, sabes lo que necesita. —Pego
mis labios y con dos dedos acaricio su pequeña carita. Oh cielos… es tan
hermosa. Su cabello aún está sucio, su cuerpecito también, pero no me molesta
porque es mía. Tiene mi nariz y las manos del idiota de su padre. Es gordita y
exigente. Puedo notarlo porque se enoja cuando intento separarla de mí.
—Es la bebé más bonita que he visto en estos años. Y mira que he traído
al mundo a muchas eh… —Luisa le toca la cabecita— Se ve sana, pero aun
así deberías llevarla a una clínica.
—Sí, eso haré.
—¿Cómo se llama? —Luisa vuelve a sonreír.
—Puntito. —Río.
—¿Enserio? —Me pasa unas sábanas.
—Aún no sabemos. —Sigo mirándola— ¿Cuándo se va a cansar de esto?
—Suspiro un poco incómoda. Odio que manipulen mi cuerpo, aunque la ame
con toda mi alma.
—Nunca, ya te lo dije. —Enarca una ceja— Es una recién nacida.
—Vamos, puntito, cánsate. —Me fastidia. Dios, la amo pero me fastidia.
Cuando por fin tiene compasión de mí se queda dormida en mi pecho.
Luisa la toma entre sus brazos y estalla en llanto de nuevo, pero ella sabe cómo
calmarla. Me parece extraño no sentir mi vientre abultado, sobretodo porque
han sido meses de mucho esfuerzo, pero la veo y no lo creo. Es mía. Mi niña.
Puntito, mi milagro. Mis ojos no pueden despegarse de ella y, aunque esté un
poco lejos, veo sigilosamente cómo Luisa la prepara y limpia para luego ponerle
su ropita.
—Es una llorona. —Me burlo— Nunca he visto a una niña tan llorona. —
Río pegando los labios, entonces Luisa me la devuelve.
—Pero su mamá se hará cargo. —Dejo de sonreír porque la pone
nuevamente en mi pecho— Vamos, bebé, aquí está mamá… sí, mamá. Dile
que tienes hambre.
Me tenso pensando que es una broma, pero no lo es. Puntito tiene
hambre de nuevo y no me queda de otra que alimentarla. La veo aferrarse a mí
apenas empieza a alimentarse y me derrito viéndola, ¿Qué clase de madre
soy? Me burlo y luego la amo.
Oh… mi niña. Mi pequeña gigante. Porque serás todo lo quieras ser en la
vida.
—Duerme un rato con ella, necesitas recuperarte.
La brisa es más suave ahora y las estrellas iluminan esta noche oscura.
Ya no se escuchan disparos y tampoco ruidos, entonces decido dormitar un
rato porque no podría dormir completamente sintiendo que mi puntito está en
peligro. No sé cuánto tiempo pasa, pero pronto escucho unos pasos y despierto
agitada.
—Lo siento. —Susurra Chris acercándose despacio.
—¿Qué sucedió? —Pregunto con voz ronca.
—Gerardo envió a su mierda, pero me encargué de ellos. —Sonríe
triunfante— Igual deberíamos irnos en algún momento.
—Silencio, habla más despacio. Me ha costado dormirla. Solo come… —
Lo miro aterrada— No haré esto siempre.
—Está bien, cielo. —Acaricia mi cabello— ¿Me dejas cargarla? —Sus
ojos se derriten en los míos y me niego.
—Está dormida. —Me quejo— Enserio solo llora. —La despego de mi
seno y arruga su carita, entonces la vuelvo a pegar a mis brazos y se
tranquiliza.
—¿Qué tal, eh? —Presume su logro, pero mi bebé sigue llorando— Creo
que tiene hambre.
Contengo el aliento cuando lo dice y pronto me siento obligada a
alimentarla de nuevo. No quiero hacerlo, ¿Soy una mala madre?, me da pánico
cuando lo hace y es algo que aun no entiendo. Su pequeña boquita empieza a
comer sin medida ni control… mi puntito rosa es muy glotona y me parece
extraño.
—Es tan chiquita… —murmuro bajito porque está durmiéndose.
—Lo es. —Chris acaricia sus manitos, entonces ella aprieta fuerte su
dedo— Oh… si, mi niña será toda una gladiadora.
—Cierra el pico.
—Ok… —Ríe en silencio.
—Me siento extraña —suspiro con verdad—. No estoy acostumbrada a
sentir tanto cariño abiertamente por alguien, ¿Sabes? Pero ella es mi pequeña
excepción.
—Así es, cielo. —besa mi hombro— Pero a mí también me quieres, ¿No?
—Levanta una ceja.
—Hace unas horas te odiaba, ahora puede que te acepte porque
cambiaste el pañal de la niña. —Sonrío sabiendo que es mentira, pero amo
verlo sufrir.
Nos quedamos más de veinte minutos intentando hacer que se duerma.
Nuestro puntito parece ser muy exigente y eso empieza a abrumarme, pero
luego veo su carita y todo cambia. Simplemente es perfecta. La niña más bonita
del universo.
—Por fin…. —me quejo—. Apaga la luz. —Ordeno y Chris lo hace, pero
en la oscuridad puedo darme cuenta de su arma. Él jamás la suelta. —No
quiero que toques a mi hija si tienes esa pistola, Chris.
—No puedo dejarla. —susurra y no digo nada porque entiendo todo.
He pasado por mil emociones hoy y aun así me contengo. Hay llanto,
melancolía, necesidad en mi alma. Quizá estoy loca o son las hormonas, pero
vuelve a mí el deseo de mantener a mi bebé nuevamente en mi panza.
—¿Qué pasa, bonita? —estira su brazo y acaricia mi rostro.
—Tengo miedo —lo acepto—. Por primera vez tengo miedo de algo,
Chris. —Beso la frentecita de mi hija y creo que me entiende.
—Estarán bien, lo juro. —Murmura de nuevo.
—No, Christopher. No estaremos bien. Ellos van a encontrarnos algún
día y no habrá regreso.
—Dulce…
—No —lo callo—. No voy a permitirlo. —tomo valor—. Solo pienso en
nuestra hija. Mírala… —La luz de la una tira un reflejo hacia la cama dejando
entrever a un pequeño bomboncito entre nosotros.
—Dulce… —Vuelve a repetir y tomo su mano.
—Siéntela—Llevo sus dedos por su pecho— Siente como late su
pequeño corazoncito y ahora que está aquí —Respiro—. Después de haberlo
pensado mucho, necesito que decidas y nos hagas una promesa. Deja todo,
Chris. Tu maldita venganza, tu rabia contra Brando, contra tu padre… Déjalo ir.
Hazlo por nosotras, por un nueva vida. Promételo, Chris. Prométeselo a nuestra
estrella.
Se hiela y enseguida sé que es complicado. Su mente puede pensar que
soy una egoísta, pero en realidad estoy pensando en nuestra hija. ¿Qué
pasaría si Brando da con ella? ¿Si Gerardo la secuestra? ¿Si la matan? El solo
hecho de pensarlo me genera angustia y sé que en él pasa lo mismo.
—Sí… Dulce, olvidaré todo. —Dice casi con dolor— Por ella.
—¡Chris! —exclamo su nombre y acaricio su barbilla— Gracias.
Un hilo de emoción pasa estúpidamente por mi interior, entonces pego
mis labios contra los suyos y lo beso con fuerza. Es mi idiota de nuevo.
—Por ti daría todo, Dulce. —vuelve a murmurar— Estrella y tú son mi más
hermoso sueño.
—Hagamos una nueva vida sin mentiras, sin balas, sin miedos. Vámonos
a Noruega lo más pronto posible.
—Necesito arreglar unas cosas, solo un poco más por favor.
—Bien —vuelvo a besarlo—, pero no te tardes mucho. Cada día es un
peligro aquí y lo sabes. Promételo.
—Te lo prometo, cielo.
Chris
Es un día de lluvia y, mientras miro por la ventana las gotas caer, siento
que vivo en un infierno.
Han pasado tres meses desde que nació mi hija y, tal y como se lo prometí
a Dulce, me alejé de todo lo relacionado a mi venganza. Me alejé de mi equipo
de inteligencia, escondí algunas armas y corté contacto con amigos siendo
Juan mi única excepción hasta ahora. 92 días sin tocar un arma. 92 días sin
revisar mis correos. 92 días sintiendo a mamá lejos…
Cierro los ojos e intento pensar en la sonrisa de Estrella. Ella es como su
madre, un tanto amarga cuando se enoja, pero dulce en todas sus formas. No
sé qué haría sin mi hija, pero tampoco he podido olvidarme de la imagen de mi
madre muerta, de su llanto al teléfono, de su cuerpo frágil en el suelo.
Trago saliva y mi cuerpo se estremece… Lo siento, mamá. Esto es por
mi familia. —Me digo a mí mismo sintiéndome tontamente culpable y solo
suspiro. Estos meses han sido mi cielo, pero también mi mayor infierno.
—¿Otra vez mirando a la ventana, patancito? —Su voz es alivio a mis
heridas— Tienes que cambiarle el pañal a Estrella. —Voltea con una media
sonrisa y ella con una pijama muy pequeña.
—Pensaba, solo eso. —Le sonrío.
—¿En mí? —Se acerca peligrosamente y no puedo resistirme.
—También en ti —la pego hacia mi cuerpo— ¿Y ese traje?
—Es mi pijama—Se pavonea.
—Nueva entonces —pego mi nariz a la suya—. Muy sexy por cierto.
—Me encanta presumir… —toma mi rostro con sus manos— agradece
que tu esposa tiene lo suyo y no es pantalla plana. —besa mis labios con una
sola intención.
—¿Pantalla plana? —Respondo entre besos y me avienta al sofá para
luego caer en mi encima.
—Ajá… —Baja una tira de su hombro— Nada por delante y nada por
detrás. —Río ante ella.
—¿No dijiste que había que cambiarle el pañal a Estrella? —Pregunto
ahora tenso, está provocándome más de la cuenta.
—Ella sabe esperar. —Me ataca con sus labios y pronto me enreda en
ello. Joder, es tan posesiva… que termina excitándome.
—Dulce, Dulce… —le advierto y me separo— No ahora.
—¿Estás escapándote de mí o es mi idea? No nos hemos tocado en dos
semanas, es una ofensa patancito idiota.
—Dulce… —Suspiro— Ya te dije que…
—A la mierda tu excusa, quiero a mi marido. —Muerde su labio y se quita
la pijama de un solo tirón.
Su cuerpo ahora es el mismo de antes pero potenciado. Mi chica siempre
fue hermosa, pero ahora es mucho más allá de eso. Me abruma su piel desnuda
tan atenta hacia mí, sus caderas definidas atentando contra mi cuerpo, sus
besos de afrodita moldeando mi boca. Ella es mi debilidad y deseo. Juré no
tocarla, pero es casi imposible. Bastan 2 segundos… 2 malditos segundos para
lanzarme sobre ella y olvidar lo que pienso.
Entre besos vamos avanzando hacia la recámara donde puedo explorarla
de mil formas. Joder, estoy duro… pero deseo saborear su cuerpo. Beso su
boca con ansiedad enredando mi lengua contra la suya, jadeando en cada
suspiro, saboreándola de mil maneras.
—Sin ropa. —Exige y siento sus manos recorrer mi pecho hasta sacarme
el polo y luego el pantalón. Ella me toca como si estuviera ansiosa y eso me
provoca. Joder, me provoca.
—Cielo… —murmuro.
—Silencio, patancito —me besa— Solo sé bueno. —Tuerce su sonrisa y
aprieta mi trasero con fuerza, por lo que me vuelvo loco. Bajo mis labios por su
mentón, cuello y pecho hasta que me demoro en sus senos.
Deliciosos, grandes y… con buen sabor.
Mi lengua juega con sus pezones de forma rápida y en circular para luego
apretarlos con mis dientes hacia arriba. Amo verla disfrutar… y gime. Aumenta
el volumen a medida que voy tocándola por otros lados de su cuerpo. Grita mi
nombre cuando introduzco dos dedos en ella.
—Chris….
—Te amo, bonita. —Subo mis labios ahora a su boca y sello mis palabras
en ella para luego introducirme entre sus piernas de la manera más deliciosa
posible.
—Chris… —Jadea.
—¿Más? —La provoco. Joder, amo tener poder aunque sea en la cama.
Muerde su labio
—Eh… esto es mío. —Me muevo lentamente y capturo su boca para
saborearla. Mierda, es tan exquisito. Sus caderas chocan conmigo a medida
que subo la velocidad de mis movimientos. La penetro de forma suave hasta
descontrolarme porque simplemente ella me envenena. Acomodo sus piernas
como puedo y jalo una almohada para hacerlo más profundo. Mi miembro solo
choca fuerte en su interior sintiendo que voy a volverme loco, rogando a la vida
que esto no acabe nunca.
—Chri… —Vuelvo a besarla con furia mis reboto en su sexo.
Sin control subo mis embestidas y pronto la giro encima. Ella aprovecha,
lo disfruta. Se mueve sin perder el ritmo, dándome una vista agradable. Sus
senos grandes rebotan mientras su trasero se hace hacia adelante y atrás
sobre mí. Tomo con mis manos sus caderas para dirigirla hasta que se canse,
pero no se cansa.
—Eres insaciable. —Digo con la voz entre cortada, sentándome y
acomodándola, dejando un espacio doloroso en nuestros movimientos.
—Sigue—Gruñe y nos giramos de nuevo hasta que se sostiene con sus
manos mientras mi cuerpo se suma por atrás. Mierda, no lo controlo. Me vuelvo
un adicto a su piel cuando estoy con ella. Me hundo fuerte aumentando mi ritmo
de nuevo. Ella grita, yo me envicio. Presiono fuerte y me resbalo más y más
profundo. Aumento el ritmo a niveles que ni yo mismo entiendo. Cambio por
última vez de pose para poder mirarla, amarla, retratarla… y ella solo se aferra
a mí con uñas y dientes, con besos amargos, con pasión y deseo.
—Ah… —Jadea fuerte sintiendo lo que ambos sentimos.
—Te… amo —Digo por última vez gruñendo, gritando, jadeando aquella
palabra hasta que por fin nos liberamos.
Y vuelve el silencio, nuestros corazones al límite, energía dispersa por
todos lados. Lo hice de nuevo con mi chica, la madre de mi hija, la mujer de
mis sueños, pero esta vez siento agonía. Tontos sentimientos pasan por mí sin
siquiera pensar en lo que experimento.
—Nunca olvides que te amo, bonita… mi bonita. —Susurro y enseguida
abre los ojos cautelosa.
—¿Qué? —Se pierde un poco— ¿Qué estás diciendo, Chris?
—Te amo… —beso su frente—. Solo eso.
—Parece una despedida, sonó como una despedida. —Me salgo de ella
y acuesto mi cabeza en la almohada— ¿Qué diablos te pasa, Christopher?
***
El D.F se muestra caótico como siempre, pero es lo último que me
importa. Mientras Juan maneja el auto con lunas polarizadas, yo me dedico a
ver las fotos de mi princesa, ¿Estarán bien? Aquel nudo vuelve a torcerse en
mi garganta y solo cierro mis ojos.
No viviré tranquilo si no obtengo respuestas. No podría dormir sabiendo
que ese malnacido mató a mi madre y sigue violando niñas. No puedo,
simplemente no puedo. Lo intenté muchas veces, juro que lo intenté. Me
aferraba en la carita de mi Estrella, pero aquella sombra siempre regresaba. He
vivido un infierno.
—Está en el Hilton.
—Entonces vamos. —ordeno.
—¿Ahora? ¡No hemos planeado nada! —La mirada de Juan me enferma.
—¿Crees que voy a seguir perdiendo el tiempo? —Le contesto con rabia.
—Christopher…
—No me interesa, Juan. —Trago saliva— Han pasado solo unas horas y
siento que no respiro sin mi familia, necesito acabar con esto ahora.
—Estás pensando con el corazón —me dice entre dientes y da media
vuelta al auto mientras alisto mi pistola. El olor a pólvora no es mi favorito, sin
embargo es algo que he aprendido a tolerar.
—Ramiro llama… —Susurra Juan y pone el altavoz.
—No vayan al hotel —agrega— Hilton acaba de salir y va rumbo a la
Colina.
Juan y yo abrimos los ojos de inmediato, ¿La Colina? Mi mente se hiela,
los recuerdos florecen llenos de espasmos. Aquel lugar es un centro de
entrenamiento para la fuerza del gobierno. Niños, adolescentes y hombres son
llevados diariamente para pertenecer al servicio secreto. El lugar no es muy
cómodo, abundan las balas y los malos tratos. Uno no vuelve a ser el mismo
después de salir de ese lugar.
—¿Qué carajos hace en ese lugar? —Pregunto tenso.
—No lo sé, pero voy a averiguarlo. Les avisaré apenas pueda.
Reunámonos en la noche.
—¡No! —me quejo— Iré yo a averiguarlo. —Insisto y Juan rueda sus ojos.
—¿Tú, “patancito”? —dice lo último con ironía— ¿Qué has hecho tú todo
este tiempo? Ha pasado casi un año y no lograste capturarlo. Esto es para
profesionales.
—¡Cierra el maldito hocico, perra! —lo insulto—. El hijo de puta ha movido
bien sus fichas, el idiota de Gerardo lo ha escondido. También lo sabías y no
hiciste nada. —Me altero.
—¿No hacer nada? ¡No me dejaste entrar en acción! —Grita al teléfono.
—Bueno, basta. —Juan alza la voz— ¿Creen que ganaremos algo
peleando? Vamos a capturarlos con las manos en la masa. Tuve información
sobre una entrega de grandes cantidades de droga, pero no supe cuándo ni
dónde, solo que iba a ser esta semana.
—Estuve monitoreando al chino, hará envíos hoy de conservas en lata.
—¿Y creen que Gerardo se atreva a meterse en líos con sus superiores?
¡Por Dios! ¡Ese lugar está más monitoreado que un banco! —me quejo—. No
sean imbéciles, están yendo a otra cosa y vamos a averiguarlo.
—¿Vamos? Iré yo, las nenas se quedan en casa. Necesito refuerzos en
caso algo salga mal, ¿Quién llamará al equipo? Nos arriesgamos mucho si
todos vamos ahora. —Ramiro agrega y mi paciencia se agota.
—¡Vete a la puta mierda! —Grito— Iremos también y punto.
Corto la llamada.
Mi cólera hace que golpee la parte delantera del auto haciendo que Juan
pare de golpe. Las bocinas de los otros autos empiezan a retumbar en nuestros
oídos y no hace más que contener mi fuerza. Voy a matarlo, juro que lo haré.
Mi vista se nubla por la rabia infundida, los poros de mi piel solo secretan
impotencia.
Abro los ojos porque mi nena tosió y vuelvo a acariciar su rostro. Mi bebé
me mira como si pudiera entender todo y le sonrío.
—¿Lo extrañas, cierto? —Mi bebé me regala una sonrisa y mi alma se
sucumbe porque no soy mujer de terceras oportunidades.
Después de un tiempo más por fin se cansa y logro hacerla dormir
profundamente hasta que el zumbido de mi celular me hace abrir los ojos de
nuevo.
¡Maldita sea!
Lo tomo entre mis manos arrugando la vista. Juro que voy a tirarlo si esto
despierta a Estrella, pero no lo hace. Mamá duerme, mi hija también, así que
decido alejarme hacia la ventana para abrir mi nuevo mensaje.
Un video.
Mi boca se seca al ver cómo un hombre estira una soga hacia una puerta.
Todo es muy confuso, la imagen se distorsiona y me altero, ¿Qué tipo de broma
es esta? El hombre vuelve a escena y se posa en el otro extremo mientras
apunta con su arma a un mismo lugar.
Voces se proliferan, risas estúpidas que no puedo distinguir en un
principio, pero que pronto me hielan. Es él… su presencia, su estilo, su tono,
su voz…
Brando.
Chris
El lugar no me agrada, sobre todo por lo que viví cuando tuve que
alejarme de mi bonita. Juan me toma por sorpresa e impide mi paso mientras
me contengo, ¿Qué carajos planea?
—No, Christopher. —Es serio.
—¡Cierra la boca! —Pateo la puerta y misteriosamente no hay nadie,
entonces entro.
—¡No! ¡Christopher! ¿No lo estás viendo? ¡Es un cuartel sin gente! Es
sospechoso. Vámonos.
—No me iré. —Levanto mi arma y me arrastro por las paredes hacia el
patio principal.
No hay sonidos ni personas y es anormal, pero no importa. Ya no importa
nada. Voy a acabar con esto.
—Ramiro está llamando. —Juan vuelve a detenerme.
—Hay una cámara arriba, sigue nuestros movimientos. —Respondo con
otra cosa.
—No puedo interferir la señal hasta que conteste su llamada. —Juan se
excusa.
—Maldita sea —digo entre dientes—. Contesta.
Juan lo hace y puedo escuchar su voz a lo lejos.
—¡Salgan de ahí! ¡Es una trampa! ¡Una maldita trampa! —Grita llorando
y pronto explota un auto haciendo que volemos hacia el otro extremo.
Puedo ver con conmoción la pierna de Juan lastimada y mi cabeza
explotando. Malditos bastardos, no voy a dejarme vencer ahora. Por mi madre,
por mi hija, por mi bonita voy a hacerlo. Me levanto como puedo y escondo a
Juan tras otros autos.
—No, Christopher… No vayas.
—Nos tienen en sus manos, amigo. No voy a perder esta oportunidad. —
Palmeo su hombro—. Si no… —mi voz se hace apenas audible—no regreso…
por favor…
—No, iré contigo. —Insiste Juan.
—No, Juan. No es justo para ti. Si no regreso, dale la carta que te dí a
Dulce. Dile que la amo, dile a mi hija que jamás dejé de pensar en ella ni un
solo instante. Regálale un largavistas y dile que mire a las estrellas, porque yo
estaré con ella.
—Christopher… —Jala mi ropa— ¡No! Estás solo contra Gerardo y
Brando. Por favor, no… espera que pida refuerzos, espera que…
—Voy a enfrentar mi presente, amigo. Y arreglar cuentas con el pasado…
con mi padre. Con ese malnacido que violó a mi madre a los 14 años. Ajustaré
cuentas y así tenga que darle mi alma al diablo, lo haré para hacerlo pagar por
todo. Esta guerra es solo mía y terminará ahora.
Me mira perplejo y solo salgo dando la cara entre el fuego. Tengo la ropa
rasgada, dolor de cabeza y hasta sangre en partes de mi cuerpo pero no
importa, es ahora. Disparo hacia el aire y veinte hombres me apuntan
enseguida con sus armas.
—Me quieren vivo, ¿No es cierto? —Sonrío—. Pues bien, díganle a ese
par de maricas que estoy dispuesto a enfrentarlos.
Vendan mis ojos y sé que estoy siendo dirigido a un pasillo largo. Camino
en silencio y solo pienso en mi madre, en mi hija, en los ojos de mi bonita. Lo
siento, de verdad lo siento —esbozo palabras que quizá se lleve el viento,
ansiando un futuro que quizá no suceda.
Paramos delante de una puerta y los hombres se alejan. Quieren que
abra, lo sé, y no voy a negárselos. Escucho mi corazón latiendo a mil por hora
haciendo que mis manos suden más rápido. Mis dedos se centran en la manija,
una especie de asfixia consume mi cordura para luego volver a la locura.
Tiemblo, no puedo evitarlo. Ha llegado el momento, el momento de enfrentar la
verdad que tanto he callado. El momento de pararme en su delante y decírselo.
Abro la puerta y enseguida siento cómo una bala se dispara de un arma.
La pólvora vuelve a tupir mis sentidos y todo pasa en cámara lenta. Mi vida,
mis sueños, las risas de mi hija a lo lejos. Trago saliva sintiendo nada y a la vez
todo. Un golpe en mi pecho resuena sin saber por qué, recuerdos vuelven a mí
como fantasmas… y mi madre, mi madre sonríe como cuando tenía miedo.
Confusión, extrañez, soledad.
Caigo de rodillas con lágrimas en los ojos al darme cuenta que estoy
completo, vivo y que fui víctima de los reflejos rápidos de mi cuerpo. Me agaché,
fue una maldita trampa. Alguien preparó este artilugio conectando una soga
que dispararía al abrir la puerta.
Miro hacia todos lados y veo una sombra, una sola persona que camina
lentamente hacia mí para luego darme la cara. Es él, mis pulsaciones
aumentan. Sale de mí la rabia, vergüenza y venganza al mismo tiempo. No lo
soporto, no puedo controlarme porque toda mi vida he vivido recordándolo.
Hago puños, los gritos de mi madre aparecen como pesadillas.
—Una vez te perdoné la vida, pero ahora… no vivirás para contarlo. —
Saca su arma y me apunta directo a los ojos.
—Pagarás por todo lo que le hiciste a mi madre, Brando.
—¿Tu madre? —Ríe alto.
—La mujer que violaste a sus 14 años y a quién mataste. —Subo mi
arma lentamente y le devuelvo el acto, apunto en su cabeza y ninguno de los
dos baja el arma.
Especial Macarena
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el
alma” Julio Cortázar
Macarena
Las voces están ahí… como si hubiera sido ayer, como si no existiera
más que el silencio. Miro la fotografía de aquel cuadro blanco viejo y no puedo
evitar sentir escalofríos, ¿Qué nos pasó? ¿Por qué de esa forma?
Elevo un suspiro mientras sigo mirando el reloj. Christopher debería estar
aquí y no ha llegado, por lo que lógicamente me preocupo. Ese muchacho es
muy osado, quizá no mide el peligro, y necesito enseñarle mis cartas, letras
que jamás podría entonar en mi boca porque me da miedo.
Cierro mis ojos mientras escondo un pedazo de papel doblado tras la foto,
¿Podrá perdonarme algún día? Jadeo, soy su madre, algún día va a
entenderme. Quizá cuando se le quite de la cabeza esa estúpida venganza y
se dedique a recuperar su matrimonio.
Matrimonio….
Una sonrisa sale de mis labios cuando escucho aquella dulce palabra.
Quería casarme, tener muchos hijos, pero a veces la vida actúa de forma
extraña. Un día estás en un lugar y mañana en otro. Y, aunque hayan pasado
muchos años, aún vivo llena de recuerdos… aquellos que me sostienen para
no morir por la realidad.
10 de febrero, Casa grande.
Mis manos temblaron sin control cuando lo miré por la ventana. Estaba
ahí… decidido, loco por una locura que ambos habíamos creado y fue
maravilloso vivirla, aunque no significara nada.
Mamá le abrió la puerta y él pasó hacia la sala, lo sé porque pude
espiarlos, entonces toda mi historia pasó de largo.
—Quiero casarme con su hija —dijo, y mis piernas se doblaron al instante.
El silencio fue la gota máxima de tensión en la sala, hasta que los gritos
de mi madre hicieron despertar a todo el vecindario.
—¿Estás loco, mocoso? Mi hija es una niña, apenas y va a cumplir 14
años, además… eres un simple hijo de vecino, ¿Lo entiendes? No quiero eso
para ella.
Sus ojos brillaron de rabia, pero sabía que no iba a desistir.
—Quiero a su hija, señora. Desde que éramos niños.
—Entonces deberías saber que ella ya está comprometida…
El aire se detuvo, o al menos eso sentí . Mi mente no dejaba de atacarme,
entonces decidí intervenir. Corrí hacia su pecho y lo abracé fuerte para que no
me soltara, pero mamá me jaló de los pelos y envió su última advertencia:
Tú jamás podrás llevarte a mi hija, jamás Santino.
Hoy
Christopher no llega y salgo de mis recuerdos.
Ese día fue el más horrible de mi vida. Lloré como una magdalena y recibí
golpes de mi madre por primera vez. Mi padre se enfureció, mis abuelos se
pusieron en mi contra y los padres de Santino simplemente se alejaron de mí.
Todo fue un caos, un caos por decir la verdad de nuestro amor.
Me enamoré de ese chiquillo sencillo cuando tenía 10 años. Él era nuestro
vecino, cada vez que salía a juntar flores no podía describir la emoción que
sentía en el estómago. Primero fuimos amigos, luego chiquinovios. Un
noviazgo tierno, puro y bonito. Ni siquiera dejé que me besara…. No hasta que
cumplí 12 y mamá me dijo que ya no era una niña… sino una adolescente que
empezaba a crecer.
Y fue hermoso, viví un cuento hasta que mis pensamientos se
confundieron cuando me crucé con él…
Brando.
Cuando lo conocí me pareció un chico lindo. Era el típico niño guapo que
todas las chicas querían, pero había algo en él que no me gustaba, por lo que
decidí alejarme… pero no mi familia.
Mamá era amiga de su madre y él siempre venía a visitarnos. Cuando
éramos niños solíamos llamarnos los tres mosqueteros: Brando, Santino y yo.
Corríamos por el pasto persiguiendo una pelota, jugando a los exploradores,
saltando soga. En ese tiempo todo era más fácil, hasta que las cosas
cambiaron. La madre de Brando se lo llevó a estudiar lejos y cuando volvió ya
no era el mismo.
—Vas a casarte con mi hijo, lo sé cariño. Eres tan linda… —Solía decirme
la Señora Hilton y yo solo sonreía por cortesía, pero en el fondo tenía miedo.
¿Cómo los padres pueden hacernos un futuro? O quizá maldecirnos en
ello.
Me levanto con el alma en un hilo de nuevo y me acerco hacia la ventana.
Es tarde, Christopher debería estar aquí y no ha llegado. Mi corazón sucumbe
ante la idea de peligro, he vivido con miedo todos estos años y no soporto que
siempre esté metiéndose en problemas. Últimamente ha estado raro, muy raro.
—Quizá ella sepa… —Tomo el celular y miro el número de Dulce— Ay,
no, mejor no. Sé que están peleados… —me digo y no puedo evitar sonreír.
Cuando Chris me dijo que estaba enamorado de una chica no pude
creerlo. Jamás usó la palabra amor con ninguna, entonces supe que ella iba a
ser especial. Lo vi llorar por ella, luchar por su amor. Estuve ahí con mi
pequeño… era la primera vez que lloraba por una chica, pero no era cualquier
muchacha, sino alguien especial: Brillaba como una estrella.
—¿La besaste sin permiso?
—Ajá —Sonrió y sequé sus lágrimas— Pero es inútil, ma. Ella es como
un torbellino, arrasa con todo sin importar nada.
—Y los hombres son unos tontos —Le dí un coscorrón— ¿Qué cosa le
hiciste?
—Nada, ma. Lo juro.
—Entonces seré tu cómplice, ayudaré a que te de bola. —Le sonrío—.
Es la hija de los Evans, ¿Cierto? Los conozco y la he visto. Esa muchacha es
muy especial, jala la vista de todos los hombres.
—No me estás ayudando, mamá. —Se tensó.
—¿Celoso, hijo? A las chicas les gusta, aunque digan que no. Tengo un
plan, ejecútalo y terminarás casándote con ella.
Mi hijo me hizo caso —pienso y río—y la chica bonita terminó siendo su
novia. Al principio me molestaba que pasara tanto tiempo con ella, pero terminé
aceptándolo. Ambos estaban descubriendo el mundo… y el sexo.
—¡Mamá! —Chris gritó cuando abrí su puerta, entonces bajé la mirada.
Dulce estaba desnuda riendo y mi hijo solo avergonzado.
—Lo siento.
—Mamá… —Se levantó y cubrió.
—Hola, suegra. —Dulce sonrió y levanté la mirada. Oh… era una niña tan
tierna y… muy desarrollada.
—Cariño, ¿Se cuidaron, cierto? —Le dije ignorando a mi hijo. Siempre
quise tener una hija y ví a Dulce como una.
—Ajá.
—¿Qué mierda es esto? —Christopher estaba indignado.
—Tu mamá y yo somos amigas, patancito. —Le sacó la lengua, era tan
adorable. Su cabello lacio, su rostro joven, las hormonas revueltas.
—¿Enojarse? ¡Por favor! Has dado tu vida por él y eres una mujer joven…
Ni siquiera pasas los 40, te mereces una segunda oportunidad y él deberá
entenderlo.
—Por favor… —muerdo mi labio—. Le he mentido a mi hijo todos estos
años haciéndole creer que él era el hombre de la casa, que su madre y él….
—Entenderá que eres una mujer que ama, Maca. —Acomoda mi cabello
y le sonrío a medias.
—Sigue con esa estúpida idea de…
—¿Vengarse? —Suspira—. Tú no te preocupes por nada, Maca. Por
nada. —Besa mi cabello y se sienta a esperar a Christopher conmigo.
¿Qué diría si lo ve aquí? Sé que él será un padre para él si lo acepta.
La angustia es tremenda, no puedo sentirme en paz por alguna razón,
¿Dónde demonios está mi hijo? Llamé a Dulce y no contesta. Necesito
buscarlo, necesito decirle toda la verdad. No puedo esperar más. Tiene que
leer mis cartas, los sentimientos que he guardado durante muchos años.
Al pasar una hora Él se va y me deja sola de nuevo. La mañana y tarde
caen, entonces vuelvo a estremecer. No es un día normal, es un día raro.
“Calma” —vuelvo a decirme— y empiezo a dar vueltas por todos lados. Tomo
una taza de té y la llevo a mi boca sin dejar de rezar.
Señor, cuídalo. Protégelo. Guarda su vida, aunque yo no pueda estar
cerca.
De pronto un sonido se entierra en mis oídos y el corazón empieza a
desatar latidos sin control. Respiro lento aun mirando a la ventana, sin querer
mirar hacia atrás. Escucho unos pasos y una cadena siendo arrastrada por el
suelo.
Esa cadena….
Suelto mi taza y grito, grito como aquel día horrorizada.
—Macarena. —Volteo lentamente y no puedo respirar. Su sonrisa
extraña, su voz profunda, sus ojos llenos de tentación y deseo.
Mi nombre en sus labios solo evoca recuerdos que quizá nunca pueda
superar. Una cena, la soledad de mi casa, su olor incesante.
“No lo hagas” —grité corriendo hacia mi recámara, entonces aquel sonido
se hizo aún más profundo.
“Perdóname” —Sonreía mientras arrastró aquella cadena.
“Por favor, no lo hagas” —Lloré arrodillada, asustada, llena de miedo.
“Si no lo haces morirás, además… te va a gustar” —Bajó su cierre y me
obligó a abrir la boca. Lloraba mientras lo hacía porque era una niña… ni si
quiera imaginaba qué era aquello.
“Vete” —Dije cuando acabó.
“No he terminado” —Su voz, sus ojos, su piel blanca se arrastró hacia mi
cuerpo descubriendo mi alma, mi inocencia, mi vida entera. Abrió mis piernas
desgarrando mi ropa y se introdujo de la peor forma posible moviéndose como
un loco, gritando en mi oreja mil veces “perra, perra, perra”
No dije nada, solo lloré con el alma.
Abrí la boca sin emitir sonido, intentando sacar mis sentimientos y la
impotencia de ese instante, pero fue en vano. No salía. Estaba tapada, muda,
muerta… con las manos amarradas en una cadena.
Cerré los ojos y pedí que terminara, pero los minutos se hicieron eternos.
Desde ese día murió Macarena. Desde ese día el día se volvió noche. Desde
ese día no tengo alma.
La peor cobardía que puede hacer un hombre es forzar a una mujer,
quitarle el respiro… su vida, su esencia. La sangre rodó por mis piernas y mil
demonios vinieron encima. Terminé en una clínica y mis padres no dijeron
nada, nunca dijeron nada. Solo callaron. Lo supieron, siempre lo supieron… y
culparon a un inocente.
“A veces uno es ciego por decisión propia. Para no seguir viendo lo que
duele”
“Una chica buena conoce sus límites, una mujer inteligente no tiene
ninguno”
No hay nada más delicioso en el mundo que estar bien contigo misma.
Mis tacones resuenan por el Four Seasons Hotel mientras no despego la
vista de largo. Ser cándida no es lo mío, por lo que no me interesa poner mi
cara de mierda mientras paso delante de los empleados. Me respetan por cómo
soy y me ha funcionado aunque a algunos les moleste. Mi misión en este hotel
está casi lista, dejaré el trabajo en unos días para volver a uno de mis proyectos
iniciales y no dejaré mi foco. No por ahora.
—¿Alguien tiene algo que decir? —Suspiro y nadie habla, entonces
asiento complacida. Son muy eficientes ahora. No por nada este hotel se ha
convertido en un imperio.
—¿Tienes un segundo, Dulce? —Asoma mi nueva presa por el marco de
la puerta y sonrío hasta que caminamos juntos por los pasillos hasta llegar al
Lobby.
—¿Si? —Ladeo mi cabello, nunca falla.
—¿Estás segura que quieres hacer esto? —suplica—. No me gustaría
perderte.
—Tengo que buscar nuevos horizontes, Héctor. —Insisto y me veo
reflejada en sus ojos.
¿Vanidosa? Mucho y lo acepto.
Me siento bien cuando domino mis terrenos, sobretodo en el ámbito
laboral. Han pasado casi 2 años desde que llegué a Hawaii y todo ha sido
maravilloso. Conseguí un excelente trabajo en el Hotel más cotizado de la zona,
gano lo que quiero y encima estoy cerca del mar. Mi vida ha sido normal y es
lo que más me importa. Mi hija ha crecido mucho y está bien, no puedo pedir
más por ahora.
—Aquí los tienes… —Suspira, traga saliva y me enrieda la mirada en sus
ojos.
—No y lo sabes. —sonrío.
Hace una pausa, resopla, ríe.
—¿Sabes? No puedo sostenerte la mirada, eres… preciosa.
—Lo sé. —respondo.
—¿Lo sabes? —encarca una ceja. Es otro idiota que se sorprende por mi
actitud.
Asiento.
—Usualmente las mujeres no lo aceptamos, pero soy diferente. Me sé
hermosa. Me siento hermosa y sé lo que valgo, ¿Qué hay de malo en eso? Esa
mierda de la sencillez no va conmigo. Ya sabes cómo pienso.
Sonríe.
—Por supuesto. Y es por eso que deseo que te quedes con nosotros.
Mira, hablé con los directores americanos y estamos dispuestos a duplicarte
los ingresos.
—Ya lo hemos hablado, Hector .Tengo nuevos proyectos. Ensueña es
uno de ellos.
—¿Tu cadena de hoteles en Hawaii? ¿Nos harás la competencia? —
Bufa.
—Es simplemente otro formato. Invertí mucho dinero en ello, no me
puedo fallar a mí misma y es una decisión que he tomado hace mucho tiempo.
No soy conformista. No podría ser la trabajadora de otros toda mi vida, ¿Me
dejo a entender?
—Te admiro. —Toma mi mano y la besa. Asco, cursi, tonto, pero solo le
sonrío fingiendo como zorra enjaulada.
—Busco mis intereses. —añado.
—Eres una mujer inteligente. —Toca mi brazo. Alerta.
—Lo soy… —suspiro sin quitarle la vista—, y como lo soy te digo que soy
exigente también.
—¿Entonces qué necesito para calificar? —Se acerca a mí.
—Una… pequeña inversión. —río y sé que me entiende. Quiero ir con
todo, pero para ello necesito un inversionista en ensueña. Alguien que soporte
posibles retrasos con dinero. Cruzo mis brazos satisfecha, he logrado domar a
este hombre por mucho tiempo y… no está nada mal.
—Me vuelves loco —ríe conmigo.
—Lo sé. —Levanto los hombros.
—¿Te espero esta noche en la cena de gala? Hablaremos sobre
negocios.—Aclara la garganta, sus ojos se encienden. Noche, gala… sexo. Es
tan predecible y patético que seguro me propondrá tomar una copa de vino en
su departamento.
—Por supuesto —miro el reloj—.Debo irme, es el cumpleaños de mi hija.
—Dale mis saludos.
No le contesto, solo lo ignoro. Nunca falla… dejar picado a un hombre
que le interesas hace que se esfuerce aún más por llamar tu atención. Es
simple y sencillo, quizá si todas las mujeres lo hiciéramos al menos una vez en
la vida descubriríamos que hay una loba poderosa dentro.
Camino moviendo mis caderas, mirando mi celular, pasando mi mano
suavemente por mi falda. Mi humor no es el mejor ahora, pero he fingido bien.
Subo al auto y el chofer me lleva a lo que probablemente me estresará todo el
día.
Niños.
No los soporto, solo a mi hija.
Mamá llama a mi móvil pero decido no contestar. Sus sermones sobre la
maternidad, divorcio y pecado me tienen sin cuidado. Soy una mujer hecha y
derecha y, aunque sea mi madre y la quiera, no pienso aguantar más de sus
líos.Al llegar a casa veo todo un movimiento fuera. Hombres, mujeres,
ayudantes… todos colaborando para lo que será la fiesta hawaiana de mi hija.
Se quedan quietos al verme pasar, entonces solo los miro.
—¿Todo bien? —Pregunto con determinación, en realidad me gusta lo
que veo.
—Sí, señora. —responde uno de ellos y me adentro en casa.
Un grito y llanto hacen que me altere más, pero no me alarmo. Subo a mi
habitación y dejo mis cosas para luego entrar a la recámara de mi pequeña.
Estrella llora desconsolada luchando con Margarita, su nana. Otra vez no
quiere ponerse protector solar y me estresa.
—Pónselo. —Ordeno y Margarita lo hace en contra de su voluntad.
Estrella me mira y corre hacia mí llorando.
—Ño…
—Sí. —Me siento en su cama y decido ayudar. Cuando toco su carita solo
se queja. Dios… la amo pero necesito mucha paciencia—. Ya estás lista, cielo.
Ya pasó.
Limpio sus lágrimas y salta apenas escucha el timbre. Mira hacia la
ventana y puedo ver su carita decepcionada al ver que son sus amigos, quizá
porque en el fondo espera a… el idiota.
No voy a mencionar su nombre, no ahora.
Sonrío y la llevo de la mano hacia la entrada. Odio profundamente a las
madres de esos niños, pero finjo de nuevo como siempre. Las invito a pasar y
lo primero que hacen es mirar la mesa. Patéticas.
Los niños empiezan a correr, todos vestidos de hawaianos, junto a
Estrella. Doy gracias al cielo porque es todavía una niña… y se le pasa rápido
todo. Grita, ríe alto y corre por la arena como toda una princesa. No puedo dejar
de mirarla… es hermosa. Su cabello es claro y tiene pequeñas ondas. Sus
ojitos grises verdosos me hacen ver el mar. Su pequeña piel me estremece
cuando me abraza… y odio los abrazos.
—Señora, tiene una llamada… —Margarita se intimida.
—Dame el teléfono —Estiro mi mano y corto. No necesito ver quién es—
. No quiero llamadas, tira ese maldito teléfono al mar. —Ordeno y ella solo se
va.
Jadeo contenida y vuelvo a mirar a mi hija con lentes de sol en mis ojos.
No puedo pedir más porque la tengo conmigo, aunque a veces no pase mucho
tiempo con ella. Estrella es lo más lindo que me regaló el cielo, mi pequeño
puntito rosa hecha milagro. Me volvería loca si no está y defenderé su
compañía con uñas y dientes así tenga que morir en el intento.
—¡Duce! ¡Duce! —corre gritando hacia mí y ruedo los ojos.
—¿Si, niña? —respondo. Me dice “Duce” cuando quiere y “mamá” cuando
le conviene, entonces le dije que le diría niña si sigue haciéndolo.
—Queio helao —sonríe.
—Has estado enferma, Estrella. No.
—Queio… —se enoja y luego llora. Por Dios…
—Escúchame bien —sostengo su cara—. Las niñas bonitas jamás lloran.
Sabes que no conseguirás nada así —Limpio sus lágrimas—.Pórtate bien y te
daré helado caliente más tarde, ¿De acuerdo?
Asiente y sonríe.
—¿Por qué no partimos el pastel ya? —Insisto, no soporto a esos niños.
—Papi… —Sonríe y esa palabra me estremece. Me quedo quieta.
—No vendrá —soy directa.
—¡Papi! —estira el bracito señalando la puerta y grita como loca,
entonces cierro los ojos furiosa. Estrella solo corre hacia él y siento un nudo en
el estómago. Yo la parí, yo soporté el dolor de tenerla, ¿Es justo acaso que
prefiera al idiota?
Me enojo, mucho.
Él solo destruye lo que con esfuerzo construyo.
Mi niña se lanza a sus brazos y estoy estallando en furia. No se
desprende, lo besa como si no hubiera mañana y él a ella.
—Jamás faltaría al cumpleaños de mi princesa.
—Papi… —Pega su cabeza a su pecho y luego se mete el dedo gordo a
la boca.
¡Me pone loca que lo haga! ¡No es una recién nacida!
Rechino los dientes y juro que voy a matarlo. No soporto verlo. No soporto
tenerlo cerca y mucho menos ahora. Le advertí que si venía tendríamos más
problemas y simplemente no le importó nada. Juro que lo intenté, intenté todo…
pero no se puede.
—¿Dónde están tus amiguitos?
Estrella lo lleva con los niños y el hijo de puta juega con todos como si
fuera un gran papá. Me caga que lo haga, me hierve la sangre cada vez que
queda bien con mi hija. Me siento en la poltrona mientras lo examino. Se ha
cortado el pelo, ha ido al gimnasio y encima tiene el puto anillo.
Hijo de puta
Intento distraerme mirando mi celular, pero simplemente me desenfoco.
Control, Dulce, control. No me habla, no le hablo. Pasa un tiempo y le cantamos
feliz cumpleaños a nuestra hija, pero ambos somos un témpano de hielo.
Termina todo y me voy inmediatamente a mi recámara. No lo soporto. Lo
golpearía si es posible ahora mismo.
—Hector, ¿Estás libre? —Insisto con una llamada—. Quizá llegue más
temprano, claro… está bien. Te confirmo que sí tomaremos esa copa de vino
pendiente, por supuesto. Hablaremos de… muchas cosas. Ajá, gracias. —
Sonrío y cuelgo para luego encontrarme con su mirada.
—¿Hablando con tu amante? —enarca una ceja.
—¿Quién mierda te crees? —exploto—. Lárgate de aquí. Nadie te llamó.
Tienes una demanda, ¿Lo sabes, cierto?
—Porque… tiene que trabajar. —le sonrío, toda mi furia va pasado poco
a poco.
—Queio mami aquí —llora— y a ti tamben.
—Cielo… —La abrazo y siento que me destruyo poco a poco. Mis ojos se
quiebran porque estoy herido, muy herido. Si mi niña fuera mayor quizá
entendería… pero es solo una niña de 2 años que quiere a sus papás juntos.
Juro que lo he intentado, lo he dado todo.
Acepté sus condiciones al principio. Tuvimos noches interminables de
sexo sin compromisos. Fui amable, gentil, hice lo que ella quería… pero me
harté. Verla coquetear me genera ansiedad. Siempre he respetado su
naturaleza, porque sé que es una mujer hermosa, pero no soporto verla así…
como si no tuviera un esposo.
No lo soporto y no le interesa.
Odia que vaya a México, pero no puedo despegarme de ese país.
Después de lo sucedido solo me he la pesado trabajando para ellas… en
todos los sentidos. Nunca terminarás con la maldad, pero puedes controlarla.
Y mi misión es protegerlas ante todo, aunque ella no lo sepa, así sea lo último
que haga.
—No llores más —limpio sus lágrimas.
—Ño te vayash…. —ruega.
—Está bien, me quedaré contigo hoy.
Sonríe y mi alma se ilumina.
—Vamo a jugal.
Ruedo los ojos con ternura y sé que me espera una sesión de maquillaje
para niñas, pero soy un pisado con ella. Toca mi pelo y agradezco que esté
corto. No puede peinarme con sus dedos así que lo hace con su peine morado.
Le sonrío cada vez que me invita el té y finjo tomarlo como si fuera verdadero.
Prende la música es su ipad y solo bailamos juntos.
Bartolito… Baby shark…. Frozen
Puntito rosa dice que soy Elza y le creo, solo admiro su pequeño rostro
iluminado al verme con ella. Mi princesa es lo que más amo en este mundo y
no quiero perderla.
—Papi… —sonríe— ¿Mi legalo?
Oh, cielos…
—Lo había olvidado, aquí está. —Me levanto de la cama y busco un
paquete. Sonríe al verlo porque sabe lo que es.
—Gacias patacito.
La como a besos y luego la baño, cambio y peino. He amado hacerlo
desde que era solo una bebita. La noche cae muy rápido y mi ansiedad
aumenta porque sé que esta noche hay una fiesta en el Four Seasons y que
posiblemente ese idiota la lleve a su departamento.
—Duerme, cielo. —Miro el reloj y son las 8:00pm
—Papi… ño te vayash, po favol.
Sus ojos traen a mí un flashback que no puedo olvidar…Ella pidiéndome
lo mismo. Yo esa noche en la cabaña…
Desperté y no la encontré en la cama, la busqué desesperado hasta que
leí su carta.
Me quedé en shock cuando torné sus últimas palabras y simplemente el
corazón se me partió en mil pedazos. No soporté el dolor, solo lloré como un
niño herido, hasta que voltee el papel y entendí todo.
Ella me había dado lo que jamás le ha dado a nadie en su vida… una
tercera oportunidad y realmente creí que todo iba a solucionarse.Tomé el
primer vuelo desesperado. Sabía que era Hawaii pero jamás supe dónde
estaba. Busqué, Juan por supuesto ayudó, hasta que dí con ella.
Lo demás… es solo historia.
Noches apasionadas, besos en la cama, pero luego el hielo volvía. Quería
abrazarla y no me dejaba… simplemente no era mi bonita. Solo podía ver a
Estrella los fines de semana y no dormía con ellas, pero acepté. Como un tonto
acepté hasta que me dí cuenta que fue peor. Me desesperaba intentando ser
paciente, pero tengo mis límites. Solo eso. Necesitaba a una esposa, a mi
chica, a mi amante, a la madre de mi hija a mi lado pero solo se refugió en ese
trabajo… y en ese hombre.
Poco a poco las salidas con él aumentaron bajo la excusa del trabajo,
entonces decidí seguirla siendo una sombra de nuevo. Inventigué al tipo y me
llevé una sorpresa. Por fin ahora tengo las pruebas suficientes para
desenmascararlo. Mi corazón explota cada vez que lo pienso y no comprendo
por qué busca en otros lo que yo puedo darle con el alma.
A veces la veía ida mirando a la ventana… y a la luna. Besaba su cuello
hasta que terminábamos acostándonos, pero luego era Corazón de hielo.
Mil veces Corazón de hielo.
Intenté hablar, pero siempre me evadía. Tuve mis sospechas y en un
momento creí saber el motivo, pero jamás me atreví a decírselo. Ella jamás me
perdonó por haber herido su alma hace 5 años y quizá lo ha intentado.
Me aferré a la relación, pero día a día iba alejándose. Usó de excusa mi
ida a México para terminar todo. No había más patancito en su vida, pero sí
salía con ese hijo de puta.
Me jodía verla tan amable con un hombre que no era yo, entonces entendí
que quizá ya no me amaba… pero mi corazón seguía aferrándose a un
imposible.
Le hice mil cartas, pero todas fueron desechadas.
Intenté hablarle, pero me cortaba el teléfono.
Podría soportar todo, menos esto.
Estrella se ha dormido en segundos y me levanto con cuidado. La
ansiedad me genera incomodidad, por lo que salgo de la habitación para no
despertarla. La veo caminar sin que se de cuenta, lleva un vestido rojo vino
apretado y.. está hermosa.
Solo suspiro.
Estoy loco, loquísimo. Debería irme con mi hija y no volver más, pero la
amo… con todas mis fuerzas. La miro en silencio admirando su belleza.
Realmente es una mujer de hielo que sabe lo que tiene y es lo que más me
atrae de ella, pero por otro lado me angustia.
Sus ojos, su boca, su rostro perfecto.
Es una bendita amarga, mi esposa… y quizá sea necesario enfrentarla.
Puedo perder pero también ganar mucho, así que decido darme una última
oportunidad.
Voy a malograr su noche —sonrío— y a recuperarla.
Dulce
Parpadeo al ver mi móvil lleno de mensajes, ¿Esto es una broma?
Me encolera no poder tener un día tranquila, pero es lo último que debo
aguantar de ellos. Voy a irme, pondré mi propia cadena hotelera y regirán mis
reglas. Es lo único en lo que debo pensar, lo demás no debe importar.
—Señora, su taxi —dice Margarita—. Se ve muy guapa.
—Gracias —contesto—, ¿Estrella se durmió?
—Sí. —Solo dice y no decido preguntar más.
Pasan algunos minutos antes de llegar al Four Seasons de nuevo. Mi
mente tiene un solo objetivo: Héctor y sus posibles inversiones en Ensueña,
además de otras cosas.
Un clavo saca al otro —resuena en mi mente desde hace días. No me he
acostado con otro hombre desde que Christopher reapareció en mi vida y en el
fondo entiendo la situación perfectamente.
Mientras Él siga en mi camino jamás podré cumplir mis metas.
Suspiro tensa pero se me pasa al ver la hermosa decoración del Hotel,
felicitaré al decorador por su trabajo. Al ver a unos amigos solo sonrío, los
saludo y conversamos un rato, pero pronto mi objetivo me busca.
—Dulce… —toma mi brazo con total desvergüenza.
—Hola —sonrío.
—Te ves hermosa. Ese vestido… impresionante.
—Volverás a mentir
—Intentaré ser perfecto, entonces. Perfecto para ti, para mi amor.
—Christopher…
—No quiero alejarme de tu lado —pega sus labios a los míos— No, mi
amor. No lo hagas. —Se quiebra y mi corazón se hunde con el suyo.
—Es inevitable… —intento no hablar más.
—Pero te quiero, me quieres, tenemos a nuestra bebé… estamos
completos.
—Tengo sueños, metas y tú…
—Yo estaré apoyándote y ahora entiendo que no puedo cambiarte, pero
sí aceptarte como quieras ser en el mundo. De cabello rojo, negro, blanco o
gris. De vestidos largos, cortos o escotados. De Hielo si quieres, pero jamás
me alejes de tu lado.
Abro la boca para emitir mis palabras pero aprovecha y captura mis
labios. Joder… no de nuevo. Me alza en sus caderas con facilidad y mi vestido
se sube ante el movimiento. No lo soporto, no puedo con esto. Intento cerrar la
boca para terminar el beso pero es irresistible. Él tiene la capacidad de
romperme y construirme de nuevo. Él hace que mi lado más limpio y sucio
salgan a flote. Pierdo la cabeza cuando sube su mano por mis piernas y mete
su eléctrica lengua hasta el fondo.
Oh… rayos.
Lo deseo con toda mi alma ahora y me vale mierda si estamos en una
playa. Me aferro a él con uñas y dientes mientras experimento cambios en mi
cuerpo.
—Te amo… mucho. —susurra en mi oído mientras lo lame. Es tan
excitante su lengua en mi piel que solo deseo tenerlo dentro. Me mira y lo miro.
Nuestros ojos dicen lo que la voz no puede decir en este momento. Vuelvo a
besarlo y entierro mi aliento en el suyo.
Me vuelve loca, una perra en celo.
Bajo mis manos suavemente por su pecho hasta que logro abrir su
camisa. Paso mis manos por sus pectorales y luego me dirigo a su espalda.
Ahí entierro mis uñas cuando siento su dedo en mi ingle y muerdo mis labios
cuando llega a mi clítoris.
—Te odio tanto… —digo, enojada y a la vez tranquila.
—Odiame entonces. —sonríe y me besa de nuevo mientras mueve su
dedo en mi centro.
—Aléjate de mí, Christopher —jadeo
—Jamás —baja su otra mano hasta mis senos y en un acto animal estira
mi escote hacia abajo dejando libre mis pechos. Lo miro exhausta y excitada,
entonces deja todo para elevarme y poder besar lo que más le gusta de mi
cuerpo. Me enarco hacia atrás cuando lo hace tensando hasta mi trasero. Él
solo se dedica a chupar mis pezones con fuerza para luego tomarlo entre los
dientes. Es un niño a veces, pero me gusta.
—Está muy oscuro cielo, nadie va a vernos. —Besa ahora mi cuello. No
hay luz, solo las estrellas, y en el fondo no me importaría si fuera distinto.
—Chris…
—Sh… —Destruye mi ropa interior y ahora hunde dos dedos. Estoy
exhausta sintiendo que mi peso vence mis piernas, pero vuelve a acomodarme.
Gimo cuando sus dedos se mueven circularmente y contengo el grito cuando
de la nada hunde su sexo en mí, ¿En qué momento se bajó el pantalón? No
me interesa. Ya nada me interesa.
Se mueve lento torturando mi paciencia mientras su boca busca la mía
desesperadamente. Aumenta su velocidad a medida que yo me voy amoldando
a su toque y solo quiero llorar. Cierro mis ojos con fuerza evitando recordar ese
día, 16 años, era solo una niña virgen que quería experimentar. Ahora se
vuelve un poderoso cemental y sus cambios me rompen. Se hunde fuerte en
mí haciéndome rebotar sobre él no sé cuántas veces, rasguño su piel, me
acelero y no puedo soportarlo. Pego mi boca en su hombro jadeando mientras
sigue cogiéndome como nunca y me encanta, maldita sea, me encanta.