Está en la página 1de 858

Una chica buena conoce sus límites, una mujer inteligente no tiene ninguno.

Solo deseaba tenerlo en sus brazos una vez más cuando despertó desnuda en
aquella cama. Experimentó el más crudo dolor con su abandono, pero aun así
tomó sus pedazos para ser hielo y renació del fango siendo fuego.
Lo que no te mata, te hace inteligente. La chica buena había muerto. Aprovechó
su talento, belleza y sensualidad para ser el gancho de sus propios sueños. El
éxito se volcó contra su cuerpo, estaba a punto de alcanzar su meta más
preciada pero no contaba con un inesperado encuentro con el pasado.
Él, el hombre que la hizo más fuerte había regresado convirtiéndose a la vez
en su mayor debilidad... y deseo.
Flor Di Vento
Corazón de Hielo
Copyright © 2015 Flor Di Vento All rights reserved.

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total, ni


parcial, de este libro; ni la recopilación en un sistema informático ajeno; ni en
otro sistema mecánico, fotocopias (u otros medios) sin la autorización previa
del propietario de los derechos de autor.

Prohibida la copia parcial o total de la historia. No se permite ningún tipo de


adaptaciones, transcripciones y/o almacenamiento de la misma.
Obra registrada en el Sistema nacional de derechos de autor, República del
Perú y Safecreative. ©

Redes sociales de la autora:

Facebook: /groups/spotter.mad.max/ Twitter: https://twitter.com/FlorDiVento


Instagram: Wattpad: https://www.wattpad.com/user/flordivento
1. Tu juego

“Lo que no te mata, te hace inteligente”

Mientras me miro en el espejo de mi lujosa habitación, solo pienso en


todas las batallas que he logrado vencer hasta ahora. Fueron años de trágicas,
sexuales y dulces experiencias que me hicieron aprender de la vida, los
hombres, las malas amigas, el falso amor, además del dinero, lujos y joyas.
Años, solo años de intensa soledad y éxito profesional que sacaron mi fortaleza
y me convirtieron en lo que soy: Fuego que renació del fango por dolor.
Son las tres de la tarde y puedo entender la fascinación por el lujo del
hotel. Las recepciones después de la comida se han vuelto costumbre en este
lugar, por lo que todo en este día está más que perfecto y yo no seré la
excepción: acomodo mis pechos en mi corpiño negro, dejando entrever solo la
parte superior; subo las tiras de mi vestido, me pongo los tacones y termino
acomodando mi ropa interior.
Mierda.
El pitillo de mi alarma suena de nuevo haciéndome recordar que es hora
de volver a interpretar mi propio juego de seducción. Observo mis ojos una vez
más y están perfectamente delineados, mis pestañas largas en su lugar, el
labial de un intenso rojo pasión y mi mirada lista para devorar lo que tanto he
perseguido por años.
—¡Jefa! —Grita una voz dulce desde afuera y enseguida ruedo mis ojos—
. Lo… si, siento.Disculpa, eh… Dulce. —se corrige y tartamudea. Es una pobre
inútil hablando.
—Un momento. —respondo arremetiendo contra ella.
Ignoro lo sucedido y me levanto del asiento asomando mi cuerpo al
espejo central. Llevo un vestido blanco apretado escondiendo una línea
perfectamente dibujada. Mis senos acunan el costoso collar que me regaló
Brando la semana pasada y puedo ver mi porte bien formado. Las clases de
etiqueta social por fin se hacen notar. Me costó años aprender de este mundo
y hoy tengo los frutos de mi esfuerzo. Nadie jamás sospecharía que nací de
una familia tradicional con bajos recursos, porque para ellos soy toda una dama
de alcurnia con éxito en la vida y así seguirá siendo.
—Dulce… qué bella estás. —vuelve a hablar Rita, mi asistente. Aun no
entiendo por qué la pusieron a mi cargo cuando es completamente un cero a la
izquierda. Viste mal y no es nada agraciada. Nada que vaya conmigo.
—¿Todo en orden? —pregunto mientras camino, mirando a la vez de
reojo los ojos sarnosos de los ejecutivos del hotel. Buenos para nada que solo
se dedican a admirar mi trasero.
—Eh… sí, todo listo. —la inútil exhala con nervios. Definitivamente no
tengo paciencia.
Me cuesta algunos pasos más llegar al gran salón exclusivo para
recepciones. Estoy lista para jugar mi juego. El personal de seguridad abre las
puertas y me sumerjo de inmediato encontrándome con los aplausos de la
prensa. Sonrío hipócritamente mostrando sencillez, la que lógicamente no
tengo, pero que funciona en estos casos. Presiono mis labios y ladeo sutilmente
mi cabeza para buscar mi ángulo en sus cámaras. Levanto una copa para
brindar por el éxito de mi proyecto y vierto el exquisito Krug sobre mis labios.
Um… delicioso. Una colección que pedí exclusivamente para este
acontecimiento. Suave alcohol ahogando mis recuerdos en un día como hoy,
dulce olor a sexo reprimido en mis labios. El krug me trae momentos que no
me permito recordar.
Cuando estoy más tranquila saludo ampliamente a los empresarios
inversionistas de la compañía, la cadena de hoteles Hilton para cual laboro
desde unos años. Todos viejos están ahora con sus zorras compañía, pero mi
mirada se centra en una persona especial. Trago más alcohol y bato mis
pestañas para que se acerque a mí de inmediato. Me mira y da un paso,
entonces no hago nada <<Cariño… yo no iré por ti, tú vendrás por mí>> —
pienso. Y se acerca como un gato entrenado. Jamás se debe dejar que un
hombre te sienta en sus manos, hay formas de tenerlos arrastrando por ti y es
completamente necesario.
—Cómo me gustaría ser esa copa ahora mismo… para sumergirte en mis
labios. —Sonríe coqueteándome y le devuelvo el acto. Brando R. Hilton es un
tipo de 50 años, presidente por herencia de la cadena Hilton Company, mi
próximo objetivo. No en vano luché todos estos años para ascender a la
gerencia de imagen y marketing sin intención alguna. Soy de las mujeres que
quiere todo o nada, y su puesto es significado de la mayor expresión de poder
y dinero que quiero en mis bolsillo.
Vuelvo a chocar mi copa para luego deslizar mis dedos sutilmente encima
de los suyos. Sus pupilas se agrandan, sus labios tiemblan y pronto traga
saliva. Nunca falla con los hombres como él. Sonrío como zorra buena y enseño
mis dientes para parecer inocente.
—Sin anillo no hay revolcón. —Le repito directa al sentir que me desnuda
con sus ojos. Odio tanto que me diga poesía cuando lo mío va por otro lugar.
Se asombra por mis palabras, así que vuelvo a sonreír falsamente—.Ya sabes
que… soy tradicional, corazón. —Arqueo mi rostro, sonríe también.
Mantengo firme mis ojos en los suyos para estudiarlo. Digamos que es
un tipo… temperamental, pero sé dominarlo. Mi asfixia se va cuando lo veo
sonreír, hasta que por fin respiro con normalidad al ver que no se ha enojado
por mi rechazo. Y vuelvo a confirmar mis pensamientos sobre la castidad de
una zorra enjaulada. En mi experiencia a los hombres les gusta a su mujer
vestida de cucufata. Podrás haber abierto las piernas a medio mundo, pero
nunca querrán saberlo. Sus mujeres deben vestir de hábito y a la moda, un
estúpido juego que me encanta interpretar y más con tipos como estos. Si me
acuesto con él ahora seré solo una más y no quiero.
—¿Ahora me dirás que eres virgen a tus cortos 26? —Bufa entretenido—
. Porque no te creo.
—Ni puta ni santa, cariño —Acaricio su barbilla, voy probando su
reacción— Pero tengo valores y creencias. —Le guiño el ojo y sé que me
entiende.
—Aunque no lo creas eres la joya más hermosa que he visto, Dul —Besa
mi mano— Fuerte, decidida, un poco calculadora, con valores… y tan fría como
me gusta. Tienes mi palabra y compromiso, cariño. Te admiro. Debo felicitarte
por Ensueña, engañaste tan bien a todos…
Tuerce sus labios para evocar una sonrisa, la misma que en el fondo
comparto. Me encargué del proyecto Ensueña, una cadena de hoteles de lujo
en Cancún que tendrá como principal aliado al gobierno Mexicano. La campaña
“apoyará” la construcción ecológica en espacios protegidos de Quintana Roo,
lo que nos permitirá tener una vista envidiable del Caribe siempre y cuando no
dañemos el ecosistema. Una mentira que maquillé perfectamente ante la
prensa. El gobierno aceptó sin problemas y el contrato le traerá millones de
dólares para los Hilton, los mismos que también quiero en mis cuentas.
—…. Pero no puedes engañar al maestro. Algo traes entre manos. —Me
mira y bebe su copa—. No importa, cariño. Daría millones por una noche
contigo. 5 meses de seducción no han sido suficientes para llevarte a mi cama.
Sonríe y solo me jala a la pista de baile para danzar. Nada puede salir
mal. La suave melodía instrumental nos mece suavemente, pero de pronto
cambia. El hombre de terno empieza a cantar un cover de Ella Fitzgerald –
SummerTime y voy removiendo mis recuerdos, intentando calmar la adrenalina
que emana por mi piel pero no puedo.
—Adoro la suavidad de tu cuerpo. —Agrega Brando y no puedo
responderle. Mi mente se nubla y siento frío en mis manos.
No, no ahora.
Raspo mi garganta y el nudo no se va. Veo cómo todos bailan lento y es
el infierno para mí. Esa puta canción está prohibida en mi vida. El corte fino de
su voz ronca me marea, y pronto mi pasado explota…
La misma canción con otra compañía.
Un susurro se aprieta y puedo ver todo como si volviera a vivir el
momento. Una chiquilla de 16 años desvirgada en una playa solitaria, un
amante que prometió bajo 7 estrellas amor eterno. La pobreza, el miedo, un
vientre seco con ganas de un pedazo de niño dentro. Memorias, aquella cama
en la noche de luna llena, su ausencia… vagos y ásperos recuerdos.
Me engarroto y siento mis párpados pesados. Con cada pestañeo voy
tensándome porque su voz es tan suave como el filo de aire en mi interior.
Cierro los ojos y me enfoco: ¡Mierda, me tengo que enfocar! Mi mente colapsa
y pronto obstruyo con fuerza mi pecho. No, no quiero. Me incomoda. Sus manos
son ariscas y firmes, tan firmes que el hijo de puta no me suelta. No puedo
seguir danzando esta canción con él, no puedo imaginármela con él. Me pega
hacia su pecho y puedo sentir su perfume expandiéndose en su ropa… y me
inquieta. Intento alejarme pero no me deja. Soy de las mujeres que besan por
olor, muerden por olor, follan por olor. Y no lo soporto ahora. Brando huele a
cítrico viejo concentrado y no puedo dejar de compararlo con la única persona
que me hizo oler a rosas, malditas rosas.
Y ahí viene de nuevo… Estúpido 6 de diciembre, el día de mi cumpleaños
hicimos el amor por primera vez. Fue la única persona con la que hice el amor
de verdad y terminó pagándome mal. Mi ex marido fue el amor y el dolor más
grande que pude experimentar en esta vida, pero ya no está… no estará. Se
fue, terminó. Y yo renací por ello.
Lo que no te mata, te hace inteligente. Me juré a mí misma no volver a
ser buena con los demás, ¿Para qué? Terminan pagándote mal, pero sí
puedes aprovechar las oportunidades que te da la vida. Y aquí estoy de nuevo
frente al viejo.
¡Joder! No lo soporto.
Me aparto de un empujón y lo dejo solo mirándome extraño en la pista.
Acomodo mi vestido y camino sigilosamente buscando a la perra de Rita con
mi mirada. Prohibí 3 cosas en mi vida: esa canción, las fresas y París. Y no
pudo hacerlo ¡Estúpida niña! La veo conversando con Tomás, el bar tender,
¿Enserio cree que se fijará en ella? Doy un último paso y el niño idiota me mira
con los ojos abiertos.
—Retírate. —Le digo y se va de inmediato. Sabe que si no me obedece
puedo despedirlo.
—Dulce… —Se avergüenza.
—¿Quién demonios autorizó esa canción? —Muerdo— ¿Quién mierda
autorizó esa canción?
—El…. Señor que… —Tartamudea de nuevo.
—¡No quiero escuchar esa canción en mi vida! ¿Lo entiendes? —La
interrumpo. Escuchar sus excusas solo me quitan tiempo—. Tenías que seguir
órdenes y ni siquiera tienes la capacidad para hacerlo. Considérate despedida.
Doy media vuelta y siento que el aire suena distinto. La canción termina,
mi agonía se va, pero puedo sentir un suave aroma familiar recorriendo la sala.
Miro hacia los costados y no veo nada anormal. El lloriqueo de Rita solo me
estresa, así que me alejo moviendo mi trasero como solo yo sé hacerlo… Y
pronto me siento vigilada, ¿Qué carajos sucede? Salgo de la sala, camino por
el lujo y mármol del Hilton. Los empleados me miran con miedo y los ignoro de
nuevo. Algo anda mal y voy a descubrirlo, pero quizá luego.
Entro al baño y vuelvo a mirarme de pies a cabeza. Primero yo, segundo
yo, tercero yo porque soy fuerte. Una estúpida canción no va arruinarme el día,
así que arreglo mi maquillaje, delineo nuevamente mis labios y lo hago hasta
que la perfección grite en mis manos. La humildad no va conmigo, por lo que
debo verme fina y bella siempre. Esa belleza que me llevará al éxito.
Regreso a la fiesta y me excuso con todos, especialmente con Brando,
quien se ha molestado. Odia los desplantes y acabo de hacerle uno, pero sé
cómo arreglarlo. Las horas trascurren muy rápido y en cada espasmo que
siento por el frío me prometo a mí misma no volver a lo sucedido. No puedo
sacarme de la cabeza la maldita idea de esa canción, pero sobretodo la forma
en cómo reaccioné a ella.
—Te quiero en la sala de reuniones en 5 minutos. —Aparece Brando
serio. Levanto mi barbilla fingiendo desinterés y vuelvo al espejo para
arreglarme el cabello. La gente se ha ido pero hoy tenemos una de las
reuniones más importantes de mi carrera.
Con agilidad camino nuevamente por el segundo pasillo que nos lleva a
una sala privada. Los ejecutivos suelen reunirse ahí para hablar sin que nadie
los moleste, porque solo hablan de lavado de dinero. Sí, todos lo sabemos. El
dinero que se invierte aquí no es dinero limpio pero mientras no me afecte todo
estará en completo orden y seguiré fingiendo no saber nada.
Entro con facilidad a la sala encontrando a los directivos de nuevo.
Camino por sus espaldas y puedo sentir su mirada represiva. Me siento
excusando mi tardanza, 2 minutos para ellos es mortal. Brando está mirándome
sigilosamente… sé que lo provoco cuando muerdo mi labio fingiendo que es
una manía, pero en realidad es un arma bajo fuego. Toso y aclaro mi voz para
pasar como zorra inocente y sonrío para iniciar lo que pronto me llevará al éxito
de mi carrera, la gran oportunidad que he estado buscando desde hace muchos
años.
—Iniciemos. —Digo sintiéndome poderosa. Soy la única mujer en medio
de 5 hombres pervertidos.
—No. —Responde Brando mirando el reloj.
—¿Esperamos a alguien? —Contesto de inmediato.
—Por supuesto —Responde.
Escucho pasos venir desde afuera. Brando se levanta y sonríe
mirándome con sutil venganza. Trago saliva, mi corazón palpita más de lo
común y hago puño para controlarme. Estúpidamente estoy nerviosa, ¿Qué
carajos pasa? El olor a rosas vuelve y mi mente se nubla.
—Te presento a tu nuevo compañero de proyecto, el Ingeniero
Christopher Miller.
Aparece de inmediato y me inmuto en su mirada. Sonríe con frialdad y
sus labios solo traen punzadas en mi interior. Sus ojos se posan en los míos y
solo recuerdo el olor a sexo postrado en mi cama. Pego mis labios para
controlar mi rabia, pero a la vez mis nervios. ¿Qué carajos hace aquí? Mi
mandíbula se tensa cuando sonríe retándome y solo pongo mis ojos en su
cuello.
Después de 5 años, ha vuelto.
2. Una rosa, mil espinas
Dulce

Después de 5 años, ha vuelto.


Me mira y sonríe al ver que no le quito la mirada. Control, Dulce… Control
—Me lo repito una y otra vez en mi cabeza. Tengo mil preguntas sin respuestas
que necesito aclarar, ¿Por qué está aquí? ¡Justo aquí! ¿Qué demonios quiere?
¿Por qué ahora? ¿A qué juega?
—Bienvenido, Sr. Miller. —Dice uno de los inversionistas más importantes
de Hilton Company. Mi mente se nubla haciendo que todo esto me parezca una
maldita pesadilla.
—Gracias. —Sonríe y toma el asiento de enfrente. Mi adrenalina sube,
los latidos de mi corazón se aceleran y pronto me siento sofocada. Han sido
tantos años sin respuestas… pero ya no interesa. Él no me interesa en
absoluto.
—Bien. No se diga más, empezaremos esta reunión presentando el
proyecto Ensueña, la cadena de hoteles más ambiciosa y grande de Quintana
Roo Paraíso ecológico. Ensueña se construirá, como todos saben, en las zonas
protegidas por el estado, sin… “afán” —Espeta irónico— de dañar el
ecosistema, pero todos sabemos que tenemos una misión especial en ello.
La ironía de Brando y sus sermones en doble sentido en este momento
no sirven para distraerme. Es la primera vez que me siento incómoda en mi
propio terreno y esa sensación no me gusta. Maldita sea, no puedo dejar de
mirarlo de reojo. Ha cambiado… y esa nueva versión no me desagrada en
absoluto. El hijo de puta sigue siendo atractivo y quizá viste más fino. Lleva un
saco clásico Armani, camisa celeste y un pantalón informal blanco, ¿Será que
sus negocios han mejorado? Supe que renunció a su profesión y se dedicó a
hacer otro tipo de negocios, ¿Entonces qué mierda hace aquí? ¿Y cómo
Brando lo contrató? Son demasiadas preguntas, por lo que reprimo la rabia en
mi garganta. Él complica mis planes, ¡Complica mi vida! ¿Qué sucedería si él
habla? ¿Si le dice a Brando todo?
Maldición.
Jadeo, lo hago fuerte, y puedo notar que ahora me mira de reojo, así que
giro lentamente la cabeza hacia Brando. Mi mirada se posa en los números
proyectados en la pantalla, pero mi mente aún se hace preguntas.
Cinco malditos años sin verlo.
—¿Qué opinas, cariño? —Brando me cuestiona. No escuché nada de lo
que dijo, pero siempre hay formas de solucionarlo.
—Bien, eres un hombre inteligente. A mí me gusta todo lo que haces…
—Suspiro esbozando una media sonrisa, porque responde el halago
mirándome con intensidad. Sus labios se hinchan y me contengo… quiere
follarme, pero no lo logrará. No hasta que se comprometa conmigo.
—Gracias por tu apoyo, cariño. —Vuelve a sonreír y me doy cuenta que
ya no está enojado. Bien, eso es bueno… Muerdo mis labios bridándole mi
mejor actitud seductora. Tomo un mechón de mi cabello, lo llevo tras mi oreja
y parpadeo lentamente. Sé que le encanta, pero mi alegría se ve opacada
cuando giro mi rostro y me encuentro con los ojos fulminantes de mi ex marido.
Me está mirando… y siempre he odiado que me mire de esa forma.
Suspiro sintiendo un temblor en mis piernas. Evitarlo e imaginar que no
existe es muy complicado ahora. Se muestra serio, pero no debería
importarme, por lo que lo ignoro mientras reviso algunos documentos. El
silencio vuelve y puedo sentir su respiración de alguna forma. Documentos,
solo concéntrate en los malditos documentos. Firmo y sigo firmando. Los
minutos se me hacen eternos a su lado, miro mi reloj… ¡Joder! ¡Estoy
retrasada! Será una buena excusa para irme. Necesito irme. Simplemente no
lo soporto.
—Bien, tienen mi firma. Necesito irme, disculpen… —Sonrío cándida.
—¿Qué sucede, querida? —Pregunta Brando levantándose.
—Tengo una reunión con el personal de apoyo. La convención china es
en unos días y debo asegurarme que todo esté perfecto. —Pego mis labios, él
luce orgulloso.
—Siempre tan pulcra en lo que haces, querida. Gracias. —Me quita los
documentos y me despido con un beso y… no, no lo miro. No quiero hacerlo.
Al terminar hecho una vista rápida y escapo de inmediato. Mi sonrisa se
borra al cruzar la puerta. Exhalo aire y luego respiro sintiendo que me he
liberado de un enorme peso. Estoy enojada, muy enojada ¡Podría jurar que solo
ha regresado para fastidiarme! Pero no le daré el gusto, lo ignoraré hasta que
se canse.
—¡Dulce! —Una aguda voz arremete en el espacio. Joder, lo que me
faltaba… Rita.
—Je…jefa. Perdón, Dulce. —Sigue mis pasos y empiezo a estresarme
de nuevo. No salgo de una para entrar en otra. No tengo tiempo para lidiar con
inútiles.
—Te dije que no quería hablar contigo, deberías tomar tus cosas e irte de
una vez. —Avanzo sin ningún remordimiento.
—Lo siento, de verdad lo siento. No me eche por favor, necesito el
trabajo. Mi madre está enferma y yo soy el sustento de mi familia. Cuando era
pequeña…
—No me interesa tu vida, niña ¿No lo entiendes? —Respondo fastidiada.
Cómo jode esta pequeña mierda.
—Dulce… por favor —Tiembla, solloza— Por favor, fueron órdenes del
Sr. Miller. Él ordenó que pusieran esa canción. Intenté evitarlo, pero fue tarde.
Lo siento.
Mi pulso aumenta al escuchar su excusa y pronto me embarga la rabia,
¿Qué carajos piensa ese imbécil? ¿Qué saldré llorando por esa maldita
canción? Respiro. Rita me mira sigilosamente, entonces me recompongo
fingiendo estar bien. Sus ojos de niña buena me producen náuseas, pero a la
vez me hace pensar que debo ser más inteligente ahora. Brando recomendó a
esta tipa para ser mi asistente y podría soltarle lo sucedido si la despido por
haber puesto esa canción, así que muerdo mi lengua. Ya encontraré la forma
de deshacerme de ella.
—Bien. Me encargaré de ello. Tienes otra oportunidad. Si no la
aprovechas estás muerta, ¿Lo entiendes? —La amenazo y me sonríe.
—Querida… —Brando sale de la oficina y nos encuentra en el pasillo
mientras sonríe ampliamente, por lo que le brindo un abrazo. Odio los abrazos,
pero debo complacerlo. Él es mi fortuna, mi dinero. Necesito mucho dinero.
—Retírate —La estupidita me mira y me hace una venia para luego irse.
Es tan idiota… Ruedo los ojos.
—Mi Dulce cruela, eres tan mala con tus súbditos… —Ríe.
—Esa estupidita no me sirve mucho, Brando. Deseo cambiarla. —Toco
su barbilla, quizá deba crear una falsa historia.
—Oh, no… no. Soy un hombre bueno, aunque no lo creas. Le prometí
trabajo y es de confianza. Nos ayudará en todo… —Susurra— Podríamos
ensuciarla fácilmente si algo sale mal. —Tuerce sus labios.
—Es un buen punto. —Suspiro y me concentro en él— ¿Ya no estás
enojado conmigo? — Ahora jugueteo con su corbata.
—Para nada, nena. Me encantas… y más tus nalgas. —Baja su mano por
mi cintura y siento asco. Joder, maldito viejo. Detengo su mano y me hago para
atrás dándole una media sonrisa.
—Brando. —Lo regaño.
—Está bien, sin anillo no. —Repite mis palabras riendo— Eres muy
obtusa, cariño. Y eso me encanta. Te follaré con más placer.
—Hablemos de trabajo —Cambio de tema aguantando— ¿Por qué
contrataste al Sr. Miller?
Ríe desagradablemente y me pongo seria.

—Lo siento. —Continúa— Sé que querías exclusividad en el proyecto


pero… siempre es bueno retar, ¿No lo crees? Miller es un tipo inteligente, ha
trabajado con el Gobierno y un ministro lo recomendó. Mientras más
simpaticemos con ellos es mucho mejor.
—Ese tipo no tiene experiencia, Brando. Es un simple idiota, ¿Crees que
podrá liderar un proyecto como Ensueña? Dejó de trabajar muchos años, no
ha ejercido su profesión.
Me mira entrecerrando los ojos y estudia mis pasos.
—¿Cómo sabes eso, querida? ¿Acaso lo conoces? —Trago saliva y me
tenso. Sostengo rectas mis piernas y agradezco el pase de unos de los
ejecutivos, porque nos distrae y me da tiempo para pensar.
—No. Yo… oí hablar de él. Acabo de llamar a López para que investigue
su carrera.
Vuelve a reír desagradablemente.
—¿Tienes miedo, hermosa? —Me jala a sus brazos— ¿Crees que es
mejor que tú y te intimida? —Su aliento es asqueroso, pero sonrío.
—¡Para nada! —Digo seria— Es un simple idiota que no me llega ni a los
talones. Simplemente no me cae bien. Échalo. —Impongo.
—Cariño… —Pone sus brazos en mis hombros— Sabes que te
complazco en todo, pero esta vez no puedo. Es un tipo inteligente, nos conviene
tenerlo. La respuesta es un no y punto, ¿No vas a discutirme, cierto? —Susurra
y acerca su rostro al mío.
No contesto, contengo mi rabia. Hijo de puta, maldito patán. Me las
pagará. Descubriré sus planes y lo hundiré como la mierda que es. Cagaré su
propio terreno y terminaré sepultando al viejo también.
Mi rostro cambia al notar las dudas en Brando, por lo que decido no
enojarme ahora. Soy más inteligente que eso.
—Dame un beso. —Me desnuda de nuevo, dejando que pegue sus labios
contra los míos.
—Pueden vernos. —Encuentro una excusa y me separo.
—No interesa, todos saben. —Enrolla sus brazos alrededor de mi cintura.
—Estoy indispuesta, Brando. —Me alejo y se sorprende—Quizá vuelva a
besarte cuando despidas al idiota ese.
Entre abre su boca para decir algo, pero no le doy tiempo. Me alejo. Giro
mi cuerpo y me dispongo a ir a mi suite. Necesito pensar en lo que sucederá
de ahora en adelante.
Mientras camino por el hotel siento que todo es distinto. Estoy fastidiada,
quizá demasiado. Y debo aceptar que me ha afectado porque no puedo leer
sus verdaderas intenciones: ¿Qué demonios hace aquí? ¿Y por qué Brando lo
protege tanto? ¿Será una trampa? Me sirvo un poco de whisky y muevo mi
vaso sintiendo que el olor a alcohol hace que vuelva a mis recuerdos. Cierro
los ojos, mi garganta arde. Joder… ¡No ahora! No de nuevo.
6 de diciembre, el día de mi cumpleaños.
Desperté con el cuerpo desnudo en envuelta entre sábanas. Busqué su
cuerpo con mis brazos y no estaba. Me erguí de prisa presionando mis ojos.
Su olor seguía latiendo, pero no había presencia alguna de su cuerpo… solo
aquella carta. Maldita carta.
Se había ido dejándome hecha pedazos.
Mi cuerpo seguía oliendo a sexo, habíamos hecho el amor la noche
anterior. Prometió paciencia, prometió aceptarme tal y como era… Fueron
mentiras, malditas mentiras.
Tiro el vaso llena de rabia, ¿Por qué lo estoy recordando? Su presencia
me genera más preguntas sin respuestas. Lo he superado, juro que lo he
superado. Ni si quiera me interesa saber sus motivos. Ya no me importa, no lo
quiero en mi vida. Pero sé que tiene una intención y no me quedaré de brazos
cruzados. Lo hundiré hasta pisar sus malditos huevos. Voy a humillarlo. Y me
encargaré de ello.

—Es una promesa. —Digo mirándome a mí misma frente al espejo. Estoy


agotada, necesito relajarme, quizá sea buena idea un baño.
Entro con pereza a la bañera y preparo las sales tal y como me gusta. La
calefacción está activada, todo en perfecto orden y limpieza. Las mucamas
realmente se esforzaron, quizá las felicite por eso.
Estiro mis brazos desperezándome y pronto mi vestido cae por mis pies.
Miro al espejo, todo en orden. Me he sentido observada el día de hoy y no me
gusta. Suspiro mirándome mis senos perfectos, son lindos. Me quito el
brassiere y luego la ropa interior para adentrarme en la bañera… ¡Ah! ¡Una
maravilla!
Tomo mi celular y empieza a sonar música relajante proyectada en todo
el cuarto de baño. Mis pechos saltan, me erizo. Una corriente de aire frio ha
entrado. Joder…No importa. Me hundo en el agua y salgo de inmediato
cerrando mis ojos. Masajeo mi cuero cabelludo y pronto paso el jabón por todo
mi cuerpo. Um… Durazno, mi favorito.
Solo me toma un par de minutos más relajarme, hasta que decido
enjuagar mi cuerpo para luego enrollar una toalla entre mi pecho y mis piernas.
Camino con tranquilidad tomando mi crema corporal entre mis manos hasta
que noto la puerta entre abierta…
Qué extraño.
Bostezo agotada, ignorando lo anterior. Despediré a la maldita mucama,
seguro dañó la puerta de baño. Estos infelices jamás pueden hacer nada bien,
pero no debo enojarme… me haré vieja, y yo quiero ser siempre bella.
Vuelvo a lo mío y tomo un poco de crema para pronto cernirla en mis
brazos. La hidratación corporal hace que la piel siempre se vea bonita, por lo
que nunca falta en mi vida. El tarro destella un suave olor a coco, pero algo
anda mal ahora… Ese olor… No, no es el mio. Giro mis ojos apresurada
sintiendo que nada es normal, entonces veo una rosa roja postrada en mi cama.
Joder. No.
<<Sé bella como esta rosa, pero no tan cruel como la espina.>>
Mi cuerpo vuelve a tensarse y suelto la nota. No puedo evitar reconocer
el olor, una sombra acercándose a mi cuerpo, mis labios temblando.
Joder. Es él.
Volteo de improviso y sin querer la toalla se resbala de mi cuerpo. La
santa mierda… Quedo desnuda y me mira clavando sus rudos ojos en mí para
luego explorar mis senos. Oh… mierda. Contengo el aliento al ver sus ojos de
deseo… No, no me ha olvidado. A comparación de algunas mujeres, no soy
nada pudorosa. Me gusta mi físico y todo lo que compone mi estructura, por lo
que levanto la mirada y me dedico a ver sus labios hinchados.
Patancito idiota, lo pagarás caro.
Muerde su labio y tuerce su sonrisa. Una gota de sudor cae por su pecho
y ahoga un grito en su garganta. Sonrío. Pobre idiota, ¿Realmente cree que
voy a intimidarme? Me amo desnuda. Adoro mi cuerpo, mis pechos, mis curvas,
mi trasero. Y se lo estoy demostrando.
—Es bueno verte de nuevo. —Curvea su cabeza sonriendo y mirando mi
perfecta depilación.
—Lástima que no pueda decir lo mismo —Hago una pausa—.Necesitas
un babero. —Le digo con astucia mientras camino por la habitación buscando
mi bata de dormir.
A continuación tomo la fina seda entre mis manos y me cubro por
completo.
—Mucha maravilla para tanta porquería. —Digo mientras vuelvo a mirarlo
de frente.
—La espina dañó a la rosa —Responde atacándome.
—La rosa fue más inteligente —Contesto con una media sonrisa—.
Tengo cosas que hacer, la puerta está abierta. —Insisto y no se mueve, por lo
que ignoro su presencia caminando por toda la habitación. Sé que está
mirándome, así que aprovecharé este juego. Muevo mi trasero como solo yo
sé hacerlo. Hombres… siempre tan predecibles. Pero no deseo verlo más
ahora, así que tomo mis cremas dispuesta a irme y bloquea mi paso para llamar
mi atención. Respondo su acto sin ningún tipo de emoción y sé que le duele.
La peor debilidad de un hombre es sentirse desplazado.
—No sigas haciéndolo. —Ordena, mirándome con furia.
—¿Hacer qué, patancito? ¿Ignorarte? —Sonrío.
—Necesito hablar contigo. —Aclara su garganta evadiendo mi pregunta.
—Yo no. No pierdo mi tiempo. —Lo encaro.
—Dulce, esto es serio. —Se acerca a mí y retrocedo.
—¿Serio? Nada en tu vida es serio.
Doy medio vuelta y toma mi brazo con fuerza. Me mira, lo miro. Sus
perfectos marrones claros provocan una chispa en mi estómago y pronto veo
el deseo en sus ojos. Es tan inestable… Su respiración se entre corta y su
frente aún suda. Maldito calor… Lo tengo a centímetros de mí. Me pregunto si
sigue enrollando su lengua de esa manera, pero no… no puedo aunque quiera
morderlo ahora mismo.
Estoy en un terreno incierto, ¿Y si ha regresado para hacerme caer? No
confío en él, no puedo. Y soy más fuerte que mi deseo.
Me impulso de nuevo y tomo mi brazo de vuelta. Tengo una huella de sus
dedos, maldita sea.
—¿Qué quieres? —Lo enfrento— ¿A qué regresaste, Miller?
—Vengo por ti.
3. Sigues siendo mía

“Cuanto más grande es la herida, más privado es el dolor” I.A

Sus ojos son un par de avellanas que me embrujan al instante, no puedo


dejar de mirarlos. Sonríe, saca su lengua y chupa su labio inferior sin darse
cuenta. Está tenso, lo sé. Lo conozco. Carraspeo mi garganta sin dejar de
postrar mis ojos en los suyos, ¿Qué maldita sea está planeando? Me río, ¿Venir
a buscarme ahora después de tantos años? ¿Por qué? ¿Para qué? El aire se
hace pesado y simplemente estoy actuando mi papel.
—¿Por mí? Me decepcionas, Miller. Es un juego muy usado. —digo,
minimizando su acción, pero se inmuta en sí mismo y me quema con sus ojos
apremiantes.
—¿Por qué no me miras? —pregunta acercándose peligrosamente. He
bajado la mirada por un segundo y le estoy dando armas para acosarme.
Alerta. No.
—Vete de mi cuarto. —Advierto sin decir más, ¿Qué voy a decirle? No
quiero tener esta conversación con él.
—Necesitamos hablar. —Insiste.
—¿De qué? —Bufo— No tenemos nada de qué hablar, patancito.
—Patancito… —Susurra y ríe— ¿Enserio crees que soy un patán?
Lo miro sonriendo.
—Te queda perfecto, cariño. Agregaría más palabras a tu vocabulario
descriptivo, pero la verdad es que estoy cansada.
—Vaya.. —Pasa una mano por su pelo. Sigue riendo.
—Vete de mi cuarto. —Advierto de nuevo.
—¿Y si no quiero? —Me reta, vuelve a acercarse.
—Te saco a la fuerza. Grito y digo que me estás violando. Brando te
meterá un tiro.
—Brando… —Carraspea su garganta, maldice algo entre sus dientes. De
pronto todo cambia y, aunque sigue con su actitud bromista, lo siento fastidiado.
—¿A qué viniste, Miller? —Aprovecho el momento y se queda en silencio,
pero vuelve a agregar:
—Por ti, ya te lo dije. —Bufa, me mira de arriba abajo— Sigues siendo
muy hermosa. —Extiende su mano y le doy un golpe.
—No te atrevas a tocarme, ¿Quién te crees? —Amenazo— No es una
mala idea gritar.
—No lo harás si sabes lo que te conviene —Sonríe—. Necesito que me
ayudes en algo. —Lo suelta y me tenso aún más.
—¿Qué? Pff… Jamás. —Soy imparcial, no sé si reír o enojarme.
—Dulce… ¿Puedes dejar de hacer eso? Actúas como una nena
despechada. Supérame. —Me muestra los dientes, entonces empiezo a sentir
cómo toda la sangre hierve por mi cuerpo.
Es un maldito imbécil.
—No sabes lo que dices, idiota. —Lo miro con furia.
—Tenemos un pasado que nos une, cariño. —Roza un dedo por mi brazo
y acaricia lentamente mis vellos.
Joder, ¡Que se pudra! Lo esquivo.
—¿Esa es tu mejor táctica? —Sonrío— Viejo truco, patancito.
—No se puede hablar contigo —Cambia de tema—. Quizá podamos
entendernos de otra forma. —Intenta no reír pero lo hace, entonces levanto mi
cabeza.
—¿Sexo? Me supero todos los días, Christopher. Contigo sería…um…
retroceder. No duras mucho. Ni si quiera fornicas bien.
—No decías lo mismo hace años. —Responde al ataque de inmediato.
—Tú mismo lo has dicho: Pasado. Comprenderás… Era una linda chica
inexperta que se conformaba con cualquier… —Lo miro sonriendo— Cosita —
Pego mis dedos en señal de “pequeño” y suelto una carcajada. Él se tensa. Me
suelta.
Venganza. Punto débil. Los hombres odian que los… minoricen. Triunfé,
lo derrumbé. Veo su debilidad. Sigue siendo el maldito macho de siempre. Su
actitud es posesiva, realmente cree que va a afectarme. Nunca más, imbécil.
Nunca más.
—Al menos te hice sonreír. —Me mira fijamente y vuelvo a mi estado de
seriedad. Un silencio incómodo aparece, lo odio.
—No me harás enojar si es lo que quieres. —Camino hacia la puerta y la
abro.
—No sin conversar. —Toma mi muñeca y vuelvo a tensarme.
—Lárgate. No voy a decírtelo más. —Le advierto mostrándole un dedo.
—Necesito conversar… —Toma mis manos— Dulce, ese tipo es un
maldito corrupto. —Mis ojos se agrandan cuando escucho esa palabra,
¿Corrupto? ¿Cómo demonios lo sabe? ¿Y qué más sabe? Trago saliva, pero
una voz nos desconcentra.
—¡Dulce! —Suena una voz chillona desde fuera. Abro mis ojos, maldita
sea. Es la estupidita. Mi corazón palpita a velocidad y solo quiero que no note
la presencia de Christopher.
Piensa, Dulce. Piensa. Lo empujo hacia el baño.
—No hables. —Amenazo.
—Pero me escuchas. —Negocia conmigo ¡Maldita sea!
—Dulce…. —Habla mi asistente tocando la puerta.
—No te voy a escuchar. —Respondo en voz baja.
El calor de la calefacción del baño hace que me sienta húmeda.
Christopher tiene la camisa casi entre abierta y mis ojos se posan en sus
pectorales. Joder, no. Lo miro confundida, ¿Cómo es posible que esté viendo
esto justo ahora?
—Entonces salgo por esa puerta. ¿Qué le dirás a Brando cuando la niña
esa le cuente que el Sr. Miller estuvo aquí? —¡Infeliz bastardo!
—¡Eres una maldita rata! —Empujo su pecho volviendo a la realidad.
—Favor con favor se paga.
—Bien. Si te escucho un solo estornudo lo lamentarás. —Digo
refunfuñando.
Enseguida me miro al espejo y respiro profundamente para luego abrir la
puerta. La estupidita entra sonriendo. Trae una bandeja de comida. ¿Qué
carajos? Pongo mis ojos en blanco y la sigo.
—Te traje la cena. Es tu favorita. Ah… y le puse unas florcitas rosadas
para que queden así lindas…. —Me sonríe. Pobre infeliz, es demasiado idiota.
—Yo no te pedí nada. —Respondo.
—Lo sé jefita, digo… Dulce. Pero… quise sorprenderte. Estoy tan
agradecida por la nueva oportunidad. —Es tan idiota…
—Lárgate. —Le digo tajante.
—Pero….
—¿Cuántas veces te he dicho que no quiero que me molestes? Si te
llamo vienes, sino no, ¿Lo entiendes? —Agrando mis ojos.
—Si… —Susurra— Disculpa.
—Ahora vete.
—Quería recordarte que mañana tienes una cita temprano. Luego el Sr.
Hilton pidió hablar contigo en privado. Dijo que debía agentarte porque eres
una mujer muy ocupada.
—Bien. Mañana me llamas y me haces acordar, ahora vete. —La empujo
de a pocos y me mira extrañada.
—Dulce, ¿Todo está bien? —Joder…
—Sí. —Me exaspero.
—Pensé que… podías darme algunos consejos de moda. Bueno… dijiste
eso la última vez que…
—Lar…ga…te —Le digo tronando los dedos y mi corazón palpita más
fuerte, ¿Qué no lo entiende? Se despide de mí con una venia y luego sale
tirando la puerta
¡Ah! Maldita fea.
Enseguida siento unos pasos y Christopher aparece.
—Que mal tratas a tu personal, ¿Así eres la gerente de imagen?
—Así he logrado estar donde estoy. —Le contesto solo porque necesito.
—Ahora sí me escucharás. —Cruza los brazos.
—No. —Respondo tajante.
—Lo prometiste.
—Yo no te prometí nada, ¿Y sabes una cosa? Me aburre tu vida.
Esfúmate.
—Hey… —Jala mi brazo y forcejeamos— No juegues conmigo, Dulce. —
Me advierte— También puedo hacerte la vida imposible.
—Eso lo veremos. —Respondo muy cerca de él.
—¿Te crees invencible, no? Hace falta alguien que te de unas buenas…
nalgadas. —Dice susurrando. Pega su pecho a mí y mis senos retumban en su
piel. Joder, la adrenalina me sube a la cabeza cuando lo siento cerca. Su olor
me abruma. Suelta un respiro y traga saliva. Me mira como si no pudiera
creerlo… pero sí, soy otra. No soy la misma chica tonta que dejó desnuda en
una cama. Y tampoco la mujer que nunca pudo darle un hijo, pero sé que aún
puedo hacerle perder la cabeza.
—Definitivamente —Sonrío a medias— No serás tú. —Agrego.
Sonríe indiferente y lo empujo para que deje de tocarme, entonces se va.
—¡Idiota! —Grito tirando lo primero que veo a la puerta.
Siento mi cabeza caliente a punto de estallar. Lavo mi cara con fuerza y
luego me miro al espejo. No puedes dejar que se interponga en tus planes…
No puedes dejar que venga a fastidiarte después de tanto tiempo.
Entonces… ¿Qué demonios hace aquí? El silencio embarga mi alma
cuando recuerdo sus palabras “Ese hombre es un corrupto”, lo dijo por Brando.
Joder, Mi cabello pica. Quizá piensa que estoy absorta a todo y no. Claro que
sé de sus jugadas sucias, así actúan los millonarios. No dejaré que interfiera
en mi vida ni en mis planes.
Y no lo voy a escuchar.
No puedo tener más encuentros con él. Eso sería muy peligroso. He
pintado un mundo distinto al que viví. Jamás nadie puede enterarse que no nací
en una cuna de oro y que estuve casada con este idiota. Para todos soy la
heredera de grandes haciendas y tierras.
Joder.
Necesito encontrar una forma, algún indicio para sacarlo de mi vida, para
hacer que salga del juego ¿Pero cómo? ¿Dónde? Juro que no doy a darme por
vencida.
***
La mañana pinta distinta en la sala de cocina. Mis tacones resuenan por
el suelo mientras observo a los empleados en constante silencio. Paso por sus
costados evaluando su ropa pulcra y como me gusta. Hay uno que no se peinó,
así que lo marco en mi lista. Otro luce sin afeitar, vuelvo a marcar. Los demás
parecen estar al completo ritmo de la exigencia Hilton y eso me alegra.
—Dulce, en unos minutos debes ir con el Sr. Hilton. —Murmura mi
asistonta. Porque es una reverenda tonta.
—Lo sé. —Respondo— Tú —Señalo al tipo que no se afeitó— Adelante.
Puedo notar que tiembla al acercarse y continúo:
—Hilda… — Suspiro. Ella es la responsable del personal y me reporta
directamente cualquier inconveniente. Con una mirada puede entender mi
veredicto.
—Señorita Dulce… por favor. —Agrega el muchacho, quien es
automáticamente separado del resto.
Recursos humanos se encargará de todo, lo sé. Y Brando no se puede
quejar. He hecho que este hotel no sea bueno sino perfecto. Hemos tirado a
las cucarachas y nos hemos quedado con el mejor potencial para el trabajo.
Soy estricta con mis reglas, no más.
—Dulce. —aparece Rita y me sigue.
—Qué quieres. —respondo.
—El Sr. Bruni canceló la cita —me detengo—. Se excusa y pide una
reprogramación.
¡Mierda! Quería ver a ese hombre de nuevo.
—Bien. —respondo, ocultando mi decepción— Dale la prioridad que
quiera.
—Sí. Bueno… el Sr. Hilton sí te espera en su oficina.
—Está bien. Ve tú a mi oficina.
Acomodo mi blusa y arreglo mis pechos mientras camino. La estupidita
se quedó arreglando mis papeles, por lo tendré paz algunas horas.
Cuando entro en la sala puedo ver a Christopher parado junto a él. Mi
respiración se agita, tiene puesto ese maldito traje informal que un día amé. Lo
ha hecho al propósito, pero no me importa. Lo ignoro. Soy más fuerte que todo
su enredo.
—Cariño… —digo abrazando a Brando.
—Tardaste. Odio que tardes. —me regaña.
—Lo siento tanto…. Estaba con los bichos. —arrugo la nariz y reímos, él
me entiende.
—Buenos días. —Dice Christopher. Volteo de inmediato y lo miro.
—Buenos días. —Soy cortés.
—El Ingeniero Miller y tú empezarán a trabajar en el proyecto. Debes
revisar los planos civiles que nos está planteando. Es un trabajo que no lo
quiero hacer, ¿Lo entiendes, cierto cariño?
—Claro, pero sería bueno que te quedes aunque sea para visualizar el
concepto general. —Digo con solo una intención.
—Bien. Como siempre…tienes toda la razón.
Christopher proyecta sus planos y no puedo ocultar mi sorpresa: son
perfectos. Nunca negué su talento para diseñar grandes cosas, pero realmente
me pone en aprietos ahora.
Piensa, Dulce.
Mi mente proyecta una idea y escucho atenta a su explicación lógica de
entradas y salidas. El dibujo trae algunas cifras de altura que sinceramente no
me importan, pero sé que puedo aprovecharme.
—Como pueden observar, no tendremos ningún tipo de destrucción
ecológica si iniciamos la construcción en la zona de reserva alta. —Prosigue.
—Tenemos un proyecto de construcción bajo el agua, sería una atractivo
para el hotel. —Respondo.
—Hacerlo implicaría sacrificar el ecosistema de los peces. —Me reta.
—No nos interesan los peces —río— Solo los ingresos que nos traería.
Lo imaginas, ¿Cierto Brando? Miles de personas visitarían el hotel solo para
ver el atractivo. Imaginas una habitación con ventana al mar profundo, viendo
tiburones y peces a lo lejos…
—Es una buena idea, cariño. —Pone su mano sobre la mía y volteo para
reírme en la cara de mi ex marido
—¿El gobierno aprobó esta solicitud? —Sonríe entre dientes.
—Claro que sí. Es extraño que usted no esté enterado… Resulta un poco
incompetente. —Lanzo mi veneno. Sus labios se tensan.
—Solo pienso en el equilibrio de ambas partes. Por otro lado, Ensueña
podría expandirse en zonas que no son tan riesgosas para la flora natural.
—No nos interesa la flora natural —Arremeto— Nos interesa lo que nos
da ingresos. —Soy directa.
Brando tose.
—¿Ingresos? Debemos pensar en un equilibrio. —Responde Christopher
un poco indignado.
—No lo hemos contratado para que piense en hacerle bien al mundo, sino
para que nos plantee soluciones ante los requerimientos que le pedimos…
Ingeniero —Sonrío menospreciándolo— Pero si usted no puede, podemos
buscar nuevas personas para…
—Me parece que no está contenta con mi presencia, Dulce. He traído
planteamientos que creo. En mi experiencia, vendrán mejor y usted
simplemente me los refuta sin haberme dado tiempo para explicarlos. —Finge
falso enojo, pero no voy a bajar la guardia.
—No nos interesa sus explicaciones, Sr. Miller. —Remato mi ataque.
—Bueno, basta. —Dice Brando. El silencio invade la sala y nos mira—.
Dulce, podrías darle tiempo al Ingeniero. Sr. Miller, sabemos que usted ha
trabajado con el gobierno muchos años pero esto no nos sirve. Necesitamos
los planos civiles de las zonas que le especificamos, no más.
Christopher pasa saliva y está fingiendo tranquilidad cuando tiene la
sangre hirviendo. Lo sé. Sus manos sudan, sus cejas están ligeramente
dobladas y puedo notarlo en su mirada. Te vas a joder, Miller —Me Digo a mí
misma.
Lo lograré, haré que te echen de este trabajo.
—Está bien, Brando. Dame un par de días, o quizá antes. —Contesta.
—Bien. Debo salir a una reunión.
—Te acompaño, mi amor… —Sonrío.
La mirada de Christopher es asesina. Brando toma mi mano y solo me río
en mí misma al pasar por su lado. Caminamos juntos por el área verde y pronto
se detiene cerca a la piscina.
—¿Te cae mal Miller, cierto? —Arruga la nariz
—Muy mal. Échalo. —Sonrío.
—Cariño, intenta llevar la fiesta en paz con él. No nos conviene que nos
mal informe.
—No lo hará —Le digo con seguridad.
—Eres tan mala… me encantas. —Pega mi cintura a su cuerpo— No veo
la hora de follarte.
—Anillo… —Sonrío— No seré una más de tus zorras.
—Bien, cariño. Debo irme. —Suena su celular— Martos debe esperarme,
cerramos un negocio.
—Suerte entonces.
Besa mi mano y se va. Lo traigo loco, lo sé. Pronto caerá. No tardaré
mucho en volverme su esposa. Y cuando eso suceda nadie podrá oponerse.
Seré la Señora Hilton, heredera de toda la fortuna de la compañía. Suspiro con
una sonrisa y pronto siento que alguien me jala del brazo hacia un arbusto.
—Silencio. —Ordena.
Al darme cuenta de su presencia lo empujo pero arremete contra mí y
toma mis manos para luego pegarme a la pared. Una gota de sudor cae por mi
pecho hasta mis senos hundiéndose en el vacío. Él me mira, vuelve a suspirar
ahogando un grito.
—¿Qué quieres? —Sigo forcejeando hasta que me obliga a mirarlo.
—No te metas conmigo. —Responde Christopher.
—No me provoques.
—Ahora vas a escucharme. Ese tipo es un maldito corrupto, criminal en
muchos aspectos. Está metido en mil mafias y tú vas a ayudarme. Quiero su
cabeza, ¿Lo entiendes? —Me mira con furia.
Mi corazón se detiene. Mierda
—Eres un enfermo.
—¡No lo soy! Estás entorpeciendo mis planes. Vas a ayudarme.
—No lo haré. No me conviene. Voy a casarme con él.
—¿Casarte? —Me mira riendo.
—Lo haré.
—No puedes casarte con ese tipo.
—¿Por qué no? —Lo empujo— Tú no vas a venir a mi vida a obligarme,
¿Lo entiendes?
—¿No te importa que sea corrupto?
—Mientras no me afecte todo estará bien. —Cruzo mis brazos— Juro que
voy a destruirte, Miller.
—¿Por qué? —Vuelve a empujarme hacia la pared— ¿Por qué aún no
me superas?
—¡Porque se me da la puta gana!
En un microsegundo me zafo de su toque y suspira sonriendo. Doy media
vuelta y me dispongo a retirarme prometiendo venganza.
—Sra. Miller… Yo no iría tan rápido.
Me paralizo. Mis vellos se erizan escuchando solo ese nombre. Paso
saliva y respiro.
—No vuelvas a dirigirme la palabra —Doy media vuelta para amenazarlo.
—¿Así le hablas a tu marido? —Cruza sus brazos sonriendo.
—¿Marido? Ex marido. —Lo corrijo.
—Siento decepcionarte, mi amor… —Dice irónico, se acerca— Pero…
aún eres mi esposa. Jamás fue válido nuestro divorcio. Sigues siendo mía, así
que vas a ayudarme a hundir a ese tipo… y no pienso compartirte.
4. El pacto

“Una mujer inteligente besa sin enamorarse, escucha pero no cree y


abandona antes de ser abandonada” M.M

Mi boca se seca al instante, paso saliva y mantengo mi mirada fija en sus


ojos. No, no voy a doblegarme… No puedo demostrárselo. Pestañeo para
evitar sentir tensión y respiro en el más sumiso silencio para controlar mis
nervios. Esta es una estupidez, yo misma firmé ese maldito papel. Está
engañándome… esto solo es parte de su sucio juego y no pienso caer.
—No te creo. —Digo con la voz aún temblorosa. Necesito volver a mi
centro, concentrarme, no puede ver que me afectan sus palabras.
—Dulce… hay tanto que debo decirte. —Intenta acercarse, doy un paso
atrás. ¿Qué carajos planea? Estudio sus movimientos. Lame su labio y sus ojos
se orbitan en mí. Tiene algo que no ha soltado, lo sé. Puedo describir
perfectamente su intención.
Maldita sea.
—¡Yo firmé ese maldito papel! —Exclamo en casi histeria. Joder.
—Lo sé. —Cierra sus ojos y luego vuelve a abrirlos. Toma una de sus
manos y la lleva a su cabello. No sabe cómo decírmelo… ¡Mierda!
—Esta debe ser una maldita broma.
—No podemos hablar aquí —Mira a todos lados— Pueden vernos y no
me conviene. Supuestamente no nos conocemos. —Rodea sus ojos y mira a
todos los costados.
—¡No me interesa tu juego, Miller! —Me erizo como un gato a punto de
atacar— ¿Qué demonios planeas?
—Dulce, baja la maldita voz —Me empuja hacia un árbol.
—¡No voy a bajar la maldita voz! —Grito y con su mano cubre mis labios.
—Voy a explicártelo, lo juro, pero ahora no. Es peligroso que nos vean
aquí. Solo debes saber que necesito tu ayuda.
Intento hablar pero presiona fuerte sobre mi boca.
—No estoy mintiéndote… —Pasa saliva y me mira de forma profunda.
Un día amé sus ojos revoloteados. Lo amé… Amé profundamente a este
hombre, pero hoy lo odio. Jamás voy a perdonárselo. Jamás. Me llevó hasta el
infierno y me dejó ahí… Por su culpa perdí todo, hasta mi propia vida.
—No necesito tus explicaciones —Lo empujo con fuerza— Voy a
destruirte. —Lo amenazo.
Rueda sus ojos y suspira.
—Termina con tu drama y luego me buscas. Te conviene estar de mi lado.
—Jamás estaré de tu lado. Voy a casarme con Brando, ¿Lo entiendes?
Nada ni nadie podrá evitarlo.
Me deja pasar y salgo con furia del maldito jardín. Miro a todos lados y
felizmente no hay nadie rondando la zona. Mis tacos se ensuciaron, no puedo
estar así, entonces camino rápidamente hacia mi suite pensando una y otra vez
en lo que me dijo.
No puede ser cierto.
Cierro mis ojos y solo me veo firmando ese maldito papel. Cuando envió
aquella solicitud de divorcio yo estaba destruida, pero todavía me quedaba
orgullo y firmé. Jamás lo ví en ese lugar, solo a su abogado. El tipo de lentes
me dijo que había acabado todo, ¿Por qué estaría mintiendo?
Joder. No puedo quedarme así. Necesito sacarme el clavo.
Rápidamente me cambio de ropa. Estoy tan tensa que solo puedo sentir
temblor en mis brazos. Si es cierto estaré perdida… ¡Mierda! ¡Perdida! Mis
planes no pueden salir mal, tengo todo finamente calculado. El viejo será mio.
Y su maldito dinero también. Seré la próxima presidenta de los Hoteles Hilton.
Hice tanto por llevarlos al éxito que solo estoy pidiendo lo que me corresponde.
El zumbido de mi móvil me hace volver a la realidad. Necesito calmarme
y arreglar este asunto, así que respiro profundamente. No en vano tomé tantos
meses las clases de dominio personal. Son dos respiraciones profundas y tres
exhaladas fuertes.
—Diga —Contesto el teléfono mientras exhalo.
—Dulce… —Puedo reconocer su voz con solo nombrarme de esa
manera. Mi hermana.
—Te he dicho mil veces que no me llames. —Ataco.
—Lo sé, te has olvidado de tu familia pero es necesario que te diga que…
—La corto.
—Kiara, no tengo tiempo para ti en ese momento. —Saco mi furia con
ella.
—Papá preguntó por ti… —Su voz se quiebra al instante y yo me hielo.
Mi padre…
—¿Qué pasó? —Bajo el tono de mi voz.
—Ha tenido recaídas. —Dice suave. Paso saliva.
—Te enviaré más dinero, pide lo que quieras. —Contengo mi respiración.
—No necesitamos dinero, Dulce. Con lo que envías es suficiente.
Además yo también trabajo. Él necesita a su hija. No vienes a verlo desde la
última navidad, ¿Quién te crees? Te quedas 10 minutos con él y luego te vas.
—No he tenido tiempo, viaje mucho y…
—¡Son excusas! —Grita al teléfono— Pregunta mucho por… —Se
detiene— Por Christopher, ¿Cuándo vas a decirle la verdad? ¿Cuándo vas a
decirle que te divorciaste?
—No menciones a ese hijo de puta. —Le digo.
—Como sea, Dulce. Necesitas venir a arreglar ese asunto. Ya no nos
cree.
—Te he dicho mil veces que…
—¿Crees que se puede sostener una mentira tantos años?
—Kiara, te llamo luego. —Digo harta.
—Vas a venir por su cumpleaños, ¿Lo entiendes? O yo misma iré a
buscarte.
Cuelga el teléfono.
Mierda.
Caigo sentada en el sofá mientras me sirvo una copa de whisky. Mi padre.
Joder, mi padre. He intentado alejarme de todo, pero no puedo desconectarme
totalmente de ellos. Soy una mala hija, y sí… no me importa. No quiero cargar
con su enfermedad, pero tampoco me perdonaría matarlo por mis acciones.
Ama a Christopher con toda su existencia. Quizá porque fue el hijo varón
que nunca pudo tener. Él no sabe que me divorcié del patancito, no lo sabe. No
pude decírselo… y más sabiendo que estaba recién operado al corazón.
Maldito Miller. Maldito seas.
Bebo un sorbo de whisky el sabor a alcohol recorre por mi garganta, ¿Qué
haré para deshacerme de él? Encontraré la forma, juro que lo haré. Pero antes
debo cerciorarme de una cosa: Mi libertad.
—Te necesito aquí ahora. —Digo, enviando un mensaje.
Solo espero 2 minutos y siento que alguien toca la puerta.
—Entra. —Miro a través de mis pestañas y veo a la estupidita entrar.
—Dulce. —Sonríe.
—Camina delante de mi. —Bebo otro sorbo y la veo esmerarse— Bien,
dijiste que querías que te ayude con tu… forma de vestir.
—Por favor… —Se intimida.
—Regla número uno: No te pongas esa falda larga. Eres muy baja como
para hacerlo. Y no combines asi tu… —Doy vueltas la muñeca de mi mano y
me contengo— ropa. ¿Qué son esos colores? Te regalaré algo de estilo, pero
debes esmerarte para ello.
—¿Qué tengo que hacer? —Susurra desesperada. Es una pobre idiota
que quiere ser aceptada.
—Ayudarme. —Suspiro— Estás aquí para ser mi asistente de trabajo,
pero necesito un favor muy especial que no tiene nada que ver con ello.
—Lo haré —Contesta rápido.
—Quiero que llames a algunas personas. —Me levanto y le doy un
papel— Aquí encontrarás sus números. Necesito encontrar a una persona, es
abogado.
—¿Quién es? —Pregunta.
—Eso no te incumbe. Consigue su dirección y todo acerca de él. Necesito
saber todo, ¿Lo entiendes? Absolutamente todo: Debilidades, amistades,
trabajo.
—Sí Dulce, lo haré.
—Tienes todo este maldito dia. —Le digo convencida— Si no puedes
hacerlo, entonces no hay ayuda y es probable que cambie de asistente.
—No, por favor… dame la oportunidad.
—Bien. Esfuérzate y dile a Vargas que lo quiero en mi oficina en 10
minutos.
—¿El Abogado Vargas? Él está lejos de aquí.
—No me interesa donde esté, lo necesito en 10 minutos. Ahora lárgate.
—Le doy la espalda y miro por la ventana de mi lujosa habitación. La vista es
excelente, no puedo negarlo, pero no puedo disfrutarla como acostumbro
porque hay una sola idea en mi mente: Él y su maldito juego.
***
Los 10 minutos pasaron y pronto estoy ansiosa caminando por el salón
de piano. El hombre de manos largas toca una exquisita pieza de Beethoven,
pero no puedo disfrutarla. Suspiro mirando de reojo a mis lados. Puedo ver a
los perros de Brando merodeando el hotel. Hay más movimiento del que
acostumbro a ver y eso me hace pensar que debe haber algún mafioso
instalado ahora.
Joder.
Normalmente desaparezco cuando eso sucede. No me gusta meterme
en líos mayores, pero hoy no me puedo dar el lujo de escapar y dejar al imbécil
de Miller aquí. Él quiere hundir a Brando por alguna razón, pero no voy a
permitírselo. Brando es mi mina de oro.
—Cariño… —Escucho una voz a lo lejos.
—Hola. —Sonrío a medias y me mantengo erguida al ver a un anciano
con él.
—Marco, esta es mi hermosa chica… Dulce, él es el Sr. Marco Grucci,
uno de los empresarios más afamados en el mundo inmobiliario.
—Un gusto. —Me toma la mano y siento cómo su barba asquerosa besa
mi piel.
—Vaya… era más hermosa de lo que decías. —Sonríe. De inmediato
unos hombres se acercan y ponen a su lado.
—Brando, cariño… debo irme. Un gusto Sr. Grucci.
—Dime Marco, querida. —Sonríe con ganas de desvestirme y me tenso.
Brando toma mi mano y se despide de Marco para luego jalarme hacia el
corredor.
—¿Incómoda? —Pregunta divertido.
—Odio que me vea de esa manera. —Confieso.
—También lo odio por mirarte, pero es el Jefe de todo el dinero. —
Sonríe— Hay que pasar ciertas cosas.
—¿Para qué vino?
—Preguntas mucho, cariño. Ya lo sabes… —Se acerca hacia mí y toca
el collar que llevo puesta— ¿Por qué no vamos adentro y… conversamos un
rato?
—No, Brando. Estoy un poco… indispuesta ahora. Además, no he
olvidado tu preferencia por el idiota de Miller.
—Oh, sigues con eso… —Ríe.
—No me parece gracioso. Ese tipo no es confiable.
—Claro que es confiable, ha aceptado ingresar al negocio. —Sonríe
orgulloso.
—¿Qué? —Me hielo.
—Necesitaba un poco de… incentivo. Falsificará los planos que
necesitamos para engañar al gobierno. El fiscal está de nuestro lado por si
sucede algún imprevisto.
La sangre hierve de nuevo por mi cuerpo. Esto es inaudito, ¿Christopher
y Brando socios? ¡Qué carajos! Está yendo muy lejos, lo único que quiere es
ganarse su confianza para luego hundirlo. Lo sé, ¡Maldito bastardo! .
—¿Qué sucede, cariño? Te pusiste pálida.
—Nada.
—Dulce —Grita Rita mientras corre— El Sr. Vargas está en la sala 2.
Abro mis ojos y la miro con furia, ¡Maldita estúpida! Tenía que decirlo
delante de Brando. Llevo una mano a mi cabeza y respiro pensando muy
rápido, porque sé que va a hacerme preguntas.
—Retírate. —Le digo conteniéndome.
Rita se excusa y se va.
—¿Vargas? —Frunce el ceño.
—Tengo que hacerle algunas preguntas sobre las compensaciones
laborales. Despedí a dos idiotas. —Exhalo lentamente y contengo el aliento.
—Dulce… —Rueda sus ojos— Bueno, cariño, confío en ti. Debo irme,
pero antes quiero contarte que esta noche tendremos una fiesta privada en el
jardín del hotel.
—¿Fiesta privada? —Me aburren sus fiestas privadas.
—Sellaremos una negociación millonaria, cariño. Marco será el nuevo
inversionista de Ensueña. —Tuerce sus labios.
—Pensé que querías mantener este proyecto lejos de…
—No. No me conviene. Cambié de opinión. —Interrumpe.
—No quiero ir. —Soy clara, esas fiestas apestan.
—Debes asistir. Es de suma importancia para todo. —Me mira
fijamente— Sabes de lo que hablo.
Me da un beso en el cachete y sigue su rumbo. Las fiestas de ese tipo no
me agradan. La última vez que asistí a una vi a un hombre llevándose a una
jovencita mesera y nadie hizo nada. Esos tipos toman lo que quieren y listo,
pero sé que de ello depende en gran parte el negocio de Brando así que me
aguanto.
Intento despejar mi mente mientras me dirijo a la sala 2 de reuniones. Al
entrar veo a Vargas revisando su celular… me ve y lo suelta.
—Vargas. —Le doy la mano y me corresponde— Toma asiento.
—Señorita Dulce, en qué puedo ayudarla.
—Hay algo que necesito de ti con la más absoluta discreción. Por mí
tienes un empleo. Si yo no te hubiera dado esta oportunidad no serías nadie,
¿Lo sabes, cierto? —Entrecierro los ojos para estudiarlo.
—Aprecio su confianza, señorita. —Sonríe tímido.
—Rita te enviará un correo esta noche con algunos datos que necesito
tener, pero antes debo saber si… existe algún tipo de lazo nupcial entre un
hombre y yo.
Sus ojos lo dicen todo: está sorprendido. Lo miro con la más completa
frialdad mientras evalúo sus movimientos.
—Sé que es sorprendente —agrego— pero necesito esa información.
Hace algunos años me casé con un infeliz y necesito saber si estoy divorciada
de él realmente.

—Es muy fácil saberlo, señorita. Puedo averiguarlo en unas cuantas


horas.
—Bien. Quiero el informe lo más pronto posible contrastando con la
información que Rita te hará llegar. Verás, en ese tiempo era una chiquilla
inexperta y no presté atención a todos esos formalismos, pero hoy necesito
saber la verdad. — Voy al grano y rostro sigue rojo.
—Está bien, señorita. —Suspira y luego me queda mirando dos
segundos.
—… ¿El Sr. Brando está enterado de esto? —Agrega y le sonrío.
—No. Y no debe saberlo. —Sigo sonriendo.
Silencio.
Su interés sale a flote cuando veo que sus ojos brillan y me enternezco,
¿Realmente este intento de hombre cree que puede chantajearme? Esbozo un
suspiro y espero su ataque para contraatacar. No le daré un solo dólar si eso
es lo que piensa.
—Podríamos tener algún tipo de compensación. —Afirma sonriendo casi
tímido.
—Vargas… —arreglo mi pelo—¿Realmente crees que estás a mi altura?
—Pregunto con certeza— Por cierto, ¿Cómo sigue tu niña? ¿Tiene 2 años? Me
contaron que era muy enfermiza, debes cuidarla mucho… los accidentes
pasan. —Sonrío dando justo en el blanco. Él traga saliva y pronto se centra en
sí mismo manteniendo sus manos temblorosas en sus piernas. — Espero
hayas entendido.
—Lo siento, señorita. Haré lo que usted me diga y mantendré discreción.
—Balbucea.
—Uno nunca debe morder la mano que los alimenta —Digo
levantándome—. Espero todo hoy a más tardar en la madrugada.
—Bien, señorita. —Suspira.
—Eres un buen padre, nunca lo olvides. —Sonrío y salgo de ese lugar.
Sé que Vargas no hablará, quizá deba darle algo de dinero para mantenerlo
incentivado, pero de ninguna manera dejaré que me chantajee. La familia
siempre es una debilidad.
Escucho el sonido de la puerta detrás de mí y me olvido de Vargas para
concentrarme en mi vestuario. Esta noche debo verme más que reluciente para
recibir a una serie de mafiosos. La novia del jefe necesita brillar y es lo que haré
sin duda.
—Dulce, disculpa… no debí decir nada delante del Sr. Brando. —Aparece
Rita tras de mí de nuevo. Mierda, ¿De dónde sale esta estupidita? Ni si quiera
la vi. Camino sin responder, lo que la obliga a seguirme —.Por favor,
discúlpame.
—Regla número uno, niña. Jamás actúes sin que yo te lo diga. Regla
número dos: me debes lealtad. Luego hablaremos de eso, tengo algunas horas
para estar lista para la fiesta de esta noche.
—Lo sé, la fiesta privada. —Sonríe.
—¿Cómo lo sabes?
—Todos lo comentan en los pasillos. El equipo técnico se ha movido
recién, de hecho me preguntaron si habría algún tipo de comida especial para
hoy. La señorita Patricia se está encargando de la coordinación.
—Bien —Suspiro—. Ayuda a Patricia en todo.
Vuelvo a ignorarla y regreso a mi habitación para alistarme. Las horas
pasan volando sin que me de cuenta y por más que intenté tranquilizarme no
pude. La sola idea me aterra, pero debo mantenerme fría, ¿Qué podría pasar
si es cierto? No. —Sacudo mi cabeza— No es cierto. No puede ser cierto.
Ajusto mi Invisible Bra y termino de amarrar la tira de mi vestido de noche.
Estoy lista… La mujer que veo en el espejo me gusta. Llevo un vestido rojo vino
con la espalda descubierta. Sexy o discreto a la vez. El corte no es tan corto ni
largo, sutil para mi gusto. Pero sé que mis piernas serán el toque fino que
amerita esta noche. Mis tacones negros altos, los brillantes en mis oídos y el
maquillaje solo son la mínima expresión de todo lo que llevo dentro.
Es todo o nada.
Esta es mi noche. Debo asegurarme que Brando firme esos papeles. Si
lo hace automáticamente llenará sus bolsillos de millones, más inversión para
Ensueña, beneficio que me corresponde.
Esparzo el perfume por mi cuello y pego mis labios para sellar mi labial.
Mis pestañas solo se alinean con mis ojos haciéndolos más grandes. Finjo una
sonrisa, me creo. Estoy lista para ser la Señora hipocresía. Me encanta jugar a
serlo. Desde hace algunos años no vuelvo a sonreír de verdad. No sé… es
como si la vida se hubiera llevado mis emociones. Un día mamá dijo que era la
pena, o quizá la soledad, pero hoy soy más consciente de todo: Es simplemente
una estrategia.
No sientes, no sufres.
El zumbido de mi móvil vuelve a sacarme de mis pensamientos. Abro el
mensaje y veo el remitente. Mi presión aumenta pero debo enfrentarlo ya.
“Tengo noticias, Señorita Dulce. Estoy recopilando los papeles con toda
la información que me dejó Rita. Se lo haré llegar a la brevedad.”
Vaya… Vargas me ha sorprendido. Lo hizo más rápido de lo que imaginé
y no voy a estresarme más. Hoy no. Dejaré que pase la noche para leer todo,
y luego tomaré una decisión con respecto al patancito.
No puedo tenerlo cerca.
***
Son 11 de la noche y el momento ha llegado. Bajo con cuidado las
escaleras y pronto aparezco en la fiesta. Puedo notar las miradas de los
presentes, pero mi atención ahora se centra en Brando.
El lugar está decorado tal y como lo pedí. Luces pequeñas en los árboles,
un espacio lleno de telas blancas y cálidas. El aroma a incienso se hace
presente, durazno como me gusta. El personal lleva comida de un lado al otro
y los meceros sirven champagne a los invitados. Brando no me quita la vista,
entonces me quedo parada para lanzarle una sonrisa falsa. Y se acerca.
—Admiro profundamente tu buen gusto, cariño. Estás hermosa. —Besa
mi mano.
—Gracias. —Sonrío.
—¿Ves esos tipos de allá? Tienen tierras petroleras. —Habla como una
vieja chismosa, pero aun así lo escucho.
—¿Son inversionistas también? —Pregunto.
—Más que eso, cariño. Marco no te quita la mirada.
—Tengo asco —Digo de inmediato—. Ese tipo es realmente
desagradable. —Es cierto, el viejo no deja de mirarme.
—No debes ser ni tan amable ni tan agria con él. Promételo. —Ordena.
Estoy segura que no tendría consideración conmigo si es que interfiero en sus
planes. Soy su juguete, pero no es idiota.
—Intentaré evitarlo. —Cruzo mis brazos.
—Hay otra cosa que debo pedirte —Se aclara la garganta—. Necesito
que seas más… tolerante con Christopher. —Abro mis ojos como platos,
¿Realmente me está pidiendo esto?
—¿Perdón? —Mi alerta empieza.
—Mira, estuve hablando con él esta tarde y se siente un poco incómodo
con tu falta de tino. No lo quiero de enemigo, ¿Me entiendes? —Suspiro. No
puedo creer que ese idiota haya hecho esto. Lo que quiere es provocarme, solo
eso.
—Ese tipo no me cae, ya te lo dije. —Refunfuño pensando en que el
patancito ha sabido jugar bien sus cartas.
—No te estoy preguntando, te lo estoy exigiendo —Tensa su mandíbula—
. Sé buena chica, cariño. Prometo que solo será por un tiempo. —
Definitivamente Brando no imagina que él solo quiere su cabeza.
Mi rabia aumenta cuando lo veo entrar, ¿Por qué demonios está aquí?
¡Tonta Dulce! Él también es parte de Ensueña —Repito entre dientes. El infeliz
saluda a todos como si fuera última chupada del mango. Coquetea con unas
cuantas mujeres y posa sus ojos en mí… entonces pasa un escalofrío en mi
espalda. Y llueg sonríe como si pudiera leer mis pensamientos.
—Christopher… —Brando abre los brazos y lo aprieta. Ruedo mis ojos y
vuelvo a encontrarme con los suyos.
—Dulce, es un gusto. —Toma mi mano y la besa.
Sus labios en mi piel hacen que saque chispas del aire. Estoy tensa, me
retiro de su toque. Brando me mira enfadado, ¿Cómo es posible que este idiota
esté manipulándolo? Sonrío incómoda y me quedo en silencio mientras ellos
conversan. Es como si todo pasara en cámara lenta. No me quita la mirada,
entonces vuelvo a inquietarme.
—Bueno, debo atender a algunos empresarios. Estoy seguro que mi
querida Dulce te puede hablar un poco más del proyecto. —Brando me mira
como si fuera una advertencia para luego irse y perderse entre la gente.
Joder, solos de nuevo.
—Ese rojo vino te queda perfecto. —Sonríe, no le contesto. Avanzo hasta
el pequeño bar y pido una copa—. Que sean dos. —Agrega Christopher
mientras se acerca a mi cuerpo— ¿Estarás de mi lado? —Susurra despacio en
mi oído y me erizo.
—No. —Contesto intentando evadirlo de nuevo.
—No estoy jugando. —Sus ojos son armas apuntando los míos y pronto
me huelo apretando mi mandíbula al sentir su mano deslizarse por mi cintura
para luego subir lentamente por mi espalda. Mi piel se eriza contemplando
sutilmente el sonido de alerta en silencio. Despliega sus dedos de forma recta
y acaricia mi piel de una forma conocida. ¡Las mil y una mierdas! ¡Lo está
haciendo! Intento concentrarme pero no puedo. Mi boca se hace agua y mi
corazón palpita más fuerte, ¿Qué mierda me está pasando? No puedo
desearlo, simplemente no puedo. Me es negativo hacerlo.
—Lo admito. Son infinitas mis ganas de tenerte a mi lado. —Susurra
cerca.
—No puedo decir lo mismo. —Respondo de inmediato.
—Tus palabras lo dicen, pero tu cuerpo lo niega. Reaccionas como
siempre has reaccionado conmigo, Dulce.
—¿Qué pretendes? —Giro mi cuerpo para encararlo— ¿Qué caiga en tu
juego una vez más? Bravo, estás consiguiendo ser amigo de Brando pero te
advierto que no durará mucho. Cuando él sepa tus intenciones va a matarte.
Pisaré tu cabeza con mucho gusto.
—Solo estoy asegurando mis pasos, Dulce. Si sabes lo que te conviene
debes estar de mi lado.
—No. —Soy firme y me mira.
—Me pregunto qué ropa interior estás utilizando… Quizá ese encaje
negro que me encanta.
Suspiro tensa, maldita sea.
—Patán.
Me dispongo a irme pero él toma mi mano.
—Vamos a bailar, necesito hablar contigo.
En dos pasos me avienta a la pista de baile sin dejarme opción. Mi mente
se nubla, miro a Brando a lo lejos y puedo observar su sonrisa. ¿Está a gusto
con esto? Si supiera quién es el hombre al que está dándole tanta confianza
no diría lo mismo. Christopher me aprieta sutilmente alejándome de la multitud.
El suave sonido del piano y su olor vuelven a embriagarme, no lo soporto.
Necesito despegarme.
—Soy bueno. Esta vez no pedí Summertime. —Sonríe.
—Hijo de puta. —Lo insulto mientras sonrío falsamente.
—¿Así te portas con tu marido?
—¡No soy tu mujer! —Respondo susurrando
—Lo eres. —Me aprieta.
—No pienso ser parte de tu sucio juego.
—No tendrás otra opción, Dulce. He regresado para hacer justicia.
—¿Justicia? ¡No me interesa tu justicia!
—Brando nos está mirando. Sé buena conmigo.
—Maldito cerdo, ¿Vas a firmar estos papeles realmente?
—Puede que sí. Quizá invente una excusa y te eche la culpa, sería
divertido. —Gruñe.
—No te atrevas —Respondo—. Te odio tanto…. —Le digo mirándolo a
los ojos— Solo sabes lastimar.
Se para en medio de la pista y de pronto deja de bailar, ¿Por qué le dije
eso? Ni yo misma me entiendo. Hay un mundo de emociones entre nosotros.
Sus ojos son un nudo de oscuridad y por alguna estúpida razón siento que voy
a desarmarme. Soy capaz de matarlo, lo juro. Mi alma se revuelve por dentro
intentando bloquear todo sentimiento de costumbre por él, pero hay mucha
confusión en mi vida ahora. No, no quiero ser su esposa. Significaría poner en
riesgo todo lo que he logrado hasta ahora.
Sin mirar atrás termino por despegarme de todos para luego disponerme
a ir a mi habitación e intentar descansar un rato. Ese imbécil me arruinó la
fiesta. Estoy aturdida, estresada, cansada… ¡Se puede ir a la mierda todo
mundo!
—Señorita Dulce, le dejaron este sobre. —Dice una recepcionista cuando
me ve.
Lo tomo entre mis manos y cambio de planes, doy media vuelta hacia mi
oficina porque necesito privacidad, así que abro el sobre mientras camino. Voy
a acabar con esto ahora mismo y sabré la verdad.
Cuando cierro la puerta puedo ver por la ventana que la fiesta sigue su
rumbo. Todos ignoran lo que me sucede y así debe quedar. Mis manos sudan
de la tensión y sea lo que sea voy a abrir el sobre ahora.
Acta de divorcio, México 2012
Documento: Inválido.
Mi alma se congela, ¿Qué quiere decir con inválido? La boca se me seca
y tengo que sentarme para no caer del impacto. Tomo mi celular y veo un
mensaje de Vargas, ¿Qué demonios sucede? No aguanto más y lo escucho:
Señorita Dulce, he hecho una investigación exhaustiva del caso
contrastando los papeles que me brindó Rita. Efectivamente usted sigue
casada con el Sr. Miller. Al parecer el acta que usted firmó fue inválida. El juez
que firmó el divorcio no ejercía en ese entonces el cargo. Usted sigue siendo
la Señora Miller. En el sobre están todos los papeles que lo acreditan. Lo siento.
La llamaré mañana para hacer una demanda.
No necesito escuchar más porque suelto mi celular al instante. Mis puños
se contraen y pronto tiro los malditos papeles al suelo.
¡Maldita sea!
Tomo una copa de alcohol y vuelvo a tirarla. ¿Cómo es posible? Mi mente
empieza a pensar y pronto los recuerdos invaden mi cabeza. Era solo una
chiquilla de 21 años despechada y llena de dolor. Él había mandado la
demanda y por orgullo fui al juzgado para firmarla. No había más que ese
maldito juez, mierda… ¡Me engañaron de la peor forma! Mi corazón no deja de
contraerse, esto arruina totalmente mis planes.
Soy suya religiosa y civilmente, ¿Cómo podré casarme con Brando si sigo
siendo la mujer de Miller?
¡Mil veces mierda! ¡Maldita sea!
Doy un golpe con la palma de mis manos en el escritorio y hundo mi
cabeza entre mis brazos. Estoy a punto de conseguirlo. He luchado tanto…
tanto. Cinco malditos años de agonía no fueron suficientes. Maldita sea, mil
veces maldita sea. Necesito encontrar una solución, pero juro que voy a cortarle
las bolas a ese imbécil, ¿Cómo pudo engañarme? ¿Cómo pudo ser capaz?
Respiro profundo y siento que la puerta se abre.
Es él.
Lo miro con furia mientras lo veo examinando el lugar: Papeles en el
suelo, una copa rota, el acta de divorcio inválida sobre sus pies y todavía tiene
el cinismo de sonreír.
—Entonces ya lo sabes. —Contiene la risa.
—Eres un maldito malnacido —Me arrastro hacia él y lo golpeo sin éxito.
Toma mis muñecas y me obliga a mirarlo.
—No es momento de reclamos, Dulce. Vine aquí con un solo propósito.
—Si yo me hundo te hundes, ¿Lo entiendes? Le diré toda la verdad a
Brando y te correrá como la basura que eres. Haré una demanda por engaño y
me divorciaré de ti como sea. —Amenazo sin pensar.
—¿Y crees que él te aceptará después de todo? Piensa un poco, eres
una mujer inteligente. No nos conviene a ninguno de los dos que se sepa esta
verdad. Ayúdame a destruirlo. —Es claro y directo.
—¿Y yo qué gano? —Mis ojos se centran en los suyos y puedo ver un
terrible fuego nacer.
—Dinero. —Me suelta.
—¿Qué dices? —Me desconcierta.
—¿Eso es lo que quieres, no? Hundes a Brando, te quedas con todo. —
No emite emoción.
—¿Piensas que voy a creerte?
—No tienes de otra. Necesito información sobre él: cuentas, movimientos,
negocios. Quiénes son sus socios, cuánto dinero invierte por proyecto. Todo,
absolutamente todo de él. Tú eres la única que puede hacerlo. A cambio
pondremos las cuentas a tu nombre, las que quieras, sin necesidad de un
matrimonio con ese vejete.
—¿Crees que va a firmar sin que sea su esposa? —Le digo bruscamente.
—Lo hará, confía en mí.
El silencio vuelve de nuevo y pronto camino pensando por toda la sala.
La ventana está entre abierta, puedo ver a Brando a lo lejos. Tiene mil mujeres
a su alrededor, y también a esos mafiosos cerca. Miro a Christopher de reojo,
claramente no confío en él pero debo ser inteligente
Jugar su juego es lo único que me queda.
—Bien. Negociemos. Quiero mi libertad. —Espeto sin mirarlo. Se toma
algunos segundos en responder.
—Bien. Te daré el divorcio después de su cabeza. ¿Cuál es tu decisión?
—Me has acorralado a tal punto de no dejarme opción. Voy a hacerlo. —
Suspiro con mil emociones dentro.
—Perfecto —Hace una pausa—. También quiero algo más. —Dice de
inmediato y volteo.
Me mira intensamente y se acerca peligrosamente hacia mí. Su piel
excreta sudor y sus labios se hinchan cuando ven mis pupilas. Mi garganta se
seca, ¿Cómo demonios lo hace? Odio tanto su ser pero a la vez me envenena.
—¿Qué? —Respondo.
—Una noche en tu cama.
5. Peligro
Christopher

“Me siento como en casa” -solo dije. Y hablaba de ti . D

Su mirada se enciende como el fuego cuando lanzo mi propuesta. Intenta


mantenerse fría, pero sé que le afecta de alguna manera porque aún me desea.
Sus ojos se clavan en mi rostro sin dejar de mirarme, entonces mi garganta
aruña su nombre creando en mí un maldito infierno por dentro. Toso para
liberarme, ella solo sigue observando cada uno de mis movimientos. Tenerla
tan cerca me abruma, porque sé que está calculando mis debilidades, pero a
la vez me prende de una manera inexplicable… No, no puedo con ella. Es una
gata asesina cuando posa sus pupilas sobre mí, una fiera indomable que me
quema y aún duele. Es otra: Huraña. Maldita. Distinta. No hay esa rojez en sus
mejillas ni dulzura en su mirada y quizá es mi culpa. Enteramente mi culpa.
Levanta su mentón ladeando su cabeza, entre abre sus labios para decir
algo pero se arrepiente porque sé que lo está pensando… calculando,
midiendo. Es una chica inteligente, siempre lo supe, pero ahora más que nunca.
Su inhumanidad me envenena y a la vez me llama. Ya no es mi Bonita,
mi chica buena. Aquella mujer que a pesar de no saber cocinar, lo intentaba.
Aquella doncella que me esperaba con una sonrisa cuando llegaba del trabajo.
Esa misma niña que un día fue mía por primera vez en una playa…
Simplemente se ha esfumado, no existe, murió. Y quizá el dolor la haya vuelto
de esa manera. La decepción, el miedo, soledad, pero todo esto ha sido una
injusticia del destino. Algo que aclararé con ella en su momento.
—Nunca pensé que estuvieras tan… necesitado. —Sonríe mirándome
con lástima. Ah… Bonita, sé que también lo deseas pero jugaremos un rato.
—Digamos que… estoy un poco obsesionado. —Tuerzo mis labios
coqueteándole, acercándome más y más suavemente.
—¿Conmigo? —Se aleja con tensión.
—No pude dormir desde que te vi desnuda. —Paso saliva y ahogo en mi
garganta un gemido. Joder, la necesito. Sus ojos se prenden junto a los míos y
no podemos evitar esta increíble atracción naciendo en nosotros de nuevo. Su
respiración es corta, nos perdemos en el infierno. Puedo ver sus mejillas
ardiendo. Si no para voy a lanzarme encima.
—No hay mujer como yo, Miller… pero esto es totalmente injusto. Yo
merezco mi libertad sin pedir nada a cambio. Tú me engañaste, creaste toda
esa farsa y aún sigo sin entender cuál fue la razón. Dijiste que no me querías
más en tu vida, ¿Por qué planear un falso divorcio?
Mierda. Mi sonrisa se borra porque es muy pronto. No puedo decírselo
ahora aunque tenga ganas de hacerlo.
Suspiro pasando mi mano por la cabeza. Me doy un segundo y la miro de
nuevo. Sus ojos chispan de curiosidad y me extraña verla tan… quieta. Ella ya
no es emocional y eso hace que un cuchillo atraviese mi interior.
Definitivamente no es la misma.
—Sin preguntas, Dulce. Por ahora no. —Respondo totalmente serio.
—Dijiste que querías hablar. Bien, te escucho. —Cruza sus brazos
dispuesta a escuchar. Esta es la oportunidad más grande que tengo con ella,
pero debe esperar.
—No, Dulce. Ahora no. —Vuelvo a repetirle. Simplemente no debo soltar
más información de la que debo. No hasta recuperar su confianza.
Un silencio invade el lugar, ella solo me mira… yo la sigo mirando y podría
perderme en sus ojos años enteros.
—Pues si no hablas… no hay trato. —Se mueve con dirección a la puerta
—Dulce —lamo mi labio—. Por favor, esto es serio —La detengo posando
mis manos en sus brazos—. Prometo contarte todo más adelante.
—¿Cómo quieres que haga algo sin saber a qué me estoy metiendo? —
Se zafa y exalta.
—Confía en mí. —Alzo la voz.
—¿Podría confiar en el hombre que se largó de mi vida sin explicaciones?
Se tensa… lo ha dicho. Es eso. Siempre fue eso. Y me siento un maldito
infeliz cuando la miro. Joder, mierda. Si supieras Dulce… Solo si supieras, pero
no puedo. No puedo.
—Tienes razón —Suspiro—. No tienes motivos, pero esto es simple y
sencillo: Si quieres seguir con tus planes debes ayudarme a hundir a Brando.
Y si quieres tu libertad…
—Maldito idiota. —Me empuja y se va.
¡Mierda!
Doy un golpe contra la pared haciendo que un cuadro caiga. Lo levanto y
sin querer leo su nombre… Honor en Marketing. Tiene un certificado con
honores porque es brillante en todo lo que hace. Desde que la conocí siempre
fue así: Una chica valiente, decidida, ambiciosa con sus estudios. Y lo ha
logrado.
Solía contarme sus sueños bajo 7 estrellas en la playa. Amábamos estar
en ese lugar solos y en silencio, simplemente conversando de todo y de nada.
Me enamoré como un maldito estúpido cuando la ví mirando el horizonte. Su
vestido azul la hacía una doncella frágil, fuerte y a la vez hermosa. “Lo siento”
—Le dije cuando fingí tropezarme con ella. Sus ojos hábiles se dieron cuenta
que todo había sido un plan, pero me siguió el juego.
Era de una familia nuclear totalmente cerrada. Batallé mucho para que su
padre me diera permiso de ser su enamoradito de novela. Le juré a su madre
que siempre la respetaría… estúpida mentira. Le falté al respeto apenas pude
hacerlo porque simplemente no me aguantaba. Éramos un volcán de fuegos
juntos. Cogíamos a escondidas de sus padres y eso me excitaba. Mientras su
hermana menor dormía nos encerrábamos en su baño… ¡Qué cosas no hemos
hecho!
Ella siempre fue mi punto aparte. Con ella nunca hubo comas, solo
renglones llenos del más puro sentimiento. Acepto que al principio quise solo
una aventura, como cualquier chiquillo en celo, pero pronto se volvió parte de
mi vida. Apenas tuve la mayoría de edad convencí a mi madre para pedir su
mano… y contra todos logramos casarnos.
Dos idiotas adolescentes siguiendo un puto sueño.
Tantos recuerdos pasan por mi mente, pero sí… Ella ya no es la mujer
que un día conocí y de la cual me enamoré como un tonto. Ahora es distinta,
extraña, con la misma sexualidad de siempre pero superada. Ya no se
avergüenza de su hermoso cuerpo, muestra lo que es más bello. Es fuerte,
decidida, mala. Una víbora arrastrándose y que muerde en cualquier momento
y me encanta. Siempre me ha encantado verla en sus mejores versiones, pero
también me abruma saber que puede no volver a quererme. Es otra. Se
relacionó con muchos hombres indecentes y, aunque me cueste aceptarlo, los
utilizó para llegar hasta donde está ahora. Mi lado más frágil salió cuando recibí
sus fotografías, ¿Qué hicieron con mi esposa? —Me lo pregunté mil veces—
La respuesta fue mi nombre y el abandono, aunque mi única finalidad siempre
fue protegerla.
—Sr. Miller… —Escucho el sonido de la puerta.
—Hola. —Respiro mirando a su asistente— ¿Cuál es tu nombre?
—Ri…Rita —Sonríe.
—Mucho gusto Rita —Le doy la mano— Estaba hablando con Dulce pero
tuvimos un pequeño altercado y mira… —Digo, justificándome. Sé cómo es
ella, la chica va a creerme.
—Sí, mi jefa es… un poco explosiva. —Sus mejillas se sonrojan.
—Lo es. Por más intentos que hago creo que no le caigo bien.
—Pero si usted es el hombre más bueno del mundo… —empiezo a
estresarme. Me mira a los ojos sonriendo. Mierda, ahora no.
—Gracias por el cumplido. Me retiro ahora, buenas noches.
Zafo lo más rápido posible. Sé que Dulce la trata mal ,y eso es un punto
a mi favor porque utilizaré a la chica cuando me convenga, pero no pretendo
relacionarme mucho con ella.
Pasan algunos minutos mientras mis pies se arrastran por el pasillo hasta
su suite. No puedo despegarme de ella aunque esté molesta. Han pasado cinco
años observándola a lo lejos y hoy, que por fin estoy frente a sus ojos, algo más
me impide ser feliz con ella. Toco suavemente la manija de su puerta, no sin
antes mirar a mis alrededores, y… no me atrevo. Una sensación agridulce
florece en mi garganta, ¿Debería estar haciendo esto?
Miller, esto no es un juego. —Las palabras del jefe retumban ahora
sabiendo que debo aprender a contenerme. La deseo con toda mi estúpida
existencia. Y no, no debería estar haciendo esto pero quizá sea la última vez
que suceda.
—¿Busca algo, señor? —Dice una mucama con sábanas en las manos.
—Eh… olvidé mi habitación. —Solo digo mientras su rostro parece
confundido.
—Puede ir a recepción, si gusta lo llevo.
Joder.
—Bien. Gracias.
Me siento un estúpido haciendo este teatro, pero nada debe salir de
control. No sé si llegue a más con ella, aunque lo que sí es seguro es una cosa:
Hundiré al mal nacido de Brando, cobraré todo el dolor que causó y saldaré mis
cuentas con el Gobierno Mexicano, así muera en el intento.
***
La mañana es perfecta para mí, sobre todo después de un relajante baño.
Hoy tengo que finiquitar algunos papeles con mi equipo y luego armar la gran
farsa del año con Hilton. Me pregunto qué estará haciendo mi chica ahora, ¿Lo
estará pensando? Realmente estoy ansioso, pero sé que aceptará así sea lo
último que haga.
—¿Cómo vas? —Escucho a Aldo en el teléfono.
—Trabajando en ello. —Me reporto.
—Bien. La licencia de autorización para la construcción está totalmente
aprobada. Sabes lo que debes hacer.
—Lo sé. —Contesto de inmediato— Pero Dulce es un problema.
—¡Ya te dije que tienes que sacarla del camino! —Grita— O se une a
nosotros o la desapareces, ¿Me entiendes, cierto?
—Entiendo. —Contengo mis ganas de mandarlo a la mierda porque no
debe sospechar que Dulce me importa más de lo que piensan.
—Infórmame de todo. Los documentos que me pediste están en camino.
Te llamo luego.
Corta, saco el chip del teléfono y lo tiro al baño. Maldita sea, tengo poco
tiempo. Necesito convencerla y unirla a mi bando antes que ellos intenten
lastimarla.
***
Pasan horas hasta que nos reunimos en la sala de conferencias. Ella está
ahí reluciente y hermosa como siempre. Su perfume me invade apenas cruzo
la puerta. La miro concentrada en sus papeles pero sé que ha notado mi
llegada.
—Buenos días, Dulce. —Sonrío admirando su rostro esculpido. Ella me
ignora y sigue mirando sus documentos— Ignórame y hoy mismo Brando
tendrá nuestra acta de matrimonio.
—¿Qué quieres? —Voltea agresiva hablando bajito.
—Ya sabes lo que quiero. —La presiono.
—Buenos días. —Brando entra con algunos hombres más y me
concentro en él.
—Hola, cariño. —Dulce actúa como siempre y le da un beso en la boca.
La sangre hierve en mí de una manera asesina, hago un puño y pronto me
controlo. La forma en la que lo mira me genera ansiedad, ¿Qué carajos le vio
a ese vejete?
—Estás muy guapa hoy, ese vestido te viene bien. —Sonríe— Buenos
días a todos, empezaremos con la reunión. —Todos se sientan y no puedo
evitar las ganas de mirarla más de lo debido, por lo que no me detengo.
—Estudiamos los impactos y podemos retraer al pueblo de Cancún si es
que soltamos dinero en sus comunidades. La idea está pactada con las
regiones, solo falta tu autorización Brando. —Dice uno de los ejecutivos.
—Me parece excelente la idea. Necesito que vean el terreno de una
buena vez, así que les pediré que viajen a Cancún lo antes posible. —Brando
agrega.
—Mis socios y yo estamos ocupados en el proyecto de Europa,
conjuntamente con Dulce. —Responde otro socio.
—Nos hemos dividido el trabajo entre Roma, Berlín y… Francia. —Dice
Dulce un poco estresada.
—¿Quién se encarga de Paris?
—Yo. —Contesta Alejandro, otro inversionista.
—Bien, quiero que veas desde ahora Paris tú, cariño.
Suspiro congelándome y puedo ver sus manos apretar el lápiz con
determinación. No levanta la mirada, solo exhala. Mi corazón galopea con
fuerza y sé que ella siente lo mismo… pero se da valor.
—No. Paris no. —Responde seca. Paris… nuestro Paris.
—¿Por qué no?
—No quiero. —Contesta.
Brando se incomoda, los accionistas se tensan.
—Cariño… —Murmura—. Aquí haces lo que quiero, ¿Lo entiendes,
cierto? Se que odias Paris pero eres mi mejor arma y necesito que vayas a
verificar el proyecto.
—Tengo Cancún. —Se excusa.
—Pues ahora verás Paris y Cancún y punto. Tienes tiempo para superar
tus estúpidos traumas —dice sin piedad— ¿Qué mujer no quiere ir a Paris? No
me decepciones.
Sus estúpidos traumas…. —La voz del mal nacido retumba en mi interior.
Si supieras, desgraciado. Solo yo sé por qué no ha pisado ese lugar en todos
estos años.
—Bien. —Dice entre dientes— Como digas.
Muerde su lengua intentando parecer normal pero sé que está furiosa. A
la nueva y antigua Dulce jamás le gustó ser humillada, odiaba el machismo y
poder masculino, realmente está luchando contra ello y es mi oportunidad. El
vejete sigue hablando, entonces la veo echar humo de rato en rato. Escribe
tonterías en el papel, como si asi pudiera despejar su mente. Es muy buena
haciéndolo… engañando a todos, pero solo yo sé que no lo hace.
Tomo mi mano y la llevo por debajo de la mesa lentamente. Me la estoy
jugando, lo sé… pero no puedo desaprovechar mi momento. Junto mis dedos
y, sin dejar de mirar a Brando, rozo su pierna desnuda. Ella se tensa, abre los
ojos pero no dice nada. Resbalo mis dedos hacia arriba descubriendo su piel
caliente entre mis dedos. Es suave, amena… y corre con facilidad, por lo que
meto mi mano en el hueco de sus piernas, subo por sus muslos y me topo con
una piel erizada.
Le gusta, lo sé.
Topo su fina ropa interior y deseo con todas mis fuerzas arrancarla. Ella
esboza un suspiro y tose de inmediato para luego bajar su mano rápidamente
y alejar la mia de su cuerpo pero no la dejo. Entrelazo mis dedos con los suyos
y siento que la vida no puede ser más dulce ahora…
Hacía mucho tiempo que no lo hago…
Voltea su rostro como fiera, intenta zafarse de mi mano pero no puede,
así que disimula de nuevo. Acaricio lentamente su mano debajo de la mesa.
Por Dios, es tan suave… tan pequeña. Mi bonita ha regresado por un segundo
y mil cuchillos atraviesan mi garganta haciendo que me pese respirar.
—Disculpen. —Es notoria su voz— Debo retirarme, tengo una entrevista
con los nuevos empleados de cocina.
Se levanta de inmediato obligándome a soltar su mano. Su rostro pesa,
Brando la mira pero sé que piensa que está enojada. Mujeres… son tan
predecibles a veces. Aclaro mi voz y capto la atención del malnacido para
distraerlo. No quiero que vaya tras ella, quiero seriamente que se mantengan
enojados…
No soporto sus dedos encima de mi mujer
No soporto sus ojos llenos de deseo.
Si pudiera arrancarle el pene lo haría ahora mismo para que jamás pueda
tocarla
Le sonrío con la más cordial naturaleza y pongo toda su atención en los
documentos que le he traído.
—Lo conseguimos, Brando. Tenemos la autorización. El gobierno no
podrá retractarse ni aunque patalee. Las tierras son nuestras.
Brando se levanta y estira sus brazos. Lleva una oscura emoción dentro:
Dinero. Me abraza fuerte y solo deseo sacar un cuchillo para degollarlo.
Calma, Christopher —Me digo— Tiempo al tiempo. La venganza es un
plato que se come frio.
Los ejecutivos y accionistas me felicitan. Todos son unos malditos
mafiosos y sonrío con naturalidad para esconder mi rabia. Los mataría a todos.
—Deseo invitarte a almorzar para ajustar detalles. —Dice Brando.
—Bien.
Todo con tal de mantenerlo alejado de ella.
Entramos en una especie de lujo privado del hotel. Pedimos la carta y
solo deseo pasta italiana. Mis manos fingen tomar los tenedores pero solo
anhelo hundir mi pistola entre sus ojos. Es un maldito cerdo.
La familia Hilton siempre fue considerada millonaria, pero hay una historia
negra tras ello. Mataron a muchos inocentes, se aprovecharon del trabajo de
los pobres y hicieron pactos con narcotraficantes de todo el mundo.
Humberto A. Hilton fue la cabeza de todo, heredando la dinastía a sus
hijos y nietos. Brando es el único heredero ahora, ha eliminado gente desde su
adolescencia aprovechándose de los más débiles. Tiene dos hijos y todo el
mundo piensa que es soltero. Uno legalmente reconocido y el otro olvidado. El
hijo de perra ha cometido los actos más crueles, desde que supe de él mi mente
no lo ha quitado de vista… y juro que voy a derrotarlo.
Por mí, por los inocentes, por Ella.
—Y cuéntame de ti, Christopher… ¿Hay alguna mujer en tu vida? —Toma
la copa de vino y bebe un sorbo.
—Mi esposa, claro está. —Sonrío maldiciendo su nombre.
—¿Eres casado entonces? —Pregunta sínicamente, sé que me ha
investigado. Aldo ha cambiado todo mi historial, así que estoy protegido.
—Lo soy, pero mi esposa y yo no tenemos una buena relación… Quizá
nos divorciemos pronto.
—Si te dijera que lo siento por eso estaría siendo hipócrita —Ríe— Las
mujeres solo sirven para hundirse en ellas, estar casado es una sencilla
estupidez.
—Amé mucho a mi esposa. —Digo sincero— Pero ella es irritante. Vive
en Brasil, muy lejos de este lugar. Nos dimos un tiempo así que por eso estoy
aquí.
—Y supongo que ibas de vez en cuando a Brasil a verla… —Me mira
cauteloso. Mierda, lo olvidé totalmente. No tengo registros de vuelos, pero debo
mantener mi calma.
—Ella solía venir. —Respondo sonriendo.
—Yo tuve una mujer que solo me sirvió para darme un heredero, era lo
único que quería. El niño aún es pequeño, así que no me preocupo por
enseñarle todo lo concerniente a mi negocio. —Cambia de tema olvidando mi
caso.
—¿Y Dulce? —Pregunto.
—La quiero en mi cama y punto. Es una chica hermosa… pero
simplemente no puedo con ella. Me saca de mis casillas, me prende, me arde…
—Sonríe— Quizá se convierta en mi mujer pronto, no mi esposa pero sí mi
mujer.
¡Tal y como lo imaginaba! El hijo de puta solo está utilizándola.
—Me imagino. —Bebo vino.
—Hasta ahora no la he tenido en mi cama —Ríe— Nunca nadie se me
escapó, definitivamente es una mujer espectacular.
Mi pecho se infla al instante. No dejaré que la toques, idiota.
—Debes tener mujeres de sobra, la Señorita Dulce es simplemente una
excepción.
—Lo es… ¿Y tú? ¿Cómo vas con ella? Tuviste un altercado.
Mi mente se congela, ¿Cómo lo sabe? Las cámaras, idiota —Me digo—
O quizá algún miembro de su equipo nos vio. Pongo mi cara seria y respondo:
—La Señorita Dulce es un poco… especial. Creo que no le agrado.
—Tranquilo, aprenderá a trabajar contigo. Eres un buen aliado.
—Eso espero.
Sonrío y seguimos conversando. El botón de mi grabadora está alerta…
y pronto la apago sin que nadie se de cuenta. Los audios están siendo espiados
por Aldo y su equipo, pero quizá deba guardarlos para mi propio beneficio.
Después de beber unas cuantas copas más me retiro sintiéndome
afectado por el alcohol. Brando se burla de mí por mi incapacidad y finjo
normalidad mientras me retiro.
Idiota, todo es un maldito plan para debilitarte.
Cuando un hombre ve a otro hombre siendo más débil se infla, se siente
poderoso y lo hace insignificante. Es lo que quiero, que me vea como
insignificante. Necesito su confianza para poder acercarse a sus negocios y
sobre todo a mi bonita pronto.
La tarde cae de manera apresurada y solo me dedico a estudiar los
movimientos de sus empleados. La recepción alerta atendiendo nuevos
clientes, los camareros en su lugar. Todo es un completo orden en el Hilton
gracias a la acción y trabajo de mi chica.
La veo cruzar a lo lejos con el rostro duro. Quien iba a creerlo… Jamás
ha sido así en su vida, hoy veo a otra mujer.
Los empleados la miran con admiración y deseo. Trae un vestido
hermoso que deja entre ver sus lindas piernas y el brote de sus senos. Está
peinada a la perfección y luce totalmente impecable. Su mirada es fría como el
hielo, todos tiemblan ante ella y eso me encanta de alguna manera.
Me siento en el sofá y disfruto del espectáculo: Ella llamándole la atención
al personal de limpieza porque dejaron caer un pedazo de bocadillo. Es
implacable y buena en lo que hace, desde que la conocí pude saber que ese
amor por la hotelería la llevaría lejos. Nuestro plan siempre fue contruir hoteles
por todo el país, pero nunca se dio. Solo pude construir una casa de madera a
orillas de un viejo bosque con vista al lago, casa que vendió cuando nos
separamos.
Al terminar con su personal dirige su mirada sin querer hacia mí. Me mira
con furia y yo solo le sonrío, da media vuelta y camina con mayor velocidad
entonces la sigo. Finjo normalidad al pasar por las cámaras, miro mi reloj y voy
de prisa persiguiéndola. Necesito una respuesta lo más pronto posible.
Entra al ascensor y presiona el botón, pero pongo mi mano para
detenerla. Entro de inmediato saludando a los presentes, unos turistas chinos
que al parecer no entienden español y no dejo de mirarla. La tensión se hace
más grande cuando observo sus labios húmedos, muerde su labio sin que se
de cuenta. Mi garganta se agrieta al sentir su cuerpo reaccionando al mio.
Puedo ver sus pezones entre la fina tela de su vestido… ¡Joder! Está usando
un brassiere de encaje y recién caigo en cuenta. Mi mente solo se enfoca en la
cantidad de hombres que pueden haberlo notado antes que yo y pronto me
erizo de solo pensarlo.
Lo ha hecho por y para mí….
Trago saliva y miro se reojo su rostro tenso. La sed de ella aumenta, pero
intento controlarme. Ahora no, Miller… Ahora no —Me repito de inmediato. Mi
corazón se acelera al sentir que infla el pecho para respirar y que yo puedo
estar saboreando sus senos.
Joder.
Los chinos se bajan en el piso 0 del estacionamiento con sus respectivas
maletas, entonces mi cordura se va al demonio. Al cerrarse el ascensor trabo
la puerta poniendo mi brazo apoyado en la pared interna. La miro, me mira. Sus
labios se hinchan de inmediato, pero me esquiva.
—¿Qué demonios te pasa? —Contesta rápido y abre la puerta del
ascensor aún estando en el estacionamiento.
—Necesito una respuesta —Le digo ahogándome por dentro.
Camina rápido de nuevo, sé que irá por las escaleras. Mi mente se nubla
y una extraña fuerza me invade. Me desespero al verla irse ¡Maldita terca! Y
sin pensarlo más la tomo del brazo y la arrastro a la fuerza hacia un viejo
almacén lleno de implementos. Jadea al sentir mi toque y pronto la enfrento
pegándome a ella.
—Déjame en paz —Ahoga un sonido. Sus senos erectos, sus piernas
perfectas, su olor embriaga mis sentidos. Me empuja sin éxito y solo tomo sus
brazos para hacerle saber que yo mando. La fiera se rebela y sube su pierna
rozando mi miembro. Sonrío al darme cuenta de su juego, sé que quiere
golpearme pero no la dejo. — ¡Ah! —Grita.
Me rasguña en los brazos logrando zafarse, pero mi cuerpo no le permite
escapar así que la empujo hacia un viejo callejón alterno. Se mueve de
inmediato y pronto la arrincono con brutalidad golpeando suavemente su
cabeza contra la pared. Ella jadea de nuevo y solo descubro en sus ojos
perfecto deseo, entonces la beso, lo hago con fuerza. Sus labios son tóxicos
en mi boca, intenta zafarse de nuevo pero empujo mi lengua entre sus dientes.
Gime de inmediato, sé que me desea. Me desea como yo a ella.
6. Aunque duela
Dulce

“La herida sana… pero uno ya no es el mismo”

El sabor de sus labios hace que me incendie con solo saborearlos. Sabe
a fresas en mi boca, las mismas que no he podido ver desde que se fue. Su
lengua es un torbellino de emociones: recorre el arco de mi boca para luego
unirla con la mía. Mientras me acorrala con su cuerpo sus manos exploran mis
piernas.
Mierda.
Una conocida sensación de humedad se hace sentir entre mis piernas y
jadeo cuando siento uno de sus dedos entre mis muslos… ¡Como he querido
esos dedos desde hace mucho tiempo! Hoy en la mañana me puso en aprietos,
pero ahora no puedo contenerme.
—Quiero todo de ti, ¿Lo entiendes? —Se separa se mí y me parece casi
un insulto. Mis labios hinchados revelan el deseo que corre por mi cuerpo. Me
mira, sonríe, chupa su labio inferior y vuelvo a ser prisionera de su boca. Toma
su mano derecha y toca mi trasero mientras que su mano izquierda se hunde
en mi ropa interior.
Joder.
Todo en mí se prende en ese preciso instante. Explora con sus dedos
toda mi amplitud y pronto introduce sus dedos en la fina capa de mi encaje…
Se separa de mí bruscamente, pega su nariz a la mía y me mira buscando
respuestas.
—Me gustas, Dulce. Mucho. Muchísimo. Sé mía de nuevo. —Ahoga un
grito en su garganta y se contiene.
Con un suave roce toca mi interior y grito, entonces me calla con un beso.
Jadea en mi interior y su aliento me parece perverso, me gusta. Lo muerdo al
instante, he querido malditamente hacerlo desde hace días… Mi corazón
palpita fuerte, mi cuerpo se engarrota al sentir su toque. Fóllame, Miller….
Cógeme como quieras —Solo pienso. Y me mareo con toda una ola llena de
sentimientos. Aruña mi nombre y me despeina en su increíble necesidad por
tenerme segura. Toma mi cabeza y sigue besándome.

Joder, no más besos… solo quiero sexo, pero creo que no lo entiende,
entonces se engarrota mirándome serio.

—Arréglate —Dice casi con dolor sacando su mano de mis piernas.


Mierda, escucho unos pasos… No, no, maldita sea.
Lo empujo como puedo y mi adrenalina sube, ¿Quién diablos es ahora?
Me peino y bajo el vestido sintiendo que me ahogo, respiro profundo y veo de
reojo a alguien pasar. Cuando me doy cuenta él me ha jalado para el otro lado.
—No hagas ruido. —Ordena.
—No soy idiota. —Respondo jodidamente molesta, odio que me ordene.
—¿Entonces qué eres?
—Tu jefa. —Respondo.
—Mi Dulce jefa… —Bromea irónico con mi nombre susurrando.
—Para ti no soy Dulce, ¿De acuerdo?
—Está bien… Amarga. Debiste llamarte así. —Voy a responderle con
rabia pero unos pasos me lo impiden… ¡Mierda!
Entre veo más hombres llevando ropa de cama, toallas y algunos otros
implementos del hotel. Distingo algunos empleados conocidos, y puedo
observar que quizá son más de lo que imaginé.
—Oye José, ¿Dónde pusieron las toallas de mano? —Pregunta.
—En el almacén de allá, hermano. —Habla en un tonito extraño. Miro al
hombre voltear y caminar hacia nosotros. Christopher me pone contra la pared
y cambiamos de posición, el tipo entra sin sospechar nada.
Mi corazón late con más velocidad y puedo sentir el suyo de igual forma,
pero intento mantenerme tranquila.
Pasan segundos, quizá minutos y pronto los hombres se van. El calor
aumenta, no hay aire acondicionado en la zona, y pronto me siento sofocada.
Me separo de Christopher cuando veo que ya no hay peligro… odio estar de
esa forma con él, entonces toma mi brazo con fuerza obligándome a mirarlo.
—No hemos terminado. —Sonríe.
Lo miro levantando una ceja y doy media vuelta. No sé qué decirle, no
puedo dejar que me vea débil en ese sentido, entonces opto por callar. Es mi
mejor arma ahora. Camino sin mirar atrás y me pierdo en el pasillo para luego
llegar a mi habitación y tirarme en la cama.
Maldita seas de nuevo, Christopher.
Me quedo suspendida en el tiempo con rabia. Sí, estoy enojada…
enojada conmigo misma por no haberme contenido. Es experto en seducción
por lo que veo, ¿Entonces cómo dejé que me tocara? Llevo mi mano a la
cabeza ¡Qué mierda hice! Ahora va a tener más motivos para chantajearme.
Intento calmarme, cierro mis ojos y ahí viene de nuevo…
16 años, la playa….Su cuerpo tomándome.
No, Dulce… No. Es pasado. Te enseñó a vivir, solo eso.
Suspiro sintiendo el celular vibrar en mi estómago, miro la pantalla y abro
el mensaje:
Número desconocido.
Robaría todo de ti de nuevo, Amarga. Especialmente ese fino encaje…
Quiero respuestas, estaré esperando por ellas…. Borra este mensaje, de todas
maneras sabes quien soy. Tu Romeo.
Inmediatamente borro el mensaje, maldito idiota… Una estúpida
sensación de risa invade mi cuerpo y cambio de humor rápido, ¿Qué me pasa?
¡Me dijo Amarga! Pero aún río. Escuchar mi risa es raro, no lo hago de esta
forma desde hace mucho tiempo. Estoy a punto de joder mis planes y me estoy
riendo… ¿Qué carajos? Pero aún así no paro.
Extraño, asqueroso… y placentero.
Me giro en mi sitio y miro hacia el techo pensando en todo lo que vendrá
encima de mis hombros. Aún no puedo olvidar a Brando hablándome de esa
manera… A lo largo de estos años he aguantado muchas cosas: Palabras
obscenas, miradas de desprecio, envidia, miedo… pero jamás nadie me trató
de esa manera. Si lo hago es por mis malditos planes, pero también tengo un
límite.
¿Y si Christopher tuviera razón? Es una posibilidad. No confío en nadie,
ni si quiera en mi sombra, y Brando debe tener sus propios planes. Sé más de
la cuenta, no creo que me aparte de su lado porque simplemente no le conviene
y le gusto demasiado, pero algún dia acabará y debo protegerme de alguna
manera.
¿Entonces? —Suspiro pensando— Quizá sea bueno jugar de los dos
lados. No perdería nada en hacerlo. Ayudar a Christopher sin levantar
sospechas de Brando. No hablar demasiado, ir a paso lento hasta que él vuelva
a tenerme confianza. Si me gano su confianza me dirá sus verdaderos planes…
y quizá sea interesante. Podría cobrarme todas las que me debe el patancito
de alguna forma. De todas formas no pierdo.
El sonido de la puerta me saca de mis pensamientos, ¿Es él? Me levanto,
camino con pereza y pronto veo a Rita en el marco de la puerta sonriéndome.
Estoy agotada, pero la dejo entrar.
—Dulce, ¿Te molesto?
—Para nada —Suspiro mintiendo. Claro que sí, estupidita.
—Aquí te traigo los reportes que pediste. Investigué sobre la vida de esa
persona, es un juez corrupto.
—Mm… ya veo —Miro los papeles desganada, al final ya no importa
porque seguro Christopher lo compró.
—¿Hay algo que está mal, Dulce? —Suspira.
—No. Puedes irte.
—Dijiste que… —Calla, pero vuelve a hablar— que… me ayudarías con
mi atuendo.
Mira tímida y ruedo los ojos.
—Bien. —Me siento— Camina, anda.
Ella lo hace.
—¿Cómo puedes ponerte un vestido floreado manga larga y largo? Es un
negro totalmente despintado. No va con tu cuerpo. El estampado grande hace
que luzcas… deforme. No todo vestido le va a bien a toda mujer ¿Qué edad
tienes, niña?
—21 —Responde.
—¿Y te vistes de esa manera siempre? —Centro mis ojos en los suyos,
ella muerde su labio.
—Es que…. No, no me gusta mi cuerpo. —Confiesa, la miro— De niña
me decían bola, eso…
—Si, es cruel para un niño pero no debería seguir afectándote ahora.
Quitate esos lentes, bien… Ponte unos lentes de contacto, o usa otros lentes…
esos parecen de botella. Vistete con ropa más ceñida, no estás gorda.
—¿Enserio lo crees?
—Si. ¿Jamás tuviste novio?
—Una vez pero me dejó porque era muy aburrida, eso dijo.
La miro cautelosa, algo en ella me resulta tonto y a la vez extraño, pero
no es un problema.
—Jamás dejes que un hombre te pisotee, ¿De acuerdo? Si lo haces le
das poder, él podrá destruirte en cualquier momento y eso es totalmente injusto.
Las mujeres debemos dominar siempre. Los hombres son tan fáciles… —Río—
Se prenden con un solo toque, con una sola caricia, si sabes utilizar tus armas
todo estará bien.
—¿Todo tiene que ser sexual?
—No. Claro que no, solo te lo puse como ejemplo. Cuando conoces a un
hombre debes estudiarlo: Hay machos posesivos y otros animales mansos.
Una debe saber tomarlo como viene.
—Wow Dulce… ¿Cómo sabes tanto de esto?
—Digamos que he vivido mucho. —Contesto.
—Suenas tan sabia en el tema… ¿Alguna vez… te hirieron?
Su pregunta llega como una cubeta de hielo en mi corazón, me congelo
con solo pensarlo.
—Sí. —Respondo— Pero es pasado. A veces necesitamos rompernos
para volver a nacer.
—¿Fue tu novio? —Pregunta.
—Eso no importa, era más chiquilla que tú. Una niña prácticamente.
—Oh….
—Ahora que ya sabes mi primera recomendación quiero verte distinta,
¿De acuerdo?
—Sí, gracias… gracias de verdad.
—Bien. Ahora vete.
Sonríe y vuelve a darme las gracias, entonces cierra la puerta con fuerza.
El silencio cae de nuevo como lluvia estrellando en mi ventana. Miro a mi
alrededor y puedo observar el lujo de mi suite. Esto es lo que siempre quise…
quizá desde muy chica pero a la vez fue lo que nunca quise admitir.
Nos enseñan a ser buenas personas porque está bien ser buenas
personas. Lo escuchamos de nuestra madre, padre, quizá maestros… o en la
calle. Instauran un prototipo que debemos seguir sin cuestionar hundiendo
nuestros sueños, callando nuestra chispa, ignorando nuestras ambiciones y
metas.
Deberías pensar en la bondad porque al señor le gusta que seas buena…
—Solía decir mamá— Una señorita como tú debe vestirse de manera correcta,
¿Qué va a decir la gente? Que solo enseñas las tetas… —Me lo repetía cada
vez que podía.
Era una chica que empezaba a descubrir su belleza en el espejo…
mirando, simplemente haciéndolo. Mamá reprimía cada acto de vanidad que
tenía, como si eso realmente estuviese mal. Me hacía servirle la comida a papá,
esperar a que él coma para recién poder hacerlo, ir a un colegio de monjas,
aprender a cocer y cocinar… Como si realmente las mujeres dependiéramos
de eso.
Jamás fui una chica que siguiera los pensamientos tradicionales, los
cuestionaba cada vez que podía pero no me atrevía a decirlo en voz alta.
Soñaba con ser grande, salir de la casa con goteras que teníamos cerca de la
playa… viajar, conocer el mundo, tener dinero.
“Debes encontrar un buen marido, cielo. Que te lleve de viaje, te pague
una sirvienta y te haga feliz” —Otra vez mi madre con sus ideas lamentables.
Una mujer muy bella pero a la vez sometida en la oscuridad… ¿Pensar que
una mujer solo puede superarse alado de un hombre? Un terrible engaño.
Y pensar que mucho tiempo viví siendo una de ellas…
La sola idea me da escalofrío. Escapé de ese mundo de mierda, donde
el hombre es más importante por su condición y la mujer tiene que quedarse
en casa cocinando. Escapé, lo hice. Y debo aceptar que el primer paso fue
gracias a Él.
Christopher marcó mi vida, lo hizo. Me salvó de la ratonera, deslumbró a
mi familia con su apacible amabilidad y dinero. Desposó a una chiquilla pobre
que solo quería ser grande, la hizo sufrir hasta el infierno pero fue gracias a ello
que renací de nuevo… Y hoy soy otra.
La misma chica ambiciosa pero ahora con propia voz. Aceptando sus
errores, volando en libertad, hablando como una mujer hecha y derecha que le
gusta el lujo y las joyas, que juega con el sexo y que no volverá a amar.
Esta soy yo, y no… No me arrepiento.
***
La mañana pintó bien desde que abrí mis ojos. Hoy fue un día de viajes…
Al final tuve que hacer un vuelo corto a Miami para firmar unos documentos,
pero ya estoy nuevamente en México rumbo a Can Cun. Desde el avión puedo
ver el hermoso paisaje: Playas azules y calmadas, turistas nadando, arena
blanca esperando… Amo este lugar, es maravilloso… simplemente
maravilloso.
Estimados pasajeros, estamos a punto de aterrizar. Pedimos que
abrochen sus cinturones de seguridad. Hemos llegado a Can Cun, lugar que
presenta unos 38°C. Muchas gracias por haber volado con nosotros.
Aprieto mi cinturón y pronto veo de reojo la carita de un pequeño bebé
sonriendo. Estrujo mis manos al notarlo, pongo mi rostro en blanco e ignoro…
porque solo me queda ignorar.
Pasan minutos, quizá unos cuántos más y poco a poco empezamos a
descender. Apenas el avión abre sus puertas salto hacia la puerta
sumergiéndome en la terrible cola del aereopuerto. Jamás podré entender por
qué México lo hace tan complicado… No acepta conexiones, todos debemos
pasar por migraciones de nuevo.
—Su pasaporte.
—Soy Mexicana, pero también tengo Nacionalidad Europea. —Digo
levantando una ceja— ¿Realmente vas a detenerme aquí por esto? Solo salí
del país por trabajo, pero bueno… Toma, usa el que quieras.
—El de México. —Aprieta los dientes el hombre de azul, ruedo mis ojos
sin poder entender por qué hacen todo más tedioso y le doy el pasaporte de
México.
—¿Viene con su esposo? —Pregunta el mismo hombre. ¿Esposo? ¿Qué
mier…? ¡Fuck! Es cierto. Es el pasaporte que jamás uso. Mi estado civil es de
“casada”, jamás lo actualicé porque no tuve necesidad de hacerlo.
—No. —Contesto.
—Claro que sí. —Escucho una voz tras de mí. Mierda. — Lo siento,
señor… Mi vuelo tuvo un retraso.
Sonríe como si realmente este fuera un viaje de placer cuando es uno de
negocios. Ignoro sus comentarios y pronto me distraigo mirando mi celular.
Dios, este aereopuerto tiene pésima señal…
—Bien.
—¿Sabe del tiempo en la ciudad?
—38 grados, señor. —Responde amable con Christopher.
—Bien, quizá debamos comprar más protector solar… ¿No lo crees, mi
amor?
Me congelo. Siento que respirar duele y a veces no me entiendo… no lo
entiendo, ¿Qué pretende?
—¿Esto es todo? —Lo ignoro y tomo mi pasaporte para irme.
—Todas son iguales, hay que entenderlas. —Dice en voz baja el maldito
viejo a Christopher. Logro escuchar porque estoy atenta a todo… Me paro,
volteo dispuesta a golpearlo, pero Christopher me jala del brazo.
—Calma, mejor vamos. Hay un auto esperándonos.
—Suéltame. —Me zafo— ¿Qué pretendes, Miller? No vuelvas a decirme
“mi amor” ¿Lo entiendes? No soy tu amor.
Sonríe lamiéndose los labios. No, no es divertido.
—Bien, amarga… —Ríe.
Ruedo los ojos y me apresuro a la sala revisión. Un perro ronda entre
nosotros, lo ignoro, así como ignoro a Christopher. La mujer con el niño está
delante de mí y el pequeño sigue sonriéndome…
Joder. No lo hagas, Dulce… No ahora.
—Debe pasar primero sola, señora. El pitillo suena cuando pasa con el
niño.
La mujer me mira.
—¿Podría sostenérmelo?
Mi boca se seca al instante. No he cargado a un bebé desde hace muchos
años… y me trae malos recuerdos. Christopher me mira a lo lejos sosteniendo
su mirada en el pequeño. Hay un aire a melancolía en sus ojos, puedo verlo. Y
esto es incómodo… para mí, para él, para la mujer que sigue con los brazos
estirados dándome al pequeño.
No, no puedo.
—Lo siento. No.
Digo sin más preámbulos y se ofende, responde mi decisión con cara de
asco, ¿Por qué juzgarme? No quiero. Pocas personas lo dicen, yo soy una de
ellas. ¿Debí haber inventado una excusa? No.
Un policía carga al niño, quien sigue mirándome como si estuviera
obsesionado, paso la maldita banda de seguridad y tomo mi maleta para
dirigirme hacia la puerta. Sé que Christopher está detrás, pero no deseo
hablarle… No después de esto.
Mamaaaa —Grita el pequeño a lo lejos, puedo saber que es él aunque
no quiera mirarlo. Un estruendo vuelve a mi interior calando hasta el último
reflujo de mis sentimientos. Toso, tengo ansiedad, mis manos sudan sin saber
por qué… O quizá sí lo sé.
—¿La Señora Miller? —Dice un chofer.
—No, está equivocado. —Ignoro al hombre y voy directo a un taxi del
aereopuerto. Me jode tanto que Christopher se tome atribuciones así…
El viaje el auto se me hace rápido, quizá más de lo que imaginé. El hotel
en que nos hospedaremos es de nuestra competencia, por lo que es también
un buen momento para estudiarla sin que se den cuenta.
—Suite presidencial. —Sonríe la recepcionista. Es alta, bella y habla
perfectamente el español.
—Bien. —Sonrío a medias.
—Señorita Dulce, un gusto tenerla aquí. —Agrega Josh, un viejo colega
al que estrecho la mano.
—Gracias, igual manera. ¿Trabajas en este lugar?
—Así es. Debo confesar que estoy nervioso por tenerla en nuestra
cadena. Escuché que Hilton Company hará una Resort en Can Cun, ¿Es eso
cierto?
Sonrío hipócritamente.
—No. No lo sé, vengo a vacacionar. —Digo mintiendo.
—¿Viene sola? —Pregunta entendiendo mis intenciones. Jamás le diría
mis planes.
—No. Un gusto. Christopher Miller… —Aparece como piedra en mi
zapato. Aprieto mis manos y lo miro con recelo.
—Vaya… Señorita Evans, veo que tiene un galán.
—No. El Sr. Solo es mi…
—Hermano. Venimos en familia, ya sabe. —Sonríe. ¿Qué carajos?
—Oh, bueno… disfruten la estadía entonces. Pediré que los atientan
como se lo merecen.
—Gracias Josh, saludame a tu esposa… y también a tu amante. —Sonrío
haciéndole recordar que sé más cosas de él de lo que imagina. Su rostro se
congela de inmediato ¡Joder! ¡Como amo esa sensación! Sonrío y me voy
ladeando mis caderas.
—Hey —Agrega Christopher alcanzándome en el ascensor sin poder
evitar la risa— Eres tremenda.
—Ese idiota me cae mal, engaña a la mujer hace muchos años…
—No parece, tienes buen ojo.
—Sé más cosas de las que imaginas, Miller.
La puerta del ascensor se cierra y el silencio vuelve a embargarnos.
Pasan algunos segundos, los suficientes como para sentirme tensa. El piso 11,
llegamos.
—¿Qué pretendes? —Le digo al sentir que me sigue.
—Descansar un rato, luego ir a la reserva.
—La reserva natural estará abierta en un par de horas.
—Entonces descansaré con mi esposa. —Sonríe.
—¿Qué? No soy tu esposa y no quiero que vuelvas a hacer ese tipo de
nombramientos delante de otros. ¿Sabes qué puede pasar? Que todo esto
llegue a oídos de Brando.
—No pasará nada, nena… lo tengo calculado.
—Jódete, Miller. Si querías molestarme bien… lo lograste.
Camino hacia mi habitación y lo dejo fuera. Han pasado horas desde que
entré en mi habitación, me dí un baño y dormí un rato. La pastilla que tomé en
el avión ayudó, por supuesto, pero ahora debo despertar para volver al trabajo.
No trates mal al Sr. Miller, cariño. Recuerda que no nos conviene… —
Recibo un mensaje de texto de Brando.
Si supieras que el tipo que defiendes es el que quiere follarme y tener tu
cabeza… —Suspiro, aún sin decidirme. Hacerlo es un gran riesgo, podría
perderlo todo pero a la vez tener mucho más.
1 hora más pasa, minutos suficientes para tener todo en orden. El tiempo
es dinero, el dinero es poder… y no puedo perderlo. Necesito verificar el área
con los planos, tomar fotografías y reunirme con los encargados del gobierno
para cerrar definitivamente el trato e irme de este hermoso lugar, aunque no
quiera. Mis pendientes en la ciudad son más importantes que un simple paseo.
—¿Dónde está la gente del gobierno? —Pregunto al ver a Christopher
aparecer.
Mi voz se hace ronca cuando lo veo: lleva solo una camisa blanca y short
ceñido al cuerpo. Sus lentes le dan un aire misterioso, lo que me preocupa un
poco porque lo conozco. Y mucho para mi mal gusto. Pero vivo de apariencias
en este momento, así que solo pongo mi mirada en blanco.
—Es un hermoso vestido… —Sonríe— Un poco provocador para mi
gusto.
—Vete a la mierda, Miller… ¿Dónde está la gente del gobierno?
—Esperándonos en la zona de reserva, amarga. Estamos retrasados y
decidieron adelantarse. ¿Nos vamos?
Lo miro cautelosa.
—¿Qué tienes en mente? ¿Me lo vas a decir?
Ríe.
—Eres maravillosa, definitivamente. No se te escapa nada, cielo… tengo
en mente trabajar, solo eso. Lo prometo. —Alza sus manos en señal de
inocencia. No le creo pero no tengo de otra.
El yate nos espera justo en donde habíamos pactado. Christopher me
brinda la mano para subir, yo me trepo sin corresponder el gesto y pronto escojo
estar cerca de la baranda. El calor apremiante inunda mi piel, el sol quema
fuerte, hay una gota de sudor que se forma en mi pecho hundiéndose
lentamente por mis senos. Joder, no lo soporto… pero no puedo dejar de ver
la hermosa naturaleza que tengo en frente, el mar tranquilo que nace en mis
pies y el sonido de silencio siendo cómplice en este momento.
Solo quiero disfrutarlo… Así, sin más que decir. Tomo mis lentes y los
llevo a mi cabello.
—Luces tan bella como una fotografía de verano… —Susurra cerca a mí.
—¿No puedes mantenerte quieto, cierto? —Respondo.
—No. No contigo. —Sonríe tocando la baranda— Es un día de sol, tú con
un vestido azul… El mar, el silencio…
—Es pasado, Christopher. Deberías aceptarlo.
—El pasado no implica que se olviden los recuerdos… —Suspira.
No respondo.
Y así pasamos largos minutos mientras vamos perdiéndonos en el vacío.
El mar es testigo.
—Sr Miller, hemos llegado. —Dice un pequeño jovencito. Christopher le
sonríe y luego extiende su mano para ayudarme a bajar del yate…. Lo pienso,
pero finalmente acepto. Es suave, caliente por el sol, y lo suficientemente
grande como para apretarme.
—¿Dónde están los ejecutivos del gobierno? —Volteo mirando a todos
lados, la presión invade mis dientes que empiezan a rechinar porque no ven a
nadie. Tengo la ligera sospecha de que este es un sucio plan, pero mantengo
la calma lo más que puedo.
—No comas ansias. —Sonríe y me obliga a seguirlo. La Isla de las
tortugas es preciosa, protegida, no hay casi nadie en este lugar. Caminamos
un par de minutos hasta llegar a una pequeña cabaña en medio de la flora de
este lugar.
—Dijiste que los ejecutivos estaban aquí —Me impongo.
—Me escribieron para decirme que fueron a dar una vuelta por la zona,
no tardarán mucho. Cualquiera diría que te desagrada estar sola conmigo. No
voy a tocarte, amarga… por ahora —Sonríe.
—Debiste ser payaso, te quedaría mejor.
—Veamos los planos. —Ignora mi comentario, como si realmente fuera
una ardida, entonces vuelvo a seguirlo.
La cabaña es muy rústica, pero tiene una luz cenital que evita cualquier
índole de oscuridad. El calor abraza la zona, no hay aire acondicionado y
tampoco ventiladores, así que aleteo mis manos para darme aire mientras lo
veo extender algunos rollos de papel dibujados.
—Demonios… —Maldice y saca unos lápices de inmediato.
Entonces se da vuelta, ignorando nuevamente que estoy aquí, y mira
hacia las ventanas: está sofocado como yo. Tose, enrolla su playera desde
abajo y se la quita sin preocupación quedándose entera y exclusivamente en
short.
Mierda.
Desvío mi mirada, pero me es imposible. Sus pectorales están bien
formados pareciendo casi un atleta. ¿Cuándo y por qué cambió tanto? Cuando
lo conocí era menos flaco. Me pregunto si ha estado entrenando por algo en
especial… y la curiosidad embarga mis sentidos.
—Hace mucho calor. —Se justifica al darse cuenta de mi silencio. Toma
un lápiz y lo lleva a la boca mordiéndolo entre sus dientes.— Debo ajustar algo.
Traza una línea recta entre dos puntos y anota algunos números dentro.
Saca una regla de su pequeña maleta y pronto empieza a extender su letra por
todas partes. Mi curiosidad aumenta a medida qué pasa el tiempo, entonces
me acerco. Lo que veo es sencillamente increíble… un plano. Un trazo. Un
puente en el aire.
—Tuve algunas ideas locas —Sonríe— ¿Qué te parece un puente en el
aire? Que pase por esta espectacular vista y que no toque el suelo protegido.
—Es.. una buena idea. —Solo contesto y me dedico a observarlo.
Se mueve por todos los ángulos, es un hombre obsesionado con los
puentes y cosas extremas. Cuando lo conocí prometió construir una villa entre
las montañas, alta… tan alta que nos permitiera mirar las estrellas, pero jamás
pudo hacerlo.
Era un increíble soñador. Y no se vive de sueños.
—¿Sabes? Estoy emocionado con esto. Volver a crear planos me tiene
entretenido, no lo hago desde hace 5 años.
—¿Por qué? Amabas tu profesión. —Lo miró.
—A veces se tienen que hacer sacrificios por las personas que quieres…
—Vuelve a sonreír. Sus labios se extienden de manera perfecta y pronto puedo
observar que el pequeño lunar de tu rostro sigue ahí.. como si no hubieran
pasado años, como si hubieran sido solo unas horas.
—¿Qué hay del baño? —Señalo en el plano una cuadrícula sin nombre.
Es lo único que aprendí de él, reconocer el baño en sus planos. Y suelta una
risa que me hace sonreír también. Debe estar pensando que soy una bruta…
me lo explicó tantas veces y jamás pude aprender.
—El baño será elevado también.
Suspiro y me sigo echando aire. Miro una vez más esas líneas negras y
me agacho para mirar lo que dice “Zona de escape” Rozo mis dedos sobre el
papel y sin querer extiendo un borrón en el blanco perfecto del plano.
—Lo arreglaré —Digo tomando un borrador. Entonces siento su mano
rodeando la mía.
—No. Asi no. —Susurra en mi oreja y pronto experimento un pequeño
escalofrío. Se pone tras de mi y puedo sentir su cuerpo rodeándome. Con sus
brazos extiende mi mano y la lleva dando pequeños toques en el manchón. —
No aprendes, amarga. No así, no de golpe… hazlo suave.
Su voz penetra en mi piel, retumba mis sentidos y hace vibrar mi más
íntimo vello. Jadeo por calor, entonces besa mi oreja ligeramente. Puedo sentir
su aliento, su cuerpo presionando mi trasero contra la mesa, sus manos
reclamando mi piel. No, no puedo… no ahora.
—No me has dado una respuesta, ¿Hasta cuando tendré que esperar?
Si no me respondes pronto atribuiré un Si a mi favor…
Dejo que un segundo pase, solo uno, y en él me someto a esta estúpida
atracción. No puedo decir que si.. pero tampoco No.
—Tómalo como quieras. —Lo esquivó— estoy en contra de tus chantajes.
Me sonríe y siento que he firmado un pacto con el diablo, pero me
contengo. Muerdo mi labio para luego soltarlo por presión. En segundos
escuchamos pasos, son los ejecutivos, Christopher Sonríe y los saluda con un
apretón de manos.
Dos hombres y una mujer.
Mi mirada se centra en los ojos de la chica mirando los pectorales de mi
ex marido. La zorra barata no deja de elogiarlo. No es fea pero tampoco gran
cosa. Ignoro sus comentarios y me centro en lo que realmente me interesa: los
negocios.
—Este plano es perfecto. —Afirma André.
—Perfecto porque lo hizo Christopher —Sonríe la puta de mercado.
—No nos hemos presentado, disculpe. Somos André y Carlos De fillippi,
ella es Tatiana Constanzo.
Apenas me miraron sonreí a medias.
—Bien, podemos seguir entonces. —Dice Christopher poniéndose de mi
lado— ¿Te parece si empezamos por mi idea del puente? —Pregunta. Yo ladeo
mi rostro con una estúpida incomodidad que no quiero sentir, él prosigue—
Tengo la genial idea de hacer un puente aéreo. Las personas podrían pasar de
habitaciones por ese medio, sería de igual manera ecológico y dañamos lo
menos posible el ecosistema. La idea de este concepto es brindar una
experiencia distinta… llámenlo turismo vivencial si quieren, ¿Qué les parece?
—Excelente, apoyo la idea. —Sonríe Tatiana.
Su voz me estresa, pero me centro en el trabajo. Mientras los hermanos
De Fillippi hablan sobre el impacto ecológico puedo sentir un dedo de
Christopher rozando el mio…. Y mi voz se vuelve gruesa. Intento hablar para
soltar mis pensamientos, pero los gemelos están tan concentrados en su
trabajo que solo no me dan la oportunidad.
—¿Estás bien? —Susurra descaradamente.
—Sí. —Respondo.
La tensión se hace más evidente cuando levanto mi mirada y me
encuentro con los ojos de Tatiana. Me mira con desprecio, pero he aprendido
a bloquear ese tipo de sentimientos. Elevo mi pecho y camino hacia el plano
para alejarme de Christopher, ahí vuelvo a mirarlo… realmente está muy bien
hecho.
Las horas pasan agonizantes por el calor extremo. Cuando por fin todo
termina ya es de tarde y el viento sopla más fuerte. Me despido de los
ejecutivos, incluyendo de la zorrita esta, y camino hacia el yate que nos trajo
en un principio sin ánimos de esperar a Christopher. El sol se está ocultando,
por lo que hace un poco de frio.
—Este lugar es peligroso de noche —Digo habiendo investigado— ¿O
no, niño?
—Pues si se previene no, Señorita. —Sonríe ayudándome a subir al
yate— Gracias por la propina. —Agradece.
—De nada, ¿Qué haces? —Pregunto al verlo salir del yate. Sonríe.
—Pos… yo vivo aquí, Señorita. El Señor que me contrató solo me pidió
que maneje de venida, no de regreso. Ah mire… ahí viene. Gracias de nuevo.
—¿Qué? —Me irrito— ¡Oye niño! ¡Ven aquí!
—¿A dónde vas? —Christopher bloquea mi paso.
—¿Cómo que a donde? ¿Quién nos llevará de regreso?
—Yo. —Sonríe— Recuerda que sé manejar estas cosas, anda. No tienes
otra opción. Pablito vive aquí con su familia, son una especie de cuidadores…
y es tarde.
Accedo porque no tengo otra opción. Christopher sube al yate y maneja
con cuidado hasta que nos adentramos en el mar. Las marea crece, entonces
me alejo de la baranda para sentarme en el pequeño sofá de la terraza… y
pronto todo cambia, siento que rebotamos en el mar, el motor se para y mis
nervios aumentan de inmediato.
—¿Qué sucede? —Corro hacia él, quien solo revisa pausadamente sus
mandos.
—Creo que esta cosa se detuvo.
—¿Qué? ¿Cómo que se detuvo? ¡Dijiste que sabías manejarla! —Grito
estresada. Mi mente se nubla, intento ayudar pero me vuelvo torpe.
—No toques los mandos de manejo, Dulce. —Suena irritado.

Y pasan largos minutos así… intentando. Él solo presiona algunos


botones, llama a la guardia costera pero no contestan. Veo gotas de lluvia caer
por la ventana y mis miedos más profundos salen a flote, entonces golpeo la
maldita máquina. Christopher me detiene, pero lo esquivo haciendo que una
palanca se rompa.
—¡Dulce! —Jadea enojado, como si realmente estuviera pactando mi
sentencia de muerte. Miro de reojo todo lo que hice producto de mis nervios y
veo mis manos temblar de impotencia. No puedo, simplemente no puedo.
Con torpes movimientos salgo de la sala de comando rumbo a la terraza
¡Lo arruiné de nuevo! Mi corazón tambalea, mi razón empieza a pensar pero
no encuentra escapatoria. Llueve y cada gota para mí es significado de peligro.
Estamos varados en medio del mar con un yate sin motor, sin palas ni forma
de seguir adelante, solo siendo arrastrados por la marea. Descargo mi
impotencia dando golpes en la baranda ¡No puede estar pasando! ¡No ahora!
—Basta… —Escucho una suave voz tras de mí.
—¿Qué haremos ahora? —Lo miro con pánico— Lo arruiné.
—Todo estará bien, la guardia costera contestó. Vendrán por nosotros.
—Sonríe tímido— Siempre te gana el impulso, Dulce. Si aprendieras a esperar
un poco y a enojarte menos todo sería mejor.
—¿No me mientes? —Me cuesta hablar por el frio, la lluvia y el pánico.
—Aunque fuera mentira… jamás dejaría que te ahogues aquí. —Suspira.
Entre cierro mis ojos pasando saliva y me pregunto lo mismo… Siempre
le tuve miedo al mar, aunque me gustara muchísimo la playa. Jamás volví a
navegar ni a pescar desde que caí del bote de mi padre a los 10 años.
—Gracias. —Solo digo cansada.
—Ven, entremos, estás mojada… te enfermarás.
Lleva mi mano junto a la suya y entramos en la sala de comando de
nuevo. Me sienta en un rincón y mis manos aún tiemblan ¡Joder! ¡No quiero!
Hago puños intentando contenerme, pero lo nota… y toca mi rostro.
—No tienes por qué ponerte la coraza conmigo… Sé tus miedos y sabes
los mios.
El silencio florece una vez más, como si pudiera leerme y yo leerlo.
—¿Por qué haces esto, Christopher? —Lo miro sincera buscando en sus
ojos la verdad. Es un estúpido momento pero me voy a arriegar— ¿Qué
quieres? Dímelo por favor.
—A ti, Dulce… Te lo he dicho pero no entiendes.
—¿Por qué de esta manera? ¿Por qué chantajeándome como lo haces?
¿Por qué el engaño del divorcio? ¿Por qué ahora y en este momento?
Parpadea y me mira como si tuviera mil explicaciones que dar, pero no
habla. Calla… de nuevo.
—Te quiero de vuelta, es lo único que debes saber.
—¿Crees que voy a perdonarte? ¿Realmente lo crees?
No habla.
—Dulce…
—Solo fuiste un cobarde, un maldito cobarde que huyó en el peor
momento de mi vida. Me dejaste sola hundiéndome en la tormenta.
—También sufrí, Dulce.
—¿Sufriste? —Bufo.
—Teníamos un sueño… —Agrega incómodo, entonces mi corazón se
vuelve hielo.
—Ese bebé… —No puedo terminar porque me ahogo sintiendo un nudo
en la garganta. Entonces vuelve el silencio entre los dos —¿No pudiste
superarlo, cierto? —Agrego.
—No quiero hablar de eso. —Se levanta tenso, pero lo jalo del brazo.
—¿Por qué? —Lo miro dura— ¿Por qué no puedes aceptarlo? Mírame
cuando te hablo. Hazlo. Mira a la mujer que dejaste hecha mierda cuando más
te necesitó.
Sus ojos son un par de avellanas tambaleantes. Suspira exasperado,
como si le faltara el aire, entonces se deshace de mi toque dándome la espalda,
mirando la lluvia como si ella pudiera traer ese recuerdo.
—No fue mi culpa…
—No sigas. —Eleva su voz, llevándose una mano a la cabeza, pegando
su rostro contra el marco de la puerta, suspirando martirio y recuerdos.
—Mi vientre está seco y jamás podré borrar aquello… aunque aún duela.
7. Mi bonita
Dulce

“Recordar de cómo hacíamos de cada noche un día. De cada cama una vida”
D

El silencio embarga nuestro pequeño espacio paralizándonos el corazón.


Lo miro fijamente y solo veo en sus ojos dolor… El dolor de no poder soñar con
algo que ambos deseamos con todas nuestras fuerzas: Un pequeño milagro.
Durante muchos años soñé con ser mamá y cuando lo conocí era algo
que no quería dejar pasar. “Son muy jóvenes” —Decía mamá constantemente.
Lo conocí a los 16, nos casamos a los 18 y desde ese día lo intenté más
de una vez. Solía esperarlo, juguetear con su cuerpo, follar sin parar sin ningún
tipo de protección sin poder quedar embarazada.
Solía llorar cada vez que veía la prueba, él me consolaba y decía que
sería poco a poco, pero nunca pasó… Llegué a obsesionarme, ver mil médicos,
tratar con inseminación pero lo que obtuve fue grandes decepciones y un aborto
espontáneo. Ví muchos psicólogos, pedí distintas opiniones y todos llegaban a
la misma conclusión: Jamás podrás ser mamá.
Mi alma, mi vida y mi razón se desequilibraron… y simplemente él se
cansó. Fueron 3 años… 3 agridulces años llenos de esperanza y lucha, pero
no fueron suficientes para él, quizá para mí, para una pareja joven que tal vez
se apresuró en todo y que no fue fuerte para superarlo.
—Es mejor la cruda verdad a mil años en engaño. —Solo digo y no me
mira.
—¿Cómo puedes ser tan fría? —Voltea tenso— Vivimos un infierno y lo
dices así… —Está enojado, lo sé. Sus ojos destellan frustración y no puedo
hacer nada contra eso.
—¿Debería ser yo la afectada por ser la culpable? Así es la vida,
Christopher. No me voy a poner a llorar siempre… Lo he superado.
—Suenas como si no te importara…. Como si…
—Un momento. —Lo miro con énfasis— Han pasado 5 años… El mismo
tiempo que te conozco y viví una relación contigo la he pasado sola, ¿Cómo
quieres que me importe? Parece que congelaste el tiempo, Miller. Me juzgas
como si yo fuera la misma persona que un día conociste y no… No lo soy. Estoy
hecha de hielo ahora y no hay lugar para ti ni para nadie en mi corazón.
Aclaro seria intentando mantenerme entera cuando sus ojos de avellana
se posan con una especie extraña de arrepentimiento en mí. Mi mente da mil
vueltas y pronto empiezo a hacerme mil preguntas, pero no… no debo hacerlas.
Si lo hago, si le pido explicaciones volveré a caer en lo que tanto tiempo me
costó superar, quizá mi mente confunda mis sentimientos y correré peligro…
un peligro que no quiero ahora.
Amé más que a mi vida a este hombre…
Caí en el infierno cuando se fue… y la depresión me hundió tanto que
hasta quise matarme, pero lo superé. Fui fuerte. Saqué todo el dolor para
convertirlo en garra y hoy estoy aquí por una sola razón: Mis propios intereses.
Y no debo olvidarlo, pero sí… tengo rabia, una rabia que se convirtió en odio
hacia él.
—Dulce… —Suspira.
—No… —Respondo— No digas nada.
—Tengo tantas cosas que decirte… Solo dame esta oportunidad.
—Perdiste tus oportunidades, Christopher. No somos nada. Nunca
seremos algo más, ¿No lo entiendes? Mírame, soy tan distinta a la chica de
pueblo que conociste. Me gusta el dinero, el lujo, las joyas… el sexo sin control.
No he sido solo tuya y jamás volveré a tocar la cocina, ¿Crees que podrás
soportarlo?
Él calla, sus ojos se vuelven duros cuando me mira de nuevo. No es más
que el mismo idiota de siempre jugando a ser diferente y no puedo. No puedo.
—Solo mantente lejos de la víbora interesada —Sonrío— Y dame el
maldito divorcio.
El sonido de un barco arremete contra nosotros. Levanto la mirada y
puedo verlo acercarse: es la guardia marina que viene a salvarnos de este agrio
momento. Con rapidez salgo y paso por su lado ignorándolo, la tensión ha
hecho que mis manos se pongan helada y solo pienso en mi cómoda cama
mirando la preciosa vista del mar.
Me encanta el mar, pero lo prefiero de lejos.
—¿Todo bien, señorita? —Pregunta un tipo moreno, asiento y me
aseguro de subir en el barco. Christopher camina lento y en silencio, apenas
cruza algunas palabras con los marinos y luego se sienta en el otro extremo.
Ni siquiera lo miro.
Mientras el barco avanza solo miro el azul turquesa del mar saltando y
haciendo burbujas. Mi sorpresa ha aumentado, claro que sí… He logrado
hablar del tema sin quebrarme y solo pienso en que estoy curada de todo
aquello.
No puedes llorar sobre la leche derramada —Es una vieja frase.
No puedo seguir renegando por el destino. Debo tomar las riendas de mi
propia vida y seguir adelante.
Cuando llegamos al hotel me ignora totalmente como si fuera un niño
pequeño. Suspiro cansada de toda su infantilería, pero a la vez no puedo negar
que ha sido complicado para él, para mí, para un nosotros que no soportó la
lucha por un sueño.
Volver a recordar ha abierto un baúl que no quería abrir, pero que ya no
duele tanto como antes. El tiempo, quizá los años, ha hecho que lo asimile de
la mejor manera… y que aproveche de ello. Con gran normalidad entro a mi
cuarto, me doy un baño rápido para luego salir y mirarme al espejo.
Por más que el mundo te juzgue… Nunca lo hagas contigo misma.
Lo que miro en el espejo es un rostro pálido que no tiene corazón, y me
gusta… me gustará siempre y nadie podrá cambiarlo.
Entre ser y no ser… Yo soy.
Christopher

Soy un maldito estúpido. —Digo mientras llevo una copa de vodka a mis
labios.
No se lo dije, no pude. El dolor me sometió.
¡Estúpida vida! —Gruño pateando la pared— Me pone al límite cuando
estoy a punto de lograr algo. Y tiene razón, toda la maldita razón… pero aún
duele y mucho.
La dejé ir… Me perdí en el vacío, en la frustración, quizá en el miedo por
toda la oscuridad que vivíamos. No fue suficiente el amor, no lo fue.
Doy un sorbo mirando la ventana. Su habitación está a una puerta de mía.
Juro que entraría corriendo y la llevaría conmigo de vuelta a Vallarta, pero no
así… no hasta que lo sepa todo.
¿Cómo se lo digo? —Tomo el alcohol de golpe haciendo que mi garganta
arda—Jamás me creería… y peor después de esto. Me siento perdido entre la
ansiedad, venganza y el olor de su pelo.
Elevo un suspiro y me siento en la mesa colocando mi cabeza entre mis
brazos. Esto es tan dificil… No es más la Dulce que conocí, ahora es distinta
pero sigue siendo mía de alguna forma. Sus ojos, sus labios, el aroma de su
cuerpo me vuelven loco ¿Será solo atracción sexual? ¿O un deseo frustrado?
Cierro los ojos en silencio y puedo sentir sus labios palpitando junto a los
mios. El sabor de su boca es infinito y no… no quiero compartir a mi chica, a
mi Bonita… pero sé perfectamente que no es mía y eso me carcome por dentro.
—Christopher. —Escucho un sonido de la puerta. Me levanto con
desgano y doy pase a un viejo amigo, André, quien entra deprisa.
—¿Qué sucede?
—Me liberé del acoso de Tatiana. —Ríe— Está loca por ti.
Ruedo mis ojos y vuelve a sentarme en la silla de mi escritorio.
—¿No le dirás nada? Pregunta por ti a cada 5 minutos. Mi hermano y yo
estamos a punto de mandarla a la mierda, pero es del equipo… ya sabes. Aún
no entiendo cómo el jefe la dejó entrar en este caso.
—No le tomes interés.
—¿No? Es una mujer despechada y arrecha por tu polla. No te olvida
—Esa historia es vieja, amigo. —Contesto y me mira de inmediato.
—¿Qué te pasa?
No contesto.
—Ya veo… —Se acerca a mí y toma los recortes de periódico en sus
manos— ¿Sigues pensando en ella?
—¿Cómo no hacerlo? —Me río de mí mismo al notar que sonríe.
—No te enojes si lo digo, pero… Es muy hermosa. Y sexy… Es entendible
tu obsesión por ella.
—André, ¿Crees que estoy loco? Han pasado 5 años…
—Hubieras estado loco si en estos 5 años no hubieras sabido nada de
ella, pero te volviste un maldito psicópata siguiéndola, investigando su vida y
no dejándola sola.
Levanto mis hombres confundido. Sí, lo hice… a escondidas del jefe pero
lo hice.
—Mi hermano y yo somos testigos de tu infinita preocupación por esa
chica. Ella debería saberlo en su momento.
—¿Y qué le voy a decir? ¿Qué la dejé por vengarme de un maldito
bastardo?
—Luego pensarás en eso, amigo, hoy debes enfocarte en el caso que
tenemos. Estamos a punto de descubrir toda la mafia de los Hilton, debes ser
firme en ello. Le demostraste al jefe que pudiste pasar 5 años sin la mujer que
amabas, él piensa que liderarás esto con facilidad ya que conoces más que a
nadie a esa mujer… Y ella será nuestra estocada final.
—Eres policía, André. Al igual que tu hermano y Tatiana, pero yo soy solo
un simple Ingeniero que dejó su profesión por cobrar una venganza. Y no
meteré a Dulce en esto.
—¿Estás loco? El jefe accedió a darte el caso porque eres su ex marido.
—No lo soy, lo sabes.
—Bueno… como sea, pero la conoces más que nadie. Las mujeres
siempre logran más cosas con…
Mis ojos lo asesinan con solo escuchar lo que dice. Su rostro es duro de
nuevo y solo calla. Ha sido mi amigo todos estos años, pero sé que su intención
es simplemente la cabeza de la mafia, sin importarle la seguridad de Dulce ni
de nadie.
—¿Se lo propusiste? —Pregunta de nuevo— ¿Le dijiste que el jefe quiere
que seduzca a Brando?
—Mi mujer no es ninguna perra, ¿Lo entiendes? —Me levanto con ganas
de golpearlo.
—Christopher, basta. Estás afectado ahora pero mañana todo será
distinto. No dije que tu mujer sea una perra, pero es increíblemente hermosa…
La belleza ayuda, ella es lo que más desea Hilton, necesitamos usar eso. Estás
aquí por ello, lo sabes.
—Voy a cuidar cada uno de sus pasos y no podrás impedírmelo.
—Lo sé, tranquilo tiburón… —Sonríe— Mejor bebamos algo, a ver si así
se te quita lo intenso.
Dulce.

El maldito vuelo me dejó más cansada de lo que imaginé, el tipo que iba
mi costado no dejaba de roncar y por más que hice mil esfuerzos no pude
detenerlo. Camino firme por el largo del pasillo y le doy mi maleta a uno de los
empleados para poder entrar con tranquilidad y ver a Brando.
Aunque suene extraño… lo he extrañado.
—Cariño… —Sonríe al verme y me abraza. No soy tan afectuosa con la
gente, pero en este momento necesito hacerlo así que rodeo mis brazos en él.
—¿Cómo has estado?
—Bien, muy feliz. —Suspira y besa mi mano.
—¿Feliz? ¿No me has extrañado? —Pregunto sabiendo la respuesta.
Ríe.
—He tenido mucho trabajo, Dulce. Solo fue un día, no te pongas intensa.
Mi media sonrisa se va al instante, ¿Cómo puedo ser tan estúpida?, solo
quiere follarme y listo. Jamás me extrañará… Ni él ni nadie. Este viaje ha
abierto puertas que cerré hace muchos años y no debo dejar salir viejos
sentimientos. No debo esperar nada de nadie.
—Bien. —Respondo seca. Él me mira aún riendo, luego saca una caja y
la abre frente a mis ojos
Un collar de diamantes…
Es hermoso, no puedo negarlo, pero no tengo ánimos ahora. Sonrío
fingiendo de nuevo y pronto me lo pone en el cuello.
—Estoy feliz porque cerré un trato importante. Millones… —Susurra— Y
porque el gobierno está contento con la propuesta de Christopher. Ese tipo me
cae bien.
—Pues a mí no. Te he pedido mil veces que lo saques del proyecto, pero
parece que no te soy suficiente.
—Por supuesto que no lo eres, cariño. Estás enojándome… Christopher
se queda —Es firme, me muerdo la lengua— Me conviene que esté porque
tiene contactos con el gobierno, ¿No lo entiendes? Es dinero. Tú eres el
cerebro. Yo el beneficiado. No deberías tomarte atribuciones que no debes.
Estás aquí por mi, nunca lo olvides.
Por un momento imagino un cuchillo clavado en su garganta, pero luego
me enfoco en sus palabras. Es así… Es la verdad… Y no debe cambiar. Para
él solo soy una mente brillante con buen culo, ¿Qué debo esperar? Nada. Me
paga por esto y no debo ir más allá.
Lo extrañé quizá porque es mi único refugio contra el pasado, pero no
debe ser así… debo poner fin a lo que me genera ansiedad y estrés. Y volver
a ser implacable como siempre.
—Brando, voy a decirte algo. —Suelto.
Me mira serio, pero en ese momento entra él como si fuera mi sombra.
Sonríe al mirarme y extiende su mano para saludarme. Yo ni siquiera lo veo,
pero la tensión de Brando me obliga a contestarle con un apretón de manos.
Lo suelto apenas puedo.
—Christopher, estás aquí… —Lo abraza— Me ha llegado la carta del
gobierno, has hecho un buen trabajo.
—Gracias, Brando. La señorita Evans también hizo lo suyo.
—Si, si… no lo dudo, pero realmente estoy muy feliz contigo. Eres un tipo
brillante que quiero tener por siempre aquí, deberíamos hablar de negocios.
—Claro que sí.
—Vamos, siéntate. Cuéntame todo lo que el gobierno te dijo. Por años
intenté convencer a los gemelos De Fillippi y nunca pude, ni si quiera Dulce ha
podido —Se burla, yo no emito ningún tipo de emoción.
—Pues no fue nada del otro mundo, son viejos amigos y les presenté el
proyecto.
—Dulce… ¿Nos dejarías a solas? —Pregunta Brando.
—Por favor, no… —Contesta Christopher— Me gustaría que la Señorita
Evans esté presente, ya que ella ha sido parte de todo esto.
—Veo que no soy necesaria por ahora, Sr. Miller. —Le respondo.

—Claro que lo es. El proyecto lo dibujé yo, pero la mujer de las grandes
ideas ha sido usted. —Sonríe torciendo sus labios.
—Vaya… cualquiera diría que eres un poeta —Se burla Brando— ¿Así
seduces a las chicas?
—Solo a mi esposa. —Me mira fijamente, me engarroto.
¿Su esposa? Joder.
—Ah si, es muy afortunada… Deberías traerla y presentarmela.
Podríamos planear una salida de 4.
—Mi esposa es un poco hogareña, quizá más adelante. Nos conocimos
hace muchos años… En la playa como te conté. Me casé tan joven…
—18 años, eras un crío. Yo jamás hubiera perdido el tiempo en eso.
El aire se me va y pronto siento que mis manos sudan, ¿Qué carajo le
dijo de mi a Brando? ¿Lo sabe? No, Dulce… ¡Vuelve! Si lo supiera estaría
muerto y tú con él… ¿Entonces?
—Hay mujeres que se tatúan en la piel de uno y no puedes dejar de
pensarlas… —Sonríe mirándome.
—Al menos tendrá un buen culo… —Bromea.
—Ese culo solo es mio. —Responde agresivo, mis ojos se abren.
Ha sido agresivo y quizá posesivo con Brando. Él se queda serio
mirándolo, un silencio extraño invade el lugar poniéndome los pelos de punta…
entonces todo pasa, la efusiva carcajada de Brando solo hace que mi corazón
descanse.
Lo ha tomado como Broma, pero sé que Christopher no bromea.
Está serio, intentando contenerse. Esos celos de macho jamás se irán de
él, entonces me divierto mirándolo en esa posición. Llevo mi mano hacia el pelo
y lo bato sin querer encontrándome con sus ojos de nuevo.
—¡Eres tan divertido! —Ríe Brando.
—Disculpen, tengo que ir por algunos pendientes. Me retiro.
—Bien, cariño. Ve.
—Hasta pronto, cariño.
La venganza es un plato que se come frío, dicen por ahí… Río, piso
lentamente lo que hago y me acerco hacia el rostro de Brando para darle un
suave beso. La tensión aumenta, podría sentir la rabia de mi ex marido a lo
lejos, entonces lo dejo. Me despido asintiéndole, él tensa su mandíbula.
—Quizá podríamos retomar el plan de viaje, querido. —Agrego— Solos.
Brando abre sus ojos mirándome el trasero. Jamás accedí a viajar solos
porque seria inevitable meterme en su cama y no es lo que quiero, pero mis
ansias por joder a Miller ganaron la partida en este momento.
Le jode.
Le arde
Le quema.
Y me gusta. Me encanta. Me fascina ver sus ojos abrirse, sus cejas
tensarse, su piel erizarse con solo nombrarlo. Conozco todo de él… y lo usaré
a mi favor siempre.
***
Mi cabello huele a malditas fresas de nuevo… Es el nuevo shampoo de
Italia que me regalaron en el último cumpleaños. Jamás lo probé, pero hoy
quise hacerlo. Masajeo mi piel con el aceite de coco que tanto me gusta, la he
sentido reseca muchas veces y hoy me daré mi merecido spá de siempre.
—¿Lista señorita? —Dice Delia, mi masajista.
—Claro.
Me acuesto casi desnuda en la camilla y siento cómo Delia hace su
trabajo. Los masajes son una de las cosas que más me relajan en la vida, así
que suspiro cada vez que sus suaves manos pasan por mi piel.
Y pensar que un día amé las fresas… —Vuelve a mi ese maldito
pensamiento. Abro mis ojos tensa, ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?
Maldita sea.
—Tenemos una crema exclusiva recién traída de Paris, Señorita Evans.
¿Desea que…
No la dejo terminar, ¿Dijo Paris? Me irrito.
—No.
—Bien.
Trago enojo porque todo huele a él, hasta las palabras que dicen los
demás. No es posible que tenga que estar recordándolo a cada rato, de este
tiempo a ahora se ha convertido en mi tormento sin querer…
Y solo han pasado algunos días…
¿Si pasa más tiempo cómo será?
Tomo mi móvil para distraerme un rato y sin querer abro un correo que
enviaron en donde no estoy directamente copiada.
Joder, son ellos.
Christopher y Brando dándose un apretón de manos. Es la estupidita
mandándome un correo del periódico de hoy, en la nota sale que hacen
negocios juntos y que Hilton Company está a punto de hacer el proyecto
ensueña liderado por él
¿Por él? ¡El maldito proyecto es mio!
Mi rabia aumenta y siento que mis manos arden por dentro. Bien…no voy
a ayudarlo.
No lo ayudaré ahora que quiere destronarme. Claro, es su plan…
Destronarme y seducirme para luego dejarme. ¿Cómo no va a dejarme? Es lo
único que sabe hacer.
Mi mente se nubla cuando vuelvo a ver la fotografía. Él de terno no se ve
mal… ¿Qué? ¿Qué estoy diciendo? —Me reprimo a mi misma— ¡Mierda!
No puedo ayudarlo cuando me siento estúpidamente atraída por algo de
él. No sé si es su cuerpo, su inteligencia, su voz, su olor, sus manos… o lo que
sea. Desde ese día no he podido concentrarme en nada porque solo pienso en
él y en sus malditos planes para arruinar a Brando
Necesito desaparecerlo de alguna forma y desaparecer mi deseo.
Quizá con Brando pueda hacerlo. Quizá si acceso a una noche en su
cama pueda lograrlo…. Me enfocaré en ello, no importa si se olvida de mi…
haré que no lo haga, lo volveré loco en la cama, fingiré que me gusta aunque
esté vomitando por dentro… porque necesito hacerlo.
Voy a acostarme con Brando.
—Sueltame. —Le digo a Delia levantándome de inmediato.
—¿Todo bien, Señorita?
—Sí, me harté. Solo eso.
Me levanto envuelta en una toalla con la rabia invadiendo mi interior. Mis
manos sudan por la ansiedad, pero mi impulso es más fuerte.
¿Y si hoy duermo en tu cama? —Envío un mensaje de texto a Brando—
Hoy tengo ganas de ti.
Está hecho.
Mi corazón ardiendo en llamas.
Mi vida pasando por mis ojos en un segundo.
Solo pasan dos minutos y contesta
Hoy, en un par de horas, en mi suite cariño. —llega mí un mensaje.
Me paro y me cambio, luego voy a mi recámara para buscar mi mejor
traje. Tomo un vestido negro y me pongo los diamantes que me regaló en el
cuello.
Soy lo que soy, soy lo que soy —Repito en mi fiel espejo— Vas a
sacártelo de la cabeza y de las piernas, Dulce. —Me lo repito.
Estoy harta y cansada. Tomo mi peine e improviso algo, entonces siento
mi celular vibrar…
Christopher.
Mi rabia hace que me exaspere. No controlo mi ira, así que no le respondo
la llamada pero sí con un mensaje.
Te puedes ir a la mismísima mierda y pudrirte dentro.
Envío.
Él no vuelve a llamar y tampoco pretendo que lo haga.
No sé cuánto tiempo pasa, quizá algunas horas en las que solo doy
vueltas y respiro. Estoy lista, maquillada, con perfume y solo lleno algunos
preservativos en mi cartera.
No quiero infecciones y menos de su parte.
Hoy seré su puta por primera vez y haré que no me olvide para que no
pretenda dejarme. Abro la puerta y camino decidida hasta el último piso del
hotel: La suite mayor, la más lujosa, la de Brando.
Me paro un segundo en mi sitio, pero luego vuelvo a caminar. El pasillo
es solitario ahora y pronto abro la puerta para marcar la clave, porque tiene una
contraseña personal para ingresar a su recámara.
Y ahí está….
Libre, solitaria, antigua habitación que ama. La decoración es
extremadamente lujosa, tal y como me gusta, y pronto escucho un sonido en el
baño. Sé que está ahí, pasa horas ahí… entonces dejo mi cartera a un lado y
llevo mis manos al rostro.
Hoy, es hoy.
Sabías que el día iba a llegar, Dulce. No te arrepientas.
De solo pensar en sus manos recorriéndome me siento sucia, pero es lo
que debo hacer. ¿Tomé una decisión pronta? Quizá. Me invade, sí…. Me
invade la ansiedad y el estúpido deseo.
Me conozco, soy obsesiva con mis cosas y las personas. Y estoy
pensando demasiado en él. Christopher ha hecho que vuelva abrir puertas que
no debo y no lo permitiré. Necesito olvidarme de su cuerpo, de sus dedos en
mi intimidad. Ese día revolvió mi piel… ¡Es un maldito tipo guapo! —No hay que
negarlo. Pero no me sirve ahora, no me sirve tener sentimientos.
—Cariño… —Digo para hacerlo ya. No quiero demorarme y estoy lista
para fingir. Estoy segura que no va a durar mucho, ni si quiera sé si se le va a
parar. Quizá con esto pueda volverlo a centrar en mi y seducirlo para que
despida a Christopher. Estuve a punto de decírselo sus planes.
El sonido de sus pies me alteran. Miro simplemente a la cama y pronto
empiezo a deshacerme del collar de diamantes pero no puedo, así que siento
unas manos quitármelo de inmediato.
Mi cuerpo se paraliza, un olor particular invade mi nariz con fuerza y el
deseo explota como fuegos artificiales en mi interior… Mierda.
Toso, mi cuerpo se engarrota, estoy tan obsesionada por él que lo huelo
en todas partes. Siento unos dedos recorriendo mi espalda y no puedo respirar.
Sus manos se lanzan a mi cintura y puedo sentir un musculoso cuerpo detrás.
No es Brando.
Mis sentidos se alteran, volteo rápidamente y lo veo sonreir. Trae una
camisa blanca y unos pantalones jean ceñidos. Me mira sonriendo, como si
todo esto fuera una gran aventura, y yo simplemente me tenso.
¿Qué carajos?
Christopher.
—¡Qué mierda haces aquí! —Me despego casi chispando.
—¿Crees que iba a permitir que hicieras esto con el viejo? —Suena
indignado, saca el celular de Brando de su bolsito y ríe.
Infeliz….
—¿Cómo obtuviste…?
—Yo sé todo, Dulce. Hasta que ropa interior usas ahora…
—Eres un maldito idiota. —Me dispongo a irme, pero jala fuerte de mi
brazo y me arrincona hacia la pared.
Mi corazón palpita, el suyo también.
Somos dos malnacidos tentando al diablo. Sus ojos se oscurecen y pronto
me veo reflejada en sus pupilas… Me desea, lo deseo, pero no es correcto.
Intento negarme pero me sostiene fuerte. Forcejear con él no es una opción
ahora, sin embargo lo hago.
—¿Quieres que te tome a la fuerza? —Pregunta divertido.
Su voz ronca eriza mi piel y me humedece. Tomarme a la fuerza… fue
una maldita fantasía del pasado. Fuimos dos sádicos niños jugando a ser
grandes. Hicimos de todo, en todos los sentidos. Con él aprendí a que el cuerpo
nunca dice basta, al menos con la persona que te pone caliente con solo
mirarlo.
—No lo harías. —Respondo tragando saliva.
—No quiero que te acuestes con ese vejete, ¿Lo entiendes?
—¿Y si no quiero? —Lo reto, me encanta. Me fascina ver su debilidad:
Celos.
—Juro que le digo toda la verdad.
—Te mataría.
—¿Matarme? Yo lo mataría de un disparo y luego me llevaría a mi mujer
de regreso a casa…
Río alto.
—Iluso. —Sonrío.
—Estás jugando con fuego, Dulce. —Se pega más a mí— No olvido el
beso que le diste hoy en mi cara. No quiero que lo beses, no quiero que lo
toques, no quiero que lo mires de la forma en que quiero que me mires a mí…
¿Lo entiendes? No es una petición, es una orden. —Dice totalmente serio.
—¿Estás consciente de lo que dices? Voy a follarmelo… Fo. Llar. Me. Lo
y duro, muy duro.
—¿Así? —Pega su rostro contra mí y me tenso. Todas las partículas de
mi cuerpo se encienden, mis pechos se vuelven duros y mi piel no reacciona…
solo se defiende.
—No te atrevas. —Amenazo con la voz entre cortada. Maldita sea solo
miro sus labios hincharse.
—No puedes negarlo… te gusto. —Chupa mi labio inferior y me prendo—
y te gusta como lo hago.
Quiero darle un rodillazo en las bolas pero no puedo. Mi carne se vuelve
fuego, mis vellos se erizan evocando calor, mis manos no pueden detenerse si
vuelve a hacerlo.
—Chris…
—Sh… —Besa el lóbulo de mi oreja— Disfrutalo, mi amor.
¿Mi amor?
Esa palabra hace fusión con mis recuerdos. Mi maldito corazón tiembla.
—Christopher… —susurro— Brando llegará en cualquier momento.
—Nada más excitante que hacerlo en su propia cama.
—Basta. —Imploro.
Se pega completamente a mí y puedo sentir su erección. Me besa sin
pedir permiso y mis labios no pueden contenerse ante su roce. Su boca baila
con la mía y por más que intento parar no puedo… Me gusta, me encanta, me
quemo.
Con su lengua recorre mi interior las veces que quiere. Lo chupo fuerte y
me devuelve la acción triplicada. Somos dos ex amantes desesperados por
volver un recuerdo… y en ningún momento suelta mis manos. Me puntea con
fuerza presionándome a la pared y no me suelta para que no escape.
No quiero escapar, pero no debo.
Mi piel aumenta su calor cuando lo hace. Me besa como si fuera la última
vez y no puedo dejar de hacerlo también. Lo dijo… dijo esa palabra. Intento
razonar pero no puedo, me invaden los recuerdos.
Con gran agilidad suelta mis manos para encarcelarme con sus caderas.
Nos estamos besando sin control ni arrepentimientos. Succiona fuerte de mí y
puedo escuchar en el más frio silencio el sonido de nuestras bocas. Me toma
de la nuca con una mano y con la otra aprieta mi cuerpo hacia él.
—Te he extrañado tanto… —Dice entre besos.
Lo miro con ganas de todo, me mira con deseo.
Entonces besa mi mentón, cierro los ojos. Luego baja por mi cuello y con
otra mano levanta mi falda del vestido para meterse en mi ropa interior. Ahí
presiona todo de mi y con su boca besa mi cuello… me arqueo como puedo
pero no tengo espacio, esta necesidad de él aumenta cuando muerde mi piel
con pequeños saltos de su boca.
—Vendrá Brando en cualquier momento… —Jadeo.
Pero no me hace caso.
Intento luchar con él una vez más pero me es inútil, entonces me rindo…
me rindo ante lo que siempre he querido hacer desde que lo ví de nuevo.
—Quiero hacerte mía en todas las posiciones. —Ordena casi
ahogándose.
No respondo, solo lo miro. Entonces baja con cortos besos por mis senos
para luego arrodillarse ante mí. Mi mente se nubla, entonces baja mi ropa
interior de un solo jalón hacia abajo y la guarda en su bolsillo.
Ardo.
Sus ojos brillan con maldad y pronto hunde su cabeza entre mis piernas.
La… puta… mierda…
Me incendio con su solo contacto, todo es muy rápido. Su lengua explora
las profundidades de mi sexo sin ningún tipo de piedad, entonces solo me aferro
a la pared intentando contenerme pero grito.
—Ah…. —Siento mi alma quebrarse de deseo.
Y pronto tomo su cabello para hundirlo más dentro de mí. Con su lengua
hace círculos y luego me lame. Mi necesidad es infinita y no pararé hasta que
logre mi orgasmo. Me construye lentamente moviendo su generosa lengua y
luego aumenta la velocidad. Jadeo mil veces y cuando siento que voy a lograrlo
para. Me mira. Sonrie vengativo.
¿Qué mierda….?
—Te vendrás dentro de mí—Ordena, abriéndose el pantalón que luego
cae por sus piernas.
Miro su bóxer y me hielo al ver el bulto que nace de sus piernas. No puedo
pensar ni razonar, solo sentir… entonces jala su ropa interior para dejar
desnuda toda su parte privilegiada.
Lo miro, muerdo mi labio como idiota, y en mí nacen solo recuerdos.
Malditos recuerdos. Se acerca una vez más y jala mi vestido hacia abajo para
dejar mis pechos al aire. Se maravilla con solo verlos y me siento la mujer más
poderosa del universo.
Los lame, hace un circulo, y luego succiona cada uno dejándome
totalmente húmeda.
—Maldita sea…. —Susurra
Entonces me alza hacia arriba presionándome contra la pared una vez
más y me deja caer en su miembro para luego besarme con fuerza.
Intento dejar de besarlo, abro mis ojos y él abre los ojos con sus labios
aún en los mios. Un momento pasa. Me sonríe y sus ojos están llenos de
esperanza, una esperanza extraña que no puedo dejar de ver…
—No voy a dejarte, bonita… Aunque no quieras escucharme, hay una
razón más allá de todo. Confía en mí, creeme… por favor creeme. —Dice
contra mis labios.
Bonita, dijo Bonita
8. Ardo
Chris

“¿Mi lugar favorito?... Entre tus piernas”

—No voy a dejarte, bonita… Aunque no quieras escucharme, hay una


razón más allá de todo. Confía en mí, creeme… por favor creeme. —Dice
contra mis labios.
Bonita, dijo Bonita
Mi alma empieza a sentir una especie de transición tormentosa entre el
deseo, la calentura y los recuerdos. Jadeo incongruente conmigo mismo,
porque mi razón me dice ¡Para! Pero mi instinto sigue incendiándose con su
boca.
Toma mi labio inferior, lo chupa y abre sus ojos mientras se hunde por
completo en mí. Todo de él llena mi interior, desde el inicio hasta el fondo de
mis entrañas. Se queda quieto mientras vuelve a devorarme con su gran lengua
y yo solo pienso en blanco cuando empieza a poseerme. Abre mis piernas, las
enrolla en su cintura y me hinca por completo.
Joder.
Santa mierda.
Me escurro en su piel y luego me sujeto de su cuello para no caerme.
Alza mis nalgas hacia arriba estirándome para caer nuevamente en su
miembro. Lo hace una y otra vez… me está volviendo loca y yo estoy siendo
muy paciente.
Quiero toda su maldita rudeza ahora.
—¿Qué esperas? —Jadeo en su oreja y la muerdo porque sé que le
gusta.
Automáticamente se activa de manera más tortuosa y pronto me veo
rebotando en él. Se hunde, sale de mí, se hunde, sale de mí de nuevo… y
vuelve a hacerlo. Estoy al límite. Me invade rápidamente y aumenta su ritmo
cada vez que quiere.
—Mírame. —Ordena. Por alguna razón abro los ojos— Acepta el maldito
trato. —Dice entre respiros.
—Muevete —Respondo casi ida, ¿Estamos cogiendo y viene a decirme
eso?
—Acepta. —Ríe entre jadeos.
Pero no digo más. Y tampoco puede parar. Vuelve a moverse como loco,
como si el mundo dependiera en dos segundos de ello, y no me suelta. Me
duelen los muslos, mis piernas están contraídas en él y no deja de chocar. Está
haciéndolo de nuevo… tomándome… Me gusta, me encanta, me vuelve tan
oscura que ahora mismo deseo morder… lo pero hay algo que he aprendido
en este tiempo y que no dejaré nunca más: Mi propio placer es primero.
En dos segundos estoy en la cama de Brando sin darme cuenta. Mi
espalda choca contra la cama y solo lo veo hundirse una vez más en mí. Me
toma como quiere, abre mis piernas y se vuelve una metralleta. Choca fuerte,
rebota en mi y siento que me da un latigazo con su miembro caliente. Jadeo,
tuerzo los ojos y abro la boca mordiéndome el labio. No puedo dejar de hacerlo,
me encanta… él sabe, sabe… sabe cómo me gusta en todos los sentidos y
formas, luego presiona contra mi boca sus labios para bajar con su lengua
hasta uno de mis senos… Muerde mi pezón y lo levanta hacia arriba
hundiéndose de nuevo. Empuja fuerte hacia mi y solo lo disfruto, pero ahora es
mi turno así que me volteo subiéndome en su encima
—Yo mando. —Digo con el pelo alborotado.
Me muevo cabalgando contra él mientras lo veo sorprendido. Jadea y me
toma de la cintura presionando mis nalgas hacia abajo. Doy pequeños círculos.
Lo hago como quiero, como sé que me llevará al límite rápido y me encanta,
me fascina, me emperra.
Salto gritando, él grita.
Estoy dándome el placer que merezco y pronto me ayuda levantando mis
caderas para soltaras y hundirme hasta el más exquisito fondo de mis ser. Me
muevo rápido, tomando el control de todo, y solo lo escucho dar pequeños
gritos al unísono de mi boca. Salto, vuelvo a hundirme. Y siempre es profundo,
más profundo, más y más…. Y más profundo.
Nos unimos a un mismo ritmo y cierro los ojos escuchando el tic tic de la
cama moviéndose. Gimo, gimo y vuelvo a gemir cada vez más agudo, más
corto, más intenso y pronto exploto, explota entonces me mareo cuando siento
la liberación venir…
Lo hemos hecho…. Y no me interesa nada más que esto.
Me salgo de su toque y me acuesto a su lado con los ojos cerrados y una
mano en la frente. Mi corazón palpita a mil por hora, es tanta la fuerza que he
dejado ir que siento que no puedo respirar.
Silencio.
Experimento el más confuso y tentador silencio a su lado.
Pasan segundos, quizá algunos minutos y pronto siento su boca con mi
sabor sobre la mía de nuevo. Baja su mano por mi estómago, toca mi ingle y
abro de inmediato los ojos.
—Sabes a las mismas fresas que tu perfume… —Susurra en mis labios—
Y tienes todo de mi en tu cuerpo ahora.
—Asqueroso. —Quito su mano.
—Te encanta lo sucio, no lo niegues. —Levanta su mano y lleva sus
dedos a sus labios. De inmediato me siento y empujo su pecho, pero su piel es
electricidad para mi ahora.
—Comería todo de ti sin sentir asco, Dulce… Eres mi postre favorito. —
Sonríe.
—Vístete, idiota. —Ordeno— Brando puede llegar en cualquier momento.
—Que llegue. Le diría que eres mía.
—Yo no soy de nadie —Digo parándome— Solo me pertenezco a mí
misma. Fue un buen polvo. Gracias.
Sonrío volteando, me bajo el vestido y pongo mis pechos en su lugar.
¿Dónde maldita sea está mi…? Veo su rostro sonriendo.
—Devuélvemelo —Lo miro.
—¿Qué cosa? —Sonríe y empieza a vestirse. Sube su bóxer y se arregla
el pantalón.
—Mi ropa interior.
Tuerce sus labios y saca mi braga de encaje, pero cuando voy hacia ella
da un paso atrás y la lleva su boca.
—Es mía ahora.
—¡No empieces! —Arremeto mi cuerpo y en un segundo me tiene en sus
brazos apretando mi cintura. Pega su nariz y atrapa mis labios.
Joder. No puedo, pero sí quiero.
Caigo porque quiero caer y lo tomo de la nuca para besarlo una última
vez con fuerza. Enredo mi lengua con la suya y nuestros labios suenan por toda
la presión que le damos en este momento. No sé cuánto tiempo pasa, pero
sigo… no quiero dejar de besarlo porque me excita hacerlo. Su olor me vuelve
loca, me envenena y hace que todo lo tóxico salga a flote.
Es un dolor malo, muy malo para mí. Cáncer a mi corazón, lepra para mi
piel, una condena a mis sentidos… pero aún así estoy besándolo, chupándolo
lo más que puedo, mezclando su aliento junto al mio.
Es tan sucio, tan perverso, tan… él
—Puedes irte a la misma mierda, dame mi braga. —Intento quitársela
pero me evade.
—Es mia. —Me roba un pico— Tendrás que hacer muchos puntos
conmigo para que te la devuelva. Tiene tu más plena intimidad… y necesito
esto en mi vida. —Me mira sutilmente, entonces achino mis ojos. No me quiero
soltar y no sé por qué.
—Damela. —Insisto.
—No. —Sonríe y camina hacia la cama para luego jalar la sábana. —
Hilton es muy inteligente, podría oler a sexo si se acuesta aquí. Y prefiero
llevarme tu olor un rato más.
Llevo una mano a mi frente intentando no reír, estoy de tan buen humor…
que no renegaré por nada en este momento.
—Nuestra cogidita no se repetirá. —Afirmo.
—¿Enserio? Yo no podría asegurarlo. —Sonríe y me jala del brazo para
luego llevarme hacia el
. ¿Qué demonios?... — Sé que estás confundida, pronto entenderás.
Saca una planta y puedo visualizar una especie de puerta, la cual se abre
con una clave. Él teclea un par de números y me empuja rápidamente hacia el
corredor. Voy de frente, él tras de mí pegando su miembro aún tenso en mi
trasero.
—Basta. —Reniego.
Entonces se aparta sin decir nada y pronto estamos en la sala privada de
Brando, ¿Cómo carajos llegamos aquí? Jamás supe de esa puerta secreta,
pero Chris si… ¿Cómo lo sabe? Lo miro estudiándolo, quizá no sea tan idiota
como pensé…
—Hay muchas cosas que no sabes, Dulce.
—Supongo que no me dirás nada.
—No por ahora. —Dice cerrando la puerta— ¿Sabes a cuántas chicas se
ha tirado Brando? En su oficina tiene una puerta como esta, un poco más
pequeña quizá, escondida detrás de una repisa. Ahí hay un pequeño cuarto…
¿Imaginas para qué sirve?
Lo miro sin presentar ningún tipo de emoción, pero en el fondo estoy
sorprendida. ¿Cómo sabe tanto? ¡Ni yo lo sabía! Es un simple Ingeniero de
pueblo, ¿O…no? Mi mente maquinea posibles teorías, pero simplemente no
doy con algo lógico.
—Deja de pensar ideas tontas. —Sonríe como si pudiera leer mis
pensamientos, toma mis manos y se acerca a mi. — Me ha encantado tenerte
como domadora.
—No volverá a pasar. —Besa mi mano para luego succionarme. Doy un
grito y me escurro de él, entonces ríe— Ese chupetón que dejé en tu mano te
hará recordar lo de hoy. No me olvidarás en largas horas.
—¡Imbécil! —Grito.
—Pero bien que te gusta montar al imbécil. —Ríe.
Lo miro furiosa, ahora estoy volviendo a la normalidad, entonces vuelve
a acercarse para abrazarme fuerte… Y me quedo inmóvil. No puedo negar que
me atraen sus brazos fuertes en mi cuerpo, pero esto escapa a cualquier tipo
de permisos que tengo en mí.
Me juré no más abrazos, ni besos que no me beneficien…
Entonces me engarroto de inmediato, pongo mi cara en blanco y me toma
en sus manos pasando sus dedos por mis labios.
—¿Aceptarás el trato, cierto? —Habla susurrando, su voz me intoxica el
cuerpo—Debes decir mañana mismo.
—Lo pensaré.
—Debemos irnos ahora. —Mira hacia todos los lados.
—Po… —Me calla con un dedo, entonces entiendo. Se escuchan pasos,
mi temperatura se eleva por la adrenalina, todo es muy confuso y las pisadas
están cerca a nosotros.
—Vete ahora. —Susurra muy bajito— Piensa en mí… Bonita.
Jala mi brazo, me da un último beso y luego me empuja hacia afuera.
Todo pasa en un segundo y mi rostro sigue en shock aún. Estoy tan
confundida… pero camino de inmediato de forma automática. Mis piernas
flaquean, pero mantengo mi postura. Paso por un espejo y me veo horrenda.
El colorete de mis labios se esfumó, mi pelo está todo alborotado y mi boca un
poco hinchada.
Huelo a sexo, tengo cara de haber follado duro, entonces sonrío.
¿Sonrío?
Quito mi sonrisa de los labios y vuelvo a mi seriedad, ¿Qué carajos estoy
haciendo? Refunfuño contra mí y sigo caminando, entonces veo a la estupidita
pasar y giro en mí misma para dar una vuelta.
—¡Dulce! —Grita, me desespero, ¿Por qué siempre está donde no la
llaman? —¿Qué sucedió?
—¿Qué?
—Luces extraña, no sé… despeinada.
—No, para nada. —Arreglo mi cabello.
Me mira como si no pudiera creerme, pero mantengo mis ojos fijos en los
suyos. Siempre es bueno para confundir a la gente, entonces me sonríe. La
veo distinta también, quizá más arreglada y eso me hace pensar que ha
seguido mis consejos.
—Cambiaré mis lentes pronto. —Esboza una sonrisa.
—Qué bien. Debo irme. —Sigo caminando sin darle opción a reclamos.
Sé que me mira, pero no voltearé, entonces subo por el ascensor hacia mi piso
para luego adentrarme en mi recámara.
Y exhalo fuerte…
¡Dios!
¿Qué hice?
Me saco los tacones y camino descalza para mirarme frente al espejo.
Soy una loca saciada por su ex marido.
Me siento en el sofá sin dejar de mirarme. Mis labios siguen hinchados
por su toque, mis brazos huelen a él, mi interior reclama su posesión y yo…
estoy en medio de una gran incógnita: Qué. Carajos. Haré. Ahora.
Me gustó, me encantó fallármelo de nuevo.
Él siempre superó toda expectativa y ahora fue rudo, no tonto ni romántico
como antes. Ha cambiado también.
Y me dijo Bonita…
Toco mis labios, tienen aún su sabor, entonces evoco recuerdos.
Una tarde en Vallarta, el sol quemando mi piel y yo simplemente
acurrucada en el silencio mientras miraba el horizonte. Mamá estaba de un
lado, Kiara del otro enfadada porque no la dejaron usar bikini, y yo… solamente
mirando el mar mientras mi mente revoloteada pensaba en mi futuro. Papá me
había dicho que no tenía dinero para pagarme una universidad, habia llorado
toda la semana porque mis sueños de ser una gran gerente hotelera se fueron
a la basura.
Desde que era una niña me gustó este mundo. Crecí en un lugar turístico
y aprendí inglés desde muy jovencita. Por horas ayudaba a mi tía a administrar
un gran restaurant de la zona, me inmiscuía en las finanzas de ese lugar y
amaba tratar con personas distintas todo el tiempo.
Soñaba con ser grande, salir del círculo cerrado de mi familia, crecer,
ganar dinero, tener un carro y comprarme unos aretes de perlas que tanto
añoraba.
Creí que todo estaba perdido. Mamá hablaría con mi madrina para que
me ayude a recibir una beca, pero no era nada seguro. Era solo una chiquilla
con drama de 16.
—Ya nos vamos a casa —Dijo mi hermana enfadada— Mamá está
histérica.
—No entiendo por qué te prohíbe usar bikini, ni tetas tienes… —La miré
intentando bromear, pero explotó lloriqueando en mi delante. Mamá me miró
con furia, como casi todos estos días por mi negativa a comer. Estaba siendo
una chiquilla rebelde que no entendía por qué sus padres no querían apoyarla,
pero iba más allá de eso…
—Vamos a casa. —Ordenó mamá.
—Iré en un rato, quiero ver el atardecer de nuevo y capturar el sol entre
mis manos, así se cumplirá mi deseo. —Sonreí creyendo fielmente en eso. Era
una chiquilla con esperanzas.
—Bien. —Rodó sus ojos— Pero abrígate.
Me miró de arriba abajo centrando sus ojos en mi pecho. Suspiré
evitándola, porque sé que odiaba que me mostrara más de la cuenta, pero
estaba más que orgullosa de mi cuerpo desarrollado, así que se fue sin decir
más.

Mi vestido azul era precioso, escotado en los senos por su forma V y largo
hasta cubrir mis tobillos. Amaba su vuelo, su textura y lo fino que se veía en mi
piel bronceada. La perfecta combinación para mí.
Las horas pasaban y yo seguía mirando el horizonte, pero ahora desde
la arena. Tenía el brazo levantado, mi mano haciendo un circulo esperando el
sol ocultarse y luego pasó, lo capturé gritando de alegría entonces cerré mis
ojos y pedí un deseo.
Seguir mis sueños…
Dos segundos bastaron y todo sucedió muy rápido. Su olor se impregnó
hasta en la partícula más fina de mi cuerpo… Sus manos tambalearon junto a
las mías y mi corazón dio un vuelto de 360 grados. ¿Quién era ese chico? —
Solo pensé— Estaba tan cerca de mí… Se puso a mi costado sin decirme nada
y yo solo lo miraba de reojo con nervios inexplicables, la garganta a punto de
explotar y mis sentidos alborotados.
¿Quién era ese ken vivo? Con el pelo castaño claro, ojos chispones y
unos labios dibujados. Me ponía tan nerviosa cuando miraba a cualquier
hombre que la sola idea de tener uno cerca me mataba.
—¿Pides un deseo? —Susurró suave, tan suave que su voz me pareció
ser casi un sueño. Lo miré de reojo… era alto, fuerte, traía una camisa blanca
abierta en el pecho y unos shorts color crema. Su sonrisa iluminó mi rostro,
pero debía controlarme. Estaba tan nerviosa que no pude contestar.
Silencio.
—¿Acaso te comieron la lengua los ratones? —Insistía y mi pecho se veía
presionado por la curiosidad, entonces voltee altanera. Mamá decía que una
chica joven era manipulable, sobre todo por los hombres, y no quería serlo.
—No hablo con extraños. —Lo miré y sentí que mi piel ardía por tanta
hermosura. Sonrió apenas me vió, no sé si se burlaba o simplemente le daba
pena, pero no me bajé en ningún momento. Crucé mis brazos y levanté mi
mentón hecha una fiera.
—Sí, es un buen punto. —Suspiró divertido— Christopher. —Extendió su
mano y realmente, realmente quise darle la mia pero las ideas controvertidas
de mamá seguían rodando por mi cabeza y me negué… pero qué hermoso
nombre tenía— ¿Entonces seguirás queriendo que sea un extraño? Me he
presentado, ¿Cuál es tu nombre?
No contesté.
—No importa, de todas formas sé cómo te llamas.
—¿Ah si? —Me sentía curiosa.
—Apuesto a que te sorprenderías… —Intentaba hacer psicología inversa
conmigo, quería descubrir mi nombre y no tenía idea. Tampoco era tonta, pero
me gustaba jugar a no saberlo…
—No sabes cómo me llamo. Si lo supieras ya me lo hubieras dicho. —
Sonreí, entonces clavó sus ojos de avellana en mí y no los quitó nunca más.
Suspiró suave, parpadeó solo dos veces y nos perdimos en ese instante.
Sonreí sonrojada y elevó una risa achinando sus ojos. Nos reímos como dos
locos sin saber de qué ni por qué, sin existir un motivo… solo lo hacíamos.
—¿Darías un paseo por la playa conmigo?
Me ericé con su propuesta. Si llegaba al anochecer mamá era capaz de
castigarme, entonces no respondí.
Lo tomaré como un sí —Entonces tomó mi mano y no volvimos a
separarnos. Caminábamos lento y pausado. Era un tipo gracioso y de gran
mundo. Habia viajado por muchos lugares, en cambio yo solo a la ciudad de
lado. Cuando hablaba solo pensaba en que estaba en un sueño… y no sabia
explicármelo.
Las horas pasaron y pronto mi alma sucumbió por la noche. Jamás lo
había hecho, jamás habia pasado tanto tiempo con un hombre… jamás había
faltado a la promesa que le hice a mi madre, pero esta vez habia sido distinto,
mágico, irreal… con un extraño guapo.
—¿Te vas? —Preguntó sin soltarme.
—¿Me devuelves mi mano? —Sonreí sin querer.
—No me has dicho tu nombre…
—Dijiste que lo sabías…
No contestó, solo sonrió.
—Es verdad… Tu nombre es Bonita… como el sol, esta playa y las
estrellas. Mi Bonita.
Ahogo un grito en mi garganta mientras levanto mi vista hacia el espejo
de nuevo… Estoy sonriendo y por tonterías.
Me acuesto en el mismo sofá con pereza haciéndome bolita y tomando
posición fetal. Cierro mis ojos y veo su lengua recorriendo mi cuerpo, entonces
lo abro de inmediato escuchando sus gemidos en mi oreja.
Ha sido todo un placer volver a coger con él.
Mi cuerpo evoca su nombre, mis senos tienen plasmado su aliento y mis
piernas llenas de su sexo. No quiero bañarme, ni si quiera ir al baño, deseo
quedarme con esta suciedad que siempre me ha gustado… pero que no
debería importarme demasiado.
Voy perdiendo lucidez sin querer y solo bostezo llevándome un Bonita a
mis recuerdos.
***
¡Las 10 de la mañana! Son las 10 de la mañana y no me perdono haber
estado todo el santo día distraída, ni si quiera pude ordenar mis pendientes con
la estupidita. Me levanté tarde, desayuné más rompiendo mi dieta y no entiendo
por qué no me di cuenta de las llamadas de Brando.
Fue una buena cogidita pero nada más, Dulce. No te engañes.
Suspiro mientras presiono mis labios color vino de nuevo. Camino como
solo yo se hacerlo por el pasillo intentando no cruzar con nadie. Llego a la
cocina y veo a la estupidita conversando con todos los empleados. Cuando me
ven se erizan y mantienen quietos, entonces doy un paso adelante.
—Buenos días. —Saludo y todos me miran extrañados.
—Buenos días, Dulce. —La estupidita sonríe entre sus lentes y luego me
abre el paso.
—Hoy tenemos una cena para el presidente en el salón de reuniones
privado, deberíamos mantener todo en orden desde temprano. Elena, tú
encárgate de las presentaciones y Rosario verás qué personal va a cada
zona… Rita, monitorea el proceso.
—De acuerdo, Dulce.
—Saben que de ustedes depende la imagen que nosotros damos al
público. Nada de enojos, nada de caras de fastidio. Todos somos parte de un
equipo.
Sus caras expresan sorpresa y hasta sonríen, ¿Qué demonios les pasa?
Camino sin despedirme y salgo de la habitación de servicio sin explicaciones.
No me extraña que me ponga atención pero sí que me sonrían…
—¿Dónde mierda te metes? —Escucho una voz conocida a lo largo del
pasillo. Volteo de inmediato y veo a Brando furioso mirándome de un extremo.
Le sonrío y ni vuelve a mirarme porque camina apresurado a su sala de
reuniones.
¿Ahora qué le pasa?
Camino con pereza, entonces me detiene en la puerta.
—¿Dónde te metes? —Repite.
—Estaba haciendo mi trabajo. —Saco mi muñeca de su toque.
—Tu trabajo está a mi lado, no lo olvides.
—¿Qué sucede? —Cambio de tema. Sé que algo le pasa.
—La perra de Paris. —Dice entre dientes, entonces entiendo. Me invita a
pasar a su sala y solo me estreso cuando empieza todo de nuevo.

Sus miedos, sus celos, su envidia hacia la hija de uno de sus tios… La
amenaza perfecta para sus negocios ha regresado. Lo escucho bloqueando mi
cerebro, he escuchado la misma historia desde que lo conozco y sencillamente
no estoy interesada en ayudarlo.
Es ella. Ella siempre como una piedra en mis zapatos —Susurra tenso.
—Ya pasará. Se olvidará. Dejará de molestar. —Solo digo.
—¿Dejará de molestar? —Se abalanza hacia mí con la mirada retadora—
¿Qué sabes tú de esa? Maldita zorra, perra de las perras, ninfómana
asquerosa… Esa malnacida no volverá a joder mis planes, ¿Lo entiendes? —
Toma mi brazo y me jala hacia abajo. Un leve dolor sale por mis articulaciones,
entonces lo detengo.
—Basta. —Digo.
—Estás aquí para complacerme, cierra la maldita boca. —Me aprieta
fuerte.
—Brando…
—Te necesito, cariño. —Ahora me abraza, pasa una mano por mi espalda
y besa mi hombro. El tipo huele a cementerio y solo deseo vomitarle encima,
pero me dejo. Para eso vine, por ello estoy aquí y no debo olvidarlo.
Cierro mis ojos intentando pensar en otra cosa: Dinero.
Jadeo al sentir sus dedos en mi vientre, pero no por placer sino por
tensión. Mi cuerpo se mantiene erguido, jamás perderé la elegancia en un
momento como este, entonces me aprieta estrujando hasta el fondo de mis
huesos.
La puerta se abre.
Mi corazón palpita jodidamente fuerte y lo veo. Él me ve siendo de Brando
porque sus manos aún siguen tocándome… y bajando hasta mi trasero. Los
ojos de Christopher se incendian de frustración y enojo. No, no lo disfruto… no
ahora.
—Brando. —Exclama como un reclamo. Brando se detiene y voltea para
mirarlo como si Christopher fuera su salvación.
—Christopher, necesito que hagas algo por mi.
—Buenos días, Señorita. —Me saluda, pero sinceramente no quiero
mirarlo.
—Paris… La perra de mi prima está aquí y sé que quiere joderme. Eres
un tipo inteligente, podrás seducirla. Su debilidad siempre será un joven guapo.
—¿Paris?
—Paris Hilton. —Levanto una ceja y me mira conteniendo la risa. Es real,
aunque no lo crea, Paris es la prima de Brando. Gracias a ella él tiene toda esta
fortuna porque prácticamente se la regaló hace muchos años.
Él intenta no reír, entonces lo escucha. Doy un suspiro mientras vuelve
con sus lamentos. Christopher me mira, lo miro… y puedo oler su perversión
en sus ojos. No lo soporto. Bajo la mirada hacia mi móvil y cuando lo prendo
encuentro un mensaje no leído.
Número desconocido.
Ha sido una noche placentera. Hoy desperté con tu olor en mi cama…
Llevaré tu Braga a lugares inexplicables, bonita. No te conviertas en amarga,
no ahora.
Con cariño… Toqueteando tu cuerpo.
Tu Romeo de nuevo.
Sonrío sin querer y lo miro contemplarme entre sus pestañas. Ninguno de
los dos está escuchando a Brando, pero finge tan bien… que hasta yo me lo
creo.
—Lo siento, caballeros. Necesito regresar a mis labores.
Me despido y Brando intenta besarme pero no lo dejo. Doy media vuelta
y salgo rozando suavemente el brazo de Christopher. Me tenso al sentir sus
vellos con los mios, pero sigo mi camino sin problemas
Control. Maldito control.
La estupidita aparece por arte de magia y aprovecho para ver con ella mis
pendientes.
—¿Llamaste al abogado?
—Sí, Dulce.
—¿Compraste los libros que te pedí?
—Si, Dulce. —Repite de manera automática
—¿Follaste ayer?
—Si, Dulce…
Pero cuando se da cuenta es demasiado tarde, me mira sonrojada y tapa
su rostro.
—¡No! No quise decir eso.
Río.
—Es solo una broma. No quiero máquinas automáticas trabajando
conmigo.
—Tienes una bella sonrisa, Dulce. Jamás te vi sonreir….
Entonces vuelvo a ser seria.
Qué me pasa.
Me tenso.
—Nada.
—Hola. —Sonríe Christopher de nuevo, aparece como fantasma tras de
mi y Rita no deja de mirarlo.
—Christopher. —Suspira, lo mira como si fuera un cantante famoso.
—Rita, qué guapa te ves hoy. ¿Te hiciste algo?
—¿Yo? Eh… no, no en realidad pero gracias. —Tardamudea la
estupidita, ¿Qué pretende este idiota? Lo estudio y no digo nada. Puedo ver
cómo la enamora sin enamorarla, algo trae entre manos…
—¿Pudiste conseguirme esos documentos?
—Ay, Christopher… es que me pones en aprietos.
—Brando está de acuerdo.
—Bien, entonces ahora mismo te lo traigo.
—Gracias, linda. —Le dice linda y mi paciencia se agota.
—Lárgate. —Le digo a Rita, ella se sorprende y suspira yéndose. Su
sonrisa no se quita por más que le haya gritado.
—¿Ahora seduces nerds? —Pregunto.
—¿Celosa? —Responde.
—No, solo cuido mi información personal. ¿Es ella, cierto? Ella te ha dicho
todo lo que sabes.
—No, Dulce. Claro que no. —Esboza estrés, pero luego hace silencio
cuando ve mi brazo.
Ni yo lo habia notado…
—¿Ese infeliz te hizo esto? —Pregunta tenso tomándolo.
—No. No sé. —Miento mientras me zafo. Mi brazo está rojo y trae las
marcas de alguien que claramente es Brando.
—¿Ese infeliz te hizo esto? —Repite jodidamente enojado. Sus ojos
echan chispas y se da media vuelta con la mandibula contraída.
Reacciono en dos segundos y lo sigo.
—Christopher…
—Haré puré su maldito pito. —Se contiene cuando pasa por la gente, yo
también finjo. El idiota está apunto de echarlo todo a perder y me desespero.
—¡Christopher! —Grito susurrando.
Camina rápido y lo veo dirigirse hacia el pasillo de las oficinas de Brando.
Mi mente se estresa y pronto lo tomo del brazo para detenerlo.
—No hagas esto. —Ordeno— Por favor… Es por demás. Él solo está
acostumbrado. No me golpeó, solo me tomó fuerte del brazo por la rabia que
siente. Es comprensible.
—¿Es comprensible que te lastime? —Pregunta indignado mirándome
como si yo fuera una tonta.
—Fue sin querer —Digo pensándolo porque no es la primera vez. Cuando
él suele enojarse lastima lo primero que ve. Nunca me ha golpeado, solo ha
hecho marcas en mis brazos.
—¿Qué más te hizo? Dimelo.
—Nada. De verdad nada. —Aún no sé qué hago dándole explicaciones,
solo lo siento.
Y me queda mirando. Enrolla sus ojos en los mios y parpadea mientras
toma suavemente mi brazo para llevarlo a su boca. Me besa, acaricia mis vellos
con sus labios y todo lo hace sin quitarme la vista.
—Llegará el día, Dulce. El dia en el que nos podamos ir de este lugar. Lo
juro. —Habla como si realmente hubiera un nosotros, pero no lo hay. Él
realmente cree que vivimos aún en el pasado.
—No lo creo. —Digo.
Y explota en mis ojos conteniendo su rabia, pero luego se calma y no
suelta mi mano.
—Aún tengo tus Bragas —Toma mi fino encaje y lo saca de su bolsillo.
—Basta. —Extiendo mi mano intentando quitárselo sin éxito— No me
parece divertido.
—Acepta el trato. —Suspira— Solo así no iré detrás de ese tipo porque
tendré la plena seguridad que estarás a salvo.
—Pff… hablas tonterías, ¿A salvo de qué? —Me mira pero no habla, a
veces pienso que guarda más cosas de las que imagino.
—¿Es tu última palabra? —Cambia mi pregunta por otra, entonces no
respondo.
Silencio.
—Bien. Entonces ahora mismo iré a matarlo.
Da media vuelta y camina serio, pero no puede hacerlo… simplemente
no puede. Lo veo caminar más rápido y lo sigo. Joder, mierda. Maldita sea. Lo
está haciendo. Mi mente se nubla, va a matarlo… Va a reclamarle, va a decirle
que es mi marido.
Mi cuerpo pasa de frio a caliente y cuando levanto la mirada veo una
especie de arma en su correa.
Mierda.
Corro lo más rápido que puedo. Toca la manija de la puerta y por fin puedo
ver su rabia más que visible en sus ojos. ¿Por qué lo odia tanto? ¿Por mi? Mi
boca se seca, grito en silencio pero no se da cuenta.
En un segundo pasan mis intereses por delante. Mi vida, mis sueños, mis
metas. No va a arruinarlo, simplemente no lo hará. Jadeo para alcanzarlo, pero
está a punto de abrir la puerta y darle un tiro. Sé que lo hará. Conozco esos
ojos tiritantes, ese vistazo asesino, ese veneno en su rostro.
Mi mirada se alinea a la suya y de un tirón lo jalo.
—Acepto. —Digo deteniendo su mano.
He firmado un pacto con el diablo.
9. Me eres inevitable
Dulce

No hay nada más doloroso que mirar algo que te lastima y tener que sonreír

Sus ojos se tornan hacia los míos como bombas explosivas estallando de
emoción. Doy un suspiro intentando hacer que su mano salga de esa maldita
puerta, pero simplemente no lo hace ¿Qué pretende? ¿Qué me de un infarto?
Maldita sea.
—Ven —Susurro entre dientes y tomo su mano para empujarlo hacia una
oficina contínua. No me conviene que nos vean.
—¿A solas para repetir lo de anoche? —Pregunta divertido.
—Haré como que no escuché eso. —Contesto. Me sigue mirando
entretenido.
—Pues… yo sí quiero repetirlo. —Sonríe— Eres fabulosa, bonita.
Mi piel se eriza al escuchar esa palabra, aún tengo recuerdos marcando
mi mente cuando la escucho en sus labios, pero debo ser precavida… sé que
me está estudiando.
—¿No te gusta, cierto?
—Eso no importa ahora. —Miro hacia la puerta— Necesitamos hablar
rápido, alguien puede venir.
—Bien, pero no aquí. —Curvea su sonrisa, lo que me hace pensar que
tiene una propuesta para mi— Aquí siempre será peligroso. Este hotel tiene
más de 400 cámaras.
—Estás loco, realmente loco. —Suelto. Eso es imposible.
—Dulce, créeme, Hilton es más rata de lo que puedes imaginar. Graba a
sus disque socios para amenazarlos, a sus empleados para extorsionarlos y a
sus clientes para tener resguardo.
Mis ojos se abren más de lo normal y solo me pierdo en el vacio… Si eso
fuera cierto, ¿Entonces pudo haber visto cuando….? Mi garganta se seca, él
me mira y sonríe.
—No, Dulce. El único lugar que no graba es su habitación… —Responde
como si hubiera leído mis pensamientos.
—¿Cómo puedes asegurarlo? —Eleva su cabeza y se acerca a mí.
—Te contaré todo esta noche. Te quiero ver pero no aquí… A unos
metros de este lugar hay un terreno en construcción. Veámonos ahí.
—Bien.
—Te enviaré la dirección por mensaje.
Me mira con cautela y sonriendo pone una de sus manos en mi cintura
para luego apretarme contra él. Mis pechos rozan su cuerpo y se erizan al
instante. Él mantiene fijos sus ojos en mi rostro y pronto acerca su boca a la
mía.
—¿Sabes todas las cosas que quiero hacerte ahora? —Pregunta casi
reprimiendo un gemido. Su aliento se mezcla con el mío y una pronta necesidad
aflora de mis labios. Vuelve a acercarse sin decir más y, cuando tiene su nariz
junto a la mía, retira su boca para elevarla a mi frente.
Perro.
—Cuidate, te veo en la noche. —Resuena sus labios y finge naturalidad,
cuando realmente está jugando con el deseo.
Infeliz
Bastardo
Quiero follarte
Me mantengo seria mientras se va y cierra la puerta, pero luego mato mi
impotencia tirando lo primero que encuentro al suelo ¿Qué pretende? Mi
garganta se seca, realmente me está descontrolando y no puedo permitirlo. Es
un hombre que me saca del juego con tanta facilidad que hasta yo misma me
reclamo.
Agrio es el sentimiento, pero no me queda de otra.
Si le digo que No malogrará mis planes.
Es mejor tener al enemigo cerca que lejos. Jugaré por los dos lados y solo
me inclinaré con el bando que más me convenga. Brando ni siquiera imagina
lo que su Ingeniero favorito quiere hacerle y Christopher tampoco se acerca a
todo el poder que tiene Brando.
Él mata. Él corrompe personas. Y juega sucio. Lo sé, lo he sabido desde
que entré en este lugar y me propuse seducirlo.
El zumbido de mi móvil vuelve a presionarme, ¿Tan rápido me envió el
mensaje? Cuando leo mi buzón ruedo mis ojos.
Necesito hablarte, es urgente. Contesta el maldito celular. ¿O ya te
olvidaste que tienes familia? – Kiara S.
¡Es de nuevo la pesada de mi hermana menor!
No la soporto y tampoco soporto a mi madre con sus pensamientos
puritanos.
Jadeo al sentir angustia, entonces decido olvidarlo. No voy a malograrme
el día con ellos.
Chris
¡Lo logré! ¡Aceptó! Y estoy malditamente feliz por ello.
Mi bella mujer nos ayudará, terminaré con el plan rápido y pronto podré
hacer justifica. Mi alma, mi corazón y honra anhelan con ese día… Yo tomando
la cabeza de ese malnacido.
—Christopher —Escucho su voz a lo largo del pasillo derecho. Mi mente
se detiene, ¿Habré hablado en alto? Dudas sucumben mi memoria, entonces
siento su mano delante de mí —¿Cómo estás? —Le extiendo la mía
estudiándolo…
—Bien, gracias.
—Te necesito en mi oficina —Ordena Brando. Esta mañana ha estado
más amable que de costumbre.
Doy media vuelta mientras lo sigo. Al entrar en ese lugar solo puedo verlo
caminar lentamente. No es tan viejo para ser Presidente de toda la cadena de
hoteles Hilton. Su nombre ha sido mi martirio todos estos años y cuando no me
ve solo deseo exprimir su cuello en mis manos.
Lo odio.
Quebraría sus músculos y destrozaría sus huesos en un solo instante,
pero debo contenerme. Sonrío. La hipocresía jamás fue conmigo y me está
costando. Me sirve una copa, se sienta y me mira en complicidad.
—Dime, ¿A quién te follaste anoche?
Mi cuerpo se paraliza y siento que estoy siendo observado. El pánico no
va conmigo, soy un hombre cauteloso, así que sonrio con naturalidad
estudiando todos sus movimientos
Nariz erguida
Ojos tranquilos
Mirada asquerosa de viejo en celo
Paso saliva y doy un trago, debo seguirle el juego.
—¿Por qué lo dices? —Contesto con una pregunta.
—Mis hombres te vieron salir del hotel. —Ríe— ¿Quién es la afortunada?
¡Lo sabía!
Elevo una ceja y me quedo en silencio.
Mi absoluto cuidado en todas las jugadas que hago han hecho que esta
vez me salve el pellejo. Anoche, antes de asistir a la cita con Dulce, salí del
hotel y di un par de vueltas en mi auto. Supuse que me seguían, esperé un
tiempo mientras coqueteaba con mi propia esposa y regresé como una sombra.
Sabía que este idiota tenía algo entre manos. Mi intuición no me traicionó.
—Vamos… tener una amante no es un pecado —Eleva su pecho como
si fuera motivo de orgullo— Yo lo he hecho mil veces. Anda, necesito saberlo.
—¿Me estás siguiendo? —Lo encaro.
—Nunca se sabe, Christopher. Digamos que soy… un tipo precavido. —
Aletea su vaso sin remordimientos.
—Me ofendes. —Contesto serio. Necesito armar una especie de drama
con él para que todo parezca natural. Maldita sea, necesito tener más cuidado
y entrenar a Dulce para que también lo tenga. He tenido que borrar cámaras
de video en estos días, pero no puedo estar al pendiente de todo.
—Confío en ti, Christopher. —Bebe un sorbo de Whisky— No lo dudes.
No contesto, entonces agrega:
—¿A quién te follaste? —Insiste. Sus fosas nasales se abren, está
curioso… ¿O me está probando?
—Es mi amante. —Respondo— No necesitas saber su nombre.
—¿Le diste duro? —Pregunta divertido. Su boca se ancha y solo puedo
sentir asco.
—Muy duro.
—¿Qué tal su culo? Dime que es una rica virgencita.
Siento nauseas, pero sonrío. No me conviene que piense lo contrario.
—No es virgen, prefiero a las experimentadas.
—Pues yo a las tiernitas. Cuando estoy dentro me vengo rápido. He
desvirgado a muchas… —Eleva una ceja y vuelve a beber su copa. Mi
mandíbula se tensa, claro que lo sé, entonces experimento el infierno en mis
ojos.
Un día voy a asesinarte con mis propias manos, malnacido. En nombre
de todas esas niñas que violaste.
—Me gustan las mujeres experimentadas. La follé duro, muy duro… en
un lugar muy peculiar. —Extiendo mi copa y choco la suya. Si supieras que la
follé en tu cama…
—Bravo, muchacho. Me gustan los tipos rudos. Podemos ir a un
prostíbulo pronto.
—Puede ser —Digo sin ganas— ¿Y tú? ¿Has follado últimamente? —
Pregunto ansioso.
—No. Bueno… un par de putas. Me corrí en ellas con gusto, pero la mujer
que me interesa no.
Mi mente me grita alerta, hago puños y me calmo. ¿La mujer que le
interesa? ¿Qué tanto le interesa?
—¿Quién es esa mujer?
—Dulce. —Sonríe— Han pasado varios meses y no hemos tenido sexo.
Realmente es una chica que me encanta, aguantarme lo hace más divertido,
pero necesito de ella… Veo sus curvas y me aloco, su hermoso trasero… —Se
pavonea el idiota— Lo he tocado tantas veces pero jamás la he follado.
—Es… —Respiro— Una mujer muy guapa.
Sonrío. Sí que lo es, pero no para él.
—Lo es, pero quiere un anillo. Posiblemente se lo de…
—¿Piensas casarte? —Arremeto de inmediato.
—Necesito algo estable, quizá. —Agrega sin interés— Pero no quiero
pensar en ello ahora. Tengo a Dulce de mi lado.
—Entiendo.
Me excuso diciendo que tengo pendientes y dejo solo a Brando de nuevo.
Fue un martirio sobrevivir escuchando sus porquerías… ¡Es un maldito hijo de
puta! Y no simplemente no lo soporto.
Paciencia, Miller. —Me lo repito una y otra vez mientras rechino los
dientes. Falta poco, muy poco. Pasé todos estos años estudiando sus pasos,
este solo es el final de un arduo y minucioso trabajo. No puedo arruinarlo.
—Sr. Miller… —Me sigue una de las recepcionistas del hotel.
—¿Si? —La miro intentando reconocerla sin éxito.
—Estuve tratando de ubicarlo en su celular pero me fue imposible. Tiene
una visita.
—Oh… lo siento. Si, lo tuve apagado, ¿Quién es?
—La Señorita Constanzo. Dijo que era importante, está esperándolo en
la sala de reuniones.
—Muchas gracias —Pego mis labios por impotencia, ¿Qué demonios
hace Tatiana aquí ahora? Es muy peligroso que esté en este lugar.

—Cuando quiera, estoy a su entera… disposición —Extiende sus labios


en señal de amabilidad, pero entiendo su mensaje apenas la veo mirarme de
esa manera. Es una chica bonita, pero hay muchas chicas bonitas en este
mundo… y nadie es como la mía.
Le agradezco de nuevo y me giro en mis pies para caminar
apresuradamente hacia la sala de reuniones. Necesito saber qué ocurre, no
creo que Tatiana esté aquí sin motivo. Sabe que es peligroso, muy peligroso
quizá y aún asi se ha atrevido a venir.
Al entrar la veo sentada con las piernas cruzadas. Lleva un pantalón
negro, blusa blanca y tacones rojos, un tanto formal para ser una policía
malhumorada. Elevo mi mirada hacia todos lados y sonríe rodando los ojos. No
me parece divertido.
—Había una cámara ahí —Señala— La he desactivado.
—¿Qué haces aquí? —Pregunto pausadamente. Por la ventana puedo
ver a meseros pasar de un lugar a otro, todo parece normal pero no me confío.
—Si te digo que te he extrañado no vas a creerme. —Bufa sin quitarme
la mirada.
—No tengo tiempo para bromas, ¿Qué sucede?
—Nada. Digamos que soy tu supervisora, ¿Qué problema tienes con
eso? —Pregunta divertida. Solo la miro intensamente— Vine a meterme en tus
planes. —Suelta descarada.
—No te atreverías. Este es mi proyecto. —Amenazo con total sinceridad.
—Sí y tú eres mi hombre.
—Maldita sea, no lo soy. —Respondo de manera agresiva. Se levanta de
su asiento y coloca sus manos en mis brazos… Solo la esquivo.
—Porque no quieres.
Mierda.
Solo fue una noche. Una maldita noche.
—Te he dicho mil veces que eso fue un simple polvo. No soy un hombre
para ti.
—¿Y sí para ella? —Pregunta sin evocar emoción alguna. Es una mujer
paciente y muy inteligente.
—Qué quieres. —Repito por última vez.
—Me conoces… —Coquetea.
—No tengo tiempo, Tatiana. —Respondo entendiendo su intención.
—¿La zorrita aceptó? —Pregunta, me incomodo.
—Esta noche hablaré con ella. No me presiones.
—Has tenido mucho tiempo. —Suelta la lengua— Así que decidí actuar
por mi propia cuenta. Seduciré a Hilton.
—¿Qué? —Intento contenerme pero me es imposible. Abro los ojos y
parpadeo un par de veces, realmente necesito comprenderla… si no voy a
perder la cabeza.
—Lo que escuchas. Esta motivación también es personal y lo sabes.
Todos estamos a pié del cañón para hundir a Hilton y tú lo estás arruinando.
—¿Arruinando? ¡No ha pasado mucho tiempo! Sabes perfectamente que
todo está calculado.
—¿Y si tu zorra no acepta, qué? ¿Vas a seguir rogándole?
La tomo del brazo y la miro dándole una última advertencia.
—No vuelvas a venir a este lugar, lo lamentarás. —Empujo su cuerpo y
se ríe.
—Eso está por verse.
Dulce
Son las 10 de la noche y espero ansiosa el maldito taxi.
Mi día pasó muy rápido y Christopher se encargó de recordarme de
nuestra cita de negocios con un mensaje, ¿Quién lo diría? Juré no volver a
verlo, jamás caer en su juego y ahora estoy aquí cediendo ante él… pero no
tengo de otra. El maldito semental me tiene en sus manos… pero no por mucho
tiempo.
Muerdo mis labios cuando veo un auto acercarse, entonces salgo por la
puerta trasera con ropa deportiva. El cuento de mis clases de meditación no va
a convencer a Brando en caso llegue a descubrirme, pero Christopher ha
insistido.
Demoro un par de minutos en llegar. Hace frío así que agradezco tener
abrigo. Me detengo en una vieja construcción a medio terminar y toco la puerta.
Enseguida me abre un hombre de negro, ¿Esto es enserio? ¿No estamos
solos? Gruño conmigo misma preguntándome cómo caí en toda esta mierda,
pero no es tiempo de reclamos sino de acciones. Necesito terminar con esto.
—Bienvenida. —Christopher sonríe de inmediato.
—¿Qué es todo esto? —El lugar es sucio y viejo. Solo hay cajas y algunos
asientos. No me gusta para nada.
—Necesito hablar contigo.
—Eso lo sé, pero… por qué aquí. ¿No estamos solos, cierto?
Enseguida dibuja una sonrisa en su rostro. Lo miro sin entender y pronto
caigo en cuenta de la idea que empieza a formar en su cabeza. Ruedo mis ojos
y cruzo mis brazos en señal de desaprobación.
—No, Christopher. No lo digo porque quiera estar a solas contigo y esté
decepcionada, sino porque…
—Hablas demasiado. —Me corta y suspira, dejando de lado las tonterías.
—¿Entonces?
—Necesito tu entera discreción.
—Te dije que iba a ayudar, pero quiero explicaciones, ¿Por qué
apareciste asi? ¿Por qué persigues a Brando de esa manera?
Da una pausa y me mira un tanto molesto. Sus fosas nasales se abren y
pronto evoca un sonido ahogado. Está enojado.
—¿Tanto lo quieres como para defenderlo y tapar sus crímenes?
Elevo una ceja, esto parece más una escena de celos que de negocios.
Su mayor debilidad era siempre los celos… Río, no ha cambiado, podría sacar
ventaja pero ahora necesito comprender más su manera de actuar así que me
aguanto.
—No entiendo. —Contesto haciéndome la tonta.
—Por favor, ¿Vas a negar que le conoces sus negocios sucios?
—No. —Digo con soltura— Pero no es mi problema.
—¿No es tu problema que viole niñas? —Pregunta indignado, quizá
furioso. No puedo evitar sorprenderme, no porque viole niñas sino por su
reacción ante el tema.
Definitivamente no es normal su actitud.
—No lo sabía. —Digo con verdad. Sé que Brando es narcotraficante, lava
dinero por sus hoteles y comete crímenes, pero jamás supe lo de las
violaciones.
—Se acuesta con niñas y luego las vende a sus socios. Roba dinero.
Hace negocios sucios con drogas. Es un maldito malnacido y todavía lo
defiendes.
—Bien, no estoy aquí para discutir si lo defiendo o no. Estoy aquí para
que me digas qué hago. —Mantengo mi frialdad ante sus ojos decepcionados.
Sé que le cuesta no verme como antes y sí… he cambiado.
Se toma unos segundos, pasa su mano por su cabeza y vuelve a mirarme
tensión. Traga su enojo como si le fuera muy normal hacerlo y suspira
fuertemente.
—Información. Necesito saber todos sus movimientos sucios. Con quién
negocia, cuándo hace entregas de drogas, en qué ciudades opera, direcciones,
cómplices, contratos. Todo lo relacionado al lavado de dinero, narcotráfico y
trata de blancas.
Mis ojos se abren más de lo normal y esbozo una risa de impotencia.
¿Realmente cree que voy a hacerlo? Si le entrego esa información yo me
veré perjudicada. El gobierno y la policía se quedaría con todo y no recibiría
nada.

—Jamás.
—¡Por qué no puedes entender que esto es esencial! —Grita contra mí—
¡El maldito es un hijo de puta violador! —Contrae y hace puños— ¡El maldito
es un malnacido que lava dinero!
—No me veré perjudicada —Digo con calma.
—Tendrás tu dinero, si es lo que quieres.
—¿Quién me lo garantiza?
—Yo.
—No creo en ti, Christopher.
—Por favor… —Se exaspera— ¿Crees que voy a traicionarte? ¡Soy tu
jodido marido!
—¿Piensas que confío en ti después de todo lo que ha pasado entre
nosotros?
El ping pong de preguntas, reclamos y respuestas se detiene cuando
evoco el pasado. Me mira tenso, con el puño hecho hierro y se contiene… Solo
se contiene para luego dar vuelta y golpear a la pared.
No siento absolutamente nada por él ahora, ni si quiera pena al ver su
mano roja. Todas mis lágrimas se volvieron hierro, mis noches depresivas en
oscuridad y mis sueños rotos en el diccionario de la vida.
No, simplemente no.
No me permito flaquear cuando se trata de mi misma. El mundo está
contra mi, yo no puedo darme el lujo de perjudicarme.
Mis intenciones van más allá de un simple trato. Lo quiero todo.
¿Por qué tendría que hacerlo?
—¿Quieres dinero? Tendrás tu maldito dinero. El gobierno es poderoso,
solo debes pedir lo que sea.
—Medio millón de dólares para empezar. —Elevo una sonrisa.
—¿Qué? —Responde aturdido.
—Dijiste “lo que sea” No expondré mi pellejo por ayudar a la policía, ¿Qué
beneficio tengo?
—Ayudar a todas esas niñas violadas, por ejemplo.
—La vida es cruel, patancito. Está mal, por supuesto, pero no me voy a
poner a llorar por ello. Y tampoco a sacrificarme por la gente.
—Esa niña violada podría haber sido tu propia hija —Arremete contra
mí— ¿Dirías lo mismo?
El tiempo se detiene cuando menciona esas palabras… “Tu propia hija”
La hija que nunca tendré. Mi mente colapsa, contraigo mi garganta y exhalo
fuerte. Estoy mareada… tengo emociones amargas en mi interior.
La hija que nunca tendré.
Levanto la mirada para encararlo y pronto siento cambios en mi interior.
Bien, me cuesta… no aceptarlo pero sí tener que recordarlo. Es una extraña
contradicción, sobre todo cuando luzco de esta manera delante de él.
Pero no voy a flaquear. Si lo hago puedo utilizarlo en mi contra. Por su
actitud puedo ver que no todo está perdido…
Es frágil con el tema. Le afecta de alguna manera… y me cuesta
entenderlo, pero puede ser una posibilidad que debo aprovechar.
—No estás siendo objetivo. —No le quito la vista. Pelear con él por el
pasado sería algo interminable y no llegaríamos a nada. Aunque esté con
ganas de matarlo me contengo.
Silencio.
—Te necesito, Dulce. —Suspira sin verme— Es la maldita verdad.
No contesto, solo me quedo observando su expresión llena de odio hacia
Brando. Lo odia más de lo que imaginé. Y todo esto me da curiosidad.

¿Qué fue lo que le hizo?


¿Y por qué es una especie de policía ahora?
¿Qué pasó en su vida para actuar de esta manera?
Me necesita, lo dijo. Y lo peor es que siempre lo supe. Desde que
presionaba su cabeza contra mi pecho en las noches. Desde ese día en el que
llorando me contó sobre sus pesadillas. Desde que me pedía no apagar la luz
en días de lluvia. Desde ese día me necesitó… y lo sabía.
Sabía que algo lo aquejaba, pero jamás me metí en su intimidad. Lo único
que me importaba era él en cualquiera de sus formas, con sus sombras e
incógnitas. Mi corazón siempre palpitó a su ritmo, en el cielo o en el infierno,
con luz u oscuridad.
Jamás me detuve a pensar en estos detalles, pero ahora no puedo ser
ajena a sus sentimientos. Algo le pasa, algo tiene, y voy a descubrirlo.
—El tipo tiene mil amantes, tú eres una más en su lista. ¿Eso quieres?
Te estoy ofreciendo dinero, hacer una buena acción y no aceptas.—Agrega y
salgo de mis pensamientos.
—Yo no hago buenas acciones, pensé que lo habías entendido.
—Bien. Bien. —Ironiza sus palabras— Tendrás tu medio millón.
No sonrío.
—Y mi libertad. —Contesto, hace una pausa y me mira.
—También tu libertad. —Responde— Si es lo que quieres.
—Es lo que quiero. —Digo con firmeza encontrando mil preguntas en sus
ojos.
—Entonces firmemos este pacto. —Estira su mano conteniéndose de
nuevo.
—Lo haremos. —Le doy la mía y aprieta con fuerza mi piel. Su roce me
hace perder la cabeza, pero soy más fuerte que simples ganas de follar.
Ahoga sus palabras y suelta mi mano.
No debería preocuparme… No por él.
Enseguida hay un silencio entre nosotros, quizá más largo de lo que
puedo soportar. Estoy incómoda y sola en un cuarto horrendo con mi ex marido,
el hombre que sacó lo mejor y peor de mí y al que juré no volver a mirar nunca
más.
Y me es inevitable.
—Bien. Supongo que hemos terminado. —No me mira, camina hacia una
esquina y saca una pequeña maleta negra. Ahí enrolla unos cables ¿Es todo?
Lo veo suspirar y pronto surgen más incógnitas en mi cabeza.
—Bien.
Lárgate, Dulce. —Me lo repito una y otra vez pero mis piernas no
responden.
Estoy inválida ante su presencia. Quiero correr hacia la puerta, irme y
darme un relajante baño de burbujas pero no puedo… mi maldito cerebro no
funciona. Y él sigue sin darme la cara, eso me encolera… Necesito que me
motive a irme, no que me de por mi lado.
¿Qué carajos me pasa? Suspiro, llevo una mano a la cabeza, no puede
estar pasando esto. La sensación de vacío que tengo es extrema. Entonces
quiero hacerlo, pero no me lo permito.
¡No!
—¿Qué sucede? —Suelto queriendo sin querer. Me odio. Cierro los ojos
y me veo acuchillándome por abrir la maldita boca. Él voltea y me mira con
tristeza, una pena infinita que solo agranda mi curiosidad
—No lo entenderías, pero quizá algún día. —Suspira, se sienta reprimido
y solo tengo ganas de acercarme, hablar con él, conversar… no sé perderme
en el silencio como antes.
La nostalgia está pero los recuerdos no dejan que mi cuerpo avance. Es
extraño, soy extraña, quizá es su presencia o tal vez porque me dijo bonita… y
esa palabra aún me mueve, pero no debe saberlo.

—Hace frio… —Solo digo, sin saber qué más decir. No soy buena
consolando, nunca lo he sido. Cuando estaba preocupado solo me abrazaba y
yo no podía articular palabra. Nunca he sido una mujer muy… romántica,
aunque creyera en el amor.
Me costó decirle Te amo, y se lo he dicho pocas veces.
Me costó aceptar el matrimonio, pero lo hice porque realmente no podía
soportar tenerlo lejos.
Eramos dos chiquillos tontos creyendo en las historias que nos cuentan,
y quizá fue todo.
Elevo mi mirada y sigue perdido.
Me siento estúpida, sí… muy estúpida aquí. Y, aunque no quiera
moverme, tengo que hacerlo. Me rebelo contra mí y me exijo abrir la boca, pero
no puedo. Empujo mis piernas para elevarme, entonces siento su mano tomar
mi muñeca.
No te vayas. — Parpadea. Alínea sus claros ojos en mí y acaricia con un
dedo mi piel.
Brando puede darse cuenta. — Miento.
Él no importa. — Jala mi brazo y reboto en sus piernas.
¿Me dirás qué pasa? — Pregunto una vez más. Odio no tener el control
y esto me jode demasiado.
Lo haré, te lo prometo… lo juro Dulce pero enserio no puedo.
¿Por qué?
Porque no lo creerías y estaría jugando mis últimas cartas sin pruebas.
Porque debo terminar con este asunto antes de llevarte conmigo.
¿Perdón? ¿Oí bien? Mi piel se eriza.
Lo haré, Dulce. — Prosigue muy seguro— No voy a soltarte nunca más.
Ya ha sido suficiente.
Resoplo indignada.
Eres un maldito idiota — Río para no enojarme— ¿Estás loco? Yo tengo
planes para mi vida, Christopher. Y tú… no estás en ellos.
Me mira sonriendo cansado y pronto se une a mi cintura dándome un
beso en la frente. El shock invade mi respiración… Él realmente está muy
seguro de todo lo que dice, jamás podré volver con él… No como él quiere,
pero su seguridad me reprime de alguna manera.
Tampoco puedes despegarte, Bonita… Jamás pudimos hacerlo.
Ronroneo hacia mí misma y cierro mis ojos. Es verdad, pero también
pasado.
Me eres inevitable, solo eso. —Digo muy bajito en su oreja sin si quiera
soltarme. Soy un bla bla blá conmigo misma y es lo que aún no comprendo.
Quiero ser inevitable siempre, entonces. No voy a soltarte, nunca más mi
bonita…. Nunca más. No podré hacerlo.
*
Es un día soleado en México.
Las nubes se abren formando una especie de dibujo en el cielo. El sol
arremete en mi piel calentando mis orejas y pronto empiezo a pensar en que
debí sacar mi protector solar, pero es tarde. La clase de yoga ha empezado.
Con muchas ganas y poca pereza me uno a la rueda de yoga. Estiro mi
mat para sumergirme encima del jardín y empezar mis estiramientos. Ah…
como me encanta, aunque al principio lo haya odiado. El yoga es bueno para
desestresarte y ahora lo necesito más que nunca.
Levantemos las manos y agradezcamos por este momento — Susurra
Chelo, un increíble profesor de Yoga.
Enseguida siento cómo los nudos de mi espalda se sueltan y pronto un
dolor bueno arremete en mis músculos dejándolos como nuevos. Respiro en
cada estiramiento y exhalo cuando me contraigo…. Entonces vuelvo a
recordarlo.
Me es inevitable
Parezco chiquilla de 16 y eso me enoja… porque no puedo controlarlo.
No sé si es su piel, su olor o las malditas ganas que tengo de follarmelo.
Puede ser lo que quiera pero es muy bueno en la cama… más de lo que
recuerdo, pero también es cierto que debo irme con precaución.
Hemos pasado 5 años sin vernos, al menos eso creo.
Ayer me dijo que me necesitaba, ¿Por qué lo hace? ¿Costumbre? ¿O
quiere enamorarme para luego volverme a dejar? ¿Con qué intención? ¿Y por
qué odia tanto a Brando? ¿Por qué se volvió parte del equipo del gobierno y
dejó de ejercer su profesión? ¿Cuál fue su motivación? Son tantas preguntas
que necesito responderme pero simplemente me evade.
Sé que hay algo, algo más que una simple venganza y necesito
entenderlo.
Por otro lado es tan seguro de sí mismo conmigo… que a veces me
intimida. Él realmente piensa que tenemos un “de nuevo” y yo solo lucho por
alejarme de él, pero es inevitable… y no, hoy no voy a juzgarme.
Quiero pensar que es solo deseo porque mi corazón es de hielo y así
seguirá siendo.
Las clases terminan sin que me de cuenta. El sol sigue quemando así
que me dispongo darme un baño. Camino rápido hacia mi recámara
alejandome de todo conocido porque no tengo ganas de saludar a nadie,
aunque sea por hipocresía.
El zumbido de mi móvil hace vibrar mi mano. Elevo una mirada y puedo
notar el remitente. Me es extraño…
Te espero en 10 minutos, Dulce. Ven a mi recámara. Necesitamos hablar.
Christopher.
¿Su recámara? Es un completo descarado, y más porque me ha enviado
el mensaje sin aparecer como privado, lo que se me hace raro.
Ignoro su propuesta hasta que llego a mi suite. Quiere que vaya… solo
está en el piso de abajo. ¿Y si no voy? Últimamente estoy cediendo demasiado
y no quiero, pero no puedo dejar de recordar sus labios en mi boca, su lengua
en mis pechos aclamado mi piel… Lo deseo. Deseo esto de nuevo y me río
porque no puedo evitarlo.
Me es jodidamente inevitable.
Exhalo riendo, ¿Estoy riendo? ¡Ya qué! Soy una mujer sexual, ¿Qué hay
de malo en ello? No hay acciones prohibidas entre nosotros, al menos eso creo.
Renegando camino hacia el pasillo y bajo por las escaleras. Han pasado
10 minutos, ni más ni menos, entonces encuentro su puerta entre abierta
¿Acaso es idiota? Es peligroso. Miro la cámara del pasillo y escondo mi rostro
para luego unirme en su espacio rápidamente. Doy 3 pasos y veo su silueta de
espalda.
Está ahí… pero no solo.
Mi sonrisa se apaga.
Un segundo. Sus manos abrazan su nuca y con rapidez pega su cuerpo
mirandome con desdén. Lo hace como una maldita zorra… y él simplemente
no reacciona. Ella lo presiona y ataca su boca hundiendo su lengua, puedo
verlo… entonces baja sus manos por su espalda hasta hundir sus uñas en su
trasero.
Jadeo sintiendo que toda mi temperatura corporal se leva. Mis puños
hacen fuerza y pronto experimento un infierno… el infierno que no quiero.
10. Haré lo que quieras
Dulce

Quédate con las culpas, no con las ganas

Con dura expresión sigo perpleja mirando lo que no debo. Su asquerosa


boca recorre la extensión de sus labios y poco a poco siento mi pulso acelerarse
¿Qué hago viendo esto? No lo sé, quizá lo necesito para darme cuenta de sus
mentiras.
Es un mentiroso. Un maldito mentiroso.
Con tensión él la aparta de inmediato. Ella se eleva una vez más
sosteniéndose en sus brazos, pero Christopher simplemente la evade de
nuevo. Sonríe como estúpida y solo me doy vuelta en mis pies para irme. He
visto demasiado. No quiero ver cómo termina follandola en mi rostro. No estoy
dispuesta a verlo.
—¡Dulce! —Escucho un zumbido a lo lejos, quizá se dio cuenta de mi
presencia pero es muy tarde. No lo escucharé. Piso fuerte, decidida, y con una
extraña rabia ahogada en mi garganta mientras subo las escaleras. No quiero
ver a nadie. No quiero hablar con nadie. Sería capaz de disparar hasta una
anciana en este momento.—¡Dulce! —Grita de nuevo.
Sus pasos acelerados hacen que mi pulso se eleve. Tengo la temperatura
alta, mi piel aflora rabia y mis dientes rechinan de solo sentirlo cerca, entonces
bloquea mi paso.
—¿Por qué no vas a atender a tu zorrita? —Mi voz suena a reclamo, ni
yo misma sé por qué pero no puedo evitarlo. Siento que sería capaz de
matarlos a ambos.
—Puedo explicarlo. —Se excusa con sus ojos, pega sus labios con
tensión y veo cómo sus brazos tiemblan.
—No te preocupes, no quiero explicaciones. —Paso por su lado, subo un
escalón pero él vuelve a ser más rápido y me detiene de nuevo.
—Tatiana es solo una compañera… Yo…
—Wow… qué bien aprovechas a tus compañeras entonces. —Espeto
con ironía, cruzo mis brazos y lo enfrento.
—Deja el sarcasmo, por favor escúchame. —Insiste, me impulso hacia
adelante para pasar pero vuelve a bloquearme haciéndome enfurecer más.
—No. No tengo por qué hacerlo. Al final tú y yo no somos nada. Puedes
follarte a cuantas quieras, hasta las gatas de mercado como esa tipa. —¡Estoy
harta! ¡Cansada de este juego! No me deja pasar así que forcejeo. Saco fuerzas
de donde sea y por más que lucho no puedo lastimarlo. Mi cara se pone roja,
lo sé porque siento cómo la sangre sube hacia mi cabeza, y lo apuñalo con mis
muñecas. Lo golpeo por rabia, por justicia, por su maldito juego, entonces se
deja… deja que lo haga pero luego con un jalón me detiene obligándome a
mirarlo de frente.
—Dulce… eres mi esposa, mereces una explicación. —Susurra con
ansiedad. Sus ojos son un tormento cuando me mira de forma, hay misterio en
él… y me frustro porque no sé qué está pasando por su cabeza.
Me suelto, lo esquivo y ladro de nuevo.
—Sencillamente no te entiendo. ¿Me escribes para esto? ¿Para que vea
cómo besas a esa tipa?
—¡Yo no te escribí! Jamás… —Se detiene y mira a un punto fijo, luego
cierra los ojos y lleva una mano a la cabeza. —Fue ella, Tatiana… Ella lo hizo.
—Ahoga su malestar y solo rueda sus ojos. Lo minimiza, como si esa acción
fuera una raya más al tigre. Maldita sea.
No me interesa quién haya sido, parece que esa zorra sabe jugar muy
bien sus cartas. Y a mí no me importa.
Mi rabia asciende por mis brazos, entonces con fuerza corro hacia arriba
y me deja pasar sin problemas. Mis manos tiemblan, mis ojos están a punto de
salirse de mi rostro y solo experimento una rabia contenida.
Lo odio… ¡Maldita sea, lo odio! ¡Que se pudra! ¡Y que se lleve de paso a
esa zorra! Estúpida, maldita estúpida… ¿Quién diablos se cree? Muerdo mi
labio y presiono con fuerza mi llave para luego adentrarme en mi suite
¡Al diablo todo!
Pateo lo primero que veo y luego siento una fuerza incontrolable que
necesito sacar de alguna manera, entonces arrastro con lo que puedo. La ira
invade mis fosas nasales… mis manos, mis brazos hasta mis piernas. Grito
sofocada. Tomo algunos libros y los tiro por la ventana ¡Maldita sea! ¡No puedo
detenerme! Atrapo el alcohol con mis manos y reviento las botellas en el suelo
¡Púdrete zorra! ¡Púdrete!
Que se muera
Pisoteo los vidrios imaginando su cara de lagarto… ¡Estúpida! ¡Zorra
estúpida! ¡Culo fácil! Entonces las imágenes vuelven a mí como cuchillos en mi
orgullo, sus manos recorriendo la espalda de mi marido… ¡Porque es mi maldito
marido! Sus uñas clavadas en su piel, su voz orgásmica susurrándole al oído y
él… ¿Él? ¡Simplemente no hizo nada!
No hizo nada.
¡Idiota!— Grito furiosa, tan furiosa que siento que he sonado por todo el
hotel pero no me importa. Mis manos tiemblan como si fuera un terremoto, mi
voz se agrieta al instante en el que caigo en la cama y solo exhalo con el
corazón latiendo a mil por hora.
¿Qué me pasa?
Mi garganta cobra los estragos, mi pecho palpita fuertemente y pronto
caigo de nalgas en la cama con la mano engarrotada delante de mis ojos. Qué
estoy haciendo…
Suspiro. Me enterco. El aire pasa agudamente por mi interior y pronto
siento espinas en mis pulmones. No hay nada más.
Me quedé en la habitación todo el día, ignorando las llamadas de Brando.
No leí mensajes, no abrí mi puerta a nadie, ni siquiera a la estupidita por
comida. Simplemente me quedé en mi cama, levantándome un par de veces
solo para ir al baño y pensar… pensar en mi próximo juego.
La noche es larga, la sentí larga por cómo me quedé mirando la ventana
como estúpida suspendiéndome en el tiempo. Dormí poco, una hora me
despertaba y otra simplemente mantenía mis ojos abiertos, pero hoy es un
nuevo día y mi rabia se ausenta de manera inmediata. Me ducho pasando el
jabón suavemente por todo mi cuerpo, acariciando las hebras de mi cabello,
lavando mi cabeza. Con suavidad pongo mi crema hidratante de a toques,
inspiro su aroma a fresco y me lleno de las energías que necesito.
Tengo hambre, mucha quizá. No comí nada en todo el día, por lo que me
cambio rápido para ir al restaurante central.
Cuando entro la gente me sonríe, pero yo no. Saludan mi presencia pero
no respondo el cumplido. No me importa, que se mueran. De reojo observo
cómo un par de hombres me sonríen, son huéspedes del hotel supongo, y no
digo nada. Siempre pasa… se pegan como chicle cuando coloreo mis labios
de rojo vino. El rojo me viene bien, dicen por ahí, pero sinceramente no me fijo
mucho en eso ahora.
—Café, frutas y una tostada. —Digo elevando mi mirada hacia el mozo
que se acerca. Pongo mis ojos fríamente en él y luego miro su placa, entonces
se tensa. Sabe que si no cumple mis caprichos puedo despedirlo y se va de
inmediato. Corre, casi vuela.
Suspiro mientras prendo mi móvil. 10 llamadas perdidas de Brando, 2 de
Christopher y 2 mensajes que tengo sin leer de un número desconocido.
Automáticamente elimino todo de inmediato. Tengo flojera.
—Su pedido —Regresa el mozo de inmediato, me sorprendo al verlo tan
atento, entonces bebo el café de un solo empujón. Perfecto. —Gracias.
Como con desgana, aunque mi cuerpo ruge por comida. Nunca antes me
habían dolido las tripas, así que lo hago para tener energía.

—Disculpe, ¿Usted es la… Señorita Evans? —Aparece un hombre rubio,


alto y delgado. Me mira como me miran todos los hombres… con deseo y solo
río en mi mente. No es tan millonario para ser candidato ni tan atractivo para
hacer excepciones, pero deseo divertirme un rato así que sigo la corriente.
—Esa soy. —Contesto cortante. A los hombres les encanta toda esta
mierda.
—¿Puedo sentarme? —Pregunta con interés, sonriéndome,
palpeandome mentalmente.
—Ya está aquí, ¿No? No me queda de otra. —Sonrío a medias, él se
incomoda pero su macho interior le dice que continúe. Quiere ganar esta
partida.
—Veo que es una mujer directa… así como hermosa. —Tuerce sus labios
y como mi fruta sin mirarlo. Dejo que hable, solo suspiro. Se presenta “Gerardo
Picasso”, accionista de un banco, nacido en Reino Unido. Su inglés es perfecto,
pero su español a medias. Ni si quiera me molesto en escucharlo de nuevo. —
¿Señorita?
—Ah, sí. —Bebo un último sorbo de mi café.
—¿Me puede usted dar su tarjeta? Podríamos tomarnos un café en mi
próximo viaje. —Dice, con ilusiones. Pobre inútil, solo sonrío.
—No.
—¿Qué?
—Que no. —Inspiro gloria— Las mujeres como yo simplemente no
perdemos el tiempo. Búsquese una más de su altura, Señor.
Me levanto moviendo mis caderas, con mi pecho elevado, sin saber ni por
qué dejé que ese tipo se sentara en mi mesa.
No tengo humor.
Paso con la cara seria por todo lado. Lo sé porque puedo verme en el
relejo de mi espejo… triunfando pero a la vez seca. Paso mis manos por mis
mejillas y me palpeo para despertarme. Esto no puede afectarme, no de esta
manera. Levanto la mirada y me reconforto en mis ojos.
—Cariño… —No necesito escuchar su voz para sentir su presencia. Lo
huelo a metros, entonces finjo no verlo. No quiero nada de ese maldito viejo
ahora, solo deseo que desaparezca.
—Brando… —Me es inevitable no saludarlo… si se lo que me conviene,
así que lo tolero. Sonríe y pega su cuerpo en mí, pasa su mano por mi cintura
y me aprieta obligándolo a ver sus ojos sarnosos.
—¿Si? —Contesto sin evocar ningún tipo de emoción. Soy un témpano
de hielo ahora.
—¿Qué sucede? Ayer te llamé muchas veces, odio que me hagan
esperar.
No contesto.
—¿Estás en tus días? ¿Es eso? —Pregunta burlándose como si el dolor
menstrual fuera algo de locas.
—No.
—¿Estás enojada, cariño? —Sigue preguntando y me alejo. Entonces
saca de su bolsillo una caja negra. La miro, intuyo de qué se trata y solo me
suspendo en el tiempo. Cuando la abre veo un par de aretes Cartier, finos y
caros, brillantes que me encantan pero simplemente hoy no tengo ganas.
—Gracias. —Los tomo entre mis dedos y me siento insípida con ellos.
Nada me gusta, nada me llama la atención, nada me emociona y extraño.
¿Qué carajos tengo?
Suspiro ahogando mi estrés, el mismo que hasta ahora no termino de
entender. Vuelvo a levantar mi mirada y leo veo posando sus ojos firmemente
en los mios… está sorprendido. Sonrío para no despertar sospechas fingiendo
una emoción que no siento, entonces respira tranquilo y pega sus labios con
los mios.
—Hace mucho no me das un verdadero beso, cariño. —Su aliento huele
a cigarro, cosa que me da asco. Me aparto excusándome, me mira riendo.
—Las mujeres y sus días… —Se burla de nuevo y solo tengo ganas de
patearlo. Se va rozando mi trasero, entonces solo mantengo mi rostro duro con
él. Por fin me libero.

Camino con mis aretes en la mano. Debería estar pensando en las joyas
en vez de solo estar enojada, pero no puedo. Mi cabeza se centra en una sola
cosa y no me la quito de la cabeza. Arrastro mis pies por el pasillo, aburrida de
mi propio trabajo, y solo intento concentrarme en mis pendientes: Control,
selección, imagen. Debería tomar en cuenta las recomendaciones de Elia, mi
asesora. Los colores del hotel deberían cambiar de alguna manera, sin tener
que salirnos de los manuales de marca.
Quizá unos sillones nuevos, o alguna pared pintada.
No he tenido tiempo de ver nada, me confié quizá porque supe que
habían contratado a una nueva diseñadora.
Mi mente se concentró en el patancito cuando regresó y he dejado mis
labores por estar intentando descubrir sus patrañas… Y ya no.
—Dulce…. —Grita la estupidita, lo que me faltaba. Ruedo los ojos, exhalo
y me detengo sin volver a mirarla. Ella se acerca, me sonríe y solo me tenso.
—Ya te he dicho que odio tus gritos, niña. —Mantengo mi cara dura.
—Lo siento, intenté encontrarte ayer pero no atendias la puerta. Espero
estés mejor de tu gripe.
—Sí. —Solo digo.
—Em… hoy teníamos una cita. Rosaura de Recursos humanos te está
esperando con la nueva diseñadora. Es urgente, necesitas darle el visto bueno.
—Bien, vamos ahora.
Con desgana escucho los reportes de Rita, mi asistonta. Ladeo mi cabello
para los dos lados intentando arreglar un poco mi alisado. Ella solo sigue
hablando y no le estoy tomando atención, ¿Quién le tomaría atención a esta
niña? Ronroneo en silencio renegando por mi suerte. Hace mucho la hubiera
despedido pero Brando insistió tanto que no pude negarme.
El elevador se detiene en el segundo piso llevándonos a una sala
privada… Son las oficinas de recursos humanos. Camino por el largo pasillo
junto a Rita, algunos trabajadores me saludan, otros se levantan. Ahora
correspondo sus muestras de respeto elevando una simple y ligera sonrisa. Ya
estoy más calmada, aunque sigo estresada.
—Por aquí —Dice Rita, anteponiéndose a mi paso. Abre la puerta y me
sumerjo en la sala de Rosaura. Ella está ahí vestida de azul y blanco, se levanta
para saludarme y cuando levanto mi vista a profundidad puedo ver la silueta de
una mujer vestida con un eterizo negro.
Mierda.
Mis manos se hacen puño, la temperatura de mi cuerpo se eleva y pronto
siento cómo mi garganta está a punto de explotar. Es ella… Tatiana sonriendo
como la gran perra que es, con su aparente cuerpo de lagarto mirándome con
triunfo.
Y no, no le daré el gusto.
—Deseo presentarte a la Señorita Constanzo, Dulce. Ella ha trabajado
con el gobierno, es arquitecta y a la vez diseñadora.
—La conozco, no necesitas presentarla. —Digo mirándola seria.
—Oh…. —Solo dice Rosaura, mirándonos de lado a lado— Eh… bueno.
—Intenta bajar la tensión entre ambas pero no puede y se sorprende así como
Rita. Ambas solo nos miran ajenas a lo que pasa.
—No contratamos amateurs en el tema, punto. —Digo decidida. Ella
sonríe elevando una carcajada, con sus labios gruesos y boca de ramera. La
miro como jamás he mirado a nadie y solo puedo ver cómo me reta. No querida,
no estás a mi nivel… así que ni lo intentes
—No soy amateur, Señorita Evans… De hecho tengo un buen CV. —
Extiende un documento. La miro de arriba abajo y no lo recibo.
—Nuestros estándares son altos. —Mantengo mi paciencia pero la como
con mis ojos. Imagino mis manos arrastrándola por todo el hotel y solo me
regocijo viéndola.

—Soy experta. —Me retiene la vista.


—Señorita Constanzo… —Interviene Rosaura— Déjeme su CV por favor,
yo le prometo revisarlo.
Le hace caras como diciéndole que no se meta conmigo. Cruzo mis
brazos, ella me mira con furia. De mi cuenta corre que no entre en este hotel y
creo que lo sabe. Sonrío triunfante, Rosaura se pone nerviosa y la invita a
retirarse. Cuando la zorra lagartona se ve acorralada muerde su lengua y se va
siendo brusca. Rosaura me mira y se excusa de inmediato, yo solo ruedo los
ojos.
—Lo siento, lo siento Srta. Dulce…. No ha sido mi intención…
—Sin explicaciones. —La corto— No la quiero aquí. Punto.
Abro la puerta y salgo apresurando mi paso. La veo entrando en el
ascensor y pronto salto hacia ella bloqueando la puerta con mi brazo, mirándola
con furia y ganas de asesinarla. Ella se sorprende y luego se rie, entonces
pongo el botón número 11. Me mira indignada y la jalo del brazo de forma
violenta. La puerta se abre, jadea, solo aprieto su piel, entonces me empuja con
gran experiencia pero me mantengo bien puesta.
—¿Qué te pasa? —Grita.
—No te metas en mi vida, zorra. —Suelto con rabia, empujándola
nuevamente hacia una habitación libre.
Ríe.
—¿Estás ardida, cierto? Porque Christopher me besó ayer.
—¿Te besó o lo besaste? —Aclaro— Que penita, zorrita… Tienes que
mendigar besos.
Aprieta sus manos, muerde sus labios, tensa su mandíbula ¡Le di en el
clavo! Suspiro sonriendo, entonces se acerca enseñándome un puño.
—¿Sabes a cuánta gente he matado con estas manos?
—Um…No. Y tampoco me importa.
—¿Qué pasaría si te golpeo? —Se acerca.
—Dejate de amenazas, culo fácil. —La empujo— ¿Crees que no sé de
tus mañas? Zorra barata, perra de mercado, oferta del día… ¿Cuántas cosas
más no podría decirte? Solo te advierto una cosa, zorra. No te metas conmigo.
O lo lamentarás. Sé tus movimientos, Christopher me ha contado todo. Sé que
trabajas para el gobierno, ¿Qué pasaría si se me ocurre abrir la boca? Te jodes,
idiota… ¿Lo entiendes, cierto?
Me mira con furia.
—Y si vuelves a molestarme de alguna manera, no tendré piedad —Le
muestro el dedo. Mi furia sale, mi humor se eleva, mi respiración se agita
porque me estoy conteniendo. — ¿Lo entiendes? Vete a ofrecer tu culo a los
carniceros. Christopher no es hombre para ti.
—Ja…. ¿No? ¿Acaso te contó las noches de pasión que nos dimos?
—Los hombres siempre se equivocan, hay que reconocerlo. Pero solo te
quiere para correrse un rato, ¿Lo entiendes, verdad? Si quiero puedo retenerlo
así —Digo tronando mis dedos— No te metas conmigo, puta. O lo lamentarás.
Mi furia sale por mis cabellos cuando doy media vuelta y me voy. Estoy
enojada, furiosa, harta ¡Lo que sea! ¡Mierda! He tenido que contenerme mucho,
pero fue necesario. No podía perder completamente los papeles, no con ella.
Mi corazón late fuerte cuando veo las puertas del ascensor cerrarse y me
sigo preguntando por qué hago esto. Jamás, en toda mi vida, jamás me rebajé
de esta manera.
Los hombres vienen a mi, yo no a ellos
Y si se cruza alguna zorra, no me interesa. Abandono el plan. No me
enojo, solo lo olvido pero Christopher es mi maldita excepción, siempre lo ha
sido.
Aún recuerdo con rabia las manos de esa lagartona en su espalda.
Christopher jamás tuvo ojos para otra, nunca experimenté esa sensación y es
agobiante.
Lo mio es mio, pero él ya no es mio. Mi mente da vueltas, mi razón me ha
abandonado en estos tiempos y solo sigo mis impulsos.
¿Será orgullo? Quizá y solo me muerdo la lengua. El ascensor se detiene
y camino rápidamente hacia mi suite encontrándome la puerta entre abierta.
Lo que me faltaba.
Christopher
Cuando entré en esta suite lo primero que ví fue esa botella de whisky
rota. Lo suponía. Suspiré en silencio mientras pude darme cuenta de lo
inevitable: Estaba furiosa. Quizá más de lo que pensé.
Junté los libros caídos en el suelo y los puse en su mesa. Su olor se
asienta en esta habitación y me encanta, es como un perfume que recorre mis
sentidos cada vez que lo huelo, entonces mis ojos se posan en su armario y
me veo tentado. Acelero el paso, doy vuelta para ver si viene, y abro el cajón.
Perfecta.
Su ropa interior está ordenada, pero me voy directamente a los
sujetadores. La talla que me gusta, la textura que me gusta, los colores que me
vuelven loco. Babeo por olerlos, así que tomo uno para inspirar su aroma.
Es jodidamente hermosa e irresistible, pero de hielo.
Me pregunto qué pensaría si supiera todo lo que he venido cargando,
¿Me perdonaría? ¿Me amaría de nuevo? Ella ha cambiado. Lo peor es que yo
he sido testigo de aquello y no hice nada. Soy un maldito bastardo.
Con rapidez beso algunas prendas y vuelvo a dejarlas en su sitio. Anhelo
que mis labios estén en su ropa íntima aunque sea de esta forma. Carraspeo
al sentir pasos y vuelvo a mi sitio fingiendo revisar mi celular.
Entonces llega.
—Lárgate. —Espeta decidida. Río en silencio y volteo de forma
sorpresiva. Ella me mira con ojos de fuego, hermosos ojos clavados en mi
rostro.
—Hola, qué tal. —Ironizo mis palabras, un poco de humor no viene mal
para estos tiempos— Veo que has estado ocupada.
—¿Qué quieres? —Espeta mirándome con furia. Me encanta, me prende,
me fascina su forma especial para matarme con sus ojos. Me destruye en un
instante y me construye con su sonrisa.
—Hablar contigo. —Respondo sonriendo.
—No tenemos nada de qué hablar. —Vuelve a decirme, ¿Acaso no lo
entiende? No me detendrá con eso.
—Pues yo creo que si… Ayer te llamé dos veces. —Levanta su mentón
dispuesta a hacer drama. Lo sé, la conozco, sé sus movimientos y rio.
—Brando lo hizo 9 veces más que tú. —Dice.
—¿Es un reclamo? —La molesto, claro que lo es pero sé que no lo va a
reconocer.
—Es solo un decir. —Agrega.
—Te conozco, amarga. Cuando estás furiosa no hay poder humano que
te pare. A veces la soledad ayuda, contigo siempre funciona. Si me hubiera
acercado ayer posiblemente me hubieras tirado esos vidrios en la cabeza. —
Sonrío señalando su destrozo.
—¿Y bien? —Me corta, quiere que me vaya pero no lo haré.
—No tengo nada con Tatiana. —Digo por fin, me acerco pero da un paso
atrás.
—Eso no me importa. —Evade, sus pestañas tiemblan de solo tenerme
cerca. Quiero comerla aquí… sin restricciones en nada.
—¿No? —De un jalón la tiro a mis brazos.

Me encanta
La follaría aquí mismo a la fuerza. Sé que le gustaría porque no puede
resistirse. Me mira con indignación, pone sus brazos en mis pectorales para
empujarme pero sé que los palpea. Siempre fui un hombre que se ejercitaba,
ella lo sabe, y sé que aún la dejo sin aliento. Mi miembro roza con sus piernas
entonces la boca se me vuelve agua de solo desearlo, ahogo un grito en mi
garganta y solo suspiro.
—Vete. —Repite.
—Tus ojos me dicen lo contrario. Puedo leerlos, Señora Miller… me
necesitas, me deseas tanto como yo a ti. —Insisto porque quiero insistir. Deseo
lamer esa boca… ¿Qué no haría con ella? Su labial rojo vino me envenena, es
tóxico para mi piel y mis sentidos.
—Basta. —Logra empujarme, entonces la suelto. Tampoco seré un
arrastrado… por el momento. Suspira tensa.
—Eso se llama celos, Dulce. —Suspiro. Sé que me degollará vivo pero
es necesario llamarlo por su nombre— Jamás tuviste celos de mí porque
siempre me tuviste en tus manos, pero Tatiana ha venido a moverte el piso.
Ríe sarcástica
—¿Estás seguro que aún me interesas, no? ¿Realmente lo crees? Ay,
qué penita. —Aplaude— Pobre idiota.
—Bien, entonces le dejarás el camino libre a Tatiana.
Junta sus labios, sonrío.
—Puedes meter tu pene donde quieras. —Suelto— No me interesas,
patancito.
—Tú me encantas, amarga. Solo quiero estar dentro de ti, créelo. —
Suelto una carcajada y se enfurece más.
—Lárgate. —Toma mi brazo para expulsarme de su habitación, entonces
me agacho echando un beso al aire sin éxito. Mierda, queria probar su boquita,
aunque sea por fuera
—Un beso, solo uno.
—Metete el beso por el culo, idiota. —Grita
—Esa boca…. Castigaría esa boca de mil maneras. —Sigo jodiendo
porque me encanta y ella se pone roja de rabia. Ni ella misma se aguanta con
el mal humor que maneja.
De pronto una voz conocida parece asomarse por el pasillo. Ella se
congela, yo también lo hago. Nuestros ojos se abren al instante y la más fina
complicidad aflora de nuestras almas. Esto es tan casero… tan extraño…
Voltea, lo hago también. La imagen de una linda jovencita de 22 años aparece
de inmediato.
Kiara Evans, su hermana.
Ella se tensa y comienza a rascarse la cabeza. Le incomoda, ¿Por qué?
No lo sé. Kiara se acerca con la boca abierta y me mira de pies a cabeza. Ella
siempre me cayó bien, pero creo que me odia con toda la razón.
—¿Qué hace este traidor aquí, Dulce? —Pregunta en voz alta, Dulce la
calla.
—Entra a la habitación —La jala como si quiera esconderla, pero Kiara
se impone.
—¡No! ¿Qué haces aquí, Christopher? —Voltea, me mira con furia.
—Hola Kiki, un gusto volver a verte. —Digo, ella me ignora porque levanta
el dedo amenazándome. En eso es parecida a su hermana.
—No vuelvas a decirme Kiki, ¿Entiendes, traidor? No me dirijas la
palabra. Abandonaste a mi hermana. Eso jamás te lo perdonaré. ¿Sabes
cuántas noches lloró por ti? ¿Sabes cuá…
Dulce la calla.
¿Llorar por mi? Mi corazón se hace estragos. Pensar en mi Bonita
llorando hace que me sienta una basura.
—Basta, niña. Entra o te golpeo. —Amenaza como solo ella podría
hacerlo con su hermana. Dulce es mayor que Kiara, pero ambas se han cuidado
mucho aunque peleaban todo el día.

—¿Por qué siempre estás dándome ordenes? —Espeta contra ella,


empezarán una pelea así que río. Lo extrañaba… La emoción aflora de mi
rostro, las miro divertido. Las hermanas Evans siempre serán las mismas.
—Porque soy tu hermana mayor… más bonita e inteligente que tú, ¿De
acuerdo?
—No, no. Déjame. Voy a decirle sus verdades a este traidor. ¿Por qué,
Christopher? ¿Por qué dejaste a mi hermana? ¡Eres una rata! —Me empuja—
Papá te confió a su hija.
—Kiara…. —Mi corazón se detiene. Pensar en ella, su madre y sobre
todo en el padre de Dulce me hace daño. Ellos también han sido mi familia.
—Basta —La regaña y jala del brazo hacia dentro.
—No le hemos podido decir la verdad a papá por tu culpa, traidor… —
Grita a lo lejos.
¿No le dijeron nada?
Mi alma se suspende… ¿Entonces Carlos no sabe nada? Su problema al
corazón… es eso. Jadeo. Todo esto es más dificil de lo que imaginé.
La puerta de su suite se cierra al instante y mi curiosidad se eleva. Camino
de un lado al otro intentando esperarla, necesito hablar con Kiara ¿Qué hace
aquí? ¿Qué es eso tan importante que haya hecho que la hermana de Dulce
venga hasta México?
Me preocupo, pero sé que Dulce no dirá nada.
Estuve al pendiente de todo menos de su familia en estos años.
Mis problemas, mi vida, mis intereses personales han hecho que lo olvide
por completo.
Pasan 10 minutos y solo escucho gritos, pero no puedo distinguir nada.
15 minutos más dan casi media hora. Miro mi reloj incesante, ¿Y si entro?
Pero por fin la puerta se abre, es Kiara.
—Pasa. —Dice ahora más tranquila pero triste a la vez. Sus ojos están
rojos, sé que ha llorado. Es Dulce de nuevo… Dulce haciéndola menos. Dulce
molestándola. Dulce siendo ella misma.
Entro con la garganta seca, Dulce solo está de espaldas mirando por la
ventana. Kiara se asegura que nadie escuche y cierra la puerta, entonces se
pone al centro del uno al otro pero Dulce no voltea.
Sufre, lo hace de alguna manera.
Mi corazón de hielo, mi bonita, mi esposa está ensimismada en ella
intentando demostrar que el dolor no existe, que es fuerte pero sé que su familia
es su vulnerabilidad.
Brando no sabe nada, lo sé porque me contó algunas cosas. Dulce no le
ha dicho que tiene padre, madre, hermana en Vallarta. No le ha contado sobre
el gato Tomás, sobre su vecina chismosa y sus primos gemelos. Él no sabe
nada de ella, no sabe nada de lo que yo sé.
—Vete. —Dice Dulce a su hermana. Kiara la mira con furia.
—Piensalo. —Kiara sale de la habitación sin despedirse. Mi intriga
aumenta ¿Qué sucede? Dulce está de espaldas mirando al vacío. Espera
algunos segundos, respira hondo y voltea.
Me mira, lo hace.
Me mira con sus ojos de hielo pero a la vez sensibilizados. Su familia le
afecta de alguna manera.
—Necesito hacer un trato. —Dice manteniéndose en su lugar. Se muerde
la lengua, vence su orgullo para hablarme aunque esté enojada y pronto
empiezo a pensar que es algo grave. Solo eso cambiaría su actitud de esa
manera.
—¿Qué? —Pregunto confundido.
—Mi padre está mal. Él no sabe de nuestro divorcio. Mi madre y Kiara se
lo han ocultado por años. Si lo sabe posiblemente le daría un infarto. Él te ama,
eres el hijo que nunca pudo tener —Me mira con desgana— Pero es mi padre,
sea como sea…. —Respira profundo, me mira, vuelve a respirar— Regresa
conmigo a Vallarta… no como un Christopher más sino como mi esposo.
Silencio.
—…Vuelve conmigo por unos días, como si nada hubiese pasado. —
Agrega fría—Fingiremos que nos amamos, aunque sea mentira. Papá no debe
darse cuenta. A cambio… haré lo que quieras. Lo juro. Lo quieras.
Lo. Que. Quiera.
11. Mi esposa
Christopher

“Me sabes a infierno… en el que quiero arder por siempre”

Haré lo que quieras…


¿Lo dijo?
Mi garganta se seca cuando la miro postrar sus ojos en mi rostro. Su
mirada se muestra tensa, como si tuviera miedo de mi. Mi mente empieza a
imaginar millones de posibilidades, pero no puedo aprovecharme de esto. No
con lo que quiero todo el tiempo.
Inspiro tomando una bocanada de aire, abro mi boca para decirle algo
pero no puedo articular palabra, entonces callo.
—Necesito saber qué pasa por tu mente, Miller. ¿Irás a Vallarta conmigo
y serás parte de este circo? —Sus ojos, sus pestañas, sus labios tiemblan
alineándose perfectamente con su rostro. La miro, es ella. Ella… mi Bonita, mi
esposa, la chica de vestido azul de la playa, la mujer que he amado toda mi
vida me observa preocupada. Es la primera vez que la siento temblar así… y
solo paso saliva.
—Lo haré. —Contesto firme. No solo lo hago por ella, sino también por
su padre. Aprecio a Carlos, quizá como la figura paternal que nunca tuve.
—¿Qué me pedirás a cambio? —Suspira con calma, como si con mis
palabras le hubieran quitado un peso de encima, pero luego me mira curiosa,
elevando su mirada como si pudiera descubrir mis bajos deseos.
—Algo muy simple. —Susurro torciendo mi sonrisa. Ella me mira, le
devuelvo la mirada y ambos entramos en una especie de complicidad mutua.
—Sexo. —Afirma como si yo fuera muy predecible. Si, es lo que quiero.
La deseo, pero no de esta forma. No ahora, cuando está en juego la vida de su
padre… su familia, la mía.
—Te equivocas —Sonrio, entonces su atención en mí se eleva.
Carraspea la garganta, ladea su rostro por instinto y luego separa los labios.
Está a punto de decir algo… a punto de abrir su apetecible boca pero se
detiene. Lo hace. Quiere escucharme y yo solo sigo sonriendo
Amo volverla loca
—Sin juegos ahora. —Ordena, como si yo fuera uno de sus empleados.
Me rio. Cree realmente que todo lo que hago es para molestarla pero esta
equivocada. Tengo una misión en esta vida, y cuando La Haya finalizado por
fin podré ser feliz con ella.
—Quiero que me dejes abrazarte cuantas veces quiera. Deseo ir contigo
a la playa, al cine, a una fiesta. Y también deseo que me dejes decirte mi amor,
que me dejes besarte las veces que se me antoje hacerlo. Solo eso, Dulce. No
pido más que abrazos y besos.
Suspiro, lo dije. Su mirada se paraliza. Me mira sorprendida, como si
realmente no lo hubiera esperado… entonces sonrio, ¿Qué más da?
Realmente la deseo así… simple, sencilla, mía.
La deseo sin maquillaje, sin sujetador en mi cama. La deseo frágil y
perversa, con el pelo suelto y mirada intensa. Quiero a mi bonita de nuevo, en
la casa que construí para ella. En la soledad del mar lejos de toda la mierda
que nos rodea. No puedo evitarlo, los recuerdos florecen en mi como si
estuvieran naciendo de nuevo. La necesito. La he necesitado desde el día en
el que me fui dejándola sola.
Ella ha sido mi vida y también mi ausencia.
—Eres un maldito romántico. —Carraspea incomoda.— Pensé que
pedirías sexo.
No contesto pero si sonrío. En el fondo sé que vamos a tener intimidad
en cualquier momento, pero ella no me deja abrazarla. Es lo que me falta y me
aprovecho.
—¿Entonces?
—No sé a qué juegas, Miller. Pero voy a intentarlo por papá.
Chispo cuando la escucho y le voy contra ella. Pego mis brazos en su
cintura y la sorprendo mirándola fijamente. Sus pecas son hermosas, sus
pestañas perfectas y su boca toda mía…
Esa boquita… haría mil cosas con su boca.
—Hey… —Me aparta— Todavía no empieza el trato.
—Bien. —Sonrío levantando mis manos.
—Necesitamos encontrar una buena excusa. Podríamos decirle a Brando
que regresamos a Can Cun, pero necesito que armes toda una farsa. Pon
problemas en las negociaciones, que se yo. Así aceptará que vayamos juntos
sin sospechar nada.
—Piensas en todo, amarga. —Bromeo pero no contesta. Me ignora.
—No debe descubrirnos.
—Si no ha podido descubrir que cogimos en su cama esto no será
problema —Suelto una carcajada y me mira seria. Mi mujer de antes se hubiera
sonrojado pero esta es distinta. Aún me cuesta acostumbrarme.
—No volverá a pasar —Dice firme, pero no le creo. Sé que me desea.
Cuando me acerco sus pechos florecen y se ponen erectos, listos para ser
tocados por mi mano.
Amo tocarla… A pesar de tener espinas sigue siendo una rosa que se
embellece en mi boca.
Yo no estaría tan seguro — Solo digo, rueda los ojos y vuelve a
ignorarme.
El trato está hecho y debo aceptar que estoy emocionado, así que me
apuro para cumplir con mi parte del plan. Hago un par de llamadas y creo una
farsa. Pasan un par de horas, entonce recibo un mensaje de Brando.
¡Está hecho!
Camino con una sonrisa que nadie podrá quitarme por el pasillo, saludo
a las recepcionistas para luego llegar a su oficina. Me adentro, él está serio…
quizá molesto. Con gran naturalidad lo saludo, aprieto su mano y me invita a
sentarme.
—Christopher, necesito tu ayuda. — Sus dedos tiemblan en el escritorio,
claramente está tenso.
¿Si? — Pregunto fingiendo.
La gente del gobierno. Recibí un correo donde me indican que hubo un
problema con Ensueña. Al parecer el material de construcción es muy dañino,
quizá muy vistoso, eso puede malograr la imagen que tenemos ante las
organizaciones ecológicas. ¿Quién es el proveedor?
Cementos Mistral — Agrego inventando un nombre cualquiera— Me
aseguraron que todo estaba bajo control. Trabajarían sin que nadie se de
cuenta de los productos que están usando.
Pues todo salió mal. — Su voz es un reclamo— No quiero errores, lo
sabes. Tengo mucho dinero invertido en ese proyecto.
Bien, me encargaré de ello. Quizá haga un par de llamadas ahora, tendré
una respuesta en dos días. — Digo esbozando solo palabras porque en
realidad sé lo que quiero. Brando lo piensa, actúa exactamente como sé que lo
hará, no en vano pasé años siendo su sombra sin que lo sepa.
No. No quiero más errores. Necesito que vayas a Can Cun para ver el
tema personalmente. Tárdate lo que tengas que tardarte pero arregla el maldito
problema.
De acuerdo, Brando. Será como tú quieras. La… señorita Evans no sabe
del tema ¿Cierto?
No. — Piensa— Pero debería estar al tanto. Si no se lo digo me odiará.
Este es un proyecto que ha perseguido por mucho tiempo.
Finjo incomodidad.
No quiero que se entere, me echará la culpa. — Suspiro hipócrita— Ya
sabes que no nos llevamos bien.
Pues deberían hacerlo. Es más, que vaya a supervisar el tema de mi
parte. Será bueno un poco de presión para ti. ¿Cuántos días calculas?

Quizá una semana. No sabemos en qué condiciones está el material y


cómo van avanzando. Me han enviado reportes pero no es suficiente.
Bien. Le informaré a Dulce todo esto.
La puerta suena.
Oh… es cierto. — Brando agrega— Adelante.
Entonces me quedo perplejo al ver la figura de Tatiana entrar por la
puerta. Me mira sonriendo, mi garganta se presiona contra los nudillos de mi
boca, ¿Qué demonios hace aquí? Camina decidida y sexy. Brando la mira de
pies a cabeza y sonríe… es un maldito seductor, pero no me importa si se la
folla lo que me preocupa son sus intenciones.
Señorita Constanzo, ya conoce al Sr. Miller.
Sí, claro. — Me extiende la mano, yo la miro con furia.
¿A qué debemos el honor de su visita? — La reprendo con mis ojos pero
parece ignorarme.
Bien, me parece que es una buena oportunidad para sumarme a su
equipo laboral. Hablé con la Señora Rosaura pero parece que su… novia —
Dice extendiendo sus dientes, Brando ríe— no me quiere aquí.
Dulce, Dulce, Dulce…. — Sonríe— Es toda una fierecilla. No le tome
mucha atención.
Me gustaria realmente sumarme a su equipo de trabajo. A parte de
trabajar para el gobierno como arquitecta y diseñadora, también podría
asesorar a Hilton Company. Nuestras relaciones serían más… cercanas, ¿No
lo cree?
Hablaré con Dulce, Tatiana. No se preocupe.
Ella lo mira presionando sus labios, haciéndose la tonta, excitándolo con
sus ojos y comienzo a pensar que tiene más secretos de los que imagino.
Necesito ponerla en su sitio de una buena vez.
Bueno. Un gusto hablar contigo Brando.
Ya que está aquí… Hemos tenido un problema con el gobierno. —
Impeta. Mierda.
¿Qué problema? — Tatiana pone atención.
Encontraron material tóxico que no debió salir, ¿Me entiendes, cierto?
Claro…. — Se queda en silencio y me mira. Me mira como si realmente
estuviera explorandome. Joder, mierda. Si abre la boca juro que la mato— No
tengo conocimiento de eso, qué extraño.
Brando me mira ¡Lo hizo! Tatiana está a punto de malograr mis planes y
no voy a permitirlo. Encuentro sus ojos con furia y le advierto con una mirada.
Sucedió recién, tengo entendido. — Sumo.
Es cierto.
Pues… entonces dejeme arreglarlo.
Lo haré yo, Tatiana. No te preocupes.
Después de lo que le digo no dice nada. Suspira, sabe que tramo algo
pero no me echa de cabeza. Ya no. Se ha arrepentido después de verme. Sí,
fue una advertencia. Le he dicho mil veces que es mi caso pero no entiendo
por qué está obsesionada con esto.
¿El problema soy yo?
La sigo mientras entra en uno de los pasillos. Sonríe y frena en seco para
darme la cara. Puedo ver sus facciones… interés, viveza, censura. Ruedo los
ojos entendiéndola, pero solo ríe. Maldita sea.
—Si sabes cómo soy entonces no te sorprendas —Arremete.
—Deja de meterte en mis planes, te lo he dicho.
—Y yo te he dicho que no voy a dejarte. ¿Qué es lo que planeas? ¿Por
qué le mentiste al ruco? —Pregunta con ansiedad, pero no digo nada.
—Ya te enterarás —Sonrio.

—Tu ex juega sucio. Me dejó mal parada delante de la jefa de recursos


humanos.
Una sonrisa sale de mi boca sin planearlo. Me encanta que sea sucia al
mover sus fichas porque sé que lo hace por celos.
Jamás le di motivos. Mis ojos siempre fueron para ella. Y debo reconocer
que esta nueva faceta es interesante.
—¿De que te ríes? No veo por qué tu risa, Christopher.
—Olvídalo.
—¿Olvidarlo? Me dio una advertencia. La sucia de mierda me jaloneó
hasta el último piso y me insultó como quiso.
¿Eh?
Achino los ojos y sonrió aún más, pero sin llamar mucho su atención.
Tatiana empieza a contar lo sucedido como si creyera que con eso me enfadaré
con ella. Su lengua rebota una y otra vez en sus labios soltando veneno… un
veneno que me encanta porque me hace creer que tengo esperanzas.
Está celosa. Si, lo está. Y eso hace que no pueda dejar de sonreír. Me
quiere, o quizá haya una especie de recuerdo que puedo avivar.
—¿Qué opinas? –Pregunta Tatiana. En un momento me perdí en mis
pensamientos, no sé de lo que siguió hablando pero finjo sonriendo a medias.
Ella me mira apresurada, intentando descubrir mis sentimientos, pero no lo
consigue.
—Dulce es un poco especial. —Sostengo. Me estudia.
Las horas pasan y solo ansío cada vez más que llegue mañana. Arreglé
todo con respecto a Brando, Hilton no sospechará nada. Tuve que convencer
a Tatiana de mis planes, aunque no sabe que en realidad iremos a Vallarta.
Miro por mi ventana con un poco de whisky en la mano, ladeo mi rostro
con una sonrisa encubierta y puedo observar a lo lejos una pequeña estrella.
Suspiro y sin querer la veo en su ventana, a un piso más arriba que el mismo,
de la misma forma. En pijama, sin maquillaje, con el pelo revuelto y la mirada
perdida… ¿Pensará en mi? No digo nada… no puedo. Porque solo deseo
mirarla.
*
El día amanece soleado como me gusta. Abro mis ojos con rapidez y
luego me ducho apresurado. Me pregunto si ella está lista, quizá sí…
conociéndola es posible que esté en el lobby a punto de salir. Sonrío mientras
saboreo mis planes, no se lo espera. Cambie su vuelo para las 10 am, al igual
que el mio. Iremos en primera clase, uno junto al otro como marido y mujer.
Todo está listo, hermano. —Leo el mensaje entrante de André.
Todo en marca.
El corazón me palpita fuerte mientras bajo por el ascensor. La veo con
una blusa apretada y pantalón de vestir flojo, todo de negro como si fuera a un
velorio. Río, Dulce es tan divertida a veces… Lo peor es que sé que lo hace
por molestarme.
—Siga a ese taxi —Digo al taxista mientras la espío. No me es inusual
hacerlo porque lo he hecho desde hace algunos años, aunque ella no lo sepa.
El tráfico no nos ayuda, pero hemos salido temprano así que no me
preocupa. Juego con mis nudillos mientras la observo de perfil casi casi cerca
de mi ventana. Ella no lo sabe pero la estoy mirando… quizá más de lo que
pienso. Me alborota su sensualidad, aunque esté desganada. Trae lentes
oscuros en los ojos pero su boca hace un juego excitante con su nariz. ¿Por
qué es tan bonita? Me lo pregunté desde ese día en que la ví por primera vez…
La playa. Nuestra playa.
Estaba tomando sol con su madre y hermana. Yo pasaba aburrido por la
vereda en mi patineta, cuando de pronto caí y sin querer tuve que acercarme a
la arena. Ella fue un hermoso reflejo del sol en su piel… Blanca, suelta y
hermosa. Contestona por naturaleza y hábil para molestar a su madre.

La observé a lo lejos por un par de horas sin importarme el regaño de mi


madre. Su vestido azul entallaba perfectamente su hermoso cuerpo. Tenía solo
16 años, una niña, pero parecía mayor por su escultural figura. Al principio me
llamó la atención la forma de sus senos. Sus pechos saltaban de sobra en la
línea de su ropa, ¿Qué muchacho no se sentiría atraído? Pensé mil veces en
acercarme, pero la vi discutiendo con tanta simpleza que no me atreví… Debía
crear un plan primero.
Cuando su madre y hermana se fueron, sonreí porque era mi
oportunidad… La que había esperado hace muchas horas. Mordí mis labios y
me acerqué sin miedos, entonces empezó todo el juego.
Y me dí una grata sorpresa.
Pensé solo en robarle un beso, luego tocar sus senos, quizá un polvo e
irme pero no… Terminé siendo un asqueroso romántico, embobado por su
hermosa boca, contándoles las estrellas.
Fue más dificil de lo que imaginé. Y me costó mucho pedirle una cita. Hice
todo lo que un papanatas haría: Pedir permiso a sus padres, verla solo en
horas determinadas y bajo la presión de su familia.
Recuerdo haber sufrido, pero también obtuve mi recompensa… Fue mía,
quizá más rápido de lo que imaginé. No nos aguantamos casi nada. Ella era
una chica reprimida en todos los sentidos por su familia, yo fui la llave de su
jaula.
Su padre y madre son conservadores, pero me los gané de un solo
empujón cuando prometí respetarla. Me miraba con excitación. Mientras juraba
que la respetaba ya habíamos hecho de todo… y en todas las formas. Su madre
hablaba de pureza, entonces lo hicimos en el baño de su casa.
Fue perversa desde chiquilla…
Tuvimos mil horas de sexo intenso… Descubriéndonos el uno al otro.
Para ser virgen parecía experimentada y esa fue una de las cosas que más
amaba de mi novia… Era simplemente ella.
Al sexto mes le pedí matrimonio. Me miró asombrada pero aceptó.
Hablamos con sus padres y no quisieron darme su mano, no hasta que sea
mayor de edad. Me enojé tanto ese día… pero era de esperarse.
A los 18 nos casamos, y solo así la sentí completamente mía.
Mía. Para siempre mía.
—¿Señor? —Pregunta el taxista. Al levantar mis ojos veo que estoy ya
en el aereopuerto, el tiempo se me pasó volando.
—Lo siento. —Me excuso al verlo sacar mi maleta. Saco un billete y me
sonríe para despedirse. Todo está listo.
Sin querer me uno a la fila de atención rápida entonces veo a Dulce
discutiendo con la señorita de la aereolinea. Río… es tan divertido verla
enojada, pero pronto voy en ayuda de la pobre mujer que la mira exhausta.
—Señora, su vuelo está programado para las 10… Es la información que
tengo. —Repite cansada. Dulce es muy intensa a veces.
—¡Y yo le he dicho que no me interesa! Quiero viajar ahora.
—Buenos días. —Digo y voltea de inmediato.
—¿Qué haces aquí? —Pregunta.
—Señorita, por favor disculpe a mi esposa. Es una confusión. Mi amor,
viajamos a las 10 no ahora. —Sonrío, entonces me mira como si quisiera
asesinarme porque la he dejado en ridículo.
Hacemos los trámites rápido y pronto tomo su mano, acción que repele
de inmediato.
—¿Quién te crees para cambiar mi vuelo, imbécil? —Está enojada.
—Tu marido. —Sonrío— Disculpa, hermosa… solo quise ayudarte en
todo. Compraste el vuelo sin decirme nada, no me pareció justo.
—¿Tengo que darte explicaciones? —Alza la voz— ¿Con qué derecho te
metes en mis cosas?

—Dulce… estás gritando, todos te miran. —Susurro, entonces hace


puños para luego bajar su rudeza.
—Me exasperas —Exhala tensa.
—Se supone que tenemos que llegar juntos, ¿Es lo que tu padre necesita
creer no?
—No nos van a recoger del aereopuerto. —Me mira como si estuviera
reclamando.
—De todas maneras…. ¿O qué pensabas? ¿Llegar tú primero? —Cruza
sus brazos y rueda los ojos. ¡Punto para Christopher! Sonrío.
—Bueno, ya está hecho. Mantente alejado de mí hasta que entremos en
ese avión, ¿Bien?
Da media vuelta y pasa por la línea de seguridad sin esperarme. La sigo
con una sonrisa de oreja a oreja. Entra a un tienda cara y compra un perfume.
Luego se mete a otra y pregunta cosas… Hace todo lo posible por alejarse de
mí y no lo entiendo, o quizá sí.
Si es lo que sospecho está ansiosa, tan ansiosa como yo. Se aleja porque
no quiere caer en mis brazos y justamente eso es lo que más deseo: Su amor.
El tiempo ayuda y pronto entramos en el avión. Se sienta en su sitio, junto
a la ventana, y yo me pongo a su lado. Me mira irritada, entonces saca sus
audífonos y empieza a escuchar música clásica a todo volumen. Muerdo mis
labios al verle la blusa, me aloco con su cuerpo. Toso, veo a un chiquillo
pasando y me inquietan sus ojos… Está mirándola y lo peor es que puedo ver
lo que le hace en su imaginación.
Entonces lo miro, casi a casi a punto de pararme y se aleja. Baja la
mirada, me evita, solo defiendo lo que es mio. Dulce ni se ha dado cuenta,
cierra los ojos y finge dormir hasta que despegamos.
No lo soporto. Odio que me ignore.
—¿Hasta cuándo vas a fingir que duermes? ¿No se supone que debemos
llevarnos bien al menos estos días?
—Jódete. —Responde enojada ¡Lo sabía! No estaba durmiendo. La
conozco más de lo que piensa.
—Debemos armar toda una historia delante de tu padre. —Solo deseo
que me mire, necesito mirarla.
—Nos peleamos, regresamos, volvimos a pelear y regresamos. Así
pasaron 5 años. Punto. —Dice con los ojos cerrados. Me exaspera su perfecta
boca palpitando en su rostro.
Esa boca….
—¿Y por qué nunca fui a visitarlo?
—Porque estabas tan ocupado con tus negocios que fuiste un ingrato.
Tendrás que reconocerlo, patancito. Nada más. No te estreses… y déjame
dormir.
No digo más. Me callo cuando la veo voltear su rostro hacia la ventana.
Estoy intentándolo, realmente pongo de mi parte pero simplemente me revienta
en los huevos que se porte como si fuera un don nadie en su vida.
Paciencia —Me digo a mí mismo— Es mi culpa. Yo la dejé, pero aún no
sabe los motivos.
Entonces abro Tetris en mi celular y empiezo a jugar. Es aburrido, pero al
menos entretiene mi vista.
—¿Qué desea comer, señor? —Pregunta una rubia alta. Sonrío al verla
mirarme de esa manera…
—Lo siento, no la sentí llegar. Em…. Vino tinto por favor y de comer quizá
algunos frutos secos.
—Oh, disculpe… No tenemos tinto. —Dice excusándose. Se agacha, trae
un traje apretado y quizá un poco escotado en la parte delantera. Puedo ver
sus senos pequeños y solo río con ansiedad.
—No se preocupe, deme el que tenga. —Le devuelvo la sonrisa— Usted
es una chica muy… amable.
Mi estómago se presiona al sentir que Dulce se mueve de inmediato, abre
los ojos y la destruye con furia en sus ojos. La aeromoza se incomoda,
carraspea y baja la mirada irguiéndose de inmediato.

—Yo quiero agua —Se pone prepotente— ¿Puedes hacerlo o tengo que
servirme yo?
—No, claro que sí señorita… —Sisea.
—Señora. —Contiene su rabia y luego pone sutilmente su mano encima
de la mía. Río. No puedo evitarlo, estoy muriendo de risa. Me aprieta fuerte la
mano, como si estuviera golpeándome con eso, entonces finjo que me duele…
pero no me sale. Sigo riendo.
Clava sus uñas… y doy un grito.
—Quiero un sándwich de jamón light… —Mantiene clavada sus uñas—
¿Tú no quieres uno, cielo? —Finge mientras me lastima.
—No. —Respondo aturdido por el dolor.
—Enseguida —La aeromoza se sonrisa y pasa al otro pasajero, entonces
por fin me suelta. Tomo mi mano, veo las marcas de su rabia en mi piel y volteo
enseguida indignado.
—¿Qué te pasa? —Pregunto.
—¿Qué me pasa? —Respondo— Eres un maldito cerdo. No voy a ser
cornuda estos días, ¿Lo entiendes?
—Controla tus celos —Advierto.
—Deja de estar coqueteando con cualquier culo que se te ponga en
frente. Y no, no estoy celosa solo defiendo mi honor.
—Esto no es honor —Le enseño mi mano.
—Que te lo cure la zorra esta entonces.
Se levanta furiosa y ni ella misma se aguanta. Entra en el baño y se queda
ahí por mucho tiempo, quizá media hora… y solo me preocupo. ¿Por qué
debería? Dulce trapea el suelo con mi trasero cuantas veces quiere… Exhalo,
me relajo, esto no está saliendo como yo lo espero.
Si seguimos así no funcionará lo que tengo planeado para ella.
Me aventará la sorpresa por la cara.
El vuelo se torna más frio que un témpano… Y no por el aire sino porque
me ha vuelto a ignorar desde que salió del baño. No sonríe, es amarga… más
amarga que de costumbre. Pero si puedo ver sus ojos vigilantes al ver a la
aeromoza traernos la comida. La pobre chica se ha sentido intimidada por los
ojos de mi cruela. Joder, esto es intenso… pero divertido.
Me divierto aunque mi mano haya pagado las consecuencias.
Aterrizamos pronto y, apenas se abre la puerta del avión, ella ya está
parada saliendo de inmediato. Es claro que no quiere verme.
—Señor, ¿Puedo ayudarlo? —Me para un paramédico, entonces miro mi
mano… Mierda.
—No sé por qué se puso así… —Le explico.
—Lo vi desde que salió de su vuelo, por favor déjeme llevarlo a la
enfermería.
Bien. Lo que me faltaba. Mi mano está morada y sangro pero no siento
ardor solo picazón.
—Déjeme avisarle a mi esposa.
La llamo y no contesta. Y no me va a contestar.
A duras penas llego a la enfermería, el doctor me revisa y cuando me toca
la mano siento dolor. Pone un par de medicamentos, cierro un ojo y soporto
con incomodidad la presión cuando la mueve.
—¿Cómo pasó esto? Felizmente no llegó a mayores… Debe tener
cuidado, la altura hizo que se ponga peor.
—Bien.
Me termina de curar y pone una pequeña venda en mi mano. Envío un
mensaje de voz a Dulce diciéndole que estoy aquí pero no obtengo respuesta.
Pronto camino hacia la sala donde están las maletas y la veo furiosa hablándole
mal a otros…. Hasta que se encuentra con la aeromoza.
Mierda.
Todo sucede en cámara lenta.
Ella le sube el dedo como si estuviera advirtiendo un asesinato y abre sus
ojos como fiera. Jadeo, no… Está tan insoportable que ni ella logra aguantarse
y corro hasta que llego a su lado. La muchacha baja la mirada y se va
sollozando.
—Esa perra está fingiendo —Arremete Dulce contra mí, pero luego ve mi
mano vendada y se calma.
—Dulce, basta. Estás pasándote de la raya… —Le digo y se enoja más.
Toma su maleta, da media vuelta y sale del aereopuerto.
Estoy cansado, pero no puedo evitarlo: La sigo. Lo hago como un idiota.
Lo he venido haciendo desde hace años y no puedo controlarme.
Ella es mi odio y también mis sueños.
Jodida vida la que tengo.
Avanzo a pasos largos porque está casi corriendo. Esconde su rostro en
sus manos, simplemente no se soporta. Pasamos el estacionamiento y sigo sin
poder detenerla. No la entiendo. Me rechaza y a la vez me cela.
—¡Espera Dulce! —Le grito.
Entonces camina más lento, pero antes de que la alcance para en seco.
Voltea. Sus ojos, sus bellos y perfectos ojos se detienen con mi mirada. Jadea,
intenta hablar pero no le sale.
Dos segundos.
Esboza un suspiro, se acerca. Toma el cuello de mi camisa violentamente
y luego jala mi pecho junto al suyo…. Reboto en sus senos. Sus ojos me
miran… torpe, tensa, pausada….
—Tú eres mio, Miller. ¿Lo entiendes? Mio.
Presiona sus labios en mi… y son frios. Su lengua… tibia, áspera…
perfecta.
12. Tu cuerpo me quema
Christopher

“Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con las cerezas” Pablo
Neruda

Su lengua tibia acuna mi boca de una manera casi violenta. Su


respiración agitada me aprieta hasta casi asfixiarme. Sus brazos, su cuerpo,
sus senos rebotan haciendo vibrar hasta la célula más lejana de mi cuerpo. Y
me encanta, me fascina, me excita… me vuelve loco.
Con movimientos ágiles meto una de mis piernas entre las suyas para
pronto estrujarla en mis brazos. Aprieto su espalda con fuerza y bailo con su
lengua sin soltarla.
Mierda.
Esboza un sonido agudo en su boca y solo me tenso al sentir sus uñas
recorriendo mi espalda.
Entonces se detiene, lo hace vilmente como si no pudiera reconocerse.
Levanta sus ojos, me mira con los labios hinchados y solo toco su rostro
suavemente. Mi bonita ha regresado, por dos segundos pero ha regresado.
—Estás advertido —Dice recuperando el aliento. Lamo mis labios mis
labios para no perder su olor y solo me quedo en shock.
Me ha destruido con su boca
En el camino casi no hablamos. Me quedé en silencio apretando mis
labios con los dedos mientras que ella solo retocaba su maquillaje… ¿Cómo es
posible? Acaba de darme el beso más orgásmico de todos y está como si nada
hubiera pasado.
No me atrevo a pregúntale. No ahora. Cuando volteamos la calle puedo
ver a lo lejos su casa. Tantos años… tantos recuerdos. Mis sentidos se estrujan
y solo deseo volver a besarla. Estoy sediento de su lengua enredando la mía y
de su olor a esposa… mi esposa.
—Llegamos. —Digo. Ella solo se queda mirando por la ventana del taxi
como si entrar fuera doloroso
—Lo sé, ya lo vi. —Suelta fría.
Y cierra los ojos. Suspira, vuelve a abrirlos y junta sus piernas. La veo
triste y a la vez confundida… Sé cuánto le cuesta, puedo intuirlo, entonces
pongo mi mano vendada encima de la suya.
—No puedes golpearme ahora. No sobre la mano que lastimaste… —
Sonrío y ella suelta una media sonrisa— Así es, bonita… No me gusta tu
tristeza. Todo saldrá bien. Prometo no aprovecharme mucho… de ti —Bromeo
y ella ahora sonríe completamente.
—Idiota. —Dice
—Preciosa. —Respondo divertido.
—Deja de hacerlo, Miller. No voy a caer. No soy la niña de 16 que
enamoraste hace mucho tiempo. —Advierte con franqueza.
—Pero sigues siendo mi Bonita….
Con agilidad me paro y le doy mi mano para ayudarla a bajar del auto.
Tiembla, puedo sentirlo. Entonces enredo mi brazo en su cintura y pego mi
nariz a su oreja.
La huelo…
Es suave, fina, gloriosa.
—Empecemos el juego. —Suspira, me quema.
Con suavidad tomo su mano y la entrelazo con mis dedos. Al principio se
pone rígida, quizá por la falta de experiencia, pero luego entiende que estamos
empezando el trato y que debemos hacer todo lo necesario para que su padre
nos crea. A pesar de su dureza ella lo quiere.
Suspira lento, le doy fuerza.
Con suaves movimientos tocamos el timbre. Pasan cinco segundos y una
mezcla de ella con más años aparece por la puerta: Es su madre. Carraspeo
mi garganta cuando la miro y puedo sentir sus ojos de rabia puestos en mi. Ella
lo sabe.. y debe verme con el infeliz desgraciado que dejó a su hija
abandonada.
—¡Llegaron! —Grita sonriendo, saluda a Dulce primero con un gran
abrazo, el mismo que la deja paralizada. Ya no es una mujer de cariños, le
cuesta corresponder este tipo de afectos pero finge muy bien. Al parecer sabe
como controlarla.
Dulce pasa y ruego porque no me deje solo con ella, pero me ignora.
—No me dirijas la palabra —Agrega sería— ¿Cómo pudiste, Christopher?
Te dimos toda la confianza… —Sus ojos están dolidos y me duele también ver
su trato. Jamás fue mala conmigo. Entonces elevó la cabeza
—Señora… no puedo ni si quiera contestar porque tiene toda la razón del
mundo. Pero estoy aquí porque aprecio mucho a Carlos, y porque quiero
recuperar a su hija. Las cosas no son… —Hago una pausa, no debo contarle—
no son como parecen.
—Entra Christopher, hablaremos luego. Tenemos mucho tiempo. Pero no
te librarás de mi.
Con lentitud entro un poco incómodo a la casa… está tal y como siempre
estuvo hace muchos años: cuadros con fotografías en las paredes, muebles
marrones, espejos, un pequeño altar de la virgen y alfombras cálidas. Dulce se
queda parada junto a Kiara, quien sigue asesinándome con la mirada, luego
aparece por el marco Carlos… y me sonríe
Su emoción salta cuando me acerco y pronto me da un fuerte abrazo.
—Hijo…. Hijo ingrato —Dice feliz, sonriente, abrazándome con fuerza—
Tantos años…
—Carlos, estás muy bien —Lo veo.
No es así. Los años pasan. Dulce… mi niña —La abraza y ella recuesta
su cabeza en sus hombros. En el fondo no puede vivir sin su padre, aunque
esté haya sido cruel con ella cuando era pequeña.
—Papá… —Su voz se ahoga pero se controla.
—¡Ustedes son un par de ingratos! —Exclama con fuerza— No han
venido a verme en años. Hijo… ¿Qué sucedió? Pensé que tenían problemas,
no sabes cómo sufrí pensando en ello.
Miro a Dulce con astucia, entonces asiente.
—Carlos, mi vida dio un giro muy grande. Los viajes, negocios, apenas y
podíamos vernos —Jalo a Dulce hacia mi lado, ella se tensa— ¿Verdad, Dul?
—Así es papá. No te preocupes por nada —Vuelve a soltarme con la
excusa de querer ayudar a su padre, entonces la miro entre cerrando los ojos…
Es una chica inteligente, pero no será tan fácil…
Toso para hacerle notar que estoy aquí, pero me ignora con facilidad. Nos
sentamos un rato en la sala. Carlos saca algunos discos de colección y me los
enseña, siempre le encantó la música. Yo correspondo el gesto y escuchamos
un rato una que otra canción. Dulce no puede dejar el celular, escribe mensajes
todo el momento.
—Hija… Deja ese aparato por favor. Mejor ve a atender a tu marido, ¿Un
café, hijo? —Me pregunta y no sé qué responder. Dulce hierve de rabia, odia
este tipo de cosas. El machismo no va con ella… Puedo intuir qué está
pensando y solo asiento sutilmente.
—Eh… papá, yo les traigo el café. —Sonríe Kiara salvando el momento.
Enseguida sale de la sala.
—¿Y cómo has estado Christopher?... En tus… viajes. —Añade intensa,
sospecho que aún quiere asesinarme.
—Bien, Señora Sofia. —Sonrío.
—Sofía, solo sofía ¿Cuántas veces te lo dije? —Suspira fingiendo risa.
Carlos la mira y sonríe también.
—No molestes a Christopher, mujer… Mejor ve a preparar algo para
comer antes del almuerzo.
Dulce

Mi madre agacha la cabeza como si fuera un súbdito ante mi padre, sale


de la sala y se pierde en la cocina… siempre es lo mismo.
Durante todos estos años odié la manera de pensar de mi familia,
especialmente la de mi padre. Trataba a mamá como su sirvienta y jamás dejó
que trabajara en lo que le gustaba. Mamá soñaba con estudiar economía…
pero me tuvo muy chiquita, a los 21 quizá, y le tocó un esposo autoritario que
no quería que salga de su casa. Ella simplemente fue una esclava de sus hijos
y marido por toda la vida, así fue la vida que conoció. Así nos crió. Con una
actitud hacia lo “correcto” y eso fue lo que más me molestaba.
—Deberías ayudar a tu madre, hijita. Sé toda una buena esposa y atiende
como se debe a tu marido. —Carraspeo mi garganta de rabia, pero logro
controlarme. Papá está enfermo. Hemos tenido estas discusiones por años y
siempre terminamos mal cada vez que abro mi boca.
Con soltura me levanto sin mirarlos y entro en la cocina de mamá. Ella y
Kiara están preparando algo, yo solo tomo una manzana y me dedico a
morderla.
—Hey, ¿Ayuda, no? —Kiara me mira con furia, pero solo ruedo los ojos.
La cocina jamás fue conmigo.
—Terminaría estorbando — Suspiro sonriendo, entonces se exaspera y
golpea la sartén contra la cocina muy fuerte.
—Ya basta, Kiara. Sabes cómo es tu hermana, ademas es nuestra
invitada.
Mamá sonríe y seca sus manos para luego dirigirse hacia mi. Toca mi
cabello, me ve de arriba abajo y luego posa sus dedos en mi mentón. Me mira
de una forma que solo ella puede hacerlo… entonces la evito. Me alejo. Doy un
paso atrás cuando quiere abrazarme.
—Sabes que no me gusta: —Le digo.
—Oh, si… mi niña de ahora es así pero la que vive dentro de ti es una
hermosa mujer dulce. ¿Por qué crees que te puse ese nombre? Cuando naciste
eras…
Vuelvo a rodar los ojos cada vez que habla de mi infancia. Ni si quiera
estoy escuchando, solo mirando como el arroz se cocina. Y no, tampoco me
siento mal por ello.
—Te quiero mucho, hija… Aunque no… bueno, aunque no tengamos
mucho contacto ahora.
—Ajá —Intentó sonreír.
—Corazón de hielo… —Suelta Kiara con veneno— Es lo que eres, Dulce.
No digo nada, ni si quiera puedo contestarle porque quizá es verdad. En
este tiempo he logrado despegarme de diferentes tipos de sentimientos. Amo
a mi familia, de alguna forma, pero no soporto tenerlos cerca, sobre todo a
papá.
Muchos años llevé esa carga sobre mis hombres. Tenía largas
conversaciones con Christopher sobre esto, pero nunca me juzgó. Encontré en
él una especie de salida y refugio, quizá por eso accedí a casarme siendo casi
una niña, necesitaba escapar de la cárcel de mi familia.
Y también aprendí a no juzgarme.
Mamá y Kiara terminan de servir la comida y me dan una bandeja. Abro
los ojos y salgo de mis pensamientos para luego Soltar en risa, ¿Enserio creen
que lo haré? Ella me responde con la mirada.
—Por tu padre. —Tenso mis brazos refunfuñando. Sin ganas tomo la
bandeja en mis manos.—Luego hablaremos de Christopher, ¿De acuerdo?
Oh rayos…
—No. No se metan, tengo un arreglo con él.
—¿Regresaron? —Mamá me mira como si esa fuera la solución a todos
mis males.
—No. Jamás. —Soy clara con mis palabras. Ella sonríe, como si no me
creyera, y luego da media vuelta. Kiara y yo la seguimos con la comida.
Al regresar solo puedo ver a papá y Christopher cuchichear mientras dejo
los platos en la mesa, ¿De qué mierda hablarán? Carraspeo mi garganta y
Chris se da cuenta de mi presencia, entonces me sonríe.

—Comamos algo —Mamá es risueña ahora, y la verdad es que me


incomoda.— Carlos, tú tienes una dieta especial.
—No mujer, comeré lo que quiera. —Impera con mando. Mamá exhala
con fuerza, aguantándose el malestar, y yo solo miro a mi padre. Podrá estar
delicado pero tampoco aguantaré muchas de estas cosas.
Cállate, Dulce. —Me digo a mi misma una y otra vez— Entonces suspiro
lento intentando sonreír con hipocresía.
—Deberias hacerle caso a mamá, papá. Ella solo se preocupa por ti.
Papá me mira distraído.
—Cuida tu salud, suegro. —Chris le sonríe y Papá es como un niño… le
hace caso. Extiende la mano, le pide a mamá su comida especial, y toma
asiento.
Lo que viene es aún peor: nos ignora. Todo gira entorno a él, como
cuando el patancito se ganó su confianza. Muerdo mi lengua cada vez que le
habla de esa manera, como si fuera él su hijo y nosotras no.
Si supiera todo lo qué pasó en este tiempo…
Si supiera que ese hombre dejó a su hija de la peor manera…
Si supiera que jamás le pidió perdón…
Bebo agua para no soltar la lengua. Todo es por papá, por papá —Le
repito a mi mente— entonces sale mi lado más egoísta. ¿Debería tener
consideración por el hombre que me hizo menos toda mi vida? Suspiro. Cierro
mis ojos y luego los abro recordando mis risitas de niña en sus piernas, sus
manos balanceándome en la playa y su presencia en el colegio.
Recuerdo haberle tenido miedo. Era un hombre fuerte y con una voz muy
ronca, pero a la vez me sentía protegida.
Papá… —Digo en mis pensamientos. Vale más que cualquier celo, pero
Christopher no se salva.
Me jode tanto que lo haga… porque sé que es al propósito.
—Papá, te traje unos chocolates. —Digo para que le quite la vista a
Christopher
—Gracias hija, mira que casualidad… Christopher también me los trajo.
—Pero los míos son más ricos —Digo. Mantengo la sonrisa. Kiara ríe.
—Ay hermanita, deja los celos. Ya sabes que a papá solo le interesan los
hijos varones y como no tuvo uno….
—Que cosas dicen, chicas. Son mis princesas y Christopher es el esposo
de una de ellas. —Palmea su espalda.
—De la más bonita —Responde el patancito. Juega sucio.
—Mira nomás… hija, estás muy lejos. Siéntate al costado de tu marido.
Mímalo, quiérelo, que es un gran hombre. —Papá y su gran boca…
—Si, deberías mimar a tu marido más seguido. —Entre cierro mis ojos
para asesinarlo, pero es tarde. Ha extendido su mano obligándome a ir junto a
él.
Me levanto con desgana y me siento a su lado mirando siempre a papá
quien solo nos sonríe. Chris entrelaza su brazo en mi cintura y me pega a su
cuerpo. Pone sus labios en mi mentón y suelta un beso fuerte sin ningún tuvo
de vergüenza.
—Me excitas cuando pones esa cara… amo ver tus celos —Susurra muy
bajito en mi oído y a continuación todas las partículas de mi cuerpo entran en
alerta. Me tenso sintiendo mis senos erectos y aprieto mis piernas para
controlarme. Cuando abro los ojos veo a Kiara mirándome. Ríe. Estúpida.
Paso siguiente saco su mano izquierda de mi pierna, porque conozco de
memoria sus acciones.
—No te atrevas —Lo amenazo bajito entre dientes.

Entonces sonrio cuando siento las miradas en nosotros.


—Ayyyy qué bonitos. —Habla Kiara sonriendo—Siempre fui fan de su
amor. Nunca dejaré de agradecerte Chris por haberme quitado a mi hermana
de encima. Te la llevaste y gratis…
Todos ríen y solo la miro con furia. Maldita mocosa.
—…Pero merecen ser felices. —Me sonríe y puedo notar que tiene algo
en mente para molestarme— Beso, beso…. —Aplaude y mi padre le sigue el
juego. Mamá tiene cara de preocupación. ¡Estúpida! Sabe perfectamente que
esta es una farsa y odio este tipo de presiones.
—No. No. —Digo— Que va a pensar Papá… yo respeto la casa y la mesa.
—Repito las palabras de mi padre encontrando una salida. Kiara me mira como
si fuera la mujer más hipócrita del mundo, mamá me apoya y Christopher solo
sonríe.
—Bueno, hija. Eso… dije cuando eran novios pero ahora son esposo.
Dale un beso a tu marido. Anda.
Me congelo. Christopher voltea mi rostro y posa sus Suaves labios sobre
los míos. Están tibios ahora. Y yo sigo tensa. Juro que la mocosa lo pagará. Le
doy un empujón y sonrío fingiendo.
—Mañana es la fiesta de compromiso de tu primo Lucas. Le dije que ibas
a estar aquí y nos invitó. Deberíamos ir.
Ruedo los ojos. No soporto este tipo de actividades y menos cuando son
sencillas. A mi me gusta el lujo y esta fiesta seguro es en la playa… Me
incomoda la playa. Ya no estoy acostumbrada, simplemente es eso.
Claro que iremos. — Christopher pavonea como si fuera mi dueño,
entonces le doy un codazo y tose.
Las horas pasan y logro zafarme de mi ex marido cuando finjo llevar los
platos a la cocina para lavarlos. Apenas desaparezco por la puerta los tiro al
lavadero, entonces seco mis manos con una toalla…. ¡Mierda! Me las he
ensuciado. Soy obsesiva con mis manos. Odio que huelan a cebolla, carne o
lo que sea. Tomo un poco de crema de mi cartera y las paso por encima. Huele
a limón con vainilla francesa y es todo un éxito.
Kiara entra con más platos a la cocina, me mira y tensa su mandíbula.
Estamos solas… esto terminará en guerra.
¿Por qué no lavas? — Pregunta mandando. Pobre mocosa, ¿Realmente
piensa que voy a lavar los platos?
Para eso estás tú. — Bufo y se acerca furiosa.
¿No te da pena mamá? Lava todo el día los trastes, la ropa, limpia… ¡Y
solo vienes a hacer más desorden!
Mira niña, estoy aquí por papá haciendo un esfuerzo muy grande con
Christopher a mi lado ¿Lo entiendes? No voy a venir a lavar platos ni a limpiar.
¡Esto es injusto! — Alza la voz— Siempre haces lo que quieres. Siempre.
— Se viene contra mi— Me tienes harta Dulce. Eres una insensible. Ni si quiera
le hablas a nuestros padres, solo mandas tu estúpido dinero. ¿Crees que con
eso basta? Papá se lamenta todos los días por ti, por Christopher…. Quiere a
su hija a su lado. Ni si quiera te has preocupado en preguntar por su salud,
venir a acompañarlo al médico. Eres una maldita egoista.
Basta. — Digo, alterada.
Eres una maldita egoísta — Me empuja.
¿Sabes cuánto cuesta esta blusa, idiota? — Pierdo la paciencia.
¡No me importa tu puta blusa! Voy a obligarte a hacer lo que debes hacer
como hija responsable.

¿Lo que debo hacer? ¿Según quién? Cada uno apoya como quiere. No
soy una mujer de cocina, ¿Lo entiendes? Ni nací para ser buena esposa.
Eres una víbora
Pero una víbora con clase no una chiquilla que no sabe ni lo que quiere.
Si sigues en este maldito lugar vas a pudrirte sola. Ni si quiera aceptaste mi
ayuda para estudiar en otro país.
¡No quiero tu cochino dinero! ¿Acaso crees que no sé lo que haces?
Perra, seguro te estás acostando con el maldito Hilton.
La temperatura de mi cuerpo se eleva y pronto siento mi mano arder. Le
di un bofetada…
El silencio hace que sienta los latidos de mi corazón. Puedo ver todavía
su cara volteada ¿Qué hice? Jamás le pegué a mi hermana… no de esta forma.
Mi manos pican por la calentura y sigo en shock… entonces escucho su llanto.
Kiara es muy impulsiva, quizá más que yo, no puede controlar sus emociones
fácilmente, ese es su punto más débil.
Maldita seas… — Me empuja furiosa, le tomo las muñecas y solo grita.
Mi espalda se topa con el mueble donde guardan los platos y siento que mi
adrenalina aumenta. Entonces veo que toma un tenedor y me lo enseña. Mierda
—¡Te odio! —Grita una vez más—
¡Hey! — Christopher se interpone con furia ¿De dónde salió? Toma su
brazo y le quita el tenedor. Kiara llora y lo golpea.
Eres igual a ella…. — Es un mar de lágrimas y yo no sé qué sentir.
Forcejea una vez más y Christopher pone su pecho.
Kiara, ¿Tienes idea de lo que estás haciendo? Tus padres están
descansando, felizmente no te escucharon.
No la soporto. — Digo por fin y me voy esquivándola.
Chris
Me quedé aterrado cuando la vi tomar ese tenedor. Lo primero que se me
vino a la mente es “Salva a tu bonita” y eso hice. Tengo un rasguño en mi pecho
pero no importa. Necesito saber por qué esta niña ha hecho esto.
¿Estás mejor? — Le paso un vaso de agua, ella lo toma temblando.
Si.
¿Puedes decirme qué sucedió? — Estoy ansioso, Dulce tiene la culpa…
estoy seguro.
¿Por qué tendría que decirtelo? — Me mira a la defensiva.
Porque soy como tu hermano. — Suspiro sentándome en el suelo con
ella. Kiara solo mira sus manos y nos quedamos sin hablar por largos minutos.
Odio a mi hermana. — Dice por decir. Está enojada y la ama más de lo
que ella misma puede imaginar, pero sé que si le doy la contra lo negará…
posiblemente me mande a la mierda y me clave ese tenedor. Mujeres…
Entiendo. — Le doy la razón— Es muy odiable. — Río, entonces sonríe.
Nos peleamos porque no quiso lavar los platos. Estoy cansada,
Christopher. Ella siempre se sale con la suya. Desde que eramos pequeñas yo
siempre tuve que cargar con todo. ¿Acaso mamá le exigía? Todo era yo…
“Kiara ve a hacer café” “Kiara tráele las pastillas a tu padre” Todo yo, jamás la
molestaron a ella. Yo soy la que se traga con toda la enfermedad de papá y es
que han pasado muchas cosas….

Kiki…. — Sonríe cuando le digo su apelativo, así solo le dice la gente más
cercana a ella— Tu hermana no es mala, solo… un poco especial. ¿Sabes qué
me hizo a mí una vez? Tiró toda mi ropa por la ventana de nuestra casa, solo
porque le dije que me hiciera el favor de meterla en la lavadora. — Río.
¿Cómo la aguantas? — Sigue riendo.
Ni yo lo sé, supongo que… es así porque la quiero. — Me sincero y sus
ojos se iluminan.
Entonces por qué la dejaste… ¿No fue por… eso de los bebés, cierto? —
Me hielo cuando lo pregunta, entonces suspiro lento. Es la pregunta que yo
mismo me hice hace muchos años…
No. — Solo digo. Tardé mucho tiempo en darme cuenta. Fue doloroso
para ambos, quizá más para mí porque lo deseaba con mucha fuerza, pero no
fue mi principal motivo.
¿Qué sucedió, Chris? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué de esa forma?
¿Sabes cuánto le costó recuperarse? Ni si quiera comía, se enfermó muy feo…
Mamá y yo te odiábamos. Tuvimos que alejarla de papá para que no se diera
cuenta. Su vida fue un infierno… entonces cambió. Un día dijo que no
necesitaba más de nadie y se fue.
Me quedo en silencio mirándola con presión en los ojos. Mis fosas
nasales sienten el aire más pesado y puedo sentir dolor en mi interior. Ver a
Dulce así no ha sido nada fácil, pero hubo un tiempo en el que ni yo mismo
pude levantarme porque también lloré. Estuve afectado por la decepción de no
poder tener bebés con ella. No quería ser papá con nadie más solo con ella. Y
mi mundo se vino abajo cuando me enteré de lo peor… Hay tantas cosas,
tantos secretos, tantas respuestas que aún vienen a mí como balas pero todo
a su tiempo.
Me lo he dicho siempre, a su tiempo.
Kiki… ahora no. — Digo con media sonrisa.
No eres una mala persona, lo siento. — Se disculpa— Pero ella si lo es.
Ella los quiere mucho.
¿Querer? Solo envía dinero.
Es una forma de querer. — Contesto— Debemos aprender algo, Kiara.
No toda la gente tiene por qué ser como uno quiere que sea. Si quieres a tu
hermana intenta entenderla.
¿Entonces por qué mamá la prefiere? ¿Por qué si yo he estado con ella
y Dulce no?
Una madre siempre sabe quién es su hijo más débil…. Decía mi abuela.
Dulce necesita de ustedes aunque no lo quiera aceptar. Está viviendo una vida
que no debe por mi culpa.
¿Por qué la dejaste? — Pregunta ansiosa.
Quizá yo soy su respuesta. Y me siento mal por ello. Deseo recuperarla,
Kiara. No tienes idea, pero debo ser paciente. Jamás hice nada sin motivo. Solo
quería protegerla.
¿De quién o qué?
De mí mismo. — Respiro— Y de toda la mierda que viene conmigo.
Me mira como si no entendiera, pero respeta mi privacidad y solo se
levanta para irse a su cuarto. El padre y la madre de Dulce descansan, como
es costumbre después de la comida. Este lugar es un sitio tranquilo, un pueblo
de Vallarta muy bonito donde la gente vive en paz consigo misma. Me pregunto
si algún día podré hacerlo yo también…

Pasan dos segundos y mi increíble necesidad por ella vuelve. La veo en


el jardín sentada en una de las sillas mirando las flores. Sonrío al verla porque
está furiosa. Puedo notarlo por sus cejas direccionadas hacia sus hermosos
ojos.
Joder, es tan hermosa.
Camino lento rondándola y pronto me siento de golpe junto a ella. Hace
un poco de viento pero no me preocupa, solo veo cómo su pelo se eleva de vez
en cuando y me pierdo en su estructura. Han pasado muchos años sin estar
así… y yo sigo como idiota admirándola.
¿Me perdonará algún dia?
Hola. — Digo.
No responde.
Soy Christopher, tu marido. Mucho gusto. — Bromeo y solo me muestra
su peor cara.
¿Ya dejaste a la chiquilla tranquila? Demoraste más de 10 minutos. —
Voltea y me mira tensa.
Sí. Está celosa y cree que todo esto es injusto. Ya sabes…
No nací para hacer lo “correcto”,Miller. Si nacer, crecer, reproducirme y
morir es lo que una mujer debe hacer entonces no soy de este planeta. Me
incomoda este lugar. Es todo… simple y aburrido que me asfixia. Además del
machismo de mi padre.
Quedan pocos días — Pongo mi mano encima de la suya con miedo,
entonces la aleja.
No me olvido que estás aprovechándote.
Ah… obvio — Sonrío— Me seguiré aprovechando. Soy un hombre
ansioso por su chica. — Río.
Ja ja — Ironiza sus palabras y levanta una ceja— ¿Entonces qué se
supone que debo hacer para sacarte de encima?
Um… no creo que te guste que me vaya de tu encima. — Digo con toda
la perversidad del mundo, ella no emite ninguna emoción.
Idiota.
Preciosa. — Digo.
Maldito acosador
Mi bonita… — Me levanto, la jalo del brazo y pego su cuerpo junto al mio.
Paso mis brazos por su cintura apretándola fuerte. Ella intenta resistirse pero
no la dejo— Dijiste que harías todo esto.
Rueda su cabeza aturdida.
Lo prometiste, Dulce.
Odio besar sapos. — Dice aún seria— Y ya te besé en la comida.
Ese fue solo un piquito, no un beso. Me sentí estafado. — Sonrío.
Eres un maldito manipulador, ¿Crees que es bonito besarte?
Sí. — Me pavoneo— Somos la pareja perfecta, todos lo dicen. Tú una
mujer muy hermosa y yo un tipo apuesto también.
¿Más hermosa que Kiara? — Me pregunta y no sé su intención, solo río.
Está celosa.
Tu hermana es una chiquilla linda, pero tú eres más bella que todas las
mujeres de este planeta ¿Contenta?

Qué bueno que lo reconozcas, también lo creo. — Sonríe y me empuja.


Me debes un beso. — La jalo de nuevo.
No. No hay nadie. No tengo por qué dartelo. — Me mira sin emoción.
Está tu madre mirandonos desde la ventana…. — Pego su nariz a la
mia— Actúa como si fuera normal.
Recorro su espalda con mi mano y puedo sentir su frágil cuerpo arder.
Me mira fijamente, estoy tan intimidado con sus ojos… son los mismos que un
día me miraron de esa forma. Su olor invade mi nariz, huele a fresas….
Amábamos las fresas, hicimos muchas cosas con las fresas. Carraspeo mi
garganta jadeando, estoy prendido con solo estar muy cerca de ella. Entonces
no lo pienso y le robo un beso. Sus labios saben a miel para mi, chupo su boca
como un maldito niño pervertido. Voy rápido, la necesito…. La he necesitado
mucho tiempo entonces me empuja y asumo que se dio cuenta. Voltea. No hay
nadie.
Sonrío enseñándole mis dientes.
Trampa.
Da media vuelta y se va dejandome ansioso por su cuerpo. Veo su
trasero, es tan perfecto… recuerdo haberlo golpeado muchas veces. Eramos
unos niños sucios. Ella queriendo descubrir el mundo y yo siempre babeando
por estar a su lado. Abre la mampara de vidrio y entra en la sala… ¿Y yo?
Necesito un baño.
Dulce
Es un maldito tramproso…
Suspiro tocándome los labios y lo miro de reojo entrar al baño.
—Hija…. — Dice mi madre con una bandeja de té— Tu favorito.
Gracias madre pero tengo calor, no quiero nada caliente.
¿Te preparo una limonada?
No. Gracias. Mejor descansa. Mira tus uñas… deberíamos ir seriamente
uno de estos días al spa
Terminaría arruinando todo. Hija… no quiero molestarte pero debes ser
un poco más comprensiva con tu hermana. — Ruedo mis ojos.
Mamá, ella empezó. Yo no hice nada. Debería agradecer todo lo que
hago.
Lo sé, hija pero… bueno, supongo que ya se les pasará. No me gusta ver
a mis hijas así.
Y a mí no me gusta que seas la sirvienta de la casa.
Soy una ama de casa, no una sirvienta
¿Ama de casa? ¡Papá ni si quiera te da la gracias! Jamás le has dicho no
a nada.
Es mi forma de ser y no está mal. ¿Acaso te lo reclamo?
Bueno, entonces no me pidas que cambie mi manera de ser con Kiara.
¿De acuerdo? Estoy aquí con mucha presión y tengo que tragarme todo lo que
no me gusta, incluyendo a Christopher.
Te lo agradezco hija, sé que lo haces por tu padre aunque no te guste su
manera de ser. ¿Cómo vas con él? Cuando Kiara me dijo que lo vio en ese
hotel donde trabajas….
Regresó para joderme la vida, pero no importa. Lo he superado.
¿Sí? — Pregunta como si no me creyera.

Por supuesto. Sigo siendo su esposa porque armó todo un circo cuando
supuestamente firmé el papel de divorcio. No fue verdadero. ¿Aún así quieres
a ese idiota después de todo esto?
No, hija…. Lo aprecio pero primero es mi hija. Dulce… — Toma mi
mano— Te lo he dicho muchas veces, no está bien lo que haces. Estás llena
de dolor y no lo sacas.
Estoy viviendo la vida que siempre merecí, mamá.
¿Sin él? — La pregunta me aturde, quizá más de la cuenta. Parece que
mi familia confabula contra mí cuando mencionan a Christopher como parte de
mi vida y eso me molesta.
Claro que sí. Es más, lo odio. No lo soporto.
Mamá se queda mirándome y luego baja la cabeza.
¿Qué? — Pregunto.
Nada, cielo. — Acaricia mi rostro— Solo deseo que seas feliz.
Soy feliz.
Me mira triste.
Una madre siempre sabe lo que sus hijos sienten….
Me quedo mirándola
…Bueno, cariño. Iré a preparar algo de café. Tu padre despertará de su
siesta. —Cambia de tema y me sonríe. No le digo más. Suspiro en silencio
cerrando mis ojos, ¿Es que todos están en mi contra?
Suspiro cansada.
Quiero irme. Necesito irme. Y lo peor es que recién he llegado.
Miro mi celular y veo una llamada entrante…
Brando.
Con sutíl movimiento contesto. Me levanto y voy hacia un rincón de la
sala.
Cariño, ¿Todo bien? — Pregunta al teléfono.
Bien, cariño. — Sonrío a medias— Aburrida pero ni modo, trabajo es
trabajo.
Cuando Christopher sale del baño se sienta en la sala y me mira, parece
saber quién es y puedo ver su mandíbula tensa. Río, inventando cualquier cosa,
entonces alargo la conversación con Brando. Él no deja de mirarme, se lo
merece por tramposo.
Yo también te quiero cariño y deseo todo lo que tú quieres…. — Mis ojos
se unen a los suyos y puedo verlo incómodo haciendo un puño. Tose y ladea
su cabeza.— Ajá… eso y más. — Sueno coqueta, es tan placentero hacerlo….
Picarlo, joderlo, hacerlo explotar pero se mantiene tranquilo. Y esa misma
acción me desespera. El Christopher de antes golpeaba a todo aquel que me
miraba con otras ganas… ahora se contiene, algo ha cambiado en él, algo que
quiero saber.— Bien, te extrañaré esta noche…. Claro. Em… debo cortar, la
señal no anda bien. Adiós. — Cuelgo al ver a papá bajar por las escaleras.
Tortolitos, siempre tan juntos…. — Bromea papá.
Espero estés más tranquilo, Carlos. Te vi ansioso — Dice él.
No ansioso, hijo. No había tomado mi pastilla. No puedo agitar mi corazón
mucho tiempo. ¿Y ustedes?
Nada. Tu hija hablaba por teléfono…. — Me mira el muy desgraciado y le
advierto con mis ojos— con sus clientes. A veces trabaja mucho, lo sabes.

Hija querida, nunca debes descuidar a tu marido. — Va directo a mi, me


abraza, me congelo. No soy muy demostrativa de cariño… ya no.
No lo hago papá, pero está grandecito como para venir a quejarse
contigo. Lo que pasa es que está celoso…. —Susurro alto, él puede
escucharme— Ya sabes, soy irresistible. —Bromeo.
Lo es, Carlos pero tiene una lengua muy… afilada. — Me ataca lleno de
furia. Imbécil.
Eh… . —Papá no sabe qué decir.
Tengo la lengua perfecta y digo lo que pienso, solo eso.
De acuerdo con lo de tu lengua perfecta. — Me mira perverso. Mierda.
Deberías agradecerlo. — Respondo.
Chicos…. — Papá interrumpe— No discutan.
No discutimos papá, mi querido maridito y yo solo intercambiamos
palabras. — Me acerco a él y me toma con fuerza del brazo, entonces lo pellisco
por la espalda.
Mamá y Kiara se unen de inmediato. Ni si quiera las miro. Estoy tan
jodidamente furiosa con este imbécil que mi centro ahora es él.
Así es Carlos, solo eso. — Sonríe a papá mientras baja su mano
apretando mi trasero.
¡Ah! —Doy un pequeño grito.
¿Qué sucede? — Pregunta papá. Estoy ardiendo de rabia.
Nada, papá. Chris es un poco bromista y me olvidé que tiene que tomar
su pastilla… ¿Verdad, cielo?
¿Qué pastilla? —Pregunta sin saber.
La azul… esa que necesitas por las noches. La que hace que funciones,
cariño. —Suelto y sonrío.
Oh…. — Dice papá incómodo— Hijo, em…. Podríamos conversar un rato
a solas si quieres.
No es necesario — Aprieta los dientes. Yo sonrío— Dulce es muy
bromista.
Papá se siente incómodo, pero me da igual… solo disfruto viendo a
Christopher rojo de rabia. Punto para mí, maldito tramposo.
Papá da buenos consejos — Sonrío acomodándole la camisa— Deberías
conversar con él.
Dulce… — Dice entre dientes.
Volteo y veo a mamá roja, papá incómodo y Kiara riendo. Todos han
entendido.
¿Por qué no lo quieres aceptar? Estamos en familia. La pastilla azul es
muy buena. Lucas, mi primo, es médico. Podrías pedirle que te recete otras,
aunque es fácil conseguirlas ¿No? Va a ayudar a tu… pequeño problema —
Miro su pantalón y sonrío.
Hijo, por favor acompáñame afuera.
Mi papá está rojo de vergüenza y Christopher molesto. Amo verlo así…
que me lleve en su mente todo el día. Cuando se van volteo y veo a mamá
tensa, Kiara ni si quiera se acerca a mí pero sigue riendo.
Hija, no debes avergonzar a tu marido. — Está roja como un tomate.
¿Por qué? No le funciona, el viagra siempre es la solución a los
problemas. — Sonrío.
Hija….
Mamá, quédate tranquila. Se lo merece por tramposo. — Susurro en su
oído— Estoy harta de sus juegos. Me voy a dormir.
Ladeo mi cabello y lo extiendo mientras ignoro a Kiara. Subo por las
escaleras… triunfando, riendo, queriendo explotar por todas la que me ha
hecho el patancito. Ir contra la virilidad de un hombre es más que castigo para
él. Abro la puerta de mi recámara y veo todo como si nunca me hubiera ido de
este lugar.
Los recuerdos vienen a mí pero los hago a un lado.
Necesito remojarme un rato. Tomo mi toalla y entro en el baño. Me
desvisto con total naturaleza aún riendo por lo sucedido. Papá debe pensar que
Chris no sirve en la cama y no puedo dejar de divertirme. El pobre debe estar
concientizandolo, quizá dándole algunos consejos, y la verdad es que no me
importa… pero pagaría por ver su cara. Seguro lo va a negar, como todos los
hombres, y eso me encanta.
Echo shampoo a mi cabello masajeando mi pelo. He tenido suficiente por
hoy y aunque no me guste dormiré temprano, saldré a correr por la mañana y
me desapareceré todo el día fingiendo estar ocupada. Hay una sucursal Hilton
aquí, aprovecharé para irme al spa un rato.
Paso el jabón por mi cuerpo… mi cuello, entre mis senos, mi obligo… mis
piernas y puedo sentir cómo el calor inunda mi nariz. Quizá está muy caliente
el agua, no lo sé, pero empiezo a sofocarme. Junto un poco de espuma en mis
manos y masaje mi nuca sin dejar de cerrar mis ojos en el agua. No cerré el
grifo porque amo la sensación de la lluvia cayendo por mi piel, intento llegar a
mi espalda pero no puedo…
Entonces siento sus manos. Abro mis ojos de inmediato y no me deja dar
vuelta. Intenta tocar mis senos pero le agarro las muñecas.
Tienes una maldita manía…. Apareces sin hacer ruido, sin que me de
cuenta. — Digo a duras penas porque sigo hablando bajo el agua.
Y tú eres una chica muy traviesa. Estaba enojado, ¿Sabes? Pero cuando
te ví desnuda se me quitó todo…
Vete.
—Voy a enseñarte lo que puede hacer tu marido, mi amor. Sin pastillita….
—Siento su erección en mi trasero.
Christopher… — Le advierto pero no me deja voltear. Me tenso porque
sé que si me toca estaré arruinada.
Entonces siento cómo su boca muerde mi cuello… y solo jadeo.
13. Siete estrellas bajo el cielo
Dulce

“Jamás te recuerdo… porque nunca te olvido”

Su aliento arremete en mi oreja haciendo que todos mis nervios colapsen.


Suspiro, intento mantenerme firme pero no puedo. La necesidad empieza a
aflorar por todas las partes de mi cuerpo.
—Sh… —Dice firme y me parece escuchar una especie de mandato.
Trago saliva, intento separarme pero no me deja porque enseguida roza su
mano en mi vientre.
Maldito provocador
Muerdo mi labio para contener mis nervios, entonces siento como su
mano baja en forma de círculos hacia abajo. Oh mie… Elevo un pequeño grito
y arqueo mi cabeza hacia atrás para luego encontrarme con la boca de mi
marido en mi cuello. La sensación es agrietante… succiona mi piel con fuerza
y luego la suelta para morderla suavemente con sus dientes. Lo hace una y
otra… y otra vez. Vuelvo a jadear sintiéndome mareada. El agua caliente
cayendo… mi cuerpo en sus manos y su boca en mi cuello hace que solo me
vuelva loca.
—Así bonita… —Sus palabras rebotan en mi piel y siento punzadas en
mis pechos— así… para mi.
Doy vuelta de golpe para mirarlo de frente y pronto veo su… emoción
nacer entre sus piernas. Lo escaneo lentamente con mis ojos… sus piernas, su
pecho, su cuello… y esa carnosa boca es perfecta. Cuando mis ojos caen en
los suyos curvea su sonrisa y puedo ver como el agua salpica en su piel…
Oh santo cielo… soy fuerte pero tampoco tonta entonces chupo mi labio.
—Quisiera ser esa boca… —Dice de forma inmediata. Ruedo mis ojos y
me jala haciendo que ambos nos centremos debajo del agua. Enseguida todo
sus hombros, bajo mis manos por su cuello y luego por su pecho.
—Predecible. Me decepcionas, Miller. —Levanto una ceja.
—¿Lo hago? ¿Quieres ver cómo no necesito la pastilla? —Suelto en risa
y me aprieta como una serpiente.
—Que flojera. —Exhalo con tensión. Mi voz acciona pero mi cuerpo sede
ante sus encantos.
—Eres una chica mala, amarga. Y yo un hombre muy necesitado de ti.
Mucha habla, poca toqueteada. Lo jalo del cuello hacia mi boca y empiezo
a devorarlo con mi lengua. Sabe a menta cuando me choco con su aliento y
pronto deseo solo ponerme encima. Entre abre mis piernas y me puntea de
forma casi agotadora… Recorro su amplia espalda con mis manos y luego
estrujo su trasero con fuerza. Es grande y fuerte… generoso…
—Me alocas con tu tóxico veneno. —Jala mi cabello hacia atrás y muerdo
mis labios sonriendo—Me prendes, me excitas… —Pasa un dedo por mi zona
íntima, entre mis piernas —…me vuelves un maldito arrastrado… —Pega sus
labios y me mira intensamente. De pronto sus ojos oscurecen y su mandíbula
se tensa— Pero hay una sola cosa que no aguanto… y es que me provoques
con ese maldito viejo.
Suelta mi cuerpo de golpe y su furia se eleva. Lo ha estado guardando…
puedo verlo. Parpadeo preguntándome si esto es cierto, veo cómo sale de la
ducha y se enrolla una toalla en la cintura. No puedo creer que lo haya hecho…
me ha rechazado. Accedí a tener sexo y no le ha importado.
Trago saliva, levando mi mentón y luego sale tirando la puerta. Mierda,
está enojado… y no fue la broma, sino Brando.
Me giro intentando comprender lo sucedido. Estoy mojada, con la boca
entre abierta y agarrando mi cabello. ¡Qué le pasa! Idiota. Es un idiota. Lo
planeó desde el principio. Venir a seducirme para luego dejarme picada… no
lo soporto.
Muevo mis manos rápidamente y termino de bañarme sin que me de
cuenta. Mi pelo no es un problema, lo seco en un dos por tres y pronto me
pongo encima una pijama. Camino en círculos por mi habitación sin saber qué
más decir… Aún tengo su olor en mi piel, pero no debo preocuparme por eso.
No lo supera, mierda. No lo supero. Me dejó picada y se largó sin decir
más.
Jodido patancito
Pateo lo primero que veo. Tengo un humor de mierda, ni yo misma me
aguanto. ¿Cómo se atreve? Mi rabia aumenta al pensar en que se está
burlando de mi en este momento.
Fuiste demasiado obvia, Dulce. —Contesta mi mente sin decir más. No
debí acceder tan rápido. Debí haberlo hecho sufrir un poco más.
Mis piernas se tensan al pensar que estuve a punto de volver a tenerlo
dentro. ¿Esto es una broma? Sigo pensando en ello.
La puerta suena y mi corazón late con fuerza. Me levanto furiosa, debe
ser él arrepentido. No voy a pasárselo. Que se joda. Lo torturaré de alguna
forma.
—Vete a la mierda U… —Me congelo. El rostro de mamá se queda quieto.
Sus ojos se abren y puedo ver como la incomodidad nace en su presencia.
Tose.
—Hija…
—Mamá… —Entra sin pedir permiso y se dedica a levantar lo que he
tirado—No mamá, no hagas eso. —La detengo— Lo siento. Pensé que era…
—¿Discutiste con Christopher? —Pregunta de manera incisiva. No estoy
acostumbrada a dar explicaciones, pero sé que no dejará de molestar hasta
que hable.
—Si, no… bueno. No sé. No es que tengamos una buena relación. Está
aquí porque tenemos un trato, nada más.
—Dulcesita… —Coloca su mano en mi rostro y simplemente me molesta,
entonces doy un paso atrás arqueándome. Mamá se pone triste, y no… no haré
nada al respecto.
—Odio que me digas así y que me toquen. —Soy clara. Ella lo sabe. Le
puse mis condiciones y no está respetándome.
—Disculpa a tu madre que te ha extrañado horrores y aún te ve como una
niña. —Sonrie con nostalgia
—No soy una niña.
—Lo sé, mi vida. Te extraño mucho. Quizá es eso.
No respondo.
—No cenaste… —Eleva un suspiro, quizá resignada, cambiando de
tema.
—No tengo hambre. Mamá… ¿Puedes dejarme sola? —Sigo enojada,
quizá rabiosa y no quiero desquitarme con ella. Mamá es la persona más dócil
de este mundo… no lo merece.
—Hija… ¿Por qué estás tan furiosa? Puedo verlo en tus ojos, mi vida. Vi
a Christopher salir de tu habitación. Y ahora tu…
—Que se largue si quiere. —Respondo cortándola.
—Hija, deberias hablar con él. Es tu marido. Se han querido mucho…
Tuvo la valentía de enfrentar a tu padre por ti siendo aún un chiquillo —Sonrie—
E hizo grandes cosas por nosotros. Yo… no le justifico nada. Dejarte así fue
terrible pero quizá hay una razón. Quizá…
—Mamá! —Grito indignada— ¿Estas escuchándote???? Me estás
pidiendo que lo perdone cuando sabes perfectamente lo que hizo. ¿Qué
demonios te pasa? ¿Crees que no tengo orgullo? ¿Crees que dejaré que me
pisotee? ¡Como te atreves! —Me exaspero conteniéndome. No quiero explotar
frente a mi madre pero hablar del tema me molesta
—Hija, es tu marido… debe haber una razón para…
—No hay razón que valga. Es un idiota. No voy a dejar que se vuelva a
burlar de mi ¿lo entiendes? ¡Lo odio! Con todas mis fuerzas lo odio.
No aguanto.
La rabia vuelve a invadirme haciendo que toda mi sangre hierva. Tiro la
lámpara y sale volando con fuerza. Veo a mamá, intento contenerme de nuevo
y no puedo. Mis manos ya están agarrando cualquier cosa. Lo hago, lo estoy
haciendo… pateando, rechinando, golpeando cualquier cosa.

Maldita sea
No sé cuánto tiempo pasa exactamente pero me siento sin fuerzas. Caigo
a la cama con una estúpida sensación de vacío. Con el rostro hacia abajo.
Cansada y mareada por el movimiento. Mamá se une a mi sin si quiera decir
nada, solo toca mi pierna y espera…
No hablo. No habla.
El corazón se me vuelve más frío. Tengo un nudo de emociones en la
garganta y no puedo llorar.
No he llorado hace muchos años.
—Todo estará bien… —Sonrie con miedo. Como si fuera una bomba que
podría dañarla en cualquier momento, entonces parpadeo.
—Estoy cansada de todo esto. —Confieso con una voz que ni yo misma
reconozco.
—Estás cansada de luchar contra ti misma… —Añade. Y solo me quedo
en silencio. No quiero pensar.
—Estoy perfecta. —Murmuro sin levantar la vista.
—Te duele… No lo perdonas porque aún lo quieres.
La idea tirita en mi cabeza como un silbido. Mi corazón se acelera. No…
no puedo quererlo. No al hombre que me hizo la mujer más triste del planeta.
No puedo querer lo que aún me cuesta aceptar. No puedo. Es estúpido. No
puedo.
—No. —Ahogo un grito de terror. El miedo invade mis venas.
Hija…
Por favor mamá, vete. Por favor vete.
Le doy la espalda mirando nuevamente hacia la ventana. Pasan algunos
segundos, quizá minutos y puedo sentir sus pasos alejarse hacia la puerta. El
sonido hace que me desplome de inmediato. Llevo una mano hacia mi frente y
me pongo a pensar en todo lo que dijo…
Sus palabras aún me torturan
¿Lo quiero? No… no podría ¿Cómo se puede querer lo que te lastima?
Sería una falta de respeto hacia mí misma. Viví un horror cuando se fue… y
pasó tan violentamente que no he podido volver a recordarlo sin sentirme
angustiada, perdida, cansada. Todas las lágrimas que derramé hicieron que
me secara. Ese día me sequé por dentro.
Quería matar ese lado de mí que todavía insistía en esperarlo…
No me mató, me hizo más fuerte… o quizá inteligente, pero algo murió en
mí ese día. No soy la misma.
Punto final, Dulce. — Murmuro en mí misma— Es punto final para ti.
Suspiro y vuelvo a inspirar calmando mi pecho. Mientras me miro al
espejo acaricio mi rostro. Soy más fuerte que cualquier recuerdo…
Porque eso es… solo un recuerdo.
El sol nace fuerte e invade mis ojos por la ventana desde muy temprano.
Bostezo aún agotada y pronto me topo con todo el desastre de ayer. Joder…
aquí no hay sirvientas, por lo que debo hacer todo yo sola.
Con pereza pongo mis pies en el suelo y comienzo a levantar todo. Son
las 7 am y mi estómago ruge con fuerza. No cené… y tampoco dormí bien
porque me quedé avanzando algo de trabajo. Revisar detalladamente la
historia de los empleados no es tan divertido pero al menos entretuvo a mi
cabeza.
Peino mi cabello con mis dedos cuando me paro delante del espejo y
luego amarro mi bata de seda en la cintura. ¿Mamá habrá cocinado algo? ¿O
tendré que ir fuera? Da igual. Necesito alimentarme para luego seguir con mis
planes.
Dos días más. No aguantaré mucho en este lugar. Necesito regresar a mi
vida de antes.
Camino por el pasillo y veo como Kiara se cruza delante de mí. Tiene el
pelo alborotado y sigue usando pijamas infantiles ¿Acaso no sabe su edad?
Ruedo mis ojos ignorándola y paso más rápido que ella.

Buenos días, mamá. Hola papá. — Saludo sin más emoción. Kiara se une
y no estoy incómoda… Si ella se quiere enojar que se joda.
Buenos días, chicas. Disfruten el desayuno.
Tomo un jugo de naranja y siento cómo va calando en mi interior de
manera apresurada. Mamá me mira sonriendo, sé que ama que coma porque
últimamente he estado a dieta… pero no me interesa hacerla en este momento.
¿Y Christopher, hija? — Papá pregunta y siento cómo todos los recuerdos
invaden este momento. ¿Dónde mierda se metió? Pienso en qué decir pero no
se me ocurre nada.
Aquí suegro. — Sonríe como si nada hubiese pasado. Tiene el pelo
mojado, quizá durmió en algún hotel cercano pero no me importa. Ni si quiera
sostengo mi mirada en él, simplemente tomo el periódico de la mesa y leo.
Oh… madrugaste. — Papá sonríe con tanta soltura que juro que voy a
hablar en cualquier momento. Mataría a su favorito cuando se entere de todo.
Si, Carlos. Fui a caminar un rato. — Miente con tanta verdad que estoy
pensando seriamente en regalarle un Oscar por hipócrita.
¿Café? — Pregunta mamá. Levanto mi mirada, él asiente. Mamá le sirve.
Él puede servirse solo, mamá. Tú estás cansada. — Agrego.
Hija, sirvele a tu marido. — Papá sonríe y solo sostengo mis ojos en mí
misma. No le serviré. Jamás lo haré.
—Puedo hacerlo. — Christopher toma la tetera y se sirve café.
El desayuno se torna aburrido. Él y papá hablando de fútbol, economía,
noticias… yo leyendo el periódico, Mamá y Kiara conversando. No damos para
más. Cuando termina todo mamá se ofrece a limpiar pero termina haciéndolo
Kiara.
No olvides que hoy es el compromiso de tu primo Lucas.
Bien. Iré de shopping. — Levanto una ceja y me voy a mi recámara.
Mientras arreglo mi enterizo blanco mirándome al espejo puedo sentir que
unos pasos se acercan…. Entonces lo veo asomarse por la puerta. No me mira,
solo se dirige a un rincón de la habitación… su maleta. La toma y abre, yo sigo
ignorándolo.
Somos un par de desconocidos ahora y eso es lo que fuimos siempre:
nada.
Chris
Me fastidia su forma de ser.
Me ahoga su sonrisa
Me vuelven loco sus senos
Pero no soporto cuando le habla así a ese malnacido.
Lo peor es que lo hace con toda la intención de joderme y no lo aguanto,
simplemente he perdido la paciencia.
Tomo mi maleta y abro la puerta de inmediato encontrándome con la
presencia de su madre. Me mira tensa y luego me sonríe casi por nervios. Yo
solo suspiro ¿Qué querrá ahora?
No te vayas….
Señora…
No la dejes sola de nuevo.
Siento cómo mi garganta se ahoga con solo escuchar sus palabras.
No me diga eso, por favor… — Mi voz se suelta como gelatina. La miro
perdido en sus ojos… los mismos de mi amarga favorita.
¿Por qué te fuiste, Christopher? — Pregunta angustiada.
No hablaré de eso ahora. Por favor, no insista.

Está bien. Solo no la dejes sola… Su vida está hecha un desastre por tu
culpa, ¿Volverás a dejarla?
Jamás. — Contesto— Solo estoy enojado.
Te irás….
No. Solo… — Miro mi mano cargando la maleta y luego la suelto. Su
madre tiene razón, no puede dejarla ahora por más que esté furioso y celoso,
pero… ¿Cómo le explico mi situación?
Es por ese hombre, ¿Verdad? Ellos salen en todas las revistas y yo vivo
angustiada temiendo que Carlos las vea. — Sus ojos se llenan de lágrimas—
Si la quieres lucha por ella, hijo. Aunque te rechace, aunque te diga que no te
quiere… lo hace porque es su única forma de defenderse contra lo que lleva
muy dentro… amor por ti.
Tranquila, señora… — Toco su hombro— Jamás la dejaría con ese tipo.
Primero la secuestro y me la llevo lejos. Y… bueno, no creo que me quiera pero
al menos voy a protegerla.
¿Lo prometes?
Se lo juro. Por mi vida, por la de ella.
La madre de Dulce me sonríe y toca mi hombro con fuerza. En ese mismo
instante entra Carlos, nos mira y se queda sorprendido.
¿Qué haces mujer? Estás molestando a Christopher con tus cosas… ¿Y
esa maleta? — Oh… mierda. Trago saliva y vuelvo a ponerla en su lugar.
Solo estaba… buscando algo. ¿Un café? — Propongo para evitar más
preguntas, Carlos accede.
Mientras caminamos hablamos de su salud. Su infarto anterior lo dejó
vulnerable. Hoy tiene que tomar pastillas y cuidar su alimentación de por vida.
Conociéndolo es fastidioso para él, pero no tiene de otra.
Tus pastillas, no lo olvides. — Insisto y me sonríe mientras toma un par.
Estoy encantado con tu visita, Christopher. — Palmea mi espalda— Eres
el hijo que nunca tuve.
Gracias Carlos. Es bueno saberlo, al principio me odiabas. — Río.
¿Cómo no iba a odiarte? — Él también rie— Si te llevaste a mi princesa,
pero me equivoqué. Resultaste ser un gran muchacho, hiciste muchas cosas
por nosotros y haces feliz a mi hija ¿Qué más puedo pedir?
Trago saliva ahogando un suspiro.
Claro. — El temor invade mis fosas nasales. Ojalá nunca se enterara de
nada…
Aunque he sentido que Dulce ha cambiado. Ya no sonríe como antes,
casi ni nos visita y tú te desapareciste todos estos años.
Tuvimos fuertes discusiones, Carlos. Solo eso. — Evito el tema pero él
es insistente.
Mi hija tiene un carácter de mierda.
Lo tiene. — Bufo.
Lo de ayer me dejó preocupado. ¿Seguro que tú y ella….? Bueno, todo
bien en su vida sexual ¿Cierto?
Muy bien, Carlos. Lo dijo para fastidiarme.
¿Seguro?
Sí. — Suspiro.
¿Entonces por qué no han tenido hijos? —La inquietud se hace presente
y una sensación de amargura invade hasta mis médulas
Dulce
—¿Cómo que no hicieron el conteo de personas? —Elevo mi voz al
teléfono— ¡Hazlo ahora o te despido llegando a México! —Cuelgo. La
estupidita me saca de mis casillas. Es una maldita idiota que no sabe hacer
bien su trabajo, aún no entiendo cómo Brando la protege tanto siendo tan
ineficiente.

Señorita… — Dice el chofer mientras me ayuda con las bolsas.


Vaya rápido por favor.
Se me hizo tarde.
Es de noche y ni si quiera me he alistado. No es que lleve una buena
relación con Lucas, pero realmente necesito distraerme. El spa me cayó bien y
las compras que hice han sido de mi agrado, por ende deseo lucirlas de alguna
manera.
Hija, todavía no estás lista… — Abro la boca al ver a mamá con un vestido
de blanco. Es sutíl y suelto. Se ve hermosa. Hacía mucho no la veía así…
Por favor, no me esperen. Demoraré.
Ladeo mi rostro ignorando su reacción. Una mujer debe darse el tiempo
para arreglarse… porque debe ser toda una obra de arte digna de mostrar.
A muchas mojigatas les gusta aparentar simpleza, a mí no… amo tener
los ojos mirandome, alabándome, deseandome en sus diminutas cabezas.
Vuelvo a bañarme con tranquilidad. Me seco el pelo con paciencia y luego
pongo encima mi hermoso vestido recién comprado. Es azul, mi color favorito,
y se ciñe a mi cuerpo tal y como me gusta.
Como la ceremonia es en la playa no es tan informal pero tampoco
cualquier cosa. Su corte en V hace que reluzcan mis senos. El vuelo de
campana se sumerge en la transparencia de mis piernas, dejando entre ver
parte de mi piel. El collar de verano trae una de mis piedras favoritas, por lo que
veo resaltar mi cuello en su presencia.
Labios rojos, pestañas largas, rubor en mis mejillas.
Solté mi cabello y lo dejé ser libre. Experimento con mis ondas inferiores
y amarro un pequeño gancho en el lado derecho de mi cabeza.
Me siento en casa, debo reconocerlo. Hacía mucho que no iba a una
fiesta en la playa.
Cuando bajo por las escaleras huelo el perfume de Christopher desde
lejos. Joder, está aquí… Levanto mi mentón para encontrarme con su rostro y
me quedo perpleja al mirarlo con ese traje elegante. Su camisa es pequeña
para su pecho y espalda. Puedo notar sus músculos a lo lejos.
Estás… preciosa. — Suspira sonriendo ¿Ya no está enojado? No me
interesa.
Gracias. ¿Dónde están todos?
Se fueron.
Bien. Por tu bien y el mio necesitamos llevar la fiesta en paz, pero una
vez que toda esta farsa acabe todo será como antes ¿Lo entiendes? —
Amenazo y no dice nada. Tomo mi cartera y salgo con prisa hacia el taxi que
nos espera.
La noche es joven, bien dicen por ahí.
Cuando llegamos todo lo cursi ha pasado por lo que me siento feliz. La
fiesta ha empezado y solo me dedico a mirar hasta el mínimo detalle.
Velas, arreglos florales, tabladillo bien armado y un toldo de ensueño.
Puedo notar que la estructura no es barata… ¿De dónde sacaron todo este
dinero? Entonces suspiro. Es ella. La novia de Lucas tiene dinero.
Prima…. — Se asoma con la chica. Es más alta que él y rubia, pobre…
Felicidades. — Digo fingiendo estarlo, pero en realidad no me interesa su
vida. Saludo a su novia, quien empieza a mirar a Christopher de una manera
casi excesiva.
Ana Lavaggi — Se presenta.
Mucho gusto. — Tomo mi mano y la paso por el brazo de Christopher—
¿Ya conoces a mi marido? Christopher Miller.
Oh…. Un gusto. — Le da la mano, Christopher solo la saluda. Y todo
acaba. Se larga con el fracasado de mi primo, entonces me separo del patancito
de inmediato.

¿Por qué haces eso?


No me jodas. — Respondo y me voy.
No lo soporto.
Una hora pasa sin darme cuenta.
Las miradas de la gente se han centrado en mí desde ese entonces, pero
eso no me preocupa… sigo bebiendo. Necesito soportar de alguna manera
toda esta mierda.
A lo lejos veo gente bailando, viejas conversando, papá hablando con su
hermano… mamá mirándome de reojo y Kiara… con una especie de figura
masculina. ¿Será su novio? Imposible. Lo habría sabido. Ella sabe que tiene
que buscar un buen partido y ese muchacho parece pordiosero.
Con suavidad siento unas manos entrelazar mi cintura. De inmediato me
voy vuelta y veo una especie de niño sonriendome.
Que ven mis hermosos ojos… un ángel caído del cielo. — Dice el mocoso,
debe tener unos 20 y tantos años… Yo bufo. — ¿Cómo te llamas, hermosa?
Baila conmigo…
Haber, nene… muéstrame tu identificación primero. — Río y siento la
lengua medio pesada. Mierda, es el trago.
Graciosa. Vamos a bailar, anda… Los ángeles como tú no deben estar
solos.
Toma mi brazo con fuerza y me empuja hacia la pista de baile. Una
sensación de risa invade mi cuerpo ¿Esto es enserio? Estoy dejando que un
nene me saque a bailar, pero me divierto. Christopher no tardará.
Que rico hueles… — Pega su rostro a mi pecho— Me pregunto qué
traerás debajo de ese vestido…
Eso no es de tu incumbencia, niño. — Una voz masculina resuena en mis
oídos. Cuando levanto la mirada puedo ver a Christopher tomando al nene del
cuello.— Estás jugando fuera de tu kinder, mocoso.
¿Quién eres tú?
Su marido. Si no quieres que te parta la cara lárgate ahora o te
arrepentirás de haber nacido. — Lo empuja con facilidad y no puedo evitar reir.
Un mozo pasa con alcohol, entonces tomo una copa más llevando todo hacia
mi garganta.
Hey… No más. Te has tomado más de 10 copas, sabes que eres
intolerante a todo esto.
No me interesa. — Intento evitarlo pero me toma del brazo.
¿Ahora te gustan los mocosos? — Pregunta insistente.
El pobre nene solo quería bailar — Digo
Pues ahora tu marido quiere bailar contigo. — Me arrastra hacia sus
brazos y pega su cuerpo junto al mío. Su olor y el alcohol me excita rápido pero
debo contenerme.
Eres un maldito idiota, pobre nene…
Ese nene tocaba lo que no debe — Sube mis brazos hacia su cuello y
nos balanceamos en silencio— Estás picada.
Un poco… pero bastará para aguantarte toda la noche. — Ahora todo me
parece divertido. Christopher sonríe y pega su frente junto a la mía.
Así que soy desagradable.
Mucho. — Peino su nuca con mis dedos— Pero… estás presentable.
Siento lo de anoche — Confiesa mirándome a los ojos— No soporto
compartirte con nadie.
Da igual — Respondo sintiéndome un poco mareada pero seguimos
bailando. Sus brazos fuertes me acunan haciendome sentir segura. Al menos
sé que no caeré en la pista si está conmigo.
Eres una chica mala. — Suspira pegando sus labios a los mios— Te ves
tan hermosa… Sabes que me mata verte en vestidos azules, aquí en la playa…
¿Por qué lo haces, Dulce?

Para provocarte mejor…. — Río sintiéndome el lobo de caperucita. Él ríe


conmigo, ¿Qué carajos estoy diciendo? Nuestras risas siguen a medida que
avanza la música
Wiii…..
Ok, no. No estoy bien. La sensación de energía nace en mi cuerpo. Él me
da una vuelta y se burla de mi caminar. Me suelta y vuelve a unirme a sus
brazos. Viene una música rápida y me despego, pero vuelve a pegarme sin
ninguna explicación.
Muy gracioso. ¿Tomaste la pastillita?
¿Eh? — Me mira como si fuera chiste viejo.
La que hace crecer tu pulguita…. Y la vuelve una anaconda. —Vuelvo a
reirme con soltura y pronto siento sus brazos tensarse.
No es gracioso. — Me advierte.
¿Qué pasaría si grito que tomas la pastillita? — Lo miro elevando una
ceja.
Te llevo a casa para demostrarte lo que puedo hacer contigo. — Susurra
Cuento chino. Eres puro bla bla bla. Me siento estafada…Fuuuckerman…
— Suelto en risa— Fuler, digo Miller.
Río nuevamente como retardada. Mierda, no más alcohol por ahora. Él
me tiene paciencia y solo guía mis pasos por la pista de baile. Puedo notar la
mirada de mamá sonriendo… ¿Acaso no puede dejarnos en paz? Me tenso.
Siento que todo me da vueltas y cierro mis ojos mientras me pego en el pecho
de Christopher, entonces me abraza.
No. — Digo tensa.
Tenemos un trato…. — Con suavidad peina mi cabello y me mece al ritmo
de su cuerpo.
¡Qué carajos!
Me siento tonta, tonta porque estoy picada y hago escándalos cuando
nadie me controla. El idiota se aprovecha. Pone su rostro en mi hombro y solo
se dice cosas al oído que no puedo comprender.
Me tenso.
No estoy acostumbrada, pero estoy jodidamente elevada de alcohol.
Me siento mal… — Confieso.
¿Quieres agua? — Pregunta sacando un mechón de mi cabello. Yo niego
con mi cabeza, solo deseo dormir.
Llévame a casa. — Suspiro y toma mi mano para guiarme hacia la salida.
Pone su chaqueta en mis hombros y abraza mi cintura hasta que llegamos a
un espacio solitario.
Creo que la salida era por el otro lado. — Sin querer llegamos a la playa
entonces mi cuerpo entra en histeria.
Vamonos… — Jadeo queriendo escapar.
Dulce… cálmate.. — Tiemblo. No lo soporto. Quizá es el alcohol o su
estúpida presencia pero me siento aterrada.
¡Vamonos! — Casi grito y de un jalón vuelve a tenerme en sus brazos.
Todo está bien… — Acuna mi rostro con sus manos y me mira con
intensidad.
La playa está desolada y el ritmo de mi corazón aumenta al sentir una
canción conocida sonar a lo lejos.
Las estrellas alumbran el cielo. El mar revolotea a lo lejos. Mi alma se
rompe haciendo tiritar mi cuerpo. Su presencia me intoxica, pero a la vez me
sana. Puedo mirarlo por años sin cansarme… y eso hace que me sienta una
tonta.
Soy una tonta.
Lo miro apunto de romperme en pedazos. Él tan culpable… yo tan llevada
por mis recuerdos
SummerTime… —Carraspea la preciosa voz de Ela a todo volumen y mi
alma se transporta.
Cierro los ojos… y pronto siento su presencia. Los mismos brazos
rodeando mi cintura, llevando mi rostro a su hombro, haciendo que la melodía
se vuelva una agridulce poesía que desborda mis sentimientos.
Soy fría, no siento.
Pero lo hago. Estúpidamente lo hago.
Solo esta canción…. Por favor — Implora y sin decir más estamos
bailando de nuevo bajo las estrellas, en nuestra completa imperfección.
Cada paso es una herida que se abre en mi corazón pero a la vez la más
completa fantasía de mis recuerdos. Me daña, pero a la vez me reconforta. Su
olor ha sido toda mi vida, sus manos mi seguridad y su rostro la cuna de mis
sueños…
Estoy haciéndolo de nuevo. Consciente y a la vez libre por el alcohol.
Sintiendo que me desgarran el alma otra vez.
Él besa mi oído y susurra un pedazo de la canción. Yo… simplemente
sigo con los ojos cerrados aferrandome a su hombro, sintiendo que la
necesidad explota de manera incontrolable.
¿Sabes cuánto deseo besarte, bonita?
Toma mi rostro entre sus manos y sin decir más me besa como antes…
al viento, bajo las 7 estrellas que alumbran el cielo y sin dejar de moverme. Sus
labios saben a rosas, su cuerpo duro me vuelve indefensa y mis labios solo se
abren para dar paso a su lengua.
Lo hace suave y ligero. Estamos perdidos en medio de la playa, a
oscuras, con la luna de testigo, llenando nuestra vida de recuerdos. Con su
mano derecha acaricia mi nuca y con la izquierda me pega a su cintura sin
soltarme. Es tan suave… que me siento embriagada por todos lados. Menea
sus caderas para seguir el ritmo y solo siento que explotaré en su presencia.
Dulce… — Susurra en mis labios y abre sus ojos de avellana torturando
mi vida entera— Mi bonita…
Mis ojos se entierran y por más que intento no puedo evitarlo… Mis ojos
pican al instante.
No… — Lo evado con pánico y empujo con poca fuerza su pecho para
liberarme de su toque. Corro, corro porque temo… y solo me encuentro con el
mar de testigo, la oscuridad por todos lados y la brisa del océano cacheteando
mi rostro
No…
Jadeo cansada y llena de horror. Mis ojos lagrimean rompiendo poco a
poco la estructura que tardé por años contruír en mi.
Mi alma, mi vida, mis sueños se van a la mierda y solo lo veo acercarse
hacia mí.
¡No! — Grito separándome— Aléjate. — Me vuelvo una fiera.
Dulce… — Dice asombrado
¡Aléjate! — Grito con desesperación
Lo apunto una mano y puedo ver que tiembla como un papel en el aire.
Lo planeaste todo, ¿Cierto? ¡Maldito idiota! — Grito con los ojos rojos—
¡Maldito seas! Lo planeaste todo ¿Cierto? Este lugar, la playa, las estrellas…
mis sueños. Rompiste todo lo que construí en segundos, solo quieres hacerme
daño.
Jamás te lastimaría… — Traga saliva y se contiene.
¿Jamás? ¡Te fuiste! ¡Lo hiciste como un cobarde! Me dejaste sola cuando
más te necesitaba, cuando más dolía… Desnuda en esa cama, con mis sueños
hechos basura, con mi cuerpo hecho pedazos. Me hiciste el amor como
ninguna otra vez, prometiste quedarte… dijiste que no importaba que fuera
estéril ¡Lo hiciste, maldita sea! ¡Y te fuiste! Me dejaste rota, muerta en vida,
hecha una basura por tu culpa…
Perdón…. Perdóname Dulce — Suelta en llanto— Perdón.
Se quiebra delante de mí y de un solo tirón cae de rodillas al suelo. Lo ha
hecho, me ha pedido perdón… y yo… muero.
14. Un sucio juego
Christopher

“Quisiera besarte hasta averiguar qué sabor tienen tus sueños”

Mi garganta resuena al ritmo de mi rostro… porque duele. Mi corazón


palpita muy fuerte cada vez que veo el dolor en sus ojos porque yo soy el
culpable.
Esto es demasiado…
La veo como un espejismo. Es una hermosa sirena a orillas de la playa,
bajo la luna y nuestras 7 estrellas sufriendo.
Se carcome e intenta manejarlo, pero es en vano.
Su mirada excreta furia contenida, la misma que va hacia mi cuando me
mira a los ojos. No sé qué me duele más… que sufra o que me odie de esa
forma. Con suaves pasos me levanto con el corazón en la mano. Soy tan
imperfecto… que a veces pienso que no la merezco. No ha sido mi intensión
dañarla de esa manera, no cuando cuidé cada una de sus lagrimas en el
pasado.
Mi pequeña bonita…
—Lo… siento tanto. —Aprieto mi diafragma para contenerme. Pero no
dice nada. Mira mi rostro de manera casi aterradora.
Sufre. Y sigue temblando.
Sus manos son una mezcla de terremoto cuando se agitan. Y su piel solo
deja salir resentimiento hacia mi.
Me lo merezco.
Lo hago por haberla hecho sentir el infierno de esa manera, pero no es
tarde… no para hablar y contar lo que pueda.
—No. —Su voz resuena como una puerta que se cierra violentamente
cuando intento acercarme. —No te perdono.
Entonces se transforma. Vuelve a ser la fiera de siempre. La expresión
de miedo y dolor mutan para generar una frialdad que se acomoda a su cuerpo.
No hay emociones…. Ninguna.
Sostiene su mirada como si quisiera fusilarme y a la vez es cruel con la
actitud hacia el momento. Da un paso hacia adelante y camina hasta la vereda
sin decir más ni despedirse.
Se ha ido. ¿Y yo? Solo soy un tipo destruido. Pateo con fuerza la arena y
me siento en la orilla sintiendo el agua tibia entre mis pies.
Eres un Imbecil, Christopher —Me digo a mi mismo. Realmente fue muy
pronto… pero no pude aguantar más cuando vi sus ojos heridos. Todo es mi
culpa. Solo mi culpa.
Bonita… Mi Bonita.
Escucho mi propia voz resonando en el silencio. Las olas no me ayudan,
son suaves y calmadas… generando en mí vagos recuerdos. Esta noche, las
estrellas, nuestra playa…
—¿Por qué eres tan cursi? ¿Quieres seducir a esta pollita para luego
llevarla a la cama? —Sonrió libre y solo me dediqué a mirarla.
—Me eres inevitable, Bonita… Solo eso.
Acuné en sus mejillas mis dedos y luego pegué mis labios a los suyos
como un nerd en su primer beso. Recuerdo no haber querido tocarla… porque
me era difícil contenerme.
—Que feo besas —Separó sus labios de los míos— Como un bebé… Yo
quiero un hombre. —Entonces volvimos a besarnos con furia y fuego. No pude
contenerme.
—Dulce… —Jadee con desdén sintiendo como mi erección saltaba con
un mínimo roce.
—Qué esperas… sácame lo virgencita. —Mordió mi cuello.
—No. Le prometí a tu padre que te respetaría…
—Pero si yo quiero que me faltes al respeto… —Su risa fue muy
contagiosa y pronto la vi sobre mí intentando torpemente de todo. Tomé sus
manos y la acosté tras unas rocas.
—¿Qué pasa? —Preguntó confundida cuando me detuve.
—Hay 7 estrellas en el cielo… Cada una significan los días de la semana.
Te haré el amor todos los días, bonita… y esta será nuestra playa. No lo olvides,
princesa… mi princesa .
La dejé en su casa hecho un baboso por su cuerpo, ella solamente me
miraba como si no pudiera vivir sin mis besos. Su padre la recibió en la puerta
mirándome con recelo, pero ella fingió tan bien que no se dio cuenta…
Habíamos tenido nuestra primera noche de muchas.
Desde ese día no paramos. Y experimentamos todo tipo de cosas…
Todo. Dos simples niños viviendo su adolescencia, compartiendo sus miedos,
dejando de lado la sociedad represiva, disfrutando de sus cuerpos y sueños.
Ella y yo también fuimos poesía.
Eres un idiota — Sigo repitiéndomelo. Golpeo con un puño la arena. No
me va a escuchar y tampoco puedo decirle toda la verdad. No así… no de
golpe. Necesitaba más tiempo. Necesitaba acostumbrarla nuevamente a mí,
ganarme su confianza, ir soltando cabos poco a poco para que no le afectara.
Necesitaba conocer su nuevo mundo, sus nuevos sueños, sus
inquietudes y miedos para poder entrar en su corazón de hielo.
Y lo arruiné, maldita sea… lo arruiné. Pero este lugar hizo que todo el
dolor saliera. Este mágico lugar ha vuelvo a abrir las heridas de nuevo… 7
estrellas bajo nuestro cielo.
Dulce…. — Toco la puerta de su habitación y espero. Sé que está dentro,
puedo oler su perfume a lo lejos— Tenemos que hablar… — Digo. Mi corazón
se acelera, no quiero dejarla así… no de esta manera.— Por favor… — Imploro
y no me importa.
Nadie contesta. Cierro mis ojos intentando encontrar respuestas en mi
cabeza. Estamos solos, su familia aún está en la fiesta y deseo aprovechar el
momento.
Con lentitud pego mi cabeza en la puerta y vuelvo a tocar. Abre, maldita
sea… Tengo ganas de tirar la puerta pero esa no es una buena idea ahora. Lo
que ella más odia es que le impongan las cosas.
Dulce… — Mi naríz roza el pedazo de madera que tengo en frente y siento
cómo mi paciencia se va agotando. Necesito ver sus ojos de nuevo… y quizá
abrazarla, hacerlo aunque no quiera.
Pasan segundos, quizá un minuto y mi pulso de acelera al sentir unos
pasos. Abre, me mira con total frialdad de nuevo. Aún lleva el vestido azul, aún
tiene los ojos pintados… y yo solo me centro en mirarla, soñarla, apreciar su
belleza. Es hermosa, maldita sea, hermosa en todas sus formas y colores.
Hermosa hasta cuando está molesta. Aún no sé cómo soporté todos estos años
sin ella…
¿Qué quieres? — Pregunta sin emoción.
Hablar… — Entonces entro cerrando la puerta. Carraspeo mi garganta y
veo cómo se aleja de mí. Su sitio favorito es frente a la ventana, pero sé que
ahora lo hace para evitarme. — Perdón…
Ya dijiste eso. — Cruza sus brazos y me desafía cuando me mira así.
Por favor… no me mires de esa forma. — Imploro— Nos hemos querido
demasiado.
Es cierto. Te quise demasiado. Yo. Porque tú… no lo sé. Pero es pasado.
No podemos pretender volver a ser los mismos cuando la vida nos ha
cambiado, Christopher.
Yo te hice mucho daño… Dulce… — No sé qué más decirle. Tengo ganas
de gritar, hablar, correr hacia ella y decirle toda la maldita verdad.
¿A eso viniste? ¿No hay nada más interesante que quieras decir? —
Pregunta y puedo ver sus ojos contenidos. Se domina a la perfección, pero
cuando no está pensando vuelve a mostrarme su odio contenido.

Y me siento un maldito idiota. Me deprima la forma en la cuál me mira


ahora. Mi bonita ya no sonríe quizá por mi culpa. Mi bonita ya no chispea sus
ojos como antes. Mi bonita ya no me dice que soy su vida…
¿Y qué pretendía? ¿Qué después de tantos años lo haga? ¡La dejé de la
peor forma por cobarde! Y también por protegerla de toda la mierda que nos
rodea.
Tienes razón… — Termino hundiéndome. ¿Qué voy a decirle? ¿Solo
perdón? Me siento un fracasado sin poder decirle la verdad y queriendo que
me perdone sin si quiera dar explicaciones— Solo… quería saber cómo
estabas.
De maravilla, ¿No lo ves? Te abrí la puerta solo para que tú mismo lo
comprobaras. Es pasado, Christopher… Toda esta historia de las estrellas, la
playa, la canción fue… algo lindo para dos adolescentes inmaduros, pero hoy
todo ha cambiado. Quizá… la idea nos ha dejado deslumbrar por un momento
pero… eso ya pasó.
No digo nada.
Quise escuchar esa palabra por mucho tiempo ¿Sabes? — Continúa
hablando y siento que todo mi cuerpo se estremece— Y hoy te ví arrastrado
como la cucaracha que eres… a mis pies suplicando. Bien — Sonríe— Ya lo
hiciste. Ya me di el placer de despreciarte, pero sé que hay algo más… ¿Cuál
es tu maldito juego? ¿Por qué regresaste? — Levanta sus cejas muy segura,
entonces siento que no puedo más con esto…
Y me rindo.
Porque me importas. Porque te quiero. — Confieso poniendo todo en
juego. La razón por la cuál la dejé, los años que pasé sin ella, el sacrificio del
abandono, mi cobardía… Todo, todo en bandeja. ¿Y ella? Se desmorona por
segundos. Sus ojos se quiebran y vuelven a contenerse. Es como si estuviera
bloqueada… pero esos maravillosos segundos me dejan ver su hermoso
corazón de nuevo.
Suspira, parpadea. Las lindas manos que maneja vuelven a temblar y
hacen puños. Jadea, y ese pequeño aliento solo me muestra que hay algo más
dentro. Tengo ganas de besarla. Su boca es apetecible. Sus labios dibujados…
y es mía, mi esposa… pero me contengo.
Es una buena broma — Sonríe fingiendo diversión, pero es mala
actuando ahora. Su voz tiembla y yo solo me quedo observándola. Ella es
magia… La principal razón por la cuál me despierto todos los días y mis sueños
de noche.
No es una broma. — Me acerco lentamente sin que se de cuenta.
¿Cómo puedes quererme? No me has visto en 5 años. Quien quiere no
lastima… y tú lo has hecho de la peor forma. — Suspira y tiembla, entonces
sonrío. ¿Esto es un reclamo? Una enorme emoción invade mi corazón…
Si supieras que he velado tus noches en el más completo secreto…
Y no digo nada. Si le digo algo probablemente vuelve a cerrarse conmigo.
Bueno, hay personas que jamás podemos olvidar… — Me acerco y se
dedica a mirarme. Está estudiándome…
Esa es una palabra que no está en mi diccionario, Christopher. No existe
“el querer” para mí sin tener nada a cambio. Yo en cambio… jamás te quise —
Sonrío más al ver que me miente. Hace lo que todos los mentirosos hacen…
Mueve sus manos y su cabeza, eso en el lenguaje policial es más que una
prueba pero le sigo el juego. Con Dulce funciona de esa manera.
Pero yo sí te quiero… ¿Qué hacemos? — Bromeo arrugando mi nariz.
Ella levanta una ceja y traga saliva. Estamos peligrosamente cerca.
¿Por qué te fuiste?... Te lo he preguntado muchas veces y siempre dices
que no lo dirás ahora. ¿Fue otra mujer? ¿Fue tu cobardía? ¿Fue que te
aburriste de mí? — Doy un respiro exasperado y pego su cintura hacia mí.

¿Crees sinceramente que podría haberme fijado en otra mujer cuando


contigo tuve todo? — Va a contestar pero me adelanto. Pongo un dedo en sus
labios y continúo— No, Dulce. Y jamás podría haberme aburrido de ti…. Yo…
— Cierro los ojos— Fui un maldito idiota, pero también sufrí cuando sentí que
nuestros sueños se venían abajo. Que tú..
Que yo no pueda tener hijos te hizo huír — Me mira sin poder creerme—
Lo que tuvimos no fue tan fuerte como para soportarlo juntos. ¿Lo ves? El
querer no existe, solo la idea que uno tiene sobre ese sentimiento.
Te pido perdón por eso… — Trago saliva y me quedo mirándola perdido.
Hay algo más — Entrecierra sus ojos— ¿Verdad? — Suspiro y mis ojos
contienen las lágrimas. Me ha descubierto de otra manera solo con mirarme.
Quizá esa fue la principal razón por la que me fui lejos.
Me importas más de lo que crees… — Cambio de tema tocando con mis
pulgares sus mejillas. El dolor invade mi cuerpo y ella me reconforta sin saberlo.
Hay algo más…— Toma mis manos con las suyas apretándome fuerte,
como si quisiera destruirme con su fuerza.
Sí… — Confieso harto.
El sonido de su celular saca toda la calma que hemos tenido. La miro sin
querer perder sus ojos, pero luego extiendo mi mano y veo quién llama..
Brando.
Una enorme rabia me invade de inmediato, ella solo suspira y no hace
nada entonces corto el teléfono y empiezo a revisarlo de forma desesperada.
Me jode que lo vea. Me jode que lo toque. Me jode que ese malnacido la llame
a esta hora. Mi mente colapsa y miro sus conversaciones… Ese tipo de habla
de una forma brusca y a la vez sucia.
No deberías hacer eso… — Dice muy calmada, como si pudiera
dominarlo a su antojo. No me quita el celular, simplemente deja que lo haga. Y
lo hago.
En los mensajes puedo leer de todo…
Lamer tu trasero, ahogarme entre tus senos, montarte de día y de noche.
Dulce rueda los ojos y pronto siento cómo toda mi sangre hierve y revienta
contra mi piel. Hay una foto… Ella con la blusa entre abierta y mi boca se abre.
¿Qué demonios significa esto? — Arremeto contra ella, entonces suspira.
Deja de meterte en mis cosas — Me quita el celular.
¡JAMÁS HICISTE ESTO CON NADIE! ¡SOLO CONMIGO! — Grito con
furia. Mi cara está roja, puedo sentirla y ella solo me observa.
Bueno, ya no eres el único. — Sonríe regocijándose.
No quiero que vuelvas a hacerlo. Ni que contestes sus llamadas ni que lo
beses ni que lo mires…. ¡NADA! ¿Lo comprendes? — Jalo su brazo hacia mí.
Pero si tú mismo me estás pidiendo que los ayude… — Se suelta— ¿O
no? Yo quiero mi dinero y tú tendrás la cabeza de Brando, ¿Ese es el trato,
cierto? No deberías tomarte atribuciones que no debes. Solo sigo el juego del
maldito viejo, no deberías ponerte de esa manera.
¿No debería? ¿¿No debería?? ¡Soy tu marido! — Grito y siento que con
mi voz quebraré todas la ventanas.
No lo serás pronto. Prometiste mi libertad, así que anda
acostumbrándote. Esto es un simple trato. Aquí nadie tiene sentimientos. Aquí
está en juego mucho dinero. MI dinero.
Me empuja y vuelve a separarse de mi. Siento que mis brazos, mis
manos, mi rostro, mis pies y todo mi maldito cuerpo concentran furia. No voy a
permitirlo. No dejaré que ese idiota vuelva a tocarla… Simplemente no lo
soporto.

Quiero dormir. — Levanta una ceja— ¿Te largarías de mi cuarto?


Este también es mi cuarto. No me voy. — Me siento en la cama aún
furioso. Ella ríe.
Pareces un niño pequeño enojado. Vuelve al mundo real, patancito.
Aceptalo… Esta belleza — Paso mis manos por mi cuerpo— No es tuya ahora.
Claro que eres mía — Me levanto con más furia— Mía cuando quiera.
Mía para siempre.
¿Para siempre? — Suelta una carcajada— Perdiste tu oportunidad…
ahora asume tus consecuencias.
Ese tipo es un malnacido. Viola mujeres, comete delitos, asesina a
gente… Realmente no puedo creerlo.
Esta soy yo, idiota… Corazón de hielo. Solo quiero su dinero, nada más.
Tampoco es que sea muy agraciado, pero al menos besa bien. — Sonríe como
una perra…
No lo soporto. Colapso.
La tomo de las manos y la arrincono en la ventana…. Está abierta, ella se
sorprende. Tiene su cabeza y espalda fuera y solo está siendo sostenida por
mis brazos. Tengo tantas ganas de matarla… y a la vez follarmela que no me
reconozco. Estoy celoso, furioso, indignado.
No vas a volver a decirlo. No quiero que lo vuelvas a tocar, ¿De acuerdo?
Harás todo lo que yo diga o sino…
Sino qué… ¿Vas a matarme? Vamos, suéltame. Tírame por la ventana.
Mi mandíbula se tensa. Por dios que quiero hacerlo… Esta mujer es
capaz de cambiarme de emociones de golpe, pero me contengo.
Voy a tirarte de otra manera — Jalo sus brazos y siento que el aire se me
va cuando siento que su cuerpo golpea en mi pecho. Ella abre los ojos y
sonríe… me mira como una diosa sexual conteniendose entonces no aguanto,
no lo soporto, la beso arañando su pelo.
Ella me da entrada abriendo sus labios y exploro su boca con mi lengua.
Saboreo el alcohol que ha dejado rastros en ella y su olor es tan perverso que
me excita de una manera incontrolable. Jadea entre besos y pronto la tiro en la
cama con fuerza. Ella se lame los labios y se dedica a mirarme.
Pulgarcito…. — Bromea. No entiendo cómo es capaz de hacerlo pero me
desborda. Rompo mi camisa lentamente haciendo que los botones exploten por
el suelo. Tiro el pedazo de tela y desabrocho mis pantalones atorándolos en
mis caderas.
No estoy dispuesto a aguntarte, Dulce. — Amenazo, es una ladilla… le
mostraré qué tan pulguita soy ahora. Ríe… me desprecia y luego jalo mi
pantalón y boxer de un tirón hacia abajo. Estoy desnudo ahora y puedo ver mi
pene reflejado en sus ojos. Se admira y levanta sus ojos para verme.
No me aguantes entonces. —Sus palabras son una invitación clara, pero
sigo furioso. Tengo ganas de dejarla picada de nuevo pero eso sería más
fastidioso para mí que para ella. No la he hecho mía lo suficiente y la he
extrañado por años…
Mi erección lo dice todo: La necesito pero voy a disfrutarla primero. Me
unto en ella y se gira para quedar en mi encima. El espectáculo que viene es
entretenido. Baja las tiras de su vestido azul lentamente y la lujuria aparece por
mi rostro enojado. Sus movimientos hacen que se quede en brassiere. Intento
tocarla pero no me deja. Abre el broche con facilidad dejando saltar sus senos
grandes y rosados. Me quemo… y la miro aún más enojado.
Sé que no se ha acostado con Brando y no estoy dispuesto a compartirla.
Si no quiere entender juro por mi vida que la secuestro.
¿Lindas, no? — Me provoca— Um… — Estira sus brazos hacia arriba y
se arquea fingiendo que salta en mi encima.

Me pongo duro de nuevo y siento que duele. Trago saliva porque sé que
tiene un plan para mí… Va a provocarme y dejarme picado en venganza. La
conozco a la perfección, siempre fue vengativa y ahora debe estar
potenciada… pero no sabe que tengo un plan bajo la manga.
Um… — Jadea agudamente— Qué rica noche… hace tanto calor… —
Salta sobre mi de nuevo y toca mi miembro con sus diminutas manos— Me
pregunto…. — Se detiene mirándome y yo siento que voy a perder la puta
cabeza. Me estimula con sus manos y dejo mis ojos en blanco. Cada toque de
su piel hace electricidad en mi cuerpo.
Dulce… sé tus intenciones. — Me ahogo y saco fuerzas de donde
sea…Termino con esto ahora. Ella se sorprende. Intento tocarla pero no me
deja.
Ojo por ojo… —Dice.
Diente por diente… cogida por cogida — Digo y de otro giro la entierro en
la cama presionando sus muñecas con mis manos, haciendo que se detenga.
Ella abre los ojos con fuerza y solo intenta zafarse pero no la dejaré hacerlo.
Déjame. — Chilla.
Me deseas, pequeña fierecilla….
No así. No. Yo arriba. Yo domino. Tú no. No quiero… sueltame — Ahora
es ella…
Maldita bruja
¿Vas a dejar al maldito viejo? — Presiono sus muñecas con más fuerza.
No. Le voy a hacer todo lo que él quiera… — Escupe con furia
prendiendome más. Mi furia me envenena— Lo tocaré donde quiera que lo
haga, besaré, su cuerpo, su cuello, su..
La beso y me esquiva pero sigo luchando hasta que abro su boca con mi
lengua. Se mueve para evitarlo, pero soy más fuerte. Juro que estoy perdiendo
la cabeza.
La beso como si no hubiera un mañana. Como si nuestros sueños
existieran.
Presiono sus labios y enredo mi lengua con la suya. Es distinto ahora…
Sabe a adrenalina, a prohibido. Me come con sus garras, con sus dientes, con
su aliento y nos devoramos el uno al otro.
Somos un par de enfermos intentando sanarse. Somos el fuego y el hielo
queriendo ser pareja. Soy su dolor y también su mayor fuerza.
Suelto sus labios con amargura y puedo ver sus ojos hambrientos. Con
rapidez la suelto y pronto bajo el vestido para luego deshacerme de su ropa
interior con mis pulgares….
La huelo y hace una mueca.
Intenta escapar y la jalo de las piernas hasta mi cuerpo. Ahí beso su ingle
y pronto llego a su centro…. Jugueteo con su clitoris con mi lengua. Sabe a
miel… y la beso de la forma en que sé que le gusta. Se retuerce en mi toque y
se arquea hacia atrás gritando que pare, pero no lo hago. Quiero esto, quiero
su sabor, su centro, mi piel, mi puto pene dentro. Con agilidad abro sus labios
internos y meto mis dedos. Podrá ser de hielo pero veo cómo se derrite con mi
toque…
¡Ah! — Grita con furia— Maldito idiota… — Sus palabras desaparecen
en el placer que siente. Por más que quiere no puede pararme. Se retuerce
entre las sábanas de forma violenta y yo sigo estimulándola. Con mis dedos
aumento mi ritmo y se vuelve loca. La sigo atormentando mientras subo mis
besos por su vientre, a su ombligo, entre sus senos…
Y los muerdo. Primero uno… hago un circulo con mi lengua y chupo el
pezón fuertemente. Succiono con fuerza y con mis dientes los jalo hacia arriba,
entonces la miro… Está perdida. Sonrio porque es lo que quería.
Con gran prisa vuelo hacia el otro seno sin dejar de mover mis dedos en
su centro. Hundo despacio uno mientras chupo su pezón y luego la dejo. Su
rostro está en el cielo y pronto me mira con los ojos desviados, los labios
hinchados y sus mejillas rojas.

Voy a cogerte ahora. — Ordeno. Ella se niega pero vuelvo a presionar


sus muñecas hacia arriba. La miro, me mira…
Pronto muevo mis caderas hacia adentro… jadea. Se mueve y vuelvo a
apretarla con mi peso. Me entierro lentamente y salgo con paciencia, ella
carraspea. Cierra los ojos porque le duele que me contenga, entonces vuelve
a abrirlos cansada.
Rápido…. — Dice con voz ronca.
¿Asi? — Aumento solo un poco la velocidad.
¡Ah! — Grita— ¿O asi? — Subo mi ritmo.
Yo… arriba… yo…
No, nena…. Esta vez mando yo ¿De acuerdo? — Beso sus labios y subo
de a pocos mi ritmo, entonces enrolla sus piernas en mi cintura y luego la suelto
para acunar con mis manos su rostro y besarla.
La beso como quiero. Lo hago como quiero. Estoy montándola como me
da la puta gana. Cada vez que paro me toca con sus manos las pompas y hace
que me hunda más en ella. Luego las sube tocando toda la amplitud de mi
espalda.
Muevete, idiota… — Me mueve con sus caderas y solo rio en sus labios.
Estoy aguantandome pero más divertido es verla de esa manera.
Duro. Empiezo.
Choco mis caderas con fuerza y me hundo en toda la extensión. Le doy
fuerte y rudo, entonces el sonido de mi piel con la suya me estimula. Nuestras
respiraciones se tornan intensas.
Di…dime que no lo harás — Jadeo en su boca— Que no volverás a besar
a ese idiota.
AH…. — Grita y bajo mi velocidad
Dimelo. Dime que jamás lo vas a querer como a mi… Jurame que jamás
vas a hacerlo con él.
Chris…. — Lloriquea con furia.
Dime — Paro. No me muevo— Juramelo.
Sí — Dice desesperada y la beso como si jamás volviera a hacerlo.
Empujo nuevamente sobre ella y la tomo como metralleta. Choco su cintura
violentamente y me hundo hasta adentro. Vuelvo a chocar y jadea. Grita. Se
retuerce. Le doy duro, duro, duro… fuerte, fuerte, fuerte y más fuerte. En cada
embestida grita más alto y la callo con mi boca. Me enredo en su lengua y me
sabe a sexo… Abro más sus piernas y siento que voy a romperla pero sigo
dandole con toda mi fuerza.
Estrujo su interior con toda mi extensión. Uno, dos, tres, cuatro, mil,
millones de veces. Es un adentro, afuera, adentro, afuera incesable. Su rostro
emite dolor pero no me importa. Quiero que le duela, que no pueda sentarse,
que piense en mi cada vez que mira a ese idiota.
Basta — Dice entre placer y dolor pero no paro. De un tirón le doy vuelta
y apenas puede sostenerse. Me pongo al pié de la cama y me paro sin soltarla.
Tengo su trasero agarrado con mis manos y me hundo con más fuerza.
Oh si… esto es más intenso. Con sus puños logra sostenerse y hunde su
rostro en la cama. Sé que le gusta, pero también le incomoda… Es una posición
buena para mi pero no para ella.
Y sigo sumando. Me hundo más, más, más… y más cuando choco mis
caderas en su trasero. Puedo verla roja pero estoy tan excitado y furioso que
no me importa. Siempre la cuidé y hoy quiero castigarla.
Nada romántico.
Empujo fuerte calandola y escucho como se retuerce. Doy, doy, doy sin
más y mi cuerpo es un latigazo para su piel. Entonces la energía se concentra
y siento que voy a llegar. Se contrae, también lo hago. Me impresiona la
facilidad y sintonía en la que estamos…
Ah…. — Grito con furia y la penetro con más fuerza. Sus gritos se ahogan
en la cama y pronto todo el volcán explota en ella. Empujo una vez más por
costumbre, entonces se queja…. Sonrio. Salirme de ella es doloroso pero lo
hago porque siento que he sido un bruto. Abro mis ojos y veo cómo se
desploma en la cama.
Mierda.
Estoy tan saciado y en las nubes que no me di cuenta. Espero algunos
segundos y su actitud me preocupa. La toco pero me esquiva arrastrandose
entre las sábanas, tapándose con lo primero que ve, dándome la espalda.
Dulce… — Digo aún en mi cielo. Estoy con tanto placer que no me atrevo
a preguntarle. En cambio ella esconde su cabeza con sus manos .
Eres un bruto, maldito animal — Dice casi quebrándose.
Qué he hecho.
Dulce… — Me acerco a su espalda y solo me quedo mirándola. Su
trasero está rojo… abro mis ojos sorprendido. Jamás le hice esto, pero la rabia
me invadió y no pude controlarme.
La veo respirar y solo me preocupo. Su espalda y trasero vuelven a
excitarme. Ahora no Christopher — Me digo y espero.
Con un suave movimiento toco su hombro y pego mi mentón en la curva
de su espalda. Subo con besos y siento que se estremece… Es mi chica de
nuevo. Sonrío y meto mi brazo en su cintura para luego acercar mis labios a su
oreja.
Disculpame bonita, me volví loco… — Saca sus manos de su rostro y
respira profundo.
Vete. — Dice.
No puedo. Estoy muy bien aquí contigo. — Huelo su cabello y su aroma
me enamora— ¿Duele? — No responde— De verdad lo siento.
La jalo hacia mí y le doy vuelta con dificultad. Ella entrecierra sus ojos al
ver nuevamente la luz y hace un gesto de malestar cuando está frente a mí.
Sus cabellos despeinados me hacen sentir ternura. Es como si viera la
fotografía de mi chica de antes… y solo elevo un beso en su frente.
Fue bueno. — Por fin habla— Pero nunca más vuelvas a tomarme de
esa manera.
¿Nunca más de esa manera? ¿Entonces habrán más? — Pregunto
divertido.
Depende de mi siempre. No eres malo en la cama y yo necesitaba un
buen polvo. — Sonríe y cree que me hiere.
Destruyes mi corazón… — Digo fingiendo estar destruido. Ella rueda los
ojos y solo entrelazo mi mano con la suya— Mira…. Como duele — Llevo su
mano a mi pecho y ella solo me toca.— Eres irresistible, amor mio… De verdad
lo siento — Toco su rostro y no encuentro imperfección en ella. Es
extremadamente hermosa en todas sus formas.
Tendré que visitar a mi ginecóloga después de tiempo..
Cada vez que te sientes pensarás en mí. Cada vez que lo veas pensarás
en mi. Y me prometiste no volver a tocarlo — Con mis dedos arrugo su boca y
le planto un beso. Muerdo su labio inferior y lo chupo para volver a soltarla.
Deberías conocerme… Si quiero cumplo mis promesas, sino no. No soy
tan confiable, patancito.
Entonces vuelvo a follarte con furia como ahora. Y ahora haré una sutíl
amenaza… Si no sigues lo que te digo voy a secuestrarte y no me importarán
tus súplicas. He trabajado mucho con el gobierno, ¿Sabes? Desaparecer tu
nombre de los registros será muy fácil. Nadie nos conocerá. Nadie se acordará
de nosotros. Y tú serás mía hasta la eternidad.
Bien… — Sonríe— Entonces solo te pido algo.
¿Qué cosa? — Entrecierro mis ojos.
Aleja a la zorra esa de tu vida. — Me toma del cuello— No quiero verla
junto a ti. No quiero que te toque ni que te huela. Te quiero para mí en todos
los sentidos ¿Lo entiendes?
Sonríe haciendo que pierda la cabeza, entonces jalo sus piernas para
entrelazarlas con la mía. Cierra un ojo de dolor.
Si esto le ha dolido… juro que será peor.
15. Fue Un placer conocerte
Dulce

“ Siempre supe que eras un error… pero fue un placer conocerte”

El calor invade mi ser como si estuviera ardiendo. Los rayos del sol entran
por la ventana y me siento extraña… quizá incómoda. Doy un suspiro aún con
los ojos cerrados y siento todo mi cuerpo adolorido.
Mierda.
Su brazo está rodeándome. Su boca aún yace en mi cuello y solo puedo
escuchar su respiración lenta en mi oído. Él sigue aquí… ¿Qué carajos he
hecho?
Me muevo en silencio arrastrándome por las sábanas. Él hunde su rostro
en la almohada y solo puedo ver su trasero. Jodida noche… Los recuerdos
vienen a mí como flashbacks. Me llevó a esa playa, me enojé y luego terminé
follando con él. Ruedo mis ojos y me golpeo la cabeza… La carne es débil.
Elevo mi respiración mientras lo sigo observando… Es un tipo guapo pero debo
tener cuidado. Me conviene más tenerlo de amigo que de enemigo así que
jugaré su juego de lleno.
Doy un paso y siento que mi cadera está rota pero aún así logro llegar a
la ducha. Cierro la puerta con llave y me baño con total tranquilidad para luego
orinar. Mi piel sabe a la suya. Aún tengo su olor pragmado en mi boca, en mis
piernas y en mis recuerdos… necesito quitármelos de alguna manera así que
vuelvo a enjabonar mi cuerpo.
Tengo hambre. Mi estómago ruge pidiendo comida así que me cambio
rápido.
—Buenos días… —Susurro sonriendo a medias. Mamá luce genial con
ese peinado pero no lo digo. Qué flojera.
—Hija, estaba preparando algo rico. Anoche llegamos tarde…
—Deberías descansar —Bostezo— Pediré comida, no te preocupes.
—No, no… por favor. Me gusta hacerlo. No te vi salir… ¿A qué hora
regresaron?
—Um… tarde también. —Suspiro.
—Qué linda te veías con Christopher… Me acordé de los viejos tiempos.
Bailabas tan feliz…
Ruedo los ojos.
—Estaba borracha, mamá. Supéralo.
Tomo mi mano y la llevo a mi cadera.
—¿Te duele la espalda? —Intento no reír… Si supiera que no es la
espalda sino otra cosa.

—No. Creo que dormí mal. Voy a salir a comprar algo para comer. De
verdad no quiero que te canses cocinando.
—Oh, no… es solo un desayuno. —Sonríe cándida.
—Bueno, iré a comprar comida saludable. No puede ser que en esta casa
solo haya pan, mantequilla y jamón. Yo quiero frutos secos, yogurt natural, fruta
de estación. Ya regreso.
Mamá me mira sorprendida y pronto ignoro su actitud. Tomo la llave y
extiendo mi mano para por un taxi. Qué día más aburrido… Miro por la ventana
y me concentro en la extraña imagen de dos enamorados besándose. El tráfico
nos ayuda y pronto veo cómo un jovencito baja su mano hasta el trasero de la
chica. Ella trae un vestido blanco, quizá uno de playa, entonces mi piel arde.
¡Estúpida niña!
—Deténgase. —El taxi para y salgo como puedo. La furia invade mis
pupilas y me doy cuenta de lo que había estado sospechando. —¡Kiara!
La mocosa voltea y abre los ojos como si hubiese visto al diablo. El chico
es alto, delgado, tiene tatuajes y un arete en el oído. ¿Qué clase de partido es
este? No se nota con dinero. Mi pánico se abre cuando la veo con la misma
ropa de la fiesta. Pequeña zorra…
—Dulce…
—¡Vamos ahora a la casa! —La jaloneo pero se impone.
—Déjame.
—Cállate. Sube al auto. Estás en problemas. —La empujo hacia el auto
y solo chilla. No soy buena hermana. No me interesan sus problemas pero
tampoco seré ajena a este tipo de cosas. Le propuse estudiar en la mejor
Universidad de México y no quiso. Estuve dispuesta a pagarle todo y me
rechazó… ¿Por esto?
—Eres una estúpida —Dice entre lágrimas— Me haces pasar vergüenza.
—Tú me haces pasar vergüenza —Muerdo mi lengua y cuando llegamos
a casa mamá sale por la puerta asustada.
—Escuché a Kiara llorar…. ¿Qué sucede? Tu padre aún duerme —Dice
con pánico.
—¿Sabías que tu hija tiene novio? ¿O es solo tu cogidita?
—¡Dulce! —Grita mamá con la cara roja.
—Por favor… tu hija estaba besuqueándose con una pequeña lacra.
—¡No es una lacra! ¡Es Osito! —Defiende a ese nerd y mi paciencia se
agota
—¿Osito? Qué asco. Qué ridícula. —Digo.
—Mamá… —Suplica a mi madre.
—Hija… me dijiste que no verías a ese muchacho. Dijiste que solo era un
amigo. A tu padre no le gusta.
—Así que ya lo conocías…
—Tú cállate —Me ataca— Vienes con aire de digna cuando eras toda una
maestra en putería.
—Mira niña… —Le apunto con mi dedo y pronto siento que alguien llega.
—¡Chris! —Dice Kiara. Ruedo mis ojos.
—No voy a permitir que hagan un escándalo. Su padre está adentro.
Luego hablaremos Kiara —Mamá entra y Kiara seca sus lágrimas.
—Eres una metiche. Me hiciste pasar vergüenza. ¿Qué le diré a Osito?
¿Osito? Jadeo pensando en lo estúpida que es, pero ahora no puedo
burlarme… necesito hacerla entrar en razón.
—Ese tipo no te conviene. Es un sucio bueno para nada. ¿Piensas en tu
futuro? No te voy a mantener, te lo advierto. —Amenazo.
—No quiero que me mantengas. Siempre actúas como quieres….
—Basta las dos. Kiara ¿Quién es ese muchacho?
—Su novio. —Llevo una mano a mi cabeza cuando veo al chiquillo
aparecer. Christopher me mira tenso, él se ha dado cuenta, entonces toma al
muchacho del cuello y se van a otro lado. Kiara se aterra.
—¡No! —La jalo.
—Es por tu bien. Tú no entiendes.
—¿No entender? ¡Quiero vivir mi vida! —Vuelve a decir.
—¿Te has cuidado? —La encaro.
—¿Qué estás diciendo? —Se tensa
—Que si te has cuidado, estúpida. ¿O qué crees? ¿Qué me chupo el
dedo?
—Yo no soy como tú, Dulce. Tranquila. Tan sexual imposible.
La miro con ganas de matarla, entonces agrega…
—Si lo que te da miedo es que haga las cosas que tú hiciste con
Christopher no te preocupes. —Levanto una ceja. — No me voy a encerrar en
el baño. No lo haré en la cocina, en el cine, en el garaje o el jardín…

Me congelo.
—¿Ahora sí, verdad? Ayer regresé temprano y escuché todos tus gritos.
Eres tan hipócrita que dices odiarlo cuando te lo estás cogiendo… Tú sí tuviste
tu historia con él, tiraste las veces que quisiste en nuestra casa… ¿Ahora tú me
lo estás prohibiendo? ¡Quiero vivir mi vida! ¡Tener mi historia con alguien! No
eres ni mi mamá ni nadie para prohibírmelo. Y si hablamos de zorras… tú sales
perdiendo.
Se va furiosa y cierra la puerta de golpe dejándome con la boca abierta.
Mocosa… estúpida mocosa… Debería estar llena de furia pero no puedo
porque me ha descubierto… Rio. Me dio una pequeña lección y a la vez me da
risa, pero no dejaré que joda su vida. No con cualquiera.
Veo a Christopher venir serio. Se detiene delante de mí y me mira como
si estuviera sumamente preocupado.
—Se droga. Olía a lo lejos. Voy a investigarlo.
—Christopher, todos los niños de su edad lo hacen… —Ruedo mis ojos—
Quiero saber si es un buen partido o no. Punto. Si tiene dinero podría
acostumbrarle al aretito en su oreja.
—No es un buen partido. Es un chiquillo bobo. Hablaré con Kiara. —Lo
tomo del brazo cuando se mueve.
—Déjala. Me ha dicho mi vida ahora…. —Suspiro— Sabe casi todo.
—¿Qué? —Pregunta sin saber.
—Nuestros encuentros de antes, idiota. Me los ha listado… y el de ayer.
—Refunfuño y su seriedad se va… Sonríe.
—¿Enserio? —Pasa una mano por su pelo— ¿Todos todos todos? No
creo que alcancen los dedos de su mano para contártelos. —Sigue sonriendo
y estira sus brazos hacia mis caderas para pegarme suavemente a su
cuerpo.—¿Cómo va el dolor?
Tiene un aire triunfador que me molesta de alguna manera. Mantengo
erguido mi cuerpo y solo escupo.
—No te creas tan importante —Intento esquivarlo pero acerca su boca y
me besa. Sus labios saben a menta… y tiene un sutíl aliento de rosas. Su
perfume invade mis fosas nasales y pronto siento cómo mis pezones se
erectan.
Jodido patancito.
Es increíble cómo mi cuerpo reacciona a su toque… Él me envenena con
solo mantenerse cerca. Es eso que “no debes hacer” y que terminas haciendo
por impulso. Me es tan incongruente que ni yo misma puedo apartarlo.
—Hueles bien. —Susurra entre besos. Muerde mi labio inferior y lo atrapa
suavemente con sus dientes.— Te tengo una sorpresa. —Sonríe mientras lo
deja ir de manera sutíl— Voy a secuestrarte toda la tarde ¿Qué dices? —Habla
en mis labios.
—Que no. —Pongo mi mano en su pecho para luego darme una media
vuelta. Enseguida se pega a mi cuerpo.
—Más te vale aceptar…. —Susurra en mi oído— Solo advierto.
No le digo nada porque no tengo más que decir.
No iré. No me gustan las sorpresas. Y tampoco quiero tenerlo cerca
mucho tiempo.
Él es la manzana jugosa que deseo morder todos los días… pero no debo
acostumbrarme. Por mi bien no debo.
—¡No soporto a mi hermana, mamá! —La escucho chillar y ambas se
callan cuando me ven entrar.
—Tampoco te soporto, mocosa. —Agrego— Pero tampoco permitiré que
le des más preocupaciones a mis padres.
Christopher entra y se une a mí entrelazando sus dedos con los mios. Lo
miro furiosa, ¿Qué carajos está haciendo?, Mamá nos mira y Kiara solo rueda
los ojos. Esta situación me incomoda… pero ahora no quiero tener más foco
para nadie, solo para Kiara.

—¿Preocupaciones? No voy a embarazarme si eso te preocupa.


—¿Cómo estaría yo segura de eso? Las chiquillas como tú solo actúan
con el corazón. De nada sirve sentir si no te conviene lo que sientes. —En un
movimiento brusco me zafo de la mano de Christopher, entonces se tensa.
Kiara está furiosa, me mira como si yo fuera su enemiga.
—¿Sabes qué pasa? —Ríe con amargura— Me tienes envidia. Tienes
miedo que yo pueda quedar embarazada porque jamás dejas que nadie sea
más que tú. Eso es lo único que no puedes hacer en este mundo, invencible
Dulce, embarazarte… y yo si.
Sus palabras me congelan… Mi corazón late a velocidad y no puedo
controlarlo. En un segundo todo ha pasado de blanco a negro. Mi pulso se
acelera y empiezo a sentir que estoy cansada…
No tengo palabras.
La miro como si esto no me afectara. Levanto mi rostro, no me voy a
derrumbar porque lo he superado… al menos eso es lo que deseo que todos
piensen. Mamá está al borde del colapso, toma con fuerza a Kiara y la reprende
como si lo que acaraba de decir fuera un pecado. Inspiro. Intento hablar pero
no puedo. Es como si mis cuerdas vocales hubieran muerto…
—Retira lo que acabas de decir —Siento el cuerpo de Christopher ir
contra ella y Kiara se hace chiquita, tiembla— ¡Retíralo! —Grita. Sus ojos están
casi salidos… está enojado.
—Chris… —Murmura Kiara.
Pero no dice más. Su estrés es evidente, pero el dolor que carga peor.
Con furia toma mi mano a la fuerza y me obliga a salir de la casa. Caminamos
en dirección a la playa y solo siento que me pierdo. ¿Qué demonios hace? ¿Por
qué actúa de esa manera? Mis pasos van en línea recta pero mente está hecha
un desorden.
Mi familia, Kiara, el mocoso, esto… Él.
Con pequeños temblores en su cuerpo puedo darme cuenta que aún le
cuesta…
Me siento en la banca mientras observo el mar. Él está haciéndolo
también pero lejos. El tiempo se congela en un segundo y solo siento que la
brisa inunda mis sentidos.
No quiero pensar en nada más que en la playa. La coherencia no es
buena en estos momentos.
Pasan algunos largos minutos, quizá una media hora, y ambos nos
hemos perdido en nuestro propio mundo pero es tiempo de regresar así que
me levanto de golpe y doy media vuelta sin decirle nada.
—¿Te vas? —Pregunta.
—Sí. Ya es medio tarde. —No quiero tocar el tema. No con él.
—¿Y la sorpresa que te tengo? —Se levanta y sacude su cuerpo de
arena. Toma mi mentón y me mira de frente— ¿Vendrás, cierto?
—Te dije que odio las sorpresas. Odio el cariño. Odio que me toques
asi… —Le saco la mano.
—¿Así?... ¿Así como? — Finge no saber.
—Así… con ternura —Decirlo casi me da nauseas, pero parece no
importarle porque ahora me abraza. Intento zafarme pero no puedo. Su cuerpo
es muy pesado para mis brazos y me rindo… pero solo será un momento.
Mientras huelo su aroma puedo recordar muchas cosas… Sus palabras,
las promesas, nuestros sueños. Quizá Kiara tenga razón… Ella también quiere
vivir su vida, pero por algún motivo tengo la necesidad de protegerla, así no se
lo merezca.
—Vamos. —Él me sonríe y toma mi muñeca con fuerza. Resistirme es
otra discusión por lo que accedo harta de todo.
Estoy como ida…
Ya no me interesa mucho nada, no por el momento. Que haga lo que
quiera, al final siempre saldrá ganando aunque le moleste.
Caminamos algunas calles y solo me dedico a pensar en silencio.
Números, dinero, joyas.. es lo que me espera pero no puedo concentrarme. Me
frustro a mi misma intentando encontrar excusas cuando mi interior me grita
que pare.

Increíblemente me han afectado sus palabras.


—Cierra los ojos. —Me mira emocionado.
—No. —Contesto con total seguridad. Ya no estoy para este tipo de
cosas… pero insiste y con molestia dejó que ponga sus manos en mi rostro.
No veo ni mierda, solo camino y siento piedras. Entramos a un lugar con
árboles. Lo sé porque puedo sentirlos, y mi instinto me da una respuesta pero
no quiero imaginarlo.
No ese lugar. No se atrevería.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que salimos de la playa. Ya no hay
ruido ni bulla de la gente, solo escucho pajaritos cantando.
La puta mierda.
Me paro tensa y lo esquivo para abrir mis ojos… entonces compruebo mis
sospechas. Se ha atrevido a traerme a este lugar y siento que voy a matarlo,
pero a la vez no quiero hacer nada.
Estoy cansada de luchar contra él.
Y si, las palabras de mi hermana me han noqueado de alguna manera.
—Nuestra casa… —Sonrie como idiota y solo cruzo mis brazos para
verla.
Es hermosa, más hermosa de como la recordaba.
Una casa del árbol que empezó siendo de una pieza ahora es un lugar
de dos pisos. La madera fina y el corte antiguo la hacen especial… Sus
ventanas perfectamente talladas y aire de escondido hace que vibre por un
momento… entonces veo cómo imágenes en retroceso los brazos de
Christopher cargando los palos, clavándolos, tallándolos con algunos amigos.
Me dedicaba a ver sus ganas de construirme el cielo y solo me perdía en
el silencio.
Su voz era la mía. Sus manos mis manos. Su corazón mi vida. Todo lo
que hacía me parecía bonito, hasta cuando roncaba por las noches. No me
interesaba ensuciarme en lodo si eso me permitía estar con él, tampoco pelear
con mis padres y mucho menos la pobreza…
Era una chica ambiciosa que puso por encima de sus sueños al amor. Y
quizá ese fue mi mayor error. Di todo, hasta mis oportunidades fuera por
quedarme a su lado.
—La renové. ¿Entramos? —Su emoción es evidente, pero no digo nada.
Ya no se que siento.
Mis pasos avanzan pero mi alma se detiene. Al entrar puedo verla más
grande de lo que la recuerdo. Una sala acogedora decorada al estilo
minimalista. Muebles blancos, paredes marrones. Una ventana de vidrio, si…
madera con vidrio que nos brinda una vista impresionante a la pequeña Laguna
de fuera.
Con una media sonrisa miro el librero que está en la esquina. No necesito
acercarme para ver qué ahí yacen mis libros favoritos. Una pequeña mesa
adorna el centro. Y las sutiles lamparas hacen que la luz caiga de manera casi
perfecta.
Cuadros antiguos, velas, una alfombra cálida hacen que todo me huela a
pasado.
—Lo sé, es increíble. Ahora tienes que ver la habitación… —Me jalonea
de nuevo y yo lo sigo por costumbre. Subimos unas pequeñas escaleras y luego
veo a lo lejos nuestro pequeño espacio…
Nuestro…
Examino mis pensamientos y me siento estúpida, pero quizá he
aprendido a recordarlo de esa manera .
La cama es de dos plazas. Hay lámparas cálidas esparcidas por todo el
lugar y mientras camino siento que mis pasos queman.
—No te enseño la cocina porque sé que me darás un tiro. —Ríe y espera
mi respuesta con atención. Sus nervios lo están matando, lo sé porque puedo
ver como habla muy rápido.
Te conozco, patancito. Más de lo que piensas… —Digo en mi mente. Me
es insípido y a la vez extraño ahora.
Con lentitud exploro el espacio… y tiene todo lo que me gusta. El idiota
me conoce, sabe mis gustos y que funciona conmigo. Levanto mis ojos y me
encuentro con los suyos… entonces me conecta de alguna forma.
Veo su mano girar suavemente una pequeña ventana y solo trago saliva
cuando veo que se abre.
No…
Esto es imposible. Jadeo en mi mente porque todo esto está
estresándome pero no le interesa nada y vuelve a jalarme hacia ese lugar.
No. No quiero.
—Dulce… es solo un momento. —Promete y tomo su mano. Hay una
pedazo de árbol que parece un camino por la ventana.
En el pasado solíamos treparnos y quedarnos horas mirando el horizonte.
A lo lejos se puede ver la playa y de cerca la naturaleza que nos rodea.
—Cuidado. —Dice. Y veo cómo hay una pequeña rampa a nuestros pies
en caso de seguridad, pero aún así estamos en el aire.
Con esfuerzo logro sentarme abierta de piernas y siento su cuerpo atrás
del mío. Rodea sus brazos en mi cintura apretándome hasta su cadera. Ahí
solo espera… porque sé que me está probando.
Sigo sin decir nada… porque no puedo.
Pega su mentón en mi hombro y observamos el horizonte en el más
completo silencio. No entiendo como estoy haciendo esto… ni yo misma
reconozco esta actitud pero por alguna razón la necesitaba.
Quiero alejarme de todo.
—Kiara solo es una niña boba. —Dice casi cantando en mi oído y solo lo
esquivo por costumbre de nuevo.
—Yo sé. —Digo seca— No tuvo como defenderse y pensó que me
atacaría en mi punto débil.
—Olvídalo, bonita. Eres más que una placenta…
Sus palabras hacen que me ría de amargura.
—Lo dices tú… el hombre que me dejó por ser estéril.
—Al principio no lo entendía, Dulce. Ahora lo comprendo. —Contesta
—Aún te afecta. Pude verlo en tus ojos. —Suelto un suspiro y no me
contradice— Déjalo ir… yo ya lo hice, solo… me siento tonta.
—¿Por qué tonta?
—He caminado por costumbre y te he hecho caso en todo hasta llegar
aquí —Bufo—Soy una tonta. Debería estar rompiéndote la cara.
—Pero no lo has hecho… —Besa mi mejilla y mi cuerpo se estremece.
Me aprieta con fuerza y mi cuerpo no reacciona… Solo siente.
—No te creas importante, patancito. —Lo ataco pero sigo sin hacer nada
para zafarme de su toque. Es como si hubiera metido algún tipo de droga en
mi.
—Quizá es el lugar… y mi compañía. —Ruedo los ojos— Este lugar
siempre ha sido nuestro.
—Tuviste que pasar mucho tiempo aquí para convertirlo en todo lo que
he visto. —Afirmó segura.
—Te dije que no pararía hasta hacerlo Perfecto. Es nuestro hogar, bonita.
—¿Nuestro? —Me burlo— ¿Realmente piensas que voy a regresar
contigo, Christopher?
—Yo no soy quien tiene esa respuesta… —Curvea suavemente su
sonrisa y me mira.
Mi incomodidad crece de inmediato. Intento salir pero para eso él debe
pararse y no lo hace. Estamos colgados en un árbol, con los pies en el aire y
yo nuevamente sujeta su cuerpo. Si me empuja o me suelta caeré a la rampa
y no quiero.
—¿Me vas a decir por fin tus planes? Traerme aquí con todo este aire
asquerosamente romántico tiene una intención, lo imagino. No creo que quieras
seguir cogiéndome… o si?
—Contigo quiero todo, Dulce pero hoy solo quería pasar tiempo de
calidad con mi esposa. Besarla bajo nuestro árbol y escuchar que guarda en
su corazón
—Así no funciona conmigo, Uckermann —Vuelo a tensarme— A mi sin
sorpresas ni corazones. Habla directo.
—Bien. Estás muy bella hoy…
—No. Me. Toques. —Me congelo.
—Está bien, bonita. No te amargues de nuevo.
—Me molesta tu forma de actuar conmigo. Soy de las mujeres que
enfrentan y no se andan con rodeos, y lo estás haciendo. Vienes después de 5
años y me dices tonterías… Estás a punto de arruinarme los planes con
Brando. Me tienes amenazada y estoy obligada a ayudarte, es eso suficiente?
—Lo es… —Acaricia mi cabello de nuevo y pronto hunde su boca en el
hueco de mi cuello para darme un casto beso. —Hueles tan bien… Desearía
quedarme aquí contigo para siempre.
No tengo voz ni energías…
Miro el horizonte viendo la playa brillar de nuevo. La sensación de falta
de aire me genera ansiedad y soy como un papel que va por el vacío ahora.
Simplemente no me entiendo.
—Estás cansada de luchar, amor mío… —Volteó mi rostro como puedo
y pega su frente en mi
—¿Por qué según tu?
—Porque también me quieres…
Su nariz cierra la mía y pronto su boca explora lentamente mis labios. Sus
palabras han sido el cuchillo más filudo de todos.
16. Llamalo destino
Christopher

“Es difícil olvidar a alguien que te ha dado tanto para recordar… “

Sus labios son suaves y a la vez pesados. Captura mis besos como si
fuera una fotografía… Su aliento es de sabor a fresas y mis movimientos solo
hacen que juntos hagamos la combinación perfecta.
La aprieto, la abrazo, la huelo… y en todas sus formas termina siendo la
misma persona: Mi bonita.
Su lengua baila con la mía. Es cálida, tibia y a la vez fogosa. Chocamos
nuestros labios con fuerza y con giros capturo todos sus lados.
—Basta —Me da un empujón y gruño, así que vuelvo a besarla— Mmm…
no —Vuelve a separarme.
—Estás muy Dulce hoy, amarga. —Bromea y le agarro la nariz.
Enseguida se enfurece, golpea mi mano y luego me empuja haciendo que mi
cuerpo se balancee. Tomo con fuerza el árbol y trago saliva… Casi me caigo.
—No vuelvas a hacer eso, idiota —Me amenaza— Te lo advierto.
—Está bien —Digo levantando las manos hacia arriba— Pero vas a
darme un último beso. Solo uno…
—No. —Vuelve a tener su mal humor, entonces sonrío.
—Uno… —Repito.
—¡Que no! —Grita furiosa.
—No saldrás de aquí si no me lo das. —Suspiro, entonces intenta
sobrepasarme y no puede. En un rápido movimiento me hace girar y pierdo el
equilibrio… caigo.
—¡Christopher! —Escucho su agudo grito y solo siento dolor. Mi espalda
golpea fuerte contra los seguros que le puse al suelo. Estamos entre
ramificaciones de árboles, lo que me ha salvado la vida.
No puedo mover mis articulaciones, tampoco mi espalda. Solo siento que
todo late con fuerza y me genera malestar.
Joder.
Araño con mis manos las rejillas e intento levantarme pero no puedo. Abro
los ojos y miro hacia el cielo… Ella no está. Segundos después siento sus
manos tomando las mías.
Ha venido por mí
—Levántate… —Su voz es aparentemente fría. Sin pensarlo dos veces
intento hacerlo, pero no puedo así que recuesto mi cabeza hacia atrás.
—Está bien, Dulce… dame unos segundos.
—Levántate, puedes hacerlo —Me da su hermosa mano y la tomo con
fuerza. En un impulso me paro sintiendo todo mi cuerpo quebrarse. Evoco un
grito ahogado y me controlo porque no quiero que me vea débil…
—Tú tuviste la culpa —Me regaña— No quisiste dejarme pasar. Fue sin
querer ¿Lo sabes, cierto? Ahora vendrás a decir que yo hice todo esto por
venganza o algo… pero déjame decirte que…
—Estás temblando. —Puedo ver cómo sus dedos bailan, como su boca
tiembla y sus ojos se entornan en sí mismos. Cierra la boca cuando la corto y
no dice más. Camina en silencio conmigo, tomo su hombro y me apoyo en ella
de a pocos. — Espera… solo un segundo.
Mis piernas se entumecen y siento que no puedo moverme. Ella me
espera, rueda los ojos malhumorada y vuelve a arrastrarme. Con pequeños
pasos llegamos a la casa de nuevo.
—Debería llamar a un médico. —Dice, tomando el celular
—No. Casi nadie conoce este lugar, por favor… no quiero ser yo quien lo
muestre
—¿Entonces qué? ¿Te contrato un helicóptero para que venga a mover
tu cuerpo? —Arremete contra mi y solo la miro. — ¡Tú tuviste la culpa! Te
metiste en mi camino y sin querer te empujé.
Sus manos vuelven a temblar y le doy una media sonrisa. Cualquiera diría
que está furiosa y loca, pero yo sé que está tensa porque en el fondo de su
negro corazón se preocupa por mi… solo que no sabe controlarlo.
—Dulce… estoy bien —Exhalo— Felizmente puse rejas de seguridad, así
que todo está correcto. Solo es el golpe.
—¿Solo el golpe? —Toma mi camisa y la desabotona con torpeza. Solo
puedo dedicarme a mirarla sin que se cuenta. Sus pestañas son largas, su
rostro algo pecoso y sus labios perfectamente delineados. Me fascina y
simplemente no me canso.
Trae una blusa blanca. Jeans y zapatos bajos. Su pelo liso se entremete
en su rostro haciendo que se ve más sexy.
—Estoy bien… —Sonrío mirándole los senos sin que se de cuenta. Los
he visto y tocado tantas veces… y jamás me cansaría de ellos— Aunque me
duele mucho aquí… —Digo señalando mi hombro.
—¿Dónde? —Pregunta muy concentrada. Abre mi camisa y termina
deslizándola por mis brazos.
—Aquí… —Tomo su mano y la llevo hasta mi hombro. Ella roza mi piel
suavemente y puedo suspirar en este momento pero no lo hago para que no
se de cuenta. Cuando se encuentra con mis ojos finjo dolor, entonces vuelve a
estresarse.
Se estresa cuando no puede controlarse
—Tienes raspones, nada más… —Explora mi piel con sus dedos. Sube
para adelante y regresa para atrás con sus uñas suavemente. Jadeo. Mi
respiración se acelera y solo tengo ganas de volver a tenerla en mi cama. Ella
me prende, me provoca, me consume con solo tocarme.
—Duele… —Hago un puchero y se sienta a mi lado mientras quita por
completo mi camisa.
Con sus dedos vuelve a acariciar mi espalda. Se pone casi detrás de mi
para hacerlo y cierro mis ojos intentando contenerme. Sus manos son tan
suaves… casi una caricia y me pierdo en su aroma.
—Traes rasguños… solamente eso. —Su voz es tan caliente que trago
saliva cuando susurra en mi espalda. Eres un tipo necio ¿Sabes?... Todo es tu
culpa, patancito —Presiona en los raspones con fuerza y doy un grito—
¿Duele? —Acerca su boca a mi oreja— A mí también me dolió ayer…
—¿Es una venganza? —Tuerzo mis labios
—Algo así… —Besa mi cuello y luego baja con besos por mi espalda.
Con sus brazos rodea mi cintura y solo cierro mis ojos, entonces siento cómo
sus labios tocan mi columna vertebral, mis músculos y hasta mis rasguños.
Cada toque es medicina para mí… Si ella lo hace no siento dolor.
—Amo tu venganza entonces… —Digo, exigiendo verla— Pero me duele
aquí… mucho —Toco nuevamente mi hombro. Camina y se sienta en mis
piernas.
—¿Qué quieres que haga, patancito? —Muerde su labio.
—Quiero muchas cosas, Dulce… muchas —La miro sonriendo y creo que
me entiende. Bufa y levanta mi mentón con sus manos.
—Jamás….
—¿Por qué no? Antes lo hacías y te gustaba… —Sonrío— Es justo. Si yo
lo hago por ti tú deberías hacerlo por mí…
—Yo no me arrodillo nunca ante nadie —Arremete en mi cuello y pega
sus labios a los mios— Podrías clavarte las uñas ahora mismo… Tu sangre
sería mi completa venganza.
—Podrías, pero no vas a hacerlo. —Atrapo su boca y luego me empuja
haciéndome caer de la silla. Jadeo al sentir nuevamente el dolor y la veo
transformarse.
Es de hielo de nuevo.
Su mirada tiene molestia, quizá fastidio. Cruza los brazos y puedo ver sus
verdaderas intenciones… Vengarse de verdad.

—¿Qué haces? —Pregunto indignado.


—Dejarte donde debes estar… en el suelo.
Da media vuelta y se va.
Estoy cansado… pero a la vez divertido. Me encanta tener que lidiar con
mi bonita. Aunque ella lo niegue sé que algo de simpatía tiene por mi y eso ya
es bastante.
Dulce
Estoy más que furiosa y estresada.
Maldito idiota.
Se cayó y me dejó los nervios de punta. Si se hubiera muerto tendría que
haber cargado el peso yo sola. Él se puso en mi camino, yo no hice nada….
Mi corazón tiembla y estoy suficientemente lejos como para que me
alcance. No debería dejarlo solo y lastimado pero es lo mejor… No quiero que
piense que me preocupo por él.
Con firmes pasos llego por fin a la playa y luego a mi casa. Mamá está
seria, quizá porque discutió con Kiara, me saluda a medias y luego se mete en
la cocina.
—Qué sucede…
La sigo y encuentro a Kiara con la cabeza abajo. Mamá la mira como si
estuviera decepcionada y no puedo estar atenta a la situación.
—Te mereces un castigo. —Mamá le habla tan mal… que ahora estoy
sorprendida—Uno debe sólo tener intimidad con el marido, no con cualquiera.
—¡Mamá! —Chilla la mocosa y yo ruedo mis ojos.
—Mamá… cálmate. —Agrego pero Mamá se levanta y lleva una mano en
la cabeza. Su decepción es tan grande que solo llora.
—Pensé que eras una niña distinta, Kiarita. No puedo creerlo….
Kiara se levanta y sale corriendo. Ni si quiera me preocupo en seguirla.
—Mamá… es normal tener sexo. Por favor, no satanices el acto.
—Ese niño no es nada de ella, ¿Cómo es posible??? —Grita.
—Bueno, ya está hecho. Deja de llorar que me alteras… Yo también hice
travesuras en su tiempo. —Digo sin ánimos de pelear.
—Con Christopher… —Ladea su cara— Pero al menos te casaste. Es tu
marido. No está mal.
La miro como si fuera una rara persona. Intento calmarse pero mi
impaciencia se eleva cuando veo su drama.
Y aquí va de nuevo…
El matrimonio. Nacer, crecer, reproducirte y morir. La pureza de una
mujer. Servirle al marido. No trabajar si tienes hijos. Toda esa mierda se ha
formado en su cabeza y por más que quiera no puedo hacerla desistir de ello.
—Déjala en paz. —Digo. Aunque la mocosa se haya portado mal conmigo
no puedo dejar de defender lo que pienso.
—No lo haré. Es mi hija.
—Con esa actitud solo vas a lograr alejarla. Yo soy su hermana, a mi
puede odiarme, pero tú eres su madre… al menos a ella entiéndela
Mierda
—¿Al menos a ella? —Reclama remedandome—¿Y tú? Yo fui quien te
ayudó en todo…
—A medias. No pasabas a Christopher antes, pero cuando trajo dinero
todo cambió —Maldita sea mi boca… jadeo en mi misma
—¿Qué estás diciendo? —Se indigna— ¡Sabes que esto no es cierto!
—Bueno Mamá… no dire más. ¡Hablar contigo es imposible.

—No. No te irás —Me mira furiosa. He despertado su lado más peleón


quizá, pero no le hago caso. Me marcho pero pronto chilla gritando como si no
pudiera moverse
Trago saliva y me quedo inmóvil, doy vuelta para verla y yace en el suelo.
Se toca la cabeza y lucha consigo misma para respirar.
Me paralizo…
Estoy viéndola sufrir y no hago nada. El pánico me embarga haciendo
que mi mente grite pero mi cuerpo no se mueva. En ese momento llega papá
y se lanza a ella. Ambos luchan juntos… uno y el otro intentando darse fuerza.
—¡¡Kiara!!! —Solo Digo. Bastan dos segundos y ella está aquí…
Todo pasa muy rápido. El llanto, la bulla, la ambulancia. Voy en el taxi
intentando seguirlos pero ellos se apresuran.
Cuando llegamos a la clínica solo veo paredes blancas y enfermos. Es
horrible para mi este lugar. Sus rostros no me dan paz y solo deseo salir
corriendo. Kiara llora. Está asustada y no soy capaz de decir nada
Mis padres están muriendo y yo solo me quedo sin voz. No tengo voz. No
siento. No puedo llorar porque no estoy acostumbrada, las lagrimas se me
fueron hace 5 años, en cambio ahora tengo pánico. El mismo que no me deja
en paz.
Tiemblo como un papel… y no sé cómo controlar mi estrés. Mis manos
son un duro baile de nervios y solo intento ponerme fuerte.
—Todo es tu culpa… —Grita mi hermana de nuevo. Llora con tanta
facilidad que solo me dedico a observarla…
Ella se rompe, en cambio yo no puedo.
Trago saliva y bajo mi cabeza. De reojo veo cómo “osito” se acerca a la
recepción. ¿Qué demonios hace ahí ese chiquillo? Me levanto dispuesta a
decirle sus verdades pero pronto veo cómo corre hacia Kiara… y la besa.
Verlos me causa una especie de náuseas al instante, entonces recuerdo
sus palabras
También quiere su propia historia…
Y vuelvo a sentarme sin quitarle la vista. El tiempo pasa y la espera se
hace larga. Es de noche y no me di cuenta. Con todo esto
Me he olvidado del patancito.
Tomo mi celular y veo mi buzón vacío…
No me ha llamado y tampoco me ha enviado mensajes.
No me importa —Me digo a mi misma repitiéndome en la cabeza.
—No te alejarás… ¿Verdad? —Kiara jadea en sus labios y yo pongo una
cara de asco. No puedo entender como le gusta ese niño.. Ver un beso de ellos
me supera, así que me levanto para ir a otra esquina.
La sensación de vacío viene de nuevo.
Quiero saber más sobre mis padres pero también de Christopher. Pienso
en llamarlo, pero me arrepiento. No voy a rogarle. No quiero rogarle. Quizá esta
enojado.
Me doy vueltas por los pasillos y sin querer escucho el llanto de un bebé
en una de las habitaciones. Me paralizo…
La enfermera trae un pequeño cunero con ruedas y se topa conmigo.
—Disculpe. —Dice sonriendo. Bajo mi mirada y puedo observar a una
pequeña cosita arrugada llorando.
Dejo de respirar y vuelvo a caminar. Estar en este lugar realmente me
ahoga… pero es mi realidad. Ya nada es como antes, el tiempo no volverá.
Sigo casada con él pero ni si quiera puedo creer en sus palabras. Sigo
casada con él pero siento mucho rencor cuando lo veo. Sigo casada con él y
de alguna maldita manera echo de menos mi pasado.

Todo era más fácil.


Solo me preocupaba en que papá y mamá no nos encontraran. Tenía que
estudiar, ir a la universidad y listo. Por las tardes lo veía a escondidas… era tan
divertido que no contaba las horas con él.
Pero todo se arruinó en algún momento. Y quizá fue mi culpa por haber
creído que el amor existía. Lo que existe no es ese sentimiento sino la
idealización de los sueños. Quieres amar porque todos aman, pero nunca te
preguntas si es lo que realmente sientes. Quieres tener compañía porque quizá
tu vida es un poco aburrida o porque tu cuerpo también tiene necesidades.
Aún no sé cómo pude ser tan suave… si siempre fui una mujer que soñó
con ser grande. Y para serlo hay que saber pisar a todo el que se interponga.
Así crecí yo…
Con talento, esfuerzo, maldad… —Si así puede llamarse.
Nadie me dio nada. No tuve padres ricos ni suerte, solo educación y un
corazón lastimado.
Entorno mis ojos hacia la sala de espera y Kiara sigue con su “osito” Su
pegajosidad me marea, así que doy media vuelta a mis ojos y me encuentro
con un par de avellanas mirándome.
Ha estado aquí…
Mi corazón da un salto gigante y Sudán mis manos. Qué carajos está
haciendo… Me sonríe y pronto se acerca hacia mi con un café en sus manos.
—Todo estará bien. —Lo extiende y me niego con la cabeza.
—Donde estuviste todo este tiempo… —Mi voz suena a reclamo y me
corrijo al instante— Digo, no te vi…
—Estuve aquí. Vine para que me curaran… solo eso. Luego te vi a lo lejos
entrar y pregunté a las enfermeras, me dijeron que tus padres se habían puesto
mal.
—A Mamá se le cerró el pecho y papá tuvo una especie de taquicardia.
Por su problema al corazón lo trajeron aquí para estabilizarlo, pero nadie nos
dice nada. —Pesan mis ojos cuando lo veo mirándome como si quisiera
abrazarme.
—Todo estará bien… —Vuelve a repetir y su tono es un arrullo. No soy
de las chillan, pero de alguna manera necesito no sentirme culpable. Hice
enojar a mamá…
Con sus brazos fuertes me abraza, quizá porque me ha entendido. No sé
cuánto tiempo pasa, tampoco si están mirándonos, solo deseo dormir…
Estoy agotada
—Ese mocoso no es fiar —Susurra Chris en mi oreja como si fuera el
padre de mi hermana.
—¿No? —Pregunto pero en ese momento aparece el médico, así que
nos concentramos en él.
—Los señores están estables. —Un peso se me va de encima— La
señora tuvo un ataque de nervios severo, pero ya le dimos un cálmate. El señor
está estable también, el susto hizo que su presión subiera y felizmente lo
controlamos. No hay de que preocuparse.
Kiara salta y seca sus lágrimas mientras el doctor se va.
—Insensible. —Dice.
—Mira mocosa, me tienes harta —Jalo su brazo— Este fue un accidente.
—Ni si quiera has llorado. No te has preocupado por papá y mamá… No
pudiste reaccionar. Si les hubiera pasado algo sería tu..
—Que yo no llore, patalee, o reaccione como todo el mundo reacciona
no quiere decir que no sienta. ¿Lo entiendes? Y no voy a darte más
explicaciones. Que hace este niño aquí. Mamá se pondrá furiosa… ya sabe de
tu acoston.
—Es mi novio.
—Así que su novio… —Christopher lo interroga como si fuera el hermano
mayor o papá de mi hermana.
—Quién eres tú, bro. No tengo que darte explicaciones, ¿Captas?
Con un puño Él lo sujeta del cuello y lo eleva contra la pared. Kiara entra
en horror y solo susurra algo en su oído. El muchacho se pone nervioso, como
si Christopher supiera su vida entera, y se va sin despedirse.
—Que te pasa!! —Dice Kiara.
—Ese tipo es narco, trabaja para bandas muy peligrosas Kiara. No te
conviene. —Saca un papel arrugado y ella lee todo con atención. Se quiebra
de nuevo…
Estoy harta de que lloriquee
Se va de nuevo.
—Le dije que podía destruirlo. —Suspira— En un segundo tomaría a toda
su banda.
Solo lo observo. Como demonios tiene tanto poder… si es un simple
ingeniero, ¿O no?
Mi curiosidad pica cuando empieza a hablar del tema. Sabe exactamente
todos los movimientos del muchacho: familia, como empezó, amigos, drogas,
dinero…
Cuando convivimos hace años solía reunirse de vez en cuando con
amigos policías, pero nunca imaginé que terminaría siendo una especie de
ellos.
Tanto misterio…
Su abandono…
Jadeo al sentir que todo tiene algo más profundo. Me mira fijamente
cuando encuentra mis ojos estudiándolo, entonces cambia de tema.
Voy a averiguarlo.
Sabré la verdad de alguna forma
—Dime que clase de policía eres. —Enfrento.
—¿Perdón? —Dice fingiendo. Si no lo conociera podría creerle…
—¿A eso regresaste? ¿A detener a Brando por sus crímenes o por algo
más serio?
Tose y me mira.
—Vino a revolcarse conmigo. —Escucho una voz aguda y el sonido
parecido a una rata acercándose. Mi mentón pica cuando levanto mis ojos y la
veo…
Tatiana
17. No todo es lo que parece
Dulce

“Para que nada nos separe… Que nada nos una” Pablo Neruda

La rabia invade mi cuerpo apenas la veo aparecer con total soltura. Me


sonríe apenas llega hasta nosotros y yo cruzo mis brazos para desafiarla…
Maldita zorra. Con miradas asesinas miro a Christopher, quien parece estar
sorprendido al igual que yo. Ella le toma el brazo y él se suelta con cuidado. Mi
paciencia se está agotando… Juro que voy a estrangularla.
¿Por qué ponen esas caras? Vine a ver a mi hombre. — Suelta su lengua
sin ningún tipo de vergüenza y juro que voy a desangrar toda su fea cara de
caballo.
— Tu hombre… — Repito irónica— Sigue soñando, perrita.
No me molestan tus palabras, querida. Pero creo que te equivocaste…
aquí la perra es otra.
—¡Basta! — Christopher gira y le jala el brazo— Largate ahora.
—Ay… por qué bebé, ¿No me has extrañado? — Acerca sus labios
sarnosos a la boca de mi marido, entonces mi paciencia se esfuma. Doy tres
pasos y la empujo sintiendo que tengo toda la fuerza del mundo como para
romperle toda la cara.
—Vete de aquí o te saco a la fuerza. — Amenazo.
—¿Ah, si? Haber… inténtalo. Soy policía, de un tiro te mando al otro
mundo nena.
—Basta. — Agrega Christopher— Estamos en una clinica.
—¿Sabes qué pasa? Que nadie quiere hacerte el favor, por eso vienes a
buscar a Christopher. Para tu información… es mi marido. Déjalo en paz.
—¿Tu marido? — Ríe.
—Tatiana…
Se mete en medio de nosotras y solo deseo darles un tiro a ambos. Estoy
jodidamente molesta, ¿Quién demonios le dio la información de nuestro
paradero? ¿No se suponía que era secreto? Con rabia la evito alejándome un
poco de ella, entonces veo como Christopher se la lleva a la fuerza hacia la
puerta. Mientras ellos hablan solo me tenso…
Voy a enviarla envuelta a la china para que no regrese
—¿Qué pasa? — Regresa Kiara, lo que me faltaba. Tatiana ha hecho un
escándalo y todos nos han mirado feo. Refunfuño en mí misma y no le quito los
ojos a Christopher, quien parece batallar con ella.
—Nada. — Contesto seca.
—¿Quién es esa chica?
—No es de tu incumbencia. — Cierro el tema y me muevo aún con los
brazos cruzados. Kiara me mira dos segundos, solo dos segundos y luego echa
a reir fuertemente.
—Ay…. Esto es para fotografiar. Estás celosa, hermanita. —Volteo con
furia cuando escucho esa palabra… Abro mi boca para decirle algo pero veo
de reojo que la zorra de mercado se le trepa a mi marido.
No aguanto.
Camino hecha toda una fiera y la jalo del polo para luego abofetearla. Ella
rechina los dientes y luego intenta golpearme pero Christopher la detiene. La
seguridad de la clínica se alerta. Tatiana lucha con Christopher de una manera
asesina y francamente estoy sorprendida. Ella es experta en artes marciales,
pero Christopher no se queda atrás. Toma cada uno de sus movimientos y los
combate con facilidad.
—Estoy aburrido de todo esto, Tatiana. — La toma de las muñecas y
pronto la seguridad llega. Él le quita las manos y la zorra lo mira como si fuera
una guerra…. Entonces se va.
—¿Todo bien, señor? Debemos informar a la policía. — Dice uno de los
hombres de seguridad.
—No. Todo está bien. — Saca del bolsillo de su pantalón una pequeña
billetera y le enseña su placa… ¿Tiene una placa? Mi mandíbula cae cuando
veo la escena. El personal de seguridad le sonríe y luego se va.
Suspira y exhala fuertemente. Lleva sus manos hacia su cabeza y mira al
cielo como si estuviese pidiendo “paciencia”. Mi presencia lo aturde, lo sé
porque cuando se da cuenta que estoy mirándolo solo tiembla.
Jodido imbécil… algo traes. Y juro que voy a descubrirlo.
—Dulce…
—No. — Levanto mi mano— No vuelvas a dirigirme la palabra. Mejor
vete con tu zorra.
—Estoy molesta, muy molesta. Mi malestar no se queda solo en ella sino
en él… ¡Es la única persona que pudo decirle dónde estábamos! ¿A dónde se
fue todo eso de “solo nosotros”? ¿De dónde saca tantas palabras poéticas?
Felizmente no soy la misma
No lo quiero
No me muero por él
Y así estoy bien.
Me uno a Kiara quien está ahora perdida en sus propios pensamientos
de inmediato. Ella me mira y puedo ver que en sus ojos aún tiene resentimiento.
Francamente… no me importa. Ya aprenderá.
—Familiares del Sr. Evans, pasen a la habitación 201. La señora Evans
está en el 202.
—Yo iré a ver a mamá, tú encárgate de papá. — Dice Kiara y solo subo
una ceja. ¿Acaso cree que puede darme ordenes?
—Vamos… — Dice Christopher.
—¿Vamos? Dijeron familiares. Tú eres un extraño. Te he dicho que vayas
a ver a tu puta de mercado, no quiero verte aquí.
Y le cierro la puerta en la cara.
La plática con mi padre se hace ligera, por primera vez en nuestras vidas.
Lo veo pálido y con un controlador de pulso en su dedo. Pregunta por mamá
siempre y yo le respondo que está bien… porque todo estará bien.
Horas pasan después de lo sucedido, pero pronto papá y mamá ya están
en casa. Fue difícil volver a hablarle, sobretodo por la discusión que tuvimos
antes. Ella es una mujer dócil pero terca y yo… yo no soporto que me den la
contra.
Mi última noche en este lugar…
Extraño México y sus placeres. Extraño a mi masajista, mis joyas, mi
cama gigante con sábanas de plumas y todo lo que dejé ahí por venir a este
lugar. Espero que mi padre se quede contento con haber visto al patancito y no
vuelva a pedirlo… sino moriré.
—Dulce… — Salto al verlo entrar por la puerta. Estoy justo quitándome
el brassiere y ha entrado sin tocar.
—¡Toca antes de entrar! — Grito.
—Esta es mi recámara. Tú eres mi mujer. Te he visto desnuda millones
de veces. — Se impone y afloja su camisa frente a mí para luego quitarsela.
—¿Perdón? ¡Es mí recamara! Vete a otro lado. — Digo ignorándolo. No
me he olvidado de esa perra… y sigo enojada
—Somos marido y mujer, por ende esta es mi recámara también. —
Sonríe y tengo más furia. Tomo la almohada y se la lanzo en la cara. Él la aparta
de sí mismo, se levanta y camina peligrosamente hacia mi.
–Joder. No.
Lo miro de reojo y puedo ver sus pectorales bien formados.
La puta mierda…. ¡No puedo! ¡No! ¡Control, Dulce! ¡Control! Soy una
mujer que admira la belleza y… potencialidad en un hombre. A pesar de todos
nuestras peleas no puedo dejar de reconocer que este hombre es muy
atractivo.
—Mil metros lejos de mí — Me volteo y jalo mi brassiere por debajo de mi
pijama.
—Gracias… — Me quita el pedazo de tela de encaje y lo lleva
directamente a su boca para olerlo.

Mierda
Empinando mis pies vuelvo a quitárselo y se rie.
—No te soporto. Eres un idiota. El rey de los idiotas. — Me acuesto en la
cama y le muestro mi espalda. Él se desviste quedándose únicamente en
boxers…. Jadeo.
No entiendo qué me pasa. Jamás he sido tan sexual como ahora. Mis
piernas en su cadera solo hacen que me prenda en un segundo, pero no
puedo… no ahora.
—¿Sigues enojada?... — Pregunta mientras apaga las luces y no le
respondo.— Oh… vamos, bonita. No fue mi culpa.
–Claro que lo fue. Tú le dijiste a esa zorra que estábamos aquí.
—¿Yo? — Respondo indignado— Jamás. Ella lo averiguó sola. Te
recuerdo que trabaja para nosotros.
—Sí, y seguro la has follado hasta cansarte. — Miro al techo.
—No. Mi amor, no te pongas celosa…Ella no será problema. — Ardo de
furia.
–¿No será problema? ¡No me jodas! Y no me digas “mi amor” porque no
lo soy, ¿De acuerdo? Apenas llegue a México voy a joderla. Le prohibiré el
ingreso al hotel.
—Dulce..
—¡Nada! Salte de mi cama o juro que no dormirás en la noche. Estoy
harta de tener que estar hablandote como si fueras un niño. Entiendelo de una
vez… No. Quiero. Nada. Contigo. Te lo digo mil veces pero no me entie… —
Siento sus labios en los mios….
En un segundo se movió y ahora está besándome. Por más que lucho
con él no puedo. Pone sus brazos fuertes a los costados de mi cuerpo y me
aprisiona con sus manos. Toma mi rostro y se hunde en él con su lengua.
Jadeo… Mierda.
—Tatiana no es nadie, por favor deja de hacer problemas por esto.
—¿Problemas? Problemas tendrás tú cuando…
—Estoy harto. — Es firme— Te ruego las veces que quieres y aún así te
pones en este plan. Tatiana y yo somos compañeros de trabajo, nada más. Y
sí…. Quizá se pasó pero no irá a mayores. Mi única pensamiento y necesidad
se resumen en un nombre: Tú.
—Lloraré… — Digo irónica con furia aún— Qué bonito. Así no me
enamoras, Christopher. Ya te lo he dicho… soy de hielo. No me fijo en nadie
que no tenga dinero, y tú… tendría que investigarte y luego usarme como
herramienta sexual un tiempo.
Me revienta el hígado que en vez de enojarse se rie.
—¡Estoy intentando mil maneras para hacerlo y no aprende! Mi enojo me
sobrepasa, pero luego me pongo a observarlo…
Se muere por mí.
—Piensa, Dulce… — Me digo a mí misma— Piensa.
Me quedo en silencio un momento. Si él no quiere decirme nada…
entonces lo descubriré poco a poco todo, incluyendo qué tiene o tuvo con esa
zorra de mercado. Debo ser más agresiva quizá, visitar todos los lugares de
Christopher visita y saber quienes son sus amigos.
Pero antes debo aprender a ganarme su confianza.
Joder, de solo pensarlo me estreso. No soy nada cariñosa ni buena chica
ni puritana pero debo hacerlo. Intentar… de alguna manera quizá… agradar a
las dos partes sin quitarme el objetivo de la cabeza.
Una placa. La zorra de Tatiana. Su odio por Brando.
— Tienes una placa…. — Susurro bipolarmente. Él debe estar pensando
en que estoy loca, pero no me importa. Aprovecharé que está vulnerable para
sacarle información, sobre todo porque sabe que estoy enojada.

La tengo.
No dice más. Es extremadamente inteligente cuanto quiere, entonces
vuelve a darle la espalda.
—Piensa, Dulce. Piensa
—Oye… — Susurra en mi oído y me abraza por detrás. Cayó… y sin
quererlo— No te enojes, preciosa… De verdad no tengo nada con ella — Besa
mi cachete y sonrío.
—No parecía… — Volteo fingiendo tranquilidad. Él me mira, me sonríe…
Lo sé porque la luz de la luna lo alumbra de una manera casi maravillosa.
—Te lo juro, Bonita. Solo tengo ojos para ti… — Acerca su boca a la mía
y lo callo con mi dedo.
—Demuéstramelo — Susurro lento y siento que mi voz suena a orgasmo.
Se hiela.
Traga saliva y toma su mano para ponerla en mi hombro. Es un tipo
inteligente, gana campo cada vez que quiere.
—¿Cómo? — Pregunta con ansiedad.
—Cuéntame… — Acaricio su cabello y no falla. Se acerca a mí con
desesperación y me doy cuenta que es como un perro sin cariño.
—Hay algo que necesita y no tiene… YO.
—¿Qué cosa, mi amor? — Desde aquí puedo oler su aliento a menta de
nuevo.
—La historia de tu placa, Tatiana… por qué estás con el gobierno. — Lo
digo tan suave que puedo hacer dormir a un niño con mi voz ahora. Él se tensa,
pero luego se relaja a medida que voy tocando su cuello con mis manos.
—Es algo que no puedo, Dulce. — Estoy a punto de mandarlo a la mierda
pero no me conviene.
—¿Entonces ella te ayudó a meterte en ese lugar? — Pregunto sabiendo
que va a enredarse.
–No. Yo entré por voluntad. Dulce, te juro que ella vino aquí sola…
–Quizá… — Carraspeo mi garganta— ¿Qué podemos hacer al respecto?
—Tatiana realmente es un fastidio. Hablaré con el jefe para que la saque
de la operación a la brevedad, solo quiero que tú estés cómoda… — Me roba
un piquito y le sonrío hipócritamente.
—Así que operación….
–Y tiene un jefe.
—Muy bien, Dulce…. Cómo no lo pensaste antes. Su mayor debilidad
eres tú… úsate.
– Y ese jefe… ¿Es del gobierno también?
—La jodí.
Se pone tenso y de un tirón intenta levantarse de la cama pero no lo dejo.
Beso su hombro y lo rodeo por la espalda haciendo que se quede. No me gusta
dormir con nadie, de hecho no lo hice hace tiempo, pero… lo necesito a él
ahora.
-—Sin preguntas, Dulce.
—Está bien. — Estoy que me pudro de furia pero debo ser cautelosa. Ya
vi que no puedo preguntarle directamente todo sino ir de pocos.
Te descubriré, patancito… y por fin tendré mi libertad.
La mañana nace un poco nublada y siento su cuerpo junto al mío. No me
gusta mucho esta sensación… aunque debo reconocer que me trae recuerdos.
Río cuando veo su mano en mi cuerpo. Él realamente está obsesionado
y de alguna forma me conviene. Los hombres no se resisten ante una mujer
bella y elegante, peor si es su ex mujer, así que me cambio apresurada para
vestirme como siempre lo hago.

—Cámbiate. Debemos bajar a desayunar juntos para que no hagan


preguntas y luego largarnos. — Tiro todo mi vaso de agua de la noche anterior
en su rostro.
Cuando papá y mamá nos ven bajar juntos sonríen. Tenemos una
conversación amena hasta que Kiara llega y cuenta la verdad sobre “Osito”. Al
parecer el muchacho se esfumó y empiezo a a sospechar que Christopher tuvo
algo que ver con esto.
Y la verdad no me importa. Lo único que quiero es que no se vea
afectada.
—Los vamos a extrañar — Papá habla. Christopher estrecha su mano y
se despide con un abrazo. Ruedo mis ojos al verlos… papá es tan infantil a
veces que siento que no lo reconozco.
—Regresen pronto por favor — Implora mamá y puedo ver cómo e dirige
la mirada a Christopher… ¿Me perdí de algo? Lo ignoro. Perderemos el avión
si no salimos a la brevedad.
—Cuidense mucho. Kiara…. — Chris la regaña y me abraza sutilmente.
Sigue enojada conmigo y con él.
—Que les vaya bien, vengan a vernos…. Oh y saludame a tu mami —
Dice mamá a Christopher
Silencio, solo puedo ver silencio es sus ojos.
Sonríe a mamá como si quisiera pasar el tema y yo siento que mi cara
pica cuando lo veo reaccionar de esa forma.
—¿Qué mierda está sucediendo?
—¡El vuelo! ¡Maldita sea! ¡El vuelo! Con rapidez llegamos a la justas para
entrar en la última llamada. Abordamos el vuelo que va directamente al DF, por
lo que cierro mis ojos feliz y cómoda en al avión…
—Pronto estaré en casa.
—¿Me dejas ver tu placa? — Pregunto con actitud normal. Él me niega
con su rostro.
Y no digo más. Es un misterio que deseo descubrir pronto, así tenga que
hacerle lo quiera….
México, hermoso México.
El tráfico nos reúne desde temprano y nos deja por la tarde en el Hotel.
Entro con soltura a mi espacio, mi casa, mi vida… y pronto los empleados se
desesperan por atenderme. Ruedo los ojos al verlos turnarse, ¿Cómo podría
dejar esta vida? Estoy tan acostumbrada al lujo y dinero que jamás podría
hacerlo
La estupidita aparece corriendo, sinceramente extrañé sus tonterías… No
he tenido con quién desahogarme y a quién maltratar en unos días, al menos
sirve para eso. Sonríe y jala una de mis maletas.
Mi hotel por fin de nuevo….
—Cariño…. — Brando sale de su oficina con euforia y me abraza. Tocar
su cuerpo me hace sentir vacía… y pronto miro de reojo a Christopher.
—Hola…. — Doy una media sonrisa.
—Necesito tiempo.
Me choca.
Me he acostumbrado a no tenerlo
Y pronto siento cómo su mano baja por mi cadera hasta mis nalgas. Me
exalto, pero no se aleja. Christopher tensa la mandibula… Oh, mierda, lo sé…
Por primera vez en todo este tiempo siento que está en conjunto conmigo. No
quiero ver ni besar a Brando, pero no tengo de otra. Empotro mi rostro a su
altura y agarra mis cachetes para darme un piquito.
Christopher tose, lo estoy viendo.
Por favor… no ahora. No una locura ahora.
Controla sus puños y nos interrumpe fingiendo estar preocupado por los
últimos informes. Me divierte la manera en la que saca todo de su renglón, la
forma en cómo pone sus labios y su escultura corporal.
Es un hombre follable
—Muerdo mi labio ¡Lo hice con él ayer! —Jadeo. No puede ser que ahora
quiera más….
—¿Y cómo les fue? Chris, vi tu informe… en orden.
—Bien Brando, muy bien.
—Lo único malo es que este señor nos acompañó. — Lo ataco y puedo
ver que me entiende. Solo sigo sus órdenes
—No nos tiene que ver juntos y deberá parecer que nos odiamos
—Hemos aceptado un pacto de confidencialidad.
—Oh, cariño… no empieces. Esta noche tenemos una cena
—¿Qué cena? — Pregunto sonriendo.
—Christopher…. ¿Le dices tú?
Él se tensa.
-Brando…. — Intenta hablar pero se traba.
—No seas modesto, vamos… va a aceptar — Sonríe.
—¿Qué sudece? — Pregunto curiosa
La mirada de Christopher se apaga y respira profundamente.
Exhala.
Mis venas entran en tensión porque lo conozco… Y sus ojos me dicen
que hay algo más.
—Hoy es la cena de pedida de mano — Brando sonríe— Christopher
estuvo guardandonos esta sorpresa, cariño. Se casará con su prometida
pronto… Su nombre es Tatiana.
Abro mis ojos como platos al sentir las palabras.
¿Qué? ¿Novia? ¿boda? Christopher cierra los ojos y no me observa…
Lo sabe. Siempre lo supo. Y no me dijo nada.
Se casará con esa.
18. Te lo buscaste
Christopher

“La venganza es un plato que se come frio…”

Puedo notar sus ojos asesinos cuando Brando menciona este


compromiso… Ella va a cortarme las bolas y luego las enterrará con una pala
haciendo pedacitos mi cuerpo. Elevo un jadeo sintiendo que estoy perdido.
Soy hombre muerto.
Cierro los ojos achinando mi rostro y pronto vuelvo a abrirlos para ver su
relación. Está confundida y también enojada, lo sé… y yo no puedo hacer nada
más que esperar hasta tener un tiempo a solas con ella.
—Te lo dije, Christopher. Necesitabas unas buenas piernas para no
extrañar a tu esposa, ¿Sabes que este señor tiene una esposa, cariño? Que
vive en Brasil…
Mierda. Mierda. Mierda.
La conversación que tuve con Brando hace semanas solo hace que todo
esto se agrave de la peor manera. Dulce levanta el mentón y mira a nuestro
alrededor como si necesitara sacar su enojo con alguien y gracias al cielo nadie
aparece.
—No lo sabía… —Agrega seca— Pero como usted se va a casar con otra
tendiendo esposa, señor Miller. —El tono de su voz me indica que necesito
hacer algo rápido. Es rasposa y ligeramente más aguda… celos.
—Eh… —Voy a hablar pero me callo al sentir las risas de Brando.
—Se llevaban mal. De hecho me comentó que la mujer era una
problemática. Seguro es horrenda. La señorita Constanzo me parece una
buena opción.
Sus labios y mente solo emanan sexo. Miro a Dulce y pienso en todo lo
que le ha tenido que aguantar a este malnacido…
—No. —Aclaro mi voz al verla reventar de furia— No dije eso, Brando.
Dije que no nos llevábamos bien, y por el bien de todos nos estamos
divorciando. La cena de hoy es para oficializar… —Todo, es tan difícil decirlo—
Nuestra salida formal.
Decir la palabra “novio” me cuesta delante de su rostro. Todo tiene una
explicación, pero sé que va a tirarme la puerta en la cara, sobre todo ahora que
no deja de mirarme.
—Oficializar… —Ironiza.
—Si. Bueno, los trámites están en marcha y en Brasil Todo es más fácil
por lo que creo no demorar mucho para darle a… a Tatiana el título que se
merece.
Es lo más difícil que digo. Miro los puños de Dulce y siento que voy a
perder la paciencia. Estoy a punto de dejar todo por ella, correr y decirle que lo
siento… que todo esto es una mierda pero debo aguantar.
Años de sacrificio pronto habrán valido la pena.
—Me parece bien, Christopher. Bueno cariño, esta noche tenderemos
una cena. —Brando palmea su espalda y pronto veo sus ojos en ella. Trago
saliva, aguanto. Dulce solo lo evita, está furiosa…
—Cariño.. El viaje ha sido cansado. La verdad es que estoy indispuesta.
Vayan ustedes. La señorita Constanzo no es de mi agrado tampoco.
—Y dale con lo mismo, mujer. Christopher es parte importante del
proyecto, por lo que esto no es una petición… sino una orden.
Sus ojos voltean a él con furia contenida. Aprieta la mandíbula y suspira
exasperada mente.
—Ya lo dijiste tú. No tengo más que hacer ahora. —Da vuelta a su cuerpo
y se va ignorándonos completamente. Ahora destruirá todo a su paso… Ni ella
misma aguanta su carácter. Es vengativa, rencorosa, celosa, maldita… pero
aún así sigue siendo mi Bonita
Estoy en problemas y estaré muerto si no actúo rápido.
—Mujeres… —Dice Brando mirándole el trasero. Contengo mi pulso para
no golpearlo, realmente esto está siendo cada vez más difícil, pero acabará
pronto. Muy pronto.
—Dulce es una mujer complicada. —Digo sin querer. Él me mira y ríe.
—Hablas como si la conocieras de toda la vida… —Su tono es bromista
y me hielo. Sonrio para que no sospeche de nada, entonces aclaro mi garganta
y termino de una dona vez con esta conversación.
—Para nada. Creo que la señorita Evans y yo jamás podríamos haber
sido amigos o algo más si nos hubiéramos conocido antes.
Levanta una ceja y se contiene
—Si fueran algo más tú estarías muerto ahora. —Me mira con extrema
seriedad y siento como todo mis músculos se tensan. Mierda. Entonces suelta
su risa y no me queda de otra que sonreír, aunque solo quiera golpearlo.
Las horas pasan y presiento que ella sigue tirando todo por la ventana.
La miro desde mi habitación y veo un libro volando. Es increíble como nada ni
nadie puede contra su enojo, sobre todo ahora que es más caprichosa y
calculadora.
Aún así la quiero.
Jadeo al sentir que todo dentro de mi se mueve. Si la llamo… va a
colgarme. Si le envío un mensaje no lo leerá. Y si voy a verla es probable que
termine lastimado.
Debí decírselo pero no quería arruinar nuestro momento. El Tiempo de
calidad con ella es casi imposible, por lo que lo he disfrutado el doble.
Tengo que ir —Aprieto mi mandíbula al ver caer más cosas por la
ventana. Simplemente no puedo dejarlo pasar, no cuando tuve un compromiso
con ella.
Eres un idiota, Christopher —Me digo a mi mismo.
Con temor cruzo la puerta y subo un piso. Son exactamente las 2 de la
tarde y no tengo idea si llegue vivo a la noche.
—Du… —Digo y callo. Si llamo a la puerta no me abrirá, entonces tomo
mi celular e ingreso al panel de seguridad de todos los Hilton. Tener el acceso
fue complicado, pero supongo que trabajar con el gobierno tiene también sus
ventajas.
Cámaras desactivadas.
Sonrio y me adentro para poner la clave e ingresar a su suite. Tenerla
tampoco fue fácil, pero durante mucho tiempo estudié todos sus movimientos y
me concentré en reunir toda la información que necesitaba.
Al entrar veo como toda su recámara está destruida. Los muebles boca
abajo, las sabanas fuera de su cama, mil papeles en el suelo y lo peor… ella
en ropa interior pisando todos sus vestidos.
Jadea confundida y solo me dedico a mirarla hasta que note mi presencia.
Trae el pelo alborotado, las mejillas rojas y un cuerpo de infarto.
Paso saliva, ¿Cómo maldita sea lo hace? Me provoca… sus nalgas son
casi poesía y sus pechos un insulto a la ropa. No quiero verla con ropa…
quisiera verla siempre así, mínima…. Suelta… con encaje.
—Hola —Sonrio al verla y siento como mi diafragma se tensa.
Abre sus ojos y me tira mil almohadas. Acercarme a ella es complicado,
entonces avanzo sintiendo que voy venciendo su furia. Esquivo todas las
almohadas. Pateo una, golpeo otra… y pronto llego hasta mi reina loca. La
tomo de las muñecas y se dedica a luchar conmigo.

—Dulce. Basta.
—¿Basta? ¿Teníamos un trato, no? —Grita. La contengo en mi pecho.
Puedo sentir su respiración haciendo mierda la mía… Es adictiva.
—Lo sé, pero necesito explicarte.
—¿Qué me vas a decir? ¿Qué me mentiste? —Me suelta y se aleja de
mí para no complicarse. Yo sigo mirándola y por más que quiero su ropa interior
me distrae y solo nota.
—Estúpido enfermo —Dice, toma una bata de baño y se la pone encima.
—Dulce.. —No he empezado y ya estoy cansado.
—Te escucho. Quiero ver que me vas a inventar ahora. —Contiene su
rabia y finge desinterés.
—Es necesario. —Exhalo— Tatiana es necesaria para el plan. —Digo y
toco mi cabeza. Deseo decírselo todo pero si lo hago preguntará más de la
cuenta. ¿Cómo miedosa voy a explicarle?
—Ja… —Lo ironiza— lárgate.
—Dulce… por favor.
—Que te largues.
—Tatiana me amenazó. —Perderla sería muy doloroso, entonces abro mi
boca. Con un solo movimiento se congela y vuelve su atención a mi.
Muerda, mierda. Esto significará preguntas… las mismas que no estoy
preparado para responder. No ahora.
—¿Qué? —No puede creerlo.
—Es difícil de explicar pero… —Trago saliva— Sabe más cosas de lo que
imaginas. Ella es policía, está en esta misión desde hace mucho. Y… quiso
meterse más a fondo, por ello intentó encontrar un trabajo aquí pero no la
dejaste. Trabajamos con una cabeza, el jefe, y me ha pedido que la incluya. La
única manera es… presentarla como mi prometida. Tenía que ser algo formal
para que Brando la invite a todos lados. Créeme que esto es más jodido para
mi que para ti… Dulce.. yo… lo siento. Solo es parte del juego.
Me mira como si no pudiera creerlo y se queda callada. Gira en si misma
para luego caminar y pensar… Sigue furiosa, lo sé porque tensa sus brazos,
pero lo está racionalizando de una manera.
—De verdad lo siento. —Digo sintiéndome como un Perfecto Imbecil. No
me interesa Tatiana, y prometimos algo, pero cuando fue a Vallarta me lo dijo.
Cumplió su palabra. Me lo había advertido de alguna forma— Prefiero esto a
separarme de ti por completo…
—¿La sarnosa te lo propuso? —Dice sin emoción.
—Me lo había advertido. —Exhalo.
—Bien. Ahora puedes irte. —Es firme cuando lo menciona. Y yo… estoy
confundido.
—¿Entonces? Tú… yo… íbamos a intentarlo. Dulce…
—¿Intentarlo? —Ríe— Creo que fui muy clara desde el inicio,
Christopher. Tú y yo… jamás podríamos volver a tener nada… nada que yo no
quiera —Cambia de golpe, Sonrie como toda la maestra en seducción y solo
parpadeo para ver si esto es real o mentira
—Dijiste que…
—Te quiero para mi, patancito. —Se acerca como una fiera y toma con
sus manos mis cachetes— No me gusta compartir mis caprichos. Odio a esa
zorra, por eso no te quiero con ella. Haces bien tu trabajo en la cama… —Pega
sus labios junto a los míos y solo los roza… Estoy sediento de ella, pero no
accede. Se separa de golpe— Pero nada más. Me gustan los buenos polvos.
Creo que siempre he sido clara.
Soy un idiota.
La miro sintiendo dolor en el pecho. ¿Esa es mi Bonita? Entonces se
voltea, mira a la ventana y no me habla. Saca sus ojos de los míos quizá por
gusto… o tal vez por miedo.
Si no la conociera me iría de este lugar escupiéndole la cara, pero no
puedo dejarla. No cuando quizá es mi culpa…
—Tienes una última oportunidad, Miller…
Me congelo
—… Decirme toda la verdad. Qué es lo que buscas en realidad, por qué
maldita sea te fuiste y que te trajo aquí después de todos estos años.
Voltea y me mira a los ojos. Cuando lo hace enseguida tiemblo. Suspiro
intentando contenerme… No puedo. No ahora. No cuando jamás me
entendería. Pensaría que fui un cobarde o que quizá pudimos afrontarlo juntos,
pero jamás se daría cuenta que hubiera estado en peligro.
Todos estos malditos años la he cuidado, quizá más de la cuenta.
La cuidé cuando dormía, cuando se cambiaba de apartamento, cuando
iba a la maestría. La cuidé en sus más delicados sueños… e hice hasta lo
imposible porque tuviera todo para ser feliz.
Pero también fui testigo de su dureza. Ella cambiaba poco a poco. Antes
tenía respeto por la gente… y poco a poco fue volviéndose hielo. Ya no sonreía,
solo manipulaba. Su egoísmo creció. Se alejó de todos los que la querían y
sedujo profesores, compañero, directores de hoteles para que le dieran una
oportunidad.
¿Y yo? No pude hacer nada.
—No puedo.
Digo con profundo dolor. Ella levanta el mentón y camina hacia la puerta
para invitarme a salir. La miro perdido… perdóname Bonita, perdóname por
todo. Algún día me comprenderás… y seremos libres.
Jadeo y me mira sin emoción pero a lo lejos puedo ver como sus ojos se
enfurecen. Mi garganta pica. Siento ganas profundas de gritar pero me reprimo.
—Dulce. —Digo.
—Adiós. —Me empuja y cierra la puerta tras mi salida. Lo que me afecta
no son tanto sus palabras sino sus ojos…
Odio que me mire de esa manera… con odio.
Me asfixio en mi recámara. Siento que no puedo respirar teniéndola tan
cerca y a la vez tan lejos. Todo el maldito dia pienso en ella… y me aterro
imaginándola con otro. No puedo. He perdido la tolerancia y me he vuelto débil
desde que la vi de nuevo.
Su mirada fría, su sonrisa hipócrita y sus ojos me entercan cada vez
más…. Necesito más tiempo, una esperanza, una vida con ella de nuevo pero
voy de mal en peor.
Camino por el lobby intentando despejar mi mente, pero es imposible.
Tengo un nudo en la garganta cada vez que recuerdo lo sucedido y
sinceramente ya no sé qué más hacer. Los marrones y grises de las paredes
solo me hacen pensar en que debería salir de este lugar y distraerme antes de
la cena. Alzo la vista y veo a muchas mujeres guapas caminando. Antes hubiera
ido tras sus faldas, pero hoy solo tengo el foco en una.
Margarita, no estoy para nadie. Iré a la peluquería. — La veo aparecer
como una luz estrellante en mi camino, entonces giro y me pego a la pared…
No me ve. Sigue su paso y camina como toda una diosa manejando a la
perfección los tacones.

No vayas, Christopher…. — Me digo a mí mismo, pero termino


siguiéndola como siempre. Ella espera un rato y luego sube a un auto que me
parece conocido. Achino mis ojos para ver de lejos y puedo ver la silueta de un
anciano esperándola dentro…
Dulce
No la veía hace tiempo, señorita Dulce. — Miro directamente hacia
adelante. El anciano sigue hablando y no contesto… porque no puedo
contestar.
El auto avanza no sé cuántas calles y sigo sin decir nada… simplemente
no tengo voz. Estoy ida, afectada de una manera extraña… y ni yo misma me
entiendo.
Llegamos, señorita. — Dice el viejo, suspiro y por fin me enfrento a él.
Gracias. — Digo pero no bajo del auto.
Usted está aquí para hablar, ¿Cierto? No para que la lleve a algún lugar.
— Lo dice con toda la sabiduría que lo caracteriza, entonces de alguna manera
dejo ir lo que he estado apretando desde hace tiempo… Mi alma.
Jadeo confundida y llevo una mano a la cabeza.
El Señor Tomás es un anciano, quizá de 80 años, fuerte y con una
sabiduría increíble. Lo conocí hace 5 años cuando pasaba por el peor momento
de mi vida. Cuando ya no quería vivír… Me salvó de la muerte. Corrió hacia mí
cuando y evitó que me tirara de ese abismo. Me apretó tan fuerte que sentí que
era el padre comprensivo que me faltaba. Jamás fui abierta con nadie, ni si
quiera con mi madre, pero con él fue diferente… Le conté mi vida siendo todo
un extraño para mí y lo que hizo fue aún mejor: Me dio un techo, comida,
abrigo… y comprensión.
Llegué como una indigente a México. Había escapado de mi vida en
Vallarta. Mi familia me buscaba y solo quería huír de ellos… del dolor que sentí
por su abandono y por tener un vientre seco. Este hombre me dio abrigo, me
trató como si fuera su propia hija… y eso jamás lo voy a olvidar. Usualmente le
paso un cheque que nunca cobra. Lo he tenido olvidado, pero hoy lo necesito
más que nunca… Más que nunca.
Nunca aceptó mis cheques — Suspiro.
Hija, jamás lo haría. Lo sabes. Te quiero por lo que eres, no por lo que
me das… — Sonríe y sus arrugas me parecen la cosa más extraordinaria que
he visto.
Mis papás lo cobran todos los meses… — Elevo un suspiro.
Nunca es bueno juzgar. Eres el orgullo de tu familia, creelo. — Toca mi
hombro y saco mi vista de sus ojos. — Te has transformado en la forma más
dura de ti misma.
Sabe que es mi forma de vida, Tomás. — Carraspeo mi garganta— Y
tiene razón… vine aquí para hablar. —Me sonríe y siento que estoy con el mejor
abuelo del mundo sin quererlo. Jamás entendí eso de mi misma… — Aún no
entiendo por qué fui tan cerrada con todos los mios y con usted… —No sigo
porque me calla con su sonrisa.
A veces uno busca hablar con alguien de fuera… El extraño te puede
brindar mejores consejos que un conocido, dicen por ahí. — Sonrío también.
Entonces quiero que siempre sea un extraño en mi vida, Señor Tomás.
— Suspiro desesperadamente.
¿Es el Señor Miller, cierto? — Me sigue mirando…

Regresó a mi vida, ¿Lo puede creer? Dice que me quiere — Río sintiendo
rabia— Pero no le creo. Juro que no le creo. ¿Cómo puede ser tan cínico? Se
va, me deja sola, luego regresa como si nada hubiera pasado y dice que soy
“su mujer”. Me engañó con lo del divorcio, contrató un maldito juez falso… —
Alzo la voz sintiendo que todo mi cuerpo arde de rencor— y me chantajea para
que lo ayude con su maldito juego. Tiene tratos con el gobierno, quiere hundir
a Brando, y me ha amenazado… Ahora tiene a esa zorra de mercado encima…
Es una estúpida yegua fracasada que solo busca su maldito pene. Teníamos
un trato… Y…. no sé por qué siento que no puedo con todo lo que tengo
encima. Quiero joderlo, aplastarle los huevos y a la vez tengo temor… Él puede
hundirme si lo quiere. Puede mostrarle fotos a Brando, ¿Se imagina qué
pasaría si se entera que es mi marido? ¡Nos mataría! Y yo perdería todo… todo.
No me habla… solo deja que me calme. Es tan sabio que se queda en
silencio… porque a veces es la mejor respuesta.
Lo veo y siento ganas horrorosas de abrazarlo, de llorar… pero yo no
lloro. Me he mecanizado. Y así es mejor.
Llora, hija…. — Palmea mi espalda.
No. No puedo. —Respondo con franqueza— Usted es la única persona
en el mundo que conoce mis secretos… y la poca fragilidad que me queda.
Yo siempre estaré para ti… —Su mirada me conmueve pero no digo
nada. A veces me pregunto si es un ángel… o un tipo de buena suerte en mi
vida.
Gracias, Señor Tomás. Quizá es el papá que me faltó… Uno que sí me
escuchó. Que no me impuso. Que con su silencio me dice más de lo que
debería… — Digo sintiendo asco por la cursilería, pero él se lo merece porque
sé que me aprecia…
¿Te haré taxi más seguido? — Pregunta animado cambiando de tema.
Juro que lo amo. Ha entendido mi rostro de incomodidad y solo quiere hacerme
sentir mejor.
Quizá — Sonrío.
Ten mucho cuidado con Brando, hija. Puedes quemarte… —Es tan
locamente padre cuando lo dice… y a la vez amigo.
Solo quiero su dinero. — Elevo una ceja— Y nada ni nadie me detendrá.
Salgo del auto y camino sintiendo un peso menos de encima. La
peluquería está abierta y solo camino hasta el salón privado. La recepcionista
me trae vino, tal y como me gusta, entonces veo el rostro de mi asesor personal
favorito…
Pensé que ibas a demorar horas, mi reina. — Eleva un grito y me da dos
besos en la cara. Tressi sonríe, es la gata más regia del mundo y solo río al ver
a su feo chihuahua en sus brazos.
Estoy aquí… y quiero que me dejes fabulosa. Que nadie me quite la vista.
Mi perra favorita…. — Chasquea los dedos.
Chris
Trago saliva y miro de reojo una figura conocida acercándose. Estoy
ansioso… muy ansioso.
Señor…. — Dice mientras camina con lentitud mirando a los costados.
¿Cómo está? Por favor, dígamelo. — Me desespero y contengo el aliento.

Confundida, hijo. — Sonríe— Pero pronto entenderá.


Exhalo.
¿Me quiere? — Hago la pregunta más estúpida de todas— Aunque sea
un poco….
No lo sé, hijo. Pero estás calando en su vida… de nuevo.
Sonrío y le doy la mano. El viejo me devuelve la sonrisa y no dice más.
Realmente es un hombre maravilloso… y discreto. Se limita a hablar lo
necesario y tiene una neutralidad increíble por más que esté trabajando para
mí hace años.
Gracias Tomás. Muchas gracias.
*
8pm. — Au pied du Cochon
Elegí este lugar porque me recuerda a Paris… y se que ella podrá
entender mi mensaje. Es la farsa más grande que he vivido, pero no me queda
de otra. No hasta que todo esto camine por si solo.
El aire francés del lugar solo hace que mis músculos se tensen. Ellos
llegarán en cualquier momento y sinceramente tengo miedo… porque sé que
ella estará más que hermosa que nunca, impecable. Después de conocerla por
años, de haber visto su cuerpo desnudo junto al mio y de haberla hecho mi
mujer… no puedo dejar de sorprenderme cada vez que la veo con distintos
vestuarios. Ella simplemente brilla…
—¿Babeando? —La agria voz de Tatiana me genera un malestar
conocido. Salgo de mis pensamientos al instante cuando la veo entrar con un
“sutil” vestido verde que muestra parte de su trasero.
Por mi esposa — Sonrío.
Yo seré tu esposa, no lo olvides — Me reta.
Sabes que todo esto es una farsa. Jamás me casaría contigo. — Me
desespera, simplemente lo hace.
Nunca digas nunca, cariño. — Intenta besarme y me separo de ella. El
reloj ha marcado las 8:20 pm y no llegan… ¿Se habrán arrepentido?
No tienes que mostrar tu culo para ser sexy, ¿Lo sabes, cierto? —
Arremeto contra ella y solo ríe ignorándome.
Amaste este culo en su momento… — Me molesta y coquetea—
Podríamos volver a repetirlo.
No gracias. — Digo.
Entonces llegan. Mi bonita agarrando la mano de ese malnacido. Me
quedo estúpido cuando la veo cruzar con ese apretado vestido negro. Lo lleva
ceñido a su cuerpo y tiene una pequeña abertura en el pecho que deja entrever
sus senos. Su espalda desnuda me mata… y solo me contengo al verla brillar
cuando camina con sus afilados tacones y un collar de brillantes que la adornan
aún más.
Llegamos. Sentimos el retraso. México está insoportable con el tráfico. —
Brando se excusa y cuando estoy cerca a ella solo me mira altanera. Siento
temblar cuando sus labios rojos se entreabren y luego se cierran.
Buenas noches. — Dice y se sienta junto a Brando, exactamente delante
de mí mirándome incisivamente. Me pone loco cuando parece estar tranquila…
¿Y sus celos? Ya no me mira quejándose sino como si yo no fuera nadie.
Bienvenue, messieurs. — Dice el mozo con un tono francés— Estas son
las cartas de vino y aquí de la cena.
Je veux juste une salade à manger, merci —Jadeo al sentir su tono
tiritando en mis oídos. Oh… Paris. Hicimos tantas cosas en aquella ciudad…

La même chose, s’il vous plaît —Agrego. El mozo apunta y luego mira
a Brando y Tatiana, quienes quedan mirándonos.
Yo deseo la especialidad de la casa. — Brando entrecierra los ojos —
Lo mismo para la señorita — Impone a Tatiana, quién solo se dedica a
estudiarnos. — No sabía que hablaban tan bien francés…. — Lanza el
comentario y Dulce abre los ojos.
Joder. Mierda.
Aprendí en uno de mis viajes… — Explico— Trabajar con empresas
francesas ayuda definitivamente. — Me tenso al ver a Dulce tomar su mano.
Tú nos pagaste un curso de francés, cielo. — Arrastra sus dedos junto a
los suyos y siento que este será un infierno.
Tienes razón, cariño… — Levanta y besa su mano. No quiero que la
toque… no donde yo la besé primero. — ¿Y bien? Cuéntanos… cómo nació el
romance.
Me dispongo a hablar pero Tatiana gana la palabra.
Pues… trabajando, ¿Verdad querido? Christopher es un hombre
extremadamente romántico. Me regalaba chocolates todo el día… y empezó a
enamorarme. Trabajar con el gobierno es complicado, pero somos ingenieros…
viajábamos juntos y un día terminó besándome.
Así que eres un tipo romántico… — Bufa Brando. La mirada de Dulce no
emite emoción y me tranquilizo al ver que aún está quieta. Solo un poco más…
un poco más.
No. — Miro a Tatiana— Bueno… sí. Lo de siempre. — Soy cortante,
Dulce me observa.
Ay, chiquito… no seas modesto. — Ríe— Un día nos acostamos y todo
se fue haciendo más intenso.
Brando ríe, ella sigue sin emitir emoción. Estoy incómodo… realmente
incómodo, pero la suave melodía de un piano termina por relajarme. Me pierdo
con ello. Sus agudos y bajos me remeten a Francia… y vuelve aparecer en mis
pensamientos la silueta sublime de una mujer desnuda. Mi Dulce melodía.
Siempre la misma.
Ella es esa pieza de piano que busco en mi vida.
Tu actitud me gusta, Tatiana. Eres una chica decidida. — Agrega Brando
quebrando mis pensamientos, mirando a Tatiana con perversión
Es la imagen más asquerosa que veo, pero sencillamente no me importa.
Algunos minutos pasan y el mesero trae la comida junto a los vinos
rápidamente. Tatiana empieza a armar una historia y yo… simplemente la
ignoro al igual que Dulce. Brando está realmente entretenido, lo que me ayuda
a dejarme llevar por la belleza de mi esposa sin preocuparme porque lo note.
Dulce hecha un vistazo a su celular y luego lleva su copa a sus labios.
Pero también soy romántica… — Chilla con una falsa emoción Tatiana—
¿Sabes cómo me terminó de enamorar? Empezó a llamarme Bonita.
Golpe bajo.
Mi corazón salta hasta el techo. Dulce tose, sé que le incomoda. Miro en
sus ojos tensión… Maldita sea, maldita sean todos. Empiezo a sudar frío y
Tatiana ríe con sabor a venganza. ¿Cómo lo sabe? ¡Jamás se lo he dicho! ¡Es
totalmente una mentira! Dulce hace puños, está desorbitada…
Ha manchado nuestra palabra. Y desatado a la bestia…
Todo esto me parece asqueroso, sinceramente. — Dulce se levanta—
Buenas noches.
Me levanto apunto de arruinar todo, pero Tatiana se une a mí tomando mi
brazo. Brando camina tras ella llamándola con furia, pero Dulce no hace caso.
¡Ven aquí, maldita sea! — Grita— ¡Te estoy ordenando que vengas!
Jodido viejo, voy a matarlo.
Mi corazón no soporta más este martirio y pronto camino furioso tras sus
pasos.
Vuelve, idiota — Dice Tatiana casi susurrando— Vas a arruinarlo.
No me interesa — Me suelto de su agarre— Todo esto es tu culpa.
¿Mi culpa? Tiene que creernos…
Nunca voy a perdonártelo — Le advierto.
Termino de zafarme y pronto veo cómo Brando toma la muñeca de mi
esposa. La obliga a mirarlo. La toca como si fuera cualquier zorra. Mi furia está
contenida… voy a matarlo. Juro que voy a matarlo ahora.
Vamos, cariño… — Dulce se acerca a su boca— Necesito tu calor en mi
cama. Quiero hacerte travesuras… — Susurra tan alto cuando llego que
empiezo a volverme loco.
¿Enserio? — Brando parece confundido y pronto la suelta para enrollarla
en sus brazos— Pensé que no querías nada hasta tener el anillo…
Quiero todo, todo contigo — Lo hace de una manera tan sexual que siento
que ardo.
Voy a golpearlo. Voy a hacerlo. Lo mataré en este puto instante y la
tomaré de los brazos… me la llevaré lejos.
También quiero, cariño. — Toca sus nalgas y la pega a su cuerpo.
No puedo. No puedo contenerme.
Hago puños y por fin veo su rostro malicioso. Dulce besa su cachete y
luego me mira directamente. Lo hace por venganza… Lo hace para
provocarme… porque sabe que es lo que más me enferma. Combate conmigo
de la peor manera y solo me siento extraño.
Sácame el vestido ahora… y tómame como quieras — Vuelve a decir sin
ningún tipo de vergüenza.
¡Eres mi maldita esposa! — Digo en mis pensamientos. Estoy rojo de
furia, jodido de celos, quemándome en el fuego del infierno.
Lo toca…. Lo toca como si estuviera a punto de desatar una bomba. Si
no la detengo va a hacerlo, lo besará con furia delante de mis ojos y no podré
soportarlo….
¿Quieres guerra, amarga? Jugaré tu maldito juego.
Tomo a Tatiana del brazo y ladeo su rostro junto al mío. Me mira sin
entender… y pronto la beso.
19. Nunca digas nunca
Dulce

“Estás ahí entre mis ganas de arriesgarme y el miedo a enamorarme” A.

Mi pulso aumenta mientras tomo mis manos y las hago puños. Duele…
traigo las uñas largas y puedo sentir como se entierran en mi carne haciendo
que arda. No puedo con esto.
La sensación de vacío cala en mi cuerpo lentamente. Nauseas amenazan
mi interior al ver el hocico de esa zorra devorándolo. No lo soporto, voy a
matarla… y a degollarlo.
Mi piel quema. De pronto todo se convirtió en fuego. Tengo la temperatura
tan elevada que siento morir. Jadeo, mi corazón no deja de latir y simplemente
aparto mi vista.
—Cariño… —Susurra Brando en mi oreja, entonces siento que todo
suena como un pitillo agudo. Mi mente colapsa, todo es distinto ahora. Me
balanceo y tomo su brazo para sostenerme.
Me siento mal, muy mal.
Enseguida Christopher me mira como si su vida fuera a joderse en este
momento. Hipócrita… es un maldito hipócrita. Tengo tanta rabia que solo deseo
que se muera. Juro que lo mataría con mis propias manos, pero ahora solo me
concentro en mi. Respiro hondo, me falta el aire y mi cuerpo emana un calor
extraño.
—Estoy bien. —Digo manteniéndome firme. Lo menos que quiero es dar
lástima.
Pero el zumbido sigue y estoy incómoda.
—Dulce… —Entorna sus ojos en mi y me dedico a maldecirlo con mis
labios. Veo que se acerca y solo doy un paso hacia atrás.
No quiero que me toque.
—Estoy bien. —Repito al sentir las manos de Brando sujetarme la
cadera— Vámonos por favor.
Brando se excusa y mientras me asomo al borde de la puerta puedo ver
a la zorra de mercado mirándome como si me hubiera ganado la guerra.
Entrecierro mis ojos y levanto mi mentón como puedo. Sin soltar la mano de
Brando la miro con furia.
Vas a pagarlo. Lo juro.
Brando insistió en que el Doctor López me haga una visita, pero no quiero
ver a nadie. Cuando entra con su bata blanca solo lo maldigo en mi mente y
accedo. Me duele terriblemente la cabeza y al parecer no será algo pasajero.
—Voy a tomarle la presión, Señorita Evans. Por favor, su brazo. —
Accedo y hace su trabajo.
Me hace mil preguntas que no dudo en contestar a medida que voy
sintiéndome aún peor. Llevo una mano a mi cabeza e intento calmarme
respirando, pero no lo logro. El dolor sigue y mi cuerpo aún quema.
—Tiene la presión alta. —Dice y solo jadeo ¿Presión alta? ¿Qué carajos
es eso? — Le recetaré algunas pastillas. Por favor, señorita. Debe seguir a pie
de la letra mis indicaciones, ¿Sufre de hípertensión?
—Qué es eso. —Respondo aturdida. El médico me mira y sonríe a
medias mientras escribe algo en un papel.
—Por favor, necesito que se haga estos análisis y que se cuide. ¿Sufre
de dolores de cabeza comúnmente?
—Si. Bueno. Lo normal. —Contesto.
—Por favor, no olvide hacerse los análisis. Es probable que hoy haya
sufrido esta descompensación por alguna emoción fuerte. Si es hipertensa
debe cuidarse.
—Necesito sacarme este malestar. El oído sigue zumbándome y la
cabeza me explota.
—Debe seguir mis indicaciones. —Repite y no sé quién es más terco.
Tomo el papel y no digo más.

Cuando se va solo exhalo fuertemente. Brando no es la persona más


amable del mundo, pero al menos se preocupó en que viera a ese médico.
Ahora estoy sola… de nuevo. Y solo pienso en que necesito relajarme de
alguna manera, pero la cabeza sigue molestándome.
Quiero verte ahora —Texteo y en dos minutos toca la puerta la estupidita.
—Dulce… —Sonrie.
—Envía a que me consigan esto —Le Doy el papel y sale volando.
Necesito descansar y olvidarme de todo pero si sigo de esta manera solo
conseguiré morirme de nervios.
Estúpido idiota.
Aún sigo furiosa por lo que hizo. Besar a Tatiana ha roto completamente
toda comunicación entre nosotros, así que no pienso hablarle ni dirigirle la
palabra. ¿Quién se cree? Imbécil, idiota, patán… ¿Qué más podía esperar?
Mi celular vibra y solo veo un mensaje de texto en mi pantalla.
“¿Estás bien?” Pregunta el muy sinverguenza. Ruedo mis ojos porque no
pienso responderle.
Dulce. — Llega corriendo Rita para luego darme las pastillas. Tomo un
poco de agua y las paso.
Gracias. Ahora vete. — Digo. No estoy de humor. Ella no se va… ¡No
estoy de ánimos para aguantarla! Así que la miro— ¿Qué quieres?
Acompañarte. Te sientes mal, Dulce. Por favor… — Implora y recuesto
mi cabeza en mi almohada. No me importa si se va o se queda, simplemente
quiero que este dolor pase.— Dulce… ¿Qué sucedió? El médico dijo que tenías
la presión alta. Le pregunté cuando salía.
Nada. No sé cómo pasó. — Cierro mis ojos, claro que lo sé pero no pienso
decírselo. Es imposible que todo esto esté pasándome ahora. Me decepciono
de mi misma por haberlo permitido. Christopher solo quiere volverme loca, es
eso… pero no le daré el gusto.
Quizá necesites trabajar menos. Digo… has estado de viaje, ni si quiera
disfrutaste la estadía en Can Cun ¿Cierto? — Su curiosidad me estresa, así
que decido no contestar. Ella solo me mira… y siento la extraña necesidad de
hacer que se largue.
Vete. Quiero dormir.
Quería… contarte algo. Yo… no sé… si… tú…
No. — Digo.
Es algo… personal — Exhala con tensión.
Estoy indispuesta. — Y tomo la sábana para enrollarla en mi cuerpo. La
verdad es que no me interesa la vida de Rita, y tampoco cargar con sus
problemas ahora. Solo deseo que este maldita presión en mi cabeza pase y
que que Christopher desaparezca de mi vida.
Solo ha venido a hundir lo que tanto trabajo me costó superar y no lo
acepto.
*
La mañana se torna agradable para mis ojos. Ya no hay dolor, el sol salió
y solo me dedico a darme un merecido baño de espumas. Mientras me hundo
en el tibio mar de mi bañera masajeo mis piernas con total paciencia… Toco la
punta de mis dedos del pié y subo con suaves movimientos circulares hacia
mis rodillas haciendo que todos mis malos pensamientos se vayan.
Por un momento suspiro y arqueo mi cuello hacia atrás… Esto es vida.
Siento que todas las energías están alineadas en sus respectivos sitios en este
momento, así que me doy el tiempo para disfrutarlo. Mis senos están erectos,
una pequeña corriente de aire pasa por mi rostro y abro los ojos de golpe… ¡Es
la maldita puerta! La dejé cerrada. Qué mier….
Hago silencio. Es él, puedo sentirlo. Esta escena ya es conocida. Hace lo
que quiere con el hotel y aún no comprendo cómo es que tiene todo este poder.
Miro hacia todos los lados y no lo veo, ¿Estaré loca? Curveo mi sonrisa y sigo
tocándome pero ahora de manera más intensa. Voy a provocarlo y sé que
odiará tener que aguantarse. Lo haré hasta que diga basta y salga de su
escondite.
Un dedo…
Subo de mis rodillas hacia mis piernas y luego hacia mi ingle. Me arqueo
nuevamente y curveo mis ojos mordiéndome los labios. Jadeo… y paso saliva
mientras finjo pasar mi mano por mi zona íntima. El agua y la espuma cubren
toda evidencia, por lo que aprovecho este tiempo y murmuro pequeños gritos.
No lo veo pero siento la tensión
Con suaves movimientos vuelvo a subir mi otra mano por mi ombligo para
luego llegar hacia mis pechos. Y los toco… finjo lavármelos y pronto termino en
mi cuello. Un masaje no quedaría mal, así que me demoro unos segundos.
Necesito… comer algo — Digo entre suspiros con toda la intención del
mundo y remato mi osadía llevándome un dedo a mi boca.. Lo succiono. Lento,
con furia y total olor a venganza.
Entonces escucho un pequeño grito ahogado. Está aquí… pero no
conseguirá lo que quiere.
Demoro 5 minutos mientras termino de enjuagarme y ponerme la toalla.
Camino lentamente por mi recámara atenta a cualquier movimiento; Sin
embargo, todo parece igual. Sigo mi rutina como acostumbro: Me peino, pongo
crema a mi cabello y cuerpo para luego vestirme. Los sujetadores de encaje
son mis favoritos, sobre todo porque no agrandan mis senos. Los tengo
suficientemente generosos como para quererlos más voluptuosos.
Dulce… — Escucho la voz chillona de Rita. Miro una vez más a mi
alrededor y no encuentro a nadie.
Adelante.
Mis ojos se sorprenden cuando la veo entrar con una bandeja de comida.
Sonríe como idiota pensando en impresionarme y yo solo noto que ha
cambiado su vestimenta. Ya no es ridícula al combinar su ropa, ahora es…
aceptable.
Como te gusta — Sonrío y noto el café expreso recién hecho, tostadas y
jamón de pavo en un plato. Fruta en un pequeño pote al costado.
Gracias. — Sueno bien… hasta yo me sorprendo— Déjalo ahí.
No olvides que debes tomar otra pastilla hoy, ¿Cómo amaneciste? —
Pregunta preocupada. Su interés en mí me genera curiosidad.
O es una estúpida o se hace la estúpida
A lo largo de estos años aprendí a ser precavida, quizá más que de
costumbre. La confianza no va conmigo, solo es interés. Utilizo a las personas
a mi antojo. Y sí… soy una bendita interesada, ¿Está mal? Al menos no me
llevo el puño al pecho arrepintiéndome de algo que volveré a hacer sin duda.
Soy lo que quiero ser.
Soy mi propio destino y nadie me va a detener, ni si quiera el patancito.
Desayunaré e iré a la reunión de Brando.
Bien. — Sonríe— Eh… estaré abajo entonces.
Sale moviendo sus nalgas y siento ganas de reir, ¿Realmente cree que
es sexy? No interesa. El hambre ruge en mi estómago y no lo haré esperar.
Tomo un tenedor y lo unto en mi fruta para llevármela a la boca. Puedo ver todo
limpio y perfectamente decorado, pero un detalle me genera curiosidad. Hay
una especie de mancha detrás de mi plato.
Levanto una ceja y vuelvo a mirar a mi alrededor… es un papel pegado
sutilmente. Lo tomo entre mis manos y luego puedo visualizar la letra… Mierda.
“Puedes estar lejos de mis ojos pero no de mis pensamientos” Tu Romeo.
Arrugo la nota intentando pensar con la cabeza, pero mi rabia aún gana
las emociones que emano de mi piel. Jodido patancito, voy a cobrarme todas
las que me has hecho.

Sin interés tiro el papel al tacho de basura y dejo la comida de lado. Estoy
enojada de nuevo. Recordarlo no me hace bien porque me exaspero de alguna
forma generando en mí ansiedad.
Voy a resolverlo. Lo sacaré de este juego y tendré mi dinero sin su ayuda.
Chris
Está comiendo… Ella come tranquilamente en su suite y seguro ya llevó
mi mensaje. Si no contesta mis llamadas y textos, entonces llegaré a ella de la
forma más tradicional posible y no me interesa.
Camino por el largo pasillo del Hilton. Veo a muchos empresarios llegar,
otros irse. Si supieran que este lugar funciona gracias al nacotráfico algunos
saldrían corriendo. No veo la hora de terminar con esta misión e irme con mi
esposa muy lejos, pero tiempo al tiempo.
¿Babeando por la Bonita? — Escucho una voz conocida que me
sorprende.
Es André.
Me pregunto qué hace aquí a estas horas y en este día. Su visita debe
ser sinónimo del jefe, por lo que me enerva apenas sonríe con esa actitud
arrogante.
¿Qué haces aquí? — Susurro. Miro las cámaras y finjo saludarlo.
El jefe está preocupado — Aprieta mi mano con fuerza sonriendo— ¿Qué
diablos estás haciendo?
Hice lo que Tatiana quiso, ¿No era lo que quería?
La miras con odio, el blanco puede sospechar. Es un hombre muy
inteligente.
No me interesa. No puedo fingir con Tatiana. — Espeto y lo invito a pasar
a una de las salas privadas.
Vine porque me dieron una cita con el viejo, ¿Supuestamente soy parte
de Ensueña, no? — Ríe despreocupado— Quería ver tu cara de idiota también.
Tatiana informa que no dejas de cometer errores.
Tatiana puede irse a la mierda — Jadeo. Por su culpa pasó todo esto.
Escuchamos todo, tranquilo. — Mi piel se eriza y abro los ojos de
inmediato.
¿Qué cosa? — Pregunto.
Vamos, Christopher…. Sabes que es común en este tipo de trabajos.
Audífonos por todos lados. Escuchamos toda la conversación de la cena —
Levanta una ceja y aprieto mi mandíbula. ¿Qué otra cosa escucharán? Por lo
menos yo me aseguro de no llevar nada de ellos cuando veo a Dulce.
Liberame de esa estúpida — Digo cansado— Me trae problemas con
Dulce. — Suspiro apelado a su cordula. André me mira confundido.
¿Por qué problemas? ¿No se supone que Tatiana ayuda a la misión?
No. — Miro de reojo a los costados, luego hacia arriba. La cámara está
justo dando hacia el otro pasillo, por lo que sigo mi concentración— Dulce está
furiosa, la odia. Ayer tuvo una descompensación. Tuve que aguantar mucho
para no ir tras ella.
¿Quieres decir que está celosa? — Se sorprende y pone interés en el
caso— Interesante.
Sabes que lo nuestro fue especial. Realmente quiero una oportunidad con
ella. Tengo un trato con el jefe y no puede negarse. Libérame de este asunto,
André. Además… — exhalo— Dulce querrá vengarse de mí y conociéndola es
capaz de joder todo.
¿Vengarse? ¿Joder todo? — Se estresa— Debes impedirlo de alguna
forma.
Ese es el maldito problema. Me va a pedir que me aleje de Tatiana ¿Y yo
qué voy a decirle? Lo mismo que ayer… que no podía porque es parte del
juego. Sin querer el jefe me está obligando a rechazarla ¿Sabes qué tipo de
mujer tengo? — Rio— Caprichosa y amarga a más no poder.

Quizá tengas razón… Obviamente Tatiana se está aprovechando del


asunto.
Puede que sea peor, André. Además… —Lo miro sin quitarle la vista—
Estoy cumpliendo con mis objetivos.
Lo sabemos, Christopher pero queremos que la enamores de una buena
vez. Hazlo. Las mujeres son muy emocionales. Si ella te ama no te dejará de
nuevo. Si te ama… hará todo lo que nosotros pidamos y no tendrá reparos. Una
vez que hayamos vencido a Hilton, entonces serás libre para hacer lo que
quieras.
Asiento sonriendo.
Ellos no tienen idea de mis verdaderos planes.
Dulce
Buenos días — Digo.
Una rueda de hombres se levanta al verme entrar. Llevo una falda negra
y blusa blanca, por lo que hace que esta reunión sea más formal de lo que
imaginaron.
Brando me estudia como siempre y sonríe mientras mira mi trasero. He
intentado no sentirme asqueada cada vez que lo hace, pero como es costumbre
no logro amoldarme del todo así que ignoro sus mensajes.
Siempre puntual, cariño. — Besa mi mano y ruego porque no lo haga en
mis labios. Los empresarios están acostumbrados a verme como una más de
sus zorras, pero yo voy a demostrarles que puedo ser más que eso así que
saco mi mano y no le doy por su lado.
Ríe. Creo que también se ha acostumbrado.
Empecemos entonces. — Suspiro y pronto siento que la puerta se abre.
La imagen que temí aparece por el cuadro de la puerta: Christopher,
Tatiana y el amigo del gobierno. Desvío mi mirada lo más que puedo al sentir
que sus ojos se enfocan en mí, leo algunos documentos y luego empiezo a
hablar de la manera más tranquila del mundo.
De vez en cuando puedo sentirme oprimida por las miradas del patancito,
pero no me interesa nada.
La construcción sobre las áreas protegidas del mar se realizará lo más
pronto posible. — Impongo.
Lo siento, señorita Evans pero no será posible hasta obtener el resultado
del perito.
Ya tenemos esos estudios, señorita Constanzo. Puede leerlos en la
carpeta de documentos que lleva en sus manos.
La dejo en ridículo y solo sonrío.
La mirada incesante de Christopher se cruza con la mía y solo lo evito.
Tenerlo aquí… con ella me genera más dolor de cabeza, por lo que solo me
contraigo evitando respirar. Tengo que reprimir este extraño suceso de alguna
manera, y es lo más cercano que puedo hacer con mi cuerpo.
¿Cómo fue todo por Can Cun Christopher?
De maravilla, Brando. Avanzamos conversando con las comunidades de
Quintana Roo. Hay una muy cerca de una de nuestras playas que apoya todo
el tema natural, pero me encargué de eso. No hay nada que con dinero no se
compre.
Devuelve sus ojos hacia mí y esta vez no le quito la vista.
Vine aquí para verificar el proceso, pero veo que todo marcha de maravilla
— Agrega André. Si Brando supiera toda esta farsa quizá los mataría en un
instante… Lo que no me desagrada.
Qué bueno Sr. De Fillippi. Tengo el mejor equipo.
Tienes al mejor ingeniero — Dice Tatiana enredando sus manos en el
cabello del maldito Miller. Mi mente se nubla cuando la veo acercarse con
descaro a sus cachetes. Christopher la aparta.
No se preocupen, nos encanta las muestras de cariño — Dice Brando
bufándose de todo. Mi ansiedad vuelve a relucir y los miro… ¡Lo hago! ¡Y lo
seguiré haciendo hasta que me de cuenta! Es un maldito idiota, este es un
estúpido juego y no pienso seguirlo.
Mi amor, ¿Iremos de paseo de nuevo? Ya extraño tus besos en mi
cuello… — Susurra tan alto que parece que lo grita. Brando se divierte,
Christopher se tensa. Y yo… solo intento levantarme.
No la soporto, simplemente no puedo.
¿Se va de nuevo señorita Evans? — Pregunta haciendo que mis pies no
avancen.
Tengo muchas cosas que hacer. Trabajo todo el día, Srta. Constanzo.
Para las personas inteligentes como yo esto no es un lujo.
Oh…. — Ironiza sus palabras— Ya veo. Entonces vaya mientras nos
quedamos tomando una copa, ¿Qué les parece? ¿Qué te parece cielito? —
Besa su cachete y Christopher no hace nada.
No. Hace. Nada.
No. De hecho necesito hacer unas llamadas — Se excusa pero Tatiana
lo toma del brazo.
¿Llamadas? No corazón, mejor quédate conmigo.
Es cierto. Quédese con ella, Sr. Miller… que necesita alguien con quién
terminar de perder el tiempo.
¿Envidia o coraje? — La muy zorra se atreve a desafiarme delante de
todos. Mi cara se pone blanca de la rabia— Digo… porque usted se queja de
trabajar mucho. Nosotros en cambio disfrutamos el momento.
Intenta arreglar su comentario de la forma más estúpida posible. Miro a
Brando y está mirándola con cautela. Mierda. Mierda. Mierda…. André explota
de furia al igual que Christopher.
Respétese, señora. Mírese a u espejo y pase por un cirujano para que
termine de arreglar su hermoso rostro de caballo. Quizá así se sienta mejor
consigo misma y deje de estar metiendo las narices donde no debe.
Lanzo mi espada de una forma sutíl pero venenosa. Miro a Brando y ríe,
creo que lo acepta. Él sabe que no me cae. Sabe que no soporto a esa zorra
de mercado y aún así la ha puesto en mi camino. Tatiana no dice nada porque
Christopher está agarrándola del brazo.
No puedo. Simplemente no puedo.
No tolero que lo huela, que lo toque, ni si quiera que lo tome del maldito
brazo.
Me voy echando fuego y sintiendo mi corazón palpitar con furia. Jadeo.
No lo soporto. ¿Cómo haré entonces?
Algunas personas me hablan y solo me dirijo a mi recámara. Golpear las
cosas y tirarlas por las ventanas ya no me funcionan, entonces me acuesto en
mi cama conteniendo toda mi hiel.
Voy a matarla
La imagino degollando su asqueroso cuello barato.
Y vuelvo a sentarme
¿Qué hago? Me aloco, me asfixio, me quemo.
No la soporto. Y no tolero a Christopher con ella ni si quiera a centímetros
de su piel. Imagino sus besos, sus caricias y me enfermo pensando en que
puede gustarle. ¿Qué maldita sea le vio? Grito. Lo hago. Grito con furia sobre
mi cama y me acurruco en posición fetal cuando me canso.
La odio, juro que la odio pero a la vez no me creo.
Mi corazón quema. Mi alma arde en el infierno.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué maldita sea?
Me levanto sintiendo que todo me arde. Tengo una fuerza muy grande en
mis manos, soy capaz de golpearla ahora mismo pero hago puños por mientras.
Necesito entenderme y sacarlo de alguna manera.
Qué mierda me pasa. Por qué estoy siendo más débil…
Débil, mierda, Débil.
Jadeo al sentir mi corazón vibrar a mil por hora, entonces me acerco al
espejo. Soy la Bruja del cuento. Soy la maldita antagonista de mi propia historia
porque quiero. Estoy permitiéndolo y eso no es sano.
Mi mente colapsa al ver pasar imágenes de Christopher en mi cama, en
mis labios, en mi vida. ¿Cómo lo estoy haciendo? Quiero gritar, correr, huir…
por primera vez después de lo sucedido.
Estoy sintiendome acorralada y lo pienso… lo pienso más de lo que
acostumbraba a pensarlo.
No…
No podría.
Mi mente se queda en blanco.
Silencio.
Escapo de mí vista y caigo sentada en la cama con la boca abierta. ¿Esto
es real o es una maldita fantasía? Trago saliva y siento que mi garganta está
cada vez más áspera, entonces grito en silencio aullando como un animal.
Tomo mis manos y los llevo a mi cabeza, es ese dolor… el mismo que sentí
hace tantos años. Mi vida, mi mundo, mi mente dan vueltas.
Deseo verlo hundido y a la vez en mis brazos. Deseo que se arrepienta
por haberme dejado. Deseo que trapee el suelo con esa puta de mercado y
luego venga a rogarme llorando, suplicando, arrastrado. Quiero que le duela y
arda en el infierno, pero también lo quiero en mi cielo…
Abro los ojos de golpe. No hay más…
Lo quiero. Y me importa quizá más de lo que pienso.
20. Más que simples besos
Dulce

“Cuando alguien te gusta hasta sus defectos te parecen interesantes…”

El olor a papas fritas hace que se me revuelvan los intestinos. No sé si es


porque he aprendido a rechazar las grasas o por el incesante aceite que le
echan, pero no lo tolero. Paso caminando por la otra esquina de la cocina de
hotel y verifico que todo esté en orden.
Los cocineros son buenos, debo admitirlo. Pero sus caras largas me
hacen pensar en que no les soy de su agrado. No me interesa… Levanto mi
mentón y sigo caminando mientras controlo los estándares de limpieza:
Guantes, gorros esterilizados, rostros limpios y pequeños esparadrapos en sus
bocas. Todo correcto. Gabriela, la nueva encargada del área, debe intentar
impresionarme si quiere mantener su puesto de trabajo.
—Buenas tardes. —Asume su función y camina conmigo por las salas de
cocina. Huele tan fuerte que llevo una mano a mi boca.
—Deberían prender el aire acondicionado. —Reclamo directamente
ignorando su saludo y me mira con tensión.
Río internamente al ver sus ojos reflejados en los míos. Debe estar
pensando en que soy una especie de chica suertuda, o quizá la perra del jefe,
pero no me importa.
—Si, está bien señorita Evans. —Dice reteniendo sus comentarios.
—Exigí comida saludable en la cocina, ¿Por qué no lo han hecho? Cada
vez que entro huelo a grasa. Hilton Company intenta Pertenecer al conjunto de
empresas que apoyan la comida sana, sobre todo con los índices de muerte
por la mala alimentación en México.
—Un cliente ordenó lo tradicional, señorita. —Tensa su mandíbula.
—Acabas de decirlo. Uno. Pero la cocina huele así todos los días. Quiero
un reporte de menús ofrecidos en el almuerzo para la noche.
—Pero… señorita. —Intenta decir algo. Su rojez extrema me dice que
está en problemas entonces la miro fijamente. Me miente.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí? —La corto con otra pregunta.
—Casi 15 años. —Responde sería. Lo sabía… 15 años trabajando aquí
y nunca ha subido de puesto. Me envidia, lo veo en sus ojos, pero estoy
acostumbrada.
—Um… y siempre estuviste en cargos bajos, ¿Es eso?
—No sé de que me habla. —Pone su cara de hipócrita y miro mi reloj. Es
tarde. No tengo tiempo para esto ahora así que lo dejo pasar.
—Con esfuerzo y sacrificio se cumplen las metas. —Sonrio y se que me
ha entendido. Soy menor que ella y soy su jefa, eso debe joderle— A partir de
ahora quiero reportes de los menús diariamente. No quiero que incluyan
comidas grasosas en las cartas, sino saludables. Si el cliente pide comida no
saludable, es un extra. Todo entra por los ojos, Gabriela. Si no te lo ponen en
bandeja, no lo piden. ¿Bien?
No me responde.
—¿Bien? —Vuelvo a preguntar.
Asiente.
Le doy una falsa sonrisa y cuando volteo hago una mueca. Debe estar
odiándome… pero por algo me maté años estudiando una maestría. Soy la
mejor en mi rubro y nadie puede negarlo.
Con pasos firmes camino por las otras salas del hotel. Chequeo la
iluminación y todo está en completo orden. Levanto una mano saludando a
algunos conocidos, sonriendo como retardada, fingiendo sentir que me caen
bien pero luego vuelvo a mi seriedad de siempre. El aire circula bien, inhalo y
siento el olor a lavanda… Perfecto. Debo felicitar a Justin, nunca falla.
La mirada incesante de André hace que me vuelva a girar en mis talones.
No deseo hablar con ese hombre, tampoco ser su amiga o tener algún tipo de
relación laboral. No me gusta. Siento que sus ojos calan en los míos y que me
estudia cada vez que puede, así que toso fingiendo no verlo y camino lo más
rápido que puedo.
—Bonita…. —Me congelo. ¿Qué me dijo? ¿Me dijo Bonita? Se acerca
riendo y lo miro con ganas de escupirle en la cara.
—Dulce Evans. —Lo corrijo y me mira desafiante de nuevo.
Está bien, Dulce…. ¿Evans o Miller? — Mis ojos saltan y arremeto contra
él. Todas las partículas de mi cuerpo se ponen en alerta, ¿Está loco o qué?
¿Qué quieres? ¿Por qué vienes aquí con tus aires de grandeza a
molestar?
Hablar contigo en privado, solo eso. — Sonríe enseñando los dientes.
No tenemos nada de qué hablar — Respiro.
Claro que sí. Se acabó el recreo, quiero saber cuándo nos pasarás los
documentos que te pedimos.
Sonrío ignorándolo y luego me doy la vuelta. Pronto siento su mano tomar
mi brazo con furia. Mierda… mi respiración se acelera y siento cómo la presión
es capaz de marcarme la piel así que lo suelto.
¡Qué te pasa! — Sobo mi brazo.
Enseguida siento su olor… Christopher.
Mi pulso se acelera cuando lo veo asomarse por la esquina de unos
pasillos. Camina lentamente y muy seguro de sí mismo. André suelta a reír
cuando lo ve, realmente es un tipo despreciable, y yo solo no puedo evitar
mirarlo… Su traje sigue siendo medio formal y a la vez sport.
Calma tiburón, ¿No le puedes quitar los ojos de encima, cierto? — Bufa.
Cierra la boca — Dice entre dientes— ¿Qué está pasando?
Levanto mi mentón y sigo frotándome el brazo. Christopher me mira
explorando mis ojos, yo… solo lo evito. Jadea al darse cuenta de lo sucedido y
pronto susurra muy bajo a André, quien quita la sonrisa de sus labios para
volverla seriedad plena.
Solo venía a hablar con tu… esposa — Ironiza de nuevo. Juro que voy
a matarlo.
No la metas en esto — Espeta contra él tensando la mandíbula. En ese
instante pasa un empleado, nos saluda con la cabeza y sigue su rumbo. Es
muy peligroso hablar de esto aquí…
Está bien, hablaré contigo pero vámonos a otro lado. —Camino con
seguridad hacia uno de los pasillos del personal de limpieza para luego
meterlos en una de las lavanderías. La mirada de Christopher incesante me
estresa, pero debo aceptar que me gusta que este solo y no con la zorra de
mercado.
—Quiero los documentos. —Maldigo la hora en la que metí en este lío.
—No los tengo ahora, ademas no hemos cerrado el trato. Quiero mis
millones. Alguno de ustedes debe asegurarme que voy a tenerlos en mi cuenta.
—¿Millones? —Andre pregunta y Christopher solo lo mira. Al parecer no
está enterado de nada.
—Es un tema del que te hablé antes, Andre. Tendrás tu dinero, Dulce.
—Quiero un adelanto. —Los miro segura— Qué me garantiza que no me
estafarán. No puedo perder todo por ayudarlos
Christopher rueda los ojos y André cruza los brazos viendo la escena
divertido. No estoy entendiendo nada, y solo mantengo mi posición. Algo me
dice que el patancito está jugando sucio.

—Adelanto… —Vuelve a reír, juro que lo mataré.


—Dulce, este arreglo va más entre nosotros. Tendrás lo que quieres si es
posible mañana mismo, pero necesitamos avanzar con los documentos que lo
inculpen.
—Existen documentos fantasmas que puedo conseguir. Firmas, trafas,
ayudantes pero los documentos que quieren me tomarán un poco más de
tiempo.
—Si trabajas para nosotros debes ser rápida, Señora Miller. —Sonrie.
—Evans —Vuelvo a corregir— No me gustan las presiones.
—Y a nosotros no nos gusta esperar.
Entona su voz y me da una advertencia con sus ojos
—Lo quiero esta misma semana, mientras más rápido actuemos será
mejor.
¿Actuar? Su mirada se torna misteriosa luego de lo dicho, por lo que me
quedo pensando en todas las posibilidades en la que me estoy viendo
involucrada.
Con su largo caminar se estira para luego irse de la habitación. Jadeo
cansada e intento salir pero Christopher bloquea mi paso. Estar así… con él
me exaspera, pero a la vez me excita. El corazón sube mis latidos y la ridiculez
invade mis orejas. Me siento tonta… y a la vez caliente.
Sus ojos son dos bolas de fuego. Suspira lento y mientras lo hace puedo
sentir el aroma de su piel recién afeitada. Me brinda una media sonrisa e indaga
en mi con su mirada…
—Debo irme. —Afirmo.
—¿Ahora? Debemos hablar.. del pacto. —Agrega mintiendo. Los dos
sabemos que no hablaremos de nada, solo de nosotros.
—Brando me espera… Y seguro te esperan a ti también.
Ambos hacemos silencio, el mismo que deja entrever muchas cosas. Mi
vida, su vida, todo este maldito juego que nos pone de cabeza. Respiro con
dificultad cuando mete su brazo en mi cintura y se acerca a mi lentamente. La
tensión me quema, sus labios son tan comestibles que solo deseo probarlos,
pero debo aguantarme. Aún no he terminado de ordenar mis ideas con respecto
a él, y es peligroso que sienta cosas que no debo.
—Bonita… —No deja de mirarme. Con la dirección de sus ojos muevo los
míos. Si él me mira arriba yo miro arriba, si él mira abajo también lo sigo. Mi
piel emana una especie de lamento y solo deseo sus labios.
Maldita sea, no.
Me controlo. Intento salir de su agarre pero no me deja. Se aferra a mi
como una lacra bendita del que no me puedo librar.
—Debo irme… —Murmuro y por primera vez en todo este tiempo siento
malditos nervios. ¿Qué diablos está sucediendo? Mi garganta pica…. Quiero
besarlo. Lo deseo en el más profundo sueño oscuro que tengo.
—No… por favor, hablemos. ¿Cómo estás? —Pregunta y siento que voy
a gritar de alguna manera. Una simple pregunta… Cómo estás hace que mis
hormonas se vuelvan contra mi.
—Bien. —Respondo sin dejar de mirarlo, balanceándome como puedo.
Exhalo lentamente y siento mi diafragma tenso. El aire no es el mismo, el día
no es el mismo desde ayer, y solo me dedico a mirar un pequeño lunar que
tiene el rostro.
Lo toco. No pude aguantarme… Mis uñas están sobre su rostro ahora y
con cada roce él cierra sus ojos. Le gusta que lo acaricie y, mientras lo hace,
pienso seriamente en clavarle mis uñas… pero no lo hago.
No puedo.
Se estremece cuando mis dedos se acercan a su boca. Soy un navegante
perdido en el mar de su rostro… Lo miro, sigo mirándolo. Y recuerdo haberlo
hecho desde que lo conozco. Cuando él dormía en la noche… cuando solo nos
cuidaba un techo de madera que él mismo construyó para mi.

Mierda…
Mi corazón de hielo late de una forma extraña. Él abre los ojos cuando
intento sacar mi mano y con la suya la aferra a sus labios.
—Nunca dejes de hacerlo. No dejes de tocarme… —Lleva mi mano por
su rostro y besa mis nudillos—Son tan suaves… tan bonitas… como tú.
Una punzada en el corazón… es lo que siento. Intento contenerme pero
no puedo. Sus ojos embrujan los míos y cuando estoy dispuesta a hablar él me
calla con un dedo. Toca mis labios casi acariciándolos. Lo miro, trago saliva y
veo cómo su rostro se acerca.
Va a besarme.
—Hermosos tortolitos —Chilla Tatiana desde el marco de la puerta—
Cuánto amor… —Ironiza sus palabras.
Enseguida me vuelvo dura y levanto mi mentón esquivando a
Christopher. Verla solo me hace sentir rabia, pero debo controlarme… necesito
controlarme y mirar todo esto de la manera más objetiva posible.
Lo intento. Parpadeo y veo cómo Christopher sigue manteniendo una
mano junto a la mía. Por más enojada que este, no lo suelto. Entonces la zorra
lo devora con la mirada.
—Se supone que eres mi prometido, querido. —Infantilmente lo jala y él
se despega de mi. Mi cabeza da vueltas en ese momento ¡A la mierda la
objetividad! Me retracto de todo y solo lo veo con cara de imbécil mirándome.
¿Harás algo o no? —Le pregunto en silencio.
No necesito ver más. Giro en mi misma y camino hacia la puerta sin
voltear. Él murmura mi nombre pero ni si quiera me preocupo en hacerle caso.
Estoy cansada… muy cansada. Por mi mente pasan muchas ideas e intento
evadirlas concentrándome en las cosas que debo hacer: Ver reportes,
chequear a los empleados y las instalaciones. Lo hago como siempre… pero
con ganas de matar a todo mundo. No soporto mi furia, necesito desquitarme.
Estrangularía al primero que se me ponga en frente.
Dulce… — Llama la estupidita tras de mi. Abro mis manos y luego hago
puños.
Respira, Dulce. — Digo sin voltear.
No tengo tiempo. — Avanzo.
Pero Dulce… quería contarte algo. — Insiste y exhalo para descargar mi
ira.
¡No tengo tiempo! — Alzo la voz y me sigue. Joder, voy a matarla.
Le dí los documentos que me pediste a Christopher.
¿Documentos? Volteo con prisa y la miro.
¿Qué documentos? — Estoy apunto de explotar. Mi cuero cabelludo pica
Eh… Christopher me dijo que iba a dartelos. Los documentos sobre la
inversión total en Ensueña. — Abro los ojos como platos.
¿Qué?
Maldito infeliz, maldito infeliz.
Si, pensé que sabías…. Chris me dijo que sabías.
¿Chris?
¿Quién te dio permiso para llamarlo “Chris”? — Digo sin pensar. Estoy
exhausa, jodidamente furiosa, con ganas de matarlo, matar a la zorra de
mercado y a esta estúpida que me tiene harta. ¿Chris? ¿Chris? ¿Qué tanta
confianza le da ese idiota a todos que hasta mi asistente lo llama por su
nombre?
Em… él. Me dijo que lo tuteara, además… es muy lindo. — Se sonroja.
Mierda. Sonríe como estúpida, los ojos le brillan… le gusta
¡Lo que me faltaba! ¡Le gusta!
Este maldito es de servicio público. Le gusta a todas las zorras que
habitan este lugar, hasta mi estúpida asistente.

Tenso la mandíbula. Tengo dos opciones… O echarla o irme.


¿Sabes una cosa, niña? Púdrete, multiplícate por 0 y vuelve a tu hueco.
No quiero verte. —Lo dije, se lo dije…
Camino nuevamente tratando mal a todos. No saludo, no perdono ni una
casualidad y tampoco soporto a los de limpieza. Estoy jodidamente furiosa.
Qué me pasa…
Qué estoy sintiendo…
Voy a morir.
Mi corazón se engarrota y solo entro en el baño para mirarme al espejo.
Qué estupidez estás haciendo, Dulce… Todo es su culpa. Llevo mis manos a
la frente y luego lavo mi cara… el agua fria me cae a pelo. Necesito pensar en
algo. No podré soportarlo. No puedo.
No quiero que lo vean. No quiero que lo toquen. No quiero que lo huelan.
Es mio —Doy un golpe en el mármol— Mio. Mio… No quiero compartirlo… no
puedo. No puedo.
Jadeo y miro mis ojos… Siento una extraña necesidad de llorar. Parpadeo
y veo mis ojos rojos. Estoy cagada…. Jodida por él.
No…
Vuelvo a agarrar mi cabeza. No, no, no. ¿Por qué? Lo he llorado mucho
tiempo… lastimó mi corazón de la peor forma. Me desgarró. Me abandonó
cuando más lo necesitaba… ¿Y sigo queriéndolo?
¿Qué clase de querer es este? Yo no quiero a nadie, solo a mí misma.
Él fue mi muerte… y también mi resurrección
Fue las 7 estrellas que apagué con mis lágrimas…
Y también es mi mayor debilidad.
Levanto mi rostro de nuevo y peino mi cabello recordando su voz… Voy
a seducirlo. Lo haré. Usaré mis mayores tácticas para retenerlo a mi lado hasta
que investigue qué fue lo que sucedió en el pasado. Encontraré la forma de
alejar a la zorra de mercado, a la estupidita, y a todas las perras que lo rondan.
Lo haré mio, solo mio, hasta cansarme… porque tengo que cansarme algún
dia.
Brando se puede ir a la mierda mientras tenga el dinero, pero tampoco lo
soltaré. Él es mi seguro de vida.
Necesito pensar… pensar… y solo pensar…
Es de noche y camino por los pasillos lentamente. Los empleados
terminaron sus labores y mi reloj marca las 8 en punto. Vi al patancito salir con
André, por lo que me da tiempo para entrar en su recámara. Necesito saber
qué planea, al menos intentarlo, y leer los documentos que Rita le dio.
Joder… — Muevo bruscamente la tarjeta y el botón amarillo me da pase.
Respiro mirando a mis costados y luego entro.
Su habitación está desordenada y no dejo de imaginarlo con la zorra de
Tatiana en la cama. Muevo mi cabeza para enfocarme y luego veo sus camisas
tiradas a un costado. Muerdo mi labio, contengo mi ansiedad y luego exhalo…
No puedo evitarlo.
La huelo. Su olor me mata… y me encanta. Rosas varoniles. Huele a
hombre, mi hombre. Y no hay otro olor… Esa perra no ha vuelto a entrar en
este lugar. Miro a un lado y no puedo visualizar nada extraño. El otro lado solo
tiene montones de ropa acurruadas en una mesa. Al centro… un pequeño
escritorio.
Papeles, hay papeles…
Documentos de pasajes de avión, trámites de visas, cuentas… Maldita
sea.
Entonces lo veo… Un sobre con la palabra “Ensueña” tatuada en su
exterior. Choco mis dientes y me dispongo a abrirlo, pero cuando intento jalarlo
caigo de casualidad otro sobre y saltan de golpe algunas fotos.

Las veo. Me es inevitable.


Macarena… —Suspiro mirando la imagen de su madre, mi mejor amiga.
Macarena es la mujer perfecta: buena mamá, emprendedora, la persona más
confiable y dulce del mundo. No me atrevo a hablar con ella de nuevo… porque
sería capaz de hacer todo lo que ella me pida. Con cariño acaricio su rostro…
Es hermosa… Sus ojos verdes solo destellan luz y no me siento con capacidad
para encontrarla.
Yo…
También tiene una foto mía. Llevo mis manos a mi rostro cuando me veo
reflejada. 16 años, sonrisa inmensa y a su lado. Ya no sé qué es sonreír de
verdad ahora… hace mucho tiempo perdí el gusto.
Eras una niña tonta, Dulce. — Murmuro— E ilusa…
Yo no lo creo. — Su voz choca por todo el espacio de esta habitación y
me erizo al instante. ¿Cómo carajos entró? ¿Y como no pude escucharlo? No
puedo voltear a mirarlo, no puedo. Entonces se acerca sonriendo — Regla
número uno… Nunca escondas cosas importantes en el lugar donde está tu
enemigo.
Soy tu enemiga entonces — Me levanto.
No lo dije por ti, amarga… — Jala el sobre de ensueña y me lo quita—
Solo le pedí el presupuesto a Rita, no más. Esto… — Me enseña el sobre—
No me importa.
Vuelve a dármelo y me ignora dándome la espalda. Lo miro achinando
los ojos al verlo tan campante… El maldito es más inteligente de lo que imaginé
pero descubriré su juego. Paso saliva al ver cómo se desviste en mi rostro.
Desabotona su camisa y la deja caer de una manera lenta y sexy al suelo. Me
mira a través del espejo y sonríe… yo muerdo mi labio inferior.
Puedes quedarte todo el tiempo que quieras. — Voltea y solo miro sus
pectorales bien formados acercarse. Está dominando… lo sé y, aunque no me
guste, sabe muy bien lo que hace.
¿Y tu fea? — Pregunto sin dejar de mirarlo.
¿Mi fea? — Ríe— Ya no existe la fea en mi vida.
Mientes… como todos los de tu tipo. — Cruzo mis brazos.
No lo hago. — Curvea su sonrisa— Pero tú si eres una mentirosa.
¿Yo? — Levanto una ceja, me embruja.
Mueres por besarme y no eres capaz de hacerlo. — Me reta con
intención. Achino mis ojos y no me muevo. La tensión aumenta cuando lo
observo lamerse los labios. Sexo.
No beso sapos, ya te lo dije — Sonrío, él tampoco se mueve. Estamos
estúpidamente jugando con fuego.
Está bien, entonces no hagas nada. — Carraspea su garganta y nos
perdemos en el tiempo.
Su mirada… su voz. Esos ojos chispantes me tensan. Soy un elevador
de emociones ahora, pero me aguanto. Una dama nunca debe rendirse… ellos
primero. Ellos comiendo de tu mano.
¿Disfrutaste la vista? — Pregunto— Porque fuiste muy obvio cuando me
bañaba…
Ríe.
¿La zorra de mercado no te satisface, verdad?
No para de reír.
Quién va querer ver a esa fea desnuda. Debe ser planisima… y muy
frígida en la cama. Qué asco, eh Miller. Cuidado con la sarna.
Explota en risa y no puede controlarse. Me parece tan… bonito verlo reír.
Extiende su rostro de una manera generosa, chilla de una manera particular y
solo me contagio. Evito hacerlo pero no puedo. Reímos juntos y se me olvida
todo.
Ven aquí, amarga… — Me jala hacia su cuerpo y enreda sus brazos en
mi cadera— Eres tan divertida… pero tienes razón. Es horrenda y muy plana,
además huele feo… — Nos burlamos de ella como un par de malnacidos… y
paramos la risa cuando nuestros ojos vuelven a envolverse— Nadie es como
tú — Pasa nuevamente sus dedos por mis labios.
¿No? Entonces por qué estás con ella… — Susurro haciéndome la zorra
víctima.
Ya te dije que es como una “orden” que tengo que cumplir. — Se pone
serio.
No la soporto. Y tampoco te soporto. Christopher… — Toco sus orejas—
Dime la verdad por favor… — He pedido por favor… y veo sus ojos
venciéndose ante mis encantos— ¿Qué mierda está sucediendo?
Dulce…. — Dice tensándose, sacando sus brazos de mi cintura. Cuando
le hablo del tema se bloquea como si hubiera una pared entre nosotros. Piensa,
Dulce… piensa… Sonrío pegando sus brazos nuevamente a mi cuerpo y me
mira extrañado.
Está bien — Acaricio su piel— Respetaré tus misterios… — Digo con
mentira— Pero… ¿Puedes alejar a esa tipa de tu vida? — Hablo suavemente.
Intento, pero…
Pensé que me querías… — Suelto mi arma final y se vuelve loco. Emana
un sonido con su boca y pega mi frente junto a la suya.
—Te quiero. Te quiero como un imbecil y solo me rechazas.
Sonrio.
—Bebé… —Me mira como si fuera una diosa. Sé que lo he matado, así
le decía cuando éramos novios… Es tan tontamente sentimental que solo se
emociona …— Me has lastimado en el pasado ¿Qué podría haber hecho?
¿Recibirte con los brazos abiertos? Además… —Hago un puchero— odio que
Tatiana te toque. Quedamos en algo, ¿No lo recuerdas? Yo he evitado a
Brando… y tú no lo has hecho con esa zorra.
Suspira.
—Tienes razón, mi amor. Voy a arreglarlo, lo juro. Le dije a André que
hablé con el jefe. Le dije que tú estabas un poco… enojada por lo de Tatiana.
Y ellos van a preferirte. Entiende que esto no es algo que he elegido hacer.
Necesitamos la cabeza de Brando, por ende debemos estar todos unidos.
Siento tanto haberte hecho enojar ese día… besar a Tatiana fue un error, pero
me dejé llevar por los celos. ¿Me perdonas?
—Con una condición. —Levanto mis cejas.
—Lo que sea, haré lo que sea —Me mira desesperado.
—Vuelve conmigo y júrame que me contarás toda la verdad. Deja a la
zorra y no mires a ninguna otra mujer que no sea yo, pero sobre todo… quiero
que no me guardes secretos. Promételo, bebé… me lo dirás. Confía en tu
bonita…
Achina los ojos y lo piensa. Lo está pensando…
Suspira como si esto le costara la vida, entonces puedo ver sus ojos
emanar pequeñas lagrimas reprimidas. Su bonita… Me mira como si fuera una
poesía… y yo lo acaricio. Pego mi nariz a la suya y no dejo de mirarlo.
—Ámame Dulce. Solo hazlo…. Te necesito más que a mi vida. Está bien,
lo prometo.
Con suaves movimientos muerdo mi labio y luego lo beso.
Ha caído.
21. Dormir contigo
Dulce

“Te conocí como a cualquiera, sin buscar nada, y terminé queriéndote como a
nadie, encontrándolo todo”

Sus besos son como el agua que no he bebido por días. Mi rostro se
alinea con el suyo y nuestras lenguas bailan a un solo ritmo. Toma con sus
manos mi nuca y me devora con todo su aliento sin que podamos respirar ni un
poco. Jadeo al sentir su aroma caliente, sus labios cálidos, sus chupadas
varoniles y pienso que no podré detenerme si sigo haciéndolo.
—Chris… —Me despegó de él y hablo rozando aún sus labios—No… no
ahora. —Muestro mi rostro más hipócrita.
—¿Por qué no? —Parece desorientado, sus labios hinchados me
muestran el deseo que tiene por mi y solo sonrio.
—Es tarde, debo ir a mi recámara. —Ladeo mi cabeza y suspiro.
—Dulce… —Achina los ojos— Jamás has sido una cucufata, amas esto
tanto como yo… ¿Por qué te resistes? —Me mira entretenido y camina
sexymente hacia mi, pero me escapo de su agarre casi saltando hacia el otro
lado.
—No quiero que nadie sospeche, solo eso. Además debes estar
cansado… —Digo riéndome de mi misma. Él no está acostumbrado a esto.
Jamás le dije que no. Jamás lo dejé con las ganas.
—No importa… —Insiste— Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo.
—Perversamente me entre alza del trasero pegándome a su miembro. Jadeo
al sentirlo, pero debo orientarme hacia mis objetivos.
—Chris, no. —Lo regaño y siento que me duele despegarme. Yo también
quiero… pero debo volverlo loco por mi primero.
Suspira rindiéndose y se sienta en la cama, entonces sonrió en son de
paz.
—Déjame algo tuyo entonces… No sé, algo que me permita recordar tu
aroma toda la noche. —Parpadeo.
—¿Qué cosa? —Mi garganta está seca y pronto veo en sus ojos su idea.
Jadeo. ¡Estoy segura que lo ha hecho! Doy media vuelta y abro sus cajones
buscando evidencia, él ríe, entonces me quedo muda al ver mi ropa interior
entre sus cosas.
Solía hacerlo cuando éramos novios. Me molestaba su manera de
entrometerse en mi intimidad, y al parecer ha vuelto a hacerlo.
—¿Es enserio? —Volteo indignada y él rie.
—No tenía de otra. —Me sonríe.
—Maldición Christopher. —Busco nuevamente y encuentro lencería que
creí haber perdido. Ronroneo mientras tomo mis bragas rojas de encaje ¿Qué
carajos? Achino mis ojos y lo fulmino con la mirada, entonces me doy cuenta
de algo importante.
Tiene ropa interior mía que compré hace 4 años.
Mi pulso se acelera y me quedo analizando el tema: ¿Cómo diablos las
consiguió si jamás nos vimos en ese tiempo?
Silencio.
—No te enojes, bonita…. —Me abraza por detrás— perdón.
Suelto mis prendas íntimas y finjo no haberme dado cuenta de este
detalle. Mi cabeza empieza a pensar y pensar… no dejo de pensar en mil
posibilidades mientras él devora mi cuello con sus besos.
Maldita sea.
No puede ser. Este idiota no puede haberme estado siguiendo todo este
tiempo, ¿Qué clase de maniático es? Y si lo hizo… ¿Por qué no regresó a mi
lado? ¡Por que tuvo que esperar 5 años para volver! ¿Qué clase de querer dice
sentir por mi si viéndome rota no me buscó? Si viéndome llorar por él no lo
hizo… Estas son las cosas que me desesperan. No lo soporto. Sus besos en
mi piel me generan calor, pero mi frío corazón pide venganza y una buena
explicación.
—¡Déjame! —Grito. Lo esquivo enojada, con mil preguntas en mi cabeza.
No quiero que me toque, todo el resentimiento sale con fuerza.
—¿Qué pasa? —Su mirada luce confusa, me gira por los hombros y tensa
sus cejas.
La puta madre.
Estoy furiosa, pero mi plan tiene que salir a la perfección. Debo
controlarme… y bajar mi enojo para que no sospeche. Me contengo, intento
hacerlo aunque pruebe hiel cuando lo veo. Me jode, me jode… mi estómago se
retuerce con furia, entonces cierro mis ojos y pienso en todo lo que pierdo.
Dinero. Venganza. Verdad.
—No pensé que te molestarías tanto por esto. —Enreda sus dedos en mi
cabello— Perdona a tu marido que te quiere tanto.
Ja…
—¿Me quieres? —Pregunto con ironía.
Suspira. Esboza un grito ahogado y siento que sus labios se tensan. Baja
lentamente sus dedos hasta mis labios. Los explora, los acaricia, lo toca como
si me estuviera esculpiendo. Traga saliva y con lentitud dirige sus ojos hacia
los míos.
—Más que a mi vida. —Su tono es serio y empiezo a sentir como el eco
de su voz vibra por todo mi cuerpo.
Me besa. Lo hace con suavidad y yo solo me mantengo helada, sin
moverme ni hacer ningún tipo de emoción. Es un maldito provocador, pero esta
vez me gusta. Es extraño, obtuso, distinto… mis latidos no dejan de aumentar
y tengo unas extrañas ganas de llorar ahora.
Quiero hacerlo.
Me dejó. Lo lloré como nunca. Me desgarró el alma con su abandono.
Quizá ha estado ahí… quizá me ha visto morir desde lejos y lo que más me
enfurece es que no hizo nada.
Me duele… Lo quiero.
Y lo necesito en mi vida, en mi cama, entre mis piernas. Me gruño a mi
misma porque ahora me siento bipolar e inestable. Es tan complicado… es tan
frustrante… con una sola caricia me engarrota, mi corazón de hielo intenta
detenerlo y solo me derrito.
Con sus uñas me lastima y a la vez me reconforta. Es un dolor bueno…
un dolor que mata y te vuelve obsesivo.
Soy una puta perra loba. Aúllo en su boca y meto mi lengua con
desesperación. Lo necesito. Necesito saber de qué está hecho y cuál es su
secreto para volverme humana, sencilla, estúpida. Enredo mis manos en su
nuca y lo pego hacia mí con fuego. Necesito más, más…. Y más de él.
—Follame, cogeme, tómame toda. —Jadeo en sus labios para respirar—
Hazme tuya como quieras.
—Hey… —Me para. El jodido patancito me para y solo lo miro herida.
¿No era lo que quería? ¿Follar?
Es tan obtuso… tan extraño.
—Así no… —Me mira—Eres más que dos piernas en las que puedo
enterrarme, ¿Lo entiendes? Eres mi amor.
Parpadeo.
—El amor de mi vida. —Suspira— Yo no quiero ser el consuelo de tu
ansiedad. No quiero solo sexo, quiero hacerte el amor.
Hacer el amor…
Trago saliva y giro en mis pies para luego irme. No soporto este tipo de
romanticismos. Él no me detiene, y tampoco quiero que lo haga. Necesito estar
sola… entenderme, pensar con la cabeza y no con mi ansiedad.

Tiene razón. Maldita sea, tiene razón. Lo besé con ganas de devorarlo e
intenté calmar mis dudas con su cuerpo. Era una necesidad… pero no actúe
pensando. Últimamente no pienso cuando estoy con él, solo me dejo llevar y
no me gusta. Lo peor es que estoy furiosa pero cuando me besa todo pasa.
Cuando me mira de esa forma me envuelvo en una burbuja y no me puedo
despegar.
No romanticismos… Ese fue mi lema desde hace 5 años. Con ningún
hombre me pegué, a ninguno le dí una oportunidad más allá, y nadie ha logrado
calarme de esa forma dolorosa e incesante como lo hace Christopher.
Estúpida adicción.
Llego a mi habitación rompiéndome la cabeza. Cómo es posible…
Cuándo sucedió… ¿En qué momento me inundó con su olor de nuevo? ¿Cómo
tiene una amplia colección de mi ropa interior? —Caigo en mi cama confusa.
Lo odio. Quiero matarlo pero a la vez estar con él.
Preguntas, más preguntas, pero sé que no accederá muy fácil si se lo
digo de frente. Necesito volverlo loco primero. Y también necesito controlarme.
No puedo ser tan expresiva con él… No puede sentir que me estoy dando
cuenta de sus secretos. Debo hacerle creer que estoy resignada y que esperaré
con paciencia a lo que tiene que contarme. No enojos, no malas caras, solo
hipocresía… Siempre funciona. A la gente le gusta una sonrisa falsa, y es lo
que debo mantener ahora.
Pasa exactamente una hora y, después de mi baño, empiezo a revisar
mis prendas íntimas. Faltan 3 de ellas… Ruedo los ojos y ya sé quién es el
ladrón, son de mis favoritas así que probablemente se las pida de regreso.
¿Qué más me habrá robado? Hago una lista mental de todo lo que me falta y
achino los ojos imaginándolas en sus manos.
Patán. Es un patancito idiota.
Un zumbido… Es mi celular
“¿Sigues enojada? “ —Dice el mensaje. Pienso seriamente en mandarlo
a la mierda, pero no me conviene…
“ No” —Contesto.
“Entonces puedo ir a tu recámara… “ —Mientras leo sonrío de forma
tonta. Joder…
“Perdiste tu oportunidad, Romeo”
“ ” —Solo envía iconos y esbozo una pequeña risa.
Al segundo veo su llamada y contesto.
Romeo, eres muy intenso. Sé que te gusto pero deberías dejarme en
paz… — Solo digo y puedo notar su risa. Es particular, tiene chispa, energía y
es contagiosa.
Pensé que estabas enojada y no quería arruinarlo… Solo eso.
Bien, ya te dije que no estoy enojada. Ahora cuelga, quiero dormir. Las
mujeres se avejentan cuando no duermen, y yo quiero ser hermosa y joven
siempre. — Me pavoneo con mi voz.
¿Qué hiciste, bonita? Llegaste, arruinaste tu recámara y luego te bañaste
para terminar pasándote esa crema que me aloca en el cuerpo. Apostaría a
que hiciste eso.
Error. No arruiné mi recámara y tampoco me he pasado crema.
¿Ah no?... Con gusto iría yo a pasarte esa crema un día de estos. —
Trago saliva y niego con mi cabeza. Necesito controlarme.
Um… No lo sé, depende de cómo te portes.
Me porto muy bien. — Contesta de inmediato— Merezco un premio.
¿Qué quieres de premio? ¿Tocarme? — Digo expectante a su respuesta.
Tocarte, sí… pero también besarte, dormir contigo.
¿Dormir? — Casi río. Hace mucho tiempo no duermo enserio con nadie,
a las justas lo toleré en Vallarta y me pareció un exceso.
Sí, dormir… Después de haber hecho el amor y comer, claro. — Suspira.
Odio el romanticismo, Christopher. No soporto cuando roncas y me
aprietas toda la noche. Me das calor ¿Sabes? No me gusta. Además sería muy
peligroso.
No te preocupes por eso, bonita. Tengo un departamento al que podemos
ir… Es mio, además sé que buscarás una excusa para faltar algunas noches.
Y… no ronco.
Levanto mis cejas y siento que es la oportunidad que necesito… Su
departamento. Podría tener información para mí, así que necesito visitarlo lo
más pronto posible.
Bien. Es una buena opción.
No sé cuánto tiempo ha pasado, solo me despierto de madrugada con el
móvil en mi oreja. ¿Cuánto hemos hablado? Suspiro y cuelgo. Al parecer
también se ha quedado dormido y ni nos dimos cuenta. Abrazo a mi almohada
y me acurruco a un costado… No sé en qué estoy metiéndome, solo deseo
saber la maldita verdad y acabar con este juego.
Chris
El amanecer es tal y como me gusta… perfecto. Mientras seco mi cuerpo
doy unas pequeñas cantadas frente al espejo de mi baño y me río de mí mismo
por ello. Estoy feliz… más que feliz y todo este embullo de emociones tiene un
nombre: Dulce.
Mi bonita me ha dado una oportunidad y no voy a desperdiciarla. Cuando
atrape a Brando y lo haga pagar por todo el dolor que un día le causó a esas
niñas inocentes todo habrá terminado, y por fin podré contarle toda la verdad.
Quiero hacerlo, claro que sí… pero es dificil tener que lidear con preguntas en
este momento, por lo que debo mantener tranquila la curiosidad de mi esposa
hasta conseguirlo.
Escucho el sonido de mi puerta y enrollo una toalla en mi cadera.
Posiblemente es ella, así que no voy a cambiarme. Con una sonrisa maliciosa
camino y me encuentro con la mirada de Rita. Joder…
Bu….bu…buenas Christopher — Atora su lengua y me dedico a mirar sus
lentes. Son interesantes.
Buenos días — Contesto a su salido extrañado— ¿Qué haces aquí?
Vine a preguntar por los documentos que te dí. La verdad es que… —
Noto sus ojos y está mirándome la zona inferior— …que… mi jefita se enojó
mucho porque los tienes en tu poder.
Tranquila, Rita. Ya hablé con ella. No te preocupes.
¿Enserio? — Pregunta sorprendida
Sí, nos peleamos un rato pero entendió por fin. — Le doy una sonrisa—
Ahora como comprenderás… debo terminar de alistarme.
No me contesta nada porque está mirando mis pectorales ahora. Miro de
reojo todo el pasillo y no hay nadie, así que no la apresuro. Dulce está más
receptiva que nunca… y no quiero que se enoje de nuevo.

Oh, ya veo…
¡Mierda! No tengo más sonrisas que darle. Se queda parada por largos
minutos y ninguno de los dos dice nada. Esto se volverá incómodo si no la
corto.
Rita, disculpa… voy a….
¡Lo siento! Si, tienes razón. Discúlpame tú a mi. — Mira de reojo mi
habitación como si estuviera checandola, entonces cierro la puerta de
inmediato. La vida me ha enseñado a desconfiar hasta de mi sombra por lo que
me preocupa su acción.
Con ligereza me cambio y bajo a desayunar junto a lo empleados del
hotel. Recepcionistas están reunidas en el salón de colaboradores, asesores
también. Todos ellos son un grupo de trabajadores que busca un sueldo para
su manutención, pero ignoran lo basura que es su gerente.
Entre giros llego hasta la mesa y tomo un jugo de naranja con frutas. El
sabor dulce de las mismas solo hacen que sacie mi hambre, así que lo
agradezco con muy buena intención. Una de las chicas empieza a mirarme de
una forma… agresiva y solo suspiro e intento evitarla pero me es imposible.
Christopher, ¿Cómo estás? — Sonríe intentando ser amable, pero lleva
su blusa muy ceñida.
Bien, ¿Y tú… em…. Lorena? — Pregunto sin acordarme mucho de su
nombre. Ella jadea de alegría y me contesta.
Sí, mi nombre es Lorena. Oye… qué lindo que te acuerdes de mi nombre.
— Dice muy segura.
Eh… bueno, no es tan dificil cuando tienes una placa con el mismo. —
Bromeo enseñándole una placa que lleva en su ropa donde dice su nombre.
Ella en vez de reír se tensa, ¿Por qué? No lo sé.
¿Y tienes novia? — Pregunta al grano— Ví que salías con la Srta Tatiana.
No, de hecho hemos terminado. Yo… soy un hombre casado y deseo
recuperar a mi esposa que vive en Brasil
Brasil… — Suena sorprendida— ¿Y esa mujer está loca o qué? Digo…
para dejarte ir.
Río, está insinuándose.
Yo soy el afortunado. — La corrijo— Y la amo. La amo con toda mi alma.
Una vez en claro mi punto de vista solo tomo un café y me voy hacia el
otro extremo. Me mantengo parado observando a los trabajadores, entonces
aparece ella… Mi bonita. Y lo hace de una manera tan deslumbrante que
parece que inunda la sala. Sonrío… está seria. ¿Cuándo no es seria? Los
trabajadores se engarrotan al verla y no se mueven, miran con cuidado cada
uno de sus movimientos y puedo notar que otros la miran con deseo.
Imbéciles.
El fracasado de contabilidad le sonríe amablemente pero ella lo ignora.
Vuelvo a reir… Es tan mala onda que siento que enloquezco. Me encanta su
rostro serio, su falda negra decorando su cintura y su blusa ceñida que deja
entre ver su hermosa figura. Es perfecta, la mujer perfecta. Mala como la
muerte y hermosa como el cielo… Solo deseo probar mi pequeño juguetito con
ella.
Buenos días. — Todos contestan— No me miren como un ogro, solo
deseaba ver cómo están pasándola y también chequear personalmente sus
áreas comunes. Para Hilton Company es muy importante mantenerlos a gusto.
Si se les exige es por su propio bien y mantenimiento en la empresa, pero no
significa que sea cruel con ustedes… ¿O si?

Claro que no, señorita Evans… — Contesta una de las chicas, entonces
pienso en que mi apellido sonaría mejor en todos lados. Dulce Miller… mi chica,
mi bonita, mi esposa.
Bien, qué bueno que lo sepan. Ahora por favor continúen, iré chequeando
con Gabriela algunos pendientes.
Gira sus ojos y su mirada se encuentra con la mía.
Buenos días — Alzo mi café y me ignora también. Sé que lo hace para
no destapar sospechas pero no lo soporto. Paciencia Christopher… algún día
podrás presumirla.
Gabriela, los reportes. — La señora Gabriela es una vieja trabajadora de
este lugar, por lo que sé, pero tiene envidia de mi bonita. Sus ojos saltan de
furia cuando la ve y solo me dedico a estudiarla.
Sí, señorita — Le brinda un sobre blanco y Dulce lee toda la
información…. Solo la miro.
La miro, la miro, la miro y no me canso de verla. Ella es toda una escultura
viva y me genera emociones que extrañaba sentir. Mala, maldita, diabólica…
Mi mente da vueltas y pienso en mil formas de hacerle el amor, pero me
controlo.
No están las comidas completas — Reclama— ¡Te pedí las comidas
completas! — Alza la voz y Gabriela se estresa. Es una mujer mayor,
comunmente se sienten mal porque una “mocosa” es más que ella.
Señorita, hago mi trabajo. — Solo dice.
Pues no parece. — Se enfurece— ¿Crees que así lograremos un cambio
de actitud? ¡Despierta Gabriela! Esto no es nada personal pero debes pensar
en tu cliente no en tus gustos. Ahora está de moda ser vegetariana, vegana, o
la comida saludable. No podemos ofrecer menús así… ¿Sabes cuántos
clientes podemos estar perdiendo? ¿Lo imaginas?
Le grita y Gabriela solo baja la cabeza. Por lo que dicen es una mujer muy
terca y es seguro que chocará con Dulce. Pobre de ella…
Mi bonita sale de ahí con furia y yo me dedico a seguirla, aunque pronto
se me ocurre una mejor idea. Camino rápido por el otro pasillo y entro en su
oficina personal de inmediato. Cuanto sus pasos, los reconozco porque usa
tacones y ví que venía en la dirección correcta, entonces alineo mi cuerpo justo
en el filo de la puerta.
La veo a lo lejos, viene muy enojada. Voy a jugármela pero no me
importa… Cuando pasa rechinando con los dientes tomo su brazo en el
momento indicado y luego la jalo hacia adentro cerrando la puerta.
Me mira aterrada, entonces la beso con furia presionando mis caderas
contra la suya, jugueteando con su cabello y tomando su nuca con fuerza. Ella
intenta separarse pero no la dejo, la necesito para sobrevivir… y solo muerdo
sus labios con frescura para meter mi lengua en su hermosa boca.
No. — Me separa— Estoy furiosa y de mal humor — Respira hondo—
Esa zorra me desafía y no estoy dispuesta a aguantarla.
Río y vuelvo a besarla. Intenta nuevamente separarse y esta vez no la
dejo. Con suaves empujos la llevo hacia su baño privado, el cuál he explorado
anteriormente, y cierra la puerta con llave. Sus labios me saben a pedazo de
cielo y su aliento fresco me envenena. Acaricio su rostro mientras siento que
se va calmando, que sus músculos ya no están tensos, y pronto me desespero.
Christopher…. — Se separa de mí— Estás loco.
Por ti. — Vuelvo a besarla y me muerde el labio inferior haciendo que
jadee con su acción.

Pensé que querías hacer el amor…


—Hacemos el amor, bonita… porque todo es con sentimiento. Hoy no te
traje corazones pero te los debo… — Choco mi rostro contra el suyo—Tú me
sacas de este mundo, me llevas a las putas estrellas y luego me dejas caer.
Así me siento… Te necesito como a mi vida, Dulce. Sé mia.
Soy tuya, bebé — Dice y no puedo creerlo. Mi corazón salta de golpe y
la beso como si no existiera mañana, como si sus labios fueran fuente de vida
eterna y no puedo detenerme.
Me quiere, lo sé… lo siento. En un primer momento pensé en que podía
tener otra intención pero ahora lo dudo. Deseo entregarme a este sentimiento…
a mi bonita… a nuestro amor. Siento que muero cuando me mira sonriendo,
que me vuelve loco su cuerpo y a la vez que la deseo con perversión.
Te traje un regalo… — Curveo mi sonrisa mientras me separo de ella—
Un juguetito. — Jadea excitándose cuando lo ve, intenta agarrarlo pero se lo
quito.
No estamos en una cama, será incómodo — Dice.
No importa, es mejor así… — Río y le doy un casto piquito en los labios—
Ahora quiero verte… — Desabotono su blusa y a medida que voy haciéndolo,
va saliendo su perfección a mis ojos.
Dejo caer el pedazo de tela y me dedico a mirarla en lencería. Trae un
sujetador negro de encaje y tomo con mis dedos sus tiras para bajarlas
suavemente por sus brazos. Es hermosa… Sus pechos son grandes y
perfectos, así que de un tirón desabrocho completamente todo lo que me evita
besarlos y saltan libres hacia mí.
Vicioso…. — Muerde su labios y con pequeños besos bajo hasta llegar a
sus pezones. Ahí los aprieto con mis dedos y se arquea, coloco uno de ellos
en mi boca y chupo fuerte hasta que le duela. Gime… y es el sonido más
hermoso del mundo. Los toco como quiero y en mi mano no alcanza su
extensión— mmm…. — Jadea. Entierro mi cara en el centro y voy con el otro.
Puedo ver que están excitados y duros, entonces solo los presiono hacia mí.
Mi mano está ansiosa por tocarla. Bajo mis dedos izquierdos por la línea
vertical de su cuerpo y le bajo la falda para entrometerme en sus bragas.
Exploro su mundo hasta llegar a su centro. Doy giros y empieza a humedecerse
muy rápido.
Hazlo ya — Casi chilla, entonces tapo su boca con dos dedos.
Nos miramos al instante y no necesitamos las palabras para
comunicarnos. Ríe, muerde su labio y luego atrapa los mismos dedos en su
boca. Y chupa…. Grito como un enfermo y me mira con ánimos de callarme.
La estimulo y ella a mí. Con cada movida que doy en su clítoris ella succiona
con fuerza. Me imagino lo que podría hacerme con mi miembro, pero sé que
no lo hará hasta que la complazca y se le de la gana.
Duros… fuertes… largos… — Jadea suciamente, entonces bajo sus
bragas me abro el cierre del pantalón con furia.
Hey… — Dice contenida, desabotona mi camisa y da besos en mis
pectorales. Al llegar a mis tetillas solo las capta entre sus dientes y me mira,
eso me excita… siento que estoy duro de inmediato.
Sus manos siguen mi ritmo y me quita todo sin que me de cuenta. Besa
mi pecho mientras explora mi trasero. Los toca y sube nuevamente hasta mi
espalda.
Me encanta todo de ti, patancito…. — Nos besamos y ahora sus manos
están en mi miembro. Estira, jala y choca profundamente sus dedos. Grito en
su boca y no me suelta con sus labios.— Sentado. — Ordena como si fuera
un perro. La tapa del inodoro está encima, por lo que caigo de nalgas. Ella
posiciona sus piernas encima mio y se hunde lentamente mientras atrapa mi
rostro entre sus senos. Es la sensación más exquisita del mundo…

Se mueve como quiere y solo cierro mis ojos mientras agarro su cadera.
Ella choca sus nalgas contra mis piernas y el placer inunda mis sentidos, pero
la detengo… Si sigue posiblemente no pueda en unos minutos. Parece perdida,
la saco de mí para subirla encima del lavadero de cara. Se choca con el caño
pero no importa, entonces uso el juguete…
Vibra… y jadea. Grita, no puede controlarse y yo me excito viendola
vibrar, me puteo cuando veo cómo se mueven sus senos porque no puedo
detenerme. Hago círculos en su centro y solo no puede con su genio. La dejo
gozar un rato más… porque yo mismo la estimulo pero a la vez mi cuerpo la
reclama, entonces tiro el juguete y me entierro en ella.
Sus ojos están desorbitados pero cuando me ve se aferra a mi hombro.
Lo besa y clava sus uñas en mi espalda. La penetro con fuerza y tiro, tiro, tiro
como una metralleta. Nuestro ritmo aumenta así que hace pequeños sonidos.
Nuestras respiraciones se elevan y siento que en cualquier momento
explotaré….
¿Dulce? — Escuchamos un sonido… es Rita. Me mira y no puedo parar,
la sigo tomando como un puto pervertido. Me hundo en ella más fuerte y sus
nalgas suenan pero no me importa. Su reacción es entre risa y enojo y la callo
con mi boca. Me resbalo fuerte y recorro mi extensión en resbalándome su
interior con furia… cada vez más profundo.
Choco, choco… y vuelvo a chocar. Levanto sus piernas hacia arriba y
sigo moviéndome duro contra sus nalgas. Amo ese ruido al frotarme en ella.
Amo mi miembro entrando en su cuerpo una y otra vez. Afuera, adentro. Afuera,
adentro. Afuera, adentro…
Chilla, entonces tapo su boca con un rollo de papel higiénico. Pronto
subimos a la cima y explotamos juntos con gritos reprimidos. La gloria…
Pego mi frente a la de ella y me deshago de todo lo que me impide
besarla. Mantengo sus labios entre abiertos junto a los mios y siento que
empiezan a mover la cerradura de la puerta del baño. Trago saliva, ella me mira
pero aún así no nos movemos. Cuelga su brazos en mi cuello y entierra su
cabeza en mi pecho. Siento su piel cálida y caliente a la vez… los latidos de su
corazón se controlan al pasar los segundos y pronto peino su cabello.
Silencio… — Digo muy bajito en su oreja y no me suelta. Esperamos unos
minutos más y ya no escuchamos ruido. Me sorprende su actitud cariñosa… y
a la vez me emociona.
Me quiere. Me quiere. Me quiere. Y yo lucharé por ella… por nuestro amor
y una nueva oportunidad para nosotros.
Se ha ido, esa mojigata no podría sospechar jamás. — Dice aclarándose
la garganta— Saben bien tus dedos… — Me guiña un ojo.
Sabe mejor otra cosa… — Contesto interesado. Ella rueda los ojos y me
salgo de ella al instante. Duele hacerlo…
La veo peinarse frente al espejo y no puedo evitar abrazarla. Lo hago,
cierro mis ojos y entierro mi rostro en su cuello. Nos balanceamos, nos
exploramos…. Pero ahora de otra manera. Quizá más suave, quizá amena…
Eres muy bonita, mi bonita… — Le digo al oído— Quisiera dormir esta
noche contigo. Solo dormir.
Christopher — Me saca las manos de su cuerpo— Ya te dije que odio
que me des calor — Veo cómo se pone la ropa interior y el sujetador… me
entristezco.— Controla a tu amigo — Me humilla y río. Amo a esta mujer… la
amo ¡La amo!
Está controladísimo — Bromeo. Y me visto también.
Con sutileza espero a que termine y, cuando se dispone a salir, le doy un
último beso.
Duerme conmigo… — Le digo triste— Haré lo que quieras.
¿Lo que quiera? — Pregunta.
Lo que quieras…
Quiero conocer tu departamento — Me mira interesada, quizá más de lo
que imagino.
Mierda… lo solté ayer. Ya lo recuerdo. Tenso mi mandíbula y lo pienso…
Es peligroso, tengo toda la información importante ahí pero… sé que puedo
esconderla de alguna forma.
Está bien. Tú conoces mi depa y yo duermo contigo. — Sonrío.
Con mis reglas. — Advierte— Nada de roces extraños… — Levanta una
ceja, me conoce…— Dos. No tocamientos románticos. Tres. Tú a un extremo
y yo al otro. Cuatro. Espero que tenga aire acondicionado. 5. No ronquidos.
Río y le miento.
Bien, todo eso… pero lo del romanticismo um…
No. — Advierte.
¿Y si no me doy cuenta? — Pregunto.
Me enojo. — La pego de nuevo a mi cuerpo y vuelvo a besarla.
La amo, la amo con locura y desesperación. Y también sé que es mejor
pedir perdón a permiso así que no le digo nada. Claro que habrá romanticismo,
es lo que más anhelo con ella, pero si lo discuto en este momento arruinaré
todo lo ganado.
La embaucaré.
Basta — Se separa y yo tomo su rostro con mis manos.
No puedo, me eres irresistible. — Confieso.
Estamos trabajando, no es tiempo de besos… — Suspira— Vete ahora
o sospecharán. Sal por la ventana, no sé.
Tú tranquila, yo lo soluciono.
A duras penas puedo despegarme, entro nuevamente en el baño y siento
la necesidad de quedarme. Ella espera solo unos segundos, la puedo ver a
escondidas, y luego abre la puerta encontrándose con el rostro de Brando.
Mierda.
Rita está acompañándolo y ambos miran de forma extraña a Dulce, ¿Qué
carajos? Suspiro. Brando entra y le da un pequeño empujón con el rostro serio,
Dulce se queja… Maldita sea. Rita explora su oficina de reojo, entonces
escondo mi cabeza. Mi corazón late con fuerza.
Quiero una maldita explicación ahora — Le grita y de mi piel emana furia
contenida. Lo sabe… lo sabe… entonces saco del bolsillo de mi pantalón mi
pistola. Es un arma pequeña pero furiosa y está lista para esta ocasión.
Voy a matarlo si le hace daño.
22. Peligro
Dulce

Uno de los sentimientos más hermosos del mundo es cuando abrazas a


la persona que quieres y ella te abraza aún más fuerte.

Mi cabeza empieza a pensar más de mil opciones y siento que mi pulso


no deja de traicionarme. Tranquila Dulce… —Dice mi inteligencia— Quién se
desespera pierde. Y es así. Por más que esté ansiosa no puedo demostrarlo,
entonces cruzo mis brazos y tomo una posición neutral aunque por dentro esté
tiritando.
—¿Puedes decirme qué mierda te sucede? ¿Y por qué está aquí ella? —
Miro de reojo a Rita, quien ahora me mira de una manera distinta. No me
importa.
—Déjanos solos. —Le dice Brando en un tono molesto, entonces tensa
la mandíbula y se va.
—Quien demonios te crees para gritarme de esa manera. — Sueno
indignada, estoy indignada.
—¿Quién es ese hombre? —Tira unas fotos en mi cuerpo de manera
violento. Mi garganta se seca, pero no pierdo la paciencia. Me agacho tomando
aquel retrato y puedo observar la imagen en sombra de dos amantes
besándose. Joder. Es la captura de una de las cámaras manipuladas de forma
sospechosa, estoy yo besándolo… pero no se ve mi rostro sino mi ropa.
Enseguida mi corazón se detiene y empiezo a sudar frío. Mierda, no…
no, piensa. Levanto la otras fotos mientras me doy tiempo y en ninguna salen
nuestros rostros pero si la ropa.
Maldita sea
—Estoy sumamente ofendida —Le digo con excelencia haciéndome la
victima. Él no deja de acercase a mi, sus ojos destellan furia contenida, puedo
notarlo.—Esta no soy yo. —Digo. ¿Me estas juzgando solo por la ropa?
Enseguida su rostro cambia, quizá a un nivel menor, pero aún sigue
enojado. Lo conozco… es capaz de matarme con sus propias manos sino logro
convencerlo.

—No puedo creerlo. —Hago mi drama exactamente como en las novelas,


doy vueltas en círculo fingiendo furia y presiono mi nariz cuando no se da
cuenta para parecer sollozando. Maldita sea, mil veces puta su madre.
—No soy idiota, Dulce. —Sigue mirándome con furia— Eres una maestra
en el engaño, ¿Crees que no lo sé? Tengo un expediente completo de ti, cariño
—Suena irónico— Suele conocer muy bien a las zorras con las que me voy a
acostar.
Me quedo sin aliento, mi pulso no reacciona, pero voy a salir adelante.
Tengo que hacerlo. Jadeo al sentir sus músculos tensos, ahora me aprisiona
de una manera enferma hacia la mesa. No sé qué decir ni como actuar ¡Maldita
sea! Estoy aterrada con su forma de mirarme, entonces lo veo… de lejos, está
ahí. Él está ahí vigilandome. Christopher… es él, no se ha ido. Nos mira de una
forma casi asesina y tiene en su mano un arma. Dios… ¡No! No puede
arruinarlo, yo no puedo arruinarlo. He pasado por tanto… por tanto para llegar
a donde estoy que no puedo permitirlo, no dejaré que todo mi esfuerzo se vaya
a la mierda.
No lo hagas, Christopher —Digo en mi mente. Va a arruinarlo, estoy casi
al borde del colapso.
Brando, cariño… — Sueno sutíl— ¿Realmente discutimos por esto? —
Mi corazón no deja de bombear con fuerza, me cuesta respirar— Sabes
perfectamente que soy solo tuya. Y si me has investigado puedes darte cuenta
de algo muy importante: Jamás estaría con alguien inferior.
Sonríe irónico.
Es cierto, no hay nadie mejor que yo, pero… — Toma su mano y toca mi
pierna para luego subirla lentamente hasta mis caderas— No me has dado lo
que quiero. — Siento asco cuando sus labios se acercan a los míos y tomo mi
distancia al ver que Christopher entra en furia total. No puedo provocarlo, está
tan celoso que no piensa en lo que hace, así que me alejo del rostro de Brando
sonriendo, fingiendo, dramatizando.
Soy una chica inteligente — Carraspeo mi garganta— No quiero ser una
puta más. Yo no.
Eso es lo que me encanta de ti, cariño… Eres una maldita interesada que
quiero coger de mil maneras. No vienes con vendas, eres solo tú. Y si te importa
mi dinero bien… te compraré para mí porque no puedo dejar de pensar en ti y
en tu belleza.
Siempre fui sincera contigo, Brando. — Le digo utilizando mi último
recurso— No quiero a nadie.
Vas a quererme, Dulce… — Acerca sus labios a los mios en contra de mi
voluntad y los roza. Su aliento es algo que no quiero sentir, sus labios son duros
y ásperos, pero no puedo hacer nada.
Mmm… — Me quejo, entonces cambia y con su dura mano aprieta mis
cachetes.
Me duele.
Pero te advierto. Mandaré a analizar estas imágenes, sabré la verdad de
todas maneras. Si me engañas… vas a pagarlo con tu vida ¿Lo entiendes? Con
tu vida.
Lastima mi piel con sus dedos fuertes y me empuja hacia el escritorio
lastimándome. Jadeo, no puedo respirar por el terror, entonces veo cómo gira
y se va de inmediato. Me toma algunos segundos calmarme, bajo mi falda y
siento que estoy erizada. Christopher sigue mirando impaciente, con rabia
contenida y profundo dolor. Lo sé, lo veo… sus ojos son dos cristales que me
permiten hacerlo.
Brando se ha ido y no sale, ¿Por qué? Mi instinto me dice que es más
inteligente de lo que creo, porque enseguida entra la estupidita y sigue
explorando la habitación. Estoy exhausta, me mira de forma inocente…
¿Inocente? Es una maldita zorra.
¡Quién mierda te crees! — Exploto contra ella, estoy furiosa— ¡Cómo
eres capaz de traicionarme de esta manera! ¡Me acusaste injustamente! —
Grito, grito con terror por lo sucedido. Tomo su brazo y la muevo.
Dulce… yo no fui, yo no fui. — Llora.
¡Eres una maldita hipócrita! — Sigo histérica.
Solo pensé que estabas en problemas, por eso llamé al Señor Brando.
Lárgate estúpida, lárgate… déjame sola — La apunto con mi mano y veo
cómo tiemblo. Ella se va de inmediato, ni si quiera lo piensa. Debo tener
cuidado… cuidado con todos. No puedo desentenderme de esta situación,
¿Qué pasará si descubre esas fotografias? ¡Estoy muerta! Necesito hacer algo,
algo…
Entonces siento sus brazos jalarme con sutiliza hacia el baño.
Regresamos a ese lugar y cierra la puerta con llave. Me abraza…. Y yo me
rindo. No puedo llorar pero sí sentir miedo. De un momento a otro pasé de
caliente a frio, y eso me estresa.
Estoy confundida, muy confundida. Mi corazón no deja de latir y no puedo
calmarme.
Todo va a estar bien…. — Dice de manera suave. Su voz es un eco de
paz que calma mis sentidos ahora. No tengo idea de cómo lo hace o si esto es
una farsa… y me rindo, me rindo ante su maravilloso cuerpo.
Su voz es protección y su olor es toda mi vida. Jadeo sintiéndome sucia,
entonces él viene y me saca de este maldito mundo. Mis músculos se relajan
cuando me aprieta y solo beso su pecho en silencio. Lo necesito, quizá más de
lo que yo misma he creído… entonces sucede, un milagro sucede y no estoy
dispuesta a racionalizarlo. Tengo miedo, estoy temblando, por fin dejo de lado
un poco el corazón de hielo que me impuesto a mi misma… y sollozo. Un
intento de lágrima se asoma como fantasma por mis ojos, estoy tan asustada…
Pero no por Brando, sino por él. Tengo mucho miedo de que todo esto
sea una mentira. Tengo miedo que sus palabras sean fantasía. Tengo miedo
que no esté conmigo… Temo que sus “te quiero” sean solo intereses
personales. Me está robando lo poco que hice por mí misma, mi racionalidad.
He sido una chica fuerte. Soporté ser estéril y su abandono, pero no
podría soportar de nuevo un engaño más.
Me doy asco.
Cierro mis ojos con fuerza y no quiero pensar, solo sentir. Él besa mi
cabeza y yo solo lo aprieto con mis brazos. Soy una estúpida, una estúpida,
una maldita estúpida… Mi mente me dice que pare, que lo aleje, que no vuelva
más… pero no puedo. No puedo. No quiero. No Quiero. Mi único intento de
lágrima se va desplomándose por mi rostro. Y esa lágrima es para él… con él…
por él.
Vamos a terminar con esto pronto, bonita… — Me mece y no soy capaz
de soltarlo— Te lo juro. — Si tan solo le pudiera creer… pero ya no sé qué
pensar. Él ha dicho que tuvo una razón para dejarme, pero mi razón dice que
es mentira. Y mi corazón está en duda.
No hablo, pero él sigue hablando.
No sabes cómo me contuve… — Susurra lento— Quise matarlo cuando
lo vi tocándote. ¿Te lastimó? — Pregunta e intenta separarme para explorar mi
rostro, pero no lo dejo. Sigo con mi cara hundida en su pecho, muy cerca de su
corazón. No quiero que me vea, no cuando estoy aprovechándome de su olor…
Su olor a malditas rosas— Amor mio… —Se rinde y pega su cabeza en mi
hombro— Lo siento tanto… No te preocupes por nada, voy a desaparecer esas
evidencias. No es tan dificil hacerlo. Va a terminar, lo juro. Te lo prometo por mi
vida. No dejaré que te haga daño, primero me mato…
Entonces por qué te fuiste…. —Digo en mi cabeza— Por qué me dejaste
tantos años. Por qué me miraste desde lejos sabiendo que estaba rota por ti.
Por qué no me tienes confianza… por qué me dejas huérfana de sus labios y
vuelves a buscarme.
No sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que estoy más tranquila. Me
separo de su pecho y de inmediato me explora. Sonríe al ver que estoy bien y
luego me acaricia con sus pulgares haciendo que mis labios choquen los suyos.
Suspiro. No debería pero quiero besarlo, así que solo me entrego a este
beso pensando en que últimamente estoy haciendo todo lo que no me
conviene. Él es del tipo de hombres por las que una mujer perdería la cabeza
facilmente y estoy cayendo… cayendo en su juego sin imaginarlo. Voy a
controlarme, necesito hacerlo, pero primero termino de aprovecharlo.
Intensifico el beso y no me deja… Quiero jodidamente volver a coger aquí con
él y no me deja. Me besa con estúpida paciencia y me desespero pero me
enseña a calmarme.
Habrá tiempo para todo, bonita — Habla en mis labios— Pueden
regresar, es peligroso además… así no.
Como quieras — Digo.
Hey… — Levanta mi mentón— No lo tomes a mal por favor.
Bien. — Espeto seca. No sé cómo controlar mis sentimientos y es la única
manera que conozco— Debo irme.
Sí, estoy de acuerdo, solo… — Enreda sus dedos en los mios— Gracias.
Pensé que sería tu iniciativa besar a Brando, provocarme, pero no lo hiciste.
Gracias, amor mio. Te sueño todas las noches a mi lado… y juro que será
pronto. Juro que voy… — Cierra sus ojos— A contarte todo, pero tenme
paciencia. Debo acabar con él primero.
No creo que debamos vernos — Cambio de tema— Seria imprudente
ahora. — Me mira como niño regañado— No me mires así.
Siempre podremos a escondidas. — Insiste
No. — Solo digo— No podemos, Christopher.
Tú no te preocupes por nada, yo buscaré la forma ¿Si? — Me desespera
su insistencia, ruedos mis ojos y exhalo lentamente.
Tienes un arma… — Miro el bolsillo de su pantalón volviendo a recordar—
¿De dónde la conseguiste? Jamás fuiste un hombre así…
Han pasado muchas cosas en mi vida que voy a contarte, pero no ahora
por favor. Te dije que voy a protegerte.

Ya no sé si creer… — Digo con una sonrisa triste— Ojalá no seas


mentira.
Sus ojos me miran con dolor, y yo sigo manteniéndome firme. Esto de
cambiar de emociones de golpe me agota, pero no tengo elección. Al menos
no se dio cuenta de mi momento débil, pero no puedo volver a sentir cosas así
de esta forma.
No me digas eso, bonita… Me lastimas. — Y lo dice él… Parpadeo
preguntándome si sabe o no que yo he sido más lastimada que nadie, entonces
lo dejo ir… No haré drama por un tema perdido, pero nunca podré dejarme de
preguntar por qué, ese maldito por qué.
Debo irme. No hagas cosas que yo no haría. Eres inteligente, yo también.
Hasta algún día… —Suspiro y vuelve a jalarme para besarme. Mete su lengua
con desesperación en mi boca y solo respondo de la misma forma. Me rio de
mí misma por esta mierda… Ambos somos obtusos e incongruentes ahora.
Somos el “si, pero no” de todos los días… — Adiós.
Lo suelto y camino más tranquila hacia la puerta. Cuando cruzo el
pequeño marco de madera siento que vuelvo a toda la mierda que me rodea.
Elevo un suspiro mientras camino por el pasillo. Arreglo mi cabello
peinándome con los dedos y atravieso dos salones continuos para no
encontrarme con Brando. Me es asqueroso ahora. Su presencia me altera.
Pasan un par de horas y me distraigo haciendo mis labores. Veo a un
hombre seguirme y no me sorprende, es uno de sus guardaespaldas que
seguro sigue vigilándome. El maldito idiota ya no confía en mi y eso es grave.
—¿Me deja pasar? —Ladro con furia al ver que me bloquea el paso. Con
esto solo pienso en que será difícil mis posibles encuentros con el patancito.
—Lo siento, señorita. Por órdenes del Sr. Hilton debe acompañarme.
—¿Qué? —Enseguida estoy caminando con ese hombre a la fuerza.
Joder. Llegamos al jardín central y, mientras miro a la gente disfrutar del sol,
me aterro pensando en que será mi fin ahora.
Mierda. Debo hacer algo.
—Necesito ir al baño. —Suspiro con la más completa naturalidad del
mundo, pero por dentro tiemblo.
—La espero afuera.
Entro en el baño y saco mi móvil de inmediato. No puedo llamarlo, no
sería prudente ahora. El mismo lo dijo, pueden rastrear el teléfono, pero enviar
un mensaje es menos peligroso.
Patancito… —Texteo y de inmediato él responde en clave.
Tengo las imágenes, ya han sido destruídas. Jamás podrá saberlo. Estate
tranquila. Borra este mensaje ahora. Yo lo desapareceré de las redes
telefónicas en 10 minutos.
Respiro profundamente y destruyo el mensaje haciéndole caso. El
guardaespaldas toca la puerta apresurado y no me da tiempo de decirle nada.
Puedo sola. Puedo hacerlo. No debo depender de Christopher, no cuando
estoy insegura de sus acciones.
Abro la puerta y camino con tranquilidad junto a ese hombre. Me lleva
hacia el patio trasero y juntos entramos en una camioneta.
Mierda.
En el camino veo cómo salimos de la ciudad hacia Hilton Garden, una
sucursal del hotel que aún está en construcción. Brando se afanó en el
proyecto hace muchos años, por lo que sé aún no otorgan todos los permisos
ya que tiene problemas con el presidente, pero aún así siguió la construcción a
escondidas. Ha sobornado a muchas personas y no me sorprende que quiera
torturarme de alguna manera.
Bajo con cuidado. Me acompañan dos guardaespaldas ahora mientras
camino por el pasto hacia el salón principal. Cuando entramos puedo ver el lujo
de siempre, pero en una versión menos extendida. La iluminación es perfecta
y el toque de campo lo hace lucir aún más elegante. Él está ahí sonriéndome,
sentado en uno de los muebles con una copa de vino en las manos. Lo deja de
lado cuando me ve y pronto me pega a su cuerpo para darme un beso. Yo no
respondo… Lo miro sin emitir ninguna emoción y me separo de inmediato.

He comprobado que esas imágenes no son tuyas, cariño. — Dice


tranquilo— Lo siento.
¿Lo sientes? — Miro a los guardaespaldas.
Larguense — Les dice él y lo hacen.
Yo no lo siento. Me lastimaste…. Me trataste como a una cualquiera y
eso no voy a perdonártelo. — Estoy tan asqueada que esta es mi excusa
perfecta para no complacerlo.
Por eso quiero compensarte en este lugar. No hemos salido de
vacaciones, así que nos tomaremos este dia. No puedo dejar el trabajo ahora,
sobre todo porque tengo problemas, pero quiero pasar un tiempo contigo.
Yo no quiero pasar un tiempo con él, pero no puedo negarme.
Sospecharia…
Camino aún seria a su lado y pronto llegamos a la piscina. Me mira
sonriendo.
Por qué no te relajas un rato… — Me dice y toma una de las bolsas que
hay en la mesa.
Es ropa. Bikinis, vestidos, collares… Todo de marcas carisimas y
diseñadores de última moda. No puedo evitar sonreír, es la colección que tenía
pendiente comprar, pero a la vez lo miro con furia.
Sé que te gusta… — Sonríe.
No me comprarás con esto. — Le digo.
Lo siento, cariño… De verdad lo siento, pero quiero que entiendas algo:
Eres mía.
No soportaré tus arranques de furia. Si confiaras en mí no me hubieras
puesto a tu maldito guardaespaldas a seguirme por horas.
Mujeres… drama en toda su expresión — Ríe. Y no confío— Vamos,
relájate.
Jadeo al sentir que estoy presionada a hacerlo. Tomo la ropa en mis
manos y me dirijo al baño para ponerme más cómoda. A Christopher no le
gustaría, lo sé… pero debo hacerlo por mi propio bien. ¿Qué hago pensando
en él? ¿Él estará pensando en mí? Soy un mar de ideas de nuevo y por más
que quiero mantenerme neutra no puedo. Aunque la estúpida zorra de mercado
ya no haya aparecido no debo confiarme. Voy a pensar en ese beso que le dio
delante de mí cada vez que tenga asco por Brando.
Camino con el bikini puesto por el borde de la piscina. Brando me ve y se
maravilla con mi cuerpo. Si supieras con quién cogí esta mañana… — Me río—
y puedo notar otras miradas explorándome.
Los malditos guardaespaldas.
Brando se da cuenta cuando yo me quedo mirándolos y con furia los
expulsa de este lugar. Al parecer no hay nadie, solo nosotros, entonces pienso
que no será tan dificil como pienso. Me hundo en el agua deslizándome por
todos los espacios. Salgo para respirar y vuelvo a bucear para alejarme de su
mirada. Enseguida vuelven a mí los gemidos ahogados de Christopher en mi
oreja. Maldita sea…
De qué maldad estás acordándote, cariño — Suelta Brando cuando me
ve heleada suspendida en el vacio.
De nada — Respondo y lo miro.
Christopher rebotando entre mis piernas es todo lo que imagino ahora,
así que lamo mis labios y los muerdo. ¿En qué momento me volví tan sexual
por ese hombre? Lo quiero todos los dias entre mis piernas y no es sano.
Oh vamos, ponte a mi lado — Pide y lo hago. Mi cuerpo está mojado, mis
pezones se traslucen en los pequeños triángulos de tela de bikini. Y solo cierro
mis ojos.
Eres perfecta, Dulce… — Me dice tomando mi mano.
Y nos quedamos así. Él pensando en mi… y yo en mi marido. Mio. Si
pudieramos volver al pasado todo sería un cuento de hadas, pero sé que eso
no existe ¿Para qué soñarlo? Mejor despejo mis ideas de otra manera — Digo,
solo me digo.

Las horas pasan volando y pronto me he cambiado de ropa, ahora estoy


con un vestido. El almuerzo es agradable y Brando está muy cariñoso conmigo.
Lo controlo cuando quiere tocarme, porque no puedo hacerlo… simplemente
no puedo. No por Christopher, sino por mi. No quiero que sus besos salgan de
mi piel, que su aliento salga de mi boca, que la huella de sus manos
desaparezcan de mi cuerpo.
Lo ansío… quizá más que ayer.
Entonces mi mirada se topa con Brando y él sonríe. Es increíble cómo he
llegado al punto de sumergirme en mis propios pensamientos sin si quiera
darme cuenta del resto. Todos mis pensamientos se resumen en un solo
nombre: Mi patancito.
¿Te das cuenta que nunca hemos hablado de nosotros? — Pregunta con
sutileza, yo levanto una ceja.
Dices que sabes todo sobre mí — Respondo y sigo comiendo.
Sí. Tienes familia que no visitas ni quieres. Y… solo te han conocido un
novio. — Ríe— No me digas que eres virgen ahora.
Si supieras lo virgen que soy… — Pienso en mi cabeza— Tan virgen que
hasta no he podido sentarme de lo duro que ha sido. — Río. Suelto una
carcajada
Mi familia me averguenza — Digo para minimizarlos— y sí, solo tuve un
novio… pero eso no quiere decir que no haya tenido otras experiencias —
Curveo mis labios.
El Señor Campbell, lo asesiné. — Me dice y no me sorprendo. Ha sido
uno de sus enemigos por años
Lo sé — Suspiro— Tampoco me interesaba.
Y Eduardo Jacobs…. — Sonríe— Depende de mí.
Eduardo fue mi compañero de maestría, el imbécil quería que fuera su
amante. ¿Puedes creerlo? Tenía una novia con la que se iba a casar, y
tampoco era gran cosa para darle bola. Solo fue un tema de orgullo. La tipa me
caía mal. — Digo con verdad pensando en que lo besé delante de ella en su
fiesta de compromiso. Brando ríe tan fuerte que hasta me asusta.
¿Hermosa o maldita? — Pregunta.
Las dos cosas… — Retengo mi mirada y me reflejo en sus ojos.
Jamás has querido a nadie entonces — Suspira.
No. — Respondo con mentira
¿Y tu novio? — Pregunta— Alexander El Grande. — Casi escupo el agua
cuando escucho su nombre. No sé si reír o llorar… Christopher solía llamarse
así con sus amigos de escuela, Alexander es su segundo nombre por lo que
me parece hasta cómico que Brando lo sepa.
Aunque no lo creas era su nombre. — Respondo con risa y él se pone
serio.
Tu rostro cambia cuando habla de él. Lastima que murió… sino me
hubiera encantado darle un tiro.
—No lo creas importante. —Digo sorprendida. Qué carajos ha hecho
Christopher con los archivos y documentos nacionales? Ha cambiado todo,
incluso el presidente no podría rastrearlo. Aquí hay algo más fuerte que simple
justicia, y voy a averiguarlo. — ¿Y tú? —Pregunto. Este es mi momento para
sacarle más información.
—Ya te había dicho que no me gusta hablar de mi vida. Lo poco que
sabes es suficiente. —Evade mi mirada y siento que es como un niño, entonces
pongo mi mano encima de la suya.
—Pero si quieres algo más serio conmigo deberías decírmelo. —Lo
presiono— Tienes un hijo… eso es lo que sabía. Por qué nunca habla él.
—Tengo un hijo porque necesito un heredero. Tuve que comprar a su
madre y vive en Europa, como ya sabes. Está de moda ser gay, no verá mi
dinero hasta que se le pase la manía. En realidad No me interesa, solo sé que
se quedará con mi legado cuando deje de follar hombres.

Sonrio. No se quedará con nada porque todo será para mi. Y que sea gay
me viene bien. Brando es extremadamente machista.
—No hay nada más interesante…. ¿O si? —Curveo mi sonrisa y bato mis
pestañas.
Cae. Es tan predecible…
—Tuve otro hijo, pero murió. Yo lo maté.
Un escalofrío pasa por mi espalda… puedo esperar todo de él menos
esto. No quiero que vea mi sorpresa, así que sigo comiendo sin darle
importancia. Que ironía… Unos desean tener un hijo y otros lo matan.
—Supongo que era un estorbo. —Digo justificándolo para que no
sospeche.
—Lo era. Como ves cariño, soy implacable. —Besa mi mano— solo tú
eres mi debilidad.
Lo miro con precaución porque solo tengo asco cuando lo veo. Da una
palmada y enseguida aparece un mozo con un plato tapado. Levanto una ceja
y sonríe.
—Que es esto.
—El postre. —Dice— ábrelo. —Mi curiosidad pica y lentamente abro el
plato que contiene un anillo de brillantes.
Un anillo de compromiso.
Mi sorpresa es evidente. Es hermoso, lleno de brillantes y justo a mi
medida. Toma mi mano y me lo pone lentamente.
—Te había dicho que algún día te lo daría… quiero te cases conmigo. —
Suspiro sintiéndome aterrada. No puedo sonreír y tampoco saltar de felicidad,
porque me siento vacía.
Y pensar que he luchado por esto muchos años…
Pensar que solo me enfoqué en este momento y ahora todo me sabe
diferente. Intento concentrarme, pensar en mi beneficio, pero no quiero hacerlo.
Me siento traicionada conmigo misma, sin poder ocultar más mis sentimientos.
—Brando…
—Nos casaremos después de solucionar algunos problemas. La policia
me dio un golpe duro incautando mi carga de droga. Hay un soplón entre mis
trabajadores, en mis hoteles, y voy a descubrir quien es. Redoblaré la seguridad
y cortaré sus bolas.
Mi mente solo piensa en una persona, entonces siento la necesidad
terrible de avisarle pero me controlo. Siempre me controlo.
—No creo, Brando. Eres muy inteligente para dejar que hagan eso.
—Pues ya lo ves. Nadie más tiene acceso a mis documentos que yo, tú
o mis hombres de confianza. Jamas sospecharía de ellos… —Me mira— Serás
mi esposa, estás embarrada de la misma forma. —Amenaza sutilmente y
recuerdo haber firmado algunos papeles.
—No me conviene que seas pobre, cariño —Ríe—Tranquilo.
—Lo sé, hermosa. —Besa mi mano de nuevo— Si yo caigo tú vienes
conmigo. Pero sé que no será necesario. Los malos siempre triunfamos. La
justicia no existe, todo es comprable. Hasta tú
Me hielo. No digo nada, entonces continúa.
—Aprenderás a quererme también… —Parpadea sus ojos y puedo ver
por fin claridad en sus pupilas. Me quiere. Y eso es bueno.
El día con él es aburrido. Tuve que aguantar sus tonterías y que me
desnudara con sus ojos de vez en cuando. Miro la noche por fin desde mi
recámara y puedo notar que Christopher no me ha escrito ni llamado.
¿Acaso no me extraña?
La respuesta es evidente y tomo mi mano dándome golpecitos pequeños
en la frente. No confíes en él… ni en nadie, ¿Cuándo voy a entenderlo?
Parezco esa niña de 16 que se dejó embaucar por sus palabras bonitas. Solía
esperarlo todas las noches desde mi ventana, él había convencido a la vecina
de alado para entrar de vez en cuando a su casa y verme desde la suya.
Ahí empezó toda esta mierda de Romeo y Julieta. ¿Qué cosa no ha
inventado? Me paseo por mi habitación sintiendo espasmos en el pecho,
mirando tímidamente el anillo que llevo en el dedo. No sé cómo vaya a
tomarlo… y tampoco creo que le guste mucho la idea.
Lo extraño. Y no puedo negarlo. Me he acostumbrado a sus tonterías de
noche, a su olor por las mañanas, a sus cogidas intensas de vez en cuando.
¿Y si lo llamo? ¡No! —Me digo a mi misma cayendo sentada en la cama.
Estoy perdida… y tengo que hacer algo.
No voy a decirle que lo quiero. Y tampoco quiero quererlo. Encontraré la
manera de sacarlo de mi mente, pero antes necesito saber la verdad y tener
más cuidado.
La puerta de mi habitación suena. Me paro y camino hasta abrirla, pero
no hay nadie… solo una flecha en el suelo que me indica que debo dirigirme
hacia otra habitación. Mi pulso se acelera, porque siento que es quien creo,
entonces camino mirando a todos lados.
No hay nadie, ni si quiera guardaespaldas ni empleados.
Llego a ese lugar y tomo la manija para abrirla. Al entrar puedo ver un
babydoll en la cama. Muerdo mi labio, pero a la vez me tenso cuando veo el
traje del maldito viejo expandido en una de las sillas.
Joder, mierda. La puerta de cierra y doy vuelta encontrándome con la
mirada punzante de Brando. Me quiere, me desea. Trago saliva y no puedo
dejar de estar nerviosa. Con suavidad pasa sus brazos por los míos y me
encuentro con sus ojos.
—Quiero que seas mía, cariño. Tienes el anillo… y mi promesa. Te deseo
con toda mi alma.
Lo miro suspendida en el tiempo, porque en el fondo siempre supe que
tendría que enfrentarme a este día. Suspiro cansada y vuelvo a posar mis ojos
en su rostro. ¿Tengo que hacerlo? Carraspeo mi garganta, no tengo
escapatoria.
Me hielo.
23. Romeo
Dulce

“El amor no necesita ser perfecto, pero sí verdadero” M.M

Sus manos son dos espinas clavando en mi piel. Me da vuelta de la


manera más brusca posible y quedo de espaldas ante sus ojos. Con
desesperación recorre mis piernas, cintura hasta llegar a mis pechos. Los toca
y aprieta mientras siento asco, mucho asco.
—Vas a gozarlo… —Dice en mi oreja y siento cómo todo mi cuerpo se
endurece de tensión. No puedo, simplemente no puedo. Christopher está en mi
piel. Christopher está en mis labios y en cada centímetro de mi cuerpo.
—Brando… — Lo separo de mi con fuerza.
—¿Quieres rudo? — Dice y me indigno. No puedo hacer nada cuando me
acuesta en la cama. Tengo terror, miedo, pánico… Lame sus labios con fuerza
y siento que voy a colapsar en cualquier momento.
—¡Fuego! — Una explosión sucede no muy cerca de donde estamos.
Brando se hiela, yo me contengo. Jadeo al sentir movimiento por todos lados,
entonces me toma del brazo obligándome a seguirlo. Corremos y pronto los
guardaespaldas nos sacan del lugar. A lo lejos puedo ver un incendio en la
zona trasera de Hilton garden. El lugar se desploma y pronto la torre cae. Mi
cuerpo se queda inmóvil y grito. Jamás en mi vida vi algo como eso…
—¡Saquen mi dinero! ¡Mi dinero! — Brando colapsa y corre hacia los
costados. Sus guardaespaldas van tras él y pronto escucho algunas balas
atravesándose frente a mis ojos. Grito, estoy sola… no sé cómo actuar, solo
retrocedo mirando con horror la escena.

Silencio. — Escucho una voz que tapa mi boca y me hunde lentamente


hacia los arbustos. Todo el maldito cuerpo se me engarrota y no puedo
moverme. Mi presión se altera y muerdo su mano.

¡Déjame! — Me alejo y me jala de nuevo hacia su cuerpo para luego


besarme. No puedo ver su rostro porque lleva un tapa cara que solo lo cubre
hasta la nariz. Lo esquivo de inmediato pero sus brazos fuertes me sostienen…
entonces jadeo y me odio a mí misma por sentir. Me gusta. Su sabor me sabe
a familiar y conocido. Con una mano lo descubro totalmente dejando en claro
que es mi marido.
Así que no reconociste mi voz, bonita… — Sonríe y en un arrebato me
lanzo a sus brazos. Lo he extrañado… mucho, muchisimo.

Hablaste muy bajo… Por Dios, Christopher pensé que me habías


olvidado. — Abro mis ojos y me doy cuenta de la tontería que acabo de hacer.
Él suspira y besa mi cabello para luego acunar mi rostro con sus manos.

Jamás me he olvidado de ti — Me mira profundamente como si estuviera


dándome una indirecta— Solo que no puedo actuar de frente, sino por los
costados. — Ríe y mira la explosión.

Joder. Fue él.

Abro mi boca consternada, entonces pasa sus dedos por mis labios.

Tocó lo que es mio, ¿Verdad? —Inquiere contra mí con una impaciencia


que me desespera, así que ruedo mis ojos.

Claro que sí, tuve que besarlo porque no había escapatoria. Llegaste
justo a tiempo…

Lo sé — Pasa saliva— Estuve mirándolos todo el maldito dia. Vi que te


llevó a su habitación.

Me separo de él con fuerza y cruzo mis brazos furiosa porque no hizo


nada.

No hiciste ni mierda para ayudarme…

No pude. En todos estos años he afianzado mi paciencia, actuando con


la cabeza fría ganas más, pero juro que estoy desbordandome. Amor mio, te
necesito… no discutamos, solo abrázame. Vendrán por ti y no podré verte hasta
quién sabe cuándo.

¿Quién sabe cuando?


Nos pegamos como dos lacras al instante, entonces lo beso y él aprecia
mi acto. Sus labios son furiosos en mi boca, haciendo que pierda la cabeza. Me
pega contra el árbol y mete una pierna entre las mias para luego alzarme y
pegarme en sus caderas. Enredo mis brazos en su cuello sosteniéndome como
puedo y profundizamos la danza de nuestras lenguas. Su olor… me vuelve loca
su olor a mío y pronto me separo con dolor para morder su mentón.
—Quiero morderte —Digo con sinceridad y pronto bajo con suaves besos
hasta su cuello haciendo que de un grito ahogado.
Y yo a ti —Suspira mirándome derretido. Curveo mi sonrisa y tomo sus
manos para subirlas por mis piernas dejándolas finalmente en mis pechos—
Tócalos por favor — Me río y lo hace. Necesito que lo haga para limpiarme.
Vamos a tirar aquí mismo… y me excita, me encanta, me fascina verlo loco por
mi, aunque no me guste verme loca por él.
¿Tenemos tiempo? — Digo entre besos.
Lo haremos rápido… Amo ver que estás lista para mí siempre que te toco
— Susurra en mi oído mientras abre el cierre de su pantalón y deja salir su
erección. Jadeo contida y de un tirón destruye mi braga y se entromete dentro
de mí. Siento que muero cuando lo hace… Salto en su encima y se mueve
como una metralleta. Todo es rápido, intenso, inexplicable que en un abrir y
cerrar de ojos siento que estoy llegando. Su extensión es tan grande que no
puedo contenerme cuando entra y sale de mí llenando cada centímetro de mi
alma. Jadeo en su oreja mientras me aprieto en él para hacerlo más profundo
y con mis dientes lo muerdo.
—Mm…. — Digo en cada fundida— mmm… — Grito y me calla
capturando mis labios. Todo pasa muy rápido así que siento que exploto
cuando está dentro de mí con gritos que solo se proyectan en su boca.
Lo hicimos de nuevo. Levanta mis caderas para salirse de mí y siento que
me mareo por toda la ola de emociones que he recibido. Me besa, lo beso una
vez más. Somos un par de locos follando en el árbol.
Vístete, arréglate — Dice con el color latiendo a mil, puedo sentirlo— Se
acomoda el pantalón y vuelve a ponerse el tapa cara. Me excito de nuevo.
¿Qué pasa? — Me desconcierto y peina mi cabello con rapidez para
luego entregarme mi braga destruída.
Lo siento. — Intento tomarla pero me la quita de inmediato y luego la
guarda en su bolsillo— Para mi colección
De todas formas no sirve — Sonrío— Debo irme ¿Verdad? — Plancho
mi vestido con mis manos.
Vendrán por ti pronto, pero no te tocarán. Están demasiado ocupados
para hacerlo. Te quiero mañana en mi cuarto ¿Si? Dormiremos juntos.
Depende… — Levanto una ceja.
¿De qué? — Rie.
De dónde sea. Llévame a tu departamento. — Insisto mordiendo mis
labios.
Está bien, preciosa. — Me da el último beso.
Enseguida aparezco nuevamente cerca de la piscina y doy vueltas
mientras espero a que regresen. Estoy relajada y cansada a la vez, mi cuerpo
nuevamente sabe a él y me encanta… Ahora veo este incendio como fuegos
artificiales y no puedo quitarme la sonrisa cuando pienso en lo que acabamos
de hacer. Los sujetos de negro se acercan llenos de suciedad en sus rostros y
los miro incrédula, fingiendo tensión cuando en realidad no lo siento.
—Señorita Evans, hay un auto en el estacionamiento que la espera para
llevarla al hotel, el jefe está arreglando otros asuntos y nos pidió que la
acompañemos.

—No es necesario, puedo irme con el chofer. Estoy sumamente aterrada


—Digo poniéndome una mano en el pecho— y asustada.
Deberían darme el Oscar, Sonrio con sutileza y uno de ellos se apena.
Mientras camino intento cerrar mi vestido de campana, ya que hay viento y
estoy sin bragas.
Llegar al hotel fue fácil, más fácil de lo que imaginé. Bajo del auto y me
voy directamente a mi recámara para ponerme una pijama decente. Me
acuerdo en la cama oliendo mi piel a él y, mientras lo hago, veo brillar el anillo
que llevo en el dedo.
¿Lo haré? Ni si quiera pude soportar una caricia de ese hombre, peor aún
soportaría toda una vida con él. Pero debo sacarle dinero, mucho dinero antes
de dar mi último giro. Lo haré.
Chris
Mientras veo que la luz de la habitación de mi Bonita se apaga, puedo por
fin descansar tranquilo. Ha sido un día complicado… y mañana es el día
Perfecto para nosotros. Si que lo es.
—Gracias, Ventura. —Digo al teléfono a uno de mis hombres— Has
hecho un excelente trabajo.
Cuelgo mientras río y me desvisto para entrar en mi cama solo en bóxer.
La deseo aquí… —Pienso acariciando las sábanas— y pronto la tendré de
nuevo.
Hilton ha tenido una lección y no puedo esperar a mañana para fingir
preocupación. Sé que estará histérico y sobretodo muy ocupado descubriendo
quien fue el culpable. Mi experiencia me ha enseñado que sembrar pistas falsas
es una buena opción para enfrentar a la gente, lo que ha hecho que queme
claves y deje evidencias de uno de sus enemigos en el hotel quemado.
Yin Lai Su
Un mafioso chino de 35 años dueño de la cadena de hoteles naturales
más grande de China. Lo odia por ser su competencia, y porque le quitó varios
proyectos en Mexico. No será difícil que vaya a matarlo con sus propias
manos… mientras mi Bonita y yo tenemos un día decente como esposos.
Sus besos aún han quedado plagados en mi piel, entonces acaricio mi
rostro y cierro los ojos… la amo
Tal y como lo imaginé la mañana se torna plagada de hombres de negro,
movimiento y una reunión de urgencia a última hora. Brando luce sumamente
afectado. Tiene el rostro perdido, lleno de furia y parece no haber dormido.
Entro saludando a todos sin dar motivos para que desconfíen de mi, tomo la
mano de sus socios e incluso la de Brando para luego llegar a mi chica… Ella
me mira seria y esquiva mi saludo, yo solo sonrío en silencio.
Es tan buena actriz que estoy pensando en sugerirle algunas fantasías…
Me siento a su lado y al parecer me ignora. Brando la mira con ganas de
besarla, pero sé que no lo hará porque tiene temas más importantes por
arreglar. Empezamos la reunión con la noticia del incendio. Dulce finge muy
bien estar aterrada y tensa, yo parezco ansioso de igual manera.
No tengo idea cuantas veces Brando ha golpeado el escritorio para
desfogar su rabia. Grita y amenaza con asesinar al chino, creo que ya lo
sospecha, y solo lo apoyo asintiendo a cada una de sus peticiones. Me da risa,
pero aguanto. Carcajearme ahora no vendría bien, por lo que ocupo mi mano
en otra cosa.
Se puso falda para mi, lo sé.
Recorro debajo de la mesa su piel y tose cuando siente mi toque. Voy
tomándola como quiero y me deja. Por abajo me permite todo, y por arriba finge
odiarme. Es segura de sí misma, arriesgada y sumamente inteligencia. A veces
me sorprendo de su capacidad de acción, y a la vez temo por sus intereses
conmigo. Aún no sé a ciencia cierta si es verdadera, pero sus labios me lo dicen
y olvido mis malos pensamientos.

—Mátalo. —Gruñe con furia hacia Brando mientras yo voy metiendo mis
dedos entre sus piernas.
—Primero es necesario comprobar si él fue —Opina uno de los
empresarios desatando un caos. Todos hablan a la vez y discuten, incluyendo
Brando. Sonrio solo no por él sino por mi Bonita, quien se ha quedado callada
con la cabeza abajo. Voy estimulando su centro poco a poco hasta donde llego
y se que le gusta. La conozco. Se donde ir en el mar de su cuerpo y solo deseo
besarla ahora mismo.
—Basta —Dice ella alzando la voz, entonces finge que es por la discusión
entre los socios pero en realidad ha gritado por mi toque. La dejo porque sé
que implora por ello, así que guardo mi mano de inmediato. Aún tengo su ropa
interior en mi armario y no he podido dejar de mirarla.. me aloca.
Cuando por fin Hilton decide viajar con algunos miembros ejecutivos, de
inmediato le hago recordar a mi chica que debemos vernos a la brevedad.
La esperaré en un café de la condesa mientras soluciona su salida y
distrae a todos. Sé que lo hará porque es inteligente y muere por tener intimidad
como se debe conmigo, pero no sabe que le tengo una sorpresa.
He cuidado los detalles para que se sienta cómoda en mi espacio y,
aunque no sea un departamento de última generación y lleno de lujos, sé que
lo amará cuando lo vea.
—Hola, Romeo… ¿O debo decir Alexander El grande? —Exploto en risa
cuando lo dice y ella también sonríe. Su expresión así es la forma más sublime
en la que la he visto hasta ahora… está relajada, calmada y con ánimos de
todo.
—Mi Bonita… vámonos ya. Tú sales por la puerta de allá —Le señalo—
Hay un auto negro. Yo termino mi café y te doy el alcance.
—Bien. —Me dice y eleva un suspiro para dirigirse al auto que renté de
prisa. Pasan solo algunos minutos y pago para luego encontrarla limándose las
uñas.
—No has dejado esa manía —Le digo empezando a manejar.
—No. —Se limita a responder y luce sería. Si no la conociera diría que
está enojada con todo el mundo, pero sé que lo hace porque es su carácter.
Me parece extraño tenerla conmigo en él auto. Recuerdos vienen a mi de
su sonrisa cuando le enseñé mi primer carro y su alegría al llevarla de paseo.
En ese tiempo soñaba con verla hecha mi esposa… y ahora solo sueño en
tenerla de vuelta a mi lado. El vuelo de su cabello por el aire de la ventana la
hace sencilla y aún más hermosa… De rato en rato la miro, porque no puedo
dejar de hacerlo. Soy un maldito pisado por ella.
—Bienvenida. —Digo mientras camina por todo mi espacio. El
departamento no es grande, pero si muy práctico. Tiene una sala, comedor,
baños suficientes, cocina pequeña y una habitación. Le doy un paseo por todo
el lugar y siento que explora más de la cuenta con sus ojos.
Trago saliva. No lo ha visto. Hay una pequeña puerta escondida entre la
sala y la cocina que es casi desapercibida. Es como mi caja fuerte, por lo que
tiene clave en letras y un reconocimiento de huella digital. No será problema si
pregunta, puesto que es usualmente utilizada para guardar implementos de
limpieza.
—Es bonito. —Dice sentándose en el sofá— Cómodo y muy acogedor.
Dulce no dice cosas para agradar a la gente
Comúnmente por lo que me siento aplaudido. Estamos en el piso 18 por
lo que se puede ver toda la ciudad desde las amplias ventanas.
—Ven aquí, Corazón…. —Le digo envolviéndola en mis brazos— De
anoche a ahora te extrañé como nunca —Beso su cuello e inhalo el aroma de
su cabello. Es exquisito…

—Le dije a Brando que necesitaba relajarme por lo que iría de compras,
shopping y toda esa mierda. —Me mira sonriendo y pego mis labios junto a los
suyos mientras nos balanceamos sin rumbo.
La beso suavemente y la aprieto contra mi cuantas veces quiero. Capturo
sus labios en los míos y me parece el sabor más agradable del mundo. Ella
sigue siendo una serpiente, pero ya no es venenosa… no conmigo. Me excita
su manera de actuar frente a los otros, la manera en la que mira a la gente y a
la vez en la que ha vuelto a mirarme.
Me quiere, lo sé. Lo siento.
Y no puedo dejarla. Simplemente no puedo.
—¿Tienes hambre? Será hora de almuerzo y pedí ensaladas.
—Buena elección, patancito.
—Siéntate —La suelto— ponte cómoda. Ahora regreso.
Salto a la cocina para traer copas de vino. Ella solo ve las fotografías de
mi estante y la encuentro sonriendo al ver a mamá en una de
Ellas.
—Macarena… ¿Cómo está? —Pregunta y siento que me da vértigo. Aún
me cuesta asimilarlo y se lo diré pero no ahora.
—Tranquila. —Respondo con verdad, porque sé que mamá está
tranquila— Brindemos por nosotros.
Sonríe y acepta el vino de la mejor manera. La comida llega de inmediato,
por lo que comemos con calma… riéndonos de todo. Así, como antes.
—Entonces la estúpida perra barata de Morgana intentó acusarme con el
profesor —Saca su ira— Cuando ella había copiado. Me la encontré hace un
año y ni si quiera le dirigí la palabra.
La veo y sonrió.
Habla de una compañera en Vallarta. La odia porque quiso conmigo.
Desde ese día le puso la cruz y me obligó a no hablarle.
—Pobre Morgana, me caía bien pero se topó contigo. —Sonrio.
—No me provoques. —Lanza una mirada llena de furia.
—No cielo, no. —Tomo su mano para besarla y me topo con un anillo que
no había visto antes. Lo miro… es caro, tiene brillantes y parece de…
compromiso. Me hielo al darme cuanta. Hubo un momento en donde no pude
ver nada de lo que hablaban porque estaban comiendo. Levanto mi mirada para
encontrarme con la suya y pronto quita sus manos de encima de las mías
haciendo que todo en mi se enfurezca.
—Iba a decírtelo, por eso… lo tengo puesto. Brando me pidió matrimonio.
—Me mira como si no fuera gran cosa y solo siento mi estómago retorcerse.
¡Mierda!
Fuego. Siento fuego dentro de mi cuerpo. Me levanto y de un arranque
golpeo la pared haciendo que unos cuadros se caigan. Dulce se levanta e
intenta controlarme pero no la dejo.
No voy a permitirlo, no.
—Basta. —Me dice y solo necesito sacar mi ira de alguna manera. Hago
puños para no golpear más cosas pero voy a explotar, juro que explotaré.
El sonido del timbre hace que todo en mi se paralice. Nadie conoce este
lugar, solo André y Tatiana, por lo que me asomo con cuidado a
La puerta.
—André, no es el momento. —Digo mientras lo veo pasar de golpe. Se
sorprende cuando ve a Dulce en la sala, pero no tengo por qué darle
explicaciones.
—¿Interrumpo? —Se burla y pienso que en cualquier momento voy a
golpearlo. Dulce lo mira con los ojos en blanco y él se sienta de la manera más
fresca del mundo en el sofá— ¿Esto es una luna de miel o qué?
—Deja tus ironías de lado, ¿Qué quieres? —Voy al grano. Estoy enojado,
no puedo controlar mis sentimientos y lo menos que quiero es a este idiota
molestando.
—¿Por qué el enojo? Oh, ya veo… te enteraste — Ríe— Iba a decirtelo.
Ese anillo es muy llamativo.
Tenso mi mandíbula cuando empieza a burlarse, Dulce solo lo mira con
desgano, yo… no lo soporto ¡Se está burlando de esta situación y quiero
golpearlo!
Para mí no es broma. — Espeto con furia— Deja de reirte.
Piensa las cosas de manera objetiva, Christopher. Que Dulce se case con
el viejo nos conviene a todos. Tendría acceso a todas sus cuentas bancarias y
más poder sobre él. Todo sería más rápido.
Mis ojos saltan mientras escucho sus estupideces. El corazón me late tan
fuerte que estoy a punto de tener un infarto por cólera ¡Jamás lo permitiría! ¡No
dejaría que ese malnacido toque a mi esposa! ¡Y mucho menos la pondría en
peligro! Respiro con profundidad para mantener mi cordura, pero me es
imposible. Muerdo mi labio y le lanzo una mirada asesina, entonces ríe… sigue
riendo.
Pareces un cavernícola así, hermano. Tranquilo… tu hermosa mujer
sabrá cómo seducirlo y en todas sus formas.
No siento cuando mi mano hace puño y lo golpeo. Estoy tan furioso que
soy capaz de matarlo, él me empuja y yo sigo partiendole cara. Dulce grita e
intenta separarnos pero no puede. Con fuerza lo lanzo hacia la mesa del centro
haciendo que se rompa el vidrio. Su rostro sangra pero no me interesa nada…
¡Juro que voy matarlo!
¡Christopher! ¡Déjalo! — Escucho su voz como un chillido a lo lejos. En
un descuido él me lanza otro golpe y siento que mi nariz sangra.
—Eres un imbécil, Christopher… ¡Un embécil! La primera regla ¿La
recuerdas? — Apunta con su dedo, entonces Dulce aprovecha para meterse
entre nosotros— No sentimientos. No corazón. No apegos… Las emociones
dañan, idiota… Querer te hace débil, vulnerable. Ya veo que sigues siendo el
mismo chiquillo tonto de hace 5 años. No aprendes.
No dejaré que involucres a Dulce más de la cuenta, ¿Lo entiendes?
Tenemos un trato. — Espeto contra él.
El trato no incluía perjudicar nuestros planes. Esto se dio y debemos
aprovecharlo. El jefe quiere verte pronto. Así no quieras tendrás que aceptarlo
y tú… — Mira a Dulce con tensión— Desde ahora harás todo lo que nosotros
te digamos. El dinero estará en tu cuenta pronto.
Con rapidez se dirige a la puerta y siento que necesito matarlo, pero Dulce
me detiene. Se larga dejándome aún con más furia ¿Quién carajo se cree para
amenazar a mi mujer? ¿Quién es esa pequeña mierda para venir a hacerlo
conmigo? ¡Prometieron no ponerla en peligro! Y lo están haciendo al permitir
este estúpido matrimonio.
Siento mi cuerpo arder después de que se va, aún tengo furia así que
golpeo nuevamente la pared. Voy a matarlo… a matar a todos… y no puedo
controlar mi ira. Todos estos años me he aguantado pero tengo un límite.
Cuando se meten con lo mío pierdo la paciencia.

—¡Basta Christopher! — Me empuja con fuerza— ¿Crees que así vas a


arreglar las cosas? — Jadeo sudando cuando me habla, entonces la miro…
Ella se tensa al ver mi rostro ensangrentado.
No voy a dejar que lo hagas ¡Tú no te vas a casar con ese malnacido!
¿Lo entiendes? ¡No lo harás! Primero me muero. Primero lo mato. Mataré a
todos… Los mataré — Mi garganta pica cuando siento que todo mi rencor sale
en forma de grito. Dulce está pasmada, jamás le he hablado así, pero ya no lo
soporto.
5 años…
5 malditos años protegiéndola en secreto, intentando descubrir las redes
de ese infeliz para poder seguir mi vida con ella sin apuros. La amo demasiado
como para dejarla sola con ese enfermo. No lo haré, así tenga que sacrificar mi
propia vida velaré porque esté fuera de peligro. Así solo esté aprovechándose
de la situación y no me quiera la cuidaré. Así me lo prohíba seré su sombra…
porque la amo, la amo y nunca podré dejar de hacerlo.
Con furia me voy dejándola en silencio. Tengo tanta mierda encima que
soy capaz de decirle cosas que no debo. Entro en el baño y miro mi rostro: mi
nariz sangra, mi boca sangra y mis manos están rojas, entonce me limpio. Arde
como la misma mierda pero no importa. Voy a pensar en algo, lo haré…
Y mi corazón se deja llevar de a pocos. Flaqueo sintiendo lágrimas en mis
ojos. Joder, no… pienso en mi madre y todo se vuelve oscuro. ¿Cuándo
dejamos de ser felices? Todo era paz y amor en ese entonces y de pronto la
vida nos cambió sin avisar. Sufrí todos estos putos años ideando un plan
maestro, no van a arruinarlo… no lo harán.
Silencio.
Trago rabia y me descontrolo al ver que la sangre no para de salir. Camino
aburrido y me acuesto en la cama boca arriba, jadeo… no puede ser, no puede
ser. Cierro los ojos y tengo un nudo en el pecho que me quema.
No la quiero perder… no de nuevo.
Una lágrima se resbala y siento cómo unas piernas se asoman por el filo
de la cama. Es Dulce… y me mira como si fuera un idiota. Me giro hacia el otro
lado limpiándome con la mano la sangre que aún está por mi rostro, entonces
camina hacia el otro lado y se sienta cerca a mí.
No eres un niño de 5 años, ¿O si? — Dice de la forma más dura posible—
Vamos, limpiate esa cara. — Extiende su mano y pasa alcohol por mi rostro.
Doy un grito por el susto, fue muy rápido, pero en el fondo agradezco su acto.
Espera, duele…— Le digo y es implacable.
Nadie te mandó a hacerlo, tú tienes la culpa por bruto. — Suspira— Toma
esto — Me da una pastilla— Es para el dolor. —Inmediatamente la tomo sin
agua, la cabeza me revienta— Ahora dame esa mano — Con suavidad pasa
alcohol por mi mano y siento que todo va calmándose poco a poco. Ella hace
milagros….
Déjame solo por favor, gracias por curarme. — Me siento en la cama con
dolor de cabeza. Dulce levanta una ceja y no puede creerlo.
¿Ya no quieres que me quede? Me iré entonces — Se levanta y logro
jalarla del brazo.
No, no es lo que quiero pero necesito estar a solas… No te enojes.
¿A solas para qué? — Pregunta sin paciencia— ¿Para seguir
comportándote como un cavernícola?
Dulce, no entiendes. — Digo.

No, no entiendo. Vamos, patancito… no es tan malo — Levanta sus


hombros.
¿No es tan malo que quieran que te cases con Brando?
No contesta, solo exhala aire.
No lo permitiré — Continúo.
¿Qué harás entonces? — Pregunta curiosa.
Cualquier cosa. Así tenga que quemar todos sus hoteles lo haré con tal
de evitarlo.
Estás loco… — Susurra sonriendo.
Por ti. — Confieso sincero. Soy un maldito pisado pero no me importa,
entonces la atraigo hacia mí para apretarla muy fuerte. Su aroma vuelve a
entrar por mis fosas nasales y me produce calma…
Iba a hacerte sufrir pero creo que ha sido suficiente con tu brutalidad —
Se burla— No me casaré con Brando.
Mi corazón salta.
¿Hablas enserio? ¿Y el anillo? ¿Y el dinero?...
Bate sus pestañas y sonríe.
Gano más cosas si estoy de tu lado. — Acaricia mi rostro y no sé si es
sueño o realidad— Pero le haremos creer a todos que he aceptado, así tú no
peleas con los tuyos y yo no me veré obligada a nada. Estoy segura que
encontrarás formas para mantener a Brando ocupado… — Curvea su sonrisa.
¡Es una bendita genio!
Río y la abrazo de golpe haciendo que nuestros cuerpos caigan en la
cama. Me tomo unos segundos para explorarla… Sus ojos, sus párpados, sus
labios… La miro como si no hubiera un mañana y me quedo suspendido en el
tiempo. Amo a esta mujer y debo confesar que me excita aún más su maldad.
¿Por qué no me cuentas, bebé? — Peina mi cabello con sus dedos… Me
ha dicho bebé— ¿Por qué tienes que trabajar para ellos? ¿Te amenazaron?—
Me quedo en silencio, no puedo decirselo.— Si vamos a ser un equipo no
deben existir secretos entre nosotros, ¿O si?
Dulce… — No sé si es muy inteligente o sincera, pero está en todo su
derecho.
Guerra avisada no mata gente — Se pega más a mi boca— Cuéntame.
Hicimos un trato hace años. Ellos querían atrapar a Brando pero era tan
audaz que nunca deja huella de sus actos. Necesitaban a alguien que lo odie
lo suficiente como para hacerlo personal, entonces me encontraron. Solo era
un ingeniero, sabía hacer planos y construír puentes, pero ellos me enseñaron
a manejar un arma. Fueron años de tensión… aprendí artes marciales, defensa
personal, diversas maneras de espionaje hasta que dí con Brando y
sembramos una farsa. Pasó algún tiempo y lo demás ya lo sabes.
La veo contenida mientras le conté lo sucedido. No puedo quitarme de la
cabeza que aún tiene preguntas… y sufro. Temo tanto que esto hermoso se
rompa, pero no puedo hablar con la verdad completa ahora.
Sé que te hice daño — Susurro— Pero pronto estaremos juntos sin que
nada nos separa, lo juro. — La acaricio con mis pulgares— Es mucha mierda
para decirla en solo una noche, amor… por favor. — Le imploro. No quiero que
pregunte.
Y suspira resignada.
Vas a traicionar a los tuyos, ¿Lo sabes cierto?
Primero estás tú, además no tengo intención de seguir sus planes. A ese
malnacido lo capturaré yo… — Clava sus ojos en mí.
¿Y luego? — Parpadea.
Luego te irás conmigo — Le doy un piquito— Y no existirá más una Dulce
y un Christopher, sino Romeo y su bonita…
Me pego en su pecho acunando mi rostro entre sus senos. Al principio se
queda inmóvil, quizá tensa, pero luego se relaja. Amaba hacer eso cuando
eramos esposos… entonces acaricia mi cabello. Cierro mis ojos intentando
pensar en algo, pero no quiero hacerlo porque deseo disfrutarla.
Las emociones, Christopher — Dice mi mente— Son traicioneras.
No me importa.
Me adormezco en su piel mientras siento que mis ojos se vencen… tengo
mucho, mucho sueño y no entiendo por qué, pero no me preocupo porque estoy
en sus brazos. Abro mis ojos para no dormir pero son como pesas fuertes que
no puedo detener.
Mierda. Conozco esta sensación.
Con dureza me despego de los brazos de Dulce y la miro incrédulo. Ella
sonríe y me susurra algo que no puedo escuchar, ¿Qué carajos está pasando?,
intento hablar pero no me deja. Calla mi voz con un suave beso, entonces todo
se vuelve ligero.
Siento mi cabeza caer a la cama y a la vez veo cómo se levanta para
seguir mirándome.
Qué has hecho, Dulce…. Qué has hecho.
24. Te quiero
Dulce

“No te quiero por cómo eres… sino por lo que me haces sentir cuando
estoy contigo”

Cierra sus ojos lentamente y solo arreglo la almohada para que tenga un
largo sueño. Mi pulso aumenta a medida que los minutos pasan, quiero
desesperadamente darle vuelta a todo este lugar pero sé que debo esperar…
Solo un poco más, un poco más.
Exhalo lento y paso mi mano por la nariz de Christopher para ver si está
dormido. Doy pequeñas palmadas en su rostro y no despierta ¡Está
profundamente dormido! ¡Si! ¡Es mi hora!
Con prisa corro hacia la sala y empezo a buscar en todas partes. La
puerta de entrada, en las paredes, detrás de los cuadros y nada. ¡No hay nada!
Todo parece ser muy normal aquí pero no voy a rendirme. Con rapidez ahora
Abro cajones, saco papeles, los ojeo rápidamente pero tampoco encuentro
nada fuera de lo normal.
Mierda.
Miro la alfombra y examino su extensión palpeando el suelo como en las
películas de acción y nada. ¡No hay nada! Mierda. Corro hacia el otro lado y
exploro el comedor, cocina y cuarto de limpieza pero solo puedo ver todo en
orden ¿Dónde carajos guarda sus cosas? Es tan pulcro que hasta me
sorprendo. Jamás fue un tipo ordenado.
O es muy inteligente o yo estoy perdiendo mi tiempo en este lugar.
Con las manos en mi cabeza camino y doy vueltas para manejar mi
frustración. Dónde… dónde… dónde… —Me pregunto— ¡No vas a salirte con
la tuya, patancito! Levanto la mirada y me dirijo a la habitación donde yace
dormido. Él sigue sin moverse, inspirando y exhalando tranquilamente, sin si
quiera sospechar nada. Yo busco debajo de la cama, en el armario, baño, mesa
de noche y no hay nada… pero sí encuentro un cajón con llave.
¡Mierda! ¡Aquí debe haber algo!
Trago saliva y voy en busca de un cuchillo para luego forzar la chapa. Me
molesta no poder hacerlo a la perfección pero así tenga que pasar años lo
abriré… ¡Voy a hacerlo! Aprieto con fuerza el pequeño orificio, lo muevo por
ambos lados y por fin cede…
—¡Lo hice! —Digo casi saltando. Trago saliva y me concentro— Eso es…
Jalo el cajón y lo que veo solo me causa dolor. Mi corazón de hielo está
caliente, y temo por mi cordura.
No puedo…
Jadeo tocando la pequeña cadenita de oro que un día compramos para
nuestro bebé… ese bebé que fue un sueño no realizado. Suspiro intentando
reprimirme de nuevo, tengo que hacerlo… No puedo quebrarme ante una
realidad que nadie cambiará, ¿Por qué tiene esto? ¿Por qué si yo misma lo tiré
en la playa? ¿Cómo es posible que él lo tenga? Cuando me fui de Vallarta quise
olvidar todo mi pasado, quemé todas sus cosas y me quise deshacer de lo que
aún me hacía llorar…
Y ahora esto…
Me duele recordarlo. No porque aún quiera ser madre sino porque tengo
muchos recuerdos. Beso la cadenita y la guardo en su mismo lugar, tenerla
conmigo solo haría que mi corazón se derrita y sería muy riesgoso para mis
intereses. Enseguida encuentro un sobre con dinero, mucho dinero… lo tiro y
no me interesa, luego veo fotos mías… ¡Maldito idiota! No quiero ver más. Estoy
tan afectada que ya no quiero seguir buscando.
Me paro contenida y voy hacia el baño para verme en el espejo. Eres
bella, grande y fuerte, Dulce… No lo hagas —Me digo a mí misma— Y no lo
haré. Me mantendré firme como siempre. Porque así es la vida, porque así
funciona el mundo, porque yo funciono así.
Después de estar vagando por el departamento un rato vuelvo más
tranquila nuevamente hacia la cama. Lo miro dormir… y mi paciencia se agota
¿Dónde demonios tienes tus evidencias, patancito? Por más que lo pienso no
me entra en la cabeza. He vuelto a rebuscar todo y no he encontrado nada pero
algo me dice que este es el lugar correcto.
Me siento agotada por todas las emociones que vivimos. Miro mi celular
y Brando no me ha hablado, estoy segura que este enfermo ha quemado otro
de sus hoteles… y en el fondo no me molesta. Es un viejo que me está
aburriendo.
Suspiro. No tengo sueño.
Paso mi mano por las sábanas intentando distraerme en cualquier cosa,
entonces veo un bulto en el bolsillo de su pantalón… es su arma. Lo sé porque
puedo notar el gatillo a lo lejos. Y la jalo con cuidado para luego mirarla.
Es pequeña, rara… peligrosa. Un extraño frenesí asoma como fantasma
por mis pensamientos, muerdo mi labio y lo apunto. He querido hacerlo desde
que me dejó. Soñaba con fantasías en mi cabeza. Lo odiaba… lo odiaba
mucho. Y sería fácil acabar con este tormento. Está dormido… solo bastaría
jalar el gatillo para matarlo y vengarme por su abandono. Me pudre su juego.
Me exaspera su paciencia. Me saca de mis casillas sus ironías.
Mátalo entonces —Dice mi otro lado. Con seriedad sigo apuntándolo y
solo puedo ver que duerme tranquilo. Su pecho se levanta y acuesta mil
veces… y yo puedo asesinarlo.
Pero no lo hago.
Bajo el arma con temor a no saber usarla, la dejo en la mesa de noche y
sigo observándolo como entorpecida. No me culpo, nunca he asesinado a
nadie, aunque me coman las ganas.
Miro el reloj y el tiempo ha pasado volando porque marca las 23:00 hrs.
Debería irme dejándole claro que no soy idiota, pero arruinaría todos mis
planes. Él es muy sentimental cuando quiere serlo, y yo debo encontrar el
momento para atacarlo de frente
Lo miro, miro, miro… y sigo perdiéndome en esa imagen. Una tonta
emoción aflora es mi pecho. Es estúpido y bipolar de mi parte hablar como lo
hago de él y ahora ceder tan rápido, pero ni yo misma me entiendo. Lo odio y
quiero. Lo necesito y a la vez me duele. ¿Qué clase de daño estoy
haciéndome?
Exhalo sintiendo mis fuerzas débiles. Nace en mi garganta la necesidad
de hablarte, aunque esté en completa inconsciencia, siento que necesito pasar
por esto.
¿Cómo habríamos sido tú y yo juntos si nunca me hubieras dejado? —
Pregunto en voz alta. Mi voz carraspea y me siento traicionada. Prometi no
pensar en este tipo de situación, ni recordar el pasado pero ahora… estoy
haciéndolo.
¿Y él? Solo Ronca.
Elevo mis ojos rondándolos con ironía y se me ocurre grabarlo solo para
demostrarle que sí lo hace pero no perderé mi tiempo en ello. Con tensión toco
su brazo y me llama la atención lo fuerte que se ha vuelto.
No lo recuerdo tan ejercitado. Debió pasar muchas cosas en este tiempo
para que haya cambiado su alimentación y estilo de vida. Cosas que no sé…
mundos que no conozco de él.
—Probablemente estaríamos separados y odiándonos… — Contesto la
anterior pregunta— Igual jamás podré darte hijos. — Digo y mi voz suena con
pena— Lo he superado, ¿Sabes?, pero me costó muchisimo tiempo… —Hago
la pausa más difícil de mi existencia— ….¿Por qué haces todo esto,
Christopher? ¿Por qué ahora? Dejaste pasar tanto tiempo… y sencillamente no
te creo. — Exhalo— No creo ni en mi sombra.
Mi voz rebota por toda la habitación siendo eco y pronto la tentación me
supera. Mi alma grita dentro y solo quiero gritarle, golpearlo.
Si tan solo hubieras tenido una buena razón… yo… — Digo,
enredandome con mis palabras— ¡Soy una estúpida! — Murmuro bajito—
rompí mi propio corazón queriéndote.
Me giro en la cama hacia el otro lado y mantengo mis ojos hacia el techo.
Pasan largos minutos en los cuales mi corazón pasa por emociones opuestas.
Y tengo la certeza de que estoy mal… muy mal pero no lo expreso. Me he
vuelto una máquina infinita de hielo.
¿Qué hago aquí? ¿Por qué no me he ido?
Él duerme aún y siento que será una agonía pasar toda la noche a su
lado pero no puedo levantarme. No quiero hacerlo. Algo me dice que me quede.
La receta médica nombra que dormirá algunas horas más, por lo que puedo
hacer lo que quiera y Lo golpeo. Doy un puño fuerte en su brazo contenida y
parece no afectarle. Estoy sumamente cansada de toda esta mierda y también
de él. Sí, de él… — Rechino mis dientes, respiro un par de segundos y me
vuelvo a frustrar.
¡A quién engaño!
Sollozo pensando en que necesito separarme de su cuerpo, pero cada
vez que avanza el plan no puedo seguir conteniéndome ante sus encantos.
Si tan solo no me hubieras dejado… — Escucho mi voz con sorpresa. Es
sublime, terca, llena de agonía… Llevo mis manos a mi boca y vuelvo a mirar
hacia el techo
Tiemblo.
Y con tensión veo mi mano acercarse a su corazón… lo toco. ¿Cómo hice
esto? Estoy aterrada mirándome hacerlo, pero a la vez complacida por seguir
mis impulsos aunque sea de esta manera.
Jadeo, muerdo mi labio y mantengo mis ojos abiertos mientras mi cuerpo
se va balanceando hasta llegar a su pecho.
Y me quedo ahí… sintiéndolo.
Mi oreja roza su lado izquierdo y puedo escuchar su corazón bombear
como metralleta. El silencio me hace querer morir… porque pronto descubro
que mi alma está unida a la suya.
Lo quiero, lo necesito, lo extraño y ya es tonto engañarme. Acabo de
imaginarme matándolo, acabo de darme un discurso barato sobre la distancia
que debo tener con él y todo se ha ido al puto demonio cuando lo toqué.
Respira con tranquilidad y yo sigo quieta escuchando sus latidos pero
pronto necesito más, así que me siento y acaricio su cabello para luego olerlo.
Amaba su perfume… y todo lo que él me hacía sentir con su cuerpo. Bajo como
si estuviera esculpiéndolo con mis dedos por su rostro y me acuesto en su
encima sin ningún tipo de interés sexual.
Con mis labios beso su frente, su nariz y luego llego a su boca para luego
acariciar su piel con mis manos. Bebé tonto…. —Me digo a mi misma
recordando sus estupideces— y pronto tomo sus brazos enrollándolos encima
de los míos.
Lo imagino…
Lo imagino diciéndome bonita y estando en la playa. Lo imagino besando
mi cabello y peinándome. Lo imagino mirándome con sus ojos de avellana, pero
luego se pierde.
—Te quiero…. —Suspiro…
…Y una lágrima explota como volcán por mi rostro. Solo una. Es pura,
valiosa y llena de sentimiento, el mismo que he perdido a lo largo de los años.
Ladeo mi cara y cierro mis ojos mientras la quietud nos mece. No hay
ruido, no hay gente, no esta despierto. Solo estoy yo y mi corazón de hielo.
El tiempo pasa y siento que voy adormeciéndome. Pronto despertará y
no puede verme en este estado así que me levanto con amargura y pongo mis
pies en el suelo.
Necesito desnudarme.
Con calma me desvisto y mientras voy quitando mi braga sigo mirándolo.
Doy un salto hacia su armario y encuentro una polera larga de algodón suave,
entonces me la pongo. Tiene su olor… y yo empiezo a morir lento.
Pero ya no es momento para cursilerías, sino debo enfocarme en
descubrirlo. Inspiro contendiéndome y cierro los ojos para pasar de caliente a
frío.
Me acuesto en la cama en silencio, los minutos van y vienen, me centro
viendo un reloj dar vueltas. Él sigue dormido y por más que quiera no puedo
conciliar el sueño.
Olvidé un pequeño detalle… ¿qué voy a decir cuando despierte? Sonrio.
Tendrá que creerme.
Bajo mi mano por su estómago hasta llegar a su parte inferior. Me gruño
a mi misma por las ideas locas que tengo, así que con suavidad abro su cierre
y lo toco por encima.
Me siento una violadora. No lo haré. Pero si desabrocho su pantalón y lo
jalo como puedo hacia abajo, luego voy con su ropa superior y le quito la camisa
lentamente. ¡Está listo!
Abro mis ojos olvidando un detalle muy importante… ¡La mesa de noche!
Me levanto y trato de mantener todo como si no hubiera pasado nada, pero la
chapa está forzada así que empiezo a caminar histéricamente por todo el
cuarto.
Condones. Donde tiene los malditos condones.
Abro y cierro cajones, hasta que se me ocurre buscar en el otro bolsillo
de su pantalón. ¡Aquí está! Meto uno de ellos en el cajón, un poco lejos de la
cadenita de oro, y lo cierro escondiendo el cuchillo.
Me voy al otro filo de la cama para dormir y lo miro una vez más con
tensión… Trago saliva y cierro mis ojos. Si quiero despegarme tengo que
alejarme de alguna manera, de la mejor forma posible… Así que no pasaré
horas a su lado, y tampoco quiero que me vea en su pecho cuando despierte.
La alarma de un maldito celular suena y hace que pierda el poco sueño
que he logrado. Jadeo rechinando mis dientes, miro por la ventana y aún no
amanece. Cuando volteo lo veo sentado mirándome implacable, sin su quiera
decir una palabra.
Está molesto
Suspiro lentamente para calmar mi ansiedad, entonces viene todo de
golpe. Abro mis ojos para fingir que no sé nada y se acerca a mi conteniéndose.
—Me dopaste. —Sigue enojado, lo sé.
—¿Qué? —Finjo como profesional— De donde sacas eso.
—¡Dulce! ¡Lo hiciste! —Se acerca a mí peligrosamente y no puedo dejar
de mirar su pecho fuerte acosándome— No soy un idiota. —Tensa sus labios.
Estás loco, de verdad estás loco. — Me levanto y camino mientras pienso
en los detalles— ¿Acaso no lo recuerdas?
Me mira incrédulo y aquí empieza mi drama.
¡Tuvimos sexo y no te acuerdas! — Abro mi boca— Qué clase de hombre
eres….
Levanta una ceja y sigue sin hablarme.
Te volviste un enfermo y me sedujiste. Te dije que no pero insistías… y
bueno, terminamos follando en tu cama. Maldito cogedor… —Alzo la voz— Me
puse tu ropa y dormimos.
No me cree. No me cree. Mierda…
Mi mesa de noche está abierta — Mira a un punto fijo y camina hacia él—
¿Cómo vas explicarlo?
Pfff… Buscabas condones como loco y no sé, parece que ahí tenías
alguno… quién sabe, lo abriste no sé cómo.
Asiente con la cabeza y a la vez tensa su expresión.
¿Cómo es posible que no me acuerde de esto?
—Porque eres un idiota. — Cruzo mis brazos— Y poco caballero. ¿Crees
que yo te dormí para rebuscar tus cosas? No, querido… no tengo necesidad.
—Eres muy aburrido. — Digo con tanta verdad que sé que hasta lo hago dudar.
Se da vuelta y camina por toda la habitación, está pensando en algo que
no me va a decir. Murmura entre dientes y me asfixio sin saber si me ha creído
o no, entonces carraspeo mi garganta…
No me cree aunque intente disimularlo. Es todo.
¿Cuándo se volvió tan hábil? Antes caía fácilmente en mis brazos, pero
ahora… es muy cauteloso.
Christopher… — Me juego la última carta— ¿De verdad crees que soy
una mentirosa? — Pregunto suavemente y se inmuta.
Mierda.
Camino sutilmente y me acerco a él como si fuera el diablo tentando a
un inocente. Recorro mis manos por su pecho y luego me envuelvo en su
cuello. Él no hace nada, ni si quiera me abraza, entonces me balanceo y pego
mis labios a los suyos para darle un casto beso.
Bebé… ¿Vas a dudar de mí, tu bonita? — Le digo lo más cursi posible.
Siento que voy a vomitar cuando escucho mis palabras, entonces veo un
cambio en su mirada. Suspira y besa mi cabeza.
Me ha creído ¡Lo he logrado! Hombres…
Dulce… — Entona mi nombre y siento que va a castigarme.
Si, hazlo… — Digo susurrando— Como quieras.
Abriste ese cajón — Me mira fijamente— Y me dopaste. Lo hiciste para
investigarme un poco más, por favor… no me mientas. — Mi cuero cabelludo
pica en cuanto escucho sus palabras. Con seguridad quito mis manos y me
mantengo seria pero es inútil… No lograré nada.
Me siento en la cama un poco frustrada, ¿Ahora qué voy a decirle? Mis
planes no pueden arruinarse, no cuando estoy a punto de descubrirlo.
Viste lo que hay en ese cajón… — Mis ojos se encuentran con los suyos
y no necesitamos palabras para sentir lo que sentimos. Con una paz resignada
camina y toma entre sus manos la pequeña cadenita de oro haciendo que mi
corazón explote.
Entonces… bajo mi mirada porque es demasiado fuerte para soportarlo
de golpe. Se sienta a mi lado y juguetea con el pequeño brazalete. Me quejo
cuando une sus manos a las mías y luego me mira fijamente…
Duele, lo sé… pero esto es nuestro… ¿Sabes por qué? Aunque no
hayamos cumplido ese sueño, ha sido nuestro sueño.
Aléjalo. — Le digo de inmediato resignada, pero sintiendo una especie de
rechazo por todo aquello que un día desgarró mi alma.
Lo tiraste… Dejaste que el mar se lo llevara, ¿Por qué Dulce?
No quiero contestar esa pregunta, ¿Es obvio no?
Lleva la pequeña cadenita hacia su boca y la besa con suavidad para
luego volverla a su sitio. Me mira incesantemente y siento que está
explorándome. He llegado a sentir que sabe todos mis movimientos y se hace
el estúpido, lo que me crea aún más ansiedad.
Creo que es mejor que me vaya… — Digo intentando irme pero de un
tirón me jala del brazo obligándome a verlo.
Son las 4am, es tarde. — Advierte.
Llamaré a un taxi, no te preocupes. —Murmuro irónica.
—Dulce… —Suelta un lamento— No lo hagas más difícil.
No me quedaré en un lugar con un tipo que no me cree. —Me mantengo
firme y parece hartarse, entonces me abraza.
—Bien, como tú digas. Lo que tú digas. Pero no te vayas… por favor, no
te vayas.
Pasan segundos y cierro mis ojos en sus brazos. Rendirme sería
estúpido, porque en realidad necesito de él. Con tranquilidad lo miro fijamente
y puedo ver en sus ojos que aún no me cree, que sabe todo y solo está
fingiendo. ¿Por qué lo hace? Quizá para retenerme…

—Bien, pero no te acerques a mi. —Le advierto con un dedo encima.


—¿Y si no quiero? —Pregunta divertido mientras me ve acostarme en la
cama.
—Te golpeo. —Amenazo— No te atrevas a tocarme.
—Me gusta tocarte, tengo derechos —Se sienta en la cama y ríe como si
estuviera jugando.
—Ja… Soy mucha jaula para tu pajarito, querido. —Le digo sin reírme y
luego me tapo con la sábana esbozando una sonrisa. Muerdo mi labio y siento
su peso caer en el colchón… segundos después está tocándome.
—Me enferma que no uses brassiere, lo sabes. —Su voz es un misterio—
amo todo tu ser, bonita.
Finalmente me abraza por detrás y volteo para encararlo pero me
encuentro con sus labios y empezamos a besarnos como locos. Me aprisiona
con sus caderas y luego me enreda las piernas con las suyas… es demasiado
tentador.
—Así, amarradito a ti por toda la vida… ese es mi sueño. —Cuando
pienso que seguirá el beso lo hace pero en mi frente.
—Me das calor, aléjate.
—Pero si yo tengo mucho frío… y faltan algunas horas para despertar.
Duerme y no te quejes.
No puedo decir nada porque enseguida está jalándole la cabeza hacia su
pecho desnudo, entonces me pierdo… y vuelvo a escuchar su corazón. Con
suavidad ahora mete sus dedos en mi cabello y lo acaricia haciéndome piojitos.
Nunca antes estuve tan encantada… sonrió y no le digo nada más hasta que
por fin me quedo dormida, así… en sus brazos.
Chris
Sé que me miente, lo sé.
Por fin se ha dormido y me aterro pensando en que me ha descubierto,
pero no quiero moverme de la cama. Tenerla así es complicado, por lo que
aprovecharé esta oportunidad y no pensaré en nada más que no sea ella.
Mi corazón galopa con fuerza cuando la veo decidida y a la vez tímida.
Algo me dice que voy ganando terreno y no hay persona más grande en el
mundo que quiera más que ella.
Falta poco, bonita… muy poco.
Las horas pasan y no puedo conciliar el sueño, solo me dediqué a verla
dormir. Sus manos son pequeñas, su cuerpo Perfecto y sus suspiros muy
tiernos, lejanos a lo que es ahora. La beso por milésima vez en la cabeza y me
despego con dolor de ella lentamente mientras pongo la almohada.
Necesito revisar mis cosas, así que camino en silencio hacia la sala para
luego tocar la pequeña puerta que da a mi estudio, un laberinto que yo mismo
diseñé para que nadie vea.
Todo en orden, no se ha dado cuenta de nada.
Entonces miro mis cosas puestas en diferentes lugares, muy distintos a
los que suelen tener y rio. Mi mujer es una diosa… pero muy mala mintiendo
en este sentido.
Claro que me dopó, pero fui más inteligente. Aunque debería tener más
cuidado.
Dulce… qué haré contigo. — Digo en voz alta y me siento en el sofá. Mi
mirada se concentra en una vieja fotografía expuesta en el cuadro de la sala…
Mamá.
Con nostalgia trago saliva y miro sus facciones. Ella es alta, de piel blanco
y cabellos dorados. Hermosa es su máxima expresión y con los ojos brillantes.
Macarena Miller era la mujer más buena y paciente del mundo. Mi mejor amiga,
mi compañera, mi madre.
Falta poco mamá, muy poco… — Hablo con su fotografía— Estás aquí
por una razón, mamita. Y voy a cumplir contigo… lo juro.
Me tuvo a los 15 años siendo aún una niña. Sus padres la corrieron de su
casa porque no estuvo dispuesta a abortarme… y aún así logró sacarme
adelante. Mis recuerdos con ella son los más hermosos del mundo porque tuve
una infancia feliz a su lado. Ella escuchaba mis problemas, aguantaba mis
rabietas y solo me apoyaba en cada cosa que quería hacer en el mundo. Jamás
me prohibió nada, y siempre le guardaré mi amor infinito.

Todo es por ti, para ti mamá… mamita, el otro amor de mi vida.


Una lágrima cae de mi rostro y empiezo a sentir tensión. Su voz
temblorosa invade mis sentidos y de mi boca empieza a salir fuego, un fuego
que no puedo controlar entonces grito. Cierro mis ojos con horror y grito.
¡Mamá! —Jadeo sollozando, temblando… muriendo por esas pesadillas,
por esas imágenes dando vuelta mi cerebro.
Con rabia empujo el sofá y saco de mi falso piso una caja que lleva sus
recuerdos. Ella está ahí siendo aún inocente y llena de alegría… Mamá,
Mamita… jamás voy a olvidarte, jamás voy a olvidar todo lo que un día hiciste
por mí.
Y veo el sobre, un sobre negro… Es peligroso que lo vea ahora pero lo
hago. Necesito hacerlo. Necesito recordarla y recordar toda la mierda que un
día vivió por salvarme. Jadeo con pánico y pronto saco un expediente que lleva
su nombre.
Macarena Miller, 2013.
Mis dedos tiemblan mientras veo aquellas pruebas. Verlas me hieren en
lo más profundo ahora y a la vez me recuerdan los motivos que tengo para
buscar justicia. Mi alma, mi vida, mi mundo da vueltas… y solo vuelvo a gritar
sin control.
Lloro, lloro y no tengo palabras.
Mamá era tan perfecta, tan buena, tan noble… Aprieto mis ojos con fuerza
y olvido al mundo mientras caigo al suelo como una pequeña basura. No pude
sostenerla, no pude velar por sus lágrimas…
En el silencio escucho mis sollozos rebotando en las paredes. La sola
idea de ser una diminuta copia de lacra me envenena y no deja que pueda
respirar. Cómo es la vida capaz de ponerme a favor y en contra, cómo pude
emanar de ese tormento. Y no puedo dejar de hacerlo. Lloro y no me arrepiento
de llorar porque necesito sacar mi miedo, mi frustración y la sed de venganza
que tengo de alguna manera.
Christopher… — Escucho su voz florenciendo entre la vida y mi propia
muerte.
Mierda, está aquí… lo olvidé por completo.
Aún temblando guardo todo y llevo la caja conmigo. Ella me mira
desorientada y por primera vez en la vida quiero que se aleje por un momento.
Dejo la caja en una esquina de la mesa e ignorándola saco la botella de whisky
para servirme una copa… necesito hacerlo.
Con amargura bebo de golpe y pronto vuelvo a servirme otra, y otra, y
otra…
Olvídalo, Miller… — Me digo pero las imágenes no se van.
Entonces siento unas pequeñas manos quitarme el alcohol con fuerza,
me enfrento a sus ojos desafiantes cuando la veo y me golpea. Sus bofeteadas
son como el castigo que necesito y me hago pequeño… llorando, exhalando,
tragando mierda de nuevo.
Eres un idiota, Christopher — Refunfuña con furia— Dijiste que nunca
más lo harías…
No puedo. — Jadeo temblando.
Qué demonios te pasa… estás muriendo… dímelo, por favor dímelo. —
Sus ojos se enfrentan a mi cobardía, entonces la veo sincera, sublime,
nerviosa… tal y como aquel día en el que llegué borracho a la casa. Uno de
mis últimos días con ella antes de dejarla.
Dulce… — Jadeo y puedo ver sus ojos como cristales mirándome.
Por qué lo hiciste, Christopher… por qué…. ¡Sabías dónde estaba todo
este puto tiempo y no fuiste capaz de buscarme! — Su voz es un reclamo y
vuelvo a retorcerme— Por qué… porqué vienes ahora a desestabilizar mi
mundo. Tienes una sola oportunidad, dímelo.
Dulce… — No puedo articular palabra porque sufro al igual que su
mirada.
¿Sabes cuánto tiempo me costó superarte? — Me golpea— ¿Lo sabes?
Hago silencio haciendo realidad mis miedos…
No lo sabes… Estuviste ahí, me viste morir y no hiciste nada ¡Nada! —
Grito.
Intento decir algo pero las palabras se ensombrecen en mi garganta. La
miro, la miro fuertemente y las imágenes regresan como cuchillos atravesando
mis sentidos. No puedo. No puedo.
Y creí en ti… — Suspira y puedo ver cómo sus ojos se vuelven agua—
Sigo creyendo en ti…
Jamás la vi tan sincera como ahora. Mi pecho duele de todo el dolor que
esbozo por dentro y siento cómo toma mi mano para luego acercarse a mi
rostro. Me explora con sus ojos bonitos y veo mi reflejo en sus cristales… Me
quiere, sé que me quiere y me está dando otra oportunidad, quizá la última…
Tomo su mano y mantengo mi torpes ojos en ella. Es tan hermosa…
entonces jadeo al sentir que todo vuelve de nuevo. Mi pasado, las reglas, los
gritos de auxilio atormentando mis pensamientos. Una mujer luchando, un
hombre tras ella… sombras, demonios, miedos. Todo el infierno frente a mis
ojos tapando al único amor que tengo ahora…
Ella.
Con fuerza me retuerzo y Dulce sigue mirándome de forma sincera.
Quiero hablar pero no puedo. Necesito decirlo pero las pesadillas vuelven. Un
forcejeo, un cuchillo, llagas en su cuerpo. Maldigo la hora, el lugar y el momento
en el que me ví forzado a verlo… Mi alma, mi vida, mi mundo tambalea ante
esas imágenes y solo me contengo.
Christopher… — Dice lentamente y pestañeo para regresar al ahora.
Tiemblo y siento que no debo meterla en mis problemas, pero me mira tan
necesitada de respuestas que solo me maldigo. Aunque duela debo seguir
protegiéndola… — ¡Christopher! —Me grita, lo hace con todo su corazón
ahora.
Vete. — Solo digo — Vete.
Sus ojos se secan y puedo ver cómo vuelve a su dureza en un segundo
para protegerse. Trago saliva y siento que me han quitado una pierna… He
herido lo que más le cuesta: su orgullo. Y sé que no habrá perdón para esto
pero lo hago por ella, solo por ella.
Se va desapareciendo por el marco de la puerta… la he perdido de nuevo.
25. Fantasmas que regresan
Dulce

“Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos” – Pablo
Neruda

Tardo solo 5 minutos en cambiarme de ropa. Mi garganta quema de una


forma inexplicable pero ahora no me pondré a pensar en eso, no hasta irme de
este lugar y dejar todo atrás.
Con seguridad camino hacia la puerta principal sin verlo. Sé que él está
mirándome pero no soy capaz de voltear… No quiero. No ahora. No así.
Cuando por fin cierro la puerta me apresuro en llegar al piso 1 y llamar a Tomás
para que venga a recogerme. Es temprano y lo último que quiero es ver a otra
persona, solo a él. Pasan solo 10 minutos y puedo visualizar su taxi llegando
de inmediato.
Lo necesito, quizá más de lo que creo.
—Dulce… — Sonríe y puedo ver sus sabias arrugas alinearse. Me toma
dos segundos subir y pronto nos vamos sin rumbo. Él maneja y yo solo me
dedico a ver las calles por la ventana sin emitir ningún tipo de emoción.
—¿A dónde? — Pregunta por fin.
—No lo sé. — Respondo casi sin voz.
—Está bien. — Suspira y gira el auto. Creo que me conoce muy bien, así
que no menciona nada más mientras nos acercamos a un lugar alejado.
Estaciona el auto y solo toca mi hombro.
—Gracias. — Digo mirando hacia mis piernas.
—¿Es Christopher, cierto? — Va directo a la herida y siento que voy a
vomitar de la tensión que tengo encima.
Siempre ha sido él.
—¿Estuviste en su departamento? — Pregunta susurrando— ¿Qué
sucedió?
—¿Cómo sabe que es su departamento? — Me causa curiosidad, él
exhala.
Lo imagino, hija… ¿Qué sucedió?
—No lo sé a ciencia cierta — Levanto mis hombros— Creo que… estoy
confundida, solo eso. —Mentalizo lo que acabo de decir y pienso en todo lo que
he tenido que hacer por años para mecanizarme. Cierro mis ojos con tensión y
solo suelto un suspiro…
Estás cansada de luchar contigo misma. — Dice con verdad— Lo quieres
más de lo que piensas.
Abro la boca dispuesta a decir que no pero es cierto…
—Sí… — Mi voz resuena con temblor y llevo las manos a mi rostro—
Pero va a ser imposible.
—¿Por qué aún no confías en él? — Pregunta y con cada palabra siento
un cuchillazo a mi corazón. Él es de ese tipo de personas que van directo a la
herida sin dejar que vuelvan las mentiras.
¿Cómo confío en un hombre que me dejó?
—Quizá hayan… otros motivos, hija. — Habla como si fuera Dios y siento
que me mareo con tantos pensamientos.
Eso creo, pero no es capaz de decirlo. Le importa un bledo.
Hija….
¡Lo dopé, Tomás! Busqué por todo su departamento y no encontré nada.
Tenía esperanza… — Digo aún tensa— Siento que me esconde algo que
debo saber, quizá es el motivo por el que me dejó, quiero tener una
esperanza… — Digo y mi alma se arruga.
¿Le pediste explicaciones?
Hoy me atreví, ¿Sabe?, lo encaré porque lo ví mal. Lloraba como enfermo
en el suelo y me desperté por sus gritos. Sé que algo lo está matando… y
aunque no lo crea intenté ayudarlo pero me pidió que me fuera. No se lo
perdonaré de nuevo. — Espeto con rabia.
—Te duele que te deje ir…
—Tomas… — Hago una pausa y en ella puedo escuchar la respiración
de Tomás— Mucho, duele mucho — Tomo mi pecho aceptándolo por fin— Y
no sé cómo volver a dominar esto. Me he acostumbrado a mandar, exigir, llevar
siempre el orden de mi vida… pero él llega como si nada a destruír mi castillo
de hielo.
Dulce…
Soy una estúpida. Creí en él ¿ Y Sabe qué fue lo peor? Que mientras
estaba engañándome pensando en que podría seducirlo y luego sacarle
información, jugaba su mismo juego… Lo besaba haciéndome creer que era
“parte de un plan” pero no, cada beso que le di fue de corazón… el corazón
que no tengo. Soy una maldita estúpida — Golpeo mis piernas— Pero voy a
sacarlo de mi vida.
Hija, no tomes decisiones apresuradas.
Se lo diré a Brando. Esa será la única forma de verlo alejado de mí.
Su actitud cambia cuando menciono su nombre. Ya le había hablado de
él, pero nunca antes lo sentí tan afectado con mis palabras.
No lo harás — Ordena como si fuera mi padre— No puedes hacerlo. No
vas a traicionar a tu marido.
¿Mi marido? — Espeto con furia— Ese marido me dejó sola cuando más
lo necesité.
Dulce, sé que es dificil pero dale tiempo.
Tiempo es lo que menos quiero dar. Ya no soy una niña, Tomás… Tomo
mis propias decisiones y juro que voy a sacármelo de la cabeza. Lo haré.
No, no lo harás. — Me inquieta su voz, entonces volteo y lo miro a los
ojos…
¿Por qué?
Tarda segundos en decidirse
Porque hay algo que debes saber.
Chris
Son las 5 de la tarde y mi cabeza explota.
Mierda — Grito al meter mi cuerpo en agua helada para despertarme.
Tomar en exceso nunca ha sido bueno para mí pero lo necesitaba.
Rápidamente seco mi cuerpo y cabello para luego cambiarme de ropa. Mi
corazón se exalta cuando me acuesto en la cama y huelo su aroma… Dulce,
Bonita… aún sigues en mi vida y mis recuerdos. Con furia cierro mis ojos
recordando lo sucedido la noche anterior y exhalo lentamente para olvidar todo
lo que me hace daño.
Pero no puedo.
El sonido vibrante de mi celular me hace pesar en que es urgente y
cuando veo su nombre en la pantalla solo me hielo.
Tomás… — Digo contestando de inmediato— ¿Sucedió algo con Dulce?
Mierda. — Solo pienso mientras me cuenta la verdad.
Todo mi cuero cabelludo pica cuando me paro delante de su oficina. Ha
pasado una hora desde que hablé con Tomás y, aunque esté molesto, en el
fondo lo agradezco. Con lentitud pongo la yema de mis dedos en la manija de
la puerta y entro suavemente deslizándome por el marco de madera… pero no
está.
Christopher — Escucho una voz conocida, enseguida mi sentido de alerta
comienza. Rita me sonríe como si nada sucediera.
Hola… — Digo— Buscaba a Dulce.
No la he visto desde hace horas, quizá está indispuesta. —Dice segura—
Vino con dolor de cabeza, pidió que nadie la molestara.
Dolor de cabeza… es una excusa conocida para mi.

—Brando… —No termino la frese y Rita está nuevamente contestando:


—El Señor Hilton todavía no ha regresado de su viaje. ¿Todo bien?
—Si, todo bien.
Sonrio falsamente y me despido para luego dirigirme al jardín donde unas
mujeres practican yoga. A Dulce le gusta el yoga, pero no está.
Amor mío, lo siento. —Solo digo desde mis adentros. Una conocida
preocupación pasa por mi estómago hasta llegar a mi garganta, entonces mi
corazón de acongoja pensando en que puede estar triste.
Me voy a la mierda
—¿Gusta Champagne, señor? —Un mozo rompe con mis pensamientos
y accedo.
—Gracias.
Tomo la copa y enseguida siento un apretón en mi cien. Soy un Imbecil
—Digo mientras tiro el alcohol hacia un costado, entonces la veo a lo lejos.
Estaba ahí… a otro lado y no ha notado mi presencia.
Trago saliva cuando la veo cruzar hacia el costado de la piscina. Lleva
unos pantalones blancos, blusa celeste y cara casi lavada. Su expresión es
dura pero a la vez pensativa. Mi corazón se acelera con solo mirarla.
—Bríndale más bebidas a los huéspedes. —Dice al mismo mozo que me
dio el champagne hace rato y se sienta en una de las sillas mientras mira el
vacío.
Enseguida me dedico a esconder mi cuerpo tras un arbusto. Mirarla me
hace bien, aunque sea a lo lejos.
Señorita, se nos acabó el champagne. — Logro escuchar su
conversación.
Trae más, pide que saquen la otra cosecha de la bóveda. Quiero que
todos los huéspedes se sientan cómodos hoy. —Contesta seria pero a la vez
más amable.
El mozo asiente, le sonríe y se va dejándola sola para mí de nuevo. Verla
me lastima y a la vez me hace vibrar. La necesito aunque sea de lejos.
Dulce… — Aparece Rita en la escena.
¿Qué sucede? — Pregunta a la defensiva. Ella aún no confía en su
asistente.
Nada, solo venía a reportarte que Gabriela ha cambiado el menú
definitivamente como querías. Puedes verificarlo tú misma… — Dulce la corta
con una seña.
No. No tengo ánimos. — Su voz es casi un susurro.
¿Estás bien? ¿Tu dolor de cabeza pasó? — Rita se asombra.
Sí, gracias. Solo necesito estar sola. — Es directa.
Jamás te ví así… ¿De verdad todo anda bien?
Dulce no le contesta.
Dulce… — Rita se sienta a su lado— Puedes confiar en mí. De verdad…
yo… sé que no me tienes confianza, pero te juro que jamás le dije nada al Sr.
Hilton. Me preocupa verte así.
Estoy bien — Solo mira a un punto fijo.
Tu voz dice eso pero tus ojos muestran algo distinto. Quizá… apagada.
¿Apagada? — Ríe sin humor— Solo tengo una maldita jaqueca. —
Espeta con fuerza— ¿Te largas o quieres que lo diga de otra manera? —
Vuelve su corazón de hielo con furia. Rita la mira parpadeando y no dice nada
mientras se va, quizá porque está acostumbrada.
Dulce vuelve a apagarse al ver que ha desaparecido y solo siento morir
cuando veo sus ojos pensativos.
Las horas pasan volando y solo me he dedicado a seguir sus pasos. Ella
ha trabajado mucho en la mañana, pero sé que ahora hará otra cosa para
distraerse: Ir de compras.

Su tienda favorita: Dior.


Entra y después de algunos minutos sale con compras en el brazo. Ni si
quiera miró los precios, solo señaló lo que quería y se fue de ese lugar.
Ahora camina entre calles de Polanco. La veo mirar algunos diseños
exclusivos pero pronto desiste porque sé que odia el exceso de colores en una
misma prenda. La conozco muy bien, quizá más de lo que pienso, entonces la
veo centrarse en un vestido.
Azul como el mar. De fina tela y un tanto escotado.
Mi corazón ruge cuando la veo desistir porque inmediatamente sé que es
por el color y los recuerdos. Sigue caminando y se detiene en otra tienda para
ver zapatos, lo que me permite hacer una pequeña locura.
—300 dólares —Sonrie una mujer.
—Bien, empáquelo. —Contesto.
Llevo el vestido en mi brazo mientras sale de la otra tienda. De pronto se
para de golpe y mi aliento se va cuando voltea por sorpresa.
Casi me ve.
Mis toques policiales me entrenan más de lo que a veces creo, así que
con rapidez me oculté en la pared de enfrente para que no me notara.
Ella sigue caminando con soltura y pronto levanta el celular para contestar
una llamada. Enseguida puedo notar quien es y siento que mi rabia aflora sin
avisar.
—Estoy bien, cariño —Finge— también te extraño. ¿Cuándo regresas?
Ummm, bueno. Estoy ahora de compras gastando de tu dinero. También te
deseo.
Suelta la lengua como si no pudiera medir sus acciones. Mi cabello pica
de nuevo y empiezo a estresarme.
—Llevo un sostén rojo y braga negra de encaje. —Rueda sus ojos—
Claro que serás el único.
Miente con facilidad y me exaspero.
—¿Fotos ahora? No podría hacerlo. Estoy en un centro comercial.
Mierda, fotos. No lo he olvidado.
—Bien. Te las mando en un rato, por favor cuídate mucho. El chino es
una basura. —Miente tan bien… que mi inseguridad emana por mi piel— Adiós,
amorcito.
Lo dice con tanto desapego que mis celos empiezan a torturarme. Va a
enviarle fotos y luego le dice amorcito… solo yo puedo ser llamado amorcito.
¿Qué hará después? ¿Le diré bebé?
Jadeo al sentir que no ha terminado, porque pronto llama su atención:
—Espera,Brando. —Cambia de actitud— Cuando regreses hay algo que
debo confesarte. Es muy serio, pero sé que apreciarás que te lo haya dicho.
Parpadeo sin poder creerlo. Va a decírselo.
Mi estómago se revuelve cuando corta la llamada y sigue caminando.
Estoy en completo shock, Tomás se lo dijo y aún así va a decírselo.
Siento mi garganta seca al verla entrar al baño, ¿Va a decírselo y también
le enviará fotos? Mi mente colapsa, ya no sé qué es peor. Entonces me
desespero y no estoy dispuesto a compartir a mi mujer que nadie.
Camino lento y me entreveo entre las mujeres sin que me noten. Soy
especialista en espionaje, todos estos malditos años han ayudado. Puedo ser
invisible si quiero, entonces me escondo tras una puerta.
—Milena, hija, ayúdame… —Dice una mujer y me siento aterrado al ver
que se quita el sostén. Debe tener unos 60 años y no es muy agradable lo que
veo.
Dulce pasa por su lado y mira el espejo sin preocupación. Tengo que
encontrar una manera de que salga de ese lugar ahora.
—Me aprieta, con cuidado. —Vuelve a decir la mujer mientras su hija
intenta hacerla entrar en la pequeña prenda.

La escena no me gusta, y creo que a Dulce tampoco. Las mira como si


fueran locas y las evita yéndose a otro lavadero.
Es mi momento.
Desconecto algunos cables con cuidado y un chorro de agua sale
disparado por el techo. La mujer grita y pronto mis ojos se queman al verla
desnuda, pero logro mi cometido.
Dulce sale en pánico de ese lugar y yo la sigo.
Se ha mojado un poco, y su mandíbula se pone tensa al maldecir lo
sucedido. Río. No puedo creer que he visto a una anciana desnuda, pero todo
sea por evitar las locuras de mi chica.
Una multitud viene y se encuentra a su paso. Son Estudiantes… y pronto
se me ocurre una idea.
Le robaré el celular.
Camino y doy un salto esquivando a la gente y metiendo mi mano en su
cartera. Ella no se da cuenta, y pronto desaparezco con su móvil en mano.
Si tengo este aparato no podrá hablar con ese malnacido y tampoco
podrá enviarle ninguna fotografía. Hackeo su clave con astucia, y pronto pongo
en dispositivo que permite entrar en su red sin que nadie lo note.
Técnicas, técnicas.
Suspiro al verla entrar en un café y sentarse. Pide al mozo lo que creo es
un americano, y enseguida me veo inmiscuido en la curiosidad por revisar sus
cosas.
No, no puedo esperar a llegar a casa.
Así que lo hago.
Cuentas, llamadas de trabajo. Brando, mensajes de Romeo y su galería…
Tengo miedo, ¿Qué podría tener una mujer en su galería de fotos? Jadeo
al abrirla y puedo verla hermosa posando de mil maneras con diferentes
vestuarios.
Estoy enamorado
Sonrio al descubrir que debió dedicarse a otra cosa, hasta que mi cara se
ensombrece porque la veo casi desnuda.
Esos son mis derechos. —Me digo.
Ella en bikini, luego una toma de sus piernas, espalda desnuda y entre
senos.
Voy a darme un tiro, pero me calmo al verla levantarse exasperada. Ha
notado que no tiene su celular… y se que irá a buscarlo.
Camina como si estuviera enojada y pronto se detiene pero no voltea.
Bastan solo pasos, algunos pasos más hasta que se queda parada frente a una
tienda. Y suspira… lo hace de una manera especial y mira… mira lo que
imagino es otro vestido.
Sus ojos se pierden en aquella luna de vidrio. No entiendo su expresión,
simplemente no la entiendo. Entonces… sucede. Pasa una mujer y mis ojos se
abren de inmediato. Ella voltea de golpe sin avisar y me mira con fuerza sin si
quiera decir una palabra.
Me ha descubierto.
La gente pasa y solo nos separan algunos metros. Solo trascurren
segundos y yo ya siento que son años… Estoy afectado, conmovido, aterrado
por enfrentarme a su piel, a sus ojos de nuevo.
Ella no sabe que he cuidado de sus sueños todos estos años. No sabe
que también lloré cuando tuve que dejarla. No sabe que la amo en silencio
Se acerca y con una actitud fría queda parada a centímetros de mi
haciendo que toda mi maldita vida se postre a sus pies.
Devuélveme mi celular. — Dice impaciente.
Yo…
Ahora. — Exige y suspiro mientras saco su móvil de mi bolsillo.

Cuando lo toma solo voltea y yo sostengo su brazo.


Qué quieres, Christopher.
Por favor… no te vayas.
¿No puedes dejarme en paz? — Se suelta— ¿No te has cansado de
seguirme 5 años, ver mi dolor y no decir nada?
Mi garganta se seca de inmediato. Me lastima con sus ojos llenos de furia
y resignación.
Dulce…
No digas nada. Quedas mejor si te callas. — Me enfrenta— ¿Qué vienes
a presumir ahora? ¿Tus dotes de espía?
Suspiro.
¿O que lograste casi inundar un baño?
Mierda. Lo sabe.
¿Crees que soy estúpida? ¿Crees que no noto tu aroma? Ahora entiendo
todo. Entiendo por qué estos malditos 5 años olí tu perfume en todos lados…
Has sido mi sombra.
Sí, lo he sido. — Reconozco.
No quiero verte. No quiero escucharte. No quiero seguir teniéndote en mi
vida.
No puedo hacerlo. Voy a estar aquí aunque no quieras.
Entonces le diré toda la verdad a Brando. Él es el único hombre en este
mundo que puede alejarme de ti. Me iré lejos con él y, así tenga que encerrarme
en un castillo, lo haré para no volver a ver tu maldita cara cerca de mí
Dulce — Vuelvo a jalar su brazo pero ahora con desesperación— Por
favor, no te vayas.
Me mira exasperada y pronto no puedo evitarlo:
Te amo. — Suelto con sinceridad y veo cómo todo su castillo de hielo se
derrumba delante de mis ojos.
Jadea con cristales formándose en su mirada, pero vuelve a construirse
como si eso fuera costumbre para ella.
Muy tarde. — Suelta mi brazo— Muy tarde.
Dulce
Camino casi por costumbre. La gente pasa por mi lado pero ni si quiera
los siento. Mi vida entera se va a la mierda cuando me dijo Te amo.
Siempre me he preguntado por qué las personas sueltan las palabras tan
fácil, yo no puedo. Cierro mis ojos con furia intentando contener la sensación
de vacío que llevo en mi pecho. Decir Te amo es tan fácil para él… que empiezo
a cuestionarme si realmente algún día lo sintió por mí.
¿Taxi señorita? — Me detengo en la pista.
Asiento.
Al hotel Hilton por favor. — Mi voz es casi un hilo y pronto me veo temblar
sin querer.
Trago saliva al escuchar una melodía a lo lejos, porque es como si no
estuviera aquí, y jadeo al sentir sus melodías en mis oídos. Mi pecho quema y
las ganas de llorar afloran en mí de nuevo pero no puedo. No debo. No quiero.
Quise alejarme, quise olvidarte, pero el cielo no lo permitió… —Suspiro
sin poder creer hasta la música se pone en mi contra. Me dedico a mirar la
ventana y pronto vienen a mí sombras del pasado.
La sonrisa de una casi niña de la mano de su nuevo marido, una ilusión
tonta ensombreciendo mis sueños ¿Y él? Solo tomando mi brazo.
Por fin eres mía — Besó mis labios contra los suyos.
Aún no puedo creerlo… — Chillé bajo su agarre.
Te amo, bonita… para siempre.
Júrame que nunca vas a dejarme — Miré sus ojos con miedo— Moriría
si lo haces.

Te lo juro por mi vida, amor… — Acunó mi rostro con sus manos— Jamás
podría hacerlo.
Tengo miedo, Chris… — Dije sin pensar— Lates tan fuerte en mí que
podrías destruirme en un segundo. Jamás amé así, jamás sentí la terrible
necesidad de estar con alguien todo el día. Por favor, nunca me dejes…
Lo abracé tan fuerte que hasta mis huesos dijeron basta. Danzábamos el
baile de recién casados en la playa mientras observaba a mamá llorar. Cerré
mis ojos sintiendo a mi amor conmigo, entonces me sentí protegida. Dijo que
no iba a dejarme… y le creí.
Le creí hasta ese día.
No… —Me digo a mí misma— No vas a llorar. No tienes permitido
hacerlo. Mi mente se desenfrena y en un grito solo suelto palabras sin si quiera
pensarlas:
Cambie esa música — Ordeno mientras siento mi rostro mojado, ¿En qué
momento sucedió y no me di cuenta? Me aterra llorar y sentir porque luego no
podré contenerme. Lo sé, me conozco, y estoy cansada de luchar.
Con temple saco un pequeño papel de mi cartera y limpio el rastro de mi
debilidad, entonces me doy cuenta que no estamos en la carretera correcta.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Mis ojos se ponen en blanco al sentir que vamos
por una calle peligrosa, lo sé porque la conozco a la perfección. Miro al taxista
y está centrado en su camino.
Señor, no quiero ir por este lugar ¿Por qué no entró por la otra carretera?
Pero no me escucha.
¿Señor? — Pregunta aterrada y empiezo a sentir no estoy con la persona
correcta— Voy a gritar si no para el auto.
No dice nada.
¡Auxilio! — Grito por la ventana, entonces la cierra automáticamente.
¡Oiga! — Forcejeo la puerta pero está cerrada.
Cierre la boca. — Por fin habla y mi mente colapsa.
Qué quiere, no tengo dinero.
Ríe.
Por favor… detenga el auto. — Siento que mis nervios explotan.
Usted se lo buscó.
Parpadeo.
Es la perra de Hilton. —Agrega sonriendo— Es una buena forma de
vengarnos.
Mi corazón se paraliza y pronto no puedo moverme. El shock es tan
grande que me deja muda y sin poder hacer nada. El auto avanza más rápido
y puedo mirar con terror un cartel que dice “Cuidado”
Me hielo
Todo pasa muy rápido y siento que el aliento se me va cuando dos
hombres abren la puerta de golpe y me jalan del brazo.
Avanza, perra — Dice uno solo me enterco poniendo mis pies en el suelo.
Déjenme… — Los esquivo, intento correr pero otro me detiene.
Sabrosa… — Lame sus labios— Y exigente como me gustan. ¿Quién la
follará primero?
Abro mis ojos de golpe.
Quizá el jefe. — Responde otro de inmediato.
Jefe….
Mi cuerpo experimenta mil latigazos de golpe y solo me aterro.
¿Por qué hacen esto?
¿No le dijiste, Bruce? — Mira al hombre que me trajo— Nos gustan las
perras de los millonarios.

Jala mi cuerpo contra el suyo.


Quisiera probarte primero. Te traigo ganas desde hace mucho,
preciosa… — Recorre mi espalda y me empuja contra el suelo haciendo que
caiga de nalgas.
Jadeo al ver que entre abre sus pantalones, entonces escucho un disparo
al aire y mi entro en pánico mientras escondo mi cabeza debajo de mis manos.
Un tiroteo se arma y solo grito desgarrándome la garganta…
Cierro mis ojos.
Mátalo — Gruñe con fuerza uno de los hombres.
Las balas van despareciendo a medida que pasan los minutos y mi
corazón se detiene cuando lo veo disparar con frialdad sobre sus cabezas.
Uno, dos, tres tiros.
¿Quién eres? — Lo toma de los brazos obligándolo a confesar— Para
quién trabajas.
No me mate, por favor no me mate. — Dice casi llorando..
Quién mierda eres — Grita con furia alistando su arma.
Bruce.
Dispara. Lo ha matado.
Mi corazón se paraliza de nuevo y no puedo dejar de gritar. Entro en
pánico cuando lo veo así y no dejo que me toque.
Dulce… — Susurra tenso.
Aléjate, Christopher…. ¿Quién eres? ¿Quién eres? — Mi alma se aferra
a la tierra.
Por favor, bonita…
¿Se atreve a decirme Bonita cuando ha matado a 4 hombres delante de
mí? Mi cuerpo no aguanta y juro que colapso cuando lo veo guardar su arma.
Auxilio… — Clavo mis uñas en el suelo— ¡Auxilio! — Sollozo llena de
nervios.
Entonces me toma en sus brazos y lucho con fuerza contra él pero me es
imposible. Lo golpeo con furia y parece que no le hace nada. Me enferma
pensar que es un maldito asesino y que solo me ha engañado todos estos años.
No quiero.
Déjame… — Arranco mi corazón y lastimo su brazo arañándolo.
Voy a cortarte esas uñas, lo juro. — Espeta contra mí cansado, me tira
en su auto y maneja con rapidez hacia un lugar desconocido.
No puedo dejar de gritar porque aún sigo en pánico. Grito auxilio con
fuerza sumamente pasmada, pero el maldito idiota sube el volumen de la
música y sé que nadie podrá escucharme.
Mi cuerpo tiembla y mis manos sudan, entonces las fuertes emociones
me pasan la factura haciendo que me calle.
Tengo miedo.
¿Quién maldita sea es él? Exhalo con dolor pensando en que nunca lo
he conocido de verdad. ¿A dónde se fue el hombre del que un día me enamoré?
Quizá solo fue un espejismo, quizá solo es una mentira.
En silencio absoluto apaga el auto para jalarme del brazo y subirme a sus
hombros de nuevo. Ya no pongo resistencia porque es inútil pelear con él pero
aún sigo en shock por los sucedido.
Va a matarme, lo hará.
Y subimos por el ascensor hacia su departamento de nuevo. Pone mis
pies en el suelo y veo cómo utiliza una clave para cerrar la puerta.
Matame de una vez… —Digo con debilidad— Porque no aguanto, juro
que no aguanto.
Avanza dos pasos y parpadea frente a mis ojos.
Haría cualquier cosa para protegerte, Dulce. No lo has entendido.
Quién maldita sea eres… ¡Mataste a esos hombres delante de mis ojos!
— Aún tiemblo— Cómo pudiste.
¿Querías que te violen? ¿Pretendías que los deje pasar?
¿Cómo sabes usar todas esas armas? Cómo… en qué momento te
convertiste en un asesino. — Sollozo— En qué momento.
Me ignora y camina hacia la botella de whisky, entonces se sirve una
copa.
¡Maldita sea! — Mi voz se levanta.
Te lo dijo Tomás, ¿No?
Trago saliva.
¿Qué debía creerte? ¿Qué lo habías contratado para ayudarme? — Digo
con dolor— ¿Compras a todos, cierto?
Y bebe alcohol.
Esa no es una puta respuesta — Le arrancho el vaso con furia mientras
tiro el contenido de la botella al suelo— Mírame y no seas un maldito maricón.
Dos lágrimas salen por mis ojos y aún así no reacciona, se queda
suspendido en el tiempo.
No mereces nada en esta vida, maldito infeliz. Ni si quiera a tu madre.
Abre los ojos con furia y se acerca violentamente hacia mí.
No la menciones. No atrevas a mencionarla — Colapsa en mis ojos con
furia y un hilo de miedo asoma por mi rostro.
—¿Dónde está? —Pregunto ida, perdida por el miedo— ¿Qué hiciste
con tu madre?
Sus labios tiemblan y solo se desborda.
¡Donde diablos está Macarena! — Grito aterrada— ¡Donde diablos
metiste a tu madre!
Su pecho colapsa…
Christopher… —Mi respiración se hace dificultosa— Christopher…. No.
— Digo con miedo.
Y llora, llora desbordándose. Toma la misma caja de esta mañana y la
lleva contra su pecho. Ya no es un hombre sino un niño, un niño perdido en su
dolor…
Mi aliento se pierde y pronto siento mareos pero me armo de valor.
Déjame verlo… por favor — Susurro con pánico.
Abro la caja.
Shock.
Silencio.
Miedo.
Mi madre, la madre que escogí para mí… Macarena. Mi Macarena. Mi
amiga. Mi hermana. Mi vida entera muerta. Abro la boca y no soy capaz de ver
más porque suelto esas fotografías gritando fuerte, muy fuerte.
Desplomándome en el suelo, llorando… por fin llorando.
Lloro y tiemblo.
Lloro por miedo.
Lloro por todos los años que no lo hice, porque he destruído la misma
fuerza que un día armé.
Lloro por amor, por despecho, por terror a perderlo… y también por
Macarena.
Ella fue la razón. Ella. Ella…
Se fue por esto
Se fue porque necesitaba hacerlo… entonces grito aferrada a su
fotografía, con mil historias en mi cabeza, y me dejo ir por el dolor, el vacio, el
desgarro que tengo dentro. Entonces me paralizo…
Brando.
Levanto mis ojos hacia él sin miedo a que vea mi fragilidad
Brando mató a mamá —Aún tiembla— ¿Querías saber por qué te dejé?
— Contiene su llanto—Esta es la respuesta, la maldita respuesta. Él es un
maldito asesino, Dulce… no yo. Estás en peligro y solo quiero protegerte. No
soportaría perderte dos veces. No de nuevo.
26. Solo dame una oportunidad
Dulce

“Solo los dos sabemos la falta que nos hacemos” – Pablo Neruda

Tiemblo en el instante que pone sus manos sobre mis hombros. Estoy
exhausta de llorar pero increíblemente no puedo dejar de hacerlo. Ya no
importa si me ve… solo necesito sacar todo el dolor que traigo desde hace 5
años.
Esperé tanto este momento y sucedió sin querer. La noticia aún me afecta
porque no sé cómo reaccionar ante todo lo que he visto y oído. Tomo mis
manos y me obligo a contenerme, pero no puedo. Jadeo, me retuerzo, lloro…
lo hago con toda mi alma quemándose por dentro.
Me veo gritar, aruñar, morder, morir, y volver a despertar mil veces. Por
qué…
Entonces vienen a mi los recuerdos de esas imágenes y me horrorizo al
sentir que todo se va de golpe hacia abajo: mi alma, mis sueños, mis ideas del
mundo y la historia que cree en mi cabeza… Él.
Lo esquivo un segundo y de pronto mis manos sudan sin dejar de temblar.
Me toma del brazo y no quiero que me toque, solo que se aleje, pero no hace
caso alguno y con fuerza me sostiene.
—Dulce… —Dice con la voz ronca y el alma destruida como la mía.
—Macarena, necesito hablar con Macarena. Mamá…
Yo solía decirle mamá. Sin sentido doy vueltas por el departamento
buscándola desesperada. No quiero creer que esté muerta, no. No voy a
aceptarlo. Hace 5 años no la veo, pero la amo… Ella es mamá, la madre que
elegí para mi sin discusión y no soporto la idea de perderla.
—Mamá… —Grito—Macarena… aparece por favor. No me dejes. —
Chillo y mi pecho vuelve a colapsar haciendo que mis piernas se aflojen y
caigan al suelo.
Macarena…
Mi amiga, mi madre, mi confidente. Ella me acogió en su pecho cada vez
que peleaba com Christopher, se convirtió en todo lo que un día no me dieron:
liberad, sueños, cariño.
Entonces mi corazón se detiene y empiezo a recordar.
—Dulce… —Susurraba sonriendo.
—Maca…. —La abracé fuerte— Muchas gracias por hablar con mis
padres.
—Aunque se hubieran opuesto, haría lo que sea porque mi hijo y tú sean
felices. Te casaras con él y luego vas a ir a la universidad. Para nada vas a
quedarte en este sitio sin cumplir tus sueños. Mi hijo te apoya, yo te apoyo, no
naciste para ser ama de casa cariño. Si quieres, ve, lucha… y así te caigas mil
veces estaré a tu lado.
—Maca… —Jadié con alegria— Eres la mejor. Muchas gracias.
—Ahora cuéntame, ¿Christopher te pidió perdón? Es un tonto. No le
hagas caso. Así son los hombres… cuando tengan hijos vas a darte cuenta.
—Me trajo serenata —Me avergoncé con ella. Era la única mujer a la cual
podía confiarle mis cosas, hasta intimidades… — Y luego tuvimos sexo.
—Hija… no sean tan intensos —Rio con nervios— Cuidense.
—Él lo hace, Maca. Pronto será mi marido de todas formas, así que no
me quejo.
—Y tú mi querida hija… mi niña. He deseado mucho tener una hija y voy
a apoyarte en todo lo que necesites. No voy a cortarte las alas jamás, lo juro.
Si nos caemos, te levantas y volvemos al rumbo que tú decidas.
Nuestras risas van desapareciendo a medida que voy entrando a la
realidad de nuevo. Todo lo que tenía ella era amor para mí y, a comparación
de mi familia, jamás me enjauló ni cortó las alas. Fue la única mujer que creyó
en mí. Por ella postulé a la Universidad y gracias a ella tuve esa beca… Ella
fue mi maestra, mi guía, mamá. Y cuando Él me dejó decidí no volver a llamarla
o rompería mi propio corazón con la despedida.
—Mamá no puede irse…. —Digo aún con lágrimas— Mamá no.
Dulce…
Hace una pausa y se sienta a mi lado. Sabe respetar mi espacio porque
no me abraza ni vuelve a tocarme, y tampoco quiero que lo haga.
Cuándo…. Cuándo pasó. — Pregunto en voz alta, con la garganta
hinchada y mis labios aún temblando.
Suspira
No importa eso, por favor leva…
¡Deja de tratarme como una estúpida! — Grito con furia — Dime cuándo
pasó. Dímelo ahora.
Mi corazón se detiene pero mis lágrimas no dejan de salir de mis ojos. Me
mira y habla:
Hace 5 años… — Agua sus ojos.
5 años… es el número que no he querido escuchar en mucho tiempo.
Pasaron 5 años y nunca fui a verla, jamás le llevé flores ni esos chocolates
de frambuesa que tanto le gustaban.
Doy un bocanada de aire y me siento en la cama perdida en mis propios
pensamientos. Él busca mi mirada pero no quiero hablar con nadie, solo llorar
en completa soledad.
Déjame sola… — Digo con la voz quebrada, y lo hace.
Abrazo mi cuerpo en posición fetal y siento espasmos aparecer de
repente cuando escucho el golpe de la puerta. Lo minutos pasan y solo destello
emociones que duelen, pero a la vez sanan. Aún no puedo creer que esto esté
sucediendo… y necesito asimilarlo. Necesito verla, despedirme, pedir perdón
por no haber estado ahí… y dejarla ir también.
Macarena… — Doy un último suspiro y cierro mis ojos con su nombre en
mis labios. Todo es tan doloroso y confuso ahora que deseo olvidarme por un
rato de la realidad.
*
El ruido de un mueble moviéndose solo me despierta haciendo que salga
de mi burbuja. Pronto descubro que no estoy sola en la habitación sino que
Christopher está conmigo. Abro mis ojos percibiendo su aroma por todos lados
y murmuro algo que ni yo misma entiendo.
Flores… — Mi garganta arde y se quiebra. El dolor viene de nuevo como
látigos de realidad resonando en mi pecho. Pensé que había sido un sueño.
Lo siento, Dulce. Te desperté. — Dice suspirando.
Cierro mis ojos ignorándolo y toda la cabeza me explota. Siento que el
aire entra de manera distinta y no puedo evitar marearme por toda esta ola de
sentimientos.
¿Estás bien? — Pregunta con ansiedad. Sus dedos se mueven al filo de
la cama y veo cómo se sienta con temor.
No. — Acepto rendida. No quiero ocultar más lo que siento.
—Puedo traerte un medicamento, ¿Te duele la cabeza?
Me explota la cabeza — Digo— Pero ya me pasará.
Exhalo sintiendo que las lágrimas vuelven a amenazar con salir de mis
ojos y toso para aguantar. Enseguida él se acerca y acaricia con sus nudillos
mi rostro. Lo miro… lo he querido mirar así desde hace mucho tiempo pero algo
en mi aún lo repele.
—Me voy al hotel.
—No, por favor. Quédate. No estás bien… y empezó a llover. Quédate…
al menos hasta que pase un poco la tormenta.—Sus ojos palpitan en los míos
y la verdad es que no quiero irme.
—Está bien. —Respondo sin voz sin decir más ¿Qué podría decirle?
¿Qué me gusta su cama y compañía?
—Te traeré una aspirina y algo de comer.

—No quiero comer —Respondo de inmediato.


—Has pasado por… emociones fuertes hoy. Por favor, cielo…. —Susurra
y me quedo inmóvil cuando me dice esa palabra.
Cierro los ojos y niego con la cabeza.
—Está bien, entonces descansa… Solo traeré tu pastilla.
Se va y pronto siento que estoy vacía. Mi mente empieza a preguntarse
mil cosas, y mi estómago ruge por ansiedad.
Entonces nunca quiso dejarme…
Me dejó por su madre…
¿Por qué nunca me dijo nada?
Solo dijo que quería protegerme… ¿De qué? ¿De quien?
Las preguntas invaden mi alma. Llevo mis manos a mi cabeza e intento
controlarme. No quiero pensar, pero todo apunta a que lo haga.
—Macarena… —Vuelvo a sollozar, mi cabeza se calienta y no puedo
evitar que las lágrimas salgan. Arrugo las sábanas porque estoy harta. Pronto
hundo mi cabeza en la almohada y mi pecho expulsa retortijones.
Siento unos pasos… son suaves, ámenos, cálidos. En silencio se sienta
a mi lado y descubre mi rostro con sus manos. Me mira tímido y a la vez
ansioso, yo… solo lo veo a través de mis pestañas intentando detener mi llanto.
—Está bien, todo estará bien. —Con sus brazos me obliga a sentarme y
por fin tomo la pastilla.
—Toma toda el agua. —Su voz es casi un arrullo — Te hará bien.
Sonríe y obedezco.
Cuando por fin deja el vaso en la mesita de noche, orienta mi cuerpo y
me acuesta de nuevo en la cama. Mira mi rostro como si fuera una obra de arte
y toca mis lágrimas con sus dedos.
Silencio…
Trago saliva cuando su piel acaricia la mía. Lo hace de forma sublime,
suave, perfecta. Con paciencia peina mi cabello y chispa su sonrisa de nuevo.
Él esboza un suspiro… y de un movimiento rápido besa mi frente acariciando
mi rostro desnudo… porque esta vez soy solo yo y mis sentimientos.
—Descansa, estaré afuera para que estés más cómoda. —Sus dedos
rozan mis cachetes y, cuando está a punto de levantarse, atrapo su mano en
mi rostro.
No quiero que se vaya, pero a la vez lo necesito lejos por ahora.
—No apagues la luz… —Mi voz es casi un hilo— Y no te vayas.
—Estaré sentado en el sillón cuidando tus sueños.
Entonces cierro los ojos pensando que él siempre ha sido y será mi
sueño. Se aleja y cuando quita su mano me siento perdida. Toma una manta y
la pone sobre mi cuerpo. Pronto no escucho nada… solo las gotas de lluvia
caer por mi ventana.
El sueño me vence… quizá es la pastilla o mis ganas de no despertar de
esta pesadilla. Me voy perdiendo y, entre lo poco que veo, él sigue ahí velando
mis suspiros.
Christopher
Han pasado algunas horas y como lo imaginé aún no despierta.
Ha sido complicado tener que decirle la verdad de esta manera, pero
ahora me siento liberado. Miro el reloj y mi ansiedad crece cuando recibo un
mensaje de texto. Trago saliva y sin hacer ruido salgo de la habitación para
abrir la puerta.
Señor… — Dice Juan, uno de mis hombres de confianza. Ha trabajado
para mí por todos estos años y es casi insospechable.
¿Trajiste lo que te pedí? — Pregunto con ansiedad.

Lo tengo. — Sonríe a medias.


Adelante. — Lo invito a pasar mientras miro hacia la puerta.
Señor, sus sospechas fueron confirmadas. Los hombres que agredieron
a su esposa tienen que ver con Yin Lai Su. — Me muestra unas fotografías—
Al parecer el mafioso chino está desesperado por hundir a Hilton.
Arrugo las fotografías con mi mano y controlo mi rabia para no
despertarla.
¿Qué demonios…? — Me callo al ver la expresión de Juan.
Usted sabe que he cuidado a su esposa desde hace tiempo, y jamás vi
tanto intento de violencia contra ella.
Aprieto mis dientes
¿Qué quieres decir?
Señor, con todo respeto… — Suspira— Si ellos están intentando dañar a
su esposa es porque… saben que de alguna forma es importante para Hilton.
Abro mis ojos con furia.
Quizá es el anillo que le dio. — Respondo con crudeza.
O porque él realmente la quiere.
No vuelvas a repetirlo — Respondo con furia— Ese malnacido no va a
ponerle un dedo encima a mi mujer. Todo se acabó. Dulce sabe que busco
venganza, ahora tendrá que alejarse de toda esa vida.
Señor… — Agrega tímido— Si me lo permite…
No, no te lo permito — Corto su frase— Necesito que llames a 3 de tus
hombres y vigilen a mi mujer noche y dia. Ya sabes, sin que se de cuenta.
Pero señor…
Obedece — Espeto contra él— Aplica la operación que tenemos
planeada.
Su señora sabe que…
Hazlo — Aprieto mi mandíbula.
Está bien señor, tendré todo planeado.
Espera mis órdenes. — Me levanto y aprieta mi mano con seguridad.
Él lo hará, sacará a Dulce del país y yo patearé las bolas de Brando.
Necesito actuar rápido antes que el otro hijo de puta intente hacerle algo a mi
mujer. Quizá deba decirselo, se cuidaría más, pero tendría que dar más
explicaciones de las que debo ahora.
Me sirvo un trago mientras chequeo algunos documentos.
Papeles falsificados, contrabando, drogas…
¡Hijo de puta! — Tiro el vaso hacia la pared porque no puedo controlar mi
enojo. El infeliz de Brando ha hecho todo esto poniendo en peligro la vida de
Dulce. Falsificó documentos y embaucó a socios para que compraran acciones
del chino. Lo ha planeado todo a la perfección y ha embarrado a mi bonita en
todo esto.
Está su firma. Maldita sea, ahora todo es congruente.
Él está buscándola y no descansará hasta hacerle pagar por lo sucedido.
Jefe — Levanto el auricular ansioso— Ellos creen que Dulce es la
culpable al igual que Brando. Necesito protección.
Abro mis ojos como platos
¿Cómo piensa que voy a exponer así a mi esposa? ¡Tenemos un trato! Y
no esperaré más. Ella debe salir del país ahora. Y usted debe desaparecer
información.
Mi corazón se acelera ante la negativa del jefe.
No, el trato está cerrado — Repito— Usted prometió una cosa. Yo
atraparé a ese maldito asesino, no tiene por qué meter a mi mujer en esto.

Jadeo y cuelgo el teléfono cuando dijo No.


Me lo suponía… suponía que él haría todo esto, pero no lo permitiré así
tenga que arriesgar mi vida.
Dulce
8am, un nuevo día.
Mi cuerpo se despereza y aún siento tensión en mis músculos. La luz
intensa del día me hace recapacitar, así que me levanto un poco perdida y
pronto me encuentro con su voz tiritando en mi oído
Buenos días, bonita. — Sonríe con una bandeja de comida.
Ya te he dado mucha lata — Respondo aturtida— Me iré al hotel, no te
preocupes.
No. — Responde tenso— No puedes irte hasta que todo haya pasado.
¿Qué?
De qué hablas. — Contesto.
Primero come. — Ordena, mi estómago se revuelve de hambre y acepto.
Necesito cambiarme de ropa, me siento sucia. — Digo en forma de
excusa.
No te preocupes, compré algunas cosas para ti — Toma una bolsa y me
enseña unos pantalones y playera floja— Sé que las amas para estar en casa,
anda. Come, date un baño y relájate.
Increiblemente hago lo que dice. Termino de comer y pronto me baño
para luego estar cómoda. Él tenia razón, el conjunto que me dio me hace sentir
bien en este lugar pero hay algo que deseo hacer desde hace algunas horas y
no descansaré hasta que acceda.
Llevame con Macarena — Digo— Quiero despedirme.
Las palabras aún salen de mi corazón con dolor y él solo me mira
impaciente, ¿Realmente cree que me quedaré tranquila? Jadea, lleva una de
sus manos a la cabeza y solo mantengo mi mirada firme ante sus ojos.
Dulce… ¿Estás segura?
Sí.
Solo una condición… No te vayas de aquí.
No puedo quedarme más tiempo — Agrego.
Tenemos mucho de qué hablar… — Toma mi mano con ternura y
entrelaza sus dedos— Por favor.
Cierro mis ojos con presión. No quiero pensar en ello todavía… Me siento
extraña, perdida, nada acostumbrada a su presencia… ¿Realmente pretende
que todo estará bien así de golpe? Jadeo, suelto mi mano y doy un paso hacia
atrás.
Quiero ver a Macarena — Cambio de tema.
Después de una pequeña discusión accede y solo miro los árboles por la
ventana. El sitio es muy peculiar… un campo grande lleno de naturaleza, flores,
colores vivos. De un lado yace un pequeño lago y del otro están las lápidas
ordenadas. Mi ansiedad crece a medida que vamos avanzando, entonces
tiemblo cuando el auto se detiene.
Ella está aquí…
Con pequeños pasos sigo a Christopher y pronto llegamos a su tumba:
Macarena Miller, 2013. La imagen de un ángel está tallada en el pequeño
pedazo de mármol y solo caigo de golpe ante su presencia.
Maca…. — Acaricio el pequeño cemento— Aquí estoy… perdón. —
Jadeo sintiendo que mi pecho vuelve a sufrir espasmos. Christopher se aleja,
yo dejo las margaritas que tanto le gustaban encima de su nombre. No sé
exactamente cuánto tiempo pasa, pero mi momento con ella se acaba
Mamá está feliz en el cielo, Dulce. Ya descansa…
No descansa… — Susurro para mí.

Vamos, cielo… por favor. — Intenta pegar su pecho al mío pero no se lo


permito. Camino tensa hacia el auto y no puedo imaginar otra cosa que no sea
dormir y olvidar lo sucedido.
En el camino ninguno de los dos habla, entonces prende la radio y mi
mente se entretiene con la música. Todo me parece tonto, insípido, sin vida…
¿Y él? Aún sigue a mi lado buscando una respuesta que yo no podría dársela
ahora.
—Dulce, no. —Contesta al leer mis pensamientos.
—Necesito trabajar y distraer mi mente, o sino dormiré más de la cuenta.
—Prefiero que duermas a que regreses a ese lugar. —Murmura.
—Christopher, llévame al hotel o tomo un taxi.
—Dulce… —Suspira con paciencia— No. Punto.
Levanto una ceja.
—¿Quién te crees para darme órdenes? —Pregunto con agonia, solo
quiero irme y no verlo.
—Tu marido. —Respondo firme y presiona la llave del auto dispuesto a
encenderlo, pero yo lo detengo.
—No eres mi dueño. —Arrancho la llave— ¿Qué te pasa? —Respondo
con violencia.
—Dulce, por favor… —Baja la voz e intenta quitarme la llave, pero estoy
tan a la defensiva que ni yo misma me entiendo. Abro la puerta del auto, salgo
y se la tiro a lo lejos.
—No te atrevas a seguirme —Camino sin mirar atrás pero él me jala del
brazo y arrincona hacia el auto.
Suspiro exasperadamente. Pongo mis manos en su pecho para que no
se acerque y sin querer siento todo su cuerpo bien trabajado. Sus músculos
son fuertes, sus brazos anchos y su mirada me presiona de una forma
inquietante.
Trago saliva, cierro los ojos, no estoy en el momento adecuado para
pensar en esto. Y tampoco quiero hacerlo.
—¿Cuándo vas a dejarme en paz? —Pregunto cansada.
—Nunca. —Responde serio.
—Necesito tiempo. —Digo con firmeza porque sé que espera una
respuesta.
—No hay tiempo, Dulce. Te quiero conmigo.
—Christopher…
—Sh… —Pega su nariz con la mía— También me cuesta levantarme con
dolor, pero aprenderemos a superarlo juntos.
Mi garganta explota, mis ojos vuelven a ponerse llorosos. Mierda.
—No aguanto esta sensación de querer llorar todo el tiempo…
—Te has callado años, bonita. Llorar no está mal —Limpia una pequeña
lágrima naciente.
—Pero no quiero. —Tomo aire— Soy una mujer fuerte que se ha roto
pero volverá a ser la misma.
—Tenemos muchas cosas de las que debemos hablar. Dejé que
descansaras este tiempo para que puedas asimilarlo.
—¿Asimilarlo? ¿Asimilar las fotos de Macarena torturada? ¿Asimilar que
el hombre que creí un santo es casi un asesino?
—Dulce, hay respuestas para todas tus preguntas. Por eso no quería
decírtelo, pensaba hacerlo cuando haya capturado a Brando.
Brando…
—No me hables de esa maldita basura —Jadeo— No podré mirarlo sin
querer escupirle la cara.
—Bonita… —Me abraza y cierra los ojos con alivio. Lo conozco, sé que
en el fondo ha pensando en que yo sería capaz de pasarle esto al maldito viejo.
Miro al vacío perdida y mis ojos se llenan de furia.
—Te ayudaré a entregarlo.
Parpadea.
—¿Hablas enserio? —Pregunta atento.
—Si. Te daré la información que necesitas. Y estoy dispuesta a hablar
con tu jefe para ayudar en lo que pueda.
—No.Vas a darme esa información a mi pero no trabajarás más con el
gobierno. Es peligroso, Dulce. Ya no creo en ellos.
—¿Qué dices?
—Son muchas cosas que debo contarte, pero por favor no te vayas al
hotel. No quiero que regreses a ese lugar.
—¿Y Brando?
—Lo atraparé de otra forma, no lo sé. Las cosas se descontrolaron, has
sido tan tramposa que no tuve de otra. Cielo, esos tipos que intentaron
secuestrarte trabajan para el chino mafioso. Brando lo sabe, sabe que están
detrás de ti porque tienes ese anillo… y no ha hecho nada para cuidarte.
—No… —Solo digo— Brando me quiere, Christopher. Está tan
obsesionado que jamás permitiría que me dañen de esa forma.
Traga saliva y se separa de mi para patear una pequeña roca. Jadea
contenido, su mandíbula se tensa y puedo ver que tiene furia y celos.
—¿Tanto confías en él? ¡No lo vas a ver de nuevo! —Su tono emite celos
y ruedo mis ojos.
—No he pensando en que haré todavía, solo necesito regresar al…
—¡Que no, te he dicho! —Me grita con impaciencia— No voy a dejar que
ese maldito cerdo te toque y te ponga en peligro.
Entrecierro mis ojos con indignación.
—Puedo cuidarme sola.
—¿Puedes cuidarte sola? —Repite irónico— Quisieron secuestrarte…
¿Hiciste algo?
—No voy a discutir contigo cuando quiero mandarte a la mierda. —Lo
apunto con mi dedo y en su desesperación me toma entre sus brazos para
meterme al auto de nuevo.
—No vas y punto. Es muy peligroso.
Abro mi boca y veo como arranca el coche antes de que pueda hacer
algo. Rechino mis dientes agotada, realmente no quiero hacer más que trabajar
o dormir para no pensar pero parece que no me entiende así que sin fuerzas
decido no discutir más. Intenta tomar mi mano cuando bajamos y se la quito de
golpe porque sigo enfadada. No quiero verlo.
Sé que estás enojada pero es por tu bien. — Dice mientras cierra la puerta
de su departamento.
¿Tú qué sabes? — Respondo aturdida.
Mucho más de lo que piensas. Te conozco mejor que nadie. — Me sigue
hasta la habitación repitiendo esas palabras como grabadora malograda.
No quiero pelear — Respondo con tensión— ¿Me dejas descansar?
Sabes que te dejaría descansar cuantas veces quisiera, pero solo estás
evadiendo.
Exhalo. Eso dolió.
Voy a dormir otro rato — Cambio de tema— Retírate por favor.
Dulce…
¡Que te vayas! — Levanto mi voz— No quiero tu maldita ayuda, solo
quiero que me dejes en paz.
Trago saliva y se queda mirándome. Con impaciencia intenta decir algo
pero su mandíbula no lo deja: está tenso, cansado, estresado… y conociéndolo
por fin me dará un poco de respiro.

Sale de la habitación dando un portazo, como lo predije… Está enojado,


o quizá cansado de mí. ¿y yo? Solo sigo evadiendolo como si esa fuera la
solución.
Mientras me acuesto en la cama pienso en todo lo que ha hecho por mí.
Mi lado humano sale a flote y no me gusta porque estoy siendo considerada, y
esa es una palabra fuera de mi vocabulario. Desde hace 5 años mi vida cambió
de golpe. Estudié una maestría, me junté con quién quise, hice lo que se me
dio la gana hasta el punto de seducir hombres por interés. Jamás dejé que este
lado de mí salga, ¿Por qué? ¿Para qué? Si no me convenía. Fui mutando…
solo mutando hasta convertirme en una mujer de hielo.
Y me funcionó… hasta ahora.
De pronto todo cambió y movió mi piso. El hombre al que odié estos 5
años pensando en que me había dejado tuvo un gran motivo. Construí una
frontera capaz de soportar todo… menos sus brazos. Imaginé que era un ser
indestructible porque ya nada me afectaba hasta que volví a verlo.
¿Y ahora? No puedo.
Siento que lo necesito pero a la vez lo quiero lejos. Aunque él haya sido
inocente, yo ya he cambiado. No soy la chica dulce de antes, y tampoco puedo
pretender ser la misma. La herida sigue aunque pese menos y nudo en mi
garganta se forma cada vez que lo imagino como antes… pero a la vez lo
quiero.
¡Ah! — Lanzo un grito ahogado. Traigo ropa floja, el cabello casi
despeinado y mi rostro luciendo tan mal que hasta evito mirarme.
He llorado demasiado… Había olvidado lo que se sentía sacar, no retener
y me ha ayudado.
Las horas pasan volando y, después de horas dando vueltas a la cama,
por fin noto que es de noche. Han pasado casi dos días desde que me enteré
de todo… y nunca imaginé sentirme tan mal con ello. No he comido casi nada
en ese lapso de tiempo, solo he dormido y pronto empiezo a sentir rugidos en
mi estómago. Tengo hambre, así que miro el reloj y veo que marca las 11pm,
él debe estar dormido.
Camino con cuidado y pronto noto las luces apagadas, ¿Se ha ido? Con
firmeza avanzo un poco más dando pequeños saltos por el suelo helado y llego
a la cocina, entonces veo su figura casi endiosada comiendo chocolate. Me
quedo suspendida en el tiempo y cuando voltea me hielo. ¡Soy una estúpida!
Pero sí… siento la boca de mi estómago con mil nervios pasando de un lado al
otro, así que no puedo evitar reir… reir de verdad por una tonta inocencia que
salió sin avisar.
Hay más en ese cajón — Dice serio. Camina hacia el otro lado, se sirve
agua helada y me ignora dejándome sola.
Sé su motivo y me exaspero sintiéndome presionada, pero a la vez
confundida por mis sentimientos.
Vamos Dulce, es la hora. — Muerdo mi labio pensándolo por enésima
vez— Y lo decido. Hablaré con él y escucharé todo lo que tenga que decirme.
Salgo con prisa y me siento a su costado en el sillón. Puedo ver que nota
mi presencia de inmediato y se sorprende, pero aún así no dice nada… Somos
dos extraños conocidos que quieren y no quieren hablarse.
Lo siento. — Digo con sinceridad— Sé que mereces un tiempo para
hablar.
Vaya… ¿Qué mosca te picó? — Habla con ironía y juro que voy a
cachetearlo si sigue actuado de esa manera.
Estoy aprendiendo a ser tolerante, no la jodas más — Le advierto y hace
silencio.
Lo siento — Suspira y se pone cómodo— Estoy un poco enojado, solo es
eso.
Christopher… realmente todo esto ha sido muy fuerte para mí.
Lo sé, Dulce. Siento mucho que haya sido de esta forma.

Necesito saber… saber todo. — Solo digo.


Hace una pausa y se controla.
Hace 5 años decidí irme por dos cosas: Por mamá y por dolor. En aquel
tiempo recién nos habíamos enterado de la noticia y no pude con todo aquello.
Había recibido ya unas amenazas pero no hice caso, así que fui a ver a mamá
para contarle lo sucedido entonces me encontré con su cadáver.
Suspiro.
Estaba tirada en el suelo… casi degollada. — Se contiene— Traía mil
cortes, heridas, sangre por todos lados. ¿Te imaginas lo que fue para mí ver
aquello? Llamé a la policía, en ese tiempo tenía un par de amigos trabajando,
y se llevaron el cuerpo. Tú estabas en Vallarta, habíamos peleado, y estaba
destruído por la noticia. Pero eso no fue lo peor… La policía encontró videos y
fotografías de su muerte.
El horror aparece en mí de golpe al escuchar sus palabras. Christopher
se contiene, pero luego suelta su rabia ajustando su garganta. Siento que voy
a desmayarme… pero necesito seguir escuchando, al menos hasta entender
lo sucedido.
Mi madre fue violada, Dulce. — Esparce sus lágrimas— y murió con dolor.
Chri… — No puedo decir más, así que callo.
Me destruyeron la vida — Su pecho colapsa y tiembla— Esas fotos… —
Parpadea rápido— Son solo una prueba. Las tengo conmigo siempre, ¿Sabes
por qué? Para nunca olvidarme que ese malnacido lo hizo. Cuando flaqueo
vuelvo a reponerme y no descansaré hasta darle su merecido.
Suelto un sollozo y escondo mi rostro en mis manos.
Mamá se fue cuando más la necesitaba. Quizá ella… me hubiera puesto
en mi sitio. Cuando pude asimilar la noticia me despedí de ti dejándote esa
carta.
¿Por qué me hiciste el amor y luego me abandonaste? ¡Por qué mierda
no me dijiste nada! — Grito enfurecida, con dolor, rabia… y mucho miedo.
Porque no podía destruírte la vida a ti también de esa manera.
¡Me destruíste la vida dejándome sola! — Respondo con furia.
—Era eso o… —Se calla.
Vamos, dilo… ¿Ya estamos en esto, no?
El gobierno me pidió que me alejara de todos los seres que quería para
protegerlos. En este trabajo suelen atacarte por lo que más te duele y no iba a
permitir que te hicieran daño. Un amigo me metió en todo este rollo porque
necesitaba fuerzas para hundir a ese malnacido.
¿Y me sacrificaste? — Digo con ironía— Te fuiste… — Quiebro mi voz—
Dejándome una maldita carta de amor y despedida. Pensé que había sido mi
culpa por mucho tiempo, ¿Sabes qué es vivir con eso? Me sentí la mujer más
basura del universo por no poder darte el hijo que tanto querías…
Dulce… — Suspira con la voz entrecortada— Lo siento… de verdad lo
siento. — Me obliga a mirarlo— Pero jamás te dejé. Estuve contigo siempre.
¿Mirándome de lejos? — Lo empujo— ¿Viéndome morir? ¿Acaso no
decías quererme?
Te amo. Con toda mi alma te amo.
¿Entonces por qué mierda no regresaste? Viví un infierno sin ti. Era capaz
de hacer un pacto con el mismo diablo por tenerte a mi lado. — De mi pecho
sale toda mi mierda acumulada.
Lo siento… Yo… solo elegí protegerte.
No seas hipócrita — Limpio mis lágrimas— Elegiste vengarte.

Suspira.
¿Tú no lo hubieras hecho?
Exhalo y no digo nada. Acaba de hacerme la pregunta más complicada
de mi vida…
Pero sé que debí decirtelo e intentar ser sincero desde el principio —
Suspira— Pronto el tiempo pasaba y… no pude detenerme. Me entrené como
policía espía profesional y seguí los pasos de Brando desde hace mucho
tiempo. Sin querer te metiste en ese camino, entonces no iba a permitir que
salieras afectada y…
Regresaste — Completo su frase— Solo cuando te fue necesario.
Dulce… — Tira aire cansado— ¿Por qué te aferras en pensar eso?
¡Porque es la verdad! No fui suficientemente apta para que regreses
antes, y tampoco me creíste fuerte para soportarlo. Eramos un matrimonio,
Christopher… Dos chiquillos enamorados queriendo comerse el mundo, pero
podríamos haberlo hecho juntos.
¿Juntos? A la primera oportunidad te hubieran matado. No podría haber
sobrevivido sin ti. Además, yo cuidé todos tus pasos… Interferí en papeles,
documentos importantes, credenciales para que Brando jamás sospechara de
ti ni supiera de nuestro matrimonio.
Lo miro y todo es lo mismo.
Estoy harta, cansada, agotada emocionalmente.
Dulce… — Agrega— Sé que todo esto es confuso y dificil, pero hoy más
que nunca debemos ser una fuerza. ¿Quieres hacer pagar a esa rata, cierto?
Yo también. Tu información será sumamente valiosa.
Jadeo suspendida en el tiempo…
Bien.
Pero no debes regresar al hotel, el mafioso chino sigue buscándote. Uno
de mis hombres te sacará del país y…
No. — Contesto— No quiero. Ayudaré en lo que pueda y fingiré mejor
que tú con tus mentiras — Se lo digo restregándole en la cara mi enojo. Estoy
frustrada, consternada, indignada porque no fue capaz de confiar en mí y me
alejó de su lado… pero a la vez otra parte de mí lo entiende y eso es lo que me
resulta tóxico.
Dulce… — Repite.
Es un trato, Miller… Lo hago por Macarena, no por ti — Cruzo mis brazos
mordiendo mi labio.
Pero esos hombres…
Entrename. Haré lo que sea para aprender a defenderme. Di lo que
quieras pero no me alejes de esto. No quiero. No lo haré. No es una petición
sino una advertencia.
Lleva una de sus manos a la cabeza y lo piensa…
Bajo mis condiciones — Accede— No quiero que estés mucho tiempo
con él — Pronto me doy cuenta de sus intenciones.
Haré lo que sea por verlo hundido, Christopher. No eres mi jefe ni mi
dueño, ya te lo he dicho. — Refunfuño con rabia.
De acuerdo — Responde enojado— No puedo tener una conversación
alturada contigo. Eres más terca que una mula.
Y tú un maldito idiota…
No quiero saber más de él, he escuchado lo necesario. Con furia camino
pisando fuerte pero antes que pueda irme me jala del brazo de nuevo y me
lleva a sus brazos. Suspiro aún con dolor… dolor porque se fue, porque tuvo
una razón y no sé cómo tomarlo.
Me mira cansado, agitado, agotado de tanta pelea… pero a la vez sus
ojos me muestran un brillo y pronto me veo reflejada en ellos.
No he terminado.
Yo sí — Intento empujarlo, estoy a la defensiva.
Dulce… tenemos dos opciones: O nos enojamos haciendo drama por el
pasado, o intentamos salir adelante con un nuevo comienzo.
Mis manos tiemblan, trago saliva.
Te amo, te lo he dicho… — Acaricia mis labios con mis dedos— pero solo
haces que me enoje cuando me hablas de esa manera.
¿Y qué quieres? ¿Qué te perdone con las excusas que me das? Pudiste
haberme buscado antes y…
Sh… basta — Pone sus dedos en mi boca— Necesito una respuesta.
Jadeo.
¿De qué? —Pregunto.
Me evades de una forma increíble — Ríe sin humor— Parece que tengo
que repetirte mil veces que te quiero a mi lado. Juntos. Construyendo una
nueva historia… sin importar el pasado. Lo único que nos queda es esto —
Pone una mano en mi corazón— Porque sé que late tan fuerte como el mio…
y eso se llama amor sincero.
Parpadeo perpleja, él besa mi mano.
Construiré nuestro hogar de nuevo, bajo esas 7 estrellas en el cielo…
Prometo cuidar de tus noches y sueños. Prometo abrazarte sin avisar y
perderme en tus ojos como antes. Dame esta oportunidad, mi amor… He
estado esperándola desde hace mucho tiempo. Vuelve a ser mía, Bonita.
Cásate conmigo de nuevo.
27. No me gusta compartir
Dulce

“Júrame que no tendré que arrepentirme de entregarte hasta el alma” L

Me mira en completa impaciencia y solo siento mi garganta cerrarse ante


sus ojos. Una capa de hielo amenaza con deslizarse sobre mi, pero no quiero…
realmente hoy quiero sentir.
Trago mil preguntas aún rondando en mi cabeza y, con determinación,
levanto el mentón para enfrentar sus ojos ansiosos. Me quiere, pero ha hecho
lo que un día le imploré nunca hiciera: Me mintió. Sea cual sea la razón me ha
mentido, tomó decisiones por mi y eso no puedo pasarlo.
Pero a la vez lo extraño, demasiado quizá. La vida sin él ha sido como un
callejón oscuro. Aprendí a sobrevivir ciega y en la más completa oscuridad,
pero aún cargaba con la sensación de no poder respirar.
Él era todo para mi. Mi amigo, mi amante, mi marido. Con él hice cosas
que jamás haría con otros hombres y yo era tan tonta que solo rezaba para que
Dios no lo alejara de mi lado.
Rezaba… —Me río sin humor— Quizá porque me enseñaron a hacerlo y
era la única forma en la cual me sentía escuchada. No hablaba con mi madre
ni con mi padre, solo me tenia a mi misma intentando ser una mujer buena y
perfecta.
—Dulce… —Dice con voz ronca cerca de mi. Está impaciente, puedo
notarlo, pero realmente esto es algo que debo llevármelo con calma.

—¿Te has puesto a pensar en que yo ya no soy la misma? —Pregunto


sería. Sus ojos chispan y suspira.

—Si. Lo sé, sé todo de ti.

—¿Todo de mi? —Mascullo— También sabes que he seducido a otros


hombres. —Lo miro fijamente y sé que lo sabe, pero odia el tema. Estoy
probándolo…— Y sabes que he hecho algunas cosas ilegales. Me quedé
callada muchas veces, soborné a algunas personas por Brando, llené mis
cuentas de dinero.

Cierra los ojos, entonces sigo


—No soy la mujer perfecta que querías de esposa, Christopher. Y
tampoco esa esclava ama de casa que va a cocinarte y a lavar tu ropa. Me
gusta el sexo, el dinero y los lujos. —Exhalo— y es lo que soy. Me estoy
mostrando ante ti sin etiquetas ni máscaras. ¿Podrá un hombre como tú
soportar todo esto?
Río sin humor de nuevo, lo veo sufrir y me pongo a pensar en cómo he
cambiado en estos 5 años.
—Las cosas pasan por algo —Continuo— Una mujer inteligente lucha por
sus ideales y no cae en sentimentalismos. No soy dulce ni tierna, soy de hielo.
—Has roto ese hielo ahora… lloraste, sentiste, tú…
Suelto una carcajada fingida.
—Por qué sigues pensando en que todo será como antes. No,
Christopher… nadie vuelve a ser el mismo después de haber sido golpeado.
Mis ojos lo atacan con la furia que aún tengo.
—Solo estás enojada. —Responde.
—No. Es la verdad. Es mi verdad. —Paso saliva— No quieras cortar mis
alas.
—Jamás lo haría —Contesta de inmediato— Te apoyé cuando más lo
necesitaste. Yo quería que cumplas tus sueños. —Se desespera intentando
explicar.
—Y por eso contrataste a un anciano. —Espeto con ironía— para que me
diera dinero y me apoyara. Tomas me quiso solo porque tú le pagabas.
—No es así, Dulce. —Se desespera— Tomás realmente te quiso. Solo…
me contaba si estabas bien, si tenías algún problema, pero jamás me confíó
tus cosas. Jamás.
—Te das cuenta… —Mantengo mi ironía— Te contó que moría y tú no
hiciste nada para salvarme. Eso es aún peor.
Camino por toda la sala para refrescarme. Me siento invadida por mucho
veneno dentro y no quiero decir cosas de las cuales pueda arrepentirme
después.
—Solo quise estar contigo… —Suspira agotado— Pero ahora veo que
fue peor.
—Lo fue. Moviste las piezas del juego sin avisarme.
Se sienta en el sofá como si tuviera mil cosas cargando en su espalda,
baja la cabeza y hundo su rostro entre sus codos levantados. Es un hombre
que se ha equivocado y solo me dedico a mirarlo.
—Tengo mucho resentimiento ahora, Christopher. No puedo darte una
respuesta. —Trago mi rabia.
—Si, lo sé. Solo estaba… ansioso. —Me mira— Te esperaría toda una
vida si me lo pidieras.
Asiento con tensión y me cubro el pecho con mis manos. No negaré que
quiero besar sus labios, pero estoy enojada… necesito tiempo.
—No esperes un sí.
—Tampoco un no. —Suspira— y con eso me basta. Has pateado mi
trasero, Bonita. Y estás en todo tu derecho.
—Entonces no me presiones. —Advierto.
—Lo intentaré. Soy un tipo enamorado, solo eso.
Ruedo los ojos.
—No quiero que pises el hotel de nuevo. —Vuelve con su estupidez.
—Ya te dije mi posición. Son mis condiciones para ayudarte.
—No quiero ponerte en riesgo.
—¡Mierda! ¡Eres peor que mi madre con su cantaleta de la virginidad!
Deja de molestar, he tomado una decisión y punto.
Exhala rendido de nuevo y me señala con el dedo.
—Bien, pero mañana iniciaremos el entrenamiento.
—De acuerdo, compañero. —Ríe sin humor— Estamos juntos en este
juego de nuevo.
Es un trato, señora. — Se levanta y aprieta mi mano.
Señorita — Lo corrijo.
Señora Miller. No olvide que es una mujer casada. — Me guiña el ojo y
sonríe haciendo que algo en mí viva de nuevo.
Sonrío haciéndolo menos.
Sigue soñando.
Ríe.
Puedes quedarte aquí cuanto tiempo quieras — Cambia de tema— Me
gusta tenerte cerca.
Voy a regresar al hotel lo más pronto posible, Brando puede sospechar.
Pero aún está de viaje, además aún debes aprender algunas cosas.
Bien.
No dormiré contigo si es lo que quieres, el sofá suena interesante. —
Hace una pausa— … Amenos que tú me pidas lo contrario.
—No lo creo.
Con calma asiente y sin querer roza mi mano haciéndome sentir extraña.
Trago saliva e invento una excusa para irme, pero sé que sospecha que no me
es tan indiferente como aparento ser.
Las horas pasan y el baño que me he dado me relaja. Ahora estoy en su
cama y de un impulso jalo su almohada para abrazarla… Su olor es único,
sincero, floral. Me gusta, siempre me ha gustado olerlo y sentir su aroma
palpitando en mi cuerpo. Cierro los ojos y pienso en todo lo que nos espera…
¿Habrá un nosotros en el futuro? Nadie lo sabe, y tampoco me hago muchas
esperanzas.

Otro día más ha pasado y yo sigo amaneciendo en su cama.


Mi mente no deja de dar vueltas mientras me miro en el espejo, ¿Qué
sigo haciendo? Ni yo tengo la respuesta.
Rita — Digo mientras sostengo el teléfono en mi oreja— ¿Me pasaste
esos informes? Tuve que salir de la ciudad estos días para ver cómo va la
renovación de Hilton Garden ¿Brando ha llamado? Um… está bien, gracias.
Cuelgo y me quedo pensativa. Brando es sumamente dependiente de mí
en cuanto a mensajes, llamadas y fotografías ¿Por qué no se ha manifestado?
La angustia hace que pienso en que puede que me haya descubierto, pero si
eso fuera así posiblemente no estaría viva.
Dulce… — Toca la puerta y habla desde fuera.
Adelante. — Digo.
Entra y sonríe mirándome de arriba abajo. Traigo jeans, una blusa blanca
y zapatos cómodos, justo la ropa que me compró.
Estás muy hermosa — Murmura
No seas exagerado — Contesto— ¿Hoy qué haremos?
¿Y ese maquillaje? Es muy… natural. — Me ignora totalmente.
Traigo maquillaje en mi cartera siempre, Christopher. Dime qué haremos
ahora.
Practicar. — Sonríe.
Bien. Luego necesito regresar al hotel. Brando no me ha llamado…
¿Crees que sospeche algo?
No. Me he encargado de eliminar las pruebas, tranquila.
Bien. — Contesto— Estoy lista.
Suspiro y trago saliva cuando lo veo sonreírme de esa manera…
Concentro mi mirada en un punto distinto a su rostro y camino hacia la puerta
dispuesta a irme, entonces me sigue de la manera más normal posible pero
puedo sentir sus bajas intenciones .
No caeré, aunque sea un juego de seducción.
Prende el auto y nos adentramos en una especie de camino hacia el
bosque. Él maneja tan despreocupado… que los recuerdos vienen a mi de
golpe. Él a volante, yo comiendo golosinas, ambos riendo… tan normales y
dependientes el uno con el otro. Éramos dos chiquillos locos.
—¿Pensando en silencio? —Rompe el hielo.
—Tengo mucho trabajo en el hotel —Contesto sacudiendo mis piernas.
—Um… supongo que si, quizá también estás pensando en mi. —Sonrie
presumidamente y lo miro desde mis pestañas. ¡Es un maldito idiota! Juro que
no lo soporto.
—No perdería el tiempo en eso. —Respondo tolerándolo. Estoy sin
ánimos de pelear, al menos por ahora.
—Llegamos, bonita. —Estaciona el auto y nos adentramos en un
descampado lleno de árboles y arbustos.
—¿Y este lugar? —Pregunto ansiosa.
—Suelo venir aquí de vez en cuando. El dueño es un amigo mío, calma.
Enseguida coloca una especie de cartel en un árbol con varias ruedas
dentro, ¿Esto qué se supone que es? Jadeo tensa, odio tener que hacer esto
pero es necesario.
—Tranquila, bonita. Es solo para medir tu puntería. Toma —Saca su arma
y me la da.
Enseguida me quedo perpleja mirándola.

—Eh…
—Tómala. —Me aprieta las manos obligándome a tomarla. Apunto hacia
el cartel con círculos y en un acto tonto disparo.
¡Mierda! ¡Maté a un pájaro!
Me horrorizo y suelto el arma gritando haciendo que Christopher empiece
a reír.
—Lo maté… —Jadeo.
—Qué mala eres, bonita. —Se burla a carcajadas y lo miro con furia
mientras lo empujo. —Hey…. —Jala mi brazo— está bien, no voy a torturarte.
No lo mataste, solo lo asustaste. El pobre pájaro salió volando.
—No podré hacer esto. —Lo suelto aterrada—Siempre he odiado estas
cosas, Christopher.
—Vas a poder. Te ayudaré.
Sonríe y me ayuda una vez más sosteniendo el arma en mis manos para
luego acomodarse en mi cuerpo. Jadeo…. Esta proximidad no me gusta para
nada pero intento concentrarme en mi objetivo.
—Así… —Enreda mis dedos en el gatillo y puedo sentir su respiración en
mi oído— sostenla de manera correcta… —Susurra en mi oreja y empiezo a
sentir un shock nervioso. Tiemblo… él se aprieta contra mi haciendo que sus
pectorales abracen mi espalda y sus piernas colinden con las mías.
—De lejitos… —Digo advirtiéndole, entonces ríe.
—Estoy siendo profesional. —Sonrie y me paralizo con su voz ronca
palpitando en mi interior.—Mira al punto, luego quiebra las rodillas y sostén el
arma con fuerza. No dudes, solo dispara
Y lo hago.
—¡Si! —Sonrio emocionada—Ahora lo haré sola.
Bajo mis piernas y con seguridad lanzo un tiro que entra en el centro del
cartel. Lo miro, me pavoneo y arreglo mi cabello mientras él no deja de sonreír.
—Aprendes rápido.
—Gracias, claro… soy muy inteligente.
—Ahora vuelve a hacerlo pero desde otro ángulo.
Se hace a un lado, cruza los brazos y me reta haciendo que mis ganas
por ganar salgan.
—Voy a demostrarte lo buena que puedo ser.
Apunto mi vista como fiera hacia el árbol y disparo hacia otro lado.
Christopher me mira sin reír, solo levanta una ceja, pero lejos de desanimarme
vuelvo a intentarlo haciéndolo mejor. Mi obsesión empieza a salir en este
momento. Perfilo mis acciones y doy tres, cinco, diez disparos perfectos. Salto
cuando lo veo y vuelvo a pavonearme ante su mirada.
—¿Cómo te quedó el ojo, perdedor? —Digo saltando. Él ríe, yo sigo
presumiendo mi acción y me pavoneo. Estoy raramente feliz, no sé si es porque
he tenido otro logro.. o porque está aquí.
Entonces me hielo al pensarlo, ¿lo dije? ¿Realmente lo pensé? Vuelvo a
mi seriedad y se acerca para darme su mano.
—Muy bien, señora Miller…
—Evans —le corrijo y no dice nada.
El tiempo va pasando y yo sigo practicando. Pronto convertimos este
lugar en un mar de balas. Los pájaros se van y el sonido intenso del rebote ya
no me altera, aunque haya sido complicado al principio. La vegetación hace
que sea un camino escondido, me siento bien arruinando todo por primera vez
en mi vida, hasta he tirado hojas con las balas.

Cuida tu peso — Advierte— El arma es traicionera si te confías.


Bien — Respondo— ¿Y ahora? Ya sé disparar.
Vamos a practicar defensa personal — Se levanta agresivamente y me
ataca corriendo hacia mí haciendo que un grito agudo salga de mi boca. Cierro
los ojos, no lo pienso y me hago bolita con mis brazos.— Dulce, así no. — Para
justo antes de tocarme.
¡Eres un bruto! — Chillo.
El que quiera hacerte daño no parará — Exhala— Ven aquí — Jala mi
brazo y me pone delante de él— Imaginemos que yo soy tu enemigo, quiero
secuestrarte… ¿Qué haces para defenderte?
Grito, pateo, no sé.
Ese “no sé” puede marcar la diferencia. El secreto es la concentración. Si
viene alguien mucho más alto y fuerte que tú entonces ve hacia sus puntos
débiles: ojos, nariz, bolas…
Oh… — Expreso asombro, realmente no me había puesto a pensar en
ello.
No tenemos tiempo para enseñarte artes marciales, pero sí lo básico. Si
vengo así… — Roza mi brazo— Entonces tu antebrazo debe defenderse con
tu codo así — Me sigue enseñando— Si viene alguien por encima, solo te
agachas… Vamos, Dulce. Hazlo conmigo.
Te golpearé — Digo con firmeza
Hazlo — Sonríe— Pero si fallas… debes darme un beso como
recompensa — Tuerce sus labios.
Su mirada hace eco en mi interior y no me queda de otra que aceptar.
Bien, pero voy a ganar — Apuesto, me aparto de él y voy a atacarlo. Pone
su brazo por mi pecho y con mi antebrazo lo golpeo, luego me abraza por detrás
y lo pateo en las bolas pero no se deja. Sonríe paciente ¡Dios mio! ¡Estamos
en medio de una pelea y está sonriendo! Me enervo furiosa, golpeo su pecho y
parece que no le afecta nada. Pasan algunos segundos así, peleando, y
tampoco se rinde… ¡Maldito!
Basta — Ríe— Perdiste.
¡No es justo! Han sido 2 minutos de explicación y ya crees que soy Jackie
Chan.
No tenemos tiempo, Dulce. Debes ingeniártelas como puedas; por
ejemplo, pudiste haberme mordido y no lo hiciste.
Mierda.
Está bien, ¿Qué más debo aprender?
El arte de fingir… pero ahí tú me puedes dar una cátedra — Se burla.
Ja-Ja — Ironizo mis palabras— Muy gracioso.
Vamos, cielo… ¿No me digas que no lo haces? — Ríe el hijo de puta.
No — Me enfado y enterco. No le daré la razón.
Entonces… cuando dices no quererme, ¿Qué estás haciendo? O cuando
finges no querer tener intimidad, o espera… — Agrega divertido— Cuando me
inventaste que habíamos tenido sexo y en realidad rebuscaste mis cosas.
En primer lugar no te quiero, en segundo lugar tengo mis necesidades…
tú solo me has servido de “ayudita” y en tercer lugar jamás te inventé nada —
Levanto una ceja seria. Mi gran mentira comienza.

Eso es… ¡Eso! — Me aplaude el infeliz haciendo que yo me vuelva una


fiera— Esa es la actitud que necesitas siempre, así todos te creen.
Voy a probar mis tiros en tu linda cabecita — Digo— Con gusto te los
doy.
Eso que acabas de hacer no deberías hacer ante nadie — Sigue riendo—
Es fácil, cielo. Cuando alguien miente no está tranquilo. Tus cejas se mueven,
miras a otro lado o algunos se ponen nervioso. Acabas de hacer dos de las
tres cosas que mencioné.
¿Eso según quién? — Pregunto tensa.
Según las reglas básicas del lenguaje no verbal, cielo. — Sonríe y levanta
sus brazos— Pero está bien, me rindo ante mi bonita porque sé que es una
guerra perdida.
Haces bien… — Cruzo mis brazos seria, entonces él se sigue riendo.
No lo soporto. Juro que no lo soporto.
¿Sabes? Mejor nos vamos, tengo que ir al hotel. — Camino pisando
fuertemente mis pasos hasta llegar al auto.
No te enfades, Dulce… Es solo una broma.
Odio tus bromas — Volteo al ver que no puedo entrar— Dame la puta
llave.
¿Esta? — Me las enseña y cuando estoy apunto de tomarlas me las
quita— ¿O esta? — Las cambia de posición y de un arranque golpeo su pecho,
pero pronto me envuelve en sus brazos— Alguien me debe un beso…
No te lo daré — Lo empujo pero no logro soltarme— Odio que te burles
de mí.
Es solo una broma… — Besa mi oreja y siento que la electricidad empieza
a recorrer mi cuerpo.
Quítate. — Le advierto.
Mi beso — Reclama.
Quítate… — Vuelvo a advertir
Beso. — Sonríe.
O te quitas o…
Demasiado tarde, me ha besado.
Con gusto entra en mi boca dispuesto a recorrer mi lengua pero cierro
mis dientes. Estoy colérica, odio perder y peor que se burlen de mí, así que de
un tirón lo lanzo hacia atrás levantando mi rodilla.
Un sonido se escucha después del acto para luego curvearse hacia abajo.
Me mira impaciente y solo me río sin humor.
Te lo dije — Me pavoneo y le quito las llaves— Sube, marica. — Me
estresa… juro que me estresa. ¿No puede dejarme en paz? ¿No puede
comportarse como un ser normal? ¡Bien merecido! Maldito.
Espero algunos minutos y cuando se recupera sube al auto serio. ¿Ahora
no me habla? Que se joda, no fue mi culpa. Cuando pregunto él responde
cortante, prende la música a todo volumen y me ignora. La situación me genera
ansiedad, de pronto siento que algo hice mal y es lo que no debo permitir.
La Dulce buena se ha ido, la zorra mala es la mejor versión de mi misma
Trago saliva y también lo ignoro mirando por la ventana del auto. El aire
que cae a mi rostro me refresca, no necesito pensar en nada más que en mí…
y pronto veo el hotel asomarse por nuestro rumbo.

Hilton estará pronto de regreso — Espeta— Me lo dijeron. — Sigue


cortante.
Bien. — Respondo.
Tenemos un trato.
Por Maca —Digo— Todo es solo por ella.
Abro la puerta del auto y me voy caminando llena de mil preguntas en mi
cabeza. Él dice que quiere una oportunidad… ¿Cree que con esa actitud se la
daré? ¡Que se joda! ¡Es un idiota! ¿Enojarse solo porque lo patee en las bolas?
No quería besarlo, no me siento cómoda con eso aunque mi cuerpo sí
reaccione. Necesito tiempo, mucho tiempo para procesar todo lo que he vivido
y, sobretodo, entenderme.
Porque lo odio y a la vez lo quiero.
Dulce… — Abre los ojos cuando me mira con esta ropa— El Sr. Hilton
habló y preguntó por ti.— Se asombra la estupidita.
¿Y ahora se digna a hablarme? No me mires así, niña… Estuve
trabajando — Digo— ¿Novedades?
Todos los reportes te los pasé por correo.
Bien. Ahora necesito un baño de burbujas. — Me dispongo a irme y con
su voz me detiene.
Dulce… pensé que podíamos hablar un rato.
Ruedo mis ojos y estoy a punto de decir que sí, pero luego me arrepiento.
¿Quién mierda es esta tipa para que yo tenga consideraciones con ella?
Yo no soy así, además aún sospecho de sus intenciones conmigo, así que la
ignoro y me voy.
Hogar… — Digo tirándome en la cama.
Preparo mi baño y me desvisto suavemente para luego relajarme. Oh,
sí… esto es vida. Cierro los ojos mientras me hundo en el agua tibia, luego me
pongo shampoo y disfruto del momento poniendo música clásica. Esto me
relaja… me relaja mucho.
Vestirme no fue problema después de la ducha de vapor, estaba tan pero
tan cansada que no hice mi habitual berrinche por la hora y salí corriendo hacia
mi cama. Mientras apago la luz siento que este lugar me parece muy grande…
y me tenso.
Jamás he dicho eso, y mucho menos me he sentido sola.
Ruedo mi cuerpo hacia la otra esquina y así me voy moviendo hasta que
entiendo que no es la noche, ni la cama, ni el baño… sino yo. Yo, maldita sea,
yo… porque asquerosamente lo extraño.
Estoy jodida, muy jodida.
Golepo mi cabeza intentando hacerme entender que no es correcto.
Christopher es mi marido, sí… pero no merece que yo esté pensando en él más
de la cuenta. ¿Y si todo es una farsa? ¿Y si no es sincero? Tampoco voy a
perdonarlo así porque sí, ¿Dónde quedaría mi dignidad? Pero eso no me
importa, ¿a quién engaño?, extraño su olor plegado en la almohada… su
cuerpo tibio junto al mío y su estúpida voz de gallito.
Un gallito cogedor — Susurro y río.
Estoy riendo demasiado… y me pongo seria al darme cuenta. ¿Será que
estoy cambiando? No quiero cambiar. Hacerlo me debilita. No puedo dejarme
y traicionarme a mí misma. Me siento de malhumor ahora y camino a oscuras
por toda mi habitación, entonces me asomo a la ventana… Hay justo 7 estrellas
en el cielo. Y sé que una de esas es mi querida Macarena.

Voy a vengarte, lo juro.


Enseguida recuerdo que debo actuar perfectamente con Brando, pero no
tengo ganas. Nada de ganas. Ojalá que se muera. Ojalá que un día el gobierno
le meta electricidad y lo refunda en la cárcel. Mi cabello pica, simplemente no
puedo olvidarlo… Hijo de puta, maldito hijo de puta. Va a pagarlo.
Pasar la noche no fue fácil, dí mil vueltas y pensé en qué debería hacer
con mi vida, mis sentimientos, mi futuro. Con tranquilidad desayuno y luego
empiezo con mis labores. La zorra de Gabriela no me tolera, pero francamente
no me importa. Los empleados están bien, entonces me alegro. No soy tan
necesaria en las mañanas como pensé, lo que me da tiempo para hacer otras
cosas.
Gracias por venir, Erika — La invito a pasar a mi oficina y nos sentamos
un rato.
Pasaba por aquí y, como querías hablar conmigo desde hace mucho, me
acordé y bueno.
Lo había olvidado… — Digo tensa— ¿Tienes mis análisis?
Desde hace más de un mes, Dulce. Los envié por correo, ¿No te
acuerdas?
Suspiro, he estado tan ocupada que no he tenido tiempo de chequear
nada.
Es cierto.
Tranquila, lo verificaré aquí — Saca su celular y abre las imágenes de mis
ovarios— Poliquísticos.
Me ha estado doliendo mucho, cada vez es peor. — Agrego— Tú eres
mi ginecóloga de confianza, recetame lo que sea.
Anticonceptivas.
Las odio — Digo con verdad— ¿No hay otra cosa?
No. — Es firme.
Sabes que soy estéril, nunca jamás me preocupé por tomarlas. Creo que
lo hice solo una vez y tenía 16 años. Engordé, me volví una llorona y mis nervios
se alteraron, entonces las evité a medida que podía.
Dulce, tu carga hormonal es muy fuerte, es normal. Mira, con las
anticonceptivas todo irá bien, ¿Te proteges de otra manera, cierto?
Últimamente no usa condón — Digo suspirando— Solo con un hombre
no uso condón — Río— Odio el sexo con condón, no me mires así.
Ambas reímos.
Pero las enfermedades de transmisión sexual están al pié del camino.
No tengo sexo con muchos — Río— Solo tengo un amante ahora y con
ese no me gusta usar condón, entiéndeme.
Bien, bien… pero si tienes alguna molesta o picazón debes hablarme
¿Si?
Tanto como molestia… — Murmuro— ¿Qué hay del sexo duro?
Abre los ojos y no para de reír
No abuses.
Me abusan — Corrijo y sonrío.
¿Brando es tan sexy en la cama? No lo creo — Se burla.
Duh… — Contesto y sonrío— Tengo amantes.

Um….
Ya que estás aquí… voy a preguntar. Hace un tiempo creo que me excedí
con este amante que te digo, tuve un poco de dolor y ya no debería, digo… no
soy ninguna virgen.
Bueno, suele pasar cuando no has tenido práctica o porque fue un poco
intenso.
¿Pero no afecta, cierto?
No mientras te sientas bien. El cuerpo es un músculo, Dulce. Se
acostumbra.
Um… — Frunzo el ceño— Bien.
Bueno, si no tienes más dudas me voy. Te espero en mi consultorio
cuando puedas para tus revisiones anuales.
No te pierdas, Erika — Nos despedimos. Ella es la hermana de una
compañera de la maestría y le tengo confianza… La suficiente para contarle
este tipos de cosas, pero sin revelar el nombre Christopher delante de ella.
Tú eres la ocupada — Sonríe— Aquí te apuntaré las anticonceptivas que
debes tomar para que genere tu balance hormonal. SI no las tomas te seguirá
doliendo todo. Sé prudente, todas a la hora y no se las enseñes a los
hombres… es peor.
Bien. —Contesto pensando en las anticonceptivas. Jamás las usé
demasiado hasta que me enteré que era estéril y todo fue más relajante porque
al menos no tenía que preocuparme por ello.
Las horas siguen pasando sin sentido y no puedo concentrarme. Un nudo
en la garganta empieza a formarse en mi interior, miro mi móvil y no veo ningún
mensaje ni llamada. ¡El idiota se ha enojado! Y no entiendo por qué.
Que se joda — Murmuro hacia mí y sigo leyendo documentos, manuales
de imagen corporativa y los reportes que me dio la estupidita. Nada me quita
de la cabeza que ella tuvo que ver en algo… ¡Algo quiere hacerme! Pero debo
ser muy precavida para evitarlo— Menú corporativo… grasas.— Aprieto mi
mandíbula de golpe. ¡Le dije a la zorra con lentes que necesitaba menús bajos
en grasa! Se supone que ella debía darle seguimiento a lo que Gabriela estaba
preparando…
La gente es inútil — Pienso.
Me levanto cansada pero con ganas de ponerla en su sitio, francamente
me tiene harta. Camino hacia la cocina y todos los empleados se quedan en
silencio al verme entrar, pero no la veo.
¿Vieron a Rita? — Pregunto.
Dijo que estaría en el salón 2 — Contesta uno de ellos.
Gracias — Contesto seca, no tengo humor.
Voy a regañarla, y quizá le diga que es una buena para nada.
¿Es estúpida o qué?
El tiempo es oro y no puede perderse. Le repetí 350 veces que debería
ser menús bajos en grasa, sobre todo porque Gabriela quiere hacer lo que se
le da la gana con mis comidas. Me hierve la sangre que no me hagan caso, y
no volveré a hacer excepciones.
Ri… — Me callo al ver la puerta del salón entre cerrada, ¿Qué
demonios…?
Christopher… — Toma sus manos entre las suyas— Eres un gran apoyo.
Christopher se tensa, pero no dice nada.
Tú me escuchas y me das buenos consejos. Yo… quería decirte otra
cosa.
Rita…
Sh… no hables. Lo haré — Cierra los ojos— Me gustas y siempre me
has gustado. Yo sé que es un poco precipitado pero quisiera saber si tengo
alguna oportunidad contigo.
Mi boca cae abriéndose de inmediato. Una extraña sensación de tristeza
y celos invade mi cuerpo, ¿Quién. Mierda. Se. Ha. Creído? Contengo mi aliento
y aprieto mi estómago con fuerza, eso era lo que quería… robarme al marido.
Cuidate de las aguas mansas…. —Jadeo furiosa, pero me controlo. Miro
hacia un lado y luego al otro. Puedo hacerlo.
Pero al ver que toca sus brazos, se acerca a su pecho y lo huele como yo
lo hago todo mi mundo se incendia y arde en el infierno. Mi corazón se acelera,
la loba que vive en mí sale de golpe y puedo mirar a Rita con ganas de
asesinarla.
Zorra, mil veces zorra.
Vuelvo a contenerme con inteligencia, pero no puedo.
Respiro.
Como en yoga… respiro.
¡A la mierda el yoga y su puta coherencia!
Doy un portazo fuerte para que noten mi presencia y ambos se
sorprendes.
Voy a matarla ¿Y a él? Haré algo mucho peor, lo juro. Mucho peor.
28. No sueltes mi mano
Dulce

“Si estás esperando a sentirte listo, Vas a seguir esperando por el resto
de tu vida”

La furia invade mi cuerpo de pies a cabeza y no puedo controlarme. Mis


manos tiemblan, mi pecho desfoga rabia en forma de respiraciones rápidas,
mis piernas están más rígidas que nunca, listas y dispuestas para atacar.
¿Qué carajos le vio este bastardo a tonta?
Trago amargura. ¡Acabo de entrar y la idiota no le quita la mano de
encima! Mis ojos se enfurecen y Rita me mira como si fuera un corderito
acorralado ante una fiera… ¡Claro que vas a joderte, estúpida! ¡Lo harás!
—Hola Dulce —Christopher es serio ahora y me habla como si fuera
cualquier persona— ¿Qué sucede?
—Buscaba a Rita — Contesto de manera seca.
—Aa….aquí estoy — Tartamudea la fea— ¿Qué… qué pasó?
—¿Qué pasó? — Exploto— ¡Que hiciste todo mal! — Alzo la voz—
¿Sabes cuánto tiempo me costó armar todo el menú saludable? Nutricionistas,
selección de cocineros, noches de investigación… Te dije que monitorees a
Gabriela ¿Y qué hace la señorita? ¡Hacer todo mal! Eres una buena para nada.
Mi furia se vio reflejada en lo que acabo de decir. Siento que he vomitado
una combinación de rabia, celos, frustración alzando la voz, con mis palabras
y miradas. Rita abre la boca y se contiene bajando la cabeza, pero Christopher
me mira como si fuera una abusiva.
—No tienes por qué hablarle así a Rita — Espeta el pendejo, ¿La está
defendiendo? ¿La está defendiendo??? ¡No puedo creerlo!
—No te metas — Respondo casi ladrando.
—Me meto porque Rita es un ser humano, no un animal para que la trates
así. — Me mira serio.
Disculpe Señor Miller pero su función es construír hoteles no meterse con
el personal. Le agradecería nos deje solas. — Soy clara.
Lo siento, no permitiré que vuelva a faltarle el respeto.
Christopher, no… — Habla con voz de hilo— Está bien, es mi culpa.
Perdón Dulce.
¿Perdón? — La miro con más furia y me imagino ahora jalándole los
pelos, arrastrándola por todo el hotel y tirándole una patada en su diminuto
trasero— ¡Acabas de arruinarme el día!
—Disculpa, de verdad… disculpa. — Increíblemente se echa a llorar y
abraza a Christopher haciendo que mi boca caiga abierta al instante.
Esta tipa es más inteligente que nadie, pero yo no soy una tonta.
—Deja de llorar… ¡Hipócrita! — Mis palabras salen desde el alma.
—Dulce… — Dice Chris.
—Cállate — Lo amenazo de nuevo.
—No me parece que.. — Corto su frase cuando lo veo con furia. El imbécil
está aprovechándose del momento.
Todo me sale mal — Rita agrega y se con Christopher, él la mira
confundido.
¿Todo te sale mal? ¡Eres una maldita zoorraaaa!!! — Digo gritando,
saboreando mis palabras. Ella abre los ojos y se echa a chillar más fuerte.
Siento que voy a vomitar.
Señorita Evans, ¡Esto es demasiado! — Christopher se pone en mi
delante— Acaba de…
Cierra la puta boca — Mis nervios colapsan, estoy a punto de terminar
esta farsa— Tú no eres nadie.
Se calla apenas le digo eso y luego se enfada aún más conmigo. Lo sé
porque pone sus cejas tensas y presiona sus dedos.
Y a ti — Continúo— ZoRRITA — Hago énfasis en la palabra— Puedes
considerarte despedida y de paso… — Aplaudo— Cogértelo las veces que
quieras. Total, aquí no hay nada de respeto por el trabajo.
Rita me mira pasmada y deja de llorar. No me interesa si se da cuenta o
no ¡Estoy harta! ¡Cansada de toda esta maldita farsa! Doy vuelta y cierro la
puerta haciendo ruido de nuevo. Mi corazón late a mil por hora, siento que no
puedo respirar y me meto en el primer baño que veo para gritar.
Y lo hago… Furia, rabia, celos, miedo, venganza, todo se me viene a la
cabeza.
¿Qué mierda se cree Christopher?
¿Y quién le dio derecho a esa perdedora de mirar a mi marido?
Llevo mis manos a la cabeza e intento contenerme porque soy capaz
ahora de golpear al primero que se me ponga defrente. No puedo controlar mi
rabia, no puedo. Mi carácter está jugandome una mala pasada de nuevo.
¡Necesito destruir para calmarme! Me miro en el espejo y veo mis ojos rojos…
No sé si es furia o si es dolor pero no puedo dejar de sentir que voy a explotar
en llanto.
Llanto…
Desde que me liberé por la muerte de Macarena viene a mí con facilidad.
Me frustro mucho al sentir que no puedo manejar esta situación y necesito
poner fin a esto de alguna u otra manera. Jadeo cansada y lavo mi cara con
agua fria.. ¡Necesito controlarme! ¡Y juro que voy a cortarle las bolas!
¿Cómo se atreve? Se supone que está de mi lado, se supone que ambos
desconfiamos de esa zorra ¿Qué le pasa? Maldito, infeliz, idiota… que se joda,
juro que lo mataría ahora mismo.
¿Señorita, está bien? — Toca un empleado desde afuera.
Lárgate y déjame sola. — Contesto y ya no escucho a nadie más.
Todos conocen mi ira y saben que no deben molestarme. Me importa una
mierda si les gusta o no.
Necesito pensar, pensar mucho.
Respiro profundamente y exhalo de la forma en la que me dijeron para
controlar mis emociones. Pronto siento el aire navegar por mi interior, estoy
calmándome… Minutos después peino mi cabello y arreglo mi atuendo para
salir sin decir más.
Con mis tacones hago entender que llegó la jefa, su gran señora. Las
recepcionistas me saludan y las miro achinando mis ojos cuando veo que tienen
los botones de su blusa entre abierta. Volteo, Christopher está cerca. ¡Estas
también son unas malditas perras! Carraspeo mi garganta y señalo con mis
dedos la dirección de sus senos, automáticamente se arreglan el vestuario
sintiéndose avergonzadas.
No voy a permitir que este hotel sea un prostíbulo. — Solo digo y bajan la
cabeza. Enseguida camino por el pasillo central y vuelvo a encontrarme otros
empleados con los que finalmente desquito mi rabia, entonces llega…
Nuestros ojos se encuentran como dos galaxias chocando. Lo miro, me
mira, y ninguno de los dos dice nada. Con sorpresa descubro que no le intereso
en lo más mínimo porque pasa ignorándome hasta llegar a la recepción. Volteo,
miro a las zorras hablarle sin mirar a sus ojos. Están advertidas, y yo no les
quitaré la vista hasta que él se haya dicho.
¡Mierda!
De rabia paso a estrés. Mis emociones son un mundo interno que aún no
comprendo. Siento tensión… ¿Qué sucede? ¿Por qué no me habla? ¿Acaso
esa zorra le ha dicho algo? Mi mente empieza a profundizar preguntas
estúpidas. Cuando por fin se va pienso en seguirlo pero luego me retracto.

Mal, Dulce… muy mal. Tú deberías estar enojada, no él. —Dice mi


orgullo, entonces lo dejo y voy por mi lado.
Buenas tardes, Señorita Evans — Dice un hombre de aspecto asiático—
Estuve preguntando por usted pero no la ubicaba — Toma mi mano y la besa
haciendo que un estruendo aflore dentro de mí.
¿Nos conocemos? — Quito mi mano con seguridad.
No, pero nos conoceremos ahora — Tuerce su sonrisa— Deseo hablar
con usted en privado.
¿Sobre qué asunto? — Pregunto confundida.
¿Dónde es su oficina? — Contesta con otra pregunta y me enfado.
No tengo tiempo ahora. Si desea hablar conmigo saque una cita. —
Intento darme la vuelta pero su voz filuda me detiene.
Yo creo que por su propia seguridad debe mostrarme su oficina, señorita.
Me aterro.
… Lo que tengo que decirle es sumamente importante. — Continúa—
Estoy aquí por algo.
Mis piernas tiemblan pero no muestro miedo. Christopher dijo que debía
levantar la cabeza en situaciones así y no dejar de mirarlo a los ojos. Con
temple camino a su lado sintiendo que la respiración se me dificulta. Abro la
puerta, me pide pasar primero y lo hago. Cuando escucho el portazo leve mi
diafragma se contiene.
¿Y bien? — Lo sigo mirando.
¿Puedo sentarme?
Creo que debería ser breve — Soy directa— ¿Qué tiene que decirme y
quién es usted?
Mi nombre es Lion Fu — Sonríe— Trabajo para la organización hotelera
de China. — Suelta su voz como si me estuviera amenazando— He oido hablar
de usted y vine personalmente para conversar.
¿De qué?
Negocios — Sonríe— ¿Dónde tiene el dinero? — Pregunta
absurdamente.
¿Perdón?
El dinero. — Repite— Brando recibió una suma muy alta que debió pagar
a tiempo. Mi jefe decidió perdonarle la vida a cambio de ese dinero, ¿Dónde
está? — Sonríe.
No tengo conocimiento de ningún dinero, por favor váyase. — Entro en
nervios.
¿Qué pasa, señorita? ¿No puede controlar su miedo? —Se acerca—
Espero la visita de mis… amigos haya sido de su agrado, lástima que logró
salvarse. —Tuerce sus labios— O la salvaron.
¿De qué habla? — Pregunto a punto de gritar ¡Él fue! ¡Él mandó a esos
hombres atacarme!
Vamos a hablar sin hipocresías. Quiero mi dinero.
¡No sé de qué me habla! Yo solo soy una trabajadora de esta corporación.
Ríe alto.
Usted es la puta de Hilton, lo sabe todo el mundo. — Se aclara la
garganta— Mire, usted no tendrá que vivir con miedo si es que me da el dinero.
Yo no tengo su dinero, ¿No lo entiende? — Me exaspero y por nervios lo
empujo— No quiero volver a verlo.
Señorita… — Tensa los dientes— Usted es tan terca y tiene tan poca
apreciación por su vida.
¿Por qué presume que yo tengo ese dinero? — Lo enfrento.
La conversación se detiene cuando se abre la puerta de golpe.
Dulce. — Entra Christopher con furia. Con ojos de asesino explora el lugar
y toca el bolsillo de su pantalón…
Ya veo — Ríe el chino— ¿El amante viene a salvar a su musa?
¿Ustedes…? — Explota en risa— Y están viéndole la cara a Hilton. Esto si es
bueno.
Christopher se acerca con tensión, pero lo detengo con tensión.
Déjalo… — Agrega— Quiero divertirme. ¿Sabe que si trueno los dedos
usted recibiría un disparo?
Explora la sala, entro en pánico.
Si yo trueno dos veces usted y toda su organización estarán en la cárcel.
— Lo mira con completa seguridad y rabia. La sonrisa de Lion se quita de
inmediato para luego abrir los ojos con sorpresa.
El cuervo…. — Suena seco— Está bien — Levanta las manos— No
quiero problemas con ustedes. Dígale a su jefe que tenemos un trato.
Christopher tensa su mandíbula.
Lárguese y no regrese, tiene una advertencia — Masculla enseguida.
No volveremos a tocar a su…
A la señorita Evans — Contesta Christopher— Más le vale cerrar la boca.
Sí, entendido… — Sonríe— Mientras ustedes nos dejen seguir con
nuestro plan.
Lárguese. — Lo corre como a un perro.
Bien. — Sonríe y me mira irónico, voltea y Christopher vuelve a tomarle
el brazo.
Yo no perdono. — Entona de nuevo y Lion carraspea su garganta para
luego irse serio.
Cuando cierra la puerta un nudo de emociones se suelta de mi pecho.
Suspiro largamente y mis manos tiemblan como si fuera un temblor andante.
Estoy aterrada y llena de pánico, si ese hombre vino hasta aquí fue por algo…
Lo tengo controlado. — Espeta Christopher con seriedad— Pero no
deberías exponerte.
¿No debería exponerme? — Suelto mis nervios— ¡Tú me has metido en
toda esta mierda! — Me quejo.
¿Yo? — Me mira indignado— Nadie te obligó a seducir al hijo de puta de
Brando. — Explota contra mí.
¡No me hables así! — Respondo con más fuego— Primero… defiendes
a esa zorra, luego me ignoras… y ahora esto. ¿Así quieres que te de una
oportunidad? ¿Comportándote de esa manera?
Retuerce sus labios y me mira exasperadamente
Estoy harto. Harto. —Solo dice y gira furioso para irse de inmediato.
La jodi.
¿qué hice?
No me entiendo
¡Ah! —Refunfuño en mi. Y tiro un pote con lapiceros. No puedo
controlarme, estoy ansiosa, con miedo, rabia, temor. Mi corazón late con fuerza
y me siento confundida.
¿Realmente está sucediéndome?
Un loco chino acaba de amenazarme y no puedo seguir respirando, luego
está este idiota y me saca de mis casillas. No soporto que me de la contra,
necesito controlar… controlarlo. Mi impotencia hace que diga cosas que no
quiero, pero no puedo ir contra ello.
Sigo temblando.
Mis manos se mueven sin control. La adrenalina y supervivencia me
mantuvieron en defensa pero por dentro estoy destruida, hoy he tenido
suficiente. Y no quiero seguir en esto. No quiero.

El dia pasa increíblemente lento. He contado los minutos para que sean
más tarde y mientras más lo deseaba más demoraba. Necesito descansar,
tirarme en mi cama y dormir un rato pero el trabajo me lo impide. Monitoreo con
insistencia a todos mis empleados, sobre todo ahora que Rita ha desaparecido.
—Es lo último, señora. —Espeta Gabriela con rabia.
—Puedes retirarte.
Con paciencia evalúo la propuesta vegana, y estoy satisfecha. Gabriela
ha sido mi tormento. Es una mujer vieja, terca y rebelde pero he logrado
domarla. Con esto pongo fin al asunto.
Mientras camino por el hotel intento mantener mi concentración en la
copa de vino que voy a tomarme. Estoy agotada pero necesito un poco de esto
para tranquilizar los nervios que aún azotan mi corazón, así que me siento en
la terraza mientras uno de los mozos me ofrece una colección antigua que he
querido probar desde hace días.
Mis empleados me conocen y contesto con una media sonrisa.
El vino es alimento para mi cuerpo. Bebo con sed y a lo lejos diviso de
nuevo a mi ex marido. Mierda… tiene que aparecerse justo ahora. La vida se
empeña en juntarnos y no lo entiendo. Mantengo firme mi posición quizá por el
orgullo. Él nota mi presencia y vuelve a hacerse invisible. Ambos ahora somos
un perfectos desconocidos.
Con tensión bebo de golpe todo lo que quedaba en mi copa. Las luces
semi apagadas no ayudan, porque crean en mi un ambiente depresivo.
—Más vino. —Ordeno. El mozo me sonríe y sirve otra copa. Jamás me
he embriagado con vino, pero en este momento deseo terriblemente hacerlo
para olvidar… solo quiero olvidar.
Minutos pasan, minutos se van. Miro mi celular y marca ya las 8pm, muy
temprano para tomar descontroladamente pero necesito hacerlo.
Viene dos, cuatro copas…
Lo miro de reojo y no me mira. Tiene los ojos centrados en su tablet.
Apostaría a que está leyendo…. ¡Leyendo! Y yo sintiéndome morir por su
rechazo.
No debo pensar en él, no debo. Pero parece que mi mente está en mi
contra. Extraño su olor… —Digo en mi mente mientras tomo la otra copa— Sus
manos explorando mi piel, sus ojos centrados en los míos… y no lo tengo.
Le pedí tiempo para asimilar todo lo sucedido. He querido perdonarlo
desde hace mucho y no me atrevo. No sé si es orgullo o miedo, pero no puedo
soportar su falta de cariño.
Odio pelear…
Odio que no me quiera…
Odio su desinterés hacia mi…
Lo he odiado desde que lo conocí. Han sido pocas las veces en que las
ha hecho. Estuve tan segura de su pasión por mi que jamás lo he sentido
perdido… y ahora me aterra su indiferencia.
Hoy me ha atacado, se ha enojado, ha defendido a una tipa que ni si
quiera le importa solo para molestarme. Pero también estuvo ahí contra su
orgullo para cuidarme —Cierro mis ojos soltando una lágrima— me defendió
de ese tipo y de sus matones.
Él es todo lo que llamo bueno y malo. Es mi desastre hecho belleza. Es
mi boca y mi aliento. La respiración que necesito todos los días para vivir.
Lo quiero, maldita sea. Lo quiero.
—¿Algo más, señor? —Escucho a otro mozo preguntar.
—No, gracias. —Dice tranquilo— Ya me voy.
Se va… y pasarán más horas así, llenas de muerte.
Mis ojos se inundan apenas siento que se levanta. No me mira y tampoco
me persigue. Agacho mi cabeza para ignorarlo, entonces pasa dolorosamente
por mi costado sin si quiera mirarme. Una lágrima cae por mi rostro, ¿Qué
demonios estoy haciendo? Demasiado tarde, Dulce… has vuelto al hoyo. —
Respondo a mi misma.

La angustia se clava en mi garganta recomendándome que debo hacer


algo, pero no me atrevo.
Compromiso, fidelidad, una vida juntos sería muy peligroso para mis
intereses.
Si me enamoro podría perderme a mi misma de nuevo. Sería tan débil
que podría convertirme en loca si vuelve a mentirme o dejarme. No soportaría
dos muertes otra vez. Ya no pensaría en mi sino en él y me costaría la vida.
Es tan difícil…
Limpio mi lágrima con sutileza y giro mi muñeca para mover mi copa. No
más. Arreglo mi falda y me voy hacia mi recámara. Todos pasan y ni los miro,
solo quiero llorar… A veces necesito romperme para volver a empezar otro dia.
No quiero reprimirme, no hoy.
—Buenas noches…
Escucho una voz pero la verdad no me interesa.
—Oiga, le dije buenas noches. —Me reclama y volteo. Es una mujer
aparentemente joven, su pelo negro moldea su rostro hasta su cuello. Lleva
lentes y suena fresca. Mi curiosidad se entorna en su personalidad, ha osado
en molestarme.
—Buenas noches… —Contesto aturdida. Mi corazón se para cuando la
vuelvo a ver con atención, ¿Y si es parte de la mafia china?
—Disculpe, ¿Sabe donde está el salón dorado? —Me mira como si yo
fuera un secreto.
—No. Si. —Me corrijo— Al terminar el pasillo grande.
—¿Se encuentra bien? —Pregunta y solo achino mis ojos.—Dije que si
se encuentra bien.
Me irrita su insistencia.
—Si. Bien. —Respondo.
Y la ignoro. Camino y a lo lejos siento que me dice algo:
—Maleducada. —Habla de una forma particular.
¿Esto es fantasía o realidad? ¿Qué pasa con la gente hoy? ¡Si un perro
me orinara encima no me parecería raro! Vuelvo a centrarme en mi y no le hago
caso, me he topado con mucha gente jodida y extraña pero jamás con alguien
así.
El vino es sedante para mis venas. Ha Logrado calmar mi ansiedad y
enojo, pero me ha metido en una terrible depresión. Es eso, es eso… —Cierro
mis ojos con fuerza para creerlo— Porque aún me niego a aceptar lo que en el
fondo sé que es verdad. Porque no estoy dispuesta a sentirme mal por ello. No
así, no con él, no por él, no de nuevo.
Me tiro en mi cama con una profunda sensación de vacío. Intento hacer
lo de siempre: levantarme, bañarme, ponerme mis cremas, leer un libro y
dormir. Hago todo lo que me es cotidiano y no así logro despejar mis
pensamientos.
Él aparece en las burbujas del baño, en mi espejo, en las letras de mi libro
favorito y en mi almohada para luego volar hacia mis sueños.
Él es mi sueño…
Tiemblo y termino llorando.
Mis lágrimas son raras, son lejanas, verdaderas… que cuando osan en
salir es porque realmente me siento perdida, perdida por él.
Mi pecho quiebra sus límites y sollozo con fuerza sacando frustración.
Estoy entre la espada y la pared… si me alejo lo extraño y si vuelvo me pierdo
a mi misma.
Él. Él. Él.
Parezco máquina rallada con todo este drama. Que si me quiere… que
no. Que él quiere y yo no quiero. Que tengo miedo. Y si, tengo mucho miedo.
Muerdo mi uñas y miro por enésima vez mi móvil. No debería pero lo tomo
dispuesta a enviar un mensaje.
Necesito hablar. —Texteo pero luego lo borro.

Eres tan insoportable… pero necesito hablarte. —Contengo mi


respiración y por fin lo envío.
Siento bichos recorrer mi estómago al esperar los primeros segundos,
luego minutos… y pronto nada.
No me ha respondido. Y yo he quedado como estúpida haciéndolo.
Me hago bolita en mi cama y sigo mirando la pantalla de mi iPhone. No
va a responder, está enojado conmigo y no entiendo por qué. Me tapo y me
destapo. Me siento y vuelvo a acostarme. No encuentro tranquilidad, no quiero
encontrarla sin él.
Me levanto arruinada dando vueltas como tonta. Pronto miro la ventana y
la oscura noche se ve iluminada por una luna y 7 estrellas en el cielo.
Las cuento…
¿Será una señal?
Abro La mampara y me contagio de la vista. Sus promesas, sus palabras,
sus besos a media noche cuando estaba dormida. Él solía tocar mi cuerpo para
quedarse dormido, y yo solía acostarme en su pecho para escuchar su corazón.
Latía de una forma particular y volvía a hacerse más fuerte cuando yo
estaba a su lado.
Él no te mintió, Dulce —Vuelve mi voz interior— Solo te estaba
protegiendo…
Si, lo hizo pero tampoco puedo olvidar los años de intensa muerte. Solía
despertar por costumbre pero a la vez respirar con dolor. Fueron los años más
criminales de mi vida y de sólo imaginarlos me pongo tensa.
Pero lo necesito… lo necesito mucho.
Solo quiero que me abrace y que me diga bonita. Quiero que estemos
bien y no me muestre su indiferencia. Quiero hacerlo papilla con mis palabras
pero a la vez que se ría con mis ocurrencias.
Él ha celebrado cada una de las palabras que salía de mi boca…
Y pensé haberlo superado.
No puedo. No puedo con este sentimiento agrietante. Miro la ventana de
abajo y puedo visualizar la luz prendida. Aún está despierto…
Unas asquerosas mariposas se mueven en mi interior ¿Qué carajos?
Jadeo, muerdo mis uñas de nuevo y pongo mis zapatos en mis pies para luego
abrir mi puerta.
A pasos de tortuga camino hacia el piso de abajo. Estoy tan sensible…
que mi seguridad advierte que controle mis sentimientos. Tenso mis músculos,
levanto mi cabeza y me deslizo hasta llegar a su puerta.
Solo necesito verlo, aunque siga enojado.
Pronto escucho pasos, miro hacia mis costados y son tan cercanos que
no puedo evitar tener ganas de correr de inmediato.
Pero debo enfrentarlo. Decirle que quizá no lo odio como creo y que
puede que tenga razón en algunas cosas que me dijo.
Mentira, necesito su abrazo. Solo eso. Necesito sentir que aún soy su
bonita, que me quiere y no va a dejarme. Lo necesito profundamente en mi
vida, para siempre, y sin mentiras ni resentimientos.
Esto está mal, muy mal. Lo sé, me lo dice mi orgullo, pero no puedo
controlará necesitas que tengo de sus brazos
Tierra es a vida y yo… a sus besos.
Jadeo con ganas de gritar cuando escucho su voz tras la puerta. Va a
abrir ahora y yo estoy en pijama temblando. Nunca antes había estado tan
nerviosa, ni si quiera en nuestra época de enamorados. Le contaré lo que estoy
experimentando… y se que va a escucharme. Lo haré porque no puedo vivir
más sin su abandono.
Chispeo mi rostro entrecerrando un ojo cuando veo la puerta entre abrirse
pero pronto me hielo cuando escucho una particular voz junto a la suya.
Abro mis ojos, estoy en shock.
—Entonces Christopher, no seas tonto y hazme caso. —Ríe la voz
atrevida del pasillo principal, aquella mujer que buscaba el salón dorado.
—Si pudiera lo haría… —Su voz suena como tormento y pronto me topo
con ellos.
La mirada de la mujer es monstruosa. Me examina de pies a cabeza
mirándome como si fuera poca cosa. Mi sentido de alerta se acelera y pronto
siento ganas de golpearla ¿Qué hace con mi marido en su cuarto? ¿Y por qué
le tiene tanta confianza?
Christopher parpadea y abre la boca como si estuviera sorprendido.
—Ciérrala, Chris —Ella se burla— Te lo dije.
Nos miramos en silencio.
—Ay por Dios… que aburrido —Ríe.
—Ni… em.. por favor —Susurra irritado. Ella voltea su mirada hacia mi y
toma su brazo con total frescura.
—¿Qué sucede, eh? Nos interrumpes. Estábamos tan felices jugando a
las tocaditas. —Me reta con su mirada, Christopher la mira con furia; sin
embargo, no hace nada.
—¿To…To qué? —Pregunto.
—Nada, Dulce. Eh… Ella es..—Me mira.
—Nadie. No soy nada. —Suelto y corto su frase al querer presentarme.
—Dulce..: —Responde exhalando. Quizá lo harto pero eso no seguirá
pasando.
—Qué aburrido eres, Chris. Por qué no le dices a la chica la verdad… que
soy tu amante del Caribe. Verás, nena. Christopher viaja mucho y tiene zorras
por todo lado, yo soy una de ella. Mucho gusto.
Me da la mano y ríe sin parar. En vez de querer matarla ahora quiero irme
y enterrarme en el desierto. Christopher me mira impaciente y cuando me
dispongo a salir toma mi brazo.
—¿Todo está bien? —Pregunta preocupado.
—Claro que si. —Me suelto y se que ahora lo ha notado. Notó las huellas
de mi llanto.
—Nos interrumpes, disculpa… —Lo abraza y me quedo perpleja.
—Basta. —Alza la voz— Esto es demasiado —Murmura.
—No me parece. —Sonríe.
—Ella es mi esposa.
Su voz entonando ese título hace que toda la mierda que he traído encima
de venga sobre mis ojos. Estoy tan cansada de forzarme… tan cansada de
engañar a mi corazón que simplemente me encuentro en un laberinto.
Controlo lo más que puedo a mi cerebro: No. No. No. Pero la verdad gana
y mis emociones salen como chorros de agua.
Levanto mi cara, lo miro, y es la primera vez en que siento sus
pensamientos como si fueran palabras. Me mira tenso y preocupado, entonces
lloro. Muerdo mi labio para controlarme sin éxito.
Lloro sacando el dolor y el miedo.
Lloro delante de una extraña que salió de su cuarto.
Lloro porque no lo siento mío… y no soporto que otras mujeres se
interpongan en nuestra historia.
Tengo miedo, mucho miedo que deje de amarme. Miedo de no volver a
sus besos… miedo de perderlo.
Mi garganta explota y es la situación más vergonzosa que he pasado. Me
mira con fascinación y de un tirón toma mi mano. Lo miro hipnotizada por sus
ojos brillando hacia los míos… y siento que muero si sigue ignorándome como
lo hizo.
Lo amo, maldita sea… lo amo.
29. Amándote
Dulce

“Aprenderé historias para contarte, inventaré nuevas palabras para


decirte en todas que te quiero como a nadie” F.K

Mi corazón tiembla cuando me mira de esa manera… sublime, familiar,


verdadero. No estoy muy acostumbrada a este tipo de emociones, así que bajo
la cabeza disimuladamente para controlar mis nervios pero enseguida me
obliga a mirarlo de nuevo. Suspiro, carraspeo mi garganta y puedo verme
reflejada en la luz de sus ojos. Creo que lo ha intuído… intuye que estoy
destruída por su indiferencia.
—¿Ya te había presentado a mi secretaria? — Toca con suavidad mi
hombro intentando decir “todo está bien” con sus manos. Mi boca se abre, estoy
confundida ¿Desde cuándo tiene una secretaria? ¿Y por qué no me lo dijo
antes? ¿Ella es confiable?
Niego con mi cabeza y la miro de frente. Ella es un poco… ansiosa, no
deja de mover sus manos y de sonreírme sin ningún tipo de tapujos. Él le ha
dicho que soy su esposa y ella no se ha alterado, pero me enoja las confianzas
que tiene con Christopher. Y me hierve la sangre que él no haga nada.
—Niovis —Extiende su mano y toma la mía con fuerza, yo no quiero
corresponder a su saludo pero no tengo de otra.
—No sabía que tenías secretaria. —Digo.
—Oh, bueno… esto se maneja de manera confidencial — Masculla de
inmediato observando con ojos de águila toda la zona— Es mi brazo derecho.
—De hecho yo he sé todo de ti. Ah… y fui la que compraba las flores y
fresas en tus cumpleaños.
Abro mis ojos de inmediato. ¿Flores? Entonces los recuerdos vienen a mi
como baldes de agua fría. Flores… fresas… ¡Había sido él todo el tiempo! —
Llevo mi mano a la boca— Él.
—Tú… —Siento que mi respiración se acaba.
Exhala.
—Si. Yo fui el misterioso que te mandaba flores y fresas en tus
cumpleaños en este tiempo. Bueno, Niovis los pedía.
Mi corazón se hace chiquito cuando me mira. Estoy malditamente
afectada.
—¿Te enojaras por eso? —Pregunta suavemente sin soltar mi mano.
—Ah, pues si se enoja sería una estúpida. Teniendo un hombre como tú
quien no quería estar en sus zapatos. —Agrega Ella con sumo descaro. Es de
las personas que no filtran nada y parece que solo desean molestar.
—Nio…
—Nada Christopher. Yo le voy a decir la verdad —Levanta un dedo—
Tienes al mejor marido del mundo. Punto. Él se ha preocupado hasta el
cansancio por ti todos estos años.
Tengo ganas de golpearla, pero no puedo hacerlo porque en cierta forma
tiene razón y ha calado en lo más profundo de mis sentidos. Levanto la mirada
y me encuentro con la suya siempre vigilante a mis pasos. Me sonríe, pestañea,
y empiezo a preguntarme si sus pestañas no son las más hermosas del mundo.
Jadea asqueada de mi misma ¿Qué estoy haciendo? Estoy enamorada, es
eso. Y es el sentimiento más bello y agrietante del mundo.
Creo que debería irme a mi habitación, es peligroso que nos vean aquí.
— Murmuro intentando escapar, mordiendo mi labio para que no tiemble pero
él vuelve a detenerme. Sus ojos están cansados y parpadea como si no pudiera
creerlo.
—¿Por qué no lo aceptas y ya? — Dice la tal Niovis de nuevo. Juro que
no la soporto… pero tiene toda la razón. Inhalo suavemente, la miro y puedo
ver que es una chica fuerte, con mil historias por contar, noble… quizá lo que
Christopher busca es eso.
Entonces vuelvo a joderla. Mi mente piensa en las mil y una posibilidades
de que ellos estén juntos. ¿Y si me fue infiel? ¿Y si tiene algo con ella?
Ronroneo en mis adentros como una gata celosa, pero a la vez pienso en todo
lo que pierdo si digo lo que creo o si la lastimo de alguna manera.
Creo que es un poco tarde, te veo mañana Nio. — Ella lo abraza con
fuerza y yo me quedo inferiormente mirándolos. Jamás me he sentido tan dolida
como ahora… Quizá porque odio que él trate a otras mujeres como me trata a
mí. Vuelvo a morder mi labio y doy una pisada casual para llamar su atención.
Ella lo mira, ríe y le guiña el ojo.
¡Le ha guiñado el ojo! Quiero matarla pero si lo hago él se enfadará. Cierro
mis ojos para controlarme, no quiero que vuelva a ignorarme… Eso duele
demasiado. Mucho. No lo soportaría de nuevo. Entonces mi agonía pasa
cuando se despide de mí con un beso en el cachete… Es como besar al diablo
vestido de mujer, carraspeo y la veo irse.
Se ha ido. Y yo me he quedado sola con él. Tengo pánico atrapado en mi
lengua y no sé qué decir. Hacemos una pausa larga y silenciosa que al final
termina rompiendo por causa de su ansiedad.
¿Todo bien? — Pregunta.
No, nada bien. Estoy rota por ti.
Muy bien. — Digo fingiendo. Siempre fingir.
Em… ¿Ibas a decirme algo? — Busca mis palabras y abro mi boca para
controlarme pero no puedo.
No, solo pasaba a…
Suspira. Otra vez este juego. Estoy cansada, muy cansada de luchar
contra mí misma por mis sentimientos.
Mentira — Me corrijo al borde del suicidio— Todo es una mentira — Las
ganas de llorar vuelven a mí como chorros de lluvia. Christopher me mira sin
emitir emoción, entonces me hace una pregunta:
¿Quieres entrar y hablar con el corazón? ¿O prefieres seguir en tu cueva
de hielo y alargar una mentira?
Justo. Preciso. Sincero… directamente en la herida.
Me tenso cuando me mira de esa forma y trago saliva para tomar la
decisión que posiblemente ponga mi vida de cabeza.
Yo…
No habrá más oportunidades. Estoy agotado, sumamente agotado.
Piénsalo por favor. — Ruega con sus ojos y creo que no imagina lo que iba a
decir, por ende sigo:
Cerremos bien la puerta entonces. — Sonrío ligeramente y descansa su
pecho cuando escucha mis palabras. Con un tono particular abre la puerta y
luego la cierra tras mi paso.
Su habitación está fría. El aire acondicionado está al máximo y solo me
abrazo a mí misma para protegerme. Enseguida él lo nota y apaga el aparato
sin miedo. Nos miramos y siento que voy a vomitar por los nervios, así que me
siento en su cama y él se arrodilla ante mí para estar a mi altura.
Silencio.
Christopher… yo.. — Me enredo en mis propias palabras— No sé
cómo… El mafioso chino, ¿Estoy en peligro? — Termino diciendo por
equivocación. Él me mira, levanta una ceja y suspira.
Siempre que esté contigo estarás a salvo. — Murmura decepcionado.
Gracias… — Pego mis labios— Por todo lo que haces.
No me des las gracias, no tengo elección. — Su tono es serio.
Silencio.
¿Por qué estuviste enojado? ¿Es por cómo traté a la zorrita esa?

Niega con su cabeza.


Porque… ¿peleamos?
Vuelve a negarlo, abre los ojos y me mira:
Es por cómo me tratas… y porque estoy cansado. — Confiesa
suspirando— Sabes que te quiero como un idiota, y estás aprovechándote. Eso
está mal, Dulce.
¿Aprovechándome?
—Claro que no. Soy así, dijiste que me querías por como era.
Todo es un susurro entre nosotros. Tengo nudos en el estómago
formándose constantemente y no puedo controlarlo. Con solo escuchar su voz
me vuelvo loca.
—Estoy cansado de todo… Te soñé por 5 años, y solo esperaba que
llegue este momento para volver a acariciar tu rostro sin miedos, sin ataduras,
con los ojos de mi chica de vuelta. Y ahora me tratas como un trapo sucio.
Haces lo que quieres conmigo, Dul… eso no me gusta. Soy un tipo orgulloso,
al igual que tú, y dejé de ser yo para ponerte por encima de mi.
—Pero te aprovechaste. Me diste celos con todas las que se te ponían
encima, incluida la zorra de Rita. Me ignoraste… —Digo reteniendo mis
lágrimas.
—Jamás hice eso en mi vida. Jamás te ignoré. Jamás vi a otra mujer por
encima de Ti. Por eso estabas tan segura de mi… Pensaste que sería un perro
fiel toda la vida, independientemente de lo que hagas o no. —Ríe sin humor—
Y eso me ha lastimado.
Su cara lo dice todo: está ofendido.
Trago saliva y me concentro en su rostro ansioso. Sus labios carnosos
me incitan a besarlo, pero vuelvo a tragarme el impulso. Lo miro fijamente y sé
que duele. Le duele, me duele. Nos duele… y quizá si, sin querer nos
lastimamos. Mi carácter es espantoso, a veces hasta yo misma no me aguanto,
pero por él… ¿Podría hacerlo?
—Dulce… —Abre su boca.
—Chris… yo… bueno… —Nos interrumpimos.
—Dulce…. —Se arma de valor— Solo quiero escuchar una cosa en este
mundo…
Me hielo. Muerdo mi labio y cierro mis ojos. Aún no hemos conversado lo
suficiente, y tampoco he aclarado mis dudas, pero hay una cosa que es cierta…
si espero a estar lista tardaría toda una vida.
Mi alma tiembla, mi corazón se suspende en el vacío, mi boca palpita su
nombre. Y sigue así… mirándome, perdido en la profundidad de mis ojos,
suspirando, rezando en silencio por lo que es obvio entre nosotros…
Miedo. Tengo miedo. El pánico se clava en mi respiración, entonces lo
veo levantarse sin decir más. Inhalo aire y cuando menos lo piensa…
—Te quiero. —Suelto la bomba. Mi corazón se dispara cuando voltea y
me mira perplejo. Sus ojos, su voz, el misterio de su amor me envuelven y
mecen de una forma exquisita.
Se acerca a mi de inmediato y me abraza fuertemente, entonces me
desplomo. Siento que voy a desmayarme. El aire es dificultoso y solo sollozo
en sus brazos.
—Por favor, no te vayas. —Digo con voz lenta— No vuelvas a dejarme
nunca más.
—Jamás, Bonita… jamas. —Huele mi pelo y me da un suave beso en la
oreja.
Nos balanceamos un rato. No sé a donde vamos pero no importa. Yo sigo
tomándolo con mis brazos desde el cuello y él sigue apretando mi cintura
fuertemente. Hundo mi cabeza en su pecho y no quiero mirarlo… porque sé
que va a descubrir mi fragilidad, porque sé que verá todo lo que siento por él a
través de mis ojos, porque tengo miedo… pero me es inevitable cuando
sumerge su barbilla en mi cabeza, obligándome a ir hacia atrás.

Te perdono, Chris… — Suelto con lágrimas — Y lo hago con miedo,


porque… — Me quiebro, respiro dos segundos y continúo — Porque aún
siento que no te conozco, pero… ¿Sabes una cosa? Duele más tenerte lejos.
—Dulce… — Sus ojos también se vuelven cristales — Santo cielo, no
me digas eso. Me siento un bastardo. Yo solo quería…
Sh. — Subo mi dedo hasta sus labios — Basta de palabras, quiero
acciones. Intentaré olvidar el pasado, pues sé que lo hiciste por mi seguridad
pero también te reclamo que no me lo hayas preguntado. No puedes tomar
decisiones sin mí. Mil veces hubiera elegido vivir en cautiverio pero contigo a
que te fueras dejándome sola y herida. Pero hoy estoy aquí venciendome a mí
misma.
No voy a decepcionarte, lo juro. — Pega su nariz a la mía — Te amo…
Cierro los ojos y tras de mí salen las lágrimas que he reprimido durante
varias horas. Jadeo al sentir contusiones en mi pecho y vuelvo a abrazarlo para
sentir que todo ha valido la pena. Dejé mi orgullo y me abrí con él de manera
sincera. No me importa si vuelve a darme celos, tampoco importa si nos
peleamos… porque solo quiero sus brazos, su calor en mi rostro, sus besos en
mis labios.
Pasamos así varios minutos sin decir una sola palabra. Pronto dejo de
llorar e intento separarme pero no me deja. Sonrío de forma inmediata al sentir
que me impulsa de nuevo y levanto mi rostro con el labio inferior palpitando.
Enseguida una suave melodía me remota a la playa de noche, velas en la arena
y solo nuestros cuerpos danzando. Es estúpido pero divino. Me subo encima
de sus pies e impulso para intentar alcanzarlo, pero torpemente doy un salto y
grito.
Te tengo… — Dice astutamente y vuelvo a sus brazos — Y jamás
volveré a soltarte.
Me mira, lo miro, entonces me besa y sus labios saben a chocolate.
Jamás ansié tanto este momento. Fantasee con sus brazos apretando mi piel,
su boca mordiendo la mía, su olor impregnándose en mi vida. Sabe tan bien…
Muerde con manía mi labio inferior y lo succiona las veces que quiere haciendo
que en mí se alteren hasta mis intestinos. Aprieto con mis manos su cuello y
hacemos más profundo este beso. Su aliento embriaga mis sentidos y su
perfume acuna mis fosas nasales haciendo que me vuelva loca. Está recién
afeitado… y llevo mis manos hacia su mentón para sentirlo. Es suave, ameno,
cálido… me encantaba hacer eso en el pasado y cuando quiero parar se vuelve
loco.
Christopher… — Hablo en sus labios mientras respiro — Cámaras, hay
cámaras… — Digo desorientada.
Las desactivaron, tranquila. Hice siempre eso en la noche porque tuve la
esperanza de tenerte conmigo.
Eres un hombre inteligente — Suspiro.
Mucho. — Me vuelve a tomar entre sus brazos — ¿Qué dijiste? Con esto
cambio de tema y nada de besos. No señora Miller, han sido años sin tocarte…
— Río en sus labios y volvemos a besarnos. En sus labios me pierdo… y sueño,
porque él es mi sueño. Mi pecho tiembla cuando sube sus manos con suavidad
por mi espalda y llega hasta mi nuca para apretarla contra él.
Lo amo, lo deseo, pero quizá no es un buen momento. Aún me siento
extraña con todas estas emociones del pasado… Me he convertido en piedra y
estoy aprendiendo a salir de este hoyo.
Bebé… — Digo sin pensar y abro mi boca sorprendiéndome de mí
misma. Él sonríe como retardado y me carga suavemente hasta sentarme
encima de una mesa alta que tiene en su recámara.

Vuelve a decirmelo… — Ruega.


¿Qué cosa?
Bebé… — Dice con voz tonta.
Ruedo los ojos. La Dulce de antes se lo diría, pero aunque quiera ya no
soy la misma.
No. Punto. Bájame.
Um…. — Hunde su cuerpo entre mis piernas y me obliga a abrazarlo—
No puedo soltarte, ¿No lo entiendes? —Sonríe.
Pero yo debo regresar a mi habitación y dormir un rato. Me ha dolido la
cabeza por horas.
Tengo la solución para eso… — Sonríe y besa mi frente, mi cien, mi nariz,
mis mejillas y por fin termina en mis labios— Una noche de amor… — Habla
sin dejar de rozarme la boca.
¿Sexo? — Pregunto curiosa.
Ya no hay sexo entre nosotros, todo lo que hagamos será hacer el amor.
Um… nop, no quiero — Sonrío y sé que lo volveré loco. En el fondo estoy
castigándolo por haberme hecho pasar una larga agonía hoy.
¿Eh?
No creo que debamos — Subo mis manos por sus pectorales y cuello
hasta llegar a sus cachetes— Vamos despacio. Esto es totalmente
desorientador para mí… y quiero que sepas que intentaré dar lo mejor, pero no
quiero presiones. Me he acostumbrado a vivir sola, Chris. A… ver televisión
sola, correr sola, dormir sola… y no quiero golpes ¿Me entiendes?
Asiente
Haré lo posible por no presionarte entonces… — Hace una pausa y
sonríe— ¿Hoy duermes conmigo?
Ruedo mis ojos.
¿Qué hay con el “no presionarte”?
Dije que iba a intentarlo. Pero… fracasé — Sonríe enseñándome sus
dientes y río como estúpida abrazándolo. Me parece tan tonto y a la vez
horriblemente lindo lo que hace que no evitaré más esconderlo.
Bien, bien… dormiré contigo, pero… — Lo señalo— Sin presiones. Odio
el calor excesivo y no me gusta cuando me aprietan fuerte…
Bien. — Responde de inmediato— Lo que mi hermosa y sexy esposa
diga.
No te acostumbres a esa palabra tampoco — Sonrío— Se te puede salir.
Hoy le dijiste a tu secretaria, mañana… ¿A quién será?
Todos saben que eres mi esposa, Dulce. Bueno… menos Brando y su
equipo. No he dejado un día sin repetirlo y por Niovis no te preocupes, ella es
una tumba. Sabe guardar secretos, creelo.
Cómo la defiendes… — Me choca. Me choca. Lo juro.
No te pongas celosa, es solo una amiga, además tiene marido.
Levanto una ceja.
¿Enserio? Parece joven.
Eso no tiene nada que ver. Tú eras una niña cuando te amarraste a mí…
Bueno… sí — Digo pensando— ¿Conoces a su esposo? — Pregunto
curiosa y no me culpo. Han pasado tantas zorras por sus ojos que necesito
saber todo.

Es amigo mio. Niovis de Lapolla siempre…


Abro mis ojos con violencia.
¿De la qué?
Lapolla — Repite con tranquilidad— Así como tú eres Dulce de Miller…
Muerdo mi labio para no reír pero termino tirando una carcajada amplia.
Río como nunca antes he reído. No sé si es por él o por lo que acaba de decir
pero no me controlo.
¿Qué? — Pregunta.
Lapolla — Río alto— Lapolla… La… polla.
Él me mira y ríe conmigo. Somos un par de locos enfermos sexuales.
Nuestra complicidad va más allá de los límites… Él fue mi primer amante,
marido, amigo, hermano, hasta madre cuando necesitaba consolarme.
Por favor, no se lo digas. — Dice entre risas.
No imagino a su marido… ¿Un afroamericano de dos metros?
Christopher entorna sus ojos.
Bueno, Mark de hecho es así —Sigue riendo.
Somos dos malnacidos burlándose de cualquier cosa.
Niovis De… La polla — Repito sin aire
Joder, bonita… eres tan perversa. Jamás lo noté, te lo juro. Hay mucho
sexo en tu cabeza, ¿Quién habrá sido el que te metió en la suciedad de ese
mundo?
Mi marido… — Levanto la cara con orgullo— Me enseñó todo y mucho
más. — Acaricio sus labios— Me gustaba tanto hacerlo contigo. Hemos sido
un par de pubertos calientes follando a escondidas de sus padres.
¿Recuerdas cuando dormías con Kiara? Nos metimos en tu baño y
cuando tocó la puerta terminamos volando…
Ella afuera gritando “mamá, Dulce no quiere salir del baño” y tú y yo en
pleno orgasmo. — Río.
La mejor fue cuando fuimos al cine y te sentaste encima de mí. Bajé mi
pantalón y tú estabas con falda.
Idiota, casi nos descubren…
Nuestras risas retumban por toda la habitación y solo siento que muero
cuando van apagándose. Él sonrío, yo sonrío… es maravilloso tener una
historia juntos y poder sobrevivir para contarlo.
No me arrepiento — Acaricio su cabello— De habermela jugado y haber
aceptado. Mamá estaba furiosa cuando le dije que quería ser tu esposa y
terminaste siendo la favorito de mi padre. Gracias, Chris… por haberme sacado
de ese mundo de mierda. Juro por mi vida que vengaremos a Macarena.
Un espasmo inunda mi cuerpo sin saber bien cómo llegamos a este tema
complicado. Él se pone serio, pero luego sonrie.
No hablemos de cosas feas, hoy es nuestro día… y mañana un punto
nuevo en esta historia.
Tienes razón… — Lo miro— Júrame que no volverás a mentir, no lo
soportaría.
Una sombra pasa por sus ojos… y luego sonríe.

Te amo, cielo… y todo lo que hago es por ti, solo por ti. Prometo no volver
a hacerte llorar nunca y a no mentirte jamás….
Le sonrío.
No puedo olvidar lo de Lapolla… — Ríe como estúpido de nuevo y vuelvo
a burlarme de todo con él.
Con seguridad me carga entre sus brazos y cierro mis piernas en su
cintura mientras lo tomo del cuello. Gira y yo con él haciendo mi cabeza hacia
atrás, dejando los miedos de lado. Somos esos niños que intentaron ser
grandes queriéndose… me siento en el pasado, como en la playa, él dándome
vueltas hasta marearme. Solíamos hacerlo siempre y yo siento que mi corazón
explota de amor cuando lo veo.
Lo quiero malditamente. Lo necesito con agonía.
Caemos en la cama y él pone sus codos para no lastimarme. Enseguida
exploro su rostro con mis manos y con la yema de mis dedos acaricio sus ojos…
A él le gusta, lo cierra y vienen a mí risitas en medio de nuestra cama de plaza
y media. Él ya no es el muchachito caliente de antes, ahora es el hombre sexy
que me ha desbordado por completo.
Te he extrañado mucho… — Confieso sin miedo.
Yo a ti, mi vida… — Sonríe y vuelve a besarme ansioso. Ahora cae
encima mio y estamos haciendolo en el lugar más peligroso del mundo: una
cama.
Entre risas controlo sus manos sueltas en mi cintura y las pongo en su
sitio. Esto es una agonia pero debo hacerlo. Inspiro intentando contenerme
pero parece que el destino quiere que exploremos estas sábanas con nuestros
cuerpos. La intensidad viene de forma agresiva y pronto siento que mis
pezones me traicionan erizándose con solo un tocamiento en mi pierna.
Debo parar. O muero.
—Basta. —Me giro y él me sube en su encima.
—Vamos, bonita… tómame. —Me seduce con sus palabras. Es el
demonio.
—No, basta. —Digo un poco enojada, entonces hace que mis nalgas
salten en su encima.—Christopher…
Me levanto seria y sonríe rindiéndose.
—Está bien. Me retiro del juego… por hoy —Sonrie levantando las
manos— Me rindo ante mi reina. La dueña de mi vida y mi corazón.
Lo miro en shock
—Ajjj…
Ríe, me toma del brazo y me jala hacia él
—Te encanta. No lo niegues —Susurra en mi oído. — Es tarde. Tenemos
que dormir antes que quiera hacerte el amor de nuevo.
Le doy toda la razón y camino hacia el baño muy segura. Al cerrar la
puerta exhalo profundamente y doy un pequeñísimo grito de emoción.
Que tonta… —Dice mi razón.
Es amor —Digo yo.
Y pronto me cambio me doy un baño sencillo para luego usar su bata.
Salgo de inmediato buscando algo para dormir y lo veo por fin en pijama… pero
sin polo. Intento concentrar mis ojos en su ropa y, cuando menos lo pienso,
encuentro más de mi lencería en su armario.

¿Es enserio?
Él ríe al ver que lo he descubierto y lo ignoro mientras encuentro un polo
largo que parece cómodo. Entro en el baño de nuevo y me lo pongo. Con mis
ojos exploro sus cosas.. y veo que tiene más cepillos dentales en cajas, por lo
que tomo uno y lavo mis dientes de inmediato.
Pasan algunos minutos y la luz se apagada se hace presente. Miro su
rostro iluminado por la luna que da a nuestra ventana y sin pensarlo corro con
destello hasta la cama. Levanto la sábana y me acurruco en sus brazos cálidos.
—Tramposo. —Digo— duermes sin polo.
—Siempre lo he hecho, Dulce. —No me suelta.
—Bien. Buenas noches. —Digo pero no puedo separarme de su pecho.
—Siéntelo… —Lo miro—… Como late mi corazón cuando estás aquí, a
mi lado. —Su voz es un canto. Lleva mi mano hacia su piel y efectivamente
puedo sentir sus latidos.
Son rápidos cuando estoy con él y me maravillo.
—Hoy no tendremos pesadillas, solo sueños. —Solo Sonrio.
—El sueño que quiero ya está a mi lado, mi amor. Porque tú eres mi
sueño….
Lo dice y siento que quiero llorar porque he pensado absolutamente lo
mismo, pero no quiero decirlo.
Sin quejarme sigo su balanceo y pongo mi rostro en su pecho
descubierto, escuchando la suave música de su corazón… que es también el
mío.
La luz de la ventana hace que odiosamente abra mis ojos. Renegando
intento salir de la cama pero me siento presionada por unos brazos fuertes que
acunan mi cuerpo.
No, no ha sido solo un sueño.
Miro el reloj y marca las 7:00 am. Me acostumbré tanto a la hora que
aunque haya dormido tarde estoy programada para despertarme a esta hora,
pero hoy haré una maravillosa excepción.
Con suavidad me despego de su toque y de puntillas voy hacia su
ventana para cerrar la cortina gruesa de golpe y quedarnos de nuevo sin luz.
Torpemente me tropiezo, pero no es nada. Gateo en la cama y de un tirón me
jala de nuevo.
—Buenos días, bonita… —Su voz es ronca y excitante. Control, Dulce.
Control.
—Hola, Romeo. —Digo.
—Osaste en alejarte de mis brazos…
—Es que odio la luz blanca de la mañana —Me quejo justificándome—
pero ya estoy aquí. Se supone que debía ir a una reunión con los empleados,
pero me llega altamente a la punta de mi zapato.
—Te daré un castigo… —Ríe y besa mis labios— Quiero una cita contigo.
No digo más porque asumo que es una broma. Me vuelvo a acurrucar en
sus brazos y milagrosamente no tengo calor sino frío.
—No tuve calor…
—He ahí el secreto. —Murmura— Prender el aire acondicionado a full
para que mi chica me abrace por horas. Así solo te abrigas de mi calorcito.
Río.
—Idiota…
—Hermosa…
—Estúpido…
—Mi bonita… —Contesta y nos besamos de nuevo. Besaría sus labios
hasta secarme los míos toda la vida pero el sueño me gana. Estar con él es
una medicina… medicina para mi alma.
Me pierdo en sus brazos mientras acaricia con sus dedos mi cabello.
Suspiro intentando contener mi emoción y solo sonrio quedándome dormida de
nuevo.
Esa sensación… quedarte en tu cama sin presión, abrigadita en sus
brazos con frío… y con el amor de tu vida enrollándote en sus labios.
No sé exactamente cuánto tiempo pasó, solo sé que me despierta con
besos en mi frente. Abro un ojo perezosa y luego bostezo al verlo cambiado.
—Chris…
—Cielo, cámbiate por favor. Debemos estar abajo en unos minutos. —
Suena serio.
—¿Qué hora es?
—11 AM.
Abro mis ojos de golpe
¿Qué? Pero si pensé que habían pasado Unos minutos
—Cámbiate , amor. —Por más que esté serio es cariñoso.
—¿Qué Pasó? —Me alarmo.
—Tenemos una reunión con unos amigos abajo. Por favor, no preguntes.
Solo cámbiate.
Mi garganta se afloja y me visto de manera inmediata para ir a mi
recámara y alistarme. Sería peligroso si me ven con la misma ropa, por lo que
debo ser discreta.
Entre la rapidez y la angustia bajó sin su quiera mirar la comida. En el
salón privado del jardín puedo ver a dos hombres que conozco, Niovis y un tipo
alto más junto a Christopher destinando. Mi mente no piensa, solo me siento
junto a él y tomo su mano por debajo de la mesa.
—Buenos días.
Digo y todos me responden. Sus caras serias me asustan y pronto
empiezan a hablar de cosas que no entiendo:
El plan
Las estrategias
Dinero
Cuando sus conversaciones se tornan sangrientas aprieto la mano de mi
marido, él voltea y me sonríe mirando de reojo a todos lados. Deseo tanto
besarlo… pero debo aguantar. Y se que él también quiere hacerlo.
—Por lo pronto deberíamos despistar al chino. —Dice uno de ellos.
—Si nuestras sospechas son ciertas debemos proteger a Dulce. —Abro
mis ojos.
—De qué. —Contengo el aliento.
—Cielo… esos tipos están en constante asecho. Debemos cuidarte.
Tiene ganas de tocarme y se controla.
—Chris, debemos ver el otro asunto. —Ella lo mira en complicidad y mi
garganta resuena.

—Si, correcto.
No quiero preguntar. Tengo un nudo en el estómago que no me deja
respirar. Enseguida hablan de planes para ir fuera. Rusia, Londres, Las Vegas.
¿De qué carajos habla? Me mareo.
—Señora Miller… —Dice Juan, uno de los hombres de Chris. Lo sé
porque tiene una placa que dice su nombre. Y está con… uniforme de Hilton
Company. Mierda, es un espía— ¿Qué sabe de una entrega de drogas a
Estados Unidos?
Mi boca se abre.
—Nada. Lo único que sé es que tiene tratos con gente muy mala. Hay
dinero de por medio. Ha matado hombres. Y… —Me quedo en silencio— Si…
hay una entrega en estos días.
—¿Dónde? —Espeta Chris.
—Brando habló de China. Quizá es una mentira su bronca con él tal… —
Llevo mis manos a mi boca— Entonces… quiere matarme.
—No lo creo, Señora. —Agrega Nio— Está perdidamente obsesionado
con usted. —Sonrie— Lo que debe haber pasado es que esto se le haya salido
de las manos. Investigaré jefito.
Sonríe de una manera incisiva y Chris se ríe mientras me mira mirarla con
furia. Toma mi pierna por Debajo de mi falda y palmea en mi piel con una
sonrisa, como si me dijera que me calme.
Los minutos pasan y pronto acompañamos a la chica metiche hasta su
taxi. Juan ha vuelto a sus labores, y el otro hombre desapareció antes que me
de cuenta. Necesito hablar con Chris, preguntar qué está sucediendo antes de
colapsar. Confío plenamente en él pero necesito estar enterada de alguna u
otra forma para saber a qué atenerme.
—Los veo muy juntitos… —Dice ella— Cuidado qué hay cámaras.
Suspiro.
—Eso debe importarle. —Le guiño el ojo.
—Soy la secretaria y amiga personal de Christopher.
—Amiga personal… —Repito levantando una ceja.
—Si. —Sonrie para fastidiarme. Quiero creer en Chris y pienso que es
una de esas amigas chinchosas que se meten en todo.
—¿Su marido? ¿No vendrá a verla? —Digo aguantando la risa.
—No. —Contesta sería— Le dijiste. —Dice hacia Chris— Pensé que
querías que la molestáramos un rato, traidor.
Chris sonríe
Nos reconciliamos. — Dice con el impulso de abrazarme pero se contiene
mientras observa de reojo a todos lados de nuevo.
Oh… — Su mirada es sorpresiva— Bueno, felicidades. Me consta que
mi jefito está babeando por usted — Ríe.
Qué bueno que lo tengas presente — Sonrío y marco mi territorio. La
chica acomoda sus lentes y ríe sutilmente.
Qué sorpresa… — Dice Christopher al ver a un tipo alto y moreno
acercarse.
Uh… — Mi boca se abre, es mi momento de gloria— ¿Señor.. Lapolla?
— Pregunto a punto se explotar de risa, Christopher aprieta mi mano con
fuerza.

No puedo, voy a reir.


¿Qué haces aquí? — Lo trata de manera áspera.
Christopher, hay algo que debo decirte. Buenas… — Toma mi mano.
Si, claro Mark.
Usted es el famoso Mark Lapolla, conocí a su esposa recién… Ella tan…
encantadora — Digo irónica.
Oh, sí, bueno. — Sonríe. Parece un hombre tratable.
A continuación Chris va hacia un lado con él dejándonos a solas.
Bonito apellido. — Digo conteniéndome de nuevo. Soy la gran perra
cuando quiero joder y esta se ha metido conmigo.
Gracias. Mi apellido real es otro pero Mark quiere que use el de casada.
Um… yo de usted lo pensaría dos veces… Señora de LaPolla — La miro,
sostengo mi cordura y luego exploto en risa.
No lo soporto. No me soporto. Río como nunca antes lo he hecho con
esta tontería. Al parecer la chica es un poco inocente, tan inocente que no se
dio cuenta.
Niovis… de Lapolla…. — Repito una vez más conteniendo mi aliento—
Un gusto haberla conocido.
Sonrío.
Me duele el estómago de todo lo que me he reído hoy, pero me encanta.
Hacía tanto tiempo no reía de esa forma… y mi sonrisa es el reflejo. Camino
por el hotel saludando a mis empleados y veo sorpresa en sus rostros. Sí, estoy
de buenas… pero extraño a mi marido. Chris se fue con la familia de Lapolla a
arreglar un asunto y solo deseo con ansias que regrese para poder comérmelo
a besos.
Lo deseo.
Imagino sus brazos torneados acariciando mi piel y trago saliva mientras
finjo que todo está bien. Aún no comprendo ni cómo me he aguantado tanto
anoche. Muerdo mi labio y pienso él en todo el día. Hoy no puede hacerme
enojar nadie, ni si quiera la misma Gabriela con su terquedad.
Señorita Evans, ¿Cómo está? Soy Maite Acosta, vine a ver con usted el
tema de decoración de interiores.
Hola — La saludo con un abrazo— Ven por aquí, te estaba esperando.
No me reconozco, pero solo digo mis impulsos. Maite parece agradable
y conversamos sobre los tonos y colores de las cortinas, muebles y mesas para
la remodelación del área damas. Es un proyecto que tiene el hotel íntimamente
para mujeres. Ella es parte de Ensueña, así que es mejor ver su trabajo en
México.
No sé cuántos mensajes de texto he enviado y eliminado a la vez.
Christopher se ha pasado horas fuera y siento que estoy irritada. ¿Y si la tipa
esa lo coquetea? No, Dulce… calma. Es solo tuyo —Me digo a mí misma— y
sigo con mis labores cotidianas mientras veo a todos actuar como máquinas.
Miss you —Digo en inglés.
Pasan segundos y contesta:
Te extraño más, hermosa. Son las 7pm, no puedo creer que haya pasado
todo el día fuera sin ti. ¿Por qué no cenamos? Te veo en 20 minutos en el
Rossetta. Estás cerca, dí que sí 

Sonrío.
Bien, ahí estaré.
Dejo el celular y corro hacia mi habitación para alistarme. Me baño,
perfumo y pongo crema de vainilla con fresas por todo mi cuerpo. Abro mi
armario y veo un sinfín de ropa atrevida ahí, pero sé que con él no funcionan
tanto estas cosas… sino más el secreto.
Un vestido semi abierto.
Es azul, tiene una abertura en el pecho y es apretado. No muestro mi
trasero como siempre, pero sí dejo a la imaginación por la forma de mis curvas.
Un collar de oro va enrollado en mi cuello y estoy más que lista para ir en busca
de mi chiquito.
Pediré un taxi… — Sueno tensa y sin querer me fijo en la fecha.
¡Joder!
Llevo mi mano a la cabeza. Faltan algunos días para su cumpleaños.
¿Qué debería obsequiarle? No compré nada. Y tampoco lo haría si
estuvieramos peleados, pero ahora es diferente. Tenemos una promesa de
nuevo, un sueño en rumbo, las siete estrellas en el cielo guiándonos. Estoy tan
emocionada… como jamás he estado. Ya no recordaba lo que era sentirse de
esa manera, compartir tus horas con el hombre que amas y disfrutar una vida
juntos.
Una vida juntos.
El taxi va pasando por las calles de manera rápida. Tuve que pedir uno
de agencia para evitar que vuelvan a querer secuestrarme, aunque aún el
miedo navega por mis venas. Cuando llegamos veo un maravilloso pórtico de
madera. Este lugar es precioso, fino y elegante. Sonrío mientras entro y lo
encuentro con una media sonrisa a lo lejos. Me dispongo a ir hacia la mesa,
pero él me lleva hacia un callejón para otro lado.
Un lugar privado.
Sonrío como tonta mientras veo que estamos solos y, cuando el personal
se va, me arrincona hacia la pared para plantarme un beso. Um… huele tan
bien. Suelto una risita y muevo mis labios con rudeza para soportar sus
provocaciones intensas. Reímos mientras nos fastidiamos con nuestras
lenguas. Es muy divertido, siempre lo fue. No puedo ni imaginar todos los
recuerdos que tenemos en la playa, en nuestra vida y en la cama. Acaricio su
rostro y pego mi nariz junto a la suya.
Tengo hambre. — Mascullo.
Y empezamos a conversar mientras traen la comida. Como imaginé es
exquisita pero no puedo pesar en más cosa que sus brazos tomándome. Él me
cuenta de sus proyectos y lo escucho con atención, me pregunta sobre Brando
y contesto puntualmente. No me gusta hablar de él ahora porque siento que
mancha lo bonito que tenemos.
¿Y ahora? — Digo terminando.
Ahora… iremos por ahí.
¿Por ahí? — Me tenso con sorpresa.
Correremos un rato.
¿Correr? Estoy en tacones.
Entonces me enseña una bolsa de zapatos. Río, ¿Enserio cree que me
pondré zapatillas o tenis con un vestido? No.
Y termino haciéndolo.
Me siento tan mal vestida que me aterro de pensar que alguien pueda
verme. Salimos por la puerta trasera y me sumerjo en un auto que conozco. Él
maneja, yo solo suspiro por la ventana. Es increíble que esas estrellas siempre
estén en el cielo… ¿Será por algo? No importa, solo lo disfruto.
Pasan algunos minutos y llegamos a un mirador donde puede observarse
toda la ciudad y sus luces. Jadeo sonriendo y él me abraza por detrás mientras
pega su cabeza en mi hombro.
¿Te gusta?
Me encanta. — Aprieto mi estómago— Lo bueno es que no hay nadie,
ya que estoy mal vestida.
Por favor, cielo… tú eres bella hasta con una bata de loca. — Sonríe—
Eres muy bonita.
Solo quiero ser tu bonita, amor…
Y yo tu Romeo. — Enreda sus brazos en mi cintura y pienso en que podría
mirarlo toda la vida sin cansarme.
Qué asco.
Estoy jodida.
Mi vida siempre fue un golpe de extremos. Mamá solia decirme que debía
tener cuidado, y es la única forma en la que he sobrevivido. Darlo todo o nada.
Una sombra pasa por mi rostro, él me acaricia y pregunta preocupado:
¿Qué sucede?
Nada — Contesto.
Dulce…
Solo… — Respiro dándome valor— Siento que todo esto ha venido de
golpe. Tengo… miedo.
No debes tener miedo, ¿Por qué? Nos amamos.
Christopher, hay mucha mierda detrás de nosotros.
La superaremos juntos. Hundiremos a Brando y nos iremos a vivir a
Londres, ¿Qué te parece?
Londres… — Sonrío— ¿Cuándo será eso?
Pronto, cielo. Pronto.
Me abraza y siento que podría morir mil años en sus brazos y quedarme
así apretadita a él sin vida. Porque él es mi vida. Pasan segundos en silencio y
cierro mis ojos para disfrutar de este momento. Oh, cielos… como lo he
extrañado. Esta reconciliación me está pasando la factura con emociones que
no puedo controlar. Tengo reacciones que ni yo misma entiendo, solo sigo mis
impulsos.
—Hoy no dormirnos en el hotel… —Susurra en mi oído y saca su lengua
para rozar mi piel— Hoy vamos a mi departamento.
—¿Si? —Contesto con la voz ronca.
—Si… Es más, no dormiremos. —Ríe en mi oído.
—Si me convences puedo darte un premio —Muerdo mi labio.
—¿Cuál? —Suspira y pronto se acerca con sus dientes para morder el
labio que estoy presionando.
Me derrito.
—Quizá… una noche loca. —Hablo como puedo y volvemos a besarnos.
Me siento mal. No puedo con mis ganas de tenerlo dentro de mi. Han
pasado días sin eso.
Disfruto del beso como nunca pero raramente se separa de mi de golpe.
Jadeo. Su cuerpo se tensa y lo veo estar alerta.
—Christopher… —Digo.
No responde
—¡Chri…!
Me jala con fuerza hacia el auto y apenas cierro la puerta ya estamos
corriendo hacia la carretera. Maldice una y mil veces, golpea el volante y me
siento aterrada. Todo cambió de repente… estoy temblando.
¿Qué sucede, Christopher? — Pregunto cansada.
Nos están siguiendo. Nos encontraron. Nos vamos de México ahora.
30. Cuidado con tus palabras
Chris

“Quisiera darte todo lo que nunca hubieras querido, y ni así sabrías la


maravilla que es poder quererte” FK

Cuando la veo temblar siento que muero. Han pasado horas desde que
salimos de la ciudad y aún no tengo certeza si el extorsionador se ha ido. Lo
importante es que la tengo a mi lado. Ella siempre será mi fuerza para salir
adelante y mantenerme firme ante mis ideales.
—A donde vamos, ¿Vas a decírmelo? —Su tono es áspero, quizá lo usa
como mecanismo de defensa para protegerse, o quizá está mecanizada. Han
sido 5 años… y, a pesar de haber estado con ella desde lejos, siento que no la
conozco del todo.
Ella puede ser la más sublime poesía, pero a la vez el mismo infierno
hecho persona.
Hace un par de horas estábamos besándonos y ahora solo me ignora
hablándome de esa manera. No me gusta. No de ella. Pero debo entenderla,
lo estoy intentando… la he dejado sola mucho tiempo y se me parte el corazón
hacerlo.
—Te estoy hablando, Christopher —Su ansiedad crece cuando doy
vuelta al auto sin decir nada, entonces grita aterrada.
—Estás a salvo, calma. —Espeto y sigo manejando como un rayo.
Ninguno de los dos habla. Ella solo mira por la ventana la noche y sigue
moviendo sus piernas. Necesito hablarle… necesito que confíe en mi si no no
podremos avanzar con el plan que tengo para destruir a Hilton.
—Dulce… —Susurro y no me hace caso. En un abrir y cerrar de ojos
empieza la lluvia, por lo que es más difícil manejar en carretera— Mierda… —
Solo digo y unos kilómetros más allá entro por un desvío para adentrarme en
un lugar que conozco a la perfección. Es limpio, seguro y pasa fácilmente
desapercibido.
—¿Qué haces? —Pregunta a la defensiva. Estaciono el auto entre unos
árboles y la tomo en mis brazos intentando hacerla caminar rápido.
Al entrar en el Motel pido una habitación para pasar la noche, o al menos
hasta que acabe la lluvia. El cuarto es amplio, tiene una cama matrimonial y
unas velas que alumbran el espacio. No hay luz, solo se alimenta de lámparas
con velas por todos lados, por lo que lo hace más desapercibido.
—Podría criticar cada uno de los errores en el manejo de este hotel, pero
supongo que no tenemos alternativa.
—No es un hotel, es un motel. Y si, no la tenemos.
La ropa me ajusta y decido abrirme la camisa para luego tirar mi arma en
la mesa de noche. El sonido de la naturaleza está presente y solo la veo
husmear por la ventana de lejos. Sonrio. Es fan hermosa así… reflejada por la
luz de la luna y las velas que suelo admirarla en silencio. Si le digo posiblemente
me tire un golpe en el rostro porque sé que está enojada.
—¿Y si la cama tiene bichos? —Dice
—Los matamos —Sonrio— Se que todo esto es confuso, pero… confía
en mi. —Susurro apresurándome a su oreja.
—Quiero saber la verdad. Qué está pasando con esos tipos, por qué nos
siguen…
—Saben lo nuestro y están amenazándome. Solo nos protegemos hasta
mañana, día en el cual les dejaré claro que ellos pierden más.
—¿Por qué?
—Porque si le dicen a Brando, yo destruyo todo lo que han formado. No
tienen pruebas, Bonita. Solo quieren manipularte.
—Entonces…
Parpadeo
—Solo has lo que te diga.
—¿Por qué no te ayudan lo del gobierno?
—No debes ser fiel a nadie más que a ti mismo. —Con sutiliza le explico
lo sucedido, tensa sus labios mirándome como si no supiera quien soy,
entonces me acerco a ella y sostengo su rostro con mis manos. — Confia en
mi.
Me acerco a su boca y doy un casto beso sobre la comisura de sus labios.
Poco a poco voy sintiendo como se relaja, baja los hombros y se entrega a mí
por completo. Somos dos plumas envueltas en el aire. Mis manos ahora están
en su cintura sosteniéndola fuerte y mi rostro enterrado en el suyo comiéndola
como puedo.
Es uno de mis momentos favoritos: besarla.
Con sumo cuidado la giro y voy guiándola hacia la cama. Ella no imagina
todo lo que quiero hacerle… Lo que he querido hacerle desde que me confesó
que también me quiere. Ese fue el mejor día de mi vida después de haberla
dejado. Ella me dio una oportunidad y no voy a defraudarla.
—Chris…. —Se despega de mis labios— Para. —Con los labios
hinchados levanta su mirada hacia mi y puedo ver que me desea tanto como
yo a ella. —Pueden venir… pueden…
—No vendrán, los perdí. —Digo mientras desato el sutil moño que lleva
en el cabello—Por eso di el giro —Le Sonrio y pongo su pelo detrás de sus
orejas.
—Yo…
—Se que es muy arriesgado, pero… ¿Cuándo no nos hemos arriesgado?
No soporto más sin ti. Eres mi vida, Dulce… —Pongo mis labios en su rostro—
Mi mundo… —Beso su nariz— Mis sueños… —Acuno sus cachetes con mis
labios y la beso.— Quiero hacerte el amor.
Incendio sus ojos cuando menciono esa palabra. Ella levanta una ceja
retándome, le devuelvo la sonrisa y la abrazo fuertemente para luego besar su
oreja.
Con suavidad doy pequeños toques con mis labios en su mandíbula, para
luego bajar hacia su cuello. Ella jadea suave y se suelta su cabeza hacia atrás
permitiéndome el acceso total a su piel. La beso… la beso delicadamente,
entonces me incorporo e invado su boca sosteniéndola con mis manos.
Sabe a deseo.
Inundo su boca con tranquilidad, como si estuviera esculpiéndola con mi
aliento, y cuando por fin me lo permite meto mi lengua para danzar con la suya.
La temperatura sube y siento sus músculos reprimidos hacia mi de nuevo. Oh
Dios… esto es la gloria.
Con mis dedos tomo la tira de su vestido y la desato haciendo que el
pedazo de tela que lleva encima se resbale por su cuerpo. Su piel es cálida,
suave, perfecta para mi… y poco a poco voy subiendo mis manos hacia el
broche de su sujetador.
—Eres un maldito provocador —Susurra sonriendo— Quiero tocarte. —
Dice empujándome.
Muerde su labio y puedo sentir cómo desabrocha los botones en mi
camisa en un segundo. Con manos hábiles me la quita para luego incendiarme
con su toque. Extiende sus pequeñas manos en mis pectorales y con una
sonrisa malvada besa mi cuello.
Mierda… No podré controlarme.
Sus labios son mi medicina. Los baja con cuidado dando pequeños
toques y luego los sube haciendo que los capture en mi boca. Con sus uñas
acaricia mi espalda y luego toca toda mi zona superior.
—Um… —Se separa de mi boca— Me gustan estos… —Toca mis
brazos— Y estos… —Llega a mis pectorales— Me pregunto si… hay algo
interesante que ver por aquí… —Ríe traviesa esculcando hacia abajo. Desata
mi cinturón, abre mi cierre y empuja mi pantalón hasta que cae en mis pies.
Ahora ambos estamos solo en ropa interior y no puedo esperar para verla
desnuda.
—Te amo. —Le Digo con todo el corazón. La miro embobado y ella vuelve
a besarme pero ahora de manera apresurada. Por un momento me dejo llevar,
pero luego le advierto:

—Suave… hacer el amor —Le digo sonriendo, ella es un caso perdido


pero me encanta.
Con sumo cuidado bajo las casi invisibles tiras de su brassiere haciendo
que sus senos salten de inmediato. Sonrio embobado, pero no voy a tocarla.
No hasta que esté completamente desnuda para mi, así que termino de desatar
todo lo que amarra a su cuerpo y con mis manos jalo su braga observándola
por fin desnuda.
Una diosa…
—¿Quieres babero? —Dice riendo y me parece la imagen más hermosa
del mundo. Sus mejillas están rojas, su piel caliente. Tiene el pelo alborotado y
suelto. Es simplemente ella… Mi bonita, la misma chica que me robó el aliento
cuando la vi por primera vez.
—Si, por favor… —Digo con voz ronca.
Cuando la tomo de la cintura y la acuesto en la cama me siento un
arrastrado por ella. Beso su cuello mientras estimulo su piel con mis manos
para luego posar mi rostro entre sus senos. Ahí los aprieto contra mi y luego
meto uno de sus pezones a mi boca. Succionarlos es un gran honor y con mi
lengua creo un círculo haciendo que se vuelvan más largos. Ella gime y yo
juego con el otro de la misma manera. Los toco, aprieto, palpeo hacia mi. Son
grandes, rosados, suaves… y amo su rostro cuando los tengo en mi poder.
—Amo todo de ti—Susurro y cuando estoy listo bajo con caricias hacia su
zona inferior. Ella cierra las piernas, parpadea en un reflejo y yo vuelvo a
abrirlas con mis manos para luego agarrar uno de sus pies y llevármelos a la
boca.
Sonrio, muerdo sus dedos y con toques pequeños llevo mis labios por sus
rodillas hasta llegar a su entrepierna. Ahí meto mi lengua y subo delicadamente
por el hilo conductor hacia su centro.
Ella está más que lista para mi… pero no perderé la oportunidad de
probarla, así que me apresuro hacia su zona V y aprieto mi lengua contra su
clitoris. Ella se contrae, cierra los ojos y aprieta sus manos. Yo sigo torturándola
haciendo círculos con mi lengua, tirando mi aliento en su carne, comiendo todo
de ella.
—Ah…. —Escucho su voz aguda y me excito aún más, quiero darle más,
así que muevo mi lengua de manera rápida. Arriba, abajo, al centro y veo como
sus músculos se tensan. Sonrio, hundo mi cara más en ella y colapsa. Se
arquea hacia atrás jadeando, gritando mi nombre y a la vez entierra sus dedos
en mi cabello. Me muevo a su ritmo, quiero que disfrute, que tenga grabado
quien es su marido. Podría hacer esto toda la vida pero también necesito
domarla, me encanta hacerlo. Así que termino introduciendo mis dedos y
jalándola al ritmo de mi lengua. Ella chilla, su respiración es entrecortada y a
penas logro entenderla.
Con agilidad me retiro de su centro, saco mis bóxers y subo de inmediato
hacia sus labios. Con mis piernas abro las suyas de nuevo y le hablo:
—Mírame, bonita. —Susurro. Ella tiene una cara de dolor contenido,
porque sé que quiere más… y le daré más.
Abre sus ojos y me entierro en ella lentamente hasta que todo en mi se
haya copado. Sus ojos son hermosos cuando lo hago. Me mira con deseo,
placer pero también amor… sus pupilas brillan como espejo y yo solo le doy un
beso en los labios.
—Ter… mina lo que empezaste —Dice casi sin voz y levantó su cadera
con mis manos para poner una almohada debajo de sus nalgas. Dios, quiero
moverme… pero a la vez verla un poco más.
Y la miro contra mi propio deseo.
Luce hermosa con los senos erectos, labios hinchados, ojos dilatados y
yo dentro de ella. Es precioso ver como cabemos a la perfección y estamos
hechos el uno para el otro.
Ahogo un grito y empiezo a moverme lentamente… Puedo ver como mi
miembro se resbala entrando y saliendo de su centro. Me gusta ver cuando
cierra los ojos como si quisiera reprimirse, entonces voy al ataque volviendo a
poner mis labios contra los suyos.

—Mírame —Ordeno. Abre los ojos y toma sus manos tensas para
ponerlas en mi rostro. Voy aumentando el ritmo y ella mordiéndose el labio
inferior que luego libero con mis dientes.
Adentro, afuera, adentro, afuera. Me sigo moviendo y sigo succionando
su labio carnoso. Ella abre la boca y deja salir sus emociones que luego se ven
opacadas por mi boca y lengua.
—Mmm…. —Suelta un gemido en mi. Sigo besándola, sigo
apoderándome de su cuerpo, de su alma.
Ella es mía. Eterna, poderosa, mi hermosa esposa. La mujer que amo.
El silencio ayuda a sentir mi corazón hecho tambores, su corazón hecho
pesadilla. Es ese sonido de nuevo… el sonido del sexo. Mis caderas chocando
contra su cuerpo, la velocidad que aumenta, nuestras respiraciones hecha
mierda.
Empujo más profundo porque sé que le gusta, pero a la vez la cuido
mirándola. Quiero ver como reaccione, si es suficiente o quiere más fuerte. La
última vez la dañé sin querer queriendo, estaba furioso por Brando y en el fondo
lo hice para que supiera quien era su marido.
No me sentí bien, aunque lo tomé a broma. Hoy será distinto. Haré lo que
ella quiera. Haré que ella lo disfrute más que yo.
Abre los ojos y me mira… es una completa Diosa. Me jala del cuello contra
sus labios de nuevo y abre la boca para capturar la mía como si fuera una
serpiente. Me gusta su veneno.
Con rapidez enrolla sus piernas en mi cintura incitándome a ser más rudo.
La miro con dulzura y me despego de sus labios.
—Hacer el amor… —Le digo de nuevo educándola, oliéndola, amándola.
Se aturde y ahora hundo mi cabeza en el hueco de su hombro, cerca a su oreja
y ahí le susurro mil cosas que hacen que la piel se le ponga de gallina.
Eres mi vida. —Digo suave acariciando su oído con mi lengua,
moviéndome un poco más rápido, haciendo que ella vaya al cielo.
Pero pronto empezamos a construir algo y le doy más duro. Beso sus
labios una vez más y la penetro hasta el fondo. Oh cielos… podría morir así
agradecido. Entonces lo decido y de un tirón le doy vuelta para ponerla encima
de mí. Ella me mira aún perdida.
—Hazlo, preciosa… Manda. —Sonrio y me mira con fuego. Apoya sus
piernas en la cama y se mueve con fuerza hacia adelante y atrás.
La vista es increíble. Verla moverse de esa manera con sus senos
saltando el aire para mi no tiene precio. Sigue mordiéndose el labio para
contenerse y yo la ayudo agarrando con mis manos sus caderas. Lo aprovecha
y poco a poco va más rápido. Adelante, atrás, adelante. Sus movimientos son
certeros y precisos, como ella quiere… como a ella le gusta. Y pronto siento la
tensión en mi cuerpo.
No joder, no. No quiero que acabe tan pronto, pero esto es tan placentero
que siento morir cuando aumenta aún más sus movimientos.
—Mierda, Dulce….
Digo su nombre y siento que muero. Salta con sus nalgas encima de mi
y la cama se mueve de toda la fuerza que estamos poniéndole. Me siento
perdido cuando ella misma se hunde y vuelve a salir con furia, hasta que siento
que no aguanto más. Me contraigo y veo acercarse nuestra liberación. Mierda,
mierda, mierda… no lo soporto, no puedo, voy a explotar
¡Ah! Perfección….
Ella cae encima de mi desplomada, cansada y a la vez libre. Su rostro
choca mi cuello y yo solo la abrazo con fuerza como puedo.
El latido de nuestros corazones es muy rápido, pero pronto va
normalizándose en el más completo silencio. Mi garganta se seca y cuando
puedo la acaricio suavemente en la espalda. Su Columna vertebral es perfecta,
su espalda limpia y suave. Ella es la mujer que quiero en mi vida siempre.

—Fue increíble… —Susurra sin levantar la vista.


—Lo fue. —Respondo besándole la cabeza.
—Estoy tan relajada… —Su voz es ronca— pero debemos irnos ¿No?
—No. —Contesto de inmediato— Si ven algo raro nos van a avisar.
—¿Quién nos va a avisar? —Pregunta curiosa y luego se sale de mi.
Oh…
—Mi gente, mis hombres. —Digo sonriéndole y tapándola con las
sabanas.
—Um… no sabía que tenías hombres —Ríe molestándome— Ahora
juegas a los dos bandos.
—Sabes bien que no me refería a eso. —Suspiro quitándole un mechón
del pelo. Ni si quiera me interesa discutirle el punto— Mejor.. ven aquí, quiero
abrazarte toda la noche.
—¿Y si no quiero? —Levanta sus cejas.
—Um… entonces te castigo. No querrás saber como.
Lame sus labios y se acerca a mi boca para darme un piquito, entonces
aprovecho para sostenerla un poco más.
—Christopher, quiero que me cuentes toda la verdad. —Dice y me mira
fijamente— Te conozco.
La tensión evade mi cuerpo. Por un momento me quedo frío, pero luego
me doy cuenta que habla de otra cosa. Mierda. Trago saliva, Sonrio y le doy mi
mejor cara.
—¿De qué hablas? —Pregunto.
—Algo te preocupa. ¿Cierto?
Suspiro.
—Solo tu seguridad. —Agrego.
—Yo se que ha sido muy pronto, pero… necesito saber qué planes tienes.
Soy tu esposa, ¿no?
—Claro que si, bonita. Pero por favor no hablemos de eso.
—Yo necesito saber que pasará. No puedo seguir en el aire, tenemos que
hablar de todo esto.
—Pasará que vendrás conmigo. Nos iremos juntos cuando haya… —La
miro y me encuentro con sus ojos punzantes. Estoy ansioso, nervioso, no
puedo decírselo— … haya capturado a Brando.
—¿Se lo entregarás a la policia? —Suspira y me quedo en silencio. —
Christopher… —Toma con sus manos mi rostro y me obliga a mirarla— ¿Se lo
entregarás a la policía?
Trago saliva.
Es tarde, mejor dormamos. — La evado pero sé que no funcionará en
ella. Es más terca que una mula.
¿Dormir? Tienes que explicarme. —Se sienta sosteniendo la sábana—
No quiero que me ocultes nada.
Dulce…
¡Estamos empezando esto bien! — Dice casi gritándome— No soportaría
otra mentira.
Mi mente colapsa.
Dulce… conformate con lo que necesites saber.
¡No! ¡No me conformo! Somos una pareja, ¿No? En las buenas y en las
malas, o como se diga, así que debes decirmelo. No soporto ser la idiota que
termina enterándose de todo al final.
Hago nuevamente silencio
Te lo pongo claro, Christopher… O me lo dices o esto no va a funcionar.

Dulce… — Jadeo asustado, con el corazón hecho un hilo— Solo quiero


tu bien, nada más ¿Por qué no me crees? — Intento tocarla pero no me deja.
Porque lo que para ti está bien para mí es dolor… — Toca la herida y me
siento un bastardo.
Silencio.
No confío en el jefe — Digo apresurado— No les voy a entregar a Brando.
¿Qué? — Abre los ojos como fiera— ¿Estás loco? Si no lo harás
entonces qué… — Se calla, parpadea y me mira como si fuera un maldito
degenerado.— No vas a… a… asesinarlo ¿Cierto? — Suspira— Yo no quiero
un marido asesino, tú no eres un asesino. Por más que ese hijo de perra sea
lo que sea… no quiero que te manches las manos. ¿Sabes cuánta mafia hay
detrás de él? Te matarían, Christopher. No importaría en dónde te escondas…
te matarían.
Dulce… Se… lo entregaría al FBI, no quiero hacerlo en México. Hay
mucha corrupción aquí.
Relaja su pecho y vuelve a mirarme:
Entonces… ¿Por qué sigues perteneciendo al gobierno Mexicano?
Ellos me dan poder, Dulce. Me protegen. Puedo abrir puertas secretas si
estoy de su lado. Ellos harían lo que sea por tener el cuello de ese idiota y yo
no desperdiciaré la oportunidad de capturarlo. Jamás confiaría en personas que
no tienen honor, ellos no quisieron protegerte cuando teníamos un pacto.
Se queda en shock.
Bonita… todo lo que hago es por ti. Solo por ti. — Susurro despacio y la
tomo de sus hombros— Confía en mí.
Cuándo nos metimos en todo esto… — Dice afectada— Brando es… una
maldita rata, podría matarte — Un espasmo recorre su pecho y cuando toca mi
rostro con sus delicadas manos, siento que soy un idiota. La miro, sus ojos
traen miedo.
No me hará nada — Le digo con firmeza besando sus labios— Sabes
que debo hacer esto por honor. No dejaré que siga lastimado personas. No
dejaré que esté tranquilo después de haber matado a mamá.
¿Por qué la mató? — Pregunta con el corazón en la mano y yo me hielo.
Dulce… por lo que más quieras — Cierro mis ojos— No sigas con esto.
Me duele aún recordar aquellas fotografías… Por favor. — Le imploro porque
estoy a punto de morir si sigue indagando.
Pero tenemos que averiguarlo — Toma mis manos— Yo sé que te duele,
a mí también me duele, pero debemos saber cuál fue la razón. Macarena era
una mujer muy buena, jamás tendría enemigos… ¿Por qué lo hizo? ¿Será una
venganza? Lo voy a averiguar, te lo juro.
Dulce, no. No quiero que te expongas. Por favor, deja que yo lo solucione.
Confía en mí.
Confío en tu capacidad espiatoria, Christopher pero hay cosas que tú no
puedes hacer y yo sí. Confía también en mí — Me besa suavemente en los
labios— Tu mujercita será quien también te salve un día, ya lo verás.
Dulce… — Murmullo con un nudo en la garganta— Por favo…
Sh… — Pone un dedo en mis labios— No se diga más. Solo voy a
advertirte algo, patancito. No soy la mujer que se va a quedar en casa
esperando que los milagros sucedan.

Ruedo los ojos y mi corazón palpita con solo verla. Ella es valiente, fuerte,
única… ¿Cómo no quererla? Debería sentirme un bastardo ahora mismo, pero
no lo hago. Hay cosas en la vida que deben quedarse bajo 7 llaves. Solo puedo
asegurar que ella estará bien, así sea lo último que haga en esta vida la
protegeré.
Ha sido una terrible pesadilla luchar contra sus preguntas, pero por fin he
logrado hacer que se duerma. Los abrazos cálidos que le dí, algunos besos en
el cuello y mis piernas entre las suyas siempre han funcionado en nosotros. La
conozco, la conozco demasiado y a la vez no lo hago. Me preocupa su interés
obsesivo en el caso Hilton. He querido alejarla de todo sin éxito, así que debo
buscar alguna forma para que deje de pensar en ello.
Dime Juan — Digo mirando hacia la ventana alejado de la cama— Sí,
¿Qué quiere? No voy a reunirme con ese hijo de puta — Murmuro lo más bajo
que puedo— ¿Quiere que le meta un balazo en la cabeza? ¡Mis pelotas! —
Exclamo susurrando— Decide tú, estoy con mi mujer ahora. Bien, ¿Estás
seguro? Bueno, entonces regresamos pero quiero que alistes el departamento
de Nueva York. No sé, intentaré que sea pronto. Bien, adiós. — Cuelgo.
Dejo el móvil sobre una mesita de centro y camino de lado a lado por toda
la habitación. Son las 5 am y no he podido dormir después de sus preguntas.
Me la estoy jugando, lo sé… pero no quiero perderla. No soportaría perderla de
nuevo. Mi corazón tiembla cada vez que lo pienso y mi razón solo debe ir a su
beneficio.
¿Por qué demonios tengo que pensar en los demás? Solo debo pensar
en ella y en mí.
Necesito terminar con mi trabajo para luego ser libre. Quiero hacerlo.
Deseo formar una familia con mi bonita, quizá adoptar un bebé… quizá tener
un perro… quizá intentarlo de nuevo. Me da pánico decirselo, y lo mejor será
esperar hasta que las cosas se hayan calmado un rato. Tengo mucho en
juego… muchisimo. Necesito desaparecerlo antes de que abra la puta boca.
El día va apareciendo. En el completo silencio y oscuridad por fin nace un
rayo de luz en el cielo. Hay tranquilidad, solo se escuchan los cánticos suaves
de los pájaros, y pronto un suspiro se hace notar entre mis pensamientos.
Es ella.
Volteo para mirarla y camino suavemente hacia la cama. Me siento
despacio y puedo observarla dormir… Es tan tierna cuando está ajena al
mundo. Luce tranquila y no está a la defensiva. Me gusta observarla así…
suave, sublime, pequeña. La acaricio con las yemas de mis dedos y no se da
cuenta. Quisiera besarla… pero podría despertarla.
Juro que te protegeré así muera… — Digo con mil nudos en el pecho.
Cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos pensando en que debo terminar de
contarle todo, pero… ¿Si me rechaza? El miedo a que se vaya me paraliza, no
podría soportar vivir otro día sin ella. He sido un imbécil por haberme contenido
tanto tiempo y estoy enfermo… enfermo de rabia, de dolor, de sed de
venganza.
Muchas veces me pregunté si era ideal para ella. Largos meses hincando
mi corazón y martirizándome porque pensaba que no la merecía a mi lado. Me
sentí un maldito mal nacido intentando escapar de un mundo de sombras. La
dejé por eso… por el dolor de no poder soñar con un bebé, por seguridad, por
el gobierno… pero también por temor a su rechazo. Ella era un ser de luz casi
perfecta. Bella, ingenua, traviesa… No soportaba las mentiras ni medias tintas,
¿Y si yo le decía qué habria pensado? Quizá se hubiera asustado.
No quiero perderte… — Mascullo muy bajo y la beso suavemente en el
cabello.
Me levanto angustiado pero la luz del día que cae en su rostro vuelve a
iluminar mi noche. Sonrío, carraspeo mi garganta y luego tomo una fotografía
con mi celular. Necesito tenerla en mis días… en mis tardes… en mis noches.
Protejo la foto como me lo han enseñado y me aseguro de no dejar rastro. Ella
es realmente hermosa así… cubierta de blanco, perdida en las estrellas,
soñando.

Me dedico a mirarla una y otra vez. Cuento sus pecas, hasta intento
hacerlo con sus pestañas, entonces decido no perder el tiempo y me ajusto en
su cuerpo. La abrazo y ella automáticamente me corresponde sin abrir los ojos.
Ambos olemos a sexo, tenemos los pelos alborotados y es la sensación más
hermosa de esta maldita tierra.
Pasa una hora, eso creo. Y pronto me encuentro con sus ojos
adormecidos mirándome. Ella sonríe y pasa su suave mano por mi rostro, yo la
beso.
¿Cuánto dormí? — Dice con la voz ronca.
Lo suficiente — Sonrío— ¿Tienes hambre?
Sí… de ti — Suelta una risita.
¿Nos desayunamos entonces? — Suspiro abrazándola.
Era una broma, patancito. Chu chu — Dice zafándose— Voy a cambiarme
para luego irnos.
Vamos a regresar a México.
Lo suponía… — Dice sin interés— La verdad es que no me iría como
una cobarde sin resolver el asunto Hilton.
Dejemos eso, amor. Hoy no… — Le ruego.
Bien, pero no te vas a librar de mí. — Me sonríe y empieza a cambiarse
delante de mis ojos. La miro sonriendo… es preciosa. Tengo muchas ganas de
todo con ella, pero sé que ahora no es una buena opción. — ¿Disfrutando de
la vista? — Pregunta sonriendo.
Sí. — Sonrío.
Se mira y no se toca por hoy — Termina de subir su vestido, es tan segura
de sí misma y su cuerpo que empiezo a admirarla.
Por hoy… — Insisto y me levanto de la cama para ponerme los
pantalones.
En dos días es tu cumpleaños, ¿Qué quieres de regalo?
Um… — Lo pienso— Nada, cielo. — Río— Solo pasar todo el día contigo
lejos de todo y todos.
Bien — Suspira— ¿Nada más? ¿Seguro?
¿Por qué tan buena onda conmigo? No te preocupaste por mis
cumpleaños antes.
Antes me caías gordo. Te odié por 5 años, pero ahora… empiezas a
caerme mejor — Me sonríe— Así que aprovechame.
Río.
Solo quiero un día contigo y un pastel, nada más.
Sonríe.
Bien.
Cuando por fin estamos listos pago y nos dirigimos hacia el auto. Ella
sigue en tacones por lo que decido cargarla en mis brazos, así no demoramos.
Bájame ya, estás tocándome toda la pompa.
¿Y? La he tocado mil veces… Cállese, señora.
Señorita, aún soy joven y hermosa.
Es una mujer casada — Contesto.
Pero no enjaulada. Deberíamos hacer cosas de jóvenes, ¿Me llevarás a
una disco?
Puedo hacerlo, aunque no sea conveniente ahora.
Quiero ponerme ropa apretada y vestirme como zorra. He sido muy
señorita hasta ahora y aún soy muy joven. A veces extraño la sensación de
perderme entre la gente, embriagarme hasta morir y toquetear toda la noche a
cualquiera
Mi boca se seca, entonces ríe.
Perdón, a mi marido. — Dice corrigiéndose.
Nada de ropa apretada, solo yo puedo verte así.
Pero la ropa apretada me gusta y no estoy en una jaula ¿O si? — Me
reta, maldita sea.
Otros te verán como carnada — La dejo en el suelo.
A mí no me interesan los otros, patancito. Me interesa solo uno… —
Cuelga sus brazos en mi cuello— Y me vestiría así porque me gusta no para
provocar a nadie. ¿Vas a cortarme las alas?
Ruedo mis ojos
Bien, pero no enseñes mucho. — Murmuro y la beso suavemente. Sus
labios son energía para mi día. Ella juega conmigo con su lengua, la miro
ansioso y vuelve a hacerlo. Aprieto su cintura hacia mí con ganas de tomarla
de nuevo. Su olor me envenena… su cabello me acaricia… sus manos son mi
vida.
Sin querer abro mis ojos y me quedo perplejo. No sé cuánto tiempo ha
pasado, pero me detengo invadiéndome de una furia que no puedo evitar sentir.
Ella se queja, yo ni si quiera la miro. Cuando voltea se queda pasmada al igual
que yo… tampoco puede creerlo.
Así que era verdad… Me da gusto verlos. — Retumba su voz como
cuchillos violentos. Ninguno de los dos hace nada, hay tres hombres tras él que
lo protegen, y yo empiezo a sacar mi arma sin que se de cuenta.
Es todo o nada.
31. Cuidado
Dulce

“Te amo sin pensar… y es que pensar me haría odiarte” F.K

Mi boca se seca cuando veo a 8 hombres de negro resguardar a un tipo


alto y de origen asiático. Es él, puedo notarlo. Se me cierra el pecho cuando
los veo con armas ¿Vienen a secuestrarnos? ¿O a vengarse?
Les devuelvo la mirada levantando el mentón y manteniendo mis ojos
puestos al frente. La tensión aumenta cuando Christopher me jala del brazo y
me aprieta contra sus músculos ¿Habrá una pelea? Mis latidos se desploman
cuando siento que saca su arma para amenazarlos.
—Yo no haría eso, Sr. Miller. —Bufa Yin, el chino. Puedo reconocer sus
ojos por las fotografías que Brando siempre tenía en su agenda de enemigos.
Se dedicó a pisotearlo por años.
—Qué quieres. —Espeta Chris en un tono serio. Aprieto su brazo, este
no es un hombre cualquiera pero parece no hacerme caso.
—Ver con mis propios ojos como te follas a la puta de Hilton. —Suelta
una carcajada, entonces Chris se altera.
—Dulce no es su puta, ella es mi mujer. —Contesta con rabia— Qué
quieres. —Insiste conteniéndose mucho. Me sorprende la manera en cómo se
domina aún. Él nunca ha sido un hombre tolerante, sino impulsivo.
—Tu mujer… —El chino finge sorpresa.
—Deja las ironías de lado, se que lo sabes. —Sigue mirándolo con furia.
—Tú ganas. Claro que lo sé. —Ríe— Desearia tanto poder torturar a
Brando con esto. Estoy seguro que se retorcería viendo cómo la mujer que
desea ha pasado la noche con su asesor de proyectos.
Chris tensa su mandíbula
—Sin rodeos. Que quieres —Repite.
—Que te unas a mi equipo y me entregues la cabeza de Hilton. Es
sencillo, hijo. Eres un tipo inteligente. A cambio de eso no le haré nada a tu…
mujer.
Christopher ríe sin humor.
—¿Por qué crees que lo haría? —Pregunta muy seguro. Mis nervios
empiezan a colapsar de nuevo.
—Porque te tengo en mis manos. —Contesta serio.— Puede llegarle
fotos y videos a Brando, las mismas que no te conviene que vea, además de
una extensa información sobre la verdadera cara de Christopher Miller.
Exhalo lentamente sintiendo que un peso invade mi pecho. ¡Lo sabe! ¡Él
lo sabe! Y si él lo sabe…
—Entiendo. —Parpadeo al ver que Chris sigue altivo— Tú… ¿Me estás
amenazando a mi? —Bufa sin ningún tipo de presión. Yin aprieta los labios y
con una seña hace que dos de sus hombres decidan apuntar a Christopher con
sus armas. Él deja de reír, pero sigue sonriendo. Jadea, levanta una ceja y de
un movimiento acaba con ellos.
Mi mente se queda en blanco, solo hizo un giro y los dos hombres yacen
en el suelo tiritando de dolor. Me llevo las manos a la boca y genero una especie
de grito en mi garganta. Él ya no sonríe, ahora lo reta. No sé cómo lo hizo, y
tampoco tengo idea de qué hizo con las balas, pero fueron dos disparos limpios.
No quiero pensar… ¡Dios! ¡Está loco! Muerdo mi labio llena de terror, él sigue
manteniéndome a su lado sin decir nada más.
—Así traigas a mil hombres… no podrán conmigo. —Dice altivo— La
respuesta es no.
—Estás provocándome…
—Lo mismo digo. —Lo apunta con el dedo— Si vuelves a meterte
conmigo o intentas hacerle algo a mi mujer, tú y toda tu porqueria de empresas
ficticias saldrán a la luz. Con un clic yo podría destruirte y lo sabes. Trabajo
para el gobierno, sé todos tus movimientos y tengo pruebas que podrían
aparecer muy pronto si yo quiero. ¿Te hace familiar el secuestro de Norka
Dumta? ¿O… quizá las ong fantasmas que tienes para lavar dinero? Hace
exactamente 24 horas te llegó un correo con todo el detalle de tus cochinos
movimientos, esa solo es una advertencia. No me provoques.
Lo hunde con la mirada y el chino se queda mirándolo perplejo. Trago
saliva aún en shock sintiendo que el cuerpo no deja de temblarme, entonces él
me lleva con pasos firmes hacia el auto. No respiro sintiendo que en cualquier
momento esos hombres van a dispararnos, pero la seguridad de Christopher
me hace tener más calma.
¿Qué demonios sucede? Mi mente se marea cuando veo a 6 hombres de
negro parados, 2 hombres heridos y un chino ansioso mirando nuestro auto.
Christopher maneja rápidamente y luego hace unas llamadas. Habla con el
maldito móvil mientras nos movemos mientras que yo solo puedo dedicarme a
voltear para ver si nos siguen.
Destrúyelo — Escucho decir a una misteriosa persona— O tú elige, me
tiene harto ese idiota.
Es tan frío ahora… Habla como si no tuviera sangre en sus venas. Estoy
sorprendida, muy sorprendida por su forma de actuar ante el peligro. Él no le
teme a nada… y eso me causa sensaciones extrañas porque siento que no lo
conozco.
Mi hombre no era así en el pasado.
En silencio miro mis piernas cuando siento que todo se ha calmado y
estamos muy lejos de donde estábamos. ¿A dónde mierda vamos? Un cartel
de México me hace voltear a la realidad y suspirar sintiendo aún tensión. Todo
esto es un enredo que necesito comprender. El enemigo más grande de Brando
está en las manos de Christopher, y a la vez él lo está amenazando. ¿Qué
carajos planea? ¿Qué mierda sabe de ese hombre? ¿Y por qué no lo mete a
la cárcel de una vez? ¿Por qué ha tenido que esperar este momento para
decirle todo esto?
Todo estará bien. — Dice de manera suave y seria a la vez. Su mirada
está fija en el volante y yo no puedo dejar de pensar en lo sucedido— Hay una
explicación para todo esto. — Agrega.
Decido no decir nada porque no podría soportar emociones fuertes ahora.
Estoy cansada y a la vez embriagada por todas estos sentimientos. No lo
conozco y temo haberle abierto mi corazón a un hombre que no es el mismo.
Me gusta mucho fisicamente ahora, quizá más que antes. Amo ver cómo es un
chico malo, cómo el poder arrasa con su vida, pero a la vez me preocupa el
final de esta historia. Sus ojos no son los mismos… ahora carga una especie
de sombra en su mirada, la misma que sigue angustiandome.
Juan. — Espeta contra el teléfono. Su mirada ahora se enciende y con
una maldición en sus labios da un giro sorpresivo al auto— Mierda, está bien.
Cuelga.
Aumenta la velocidad de manera brusca y solo puedo agarrarme del
asiento en dos segundos. Mi vida pasa por esa cosa de cuatro ruedas y grito
viendo que un auto de carga pasa rozando por nuestro lado.
¡Christopher! — Chillo tensa e histérica, pero él no hace caso. Mantiene
su mandíbula dura mientras observo sus ojos furiosos a través del espejo de
adelante. — ¡Basta! — Le grito. Su mente está en otro lado y vamos a
matarnos…— ¡Me estás asustando! ¡Basta! — Espeto fuerte y frena haciendo
que mi cuerpo se balancee hacia adelante.
Silencio. Solo hace silencio.
Golpea con un puño el volante y se lleva las manos hacia la cabeza. ¿Qué
demonios le sucede? Me atraganto de pánico, pero en un segundo pasa y me
armo de valor.
¿Qué te sucede? — Exhalo con fuerza— ¡Casi nos matamos!
Brando ha regresado. — Murmura entre dientes y puedo entender su
rabia.
Trago saliva y empiezo a sentir tensión en las manos. ¿Ha regresado?
¿Tan rápido? Suspiro caliente sintiendo que voy a marearme, usualmente
tengo ese tipo de reacciones cuando algo me preocupa demasiado.
No sé si voy a poder hacerlo. No sé si podré contenerme.
Verle la cara solo va a ocasionar asco en mi rostro, pero debo ser fuerte
como lo he sido hasta ahora.
No quiero que vayas. — Impone— No permitiré que respire el mismo aire
que tú.
Ya hemos hablado de esto. — Contesto seria— No deberías interferir en
mis decisiones.
¡No vas a ir y punto! — Responde agresivo, entonces me hielo. Lo miro
fijamente y veo sus ojos desesperados buscando una especie de aprobación
de mi parte.
Ya hemos hablado de esto. — Vuelvo a repetir con una falsa
tranquilidad— No pienso quedarme con los brazos cruzados, además…
¡Lo he decidido! ¡Cierra la boca! — Vuelve a hablarme de manera brusca.
Vete a la mierda, Miller… — Abro la puerta del auto y salgo de inmediato
porque necesito respirar.
¡Dulce! ¡Ven acá! ¡Dulce! — Grita como loco y sale del auto para
perseguirme. Estamos haciendo el ridículo, la gente nos mira extraño pero no
me interesa. Camino de frente sin mirar atrás y sin querer veo a unos hombres
molestándome. Rodeo los ojos, es lo último que necesito ahora pero
Christopher no ha pasado por alto lo sucedido.
—¡No! — Chillo al ver que les da un puñete en la cara.
¡No te metas con mi mujer, enfermo! — Sigue gritando furioso— Voy a
matarte, idiota.
¡Christopher! ¡Basta! — Mi corazón se acelera cuando no logro
separarlos. Christopher es una bestia hecha persona, un grandulón que pesa
demasiado como para poder detenerlo. Por más que lo tomo del brazo sigue
encima de un hombre delgado.— ¡Christopher!
En un segundo meto mi brazo en su pecho y se detiene. Su rostro luce
perdido, como si no supiera qué ha pasado hasta entonces. El hombre se
levanta con la cara ensangrentada y no sé qué decirle, no soy buena para las
palabras bonitas.
Llamaré a la policia, esto no se va a quedar así. — Amenaza y se va
muerto de miedo.
Christopher… — Digo cansada, entonces entorna sus ojos en los mios.
No iba a dejar que te falte el respeto… — Contesta consternado mientras
parpadea acordándose de todo.
¿Estás loco? ¡Ya a denunciarte! — Respondo seria.
No podrá conmigo. — Pasa saliva— No te preocupes.
Sí me preocupo… ¿Qué demonios te pasa? ¡Casi lo matas! El tipo se fue
lleno de golpes en el rostro. No puedes reaccionar como animal.
Solo quería defenderte… — Dice en forma infantil. Ruedo los ojos,
hombres…
Acabas de demostrarme que eres un idiota. — Estoy tan enojada que no
me interesaría irme dejándolo solo, así que giro mi cuerpo pero me detiene.
Lo siento. — Murmura.
¿Por qué lo sientes? Por haberle pegado a ese hombre o por haberme
gritado.
Por las dos cosas — Suspira— No puedo contenerme.
¡Tienes qué contenerte! — Exclamo regañándolo— No voy a permitir otra
más, es una advertencia. No soy la Dulce sumisa de antes y no vas a venir a
prohibirme cosas a estas alturas. Estamos grandecitos para esto.
Dulce… — Toma mi cintura desesperado— Estoy muriéndome… — Se
quiebra— No puedo permitir que ese malnacido te toque. Y eres tan… rebelde
que no puedo controlarte.
No necesitas controlarme — Me zafo— Estamos intentando volver a una
relación normal, debes confiar en mí.
Confío en ti pero no en ese hijo de puta. — Sus ojos destellan fuego—
Lo odio tanto… podría apuñalarlo ahora mismo si quiero, pero debo protegerte.
El chino estará quieto por ahora, pero sé que buscará la forma de retenerme.
El gobierno lo quiere también y sé que su única arma clave eres tú, ¿Lo ves?
Tú estás metida en este círculo. No tienes escapatoria.

—Les daré lo que quieren, conseguiré los documentos que me pidieron y


haré lo que sea para tenerlos.
—¿Y si te matan? No confío en André ni en nadie. Por favor, cielo…
Tienes un vuelo abierto a Nueva York, necesito que estés allá lo más pronto
posible.
No huiré como una cobarde — Contesto con furia— ¿Por qué yo no
puedo hacer nada? Macarena también era una madre para mí.
Maldita sea, Dulce… — Dice entre dientes.
El gobierno es muy poderoso, inclusive más que Brando y sus amigos,
¿Crees que nos dejarían en paz? No entiendo por qué te haces más problemas
en tu cabeza. Conseguiremos la cabeza de Brando y luego se acabará todo.
Ahoga un grito y poco a poco voy viéndolo impasible.
Hay algo más… — Continúo asombrada— ¿Cierto? Hay algo que no me
has dicho.
No. Solo deseo protegerte, bonita… — Me abraza fuerte y no puedo
resistirlo. Exhalo profundo y cierro mis ojos perdiéndome en sus brazos. Su
desesperación ha sido tan agrietante que puedo sentir sus latidos acelerados.
Tal vez podría entenderte si confiaras más en mí. — Agrego.
Confío en ti… — Se separa poniendo un mechón de mi cabello tras mi
oreja— Pero no en toda la mierda que nos rodea. Por favor, no hagas nada
estúpido. No des un movimiento sin antes decírmelo, ¿Lo prometes?
No respondo, entonces vuelve a desesperarse y accedo.
Lo prometo. ¿Contento? Ahora sepárate de mí que empiezo a sentir que
me ahogas. — Digo con un sinsabor extraño. Llegamos al auto y maneja más
calmado.
¿A dónde me llevas? — Pregunto viendo que sale por otro camino.
A comprar ropa. Tienes un vestido formal encima, sospechará si no luces
distinta. — Toma una tarjeta y me la da— Úsala.
Contengo el aliento cuando lo veo. Mi lado más humano sale a flote y solo
pienso en chanel, Dior, entre otras de mis marcas favoritas. Nunca me he
preguntado si tiene mucho dinero o no, pero ahora lo pienso…
Gasta lo que quieras — Repite— Sé que te gusta. — Sonríe a medias—
Antes no pude darte una vida en excesos y ahora quiero hacerlo.
Soy independiente, por si lo has olvidado. — Digo haciéndome la
victima— Pero si insistes… — Sonrio— Nos vemos.
Camino firme y segura mientras voy por el mall más privado de México.
Como era de esperarse no me quita la vista, y en realidad eso no me molesta
ahora.
Un par de horas solo bastaron para terminar de arreglar esta gran farsa.
Ya con ropa más suelta y un par de zapatos a medida regreso al hotel en un
taxi. Cuando entro miro a las recepcionistas que solo se fijan en mi ropa. ¡Sí,
estúpidas! ¡Esto es algo que probablemente jamás podrán comprar en sus
vidas! Un toque de amargura no viene mal para ellas.
Señorita Dulce, el Sr. Hilton me pidió que cuando la viera le avisara que
necesita conversar con usted. Está en su oficina.
Gracias.
Siento náuseas de inmediato. Aprieto mi mandíbula y camino por el largo
pasillo que luego dará acceso a las oficinas. Mi mente se ha preparado para
este momento en el camino: Frialdad, frialdad, frialdad. Me detengo en la puerta
y pronto abro.
Cariño… — Me mira serio— ¿Dónde has estado?
Abro mis ojos y siento que no puedo sostenerme. Se acerca a mí de
inmediato y veo cómo sus labios se dirigen a mi rostro. No, no, no… giro mi
mentón, contengo energia y me besa en el cachete reaccionando de una forma
sorpresiva.

¿Qué te pasa? — Masculla.


Hola. — Solo digo. Sus ojos me producen ganas de matarlo. Solo pienso
en aquellas imágenes… Macarena, sangre, tortura y tengo ganas de dispararle.
Podría hacerlo, pero me hielo cuando sostiene mi brazo.
Maldito seas, mil veces maldito.
Mi corazón se estrella contra mi piel y siento que no voy a poder
contenerme por mucho tiempo más. ¡Mierda! Necesito encontrar una forma
para olvidar lo sucedido, necesito hallar esos documentos y hundirlo.
Estás seria, cariño… ¿Qué sucede?
Nada. — Contesto con frases cortas— ¿Cómo estuvo tu viaje? — Me
separo de su agarre e intento no mirarlo a los ojos. Mi cuerpo tiembla cuando
lo hago.
Un poco estresante, pero he solucionado muchas cosas. Debemos
planear la boda, ¿Por qué no traes el anillo?
Abro los ojos como platos sintiendo furia y nervios.
Es muy caro como para tenerlo encima.
Tienes razón. — Contesta— ¿Hay algo que quieras decirme?
Su voz rebota contra mi pecho, levanto la cara con valor y respondo:
No.
¿Segura? — Me examina con paciencia.
Sí.
¡Qué demonios te pasa! ¿Estás enojada porque me fui? ¿Es eso? — Se
engríe de forma asquerosa contra mi cuerpo. Toma mis brazos y me obliga a
rozar sus labios.
Sí, estoy enojada. No quiero besarte — Pongo mis manos en su pecho y
arqueo mi rostro hacia atrás— Me dejaste mucho tiempo sola, odio esto. —
Invento excusas.
Estás aquí para complacerme y no para enojarte. — De un tirón jala mi
cabello hacia él y empiezo a sentir sus labios sobre los mios forzando un beso.
Abro los ojos en pánico y veo como su asqueroso rostro gira para domarme.
Mi corazón traga ansiedad, ¿Cómo podré soportarlo por más tiempo?
Cierro mis dientes y siento que empuja hacia dentro con su lengua. Ni si quiera
saber besar bien… Jadeo perdida intentando recordar a Christopher. Él me
trata distinto. En su propia brusquedad es distinto. Brando en cambio es
violento. Me trata como si realmente fuera su puta, como si estuviera ahí para
cumplir sus deseos.
Qué he estado haciendo… ¿Cómo he podido llegar a mecanizarme con
este hombre? Soportando su ira, sus malos tratos, su forma violenta de tocar
mi rostro y mis labios. No soportaría un minuto más así… entonces lo empujo
de golpe.
¡Qué te pasa! — Se exalta y lo miro como si fuera un maldito violador de
labios. Mi constante pensamiento es su rostro torturando a Macarena, lo veo,
imagino y tengo ganas de escupirle en la cara pero logro contenerme.
—No me gusta tu trato. —Lo reto.
—Pues tienes que acostumbrarte porque estás aquí para hacer lo que
quiera. —Se pega a mi de nuevo— Tengo muchos problemas ahora como para
andar preocupándome por ti, no quiero volver a enfrentarme contigo por esto
¿Lo entiendes?
Bien. — Susurro fría.
Mañana tenemos una cena con amigos empresarios, vístete bien y luce
amable.
¿Mañana? Mi corazón se tensa, es el cumpleaños de Christopher.
No puedo. — Digo. Enseguida voltea asombrado.
¿Qué? — Pregunta como si no pudiera creerlo. Siempre le he seguido el
juego en este tipo de cosas, pero ahora no estoy dispuesta a complacerlo.

Tengo cosas que hacer y no tengo ganas. — Soy firme — Quedé en


reunirme con Liliana para ver el tema de París. Está en México solo hasta
mañana.
Reúnete con ella hoy. — Espeta serio— Quiero tenerte a mi lado
mañana, iba a presentarte como mi prometida.
Río fuerte.
Pero si todos me conocen como tu puta, ¿Por qué tanto interés?
Porque nos casaremos, ¿Eso te parece poco?
Él sigue discutiendo y yo sigo pasando cada obstáculo que me pone.
Estoy tensa, cansada, indignada por su forma de tratarme y referirse a mí.
Hasta ahora no puedo creer cómo lo permití todos estos años… Y la respuesta
siempre será Christopher.
Desde que se presentó en la reunión aquel día yo no he vuelto a ser la
misma, y francamente lo agradezco.
No iré, punto. Estoy en mis días, ¿Eso querías saber? Cuando pasa me
veo gorda, me lleno de granos y estoy de pésimo humor, además ya te dije que
me veré con Liliana mañana. Sabes que es la única “amiga” que tengo.
Eleva una ceja y me doy cuenta que sigue sin creerme, así que tenso mis
manos para empezar mi táctica final…
Dios.
Contengo la respiración y me quedo viendo a un punto fijo para que mis
ojos lagrimeen un poco. Enseguida doy un paso atrás y bajo mi mirada.
—Estoy tan harta de todo… —Digo con voz débil— El estrés del incendio,
mis contratiempos, la estúpida de Gabriela que se me pone al brinco, el idiota
de Christopher que me contradice en todo… —Jadeo— Necesito tiempo,
necesito espacio, necesito unas buenas vacaciones. Yo… ya no sé qué quiero
o no… —Llevo una mano a mi pecho— Casarnos ahora ya no es mi prioridad,
yo…
Dulce. — Masculla entre dientes— No vamos a cancelar el matrimonio.
Yo necesito una mujer. — Parpadea con cierta sombra de miedo en sus ojos
¡Lo sabía! Me necesita de alguna forma tóxica. Soy joven, hermosa, con
clase… y sobretodo domino su interior, sus debilidades, sus miedos. Sé más
de lo que le ha contado a alguna amante, es un punto a mi favor y voy a usarlo.
Me presionas demasiado… — Susurro tocándole el hombro con asco—
Dame mi espacio, no me impongas las cosas y trátame como tu prometida, no
como una puta más de tu lista.
Examina mis ojos y puedo ver que su actitud cambia conmigo ¡Bingo!
Está bien. — Asiente— Tómate el día mañana, iré solo a la convención.
Gracias cariño. — Me asqueo por dentro— Te cuento todo lo que
hablemos con Liliana.
Sí, necesito el proyecto de Paris listo. Además de ser una mujer
manipuladora… eres una buena marketera.
Si no manipulas no gobiernas el mundo — Le sonrío. Sé que sabe lo que
hago. Sabe que lo utilizo pero lo permite porque de alguna forma me quiere.
Claro que sí, preciosa. — Toca mi mentón y me levanta la cara— Es por
eso que te elegí como esposa. Eres fría, dura, cruel… y debes ser muy ardiente
en la cama. No tienes límites, serás mi compañera perfecta.
Ríe y finjo reír con él. Es mi momento.
Claro que sí, cariño… Nos haremos multimillonarios y tú me darás la
presidencia que anhelo.
Por supuesto. — Sonríe— Estamos a muy poco. Ensueña será nuestra
gran meta.
El proyecto avanza muy bien, el gobierno ha accedido a todos nuestros
pedidos.

Todo se puede con dinero, cariño. Gerardo ha sido muy inteligente.


¿Quién es Gerardo? — Pregunto ansiosa.
Un gran hombre que trabaja para el estado. — Ríe— Te enseñaré poco
a poco todo.
Mis manos se tensan.
Pero si seré tu esposa… deberías compartirme información — Acomodo
su camisa— Quiero saberlo todo.
Tiempo al tiempo, cariño. He cerrado buenos negocios. — Murmulla—
Yin estará enterrado en menos tiempo del que pensé. Pusimos drogas en sus
tiendas, hoteles, almacenes… en un par de días todo estallará. — Alza su
risa— El chino es un perfecto idiota.
Mi boca se seca.
¿Qué? Pero… ¿Cómo?
¿Recuerdas que te conté sobre las drogas en china? Pues… están listas.
Serán distruídas luego de que la bomba haya estallado. Ese será el último
respiro de Yin.
Eres… increíble. — Lo alabo— ¿Qué más hiciste? — Mi tensión es obvia
¡Mierda! Eleva sus cejas y me calmo— Digo… soy la aprendiz.
Abrí 10 burdeles nuevos en China. — Su voz es firme y yo me siento
extraña… Sabía que lo hacía, y antes no me interesaba, pero ahora después
de lo de Macarena me he empezado a sentir más vulnerable.
Oh…
Una voz familiar nos interrumpe y entra sin avisar, es Rita. La miro
sorprendida sintiendo aún ganas de ahorcarla, ella camina tímida hacia
nosotros y le brinda unos papeles a Brando.
¿Qué hace esta zorra con lentes aquí? — Mi furia es evidente.
No tenías derecho a despedirla. — Espeta— Déjanos solos Rita.
Tenso mi mandíbula cuando se va y exploto contra Brando. Discutimos
de nuevo y pronto descubro que esto va más allá que un simple capricho. Abro
los ojos de golpe y me voy evitando su mirada. ¡Lo odio! ¡Maldita sea, lo odio!
Mi alma se quema en el maldito infierno cuando la recuerdo mirando a
Christopher de esa manera.
Dios. Yo reclamándole sus celos enfermos y ahora siento lo mismo.
Camino inquieta por los pasillos del Hilton México hacia mi recámara.
Nada me quita de la cabeza que algo raro está pasando en este caso… ¿Pero
qué? Cierro la puerta con fuerza y caigo rendida en mi cama.
Rita, ahora es ella.
¿Por qué la protege tanto? ¿Por qué su insistencia en que se quede a mi
lado? Abro mis ojos, pestañeo, no puede ser una simple espia… ¡Mierda! —
Llevo mis manos a la boca y vienen a mí los recuerdos.
Lo sabe, ella lo sabe.
Con pánico intento llamar a Christopher de inmediato. Mis manos
tiemblan, mi voz no es firme, y solo deseo que esto sea una pesadilla. Siento
mi cara pálida, fría, cansada… No soporto haber tenido que besar a Brando,
que esa estúpida haya regresado y peor aún que sepa lo nuestro.
Contesta, maldita sea.
Pero no lo hace. Tiro el móvil y me levanto para no ahogarme.
No, no, no… —Cierro mis ojos— No puedo haber sido tan tonta. ¿Cómo
iba a sospechar de esa idiota? Mi corazón no lo soporta, siento que voy a
colapsar. Entonces veo un número privado llamando de vuelta, mi angustia se
va y contesto.
¿Hola?
Bonita… — Su voz es el remedio para todas mis enfermedades.
Chris… — Jadeo al teléfono sintiendo malditas ganas de abrazarlo—
Tengo muchas cosas que decirte.

¿Qué te hizo ese hijo de puta? — Pregunta enojándose— Sé que


estuviste en su oficina y saliste indignada.
¿Me estás espiando? — Digo alerta.
No, cielo… — Suaviza su voz— Solo estoy siguiendo tus pasos. No te
dejaría de ninguna manera.
Christopher… — Entono con voz tensa— No quiero pelear, hay algo que
debes saber. Rita, esa zorra sabe todo.
¿Qué?
Lo sé, sabe todo. Brando la volvió a contratar, está obsesionado con que
ella trabaje conmigo. Christopher… ¿Y si sabe todo? Hace un tiempo, cuando
apareciste en mi vida de nuevo, la mandé a buscar a Vargas, mi abogado.
Nunca le conté nada pero ella pudo haber hablado con él. Dios… Christopher…
Tranquila. — Su voz es neutral— Voy a encargarme de ello. Enviame los
datos de Vargas, no te preocupes por nada.
¿Estás seguro? — Jadeo.
Segurísimo. — Suspira— ¿Tú como estás?
Me quedo en silencio.
Bien. — Digo por inercia.
¿Te besó? — Siento su voz apretada al teléfono, cierro mis ojos y llevo
una mano en la cabeza sin saber qué hacer. Si se lo digo va a volverse un
animal de nuevo.
Christopher, no puedo creer que me estés preguntando esto…
¿Te besó? — Vuelve a preguntar.
Suspiro.
Sí.
Nadie dice nada después. Pasan algunos minutos y sé que sigue en la
línea porque puedo escuchar su respiración.
Es un energúmeno cuando se trata de Brando.
Juro que lo mataré — Dice por fin— Voy a vengarme por lo de mi madre,
y por haber forzado a mi mujer.
¿Forzado?
¿Cómo sabes que me forzó?
Puedo suponerlo. — Agrega— Iré a tu recámara para quitarte su aliento
con el mio.
No, Christopher. Puede ser peligroso ahora. Siento que estoy vigilada…
Por favor, no te arriesgues.
Te extraño.
Su voz retumba desde la punta de mis cabellos hasta mis pies. Su voz es
magia para mí. Hace que vuele con solo escucharla y es tan clara que en un
segundo ha logrado tranquilizarme. Me siento en mi cama intentando no pensar
en nada más que en él.
Quizá nos vemos pronto… — Hago una pausa— Algún dia.
¿Algún día? — Pregunta tenso— Quiero verte mañana.
¿Qué hay de especial mañana? — Muerdo mis labios— Es un día
cualquiera.
Ríe y su risa es perfecta.
Bien Dulce, juguemos. — Añade.
—Yo no estoy jugando, patancito — Suspiro— De hecho mañana es un
día complicado para mí, tengo que hacer muchas cosas y…
Te estaré esperando en mi departamento, bonita. Sabes cómo llegar. —
Susurra sin rodeos y no puedo evitar sonreir como idiota.
¿Y si no llego?
Voy a buscarte. Tú eres mi mejor regalo, nunca lo olvides.
Hago silencio de nuevo, quizá porque escuchar este tipo de cosas aún
me afectan de una manera extraña.
Tengo que colgar y hablar contigo de algo más importante.
Mañana. —Insiste.
Algún dia —Contesto.
Descansa… Sueña conmigo, Julieta. — Murmura suave y lento.
Hasta algún día, Romeo…
Cuelgo.
Le he colgado por nervios.
¿Qué carajos me pasa? No lo sé, ni si quiera hay una explicación lógica,
solo sé que lo siento. Siento la maldita tensión por dentro cuando me toca,
cuando me besa, cuando susurra cosas en mi oído.
Mañana será un gran día, patancito. No imaginas lo que tengo para ti. No
lo imaginas.
Nunca antes había tenido una noche tan desesperante como la de ayer,
pero no importa. Hoy es un día nuevo. Un nuevo despertar. Un nuevo
comienzo.
Con suavidad peino mi pelo y me amarro una cola. Estoy casi lista para
ejecutar mi plan maestro y estoy segura que le encantará, por lo que aún siento
presión en el pecho. Mientras termino de cambiarme veo una llamada perdida
de Brando. No pienso contestarle, es un maldito acosador. Pego mis labios y
tomo mi cartera para enrumbarme hacia el mi tienda favorita, pero cuando
intento salir me encuentro con la mirada fija de Brando.
¿Qué sucede? — Pregunto cansada.
¿Tan temprano te verás con Liliana? — Masculla contra mí
Iba de compras ahora. — Lo miro seria.
¿De compras? — Finge sonreír, pero sé que tiene algo más.
Sí, ¿Algún problema? ¿Ahora me querrás acompañar? — Estoy
temblando como una maldita marica, pero finjo perfectamente tener seguridad.
No cariño, solo quería… desayunar contigo. Es tu prioridad. Liliana puede
esperar.
Accedo fastidiada y paso las horas más tensas de mi vida. Juego con la
comida mientras habla de trabajo, realmente no quiero nada con ese hombre
solo deseo volar hacia el puto Centro comercial. Son las 11 de la mañana y él
no me ha llamado… ¿Acaso piensa que no me he acordado de su cumpleaños?
Mi mente divaga, está en otro lado, y cuando Brando por fin me suelta corro
hacia un taxi para ejecutar mis planes.
Vengo por mi pedido — Sonrío y una jovencita me da una bolsa—
Gracias. — Respondo.
Tomo una caja de cartón y una bolsa de papel como puedo. Jadeo al
sentir que se acerca la hora, ¿Le gustará la sorpresa?, por un momento pienso
en que no debería hacer tantas cosas por él pero nadie puede quitarme las
ganas de la cabeza.
Lo deseo. Lo deseo con todas mis fuerzas y él dijo que yo era su mayor
regalo.
—¿La señorita Evans? —Me detengo cuando escucho mi apellido.
Sí. — Respondo viendo al hombre que se ha puesto delante de mis ojos.
—Tiene que acompañarnos.
32. Dulce Pastel
Dulce

“Debe ser pecado tenerte tantas ganas”

Parpadeo mientras los hombres me sonríen, aún no pudiendo creer que


esto esté sucediéndome de nuevo. Trago saliva, inspiro fuerte y solo me dedico
a mirarlos con furia asesina. Si son matones gritaré tan fuerte que no podrán
hacerme nada.
—Qué quieren. —Ladro.
—Señorita Evans, solo deseamos que suba a nuestro auto. —El hombre
es alto, formal y muy serio.
—No es Evans. —Le dice el otro hombre— Acuérdate. —Murmura.
—No iré a ningún lado con ustedes. —Soy firme, pero cuando intento
avanzar bloquean mi paso.
—Señora… por favor, es una orden.
—De quien.
—Del Sr. Miller.
Sonríe y se siento que se ilumina mi pecho, pero pronto algo me detiene…
¿Christopher los mandó? ¿Cómo puedo creerles? ¿Y si es una trampa? Mi
corazón se acelera y doy pasos hacia atrás.
—Por favor, señora Miller… No nos obligue a llevarla por la fuerza.
Ustedes no van a tocarme.
Señora… — Murmura el mismo hombre.
Tenemos algo para usted. — El hombre más apacible me da una pequeña
nota.
Si estás leyendo esto es porque haces lo correcto, bonita. Confiar en
extraños no es bueno. Me siento sumamente ofendido porque no has venido a
verme, entonces dije… ¿Qué puedo regalarme a mí mismo hoy? Y tú
apareciste en mis sueños. Te necesito, amarga. Hoy es ese algún día que
quiero a mi lado. Tu Romeo.
Sonrío de inmediato pensando en lo tonto que es, ¿Realmente pensó que
no iba a ir? Muerdo mis labios y me vuelvo seria cuando mis ojos entornan con
los hombres de negro. Ellos asienten y por fin accedo a acompañarlos.
Por favor, haga como si se fuera al baño. Luego baje la escalera hasta el
estacionamiento y espere nuestras indicaciones.
Hago exactamente lo que dicen y pronto los pierdo de vista, ¿Qué está
sucediendo? Mascullo entre dientes que son unos hijos de puta ¡Me dejaron
sola! A los dos minutos aparece uno de ellos vestido de forma civil y sin querer
me jala el brazo para girarme y meterme en un auto negro.
¿Qué pasa? — Pregunto ansiosa.
Es por seguridad, señora. Hacemos este tipo de cosas para evitar
sospechas. No se preocupe.
Hablaré ahora con el Sr. Miller para decirle que su esposa está con
nosotros. — Habla el otro hombre.
¿Le informan todo, cierto? — Rodeo los ojos— Por favor, no le digan que
tengo algunas sorpresas para él.
No podemos, señora. Informamos al detalle lo que hace.
Así que ustedes son los chismosos… — Tenso mi mandíbula— Por
favor, no lo hagan. Es una sorpresa. — Insisto.
Está bien, señora. — Espeta el más serio y no decimos más. Escucho la
voz sublime de mi patancito a todo volumen por teléfono.
¿Tienen a mi mujer? — Pregunta orgulloso y sonrio mordiendome los
labios.
Sí señor, estamos a punto de llegar.
¿Se aseguraron que no los siguieran? —Carraspea su garganta.
Todo en orden. — Responde el mismo hombre y cuelga.
Cuando estoy por fin en su ascensor marco la clave que un día me dio y
por fin llego a su departamento. La luz ilumina con perfección el centro de la
sala, tomo mis cosas y las dejo en la mesa para luego asomarme por la
ventana. Este lugar es precioso… y la vista casi mágica.
Buenas tardes, señora Miller. — Aparece sonriendo con una copa de vino
en sus manos. Trae la camisa entre abierta y unos pantalones caídos hasta su
cadera.
Joder.
Feliz cumpleaños. — Sonrío y asiente con gusto.
Gracias, salud por eso. — Bebe vino— ¿Quieres?
Me encantaría. — Respondo sonriente.
Enseguida toma una copa y me sirve un poco.
Que lo disfrutes. — Suspira— ¿Quieres música? —Pregunta con
tranquilidad, entonces me altero ¡No quiero música, quiero tu maldito cuerpo!
Suelto una risita y enseguida suena una bella melodía.. Gloria Estefan – Con
los años que me quedan.
¿Estamos románticos? — Pregunto burlándome.
Algo así no nos vendría mal ahora. — Ríe.
Salud por tu cumpleaños, estimado patancito. — Sonrío chocando la copa
y bebiendo un poco de vino.
Baila conmigo. — Me jala de la cintura y bailamos con las copas en la
mano, bebiendo de vez en cuando, sin quitarnos la vista. Cuando acabamos el
vino, deja las copas a un costado y pone sus brazos fuertes alrededor de mi
cintura para luego balancearnos al ritmo suave de la música— Estoy un poco
molesto, ¿Tengo que traerte hasta aquí el día de mi cumpleaños?
Tuve que desayunar con Brando — Arrugo la cara— Pero pasaré todo el
día contigo. Le dije al viejo que estaré con Liliana, una compañera de trabajo
que vive en París.
Buen tiro, bonita. Eres mi regalo favorito, ya lo sabes.
Sonrío y llevo mis brazos a su cuello para luego pegar mi nariz en su
pecho. Um… huele tan bien. Su piel es cálida y caliente ante mi toque, deseo
tocarlo más de la cuenta pero hoy es su día y voy a complacerlo, así que
mantendré mis deseos al margen.
¿Me compraste un regalo? — Pregunta curioso cuando ve la caja de
cartón y las bolsas.
Algo así, pero no hablemos de eso — Giro su rostro hacia mí— Dime
qué has hecho, ¿Ha sido fácil sobrevivir sin mí? — Pregunto divertida.
Mmm…. — Cierra un ojo— No. Ha sido horrible. ¿Y tú?
Bueno, he descansado de tus cursilerías.
Te gustan mis cursilerías, mentirosa. — Bromea.
No me gustan pero como no quiero herirte solo me dejo llevar. — Muerdo
mi labio divertida.
No hagas eso, bonita… No podré contenerme. —Advierte
Bien, bien. — Lo miro y sonreímos casi a la vez.
Demostraré… cuánto te quiero. — Canta suavemente en mi oreja y cierro
los ojos para disfrutar el momento. Su voz es tan suave, ronca, amena… Me
produce una especie de choque eléctrico y a la vez calma mis tensiones. Por
Dios, no lo escuché cantar por años… Tiene la voz más hermosa del mundo.
Así seguimos hasta que la canción se acaba, entonces me da un giro y
me aparta de su lado.
¿Te he dicho que te ves hermosa? — Me coquetea— Esa falta me
encanta.

Gracias, lo sé. — No le quito la mirada— ¿Es linda no? ¿Y mi blusa? La


escogí para mi marido.
Me alocas, Dulce.
Hoy es tu cumpleaños así que digamos que… haré lo que pidas.
¿Todo lo que pida? — Me mira divertido.
Todo. — Contesto— Hoy seré un poco más flexible y buena persona
contigo.
Uy… eso es raro. Me tratas como si fuera cualquiera.
Mentira. — Levanto un dedo— No seas difamador.
Así lo siento. Nunca me conscientes. — Agrega manipulándome.
¿Qué quieres entonces? — Cruzo mis brazos.
Que seas más cariñosa. — Sonríe— Y que me digas lo que sientes.
Soy cariñosa y te digo lo que siento. — Insisto terca.
Um… no lo creo. Quiero más.
Ruedo los ojos.
Bien, haré lo que pides solo por hoy hasta las 12 de la noche — Vuelvo a
abrazarlo— Luego volverás a ser cenicienta, ¿De acuerdo?
¿No vale dejar el zapato de cristal por un chance? — Ríe.
Nop, no hay chances. — Termino de reír sobre sus labios para capturarlos
de un solo tirón. Lo succiono como jamás he deseado hacerlo con nadie y su
aliento me produce querer tenerlo en la cama ahora mismo. Jadeo, vuelvo a
cambiar de posición y siento su lengua explorar el laberinto de mi boca en dos
segundos. Es suave, caliente, amena— ¿Ya comiste? — Me despego con
rapidez para poder respirar.
Pedí sushi, pero estaría feliz si mi mujer me hace algo rico…
Christopher — Me río alto— Sabes que soy muy mala en la cocina,
quemo todo.
Lo comería igual — Levanta sus hombros un poco más serio— Pero no
voy a obligarte.
Manipulador — Contesto tensa, realmente odio la cocina— Puede ser
después del sushi.
¿Me vas a enseñar lo que traes en esas bolsas? — Insiste.
No comas ansias, travieso.
Pasamos un par de horas conversando, recordando, riendo de todo. Él
empieza a hablar de sus proyectos y solo me dedico a escucharlo. No entiendo
ni mierda de sus planos, sus ideas, los puentes que ha construído pero no
importa. Lo único que quiero es verlo así… apasionado. Sonríe de vez en
cuando y me doy cuenta que sigue teniendo ese pequeño lunar en su
mandíbula. Es un hombre guapo, ardiente, interesante… con solo reír cambia
mi manera de ver la vida.
¿Lo dije? —Tenso mi cuerpo— Dios… ¿Lo dije? —Me aterro y pronto
descubro que solo fueron mis pensamientos. Moriría si realmente lo dijera
porque aún me cuido demasiado. No es bueno andar diciéndole a la gente este
tipo de cosas y, para ser sincera, necesito más tiempo. Él ha cambiado. Ahora
sabe disparar un arma y matar a sangre fría. No lo conozco como pensé, pero
eso lo hace más interesante. Es… como empezar de nuevo.
Son las 7 de la noche y el cielo se ha nublado. Las luces que pueden
verse a través de la ventana me indican que es un día loco, donde haré
posiblemente más cosas de las que me gusta hacer, así que me preparo. Me
excuso diciendo que voy al baño mientras lo veo comiendo palomitas en la sala,
es un maldito y follable cerdo. Aún no puedo entender cómo puede comer de
forma, pero lo olvido mientras entro en su habitación para cerrar la puerta con
llave.
Sonrío. Espolvoreo mi colonia por el aire, en la cama, en su almohada y
por último en mi cuerpo. Entro al baño para quitarme la ropa y ponerme la
crema que tanto le gusta. Suelto una risa, y tomo la bolsa que tanto he cuidado
hasta ahora.
Va a morirse.
Han pasado largos minutos y siento su voz llamándome.
Bonita, ven aquí… ¿Qué tanto haces? — Pregunta.
Ya voy, idiota. — Respondo. Es normal en mí decirle esas cosas, aunque
él nunca me ha faltado al respeto con insultos. Tomo mi bata y abro la puerta
muy despacio para luego caminar en puntillas hacia la cocina.
Es ahora.
Las luces de todo el departamento se apagan de golpe, entonces escucho
un gemido. Corro hacia su cuarto y lo veo reflejado por la luz de la luna
sosteniendo su arma asustado.
¡Dulce! — Grita desesperado— ¡Dulce! — Su voz es casi un tormento.
Ven aquí cielo… — Digo de la manera más sexual posible. Él se queda
inmóvil, lo sé… puedo verlo en sombras y luego baja el arma. Camina despacio,
quizá aún dudando, y cuando entra en su recámara ve lo que hice para él.
Sonrío de nuevo.
Dulce… — Su boca se abre asombrado, dejo caer mi bata y tomo su
pastel de fresas favorito entre mis manos.
Feliz cumpleaños. — Digo.
Chris
Mi boca se seca cuando la veo de esa forma… ¡Mierda! No puedo
contener la emoción ni la erección que se forma entre mis pantalones.
Asombrado doy dos pasos más y me sigue mirando como si quisiera
comerme… ¡Mierda! ¡No puedo dejar de maldecirla! ¡Es una puta y comestible
bruja! No sé si reír, agradecer, llorar.. o solo correr a follarla pero me encanta,
juro que me encanta.
Con suavidad se acerca hacia mí moviendo sus caderas y me siento
nervioso. Estoy en shock… Lleva una lencería muy atrevida de encaje. Una
especie de brassiere que solo protege sus pezones de la vista combinado con
una ropa interior de la misma forma y con tirantes.
¿Te gusta? — Suena muy sexual, joder… voy a cogerla ahora si sigue
haciéndolo.
Mucho. — Digo tenso, me siento duro… y duele.
¿Qué te gusta más, cielo? — Susurra— ¿Qué esté así… o así? — Da
un giro y puedo notar que la liga de la braga solo entra en medio de su trasero,
lo que me hace ver toda su extensión.
Dulce… — Me contengo— maldita sea, voy a follarte ahora.
Con paciencia, corazón… que este regalazo se come despacio. — Me
dice presumiendo, entonces río— Primero sopla las velitas.
Toma un encendedor y prende poco a poco las velitas del pastel para
luego cantarme feliz cumpleaños. Su voz es dulce… y parpadeo sonriente
mientras termina. Me acerco a ella, sus senos dan a la misma altura del pastel,
sinceramente ya no sé qué comer…
Eh… no. — Retrocede leyendo mis pensamientos— Pastel.
La complazco dando una pequeña mordida y me quedo a gusto con el
sabor. Tomo la fresa y la mastico lentamente haciendo que sus ojos evoquen
deseo. Lo sé, le gusta tanto como a mí. Pasamos noches interminables con las
fresas… Esto simplemente es maravilloso.
¿Sabes qué es lo que más me gusta de esto? — Le enseño mi fresa
mordida— Que puedo lamerla así — Saco mi lengua— y succionarla así —
Lo hago riendo, ella se tensa.

Hoy no vas a lamer nada — Ríe.


Bien.
Deja el pastel en la mesita y me mira con furia arrasadora.
Ven con tu marido, amada mía — Extiendo mis manos y me acerco, pero
luego retrocede.
No quiero.
—¿Qué?
Tendrás que capturarme, señor pistola… — Ríe y me quita el arma sin
avisarme.
Dulce, está cargada… no. —Me tenso.
Calma, calma… — Sonríe— ¿Morirías por amor? —Pregunta.
Por supuesto.
Entonces nos arriesgamos… todo en la vida es un riesgo, patancito. —
Muerde su labio y me apunta. Abro los ojos como platos, ¿Realmente está
haciéndolo? Mierda, si se le va un tiro podría morir en un segundo. Trago saliva.
Lejos de disfrutarlo ahora me está torturando. — Hacia la pared. — Amenaza
sonriendo.
Dulce…
Hacia la pared, dije. — Se vuelve seria— Levanta las manos.
Bien. — Levanto las manos hacia arriba.
Muy bien, patancito.
Entonces se acerca peligrosamente. Estoy a centímetros de su cuerpo.
Ella es perfectamente hermosa. Sacude sus pestañas y me sonríe para darme
confianza, pero entro en pánico. Pasa la pistola por mi nariz y la detiene en mi
boca. Muerde su labio, joder. Baja el arma hacia abajo, la deja en mi pecho
mientras desabotona mi camisa. Un escalofrío corre por mis venas. Ahora
desabrocha mi pantalón y lo deja caer. Con el arma toca el bulto en mis boxers
y me siento extraño, asustado, excitado y a la vez sorprendido. Es tan
traviesa… sabe lo que me gusta, esto me gusta. Mi chica fuerte, mi chica
espontánea. Mi esposa, mi amante, mi zorra, mi mujer.
¿Y si disparo? ¡Poom! — Se burla— Me perjudico, así que no. — Ríe
entretenida.
Basta, Dulce.
Silencio. Me gusta verte asi… rendido ante mí.
Dulce…
Dime qué quieres Christopher, te daría lo que sea hasta la media noche.
Ahora estás a mi merced.
Quiero… que saques esa arma y la dejes en ese cajón.
¿Seguro?
Dulce, puedes disparar sin querer. Por favor.
¿Tan poca fe me tienes? — Sonríe
Dulce… — Suspiro— Quiero disfrutarlo.
Yo también quiero disfrutarlo… — Sostiene su risa y explota sin medida.
Hace un círculo en mi miembro y tira la pistola al suelo— ¿Contento?
Mucho. — Trago saliva.
—Ahora dime, amor. ¿Qué quieres? —Sostiene sus lindos ojos en mi y
sonrió de nuevo. Sé que sabe la respuesta.
—A ti. Comerte hasta saciarme. —Mojo mis labios.
—Tus deseos son órdenes, Romeo.
Por fin se para delante de mi sin querer zafarse y pronto sostiene sus
dedos en mis cachetes para luego dar besos en mi rostro, labios, mandíbula y
por último el cuello. Jadeo al sentir su boca contra mi piel. Me tenso cuando su
cuerpo roza el mío. Sus senos envueltos en ese encaje me vuelven tan loco
que con el mínimo roce me incendio.

—Um…. —Susurra besando con su lengua mi zona más erógena. La


rigidez invade mi ser y pronto me arrincona mientras muerde con sus dientes
cuello. —Me gusta… ¿Te gusta? —Vuelve a verme con los labios hinchados,
despeinada y sonriendo.
—Si.
—Dime que quieres que haga. —Tuerce sus labios— Hoy seré tu esclava.
Joder, que no quiero que haga.
—Déjame tocarte.
—Lo harás, pero primero yo… Dime donde. —Sus ojos me embrujan y
sonrío. Sé que lo sabe, pero no estoy seguro si va a acceder a ello. Rueda sus
ojos y vuelve a mi piel.
Con sus pequeñas manos recorre mi pecho, pectorales y estómago. Con
su boca da pequeños toques y llega a mis tetillas. Muerde entre sus dientes y
esbozo un suspiro. Con su lengua lo rodea y luego apoya su rostro en mi
corazón. Ahí me aprieta. Me abraza. Y ahora sus manos están en mi espalda.
Las recorre exactamente desde mi cuello hasta mis pompas.
—¿Más? —Me pregunta.
—Si. —Contesto.
Sonríe y sigue casi mordiéndome el cuerpo en forma ascendente hasta
llegar a mi boca. Pega su nariz contra la mía y deja su aliento en mis labios.
Joder, mierda. Me besa… lo hace con calma y luego con furia. Enreda su
lengua caliente contra la mía y gimo en su interior. Sigo duro, muy duro. Podría
besarla asi toda mi maldita vida.
—Quédate quieto. —Dice. Sostengo mi ansiedad y se da vuelta moviendo
extraordinariamente sus pompas.
—Se me cayó… —Pone una falsa excusa y se agacha para recoger algo.
Puedo ver su trasero en toda su amplitud, su maravillosa espalda tiritar hacia
atrás y su liso cabello peinado por sus dedos. Toma el pastel y lo lleva hasta
mi de vuelta. No me interesa comer eso, solo a ella.
—Dulce… —Suplico, deseo tomarla ahora mismo.
—Silencio. —Agrega. Sonrio y lleva una fresa entre sus dientes para
morderla en mis ojos. Come, mastica, traga. Mi mente sucia se desploma y con
picardía toma toda la crema pastelera para esparcirla por su piel.
Mierda, no lo soporto.
Embarra su mano para esparcir sucia y lentamente por su cuello. Sonríe
mientras baja sus dedos por sus senos. Muerde su labio cuando sigue por su
precioso estómago hasta llevar a su centro. Toma más pastel con su mano y
come en mi cara.
—¿Quieres? —Pregunta.
—Todo. Quiero todo. —Respondo ansioso.
Entonces deja lo que sobra en la otra mesa y se acerca a mi para mirarme
fijamente. Con suavidad toma mi rostro y da un pequeño piquito en mis labios.
—Cómeme. Feliz cumpleaños.
Con brutalidad la acerco hacia mi sin poder contenerme mucho tiempo.
La beso de nuevo porque me quedé con las ganas y luego bajo por su cuello
lamiendo el dulce esparcido. Ella se hace hacia atrás, la sostengo con mis
manos. Y con mis dientes arranco las tiras de su encaje para dejarla suelta por
fin para mi.
Sus senos saltan de inmediato. Son duros, erectos, rosados. Meto uno
de ellos en mi boca y lo muerdo. Ella cierra los ojos, se que hace un esfuerzo y
voy a aprovecharlo. Chupo fuerte hacia arriba, jadea, doy un giro con mi lengua
sosteniéndolo entre mis dientes y ahora succiono de nuevo. Um… delicia. Me
atraganto metiéndolo hasta donde sostenga mi boca y palmeo el otro con mi
mano. Me separo, la miro, está soportando el placer…
—Se pondrá celoso. —Afirmo excitado y comienzo mi travesía con el otro
seno. Ella se arquea, la sigo sosteniendo con mis brazos. Muerdo, muerdo, sigo
mordiendo hasta hartarme pero nunca me harto. Jadeo para respirar, Dios….
He querido comerla así desde hace mucho. Meto mi cara entre sus pechos y
luego con mis manos los aprieto hacia adentro.
La huelo…
Huele a diosa
Sigo palmeando como quiero. Juego con mi lengua. Muerdo. Succiono.
Los arrastro, toco, manoseo. Me encantan porque son redondos y amables
hacia mi. Ella muerde su labio, se que es una tortura.
—¿No te cansas?
—Nunca. —Afirmo—Pero solo tengo hasta la media noche, así que voy
a apresurarme.
Con prisa me despido de sus chicas, dando un último beso a cada uno
de sus pezones. Y luego bajo con besos hasta su ombligo.
—Que mas quieres. —Me separa y se aleja.
—Sabes que quiero. —Sonrio— Entre todas las cosas que me gustan.
Bingo. Baja las tiras de sus bragas balanceándolas para los costados
hasta que la veo totalmente desnuda y perfectamente depilada. Es un gran
Diosa… Con brusquedad me pega nuevamente hacia la pared y Susurra en mi
boca
—Tienes razón. Sé todo lo que quieres, así que dejémonos de tonterías
Baja suavemente pegada a mi piel y siento que voy a explotar ahora. Su
cuerpo se desliza haciendo un suave masaje. Sus pechos recorren mis
pectorales, ombligo y pronto se queda parada arrodillándose ante mi.
Sube la vista, me tenso. Ríe y con rapidez baja mi bóxer haciendo que mi
erección choque contra su boca.
Mierda
Lo toma entre sus manos y acaricia toda su extensión de atrás para
adelante, de adelante para atrás. Masajes mi zona más sencillez y yo ya estoy
viendo luces. Cierro los ojos y puedo sentir sus labios adentrarse. Me succiona
de una manera divina y siento que muero. Lo hace primero lento, suave, y
presiento que no logra caber en todo su interior.
—Hmmm… —Gime y eso me produce un ataque al corazón. Me come
sin parar y aumenta su velocidad a medida que va estimulando otras partes de
mi cuerpo.
Abro los ojos por nervios y la miro, ella sonríe mientras sigue haciéndolo
y en un segundo me cruzo con sus ojos.
Por Dios, es perfecta.
Con sus manos ahora enrolla mis piernas y toda mis pompas. Se hunde
en mi cuantas veces quiere sin ningún tipo de respeto. Me arrastra con sus
dientes y no para.
Maldita sea, no para y yo estoy subiendo.
Toma mis manos y me obliga a ir hacia su cabeza. Ella lo aprueba y con
timidez la tomo pero luego me descontrolo. Esto es tan bueno que siento que
voy a morir de un infarto. Choco su boca más profundo y me muevo
hundiéndome más en ella. Jadeo, grito, pronuncio su nombre
Cuando veo que estoy llegando suelto mis manos e intento alejarla pero
no me deja. Se posiciona aún más fuerte y ella misma succiona adentro, afuera.
—Maldita sea, no. Dulce… voy… a
Se hunde fuerte y grito, mi voz sale desde lo más profundo de mi cuerpo,
entonces se separa violentamente y mancho su cuerpo.
La liberación absoluta se apodera de mí y sigo temblando mientras grito
con la cabeza hacia atrás. Oh Dios… esto fue increíble.
Cuando mis latidos vuelven a su normalidad la miro y sonríe. Ya está
levantada y tengo mucha pena… Dios, fue increíble. Solo lo ha hecho 5 veces
en toda nuestra relación, pero nunca había accedido a que me venga en ella.
Odia sentirse dominada, arrodillarse ante mi, tomar mi cuerpo pero lo ha hecho
porque me quiere. Si, se que me quiere.
—Espero lo mismo de tu parte en mi cumpleaños.
—Dulce… te amo. —Jadeo y me pongo serio cuando la veo ponerse la
bata.

—Voy a bañarme.
Me quedo quieto. Quiero follarla pero quizá ha sido mucho para ella. Me
pongo los boxers y camino en forma circular hasta que la veo salir con el cabello
mojado. Ella me sonríe y luego se acerca para darme un piquito.
¿Qué pasó, patancito? — Su cabello moja mi piel pero me encanta.
Nada. Ha sido maravilloso. — Le sonrío.
Qué bueno, mmm… tienes todavía tiempo para seguir pidiendo deseos.
— Ríe risueña.
¿Tú estás bien? Digo… ¿Cómoda?
Me gusta verte sufrir ante mi, solo eso. — Me besa en el cachete y se va
hacia la sala. La sigo de inmediato y pronto prende las luces de nuevo. Al
principio pensé que habían entrado a mi departamento, pero luego me dí cuenta
que era ella y sinceramente me ha encantado la sorpresa.
—Dulce…
¿Si? — Parpadea.
Gracias, cielo… ha sido maravilloso. Sé que no lo harás siempre y que te
ha costado, de verdad lo aprecio.
Ya deja de agradecer, sé que es dificil superarme pero… — Ríe y la jalo
hacia mi.
Ese encaje te quedaba tan bien…
Yo sé, es lindo. — Me besa— ¿Qué quieres hacer ahora?
Muchas cosas… — La miro perverso— ¿Tú?
Lo que tú digas, es tu cumpleaños. — Sonrío.
Oh, Dios… esto es la gloria.
¿Estamos solos cierto? ¿No tienes cámaras escondidas?
Solo en la parte del ascensor y la puerta. Este lugar está diseñado para
mi, Dulce. — Murmuro en su oreja. Puedo oler su pelo, huele a mujer
maravillosa.
Bien. Veamos una película.
Me lleva hacia la sala y se sienta a mi lado. Prendemos la televisión y
sigo viendo Criminal minds sin miedo. Ella hace caras cuando ve escenas
violentas, y yo me pregunto si tiene ganas de hacerlo conmigo. Dios… he
quedado satisfecho pero quiero estar dentro de ella. Desde aquí puedo ver sus
senos erectos por el agua fria traspasando la seda blanca de su bata de baño.
Mira la televisión entretenida, entonces la apago sin decirle una palabra.
¿Qué haces? — Pregunta tensa.
Quiero pasar el tiempo con mi mujer no viendo televisión.
Bueno, entonces conversemos.
Sonríe y me siento un estúpido arrastrado. La miro perfilando con mis ojos
su rostro. Tiene las pestañas largas, los ojos brillando. Su rostro limpio y
rosado. Sus labios dibujados.
¿Qué? — Pregunta como si no pudiera leerme.
Vas a decir que soy un idiota romántico, pero… qué bonita eres. —
Sonrío, tomo su mano y la beso— Mi corazón explota cuando te tengo aquí en
mi vida cotidiana. Te extraño.
Chistopher… — Ríe— Tanta miel me empalaga.
Lo siento. — Levanto una mano— pero al menos déjame admirar tu
hermosura. Desde que te ví en esa playa no he podido dejar de hacerlo.
Ay, patancito…. — Se queja y se levanta para luego sentarse en mis
piernas— Fue hermoso pero ya pasó.
¿Enserio crees que ha pasado? ¿No sigue latiendo algo aquí cuando
recuerdas nuestras estrellas? — Toco su corazón.

Sí, pero…
Pero nada. — La callo— Te amo.
Ella solo me sonríe y busca mi rostro para besarme. Sus labios son
cálidos, su aliento fresco. Muerde mi boca como toda una experta y me
succiona hasta dejarme sin habla. Adoro besarla.
Olvidé decirte algo. — Me separo— El tal “osito” resultó ser un malandrín
con poder, pero ya me encargué de él. Hoy mis hombres lo amenazaron, está
alejado de Kiara. Ah… y no está embarazada.
Su pecho se desinfla.
Esa niña me va a sacar canas verdes, gracias. — Acaricia mi mandíbula.
Kiara solo actúa de forma impulsiva.
¿Cómo están? — Pregunta con temor— Te encargué cuidarlos y veo que
lo has hecho muy bien.
Perfectos, amor. A veces llamo a tu padre y conversamos de todo.
Rueda sus ojos.
Ay si, su hijo favorito… — Sonríe— Si están bien eso me tranquiliza,
aunque no soporte a mi hermanita.
Kiara merece otro tipo de muchachos, me pongo celoso… — Susurro.
Idiota — No puede contener la risa— Es solo Kiara.
Pero es mi cuñada favorita, la única. Vamos a cuidarla.
Mi sonrisa se borra del rostro cuando veo su seriedad. Una sombra pasa
por sus ojos, quizá las ganas frustradas de ser mamá. Ella es fuerte. Aún me
sorprende su capacidad de salir ante los problemas. La admiro…. Palmeo su
mano y no digo nada para no quitarle su espacio, pero sé que sabe que lo
imagino. No debería hablarle de mi idea de adoptar ahora, no sería prudente,
pero ya estoy haciendo algunos trámites.
¿Qué hora es? — Pregunta levantándose— Debo llamar a Lili. — Toma
el teléfono y espera unos segundos, enseguida alguien le contesta. — Lili,
querida… bien, bien. ¿Brando te llamó?
Su nombre produce amargura en mi interior.
Oh… gracias, querida. Te debo una. Un beso. — Cuelga y mantengo mi
mirada dura hacia ella.
Soy un maldito psicópata obsesivo compulsivo contra ese hombre.
Ya no soporto tenerlo cerca, por eso lo evito. Si sigo en ese maldito hotel
es por cuidarla.
No empieces… — Dice como si fuera una bruja.
Esto me desborda.
Tienes que aprender a asimilarlo. Falta poco, es lo que dices. Oh…
mierda — Se lleva una mano a la cabeza— Olvidé contarte. Brando está
apunto de darle un golpe al chino. Le ha metido drogas en sus tierras y hoteles,
pronto llamará a la policía. Dice que será en un par de días. Y también abrió 10
burdeles.
Mi puño se hace fuerte y contengo mi rabia mientras texteo esa
información. Ella me mira con cautela, doy al botón enviar y tiro mi móvil en el
sofá. Respiro profundo. Maldita sea, no lo soporto.
Camino, deambulo de esquina a esquina. De solo recordar lo que han
informado me tenso aún más. Mi mujer besándolo… él oliéndola, respirando su
aroma, acariciando su piel. ¡Me vuelve un enfermo! Soy capaz de matarlo. Lo
mataría sin importarme nada. Mi odio se hace grande, santo cielo… acabo de
tener un momento especial con mi chica y ahora esto.
No me controlo, gruño.
Ella me mira cruzando los brazos ¿Acaso no entiende que me produce
ronchas ese hijo de perra?

Christopher, contrólate.
¡No puedo! — Me desahogo gritando. Soy un volcán en erupción de
nuevo.
Bueno, entonces quédate un rato solo… No quiero pelear, voy a la cocina.
Se va sin decir más y en el fondo me siento triste porque esperaba su
apoyo. Cuando Tatiana estuvo conmigo ella se volvió loca, cuando Rita se
acercó a mí también… ¿Acaso no puede entenderme? Me muero por esa
mujer. Me fascina ser su hombre, su chico, su marido. No estoy dispuesto a
compartirla. Mi capacidad de tolerancia se ha acabado.
Entonces la sigo. Entro en la cocina y la veo cortar fruta con un cuchillo.
Es tan torpe… se nota mucho que no hace eso comunmente. Recuerdo haber
padecido con ella comiendo sus cosas quemadas, pero aún así lo hacía porque
la amaba. ¡Mierda! Deseo disfrutar estas últimas horas con ella, pero mi rabia
aún está.
Tengo ganas de comer… — Dice tranquila— Cada vez hacen más filudos
estos cuchillos, me estresa cortar fruta.
Dulce… — Ahogo un suspiro.
No quiero pelear, ya te lo dije. —Me evade y sigue intentando cortar con
perfección la fruta.
Dulce… — La abrazo por detrás y siento sus músculos rígidos. Hago que
suelte el cuchillo, lo tiro lejos y luego la volteo— Lo siento, estoy ansiosos y
celoso. — Tomo sus dedos y chupo el extra de jugo.
Pero debes controlarte. — Susurra tranquila.
¿Controlarme? ¿tú podrías hacerlo con Tatiana o Rita? — Doy el golpe
maestro y se pone seria.
No me provoques — Dice con sus dedos. Agradezco al cielo por haber
tirado ese cuchillo.
Eso mismo siento, cielo… por favor entiéndeme. No lo soporto cerca de
ti ni en tus labios.
Estoy intentando evitarlo, pero a veces es complicado. — Me dice sincera
y me maldigo por haber aceptado el trato con el jefe.
Aguanta 1 mes, máximo un mes… — Digo seguro— Haré lo que sea
para atraparlo. — Beso su frente— Te lo juro.
Atrapo sus labios en mi boca sin poder dejarla decir basta. Tomo su nuca
con desesperación hacia mí y no la dejo separarse. Ella intenta hacerlo, pero
sigo apretándola contra la tabla de la cocina.
Chri… — Dice resbalándose de mí.
Sh, no… no quiero dejarte. — Me desespero. El solo hecho de pensar en
Brando hace que quiera dejar mi huella en su alma. Bajo mis manos por sus
caderas para pronto llegar a su trasero. Los aprieto, abro sus nalgas y la
impulso hasta subirla en la mesa de cocina. Abro su bata de rudeza dejándola
desnuda de nuevo para mí. Sus senos están listos para mí, me acuesto en su
encima chupándolos de frente. Ella intenta empujarme pero sé que le gusta…
quiere hacerlo tanto como yo.
Estás enojado. — Dice y entre jadeos.
¿Y? Voy a quitarte hasta el mínimo roce que ha dejado ese vejete en ti.
— Me impongo, con mi boca lamo mordiendo su piel y pronto abro sus piernas
de golpe. Me mire confundida y pronto hundo mi cabeza en su centro. Ella se
contrae y arquea. Yo lamo con furia su feminidad haciéndola subir hasta el
límite.
—Chri… Chris no. —Dice— Así no.
Pero no le hago caso porque sé que lo está disfrutando. Su sabor me
enloquece. De solo pensar en ese hijo de puta de nuevo me vuelvo loco. No
dejaré que toque lo que es mio. Cuando la siento lista bajo mis bóxers de nuevo
y jalo sus piernas hacia mi para introducirme en ella hasta el fondo. Jadea, grita
mi nombre y me muevo como bestia calando hasta topar sus paredes. Ella
apoya sus pies en mis hombres y pronto la embisto sin piedad. Muerde su labio
fuerte, contiene el aliento, pero no lo soporta por mucho y grita…
—Mi nombre más fuerte. —Ordeno dominando. Ella me mira perdida pero
lo hace. Grita fuere, alto, con dureza el nombre de su marido. Juro que la
mataría con mi miembro, pero debo controlar mi furia.
—Ah… —Sigue aumentado sus gritos cada vez más hondos y agudos.
El silencio incendia el lugar y el rebote de mi cuerpo con su trasero hacen
que me prenda. Brando sigue en mi cabeza, y lo hago duro hasta cansarme.
Veo una gota de agua pasar por sus senos y pienso que son míos.
—Yo. Soy. Tu. Marido. —Pronuncio subiendo el ritmo.
Me mareo. Todo es violento. La mesa se mueve y las cosas se caen pero
no importa. Ella se agarra como puede y sigue abriendo la boca. Oh Dios…
estoy llegando. Empujó hacia dentro y fuerzo con furia. Mis, Eres mia Dulce.
Grito. Cielos… esto es intenso. Me hundo chocando todo de mi y gruño al sentir
que me desplomo. Ella se tensa y pronto explota. Hemos llegado… y todo pasa
rápido. La mesa se cae pero logró atraparla en mis brazos. Me abraza fuerte
con miedo y solo la pongo a salvo cuando dejo que pise el suelo. Me he salido
de ella sin aviso. Solo me mira desorbitada y se cubre con la bata.
—Dulce….
Con furia me tira la puerta pero la sigo. Va hacia la habitación y toma su
ropa. No, no…
—Lo siento.
—Así no, ¿Lo entiendes?
La veo seguir y no sé qué más hacer. Se va.. Mi bonita se ha enojado. El
sonido de mi celular me tensa, aunque no quiera no puedo dejar de contestar.
Con rapidez logra vestirse y toma su cartera para irse. No… no te vayas,
no de nuevo. Mi corazón se hace pequeño. Quiero gritar pero tengo mi celular
vibrando.
Brando sospecha que eres el soplón. Cuidado.
Es un mensaje.
Ella sale de mi habitación y tengo la certeza de que no es un juego. Debo
protegerla, debo advertirle pero mi pecho colapsa haciendo que caiga en el
suelo. No puedo respirar, me tenso.
—Dulce…. Dulce… —Grito.
33. Algún dia
Dulce

Quien busca la verdad, corre el riesgo de encontrarla.

Estoy enojada, muy enojada. Aún no comprendo cómo he llegado a este


punto. Él hace lo que quiere conmigo y todo es mi culpa, solo mi culpa. Jamás
debí dejarlo tocarme de esa manera. Jamás debí darle permiso para entrar en
mi vida de nuevo. Jamás debí quererlo como lo quiero. Estoy abrumada con
todas estas emociones… y me siento usada de alguna manera para sacar su
frustración.
Juro que no voy a hablarle en años, lo juro. Que se joda. Me enfadaré
tanto que no volverá a tener ganas de hacer lo mismo nunca más.
Dulce… — Escucho su voz anormal. ¿Qué está pasando? Mi corazón se
detiene, pero puede ser otro de sus trucos así que no, me voy. Ahora sí lo haré.
Camino decidida; sin embargo mi corazón se detiene. Cierro mis ojos ¡No!
¡Por qué siento que debo quedarme! Volteo y no está detrás de mí, eso es raro.
¿Voy? Mierda, prometí no hacerlo, entonces me asomo con cuidado y solo lo
veo llevarse una mano al pecho. Abro mis ojos asustada y corro sin pensar dos
veces.
¡Christopher! — Me acerco y toma mi mano con fuerza, intenta respirar
pero siento que se le ha cerrado el pecho. — Espera, tranquilo.
Du…Du… ah… — Solo dice. El color de su piel pasa de rojo a casi
morado y me tenso aún más al ver que efectivamente no está recibiendo aire.
No hables. Tranquilo, no me iré. Por favor… concéntrate — Entro en
pánico— Respira, puedes hacerlo.
Toma su pecho y llevo mi mano encima para palmear su espalda. Mi
instinto solo me obliga a calmarlo poco a poco. Lo abrazo, lo acaricio, enredo
mis manos con sus dedos… Estoy muerta de miedo, ¿Qué le está sucediendo?
¿Debería llamar a un médico? ¡Dios!
Ah… — Se fuerza el pecho.
Christopher, está bien. Todo está bien. Prometo no irme… por favor,
calmate. No luches, vamos, respira…
Poco a poco mis palabras hacen efecto y su color va normalizándose.
Tengo la piel de gallina, estoy erizada y con pánico. Él no suelta mi mano y yo
solo lo calmo. Es tan agobiante… pero sería peor si lo dejo solo.
Mé…dico. — Dice suave cuando todo va acabando. Me señala un lugar
y corro para abrir una agenda. Ahí está escrito el nombre de un solo médico, el
Dr. Montes, marco apresurada y me contesta enseguida. Después de hablar
algunos minutos el hombre me cuelga prometiéndome que estará en 15
minutos.
Mi mente se enfoca en Christopher ahora. Regreso a él y no suelto su
brazo. Me mira sin hablarme e intenta respirar como puede. Pasan 15 minutos
y el timbre suena de manera precisa. Me levanto, corro a abrirle y un hombre
canoso entra de inmediato.
El señor Miller… — Espeta rápido y sin que le de permiso corre hacia la
habitación para luego ir por Chris quien sigue en el suelo. — Christopher…
tranquilo.
Con mi ayuda lo levantamos hacia la cama. Saca de su maletín un
pequeño balón de oxígeno y lo lleva a su nariz. Todo pasa muy rápido, aún no
supero lo que ha sucedido. Estoy asustada, él jamás ha enfermado en su vida
¿Qué le está sucediendo? Jadeo con miedo, mis manos tiemblan y no puedo
controlarlas. Muerdo mis uñas, camino por todos lados, y el hombre sigue
haciendo cosas que no entiendo.
Mide su pulso, acomoda el oxígeno, entonces siento que me desespero.
Pasan largos minutos, no estoy segura de cuántos, y cuando termina me obliga
a salir del cuarto. Christopher se ha quedado dormido.
¿Qué tiene? — Pregunto apenas cierra la puerta.
Un gusto conocerla. Usted debe ser la señora Miller. — Me dice con
calma.
Sí, pero qué tiene. — Insisto. Él mira mis manos temblantes, mi piel de
gallina y suspira. Saca unas pastillas y me las da sin preguntar.
Tómelas. Le ayudará. El señor Miller tiene ataques de nervios de vez en
cuando, esto es producido por emociones muy fuertes.
¿Qué? — Mi voz se debilita.
Es normal en personas que afrontan mucho estrés. Le sucede pocas
veces, lo medico con sedantes. Hoy algo debió desencadenar esto, estará
bien. Usted debe tomar las pastillas también, veo que sufre de lo mismo.
Estoy en shock.
Gracias… — Respondo.
No lo descuide, debe descansar bien por lo menos esta noche. Luego
pasará.
Gracias doctor.
De nada, Sra. Miller. — Sonríe. ¿A cuántas personas más le ha dicho que
soy su esposa? Me pregunto si es peligroso… pero luego lo olvido. Tomo la
pastilla y me voy a verlo.
¿Se fue? — Dice aún con los ojos cerrados y la voz débil.
¡Christopher! — Lo regaño— Tienes que dormir.
No. — Abre los ojos— Quiero hablar contigo. — Se sienta como puede
y enseguida voy a ayudarlo.
Por qué no me dijiste que sufres de esto…
Porque no es importante. Tuve pesadillas después de la muerte de mi
madre, eran usuales en ese tiempo y luego desarrollé una especie alergia que
me produce este tipo de emociones. Sentí que no podía respirar por la
frustración… Te fuiste y pensé que no volvería a verte. — Confiesa
arrepentido— De verdad lo siento.
No hablemos de eso ahora, duerme y descansa.
No. — Toma mi mano— Pásame mi celular por favor.
¡No! Tienes que dormir. — Susurro— Por favor, no empecemos.
Es urgente, Dulce. Recibí un mensaje donde afirman que Brando
sospecha de mi.
Mi cuero cabelludo pica en este momento, ¿Qué?, Jadeo, llevo una mano
a mi boca sin poder creer lo que escucho. Trago saliva, tomo el celular de Chris
y se lo doy. Él empieza a llamar y habla con una persona. Maldice, dice
palabras que no entiendo y pronto cuelga. Han pasado 10 minutos, él se ha
tardado ese tiempo en pelear con un desconocido. Me da miedo preguntar,
pero no necesito hacerlo porque sé que me lo dirá.
Sospecha de mí. — Agrega— Es confirmado.
Pero… no me dijo nada. — Mi corazón se aprieta— Christopher…
Soy el punto blanco para ellos. Supuestamente trabajo para el gobierno
regulando sistemas de construcción, alguien le ha metido esa idea en la
cabeza. Él habla con unos conocidos, tengo supuestos mafiosos en el ruedo y
les dijo que no confiaba en mí. Me he desaparecido mucho tiempo, eso es
sospechoso. El incendio, sus problemas con el chino, está más alerta. —
Suspira— Debo ganarme su confianza de nuevo.
No lo harás muy fácil. Él es un hombre muy inteligente y vengativo.
Veré la forma, tramitaré licencias que quiere. — Aclara su voz— Lo
bueno es que solo es una sospecha, cielo. Moriría si te pasara algo. Si se
enterara de lo nuestro te mataría.
No pienses en eso, por favor descansa. — Digo irritada por toda esta
información.— Voy a prepararme un té.
Espera… — Toma mi mano— De verdad lo siento. La idea de perderte
y esta información hicieron que colapsara, de verdad lo siento.

Llevo una mano a mi cabello.


Está bien, olvidalo. — Me levanto fastidiada y desaparezco de esta
habitación para irme a la cocina. Tomo la tetera y me sirvo un té cualquiera.
Cuando lo bebo siento que agua tibia calma mi ansiedad, o quizá es la pastilla.
Estoy agotada…
Doy vueltas de un lado al otro hasta que llego a la sala. Esto es más
estresante de lo que pienso… A veces me pregunto en cómo lograré salir de
todo este enredo, luego pienso en él y todo se va a la mierda.
Mi patancito.
Lo odio y quiero con locura, aunque se porte mal. Es el único hombre que
me hace querer nada y todo al mismo tiempo. Me pone bipolar sin ningún tipo
de respeto. Digo que no y al final termina siendo un sí.
Y en el fondo lo sabía…
Sabía que esto iba a pasar si le daba una oportunidad, pero lo que tengo
ahora con él es mejor que todo lo que he deseado. No recordaba lo que era un
beso de verdad, una caricia sincera, querer quedarme con un hombre todo el
día sin aburrirme aunque muchas veces diga lo contrario.
Estás jodida, Dulce. — Me digo a mí misma en voz alta y pronto me doy
cuenta que ha cambiado mi foto del retrato por una más actual. Yo sonriendo
en la playa… Mierda ¿Cómo lo logra? ¿Cómo logra conseguir todo sin que me
de cuenta? Roba mi ropa interior, me persigue con sus matones, sabe todos
mis movimientos y yo ni enterada. Pedirle que no lo haga sería en vano.
Pero odio sus celos enfermos. Cogerme de esa manera me ha hecho
pensar que tiene una especie de obsesión por mí… ¿Y si realmente no me
quiere? ¿Si solo es la necesidad que tiene por tenerme a su lado y cuidarme?
Un nudo en la garganta aflora como balde de agua fria. No soportaría un día
sin saber más de él.
Dulce… — Dice desde el marco de la puerta. Lo miro más calmada,
parece un niño chiquito.
Vete a la cama — Le ordeno sin moverme, pero al ver que se acerca me
levanto y lo obligo a ir a la habitación de nuevo— Dije a la cama.
Ven conmigo… — Susurra— Por favor.
Suspiro.
Bien, apagaré las luces de la sala.
No hace falta. — Sonríe y con dos chasquidos de dedos todo se apaga,
hasta la luz de la habitación. Él prende la lámpara y una luz tenue nos alumbra
ahora.— Son censores, te enseñaré a manejarlos pronto.
Bien, duermete. — Digo seria— No tengo pijama, así que…
Toma algo de mi ropa, ponte cómoda.
Con dudas le hago caso. Me cambio, lavo mis dientes y mi cara, luego
voy hacia la cama y me acuesto en el otro filo. Él me mira, no dice nada, pero
sus ojos me están pidiendo perdón de nuevo. ¿Cuántas veces voy a
perdonarlo? Ruedo mis ojos, no soportaré más este sentimiento.
Eres un idiota — Volteo— Odio que me fuercen.
Lo siento. — Repite— Espero no haberte lastimado.
Parece perrito mojado y no, no me ha lastimado. Solo está la sensación
de haberme forzado, aunque en el fondo lo haya disfrutado. Sí, me gustó…
siempre me gusta cuando cogemos así, pero no me gusta que lo haga sin mi
permiso. Él con un solo toque me prende, aunque no quiera que me prenda.
Podría tener intimidad cuando él quiera porque sabe dónde tocarme. Mi cuerpo
reacciona automáticamente con él sin diferenciar los momentos.
No me gustó que lo hayas hecho por celos… A veces pienso que solo
“me quieres” por eso.
¿Estás loca? — Se sienta indignado— ¿Crees que solo te quiero para
tener sexo? ¿O por revancha con Brando? Eres mi vida, Dulce. — Se acerca
peligrosamente hacia mí— ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?

Pues no parece. — Lo miro seria.


Entonces voy a demostrártelo. — Sonrie, toma delicadamente mi rostro
con sus pulgares y me besa.
Oh… cielos.
Me relajo con sus labios en los mios. Correspondo al beso porque
realmente lo necesito. Él me calma en todas mis tormentas.
Basta. — Me separo— Aprovechas cualquier oportunidad, ¿Cierto?
Solo quise demostrarte cuánto te amo, ¿Está mal?
No le respondo y me acuesto dándole la espalda, entonces me jala y pone
su rostro en mi hombro.
Buenas noches, amor mio. Nunca olvides que eres mi milagro favorito. —
Susurra en mi oreja— Gracias por este día, fue maravilloso.
Tengo ganas de llorar de nuevo, pero me aguanto. Maldita sea.
Pasan minutos sin hablarnos y es tan preciso que me voltea para
abrazarme por completo justo cuando lo estoy necesitando… Cierro mis ojos y
luego los abro mirando hacia arriba. Sus ojos claros me envenenan, derriten
todo el hielo que me queda.
¿Me perdonas? Volvamos a querernos… — Insiste.
Está bien, pero no vuelvas a hacerlo. — susurro— Aún no puedo
entender por qué estoy tan buena onda contigo. Creo que te odio.
Esa es una palabra muy fea, me duele el corazón cuando lo dices… —
Dice en un tono burlón— Me duele aquí, de hecho. Pero si tocas mi pecho
sanarás mis heridas… — Ríe, toma mi mano y la lleva a su pecho, enseguida
la saco.
No molestes. — Contesto.
Todavía no es media noche — Sonríe— Aún me debes algunas cosas.
No voy a volver a hacertelo — Respondo seria.
No, no quiero eso. Quiero que me abraces… solo un ratito. —Se engríe,
parece un niño grande y no puedo evitar reirme. Qué ridiculo es… Entonces lo
hago, solo porque prometí hacerlo hasta media noche.
Bien.
Amé todo lo que hiciste hoy. — Toma mis piernas y las enrolla en sus
caderas. Me gusta mucho esa sensación, pero pongo mis ojos en blanco para
que no se crea— Eres una experta, cielo.
Tuve el mejor maestro. Hiciste que una criatura de 16 sea mujercita muy
rápido. — Sonrío.
Esa criatura me sedujo muchas veces… — Ríe sobre mis labios— Ha
sido maravilloso compartir todo contigo, bonita. — Me besa— Y quiero un
futuro contigo.
¿Y si no nos soportamos? Peleabamos mucho cuando viviamos juntos.
Mmm… tú peleabas, yo intentaba hacer lo que querías — Ríe.
Mentira, eres un mentiroso. — Sonrío.
Es verdad.
Reímos como retardados cuando recordamos nuestro caótico pasado.
Me da pequeños besos de vez en cuando, toca mis piernas con sutiliza y aprieta
mi trasero contra su piel. Es desesperante y a la vez hermoso. Estoy
completamente relajada ahora hablando con el hombre que hace algunos
meses odié, mi amante perfecto, mi marido.
¿Tú que extrañas del pasado? — Pregunta ansioso— Qué extrañas
hacer.
—Mmm… — Suspiro— Quizá no tener tantas responsabilidades. Extraño
levantarme sin tener que ver las caras de empleados que me odian, o dejar la
dieta. — Río— Me gusta mi cuerpo, pero necesito ser más normal, vestir como
las chicas de mi edad, ir de antro. Pero nomás no se puede.

¿Por qué no? — Sonríe— Podemos ir de antro y hacer todas esas cosas
que quieres. Eres joven y hermosa. Solo tienes 26.
Pero las responsabilidades son más grandes.
¿Y? Te prometo pasar un día de libertad contigo. Iremos a comer
hamburguesas, beberemos como adolescentes, iremos de antro, tendremos
sexo desenfrenado y nos vestiremos a la moda.
Estás loco… — Río, sería hermoso tener ese día de libertad pero no creo
que pueda hacerse realidad.— ¿Y Brando, qué? ¿Crees que no tendría mil
espias siguiéndonos?
Descuida cielo, cuando quiero desaparecer a alguien lo hago muy bien.
Me consta — Respondo— Desapareces muy bien.
Momento incómodo. Su sonrisa se apaga y en el fondo no me arrepiento
de decirlo.
No me has perdonado del todo, ¿Cierto?
Sí, Christopher… pero los recuerdos quedan.
Entonces haré que no tengan importancia. — Besa mi frente— Haré que
todo lo malo pase, lo juro.
Yo solo pido que seas sincero, solo eso.
Sonrío y escucho mi celular sonar. Entrecierro un ojo y luego me doy
vuelta para extender mi mano. Christopher se detiene, estoy segura que piensa
que es Brando, pero luego se alivia cuando ve el nombre Kiara en mi teléfono.
Es tarde, ¿papá está bien? — Pregunto sin saludar, entonces escucho
todo un sermón de su parte. Quiero reir, es una niña malcriada, pero me
contengo para luego poner el altavoz.
¡Christopher hizo que osito se fuera! ¿Cómo se atreve? Lo odio… — Dice
en un mar de lágrimas.
Christopher hizo lo correcto. Ese chiquillo solo quería usarte. Tiene tratos
con narcotraficantes. Punto.
¡No! — Chilla y llora.
Kiki… — Susurra Chris— Ha sido por tu bien.
¿Lo tienes a tu lado?? — Grita al teléfono— ¡Pusiste el altavoz!
Río.
Ya deja de quejarte.
No entiendo por qué si dices que lo odias te lo estás follando. Por favor
paren ya, por su culpa tengo pesadillas con el sexo. Escucho sus voces
asquerosas chillando… Era tan pequeña e inocente.
Vamos Kiara, no eres inocente — Chris bromea— No te quejes, cuñadita.
¡Ahhh!! Eres un maldito estúpido, Christopher. Te odio.
No me odies, cuñadita. Luego me lo vas a agradecer. Solo le di una
lección.
Deja de tirarte a mi hermana…
Um… — Me mira— No creo. Lo disfrutamos demasiado.
Río como estúpida, Kiara colapsará. Entonces pasa. Empieza con su
sermón infantil y reimos. Lo miro, me mira… estúpidamente extrañaba esta
complicidad. Lo hicimos tantas veces en mi cuarto… que la pobre tuvo que
hacerse de la vista gorda.
Después de sus quejas e insultos, le cuelgo. No la soporto. Christopher
no deja de reir porque se sabe todos nuestros tapitos sucios. Me duele el
estómago de todas las emociones que hemos pasado, entonces me abraza.
¿No te enojaste?
Me duele la panza de tanta risa.
Tengo la solución para ello. — Me acuesta y con suavidad levanta su
camisa. Me mira con ojos provocadores pero no intenta nada indebido. Pone
sus labios en mi vientre y me besa. Tengo la sensación más bella y dolorosa
del mundo. Sin querer ha hecho algo que quería hacer hace tiempo… Me mira,
lo miro. Ambos nos hemos metido en terrenos que no podemos soportar. Una
extraña sensación de llanto invade mi pecho, por lo que vuelvo a voltearme sin
preocuparme porque me vea el trasero. Estoy un poco extraña desde hace un
tiempo… pensando y pensando en el “hubiera”, reclamándome a mí misma
porque la vida no me dejó ser madre.

Suspira, me voltea y no me preocupo en nada más que ser sincera,


sencilla, yo.
No me importa que no puedas ser madre, cielo. — Es directo.
Te duele. — Afirmo.
Quise ser astronauta y no pude, tampoco muero por ello. Quiero a mamá
de vuelta y pues… es imposible. Hay que aprender a vivir con el dolor y con las
cosas de la vida.
Tienes razón… aunque a veces me pregunto cómo sería un hijo nuestro.
Hermoso seguro. Si fuera niña se parecería a ti y jamás la soltaría de mi
lado. — Sonríe tristemente.
Se llamaría Estrella… — Comento segura.
Por supuesto — Acaricia mi rostro.
¿Por qué yo? — Jadeo— Hay tantas mujeres que no quieren a sus hijos
y yo… solo quería uno, solo uno.
Nunca sabremos los caminos que nos pone la vida — Me abraza— Pero
yo estoy aquí y tú debes llorar todo lo que has callado. No seas fuerte, Dulce.
Déjalo ir… Las personas necesitamos curarnos para poder subir otro escalón
de la vida.
Sus palabras son como vidrios rotos presionando mi carne. Cierro los ojos
y siento espasmos hasta que por fin lloro… Lo abrazo fuerte y ahora mojo su
pecho. Él se queda en silencio, acaricia mi cabello y no dice nada. Sabe que
odio que hable cuando lloro. Me conoce muy bien, tan bien que hasta me da
miedo.
Mis lágrimas son llenas de sentimiento. Quise ser mamá desde niña… y
la vida no me dio la oportunidad. Siempre soñé con una luna llena en mi
estómago… suave, tranquila y a la vez dichosa. Un bebé llorando en mis
brazos, quitándome el sueño. Un pequeño pedacito de cielo con el rostro de
Christopher. Lo deseaba con toda mi existencia.
Cierro mis ojos y alzo mi llanto arrugando su polo. Abrazo su espalda
como puedo y, a medida que van pasando los minutos, mi voz se va
perdiendo… Duele todavía, pero tiene razón. Hay que aprender a vivir con el
dolor. Estoy cansada… muy cansada.
Duerme, cielo. Mañana será otro día… — Besa mi frente.
Nunca antes me sentí tan abrigada en pleno invierno, tan apoyada en
plena tormenta, tan relajada aún con dolor en el pecho. El tiempo se suspende
y dejo que meta su mano por debajo de mi ropa hasta llegar a mi espalda. Me
voy perdiendo… aún con mi alma tiritando y su cuerpo rozando.
Increíblemente no desperté en la noche. Dormí placenteramente en los
brazos de Christopher sin calor ni frio. Sonrio al verlo traer el desayuno: frutas
picadas con muchas fresas, café, tostadas y jugo de naranja. Mi simple
desayuno favorito.
—Espero te guste. Creo que no somos buenos cocinando… ni cortando
frutas. —Ríe y deja la bandeja en la cama. Se sienta a mi lado y acaricia mi
rostro.
—Es cierto, gracias. —Sonrio y empiezo a comer.
Los minutos pasan. Terminamos después de mucho tiempo conversando,
deja las cosas en la cocina y regresa hacia mí para abrazarme por detrás
mientras me miro al espejo.
Estoy horrenda. Lloré toda la noche y mis ojos están hinchados. Él sigue
sonriéndome y besa mi cachete para luego evitar que me quite la ropa.
—No te vayas…
—Sabes que tiene que ser así. —Respondo contenida, me suelto y
empiezo a vestirme.
—Puedes encontrar la forma, amor. —Insiste—Quédate conmigo otro día
más, prometo que solo hoy.
Mi pecho se endurece, realmente no me desagrada la idea pero no puedo
ceder. No haré siempre lo que él diga. Estoy un poco confusa aún, quizá
abrumada por toda esta ola de nuevos sentimientos. Lo amo, con toda mi
imperfección, pero no es sano tanto amor. Últimamente no he sido la mujer que
quise ser. Me he dejado arrastrar por los impulsos frenéticos que tengo por él.
He sido torpe y nuestro regreso quizá tóxico, extremo, intenso. De frío a calor.
De noche a día. De invierno a verano. He cambiado, o quizá dejé que saque lo
que tanto necesitaba… pero… ¿Hasta qué punto es bueno entregar todo? La
vida me enseñó a no hacerlo, a dejar siempre un pie afuera y he hecho todo lo
contrario. ¡Pero lo amo! Mi alma arde cuando estoy en sus brazos, cuando me
besa, cuando me toca. No puedo dejarlo… pero si intentar no volar muy alto.

Me observa con sus ojos chispones, suspiro y pego mis labios intentando
que no lea mis pensamientos. Me sonríe y de un tirón vuelve a tenerme en sus
brazos.
—Puedes…
—Pero no hoy, puede sospechar. —Contesto hábilmente.
—¿Qué pasa, bonita? —Me observa profundamente— Alguna idea loca
está pasando por tu hermosa cabeza.
—A veces me abrumas… —Me separo.
—Tienes miedo, ¿Verdad?
Lo ignoro y tensa sigo guardando mis cosas. Tomo mi cartera, dejo en
una bolsa la lencería y salgo de su habitación sin responderle pero él me sigue.
—No voy a dejarte nunca más, mi vida. —Entona y captura mi mano para
luego obligarme a verlo— Se que cometí errores, y que posiblemente todo esto
sea un maravilloso desastre pero es lo que sentimos.
—Me abruma sentir —Contesto— Esta no soy yo…
—Claro que si, solo has estado escondida. Nunca te avergüences de tus
sentimientos. Te amo, con toda mi existencia. Y quiero estar todos los días
contigo porque te necesito. Desde el día en el que te conocí no he parado de
imaginarte.
Sus palabras hacen que todo en mi se mueva; sin embargo me mantengo
firme. Es difícil, sobre todo porque también siento lo mismo. A veces me
pregunto si estoy loca… o realmente no mido el peligro que él me representa,
pero es más dulce la sensación que tengo a su lado. Sonrio, lo quiero, pero
también me quiero a mi misma y quizá necesito un breve descanso.
—Estoy corriendo el riesgo más entretenido de mi vida, patancito. Hasta
algún día. —Levanto mi ceja y le sonrio.
—Hey… —Enrolla de nuevo sus brazos en mi cintura— está bien,
entiendo. Pero no te vayas así… sin un beso.
Acerca su rostro precioso a mis labios y con sumo deseo lo beso.
Mordisquear su boca es la maravilla para la mía. Tomo su rostro con mis manos
y juntos profundizamos nuestro acto. Doy pequeños inspiros para soportar más
tiempo y siento que su perfume me envenena. Podría besarlo toda la vida… De
pronto siento una de sus manos en mi trasero, entonces me obligó a mi misma
a seguir pegadita a su cuerpo. Dejo que lo haga, en el fondo me encanta, pero
lo que más odio es el machismo por lo que también lo toco. Sus pompas son
redondas, duras y perfectas. Soltamos una risita en nuestros labios y seguimos
comiéndonos como si no existiera mañana. Es mi despedida por ahora…
—Hasta algún día. —Repito sin aliento.
—Adiós, hermosa. No hagas nada tonto, ¿Si? Quizá vaya esta noche a
tu recámara… para volver a hacerlo.
—No sé si se me antoje —Digo altiva— Te llamo si es qué pasa —Le
guiño el ojo y giro para irme por fin.
Se cierra la puerta de ascensor y suspiro.
Mi regreso a Hilton fue un poco estresante. Para salir del departamento
de Christopher tuve que cambiar de autos y partir por estaciones de buses. Un
taxi conocido me esperó en una esquina y por fin pude regresar con calma.
¿Hasta cuando tendré que soportarlo? Falta poco, Dulce. —Me digo a mi
misma.
Cuando entro en el hotel todo parece normal. El personal de recepción
en su sitio, los empleados, turistas, el movimiento fluyendo como siempre.
Aprieto mis piernas y me sumerjo en mi oficina.
Mierda
—Cariño… —Está sentado en mi mesa mirándome de manera incisiva.
—Brando, ¿Qué sucede? —Respondo natural.

—Nada, pensé que estabas ya aquí. Qué tal tu reunión con Liliana,
cuéntamelo todo.
Sonríe como si todo estuviera normal, entonces tiemblo. ¿Sospechará
algo? Carraspeo con mi garganta y me siento en el sofá sonriendo como si
nada pasara.
—Todo bien. Pasamos una noche de chicas increíble hablando de todo y
de negocios.
—Que bueno, cariño. Te ves más relajada… —Me sonríe, se levanta y
pone su cuerpo a mi lado— ahora que estás de buen humor quisiera hablarte
de algunas cosas.
—¿Qué cosas? —Pestañeo.
—Dulce, necesito formalizar esto ya. Necesito una esposa. Quiero
compartir todo contigo, cariño. —Besa mi mano— y asegurar mi futuro.
—No entiendo. —Digo seca, él sonríe.
—Tengo una herencia importante. No había querido cobrarla porque
realmente tengo los millones suficientes como para querer más dinero; sin
embargo, necesito asegurarme. Con esos otros millones hundiría a todos mis
enemigos de una vez. La lacra del Chino me tiene harto, la perra de Paris
intenta competir conmigo, y ahora el gobierno…
Mi boca se seca, entonces hablo.
—¿El gobierno? Pensé que tenías buenas relaciones.
—Mandaron un espia.
—¿Qué? —Mi sorpresa aumenta.
—Miller. —Mi pulso se acelera— puede que sea su espía. Tengo “buenas
relaciones” pero recibí un mensaje anónimo diciéndome que me cuide de él.
Suspiro, mi cabello pica e intento controlar mi ansiedad. Él sigue
mirándome, respiro con lentitud y ruedo los ojos para distraerlo. No puede darse
cuenta de nada, tengo que ser muy precavida. Defenderlo levantaría
sospechas.
—Bueno, has lo que quieras. —Digo fría.
Ríe
—Siempre tan precisa, cariño. Odias a Christopher.
—Me interesa una mierda su vida, pero si hablamos de negocios… debo
confesar que el tipo es necesario. —Tomo su mano sonriendo y a la vez
sintiendo asco— Te da dinero.
—Tienes razón. No quiero desconfiar de ese muchacho, pero no meto las
manos al fuego por nadie. Voy a investigarlo. Primero hablaré con mi contacto
en el gobierno para preguntar más por él, luego veré que hacer.
—Por qué ese tipo querría ser un espía. Él trabaja por dinero, y tú le
darías más que cualquier gobierno. —Levanto una ceja sembrando la duda. Lo
consigo.
—Siempre tan inteligente, cariño. No aguanto más… me tienes
embobado. —Recorre su mano por mi pierna y siento terror. Aguanto, Sonrio,
lo maldigo en mi mente y tomo su mano para volverla a su sitio.
—No seas travieso. —Suspiro.
—Pareciera que te doy asco. —Espeta serio— Ya te di el anillo que tengo
querías, te haré mi esposa, necesito tu cuerpo. —Toma mi cintura y mientras
besa mi cachete me siento tensa. Jamás he tenido tanto asco con alguna
persona, cuando tuve que seducir a otros hombres no me costaba tanto como
ahora.
Sus labios chocan con mi piel y siento que traiciono al patancito. Su
nombre está tatuado en cada centímetro de mi cuerpo, por lo que ardo cada
vez que lo pienso. Vamos… ya falta poco —Me digo dándome ánimos— él no
puede sospechar, así que lo miro sonriendo y beso sus labios.
Asco.
Cuento los segundos para que esto termine. Siento náuseas cuando su
aliento golpea mis poros. Huele a carne vieja podrida y solo ansío poder
librarme de todo.

—Me pones loco. —Jadea separándose de mi, yo le doy una falsa


sonrisa.
—Tú también, cariño pero esperemos… Es más emocionante así. —
Sonrio dándome aires de puritana. Él me sonríe, se que no me cree pero no
me preocupa mucho.
—Necesito que te cambies y pongas hermosa esta noche. Voy a
presentarte a algunas personas, estoy seguro que te encantará conocerlas.
Asiento con determinación. Quizá entre esas personas haya algún
mafioso que a Christopher le interese investigar.
Cuando por fin me suelta me siento libre de nuevo. Corro hacia el pasillo
para evitarlo, y luego termino de hacer mis cosas. Ha sido agotador tener que
soportarlo.
El día termina siendo amable para mi. Dos reuniones sobre el nuevo
concepto de comida vegetariana, una nueva entrevista laboral y algunas
facturas que tuve que girar. Trabajar me hace bien, al menos me mantiene
ocupada;sin embargo, no puedo negar que también pienso en él.
Son las 5 de la tarde y no me ha llamado. De vez en cuando miro mis
mensajes y tampoco hay señales de él, ¿Se tomó a pecho lo que le dije? No
importa. Es mejor así. Me mantendré firme en mi posición de Desligue.
—Señorita Evans, ¿A dónde llevo sus cosas? —Pregunta un empleado
sosteniendo algunas bolsas con compras.
—Eso no es mío. —Respondo, ¿Acaso olvidé algo? Mi mente está en mil
lados ahora, no me sorprendería.
—El Sr. Hilton dijo que eran obsequios para usted, que debía llevarlos
pronto.
—Oh… no se, déjalos por ahí. Luego los subes a mi suite.
Asiente y se va. No me interesa ver qué me compró. Con ganas de nada
sigo caminando por el pasillo hacia el área de descanso. Luces bajas, olor a
incienso de vainilla con canela, muebles cómodos, una televisión… todo está
como lo he planeado.
—Tengo que hacer mil llamadas… —Digo en voz alta.
A quien engaño.
Apago mi celular un poco seria. No va a llamarme… y tampoco vendrá.
No debería extrañarlo, yo misma quise eso.
Supéralo. —Me digo ansiosa. Y con la garganta caliente voy a hacer las
labores que me faltan.
La media noche ha llegado sin avisar. Intento no cerrar mis ojos porque
debo terminar con mi lista de pendientes. Llamé al periodista, organicé una
nueva conferencia y solo me falta ordenar mis nuevas ideas en cuanto a colores
para el salón dorado.
No se me puede ir nada de las manos. No lo soportaría.
Vuelve, corazón de hielo. —Pienso. Y Sonrio. Bostezo una vez más y la
puerta de mi oficina se abre.
Christopher… —Pienso.
Pero mis ojos se opacan cuando veo a Brando.
—Amor mío. —Suena estúpido— Teníamos una cena hoy.
—Recibí un mensaje tuyo. Dijiste que lo habías cancelado.
—Lo sé, pero mis planes han cambiado. Te llevaré a cenar a un lugar
especial.
—Es media noche, tengo sueño. Mañana debo madrugar.
—Bueno, cancelé la conferencia de prensa de ensueña. Soy el jefe,
puedo hacerlo. Y ahora quiero que mi prometida venga conmigo.
—Bien. Voy a cambiarme.
—No, así estás perfecta. —Me abre la puerta, camino a su lado y nos
dirigimos al estacionamiento.
No tengo idea cuanto tarda, solo siento que muero de sueño. Mis
párpados se vuelven pesados y bostezo a cada dos minutos. Lo veo hablando
con algunas personas, sus guardaespaldas entran a sus autos y él llega
sonriendo.
—Descansa, si quieres. Hoy trabajaste mucho.
Lo miro sorprendida, ¿Por qué está tan amable conmigo? No le digo nada
y arranca el auto. En el camino voy dormiteando. Mi cabeza se pega a la luna
del auto, y solo cierro dos segundos los ojos para luego volver a abrirlos. Pasan
algunos minutos o quizá más, entonces veo una seña extraña en él camino. La
señal de un avión a lo lejos.
Tiemblo.
Mis ojos se abren como dos platos y todo pasa muy rápido. El auto se
detiene, los guardaespaldas nos escoltan y solo camino en modo automático.
—Brando… ¿A dónde vamos? —Mi corazón se detiene.
—Te dije que te llevaría a cenar a un lugar especial, nos vamos a Paris.
—¿Qué? —Mi voz se queda suspendida en su mirada. El piloto sale del
avión privado y nos invita a pasar. Un hombre carga las bolsas que
supuestamente había olvidado… todo sucede muy rápido.
Camino lentamente. Mi celular está apagado. Christopher… ¿Por qué no
me ha llamado? ¿Acaso sabía lo que iba a pasar?
Veo cómo las puertas del avión se cierran y colapso. Mis manos tiemblan,
mi pecho se infla y no digo nada. Brando me ignora como si yo fuera una
persona cualquiera. Veo por la ventana, Christopher….
Jadeo.
—¿Cuándo volveremos? —Digo como puedo.
Brando sonríe.
—Algún día. —Tuerce sus labios y me mira serio. Sus ojos se oscurecen
y el avión despega.
Algún día…
34. Destapando máscaras
Chris

El peor error de un hombre es dejar que otro se desvele con su princesa

No puedo dormir. Doy vueltas en la cama sin saber por qué, ¿Habrá sido
el café? ¿O quizá la comida? Mi cuerpo se tensa cada vez que cierro los ojos
como si algo malo estuviese pasando.
Despierto. Me levanto de la cama y camino hacia la cocina por un vaso
de agua helada. Lo único que quiero es agua con hielo ahora mismo. Mi boca
está seca, mi garganta carraspea y necesito bajar la presión en mi cabeza.
—Soy yo. — Espeto contra mi celular— ¿Cómo está mi mujer?
¿Lograste verla? — Pregunto mientras bebo el agua.
No señor. Cambiaron todo el personal que nos daba los accesos
repentinamente.
¡Cómo es posible que no hayan podido verla! — Reniego— Necesito un
informe para mañana a las 6am.
Cuelgo jodidamente estresado.
Hilton mandó a decirme que no requería mis servicios por ahora, supongo
que es por las sospechas. Pateo fuerte la pata de la mesa enfadado, ¿quién
carajos fue el soplón? ¿O qué salió mal? Todo estaba perfectamente calculado
¿Habrá sido el chino? Camino por toda la sala dando vueltas. No he sabido
nada de mi bonita en todo el día y ni si quiera me ha llamado.
Soy yo, necesito que me averigües los movimientos de mi mujer ¡Los
imbéciles que contraté no han podido! — Vuelvo a gritar en el teléfono— Bien.
Gracias Juan.
Cuelgo.
Juan es un excelente espía capacitado.
Pasan los minutos y solo me enervo. No podré dormir sin saber de ella,
porque algo en mi interior está presionándome el pecho. Iré a verla. Es lo que
debo hacer aunque el malnacido de Hilton se de cuenta. Tomo mi camisa,
pongo mis pantalones y voy rumbo al hotel.
Al llegar encuentro todo como si corriera de manera normal, toso al ver a
Rita de lejos y me escondo con tranquilidad en otro pasillo. Miro de reojo las
cámaras y hago una jugada maestra con mi celular para congelarlas un rato:
funciona. Paso siguiente me sumerjo en los pasillos, para pronto llegar a las
escaleras de emergencia. Abro una puerta, atravieso otra y me encuentro en él
área de empleados. Sonrio saludando, luego subo por otras escaleras y llego
al ascensor de servicio. En unos minutos estaré en su recámara.
Cuando veo el aumento de seguridad mis dientes rechinan, tendré que
tener más cuidado. Me deslizo de forma invisible por las puertas y entro en su
habitación sin que nadie se de cuenta. Las luces están apagadas, como si no
hubiera entrado en horas, entonces veo su cama y desde ya su olor se
impregna en mis fosas nasales.
Exquisita.
Busco en el baño y no está. Mi cuero cabelludo pica cuando pienso en la
posibilidad de Brando. Furioso recorro más puertas para entrar por el mini
estudio privado del viejo, sumergiéndose por su baño hasta llegar a su cama.
No hay nadie.
Entro en pánico cuando mi celular vibra, una especie de invasión me
ataca y sostengo con miedo mi móvil.
La señora Miller salió con Hilton hacia el aereopuerto. Se desconoce su
rumbo.
¡Maldita sea!
Pateo la cama con una furia que ni yo mismo puedo aguantar. Maldita
sea, maldito viejo… no voy a dejar que te lleves a mi mujer ¡No lo haré!
Salgo del hotel sin importar que me vean, estoy sumamente enojado. Mi
piel se eriza, mis puños se aprietan y pronto tengo una sensación de abandono.
¿Por qué no me habló? Muevo mi cabeza en señal de olvido, no debería pensar
en eso ahora. Aprieto mis dientes y manejo rápidamente, hago unas llamadas
pero mis contactos no contestan. Es de madrugada y me importa una mierda
así que insisto.
—Juan. Te necesito aquí ahora. —Digo casi golpeando al teléfono.
Pasan 20 minutos y llega. Me mira tenso, luego empieza a llamar a sus
contactos mientras que me enfoco en los míos.
—Bien, Valdivia. Gracias —Cuelga. Me mira y puedo notar en su rostro
lo que tanto temo.
—Lo tenía planeado, ¿Verdad? ¡Contéstame! —Alzo la voz.
Él asiente.
—Se la llevó fuera del país. La orden de salida fue hacia un lugar en
Europa, pero no me detallaron dónde. Dijeron que era información confidencial.
—¿Confidencial? —Cae mi boca— No hay nada confidencial para
nosotros, lo sabes.
Juan suspira.
—El jefe… —Se contiene— No lo tienes muy contento, Christopher.
Solo dice.
—¿Sabes algo que yo no sepa?
Hace silencio
—Responde. —Insisto.
—Te está sacando del juego.
Un tiro por la espalda es lo que siento cuando escucho sus palabras.
Parpadeo, mi boca no deja de caer y solo imagino que esto es una confusión,
aunque en el fondo lo haya sospechado. Lamo mis labios, paso mi mano por
mi cuello y empiezo a caminar de lado a lado por tensión, ¿Me sacó del juego?
¿Acaso puede hacerlo? Miro a Juan y sé que está de mi lado; sin embargo, no
será suficiente para competir con ellos. Haré lo que sea por salvar a mi Bonita
de las garras de ese anciano.
Sospecha de mí…
Christopher, sabes que estoy muy agradecido contigo porque salvaste a
mi familia. Te juré obediencia y lealtad, así que estoy de tu lado. Ten cuidado.
El jefe piensa que estás muy vulnerable con tu esposa, por ello te sacó del
juego.
¡No puede sacarme del juego! — Exploto— ¡Yo soy el líder de esta
captura! ¡Por mí tienen todo lo que tienen de Brando! — Las palmas de mis
manos se tensan… estoy furioso— No voy a permitirlo.
La mañana llega con suma lentitud y no he podido dormir. ¿Cómo estará
mi Bonita? Mi mandíbula se tensa al imaginarla con ese tipo, pero debo
mantenerme sereno para idear un plan que me convenga. Durante todo este
tiempo Juan se quedó conmigo llamando a amigos para conocer su paradero
sin éxito, al parecer todo ha estado sumamente calculado y Hilton ha cuidado
bien sus pasos.
¡Mierda!
Cada vez que intento mantenerme de pie no puedo concentrarme.
Arrastro papeles, los tiro por todos lados luchando contra mi ira. Me exaspera
no tenerla, y francamente no sé cómo he aguantado todo este tiempo sin ella.
—Hice café —Dice Juan— Sería bueno que lo tomes.
—¿Qué conseguiste? —Ignoro su petición sumamente irritado.
—Brando desconfía de ti ahora, Christopher. Y al parecer el jefe también.
Necesitas calmarte.
No le contesto, solo miro por la pantalla de mi localizador la última señal
de Dulce.
—Ella estará bien. —Insiste— Aunque te duela sabemos que es
importante para Hilton.
—Solo quiero verla. —Suspiro cansado— Aunque sea de lejos, saber que
está bien.
—Son las 7 de la mañana. —Mira su reloj— Ten cuidado.
Asiento dándome cuenta de la hora y me dispongo a ir a la jefatura
general del gobierno. Hablaré con el jefe si es necesario. Al llegar todos me
miran saludando, se supone que esto es secreto pero a nadie le interesa.
Parecen haberse acostumbrado. Me fijo en el ascensor u dígito un código único
que me llevará directamente a la oficina principal. Espero tenso ¡Maldita sea!
No soporto la ansiedad. Hasta que por fin las puertas se abren.
—Estamos muy cerca, Lalo. —El jefe sostiene una copa con un tipo que
se me hace conocido. Cuando notan mi presencia dejan de hablar y no puedo
evitar sentirme incómodo.
—Jefe. —Sostengo mi mirada en él— Necesito hablar con usted.
—Nos vemos luego, Lalo. —Aprieta la mano de ese tipo y me saluda con
una sonrisa que no devuelvo.
—Estaba esperando tu visita. Pensé que ibas a despertarme de
madrugada y debo aceptar que estoy sorprendido. Siéntate.
—¿Dónde está Dulce? —Pregunto aguantando mi furia. Él es la máxima
autoridad de inteligencia del gobierno, pero me importa una mierda.
Control.
Me mira rompiendo su seriedad, sonriendo como si acabara de cometer
un error. Se sienta tranquilo, bebe su café y me mira.
—Las emociones nos traicionan. —Acomoda su camisa— Acabas de
demostrarlo.
Contengo el aliento sintiéndome el pelotudo del año. Tiene razón, mis
emociones han empezado a ganar territorio pero no puedo evitarlo. Levanto la
mirada y por fin me siento sosteniendo el silencio. Él me mira de nuevo. Con
una seña señala el café y accedo, no porque quiera tomarlo sino porque será
una larga conversación que debo sostener de la mejor manera.
—Me da gusto que sigas manteniendo la prudencia. —Bebe lentamente
mientras mi impulso se acelera.
—¿Por qué me está sacando del juego? —Soy directo— Sabe que es
algo que he venido persiguiendo desde años. Dejé a mi mujer para integrarme
a su organización. —Aprieto mis dientes— Teníamos un trato.
—Bien dicho. Teníamos…. —Suspira— Es sencillo, Christopher. Tus
emociones terminarán dominando el caso y arruinarás todo. Fui muy claro
contigo desde el principio: nada de apegos.
—¡Pero usted sabía! —Subo la voz y luego me arrepiento— Usted sabía
que la única condición que pedí fue a mi mujer sana y salva. —Me contengo.
—Está sana y salva.
—Hilton se la llevó y ustedes no lo impidieron.
Ríe fuertemente.
—¿Por qué lo impediría? Su esposa es capaz de volverlo loco, y ahora
sospecha de ti. No podemos seguir contando con tu apoyo.
—Puedo volver a ganarme su confianza.
—No lo creo. —Bebe mas café— Te tiene celos.
—¿Celos? —Mi pulso se aprieta cuando el jefe estira su mano y prende
la televisión, entonces comprendo.
Me quedo estupefacto cuando veo a Hilton tener una conversación
privada con otro de los espías del jefe. Esta vez se trata de un hombre que ha
logrado ser su aliado por años. Cometió fechorías y estuvo a la par de sus
negocios para hacer que él no desconfíe de sus planes.
Christopher me parece sospechoso. Recibí un mensaje y el punto de vista
que me dieron concuerda con los posibles planes de ese muchacho.
Escucho su voz proyectada
Me enerva que pase más tiempo que yo con Dulce. Es un tipo inteligente.
Sabrá enamorarla aunque se odien. Hay algo aquí que no me cuadra, por ende
lo sacaré del proyecto. Evitaré tentaciones.
—Si supiera que te follas a la mujer que quiere. —Sigue riendo— Tendré
el gusto de decírselo apenas esté preso.
—No lo acepto. —Espeto rápido— No.
Su sonrisa se va apenas me escucha.

—¿Qué piensas hacer? Ya no nos sirves. Desde ahora sólo quedará


Dulce.
—No. —Insisto— No me puede sacar de esto. Usted sabe que tengo un
interés en particular con Hilton. Vengaré la muerte de mi madre.
—Si. Y tienes pasión, muchacho. Pero no pondré en riesgo todo lo que
hemos conseguido por años.
—¿Sabemos quién sembró la duda en Hilton?
Mi pregunta hace que él se tense. Lo estudio, miro fijamente sus ojos,
entonces puedo notar que no accederá a decírmelo.
No puedo. Simplemente no puedo. Aprieto mis puños con furia y me
contengo de nuevo.
—Es mejor que te vayas.
—¡No me iré de aquí sin una respuesta! —Alzo la voz explotando—
¿Quién fue el soplón? Dígamelo.
—Bájame la voz. —Se levanta de inmediato— Sabes que puedo
encerrarte ahora mismo si quiero.
—¿Encerrarme? —Río sin humor— No le conviene hacerlo.
Me mira sin paciencia, entonces toma su auricular y llama a su secretaria.
—Asegúrate que el señor Miller salga de este edificio. —Espeta.
—Voy a descubrir al soplón. Voy a seguir en este caso y a la vez
protegeré a mi mujer de todo el que se atreva a querer dañarla. —Apunto con
mi dedo— Y haré que Hilton pague.
Me voy enfurecido y, mientras las puertas del ascensor directo se cierran,
veo su mirada estudiándome de nuevo. Debo tener cuidado, mucho cuidado.
El jefe es un tipo poderoso, pero no podrá conmigo.
Las horas pasan sin piedad y aún no tengo noticias de Dulce. Me parece
un infierno esperar, sobre todo porque puede estar en peligro. Ese vejete pudo
haberse enterado de todo de alguna forma.
—¿Tenemos noticias? —Pregunto al teléfono con otro de mis contactos,
Juan está haciendo lo suyo por su lado pero nada, siempre nada. Me carcome
el maldito corazón cada vez que veo el reloj. Son las 5pm y se que han pasado
años desde que la vi por última vez. Imágenes vienes a mi torturando mi
paciencia. Ella amarrada, con una pistola en su cabeza o forzada a hacer cosas
que no quiere. Mi furia aumenta cuando la pienso con Brando. No puede
hacerlo, no puede tener algo más allá de besos con ese anciano. No lo
permitiré. Y la respuesta no es machismo sino protección, orgullo, honor.
Muero el lápiz que llevo en la mano y pronto mis ideas afloran. Hay una
persona que, si mis sospechan son ciertas, es tan cercana a Hilton que podría
saber todos sus movimientos. Me paro de inmediato y envío un mensaje a Juan
para que me alcance en el hotel.
Rita, eres mi persona favorita ahora.
Sé que no le desagrado, y también que debo irme con cuidado con ella,
pero no me interesa lo que piense o si la ilusiono. Mi único motivo lleva el
nombre Dulce tatuado en mi corazón.
—Rita… —Sonrio y parpadea al verme mirando hacia todos lados. Toma
mi mano y sumerge su diminuto cuerpo entre uno de los pasillos laterales.
—Chris… Christopher lo siento. Pensé que no regresarías. —Tiene una
extraña presión en sus mejillas, ¿Acaso me está escondiendo?

—Rita, por qué la presión. Soy yo. —Sonrio como si nada pasara.
—Chris… es que… —Se queda en silencio y luego continúa— El Sr.
Hilton no te quiere más aquí, no por ahora.
—¿Qué? —Sueño indignado— ¿Qué sucedió? ¿Qué hice? —Agrego
desentendiéndome de todo.
—El Sr. Hilton desconfía de ti. Recibió un mensaje que lo advirtió de un
supuesto Espionaje.
—Eso es totalmente mentira, quizá es alguien que quiere indisponerme.
—Te mandó a investigar… —Muerde sus labios, acomoda sus lentes y
siento años pasar por mis ojos— Y… bueno, encontró algunas irregularidades.
—¿Qué irregularidades? —Contengo mi aliento. Mierda.
—Chris… —Jadea— Quizá no debería decir…
—Por favor, Rita. Este es mi trabajo. Amo el proyecto y estoy bien aquí.
Si me echan podría ir a La cárcel, tengo muchas cuentas que pagar.
—Chris, Dios… Yo sé que significa esto. A veces debemos hacer grandes
sacrificios para poder salir de la miseria, pero…
—Entonces ayúdame. Eres… una persona muy hermosa y buena. —Digo
sin pensarlo mucho. Tomo su mano, acaricio sus dedos y le sonrio
—Chris… —Susurra con las mejillas rojas.
—Ayúdame, por favor. —La contemplo. Tiene un par de lentes y viste de
manera extraña. Me mira confundida y luego accede.
¡Bien!
—Está bien, quizá también porque fue mi culpa. —Susurra.
—¿Cómo? —La miro tenso.
—Es que… —Se demora en hablar— luego del anónimo que le
enviaron… Bueno, se me salió. —Susurra bajito— le conté la actitud de Dulce
contigo cuando estábamos….
Oh, joder. Maldita estúpida.
Mis ojos se entornan en ella cuando completa la frase y solo siento que
la odio. ¡Es una maldita idiota! Trago ansiedad y le sonrío fingiendo entenderla.
¿Qué te hizo pensar que Dulce tiene algún interés en mí? — Bufo.
La manera en la que te miraba… Yo, bueno… pensé que estaba celosa.
Me despidió.
Pero sabes que Dulce es una jodida engreída. Lo hizo para molestarte.
Jamás tendría nada con esa histérica mujer. — Río rodando los ojos.
¿Enserio? — Pregunta con el labio inferior temblando.
Enserio. — Respondo aparentemente tranquilo.
Yo… Bueno, es que yo… — Se traba— Jamás había sentido cosas por
alguien. Me gustas, Christopher. — Sus ojos destellan seguridad en un
microsegundo. Trago saliva, sostengo el aliento y cuando se da cuenta vuelve
a su pose de estupidita. He conocido mil personas enmascaradas, pero debo
aceptar que ninguna como ella.
Le sonrío, me sonríe de forma hipnotizadora.
A través de esos lentes puedo ver pasión. Estaba en lo cierto… no es
ninguna idiota pero debo seguir el juego.

Rita, estoy sorprendido. Yo no salgo con chicas últimamente.


Hace silencio y no deja de estudiarme. Mira mis pies, mis manos, mi
cabello y empiezo a sentirme incómodo.
¿Eres gay? — Su pregunta me mantiene serio. Podría decirle que lo soy
para que deje de pensar en mí; sin embargo, no me conviene ahora.
No. Solo… trabajo mucho. — Repito muy seguro.
Eres un hombre interesante, ¿Lo sabes, cierto? Brando dice que eres un
espía, está casi convencido. Y si fuera verdad, ¿Qué haces conmigo? ¿Crees
que soy de la mafia? — Ríe.
Si fuera un espía tendría millones en mis cuentas y no trabajaría. —
Suspiro— Pero debo a todo mundo. No quiero perder mi trabajo.
El Sr. Brando es muy exigente, se cuida mucho.
No me interesan sus negocios, solo quiero el trabajo. Tampoco me
interesa la amarga gritona. Jamás estaría con una mujer así…
Me sonríe y por mi mente pasan todas las poses sexuales que hice con
esa misma amarga. Las noches de intensa neblina y arduo fuego en las que
vivimos. Joder, pienso en eso hasta en este momento.
Es bueno saberlo. Intentaré hablar con el Sr. Hilton a su regreso, ahora
está de viaje.
¿De viaje? — Me exaspero. Control, Christopher. Control.
Así es. Se fue con Dulce a Europa.
Trago saliva.
¿Y eso? — Inspiro. Ella sube los hombros desinteresada.
Supongo que a casarse.
Mi sonrisa se esfuma cuando escucho esa palabra. Me cuesta mucho
mantenerme tranquilo, pero luego recuerdo que ella sigue observándome como
si estuviera esperando una mínima seña. Río y por dentro siento mil cuchillos
atravesar mi cuerpo.
¿Casarse? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Maldición! ¡No!
Aprieto mis dientes y muerdo mi jodida lengua. Hacer una escena ahora
no me convendría, pero me cuesta…. Me cuesta sostener esta farsa cuando
estoy a punto de explotar por dentro.
¿Enserio? — Me burlo— Quién querría casarse con esa loca.
Pues el Sr. Hilton muere por sus piernas. — Ríe conmigo, yo enfurezco.
¿Qué extraño, no? Se van a Europa… quizá Roma a casarse. — Digo un
nombre al azar, entonces me mira confundida.
¿Roma? — Levanta una ceja.
Claro. Imagino. No lo sé. — Sonrío.
Vamos… vamos…
—Tampoco lo deberías saber. Déjalos que se maten uno al otro.
Sonrío conteniendo mi furia de nuevo. Se acerca a mí y no tengo otra
opción que abrazarla. Acomoda sus lentes de inmediato y me mira a través de
las lunas gruesas. No me parece una tipa fea, sin embargo nadie es como mi
bonita. Soporto una estúpida conversación sobre la vida, le invento una historia
de 5 frases y luego intenta besarme.

Rayos…
Me incomoda esta situación, pero debo ser pegajoso hasta que logre mi
cometido. Se muere por mí y voy a aprovecharlo. Con dudas tomo su rostro
entre mis manos y la beso en la comisura de sus labios. Ella huele a menta…
y odio la menta. Me despego excusándome, entonces salgo con enojo hasta
mi auto para luego perderme en las calles.
Por el retrovisor noto que me están siguiendo pero no me preocupa.
Pongo todo el acelerador y los pierdo en dos segundos.
Christopher, hay algo que debes saber. — Espeta Juan al teléfono
¿Qué cosa? — Respondo furioso— Están siguiéndome, creo que los he
perdido.
Sabes que el jefe no te dejará en paz.
Que me la chupe… — Insulto de forma violenta— No dejaré que le pase
nada a mi mujer.
Debes venir rápido, amigo. Por fin tengo noticias.
Estoy cerca.
Cuelgo.
Mi pulso se acelera y estaciono mi auto donde siempre lo he dejado.
Marco mi código personal y subo por el ascensor hacia mi departamento. Las
únicas personas de mi entera confianza que la saben es Juan, un amigo y
Dulce.
¿Qué sucedió? — Pregunto con rapidez.
El jefe te ha desconectado del sistema. — Me mira serio— Y ha informado
a cierto personal que ya no tienes acceso a la base de datos de criminales ni
de espías, además de información valiosa de Hilton y su negocios sucios.
Lo sé — Alzo mis hombros y me siento en el sofá— Pero tengo el poder,
contactos y dinero como para hacer una clonación invisible, solo que me llevará
tiempo.
¿Estás seguro? Arriesgas mucho. — Contesta.
Me vale madre. — Exhalo y se queda quieto mirándome sin saber qué
decir.
Hay otra cosa… —Me mira por última vez y gira un pequeño aparato a
la luz de mis ojos.
Mi boca se abre cuando veo los videos de las cámaras de seguridad. Una
mujer que me parece conocida entra como si fuera la dueña de ese lugar, sale
con bolsas, luego vuelve a entrar. Lo hace en varias ocasiones y pronto observo
con detenimiento algunas tomas lejanas.
Acerca la cámara… — Digo y lo hace.
Esa mujer besa a Brando. Lo puedo ver porque el reflejo de la luz me lo
permite. Trago saliva para calmarme, ¿Acaso es idiota? ¿Cómo trae una
amante a su mismo hotel? Mi mente se nubla y me quedo en blanco.
¿Es que no te has dado cuenta? — Inquiere Juan.
Cuando estoy a punto de responder prosigue:
Esa mujer es Tatiana.
Abro los ojos, rompo mi silencio. Me acerca las imágenes y la veo con
mayor claridad… Mis puños se tensan, mi cuerpo hierve de rabia. ¡Zorra!
¡Maldita zorra! ¡Fue ella! ¡Ella es la hija de puta soplona! Me levanto con rabia
y pateo el sofá. Juan me conoce, entonces no me detiene. Llevo una mano a
mi cabeza y pienso lo imbécil que he sido.
¡Lo ha hecho por celos! ¡O qué se yo!
Tatiana odia a Dulce con toda su alma y sé que es capaz de lo que sea
para conseguir lo que quiere. Se ha acostado con el viejo para conseguir tenerlo
en sus manos. ¡Maldita sea!
Ella fue la soplona, estoy seguro.
Mierda. — Solo digo sin saber qué hacer— Es tan zorra como inteligente.
Sabe todos los movimientos que se tienen que hacer…. Ella — Señalo a Juan—
Ella fue. Estoy seguro que hizo de todo para que yo no ubicara a Dulce.
Y desactivó las cámaras frontales, además de redoblar la seguridad.
Zorra… — Murmuro.
Le ha lavado la cabeza a Hilton, Christopher.
Voy a matarla — Me tenso— Pero antes averiguaré dónde está mi mujer
¡Va a casarse!
Grito con furia, entonces Juan no se sorprende.
¿Juan? — Contengo nuevamente el aliento, no porque quiera sino porque
es lo sus ojos me producen cuando me miran de esa forma brusca.
Señor… todo ha sido perfectamente armado. La boda con su mujer, el
viaje, el jefe… Esta es una trampa. No debería ir.
¿No ir? ¡Está mi mujer en riesgo! Iré aunque sea lo último que haga.
Juan hace silencio.
Maldita sea.
¿Sabes donde está? ¿Es eso? — Lo miro con furia.
Asiente.
Christopher, no deberías…
Dime dónde está. — Grito— ¡Dónde está mi mujer!
En Paris.
Paris…
Escuchar ese nombre hace que duela respirar. No puedo creerlo,
simplemente no puedo. Mi corazón galopea contra mi alma, ¿por qué ese
lugar? ¿Por qué donde también nos casamos simbólicamente? Ella jamás ha
vuelto a pisar Paris desde que nos separamos. Por qué… Caigo sensible en el
sillón y por mi cabeza entran mil ideas de nuevo.
Señor… Es posible que su esposa haya…
No. — Contesto sin ganas— No sería capaz.
Señor…
Ignoro su comentario y trato de bloquear mi mente mientras bebo whisky.
… Es posible que en realidad haya fingido todo este tiempo. — Murmura
terco.
¡Ya te dije que no! — Grito.
Señor…
Vete a la mierda. — Tiro el vaso de whisky a sus pies.
Con desesperación jalo mis cabellos y saco mi arma. O es todo o es nada.
Señor… Christopher… ¿A dónde va?
Me detengo en el ascensor.
A Paris. A recuperar lo que es mio.
35. No tienes opción
Dulce

“Nada grandioso fue conseguido sin peligro”

Ha pasado un día y no sé nada de él. Cierro mis ojos mientras miro la


Torre Eiffel desde mi ventana conteniendo el aliento. ¿Qué pasará cuando se
entere? ¿Qué pasará cuando lo sepa? Quizá será tarde.
Jadeo por un Segundo mientras miro las preciosas construcciones de
este lado de la ciudad. Todo está tal y como lo recuerdo: las personas
caminando sin mirar a otras, el gris plomizo del cielo, puestos de crepes en
cada esquina y trajes particulares de las mujeres parisinas. Me encanta ese
lugar. En todos los años que no lo pisé realmente lamenté que tenga tanto
significado… y hoy estoy aquí con la persona equivocada.
Brando es un tipo cauteloso, quizá más inteligente de lo que pensé. Me
trajo a este lugar para casi obligarme a casarme con él y he decidido que voy
a hacerlo. Para el mundo soy una mujer sin compromisos, pero solo yo sé que
le pertenezco a un solo hombre, y él me pertenece a mi.
Las cosas no han ido como yo las pensé, pero al menos he logrado
controlar su ansiedad por una noche juntos. Me asqueo de solo pensarlo. Pero
se que habrá un día en el que no pueda evitarlo. O lo hago… o dejo todo tirando
5 años de lucha a la basura. Vuelvo a cerrar mis ojos. Mi obsesión más grande
o mi futuro económico.
—Bonjour mademoiselle —Una mujer mayor me sonríe. Trae uniforme—
service de nettoyage.
Es la mujer de limpieza
—Mercí. —Respondo y salgo del área para bajar hasta la recepción.
En el lobby no puedo evitar fíjame en todos los detalles del hotel, estoy
casi sistematizada. Miro a todos lados contemplando la belleza de la
decoración pero mi vista ahora se centra en los ojos de un hombre vestido de
negro que no ha dejado de mirarme.
Me tenso.
Giro en mis propios pies y me voy a otro lugar. Son las 6 de la tarde aquí
y pronto empezaré a arreglarme para la pequeña ceremonia.
—Cariño… —Suspira Brando tras de mi. Siento mi cuerpo tambalear
cuando me toca.
—Hola, Cariño. —Sonrio de nuevo— ¿Qué sucede? —Lo trato como
zorra en celo.
—Deberías estar alistándote. Tenemos una cita en la noche. Preparé todo
para esta ocasión.
—Claro. —Contengo el aliento y me voy sintiéndome desnuda ante la
mirada de Brando.
Con normalidad entro a mi habitación, la mujer que ha estado limpiando
me sonríe y se va. Me echo en mi cama pensando en el idiota de Christopher…
Si me quiere tiene que entenderme. Se ha vuelto difícil esta situación. Ya no
soporto más al viejo. Me drogaré cuando me toque así no sentiré nada. Pego
mis labios e imagino los dedos de mi marido entre mis piernas.
Necesito valor. Necesito su piel erizando la mía.
Llevo uno de mis pulgares hacia mi boca, luego los paso por mi cuello,
pecho, ombligo en dirección hacia mi centro. Ahí suspiro… Christopher, eres
tan bueno haciéndolo. Jadeo cansada, muerdo mis labios y siento que sus
brazos me rodean.
Mierda.
Estúpidas lágrimas pican mis ojos, ¿Por qué estoy llorando? Mi alma se
aterra, lo necesito. No quiero hacerlo. Quiero tenerlo a mi lado.
Sollozo tontamente, ¿Quién me manda a quererlo? Llevo guardando
dolor años que van fluyendo como mariposas en la actualidad. Mi dependencia
con él fue interminable cuando nos conocimos, jamás nos separamos hasta
que él se fue de mi lado. Aún no comprendo por qué lo he tolerado, por qué no
fui fuerte y me tragué las ganas que tenia de besarlo, abrazarlo, hacerle el
amor.
Te necesito, patancito. Pero este día puede significar la muerte de lo que
construimos hace un tiempo.
¿Y si no me perdonas?
Lo hago por hundirlo, por hacerlo pagar por lo que le hizo a mamá
Macarena, pero en el fondo también influyen mis propios intereses.
Es así aunque no lo quiera reconocer.
Me levanto mirando al espejo con mis últimas lágrimas cayendo por mi
rostro, aflorando de mi sucio interior. Me araño llevando mis manos a mi
cabello. Qué clase de mujer soy…
No puedo dejar de pensar en justicia, pero también en dinero. He luchado
tanto… que me cuesta dejarlo.
¿Y mi corazón? Se ha derretido pero a la vez no deja ser de hielo. Soy
esa contradicción que tanto he odiado en mi vida y a veces siento que no me
soporto.
Me maquillo de forma apresurada mientras intento bloquear mis dudas.
La noche ha caído y estoy completamente desarreglada. Cuando estoy lista
viene una modista a probarme el sutil vestido elegante color crema que elegí.
No me casaré de blanco, me niego a hacerlo.
A la vista del espejo vuelvo a verme exquisita. Estoy lista para esta farsa
por lo que camino intentando no temblar. Los pasillos están despejados, quizá
silenciosos pero no me preocupa, puede que Brando haya hecho que todos se
vayan.
Sostengo mi rostro en alto cuando veo a un hombre vestido de manera
formal delante de una mesa, lo que supongo es un juez. Brando está del otro
lado y sus guardaespaldas al extremo. Camino sonriendo falsamente con un
par de flores estúpidas que tomé de repente. Llego hacia él y me toma de la
cintura apretando mis músculos.
—Prosiga. —Suena ansioso. El juez Habla en francés y ambos podemos
entender. Nos da un sermón de siempre y luego toma un gran cuaderno para
que por fin firmemos.
—Bienes mancomunados, cariño. Desde ahora todo lo mío será tuyo.
Me sonríe, tiemblo dos segundos y miro directamente a sus ojos. No lo
pienses, Dulce. Solo hazlo. Trago saliva, aprieto mi estómago y cuando me da
el lapicero para firmar, comienzo a ver algo extraño a nuestro alrededor. Mis
sentidos se alertan, me quedo inmóvil mientras escucho los susurros de uno de
los guardaespaldas. Brando explora la sala y todo sucede rápido.
Disparos, gritos, gente corriendo por todos lados.
Los estallidos de las balas rebotando en el suelo me aterran. Los
guardaespaldas de Brando lo protegen sin tomarme en cuenta. Corren hacia
nosotros, lo sacan del lugar como si fuera Dios y solo me agacho mientras
chillo.
Un ruido.
El olor de una especie de gas fulmina la sala. Mis ojos pican y todo se
vuelve borroso. La gente grita, todos comienzan a llorar. Jadeo cansada, se
siente el aire pesado, entonces vuelven las balas.
—¡Brando!! —Digo en pánico, pero no me escucha. El pavor hace que
me quede quieta en shock cuando veo a duras penas a un hombre de seguridad
caer muerto.
Grito con todas mis fuerzas. Las ventanas se rompen con furia. Unos
hombres encapuchados entran por todos lados luchando con las personas de
seguridad del hotel. Las alarmas se encienden sonando de manera aguda.
Hombres siguen entrando y a lo lejos veo niños llorar, madres pidiendo auxilio
en francés, ancianos pegarse a las paredes. El horror se apodera de mi cuerpo
y empiezo a sentirme agotada. Me arrastro por el suelo buscando refugio pero
nadie se detiene hasta que unos brazos me levantan y lo primero que hago es
gritar con fuerza.
Silencio. — Dice y puedo reconocerlo. Es tan frio…. Jadeo cansada y no
quiero pensar, solo irme de este lugar. A nuestro lado hay otro hombre de
seguridad que cae lleno de sangre a nuestros pies… y me rindo.
Grito con pavor sin dejar de hacerlo. Llevo mis manos a la cabeza y me
agacho llorando, pero él me detiene maldiciendo en mi oreja. Pronto descubro
que estoy en sus brazos y me saca por la ventana. Logro ver un arma en su
mano apuntando y disparando a todo el que se nos ponga en frente. Tiene una
especie de gorro que lo protege, lo sé porque la lana pica en mi rostro. Me tira
al auto con furia y este arranca con prisa.
No dejo de llorar…
Mis manos tiemblan y me siento en claustrofobia, por lo que intento
escapar abriendo la puerta del carro. Veo pista de inmediato… lineas
moviéndose sin control y siento náuseas. Él me jala de la ropa y asegura todo
vínculo de escape. Me mantiene quieta aunque no pueda. Solo pienso en esos
niños asustados, en esas mujeres intentando protegerlos… pienso en que uno
de ellos podría ser mío por alguna estúpida razón.
Calmate —Parece un témpano de hielo. Me mira con enojo y abre mi boca
de forma brusca para obligarme a tragar una pastilla. Lo hace con experiencia.
La sensación de ahogo llega de nuevo. Jadeo al sentirme cansada de llorar
porque no he parado de hacerlo.
Señor… — Espeta un hombre.
Sabes a dónde ir.
¿A dónde ir?
Todo me da vueltas y me siento traicionada por los nervios. Mis manos
sudan, mi pulso y respiración se aceleran. No puedo contenerme pero a medida
que pasa el tiempo voy empezando a relajarme. Mis párpados pesan,
simplemente ahora no logro mantenerlos abiertos aunque quiera. Estoy
dopada… y caigo en sus brazos fuertes. Cierro los ojos. No existe más.
Mi cabeza duele cuando abro los ojos. Estoy arropada y acurrucada en el
centro de la cama. Desde la ventana sigue siendo de noche, ¿Qué sucedió?
Trago saliva y mi piel se eriza al recordar poco a poco el horror que he vivido.
Mierda…
Unos pasos se acercan y finjo estar dormida. Por más que quiera
mentirme sé quien está ahí. Deseo verlo con toda mi alma pero estoy
desubicada por todo lo que ha pasado. Necesito algunos minutos para pensar
bien en qué haré ahora.
Sé que no duermes, abre los ojos. — Espeta serio. Y por alguna razón le
hago caso. Luce con ojeras, aparentemente cansado y enojado.
Christopher…. — Su nombre me parece agua en un desierto.
El mismo al que dejaste solo en México por venirte a casar con el maldito
viejo. — Ríe sin humor— ¿Enserio pensabas que te ibas a librar de mí?
No respondo, ¿Qué voy a decirle?
¿Querías casarte con el viejo? — Vuelve a preguntar lo que ya dio por
hecho— ¿Enserio querías hacerlo? ¿Te obligó? ¡Responde, carajo! ¿Te
obligó?
Me obligó a venir a Paris…
No puedo terminar la frase porque él lo hace.
Pero no a casarte. — Se levanta con furia— Hiciste lo que te dije que no
hagas.
No voy a discutir contigo ¡Eres un maldito asesino! — Le reclamo aún con
horror— Habían niños ahí… — Mi voz es un hilo.
No lastimaron a los niños, Dulce. Ni a las mujeres, ancianos o inocentes.
No hago ese tipo de cosas. Solo hirieron a la gente de Brando. — Lo dice como
si fuera algo normal— Pero ese no es el punto.
¡Claro que es el punto! — Me enfado— Actuaste como un idiota.
¿Sabes por qué? Porque mientras estaba muriendo por ti en México ¡Tú
estabas planeando tu boda con el viejo!
Puedo ver sus celos aflorar a través de sus pupilas.
No fue así.
¿No? Entonces explícame.

Me mira sin paciencia.


Me dijo que iba a llevarme a cenar fuera y nunca pensé venir a este lugar.
Cuando llegamos me dijo que quería casarse en este momento, entonces..
Entonces pensaste que no podrías dejar de hacerlo.
Christopher, ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué le dijera que no y se vaya
todo a la mierda?
Puedo soportar todo menos verte en sus brazos.
Deja tus malditos celos de lado. Esto nos conviene.
¿Nos conviene? — Es una furia ahora— ¿O te conviene?
No dejaré que lo de Macarena quede impune. Lo voy a arruinar.
Y de paso a quedarte con su dinero. — Me acusa y siento que no puedo
contestarte— No vas a hacerlo, así tenga que amarrarte a mí toda la vida.
No puedes retenerme.
Cuando termino mi última frase él se acerca a la puerta. Chillo histérica,
no he terminado de decirle lo que pienso, entonces lo persigo. Me sostiene las
muñecas y sus ojos son un caudal de pasión. Sus labios se ensanchan y puedo
sentir el ruido de su respirar sin quererlo. Una gota de sudor invade su pecho,
todavía huele a balas… Me concentro en amenazarlo pero no me deja. Me saca
de la puerta por pequeños empujones y grito con horror.
Silencio. — Dice tapándome la boca— No vas a salir de aquí hasta que
todo se haya calmado.
¡Suéltame! — Lo empujo— No eres malditamente nadie para venir a
darme órdenes.
¿Nadie? ¿Nadie?? — Ríe— Soy tu marido.
¡Pero no mi dueño! — Jadeo empujándolo sin éxito.
No lo harás… primero me doy un tiro — Me sostiene las muñecas.
Pues yo te lo daría con mucho gusto, idiota. — Soy una fiera— Déjame
en paz…
No.
¡Déjame en paz! — Forcejeamos y lo araño. Él hace una mueca de dolor
pero luego se calma arrinconándome contra la pared.
Nunca. — Se acerca a mi rostro— ¿Lo entiendes? No te perdí 5 años
para dejar que te cases con el hombre que mató a mi madre.
La rabia invade mi garganta y lo daño con todas mis fuerzas pero solo
logro que se pegue más a mí. El silencio invade la habitación. Nuestros
corazones dan a luz los latidos fuertes que comienzan a emanar de nuestros
pechos. Me contengo torpemente, pero luego vuelvo al ruedo. Meto mi hombro
en su pecho y lo empujo como loca. Pateo, intento arañar y morder a la vez,
entonces me toma del cabello y mete su caliente boca en la mia para besarme.
No lo hagas. No lo hagas. No lo hagas. — Me repito.
Y me cuesta. Ahora la lucha es por dentro. Él pronto logra meter su lengua
y tenemos un beso acalorado. Me succiona con todas sus fuerzas y su aliento
sabe a whisky y café recién servidos. Jadeo para respirar pero no se detiene.
Me alza en sus caderas y solo me dedico a tocarlo.
Cómo lo he extrañado…
Y han sido 24 horas.
Nuestros besos resuenan en el gran silencio. No puedo dejar de comerlo.
Pronto somos brutalmente activos, intensos, brutales. Logra tranquilizarme con
solo chocar mis dientes y me canso de mí misma.
Eres mi mujer — Se separa de mí y siento que duele— Mí esposa. Mi
bonita… y si fuera un idiota dejaría que cometas una estupidez.
Lo miro con deseo mordiendo mis labios, pero cuando intento besarlo se
separa.

Estoy furioso contigo. — Dice mirándome fijamente— Y no vas a lograr


contentarme por lo menos en 10 años. No puedo creer que hayas preferido el
dinero… — Su mirada se quiebra— Pero así seas la persona más mala del
mundo seguiría amándote.
Me suelta tranquilo
¿Sabes por qué? — Agrega— Porque uno no escoge con quién se va a
cagar la vida. Solo pasa y ya. Me tocó alguien como tú… tuve mala suerte.
Abro la boca indignada cuando escucho sus palabras. Y se va cerrando
la puerta con llave.
Un nudo en mi garganta se instala. Dios… ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué
está pasándome? Por leves segundos me arrepiento de haberlo pensado,
entonces recuerdo sus palabras al irse de mi lado y lo mando a la mierda.
Él me dejó primero…
A él no le importó cambiarme por su venganza… ¿Y ahora viene a darse
de digno?
Jódete, idiota.
Me siento en la cama frustrada, ¿Dónde diablos estoy? Maldito el
momento en el que lo perdoné porque le dio poder. ¿Qué pensará de todo esto
Brando? Mis ojos se abren al recordar que me había dejado sola en el tiroteo.
Si lo ha hecho ahora… ¿Qué no hará después? Acuesto mi cabeza en la cama
mirando hacia arriba. Estoy jodida. Odio a los hombres. Odio mi vida.
Pasan algunas horas y solo duermo, pero sus palabras siguen instaladas
en mi interior. ¿Soy la peor cagada de su vida? Un hilo de dolor atraviesa mi
corazón… ¿Y qué esperaba? ¿Qué fuera de otra forma? Por más que intento
me siento pésima. Tengo furia en mis puños. Quiero decirle que él me dejó
primero pero a la vez pedir perdón.
Yo no pido perdón.
Joder…
¿Podría vivir sin sus labios? No.
¿Podría dejar de follar con él? No
¿Podría alejarme por más de 1 semana? Quizá no.
¿Entonces por qué lo iba a hacer? Porque lo había planeado.
Soy una persona calculadora. Desde que él me dejó muté de una forma
sorprendente y debo confesar que me agradó ser fría. Hice cosas que nunca
pensé hacer y todo para mi fue éxito hasta que volvió a cruzarse en mi vida.
Él es la maldita incógnita de mi historia.
Me siento frustrada porque todo lo que escribí para mí no sucedió desde
que lo vi de nuevo. ¿Qué dije que iba a hacer? No hacerle caso. ¿Y qué hice
primero? Acostarme con él en la cama de Brando. Me la jugué… y poco a poco
me acostumbré a sus presencia perturbadora. Sus palabras lindas calaron en
mi interior sin darme cuenta y fue un caos.
Eso me sobrepasó.
No estaba dispuesta a dejarlo todo y me aferré a mis planes fracasando
de nuevo. Pienso en algo, estoy segura de hacerlo y luego no lo hago por andar
pensando en malditos Romeos. Estoy asustada, atontada, endormecida por
cómo todo esto ha logrado invadirme…
¿Entonces qué quiero?
A él y sin él.
La noche termina de pasar de forma rápida. He dormido a lo largo de 10
horas sin darme cuenta y ahora lo único que quiero es irme. Veo ropa limpia
cuando me baño y no tengo más opción que ponérmela. El desayuno está listo
cuando salgo de la ducha… pero él no me deja salir del cuarto. ¿Hasta cuándo
cree que podrá encerrarme?
Enciendo la TV y puedo entender el francés que hablan en los noticieros.
“Un intento de ataque terrorista en Paris” —Dice la mujer rubia
asombrada.
No, no es ISIS…. Es Christopher disfrazado de bandido.
Ruedo mis ojos al ver imágenes de terroristas siendo interrogados. Es el
mismo hotel donde sucedió el tiroteo y pronto muestran la cara de Brando como
uno de los afectados. Me importa una mierda si se muere, pero al parecer ha
salido librado.
“Los reportes dicen que puede haber sido también un ajuste de cuentas”
Entonces veo a su archienemigo en pantalla… El chino.
Mi boca cae abierta cuando entiendo el plan maestro de mi maridito. Es
un perfecto bandido. Inteligente al hacer pensar a toda la gente que ha sido el
terrorismo, o quizá un ajuste de cuentas. La gente hablará de ello y no se
concentrarán en mí.
Imbécil…
La puerta se abre y entra Juan a recoger mi bandeja de comida.
¿Dónde está el energúmeno?
Perdón señora, ¿Quién?
El idiota de Christopher.
Pasa saliva tenso.
Está en la sala, pero…
Voy a verlo.
Eh… no. — Bloquea mi paso— Tengo órdenes.
Me importa una mierda tus órdenes.
Vuelve a bloquearme el paso.
Si no te mueves voy a besarte. — Digo en voz alta sonriendo y
Christopher aparece casi aterrado. Juan se palidece y desaparece con rapidez.
¿Ahora besas a todo mundo? Parece que no te cuesta… — Me manda
una indirecta.
¿Me estás diciendo perra? — Levanto una ceja.
No he dicho nada. — Contesta serio.
Puedes ir a la puta mierda y morirte ahí mismo. ¡Déjame salir!
Ríe serio.
Jamás. — Cierra la puerta tras su paso.
¿Qué quieres Christopher? ¿Sexo?
Me mira impasible.
No. No lo necesito. Puedo tirarme a cualquier francesa si quiero.
Mi temperatura sube.
Hazlo entonces y te juro que me cojo al primero que vea en la calle.
No me provoques…
No me retes — Lo fulmino con la mirada— No soy tu trapo para que me
trates como quieras.
¿Y tú sí puedes tratarme como quieras? — Vuelve a decir.
Esta conversación terminará mal. Solo quiero que me dejes ir y punto.
¿Qué te deje ir? Ja… no nena, no quiero.
¡No me puedes encerrar toda la vida! — Grito.
Nos iremos a Lille en unas horas.
¿Qué?
No me puedes hacer esto.
Claro que puedo. — Sonríe— Duerme y no molestes.
¡Christopher!
Vuelve a cerrar la puerta.
Juro que vas a arrepentirte…. —Grito— Juro que me voy a coger a todos
los hombres que vea en tu cara… ¡Te odio!
Grito y me enfurezco.

Camino por toda la habitación intentando idear un plan pero estoy


cerrada. Miro por la ventana y todo está sumamente asegurado. Voy al baño y
no hay salida. La chapa de la puerta no tiene forma de abrirse… ¡Estoy perdida!
Odio al patancito de nuevo.
Y cuando empiezo a explorar algunas cosas encuentro su ropa. Veo una
tijera y la corto en pedacitos mientras lo maldigo. Maldito idiota, maldito infeliz,
estúpido Romeo. Clavo la punta de la tijera en su camisa e hinco cada espacio
de la tela hasta que ese crudo movimiendo me hace arder sin pensar…
Cielos…
Suelo la tijera y llevo una mano a mi cabeza. No puede ser que esté
pensando en este tonto recuerdo en este momento… Y todo pasa por mis ojos
como si hubiera sido ayer…
¿A dónde vas, Dulce? — Preguntó mamá sonriendo.
A… dormir. Estoy cansada. ¿Tú qué haces despierta?
Um… vine por agua. — Me miró tan decidida a conversar que devolví mi
vista con horror.
Me parece que papá te llama… — Dije desviándola, enseguida se
esfumó. Con un peso menos miré hacia la puerta y la risa de Christopher me
hizo vibrar. Lo tomé de la mano y subimos por las escaleras en silencio. Al
llegar a mi recámara pude ver a Kiara durmiendo en su cama. Le puse la mano
en la boca y lo aventé hacia la mía.
Se va a despertar… — Susurró.
Duerme como un elefante, calma. — Reí con soltura.
Mejor no. — Repitió.
Mejor sí. — Le abrí el pantalón con torpeza y cuando quiso moverse tomé
la tijera que había utilizado horas antes para cortar figuritas— Si te mueves te
mato. — Lo amenacé y sonrió— Clavaria esta tijera por aquí… — Bajé el
elemento por toda su barriga hasta llegar a su miembro— O por aquí…
Dulce… — Me mira impasivo— Kiara…
Arg… — Rodé los ojos y lo levanté hacia el baño aún con la tijera en
mano, entonces cerré la puerta.
Se bajó el pantalón como loco y lo miré arrepentida porque en ese tiempo
estaba recién estrenada y solía ponerme nerviosa cuando su erección
explotaba hacia afuera. Me montó cuantas veces quiso llevando su mano hacia
mi boca para evitar que chillara, pero no pude controlarme. Apreté mi trasero
hacia sus caderas y con furia tomé la puerta para sostenerme y a la vez gritar…
Cada embestida que me daba era un tormento. Cada vez que entraba en mí
clavaba la tijera en la puerta. Terminé haciendo más de 100 agujeros… y Kiara
se horrorizó desde afuera.
Dulce cochina… — Dijo.
Pero no me importaba lo que una mocosa decía y terminamos después
de 10 segundos. Se fue a acusarme con mamá, ella vino tensa y Christopher
se escondió perfectamente donde pudo. Lo vi con ojos de sexo y solo recordé
esa tijera… y sus huecos en la puerta.
Esas épocas…
Quién diría que el primer hombre en mi vida iba a marcarme tanto. Por él
me volví perra en celo y ahora esto…
Sus palabras han dañado algo dentro de mí, pero quizá tiene razón y no
debo negarlo: me gusta el dinero pero también lo quiero.
Pasan las horas y furiosa entro al auto blindado que ha alquilado. Todo
sucede más rápido de lo pensé, llegamos a Lille y vuelvo a estar encerrada
ahora en un piso alto. En el camino lo insulté como quise, pero no me hizo caso.
Juan tuvo que aguantarnos peleando… y realmente esto me agota.
¿Qué saben de Hilton? — Lo escucho conversar con Juan haciéndome
la dormida.
Se ha escondido como una cucaracha, realmente piensa que el chino
tiene a Dulce. — Ríe.

Bien porque no volverá a ver a mi mujer. Nos vamos mañana mismo a


Suiza.
De acuerdo. — Responde Juan.
¿Suiza? ¡No me iré a Suiza con ese energúmeno!
Abro mis ojos descubriéndome y ellos ríen.
Gané. — Le dice Chris a Juan
Tienes un talento único. — Responde Juan dándole un billete.
Apostamos a que estabas despierta escuchando, Dulce.
¿Qué? — Los miro con furia mientras se burlan de mí.
—Tus pestañas han temblado… Si estuvieras dormida no lo harías.
¡Jodanse! ¡Vayanse a la mierda! — Exploto con indignación— Quiero
irme de este lugar
No. Hilton ha mandado a sus secuaces a buscarte — Me mira mientras
come una manzana— Es peligroso dejarte salir, además… no quiero.
¡Tú no puedes encerrarme! — Digo furiosa.
Juan, ¿Comprarías algo de pan? Estamos en Francia… — Me ignora.
Bien. — Sonríe— Con su permiso, señora.
Púdrete hormiga apestosa. — Le digo.
Voy a lavarte esa boca… — Ríe y deja la manzana— Con algo que me
gusta.
Asqueroso… — Lo empujo— No volveré a hacerlo aunque estés
muriendo.
¿Muriendo? — Ríe— ¿Quieres que muera?
Sí, púdrete patancito…
Lo empujo una vez más y voy a mi habitación llena de enojo y frustración.
No puedo escapar. Estoy a merced de sus caprichos y me jode tanto que no
puedo soportarlo. Ojalá se muera… Lo maldigo en silencio y solo ideo en mi
mente otro plan.
Me escaparé.
Y no volverá a verme.
Una luz de dolor vuelve a implantarse en mi pecho. Mierda… ¿Cómo haré
eso si lo quiero? Me deprimo enseguida, ¿Cómo haces para no querer a alguien
que has querido toda la vida? Me canso de luchar conmigo misma, pero es muy
dificil conversar ahora. Él y yo estamos dolidos… y lo entiendo aunque no lo
justifico.
Me ha dicho cosas horribles y no lo dejaré.
Dulce… — Escucho su voz desde afuera bajito, como si estuviera
escondiéndose.
No le hago caso, ¿Ahora qué quiere? ¿Jugar a policias y ladrones
conmigo?
Me siento en la cama y mis piernas tiemblan. Escucho pasos extraños
desde afuera. Mantengo mi cordura pero todo se vuelve peor cuando hay
absoluto silencio.
Lo maldito en mi mente de nuevo. Una y otra vez. Ojalá se muera…
maldito idiota. Necesito ser yo, necesito recuperar mi vida dominante, no
necesito que me aten. Volveré a México y nunca más sabré de él en mi vida
aunque lo quiera.
Otro ruido, al parecer se ha abierto una puerta y ha explotado algo.
El olor a pólvora invade mis sentidos, entonces mi corazón se pone alerta.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Miro hacia la ventana y hay autos negros afuera. Mi
mente empieza a hacer un viaje de terror… ¿Brando nos encontró?
Balas…
¿Christopher?
¡Dulce! — Grita como si le estuviera costando hablar.
Por un momento me congelo en el tiempo, entonces corro a la sala
encontrando charcos de sangre en el suelo.
Dios mio…
Mi vida pasa por mis ojos de inmediato. La sangre me da nauseas pero
en este momento solo pienso en mi marido. Con rapidez busco si está bien con
mi mirada y cuando volteo hacia un costado lo veo tendido en el suelo.
Un cuchillo en sus manos, sangre por su alrededor…
Lo han herido.
36. No lo hagas
Dulce

“Las tentaciones como tú, merecen pecados como yo…”

Mis ojos destellan un miedo que no puedo describir al verlo tirado. Una
agrietante sensación de dolor aparece en mi garganta como si estuviera
carcomiendome el alma. Está herido… Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos para
ver si esto es realidad o fantasía, pero es realidad… y necesito ayudarlo lo más
pronto posible
—Christopher… —Susurro sin saber si tocarlo o no.
Él no responde. Aún tiene el cuchillo en sus manos como si se hubiera
defendido.
—Du… —Lo callo con mis dedos y examino su cuerpo como puedo. Su
estómago está intacto al parecer, pero veo una herida en su brazo que no
quiero ni tocar.
Ahí… —Dice en agonía— Llama… Juan….
¿Dónde está Juan?
Entonces entra con comida en las manos, la misma que termina tirando
por nervios. Al verlo ahí solo me esquiva cargándolo hacia el sofá. Saca
desesperado un botiquín y desinfecta su brazo como puede. Yo… solo aterro
viendo sangre porque siempre he odiado la sangre. Juan toma un pedazo de
tela y lo amarra alrededor de su zona afectada para que no se siga
desangrando.
Señora, una ambulancia. — Espeta ansioso.
No. — Chris habla como puede— Pueden regresar, debemos irnos.
¿Irnos? ¿Regresar? Me hielo cuando lo menciona, entonces Juan corre
hacia la ventana y hace una seña extraña. 3 minutos después algunos hombres
más se nos unen, entre ellos el tipo que me estuvo espiando en Paris, y lo lleva
hacia las escaleras de emergencia.
Señora, vámonos. — Me quedo en shock. Juan toma mi brazo y me obliga
a ir con él a empujones— Christopher me mataría si la dejamos. Vamos.
Bajamos 15 pisos aproximadamente y estoy exhausta, pero todo se me
va cuando veo a Christopher agonizando. Su piel ahora es pálida y me aterro
pensando en que pueda estar en peligro, aún así hace su mayor esfuerzo para
seguir el camino.
Después de una larga travesía hacia una clínica pequeña a las afueras
de Lille, por fin lo ve un médico. Los minutos pasan volando y mientras espero
pienso en todo lo que ha sucedido hasta ahora. ¿Quién carajos ha hecho esto?
¿Brando? Un aire helado pasa por mi pecho. No, no puede ser él… Él lo
mataría. La sola idea de muerte me paraliza… No quiero que se muera. Cierro
los ojos confundida llevando mis manos hacia mi cabello. Estoy muerta de
miedo. Sé que solo es una herida en el brazo pero aún así existen mil
posibilidades de infección y perdió mucha sangre.
¿Cuánto falta para que terminen de curarlo? — Pregunto en francés a
una enfermera. Ella me explica el procedimiento de manera imparcial y se va.
No falta mucho, seguro. — Se une Juan de inmediato.
Lo miro y me parece un juego todo esto. Es un tipo de mediana estatura,
casi casi como yo. Trae botines y viste de forma particular, como si viviera en
la niñez y estuviera jugando a las matanzas. Me genera un poco de tensión
verlo, pero me extiende su mano para luego entregarme un café caliente.
Lo necesito…
Bebo apresurada quemándome la lengua. Él me dirige al asiento y luego
se une a mi lado. Mi tensión aumenta cuando recuerdo haber dicho que lo
besaría, pero me mantengo tranquila porque sé que Christopher lo mataría de
un balazo. Él no va a propasarse de ninguna manera.
Christopher está bien. — Dice rompiendo el hielo.
Sí, sé que lo está. — Respondo seca como si no me importara.
¿Sabe por qué pienso que está bien? — Pregunta incisivamente.
¿Por qué?
Porque usted está en su vida. — Espeta con seguridad— Él no va a
dejarse vencer por nada en el mundo si usted está cerca.
Hago un minuto de silencio fingiendo que trago café, esto a veces me
desconcierta.
¿Te ha pagado para que me digas esto, no? — Río sin humor— Buen
juego.
Para nada, señora. Solo… lo sé porque siempre ha hablado de usted
desde que lo conocí.
¿Enserio? — Levanto una ceja desprevenida— Seguro cosas feas. —
Contengo el aliento cuando asiente.
Sí, dijo que roncaba por las noches. — Me mira serio, pasan dos
segundos y explota en risa. Yo me enojo… ¿Qué carajos le pasa?
No me agradas. — Digo.
Señora, solo fue una broma. Christopher tenía razón… usted se pone
más interesante cuando la hacen enojar. — Suspira— Con todo respeto.
¿Enserio dijo eso? ¡Que se joda entonces! — Bebo más café— Me iré
cuando sepa que está bien.
¿Se irá? No se irá. — Afirma— Si la dejamos ir nos corta los huevos.
Pff… es un maldito maniático.
La ama con toda su vida, señora.
Hay un silencio. Me dedico a ver cómo la gente pasa por los pasillos con
bolsas, enfermos y algunos bebés en brazos.
Él hace todo esto por protegerla… — Añade— Usted no sabe todo lo que
ha hecho.
Si me protegiera tanto no debería haberse alejado de mí. — No sé por
qué dije esto ahora, pero ya lo dije. Me mira cansado, como si este discurso
fuera siempre el mismo y se limita a callar, entonces agrego.— ¿Cómo lo
conoces? ¿Te reclutó un día de por ahí? — Me da curiosidad saberlo.
No, él me salvó la vida. — Sonríe— Y desde ese día le juré lealtad.
¿Te salvó la vida?
Mi esposa y yo veníamos en un pequeño carrito por la sierra. Era lo único
que teníamos y entrábamos a la ciudad, entonces unos tipos nos dispararon.
Yo no sabía utilizar armas, así que protegí a mi mujer con mi cuerpo. Cuando
los hombres se acercaron los vi morir por unas balas a lo lejos. Christopher
había estado practicando tiros por la zona y los mató, entonces nos volvimos
amigos y accedí a trabajar con él. Usted puede verme, señora. No soy el típico
espía o asesino. Soy un hombre de pueblo que creció gracias a la confianza de
un hombre. Mi mujer y yo vivimos lejos pero nos queremos igual. Ella sabe que
estoy trabajando para el señor que nos dio todo lo que tenemos ahora.
Es una buena historia… — Digo con sinceridad— Me da gusto, enserio.
Christopher es un gran hombre. Sin conocerme nos dio techo. Mi mujer y
yo estábamos aventurándonos sin dinero por un futuro mejor, sobretodo por el
niño que esperaba mi señora.
Suspiro…
¿Un niño?
Si, Pablito. Ya tiene 3 años.
Tiene un hijo… Sonrío intentando calmar mi ansiedad, ¿Hay un niño
cerca a nosotros? Mi mente vuelta, quizá necesite más dinero para alimentarlo
pero no sé cómo decirselo sin que se ofenda.
¿Todo bien con eso? Digo… ¿Christopher no te explota no?
¿Explotarme? Me paga más que lo necesario. Ya hemos comprado un
departamentito — Sonríe— Y mi hijo vive tranquilo.

Qué bueno. — Digo pegando mis labios.


Madame… —Dice la enfermera sorprendiéndonos. Me levanto y termino
de hablar con ella, al parecer lo sucedido no afectó a ningún ligamente así que
todo está bien. Las fuerzas las recuperará pronto.
Pase usted a verlo, estoy seguro que es su mejor medicina. — Me sonríe
en complicidad y suspiro por hacerle caso.
Al entrar veo a dos hombres custodiándolo. Ellos salen al verme,
entonces me siento a un costado de su cuerpo. Lo miro y está con los ojos
cerrados, el brazo vendado y una especie de bolsita roja que cae gota a gota
por la intravenosa. ¿Qué fue lo que pasó? Toco su mano maldiciéndome por
ser tan buena con él y lo siento frío. Intento levantarme para pedir unas mantas
pero enseguida captura mis dedos como puede.
No te vayas… — Dice con dificultad.
No hables, Christopher.
Quiero hablarte… — Suspira— Ven…
¿Qué pasa? Voy a ver a la enfermera, estás frío.
Tú me das calor. — Sonríe como borrego tonto.
Ya empezaste… eres un ridículo de mierda. Ni enfermo cambias. — Lo
arropo— Duérmete.
No… — Suspira.
Bueno, entonces te apagaré la luz y no te quedará de otra. — Me mira
cansado. Parpadea despacio y sonríe.
Dijiste que me querías ver muerto. Casi lo logran.
Abro los ojos en pánico.
¡Lo dije porque estaba molesta! — Espeto— No era cierto. Tú también
dijiste que no valía la pena, así que esta mamacita… se va a dormir fuera.
Me levanto con ganas de hacerlo, sorprendida por mi propia rabia
contenida. Él suspira, puedo escuchar nuevamente su lenta respiración y jadea
de dolor. Me detengo delante de la puerta cerrando mis ojos. Oh, Dios… no
puedo dejarlo. Volteo frustrada y sigue quejándose.
¿Qué?
Me duele aquí… — Finge muy mal ahora, pero jugaré su juego. Me
acerco como si le creyera y luego toco su herida suavemente— Quédate
conmigo. Nos iremos de madrugada.
¿Nos iremos?
Tal y como lo dijo, nos fuimos. Salió de su habitación a las 3 am y partimos
rumbo a Italia. Aún no comprendo cómo estoy haciendo esto tan tranquila
sabiendo que Brando debe estar buscándome afuera. Al llegar al aereopuerto
sus hombres nos escoltan y nos acompañan mientras llegamos a un mini
departamento lejos de la ciudad en Verona. Jadeo al ver su dolor mientras lo
acuestan y solo pido a sus empleados que le traigan comida, medicinas y algo
de ropa para ambos, ya que salimos sin tomar nada.
No te quejes.
Cierra los ojos mientras aprendo a cambiarle de venda. La herida aún
está fresca y sangra de vez en cuando. El médico nos recomendó no viajar,
pero Christopher se entercó tanto que nadie pudo hacerlo cambiar de opinión.
Esto pasa por terco. — Digo curandolo como puedo— Oh… cielo… mira
tu herida.
Una bala destrozó mi piel.
Pasará. — Sostengo su brazo en silencio, pero luego vienen a mí las
preguntas— ¿Me vas a decir qué pasó? No escuché nada, Christopher.
Suspira.
Un malnacido nos encontró. No es de la gente de Brando sino del Chino.
¿Qué? — Mi pulso se acelera— Pero…

Me quiere de su lado o muerto. — Esboza tensión— Tuve algunos


problemas con la gente del gobierno y… al parecer esto fuera.
¿Fuera? — Mi cuero cabelludo pica— ¿Cómo que fuera? ¡Eres el mejor!
Cómo que… — Llevo mi mano a la boca sin poder creerlo. Estoy indignada, por
Christopher han logrado acercarse a Brando y ahora… ¿Esto? Me mira
sonriendo y debo confesar que me inquieta sus labios de esa forma.
Dijiste que era el mejor… No me interesa ser el mejor para nadie más que
para ti.
Toma mi mano y yo la quito.
Bipolar. Dijiste que…
Dije cosas de las cuales me arrepiento. Estaba celoso, indignado y furioso
contigo pero ya pasó.
Las cosas no se arreglan así — Le digo.
Lo siento. Perdón. — Murmulla.
No. — Respondo con seguridad y me mira triste pero sigo atendiéndolo.
Termino con su venda y me levanto.
¿A dónde vas? — Pregunta cansado.
A airearme un poco.
Ni si quiera vuelvo a mirarlo porque ya estoy con dos pies afuera. Camino
segura y me encuentro con Juan adentro tomando un poco de agua. Asiente y
le doy permiso para entrar a ver a Christopher. Yo ya no lo soporto… pero a la
vez no lo quiero perder de vista.
Ese hombre me jode, calienta, estresa, pero debo reconocer que no es
un mal tipo. La manera en cómo Juan habla de él es especial, y por alguna
razón me emociona que tenga un bebé cerca, ¿Algún día lo conoceré? Jadeo
en silencio. Me he alejado de los niños todos estos años para evitar sentirme
herida, pero tengo la asquerosa necesidad de ver a alguno por ahí uno de estos
días.
Donaré dinero, sí… es una buena opción. No hago buenas acciones
comunmente, pero creo que hay niños que lo necesitan.
Me siento el sofá mientras leo una revista ahora en Italiano y llego pronto
a la sección de ropa infantil…. Si pudiera comprar aunque sea una de estas
prendas sin quebrarme sería lujo para mí en mi vida, pero no es así.
Las horas pasan y otro día ha pasado volando, pronto es de noche.
Mandé a descansar a uno de los hombres de seguridad mientras el otro
custodia la entrada de este mini departamento. Juan y los muchachos duermen
en el piso de abajo por lo que estoy segura tendré que hacer de enfermera esta
noche.
¿Duerme? — Pregunto al ver a Juan salir del lugar.
Tiene fiebre alta, señora. Algo salió mal. Voy a buscar medicinas al auto.
Me tenso al escucharlo y entro a velocidad a la habitación mientras lo veo
dormir. Joder, no puede dormir… Me acerco para despertarlo y delira. Mi mano
quema con furia al tocar su piel ¡Realmente tiene fiebre alta! Jadeo asustada,
Juan entra con medicinas y se las damos. El doctor dijo que debía tomar dos
cada ocho horas así que programo alarmas en mi celular porque soy la persona
más olvidadiza del mundo.
Lo inyectaré. — Dice Juan y me aterro al verlo sacar una jeringa para
introducirla en su vena. ¿Y si lo hace mal? — Soy experto, señora. — Me sonríe
y me quedo más tranquila.
Christopher, despierta. — Palmeo su rostro. Juan y yo pasamos una hora
así, intentando despertarlo hasta que por fin sucede. La inyección ha hecho
efecto y me quedo más tranquila.
Christopher, ¿Cómo te sientes? — Dice Juan.
Mareado, pero mejor. Gracias Juan.
No ha comido en todo el día, señor. — Espeta Juan— Es muy tarde para
encontrar comida, pero intentaré buscar donde sea.

Estoy bien. — Habla como si sus párpados le pesaran— Muy bien. —


Susurra poniendo su mano encima de la mía— Quiero que hagas algo. Ve con
Linares hacia donde tengan que ir para tramitar pasaportes falsos. Ahora
mismo.
Pero señor…
Tienes que hacerlo, Juan. No podemos quedarnos en Europa con
nuestros nombres verdaderos por mucho tiempo.
Bien señor, haré lo que pueda.
En el auto hay un maletín con dinero. Soborna a quien tengas que
sobornar.
Abro mis ojos impactada pero a la vez más tranquila viéndolo
recuperándose. No me gustó su versión en cama… ¡Porque jamás ha sido así!
Toda su vida fue fuerte y valiente, así que me reconforto volviendo a la realidad.
Estoy enojada con él todavía pero… no puedo dejarlo morir aunque haya dicho
lo contrario.
Puedes ver la televisión si quieres, voy a ver si este departamento tiene
algo para calentar.
¿Qué? — Bufa— ¿Cocinarás?
Ríe en su debilidad y lo miro achinando los ojos. Me voy seria y no regreso
cuando me llama. Idiota… ¿Cocinar yo? Lo decía por la comida congelada, sin
embargo sé que no es buena para un enfermo. Camino explorando la pequeña
cocina y descubro que hay un refrigerador. Abro la tapa y me encuentro con
algunas verduras, pollo congelado, especies extrañas y mil utensilios de cocina
¿Quién metería en el refrigerador este tipo de cosas? Me mantengo alerta y por
mi mente pasa una idea tonta…
Lo haré.
Veo bien los implementos, los lavo y empiezo a preparar lo único que me
ha salido bien en toda mi vida: hacer sopa de verduras y pollo.
Recuerdo las palabras de mamá ahora, pero no sé si primero va el pollo
o las verduras… Da igual. Me mantengo paciente al ver cómo hierve y sonrío
cuando está casi listo. Me tomó solo algunos minutos en hacerlo y para mi
salvación la verdura ya venía cortada.
Listo. — Lo pruebo.
Sabe bien…
Abro los ojos sorprendiéndome, ¿Realmente esto está pasando? Miro la
sopa y me aterro… ¡Estoy haciendo comida para él! Me muerdo las uñas y
desisto, pero sé que está enfermo… Mierda ¿Qué hago? El imbécil seguro me
molestará con que es mi deber atender al esposo, pero no… no lo es. Siempre
luché contra el machismo desde niña y odio cuando hace ese tipo de
comentarios. Lo peor es que él lo sabe y solo quiere fregarme.
Oh… rayos.
Sirvo la sopa en un pequeño plato y lo llevo en una bandeja hasta su
recámara. Me mira sorprendido cuando me ve y enseguida apaga la televisión.
Dulce… — Suena sorprendido.
Es sopa, cómela. — Alcanzo la bandeja hasta sus piernas.
Odio la sopa, Dulce. — Hace un gesto de asco— Dile a Juan que gracias.
Juan no ha traído nada… — Mascullo— La hice yo.
Me mira como si fuera una ofensa mentirle en esa situación, entonces
cierro mis ojos en señal de vergüenza. Sonríe cuando los abro y sus labios
dibujan una expresión de felicidad cuando toma la cuchara y prueba con
cuidado.
Cielos…. — Dice lamiendo sus labios— Es tu sopa…. — Se emociona—
Quiero comerla pero como verás me es dificil con el brazo derecho lastimado.
Oh….
Me mira con una cara que no puedo rechazar. Suspiro mientras lo toco,
tomo la cuchara y la acerco a sus labios lentamente, como si fuera un bebé
jugando al avioncito. Me mira sonriendo y termina de comer, entonces voy de
nuevo.

—Está muy bueno. —Dice lambiéndole los labios y mirándome como si


fuera algo sexual. Me tenso, ¿realmente está haciendo esto? Aclaro mi
garganta y tomo con la cuchara los pequeños pedazos de zanahoria para
llevarlo a su boca de nuevo.
—Come. —Sonrio porque sé que odia las zanahorias. Me mira suplicante
y no me apiado de él, por lo que termina comiéndolo de una forma casi
exasperante. Constantemente saca su lengua y se lame para provocarme.
Mierda
—Ya falta poco. —Lo ignoro, pero sé cuales son sus intensiones.
—Amo tu sopa… —Sonrie— La he amado siempre.
—Entonces comete todo.
Después de haber terminado sin querer derramo un poco de líquido en
su barbilla. Con ansiedad tomo la servilleta y limpio suavemente su piel… de
nuevo, pero esta vez de forma casi estratégica. Él no deja de sonreír, como si
con esto estuviera haciéndolo feliz. Me mantengo alerta y pronto siento que sus
manos acarician mis piernas.
—Christopher… —Me levanto de inmediato.
—Lo siento. —Sonrie. Él es de esos hombres que emana sexo por los
poros, así que no le hago caso
—Ya comiste, ahora duerme. —Levanto la bandeja y me voy ignorando
sus ojos deseosos de mi.
Cuando salgo respiro profundamente sintiendo un apretón en el nudo de
mi estómago. ¿Por qué me ha estresado hacer esto? Quizá porque aún me
cuesta controlarme cuando estoy cerca de él. Mantengo firme la mirada y dejo
los platos en el lavadero. No los lavaré, lo hará la señora que limpia… Me niego
a ser su chacha. Hacer este tipo de labores solo me eriza porque recuerdo a
mis padres.
Mamá cocinando, papá bien sentado en la sala.
Ella cansada… él leyendo su periódico.
Desde niña me negué a seguir ese patrón. Mamá solía decir que jamás
iba a conseguir “marido” con esa actitud, y francamente yo tampoco lo creía
hasta que apareció Christopher en mi vida. Él no me ató, me impulsó. Abrió la
jaula y me dejó ser libre. No negaré que tuvimos problemas como todas las
parejas, pero no puedo quejarme de él. No en ese sentido.
Señora… — Juan me saca de mis pensamientos.
Sí. — Lo miro sujetando unos pasaportes en la mano.
¿Christopher está indispuesto? Quiero decirle que tengo todo listo.
Vaya, eres rápido… — Suspiro— Está durmiendo, no lo despiertes por
favor.
Oh… bueno, será al amanecer. Usted debería dormir también.
No tengo sueño ahora. Duerme tú.
Me mira confundido y pronto puedo notar que mira el sofá en el que estoy
sentada sin parar. ¿Realmente va a dormir en el sofá? Carraspeo mi garganta
y me sonríe nervioso.
No tienes por qué dormir en el sofá, hay un cuarto más. Anda.
¿La señora no se quedará en esa recámara? Jamás podría hacer eso.
No me digas señora, tampoco soy vieja. Apenas tengo 26. — Me mira
como si no pudiera creerlo— Sí, sé que me visto formal y de tacos, quizá eso
me hace lucir más grande pero aunque no lo creas soy casi una niña. — Sonrío
bromeando, él ríe.
Después de algunos minutos de discusión con él por el cuarto, por fin
accede y me quedo en el sofá. Le dije que iba a dormir con Christopher para
cuidarlo, pero es mentira. No me siento totalmente bien haciéndolo, pero eso
no quiere decir que lo deje de lado… No hasta que se cure.

Jadeo al verlo tranquilo y con los ojos cerrados, entonces me voy al sofá
con una manta y me acuesto mientras prendo la televisión. ¿Qué habrá pasado
con Brando? ¿Qué hará el chino ahora? Mi preocupación se eleva por los cielos
al pensar en que estamos huyendo… porque sé que algún dia nos podrán
encontrar, y lo peor es que ahora tenemos dos enemigos. Ahora también es el
chino.
El Chino…
Sus palabras aún me aterran y jadeo sintiéndome tonta, ¿Debería
decirlo? No… Sería una tontería.
¿Y yo? ¿Me quedaré con Christopher de nuevo?
Trago saliva. Son muchas preguntas dificiles por hoy. Cierro mis ojos y
me relajo. Es hora de dormir.
Chris
Entre abro los ojos de manera lenta sintiendo mi cuerpo engarrotado…
estoy al fijo de la cama y al voltear no veo a nadie, por lo que me tenso. ¿Acaso
intentó escapar? ¿Y si ya no está? Me levanto de manera brusca en completo
silencio. Mi brazo aún fastidia pero sé que sanará pronto. Abro la puerta y
exhalo de manera inesperada… Ella está aquí todavía, conmigo, acostada en
el sofá.
Se ve hermosa cuando la luz del día la refleja. Sus párpados son rosados,
su piel blanca y tersa, soy un tipo profundamente enamorado. Contengo el
aliento al verla despertarse. Bosteza y al verme se levanta de inmediato.
¿Qué haces levantado, idiota? Duerme, descansa.
Estuve aburrido en la cama porque mi perfecta compañía decidió dejarme
solo.
Ignora mi comentario y me empuja hacia la recámara de nuevo.
¿Dónde está Juan? ¿Por qué dormiste en el sofá? — Pregunto tenso.
Le dije que podía dormir en la otra recámara. Yo quería dormir viendo
televisión. —Habla como si eso estuviera bien, pero no lo está.
Hubieras dormido aquí conmigo.
Su rostro cambia, está enojada.
No. — Dice seca y cortante, típico en las chicas enojadas.
¿Sigues enojada? — Pregunto.
Y no dice nada
Ok está más que enojada. Lo sé, la conozco.
Mucho. — Por fin responde.
¿Puedo saber por qué? Te pedí perdón…
¿Y crees que con eso basta? ¡Me hablaste horrible! Si te lo permito
siempre vas a hacerlo y no me gusta. — Se engríe de una forma tonta, pero
quizá tiene razón.
Bien, reconozco que me exalté pero no hables como si no tuvieras la
culpa. Tú te fuiste con Brando.
¿Me fui con Brando? ¡No tuve otra opción! — Alza la voz indignada.
Oh… rayos. Pelea.
Pudiste haberme llamado. — Mantengo mi actitud seria.
¿Cómo??? — Abre la boca— ¡Si ese vejete me quitó el celular! Y estaba
apagado.
Acepaste casarte con él de todas maneras, pudiste haberte negado. —
No quiero pelear, pero necesito reclamárselo.
¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué le diga que no? No puedo Brando,
tengo marido y es el mismo tipo del que desconfías… ¡Te mataría, idiota! —La
miro confundido, ¿Acaso no le he contado ya que puedo moverme de manera
invisible?
Que poca fe me tienes… Yo no soy cualquiera, Dulce. Sé defenderme.
Prefiero que se vaya a la mierda todo con tal de verte en sus brazos. Y no me
digas nada, soy un puerco celoso ¿Y qué? — Agrego rápido— Te celo porque
no puedo soportar que ese tipo te toque. Tú también eres celosa, ¿o no?

Araña sus manos y sigue seria, quizá analizando la situación.


Es distinto. — Murmura— Creo que no vamos a llegar a nada con esto.
Lo mismo pienso. — Con dificultad me paro y se mantiene quieta cuando
me acerco a su cuerpo. La miro tenso, sabiendo que en cualquier momento
puede explotar e irse, pero ahora necesito tocarla… besarla… estar con ella.
¿Y qué crees? ¿Qué todo se soluciona así? — Suspira.
¿Qué quieres, Dulce? — La miro exasperado.
Comprensión. — Responde sabiendo jugar perfectamente sus fichas.
Yo te comprendo.
No lo haces. Lo único que quieres es ser el héroe del cuento y salvar a la
princesa. No soy de esas mujeres y lo sabes. Quiero hundir a la rata de Brando
también, ¿Por qué piensas que soy débil? Se supone que en una pareja normal
tiene que haber comunicación y tú no me cuentas nada.
Es un buen punto, pero no porque no quiera sino porque no le incumbe
todo lo que hago.
Bien — Levanto mis manos— Perdón. — Me rindo solo por volver a
tenerla entre mis brazos.
¿Qué interés tiene el chino para lastimarte? — Incide directa— ¿Por qué
sabe dónde estamos?
Señor, dame paciencia… Mujeres.
Ya te lo había dicho, es una represalia. No sé cómo lo saque, pero pronto
lo averiguaré si me perdonas.
¿Si te perdono? — Suspiro.
¿Acaso no te das cuenta? Sangro más que esta herida si no estoy bien
contigo… — La miro triste— Yo debería estar furioso porque ibas a casarte
con ese tipo, entiendo que no tenías de otra pero quizá lo que sientes por mí
no es tan fuerte como para evitarlo. — Me contengo— Aún así te quiero en mi
vida, a mi lado. Te necesito para poder seguir viviendo, Dulce. Ha sido un
martirio no saber nada de ti en 24 horas.
Mi confesión solo hace que se congele pensando.
¿No me quieres cierto? — Pregunto con miedo.
Sí, Christopher — Dice irritada— Pero me presionas. Bien, quizá… yo
debí buscar la forma para avisarte. ¿Contento?
Asiento sonriendo.
Ven aquí, bonita. — La abrazo fuerte y ella deja caer su cabello en mis
hombros.
Eres un idiota, pero… quizá te he extrañado un poco. Solo un poco. —
Remarca dicha palabra y me contento porque sé que no es verdad. Ella suele
hacer lo mismo siempre que no va a reconocer algo por lo que me aparto de
los problemas y acepto todo lo que dice— Pensé que estabas muerto cuando
te vi así….
Su voz es casi un drama.
¿Te hubiera afectado? — Me separo sintiendo emoción.
Sí. — Me mira sin querer soltarme— Pero no soy muy expresiva, ya
sabes. Si no sintiera nada por ti no estaría corriendo este riesgo.
Oh, cielo… — Digo pegando mi nariz a la de ella— Por favor nunca
peleemos.
Me gusta pelear — Sonríe y captura mis labios de inmediato. Si, si, si…
saben a chocolate. Con sutileza la beso y pronto me embriago en su perfecto
aroma a fresas, dulces fresas— ¿Dónde está Brando?
Ahí viene de nuevo, mierda.
Resolviendo problemas y buscándote.
¿No tienes miedo que nos encuentren? — Su tensión es evidente.

No lo harán, cielo. Estamos metidos en los lugares menos pensados.


Anda, completame el beso… — Enreda sus manos en mi cabello y nos
besamos con furia. Santo cielo, la he extrañado… Ella es mi más hermosa
medicina ahora.
Para, estás enfermo. — Dice contra mi boca— Mejor cuando te sanes.
Pero si eso me sana… — Le sonrío.
Primero debes recuperarte. — Dice y me enamoro más de sus pestañas.
Bien, pero… acuéstate conmigo.
Christopher… — Responde fastidiada.
Le sonrío y la jalo hacia la cama.
Me duele… aquí. — Toco mi brazo— Mucho… — Sonrío. Ella rueda los
ojos y posa sus labios cerca de mi herida, entonces siento que muero.
Contengo el aliento, se me eriza la piel y lo sabe porque sonríe. Necesito que
ponga sus pequeñas manos en mi pecho, que me bese y estar sobre sus
piernas.
Pareces un bebé…
¿Acaso no soy tu bebé? — Sonrío. Punto para mí.
Lo eres. — La abrazo.
Por favor, Dulce. Moriría si te pasa algo. No hagas nada estúpido, te lo
suplico cielo. Hazme caso, ¿Si? Tendremos unas pequeñas vacaciones hasta
que todo se calme. Estamos en Verona, ¿Qué te parece una playa de Italia? —
Su mirada se enciende.
Me encanta. — Susurra. Será como estar en una segunda luna de miel…
con la mujer de mi vida.
Dulce
Mi cuerpo quema como de costumbre al sentirme en sus brazos,
entonces despierto. Han pasado 3 horas desde que nos acostamos juntos… y
me gusta pero a la vez me genera miedo. Estoy acostumbrándome demasiado
a su cuerpo a mi lado y eso puede ser peligroso. No puedo evitar sentir tonterías
en el estómago cuando suspira en mi rostro, cuando escucho el sonido de su
respiración mis labios, cuando me obliga a complacerlo sabiendo que odio
hacerlo. Él rompe todos mis esquemas y he sufrido en silencio recordando esa
imagen de él desangrado.
Cielos…
Mis manos están entrelazadas con las suyas y de un pequeño movimiento
las elevo para besarlas suavemente. Contengo el aliento cuando lo tengo cerca
de mi.. Yo con los ojos abiertos, y el solo durmiendo. Te quiero, Christopher…
y mientras dure aunque sea un tiempo voy a disfrutarlo
Me genera ansiedad toda esta situación, pero está hecho. Lo he
perdonado. Me ha perdonado. Y no puedo evitar sentir una línea de culpa por
pensar en un momento en el dinero cuando realmente estoy hecha mierda por
ese hombre y es dificil aceptarlo. Ya no sé ni qué me conviene, pero por ahora
solo necesito verlo a salvo…
Recuerdos…
¿Aceptas o no? —Extendió sus palabras hablándome al teléfono serio.
Cierro los ojos, no quiero recordarlo. Jamás le contesté y tampoco le di
importancia pero veo que ha cumplido con su promesa, ¿Qué seguirá
después? Trago saliva… No voy a hacer algo estúpido —Me lo digo a mí
misma— Pero es suficiente. No más violencia en nuestras vidas.
Señora, ¿A dónde va? — Juan me bloquea el paso.
Al supermercado. No hay nada de comer — Miento— Además
Christopher está durmiendo.
¿El señor sabe esto?
Ruedo los ojos
¿Acaso le tengo que pedir permiso por todo?
No puedo dejarla ir — Repite como lacra
Debo ir, prometo regresar. ¿Quién se quedará con Chris mientras voy al
mercado? — Lo estudio, parece ser de los hombres tradicionales— ¿Acaso
sabes cocinar?
Niega con la cabeza
Entonces si no quieres morir de hambre déjame en paz.
Me mira tenso y me dispongo a salir por la puerta. Increíblemente hace
una seña con los ojos a los otros guardaespaldas y todo sale como lo he
planeado. Camino hacia una de las calles principales con certeza de que esto
no volverá a sucederle, entonces encuentro el cartel de Molinari, un café
Italiano.
Me suspendo en el tiempo cuando lo disipo entre la gente. El tipo luce
como un ser común y corriente, ¿¿Quién pensaría que es un gran
narcotraficante? Hago sonar mis zapatos y me poso en su vista. Estoy lista para
hacerlo, aunque sé que probablemente tengamos otra discusión por ello.
Acepto. — Digo de frente. Me mira sonriendo como puede y un escalofrío
recorre mi cabeza.
Será por nuestro bien, aunque sea un gran sacrificio.
37. Qué has hecho.
Dulce

No hay cosa más dificil en esta vida que volver a creer en alguien

La apariencia de ese hombre me tensa, quizá porque viste de una manera


particular. Su traje marrón formal esconde las marcas de operaciones que tiene
en el cuello, me pregunto qué tan peligroso es para dejar que le hagan eso.
Suspiro para soltar mi nerviosismo y me mira sonriendo. Odio que me sonría…
porque es siento que me está estudiando.
—Eres una chica inteligente. —Agrega— ¿Quieres saber qué son estas
marcas? —Abro los ojos cuando me descubre y niego, pero él sigue. — Son
operaciones por balas, intentos de degollaciones, entre otras cosas. —Sostiene
su mirada en mi— Ni el mismo diablo puede conmigo.
Trago saliva y ladeo mi cabeza.
—Conseguiré lo que quiere y nos dejará en paz. —Espeto.
—Qué romántico. —Se burla— la chica defendiendo a su chico.
—Ya le dije que acepto. —Vuelvo a repetir— Pero también quiero que
cumpla con su parte del trato. No más atentados contra Christopher, y exijo mi
dinero ahora mismo.
Tuerce sus labios sonriendo para estudiarme de pies a cabeza. Su
manera sutil de hacerme sentir una tonta me exaspera, pero no caeré en su
juego. No hasta que todo esto haya pasado.
—¿Qué me garantiza que no vas a traicionarme? —Levanta una ceja—
Si lograste envolver a Brando hasta el punto de volverlo loco por ti es porque…
Eres muy inteligente o… te mueves bien en la cama.
Me asqueo al sentir que me desnuda con sus ojos. Mi corazón palpita
tensa, entonces me aclaro la garganta.
—Eso no le incumbe. —Ríe.
—Lastima que seas la mujer de Miller, me hubiera encantado probar a la
hembra de mi enemigo, pero si lo hago estaría muerto. Christopher no controla
sus celos…
Se burla de él como si fuera cualquier cosa, pero a la vez estoy
agradecida que tenga claro que si se mete conmigo Christopher no lo dejaría
vivo. Aprieto mi estómago y contesto:
—No he venido aquí a hablar de mi vida, tiene hasta mañana para hacer
lo pactado.
—Creeré en ti, hermosa. Ahora ve a divertirte con tu marido, que pronto
debes regresar a Mexico. Dejaremos a Hilton sufrir por ti un tiempo. Prometo
cubrirte.
Le sonrio hipócritamente mientras me dispongo a irme. Realmente ha
sido una situación engorrosa tener que ver a este hombre, pero no he
encontrado otra salida. La situación se escapa de mis manos y odio no poder
controlar todo lo que gira a mi alrededor, sin embargo sé que debo irme con
cuidado. El Chino es un tipo que no perdona… y yo soy una mujer que no cae.
Cuando regreso al departamento me encuentro con la mirada incesante
de Juan. Carraspeo mi garganta e intento hacer parecer que nada ha sucedido,
pero siento que no me cree. Intento distraer mi mente pero me sigue a cada
rincón que voy, ¿Acaso tengo que darle explicaciones?
—Qué quieres. —Lo enfrento.
—Me gustaría saber a dónde fue la señora —Clava sus ojos negros en
mí.
Al mercado, ya te dije. — Suspiro.
¿Entonces por qué no trajo nada? Dijo que no íbamos a morir de
hambre… — Tuerce sus labios.
Porque no encontré y no soy su chacha, ¿De acuerdo? ¿Quién eres para
hacerme todas estas preguntas? Deberías mantener la boca cerrada. — Soy
dura… porque necesito serlo. Mis manos tiemblan mientras me sumerjo en la
cocina y empiezo a fingir que me preparo algo para beber. Juan suspira y
mantiene una mirada dura, tan dura que hasta me tenso. No me despega la
vista ni un segundo, entonces empiezo a calmarme dándole la espalda.
Pasan algunos minutos y desaparece como si nunca hubiera existido,
¿Cómo carajos lo hace? Él y Christopher son iguales en ese sentido. ¿Qué voy
a hacer? ¿Y si lo sabe? ¿Y si me ha seguido? Se puede hacer el tonto y
jugarme sucio. Cierro mis ojos… Es lo mejor, Dulce. Lo mejor. Tendrás la paz
que buscas, el dinero que mereces y a Christopher. No encuentro otra salida
después de haber sentido que mi corazón se partía cuando lo ví
ensangrentado. No quiero esto para toda mi vida, y tampoco para la suya.
Estar conmigo será buena opción. — Vuelvo a escuchar las palabras de
ese hombre como recuerdos mientras miro el color negro de mi café— No
tendrás que ir por el dinero de Brando, tendrás más que eso, pero debes
casarte con él… exprimirlo, hacer que te ame y luego dejarlo. Quiero que te vea
con Christopher, que folles con él en su propia cara. Que se retuerza… Te
conviene querida. Tú ganas, yo gano. Te quedas con Miller, el dinero y poder
que quieres mientras yo destruyo a Brando. Piénsalo, solo piénsalo.
No haré tratos con usted. — Dije.
Entonces atente a las consecuencias.
Fue claro, el hijo de puta fue claro. Y luego pasó todo esto… Estaba
insegura de si irme con Brando o no a Paris. Cuando estuve en el avión no tuve
otra opción, entonces pensé en mí y en todo lo que he hecho para conseguir lo
que tengo ¿Acaso está mal? Cierro mis ojos de nuevo intentando
concentrarme.
Fuera corazón… que regrese mi razón.
No podía tirar todo a la borda por Christopher aunque lo quisiera como lo
quiero. Muchas veces las mujeres creemos que el amor lo puede todo y no, no
lo puede todo. Esa es una mierda que te dicen en las novelas… pero que no
sucede en la vida real. Llega el día en el que te das cuenta que no fue suficiente
y la caída duele más. ¿Qué iba a hacer para seguir con mis planes? Debía
sacrificar el uno o el otro. Y todo fue tan rápido… me dejé llevar por las
circunstancias. Actué por instinto y accedí a casarme con el vejete, sabiendo
que de todas maneras no sería válida la unión pero al menos consiguiendo su
confianza… porque sé que Brando ha empezado a desconfiar de mí y eso me
aterra.
Entonces llegó el patancito.
No puedo evitar sonreír aunque todo esto sea una locura. Me exaspera
sus celos, terquedad y ganas que tiene de mí, pero a la vez me fascina que me
tome y quiere con esa pasión que lo caracteriza. Él es esa piedra en el zapato
que no puedo quitarme y evitar sentir.
Lo quiero, quizá más de lo permitido.
El chino me ofrece estabilidad, protección y sobretodo dinero. Podría
tener a Christopher también si lo ayudo, aunque sé que debo irme con cuidado.
Aceptar fue la mejor opción y espero que él nunca se de cuenta. Me odiaría
porque voy a entregarle los documentos que él tanto ha querido… pero es lo
mejor para todos.
¿Pensando en mí? — Unos labios cálidos besan mi oreja y me paro de
inmediato. Está en pijama, despeinado y su olor solo me provoca besarlo.
Pensaba en que eres un idiota. — Mantengo mi frialidad.
¿Y eso por qué? — Se acerca a mí— Hemos firmado la paz, bonita.
¿Ahora qué te hice?
Me caes mal. — Me suelto bipolarmente y lo evito porque ya no quiero
quererlo. Sus ojos me generan emociones que no debería sentir.
Hey… — Jala de mi brazo y me gira aprisionandome contra el lavadero—
¿Qué está mal? — Su voz ronca me quema, entonces alza mi barbilla y es el
infierno para mí.

Nada… — Digo cansada.


El amor es un secreto que los ojos no saben guardar — Sonríe cálido—
¿Te jode aceptarlo?
Idiota… — Lo empujo pero no logro que se vaya.
¿Por qué, Dulce? Esto es tan bonito… — Pega su nariz con la mía— Han
pasado 5 años y seguimos sintiendo lo mismo con más intensidad. Nuestro
amor fue especial, lo sabes. Solo Dios es testigo de todo lo que daría por ti, mi
bonita. — Confiesa y mis ojos se cristalizan…
Yo también daría mil cosas por él…
No lo entiendes. — Agrego— Hay mil cosas entre nosotros.
Sonríe como si esto fuera una tontería y yo misma me desespero.
¿Qué, por ejemplo?
No soy de las mujeres amas de casa ni que se callan, tampoco soy de las
que se visten inocentemente. Me gusta el dinero, lujos, joyas… Soy ambiciosa,
Christopher. Siempre buscaré mi lado primero. No soy la típica chica de cuentos
o novelas, hipócrita por convicción, perfecta y virginal. Soy humana, imperfecta,
amarga… — Sostengo mi mirada y no veo emoción en sus ojos, solo me deja
desahogarme y lo hago— Jamás dí la vida por nadie, quizá por ti en su
momento pero no estoy dispuesta a hacerlo de nuevo. Temo que todo esto sea
un espejismo, ¿Y si no quieres como dices quererme? ¿Si solo tienes una
sombra de nuestro pasado? No lo sabes, Christopher. Quizá es tu emoción por
volver a esa época, quiza…
Silencio. — Pone un dedo sobre mis labios y enseguida me derrito—
¿Realmente estás diciéndome que no te quiero?
No respondo.
No te quiero, Dulce. Te amo… así, con todas tus imperfecciones. Con
todos los fantasmas que tienes dentro. La única que se hace problemas por
eso eres tú, cielo… Yo solo pido fidelidad y amor, nada más. — Enreda sus
brazos sobre mi cintura y me atrae hacia su cuerpo— No lo dudes más, bonita.
Cierro mis ojos perdida en sus brazos, por su suave piel chocando mis
mejillas. Realmente quiero estar con él. No sé si para siempre pero quiero estar
con él. Una sombra de lágrima amenaza salir por mis ojos, entonces lo abrazo
con fuerza… como si esto pudiera sanar las heridas que llevo dentro. Son
tantas cosas… tenemos al mundo en contra, pero voy a intentarlo de nuevo.
¿Podría vivir sin él? No encuentro respuesta… Solo sé que su olor es toda mi
vida.
Jurame que pase lo que pase siempre seré tu bonita.
—Lo juro, cielo. —Sostiene mi mentón y con ternura me besa. Oh cielos…
lo he deseado tanto. Ha sido un mundo no besarlo en estas horas. Me toma
por la cintura apretada hacia él y come mis labios fuerte y duro. Me derrito en
su boca y en un sentido apresurado intensifico todo metiendo mi lengua. Me
responde cálidamente… lo agarro con mis manos para que no se suelte. No
quiero que se suelte.
Qué pasa, mi amor… — Susurra en mi boca— Te siento un poco
estresada, ¿Te sigue preocupando el vejete ese?
Asiento, porque en realidad también es una de mis preocupaciones.
Si nos encuentra nos mata.
¿Nos mata? Pff… — Rueda los ojos— Nadie puede contra la pesadilla
Miller. — Me guiña el ojo.
Una sombra de culpa quema mi garganta y hace que me quede perpleja
mirándolo… Quizá no vaya a perdonarme en mucho tiempo, pero cuando
suceda todo habrá acabado y por fin tendré lo que tanto he querido: poder,
dinero y a él. No tendrá de otra que aceptarlo si realmente me quiere.
¿Tú me aceptas como soy? — Digo desprevenida, cambiando
radicalmente de tema. Me mira impaciente, como si quisiera descubrir lo que
pienso, entonces se agacha hasta mis ojos y acaricia nuevamente mis mejillas.

Yo te amo con todas tus sombras, bonita. Ya te lo he dicho… ¿Qué tengo


que hacer para que me creas?
¿Así cometa errores? — Levanta una ceja y se me queda mirando
fijamente. Quizá… no deba insistir en el tema. Él no es ningún tonto y podría
descubrirme.
Sí, Dulce. — Mi nombre en sus labios suenan como si fuera maravilla. Lo
abrazo con fuerza una vez más enredando mis brazos en su espalda, tocando
toda su extensión, aprisionandome en su cuerpo.
Nos quedamos así unos segundos y es espectacular poder sentir que lo
tengo conmigo. Suspiro cansada, entonces me toma en sus brazos por
sorpresa. Se agacha para cargarme y no pongo objeción alguna.
Christopher… — Lo regaño.
No responde. Me lleva a la cama y con delicadeza me acuesta un rato.
Se enreda conmigo en las sábanas y me hace reír con sus tonterías. Habla de
la naturaleza y la importancia de cuidar el ambiente ecológico, los parques y
jardines, las flores y animales… ¿Y a mí qué me importa? Pero me gusta
escucharlo. Me gusta mirarlo y descubrir que es increíblemente guapo. Tiene
las cejas perfectas siendo un hombre. Su rostro es pulcro y fino, sus labios
rosados y carnosos… y sus ojos… un par de avellanas que me miran de una
manera que nadie me ha mirado.
¿De qué te burlas ahora, bonita? — Me sonríe.
De nada, quizá de ti… — Muerdo su labio— Estoy aburrida, Chris. ¿Por
qué no me llevas a gastar tu tarjeta de crédito? — Suelto una risita— Deben
haber lugares caros en Verona.
¿Te arriesgarás a que te vean?
Um… dijiste que no nos verías. Mentiroso, no me quieres acompañar.
Mi brazo aún está dolido… — Hace cara de bebé— Por qué no nos
quedamos aquí estrenando esta cama.
Pensé que tu brazo estaba dolido — Entrecierro mis ojos.
Bueno, no cogemos con el brazo o… ¿Si?
No. — Lo empujo— Quiero ir de shopping y luego de fiesta.
¿De fiesta?
Se me antoja, Chris… Dijiste que me llevarías y haríamos las cosas de
nuestra edad.
Um… — Lo piensa— Está bien, pero con una condición. Mañana iremos
a hacer un poco de turismo y aceptarás ir a un lugar conmigo.
Ruedo mis ojos
—Bien.
Lo abrazo y se rueda encima de mí para aprisionarme en la cama.
Cielos… es tan asquerosamente follable, pero me controlo. He venido
pensando en una pequeña travesura que pondrá a prueba su disque amor por
mí, así que mi plan anda en marcha.
Después de algunas horas por fin salimos a un centro comercial
acompañado de sus guardaespaldas. Convencerlo me costó un beso así que
hoy… Me llevo toda la tienda. Quedo gratamente sorprendida cuando veo la
enorme lista de marcas que hay en este lugar, sobretodo porque había pensado
que era solo un pequeño pueblo. Me emociona ver distintas propuestas
extravagantes y a la vez precios realmente cómodos, ¿Esto es una broma? No
es Milán pero de igual manera es Italia… ¡Hoy nadie me para!
Allá, Chris… ¡Qué hermoso vestido! ¿Lo ves?
Es lindo, pero me parece que tienes muchos de esos colores.
¿Muchos? Son poquísimos además son distintos diseños. — Suspira
aburrido— Anda, vamos…
Cielo…

Lo prometiste. — Me sonríe resignado y entramos juntos de la mano a


aquella tienda. El interior me encanta y no solo agarro un vestido sino 30. Entro
al probador y me casi desnudo en su delante sin ninguna vergüenza. Él me
mira el trasero, lo sé… al menos eso lo entretiene, así que paso uno y otro… y
otro pero no me llevo ninguno. No me gusta cómo me quedan.
Dulce, te probaste 30… los he contado. — Habla como si ya fuera tarde.
¿Y? Recién empecé. Vamos a otra tienda.
Lo tomo de la mano y camina con pereza. Entramos a 7 tiendas más, de
igual manera me pruebo mucha ropa, y termino comprando unas 10 prendas.
Me siento fracasada… ¿Solo 10? ¿He engordado o qué? Ya nada me queda
bien.
Engordé, ese es el problema.
Dulce… — Susurra entre dientes— Estás perfecta, cielo. Me parece que
has bajado de peso.
¡No me queda nada! — Chillo histérica— No me cierra la maldita parte
superior del vestido. ¡No puedo creer que esta ropa sea para chicas tan planas!
Espera… una tienda de lencería, vamos.
Chris
Cuando entramos en esa tienda solo me tenso aún más. Dulce está
obsesionada con las tallas y sé que no descansará hasta lograr que alguna le
quede. Oh cielos… la amo pero realmente estoy empezando a odiarla. No me
gusta esta mierda, pero aún así sabré sacar provecho de alguna manera.
¿Puedes ayudarme? ¡No encuentro la puta talla de mi brassiere! —Dice
en voz alta.
Oh… ¿No eres de Europa cierto? Las tallas cambian, maja. Tranquila. —
Le dice una chica alta y de cabello negro, al parecer española.
Enseguida veo todo en cámara lenta. Dulce sacándose el brassiere, con
los senos casi flotando al ritmo de su impulso por probarse esas tiras de encaje.
Me tenso impactado, ¿Realmente las mujeres son tan… expuestas con otras?
La chica la ayuda hasta que por fin encuentra su talla. Entonces entiendo
todo… mi bonita es más que dotada en ese sentido, algo un poco distinto a las
mujeres Italianas.
¿Es lindo, no? — Voltea y me tenso viéndola. Uno más para mi
colección…
—Tú eres linda. — Le digo y me sonríe.
Voy a traerte los 5 más que querías en los otros colores.
La chica se va y me levanto para rodearla con mis brazos. Se ve
hermosa… y solo deseo desnudarla ahora mismo.
Aquí no, patancito. Chu, chu… — Me empuja.
Quiero desatartelo. — Ahogo mi voz.
Jódete, estoy ocupada.
La española vuelve y me porto bien. Después de un tiempo más
caminando estoy cansado y me doy cuenta que no hemos comido nada, por lo
que le sugiero ir por comida y que ella se quede en otra tienda bajo la
supervisión de mis guardaespaldas. Pasa una hora más, consigo algo de sushi
y la veo con más bolsas en sus manos.
¿Terminaste bonita? — Ruego porque sí lo haya hecho.
No… pero ya es de noche. Ni sentí la hora… — Sonríe y la miro
achinando mis ojos. Yo la he sentido horrores.
Es tarde, ¿No querías ir de fiesta? Ni hemos comido, aquí anochece
temprano. Anda.
Bien, bien. Carga, idiota. — Me da sus bolsas y camina moviendo de
manera sexy sus caderas. Por Dios… ¿Cómo puedo negar que lo haga? Miro
a los infelices de mis guardaespaldas y están advertidos. No pueden mirarla
con deseo… los mataría.

Llegamos al auto, decido manejar y no puedo evitar sonreír al verla hablar


de su nueva adquisición. Según ella compró algo más propio de su edad y ya
deseo verla… Está emocionada porque saldremos de fiesta y solo deseo
hacerla feliz, lo más feliz que pueda.
¿Ya estás listo? ¿Tan rápido? — Me mira impresionada al verle con una
camisa apretada blanca, jeans azules y zapatos al estilo juvenil. Tengo una que
otra de estas prendas por ahí y realmente agradezco haberlas traído.
Sí, amor… es tarde. — Le digo enseñándole mi reloj— Ni si quiera te has
cambiado.
No, estaba bañándome. Tendrás que esperarme y… echar a tus
guardaespaldas de este lugar. — Tuerce sus preciosos labios y solo me queda
abrir los ojos, ¿Será una sorpresa? ¿Cogeremos en la sala? Aclaro mi garganta
y se va hacia la recámara mientras ordeno que nadie nos moleste.
Pasan exactamente 40 minutos y aún no tengo noticias de ella. Cuando
intenté entrar a la recámara estaba cerrada. Llamé y grité para que se apresure
y solo me mandó a la mierda. ¡Mujeres! Rodé tanto mis ojos que solo que solo
me quedó esperar… y esperar… y seguir esperando. En esa casi más de media
hora le di una vuelta al mundo: revisé mis correos, estados de cuenta, jugué
tetris, escuché música, dormitié un poco, entre otras cosas. Aún no comprendo
por qué las mujeres se demoran tanto en alistarse… Solo deben ponerse la
ropa y ya, ¿Qué problema hay con eso?
Odio a Dulce en estos momentos pero no debo sorprenderme. Cuando la
conocí era de la misma forma y aguantaba todo porque estaba enamorado. Ni
si quiera mamá había logrado hacer que la acompañe tantas horas de
compras… ¡Qué locura! Juego con mis dedos mientras miro nuevamente la
hora: 23:00 horas.
Estoy lista. — Dice, saliendo por la puerta.
Mi boca cae al ver tremendo monumento sexual arrasar con toda mi
cordura. Lleva una blusa extremadamente sexy, con una abertura de forma V
en el pecho que deja entre lucir sus senos. La falda negra apretada hace la
combinación perfecta y unos tacones con plataforma matan todo mi puto
sistema… ¿Esa es mi chica? ¡Es mi chica! Trago saliva, sus labios rojos solo
me hacen querer besarla… Se ve hermosa, llamativa, jovial… No recordaba
aquellas épocas y hoy es como volver al pasado.
Wow… — Espeto acercándome. Su maquillaje solo me atrae más a ella.
¿Sorprendido, patancito? — Alza la barbilla.
Cielo… estás hermosisima, ¿Dónde quedó la chica de trajes formales?
Um… duerme por algunas horas, hoy vuelvo a ser la chica rebelde loca.
No me portaré nada bien. — Me jode mirándome fijamente a los ojos.
No me desafíes, nena. — Advierto— Golpearía a cualquier malnacido
que intente tocarte.
Pero si yo no quiero que me toque nadie más que mi marido, señor… —
Suelta con voz suave— Mientras me cumpla todos los deseos.
Joder.
¿Y qué deseos quiere mi reina? — Alzo una ceja, sé que lanzará algo
que no me agradará mucho.
Aparte de gastar tu tarjeta de crédito, solo deseo que bailes conmigo,
tomemos hasta morir y llegar arrastrándonos a esta casa. Sé que odias este
tipo de desfalcos pero es solo una noche. Si no lo haces conmigo entonces lo
haré con otro.
¿Qué? — Bufo— ¿Es un chantaje?
Solo te lo estoy comunicando, bebé… — Susurra suavemente sobre mis
labios y, cuando intento besarla, salta hacia atrás negándose con la cabeza.
Tiene una capacidad infinita para prenderme y no lo soporto.— ¿Sabes cuánto
me costó delinearme perfectamente los labios? 15 minutos, idiota. No vas a
malograrmelo hasta más tarde. Vamonos, Romeo.

Se adelanta y me tenso al ver su falda alta ¡Se le ve el maldito trasero!


Pero sé que no puedo hacer nada. No ahora que está realmente disfrutando
este momento. El chofer se sorprende al verla salir con este atuendo y solo lo
miro en furia para que sepa su lugar… ¿Por qué es tan malditamente hermosa?
Embruja con su cuerpo, envenena con sus besos, endiosa con su… boca. Oh
Dios… bendita boca.
Cuando llegamos al antro pago para que nos den un salón privado.
Entramos de manera divertida, pero el estruendo de la música alta solo hace
que me siento incómodo. Han pasado muchos años… pero haré mi mejor
esfuerzo e intentaré bailar por ella, aunque en el fondo odie hacerlo.
Señor seriedad, salud. — Toma un poco de ron y me lo da. Tenemos
bebidas ilimitadas, así que no tiene tapujos con ello.
Odio el ron, Dulce. — Contesto.
Pero esto es lo que toma la gente normal joven… anda. — Me lo mete a
la boca y luego mueve mi cabeza para emborracharme. Ahora lo sé… juega
sucio.
Te toca, cielo… — Le sirvo otro trago y así empezamos a tomar.
Es muy divertido ver cómo a medida que pasan las horas el alcohol no
hace efecto en mí, pero sí en ella. Amo verla libre y feliz… salta al ritmo de la
música, me da más shots en la boca y me da piquitos de vez en cuando. Ríe…
y solo me quedo como tonto. Su risa es la más hermosa de todas, ¿Cuántas
veces desee verla así? Carraspeo mi garganta cuando estira sus brazos y me
mira como si fuera a comerme vivo.
Amo verte asi, bonita…
Vamos a bailar Alexander… — Grita.
Dulce…
Lo pro..metiste… — Se traba y me jala hacia la pista.
Sabes que odio esta música. — Realzo— Si ponen electrónica estaría
más a gusto.
Pff… Ruquermann.. estamos en una fiesta latina. Jódete solo.
Se da media golpeando con sus manos sus caderas y de pronto todo
cambia. Me paro de inmediato porque está muy picada, entonces veo cómo
suena la asquerosa música que tanto odio… reggaeton ¡Y ella se ilumina!
Empieza a bailar de una manera sorprendente. Mueve su trasero, esquiva a las
demás personas y se mueve rítmicamente de un lado a otro. Me hielo… La
gente sigue su estilo y empiezan a moverse casi uniformemente.
¡Arriba hijos de puta!! ¡Que llegó su reina!
Todos parecen agradarle, cosa que es raro en mi chica, y solo la siguen
bailando.
Escápate conmigo sin que nadie nos vea… — Suena una tonta canción.
Ruedo mis ojos y desde unos metros la observo como un lobo. A su lado hay
chiquillas idiotas y casi niños rodeándola, haciendo exactamente lo que ella
hace, imitando sus movimientos.
Odio esto, pero a la vez deseo verla feliz. Suspiro intranquilo, sabiendo
que en cualquier momento aparece cualquier lobo por ello, así que no le quito
la mirada de tiburón. Mantengo mi cordura lo más que puedo, entonces la
música cambia y sigue siendo obscena…
Joder. Esto me altera. Este ritmo solo denigra a la mujer pero todos
bailando como si nada.
Trago sensaciones, el pum pum contagia, pero no lo soporto… juro que
no lo soporto.
Dulce grita alabando la canción que acaba de llegar… Bonita, de J.
Balvin. Trago, ¿Cómo puede existir una canción con ese nombre? Me mira
sacándome el dedo medio… solo río. Ella es tan joven… y ha tenido que pasar
por mucho por mi culpa. Un trago amargo vuelve, entonces me acerco a la
barra para pedir un tequila. Lo tomo de golpe intentando generar en mí algún
tipo de borrachera que me permita seguirle el juego, pero no pasa nada. No lo
logro. Es como si estuviera inmune a ello. Volteo y mi hermosa mujer sigue
bailando.

Es tan hermosa…
Lo único que odio, aparte de esa canción, son sus senos saltando a vista
de todos. A lo lejos puedo ver sus pezones erectos. Oh no… Baila tan
desprevenidamente que ni se ha dado cuenta.
Joder. — Exploto al ver a un gorila acercarsele. Ella ríe coqueta,
¿Coqueta? Mierda… está tan ebria que ni logra pensar bien las cosas.
Lo siento, amigo… Me estoy cogiendo a otro. — Es directa y logro
escucharlo.
No soy celoso y sé compartir… — Susurra tomando su cintura.
Uh… uno, dos… —Cuenta como si yo fuera predecible.
Lo empujo serio y levanta las manos en señal de paz.
Tal vez en un futuro. Por lo pronto este me gusta… — Grita burlándose.
Te esperaría toda la vida, preciosa. — Responde el tipo.
Espera sentado, bastardo. — Respondo y la miro enojado— No me
respetas.
No bailas conmigo — Sonríe.
Dulce…
Anda, baila conmigo. — Me mira sutilmente y enreda sus brazos en mi
cuello. Mierda… me encanta. Ella lleva el ritmo de la música con mi cuerpo y
empiezo a sentirme cómodo solo porque me aprieto en ella. Es tan divertida…
intento besarla pero no me deja, escucha la música y ríe tocándome el pecho.
¿Qué? — Digo sin entenderla.
Criminal… Cri cri minal — Me hinca con su dedo cantándome al compás
de la música y entiendo el sentido, ¿Realmente piensa que soy criminal? Jadeo
y seguimos bailando mientras bajo mi mano por su trasero.
No sabes tocar, patancito. Así… — Baja su mano por mi ombligo y toca
mi miembro sobre mi pantalón mientras rie… enseguida despierta al monstruo.
Me quemo con su solo roce, aunque este haya sido de manera externa.
Vamos a casa… — Susurro a su oído— Quiero hacerte el amor.
Coger suena más divertido. — Me dice.
Vamonos… — Ordeno. Ya me cansé de todo esto.
¿Y si no quiero? — Me abraza y susurra en mi oído— Me molesta la ropa
interior…
En medio de toda la gente levanta un poco su falda para meter su mano
y pronto jalarse la diminuta tanga que lleva puesta. El pequeño pedazo de
encaje cae por sus piernas y me horrorizo al verla tan… zorra. Mi pulso se
precipita, entonces de un tirón toma su braga y la guarda en mi bolsillo.
Si te vas de este lugar… juro que me agacho. — Mi cuerpo se incendia
cuando la escucho decir todo aquello en mi oreja. Estoy jodidamente prendido
y no tan enojado cuando debería.
Dulce… — Gimo en su oreja— Estoy conteniéndome demasiado, mi
amor. No me hagas esto.
Una pieza más… — Ruega y no tengo otra opción. Bailamos pegados y
mi miedo se engrandece cada vez que la veo moverse, por lo que todo el tiempo
mantengo mis manos en su trasero. No quiero que nadie vea lo que es mio.
Cuando por fin termina esa asquerosa canción me lleva hacia el salón
privado de vuelta, tira mi cuerpo contra la silla y sonríe mientras jala la tira de
la cortina haciendo que todo se vuelva más privado que antes.
Trago saliva. Me contengo al verla sentarse delante de mí y abrir las
piernas de manera perversa. Mi cara se vuelve fuego, estoy experimentando
sensaciones jamás antes vividas. Dulce es una pequeña ladilla… y me encanta.
Amo su forma de prenderme, de hacerme enojar, coger, besar, reír, llorar… Es
simplemente única, entonces pierdo la cabeza. Tiro de ella de un jalón y la
aprisiono a la pared mientras le toco los senos por encima de la suave tela de
su blusa.

Oh… pantacito. — Ríe casi ebria, entonces agacho mi cabeza para besar
sus senos con mi lengua.
La gloria… Un par de ruedas grandes para mi hambre. Los chupo de
manera desmedida y rápida. Luego beso su cuello y finalmente su boca
mientras con mis dedos toco su centro.
Será rápido cielo… — Susurro en su oído— porque no tenemos mucho
tiempo pero juro que haré que tengas el mejor orgasmo de tu vida en cuanto
podamos estar solos.
Cumpleme, marido. — Dice entre dientes.
Entonces me enfurezco y le doy vuelta mientras me agacho para meter
mi cabeza entre su falsa y piernas. Ahí muevo mi lengua de arriba abajo,
presiono el centro y succiono como puedo siempre alerta de si alguien viene o
no. Cuando ella gime solo la detengo poniendo un dedo que chupa en su boca,
descubro mi pantalón y dejo salir la erección que empieza a dolerme.
Harás lo que te diga… — Susurro y con mi mano bajo su espalda en
dirección hacia el suelo dejando su hermoso trasero pegado a mi miembro.
La penetro de manera profunda y segura. Tomo su cadera con una mano
y con la otra sigo manteniendo mi dedo en su boca. Es un poco incómodo pero
placentero. Mi cuerpo golpea sus nalgas haciéndolas sonar una y otra… y otra
vez. Mi ritmo aumenta a manera que voy saciándome de su ser. Es tan
follable… y lo estoy gozando.
Uno, dos, tres, mil… la cojo como me gusta. Su centro es perfecto para
mí. Le doy duro y rápido sin perder el tiempo, abriendo mi boca como un maldito
niño masturbándose, haciendola morder mi dedo… Oh si… Arriba su trasero.
La muevo circularmente y me clavo de nuevo hasta tocar sus paredes.
¡Ah! — Grita, pero con la bulla nadie escucha.
Si… — Me sigo resbalando en ella metiendo toda mi extensión en su
hermoso ser, dándole fuerte como sé que le gusta, llenando mi alma en ella.
La tomo como quiero y en su casi borrachera dice tonterías que no logro
entender. Puedo sentir que su cuerpo se contrae al igual que el mio, estando
lista rápido… pero a la vez placentero.
Tomo sus nalgas una vez más y me aprieto como metralleta entrando,
saliendo, entrando… repitiendo el ritmo más de mil veces, dejándole saber que
soy su marido… que ella es mia y yo soy suyo… Estar así es tan rico… que
tengo que luchar por no cerrar los ojos y olvidarme del resto.
Chris… — Chilla abriendo la boca, sintiendo que su cuerpo se empieza a
liberar de manera brutal.
Dilo, Dulce… dilo ¿Quién es tu marido?
Tú… — Susurra golpeando su voz por cada penetrada que le doy
Sigo empujando hasta el fondo sintiendo que mis fuerzas se acaban,
dejando ir los gritos y mirando su hermoso trasero rebotar por última vez en mí
cuando el climax acaba con todo…
Llegamos. Lo hicimos. Juntos de nuevo…
La despego de mí lo más rápido posible ordenando todo en ella. Me toma
unos minutos recuperar el aliento y termino vistiéndome, pero ella sigue así….
Apretada contra la pared.
Cielo… — Susurro besando sus labios— Te amo tanto…
Chris… — Sonríe y me abraza, pero antes le acomodo los senos
nuevamente en su blusa y bajo su falda.
Cielo… vamos a casa.
No… Otra vez — Ríe risueña y se cuelga de mi cuello— Cógeme como
quieras.
Dulce… — Me ahogo.
Atrás… — Logro escuchar y suspira mordiendome los labios. Está
completamente ebria ahora y lo compruebo— Quiero comer todo de ti…
Dulce… — Abro mis ojos.
¿Sabes que tu cuerpo me parece lindo? — Me toca los pectorales—
Todo en ti es comestible, mi amor. Mi vida. Mi buen follador…
Dulce…. — Río estúpidamente. Jamás la escuché decir eso.
He deseado hacer mil cosas más contigo.
Vamos a casa. — Tomo su brazo
No, no… — Sube su pierna y roza mi miembro — Quédate
Dulce…
Haré lo que me pidas sin restricciones. — Ruega— Eres tan bueno… todo
en ti sabe bien. —Me mira perversa.
Dulce… — Me siento intimidado. Realmente las mujeres pueden hacer
que los hombres explotemos siendo tan directa.
Me enloquezco con sus palabras y le concedo el gusto de nuevo
besándola como puto adolescente sin sexo. Ella ríe entre mis dientes y luego
enrolla su lengua con la mía volviéndome un depravado en su aliento. Nos
tocamos mil veces, nos apretamos como queremos, nos volvemos dos niños
locos descubriendo por primera vez el amor de otra manera. Jadeo, ella gime…
y mientras la alzo en mis caderas descubro un pedazo de su braga para intentar
resbalarme de nuevo.
Y todo sucede rápido…
Mi aliento se vuelve seco al ver la luz intermitente roja de una cámara
escondida en aquel lugar. ¡Nos ha grabado! ¡Tiene un maldito video de
nosotros cogiendo! ¡Y no me he dado cuenta! Sombras fuera de la cortina
yacen vigilando como si todo esto fuera armado… Como si quisieran afectar
con esto a alguien en particular.
La cordura se me va… La visto de inmediato y paro manteniendo mi
mente fría, ¿Cómo no pude saberlo? ¿Cómo no pude darme cuenta? Mi
cerebro se rompe intentando atar cabos ¿Si no fui yo… entonces fue ella? No
concibo en mi corazón una traición como esta. ¿Ella traicionándome?
La furia invade mi razón mientras pienso en cómo me deshaceré de ellos.
Estoy tan confundido y alerta que desconfío de todo, por lo que le aprieto los
puños y chilla al instante poniéndose seria al ver mi actitud.
Y todo pasa como magia… De pronto todo el alcohol se va de su cabeza
cuando me mira a los ojos.
Dulce, jodida Dulce… Qué has hecho.
38. Es lo que soy
Chris

“Sé que voy a quererte sin preguntas, sé que vas a quererme sin
respuestas” M.B

Mi mandíbula pesa a medida que siento la tensión en mi rostro. Estoy


jodidamente furioso y Dulce no deja de reír como retardada, ¿Será que
realmente no nota el problema en el que estamos metidos? ¿O… quizá ella fue
la causante de todo? ¿Por qué lo haría? ¿Cuál sería su intensión? ¡Mierda! Son
tantas preguntas que ya ni yo mismo puedo concentrarme. Desde que Juan me
sugirió mantenerla siempre vigilada mi cabeza no ha parado.
Ella… mi bonita… la mujer que amo no sería capaz. No podría hacerlo.
Carraspeo cuando las sombras siguen moviéndose, entonces empiezo a
hablar cualquier cosa para despistarlos. Le digo palabras bonitas y la abrazo
sin perder la concentración.
Cógeme… — Mantiene sus ojos desorbitados en mí.
Enseguida la pego contra la pared para luego besar sus labios. Mi boca
se mueve al ritmo de la suya, mantengo mis ojos abiertos mientras observo que
las sombras se alejan. Estaban mirándonos… ¡Lo han hecho desde que
llegamos! Jadeo furioso, pero me contengo. Dulce al parecer no sabe nada,
pero algo me dice que está enredada en este lío. Las palabras de Juan rondan
por mi cabeza… Juro que lo averiguaré cuando salga de este maldito lugar.
No me tocas… — Reclama con obvia ebriedad en su rostro— Tócame.
— Toma mis manos y, cuando miro de reojo a todos lados, agarro su muñeca
fuerte y la saco del lugar para luego meternos en medio de la gente de manera
sorpresiva.
La música suena a todo volumen, ella se emociona y enrolla sus brazos
en mi cuello para luego moverse contra mí. La miro sin paciencia, lo que más
me importa ahora es salir de este lugar sin tiroteos o persecuciones. Estoy
seguro que nos están vigilando… Hay una luz roja en la esquina del local, tipos
extraños mirando en dirección a la pista, conocidos “marcas” que fingen bailar
cerca de nosotros para espiarnos. Esto es demasiado predecible, pero yo no
soy ningún novato. Me las van a pagar.
¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! — Grita riendo contra mis labios y Dios… estoy tan furioso
que por primera vez en esta vida no quiero besarla, pero lo hago para que nadie
sospeche.
Mete su lengua en mi boca y mi cuerpo reacciona. No, ahora no
Christopher… Necesito controlarme. Ella es como la marea, me jala… y aunque
quiera no puedo evitarlo. Lucho por no cerrar los ojos, por pensar claro sin sentir
su cuerpo sobarse en el mío. Pienso dos segundos, puedo hacerlo. La tomo de
la cintura haciendo creer que bailo como si nada a su lado, entonces la obligo
a agacharse mientras la voy casi arrastrando de esa manera por la pista.
Hombres se mueven hacia un costado ¡Lo sabía! ¡Están persiguiéndonos! ¡Esta
es una maldita trampa!
Con rapidez llegamos hacia una esquina. Me pierdo entre varios meseros
y de reojo veo una salida de emergencia, por lo que corro hacia ella ignorando
sus chillidos y reclamos.
Camina. — Ordeno aún estresado.
¡No caminaré! — Grita— Quiero baila, la, la, lá… la. La. La. Laar. —
Golpea sus palabras al ritmo del reggaetón, ruedo los ojos y la empujo. Ella
hace lo posible por no caer, y yo no puedo cargarla porque estaría mostrando
su intimidad a cualquier hijo de perra. Ella aún sigue sin ropa interior.
Aquí — La jalo con fuerza. Maldita sea, no tengo mi arma.
El pasillo me sigue pareciendo largo, bajamos por unas escaleras y luego
salimos por la puerta trasera. Tomo un taxi, la obligo a sentarse con las piernas
cruzadas y le pido que vayamos por calles alternas. Enseguida nos bajamos,
le pago, volvemos a otro taxi y recorremos otro camino. Hago todo esto para
despistar a posibles hombres que nos hayan seguido. Cuando por fin ya no veo
nada sospechoso llegamos a casa… y ella sigue riendo.
¡Policías y ladrones! — Grita— ¿Qué tal, eh?
Vomita, báñate, tómate un café y hablemos.
Um… no. Aburrido. Eres el señor aburrido.
Dulce… mírate, estás borracha y yo jodidamente furioso. — Alzo la voz—
Vete a la recámara.
¿Yo? Nahh… Estoy muy bien. — Intenta pronunciar bien las palabras
pero no le sale.
Christopher… — Juan abre los ojos cuando nos ve.
¡Juaaaan! ¡Juancito!! — Dulce se acerca y lo abraza. Joder. Mierda. Está
cerca de su boca. Soy un león ahora… salto hacia ella, la libero de Juan porque
sé que es capaz de cometer una locura.
Christopher… lo siento, yo… — Juan se siente avergonzado.
¡Dulce! ¡A la cama! — Le digo.
Ay si… ¿Qué posición haremos ahora, Ruquermann? — Ríe, se burla de
mí.
Mierda…
Juan se pone rojo y luego me hace una seña para irse. Asiento aturdido,
entonces se va. Arrastro a Dulce hacia la recámara y no espera cerrar la puerta,
me besa como loca colgándose de mi cuello. No caeré… No caeré. La sostengo
de sus muñecas, la separo de mí de golpe y muerde su labio.
¿Quieres el favorcito? — Pregunta con picardía, trago saliva… sé a lo que
se refiere.
No. —Me sigo manteniendo firme.
Oh… ¿Estás enojado, bebé?
Joder…
Duérmete. Mañana hablaremos. — No puedo sostener una conversación
alturada ahora, tendré que esperar a mañana mientras investigo por mi lado.
No quiero dormir, quiero hacer otras cosas… — Muerde su labio—
Bebé…
Me sienta en la cama y se sienta encima de mí. Ni yo mismo entiendo por
qué estoy cediendo a sus encantos. Besa mi cuello, luego mi barbilla hasta por
fin llega a mis labios. Me toca con sus nudillos. Sostiene sus ojos sobre los
míos y acaricia mi rostro como si yo fuera algo extremadamente delicado.
Jamás me ha tocado así… Tiemblo, sostengo el aliento, es tan hermosa…
hasta cuando huele a alcohol.
No me eres indiferente… — Susurra— De hecho eres la persona que
más quiero en mi vida.
Dulce…
Sh… Perdón, ¿Te hice pasar un mal momento? — Ríe, por más que
intenta mantenerse bien no puede— Perdón. — Besa nuevamente mis labios.
Dulce… no. No vamos a tener intimidad ahora. Duerme.
Cosita hermosa… — Pega su nariz a la mía— Bailemos algo lento. No
te enojes, no te vayas de mi lado. — Me abraza fuerte— Por favor no te vayas,
nunca te vayas…
Se aferra a mi con fuerza.
No me iré, Dulce.
Júramelo. ¿Me quieres? Dime que me quieres.
Joder, te quiero… pero estoy enojado. Sí, muy enojado. En la disco…
No te enojes conmigo. — Susurra cortando mis palabras— Acariciame,
así… — Toma mi mano y me la lleva a su rostro— Así… me gusta que lo hagas
asi — Pasa uno de mis dedos por su nariz, labios, mejillas de una manera
suave, sutíl, perfecta. A ella le gusta lo ligero… y me encanta. Jamás me dijo
que la toque así, porque siempre pensé que era una mujer intensa, pero ahora
estoy soñando…

Mi enojo se esfuma, solo la miro. Ella tiene la capacidad de llevarme a


extremos sin que me de cuenta. La miro… Sigue ebria, y solo deseo
aprovecharla. Me contengo cuando la veo y ahora la acaricio mientras
descansa su cachete sobre la palma de mi mano. Susurra mi nombre entre sus
labios y no aguanto las ganas que tengo de besarla, admirarla, amarla…
Choco mi boca contra la suya y nos comemos de forma apresurada. La
acuesto con cuidado en la almohada y la desvisto de una manera cuidadosa,
casi casi como si estuviera acariciándola. Mis ojos no dejan de mirar su
cuerpo… es perfecta. Sus senos, su vientre plano, sus caderas, sus piernas,
su boca, sus orejas… su vida, toda ella. Me saca de mis casillas todos los días,
peleamos como dos enfermos mentales, y luego termino perdonándola y
teniéndole paciencia. ¿Por qué? La amo, maldita sea, la amo… Con mi mente,
con mi cuerpo, con toda mi puta existencia.
Caigo al costado con mil emociones aflorando de mí, pero con la entera
convicción que un momento así quizá no vuelva a repetirse. Admiro su
desnudez con prudencia y sonríe mirándome como si estuviera loco. Cierra los
ojos un segundo y luego suspira… Ella es una perfecta poesía.
Es blanca, de piel suave y perfecta. Toco su rostro justamente como me
lo ha enseñado y vuelve a abrir sus ojos sinceros. Acaricio ahora su cabello y
se une a mi cuerpo para darme un abrazo, para aferrarse a mi piel aún cubierta.
Tú también… — Dice y entiendo. Me desnudo con suavidad sin querer
provocarla. No quiero sexo, ni hacer el amor, solo mirarla… pasaría mil años
mirándola.
Cuando por fin estamos desnudos se pega a mi pecho y pone su cara en
mi corazón. Mis latidos aumentan cuando lo hace. Me mantengo firme y sus
dedos acarician mis brazos para luego irse hacia mi rostro.
¿Así… lates por mí? —Susurra
Aún más de lo que piensas. — La jalo hacia arriba y se rueda en mi
encima.
Esboza una risita y sus ojos desorbitados me dicen que aún sigue
afectada por el alcohol. Tomé exactamente la misma cantidad que ella y estoy
Perfecto, entonces lo agradezco… ¿Qué hubiera pasado si hubiera estado
borracho? Quizá nos hubieran secuestrado, torturado u otra cosa.
No podría soportarlo…
Solo pensar en el hecho me aterra. No puedo pasar más tiempo sin
averiguar qué ha sucedido, o si mis sospechas son ciertas, pero tampoco quiero
dejarla. Cuando cierra sus ojos y pega sus labios a mi pecho estiro mi brazo y
le mando un mensaje de texto a Juan. Suspiro con tranquilidad cuando me
avisa que tiene todo en sus manos. Él es increíblemente eficiente y es una de
las pocas personas que tienen toda mi confianza.
Dulce se mueve y dejo mi móvil a un lado. Busca mis labios de nuevo y
con sus manos sostiene mi rostro. Volvemos a besarnos de manera delicada y
a la vez tensa. Ambos somos un par de degenerados que solo saben hacerlo
con pasión, pero a la vez queriendo dejarlo de lado. Me toca y chispo. La toco
y arde, ¿Cómo no ser intensos? Si es lo único que conocemos…
Dulce… — Susurro entre sus labios— Cielo… no, vamos a terminar…
Quiero tu cuerpo junto al mio toda la noche, palancito… — Ríe.
¿Palancito? — Enarco una ceja.
Ruquermann… — Sonríe— porque tienes cara de ruco cuando te enojas.
No es gracioso. — Tenso mi mandíbula— Duérmete ya.
Bosteza apenas le digo que se duerma y cierra los ojos en mi piel. Pasan
exactamente unos 20 minutos y suspira como si estuviera perdida en el sueño.
La miro suave y acomodo su cabello detrás de su oreja. La huelo suave… me
encanta su olor y esa sensación extraña de su sabor en mi boca.

Dulce… — Suspiro y se mueve, por lo que vuelvo a contraerme.


Enseguida no lo pienso más y le doy vuelta con delicadeza para taparla con las
sábanas. Es mucha tentación para mí verla desnuda y necesito hablar con Juan
cuanto antes.
No… — Toma mi mano de golpe cuando intento pararme— No te
vayas… — Susurra caprichosa y con la voz entrecortada.
Me mantengo en silencio mientras ella empieza a hablar dormida. ¡Joder!
Amo cuando lo hace, porque es de las personas que dicen siempre la verdad.
Mi abuela decía que los niños, borrachos y dormidos siempre hablan desde su
inconsciente, por lo que es interesante escucharlos. Curvo mis labios mientras
suelta palabras sin sentido, entonces ataco.
¿Te gusta el sexo conmigo, bonita? — Me siento un idiota, ni yo mismo
me reconozco ¿Qué carajos hice? ¡Imbécil! ¡Me siento un imbécil! Pero luego
río. No puedo creer que le haya preguntado eso…
Mucho — Me abraza— Te cogería.. todo el día, bebé… —Esa palabra
en sus labios es maravilla para mi corazón. Bien, mi virilidad ya quedó aclarada
ahora necesito ser más directo.
Dulce…
Intento seguir pero veo cómo la luz de mi celular se enciende, lo que me
hace abrir los ojos de inmediato para extender mi mano. Es Juan…
Señor, en un par de horas me envían lo solicitado. Usted descanse.
Buenas noches.
Suspiro, ¿Entonces no podré dormir tranquilo? Me ladeo y solo pienso en
la tormentosa mujer que tengo al frente desnuda y recubierta por unas sábanas.
La amo, con todas mis fuerzas la amo.
*
La flojera hace que reniegue de tener que despertar a esta hora, pero es
necesario. Estiro mi brazo sin abrir los ojos y apago la puta alarma del celular
para luego volver por 5 minutos más a mi posición inicial… junto a ella.
Abro lentamente los ojos y la veo entre mis brazos dándome la espalda.
Aún me cuesta verla de esa manera… porque es preciosa y perfecta. Beso su
nuca con lentitud y luego toco la piel de su espalda con mis manos, ¿La
despertaré? No importa. Con dulces besos voy hasta su oreja y luego capturo
su cuello entre mis dientes.
Sabe tan bien…
Se mueve empujándome, seguro le parezco odioso. Río con suavidad
tallándome los ojos porque son las 5 am y no hemos dormido bien. Me bajo de
la cama sin hacer ruido y me visto dejandola sola…
Juan. — Contengo el aliento cuando veo a un hombre extraño sentado
en mi sala.
Christopher, este es Julio Limo, un amigo. Lo traje porque debes saber
algo importante.
Un gusto, Sr. Miller. Pues bien, trabajo con Juan en mis tiempos libres y…
me gustaría brindarle esto.
El hombre suelta unas fotografías en mi cara donde aparece Dulce
caminando por las calles, luego volteando la cabeza para luego circular de
nuevo. En la tira de fotografías se puede ver cómo entra a un café conocido
situado en una esquina de la avenida. Me contengo extrañado, ¿En qué
momento lo hizo? Juan me mira tenso… ¡Maldita sea, sabe algo! Aprieto mi
puño y dejo que sigan hablando, pero mi mente no puede olvidar lo que vi.
Señor, hay más… — Dice Julio mirando a Juan.
¿Juan? — Pregunto.
Christopher… El hombre al que fue a ver tu mujer fue… el chino. —
Suspira.
Mi pulso se acelera mientras mi rostro se queda congelado… ¿El chino?
¿Dulce? Trago furia al pasar los minutos y no puedo dejar de moverme ¡Mierda!
¡No puedo dejar de moverme! Una sensación asquerosa pasa por mi
estómago… Dulce no sería capaz. Ella es mi bonita, mi esposa, la mujer a la
que he dado toda mi confianza. Juan no puede sostenerme la mirada, por lo
que me causa más inquietud.

¿Piensas que me está traicionando? ¿Es eso? — Espeto con rabia.


Yo no lo dije, Christopher. Jamás…
No te atrevas a culpar a mi esposa de nada… — Lo señalo con furia.
Quizá está amenazada de alguna manera, siento que… deberías hablar
con ella.
Lo conozco… y no le creo. Suspiro exasperadamente queriendo saber
más pero ahora no tengo cabeza, ni quiero preguntar más.
¿Y el video?
Los hombres que fueron ayer por ti y tu mujer son de la organización del
chino. — Se contiene— No sabemos exactamente si grabaron o no…
¡Claro que grabaron! — Grito— ¡Tienen un maldito video de mi mujer!
Ambos saben de qué se trata pero no dicen más quizá por respeto.
Entorno mis ojos en mí sin importarme nada y miro la puerta de mi habitación…
¡Voy a hacer que hable! Ella debe tener una explicación y debo ser cauteloso.
Encuentren esos videos y destrúyanlos. — Digo. Ellos se van dejándome
algunos documentos, fotos y grabaciones que empiezo a analizar de inmediato.
Contengo mi ira mientras aprieto un lápiz… Dulce, qué mierda has hecho.
Las horas pasan y mi agonia aumenta cuando Juan me trae los últimos
documentos que necesito. Me mira en silencio, como si no quisiera meterse en
mis cosas, entonces no le digo nada. Realmente aprecio su discreción en este
momento.
—¿Es seguro? —Pregunto elevando mi última esperanza.
—Si, Christopher. —Suspira como si le doliera hablar ahora.
Enseguida escucho un ruido de la recámara, mi piel se eriza sin control y
la rabia inunda mis sentidos. Contrólate, Christopher… pero no puedo. La veo
salir hacia la sala muy tranquila. Lleva mi ropa… ¡Maldita sea! Y por más que
quiera besarla no caeré en sus garras.
—Yo… me retiro. —Dice Juan ignorando a Dulce.
Los guardaespaldas se van con la salida de Juan y nos quedamos solos.
Ella me mira agarrándose la cabeza, sonriendo por la actitud de mis empleados
y sentándose a mi lado.
—Buenos días… —Luce extrañada— Me siento terrible, ¿Puedes decirle
a Juan que me compre una aspirina?
Deseo explotar pero me contengo de nuevo.
—No.
No puedo evitar levantarme, necesito alcohol para procesar todo. Tomo
un vaso y me sirvo whisky con mucho hielo.
—No quiero ver alcohol nunca más en mi vida, aleja eso. —Dice
quitándome el trago— ¿Estas enojado?
—Qué carajo hiciste ayer. —Lo lanzo. Se mantiene dura y fría, pero se
que le afecta.
—No se… ¿Qué hice? No me acuerdo de nada. —Chilla haciendo un
puchero— Te juro que no me acuerdo, ¿Qué Pasó?
—No puedo creer que seas tan buena actriz para esto… —La miro con
furia y se congela.
—Haber. No me trates así. Lo último que recuerdo fue que fuimos a… la
disco, ajá, luego tomamos y… solo tengo imágenes. —parpadea intentando
recordar, se queda quieta— ¿Bailaste reggaetón?—Suena sorprendida.
—No estoy para perder el tiempo.
—Oh… cogimos duro. —Se sorprende y me interrumpe— Con razón.
—Y actuaste inteligentemente. —Sonrio irónico— Me llevaste a ese lugar
para que grabaran un video.
Su piel se vuelve aún más pálida cuando se lo suelto… simplemente no
dice nada.
—¡Estoy cansado de toda esta mierda! —Grito— Eres mi mujer, maldita
sea ¡Mi mujer! ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa así? ¿Sabes quien tiene
esos malditos videos? ¿lo sabes? ¡Este no es un juego!
—No me grites. —Dice agarrandose la cabeza
—¡Te gritó porque se me da la puta gana! Mira todo lo que hago por ti…
—Trago mi amargura cuando la veo entrecerrar sus ojos— Y parece que no lo
valoras.
—Me explota la cabeza…
—¡No me importa! —Sigo gritando— ¿Qué trato hiciste con el Chino?
Abre sus ojos sorprendida
—O… ¿creías que no iba a saberlo? —Agrego furioso— ¿Él te mandó a
hacer esto? ¡Contéstame, maldita sea!
—No… bueno… —Abro los ojos de golpe. Sus manos tiemblan, luego se
las lleva a la cabeza. Le estalla todo y no puede contenerse, pero no me
importa… juro que no importa. Voy a saber la verdad aunque tenga que
obligarla.
Al grano, Dulce. ¿Qué tienes que ver con el chino? ¿Tienes algo que ver
con los videos?
Me mira indignada.
¿Quién demonios te crees para hablarme de esa manera? — Se eriza—
¿Por qué estás culpándome?
Trago saliva aún más furioso, tengo las pruebas pero veré hasta dónde
llega su mentira.
¿Ah no?
¡No! ¿Fue Juan, cierto? Maldito chismoso… salí cuando dormías, pero
eso no quiere decir que haya ido a planear algo en tu contra. — Sigue
sosteniendo su mano en la cabeza.
¿Y el video? ¡Nos grabaron un video cogiendo, Dulce! — Sigo gritando—
¿Sabes qué harán con ese video?
Abre la boca como si no pudiera creerlo
¿Piensas que fui yo???
Eres una perfecta actriz… — Estiro mi brazo y saco las fotografías para
tirarselas encima de la mesa.
Se vuelve pálida de nuevo y sus ojos se entornan de una manera extraña,
como si realmente estuviera luchando contra sus sentimientos. Carraspea y
suspira cansada. Al levantar sus ojos solo se encuentra con los míos llenos de
furia ¡Porque estoy malditamente furioso!
Puedo explicarlo. — Dice.
Explicalo. — La reto— Pero te advierto que espero toda la verdad. No
volveré a caer en tu juego.
Por mi cabeza salen chispas, estoy furioso.
Christopher… — Su labio tiembla— ¿Cómo te atreviste a sacar estas
fotografías? ¿Tanta desconfianza te doy que no puedes confiar en mí?
Basta. Al grano. No voy a caer.
Pero…
¡Deja ya el maldito drama! — Alzo la voz de nuevo— ¡Habla!
Suspira. Es tan inteligente que sé que debo estar alerta.
El chino me envió algunos mensajes hace tiempo… Está desesperado
porque tú no aceptaste ayudarlo y… quiso que yo lo ayudara. Me amenazó,
Christopher. Dijo que iba a matarte si es que yo no colaboraba en sus planes.
Quiere que me case con Brando para empoderarme de él.
Abro mis ojos con ganas de matarla
Entonces te fuiste a Paris a casarte con ese malnacido.
¡No! — Lleva una mano a su cabeza de nuevo— Yo no quise hacerlo.
Estaba sobrecargada por… todo lo que pasaba entre nosotros y por su
propuesta. No sabía si ceder o no. Lo de Brando fue inesperado. Él me llevó a
Paris con engaños. Es la verdad.

¿Qué fuiste a hacer con ese hijo de puta ayer? ¿Y desde cuándo tienes
comunicación con ellos?
Christopher… solo me envió dos mensajes de texto y luego me llamó para
amenazarme. Dijo que te iban a matar si me seguía negando… Entonces pasó
lo de tu brazo. — Me mira— Y me asusté. Él sabe todo de nosotros. Sabe
dónde estamos, con quién andamos… ¿No crees que es mejor tener al
enemigo cerca?
¡No! — Exploto de rabia— ¡Ese perro chino está engañándote, Dulce!
Esa gente solo miente para conseguir lo que quiere y luego mata. ¡Te dije que
no te metieras en nada de esto!
¿Cómo quieres que no me meta? Somos… una pareja ¿No?
Tú estás en desventaja. No sabes ni manejar bien el arma. Te matarían
en un segundo.
Bueno, pero no lo han hecho… Sabes que no soy de las mujeres que se
quedan quietas, así que voy a luchar a tu lado. — Me mira tensa, casi casi como
si quisiera mi perdón… pero estoy tan furioso que no quiero ni mirarla.
Imprudente. No tienes respeto por tu vida. ¿Qué hay del video?
Baja la cabeza.
Me pidió un video para… darselo a Brando cuando se entere de la verdad.
— Abro la boca indignado y hasta dolido… ¿Cómo pudo? Carraspeo mi
garganta para no hacer cosas que no quiero— Yo… Christopher, no pude.
Intenté… pero al final desistí. Ellos creo que nos siguieron. Sabían que iba a
irme de fiesta contigo pero nunca les dije dónde porque me arrepentí. Por favor,
creeme…
¿Me pides que te crea cuando intentaste hacer esto??? — Exploto—
¡Eres una tonta! O quizá muy inteligente… Estoy jodidamente furioso,
decepcionado, cansado de intentar, intentar e intentar… ¿Y tú qué? ¡Solo
terminas arruinándolo!
Christopher… — Su voz es un hilo— Lo siento, de verdad lo siento… Y
sabes que jamás pido perdón. De verdad me arrepentí. Quizá ellos grabaron
ese video sin permiso, o quizá… no lo grabaron ¿Cómo lo sabes? Y con
respecto al chino ¿Qué querías que hiciera?¿Que dejara que te maten?
Pudiste habermelo dicho — Digo tomándola de sus muñecas— Y si no
lo hiciste… fue por algo más. Yo tengo la culpa… por creer que sigues siendo
la mujer de la cuál me enamoré pero no… No eres más que una interesada.
La empujo y, sin ganas de pelear, camino hirviendo de rabia hacia la otra
habitación. Necesito averiguar si lo que me dijo es cierto o hay algo más…
Dulce
Lo sabe ¡Maldita sea, lo sabe! Mantengo mi mirada fría cuando entra en
esa habitación y me rompo enseguida cuando veo que ha desaparecido.
Camino hacia mi recámara y cierro la puerta con llave ¡Hijos de puta todos!
Tomo una almohada y la lanzo por la ventana furiosa, ¿Cómo pudo
averiguarlo? ¿Cómo tuvo esas fotografías?
Siento ganas asquerosas de llorar cuando el silencio se apodera de la
habitación. Lucho conmigo misma por no hacerlo pero no me contengo… Jadeo
sollozando mientras veo mi pecho elevarse, ¿Cómo pasó todo? Tengo una
sensación estúpida de culpa… ¿Yo tengo la culpa? Cierro los ojos, los
recuerdos me atormentan… aún sigo pensando en lo que dije, en las cosas que
sentí en ese momento.
¿Por qué no? Soy humana. Era la mejor forma de conseguir las tres cosas
que quería: Mi dinero, paz y la seguridad de Christopher.
Debería agradecérmelo —Me retuerzo en llanto— Debería agradecerme
que haya hecho esto por su bien ¿Pero qué hizo ahora? Gritarme, tratarme
como a una cualquiera y reclamarme cuando el estúpido me está siguiendo…
Joder…
Lo quiero.
Tengo una horrible necesidad de pedir disculpas y yo jamás lo hago. No
sé qué me pasa… necesito su calor, su piel contra la mía, su olor sino me vuelvo
loca.

Dulce, Dulce… eres una idiota. —Me digo a mí misma. Llegó lo que tanto
evitaste… Volviste a obsesionarte con él y ahora de forma más profunda.
¿Pude haber aguantado París sin él? No. ¿Pude haber soportado besar al
vejete sin pensar en él? No. Siempre la misma palabra calando en mis
pensamientos.
Y ese video… Juro que jamás quise que sucediera de esta forma. De
verdad lo evité, jamás les confirmé que iba a hacerlo, pero supongo que de
alguna manera se enteraron y nos tendieron esa trampa…
¿Y si se lo enseña a Brando? Mi corazón se hace pequeño, pero no por
él sino porque tendrían que separarme de Chris.
Chris, Chris, Chris… —Llevo mis manos a la cabeza— Te quiero,
patancito. Quizá más de lo que pienso, siento, imagino, maldigo… Te quiero
con mis huesos y mi imperfección, pero todo es negro entre nosotros.
Pasan las horas y aproveché para darme un baño. Salgo de mi habitación
tensa, entonces veo a Juan examinando unos papeles. Mi furia aflora pero sé
que no es un buen momento… Me mira extrañado y no me dirige la palabra,
pero yo voy a decirle unas cuántas verdades.
Ya estarás contento…
Para nada, señora. Creame que a mí me duele a ver a Christopher así.
Todo esto se hubiera evitado si no le hubieras ido con el chisme.
¿Chisme? A mí me parece que ha sido algo realmente necesario. Usted
está en peligro si sigue ayudando a ese hombre.
¡Yo no estoy ayudando a nadie!
Christopher sale en ese momento.
Christopher, tengo la información y… bueno — Le da un sobre.
¿Son los videos? — Asiente.
Todas las copias. Tuvimos que batallar pero ya las tenemos.
¿Las viste? — Pregunta tenso y me hielo…
No señor, lo hizo Julio. Yo… no me atreví. — Suspira y descanso.
Gracias, Juan.
Eh… hay algo más — Me mira como si no pudiera hablarlo delante de mí.
Di lo que tengas que decir. La señorita Evans debe enterarse.
¿Señorita Evans? Mi boca cae… ¡Él jamás me llamó así cuando
estábamos solos!
Eh… El chino solicita hablar con usted.
Abro mis ojos
¡Que se vaya a la puta mierda! — Grita con fuerza.
Bien. — Asiente y se va.
Mi corazón palpita sin sentido cuando lo veo sosteniendo más whisky y
tomándolo de un solo trago. Realmente está furioso y me tenso al verlo actuar
de esa forma. Jamás se ha enojado así conmigo… y la verdad es que no
soporto su falta de atención.
Chris… — Suelto y me ignora— Lo siento.
Voltea y se va hacia otro lado de la sala, entonces lo sigo.
¿Vas a seguir así? Tenemos que hablar, cielo. Mira, yo… de verdad no
pensé pero no quería que te suceda nada malo. Y bueno, ya tienes los videos…
¿Crees que con eso pasa todo? — Voltea de golpe— ¿Cómo voy a
confiar en mi esposa si a la primera oportunidad me miente de esa manera?
Te recuerdo que si hablamos de mentirosos tú sales ganando.
¡Esa fue otra situación! — Añade serio.

¡No! Porque también lo hiciste para protegerme ¿O no?


Dulce… esto es distinto, además fuiste una vil mentirosa. Si no te hubiera
enseñado las fotos jamás me hubieras dado la razón ¡Acéptalo!
Cierro los ojos, no sé qué decirle… porque tiene razón. Hubiera sostenido
esta mentira por mucho tiempo porque no quería que lo sepa, temía que me
juzgue y que se enfade.
Dijiste que me aceptarías como era… ¿Por qué haces esto ahora?
Hay límites, Dulce. No quiero verte… — Mantiene su ira hacia mí y se
aleja de nuevo.
Voy a colapsar….
Chris… — Me trago de nuevo mis palabras porque simplemento esto me
sobrepasa.
Caigo en el sofá mientras me pongo a pensar en qué hacer para arreglar
esto. Está más que enojado y no me gusta… aunque también tenga la culpa.
Mi corazón no deja de latir y pronto las ganas de explotar afloran por mi interior
Maldito idiota… bendito amor.
Patancito de mierda… Bebé
Hijo de puta… Mi amor.
Soy el sinónimo perfecto de contradicción. Mi rabia y orgullo me dicen que
lo pisotee, pero mi razón y sentimientos que realmente me muestre sincera con
él ¿Y qué le voy a decir? ¿Qué lo quiero pero que también me gusta el dinero?
¿Qué busco mis intereses? ¿Qué no soy la mujer que él cree?
Aprieto mis puños mientras miro el filo de mis uñas. Son cálidas, tratadas
pero a la vez vulnerables. ¿Es lo que soy? ¿Vulnerable a él? ¿Debería saberlo?
Mi cabeza es un nudo de grillos que no dejan de chillar. Así son mis
pensamientos… extraños, incrongruentes, misteriosos. A veces no entiendo ni
por qué hago tal cosa, solo me dejo llevar por mi razón y orgullo.
No dejaré que pase más tiempo… — Me digo y levanto para entrar en su
habitación. Han pasado 20 minutos y puedo observarlo a lo lejos con una toalla
envuelta en sus caderas. Se ve tan atractivo, sexy y a la vez tierno.
Cuando se enoja suele poner el rostro de niño tonto. Cielos… es solo un
poco mayor que yo pero parece de 5 años. Lo miro sonriendo y aún no se da
cuenta de mi presencia. Tiene las cejas tensas, el rostro serio y hace todo con
torpeza.
Me acerco como serpiente sin hacer ruido y sin culpas todo su pecho
pegando mi rostro a su espalda desnuda. Se tensa cuando me siente y levanta
su mirada en el espejo para verme. Yo… lo huelo. Su olor me encanta. Jadeo
y luego le doy besos en su piel, subiendo poco a poco por su columna hasta
llegar a su nuca.
Oh mierda… Lo deseo.
Con mis manos acaricio sus pectorales para sentirlo mío. Ladeo mi cara
en su espalda y cierro mis ojos porque no quiero que se vaya nunca. ¿Qué
demonios me pasa? Es como si no pudiera soportarme. Él intenta moverse y
yo solo lo aprieto sintiéndolo más lejos…
No quiero…. Bebé, no quiero.
Unas sombras de lágrimas afloran de nuevo por mis ojos y mojo su
espalda. Beso cada centímetro de su piel porque me aloca. Con mis labios lo
acaricio intentando pedir perdón con mi cuerpo también.
Basta. — Dice con voz ronca, sé que lo provoco.
No… — Suspiro— Te necesito.
Yo no. — Lo que dice me duele…
Perdón, de verdad no quise hacerte enojar. Lo hice para protegerte
aunque no lo creas. — Digo y mi voz suena a ironía ¿Qué dije?
¿Ahora repites mis palabras? — Voltea y me agarra de las manos— Yo
siempre fui sincero y jamás te traicionaría. Es más, hice todo por ti para que no
estuvieras sola estos 5 años. Pagué todo lo que necesitaste cuando no tenías
dinero. — Espeta sin saber qué está diciendo.

Si es por el dinero puedo devolvértelo — Digo seria ¿Me lo está echando


en cara?
Sabes muy bien que no es eso, pero no voy a discutir contigo. Cree que
lo quieras.
Mi orgullo grita a mis pies que me vaya y así lo hago. Me aclaro la
garganta para contenerme y giro… ¿Cómo fue capaz? Siento un nudo dentro
que no me deja respirar con tranquilidad. Camino tensa por la sala luego a mi
recámara No sé qué más hacer
Con agilidad saco mi celular y marco un número al que tengo guardado
como “Scan” Llamo y solo espero una timbrada para que contesten.
No podré ir más con ustedes en esto. Es mi última palabra — Digo.
No juegues conmigo, niña… sabes bien que…
Hagan lo que quieran.
Cuelgo y apago mi móvil.
Cuando me miro en el espejo veo ojeras en mi rostro. Estoy más delgada
quizá y francamente no entiendo la razón. Me siento tonta, idiotizada, sucia…
y a la vez traidora. Por qué, Dulce… — Me pregunto— Porque jamás dejarás
de ser tú… — Escucho una voz en mi cabeza.
Jamás dejaré de ser yo… ¿Entonces, cómo lo quiero?
Con toda y mi mierda…
Jamás agaches tu cabeza por no ser como otros quieren. Jamás dejes
que cambien tus hábitos, gustos, colores. No te marchites, pequeño rosal…
Crece, vive, vuela. Que el único responsable de su vida y el protagonista de tu
propia historia siempre serás tú.
Solo pienso…
Cuando llega la hora de la comida me vuelve a ignorar. En la mesa
estamos Juan, él y yo y no me hablan, es como si yo no existiera. Pruebo dos
cucharadas de la riquísima comida Italiana y me levanto tirando el plato en el
basurero. Ni si quiera dejan de conversar…
Camino cansada y me acuesto en la cama con agonía ¿Qué serán de
estos días a su lado sintiéndome así? Murmuro en mi cabeza que necesito ser
fuerte, consistente y entender su punto de vista, pero no puedo. Jamás soporté
que nadie me humillara y él lo está haciendo.
La tarde me resulta aburrida. No hay nada más de interés en Netflix que
lo que ya he visto y suelto el televisor para intentar dormir sin éxito. Christopher,
patancito… o como sea me saca de la realidad y me transporta a otros mundos.
Cuando él no me mira mi poder baja… y me siento una cualquiera.
Mis manos pican y me levanto a ordenar la habitación, entonces recuerdo
como flashbacks lo que sucedió la noche anterior. Bailé como loca, cogí como
loca y tomé como loca.
Río. Me acerco a la puerta y me da curiosidad la conversación que tiene
con Juan
¿Estás seguro? — Pregunta Juan
Completamente. Es por nuestro bien y sacrificio.
¿Qué? Su voz se extiende en todo el panorama cuando lo escucho hablar
más cerca ¿Será por mí? Pronto se abre la puerta y no dice nada, solo me
mira.
¿Ya se te pasó el enojo? — Mi esperanza vuela, quiero decirle que he
terminado todo rastro con el chino
Ven. — Toma mis muñecas y me lleva abruptamente a un lugar que
conozco para luego entrar en un auto de lunas polarizadas.
Me contengo… ¿A dónde iremos? Mejor no digo nada.
El auto se mueve y su cercanía me mata… ¡Quiero malditamente besarlo!
Sus labios me inspiran, así que muerdo los mios y suelto una pequeña risita. Él
me ignora pero veo cómo rueda los ojos. Veremos cuánto aguantas, Miller…
Christopher, llegamos. — Suelta Juan.
Baja. — Dice con rectitud y termino haciéndolo.
Entramos en el Aereopuerto de golpe y siento que la gente me abruma
¿No se supone que deberíamos escondernos? Con él nunca se sabe.
Camino a su lado inquieta porque no traje maletas ni nada. Él y Juan
hablan en Italiano y los espero sentada, pero un tiempo después regresan.
Christopher… te espero
Asiente. ¿Te espero?
Sin decir más sigue caminando con mi muñeca sostenida de manera
brusca. Llegamos a la zona de verificación de personas y me mira serio… tan
serio que siento que sus ojos me asustan pero me controlo.
Christopher, no tengo maletas… — Digo suspirando.
No necesitas maletas. — Espeta duro.
¿Cómo?
Brando te espera… esta vez vas por tu dinero sola. Buen viaje y… hasta
algún dia.
39. Quédate en mis sueño
Dulce

“Quiero escucharte decir lo que gritan tus ojos”

Mis ojos pican cuando observo su rostro frío hacia el mío. Parpadeo,
tiemblo, me erizo… esto no puede ser verdad, no puede estar sucediendo…
me siento morir.
Con rapidez toma mi mis manos y me voltea dirigiéndome a la zona de
control. Mis pies caminan sin voluntad hasta que me rebelo contra él
presionando fuerte. Me mira… y yo intento buscar una seña de compasión en
su rostro pero es inútil.
Siento terror volver. Pensaba que iba a ser en mucho tiempo, no ahora…
No así.
Chris… — Mi voz es un hilo— ¿Por qué haces esto? — Ahogo las ganas
estúpidas que tengo de llorar.
Entra. — Ordena evadiéndome.
Por qué carajos haces esto — Susurro y me acerco a su cuerpo. Con mi
mano toco uno de sus pectorales acariciándolo de arriba abajo. Estoy herida
pero lo necesito… por alguna razón no puedo despegarme.
Dulce, no. — Sostiene mis muñecas— Entra. — Sigue ordenando.
¡No entraré hasta que me des una explicación! — Alzo la voz y la gente
nos mira.
No hay explicaciones, sino hechos. Tú querías casarte con ese infeliz,
¿No? Bien. Ahora eres libre para hacerlo. Ve con tu Brando, con tu amor…

Mi amor eres tú… — Digo sin pensar sintiéndome desnuda ante toda una
multitud de hombres mirándome. Él mantiene sus ojos de avellana fijos en mí
y yo solo suspiro con sinceridad. Él es mi amor y también mi perdición.

No parece. — Dice incómodo— Dulce, aborda ese avión.

¡No! — Grito y ni yo misma me conozco.

Siento un terrible impulso y lo abrazo pegando mi piel contra la suya,


sintiendo su maldito olor fresas varoniles, deseándolo con todas mis fuerzas.
Mi rostro se hunde en su pecho y contengo el aliento cuando me separa de
forma casi brusca de él. Nos miramos dos segundos y luego vuelve a
empujarme a la sala de control.
¿No te irás, cierto? — Pregunta aturdido.
Jamás. — Me ahogo en mis sentimientos porque realmente lo necesito.
Eres tan obtusa… — Maldice— ¿No querías su dinero?
Me mantengo en silencio, entonces se lleva una mano a la cabeza…
Jadea, contiene su rabia y me mira con la mandíbula apretada.
Te quiero a ti — Le digo por fin.
Sube al maldito avión, Dulce. — Se ahoga en sus propias palabras, en
sus sentimientos— Hazme caso.
No… — Respondo con dolor— ¿Por qué me quieres alejar de tu lado?
¿No decías que me amabas?
A veces es necesaria la distancia, Dulce. Sube al maldito avión. — Repite.
¡No lo haré! No me puedes obligar. Me quedaré aquí contigo — Vuelvo a
abrazarlo tontamente y respira con dificultad, enseguida aparece Juan y me
jala del brazo para llevarme por el control.
Si dice algo… lo lamentará — Advierte de forma espontánea y me
contengo ¿Lamentarlo? Paso con tranquilidad por el área reducida entonces
veo a Christopher a lo lejos.
No…
Señora, no lo intente por favor. Christopher está enojado. Dele tiempo, ya
pasará. — Añade y estoy tan dolida que ni si quiera lo razono.
Pasan alrededor de 30 minutos y pronto entramos a bordo. Juan me vigila
y no despega su mirada en mí… ¿A qué hemos llegado? He mantenido mi
cabeza agachada por todo este tiempo. Lo único que hago es pensar en
Chris… ¿Por qué, Chris? ¿Dónde estarás? Me has dejado y dijiste que nunca
lo harías… Lo juraste.
Llena de emociones me levanto cuando la representante de la aereolínea
llama mi nombre. Entro experimentando una especie de sensación pérdida y
cuando estoy en el avión miro a la ventana… ¿Estará mirándome?
¿Extrañándome? ¿Arrepentido? Suelto un sollozo pero me mantengo firme
cuando veo a Juan sentarse a mi lado.
¿Juan? ¿A mi lado? ¿Estoy en primera clase?
Pongo mi cara en blanco y, cuando cierran las puertas del avión, escucho
la voz del piloto hablando en inglés:
Señores pasajeros, bienvenidos a su vuelo 377 con destino a la ciudad
de Barcelona. Esperamos que se sientan a gusto y tengan un buen viaje.
Las turbinas del avión empiezan a sonar con fuerza y me quedo en shock
con todo lo escuchado… ¿Barcelona? ¿Brando estará ahí? Jadeo de nuevo
llevándome las manos a la boca. Una lágrima sale de mis ojos pero la escondo
de inmediato… ¡No entiendo nada! Mi cabeza está en cero, tengo un ataque
de dudas y miedos.
—Cálmese, señora… —Susurra Juan al verme con pánico.
Pero no hago caso. Llevo mis manos a mi cabeza y solo escucho mi
corazón latir a mil por hora. Hace frío, estamos subiendo, la tensión se acumula
en mis hombros… ¿Dónde está Christopher? Me dejó de nuevo. Mi pánico
aumenta y siento una oscura sensación de soledad… Recuerdo aquel día…
Dolor, ganas de morir, abandono. Yo sola en una cama, desnuda entre las
sábanas… ¿Y él? Se había ido.
Chris… — Susurro y siento que me ahogo.
Señora… — Esboza Juan y llama a la aeromoza
¿Señora, todo bien? — Escucho a una mujer pero no hago caso. Siento
un fuerte dolor de cabeza, una presión en el pecho que no me deja respirar.
Jadeo intentando contenerme pero es imposible. Me vuelvo dura como un palo,
entonces veo cómo la mujer toma mi mano y me obliga a mirarla. Parpadeo
intentando mirarla, lucho con todas mis fuerzas por no irme al vacío pero la
oscuridad está al frente… Es suave, ligera y dañina. Ella me da golpecitos en
la cara y yo abro los ojos aún más. Siento su voz muy lejos pero ella está
cerca… el pánico sigue dominándome y mi cuerpo se queda intacto.
Duele… Duele mucho.
Recordar su abandono es mi fobia.
Odié todos los segundos de mi existencia en ese entonces y hoy vuelvo
a sentir el mismo dolor pero de otra manera. Chillo, por fin chillo… y mis
lágrimas salen con furia. La aeromoza me acerca agua y me la tomo como si
nunca hubiera bebido aquel líquido. Mi pecho se contrae, siento espasmos.
Juan me toma de la mano y me habla, yo solo lo miro… y sigo expulsando mi
rabia, mis miedos, mi vida entera.
Por favor, cálmese — Suplica. Sus ojos lucen asustados.
Chris… Christopher… — Mi voz es un hilo.
Señora, todo estará bien. Por favor, cálmese.
Niego con la cabeza y cierro fuertemente mis ojos mientras pego mi
cuerpo hacia la ventana. Abrazo mis brazos y contengo el aliento sintiendo que
el agua que bebí va recorriendo todo mi cuerpo. La aeromoza hace preguntas
que no me interesa responder, le da una pastilla a Juan y me la tomo porque
prefiero dormir y no sentir el dolor.

Llegaremos a Barcelona y… usted…


No escucho su voz, todo se va diluyendo de forma suave… Intento abrir
los ojos pero luego los cierro. Quiero escuchar, juro que quiero hacerlo pero el
sueño me vence y tengo pavor de no despertar, aunque prefiera hacerlo.
Un sueño extraño pasa por mi cabeza. Yo en una silla amarrada, con una
luz cenital en el medio. Desnuda, tensa, con frio… y muchas voces
susurrándome. Mis piernas con sangre y unos manitos moviéndose. No sé
dónde están moviendose… pero es un niño. Llora, yo lloro… Por más que
quiero no puedo desatarme. Abro mis ojos y siento hielo… entonces de la
sombra aparece Christopher, toma al niño en brazos y se va mirándome como
si me odiara. No soporto su odio, prefiero estar muerta a verlo mirarme de esa
manera… ¿Y el niño? Sigue llorando… Ni si quiera tiene rostro, solo llora…
Jadeo. Quiero gritar y no puedo. Lucho por despertar y no puedo.
Entonces escucho una voz conocida… Juan. Me toma de los brazos y en
un segundo abro los ojos con la piel erizada y el corazón latiendo. Suspiro
cansada sabiendo que ha sido solo un sueño. Él me sonríe y toma mi mano
para obligarme a caminar muy rápido. Salimos del avión, entramos al control y
luego se apresura para meterme a un auto negro. Ya no quiero llorar, ni
recordar, pero siento las huellas de mis lágrimas apretando mi vista. Me toco el
rostro y me siento hinchada, da igual… solo quiero llegar a descansar.
¿A dónde vamos? — Pregunto resignada.
Muy pronto lo sabrá, pero antes dese un baño, coma algo y luego vemos.
No hablamos más.
Esta ciudad es hermosa, quizá una de mis favoritas en todo el mundo y
no puedo disfrutarla porque veo todo negro. Es como si la gente fuera insípida,
tonta, sin sentido. Las preciosas construcciones se alejan de mi interés cuando
me fijo en la hora del auto.
Mierda.
Cierro mis ojos y vuelvo a perderme un rato. Estoy en el limbo… descanso
pero no quiero dormir por temor a ese sueño.
Abro mis ojos cuando el auto se detiene. Dos hombres nos abren la
puerta y me casi arrastran hacia adentro. Estoy en el garaje intentando
entender dónde diablos estamos… ¿Y Juan? Desparece. Mi garganta se pone
tensa al pensar en Brando, ¿Estará aquí? ¿Son sus hombres? Juan ha
trabajado en el Hilton haciéndose pasar por un empleado, sabe perfectamente
sus movimientos y cómo es todo el movimiento. Mis hombros pesan por toda
la carga que llevo encima…
Ser la mujer de ese viejo… No quiero. Antes lo pensé, hasta había
tomado conciencia en que llegaría el día en el que tenga que abrirle las piernas,
pero hoy no puedo. Mi corazón de hielo se ha derretido no sé hasta cuándo…
Mi vida ha dado un giro.
Mis pensamientos son para él.
Lo quiero con todos mis extremos… Con todas mis dudas y preguntas…
Con todo mi dolor y lamentos.
Me siento extraña sin su presencia. Abandonada, quizá… y mi corazón
ha vuelto a ser el mismo de antes… Está muerto en vida. Todo me parece sin
luz y sabor. Mientras subimos por el ascensor puedo ver el lujo de este lugar.
Es Brando, estoy segura.
Sollozo en silencio. Los hombres ponen un código que no quiero saber,
abren el ascensor y me invitan a pasar. Mi pecho se congela, los miro con
muchas sensaciones y solo me sonríen.
Señora, póngase cómoda… El señor llegará en cualquier momento. Pidió
que esté tranquila.
¿El señor?
Se van y me encierran ¿Qué carajos? No interesa, igual estoy en el
infierno.
Camino explorando este mediano espacio. Es el piso número 15, creo,
de departamentos de lujo. Por el balcón puede verse el mar y me pierdo en el
silencio…

Mar…
Trago amargura y camino hacia la cocina, recámaras y un pequeño
estudio. Este lugar es hermoso… pero no me interesa ahora. Elijo uno de los
cuartos y me siento en la cama mirando muchas bolsas de ropa nueva, por lo
que me obligo a escoger una prenda y meterme a la ducha.
Respiro…
El agua caliente cae sobre mi piel de manera precisa. Quiero olvidar…
solo olvidar… Callar mis sentimientos y nada más —Me repito una y otra vez—
Encuentro mi shampoo favorito y jabón líquido exfoliante de sabor a fresa que
tanto me gusta en el baño. Después de un largo baño salgo envuelta en una
toalla y me visto con la ropa más cómoda que encuentro: Buzo y poleras largas.
Mientras mi mente sigue hincándome de manera brusca me acurruco en
la cama sin secarme el pelo. Abrazo mis piernas y mi mirada se pierde en el
silencio.
He regresado al tormento…
Cierro mis ojos obligándome a dormir. Sé que Brando llegará y debo
cambiarme para estar presentable. Odia que esté sin maquillaje, con ropa
cómoda y sin tacos. Quizá le gusta mi lado más sexy, pero un día conocí a un
hombre que amaba verme de la forma más simple… y ya no está.
¿Señora? — Escucho una voz y no quiero despertar— ¿Señora?? —
Vuelve a preguntar más alto, me enfurezco y abro mis ojos lentamente.
¿Quién eres? — Digo con la voz ronca.
Vine a limpiar pero me pidieron despertarla. Es hora de cenar.. — Sonríe
y se va sin decir más.
¿Hora de comer? Me doy cuenta y es de noche… ¿De noche? No tengo
hambre, solo sueño. Me quedé dormida sin querer mientras veía pasar los
minutos mirando a la ventana y realmente lo agradezco.
Me levanto con dolor de cuerpo y abro la puerta despacio. Todas mis
particulas se congelan cuando escucho voces… ¿Es Brando? Trago saliva y
pienso en que debería arreglarme antes de verlo, pero algo me dice que espere
un poco más.
¿Sigue dormida? — Mi alma sale del cuerpo cuando escucho su voz…
Juan
Acabo de despertarla señor, viene en camino. Con permiso. — Dice la
mujer.
¿Juan? ¿Es Juan??
Salto y cuando llego a la sala me topo con el cuerpo de Christopher. Lo
miro sorprendida, parpadeando, estúpidamente con la boca abierta. Me mira
serio, distante pero lo perdono… ¡Está aquí! ¡No me ha dejado! Mi corazón es
una fiesta ahora y me siento idiota sintiendo esto…
¡Quiero saltar!
La emoción me embarga pero me contengo cuando levanta una ceja y
empieza a mirarme raro. Estoy sin maquillaje, con ropa floja y la cabeza hecha
mierda, aún así me mira de forma particular, aunque sus ojos aún sean serios
con los míos.
Christopher… — Digo casi sollozando. Lo abrazo con tal fuerza que casi
pierde el esquilibrio. Su voz, su piel, su olor… me intoxican y a la vez sanan.
Dios… Parezco una adolescente entusiasmada.
Basta. — Me separa— Estoy aquí porque Juan me dijo que te sentiste
mal.
¿Yo? — Mantengo la mirada y Juan me sonríe como si hubiera hecho
esto como ayuda hacia nosotros— Yo… bueno, quizá.
Ya llamé al médico.
No…
No me discutas — Ordena frío— Mañana estará aquí temprano.
—Está bien. —Digo.

Un silencio nos aborda y puedo sentir mi desesperación salir por mi piel


cuando me mira de esa manera. Sigue enojado, lo sé porque lo conozco.
No entiendo… — Carraspeo con mucha curiosidad.— ¿Y Brando? ¿Y…?
¿Tanto lo extrañas que no puedes vivir sin mencionarlo? — Reacciona
bruscamente. Mi piel se eriza ¿Qué dije? Sus ojos ahora están más hundidos,
más rojos, más furiosos conmigo. Destella celos por sus poros… ¿Celos?
¿Realmente está celoso? Mi mente se confunde.
¡No! ¡No quise decir eso! — Exclamo— Es que pensé…
Iba a enviarte a Lisboa, porque ese hijo de puta está ahí como rata
sarnosa escondiéndose del Chino.
Pero no dejaste que me fuera a ese lugar, cambiaste de opinión. — Le
sonrío ligeramente y Se mantiene en silencio. Juan nos está regalando una
pequeña risita. — ¿Sigues enojado? — Pregunto tensa sin importarme que
hayan otros mirándonos.
—Cena. — Me evade.
¿Tú ya cenaste? — Pregunto.
No, pero iré fuera. No tengo ánimos de verte. — Levanta sus hombros y
se va casi con furia. Mi voz tiembla, quiero pedirle que no se vaya pero me
callo…
Tenga paciencia, señora. —Dice Juan— Pero eso sí… Si realmente
quiere a Christopher entonces no se guarde nada. Dígale todo lo que sabe. No
pierda su confianza.
¿Por qué me trajo a este lugar? — Pregunto sintiéndome afectada.
Se arrepintió a último momento. Cambió su vuelo… — Dice inseguro—
La ama con toda su existencia.
Le sonrio
¿Tú crees?
Pidió su ropa favorita, su shampoo favorito, entre otras cosas. Todo lo
que hay en este lugar es para usted y está pensado en usted.
No le digo nada más porque siento que mi estómago se revuelve. Respiro
hondo manteniendo un poco de desinterés, fingiendo que soy de hierro aunque
no me crea. Quizá es mi forma de ser, no lo sé, pero es lo único que conozco
para sobrevivir…
¿Regresará pronto? — Pregunto cuando lo veo acercarse a la puerta.
Quizá. Por favor coma algo. — Dice y asiento.
Chris
Pateo una especie de botella tirada en el suelo con todas mis fuerzas y ni
aún así me calmo. Mi mirada está fija en un punto y no puedo explicarme por
qué estoy tan furioso. Han pasado varias horas, me ha dado mil explicaciones
que no sé si creer, pero no he podido controlar mi ira.
La veo y siento que muero…
Mi intención en un arranque de furia fue enviarla con ese hijo de puta,
pero no pude. Con toda y mis ganas de matarla la dejé a mi lado… Ella es ese
suspiro de todas mis mañanas, mi pensamiento diario y ahora tenerla así… me
abruma. Juro que no quiero estar enojado, pero intento y no puedo contenerme.
Christopher, ¿Vamos por un trago? — Dice Juan y acepto.
Maneja con cuidado y veo por el retrovisor a mis hombres siguiéndonos.
Juego con mis dedos mientras el tiempo avanza. Ella está a salvo… lo está.
Puedo ir tranquilo. Necesito relajarme y distraerme un rato.
Si que lo necesito
Llegamos a La Rambla, un lugar conocido en Barcelona por su noche
joven, y me siento extraño. La bulla me estresa, algunas mujeres sonriéndome
también, pero mantengo mi mirada fija en Juan y todo acaba. Él me invita a ir
por un pasillo, entonces lo sigo. Entramos en una especie de callejón lleno de
pequeños bares privados. Lo agradezco, juro que lo hago… La gente me irrita
ahora y solo deseo tomarme un trago lejos de todo. Él pide dos vasos de whisky
las rocas y nos sentamos a un costado de la ventana, un poco lejos de todo.
Miro mi vaso y me entretengo viendo cómo el hielo se derrite en el alcohol.
Carraspeo mi garganta y bebo un sorbo… Crudo, extremo, en su punto. Suspiro
sintiendo mi aliento y pronto me encuentro con los ojos de Juan aprisionando
mi cordura
¿Mujeres, no? — Ríe— Mi esposa es aún más complicada, creelo.
¿Más complicada que Dulce? — Levanto una ceja— No ha nacido nadie
de forma parecida.
No todo gira en torno a ustedes. — Suspira bebiendo— ¿O tú lo crees?
Te has pasado todos estos años obsesionándote con Dulce y no has mirado a
tu alrededor, Chris. Hay gente que también sufre, tiene problemas y hasta
peores que los tuyos.
El silencio embarga de nuevo este espacio. No le digo nada, solo lo
escucho atento. Él deja de hablar cuando me ve tenso, quizá aburrido, no
quiero sermones ahora… y parece que lo ha entendido.
Doy otro sorbo, y otro más…
El alcohol pasa por mi garganta ardiendo, combinándose con mi enojo y
no deseo nada más que eso. Me mira sutilmente y en su mirada puedo leer sus
pensamientos
Oh, vamos…
Quizá tiene razón, quizá no… pero nadie puede calmar el fuego que tengo
dentro, la rabia contenida combinada con una especie de decepción.
No soporto su forma de actuar conmigo — Confieso por fin, necesito
sacarlo— Hice todo por ella, ¿Ves cómo me paga?
La señora está actuando mal, pero te ama
¿Me ama? — Río irónico— Jamás me ha dicho que me ama desde que
regresé. Me ha dicho que me quiere… —Tomo otro sorbo— pero jamás que
siente amor por mi.
Dices eso porque estás enojado.
Es la verdad aunque duela, pero aprendí a sobrellevarlo. ¿Qué más
puedo hacer? Hice todo por ella pero… —Me callo.
Pero tienes tus límites… —Agrega.
Así es. ¿Aliarse con mi enemigo por dinero? — Digo decepcionado—
¡Tiene mi dinero! ¡Para qué quiere más!
Christopher, te ha explicado cómo han sido las cosas. Quizá si estaba
asustada porque te dispararon.
No me interesa, debió decirmelo. — Digo furioso y firme.
Tampoco le dijiste muchas cosas… — Suelta su indirecta haciendo que
llegue justo a mi corazón.
Me mantengo frio, pero a la vez estoy ardiendo. Suspiro lento sos
teniendo mi respiración, de solo pensarlo me aterro.
Es por su bien. —Digo repitiéndomelo una y otra vez.
¿Por su bien o por tu bien? — Me reta— También te reclamará de la
misma manera.
Mis ojos saltan con furia
Es distinto.
No lo es. — Suspira— Creo que tanto ella como tú deberían ser sinceros.
Díselo.
Niego con la cabeza
Es muy inmadura para comprenderlo. Y yo… no puedo. No ahora que
estoy enojado.
Pasará tu enojo. — Susurra— Y tu confianza.
Me quedo en silencio pensando suspendido en el tiempo, entonces
entiende que estoy inquieto, porque si… esto me inquieta.
¿Nunca la ibas a enviar con Brando, cierto? Me hiciste comprar el pasaje
por las puras — Ríe— Salud por ello. —Cambia de tema.
Iba a hacerlo. — Sostengo mi posición

Comprar dos pasajes de avión… Uno para Barcelona y otro para Lisboa
sabiendo que había poca diferencia en horarios y mandándome al vuelo para
España con ella. — Ríe cruel— Vamos, sin máscaras.
Bueno Juan, nadie entiende esta mierda — Acepto cansado— Ni yo
mismo. A veces no sé ni lo que hago.
Querías asustarla…
—Quería hacer que se arrepienta. — Corrijo.
Lo lograste… lloró todo el camino.
Abro mis ojos de inmediato.
¿Qué? — Jadeo
Te dije que se había sentido mal, pero me pareció adecuado que te
mencionara lo otro fuera del departamento. La aeromoza dijo que tuvo un
ataque de nervios ¿Sabías que tiene cambios emocionales muy fuertes? Me
dijeron que no era normal, quizá hormonal. Estuve investigando sobre el tema
mientras bajábamos del avión.
Desde niña ha tenido problemas con eso, pero jamás le trajo situaciones
así, solo… — Me pongo a pensar y trago saliva sintiendome mal.
Joder. Mierda.
Juan sonríe cuando ve que me doy cuenta
¿Lo controlaste, cierto?
—Así es — Asiente— Le dimos una pastilla relajante y listo.
Quiero dejarla sola en el departamento e irme a un hotel. No tengo
paciencia pero a la vez me preocupa su seguridad, sus lágrimas… su pánico.
¿Qué hago Juan? ¿Cómo te mantienes de pié cuando quieres caer? No puedo
seguir con alguien que no conozco.
La conoces bien, Christopher… pero así es la vida y el amor. Es de locos.
¿Qué pasa si hablo con ella y la perdono? ¿Volverá a hacerlo? ¿Crees
eso?
Creo que ha sido una buena lección. Nunca antes en mi vida vi a una
mujer tan llena de pánico, tan sincera buscando tus ojos en medio de la gente,
tan paranóica contigo. Por Dios… ¡Ustedes no se ven de fuera! Pero se
necesitan.
La amo con pasión, la beso con pasión, la abrazo con pasión, cogemos
con pasión, peleamos con pasión… ¿Cómo no hacerlo, Juan? Es lo único que
conocimos desde que nos enamoramos.
Pero las cosas han cambiado. — Dice como si fuera Dios.
Ella es mi bonita… pero a veces siento que es una pesadilla. Quiero
despertar y tener a mi lado a la mujer que conocí hace muchos años.
Sigue siendo esa chiquilla, Christopher. Te enamoraste de ella pero el
tiempo cambia… quizá tiene nuevas ventanas ¿Me entiendes cierto?
No le respondo y termino mi trago.
Otro, por favor… — Digo.
*
El tiempo pasa volando y pronto mi reloj marca las 11:00 de la noche.
Salir con Juan me ha hecho bien aunque movió mi cabeza de una manera
impresionante. Aún así siento que no puedo perdonarla. Cada vez que me
habla es como si escuchara al maldito chino en mi cabeza, los recuerdos vienen
a mi y no puedo contener mi rabia.
Ambos tienen la culpa… ¡Hijo de puta! Le advertí que no quería que se
metiera con mi mujer y lo hizo. Algo tiene entre manos… y Dulce es muy
manipulable en ese sentido. Era obvio, cayó en sus planes pero no me quedaré
quiero. Le enviaré otra advertencia. Tengo muchas ganas de hundirlo, pero no
puedo perder mi foco. Él es capaz de armar todo para que yo me descontrole
y acepte su juego.
Por buenas fuentes sé que está intentando reclutar personas que han
trabajado con Brando. Se vengará por haberlo querido arruinar a cualquier
precio, pero el viejo no se dejará. Lo conozco… quizá mejor de lo que quiero.
He investigado su vida al milímetro y jamás fue un buen hombre. El chino es su
misma calaña.

Gracias, es correcto. — Mantengo el celular en mi oreja— Bien, hagan


lo que deban hacer para fingir un secuestro. No, no pidan dinero… pidan otras
cosas. Bien, adiós. — Cuelgo, necesito tener a Brando ocupado.
Por fin llego a casa. Las luces del departamento están apagadas y pronto
tiemblo pensando en que ha pasado algo grave. Levanto algunas cosas del
suelo, mi boca se seca, entro con tensión a la recámara y la escucho en el
baño.
Vuelvo a respirar…
Por más que esté enojado no quiero que le pase nada. Mi plan es
desaparecerla aunque no quiera, alejarla de Brando y de toda la mierda que
nos rodea, pero ella aún no lo sabe. Lo sabrá a su momento. Estemos o no
juntos juro que voy a hacerlo. La protegeré con mi vida.
Hola. — Le digo al verla distraída, entonces abre sus ojos de golpe
cuando me ve en la recámara. Carraspeo, me sonríe. Que linda es su sonrisa…
No puedo evitar mirarla…
Trae la pijama de seda que mandé a pedir para ella. Entre la fina tela de
su ropa puedo ver sus lindos senos florecer cuando me miran… Estoy tentando,
pero no caeré en su juego. Conociéndola solo lo hace para provocarme.
Pensé que venías más tarde. — Me sonríe y deja sus cosas en el cajón.
No. Buenas noches.
Me giro huyendo… porque no soporto su belleza y tampoco su olor
impregnado en toda la habitación.
Christopher… — Sus labios pronuncian mi nombre y me excito ¿Enserio
ahora? ¿Justo ahora? Me erizo cuando toca mis manos— Tenemos que
hablar.
No tengo interés. — Respondo casi inconscientemente.
Por favor, cielo… — Dice jalando su cuerpo junto al mío. Se desliza por
mi piel volviéndome electricidad.
Dulce, es tarde. —Me separo.
¿Y? — Con fuerza toma mis brazos y me obliga a entrar en la recámara
de nuevo— Lo siento, de verdad lo siento. — Susurra— Sé que no me crees
pero lo hice porque realmente ibas a estar en peligro.
Sabes que mi enojo no va por ese lado.
Chris… — Exhalo— ¿Qué quieres que te diga? Tengo metas, proyectos,
sueños y quise tu seguridad. Tenía miedo.
Jamás lo compartiste conmigo.
Porque no ha habido tiempo de hablarlo y porque ese tipo te hirió. Por
favor, dejemos esto… Entiéndeme.
No me siento a gusto, entiende tú. — Sostiene mis brazos y no me deja
ir.
¿No te sientes a gusto con Tu mujer? — Hace énfasis en el tú.
No, con tus mentiras…
Chris… basta — Me habla bajito— Ya te he explicado. Por favor no
sigas… me lastimas…
Trago saliva
¿Y crees que tú no a mi? — Pregunto tenso.
Lo siento, mi amor… Lo siento… — Se cuelga en mi cuello y luego se
empina para estar a mi altura. Con sus brazos me abraza fuerte y puedo volver
a sentir su aroma… Es de fresa vainilla, fresca, suave, dulce como el cielo…
Tengo que dormir. — Digo inventando una excusa. Mi voz se contagia y
ahora es ligera— Mañana quizá no estemos aquí
Iría al infierno contigo si me lo pidieras — Trago saliva aún más tenso. Me
mira de forma atrevida. Jodida bruja…
No parece… — Vuelvo al tema y sé que voy a desatar una pelea pero es
eso o a caer en sus trampas.
¿Vamos a empezar de nuevo? — Me suelta, estoy listo.
Tú insistes
Tú no olvidas.
Jamás olvido — Respondo.
¿Y yo sí debo olvidar que me dejaste sola? —Me reta.
Esa fue otra situación y lo sabes. —Contesto.
¡Para! — Grita— ¡Estoy cansándome de todo! ¿Qué quieres que haga?
Dijiste que me aceptabas tal y como era… Me gusta el dinero, las joyas, el sexo
contigo. ¿Qué más quieres que te diga? ¿Qué te odio? No te odio, aunque
quise odiarte por mucho tiempo. Tienes la maldita capacidad para ser mi dolor
y a la vez mi cura ¿Acaso no lo estás entendiendo? Estaba asustada, Dios…
cometí un error… Bien, eso. Tú también has cometido errores
Dulce…
Silencio. — Me calla con un dedo— Tenemos dos opciones: Nos
perdonamos y seguimos o seguimos peleando y echándonos la culpa.
—¡Sigo malditamente furioso! — Grito sin pensar— No puedo olvidar lo
que hiciste.
Christopher… — Susurra
¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me traicionaste con ese hijo de puta?
No te traicioné
Lo ibas a hacer…
No. — Responde
¿Sabes una cosa? No llegaremos a nada.
Paso saliva y me giro en mis pies dispuesto a irme de este lugar. No
soporto esta agonía… entonces siento cómo sus manos toman de las mías con
fuerza obligándome a darle la cara de nuevo. Parpadeo pasmado y sin
preguntar se empina para darme un beso.
Mi cuerpo se congela al sentir su aliento sobre el mio. Ella es preciosa y
dulce en todos los sentidos y solo no quiero caer, pero es demasiado tarde…
Mis labios van moviéndose junto a los de ella y no puedo detenerme, peor aún
cuando sus manos acarician mi rostro suavemente jalándolos hacia abajo. Mi
respiración se agita al sentir la suya de igual manera, su lengua me abre
caminos incontrolables y me descontrolo.
No puedo hacer esto. No puedo quedar como un maldito sexual de nuevo.
Tonto, que cae en las redes de una bruja siniestra. Y ella no puede pensar que
me va a tener siempre en sus manos.
Un estruendo embarga mi ser ahora y me siendo un idiota, así que hago
todo mi esfuerzo para separarme. Lo hago consciente y me mira aturdida con
los labios hinchados. En sus ojos hay deseo, quizá el mismo que el mio, pero
no puedo permitirme esto. Sería estúpido y en vano sabiendo que no estoy bien
con ella.
Chris… — Dice aún tocando mi pecho.
No vamos a arreglar nada de esa forma. — Espeto.
¿Ya no te gusto? — Su mirada destella dolor y yo mismo sufro ahora
¿Acaso no lo entiende? Me desespera…
Eres muy hermosa, Dulce. A cualquier hombre le gustarías
No me importan los demás, solo uno… — Susurra muy cerca a mí
enredando sus brazos en mi cintura.
Basta. — Tomo sus manos y las pongo en su sitio— Mañana verás al
médico y no quiero seguir esta conversación.
¿Qué pasará con nosotros? ¿Me evitarás y odiarás toda la vida?
No le respondo porque estoy casi escapando de ella. Mis pies caminan
de forma rápida hacia la otra habitación para luego cerrar la puerta. He hecho
algo que nunca hice con ella: Dejarla con la palabra en la boca, sola, en esa
situación.

Mi corazón palpita fuertemente y solo pienso en dormir. Ha sido un día


complicado y ahora debe estar odiándome porque la dejé de esa manera, pero
por lo menos no volverá a tocar el tema. Me desvisto frustrado y solo me quedo
en ropa interior. Tomo las sábanas y las aparto haciendo un hueco en la cama,
tirándome encima, tapándome con ellas como un niño enojado.
Estoy enojado conmigo mismo por amarla como lo hago, por querer
aceptarle todo cuando no debo.
Apago la luz manteniendo solo la lamparita prendida y vuelvo a pensar
en sus ojos chispantes dirigiéndose a los mios. Cielos… ¿Qué estoy haciendo?
Cierro los ojos e intento sacarla de mi cabeza pero no puedo.
Respiro y está ella. Cierro los ojos y vuelve. Hasta se poza en mis
sueños…
El silencio abruma todo este lugar cargándolo aún más, entonces siento
unas manos abrazar mi espalda con fuerza, susurrar mi nombre… Ella
¿Cómo entró sin que la escuchara? Mantiene su rostro hundido en mi piel
y solloza cerca de mí. Jadeo cansado por todo el dolor que siento ahora, pero
a la vez firme.
No me trates como si no fuera nadie. — Dice con la voz hecha un hilo.
No respondo ¿Qué voy a decirle? Me mantengo en silencio y eso la
vuelve loca. Toca mi cuerpo con desesperación y besa cada centímetro de mi
piel haciendo que me erice de inmediato.
Bésame… por favor. — Susurra contra mí.
Y sigo sin responder, entonces me gira con fuerza y puedo sentir su enojo
en su cuerpo atacando al mío. Se sube en mi encima y los ojos inquietos busca
mi mirada obligándome a darle una respuesta.
Vete a dormir — Digo aún con dificultad
No sin ti… amor. — Captura una vez más mis labios y estoy cansado de
luchar, pero aún me quedan pocas fuerzas. La quito de mi encima como puedo
pero ella vuelve hacia mí y ahora besa mi cuello haciendo que todo en mí sea
un incendio.
Control… — Me digo— Pero me gusta. Me encanta. Me excita.
Ella sabe absolutamente todo de mí y se aprovecha. Baja sus labios por
mis pectorales para dirigirse hacia abajo bajando mi bóxer y posando su boca
sombre mi miembro.
Cielos…
Gimo cuando la siento hacerlo, es tan perfecta… Me vuelvo duro en
segundos y mientras sucede cierro los ojos sin querer disfrutarlo. No, no, no…
¡No puedo! ¡No debo! Contengo mi aliento y a duras penas puedo moverme
pero ella sigue en su ritmo. Es suave y a la vez brusca, abre los ojos y me mira
mientras lo hace haciendo que en mí vengan todos los demonios sexuales que
tengo guardados desde hace décadas.
Trago saliva y siento un espasmo, entonces ella salta hacia mis caderas
y se hunde en mí.
Mierda…
Se mueve de forma desesperada, como si realmente necesitara de mí
para respirar. Pego mis labios y es inútil, no voy a poder con esto… Toma mi
cuello con sus manos y veo furia en sus ojos.
¿No puedes cogerme? ¿Es eso? — Vuelve a moverse con furia—
¿Tengo que hacerlo yo? ¿Pedirte que me hagas el amor para que seas un
hombre de verdad?
Activa un lado posesivo de mí y entro en desesperación… Ella ha
activado el botón de emergencia que hay dentro de mi ego pero aún así me
contengo.
Te quedas callado, idiota… No sabes fornicar. — Me provoca—
Mírame… — Dice saltando y gimiendo.
Dulce… — Bolas de fuego pasan por mi cabeza y hiervo en furia. Tenso
mi mandíbula mientras la veo luchar conmigo y de un tirón la pego hacia mi
cuerpo mientras me siento. Ella jala mi cabello y me besa sabiendo que está
consiguiendo lo que quiere

¿Contenerme de nuevo? Imposible.


Muerdo sus labios con agonía y desesperación para tirarla hacia abajo y
ponerle una almohada en su trasero.
Vamos a ver quién no sabe qué, amarga…
La penetro de forma violenta mientras chilla por el tirón. Me mira
mordiendo su lengua y no puedo dejar de cogerla como quiero. Aprieto mi
trasero para dar las hincadas más profundas y solo escucho el rebote de mi
cuerpo contra el suyo. Estoy jodidamente excitado y soy una bestia… Levanto
sus rodillas y las pongo contra mí para disparar con furia.
Mi mente se nubla y solo escucho sus gemidos combinados con los mios.
Soy un bastardo que no deja de abrir la boca mientras choco con fuerza en su
trasero. Es tan divina… huraña, maldita que no puedo concebir mi vida sin ella.
¿Qué decías? — Digo con altivez mientras la escucho jadear. Ella no
contesta y solo se dedica a disfrutarlo tanto como yo.
La tomo con fuerza y no me canso, ¡Maldita sea!, no me canso. Mi
miembro se hunde en ella con toda su extensión y siento que voy a morir en el
acto. La aprieto y choco rápido, ajustándome en su interior a mi ritmo, dejando
hasta mi última gota en ella.
Chris… — Grita y siento que se contrae para disfrutar de la liberación. Yo
me enterco y sigo en mi ritmo aumentando la velocidad como puedo, haciendo
que todo el mundo se vaya a la mierda y solo exista ella, entonces grito, aruño,
maldigo mil veces su nombre escrito en mi alma y me hundo por última vez
sintiendo que todo tiembla.
He caído y me ha encantado.
Pero vuelve el silencio y ahora estoy en su encima, con mi miembro
dentro aún temiendo que esto se acabe. Ella acaricia mi espalda y besa mi
oreja de una forma que me duele. Odio contenerme, necesito besarla,
abrazarla, amarla… decirle que no importa todo y que estaré con ella, pero
estaría traicionándome de nuevo. Es cruel sentir que amas con locura a alguien
y esa persona no sea tu bien sino tu infierno.
Me encantó… — Dice más calmada— Como siempre.
Culpa, culpa, culpa….
Vete a dormir, ya te di lo que querías — Digo y me salgo de ella, entonces
susurra mi nombre y no la miro, tomo mi bóxer y voy directo a la cocina para
prepararme algo de comida.
¿Un sandwich estaría bien? — Me pregunto— Quizá de queso…
Voy sosteniendo mi consciencia con mil preguntas para no pensar ni
sentir, pero a medida que pasa el tiempo todo va siendo inútil. Tomo mi mano
y la hago un puño mientras miro a lo lejos la playa… Parpadeo y tiemblo, ¿Fui
cruel?, me niego a mí mismo… No pienses, no lo hagas con ella. Ella es la
fantasía más fantástica de todas, tiene un don… llenarte de luz pero a la vez
crearte una realidad que no es.
Lo hizo porque quería seducirte — Escucho una voz dentro de mí.
Y así es, ¿Por qué más iba a seducirme? Para que caiga y la perdone
pero no lo he hecho. Estoy enojado conmigo mismo por quererla como lo hago
y realmente veo el horror aparecerse cuando me habla, me mira, me sonríe…
La amo, maldita sea. Con toda mi mierda…
Llevo mis manos a la cabeza sintiéndome una basura, ¿Acaso no dije
algo que era cierto?, Ella me buscó, quería que la cogiera… eso le encanta
¿Hay algo mal en ello? Trago saliva y me respondo a mí mismo
¡Es la mujer que amas, imbécil!
Jadeo y miro el reloj… han pasado 20 minutos. No ha salido de la
habitación, seguro se quedó dormida o está bañándose ¿Qué más iba a hacer?
Piso fuerte y saco alcohol de la repisa… Whisky, bendito Whisky… Bebo un
sorbo y miro las estrellas brillando en la noche de Barcelona

¡Malditas estrellas!
No puedo, simplemente no doy más. Tiro el vaso frustrado y escucho
cómo se rompe en el suelo. Dulce… ¿Por qué haces esto conmigo? Tengo
tanta furia que voy a decirselo. Camino seguro y echando humo pero al entrar
a la habitación me contengo…
Ella está en posición fetal con sus manos en la cara y llorando, llorando
con tal sentir que me rompo al instante.
Son pocas veces que la ví llorar porque por lo general se contiene. Sus
lágrimas evocan miedo y su cuerpo tiembla sin control. Dulce… —Trago
saliva— Bonita…
No puedo, estoy hecho para ella.
Me acerco sin miedo y no sé cómo empezar a decirle algo. Ella me siente
y se descubre el rostro mirándome como si yo fuera un ser mágico. Parpadeo
y toco su rostro para limpiarle las lágrimas, en un segundo todo mi enojo se ha
esfumado porque solo deseo que esté bien. Cuando amas de verdad es lo
único que quieres…
Lo siento… — Digo y se echa a llorar en mis brazos— Dulce… —Mi voz
se rompe al sentir su pecho llorar.
Déjame llorar… — Suplica— He tenido tanto miedo…
No quise…
Lo sé, ahora estoy bien… porque has regresado. Has regresado,
Christopher.
Siento horror cuando la escucho… “Has regresado” Ella aún tiembla
porque evoca aquel momento de hace 5 años, aquel día en el que me fui
dejándola cobardemente desnuda en nuestra cama con solo una carta. No, no
fui capaz de enfrentar esos ojos… y solo actué movido por el resentimiento,
pero también la lastimé.
La aprieto fuerte contra mí y ella se rompe en silencio. Esconde su cabeza
en mi pecho y lo llena de lágrimas. Ella aún tiene una pequeña fibra frágil del
pasado, la misma que la hace morir cuando piensa en el abandono.
Nun…nunca me dejes por favor — Ruega y me quedo impactado. Ella
jamás lo hace.
Jamás, cielo… jamás… — La calmo— Sabes que hice todo eso por
mamá. Lo siento, de verdad lo siento.
No responde y me siento un maldito bastardo. La hice llorar… y el
sentimiento es inexplicable. Mantengo mi cabeza pegada a la suya y cierro mis
ojos para sentir su corazón. Es tan hermoso verla así… que solo me quedo sin
aliento esperando con paciencia que desahogue, saque todo lo que queda y
vuelva a vivir.
Duerme… — Susurro suavemente en su oreja cuando la siento detener
su llanto.
¿Dormirás conmigo? — Dice.
Sí, siempre.
Ya no importa mi enojo… porque para mí está claro. La amo y es lo que
importa, aunque sea otra persona. Sostengo su cuerpo junto al mio y la arropo
sin pensarlo junto a mis brazos. Ella levanta la mirada sin pensarlo y veo sus
hermosos ojos hinchados, rojos, porque ha llorado de verdad y me estremezco.
Mañana verás a un médico, descansa… — Le susurro.
¿De verdad no te irás? — Se obsesiona con ello y me tenso.
No me iré, amarga… — Sonrío— Ahora descansa.
No emite emoción solo pone su cabeza en mi corazón y ahí se duerme.
Sus suspiros son mi vida… Todo esto es una locura y pronto recuerdo las
palabras de Juan
La amo con locura y sin explicaciones.
La cuidaré de todos aunque se enoje, hasta de ella misma si es necesario.
Suspiro una vez más viendo que se está perdiendo en el sueño y mantengo mi
boca en su pelo… Es la forma más hermosa de irme con ella… junto a su olor.

Dulce
La mañana pinta bien aunque tenga mis ojos hinchados.
Mientras me miro en el espejo siento que ya no soy la misma, aunque no
lo crea. En algo he cambiado y no lo sé a ciencia cierta… ¿Quizá soy más
buena onda? ¿O me dejo sentir? Pego mis labios mientras termino de peinarme
para ir a desayunar.
Él está ahí… y solo me siento extraña, más extraña que la primera vez
cuando le dije que lo quería en vida.
Camino en silencio y me topo con Juan en la mesa. Lo saludo y me siento
junto a Chris sin saber qué decir o sentir. Amanecí en sus brazos y cuando tuve
la oportunidad salí corriendo mientras recordé lo sucedido la noche anterior.
¡Qué me pasa! Me juré a mí misma tantas cosas que no estoy
cumpliendo…
Buenos días.
La mujer que viene a limpiar nos sirve el desayuno y solo me atraganto
de comida para evitarlo. Estoy avergonzada… ¿Fui muy melosa ayer? ¿O muy
rogona? Mis latidos aumentan y cierro mis ojos para negarlo. Es lo que siento…
y si voy a seguir una vida con él debo asimilarlo.
¿Tienes sueño, Dul? — Pregunta y siento su mano en mi rodilla. Oh…
está contento.
No, solo… cerré los ojos — Digo tímida por primera vez en mucho tiempo,
quizá porque son mis sentimientos.
Estaba hablándole a Juan sobre los hermosos lugares que existen en
Europa y me sugirió hacer un viaje. Su mujer y su hijo se acoplarán a nosotros,
¿Qué te parece, cielo?
Cielo… me dijo cielo… Sonrío.
Increíble pero… ¿No es peligroso? Me están buscando.
Déjalo en mis manos. — Me regala una sonrisa.
Bueno, arreglaré todo para que vayan a la playa privada que te comenté
Chris. Provecho. — Me dice sonriendo… ¡Cielos! Lo he odiado en su momento
y ahora me cae bien.
Cuando se va me tenso porque la señora que limpia lo sigue y nos deja
solos. ¿Hablaremos? Sigo comiendo con locura y se toma un tiempo riendo.
¿Nervios? — Lee mis pensamientos.
No… — Niego masticando mi último pedazo de sandía.
Ok… — Dice sin creerme— ¿Qué tal dormiste? —Me sonríe altivo.
Con muy buena compañía… — Respondo coqueteandole.
Interesante respuesta, amarga… Yo también dormí perfecto.
Reímos y no podemos quitar nuestras sonrisas de los labios.
Saliste corriendo cuando despertaste…
Bueno, tenía que… — Lo miro y me sigue sonriendo, entonces decido ser
sincera— Me abruma todo lo que estoy sintiendo, esa es la verdad.
Dulce… — Suspira, se levanta y me extiende el brazo. Ni si quiera lo
pienso, me levanto de inmediato y lo abrazo.
Cielos… esto es perfecto. Está aquí junto a mí, no me ha dejado.
Jamás me fui de tu vida, cielo. Solo estuve ausente a tus ojos…
Lo sé pero tuve mucho miedo.
Hablemos ¿Si? — Pregunta con ternura— Ven aquí.
Se sienta en el sofá y me siento en sus piernas.
Me asusté mucho cuando me dijiste que ibas a enviarme de vuelta con
Brando.
Estaba enojado…

Siento mucho no habertelo dicho.


Te creo, cielo. Te creí cuando ví tus ojos llorando…
Aún tengo pesadillas contigo. A veces pienso que nunca más volveré a
verte o que te irás para nunca más regresar. Lo que viví en ese tiempo fue
inhumano, ví el infierno en mis ojos Christopher.
Lo sé, cielo. Tenías razón… también te lastimé. Odio pelear contigo,
¿Sabes? Y voy a pedirte que por mínimo que sea el problema siempre me lo
digas.
Asiento.
¿Ese hijo de puta te ofreció dinero?
Me tenso…
Sí pero no quiero hablar de eso, no ahora
Todo mi dinero es tuyo, Dulce. Disponlo como quieras…
Es tuyo, no mio.
Lo único que no quiero es que caigas en su juego, ¿Si? Es un tipo mafioso
y podría engañarte prometiéndote cosas que no cumplirá. Puede matarte…
Haré lo que me pidas — Lo abrazo— Solo necesito que estés aquí y
perdones mis actos bipolares. Embargas mi vida de una manera asesina. Un
día te quiero y otro es tanta la desesperación por volver a dominarme que
quiero alejarme de alguna manera.
Poco a poco, Dulce… — Solo dice acunando mi rostro— Nunca olvides
que te amo. Cuando no quieras verme solo dímelo y me doy un tiempo, pero
jamás vuelvas a irte a Paris con ese desgraciado sin darme ceñas.
No tuve otra opción…
Tuviste oportunidades — Me mira serio y no quiero pelear, por ende cedo.
Por primera vez estoy cediendo…
¿Iremos a la playa?
Sí — Contesta emocionado— Amamos la playa, ¿No?
Asiento pero antes lo beso en los labios.
Este lugar es hermoso y tiene vista al mar. Amo Barcelona, Chris…
También la amo, ¿Podríamos pasear un rato? ¿Se te antoja? Comer
paella en la Barceloneta y caminar por el barrio gótico.
Sí, claro.
Enseguida me pongo el traje de baño y todo pasa como si el tiempo se
hubiera detenido. Nos metemos en la playa y me hundo en sus brazos cuando
no toco el piso. Él ríe y solo me aferro a su cuerpo. Sus manos son firmes en
mi cintura y descanso mi rostro en su hombro. Huele tan bien… He amado su
olor desde que lo conocí y esto me parece de un sueño.
Río enseguida cuando siento su mano traviesa en mi trasero, sustenta su
acto diciendo que solo intenta sostenerme y lo dejo. Terminamos de bañarnos
y nos soleamos. Pone con sus suaves manos bronceador en mi espalda y no
necesito más en mi vida. Suspiro con cada toque y siento que estoy siendo
intensa porque solo pienso en una cama, él y yo por horas y años, pero no todo
es sexo. Aún me preocupa Brando… ¿Qué pasará con nosotros? ¿Con él?
Carraspeo mi garganta y luego me obligo a mi misma a sonreir… Este es un
día maravilloso.
Me pongo un vestido corto y unas sandalias planas para caminar por todo
Barcelona. Christopher trae una camisa blanca y short azul que combina
sutilmente con mi atuendo. Sonrío mientras camino de su mano por el barrio
gótico admirando la impresionante construcción y los caminos especiales que
se forman sobre el ladrillo.
Es un lugar muy bonito… y no nos cansamos.
Él se emociona con cada construcción que ve y me explica su historia.
1850, 1920, 2001… No me importan las putas fechas solo verlo feliz a mi lado.
Él es mi guía y a la vez mi complemento porque soy completamente ignorante
en el tema.

Cuando llegamos a La sagrada familia, una iglesia impresionante


reconstruída recientemente, Christopher se emociona más de la cuenta.
Compra los boletos para ingresar a verla y habla de cada detalle, cada gota,
cada escritura plasmada en la pared fina, solo sonrío… y descubro que cuando
está emocionado arruga su nariz más de la cuenta.
Almorzamos por el camino y luego vamos a otro lugar aún más hermoso,
el Parque Guell. Tomo algunas fotografías en su celular y siento que nos vemos
bien juntos.
Llegó el atardecer… — Huele mi cabello— ¿Es hermoso, cierto?
Mucho. — Digo mirando al vacío. Él está detrás de mí abrazándome
¿En qué piensas, amor?
En lo que nos espera… — Volteo— Tenemos mil cosas encima, Chris
¿Cómo haremos para salir de este embrollo? Brando nos busca, el chino no te
dejará en paz…
Todo va a solucionarse, Dul. Lo prometo. Confía… — Besa mis labios—
Um… fresas.
Es mi Lipstick — Sonrío— No sé qué haría sin ti… — Enrollo mis brazos
en los suyos— Pero debemos enfrentar la realidad. Aún nos falta vengarnos y
luego… veremos.
No habrá un veremos, Dulce. Lo que pasará es muy certero.
Levanto una ceja
¿Qué dices?
Él solo sonríe
Es una sorpresa.
¿Sorpresa?
Sí, bonita… la amarás.
Sonrío cansada por todo el trajín del día y pronto pego mis labios junto a
los suyos para besarlo. Sabe rico y no existe más vida que él ahora. En el auto
vamos abrazados con su seguridad detrás y no puedo evitar sentirme segura
pero a la vez con miedo.
¿Y si nos descubren pronto?
Me hago la pregunta todos los días ¿Qué haría Brando? Me mataría, eso
es seguro.
Cuando llegamos a casa ya es de noche y escucho voces extrañas dentro
del departamento. Christopher mira a todos lados y luego se calma cuando
Juan nos abre la puerta, pero al entrar me quedo perpleja mirando a un
pequeño de 3 años saltar encima de los muebles. ¿Es su hijo? Sí lo es… Tiene
la carita gordita y es una copia idéntica de su padre.
Llegaron antes de tiempo, lo siento. — Se excusa con Christopher pero
él lo ignora y va corriendo hacia el pequeño que salta a sus brazos cuando lo
ve.
Mi corazón se hace trizas al verlos juntos… porque jamás ha sido
cariñoso con ningún niño y él ama los niños pero en el fondo tuvo que
acostumbrarse por mí.
Es… mi esposa, Lucero. — Juan me la presenta y es muy hermosa
aunque sencilla. No puedo evitar explorar su vestuario porque estoy casi
programada, la saludo y pronto me quedo mirando de nuevo al niño como si
fuera una cosa rara en este mundo.
Se… llama Pablito. — Me dice y puedo notar a Juan haciéndole caras.
Que no pueda tener hijos no significa que tengas que tenerme lástima —
Le digo directa y la esposa se sorprende avergonzada. Juan se queda en
silencio.
¡Campeón! ¿Cómo has estado?
Ben, padino… comí muto chocolate. — Sonríe y su mirada se pierde
cuando me ve.
No lo soporto, simplemente no lo hago.
Mantengo mi emoción segura entre mis labios y me excuso fingiendo que
me duele la cabeza. El doctor canceló hoy así que tengo una buena mentira
para dar.

Cuando me acuesto en la cama empiezo a sentir lo que hace 5 años me


bloqueo completamente: terror…
Desde que era pequeña quería ser mamá, pero cuando conocí a Chris el
deseo fue más intenso. Ambos estábamos seguros así que apenas nos
casamos lo intentamos hasta que descubrí que era estéril. La notifica fue muy
dura para mí porque todos mis sueños se habian ido a la mierda, en ese
momento el pánico invadió mi vida y todo se vino abajo, hasta mi relación con
él.
Pasé por depresión, sobretodo cuando Christopher desapareció por un
tiempo. En esa época no era tan fácil como ahora, nuestro dinero era muy
reducido y yo era una niña que empezaba a vivir… Aún así no perdimos la
esperanza. Macarena nos ayudó y fui a ver a miles de doctores que terminaron
matando mis esperanzas ¿Qué más podía hacer? El resultado era obvio, jamás
podría ser madre.
¿Dulce? — Toca Chris y entra para luego sentarse a mi lado.
Estoy bien. — Respondo. En su mirada hay miedo.
¿Estás bien de verdad? — Se aterra.
He aprendido a aceptarlo. — Digo sentándome— Solo me dolía la
cabeza — Miento.
Soy el padrino de Pablito y… me siento comprometido
Lo sé, está bien… — Alzo mis hombros— Que se quede, yo… sabes…
que no soy…
No pretendo que lo seas — Me abraza— Pasamos un dia hermoso y
nada lo arruinará ¿Si?
Asiento.
¡Padino! — Grita Pablito mientras entra en la habitación.
¡Hijo! ¡No! — Grita su mamá desde afuera
Chris me mira y asiento.
Déjalo, Lucero. Está bien…
El pequeño se acerca y abraza a Chris con fuerza pero no deja de
mirarme. No sé si sonreir o no pero lo hago, ¿Así se trata a un niño?
Pablito, ella es mi esposa Dulce… ¿Te acuerdas? Te hablé de ella.
Shi, hola madina..
Christopher ríe
Le dije que eras su madrina de cariño, ¿Te molesta?
No. Está bien.
¿Po que eles callada madina? Jugalas conmigo tambien?
Es que tengo sueño… — Le miento.
Pelo padino no tiene sueño ¿Veldad? Padino quiero ir a la paya.
Iremos, hijo. Iremos.
Lo llamó hijo… me aterro.
¿Ilas duce?
Si, claro.
¿Por qué no le das un abrazo? — Le dice Chris en su orejita y me tenso.
Jii…. — Se averguenza— ta bonita la madina padino… — Ríe de forma
pícara y no puedo dejar de sonreir.
Entonces salta hacia mí y me abraza con fuerza, entonces me rompo…
Sollozo en silencio y no puedo evitar sentir miedo, angustia, desamor… Ese
niño enciende un lado que había apagado hace años y lo tomo en mis brazos
con fuerza. Christopher parpadea e intenta quitármelo pero no lo dejo, lo cargo
en mis brazos y me levanto paseandolo por la habitación.
Si fuera mio…
El pequeño se sorprende y al parecer le parece divertido porque ríe cada
vez que le doy vueltas. Me contengo sufriendo y mi obsesión sale a flote.

¿Asi que te gusta la playa, verdad? — Él asiente y vuelvo a abrazarlo con


fuerza mientras caigo en el suelo de golpe por la emoción. El pequeño salta en
risa pero yo no lo soporto. Christopher se acerca confundido y yo no contengo
mis emociones… no puedo
¡Lo saco! ¡Exploto de nuevo! Y lloro…
Si fueras mio…. — Digo como loca sin poder entender mi necesidad. El
pequeño se asusta y cuando Chris intenta quitármelo le suplico que no lo haga.
Hace más de 5 años que no abrazo a un niño…
No me lo había permitido para no sufrir, para engañar a mi propia cabeza
y a la vez sentir que eso no iba conmigo, pero ahora estoy sumamente
sumergida en todo un torbellino de emociones que no sé cómo interpretar.
Tengo un lado frágil y no puedo negarlo.
Mis lágrimas caen por su cabello y Pablito solo se queda quieto con cara
de susto. Oh… pequeño… Mi alma grita de necesidad y solo evoco un suspiro
lento a medida que todo este sube y baja se calma.
¿qué estoy haciendo? ¡Qué estoy haciendo!
Parpadeo mientras me doy cuenta de lo que hizo mi inconsciente, sin
querer me aferré a ese pequeño asustandolo así que lo suelto.
Lo siento Pablito — Digo.
No lloles madina… — Limpia mis lágrimas— Padino por que llora
Porque necesita muchos abrazos como los tuyos… — Le sonríe.
Pasa 1 hora y solo me mantuve mirándolos jugar. Christopher se
transforma con los niños y me encanta ver su lado más papá, aunque sea de
mentira. La luz de la noche es especial y aprieto mi pijama mirando hacia la
ventana una pequeña estrella lejana destellando en el cielo. Brilla como el sol
y alumbra la noche a la perfección, ¿Qué sería del mundo sin una de ellas?
Llevo mi mano al pecho y pronto siento los brazos de mi marido estrujar
mi cintura. Me besa en el cachete y hace el mismo silencio que guardo en mis
labios…
¿Mirando esa estrellita? — Se burla
Sí. — Contesto firme— ¿No es linda?
Más linda eres tú. — Me voltea.
¿Sabes cuántas veces pedí deseos a las estrellas? — Me burlo ahora yo
de mí misma.
Cree en lo que te haga feliz, Dulce.
Soy feliz…— Arrugo mi cara sintiendo que me rompo.
Cielo… — Levanta mi mentón encontrando mis demonios.
Es que… estoy tan emocional ahora. Tú llegas y me deshaces, el niño…
Me abraza con fuerza y pego mi mentón en su hombro.
Su mamá se asustó seguro.
No sabe nada, tranquila. — Peina mi cabello.
Debo ser fuerte, ¿No? — Limpio mis lágrimas— Corazón de hielo…
No quiero tu corazón de hielo… — Arruga la nariz
Bueno, es lo que hay… — Digo.
Dulce… — Me mira sublime— Sé que es la peor etapa de nuestras vidas,
y que quizá me golpees por hablar de esto pero es algo que me ha estado
carcomiendo la existencia.
Lo miro perpleja.
La ciencia ha avanzado mucho, estamos en Europa y podríamos buscar
nuevas opiniones. Congelaste tus óvulos hace mucho tiempo y hoy se pueden
hacer mil cosas. — Sostiene mi rostro entre sus manos— Quiero un hijo, así…
pequeñito como esa estrella que ilumina la oscuridad. Tuyo y mio, cielo.
Nuestro… un hijo de los dos. Quiero que seas mamá.
40. Mamá
Dulce

Parpadeo intentando comprenderlo, pero no puedo. Mi mirada se


oscurece cuando descubre que realmente es sincero, entonces me tenso…
Aún le cuesta aceptarlo, aún le duele que no pueda ser madre y me cuesta
tener que lidiar con él nuevamente.
Cuando se enteró fue un cobarde, escapó lejos para según él pensar
mientras yo estaba con el corazón herido. Mamá y Macarena fueron mis
ángeles, pero cuando más lo necesité nunca estuvo… y creo que eso le ha
afectado. No sabe lo que está diciendo. No puedo ser madre aunque quiera
con toda mi alma serlo.
—La doctora fue clara, Christopher. No quiero intentar algo que no tiene
solución.
—Si sigues con esa actitud…
—Lo dices porque tú no eres el del problema —Digo sincera— No quiero
que me vuelvan a romper el corazón. No podría soportarlo. No ahora…
Su silencio lo dice todo… Está decepcionado. Puedo ver una sombra de
tristeza en sus ojos, quizá desesperación, sé cuánto amaría ser padre.
—Lo siento, Dul… —Murmulla— Soy un idiota.
—Lo siento yo… por no poder darte hijos. —Confieso suspirando— Pero
es nuestra realidad.
—No es tu culpa, cielo… Ven aquí —Me abraza aturdido y yo solo pego
mi rostro en su pecho. Huele a malditas rosas… y me embargo en su perfume
sosteniendo mis manos enrolladas en sus hombros, ladeando mi cabeza para
sentir su piel, quedándome suspendida en el silencio, tiempo, espacio… Él es
mi mejor universo.
—Lo siento… —Mi voz es un hilo, ¿Cuántas veces le dije esa palabra en
el pasado? Me sentía tan culpable por no haber cumplido sus sueños.
—Está bien, vamos a dormir ¿Si? Es tarde y mañana hay mucho qué
hacer.
Asiento aún triste y estas ganas de quitarme lo pegajoso del tema me
abruman. Entro al baño, me aseo, peino mi cabello y me miro al espejo. Eres
más fuerte que cualquier útero, Dulce… La más fuerte.
Suspiro, se me congela el aliento. Conociéndolo sé que ha huido, quizá
a pensar… es lo que siempre hace cuando no puede enfrentar algo doloroso
pero no me puedo quejar, ¿Qué voy a decirle? ¿Qué me duele todavía? Sí pero
hay que aprender a vivir con ello. Al menos tendré tiempo para dormir y no verle
la cara… Me siento incómoda cuando tocamos el tema, y más aún por lo del
niño. Arreglo mi bata y salgo con cuidado del baño, entonces me quedo en
silencio…
Está ahí sonriéndome como si nada hubiera pasado.
Mi sorpresa es obvia, pero finjo que no pasa nada. Me siento a su lado,
tira de mi brazo y pronto estoy en su cuerpo sintiendo escalofríos.
—¿Qué pasó, cielo? Demostraste…
—¿Ya no puede una estar a solas en el baño? —Pregunto.
—Claro que sí, pero conociendo esta hermosa cabecita… no quiero que
piense cosas que no son ciertas. Yo te amo, te acepto, te apoyo… No voy a
forzarte, Dul.
—Gracias —Solo digo— Quiero dormir.
La frialdad que me caracteriza vuelve a salir como sentido de defensa,
así que me doy vuelta. Él suspira, me da un minuto y pronto siento sus manos
acariciando mis brazos. Susurra palabras pegajosas en mi oído y empiezo a
experimentar una corriente eléctrica recorrer por mi zona íntima, ¿Esto es una
broma? Estoy jodidamente programada para él y me estresa.
—No hagas eso… —Me volteo— Vamos a terminar mal…
—¿Mal? —Me abraza— Yo diría que soy pleno entre sus piernas. —
Suelta una risa y entrelaza una pierna entre la mía.
Cielos…
—Christopher… —Lo regaño.
—Esta pijama es de seda y medio transparente, ¿Apta para mis ojos, no?
—Bromea.
—Controlate.
—No puedo, bonita. Eres esa droga que no puedo dejar de… comer. —
Susurra erótico.
—Basta. —Sonrío porque me da risa, él es exactamente lo mismo para
mí—¿Qué escuchan mis oídos? Si soy casi virgen…
Su risa alta me provoca sensaciones tontas. Sonrío, no puedo dejar de
hacerlo, él es muy divertido cuando hace caras…
—¿Sigues con eso? —Levanta una ceja, su voz es la más bonita, y luego
va directamente a mis labios.
—¿Soy hipócrita, no? Lo reconozco.
—Me gustas así, amor… Divertida.
Sus labios calientan mi cuerpo helado y poco a poco voy perdiendo la
cordura. Puedo sentir su olor de nuevo, y aunque no quiera lo asocio con su
cuerpo apretando al mio, sus manos torturándome, su sexo embriagándome
sin poder controlarlo. Él es todo eso que nunca debí aceptar en mi vida porque
no puedo controlarme cuando estoy en sus brazos.
—Chris…
—Silencio. —Se reafirme contra mí invadiendo mi boca, chupando mi
labio inferior con paciencia, torturándome con su lengua.
—Mm… —Digo forcejeando sin éxito. Amo sentir que no quiero, aunque
sea una mentira.
—Cielo, no me dejas besarte… —Se queja. Su aliento me envenena—
Pórtate bien y disfruta.
Tuerce sus labios y vuelvo a mi agonía. Pierdo la cabeza cuando me toca
y ahora lo hace. Sostiene mi trasero con su mano y me obliga a rozar su
miembro con mi cuerpo. Oh… mierda… enrollo mis piernas en sus caderas y
me subo en su encima de un giro. Él me mira, yo sonrío. Voy a darle un
espectáculo…
—Rogarás, Miller… —Sostengo y de un tirón levanto mi pijama de seda.
Como resultado mis senos salen disparados. Él los mira, sonríe apreciando la
vista y me rio mientras me arrastro hasta la altura de sus labios. Ahí reboto,
subiendo con mis manos por su pecho para luego posar mis senos en su boca.
—Dulce… —Gime.
—Ruega. —Repito y cuando intenta tocarme me hago para atrás.
—Dulce… —Entona mi nombre serio.
—Ruega, sino no… —Río.
—Por favor, cielo… me vuelves loco. Te lo suplico.
Entonces dejo que me toque. Toma mi espalda y como si fuera un lobo
hambriento captura en su boca mi pezón derecho, luego el izquierdo, para por
fin decidirse por el derecho. Lo aprieta mordisqueando su amplitud y jadeo…
Mierda, siento la necesidad aflorando en mis piernas. Lo succiona fuerte y
chillo… Es un dolor bueno, me excita y prende, no me contengo. No puedo
contenerme.
—Chris… —Mi voz es aguda, mi respiración dificultosa y el bastardo no
me suelta. Juega con mis senos embriagado, los toca y me come como si yo
fuera su beneficencia. Sonrío de vez en cuando, pero más me interesa disfrutar
el momento… su boca apretando lo mio… nuestra intimidad.
—Basta. —Digo dando besos en su oreja, bajando por su cuello, besando
su barbilla… su boca tibia. Una vez más me concentro en su lengua, la enrieda
conmigo, nos devoramos de una forma asesina.
—No lo soporto, Dulce… te necesito.
—También yo… —Jadeo al límite, excitada y cansada de toda esta ola
de emociones.

Levanta mi trasero, me quita la braga y pronto descubre su miembro. Yo


me apoyo en su cadera y pronto me hundo sintiendo que es la pieza que me
falta.
—Mírame. —Ordena y deja que yo lo haga. Se sienta con cuidado y
pronto me balanceo para adelante, luego atrás y vuelvo adelante… Somos un
par de locos enfermos y me fascina poder hacerlo con él.
Me abraza, lo abrazo. Enrollo mis brazos en su cuello y lo miro mientras
muevo mis caderas. Lo disfruto lento, a mi ritmo, con mi propia necesidad
aumentando a medida de mis movimientos. Él entre abre su boca y sonríe
pegando su nariz con la mía.
—Eres maravillosa. —Suelta, besa mi barbilla luego mi cuello haciendo
que yo me arquee hacia atrás— Dame más, cielo…
Y lo hago, salto y puedo sentir sus sonidos ahogados. Quiero comer esa
garganta… esa manzana en su cuello… esos labios de caramelo, pero por
ahora estoy concentrada en lo mio. Me doy placer sintiéndome plena, ¿Por qué
no? Las mujeres podemos dominar, claro que podemos. Ahora soy yo la que
pone las reglas del juego y pronto empiezo a ir más fuerte cabalgando,
rebotando en su sexo, hundiéndome más dentro… y más dentro. Él me ayuda
separándome la piel y me siento en las nubes…
—Vamos, cielo… —Implora, sé que quiere más fuerte y hago mi mayor
esfuerzo.
Mi pecho se cierra, no puedo respirar por toda la fascinación que tengo
—Chris…Chris… —Chillo ahora en su oreja mordiendo su piel, gimiendo
en cada movida dura, en cada forma circular que hago con mis piernas. Hacerlo
con él es exquisito…
—Dulce, maldita sea… —Jadea y me implora con los ojos. Quiere
hacerlo… y no necesito responderle, sabe que también quiero, entonces me
voltea y levanta mis rodillas para hundirse de golpe, para cogerme de forma
intensa. Todo en él es intenso y a la vez verdadero, hunde su pene con fuerza,
me cala en todos los sentidos, me aprieta con detello…
Cielos, estoy llegando… y él no se satisface conmigo.
Vuelve a ir fuerte, cierro mis piernas y me aprieto hacia él para hacer que
nunca termine, pero no puedo evitarlo.
—Mi…rame… —Jadea, lo miro. Luce como si fuera un ángel griego, está
chocando conmigo, en mi zona más intima dándome placer, tocando mi zona
V, haciendo quien sabe qué cosas que me gustan y siempre me han gustado…
—Dulce… Dulce… —Grita y lo siento contraído pero quizá más agresivo.
Se hunde fuerte en mi cuerpo y pronto siento que exploto tensa, gritando
su nombre, sintiendo una especie de infarto previo… Hemos llegado juntos de
nuevo. Él cae sobre mí y acaricio su pelo sedoso dándole pequeños besos en
su rostro.
—¿Vamos a hacer esto todos los días? —Pregunto sin aire
—Me encantaría. —Responde divertido.
—No… por favor —Digo cuando quiere salirse de mi cuerpo— Un rato
más así…
Y lo hace, pasamos largos minutos abrazados sin que se salga de mí.
Pasa el tiempo y me acuesta a su lado, besando mi hombro y mis cachetes.
Acaricia mi pelo como si fuera un susurro y luego me huele… Amo que lo haga.
—¿Por qué generas todo esto en mí? ¿Viste? No me contengo.
—Debemos tener cuidado, somos un botón explosivo amor.
—Ajá… —Susurro relajada porque tengo sueño.
—Ven aquí, bonita… —Me peina con sus dedos— Te deseo dulces
sueños. Descansa, hemos tenido un día agotado.
—Y una gran cogida… —Río.
—Muy buena —Pega sus labios contra los mios—Pero hay que
descansar. Buenas noches, cielo.

—Descansa tú también, patancito… Buenas noches. No me sueltes, ¿Si?


—Jamás. —Sonríe y pego mi rostro en su pecho. Sus brazos me aprietan
fuerte, ya me he acostumbrado… Me gusta y sin querer me doy cuenta que he
sonreído de nuevo.
Un nuevo día y me levanto con mucho ánimo.
Después de bañarme y desayunar encuentro a Christopher con una mujer
mayor conversando en la sala, ¿Quién será? Cuando me acerco noto que tiene
un pequeño maletín de apoyo, es un médico… así que ruedo mis ojos
recordando que hoy tenía que verla. Me uno a su conversación después del
saludo formal, odio a los médicos… pero no tengo de otra.
—¿La señora Miller? Soy Lía Milano, un gusto. —Se abalanza sobre mí
para darme dos besos en los cachetes— Donde se sienta más cómoda.
—Mi habitación. —Digo. Juan entra sonriendo y Christopher sale con él
mientras la doctora me acompaña.
—Voy a tomarle la presión primero, dígame qué molestias tiene. Su
esposo me comentó lo de sus cambios hormonales.
—Soy estéril —Un leve fantasma pasa por mis labios— Eso es. Tengo
problemas hormonales desde que soy una niña —Alzo los hombros—
Prolactina alta, hipoandrogenismo, quistes, siempre he tenido problemas con
eso.
—Ya veo. —Suena fría, me gusta… — Y usted no quiere hacer
tratamiento.
—Hice muchos en el pasado, ya me he resignado.
Me mira a tráves de sus lentes y sonríe.
—Quien quiere puede. —Dice susurrando.
—¿Qué quiere decirme? —Mi sentido de alerta sube, estúpida vieja…
—Que es usted muy joven. La ciencia ha avanzado.
—No quiero más desilusiones, es eso. —Contesto seca y no dice más.
Me pregunto qué diablos piensa en esa cabeza… ¿Qué no hago tratamiento
porque no quiero? ¡He querido esto toda mi vida!
—Sus cambios de humor pueden ser producto de su alto índice de
prolactina —Ladea su cabeza— Tomaré muestras de sangre, deseo saber a
fondo su estado hormonal. Le sacaré exámenes cada 15 minutos, ¿Bien?
Ruedo mis ojos.
—Bien.
Lo hace y me aburro viendo tonterías en mi celular mientras toma varias
muestras de sangre.
—Bien, señora. Es todo. ¿Tiene dolores de cabeza?
—Muy fuertes a veces.
—Es normal, ¿Toma anticonceptivas?
—Sí, por los quistes… —Respondo sin ver su rostro, enserio me aburre.
—Uhm ya veo, ¿Podría mostrarmelas?
La miro con furia, ¿Quién se cree?, me levanto sin ganas y saco de mi
cartera las pastillas.
—Están bien estas, debe tener cuidado… no todas las anticonceptivas
son buenas. Algunas tienen más carga hormonal que otras, por lo que debe
consultar a un endocrinólogo también.
—Bien —Respondo bostezando.
—Y… debería tomarse esto. —Me sonrío dándome una receta— Es todo.
—Gracias.
Se va y me acuesto en la cama mirando hacia el techo, ¿Intentarlo otra
vez? Trago saliva… Sería muy dificil que no sucediera nada, por lo que prefiero
evitarme nuevamente el dolor.

Debes aceptarlo, Dulce…


Suspiro y enseguida veo cómo la puerta se abre. Él me sonríe y se acerca
hacia mí mientras entrelaza sus dedos con los mios.
—¿Preocupada?
—No. —Digo, ¿Por qué estaría preocupada?
—Nos iremos pronto. —Sonríe a medias.
—Iría contigo a donde sea, patancito.
—No me has dado el beso de buenos días —Gruñe hacia mí y se sube
en mi encima. Joder…
—Basta, viviría un siglo contigo entre mis piernas pero creo que por ahora
es suficiente.
—Pero si yo solo quiero besarte… —Besa mis labios y lo sigo, ¿Cómo no
hacerlo? Jadeo en su aliento y lo separo cuando siento sus manos tocando mi
cintura de manera sospecha— Parecemos conejos…
—Por eso amo a los conejos… —Ríe.
—Quería ir por ahí…
—Bien, cielo… Vamos por ahí entonces…
—Me encanta la idea, pero… ¿Has visto que hoy es día de rebajas? Me
vuelvo loca.
—Pensé que tú no comprabas en rebajas —Me reta.
—En realidad no, pero amo quitarle a la gente la ropa… —Lo abrazo—
¿Me acompañarás, cierto? —Cierra un ojo— ¿Chris?
—Solo si hoy me dices SI a todo lo que te proponga.
Levanto mis cejas
—¿Sexo salvaje?
—Um… no, pero algo de salvaje tiene.
Exhalo.
—Bien.
—Trato hecho, señora.
—Ahora sí… a gastar tu tarjeta de crédito. —Bufo.
—Para eso está hecha. —Contesta besándome.
Tal y como lo pensé… se pasó lloriqueando como una nena mientras me
esperaba. De verdad no soporto a los hombres jodidos en este tema ¿Pero qué
le voy a hacer? Tampoco puede ser tan perfecto, así que me hago a la idea
que no iré más de shopping con él y accedo a acompañarlo a cenar.
—Te dije que no tenía hambre —Me irrito mientras veo la carta.
—Pues yo tengo mucha hambre… —Suspira y lo miro de reojo. Siempre
ha sido un grandulón insaciable, en todos los sentidos…
—Bien. Una ensalada —Le digo al mesero.
—Para mí pasta, ah… vino también y pan al ajo.
Pongo mi cara seria mientras me mira sonriendo, de verdad me molesta
mucho que me saque de esa manera de las tiendas.
—Quita esa cara, amarga. —Bromea— Era lo justo.
—No pude terminar —Suspiro.
—Terminarás algún dia… —Se ríe— Compraste todo el centro comercial.
—Exagerado. —Digo mirando mi nueva pulsera.
Mi cuerpo se paraliza cuando veo una silueta conocida a lo lejos, ¿Es él?
Contengo el aliento… ¡No lo puedo creer! Y sonrío intentando ser lo menos
llamativa posible, pero logro captar la atención de Christopher sintiéndome
evidenciada.
—¿Quién es ese hombre? —Reclama con tensión.
—Un viejo colega. —Ladeo mi cabeza apretando mi falda. Estoy muy a
gusto con mi marido pero mi mente vuela cuando veo a aquel hombre… —Voy
a saludarlo.

Camino en línea recta mientras lo veo en silencio mirando su móvil. Su


presencia me inquieta, quizá por alguna razón, entonces carraspeo mi garganta
siendo amable. Él me mira con sus ojos serios y me contengo cuando siento
sus mirada dura contra la mía.
—Señorita Espinoza… —Extiende su mano.
—Señor Bruni… —Le correspondo— Cuánto tiempo.
—Así es…
Christopher aparece detrás de mí de inmediato ¡Joder, es tan posesivo!
Pero lo entiendo y los presento:
—Mi… —No puedo completar la frase.
—Su marido. —Levanta su cabeza y lo mira con fuerza, pero el gran
Nicolás no se queda atrás. Es un ser despectivo y dolorosamente guapo.
—Un gusto. —Dice serio.
—Nicolás… —Sonrío— Jamás tuvimos la reunión en México, es extraño
encontrarte aquí.
—Tengo muchos quehaceres.
—Con alguna novia, imagino. —Suelto mi veneno.
El no muestra emoción, solo me mira y Christopher también lo hace.
Aprieta mi mano con desesperación, como si quisiera que termine esta
conversación para irme con él pero no quiero… El Sr. Bruni siempre es un
hombre al que quieres contener frente a tus ojos.
—Nicolás… —Una mujer aparece de inmediato. Parpadeo mirándola…
es sencilla, pero elegante. Hermosa… y con un aire particular. Jadeo al ver a
dos niños que la acompañan… Una bebé en sus brazos y un pequeño niño de
la mano de una mujer mayor que imagino es su nana. Me contengo ¿Nicolás
tiene una familia? Mierda…Ese pequeño es idéntico a él en todos los sentidos
y mis emociones fluyen a tráves de mis mejillas.
—Mi esposa, Julieta. —Dice dirigiendo el mensaje a Christopher.
—Mucho gusto. —Sonríe y la bebé lleva su manito a la boca. Es hermosa,
muy hermosa… Mi piel se eriza y no puedo dejar de mirarlos. Son un par de
luces en el cielo.
—Buni mamosh… —El pequeño le jala el pantalón y Nicolás le sonríe…
Cielos, ha sonreído. Jamás lo vi sonreír en mi vida pero con el niño lo hace, lo
carga de inmediato y este lo abraza fuerte. El pequeño ama a su papá… así
como él a su hijo.
Me pierdo en esa escena, entonces Christopher agarra mi cintura para
sostenerme. Creo que me entiende, aunque yo no quiera que lo haga.
—¿Está bien? —Dice Julieta.
—Sí, solo… hace frío. —Miento.
—Es cierto —Arropa a la niña.
—Papi suena mejor… —Susurra el crudo Nicolás en su orejita. El niño
pega sus labios y se ríe como si decirle eso fuera una gran hazaña, entonces
lo vuelve a abrazar pegando su cabecita en su hombro fuerte. Julieta le sonríe
y sin querer logro ver su vientre un poco abultado, ¿Está esperando otro bebé?
Me tenso, pero se ven bien juntos.
Hace un par de años quise seducir a ese hombre, pero fue imposible. Era
demasiado altanero, arrogante y siempre andaba de viaje. Tenía a mil mujeres
detrás de él, pero se rumoraba que solo pensaba en una… Y ahora veo que
fue cierto, que sí tenía esposa pero jamás pensé que tuviera hijos. Lo ha
ocultado muy bien, quizá por privacidad, y en el fondo me siento tocada… Sus
hijos son hermosos como él, ¿Mis hijos serían de la misma manera si la vida
me hubiera dado esa oportunidad?
—Debemos irnos. —Dice hacia mí nuevamente frío. Él es solo bueno con
sus hijos…
—Un gusto —Julieta me toma la mano y el pequeño mini Bruni se despide
de mí con su manito. Él también es serio, tiene todo de su padre y yo me
contengo…

—Adiós.
Christopher ni si quiera dice nada, solo asiente hasta que por fin se van,
entonces caigo en la silla pasmada.
—Dulce…
—No, no me digas nada.
Me levanto sin sentido mientras mis pies caminan sin rumbo. Hace frío,
pero no me importa… porque necesito pensar. Volteo y no veo a nadie, así que
solo sigo en dirección recta sintiendo el aire azotar en mi rostro.
¿Por qué quiero morir?
Me quedo en silencio…
Lo he intentado, juro que lo he hecho… pero ver este tipo de cosas me
lastiman, ¿Y qué más puedo hacer? ¿Escapar de la realidad y nunca más ver
a los niños? Aún duele, aunque he aprendido a superarlo…
Me siento en una banca con el parque desolado, miro a la luna y noto
cómo una estrella la acompaña. ¿Por qué? —es algo que me pregunté toda mi
vida y hoy la sombra de ese recuerdo vuelve a torturarme.
5 intentos, 5 fallidos, 5 decepciones.
Soy tan joven… Me odio a mí misma por sentir que no tengo balance,
pero no puedo evitarlo. Tengo un nudo pesado en el pecho, quiero sacarlo pero
mis lágrimas se han bloqueado porque se niegan a sufrir por algo que no tiene
escapatoria.
Pasan algunos minutos, quizá media hora y solo sigo mirando al cielo
oscuro. Llorar no soluciona, debo ser fuerte…. Muy fuerte… como siempre he
sido
—Sal de ahí —Espeto contra el árbol mirando a Christopher. Es tan
predecible… y tan obvio conmigo…
—Cielo… —Me mira aturdido, ha estado ahí siempre y recién lo he
descubierto.
—No me digas nada, ¿Puedes darme privacidad? —Enserio estoy
molesta, que no me joda.
—No. Quiero acompañarte. —Se enterca como un niño.
—No quiero, Christopher… —Le digo— Por favor, déjame sola.
—No puedo dejarte sola. —Susurra— No en estos momentos.
—Christopher… —Le digo cansada— Hoy odio al mundo, por favor… —
Imploro por primera vez en mi vida.
—Pero quiero estar contigo aunque odies al mundo. Siento que… me
necesitas.
Lo miro con una extraña sensación de frío y por más que quiero no puedo
aceptarlo. Necesito mi soledad, porque quizá he estado acostumbrada a esto
desde hace mucho, y realmente me aflije que esté mirándome así… con cara
de perrito triste esperando cariño.
—Chris….
—Te amo. —Dice de inmediato y se une hacia mi— Ayer no podías
soltarme y ahora me evitas.
—No siempre querré tenerte en mi encima Chris, hoy no por lo menos.
Escucha… —Le sigo firme— Dame una hora, solo una hora. Quiero perderme
en el espacio, pensar… y seguir adelante. No soy de piedra aunque parezca, y
he estado acostumbrada a vivir en soledad…
—Y llegué yo de nuevo…
—A irrumpir mi vida de una manera no sana… —Le doy una sonrisa cruda
y poco a poco mi gesto va perdiéndose.
—Solo una hora —Dice.
—Pero sin trampas. No me sigas ni me vigiles, odio que sean tan
acosador conmigo.
—Bien, bien —Rueda los ojos.
Cuando desaparece lo hace entre los árboles y me quedo mirándolo…
¿Qué especie de ser humano es? ¿Por qué no puede ser un tipo normal?
Carraspeo mi garganta e inspiro fuertemente para sentir el aire puro rebotando
en mis pulmones…. Estoy sola, es de noche, pero algo me dice que el patancito
jamás se irá de este lugar así que tomo mis precauciones. Camino por e jardín
entrometiéndome en otra área que da a otro parque. La oscuridad embarga el
lugar y pronto me tenso…

¿Y si pasa algo?
Christopher vendría por mi. —Digo y mi pecho se calma.
Doy vueltas por un lado, luego por otro y me doy cuenta qué hay un poco
de pasto, el mismo que me encanta pisar. Desde niña lo hago… me gustaba el
sonido de estruendo cuando lo hacía así que jamás lo dejé.
Mi corazón empieza a latir con fuerza, ¿Qué ha sucedido? Jadeo
sintiendo movimientos. Una luz alumbra mis ojos con extremo poder. Es
amarilla y de inmediato los cierro para no perderme en ella, pero cuando vuelvo
a abrirlos mi boca se seca con total tensión…
Mierda
Lo que me faltaba
Respiro hondo viendo cómo un hombre se acerca y mira mi rostro con
una sonrisa extraña, es él… y mi mente solo piensa en una cosa: Christopher.
Trago saliva intentando ver por el rabillo de mis ojos si hay alguna salida
cerca, y no encuentro ninguna.
—Calma, Dulce. No te haremos nada, no si colaboras.
—Qué quiere. —Respondo a la defensiva mientras miro al hombre
asiático en mi delante.
—Mis documentos, mis pruebas —Sonrie— ¿Lo has olvidado?
—Le dije que no tengo pensado trabajar con usted.
—Pero yo si… yo si. Tenemos un trato y no puedes romperlo.
Chris
Se ha tardado ya varios minutos extras y no regresa. Mi chica es muy
astuta, ha logrado distraerme para que no descubra su escondite pero no
durará mucho. El reloj que le regalé tiene gps y sé que podré saber dónde está.
—Chris, aquí el radar. —Dice Juan.
—Tardaste 1hora.
—Tráfico y mi hijo. —Es firme al decirlo.
—Dámelo. —Se lo quito y cuando lo prendo siento unos pasos viniendo
hacia nosotros…
Es ella.
¿Estoy loco? Me quedo como tonto mirando su apreciable amargura y
cuerpo angelical irrumpiendo en este puto lugar. Mi instinto animal solo dice
“Cógela” pero me aguanto. Ella es más que sexo, ella es mi amor.
—Donde andabas, bonita. —Me sonríe
—Caminando… —Suspira— Me encontré con el Chino, de hecho te
manda saludos.
Siento cómo el cuerpo me quema cuando escucho su nombre, ¿El Chino?
Abro mis ojos y la escucho con atención.
—Deja las ironías, donde está. —Digo.
—No lo se, se fue muy campante.
—Qué queria. Dímelo. Juan ve a peinar la zona.
—Si. —Es otro bruto… saca su arma como si fuera a pelear en un tiroteo.
—Nada, bueno… quiere que lo ayudes y quería convencerme. Dijo que
te había enviado algo por correo, pero no pasó nada. Él se fue y la verdad no
sabemos a dónde.
—Cielo… ¿Estás bien, verdad?
—Si, Chris. Vamos a casa, estoy muerta. Y por si quieres saber, ese tipo
no pudo hacer más conmigo. Me cerré y punto.
—Bien amor, ven aquí… —La abrazo fuerte— Mientras yo viva jamás te
faltará nada.
—Vámonos a casa, este lugar ya me dio pánico.
—Solo es un ave cantando. —Bufo y nos vamos.
En el auto le cuento más detalles. Juan se queda a investigar y pronto
llegamos al departamento que alquiló en nuestra estadía en Barcelona. Me
encanta porque es cálido y solo deseo dormir… dormir, dormir, dormir.
Al entrar escuchamos un ruido que pronto se convierte en llanto. El
pequeño está llorando muy fuerte y solo me tenso. Dulce se queda helada
cuando lo ve, entonces decido ir por Pablito para descubrir qué hay una mujer
tendida en el suelo llena de sangre. La escena me hace recordar a lo que me
sucedió algunos días. Mierda —Digo maldiciéndome a mi mismo, pero mis
pensamientos solo se van hacia el niño.
—Pablito….
—Padino… —Grita estirándome sus bracitos. ¡Dios mío! Es su madre
quien está herida.
—Dulce… —Le grito pero está en shock mirando al niño como si fuera
una especie de peligro.
—Yo…
—¡Ayúdame! —Insisto rompiendo su camisa y presionando su herida. —
Se está desangrando, ayúdame!
Lo hace temblando y me tenso aún más. El niño llora y me desespera,
Dulce jadea tensa y temo por sus nervios, yo… no lo soporto ¿Quién demonios
hizo esto? ¿Cómo carajos vulneraron mi protección? ¿Dónde mierda están mis
hombres?
Abro los ojos, el Chino. Fue ese maldito hijo de perra. Tenso mis labios,
tomo mi arma y no me despego de ella, entonces llamo desesperadamente a
Juan, pero no contesta.
—Señor… —Aparece un guardaespaldas pálido por la escena.
—¡¡Dónde diablos estabas!!! —Me exalto, le grito, y solo se une para
ayudar sin responder
—Señor, llamaré a una ambulancia.
Pasan algunos minutos y el pequeño no ha dejado de llorar. La
ambulancia por fin ha llegado y no sé qué hacer… Dulce sigue en shock, no
puedo dejarla sola, pero tampoco a la madre de Pablito.
—Señor, me quedaré con su esposa. No se preocupe. —Dice mi
guardaespaldas, lo que aumenta mis incógnitas.
—Jamás te volveré a confiar la seguridad de mi mujer. Si estás metido en
esto… tu vida lo lamentará —Amenazo. Estoy tan furioso que no puedo dejar
de hacerlo.
Juan llega apresurado y con entendible furia traspasando sus pupilas. Me
mira con mil preguntas en la cabeza, entonces le devuelvo la mirada pidiéndole
calma. Vamos a encontrar al culpable y a los posibles soplones.
—Papi… —Llora con temor pero Juan no le presta atención, su único foco
es su esposa.
—Ve con ella, Juan. No puedo dejar sola a Dulce.
—Christopher… —Su voz es ronca, pero pronto se dirige a Will, el tipo
que se ha quedado aquí en todo este tiempo. Lo toma del cuello y le da un
golpe certero en el estómago.
Dulce grita, el niño también, y solo me dedico a mirarlos. Tomo a Pablito
en brazos y este chilla estirando sus bracitos. Mi corazón se tensa… quiero
romperle la cara a Will porque es el único responsable, pero algo me dice que
no lo haga.
—¡Juan! ¡Basta! Tu hijo. —Le Digo y para limpiándose la sangre que
salpicó en su cara.
—Paaaa…. —Llora, el pequeño llora.
—Voy con ella. Deberías irte de aquí. —Me mira y hace una mueca, claro
que me iré de este lugar así que le pido a Dulce hacer su maleta.
Se apresura con pánico mientras me concentro en calmar al niño, pero
no puedo. Jamás he cuidado niños, no sé cómo hacerlo ni he practicado.
Con rapidez salimos del departamento. Le pido a Dulce cargarlo, pero me
mira como si fuera algo muy difícil. La entiendo, sé que no quiere encariñarse
ni sentir emoción alguna, pero este es un momento de urgencia así que lo hace.
Se queda erguida mientras Pablito va en sus piernas llorando. Manejo rápido,
quizá más rápido de lo que pienso, y solo quiero llegar a mi otro departamento.
Lo alquilé como plan B y agradezco ser un hombre precavido. En este
caso no es algo tan lujoso, pero es cómodo. El segundo piso de una residencial
donde viven ancianos siempre es un buen lugar para despistar enemigos. Meto
a Dulce con fuerza y luego figuro códigos únicos que solo Juan y yo sabemos.
Las puertas se cierran…
—¿Qué le pasó a Lucero? —Dice temblando.
—No lo se, Dulce.
Pablito ha dejado de llorar porque ahora está casi al borde del desmayo.
Mi preocupación aumenta cuando toco su frente y me doy cuenta que vuela en
fiebre.
¡Mierda!
Dulce se acerca quedándose en pánico.
—Debo ir por medicinas…
—No.
—Cielo, nadie entrará, pero debo salir yo.
—¡No! —Grita— El niño…
—Debes quedarte con el niño. Prometo no tardar. Vamos.
Tomo al pequeño y se lo pongo en sus brazos sintiendo una especie de
conexión rara entre los tres. Lo mira tensa, pero luego sus ojos se amplían al
ver su carita preocupada diciendo cosas, ardiendo en calor y con escalofríos.
Suspiro al verla así… pero no debo desconcentrarme. Iré por medicinas
y luego mataré a quien tenga que matar por cuidar de mis amigos, y mi mujer.
En un impulso suave lo acaricia rozando sin querer sus cachetitos. Siento
que me erizo cuando ya no somos dos sino tres.. porque jamás pensé verla de
esta manera, aunque sea mentira.
—Mamá… mamita. —Esboza de sus pequeños labios Pablito y abraza a
Dulce con todas sus fuerzas— Mamá… ño te vayas mamá.
El pequeño la ha confundido… Le dijo… Mamá
41. Confía en mí
Dulce

“No será fácil, pero valdrá la pena”

Sus pequeñas palabras retumban en mis oídos de forma tortuosa, ¿Qué


puedo hacer? ¿Decir que no? Me atraganto con mil temores ahora mismo pero
soy firme al ver los ojos de Christopher.
Tiene miedo… Sé que no quiere verme lastimada pero en este momento
solo cuenta el niño.
Camina hacia la puerta aún dudando, entonces asiento con la cabeza…
Yo puedo. Sé que puedo. Le doy una media sonrisa y se va lentamente, como
si esperara mi arrepentimiento pero no lo hago. Suspiro fuerte y miro al
pequeño Pablito casi delirando por la fiebre.
¿Qué carajos hago?
Lo toco y vuelve a decirme mamá… Mi corazón se hace chiquito y jadeo.
Si fuera mío… pero no lo es —Repito firmemente hacia mi— No lo es.
—Pablito… —Le susurró— No te duermas.
Abre sus ojitos y vuelve a cerrarlos, entonces lo tomo entre mis brazos de
una manera casi absurda. Su cuerpo es caliente y pequeño, enrollo sus bracitos
en mi y pronto lo acuno en mi pecho. He querido hacer siempre esto…
—Mamá… —Dice tosiendo.
Toco su frente una vez más y miro la puerta ¡Donde está! Jadeo
suspirando, quizá deba hacerlo algo más por él antes de que llegue Chris, así
que tomo un paño y lo mojo para luego ponérselo en la frente.
—Todo estará bien, niño. —Le digo, con ganas de decirle hijo… pero no
¡No es mi hijo! Y no debo hacerme a la idea.
Mi cuerpo se engarrota cuando llora con la voz quebrada quejándose por
el dolor. Mi instinto hace que lo toque de nuevo e intente calmarlo como puedo.
Doy pequeñas palmadas en su cuerpecito y pronto siento que se aprieta hacia
mi con fuerza.
Está asustado…
Solo es un pequeño asustado.
Muerdo mi labio y lo miro con tristeza ¡Donde diablos está este idiota!
Entonces suena la puerta y al vernos se queda paralizado.
—Las medicinas…. —Susurra.
—Tráelas. —Ordeno.
—Dijeron que había que dárselas ahora mismo, luego en un par de horas.
—Tranquilo… —Vuelvo a decirle al pequeño, quién ahora suspira lento
por causa de la fiebre. —Abre la boca, vamos… —Se queja y voltea para otro
lado.
—¿Qué hacemos? —Christopher está aterrado y yo también pero debo
mantenerme firme.
—Dárselo. —Respondo— Anda nene, abre la boca. —Subo la voz y le
abro la boquita para luego meter la pequeña cuchara con el remedio. Él arruga
la cara, pero luego lo pasa de forma natural— ¿Con eso basta, estás seguro?
Christopher asiente.
—Bien, esperemos a ver cómo reacciona. —Lo miro de reojo y siento que
no deja de mirarme. Acomodo una almohada y lo acuesto en la cama mientras
algo dentro de mí me dice que no me separe de él.
Pasan horas y siento a Christopher al teléfono. No ha dejado de hablar,
por lo que empiezo a estresarme ¿Y si nos encontraron? ¿O la madre de este
niño está grave? No la conocía pero parecía ser buena persona. Cierro mis ojos
y contengo el aliento… Tiene que vivir, tiene que hacerlo. Mi corazón arde
porque estoy comportándome como una persona con sentimientos, quizá es el
niño… o mis ganas de soñar con ser su mamá, aún no lo sé… solo estoy segura
de una cosa: No lo dejaré hasta que esté a salvo.
—Cielo… —Escucho un susurro en mi oreja, entonces me sobresalto
sintiendo un pequeño peso a mi lado. Abro mis ojos de golpe, quizá cegada por
la luz prendida, y me encuentro al pequeño Pablito en mis brazos ¿Cuándo
sucedió? Me tenso.
—Son las 5 de la mañana, deberíamos ir al hospital. —Mi boca se seca
cuando escucho esa palabra.
—¿Hospital? —Suspiro— ¿Qué le pasó a su mamá?
—Tuvo una herida de bala. Lo bueno es que no es muy profunda. —Me
mira con impaciencia— Apresúrate.
No digo nada y me concentro en tomar al niño entre mis brazos.
—Tápalo. —Sugiere y me da su casaca para cubrirlo.
—Ya estamos listos.
Levanta una ceja y puedo leer sus ojos, debe estar pensando que estoy
loca por salir a la calle desarreglada, pero francamente en estos momentos no
me importa. Solo quiero que el pequeño esté a salvo.
Con agilidad maneja hasta una clínica escondida, lo sé porque está en
medio de la nada. Bajamos apresurados y una enfermera revisa a Pablito en
mi delante.
—¿Usted es la madre? —Pregunta.
—No. —Respondo firme— Pero soy su madrina. —Miento.
—Bien, pase.
Cuando el niño despierta lo veo aún débil pero con un mejor semblante.
Está asustado y lo único que busca son mis ojos. Le sonrío calmada mientras
la enfermera hace su trabajo y en un segundo salta hacia mí para abrazarme.
—Estaré aquí, tranquilo. —Acaricio su cabello.
—La fiebre ha bajado, pero deben cuidarlo de igual manera. Tiene que
descansar y tomar sus medicamentos.
—Gracias. —Digo guiñándole el ojo.
—¿Dónde ta mi papi? —Dice con voz aún débil.
—Ocupado pero vendrá pronto. —Le digo y en un arranque de necesidad
lo cargo para ponerlo en mi pecho.
Pequeño niño…
La enfermera nos mira y se va, entonces siento que podría escaparme
con él e ir muy lejos, pero luego me controlo. No es tuyo, Dulce… —Vuelvo a
decirme, y en cada palabra respiro dolor.
—Gacias… —Su voz es un hilo
—¿Por qué? —Le digo curiosa.
—Po cuidalme pelo queio a mami. —Quiere llorar, entonces lo calmo.
—Tu mamá está bien pero tuvo que irse a recoger unas cosas.
—Taba suelo —Suspira.
—No, cariño… solo jugábamos. Era de mentirita.
Se asombra y parece que lo cree.
—Cielo, debemos irnos…
—¿Irnos? —Quiero matarlo.
—Sí, vamos.
—Pensé que veríamos a Juan y su esposa.
—Cielo, vámonos. —Repite entre dientes.
—¿Y el niño? —Me tenso.
—Viene con nosotros, vámonos.
Le hago caso y enseguida tomamos un auto viejo que nos dirige a la
carretera principal, ¿Qué carajos sucede? Mis pensamientos vuelan y siento
que es algo malo, muy malo, entonces veo al niño y todo se me pasa… Él
necesita de mí, yo quizá de él y no dejaré que le pase nada.

—No dejaré a Pablito. —Digo mientras lo aprieto hacia mí de nuevo.


—Sabes que se irá, mejor no te acostumbres. —Dice mientras mira
fijamente a la carretera. Puedo sentir que está molesto, cansado, nervioso por
alguna razón pero prefiero no pensar en ello. Veo al niño y ahora duerme, la
fiebre ha bajado y eso me hace sentir mejor, ¿Qué sería de este pequeño sin
nosotros ahora? Suspiro lento… pero nos tiene juntos.
Una hora, el auto que tomó Christopher demora una hora en parar. Me
bajo mirando este lugar y parece ser un pueblito, pero prefiero no hacer
preguntas ahora. Suspira lento, sus ojos lucen hinchados por el sueño, y en el
fondo también me siento de la misma manera. Cuando lo veo entrar y hablar
con un par de hombres la imagen del chino se me viene a la cabeza, entonces
tiemblo… ¿Lo sabrá? ¿Sabrá dónde estamos?
—Adelante. —Dice el hombre de canas que nos recibe, al parecer es un
lugar acogedor pero nada lujoso. Mi mente maquina algo, pero luego deserto,
no es momento para estupideces…
—Gracias. —Susurra Chris— Avíseme por favor… —Masculla entre
líneas, ¿Avisarle? ¿De qué?
—Christopher… —Digo mientras pongo a Pablito en la cama— ¿Qué
sucede?
—Ahora no, Dulce. Necesito dormir. —Me evade y mi boca cae suelta.
—Quiero saber qué está pasando… —Cruzo mis brazos mientras lo miro
entrar al baño. Cuando intento acercarme lo veo orinar y eso me estresa, ¿No
puede cerrar la puerta? Mantengo mi cabeza fría y me siento en la cama
esperándolo como leona a punto de atacar, ¿Quién carajos se cree para
hablarme así? Pablito se mueve, entonces le toco la carita. Va a sanarse si
toma sus medicinas, estará bien…
—No preguntes. —Sale advirtiéndome, como si pudiera leer mis
pensamientos.
—¿Qué carajos te sucede? —Alzo la voz.
—Quiero dormir. —Implora, entonces lo dejo. Se acuesta al costado del
niño, porque solo hay una cama grande, y duerme. ¡Lo hace plácidamente! Y
yo muerta de nervios, ¿Y si nos secuestran? ¿Y si toman represalias? Mi
garganta se cierra, no puedo más con esta tensión.
—Mamá… —Se queja el niño.
—Duerme, pequeño. —Le digo muy bajito mientras me acuesto a su lado
para que vuelva a dormir. Él se acerca a mí y puedo sentir su inocente suspiro
en mi piel. Es tan hermoso… Mi corazón experimenta una serie de emociones
no conocidas y me encanta. Sonrío torpemente mientras imagino un cuadro de
tres en esta cama: el pequeño y nosotros… una familia.
Los suaves ronquidos de Christopher me tensan ¡Es un maldito hijo de
puta! Pero ya no me hago hígado, solo espero con ansias a que despierte. Si
no fuera por el niño juraría que saldría de este lugar para averiguar que sucede,
pero me necesita. Quizá por primera vez alguien más me necesita.
—Chiquito… —Susurro peinando su cabello, ¿Y si nos lo quedamos?
Podríamos ser sus padres. No… no Dulce ¡No seas tonta! Agrios sentimientos
se vuelcan sobre mi pecho. Soy una tonta, Dios, ¿Cómo puedo pensarlo?
No sé cuánto tiempo pasa, pero estoy consciente a pesar de tener los
ojos cerrados. Intenté dormir pero no pude hacerlo de manera profunda, la
preocupación ha embargado mi pecho desde que llegamos a este lugar. Mi
cabeza solo piensa en una persona y eso me abruma…
—Jiji… —Escucho una suave voz y abro mis ojos de inmediato— Duce…
—Dice acariciando mi rostro.
—Pequeño… —Le sonrío— ¿Qué pasa? ¿No tienes sueño?
Niega con su cabeza.
—Hambe. —Contesta y trago saliva, ¿Y ahora?
Me levanto bostezando y voy a la pequeña cocina que tiene la habitación
para buscar algo de comer, pero no encuentro nada. El niño se sienta y me
mira, sus ojitos gritan por comida y ni si quiera lo pensé.

—Levántate. —Le digo a Christopher— El niño quiere comer.


—No. —Reniega y se da vuelta ¡Es un idiota!
—Levántate —Vuelvo a decir y le jalo la almohada, se sienta furioso y
cuando está a punto de alzarme la voz mira al pequeño reírse y se calma,
aprieta los labios y sale a buscar algo de comer.
Suspiro como fracasada, intentando entender por qué carajos me siento
tan bien con los latidos acelerados, el miedo aprisionante navegando mi puerta
y un pequeño de 3 años a mi lado.
—¿Tienes miedo, cielo? —Le digo y yo misma me sorprendo… Jamás he
sido tan cariñosa en mi vida.
—Mami… —Dice tenso.
—Ella está bien, tranquilo. —Olvido lo sucedido y lo abrazo como si fuera
un muñeco de plástico. Huele a inocencia y me gusta, sobretodo porque es
algo que siempre quise tener en mis brazos… aunque sea una mentira.
—¿Dónde ta padino? —Eleva sus cejas sorprendido.
—Fue por comida. —Sonrío.
Pasan algunos minutos y está de regreso. Trae algunos sándwich y
comemos, pero Pablito no está acostumbrado ¿Qué carajos come un niño de
tres años? Corto su pan en trocitos y come muy despacio… ¡Cielos!
—Leche. —Dice Chris mostrándonos una cajita de leche con chocolate,
Pablito sonríe y la toma por fin.
—¿Puedes ahora explicarme qué sucede? —Mis ojos se tensan y me
devuelve la mirada con tensión.
—Tienes a un niño pequeño en frente. —Suelta la lengua como víbora…
¡Maldito idiota! Muerdo mis labios queriendo callar mi rabia para no responder
y me aguanto.
No sé cuánto tiempo más pasa, pero ya hemos estado al menos un día
en este lugar. Christopher ha sido muy necio al negarme información, utiliza al
niño como arma para tranquilizarme y no lo soporto. Algo trama… algo que me
está escondiendo y voy a averiguarlo.
—¿Cansado? —Digo caminando lentamente hacia él. Miro a mi alrededor
y veo al pequeño jugar en una esquina, es peligroso pero voy a arriesgarme.
—No cansado, solo aburrido. —Contesta suspirando, me mira atrevido…
Si Pablito no estuviera aquí hubiéramos incendiado este lugar de inmediato.
—¿Qué pasa, cielo? —Digo, fingiendo especial atención en su rostro—
Puedes confiar en tu bonita… —¡Golpe perfecto! Se tensa, carraspea su
garganta y se levanta de la cama para esquivarme.
—Nada. —Respondo seco— Aléjate Dulce… —Susurra advirtiéndome
como si yo fuera una loba.
—¿Por qué? Quiero abrazar a mi marido… —Toco sus músculos, miro
de reojo la habitación y subo mi rodilla lentamente de abajo hacia arriba hasta
llegar a su centro. Me mira con fuego, lo miro con más fuego… Esto es
sencillamente asesino.
—Dulce… —Ahoga un suspiro en mis labios. Mientras lo capturo con mi
carne, jadea cansado de resistirse en mi aliento. Succiono su sabor y me eriza
la idea de hacerlo aquí ante el peligro.
—¿Sí? —Me despego su sus labios ¡A la mierda la información! Ahora
solo quiero otra cosa.
—El niño… —Me ve aturdido.
—Baño. —Sonrío.
—Dulce… —Ríe de nervios, entonces lo jalo y lo meto en el baño
mientras acaricio al pequeño en su cabecita— Voy a ayudar a tu padrino a
sentirse mejor, ¿Me esperas?
Asiente
—¿Te lele la baliga padino? —Pregunta con inocencia.
—Le duele mucho… —No puedo evitar reír y me meto en el baño
cerrando la puerta, aprisionándolo contra la pared, subiéndome en su cuerpo.
Me siento tan perra con él… y me encanta. Jalo su cabello y él del mio, arraso
con su boca metiendo mi lengua hasta el último centímetro, enrollo mis piernas
en sus caderas mientras él sostiene mi trasero en el aire. Debemos ser rápidos
y ambos somos conscientes, por lo que arranca mi ropa de golpe y siento que
muero al ver mi brassiere de encaje roto. Lo pagará… pero tal vez más tarde.
Succiona mis pechos con su boca caliente y jadeo mordiendo mis labios. No
puedo hacer ruido y es un tortura, pero a la vez me excita. Con sus dientes
presiona mi pezón mientras abre el cierre de su pantalón… Oh cielos… Me
mareo al sentir su miembro erecto contra mi zona íntima. Es increíble, lo es…En
segundos estamos preparados para todo y sigue siendo una tortura.

—Silencio… —Ordena, me para se agacha para sorprenderme.


—¿Qué carajos? —De un jalón me quita el aliento porque tiene su boca
en mi vientre para luego bajar con besos hasta mi zona V.
Oh… La puta mierda.
Aruño mi vida en ese momento. Mueve su lengua como un malnacido y
me tenso sintiendo electricidad por todo mu puto cuerpo. Me gusta, envenena,
mueve… su boca es tan perfecta que hace bien todo lo que toca. No sé cómo
lo hace, pero estoy en las nubes sintiendo en mí una necesidad increíble porque
vaya más rápido.
—Chris… —Digo chillando y luego tapo mi boca. Es un momento… solo
un maldito momento… pero siento que pasa por mi cuerpo toda una vida de
placer, jadeo soportando la tortura y siento que voy a explotar cuando lo hace
más fuerte. Oh mierda… sus dedos, no quiero ver qué hace… solo grito y me
contengo, aprieto mis piernas aprisionando su cabeza entre mi ser y es la cosa
más exquisita que he experimentado en mi vida.
Mierda…
No dejo de abrir mi boca como estúpida, entonces sucede sin que me de
cuenta. Me carga, mis senos rebotan en su pecho, levanta mi trasero y se
hunde con fuerza haciendo que suelte otro chillido. Pega sus labios contra los
mios y, cuando quiero devolverle la mordida, empieza a moverse como loco.
No tengo tiempo para pensar, ni si quiera sé cómo respirar, solo me aferro a
sus brazos e intento no sentir miedo. No quiero que esto termine nunca,
nunca… pero pronto empieza a cogerme como loco mientras solo muerdo su
oreja. Es excitante, es peligroso, es imprudente pero así somos… un par de
degenerados explotando sus cuerpos. Explotamos al mismo tiempo y lo beso
mientras intentamos recuperar el aliento.
Cielos… mi cuerpo se vence en el suyo y nos abrazamos.
—Eres maravillosa, fiera… —Dice.
—Lo sé, feo. —Le digo mintiendo, porque en el fondo sé que es el hombre
más guapo del universo.
—Arréglate. —Se sale de mí y suelto una risa mientras abro la ducha
porque odio mi cuerpo con sudor. Me baño en su cara mientras paso el jabón
por mis senos, mis piernas y se ofrece a ayudarme con mi espalda. Ríe aturdido
y yo solo tengo en mente algo: aprovecharlo, así que volvemos al ruedo…
Santo y magnífico ruedo.
—Doce minutos, es nuestra versión. —Le digo molestando mientras abro
la puerta y veo a Pablito en la cama saltando.
—Así es. —Contesta secando su pelo— Pequeño diablillo, ¿Qué haces?
Sigue saltando, entonces lo cargo.
—Tadalon… —Suena divertido.
—Para nada, ven aquí…
Pasan algunos minutos y se queda dormido. Con él todo pasa muy rápido
y realmente aprecio estos momentos a su lado.
—Se durmió… —Susurro y me levanto no sin antes arroparlo.
—Los niños duermen seguido. —Suspiro y siento que mi móvil vibra.
—Sí, supongo. —Contesto aturdida— ¿Tienes algo que decirme? —
Ladeo mi cabeza sonriendo, estoy esperando que lo haga.
—Dulce… —Insiste.
—¿Así me tratas? —Hago un puchero y me cuelgo de su cuello.
Niega.
—¿Entonces? —Repito.
—Dulce… las cosas no andan bien. —Traga saliva— El chino mandó a
dispararnos, pero encontró a Lucero.
¡Lo sabía! Tenso mi mandíbula, él me lo advirtió… dijo que iba a hacerlo.
Mi pánico aumenta al sentir otra pequeña vibrada de mi móvil. Lo sabe, sabe
dónde estamos.

—¿Qué?
—Necesitamos estar alertas, sabe todos mis pasos y eso me tiene
furioso. Alguno de mis guardaespaldas ha sido el soplón…
—Pero… ¿Por qué? —Digo sin prestar atención porque mi pulso se ha
acelerado.
—No importa por qué, Dulce. Ahora estamos en una guerra y lo único que
sé es que necesito protegerlos.
—Christopher… —Mi pecho quema, debo hacerlo… hacer algo.
—Juan vendrá por el niño esta noche.
—¿Qué? —Trago saliva y siento que mi alma se muere, entonces mi foco
cambia— Pero… nosotros podemos..
—No, Dulce. —Advierte— No podemos con un niño ahora, ¿Te das
cuenta? Podrían matarlo, él no quiere arriesgarlo así que autoricé su regreso a
México.
—¿Y tú? —Mi voz se vuelve chiquita. No, Juan no se puede ir ahora…
—Puedo defenderme solo, pero debo ser muy precavido.
—Christopher… No quiero esto para nosotros —Digo sincera, con los
nervios de punta.
—Confía en mí, cielo. Juro que no durará mucho.
—Yo… podría regresar con Brando. —Digo.
—¡No! —Alza la voz— No lo permitiré. —Por su rostro pasa fuego, casi
casi como si le hubiera mencionado al diablo.
—Deja tus malditos celos de lado.
—No son celos, Dulce. Es prevención. ¿Crees que Brando no sospecha
de ti?
—Piensa que estoy secuestrada.
—Eso te han hecho creer… ¡Por favor! Brando no es idiota, debe saber
que tienes un amante.
—Son suposiciones, yo podría convencerlo.
—¿Casándote con él? —Me mira con furia— Jamás.
—Christopher, estás pensando con el hígado… ¡Si lo hago todo termina!
¡Lo sabes!
—¿A qué precio? ¿Perderte? ¿Dejar que te toque? ¿Qué te mate? ¡No!
—Eres un maldito terco..
—Y tú una…
—¿Qué? Dilo. —Respondo con furia ¿Quién mierda se cree?
—Cielo… —Susurra arrepentido— Por favor, por favor no peleemos. —
Pega sus labios junto los mios. Estoy llena de rabia, pero no puedo
contenerme… me hundo en su boca, jadeo con cada movimiento y me entrego
en su puta alma abrazando mi cuerpo. ¿Qué tiene este idiota? Me desespera y
a la vez me calma, jamás estaría tranquila si sé que le pasa algo…
Porque lo necesito. Vivo, aunque sea lejos, pero lo necesito.
Lo beso como si no hubiera más salida sintiendo cómo mi móvil vibra a lo
lejos. Carraspeo mi interior y lo pego contra la pared mientras produndizo el
acto con sinceridad, apego, necesidad… porque lo necesito.
—Todo estará bien, lo juro… —Se despega y siento que duele, aprieta
mis cachetes y lo miro.
Asiento y sale de la habitación aturdido.
Va a reunirse con alguien, lo sé, o quizá está evitándome. No resisto más
esta carga en el pecho, pero sé que cada vez es más pronta la espera. Tomo
mi móvil con furia mirando su contenido.
Es hoy.
Jadeo y me contengo sintiendo que muero. El mundo podrá juzgarme
pero sé que es necesario, así que doy pequeños giros mientras pienso.
¿Podré? ¿Lo haré? ¿Me perdonará? Es un maldito terco…

Entonces abrazo al niño con fuerza. Cómo me gustaría volver al pasado


y ser como aquella criatura… sin miedos, sin responsabilidades, sin cargas
pero es lo que me tocó y hay que aceptarlo. Elevo mi pecho para respirar sin
presión pero es inútil, lo sabe… y no tengo otra salida. Camino por todo el
cuarto pensando, ¿Qué más puedo hacer? Nada, nada, nada…
Le daré lo que quiere y luego seré libre para decidir mi destino.
Hay mucho en juego… Solo es un pequeño sacrificio, quizá el último, solo
algo mínimo y si me ama deberá entenderlo.
Han pasado dos horas, quizá muy rápido.
Puedo notar la tensión en sus manos porque al salir nos exponemos, pero
el niño necesita a sus padres aunque mi corazón se arranque de mi cuerpo.
—¿Ilas con nosotros padino?
—No, hijo. —Volvió a decírselo… y yo me parto, amo esa palabra en sus
labios.
—Po que
—Porque papi y mami te necesitan y tu padrino está ocupado.
—¿Y tu madina?
—No cielo, debo cuidar a tu padrino. —Le digo haciendo ímpetu en mis
palabras.
—glacias —Nos abraza y ambos nos paralizamos, ¡Dios! Ha sido solo un
día y medio y ni si quiera hemos sabido alimentarlo, pero nos quiere… y eso
para mí es suficiente. Mi corazón se engarrota con sus pequeñas manos
rodeando mis piernas y siento que una ola de emociones se vuelva sobre mí
de nuevo.
—Te portarás bien, ¿Si?
—Shi.
Jadeo y cuando quiere abrazarme no lo dejo, lo esquivo sonriendo pero
por dentro muero. Me he apegado un poco y solo necesito zafarme de alguna
forma, pero me queda mirando como si no entendiera mis acciones.
Christopher lo carga y esbozo un suspiro de alivio.
—Iré a comprar algo de comer y luego a…
—Bien. —Corto sus palabras.
—Vamos, pequeño. —Lo baja y toma su manito.
—Christopher… —Mi voz quema y en un impulso lo beso con fuerza
sintiendo punzadas en mi interior.
—¿Qué pasa, amor?
—Nada, hasta algún día… —Susurro y ríe, pero yo ya no puedo.
—Hasta un ratito. —Me guiña el ojo y se va dejándome sola…
Sola, quizá así sea mejor… Sola.
Espero unos segundos, se va y lo sigo.
Desde un espacio moderado puedo notar que ha llegado a un parque
donde aparece Juan de inmediato. Toma al niño y sonrío, aunque por dentro
esté muriendo, pero jamás fue mio. Las miradas incesantes de unos hombres
de negro me avisan que necesito concentrarme, así que lo hago.
Camino en línea recta intentando despejar mis pensamientos, me
encuentro con un auto negro y entro con fuerza.
—¿Lista? —Pregunta un hombre.
—Sí. —Respondo.
Las ventanas se cierran al instante y el auto se va mientras miro a
Christopher hacerse chiquito. Cierro mis ojos y solo esbozo nervios, ¿Y si no lo
entiende? Tiene que entenderlo, porque ha estado decidido.
Siento todo lo que ha pasado, Chris.
Quiero que entiendas que solo lo hago por nuestro bien, regresaré a
donde pertenezco pero volveré cuando haya terminado. Lo juro.
Eres un maldito terco, pero aun así te quiero.
D.
Lágrimas pican mis ojos, pero me contengo. Pasan algunas horas de
camino y pronto estoy en el aereopuerto. Necesito subir a ese maldito avión
antes de cualquier peligro, porque sé que vendrá por mí furioso…
Lo siento.
Mis ojos se vuelven de hielo cuando me miro en el espejo del baño, ¿Esto
es lo que soy, no? Una mujer que siente, pero que no es tonta. Sé lo que
merezco y también lo que debo hacer para proteger a los míos. Fuerza, valor,
hipocresía y carisma… —Me digo— Sabes cómo hacerlo. —Me digo.
Camino con un vestido negro apretado y tacones amarillos para luego
entrar por la manga del avión privado.
Me siento un rato y miro por la ventana, para esta hora ya debió haber
leído mi nota y exhalo en silencio.
Unos pasos llegan, mis piernas se tensan haciendo que no quiera
levantar la mirada. Jugueteo con mis nudillos fingiendo desinterés, pero sé que
ha notado mis nervios.
—Cierren las puertas. —Su voz…
Levanto la mirada y me quedo suspendida en el tiempo.
—Cuánto tiempo, cariño. —Ríe y sus ojos oscurecen.
—Brando…
42. Vete
Dulce

“No me tientes que si nos tentamos no nos podremos olvidar” M.B

Su olor me produce asco, pero aguanto porque me conviene. Mi


respiración se agita al verlo acercarse y, mientras me levanta de los brazos con
fuerza, solo pienso en que todo esto terminará muy pronto.
—Cariño… —Repite mientras besa mi oído. Odio esa palabra de sus
labios.
—Brando, espera. -Me quejo, tenerlo cerca es como sentir sarna en mi
piel.
-¿Qué? -Levanta una ceja.
-Tenemos que hablar, yo necesito explicarte que…
-Tranquila. -Susurra-. Lo sé. Pobrecita… -Acaricia mi cabello- Pasaste
por muchas cosas mientras estuviste secuestrada, pero ya estoy aquí nena.
Parpadeo.
-Bran…
-Silencio. -Me calla- Le dí al malnacido del chino una fuerte cantidad de
dinero, algunas propiedades y otras cosas por ti. Eres mía de nuevo, cariño.
¿Qué?
Me mareo y siento que no entiendo… ¿El Chino y Brando? Mi garganta
carraspea al ritmo de mi corazón. Qué mierda es esto… ¿Una trampa? ¿Le
habrá dicho entonces la verdad? Jadeo contenida y sin respirar acepto el beso
que empieza a darme con tensión. Sus labios son ásperos, gruesos, bruscos…
y su aliento es asqueroso, huele a alcohol…
Muevo lentamente mis manos por su espalda porque necesito evitar
sospechas. Desde que regresó Christopher a mi vida tengo altas expectativas
de un beso, por lo que esto me deja totalmente desganada. Mi boca se vuelve
hielo y cuando empieza a subir el tono, me detengo.
-No.
-¿Por qué no? Necesito sexo, ¿Sabes cómo sufrí por ti? Pagué mucho
dinero por tu liberación, cariño. No invierto por las puras.
Invertir…
-¿Entonces soy un negocio?
-Vamos… -Rueda los ojos- Ya sabes a qué me refiero.
-No, no lo sé. -Digo armando drama. Si armo drama tendré motivos para
molestarme… -. Lo único que pienso es que realmente eres un tipo sin
sentimientos, ¿Cómo te atreves?
-Dulce…
-Nada de Dulce, y nada de besos. -Bajo mi cabeza y tapo mi rostro con
mi mano derecha- Realmente la pasé super mal estos días con ese hombre.
-Dul…
-Nada. -Lo amenazo- No me dirijas la palabra.
Volteo y suspiro mientras me posiciono en la parte trasera del avión
privado. Necesito encontrar esos documentos antes que sea demasiado tarde.
Christopher, mis últimos pensamientos van para ti… Espero algún día me
perdones. -Digo en mi mente mientras me pongo la banda de los ojos para
dormir. Mientras todo sea de esta manera tendré a Brando quieto, al menos
hasta conseguir lo que quiero.
Las horas pasan lentamente y siento que ha sido un infierno el vuelo hacia
México. Cuando llegamos al aereopuerto no hablo con Brando, solo sigo a sus
hombres de manera automática y pronto subimos al auto. Dios… he regresado
-Pienso mientras miro por la ventana las calles que nos llevan a la mejor zona
del DF- No quiero estar aquí, pero no tengo de otra por el momento.
Necesito ir al grano y evitar que Christopher arruine mis planes.
-¿Seguirás sin hablarme? -Pregunta Brando.
-Sí. -Digo.
-Pues no lo permitiré. -Se impone, toca mi pierna y la acaricia- Solo deseo
una noche contigo.
-¿Una noche conmigo? ¿Eso solo es lo que buscas?
-¡Bueno basta! -Alza la voz- El drama de viejas no me gusta, ¿Lo
entiendes? Te he tolerado muchas cosas, pero no más. Sabes desde el
principio que quiero cogerte… ¿Querías el anillo? Te lo dí y nos casaremos con
bienes mancomunados, todo lo mío será tuyo, ¿Es eso suficiente?
No le contesto.
-Eres una gran puta interesada, amor. -Ríe- Te acercaste a mí por mi
dinero, acéptalo.
-No. -Me hago la digna y lo miro fingiendo.
-¿No? -Se acerca a mi oreja, susurra cosas obscenas que no quiero
interiorizar, mi pulso tiembla de inmediato y solo me contengo- Te espero pronto
en mi cama. Es hoy, cariño.
Parpadeo jadeando ¡Es un maldito hijo de puta! Cuando menos lo pienso
ya estamos en el Hilton y bajo furiosa conmigo misma. El lujo del lugar me hace
sentir mejor, sin embargo no puedo sacar de mi cabeza al patancito… ¿Estará
odiándome? ¿Me perdonará? Espero que sí, si me quiere tendrá que hacerlo.
-Bienvenida, Dulce. -Dice Rita, quien no deja de sonreírme como si nada
hubiera pasado entre nosotras. Mi boca cae de inmediato, ¿Qué carajos hace
aquí?
-Tú que…
-Dulce, yo lo autoricé. -Dice curveando su sonrisa- Rita es muy eficiente.
¿Eficiente? Trago saliva mientras la dejo con la mano extendida… ¡No
me interesa su perra vida! ¡Lo único que quiero es que no esté atrás de mí
pegada como moco! Brando ríe cuando le hago el desplante, al parecer se
divierte mucho con mis acciones, pero debo estar precavida… ¿Y si no es cierto
que me cree? Debo cuidarme las espaldas, estar precavida y conseguirme un
arma.
No puedo dejar de aprovechar esta oportunidad
Y tampoco soy idiota…
¿Realmente Christopher me subestima? ¡Voy a demostrarle qué tan
buena puedo ser para embaucar al viejo!
Las horas pasan sin control y con pesar regreso a mi vieja suite de
siempre. Al prender mi móvil miro 39 llamadas perdidas, mil mensajes que no
quiero ver, pero uno es especial que llama mi atención.
Mi hermana.
Ruedo mis ojos pensando en que es una niña tonta, ¿Papá estará bien?,
trago saliva dando vueltas… Si la llamo sería peligroso y no dejaría de hacerme
berrinche por haber quitado del camino a su novio marihuanero.
Todo está bien, Dulce… -Me digo calmándome a mí misma, realmente no
tengo tiempo para atender estúpidas ahora.
-Buenas tardes, señora. -Dice el ama de llaves- Vengo a limpiar su
habitación. -Sonríe y la ignoro mientras me dedico a sentarme el sofá y servirme
un trago- No tardaré. -Suspira y toca mi cama para acomodar las sábanas.
-Me gusta tu eficiencia. -Digo.
-Gracias.
Se va tranquila y me acuesto encima con mil ideas en la cabeza, ¿Qué
estará pensando el patancito? No dejo de imaginarlo y una angustia invade mi
pecho. Dios… me odio a mí misma por esto, pero no hay salida. Estoy en medio
de la tormenta.
Mi celular suena ahora de manera incesante, lo que me saca de cuadro…
Es la llamada 40 de un número desconocido, ¿Christopher?, debería cortar
pero no puedo hacerlo porque la tentación por hablarle me gana.
Maldita insistencia… Maldito deseo.
-¿Hola? -Mi voz suena como un hilo, estoy jodidamente nerviosa.

-¡Por qué demonios no respondes mis llamadas, perra! -Su voz es ronca
y brusca- Odio esperar, ¿Lo entiendes?
Mi boca se seca, es el Chino…
-Yo…
-No vuelvas a hacerme eso o lo lamentarás. Estás ahí por mí, no lo
olvides.
-¿Qué quiere? -Entono con tensión
-¿Qué quiero? Pff… -Se burla- Quiero mis documentos, perra.
-Los tendrás. No te permito llamarme así. -Respondo enojada.
-Estoy furioso contigo, pero no tengo mucho tiempo. Hoy habrá una cena
de gala donde deberás anunciar tu próxima boda con Brando y llevártelo a la
cama. Chúpasela, cógetelo, lo que sea… pero mantenlo contento. Deberás
ganar su confianza hasta que te de la clave de su caja fuerte.
Mi aliento se pierde en el móvil cuando lo dice y me quedo en silencio
mientras escucho sus instrucciones y cierro los ojos.
-¿Lo entendiste? -Alza la voz.
-No soy tu esclava. -Me rebelo- Dame más tiempo.
-¡No hay tiempo, perra! Me dio un ultimátum.
-Él dice que negoció contigo mi liberación. -Lo enfrento, ¿Qué malditos
juegos trae? – Quién me asegura que tú no estás jugándome chueco con él.
-¿Crees que me importaría, eh? -Paso saliva- Te lo explicaría pero
perdería minutos con mujeres como tú. Harás lo que te pido y punto, confiar en
mí no es una elección… es algo que debes hacer siempre.
-¿Y si no quiero qué? Podría acusarte, estar de lado de Brando.
Ríe.
-Sabía que saldrías con eso algún día… Pues tu marido lo lamentará.
-No te atrevas… -Digo entre dientes.
-Por cierto, ¿Quieres saber cómo terminó la madre del bastardo de su
guardaespalda?
-¡No te atrevas! -Grito.
-Cierra el hocico. -Me amenaza- Y ábrele las piernas. Perra eres, ¿O no?
Tendrás tu dinero para irte a jugar a la familia feliz con el otro bastardo… -Ríe.
-Por el bien tu pellejo, idiota… Si no cumples me vas a conocer. -Ataco-
Tengo todo con copias y videos.
-Si hablamos de videos… -Suelta una carcajada larga- Me ha gustado ver
cómo gimes con la polla de tu marido…
Mis ojos se abren de inmediato haciendo que mis cachetes se incendien
de terror, ¿Acaso lo vio? ¿Él tiene el video? ¿Christopher? Él dice que logró
destruirlo a tiempo. Dios… no ¡Soy una estúpida!
-¿Estás ahí? -Sigue con su risa tensa- ¿Sorprendida? No juego.
-Y yo tampoco. -Me armo de valor- Tendrás lo que pides pero no me
presiones.
-Hoy, ¿Lo entiendes? Ah… y mantén alejado a Christopher. Hasta ahora
sé que no ha aparecido, pero lo hará pronto. Aléjalo como puedas, recuerda
que ahora soy tu sombra.
Corta y me deja con la palabra en la boca.
Mi mente se raya y tiro el celular rompiéndolo ¡No me interesa nada!
Caigo sentada en la cama de nuevo pensando en todo lo que se viene para
hoy, pero algo me hace sentir pesada, cansada, deprimida…
Él no ha llamado, ¿Será que ya no le importo?
Chris
Presiono el acelerador con fuerza mientras dos hijos de puta me insultan
por hacer tráfico. Mi mandíbula jamás ha pesado tanto como ahora porque no
he podido dormir desde hace un día… ¡Jodida vida! -Pienso, ladeando mi
cabeza- Estoy tan molesto que solo deseo cortarle las bolas al hijo de puta de
Brando, tomar a mi mujer y atarla a un árbol eterno donde solo la pueda visitar
yo.

¿Y por qué no?


Mis fantasías suben con cada estupidez que hace. Las cosas no están
saliendo como yo las planiee y eso me enferma, pero lo peor es que ella correo
peligro y no lo sabe.
¡Christopher! -Escucho a Juan desde lejos y estaciono mi auto en su
casa. No es de lujo, puesto que sé que estoy siendo vigilado, y he usado las
armas que me han enseñado para parecer invisible.
-Necesito que me acompañes. -Cargo mi arma.
-Basta, detente. -Me detiene.
-¿Qué me detenga? ¡Él tiene a Dulce! -Grito y me empuja hacia adentro.
-Dulce aceptó ir con él por lo que me contaste.
-Quizá estuvo amenazada. -Respondo con esperanzas, pero veo en sus
ojos verdad y me duele.
-Tengo fotografías. -Me las muestra- Dulce entrando con Hilton al hotel,
no ha salido de ahí desde que llegaron.
-Bien. -Me giro y vuelve a detenerme.
-¿No lo entiendes? -Grita- ¡No te quiere en su camino, Christopher!
-¡No! -Respondo.
-¡Quiere a esa rata! -Regresa el grito y mi mente se nubla, una extraña
furia contenida aflora de mi piel y lo golpeo.
-Cállate.
-Pégame, anda… desahógate -Dice lamiendo su sangre- Pero no la jodas
de nuevo.
Tomo mis manos y las llevo hacia mi cabeza pegándola contra la pared,
entonces me escucho agitado… ¡Carajo! ¡Qué hice! ¡Lo volví a golpear y no he
podido contenerme!
-El jefe tenía razón, Christopher… No puedes con esto.
Lo miro con furia de reojo.
-Necesitas enfocarte… -Continúa- Apenas leíste su carta viniste
corriendo para México.
-Te recuerdo que también tú. -Contesto efusivo.
-Yo lo hice por mi familia, quiero estar fuera de esto.
-Estás en todo tu derecho. -Admito.
-Si tuvieras un hijo podrías entenderme, yo… -Se excusa.
-Bien. -Respondo con dolor, ¿Si tuviera un hijo? He deseado ese bendito
ángel desde que la ví jodidamente hermosa en la playa. He soñado con ese
bebé desde que sus labios probaron por primera vez los mios…
Ella, yo… y el resultado de nuestra locura, pero jamás será.
-Christopher…
-No digas más. -Me tenso.
-Temo por su seguridad, a duras penas hemos podido con lo que le
hicieron a Lucero, pero me preocupa que estés solo. Hermano, yo te aprecio y
como amigo debo decirte que Dulce quizá no es la mujer que fue en un pasado.
-No te atrevas… -Lo señalo.
-Sí, me atrevo… Me atrevo porque eres el hombre que me dio una
oportunidad cuando más lo necesité. Me atrevo porque no eres una mala
persona. Me atrevo porque ella no te merece…
-La amo, con toda el alma ¿No lo entiendes?
-Hasta el más fuerte amor merece ser respetado, Christopher. Y ella no
piensa en ti…
-¡No! -Grito con furia- ¡Me ama! Lo sé, me ama…. Lo veo en sus ojos
cálidos, en su piel desnuda junta a la mía, en sus labios sedientos de los míos.
Lo veo en cada mañana que he despertado junto a ella… Sus manos, su rostro,
su hermoso cuerpo es mi vida ¿No lo comprendes? He luchado como un infeliz
animal por cuidarla todo este tiempo, porque la amo…. ¡LA AMO! -Tenso mis
cuerdas vocales porque sé que un nudo empieza a formarse- Y así cometa
errores seguirá siendo mía, mi bonita… Y jamás voy a dejarla.

-Christopher… Te está jugando sucio.


-Voy por ella.
-Christopher…
-Nada que digas hará que cambie de opinión. -Respondo seguro.
-Rastree sus llamadas como me lo pediste desde antes y tiene
comunicación con un número desconocido que intuyo es el chino.
-Eso ya lo sabía. -Contesto en automático.
-El tipo está preparando algo, Christopher..
-¿Y qué quieres? ¿Qué la deje sola? -Muerdo.
-Sí… que dejes que haga lo que tenga que hacer y punto.
-¡No! -Respondo con rabia haciendo retumbar hasta el más profundo de
mis células.
-Esta noche habrá algo especial según tengo entendido… No voy a
dejarte, hermano. Te apoyaré en lo que pueda, pero no puedo ser incondicional
hasta que mi mujer sane y sepa que mi hijo estará a salvo.
No respondo, solo lo miro y me estremezco. Qué grandioso debe sentirse
ser papá… Los ojos de Juan destellan miedo, furia, necesidad de protección
por su hijo y lo entiendo… pero quizá tenga razón. Quizá el sentimiento sea
mayor por un pequeño…
-Te libraré de responsabilidad.
-Hay algo más, Christopher. -Dice murmurando, inspirando, exhalando…
mirándome serio.
-¿Qué?
-Brando sabe la verdad.
-¿Qué verdad? -Me paralizo.
Juan me mira, solo me mira.
Dulce
Las miradas inquietantes de los guardaespaldas de Brando solo hacen
que me sienta prisionera en mi propio trabajo. Esos tipos me siguen a donde
voy, solo no entran al baño conmigo y me tensa.. ¿Qué carajos planea ahora?
Debe estar desconfiado, lo sé… por lo del secuestro. Tengo que actuar rápido,
quizá sacrificándome pero debo hacerlo.
-¿Me dejan en paz? -Volteo en seco.
-El señor Brando ordenó que no la dejáramos sola… por lo de su
secuestro.
-Estoy en su propio hotel, idiotas.
-Disculpe señorita, pero…
-Nada. -Los interrumpo- No los quiero ver. Si van a seguirme que sea de
muy lejos, ¿Lo entienden? Quédense aquí, iré a trabajar un rato, ¿O también
me van a perseguir?
Hacen silencio y me volteo caminando nerviosa porque necesito saber
más sobre el estado de esos documentos, así que entro sin que nadie me vea
a la oficina de Brando.
La alarma, mierda.
Estiro mi brazo poniendo unos números que yo misma sé y se desactiva
¡Bien! Camino rápido hacia la ventana y la cierro para luego ir a la caja fuerte
escondida tras su escritorio.
2780
Nada.
Mi boca se abre, ¿Acaso cambió su clave? Sí, lo ha hecho… Y vuelvo a
presionar números que creo podrían ser pero tampoco entran. Mi cabeza
estalla… ¡Si tengo estos documentos ahora entonces podré irme! Pero no será
tan fácil, lo sabía… Mi garganta se reprime ¡Malnacidos! Muerdo mis labios con
tensión porque si intento una vez más esta cosa se bloquea y él sabría que he
estado espiándolo.
No….
Necesito más tiempo.
Siento unos pasos venir y me pego a la pared con mi corazón palpitando
a mil por hora, ¿Qué carajos pasa? ¿Hay más seguridad? La puerta se
entreabre y solo imploro que nadie entre… Pasan dos segundos catastróficos
y esa persona decide cerrar la oficina.

-Estuvo cerca… -Suspiro.


Mi mandíbula se tensa y mis manos sudan al salir sin que nadie me vea .
-Cariño… -Brando sonríe y siento que esconde mil cosas con sus ojos-
¿Qué sucede? ¿Por qué tan nerviosa? ¿Acaso me espiabas? -Ríe bromeando
y siento que todo mi cuerpo se enfría
-No… Solo… trabajaba. -Contesto dominando el temblor en mis labios.
-Pues sí hay mucho trabajo, hemos abandonado ensueña.
-Sí.
-Lástima que ya no contemos con Christopher… -Me observa con
atención y mis ojos se sostienen en los suyos. ¡No voy a demostrar que soy
débil con su nombre!
-Qué bien. -Suspiro- Es una buena notifica.
-Ese muchacho nos traicionó, ¿Sabías que era enviado por el gobierno?
Jadeo queriendo llorar…
-No.
-Sí y jamás tuvo una mujer que vivía en Brasil…. -Me estudia de nuevo-
¿Sabes algo de eso?
-No me importa su vida.
-¿No? Hace poco parecías muy interesada, ¿Segura?
-¿Por qué estamos hablando de esto? -Cambio de conversación- ¿Qué
pretendes?
-Nada.
-¿Nada? Hablas de ese idiota como si a mi me importara su vida
-¿No te importa?
Mi cuerpo se contiene….
-No. -Respondo firme- Y tú tampoco deberías.
-Me las pagará, cariño. Voy a asar su corazón en pedacitos… después
de encargarme del chino. Christopher no es bienvenido en este lugar.
-Ajá… -Respiro- Bueno, iré a mi recámara porque debo alistarme para lo
de la noche.
-Luego te quiero en mi cama, ¿Lo entiendes?
-Bien.
Volteo y siento su cuerpo pegado junto al mio tocándome hasta la última
hebra de mi pecho, besando mi cuello y oreja. Su aliento es una mezcla de
vinagre con tabaco y solo deseo vomitar pero aguanto…
Cierro mis ojos y sigo aguantando.
Es también por ti, patancito…. Por ti.
Una fina sombra de lágrima se agrupa en mis ojos, no me ha llamado….
Ni si quiera sé si le importo. Cuando he intentado respirar con normalidad, todo
me hace acorar a él y genera en mi un pesar que aún no comprendo del todo.
Mi boca es suya
Mi cuerpo es suyo
Mi sexo es suyo…
Y otro intenta tocar lo que no debe porque tiene dueño. Jamás pensé
decir esto porque soy de las mujeres feministas que odian las pertenencias,
pero este caso es extraño. Lo quiero conmigo, en mi vida, en mi cama… He
llorado tanto por él que ya he perdido la cuenta y sé que todo esto es un gran
sacrificio.
Por él, por mí… por mis intereses.
Quiero todo junto, ¿Por qué no? Me lo merezco.
Cuando me suelta siento que huelo a él y corro a bañarme. El agua moja
mi piel desnuda y solo deseo sus manos tocando cada parte de mi intimidad…
Oh Chris, ¿Qué has hecho conmigo?
Luces inundan mis ojos cuando veo a dos maquillistas tocar mi rostro.
Estoy programada para esto pero en el fondo mis ánimos depresivos solo me
quieren mandar a la cama…

-Hermosa, ¿Por qué no sonríes? -Dice el maquillista.


-Sonrío. -Digo con seriedad.
-Oh… no lucirás bien mi maquillaje.
-Por algo te pago, qué mierda te importa. -Respondo irritada y él me
sonríe porque me conoce.
-Pero bellezas como tú necesitan brillo…. Ánimo, nena.
Sus palabras logran darme un poco de aliento pero luego se van con su
partida. Estoy lista para el drama y para mi sacrificio.
Me veo bien…
El vestido ceñido negro que él escogió para mí es perfecto. Brando podrá
ser lo que quiera pero jamás ha tenido mal gusto. Me gusta esta prenda, forma
bien mi cintura y alarga mis senos. La gargantilla de cristal que llevo hace que
sea aún más elegante y los brazaletes en mis muñecas no se quedan atrás…
Soy una reina, una reina de hielo.
-¿Cariño? -Oigo su voz incesante desde la puerta.
-Adelante. -Digo.
Y se sorprende al verme, pero ahora lo hace con más morbo.
-Qué buen culo…. -Muerde sus labios.
-Gracias. -Ironizo lo dicho.
-Oh, vamos…. Eres una mujer muy guapa.
-¿Qué sucede? -Pregunto con ansiedad, estamos solos en mi cuarto.
-Nada, solo quería verificar que estes aquí…. Cambiándote.
-Hago lo que quieres.
-Como debe ser siempre.
-Al grano. -Respondo.
-A media noche quiero que te pongas esto. -Dice, tirándome una bolsa
donde puedo notar un babydoll de encaje rojo.
-Bien.
-Ah… y un beso.
Me aprisiona a la fuerza y besa mis labios como quiere. Abro mis ojos de
vez en cuando para intentar contenerme pero solo lo empeoro, ahora toca mi
trasero y me roza con su miembro en todas mis piernas.
Mierda, no podré.
Un espasmo invade mi interior haciéndolo temblar…
Soy de las personas nerviosas que vomitan por tensión y realmente estoy
controlando mis hormonas con él porque solo quiero golpearlo.
-No aguanto. -Se abre el pantalón- Arrodillate.
-No. -Respondo con furia.
-¡Hazlo! -Grita y mis manos tiemblan, quiero llorar….
-Brando… es tarde, ensuciaré mi maquillaje.
-No me vendré en tu boca, no por ahora. -Contesta
-No hago ese tipo de cosas. Llámame cucufata si quieres. -Respondo
mintiendo… ¡Claro que lo he hecho! Pero con mi marido y debo decir que la
última vez que pasó me ha encantado.
-Conmigo lo harás…. Tienes una grande y linda boca virgen entonces.
-Sí. -Miento. Claro que no… Si supieras.
-¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo, cariño? -Se burla riéndose
de mí, marginándome como si fuera una estúpida.
-No lo recuerdo. -Contesto contenida… Fue hace poco y con Christopher,
duramos 12 minutos. Cielos… recuerdo hasta los detalles.
-¿No? -Ríe.
-No. -Me pongo seria.
-Entonces te voy a re estrenar. -Se burla- Pero de hoy no pasa, ¿Lo
entiendes?

No contesto y veo cómo se calma masturbándose en mi cara.


Necesito llorar…. Odio hacerlo pero lo necesito ahora mismo.
Mi garganta carraspea mientras miro a un punto fijo para no verlo, cuando
termina solo me doy media vuelta y él se va satisfecho. Al menos no he sido
yo… -Pienso.
Miro a un espejo y me pregunto por qué he llegado a este extremo, ¿Por
amor? ¿Existe el amor? ¿Es amor lo que siento por Christopher? Sé que es
sexo, deseo, costumbre, necesidad… ¿Pero también amor?
No quiero que nada malo le pase, pero a la vez pienso en mí y no me
arrepiento. Esa mierda que todo mundo habla, pregona y dice sobre el amor
incondicional es una gran mentira. Existen los sueños personales, el miedo,
egoísmo… hasta con las personas que más anhelas.
Es una extraña sensación, amor y odio…. Necesidad y egoísmo… Amar,
pero amarte más fuerte.
Aunque debo confesar que he hecho cosas por él que jamás yo misma
creería en un pasado. Quiero protegerlo, que todo me salga bien con mis planes
y listo. Solo eso deseo, espero, anhelo…
Por favor, no vengas.. -Me digo- No podré contenerme.
Una hora pasa volando y pronto estoy en la cena…
La gente tiene atuendos de lujo, luces finas y una decoración exquisita.
El bufet según comentan es de primera y solo me queda ser la anfitriona feliz
aunque por dentro esté muriendo.
En la recepción de noche puedo ver a personalidades conocidas, gente
de negocios muy importante pero sobretodo una persona en especial que llama
mi atención… Un anciano que no ha dejado de mirarme mientras he estado
hablando con mis invitados.
Sus ojos me esculcan como si fuera una pesadilla que necesita matar y
pronto lo veo acercarme por lo que me mantengo firme y calmada.
-Señorita Evans, un gusto. -Aprieta mi mano.
-¿Nos conocemos? -Contesto.
-Usted no pero yo sí. -Sonríe- Gerardo Monti.
Su nombre resuena en mi cabeza.
-Oh… -No sé qué contestar.
-El jefe de su rebelde marido. -Ríe y me tenso aún más.
-Qué…
-No intente negarlo. Sé más de usted de lo que piensa.
-¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere?
-Vine a establecer relaciones de interés con Hilton, como verá mi mejor
hombre se ha ido y necesito verificar sus pasos por mí mismo.
-Maldito viejo… -Lo insulto con furia- Usted no sabe lo que Christopher
ha hecho.
-Gracias por lo de maldito y viejo -Ríe- Claro que lo sé, bella señorita…
Yo lo separé de usted. -Levanta una copa- Salud por ello.
-Voy a matarlo. -Me enfurezco y juro que estoy a punto de golpearlo pero
sé que hay mucha gente.
-Dígame… ¿Cómo se está portando mi hombre más fuerte?
-Jódase -Me doy vuelta y toma mi brazo disimulando.
-Tiene una advertencia, que no lo olvide. Yo lo hice y también puedo
deshacerlo.
Mi piel excreta enojo y mis impulsos siguen mis manos por lo que tiro mi
copa en su rostro. La gente se sorprende y tuerzo mis labios manteniendo fijo
mi deseo de exprimirle hasta la última gota vieja de sangre que tiene… Él me
mira, su rostro es serio, se limpia con sus manos y veo a Brando reír a lo lejos.

Sé que le ha gustado lo que hice, porque en el fondo siempre sospechó


de ese hombre.
-Lo siento tanto, señor… -Llevo mi mano al pecho fingiendo como solo yo
se hacerlo- Fue sin querer, se me resbaló el champagne. -Alzo la voz para que
todos escuchen- ¿Está bien?
-Sí. -Se contiene, he ofendido a uno de los líderes más importantes del
gobierno.
-¿Ven todos? -Doy vuelta- El señor de la tercera edad está bien. Siento
mucho lo sucedido, espero no tome un resfriado… Pediré ahora mismo que lo
ayuden a limpiarse porque seguro no puede usted mismo. Hay mucha suciedad
en su rostro… y vida -Digo entre dientes.
Me giro sintiéndome plena pero con el nudo apretando mis músculos de
nuevo. Brando asiente y sé que me felicita con sus ojos pero no me importa,
solo corro hacia el primer baño que veo para llorar…. Necesito llorar.
Abro la puerta, pero cuando intento cerrarla siento unas manos tapando
mi boca, cerrando con furia el baño y aprisionándome de una manera voraz
hacia la pared.
Lloro…. Es él, mi Romeo.
Está tan furioso que no se ha atrevido a abrazarme pero yo lo hago con
fuerza, me cuelgo con mis brazos en su cuello chillando como estúpida en su
pecho, desahogando hasta mis intestinos en su piel, su cuerpo, su maldito y
bendito olor a rosas.
-Mi amor…. -Le digo con verdad- Cielo….
-Dulce… -Su tono cambia de golpe, ahora está preocupado.
-Lo siento, lo siento. -Solo le digo y me sigo pegando a su pecho.
-¿Qué mierda hiciste?
-Yo….
Quiero contarle, quiero decirle todo… ¡Que ese idiota me amenazó! Que
pienso en él también y no solo en mí, que Brando se masturbó en mi cara….
Contarle como vieja chismosa hasta la última excepción pero sé que sería
capaz de balearlo ahora mismo si lo hago, así que me quedo en silencio.
-¿Qué? -Acuna mi rostro en sus manos y lo miro, solo lo miro.
-Bésame. -Contesto- Por favor….
No espero a que lo haga solo me lanzo hacia su boca y lo como con
fuerza. Mis labios se bendicen en los suyos y solo me excito cuando aprisiona
su cuerpo rudo contra el mío en la pared. Jadeo con necesidad en su aliento y
sigo chupando su ser lo más que puedo…
Necesito sacarme el mal sabor de boca.
Mis manos suben por sus cachetes, orejas, pelo y ahí lo araño para
pedirle que no me suelte, que no me deje, que jamás se vaya aunque yo se lo
pida.
-Chris…
-Dulce, mierda… -Vuelve a besarme también con necesidad.
Somos unos putos enfermos con necesidad del uno al otro.
-Chris… ¿Qué haces aquí?
-¿Lo preguntas? Vine por ti.
-No. -Contesto.
-¿No? Aquí no hay no que valga, señora Miller… Estoy furioso contigo,
pero primero debo sacarte de aquí, hacerte el amor y luego hablamos.
-Chris… -Imploro- Vete.
-¿Irme? No.
-Por favor…
-No sin ti, ya te dije.
-Brando… sospecha de ti.
-Basta, nos vamos.
-No, Chris, no… -Me rompo sollozando- ¿No lo entiendes? Va a matarte.

-¿A matarme? -Ironiza mis palabras- ¿Sabes qué mierda puedo hacer
con este arma? ¿Con estos puños? ¿Me crees tan débil?
-No se trata de fuerza, Chris… Voy a darle lo que quiere y luego volveré
contigo.
-¿luego? ¿Qué harás?
-Basta, vete. -Lo empujo y me toma de los hombros.
-No me decepciones de nuevo. -Me mira con furia- No tú.
-Chris… -Mis lágrimas caen- Chris…. -Y lo abrazo de Nuevo con fuerza
oliendo hasta su ropa.
-¿Qué te hizo? -Susurra en mi oído.
-Nada, solo… Chris….
-Ok, algo anda mal. Jamás lloras así a menos que sea muy fuerte, no
salgas de aquí. -Prepara su arma y me aterro.
-¡No! -Grito bajito- ¿Crees que saldrás vivo de esto?
-Silencio.
-Christopher… -Tomo su brazo- Tu jefe está ahí, el señor Monti…
-Lo sé, es un maldito traidor.
-Chris…
-Dulce, basta.
-¡Por favor! -Intento convencerlo pero no puedo. Mi corazón estalla de
miedo y los nervios suben en mi interior a medida que pasan los minutos.
-Dulce…
-Chris, por favor…. No vayas. Vete a casa, por favor….
—NO. -Se impone- A menos que tú vengas conmigo. Tú decides, Dulce…
¿Te vas conmigo? O desato una balacera ahora mismo.
No bromea, es capaz.
Sus músculos fuertes me motivan y no puedo dejar de abrazarlo, sollozar
a su lado y cerrar mis ojos porque quiero vivir este momento por siempre a su
lado.
-Cielo… -Insiste- Brando sabe la verdad, ¿Lo entiendes?
Abro los ojos de golpe.
-¿Qué?
-Lo sabe, sabe que tú has tenido algo conmigo.
-No… pero sí él…
-¿Crees que no sospecha? Por favor, es inteligente. Y el chino es peor,
solo están manipulándote Dulce… haciéndote creer que podrán lastimarme
cuando no pueden hacerlo. Estoy entrenado aunque no me creas, por favor…
deja todo esto y ven conmigo.
-¿A dónde?
-Al fin del mundo, Dulce. Juan tuvo que hacerlo por Pablito y tú eres la
única persona que me queda en esta vida. Mi motor, motivo, sueños… Tú eres
todos mis sueños. -Sus ojos son un cristal ahora y pronto pega su frente junto
a la mia sacándome hasta la última célula de mi cuerpo.
-Perdón, lo siento… -Digo- Quiero estar contigo, ya no aguanto… No
aguanto sus desplantes, su mal aliento, sus besos, sus…
La jodí… dije besos
-¿Te besó? -Se pone como el diablo.
-No, digo… ya basta Chris.
-Voy a matarlo.
-¡No! Me iré contigo pero prométeme que dejarás todo de lado.
-Te espero en el jardín entonces.
-Lo siento…
-Luego hablaremos, estoy enojado aún pero necesito cuidarte.
-Iré por mis cosas, por mis papeles y pasaporte aunque sea.
-Bien.
-Chris… -No lo pienso, tomo mi mano y la pongo en su nuca haciendo
que sus labios se peguen a los mios, comiéndolo con fuego y arrebatándole
hasta el último suspiro.
-5 minutos. Si no sales incendio este hotel.
-Pirómano. -Me burlo y seco mis lágrimas- ¿Quién te entiende? ¿Quién
me entiende?
-Solo sé que somos tóxicos, pero nos queremos…
Le sonrío, no me atrevo a decirle otra cosa… no ahora.
Mientras salgo él me escolta con sus ojos hasta donde puede. Me quito
los zapatos y camino en puntillas hasta mi recámara.
¡Si!
Mi tensión se alivia cuando entro, echo seguro a la puerta y empiezo a
buscar mi pasaporte, ¿Dónde demonios lo dejé? Tengo 5 minutos, él es capaz
de incendiar todo México si no salgo, aunque sé que primero necesito intentar
de nuevo con la caja fuerte.
El aire corre frio, quizá es por la ropa o el miedo que tengo pero lo hace.
La ventana de mi habitación está abierta y la cierro mientras lo miro a lo lejos
escondido tras unos arbustos… Se ve tan guapo.
El dinero, Dulce… -Mi mente maligna volviendo a molestar.
Quizá podría engañar al chino, algo veré.
No soporto este infierno.
-¿Buscabas esto? -Mi cuerpo se paraliza y eriza en un instante…
Su voz, su presencia, su olor hacen que todo mi ser se tense de nuevo,
grite de desesperación y me ponga pálida con solo verlo.
Volteo, lo hago lentamente y veo lo que tanto temí en estos días…
Brando.
-Porque me parece muy divertido este juego. -Trago saliva.
-Brando….
-¿Qué me crees? ¿Idiota? -Ríe sin humor y toma mi cabello con fuerza-
¿O cornudo?
-Brando…
-Cierra el pico, perra. Quiero que hagas lo que quiero, ¿Me entiendes?
Las veces que yo quiera y cómo quiera. Solo así podré perdonar tu traición con
ese idiota.
-Por favor… -Digo al sentir un fuerte jalón en la cabeza
-Tú eliges, cariño. O te vas conmigo ahora mismo o te llevas a Christopher
muerto. Sé dónde está ¿Y qué crees? Tengo mil francotiradores apuntándolo.
-Dice acercándome a la ventana de manera sutil- ¿Ves todas esas lucesitas
rojas? Su corazón se destruiría en segundos… Tú eliges, cariño.
43. Solo una noche
Dulce

Se fuerte… más fuerte, amor

Mi corazón tiembla tan fuerte que puedo escucharlo latir en mi interior. El


miedo embarga mi cuerpo paralizándome sin si quiera poder mover un dedo.
Nunca antes he sentido tanto miedo como ahora… Él depende de mí y yo estoy
a merced de un hijo de puta obsesionado con mi cuerpo.
Trago saliva y todo sucede en cámara lenta. Sus manoseos por mi
espalda, su voz asquerosa por mi cuello y las luces palpitando en el cuerpo del
hombre que quiero. Debo hacerlo… ¿Y qué hay de mi? —Dice mi cabeza—
Pestañeo, él lo sabe, es capaz de matarme… pero no soportaría ver muerto a
Christopher, prefiero morir yo primero.
—Sabía que vendría… —Se burla— ¿Nos vamos?
—A dónde… —Digo con pánico.
—A un lugar muy bonito… —Se ríe— Camina.
—No vas a matarlo. —Suelto, presa del miedo— Iré contigo pero no le
harás nada.
Tuerce sus labios.
—¿Tanto te afecta, perra? —Cambia conmigo bruscamente y me obliga
a ir con él jalándome del cabello— ¿Te gusta coger con él? ¿Es eso?
Sus palabras solo hacen que mi interior explote de impotencia, pero lo
aguanto. Me empuja de a pocos por el pasillo hasta llegar a una de las puertas
del servicio. Hay una escalera de emergencia para empleados ahí… por lo que
estoy segura que nadie me verá ni podrá salvarme. Camino con lentitud pero
me obliga a casi correr mientras saca su arma y la pone en mi cabeza. Mierda…
¡Armas! Podría manejarlo pero no debo, no ahora, no así…
—Señor. —Dice uno de sus perros— Su auto está listo.
—Bien. Hazlo. —Ordena y pronto me tapa la boca obligándome a
forcejear con él. Lo araño, golpeo, pateo como puedo y no logro zafarme, solo
me mantengo alerta mientras caminamos por un pasillo secreto y luego por el
jardín.
Dios…
Puedo verlo. Mi corazón no lo soporta, jadeo… lo tengo tan cerca que
podría gritar su nombre e irme corriendo pero es muy peligroso.
Confía en mi, bonita. Te sacaré de este lugar. —Sus palabras retumban
en mi mente.
No, no, no. No puedo arriesgarlo.
Christopher… —Digo con todo mi corazón, con el alma rota y una lágrima
cayendo por mi rostro.
—No te atrevas. —Advierte Brando.
Lo va a matar… —Chillo— Lo matará así diga que no va a hacerlo.
Mis dientes rozan mis labios y en un acto impulsivo muerdo la mano del
guardaespalda de Brando y grito con todas mis fuerzas y corazón.
¡Christopher!
Ellos vuelven a tomarme y puedo ver los ojos de Christopher en los míos.
Su pecho se infla, sus ojos de avellana me miran con miedo y pronto escucho
una bala….
¡No!
Pasa en silencio. Se acerca a mi con todas sus fuerzas mientras soy
llevada en hombros de unos hombres que sólo le disparan. Él saca su pistola y
apunta a las piernas de uno de ellos hasta que cae y yo caigo en su enciman
aún gritando, pero otro me toma entre sus brazos…
Mi vida se va cuando su cuerpo se altera por la bala que le ha caído en
el brazo. Lloro… grito su nombre con terror…y el shock empieza a invadirme
de una forma despiadada. Mis ojos siguen abiertos, mi cuerpo temblando, mis
manos bailando por ataques hormonales.

Lo han herido… y jamás en la vida sentí tanto dolor.


Me meten en un auto mientras escucho más balas, miro a Brando y ríe
como un maldito enfermo. Estoy tan furiosa que soy capaz de todo, pero pronto
siento mucho sueño.
No, no quiero.
Mi cuello se dobla y caigo en brazos de alguien que no conozco sin si
quiera poder dominarme. Me frustro intentando luchar contra mí misma pero
me es imposible y todo se va apagando…Mi última vida y pensamiento es para
él, mi romeo… el patancito de mi vida, mi marido.
Chris
¡Hijos de puta!
La sangre brota de mi piel mientras doy un disparo. La vida se me va en
este puto momento y no puedo hacer nada… moriré, lo haré si dejo que se la
lleven. La doparon, lo vi… Los malnacidos lo hicieron en mi propia cara y mi
corazón se salió del pecho.
Corro, lo hago con toda mis fuerzas.
Conozco este maldito lugar más que a mi casa. Hay una salía secreta que
Hilton ha creado para emergencias. Puedo verlo en su auto negro, Dulce entra
en brazos de esos asesinos y pronto arrancan a velocidad.
Me hielo, pero luego reacciono apuntando con sudor… ¡Las llantas!
Disparo de nuevo, y luego otra vez, pero nada. Sé que la bala ha caído cerca y
no irán muy lejos, así que debo aprovechar el tiempo.
—Juan. —Digo al teléfono mientras corro a mi auto— ¡Juan es una
emergencia! Se la llevaron…
No tengo que decir más porque enseguida me corta el teléfono. Está
entrenado, sabe perfectamente qué hacer en estos casos y sé que podrá
ayudarme.
—Ramiro, es una emergencia. Sé que ya no trabajo con el gobierno
pero…
—Tranquilo, Christopher. ¿Qué sucedió?
—Mi esposa… —Digo entre jadeos— Ah… —Me quejo por la herida—
Por favor.
—¿Estás herido? —Pregunta calmado.
—No… —Miento— Por favor.
—Iré a buscarte ahora mismo.
15 minutos ha tardado y yo siento que muero. Cuando baja del auto me
mira tenso, ¿Qué carajos? Lo primero que hace es señalar mi herida y yo solo
suspiro…
—No es nada. —Digo.
—¿Nada? Estás herido. A la clínica.
—¡No! —Me quejo— Mi esposa.
—Están buscándola. Mandé a dos de mis hombres a rastrearla. Ellos
están entrenados, Christopher… ayudaron en tu caso cuando entraste al
equipo secreto.
—Por favor… —Intento mantenerme de pie pero colapso— Necesito…
Dulce…
—Si no vamos a ver esa herida jamás te ayudaré, anda.
Me levanta y voy en contra de mi voluntad. En el camino todo pasa muy
rápido… pensamientos de Dulce, visiones de ese asqueroso viejo tocándola,
ella herida… ¡No! La sola idea me paraliza, me duele, me cansa… Ella es mi
vida. No puede pasarle nada. No voy a permitirlo.
—Tranquilo. —Dice la enferma— Si se mueve no podré curarlo.
Felizmente solo fue un roce, pero tiene este brazo dolido por otro ataque, ¿Es
usted policía?
—No. —Respondo frustrado sin si quiera preocuparme por el dolor que
siento, solo me importa ella…
—¿Se mejorará? —Pregunta Ramiro.

—Debe descansar por lo menos 48 horas para que cierre la herida. Con
permiso.
La mujer se va y contesto con mi mirada.
—No lo haré.
—Lo sé, y sé que también eres una mula. —Dice a regañadientes— Pero
harás todo lo necesario para no hacer mucho esfuerzo físico. Promételo.
—¿Realmente quieres vivir engañado? —Digo parándome y poniéndome
la camisa como puedo— ¡Mi esposa corre riesgo!
—Christopher…
—¿Vas a ayudarme o no? —Lo señalo de inmediato con furia— Sabes
perfectamente que esa mujer es mi vida. Sabes muy bien que daría la mía por
ella. No me vengas con estupideces…
—Si no te cuidas no podrás salvarla. —Sigue jodiendo, pero no interesa.
Solo camino— Se dirigieron al este. —Dice.
—¿Qué?
—Uno de mis hombres revisó la placa del auto con las cámaras y las
direcciones. —Le quito su móvil y veo toda la información—Cambiaron de auto.
—¡Malnacidos! —Grito con furia.
—Vamos, era obvio…. La última fotografía aérea que pudo sacar de las
cámaras es esta. Al este… ¿Tienes alguna idea?
—No. —Tenso mi mandíbula— Pero voy a descubrirlo.
—Christopher… —Solo dice. Calla cuando me ve entrar al auto. Se sube
conmigo cuando arranco, está en silencio mirando sus reportes y yo al borde
de la locura.
Mis ojos solo se enfocan en conducir y planear una estrategia
improvisada. No dejo de pensarla, juro que no puedo. Mi mente, mi alma, mi
corazón están con el suyo… y no consigo quitarme su voz desgarrada gritando
mi nombre… ¡No puedo! Mi pecho se aprieta contra mi piel, mi garganta arde
de una manera inexplicable y la rabia no me deja pensar con tranquilidad.
—Necesitamos calmarnos… —Repite.
Ni si quiera lo tomo en cuenta porque enseguida pego mi pie en el
acelerador y avanzo con furia asesina hacia la carretera.
—Christopher… —Insiste Ramiro
—Silencio.
—¡Basta! —Grita.
Pero no le hago caso. Mis ojos están enfocados en llegar… ¿A dónde?
No lo sé, solo me dejo guiar por mis impulsos, por la enorme necesidad que
tengo por llegar hacia ella. Juro que voy a matarlo, no me interesa quien sea…
Lo haré, lo mataré y aplastaré como a una cucaracha.
—¡Christopher! —Escucho nuevamente el grito de Ramiro y pronto mis
ojos se ciegan por las luces amarillas de un camión que viene en sentido
contrario. Toma el volante a la fuerza y lo gira haciendo que el auto se resbale
de golpe hacia un lado.
Mi corazón se detiene y jadeo, no puedo dejar de hacerlo.
Me ha salvado la vida
—¡Eres un maldito irresponsable! —Sale del auto, abre mi puerta y me
obliga a salir de golpe.
—Yo….
—¡Golpéame! ¡Anda! Saca tu furia conmigo y deja de hacer idioteces.
Mis puños arden
—¿Qué es lo que nos enseñaron en la academia, eh? Cuando llorabas
como bebita por haber dejado a tu bonita…
—Cierra el hocico. —Me enfurezco.
—La amo, con toda mi alma —Ironiza burlándose— No puedo hacerlo.
—¡Te lo advierto!
—Ella es mi vida… —Sigue— Mi bonita…

Enseguida mi puño está en su rostro y lo destruyo. Saco toda mi fuerza y


lo empiezo a patear pero no se deja, pelea. Me empuja, yo hago lo mismo.
Esquiva cada uno de mis movimientos cuando está concentrado y pronto lo
insulto con todo lo que tengo dentro ¡Hijo de puta! ¡Cómo se atreve!
—Basta. —Ríe lamiendo su sangre— Fuiste rápido, eh. —Me presiona
contra el auto y hunde mi cabeza en la luna— Ese fue siempre tu problema,
hijo…. Ella.
—Suéltame.
—Necesitabas desquitarte, hubiera sido un gusto volver a luchar contigo
pero no tenemos tiempo.
Hago silencio.
—Haces lo que se te da la puta gana… y jamás escuchas a la gente con
experiencia.
—Suéltame.
—Vales más que cualquier truco, hijo… —Me dice— Pero ahora estás
desconcentrado, te dejas llevar por la ira y no te enfocas en el objetivo. Te costó
mucho adquirir frialdad con ella… años, Christopher ¡Y lo perdiste todo! El jefe
tenía razón en algo: Eres muy predecible. Sabía que ibas a terminar tras su
falda.
—Estás de su lado… —Esbozo un suspiro, ¿Él también?
—Te equivocas. —Me suelta—Esa rata solo ve su conveniencia.
—¿Qué?
—Luego voy a contarte, amigo, ahora solo importa tu mujer.
Lo miro serio sin confiar.
—Vamos, idiota… ¿Enserio vas a desconfiar de mí? Voy a contarte todo
apenas arreglemos el problema, lo prometo. Sabes que estoy en la
organización por una sola razón también.
Asiento.
—Solo porque te necesito. —Digo sincero, él rie.
Ramiro es un hombre de casi 40 años, pero luce mucho más joven. Es
uno de los mejores luchadores que ha tenido la organización, no solo por su
facilidad con las armas sino también por su absoluta inteligencia para embaucar
a las personas. Su “don” no me preocupa, crecí con él en este mundo y podría
decir que conozco sus debilidades, por ello lo llamé. Es la única persona capaz
de ayudar en este momento.
Una hora nos cuesta llegar a mi departamento.
Al entrar Juan pasea por todos lados hablando con mil personas, saluda
a Ramiro con la mano y luego se enfoca en conseguir información de vuelos
privados, red de contactos, hoteles, documentación secreta, entre otros.
Agradezco su compromiso, veo de reojo que tiene algunos datos ya recabados
y me tenso.
—¿Quieres recuperar a tu mujer o no? —Pregunta Ramiro
—Sí.
—Enfócate entonces, Christopher. Sabes que si pierdes la cabeza es
peor.
Tiene razón pero no contesto. El alma se me sale del cuerpo y no lo
soporto. Una intensa necesidad de verla nace en mí como si estuviera
perdido… La quiero conmigo… Hoy, mañana, toda mi vida.
—No han salido del país y tampoco tocó su avión privado. —Dice Juan al
cortar el teléfono.
—Bien. —Contesta— ¿Usó sus tarjetas de crédito?
—No. Lo ha planeado bien.
—¡Es porque lo sabía! —Digo con rabia— Maldito viejo.
—Calma, niños. —Se levanta Ramiro— Pensemos con claridad, ¿A
dónde iría un tipo como él? Si no puede usar sus tarjetas de crédito ni llamar la
atención.
—No sé, a… ¿Un desierto? —Ironiza Juan.
Romero sonríe.
—No hay un desierto aquí pero sí muchos bosques…

—¿Qué quieres decir?


—Conociendo a Hilton es probable que haya ido a un solo lugar…
—¿Cuál?
—No te lo diré hasta estar seguro. Eres capaz de ir y perder el tiempo.
—¡Carajo! —Grito.
—Cálmate, Christopher… —Juan me sostiene.
—Vas a agradecérmelo, hijo… Lo verás. Ahora debes concentrarte en
una sola cosa: Seducir a la puta de Hilton.
—¿Tatiana? —Pregunta Juan.
Él ríe.
—No. Rita.
—¿Rita?
—Esa mujer es su puta desde hace mucho tiempo. De hecho me tomé la
molestia de enviarles un informe a sus correos, véanlo.
Tengo ganas de matarlo pero por alguna razón le hago caso. Tomo mi
móvil y abro su correo quedándome en shock… Hay fotografías de Rita
desnuda y amarrada, de ambos besándose, de su rostro haciéndole una
mamada a Brando.
Maldita sea
Lo supe pero jamás pensé que era tan intenso. ¡Son amantes! ¡Le han
estado viendo la cara a Dulce desde hace mucho!
—Hilton quería asegurarse que tu mujer le sea fiel en todos los sentidos,
por ello puso a su puta a su servicio.
—¿Qué clase de mujer aceptaría eso? —Pregunta Juan.
—Piensas como Juan, no como una mujer… —Ríe— Rita es
manipulable. Nació en una familia pobre y se vio asombrada por todo el poder
de Brando. Él ama a las niñas, por ende la compró a sus padres. Rita no ha
conocido otro hombre. Ese infeliz la violó cuantas veces quiso… hasta que la
moldeó a su forma. Para Rita no hay ser más alto que Hilton, le tiene mucha fe
y respeto porque ayuda a sus padres.
—Mierda. —Digo, entre dientes.
—La chica es inteligente, sabe que de su lado siempre estará bien… pero
hay algo que la vuelve débil, Christopher… Tú. Eres como una especie de…
Brad Pitt para ella. Se entregó a ese polla corta muy joven, no conoció a nadie
más hasta que te vio.
—¿Cómo sabes todo eso? —Pregunto inseguro aunque la idea no sea
tan descabellada.
—La misión que el gobierno me encargó fue ella, Christopher. Conozco
sus movimientos.
—Entonces…
—Entonces debes seducirla de alguna manera, Ella es tu salvación.
Dulce
Mis manos se sienten duras cuando intento alcanzar la pared. He estado
aquí desde no sé cuánto tiempo y me siento cansada, débil, asustada. Desperté
hace mucho pero he logrado hacerme la dormida para evitar enfrentarme con
él.
Mis pensamientos solo se centran en Christopher ahora y me sorprendo
¡Estoy a punto de morir y no dejo de pensarlo! Esa bala le cayó en el pecho,
estoy segura… ¿Estará bien? Mi alma se transporta haciendo que mi cuerpo
se quede destrozado, porque estoy destrozada.
No quiero que le pase nada.
No me lo perdonaría.
No podría vivir sin él.
Unos pasos se centran en la puerta entonces vuelvo a cerrar mis ojos con
fuerza. Los pasos siguen su curso hasta llegar a mi cama obligándome a
despertar.
—Sé que no duermes, perra. —Susurra furioso— ¿Crees que soy idiota?
Abro mis ojos con furia sin si quiera negarlo. Brando me mira sonriendo,
me conoce tan bien… Entonces me aparto, pero él vuelve a acercarse. Mis
manos están amarradas, mi boca con una mordaza gruesa y mis piernas casi
colgando de la pata de la cama. Me siento extraña, pero no voy a bajar la
guardia. No ahora.

—Descubrí tu juego. —Ríe sin humor— ¿Creías que iba a ser el mismo
siempre? ¿Desde cuándo, eh? —Grita con furia— ¿Desde cuándo me ves la
cara de imbécil?
No digo nada, entonces me saca la mordaza con fuerza.
—Brando… —Digo con mi voz temblante.
—¿Qué vas a decirme? ¿Qué te enamoraste?
No respondo.
—¿O que te gusta su polla? —Grita— ¡Responde!
Lo miro con furia pero sé que tengo mucho que perder ahora, así que me
aguanto por un momento… Necesito estudiarlo, calcular sus movimientos y
buscar un espacio para atacarlo.
—Qué quieres. —Le digo mordiéndome la lengua.
—Respuestas, perra… respuestas.
—Déjame ir. —Voy al punto y alza una carcajada.
—¿Para que vayas corriendo con el hijo de puta ese?
—Christopher y yo no somos nada. Solo fue algo pasajero… —Digo
aceptándolo. No hacerlo sería peor.
—¿Del odio al amor? Lo odiabas…
—Basta, Brando.
—¡Y fuiste capaz de sacrificarte por él! —Dice tirando una lámpara—
Acepta que lo quieres, acéptalo.
—Brando….
—¡Acéptalo, puta! ¡Deja de mentirme! —Grita y me contengo.
—Yo… no… —Digo sin poder articular más palabra.
—Vamos. —Saca un arma— Te sacaré la verdad por las malas entonces.
No me muevo, solo lo miro.
—Bien, si no te interesa morir entonces mataré a esa rata…
—¡No te atrevas! —Digo sorprendiéndome.
—Lo vuelves a defender… ¡Te importa una mierda tu vida! —Dispara
hacia arriba y salto.
No digo nada.
—Ese idiota me ha visto la cara desde el principio. Fue enviado por el
maldito gobierno para espiarme y de paso robarse a mi mujer. ¡Todo ha sido
planeado! ¿Lo entiendes, no? —Miro sus manos y tiemblan de furia— Te ha
embaucado para… para… destruirme y tú caíste, ¡Te lo cogiste antes de
hacerlo conmigo!
Mantengo mi silencio.
—Vas a pagarlo, perra… ¿Lo entiendes? Nadie se burla de Brando Hilton,
nadie. ¡Habla, maldita sea!
No respondo…
Entonces tuerce la sonrisa mientras me empuja fuera de la cama
haciendo que caiga al suelo de golpe. Su mirada me empieza a asustar, tiene
los ojos salidos y rojos de coraje… ¿Va a matarme? No me interesa, lo miro sin
pronunciar alguna letra porque sé que lo desespera.
—¿No me hablarás, cierto? —Vuelve a reir sin humor— Lo voy a matar.
Mis ojos se abren
—Degollaré su cuerpo en pedacitos, guardaré su sangre y te la tiraré en
su cara. Follaremos delante de su cadáver y tú… vas a ser mi esposa, ¿Lo
entiendes? No voy a soltarte, eres una zorra muy rica… —Me manosea y cierro
los ojos— Vuelves loco a cualquiera. Antes de matarte voy a cogerte mil veces.
—Déjame. —Lo esquivo asqueada, estoy harta.
—¿Sabes que está herido? —Se burla— En un hospital luchando por su
vida… Operándolo para sacarle la bala que uno de mis hombres le puso en su
cuerpo. ¿Y sabes quién es el médico? Un amigo corrupto que lo dejará morir.

Mi respiración se vuelve pesada y pronto no puedo contenerme, entonces


se acerca con una sonrisa asquerosa para luego acercarse a mi oreja.
—Te traeré su cabeza, cortaré su pene y lo pondré a tus pies. Nadie vivirá
para contar que se ha burlado de mí, ¿Lo entiendes? Nadie.
—Déjalo. —Digo por fin presa del pánico— Haré lo que quieras.
—Cierra la puta boca. —Siento sus manos arder en mi rostro y pronto
salto nuevamente contra el suelo. Mi cara quema, mi dignidad se esfuma y
todas las partículas que habitan en mi se ponen en alerta…
Me ha golpeado.
—Me enferma que hables así de él. —Dice, jalando mi cabello— ¿Lo
amas, cierto? Responde, mierda…. ¡Lo amas!
—Déjame…
—¡Lo amas! —Grita empujándome. No sé si llorar o escupirlo, no sé si
actuar como hipócrita o ser sincera… lo único que sé es que mi corazón se
hace un desastre cuando pienso en Christopher.
Y pronto sale…
Lo miro.
Es una extraña necesidad de hacerlo.
Lo he querido hacer siempre, ¿por qué no?
Mi cuerpo se incendia y contra la marea me levanto con ayuda de mis
piernas en un rincón. Él me mira sorprendido, yo furiosa… No me importa si me
mata. No me importa si me vuelve a golpear. No voy a callar.
—Eres un maldito asqueroso… ¿Sabes cuánto padecí besando tus
labios? Tu aliento a mierda… Aguantando tu estúpida competencia con Paris
todos estos 5 años… No importa si me matas, no importa si me insultas o
golpeas… Hoy vas a saberlo. Sabrás lo que he guardado por todo este tiempo.
Te odio… —Lo digo saboreándolo— Con todas mis fuerzas. Te odio por haber
asesinado a mi mejor amiga…. —Digo al borde de las lágrimas— Por toda la
mierda que tuve que aguantar a tu lado. Tus desprecios, tu aliento, tu
machismo….
—Cierra la boca, perra….
—¿Ahora no lo quieres escuchar? —Río sin humor— Sí, Christopher ha
sido mi amante hace muchos años. No solo eso… es mi marido. —Sonrío—
Me ha montado como quiso. Me ha cogido en cada esquina de tu hotel, en tus
propios ojos… hasta en tu cuarto. Lo he gozado… —Digo, levantando el
mentón y acomodando mis manos en mis caderas como puedo— Grité como
nunca en su cama, encima de su maravillosa extensión… Él sí es un verdadero
hombre. Y es mio, lo ha sido desde hace mucho, ¿Qué crees? No me
arrepiento. Sabe complacerme, sabe tocarme, sabe tratarme… Todo lo hace
bien y bonito, no como tú… basura ancestral, ¿Realmente crees que alguien
va a quererte por ti mismo? Putas se acuestan por tu dinero, porque a nadie le
importas.
Sus ojos son desorbitados ahora y pronto sus manos vuelven a tirarme
una bofetada que me lanza hacia el otro extremo. Lo sabía, pero me encanta…
volteo levantándole la cara, es tan perfecto ver cómo se retuerce por dentro.
Lo he lastimado.
Porque me ama.
Lo hace como un cachorro pequeño.
Y no puede negarlo. Le he dado donde más le duele.
—Mátenlo. —Dice casi gritando hacia la puerta y se escucha un disparo.
Mi sonrisa se borra y mi mente no deja de pensar en él… — No puedes hablar
sin comparar, cariño.
Se abre el pantalón y me lanza a la cama mientras me desata las piernas.
—¡Suéltame! ¡No! ¡Suéltame!
Lo pateo y abre mis piernas mientras veo cómo saca su miembro de su
pantalón. Grito… grito con todas mis fuerzas, entonces el rostro de Christopher
aparece en mi memoria.
Voy a sacarte de esto, lo juro Bonita.
Suena una y otra vez retumbando en mi interior. Soy suya… en cuerpo,
en alma.
—Arrepiéntete ahora. —Dice susurrando.
—No. —Respondo. Hacerlo sería como negar a mi marido…
—Entonces pagarás las consecuencias.
Me desgarra la ropa dejándome casi desnuda, lloro como idiota… pero
por más que quiero no puedo alejarlo. Me mira con poder mientras se agarra
su cosa riendo, divirtiéndose con mi dolor, jugando con mis nervios…
No quiero.
—Hoy serás mía, te follaré toda la noche y mañana nos iremos a Moscú.
Jamás volverás a verlo, esta vez para siempre, Dulce…. Para siempre.
Chris
Mis garganta se seca mientras me paro en la puerta de un viejo edificio.
Tranquilo… —Me digo.
Enseguida veo su silueta acercarse mientras se trasluce un escote entre
la luna. Es ella… Cierro mis ojos, pero sé que pronto tendré que abrirlos.
Christopher…
Rita. — La miro serio.
Estaba esperando… — Sonríe— Sé a qué vienes.
Sé quién eres.
Sonríe.
Por fin, ¿No?
Por fin… — Mis músculos se tensan.
Voy a ayudarte.
Lo sé.
Entonces sabes qué quiero a cambio… — Sonríe y tira sus lentes, es otra.
Yo. — Respondo mientras me jala hacia adentro.
Toda mi vida he sido violada por un hombre que aprendí a querer a mi
manera, pero hoy quiero disfrutar sin ser forzada, Chris… — Empieza a
desvestirse en mi cara— Es solo una noche.
La miro sin emoción.
Solo una noche… — Respondo.
Juro que tendrás los papeles que quieras y la dirección donde está Dulce
ahora, pero esta es mi noche.
Empieza a tocarme… y su ansiedad se transporta a otro plano…
Por qué no te mueves… — Me reclama— Los he visto tener sexo. — Me
mira— ¿Realmente me crees la estupidita? — Chilla— Hazlo, Christopher…
Tócame… aquí — Lleva mi mano a sus pechos— Así… como lo haces con
ella. Es una noche, solo una noche.
Sus labios son más profundos ahora… y nos besamos.
44. No me dejes
Chris

“No me creas nunca. Y cuando te quiera alejar de mi… no me dejes ir,


porque ahí amor es cuando más te necesito.” B

Mi mente se nubla en este momento… estoy tocándola. Me siento un


bastardo haciéndolo, pero no tengo opción. Debo coger a una mujer para salvar
a mi bonita, ¿Esto es real? Mi corazón no deja de latir, siento una fuerte presión
en el pecho que no me deja respirar, pero debo hacerlo… Por ella, por nosotros,
por nuestra seguridad.
Juro que cuando la tenga en mis brazos jamás volveré a soltarla.
La llevaré al fin del mundo conmigo.
Rita me besa… lo hace más fuerte y realmente estoy sorprendido. Sabe
hacerlo a la perfección, no es ninguna estúpida. Baja sus manos por mi espalda
y luego las deja en mi trasero. Me siento incómodo, no puedo esconderlo. Mi
cuerpo está rígido ante su presencia y sé que debo poner de mi parte pero no
puedo.
No puedo.
Será un martirio.
Cierro mis ojos y suspiro contra ella mientras sigue explorándome. No voy
a besar nada entre sus piernas, lo juro…
—Chris… —Dice inquieta para luego bajar sus manos por mi vientre hacia
mi miembro. Ahí me toca, lo hace y no puedo evitar sentir… soy hombre, pero
no me produce lo que Dulce hace en un segundo.
—Espera… —Digo alejándola mientras me desvisto. Ella me mira con
lujuria y luego vuelve a besarme. Mi corazón no deja de latir ¡No quiero hacerlo!
Pero sigo, estúpidamente sigo y ella también.
Cuando me quedo en ropa interior me tira a la cama subiéndose en mi
encima. Me mira impresionada, cansada, asustada por alguna razón y luego
vuelve a presionar sus labios contra los mios de una manera brusca. Odio esto,
lo juro…
Necesita calmarse. Intento alejarla y no me deja, así que ruedo los ojos.
—Ámame…. —Dice con la voz temblorosa— Ámame por favor… —
Suplica y me quedo en silencio mientras besa mi cuello con prisa.
Puedo ver sus pechos desnudos y no me atraen, ¿Qué demonios me
pasa? No es fea, pero tampoco es mi bonita… Jadeo cansado, pensando en
que ese hijo de puta puede estar dañándola y me acongojo. No quiero pasar
más tiempo así… No lo soporto. Tomo a Rita entre mis brazos y pongo todo de
mi parte para hacer lo que ella quiere entonces llora…
Solo llora…
—Rita…
—Chris, no…. —Lleva sus manos a su rostro y no sé qué hacer. La miro
llorar… y puedo entender que tiene miedo. No es virgen, de eso estoy seguro,
¿Qué carajos pasa?
—Rita… —Repito.
—No puedo. Lo siento. Disculpa… —Dice entre lágrimas.
—Tranquila… —Me siento tocando su hombro y agradezco al cielo por
esto
—No haré lo mismo contigo. —Se echa a llorar— Tú no quieres esto,
¿Quién sería yo para obligarte?
—Escucha…
—No. —Se enterca— Es mi culpa. Tú me gustas… Has sido el único
hombre que me ha tratado bien en la vida, pero no eres para mí. Y estoy…
obligándote. Estoy… haciendo lo mismo que él hizo con… —Toma aire—
Conmigo.
—Lo sé. —Me atrevo a enfrentarla.
—¿Lo sabes? —Calla asustada.
Suspiro.
—Él te ha violado todo este tiempo, desde que estuviste a la fuerza con
él.
No lo soporta y le da un ataque nervioso.
—¡Rita! —Grito e intento calmarla. Tengo experiencia haciéndolo porque
Dulce suele sufrir de lo mismo.
—Es…Es…que… —Llora— Yo… sí.
—Está bien. —La abrazo y no deja de sollozar en mi pecho. Me pregunto
cuánto ha tenido que pasar esta niña… entonces me da escalofríos. Brando es
un hombre sin escrúpulos, viola a muchas vírgenes porque quiere ser el
primero. Tiene una obsesión con ello y Rita solo ha sido una víctima más.
Cuando se calma no pierdo el tiempo y la enfrento mirándola a los ojos.
Ella sabe lo que quiero, ¿Para qué voy a engañarla?, entonces asiente y me
sonríe a medias. Ese acto es una esperanza…
—No podría decirte que no. —Habla por fin— Pero debes cuidarte,
Brando es un mal hombre… al igual que yo una mala mujer.
—No digas eso, Rita. Fuiste una niña que solo se dejó llevar…
—Pude evitarlo, Christopher… pero me acostumbré a la buena vida y
tenía que pasar dinero a mis padres.
—No voy a juzgarte, solo necesito información. —No me interesa si estoy
quedando mal, solo deseo que me diga lo que quiero escuchar.
—Sé que planeaba llevarla al Ajusco.
—¡Lo sabía! —Me paro alterado— ¿Sabes dónde exactamente?
Niega con su cabeza.
—Él tiene muchas propiedades en ese lugar.
—¿Cuántas?
—Como 15. —Dice con voz débil.
—Bien, es un avance… averiguaré y si es posible iré una por una.
—Te encontrará. Tiene aliados. —Repite— Es un maldito asesino.
—Rita… —Digo centrándome en sus ojos— Voy a matarlo. Por ti, por
todas esas niñas violadas, por… alguien especial y por Dulce.
—Chris… —Toma mi rostro entre sus manos— No podrás. No te
arriesgues. —Vuelven a salir lágrimas de sus ojos.
—No puedo… Él tiene a la mujer que amo.
Ella se queda en silencio.
—Dulce… tiene mucha suerte entonces… ¿Quién no querría alguien
como tú?
—Necesito saber dónde está. Por favor, es urgente. Te lo suplico Rita. —
Digo contenido tomándola de las manos. No puedo creer que esté a merced de
esta mujer.
—Está bien, Chris. Solo déjame abrazarte… —Lo hace y no puedo
evitarlo, siento pena… pero es algo que no debería distraerme. Mi Bonita está
en peligro y debo ir por ella.
Pasan algunos minutos y Rita pone el altavoz de su celular mientras llama
al jefe de seguridad de Brando. Siento todas las partículas de mi cuerpo hervir
cuando ese hijo de puta ríe burlándose de mi, pero aún así me contengo. No le
quito la mirada a Rita en ningún momento…
Vamos, tienes que hacer la pregunta.
Ella suspira nerviosa, me mira y luego se prepara.
—Donde están. —Dice firme ahora.
—En la Casa vieja del Ajusco. —Suelta y siento que muero.
—Pero… ¿Qué le harán ahora?
—Torturarla. —Echa una carcajada y tiro por furia un vaso al suelo. El
chillido aumenta, mi corazón no deja de latir. Estoy caliente… intentando
concentrarme y ser objetivo pero es sencillamente imposible.

—¿Estas con alguien, zorra? —Él también la trata mal.


—No. Fui yo. Caí de casualidad algo, continúa. —Su voz es firme pero
sus manos tiemblan.
—Estás con alguien, maldita perra… ¿Crees que soy idiota? —Grita al
teléfono haciendo que me levante de un impulso. No soporto que maltraten a
una mujer en mi propia cara pero ella me detiene con su mano tensa—¡Lo vas
a pagar! Sabes que al Sr. Hilton no le gusta compartir.
—Estoy sola, ¿Qué tanto drama haces? —Dice al borde del colapso.
—No te metas en líos que no podrás afrontar, ¿Lo entiendes, zorra?
—Lo tengo muy claro. —Responde controlando su respiración.
—Te llamaré pronto, el jefe tiene algo para ti. —Cuelga y ella cae
desplomada en el suelo.
El silencio embarga este espacio, debo irme… buscar a mi bonita pero no
puedo dejarla de esa manera. Ella llora, solo llora y tiembla. Se apoya en mí y
la ayudo a levantarse ¡Dios! ¡Qué desesperación! Mi mente solo piensa en
Dulce pero ella me necesita.
—Lo siento. —Dice entre lágrimas.
—Rita, perdóname… debo irme. Son capaces de…
—Lo sé, cambiar de lugar. —Me adelanto enviando un mensaje a Ramiro
y Juan.
—Voy a protegerte… lo juro. Apenas haya terminado todo eso..
—No. No quiero. Igual me va a matar algún día, al menos… hice algo
bueno.
—No digas eso, Rita. —Apoyo mis manos en sus hombros e intento darle
fuerza— Vas a salir adelante.
—Me violó las veces que quiso siendo una niña…Me obligó a abortar…
—Chilla— Es un hombre sádico, Christopher. Guardó el pequeño feto e hizo
que un tigre se lo devorara en mi cara. Es un hombre cruel, no sé… no entiendo
por qué sigo con él. —Me abraza— Solo quería librarme de esto, lo juro.
Mi boca cae al ritmo de mi asombro y mis puños se hacen más fuertes,
¿A cuántas mujeres no ha lastimado? El nombre de mi madre solo se refleja
en mis pensamientos y empiezo a imaginar el horror que pudo vivir en su poder.
Maldita sea, maldita sea… ¡Voy a degollarlo!
La alejo furioso, no sin antes acariciándola.
—Vas a estar bien. —Digo contenido— Lo juro.
—Christopher… no vayas, no solo.
—No estoy solo. —Contesto— Tranquila. Enviaré a alguien por ti.
—Christopher… —Me detiene— Es un hombre peligroso, seguro
sospecha de mi… Va a matarme, va a matarte… va…
—Rita, por favor… Voy a enfrentarlo de todas maneras. No puedo perder
más tiempo. No le abras a nadie, ¿Si?
Asiente y puedo ver que entra en un ataque de nervios. Mi mente solo
dice Ve, búscala, sálvala… y mata a ese malnacido. Mi corazón no deja de latir
cuando entro al auto. Juan y Ramiro me siguen y no puedo esperarlos ¡No
quiero hacerlo! Sé que me están cubriendo las espaldas pero estoy tan furioso
que no importa.
Me violó las veces que quiso… —Escucho las palabras de Rita— Me
obligó a abortar.
Abortar…
Existen hombres que solo desean un pequeño milagro y otros… quieren
deshacerse de ellos.
Voy a vengarme…
Lo haré por mamá, por Dulce, por todas esas niñas violadas… y por mí.
—Pego el pié en el acelerador esquivando todo. Mi celular estalla en llamadas
incesantes pero no contesto. Juan enciende sus luces para cegarme pero sigo
más rápido y lo pierdo.

No me importa morir si mato a ese tipo.


Carraspeo mi garganta al ver que llego al Ajusco. En mi celular he visto
algunas coordenadas. Aquel hombre dijo que era un lugar viejo por lo que tengo
una ligera sospecha que no dejaré pasar.
—¡Devuélveme a mi mujer, maldito idiota! —Grito saliendo del auto,
tirando balas al aire, escuchando solo el sonido de los animales y hojas
cayendo.
Con furia abro la puerta de una patada y puedo ver que no hay nadie pero
las luces siguen encendidas. Miro hacia los costados y enseguida doy un giro
por instinto que me lleva a soltar una bala hacia mi sorpresivo opresor.
Peleo.
Estoy solo contra 3 tipos. Uno cayó por mi arma, el otro por los golpes y
el último por un empujón hacia la ventana. Disparo como loco rompiendo todo
lo que hay encima ¡No me interesa nada! Y no puedo controlarme…
simplemente no puedo.
Subo las escaleras y doy otro disparo.
Puedo ver que hay una cama, unas cuerdas y ese olor… su perfume ¡Ella
estuvo aquí!
No. Mierda. No.
Ahogo mi rabia con un golpe en la pared y, cuando por fin veo a un tipo
más acercándose, me desquito. Los puñetes que le doy no me dan abasto.
Caemos al suelo, lo asfixio y chilla como un bastardo.
—Dónde está mi mujer, hijo de puta. —Grito— ¡Dónde está!
—Ah… —Se queja, le sale sangre por la boca— ¿Tienes esposa, eh?
¿Hijos? ¿Sabes lo que voy a hacer con ellos? ¿Lo sabes?
—Señor… —Ruega— No… No sé nada.
—¿A dónde se fue el machito que quería golpearme? Puta marica —Le
aprieto el cuello— Voy a cogerme a tu esposa como quiero y a tus hijos…
¿Sabes lo que les haré?
Llora y me asqueo.
Es una vieja técnica. Las familias y relaciones siempre son la debilidad
de las personas… Jamás sería capaz de ello, pero funciona con tipos que le
lamen el culo a Hilton por dinero.
—Señor… —Pide auxilio— Por favor…
—Dónde está mi mujer —Digo como un maldito asesino— Dónde
—Christopher… —Juan se acerca con tensión, pero lo ignoro.
—Se la llevaron hace media hora, lo juro. No lo sé.
Media hora… eso es el mismo tiempo que me costó llegar hasta aquí.
Rita tenía razón, empezaron a desconfiar de ella y decidieron llevársela a otro
lado. ¡Maldición!
Con rabia le disparo en las piernas y me voy cuando empieza a perder el
conocimiento.
—¡Qué hiciste! —Dice Juan empujándome— No eres un asesino.
Pero no le respondo, solo concentro mi atención en Dulce… Necesito
encontrarla o juro que muero.
—Déjame. —Lo esquivo y salgo dispuesto a matar.
—No lo mató, nena. Cálmate. —Escucho a Ramiro a lo lejos burlándose.
—Pero… —Juan responde.
—Déjalo. —Es lo último que dice.
Al salir examino las huellas de distintos zapatos… Ha llovido, todo parece
indicar que han tomado un auto con rumbo hacia el sur. Me mantengo objetivo,
intento hacerlo, pero mi urgencia es tan grande que solo quiero encontrarla sin
esperar.
Pero no puedo esperar. Cada segundo que pasa es un riesgo más para
ella, así que prendo mi auto y meto el pié en el acelerador de nuevo, pero… no
se mueve, no funciona.

¡Hijos de puta!
Vuelvo a intentarlo sin éxito. Mi rabia se transporta hacia mis compañeros,
quienes están mirándome con seriedad fuera del auto, fueron ellos… Ramiro
tiene unos cables en la mano y Juan solo me mira serio, ¿Cómo se atreven?
Los impulsos me dominan y termino golpeándolos. Tomo mi puño y hago
sangrar la mandíbula de Ramiro, quién inteligentemente se deja para luego
distraerme y esposarme.
Qué carajos…
Juan solo suspira pendiente de su celular
¡Malditos imbéciles!
—Con esa actitud no ganarás nada. —Dice Ramiro tranquilo mientras se
lame la herida que le acabo de ocasionar.
—Suéltenme. —Grito furioso.
—No hasta que te concentres y seas objetivo ¿Qué vas a ganar con eso,
Christopher? Que maten a tu mujer.
—¡Cierra el hocico! —Lo insulto— Hijos de puta los dos, traidores, juro
que voy a sacarles la mierda cuando haya terminado todo. Pensé que eran mis
amigos, ¡Suéltenme!
Pero no hacen caso y yo sigo gritando histérico, frustrado, con ganas de
matar a todos pero a la vez me siento solo, abandonado, herido…
¿Cuánto más tengo que aguantar?
Estoy cansado de todo, de todos. Quisiera desaparecer con ella en este
momento, olvidarme del mundo y darme una pausa. Mi corazón late de manera
exasperada, mis manos siguen siendo un hierro fuerte, pero en el fondo tengo
miedo.
Por ella…
Cada célula de mi cuerpo tiene tatuada su nombre. No vivo sin ella, no
respiro sin su presencia aunque sea de lejos. Ella es mi vida y también mi
ausencia. La sola idea de perderla para siempre hace que mi cordura se vaya
a la mierda. ¿Cómo pude llegar hasta esto? ¿Cómo fui capaz de permitirlo? Me
siento un fracasado, debí cuidarla… debí amarrarla a mi cuerpo para que jamás
se fuera.
Lloro y mis lágrimas son las más sinceras del mundo.
Jadeo cansado sin miedo a que me vean porque los hombres también
sentimos. Me he callado tantas cosas… Desde que mamá murió no he vuelto
a respirar como antes… mi única motivación era ella y ahora también puedo
perderla.
—Dulce… —Digo con rabia, ¿Dónde estás, bonita? Mi corazón arde en
el infierno pensando en si la están lastimando o no, en si ese malnacido está
tocando sus labios, su cuerpo, sus sueños.
No lo soporto. No puedo. Me tiro al piso rodando en el pasto para alcanzar
una piedra e intentar deshacerme de las esposas que tengo. Juan se acerca,
pero Ramiro lo detiene ¡Maldita sea! Me contengo y los miro con furia.
—Christopher, tienes que entenderlo.
—¿Ustedes entienden? —Giro mi cuerpo para darles la cara— ¡La mujer
que amo está en peligro!
—No ganas nada con esa actitud, ¿Qué crees que pase, eh? Vas, los
encuentras. El hijo de puta tiene mil guardaespaldas. No eres superhéroe para
vencer a todos. Van a matarte y luego lastimarán a Dulce, ¿Eso quieres? —
Ramiro me mira fijamente— No sentimientos. Es la regla número uno para
ganar, Christopher.
Hundo mi cabeza entre mis brazos y me muerdo la lengua sabiendo la
respuesta, pero me niego a aceptarlo.
—No entiendes que lo hacemos por tu bien y por la seguridad de Dulce.
—Suelta Juan harto y enfadado.
Hago puños lleno de frustración porque es cierto, pero no me domino. La
situación me exaspera, me quema, me hierve por dentro, entonces Juan en un
acto impulsivo toma mis manos y abre las esposas. Ramiro lo mira con
terquedad, pero él se impone.

—Jode todo de nuevo, anda. Hazlo. La persona inteligente que creí era
mi maestro está a punto de convertirse en un maldito perdedor.
Ahogo mi furia y me levanto de un tirón mientras mis piernas se postran
en el suelo. Es cierto, totalmente cierto… y solo desahogo mi ansiedad
haciendo sonidos con la garganta mientras intento aplacar a mi mente asesina.
Juan se contiene, lo miro… ¡Él tiene toda la razón y odio aceptarlo! Entonces
un mar de emociones aflora de pronto haciendo que mi vida desaparezca.
—Vamos a encontrarla, lo juro. —Dice poniendo una mano en mi hombro.
—Ya la perdí una vez… No quiero hacerlo de nuevo.
Mis ojos se pierden en el recuerdo y mi corazón ahora late con más
fuerza. Veo el pasado como si fuera un fantasma… Una noche oscura como la
de ahora, una pequeña cabaña construída por mis propias manos, unos ojos
silenciosos mirándome a lo lejos.
Regresé de enterrar a mi madre. Había firmado el pacto con el gobierno
y esa fue mi última noche con ella.
—Mi amor… —Caminó hacia la puerta mientras me sostuvo entre sus
brazos. No quería mirarla porque me dolía, era la despedida y no lo sabía.
—Dulce… —No pude decir más.
—Pensé que no regresarías. —Lloraba asustada— Dijiste que no
importaba… dijiste que íbamos a intentarlo de nuevo. Moriría si te vas,
Christopher.
Y se desplomó en mis brazos mientras yo me ahogaba por dentro. Su
llanto fue la canción de muerte más profunda que he sentido en toda mi vida.
Me abrazaba con miedo… la había dejado sola dos semanas después del
último análisis de fertilidad que le hicieron.
—Está bien, Dulce. —Intenté ser frio pero no podía, ella me consumía
hasta la última entraña de mi vida.
—Entonces… ¿Por qué te fuiste? —Levantó su rostro lleno de lágrimas,
sus preciosos ojos asustados, sus labios con un perfecto temblor que solo me
hacían admirarla.
—Trabajo y… necesitaba pensar, solo eso. —Tenía tantas ganas de
decirle que mamá había sido asesinada… pero no me atreví. Iban a ser
demasiadas preguntas que jamás hubiese podido contestar.
—Chris… —Besa mis labios— Pensé cosas horribles.
—Cielo… —Dije casi en un sollozo— Pensé en ella, en nuestros sueños
destruídos y me sentí un cobarde. Aún no aceptaba la idea, el médico nos dijo
que jamás seríamos padres.
—¿Qué te pasa, amor? Necesito a mi idiota favorito de vuelta. —Sonrío
entre lágrimas y solo me dediqué a limpiarlas porque en el fondo sabía que no
podría volver a hacerlo— Christopher, mírame… —Acunó mi rostro en sus
suaves manos y juro que no pude aguantarme… quería decírselo pero no me
dejó porque enseguida besó mis labios con fuerza. Pude pararlo, pude
negarme y no lo hice…No quería dejarla y a la vez quería despedirme.
La aventé a la cama con locura desvistiéndola en el camino y me volví un
monstruo deseando que esto fuera eterno. La tomé entre mis piernas y le hice
el amor como jamás se lo había hecho. Ella solo buscaba mis ojos en el acto y
jamás se los dí, me concentré en mí… en su cuerpo, en todo lo maravilloso que
había sido tener una historia con ella. Mi chica, mi bonita, mi hermosa estrella
en un día oscuro.
La ví dormir exhausta a mi lado y solo anhelaba que esto hubiese sido
una pesadilla. No había luz, solo velas. Ella deseaba una vida de lujos pero
aceptó mis condiciones porque me amaba… y yo destruí su vida. La besé por
última vez en el cabello y pasé mis manos a milímetros de su piel desnuda
esbozando un perdón entre mis labios.

Dejé la carta y me vestí con el corazón roto.


—No te vayas, Chris… No me dejes sola. —Escuché como un susurro en
sus sueños. Habló dormida y me giré para mirarla por última vez.
Una lágrima rodó por mis mejillas y me contuve viéndola suspirar
tranquila.
Jamás voy a dejarte, bonita. Cuidaré de tus sueños cada noche, en cada
estrella, aunque el tiempo sea ajeno y la distancia haga que te olvides de mí.
Ahí estaré… muy cerca y a la vez lejos.—Dije muy bajito y me fui con el alma
rota.
Carraspeo mi garganta sintiendo que un mar de emociones aflora en mi
interior. Ramiro me mira cansado, porque sé que ha visto pasar la misma
historia por mis ojos por años. Él fue un gran compañero, con él me hice duro
ante las cosas que me traía el destino. Cuando ingresé al equipo secreto pasé
por experiencias desagradables que me hicieron más fuerte e inteligente.
Aprendí a dominar mis emociones, gustos, preferencias… Manipulé a
muchas personas, me convertí en un experto en tecnología y sobretodo en
artes marciales. Las pistolas se volvieron mi pasatiempo favorito y pronto fui
uno de los mejores. El jefe amaba mi trabajo, pero en el fondo sabía que no
dejaba de pensarla.
—¿Seguirás cuidándola? —Dijo un compañero mientras reía en mi
espalda.
—Por supuesto. —Contesté sonriendo mientras la veía subir de escaleras
sosteniendo su título. Estaba tan orgulloso…
—No tuve nada que hacer así que vine a molestarte. —No escuchaba sus
palabras, solo me concentraba en ella. En sus hermosas uñas rojas
perfectamente delineadas, en sus labios de fuego, en sus ojos triunfantes
sosteniendo ese reconocimiento.
—¿No es bella? —Le pregunté.
—Guapísima, pero también muy inteligente. Una mujer así…es un reto.
No la engañas con facilidad. Hasta puedes caer en su juego.
La sombra de mi Bonita tierna pasó por mis ojos. Ella ya no era la misma,
se había convertido en una mujer fría y calculadora.
—¿Por qué no apareces? —Rió con desdén burlándose
—Sabes que no puedo. Prefiero obsérvala así…
En ese momento recibió mis rosas. Sonreí cuando la tomó entre sus
brazos, porque no imaginaba que las había besado antes de entregárselas. Mi
perfume estuvo ahí y pude notar su reacción al sentirlo. Yo seguía vivo en sus
miedos, esperanzas, rabia… y aunque solo fue un detalle, sé que me había
dolido. La conocía tan bien… sabía sus gustos y también sus debilidades.
Su sonrisa se borró en ese mismo instante y mi corazón chispó en un
tormentoso momento. Ella giró sus hermosos ojos buscando entre la gente lo
que supuse era mi rostro, pero no encontró nada.
¿Y yo? Yo estaba ahí… admirándola. Orgulloso por su triunfo y muriendo
sin poder tocarla, vivirla, soñarla de nuevo.
—Gracias. Dedico el premio y este título a… —Hizo una pausa— A mi
esfuerzo. A mi misma. A… las mujeres que no necesitan de un hombre para
salir adelante.
Dejó el micrófono y sonrió fingiendo.
La gente se quedó en silencio porque quizá no fue el típico discurso de
un estudiante. Ahí estaba mi chica fuerte, altiva, una gran dama de hierro
sacando frente por si misma. No me enfadé ni me sentí ofendido, al contrario…
sembré un pequeño aplauso que fue seguido por toda la sala.
Estaba babeando por su fuerza. Mi niña dulce y buena se había esfumado
y, aunque me dolió en su momento, terminé por aceptarlo. ¿Qué más le había
quedado? Nada.

La recepción fue como ella siempre había querido. Luces, lujo y trajes
elegantes. Sonrió para las fotos imitando máscaras, porque en el fondo sabía
que estaba sufriendo.
Habíamos planeado tanto ese momento…
Le prometí ayudarla a crecer, a realizar sus sueños. Tomás se acercó y
ella sólo lo abrazó como a un padre.
—Gracias a usted tengo este título. Le devolveré el dinero. —Fue una
promesa y mi corazón estalló. Ella nunca supo que fui yo quien pagó sus
estudios, y no me importaba. Solo quería verla feliz…
El tiempo pasó y después de saludar a todos sus profesores entró en una
especie de vestidor sola. Mis latidos aumentaron cuando se miró al espejo
acomodándose el rímel corrido. Conocía tanto de eso… Solía decirme que una
chica debía verse bien todo el tiempo, y ese pensamiento lo tuvo desde el día
en que la conocí.
Sonreí escondido tras una pared de madera. El lugar era grande,
precisamente acondicionado para chicas, y no pude dejar de emocionarme en
ese tiempo. La tenia solo a metros… y seguía cuidando de ella.
—No llores, Dulce. —Se dijo haciendo puño— Eres una gran perra con
suerte. Te deshiciste de la mierda. No llores.
Me quedé helado y sin aliento al ver cómo sus lagrimas caían sin control.
—Hijo de puta… —Se rompió— Idiota, Romeo —Se burló entre llanto—
Por qué no estás aquí. Me dejaste sola en pleno invierno… —Se llevó las
manos al rostro— Y mi corazón no quiere dejarte…
Su llanto fue muerte en ese preciso instante. Mis manos se hicieron puño
y solo me maldije por ser el causante de su dolor. En ese momento estuve a
punto de aparecerme, pero volví a contenerme. Sus sollozos me consumían,
sus infierno me quemaba. Necesitaba tanto abrazarla y cuando cerraba sus
ojos solo rogaba por aparecer en sus sueños.
Jamás te dejé, Bonita.
Lloré en silencio intentando entender al destino hasta que dejó de llorar
para volver a mirarse al espejo.
Y sucedió lo imprevisto.
Tomó sus manos, limpió su rostro, respiró y sonrió sin sentido.
—Juro ante ti, Dulce. Que jamás nadie nunca va a lastimarte. Hoy es un
nuevo comienzo. Porque tú eres fuerte, tú eres fuego. Eres lo más importante
de este universo.
Una sombra cubrió su rostro y sentí escalofríos.
Mi Bonita había muerto.
-
—Tu mayor debilidad es ella, Uckermann. Sin duda. —Me da un empujón
haciendo que salga de manera brusca de mis pensamientos.
—Necesitamos un plan. —Digo, ignorando todo. Han pasado minutos y
he sentido que fueron años de dolor mientras recordaba.
—Lo tenemos. —Suelta Juan. ¿Estás listo? Sabemos dónde está Hilton.
Eres inteligente, hijo pero tratas con profesionales. Mientras tú te tirabas a la
perra con lentes invadíamos sus líneas telefónicas. Juan es un perfecto
bandido.
—Solo robé cables. —Aclara— Y conecté el servicio del jefe en su línea
móvil. El tipo con el que hablaste nos dio su ubicación sin querer.
—No nos hiciste caso, Christopher. Saltaste al abismo solo y hemos
perdido tiempo. Solo tengo una regla… —Sonríe—Déjame atar su cadáver a
mi auto cuando lo mates.
Juan me mira tenso.
—Hecho. —No emito emoción, solo camino hacia su auto.
—Hey… —Grita Ramiro— Olvidas tu juguete favorito.

Me lanza una especie de bola pequeña y la sostengo en mis manos. Es


una granada. El bastardo me conoce… hoy habrá un gran incendio.
*
El tiempo pasa y siento que me carcomo vivo. No puedo esperar,
simplemente no puedo. Ellos avanzan con lentitud y solo los miro con tensión.
¡Hemos estado dos putas horas por el mismo camino y nada! Pero me
mantengo firme. No puedo desesperarme, no ahora. Cierro mis ojos y respiro
para luego exhalar fuerte.
—Llegamos. —Dice uno de ellos.
—Vamos. —Contesto.
No puedo perder ni un segundo. A lo lejos podemos observar 3
guardaespaldas en las ventanas, un francotirador en la azotea y miles de ellos
en las puertas. La casa es de cemento, tiene dos pisos y hay luces prendidas.
—¿Alguna sugerencia? —Juan pregunta mientras cargo mi arma.
—Encárgate del francotirador. Distráelo. —Le digo— Y tú Ramiro… ve
por la parte de adelante que yo iré por atrás.
—Olvídalo. —Responde— No tendré diversión. Yo quiero entrar contigo
—No se trata de diversión. La vida de mi mujer está en riesgo. —Digo
firme.
—Está bien. —Responde a regañadientes.
—Explotaré la granada en cuanto tenga a Dulce conmigo. Deben salir
antes.
Ambos asienten y nos cubrimos el rostro con pasamontañas. Nos
dispersamos en ese mismo instante y, mientras Juan lanza el disparo al aire,
Ramiro entra de frente disparando como sádico a quema ropa. Su risa es
audible y ruedo los ojos cuando veo hacer su estúpido juego de siempre. Gira
en una ronda con disparos y nadie ha podido herirlo. Debo reconocerlo, es un
maestro con las balas. Rápido, preciso e inteligente.
Cuando veo caer al francotirador entro entre los arbustos. El sentido de
alerta ha hecho que todos los guardaespaldas estén armados, pero no es
impedimento para un hombre que busca venganza.
Mis ojos están firmes mirando hacia la salida y, mientras todos me dejan
el camino libre, entro como rata agachándome para que nadie me vea. Mi altura
siempre ha sido un problema, así que tuve que acostumbrarme a caminar casi
con mis manos.
—Alerta, águila roja. Alerta. —Grita un bastardo mientras corre hacia el
otro extremo, entonces salto hacia las escaleras persiguiendo el aroma de mi
esposa como perro amaestrado.
Jadeo dos segundos y el sudor cae por mi frente cuando escucho un grito
ahogado. Una mujer chilla y no puedo distinguir nada. Mi corazón palpita
saliéndose de mi cuerpo, entonces siento desesperación por no poder hacer
nada.
Me carcome el sentimiento pero intento apagar mis sentidos controlando
mis impulsos. Camino dos pasos y mantengo mi arma arriba mientras miro por
la ventana a Ramiro terminar con el último hombre riendo. Para él es un juego,
para mi es la vida. Olvido sus tonterías y solo Avanzo por el pasillo… los
chillidos se alejan, están para el otro lado.
Mierda
Me detengo al sentir pasos tras de mi y no lo pienso, disparo. Al voltear
veo a uno de sus hombres herido.
Carraspeo mi garganta y la electricidad pasa por mi cuerpo. Tengo
exactamente 5 minutos para solucionarlo. Tomo sus pies y lo sumerjo en una
habitación vacía mientras corro hacia el pasillo de nuevo.
Uno, dos, tres. Apuntó hacia la esquina y veo a Ramiro aparecer
sonriente. Con mi rostro hago una actitud de silencio, entonces se pone serio.
Camina hacia mi y me cubre la espalda mientras avanzamos.
—Suéltenme. —Escucho una voz conocida y me hielo— Ya no, por favor.
Ya no.
Llora y me enfurezco, pero Ramiro me aguarda.
—Me vendré en ti, perra. —Abro mis ojos de golpe… están violándola.
—Espera.
—No.—Respondo. Ramiro se altera y me detiene, pero me alejo.
—Puede ser una emboscada, idiota.
—Auxilio…. —Llora— Ya no, ya no por favor.
—Dulce…. —Grito con todo mi corazón, con toda mi alma saliéndose de
mi piel, con todo el amor que le tengo a esa mujer… y con sed de venganza.
Tiro la puerta de una patada y luego esquivo disparos para matar con
furia al hijo de puta desnudo que yace encima de…
Rita.
Entro en shock, pánico. Dos tipos me apuntan, pero Ramiro entra
echando balas y los mata. Está furioso.
Rita sigue llorando. Se tapa el rostro y maldice su nombre, entonces veo
cómo Ramiro la toma de los pelos y la obliga a sentarse.
—Lo sabias, perra. Lo sabias.
¿Lo sabía?
Entro en pánico.
—Christopher…
—Díselo. —Ramiro jala su cabello— Dile que todo fue una trampa, que
nos mentiste. Eres una puta víbora, lo eres.
—Rita… —Jadeo.
—Solo quise protegerte, perdón… Christopher, perdón
Echa un grito cuando escuchamos disparos y simplemente no puedo
creerlo. Mi mente colapsa y mi corazón se endurece al instante. Ella toma mi
pierna y llora, pero Ramiro la empuja hacia una esquina y la escupe sin decir
más.
Un estruendo se escucha a lo lejos. Las llamas explotan hacia el cielo y
pronto veo nuestro auto incendiándose. Tomo mi arma de nuevo, intentando
mantenerme objetivo pero me es imposible. Ramiro abofetea a Rita y luego
dispara hacia la puerta al hombre que entra. Todo sucede muy rápido. Por la
ventanas nos empujan haciéndonos caer al suelo.
Mi corazón se detiene al ver que nos han capturado. Mierda, mierda… un
hombre toma mi cabeza y me obliga a mirar hacia arriba haciendo que toda mi
furia se concentre en un solo hombre.
.
—Christopher Miller… —Ironiza mi nombre— Es un gusto volver a verte…
¿Querías esto? —Asiente y otro hombre tira un cuerpo muerto envuelto en una
sábana negra. Mi corazón no lo soporta, mis ojos se abren como jamás se han
abierto… todas las partículas de mi cuerpo se erizan y mi boca se seca.— Si
no es mía, no será de nadie.
Brando.
45. El último beso
Chris

Si este fuera el último día de mi vida, me gustaría morir en tus brazos

Mi piel se contrae cuando veo al hijo de puta aparecer, entonces no me


controlo. Mi fura sale, explota, sangra en medio de este maldito lugar… ¡Lo voy
a matar! Solo quiero matarlo. Enfoco mis ojos en los suyos y pronto siento la
necesidad de vengarme por mi madre, por Dulce, por todas esas niñas que un
día maltrató. Es un animal, un ser sin alma, un bastardo que solo ha logrado
lastimar a gente inocente, pero no lo permitiré… lo juro, no pasará.
—Basta. —Tira de mi brazo— Estás cayendo en su juego… Él tiene las
de ganar ahora. —Susurra y me contengo mientras miro a 10 guardaespaldas
llegar de improviso.
¡El malnacido lo tenía todo planeado! Y Rita nuevamente fue su cómplice.
—Vaya, vaya… qué tierno. Romeo salvando a su Julieta, ¿No lo creen?
—Voltea burlándose de mí con sus empleados. La rabia me consume, mis
poros excretan furia y solo deseo exprimir sus venas con mis manos.
—Christopher… —Me advierte nuevamente Ramiro.
—Infeliz. —Mantengo mi mandíbula dura, entonces me mira serio. Algo
en sus ojos se enciende, quizá es rabia o celos, pero no lo soporta… no me
soporta.
—Christopher, Chris… —Intenta acercarse pero me alejo. Está desnuda
y ni si quiera me importa.
—Cierra la boca, perra. —Le dice Brando— Llévensela.
Uno de sus guardaespaldas se la lleva y Rita no hace más <<En el
bosque. El Bosque>> mientras desaparece por el marco de la puerta. Mi
atención se va cuando Brando me reta, Ramiro se pone entre los dos enseguida
esperando alguna acción para atacar.
—No perdono a los traidores.
—No perdono a los violadores. —Lo miro con necesidad de matar,
entonces se hiela cuando ve mis ojos. Trago saliva y siento que me reflejo de
alguna manera en su forma, en su tacto, en algo oscuro que tiene dentro de sí.
Sonríe para distraerme, pero no me engaña… Está temblando de miedo. Sabe
que lo sé, claro que lo sé.
—Juegas con fuego, niño. —Me minoriza— Lástima que no saldrás vivo
de aquí.
—El afectado puede ser otro.
Sus empleados se alertan en ese preciso momento y uno de ellos me
golpea por el estómago haciendo que caiga desprevenido en el suelo, pero yo
no me quedo atrás… contra ataco con mis puños pateándolo y obligándolo a
llorar como una nena. Escupo cuando lo veo derrotado y pongo mi pie en su
espada mientras miro a Brando de nuevo.
Esto es lo que puedo hacer contigo, infeliz… —Le digo con mis ojos y su
seriedad me hace entender que está enojado.
—No podrás con todos. —Ríe enseguida sin humor.
—Cobarde. Ven tú. —Lo enfrento.
Suelta una risa asquerosa mientras con una seña hace que todos sus
guardaespaldas nos ataquen. Ramiro me mira, yo lo miro y empezamos a
luchar con ellos. La sangre vuelta, el hijo de puta desaparece y no puedo hacer
nada, cuando de pronto siento que me mareo.
Mierda, no.
Uno de ellos está presionando mi cuello y el otro sigue golpeándome.
Estoy desmayándome por la falta de aire, mierda…
Caigo en el suelo aguantando la respiración mientras finjo estar sin
sentido. Contengo toda mi rabia en un solo suspiro hasta que cierro mis ojos
sintiendo como uno de ellos me toca el rostro… ¡y funciona! ¡Lo creyeron! Pero
Ramiro es llevado a otro lado y no puedo hacer nada. Mi corazón late con fuerza
cuando se van, aunque de igual manera me amarran con algunas cuerdas.
Suelto el aire cuando el peligro ha pasado ¡Hijos de puta! ¡Mil veces lo sean!
Carraspeo mi garganta con algo de asco sintiendo un sabor extraño… es
sangre.

—Dulce… —Solo digo, mi mente no concibe pensar en nada más que


ella.
Miro a las ventanas, la puerta, el cuarto. Todo está perfectamente
cerrado. Aún sigue el hombre al que golpee tirado en el pavimento… ¿Qué
hago ahora? La ansiedad me domina, necesito encontrarla y no perder más
tiempo.
Pero estoy amarrado…
Paso saliva y me ruedo hacia el idiota que yace en el suelo sintiendo una
especie de líquido húmedo en mis brazos.
Maldición, estoy lastimado.
Pero no siento dolor. No me interesa nada ahora que no sea mi esposa.
—Vamos… —Digo mientras sobo las cuerdas con una navaja que sale
del pantalón de ese hombre. Aprieto una y otra vez… y otra vez hasta que por
fin logro aflojar un poco la tira. El sudor sale por mis poros, la sangre por mis
brazos, pero jamás me rendiré… no lo haré. —Bien… —Digo y me desato para
luego ir por mis pies.
—Christopher… —Dice Juan desde la ventana. Mi sorpresa es grande,
pero él ahora es mi esperanza. Lo veo trepado de unos fierros y con rapidez
me acerco a la luna para intentar abrirla.
—Juan… —Le hago señal, entonces de un tirón logra hacer lo que yo no
pude… abrirla.
—Lo vi todo, la tienen aquí. —Dice enseguida.
—¿Qué? —Mi alma se enciende.
—Se la llevaron. No pude bajar, necesitamos ir tras ella. —Su respiración
es agitada y siento que todo mi mundo se altera.
—¿Cómo que se la llevaron? —Trago mierda.
—Silencio. —Toma mi mano y me ayuda a treparme hacia la ventana
para luego saltar hacia el piso— No queda mucho tiempo, Christopher.
Mi desesperación se va al límite cuando escucho sus palabras y solo me
camuflo entre cajas para llegar hacia la puerta trasera. Juan me mira, yo lo
miro… y pronto saco de mi pantalón algunos explosivos que escondí a la
perfección.
—Si los lanzas matarías a toda la gente inocente de aquí… —Dice,
cauteloso.
—¿Inocentes? —Mi cuerpo pica.
—Hay mujeres encerradas, lo ví cuando exploraba este lugar.
—Mierda. —Maldigo entre dientes— Llama a la policía, a quien sea. No
podré encargarme de ellas.
—Mandé una alerta, descuida. Pero estamos alejados de todo. Será
complicado que lleguen rápido, necesitamos refuerzos.
—Necesito ir por Dulce. —Respondo. Si cree que voy a esperar está muy
equivocado.
—¿Estás loco? Esperemos a Ramiro, estás solo.
—Se lo llevaron… —Juan abre la boca como si no pudiera creerlo—
Hasta el más fuerte cae sin inteligencia. —Digo. Si me hubiera hecho caso nada
de esto hubiera pasado.
—Christopher…
—¿Vienes o voy solo? —Le digo decidido. Moriré si es posible pera la
pondré a salvo.
—Voy. —Traga saliva y me conmueve. Se está arriesgando. Tiene un
hijo, una esposa, una familia… la familia que quizá yo habría querido tener
algún día, pero aún así está aquí.
—¿Hiciste lo que te pedí? —Pregunto tenso mientras asiente—
Coordenadas.
—Sur, este… esperando. —Suspira— Dulce solo caminaba lento, ellos…
la jalaban de una cuerda.
—¿Qué? —Me paralizó.
—Es muy peligroso, Chris. —Repite.
—Iré por mi chica. —Digo contenido con pánico en los labios. La sola idea
de verla maltratada me duele, me quema, me asfixia… Ella tan hermosa siendo
tocada por extraños asquerosos. No, no puedo permitirlo… —Cúbreme.
Dispara si vienen por mi espalda. Caminaré alejado de ti.

—Christopher, estás…
—Sí. —Contesto antes de decir más palabras y me interno en el bosque.
Mientras mis pies intentan no hacer ruido, pienso en algún plan para
atacar sin ser visto. No puedo enfrentarme de frente, en eso Juan tiene razón,
me capturarían y no podría hacer nada. Necesito crear alguna estrategia
inteligente…
Piensa, Christopher.
Mi cabeza duele en este instante, pero no importa. Cierro mis ojos
intentando concentrarme pero me cuesta. Veo en mis más profundas pesadillas
a Dulce llorando, siendo tocada por sucias manos… y no lo soporto,
enloquezco.
—Voy a encontrarte. —Digo furioso—Lo haré bonita. Y te llevare conmigo
muy lejos, aunque no quieras. Para siempre, cielo… para siempre.
Me apresuro caminando sigilosamente por el bosque. La noche es fría, la
niebla densa pero eso no me va a limitar. Estoy siendo dirigido por el más puro
sentimiento… mi amor por ella.
Unas luces se fijan al oeste, por lo que enseguida me escondo. Un
hombre de negro pasa cerca de mi y en su trayecto puedo ver cómo cojea.
Lleva una caja, lo que imagino son alimentos por su dimensión, y le hago una
señal a Juan para seguirlo. Mi corazón me dice que es lo correcto, por lo que
no me cuesta mucho dar con la ubicación exacta de este lugar.
Estamos a unos metros más de la cabaña de Brando.
Juan llama mi atención agitando sus manos, entonces veo a algunos de
sus hombres con armas haciendo un círculo, mientras a lo lejos yace el cuerpo
de una mujer en una manta.
Mi cuero cabelludo pica y siento que voy a morir sin poder descubrir su
rostro. Un hombre la carga de los brazos y pronto mis ojos no dejan de ver sus
movimientos.
La dejan en el suelo… y sin querer gira descubriendo su cabello… es ella.
Todas las partículas de mi cuerpo se encienden cuando mis ojos se posan
en sus heridas. Maldita sea, maldita sea… Juan se arriesga y cruza el extremo
para agarrarme del brazo. El dolor es profundo, jamás he sentido uno igual….
Voy a matarlos, voy a matarlos.
—Christopher, basta.
—Suéltame. —Lo empujo— Voy a matarlos.
—Silencio, enfócate. —Toma mis hombros y me mira con furia— Vas a
joder todo. Recuerda quienes eres…
Mi boca se seca y veo mil demonios en mi cabeza ahora. Respiro hondo,
volteo para ver su cuerpo frágil en el suelo y trago amargura. Juan me palmea,
está aquí…. Conmigo, entonces me agacho escondiéndome. Necesito ser
fuerte, enfocarme, ser fuerte. Por ella.
—Descúbranla. —Dice el jefe de seguridad de Brando.
Entonces el malnacido entra sonriendo.
—Aprendiste, cariño. Eso me da gusto. Hace frío…¿no lo crees?
Dulce no responde porque apenas y puedo mantenerse respirando. Lo
sé, la siento.
—No volverás a este lugar si aceptas casarte ahora y ser mía, ¿Qué más
da? Tu insignificante Romeo —Esboza burlándose— ya está muerto.
Y no contesta.
—Siéntenla. —Ordena de nuevo. Dos hombres la levantan de los brazos
obligándola a sentarse y por fin puedo verla completamente. Está enferma, lo
sé… sus ojos parecen desorbitados, su boca luce pálida y su ropa sucia como
si la hubieran arrastrado a la fuerza .
Maldición.
—Responde ahora, zorra. —Se agacha y levanta su cabeza con fuerza—
Aceptas o no.

A duras penas abre sus ojos y luego los vuelve a cerrar. Lucho fuerte
contra mi para no ir y matar a ese bastardo, pero tengo que concentrarme y no
arruinarlo.
Voy a sacarte pronto, bonita. Lo juro.
—Debemos actuar rápido.
—Tengo un plan. —Dice Juan— Pero antes mira…
Levanto mis ojos y en el árbol veo trepado a Ramiro… ¿Cómo carajos la
libró? No importa, está sonriéndome y puedo ver en sus manos un explosivo,
¿En qué momento se liberó de esos idiotas? ¿Y en qué tiempo planeó esto?
—Estás tan concentrado en ella que no tiene cabeza para nada.
—Qué harán. —Escucho con atención.
—Primero tirar el explosivo, luego correr y disparar. Estamos un poco
lejos de la cabaña, a sus perros les tomaría unos 10 minutos llegar.
Necesitamos ser rápidos. Escucha esto, Christopher. Vas, la tomas y regresas
para ir hacia el lugar que acordamos en un comienzo. Tienes el gps. —Me dice
mirando mi reloj— lo tirarás cuando tengas todos listo.
Parpadeo asombrado.
—Si sale algo mal… —No quiero terminar la frase.
—Es un riesgo que todos debemos correr. —Palmea mi hombro. Hasta
Dulce.
Su nombre envuelto en esa palabra hace que me desespere. Mi corazón
late fuerte cuando vuelvo a verla, entonces me concentro, hago todo mi
esfuerzo. Mantengo mi mente en blanco y a la vez sudo frío. Mi garganta
excreta temor, pero cuando la veo siendo humillada solo deseo acabar con
esto.
Ramiro nos mira, prepara su arma y tanto Juan como yo hacemos lo
mismo. Palmea el explosivo, un pequeño huevo que puede detonar una
tormenta de fuego. Confío en él, en su tiempo fue mi maestro, sé que medirá
todo con precisión y tirará ese cargamento lejos.
—Quiero follarte delante del cadáver de ese fracasado… Para estas
horas ya debe estar muerto.
Jadea esbozando un suspiro de dolor. Rechina con sus dientes frente a
su cara y luego produce un sonido que parte mi alma…
Está llorando… por mí.
Mi necesidad aflora como algo diabólico y luego ahogo un grito en mi
garganta. Juan me mira, yo limpio mi sudor y todo cambia. Mi sed de venganza
crece. Odio a ese malnacido con todas mis fuerzas.
Ramiro traga saliva, Juan se pone en posición y cuando estamos a punto
de atacar algo cambia. Presiono mi arma fuerte y la veo caer al suelo.
¡El hijo de puta le dio una bofetada!
Aúllo en silencio y veo cómo la empuja pateándola. No lo soporto, me
vuelvo un loco. Juan me sostiene de nuevo, entonces jala sus cabellos
haciéndola gritar. Malnacido, mil veces malnacido…
—Te lo buscaste, perra. —Grita y vuelve a patearla haciendo que ella solo
se refugie en su cuerpo. Se pone en posición fetal poniendo sus piernas en su
vientre y sus brazos abrazando sus tobillos.
No más.
Disparo sin avisar y veo caer al jefe de seguridad de ese animal al suelo.
Brando se da cuenta de mi presencia, entonces la toma de los pelos y la
arrastra mientras se arma una balacera.
Todo sucede rápido, ellos avanzan y voy detrás de mi Bonita. No dejaré
que se la vuelvan a llevar… Y sin saber cómo logro deshacerme de cada tipo
que se pone en frente mío.
—¡Dulce! —Mi voz suena como un eco, entonces escucho un estruendo.
Es Ramiro deshaciéndose de los otros guardaespaldas. Explotó la bomba sin
saber sus nuevos planes. Un disparo me deshace del último perro de Brando
dejándome el camino libre.

El llanto de Dulce hace que me desespere, la niebla ciega mis ojos y no


puedo soportarlo. Mi alma, mi corazón, mi existencia grita desesperadamente
su nombre.
La amo, con todo mi estúpido ser.
—¡Dulce! —Vuelvo a gritar al borde del colapso sintiendo que mis venas
arden.
Su chillido débil y cortante hace que me vuelva loco. Corro más rápido, y
más rápido… hasta que mi vista se aclara y la veo colgando en el brazo de
Brando. Él me mira con furia, apretándola con un arma en su cabeza. Y ella
llorando… solo llorando.
Por Dios, malditos. Lleva solo una bata fina y blanca. Estamos a menos
de 5 grados y su desnudez me altera. Mis mano hacen puño, tengo muchas
ganas de matarlo pero debo contenerme por ella.
—El arma al suelo. —Brando grita y le hago caso.
—Déjala. Arreglemos esto entre dos. —Mi voz presiona a mis sentidos.
—Por supuesto que no. —Ríe. Voy a matarte traidor, y luego me follaré a
Dulce delante de tu cadáver. Lo juro.
Me contengo, entonces hace una seña y el único guardaespaldas que lo
acompaña me golpea. Mantengo mi firmeza y vuelve a hacerlo.
—Sácale hasta la última gota de sangre, idiota. —Le dice Brando.
Peleo con él por instinto, pero dejo que me golpee por Dulce. Ella me
mira, presiona sus labios y cae al suelo desplomada.
No, no, no.
Sin pensarlo me deshago de él apuñalándolo en el vientre. Brando me
dispara pero me giro para que la bala caiga rozando mi brazo. Suelta a Dulce
por fin y salto mientras pateo su arma.
Está solo y no tendré piedad.
Me levanto escupiendo sangre, mirándolo de arriba abajo, entonces me
mira. Me paralizo al ver sus ojos… son tan iguales a alguien que conozco. Algo
en mi me hace dudar, pero luego se me pasa. Me acerco con furia llevando
toda mi sed de venganza a límite.
—Esto va por todas esas niñas que violaste… por mi…
—Chris… no…. —Escucho su voz. Con fuerza se arrastra hacia mi y se
detiene en mis pies.
—Dulce…
—Chris… —Llora. La levanto enseguida entre mis brazos siento que
muero con ella. Sus ojos, su piel, su voz… todo se ve mal. Está caliente, tan
caliente que hasta entro en pánico. La sangre roza por su cuerpo, por su boca,
por su nariz y solo quiero matarlo… necesito acabar con todo lo que un día
significó mi infierno.
Volteo con rapidez y veo a ese marica huir entre los árboles. No, no, no…
no voy a permitirlo. La miro de nuevo y enseguida cae por última vez al vacío.
La sostengo fuerte sintiendo que mi vida depende de ella y me arrodillo para
dejarla en el suelo. Me saco la camisa, no me interesa el frío, y cubro con ella
sus brazos.
—Dulce… mi amor, mi vida… mi estrella. Volveré. Necesito hacer justicia.
—Digo casi pidiendo perdón— necesito…
—No te vayas, no de nuevo… No me dejes. Hace 5 años lo hiciste… y
me destruiste el alma. —Su sinceridad me lastima, entonces lo miro perderse
en el vacío.
Mierda.
Llora con mucho sentimiento y amo vez arde en fiebre. Necesito llevarla
a una clínica, pero mi mente sigue pensando en Brando. Entonces una balacera
se desata. Balas perdidas caen por los árboles y mi instinto me obliga a
protegerla.
La tomo entre mis brazos y corro lo más rápido que puedo mientras miro
a todos lados. Una explosión vuelve a desatarse y todo se vuelve un infierno.

—Cielo, aguanta. Por favor… solo unos minutos. —Tomo mi reloj y


localizo mi objetivo a algunos metros de este lugar.
—Chris… no te vayas. —Se aferra a mi piel.
—Qué te hicieron… —La miro con terror. Su rostro sangra y lo limpio, su
boca arde y con mi dedo la exploro.— Mi amor…
—Chris… —No deja de decir mi nombre.
—Necesito encontrar la ubicación exacta del helicóptero. Nos iremos de
aquí, mi cielo. Y jamás volveré a soltarte, lo juro.
—Me hirieron…. —Llora— Solo… abrázame.
—Dulce…
—Quiero perderme en tus ojos. —Me toca—Quiero… que mi último
aliento se quede contigo.
Algo en mí se rompe.
—No, Dulce… no digas eso. Vas a salir de esta. Nos iremos lejos, muy
lejos. Nadie podrá jamás encontrarnos. Lo juro. Lo he planeado todo… todo…
—Sollozo— Desde ese día… después de haberte dejado. Juré que volvería,
amor… Jamás te dejé. Cada noche era una promesa y cada estrella en el cielo
me recordaba tu nombre.
Sonríe
—Por favor, Dulce. Aguanta mi amor.
—Arriba… —Susurra casi sin voz— El caos, la noche oscura… ¿Te das
cuenta? Hay 7 estrellas.
—Dulce… —Lloro.
—Chris…
—No, por favor… —Imploro— Vamos a llegar, lo juro.
Tomo su cuerpo desesperado y corro hacia el lugar que creo. Mis
lágrimas se resbalan por sus brazos, mi creciente necesidad solo busca
protegerla pero algo en mí se asusta porque jamás en toda mi vida la he visto
de esa manera.
—7 estrellas…
—Dulce…. —Aprieto mis ojos .
—La playa… —Desvaría.
—Cielo. Por favor…
—El último beso…
Caigo de rodillas destruído y solo la abrazo con fuerza. Su voz se quiebra,
mi mente se nubla y lloro tan fuerte que mi garganta no lo soporta. Jadea una
vez más y la veo…
Ella, hermosa, infinita..
La luz de mi cielo, mi perfecta estrella, mi amarga favorita. Me mira con
suavidad mientras sus ojos se van apagando. Carraspeo, aúllo de nuevo, e
intento mantenerla despierta.
—Dame un beso…
—No. —Se lo niego, no quiero que esto sea una despedida.
—Cuando te fuiste… hubo una noche. Soñé contigo. Con una familia…
con un bebé. Lloré tanto… tenía miedo y me abracé sintiendo que tú lo hacías
en mis sueños. Ese día vi una sombra…. Fuiste tú en silencio, ¿cierto?
Rompo en llanto recordando aquel día. Entré a su pequeño cuarto
compartido y esperé a que se duerma para abrazarla. Lo hice con miedo, con
furia, con necesidad… la viví una vez más.
—Si… —Solo digo.
—Gracias… —Me sonríe y su sonrisa se apaga.
—No, Dulce. No. —Toco su rostro— Eres mi infinito…
—Solo un beso… —Vuelve a decir—El último beso…
Implora y llevo mis labios a los suyos hasta que su brazo cae de golpe al
suelo y sus ojos se van cerrando sin quererlo. Grito, chillo, lloro renegando de
mi mismo, moviendo su cuerpo para que despierte, apretándola a mí de
inmediato. No te vayas, cielo…
Toda mi existencia se ha ido.
46. Un nuevo amanecer
Chris

“Yo era cenizas. Tú me tocaste… y volví a arder” A.J

Su cuerpo se pierde en el mío y me paralizo. Está fría, con los labios rotos
y morados, sin emitir ningún tipo de habla… y siento que muero. No puedo
reaccionar, mi mente se nubla, no sé qué hacer ni cómo actuar…
Y lloro.
Lo hago como un niño perdido en el mundo, hundiendo mi cabeza en su
pecho, rogándole a la vida una nueva oportunidad. Sus brazos caen sin peso,
su rostro simplemente no emite señal y no la siento respirar ¡Mierda! ¡No
respira! Aúllo como un lobo desesperado y el terror se apodera de mis brazos.
—Christopher… ¡Christopher! —Escucho una voz y no puedo dejar de
gritar hacia dentro— ¡Christopher, reacciona!
Dulce. Dulce. Dulce. —Es lo único que pienso.
Entonces siento cómo unas manos intentan quitarme el cuerpo de mi
bonita y despierto, me levanto furioso, agobiado, con dolor de cabeza,
dispuesto a matar si es preciso.
—Basta, imbécil. Reacciona. —Parpadeo y veo a Juan con Ramiro herido
en la pierna. ¿Qué ha sucedido? Ni si quiera me fijé en ellos.
—Está viva. —Agrega Juan mientras le toma el pulso— Pero muy débil.
—Se saca la casaca que trae y cubre el cuerpo de Dulce— Tápale los pies y
lárgate ahora.
—Dulce… —Digo como idiota, con las lágrimas explotando en mis ojos.
—Vete ya. Hay hombres buscándote. —Responde Ramiro— Esto me lo
pagarás un día. —Se toca la pierna y ríe— Pero luego hablamos. Ha sido
divertido jugar con los malos.
—El helicóptero está justo a dos metros, ¿No lo viste?
Vuelvo a parpadear. Con toda la neblina, el frío y mi desesperación ni si
quiera me dí cuenta.
—Gracias. —Digo con la voz quebrada, pero a la vez firme.
Corro apretándola hacia mí con todas mis fuerzas y la subo en el
helicóptero. Hay un hombre de confianza esperando ahí, le hace una señal a
Juan y empieza a volar. Balas se disparan hacia el cielo cuando escuchan el
ruido, pero estamos tan alto que agradezco al cielo que no nos hayan
alcanzado.
—Coordenadas, señor. —Dice el hombre de confianza de Juan.
—Norte. —Solo digo en medio del pánico— Tranquila cielo, pasará. No
te duermas mucho, amor… Necesito ver tus ojos para vivir. —Le doy un beso
en su piel aún fría y luego la abrigo como puedo.
Pasa un tiempo y pido que aterricemos en un valle descampado que
conozco para luego llevar a mi bonita hacia la casa de una anciana curandera.
La conozco porque he trabajado en estos lugares construyendo vías para el
acceso del agua y siempre ha sido amable conmigo. Me aprecia porque ayudé
a su nieto con un empleo, sabrá guardarme el secreto.
—Señora Gloria… —Digo desesperado— Mi esposa, ella…
—Santo cielo, hijo… —Se alarma con solo verla y me dirige hasta su
cama.
—Beto, vete y trae mis ungüentos. —Le dice a un chiquillo.
—Por favor, sálvela. —Mi sonido es casi un ruego. Ella me mira, sonríe y
se dedica a limpiar sus heridas. Cada gota de sangre que hay en su piel me
lastima, cada raspón o moretón que encuentra en el camino me genera miedo,
cada mancha de lágrima en su rostro me hace querer venganza.
No lo soporto.
Me levanto furioso, pero la anciana me detiene.
—Vas a curarla. —Dice sabiamente y me da algunos paños con agua—
De nada sirve la venganza teniendo una esposa grave.
Su regaño es casi una sacudida, ¿Grave?
—Dulce… —Vuelvo a ella y la anciana me enseña cómo limpiarla.
—Así, hijo… suave. No toques la herida central, pero cura lo demás.
Anda, tú lo harás mejor que yo…
Acaricio su rostro y paso un algodón por sus mejillas, por su nariz, por
sus labios y no puedo evitar romperme… Está tan lastimada… Mi garganta
sigue aruñando mientras voy pasando de lugar y con paciencia termino de
hacerlo. La anciana regresa y mira todas las marcas de golpes en su cuerpo,
hace una cara de pena y le pone algunas hierbas en sus piernas, vientre, pecho
hasta terminar en su rostro.
—Su pulso es muy débil, hijo. Necesita un médico y suero.
—¿Usted no puede hacer nada? —Mi interior pica.
—Le hice un preparado, pero no garantizo nada. Estas son cosas
mayores… ¿Todo está bien, hijo? ¿Quién le hizo esto?
—Un infeliz, señora. —Me tenso— Necesito curarla.
—Conozco a un médico de confianza, el Dr. Carbonel. Es el médico del
pueblo, muy discreto también. Le diré a mi nieto que lo busque.
—Gracias.
Media hora pasa y Dulce no reacciona. Su respiración es lenta, su pulso
inestable y mi corazón siente que morirá si sigue de esta forma. La anciana
espera en la puerta y grita cuando llega el médico, un hombre adulto también
con la cara seria. Al verla se sorprende y me mira de forma extraña.
—Que salga el hombre este. —Dice de manera despectiva, pero está loco
si cree que dejaré a mi esposa.
—Es mi esposa. No saldré. —Le digo.
—¿No pensaste eso antes de maltratarla, no? —Abro la boca y luego la
cierro. El anciano piensa que fui yo… y no sé qué más decir. No me gusta dar
explicaciones y tampoco contarte la verdad a nadie porque arruinarían mis
planes.
La voy a secuestrar para toda la vida. Nadie sabrá nuestro paradero, ni si
quiera mis amigos.
—Él no fue, doctor. La tenían secuestrada. —Inventa Gloria sin saber que
es verdad.
El médico al menos ya no me dice nada, pero hace su trabajo lento y me
desespero. Con temple estira el brazo de Dulce y coloca una vía que permite
el ingreso del suero, luego examina sus ojos con unas luces raras y luego su
pulso.
—Tiene fiebre alta, hay que bajársela. —Le dice a Gloria.
—Le puse las hierbas y tengo aquí un ungüento.
—Dáselo, mujer… ¿Qué esperas? —Reniega el otro anciano y veo cómo
introducen con una cucharita en su boca un preparado especial que hicieron
para ella. Tiemblo de solo verlo, ¿Qué carajos le están dando al amor de mi
vida? Pero me mantengo tranquilo, o al menos eso intento. Estas personas
hacen su mayor esfuerzo.
La siguiente hora es terrible para mí. El anciano renegando, tocándole el
brazo, cuidando su presión y Gloria rezando, moviendo la cabeza en señal de
negación… ¿Qué quiere decir eso? Estoy asustado, terriblemente asustado.
Mis uñas desaparecen con cada mordida que le doy, mis piernas no están
quietas y solo la admiro ahí… solitaria, en silencio, profunda.
Tengo miedo… Mucho miedo de perderla.
Mi ansiedad se transporta a la habitación y pronto el anciano renegón
voltea para invitarme a salir de aquel lugar.

—No lo haré. —Contesto como fiera— Es mi esposa la que está ahí.


—Hijo, hazle caso. —Dice Gloria empujándome hacia afuera y ahí me
quedo… mirándola a lo lejos, pendiente de cada movimiento que hace ese
hombre en su cuerpo.
Minutos van, media hora más… y siento que muero. La preocupación ha
invadido mi pecho y no me deja respirar. Gloria sale de vez en cuando, me
ofrece una taza de té natural pero no quiero nada… Solo a ella.
—Confiemos en Dios. —Sonríe.
—Muchacho… —El anciano sale y siento que mi cuerpo helado—Ha sido
una tarea dificil, pero no imposible. Tu esposa necesita mucho descanso, suero
y recuperarse de todo lo que le han hecho. Al parecer la arrastraron a la
fuerza… tiene raspaduras en los brazos y una marca en las muñecas. Sufrió
de hipotermia. Ha estado en temperaturas muy bajas y hay algunos golpes en
las piernas también. Debes denunciarlo.
—Lo haré. —Digo mintiendo.
—Haré mi parte médico. —Insiste— Esto ha sido algo brutal, muchacho.
—Me encargaré de ello. —Respondo cortante porque intento dominarme.
Tengo toda la piel ardiendo de rabia. Una vez que ella se recupere voy a
matarlos, lo juro.
—No puedes quitar el suero. La fiebre está estable ahora pero es un
proceso. Hay que abrigarla bien y alimentarla muy bien. Manténgala en lugares
limpios y usa cremas para que cicatricen las heridas.
—Le puse algunas hierbas… —Interviene Gloria sonriendo— Son muy
buenas, doctor.
—Claro, eso ayuda. Aquí tiene mi receta, deberá ir hasta la ciudad más
cercana a conseguir los medicamentos. —Arranca una hoja de papel y me la
da— Al pié de la letra. —Advierte.
—Gracias doctor. —Le doy la mano y él me la aprieta.
—Veo en tus ojos amor por esa chica, muchacho. Pero un hombre nunca
debe descuidar a la esposa…
Sus palabras me matan porque tiene toda la razón… Jamás debí
descuidar a mi bonita.
Mientras Gloria se va con el médico hasta la puerta solo la observo
dormir. Su rostro ha cambiado, ahora está limpia y tiene las mejillas con más
color. Acaricio su mano para sentirme vivo y en silencio me acerco hasta su
frente para besarla.
—Vas a estar bien. —Sonrío y luego veo al médico salir.
Debo actuar rápido.
Tomo el suero y lo acomodo encima de ella. La abrigo con una sábana
para luego tomarla entre mis brazos. Es peligroso, lo sé… pero no correré el
riesgo. El anciano va a hacer una declaración a la policía, el hijo de puta de
Hilton puede encontrarnos y las explicaciones no vienen al caso en este
momento.
La policía nunca hace nada por más que se llene la boca diciéndolo.
El dinero y la mafia siempre ganan y yo no voy a arriesgarla.
—¿Qué haces? —Gloria se asombra.
—Llévarmela. Gracias por todo, Gloria.
—Pero… hijo… es muy peligroso y…
—Sé que sabrá guardarme el secreto. Si vienen a preguntarle diga que
me llamo Luis y ella… Daniela. Por favor, no revele mi nombre.
—Está bien, hijo. Yo confío en ti. Espera… llévate esto. —Me da un
pequeño frasco— Es un ungüento para sus heridas, ayudará mucho.
—Gracias Gloria, voy a pagártelo. —Le sonrío a medias.
—Ya me has dado mucho, hijo. Ve, ve.
Le agradezco con la cabeza y salgo casi corriendo para internarme de
nuevo en el bosque y buscar el helicóptero donde está el amigo de Juan
esperándome.
—Coordenadas, señor. —Agrega.
—Al este. Solo sigue. —Le digo.
Algunas horas después llegamos hasta el lugar que deseo. Mis piernas
se estiran para fijarme en el suelo y luego llevo con cuidado a Dulce en mis
brazos. Le dije al piloto que me dejara en una especie de bosque, me preguntó
varias veces si estaba seguro y afirmé sonriendo. ¿Por qué? Porque no quiero
que nadie conozca nuestro paradero.
Voy a secuestrar al amor de mi vida y nunca más nadie podrá
encontrarnos.
Camino algunos metros hasta que veo el pequeño auto que dejé
inteligentemente en este lugar desde hace algunos días. Tengo todo
perfectamente planeado y hoy agradezco mi paranoia y perfección.
—Solo un momento más, cielo. Y estaremos en casa. —Sonrío, acomodo
el suero e intento no mover su brazo. Con paciencia me instalo en el auto, no
sin antes explorar el horizonte… Todo bien por ahora.
Ya hemos estado aquí, algunos pobladores nos conocen pero jamás dirán
nada. También construí accesos de agua y electricidad en este lugar, quizá
porque yo también los necesitaba… Ellos me ven como el héroe.
—Bonita… estamos a algunos metros. —Le hablo pero sigue con los ojos
cerrados.
Mi corazón palpita cuando veo a lo lejos una seña de nuestra casa. La
vuelvo a tomar en mis brazos y camino para llegar a ella. Es la casa de nuestros
sueños… Donde la dejé hace 5 años y hoy remodelé a su gusto. He ansiado
tanto este momento que la emoción aflora por mis poros.
—¿La recuerdas? —Le digo como si pudiera escucharme— Estamos en
casa, mi cielo.
Se lo prometí hace muchos años y hoy cumplo esa promesa. Le dije que
convertiría esa pequeña choza en una casa cómoda y a su estilo. Ella ya ha
estado aquí cuando vinimos a visitar a sus padres, pero no imagina lo que es
ahora.
Al subir las escaleras llegamos pronto a nuestra recámara con una vista
privilegiada. Una ventana grande que da a una cascada y mucha naturaleza a
nuestro alrededor. La playa no está lejos, de igual manera no era la prioridad
en ese momento, pero sé que le gustará.
—Descansa, cielo. —Le digo y cuelgo el suero para luego instalarla—
Recupérate mi amor… Quizá soy un tonto y negligente, pero tenía que
protegerte. Aquí estamos seguros y lejos de todo.
Mi garganta arde cuando la miro tan indefensa… y siento que no puedo.
Me levanto apresurado buscando ropa en los cajones hasta que encuentro
algunas pijamas sueltas que podrían quedarle a Dulce. Me pongo cómodo.
Quito mis zapatos y voy hacia ella dándome cuenta que aún necesita ser
limpiada…
Y sonrío.
Nada me gusta más que cuidarla, así que traigo agua tibia y algunos
paños suaves para luego lavar su cuerpo. Primero su cuello, luego su pecho
hasta que por fin logro destrozar la poca ropa que lleva encima con mis manos.
Su sujetador está manchado y se lo quito despacio…. Mi hermosa mujer.
Cierro los ojos al ver su piel lastimada y luego intento no mirarla.
Carraspeo al cortar la última capa de su ropa interior y paso el paño en silencio.
Es tan hermosa… pero tengo tanta rabia acumulada que no puedo pensar
en otra cosa.
La lavo suavemente temiendo lastimarla y luego parpadeo asombrado al
ver sus lindas piernas hechas moretones, entonces suspiro… Le pongo mi
pijama y luego cubro sus pies con mis propias medias.

—Lo siento tanto, amor… —Digo con el alma temblando— Es mi culpa


por dejarte ir ese día… —Beso sus manos— Es mi culpa por haberte dejado
sola aquella noche oscura. Solo quise protegerte y… —Me rompo— y…
terminó peor.
Lloro, lo hago con rabia.
Ella no puede verme, nadie puede escucharme… así que me acuesta a
su lado y la abrazo como un niño. He sido tan fuerte… He aguantado en silencio
su sufrimiento, su desprecio, sus malos tratos por cuidarla… y siento que he
fracasado.
Jamás sentí algo tan fuerte por nadie. Ella fue la rosa que le dio color y a
la vez lastimó mi vida. Me volví un ogro, un asesino, un estúpido idiota por ella
y, aunque dolía, valía la pena por una sonrisa.
—Despierta. —Murmuro jadeando y hundo mi cabeza en su vientre
porque es la zona menos lastimada.
Untarme en su piel me tranquiliza y a la vez calma. Sollozo en silencio,
pidiéndole a la vida que despierte pronto y pase esta terrible sensación de
vacío.
—Mmm… —Escucho un sonido que me hace levantarme de inmediato.
Limpio mis lágrimas, me aclaro la garganta y me acerco a ella desesperado.
—No hables, amor… Estarás bien. —Acaricio su cabello.
—Brando… quiere matarme. —Chilla divagando— Chris… dónde estás,
Chris..
—Aquí cielo, junto a ti. Estamos muy lejos… y seguros. Duerme tranquila.
—Chris… —Jadea— Chris… —No deja de repetir mi nombre y llora fuerte
estando muy débil.
—Aquí estoy mi amor, aquí. —Con mis manos tomo su rostro y despierta
con los ojos rojos, desubicada, con miedo— Por favor, no te preocupes por
nada. Descansa.
—Chris… —Susurra una vez más y limpio sus lágrimas con mis besos.
—Estoy contigo, mi amor. Y no voy a dejarte jamás… así tenga que
encadenarte a mi cuerpo por la eternidad.
Parpadea e intenta mantenerse despierta, pero el sueño y cansancio le
ganan haciendo que vuelva a dormir. Mi pecho se desinfla y solo doy gracias
porque ha despertado. Dios… gracias.
Empiezo a investigar sobre algunos medicamentos y me contacto con uno
de mis hombres de confianza para que los compren. Media hora más tarde uno
de los pobladores del lugar me lo alcanza y solo leo las indicaciones.
Cuando dejé mi vida de Ingeniero y me convertí en espía me enseñaron
de todo, hasta inyectarme. Mis dedos tiemblan pero no tengo otra opción, tomo
la aguja con el líquido dentro e inyecto a Dulce de la manera más suave posible.
Mientras ella descansa, veo mi celular alterno sonando. Debe ser Juan…
así que lo tomo y contesto.
—Juan. —Digo.
—Christopher, ¿Todo bien? Nosotros llegamos a la ciudad y debemos
limpiar el trabajo. Ya sabes.
—Háganlo.
—¿Dónde estás?
Me quedo en silencio.
—No necesitas saberlo ahora, Juan. Pero cuando todo esto haya pasado
y Dulce esté bien… te lo diré.
—Está bien, amigo. Entiendo. Aunque déjame decirte que este celular
jamás te lo intervendrán.
—Solo prevengo. ¿Y Ramiro?
—Tuvo un raspón en la pierna, pero todo bien. Hilton está furioso.
Su solo apellido me produce náuseas.

—Voy a matarlo. —Digo frío— Cuando mi mujer esté bien.


—Christopher, olvídalo. Sería algo que….
—No. —Lo corto— No me importa nada. Solo hacer justifica. Él va a morir
sabiendo quién soy.
—¿Se lo dirás?
—Por supuesto. En su lecho de muerte sabrá que soy el hijo de la mujer
que mató.
Juan se queda en silencio.
—Christopher…
—No. Basta. No hablaré más del tema, solo necesito que arregles
algunos asuntos. Puse en evidencia los negocios sucios de Brando, ah… y
envié un regalito al chino. Lo apreciará.
—¿Los documentos?
—No, pero sí algunas pruebas. Tengo grabaciones donde habla de sus
negocios ilegales. La prensa pronto se enterará de todo.
—¿Sabes que… eso sería muy peligroso, cierto? No descansará hasta
matarte.
—Para ese día Dulce y yo estaremos lejos del país, muy lejos.
—¿Has pensado en la posibilidad de que ella no quiera ir contigo? —Me
mantengo frio.
—Así no quiera tendrá que hacerlo. He comprado cadenas… —Suspiro
y río sin humor— Jamás volveré a soltarla.
—Entiendo, Romeo. —Bromea y sonrío a medias— Ella mejorará, lo
verás. Pablito pregunta mucho por su madrina.
—Mándale un abrazo de nuestra parte, Juan. Y gracias por todo. Solo
ocúpate de coordinar la salida de esos videos a la prensa, pero no ahora…
pronto. Muy pronto.
—De acuerdo, amigo. Será un gusto ver la cara de Hilton. Es tarde, ¿Te
has dado cuenta? ¿Qué planes tienes ahora?
—Cocinar.
—¿Qué? —Empieza a reír sin poder creerlo.
—No te rías, haré mi mayor esfuerzo.
Cuando termino de conversar con Juan no puedo evitar sentirme más
tranquilo. Él arregla mis cosas en México y yo puedo estar quieto con mi bonita,
pero cocinar… esa sí es un reto.
En la cocina tengo todos los implementos. He sido un tipo precavido con
ello así que no hay problema. Tomo una olla y luego empiezo a cortar verduras
para hacer una sopa. Miro la receta en Youtube y hago exactamente lo que
indica el video, pero temo que haya salido feo.
¿Lo comerá?
Gloria dijo que debía alimentarse y no puedo evitar sonreír mientras
preparo la comida porque los recuerdos afloran como nubes despejándose en
el cielo.
—Nos casamos, todo bien ¿Y ahora? —Me miró aturdida.
—¿Ahora qué? —Reventé una goma de mascar en su rostro.
—No te digo hijo de puta por respeto a Maca, pero no vuelvas a hacer
esto Christopher. —Cruzó los brazos y la reté.
—¿Y si no quiero? —Mi pecho desnudo la intimidó cuando me acerqué
de golpe.
—Sino no hay acostón. —Bromeó— Te mueres por mí.
—¿Yo? Pfff… ¡Jamás! Solo me casé contigo porque… me daba pena tus
ganas de estar conmigo todo el día. —Sonreí.
—Ajá… qué amable. Bueno, para demostrarte que no tengo ganas…
adiós. —La detuve jalándola del brazo porque se había enojado.
—Era una broma, bonita. —Dije rodeándola fuerte con mis brazos.

—Suéltame. —Forzó y no pudo.


—No sin un beso. —Reí cerca a su nariz.
—No te besaré, eres un sapo horrendo. —En su propia inmadurez amé
cada insulto.
—Que te gusta coger… —Levanté una ceja y la ví nerviosa.
—Bueno, habrán mejores… No lo sé, quizá debería ir por otros ríos. —
Me prendía su altivez y ganas de molestar. Sabía que moría de celos.
—No te atrevas, bonita… Patearía cada una de sus pelotas. —Me
contuve. Pensarla con otro hacía que mi sangre explotara.
—Pues no me provoques entonces y mejor cocíname algo que tengo
hambre
—¿Cocinar? —Elevé una ceja.
—¿Quieres sexo o no? —Cruzó los brazos— Puedo castigarte, chiquito.
—Rió cruel. Oh… mierda.
—Dulce, odio tus putas bromas. —Contesté serio.
—Ya, vaya… ándele. —Golpeó mi trasero y no tuve de otra. Se reía de
mí cada vez que cortaba las verduras… ¿Qué podía hacer? Jamás fueron finas,
sino gruesas. Recuerdo haber hecho una estructura de cartón con los arbolitos
o brócolis de la cena y ella se enojaba…
—Ni te atrevas. Odio tus putas ganas de querer construir todo lo que
tocas. Mi comida, esclavo. —Saltó a mi espalda desnuda y besó mi piel como
solo ella sabía hacerlo.
—Dulce… moriré. —Dije, aruñando.
—Entonces muere… —Voltee perdido, dejé las verduras y la cargué en
mis caderas para luego subirla encima de la mesa. Ella empezó a reir fuerte y
de un tirón destruí su ropa. Sus senos estaban listos, sus piernas dispuestas
para mí y mi erección no perdió tiempo. Le hice el amor como quise, ella me
montó como quiso y ambos tranquilizamos nuestra sed pasional con nuestros
cuerpos.
—Sucio. —Dijo mientras se vestía.
—Pero bien que te encanta el sucio, esposa mía. —La abracé.
—¿Por qué serás tan idiota, eh? Y patán… Tienes cara de patancito.
—Tengo cara de un chico enamorado. —Me rendí y nos perdimos de
nuevo.
—Esto me parece un sueño…. —Besó mis labios— Cogemos todo el día.
—Explotó en risas— ¿Y sabes qué es lo mejor? Lo hago con el amor de mi
vida.
—Jamás voy a soltarte, bonita…
—No prometas cosas que no sabes si pasarán. Quién quita y nos
divorciemos.
—Jamás. Te lo juro… jamás voy a dejarte.
Me quedo estúpido mientras miro las verduras. Se lo prometí… y le fallé.
Trago saliva mientras lo recuerdo y pronto termino de cocinar.
Desearía volver al pasado…
No había un malo, solo nosotros mismos. Nos amábamos en libertad y
eso era perfecto, pero debo aceptarlo… Hay cosas que no vuelven a ser las
mismas aunque regreses a esos momentos vividos.
Quizá ya no sientes igual, no piensas igual… o porque no eres igual.
Con paciencia llevo el plato de sopa a nuestra habitación y la veo
profundamente dormida, ¿Qué hago? ¿Cómo la despierto para comer? Me
siento en la cama un poco aturdido para luego probar la sopa…
Está buena.
—Dulce… —Susurro— Debes comer. —La despierto y la siento temblar
por frío. La fiebre solo se ha escondido y ha vuelto. Mi garganta ruge de
indignación y pronto le doy de comer en la boca. Ella está en otro lado…
distinta, mareada, pausada, asustada y no deseo molestarla— Solo un bocado
más. —Insisto y con paciencia espero a que se tome el último bocado.

Me sonríe y para mí su sonrisa es toda mi vida.


—Gra…cias. —Tose y se queja por el dolor.
—Está bien, cielo. Descansa. —Digo triste. Deseo tanto hablar con ella…
—Chris… —Apenas puedo escucharla, pero siento su miedo y eso me
enferma. La miro decidido, tomo su rostro y le sonrío.
—No pasará nada, créeme.
Siento sus lágrimas.
—Él… volverá. —Arruga su vista cada vez que expresa palabras—
Matará a todos.
—Dulce… cálmate por favor.
—Papá… mamá… —Se agita.
—Tranquila, ellos están en Estados Unidos desde hace tiempo.
Veo su cara de sorpresa al decirlo y suspiro sonriéndole. Soy un tipo
precavido, tuve que inventar una gran historia para poder llevármelos y desde
ese día pago todos sus gastos.
—Gra…cias.. —Se esfuerza y siento cómo su pecho se desploma en la
cama, cierra sus ojos con justa razón ¿Y yo? Me quedo admirándola de nuevo.
Tengo tantas ganas de decirle que la amo, que lo siento, que no volverá a pisar
México, pero debo esperar…
Y es lo único que he hecho.
Sonrío a medias y luego suspiro mirando su cuerpo caer en el sueño. Me
frustro, ¿Qué más da? Es cierto. Solo quería pasar un tiempo más con ella
despierta pero sencillamente no se puede… Quiero decirle que la amo, que me
muero por sus besos, abrazos, caricias… hacerle el amor y no puedo.
Trago saliva amargamente y enseguida me levanto, pero siento algo
extraño… unos dedos tomando los míos. Mi cuerpo se paraliza, la miro y
sucede algo increíble… Me está apretando la mano.
Mi vida…
Un solo movimiento ha hecho que todo en mí se estremezca.
—Dulce… —Susurro suave.
—No te vayas… —Dice. Hace todo su esfuerzo— Lo prometiste.
Sonrío y me acuesto a su lado hasta que por fin se duerme. Me contengo
tímidamente, pero luego peino su cabello con cuidado y me doy cuenta que la
amo incluso más de lo que pensé amarla.
Y es que todo en ella me llamaba…
Aquel día en la playa, las interminables noches de pasión que nos dimos,
su cara de furia cuando no hacía lo que quería y las tontas peleas que tuvimos
en el pasado.
Dicen por ahí que los hombres no se enamoran, que solo sueñan hacerlo.
Yo en cambio pienso que somos más débiles que ellas… Cuando lo hacemos
caemos con toda la existencia y es lo que me pasa a mí con esta terca señorita.
Las estrellas alumbran el oscuro bosque, no en vano construí este lugar
justo en esta dirección, y es hermoso. El silencio me embarga, la distancia del
mundo no me molesta, Ella es la palabra más bella que tengo hasta ahora.
Sueña…
Inhala lentamente y exhala con suavidad su aire. En sueños no tiene
miedo, en sueños no recuerda, en sueños solo sueña… y eso me alegra. Ella
está tranquila ahora y juro por el cielo que la protegeré contra todos para que
no vuelva a llorar…
Mi Bonita….
La sexy chiquilla que me pidió que la desvirgara un día. La linda señorita
de vestido azul. Mi hermosa noviecilla traviesa de cuerpo predominante y
perfecto. Jamás te olvidé… y jamás lo haré nunca.

Mis ojos pesan a medida que pasan las horas. Es de madrugada, lo sé


porque la neblina se espesa en el cielo oscuro, y pronto me doy cuenta que su
fiebre ha bajado. Sobo mis ojos, mi cuerpo está exhausto, pero aún así me
levanto para revisarla.
No soy médico pero sé de algunas cosas.
Las hierbas que me dio Gloria funcionaron a la perfección y las medicinas
hicieron también su parte. Me siento mal viéndola así… entonces decido
quitarle el suero. Lo hago con cuidado, como si estuviera cortándole las uñas a
un niño, y solo se queja cuando siente el tirón rápido. Cubro su herida con
algodón y alcohol y luego pasa todo.
Vuelve a dormir…
Debe estar cansada emocional y físicamente así que voy a dejarla, pero
no me apartaré de su lado. En el sillón me quedo mirándola… hasta que cierro
mis ojos de nuevo.
Dulce
Es un lago gigante donde estoy siendo comida por la tierra. Intento gritar
y no puedo, quiero salir y mis pies no se mueven…. Entonces lloro. Lo hago
con furia, miedo y pánico. Deseo no estar en ese lugar y no encuentro la forma
de salir de ahí… Miro a mi costado y el rostro de Brando sigue burlándose,
sigue tocándome las piernas, hundiéndome en ese lodo negro. La noche cae
con furia de pronto, ¿Cómo pudo suceder sin que me diera cuenta? Hace frío,
mucho frio, y a lo lejos siento que me llaman… alguien lo hace pero no puedo
responder ni mover mis dedos.
La tierra va hundiéndome hasta el cuello y mis últimas palabras van al
cielo, pensando en la vida que tuve… en mis sueños rotos… en su mano de
alguna manera sosteniendo la mía. Christopher, Christopher… tu nombre de
nuevo. Lloro al sentir su piel, su olor, su calor. Lloro porque no estoy sola…
Lloro porque esto ha sido un asqueroso sueño.
Abro los ojos y sus dedos solo limpian mis lágrimas. Por fin puedo verlo
sin dormir de nuevo…
—Chris… —Susurro su nombre y siento como si un terremoto hubiese
dado vuelta dentro.
—No hables, tranquila. Fue una pesadilla… —Su voz me reconforta y
aunque mis párpados pesen, no quiero cerrarlos… porque quiero verlo así…
conmigo.
—Chris… —Insisto y se pone a mi lado mientras peina mi cabello con sus
dedos.
—Es hora de desayunar —Me sonríe— Primero come y luego vemos,
¿Si?
Me habla como a una retardada, pero lo acepto. Le hago caso por primera
vez en mi vida porque decir palabras me duele. Siento cómo el aire pasa por
mi interior y me hiela, quema, molesta… Con tranquilidad me da de comer en
la boca, ¿Qué carajos? Pero me encanta. Sonrío de vez en cuando mientras lo
veo sucio y lleno de pequeñas partes de alimentos por su cuerpo.
—Soy mal cocinero. —Lo acepta y me burlo sin que se de cuenta— Pero
lo hago de corazón. Anda, abre la boca.
Acepto sin duda y mastico con cuidado la fruta sintiendo que duele.
—Tienes la garganta inflamada, pero es normal. Anda, ah… y tómate la
medicina después.
Odio las medicinas, pero no tengo de otra. Pasan algunos minutos
después de haber comido y lo miro.
—Me duele la cabeza. —Digo.
—Pasaste por cosas feas, mi amor… Es normal. Te recuperarás pronto.
Entonces me doy cuenta…
—Este lugar es….
—Nuestra choza. —Ríe— Convertida en casa.
—Chris… —Mis ojos se lastiman y empiezan a lagrimear. Este lugar es
horrible y hermoso para mí.
—No me preguntes nada más, solo tengo una advertencia: No te irás
jamás de mi vida, ¿Lo oiste? Así tenga que encadenarte.

Sonríe y puedo notar que no se ha afeitado.


—Odio a los hombres así. —Le digo y me entiende.
—Lo sé, estoy sucio. Me iré a bañar cuando te quedes dormida.
—Quiero bañarme… —Me quejo— Mira mi cabello.
—No, cielo. No hasta que te mejores. —Dice suave— Yo mismo te limpié,
tranquila.
Miro mi cuerpo y noto que estoy con su ropa. Me mira sonriendo y le
devuelvo la sonrisa ¡Está loco! Entonces suspiro y cuando me muevo todo se
paraliza.
—Me duele. —Descubro mis brazos, mis piernas, mis manos y noto
moretones horrendos en mi piel, dolor cuando los toco, entonces solo me
recuerdo en el suelo intentando zafarme del agarre de Brando.
Él arrastrándome por el bosque, yo intentando hacer lo posible por no
seguirlo.
—Le dije en su cara que eras mi marido. —Soy directa.
—Dulce…. —Cerró sus ojos en señal de desaprobación.
—Le dije que disfruté mucho cogiendo contigo en su cama. —Llevo mis
dedos a mis labios— Se enfureció. Me golpeó… —Mis lágrimas salen— Jamás
un hombre me ha golpeado, ni si quiera mi padre.
—Basta Dulce. —Me dice indignado, furioso, serio. Se levanta porque no
quiere escuchar, entonces lo suelto aún más…. Porque necesito decirlo.
Empiezo a describir cada cosa que recuerdo.
—Dulce… —Hace puños— ¡Voy a matar a ese hijo de puta! —Grita
furioso. Sus venas saltan a la luz por la presión en su cuello y su mirada se
hace turbia. Ese no es mi patancito….
—Lo siento. —Digo con lágrimas.
—¿Te tocó? —Se acerca con miedo.
Me hielo sin contestar.
—Dulce…. —Insiste— Te….
—Intentó violarme. —Digo destruida, con un dolor pasable por las heridas
y mi corazón hecho fuego— Pero tú lo evitaste. Entró uno de sus hombres
trayendo a Rita y ella les dijo que estabas buscándolo. Tú hiciste que no
pasara….
—¡Hija de perra! —Murmura— Y luego te golpeó.
Asiento.
—No soportó tu presencia. Antes le había dicho todo lo que tuvimos…
Necesitaba hacerlo, no podía callar más. Me regocijé viéndolo.
—Dulce… eso se llama imprudencia. —Me regaña— pero bueno, lo
importante es que estás conmigo. —Sonríe desesperado y mi corazón se hace
chiquito.
—¿No vas a soltarme, cierto? —Mi pulso se acelera y suspirando acerca
su rostro al mío para luego acariciar mi mejilla.
—Aunque me maten, así sea en el infierno… Bonita.
—Chris… —Digo y con cuidado me abraza. Apoyo mi cabeza en su pecho
y siento su corazón latir muy muy fuerte, tan fuerte como el mío.
—Pasé horrores. —Suena asustado— Jamás vuelvas a hacerlo.
Cierro mis ojos y me pierdo en su piel, en su exquisito olor a sexo salvaje,
en su inmenso corazón de fuego. Levanto mi rostro y sonrío, ahora todo es más
claro… parpadeo para distinguir es realidad o sueño, entonces pega su nariz
contra la mía y pega sus labios sin querer dañarme.
—Sabes a cansado. —Digo aun rozando su boca—Duerme.
Niega con la cabeza.
—Solo quiero besarte… —Confiesa. Puedo ver sus ojos ansiosos y le
sonrío con toda mi vida para luego capturar sus labios.

Me gusta esto y, por más que intento concentrarme, no puedo. Las


imágenes de Brando regresan… Estuve tirada en el suelo, mirando cómo se
masturbaba con su mano ante mis ojos, sintiendo horror por estar presa ante
sus deseos.
Grité llena de horror y me jaló de las piernas para tocarme luego los
senos, el ombligo, hasta mi cuello. Besó ahí… y luego me soltó cuando tocaron
esa puerta.
Golpes, bofetadas, jaladas de pelo.
—No… —Vuelvo a llorar sin control.
Intento tranquilizarme pero me cuesta
—Estás aquí, conmigo… puedes olvidarlo.
—Tócame. —Le digo— Y hazme el amor…
Mi propuesta lo sorprende, puedo saberlo, entonces acaricia mis
piernas… lo hace de manera torpe.
—Límpiame, Chris. —Digo aún débil pero con mucho dolor.
—Está bien, cielo. —Susurra aceptando y con cuidado me lleva hacia la
bañera. Ahí me desnuda y lo hace consigo mismo también.
—Siento haber caído en todo esto… —Le digo y no dice nada,
simplemente me abraza.
Lo hace mientras el agua cae por nuestros cuerpos, entonces exploto.
Estoy tan rota, tan humillada, tan perdida… que mis emociones me
traicionan. Aclaro mi garganta para respirar y luego me hundo en su pecho
mientras pasa el jabón por mi cuerpo. Hago todo lo que él me dice pero no me
desprendo. Puedo notar su indignación cuando pasa sus manos por mis
heridas, en cambio yo siento que sana sin que se de cuenta.
—¿Dónde? —Susurra en mi oído.
—Aquí… —Enredo su mano en mis dedos y las subo lentamente hacia
mis caderas— Y acá… —Paso por mi ombligo hasta mis senos
Se eriza, puedo notarlo, pero me sonríe pidiéndome perdón…
—Tócame… —Ruego. Me cuida tan bien que hasta me aburre.
—Dulce… no. —Se contiene, sé que también quiere.
—¿Por qué? —Digo.
—Te dolería. —Es sincero y probablemente es cierto.
—No importa. —Contesto sin saber qué digo.
—No, cielo… esperemos. —Vuelve a abrazarme y me pierdo en su
agarre. Cierro mis ojos mientras masajea de nuevo mi espalda, mi trasero, mis
piernas. Suspira al verme así… y luego va hacia el cabello para lavarlo de igual
manera. Es tan suave, tan delicado, tan protector… que me vuelvo idiota
cuando lo veo.
Cuando terminamos de bañarnos me seca el pelo y sonrío… aprendió
muy bien cuando éramos chiquillos. Le enseñé a pintar uñas, secar cabello
hasta hacer peinados aunque odie reconocerlo.
—¿Y ahora? —Digo con nueva pijama de nuevo.
—Dormir. —Sonríe y me siento mal por su cansancio.
—Duerme conmigo. —Suspiro.
—No, Dul… tengo cosas que hacer. —Contesta un poco ido.
—¿Qué cosas? —Pregunto y no responde, pero puedo notar en sus ojos
sed de venganza— No, Christopher… —Me altero— Va a matarte.
Gira su rostro y reniega de mí.
—¿Aún no confías en mi? —Se altera.
—No es eso…
—¡No dejaré que se salga con la suya! —Alza la voz y me tenso.
—Chris…
—Voy a patear su jodido trasero. —Rechina y se aleja.

—Chris… —Insisto. Todo ha cambiado de nuevo.


Pero no me hace caso, camina hacia la puerta. Me levanto.
—No, Chris…. —Intento avanzar pero mis piernas flaquean y antes de
caer me sostiene de inmediato— No te vayas….
Mi pánico aumenta, no sé que tengo.
El terror aparece por mi vista como si el fantasma del pasado regresara
con más fuerza. Esa cruda noche, esa carta, ese dolor…
No, no más ese dolor.
Incendio sus pupilas al sentir que me está viendo de una manera
irrazonable. Lo tomo de la ropa e imploro ante su piel que no me deje, que no
se vaya, que no respire si no es a mi lado.
—Por favor… no te vayas… —Digo con un dolor que aún no proceso—
No de nuevo.
—Dulce…
—Sentí tanto vacío esa noche. Es indescriptible ese sentimiento… por
favor.
—Dulce, cálmate. —Me carga y acuesta de nuevo para limpiar mi rostro
con sus manos.
—Chris… te lo suplico. —Digo aún con sorpresa.
—Está bien, está bien… —Me calma— No me iré. Jamás lo haría, Dul…
—Eso dijiste hace 5 años…
Lo mato, sé que lo mato. Sus ojos se cargan de rabia y a la vez dolor.
Toco sus mejillas y besa mis manos. Me pide perdón con su cuerpo, con su
voz, con sus anhelos…
—Perdón, cielo…. Solo intenté cuidarte. Lo sabes.
—Hubiera preferido esto a que te fueras…. Mil golpes no compensarían
el dolor que sentí en ese momento.
—No digas eso. —Besa mi mano aturdido.
—Eras mi vida, Christopher. Mis días sin ti fueron como estar en un
planeta sin oxígeno. No te vayas… por favor.
—No me iré.
—Júramelo, quédate conmigo… —Beso su mano.
—Lo haré, amor…. Te lo juro.
Y lloramos juntos sin entendernos. Me abraza con miedo, entonces nos
acostamos en silencio, abrigándonos ante un día de frío… con mi oreja cerca
a su corazón. Minutos van, minutos vienen…
Él no ha dormido y yo tampoco.
Mis heridas arden en este momento, entonces se para para luego
curarme. Pasa una pomada rara por mis brazos, piernas, pecho… hasta llegar
a mi boca. Con suavidad una su dedo mágico en la herida y sonríe cuando saca
su mano.
—¿Huele feo, no? —Susurra…
Y me doy cuenta que es más hermoso de lo que creo.
—¿Puedo preguntar por qué? —Lo miro maravillada, observando hasta
la leve raspadura que veo en su oreja.
—¿Qué? —Dice desprevenido.
—Todo esto, Chris… Tu abandono, tu seguimiento en secreto. Tu
misterioso juego.
Ríe sin humor.
—¿Acaso no lo sabes? —Levanta su ceja, guarda la pomada y solo se
dedica a mirarme.
—¿Qué?
Sonríe como tonto…
—Hay una sola respuesta para esto.
Pienso…
—¿Masoquismo? —Sonrío.
Niega.
—Um… ¿Imbecilismo? —Invento palabras.
Niega riendo.
—Egr… Brutalidad extrema. —Sonrío.
—Te lo he dicho mil veces, Dul… Hay una sola respuesta para esto.
—¿Qué respuesta, Chris? Te maldije estos años, me volví de hielo, te he
tratado como a un perro, intenté destruir tus planes, la jodí con el chino… Y aún
así estás aquí arriesgando tu vida por mí. Cuidando mis sueños, mis heridas,
mis lamentos… ¿Por qué, Chris?
Mis ojos se encuentran en la más exquisita pureza con los suyos…
—Porque te amo. —Dice y lagrimea— Y aunque he querido jamás te
pude sacar de mi cabeza.
—Me amas… —Digo temblando— ¿Aunque yo no haya sido lo que
esperabas?
Asiente.
—Te amo con todo y tus defectos. Te amo con toda y tus marcas… Y
cuando te ví mutar entendí que no podía cambiarte. Siempre quisiste ser esa
persona, Dul… y me costó algún tiempo entender que no estaba mal. —Acaricia
mi rostro— Quien ama no cambia. Quien ama comparte sus sueños… Quien
ama solo quiere verte brillar así estés equivocada.
Mi corazón explota en este momento y solo acaricio su rostro con mis
manos, palpando cada seña de su vida… cada rincón de su rostro, de su alma.
—No te quiero Chris…
Se paraliza… y luego sonrío.
—Te amo. —Tiemblo. Por fin se lo dije… se lo dije de nuevo, porque
aunque no lo crea…. También se lo dije en mis sueños.
47. En tus manos
Dulce

“No hubo un día en que no te pensara… ni noche en la que no te


extrañaba”

Su rostro se congela al oír mi voz y puedo entenderlo. Mis nervios


aumentan cuando parpadea, mi pulso se acelera cuando quiebra sus labios y
solo siento náuseas por esa palabra que acabo de decir…
Amor
¿Hace cuánto tiempo lo había descubierto y me lo estaba negando? No
lo sé a ciencia cierta, pero es amor… Amor, amor, amor, bendito amor. Una
tonta y cursi palabra que me hace vibrar, querer vomitar y a la vez sonreír. No
puedo seguir ocultándolo, aunque me de miedo decírselo, porque sé que lo
necesita… Y yo a él.
—¿Eso… fue? —Lo duda, enserio lo duda.
Asiento.
—Es la verdad. —Muerdo mi labio para que no tiemble más.
—Cielo… —Sus ojos lagrimean y puedo ver todo el dolor que ha sentido
en estos años.
—Está bien, Chris. Lo sé, enserio te he perdonado. —Sonrío y me abraza
con fuerza para luego tomar mi rostro en sus manos.
—Júrame que es cierto. Por favor, amor, yo… —Es tan grande, tan fuerte,
tan hombre y a la vez tan débil conmigo…
—Es cierto, Christopher. No pude decir esa palabra en 5 años y cuando
llegaste pensé que pude odiarte, pero… solo tenía resentimiento. Estaba
furiosa contigo, ardida porque me dejaste sin explicaciones y pensé que podía
vengarme pero terminé amándote más. ¿Estúpido, no?
—No, no es estúpido… —Me besa con desesperación— Te amo con toda
mi vida, Dulce.
El dolor irrumpe por mis costillas y mi garganta, pero no importa… Me
aprieta con su alma. Sus manos me lastiman y a la vez me reconfortan… y lo
quiero, quiero esto. Choca mis senos contra su pecho y en un segundo ya estoy
lista. Él es magia, es arte, es vida… Mi corazón se altera, mis labios se
envenenan con su aliento y pronto sé que no podré parar aunque duela.
—Hazme el amor… —Imploro entre besos, entonces me acuesta en la
cama con cuidado y saca su lengua de mi boca cortando nuestro acto. ¿Qué
carajos le pasa? Mis labios se hinchan, mis pezones se traslucen en su ropa y
mis ojos se marean con toda la ola de sentimientos que acabo de experimentar.
—No, cielo… Estás delicada aún. —Ruge contra mí— Te deseo, pero
todo a su momento.
Se levanta y me mira desde arriba. Mierda… es tan hermoso. Su cuerpo
bien trabajado, su duro trasero, sus manos asesinas… ¡Necesito tenerlo!
Aunque esté muriendo con el dolor que siento.
—Christopher… —Muerdo mi labio.
—No me provoques, amarga. —Dice contenido— Descansa.
Dice y solo lo veo entrar al baño, entonces ruedo los ojos… Conociéndolo
sé cómo desfogará su pasión y me enfado, pero en el fondo lo agradezco.
Moverme hace que sienta mucho dolor y solo me acuesto en la cama
respirando profundamente. Minutos después sale sonriendo y cuando lo veo
solo extiendo mi mano para que venga a mi lado.
—No podemos. —Insiste.
—Bien, solo me duele y necesitaba que alguien me ayude. —Susurro
bajo, entonces lo hace. Toma mi cuerpo y con suavidad acomoda mi cabeza
en la almohada mientras yo lo capturo con mis labios.
Um… sabe a menta.
Muerdo su piel para evitar que se vaya y rugiendo me detiene.
—Eres el infierno. —Confiesa y sonrío.
—En el que te gusta arder. —Beso su mentón— Solo quiero tenerte aquí
besándome, no más. Lo prometo.
Achina sus ojos.
—Bien. —Se acuesta a mi lado y yo pongo mi cabeza en su brazo— La
fiebre te ha bajado. —Dice tocándome la frente y rostro— Pero aún debes
cuidarte.
—Lo sé, doctor… —Lo fastidio— ¿Podrías ser menos aburrido?
—¿Y tú podrías dejar de hablar tanto? —Ríe— Te duele.
—Me he acostumbrado a hablar sin que duela mucho.
—Bueno… —Sigue riendo y luego toca mi rostro mirándome fijamente,
haciendo que todas mis células colapsen con sus ojos fijos en los míos, su olor
a sexo, el bendito calor de sus manos.
—¿Qué? Pareces idiota mirándome así… —Bufo.
—Aún no puedo creer que me hayas dicho que me amas. —Confiesa—
¿Sabes cuánto esperé esto?
—5 años.
—Esperé cada instante, cada momento… —Besa mi frente.
—¿Cuándo… te fuiste esa noche pensaste en que te amaba? —Sé que
soy una tonta por decirlo, pero siempre tuve aquella curiosidad.
—Lo sabía, Dul. —Arregla mi cabello— Pero era necesario. A veces uno
tiene que ser fuerte, dejar de lado algunas cosas y sacrificarte por el amor.
—¿No volverás a irte, cierto? —Toco su pecho.
—Jamás. No podría vivir sin ti, cielo.
Me acuesto en sus brazos y cierro los ojos mientras su olor me acuna. Él
es fuerte, valiente, un poco idiota pero me ama… y yo a él, quizá con toda mi
existencia. Las horas serán largas, el dolor corporal aún sigue latiendo en mi
piel, el miedo aún invadirá mis pensamientos, sin embargo… sé que lo tengo y
él me tiene. Suya, mío… hasta que el destino lo quiera.
El frío invade mi mente de forma extraña, oscura, inmediata. Un
agrietante recuerdo aqueja mi pecho y, por más que quiero, siento que no
puedo evitarlo. Recordar duele, quema, arde… y pronto las sombras van
mostrándome aquel lugar, una pequeña choza, frío como ahora, luna llena…
mi cumpleaños.
Un amanecer de diciembre.
Desperté desnuda como casi todos los días. Mi cuerpo afloró pánico y se
erizó al sentir que nadie cubría mi espalda. ¿Christopher? —Pregunté en
silencio. La sola idea de no tenerlo cuando despertaba me enfurecía, así que
planeé hacerle la ley del hielo.
—Estúpido. —Murmuré— Vas a rogarme por un beso.
Era una chiquilla tonta, muy tonta. Creí en la vida, en las personas, en las
promesas… en el amor. Me vestí enseguida sintiendo un nudo en el pecho,
quizá en el fondo algo me lo decía… y esperé casi una hora para darme cuenta
que él no estaba.
—¿Christopher? —Tragué saliva, se me hacía extraño… Era muy
temprano y jamás salía a esa hora. Inspiré profundo y lo busqué por toda la
casa: Sala, cocina, jardín, hasta en el viejo árbol en donde terminábamos
colgados.
Mi desesperación se hizo notar cuando empecé a gritar su nombre a lo
lejos, pero nadie respondía. Volví a casa llena de miedo y luego me dí cuenta
de aquella carta.
No, no…
Mi corazón me lo decía, pero mi mente no lo procesaba, ¿Una carta? Es
una forma estúpida de decir algo, o al menos era lo que creía siendo aún muy
chica. La abrí temblando y luego empecé a leer sintiendo que cada letra me
destrozaba el alma.

Esto no funcionó, Dulce. Fue un buen polvo, en eso creo que siempre
fuimos los mejores. Te dejo en libertad. Haré mi vida. C.
¿Un buen polvo? ¿Libertad? ¿No funcionó?
Caí pasmada de rodillas al suelo sosteniendo aún esa carta, aferrándome
con pánico a su presencia, sin entender nada. Entonces lloré… lloré tan fuerte
que mi garganta se destruyó en segundos.
No dormía, no comía, solo pensaba… ¿Yo estuve mal? ¿Por qué así?
¿Qué pasó entre nosotros? ¿Nada? Le había dado mi cuerpo a ese hombre.
Le había tirado mi vida, mis sueños, mis anhelos. Fue la persona que más amé
y odié al mismo tiempo.
¿Dónde quedó su falso amor? ¿Sus promesas? ¿Sus noches de eterno
fuego? ¡Había sido nada! ¡Nada! Pasé de sentir miedo a la culpa, de la culpa
al enojo, del enojo a la venganza, de la venganza al orgullo.
Terminé por quebrarme cuando llegó aquella carta notarial donde me
pedía el divorcio. Mamá y Kiara fueron las únicas que lo sabían porque papá
aún estaba enfermo. Mamá se enfureció tanto… Y Kiara siendo aún una niña
quiso quemarlo vivo, pero yo… nada.
No sentía nada.
Todo me parecía insípido, tonto, inexistente… Muchas veces me encerré
en mi baño y tomé una navaja, pero solo una vez me saqué sangre y logré
terminar en emergencias. Papá no entendía, hacía muchas preguntas y eso me
dolía… Hablaba de él, de sus sueños, de lo excelente que era… ¿Y yo? Me lo
tragué por cuidarlo, pero en el fondo fui concibiendo odio hacia todos.
Sus maneras de actuar, pensar, sentir… vivir.
Jamás me sentí parte de ese hogar, entonces empecé a cuestionarme si
realmente lo quería… Quizá lo que necesitas es salir de ese lugar. —
Conversaba con mi mente— Hacer otras cosas, viajar.
Había ahorrado algo de dinero, así que mentí a mis padres y me fui a
México a estudiar. Y pensé que todo estaba controlado. Callé tontamente mis
lágrimas por meses y al primer momento de soledad… lloré como una bastarda.
Lloré lo que me faltó llorar.
Y cómo dolía…
A menudos pensaba en imágenes de mí misma. Una chica desnuda, con
frío en la lluvia mirando hacia abajo, escondiendo su corazón lastimado. Tenía
tanto miedo de todo… De los hombres, mi soledad, la pobreza.. hasta que
conocí a Tomás. Él fue el abuelo que nunca tuve y estúpidamente agradecía
cada centavo que me prestaba.
Hasta que un día me miré en el espejo, pero me miré de verdad.
Descubrí que a pesar de las lágrimas y mocos era una chica hermosa.
¿Por qué no aprovecharlo? Primero fue por rabia, sabía que Christopher no
aguantaba los celos y me hice “novia” de un compañero. Lo besaba tan
desesperadamente… como si en ese boca sucia podría probar los dulces labios
de mi marido de nuevo. Soñaba con verlo aunque sea de lejos. Él regresando
a pedirme perdón de rodillas… ¿Y yo? Volviendo a sus brazos, pero me cansé
de esperar… y soñar con tonterías.
Renací del fango siendo fuego.
Lo que no te mata, te hace inteligente. —Solía decirme— Cada vez mi
mente brillaba de mejor manera. Me dí cuenta que podía manipular a las
personas y fui haciéndome experta.
No me acostaba con mis profesores pero sí les sonreía. Si caes bien,
tienes más beneficios… —Pensaba— Mi cuerpo era bonito, mis ojos grandes
y tenía el arma favorita de toda la humanidad: Mi juventud.
Fui una gran perra sin alma y me gustaba.
Primero yo, segundo yo, tercero yo.
Gané dinero en algunos empleos, pero siempre buscaba más. Me
obsesioné con ser la mejor en todo hasta que me entretuve con mil idiotas que
hicieron, después de algunos años, que mi momento llegara… La cadena de
hoteles Hilton.

—Déjeme presentarle a la Señorita Dulce Espinoza. —Dijo el viejo rabo


verde al que le había hecho ojitos.
—Brando R. Hilton. —Su mirada fue asesina y la mía no se había
quedado atrás.
Excelente trabajadora, buenísima compañera… Me hice indispensable
hasta que un día hice que él me besara, fingí ser la puta zorra con aureola y
así fui más interesante. Aprendí que los hombres valoran lo difícil y no quería
ser su saliente de mercado, sino su primera dama.
Hilton siempre fue mi objetivo, pero el destino me jugó una mala pasada.
Y hubo algo… algo que jamás dejé de hacer cada noche despejada: Mirar
las estrellas. Me emborrachaba sola mirándolas… y en el más completo
silencio aplaudía el día de mi muerte.
Aquella noche, una choza, su carta.
Jamás nadie lo supo y jamás nadie lo sabrá.
Temblaba sola en la cama mirando mi almohada y a veces no entendía
por qué lo hacía si ya no lloraba… Quizá era un fantasma.
Lágrimas salen de mi rostro generándome ansiedad. Aquel dolor, aquel
día… No podría volver a soportarlo, entonces grito muy fuerte… así, como
gritaba en mis noches de soledad… con el corazón sangrando.
—¡No! ¡No te vayas! Por favor, no me dejes…. No, Christopher… no. —
Mi pecho colapsa, pero pronto su olor me embriaga.
—Dulce, cielo… —Se siente tan bien… Está aquí, pero aún sigo llorando,
temblando, con pánico.
—No te vayas… —Ahogo un suspiro.
—No me iré. —Me abraza fuerte y nos quedamos en silencio mientras mi
cuerpo se recupera. Limpio mis lágrimas con fuerza y, cuando estoy lista, abro
mis ojos… para encontrarme con los suyos.
—Nunca te vayas… —Acepto mis miedos y acaricio con mi mano su
mejilla.
—No voy a perdonármelo. —Lagrimea— No podría verte de nuevo así.
—Me mataste… —Acepto—… Pero también resucitaste mi vida. —Pego
mis labios a los suyos y sin pedir permiso me sumerjo en su aliento para luego
besarlo con furia, con miedo, con ganas de una vida juntos y a la vez con temor
a lo que venga.
Después de besarnos un buen tiempo me aprieta fuerte en su pecho,
cubre mi cuerpo con la sábana y nos hacemos bolita en la cama. No quiero
dormir por temor a tener el mismo recuerdo, pero cada vez que lo hago él me
besa la cabeza.
—Duerme, amor.
No le contesto, solo me quedo en el vacío… y por fin duermo. Me
suspendo en el tiempo, en su voz susurrándome al oído, en sus brazos
torneados, en su maravilloso olor… Lo amo. Y es todo lo que necesito para
resucitar de nuevo.
La mañana se torna luminosa. La luz incesante del día traspasa la luna y
llega hasta mis ojos… ¡Lo odio! ¡Odio despertar por este tipo de cosas! Pero
me hago a la idea, abro mis ojos y me doy cuenta que estoy enredada en los
brazos de mi marido. Él duerme plácidamente, con su rostro en la almohada y
su mano en mi trasero. ¿Cómo carajos no me di cuenta?
Sonrío… Se ve tan bello.
Exhala tranquilo y en parte me da pena despertarlo, pero sé que abrirá
sus ojos apenas me mueva.
—Oye… —Susurro suave y con mi mano peino su cabello— Chris…
—Mm… —Dice sin abrir sus ojos.
—Odio la luz, ¿Podrías pararte y cerrar la cortina? —Le digo y no me
responde ¡Se ha vuelto a dormir! — Bueno, entonces iré yo. —Suspiro seria,
¿Qué clase de amor por mí es ese? Pero lo paso, no me enojaré por una
tontería. Giro en mí misma y empiezo a sentir dolor por dentro.

Me aprieta.
Muevo lentamente mis piernas e intento pararme de la cama pero cuando
me levanto y todo mi peso cae en mis piernas, balanceo sintiendo que estoy
inestable.
—A dónde… —Grito. Sus brazos me sujetan, ¿Cómo mierda no me di
cuenta?
—Me asustaste. —Digo respirando y pronto sosteniéndome en sus
brazos fuertes.
—Negligente. —Se burla— No debes caminar. —Me sienta en la cama.
—Pero quiero cerrar la cortina. —Hago un puchero.
—Bueno, la cerraré yo. —Sonríe despeinado, bostezando, con mucha
pereza, entonces mis ganas de molestar suben… Estoy aburrida, mucho.
Necesito un poco de pelea.
—No. Lo haré yo. —Me levanto— ¿Crees que no puedo? Me siento
mejor. —Digo, mintiendo— Así que déjame. —Doy algunos pasos más y siento
que todas mis piernas pesan. Me cuesta respirar, pero finjo muy bien… Camino,
sonrío, entonces me detiene.
—Dulce… no. Debes descansar. —Dice como máquina rayada.
—Pero acabas de ignorarme. Quería que cierres la cortina y no lo hiciste.
—Le digo fingiendo seriedad, quiero reirme pero no puedo. Me mira tenso, sé
que no quiere pelear… pero lo voy a provocar.
—Dulce… —Rueda los ojos— ¿Es enserio?
—¡No me ruedes los ojos! —Lo apunto con el dedo— Me tratas como
inválida.
—Dulce… —Se preocupa pero no lo dejo hablar.
—Nada. Cerraré la puta cortina. —Me doy vuelta y de reojo veo cómo
sigue mis pasos como si fuera un niño que aprende a caminar. Tomo la cortina,
la cierro y por fin estoy de nuevo en la oscuridad con mi marido…
Su pelo alborotado, su olor a sueño, a sexo, a vida me aloca. Trago saliva
sintiendo cómo cada célula de mi cuerpo se eriza cuando lo siento tras de mí.
Me marea su forma de cubrirme, cuidarme, protegerme…
—Déjame. —Volteo— ¿Sigues pensando que soy una inválida?
—No dije eso.
—No, claaaro. Tú nunca dices nada. —Ironizo.
—Mi amor, no quiero pelear. —Intenta abrazarme pero me zafo. Ese
grandulón con brazos fuertes, buen follador, con un sexy olor a rosas me vuelve
loca. Y verlo rogándome… me excita más.
—Nada de mi amor. —Finjo seria— Es más, no te soporto. Vete ahora de
mi cuarto. No te quiero ver.
Levanta una ceja como si no pudiera creerlo y solo contengo la risa. Su
rostro luce confundido, pero luego suspira… asiente serio y luego me aterro
¿Se enojó? No… Se gira y luego sin pensar tomo su brazo y lo jalo hacia mí.
—Te olvidaste de algo, idiota. —Le digo aún seria— Tienes una esposa
loca. —Suelto la risa y me trepo en su cuello. Me mira aún serio, pero creo que
luego entiende porque no rechaza mi beso.
Sus labios son tan suaves… tan hogareños. Me derrito en su boca, con
su lengua exquisita recorriendo mi interior. Jadeo contenida y cuando intento
seguir más allá, me para. Pega su frente contra la mía y luego abre sus ojos…
—No sé qué voy a hacer contigo…
—¿No te enojaste o si? —Le digo.
—Un poco. —Cierra un ojo— Te castigaré cuando estés mejor. —Me mira
perverso.
—Castígame ahorita. —Muerdo mi labio y lo aprieto hacia mí— Ya estoy
bien, lo juro. —Digo mintiendo.
—Dulce… —Me regaña— No.

—Patancito… —Susurro abrazándolo— Han sido muchos días sin ti…


—Dulce, estoy muriendo… por favor, no lo hagas más dificil.
Ruedo mis ojos y lo dejo pasar… por ahora.
—Prepararé el desayuno. —Sonríe— ¿Algo en especial?
—Sí… —Suspiro— Tú. —Sonrío.
—Dulce… —Me regaña de nuevo.
—Ven aquí, bebé… —Digo, jugando mis cartas. Sé que lo mueve.
—Eres una hermosa bruja. —Rie y se acuesta conmigo.
—Apuesto a que no me soportas.
—A veces, pero estoy acostumbrado… —Susurra abrazándome.
—¿A qué? —Levanto una ceja.
—A que me insultes, me digas idiota, patancito, entre otra larga lista… —
Acaricia mi rostro— Me tratas mal, pero aún así te soporto porque te amo.
¿Puedes creerlo?
Trago saliva.
—Así me amas…
—Mucho. —Dice y vuelve a mirarme—Desde que te ví con ese vestido
azul en la playa… Jamás había dejado que una chica me hablara feo, pero tú
fuiste mi más hermosa excepción.
—Asquerosamente cursi, patancito. —Río de nervios— En cambio yo
pensé que eras un mandilón muy divertido.
—Seguro. —Ríe en mis labios— Deja de fingir, me quisiste desde ese
día…
—Necesitaba dejar de ser virgen —Levanto una ceja— ¿Qué querías que
hiciera?
—¿Nunca pierdes, cierto? —Pega su nariz contra la mía— Suena tan
bonito un te amo en tus labios… amaba cuando lo decías.
—Pues no te acostumbres.
—Dímelo… Anda, compláceme.
—Si hablamos de complacer… —Sonrío— Estás muy lejos.
—Dulce, cielo, es por ti… Quiero que te recuperes.
—Mi medicina eres tú. —Le digo firme— ¿Qué hay de malo? Tengo
necesidades como tú y la mujer que niegue esta mierda es una fingida hipócrita.
No solo los hombres quieren sexo, las mujeres también.
—No. —Me besa en la frente e intenta irse, pero vuelvo a detenerlo.
Yo jamás pierdo.
—¿Sabes? Me duele un poco la espalda. Sería bueno que me pongas de
esa cosa que huele a hierbas. —Miro la pomada.
—No lo lograrás. —Me dice confiado.
Maldito… veremos.
—Enserio duele. ¿Puedes hacerme un masaje con esa pomada?
—Bien.
Levanta la pijama, pero solo descubre mi espalda. Sus manos tiemblan
un poco, pero luego se normalizan cuando tocan mi piel. Sus dedos suaves
rozan mis vellos de arriba abajo, de abajo a arriba y con paciencia masajea mis
hombros, mis brazos, mi columna…
Se siente tan bien… Mis senos se ponen duros al sentirlo y lo imagino
tomándome como loco, entonces me propongo a repetirlo, seducirlo… volver a
hacerlo mío.
—Me duele el estómago. —Le digo— Dame sus manos.
Él está atrás de mí y jalo sus manos hacia mi vientre. Tengo su piel
choclando la mía ahora, entonces subo con suavidad hasta la boca de mi
estómago.

—Quizá es por los días que no comí… carne. —Digo casi jadeando.
—¿Carne? —Traga saliva— Puedes comer otra cosa…
—Me gusta la carne… —Digo con doble intención— dura. Muy dura.
Jadea… ¡Es tan hombre!
—¿Qué… tan dura? —Río en silencio, estoy coqueteando de una manera
tan sexual con mi marido.
—Muy muy dura. —Chupo mi labio— Tus manos me alivian, Chris. —Le
digo con sinceridad— Quizá puedas… masajear por otro lados.
Y sin pedir permiso subo sus dedos hasta mis senos haciendo que se
vuelvan a tensar. Él se excita, lo sé porque siento el vulto en mi espalda. Por
más que intenta separarse no puede, no quiere… me desea.
—¿Te duelen los senos? —Pregunta aturdido.
—Sí… mucho. —Empiezo a masajearme con sus manos— Necesitan
una buena… mordida —Río y se eriza.
—Dulce… —Gruño en mi oreja— Eres toda una experiencia, cielo.
—Y tú un patancito idiota… —Me armo de valor saco la pijama en
segundos para luego mostrarme desnuda a mi marido de un giro.
—Dulce…
—Mis niñas están tristes… Necesitan tus manos. —Vuelvo a tocarme con
las suyas— Si no quieres hacer el amor entonces… has otra cosa por mí.
Jadea.
—¿Enserio?
Sonrío. Él no soportaría verme dándome placer sin tener su parte.
—¿Qué no entiendes? —Tomo sus cachetes de golpe— Jamás me
volveré una cucufata.
—Tampoco quiero eso.
—¿Te gustan, cierto? —Miro cómo no deja de tocar mis senos.
—No entran en mis manos… Son perfectos. —Susurra ahogándose.
—Todos tuyos…
—Dulce… —Implora piedad.
—No me harás daño, solo me darás placer… —Sonrío y llevo mis senos
a su rostro, entonces no lo soporta… me besa.
Toca mis senos como quiere y, a pesar de estar herida, no le importa.
Abre sus labios y chupa fuerte uno de ellos haciendo que todo mi cuerpo se
irrite. Con su lengua da vueltas y con su boca juguetea divertido.
—Son tan perfectos… —Jadea— Quisisera…
—¿Fallártelos? —Sonrío— Puedes.
—Cielo, yo…
—Sh… —Sonrío— Bésame, muérdeme, incéndiame idiota…
Se ahoga torpemente y alzo mis caderas para luego sentarme en sus
piernas. Me da tanto recocijo verlo morir por mí… por mi cuerpo así que
aprovecho. Tomo su mano y hundo su dedo en mi zona íntima, encima de mi
ropa interior.
—Me encanta… —Jadeo, tengo tanta confianza con él.
—Dulce… —Traga saliva.
—Um… —Toco el bulto entre sus piernas— ¿Qué te parece si es mutuo?
—Sonrío.
—Dulce… —Parpadea como si no pudiera creerlo.
—Hipócrita, ¿Ahora no te acuerdas? —Río— Hemos hecho de todo.
Lo tiro hacia atrás y cae acostado, luego me agacho sintiendo aún dolor…
lo beso en el cuello, pectorales, tetillas, estómago…. Para pronto llegar a mi
parte favorita de todas.

—Dulce… —Gime.
—Bajo su bóxer y salta su erección hacia arriba. Dios… podría medirlo,
es tan.. generoso, entonces introduzco mi boca lenta y suavemente. Pensé que
él iba a empezar conmigo pero esto no es mala idea… No soportará lo que
hacemos y luego terminaremos cogiendo como dos malnacidos.
A la mierda todo, me hundo balanceando mi lengua contra su piel.
Esto me parece asqueroso con otros hombres, pero tiene razón… somos
una puta y agradable excepción. Contengo mi adrenalina y lo estimulo con
fuerza hasta que se me ocurre una mejor idea…
Mi número favorito.
Me doy vuelta y pronto mis nalgas están en su boca. Lo hace tan…
de.li.cio.sa.men.te… que no aguanto, jadea de vez en cuando mientras sigo y
me deshago encima.
Oh mierda…
Se deshace de mi prenda íntima como sea y me come con sus hermosos
labios. Su lengua me estimula más de la cuenta y pronto siento que no aguanto.
Trago saliva, gateo unos pasos y creo que entiende…
—Dulce… —Susurra y sus labios saben a mí.
—Christopher… —Le digo segura y se acomoda para introducirse
lentamente en mí.
Duele como la puta mierda pero no importa.
Sonrío y doy mi mejor cara, entonces se mueve con suavidad….
¡A la mierda su suavidad! Meneo mi trasero en su miembro para que siga,
pero parece que no entiende.
—Mierda. —Maldice cuando vemos su pantalla de celular sonando.
—No contestes. —Imploro— Sigue.
Y me hace caso, pero me coge como si no quisiera romperme.
—Christopher…
Se hunde en mí y su miembro llena toda mi extensión interna. Me duele
como la puta mierda pero aguanto… me gusta. Cuando aumenta su ritmo siento
quemarme, entonces empieza… choca mis nalgas y cada topada me excita.
Hunde, hunde, hunde su maravilloso ser y solo grito como una pobre vieja que
no le han dado un buen polvo en años…
Oh… mi….
Va más rápido y se descontrola. El dolor aumenta pero también la
excitación y el gusto. Toma mis caderas y destruye mi trasero mientras solo
araño mis sábanas…. Sigue, sigue, sigue. Entra, sale, entra y choca fuerte.
Grito como bastarda y de golpe cambia de posición acostándome de acostado
y alzando mi pierna.
—Me vuelves loco. —Susurra jadeando y se vuelve una metralleta. Me
cuesta mantener la pierna arriba pero él me ayuda… y me encanta.
Arqueo mi cuerpo hacia atrás y con su otra mano toca mis senos para
luego meter un dedo a mi boca.
Me encanta, me derrito.
Chupo su dedo con fuerza como si así pudiera hacerlo con él mismo… y
cuando aumenta su ritmo lo capturo con mis dientes. Jadeo, jadea, se hunde
ahora brusco y lloro de placer…
—No quiero terminar… —Continúa sin aire y ahora me abre las piernas,
pone una almohada y se hunde de nuevo.
Ahora es mio…
Abrazo su espalda y beso su hombro haciéndolo mio, solo mío. Me coge
con fuego, metiendo un dedo en mi clítoris y estimulándome más de la cuenta.
Veo luces de placer, grito… no puedo dejar de gritar… ¡Parezco una enferma,
qué me pasa! Y mi voz vuelve a excitarme. Su sudor me crea un ambiente
sexual. Su olor al fornicar me vuelve una bestia y no puedo parar de gritar cada
vez que se hunde.

—Más… —Exijo de forma suicida y hundo sus nalgas hacia mí sintiendo


un dolor que jamás sentí en mi vida.
Me parto.
Mis lágrimas salen sin querer y felizmente no se ha dado cuenta. Quiero
terminar esto porque me encanta, abro más mis piernas y luego lo aprieto hacia
mí. Su sexo es tan grande… tan hondo… tan perfecto que no puedo dejar de
pensar en que soy una ninfómana retardada cuando se trata de este patán.
Choca, choca, choca profundo, choca y se divierte hundiéndose así… Me
mueve, me mueve, me presiona y luego va fuerte hasta que no puedo distinguir
entre la realidad y la gloria. La cima va llegando y me enoja… pero a la vez me
encanta
—Ah, Chris… —Chillo.
—Dulce…
—Chris…
Me obliga a mirarlo y luego mis ojos se posan en los suyos… Es tan genial
verlo exitado, pero lo que más me gusta es su rostro depravado. Lo beso, me
besa, sigue violento y toma con sus manos mis cachetes.
—Te… —Choca fuerte— Amo… —Más fuerte— Hasta… —Más, más
fuerte— Mi puta muerte. —Explota y yo lo hago con él.
He visto sus ojos, he visto sus sueños, he visto la magia que hace con mi
cuerpo… y solo me enamoro… como una idiota, como una amarga resentida,
como una mujer de carne y hueso.
Se sale de mí y acuesta a mi lado mientras acaricio su rostro.
—Lo siento… —Se disculpa— No pude controlarme.
—Me encantó. —Acepto.
—Es genial cuando te vienes… Haces los ojos como el exorcista. —Me
molesta divertido.
—Eso no fue nada romántico. —Digo riendo.
—Eres preciosa, Dulce… —Acaricia la línea de mi silueta. Mis brazos,
mis caderas, mis piernas.
—Aumentarás la llama… —Le advierto.
—Tendremos tiempo, ¿Sientes dolor? —Pregunta tenso.
—Para nada. —Sonrío mintiendo, por dentro estoy llorando…
—Pensé que sí… —Exhala— No me puedo dominar contigo. —Toca mi
trasero y lo palmea— Tu cuerpo me mira muy lindo..
—Al grano, te mueres por mi culo… —Río alto— ¿Soné muy naca?
Cierra un ojo y me abraza para luego besarme. Somos dos idiotas
manoseándose en una cama de nuevo.
—¿Y esto? —Dice tocando mi vientre.
—¿Qué cosa? —Parpadeo.
—Tienes todo lastimado menos esto… —No deja de tocarme.
—Me hice bolita, ¿No es obvio? —Me tenso queriendo no recordar.
—Es lindo tu ombligo… y hermosa tu piel. —Me da una leve sonrisa y
pronto entiendo… aún sueña conmigo, quizá con mi vientre abultado. Sueña
con pataditas, quizá con futuras estrías… Sueña con una vida que nace en mi
alma, que sería suya y mía…
—Chris… —Le digo suspirando.
—Me gusta, solo eso… —Sigue acariciando mi vientre— Sería hermoso,
¿Cierto?
—No me lastimes, Chris… —Acepto y rápidamente sube su rostro hacia
el mío
—Perdóname. —Se siente culpable.
—Sé que a veces no te dominas, está bien… —Beso sus labios— Mejor
hazme el desayuno.
Sonríe y pronto se levanta dejándome con un sinsabor en la boca. Pasan
algunos minutos y siento una estúpida necesidad de estar con mi marido. Me
levanto en puntillas, cubro mi cuerpo con una bata y camino de a pocos
sintiendo que mis caderas duelen, que mis piernas han hecho intenso ejercicio,
maldiciéndome por esto…
—Chri… —No termino la palabra porque lo veo furioso. Camina por todos
los lados de la cocina y solo me mantengo sin que se de cuenta.
—¿Cómo? ¿Cómo carajo se enteró? ¡Hijos de puta todos!
Mi cuerpo se enfría y el miedo sube hasta mi garganta…
—¡No! ¡No lo soportaré! ¡Te vas a la mierda, Juan! ¡A la mierda!
¿Juan?
—Quiero que mates a ese bastardo… lo matarás ahora ¡Ahora!
Pasan 5 segundos y escucho un disparo…
Mi corazón se acelera, doy un grito… Christopher voltea, me mira furioso
y yo solo veo todo de otra forma. Mis piernas flaquean, mi cabeza se perturba,
entonces me agarro del marco de la puerta hasta que todo se pone oscuro y
luego vuelve a aclarar…
Caigo.
48. Me ha descubierto
Chris

“Tan importante es saber recordar… como aprender a olvidar”

Un golpe extraño en el suelo hace que mis ojos miren hacia ella ¡Maldita
sea, estaba escuchando! Pero lo que me preocupa no es eso… sino su caída.
Tiemblo al verla tirada, entonces corro para que no se siga lastimando.
—Dulce… —Mi voz emana una especie de grito contenido. Dejo el
teléfono, la tomo entre mis brazos y corro hacia la cama. —Dulce, despierta. —
Palmeo su rostro suavemente y luego voy por alcohol para ponérselo en la
nariz, pero no reacciona. —Mierda.
Al sentir otro disparo solo corro hacia la ventana: ¿Qué carajos pasa?
Miro el cielo a lo lejos y es lo que creí, por lo que no me preocupo. Salto con el
corazón fuera del pecho a la cama de nuevo y beso su frente… No te vayas,
cielo. No ahora.
Me toma largos minutos hacer que despierte y por fin lo hace. Miro su
rostro perdido y me rompe el corazón saber que está tan lastimada…
—Cielo… —Mantengo su mano en la mía y luego la exploro. Me preocupa
que su cabeza haya caído contra el suelo.
—Christopher… —Abre sus ojos con fuerza— ¿Quién nos encontró? —
Se sienta de golpe.
—Nadie. —Sigo susurrando.
—Dijiste… dijiste que… —Puedo notar sus manos temblando. Está con
pánico.
—Dulce… —Cierro mis ojos— Todo está bien, tranquila. Nadie nos
encontró. Confía en mí.
—No, pero tú… dijiste… di-dijiste que…
—Sé que lo dije, sh sh sh —Tapo sus labios con mis dedos— Pero ahora
es momento de descansar, ¿Si? A dormir.
—No. No me trates como a una idiota. —Se levanta y al hacerlo lleva su
mano al vientre— ¡Ah!
—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —Me levanto con furia para sostenerla.
—Me duele mucho… —Se agacha— Ah…
—Quizá es por la caída. —Trago saliva. Esto me preocupa— Tenemos
que ver a un médico.
—No, no. —Dice frustrada— Va a pasar. Es… necesito ir al baño.
La llevo con cuidado y cuando está a punto de cerrar la puerta se inquieta
al verme de pie frente a ella.
—Soy tu marido, conozco todo de ti. No empieces… —Le advierto.
Realmente no puedo creer que aún tenga vergüenza conmigo.
Traga saliva
—Son cosas de chicas. —Muerde su labio y comprendo, entonces
retrocedo pero esperándola fuera.
Pasan 10, 15 y pronto 20 minutos ¿Qué tanto hace dentro? Escucho por
la puerta y nada, solo hay silencio… Realmente no entiendo qué le pasa, o qué
hace tanto tiempo sola ahí sin moverse. Cuando por fin abre la noto más
tranquila, como si se hubiera quitado un peso de encima y solo me mantengo
alerta…
—Es mi periodo. Seguro me va a venir pronto la regla. —Cierro mis labios
y solo deseo que no suceda… tenía la esperanza de tener intimidad más
tiempo. Oh, si… soy un bastardo sexual, entonces río. ¿Qué clase de ser
humano soy? Acabamos de hacerlo.
—Cielo… descansa.
—No. —Me enfrenta— Dime qué ha sucedido. —Sus ojos son dos fusiles
calando en los míos, entonces me doy cuenta que no podré ocultárselo. No
ahora.
—Siéntate. —Tomo su mano y me siento con ella— Tu padre lo sabe
todo.
—¿Qué? —Grita rápido, sus ojos se ensanchan y su boca tiembla.
—Cuando sospeché que Brando sabía todo y el Chino podría hacerle
daño a tu familia, hablé con ellos y… les tuve que inventar una mentira. —Cierro
un ojo— Les dije que tú… bueno, que ibas a vivir en otro país y que íbamos a
adoptar un niño. Tu madre estaba emocionada… convenció a tu padre y a
Kiara, por lo que accedieron ir por un tiempo a USA. Pero tu padre recibió un
sobre donde… —Hago silencio.
—Prosigue. —Dice sin emoción.
—Muestra fotos tuyas con… ese hijo de puta. Se enojó mucho, cielo… y
ahora sabe la verdad. Tu madre se lo terminó contando. Juan había cuidado
de ellos desde siempre, pero… fue un descuido de su parte no revisar su
correspondencia y…
—¿Qué tiene papá? —Me dice seria. Lo sabe.
—Pre infarto. —Le digo y mi corazón se vuelve pequeño. Sus ojos se
mantienen duros, pero luego se ablandan… y llora, llora de una forma sublime.
La abrazo, ella a mí… y hunde su cabeza en mi pecho cansada de todo, harta
de tantas pruebas, de tanto dolor….
—Jamás… qui-quise que les pase nada malo. —Suspira de vez en
cuando— Es mi familia, los quiero porque lo son… Y sí, he renegado de ellos,
pero nunca desearía su mal.
—Lo sé, cielo. —Acaricio su cabello.
—¿Dónde está? —Traga saliva.
—Aquí. Juan me acaba de llamar… Sucedió aquí. Ellos regresaron
porque tu padre estaba furioso. —Suspiro.
—¡No! ¡Christopher! —Se levanta— ¿Y si Brando los encuentra? ¿Y si…?
—Yo me estoy encargando de esto, amor. Pero sí deben regresar a USA
lo antes posible, solo que… no quieren. No sé si fue Brando o el Chino pero
tuvo que ser uno de ellos.
—Si fueron ellos entonces… —Abre su boca, tensa sus labios y sus
pensamientos se cruzan con los míos— Siempre supieron dónde estaban. Si
saben eso entonces… saben dónde nosotros..
—¡No! Este es un lugar seguro, cielo. Por favor créeme. —Suspiro y luego
la abrazo.
—Necesito verlo, hablar con él.
—Está bien, cielo.
—Escuché disparos… —Jadea— ¿Qué son?
—Las personas de este lugar practican la cacería de pájaros. He querido
erradicárselos, pero son sus costumbres. Lo hacen cada mes, una vez por lo
menos, y hoy es el día. Tranquila.
—Siento que me mientes… —Me mira fijamente— Júramelo.
—Dulce, te digo la verdad. Míralo por ti misma.
La llevo hasta la ventana y pronto su pecho se desinfla al ver que es
cierto. La pobre está tan cansada de todo… así que entiendo su postura, pero
me preocupa que no confíe en mí como quisiera. Llevo su cabello por detrás
de su oreja y pronto me pregunto ¿Realmente me habrá perdonado? Mantengo
mi nariz cerca de su cabello… Amo su olor. Sé que será difícil pero no
imposible. Juro que cuando acabe con Hilton me la llevaré lejos… muy lejos.
—Quiero ver a mi papá. —Insiste y suspiro.
—Iremos, pero necesitamos esperar un poco. —Pongo un mechón de
cabello detrás de su oreja— Esta no es una hora adecuada, además sigue en
recuperación.
—Pero… ¿Se va a poner bien, cierto? —Jadea contenida.
—Sí, cielo. —La abrazo sin si quiera pensar en si es cierto o no.

—Temo que Brando nos encuentre… —Vuelven sus dudas, su pánico—


Si lo hace nos matará. —Sus manos tiemblan y mi enojo sale tontamente.
—No nos pasará nada, confía en mí. —Insisto.
—No es que no confíe, Christopher… —Se levanta aturdida— Ese tipo…
es una lacra.
—No pasará nada, Dulce. —Digo un poco serio— Todo estará bien.
Negar mi molestia sería tonto. Lo estoy.
¿Acaso no lo entiende? Me ve como un tipo fortachón que empieza a
pelear con los malos y no, no lo soy. Soy un tipo entrenado para estas cosas.
He armado mil planes para llegar a donde estoy, para cuidarla, para crear un
mundo paralelo donde no corra peligro… ¿Y sigue dudándolo?
Mi garganta se tensa y cuando la veo arreglarse no le digo nada. No es
el momento.
—¿Nos vamos? —Está ansiosa, lleva una chaqueta larga y una bufanda.
Entiendo que quiere no ser reconocida, pero quizá exagera.
—Sí.
Algunas horas pasan y salir de nuestro escondite ha sido totalmente una
odisea. Al llegar a la clínica entramos en un área privada, por lo que casi nadie
ha visto nuestros rostros.
Puedo ver a su madre a lo lejos con Kiara, al vernos se levantan. Esto es
extraño. Ellas también son mi familia pero siento que no las conozco… Me
miran con cierto recelo y suspiro lento. Estoy acostumbrado.
—¿Cómo está papá? —Dice Dulce. Su madre la abraza y examina. Su
rostro aún está un poco lastimado…
—Santo cielo, hija mía… —Chilla— ¿Qué te hicieron?
—Nada, mamá. —Se enterca— ¿Cómo está papá?
—Recuperándose. —Inhala aire— Los médicos dijeron que necesita una
vida tranquila.
—La tendrán. Deberán regresar a USA apenas puedan. —Digo.
—Tú cállate. Todo es tu culpa. —Suelta Kiara— Si no hubieras dejado a
mi hermana, ella jamás se habría convertido en una zorra interesada asalta
narcos.
Seriamente esa niña necesita ponerse en cintura…
—Silencio. —Dulce salta—Este no es el momento.
—Pero ese guapo maldito te dejó y…
—Y sabes toda la historia ya, ¿No? —Dulce interrumpe— Yo decidí ser
quien soy. Cierra la boca. —La jalonea .
—Basta, por favor… —Insiste la madre de Dulce.
—Necesito ver a papá, no tenemos mucho tiempo. —Miro a
Christopher— ¿Podemos hacer algo?
—Sí, hablé con las enfermeras… pero quizá no sea el mejor momento,
Dulce.
—Necesito hacerlo. —Dice contra mí— Por favor….
Cuando me mira con ese rostro soy incapaz de negarle las cosas.
Carraspeo mi garganta sintiéndome idiota y luego hablo con algunos contactos
que tengo en esta clínica. Ellos acceden, Dulce entrelaza su mano con la mía
y me mira fijamente.
—Algo te pasa… —Dice explorando mi rostro.
—No. —Contesto.
—Tensas tus cejas cuando mientes, patancito. —Susurra bajito.
—Ve con tu padre. —Contesto.
—¿Vendrás conmigo? —Sus ojos destellan miedo.
—Claro.

Al entrar me quedo en una esquina de la habitación. Dulce camina


sigilosamente y, cuando llega hacia él, no se atreve a tocarlo. La conozco…
quizá más de lo que debería. No quiere hacerlo porque tiene miedo. Le duele…
aún le duele. Puedo verlo en sus ojos, en su intensa mirada hacia él. Su padre
fue siempre lo que más admiró y odió en un hombre. Su relación era
complicada. Ella era una chica libre y él solo quería enjaularla.
—Papá… —Dice intranquila y, cuando Carlos despierta, palidece. Mis
labios se secan junto a los de ella. Él lo sabe… sabe toda la verdad.
—¿Qué… haces… aquí? —Entorna sus ojos en ella.
—¿Cómo estás?
—No te debería importar. —Susurra tomando aire— Lárgate.
Su mirada se hace dura y pronto siento que debo ir por mi chica. Salto
hacia ella, la tomo del brazo e intento sacarla de ese lugar pero es en vano.
—Decepción es lo que siento. —Me mira— Tú también me engañaste.
Te creí un hijo. —Sus ojos se vuelven agua.
—Carlos…
—Dejaste que mi hija se convierta en una zorra interesada. —Tose— La
dejaste sola.
Mi mente intenta ponerse en blanco, pero no puedo. Dulce lo mira ahora
intentando no sentir y yo no lo soporto.
—Carlos, creo que deberías cuidar tus palabras. —Me impongo.
—Mi hija… intentando casarse con un mal hombre por dinero, ¿Y su
marido? Mirándola desde lejos. —Ironiza.
—Carlos… —Me domino— No deberías opinar si no sabes nada.
—Sé mucho más de lo que piensas. —Me mira— Pero no van a lograrlo,
¿Entienden? No van a matarme.
—Nadie quiere hacerlo, papá. —Suspira— Todo lo que hice fue para
cuidarlos.
—¿Cuidarnos? Mientras te revolcabas con ese viejo… —Dulce se exalta.
—¡Quién te crees! —Alza la voz con furia— ¡Quién te crees!
Aprieto mis dientes y mantengo mi cordura. Es un hombre mayor hecho
a la antigua que ve la realidad de las cosas.
—Me mentiste. Todos me mintieron. —Hace puño— Y ahora tu madre, tu
hermana y yo somos perseguidos por su culpa. No eres el hombre que un día
pensé que eras, Christopher… y tú… —Mira a Dulce— Ya no eres mi hija. Eres
todo lo que siempre odié de una mujer.
—¿Y tú? —Alza la voz— Todo lo que odié desde niña…. —Sus ojos se
cristalizan— Escupes teniendo rabo de paja, ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que
no recuerdo tus revolcones con esas mujeres? Mi madre llorándote y tú
llegabas oliendo a porquería… ¡No tienes alma! —Le grita con furia.
Mi aliento se seca al escucharla, entonces todo pasa muy rápido. Carlos
intenta levantarse, el pitillo de la máquina de latidos aumenta y mi instinto solo
busca protegerla. Estoy confundido, mareado, con mil preguntas en mi cabeza.
—Cierra la estúpida boca. —Alza la voz y lo detengo. Lucha conmigo pero
no puede.
—¿No te gusta, cierto? —Sus ojos expulsan rabia contenida— Te gusta
apuntar y no que te apunten… Quise ser diferente, papá. Dejar esa estúpida
vida conformista que nos diste. ¿O pensabas que yo iba a ser como tú? —Ríe
sin humor— ¿Pensabas que iba a conformarme con una vida mediocre? ¿Ser
la mujer de un bueno para nada y llenarme de hijos? ¿Pensabas eso?
—¡No te atrevas! —Le apunta con el dedo— Ingrata.
—No te gusta aceptarlo, es eso. —Le dice con fuego— ¿Sabes por todo
lo que pasé? ¿Lo imaginas? —Sus lágrimas salen— ¿Sabes todo lo que hice?

—¡Putear! —Grita con furia— ¡Es lo que saben hacer las mujeres! ¡Abrir
las piernas!
—¡Basta! —Lo acuesto y aprieto— No tienes derecho. —Lo miro con
furia.
—¿Qué es esto? —Respira con dificultad— ¿Otra farsa? ¿Ahora están
juntos de nuevo?
Dulce lo mira con lágrimas.
—Amo a tu hija, siempre la he amado.
—No pierdas tu tiempo con ella… Aunque intente maquillarse siempre
será una pequeña víbora. Ella no ama a nadie, Christopher. Solo lastima… Solo
lastima…
Se lleva una mano al pecho y grita. Mis ojos se abren al ver que está
teniendo un infarto, entonces Dulce sale corriendo. Escapa. No lo soporta, lo
sé. Mi corazón está con ella, pero no puedo dejar morir a su padre por más que
haya sido injusto.
—Carlos, mírame. —Digo firme y presiono su pecho con fuerza.
—Ag…ah…. —Se ahoga.
—Respira tranquilo, vamos… todo estará bien. —Aprieto el botón que
llama a la enfermera e intento mantenerlo a salvo. Cuando ellos vienen, todo
se acelera. Le ponen oxígeno y lo sedan obligándome a salir de aquel lugar.
Todo se vuelve un caos, pero no logro visualizar a mi bonita.
Con tensión camino por los pasillos intentando pasar desapercibido, pero
la angustia me mata así que pregunto a distintas enfermeras si la han visto. Al
llegar a la sala de espera privada veo a su madre llorando, Kiara en shock y
presumo que saben algo. Me acerco a ellas rápidamente pero soy ignorado.
—¡Se atrevió a decirlo! —Su madre dice casi sin aire.
—Mamá… ¿Es cierto? —Jadea.
Pero Sofía no le responde, solo se aleja.
—Kiara… —Susurro y la tomo del brazo— ¿Dónde está Dulce?
—Vino… —Me mira con lágrimas— Explotó. Le dijo a mamá que…
Asiento.
—Lo sé.
—Yo… no sabía nada. —Muerde su labio para no llorar.
—Dónde está. —Suspiro intentando no ser brusco. Mi cuero cabelludo
pica, necesito saber dónde está.
—Se fue… —Responde entre lágrimas— No sé, se fue.
Mi mundo se viene abajo ahora, ¿Se fue? No lo pienso dos veces, giro
en mis pies y toco mi arma. Es muy peligroso que esté sola. Ha sido muy
peligroso venir hasta aquí. Entro en pánico mientras descubro que no está en
la clínica y solo se me ocurre buscar en las cámaras de vigilancia.
—Muévete. —Le digo apresurado al tipo de las cámaras.
—¡Señor! ¡Usted no puede! —Grita.
Saco mi arma.
—Cierra la maldita boca. —Y se congela. Sé que es un delito, pero me
vale madre. Verifico los sistemas con facilidad y pronto mi corazón tiene alivio
al verla…
Está en el jardín escondida en un pequeño rincón con la cabeza hacia
abajo.
Daría mi vida por evitarle este dolor…
El vigilante intenta llamar a seguridad, pero lo agarro del cuello.
—¿Sabes que soy espía? Encontraría muy fácil tu casa y a tu familia. Si
los valoras un poquito, yo no me arriesgaría.
Lo amenazo. En realidad no lo haría, pero siempre funciona.
Cuando salgo de ese lugar evalúo todos los sistemas de seguridad e
intento no pasar por las cámaras. Mi corazón se tensa cuando la veo a lo lejos…
Está triste y me enfado conmigo mismo por esto.

Ahora entiendo su lucha por salir de esa jaula. Entiendo su cierto


resentimiento por su padre. Entiendo que no haya querido saber de ellos por
mucho tiempo. Cuando la conocí éramos los mejores amigos, pero jamás me
contó algo tan privado. Debo reconocer que estoy sorprendido… y solo me
queda apoyarla.
—Cielo… —Susurro al verla hecha bolita cerca de un arbusto.
—No. —Me dice. Sé que ha llorado, pero no quiere que la toque.
—Dulce… por favor, déjame estar contigo.
—¿Se murió? —Levanta su rostro con miedo— ¿Es mi culpa?
—No. Tranquila. Lo están estabilizando. —La tomo en mis brazos aunque
no quiera y pronto hunde su rostro en mi pecho.
—Déjame sola… —Dice sin voz— Por favor.
—No. Jamás volveré a dejarte sola. Jamás. —Me enterco y la levanto
obligándola a abrazarme. No dice nada, solo lo hace y puedo sentir su corazón
a mil por hora.
—No debí decírselo… —Sus palabras se enredan en mi piel.
—No voy a juzgarte. —Sostengo su hermoso rostro entre mis manos—
Lo tenías guardado. Está bien.
—¿Y si se muere? —Suspira— ¿Será mi culpa?
—No te atormentes. —Acaricio su cabello— No estás sola. Aquí tienes a
tu idiota favorito…
Milagrosamente esboza una pequeña risa entre lágrimas ¡Lo he logrado!
—Me quiero ir. —Dice tensa— Por favor…
—Está bien. —Beso su frente— Como quieras.
Tomo su mano y la guío hacia una salida externa, pero no podemos evitar
pasar por la sala de espera privada donde sigue su madre y Kiara. Ambas nos
miran y Dulce solo se tensa.
—Dime que no es verdad… —Susurra Kiara hacia ella apenas la ve.
—Es verdad, Kiara. —Traga saliva— Mamá ha aguantado más de lo que
crees.
Ella nos mira.
—Tú no sabes…
—Sé más de lo que piensas. —Alza la cara. Mi bonita lo hace— Toda la
vida fue así, me obligaron a callar… pero ya no. No aguanto, mamá. No soy
una mujer que baja la cabeza ante el marido, ¿Lo entiendes? Ante nadie.
—Si tu padre se muere sería tu culpa…
—¡Deja de manipularme! ¡Eso es lo que has hecho todo este tiempo! Y
no lo voy a tolerar.
—Mamá… —Susurra Kiara— Por favor…
—Buenas noches. —Aparece el médico.
—¡Doctor! ¿Cómo está mi esposo? —Jadea su madre.
—Estable. Tranquilos. Tiene que vivir una vida tranquila y nada de
presiones, por favor. Sería bueno coordinar el traslado a Miami, Sr. Uckermann.
—Claro. —Digo. Dulce se sienta en el sofá aturdida, con quién sabe qué
pensamientos en su cabeza…. ¿Y yo? Solo miro a su familia con tensión.
—No quiero irme. —Dice Kiara— No podría vivir con esto…
—Kiara, Señora Sofía… por favor, comprendan que todo esto es por su
bien.
—¿Por nuestro bien? Dulce tiene toda la culpa.
—No es así. —Mantengo la cordura— Ella todo este tiempo solo ha
querido su bien, aunque no lo demostrara. Muy a parte de todos los problemas
está su seguridad, por favor… entiendan.
—Iremos a donde nos digas. —Por fin la madre de Dulce dice algo
razonable— Estoy tan enojada… tan lastimada… —Contiene sus lágrimas—
Pero es mi hija… ¿La cuidarás, cierto?
—Con mi vida. —Respondo suave y la miro a lo lejos— Pero deben
hacerme caso en todo. Esto terminará, lo prometo. Yo prometo contarle toda la
verdad apenas pueda.
Asiente.
—Pero ahora deben irse, y nosotros también. Usted no se preocupe por
nada… Yo me haré cargo de todo.
Carraspeo mi garganta al verla llevarse las manos a la cabeza y todo
vuelve a suceder rápido. La tomo del brazo, la jalo hacia pasillos internos y
salimos por una puerta no autorizada. Un auto está afuera, uno distinto al que
usé cuando vinimos. La placa es robada y todo es negro. Dulce cierra sus ojos,
ladea su cabello cubriendo su rostro con el mismo y espera a que lleguemos a
casa.
La entrada es la misma. Una casa de mentira, pasillos, salimos a un jardín
abierto y nos metemos en el bosque. Uno de los pobladores nos lleva hacia la
zona escondida, no sin antes revisar nuestra ropa y zapatos. Tomamos un auto
pequeño y luego llegamos a casa.
—¿Quieres dormir un poco? —Murmuro cerca de su piel.
—Sí. —Responde seca y luego se acuesta en la cama.
—Dulce… —Me siento a su lado— Todo estará bien.
No responde, solo jadea. Acaricio su cabello y beso su frente mientras su
mirada se endurece.
—Es tan feo llorar… pero no puedo evitarlo. —En poco tiempo descubro
sus lágrimas. Son tan hermosas…
—No está mal hacerlo, bonita. De alguna manera tenemos que sacar lo
que nos duele.
—Me juré a mi misma que no me iba a doler… —Suspiro.
—Está bien, mi amor. Deberías dormir y descansar. —Le sonrío sin
ánimos de presionarla. Doy un beso en su frente de nuevo y, cuando voy a
levantarme, me toma por sorpresa. Salta hacia mí como un mono y besa mis
labios.
Oh cielo…
No puedo negarme. Me aturde tenerla así y tener que controlarme, así
que la beso con fuerza… con deseo… con ganas de bajarle las estrellas y solo
me mira aún confundida.
—¿Lo sabías? —Se tensa.
—No. —Respondo— Ya no pienses en eso. —Pego mi nariz a la suya y
vuelvo a besarla. Joder… ¡No puedo sentir ganas de sexo ahora! ¡Pero lo hago!
Ella es de esas mujeres que te embriagan hasta el alma.
—Gracias, Chris. —Susurra sincera— Por todo. —Sigue besándome.
Dios… es una agonía. Se supone que debe ser un momento sentimental
y se está convirtiendo en otra cosa. ¡El maldito mundo nos persigue y seguimos
siendo ese par de niños descubriendo sus cuerpos!
—Te deseo…
—Dulce… —Paro esto contra mi voluntad y la miro fijamente— No
podemos arreglar todo con sexo, ¿O si?
—No, pero no me controlo. Te necesito.
—Mi amor… —La abrazo fuerte, entonces se pierde en este momento.
Pasamos de frío a caliente, de caliente a frio y me enferma el pensar que puede
estar lastimada. Se desploma en mis brazos contenida y para… Sus manos
tiemblan, su cabeza está caliente ¿Y yo? Solo sigo amándola así… libre,
imperfecta, con miedo.
—Ella… ha aguantado mucho. —Murmura— y él ha sido injusto.
—Dul…
—Mi padre engañó a mi madre muchas veces, ¿Puedes creerlo? Y ella
siempre lo perdonaba, bajaba la cabeza y seguía su vida. Solía decirme que
era lo correcto, ¿Qué clase de madre le dice eso a su hijo? Desde que era una
niña me sentía rara con ellos…

Solo la miro.
—Sé que no debí decírselo ahora, pero no pude contenerme. Toda mi
vida nos ha reprimido, queriendo hundir mis sueños, mis metas… Él solía decir
que sus hijas debían conseguir un buen marido e ir a la cocina. Me criticaba
tantas veces cuando quemaba la comida y en algún momento me sentí inútil…
hasta que me dí cuenta que todo eso era una mierda. Los falsos discursos, las
creencias, lo que te dicen que tienes que hacer. Mi padre vivía dándosela de
gran hombre, hasta que escuché cómo torturaba a mi madre con esas otras
mujeres… Él decía que era hombre, que podía hacerlo, y mi madre callaba…
pero yo no lo hice. No podía aguantar más. Y ahí vino nuestro quiebre. En ese
tiempo era una niña casi adolescente, crecí odiándolo por reprimir mis sueños,
hasta que salí de esa jaula…
Suspiro.
—Hasta… —Me mira fijamente— hasta que me salvaste…
—Yo no te salvé, Dulce. Tú le diste sentido a mi vida. —Toco sus labios—
Hasta ahora me tienes hecho un imbécil por ti.
—Entonces tuvimos suerte. ¿Sabes por qué me alejé de ellos? No podía
soportar guardar este secreto. No podía soportar su mediocridad. Kiara era
pequeña, no entendía nada, pero yo quería otras cosas para mi… y a su lado
no podría conseguir nada. Yo soñaba con cosas grandes y ellos se
conformaban con la vida de pueblo.
—Ya pasó, cielo. —Digo, tocándole el mentón.
—Lo que le dije a mi padre lo tuve guardado por años, Christopher. Mamá
se avergüenza tanto…
—Tienes que entender sus razones. Ellos ven el mundo de otra manera.
—Realmente no me gusta estar a su lado, por más que quiera.
—Basta, Dulce… —La abrazo de nuevo— Necesitas dormir. Tu papá está
estable, ya verás que se le pasará.
Solloza… y mi corazón se rompe.
—Tenemos al mundo encima.
—Nadie dijo que sería fácil… —Levanto su rostro con mis dedos— Pero
yo soy inmensamente feliz a tu lado. —Le sonrío— Y mientras viva cuidaré de
ti con mi vida y protegeré a tu familia como si fuera la mía.
—Chris… —Exhala lento— Gracias… por todo.
—No me agradezcas, solo… ámame.
—Lo hago. —Dice sosteniendo sus ojos en mí— Aunque no sea tan
expresiva. A veces pienso que todo esto me ha convertido en hielo, pero llegas
tú y consigues cosas que jamás hubiera pensado.
—¿Qué cosas? ¿Un orgasmo? —Levanto mis cejas bromeando y logro
sacarle una media sonrisa mientras limpia sus lágrimas.
—A parte de eso… Eres la única persona que ha tocado mi corazón
extraño. Con nadie abro mis sentimientos.
—Tampoco yo, cielo. —Le sonrío y me mira extraña…
—Jamás me has contado cosas que siempre quise saber.
—Sabes todo de mí, Dulce. —Mantiene sus ojos fríos.
—Tu padre…
Todo mi cuerpo se engarrota y mis latidos se aceleran.
—Fue un bastardo que murió por sobredosis. Golpeaba a mi madre. Lo
sabes.
—Pero no me has contado tu niñez con él… —Se arrodilla para estar a
mi altura y acaricia mi cabello— He respeta tu intimidad, pero…
—No hay nada que saber, cielo. —Le sonrío— Mi única familia eres tú.
Tose y la obligo a dormir. Necesita tomar un largo sueño…

Dulce
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero mis ojos pesan. Me giro en la cama
y no está, entonces me tenso… ¿A dónde fue ahora? No quiero más sorpresas.
Miro el reloj de la mesita de noche y marca las 3:00 AM. Aún es de madrugada
y no deja de ser un hombre misterioso.
—Christopher… —Digo sentándome, pero no escucha. A lo lejos puedo
ver que la luz de la sala y cocina están prendidas, por lo que voy en su
búsqueda.
—¿Controlaste bien todo? No quiero errores Juan. Miami, luego Georgia.
Sí, después te aviso. —Torna sus ojos en mí y sonríe— Bien, te dejo.
—¿Por qué no estás en la cama patancito? —Le digo con pereza.
—¿Por qué no está usted en la cama, amarga?
Ruedo mis ojos y voy hacia él.
—Porque no sé… ¿Con quién hablabas?
—Juan. Tu familia está viajando a USA ahora mismo en un avión privado.
Lograron estabilizar a tu padre por fortuna
—Gracias Chris. —Me empino y llego a sus labios.
—¿Y eso?
—Mi agradecimiento. —Sonrío.
—Uy… pensé que sería un beso más interesante. —Rodea mi cintura—
Algo…así. —Presiona mis labios contra los suyos y cierro mi boca para que no
meta su exquisita lengua… pero es en vano. No sé cómo lo hace pero tiene
éxito. Nos besamos castamente hasta que sube la tensión cuando su mano
inquieta explora mi espalda bajando a mi trasero.
—Quieto… —Lo empujo y duele separarme.
—¿Por qué?
—Porque necesitamos ser personas serias.
—¿Personas serias? —Ríe, se sienta en el sofá y me obliga a sentarme
en su encima. Oh mierda… siento que toda mi piel se eriza, pero mantengo mis
ojos alerta.
—No puede ser que todo el día pensemos en esto, Christopher. —Intento
no reír y me hago la digna. Él tiene que rogarme, yo no.
—Bueno, es nuestra naturaleza… Desde que te ví no dejé de soñar con
tu hermoso cuerpo bajo el mío.
—Sucio pervertido. Era una niñita… —Sonrío— Virginal.
—No tenías la mente virgen, Dulce. Sabías más posiciones que yo. —Ríe
en mis labios— Me encantaba sucio contigo…
—Muy sucio. —Arrugo la nariz al recordar algunas cosas.
—Eres una mujer impresionante, bonita. Brillas sin que te des cuenta…
—Abre mi blusa lentamente pero me hago la estúpida— ¿Lo has notado?
Tenías a todos embobados por ti en el hotel. Hice mucho hígado….
—Como tiene que ser, patancito. Las mujeres somos dominantes si
queremos serlo. El hombre llora cuando hacemos esto… —Beso su cuello— O
esto… —Muerdo su piel y jadea fuerte. Me mira con deseo y río.
—Dulce…
—O si bajo así… —Beso su garganta— o así… —Saco mi lengua y perfilo
su piel tensa hasta llegar a su pecho. Está sin polo así que aprovecho.
—Basta.
—Ruega. —Levanto mis ojos sonriendo.
—No lo haré. —Sonríe provocándome— Tú vas a rogarme cuando meta
mi cabeza entre tus piernas.
—Ou…. —Sonrío— Veremos quién se doblega primero.
Con astucia lo acaricio con mis uñas suavemente haciendo que todo en
él suba de inmediato. Puedo ver sus ojos llenos de deseo, su boca tensa y su
olor emanando ganas de sexo… Acaricio su miembro por encima de su
pantalón y luego alzo mis caderas para caer saltando en su piel.

—Qué ganas de… saltar. —Muevo mi cabezo y me arrastro hacia


adelante haciendo que se ponga duro de inmediato.
—Dulce…
—¿Qué cosa, patancito? —Arrugo sus cachetes con mis manos.
—Na…Nada. —Contesta tímido.
—Ruega… —Sonrío.
Traga saliva.
Jamás.
—Um… —Ahora bajo mis manos por su cierre y lo abro.
—Dulce…
—Ruega… —Sonrío en su boca— Um… —Emito un sonido agudo y se
vuelve loco.
—Du…
—Sh… tranquilo. —Por fin toco su extensión y emite sonidos raros— Qué
pena, ya no quiero.
—Dulce… —Me sostiene— Por favor… sabes que…
—¿Qué?
—Que me vuelves loco.
¡Lo hizo! Entonces con tranquilidad termino de abrir su pantalón y tiro de
su ropa interior para permitir que su extensión se libere hacia adelante.
Mierda… mi boca se seca. Siempre me encantó todo de él: su cuerpo, su
porte… todo. Entonces lo toco estimulándolo, haciéndolo vibrar hasta que por
fin puedo probarlo. Esto me parecía asqueroso antes de conocerlo, pero ahora
no… Me hundo en su boca y siento cómo todas sus partículas se vuelven locas.
Es demasiado para mis manos.
—Dulce… —Jadea y su voz me excita. Voy más rápido sabiendo cómo
hacerlo, pero me detiene. Lo miro y vuelvo… Me vuelve a detener. Río
obsesionada lamiendo mis labios ¡Y se va a la mierda! Doy una carcajada, pero
se venga acostándome en el sofá, bajándome la ropa y dejando mis piernas
abiertas.
Lo hace…
Muerde mi centro como quiere y enseguida estoy al límite. Con su lengua
redondea mi zona más vulnerable y pronto me derrito en sus labios. ¡Las putas
nubes! Me aprieto hacia él para que no pare. Me gusta, me encanta. Con su
lengua se menea en el momento adecuado y siento que mi corazón no lo
soporta. Jadeo casi explotando, entonces me levanta en sus manos y me sienta
en su encima. Introducirme en él es delicioso… Sonríe con deseo y me muevo.
Él está dejando que yo lo haga entonces me complazco.
Aprieto mis caderas hacia él adelante y atrás. No puedo explicar lo
maravilloso que es hacerlo así con él… Mis senos se aprietan en el sujetador y
pronto él los libera con sus manos. Los toca mientras me muevo y con sus
dedos aprieta mis pezones, pero luego me niego… Quiero besarlo.
Capturo su boca con mis labios y su lengua explora mi interior. Um… sabe
tan sucio y bueno. Nos besamos como dos adolescentes en celo. Me muevo
lento, pero luego rápido y pronto hundo mis uñas en su espalda. Es tan
exquisito… hasta que él separa mis nalgas obligándome a saltar en su encima.
—Sucia… —Jadea.
—Siempre. —Respondo aturdida y desesperada por más.
Los movimientos se hacen muy rápido y pronto chillo odiando que esto
se acerque a su término. Mi cuerpo se entume, mi mirada se libera y cuando
estoy a punto de morir de placer pego mis labios a los suyos de nuevo.
¡Pureza!
Muerdo su piel y grita conmigo cuando se libera a mi ritmo. Explota
encima, exploto en él y es lo más bello que hacemos en este momento… Lo
abrazo, muy fuerte y hundo mi rostro en su cuello sintiendo los latidos de
nuestros corazones.
¿Cuándo voy a dejar de quererlo? Jamás.
Es mi macho, mi esposo, mi hombre… El único aunque me joda. Mi Para
toda la vida.

—Qué bueno fue… —Digo riendo.


—Muy bueno. —Besa mi frente— Chica mala.
—Perverso.
Me levanto sin vergüenza alguna y ajusto mi ropa sintiéndome relajada.
Él hace lo mismo y luego nos preparamos un sándwich. El hambre aturde mi
estómago de golpe, por lo que me robo su comida sin avisarle.
—Hey.
—Tengo hambre. —Digo riendo y mordiendo de su pan— Um… qué
bueno está.
—Bien, cómelo. ¿Quieres otro? —Lo miro sonriendo. Ese pelo
despeinado le queda bien.
—Quiero algún caramelo o chocolate, ¿Tienes por ahí?
—Milka de Óreo. —Sonríe abriendo un cajón.
—¡Siii! —Salto como una estúpida y, luego de terminar su comida, me lo
como— ¿Cómo llamaremos a esto?
—Un mañanero divertido… —Ríe— O una cogidita improvisada.
—No, idiota. —Le doy un codazo— Me refería a estas comidas de
madrugada.
—Um… ansiedad post sexo. —Me abraza— No necesita nombre.
—¿Sabes una cosa? —Digo aun comiendo— Siento que soy un cerdo,
pero no he engordado. Para mí que tengo uno de esos gusanitos que se comen
la comida.
—¿Mejor, no? Toda la vida te has cuidado.
—No sé si es la época, o son todos estos problemas… O es que tengo
marido de nuevo —Río— Pero me importa un bledo. Comería todo… —Lo miro
sutilmente— Que me guste.
—Me consta. —Ríe y lo empujo.
—Bueno, mañana hago dieta. Ahora necesito hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Cosas serias.
—No entiendo.
Lo tomo de la mano y nos sentamos en el sofá.
—¿Qué pasará con nosotros?
—Nada, Dulce. Estaremos juntos.
—Pero… ¿No viviremos escondiéndonos, o si? —Su tensión aumenta.
—No, claro está. Voy a terminar con Hilton y luego nos iremos a otro país
para empezar una nueva vida.
—Christopher… —Por alguna razón tiemblo— ¿Y si nos vamos ahora?
—¿Sin vengar a mi madre?
No digo nada, pero él continúa.
—¿Tienes miedo, cierto? No confías en mí.
—No, no… —Se levanta y lo jalo del brazo— No es eso. Es… que… quizá
ahora no sea el momento.
—¿Por qué?
Llevo mis manos a la cabeza.
—Porque está buscándonos y…
—¿Crees que no nos va a encontrar si fugamos? —Me deja fría.
—Temo que te pase algo. —Confieso sintiendo un estruendo en mi
interior.
—Pff…. —Se separa serio, quizá molesto, ¿La jodí?
—Christopher…
—¡No confías en mí! Estoy perfectamente entrenado para capturarlo.
—No desconfío, solo…

—¿Qué, Dulce? ¿Acaso es el único que tiene poder?


—No, no dije eso.
—¡Lo pensaste! —Se enfurece. Cielos…
—Ok, no seguiré esta estúpida discusión contigo.
Me estresa tener que enfrentarlo ahora cuando solo deseo estar pegada
a él. Me enojo conmigo misma por haber tocado el tema ahora, pero aun no
entiendo sus ganas de ser más que ese idiota.
Cuando volteo patea la silla. Se ve tan sexy… ¡No Dulce! —Me río—
¿Quién me ayuda a no desearlo? Me concentro y luego beso su espalda.
—Lo siento. —Lo reconozco, no fue el momento. Me admiro de mí misma
por pedir perdón.
—Ya se me va a pasar… —Dice seco y su actitud me duele, ¿Qué carajos
me pasa?
—Solo quiero que estés a salvo. Quiero tenerte por siempre, Chris…
—Está bien. —Sigue seco— Voy a arreglar algunas cosas.
—No me trates así… —Tomo su mano— Acabamos de tener una gran
madrugada…
—No me trates tú como un novato idiota. —Me mira serio. Está enfadado.
Ok, no rogaré. Dejo que se vaya.
La madrugada es fría y oscuro, pero puedo verlo por la ventana. Sale
furioso pateando mil cosas entonces muerdo mis labios. ¿Qué carajos le pasa?
Cuando le toco el tema se eriza como un gato a punto de atacar.
Es obvio, Dulce. Ese tipo mató a su madre. —Me respondo y mi corazón
retumba pensando en mi pobre Maca. Corta algunas hojas, luego las apila y
así se demora un rato. Bostezo tontamente y me doy vuelta para dormir un rato.
Ya se le pasará. —Me digo— Cuando solía enojarse tenía que dejarlo
solo un tiempo, luego regresaba arrepentido.
Me siento en la cama pensativa mirando el cielo aclararse, son casi las
4am… un leve intento de crepúsculo sale por el horizonte y pienso que todo
estará bien. Cierro mis ojos, me escucho… y siento que no deseo perderme de
nuevo. Son tantas cosas que debo pensar… Mi nueva vida con Christopher,
Brando, mis padres… y mis planes.
Me siento traidora por pensar en ciertas cosas aún… como el dinero.
¿Qué va a ser de mi vida siendo mantenida? ¡No podría! Amo mi independencia
y, aunque sé que Christopher no sería capaz de echármelo en cara, no puedo
esperar aquello. Necesito trabajar en algo, pero no en cualquier cosa…
Y Brando…
Lo odio tanto por haberme lastimado, pero me indigna que se haya salido
con la suya. Quizá debo apoyar a Christopher para que le de su merecido.
Abro mis ojos, me asomo a la ventana y aún lo veo desquitándose con
las pobres hojas. Ruedo mi rostro y a lo lejos veo sus cosas…
Papeles.
No, no debo verlos. Pero mi curiosidad pica. Tomo su saco y esculco sus
bolsillos, ¿Habrá alguna zorra rondando? ¡Estúpida! ¡Soy una estúpida! Me ha
demostrado que me ama, pero no puedo culpar a mi mente enferma…
Es un tipo guapo y atractivo.
Entre sus cosas veo mi móvil, ¿Qué carajos hace con él? Está sucio, roto
y quizá no funciona.
Lo prendo.
Y milagrosamente la pantalla se alumbra mostrándome mis mensajes,
solo mis mensajes. Mis dedos tiemblan al ver su nombre, mi garganta se seca
con solo recordarlo, entonces giro mi cabeza para ver si estoy sola o no.
Parece que no entendiste el juego, Dulce.
O matas, o te matan.
Solo has lo que me prometiste y juro por mi vida que tendrás lo que te
corresponde. Es solo una noche que garantizará tu paz para toda la vida.
El Chino…
Jadeo cansada apagando el celular de inmediato. Mis manos parecen
haber tocado algo que no debieron y mi respiración se vuelve pesada. Lo
escondo en el cajón debajo de la ropa para que nadie lo vea y me siento en la
cama angustiada.
No, no, no…. No puedo.
Pero me está buscando, lo sé. Le prometí muchas cosas… hice un trato
con él que no he cumplido, ¿Entonces qué hago? Mi lengua me sabe a amargo
y vuelvo a cerrar mis ojos recordando sus palabras.
Él no parará hasta tenerte en su cama. En algún momento matará a
Christopher, ¿Es lo que quieres? Lo matará. Sabes que puede hacerlo. Llegará
un día en el que tendrán que enfrentarse y solo será tu culpa… Tu culpa.
Mi alma se incendia. La sola idea de tenerlo en peligro me aterra, pero no
puedo hacer nada. Niego mis tontas ideas con la cabeza y exhalo sintiendo un
nudo en el estómago.
¡No!
Pero mi mente dice que sí. Los nervios me invaden, mis manos sudan y
por primera vez en muchos años termino mordiendo mis uñas.
¡Debo hablar con Christopher! Necesito hacerlo. Así que voy a la cocina
dispuesta a salir por la puerta trasera, pero el zumbido de un móvil me detiene.
Es Juan llamando al celular de Christopher.
Mi mente divaga y lo tomo entre mis manos… entonces contesto.
Rita ha muerto. Ese malnacido la mató. Debes cambiar de escondite,
Christopher. Nos enviaron información y sabe que estás en Vallarta. Es muy
peligroso… Está peinando toda la zona. Vete hoy. ¿Christopher?
Paso salivo y siento que palidezco, ¿Rita murió? Él la mató. No tuvo
piedad . Va a matarme, matará a mi familia, a Christopher…
¿Hola? —El celular sigue sonando, Juan está en la línea y no soy capaz
de hablar.
¡Christopher! Responde, maldita sea. Esto es serio. Muy serio. ¿Qué
hago? ¿Te mando el helicóptero? ¡Contesta!
Jadeo esbozando un suspiro y siento que todo se vuelve extraño, así que
corto la llamada. Mi cabeza no piensa en más que peligro. Miro las ventanas y
solo hay oscuridad… Una escena de terror se asoma por mi cabeza como
sombras sin rostro. Y pronto recuerdo mi agonía con él. Brando es capaz de
todo…
Debo hacerlo, irme, desaparecer.
Por su bien, por mi bien, por el bien de mi familia…
Con pánico tomo la decisión más difícil de mi vida. El celular de
Christopher se desliza por mis manos y lo recojo desesperada sintiendo que
todo se va a la mierda. Mi corazón no deja de latir, mi alma sale del cuerpo,
entonces corro girando sin mirar a nada… y me golpeo con algo…
Su cuerpo.
Levanto la cabeza y me mira fríamente. Siento nauseas del pánico. Su
arma es visible ante mis ojos y siento que muero.
Me ha descubierto.
49. Pagando deudas
Dulce

Aunque sigo aquí… Un día me fui para siempre. D.S

Sus ojos emanan fuego y solo me paralizo. Mi garganta se seca de una


manera indescriptible y los nervios hacen que me de retorcijones por dentro.
—Dulce, ¿Qué sucede? —Dirige su mirada hacia su móvil.
—Na…Nada. —Exhalo— Te llamaron y cortaron.
—¿Quién? —Toma su móvil de mis manos y ve la llamada perdida de
Juan. Felizmente llamó varias veces.
—Juan. —Muerdo mis labios— ¿Y… esa arma?
—Precaución. —Cuando sus ojos leen un aparente mensaje de texto de
Juan, solo se enfada y contiene porque yo estoy presente.
—¿Todo bien? —Finjo a la perfección.
—Dulce, ve a dormir. —Se agarra la cabeza y luego lo veo irse hacia un
rincón hablando muy bajito con Juan, ¿cómo carajos lo hace? Por más que
intento escuchar no puedo. Ni si quiera podría hacerlo.
—¿Qué pasa? —Me enterco. Sé lo que pasa, pero deseo que me lo
cuente.
Mis ojos se turban en los suyos y solo espero hasta que por fin corta la
llamada. Su rostro luce preocupado, quizá un poco cansado, entonces me
quedo en silencio observándolo. Sé que está molesto y por experiencias
pasadas… debería dejarlo solo, pero no puedo. Algo en mí tiene una terrible
necesidad de estar a su lado.
—Chris… —Susurro y siento un extraño dolor al verlo así. Me angustia
ese rostro.
—Dulce, necesito estar solo. —Traga saliva.
—Pero yo quiero estar aquí… —Digo como una tonta afectada.
Fuerza sus ojos y toma su rostro entre sus manos.
—…Pero si no quieres…. —Alzo la cara ¡Mi maldito ego sale ahora! —
Me voy.
Giro mis pies y camino lento esperando que me detenga… pero no lo
hace. Trago saliva esperando que entre por esa puerta pidiéndome disculpas
como siempre… y no pasa, solo hay silencio.
No confió en mí…
¡Por favor, Dulce! —Me digo a mí misma— Es una tontería. Él está
afanado con tu seguridad, es un hombre dramático… Sabes cómo es esto.
Mi mente tiene razón… Pego mis labios intentando tomar rápidas
decisiones, pero no puedo. Son mil cosas encima, como el chantaje del chino,
así que debo arreglarlas.
Mi espejo luce formidable y no puedo evitar la vieja sensación de vanidad
que nace en mi rostro. Me levanto, me miro y puedo notar que no soy la misma
aunque quiera. Quizá son los golpes, quizá los sentimientos… ¿Qué hago
amándolo? Le confesé que lo hacía, aún no me lo creo, pero se lo merecía.
Un leve susurro de sonrisa nace en mis labios. Sí, sonrío como babosa
pero solo yo puedo verlo. Levanto mi mentón, sigo siendo joven y hermosa…
A veces pienso que debería aprovecharlo, pero él es mi mayor respuesta, mi
mayor impedimento, mi torpe debilidad.
Estoy perdida en sus brazos y por más que sea un idiota… es Mí idiota.
Quiero estar con él, realmente lo deseo, aunque la idea me parezca
aterradora. Temo no dominarme y perderme en este sentimiento pero quizá
gano más a su lado.
¿Y el dinero? Trago saliva. Por qué pienso en ello si ya había tomado
una decisión definitiva. Muevo mi cabeza en señal de negación y vuelvo a
mirarme con los ojos tensos.
Va a pasar, Dulce. Lo arreglarás. Todo está en tus manos.
Y sí… está en mis manos. Hace falta un pequeño sacrificio, solo eso.
—Lo siento… —Se acerca y me toma de la cintura con fuerza sin que me
de cuenta, ¿Cómo carajos apareció de repente?
—¿Qué? —Pregunto descuadrada… Sus manos me tocan y eso me
evapora.
—Que lo siento. —Dice bajito en mi oído, lo que hace que todo mi cuerpo
vibre.
—Está bien. —Respondo con tensión— También necesitas privacidad.
—Cielo… —Me voltea y puedo ver sus ojos arrepentidos— Juan me llamó
para contarme algunas cosas feas y no quería que te enteraras. Este puede
que ya no sea un lugar seguro.
—¿Nos iremos a otro lado?
—Es probable.
—Bien. —Respondo fría sin querer— Está bien.
—¿Te enojaste? —Se sorprende.
—No, Christopher. No pasa nada.
—Sí pasa… No quiero pelear, odio cuando peleamos. Por favor, dime que
es una broma y que volverás a amarme. —Sonríe, toma mi mano y la lleva a
su rostro. Se acaricia con ella.
—Christopher… —Lo miro rodando los ojos, para su acción y besa mi
mano.
—Lo sé, soy tu mayor tormento… —Me mira fijamente.
—Y también mi mayor debilidad. —Lo acepto y pronto beso sus labios.
Um… me encanta. Es como si volviera tener vida en su aliento varonil. Me mece
en su brazos haciendo que mi piel se estremezca ¿Qué carajos tiene este
maldito idiota? Me hace mierda en un instante y, aunque me guste, me
preocupa.
Lo beso con fuego y necesidad deseando que todos nuestros males se
acaben. Quiero hacer muchas cosas, aparte de estar entre sus piernas, con él
pero la sola idea de perderlo me martiriza. No quiero que le suceda nada malo
y sé que es terco, más que una mula, si no freno todo esto a tiempo va a ser
lastimado.
—¿Qué pasa? —Se detiene encima de mí, caímos en la cama y no me
di cuenta por andar pensando en lo que debo hacer.
—Nada… —Susurro— Quiero dormir. —Trago saliva.
—¿Dormir? —Alza su ceja esperando que sea una broma. Mi cuerpo ha
reaccionado a él, estoy más que lista para todo, pero no puedo soportar mi
genio… mis dudas, la decisión que he tomado.
—Se me fueron las ganas. —Digo mintiendo y dándole la espalda.
—Está bien… —Se sienta aturdido en la cama… porque jamás le dije que
no.
Los minutos transcurren de manera horrenda. Mi corazón no deja de latir
rápido y siento cómo la sombra de un fantasma se interpone entre nosotros. El
corazón de hielo que llevo dentro me dice que no lo haga, pero mi lado más
vulnerable está en contra… ¡Quiero hablarle! Volteo, él voltea casi al instante y
nos perdemos en ese momento… Sus ojos, los míos ¿Cuánta historia hay entre
ellos? No puedo mantener este secreto, pero sé que jamás lo permitiría…
—Perdón… —Digo.
—Está bien, amor… —Se acerca y me abraza— Si es no pues no. —Me
sonríe— Cogemos todo el día, ¿Qué más da si esperamos un poquito?
Besa mi frente y se hunde en mi cabello. Christopher, mi tormento, terrible
amor de estrellas… No te he pedido perdón por haberte negado mi cuerpo, sino
por otra cosa… y espero lo entiendas. Cierro mis ojos con mil temores dando
vuelta, con la sola idea de salvar lo único bello que nos queda: nosotros.

El sol nace por la ventana indicándome que es un nuevo día. Me tallo los
ojos cansada y enseguida siento cómo unos fuertes brazos sostienen mi
cintura. Su olor mañanero es exquisito y, sin querer, termino acurrucándome
más en un impulso.
—Buenos días… bonita. —Susurra en mi oreja con la voz ronca.
—Me das calor… —Digo, mintiendo.
—¿Calor? ¿En tanto frio?
—Soy así… —Digo.
—Caliente… —Ríe en mi oído y me aprieta fuerte, tan fuerte que no
puedo respirar.
—¡Ah! —Retrocedo mi trasero con la sola intención de parar el acto, pero
termino envuelta en juego. Choca su miembro con mi piel y con una risa
malvada toca mis senos. Me congelo… ¿Realmente cree que voy a darle un
“mañanero”?
—Um… —Besa mi cuello. Maldito idiota.
—Christopher… —Me volteo y tomo sus manos con las mías
—Es mejor pedir perdón que permiso, ¿No? —Ríe y besa mis labios.
Oh mierda… no puedo negarme.
Sus labios son como mi desayuno favorito y tengo mucha… mucha
hambre. Lo muerdo con furia y mi cuerpo se estremece bajo el suyo. Me enreda
en su cuerpo, su piel, sus brazos para luego jalar mi pijama hacia arriba
dejándome desnuda. Amo dormir desnuda… y se aprovecha. Muerde mis
senos haciendo que todo en mí explote y se humedezca. Sus dedos se
entrometen entre mis piernas y pronto tocan mi clítoris haciendo que me derrita.
Él hace magia con sus dedos.
Me tuerzo hacia atrás y dejo que lo haga… porque me gusta, me encanta
que me toque y me pone loca tocarlo. Mi mente se turba, ya no pienso. Besa
mi oreja y luego chupa con su boca mi pezón. Oh… mi… Dios… Lo muerde y
succiona de nuevo haciendo que cada vello de mi cuerpo se altere. Lo hace
como si fuera un niño hambriento y me tenso aún más sintiendo que no voy a
soportarlo. La sensación de su mordida con el movimiento de su dedo en mi
zona inferior hacen que me queme de forma inmediata.
¡No puedo! ¡Simplemente no puedo!
Este hombre me vuelve loca. Me ha vuelto loca desde que me tocó por
primera vez aquel día… Es como si estuviera nadando contra la corriente, como
si fuera una estúpida necesitada de sexo.
Con rapidez se retira el bóxer dejándome ver que me ha deseado desde
hace horas… Río, pego mis labios y no puedo evitar anticipar el gran orgasmo
que me dará ahora.
Abre mis piernas y hunde su cabeza en mi centro para luego meter su
lengua ahí… donde sabe que es mi perdición. Se mueve como solo él sabe y
en cada estremecida que tengo, me mira… diciéndome con sus ojos que soy
suya para siempre.
Todo pasa muy rápido y pronto se introduce en mí de manera agresiva.
Levanta mis nalgas hacia él y se acomoda para luego ser un completo enfermo
en sus movimientos. No es nada paciente, sino grotesco. Me penetra como si
fuera su juguete favorito y, aunque aun no entiendo su desesperación, me
encanta… no voy a negarlo. Así que lo disfruto. Alzo mis caderas para ayudarlo
y puedo sentir el placer rondando mis entrañas.
Choca, choca, choca…. Tan fuerte que siento que ha llegado al límite
pero no le importa. Cierro los ojos y puedo escuchar sus jadeos con el sonido
de su piel chocando contra la mía. Mi trasero rebota y se siente como un
latigazo… Es cada vez más hondo, fuerte, violento… tanto así que siento que
voy a romperme. Su miembro es justo y perfecto como lo quiero… apreciable,
extenso, fuerte… invasivo. Desde que lo vi desnudo por primera vez jamás
pude olvidarlo. Tenerlo así me excita… y a la vez me llena.

Con sus brazos se apoya en sus codos y sé que me está mirando, por
ello abro mis ojos. Lo veo lleno de lujuria, tanta como la mía y sonrío mordiendo
mis labios… hasta que él lo hace de nuevo. Me chupa con su estuviera
comiendo carne y mis manos no se quedan quietas… toco su espalda, su
cadera, su enorme y amoroso trasero y lo golpeo.
—¿Eso es todo? —Jadeo sin aire y me destruye con un movimiento.
Grito al borde del colapso y siento cómo la liberación se acerca. Muerdo
mis labios y vuelve a besarme mientras que todo pasa deliciosamente…
¡Fuego! ¡Explosión! ¡Liberación! Dos gritos al unísono y es maravilloso… aún
más por haberlo hecho con quien más quieres.
Mi cuerpo está cansado… muy cansado, pero feliz. Me duelen las piernas
por haberlas tenido estiradas todo este tiempo, pero no importa. Ahueca mi
rostro con sus manos y me mira sonriendo.
—Maravilloso… —Susurra en mis labios.
—Te saliste con la tuya… —Jadeo.
—Siempre. —Vuelve a besarme.
—Ahora descansa… —Se sale de mí y ruedo mis ojos.
¡Ha sido jodidamente maravilloso! Pero no se lo diré.
—No quiero descansar. —Digo mintiendo mientras me cubro con la
sábana.
—Haré que lo hagas. —Se voltea y me abraza para luego susurrarme…
— Mi chica hermosa.
—Mi idiota favorito, un patancito cualquiera… —Lo humillo… y no me
hace caso, solo me abraza.
—Hace frío, ¿Lo ves? Neblina, es decir… calientitos aquí, lejos de todo.
—¿No temes, Chris? —Le pregunto.
—No amor… Yo puedo hacer todo, confía en mí. Jamás volverás a pasar
por algo malo, ¿Lo entiendes?
Me quedo en silencio y paso saliva.
—Hey… ¿Todo bien, bonita?
—Tienes razón, tengo frío…
Le doy la espalda y cierro mis ojos para fingir que duermo. Mi corazón
palpita con fuerza y siento ganas asquerosas de llorar… Te quiero Chris y haré
lo que sea… lo que sea.
Algunas horas más tarde me doy cuenta que no ha habido nadie que
limpie estos días y me estreso. Mi manía por la limpieza sale a flote y solo me
enterco en ello.
—Dijiste que alguien vendría a limpiar. —Lo interrumpo mientras toma
café.
—Yo limpié. —Contesta.
—¿Esto es limpiar? —Le enseño mi mano empolvada.
—Bueno, le diré a alguien que venga o… hazlo tú. —Me queda mirando.
Bufo.
—¿Me crees tu chacha o qué?
—Podrías ayudar. —Sonríe. Sabe perfectamente que no hago esas
cosas ¡Y se ríe!
—No nací para las escobas y trapos. —Le tiro una toalla encima— Odio
que dejes tu puta toalla mojada en la cama.
Sigue riendo y me voy… ¡Que se vaya a la mierda!
Chris
Su manera de pedir las cosas me exaspera, pero en el fondo me encanta.
Sé que su actitud ha cambiado conmigo, pero a la vez no deja de ser ella… Mi
amarga desesperada.
—Juan. —Digo mientras la miro desaparecer por la puerta— Ahora estoy
solo, habla.
—Brando sigue investigando…

—No me interesa en lo más mínimo. —Contesto— Solo quiero su cabeza.


—¿Crees que no lo sabe?
—Morirá pronto. —Me aclaro la garganta— Por justicia, Juan.
—Deberías decirlo, Christopher….
—No ayudaría en nada. —Contesto— Necesito tu apoyo. Busca un
departamento en alguna zona intermedia cerca, quizá Guadalajara. Necesito
actuar desde alguna ciudad, no desde el bosque.
—El lugar es seguro, Christopher. Pensé que Hilton había descubierto tu
escondite, pero no…
—Te dije que era seguro, Juan. No deberías alarmarte tanto. Aún así
necesito ese departamento.
—¿Seguro?
—Sí. Solo lo usaré cuando tenga que hacerlo.
—Bien, ¿Y Dulce?
—No lo sabrá. Ella debe mantenerse al margen de todo.
—¿Por qué no la envías a Estados Unidos entonces? Es su seguridad,
Christopher..
Me quedo en silencio, trago saliva y luego exhalo…
—Porque la necesito. Ella es mi batería, Juan. No podría vivir sin mirarla
todos los días, sin abrazarla, tocarla, amarla… La necesito conmigo, pero a la
vez ausente.
—Termina con esto rápido entonces. —Suspira.
—Mañana tiene la presentación de ensueña a inversionistas extranjeros.
Es algo que ha querido desde siempre y yo… —Tuerzo mis labios— Estaré ahí
para hacerle acordar con mi bala que existe la justicia… y también la venganza.
Un flash aparece de inmediato. Sombras atacando, el terrible dolor en el
pecho, la desesperación regresa…
Su cuerpo todavía tirado en el suelo, la carta, sus huellas. Recuerdo a mi
madre como la mujer más pura del mundo. Su larga cabellera rubia era como
la de un ángel. Sus ojos claros y su sonrisa me calmaban cuando tenía miedo.
—¿Puedo pasar? —Dijo sonriente mientras estaba picado. Jamás había
sido irresponsable, sobre todo porque fui el hombre de la casa desde que era
pequeño.
—Mamá… no. —Dije tímido, pero a la vez con ganas de llorar…
—¿Es esa chica? ¿La bonita? —Alzó sus cejas perfectas y luego acarició
mi rostro.
—La amo… —Solté en llanto, un tonto llanto adolescente. Y la abracé.
No… no tenía miedo. La había abrazado cada vez que lloraba. La había olido
cada vez que pude desde niño. Su olor a rosas me cautivaba, quizá por eso
jamás dejé ese perfume… Su manos sanaban, su piel me mecía, su voz me
arrullaba— Debes pensar que soy un marica.
—No, Chris… ¿por qué pensaría eso? Gracias, mi amor. —Limpió mis
lágrimas— Porque me has dejado ver tu lado más tierno y humano.
—Los hombres no lloraban, mamá. —Me impuse tontamente.
—¿Quién lo dijo? —Sonrió— Tu llanto es el más puro de todos… porque
viene de aquí, cariño, del corazón. Y esa chica es afortunada.
—Tenemos muchos problemas, mamá. Es… demasiado astuta. —Reí
entre lágrimas— Y muy ambiciosa.
—Lo sé. Lo supe desde que la ví contigo de la mano…
—¿Qué hago mamá? ¿Lucho por ella? ¿O dejo todo? —Se lo pregunté
tantas veces…
—Lo que no te deje dormir… Lo que te cause escalofríos… Eso debes
hacer, hijo. Sé que sus padres son una molestia, pero no lo serán si te casas
con ella.

—Mamá… —Recuerdo haberme quedado con la boca abierta.


—Solo es una sugerencia. —Me abrazó fuerte entonces lo supe…
Aquello era la decisión más hermosa de mi vida siendo aún un chiquillo.
Aún recuerdo haber sentido su suave voz despertándome, sus lindas
manos tocando mi rostro, su mirada inquieta por la ventana cuando llegaba
tarde a casa. Mamá era todo en mi vida. Mi compañera, mi vida, mi primer
amor… y aquel día fue otra.
Sus ojos abiertos, su cuerpo frio y con sangre… aquellas fotografías.
Grité bajo su cadáver su nombre mil veces, pero jamás respondió. Mi
mirada se llenó de odio cuando supe quién había sido y mis ojos solo se
nublaron de rabia, cólera, sed de venganza.
Aprendí desde muy pequeño a ser agradecido, pero toda la bondad se
esfumó con aquella escena, así que me enterqué… me amenacé a mí mismo
con los recuerdos ¡Tenía que ir por todo o nada!
Y después de tantos años… De haber abandonado al amor de mi vida
estoy a punto de lograrlo.
Mañana es el día.
Le dispararé en la frente así sea lo último que haga.
Toda la basura de su entorno verá cómo será masacrado, humillado,
aplastado… y en ese momento, solo en ese momento le diré que soy el hijo de
Macarena Uckermann… La mujer que mató por dinero.
Mis manos se vuelven furia y la realidad se asoma de pronto.
—¡Christopher! ¡Te estoy hablando! —Dice Juan al teléfono.
—Está bien. —Trago saliva— Mañana es el día. No esperaré más… No
más.
He pasado dos horas llamando, sobornando gente y amenazando a
algunos falsos policías. Mi misión está clara, aunque no dejo de sentirme tenso
por ello, y solo cumplo con lo que todos merecemos.
Trago mi respiración cuando entro a la recámara. Ella está en ropa interior
de encaje mirándose al espejo. Se sorprende cuando me ve, pero no hace nada
más… La cama está llena de ropa, la misma que yo le compré, y luce una
lencería provocativa. Rojo… y dejando todo a la imaginación.
Me prendo apenas la veo moverse. Mi cabeza se llena de sentimientos y
mi piel se eriza con solo sentir su aroma. Ella es maravilla… y también veneno.
—Hola… —Sonrío acercándome. Hemos tenido intimidad en la mañana,
pero ella tiene la capacidad de prenderme de nuevo.
—No te acerques. —Pone su manos y luego se pone una bata de dormir
encima. La veo maquillada y eso me genera mil preguntas, ¿Estará jugando?
—Cielo… amo ese encaje.
—Christopher, vete. —Me evade y la sigo hasta que la tomo por la cintura
y la sostengo en mis brazos.
—Amor… golosa. —Aruño en su rostro, sus manos tibias, su cuerpo
caliente.
—¡No quiero! —Me empuja de una manera absurda y solo la miro serio.
¿Qué demonios le sucede? Mi corazón tiembla, ella jamás se había portado de
esta manera… no cuando se supone que somos pareja.
—Está bien. —Digo.
Mi seriedad se transporta a sus ojos y me devuelve la mirada tensa. Se
aclara la garganta y solo me observa con una posición no clara.
—Por favor… no sigas. —Jadea y se mete en el baño.
Las siguientes horas son extrañas y aun no entiendo qué de mal hice. Le
dije que había hecho pasta para comer y me ha ignorado, apenas me habla con
señas. ¿Qué le sucede? Desde que la dejé sola en su cuarto ha cambiado. Mi
instinto me dice que algo raro pasa, pero es imposible.

—¿Qué demonios sucede? —Voy al grano. La veo acomodar un poco de


ropa, ¿Ropa?
—Nada. —Solo susurra.
—Es de madrugada, cielo… Vamos a la cama.
—No quiero. —Me enfrenta— Estoy viendo otras cosas.
—Dulce… —Me acerco una vez más pero apenas la toco retrocede—
¿Hice algo mal?
—No, Christopher.
—¿Entonces por qué estás tan molesta?
—Porque estoy en mis días, ya sabes… —Alza su rostro.
—¿En tus días? No parecía eso hoy en la mañana. —Se pone roja, no sé
si de pena o coraje.
—Me acaba de venir hace un ratito, además no tienes por qué saberlo.
—Bien, cielo. Solo deseo llevar la fiesta en paz… por favor.
—Duerme, Uckermann… Yo leeré un rato.
—¿Los libros que te compré?
—Ajá.
—Bien. —Suspiro y le robo un beso en la boca para sonreírle al instante.
Experiencias pasadas me han enseñado que las mujeres son… algo
especiales. Es mejor no presionarlas, sobre todo cuando están molestas,
porque podría ser peor pero aun así no dejo de preocuparme.
Me meto en las sábanas extrañándola, mirándola leer sutilmente aquel
libro sobre hotelería. Mis manos se engarrotan con el frío las meto en nuestra
cama. Estoy tan cansado… que moriría aquí mismo si no tuviera cosas
pendientes.
Mis ojos pesan, intento no cerrarlos pero termino haciéndolo. Jadeo
sumergido en el limbo y luego mi cuerpo se relaja. Siento su olor, su aroma, su
perfecto perfume a mujer fina…. Y me encanta.
Jadeo su nombre balbuceando cada letra, entonces me entrego al
cansancio y al sueño.
Las sombras regresan y siento mi cuerpo escarapelarse.
Mamá está molesta, la veo como luz que se apaga al instante, ¿Qué de
malo he hecho?
Un camino oscuro en el bosque me acompaña y no tengo miedo. Busco
algo pero no lo encuentro ahora. Mis manos se escabullen en la tierra y mis
ojos solo se tensan….
¡No!
Los abro de golpe casi llorando, aterrado por mamá, por aquel mensaje…
Y me encuentro con su mirada. Trae ropa de casa aún y su perfume sigue
volviéndome loco.
—Tuviste una pesadilla… —Dice suave, sus ojos culposos…. ¿Qué
demonios…?
—Eso creo. —Intento levantarme pero no puedo. Ella me mira.
—Perdón… por… todo. —Dice con misterio.
—Está bien, Dul. No es no, ya te dije. Aunque termine siendo un sí. —
Bromeo pero no ríe.
—Duerme…
—No si no te metes en la cama. Anda, ponte la pijama.
—Estaré otro rato leyendo…
—¿Aunque sean las 2 de la mañana?
—Ajá. —Sonríe a medias
—No sin tus manos… —Tomo sus manos y me acaricio con ellas.
—Mis uñas podrían lastimarte. —Dice seria, extraña… bonita.
—Sería un dolor hermoso entonces. —Murmuro sintiendo la pesadez en
mis ojos de nuevo.
—Acabaremos con esto, Christopher…
Su voz se va perdiendo en el vacío. No pasa nada.
No sé cuánto tiempo ha pasado, solo puedo escuchar los chorros de lluvia
caer por mi ventana. Mi reloj marca las 9 de la mañana, ¿Tanto dormí? Mi voz
explota bostezando mientras me desperezo. Es un día gris y no cualquiera, hoy
haré justicia por mis propias manos.
—Dulce… —Digo al darme cuenta.
Y me levanto alerta.
¡Mierda!
Corro desesperado por todos lados y no la veo. Abro sus cajones y puedo
notar la poca ropa que queda. Mi corazón se paraliza, la tensión me embarga.
No… no puede estar pasando.
Una carta luce reluciente entre mi ropa y tiemblo al abrirla.
Mis labios se secan, mi voz jadea, mi corazón no deja de latir contra mi
pecho.
Es lo mejor para ambos, Christopher. Por favor… no insistas. No eres
tarzán ni yo soy la chica del cuento. No puedo, simplemente no puedo.
Lo he intentado, pero ha sido inútil.
No hay explicaciones para esto, así que no busques una lógica.
Te amo, pero también me amo… y jamás dejaré de ser Corazón de hielo.
Iré por lo que debí hacer desde un inicio y es será mi último tormento.
Caigo aturdido sintiendo una punzada en el pecho, quizá lo mismo que
sintió ella aquella noche de lluvia como ahora…
Lo ha hecho.
50. La gran perra
Chris

“Lo difícil no es decir adiós, lo difícil es aprender a no volver de nuevo.”

Han pasado quince minutos, solo quince minutos y ya estoy al borde del
suicidio.
Mi alma quema de una forma impresionante y el dolor que tengo el pecho
es algo que jamás he sentido… Se ha ido, lo ha hecho y yo… estoy destrozado.
Mis dedos palpitan al ritmo de mis nervios. Me levanto tenso de la silla y
golpeo lo primero que veo en mi delante.
Joder… No puedes permitirlo. —Me digo cansado de luchar por una mujer
que simplemente no entiende, pero que amo.
Camino de prisa, tomo mi arma y saco en su búsqueda. Hace frío ahora,
ella no ha terminado de recuperarse y se ha dignado en salir así. Mi enojo es
algo que no soporto, pero no voy a perderla. Me niego. No me resigno. Es mi
vida.
Pasan largos minutos, casi una hora y no está por ningún lado. Las dudas
y celos me invanden, ¿Y si está con él? No, imposible. Ella jamás me
traicionaría de esta forma. Jamás fingiría toda esta farsa para luego ser
golpeada y estar al borde de la muerte.
—Juan, Dulce se fue. —Digo, apenas me contesta.
—¿Qué? ¡Maldición! —Suelta su enojo.
—Sí, lo sé. No entiendo qué tiene en la cabeza… Debería dejarla, pero
no puedo Juan. Ayúdame a encontrarla.
—Pero… ¿Hace cuánto se fue?
—¡No lo sé! —Me irrito— Solo encuéntrala. Mueve mar y tierra, es
peligroso que ande sola por ahí.
—Está bien, Christopher. Yo me encargo de Dulce, pero tú debes
encargarte de Brando ahora. Lo sabes…
—Lo sé perfectamente, Juan. Te hablo luego. —Cuelgo al ver a uno de
los pobladores de aquí.
—Sr. Miller… —Me extiende su mano y saluda con respeto.
—Hola, Ernesto. Necesito saber algo… ¿Viste a alguna mujer por aquí?
Digo, rondando, caminando…
—¿A su esposa? —Mantiene los ojos en mí.
—Sí. —Solo digo.
—No, Sr. Nadie ha pasado por aquí.
—¿Estás seguro? —Mis nervios aumentan.
—Sí, Sr.
—Bien. Gracias.
Doy media vuelta y me dirijo a la casa, subo las escaleras y vuelvo a
buscar en nuestra habitación. Mi corazón aun tiene esperanza…. Pero no está.
La conozco muy bien, es más terca que yo en algunas cosas. No puedo
entender por qué lo hizo, ha dicho que me ama…
¡Mierda!
Mi mente colapsa, no lo soporto. Activo las cámaras y salgo corriendo,
necesito encontrar el primer vuelo de vuelta a México. Es tarde, aún necesito
arreglar algunas cosas, voy a matar a ese bastardo por fin, pero también me
preocupa ella.
Algunas horas pasan y salgo de control. Ya en el DF exploto al volante,
manejando como si fuera un piloto de auto, sin control y con adrenalina. Una
llamada entra y no dudo en contestar:
—Christopher, está en el DF. —Dice con rapidez. Detengo el auto de
golpe y siento que me hierve la sangre.
—¿Qué?
—Revisé los videos del aereopuerto de Vallarta….
—¡Es imposible! Busqué en el directorio, no salió nunca su nombre.
—Se enrumbó al DF con otro nombre. —Trago saliva—… hay otra cosa.
Christopher…
Hace una pausa.
—Dilo ya. —Ladro.
—No iba sola… Estaba con un hombre.
Mi aliento se contiene y una extraña presión en mi cabeza me envenena.
La garganta empieza a picar, mis puños se hacen más fuerte y mi mandíbula
se tensa, ¿Otro hombre? Doy un corto suspiro y jadeo sintiendo confusión.
—Su nombre es Franco Huertas, aún no me dan el informe de quién es
pero… quería igual contarte.
—Juan… —Mi mirada se nubla— ¿Estaban… juntos? Digo…
No tengo que decir más, Juan agrega.
—Él solo la tomó por la cintura una vez, solo eso.
Hay silencio y no lo soporto.
—Necesito ese video. —Me ahogo— Envíamelo al celular.
—No lo tengo. —Suma de inmediato.
—¡Si lo tienes! —Grito— ¡Necesito el maldito video!
Pasan cinco segundos y enseguida escucho la notificación en mi celular.
Me contengo.
—Christopher, escucha, debes enfocarte en…
—Te llamo luego.
Le corto y abro el video de prisa. Mis ojos se abren, me hielo al verla
entrar hacia el aereopuerto. La cámara no capta mucho las imágenes, pero
puedo reconocerla en una esquina seria, mirando a un hombre que se acerca.
Le sonríe, la saluda, pero ella sigue sin emitir emoción. Ese bastardo la toma
por la cintura y ella se inmuta.
Hijo de puta.
Jadeo y paro el video. Mis celos no lo soportan… ¡Está tocándola! ¡Voy a
matarlo! Mi bonita es mía. Siento algo extraño dentro, porque en el fondo no
puedo creerlo. Doy play al video y se entrecorta. Ambos desaparecen por las
escaleras eléctricas y luego se les ve entrando en el avión.
Ella no está maquillada ni vestida decentemente… eso es extraño
Pero aun así no me domino. Salgo del auto, pateo un árbol y grito lleno
de rabia. ¿Quién carajos es ese hombre? ¿Qué quiere con ella? Envío un
mensaje de texto a un amigo, quizá Juan ya lo ha contactado pero no importa.
Necesito hacer algo. Necesito encontrarla, preguntarle… por qué, para qué,
¿Acaso no me ama?
Mis puños presionan mis piernas y siento que no me enfoco.
Cálmate, Miller… Necesitas pensar con la cabeza.
Mi móvil suena de nuevo y siento que no puedo con mi genio.
—No estoy de humor. —Respondo a Juan, quien ha insistido muchas
veces.
—Christopher, tengo noticias. Estoy en camino ahora.
—Suéltalo ya. —Carraspeo mi garganta contenido.
Pasan algunos minutos y escucho su auto estacionarse.
—Es bueno verte. —Jadea.
—¿Qué sucede? —Pregunto atareado.
—Necesitas prepararte. El plan tiene que ejecutarse esta misma noche.
No contesto, no puedo.
—Vamos, Christopher… —Me anima— Hemos luchado tanto por este
momento ¡No puedes desconcentrarte! Jala ese gatillo y quedarás libre de todo.

—¿Quién es ese tipo?


Lo miro con furia, ¿Por qué? Porque no conozco… y sé que algo me está
ocultando. Me mira impasivo, cansado, lleno de dudas y juro por mi vida que
no descansaré hasta averiguarlo.
—No es el momento.
—Sabes perfectamente que voy a averiguarlo. Es más… No haré nada
hasta saber quién es ese tipo. O me lo dices… o…
—Trabaja para el gobierno. —Traga saliva— Es lo único que sé.
Mi mente se nubla, mis manos se contraen, ¿Para el gobierno? ¿Qué
mierda hace Dulce con un tipo del gobierno? Mis dientes se juntan y siento que
todo en mí arde.
—Christopher, entiendo tu enojo pero debes enfocarte en nuestra misión.
No lo soporto, exploto. Grito porque no sé quién está de mi lado. Grito
porque mi furia aumenta. Me desquito con lo primero que veo y maldigo la hora
en la cuál me metí en esto.
¿Qué hace ella con alguien del gobierno? Trago saliva, es obvio… la
están obligando a irse de mi lado.
—La obligaron… —Digo furioso aún.
—Juro que voy a averiguarlo, Christopher. Pero no es el momento. Sabes
que tenemos una misión por la que hemos esperado años.
—¡No soporto tenerla lejos! —Grito— ¡No cuando puede estar en peligro!
—¿Crees que ella misma se arriesgaría? Quizá necesita unos días lejos.
Vamos, Christopher. Las posibilidades son muchas.
—Necesito tenerla a salvo, ¿No lo entiendes? Cuando apriete ese gatillo
todo será un caos. Policía, mafias, venganza… Debo sacarla del país en ese
momento y si no la encuentro….
—La encontraremos. Lo juro.
Hago silencio. Mi mente vuelve a nublarse.
—Tu madre te lo exige Christopher… Hazlo por ella… —Mi boca se seca
apenas menciona esa palabra. Siento una herida ardiendo dentro de mí cuando
la recuerdo… Ella, mamá… La mujer más noble del mundo tirada en el suelo,
masacrada por un bastardo, llena de sangre como si fuera cualquiera.
Cierro mis ojos y los arrugo con fuerza. Mi mano va a la cabeza, mis labios
se resecan, no puedo evitarlo. El corazón me ha traicionado de nuevo y mi sed
de venganza florece como agua hirviendo.
Voy a matarlo.
Contengo mi rabia y miro a Juan. Me palmea la espalda una vez más y
solo veo a Dulce en mis pensamientos. Dónde estás, cielo… por qué ahora.
Por qué cuando más te necesito…
—El jefe no se atrevería a hacerle daño, lo sabes. Conoces más de ellos
de lo que imaginan.
—Estoy harto de toda esta mierda. —Jadeo… Mi confusión aumenta y
siento que voy a marearme por tantos problemas. Pero él tiene razón… He
venido a este lugar por una misión. Vengaré a mi madre así sea lo último que
haga. Dejé a Dulce para protegerla, convertí mi vida en balas para llegar hasta
esto y hoy es el gran día… No puedo desperdiciarlo.
—Necesito que la encuentres. Júrame que vas a encontrarla y vas a
encerrarla en tu casa hasta que yo haya regresado. Tomaré el primer vuelo a
USA, luego nos iremos a Japón. Necesito también pasaportes falsos y dinero,
mucho dinero.
—Arreglaré todo, Christopher. Tienes mi palabra.
—Hoy voy a matar a ese malnacido… y no tendré piedad cuando implore
perdón. Abriré su boca, meteré mi arma y dispararé disfrutando su muerte.
Venganza….
Dulce
Estoy aquí de nuevo… y aún no puedo creerlo.
El lujo embarga mi vista después de haber pasado varios días en
completa austeridad. El fino acabado de la mueblería nueva me distrae, los
pequeños detalles en el tallado son elegantes y debo aceptar que me gusta…
pero siento que no es lo mismo.
Desesperación.
Caigo sentada en la cama chillando en silencio. No puedo evitarlo, lo
pienso sin que quiera hacerlo. Él debe pensar lo peor, pero necesitaba irme.
Necesitaba alejarme de todo… y pensar en lo que haré de ahora en adelante….
Porque sé que no va a perdonarme.
Un zumbido me altera y pronto me doy cuenta que es mi móvil sonando.
El “Número desconocido” hace que me altere pensando en las estúpidas
posibilidades que tengo.
—Soy yo. —Su voz es áspera y puedo reconocerla.
—Estoy aquí… —Solo digo— Cumpliré con lo mío, así que necesito el
dinero en mi cuenta.
—Está listo, preciosa. La otra mitad cuando hayas cumplido con tu parte
del trato.
—Espero no sea una trampa, no habrá documentos hasta que hayas
hecho el pago completo, ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Ríe como zorro en celo y siento náuseas. Su voz es algo
que no quiero volver a escuchar en toda mi vida.
—Me diste tu palabra, nos dejarás en paz. —Susurro tensa.
—Es un trato, preciosa. Sé cumplir. Solo asegúrate de abrir bien las
piernas. —Bufa— 2 am, te esperaré fuera.
Cuelga y mis manos tiemblan de inmediato sintiendo cómo mi voz se hace
ronca. Demonios, no… ¡No Dulce! ¡No ahora! El pánico está apoderándose de
mí como antes, como cuando era chiquilla y moría si estaba lejos de él…
¡No puedo permitírmelo! No de nuevo.
Quien siente, sufre. Quien duda, cae. Si no matas, te matan… Es simple
y verdadero.
Jadeo aturdida… hoy no debo dudarlo.
Me levanto y camino hacia el espejo sintiéndome simple, yo no puedo ser
simple… ¿Qué ha pasado conmigo? Mis ojos se llenan de lágrimas
Soy el fracaso del amor…
Negro. Ácido. Amargo.
Mi lado más cruel sale de nuevo… No puedo negarlo y tampoco evitarlo.
La gran perra, es lo que soy… y no hay marcha atrás en esto.
Suspiro limpiando mis lágrimas, para luego meterme en la ducha y darme
un baño frío. Me seco el cabello, lo peino… y luego empiezo con mi ropa: Un
vestido rojo vino entallado con escote en los senos.
Es lindo… pero a la vez feo.
Suspiro y vuelvo a contemplar mi rostro en el espejo. Cubro mi rostro con
base, tapo mis ojeras con corrector y luego empiezo a trabajar en mi aspecto.
Ojos pronunciados, nariz perfilada, labios rojos.
—La gran perra… de nuevo. —Me digo y trago saliva.
Soy lo que más desea… y hoy acabaré con su juego.
Noche. Hotel Hilton.
La máscara que cubre mi rostro solo hace más interesante mi aparición.
Bajo por las escaleras centrales hacia la sala de recepción y las miradas se
centran en mi atuendo.
Sonrío hipócritamente a todos y camino directamente a la barra…
Necesito alcohol, pero no hay el que quiero.
—Whisky.

—Se nos acabó, traeré ahora mismo más. —Dice el mozo y trago saliva
al darme cuenta de alguien en particular…
—Señorita Evans, cuánto tiempo… —Saluda Gustavo Monti, hijo de puta
jefe del Gobierno— Se ve usted muy… bien.
No respondo.
—¿Qué sucede? Pareciera que está enojada conmigo. —Ríe.
—Algún día lo pagará. —Suspiro— Usted y toda su peste.
Sonríe.
—No entiendo de lo que habla, señorita.
—Váyase al diablo. —Respondo en llamas.
—Hágame el honor de acompañarme entonces. —Bufa— Cierre esa
preciosa boca.
—¿Y si no quiero? —Cruzo mis brazos.
—Alguien lo pagará por usted…
—Ese alguien va a destruirlo si sabe que está ofendiéndome. Expandirá
una bala por todo su inservible cuerpo y luego lo aventará al mar lleno de
tiburones. Cuide sus palabras, señor.
—Confía mucho en el Sr. Miller por lo que veo… —Ríe— Tanta confianza
le tiene que ha llegado a ocultarle sus verdaderos planes, señora. Yo no estaría
tan tranquila… Que tenga buena noche. —Susurra y se va mientras mi rabia
aumenta… porque quizá tiene razón.
Llega el alcohol y bebo un sorbo sintiéndome inmediatamente mal. Quiero
irme de este lugar, correr hacia un bosque perdido y no regresar jamás pero sé
que debo hacer mi mejor papel ahora.
15 minutos… solo eso. —Me digo a mí misma. Quizá los peores 15
minutos de toda mi vida.
La sala hace silencio cuando aparece por el marco de la gran puerta, los
aplausos florecen tras la pausa y siento cómo mis piernas tiemblan cuando
cruzamos miradas.
—Quiero agradecer a todos ustedes amigos, prensa, socios… por estar
aquí. Es un honor celebrar Ensueña con ustedes, disfruten la velada. —Suspira
apresurado y poco a poco se acerca a mí como un tigre lleno de rabia— Voy a
asesinarte, perra… —Ríe— ¿Lo sabes, cierto?
—No será necesario, cariño. —Sonrío— He vuelto.
Lo piensa.
—Este no es un buen lugar para hablar, ¿O si?
—No caeré en tu trampa. —Se enfurece y toma mi cintura— Pero te he
extrañado. —Respira hondo y pesado—Necesitaba esto… —Baja su mano
hasta mi nalga— Eres lo que más deseo.
—Lo sé, cariño… —Murmuro— Pero no es tarde para ello. —Me acerco
a su oreja y siento cómo su cuerpo se eriza— Déjame demostrártelo.
Sonríe con impaciencia para luego tomar mi mano.
Mientras caminamos por el hotel siento cómo mi corazón se rompe. Subo
escaleras a su lado y siento que voy hacia mi muerte. Camino tensa, sintiendo
cómo sus dedos se entrelazan a los míos… hasta que llegamos a su habitación.
Silencio.
Me sonríe perversamente y saca el antifaz de mi rostro. Explora mi cuerpo
con sus dedos y pronto siento su aliento sobre el mio. Cierro mis ojos con fuerza
y sigo el beso…
—¿Realmente estás arrepentida? —Dice sobre mis labios— ¿Realmente
estás aquí conmigo?
Primer punto débil… necesidad.
—Claro que sí, ¿Crees que puedo vivir sin esto? Lujos, joyas, dinero…
Sonríe.
—Lo sabía, nena… No eres mujer de un simple hombre. Gobernaremos
al mundo juntos, serás la mujer del diablo.

—Yo soy el diablo, Brando. —Sonrío y enrollo mis brazos en su cuello—


Pero antes quiero una cosa.
—¿Qué? —Duda.
—Que mates a ese hombre… Al jefe del gobierno. —Levanto una ceja
jugando mis cartas.
Su rostro no emite emoción y debo apresurarme.
—Se atrevió a faltarme el respeto… —Finjo— Dijo que quería mi culo en
su cama.
Segundo punto débil: Celos…
Se eriza como un gato en peligro y se separa de mis labios lleno de furia.
Tira la lámpara de su mesa de noche, saca su celular y pronto puedo ver su
lado más tonto.
—Maten a Monti. —Habla y cuelga de inmediato.
—Eso es, cariño… —Camino como hiena hacia él— Nadie puede con tu
mujer.
—¡Ese hijo de puta lo pagará!
—Por supuesto. —Sonrío— Ahora vamos a celebrar. —Doy media vuelta
y sirvo dos copas de champagne— Por nosotros, ensueña y todo el dinero de
la mafia que recibiremos.
—Por tu hermoso cuerpo. —Levanta la copa.
—Por el tuyo. —Pego mis manos y hago un movimiento certero con la
copa. Él sonríe, la deja a un lado y luego se acerca.
—¿Crees que soy idiota, verdad? —Suspira— ¿Crees que voy a creer en
tu falso arrepentimiento? Algo quieres, perra…
—Quiero dinero, mucho dinero. —Me acerco a él asqueada— Debes
creerlo.
—Siempre supe que estabas aquí por eso, pero la traición es una palabra
que no acepto en mi vocabulario. Golpee tu rostro, tus brazos, tu cuerpo… —
Susurra cerca a mí— Eres una zorra digna, jamás podrías haberme perdonado.
—Soy una zorra que piensa, Hilton… Contigo tengo todo y es lo único
que quiero.
—¿Cómo podré creerte? —Susurra acariciando mis brazos.
—Te daré lo que quieres… —Sonrío y veo sus ojos de lujuria brillando.
Suelto la tira de mi vestido y enseguida cae hacia abajo. Él se eriza, puedo
notarlo. Sus manos tiemblan, respira distinto y la notable erección en sus
pantalones sale a flote mientras camino hacia su cuerpo.
—Tus senos… quiero verlos.
Trago saliva y me desato el sostén para luego seguir con mi ropa interior
y quedando totalmente desnuda ante sus ojos.
—Eres una maldita diosa… —Jadea— Te he necesitado tanto….
—Lo sé. —Digo fría— Haré lo que quieras…
Se levanta y me mira fijamente.
—Tócame…
Me inmuto.
—¡Tócame, maldita sea!
Llevo mis manos a su rostro y sin pensarlo me besa. Mi cuerpo cae a su
cama mientras mis ojos solo miran al techo. Parpadeo, solo parpadeo llevando
el nombre de Christopher tatuado en mis labios, en mi cuerpo… en mi vida
entera.
Por más que quiero no puedo… soy suya.
Por más que lo intento… no logro sacarlo de mi aliento.
Por más que lucho fuerte para vencer, él sigue siendo mi más profunda
debilidad y castigo.
Sus manos frías recorren mis piernas y sé que no va a perdonarme,
aunque todo lo que haga sea por nosotros…. Jamás lo entenderá y no puedo
seguir en su vida si voy a destruirlo.
Cierro mis ojos y veo al chiquillo tonto espiándome en la playa. Al eterno
idiota tirándome piedritas para molestarme. Al terco cara dura insistiendo en lo
nuestro.
“Jamás dejes de amarme” … “Lo prometo” —Dije en silencio. Su sonrisa
se va perdiendo… ¿Y yo? Sigo muriendo…
Es el fin de lo nuestro.
Chris
Uno, dos, tres.
Todos están en sus puestos y yo entro en la recepción con el antifaz en
mi rostro. A lo lejos puedo ver caras conocidas, entonces doy vuelta. ¡Maldita
sea! Trago saliva y hablo por el micrófono escondido que tengo en mi ropa de
inmediato.
—Están aquí, el gobierno… —Maldigo.
—Hilton no está en la sala. —Escucho una voz— Señor, averigüé entre
la gente y me dicen que desapareció hace rato.
—Maldita sea.
—¿Iniciamos el golpe?
—¡No! —Ordeno— No hasta que lo encuentre. Busquen en todo el hotel,
que entren los refuerzos.
Mientras subo las escaleras puedo ver por las grandes ventanas que mis
hombres están listos para atacar. Podría fácilmente detonar una bomba y
deshacerme de todos ellos, pero esto es personal… Morirá en mis manos.
—Señor, no está en los alrededores, cocina ni estacionamientos.
—Esperen mi orden. —Digo mientras me acerco al pasillo.
—Señor, el jefe está aquí.
—Evita que te vea… desparece. —Contesto.
—Señor… ¡Señor debemos retirarnos! Las fuerzas estatales están
entrando, saben nuestros planes ¡Señor! ¡Debe salir de ahí de inmediato!
—La puta mierda… —Me contengo— Salgan todos.
—No sin usted, señor ¡Señor!
—Está bien. —Desconecto mi audífono y me paro delante de la
habitación de Hilton.
Pero la alarma suena y todo se vuelve un caos.
¡Disparen! —Escucho gritos y balas— ¡Maldición!
Saco mi arma y me giro en mis pies para irme, pero algo me detiene. ¡Ese
hijo de perra podría estar ahí y tengo algunos minutos para asesinarlo!
No… no dejaré pasar esta oportunidad.
Mis manos pican, mi garganta se seca, mi voz se hace ronca y arremeto
mis manos hacia su puerta pero pronto pienso en que debo ser precavido. Miro
a todos lados, el caos sigue sonando en mis oídos… entonces disparo.
Lo primero que veo es a ese hijo de puta en la cama desnudo…
durmiendo como si nada hubiese pasado. Mi furia salta y no se controla,
preparo nuevamente mi arma y lo apunto de inmediato.
Vas a pagar aquella violación….
Vas a pagar la muerte de mi madre…
Vas a pagar los golpes de mi esposa, tu manipulación y engaño…
Pero algo me detiene y siento cómo una punzada causa tensión en mi
cuerpo…. Su olor.
Abro mi boca al verla parada junto a la puerta del baño. Mi Dulce… mi
vida… me mira perdida como si fuera un fantasma cruel. Sus labios tiemblan,
sus ojos lloran, entonces me doy cuenta que tiene el cabello alborotado estando
casi desnuda.
Y entiendo todo.
La luz se va, mi vida se apaga en este instante. Él está desnudo y ella…
en silencio. Nuestras miradas vuelven a cruzarse… la silueta de aquella niña
en la playa pasa por mis ojos… Su vestido, su pelo, sus besos… y se vuelven
de color negro.
51. Una estrella en el cielo
Dulce

“En los ojos están todas las verdades que la boca no puede decir”

Está ahí… y me duele verlo.


Por más que intento volver a ser de hielo no puedo. Sus ojos me disparan,
su cuerpo me envenena, su mirada me produce una sensación de muerte
cuando lo enfrento.
Pero es lo correcto.
Y ya no hay marcha atrás.
Mis ojos se empañan al verlo acercarse. No… por favor. No más
preguntas. La máscara dura que tengo guardada fluye como agua naciendo.
Lo miro seca por fuera y débil por dentro intentando engañarlo una vez más.
Me estoy rompiendo en pedazos pero es necesario,.
—Dulce… —Susurra con la voz quebrada. Me mira, rompo de nuevo.
Empiezo a terminar de vestirme sin decirle más— Quiero una explicación. —
Ahora dice con furia. Está enojado… muy enojado.
—Vete. —Digo casi ahogándome. Hay caos afuera. Se escuchan balas y
gritos, pero no me importa.
—¿Irme? —Pregunta tenso— Jamás me he ido de tu lado, ¿Crees que
puedo? —Mi pecho se infla mientras aguanto las asquerosas ganas de llorar.
—Está resuelto. —Pego mis labios enseguida y miro a Brando— Lo tienes
en tus manos.
—¡No me interesa ese hijo de perra! —Toma mi muñeca y la aprieta—
¡Quiero una maldita explicación! Te fuiste, estuviste en el aereopuerto con otro
y ahora… ahora… —Intenta seguir pero no puede.
Es mi momento.
—¿Qué quieres que te explique? —Levanto la cara como la gran perra
que soy— ¿Qué me acosté con este viejo? Pues sí… ¿Y qué? El chino me iba
a pagar por esos documentos, de hecho ya lo hizo, y hoy se lo entregaré.
Puedes matarlo tú primero, al final de cuentas es algo que ambos quieren.
Mi corazón se rompe cuando veo sus lágrimas explotar. No lo cree, no
me cree.. y eso me antigua porque debe creerme. Se aferra a su corazón y yo
al mio, pero no debo… no debo.
—Mentira. —Traga lágrimas— Tú me amas…. Me lo dijiste.
No respondo, solo volteo fingiendo que voy a tomar mi cartera. Las
malditas lágrimas amenazan mis ojos y siento que respiro aire lleno de vidrios
rotos.
—¡No te vas a ir a ningún lado! —Grita, me pega a su pecho obligándome
a mirar sus ojos— Dime…. Que… es mentira. —Llora sobre mí y estoy
destruída— Dime que te obligaron a hacerlo. Cielo… eres más que cualquier
capricho, eres mi vida.
Mis ojos no lo soportan y lloro como una bastarda, entonces me abraza
fuerte y siento que no quiero salir de sus brazos. El calor que me da es alimento
para mi alma. Su olor me reconforta, me da brillo…. Respiro este momento, lo
anhelo.
Quisiera contarle, quisiera decirle que todo tiene una consecuencia. Que
no ha sido fácil, que he llorado en silencio mientras dormía… Quisiera contarle
que de verdad lo amo, pero que a veces el amor no es suficiente.
—Basta. —Lo empujo— Ha sido asqueroso, pero ya está hecho. Mátalo.
Yo ya tuve lo que quiero.
—¿Por qué, Dulce? —Tiembla— Qué no te dí…. Qué hice. —Murmura
contra mí.
—La venganza es dulce, cielo. —Sonrío fingiendo— Donde más te duele.
Volteo y camino rápido sintiendo que todo me va a explotar por dentro.
Trago saliva, me doy valor y pronto huyo por la salida de emergencia. El caos
hace que mi instinto de supervivencia salga. Un incendio se forma en la parte
trasera del Hilton y puedo ver cómo la policía dispara.
Mientras mis pies corren, mi corazón sigue destrozándose de a pocos.
Jadeo cansada y pronto una mano extraña detiene mi cuerpo. Es Juan…
Lo miro y me devuelve la mirada tenso. Quiere detenerme, el hijo de puta es
más fuerte que yo y por más que lucho no puedo zafarme de su toque… hasta
que sube la mirada y me suelta.
Por la gran suite él sigue mirándome huir… y ya no hace nada.
Muerdo mi labio inferior mientras sigo mi camino, un auto negro está
esperando fuera y me subo de inmediato.
Es el fin… Toda yo he muerto.
*
Han pasado 4 horas, solo 4 horas y siento que no sobrevivo.
Mi garganta carraspea con constancia intentando retener el llanto. Mi voz
solo cubre el silencio y mi cuerpo se abraza con incoherencia mientras espero
que termine este vuelo.
Estoy a punto de hacer otra vida y no me arrepiento.
La voz del capitán anunciando el aterrizaje solo hace que mis sentidos se
alerten. No entiendo qué me pasa, jamás me dieron miedo los aviones, pero en
este momento es distinto. Cierro mis ojos, exhalo profundamente cuidando que
ninguna lágrima salga y siento un revoloteo en mi estómago.
Hemos llegado.
—¿Está bien, señorita? —Pregunta la aeromoza, quien solo sonríe.
—Sí. —No puedo sonreir….
—No comió ni bebió nada durante el vuelo y se ve un poco cansada,
¿Desea ver un médico?
—Está todo bien, gracias. —Digo seca y me voy. No soporto a la gente
chismosa, pero entiendo que es su trabajo.
Camino pausadamente y llego a la puerta donde está esperándome el
taxi que pedí desde México. Mi mente se nubla, me pierdo en el vacío.
—¿Su maleta, señorita? —Dice el taxista.
—No traigo. —Respondo y miro mi celular apagado para luego echarlo al
basurero.
El hombre me mira extrañado, pero no importa. Ya no importa nada.
Una hora más pasa hasta llegar a la casa donde viven mis padres. Llamé
a mamá antes de salir de México para decirle que alisten sus cosas, espero lo
haya hecho. Lo menos que quiero es encontrarme con Christopher de nuevo.
No podría soportarlo, correría como idiota a sus brazos y no me puedo permitir
eso.
La casa es linda y luce llena de flores, aun así ellos no pueden
permanecer aquí ni un minuto más porque lo he decidido.
—Hola, mamá. —Digo.
—Hija… —Suspira y me abraza fuerte, como si realmente pudiera
entenderme. Ella y yo jamás fuimos cercanas, pero su abrazo hace que todo
en mí se revuelva.
—Basta. —Me zafo— Sin cariño, lo sabes.
—Lo siento… —Toca mi rostro— No estás bien.
—Estoy muy bien. —Le recalco— ¿Dónde está tu marido?
—Es tu padre. —Regaña.
—Un padre no trata así a sus hijos. Debería dejarlo solo, pero te mueres
sin él.
Ella suspira y miro mi reloj
—Es tarde. —Insisto— Por favor, apúrense.
—Estoy lista. —Kiara borra su sonrisa cuando me ve— Dulce…
—Apúrate, niña. —Insisto.
—¿Estás bien? —¡Maldita sea! No muestro emoción, solo la miro.

—Perfectamente. —Finjo una sonrisa.


—Vámonos. —Dice mi padre a lo lejos sin saludarme.
La tensión es alta, pero no me importa nada… juro que nada. Mientras el
chofer maneja, miro por la ventana sintiendo una estúpida sensación de
abandono. No dramatizar —Es mi primera regla— pero lo estoy haciendo… y
de una manera tonta.
La casa que renté para mis padres es apta para que estén cómodos.
Mamá no deja de mirarme mientras camino por las habitaciones, papá se ha
ido a leer su periódico al jardín y Kiara extrañamente no dice nada.
—Espero estén cómodos aquí. Pasaré mensualmente una pensión para
ustedes hasta que Kiara empiece a trabajar. Buscarás un empleo y ayudarás a
mamá.
—Por supuesto, Dulce. —Susurra.
—Bueno, me voy. —Digo por fin.
—¿Te vas? ¿No vivirás con nosotros? —Arremete mamá.
—No. —Digo, tragando mi mal genio— Saben que no podría. Ustedes y
yo somos diferentes.
—Dulce… —Dice Kiara— ¿Te peleaste con Christopher, verdad?
Su nombre aún me duele… y siento que vuelvo a morir cuando lo
menciona.
—Decidí poner fin a todo lo que no quiero en mi vida, Kiara.
—Pero… ¿Por qué, hija? Se veían tan bien… —Mamá toma mi brazo y
me alejo.
—Porque sí, mamá. No preguntes por favor, no quiero recordar ni volver
a mencionar su nombre. Y tampoco quiero deberle nada, así que de ahora en
adelante me encargaré yo de sus gastos. No viviré lejos de aquí, alquilé un
departamento.
—¿Me das la llave? Puedo ir a prepararte la comida y…
—Como quieras, mamá. —Ruedo los ojos— Me voy. Adiós.
—Dulce… —Kiara me detiene— Si necesitas hablar… aunque nos
odiemos podemos hacerlo, ¿si? —Me mira con pena, como si fuera un
fantasma penando en la oscuridad. No le digo nada, solo volteo y sigo mi
camino.
Chris
Me miro al espejo y siento que no me reconozco. Quizá es cansancio,
quizá dolor, pero es una sensación que no soporto. No puedo hacerlo.
—Es la última copa de Whisky que tomas, ¿Cierto? —Pregunta Juan
desde el marco de la puerta, ¿Qué demonios hace aquí?
—Te dije que quería estar solo.
—¡Te acabaste la botella! —Alza la voz— Y tenemos una nueva misión.
—No me interesan tus misiones. —Lo evado mientras camino hacia la
sala.
—No bebas más, Christopher. No es la salida. —Me quita las botellas.
—Quiero estar ebrio. —Refunfuño de mí mismo. No he logrado
emborracharme por más que tomé alcohol en exceso.
—Tu cuerpo está acostumbrado, ¿No lo recuerdas? Así como el mio. Es
una regla básica para ser espía…. Tener cabeza.
—¿Qué quieres? —Lo enfrento para que me deje en paz.
—Informarte, Christopher. Por favor, siéntate.
—Sin rodeos. —Le advierto.
—Brando está destruido. —No emite emoción— El hotel sufrió un
incendio, la prensa sacó a la luz todas sus fechorías… pero está en manos del
gobierno y uno de sus cómplices siempre fue el chino.

—¿Qué? —Mi garganta se seca.


—Es imposible. Yin es tan mafioso como Hilton.
—Al parecer el jefe tiene cuentas con Brando, Christopher. No lo capturó
por asesino, sino por un tema personal. No sabemos qué va a hacer ahora. No
sabemos cuáles son sus planes, pero debemos estar alerta.
—¡Maldita sea! —Grito— Hilton tiene que morir, ¿Lo entiendes?
—El jefe no va a matarlo.
—¡Claro que no! Debí matarlo yo… —Hago una pausa— Tuve que salir
escondido para que no noten mi presencia.
—El jefe sabe que fuiste. —Traga saliva—… Él y el chino… hicieron
alguna especie de trato con Dulce.
Mi piel se eriza cuando escucho su nombre.
—Lo suponía…. Sabía que tenían algo que ver pero…
—Christopher, esto es más serio. No fue un tema solo de dinero, sino de
chantaje. Estoy seguro que lo hicieron con ella. Quizá la amenazaron con
matarte, o… secuestrarte, o… quién sabe, pero no tengo pruebas.
—¡Maldita sea! —Gruño y el impulso me obliga a salir de inmediato.
—¡No! ¡Espera!
—Voy a matar a todos. —Grito furioso mientras bajo las escaleras.
—Basta, Christopher. —Me toma del brazo— ¿No entiendes que es
peligroso?
—¡No me interesa! —Respondo con furia— ¡Se metieron con ella!
¡Teníamos un trato! ¡La dejarían fuera! No cumplieron, entonces pagarán las
consecuencias.
—¿Y si esa consecuencia es ella misma? Sabes cómo se maneja todo
esto, por favor… recapacita. Por Dulce…
—Dulce… —Suspiro con dolor.
Juan hace silencio.
—¿Dónde está Dulce? Se fue… a dónde se fue.
—Tomó un vuelo a Miami, la investigué.
—¡Mierda! —Vuelvo a gritar con el corazón herido.
—Debes ir a buscarla…
Me contengo.
—Tienes que saber qué pasó, averiguar toda la verdad. Si no tenemos
esa información Brando se nos puede ir de las manos. Necesitamos saber qué
planea el gobierno.
Mis ojos lo miran firme, ¿Realmente cree que me interesa eso ahora? No
la buscaría para sacarle información, sino para recuperarla…. Pero estoy
herido, quizá más de lo que pienso.
Dulce
La puerta suena muy fuerte, tan fuerte que salgo de mis pesadillas.
Con un fuerte dolor de cabeza abro los ojos y luego camino a duras penas
hacia el ruido. Todo está oscuro, ya es de noche y ni siquiera me dí cuenta.
—Hija, ¡Por Dios! ¡Pensé que te había pasado algo! He estado aquí desde
hace media hora tocando la puerta. —Me abraza.
—Estoy bien. —Mi estómago ruge con fuerza, pero a la vez repelo la
comida.
—Cielo… déjame verte. —Se adentra en el departamento y puedo
visualizar a Kiara con ella.
Prenden la luz y cierro mis ojos. No soporto la luz intensa.
—Dulce, hija… —Mamá habla como una anciana insultando, en ningún
momento se calla y siento el estrés fluyendo por mis venas.
—Mamá, déjame en paz.

Camino hacia mi recámara y vuelvo a hacerme bolita en la cama.


—Dulce, necesitas ver un médico. —Dice Kiara, quien prende las
lamparitas de mi cama.
—Estoy bien, solo necesito estar sola…. —Susurro.
—Cielo, ¿Has comido? —Mamá se aterra, yo no respondo.
—¿Desde hace cuánto no comes? —Pregunta Kiara— ¿Te has visto?
Estás más delgada que de costumbre.
Pero no me importa, solo cierro los ojos. No recuerdo cuándo fue la última
vez que comí algo decente, quizá en México… antes de irme con la gente del
gobierno.
—Kiara, ve qué hay en la cocina y prepárale algo a tu hermana. —Susurra
mi madre mientras toca mi frente.
—Estoy bien… —Vuelvo a abrir los ojos a duras penas.
—No, no lo estás. —Responde firme mientras explora mi rostro— Esa
mirada se me hace familiar, hija. Miras… como si quisieras morir de nuevo. —
Sus ojos se vuelven cristales.
—Mamá… —Respondo torpe, sin sentido— Por favor, no…
—Depresión… y hay un culpable.
—Mamá… —No sé cómo decírselo, se me enredan las palabras.
—Cada vez que lo ves sucede esto, hija. Tus ojos se transforman en vida
y luego en muerte. Antes no hice nada porque respeté tus decisiones, pero
ahora no será de la misma manera. Voy a hablar con Christopher y va a
escucharme.
—¡No! —Me siento rápidamente y luego grito.
—¿Qué tienes, hija? ¿Qué te pasa?
—Sentí una punzada…. —Respiro, pero duele.
—Es que no comiste nada. Vamos, siéntate. —Me pone almohadas en la
espalda, Kiara entra a la habitación trayéndome solo unas galletas de avena
que me dejaron de cortesía.
—No hay nada de comer, mamá. Pero puedes probar estas…
Mi madre se enfurece.
—Yo cuidaré de ti a partir de ahora.
—Gracias, váyanse. —Imploro.
—Tienes una madre que será tu pesadilla, lo siento. Sacaré una cita para
mañana en la tarde con algún médico. Solo mírate, hija…
No digo nada, rompe la galleta y me la da en la boca como si fuera una
tonta. Al principio me enojo, pero luego lo agradezco. Estar sola me hace perder
la cabeza.
—Esto no es alimento. Kiara, quédate con tu hermana. Iré a comprar algo
para hacerte algo de comida.
Mi madre se va y vuelvo a acostarme. El dolor es fuerte, siento una
presión en el estómago que no puedo descifrar, pero duele menos que lo que
voy experimentando en mi corazón ahora.
¿Cómo voy a sobrevivir sin él?
Ha sido la pregunta que me he hecho en este tiempo. Mis manos
tiemblan, mi piel se enferma… aún puedo ver sus ojos rotos mirando los mios.
Aún puedo sentir que soy la persona más miserable del mundo. Aún me cuesta
sostener su imagen en mi cabeza.
—Sácalo, hermana. —Toma mi pierna— No lo dejes dentro.
—Estoy bien. —Digo, sintiendo que muero.
—¿Qué pasó? —Pregunta con suavidad— Si Christopher y tú…
Cierro mis ojos, cada vez que escucho su nombre muero.

—Prefiero no hablar… Solo eso.


—Te ves muy mal… Sé que no nos llevamos bien, pero no quiero que te
pase nada. Eres un muerto en vida.
—Estaré bien. —Sonrío falsamente, entonces creo que lo entiende. No
dice más.
Después de algunas horas de lucha con mi madre, un vaso de leche que
accedí a tomar y escalofríos… por fin estoy sola de nuevo. La gente suele
criticar la soledad, pero a mí me gusta.
Siento un nudo en el pecho cuando veo la luna por mi ventana y solo siete
estrellas acompañándola. Maldita sea… no. —Cierro mis ojos fuerte— No
puede ser que todo me recuerde a él cuanto intento olvidarlo.
Algunos escalofríos invaden mi cuerpo y siento que todo el estrés me
abruma, ¿Estará pensando en mí? ¿Estará viendo la luna como yo? Jadeo
contenida mientras me siento. Y… lloro.
Saco toda la mierda que llevo encima de golpe.
Intenté con mi vida reprimir esta sensación, pero fue en vano. Mi pecho
se quiebra, mis manos solo detienen mi cabeza y puedo ver cómo mis lágrimas
saltan hacia abajo.
Me duele… mucho.
¿Cómo no va a dolerme si lo quiero? Con mi alma, con mi vida, con todas
mis imperfecciones. Lo quiero aunque sea idiota, aunque me haya dejado
sola… aunque esté en otro lado.
Fue necesario, Dulce. —Vuelvo a decirme— Él aún piensa que eres esa
chica buena de la playa, y no… no lo eres. Cambiaste. Eres otra persona. Y es
por su bien.
Por su bien… —Susurro recordando aquellas palabras.
—Estoy a gusto con tu decisión. —Ese hombre me miraba como si fuera
una gran mercancía— Le haces bien al país.
—Métase al país al culo si quiere, no me moleste más. Haré lo que pide
y no quiero volver a ver su rostro nunca más en mi vida.
—Tan bella como la rosa… y cruel como la espina, señora. —Su risa me
produjo asco.
—Quiero el dinero y la seguridad que él va a estar bien.
—Estará bien. Él está entrenado para sobrevivir en las peores
situaciones, no le afectará mucho su partida. Es una gran muestra de amor lo
que está haciendo… —Llevó su mano al pecho burlándose— Qué bonito.
Lo ignoré y solo salí de ese lugar.
Mi cuerpo vuelve a desplomarse en la cama y no puedo dejar de mirar la
luna. Lo siento, Chris… mi amor, patancito idiota… era necesario. Aunque ya
no estemos juntos sé que estarás bien… y yo volveré a acostumbrarme, lo
juro… aunque sienta que muero.
Kiara
La imagen de mi hermana muerta no me dejó dormir en toda la noche.
Trago saliva y vuelvo a tomar el café que hice para papá hace un
momento. Son las 9 de la mañana y aún no logro sentirme tranquila. Necesito
verla, pero sé que no me abrirá su puerta.
Su rostro me es extraño ahora…
Cuando era pequeña solo deseaba ser como ella. Dulce era una de esas
chicas que robaba la atención de todos. Envidiaba su cuerpo, su rostro, y hasta
la relación que tenía con Christopher en su momento.
Él era demasiado bueno para un ser malo como ella. —Solía pensar,
hasta que ví su lado más cruel cuando la abandonó aquella noche.
—¿En qué piensas, hija? —Pregunta mamá rápido.
—En Dulce y su loco amorío. —Mamá suspira cansada, se sienta
conmigo y mira hacia atrás para ver si mi padre anda cerca.
—Debemos respetar sus decisiones, hija. Aunque sinceramente no
entiendo.

—¿Y si Christopher se portó mal? —Carraspeo mi garganta— ¿O si ella


lo engañó con otro? No sé, son mil posibilidades.
—No digas eso, Kiara. Tu hermana sería incapaz….
Bufo de mi madre ahora, realmente vive en otro mundo.
—¿Crees que solo sea una simple pelea? ¿Viste sus ojeras? ¿Y su
cansancio?
—Me preocupa tu hermana, hija. Deberíamos ir a verla.
—¿Ir? Mamá… nos cerrará la puerta en la cara.
—¡No importa! —Se levanta tensa— Temo que cometa una locura…
Mi garganta se seca y parpadeo sintiendo un nudo en el estómago.
—¿Realmente lo crees? —Suspiro.
—Estuvo a punto de hacerlo hace años, ¿Qué cambiaría ahora?
—Hace años era una niña, mamá. Ahora es una mujer hecha y derecha.
Se ama demasiado, no creo que lo haga… pero si te sientes más tranquila…
—¡Si! —Dice caminando hacia la puerta— Vámonos.
Mi mirada se centra en la imagen masculina que aparece ante los ojos de
mi madre. Inspiro interesada en sus explicaciones, pero mamá reacciona de
otra forma.
—¿Qué haces aquí? —Mamá se exalta.
—Señora…
—¡Qué demonios haces aquí!
Christopher…
Tan patético y romántico como siempre.
—Necesito hablar con Dulce. —Su mirada es agonizante como la de mi
hermana.
—¿Cómo supiste que estábamos aquí? ¡Vete! Mi hija no quiere verte.
Seguro volviste a dejarla, o quizá la engañaste con otra mujer. Déjala en paz,
¿No entiendes que la estás matando? No te diré nada y no quiero que vuelvas.
—Estira su mano, lo empuja y cierra la puerta.
Mamá está histérica y mi cabeza llena de curiosidad.
Después de algunos minutos renegando por fin se va a su recámara,
entonces salto hacia la puerta y la cierro con tranquilidad.
No me cuesta casi nada encontrar a Christopher, pues sigue cerca.
Puedo verlo en su auto pensativo, con la mano en la cabeza y la mirada
focalizada en nada. Sé que va a matarme, ella va a matarme por meterme pero
necesito averiguar qué está pasando. Juro que no le diré nada… nada a menos
que me convenza y eso será dificil.
—Christopher.
—Kiara… —Tiene ojeras profundas, puedo notarlo ahora— Por favor,
dime dónde está Dulce. —Abre la puerta de su auto y me detiene.
—¿Qué le hiciste a mi hermana? —Alzo mi cabeza.
—Eso es algo entre nosotros, solo… —Junta sus manos como si
estuviera rezando y las lleva a su boca desesperado— Solo dimelo, por favor.
—¿Crees que soltaré la sopa de a gratis? No. Vas a contarme todo.
—Kiara… por favor, no tengo mucho tiempo. Necesito hablar con tu
hermana. Es urgente. No puedo vivir así… la…. La necesito.
—¿Entonces tú no hiciste nada malo? —Mi curiosidad pica aún más.
—Kiara… —Sostiene sus ojos en mí
—¿Por qué mi hermana está tan deprimida? ¿Por qué no ha querido
comer ni beber nada? ¡Se está muriendo y es tu culpa!
Chris da una bocanada de aire, tensa sus labios y se acerca.

—Kiara… —Traga saliva— Amo a tu hermana con toda mi maldita vida.


Por favor, no preguntes… solo dime dónde está. Podría averiguarlo, llegué
hasta aquí porque alquiló esta casa a su nombre, pero la conozco… Sé que no
viviría con ustedes y necesito saber dónde está. Hazme el camino más fácil por
favor.
—¡No me estás diciendo nada! ¡Tú y ella son un maldito misterio! Primero
la dejas sola, se vuelve Cruela de Vil, luego regresas y parece que jamás hubo
nada malo… Ahora de nuevo tiene ese rostro, ¿Qué carajos les pasa? O me
dices todo o jamás te diré nada. —Cruzo mis brazos molesta, juro que voy a
averiguarlo.
Dulce
Mi cuerpo tiembla y no puedo detenerlo.
Mi garganta duele cuando intento hablar, así que cierro mi boca para no
sentir más dolor. Tengo suficiente con el que tengo dentro… y, además, no
tengo con quién conversar.
Un espasmo hace que mi estómago ruja fuerte. Necesito comer… pero
juro que no quiero. Siento que la comida me sabe a nada, que mi mente no la
tolera, pero también sé que debo alimentarme para poder vivir… aunque quiera
morir durmiendo ahora.
Fuerza, Dulce. —Me digo a mí misma— No es la primera vez. Si lo
superaste antes podrás de nuevo ahora.
Camino a duras penas y luego llego a la cocina. Abro la refrigeradora y
me quedo helada mirando nada… ¡No fui al supermercado! Y solo tengo lo que
mamá trajo la noche anterior.
Leche, huevos, pan…
No como pan, pero no tengo de otra. Llevo una migaja hacia mi boca y
enseguida lo rechazo. No tengo ánimos… no puedo. No quiero. Todo me
parece insípido, quiero dormir… solo dormir.
Me abrazo a mí misma mirando la hora… casi la 1pm, ¿Cuánto tiempo
no he comido? No me interesa. Me aplasto en el sofá mientras vuelvo a
hacerme bolita. Tengo mucho sueño… Mis ojos se vencen y pronto los cierro.
Milagrosamente no escucho ruido, ni uno solo, entonces entro en el limbo entre
la realidad y fantasía.
Susurros raros, mi respiración lenta y mi corazón encendido.
Abro mis ojos de golpe, alguien toca la puerta.
El pacífico sueño que estaba a punto de tener se derrumba y en parte me
enfurece, ¿Mamá no puede entender que no quiero molestias? No contesto,
¿Para qué voy a contestar? Cometí el error de abrirle la noche pasada.
—Dulce.
Todo en mí se altera. Mis latidos aumentan de inmediato haciendo que
mi piel se erice sin que me de cuenta. Jadeo, siento una asquerosa emoción y
también ganas de llorar
Es Christopher, me ha encontrado.
—Dulce, abre. —Toca furioso, me aturdo.
Miro mis manos ahora y solo tiemblan, ¿Debería abrirle? No, no quiero
enfrentarlo. Mi ansiedad pica, no estoy en condiciones ahora ¿Cómo diablos
me ha encontrado? Jadeo. No. No puedo.
—¡Se que estás ahí! ¡Abre o te juro que rompo la puerta! —Grita.
Maldita sea
Debería llamar a la policía, pero no… no quiero meterlo en problemas.
Suspiro rápido y camino hacia mi recámara. No quiero escucharlo, aunque mi
corazón me dice que lo haga.
—¡Dulce! —Advierte.
Se cansará de tocar, lo hará. Y se irá. Sí, se irá…
Pasan 5 segundos y escucho un disparo, entonces cierro mis ojos e
inevitablemente lloro. Estoy tan rota… tan cansada…. Tan agotada que ya no
puedo más. Ni si quiera razono lo que acaba de pasar, solo necesito soledad.

Pero aparece… ahí, en la puerta de mi habitación. No lo veo, pero lo


siento. Su olor, su presencia, su irresistible piel llamando a la mía.
Es mi pesadilla, la más exquisita de todas.
—No estás bien… —Susurra y toca mi cabello. Oh, cielos… toca mi
cabello. He ansiado sus manos todas estas horas— Vamos, abre los ojos.
Basta que lo diga… para que lo haga y me enfrente con la realidad.
—¿Qué quieres? —Le digo limpiándome las lágrimas.
—Dulce… —Susurra tenso— No estás bien.
—Vete.
—¡No me iré! —Se impone, entonces me levanto a duras penas de la
cama.
—Pues entonces me voy yo. —Aprieto mis labios haciendo fuerza y con
gran facilidad interpone su cuerpo bloqueando mi paso.
Pero no dice nada, solo me mira.
Sus ojos son el par de avellanas de mi vida. Su boca mi alimento. Su piel
mi perdición… ¿Qué hizo para que lo quiera de esta manera? Todo mi ser, mi
alma, mi maldad se rinden ante su presencia y no quiero, no me gusta, me
enferma.
Siempre he sido una mujer independiente… hasta que vino y se llevó una
parte de mi duro corazón. Es el único hombre al que no puedo negarle todo lo
que quisiera, el único ser con el que he disfrutado todo, el idiota con el que paso
mis días tranquila.
—Ha sido un infierno… sin ti. —Se acerca peligrosamente— Siento que
he muerto mil veces, bonita.
Bonita…
—En cambio para mí ha sido la gloria. —Sonrío falsamente mientras mis
lágrimas caen.
—No lo creo. —Con sus manos me limpia— Deja ya la máscara y por
favor..
—No. —Me hago hacia atrás— No me toques.
—Dulce… —Levanta mi mentón ignorando mi comentario— No podemos
morir así. Yo debería estar molesto, ¿Sabes?, muy molesto… pero no puedo.
No lo creo. Conozco a la mujer de la que me enamoré… Serías incapaz de
hacer aquello con el hombre que mató a mamá…
—Tú piensas que soy esa chiquilla de 16 aún, ¿Cierto? Que vive de
sueños. No Chris, no lo soy. He cambiado. Me gusta el dinero… y el lujo… y…
las joyas… y…. —Me desplomo. Mi garganta se atora con el dolor reprimido…
solo lloro.
Entonces me abraza, muy fuerte y saco todo mi dolor en su pecho.
Besa mi frente y lo empujo, pero sin éxito. Tiene los brazos más tercos
del mundo… Me aprieta como si fuera su respirar, su vida entera, entonces
tengo ganas de decirle que también siento lo mismo.
—Por favor, cielo…. —Limpia mis lágrimas.
—Déjame sola.
—Juré que jamás iba a volver a dejarte… así el infierno se interponga. —
Dice intentando besarme, pero lo esquivo.
—Mis labios tienen veneno, no… No lo hagas.
—Aunque tus labios tengan veneno, bonita… Regresía una y mil veces
para morir en tu boca. —Dice herido— Te necesito para respirar. ¿Sin ti qué
sentido tiene mi mundo?
—Chris… —Chillo.
Descubre mi cabello y lo sostiene con sus dedos para luego pegar sus
labios junto a los mios…
Muero.
—No… te… quiero. —Susurro entre besos, porque aún en mi debilidad
no puedo dejar de besarlo.

—Yo… —Entierra su aliento en el mio— Te amo.


Me aprieta, me besa, me cautiva con su olor. Sabe a chocolate caliente
en medio del frío, a calma en plena tormenta, a sanación en pleno disturbio. Mi
amor… estás aquí y aunque no pueda decírtelo, voy a amarte siempre.
—Estás temblando… —Se despega y me brinda su chaqueta. Mis ojos
se posan en los suyos, mi boca lo reclama de nuevo, pero me aguanto.
—No… —Respondo aturdida.
—¿Comiste? —Toca mi frente— No tienes fiebre.
Soy incapaz de decir algo porque no quiero que se vaya. Si abro la boca
quiero que sea para besarlo, aunque sea solo por un momento, quizá el último.
—Te traeré comida.
Se da media vuelta y tiemblo…. Hace una pausa y luego voltea.
—Mejor pediré delivery. —Sonríe.
Levanta su teléfono mientras me acuesto en la cama de nuevo. Cierro
mis ojos, esto es un sueño… entonces siento sus brazos junto a los míos. Se
acuesta a mi lado, lo puedo sentir y ya no hay frio.
—Voy a despertarte cuando la comida haya llegado, ¿si? —Susurra en
mi oreja y me erizo— Solo duerme. —Besa mi cabello y me cubre con sus
brazos.
Su corazón late más fuerte, lo sé porque puedo sentirlo en el silencio. Mi
mente ya no piensa, la razón se va y solo dejo que haga lo que quiera ahora…
Me gusta cuando es ausente y a la vez presente entre mis brazos. No dice nada
más y lo agradezco, realmente lo agradezco.
Su mano inquieta pasa por mi cintura obligándome a voltear hacia él. Mis
ojos se abren de inmediato, lo miro y puedo notar que tiene algo que decirme.
—Llegó la comida. —Sonríe y se levanta para luego aparecer con una
bolsa entre sus manos— Sopa… No es como la que tú haces, pero al menos
te alimentará un poco. Ah… y hay cosas nutritivas aquí.
Me siento en silencio y quita su mano cuando intento tomar la cuchara.
—Yo… —Dice.
—No. —Respondo.
—Por favor… —Toma un poco de sopa con la cuchara y la lleva hacia mi
boca. El hambre despierta al instante queriendo devorar lo que no he comido
en días, entonces accedo. Como de su mano en silencio.
Algunos minutos después me siento mejor, quizá más tranquila.
—Rompiste la puerta… —Parpadeo cuando la veo desde mi habitación a
lo lejos.
—La arreglaré. —Sonríe mostrándome sus dientes.
—Eres un animal. —Espeto fingiendo furia.
—Bueno, ¿Qué le vamos a hacer? —Sonríe y vuelve a mirarme
queriendo hablar.
No quiero hablar… No debo.
—Cielo… —Enreda sus manos en la mía— ¿De verdad quieres que me
vaya? —Sus ojos lucen cansados.
Jadeo, abro la boca para hablar entonces veo a mamá por el marco de la
puerta.
—¿Qué hace este desgraciado aquí? —Se eriza como un gato y ruedo
mis ojos.
—Señora…
—¿Quién demonios te dio la dirección? —Se interpone entre nosotros.
—Por favor, señora.
—¡Anda a suplicarle a tu abuela! Deja a mi hija en paz. —Mamá
enfurecida es un chiste, entonces empiezo a divertirme…

—Mire señora, no quiero discutir con usted porque la aprecio pero Dulce
es mi esposa y…
—A la mierda todo. —Abro mi boca, mamá jamás ha dicho malas
palabras…
—Mamá… —Tengo unas ganas horribles de reír pero me aguanto.
—Hija, te traje comida. La dejé en la cocina. Iba a avisarte que este tipo
estaba aquí pero veo que se me adelantó.
—Está bien, mamá. —Suspiro— ¿Qué pasó?
—¿Qué pasó? —Mira a Christopher— Que tenemos una cita con el
médico.
—Qué flojera. —Le digo.
—Nada de flojeras. Mírate… estás tan pálida, tan ojerosa, tan cansada.
Quien sabe qué diablos te habrá hecho este hombre.
—Déjalo en paz… —Susurro muy bajito.
—Vamonos. —Me ignora levantándome del brazo.
—Mamá… —Reniego.
—Anda, camina. —Me rindo ante su insistencia, lo que sea por evitar
hablar con Christopher.
—Las llevo —Bloquea el paso de mamá.
—No. Vete a por donde llegaste y no molestes…
—Dulce… —Vuelve a interponerse— Estaré esperándote. Me estoy
quedando en el hotel de alado. Pregunta por mi, solo eso.
Lo ignoro y me voy con mamá sintiendo un peso menos de encima.
Mi mente retrocede al beso que nos dimos hace rato y no puedo dejar de
tocar mis labios en el camino. Mamá me mira como si fuera retardada, pero
intento no hacer caso. Todo este tiempo ha hablado mal de Christopher sin que
la escuche, y de verdad no me importa. ¿Qué haré? ¿Se lo diré? La imagen de
ese hombre regresa en este instante…
No puedo.
—Llegamos, cielo.
Entramos en urgencias, el típico hospital gringo y aun no entiendo por
qué me acuestan en la camilla. Una doctora me revisa los ojos, los oídos, el
rostro y luego me sonríe.
—¿Is it ok? —Pregunta mientras me presiona el brazo.
Asiento.
Puedo ver su apellido en su placa y juraría que es latina.
—Habla español. —Digo.
—Sí. —Sigue sonriendo.
—Qué bueno, doctora. Porque… no entiendo sus was and were… —
Mamá rueda los ojos y la doctora ríe.
—Dulce es tu nombre, ¿Cierto? —Asiento— ¿Cuándo fue la última vez
que comió?
—Hace un rato. —Pego mis labios y mamá me mira indignada— Solo
sopa y algunas verduras feas.
—Oh… bien. Pues puedo ver que hay deshidratación, ¿No ha bebido
mucha agua?
—No. —Solo digo.
—¿Y qué otros síntomas ha tenido?
—Me molesta la cabeza, tengo mucho sueño… y estoy sin mucho apetito.
Mi madre es una exagerada.
—Es mejor prevenir, la veo un poco demacrada. La examinaré. —Dice,
tocándome el cuerpo. Da palmaditas en mi estómago y luego para. —¿Última
relación sexual?
Me congelo, mamá se ruboriza.
—No recuerdo. —Miento.
—Dulce, hay infecciones de trasmisión sexual ¿lo sabes, cierto? Solo
estoy descartando.

—Creo que… hace… una semana, no sé. —Digo incómoda mientras


mamá se distrae con el teléfono.
—¿Es sexualmente activa? —Me tenso… ¿Qué carajos quiere saber?
¿Si estoy enferma o a cuántos me he follado?
—Un poco. —Contesto torciendo los labios queriendo reír. Mamá está
hecha un tomate.
—Vamos a hacerle un análisis de sangre y de orina.
—Ok.
—¿Toma anticonceptivos? —Sigue jodiendo.
—No. Tengo un problema hormonal, la prolactina alta y soy estéril…
jamás tuve esas necesidades.
La doctora se saca los lentes mirándome como si fuera una idiota.
—¿Desde cuándo tiene ese problema?
—Desde muy pequeña. —Solo digo.
—Bien, entonces le haremos un hemograma completo para ver cómo
están sus hormonas. —Me mira fijamente, ¿Qué tanto me mira? ¿Será
lesbiana? Trago saliva— ¿Le duele? —Toca mi vientre
—Un poco.
—Sería muy irresponsable de su parte si descubro que está embarazada,
¿Lo sabe, cierto?
Me hielo.
—Eso es imposible. —Respondo agresiva, entonces se va.
Mamá se queda en silencio mirándome, quizá estudiándome. La
enfermera viene, me saca una muestra de sangre y luego bebo agua para
orinar. La espera me estresa, porque quiero irme a mi departamento para seguir
durmiendo. Ha pasado una hora y mamá no ha hablado en todo este tiempo.
—¿Qué pasa, mamá? —Me altero.
—¿Piensas divorciarte? —Dice y su pregunta me sorprende.
—¿Por qué lo dices?
Calla, se nota preocupada.
—¿Qué pasa, mamá?
—Juraría que estás embarazada, Dulce. —Suspira seria— Tienes toda la
cara… Además, dijiste que eras… sexualmente activa, no te has cuidado.
Mi seriedad se convierte en risa, me carcajeo con ganas.
—Mamá, es imposible… lo sabes. Hace muchos años dejé de soñar con
un hijo.
No dice más porque sigue molesta, ¿Quién carajos la entiende?
Media hora más espero y una enfermera llega con una silla de ruedas.
—Señora Dulce, la doctora pidió que la lleváramos. Tenemos que hacer
otros análisis. Señora, usted también puede venir. —Le dice a mamá.
Aburrida me paro y luego me siento en la bendita silla. Me tratan como
enferma terminal y eso me incomoda, pero no diré nada… ya no diré nada. Me
estresa que mamá tenga ese humor cuando jamás lo ha tenido conmigo. Mi
piel tiembla, ¿a dónde mierda me llevan? Entramos en otra sala, la doctora está
parada mirando una máquina y luego me invita a acostarme. Lo hago con
dificultad y pronto alza mi ropa para luego ponerme un líquido trasparente
helado.
—¿Qué sucede? —Pregunto, mamá cierra los ojos.
—Tengo ya sus análisis, señora. —Suspira seria, su risa se ha ido— Por
favor, no se mueva. Solo estoy descartando.
—¿Descartar qué? —Empiezo a preocuparme, ¿Tendré alguna bacteria?
Son segundos, solo segundos y la mujer de blanco me mira… para luego
levantar su rostro hacia mi madre. Ella se lleva una mano a la cabeza, no dice
más y mi ansiedad pica. Mi respiración se acorta, siento que algo pasará y no
podré soportarlo.

—¿Puede mirar a esa computadora? —Suspiro frio… la miro.


—Sí.
—Bien. —Mueve su monitor en mi vientre y una imagen me hiela.
—¿Ve ahí?
—¿Qué? ¿Dónde? —Respondo tensa
—Zoom… —Hace un clic y agranda la imagen. Un puntito se refleja en la
computadora… ese puntito que me hace sentir estúpidamente nerviosa.
—¿Es… un quiste? —Digo.
—Es un bebé, Dulce. 4 semanas…
Me hielo…
Mi corazón se detiene… y mi boca cae abierta.
¿Ese puntito… un bebé? Parpadeo y siento que todo pasa en cámara
lenta. La mirada de la doctora, ese puntito, las manos de mi madre en su rostro
lleno de lágrimas. Mi vida entera pasando por mis ojos.
No, no puede ser.
No puedo volver a engañarme. Lágrimas salen de mis ojos, es
imposible… ¡Imposible!
—No, es… im…imposible. Soy estéril.
—Sus niveles hormonales están parejos, ¿Está segura que jamás tomó
anticonceptivas?
Trago saliva.
—So…solo… algu…algunos meses… tu..tuve… quistes y… —Jadeo
temblando.
—Sospecho que esa es la causa. Generalmente estos problemas se
tratan en la adolescencia, pero has sido irresponsable. Las anticonceptivas
tienen un nivel hormonal, ¿Lo sabía? Puede que esto haya regulado sus
problemas y, en un descuido, se embarazó. ¿Dejó de tomarlas en algún
momento?
Ya no digo nada, solo me suspendo en el tiempo mirando ese puntito…
ese pequeño puntito…
—Sí… yo… —Me ahogo— Pensé… que jamás podría… No es cierto,
usted me está engañando… —Lloro— No es cierto. Es solo un puntito…
—Ese puntito… es tu bebé. —Sonríe y siento que muero. Pego mis labios
cansada, harta de todo, y a la vez maravillada… es un milagro, un pequeño
puntito milagroso.
—Hija… —Susurra suave y me mira— Tu sueño se hizo verdad.
—Mamá, dime que no es cierto. —Lloro en sus brazos— Dime que es
mentira.
—No es mentira, cielo… —Toma mi rostro entre sus manos— Es la mayor
bendición para tu vida, aunque tenga ese padre… —Dice torciendo sus labios.
Me ahogo en lágrimas… y solo quiero correr.
—Los examenes de sangra lo confirmaron, el de orina también. Al parecer
su embarazo tiene cierto riesgo, por eso preferí hacer una ecografía pélvica y
no tras vaginal. Por favor debe cuidarse y ver a un ginecólogo inmediatamente.
Imprimiré esta foto. —Susurra y en segundos la imprime. La tomo entre mis
manos… es mi puntito en blanco y negro.
Christopher…
Trago saliva y me paro desesperada, con el líquido aun en mi vientre y
salgo corriendo.
—¡Hija! —Grita mamá— ¿A dónde vas?
No le contesto.
Veo un taxi afuera y no dudo en entrar. En todo el camino voy llorando,
con el alma saltando dentro de mi cuerpo. Miro a mi puntito… y es casi un
hermoso verso hecho papel. Mi pequeño puntito… el corazón me explota de
una manera impresionante, la respiración me falta y solo deseo verlo. Necesito
verlo.
—Es aquí. —Dice el taxista, entonces le doy un billete y salgo volando.
—Señor… —Digo entre lágrimas— La… la habitación de… Christopher…
—¿Usted es la señorita Dulce? 305. —Me sonríe.
Chillo mientras el ascensor sube porque me parece un siglo.
Mi corazón no lo soporta y mis manos tiemblan cuando estoy frente a su
puerta. Toco, lo hago con fuerza y pronto descubro que la puerta no está con
llave.
Entro y tengo miedo.
Santo cielo… ¡Quiero decírselo! Decirle que tenemos un puntito
milagroso, que estamos embarazados. Que ha ocurrido ese sueño que tanto
quería, que yo anhelaba y que la vida nos había quitado.
Quiero decirle que el cielo es azul desde ahora y que las rosas son más
rojas que de costumbre. Deseo que sepa que lo amo, sin importar nada, sin
excepciones. Que todo ha sido mentira… que fui obligada a hacerlo. Quiero
que entienda que ya no importa nada, solo esta maravilla.
No sé cómo sucedió, ni cuándo pasó, solo quiero que lo sepa…
Lloro. Me desplomo con ansiedad al no verlo, entonces noto que la puerta
del baño se abre y me congelo.
Sonríe y luego su mirada cambia al verme llorando. Carraspeo mi
garganta con miedo, mis labios tiemblan, mi voz se arronca.
Y una emoción florece dentro.
—El puntito…. —Solo digo atorándome en lágrimas.
—¿Qué sucede, Dulce? —Toca mi hombro e intenta limpiar mis lágrimas.
—Christopher…. Sh… silencio… —Solo digo. Tomo su mano aun
temblando y la bajo hasta mi vientre.
Él me mira, yo lo miro. Nuestras miradas se pierden en el espacio…
—Estoy embarazada. —Suspiro.
52. Enfrentar el miedo
Dulce

“Es asombroso lo lejos que estás… y lo cerca que te siento” D.S

Se lo dije y mi alma no puede con toda la emoción que siento.


Veo cómo su boca se abre mientras sus ojos apuntan fijamente a los
míos. No lo cree, sé que no lo cree… Hace lo mismo que yo hace algunos
momentos ¡Estoy embarazada! Y aún no lo proceso.
—¿Qué? —Su mirada cambia, ahora es fría entonces el sentido de alerta
suena en mi cabeza.
—Estoy….
—¡Eres malditamente estéril! —Gruñe— ¿Cómo… cómo…? —Cambia,
me mira de nuevo y puedo ver por fin sus lágrimas reprimidas.
—Es un pequeño milagro. —Digo sin explicaciones— Tenemos un puntito
en camino.
Pega sus labios, se desespera. Camina estresado por toda la habitación
con una mano en la cabeza. No lo entiendo… sencillamente no puedo. Gruñe
contra la pared y da un golpe fuerte.
—¿No te agrada la noticia? —Digo sin pensar, pero quizá no debo hacer
esa pregunta.
No responde, se niega. Voltea a mirarme tenso, con lágrimas y me es
extraño. No es mi idiota, es otro.
—¿Es seguro?
Muerdo mis labios y le enseño la foto donde ve puede ver a nuestro
pequeño puntito reflejado. Lo mira serio, luego frustrado. Sus lágrimas caen…
hasta que por fin me mira fijamente decidido… y luego calla, duda… Teme.
—Christopher… ¿Qué demonios…
Se contiene.
—Qué demonios te pasa. —Completo la frase y sus ojos se horrorizan.
—¿Estás segura que es mi hijo? —Dice con furia partiéndome en mil
pedazos.
El silencio retumba en la habitación y siento mil cuchillos traspasar mi
cuerpo ahora. Me quedo quieta mientras que él solo llora. Llora como un maldito
bastardo… y ojalá se pudra en el infierno.
Duele, pero aun así seré fuerte.
Levanto mi cara engrandecida y limpio las lágrimas que caen sin parar de
mis ojos. La decepción ataca mi alma, pero me la trago.
—No quiero que vuelvas a buscarme. —Lo apunto con el dedo— ¿Lo
entiendes? Si lo haces voy a meterte un tiro.
Giro en mis zapatos y toma mi brazo llorando como un infeliz marica.
—Dulce, no… no quise decirlo, yo…
—Déjame. —Mi voz retumba en la habitación de manera violenta.
Y no hace más.
Salgo con mucha mierda dentro y no encuentro manera de sacar este
sentimiento.
Jadeo fingiendo normalidad, el ascensor está ocupado así que bajo por
las escaleras sintiendo que muero. ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo pudo decirlo?
Me atraganto con mi rabia jurándome a mí misma que no lloraré más.
—¿Señorita, está bien? —Susurra alguien por atrás, a quién termino
ignorando.
Al llegar al piso número uno, siento que es un infierno. El calor quema mi
pecho y siento que me ahogo, pero lo peor no es eso… sino la terrible punzada
que aprieta mis músculos.
Todo está bien, estará bien.
—Señorita… —Dice un empleado del hotel, quien me mira horrorizado.
¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Qué tengo? Dos segundos pasan y me doy cuenta
que estoy empapada. Mis piernas, mis pies, mi piel llenos de… sangre.
El terror se apodera de mi pecho y grito con furia. Un temblor aparece sin
sentido, entonces caigo al suelo abrazando mi vientre. No bebé… no, por favor
no. Mi cuerpo se engarrota, no sé qué demonios hacer solo chillo. Un hombre
toma su teléfono y llama a la ambulancia, otras mujeres solo me miran…
mientras mi pánico aumenta sin que pueda creerlo.
—Estoy embarazada. —Grito— No… bebé, no.
—Tranquilícese. —Dice una gringa con su español masticado.
Y todo pasa muy rápido… el sonido de una ambulancia, la gente mirando,
paramédicos intentando calmarme. ¡No! ¡No quiero! ¡No puedo calmarme!
Cierro los ojos con furia pidiéndole a la vida que no me quite lo que tanto trabajo
me ha costado tener.
—Mi puntito, no me quiten a ese puntito… —Digo horrorizada, como una
niña muerta de miedo.
Al salir del hotel puedo ver el rostro de mi madre en asombro. Sus gritos
son evidentes después de minutos, pelea con los paramédicos pero ellos no le
permiten estar conmigo. Estoy sola, cansada de todo, llena de sombras
pidiendo otro milagro. El dolor va aumentando a medida que pasan los minutos
y pronto siento que todo da vueltas.
—Sostenga mi mano, ¿Puede sostenerla? —Escucho la voz de una mujer
a lo lejos… me pierdo.
*
La luz blanca es intensa y mi pecho duele.
El llanto de mamá ha hecho que me despierte y estoy un poco
desorientada. Cuando abro completamente los ojos, me mira y corre a mi lado.
Sus labios están hinchados, sus cabellos despeinados y solo me acaricia…
¿Por qué demonios me acaricia? Odio que me acaricien.
—Mamá… —Susurro y en dos segundos todos los recuerdos vuelven a
mí— Mi puntito, mamá… ¡Mamá! —Intento sentarme y duele.
—¡No, hija! ¡Por favor! —Llora.
—¿Lo perdí? —Lágrimas salen de mis ojos— ¿Lo perdí?? —Grito.
Mamá no responde.
—¡No! ¡Mamá! ¡No! —Grito con furia y me calma.
—No, corazón… está vivo pero lucha por su vida.
—Mamá…. —Balbuceo y me abraza. El miedo recorre mi cuerpo… miedo
a que no esté, a perderlo. He soñado tanto con un bebé… y ni si quiera duré
24 horas con la noticia entre mis labios.
—Tienes que tranquilizarte, hija. Hazlo por… ese puntito. —Mamá me
acaricia.
—¿Por qué lloras entonces? Dime la verdad. —Se limpia las lágrimas con
sus manos y me mira.
—Lloro… porque me rompo al verte sufrir, hija. Soy tu madre, aunque sea
imperfecta. Y quiero que estés bien…
—Quiero hablar con el médico. —Reniego— Necesito saber si…
La figura de bata blanca entra junto a la doctora de emergencias que me
atendió hace horas. Mi ansiedad pica cuando sus rostros son serios, pero me
contengo.
—Doctor… Mi bebé…
—Aún vive, señora. Pero ha sido una negligencia de su parte no cuidarse.
—Lo mismo le dije, doctor. Su deshidratación y falta de alimento la han
puesto más débil.
—No sabía que estaba embarazada. —Me excuso— Por favor, haré lo
que piden pero salven a mi pequeño puntito.

—Tiene riesgo de aborto, señora. —La mujer suspira— Pero aún puede
tener a su bebé si se cuida y sigue nuestras indicaciones: Uno, no emociones
fuertes. Dos, buena alimentación y tres, apoyo emocional. Usted necesita estar
tranquila, esperamos entienda. Ha presentado un cuadro de estrés muy fuerte
y, por su embarazo riesgoso, no podemos darle ciertos medicamentos. Todo
dependerá de usted, señora.
—Está bien… —Muerdo mis labios— Lo que sea por cuidar de este bebé.
—Voy a revisarla, por favor señora. —Le hace un gesto a mamá y sale
de la habitación. Cierro mis ojos cansada pero con mi corazón aun latiendo.
Vas a vivir, pequeño. Aunque tenga que dar mi vida por ello.
Chris
La discusión con la enfermera no trajo nada bueno, pero no importa. Por
fin estoy aquí.
Cuando me enteré de lo sucedido solo salí corriendo. El botones dijo que
la habían traído a este hospital pero nadie quiso darme razón así que exploté.
—Soy un bastardo. —Susurro caminando por los pasillos de ida y de
vuelta.
La imagen de una mujer mayor cruzando capta mis sentidos ¡Es mi
suegra! Así que corro hacia ella desesperado. Cuando me ve solo se horroriza,
pero ese no es ningún impedimento. Voy a ver a mi esposa aunque no quiera.
—Dulce… ¿Dónde está Dulce? —Digo. Su furia es evidente.
—¿Tienes el descaro de venir aquí, desgraciado? ¡Por tu culpa casi
pierde al niño! Quién sabe qué cosas le dijiste.
¿Perder al niño?
Jadeo contenido mientras la sola idea acuchilla mis sentidos. Está
embarazada… Llevo mis manos a la boca y recuerdo todo. Ni si quiera me dí
cuenta de aquello cuando llegué a este hospital, porque mi temor solo se
basaba en ella… pero ahora hay un niño… un niño en camino. Mi hijo. Sí, mi
hijo… porque mi corazón lo grita.
—Señora. —Sale el médico con otra doctora y de inmediato me acerco.
—¿Cómo está mi hija, doctor? —Su madre no deja de llorar.
Va a pronunciar algo, pero luego calla cuando nota mi presencia.
—Soy su esposo. —Digo e ignoro la cara ácida de mi suegra.
—El bebé corre aún riesgo si no se sigue las indicaciones. Usted que son
su familia deben apoyarla. Ella necesita un espacio relajado y no tener
emociones fuertes.
—Ha sido un milagro que ese niño sobreviva. —Sigue la doctora— Si
tuviera menos de 4 semanas otra sería la historia.
¿4 semanas?
Abro la boca de inmediato y llevo una mano a mi cabeza. Cómo no pude
notarlo. Su sueño, sus nauseas, su cansancio. Cierro mis ojos y me siento un
papanatas. ¡Le dije que no era mio! El terror se apodera de mi garganta
sintiéndome una basura.
—Estará bien, señor. —La doctora me da ánimos ignorando mi culpa.
—Por favor, sálvelo. —Mi voz se quiebra— Hemos soñado con ese bebé
por años…
—Hacemos todo lo posible, señor.
No pude protegerla.
4 semanas, 1 mes… Ella recibió golpes, fue maltratada, pasó por estrés
y mi hijo lo ha soportado. Se aferró a la vida, a nuestra historia, a nuestro
sueño… Lo he tenido cerca y a la vez lo he ignorado. Besé su vientre mil veces,
le hice el amor desesperadamente, a veces sin delicadeza y estuvo ahí… en
silencio.
Mi pequeño soportó nuestros errores y ahora… por mi culpa casi lo
pierde.
No lo soporto, no puedo. Me asfixio de solo pensar en su pérdida, nuestro
sueño.
La doctora me mira con ojos bien abiertos y solo exhalo tosiendo. Tengo
un nudo en la garganta, no puedo respirar. En mi desesperación solo abro mi
camisa de golpe, pero es peor. Doy bocanadas de aire para no morir, la doctora
se acerca y golpea mi pecho. Un mareo viene hacia mí… ¡No! ¡Soy fuerte!
¡Debo serlo! La imagen de Dulce con un bebé en brazos me enternece y lloro
con rabia.
—Dul…ce… —Jadeo y una enfermera me pone oxígeno. Cierro mis ojos
y su voz retumba en mi cabeza…
Nuestra estrella, nuestro sueño…
Es suave, dulce, limpia… Imagino su pequeño rostro entre mis brazos,
sus manitos chiquitas entre mis dedos… su mirada tierna entre mis sueños. Es
nuestro, un bebé… un bebé nuestro. Dulce y Christopher, Bonita y Romeo,
Amarga y patancito necio…
Una suave luz entre toda la oscuridad que nos rodea.
¡Dios! ¡Es mi hijo!
Abro los ojos llorando y sigo respirando con ayuda de oxígeno. La
enfermera me mira atentamente mientras me doy cuenta que he colapsado.
Pego mi cabeza hacia atrás para pensar… ¿Qué haré ahora? Tengo tantos
planes, tanto miedo… No quiero lastimar a mi bebé, no quiero que sufra por
mis errores.
Mi bebé… ¡Aún no puedo creerlo!
Llevo mi mano a la cabeza y vuelvo a imaginar su sonrisa…Quiero jugar
con él por el parque, besar sus piernecitas, saber qué le gusta y que no…
descubrir su vida, su carácter, sus sueños…
Quiero a mi hijo y no voy a detenerme.
—Señor, no puede…
—Estoy bien. —Me saco la mascarilla y respiro con dificultad.
—Pero…. —Me detiene la enfermera.
—Estoy bien, señorita. —Le digo y salgo de ese lugar.
La madre de Dulce sigue en la puerta con seriedad, pero no será un
problema para un padre inquieto. Miro por el filo de la puerta y no puedo ver
mucho, solo la observo durmiendo…
—¿A qué hora te vas? —Pregunta la vieja. Juro que siempre he
respetado a su familia, pero esto me exaspera.
—Nunca. —Le contesto.
—Es mejor que te vayas, Christopher. Si ella te ve le dará un ataque de
nuevo.
—Es mi hijo también, señora. Siempre he sido respetuoso, pero me está
cansando. No se meta. —Mantengo la calma, doy media vuelta y espero…
Esperaría toda la vida por ella.
*
Han pasado 5 horas y por fin le han dado el alta.
Su madre toma la silla de ruedas y la balancea hacia adelante para
dirigirla hacia la puerta. Mi corazón se acelera cuando la ve… y no puedo
negarlo, tengo miedo. Cuando por fin sus ojos me miran puedo sentir
escalofríos… Ella acaricia su vientre con su mano y con la otra se arregla el
pelo para desviarme la mirada.
No, cielos…
Las sigo de inmediato mientras que su madre la lleva con rapidez hacia
la puerta. Un taxi se detiene al instante, lo que me hace pensar que no me
tuvieron en cuenta. Trago saliva exasperado.
—Dulce. —Solo digo— Yo… quiero… hablar.
—Hija, ¿Escuchaste a la mosca volando? Vámonos.

Joder.
—No tenemos nada de qué hablar, Christopher. Como verás, necesito
descansar y no estresarme. Tú… me estresas. No te quiero en mi vida, es todo.
Llevo una mano a mi cabeza y muerdo mis labios mientras la veo irse en
ese auto. Mi frustración hace que patee cualquier cosa y sí… podría descargar
mi rabia, pero no mi impaciencia y dolor en ello.
¿En qué maldita sea estuve pensando? —Me lo digo una y otra vez— Y
la respuesta siempre es la misma: Brando.
Mi rivalidad por ese hombre ha hecho que carcoma mi vida. Dejé a mi
amor por venganza, ¿Y qué conseguí? Sufrimiento. Fueron años de agonía
que ya no puedo seguir soportando.
—Juan. —Contesto de inmediato al sentir mi móvil vibrar.
—Estoy en Miami. —Responde— En tu hotel pero no te encontré.
Doy un respiro, quizá deba distraerme.
—Voy en camino.
Llegar no fue dificil, pero casi choco pensando en ella… No lo soporto,
simplemente no puedo. Cuando veo a Juan puedo notar que tiene una herida
en el rostro, lo examino sin que se de cuenta y estoy seguro que es un golpe
experto. ¿Qué demonios ha pasado?
Me contengo
—Un ajuste de cuentas. —Dice de manera inmediata, como si pudiera
leer mis pensamientos.
—¿Con quién? —Respondo tirando mis llaves y sirviéndome un trago.
—Herrera. —Tose— No me perdona la traición, ajustamos cuentas.
—No te creo. Sabes que voy a descubrirlo. —Elevo mi copa y trago
alcohol de inmediato.
—Fue el jefe. —Susurra— Mandó a alguien a golpearme. No pude raptar
a Hilton.
Escupo alcohol
—¿Qué? —Mi presión aumenta.
—Que no pude capturarlo… Es difícil, Christopher. Se encuentra en poder
del gobierno.
—¡Solo tenías que hacerlo! —Grito— ¿Qué mierda tienes en la cabeza?
¡Eres un maldito bastardo! —Sigo gritando… quizá desahogando.
Juan me mira frio, con la cabeza en alto y suspira.
—¿Es Dulce de nuevo?
Me conoce, el bastardo me conoce… entonces asiento.
—No lo soporto. —Vuelvo a beber— No soporto estar sin ella. Me
desespero, no puedo.
—Pensé que habías venido a solucionar las cosas.
—Vine por mi mujer, para llevármela lejos aunque no quiera, pero las
cosas han cambiado…
—¿Qué ha cambiado? —Pregunta.
—Voy a tener un hijo. —Sus ojos saltan haciendo que me ría
amargamente.
—¿Es una broma? —Sonríe, pero desiste cuando ve mi seriedad.
—Jamás bromearía con esto.
—Pero…. Dulce es… —Repite confundido, tan confundido como yo en
su momento.
—No sé qué mierda pasó, pero es un jodido milagro. Una lucesita en mi
destino.. —Entonces todo cambia. Mi enojo, rabia, culpa se vuelve dulzura sin
que yo mismo lo quiera.
—Christopher… esto es malo, muy malo. ¿Sabes qué pueden hacer si se
enteran que tendrás un hijo? ¿Sabes que el gobierno…
—No. —Lo apunto con el dedo— Jamás dejaré que lo toquen.

—Así escapes tienes que…


—Protegeré a los mios con uñas y garras, así de mi vida a cambio.
Cuando mate a Hilton, porque yo tengo que hacerlo, cambiaré de identidad y
me llevaré a mi familia. Necesitaba hacer que Dulce esté a salvo, pero todo…
esto… me consume.
—¿Qué harás ahora? ¿Le vas a contar la verdad?
Me hielo.
—Me odiaría… lo sabes. —Un escalofrío pasa por mi cuerpo— Hay cosas
que las personas no deben saber nunca, Juan.
—No podrás protegerla si no le dices todo.
—Podré hacerlo, claro que puedo. —Suspiro— ¿Tienes esos
documentos? —Cambio de tema— Los que Dulce les dio al gobierno.
—Sí, una copia. —Me tira un USB— Ahí todo. Pero hay un detalle… —
Sonríe— No son los verdaderos. Tu mujer es muy inteligente, Christopher.
Río y golpeo la pared con orgullo.
¡Lo sabía! ¡Sabía que Dulce no era tonta!
—Entonces el gobierno no tiene cómo demostrar lo que quiere…
—Así es. Y tampoco las armas suficientes para ejecutar sus planes. —
Juan sigue sonriendo— Aunque… eso también nos afecta, a menos que ella te
de todo.
—Lo hará, lo hará. Pero eso no importa… solo necesito protegerla.
—El jefe pronto se dará cuenta y…
—No pasará nada. —Exhalo—Porque no voy a permitirlo. En estos
momentos ellos deben saber que Dulce no les dio todo lo que querían y que
está conmigo. No se atreverán a hacerle nada, sino juro… por lo más sagrado
que tengo que voy a decir todo, los destruiré y mostraré todo lo que tenga que
mostrar.
—Te estás jugando la vida ¿Lo sabes, cierto? —Sus ojos se enlazan con
los míos.
—Moriría por mi familia. Sin pensarlo, Juan.
—Todo esto es… —Pasa sus manos por su boca—… increíble. Aún no
puedo creer que Dulce… —Se toma su tiempo, da un par de vueltas y solo lo
miro— Es maravilloso, Christopher. Debe estar feliz… ¡Tú deberías estar
saltando en un pié! Tenemos que hacer mil planes, a Lucero le encantará
ayudar a Dulce con todo esto. Tenemos que… —Abre los ojos— Sobornar a
algunas personas. Si ese niño nace en un hospital sería peligroso. Las
constancias de nacimiento, los registros, estarían sus nombres y…
—Le dije que pensaba que no era mi hijo. —Lanzo aquella frase y siento
lo mismo que he sentido en todas estas horas: Culpa.
—¿Qué dijiste? —Abre su boca, sé que quiere golpearme.
—Estaba tan enojado… —Aprieto mis labios— Ver al amor de mi vida
casi desnuda en ese cuarto, con Hilton en la cama, ¿Crees que es poco? —
Suspiro— Aún no sé cómo sucedieron las cosas y… por más que intento no
puedo dejar de enojarme. Se lo dije sin pensar, fue lo primero que pasó por mi
cabeza.
—Uff… —Resopla y se sienta a mi lado— ¿Sabes que estás metido en
una bronca, cierto? Dulce se enfurecerá y…
—Su madre no me deja verla ni hablar con ella. Tuvo… una amenaza de
aborto por mi causa. —Bajo mi cabeza con mil sentimientos en el pecho— Me
siento un perfecto idiota.
—Creo que necesitas hablar con ella. —Susurra— La situación no es
buena por ningún lado, hermano. Ocultar ciertas cosas ahora… sería
contraproducente. Ella tiene que saber que debe cuidarse, quizá esconderse
por algún tiempo, y tú debes velar por tu familia. Si la amas, ve por ella…

—Es lo que he hecho toda mi maldita vida, Juan. Desde que la conocí no
he dejado de seguir sus pasos, pero ella… siempre se sale con la suya. Es una
bruja, una bendita bruja. —Tomo el vaso y vuelvo a beber— A veces… me
canso.
—Luego te das cuenta que no vives sin ella y sigues. —Ríe.
—Posiblemente. —Suspiro— La he jodido, Juan.
—No importa cuántas veces te equivoques, Christopher. Ahora la
prioridad es ese bebé… —Sonríe— No hay nada más importante.
—¿Y si no soy lo suficientemente bueno para él? —El miedo inunda mis
ojos— Hemos soñado juntos con ese pequeño, no sabes cuánto, pero hacerlo
real es… intimidante. ¿Seré apto? ¿Estaré listo?
—Cuando lo veas por primera vez encontrarás la respuesta. —Golpea mi
espalda.
—Seré papá… —mi garganta pica y jadeo— ¿Puedes creerlo? ¡Seré
papá! Este bebé viene a iluminar mis días oscuros.
—Entonces cuida de tu familia, Christopher. De ahora en adelante… toda
decisión que tomes no solo los afectará a ustedes, sino a ese pequeño. No
calles cosas que son importantes, ese es mi consejo.
Suspiro en silencio y termino mi vaso con whisky.
*
Un día más, es todo.
Las horas se hicieron eternas, los minutos muerte y mi vida una mierda.
La situación es complicada. Por un lado está Hilton con el gobierno
amenazando la vida de mi esposa y por otro mi hijo…Tengo miedo dañarlo, no
quiero hacerlo, pero también debo protegerlos. Dulce no debe saber ciertas
cosas, sería muy malo… pero a la vez debe cuidarse y no cometer los mismos
errores que ha hecho hasta ahora.
Necesitamos hablar… a solas.
No quiero presionarla, pero mi ansiedad pica.
La espío como antes mirando a su madre salir de aquel departamento,
entonces encuentro una oportunidad. Parpadeo mientras encuentro una
entrada y, de un solo movimiento, entro en el pasillo.
—Vamos… —Digo mientras pruebo algunas llaves maestras ¡Y funciona!
Me escurro en la sala para luego entrar en su habitación…
Está dormida.
Mi cielo duerme como si no hubiera un despertador. No puedo evitar
sonreír, es tan bella… Me acerco suavemente y luego me arrodillo ante ella.
—Lo siento, mi amor…. —Susurro lentamente. Mi mano va por su cabello.
La toco sin que se dé cuenta y luego bajo hasta su vientre. Dios… tengo tantas
ganas de tocarlo, tantas ganas de besarlo… de hablar con ese puntito de amor.
Miro hacia la puerta y me doy cuenta que seguimos solos. Su madre
puede llegar en cualquier momento, estoy consciente de ello, pero no interesa.
Sonrío al verla suspirar… Duerme tan tranquila, entonces me doy cuenta que
la amo quizá más de lo que pienso. Amo todo de ella, hasta sus ojeras… y
amaría todas sus arrugas cuando pasen los años.
—Hijo…. —Digo muy bajito con mil tormentas en mi interior. Mi hijo, el
bebé que tanto deseamos hoy no es una fábula sino una realidad. Mis dedos
pican por tocarlo, entonces me decido. Me impulso hacia adelante y mi piel
sostiene su ropa suavemente. — Bebé… —No puedo evitarlo, mis ojos
lagrimean.
Eres ese sueño roto en el silencio, bebé. Mi bebé.
Por fin la toco y se sobresalta. Golpea mi mano con fuerza y abre los ojos
desorientada. Enseguida muerdo mis labios y caigo al suelo de nalgas
sonriendo. Va a matarme… a tirarme cualquier cosa que vea, pero lo disfruto.
Ella es más hermosa así… simple, sencilla, recién levantada. La veo y no lo
creo.

—¿Qué carajos te pasa? —Alza la voz asustada, recuperándose del


susto y luego me tira una almohada en la cara. La evito enseguida y tira otra.
—Necesitamos hablar, Dulce.
—¿Qué no entendiste, Miller? Dije que no quería volverte a ver en mi
vida. —Se sienta y puedo entender su molestia.
—Sé que la he jodido, lo siento. Pero tú también lo has hecho. Todo que
pasó…
—No quiero escucharte. —Corta mis palabras, cierra mis ojos y lleva sus
manos a la cabeza— Vete.
—Dulce, tienes un bebé mio dentro.
Levanta sus ojos con furia.
—¿Ahora sí lo aceptas? ¿Estás seguro? —Me enfrenta— Ayer no decías
lo mismo.
—Lo siento. Estoy aceptando mi error. Estaba tan…
—No. No quiero escucharte. Vete. —Vuelve a mirarme seria— ¿Cómo
demonios entraste?
—No importa eso, Dulce. Necesitamos hablar…
La canasta con fruta se cae, lo sé porque una manzana viene rodando
hacia mí. Cuando me voy cuenta su madre está en la puerta con Kiara, furiosa
hasta la coronilla, maldiciéndome a lo lejos.
—¿Qué demonios haces aquí? —Grita.
—Vine a ver a mi esposa. —Me levanto y la enfrento, estoy harto de
todo— Y usted no me puede prohibir nada.
—Mi hija no te quiere ver. —Vuelve a gritar— Lárgate de aquí. No tienes
ningún derecho
—¿Ningún derecho? Ese bebé es mio.
—Vete. —Se exalta—No voy a discutir contigo.
—¡Bueno ya basta! —La voz de Dulce suena— Mamá, por favor basta…
y tú Christopher, vete. No quiero verte. Me siento muy mal.
—¿Qué te pasa? —Me altero— ¿Qué te duele? Dulce…
—Hija…
—Muchas nauseas. —Lleva su mano a la boca— Por favor, déjenme
dormir.
—Mamá… yo me quedaré con ella, por favor… —Dice Kiara— Y tú
Christopher, hazle caso a mi hermana.
Suspiro contenido.
—No me iré, Dulce. Estaré esperando… —Solo digo y salgo a
regañadientes del departamento, ignorando las palabras de su madre. No
importa nada ahora, solo mi familia… Nuestra familia.
Dulce
Cuando mamá se va por fin puedo descansar. Las náuseas que siento
son un fastidio, pero pasan cuando me relajo.
—¿Quieres una manzanilla? —Dice Kiara sonriendo, ¿Qué mosca le
picó? De un tiempo a acá ha sido amable conmigo.
—Por favor. —Respondo con bondad… y me impresiono de mí misma.
—Bien. —Suena animada y en minutos está de vuelta con una taza de
manzanilla en sus manos.
—¿No le echaste veneno, cierto? —Levanto mi mirada— Llevo un bebé
dentro. —Mis palabras retumban por todo mi interior y no sé si reír o llorar.
—La manzanilla no era para ti, es para mi sobrino o sobrina. —Sonríe,
me da la taza y enseguida la tomo. Puedo sentir cómo la tibia infusión recorre
mi garganta y pronto se centra en mi estómago. El olor me hace sentir mejor…
y pronto dejo de sentir malestar.
—Gracias. —Digo.
—Mamá se fue furiosa. —Susurra sentándose en la cama— ¿Quién iba
a imaginarlo, cierto? Amaba a Chris…

—Las cosas cambian, Kiara. Siempre. Jamás te acostumbres a nada.


—Lo sé. —Toca mi pierna— Estoy muy feliz por ti.
—¿De cuándo acá tan buena onda conmigo? —La miro con malicia—
¿Vas a pedirme dinero?
—No, hermana. Solo… entendí algunas cosas. —Alzo mis hombros.
—¿Qué cosas?
—Que tú no podías ser perfecta. Siempre… fuiste buena en todo,
¿Sabes? La chica que hacía que todos voltearan a ver, la que tenía buen
cuerpo, buenas notas… y… yo solo era la chiquita de la casa. Viví enfadada
conmigo, contigo, porque no era lo que todos amaban, pero luego me di cuenta
que yo debo amarme por sobre todo y todos.
—Claro que sí, Kiara. —Suspiro— Aunque… seguiré siendo siempre la
más bonita. —Le guiño el ojo y reímos. Es la primera vez que lo hacemos en
mucho tiempo y no suena tan mal.
—Te volveré a odiar pronto, así que aprovéchame. —Su mano se dirige
a mi vientre y sonríe de nuevo— ¿Será niño o niña?
—No lo sé, espero… que sea una niña. —Sonrío— Aunque si es un niño
también es bueno.
—¿Por qué una niña? —Su curiosidad duele… y dejo de sonreír.
—Porque fue lo que soñamos un día. —Río amargamente— ¿Puedes
creerlo? Solo repito cosas sin sentido.
—¿Por qué peleaste con Chris? —Suspira.
—Porque es un idiota. —Respondo seria y pronto me doy cuenta que
necesito hablarlo con alguien. No sé si soy yo o este bebé… pero necesito
hacerlo.
—Siempre fue un idiota, eso decías siempre ¿No? —Su mirada no tiene
malicia, entonces respondo.
—Esta vez es distinto. —Suspiro.
—Él… te quiere. Y parece que tú también. —Me sonríe, lo hace
estúpidamente.
—¿Yo? Pff… Nah. Solo me gusta el sexo con él. —Respondo sin pensar.
—Lo creo. —Ríe y su risa es contagiosa— Creo que te gusta el sexo con
él, pero… no creo que no lo quieras.
—Soy corazón de hielo, ¿Enserio no me crees? —Le digo segura.
—Tus ojos no engañan. —Pega sus labios— Babeas por él a tu estilo.
Tuviste esos ojos… los mismos que tuviste cuando él te dejó hace años. Hasta
a mí me dolió verte así. —Alza sus hombros y me mantengo en silencio—
Siempre desee que alguien me amara como él te ama a ti, ¿Sabes? Pero eso
implica sufrir como ustedes lo hacen.
Sigo sin responder, solo llego mis manos a mi vientre. Parpadeo un
segundo, me pierdo en el vacío y solo deseo no pensar más en él.
—Voy a hacerte algo de comer, ¿Qué te gustaría de desayunar?
—No quiero nada, gracias.
—Tú quizá no… pero tu bebé si. —Inspiro y entiendo, ahora tengo otro
ser al cuál debo alimentar.
—Tostadas, fruta, jugo… eso. —Contesto sin ganas.
—Bien. Abrígate. Es raro que haga frío ahora… mira, hasta ha empezado
a llover. Yo volveré en un rato. Intenta dormir, te despertaré cuando tenga todo.
Suspiro mientras la veo desaparecer por la puerta.
Mi hermana… me ha dicho que me quiere en pocas palabras ¿Y yo? ¿La
quiero? No puedo contestar esa pregunta. Cierro mis ojos y me enredo en mis
propios pensamientos, porque ni sé qué siento en estos momentos. Solía
quererme a mí misma y nada más… hasta que llegó Christopher a alborotar mi
destino.

—Tu papá es un idiota, bebé… —Suspiro— Pero quizá también tengo la


culpa.
Una presión en mi pecho viene con fuerza y vuelvo a sentir ganas de
llorar.. ¿Qué carajos? ¡Me estresa estar tan tonta! Pero ahora todo tiene
sentido… Eres tú, pequeño puntito. Has sido mis lágrimas desde hace mucho
tiempo.
—El desayuno. —Sonríe Kiara con una bandeja en la mano— ¿Qué te
parece?
—Se ve bien. —Respondo desganada. Mi mirada es dura cuando la miro,
no quiero que me vea triste, así que disimulo.
—Come. —Sonríe a medias y como con prisa, sin ganas, queriendo morir
ahora.
¡Qué estupidez!
Me enojo conmigo misma ahora mientras termino de masticar mis
alimentos. Kiara me mira en silencio ¡No quiero que me mire de esa manera!
Lo hace como si me tuviera pena… ¡Y no quiero que sienta pena!
—Está bien, Dulce. —Susurra— No te estoy juzgando. —Dice como si
pudiera leerme.
—No me mires así. —Me contengo— Estoy cansada de todo.
Exhalo con fuerza y me resbalo hacia abajo tapando mi rostro con una
almohada, ahogando mi sentir en aquel pedazo de tela. Huyo quizá de mí
misma, de mi manera de ser y controlar todo. Y no, no puedo. Quiero ser la de
siempre, aquella chica que con su frialdad podía controlar el mundo, pero las
cosas cambian. Y también he cambiado, o quizá… no terminé por aceptar que
él ha sido y siempre será mi mayor debilidad y tormento.
¡Lo quiero conmigo! —Expulso rabia y lágrimas— Pero a la vez no quiero.
Este bebé hace que todo en mí de vueltas y no me controlo.
La sobrecarga que he tenido estos días me inundan hasta tal punto en el
que me desbordo. Lloro como una perra sonsa, como una vil buena chica, como
una tonta por el hombre al que amo y también lastimo.
Kiara me saca la almohada del rostro y limpia mis lágrimas. No dice nada,
respeta mi silencio y lo agradezco. Por primera vez me siento en el mismo
sentido que ella y es extraño, pero también agradable. Eleva sus manos para
abrazarme y en mi silencio las lágrimas fluyen como un río. Todo esto es nuevo
para mí… El embarazo, el miedo, llevar un pequeño ser dentro.
Minutos pasan y poco a poco escucho los sollozos disminuir en mi pecho.
Kiara me pasa agua y la bebo. No sé qué hubiera hecho sola… no lo sé en este
momento.
—Duerme. —Dice.
—No puedo. —Me contengo— Mi cabeza explota.
—¿Quieres una aspirina?
—No. No puedo tomarla. —Sigo— No puedo tomar nada sin la
autorización de mi ginecóloga. Temo tanto por este bebé… —Termino de
limpiar mis lágrimas— Quizá sea el primero y el último.
—Tienes un embarazo difícil, pero vas a lograrlo.
—Me odiaría a mí misma si lo pierdo. —Digo— Tengo miedo. Jamás he
sentido tanto miedo en mi vida.
—Entonces intenta descansar. —Acaricia mi vientre— Mi sobrino debe
sentirse bien. Anda.
Termino haciéndome bolita y pronto me arropo.
—Llevaré esto a la cocina y vuelvo.
—Quédate. —Digo sin sentido— Hasta que me duerma.
—Está bien, Dulce. —Deja la bandeja en la mesita e intenta cerrar la
cortina para que esté más cómoda, pero se queda pasmada mirando al vacío.
Al principio no reacciono, pero luego me incomoda.

—¿Qué pasa? —Digo.


—Nada. —Suspira sin dejar de mirar por la ventana.
—¿Qué pasa? —Insisto, entonces calla…
Mi curiosidad se eleva, el fastidio me embarga y pronto me levanto con
cuidado para luego ver la lluvia caer a chorros… y a Christopher sentado en la
vereda. Jadeo cansada y las lágrimas vuelven a salir como a chorros ¿Qué
carajos tengo? ¡No puedo contenerme! Llevo mis manos a los ojos y pego mi
cabeza contra la pared.
Son noches de infierno, horas de llanto, dolor… No puedo más, lo quiero.
Lo quiero más de lo que debería.
—Ha estado ahí desde que se fue, va a enfermar… ¡Está loco! —Dice
Kiara.
—Dile que se vaya. —Digo.
—No lo hará. —Voltea— Habla con él, Dulce. Estaba tan desesperado
buscándote… hasta que le dije dónde estabas. Lo sé, no debí pero…
—Dile que pase. —Suelto de improviso— Que se cambie y… que se
vaya. Va a enfermar. —Repito sus palabras y me siento con malestar. Jamás
pensé que el embarazo pudiera afectarme de esta manera. Contengo el aliento
cuando veo a Kiara salir, pasan algunos minutos y puedo verlos por la ventana.
Quiero que se vaya, pero también que se quede.
Abrazo mi vientre mientras pasa más tiempo. Me gusta hacerlo, entonces
Kiara entra para pedir toallas y pronto sale con ellas.
Pero no vuelve a aparecer.
Calculo los minutos, entre el sueño y la pena, y siento que pasan horas.
Me levanto aún con malestar y me dirijo a la sala ¿Dónde diablos está mi
hermana? No me dijo nada, solo que quería toallas.
Entonces vuelvo a ver sus ojos…
Está mojado, sin camisa y quizá molesto. Estúpidos nervios revolotean
en mi estómago, cuando me doy cuenta… es demasiado tarde.
—Kiara dijo que traería algunas cosas. —Susurra, entonces lo ignoro.
¡Maldita Kiara! Mi corazón tambalea y mis piernas se aflojan.
—¡Dulce! —Grita alto y me asusto, cuando me doy cuenta mi mano ha
detenido mi caída.
—Estoy bien. —Siento de caliente a frío— Estaré bien.
—No, no estás bien. —Voltea mi rostro y se pega a mí— Estás cansada,
regresa a la cama.
No sin ti… —Dice mi mente, pero en silencio.
Jadeo cuando me toca. Su piel está seca por fortuna, pero puedo oler su
cabello mojado. Con rapidez llegamos al cuarto, ¿Puedo ser más perra? Lo
deseo ahora pero me contengo. Este bebé está haciendo que todo mi cuerpo
se enloquezca. Hace un rato solo quería dormir y llorar, ahora… otra cosa.
—Gracias, ya puedes irte. —Digo mientras me arropo.
—Bien, solo… me quedaré hasta que duermas. O… hasta que Kiki
regrese.
¿Kiki? Entrecierro los ojos, me huele a conspiración pero no digo nada.
—¿Y si no regresa? —Alzo una ceja
—No me voy. —Sonríe y ruedo mis ojos.
—Mamá te sacará a escobazos. —Suspiro.
—Es un buen punto, entonces debería secuestrar a mi esposa e hijo para
que nos jodan.
—¿Ahora si es tu hijo? —Digo seria, rompiendo toda la magia.
Problemas.
—¿No vas a perdonarme, cierto?

Llevo mis manos a la cara y suspiro.


—Lo dije sin pensar, ya vete. —Agrego cansada, atareada, furiosa
conmigo misma.
Tose y lo miro en silencio.
—Solo un momento…
—Estás enfermándote, quítate la ropa y ve qué te pones. Hay una bata
de baño por ahí… No tengo ropa de hombre.
—Estoy bien así. —Suspira— ¿Podemos hablar? —Su voz es casi un
ruego.
—Estamos hablando, ¿no?
—Lo siento. —Toma mi mano entre las suyas— Soy un idiota.
—Lo eres. —Respondo.
—Dulce… estoy tan emocionado. —Sonríe como retardado— tienes un
bebé mío dentro.
No contesto, solo muerdo mi labio.
—No debí decírtelo, pero… entiende. Estoy tan agotado emocionalmente.
Todo lo que he hecho es por ti, cielo. Escapas, te veo en un video con otro,
luego… —Se queda en silencio— Destruyes mis sueños.
Trago saliva.
—Quiero que seamos una familia. —Continúa— Que empecemos de
nuevo. Tú, yo… y nuestro puntito. —Con torpeza lleva sus manos a mi vientre
y siento que muero— No me alejes de este sueño.
Mi silencio lo exalta, entonces me mira fijamente. No sé qué decirle, ni
cómo responder ante esto porque quizá tiene razón, pero a la vez yo la tengo.
—¿Por qué lo hiciste, bonita?
—Ellos… me lo advirtieron.
—¿Qué me lastimarían si no los ayudabas? —Resopla y no digo nada,
entonces se enfada. — ¡Son unos malditos hijos de puta! —Se levanta furioso.
—No tuve opción. —Pega su espalda a la almohada— Ellos tienen un
video tuyo asesinando a un hombre.
Mi boca cae de improviso
—¿Qué?
—De todas formas, no fue eso lo que me obligó a seguir sus planes. Ellos
son poderosos, temía que te pasara algo… Yo… —Llevo mi mano a la
cabeza— Quería el dinero. Y también… salvarte.
—Dulce… —Estalla de enojo— ¿Cómo pudiste creer en esas ratas?
¡Jamás podrán atraparme! ¡Y tampoco obligarme! ¿Por qué no creíste en mí?
Puedo vencerlos si quiero. Piensas que pueden lastimarme cuando están
embarrados hasta el cuello. Ellos tienen más que perder.
Me siento en un impulso.
—Quería el dinero. —Muerdo mi labio de nuevo y lo acepto, entonces
calla— Vives del pasado, Christopher. Debes aceptar que no soy más esa
chiquilla tonta y puritana que fingía golpearse el pecho. Me gusta la buena vida.
Exhala.
—Lo sé, Dulce. —Traga saliva— Aunque me cueste aceptarlo. Son tus…
manchas, pero aún así me pareces hermosa.
—Eres un idiota, ¿Lo sabes, cierto?
Asiente.
—Un idiota por ti. —Besa mi mano— Llega un día en el que comprendes
que amar no significa cambiar a la persona, sino aprender a vivir con sus
sombras.
Pego mis labios y por más que quiero, vuelvo a caer en las lágrimas. Mis
ojos arden… ¿Por qué es tan perro? Un perro idiota. Un perro que quiero…
—Te amo más allá de mí mismo, Dul…
Mis ojos arden
—Ellos dijeron que iban a matarte. —Suspiro conteniendo las lágrimas—
Querían que me acostara con Brando para luego entregarlo.
—No lo hiciste. —Dice mirándome a los ojos. Sus pupilas se ensanchan,
mi respiración se agota.
—Hice lo que tenía que hacer. —Suspiro… su mirada se congela. Sé que
lo sabe. Sabe la verdad, entonces decido terminar con el misterio. No voy a
torturarlo, porque quizá no lo merece. — …Las pastillas siempre ayudan.
Exhala y sonríe.
—La misma pastilla que me diste para dormir, ¿Cierto?
Asiento.
—Ha sido asqueroso. Todo el proceso. Sus besos, sus tocamientos,
desnudarme ante él… dejé que me tirara a la cama, que tocara mis piernas,
que..
—No. —Se pone rígido— No necesito detalles. —Respira y da vueltas
mientras saca su enojo de alguna manera. En mi torpeza me levanto, necesito
decírselo de nuevo.
—No tuve intimidad con él, Christopher. —Le digo sincera— Jamás
podría. No después de tu regreso.
—Jamás me fui, Dulce. —Toma mi rostro con sus manos— He velado tus
sueños.
—Invisible.
—Pero presente. —Junta su nariz con la mía— Y te he amado desde el
primer día.
—¿Te das cuenta que es complicado? —Jadeo— Mis cosas, tus cosas.
Somos un par de tercos hambrientos por ambiciones.
—Pero es tiempo de pensar en nuestro puntito. —Toca mi vientre y me
enternece— ¿Sabes cuánto tiempo lo he soñado?
—Ha sido un infierno. —Respondo sincera.
—Pero estamos en el cielo ahora. —Acaricia mi cabello— Solo quería
protegerte y cometí errores.
—Va a ser siempre igual —Digo sin esperanza— Juro que es un infierno
ahora. —Mis labios tiemblan cuando pasa un dedo por ellos.
—Lo sé, también para mí… pero nos queda una esperanza.
Mi tensión aumenta cuando hace referencia a nuestro puntito. Lo miro
seriamente y me doy cuenta que es un caos lleno de locura. Mis ojos se centran
en los suyos, entonces lo entiendo… Jamás va a soltarme. Mi corazón
tambalea. Me amo, pero a la vez me veo débil… y la razón es él. Soy un río sin
sus manos, un infierno sin sus besos, una eternidad sin sus labios.
Él es el idiota más sublime de mis deseos. Mi No favorito, la calentura de
mi cuerpo.
—Christopher… —Respiro mientras una lágrima chispa de mis ojos—
Nos lastimamos por no decirnos la verdad. He ahí el problema de nuestra vida
en pareja, ¿Lo comprendes?
Hace silencio y continúo.
—Sin mentiras. —Lo enfrento— Estoy hablándote con la verdad por
primera vez en estos 5 años, y espero lo mismo contigo. ¿Por qué haces todo
esto? ¿Es solo la muerte de tu madre? ¿Es solo honor? ¿O hay algo más?
Suspira y enfrento lo que he venido sintiendo desde hace tiempo, pero
quizá no he dicho por miedo.
Maldito miedo…
Miedo a una posible verdad asquerosa, a algo que no perdonaría jamás
si me lo ocultara…
—Jamás he visto tus ojos tan feos como cuando lo miras. Tu voz, tu
cuerpo, tu actitud cambia… —Me doy valor y levanto su mentón— ¿Quién es
él, Christopher? ¿Quién es realmente Brando? ¿Por qué hay dolor en tu
mirada?
Jadeo y tiemblo. Su respuesta será la decisión más difícil que tenga que
tomar en mi vida, es un hecho.
53. Maldita sea
Dulce

“Así me gusta, tan jodidamente rebelde. De mente sucia y mirada


inteligente”

Sus ojos son una tormenta reprimida cuando me miran.


De un momento a otro todo el él cambia: Su voz, su expresión, hasta la
posición de su cuerpo. Me evade y mis dudas aumentan, ¿Por qué tiene tanto
odio? ¿Solo es por su madre? ¿Hay algo más que no sepa? Jadeo al verlo
quemarse en su mismo infierno y por un momento siento pena pero también
frustración al saber que no puedo ayudarlo. Dios, es un idiota pero lo quiero.
Me fastidia verlo de esa manera y más saber que aún no confía en mí lo
suficiente.
—Entonces no me dirás —afirmo enseguida con una tensión creciente en
los ojos mientras lo veo inmutarse ante la presión que hago contra él. Respira,
se toma su tiempo, entonces vuelve a mirarme:
—Lo odio con todas mis fuerzas —sus ojos están rojos—. Mató a mi
madre, violó a niñas, maltrató a muchas personas y encima iba a casarse con
mi esposa. —resopla aún con furia y no respondo ¿Qué voy a decirle? Tiene
razón. Iba a casarse con su esposa.
—No sabía que aún estábamos casados, Christopher—me excuso de
alguna forma, pensé que debía rehacer mi vida, no me iba a quedar llorando
¿o si?
—Jamás iba a soltarte. —responde de prisa— ¿Crees que hubiera
podido?
—Pero sí me engañaste —cruzo mis brazos—. Te fue fácil falsificar
documentos, inventar todo un drama, me sentí realmente humillada, quería
liberarme de tu nombre, de tu maldito apellido y…
—Dulce… —me mira tenso—viví un infierno sin ti. Te veía a lo lejos
mientras te destruías lentamente llamándome, escuché tu llanto en la sombra
y no podía hablarte, tocarte, besarte.
—No sabía nada, Christopher. Yo no tengo la culpa —corto enseguida
los recuerdos porque aún queman.
—Lo sé, Dulce. —se irrita—, pero todo esto ha sido horrible. Solo quiero
a mi familia de vuelta. —confiesa muy cerca de mí.
—Con mentiras no podremos construir nada. —resoplo—. No quiero más
mentiras, Christopher.
Mi voz es una suerte de advertencia, mis manos hacen puño al notar la
tempestad que nace en sus ojos, pero retiene… solo retiene y no habla. Me
cuesta entender que ese hombre, mi mayor debilidad, sea tan frágil y a la vez
terco, tan tonto y a la vez egoísta, pero lo amo… así, con toda y su mierda.
Nada me quita de la cabeza que hay algo más que no quiere decirme, algo que
quizá va a hacerme enojar mucho, pero no puedo obligarlo a contarme.
—Dulce… no… no hay nada que debas saber a parte de lo que sabes.
Nada que valga la pena.
—Júramelo. —me acerco a él cansada de todo.
—Dulce… —me mira rendido— Cielo… yo… —pega su mano a mi rostro
con la respiración agitada.
—¡Desgraciado! —escuchamos una voz conocida que corta nuestra
conversación. Joder, mierda, ruedo los ojos al descubrir que es mi madre.
—Mamá… —digo sin paciencia.
—Vete de aquí, ¿Qué no entiendes? Voy a denunciarte. —alza la voz
como una placera y noto que Christopher empieza a alterarse.
—¿Denunciarme por venir a ver a mi esposa e hijo? —alza la voz—
Señora, no quiero perder la paciencia.
—¡Yo perderé la paciencia! Lo único que haces es lastimar. Mira lo que
le has hecho a mi hija… —estira el dedo.
—Mamá. —me enfurezco— No te metas.
—¿Qué no me meta? Y encima estás sin polo… ¿Qué clase de educación
es esa? —vuelve a hablar como si yo fuera una niña de 16 años con un hombre
sin ropa en su cuarto.
—Basta. —alzo la voz—, es mi marido, el padre de mi hijo. Necesito que
te vayas —levanto las manos.
—Pero… —se indigna.
—Te agradezco el interés madre, pero estás pasando la línea de mi
independencia y decisiones. Sabes perfectamente que jamás te lo permitiría.
—gruño.
—Dulce, yo… —agrega mamá y siento cómo todo vuelve a revolverse en
mi estómago ¡Mierda! ¡Odio esta sensación! Corro apresurada al baño y cierro
la puerta como puedo. Estoy devolviendo toda la comida y me siento
asquerosa.
A lo lejos escucho una pequeña discusión entre mamá y Christopher, por
lo que el malestar se hace aún más fuerte. Vomito con lágrimas, me siento muy
mal, el miedo nace en mi interior porque esto es totalmente desconocido
queriendo calmar la presión en la cabeza como sea.
—¡Dulce! —Chris aparece para sostenerme sin asco cuando me levanto.
Mamá intenta hacer que se vaya, parece grabadora vieja y quemada— Sigue,
vamos…
Me estremece sentir que soy vulnerable, pero en este momento no pienso
en nada más que expulsar la comida. Pasan algunos minutos, largos quizá, y
cuando me doy cuenta ya estoy parada frente al espejo. Me lavo la cara, la
boca, las manos, para después terminar con todo lo que tengo encima…
Ellos.
—Quiero que se vayan los dos. —gigo molesta— ¡Estoy cansada de sus
peleas!
Christopher no habla, me conoce a la perfección, pero mamá sigue.
—Espero nunca te arrepientas, hija. —toma su cartera y se va ofendida.
El portazo que da solo hace que salte de susto. El embarazo está
afectando mis sentidos y me fastidia. Con tensión regreso al baño para darme
una ducha. Odio sentirme extraña, incómoda, molesta por todo y sé que será
perfecto para mí en estos momentos.
—No quiero que entres. —le advierto—.Todavía no te he perdonado. No
te permito tocarme, ni siquiera intentarlo. —lo señalo y no dice nada.
Mi baño resulta placentero. El agua caliente relaja mi piel mientras mis
poros se abren ante el vapor exquisito. Masajeo mi cuerpo lentamente con el
jabón hasta que llego a mi vientre y lo acaricio con cuidado. Bebé, mi pequeño
sueño. Mis brazos abrazan mis caderas como si estuviese meciéndolo. Jamás
había sido tan feliz en mi vida. Recuerdo las noches de llanto aferrada a las
pruebas de embarazo, recuerdo las veces en las que me quedaba mirando las
tiendas de bebés y solo suspiro. Pasan largos hasta que salgo del baño con el
cabello semi seco.
—A dormir, bebé. —digo, sin si quiera pensarlo. ¿Dije bebé de nuevo?
Una sonrisa se pierde en el vacío, es la segunda vez que lo digo, pero no dura
mucho cuando veo mi habitación sola.
¿Se ha ido?
Levanto mis hombros en señal de indiferencia, pero en el fondo sé que
me afecta. Todo me afecta y es culpa de este puntito.
—Pequeño fierecillo… —susurro pensando en si me escucha o no y
enseguida regreso a la cama para arroparme mientras cierro los ojos. Mañana
será otro día… y faltará menos tiempo para verte en mis brazos, pequeño.
Cuando empiezo a adormilarme, después de dos segundos, siento unos pasos
bordear la cama. Abro un ojo y lo veo en bóxer metiéndose en mis sábanas.

—Vete, idiota. —digo.


—No. —Se acomoda frescamente, entonces volteo para enfrentarlo.
—Es mi departamento. Bye. —digo.
—Es mi bebé, silencio. —donríe— ¿No me vas a negar estar cerca de él,
cierto? Quiero dormir con mi hijo, no contigo.
Mi boca se abre y aún no puedo creer lo fresco que es. Voy a decir algo
pero me contengo… Va a pagarlo caro.
—Entonces no me hables. —pongo la almohada entre nosotros— Ni te
atrevas a tocarme. No te he perdonado. —repito.
—Dulce…
—Silencio. No soy yo la que te está dejando quedarte, es este bebé
porque eres su padre.
Cierro los ojos y me quedo con la última sonrisa que dibujaron sus labios.
Todavía es temprano, pero me parece que será una larga noche. Nunca antes
he sentido tantos deseos de perderme en el sueño como ahora… ¿Será el
bebé? Es posible ¿Él? Quizá. Y me gusta.
Chris
Despierto de golpe cuando un mensaje en mi celular suena.
Estiro el brazo, apago la bulla, entonces me doy cuenta que no abrazo a
mi chica sino a una perra almohada. Con rapidez me levanto en puntillas, ¿Qué
hora es? Las 11 de la noche ¡Hemos dormido por horas! Pero sí, quizá era
necesario.
—Juan. —susurro suave al teléfono.
—Llévate a Dulce pronto, Chris. Las cosas en México no están bien, eso
me dijeron. Partiré pronto.
—Bien, por lo pronto necesito una casa… ya veré yo. —me arrepiento de
pedirsela—, regresa a México y mantenme informado.
Apago el celular y me arrodillo en la cama para verla ¿Qué diría su supiera
todo? Trago saliva y la miro vibrar en un sublime silencio. Es tan bonita… —
muerdo mi labio— y se sabe hermosa, eso es maravilloso. Con delicadeza
acaricio su cabello y beso su frente, pero no despierta. Un profundo sueño la
cubre, lo que me da alivio.
—Solo acaricio a mi bebé… —sonrío y saco la almohada que nos separa
para luego abrazarla. Es tan bella cuando duerme y calla… que me siento
cohibido. Sus manos perfectas, sus uñas bien pintadas, su cuerpo… voz, color,
brillo, olor… todo para mí es la gloria. Disfruto esto con toda mi alma, pero amo
más saber que tengo una joya a mi lado.
No es su pelo perfecto y tampoco su ropa cara, esas cosas no importan,
es la increíble fuerza que tiene en sus labios, sus preciosas agallas para
mandarme a la mierda aún sabiendo que me ama. Se ama y eso es bueno,
aunque sea más difícil para mí encontrar su perdón en algún momento.
8AM
Me siento relajado, muy relajado cocinando el desayuno para mi bonita.
Cuando me levanté de la cama aún dormía, así que aproveché el
momento para hacerlo. Mi hermosa chica la ha pasado mal, en parte por mi
culpa, y debo compensar todo el mal rato con algo que le guste: Fruta picada y
jugo de naranja.
—¡Ah! —chilla desde el marco de la puerta. Me ve y parece asustarse.
—¿Tan feo soy? —respondo divertido sabiendo que le doy pie a
molestarme.
—Horrible. —se talla los ojos— ¿Qué carajos haces aquí? —frunce el
ceño.
—Te dije que iba a quedarme. Ese bebé también es mio. —refuto, rueda
los ojos y se dirige a la mesa con astucia.
—El huevo revuelto me da náuseas. —esboza sin dejar de mirarlo—,
comeré fruta, se agradece el esfuerzo. —dice probando un poco— Quizá tu
profesión ideal es ser chacha.

Levanto una ceja, está provocándome.


—Está bien, no objetaré en ello. —le doy por su lado.
—No necesitas estar aquí siempre ¿Sabes? Todavía no nace tu hijo, así
que… no tienes excusas. Ayer estaba tan cansada que ni si quiera pensé en
echarte del departamento, pero hoy… no.
—No me quiero ir. —digo firme.
—Pues yo si quiero que te vayas. —vuelve a levantarse y cuando voltea
le jalo el brazo para pegarla hacia mi cuerpo.
Mierda… Ella me hace mierda.
Sus ojos son una especie de volcán en erupción, sus labios me tientan,
su presencia me intoxica al punto de no poder controlarme. La pego a mi cintura
sosteniéndola con fuerza y luego la miro como solo yo sé hacerlo.
—Pensé que habíamos quedado en algo…
Ella sonríe maquiavélicamente.
—¿Qué te hizo pensar en eso? —susurra suave y serena.
—No me dijiste que no. —gruño.
—Tampoco te dije que sí. —responde con su gran lengua… Oh, cielos.
Lo que le haría a esa lengua.
—Dulce… —me acerco a sus labios— Basta. Quiero estar contigo, con
mi hijo, además de cuidarte. El médico dijo que debías hacerlo.
—Me estoy cuidando… —pone sus manos en mi pecho—… de los idiotas
como tú.
—¿Qué hice? —se suelta como serpiente en medio del bosque—. Dime,
por favor.
—Nada. —lanza su indirecta— No hiciste nada, ese es el problema. —
pega sus labios.
—Dulce… —Vuelvo a hablar pero me calla.
—Largo. —estira su brazo, entonces no me queda de otra. Voy a
decírselo.
—No quería llegar a esto, pero… —no sé cómo hacerlo, así que exhalo—
Hay algo que debo contarte. —Sus ojos cambian cuando escuchan mis
palabras.
—¿Qué cosa? —pregunta atenta.
Trago saliva
—Sabes que desde ahora todo lo que importa es nuestro hijo, ¿Cierto?
—afirmo.
—Por supuesto. —responde y mi tensión se eleva, así que camino hacia
ella.
—Brando podría salir de la cárcel en cualquier momento, no está muerto.
El Chino y el gobierno trabajan juntos y… saben que los documentos que les
diste son falsos.
Su rostro se vuelve un papel blanco. Jadea, muerde sus labios, sufre una
pequeña descomposición que me obliga a callar. La sostengo con mis brazos
y me esquiva respirando profunamente.
—Vamos a proteger a nuestro bebé, Dulce. No te preocupes. —agrego.
Ladea su cabeza y da pequeñas vueltas por la sala maldiciendo algo
entre sus dientes. Está enojada, enfurecida, se pega a la pared para respirar y
estira su brazo para impedir que me acerque… ¡Dios! ¡Está sufriendo! Su pavor
se nota a kilómetros y solo quiero cuidarla, saber qué pasa, protegerla de todo.
—Va a encontrarme… —chilla— Va a hacerle algo a mi bebé. —se toca
el vientre— Nos quitará este sueño. —su voz apenas es audible, solloza y se
toca la cara, por lo que empiezo a preocuparme.
—Dulce… —la miro fijamente— No les pasará nada, te lo juro. Si
confiaras en mí…
—Ese tipo maneja México a su antojo. —me corta— Ese tipo…

—No estamos en México. —agrego— y estás a lado del hombre que sabe
esconderse hasta debajo de las piedras.
—¿Esa vida quieres para nuestro bebé? ¿Vivir a escondidas?
—Dulce… —Susurro.
—¡No vamos a poder con esto! —llora— Va a lastimar a nuestro bebé.
—Dulce, basta, cielo. —La tomo entre mis brazos a la fuerza. Me esquiva,
intenta golpearme pero pronto se rinde. Llora en mi pecho… daría mi vida por
no volverla a ver llorar.
—Está bien… —le acaricio el pelo— Todo va a estar bien.
Cierra los ojos con fuerza y puedo notar que pierde el equilibrio. La cargo
de inmediato y me dirijo al sofá para acostarla. Seco sus lágrimas con
desesperación y la arropo con una mantita que encuentro.
—Llamaré a la doctora.
—No… —Su voz se quiebra— voy a estar bien, solo… no te vayas. —Lo
suelta como si fuera un susurro haciendo que mis ojos piquen de inmediato. Le
acaricio el rostro y la miro un poco ida…. No amor, no pasará nada. Te lo juro
—Te juro por mi vida que voy a protegerlos. —toco su vientre— No dejaré
que nos quiten este sueño.
—Tengo… miedo. —le cuesta decirlo— Este puntito es lo que más amo
ahora.
Pego mis labios y estúpidamente siento celos ¿A mí no me ama? Pero lo
dejo de lado, porque quizá también es lo que amo y enseguida aprieto su
cuerpo contra el mío haciéndome un espacio en el sofá con ella, esperando a
que su cuerpo deje de temblar.
Estoy furioso, quizá indignado.
¿Cómo llegamos hasta esto? Se me acelera el corazón cuando la veo así
y no soporto que no confíe en mí, pero no es el momento para tonterías. Cierra
la boca, Christopher —me digo a mí mismo— Porque desde que llegué a este
lugar la he hecho llorar y no me gusta.
—Duerme, cielo. —beso su cabello y me muevo pero abre sus ojos de
inmediato.
—No puedo dormir, dormí mucho ayer. —Habla con la voz raspada.
—Entonces hagamos algo divertido, ¿Quieres ver una película?
—Eso no es divertido. —exhala y se despega de mí mientras se sienta—
Estoy más tranquila, necesito que me cuentes todo.
Joder.
—Dulce… —Intento convencerla pero será imposible.
—Suéltalo.
Es inútil, no parará hasta que lo haga.
—Brando… y el jefe —La miro estudiándola— tuvieron negocios sucios,
es lo que sé. La corrupción en México es desmedida y al parecer ellos hicieron
negocios en su juventud. Pasaron años, todo se solucionó entre ambos con
grandes cantidades de dinero, pero el jefe no iba a descansar hasta darle su
merecido a Hilton. Fingió que todo estaba bien, claro está, incidiendo que todo
era por la lucha contra el narcotráfico y la mafia pero no es así. —tomo su mano
y la entrelazo con mis dedos— Todo siempre fue una mierda, Dul.
—Entonces… ¿Ese hijo de puta también está embarrado?
—Todos, cielo. Cuando entré al servicio de inteligencia lógicamente no
sabía nada, solo me interesaba entrenarme para vengarme de Hilton, y poco a
poco me di cuenta que algo estaba mal. Me gané la confianza del jefe y me
contó algunas cosas que fui atando a medida que seguía en esto. Cuando
conocí a Juan hice investigaciones profundas y recién pude entender todo.

—Entonces el Chino…
—El Chino solo es una herramienta del gobierno. —suspiro—Yo me
negué a seguir ayudándolos y bueno, a ese tipo le interesa conseguir permisos
y accesos en México así que accedió.
—Mierda… —Abre su preciosa boca— Christopher, ¿Quién es quién?
—Los tres son unos malditos. —Pego mis labios— y ninguno es menos
que otro. Quizá el gobierno tiene más poder por ser “legal”, pero no pueden
meterse conmigo directamente. Hablaría más de lo que les conviene, tengo
algunas pruebas.
—¿Qué clase de pruebas? —Arremete contra mí.
—Audios, videos, documentos. Tengo una caja fuerte que jamás nadie
podría descubrir… —Río suavemente— Todo está bajo control. El alumno
terminó superando al maestro. —Bufo.
—Entonces… ¿Por qué esperaste tanto para regresar? Fueron 5 años —
Se zafa de mi toque— Pudiste regresar antes.
—No pude, cielo. —Suspiro— Primero estaba entrenándome, luego…
investigando a Hilton. No podía ir así como si nada. Había que crear una falsa
identidad, falsificar documentos y… quizá tuve miedo. Ví cómo mutaste a lo
lejos… llegar a ti fue desastroso.
—Parecías otro. —parpadea— Parecía que no te importaba, que solo…
querías molestarme.
—¿Sabes cuántas veces te espié en estos 5 años? Llegaba cuando
dormías, una vez me acosté a tu lado. —sonrío— y besé tus labios
suavemente.
—Entonces no fue un sueño… —Susurra parpadeando.
—Nada ha sido un sueño, bonita. —vuelvo a tomar su mano— pero todo
es una gran porquería. Quise protegerte de todo, pero el destino te puso en mi
camino y sin querer fuiste a parar con mi peor enemigo. Te ví besarlo tantas
veces… —Pego mis dientes para contener mi rabia— Quise morir.
Rueda sus ojos y me evade
—Bueno, yo no sabía nada. —Suspira.
—El gobierno me obligó a dejar todo, a cambio dijeron que iba a
protegerte pero terminaron usándote. Me enojé tanto con el jefe… y pedí ser
yo mismo quien cubra esta misión.
—Y terminaste saliéndote de todo.
—Estaban metiéndose contigo. —respondo rápido— Y el jefe quería que
atrape a Hilton mas no que lo mate. Iba a entregar su cabeza muerta, no viva.
No me importaba ser perseguido, pero todo se salió de control.
—¿Ese era tu plan, patancito? —dice sin poder creerme.
—Mi plan era secuestrarte. —sonrío malvadamente— y hacerte el amor
hasta que pidas compasión. Joder, Dulce… Hice tantas cosas…
—¿Usar tu mano? —muerde su labio y se burla de mí soltando una
carcajada. Enseguida me pongo rojo.
—Eres una ladilla, señora Miller.
—Señorita Evans. —corrige— Aún no sé si quiero ser la Sra. Miller.
No digo nada, solo sonrío. Contradecirla es pelear y no quiero hacerlo.
—Como ves. —cambio de tema— Siempre quise cuidarte, aunque no
estuviera cerca. Cuando regresé y me presenté en esa recepción…
—Pusiste la maldita canción. —me mira fría— Sabiendo que iba a
recordarte.
—Sí. —contesto— pero fue más dificil hacer que confíes un poco en mí.
Creí que podía controlar todo, pero… se salió de control.
—¿Te das cuenta que por ocultarme las cosas terminaste complicando
todo? Pude haber entendido.

—¿Me hubieras esperado sentada en nuestra casa del árbol todos estos
años? —Hago la pregunta sabiendo la respuesta.
—No. —es sincera.
—Tenías sueños, mi amor. Yo quería que estudies, que trabajes donde
quisieras… y mamá también quería lo mismo. —Un leve lamento pasa por mi
garganta… — A mamá le hubiera gustado tener un nieto. —mis ojos se
quiebran— Pero un bastardo le arrebató la vida.
Me pone atención levantando mi mentón
—Vamos a hacer justicia. No soy ninguna perra santa que se golpea el
pecho ni una estúpida llorona de cuento. También odio, Christopher… y quiero
que Brando pague por todo lo que le hizo a Maca. Pensé que ibas a matarlo, y
si no hubieras llegado… lo iba a hacer antes de irme.
—Entré en shock cuando te ví ahí… con esa rata. —Intento contenerme—
Vi el infierno, Dulce.
—No tuve opción. —Jadeo.
Y nos quedamos en silencio, quizá sintiendo que es la conversación más
seria que he tenido con ella hasta ahora.
—Está bien, Dulce… también la he jodido. —sonrío a medias.
—¿Qué harás ahora? —Me explora.
—Estar con mi familia. —Sonrío.
—Qué harás con Brando, con tu ex jefe y con el chino.
—Debo pensarlo, lo único que sé es que debo cuidar de mi chica ahora…
pero en su momento terminaré mi trabajo. Voy a vengarme. —la miro serio—
Antes debo asegurarme que ustedes estarán completamente a salvo. Es
necesario alejarnos de todo por un tiempo y que ellos no sepan de tu embarazo.
Entre cierra sus ojos y me mira
—¿Qué más eres aparte de espía? —Levanta una ceja.
—Asesino. —sonrío— Mataría a cualquiera que se meta con mi chica y
mi hijo…
—Guau. —Ironiza jodiéndome, pero no caeré en su juego.
—Ahora es tu turno. —Sonrío curioso— Eres una chica inteligente, sé que
los documentos que le diste al gobierno son falsos.
Abre sus ojos en señal de admiración.
—¿Qué eres? ¿Una especie de idiota sabio? —parece querer reír.
—Soy un tipo astuto y tengo esas pruebas, ¿Dónde dejaste los
documentos reales?
—Supongo que tu ex jefe me odia.
—Es posible que quiera encontrarte para tener acceso a esos
documentos. Con ellos querrá limpiar su nombre y chantajear a Hilton.
—Voy a dártelos. —trago saliva—… iba a usarlos, pero ahora todo ha
cambiado. —Se toca el vientre y es la acción más hermosa del mundo.
—¿Qué ha cambiado? —Pregunto porque quiero escucharlo de sus
labios.
—Debo cuidar de él o ella… —se sincera— Sabrás utilizarlos por ahora,
pero quiero los originales, tú te quedarás con las copias.
Suspiro admirando la viveza de mi chica, realmente respeto su
inteligencia.
—Ahora entiendes por qué debo quedarme, ¿Cierto?
Asiente.
—Ni modo, tendré que aguantarte para que seas el perro guardián. —
Sonríe.
—Quiero una oportunidad. —agrego— Ambos cometimos errores y este
bebé nos necesita.

—Maldito manipulador… No lo sé, Christopher. No tengo cabeza.


—Sabré esperar. —sonrío— Esperé 5 años, ¿Unas horas más importan?
—¿Horas? —Me corrige.
—Mi corazón late y muere por ti —Tomo su mano y la llevo hasta mi
pecho.
—Truco barato, patancito. Deja esa mierda, mejor cómprame algo
bonito… y caro. —Guiña el ojo y estallo en risa.
—¿Por qué mejor no ahorramos tiempo y hacemos otra cosa? —Me
acerco a ella jalando sus piernas hacia mi cadera. Me mira contenida. Puedo
ver en sus ojos fuego y necesito saborearla.
—La doctora dijo descanso. —dice jadeando.
—Solo quiero un beso. —Confieso sincero.
—Um… —Sonríe— ¿Dónde quieres el beso? —Me excita.
—Donde quieras dármelo. —Respondo.
—¿Aquí? —Pasa un dedo por mis labios— Aquí… —Baja su dedo hacia
mi cuello— O por aquí… —Sigue su camino hacia mi estómago.
—Donde… quieras. —Suspiro— No podemos tener intimidad pero sí…
—¿Otra cosa? —Susurra pegando su nariz a la mía.
—Ajá. —Sonrío sintiendo cómo electricidad viva me carcome el cuerpo.
—¿Qué te haga el favorcito? —Ronronea, pone sus manos en mi
espalda.
—Podríamos hacer muchas cosas. —Digo y siento su respiración en mis
labios.
—Um… —Me lanzo y meto mi mano desde su cadera hasta su espalda
media abrigando el deseo contenido que siento. Me mira parpadeando y luego
deja que le desate el brassiere.
—Eres un chico travieso, ¿Eso te crees? —Habla con sus labios pegados
a los míos.
—Quiero besar tu cuerpo. —Confieso—Aquí… —Jalo mis dedos hacia
adelante y rozo sus pezones. Ella sonríe, sé que no podrá negarse. Ama
cuando lo hago.
—¿Sabes una cosa? —Paga la punta de su lengua por mis labios.
—¿Qué? —Abro mi boca dispuesta a besarla.
—Ya no quiero. —me empuja sonriendo y levantándose del sofá. Se va…
¡Se va dejándome herido! Me siento sin poder creerlo y me acuesto hacia atrás
respirando profundamente. ¡Es una bendita ladilla! Pero cómo la amo…
Dulce
Han pasado 84 años… —me digo riendo frente al espejo— desde que
tuvimos sexo.
Limpio mi cara con un algodón y pego mis labios aun bufando. Es tan fácil
provocar a un hombre… aunque debo tener cuidado, porque ese patancito me
encanta.
¿Perdonar o no? —me he hecho la misma pregunta desde que lo ví hace
un par de días y temo que la respuesta no esté en mis manos.
—Tu papi es un cochino. —le digo a mi puntito— Si hubiera sido fértil…
desde hace años me hubiera hecho mil hijos. —suspiro— Y hubiera sido muy
feliz con una docena, pero me conformo contigo chiquito. —llevo mi mano a mi
vientre— Por favor, no te vayas. Tienes que crecer ¿Si? Aguantaste mucho, ya
nos falta poco.
Me lavo los dientes y peino mi cabello para luego salir hacia mi recámara.
—Amarga… —me dice— Necesitas reposar.
—Puedo caminar tranquila, no te preocupes. —Paso por su delante y sé
que me mira el trasero ¡Joder! ¡Estoy en pijama! Y sigue mirándome el trasero.

—Te ayudo a cocinar algo.


—¿Quién te dijo que iba a cocinar para ti? —Sonrío— Solo comeré una
banana.
Buen tiro, bitch. —me digo mentalmente. Tomo la banana, la abro y luego
llevo lentamente aquella fruta a mi boca mientras me mira casi en incendio.
Joder, joder, joder… quiero reír tanto… pero me aguanto. Mastico mi alimento
con una sonrisa y noto que se enterca en seguir a mi lado.
Morirás, puto.
—No… me iré, si es lo que quieres. —Dice, leyendo mis pensamientos.
Mirando cómo como de una manera irresistible.
—Bue… —Intento sonreír pero me atraganto haciendo que él explote.
Puedo ver el bulto en sus pantalones, entonces sigo fingiendo tener la boca
llena de banana. Joder, es un idiota. Tan idiota que cree todo lo que hago.
—¡Basta! —Me maldice entre sus dientes.
—Controla a tu amiguito. —Le digo masticando, pasando la fruta y
riendo— Qué vergüenza, Miller. ¿Viste a tu papi, bebé? —me toco el vientre—
Es un cerdo.
—No. No le digas eso a nuestro puntito. —Me señala, se enoja y sigo
carcajeándome.
—Puntito mio, a papi le fallan muchas cosas… —Sobo mi vientre—
¿Quieres saber más, pequeñito?
—¡Dulce! —Se enfurece— Estoy al límite.
—Se nota. —Dirijo la mirada a su pantalón— Qué vergüenza, bebé. —
Susurro a mi vientre.
—Mira… —Me señala— Te aprovechas de mi paciencia. Volveré. —Me
dice y se va hacia la recámara.
—Date un baño. —Le grito aun riendo, terminando de comer mi banana,
planeando nuevas cosas para joderlo.
Es tan predecible… y yo tan aprovechada, pero lo hago porque sé que en
el fondo nunca se enojaría seriamente conmigo, ¿Qué más da? Me la debe.
Termino de comer y llevo una banana en mi mano a la recámara. Cuando
entro, escucho la ducha. ¡Bien! ¡Se está bañando! Puedo ver una muda de ropa
tirada en la cama y decido poner la banana encima.
—Para que se inspire… —Digo, conteniendo la risa.
El zumbido de un móvil empieza a molestarme y en poco tiempo me doy
cuenta que es el de Christopher.
No, Dulce. —Me digo. Respiro…. Lo hago dos veces más.
¿Por qué tendría que espiarlo? Mirar sus mensajes siempre me ha traído
desilusiones.
No, No lo hagas. —Vuelvo a decirme.
Estiro mis pies y giro, pero en un acto de impulso vuelvo a voltearme llena
de curiosidad y dudas. Quizá es Juan, ¿Quizá Kiara? No lo sé, pero a la mierda.
Lo tomo y rápidamente lo volteo haciendo que inmediatamente mi risa se
apague.
En la pantalla puedo ver un nombre con olor a porquería.
Tatiana.
La maldita zorra de mercado llamando. Él la ve, la sigue viendo… sigue
hablando con ella, siguen en contacto y no puedo. Simplemente no puedo.
54. Contra el fuego
Dulce

“Estoy tratando de no extrañarte… pero me salió mal.” David S.

La furia emana tan fuerte de mis manos que termino siguiendo mis
impulsos y tiro el maldito celular al suelo. ¿Cómo es posible? ¡Maldito idiota!
No entiendo qué le ve a esa tipa ¿Su cara de caballo? ¿Su feo cuerpo? Esa
puta siempre anda de oferta.
Valórate, Dulce. —Dice mi mente y la contradigo. Me valoro, claro que sí,
pero no puedo controlar mis ganas de matarla.
—Dul…ce. —Esboza una sonrisa que termina apagándose cuando ve su
móvil en el suelo.— ¿Qué sucede?
—Ah, mira. Te llaman… —Cruzo mis brazos viendo la pantalla iluminada
de su celular ¡La porquería no se rompió!
Suspira cuando ve el nombre y enseguida se acerca a mí.
—No me toques, aléjate. —Le pongo mis brazos.
—Déjame explicarte.
—¿Qué me vas a explicar? ¿Qué te andas follando cualquier porquería?
—Alzo mi voz muy enojada, jamás pensé estar tan furiosa.
—No, Dulce. No es así. No tengo nada que ver con Tatiana.
—Te recuerdo que esa perra se ha acostado con Brando, seguro trabaja
con él.
—La estamos investigando. Juan lo hace. —Sigue insistiendo— Te juro
que no tenemos nada. Por favor, cielo.
—¿Entonces por qué te llama? ¿Cómo diablos lo hace? ¿No que eras tan
inteligente? Puede rastrearte.
—Mi móvil no tiene localizador. Bueno, no es “localizable”.
—Contéstale. —No escucho. No quiero escuchar— Vamos, hazlo. —
Exhala y levanta su celular poniendo el altavoz.
—Tatiana. —Responde y mi furia aumenta.
—Voy a decírtelo, Christopher. Te diré todo lo que quieras pero necesito
verte.
Balas asesinas salen de mis ojos sin que pueda contenerme. ¡Lo odio! ¡Y
odio a esa maldita tanga fácil! Puta de mercado, baratija cualquiera, hija de su
perra madre. Mi ansiedad aumenta cuando veo el rostro serio de Christopher,
vamos… dile que sí. ¡Díselo en mi cara!
—No. Ya hemos hablado de eso, Tatiana. Estoy lejos, muy lejos.
Coordina con Juan.
—¿Lejos? —Ríe— ¿Con tu bo-ni-ta? —Ironiza la muy perra.
—Eso no es de tu incumbencia. —Jadea— No vuelvas a llamarme. —
Dice manteniendo la cordura.
—Brando la encontrará, Christopher. Si es que el jefe no la mata primero.
Será en vano.
Él cuelga y siento cómo mi cuerpo se escarapela.
En silencio me mira un poco distante, ¿Estará pensando en lo que le digo
la perra esa? Trago saliva y me toco el vientre. Debo proteger a este puntito.
Ni si quiera tiene 2 meses y ya está siendo amenazado. Por un momento me
pierdo también mirando el vacío, ¿Cómo será nuestra vida cuando nazca?
—No les pasará nada. —Exhala cansado— Me encargaré de cuidarlos.
Intenta acercarse pero lo evado. ¿Piensa realmente que voy a
perdonarlo?
—No me toques.
—Dulce, Tatiana y yo no tenemos nada. Juan la está manipulando para
sacarle información, por favor entiende. —Repite insistentemente y lo hace
como si yo fuera una retardada
—No estoy enojada porque le hayas hablado o no, que quede claro, lo
estoy porque me enfurece tu juego. Eres un maldito doble cara, ¿Por qué
carajos no me dijiste que planeabas sacarle información? ¡Me fastidia estar
hablando con alguien que no conozco! Odio que me mientas ¡Odio que me
escondas las cosas! ¡Me enfurece que lo hagas! ¿Quieres algo serio conmigo?
Entonces dame mi lugar. No soy la pobre magdalena que espera que el marido
arregle todo, que no le discute y respeta sus secretos. A mí me tratas como a
una reina, no como a una estúpida retardada.
Infla su boca con aire y pega sus labios esbozando una sonrisa.
—Bien. —Levanta sus manos— Me rindo, tienes razón.
—Claro que la tengo, eres un imbécil.
—Sí, lo soy. —Me mira y sonríe de nuevo.
—Aléjate. —Retrocedo— ¿Crees que dándome por mi lado va a
solucionar todo esto?
—No, pero siento que necesitas un abrazo. —Captura mi cuerpo sin pedir
permiso, entonces forcejeo.
—Déjame.
—Silencio, bonita. —Besa mi frente— Sé que tienes miedo, yo también
tengo miedo.. —Pega su cuello contra mi rostro—… no por Brando sino porque
no tengo idea de cómo ser un buen padre, pero juntos vamos a afrontarlo.
Jamás permitiría que nada les pase.
El silencio vuelve a invadirnos haciendo que arda escuchando sus
palabras. Cierro mis ojos confundida, quizá admirada porque en el fondo es lo
que siento. Esto es totalmente nuevo para mí… y temo no poder cuidar de mi
pequeño puntito. No quiero perderlo. No quiero que le hagan daño y a la vez
quiero que acabe todo. Estar embarazada me hace sentir feliz y a la vez
extraña. El no sé es una palabra concurrente en mi cabeza y el futuro algo que
no quiero afrontar.
Mi vida, mi alma, mi vientre y mis entrañas dependen de él… y de mí
ahora.
Y odio sentirme así.
—Siento mucho haberte ocultado lo de Tatiana. —Toma mi rostro con sus
grandes manos— Pero no necesitas preocupaciones ni cóleras.
Me quedo en silencio.
—… Pisotéame si quieres, pero no me alejes de los dos motivos más
grandes de mi vida. —Toca mi vientre y sonríe— Al igual que tú esto es
extraño… pero bueno, muy bueno.
Parpadeo y sin hablarle me acuesto en la cama. Es un grandísimo idiota,
pero lo quiero y es asquerosamente romántico.
Los días pasan y me he sentido mejor.
Tanto mamá como Kiara me acompañan cuando Christopher no está.
Mamá ha aprendido a perdonarlo, porque está advertida, pero aun así no deja
de criticarlo cada vez que quiere. Kiara en cambio se ha vuelto fan de nuestra
“relación”, aprovecha cualquier cosa para echarle flores y eso me hace pensar
en que hay gato encerrado, pero me vale mierda si es el caso.
¿Y papá?... Está bien, es todo lo que sé. No voy a rogarle para hablar, y
tampoco tengo ganas de enfrentar ciertas cosas con un viejo resentido. A
algunos nos toca tener familia tóxica y ahora estoy en un punto hermoso de mi
vida… No quiero enojarme ni pensar en lo que pasó, es o será. No hasta que
haya pasado el peligro.
2 meses por fin y la doctora Rondón, mi nueva ginecóloga, dice que todo
va bien. Aun no entiendo cómo quedé embarazada después de haber sido
estéril tantos años. Según ella, es muy normal. Las mujeres suelen chequearse
los ovarios como rutina, pero muy pocas le dan bola a sus hormonas y ese ha
sido mi problema. Nunca llevé un tratamiento hormonal porque después de las
primeras decepciones, me negué a ver más médicos especializados. Jamás
tomé anticonceptivas y, cuando me dieron las correctas, normalizó mi sistema
hormonal haciendo que sea fértil en pocos momentos.
Increíblemente estúpido… y sí, en este tiempo he aprendido de todo.
La prolactina alta no te deja tener hijos
El desorden hormonal hace que engordes y te vuelvas más sensible
Las ganas por tener bebés te los espantan
El sexo en el embarazo es… beneficioso.
Sonrío con lo último. He torturado al idiota durmiendo casi desnuda a su
lado y ha sido increíble. He fantaseado con su mano entre mis piernas sin poder
tocarlo. Mi hijo primero —Suelo decirme— Y nunca he sido tan fuerte como
ahora. Ni he comido tanto como en este momento.
Maldita sea, me he cuidado demasiado.
Comer más veces al día y cosas que engordan no ha sido de mi agrado,
pero tuve que hacerme a la idea sin renegar. Estoy un tanto emocionada, debo
aceptarlo, leer blogs de maternidad saludable ha sido mi pasatiempo en estos
días, aparte de molestar a Christopher por cualquier cosa. La banana es una
fruta que se me ha antojado mucho últimamente y eso ha sido jodidamente
bueno para mi venganza con él.
Pero ahora estoy aburrida porque ha salido de viaje.
Necesito hacer algo para distraerme, o juro que me volveré loca.
Kiara
Abro la puerta de su departamento apresurada. He llegado tarde.
Cuando estoy por fin dentro la encuentro con una laptop en sus piernas,
¿Acaso está trabajando? Parpadeo cuando cruza sus ojos con los míos, porque
realmente siento me está estudiando, pero soy más astuta que ella… Sonrío
sin emitir más emoción y tomo una manzana fingiendo desinterés hasta que
vuelvo a toparme con sus ojos.
—¿A quién te follaste? —Suelta y hace que escupa el pedazo de
manzana que me tragué.
—¿Qué? —La temperatura de mi rostro sube, puedo sentirlo. La puta de
mierda se ríe de mí y luego sigue con su laptop.
Oh rayos…
¿Acaso soy tan obvia? Qué patética me siento.
—¿Cómo lo supiste? —Pregunto. Moriría si mamá se da cuenta.
—Tienes cara de mal sexo, hermanita. —Ironiza el “hermanita”
—¿Qué? —Digo sin pensar.
—Estaba aburrida… —Exhala— Pero ahora soy toda oídos. —Deja su
laptop al costado y empiezo con los nervios.
Joder, es mi bruja hermana no mi madre.
—¿Qué? —Digo con prisa.
—Ay, Dios mio, no te hagas la babosa. No sabía que tenías un amorío,
aunque me las olía.
—Por favor, no le digas a mamá. —Gruño— Me mata.
—¿Me mata? —Repite mis palabras— No tendría por qué matarte. Eres
una chica grande, ¿No? Si dejas que ella te manipule siempre le tendrás miedo.
Eres quien toma sus propias decisiones.
Me quedo en silencio, la bruja tiene razón.
—Sí. Bueno….
—¿Quién es? —Pregunta divertida.
—¿Quién? —Mi garganta se seca— Un amigo.
—¿Así le llaman ahora? —Ríe perversamente y me giro en mis pies para
ingresar a la cocina. El departamento es moderno, estilo gringo, la cocina y sala
no tienen una división con pared, por lo que puede mirarme sin levantarse de
su sitio.
—Dulce… no quiero hablar.
—No me vas a dejar con las ganas de saber más, ¿O si? —Ladea su
rostro y decide torturarme acercándose a la mesa de la cocina. Ahí se toma su
tiempo, coge una banana y empieza a comerla.
—¿Te crees mono? —Intento cambiar de tema— Solo comes bananas.
Alza los hombros y ríe.
—Supongo que también las has comido. —Me mira sonriendo, mordiendo
su fruta y echándome todo el doble sentido que quiere. Y no… no las he
comido, me da asco.
—J aja. —Ironizo— Si no estuvieras embarazada, enserio pelearía
contigo pero como soy una buena tía, te dejaré en paz.
—Una buena tía…
—Sí, lo soy. Cuando mamá me dijo que estabas embarazada no pude
creerlo. Sé cuánto quisiste ese bebé, Dulce. Por eso todos te estamos
cuidando.
—¿Enserio te alegraste? —Pregunta curiosa y no puedo dejar de sonreír.
Las palabras de mamá retumbaron en mi cabeza ¡No dejé de saltar! Ni si
quiera sabía por qué, bueno… quizá sí. Me gustan los bebés, es eso.
—Por supuesto.
—Ten los tuyos, digo… no estás muy lejos. —Vuelve a joder
—¡Bueno ya, Dulce!
—¿Quién es el mocoso? No creo que sea tu ex “osito” ¿Captas? —Lo
remeda y ríe. Oh por Dios, no quiero ni pensar en ese tipo. No puedo entender
por qué salí con él. Después de meses vi su foto y me dio náuseas.
—No es mocoso, es un tipo más grande. —Abre sus ojos y su ansiedad
comienza a estresarme— Lo conocí en la Universidad a la que me metiste. —
Giro mis ojos— Y parece buena persona.
—¿Qué edad tiene?
—Creo que… 30. Su nombre es Dorian.
—¿Gray? —Se burla
—¡No! —Grito.
—Um… ¿Y va enserio? —Parpadea— No lo creo, recién lo conoces
según mis cálculos… y ya le andas dando tu florcita. —Ironiza y mis mejillas
explotan. La perra se está burlando de mí, suelta una carcajada alta y no tiene
piedad.
—Qué poca… —Me enfado y tiro un trapo.
—Bueno, Kiara… ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué está mal? Nah,
cógetelo. Tú que puedes… —Suspira.
—¿Tú no? —Mi asombro aumenta— Eres la mujer más sexual que
conozco.
Se vuelve seria.
—Como si cogiera todo el día…
—Bueno, lo hacías. —Ruedo mis ojos y aún puedo escuchar sus
gemidos— Eras muy descarada, Dulce.
—No exageres, lo hacíamos cuando dormías.
—¡No dormía! —Me pongo seria, realmente no fue bueno. Parecía que la
estaban matando. En ese tiempo pensaba que Chris era rudo y malo.
—Bueno, ya me entenderás ¿Cierto? Es inevitable.
Me quedo en silencio y no digo más.
Dorian es un tipo amable, con dinero y bueno. Buen partido en todos sus
modos, realmente quiero algo serio con él, pero… no me gustó. Odio que me
impongan las cosas, pero a la vez las acepto sin comprenderme del todo.
Jamás le cuento esto a nadie y hoy me siento extraña.
—¿Qué sucede? —Alza una ceja— ¿No te gustó?
—No… —Acepto— Osea… sí, pero no.

—Um… —Carraspea— Ese sí pero no es… ¿Lo tenía muy chiquito? —


Su lengua es afilada y vuelvo a enrojecerme. ¿Qué diablos le sucede? ¿Por
qué es tan… directa? —Niña, aprende a llamar a las cosas como son.
—Bueno, maso… —No sé qué más decirle, siento que me asfixio—
Solo… no sé. No sentí que me haya gustado del todo. No me miraba como
Chris te miraba a ti en el pasado.
—Kiara… —Parpadea— Fuiste muy rápido. Voy a darte un consejo:
Nunca dejes todo a nadie, siempre ten un pié afuera. Los hombres son como…
lobos, pierden el interés cuando consiguen lo que quieren si es un capricho.
—¿Entonces crees que soy su capricho? —Sigo confundida.
—No lo sé. Veremos si te llama. Al patancito lo hice sufrir mucho antes
de abrirle las piernas. —Sonríe— ¿O no te acuerdas?
Un vago recuerdo aparece por mi mente. Dulce fingiendo estar molesta,
tirándole una maceta y luego cerrándole la puerta. Reía cada vez que él se
quedaba fuera, pero eso era lindo.
—No sé en qué momento le abriste las piernas, ¿Cómo podría saberlo?
—Suspiro.
—No importa, Kiara. No esperes tener lo que otros tienen, porque jamás
va a pasar. Cada quien vive de manera distinta. Otro consejo: Domina tú
siempre. Al hombre le encanta ser dominado, aunque no lo quieran reconocer.
¿Viste a papá? Tan serio y machista, pero sin mamá se muere. La llama para
todo, hasta para bajar las escaleras. Son tipos de dependencias.
—Bueno, entonces… ¿Crees que sea buen intentar?
—Primero deja que te llame, luego te haces la interesante. Entrega todo
menos el culo hermanita. —Ríe— No tan fácil. No eres cualquiera, a menos
que quieras… Bueno, depende de lo que busques. Si buscas algo serio, ya
sabes.
—Reía… y repetía “puedo” “puedo” “puedo” con sus labios. Me sentí
incómoda. Vivió en el extranjero mucho tiempo y pensé que era algo de algún
idioma.
—¿Puedo?
—Su madre no es de aquí, creo que es Rusa. Y su padre es Mexicano.
—¿Y qué hace en Miami?
—Estudia… Aunque está un poco mayor como para hacerlo en la
Universidad. Tiene dinero, no entiendo. —Suspiro pensando y miro a mi
hermana pensar. Qué estúpida, la estoy complicando con mis cosas. — Pero
bueno, no te molestaré con eso. Quiero hacer galletas, ¿Me ayudas?
—Ay no, no… ya sabes que no soy nada de cocinera. —Se levanta y se
va.
¡Rayos!
Exhalo y empiezo a preparar la masa. Mi mente no deja de pensar en lo
que ella dijo… Quizá fue muy rápido, y es raro que haya dicho “puedo” Juro
que escuché esa palabra. Mi cabeza me tortura hasta que meto las galletas al
horno, y luego veo a mi cuñado entrar por la puerta.
—Kiki… —Me sonríe y le doy un abrazo.
—Hola patancito. —Remedo a mi hermana— Regresaste rápido.
—No aguantaba más días sin mi bebé y la amarga de tu hermana.
—Kiara, dame galletas. —Dulce sale de la habitación y, aunque no lo
quiera aceptar, lo ve como babosa. Ruedo mis ojos al ver su necesidad por
Christopher, y él con ella. Están tan sumergidos en su rutina que ni ellos
mismos notan que son muy evidentes.
—Así que te dignaste a aparecer. —Cruza los brazos y se contiene. Por
Dios, conozco a mi hermana… ¡Muere por besarlo!
—Ya sabes cómo es el trabajo. —Le sonríe.

—Ya, bésense. —Agrego y Christopher ríe para luego abrazarla.


—No me toques mucho, ¿Si? —Se escurre en sus brazos. Dulce es la
persona más hipócrita que conozco.
Y él no dice nada. Me guiña el ojo y besa su cabello, la abraza con sus
brazos torneados y debo confesar que le tengo envidia. Es un tipo guapo,
fuerte, estable económicamente, ¿Qué más puede pedir? Su marido tendrá
trabajo como Ingeniero toda la vida y ella es una chica hábil.
Me entristezco al pensar en mi futuro.
Pero luego sonrío para animarme, pasan algunos minutos y las galletas
están listas. Las comparto con ellos. Dulce come y me sorprendo porque
siempre evitó las calorías. Está embarazada… es la respuesta.
—¿Sabes que Kiara tiene novio? —Dulce me fastidia ¡Por Dios! ¡La odio!
—¿Enserio? —Chris deja de sonreír.
—Sí, quiere tips para tener un buen orgasmo. —Escupo la galleta y juro
que voy a matarla, me pongo roja.
—Deja de joder. —Chris susurra y se incomoda. Por Dios… necesito que
la tierra me trague.
—¿Podrías darle tips, no? —Se sigue burlando. Maldita, jamás volveré a
contarle.
—Me daré un baño. —Suelta Chris y se va.
—¡Maldita sea, Dulce! —Me enfurezco— ¡Te odio!
—Basta, Kiara… Es solo una broma. Estoy tan divertida…
—¡Me avergüenzas delante de Chris!
—Ya, ya… está bien.
—¡Mejor me voy! —Tomo mi bolsa y salgo de su departamento furiosa.
¿Qué se cree? Ash… maldita sea, tengo ganas de llorar por la vergüenza.
Bajo las escaleras porque el ascensor está ocupado y tomo el carro que
ella me regaló para manejar hasta casa. Todavía no puedo creer que lo dijo…
¡Me siento estúpida! Y suspiro con rabia
¡Mierda!
Grito de golpe mientras freno. Lágrimas salen de mis ojos por el susto y
pronto lo veo ahí… delante de mí con su auto ¿Qué carajos? Jadeo. Está loco.
Dulce
Ok, no debí pero se me hizo divertido.
Ojalá se le pase la rabia —Digo entre dientes mientras espío a Chris
secarse con la toalla— Joder, maldito hombre. Muerdo mis labios mientras
siento mis pezones sensibles. La doctora dijo que ya estaba bien y siento que
soy un volcán a punto de explotar.
Cuando sale una toalla enrolla alrededor de su cintura. Me mira calmado,
con el pelo mojado y la cara húmeda.
—No debiste avergonzar a tu hermana. —Me regaña.
—Sí, quizá.
—¿Se fue?
—Ajá… —Trago saliva.
—Qué bien. ¿Fuiste a tu ginecóloga?
—Me dijo que todo iba bien, que ya… no necesitaba muchos cuidados.
—Suelto una indirecta.
—De todas formas hay que hacerlo.
El idiota no entiende.
—No quiero. —Me acerco como serpiente— ¿Sabes que… el sexo es
maravilloso en el embarazo?
Sus ojos se oscurecen.
—Mi bebé. —Contesta.
—Está bien. —Suspiro— Jamás lo pondría en peligro.
—Ni si quiera me has dejado besarte… —Toca mis labios con la yema de
sus dedos— Me volveré loco si te toco.
—Tócame. —Capturo uno de sus dedos con mis dientes.
—Dulce… —Se eriza.
—Sh… —Subo mi mano por si piel fría— Estás fresco.
—Volveré a estar caliente en segundos.
Tuerzo mis labios
—¿Cómo te fue en la frontera? —Pone sus manos en mi cintura—
¿Lograste algo interesante?
—Desbaratamos una entrega programada de Hilton. —Me aprieta fuerte
contra él— Uno menos.
—Entonces usas muy bien la información que te dí…
—Mejor de lo que crees. —Intenta capturar mis labios pero pongo un
dedo entre nosotros.
—No permitiré otra mentira. —Le advierto y me mira fijamente— Quiero
estar informada de todo, así sea muy malo.
—Silencio. —Vuelve a apretarme, quita mi mano con fuerza y me devora
con sus labios. Jadeo como si fuera virgencita y siento una bomba explotar por
todo mi cuerpo. La temperatura me sube, mi mente colapsa y no puedo
evitarlo… le devuelvo la furia que me da. Toco su cabello mojado y me excita,
abro mi boca para besarlo más y siento su lengua rabiosa por dentro.
Oh puta mierda…
Tiro la bendita toalla y lo veo desnudo contra mí. Con mis manos toco su
trasero redondo mientras me arrincona en la puerta. ¿Qué demonios? Quiero
una cama, no la pared.
—Tu madre dijo… —Jadea— Vendrá…
—No me importa.
—Cielo… ¿Estás segura?
—Totalmente. —Vuelvo a besarlo y saboreo sus labios de forma
arrebatada. Dios, santo cielo… ¿Cómo sobreviví tanto tiempo? No quise
besarlo para no provocarme, y realmente ha sido una tortura.
Me clava contra sus caderas y sube mis piernas al aire. Cielos… puedo
sentir su erección contra mi pantalón sin que pueda controlarme. Con una mano
arranca los botones de mi blusa y con la otra me sostiene. Pega su boca entre
mis senos y con sus dientes rompe el broche de mi brassiere fácilmente
dejándolos saltar hacia afuera.
—Silencio. —Ordena, me gusta que sea malo.
—Sí… —Juego.
—Sumisa… —Sus ojos excitados me prenden, volvemos a jugar
—En tus sueños. —Rompo con todo y ríe para luego acostarme en la
cama.
Lo veo y no lo creo.
Es… perfecto.
Muerdo mis labios cuando su silueta se impone ante mi cuerpo. Está
desnudo y es maravilloso. Intento medir… sus pasos, pero me es imposible.
Jala mi pantalón y mi ropa interior de un solo tirón para luego introducir su rostro
entre mis piernas.
Muerdo
Jadeo cuando siento su contacto. Su lengua me posee de una forma
exasperada y simplemente no me controlo. Me arqueo hacia atrás y chillo de
placer. Bendita sea su puta lengua… Muerdo mis labios y siento que sangran,
es tan bueno… lo quiero dentro, pero no me deja. Junta sus labios y mantiene
sus dedos ahí…
—Pequeño… —Besa mi vientre y estoy nublada. Luego sube hasta mis
senos y los chupa.
Joder… lo hace tan bien.
Con sus dientes muerde despacio mi pezón y siento que exploto… pero
no suelta mi centro.
Me quiebro al sentir sus dedos haciendo círculos.
Oh, mierda… él es mi necesidad. Sube por mi cuello hasta que su boca
captura mi mentón y por último mis labios. Lo beso como una puta urgida y
enredo mis piernas en sus caderas invitándolo a terminar el acto.
—Con calma… —Me dice.
¡A la mierda su calma! Gruño contra su aliento ¡Lo necesito ahora!
—Quiero más… —Susurro agitada y, cuando estoy a punto de obligarlo,
sentimos un ruido. Maldito el momento, joder… ¡No puede ser justo ahora!
Lloriqueo
—¿Qué fue eso? —Dice, recuperando el aliento.
—El gato.
—No tenemos gato. —Se altera
—No, basta… —Vuelvo a tomar sus labios.
—Dulce…
El sonido de vidrios vuelve y mi piel se eriza haciendo que todo en mí de
vueltas. Enseguida Christopher se levanta, salta hacia su pantalón y toma su
arma. Se cubre con su bóxer y me mira.
—No salgas.
—No, Chris… —Lloriqueo sintiéndome extraña y me cubro con las
sábanas.
—No salgas. —Me advierte furioso.
—¡Chris! —Digo en voz baja y mi cuerpo se tensa pasando de caliente a
frío. Lo primero que hago es vestirme y después me escondo detrás de la
puerta, tomando un jarrón de vidrio para defenderme.
Christopher se tensa y dispara.
¡No!
Una bala rompe cosas fuera, entonces lloro sentándome. Mi bebé, no…
no.
—Puntito, por favor… no te asustes. —El corazón me late tan fuerte que
no lo soporto. Solo pienso en mi bebé, mi bebé, mi bebé. — Estarás bien,
puntito… —Tomo mi estómago con mis manos y me abrazo.
Joder, mierda, la puta de todas las putas… ¡No lo soporto!
Y escucho dos balas más
¡No! ¡Christopher!
El alma se sale de mi cuerpo y abro la puerta encontrando todo destruido.
Abro la boca en shock… mi sala, mis cuadros, mis muebles… todo hecho una
mierda. Levanto la mirada y veo a Christopher entrar de nuevo con los ojos
llenos de furia.
—¡Chris!
—Se escapó, pero lo herí. Era un maldito psicópata.
Jadeo al ver una pequeña caja en la mesa de centro. Tiene un listón rojo
y lleva mi nombre. Me paralizo y trago saliva mirando a Christopher.
—No la abras. —Me advierte.
—Dice mi nombre. —Suspiro, las emociones todavía no salen de mi
cabeza.
—No es mía, tampoco de tu hermana. —Me aleja sobreprotectoramente
y lo maldigo. ¡Necesito saber de qué se trata todo esto! ¡Quién demonios
mandó a un psicópata a destruir nuestras cosas! Forcejeo con Christopher y la
caja se cae expulsando todo lo que hay dentro.
Mis ojos se congelan al igual que los suyos.
Abro mi boca y doy el grito más fuerte que he dado en toda mi vida. El
horror invade mi cuerpo, todas las partículas de mi piel se mueven y siento que
no puedo respirar.
Sangre…
Un cordón umbilical…
Un pequeño feto muerto en el suelo.
Y una nota
La traición nunca se perdona, cariño….
55. Nada es como parece
Dulce

“Hay algo realmente hermoso en quien ama con miedo a perder”

El horror se apodera de mi cuerpo haciendo que mi corazón palpite de


prisa. Trago saliva sintiendo cómo se me escarapela la piel al ver la sangre
rondando cerca de mis pies. Es un pequeño bebé muerto… Palidezco, mi
temperatura cambia de caliente a frío calando hasta el más profundo de mis
miedos.
¡Lo sabe! ¡Brando lo sabe!
Christopher se interpone en mis ojos y no puedo dejar de pensar en esa
imagen. Me empuja a la fuerza y yo solo sigo su ritmo mientras la imagen de
ese piecito diminuto desaparece por el marco de la puerta.
—Dulce… —Ahoga un grito, se maldice mil veces y, aunque lo intente,
no cambiará lo que acabo de ver. —Por favor, tienes que hablarme. —Palmea
mi rostro suavemente, pero sigo mirando al vacío.
Eran piecitos…. Piecitos pequeñitos. Ese bebé estaba formado,
completamente formado. Tenía una mini columna, piernitas, cabecita… ¡Era un
bebé vivo que mataron en el vientre de su madre! Jadeo contenida, sin saber
cómo expresar lo que siento. Lágrimas caen por mi rostro y siento que voy a
morir ahora.
—Dulce. —Insiste—Por favor, cielo. Responde, dime algo.
—Lo mataron… —Por fin puedo expresar— Era un bebé.
—No, no cielo. Pueden haber conseguido algún feto ilegalmente. —Eleva
mi mentón mientras me obliga a verlo— Es lo que hacen las ratas como Hilton.
Manipular a las personas con el miedo.
—Sabe que estoy embarazada… —Mi voz es apenas un hilo— ¡Lo sabe!
Y la desesperación llega a mí de forma arrasadora, haciendo que explote
en medio del llanto. Mi mente colapsa recordando esas imágenes, intentando
encontrar una salida, queriendo escapar para proteger a mi pequeño puntito.
—¡Basta! —Grita y me obliga a mirarlo— No llores más.
—¡Cierra la puta boca! —Grito— Tú no sabes lo que es para mí esto…
—Chillo descontroladamente— No sabes todo lo que esperé por este bebé. No
sabes cómo sufrí pensando que me habías dejado por ser estéril. No sabes
qué se siente….
Me mira impaciente y continúo.
—… Dices que vas a protegernos y ni siquiera pudiste evitar esto, ¿No lo
entiendes?
Tensa su mandíbula y siento que todo es aún más negro. Mi cabeza de
vueltas, tomo la pared para sostenerme intentando llegar a la calma. Aún no he
pasado el tercer mes, todo es complicado ahora y no quiero perderlo. Este
pequeño es mi luz, mi fuerza, una llama en la oscuridad del desierto.
—Tiemblas… —Susurra tomándome entre sus brazos. Aun no entiendo
cómo lo hace. Tiene la maldita capacidad para aparecer sin que me de cuenta.
—No… —Suspiro, pero es tarde. Estoy sentada encima de sus piernas.
—Todo estará bien. —Susurra en mi oído, metiendo sus brazos en el
hueco de mis brazos para luego enrollarme en su cintura— Llora, pero por favor
no lo hagas mucho rato… —Su voz suena tensa y obedezco. Mi pecho salta
mientras tiro todo mi miedo en medio de las lágrimas, en sus brazos, junto a su
piel.
Las preguntas vienen y van rondando insistentemente en mi alma. ¿Qué
pasará ahora? ¿Cómo lo lograremos? ¿Debería hablar con Brando? No —Me
contesto a mí misma— Sería una estupidez. Mi garganta se seca cuando
empiezo a sentir que ya no tengo aliento y pronto mis chillidos bajan haciendo
que mi cuerpo se relaje.
—Júrame que estará bien. —Enfrento sus ojos llenos de pánico— Tienes
miedo…
—No miedo de él, bonita. —Ensambla una leve sonrisa— Miedo por ti.
—¿Por mí?
—Odio cuando lloras. —Traga saliva— Me da retorcijones por dentro. —
Con su suave dedo limpia mis lágrimas— Y no estoy muy acostumbrado. La
Dulce que conocí jamás lloraba… pero hoy es mi bebé llorando también.
—Jamás fui tan débil…
—Llorar no es signo de debilidad. —Me corrige— Los seres más valientes
lloran ¿Sabes por qué? Porque tienen los suficientes huevos para aceptar que
les duele.
—Temo por…
—Sh. —Pone un dedo en mis labios— Lo sé. Y estoy enojado. Se acabó
el recreo, bonita. Pondré mi plan en marcha.
—¿Plan?
—Voy a destruir a Hilton ahora mismo.
Mi mente desvaría intentando entender su juego.
—¿No lo habías hecho?
—No. —Sus ojos se oscurecen haciéndome sentir extraña.
—Entonces…
—Luego hablaremos de esto. —Pega sus labios junto a los míos—Ahora
tenemos que irnos.
—¿A dónde? —Parpadeo.
—Eso no importa, cielo.
Se levanta obligándome a hacerlo también. Toma una maleta y saca la
ropa que puede de los cajones. Es muy rápido haciéndolo, tanto así que en 5
minutos estamos listos.
—Prométeme que no soltarás mi mano. —Extiende su mano y sin dudarlo
entrelazo la mía. Saca su arma y me pone delante de él mientras cuida mi
espalda. Cuando salimos hacia la sala jala mi cuerpo tan rápido que no tengo
tiempo de ver la cruda imagen de nuevo. Vamos por las escaleras hacia el
estacionamiento y ahí mismo cruzamos una puerta que jamás había
visualizado. En pocos segundos estamos en su hotel ¡Dios! ¿Era una puerta
secreta? Pienso en las posibilidades y, mientras lo hago, siento cómo me sube
a un auto que no es el suyo.
¿Qué carajos?
Intento hablar pero me calla con un piquito. Sonríe y luego vuelve a ser
serio. Maneja como loco, pero no importa. Muerdo mi labio intentando ser
fuerte, pensando en que todo estará bien, en que mi bebé nacerá sano y debo
ser inteligente para traerlo a este mundo.
Una tormenta de lluvia cae como si fuera una historia de terror, mientras
lo último que veo es la carretera, ¿Estamos saliendo de Florida? Mi cuerpo
tambalea y decido relajarme, o al menos intentarlo.
—Duerme. —Ordena, haciendo que su voz sea un eco en mis sentidos.
Mis párpados pesan casi de inmediato y cierro mis ojos para no sentir más
miedo.
Chris
Hijo de puta.
Meto el pié en el acelerador mientras sigo maldiciéndolo. Mi mente trabaja
en este tiempo: Colgaré sus putos testículos —Si es que los tiene— y golpearé
tanto su rostro que no quedará rastro ni de sus ojos.
Se atrevió a meterse con mi familia de nuevo y eso no voy a perdonárselo.
—Diga. —Contesto el celular mientras me pongo el auricular en el oído.
—Christopher, leí tu mensaje. —Dice Juan. Le mandé un mensaje
mientras manejaba. El arte del tecleo con una mano se ha vuelto lo mío.
—¿Novedades? —Intento mantener la calma, pero en el fondo estoy
ansioso.

—Me enviarán las grabaciones en una hora, pero averigüé los nombres
de posibles mensajeros, ex carcelarios, jóvenes de la mafia, redes de Hilton y
nadie calza con las características que me diste.
—Solo lo vi de espalda. —Golpeo el timón— Tienes que encontrarlo.
—Hago lo posible. ¿Cómo está Dulce?
—Duerme. —Trago rabia— Y mi bebé duerme con ella….
—Christopher, cálmate. Sabes perfectamente que esto se maneja con la
cabeza fría.
—Ella tiene razón. —Resueno— No pude protegerla.
—Por favor, ¿Cómo ibas a saberlo?
—Debí suponerlo. Debí alejarla de todos desde que la ví de nuevo.
—¿Qué diablos harás?
—Irme con ella. —Suspiro— A donde no haya mierda.
—Christopher…
—Lo siento, Juan. No es que desconfíe de ti ni del equipo, pero por ahora
no le diré a nadie mi paradero. Ni si quiera a la familia de Dulce.
—Entiendo. —Solo dice— Te mantendré informado.
—Gracias, Juan. Necesito que hagas una cosa más…
—¿Qué cosa?
Sonrío.
*
Son las 3am y aún no deja de llover. Con rapidez salgo del auto y la tomo
entre mis brazos. Ella pega su rostro y lo esconde en mi pecho, lo que hace
que mi impulso vaya más rápido hacia el pequeño hotel que encontré en la
carretera.
—Señor…
—¿Cuánta gente tienes durmiendo aquí? —Pregunto rápido.
—A nadie, señor. Recién..
—No me interesa, te alquilaré todas las habitaciones de esta noche.
Cierra el hotel, no aceptes a nadie.
—Pero… señor. —Sus ojos se abren.
—Te pago el doble, dame tu mejor habitación.
—Sí señor. —Su rostro cambia— Por aquí.
La curiosidad de ese tipo me enferma, pero no será problema. No
mientras no meta sus narices donde no debe.
—Cielo… —Acaricio a mi bonita, quién duerme aún como una bella
durmiente.
—¿Dónde… estamos? —Se talla los ojos.
—No importa, hazme espacio. —Sonrío y la abrazo. Ella no se da cuenta
pero estoy sin camisa. Pega sus labios en mi piel y me erizo. ¿Cómo puedo
sentír ganas de hacerle el amor en este momento? Contengo mi necesidad y
beso su cabello, mientras que con otra mano tengo mi pistola. —Nadie les hará
daño, cielo. Nunca. Jamás. —Susurro una vez más.
Las horas pasan volando e instintivamente mis ojos se abren de golpe.
Miro hacia la ventana y veo la luz del amanecer a puertas, entonces la
despierto. Ella gruñe y se talla los ojos como si nada sucediera. Su cabello
despeinado hace que la sienta más bella, entonces la miro… y me pierdo en su
amargura.
—Tengo frío. —Se queja.
—Está bien, abrígate. —Le doy mi casaca y pronto la guío hacia la salida.
—¿Dónde estamos? —Pregunta, pero no respondo. Acelero nuestro
paso hasta la puerta trasera del hotelillo en el que pasamos la noche. Le sonrío
y sus ojos parecen ser fríos.

—En medio de la nada. —Beso su frente— Por favor, no hagas ruido.


Volteo y me aseguro que no haya cámaras, para luego correr con el auto
hacia la carretera. Ella mira con un suspiro ahogado a la ventana. Puedo notar
cómo pega su cabeza en la luna y tiemblo… ¿Qué estará pensando? Las ideas
rondan una y otra vez por mi cabeza, sin embargo decido callar.
Una hora más pasa y por fin llegamos. Se saca la casaca que le di porque
hace calor y baja instintivamente para ver bien nuestra casa. Porque sí, es
nuestra… y aún no lo sabe.
—Christopher, ¿Qué es esto?
—Nuestra casa. —Sonrío y la tomo de la cintura para luego entrar en
ella— Aún le faltan algunas remodelaciones, pero está habitable. Era una
sorpresa, bonita pero…
—No entiendo. —Me corta— ¿Viviremos aquí para siempre?
—Al menos hasta que nazca el puntito. —Le sonrío a medias— Nadie
sabe que estamos aquí, ni siquiera Juan.
Abre la boca para hablar pero luego la cierra. Quiere decir algo, quizá
reclamarme, pero no lo hace… quizá porque tengo razón.
—Nuestro bebé es lo más importante.
Asiente.
—Sí.
—Podrás hablar con tu familia cuando desees. Te he comprado un móvil
sin gps, tal y como es el mío.
Me mira tensa y recorre la casa mirando hasta el último detalle. Las
ventanas son grandes y transparentes, lo que permite ver el exterior. Hay dos
habitaciones, unas escaleras, sala y comedor pequeños. Todo perfectamente
decorado y nuevo.
—Es mi estilo. —Levanta una ceja— ¿La diseñaste tú?
Asiento.
—Desde hace mucho. Tengo contactos en este lugar, ah y es una playa
privada. Tienes que ver esto. —Mi emoción salta y la tomo del brazo para
enseñarle el exterior. Hay una sombrilla, dos tumbonas, una mini piscina y por
supuesto una playa escondida. Sonríe al ver el mar. Un par de rocas generan
una especie de camino y entramos en él sin pensarlo.
—No lo superas. —Esboza un suspiro.
—No se pueden borrar los recuerdos que te hicieron feliz un día. —La
arrincono hacia la roca.
—Vives el pasado, patancito. —Murmura tranquila— Yo ya no soy la
chica de 16 que embaucaste frente al mar. —Ríe.
—¿Qué embauqué? —Levanto su mentón— Siempre serás mi bonita
amargada.
—Idiota. —Rueda los ojos.
—Mi amor. —La beso.
Al principio intenta separarme, pero luego colabora. Sostengo su cuerpo
con mis brazos mientras sus labios se comen a los míos de forma exasperada.
Joder, si seguimos así no podré contenerme. Ella es maldad pura, pero también
poesía. La más linda de todas. Abro mi boca y capturo su esencia. El sabor de
sus labios es dulce y su lengua perfecta. La calo con mi aliento, resueno mis
labios en los suyos cuando dejo un labio para capturar el otro y vuelvo a
atacarla.
—Christopher. —Se separa apresurada.
—¿Sí? —Digo, con voz ronca.
—Estoy cansada. —Muerde su labio— Y tengo hambre.
Sonrío.
—Bien, vamos a comer.
En mi intento de desayuno termino quedando el pan que metí a la waflera.
Ella ríe siempre verificando mis pasos, luego me corrige y por fin me sale. La
señora que limpia este lugar es de mi entera confianza, así que le pedí que
compre todo lo necesario para que ella se sienta cómoda.

—¿Satisfecha?
—Sí. —Tose— Necesito ir a la recámara, supongo que compraste todo
lo necesario.
—Así es, cielo. Te acompaño.
La tomo de la cintura de nuevo y dirijo su paso por las escaleras hacia
nuestra habitación.
—¿Y la otra?
—Está cerrada. —Tomo su brazo y la introduzco hacia adentro— ¿Qué
tal?
Las cortinas blancas largas hacen que la habitación sea luminosa y con
una perfecta vista. Ella solo se dedica a tocar el espejo que empieza a reflejarla
y luego la abrazo por detrás para sentir su calor.
—Estoy emocionado, aunque no lo creas. Es un nuevo comienzo. Solos
los tres.
Me sonríe a medias de nuevo, entonces la dejo sola. Mi celular suena y
necesito contestar sin que escuche.
—Juan.
—Lo hice. —Suelta una carcajada— Hilton va a odiarte más.
—Para que sepa que no debe meterse con lo que es mío.
Cuelgo el teléfono y sonrío. Ha llegado la hora de mi venganza.
Dulce
Tengo ganas de llorar de nuevo.
Maldita sensibilidad que me pone al límite. Mi garganta pelea con mi nariz
y empiezo a sentir que arde por dentro.
—¿Serás tú, bebé? —Digo y me acerco al espejo mientras acaricio mi
vientre— Eres fuerte, puntito. Soportaste golpes, decepciones, miedo,
lágrimas… y sigues conmigo. Por favor, no te vayas nunca…
Abro mis ojos como platos y me levanto el polo para luego ponerme de
perfil. Tiemblo al ver mi vientre ya no plano… tengo una leve y pequeñísima
curvatura en el estómago y siento como si tuviera mil mariposas dentro. Los
ojos se Christopher se reflejan en el espejo y sonríe como idiota.
—Es… la imagen más hermosa de mi día. —Masculla acercándose
lentamente.
—Tengo una leve curva. —Me abraza por detrás y toca mi vientre con
sus grandes manos.
—Es tan maravilloso… No lo soporto, tienes que verlo.
Su emoción aflora y, casi saltando, abre la otra puerta entonces entiendo
todo: Una cuna, cuadros de bebé… y hasta un roponcito están a la orden de
ese lugar. Abro mi boca sintiéndome extraña, pero a la vez feliz. Toco todo sin
dudarlo y luego lo miro.
—¿Era un secreto? —Mis piernas tiemblan.
—Otra sorpresa, pero lo arruiné. —Beso su cabello— Ahora me ayudarás
a decorarlo.
—Estaría encantada. —Jadeo y vuelvo a tocar todo.
Una hora después, él me convence para ir a la playa. Alrededor veo pocas
casas y no hay mucha gente que moleste. Por un lado me hace sentir tranquila,
porque odio ver a tanto imbécil suelto o suelta, pero por el otro la soledad va a
matarme.
—Ese vestido es lindo. —Dice, mirando mis senos. El idiota no es tan
idiota, sabe jugar sus cartas.
—Lo sé. Yo soy linda. —Curveo mi cabeza y río.
—¿Un helado? —No espera mi respuesta, así que pronto paramos en
una especie de carrito con ruedas que nos brinda diferentes opciones. Él elige
uno de fresa, pero mi interés se torna en una Haagen Dazs porque son mis
favoritos.
—Chocolate o nutella está bien. —Tuerzo mis labios y mientras
esperamos, apoya su brazo a un extremo del carrito, haciendo que su piel
choque con la mía. Jodido patancito, quiere provocarme. Trago saliva mientras
escucho sus susurrros.

—¿No quieres fresa? —Su voz es orgásmica, mil partículas chocan


conmigo.
—No. —Mi respuesta es rotunda y lo alejo, entonces retrocede topando
sin querer a un niño.
—Lo siento. —Dice y su helado se cae.
Oh… mierda… empieza a llorar.
—Está bien, pequeño. Voy a comprarte uno, ¿Si?
—Mamá. —Llora desconsolado.
No sé qué hacer ni cómo actuar.
—Por favor, un helado. —Christopher mira a todos lados y no a nadie—
¿De qué sabor los quieres, pequeño?
—totolate. —Dice— y coco.
—Uno con chocolate y coco. —Christopher repite.
—Ño. —El niño negocia— Dos ladosh. Ashí —Señala con sus deditos y
río mientras Christopher se irrita, pide los dos helados y se los da.
—Gacias extlaño. —Sonríe.
—¿Y tu mamá? ¿Dónde está?
—Allá. —Señala. Hay una pareja joven que dirige la mirada hacia
nosotros, llevan a una bebé en brazos.
—Bien, ¿Cómo te llamas, amiguito?
—Labito. —Ríe y frunzo el ceño ¿Un niño llamado “labito”? Christopher
pone cara de tonto y luego vuelve hacia mí.
—Qué inteligente ese niño, te sacó dos helados. —Lo molesto.
—Es un niño. —Sonríe.
—¿Tienes idea de cómo será el nuestro? Mira a todos esos idiotas con
sus hijos —Emito un suspiro pausado— No me veo siendo así.
—Supongo que… lo haremos bien, bonita. —Responde con tensión
también mientras tomamos una sombrilla y las tumbonas.
—¿Te pongo protector solar? —Pregunta y se adelanta a mi respuesta.
Con sus manos toma el líquido y lo esparce por mi espalda de manera caliente.
—No juegues con fuego. —Advierto— Puedes quemarte.
—Correré el riesgo. —Me voltea y sin querer hace que mi helado caiga
entre mis senos. Lo miro con furia asesina cuando intenta disculparse, el hielo
ha hecho que salte de mi asiento para limpiarme y pronto termino.
—No te acerques.
—Cielo, tienes más helado aquí.. —Mete dos dedos entre uno de mis
pezones y lame el chocolate.
—¡Christopher! —Digo jodidamente excitada, pero me aguanto.
Ríe como un bastardo y me enojo caminando hacia la casa. No puedo
soportar que sea tan imbécil, ¿Por qué provocarme ahora? Sabe que mi cabeza
está en otro lado y que no puedo olvidar lo sucedido.
—¡Dulce! —Grita, me persigue pero lo evito. Subo a la habitación y cierro
la puerta del baño para luego desvestirme. ¡Estoy enojada! ¿Qué tiene en la
cabeza? ¿Pelotas? Carraspeo mi garganta mientras abro la ducha y me
sumerjo en el agua tibia.
Oh… maravilla.
El agua cae lenta y pausadamente por mi piel erizando hasta mis senos.
Muerdo mis labios, cierro mis ojos y tomo shampoo para masajear mi cuero
cabelludo. El agua es deliciosa… pero hace que todo en mí se erice. Con
agilidad llevo el jabón entre mis senos erectos y paso lentamente por toda la
línea vertical de mi estómago hacia mi centro. Abro mis ojos de inmediato, el
agua aún cae por mi espalda, así que dejo el jabón a un costado.

Me necesito.
Río como tarada, estoy tan… desabastecida. Podría tronar los dedos y él
estaría aquí como perrito amaestrado, pero no quiero. No me da la puta gana.
No voy a darle el gusto. Con un dedo masajeo mis piernas rozando suavemente
mi feminidad. Muerdo mis labios, vuelvo a reír, hace tiempo no hago esto…
entonces me acaricio. Lo hago de una manera suave y delicada.
—Cómo cambias, Dulce. —Susurro subiendo mis manos hasta mis
senos, recordando que ya no soy esa misma niña sexual que juagaba con sus
dedos. Ya no me provoca tocarme ahí… sino en otro lado. Trago saliva, jadeo
y lentamente llevo un dedo a mi boca. Esto es excitante, maravilloso, intenso.
Pruebo una y otra vez por todos lados, ¿Qué más da?, todas las mujeres
tenemos algo de aquello. A todas nos gusta, pero hay mojigatas que lo
esconden.
A la mierda la decencia. Cuando eres tú eres tú y punto. Nadie debe
recriminarte por sentir, mucho menos dejarte llevar por una sociedad que
intenta seguir reprimiendo la voz femenina. Las mujeres también queremos
sexo todo el día, a las mujeres también nos gusta jugar con el agua y los dedos,
¿Por qué el hombre solo tiene que hacerlo? Callamos con la risa, con las
mejillas rojas y una cabeza hacia abajo lo que todo mundo siente pero casi
nadie dice. Y no, no es correcto. —Me digo una vez más hasta que mi alma se
paraliza.
Unas manos largas tocan mis senos.
Joder, ya no sé si es espía o un fantasma que no veo. Con suavidad rueda
sus dedos de forma circular entre mis pezones haciendo que seda en
segundos. Mi garganta se vence ante su maldito olor a rosas… y es algo que
jamás podré explicar.
—Te ví… y pensé que necesitabas ayuda. —Susurra ronco en mi oído.
—¿Ayuda? Puedo hacer mil cosas sola. —Jadeo.
—¿No puedo colaborar? —Me voltea y veo su desnudez altiva hacia mí.
Jodido patancito
—No sé en qué podrías colaborar, eres un bueno para nada. —Sonrío y
sé que le jode. Oh si… empecemos el maldito juego.
—¿Para nada? —Bufa— Creo que te encanta. —Intenta besarme pero lo
detengo.
—Creo que eres normalito. Las pulgas no crecen. —Suelta una risa y sus
ojos se oscurecen. Está enojado.
—No dices eso cuando estamos en la cama.
—Bueno, hay que tener caridad. —Mantengo mi sonrisa— Las mujeres
fingimos muy bien, patancito.
Tensa su mandíbula y gira su cuerpo para irse, pero ahora cambio de
opinión y lo tomo de los brazos. Él me mira aún molesto, por lo que le doy un
piquito y me pega hacia la pared con furia. Besa mis labios devorándolos y gimo
en su boca. La verdad es que me encanta todo lo que hace conmigo, pero
siempre es bueno joderlo para que no se crea el semental del pueblo. Soy una
yegua que cuesta…
—No te soporto, ¿Sabes? —Me aprieta con su cuerpo— A veces me
pareces la bruja más odiosa del mundo, sobre todo cuando me hablas de esa
manera, pero no puedo explicar por qué me vuelves loco. Dulce… —Enreda
sus dedos en mi cabello— ¿Sabes qué quiero hacer contigo? ¿Te imaginas
cómo te sueño en mis fantasías? No dejo de pensarte. Te cojo en mis sueños.
Eres puro veneno.
Cuando intento responder, su lengua ya está bailando con la mía. Me
come con su boca de manera inexplicable. Choca mis dientes, chupa mis
labios, enreda su sabor y aliento conmigo y se separa con fuerza. Me tiene
apretada contra la fría pared mientras el agua caliente cae por su pecho.
Joder… es un Dios griego.
—Chris… —Gimo sin aliento— Basta.
Pero vuelve a besarme y esta vez es tan fuerte que termino golpeándome
la cabeza. La molestia no importa, pero sentirme así… oprimida hace que todas
mis hormonas se den vuelta y quiera abrir mis piernas de inmediato. Suelta mis
labios, me mira con ojos oscuros y luego cierra la llave de la ducha para
enredarme en una toalla y llevarme hacia la cama. Ahí me tira con fuerza y
caigo rebotando. Sus ojos brillan ante mi desnudez y los míos parpadean ante
su erección. Lo necesito ahora.

—Ni lo intentes. —Advierte al verme mover mi brazo— Voy a disfrutarte.


Besa el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo sube de temperatura de nuevo. No
espera mucho para bajar por mi cuello, subir nuevamente por mi mentón y
bordear con su lengua mis labios.
—Silencio… —Jadea ronco poniendo un dedo sobre mi boca y lo muerdo
para luego succionar su piel y sentirme una diosa.
¡Pagaría por grabar su rostro en este momento! Se derrite y de alguna
manera estoy disfrutándolo.
—No vas a desconcentrarme. —Su voz apenas es audible, saca su dedo
y lo pasa por toda la línea de mi cuerpo hasta llegar a mi centro. Hace lo mismo
que seguro vio en mi intimidad y me aloca. Besa una vez más mis labios, baja
hasta mi pecho y ahí muerde mis senos con fuerza.
Chillo. Siento aún más la humedad entre mis piernas, hasta que su
conocido y familiar dedo da vueltas…. Entonces me arqueo hacia atrás sin
poder resistirlo.
—¿Soy tan malo en esto? —Susurra y no respondo.
Cierro mis ojos y lo disfruto. Su dedo estimulando mi clítoris de arriba
abajo y luego en forma circular, sus labios dejando su aliento por mis senos,
sus dientes mordisqueando cruelmente mis pezones erectos.
—¿Te gusta?
—Sí. —Confieso aturdida. No, no pares.
Hasta que baja con sus labios a mi centro y lo besa de forma violenta
haciendo que mi cuerpo arda en el infierno. Hago puños en las manos, me
vuelvo rígida y no puedo dejar de jadear su nombre, pero para… dejándome al
borde del lloriqueo.
—Te deseo… —Ahoga sus palabras— Pero de otra manera.
—Chris….
—Estaba con hambre y… —Estira su brazo y agarra unas fresas— Me
las robé de la cocina.
Mantiene su dedo con una mano y con la otra jala las fresas y las mete
en mi boca para luego comerlas. Mientras mastico siento electricidad correr por
toda mi piel. Me retuerzo por dentro queriendo colgar mis piernas en sus
caderas pero no me deja. Voy a volverme loca….
—Dí mi nombre. —Ordena. Chico malo.
—Patancito. —Respondo como puedo.
—Mi nombre. —Jadea contenido, su gran erección me distrae.
—Chri…Christopher.
Entonces lo toco y me encanta. Estimulo su miembro con mis manos y
puedo sentirme una gran perra, su perra. El idiota cae ante mi toque, entonces
aprovecho para darle vuelta. Me mira excitado cuando me pongo en su encima
y beso cada centímetro de su piel, entonces sonrío malévolamente.
—¿Qué se siente?... —Jadeo y muerdo sus tetillas, ahogándome en el
propio deseo cuando veo sus ojos voltearse, entonces me introduzco en él
acomodando mi cuerpo y es el sentimiento más placentero del mundo.
Él llena todo en mí y no puedo sentirme más satisfecha. Cabalgo en su
encima sintiendo que mis senos se mueven más que de costumbre. Él me mira
con la boca entre abierta y yo solo voy a mi ritmo.
Quería saciarme… lo estoy haciendo.
Trago saliva cuando descubro que voy más rápido por inercia. Él me
ayuda sosteniendo mis caderas con sus manos y me reboto mil veces para
sentirlo más dentro. Lo amo, puta mierda, lo amo. ¡Y he amado ser su jodida
mujer estos años! Me vuelve loca, una loba en celo…. Y debo aceptarlo.
Con sutileza aumento la velocidad más, más y más moviéndome de
adelante hacia atrás, mirando cómo mi interior se adapta al suyo de forma
perfecta. Me doy placer mientras puedo, pero se cansa y se sienta como puede
sin salirse de mí.

—Eres una bruja linda…. —Sonríe, separando un mechón de mi


cabello— Te amo, bonita.
Tomo su rostro, lo beso mientras sube sus manos por mi espalda y luego
me da vuelta. Se acomoda, pone una almohada en mi trasero y empieza a
resbalarse en mi interior de forma apresurada. Cada embestida que da me
vuelve más adicta a su cuerpo y siento que voy a colapsar pronto, pero no
quiero. Me aferro con mis piernas a sus caderas y dejo que cale en mi interior
como quiera.
Se desespera. Sube mis piernas a su pecho y vuelve a penetrarme con
fuerza. Sigue duro hasta que mi interior lo siente por completo y no puedo
dejarlo… simplemente no puedo.
Choca una, dos, mil veces haciendo fricción con mi piel, rebotando en mis
nalgas, esbozando ese sonido peculiar por el roce de nuestros cuerpos. Viviría
en la cama de mi marido así… toda la vida. Él sabe cómo me gusta y en dónde.
Yo sé sus trucos y le sigo el juego. Somos un par de ninfómanos intentando ser
normales. Me gusta coger con este hombre, hacerlo mío, hacerme suya sin
complejos.
Se mueve rápido, muy rápido, creando en mí un sin aliento implacable.
Dios, estoy cerca… no quiero que termine, pero a la vez quiero sentirlo. Me
embiste con más fuego entrando y saliendo como quiere hasta que pronto me
pongo como gato erizado….
Y grito, grita.
Todo se fue a la mierda y regresó de nuevo. Una gran energía se libera
y, en mi torpeza, lo beso. Quiero besarlo. Nos besamos sin aliento. Respirando
entre besos. Haciéndole compañía a un par de lenguas con necesidad y deseo.
Jodido patancito, te quiero… quizá más de que lo debería.
Se sale de mí y me acomoda a su lado tapándome con las sábanas. Aún
no puedo pensar, solo recuperarme. Sus manos se deslizan de inmediato hacia
mi vientre y luego besa mi cachete. Es la sensación más hermosa del mundo…
—Dime que está bien. —Su voz suena agitada y a la vez preocupada por
nuestro niño.
—Perfectamente. —Digo.
—Perdón, puntito. Necesitaba a mami un ratito. —Suena tan patético,
pero a la vez tierno.
—¿Ves bebé? A tu padre le gusta molestarte. Sigue durmiendo.
Entonces regresa el silencio y simplemente se dedica a juguetear con mi
estómago. Pasa su mano una y mil veces. Mide mi extención, ladea con sus
dedos la pequeña curva que se ha formado y solo sonríe.
—Crece… es real. —Susurra. Volteo.
—Claro que es real, nuestro pequeño milagro. —Lo miro y peino su
cabello alborotado.
—¿Enserio crees que no note cuando…? —Puedo descifrar su pregunta.
Tonto.
—No tiene malicia, Chris. Es inocente.
—¿Quieres que sea un niño? —Pregunta divertido— ¿O una niña?
—Lo que sea. —Suspiro.
—Quisiera que sea una niña… —Me mira ilusionado— Una mini amarga.
Sería tan celoso con mi princesa, mi estrellita luminosa en un día oscuro.
—¿Celoso? Jamás. —Lo molesto— Si es niña tendría muchos novios,
saldría hermosa como la mamá. Ella no tiene la culpa de tener un papá feo. —
Arrugo mi nariz.
—¿Feo? —Sostiene su mirada— Bueno, si tú lo dices…
Jodido idiota, se ha enojado.
¿Criar hijos o maridos tontos? Me estreso cuando se pone serio, en
realidad podría molestarlo pero ahora no quiero seguir con esto. Levanto su
mentón y le doy un piquito. Es lo máximo que haré por él.

—Sabes que bromeo.


—Me molesto también.
—Yo soy la embarazada, no tú. —Río— Ojalá te crezca el estómago.
—Nah… —Vuelve a sonreír— Por cierto, no dejaría que tenga novio. Me
la robarían muy rápido… si es así de bonita como la mamá.
—Chris… estoy tan feliz con este bebé. —Toco mi vientre— Sabes
cuánto lo deseamos.
—Lo sé, cielo. Juro por mi vida que nada le sucederá. —Pega su mano a
la mía—Todas las cosas que hago es por ustedes, siempre tenlo presente.
Me da cosa hablar de temas pegajosos, así que pego mi cabeza en su
pequeño e inspiro su olor. Huele a sexo, fresas, rosas y todas esas estupideces
que me tienen pegada a su esencia. Me abraza con fuerza y ojeo el exterior,
las cortinas blancas vuelan por el aire que entra… y es maravilloso.
—¿Cuándo crees que acabe todo esto?
—Pronto, cielo. Te lo aseguro.
—Jamás vuelvas a irte. —Cierro mis ojos y siento que el impulso me
gana.
—Nunca, cielo. —Juega con mi cabello y me abraza. Odio los abrazos,
pero estos no me están disgustando tanto….
Brando
Está con él, la puta zorra está con él y no lo soporto.
Imagino sus tetas bailando en su encima, su culo rebotando en su polla y
me enferma… porque yo la quiero, la necesito, es mía. Tiro la copa de vidrio
contra la pared lleno de furia, ¿Qué más podría hacer ahora? La víbora de buen
culo me engañó, utilizó mi deseo a su antojo para luego entregarme y, aunque
esté furioso, no dejo de sorprenderme por su inteligencia.
“Una chica buena tiene sus límites, cariño. Una mujer inteligente no tiene
ninguno.” Solía decirme y aún recuerdo sus palabras como eco en mi cabeza.
Dulce. Dulce. Dulce. No puedo dejar de pensarla. Me prende, me pone
duro, me enferma su nombre y apellido.
Ella es mi excepción en medio de todas. Es tan mala, frívola, vacía… que
me hace vibrar con solo recordarla. El dinero es su mayor debilidad y sé que
volverá conmigo cuando todo esto haya terminado.
—Señor…. —Habla uno de mis hombres— Tengo información
—¿Dónde está? —Mis labios emanan rabia.
—Estados Unidos, pero no sabemos su paradero exacto.
—¡Eres un bueno para nada! —Grito— ¿Tengo que salir yo y hacerlo por
mí mismo?
Mi furia se acumula, sobre todo porque estoy imposibilitado de salir del
país ahora. Me dieron prisión domiciliaria y tengo que acatarlo hasta que me
convenga.
—Señor, hacemos lo posible. La prensa no nos deja actuar de manera
correcta. Intenté negociar su silencio, pero parece que hay dinero detrás….
—Uckermann. —Trago hiel.
—Estamos en una situación complicada, pero no imposible. Apenas todo
este problema se haya olvidado actuaremos, le doy mi palabra.
Pego mis labios y exhalo con malestar. Uckermann enseñó documentos
importantes que me comprometían a la prensa, por lo que terminamos
cancelando ensueña, además de perder uno de los hoteles más importantes
que tenía en México.
—Lo pagará.
—¿Quién va a pagarlo? —Aparece en medio de la puerta Monti y con una
seña hago que mi mano derecha se vaya.
—¿Qué quieres? —Estudio sus movimientos.
—Que te rindas y confieses tu fracaso. —Sonríe— Será más fácil todo.
—No puedes matarme y eso te enoja. —Mantengo mis ojos en él— No
vas a tener el gusto de hundirme, aunque quieras. Debí suponerlo, ¿Sabes?,
enviaste a tu espía a mi hotel para seducir a mi mujer y sacarme documentos.
—Corrección. Christopher es el esposo legítimo de Dulce y, bueno, me
divertí un poco.
—Estás tan embarrado como yo, ten cuidado. Yin suele ser… predecible.
—Así como tú, Hilton. Ríndete ahora y tendré el gusto de aplastarte con
mis manos. Igual terminarás muerto. —Bufa— Christopher te matará. No
descansará hasta ver tus sesos en el suelo.
—¿Tanta fe le tienes a ese imbécil? —Me contengo.
—Yo lo he entrenado. Y jugué mis cartas muy bien… Su único error fue
dejarse llevar por los sentimientos.
Vuelvo a mirarlo.
—¿No lo soportas, cierto? —Río— Te gané mil veces, Gerardo. ¿Piensas
que con esto vas a asustarme? Pronto tendré mi libertad absoluta, volveré a
construír mi imperio, me cogeré a la maldita zorra y mataré a Uckermann como
a una rata sarnosa.
—Si él no te mata primero. Mientras tú esperas aquí… él se está cogiendo
a tu perra todo el día y así será para siempre.
La furia emana por mi rostro y no lo soporto, mi puño ya está en su rostro.
Forcejeamos como siempre, como cuando éramos unos chiquillos, y me
devuelve el golpe sin que pueda reaccionar a tiempo. Saca su arma, maldito
idiota, y vuelve abofetearme con ella.
—¿No lo superas, cierto? —La sangre sale por mi nariz.
Hace silencio…
—Te quité todo. Tu casa, tu empresa, tu vida, querido hermano… —Río.
Suelta el arma y me ahoga con sus manos, pero luego me suelta. Respiro
profundamente cuando soy libre de su agarre y limpio la sangre que cae por mi
nariz de inmediato.
Suena un disparo.
—Esto no es por mí, Hilton. Esto es por Macarena, por nuestra vida… por
mi hijo. Y vas a pagarlo.
56. No lo dudes
Chris

“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.” N.M

Han pasado algunos días y aún no logro reunir todo lo que necesito para
mi ataque final. Los documentos que Dulce me dio fueron de gran ayuda, pero
no son suficientes como para destruirlo por completo. El hijo de puta de Hilton
ha sabido protegerse engañando hasta su misma caja fuerte y no puedo
permitir que se salga con la suya.
¡Maldita sea!
Hago puño para retener mi ira. Según Juan, Hilton está más libre que
nunca. El arresto domiciliario no durará mucho y teniendo libertad completa
puede escapar. No puede escapar, no voy a permitirlo. Vengaré a mi madre y
protegeré a los míos así sea lo último que haga.
—¿En qué piensas? —Su voz hace eco en mi cordura. Joder, mi bonita.
La miro y me reconforto, aunque ella me haga sufrir todos los días. Sonríe con
sueño bostezando desde el marco de la puerta y me parece ver un espejismo.
Su bata de seda rosa hace que mi piel se erice de inmediato. Es tan hermosa…
—En ti. —Suspiro.
—Mentira. —Se sienta a mi lado.
—Bueno, pienso en todo lo que necesitamos comprar para nuestro
puntito. —Mis manos tímidas van hacia su estómago ahora más abultado.
—Ajá. —Me da por mi lado y río. No hay quién engañe a mi amarga
favorita.
—Son las 2 am, cielo. Deberías dormir. —Ordeno y me mira fijamente.
—Últimamente nunca estás en las madrugadas. Puedo tener tu cuerpo
pero no tus pensamientos. —Se pega a mi boca— Y yo quiero que siempre
pienses en mí.
—Siempre pienso en ti. —Susurro en sus labios.
—Pinocho, empezaré a decírtelo. Eres un patán mentiroso.
Se sienta de manera erguida mientras su rostro luce serio. Oh, rayos…
Odio esto. Odio verla enojada, porque después no hay poder humano que me
salve de su ley del hielo. Intento disipar la situación pero no me deja. La quiero
besar y se aparta para luego levantarse con pésima actitud.
—Lo siento. —Mascullo— Lo siento. —Digo más fuerte, me levanto y voy
hacia ella. —No te enojes. Por favor, cielo. —Levanto su mentón— Hemos
pasado días felices y tranquilos.
—Entonces no me hagas enojar. —Mis piernas tiemblan cuando acerca
su mano a mi rostro— ¿Qué sucede, Chris?
—Nada. —Le devuelvo el acto y acaricio su suave mejilla— Solo deberías
preocuparte por nuestro bebé.
—No puedo estar tranquila cuando despierto en las noches sin ti… —
Hace silencio— Es… como si ese día se hubiera congelado. La noche de lluvia,
tu ausencia, la carta que me dejaste…
—No pasará, amor. —Con tensión enredo mis brazos en su cintura y la
pego a mi pecho—Sería un Imbécil si lo hago de nuevo. —La llevo a mis brazos
y huelo su cabello— Lo siento.
—Bien. —Me separa de su cuerpo, pone sus manos en mis cachetes y
me examina— Te afeitaste. Pensé que vivirías picando todo el día…
—Bueno, después de la advertencia que me diste no tuve opción. —Río
recordando su ultimátum. No besos si picas.
—Um… —Susurra suave y se acerca a mi mentón para olerlo.— Huele a
jabón.
—Como le gusta a mi esposa. —Sin pedir permiso arremeto mi boca
contra la suya y empiezo a besarla. Oh mierda… sabe tan bien. Su boca es uno
de los pocos lugares que me reconfortan.
—Alto ahí. —Se detiene para respirar— Mejor vamos a la cama… —Me
incendia con sus ojos. Maldita sea— … A dormir. —Advierte perversa.
Toma mi mano, apaga la luz de la sala y me dirige a la cama. Mi cerebro
solo piensa en esa palabra Cama, Cama, Cama. ¿Sexo? Cama. Entonces me
rio de mi mismo y de mi increíble necesidad por ella.
—Cama… —Le digo al llegar.
—Sueño. A tu hijo le gusta dormir, por ende tengo que acatar sus
peticiones. —Sonríe al ver mi cara cuando la tira de su bata cae suavemente
por su hombro. Joder.
—Cierra esa boca, se meterán las moscas patancito. —Toca mis labios
con sus dedos y luego me da un pequeño piquito haciendo que todo en mí se
vuelve dolor.
—Bien. —Le sigo el juego y me acuesto junto a ella.
—Duerme. —Ordena mirándome.
—Intento. —Me muevo sigilosamente hacia su cuerpo— Pero no puedo
si me miras de esa manera. —Sonrío.
—Sin trucos, patancito de cuarta. —Levanta una ceja— Me sé tus juegos.
—No es un juego, es la verdad. —Acaricio suavemente su pelo y empiezo
a hacerle piojitos, entonces vuelve a sonreír… Y su sonrisa me parece un
universo.
No, no me canso de mirarla después de todos estos años.
—¿Aún piensas en vengarte? —Suelta la pregunta como un balde de
agua fría y sinceramente no sé qué responderle.
—¿Por qué lo dices? —Parpadea y entiendo que no puedo ocultárselo
más porque quizá ha visto más de la cuenta.
—Tú sabes bien por qué. —Susurra. No está enojada, quizá preocupada
y eso me enternece.
—Bueno. —Continuó— No puedo olvidarlo. Mató a mi madre, secuestró
y golpeó a mi esposa. Ahora amenaza a mi hijo. —Me excuso.
—Christopher… —Levanta mi mentón— Voy a decirte una cosa: Mátalo
si quieres, pero jamás metas a nuestro bebé en esto. No me interesa Brando y
su vida de porqueria, me interesa que estemos bien. Todas estas noches en
este mes has estado saliendo de la cama, quedándote hasta altas horas de la
noche fuera y haciendo rabias cada vez que te llaman. No me gusta, no le hace
bien al bebé.
—No volverá a pasar. —Respondo serio, quizá tiene razón.
—Hazlo por nuestro puntito. —Esboza una sonrisa tímida y luego toma
su vientre con las manos— 3 meses… ¿Cuándo va a crecer? Apenas y se nota.
—Tiempo al tiempo, cielo. Eres una chica delgada, supongo que aún falta
un poco más.
—Quiero ir a mis chequeos, Chris. Me aterra que le pase algo a mi bebé.
—Tranquila, lo haremos. Solo ha pasado un mes, todo está en orden. —
Beso su frente— Duerme por favor.
—¿No te irás de la cama? —Susurra acomodándose en mi pecho.
—Te lo prometo. —Beso nuevamente su frente y con tranquilidad bajo mi
mano hacia su pancita. Ella se queda en silencio y yo la toco amando cada
parte de su cuerpo, cada centímetro de su vientre, cada suspiro de su aliento.
Su respiración es más lenta cuando duerme y me encanta. Juego con las
tiras de su bata mientras la siento dormir a profundidad. Apenas lo hace pienso
en saltar de la cama para seguir trabajando en mis planes, pero desisto. Se lo
he prometido y voy a cumplir. Me quedaré cuidando sus sueños, aunque la
tensión no me deje dormir.
Un día más
Al levantarme veo a la mujer de 70 años preparándonos el desayuno. Es
una anciana conocida de un amigo espía. Ha trabajado para ellos por muchos
años, por lo que me deja tranquilo meterla en mi casa. Le sonríe a Dulce cuando
la ve comer encantada, para luego ofrecerle más comida. Al parecer le gusta
como cocina y eso me mantiene tranquilo. María es una mujer adorable, viene
en el día para limpiar y cocinar y en las noches se va con su familia.

—Muy rico todo. —Termina de comer y le agradece, ¿Dulce agradecida?


—De nada señora, me retiro.
—La maternidad ablandó a Corazón de hielo. —Bromeo para luego ver
sus ojos rabiosos torturando los míos.
—Aprovéchame. —Dice y tomo su mano— Qué romántico, patancito. —
Se burla.
—¿Qué hay de malo? Deseo tomar la mano de mi esposa.
—Mucha miel, Christopher. —La saca— Mejor voy a tomar aire fresco.
Este encierra empieza a enfermarme.
—Pensé en eso y tengo una propuesta. Hoy hay una cena por el
lanzamiento de galería de un amigo, ¿Me acompañas? Es en un lugar privado.
—Por supuesto. Estoy tan cansada….
—Pero no deberíamos exponernos tanto, es decir…
—¿Exponer que somos amantes? —Levanta una ceja.
—No eres mi amante, eres mi amor. —Vuelvo a tocar su mano—
¿Cuándo vas a entenderlo?
—Patancito… —Rueda sus ojos— Ser amantes es más divertido. —Ríe
y se para de la mesa, pero la detengo.
—¿Cómo que divertido? Me gusta ser tu marido.
—Bueno, como quieras. ¿Me dejas pasar?
—Uy, no se va a poder. Primero debes besar al sapo. —Río y me jala del
cuello para luego darme un piquito, pero no me quedo quieto. La abrazo
apretándola contra mí, metiendo mi lengua en su boca y haciéndola mía en
silencio. Joder, sabe tan bien… Su olor me da vida.
—Ya… —Toca mis hombros— Eres tan exasperante…
—Y tú tan mía… —Vuelvo a besarla. Joder, me encanta. Me fascina
hacerlo.
—¿A qué hora es la cena? Necesitaré un vestido bonito. —Busca una
excusa, se separa de mi rostro de nuevo para respirar.
—A las 7:00pm. No te preocupes por eso, pensé en todo. —Le señalo
con mis ojos una bolsa de ropa y luego vuelvo a besarla.
La besaría hasta que mis huesos se hicieran polvo.
Dulce
Maldito idiota, me dejó la boca melosa. —Digo mientras peino mi cabello
frente al espejo para luego reír. ¿Qué mierda me pasa? Ese enfermo sexual
me ha toqueteado como quiso mientras me besaba y simplemente no me ha
importado. ¿Y debería hacerlo? Quizá la respuesta sea un no. Qué más da,
hemos hecho cosas peores.
La pantalla del móvil que me dio Chris se prende y puedo deducir quién
es… mamá. No sé si contestar o no, porque sinceramente he estado tranquila
estos días, pero ya ha llamado varias veces….
Mierda.
—¿Qué pasa, madre? —Digo desganada.
—¿Cómo estás, hija? ¿No te ha tratado mal ese desgraciado? —¡Le dijo
desgraciado!
—No quiero que hables así de él, ¿Qué te pasa?
—Hija, es un desgraciado. Mira cómo te dejó hace tiempo, además… —
Vuelve con su cantaleta y la paro.
—Basta. Si sigues hablándome de eso voy a colgarte.
—No, por favor. —Suspira desde el teléfono— Está bien, es tu marido.
¿Cómo estás, cielo? ¿Te has sentido bien?
Me parece más razonable su conversación, así que respondo
calmándome.
—Náuseas, mareos, eso. Ah, y tengo más hambre.

—Es normal, hija. Debes descansar mucho, ya sabes que tu embarazo


es delicado.
—Si, mamá. —Ruedo mis ojos— ¿Dónde está Kiara?
—Con su nuevo novio. —Se queja— Estoy totalmente en contra, es un
hombre más grande que ella. Además, ni siquiera es carismático. Es extraño,
pero ella lo defiende a capa y espada, así como tú defiendes a Christopher.
—Bueno, mamá. Déjala. Ella necesita acción. —Río y mi madre se enoja.
—¿Acción? ¿Te refieres al… sexo? ¿Piensas que tu hermana ya se
acostó con ese tipo?
—Por supuesto, ¿Crees que va a esperar mucho? Hay necesidades. —
Me sigo burlando, sobretodo porque sé que mamá odia el tema.
—¡Silencio! Es mentira.
—Bueno, si sigues pensando que a tu hija la llevarán de blanco y virginal
al altar, engáñate a ti misma.
—Estoy preocupada, hija. No tanto por eso… sino porque la he visto
extraña. Siento que algo me oculta, que quizá sufre con ese tipo. La vez pasada
llegó con un brazo moreteado, me dijo que se había golpeado con la puerta
pero tengo miedo.
Un frío silencio hace que me estremezca.
—Hablaré con ella. —Solo digo y después de conversar con mamá de
otras cosas, cuelgo.
¿En qué se ha metido esta niña? Le marco, solo una vez, pero no me
contesta. No volveré a llamarla, porque no soy su niñera, pero estaré al
pendiente. Ninguna hermana mía será maltratada, en caso que mamá tuviera
razón.
Las horas vuelan y nuevamente estoy frente al espejo luciendo un vestido
formal negro. Es lindo, no puedo negarlo, y sobretodo no tan pegado de la
cintura, lo que hará que nadie note mi embarazo. Christopher piensa en todo,
debo aceptarlo. Y también que haya traído algo sexy para mí siendo tan
aprensivo.
—Eres bella, Dulce. —Me digo a mí misma sin negar mi vanidad, ¿Qué
tiene? Soy hermosa. Si todas las mujeres nos dijéramos esto de vez en cuando,
menos cabezas escondidas habría en el mundo— ¿Te parece lindo el vestido,
puntito? —Vuelvo a tocar mi vientre y sonrío para luego delinearme los labios
de rojo, uno de mis colores favoritos.
—Cielo, ¿Ya est… —No escucho más, solo volteo. — Preciosa. —Me
sonríe y se acerca.
—Gracias. —Acomodo su corbata y luego me dedico a mirar a mi hombre.
Se ve tan guapo… pero no se lo diré. No lo merece todavía.
—Me dan ganas de… quitarte ese vestido.
—Quieto, demonio. —Quito sus manos de mi cuerpo— Tenemos una
cena y no perderé la oportunidad. He estado tan aburrida…
—Bien, entonces vámonos.
El camino es corto, quizá más de lo que pienso porque llegamos en 15
minutos. Cuando salgo del auto solo puedo ver luces y a mucha gente de gala:
extranjeros, actores, directores de teatro, gerentes de empresas pero mis ojos
se cruzan con alguien en particular… una silueta que me parece conocida.
—¿A quién mira mi esposa? —Christopher jode.
—Creo conocer a alguien.
—Imposible, cielo. Es un evento muy privado. —Toma mi mano
posesivamente.
—¿No se supone que debes soltarme? No deberían pensar que somos
algo más que amigos.
—Jamás dije que deberíamos hacerle pensar a la gente que somos
amigos. Si me preguntan, diré que eres mi novia. No pienso dejarles el camino
libre. —Me guiña el ojo y ruedo los ojos. Celoso de mierda.

Caminamos juntos hacia la entrada del evento y me quedo maravillada


con la decoración: Flores, cuadros, guirnaldas por todo lado. Deben haber
llamado a Steve Jacomo, un conocido decorador de interiores o quizá a algún
otro famoso del medio. Las luces se encienden cuando cruzamos la puerta,
algunos beben y todos solo están reunidos en medio de la sala. Al parecer es
una exposición de arte y me encanta.
—¿Ves esos cuadros? Son de un amigo. Ah, los otros… de otro amigo.
—Interesantes. —Solo digo porque enseguida la presencia de un tipo
alto, italiano de seguro y coqueto aparece en la escena.
—Christopher, no me habías presentado a tu amiga. —Esboza de frente.
—Mi mujer. —Sonríe y el tipo ríe.
—¿La bonita?
Abro mi boca, ¿Qué carajos?¿ Este imbécil le ha contado a todos nuestra
historia o qué?
—La misma. —Contesta— Mi amor, él es Filipo.
—Un gusto, nena. —Suelta y Christopher se irrita.
—Es una buena exposición, Filipo. Quién lo diría, en vez de casar
maleantes ahora te dedicas al arte.
—Los tiempos cambian. —Ríe.
La charla se extiende por algunos minutos más y la verdad es que
empiezo a aburrirme. Este idiota no me deja por nada, pero soy más inteligente.
Me excuso para ir al baño y termino dirigiéndome a otra área de la recepción
para ver las flores que colocaron.
¡Mierda! ¡Soy maniática con esto!
Mi trabajo incluye la imagen de los eventos, en particular los que son en
salón, y la decoración es exquisita. Luces bajas, flores, colores cálidos… Me
pregunto si podría hacer algo así para lo que se venga, entonces mi cabeza
responde a mi pregunta presintiendo que lo único que puedo organizar es mi
baby shower sin invitados.
—Tú tranquilo, puntito. Algo se nos ocurrirá. —Susurro y mis ganas por
tocarlo me alocan, pero controlo mis emociones.
Pasan largos minutos y ahora estoy recorriendo los pasillos de este lugar
para luego criticar los cuadros. Debo confesar que me siento más tranquila sin
Christopher molestando, aunque a veces lo extrañe. Admiro las formas, toques,
relieves suaves en cada imagen y me hielo cuando veo el retrato de un bebé
en el vientre de su madre. Es chiquito y está flotando. Mi mirada vuelve a
dirigirse hacia abajo, deseo tocar mi vientre y no puedo.
—¿Puedo ayudarla en algo, señora? —Un sujeto, al parecer apreciador
del medio se me acerca.
—No. —Contesto seca.
—¿Ve aquel cuadro? Es especial, dicen que representa mucho más de
lo que los ojos pueden ver a simple vista.
—No me interesa.
—Pero quizá le convenga comprar aquel, el de la flor en lluvia.
—No. —Me impongo, pero el tipo sigue.
—Tengo una excelente propuesta para ese, podría tramitar una
negociación con el artista para que pueda darle un buen precio.
—Cierra tu estúpida boca, he dicho que no. —Me irrito y volteo para luego
escuchar un susurro de su boca.
—O quizá pueda interesarle el cuadro de la muerte, señora. —Me paralizo
sintiendo cómo todos los vellos de mi cuerpo se paran— Está a buen precio. —
Continúa y me alejo.
¡Necesito calmarme! —Susurro entrando al baño. Últimamente todo me
estresa: la casa cerca al mar, la anciana que viene a limpiar, los pájaros, hasta
el puto reloj de mi habitación sonando temprano. Estoy cansada… porque
siento que mi imaginación vuela y crea psicosis. Ese hombre solo quiso
venderte cuadros. —Me digo— Y en momentos así solo quiero a mi patancito
cerca, por lo que salgo en su búsqueda.
Ha entrado más gente al lugar, puedo notarlo. Tengo que esquivar a unos
cuántos buenos para nada antes de llegar a la zona céntrica y por fin lo
encuentro… con una tipeja. Mi mirada se centra en ella: Es alta, bonita, pero
sin clase. Me dedico a mirarla solo unos segundos y puedo notar que le
coquetea a Christopher cuando puede. ¡Malditas zorras! Solo lo descuido un
segundo y ya están en su encima.
—Mi amor… —Digo claro y alto— ¿Dónde estabas?
—Estaba buscándote. —Me mira tenso— Te presento a la señorita
Zorrilla. Anabela Zorrilla.
¿Zorrilla? Hace honor a su nombre. La perra mira a Christopher como si
fuera algo que se come y no voy a permitírselo.
—Hola. —Solo digo— ¿Se conocen de antes?
—No. Solo tenemos amigos en común. El Sr. Miller ha sido gentil
enseñándome algunos pasillos.
—Qué gentil eres, Christopher. —Ironizo y muerdo mi lengua. ¿Entonces
estuvo con esta culo fácil en vez de preocuparse y buscarme?
—La Señorita Zorrilla necesitaba guía, solo le indiqué la posición de unos
cuadros. —Masculla entre dientes— No es gentileza. —Me mira.
—Bueno, me siento un poco indispuesta. ¿Nos vamos?
—Oh, no… por favor. Chris. —Toca su brazo en mi delante—
¿Volveremos a conversar sobre el trabajo, cierto? Quisiera saber cómo ser uno
de ustedes. —Ríe, al parecer sabe quién es él y mis ojos siguen chispando al
ver sus sucios dedos encima de lo mío.
—Claro. —Traga saliva— Debería explicarte un poco más pronto.
¿Pronto? Jadeo. ¡Él se lo propuso!
—Entonces no se vayan, pediré que traigan algunos cocteles para
ustedes.
Me sonríe hipócritamente y desaparece unos segundos.
—¿Estás loco o qué? —Le digo.
—Dulce, no puedo explicarte. Solo cierra la boca. —Susurra.
—¿Qué me has dicho? —Alzo la voz.
—Bueno, aquí están sus cocteles. —Me da uno y otro a Christopher.
—La señorita Zorrilla se ha encargado de la decoración de este lugar. —
Dice Chris quitándome la copa sutilmente de mis manos. ¡Por poco lo olvido!
No puedo beber alcohol ahora.
—¿Enserio? —Digo, y ahora todo me parece horrendo.
—Oh, sí.
—Cuando quieras, como te estaba diciendo hace un momento, puedo…
decorar tu oficina. Como tú quieras y… en las formas que prefieras. —Saca la
lengua descaradamente y me enervo.
¿Qué clase de perra es? ¡Está siendo muy obvia! Y mi paciencia no
aguanta. Me mantengo en silencio lo más que puedo, pero mi rabia está
provocándome.
—Por ahora no lo necesito, gracias.
—Chris… escuché mucho sobre ti, ¿Sabes? Decían que eras guapo, pero
no pensé que tanto. —Esconde sus intenciones en una risa fingida y mis ojos
la asesinan al instante.
—Cielo, ¿Por qué no vas a buscar a Filipo? Quizá esté interesado en
conocer a la señorita Zorrilla.
—No. —Respondo rápido— Pero la señorita Zorrilla puede ir más rápido
que yo.
—¿Por qué lo dices? —Ríe.
—Se nota… —Alzo el mentón— Que le encanta la rapidez.

La mujer se pone seria y pálida, entendió mi mensaje. Christopher respira


y juro que voy a cortarle todo lo que tiene debajo de sus pantalones.
—Para nada, al contrario. Soy una mujer paciente que sabe esperar. —
Una más y la mato, no la soporto.
—Pues no se canse, mejor espere sentada. —Digo.
—Nunca me canso. —Sonríe la gran puta.
—¿Ah, no? —Me enervo de nuevo— Entonces tendrá mucha experiencia
en el rubro. ¿Zorrilla, no? Perdón. —Llevo una mano al pecho fingiendo— Me
refiero a su apellido, no escuché mucho de él en el ámbito de eventos.
—Trabajo con mi empresa, señorita.
—Señora Miller está bien. —Mantengo mi sonrisa fingida y puedo notar a
Christopher incómodo. Maldito idiota.
—Christopher, ¿Podrías darme un minuto? —Dice Filipo haciendo que él
se vaya a regañadientes.
Por fin solas…
—La veo un poco agitada, señora. —Suelta la culo fácil.
—¿Agitada? Para nada. —Sonrío—Usted debe estar muy…
desesperada.
Me mira seria
—Por trabajo, claro. —Corrijo fingiendo de nuevo.
—No. Solo deseo pertenecer al ámbito secreto. Siempre me pareció algo
entretenido.
—Le falta entretenimiento, es claro. —Digo.
—Me parece que es una mujer insegura. —Suelta venenosamente—
¿Acaso no confía en su novio?
—Marido. —Corrijo sin seguir las reglas, me importa un bledo— No es
eso, pero usted sabe… tanta zorrilla suelta… Oh, perdón. —Hago un además—
Es un decir.
—No debería preocuparse por eso. Imagino que tendrá en muchas otras
cosas en qué preocuparse. —Me estudia— No se meta en donde no debe. —
Me amenaza y no la soporto.
—Lo mismo digo para usted. —Me acerco— No soy buena cuando no
quiero, ¿Lo entiende?
—Uy… —Ríe— Qué interesante.
—No me provoques, perra. —Mascullo furiosa— Vete y dale tu culo a
otro, no a lo que es mío ¿Así o más clara?
Está a punto de contestarme, pero Chris regresa apresurado con Filipo.
—¿De qué hablaban? —Sonríe.
—De las zorras. —Contesto seria— del bosque.
—Hablábamos de la decoración.
—Por supuesto. —Sonrío— Debo aceptar que la decoración está… um,
pasable, pero por favor Señorita Zorrilla, debería preocuparse por otros
aspectos. Su vestido, por ejemplo. Le faltó tela.
Filipo suelta una risa alta y Christopher me mira serio.
—¿Qué hay con mi vestido? Usted no aprecia el arte.
—Una cosa es arte y otra muy distinta los pliegues que le falta. Hay que
tener senos para lucir un escote así y bueno… creo que la cirugía tampoco
hace mucho.
—Dulce, basta. —Susurra en mi oído y me despego de él.
—Qué graciosa eres, Dulce. —Filipo no deja de reír.
—Al parecer la Señora está con mala intención. —Dice la puta zorrilla
ofendiéndose— Siento todo esto, Chris. —Toca su brazo y enreda sus dedos
descaradamente haciendo que mi furia vuelva a salir.

—No, es… bueno. —Christopher no sabe qué decir.


—Si se sintió ofendida, discúlpeme. —La empujo y quito su mano del
agarre de Christopher para tomar la posta— Solo digo la verdad. Su vestido
parece hecho de plumas de gallo muerto y su escote pues… no. No tienes
tetas, querida. Quiérete un poco.
Su boca cae y Christopher me jala hacia un costado.
—¿Qué diablos te sucede? —Susurra
—¡Cierra la puta boca! —Alzo la voz— No me dirijas la palabra, me
largaré ahora mismo.
—Dulce. —Toma mis hombros— Por favor, escúchame
—Que te escuche tu abuela.
Me zafo de tu toque nuevamente y camino furiosa perdiéndome en un
pasillo. Si se va con esa que se vaya —Me digo— Pero a la vez no puedo
engañarme. La rabia es tanta en mí que soy capaz de tirar todo.
¿Cómo se atreve?
¡Dejó que esa zorra naca lo tocara!
Mi mirada se enfurece, maldita sea.
—¿Una copa?
—No. —Digo firme y el mozo me mira asustado.
¡Voy a cortarlo en pedacitos! Lo quemaré vivo si es necesario,
¿Cambiarme por ese excremento de oferta? Control, Dulce. —Vuelvo a
decirme— pero no puedo, maldita sea, no puedo. Mi rabia sube cada vez que
veo a hombres de la mano con mujeres ¡Ese jodido patancito debería estar aquí
y no está!
Cruzo mis brazos tensando mi mandíbula, repitiéndome una y otra vez
que soy más fuerte que esto. Me valoro, me quiero, él se lo pierde. Pero luego
todo lo que construyo se cae… es más fuerte que yo.
Mierda.
Toda la rabia pasa a otro nivel cuando observo a lo lejos a una pareja
besándose. Mis piernas se tensan, la saliva pesa en mi garganta y solo respiro
profundamente. Estoy furiosa, si… pero esto me pone al límite.
¡Es Kiara! ¡Besándose con un Equis!
Camino haciendo sonar mis tacones, ¿Qué demonios hace mi hermana
aquí? Y cuando intento llegar a ellos un guardaespaldas me detiene.
—Quítame la mano de encima, rata. —Reacciono aún furiosa.
—Señorita…
—¿Dulce? —Lo suelta y me mira— ¡Dulce!
Jadeo cansada y mis ojos se topan con los de ese tipo haciendo que me
hiele al instante. Sus ojos, su mirada, su rostro… algo en él me hace vibrar de
sensaciones extrañas.
—¿Quién es ese tipo?
—Dorian, mi novio. —Sonríe inocentemente.
El hombre se más de treinta se acerca a nosotras y me extiende su mano,
pero no correspondo al saludo porque no se me da la puta gana. Lo miro aún
con tensión, ¿Qué clase de aventura es esta? Es un tipo extraño.
—Veo que tu hermana es… especial.
—Te lo dije, Dori. —¿Dori? Qué patético.
—Solo velo por los intereses de mi familia. —Digo.
—Hermana….
—¿Te follas a este engendro? —Susurro y Kiara se pone roja.
—No me hagas pasar vergüenza. —Dice y vuelvo a mirarlo.
Él me estudia, lo sé. No deja de mirar mi cuerpo, vestimenta, actitud y yo
hago lo mismo con él. Mi mente se nubla ante las mil y un posibilidades que
tiene, pero intento mantenerme tranquila.
—¿Chris está aquí? —Pregunta Kiara.
—Sí. —Solo digo.
—No es justo que te aleje de mí… y a mi sobrino.
Me tenso cuando nombra a mi puntito delante de ese extraño.
—Estás embarazada. —Sonríe— Seremos tíos.
—Disculpa, solo mi hermana. —Aclaro de la manera más pesada posible,
entonces ríe. ¡El idiota ríe como si fuera una broma!
—¿Dónde estás viviendo?
—No lo sé. —Miento— A muchas horas de aquí. Disculpen, necesito ir al
tocador.
Me excuso sintiendo náuseas de inmediato, pero por lo patética que es
mi hermana. Camino en silencio hasta que intento darme aire, realmente
vomitar no es lo mío. Hecho un vistazo rápido a la gran sala y no veo a Chris,
¿Acaso se fue con esa zorrilla? El botón de alerta despega y casi corro a
buscarlos, pero entonces las luces se apagan por completo.
¡Apagón! —Dice alguien y la gente empieza a hablar alto.
Un escalofrío pasa por mi cuerpo cuando sucede esto, porque sé que es
probable que sea por mi culpa. Jadeo contenida, intentando escabullirme entre
la gente, tocando mi vientre de vez en cuando, protegiendo con mis brazos a
mi bebé. ¿Dónde diablos está Christopher? Me siento helada, indispuesta, con
náuseas y miedo.
Esto es tan extraño….
—Dulce. —Susurra Dorian frente a mí y grito.
—¿Qué… qué quieres? —Los nervios me traicionan.
—Kiara se fue al auto, ¿Estás bien? Hubo un desperfecto, puedes venir
con nosotros si gustas.
—No. —Respondo— Vine con mi marido, gracias.
Me mira y no deja de sonreír, entonces volteo aterrada como si todo esto
se tratara de una película de terror. ¿Qué carajos sucede? La gente habla más
alto, a lo lejos veo a hombres corriendo y entro en pánico.
—Vamos a estar bien, bebé. —Me digo tensa, entonces entre al baño y
puedo notar que el de hombres está abierto.
—¡Dónde mierda está Hilton! —La voz de Christopher… ¡Es su voz!
Una risa aflora….
Y cuando entro en silencio veo a Anabela abriéndose el vestido,
desnudándose por completo ante los ojos de Christopher, pero ellos no me ven.
—Cógeme y te digo. —Responde.
—No tengo tiempo, Luzmila…
¿Luzmila? ¿No era Anabela?
—¿Qué? ¿Tienes miedo? Llevas ese secreto, Chris. Y aunque huyas del
pasado, jamás podrás borrarlo. ¿Pensabas que ellos iban a quedarse quietos?
No. Jamás… Jamás podrás escapar de esta mancha negra, aunque quieras.
—¡Cierra la maldita boca! —Grita.
—Ciérramela tú. —Saca su arma de improviso, ambos se apuntan.
—Baja el arma, maldita sea. ¡Acaba con todo!
—Acabaré con todo. —Sonríe y dirige su arma hacia mí. ¡Mierda! ¡Me vio!
Y puedo ver todo en cámara lenta.
El cuerpo se me eriza, una bala sale de su arma. Christopher apunta su
cabeza, dispara. La mata sin piedad y grito, entonces gira su rostro.
Caigo en silencio contenida. El horror invade mi cuerpo cuando la veo
muerta, pero me asusta más la mirada aterrada de Christopher hacia mí.
No…
Un dolor empieza a surgir en mi cuerpo. Jadeo, todo me parece vacío, y
luego miro a mi alrededor. Una bala perdida… Ella disparó primero. Miro mi
manos y se llenan de sangre…. ¿Es mi sangre? La boca se me seca, el corazón
se me acelera, ¡Es mi sangre!
Mis brazos, mis piernas, mi cuerpo…. Mi sangre saliendo sin control.
No… puntito… no.
57. Puedes hacerlo
Chris

“Aunque no llore, me duele. Aunque no te hable, te pienso. Aunque no


te busque, te extraño. Aunque no te lo diga… te quiero.”

Mi boca se seca al verla arrodillada gritando en shock sin sentido.


¡Mierda,no! Mi cuerpo se eriza cuando ve la sangre y el alma se me sale del
cuerpo cuando observo sus brazos enredados alrededor de su vientre.
—Dulce…
Corro, la examino en segundos y luego mantengo mi mirada fija en ella.
Necesito que me vea, que me entienda, que se calme pero no lo hace. Está
aterrada, tanto como yo, y también tengo ganas de gritar pero debo hacer que
se calme. Ella no puede verme mal, no en este momento.
—¡Dulce! —Grito— ¡Escúchame! Cielo, por favor. —Mantengo mis
manos en su rostro obligándola a que me mire— Todo está bien. Tu vientre…
míralo, está intacto. Tus brazos sangran porque la bala rozó tu piel, pero
nuestro bebé está bien. Cálmate. Si sigues así te hará mal.
Los latidos de su corazón van rápido, pero pronto se calman. Puedo ver
sus ojos llenos de terror y lágrimas examinando su cuerpo para luego
explotar…
Me ha entendido Gracias al cielo.
La abrazo, lo hago con fuerza y pronto detengo la sangre que emana de
su brazo con un pedazo de tela de mi camisa.
—Estarás bien. —Digo y no deja de mirarme.
Una voz conocida se acerca por el marco de la puerta ¡Es Kiara! Y cuando
ve a su hermana llena de sangre, solo grita y corre para auxiliarla. Su llanto es
descontrolado, empieza a hacerlo por pánico y solo me maldigo. Jamás debí
traerla a esta cena…
—Chris… —Balbucea escondiendo su rostro en mi pecho. La conozco,
sé que no quiere que Kiara la mire en esta forma. Toda su vida ha sido
dominante consigo misma, solo yo he tenido el privilegio de verla en sus peores
momentos. Y eso me hace recordar que no es completamente de hielo.
—Estará todo bien. —Susurro mientras le doy un beso en la cabeza. Mis
brazos solo se enrollan en ella y deseo protegerla, más que nada en este
mundo.
—¿Pueden explicarme qué es todo esto? —Grita con pánico. Sus ojos se
dirigen el cadáver de Anabela, quien yace tirada en el suelo. No me arrepiento
en lo más mínimo de haberle disparado. Y no deberíamos quedarnos tanto
tiempo en este lugar.
—No tenemos tiempo. —Respondo frío mientras noto que el rostro de
Dulce no tiene planeado despegarse de mi pecho, así que camino rápidamente
manteniéndola cerca de mi.
—¡Dulce! —Kiara grita y nos persigue, ¿Por qué demonios no entiende?
No conseguirá saber nada y sus gritos solo pueden alertar a los traidores, por
lo que me doy prisa.
Al cruzar la puerta trasera me parece ver todo con sospecha. Hay autos
estacionados en las esquinas y hombres de actitud rara merodeando el
espacio. ¡Maldición! Mi mente colapsa al darse cuenta que es un sucio truco,
pero soy más inteligente. Finjo avanzar y de golpe me meto por otro lado.
—Chris… —Su voz es apenas audible, sus manos se aferran a mi pecho
mientras su sangre se expande por toda mi ropa. No respondo, no ahora. La
empujó hacia un callejón y, al verme acorralado, saco mi arma. El hombre que
sostiene el arma frente a mis ojos me explora burlándose de mi aspecto formal.
—Uckermann… tanto tiempo. —Suelta con rabia. Ahora entiendo todo,
conozco a este tipo. Es un maldito resentido que no ha superado la muerte de
su hermano.
—Brian… —Lo apunto con mi arma.
—Me ordenaron regresarte vivo, pero… no me da la gana.
—No voy a dejar que lo hagas, lo sabes. Si aprecias tu vida deberías irte.
—¿Dónde está la perra esa? —Gruñe y me enfurezco.
—Cierra la puta boca, Imbecil.
Disparo, pero él se mueve. Forcejea conmigo tratando de golpearme y no
puede. Contengo el aliento cuando veo a varios de ellos cerca, acabaré con
todo muy rápido. Odio matar, pero debo hacerlo por mi Bonita. A lo lejos
escucho su pánico reflejado en leve llanto. Mi hijo está en peligro y sería capaz
de todo por ellos. Lo golpeo en la cabeza y pronto apunto mi arma en su boca.
—Hazlo ya. No he podido vivir con el dolor. Mataste a mi hermano.
Disparo y con aquel sonido solo grito. ¿Cuándo me metí en toda esta
mierda? Mi mente se nubla de nuevo intentando poner fin a mis sentimientos.
Doy dos disparos más hacia afuera y logró ver como aquellos hombres caen.
Tengo 2 minutos, solo 2 minutos para salir de este lugar antes que lleguen
refuerzos.
—Chris… —Suelta con terror. Su voz pronunciando mi nombre me eriza,
quizá piensa que soy un asesino, pero no sabe por todo lo que he pasado en
estos 5 años. La tomo en mis brazos con fuerza y corro lo más rápido que
puedo hacia la calle. No puedo usar mi auto, por lo que termino apropiándome
de otro.
El viejo que lo tenía solo me lanza la llave con miedo. Se lo devolveré, lo
juro. Pero ahora debemos irnos, por lo que aprieto el acelerador hasta el fondo,
manteniendo mis ojos al frente. El silencio empieza a matarme, porque no sé
qué está pensando mi Bonita. Mi vida, mi tacto, mis sentidos han sido para ella
desde que la vi en aquella playa… y me aterra pensar que le he fallado.
De reojo puedo mirarla, sigue callada mientras sus lágrimas caen de su
rostro. Le duele, lo sé, pero está aguantándose. Su mano presiona fuerte la
herida para evitar que la sangre salga, entonces me quiero dar un tiro.
No pude protegerla, no pude.
La llevé a ese lugar sabiendo que podría ser peligroso. Mi boca se seca
cuando el remordimiento ataca mis pensamientos y solo jadeo cuando veo un
hospital cerca, entonces paro de golpe. La vuelvo a tomar entre mis brazos
para no dejarle opción a reclamo.
—Qué haces… —No es una pregunta, es una llamada de atención.
—Solo sígueme. —Le digo y pronto llegamos a la recepción. La
enfermera que nos ve solo llama a los paramédicos y enseguida voy con ella
hacia una habitación. Puedo ver cómo la examinan, ella responde en inglés a
todo lo que le dicen. Tocan su vientre y chilla. Mi mente solo piensa en nuestro
puntito.
—Marie, her name is Marie. —Contesto a la pregunta de una enfermera,
entonces todo pasa muy rápido. Le curan la herida, la llevan a un lugar que
desconozco, por lo que lucho para entrar a su lado. El escándalo que provoco
hace que todos me miren de manera extraña, pero no importa. No puedo dejarla
sola. Fueron 5 minutos, solo 5 minutos y me he vuelto un maldito paranoico.
—My wife…. —Digo de forma brusca. La enfermera me abre la puerta y
lo que veo hace que tiemble de inmediato.
Ella está ahí… acostada, con el vientre descubierto. Una leve curva hacia
arriba marca su sonrisa, sus manos están juntas, su mirada fija en el reflejo de
la pantalla. Tiemblo. Me acerco con pánico, como si estuviera a punto de
experimentar algo que no quiero, entonces me siento con cuidado. La doctora
habla y mis ojos se abren al darme cuenta que es un ultrasonido. Mi primer
ultrasonido a su lado… contengo el miedo, ¿mi bebé está bien? Jadeo al ver
un puntito más grande en forma de caracol en la pantalla. Santo Dios… es
nuestro bebé.

Un pequeño puntito
Mis ojos arden al verlo por primera vez y pienso que no lo merezco. Mi
boca cae cuando la doctora hace zoom… Es tan pequeño…
—Puntito… —Esboza ella. Puedo ver sus ojos cristalinos admirando el
hermoso bebé que se muestra enfrente de nosotros. Nuestro pequeño hace
magia en su madre cuando se muestra y amo verla así con él o ella.
La doctora dice que está bien, que solo necesita tranquilidad y mi alma
encuentra descanso. Dulce se limpia las lágrimas y toca su vientre.
—Es un pequeño milagro, ¿Lo ves? En medio del caos hace que valga
totalmente la pena. —Balbucea hacia mi de nuevo mientras pongo mi mano
encima de la suya.
No merezco este regalo.
—Debemos irnos. —Digo susurrando. La doctora se va un momento y
obligo a que se pare rápido. Inventé nombres cuando la enfermera me preguntó
y pronto descubrirán la mentira cuando no pueda entregarle nuestros
documentos.
—Chris… —Su voz es aguda cuando la tomo en mis brazos de nuevo.
Sé que está cansada, pero no tenemos otra opción.
Cuando volvemos al auto que robé toca su brazo de nuevo. Maldita sea,
está sangrando de nuevo pero esta vez parece no asustarle. Pasa algún tiempo
y por fin llegamos a casa.
Y ninguno habla. No podemos. Se sienta en el sofá mirando su herida.
Puedo ver en sus ojos fastidio, como si estuviera arrepentida de venir conmigo,
y no la culpo. No podría. Es totalmente mi culpa todo lo que ha pasado. Mi culpa
por haberla obligado a entrar en este juego.
No puedo soportarlo.
Camino en dirección a la playa para despejarme. Ahora hace frío,
increíblemente frío en un lugar caliente. Trago saliva, tomo una piedra y la lanzo
hacia el mar.
Devuélveme mi vida. —Gruñó— Devuélvanme La paz que sentía en mi
adolescencia. Devuélvanme a mamá.
Mamá…
Recuerdo sus manos acunando mi rostro, su voz tiritando en mis oídos,
su perseverancia y buen humor ante los problemas. Yo no tuve padre, nunca
me hizo falta a su lado. Agradecí a la vida por su compañía, porque me dio la
mejor madre del mundo. Ella no merecía morir en manos de esa garrapata. Era
muy buena, la mujer más buena del mundo. Y desde esa noche mi vida no ha
sido la misma. Necesito vengarme, dejar en paz mi consciencia pero todo ha
salido de manera distinta. Dulce… la llegada de ese bebé que tanto quería.
Debo protegerlos, pero también acercarme más de alguna manera a
Hilton.
¡Ah! —Un Grito sale de nuestra casa y enseguida mis pies corren hacia
ella. Mi adrenalina aumenta, saco el arma de mi bolsillo y mi piel se eriza por la
tensión que recibo.
—Dulce. —Grito ¡No está en la maldita sala! Por lo que corro a la
habitación sin dudarlo. El alma se me paraliza mientras imágenes de ella bajo
un arma pasan por mi cabeza.
Dolor, miedo, ausencia.
Los latidos de mi corazón van de rápido a lento cuando la veo postrada
en la cama tocando su herida. Cielos…
—¿Qué pasa? —Pregunta entrecerrando los ojos. Le duele.
Trago saliva y decido no contestar para poder esculcar el cuarto
completo. Baño, armarios, debajo de la cama. Mi tensión aumenta cuando me
acerco a la ventana… Las cortinas están abiertas y es peligroso.
—¿Qué haces? —Insiste al verme cerrar todo.
—Cuidándote… o al menos intento hacerlo. —Jadeo, me siento un pelele
fracasado.

—No las cierres, me gusta ver el mar. —Vuelve a insistir pero la ignoro
para luego acercarme a su cuero. Dios… su boca está hinchada, sus ojos
llorosos, su ropa llena de sangre ¿Quién demonios soy? Parpadeo y de mi
garganta sale un pequeño aullido ronco.
—¿Te duele mucho? —Qué tonta pregunta, es obvio que le duele.
Mantengo mis ojos fijos en ella y su silencio me dice todo lo que he sentido por
horas. Me lo merezco.— Se te abrió la herida, voy a curarte.
Me levanto y de un cajón saco el botiquín de primeros auxilios. Mis manos
tiemblan al tocar su piel, pero me mantengo firme cuando descubro su herida.
Maldita sea. Mi mandíbula se tensa, es un roce de bala considerable. Limpio la
sangre y luego vuelvo a poner delicadamente toques de medicina líquida en su
brazo. Ella intenta hacerse la fuerte, pero pronto grita de dolor cuando la
presiono.
Me daría un tiro aquí mismo.
Sigo curándola hasta que pongo una crema cicatrizante en la zona
afectada. Le pongo una gasa para evitar alguna infección y pronto me
encuentro con sus ojos turbios.
No sé qué piensa ni qué siente.
Podría reconocer sus ojos desde lejos si es posible, pero no la mirada
que me da ahora. Mil balazos pasan por mi cabeza, ¿Está decepcionada?
¿Pensará que no pude protegerla? ¿Qué soy un maldito estúpido? Jadeo
cuando abre los labios y vuelve a cerrarlos. Es tan caliente… Me hace perder
la cabeza, pero este no es el momento.
—Gracias. —Entona con voz ronca.
—Solo no lo toques y tampoco hagas fuerza, sino la herida volverá a
abrirse.
—Bien. —Dice y mis labios tiemblan.
—Siento mucho… Siento… —Repito mis palabras— Lo qué pasó.
—Si, me imagino. Ya es pasado, solo importa el pequeño puntito. —Toca
su vientre con la otra mano y la sensación es dolorosa.
—Los puse en riesgo. Lo siento de verdad. —Fluyen mis palabras.
—¿Esa tipa era peligrosa, cierto? Entonces por qué hablabas con ella tan
campante.
Mierda.
—Anabela fue una ex compañera, sabe embaucar bien a las personas.
Pero conocía sus trucos, estaba intentando sacarle información.
—Seduciéndola.
—¡No la Seduje! —Exclamo.
—Le coqueteaste en mi cara. —Muerdo mi lengua— Parecías muy
cómodo con ella. —Me mira con seriedad— Si me hubieras dicho quién era
desde el principio me hubieras evitado el mal gusto y esa bala.
Trago saliva y me levanto con fuerza. No puedo, simplemente no puedo.
Jadeo cansado con mi cabeza hacia la pared. La presión me mata, la tensión
me ahoga. No podía decirle nada porque ni yo mismo planeé verla ahí. Si
hubiera sabido jamás hubiera expuesto a mi Bonita, pero debía aprovechar la
ocasión. Hilton está tras nosotros y yo… solo me encierro con ella, pero no
soluciono el problema. Por más que escapemos mil veces él siempre estará y
no dejará de ser un peligro hasta que lo mate.
—¿Podrías mirarme a la cara? —Jadea fastidiada— ¿Hasta cuando,
Christopher? Hasta cuando vas a mantenerme alejada de tus planes.
—Hasta que estemos fuera de peligro. —Respondo alterado, quizá más
de lo que debo.
—Pensé que éramos una pareja. Pensé que yo también tengo voz y voto.
—Dulce, ¿Qué crees que puedes hacer? ¡Nada! No sabes manejar un
arma, no sabes la magnitud de problemas que pueden traerte un
enfrentamiento así, además… estás embarazada. —Contesto en voz alta
desesperado.

—En primer lugar, baja tu estúpido dedo. A mi no me vengas a ningunear,


¿De acuerdo? En segundo lugar, que esté embarazada no significa que sea
manca o coja. Puedo ayudar en lo que sea. No seré experta en Armas pero…
—Solo intento cuidarte, ¿No lo entiendes?? No necesitas estar metida en
esto.
—¿Intentas cuidarme? —Me mira llena de furia— No parece que lo
hagas. —Su mirada lo dice todo y me lastima. Jadeo harto, con ganas de
mandar todo a la mierda, entonces me acerco a su rostro. Quizá sea lo mejor.
—Tienes razón, Dulce. No puedo cuidarte. Dejé que te rozaran con una
bala. Lo sé, lo siento, soy un idiota. No te merezco y quizá no merezca a nuestro
pequeño milagro. Pero quiero que sepas que pienso en ti siempre y quizá sea
mejor separarnos. Por tu seguridad. Si estás conmigo ellos podrán encontrarte,
pueden lastimar a nuestro bebé y es lo que menos quiero. Lo he pensado
mucho… Y preví esto, por ello compré un departamento pequeño en Noruega.
Pensaba que podríamos ir ahí con nuestro bebé cuando naciera, pero lo
principal eres tú ahora. Ve, no te va a faltar nada. Cuando cierre todo esto yo…
—¿Quieres esto realmente, Christopher? —Su voz es un eco duro y con
espinas que hacen que mi mente desvaríe.
—Es lo mejor para los tres. —Una fina línea de amargura cubre su rostro.
Me mira seria, suspira y vuelvo a ver a Corazón de Hielo frente a mis ojos.
—Pues puedes irte a la mierda y podrirte dentro entonces. —Camina
ignorándome y se encierra en el baño.
Soy un idiota, un completo idiota.
Dulce
Estoy furiosa, completamente furiosa.
Me miro en el espejo fastidiada, cansada de todo el mundo, entonces
vienen de nuevo las ganas de llorar, pero no voy a hacerlo. He dicho. Así será.
Nunca he sido una chica débil, y que llore no significa que lo sea, pero
estoy harta de mi misma. El embarazo hace que todo en mi se revuelva y no
me gusta verme de esta manera. No lloraré, ¿Para qué? Él no lo merece. Yo
no lo merezco.
Peino mi cabello con mis dedos y me lavo la cara para mantenerme
fresca. Necesito un baño… estoy toda zarrapastrosa y no me gusta, por lo que
abro la ducha para empezar a limpiarme. Mi ropa cae y decido tirarla, era un
vestido lindo pero no importa, luego me compraré otro. Agua tibia, si…. Masajeo
mi cabello con shampoo y decido lavar toda la mierda que me rodea. Lavar,
hacerlo mentalmente, imaginar que estoy en un lugar de lujo lleno de frutas y
flores. Es lo que me merezco.
Mis manos ahora recorren mi cuerpo con el jabón líquido de coco que me
regalé a mi misma. Suspiro un Segundo y de reojo miro la puerta. Está sin
seguro… está sin seguro. Y sigo bañándome, haciendo poses extrañas en la
ducha. Sigo pensando en las flores y frutas mientras mis manos solo se
concentran en mi estómago. ¿Te gusta pequeño puntito? —Le hablo como
retardada y pronto vuelvo a suspirar con dolor en la garganta.
No ha entrado, la puerta ha estado sin seguro.
Una chispa de dolor sale de mi interior y apago el agua caliente. ¿A quién
engaño? Me he dedicado a imaginar tonterías cuando en el fondo él siempre
ha estado en mis pensamientos, pero no debo llorar…
Y sale la puta lágrima de mis ojos.
No, no voy a hacerme la victima. No imaginaré un futuro de porqueria sin
él y tampoco voy a echarle toda la culpa, pero me enoja. Me enoja mucho que
siga siendo idiota, me enfurece que a veces sea tan cara dura.
—Tu papá es un idiota, bebé. —Acaricio mi vientre de nuevo mientras
cubro mi cuerpo con una toalla. La herida se mojó pero no duele, quizá
Christopher me regañe por haberme bañado tan rápido pero no importa.
Estoy mal, eso creo.
Siento un nudo horrible en el pecho que no me deja respirar. Me he
tragado el dolor, reprimido las ganas de llorar y la increíble necesidad que tengo
por abrazarlo, besarlo, hacer el amor.
Si tan solo fueras menos idiota… te darías cuenta que no me importa,
qué quiero estar contigo, así sea peligroso.
Abro la puerta fácilmente y en la habitación solo hay ausencia y silencio.
Me pongo pijama muy rápido y vuelvo a pasar cicatrizante en mi herida. ¿Dónde
está? No importa. Ya no importa, leeré un libro. Necesito distraerme, así que
tomo uno de mi mesa de noche y empiezo.
Neuromarketing. Analiza los niveles de atención y emoción con respecto
a los productos o servicios que se ofrecen a las personas…. Y hasta ahí llego,
porque mis párpados empiezan a sentirse pesados. El agua tibia me relajó,
estoy segura, entonces me deslizo suavemente por las sábanas para luego
arroparme como puedo.
Solo somos tú y yo, puntito.
Cierro mis ojos y el frío hace que mis pies se engarroten. Jadeo, vuelvo
a sentir ese indescriptible dolor en el pecho. La luna, las sábanas de seda, mis
piernas vacías. No había un cuerpo fuerte entrelazado al mío, y tampoco mi
piel chocaba con sus vellos. No estaba su olor a rosas y mucho menos su
aliento de menta colindando la línea de mi boca.
Estaba sola y me sentía extraña.
Me desperté con escalofríos sintiéndome como si fuera un cachorro
abandonado en medio de la lluvia. Temblé fuerte, tan fuerte que hasta ahora lo
recuerdo.
Se había ido. Me había prometido que no lo haría, lo había jurado delante
de mis ojos por nuestro amor y esas tontas estrellas. Y no estaba.
Mi pecho colapsa hasta que por fin lloro.
Me doblego ante este estúpido sentimiento. Me siento y mis manos solo
cubren la terrible vergüenza que tengo.
No viviría sin mi idiota, quizá queriéndolo a mi manera.
Mis pies tocan el frío suelo y enseguida lo busco de una manera casi
histérica. No está, se ha ido de nuevo. Emito un agudo grito de resignación,
pero no me resigno… hasta que encuentro su silueta cerca de la cocina
escribiendo una carta.
¿Era para mi?
Me vuelvo loca, al menos eso creo. Corro hacia él y mis manos destruyen
su carga. Lo empujo, le doy una cachetada con todas mis fuerzas y solo me
mira atónito. Mi mano ha marcado su rostro, lo sé porque puedo verlo, pero no
importa.
—Dulce… —Parpadea, está sin polo y quiero matarlo, pero a besos.
Golpeo su pecho con mis manos inquietas y luego me dirijo a su boca
para devorarla. Beso sus labios, los aprieto hacia mí y jadeo como perra en
celo entre sus dientes. Dios, voy a morir… Ataco su cuello con mis manos y
clavo mis uñas llena de rabia. Se queja en mi boca, pero no importa. Sigo
besándolo tan fuerte que quiere separarse de mí y no lo dejo.
Lo necesito como a mi vida misma, como a mis lujos y joyas. Lo necesito
como a mi independencia y al dinero.
—Basta. —Me dice entre besos y me vuelvo una mona caliente. Trepo en
sus caderas colgándome en su cuello, besando su boca, capturando su aliento,
enterrando mis lágrimas en el vacío, en su rostro perfumado.
Sus manos controlan mi ansiedad cargándome en sus caderas para luego
separarse de mi con suavidad. Da dos pasos atrás y respira profundamente.
Dios… ahora puedo mirarlo con atención. Tiene leves rasguños con sangre en
su piel, su boca está hinchada y su cabello alborotado me hace pensar que casi
fui una asesina.

Mierda.
Hace un mohín en señal de dolor. Lo he atacado, estoy llena de lágrimas
pero no siento mi propio llanto.
—Dulce… —Solo repite mi nombre y de reojo veo la carta destrozada.
Joder, tiene números… no letras. —Acabas de destruir mis cuentas y algunas
coordenadas de avión.
Hago silencio y me llevo una mano a la cabeza. Oh puta mierda… acabo
de exponerme más de la cuenta y enseguida veo cómo tuerce sus labios
mientras los lame.
—Me gustan las fieras.
Camina despacio y una boba corriente eléctrica pasa por mi laringe
evitando que pueda hablar o comunicarme de alguna manera. Besa mi frente y
me abraza sin que pueda mover un solo dedo. Me siento tan tonta, pero a la
vez me gusta.
—Perdón. —Susurra oliendo mi cabello, levantando mi mentón y
mirándome de una manera turbia— Pero créeme que si no estuviera este bebé
en medio, te dejaría a mi lado.
¿Qué? ¿Acabo de decirle en mi desesperación que lo necesito y no lo
entiende?
Parpadeo y lo empujo con brusquedad. ¿Qué carajos tengo que hacer
para que Don Idiota me entienda?
Dulce… —Se acerca— ¿Podrás perdonarme algún dia?
Trago dolor, entonces lo miro. Lo miro muy fuerte, apunto de sacar mi
veneno. Lo haré sin piedad porque no merece nada.
Suspiro, abro la boca, lágrimas pequeñas salen de mis ojos. Lo sé porque
puedo sentirlas quemar en mi rostro.
—No necesito nada más que tus brazos para descansar, tus manos para
refugiarme y tu aliento para vivir. No te vayas…
Abro mis ojos de golpe y veo los suyos en shock, ¿Qué? ¿Lo dije? ¿Dije
esto en voz alta? Mierda. Mi cara quema, mis manos hacen puño y solo me
quejo de mi misma. No debí decirlo, debí decirle que lo odiaba… pero aquellas
palabras solo salieron del hielo. Jadeo tontamente, entonces intento irme pero
toma mi brazo.
—Cielo… —Acuna mi rostro y pega su frente— Por favor, dilo de nuevo.
Sus ojos extraños empiezan a enrojecerse, le duele. Me duele. Nos duele
y no soy capaz de decir nada.
—Hay una manera, una sola manera de encontrar tu voz verdadera. —
Añade y me besa.
Oh… mierda.
No quiero resistir. Su lengua tibia me quema y decido entregarme a ello.
Cuelgo mis manos en su cuello lastimado por mis uñas y él enrolla sus brazos
en mi cuerpo apretándome, quitándome el aliento y las ganas de morir. Es un
instante… un solo instante y decido aprovecharlo. Aprieto sus labios con los
míos y pronto una terrible necesidad viaja hacia mi centro. Lo deseo, aquí…
ahora, para siempre pero se detiene. Pega su nariz a la mía y veo su dolor.
—No te merezco. Dejé que te lastimaran. Es la segunda vez qué pasa.
¿Crees que alguien así pueda protegerte? Me he matado pensándolo.
—No mereces alguien como yo, es cierto. —Levanto una ceja— Pero la
bala y los golpes son lo de menos, Christopher. Lo que duele es tu ausencia y
el grado de idiotez que te manejas.
Parpadea sin entender. Hombres…
—No eres Supermán y tampoco soy la dulce señorita que tienes que
cuidar. Por favor, entiéndelo. —Me separo de él— Fue un accidente. —Lo miro
y decido poner fin a sus tontas culpas— Yo también quise ir a esa cena porque
estuve aburrida. Yo metí mis narices en ese lugar, me puse en bandeja. Tu
error fue no decirme que esa tipa era alguien que estabas siguiendo. Pensé
que te gustaba coquetear con ella y sabes que odio compartir.

—Es la segunda vez…


—¿Crees que alejándome vas a arreglar los problemas? Me seguirán de
igual forma.
Quisiera que todo esto termine…
—Yo también. —Suspiro y me acerco de nuevo. Sus ojos son cristales,
su mirada la de un hombre arrepentido y tengo dos opciones. O lo hago mierda
sin compasión o decido pasar su extremo retardo.
Chupo mis labios y pongo mi mano en su hombro.
—Todo lo que tienes de bello se malogra con tu idiotez, patancito. —
Murmuro— Yo escogí estar contigo siendo muy consciente de todo lo que iba
a pasar. Pero parece que quieres hacerte la victima siempre, pensando que
soy un ser frágil que necesita ser cuidado. Soy tu mujer, no tu cristal. No quiero
ser de adorno, ¿Lo entiendes?
—Tienes razón, cielo. —Sonrie— Soy un idiota.
—Al menos eres bueno en la cama. —Me río aún con lágrimas—Me
gustan tus manos largas y… esos dedos. —Carajo… estoy caliente, ¿Cómo
diablos pasé de algo serio a esto?
—Podría enseñarte qué más hacen mis dedos si quieres. —Jadea y se
acerca a mi— Pero tenemos que hablar de muchas cosas.
—Qué aburrido. —Ruedo mis ojos.
—Ven aquí. —Me abraza fuerte—¿Me perdonas? —Susurra en mi oído.
—Has tus méritos. —Sonrio y seca mis lágrimas
—¿Eso es un si? —Me mira en complicidad.
—No te vayas, mientras mantengas tu duro trasero junto al mío todo
estará bien. Solo eso. Además, no voy a permitir que solo yo cuide a tu hijo. Yo
lo traigo al mundo y tú le cambias los pañales, ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Ríe en mis labios y me besa. Si sigue así seré una
bomba…
—Quiero saber todo. Quien era esa cara de rana y si te la tiraste en el
pasado.
—Era solo una compañera, Dulce. Y no, me daba asco.
Levanto una ceja, es hora de interrogarlo. Tiene culpa así que voy a
aprovecharme.
—¿Cuáles son tus planes, patancito?
Duda, entonces hago algo que siempre funciona con los hombres, finjo
enojarme.
—Cielo…
—Pensé que confías en mi. —Toco su pecho.
—Mataré a Hilton. —Respira— Y sospecho que el jefe tiene más que ver
en todo esto.
—¿Más que ver? —Me dedico a observarlo. Nunca me cayó bien ese
tipo.
—Recientemente estuve averiguando, Juan me ha pasado algunos de
sus movimientos y ha visitado constantemente a Brando. Lo odia, cielo. Cuando
entré en la fuerza del gobierno pude observar que tenía una especie de manía
con él. Estudiábamos todos sus movimientos y es un hombre inteligente, nunca
puso su rabia por encima de los planes. Tiene la cabeza fría, por lo que lo hace
más peligroso. Santino podría estar observándonos sin que nos demos cuenta.
—¿Santino? —Levanto la mirada, ¿No se llamaba Gerardo?
—El jefe tiene muchos nombres, bueno… en realidad todos los que
trabajábamos para él. Yo solía decirle Jefe o Santino cuando andaba de buen
humor. Nunca supe por qué, pero le gustaba. Mataba hombres solo porque le
daba la gana y se escudaba en que eran corruptos.
—¿Qué clase de canalla es? —Pregunto con la leve sensación de
escalofrío.
—Un psicópata. Ha odiado todos estos años a Hilton escudándose en
temas del gobierno, la lucha contra la corrupción y toda esa mierda, pero no le
creo. Ahí hay algo más, mi amor. —Acaricia mi cabello— Algo que voy a
averiguar, así sea lo último que haga. No lo ha matado pudiendo hacerlo.

—Hay clases de venganzas, Chris. ¿Y si sólo está esperando el momento


Perfecto? A veces es más placentero ver sufrir a quien odiamos.
—Um…. —Torna sus ojos en mi— Suenas diabólica, bonita. No me
gustaría arder en tu infierno.
—Apaga mi llama, patancito. —Me burlo y muerdo su labio— Te dejé
marcas. ¿Duelen? —Las toco de poquitos.
—Si. —Cierra un ojo— Son rasguños.
—Que te duela más, entonces. —Toco más fuerte y grita casi riendo.
Enseguida me alza en sus brazos y no pongo resistencia. Vamos a la
habitación, podría seducirlo pero tengo ganas de molestarlo. Me acuesta sobre
la cama y cae sobre mí sosteniendo su peso con los codos. Me mira, sonríe y
luego deposita un casto beso en mis labios.
Odio los besos castos, por lo que me quedo con ganas y termino
mordiéndolo. A la mierda mis ganas de molestar, lo necesito.
—Dulce… tu herida. —Murmura sobre mis labios.
—Sabes bien que no importa eso, patancito hipócrita. —Rio y lo tomo de
la nuca con fuerza para luego enrollar mis piernas en su cintura.
Su mano pasa suave y ligera por mi pierna hasta que hasta que sube mi
pijama hacia arriba en segundos mientras que yo solo beso su rico mentón. Mi
marido huele como me gusta y me pone loca, pero aún más cuando roza su
miembro en mi diminuta ropa interior.
—Cielo… te amo tanto. —Me dice al oído y siento que quema. Con
agilidad mete un dedo en mi entrepierna y su boca en mi pezón recién
descubierto. Salto, subo mis caderas hacia arriba de tensión al sentir su duro
toque en mi clitoris. Me estimula, lo mueve como me encanta que lo haga y
luego baja la fina tela de encaje para poseerme con su boca.
Santa mierda
Su lengua recorre hasta los últimos costados de mi centro y luego hunde
un dedo. Mantiene su ritmo con paciencia y siento que poco a poco construyo
algo que necesito que acabe con él dentro. Mi respiración es casi imposible,
pero aguanto. Ni si quiera me ha tocado mucho y ya estoy casi lista, ¿Qué clase
de mago es? Me exaspera que me encante, me volvería una perra entre sus
piernas.
Chillo, es muy rápido. Y mis manos no se contienen, así que introduzco
una de ellas en su pantalón hasta llegar a su sexo. Es duro, podría jugar un
rato pero estoy ansiosa. Desabrocho el botón y bajo el cierre de su pantalón
para verlo caer hasta sus caderas. Muerdo mis labios y lo miro, quiero tenerlo
en mi boca pero no me deja. Es el único hombre por el cual haría esto.
—Chris… —Lloriqueo.
—Hagamos algo mejor. —Sus ojos se oscurecen, sus labios me parecen
más comestibles, entonces me tira hacia atrás y deja caer por completo su
pantalón y bóxer para que pueda apreciar la vista.
Parpadeo.
Recuerdo haber buscado tener sexo con él a mis 16 años, pero jamás
pude superar que toda su extensión alcance dentro de mi cuerpo. Río
recordando, cómo si fuera una idiota, pero pronto se acerca a mi y en un
segundo veo su miembro entre mis senos.
Maldito idiota.
Verlo satisfacerse en mí delante me excita aún más. No puedo respirar al
sentir que me está utilizando y que me gusta. Pasan segundos, que se yo, y
pronto me levanta las caderas para hundirse en mi interior. Oh… mierda. Se
mueve como si fuera la última vez y mi mente colapsa. Golpea fuerte en mi y
solo deseo que no termine rápido. Con una mano toca mis senos y yo solo toco
su duro trasero. Quiero que sea más intenso, así que me enredo en sus caderas
haciendo fuerte la necesidad que siento. El sonido de su piel contra la mía me
emborracha en una ola de fuego que termina cuando me sube las piernas y se
hace más profundo. ¿Puede acabar algún día? Este deseo me mata, me llevará
a la ruina.

Con movimientos ágiles ahora me da vuelta y se pone detrás de mi para


luego alzar mi pierna. Es un sentir más inquieto, duradero, incesante. Abro la
boca y me arqueo hacia atrás cuando siento que todo va más rápido, entonces
Grito. Mi voz aguda podría parecer ahogada y su voz ronca en mi oreja hace
que poco a poco no pueda soportarlo…
Explotamos, lo hacemos juntos.
Respira fuerte para recuperar el aliento y pronto besa mi oreja, baja mi
pierna y siento que duele, me abraza, se sale de mi y es un instante maravilloso.
Con angustia tapa mi cuerpo, lo mece, voltea mi rostro y pone sus labios sobre
los míos mientras su mano se dirige a mi estómago.
—¿Está dormido? —Suena como un eco.
—No lo creo, debe andar alterado por el terrible sismo que acaba de
hacer su padre. —Me burlo volteo mi cuerpo para verlo.
—Eres muy hermosa, amarga…. No puedo dejar de verte.
—Mira cómo me conmuevo. —Pongo mi mano en el pecho burlándome
de su cumplido.
—Sé que dices siempre que no debo ser cursi, pero yo pienso que soy
verdadero. Es lo que me nace decirte, amor mío. —Acaricia mi cabello— Tú en
cambio jamás me dices algo lindo.
—Um… hoy te dije que eras guapo.
—Mejor dime que me amas —Se acerca a mi rostro—Dime que lo haces.
—Christopher….
—Evades con la mirada esto, porque sé que me quieres, pero de vez en
cuando necesitamos escucharlo.
—Ok, si. Podría ser… un poco. —Tenso mis muñecas, se lo he dicho un
par de veces pero no podría vivir así siempre. No me sale, aunque lo sienta.
—¿Un poco? —Gruñe en mis labios—Solo una vez más… ¿Si? —
Susurra y suspiro.
—Teamounpoco. —Digo rápido— Ya está.
Me abraza y luego juega con mi pezón.
—¿Son mi parecer o están más grandes?
—Supéralo. —Río y me abraza.
Pasan segundos y me cambio en su delante. Él hace lo mismo y me
encanta. Me miro en el espejo, su mano está tocando nuevamente mi vientre y
solo puedo sonreír como tonta. Cada vez es más obvio que mi pequeño milagro
está aquí y me encanta.
—Pequeño o pequeña… —Me voltea, se arrodilla ante mi bebé y lo
besa— ¿Cómo has estado?
—Dice que no lo dejamos dormir. —Me invento, o al menos es una ligera
sospecha.
—Tendrá que acostumbrase. —Ríe y me doy cuenta que tiene una
hermosa sonrisa, ¿Mi bebé también será como él?
—Mi pequeño cielo, desearía tanto tenerte entre mis brazos. —Besa mi
estómago— Crece rápido. Por favor, papá quiere arrullarte. Mamá quiere
hacerte dormir. No sabes cuánto te hemos esperado, mi vida. Tienes que vivir,
eres muy fuerte.
Él sigue hablándole y tengo la ligera sensación de que se mueve, pero
pronto la descarto. Dejo que Chris juegue con mi panza un rato más para luego
irme con él a la cocina. Como primero un sándwich, luego la pizza que pidió
para él sin temor a engordarme. Me mira pasmado, jamás como pizza, pero lo
hago porque me da antojos. La casa está un poco desordenada y me estreso,
él me mira candado, quizá porque ya es muy tarde, pero me enterco.
—Si no traes a la sirvienta tendrás que ponerte a recoger todo esto.— Le
advierto, levanta las manos y lo acepta mientras decido ayudarlo.
—Hay unas cajas, ¿Están vacías?
No. —Su mirada se oscurece—Son… cosas de mamá. Las traje porque
quería que este fuera nuestro hogar, pero jamás las toco. No puedo.
Me acerco a él y acuno su rostro con mis manos.
—Macarena amaría a nuestro bebé.
—Lo sé. —Sonrie falsamente y luego se fija en su móvil.
Número desconocido.
Ambos nos quedamos sin movernos, hasta que se eriza como un gato y
se lleva su móvil hacia afuera. Me tensa que haga esas cosas, pero decido no
enojarme y arrimar como puedo las cosas de Macarena. Tomo la caja y me
decido abrirla para limpiar lo que hay dentro.
Odio limpiar, pero podría hacer un esfuerzo por mi Maca. Veo sus fotos
admirando sus ojos azules como el mar, su fina transparencia, su hermoso y
largo cabello color chocolate. Ella era una gran mujer, no existía maldad en su
vida… y siento impotencia al pensar que pudo haber sido torturada.
Solo por eso, querida Maca, dejo que Christopher piense en esta locura.
—Acaricio su foto, cómo si pudiera conversar con ella y me quedo mirando
aquel cuadro mientras me pierdo en los recuerdos.
<<Puedes perder la cabeza por un hombre, pero jamás olvidar a tu primer
amor.>>
Sus palabras retumban en mis oídos, entonces la recuerdo. Acaricio su
fotografía una vez más notando que el cuadro está partido. Un escalofrío nace
en mi interior, miro a un costado y Christopher discute por teléfono desde
afuera, entonces rompo el pequeño gancho que sostiene la Unión del cuadro.
Saco el vidrio, luego la foto para luego ver un clavel blanco disecado detrás y
una carta vieja doblada en cuatro.
Mierda. No debería, no, pero mi curiosidad gana y la saco de su
escondite, entonces me hielo….
Santino. Eso dice.
Mis dedos tiemblan, jadeo descontrolada. De l carta sale una foto
pequeña que muestra la imagen de 3 niños. Una de ellos es Macarena, el otro
Niño es irreconocible y el tercero… es Christopher, o un ser muy parecido a él.
¿Será su padre? Mi corazón late más fuerte, Macarena jamás quiso hablar del
tema. Trago saliva, abro la carta y empiezo a leerla…
Son 12 días sin ti y ha sido un tormento. No he cumplido ni los 15 años y
un pequeño ser se mueve dentro de mi. Perdóname, te lo he ocultado… pero
ha sido lo mejor porque tengo vergüenza. Mucha vergüenza. Mi padre me echó
de la casa, mi madre solo me tira de desvergonzada pero nadie sabe la verdad
que guardo y te pido perdón….
Mis ojos se abren al pasar la otra línea, abro mi boca muerta de pánico
sintiendo que mis piernas se adormecen, cayendo de golpe en el sofá con la
boca abierta.
Meses después….
58. No es quien crees
Chris

“El acto más sublime del amor no es el sexo. Es que estés conmigo
cuando ni yo sé donde estar.” D.S

México no ha cambiado, sigue siendo el mismo lugar congestionado de


siempre.
Giro mi cabeza para mirar hacia el callejón que cierra la calle en una
esquina y todo sale como pienso. El anciano se sienta, una mujer pasa rápido
y la bocina de un auto empieza destellar un estruendo, haciendo que mi
ansiedad salga a flote cuando veo aquella silueta … Y lo sigo.
El camino es oscuro, pero no temo. Llevo mis armas, algunos
documentos y sobretodo mi sed de venganza. Han sido dias terribles, horas de
enojo, noches sin dormir… pero prometí que iba a arreglarlo. Necesito
deshacerme de Brando, sino no viviré en paz. No podría darle a mi familia.
—Adelante. —Escucho una voz ahogada.
Tres pasos a la derecha, dos al centro. Respiro tenso porque estoy en
completa oscuridad, trago saliva e intento mantenerme quieto. Sé que a Dulce
no le gustará, pero no tengo opción. No ahora.
—Necesito ver tu rostro. —Digo.
Y así se hace.
Una lámpara cenital se enciende para luego poder observar el rostro del
hombre con el que trabajé hace años. Me mira sonriendo, como si fuera una
gran hazaña tenerme a su lado. Mi voz se reprime y aprieto la mandíbula, aún
no olvido todo lo que hizo, pero es la forma más rápida que tengo para llegar a
Hilton ahora.
—Bienvenido, Christopher. —Sonríe.
—Sin rodeos. —Respondo de inmediato, no tengo ánimos de nada.
—¿Ya no hay respeto hacia mi? —Se sirve un trago y con la cabeza me
indica que tome uno, pero no hago caso.
—¿Cómo debería llamarte? ¿Jefe? ¿Gerardo?... ¿Santino?
Reacciona con la última palabra que digo y me mira fijamente.
—Jefe está bien. —Su mirada es turbia, no podría leer sus ojos. No ahora.
—Esta no es una visita de cortesía. —Retumba mi dura voz en la sala
oscura.
—Entonces hablemos. —Bebe un sorbo de whisky— Quieres a Hilton y
yo lo tengo en mis manos. Interesante.
Reprimo la rabia e intento mantener la calma. Se burla ¡Lo está haciendo!
Mi cabeza es un manojo de dudas y preguntas, pero sé que debo ir con calma.
—Lo liberaron. —Solo digo, no puedo articular más palabras porque todo
esto me parece sin sentido. Mi ansiedad ha ganado ahora.
—Si… —Suena despreocupado— Ya sabes, hay intereses de por medio.
—¿Intereses? —Mi pregunta casi es un reclamo— Viviste años
planeando la captura de ese tipo. Me entrenaste para hacerlo. Ahora que lo
tienes en tus manos… ¿Lo dejas ir?
Sonríe.
—No cambias, Hijo. —Niega con la cabeza— Deberías ver más allá de
tus narices.
Me mira fijamente como si estuviera estudiando todos mis movimientos,
sin embargo no le doy el gusto. Me quedo inmóvil, con un tono serio y neutral,
pero en el fondo mi mi cuerpo arde en el infierno.
—Al grano. —Mascullo con un nudo en la garganta.
—Conviene más tenerlo fuera. Hay intereses de por medio, ya te lo había
dicho. Es mejor que muera de otra manera, no en mi poder.
Parpadeo sin poder creerlo, ¿Habla enserio?
—Cuál es tu plan entonces, jefe —Digo lo último con ironía.
—Pronto lo sabrás. —Sonríe de nuevo— Y estarás muy interesado. Voy
a revelarte un secreto.
Me detengo a pensar con detenimiento y suspiro lentamente. No debo
caer en su juego. No debo. —Me digo a mí mismo con prisa. Él es un gran
competidor, mueve sus fichas razonablemente, y yo estoy dejándome llevar por
mi furia. Necesito controlarme, pero la sangre me hierve. No puedo pensar con
claridad.
—No vine aquí para jugar a los dados, Gerardo. —Soy claro— Vine aquí
por la cabeza de Hilton. Entrégamelo y nunca más sabrás de mí, te daré las
partidas y documentos que envuelven al gobierno en corrupción, los videos de
muchos asesinatos y grabaciones de tus planes sucios con el presidente.
Hay un minuto de silencio y luego lanza una carcajada que hace friccionar
mis puños. Voy a golpearlo y no me importará que sea un completo anciano.
—¿Crees que vas a intimidarme? —Se pasea por mi lado— Muchacho,
muchacho… Eres tan joven. —Susurra— Tu peor error es la impulsividad,
¿Qué te enseñé? —Golpea mi estómago de forma leve— No sentimientos. —
Me mira con furia— No al amor —Se acerca más— Y nunca morder la mano
de quién te dio de comer.
—¡Tú no me hiciste un favor! —Exploto— ¡Solo aprovechaste mi
angustia! ¡Aprovechaste el dolor que sentía por la muerte de mi madre!
¡Manipulaste a un muchacho desolado! —Grito fuerte— Eres una maldita rata.
—Cuidado con tus palabras. —Me mira enojado— Te he estimado por
años, pero estás cruzando la raya. Algún día te arrepentirás… y puede que de
la peor manera. Por cierto, ¿Cómo está tu dulce esposa y su engendro?
—¡Cierra la maldita boca! —No puedo más, así que voy contra él pero
enseguida 4 hombres me sostienen de los brazos. Mis ojos saltan de rabia
contenida y simplemente estoy hecho una mierda.
—Sé dónde vives, sé qué comes, sé cómo duermes… hijo… —Ironiza—
No me provoques. Si quieres a tu familia con vida, no te metas en mis asuntos.
—¡Hijo de puta! —Intento luchar pero no puedo— ¡Vas a arrepentirte por
todo el daño que ocasionaste! ¡Hilton y tú van a pagarlo!
—Yo no estaría tan seguro. —Sonríe— Tu vida depende de mí, aunque
no lo creas. Si quieres a Hilton… lo tendrás pero a mí manera, con mis tiempos
y mis reglas.
Su sonrisa se va volviendo una especie de película de terror mientras
lucho contra los bastardos que me tienen sujeto. No va a quedarse así, lo juro.
Dulce
Han sido aproximadamente 180 días… 6 meses y no me gusto del todo.
Mi mano toca las líneas curvas de mi cintura para luego sujetar una especie de
bola yaciente en mi piel y sonrío. Me frustra pero sonrío, lo estoy haciendo… y
eso es novedad.
No tengo la panza grande, ni siquiera se nota mucho mi embarazo y me
molesta
—Puntito, ¿Por qué no creces? Me había comprado ropa extra large
pensando que serías un cerdito, pero pareces una pulguita… como tu padre.
Su padre…
Esbozo un suspiro y me pongo de mal humor, ¿Dónde mierda está
ahora? Estos meses han sido horribles, solo viaja… y viaja… y no está
conmigo. En las noches suele despertar y abrir su computador para enviar
correos relacionados a Brando. Por un lado me molesta, pero por otro lo
entiendo. Ese hombre le quitó una de sus más grandes razones de vida y
necesita vengarse para ser feliz.

Tiene que hacerlo por Macarena…


Las dudas invaden mi mente de una manera casi arrolladora, ¿Debería
decírselo?, quizá solo incrementaría su enojo y frustración. La verdad sobre su
origen está en juego, sé que mi deber es hablar, pero quizá no ahora.
—Ou… —Toco mis senos aparentemente más grandes mientras me
distraigo— Esto es increíble.
Mis manos juegan con los cambios de mi cuerpo, pero mi mente aún
maquina la forma en la cual le diré la verdad de todo.
—No me jodas, Dulce. No ahora. —Me digo al espejo.
—Bonita… —Su voz hace que la bolita dentro de mí salte. Sí, ya se
mueve y es maravilloso poder sentirlo.
—Buenas noches. —Ironizo, intenta besarme pero me alejo— Si piensas
que esta casa es de cualquiera te me vas volando. —Le trueno los dedos— No
llamas, no envías mensajes, ni si quiera te interesa saber cómo estamos. —
Hago mi maldito drama al propósito, solo porque quiero molestarlo.
—No estoy de humor. —Intenta sonreír pero no puede, entonces noto que
tiene una pequeña herida en la comisura de su boca, ¿Lo golpearon? Algo en
mí se tensa.
—Patancito, ven aquí… —Me acerco, levanto su mentón y compruebo
mis sospechas. Alguien lo golpeó—¿Qué sucedió?
Se queda mirando y lo sé de inmediato.
—Maldito hijo de puta. —Chillo con mis dientes.
—No es nada. —Eleva sus hombros— Quiero dormir.
—Pero… sangras.
—Es solo una heridita, tranquila. —Besa mi frente— Necesito descansar.
Camina serio y se dirige a la habitación ignorándome completamente,
¿Qué carajos le sucede? Su centro de atención deberíamos ser su pequeño
puntito y yo, pero intento tranquilizarme. Las hormonas han estado jodiéndome
todos estos putos meses y estoy calmándome como puedo, sin embargo ¡No
me gusta que me ignore! —Me contradigo y mis pies ya están caminando detrás
de él.
Al entrar a la habitación veo cómo se quita el polo y noto que le fastidia
respirar. Jodido anciano, hundiría mis uñas filudas en su asquerosa garganta.
Pego mis labios y camino hacia él para luego pasar mis manos por su espalda.
—¿Quieres un masaje? —Murmullo y mi propia voz en su piel me hace
sentir intensa de nuevo.
Soy insaciable.
—Por favor… —Responde con sorpresa.
Tomo un poco de crema y mis manos se resbalan por su piel. Su espalda
es grande, fuerte y ancha, entonces recuerdo nuestra última noche… de cena.
—Dulce… —Advierte pero es tarde, mi boca está pegada en su piel
dando pequeños besos en su columna vertebral.
—¿Qué tal si te doy masajes en otro lado? —Digo y enseguida voltea
para cargarme en sus caderas con cuidado.
Oh… santa puta de las putas… me atraganto con su boca. Está
besándome, caemos en la cama y no me doy cuenta, pero luego para. ¡Jodido
idiota!
—Deberías descansar. —Dice para librarse.
—¿No quieres? —Muerdo su labio inferior.
—No tengo ánimos de nada. —Termina con un piquito y me da la espalda
en la cama.
No sé si reír o golpearlo, ¿Se atrevió a rechazarme? La sensación de
abandono regresa y es muy fea, pero me concentro en mí. No pienses, no
pienses —Me digo— Y pienso. Está enojado con el mundo porque no puede
tener bajo control todo lo que quiere e increíblemente lo entiendo.

—Vas a acabar con él, tranquilo. —Solo digo, entonces dirige sus ojos de
avellana hacia mí.
—¿De verdad lo crees? —Una línea de inseguridad pasa por su rostro,
podría destruirlo pero no quiero. No ahora.
—Siempre lo he creído, nunca fue enserio lo que dije en el pasado.
—Cielo… —Estúpidamente se vuelve romántico, besa mis labios fuerte y
en un segundo de necesidad arrasa con mi lengua.
—Basta, ando hormonal. Si me vas a dejar así… no.
Sonríe y toca mi vientre para luego acercar su rostro.
—Hola puntito, ¿Podrías decirle a papá que también confías en él?
Un nudo se me forma en la garganta. Mierda.
—Déjate de cursilerías, patancito.
—Hablo con mi pequeño sol.
—¿Y si es niña?
—Mi pequeña estrella. —A las justas me mira y me siento celosa, pero
luego pasa.
Con besos empieza a bordear mi vientre y solo siento cosquillas, por lo
que intento retirar su rostro con mi mano pero me vuelve a ignorar. El momento
es asquerosamente romántico y me mareo con todas las emociones que
afloran en mi pecho.
—Me crecieron las niñas… —Distraigo mi atención— ¿Lo puedes creer?
—¿Más? —Ríe.
—Ajá.
—Más para mí. —Ruedo mis ojos, ¿qué se cree?
—Christopher, saca tu puta boca de mi vientre. —Me empieza a fastidiar
tanta miel….
—No. Es mi bebé también, ¿Verdad que te gusta? —Sigue dándome
besos y me rindo, tomo una almohada y la pongo en mi cabeza.
Cuando se cansa apaga la luz y la oscuridad arremete en nuestra
habitación. Hoy hay luna llena y es perfecto, los pequeños rayos su luz
traspasan por las cortinas haciendo una escena de ensueño.
—Descansa. —Besa mi cabeza y se acuesta a mi lado, pero no tengo
sueño.
—Duerme tú. —Respondo y me levanto hacia el baño. Odio la sensación
de querer hacer pipi siempre, pero la doctora dijo que era normal en mi estado.
Los minutos pasan y decido ponerme la pijama de encaje que pedí por
amazon. Es casi exquisita, hermosa, perfecta para mi estado. No me
avergüenzo para nada estando embarazada, ¿Por qué debería hacerlo? Este
bebé me complementa. Sigo siendo sexy, atrevida e irresistible para él.
Porque sé que caerá de nuevo.
Me miro al espejo riendo mientras lavo mi rostro para luego regresar al
dormitorio. Él solo tiene la mirada perdida, entonces decido despertarlo de una
forma sutíl. Pego mi cuerpo hacia las cortinas acomodándome el cabello,
dejando que la brisa de la noche acune mi piel, oliendo el mar por todos lados…
—Bruja… —Susurra, volteo de medio cuerpo y le sonrío mientras lo veo
congelarse.
—¿Qué? —Le digo.
—Eres hermosa, Dulce. Muy hermosa.
Parpadeo.
—Lo sé. —Sonrío sin ánimos de verme humilde, a la mierda esas
mierdas… Hay que saberse guapa siempre.
—Lo digo enserio. —Levanta su cuerpo y camina hacia mí— ¿Cómo lo
haces? —Pregunta besando mi hombro.
—¿Volverte loco? —Voy al grano.

—Mantenerme loco. —Saca un mechón de mi cabello y lo pone detrás de


mi oreja.
—Supongo que soy bruja, tú lo has dicho. —Paso mi mano por su rostro.
—Ustedes son mi vida, cielo. Nunca lo olvides. —Toca mi vientre.
—Sh… —Pongo un dedo en su boca— Menos habla, más acción. —
Acerco mis labios a los suyos rozándolos lentamente— ¿Te gusta mi encaje?
—Me encanta. —Habla lentamente— Es perfecto.
—Quiero usarlo… —Murmuro— Contigo o con quien quiera.
Me separo y miro su seriedad… ¡Quiero reir! Pero me aguanto. Muerdo
mis labios, entonces me pega a su cuerpo como puede.
—No vuelvas a bromear así.
—Que los problemas no afecten nuestra relación, patancito. Deja la
mierda afuera.
—Me vuelves loco cuando haces eso… —Jadea en mi boca— No me
soporto, ¿Sabes?, me tienes hecho una bestia. Intento contenerme, pero es
imposible. Eres…
—Cierra la boca. —Capturo sus labios de nuevo sintiendo su sabor y me
vuelvo una enferma. Tomo su lengua, la enredo con la mía y rápidamente
estamos en la cama.
—Sabes cómo es esto… —Dice jadeando mientras me baja el cierre.
—Ajá…
Cuando me desvisto él está sentado al filo también desnudo mirándome.
Parpadea sonriendo, sé que está admirando a puntito, pero no quiero sus
palabras lindas ahora sino su lado más rudo.
—Amor…
—Silencio. —Me doy vuelta y me acomodo en sus piernas hasta que me
hundo lentamente con ayuda de sus manos. Él me aprieta, estoy sentada en
su encima, y poco a poco nos movemos en un ritmo creciente. La posición no
me incomoda, sobretodo porque estoy controlando los movimientos. Él jadea y
me excita haciendo que poco a poco me mueva más rápido.
—Cielo… —Besa mi espalda y siento que la electricidad choca en cada
parte de mis poros.
El placer invade mi cuerpo, cambiamos de posición en un instante y
levanta mi pierna para luego penetrarme con fuerza de costado. Oh… mierda.
Con su mano me sostiene y luego se hunde fuerte en un ritmo intenso.
Choca y grito.
La sensación es infinita y de reojo veo mi panza moviéndose. Me gusta
esto… me encanta con él. Ni si quiera me ha tocado mucho y estuve lista muy
rápido. Jadeo con furia, se hunde más y su piel emite un sonido contra la mía.
—Mierda. —Gruñe y se detiene para luego jalar mis piernas y levantar
mis caderas hacia él, porque ahora está arrodillado.
—Chris… —Apenas tengo voz, se ha descontrolado. Tengo las nalgas en
sus manos está empujando hacia mi de forma brusca. Su miembro choca en
mí para hundirse fuerte resbalándose por mi interior. Muerdo mis labios
mientras me sostengo como puedo, la sensación es increíble….
Nuestros gemidos llenan toda la habitación mientras siento que voy a
explotar en cualquier momento. Él se arquea hacia adelante mientras sigue
cogiéndome dándome su último aliento.
Y por fin lo hacemos juntos… casi al mismo tiempo. Mi mente se nubla
cuando siento la liberación, electricidad viva ha pasado por mi cuerpo
llenándome de placer de nuevo, entonces sonrío… Ha caído.
—Caíste. —Digo cuando me acuesta en la cama.
—Sabes que siempre caigo. —Ríe y me abraza desnudo— ¿Te molesta
si lo hago?

—Me das calor. —Reniego— Y ya me diste lo que quería.


—Eso es un sí a tu manera, bonita. —Nos tapamos con la sábana y debo
reconocerlo… me gusta. Estamos desnudos en la oscuridad mientras su mano
vuelve a mi vientre.
—Déjalo dormir…
—No creo que esté durmiendo. —Se burla— Y quiero que se mueva.
—Está moviéndose. —Llevo su mano a otra parte de mi vientre y ambos
nos paralizamos.
—Es tan bello….
—O bella… —Lo corrijo— ¿Quieres saber el sexo?
—¿Qué clase de sexo? —Lo dice en doble sentido.
—El del bebé, idiota.
—Es peligroso, cielo. Prefiero que la Señora Angélica venga a verte de
nuevo.
—Bien. —Acepto.
Un silencio vuelve como la sombra que no ha ido en todos estos meses.
—Siento tanto que tengas que pasar por esto… —Susurra.
—No te estoy reclamando nada. —Contesto— Mejor disfrutemos el
momento. —Volteo con cuidado.
—Cada día te amo más… —Vuelve a acariciar mi cabello— Amo que
seas tan segura, sorprendentemente comprensiva ahora y a la vez siendo la
misma. Ni si quiera te avergüenzas de estar embarazada, muchas mujeres…
—Muchas mujeres viven quejándose de la gordura y estrías. Los kilos se
bajan, las estrías se previenen, y todos cambian. No soy una dulce niña,
Christopher. Me gusta el dinero tanto como el sexo, la buena vida… tanto como
tú. Eres el hombre con el que decidí embarrarme, ¿Lo comprendes? Serás el
papá de mi hijo, alguien que debería corresponder a la confianza que tengo.
No en vano soporto este encierro.
—Te juro que voy a acabar con…
—No me interesa. —Lo interrumpo— Pero sé que necesitas hacerlo para
sanar. Bien, mata a quien quieras pero no traigas los problemas a nuestra vida.
No todas las mujeres son iguales y tampoco aguantamos tanto.
Me mira, solo me mira.
—Lo hemos hablado mil veces, realmente estoy aburrida. Sabes qué
quiero.
—Lo sé.
—Eso me gusta. —Me pego a sus labios y le doy un piquito— Amo mis
nuevas curvas.
—Son hermosas… así como todo en tu cuerpo. —Mira mis senos— Pero
me reservaré el derecho, porque todo es para mi hijo.
—Um… —Cierro un ojo, ni siquiera he pensado en la lactancia— No lo
sé. ¿Me contarás que hiciste hoy?
Lo miro seria, él piensa que no lo sé y yo lo sé todo.
—Sé que no te va a gustar pero… Fui a ver a Santino, el jefe, como sea.
No me sorprendo, solo suspiro.
—¿Qué ganaste?
—Un golpe —Se rie— Porque fueron muchos… —Se explica— Bueno,
en realidad creo que algo trama. Es tan confuso todo… Voy a averiguarlo, lo
juro.
Su mirada cambia cuando habla de ese hombre y mi piel se eriza por todo
lo que se le viene encima. A veces me siento culpable, pero luego recuerdo que
es lo mejor para todos, hasta para este bebé que viene en camino.
—Bueno… ¿Te propuso una alianza?
—Me pidió que esperara al momento preciso, me dará a Hilton a cambio
de sus documentos y un último trabajo.

—¿Qué clase de trabajo?


—Quiere que acabe con un tipo.
—¿Qué tipo? —Insisto.
Suspira
—Christopher… —Mi curiosidad aumenta.
—No es nadie, Dulce. —Me abraza— Es alguien que no conoces y no sé
si deba hacerlo. No quiero pensar en más problemas, solo en nosotros y
nuestro bebé sin nombre.
—Deberíamos buscar uno pronto. —Acuesto mi cabeza en su pecho y
dejo que me abrace por más tiempo. No voy a insistir… Cierro mis ojos y pienso
en el laberinto enredado que es todo esto.
Todo pasa, todo llega, todo vuelve a la normalidad tarde o temprano.
La mañana llega, y tal como le había prometido a mi madre, estamos en
su casa temprano. Desde hace unos días salimos más, pero lo que no podemos
hacer es estar en lugares que impliquen un registro de visita. Christopher es
muy precavido desde el último suceso, tenemos ahora un par de
guardaespaldas discretos y eso no me molesta. No por ahora.
—Hola, mamá.
—¡Mi reina! —Salta y me abraza— Mi pequeñito… —Toca mi vientre—
Cielo, te ves hermosa. No es lo mismo verte en fotos a en persona. Pasa… y
bueno, tú también. —Le dice a Chris quien está rodando los ojos.
Enseguida todo se vuelve seriedad cuando mi padre pasa por la sala y
sus ojos se dirigen a mi estómago abultado. Mamá le sonríe, yo solo tengo
ganas de desaparecer porque no aguanto dramas, pero insiste y se acerca.
—¿Cómo estás? —Suelta sorprendentemente calmado.
—Bien. —Digo cortante, me joden estas tonterías.
—¿Y el bebé?
—Muy bien. Ahora duerme. —Le digo y mira a Christopher para
extenderle la mano.
—Hola, Christopher. —Suspira.
—Hola, Carlos. —Chris corresponde y nos sentamos.
Mamá habla durante una hora y no para. Me tiene harta con sus modelos
gringas y mi mente solo piensa en Kiara, ¿Dónde diablos está? Recuerdo
haberme costado una discusión mientras inventaba algo para que olvidara lo
sucedido, pero sé que no me ha creído hasta ahora.
—¿Dónde está Kiara? —Christopher toma la palabra.
—Salió con ese tipo. —Mamá no se nota molesta.
—¿Su novio? —Chris empieza de metiche.
—Algo así. Ese tipo es… bueno, algo mayor pero bien para ella.
Aunque… me parece que no está descansando bien porque solo la veo
cansada y ojerosa. Ella dice que es por la Universidad, pero algo me dice que
no hija.
Mi mente inmediatamente piensa en que pueden estar teniendo intimidad
seguida, pero esto no es una broma ahora. Es cierto que se ha encapsulado
en sí misma, lo que no es usual en esa niña, y eso es extraño.
—¿Cómo se llamaba ese tipo? —Pregunto.
—Dorian.
—¿Su apellido? —Chris está serio.
—No lo sé, nunca lo dice.
Mi mente se nubla y enseguida comparto el pensamiento de Chris. Mamá
abre sus ojos preocupada, se levanta de su asiento y me da aire pero no
puedo…. La ansiedad me genera alergia. Christopher me levanta y respiro más
fuerte mientras pega su boca en mi oído.
—Lo mataré si se atreve a hacerle daño.
Y es magia…
Mi ritmo cardiaco baja, el bebé se mueve cuando pone su mano en mi
vientre.

—Todo estará bien, cielo. —Besa mi frente y poco a poco todo pasa. No
me suelta en un buen rato y parece que al bebé le gusta… quizá ya sabe que
él es su papá y eso me vuelve loca porque cuando está presente me siento
más tranquila, calmada, en paz.
—Cariño, te traeré un vaso de agua.
Cuando me siento en el sofá Chris extiende su mano mirando su teléfono.
—¿Esperas una llamada?
Cuando va a contestarme mamá llega.
—Aquí está tu agua.
La bebo con calma mientras escucho otro discurso de mi madre. Pasan
algunos minutos y Christopher solo se muestra ansioso. Intento distraer mi
mente, juro que lo hago, pero solo pienso en que algo malo está pasando. La
ansiedad vuelve a mi pecho de nuevo, pero logro calmarme. No ahora, Dulce.
No con el bebé dentro. —Me repito y suspiro.
—Disculpen. —La pantalla de Chris se ilumina y se levanta en completo
misterio. El reloj va avanzando, Kiara no llega, ¿Qué carajos pasa? Mi mente
colapsa, mis dientes chocan de tensión, no me soporto.
—¿Quieres descansar? —Dice mamá
—No. —Me levanto y me detiene.
—Ven a descansar.
—Iré en un rato, ¿Me preparas la cama? —Le miento, es la única forma
que tengo para quitármela de encima.
Asiente y se va corriendo, pero entonces aprovecho para buscar a
Christopher.
—Iré a ese lugar, tendrás su cabeza y es lo último que haré por ti ahora.
—Lo escucho decir mientras me encuentro con sus ojos sintiendo una especie
de apretón por dentro.
Cuelga.
—Dulce…
—No vayas.
—Será lo último, lo juro.
—Christopher…
—Debo hacerlo, cielo. Es la oportunidad que necesito. Me entregará a
Hilton.
—¿Y si es mentira?
—No le conviene mentirme. Confía en mí, cielo. Será lo último.
Suspiro.
Gerardo
Suelto el teléfono y lo tiro a la basura riendo.
—Sabes qué hacer. —Digo.
—Lo sé. —Responde mientras alzo la cabeza.
—He soñado con este momento durante años… —Me sirvo un trago para
luego tomármelo de golpe.
—También yo. —Suspira mientras se sirve un trago conmigo y completa
mi vaso.
—¿Qué se siente, pequeño? Bueno, ni tan pequeño. —Río.
—Me liberaré de toda la mierda, es todo. —Su tono es burlón pero en el
fondo veo odio y eso me da ventaja. Ese “pequeño” es un tipo resentido. Ha
odiado a Brando por años… y a Christopher también, por lo que me da ventaja.
—Eres un zorro viejo, felicidades. Lograste tu propósito.
—Aún no. —Señalo— Pero reconozco mi brillante idea y todo el plan que
he tenido en estos años.
—¿No sientes cariño por él? —Su pregunta me exaspera.
—¿Por Christopher? —Levanto una ceja y río.
—Así es.
—No. —Mi respuesta es rotunda— Aunque en un momento pensé que
iba a servirme más.
—Tiene el rostro de esa mujer… es idéntico a ella.
—Macarena es otra historia, niño. Si valoras tu vida no te atrevas a
mencionarla.
‘Ríe.
—Qué viejo tan romántico…
—No bromeo. —Saco mi arma.
—Bueno, bueno, bueno. —Levanta las manos— Está bien.
Trago saliva y el silencio me trae recuerdos.
Ella, la pequeña rosa blanca embarazada, sus cartas… Y mi mirada se
centra ahora en los ojos de aquel muchacho que tengo en frente. Sonrío, me
devuelve la sonrisa, le doy un arma enseguida y tiene buenos reflejos.
—Esta noche se sabrá la verdad. Llevarás a Brando a aquella casa y
pondrás a Christopher en aquella habitación. Abrirás las puertas cuando menos
lo pienses, dejarás que ambos se ataquen como dos fieras… y Christopher
disparará justo en el corazón de Brando. Su cuerpo caerá en el suelo y luego
sonará mi grabación, dejarás que la escuche… él tiene que saber quién soy, y
luego dispararás tres veces en su corazón… por la espalda.
—¿Es tu última palabra?
—Mátalo.
59. Una trampa
Dulce

Duele tener a una persona en el corazón… sin poder tenerla en tus


brazos.

Lo miro quitarse la ropa y no puedo evitar sentirme atraída por su cuerpo.


Pego mis labios para evitar la risa mientras su duro trasero se aprieta al
sentir el short que acaba de ponerse. Parpadeo, tomo asiento en el sofá sin
que lo note, entonces me doy cuenta que este hombre es quizá más caliente
de lo que cree.
Su espalda dura y bien trabajada dibuja líneas perfectas. Sus piernas
largas hacen que algo en mí se acelere. Sus manos grandes solo me traen
recuerdos… muchos recuerdos.
Era una chica joven que buscaba aventura y él un tipo que buscaba algo
serio. Al principio me parecía aburrido, pero pronto me enamoré como una
tonta… Y ese fue mi error, darlo todo sin pensar en mí primero. ¿Cómo
sostienes una relación así? Me fui metiendo en ese lodo sentimental sin querer
y cuando me dí cuenta estaba totalmente jodida. No vivía si no estaba conmigo.
Me costaba respirar tranquila sin saber qué hacía, con quién estaba, si
realmente me extrañaba. Necesitaba estar con él y amaba sus besos a
escondidas, sus brazos en mi cuerpo, sus manos en mi piel.
Eran otros tiempos y ahora es distinto. Quizá es un sentimiento extraño
al que podría llamarle amor, pero de manera diferente. Ahora me quiero y
acepto mi forma de ser. Sé quién soy, qué merezco, a dónde voy y puedo
compartirlo con él.
—Estabas aquí. —Dice sin sorpresa.
—Admiraba la vista. —Respondo saliendo de mis pensamientos.
—Necesito volver a ejercitarme. Estos días han sido complicados. —
Camina hacia mí y me ayuda a levantarme. — ¿Te unes al plan?
—Podría ser con una condición. —Lo miro fijamente— No vayas esta
noche.
—Bonita, ya hemos hablado de eso. Tú misma me dijiste que era
necesario sanar. —Se impulsa hacia mí y lo rechazo.
—Lo sé, pero siento que no debes. —Paso mi mano por su barbilla.
Y lo miro a profundidad para luego ver a ese mismo chiquillo aburrido en
sus ojos. Sus pupilas lo delatan, su respirar cambia cuando, su expresión es la
misma que hace 5 años.
Mío… Mi patancito, mi idiota favorito.
Ataco su boca cuando menos lo piensa y puedo sentir el sabor a menta
en su aliento. Se ha bañado. Su cuerpo está frio y el mío caliente, lo que hace
que me quiera pegar más a sus brazos. Rodea mi cintura como puede e hinca
su mandíbula fuerte contra la mía.
Oh mierda, ahí vamos de nuevo.
—Amo tus labios, preciosa pero quiero hacer otra cosa mejor.
—¿Qué? —Respondo fastidiada.
—Ir a la playa contigo. —Muerde su labio y me toma del brazo con
cuidado para luego ir a la playa. Se sienta en la arena obligándome a hacerlo
también, entonces increíblemente me relajo. Hundo mis pies en la arena tibia y
me cubro del sol en sus brazos.
—No tengo traje de baño.
—¿Quieres entrar al mar? —Se emociona y ruedo mis ojos. No me gustan
las mareas altas ni esos movimientos ondulantes porque no puedo controlar mi
destino.
—Quizá en la orilla. —Respondo— A tu hijo le gusta. —Me excuso.
—Entonces ve.
Suspiro y camino hacia la casa maldiciéndolo, ¿Por qué demonios no me
avisa? Jadeo, busco un bikini y me doy cuenta que todo en mí ha aumentado:
mis senos, las caderas, hasta el grosor de mis piernas. ¡Joder!
Pasan algunos minutos y encuentro uno adecuado de diferentes piezas.
Me lo pruebo y queda bien, pero mi estómago abultado siempre sobresale.
—Supongo que estar gorda ahora no importa. —Hablo sola y luego
regreso a la playa, pero no encuentro a Christopher. —¿Chris?
Lo busco y a lo lejos puedo observarlo jugar pelota con algunos niños.
¿De cuándo a acá juega futbol? ¿Acaso no juega con las balas? Bufo,
mantengo los brazos cruzados hasta que el balón viene hasta mis pies.
—¡Lo tengo! —Grita Chris dejando la pelota cuando me ve.
—¿Qué haces patancito?
—Practicando. Debo jugar con nuestro puntito cuando nazca. —Sonríe
como idiota.
—¿Enserio crees que un bebé puede jugar futbol?
—Mi bebé lo hará. Quizá cuando empiece a caminar. Sabes que es una
de mis pasiones frustradas.
—Ahora juegas con las balas. —Ruedo los ojos—Mientras estemos lejos
del peligro todo bien. Le doy permiso a nuestro puntito de jugar lo que quiera.
—Algún día. —Sonrie, me da un piquito y enseguida una pandilla de
enanos corre hacia él.
—¿Vas a jugar, Christopher? —Le dicen.
—Tengo que quedarme con mi esposa. —Les da la pelota.
—¿Con la señora gorda? —Dice otro y mi sonrisa se va para luego
fulminarlo con la mirada.
—Está esperando un bebé. —Contesta el niño más grande.
—Pero está gorda. —Vuelve y decido vengarme.
—¿Tú sabes qué les pasa a los niños que le dicen gorda a una mujer
embarazada? —El niño abre los ojos negándolo— En la noche un monstruo
sale del armario y lo devora.
—¡Mamá! —Grita asustado el mocoso y se va corriendo junto al otro niño.
Río.
—Hay maldad en tu corazón, bonita. —Suena divertido— Pero no se te
ocurra decirle eso a nuestro bebé.
—Mi bebé no será malcriado. —Respondo— Mocoso idiota.
—Sabes que no lo dijo con mala intención, así son los niños. —Acaricia
mi hombro.
—Me importa una mierda su vida, Chris. Ya estoy lista. —Cambio de
tema.
—Bien. —Toca mi vientre— Si te sientes mal…
—Estoy perfecta, vamos al mar. —Tomo su brazo y lo jalo hacia el agua.
Me mira sonriendo y enseguida leo sus ojos ¡Joder! En segundos estoy siendo
mojada por el idiota. Con risas me salpica agua y cierro los ojos. Aruño mi
garganta con un sonido, me molesta tanto que lo haga, pero no voy a quedarme
tranquila mirando. Doy dos pasos atrás y enseguida le correspondo tirándole
agua como puedo. Es estúpido, parecemos dos niños, pero es lo que hacíamos
en un pasado.
16 años, Vallarta.
El estúpido me amenazó con tirarme al agua si no lo besaba. Estábamos
en un pequeño barco mirando con temor el mar profundo. Nos habíamos
alejado, tal vez mucho, pero él siempre fue amante de lo arriesgado. Mi corazón
palpitaba muy fuerte cuando el barco se detuvo. Me miró sonriendo para luego
arrinconarme hacia la baranda. Tenía miedo, pero no iba a darle el beso, por lo
que intenté correr y en un segundo resbalé. Estuve a punto de caer en el agua
entonces me sostuvo. Mi cara junto a la suya, mi peso en sus brazos, su olor
junto al mío… sin embargo no lo besé. Me mantuve seria hasta llegar a la orilla
y ahí me vengué de él tirándole agua pero fue peor. Jugamos toda la tarde,
como si fuéramos dos mocosos idiotas, y fue la única vez que me divertí de
verdad en el agua.

—Tranquila, fiera. —Me dice y se acerca pero lo detengo con mi mano.


—Si das un paso más no tendré piedad, patancito. —Gruño.
—No quiero que tengas piedad. —Reacciono instintivamente, doy un
paso atrás y enseguida mi cuerpo se balancea. Veo cómo se curvea hacia atrás
y en lo que pienso primero es en mi puntito.
Pero sus brazos me atrapan.
—Piensa rápido y ganarás. —Lo dice de forma impulsiva, enseñándome
una sonrisa tranquila mientras mi corazón palpita de forma violenta.
—Chris… —Jadeo. Sus brazos son lo suficientemente fuertes como para
soportar mi peso.
—Sh… Ahora tendrás que darme un beso. —Pega sus labios junto a los
míos y no tengo opción. Sonríe mientras nos besamos ¡Esto es estúpido! Pero
por alguna razón me gusta. Jamás le di ese beso en el pasado, pero hoy lo ha
conseguido.
—¿Qué haces? —Pregunto al ver que me tiene en el aire.
—Cargar a mi esposa e hijo.
—Christopher… —Digo pero no hace caso. Me lleva a la arena
acostándome encima de la poltrona que hay en la playa— ¿Qué? —Añado al
ver su rostro fijo en mi pecho.
Pero… no es mi pecho, es otra cosa.
—Se te ve el pezón.
—Um… —Me subo el bikini y sonrío con maldad al ver su cara seria.
—Fue solo un rato. Ya no me queda nada, las bubs me han aumentado.
—Más para mí. —Pega sus labios junto a los míos de nuevo y esta vez
me le voy encima sentándome en sus piernas, mordiendo sus labios, metiendo
mi lengua profundamente en su boca.
Tengo calor, pero sigo. Es insaciable. Desearía tenerlo por horas en mi
cama, que todo esta ola de sensaciones dure mucho tiempo y nunca acabe.
Sonrío y me separo para respirar, pero luego vuelvo a sus labios. Él me agarra
las caderas y con dificultad llego a rozar su entrepierna. Me muevo encima
sutilmente, sobretodo porque hay espectadores lejos, pero me llega a la misma
mierda. Que se jodan todos. Paso mis manos por su espalda y su olor conjunto
a arena mojada me vuelve loca.
¡Maldita sea!
Entierro mis uñas en su piel al sentir que deja mis labios para besar mi
oreja. La electricidad recorre mi cuerpo y se detiene entre mis piernas. Le
correspondo con el mismo acto, pero sin querer abro mis ojos al instante y me
detengo.
—Cielo… —Su voz apenas es audible y mi boca se seca.
—Me quiero ir. —Murmullo y tomo rápido nuestras cosas para luego
caminar hacia otra dirección.
—¿Qué sucede? —Me persigue rápido.
—Quiero… ir a comprar… cosas. —No sé qué más decirle.
—¿Qué viste? —Sus ojos se clavan en los míos.
—Nada. —Miento.
—Necesito que no me mientras, Dulce. —Mira a todos lados y enseguida
me mete al baño de mujeres. Unas viejas lo mira con desprecio porque ha
entrado conmigo y mis labios tiemblan.
—Me pareció ver a un tipo sospechoso, pero todos son sospechosos. —
Intento calmarme, decirme a mí misma que es solo el miedo. Han pasado largos
meses y no hemos tenido ningún tipo de problema. No quiero volver a tener
problemas. Toco mi vientre, entonces toma el saco de una señora. Lo miro con
los ojos abiertos y entiendo que es para protegerme. Apenas estoy con un bikini
y una salida de baño.

—No interesa. —Susurra y luego salimos sin que aquella mujer se de


cuenta. Caminamos rápido por un callejón de arena y luego pasamos por una
heladería.
Demoramos una media hora andando, sin si quiera saber por dónde me
mete, pero supongo que es por mi seguridad. En ese tiempo ninguno de los
dos ha hablado y regresamos a casa de esa manera.
—Voy a investigar ahora mismo. —No sonríe.
Lo veo inquieto meterse en una computadora, revisar códigos extraños
que no comprendo y no tengo de otra que quedarme quieta. Esto es un
martirio… estábamos tan bien sin saber nada de ellos. Christopher cambia
cuando mencionan su nombre o hacemos algún tipo de referencia a ellos. Soy
un estúpida, no debí ser tan obvia, ese tipo ha arruinado el pequeño momento
que tuve con mi patancito.
—Chris… —Cruzo mis brazos y me enfado al ver que me ignora,
entonces decido bañarme.
Pasan algunas horas y no se ha dignado a venir a la cama. Mi plan erótico
se ve truncado al darme cuenta que es tarde, casi las 9pm y desaparecen mis
ganas. Me sorprendo de mí misma con tanta pérdida de tiempo. A veces me
siento cansada, con muchas ganas de ir al baño y algunos malestares, pero
eso no me impide trabajar. Le iba a comentar sobre el proyecto que tengo en
mente, pero nunca se da el tiempo ideal porque siempre anda en esa
computadora o llamando a tipos extraños.
Paciencia. —Me digo—. Tengo que seguir con mi vida normal mientras
arregla sus problemas. Mi pequeño o pequeña tiene que nacer en un hogar
tranquilo y seguro, por lo que yo misma me saboteo. Pienso en ponerle un
ultimátum pero luego viene a mí una extraña culpa.
Esa carta, su madre.
Nunca he sido una chica obediente, pero Macarena es como mi madre.
La respeté siempre y no quiero ensuciar su memoria. Había dos cartas
guardadas en dos cuadros diferentes. No pude leer la última por más que
intenté hacerlo. Es para Christopher y sé que será difícil, pero las dudas aún
carcomen mi mente.
Me levanto inquieta y respiro a profundidad mientras me consuelo
mirando la playa. La hermosa luna muestra su reflejo en el mar sereno y mis
ojos no se calman. Camino, doy tres vueltas a la recámara y decido bajar para
darme cuenta que no hay nadie.
Se ha ido de nuevo y sin avisar.
Mi rabia hace que tire todo lo de la mesa, incluyendo su puta laptop. Trago
saliva con furia, ¿Qué carajos le sucede? Apoyo mis manos en la mesa
exhalando justo como la partera me ha enseñado.
No voy a aguantar, no podré hacerlo. Son demasiados desplantes, han
sido demasiados en este tiempo.
Me siento en el sofá y apago la luz sin saber por qué lo hago. En la
oscuridad y el silencio la soledad ataca mis nervios y… sollozo molestándome
conmigo misma por hacerlo. Tengo las hormonas en huelga, hay días en los
que ni siquiera puedo contenerme, entonces me las seco y las aguanto.
No más, niño rebelde. —Le digo a mi vientre—.No puedo ser vulnerable.
Estar embarazada no significa ser débil. Me siento débil cuando lloro y me
enfado, por lo que no puedo detenerme.
—Por fin contestas. —Digo al teléfono y escucho la voz de Juan de vuelta.
—Hola Dulce. —Suspira.
—Pásame con el inútil de Christopher. —No responde, espero algunos
segundos.
—Dulce, ¿Qué sucede?
—¿Qué sucede? —Grito de inmediato. He perdido la paciencia— ¡Te
largaste sin avisarme!
—Lo siento, cielo. Estaba… en un problema.

—¿En un problema? Estarás en problemas si no regresas ahora mismo.


—Le advierto.
—Dulce —Su voz cambia—. Olvidas qué haré hoy, ¿Cierto? En un par
de horas debo irme de aquí.
—No quiero que vayas, ya te lo había dicho. Esa es una maldita trampa,
cualquier estúpido lo sabría. Estoy hecha polvo. —Confieso— Tengo dolor de
cabeza y necesito hablar contigo de… muchas cosas. —Mi paciencia se agota,
voy a decírselo, aunque le duela.
—Dulce, hoy no. —Repite al teléfono.
—Bien, entonces vete a la mierda. Muérete como idiota sin conocer a tu
hijo.
Hasta luego. Me harté.
Chris
Maldita sea, lo hizo de nuevo ¡Me cortó!
Rechino mis dientes sintiendo culpa por ella, porque en el fondo quizá
tiene razón pero aun así no puedo controlarme. No soporto la idea de Brando
libre, en Miami, muy cerca de mi esposa.
Tiro mi celular y llevo una mano a mi cabeza ¡Por qué tiene que ser tan
difícil! Mi respiración se detiene porque siento que me ahogo. Solo hay
problemas, muchos problemas.
—Christopher. —Juan regresa a la sala y me mira apresurado.
—No hay tiempo. Acabaré con esto ahora y luego arreglaré mis
problemas personales.
—No. —Se interpone en mi camino.
—¡Necesito irme o llegaré tarde! —Respondo.
—¡Escucha! Las sospechas de Dulce son ciertas, es una maldita trampa.
Mi corazón se detiene.
—¿Qué? —Jadeo.
—El jefe lo planeó todo, quería matarte. Un contacto me pasó la
información. Contrató algunos sicarios, todo estaba perfectamente arreglado.
Acaba de decírmelo. Lo peor no es eso…
—Juan… —Le digo con cautela.
—Ve por ella.
Son suficientes sus palabras para sentir que toda mi vida está en alerta
ahora.
Dulce…
Dulce
Enciendo la luz y subo las escaleras para luego sacar un poco de ropa.
Me voy, que se joda. Realmente todo esto me abruma. Estoy atrapada de pies
a cabeza y no sé cómo manejarlo. Tengo una cosa que se mueve en mi vientre,
por alguna razón todo me irrita y afecta de manera desmedida. Hay un secreto,
culpa, una carga en mí que no sé cómo sacármela y encima Don idiota va
rumbo a su muerte.
Me cansé de ser su salvadora.
Sé que es peligroso pero no seré más su trofeo bonito de casa. Salgo a
la calle, camino algunas cuadras y paro un taxi que de milagro está por la zona.
Le pido que me lleve a casa de mis padres, pero cuando estoy en la puerta me
arrepiento. Decido ir a un hotel, el carro se mueve y a lo lejos veo a Kiara
caminando sola por la calle.
¡Kiara!
Detengo el auto y bajo enseguida para luego mirar su rostro
ensangrentado. Al verme llora, me abraza y no sé cómo reaccionar.
—Por favor, no le digas a mamá. —Llora.
—¿Qué… Qué te pasó? —Aún no puedo creerlo.
—Por favor… —Sigue llorando y decido meterla en el taxi.
Ambas vamos a un hotel, el primero decente que veo en el camino y pido
una habitación doble. Kiara se cubre el rostro con su pelo cuando entra, pero
es inevitable que la vean. La luz hace que la vea con horror… Tiene un golpe
muy fuerte en el ojo y creo que saber quién es el responsable.
—Gracias. —Dice al beber el agua que le dí.
—La recepcionista me dio este botiquín. —Descubro su rostro pero
agacha la cabeza— Maldita sea, déjame verte.
—Dulce… —Susurra.
—¡Déjame verte! —Alzo la voz y levanto su mentón para sentir pánico.
Pego mis labios para que no tiemblen y sus ojos me dicen que fue ese bastardo
¡Voy a matarlo! ¡Juro que lo haré!
—Soy una estúpida. —Vuelve a llorar y con rabia la curo. Mi vientre se ha
puesto duro por culpa de Christopher y esta niña, pero aguanto. Paso alcohol
por las heridas y chilla. Le pongo crema y un polvo cicatrizante, pero no está
quieta…. Porque tiene más heridas en el cuerpo.
—Quítate la ropa. —Le exijo y lo hace. Llevo mis manos a mi boca al ver
que tiene raspones, marcas de herramientas punzantes en su cuello y sus
senos rojos. Ella esconde su rostro llorando, entonces la obligo a bañarse y le
presto ropa.
Maldita sea, esto va a colapsarme… pero sigo aguantando.
Una llamada entrante me indica que es Christopher molestando y decido
apagar el celular. Kiara sale segundos después con mi ropa y el cabello mojado.
—Quiero saber qué sucedió. —Soy directa, no estoy dispuesta a perder
más tiempo.
—Dulce…
—Sin rodeos, ¿Fue ese bastardo, cierto?
Asiente.
—¡Qué clase de hombre es! —Jadeo
—Un maldito—Se contiene—. Y yo una traidora.
—¿Qué? —Levanto la mirada.
—Perdóname Dulce…. —Sus lágrimas caen y parpadeo.
—De qué mierda estás hablando. —Incido contra ella, pero no
responde—¡Contéstame! —Levanto la voz.
—Él me amenazó…—Se excusa. Entre su llanto y ahogo no puedo
comprender las palabras.
—Kiara, cálmate y dime qué carajos está pasando.
—Dorian era tan lindo conmigo, pero luego cambió. —Suspira—. Dijo que
iba a demostrarme que era un hombre de verdad. Me obligó a tener sexo… —
Se desploma y abro mis ojos de golpe— en unas posiciones que me lastimaron.
Metió en el mismo cuarto a otras mujeres y… hombres.
—¿Qué?
—Dulce…
Pero no digo nada.
—Me lastimó. —Cae al suelo a llorar y su llanto es profundo—Dorian es
el ser más perverso de esta tierra.
Mis ojos no contienen la rabia.
—Vamos a denunciarlo…. Ahora mismo. —Digo.
—No, Dulce. Es muy poderoso. Dulce… —Me detiene del brazo— Hay
más. Por favor, escúchame. Tienes que irte de aquí, vete muy lejos.
Ladeo la cara.
—Lo peor no es lo que me hizo… —Llora— Lo peor es lo que hice yo.
—Habla de una vez. —Digo entre dientes.
—Le conté sobre ti… bueno, él…
Abro la boca.
—Él… —Continúa— me pidió que lo hiciera. Al principio pensé que se
interesaba en mi familia, pero luego descubrí que guardaba algo y decidí
investigar. Él… él… hablaba con un hombre y un día abusó de mí diciendo que
era una maldita perra como mi hermana. —Cierra los ojos— Dulce… le dí
información sobre ti, yo…
—¿Qué? —Me altero soltándome de su toque.
—Le dije que vivías en… —No sigue hablando, para. — Por favor,
perdóname.
—¿Le dijiste qué? —Insisto, no puedo procesarlo. Sé que hay algo más.
—Le dije dónde vivías. Le dije quién eras, quién era Christopher. Le conté
tontamente toda nuestra vida— Y… que estabas embarazada. Le dí tu foto…
—Abro la boca de nuevo.
—¿Cuál es su apellido? —Me mantengo fría contra ella.
—¿Qué? —Responde sin saber.
—¡Cuál es su maldito apellido! —Grito.
—Hilton. Dorian R. Hilton.
Mis ojos se abren y siento pasos hacia mí ahora. La puerta está abierta,
el aire se me va haciendo que el pánico ataque mi cuerpo. Kiara me mira
llorando, extendiendo sus manos pegadas a su boca sin sentido.
—Dijeron que… iban a matar a mamá si no lo hacía. —Se arrodilla ante
mí y mis ojos se llenan de lágrimas.
Es una trampa.
Cuando los pasos se detienen mi corazón palpita sin sentido. Volteo, el
alma sale de mi cuerpo e instintivamente pongo mis manos en mi vientre. Es
Dorian, lo sé porque me mira con rabia y Kiara grita con miedo.
—No seré yo quien sea tu verdugo, perra.
Sonríe. Mis piernas tiemblan, mis ojos se abren contemplando la imagen
que no he querido ver en este tiempo.
—Te he extrañado mucho, cariño. La vida siempre nos separa pero
termino volviendo a ti y juro que esta será la última vez.
60. Tu padre
Chris

No hay mujer más feliz, que la que se sabe valorar.

Estoy desesperado, realmente lo estoy.


Golpeo el maldito volante para sacar mi frustración mientras el tráfico no
ayuda. Tomo mi móvil e intento llamarla de nuevo pero no contesta. Está
enojada y en peligro, eso me altera.
—¡Avanza, Imbécil! —Digo por la ventana al darme cuenta que el tipo de
adelante no sigue su camino estando el semáforo en verde.
Pasan segundos y lo hace mientras aprieto el acelerador, pero luego
para. No puedo creerlo ¡El idiota para y no puedo detener el auto!
Choco.
Maldigo con fuerza mi estúpida suerte. Los autos que vienen detrás tocan
sus cocinas, haciendo que mi estrés esté al límite. Bajo del auto furioso, no
puedo controlarme, entonces encaro al maldito chofer.
—¿Me puedes explicar qué demonios te pasa? —No encuentro
respuesta y todo se ve raro, entonces giro rápidamente para agacharme y
correr hacia mi auto.
Es una balacera.
Contengo el aliento hasta llegar a él. Los autos de la derecha se mueven
y el caos empieza. Maldita sea, son ellos. Tomo mi arma y saco mi brazo por
la ventana para disparar. Lo hago un sinfín de veces hasta que logro abrirme
camino y escapar, pero ellos me siguen. Rechino furioso porque empiezo a
sospechar que todo esto es parte de un plan para alejarme de mi esposa, pero
no lo lograrán. Juro que no lo harán.
Dulce
Sus ojos me miran de una forma que no puedo describir. El llanto de Kiara
aún es audible y mi mente simplemente se bloquea, ¿Me ha traicionado? .Trago
saliva. No, ella no podría traicionarme. No de esta manera. No después de todo
lo que hice por ella.
—Mamá estaba en peligro—.Sus palabras retumban en mi cabeza y no
puedo hacer otra cosa que pensar en mi puntito. Brando me mira dirigiendo sus
ojos hacia mi vientre, ¿Esto es real? Mi corazón empieza a bombardear más
rápido haciendo que mis latidos sean dolorosos.
Estoy sola y debo defenderme, por lo que retrocedo al sentir sus pasos y
enseguida se detiene.
—Lárguense todos, saquen a la mocosa.
—Papá… ¡Lo hice! ¡Te traje a la perra esta! ¡Mátala de una vez!
—Cierra el pico, marica. —Responde furioso y entonces entiendo. Él es
el hijo gay del que hablaba, Dorian, el muchacho que supuestamente tuvo para
tener a quién heredar pero que no significaba un problema. Él jamás aceptó
que fuera homosexual, o bisexual.
—Papá… —Parece decepcionado. Pobre idiota, no conoce a su padre.
Brando jamás ha querido a nadie.
—Lárgate. —Entona serio y calmado. Me sorprende su voz, pero no va a
engañarme.
—¡Dijiste que la matarías! —Alza la voz— ¡Dijiste que si envolvía a la
mocosa de su hermana ibas a perdonarme!
Kiara chilla, mis ojos lo miran con furia y no puedo evitar soltar una risa.
—¡Tú cállate, perra! —Se acerca, pero Brando le bloquea el paso.
—Pobre idiota. —De mi boca sale lo primero que pienso haciendo que
esa pobre bestia se enfurezca y forcejee con su padre. Un par de
guardaespaldas lo detiene para luego hacer un berrinche estúpido. ¿Qué edad
tiene? ¿10 o 30? Levanto mi cara y le devuelvo el odio con mis ojos de nuevo.
—¡Sáquenlo! ¡Y llévense a la mocosa!
Kiara chilla asustada, entonces no digo nada. La miro, solo la miro. Esos
tipos se la están llevando pero estoy enojada, muy enojada. Está poniendo en
riesgo la vida de puntito. Puso en riesgo la vida de mi madre por sus
estupideces, por callar todo, pero no puedo negarlo… No quiero que le hagan
daño. Es mi hermana.
—No le haré nada. —Sonríe Brando como si pudiera leer mis
pensamientos—… Si colaboras conmigo.
—Eres un maldito cerdo. —Escupo. No puedo contenerme—. No te
acerques a mí.
—Embarazada… —Sus ojos se oscurecen— ¿Es mio, cierto?
¿Qué? Mi mente se nubla y me quedo sin habla.
—¡Es mío y el fracasado de Miller piensa que es suyo! —Suelta una risa
alta— Eres una gran, perra cariño. Pero aún así te quiero conmigo.
—Eres un completo idiota, Brando. No te quiero en mi vida.
—No te lo estoy preguntando. —Responde alterándose— ¡Ese niño es
mío!
—No lo es. —Trago saliva— Jamás me acosté contigo, vejete. ¿Creías
que iba a hacerlo? ¿Enserio pensaste que podía? Me das asco. Tu aliento, tus
labios sarnosos, tu cuerpo de mierda. Este niño es hijo de Christopher, mi
marido. El hombre con el que disfruto coger, besar, dormir… —Lo enfrento—
¿Qué buscas aquí? ¿Qué te perdone? ¿Qué sigamos esta maldita farsa?
Entíendelo de una vez, jamás te quise.
Estoy preparada para sus insultos y quizá un enfrentamiento. Mi corazón
late fuerte, el bebé empieza a moverse haciendo que mi vientre se ponga duro.
Tengo miedo por él o ella. Quizá no debí decírselo pero era necesario,
necesitaba hacerlo. Mi boca habló sola y no pude contenerme.
Entonces aplaude y el alma se sale de mi cuerpo.
—Gran actuación. —Sigue aplaudiendo— Gran montaje. —No para—
Hermoso cuerpo. —Se acerca y me quedo inmóvil— Hiciste que te ame.
—¿Me amas? —Suelto una risa con mil demonios dentro— Tú no sabes
amar, Hilton.
En un movimiento brusco me arrincona contra la pared tomándome el
cabello. Se me escarapela el cuerpo, mis vellos se erizan y solo entro en
defensa. No permitiré que me lastime porque de mi vida depende este bebé
que tanto quiero. ¡No va a lastimarme! ¡Juro que no va a hacerlo! Lo empujo,
pero ahora me sujeta haciendo que mi rostro mire directamente al suyo.
—Te di todo…. —Arruga su mano mientras jala mi cabello—. Todo,
cariño.
—Suéltame. —Respondo.
—¿Qué tiene ese tipo? ¿Por qué no puedes resistir a su presencia? Eras
tan joven… Una preciosa chica bella y mala. Todas las perras con las que me
acosté me tenían miedo, pero tú no. Llegaste como un rayo e irrumpiste en mi
vida con tu maravilloso cuerpo. Amé tanto ese vestido rojo… esas curvas, tu
aliento. Y me envolviste de una manera estúpida para luego burlarte de mí. —
Rechina con sus dientes— ¿Sabes qué puedo hacerte, cariño? —Aprieta su
rostro junto al mío—. Podría dispararte… pero no puedo.
Doy una bocanada de aire cuando me suelta y se aleja.
—Te tengo una propuesta —Me mira sonriendo.
Solo lo miro tragando saliva.
—Vente conmigo —Agrega—. Te daré todo: mis hoteles, mis cuentas,
todo el dinero que tengo con tal de tenerte a mi lado. Dejaré que tu hijo nazca
y le daré mi apellido, siempre y cuando traiciones a ese idiota. Le dirás que el
hijo que esperas es mío.

Parpadeo.
—Quiero una respuesta ahora, cariño. —Estira su mano y lo miro, solo lo
miro.
—Esa es la respuesta que quería, preciosa. —Toma mi mano a la
fuerza—. Nada es más fuerte que tu ambición.
—Te equivocas. —Contesto seria y saco mi mano— Hay algo que jamás
aprenderás, Hilton. —Me acerco fijamente— No. Te. Quiero.
Hace una pausa.
—Sería muy fácil matarte ahora. —Su voz es casi un lamento.
—Jamás tendrás mi corazón de hielo, Hilton. —Le sonrío— Aunque
tengas mi cadáver cerca de tu cuerpo.
—¿Tanto lo amas? —Tensa su mandíbula haciendo que todo en mí se
estremezca.
¿Lo amo? Suspiro, haciendo que toda nuestra historia pase por mis ojos.
Es una palabra muy fuerte para mí, algo que quizá he callado mucho tiempo y
no me he permitido recordar. Tiemblo… ¿Es amor lo que siento? La respuesta
brota en mí como agua naciente en un río. Claro que lo hago, aunque quizá no
lo merezca.
—Jamás entenderás aquello, Hilton. —Lo miro clavándole mi odio con
mis ojos de nuevo. Él no dice nada, solo se contiene de una manera tonta ¿A
qué juega?
—Tienes razón, Dulce. Eres una maldición para todos y jamás podré
comprender cómo dejé que entraras tanto en mi vida.
—Por favor—Me pavoneo—. Era más que obvio. Si crees que soy de las
estúpidas que va a sentir pena por los tipos como tú, pierdes el tiempo.
—Vaciaste mis cuentas. —Ríe sin humor—. Lo hiciste de una manera
profesional. Eres toda una maestra en el arte de robar.
—¡No soy ninguna ratera! Era mi derecho —No emito emoción— ¿Creías
que iba a trabajar gratis? Solo tomé lo que era mío.
—Ensueña era mi proyecto. —Sigue sin quitarme la mirada— Yo invertí
dinero.
—Lo que no te mata te hace inteligente, Hilton. —Sonrío— Eso es nada
para lo que tú tienes.
—¿Miller está metido en esto, no?
Me paralizo y no contesto.
—Entonces no sabe nada… —Agrega riendo a carcajadas—. El pobre
idiota piensa que eres una mujer decente y no tienes dinero.
—Cierra tu estúpida boca —Lo encaro—. Ese no es tu maldito problema.
—¿Qué pasaría si se entera que su hermosa esposa es toda una arpía?
—Sigue burlándose.
—No tengo por qué darte explicaciones de mi vida. —Jadeo y siento que
empieza a molestarme más de la cuenta.
—Tienes razón, cariño. —Saca un arma de su bolsillo y contengo el
aliento. Estoy segura que va a jugar conmigo, pero no le daré el gusto.
—¿Qué? ¿Vas a disparar? —Levanto el mentón y lo enfrento. Conozco a
Brando y sé qué funciona en estos casos. Hacerme la mojigata en este contexto
no viene bien. Solo debo mostrarme fuerte y amenazarlo—. Hazlo.
Me mira serio y pronto extiende su pistola para luego apuntarme
directamente al corazón. Sus ojos se hacen pequeños mientras visualizo sus
dedos temblar en el arma. Jadeo y tomo valor acercándome. Soy su debilidad,
lo sigo siendo. Mis piernas tiemblan pero no lo nota. Con mis manos tomo una
de las suyas y poco a poco voy presionando el arma en mi pecho.
Me la juego.
—Mátame.
Prepara el arma y en sus ojos veo miedo.

—Eres una maldición —Reprime un grito…


Y dispara.
Mi corazón no lo soporta, entonces grito. Me arrincono a la pared mientras
todo en mí tiembla, ¿Estoy herida? Miro mis manos, mis piernas, mi vientre, mi
cuerpo y está intacto. El arma no tenía balas, solo ha sido el susto. Brando me
mira sin risa ni humor, solo serio. ¡No lo hizo! ¡No pudo hacerlo!
—Mi oferta sigue en pie, tienes solo un par de meses hasta que nazca lo
que llevas en tu vientre. Si aceptas jamás volverás a tener necesidades, pero
si no… —Hace una pausa—. No seré yo quien te destruya, sino quien más
quieres.
Guarda su arma y camina hacia la puerta para desaparecer por completo.
Cuando escucho el portazo mis piernas caen al suelo haciéndome sentir
extraña. No me lastimó… y mantuvo su propuesta. Jadeo contenida intentando
racionalizar lo sucedido, pero los nervios me traicionan una vez más… y
sollozo. Lo hago con rabia, con miedo, con un raro instinto materno.
Abrazo mi vientre para sentirme segura, pero solo siento que me han
baleado de otra manera. Kiara entra por la puerta llorando y me abraza de
inmediato. No sé qué hacer ni qué sentir, solo tambaleo pensando en todo lo
que dijo y en mi pequeño puntito.
Todo estará bien, saldrá bien. —Me digo, pero luego veo un ligero
sangrado entre mis piernas.
No…
Cuando lo razono me veo a mí misma caminando con dolor de los brazos
de Kiara. Al salir un séquito de hombres armados han rodeado el hotel y
Christopher aparece por la puerta.
—¡Dulce! —Grita como loco, corre hacia mí para tocarme el rostro con
sus manos. —¡Encuéntrenlos! —Christopher grita y pronto descubro que esos
hombres son de su equipo.
Cuando llegamos a la clínica todo me parece un disturbio. Caos,
enfermeras, médicos por todos lados y el sonido de la ambulancia solo hacen
que me estrese más. Christopher toma mi mano y entra conmigo en el tópico
de atención. Una ginecóloga llega de inmediato y empieza a revisarme.
—Por favor, señor. Retírese —Christopher se va a regañadientes,
entonces empieza la travesía de siempre. Un ultrasonido, mi vientre pequeño,
la molestia entre mis piernas y la eterna luz blanca en el techo.
No quiero nada más que morir un rato.
Los problemas hacen que quiera decir adiós a todo, porque quizá estoy
cansada. Cierro mis ojos con un par de lágrimas de rabia brotando por mis ojos.
Dios, es eterno. Esta lucha está carcomiéndome poco a poco. Brando,
Christopher, el dinero, los secretos… y este bebé que tanto me ha costado
hacer realidad ahora.
—Está muy bien, tranquila —Susurra la doctora en mi oído.
—Quiero dormir, por favor… descansar —Imploro por un medicamento,
pero sé que es imposible ahora.
Pasan horas y pude notar que ha ordenado que ninguna visita entre a
verme. Estoy entre dormida y despierta con la mente en blanco, con lágrimas
reprimidas y mi corazón hecho añicos. Son tantas cosas… pero no importa.
Cuando mi pequeño o pequeña llegue al mundo todo habrá valido la pena.
—Cielo… —Su voz es como un trocito de cielo con olor a infierno, ¿Qué
carajos hace aquí? ¿En qué momento ingresó? Abro mis ojos despacio y puedo
notar su mirada preocupada encima de mí.
—¿Cómo entraste? —Mi voz suena ronca.
—No hay imposibles para un tipo como yo. —Acaricia mi cabello—
¿Cómo estás?
—Cansada. —Acepto— Solo quiero una vida normal.
—Tendremos una vida normal —Besa mi frente—. Pronto.

No respondo.
—La doctora dice que el bebé va bien… —Con sus manos toca mi
vientre— Y también dijo que en los próximos meses crecerá mucho —Ríe—.
Creo que la doctora se aburrió de mí. Le pregunté muchas cosas.
—Sácame de aquí —Le digo harta— .Llévame a la playa.
—Lo haré, cielo. Pero debes quedarte por ahora. La doctora dice que
mañana te dará de alta.
—¿Y el sangrado?
—No es nada grave, tranquila —Besa mi cabello—. Descansa.
Sus ojos ansiosos hacen que no le crea nada, pero decido no
estresarme… solo dejarme ir por un momento. A la mañana siguiente me doy
cuenta que he dormido muchas horas y realmente lo agradezco. Me levanto
con cuidado de la cama para luego caminar de a pocos por los pasillos.
Christopher sonríe al verme salir de la clínica, pero no tengo muchos motivos
como para devolverle el gesto.
Sigo enojada.
—Kiara recibió ayuda, juro que voy a matar a ese idiota —Solo dice— Tu
mamá llegó en la madrugada por ella. Quiso verte pero le dije que
descansabas.
—Puede que tomen represalias —Susurro.
—Me encargué de ella, tu padre y tu hermana, cielo. Ahora vivirán en otra
casa, pero… aun no lo asimilan, ¿Quieres verlos?
—No. —Respondo sin ánimos de nada— Quiero la playa. —Insisto.
Y así lo hace, me lleva a la playa.
—¿Te puedes ir? —Levanto mi mirada.
—¿Qué? —Responde aturdido.
—Déjame sola. —Contesto, entonces lo hace.
Y cuando no se da cuenta… lloro.
He reprimido mi rabia por horas, mis estúpidas preocupaciones por
miedo. Las palabras de Brando me movieron de alguna forma y no puedo evitar
seguir pensando en ellas: ¿Lo amo? ¿Por qué he dejado de lado mi propio
interés por él? Una arpía… Algún día me destruirán con lo que más quiero.
Y sí, me enojo.
Lo hago porque estoy al borde del colapso. No controlo mis sentimientos
ni mi estúpida vulnerabilidad con él. Le he dado más de una oportunidad para
terminar con esto y no lo hace. Tengo en mi pecho un secreto guardado y no
puedo decírselo. No puedo vivir sintiendo que soy menos que él, que no
controlo mis sentimientos.
¡Y no quiero!
No soy la mojigata de casa, ni la que va a lavar sus platos. Soy su mujer,
no su trofeo. No soporto más el encierro por más que esté en peligro. No
aguanto más quererlo como lo quiero. Y ahora tenemos más cosas que nos
atan, ¿Podré soportarlo?
—Por supuesto —Susurra detrás de mí—. Si me preguntas si te amo, por
supuesto bonita.
Mis ojos son un charco ahora, pero no me da miedo mostrarlos.
—Es el embarazo —Me justifico.
—No —Levanta mi mentón—. Soy yo.
—Bueno, sí —Lo empujo—. Estoy muy enojada.
—Lo siento, cielo —Me abraza e intento despegarme pero es imposible.
Hundo mi rostro en su pecho y su olor me embriaga de fuertes emociones. No
solo es sexo y tampoco interés, es mi estúpida manía con sus brazos y su piel.
—¿Cuántas veces lo has dicho, Christopher? —Mi voz apenas es
audible— Perdón por dejarte hace 5 años, perdón por mentirte. Perdón por mis
errores, por mis tonterías, por querer vengarme. ¿Cuántas?

No responde.
—¿No te das cuenta que estás alejándote de nuevo? La forma en cómo
te pones con Brando, tu increíble necesidad por vengarte…
—Dijiste que estabas de acuerdo.
—Pero no al extremo. —Respondo rápido—. Pensé que teníamos
prioridades.
—Dulce… —No sabe qué decirme.
—Me dejaste plantada.
—Dulce… —Junta sus manos.
—¿Vamos a seguir de esa manera? —Le pregunto sincera— Porque
siento que ya no puedo. —Mi corazón explota.
—No… Dulce, por supuesto que no. —Suspira— Pero es complicado. Lo
sabes, yo…
—No quiero que estés en peligro y cada vez que sales… siento que no
vas a regresar. Dijiste que también te harías cargo de este bebé… ¡Dijiste
tantas cosas como aquella noche que…
Me abraza, fuerte. Y siento que todo en mí se desvanece. Que estúpida
sensación bonita, qué manera de rosar su piel con la mía. Quizá, solo quizá…
lo quiero pero me enoja hacerlo. Me enoja sentir que soy vulnerable a su
abandono. Mi corazón no puede ser golpeado dos veces y regresé con él
porque era la única forma en la cuál me podía sentir tranquila.
¿Y si es solo un recuerdo?
Pega su nariz a la mía y me besa. Lo hace con necesidad y siento que
explotaré de mil emociones sentidas. Él es capaz de llevarme al cielo y al
infierno. Lo odio tanto, me burlo de mil maneras de su idiotez y a la vez lo quiero
a mi lado.
Con tranquilidad me aseguro que su lengua calce dentro de mi boca.
Pueden llamarnos extremistas, pero siempre fue así entre nosotros… intenso.
Cuando estoy con él solo quiero devorarlo y a la vez tenerlo lejos. Es algo que
aún no he aprendido a manejar y quizá jamás pueda hacerlo.
—Tienes toda la razón, mi amor —Limpia mis lágrimas—. No tengo
palabras. Me siento un verdadero estúpido.
Besa mi frente y completa el abrazo como puede para luego mecerme en
su cuerpo. La suave brisa pasa, las olas del mar nos acompañan y en mi mente
solo hay una imagen de Vallarta.
—No te irás de nuevo…
—Jamás voy a dejarte. —Susurra en mi oído.
—Dueles —Susurro con estúpida sinceridad—. Y no volveré a permitirme
sentir esto, ¿Lo comprendes? —No sé si es un decir o una amenaza, solo
expreso.
—Pondré todo de mi parte.
Inflo mi pecho y me mantengo seria ante su tonta sonrisa. Las hormonas
están jugándome una mala pasada, solo quiero abrazarlo y estar con él. Es el
bebé, mi puntito, es él o ella quien quiere estar con su papá… o al menos eso
me quiero hacer creer.
—¿No hay sonrisa para mí? —Insiste.
—No sonrío. —Le doy la espalda mientras camino por la arena. Quién me
entiende.
—Sí lo haces y es la sonrisa más bonita de todas —Toma mi brazo y me
devuelve hacia él—. Sonríe.
—No tengo ganas, Christopher. Estoy cansada de todo y todos. —Llevo
mis manos a mi rostro—.
—Yo puedo hacerte sentir mejor si me dejas —Sonríe y una idea pasa
por mi mente.
Chris
Paciencia, es todo lo que me digo.
Le sonrío intentando controlar mi furia y curiosidad a la vez, pero sé que
si se lo pregunto ahora todo será un completo desastre.

Estoy perdiendo a mi bonita… y no quiero.


Por mi cabeza pasan miles de pensamientos que están angustiándome
¿Qué demonios habló con Hilton? ¿Y por qué este no le hizo daño? Me trago
las dudas y aprieto mi diafragma para controlarme.
No he dejado de pensarlo y me siento un idiota. Ella, Hilton… mi bebé en
medio. Qué clase de conversación pudo tener con él. Eres un imbécil,
Christopher —Me respondo— Deja esos estúpidos pensamientos ahora.
—¿Lo harás o no? —Rompe con su silencio.
—¿Qué? —Respondo aturdido. La realidad me sofoca.
—¿Acaso no me escuchaste, Christopher? —Suspira— Quiero un crepe
de nutella con fresas y… bananas cortadas —Sonríe falsamente y puedo oler
sus intenciones.
—Dulce… —Parpadeo— ¿De dónde voy a sacar eso?
—Tienes auto, puedes ir y buscarme algo o prepáramelo. Ya te dije que
quiero un día de relax, es decir… esclavitud de tu parte —Palmea mi hombro—
Anda. O tu hijo saldrá con cara de banana porque no cumples mis antojos.
Se pavonea y entra en casa mientras suspiro. Es la única persona que
me produce sentimientos contradictorios al mismo tiempo y aun así me
encanta. Con resignación googleo dónde podría encontrar algo así sin éxito,
por lo que decido ir al supermercado y comprar los ingredientes para prepararlo
yo mismo.
Pasa exactamente una hora y por fin estoy en casa. Revisé los paneles
de seguridad desde mi celular en todo momento y me quedé tranquilo al ver
que todo andaba bien. Al entrar el silencio se hace presente, por lo que imagino
mi bonita está durmiendo y aprovecho en preparar lo que quiere.
San Youtube es la solución a todo. Me toma cerca de 20 minutos terminar.
—Cielo…
No está dormida, sino casi desnuda.
Joder.
Trago saliva al verla pintarse los labios rojos, ¿Cómo carajos lo hace?
Tan sexy, tan presumida, tan matadora. Sus ojos son dos balas directas al
alma. Su voz es una tormenta de poesías y me siento como un navegante a la
deriva.
—¿Vas a quedarte parado? Dame mi crepe. —Estira los brazos y puedo
notar que sus senos han crecido. Ella está solo con brassiere y ropa interior
usando una de mis camisas abiertas para abrigarse.
—Espero te guste. —Digo viéndola comer con tranquilidad.
—Está bueno, ¿Quieres? —Lo dice en voz sexy. Joder… debo ir con
cuidado. Nunca se sabe con ella.
—No —Respondo con normalidad.
—Más para mí —Centra sus ojos en la nutella y embarra un dedo para
luego llevárselo a la boca—. Me encanta lamer la nutella, ¿A ti no?
Mierda.
—No. —Soy firme.
—La banana está buena… y la fresa también. —Agrega y mi perversión
aumenta. No puedo creerlo, soy un completo enfermo. Le sonrío mientras me
levanto mirando hacia la ventana ¡No me soporto! Tengo ganas de interrogarla
y a la vez hacerle el amor en medio de toda la oscuridad que cargo.
No pasa ni un minuto y siento sus manos tomando mis brazos. Volteo, la
miro en silencio mientras toma un poco del crepe y me lo pone en la boca. Al
principio no quiero comer, pero luego se me pasa. No quiero despreciarla, no
al menos cuando estoy en falta con ella.
—Ese fue tu hijo, no yo. Dulce no invitaría su comida —Ríe y me encanta.
La imagen de ella embarazada y maquillada me excita, pero a la vez me da
ternura. No me deja abrazar su vientre mucho tiempo, así que verla de esa
manera me hace pensar en que todo esto tiene una razón. Todo mi sacrifico la
ha tenido desde hace mucho tiempo y es justo ahora cuando no debería
doblegarme.

—Gracias entonces, bebé. —Toco sin avisar su pancita y le quito el plato


para besar la piel que acuna a nuestro pequeño milagro— Papi te ha extrañado
mucho. —Confieso y en mí vuelve la necesidad de protegerlos.
—Papi es un bruto, precioso o preciosa.
—Cielo, deberías descansar. —Le sonrío y pronto descubro que su boca
está aún manchada por nutella.
—Qué aburrido. —Responde y sin avisar la beso para luego lamer el
exceso de nutella en la comisura de sus labios.
Joder…
Clava sus uñas en mi espalda mientras me devora con su lengua. Um…
sabe a fresas. Me gustan las fresas con ella.
—Espera, no hemos terminado con lo que te pedí.
—Te traje tu crepe con nutella. —Alzo la ceja.
—Pero te dije que quería un día de relax, por lo que pensé que sería
increíble hacerme un facial y manicura.
—Dulce… no soy un estilista. —Me enfado.
—Pero sí un marido bueno y papá consentidor que se preocupa por su
familia. —Se para en puntillas y besa mis labios de forma suave— Empecemos.
Las siguientes horas me vuelvo una especie de sirvienta como ella.
Preparamos faciales, se los pongo suavemente. Pide que pruebe el color de
sus pañuelos en mi cuello y su risa burlona hace que me colme la paciencia
hasta que se cansa y expresa sus bajas intenciones conmigo.
—Te lo merecías, pero hay que aceptar que has sido un buen candidato
a ayudante de belleza.
—Estoy enojado, ¿Todo esto fue una venganza?
—Je…
—¡Esta vez te pasaste! —Alzo la voz cansado y con los dedos llenos de
crema de hidratante— Esperé más de un beso en muchas horas.
—Pero si te veías lindi con mi pañuelo rojo.
—Dulce… —Enarco mis ojos hacia ella.
—Podrías ser estilista y modelo profesional. Tienes talento, corazón.
—Basta de bromas. —Me quejo.
—Y… buen masajista. Ya no me duelen los pies, debería darte propina.
Aprieto la mandíbula ¡Me ha utilizado todo el día no porque quería
relajarse sino porque era una maldita venganza!
—Ya, basta de berrinches —Ríe— ¿Podría usar mi nuevo labial mate en
ti? —Ladea su cara y me separo furioso. No soy un puto travesti ni su muñeco
de burlas ¡Soy su jodido marido! Solo he querido hacerla sentir bien y viene con
esto. Me enfadé.
Salgo de la maldita habitación tirando un portazo. Mi furia aumenta
cuando descubro que mi móvil se ha descargado y al prenderlo encuentro lo
que sospechaba: Hilton no se ha ido de este lugar.
Entra una llamada.
—¿Cómo que no se ha ido? —Exploto.
—Nadie sabe su paradero, pero de USA no ha salido.
—Necesito encontrarlo, Juan. Y partirle la cara por haberse metido con
mi familia.
—Lo sé, Chris, pero debes tomar esto con calma. Sabes perfectamente
que no ganaremos nada perdiendo los papeles.
—¿Sabes algo más?
—Ha perdido dinero y no se encuentra una de sus principales cuentas.
De pronto no pudimos rastrearla.

—¡Necesito tener a esa rata frente a mí! —Digo furioso— ¡No puede ser
que se me escape cuando quiere! Necesito vengarme, necesito hacerle pagar
todo el daño que nos hizo desde siempre. No soporto que viva y mi madre esté
muerta. No lo soporto, Juan. Voy a asesinarlo y juro que degollaré su maldito
corazón frente a la tumba de mamá. ¡Lo juro, Juan! ¡Lo juro! —Grito.
—Christopher. —Su voz paraliza mi cuerpo. Mierda, lo que me faltaba.
—Te llamo luego. —corto y exhalo tragando mi rabia de nuevo, lleno de
adrenalina y enojo por todo lo que me pasa. Llevo en mis hombros la muerte
de mi madre, mi venganza y el odio que siempre he sentido por ese hombre.
—Oye… —No volteo, pero noto que ella camina hacia mí— Tranquilo. —
Palmea mi espalda y volteo con ganas de pelear, pero luego me arrepiento. Su
pancita se interpone entre mi rabia y la cordura, entonces desisto por mi
pequeñito. Caigo de rodillas y solo deposito mi rostro en su piel desnuda.
Es mi bebé… Mi pequeño o pequeña milagro.
—Nace ya, por favor. —Digo ansioso y beso cada línea curva de esa
pancita.
—¿Problemas de nuevo?
—Brando volvió a escaparse. No soporto perderlo de vista. —Suspiro con
fastidio.
—Puede que esté con Dorian, su hijo.
Escuchar esa palabra me llena de rabia porque estoy enterado de todo lo
sucedido con Kiara.
—Alejé a tus padres y Kiara por esa razón, Dulce. Ese tipo es peligroso.
—¿Dorian?
Asiento y decido sentarme.
—Sí. Trafica órganos.
—¿Qué? —Lleva sus manos a la boca.
—Voy a encargarme de él cuando haya acabado con Hilton. —Trago
saliva— En un momento se reveló contra su padre porque no quería seguir en
el mismo camino, pero terminó siendo peor. Hace todo por complacerlo y tener
aceptación de Brando. Empezó en este mundo hace poco, por lo que tengo
entendido, y ya es reconocido en el mercado negro. Pronto seguirá los pasos
de su padre y entrará en el negocio de la droga.
—Y la policía está con ellos.
—Como en todo lugar corrupto, Dulce. Es por eso que necesito
encontrarlo. —Hago puño— Necesito hacerlo y… hacer que mamá pueda
descansar en paz.
Mamá… nuevamente esa palabra que lastima y calma a la vez.
Muerdo mis labios con rabia mientras la impotencia me consume. Cierro
los ojos para no verme en este estado… porque realmente haría lo que sea por
destruirlos.
—Probablemente esto empezará una discusión, pero… creo que esto te
está envenenando. Pasas todo el día tras una computadora mirando reportes,
siguiendo sus pasos, consiguiendo contactos. Me molesta, ¿Sabes? No
estamos viviendo este embarazo como me hubiera gustado, pero al menos
quería que estés conmigo.
—Estoy contigo.
—A medias. A veces si, otras… solo te vas. Christopher. —Se sienta a mi
lado levantando el mentón— ¿Quieres vivir una vida asi?
—No voy a dejar que se burle de mi madre. —Destello furia— Y tampoco
que se salga con la suya, pero… siento que ya no puedo. —Mi pecho pesa—
No soporto todo esto que me consume.
—Olvidalo entonces. —Volteo su rostro— Vamos a Noruega y hagamos
otra vida.
—¿Olvidando a mamá?
—No olvidas a tu madre, solo pasas la página.
—¡No! —Me levanto con temor— No puedo.
—¿Sabes qué le dije a Brando ayer? —Su pregunta me aterra— Le dije
que no cambiaría mi felicidad de ahora por dinero. Me propuso una de sus
cuentas, además de ofrecerme su apoyo te hacía creer que este bebé era de
él.
Me erizo, simplemente no lo soporto.
—¿Qué? —Alzo la voz.
—Basta. —Me detiene.
—¿Qué carajos se cree???? —Grito con rabia ¡Voy a matarlo! ¡Lo juro!
—Por eso no quise decirte nada, basta. —Con sus manos cubre mis
hombros pero no puedo soltar mi enojo. Mis ojos chispan, mis manos están
listas para golpearlo— Christopher, basta… sh… silencio. —Toma mi rostro y
me obliga a mirarla.
—Dulce… no puedo. —Mis ojos se vuelven cristales por impotencia— Mi
madre, Dulce. Tú y ahora…
—¿Sabes qué le dije? —Levanta mi mentón— Que él jamás entendería
el significado de amar.
—Dulce… —Tenso mi mandíbula.
—Sabes que adoro el dinero porque me encanta vivir bien, ¿Cierto?
Renuncié a lo más fácil por ti, Chris. —Toca mis labios— Si yo pude tú también
puedes olvidarte de esto que está matándote.
Me contengo una vez más viendo sus ojos bonitos para luego abrazarla.
Si tan solo pudiera hacerlo… Si pudiera decirle qué guardo en el corazón que
no me deja vivir tranquilo. La miro con tensión, entonces recibo sus labios y son
ese alivio que necesito, esa cama caliente en noches de frío y mi sueño
perfecto.
—Cielo… —Beso sus labios con necesidad— Tampoco soportaría que te
fueras.
—Entonces hazme caso, Chris. —Pega su nariz a la mía.
—Lo que me pides es muy difícil, ¿Sabes cuántos años llevo haciendo
esto? Hay cosas que aun entiendo, Dulce y quizá jamás entenderé pero
necesito sanarme.
—Quizá todo esto se resuma solo en una cosa, Chris. Tu padre.
Su frase me hace callar.
—Gerardo tiene que ver con Brando, Brando mató a tu madre. ¿No te
parece sospechoso? Chris… —Se lleva las manos a la cabeza— Hay cosas
que…
—¿Qué? —Trago saliva.
—No…
—Dulce. —Insisto— ¿Qué pasa?
—No puedo callarlo. No puedo ver que todo se está destruyendo. No
puedo verte en este estado, yo…
—¿Qué sucede? —Jadeo.
—Tu padre no es quien creías que es, Christopher. Ese hombre es
Gerardo. Tu madre tuvo una relación secreta con él hace años.
61. Mi estrella
Dulce

“Ella es una tormenta rodeada de avioncitos de papel” D.S

Se lo dije y siento que un peso se me ha ido de encima.


Sus ojos parpadean con incredulidad, tal y como lo esperaba. Me veo a
mí misma en el reflejo de sus ojos y mi voz se esconde porque sinceramente
no sé qué más decirle. No soy buena consolando personas y tampoco muy
cariñosa como para hacerlo, pero lo siento… realmente lo siento por él y por
todo lo que está pasándole. No ha sido fácil perder a su madre y ahora se
entera de esto.
—Eso es estúpido —Solo dice mientras se eriza.
—Es la verdad, Chris. —Intento acercarme, pero se aleja. Mierda… ¿Por
qué lo hice? Odio que me rechacen, pero entiendo su enojo.
—¡No! ¡No es cierto! —Sigue alejándose mientras me señala con el
dedo—. Estás inventando todo esto.
Cierro mis ojos y me digo a mí misma que debo tener paciencia, pero no
la tengo.
—Aunque no quieras aceptarlo es así.
—Es imposible. —Insiste.
—Tu madre dejó una carta, bueno… dos. Hay algo que debes de saber…
—Exhalo y pronto jalo la caja que dejé en la cocina con las cosas de Macarena
bajo la mirada incesante de Christopher.
—¿Qué haces? —Se irrita, pero luego calla al verme sacar unas
fotografías y dos cartas.
—Tu madre las guardaba detrás de este recuadro. Una de ellas la leí,
pero con la otra no pude porque… dice tu nombre. —Se las entrego— Quizá
ahí encuentres las respuestas que estabas buscando. No ha sido fácil
esconderte esto, patancito. Yo… solo quería que te olvidaras de todo pronto,
pero las cosas terminaron de otra manera.
Abre la carta con los dedos temblando y mi curiosidad pica, pero me
contengo. Sus labios empiezan a leer suavemente y, mientras lo hace, puedo
notar sus ojos expandiéndose poco a poco. Traga saliva, pega los labios, tensa
la mandíbula… Toda una pesadilla pasa por sus ojos y no puedo saber de qué
se trata. Mi alma deambula en su silencio hasta que arruga la carta y mantiene
con fuerza su puño.
¿Qué diablos pasó?
Jadea y cae al sofá mientras llora con amargura. Lo miro en pánico
porque no sé qué hacer, ¿Me acerco? ¿Me voy? Intento vencerme a mi misma
y darme fuerza, pero cada paso que doy es un infierno.
No sé cómo ser su consuelo, pero quiero hacerlo.
—Tú eres otra persona, Christopher —Sueno un poco fría—. Sabrás
afrontarlo.
Sigue escondiendo su rostro entre sus brazos.
—Déjame solo.
Trago saliva y suspiro sintiendo cómo me pesa respirar. No quiero irme,
por primera vez en mucho tiempo quiero escucharlo con sinceridad… ¿Y me
pide que me vaya? Mi mente se une a mi orgullo y me levanto. No, no quiero…
pero mis piernas solo siguen su rumbo hasta detenerse en algún lugar de las
escaleras. Por Dios, es una locura, pero volteo y veo sus lágrimas caer por su
rostro.
No…
Pego mis labios intentando no sentir, negándome a doblegar mi orgullo y
la pared alta que he puesto con mis sentimientos.
—Mamá… no —.Se retuerce de rabia y llora por enojo.
—Chris… —Mi voz apenas es audible.
—¡No! —Arruga el papel y lo rompe en pedazos para luego golpear la
pared.
Se está haciendo daño y colapso.
—¡Christopher! ¡Para! —Grito, pero no hace caso. Sus puños siguen
golpeando la pared y no puedo detenerlo—¡Basta! —Alzo la voz, pero me
ignora haciendo que todo en mí se descontrole— ¡Christopher! —Lo empujo y
veo cómo su cuerpo cae al suelo mientras llora de rabia.
—Mamá….
—Christopher… —Suspiro y con dificultad lo jalo hacia arriba para llevarlo
al sofá.
—Mamá por qué… —Solloza.
—Te lastimaste los puños… —Digo al ver la sangre corriendo— Voy a
curarte.
Corro hacia la cocina y saco un botiquín para luego pasar alcohol en sus
heridas. Pero no llora… solo sigue llorando.
—Estarás bien —Murmullo.
—No… Mi madre tuvo un amorío con esa rata. Mi madre, Dulce.
—No debes juzgarla, ella tuvo sus razones. —Suspiro y él solo me abraza
haciendo que todo en mí se encienda.
Chris…
Desearía tanto que no sientas esto… y aun no comprendo por qué.
Mis manos actúan por impulso y lo aprieto fuerte sintiendo que ya no
importa nada.
—Escúchame, Christopher. —Tomo su rostro entre mis manos— Tú no
eres como él.
—No entiendes nada, Dulce. Pensé otra cosa de mamá…
—No. —Me enfado— No te atrevas ni reniegues de ella, ¿Tú qué sabes?
Ella tuvo sus motivos para escondértelo.
Guarda silencio.
—Que nunca te haya dicho quién era tu padre no quita todo lo bueno que
hizo por ti. —Limpio sus lágrimas— Te sacó adelante sola. Solo tenía 14 años
cuando quedó embarazada, Chris. Fue una madre excelente, lo sabes…
—Dulce… —Sus ojos desesperados se encuentran con los míos.
—¿Qué sucede? —Contesto de inmediato.
—Dulce… —Abre la boca pero luego calla— Solo… abrázame, hazlo muy
fuerte por favor. Necesito hacerlo. Déjame abrazarte, abrazar a mi bebé toda
la noche. Los necesito, bonita. Solo eso. —Implora aún con lágrimas entonces
vuelvo a suspirar.
Lo haré por él.
La luz de la luna entra de nuevo alumbrando nuestra oscura habitación.
El silencio reina el espacio y el dolor se hace sentir en sus suspiros haciendo
que nuevamente colapse en mí misma. Me fastidia porque me duele… porque
no quiero verlo así aunque diga que no me importe.
—Puntito… —Solo dice mientras juega con mi vientre desnudo. Chris
está embobado con la forma circular de mi estómago y no ha dejado de hablarle
a nuestro hijo.
—Duerme ya. —Intento levantarme, pero se opone.
—No quiero dormir… —Besa mi vientre— No cuando estás dejándome
jugar con mi bebé.
—Siempre te dejo, Chris, pero tú abusas. —Murmullo.
—Solo un poco más. —Y acuesta su cabeza en mi pancita mientras finge
escuchar a nuestro bebé—. Dice que le agrado. —Sonríe sin ganas.
—Mientes. Dice que eres un horroroso —Respondo y levanta su cabeza
hacia mí.
—Eso no dijiste mientras lo hacíamos. —De su boca sale una sonrisa y
me reconforta de alguna manera.
—Bueno, hay cosas que simplemente se dan.
Se aclara la garganta y sube su rostro hasta quedar muy cerca del mío.

—Dime que me quieres, Dul.


—¿Por qué tanto interés con ello? —Ruedo mis ojos.
—Porque quien ama perdona, quien ama escucha… y entiende. —Peina
mi cabello— Y yo te necesito siempre así, mi amor.
—Me tienes aquí patancito. He dejado mi vida de lujos y comodidades
por ti.
—¿Eso es un “te quiero”?
—Es algo obvio. —Contesto.
—Pero no lo dijiste —Hace un puchero.
—Te quiero. —Digo casi obligada— ¿Está bien?
—¿Un te amo mi amor? ¿El hombre más maravilloso y sexy del mundo?
—Cierra un ojo como si estuviera esperando que lo regañe, pero no lo hago.
Solo río. Es tan infantil…
—No abuses. —Acaricio sus cachetes— Sabes que me caes mal.
—Oh, si… —Dice irónico— ¿Soy el idiota, no?
—Ajá. —Sonrío y acerco mis labios para depositar un casto beso.
—Mientras estés conmigo soy más fuerte, mi amor. —Acaricia mi rostro
con sus dedos— No me apartaré de ti nunca.
—¿Lo juras? —Susurro.
—Con todo mi corazón.
—¿Qué harás con todo esto, Chris? —Pregunto tensa.
—Necesito respuestas, voy a hablar con Gerardo, Santino o como se
llame…
—Pero es peligroso.
—No puede conmigo, cielo. —Me abraza— Y tampoco le conviene. Todo
estará bien. Siento tanta confusión ahora… pero todo estará bien. Lo arreglaré.
—¿Estás seguro, Chris? Porque…
—Sí —Pone un dedo en mis labios— Me he portado tan mal… y no me
di cuenta de tu estado. —Entrelaza sus dedos con los míos— Lo siento, bonita.
—Besa mis nudillos y yo solo acaricio los suyos— Ah… —Se queja.
—Eso te pasa por loco. —Acaricio suavemente sus heridas— Puedo
ponerte una cremita.
—Mejor dame un beso, es lo único que necesito.
Chris
Los días pasan y pronto se vuelven meses llenos de dudas.
Busqué a Gerardo y se escondió de mí como una rata. Han pasado casi
3 meses y no sé nada de él ni de Hilton. Algunos dicen que está en Londres
haciendo nuevos negocios, otros solo lo solapan como siempre y ninguno se
ha atrevido a enfrentarme. No como yo lo hago, de la forma más directa y
agresiva posible.
Aclaro mi garganta mientras bebo mi último sorbo de whisky. Juan entra
con una maleta en la mano y solo lo miro sin emoción. Sus ojos vuelven a
decirme lo que me ha repetido en todo este tiempo, pero aprendo a ignorar.
—Mañana es sábado —Suspira.
—Lo sé —Trago saliva y con un gesto le pido que abra la maleta para
luego ver fajos de billetes dentro.
—Es mucho dinero, Christopher —Agrega— ¿Estás seguro de lo que vas
a hacer?
—No me interesa perderlo todo con tal de encontrar respuestas, Juan.
—¿Respuestas? Deberías olvidarlo.
—¡No voy a olvidar que ese tipo conoció a mi madre! ¡No voy a olvidar
que supo toda la verdad desde el principio y no dijo nada! Él me reclutó por
algo, Juan. Algo que estoy seguro va más allá de Hilton.

—¿Piensas que lo te dirá? Sabes cómo es el Jefe, el rey de las mentiras.


—Lo voy a acorralar hasta que hable —Miro el dinero— ¿Está completo?
—Sí. Ruiz me está esperando para realizar la operación.
Suspiro.
—No me importa si tengo que comprar a sus empleados y gente de
confianza, voy a dar con él. Ni el mismo demonio resistirá contra mí porque he
decidido ser su sombra.
—¿Y Dulce?
Su nombre se derrite en mi boca y paso saliva mientras me llevo una
mano al pelo.
—La mantendré fuera de todo.
—Estás complicando las cosas, Christopher. Debes decirle la verdad.
—Hay verdades que nunca deben salir a la luz, Juan. Ya te lo dije y no
quiero que vuelvas a tocar el tema.
—Tendrás un hijo, Christopher. Estos meses ha vivido encerrada por tu
culpa y ha aceptado esa vida por ti, por tu familia. No es justo. Estás dejándote
llevar por la rabia y la venganza sin pensar en lo que realmente importa.
—¡Bueno basta! —Alzo la voz sintiendo ganas de golpearlo— Tú no
sabes cómo ha sido mi vida. Tú no has visto a tu madre tirada en el suelo sin
vida. No has necesitado un padre ni sentido la maldad de cerca. —Lo
amenazo— O te callas o me olvidaré que eres mi amigo.
Hace silencio y cierra la maleta para luego irse dando un portazo. Estoy
harto y cansado de toda esta mierda. De ser juzgado y no entendido. Sé que
prometí intentarlo y juro que lo he hecho, pero esa sombra siempre regresa…
y no puedo librarme de ella hasta que acabe con su vida…porque juro que voy
a hacerlo así sea lo último que haga.
—Christopher… toma tu auto y vamos rumbo a la carretera. —Un voz
conocida arremete en la sala— Lo he encontrado.
Dulce
Estoy gorda, pero feliz.
Me miro al espejo de perfil y veo una hermosa redondez en mi vientre.
Puntito es perfecto pero este último mes no me ha dejado dormir. Patea más
de la cuenta y, si no fuera por la almohada, la espalda me explotaría en
segundos. Realmente ha sido fastidioso, pero no me quejo tanto al saber que
pronto estará conmigo.
—No has querido saber el sexo del bebé… —Susurra mamá mientras me
mira de lejos.
—No puedo salir, ya sabes toda la verdad. —Le respondo con una mirada
obvia. Después del incidente de Kiara, todos se enteraron de la verdad y las
verdaderas razones por que Christopher tuvo que dejarme.
—Es cierto —Extiende un suspiro— Aún no puedo hacerme a la idea,
hija. Macarena ya no está con nosotros…
—Está en un lugar mejor —Respondo— ¿Me veo bien? —Le muestro mi
escote.
—Espectacular, cielo, pero… ¿No te parece que es un poco indecente?
—Mamá… —Ruedo los ojos— No empieces.
—El guardaespaldas está esperándome fuera, pero no te quiero dejar
sola mi amor.
—El idiota de Christopher debe estar viniendo, mamá. No te preocupes.
Además, no deberías ver cómo meto su lindo trasero en una olla hirviendo —
Susurro molesta— Y luego lo haré pedacitos.
—¡Hija! ¡No deberías hablar así de tu marido! —Se exalta— Él solo está
cuidándolos.
—Me fastidia que me deje sola tanto tiempo. Me enerva estar en esta
casa todo el día. Me jode tener que aguantarlo. No nací para lavarle los platos,
mamá.

—Pero si ni lavas… —Se queja— Viene la sirvienta siempre con esa


mujer que dice ser partera. Hija creo que deberíamos ir a otro estado para que
des a luz.
—No, mamá. La señora Luisa es de confianza y obstetra por si no sabías.
—Pero cómo es posible que quieras dar a luz bajo el agua y en tu casa…
¿Dónde se ha visto eso? —Vuelve a escandalizarse. No la soporto, punto.
—Adiós, mami. —Le sonrío fingiendo. No quiero ver a nadie.
—Tu hermana sigue castigada y no la dejo venir. Quiere que te diga eso.
—Bien, madre. Escuché que te llamaban afuera…
—Dulce. —Se planta enojada— ¿Me estás corriendo?
—Para nada, pero quiero esperar a mi marido como se debe y esas cosas
del diablo, como solías decirle, no son para ti.
—Bueno, antes decía eso pero ahora es tu marido… es muy normal.
—¿Entonces el sexo es normal siempre y cuando sea mi marido? ¿Osea
un matricidio?
—Por supuesto.
—No te soporto. —Suelto rápido— No aguanto tus sermones de monja.
—Alzo la voz.
—Hija, no te exaltes. Te hará mal. —Baja su tono de voz.
—Mamá, realmente te falta cultura sexual. —Respiro profundamente
mientras llevo una mano a mi cadera— El sexo no es malo.
—El matrimonio es…
—Mamá, hasta la partera dice que el sexo ayudará a mi parto. No
molestes. —Le sigo dando empujoncitos.
—No sé qué hice para merecer hijas así… —Empieza con su drama y no
sé si reir o llorar.
—Mamá, no empieces… —Digo tensa— No me quiero enfadar.
—Está bien, corazón. —Me abraza— Ya no te molesto, nos vemos en
una semana. Porque quiero estar en el nacimiento de mi nieto o nieta, ¿Está
bien?
—Está bien, Sofía. Ve. —Me despido y se va
Cuando se cierra la puerta por fin puedo respirar tranquila. No es que odie
a mamá, y tampoco que disfrute de su presencia, solo… necesito mi soledad
de nuevo. Quizá es el bebé, quizá soy yo… o quién sabe, pero he aprendido a
no juzgarme ni avergonzarme de mis sentimientos. Y sí, sigue siendo tonto que
el único hombre con el que quiera estar no esté ahora.
La luz se va y mi corazón se congela.
No es tan noche, pero una corriente eléctrica hace que me tense. Puedes
con esto, Dulce. Puedes hacerlo. —Me digo a mí misma mientras camino lento
hacia la cocina, ¿Dónde carajos estaban los botones de las luces de
emergencia? Pego mis labios y corro hacia un lado, pero no están. La
adrenalina sube conmigo mientras vuelvo a sentir horribles punzadas en el
estómago.
—Tranquilidad, puntito. No estás solo o sola.
Trago el temor y prendo una velas para no sentirme a oscuras, pero el
dolor sigue y pronto me doy cuenta que algo está mal. Un líquido extraño se
resbala por mis piernas…
—No, no… no bebé. No sin papá aquí. —Jadeo y camino apresurada
sintiendo más dolor hacia el teléfono. —Chris…. Contesta. —Cuelgo—
Mamá… contesta… —Jadeo, pero tampoco encuentro respuesta.
¡Mierda!
Con dificultad me arrastro hacia las escaleras para luego subirlas dejando
rastro. Mis manos tiemblan sin control, las lágrimas salen de mis ojos y no me
queda más que aplicar lo aprendido en estos meses llena de miedos porque
aún faltan días para que nazca

—Respirar… —Respiro. Pero en cada exhalo me contengo el dolor de


nuevo— ¡Ahh!!! —Grito y abro mis piernas.
Sangre.
—No, no, no… ¡Ayuda! —Grito— ¡Ayuda!
Lloriqueo llena de pánico y jalo el celular para llamar a la partera.
—Luisa, Luisa… —Balbuceo— Creo que estoy lista, duele como la puta
mierda. —Intento relajarme pero es inútil.
—Voy para allá, Dulce. No te muevas.
Cuelgo y vuelvo a hacer una llamada, dos llamadas… tres.
—Dulce. —Su tono es áspero y juro que tengo ganas de tirarle un balazo.
—Chris… —Susurro sin voz.
—No ahora, Dulce. —Su voz suena entrecortada— Estoy a punto de
agarrar a Gerardo.
—Chris… el bebé, el bebé nacerá. Me duele mucho… —Lloriqueo.
—¿Qué?
—Chris…
Me cortó.
Silencio… y dolor.
Me cortó el teléfono justo cuando más lo necesitaba, entonces lloro fuerte.
Estoy harta de aguantarlo.
—¡Ah! —Vuelvo a gritar pujando y sintiendo que me rompen la cadera.
Los nervios hacen que todo en mí tiemble y debo aceptar el miedo… un
miedo profundo porque puntito no nazca bien. Estoy sola pero soy fuerte y
mientras mis codos sostienen mi peso, vuelvo a pujar como Luisa me enseñó.
—Vamos a hacerlo solos, bebé. —Lloriqueo de nuevo con el alma rota.
Enseguida la silueta de Luisa aparece por el marco de la puerta con agua
caliente y unas toallas. Mi pánico aumenta al verla preparada porque ahora
entiendo que no es un simple ensayo sino la realidad: Tendré a puntito hoy.
—Dulce, hija, vamos… puja.
—No… —Mis labios tiemblan porque empiezo a ser consciente que fuera
de mi panza mi bebé corre aún más peligro. Un extraño deseo por protegerlo
evita que siga… porque no quiero perderlo.
—¡Dulce! ¡Tienes que pujar! ¡Rompiste la fuente! Y estás dilatada. —
Vuelve a examinarme— Vamos. Aún te queda mucho trabajo.
—No quiero… —Grito al sentir de nuevo la contracción.
El pánico me supera, el dolor me atormenta y siento mareos, muchos
mareos. La partera toca mi frente aterrada y palmea mi rostro para evitar que
me duerma. Sus palabras por un momento se alejan, pero luego vuelven.
—Tienes que pujar, es por tu bebé… vamos, Dulce. Puedes hacerlo.
—Será hoy… —Aún me aterro.
—Será hoy… —Me sonríe y acaricia mi rostro— Vamos, hija.
—Nuestra vida es una mierda… —Lloro— No quiero que mi bebé sufra.
—No sufrirá querida, vamos…
Cierro mis ojos y vuelvo a pujar sintiendo el infierno.
Chris
¡Maldita sea!
Mi rabia aumenta y mientras pego el acelerador, el auto se desvía por
otro lado ¿Debería seguirlo o no? ¡Lo he buscado por meses y no debo
perderlo! Pero mi hijo…. Mi hijo va a nacer ahora. La indignación aumenta y
mis sentimientos se descontrolan
No puedo.
Maldigo su nombre muchas veces y giro el auto rumbo a casa sintiendo
caos en mi interior. Todos estos meses han sido un tormento. He intentado
controlar mi ira pero a medida que iban pasando los días, todo era aún peor.
Y ahora esto…
Tomo otro sorbo de alcohol y la velocidad va más allá de lo permitido. No
me interesa que me pongan multas ahora, solo necesito llegar.
—Christopher… —Escucho mi auricular.
—¿Qué sucede?
—Regresaste. —Juan insiste.
—No, estoy dándome una vuelta. —Digo con ironía— ¡Claro que sí! Dulce
está a punto de dar a luz.
—Christopher, la zona de tu casa se ha visto afectada.
—¿Qué?
—Hay un movimiento extraño cerca. El rastreo me ha hecho notar la
presencia de un auto no autorizado. Toma a Dulce y vete.
—¡Cómo diablos voy a llevarla en trabajo de parto! —Exploto apretando
el pedal del acelerador.
—Pediré refuerzos entonces. —Cuelga y siento que mi alma colapsa.
Pasan largos minutos y la calle está cerrada. Sé que Juan es el culpable,
volvió a armar el teatrito para evitar el paso. Salgo de auto y corro lo más fuerte
que puedo hasta llegar a casa, con el corazón hecho trizas y mi mente
pensando en mi hijo. Ha pasado un par de horas desde que Dulce llamó y temo
que haya sucedido algo.
—¡Dulce! ¡Dulce! —Grito despavorido mientras veo rastros de sangre en
el suelo.
Subo las escaleras con necesidad y al entrar la veo llorando.
—Señor Christopher… —Luisa le abre aún más las piernas y me estreso.
—Vete de aquí, idiota. —Llora.
—Dulce… —Mi ansiedad aumenta y solo me acerco a ella. Joder, soy un
bastardo.
—Vete… —Sigue llorando y ella no llora, o al menos no lo hace muy
seguido, por lo que me enferma su dolor, el sudor en su frente, la ansiedad en
sus ojos.
—Lo has hecho muy rápido, Dulce. Vamos, llegará pronto.
—Pero aún faltaban días… —Susurra— No quiero que mi bebé llegue a
este mundo para sufrir.
—No sufrirá. —Le digo mientras acaricio mi rostro.
—Lo hará. Está metido en toda esta mierda sin querer. Es un alma
inocente, Christopher.
—Te juro que…. —Y me callo sintiendo rabia. Ella tiene razón, nuestro
bebé está metido en un problema que no es de él y hasta ahora no logro
solucionarlo.
—¡Ah! —Vuelve a chillar y le doy mi mano para que la destroce— No
puedo. —Llora— No puedo.
—Tú puedes hacerlo, mi amor. Puedes todo. —Beso su frente.
—No volveré a acostarme contigo, ¿Lo entiendes? —Grita sin control .
—Vamos, Dulce… estás muy cerca. —La partera sonríe y con fuerza puja
una, otra… y otra vez. Su dolor me consume y puedo ver cómo va perdiendo
las fuerzas poco a poco.
—Eso es Dulce, uno más…. Vamos.
Mis ojos se abren al darme cuenta que mi hijo está por venir al mundo.
No me asusta la sangre, pero sí lo que siento.
Y todo pasa muy rápido.
Más gritos que se distorsionan lentamente en mis oídos, mi respiración
agitada. Un susurro por parte de Luisa, quien enseguida toma entre sus manos
la pequeña silueta de un bebé a la luz de la luna sin si quiera moverse.
—Puntito…. —Su voz es un eco— No se mueve…
Mi sonrisa se borra sintiendo que todo en mí se desacelera. Parpadeo,
abro los ojos en dirección correcta y puedo ver aquella forma de hombre
ensombrecida por las cortinas…. Todo en cámara lenta. Mis manos actúan
rápido y la bala sale sin si quiera pensarlo. Disparo. Lo hago con furia, como si
fuera un león protegiendo su vida. Una, dos, mil veces… hasta que el silencio
cubre la sala de nuevo y un pequeño llanto nace de las estrellas…
El llanto más hermoso del mundo… nuestra estrella.
62. Emprender el vuelo
Dulce

“El amor es el juego más complicado de todos. Gana quién es capaz de


sobrevivir ante ello”

Un pequeño llanto reactiva mis fuerzas y vuelvo a abrir los ojos… Mi bebé.
Lágrimas hermosas caen de mis ojos cuando veo su silueta pequeña y
en mi cuerpo no cabe sentimiento más grande que este. Ese pequeño o
pequeña personita está ahí llorando desconsoladamente y me siento que cura
todo el mal que he venido sintiendo hasta ahora: mis lágrimas, mis sueños
rotos… y esa ausencia en mi vientre seco.
Es mío y está aquí ahora.
—Es tu bebé, Dulce —.Luisa lo pone sobre mi pecho y es peso pequeño
más grande del mundo—Es una niña, ¿La ves?
Una niña… Y vuelvo a llorar con ella. Ha sido una mujercita todo este
tiempo. Un puntito maravilloso escondido, porque siempre será mi pequeño
puntito rosa.
—Mi hija… —Mis palabras son suaves entre el llanto entrecortado que
tengo. Es mi más grande sueño.
—Cortaré el cordón. —Luisa se apresura y simplemente estoy en shock.
La pequeña bebé se aferra con todas sus fuerzas hacia mí y no sé cómo
reaccionar ahora.
—Una niña… —De pronto escucho su voz, entonces lo miro al borde de
la cama, con los ojos bien abiertos y una pistola en la mano.
—Aleja eso de mi hija. —Reacciono.
—Sí… —Tira el arma y pronto se acerca— Nuestra estrella. —Sus ojos
son cristales ahora y pronto vemos cómo la pequeña abre sus ojitos por primera
vez para escuchar con atención la voz de su padre—. Soy yo, princesa. Papi.
—Christopher acaricia su cabecita y me quiebro. No sé si son las hormonas o
el estúpido deseo reprimido, pero no dejo de abrazarla, llorar, explotar mil veces
de alegría.
—Está sana, felicidades. —Luisa sonríe.
—Papi te ama con su vida, puntito. Mucho, muchísimo. —La bebé no
llora, solo lo escucha—Oh Dios… es tan hermosa.
—Necesita tu pecho, Dulce. —¿Qué? Me hielo. Luisa me rompe el vestido
sin mi autorización y descubre mi pecho. La bebé llora inmediatamente
mientras su boquita roza mi piel. No estoy preparada para esto.
—Yo… no…
—Es importante. —Luisa lo hace por mí y acomoda a la pequeña quien
inmediatamente empieza a sufrir. Siento dolor, pero no importa. Cierro un ojo
aún perdida en todo esto y pronto su alimento llega.
Y se oyen disparos.
Mi sentido de protección se eleva y abro los ojos de inmediato. Primero
me matan antes de hacerle daño a mi bebita. Me siento, Luisa reniega, la bebé
llora y no sé qué más hacer. Necesito un arma, voy a defenderla así tenga que
dar mi vida a cambio.
—Tranquila, Dulce. Voy a matar a esos bastardos —Vuelve a tomar su
arma y sale apresurado. Se escuchan disparos, mi niña vuelve a llorar y solo
tiemblo.
—Va a pasar, Dulce. —Luisa acerca a la bebé nuevamente a mi pecho
con mucha calma, como si esto no le asustara en absoluto.
—Luisa… necesito un arma. —Me desespero.
—Tú preocúpate en alimentar a tu bebé, Christopher se encargará de
todo. —Acaricia mi cabello— Es tan hermoso ver nacer a un bebé.
—Ella no deja de comer —La observo y sus ojitos vuelven a abrirse. Me
mira y me congelo. Es tan pequeña que no sé si estoy lastimándola o no.
—Lo hará muchas veces. —Ríe y empieza a limpiarme. Todo es tan
extraño y a la vez hermoso. Hay sangre por todos lados, estoy desnuda, con
una bebé atacando mis senos, disparos, pero aun así soy inmensamente feliz
con esto— Vamos, acariciala. —Sonríe Luisa.
—¿Cómo? —Pregunto aturdida— Es tan pequeña…
—Como tú quieras, Dulce. Eres su mamá, sabes lo que necesita. —Pego
mis labios y con dos dedos acaricio su pequeña carita. Oh cielos… es tan
hermosa. Su cabello aún está sucio, su cuerpecito también, pero no me molesta
porque es mía. Tiene mi nariz y las manos del idiota de su padre. Es gordita y
exigente. Puedo notarlo porque se enoja cuando intento separarla de mí.
—Es la bebé más bonita que he visto en estos años. Y mira que he traído
al mundo a muchas eh… —Luisa le toca la cabecita— Se ve sana, pero aun
así deberías llevarla a una clínica.
—Sí, eso haré.
—¿Cómo se llama? —Luisa vuelve a sonreír.
—Puntito. —Río.
—¿Enserio? —Me pasa unas sábanas.
—Aún no sabemos. —Sigo mirándola— ¿Cuándo se va a cansar de esto?
—Suspiro un poco incómoda. Odio que manipulen mi cuerpo, aunque la ame
con toda mi alma.
—Nunca, ya te lo dije. —Enarca una ceja— Es una recién nacida.
—Vamos, puntito, cánsate. —Me fastidia. Dios, la amo pero me fastidia.
Cuando por fin tiene compasión de mí se queda dormida en mi pecho.
Luisa la toma entre sus brazos y estalla en llanto de nuevo, pero ella sabe cómo
calmarla. Me parece extraño no sentir mi vientre abultado, sobretodo porque
han sido meses de mucho esfuerzo, pero la veo y no lo creo. Es mía. Mi niña.
Puntito, mi milagro. Mis ojos no pueden despegarse de ella y, aunque esté un
poco lejos, veo sigilosamente cómo Luisa la prepara y limpia para luego ponerle
su ropita.
—Es una llorona. —Me burlo— Nunca he visto a una niña tan llorona. —
Río pegando los labios, entonces Luisa me la devuelve.
—Pero su mamá se hará cargo. —Dejo de sonreír porque la pone
nuevamente en mi pecho— Vamos, bebé, aquí está mamá… sí, mamá. Dile
que tienes hambre.
Me tenso pensando que es una broma, pero no lo es. Puntito tiene
hambre de nuevo y no me queda de otra que alimentarla. La veo aferrarse a mí
apenas empieza a alimentarse y me derrito viéndola, ¿Qué clase de madre
soy? Me burlo y luego la amo.
Oh… mi niña. Mi pequeña gigante. Porque serás todo lo quieras ser en la
vida.
—Duerme un rato con ella, necesitas recuperarte.
La brisa es más suave ahora y las estrellas iluminan esta noche oscura.
Ya no se escuchan disparos y tampoco ruidos, entonces decido dormitar un
rato porque no podría dormir completamente sintiendo que mi puntito está en
peligro. No sé cuánto tiempo pasa, pero pronto escucho unos pasos y despierto
agitada.
—Lo siento. —Susurra Chris acercándose despacio.
—¿Qué sucedió? —Pregunto con voz ronca.
—Gerardo envió a su mierda, pero me encargué de ellos. —Sonríe
triunfante— Igual deberíamos irnos en algún momento.
—Silencio, habla más despacio. Me ha costado dormirla. Solo come… —
Lo miro aterrada— No haré esto siempre.
—Está bien, cielo. —Acaricia mi cabello— ¿Me dejas cargarla? —Sus
ojos se derriten en los míos y me niego.
—Está dormida. —Me quejo— Enserio solo llora. —La despego de mi
seno y arruga su carita, entonces la vuelvo a pegar a mis brazos y se
tranquiliza.

—Es preciosa… —Chris no deja de mirarla— Puntito.


—Te saliste con la tuya, patancito. Fue niña. —Bromeo.
—La vida es justa. —Estira su mano y acaricia su cabecita— Te juro que
nada va a pasarte, pequeña. —Le da un beso.
—¿Puedes creerlo? Está aquí… y es nuestra.
—Nuestra —Me mira sonriendo— Mi niña.
—¿Cómo la llamaremos? —Susurro.
—Estrella. Porque es una de esas 7 estrellas que cuidaron nuestras
noches, ¿Te das cuenta? Mira —Dirige su mirada al cielo— Todo es gris y
oscuro, pero aquella estrella ilumina nuestra noche. Hemos sido oscuros,
Dulce. Ella es la luz de nuestras vidas.
—Estrella… —Beso su cabecita—¿Te gusta, cielo?
Y sonríe. Joder, sonríe. Sueña sonriendo.
—No soporto más, Dul. Por favor, dámela. —Chris está ansioso, así que
acepto. Cuando la separa de mí vuelve a chillar fuerte, tan fuerte que cierro un
ojo hasta que Chris la abraza. —Mi princesa, mi estrella… —La mece y
acomodo sus brazos tal y como Luisa me enseñó hace un rato— Eres eterna,
hija. —Se llena de lágrimas— La bebita que soñé con la mujer de mi vida…
Me hielo.
—Te amo tanto, pequeña. —Continúa— Papi va a cuidarte siempre.
Suspiro y siento un vacío en mis brazos.
—Necesito dormir, dámela. —Me la devuelve y ahora solo duerme. Puedo
notar que tiene un pañal, así que sonrío— Mientras descanso podrías ir a
clases intensivas de cambio de pañales. Luisa te espera afuera.
Christopher se desconcierta y luego sonríe.
—Cuidaré sus sueños primero.
—Pero no hagas ruido. —Digo y cierro mis ojos junto a ella. Es extraño y
a la vez bonito, mi pequeña puntito está aquí ahora y solo siento una profunda
emoción dentro.
*
Han pasado 30 minutos, solo 30 minutos y su llanto ansioso me despierta.
Carraspeo mi garganta un poco desubicada porque realmente estoy muy
cansada. Mi humor no es el mejor ahora, sin embargo increíblemente tengo
paciencia. Christopher me mira sonriendo y se acerca para acariciarla, pero ella
es demasiado exigente conmigo, por lo que empiezo a estresarme.
—Tiene hambre, creo. —Chris susurra.
—Dale de comer tú. —Parpadeo sin poder creerlo, ¿Qué carajos tiene mi
niña? Parece que jamás va a saciarse.
—Quizá tiene el pañal sucio, vamos. —Chris abre los ojos como si
quisiera librarse del trabajo sucio, pero con una mirada detengo cualquier cosa
que esté pensando.
—Yo creo que tiene hambre. Cuando la alimentas haces magia. —Me
enseña sus dientes como niño bueno, juro que voy a cortarte todo lo que tenga
vivo ahora.
—Mira patancito, no empecemos. Acabo de parirla… ayuda en algo. —
Me retracto. No tengo paciencia.
—Está bien —alza los hombros—. La señora Luisa me enseñó. —La
toma entre sus brazos para luego ponerla al centro de la cama. Con manos
torpes y temblantes abre su ropita y luego verifica su pañal… uhg, solo sonrío.
—Vamos, quiero verlo. —El olor a venganza me hace olvidar todo lo que
sentí en el parto. Él se ríe y pronto, para mi sorpresa, le cambia el pañal a la
perfección.

—¿Qué tal, eh? —Presume su logro, pero mi bebé sigue llorando— Creo
que tiene hambre.
Contengo el aliento cuando lo dice y pronto me siento obligada a
alimentarla de nuevo. No quiero hacerlo, ¿Soy una mala madre?, me da pánico
cuando lo hace y es algo que aun no entiendo. Su pequeña boquita empieza a
comer sin medida ni control… mi puntito rosa es muy glotona y me parece
extraño.
—Es tan chiquita… —murmuro bajito porque está durmiéndose.
—Lo es. —Chris acaricia sus manitos, entonces ella aprieta fuerte su
dedo— Oh… si, mi niña será toda una gladiadora.
—Cierra el pico.
—Ok… —Ríe en silencio.
—Me siento extraña —suspiro con verdad—. No estoy acostumbrada a
sentir tanto cariño abiertamente por alguien, ¿Sabes? Pero ella es mi pequeña
excepción.
—Así es, cielo. —besa mi hombro— Pero a mí también me quieres, ¿No?
—Levanta una ceja.
—Hace unas horas te odiaba, ahora puede que te acepte porque
cambiaste el pañal de la niña. —Sonrío sabiendo que es mentira, pero amo
verlo sufrir.
Nos quedamos más de veinte minutos intentando hacer que se duerma.
Nuestro puntito parece ser muy exigente y eso empieza a abrumarme, pero
luego veo su carita y todo cambia. Simplemente es perfecta. La niña más bonita
del universo.
—Por fin…. —me quejo—. Apaga la luz. —Ordeno y Chris lo hace, pero
en la oscuridad puedo darme cuenta de su arma. Él jamás la suelta. —No
quiero que toques a mi hija si tienes esa pistola, Chris.
—No puedo dejarla. —susurra y no digo nada porque entiendo todo.
He pasado por mil emociones hoy y aun así me contengo. Hay llanto,
melancolía, necesidad en mi alma. Quizá estoy loca o son las hormonas, pero
vuelve a mí el deseo de mantener a mi bebé nuevamente en mi panza.
—¿Qué pasa, bonita? —estira su brazo y acaricia mi rostro.
—Tengo miedo —lo acepto—. Por primera vez tengo miedo de algo,
Chris. —Beso la frentecita de mi hija y creo que me entiende.
—Estarán bien, lo juro. —Murmura de nuevo.
—No, Christopher. No estaremos bien. Ellos van a encontrarnos algún
día y no habrá regreso.
—Dulce…
—No —lo callo—. No voy a permitirlo. —tomo valor—. Solo pienso en
nuestra hija. Mírala… —La luz de la una tira un reflejo hacia la cama dejando
entrever a un pequeño bomboncito entre nosotros.
—Dulce… —Vuelve a repetir y tomo su mano.
—Siéntela—Llevo sus dedos por su pecho— Siente como late su
pequeño corazoncito y ahora que está aquí —Respiro—. Después de haberlo
pensado mucho, necesito que decidas y nos hagas una promesa. Deja todo,
Chris. Tu maldita venganza, tu rabia contra Brando, contra tu padre… Déjalo ir.
Hazlo por nosotras, por un nueva vida. Promételo, Chris. Prométeselo a nuestra
estrella.
Se hiela y enseguida sé que es complicado. Su mente puede pensar que
soy una egoísta, pero en realidad estoy pensando en nuestra hija. ¿Qué
pasaría si Brando da con ella? ¿Si Gerardo la secuestra? ¿Si la matan? El solo
hecho de pensarlo me genera angustia y sé que en él pasa lo mismo.
—Sí… Dulce, olvidaré todo. —Dice casi con dolor— Por ella.
—¡Chris! —exclamo su nombre y acaricio su barbilla— Gracias.
Un hilo de emoción pasa estúpidamente por mi interior, entonces pego
mis labios contra los suyos y lo beso con fuerza. Es mi idiota de nuevo.
—Por ti daría todo, Dulce. —vuelve a murmurar— Estrella y tú son mi más
hermoso sueño.

—Hagamos una nueva vida sin mentiras, sin balas, sin miedos. Vámonos
a Noruega lo más pronto posible.
—Necesito arreglar unas cosas, solo un poco más por favor.
—Bien —vuelvo a besarlo—, pero no te tardes mucho. Cada día es un
peligro aquí y lo sabes. Promételo.
—Te lo prometo, cielo.
Chris
Es un día de lluvia y, mientras miro por la ventana las gotas caer, siento
que vivo en un infierno.
Han pasado tres meses desde que nació mi hija y, tal y como se lo prometí
a Dulce, me alejé de todo lo relacionado a mi venganza. Me alejé de mi equipo
de inteligencia, escondí algunas armas y corté contacto con amigos siendo
Juan mi única excepción hasta ahora. 92 días sin tocar un arma. 92 días sin
revisar mis correos. 92 días sintiendo a mamá lejos…
Cierro los ojos e intento pensar en la sonrisa de Estrella. Ella es como su
madre, un tanto amarga cuando se enoja, pero dulce en todas sus formas. No
sé qué haría sin mi hija, pero tampoco he podido olvidarme de la imagen de mi
madre muerta, de su llanto al teléfono, de su cuerpo frágil en el suelo.
Trago saliva y mi cuerpo se estremece… Lo siento, mamá. Esto es por
mi familia. —Me digo a mí mismo sintiéndome tontamente culpable y solo
suspiro. Estos meses han sido mi cielo, pero también mi mayor infierno.
—¿Otra vez mirando a la ventana, patancito? —Su voz es alivio a mis
heridas— Tienes que cambiarle el pañal a Estrella. —Voltea con una media
sonrisa y ella con una pijama muy pequeña.
—Pensaba, solo eso. —Le sonrío.
—¿En mí? —Se acerca peligrosamente y no puedo resistirme.
—También en ti —la pego hacia mi cuerpo— ¿Y ese traje?
—Es mi pijama—Se pavonea.
—Nueva entonces —pego mi nariz a la suya—. Muy sexy por cierto.
—Me encanta presumir… —toma mi rostro con sus manos— agradece
que tu esposa tiene lo suyo y no es pantalla plana. —besa mis labios con una
sola intención.
—¿Pantalla plana? —Respondo entre besos y me avienta al sofá para
luego caer en mi encima.
—Ajá… —Baja una tira de su hombro— Nada por delante y nada por
detrás. —Río ante ella.
—¿No dijiste que había que cambiarle el pañal a Estrella? —Pregunto
ahora tenso, está provocándome más de la cuenta.
—Ella sabe esperar. —Me ataca con sus labios y pronto me enreda en
ello. Joder, es tan posesiva… que termina excitándome.
—Dulce, Dulce… —le advierto y me separo— No ahora.
—¿Estás escapándote de mí o es mi idea? No nos hemos tocado en dos
semanas, es una ofensa patancito idiota.
—Dulce… —Suspiro— Ya te dije que…
—A la mierda tu excusa, quiero a mi marido. —Muerde su labio y se quita
la pijama de un solo tirón.
Su cuerpo ahora es el mismo de antes pero potenciado. Mi chica siempre
fue hermosa, pero ahora es mucho más allá de eso. Me abruma su piel desnuda
tan atenta hacia mí, sus caderas definidas atentando contra mi cuerpo, sus
besos de afrodita moldeando mi boca. Ella es mi debilidad y deseo. Juré no
tocarla, pero es casi imposible. Bastan 2 segundos… 2 malditos segundos para
lanzarme sobre ella y olvidar lo que pienso.
Entre besos vamos avanzando hacia la recámara donde puedo explorarla
de mil formas. Joder, estoy duro… pero deseo saborear su cuerpo. Beso su
boca con ansiedad enredando mi lengua contra la suya, jadeando en cada
suspiro, saboreándola de mil maneras.

—Sin ropa. —Exige y siento sus manos recorrer mi pecho hasta sacarme
el polo y luego el pantalón. Ella me toca como si estuviera ansiosa y eso me
provoca. Joder, me provoca.
—Cielo… —murmuro.
—Silencio, patancito —me besa— Solo sé bueno. —Tuerce su sonrisa y
aprieta mi trasero con fuerza, por lo que me vuelvo loco. Bajo mis labios por su
mentón, cuello y pecho hasta que me demoro en sus senos.
Deliciosos, grandes y… con buen sabor.
Mi lengua juega con sus pezones de forma rápida y en circular para luego
apretarlos con mis dientes hacia arriba. Amo verla disfrutar… y gime. Aumenta
el volumen a medida que voy tocándola por otros lados de su cuerpo. Grita mi
nombre cuando introduzco dos dedos en ella.
—Chris….
—Te amo, bonita. —Subo mis labios ahora a su boca y sello mis palabras
en ella para luego introducirme entre sus piernas de la manera más deliciosa
posible.
—Chris… —Jadea.
—¿Más? —La provoco. Joder, amo tener poder aunque sea en la cama.
Muerde su labio
—Eh… esto es mío. —Me muevo lentamente y capturo su boca para
saborearla. Mierda, es tan exquisito. Sus caderas chocan conmigo a medida
que subo la velocidad de mis movimientos. La penetro de forma suave hasta
descontrolarme porque simplemente ella me envenena. Acomodo sus piernas
como puedo y jalo una almohada para hacerlo más profundo. Mi miembro solo
choca fuerte en su interior sintiendo que voy a volverme loco, rogando a la vida
que esto no acabe nunca.
—Chri… —Vuelvo a besarla con furia mis reboto en su sexo.
Sin control subo mis embestidas y pronto la giro encima. Ella aprovecha,
lo disfruta. Se mueve sin perder el ritmo, dándome una vista agradable. Sus
senos grandes rebotan mientras su trasero se hace hacia adelante y atrás
sobre mí. Tomo con mis manos sus caderas para dirigirla hasta que se canse,
pero no se cansa.
—Eres insaciable. —Digo con la voz entre cortada, sentándome y
acomodándola, dejando un espacio doloroso en nuestros movimientos.
—Sigue—Gruñe y nos giramos de nuevo hasta que se sostiene con sus
manos mientras mi cuerpo se suma por atrás. Mierda, no lo controlo. Me vuelvo
un adicto a su piel cuando estoy con ella. Me hundo fuerte aumentando mi ritmo
de nuevo. Ella grita, yo me envicio. Presiono fuerte y me resbalo más y más
profundo. Aumento el ritmo a niveles que ni yo mismo entiendo. Cambio por
última vez de pose para poder mirarla, amarla, retratarla… y ella solo se aferra
a mí con uñas y dientes, con besos amargos, con pasión y deseo.
—Ah… —Jadea fuerte sintiendo lo que ambos sentimos.
—Te… amo —Digo por última vez gruñendo, gritando, jadeando aquella
palabra hasta que por fin nos liberamos.
Y vuelve el silencio, nuestros corazones al límite, energía dispersa por
todos lados. Lo hice de nuevo con mi chica, la madre de mi hija, la mujer de
mis sueños, pero esta vez siento agonía. Tontos sentimientos pasan por mí sin
siquiera pensar en lo que experimento.
—Nunca olvides que te amo, bonita… mi bonita. —Susurro y enseguida
abre los ojos cautelosa.
—¿Qué? —Se pierde un poco— ¿Qué estás diciendo, Chris?
—Te amo… —beso su frente—. Solo eso.
—Parece una despedida, sonó como una despedida. —Me salgo de ella
y acuesto mi cabeza en la almohada— ¿Qué diablos te pasa, Christopher?

—Nada… —Llevo mi mano hacia mi rostro— Digo tonterías.


—Son tonterías… —Despega mi mano para obligarme a mirarla— Somos
una familia real después de casi 6 años…
—Lo sé, cielo. —Abro mis ojos y noto que tiembla— ¿Tienes frio?
Niega con la cabeza.
—¿Estás enojada? —Parpadeo al verla seria.
—No… —Su voz se pierde— Solo creo que eres un imbécil.
Sonrío y la abrazo de nuevo.
—Perdón… —Beso su hombro— A veces digo tonterías.
—Bien… —Suspira lento y milagrosamente me deja acariciarla. Con mis
dedos tomo su rostro y la esculpo en silencio. Ella es la más hermosa escultura
hecha mujer ahora.
—Eres muy bonita, mi amor. Una mujer sexy, maravillosa, que se sabe y
siente preciosa.
—Porque lo soy… —admite— Sabes que la humildad no va conmigo.
—Por eso me encantas. —La abrazo y la acomodo hasta que su piel
choca con la mía. Es un momento maravilloso. Solos… ella, yo, en otro lugar
con lluvia fuera. Amo tenerla para mí en silencio porque puedo escuchar sus
sentimientos aunque no lo crea. Amo cuando es ausente y perdida porque me
deja mirarla de manera distinta.
—Chris… estás caliente, odio que estés caliente. —Mi temperatura
corporal ha aumentado por obvias razones, pero ignoro su comentario y la
aprieto con más fuerza como si así pudiera mantenerla segura.
—Aguántame entonces. —Beso su cabello— Hueles bien, mi amor ¿Es
ese shampoo de manzana que compraste?
—Idiota distractor, sé tu juego. —Me empuja pero no la dejo.
—No voy a soltarte —Tiro una risa— Y soy más fuerte que tú.
—¿Perdón? Pfff… desubicado. —Vuelve a empujarme pero no puede e
intenta zafarse sin éxito. Me río mientras mis labios buscan su boca y se rinde
ante ello. Es genial poder domar a la fiera aunque sea un momento.
—Chris… —Se despega— ¿Escuchas? Es la niña. —Pienso que es una
trampa y sigo besándola— ¡Es enserio! —Suspira y pronto el llanto se hace
más fuerte.
Mi niña está llorando y no me di cuenta.
Ambos nos cambiamos rápido para luego ir en busca de la pequeña
Estrella. Nuestra bebita llora desconsoladamente en su cuna y se calla por arte
de magia en los brazos de su madre. Dulce le da un beso en la frente y la
palmea en la espaldita mientras la pasea por toda su habitación. Me parece
maravilloso verlas… porque veo a una dulce señorita queriendo ser mamá,
llorando todas las noches a escondidas con una prueba de embarazo en sus
manos, mirando a las estrellas. Y me veo a mí mismo con ella.
—Creo que se asustó. —Murmura despacio.
—¿Por qué te asustaste, mi amor? —le hablo y escucha atentamente—
. Papi jamás dejará que te pase algo malo.
Me regala una sonrisa y babeo.
—Ven aquí —La tomo en mis brazos y beso su carita, su naricita, sus
cachetitos para que vuelva a sonreir y lo hace. Es la bebé más hermosa del
mundo.
—Dale de comer. —Dulce calienta su leche y me da la mamila— Voy a
darme un buen baño.
—Eh… —Levanto una ceja sin poder creer lo que acaba de hacer. Ella
se va riendo y yo con pánico—. Tu leche, bebé… —Estrella ve la mamila y llora
con furia de nuevo. Con su manito golpea el biberón y sin querer cae al suelo—
Oh, no… Princesa.

Odia el biberón y Dulce lo sabe.


La llevo llorando hacia la recámara mientras esperamos que Dulce salga
del baño. 20 minutos pasan y por fin puedo verla. Ella rueda los ojos y me la
quita.
—¿Su mamila?
—La tiró. —Me excuso.
—Oye, señorita…
Entonces la carita de Estrella se vuelve roja de rabia.
—Son solo 6 meses, eso dice la obstetra mi amor.
—Basta, Christopher.
Suspira fastidiada y empieza a alimentarla. Esta es una lucha diaria, pero
en el fondo he aprendido a entenderla.
Cuando nuestro puntito comelón deja de comer, es tiempo de jugar con
papá un rato. Doy besos en su pancita haciendo sonidos y ella grita riendo. Sus
pequeñas manitos gorditas tocan mi rostro al acercarme y deseo inmortalizarla
en mis ojos.
Es tan pequeña y tan maravillosa al mismo tiempo.
La meso entre mis brazos mientras descubrimos que Dulce está
cambiándose de ropa. Puntito se queda mirándola… Dulce acomoda el vestido
negro pegado que tiene y luego se arregla el cabello frente al espejo.
—¿Ves a mami? ¿No es hermosa? —Le susurro en su orejita.
—Am… —Estira sus bracitos y Dulce le sonríe.
—Ahora no, bebé. Estoy alistándome, luego te toca a ti.
—¿Alistándote? —Recién reacciono ante ello— ¿Para qué?
—Mis papás vendrán hoy y también Juan.
—¿Enserio? —Enarco una ceja.
—Ajá. Me cansé de no tener familia. Los invité ayer.
Sonrío y regreso con mi pequeña chica. Vuelvo a acostarla en la cama
para luego besar sus deditos hasta que me patea.
—¿Quién es la niña más bonita del mundo?
Grita
—¿Quién es la consentida de papi? —Vuelvo a preguntar y grita de
nuevo. Es un pequeño bomboncito comestible. Acerco mis labios a su barriguita
y solo se carcajea.
No sé qué haría sin ella.
—Qué exagerados son. Ahora te toca a ti, pequeña. —Dulce me la quita
y se la lleva a su recámara para cambiarla. Ella ama escoger su ropa, decorar
su pequeño cabello con un lazo y perfumarla. Sería una mamá perfecta si no
se quejara cuando la alimenta y le cambiara los pañales, pero no me quejo.
Estamos viviendo ese sueño que un día deseamos con todas nuestras fuerzas.
Media hora pasa y pronto nuestra casa está llena. No es un lugar muy
grande pero tiene jardín para los invitados. A lo lejos miro a mi bonita sonriendo,
pasándola bien con sus padres increíblemente. Carlos resultó ser el abuelo
consentidor y Sofía solo babea por la niña. Kiara es más discreta, pero muere
por su sobrina. Todas las veces que la ve le trae un regalo y eso en el fondo
me alegra.
—Mira Dulce, creo que dijo mamá. —murmura Kiara con una sonrisa.
—Oh… ¿Enserio? —Contesta mi bonita sin poder creerlo. Creo que ha
estado esperando esa palabra desde hace muchos años— Repítelo, puntito
rosa. Anda.
Su familia juega con la niña con mucha ilusión, entonces mi sonrisa se
borra, mi corazón se estruja, los recuerdos me asesinan.
Mamá…
La palabra más hermosa que puede decir un pequeño niño llorando. Y es
que así me veo en mis memorias, abrazándola, oliendo su perfume a coco,
sosteniendo sus bellas manos. Mamá era mi vida y ya no está. No puedo
compartir con ella la alegría de ser papá. No puedo decirle que tengo miedo y
tampoco pelear con ella. Se ha ido, no tiene voz… y su ausencia me apaga
cada día. La extraño y siento que manos oscuras me la quitan. Imagino su
rostro agonizando, su respirar apagándose poco a poco, sus ojitos cerrándose
en el silencio. Y no pude hacer nada, sigo sin hacer nada, pero por otro lado
están ellas… la razones más hermosas de mi vida.
¿Puedes amar a alguien y a la vez querer no amarla? Me siento tan
culpable, mis sentimientos están claros pero mi pensamiento en otro lugar muy
lejos de mi bonita. Cierro los ojos y solo siento dolor, los abro y veo el paraíso.
No puedo estar tranquilo, mis manos desean su sangre y venganza, mi corazón
la paz que tanto he estado buscando pero no me dejó de otra y estoy sufriendo.
—Tengo información. —Suelta Juan por detrás.
—Solo necesito saber de él, ¿Pudiste arruinarlo? —Rechino los dientes
mientras con una seña lo obligo a ir hacia mi despacho.
—No sé si estoy haciendo bien… —Hace una pausa— Pero creo que es
lo correcto.
—Solo dilo. —Tenso mi mandíbula— ¿Dónde está ese hijo de puta? ¡No
he podido dormir tranquilo estos meses!
—Hilton Company volvió a funcionar.
—¿Qué? —la boca se me seca— Pero… ¡Brando estaba con libertad
condicional! ¡Él estaba siendo investigado! ¡Le di las pruebas a la policía! Yo…
—me quedo atónito. Gerardo.
—El jefe ha perdonado sus pecados —dice irónico— Ha borrado su
historial y sabes que maneja a la policía. Lo peor no es eso, Chris. El burdel de
niñas sigue existiendo.
La rabia que empiezo a sentir pasa por mi garganta hasta apretarse en
todos mis músculos sin que pueda contenerme. Lo hizo… se salió con la suya
y lo peor es que sigue maltratando a las niñas, mujeres, traficando droga,
haciendo su maldita vida como si nada hubiese pasado. En ese terrible
sentimiento proyecto a mi niña y me congelo al pensar que ese desgraciado
puede hacerle algo o atentar contra su vida. No puedo permitirlo, simplemente
no puedo. Golpeo fuerte sobre la mesa echando un grito ahogado. Juan me
detiene pero lo empujo.
—¡Basta! ¡Vas a despertar sospechas!
—No lo soporto ¡No lo soporto! —pego mis dientes tirando la mesa hacia
un lado porque necesito sacar mi rabia de alguna manera— No puede ser que
no se haya hecho justicia, no puedo permitirlo.
—¿Y qué esperabas, Chris? Solo hay corrupción en el gobierno.
—Necesito respuestas… Siento que vivo queriendo decir mucho y no
haciendo nada.
—Entonces habla con ella. —me mira fijamente— Habla y dile la verdad.
Estás llevando un peso muy grande sobre tus hombros sin tener la culpa.
—No puedo, Juan. No puedo.
—Christopher… —Me mira y vuelve a callarse, quizá piensa que soy caso
perdido.
—No permitiré que siga saliéndose con la suya, Juan. Y esta vez será
definitivo aunque tenga que morir en el intento. Vamos a deshacernos de él
ahora.
—¿Estás loco? —Frunce el ceño— Y… Dulce…
—He estado callándome sintiendo un infierno. No puedo, Juan. No puedo
dejar de pensar en mi madre muerta, en sus lágrimas, en todo lo que ha
implicado Brando Hilton durante todo este tiempo. Se lo debo, me lo debo, será
lo mejor. Si el gobierno ni la policía hacen algo, entonces yo voy a hacerlo.
Dulce
Ha pasado una hora y Christopher no ha salido de su despacho.
Mi mente empieza a hacerse ideas estúpidas, pero debo contenerme y
confiar en su promesa. Intento despejarme, pero al ver que puntito llora regreso
al mundo real ahora. Mamá la besa con fuerza y eso me estresa.
—No quiere, mamá. —se la quito— Ella es como yo, ¿Verdad cielo? Odia
el cariño. —Estrella me abraza asustada y yo solo palmeo su espaldita, ¿Qué
va a saber una bebé de meses sobre esto? Nada, pero quizá me encanta
molestarlos más de la cuenta.

—Esto es un “Vete, por favor”, mamá. —Dice Kiara sonriendo—


Vámonos.
—Solo un ratito, déjame jugar con mi pequeña. —Busca la carita de
Estrella, pero ella se esconde en mi pecho y llora.
—Está cansada, mamá. Ha jugado mucho tiempo o quizá quiera a su
papá. Ella ama al idiota… —Me río y tras mi risa vienen la de mis padres.
—Dejemos que la princesa duerma. Adiós, cariño. —Le dice papá a
Estrella, pero enseguida vuelve a esconder la cabeza.
—Maleducada, pequeña glotona. —Hago mi farsa mientras los
acompaño hasta la puerta— Perdónenla.
—Es solo una bebita, está bien. Nos despides de Chris. —Asiento y les
abro la puerta sonriendo, pasan dos segundos… y me pongo seria.
—Muy bien, hija. —La alzo hacia arriba— Eres una buena chica. —Río—
También me dio flojera.
Mi puntito me sonríe y luego bosteza. Es hora de su siesta y ansío
terriblemente este momento. La adoro, juro que la adoro, pero a veces me
agota sus rabietas. Llora por todo y no quiero malacostumbrarla.
—Duérmete, nena… —Miro a lo lejos el despacho y camino lentamente
hacia la puerta— ¿Chris? —Toco para luego abrir de golpe.
—Hola Dulce, yo… ya me iba. —Estrella empieza a llorar de nuevo.
—Sí… —La boca se me seca, ¿Qué diablos sucedió aquí? Todo está
tirado.
—Me despido. Oh, oh… pequeñita. No llores. —Me sonríe y luego le hace
una seña a Christopher, entonces entiendo. Algo me ocultan.
—¿Por qué llora mi pequeña? —Me evade y la toma entre sus brazos—
Papi te hará dormir.
La pasea por la sala hasta que se duerme y la acuesta en su cuna. Mi
mente divaga por más pensamientos extraños, sin embargo debo ser más
inteligente que mi rabia. Christopher no funciona de malas maneras.
—¿Qué tal todo? Hace tiempo no vemos a Juan… —Me acerco— ¿Todo
bien?
—Sí —es cortante—. Mucho trabajo.
—Pasaste una hora metido con él… Si no te conociera podría sospechar
que tienen algo. —Sonrío a medias y Chris rueda sus ojos.
—Dulce, no empieces…
—Christopher —Lo tomo del brazo— ¿Qué mierda está pasando ahora?
Me mira y en sus ojos obtengo las respuestas.
—Brando no está detenido y tampoco pagando sus culpas.
Abro la boca en señal de admiración, ¿Es enserio que está hablando de
todo esto ahora? Mis labios se tensan al verlo tan furioso consigo mismo,
¿Acaso no ha entendido que no importa?
—No voy a dejar que vuelvas a equivocarte, Christopher —Le advierto—
. Mañana deberíamos estar en camino a Noruega para regularizar nuestras
residencias. Y es lo que vamos a hacer.
—¡Dulce! ¡No lo entiendes! Esto ha sido un infierno para mí, no puedo
controlar mi sed de venganza. No puedo dejar que esto sea impune.
—Silencio. —Doy un paso atrás— Lo prometiste.
—Sé que lo prometí, pero ni yo mismo sabía la magnitud de todo esto.
Dulce, ese tipo sigue lavando dinero, sigue utilizando a esas niñas, sigue…
—No me importa. —Digo de frente— No me importa, Chris. El mundo es
así, no vamos a estar solucionando la vida de todos. Llámame egoísta si
quieres, perfecto, pero lo soy si tengo que pensar en mi familia. ¡Tenemos una
hija! Ella te necesita vivo, necesita crecer sin miedos y sin amenazas.

—¿Crees que Hilton va a olvidarse de ti tan fácil?


—Lo hará. Conozco a los tipos de su clase, en algún momento se
conseguirá una perra monja y olvidará todo.
—¿Y qué hay de mi madre? —Traga saliva cristalizando sus ojos al
instante. No lo ha olvidado, solo lo ha escondido y empiezo a sentirme extraña,
decepcionada, decaída…
—Jamás desististe —Suspiro—. Me engañaste de nuevo. —Lo
enfrento— ¿Qué clase de rata eres?
—No, cielo… —Intenta acercarse y me alejo— Entiéndeme, por favor.
—¿Entender qué? Que estás enfermo, que quieres solo vengarte y poner
en riesgo la vida de nuestra hija.
—No. Por supuesto que no quiero.
—Entonces no compliques más las cosas. —Digo fastidiada— Sabes que
este tema me enferma. Todo estará bien en Noruega, Chris. Todo pasará. Ya
lo verás. Ni si quiera le he dicho a mi familia que nos vamos por un tiempo, solo
para que todo salga como queremos.
—¿Saldrá de verdad como queremos?
—Será así porque yo confío, Chris. Y es lo que deberías hacer… confiar.
—El llanto de estrella vuelve a hacerse notar en el peor momento. Christopher
suspira y escapa de mí con el único fin de calmar a la niña. Me fastidia su actitud
ante los problemas, sin embargo sé que le duele. A mí también me duele, pero
no estoy dispuesta a poner en riesgo la seguridad de mi hija.
*
Es hora de comer y ni siquiera tengo hambre.
Me levanto de la cama intentando encontrar tranquilidad con mi hija, pero
la veo dormida en el sofá con su padre. Ella lo ama demasiado y eso a veces
me genera ansiedad, pero a la vez una tonta alegría.
Camino sin hacer ruido hasta llegar al despacho, cierro la puerta
sigilosamente y luego tomo el teléfono para luego llamar a la aerolínea que nos
llevará a Noruega y cambiar nuestro vuelo. Me toma algunos minutos y pronto
todo está confirmado: Nos iremos en la madrugada, no más tarde. Necesito
evitar que Christopher cometa alguna tonta locura por el bien de nuestra familia.
Salgo del despacho apresurada para luego entrar en las habitaciones y
hacer maletas. Pongo la ropa de mi hija en una junto con sus pañales y juegos,
en la otra mi ropa y por último la de Christopher. El tiempo ha pasado volando
y pronto es de noche, por lo que no nos queda mucho tiempo.
—Christopher, despierta. —Pego mis labios y abre los ojos aún con
nuestra bebé en brazos.
—¿Qué pasa? —Bosteza.
—Cambié los pasajes de avión, nos iremos en algunas horas. —Le quito
a nuestra pequeña.
—¿Qué? Por qué…
—Porque es necesario, Chris. —No doy más explicaciones— Hice tu
maleta, solo queda que ordenes todo. Aquí tienes el número de vuelo, salimos
a las 2am.
Se queda en silencio mirándome y puedo notar que está enfadado, pero
no me interesa. Nuestra bebé despierta con hambre y voy a hacer lo mío. Me
da tanta flojera hacer biberones ahora, por lo que empiezo a alimentarla yo
misma y a pensar en lo hermosa que se está poniendo. Su piel es suave como
una seda, sus ojos claros como el agua cristalina y su cabello como el sol de
un día de playa. Mi pequeña merece vivir en un ambiente feliz y solo estoy
asegurándome de aquello.
—Papá va a entenderlo, chiquilla —Tomo una de sus manitos—. Lo hará
por ti y por mí. Viviremos una nueva vida… porque cuando estemos allá no
dejaré que vuelva a regresar a este lugar. Ninguno de nosotros regresará, mi
pequeña.
Abrigo sus piecitos con mis manos y luego la cubro con una manta hasta
que vuelve a quedarse dormida. Quizá mis planes son egoístas, pero no tengo
otra alternativa. Mi pánico aumenta cuando lo veo de esa manera, sus ojos
cambian cuando piensan en venganza, y no puedo permitir que esto arruine
nuestras vidas.
La miro y me pierdo en sus pequeños ojitos entrecerrados para luego
terminar de amamantarla. La pequeña puntito lloriquea cuando la cambio de
posición, pero me las arreglo presionando su espaldita contra mi pecho. En
este tiempo he aprendido muchos trucos de madres y eso ha sido un alivio.
—Duérmete, nena… —Beso su orejita para luego acostarla en su cuna
sin sacar mi mano— No voy a cantarte nada, Estrella. —Susurro ansiosa—
Vamos, duérmete.
Y escucho la puerta.
El aliento se me va al instante y por más que quiero mantenerme
tranquila, no puedo. Trago saliva al ver que hay silencio, un silencio fuera de lo
normal en la casa. Mis manos tiemblan mientras cubro a mi niña. No, no puede
estar pasando. Termino de hacerla dormir sin querer pensar más en nada, pero
me es imposible. Camino hacia la sala y me doy cuenta que él no está en casa.
¡Mierda!
El reloj marca las 10pm y mis emociones no están muy normales en este
momento, ¿A dónde carajos se fue? Tomo mi celular, pero evito la llamada. No
puedo, simplemente no puedo. Mi orgullo no lo permite porque sé que
regresará. Quizá necesita un tiempo, solo un pequeño tiempo para que
recapacite y entienda que la seguridad de nuestra Estrella es primero.
—Todo estará bien, maldita sea. —Murmuro conmigo misma y vuelvo a
la habitación de Estrella para terminar de alistarla.
El tiempo pasa y me distraigo preparando la leche en fórmula de mi hija,
su ropa y accesorios. Miro el reloj y ha pasado una hora, por lo que me dispongo
a jalar las maletas, ¿Dónde demonios estás? —Me pregunto jurando que
cuando estemos en Europa no voy a perdonárselo.
<<¿Qué demonios pretendes?>> —Texteo y envío el mensaje, pero no
responde y tampoco le seguiré el juego. Si quiere enojarse que se enoje. No
voy a esperarlo. Juro que no voy a esperarlo, ¿Quién demonios se ha creído?
¡Le hice la puta maleta! ¡Se larga como si yo tuviera la culpa de todo! Y no estoy
dispuesta a aguantar más cosas como estas, se quedará sin ropa. No llevaré
sus cosas. No soy su chacha y mucho menos la mujer idiota que va a esperar
su veredicto.
El taxi llega y pronto llegamos al aeropuerto. Chequeo mis cosas y
confirmo mi vuelo para luego sentarme enojada en la sala de espera, tiene dos
malditas horas para llegar y no contesta.
—Tu papá es un reverendo idiota, cielo… pero va a venir por nosotras.
—Beso su cabecita aún furiosa hasta que la ansiedad me transforma, ¿Y si le
pasó algo malo? No, tendría que haberlo sabido hace rato. —Maldito Juan,
contesta. —Pierdo mi orgullo llamándolo, pero el celular se apaga.
Dónde mierda estás, patancito.
La tensión me obliga a levantarme y caminar para luego darme cuenta
que el tiempo pasa y no espera. Muerdo mi labio para controlarme, contengo
la respiración cuando veo a un hombre parecido que termina siendo solo un
espejismo.
—Christopher… —Miro mi móvil sin rastro de él— Dónde estás.
Sensación de gravedad, agonía y terror inundan mis venas. El tiempo
sigue pasando y miro a las personas acercarse hacia la sala del avión.
No puedo con esto. No lo soporto.
Jadeo cansada ahogando mis dudas, ¿Y si le hicieron algo malo? Trago
saliva arrepintiéndome y luego camino hacia la puerta de salida de la zona de
viajeros. Mi niña duerme ignorando lo sucedido, mis nervios colapsan por
miedo y solo recuerdo sus palabras, sus promesas, sus besos en mi cuerpo.
Dice que me ama, no puede hacerme esto. Ama a nuestra hija, lo he visto,
no puede simplemente abandonarla.
Mis ojos destellan pánico en este momento, entonces siento vibrar mi
móvil en el bolsillo y descubro que la pantalla refleja su nombre.
—¿Dónde demonios estás, Christopher? —Una estúpida lágrima ha
amenazado a mis ojos, pero la contengo. Si mis manos no tiemblan es porque
tengo a mi niña entre mis brazos.
—Dulce… —Su voz es sombría.
—¿Dónde estás? ¡Tienes solo minutos para llegar! Sube a la sala 17,
estoy con la bebé en una esquina. —Hablo rápido, tontamente.
—Dulce…
Y el silencio regresa… su forma de exhalar, un miedo apabullándose en
mi garganta violentamente me estremece.
—Perdóname —Solo lo dice y puedo sentir un aire helado por dentro.
—Christopher…. —Parpadeo sin poder creerlo.
—Necesito hacerlo, Dulce —su voz se quiebra—. Necesito encontrar
respuestas, vengar a mi madre, acabar de una vez por todas con esta pesadilla
que no me deja tranquilo.
—5 minutos, Christopher. En 5 minutos sale el avión y no habrá regreso.
—Dulce…
—Si no llegas en 5 minutos todo habrá acabado entre nosotros. Tomaré
ese avión como sea—Suspiro con dolor—. Y no volverás a ver a tu hija, porque
no permitiré que le hagas daño. Juro que no le harás daño.
—Te amo, Dulce. —Susurra, solo susurra— Pero no puedo. No puedo.
Y corta el teléfono.
63. Dispara
Chris

“Algunas veces, el amor simplemente no es suficiente”

Mi vida es una mierda, es todo.


Doy el último sorbo de whisky mientras miro el amanecer desde mi
ventana. El cielo se aclara lentamente, dejando atrás la oscura noche, y solo
siento que muero. Fue la mejor decisión —me digo—. No puedo ser tan egoísta.
No puedo privarlas de un futuro de paz por mi culpa. Estoy manchado y no
habrá vuelta atrás hasta que cobre venganza. Solo estoy protegiéndolas…
porque lejos de mí estarán a salvo.
—¿Se fueron? —mantengo mi voz sin sentimientos.
—Así es —Juan aparece detrás de mí como una sombra—. El vuelo salió
lleno. Todos los pasajeros abordaron menos tú. En algunas horas estarán en
Noruega.
—Sabes lo que tienes que hacer —digo sin mirarlo, porque aún me
concentro en el cielo.
—La casa está lista, Christopher. Y hombres de mi confianza van a
cuidarlas. Tampoco les faltará dinero. Quédate tranquilo.
—Gracias —mi voz apenas es audible.
Entonces siento arder mi corazón como el fuego, porque veo una
pequeña estrella aun brillando de día. Es pequeña y luminosa, tierna y sincera.
Una estrella que alumbra el día. Un pedacito del cielo en mis ojos… y recuerdo
a mi puntito rosa, mi niña. Saco de mi bolsillo su pequeña media y la abrazo
con fuerza. Mi bebita estaría llorando ahora, porque despertaba a temprana
hora, y yo estaría consolándola como todos los días. ¿Me extrañará?
¿Extrañará a su papi? Oh, cielos…
Me quiebro. Juan solo me mira.
En mi garganta ahogo la rabia e impotencia que siento por no poder
controlar esto, por no haber acabado con Hilton a tiempo, por haberla dejado
sola. Llorará perdida, extrañará mis canciones, mi olor, mi rostro. Está
acostumbrada a que la pasee en las mañanas, a que le cambie los pañales, a
que le bese la pancita. Perdón, chiquita. Papá solo quiere que te alejes… para
que puedas crecer tranquila.
—Estarán bien, Chris. Hiciste lo mejor —Se sienta a mi costado—. Vamos
a acabar con ellos y luego volverás a buscarlas.
—Dulce no va perdonarme —trago saliva—. La conozco.
—Va a hacerlo, eres su vida.
Niego con la cabeza.
—Es muy rencorosa… quizá como yo —me tenso—, pero ya no puedo
más. Necesito ajustar cuentas con Hilton, con Gerardo y todo su séquito de
malditos. Voy a acabar con ellos, Juan. Así tenga que dar mi vida por ello.
—Christopher…
—¿Sabes cuántas noches soñé que violaban a mi hija? —la idea aún me
hace temblar— ¿Sabes cuántas noches soñé a mi madre? ¡No es un simple
muerto! Es la razón que me trajo aquí ahora, el motivo por el cual me alejé de
mi bonita. Si no sano no podré vivir tranquilo.
—Yo te entiendo, Christopher. Has sido muy fuerte al tomar esta decisión.
Yo… también soy padre y… no podría alejarme así de mi hijo.
Asiento y limpio mis lágrimas.
—¿Qué sabemos de Hilton?
—Está en México y tengo información de Gerardo, también regresó a la
ciudad.
—Justo en el blanco —me levanto— vamos ahora mismo, Juan. Quiero
que llames a Ramiro y a toda su pandilla. Este será el último plan que ideemos
para matarlo. Juro por mi vida que no fallaré. Esta vez no fallaré.

***
El D.F se muestra caótico como siempre, pero es lo último que me
importa. Mientras Juan maneja el auto con lunas polarizadas, yo me dedico a
ver las fotos de mi princesa, ¿Estarán bien? Aquel nudo vuelve a torcerse en
mi garganta y solo cierro mis ojos.
No viviré tranquilo si no obtengo respuestas. No podría dormir sabiendo
que ese malnacido mató a mi madre y sigue violando niñas. No puedo,
simplemente no puedo. Lo intenté muchas veces, juro que lo intenté. Me
aferraba en la carita de mi Estrella, pero aquella sombra siempre regresaba. He
vivido un infierno.
—Está en el Hilton.
—Entonces vamos. —ordeno.
—¿Ahora? ¡No hemos planeado nada! —La mirada de Juan me enferma.
—¿Crees que voy a seguir perdiendo el tiempo? —Le contesto con rabia.
—Christopher…
—No me interesa, Juan. —Trago saliva— Han pasado solo unas horas y
siento que no respiro sin mi familia, necesito acabar con esto ahora.
—Estás pensando con el corazón —me dice entre dientes y da media
vuelta al auto mientras alisto mi pistola. El olor a pólvora no es mi favorito, sin
embargo es algo que he aprendido a tolerar.
—Ramiro llama… —Susurra Juan y pone el altavoz.
—No vayan al hotel —agrega— Hilton acaba de salir y va rumbo a la
Colina.
Juan y yo abrimos los ojos de inmediato, ¿La Colina? Mi mente se hiela,
los recuerdos florecen llenos de espasmos. Aquel lugar es un centro de
entrenamiento para la fuerza del gobierno. Niños, adolescentes y hombres son
llevados diariamente para pertenecer al servicio secreto. El lugar no es muy
cómodo, abundan las balas y los malos tratos. Uno no vuelve a ser el mismo
después de salir de ese lugar.
—¿Qué carajos hace en ese lugar? —Pregunto tenso.
—No lo sé, pero voy a averiguarlo. Les avisaré apenas pueda.
Reunámonos en la noche.
—¡No! —me quejo— Iré yo a averiguarlo. —Insisto y Juan rueda sus ojos.
—¿Tú, “patancito”? —dice lo último con ironía— ¿Qué has hecho tú todo
este tiempo? Ha pasado casi un año y no lograste capturarlo. Esto es para
profesionales.
—¡Cierra el maldito hocico, perra! —lo insulto—. El hijo de puta ha movido
bien sus fichas, el idiota de Gerardo lo ha escondido. También lo sabías y no
hiciste nada. —Me altero.
—¿No hacer nada? ¡No me dejaste entrar en acción! —Grita al teléfono.
—Bueno, basta. —Juan alza la voz— ¿Creen que ganaremos algo
peleando? Vamos a capturarlos con las manos en la masa. Tuve información
sobre una entrega de grandes cantidades de droga, pero no supe cuándo ni
dónde, solo que iba a ser esta semana.
—Estuve monitoreando al chino, hará envíos hoy de conservas en lata.
—¿Y creen que Gerardo se atreva a meterse en líos con sus superiores?
¡Por Dios! ¡Ese lugar está más monitoreado que un banco! —me quejo—. No
sean imbéciles, están yendo a otra cosa y vamos a averiguarlo.
—¿Vamos? Iré yo, las nenas se quedan en casa. Necesito refuerzos en
caso algo salga mal, ¿Quién llamará al equipo? Nos arriesgamos mucho si
todos vamos ahora. —Ramiro agrega y mi paciencia se agota.
—¡Vete a la puta mierda! —Grito— Iremos también y punto.
Corto la llamada.
Mi cólera hace que golpee la parte delantera del auto haciendo que Juan
pare de golpe. Las bocinas de los otros autos empiezan a retumbar en nuestros
oídos y no hace más que contener mi fuerza. Voy a matarlo, juro que lo haré.
Mi vista se nubla por la rabia infundida, los poros de mi piel solo secretan
impotencia.

<<No pudiste matarlo, no pudiste hacerlo en un año>>


Sus palabras van y vienen por mi mente haciendo que no lo soporte.
—Christopher… —Juan intenta calmarme pero es inútil.
—Conduce —digo—. Vamos a terminar con esto ahora.
El aire se me va cada vez que hay tráfico, cruzamos calles y nos
detenemos. Un zumbido entra por mi mente ¡No puedo parar ahora! Hago
puños, miro la cara de mi niña en cada minuto que pierdo. Maldita sea, soy un
fracasado idiota. No pude hacer bien las cosas ni vengar a mi madre. No pude
cumplir con mi bonita y todo por esa rata. Esa maldita rata que ha sido una
sombra durante toda mi vida. Mi niñez, los recuerdos de mi madre, su llanto a
media noche, las heridas en mi rostro, sus súplicas.
Aunque no lo haya notado siempre la escuchaba tras la puerta, pensaba
una y mil veces quién era el bastardo que la hizo llorar, quién carajo pudo dañar
a la rosa más delicada de todas y siempre fue su nombre, su maldito nombre
hasta el fin de sus días.
—¡Avanza, maldita sea! —Grito, volviendo aún con los recuerdos.
Imagino su pánico al momento de morir, su rostro con lágrimas suplicando
piedad y luego develo su nombre tatuado en mi carne. Amplio y maldito, cruel
e injusto. Su nombre ahí… como una sombra de nuevo haciendo tenebrosa mi
niñez y adolescencia.
—Llegamos. —Dice Juan y vuelvo a sacar mi arma para luego correr
hacia la puerta.
Dulce
Han pasado horas, solo algunas horas y ni yo misma me aguanto.
Estrella llora sin control en mis brazos y no sé si esto es un sueño o
pesadilla. Ha llorado todo el maldito viaje haciendo que la línea aérea se vea
forzada a hacer un aterrizaje de emergencia. En estos momentos deberíamos
estar en Noruega, pero no… estamos en Nueva York y ha sido un infierno.
—¡Hija! —Escucho la voz de mi madre y siento alivio. Ella me abraza,
solo lo hace y no necesito que lo haga. No quiero ser débil, no ahora.
—Mamá… —Mi voz se ahoga en silencio y sus ojos me dicen que me
entiende.
—El vuelo demoró —se excusa— Cuando me llamaste solo tuve 15
minutos para alistar todo y…
—Ya, basta. —Le digo— Estrella no deja de llorar y estos enfermos recién
me dejan salir del aereopuerto. Quizá está enferma. No sé qué hacer.
—Ven aquí mi princesita hermosa, ven con la abuela. —me la quita y la
mece en sus brazos, pero puntito rosa se queja arrugando su rostro hasta
ponerlo rojo. Mis ojos se abren al instante y mi instinto hace que se la vuelva a
quitar a mamá.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué se pone así? —El corazón no deja de latirme.
—Hija… —mamá inspira y sonríe—. Déjamela, por favor. —Enseguida la
arrebata de mis brazos de nuevo y la examina.
—Vamos a una clínica, por favor. —Digo angustiada.
—No es necesario, hija. No tiene nada. Bueno, sí… berrinche —mamá
rie— ¿Qué pasó, señorita? No angusties a mamá.
¡Pero llora más fuerte y no lo soporto!
Obligo a mi madre a caminar apresurada hasta que conseguimos un taxi.
Siempre he amado esta rápida y vanidosa ciudad, pero realmente esta vez la
veo con terror. Odio el maldito tráfico a esta hora ¡Mi hija sigue llorando y los
autos no avanzan! La piel me pica, sus lagrimitas me sofocan y siento que
muero.
—Estrella, no seas malcriada. —Mamá lo dice de broma, pero me enojo.
Le quito a mi hija y solo la abrazo mientras sigue llorando en mi pecho, ¿Cómo
diablos va a saber lo que hemos pasado? Le conté a medias lo sucedido,
porque sabía que iba a torturarme con preguntas, y ahora me estoy
arrepintiendo. No debí llamarla, pero es la única persona a la que podría acudir
en estos casos.

—Hija, no te enojes… —suspira—. Los bebés son manipuladores,


aunque no lo creas. Aunque puede que tenga hambre.
—No quiere comer —respondo—. Ni si quiera leche materna.
—¿Y le revisaste el pañal? —Mamá me estresa.
—Sí y no es nada de eso —Trago saliva—. No sé qué le pasa.
—Estrellita es tan idéntica a ti. —Mamá parece calmada y solo la miro
con furia, ¿Qué mierda quiere decir ahora?
Mis manos se tensan y cuando por fin llegamos a la clínica, lo primero
que hago es entregarle a mi hija a los médicos. Una enfermera la examina
mientras llora con más fuerza. Mamá pone una mano en mi hombro y no dejo
de mirar a mi pequeña misterio.
Qué te pasa, cielo. No te enfermes. No tú. No ahora.
Mi corazón no deja de bombear con fuerza mientras veo cómo la
desvisten. Pasan largos minutos, la enfermera le toma una muestra de sangre
y se pone peor. ¡Es una niña muy llorona!
—Señora, aléjese. —Responde la enfermera en inglés.
Abro mis ojos sin poder creerlo, ¿Quiere que me aleje? Mamá me saca
de la habitación a empujones mientras mis manos se centran en la luna de
vidrio. Veo a mi pequeña llorar hasta que la pediatra entra y la carga, ¿Qué le
hacen a mi niña? Se la pasan de brazo en brazo y siento que muero
¡Es mía!
Una lágrima resbala por mi rostro y me la seco al instante. Soy fuerte,
necesito serlo. Ningún dolor va a afectarme, ni si quiera el de Christopher ahora.
Necesito irme con mi bebita, alejarme de todo y hacer una nueva vida.
Media hora en total llevo esperando, mis manos y piernas tiemblan
porque estoy angustiada. Esta emoción me desborda, quizá es más fuerte que
el dolor que siento ahora. Me perturba la idea de perderla, que esté enferma,
que no sea capaz de cuidarla.
No mi niña, tú no… no ahora. —Vuelvo a repetir en mi cabeza con el
corazón destrozado, pero mi fuerza bien hecha. Voy a superar todo esto. Nadie
se muere por amor. El tiempo ayuda, sana, olvida los recuerdos. Y yo voy a
hacerlo por ella.
—Señora… —La pediatra sale con tranquilidad a la vista—. La niña tiene
hambre.
—¿Hambre?
—Un bebé de su edad debe comer varias veces al día —me regaña.
—¡Pero no ha querido comer! —Alzo la voz— ¡Ni siquiera me ha aceptado
el pecho!
—Berrinche, doctora —Agrega mi madre—. No ha visto a su padre desde
ayer y es muy pegada a él. Es todo.
Se me cae la cara de vergüenza ante las incoherencias de mi madre,
simplemente no puedo creerlo.
—Entiendo. Y es muy probable que sea el problema.
—¿Qué? —Estoy a punto de golpearla… ¿Qué carajos…?
—Señora, los bebés son muy susceptibles y aparentemente no tiene
nada. Los exámenes de sangre me muestran estados normales, quizá es un
tema psicológico. Le recomiendo que lo tome con calma. Lo que sí pudimos
notar es algunos gases en su pequeño estómago quizá por falta de alimento.
Vaya a casa, dele de comer hasta que acceda y duerman un rato por favor.
Todo lo que usted sienta la bebé lo siente. Y es una pequeñita con carácter…
—La pediatra sonríe y no puedo creerlo.
Cuando la enfermera me trae a mi bebita dormida en sus brazos siento
que soy una estúpida. Mamá la carga porque soy incapaz de hacerlo ahora y
juntas nos vamos a un hotel en Manhattan. Siento mi cabeza a punto de
explotar por todo lo sucedido, entonces me siento en el sofá mientras veo a
Estrella dormir tranquila.

¿Qué mierda ha sucedido?


Mamá se acerca y se sienta a mi lado mientras palmea mi pierna. Me mira
angustiada, pero no se atreve a decir algo hasta que toma maldito valor y
empieza.
—Él es la explicación a todo, hija.
—Maldito idiota —murmuro—. No podremos librarnos tan fácil.
—No podrás apartarlo nunca. —Suspira—. Me preocupes, cielo. Tienes
que llorar….
—No —Me centro en la carita de mi niña—. Ella me necesita de pie.
—Pero ahora duerme y puedes derrumbarte un rato. —Acaricia mi cabello
y estúpidamente empiezo a hablar
—No le importó dejarnos —Me contengo—. No le importó su hija.
—Dulce, después de enterarme de toda la verdad… siento que necesitan
esto, ¿Sabes? Un tiempo.
—No será un tiempo, mamá. No volverá a saber de nosotras.
—No puedes quitarle ese derecho a tu hija, Dulce. La pobre ha estado
acostumbrada a su papá. Quizá él ha tenido más presencia que tú hasta ahora.
—¡No es justo! No es justo para ella…
—El tiempo arreglará todo, cielo. Pone las cosas en su lugar y, aunque
no lo entiendas ahora, hará que pienses mejor las cosas —Me abraza—. Te
sanará, mi amor. Lo hará.
Me levanto aturdida y decido darme un baño mientras Estrella sigue
durmiendo. Sé que no ha comido, por lo que me apuro en terminar y darle de
comer ahora. Mamá me la pone en los brazos y despierta llorando, pero se
calma en mi pecho. Acaricio su cabecita mientras come con tranquilidad.
—¿Lo ves? —Mamá la pega aún más a mí y todo fluye con normalidad—
A esta edad tienes que hacer esto seguido, ¿Sabes? La leche no fluirá como
antes, solo si presiona más.
Parpadeo escuchando sus palabras mientras acaricio con mi dedo sus
cachetitos. Es tan bonita… La niña más hermosa del universo. Beso su
frentecita como puedo y su pequeño olor me embarga. Ella es mi fuerza y mi
alegría. La niña de mis ojos, quizá mi única oportunidad.
—No se detendrá, ¿No? —Pregunto a mi madre arrugando un ojo.
—Oh, no… créelo —Mamá ríe— Está muy cómoda ahí.
Suspiro y hago silencio mientras me acuesto en la cama con Estrella aun
alimentándose. Cierro mis ojos y siento a mi madre cubriéndome con una
manta, pero no digo nada. Mis brazos están tranquilos sosteniendo el pequeño
peso de mi puntito rosa, pero mi alma sigue tensa al pensar en su padre.
¿Qué mierda estás haciendo, maldito idiota?
Un nudo en la garganta empieza a aparecer mientras revelo sus ojos en
mi mente. Solían decir que cuando quieres a alguien estarán presentes contigo
aunque sean ausentes de cuerpo y alma, entonces me quiebro. Aprieto mis
ojos fuertemente para que las lágrimas no salgan pero no puedo.
Amo al idiota, quizá más de lo que merece.
Y sollozo en silencio maldiciendo su nombre. Hice tantas cosas por él, le
dí una oportunidad… volví a creer en sus palabras y simplemente se esfumó.
No existió. Nunca más.
Me mata imaginar la noche sin su silueta porque, aunque odiaba el calor
que su cuerpo emanaba en el mío, ya no había pesadillas si estaba. A veces…
solo despertaba en la noche para verlo dormir y explorar el misterio de su
presencia. No podía creer cómo un solo hombre hacía que esté en el cielo y en
el mismo infierno a la vez, pero callaba… callaba solo para no obligarme a
despegarme de él.

Abro los ojos porque mi nena tosió y vuelvo a acariciar su rostro. Mi bebé
me mira como si pudiera entender todo y le sonrío.
—¿Lo extrañas, cierto? —Mi bebé me regala una sonrisa y mi alma se
sucumbe porque no soy mujer de terceras oportunidades.
Después de un tiempo más por fin se cansa y logro hacerla dormir
profundamente hasta que el zumbido de mi celular me hace abrir los ojos de
nuevo.
¡Maldita sea!
Lo tomo entre mis manos arrugando la vista. Juro que voy a tirarlo si esto
despierta a Estrella, pero no lo hace. Mamá duerme, mi hija también, así que
decido alejarme hacia la ventana para abrir mi nuevo mensaje.
Un video.
Mi boca se seca al ver cómo un hombre estira una soga hacia una puerta.
Todo es muy confuso, la imagen se distorsiona y me altero, ¿Qué tipo de broma
es esta? El hombre vuelve a escena y se posa en el otro extremo mientras
apunta con su arma a un mismo lugar.
Voces se proliferan, risas estúpidas que no puedo distinguir en un
principio, pero que pronto me hielan. Es él… su presencia, su estilo, su tono,
su voz…
Brando.
Chris
El lugar no me agrada, sobre todo por lo que viví cuando tuve que
alejarme de mi bonita. Juan me toma por sorpresa e impide mi paso mientras
me contengo, ¿Qué carajos planea?
—No, Christopher. —Es serio.
—¡Cierra la boca! —Pateo la puerta y misteriosamente no hay nadie,
entonces entro.
—¡No! ¡Christopher! ¿No lo estás viendo? ¡Es un cuartel sin gente! Es
sospechoso. Vámonos.
—No me iré. —Levanto mi arma y me arrastro por las paredes hacia el
patio principal.
No hay sonidos ni personas y es anormal, pero no importa. Ya no importa
nada. Voy a acabar con esto.
—Ramiro está llamando. —Juan vuelve a detenerme.
—Hay una cámara arriba, sigue nuestros movimientos. —Respondo con
otra cosa.
—No puedo interferir la señal hasta que conteste su llamada. —Juan se
excusa.
—Maldita sea —digo entre dientes—. Contesta.
Juan lo hace y puedo escuchar su voz a lo lejos.
—¡Salgan de ahí! ¡Es una trampa! ¡Una maldita trampa! —Grita llorando
y pronto explota un auto haciendo que volemos hacia el otro extremo.
Puedo ver con conmoción la pierna de Juan lastimada y mi cabeza
explotando. Malditos bastardos, no voy a dejarme vencer ahora. Por mi madre,
por mi hija, por mi bonita voy a hacerlo. Me levanto como puedo y escondo a
Juan tras otros autos.
—No, Christopher… No vayas.
—Nos tienen en sus manos, amigo. No voy a perder esta oportunidad. —
Palmeo su hombro—. Si no… —mi voz se hace apenas audible—no regreso…
por favor…
—No, iré contigo. —Insiste Juan.
—No, Juan. No es justo para ti. Si no regreso, dale la carta que te dí a
Dulce. Dile que la amo, dile a mi hija que jamás dejé de pensar en ella ni un
solo instante. Regálale un largavistas y dile que mire a las estrellas, porque yo
estaré con ella.
—Christopher… —Jala mi ropa— ¡No! Estás solo contra Gerardo y
Brando. Por favor, no… espera que pida refuerzos, espera que…
—Voy a enfrentar mi presente, amigo. Y arreglar cuentas con el pasado…
con mi padre. Con ese malnacido que violó a mi madre a los 14 años. Ajustaré
cuentas y así tenga que darle mi alma al diablo, lo haré para hacerlo pagar por
todo. Esta guerra es solo mía y terminará ahora.
Me mira perplejo y solo salgo dando la cara entre el fuego. Tengo la ropa
rasgada, dolor de cabeza y hasta sangre en partes de mi cuerpo pero no
importa, es ahora. Disparo hacia el aire y veinte hombres me apuntan
enseguida con sus armas.
—Me quieren vivo, ¿No es cierto? —Sonrío—. Pues bien, díganle a ese
par de maricas que estoy dispuesto a enfrentarlos.
Vendan mis ojos y sé que estoy siendo dirigido a un pasillo largo. Camino
en silencio y solo pienso en mi madre, en mi hija, en los ojos de mi bonita. Lo
siento, de verdad lo siento —esbozo palabras que quizá se lleve el viento,
ansiando un futuro que quizá no suceda.
Paramos delante de una puerta y los hombres se alejan. Quieren que
abra, lo sé, y no voy a negárselos. Escucho mi corazón latiendo a mil por hora
haciendo que mis manos suden más rápido. Mis dedos se centran en la manija,
una especie de asfixia consume mi cordura para luego volver a la locura.
Tiemblo, no puedo evitarlo. Ha llegado el momento, el momento de enfrentar la
verdad que tanto he callado. El momento de pararme en su delante y decírselo.
Abro la puerta y enseguida siento cómo una bala se dispara de un arma.
La pólvora vuelve a tupir mis sentidos y todo pasa en cámara lenta. Mi vida,
mis sueños, las risas de mi hija a lo lejos. Trago saliva sintiendo nada y a la vez
todo. Un golpe en mi pecho resuena sin saber por qué, recuerdos vuelven a mí
como fantasmas… y mi madre, mi madre sonríe como cuando tenía miedo.
Confusión, extrañez, soledad.
Caigo de rodillas con lágrimas en los ojos al darme cuenta que estoy
completo, vivo y que fui víctima de los reflejos rápidos de mi cuerpo. Me agaché,
fue una maldita trampa. Alguien preparó este artilugio conectando una soga
que dispararía al abrir la puerta.
Miro hacia todos lados y veo una sombra, una sola persona que camina
lentamente hacia mí para luego darme la cara. Es él, mis pulsaciones
aumentan. Sale de mí la rabia, vergüenza y venganza al mismo tiempo. No lo
soporto, no puedo controlarme porque toda mi vida he vivido recordándolo.
Hago puños, los gritos de mi madre aparecen como pesadillas.
—Una vez te perdoné la vida, pero ahora… no vivirás para contarlo. —
Saca su arma y me apunta directo a los ojos.
—Pagarás por todo lo que le hiciste a mi madre, Brando.
—¿Tu madre? —Ríe alto.
—La mujer que violaste a sus 14 años y a quién mataste. —Subo mi
arma lentamente y le devuelvo el acto, apunto en su cabeza y ninguno de los
dos baja el arma.
Especial Macarena

Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el
alma” Julio Cortázar

Macarena
Las voces están ahí… como si hubiera sido ayer, como si no existiera
más que el silencio. Miro la fotografía de aquel cuadro blanco viejo y no puedo
evitar sentir escalofríos, ¿Qué nos pasó? ¿Por qué de esa forma?
Elevo un suspiro mientras sigo mirando el reloj. Christopher debería estar
aquí y no ha llegado, por lo que lógicamente me preocupo. Ese muchacho es
muy osado, quizá no mide el peligro, y necesito enseñarle mis cartas, letras
que jamás podría entonar en mi boca porque me da miedo.
Cierro mis ojos mientras escondo un pedazo de papel doblado tras la foto,
¿Podrá perdonarme algún día? Jadeo, soy su madre, algún día va a
entenderme. Quizá cuando se le quite de la cabeza esa estúpida venganza y
se dedique a recuperar su matrimonio.
Matrimonio….
Una sonrisa sale de mis labios cuando escucho aquella dulce palabra.
Quería casarme, tener muchos hijos, pero a veces la vida actúa de forma
extraña. Un día estás en un lugar y mañana en otro. Y, aunque hayan pasado
muchos años, aún vivo llena de recuerdos… aquellos que me sostienen para
no morir por la realidad.
10 de febrero, Casa grande.
Mis manos temblaron sin control cuando lo miré por la ventana. Estaba
ahí… decidido, loco por una locura que ambos habíamos creado y fue
maravilloso vivirla, aunque no significara nada.
Mamá le abrió la puerta y él pasó hacia la sala, lo sé porque pude
espiarlos, entonces toda mi historia pasó de largo.
—Quiero casarme con su hija —dijo, y mis piernas se doblaron al instante.
El silencio fue la gota máxima de tensión en la sala, hasta que los gritos
de mi madre hicieron despertar a todo el vecindario.
—¿Estás loco, mocoso? Mi hija es una niña, apenas y va a cumplir 14
años, además… eres un simple hijo de vecino, ¿Lo entiendes? No quiero eso
para ella.
Sus ojos brillaron de rabia, pero sabía que no iba a desistir.
—Quiero a su hija, señora. Desde que éramos niños.
—Entonces deberías saber que ella ya está comprometida…
El aire se detuvo, o al menos eso sentí . Mi mente no dejaba de atacarme,
entonces decidí intervenir. Corrí hacia su pecho y lo abracé fuerte para que no
me soltara, pero mamá me jaló de los pelos y envió su última advertencia:
Tú jamás podrás llevarte a mi hija, jamás Santino.
Hoy
Christopher no llega y salgo de mis recuerdos.
Ese día fue el más horrible de mi vida. Lloré como una magdalena y recibí
golpes de mi madre por primera vez. Mi padre se enfureció, mis abuelos se
pusieron en mi contra y los padres de Santino simplemente se alejaron de mí.
Todo fue un caos, un caos por decir la verdad de nuestro amor.
Me enamoré de ese chiquillo sencillo cuando tenía 10 años. Él era nuestro
vecino, cada vez que salía a juntar flores no podía describir la emoción que
sentía en el estómago. Primero fuimos amigos, luego chiquinovios. Un
noviazgo tierno, puro y bonito. Ni siquiera dejé que me besara…. No hasta que
cumplí 12 y mamá me dijo que ya no era una niña… sino una adolescente que
empezaba a crecer.
Y fue hermoso, viví un cuento hasta que mis pensamientos se
confundieron cuando me crucé con él…
Brando.
Cuando lo conocí me pareció un chico lindo. Era el típico niño guapo que
todas las chicas querían, pero había algo en él que no me gustaba, por lo que
decidí alejarme… pero no mi familia.
Mamá era amiga de su madre y él siempre venía a visitarnos. Cuando
éramos niños solíamos llamarnos los tres mosqueteros: Brando, Santino y yo.
Corríamos por el pasto persiguiendo una pelota, jugando a los exploradores,
saltando soga. En ese tiempo todo era más fácil, hasta que las cosas
cambiaron. La madre de Brando se lo llevó a estudiar lejos y cuando volvió ya
no era el mismo.
—Vas a casarte con mi hijo, lo sé cariño. Eres tan linda… —Solía decirme
la Señora Hilton y yo solo sonreía por cortesía, pero en el fondo tenía miedo.
¿Cómo los padres pueden hacernos un futuro? O quizá maldecirnos en
ello.
Me levanto con el alma en un hilo de nuevo y me acerco hacia la ventana.
Es tarde, Christopher debería estar aquí y no ha llegado. Mi corazón sucumbe
ante la idea de peligro, he vivido con miedo todos estos años y no soporto que
siempre esté metiéndose en problemas. Últimamente ha estado raro, muy raro.
—Quizá ella sepa… —Tomo el celular y miro el número de Dulce— Ay,
no, mejor no. Sé que están peleados… —me digo y no puedo evitar sonreír.
Cuando Chris me dijo que estaba enamorado de una chica no pude
creerlo. Jamás usó la palabra amor con ninguna, entonces supe que ella iba a
ser especial. Lo vi llorar por ella, luchar por su amor. Estuve ahí con mi
pequeño… era la primera vez que lloraba por una chica, pero no era cualquier
muchacha, sino alguien especial: Brillaba como una estrella.
—¿La besaste sin permiso?
—Ajá —Sonrió y sequé sus lágrimas— Pero es inútil, ma. Ella es como
un torbellino, arrasa con todo sin importar nada.
—Y los hombres son unos tontos —Le dí un coscorrón— ¿Qué cosa le
hiciste?
—Nada, ma. Lo juro.
—Entonces seré tu cómplice, ayudaré a que te de bola. —Le sonrío—.
Es la hija de los Evans, ¿Cierto? Los conozco y la he visto. Esa muchacha es
muy especial, jala la vista de todos los hombres.
—No me estás ayudando, mamá. —Se tensó.
—¿Celoso, hijo? A las chicas les gusta, aunque digan que no. Tengo un
plan, ejecútalo y terminarás casándote con ella.
Mi hijo me hizo caso —pienso y río—y la chica bonita terminó siendo su
novia. Al principio me molestaba que pasara tanto tiempo con ella, pero terminé
aceptándolo. Ambos estaban descubriendo el mundo… y el sexo.
—¡Mamá! —Chris gritó cuando abrí su puerta, entonces bajé la mirada.
Dulce estaba desnuda riendo y mi hijo solo avergonzado.
—Lo siento.
—Mamá… —Se levantó y cubrió.
—Hola, suegra. —Dulce sonrió y levanté la mirada. Oh… era una niña tan
tierna y… muy desarrollada.
—Cariño, ¿Se cuidaron, cierto? —Le dije ignorando a mi hijo. Siempre
quise tener una hija y ví a Dulce como una.
—Ajá.
—¿Qué mierda es esto? —Christopher estaba indignado.
—Tu mamá y yo somos amigas, patancito. —Le sacó la lengua, era tan
adorable. Su cabello lacio, su rostro joven, las hormonas revueltas.

—¿Cómo amigas? —No salía de su asombro. Mi hijo estaba de mil


colores.
—Bueno, tuvimos una conversación sobre esto. —Suspiré.
—¿Qué? —Respondió atónito.
—Si, lo sé. Me afectó al principio, patancito, pero tu madre es la mejor de
todas. Mientras mamá reza, tu mamá me habla de sexo. Increíble.
—No… esto… no puede ser. —Christopher se rompía la cabeza y se
escondió en el baño.
Sabía que mi hijo había iniciado su vida sexual desde antes, pero no
quería que la pequeña Dulce se sintiera… extraña en esto. Su madre no le
había hablado del tema y, aunque según ella había investigado leyendo libros,
la práctica era otra cosa. Quería estar presente. Mi hijo no era tan detallista en
sus intimidades y necesitaba asegurarme de todo con mi niña, porque así le
decía.
Solíamos beber café en el jardín de mi casa. Ella me contaba sus
proyectos, quería ser grande y eso me gustaba. No era una chiquilla
conformista, de hecho tenía muchos problemas con sus padres.
“Voy a ayudarte” —Le dije un día— “Estudiarás lo que quieras estudiar,
mi niña”. Me emocionaba cuando planeábamos juntas un futuro, pero no me
hablaba cuando discutía con mi hijo. Intentaba no meterme, pero estaba
metida. Solía esperar días hasta que arreglen sus diferencias y luego volvía a
su vida.
La ví crecer… y amar a mi hijo.
Cuando lo miraba sus ojos destellaban luz, aunque nunca quisiera
aceptarlo. Él solía cargarla y correr hacia la playa mientras yo los veía desde
algún lugar de la casa. La molestaba, se enojaban, pero luego volvían a
amarse. Ella chapoteaba con miedo al mar profundo, pero se mantenía
tranquila en los brazo de mi muchacho… que iba creciendo y enamorándose
más de ella.
Tenía miedo, sí. Mucho miedo, pero ver a mi hijo feliz cubría cualquier
pesadilla.
Deseaba tanto esto para él, una vida mejor y tranquila con una esposa,
sus hijos, lejos de México y el mal que nos rodeaba. Para él siempre estuvo
claro… Un día iba a vengarse, pero todo cambió cuando conoció a su bonita.
Ella sacó la sombra de su vida y estaré totalmente agradecida.
Se casaron apenas cumplieron la mayoría de edad y desde ese día
estuve segura que jamás dejarían de quererse. Si muriera hoy quedaría
tranquila porque sé que mi muchacho tiene un propósito con ella.
—Dónde te metiste, hijo. —Suspiro volviendo a la realidad y por alguna
razón me siento extraña, angustiada quizá más de la cuenta, tensa conmigo
misma. Los minutos pasan y no llega, entonces vuelven a mí las dudas. ¿Y si
lo encontró? ¿Y si sabe toda la verdad?
Cuando escucho sonar la puerta pego un grito, corro con la adrenalina
saliendo de mi piel y me encuentro con su rostro iluminado por el sol de la
mañana, entonces me quiebro.
—¿Qué haces aquí? —Jadeo y lloro, lloro en sus brazos. Tengo miedo,
mucho miedo. Él está aquí y aún suspiro como ese día, pero estoy enojada…
muy enojada. Me ha puesto contra la espada y la pared.
—No llores, Macarena. —Su voz es tan distinta…
—Estoy tan tensa, lo siento. —Seco mis lágrimas y lo invito a pasar. Verlo
aquí me hace perdonarle todo.
—¿Hablaste con él? —Tenso el estómago.
—No. Lo iba a hacer ahora, pero… no ha regresado.
—Tienes que decírselo hoy, mujer—Jadea—. No soporto esconder más
lo nuestro.
—Él va a enojarse tanto… —Lo miro avergonzada.

—¿Enojarse? ¡Por favor! Has dado tu vida por él y eres una mujer joven…
Ni siquiera pasas los 40, te mereces una segunda oportunidad y él deberá
entenderlo.
—Por favor… —muerdo mi labio—. Le he mentido a mi hijo todos estos
años haciéndole creer que él era el hombre de la casa, que su madre y él….
—Entenderá que eres una mujer que ama, Maca. —Acomoda mi cabello
y le sonrío a medias.
—Sigue con esa estúpida idea de…
—¿Vengarse? —Suspira—. Tú no te preocupes por nada, Maca. Por
nada. —Besa mi cabello y se sienta a esperar a Christopher conmigo.
¿Qué diría si lo ve aquí? Sé que él será un padre para él si lo acepta.
La angustia es tremenda, no puedo sentirme en paz por alguna razón,
¿Dónde demonios está mi hijo? Llamé a Dulce y no contesta. Necesito
buscarlo, necesito decirle toda la verdad. No puedo esperar más. Tiene que
leer mis cartas, los sentimientos que he guardado durante muchos años.
Al pasar una hora Él se va y me deja sola de nuevo. La mañana y tarde
caen, entonces vuelvo a estremecer. No es un día normal, es un día raro.
“Calma” —vuelvo a decirme— y empiezo a dar vueltas por todos lados. Tomo
una taza de té y la llevo a mi boca sin dejar de rezar.
Señor, cuídalo. Protégelo. Guarda su vida, aunque yo no pueda estar
cerca.
De pronto un sonido se entierra en mis oídos y el corazón empieza a
desatar latidos sin control. Respiro lento aun mirando a la ventana, sin querer
mirar hacia atrás. Escucho unos pasos y una cadena siendo arrastrada por el
suelo.
Esa cadena….
Suelto mi taza y grito, grito como aquel día horrorizada.
—Macarena. —Volteo lentamente y no puedo respirar. Su sonrisa
extraña, su voz profunda, sus ojos llenos de tentación y deseo.
Mi nombre en sus labios solo evoca recuerdos que quizá nunca pueda
superar. Una cena, la soledad de mi casa, su olor incesante.
“No lo hagas” —grité corriendo hacia mi recámara, entonces aquel sonido
se hizo aún más profundo.
“Perdóname” —Sonreía mientras arrastró aquella cadena.
“Por favor, no lo hagas” —Lloré arrodillada, asustada, llena de miedo.
“Si no lo haces morirás, además… te va a gustar” —Bajó su cierre y me
obligó a abrir la boca. Lloraba mientras lo hacía porque era una niña… ni si
quiera imaginaba qué era aquello.
“Vete” —Dije cuando acabó.
“No he terminado” —Su voz, sus ojos, su piel blanca se arrastró hacia mi
cuerpo descubriendo mi alma, mi inocencia, mi vida entera. Abrió mis piernas
desgarrando mi ropa y se introdujo de la peor forma posible moviéndose como
un loco, gritando en mi oreja mil veces “perra, perra, perra”
No dije nada, solo lloré con el alma.
Abrí la boca sin emitir sonido, intentando sacar mis sentimientos y la
impotencia de ese instante, pero fue en vano. No salía. Estaba tapada, muda,
muerta… con las manos amarradas en una cadena.
Cerré los ojos y pedí que terminara, pero los minutos se hicieron eternos.
Desde ese día murió Macarena. Desde ese día el día se volvió noche. Desde
ese día no tengo alma.
La peor cobardía que puede hacer un hombre es forzar a una mujer,
quitarle el respiro… su vida, su esencia. La sangre rodó por mis piernas y mil
demonios vinieron encima. Terminé en una clínica y mis padres no dijeron
nada, nunca dijeron nada. Solo callaron. Lo supieron, siempre lo supieron… y
culparon a un inocente.

—Pequeña Macarena… —Sonríe el hijo de puta volviéndome a la


realidad—. Te has escondido de mí todo este tiempo.
—Vete, por favor… —Digo con la voz quebrada.
—¿Irme? Pero si recién esto comienza… —Camina hacia mí y juro que
podría arañarlo, pero por alguna razón no me muevo. El pánico quiebra mi
razón y el recuerdo de aquel día hiela mis sentidos.
—Por favor…
—Cada vez que dices por favor me excitas, cariño. —Toca mi cuello—
Pero estás vieja. Yo no necesito mujeres viejas, ¿Lo entiendes?
Asiento.
—El bastardo murió, pero hay alguien que aún es una piedra en mi
zapato, ¿Tienes idea? —Me contengo.
—No dije nada en todo este tiempo, ni siquiera a tus padres. Yo… he
vivido una vida tranquila, tal y como te lo prometí.
—Pero hay intereses de por medio. Tu dinero.
—Llévatelo todo, pero vete de mi vida. —Suplico.
—Um… ¿Sabes cuál fue el testamento de tu madre? “Cuando mi hija
muera su esposo heredará todo” Pobre idiota, ¿Cierto? ¿Puedes creer que
recién me entero de aquello?
—No he tocado ese dinero —lloro— Es tuyo.
—No, no es mío —Sube mi mentón—. Eras tan bonita… lástima que te
pusiste gorda.
—Por favor, por favor no sigas. —Caigo al suelo y sonríe.
—Repetimos la escena, quién iba a decirlo… —Se baja el cierre de su
pantalón y reacciono. El llanto pequeño de mi hijo pasa por mi cabeza, su
miedo, mi miedo, mis dudas…. Y me levanto, pero él me agarra de los pelos.
—¡No! ¡Por favor! ¡No! —Grito con todas mis fuerzas.
—Cierra la boca, perra —Me lanza contra el sillón y luego me golpea una
y otra…. Y otra vez—. Voy a encargarme de que nunca digas nada realmente.
Miro una vez más a sus ojos y veo la oscuridad acercarse. Mi último
respiro es para él, para mi hijo, mi pequeño. No pude darte mejor vida que esta.
No tuve el valor para decirte la verdad de mi vida. No pude protegerte de este
hombre…
Perdón, mi niño. Perdóname.
Ojalá un día encuentres mi carta…
64. Ha muerto
Chris

“A veces uno es ciego por decisión propia. Para no seguir viendo lo que
duele”

Sus ojos son un reflejo extraño que no quiero conocer a profundidad.


Trago saliva intentando dominarme, pero nada es válido ahora. Es tarde y muy
personal. No podría aplicar las técnicas aprendidas en la escuela de espías,
porque no puedo controlarme. Mis ojos destellan rabia contenida, amargura,
tensión. Ansío jalar este gatillo y destruir su asquerosa vida, pero primero debo
vengar a mamá… a esas niñas violadas, a toda esa gente que fue maltratada
por su poder. Necesito hacerlo, honrar sus memorias, defender sus recuerdos.
Si le disparo ahora corro el riesgo que se vaya al infierno sin haber pagado sus
deudas en la tierra.
Y yo voy a encargarme de aquello.
—Marica —Impulsa su mano hacia adelante y mantengo fija mi arma en
su cabeza—Dispara. —Añade con furia.
No lo hago. Mi corazón late sin control.
—¡No puedes hacerlo! —Ríe alto—. No puedes hacerlo porque eres un
maldito cobarde y mentiroso. Caí en la trampa, el hijo de puta de Gerardo lo
planeó todo. No van a engañarme.
Insiste como si su mente se negara a creerlo.
—Es la verdad, Hilton. No hay otra. —Su risa se convierte en seriedad
ahora.
—No juegues conmigo, niño —Dice entre dientes—. Voy a matarte, tengo
muchas razones para hacerlo.
El sudor en su rostro me indica que está nervioso y tenso. No… no va a
jalar ese gatillo.
—Hazlo, vamos. Dispara. —Lo miro con furia intentando así calmar mis
ganas de ahocarlo—. Tampoco puedes hacerlo… ¿Cierto? ¿Remordimientos?
¿Existen los remordimientos en tu cabeza asquerosa?
—Yo jamás me arrepiento —Da un paso y retrocedo—. Supongo que has
venido a conocer cómo jalé esas cadenas en el cuello de tu madre, esos
cuchillazos en su cuerpo, ese gatillo en su cabeza… ¿Quieres saberlo?
¿Quieres saber cómo me la follé cuando estaba agonizando, muriendo,
llamando tu nombre?
Abro mis ojos de golpe sintiendo que toda la sangre empieza a hervir por
mi cuerpo.
—¡Voy a matarte! —Y disparo, para luego soltar mi arma. El hijo de puta
se movió justo a tiempo, pero no voy a dejarlo. Lo ataco. Tomo su maldito
cuerpo para luego tumbarlo al suelo. Forcejamos, él me golpea y siento que
sus actos son gasolina pura para mi venganza.
—La follé duro… rico…. —Insiste. Doy un golpe en su rostro y la sangre
cubre mis puños—… pero era tan aburrida —Continúa—, aunque esas son las
peores. Luego se acostó con Gerardo.
Me paralizo y a la vez sollozo. No es cierto ¡Maldito cerdo! No es cierto.
Respiro, entonces siento que me arrincona hacia la pared ahorcándome
fuertemente.
—Eres tan impulsivo, imbécil. No aprendiste nada. —Sigue ahorcándome
sin que pueda moverme— ¿Quieres saber la verdad? Viniste hasta aquí por
ella… entonces te daré lo que quieres. Violé a la perra de tu madre mil veces,
pero ella no era ninguna santa. Se acostó con Gerardo o Santino, como quieres
llamarlo, a la par. Solía esconderme tras los arbustos viéndolos coger y me
gustaba. Tu madre era tan… extraña, tonta, una tontería hecha mujer, pero
tenía un culo apetecible. Nunca quiso nada conmigo, por más que era el mejor
partido para ella, entonces tomé lo que era mío a la fuerza. —Toma un cuchillo
y me lo clava en el brazo haciéndome gritar—. Así como tomaré a Dulce
después de matarte.
Mi corazón se acelera haciendo destellar mi furia por completo. Lo empujo
aún sangrando para luego volver a forcejear de manera violenta. Él me da un
puñete, yo otro. Desquito mi rabia con mis manos hasta que ardan. La
sensación de gravedad aumenta ahora y, mientras sigo desquitándome,
imágenes pasan por mis ojos.
Mamá llorando extraña, yo escondido mirándola.
Mamá sonriéndome, yo… solo disfrutándola.
Mamá escribiendo algunas cartas… yo respetando su intimidad.
Jamás dudé de ella, ni si quiera por esos viajes que hacía en algunas
temporadas. Entendía que mi madre tenía que sacarme adelante y que la
constante mudanza que teníamos era por miedo. Jamás imaginaría a mamá
con un amante… y tampoco llena de malos sentimientos. Ella era pura, la mujer
más pura que he conocido en toda mi vida. Nunca me golpeó ni me lastimó. Me
acunaba en sus brazos cuando tenía frío, me leía un cuento todas las noches
de lluvia, me enseñaba las materias cuando estaba perdido… ¡Fue la mejor
mamá! ¡La mejor! Esa es la madre que conozco y me cuesta dudar de ella.
No puedo hacerlo.
Contengo el rostro de este bastardo sintiendo que mi alma quema por
dentro. Lo odio tanto… Sus ojos me hacen referencia a dolor, a aquellas marcas
de cadenas y cuchillazos en el cuerpo de mi madre. Él apagó su luz, su vida…
y también la mía.
Voy a matarlo.
Le doy el último golpe con fuerza haciendo que la sangre explote sin
medida. He esperado tanto este momento… añoré días con tenerlo así,
entonces mis manos tiemblan y jadeo, gruño de mí mismo. La impotencia se
transporta a mi cerebro, ordeno a mi mente que lo haga pero mis manos no
reaccionan. Trago saliva y entro en pánico ¡Por qué demonios no puedo! La
rabia invade mi universo, entonces grito el nombre de mi madre.
Y sus letras entran en mi memoria. Aquella carta… aquel texto que leí y
destruí hace poco.
Christopher, hijo mío.
En silencio he callado tantas cosas… tantos miedos. No encuentro las
palabras para decírtelo… porque eres lo que más amo en este mundo. En la
anterior carta te dije que tenía un secreto relacionado a Santino que hoy voy a
decirte por medio de letras.
Para empezar, no es un hombre malo. Seguro vas a conocerlo, o para
este entonces ya lo conoces. Es un ser que ha sufrido mucho y que merece
una oportunidad. Me avergüenzo tanto haberte escondido mis sentimientos…
porque lo quiero y aunque solo hayamos sido tu y yo durante muchos años, me
gustaría formar una famila con él algún día.
Fue mi primer amor y el único al que he amado en toda mi vida.
Hemos estado viéndonos hace algún tiempo. Él te acepta y te quiere
como su hijo, pero sé que te enojarás con la idea.
Hijo mío, te amo. Y estás sobre todas las cosas que pienso y hasta mis
propios sentimientos. Nunca lo olvides, mi pequeño.
Ella dijo que lo amaba, lo dijo.
¿Y si esta rata tiene razón? ¡No! —me niego— ¡Mamá no podría! Aprieto
mis manos contra su piel, entonces la curiosidad pica en mi interior. Necesito
saber más sobre sus secretos, sentimientos, miedos… ¿Pero Brando es el
indicado para contarlo?
¡Mátalo! ¡Solo mátalo! —vuelvo a decirme… entonces escucho sus
pasos…
Son firmes, duraderos, sonoros.
Levanto lentamente mi rostro y lo veo entrar como si fuese un fantasma.
Trae también un arma, pero no me apunta. Solo sonríe en silencio.
—Interesante, Christopher. —Pega su cuerpo en el marco de la puerta—
. Adelante, mátalo. —Santino…
Suspiro, mis dientes rechinan.
—Oh… ternurita —ironiza—. Sigo esperando a mi muchacho, al hombre
que entrené para matar a este bastardo.
—Cierra la maldita boca. —Mi furia vuelve a aumentar.
—No puedes —ríe—. Increíble pero cierto.
No dejo de mirarlo, ¿Cómo mi madre pudo amar a esta basura? Estoy tan
confundido… y temo que todo esto sea una farsa, una gran farsa.
—¿Te lo dijo? —Continúa sin quitarme la mirada— ¿Te dijo la verdad?
¿Es por eso que me miras de esa forma?
No respondo.
—¿Quieres saber si soy tu padre? —Levanta una ceja— O prefieres
quedarte con la duda.
Exhalo conteniendo mi diafragma, mirándolo de forma absurda. Trago
saliva sin dudar, entonces lo enfrento y me levanto para atacarlo.
—Sé perfectamente de dónde vengo, Santino…. ¿O prefieres que te diga
“jefe”?
Ríe amargamente
—Dime como tú quieras.
—Las cartas de mi madre te describen como un ser bueno, pero eres todo
lo contrario. Lo planeaste… Lo planeaste todo y aún no comprendo qué
intención tenías ¿Destruirme? ¿Usarme para matar a un hombre que podías
matar tú mismo?
—Um…. —levanta su mentón—. Por supuesto que lo hice, lo planeé todo.
Lástima que lo descubriste tarde. Hubiera sido interesante tener esta
conversación contigo antes. —sonríe.
Silencio.
—No me mires así, Christopher —tuerce sus labios—. Era necesario.
Para ejecutar mi venganza contra el asesino de la única mujer que he amado
en mi vida tenía que contar contigo. Tú fuiste mi instrumento. Gracias a ti tengo
el poder de todo el negocio Hilton ahora. Esa es la mejor venganza que puedes
hacer contra Brando, atacarlo por ahí… quitándole su dinero y… a la única
mujer que realmente le gustaba.
Mi boca se seca.
—Maldito…. —digo entre dientes.
—¿Por qué maldito? —alza su risa—. Te convenía al principio, me
convenía a mí desde siempre. Si me presentaba ante ti como tu padrastro
jamás ibas a aceptarme ni iba a poder manipularte. Eras un chiquillo tonto
enamorado que daba la vida por su mocosa esposa. Estabas tan afectado por
la muerte de Macarena que… fuiste una presa fácil.
—Y planeaste todo, aumentaste mi odio contra Hilton para manipularme.
—Por favor… —Abre sus brazos—. No me vengas con sentimentalismos
ahora. Esta rata jamás fue una buena persona.
—Hablo por mí.
—Ibas a vengarte de cualquier modo.
—¡Pude hacerlo sin separarme de mi esposa! —grito con furia— ¡Me
manipulaste!
—Em… no, estaba protegiéndola. La necesitaba para introducirla en la
vida de Brando.
Me congelo
—¿Qué?
—Soy muy bueno moviendo mis piezas —su risa se hace eco—. Hice que
entrara a Hilton Company al propósito. Tú le dabas el dinero para que estudiara
a escondidas y yo… simplemente movía su camino. Solo puse a un esa chica
en el lugar indicado. Ah, por cierto… —me apunta con su dedo—. No me eches
la culpa por cómo se ha portado. Tu bonita ha nacido y siempre será una zorra
convenida.
—¡No te atrevas a llamarla así! —me acerco dipuesto a golpearlo y
enseguida me apunta con su arma.
—Atrás, Christopher. Solo digo la verdad. Dulce se ha hecho la fama y el
camino sola. Es una chica inteligente, el único defecto que tiene es… haberte
conocido. Lo demás ya la conoces. Te infiltraste en su vida para recuperarla y
para vengarte de Hilton mientras yo seguía moviendo mis cartas. Ella
aumentaba su odio por ti mientras tú solo pensabas en vengarte.
—Hijo de puta —digo entre dientes.
—Insúltame todo lo que quieras —sigue riéndose— ¿Increible, cierto?
Soy un hombre que sabe bien qué hacer en esta vida.
—¿Traicionando a tu propia gente? ¡Te volviste uno más de ellos! Te
llenabas la boca diciendo que eras justo. Inspirabas a muchos jóvenes que
querían seguir tus pasos, luchar contra la corrupción, pero no fuiste más que
una decepción.
—En este negocio las cosas no son fáciles. De alguna manera tenía que
aliarme con la mafia, ¿No? —suspira— ¿En qué mundo vives? Todo el
gobierno es corrupto y yo no iba a quedarme atrás. Necesitaba encontrar
aliados y El Chino fue uno de ellos.
—Eres una completa basura. —Vuelvo a contenerme haciendo puño.
—Gracias —Sigue sonriendo— ¿Sabes una cosa, Christopher? El mundo
no va con los buenos, los hacen papilla. En este mundo solo sobreviven los
más fuertes y fue algo que aprendí desde niño.
—Me das asco —Escupo en sus pies—. Si mi madre te viera…
—¡No vuelvas a mencionarla delante de este infeliz basura! Tu madre fue
la persona que amé en mi vida y solo estoy limpiando su nombre.
—¿Limpiar su nombre? A mi madre jamás le hubiese gustado saber qué
tipo de hombre eras.
—Mientras ella no se enterara de nada todo estaba perfecto.
—¿Y pensabas que iba a aceptarte? —Me río de amargura— ¿Por eso
querías congraciarte conmigo? Te salió mal.
Borra su sonrisa.
—Jamás quise congraciarme ni ayudarte, en mis planes no estaba esa
opción porque… —Hace una pausa—…Tú también me quitaste a tu madre.
Trago saliva amargamente sintiendo que mi cabeza se calienta.
—Cuando le dije que abortara…. Dejó de hablarme —Continúa y sus ojos
destellan fuego, miedo, rencor—. La veía embarazada, con ese estómago
grande deformando su bello cuerpo…. Y no lo soportaba, entonces me fui lejos.
—Basura. —vuelvo a decirle sin querer escuchar más, pero vuelve a
apuntarme con su arma.
—La volví a ver después de años y eras un niño. Una niña cuidando a un
niño. Malograste su vida. Ella era… la rosa más hermosa del jardín y tú solo la
opacaste. Tuve que trabajar de mil maneras hasta que cumpliera la mayoría de
edad y heredara la herencia de su abuelo. Esos 3 años fueron los más difíciles
para ella. Una niña de 15 con un bebé en brazos…
—Fue su decisión, no la tuya.
—¡Pero nunca me escuchó! —Grita—. Me enojé tanto… tanto con ella…
—hace puños, baja su arma—. Te prefirió sobre mí, sobre su comodidad, sobre
todas las cosas.
—Maldito psicópata. Su único error fue haberse cruzado en tu vida y en
la vida de Brando.
—Tengo tantas ganas de matarte…. —Me mira lleno de furia, levanta su
arma y la pone en mi frente.
—¿Por qué no lo haces? —Lo reto.
—Porque se lo juré por nuestro amor. Juré que jamás lastimaría a su hijo
—Su rostro amargo cambia y luego sonríe—pero… había otras formas. Yo no
podría matarte, pero otros sí.
—Brando. —Me asqueo por toda esta mierda, entonces se acerca a mi
rostro.
—Mataba dos pájaros de un tiro, pero nisiquiera pudiste dispararle ni él a
ti. Interesante… Ambos arruinaron la vida de Macarena y jamás voy a
perdonárselos.
Extraños movimientos se hacen notar y Brando se levanta con furia.
Puedo ver enseguida su malestar en el cuerpo, la sangre chorreando por todos
lados y sus ojos llenos de resentimiento.
Quiere acabar conmigo.
Intento moverme, pero Santino no me deja. Pega su arma a mi frente
como un maldito traidor, rié ansioso y en sus ojos puedo entender su trampa.
Brando se levanta poco a poco y luego se acerca a él para sonreírme de nuevo.
—¿Así honras la memoria de mi madre? —grito—. Aliándote con este
asesino.
Sonríe.
—Mi venganza recién comienza… —responde Santino y mira a Brando—
, pero tampoco voy a matarlo. Vas a hacerlo tú.
Me congelo, veo cómo le da un arma a Brando para apuntarme.
—Maldito seas… —Me mira con rabia— ¿Creíste que acabarías
conmigo?
Ambos son una gran cochinada y mi madre fue la única víctima en todo
esto. Su ambición no tiene límites, los dos son unos hijos de puta.
—No somos dos ambiciosos, sino tres —agrega Santino—. Tu hermosa
mujer fue quien nos dio información de ti. Tu hermosa mujer fue quién te
traicionó.
Tenso mi mandíbula.
—Eso no es cierto. No es cierto. —Jadeo.
—¿No? —Brando ríe—. Dices conocerla y estás tan equivocado. Dulce
no es una mujer fiable, Christopher. Ella solo se compromete con el dinero.
—¡No! —Mi temperatura corporal aumenta y algo en mí se mueve.
—¿Quién crees que nos dio tu ubicación hace un tiempo? Sabes
esconderte, yo te lo enseñé—Santino tuerce sus labios—, la única manera de
encontrarte era… a través de ella. Solo depositamos unos millones en su
cuenta y listo.
—Ella me ama —grito— ¡Sería incapaz!
—Ella solo ama el dinero —Santino habla—. Podría citarte tantos
episodios… Mientras tú le declarabas tu amor, ella solo se reía de ti conmigo.
Es tan buena actriz… y perversa.
—Una Diosa. —añade Brando y no lo soporto. No soporto cómo la
desnuda en sus ojos. Me muevo, pero vuelven a apuntarme. Mis ojos se
alteran, no voy a creerlo.
—Juan hizo bien su trabajo… —Santino continúa— Todos planeamos tu
muerte.
—¡Eso no es cierto!
—Me follé a Dulce tantas veces… —Dice Brando—. La monté como a
una perra en celo.
—¡Cierra la boca! —Exploto a punto de empujar a Brando, pero Santino
me detiene golpeándome en la cabeza.
—La hice mía una y otra vez…. Burlándonos de ti como siempre. Gritaba
mi nombre como loca saboreando mi polla entre sus piernas. Estaba tan celoso
cuando ella misma me propuso embaucarte. Acepté que te follara en mi propio
cuarto…
Mi respiración se agita haciendo que mi cabeza colapse. No, Dulce… Mi
corazón se engarrota haciéndose chiquito. Mi bonita, mi amarga, mi esposa.
No pudiste haberme traicionado. No pudiste hacer esto… Ellos mienten,
mienten. —trago saliva conteniéndome.
—Supe todo desde siempre, imbécil. —Brando sonríe—. Puedo
mostrarte fotos de mi mujer desnuda. Tuve sus bragas guardadas en mi
almohada las noches que te follaba, su olor prendido en mi pecho. Oh Dios…
es tan buena en la cama.
—Cierra la maldita…. Boca. —digo agotado, con la cabeza ardiéndome
de rabia y el corazón destruido. Cierro los ojos y me parece verla en silencio,
aquel silencio que guardaba cuando le decía “te amo”.
No, mi bonita…
Una parte de mí tiembla porque desde siempre supe que no era perfecta
y que jamás iba a serlo, pero esto… esto me destruye. No voy a creerlo.
—¿Sabes qué es lo mejor? —Suspira…
Y el llanto de mi hija empieza a sonar desde su celular. Abro mis ojos de
golpe y empiezo a atacarlos… porque no lo soporto ¡No lo soporto! Mi energía
explota en ellos. Le doy un puñete a Santino, para luego empujar a Brando. Su
arma se cae y voy por la mía, pero logran detenerme con más golpes. Grito con
fuerza casi llorando ¡No van a meterse con mi hija! Soy un asesino en serie
ahora, ahorco el cuello de Santino sin piedad y pienso en mi madre. Maldito
seas, hijo de puta. El anciano solo pide ayuda mientras que Brando intenta
detenerme.
La grabación sigue en pié y vuelve a destruirme la idea de mi hija enferma,
perdida, en manos de estas basuras.
—¡Dónde está mi hija! ¡Con mi hija no te metas!
Brando logra golpearme con el arma para luego volver a apuntarme
mientras Santino recupera el aliento. Mi hija…Podría reconocer su llanto a lo
lejos… hasta podría reconocer su aroma. Mi mente se nubla y juraría que está
aquí ahora, pero no lo creo. Me lo niego. Lucho porque sea una mentira y
lloro…. Lloro por toda esta mierda, por sentirme traicionado.
—¡Mátalo! —Santino vuelve hacia mí para golpearme, entonces Brando
descubre el cuchillo que escondí en mi zapato. Me lo quita y sonríe.
—Interesante…. —Su risa me enferma.
—Un buen pupilo —añade Santino—, pero no aprendiste del todo.
—Voy a matarte con tu mismo cuchillo, bastardo. —Sus ojos son oscuros
e inevitablemente me recuerdan a alguien… —Lo que debí hacer hace mucho
tiempo.
—Mátalo. —insiste Santino.
—Vas a pagar todos tus daños.
—¡Mátalo! —Su voz es intensa.
—… y el haberte fijado en mi mujer. Degollaré tus ojos lentamente. —Se
acerca y trago saliva.
—¡Hazlo ya! —Vuelve su voz al ataque entonces jadeo pensando en mi
madre, en mi niña, en ella…
Brando sonríe escondiendo su arma en el bolsillo de su pantalón para
luego pasar el cuchillo por mi cuello. Lo miro y algo en él se oscurece, clava el
cuchillo de un solo movimiento en el corazón de Santino. Ríe fuerte haciéndolo
una, dos, tres veces, haciendo que entre en shock al instante.
Mis manos y cuerpo se engarrotan, intento moverme pero no puedo. Los
ojos de Santino se abren y me miran intentando decirme algo, pero no lo logra.
Muere al instante.
—Toda la vida fuiste un fracasado, “hermano”. Eso le pasa a quien intenta
manipularme.
Suspira y saca su arma para apuntarme.
—Ahora acabo contigo, imbécil. —hay rabia en sus ojos—Nadie puede
conmigo —Repite una y otra vez pateándome—Levántate, vamos…
¡Levántate! —ordena y no lo hago. —¡Hazlo ahora, idiota! —Me levanta de un
empujón y nuestros ojos se encuentran.
Silencio.
—Maté a tu madre… y también a tu padre, ahora es tu turno.
Río amargamente .
—Te equivocas… y lo sabes.
No responde
—Violaste a una niña de 14 años dejándola embarazada…
—Maté a ese niño —Me sigue apuntando, sus manos tiemblan.
—No, no lo hiciste. Es lo que ella te hizo creer.
—¡No quieras confundirme! —Grita alterado.
—Soy ese bastardo.
—¡No!
—Llevo tu maldita sangre…. —trago saliva.
—Esa perra se acostó con Santino, tú….
—Entonces mírame. Soy esa mierda que creaste…. —Mis ojos
explotan— Y me das asco, me doy asco.
—Maldito bastardo… —arruga su frente— maldita sea… —Me apunta
con el arma—. No van a quitarme mi dinero. No vas a quitarme a mi mujer. No
vas a quitarme la vida que preparé para mí.
Prepara el arma y la pone entre mis ojos. Puedo ver su tensión y a la vez
la frustración en su mirada, pero no importa… ya no importa. Sus manos
tiemblan como si fuera un pequeño niño, entonces mis ojos se cruzan con los
suyos generando en mí odio y resentimiento.
Dispara.
Y hay un silencio…. Un silencio eterno. Pienso en mi hija, en mi vida y en
las decisiones que he tomado. Todo pasa así… en cámara lenta. La playa, su
risa, su olor en mi pecho. Mis ojos parpadean con un nudo en la garganta, mi
corazón empieza a latir a mil por hora y todo parece confuso. Los ojos de
Brando se abren inmediato, su mano toca su estómago y la sangre empieza a
correr por su cuerpo. Emite un largo eco, me mira…. Y todo pasa muy rápido.
Sus rodillas caen de golpe, tira sangre por su boca hasta caer lentamente al
suelo dejándome entrever una silueta firme, decidida, llena de odio…
Dulce, con un arma en sus manos.
Le ha disparado.
Capítulo 65
Chris

“Una chica buena conoce sus límites, una mujer inteligente no tiene
ninguno”

El aire se me va lentamente mientras mis ojos descubren su rostro de


nuevo. Está ahí, parada con una pistola en la mano, aterrada pero también
segura. Sus ojos son una nube negra que no puedo descubrir, sus brazos
entretimeblan pero a la vez son firmes. Está aquí, por mí… y simplemente estoy
sin palabras.
—Dulce… —mi voz se ahoga ante su fría mirada.
Suspira lentamente sin dejar de mirar a Brando y luego vuelve a respirar
a profundidad para calmar su ansiedad. Sus dedos sueltan el arma y no se
dispone a recogerla. Mi cerebro solo piensa en ella ahora, podrían culparla si
descubren sus huellas. Un nudo en la garganta me deja en silencio, ¿Qué
podría decir? Sacude sus manos y las hunta en su falda para luego caminar
hacia fuera.
—¡Dulce! —Grito, pero antes limpio las huellas con mi ropa. Tomo el arma
en una bolsa y la guardo en mi bolsillo. Las sirenas de la policía retumban a lo
lejos y solo intento alejarla de todo pronto. Corro hacia ella y mi corazón arde
cuando me esquiva.
Sus ojos ya no son los mismos.
—Tienes que irte, la policía no puede verte aquí.
No dice nada, solo vuelve a ignorarme y camina apresurada dejándome
completamente perplejo. Dios… la he extrañado. Solo pasaron horas y la he
extrañado. Caigo rendido al suelo sin tener explicación alguna y me obligo a
sacar mi frustración de alguna manera. Con mis manos hago un hueco bajo un
árbol y entierro el arma. La policía no la encontrará por ahora, pero debo ser
precavido. Volveré y me desharé de ella.
—¡Policía! —Grita un hombre y me rindo. Mi cuerpo cae ante ellos y
pronto estoy en una ambulancia. Todo pasa muy rápido y cierro mis ojos
mientras mis lágrimas solo salen sin sentido.
Cómo pude permitirlo.
Mi bonita, mi hija, mi familia…. Todo se ha ido a la mierda.
Jadeo contenido mientras las enfermeras hacen los suyo. Estoy en shock
ahora, porque poco a poco empiezo a recordar todo. Tras el cuerpo de Brando
estaba ella con un arma y una bala traspasando su estómago. La bala chocó
justo en el lugar preciso y fue limpia, casi casi como si lo hubiera estudiado. Mi
corazón galopea con miedo, ¿Y si la policía la descubre? ¿Y si le echan un
juicio? Diría que fui yo y no ella, pero no van a creerme.
Necesito respuestas, necesito hablar con ella.Abro los ojos y es borroso,
entonces vuelvo a cerrarlos.
No recuerdo nada más ahora.
Ella solía caminar por la playa con un vestido azul marino, yo solía
perseguir sus pasos. Jamás pensé que sucedería, enamorarme a tal punto de
sentirme pisoteado. Ella hacía conmigo un desastre, pero a la vez el más
maravilloso cuento, ¿Y yo? Solo vivía para ella, por sus besos, su olor en mis
noches de frío. Vivía por aquella bonita que conquistó mis mares y navegó
conmigo en la tormenta.
—¡Dulce! —abro mis ojos de golpe jadeando su nombre, pero el silencio
vuelve a mí con dolor.
—Está bien, Christopher. Vuelve a dormir. —el rostro de Juan me
abruma.
—¿Dónde está Dulce? ¿Está bien? ¡Juan! —me paralizo. De pronto
recuerdo sus palabras—. Estabas coludido en todo esto. —me siento en la
camilla y mi cabeza explota.
—¡No! ¡Por Dios! ¡Christopher! —se enfada— ¿Cómo puedes creer eso?
Esos hijos de puta solo te han mentido.
—Dulce… —mi boca se seca, no puedo dejar de pensar en ella—. Dime
que está bien, que mi hija está bien.
Juan suspira
—Debería dejarte aquí solo por imbécil —pega sus labios y me mira
enfurecido—, pero eso no haría un buen amigo. Por Dios… ¿Cómo puedes
dudar de mi? ¡Me salvaste! Me diste trabajo, una vida buena para mi familia,
¿Crees que mordería la mano de quién me alimenta?
Trago saliva y mi mente se nubla. Es cierto, totalmente cierto, pero a la
vez me ahogo. Ya no sé quién es confiable y quién no.
—Todo esto es muy confuso, Juan. Solo necesito saber de mi familia. —
admito.
—Están bien, tranquilo. Descansa. El médico dijo que…
—Me importa una mierda —arranco el suero de mi mano y cierro los ojos
al sentir el piquete.
—¿Qué haces? —Juan me detiene alterado, maldice entre sus dientes
algo que no puedo escuchar.
—Veré a mi familia. Me aseguraré de que estén bien, de que…
—Brando está muerto —solo dice—. La policía no va a descubrir nada.
Mi rostro se queda helado, ¿Cómo demonios lo sabe? Trago saliva.
—No juegues conmigo. —le advierto.
—Dulce… me lo dijo, Chris. —Me mira tenso.
—¿Dulce?
—Ella me pidió el arma. Intenté persuadirla, pero… —hace silencio—.
Ahora debes descansar.
—¿Descansar? ¿Pretendes que descanse con todo esto?
Su mirada lo dice todo, hay algo más y está guardándoselo.
—¿Qué sucede? —vuelvo a preguntar.
Exhala, camina por toda la habitación como si no supiera qué decirme,
entonces se para y me devuelve la mirada que tanto temo.
—Brando… la dejó como heredera de toda su fortuna desde hace un
tiempo.
—¿Qué? —mi cuerpo se congela.
—Ella… lo sabía, Christopher.
—Es imposible —reniego—. No puede ser cierto.
—Calculó muy bien todo. —susurra tenso, entonces mi furia sube.
—¿Estás diciéndome que mató a Brando solo por su dinero y no por mí?
—lo miro incrédulo, pero no contesta. —¿Dónde está Dulce? —me levanto con
dificultad— ¡Necesito verla! ¿Dónde está?
—Se ha ido.
***
Una semana
Camino en silencio por la comisaría hasta llegar hacia la presencia del
fiscal que levantó el cuerpo de Brando y Santino. Trago saliva mirando mis
dedos mientras leen el acta e informe final del caso y solo quiero salir corriendo.
Han sido días tenebrosos, me obligaron a quedarme en el país mientras
terminaban la investigación sobre la muerte de esos malnacidos, impidiendo mi
salida. La he llamado y no contesta, no se nada de mi hija, tengo problemas
legales que intento resolver ahora y siento que voy a explotar y no puedo
contenerme.
Es temprano ahora, pero para mí una eternidad. El fiscal explica el caso
y maldigo entre dientes la lentitud de sus palabras. No soporto su maldita cara
intentando husmear donde no debe.
—Se encontraron dos cuerpos sin vida. Uno por un golpe de cuchillo y el
otro por bala. El sospechoso indica que fue herido y que actuó en defensa
personal, sin embargo los resultados de los peritos indican que la bala fue
lanzada desde atrás.
—Mi defendido rindió su declaración, señor fiscal —habla Charles, mi
abogado—.Parece que usted busca indicios donde no los hay. El disparo fue
en defensa personal, hay pruebas de todo. Los videos de las cámaras de
seguridad son claros: ambos atacando a mi representado. No hay más que
decir. Mi defendido disparó apenas el fallecido lo soltó en un descuido.
—Eso no indica nada. —responde nuevamente el fiscal.
—Eso prueba todo. Sr. Juez, creo que estamos indagando en algo que
no viene al caso. —continúa hablando Charles mientras discute con el fiscal.
La tensión aumenta mi ansiedad, por lo que cierro mis ojos exhalando
lentamente aire. Recuerdo haberme deshecho de esas grabaciones , jamás
encontrarán la silueta de Dulce caminando por ese pasillo.
—El caso se cierra, pero se abrirá una investigación de oficio ante las
incongruencias y blancos en el caso. —Dice el juez, entonces vuelvo a respirar.
—Un gusto, Christopher —estira su mano y la aprieto.
—Gracias Charles.
—No encontrarán nada porque eres inocente y se hará como deseas.
—¿Investigó lo de mi hija? —insisto, cambiando de tema. Me importa una
mierda lo otro.
—Cerramos los accesos y anulamos el permiso previo. Su hija sigue en
Estados Unidos junto a su esposa. Ella no podrá salir del país sin su
consentimiento, peor aún siendo tan pequeña.
Mi alma vuelve y sonrío a medias. Cuando Juan me contó los planes de
Dulce no dudé en poner una demanda de impedimento de salida. Tengo
conocidos en Estados Unidos y por ahora ha sido fácil negarle el permiso.
—Viajaré ahora mismo a Estados Unidos, Charles. Muchas gracias.
—Christopher…. —me detiene—. Hay otra cosa que debo decirle. Su
esposa tramitó desde Nueva York la herencia del Sr. Hilton. Estoy siguiendo el
caso con colegas míos de allá, usted… me dirá.
Mi cara se congela ante sus palabras, pero me contengo. Son muchas
preguntas y necesito respuestas.
—Gracias Charles. —solo digo.
Camino en silencio hasta llegar al auto de Juan, quien ha esperado horas
fuera del juzgado. El silencio me invade y no puedo pronunciar ni una sola
palabra, pero sí sentir dolor.
Cierro los ojos, me entierro a mí mismo.
¿Qué voy a pensar? ¿Qué ellos tenían razón? ¿Qué Dulce estuvo
coludida desde hace mucho? ¿Qué solo mató a Brando por el dinero? No
quiero hacerlo. Todo esto tiene una buena explicación y puedo sentirla.
En una hora llegamos al aereopuerto, entonces tomo el avión rumbo a
New York. Las horas me parecen interminables y solo me dedico a pensar en
mi niña. Su sonrisa, sus piecitos gorditos, su llanto… La he extrañado y necesito
de ella como mi mismo respirar. Necesito de mi niña y no permitiré que la alejen
de mí.
Quise arreglarlo, juro por mi vida que quice hacerlo, pero lo compliqué
más. Mi hija es lo único bueno que tengo ahora y no estoy dispuesto a dejarla
ir… No cuando quiero vivir a su lado.
El vuelo se demora más de la cuenta y me desespero. Apenas aterriza
salgo disparado hacia el Hotel en donde están. Mi corazón da un vuelco de 360
grados cuando estoy frente a su puerta, porque sé que será complicado pero
haré mi mayor esfuerzo. Ella tiene que escucharme y tengo que sincerarme por
completo.
Jadeo, sudo, tiemblo.
Toco la puerta y el rostro de su madre aparece con mi niña en brazos.
Cuando me ve se agita y luego estira sus pequeños bracitos llorando. Ella
también me ha extrañado. No lo pienso dos veces y la tomo en mi pecho para
luego besarla. Ha crecido en una semana, ¿Cuántos momentos me habré
perdido de ella? Estúpidas lágrimas caen por mi rostro y su olorcito a colonia
de bebé me envuelve.
—Estrella… mi bebé.
Ella pega su cabecita en mi hombro y la vida vuelve a su color natural. Su
pequeño peso, sus manitas gorditas, su carita rosada hacen que todo haya
valido la pena. Pasan largos minutos hasta que por fin noto la presencia se
Sofía, quién no me mira con buena gana.
—Ya la viste, ahora puedes irte. —Suspira.
—¿Pretende que la deje con usted? —alzo la vista— ¿Dónde está Dulce?
Necesito hablar con ella.
Hace silencio.
—Pondrá un juicio en tu contra por no haberla dejado salir del país.
—¿Y cree que voy a dejar que se lleve a mi hija sin si quiera hablar
conmigo? Sé que está enojada, pero… necesito verla.
—No está.
—Dulce… —camino con mi hija hasta la recámara y no la encuentro.
—¡Te dije que no estaba! Ahora dame a la niña.
—No —me impongo— No voy a dejarla, ¿Dónde demonios está Dulce?
—me exalto.
Sigue en silencio
—Entonces me voy a llevar a mi hija, le dejaré la dirección de mi hotel y
cuando se digne a verme me llama.
—¡Está trabajando! —grita su madre apresurada.
—¿Trabajando?
—Dame a la niña —implora.
—¿Dónde está trabajando? ¿Cómo que…?
—Christopher…. —solloza— Ya le has hecho mucho daño.
—Usted no sabe nada.
Estrella llora aterrada por mis gritos. Jamás he alzado la voz delante de
ella.
—¡Ya la hiciste llorar! —exclama— ¡Con lo que me costó tenerla tranquila!
—Princesa, no llores… —beso su pequeña cabecita arrepentido. Me
mato ahora mismo si mi hija se ha asustado por mi culpa—Papi está aquí,
pequeña.
Mi puntito rosa me abraza fuerte y deja de llorar, entonces decido no
hacer más escándalo por ella. Beso su pequeña cabecita y se la entrego a su
abuela con dificultad.
—Ven aquí, muñequita. Ven aquí con tu abuela… —Estrella me mira
confundida.
—Volveré por ti, pequeña. —Le doy una media sonrisa y me voy con el
alma inquieta.
Aún tengo su olor en mi ropa, mi pequeña bebita…
Necesito aclarar las cosas con Dulce, pero simplemente me desespera,
¿Trabajar? ¿Dónde? ¿Y por qué? Ha pasado solo una semana, una maldita
semana… ¿Qué demonios pasa?
Voy a investigarlo, juro que lo haré.
Las horas trascurren y mi paciencia colapsa, sobretodo cuando descubro
que ya es de noche. Me sirvo un trago y luego lo tiro. No tolero esperar más y
tampoco ser parte de esto.
—Dónde está. —digo al celular. He estado tentado, pero no hice aquella
llamada por dignidad. Odio tener que acudir a Juan cuando acusa a Dulce sin
motivos.
—En el Hilton, Christopher¿Dónde más? —sus palabras son como un
cuchillo ahora, así que corto de inmediato y me enfurezco mientras mis pies
caminan hacia fuera.
Llegar no es difícil, porque todo el mundo conoce el famoso hotel en
Manhattan. El Hilton es una de las principales atracciones de turísticas en la
gran manzana. Las calles de New York me enferman ahora, la gente
caminando rápido, el bullicio de un viernes cualquiera.
No puedo dejar de pensar en ella.
Mi corazón se cierra cuando pienso en las palabras de Sofia, ¿Su madre
dijo que estaba trabajando y Juan me confirma que está en el Hilton? No he
querido preguntar más de la cuenta, porque necesito respuestas de sus propios
labios.
Solo necesito verla, entonces… inevitablemente me quedo perplejo.
Al entrar por la puerta la veo caminar tranquila con tacones negros y un
vestido rojo ceñido. La maternidad le ha venido bien y su cuerpo ha
evolucionado. No puedo dejar de mirarla porque me gusta y a la vez me aterra
¿Qué hace en este lugar ahora?
—Ustedes, atiendan a quienes les toca atender. No necesito decirlo dos
veces, ¿cierto?¿ O se los repito en Inglés? —apunta los dedos como una fiera
y puedo sentir que nota mi presencia cuando me acerco—Retírense. —le dice
a un par de latinos quienes acceden al instante con miedo.
—Tardaste un poco, Christopher. Estaba espérandote. —Su voz es fría y
me aterra.
—Pudiste haberme llamado. —solo digo sin pensar.
—¿Llamarte? —se burla—. Si eres el mejor espía del país, era fácil
encontrarme ¿No?
—Cielo… —me ahogo, juro que me ahogo, pero retrocede.
—No te atrevas a tocarme —murmura entre dientes mirando a todos
lados.
—Dulce, sé que estás enojada… pero por favor, necesito abrazarte.
Necesito…
—Sígueme. —Solo dice y lo hago.
Me contengo al ver el lujo del Hilton New York ahora, pero no pienso en
nada más que en hablar con ella. Debo confesar que tengo pánico atorado en
mi garganta porque no sé qué sucederá después de esta conversación. Está
enojada, es capaz de tirarme por un ventanal y no bromeo. He odiado sus
enojos desde que era solo una niña y me intimida verla así ahora.
Sostiene la puerta para que entre y no puedo dejar de oler su perfume.
Deseo tanto abrazarla, besarla, decirle que la amo… y que lo siento. Cierra con
llave y se aleja para luego enfrentarme.
—Estoy tan cansado… —admito—. Han pasado cosas muy…
—Sé que estuviste retenido —me corta—. Y que afrontaste una
investigación. Por supuesto que tu caso iba a ser corto —continúa con ironía—
, porque tú lo arreglas todo. Los contactos ayudan, sobretodo en México, ¿No?
—me ataca.
—Ellos creen que alguien más le disparó a Brando.
—Por supuesto que van a creerlo, Christopher —suspira—,pero sabrás
arreglarlo. No dejarás a la madre de tu hija en la cárcel o te echarás la culpa
para salvarme. —contengo el aliento ante su frialdad y solo la miro.
—Lo haría sin pensarlo…
Hay un silencio, entonces prosigo.
—¿Cómo estás? —solo atino a decir
—¿Yo? Muy bien, ¿No me ves? Mientras se te quita el berrinche y me
dejas salir del país con mi hija, seguiré trabajando.
—¿Trabajando? ¿En este lugar? —me altero, pero controlo mi rabia
haciendo puños.
—¿Y por qué no? —levanta su rostro—. Ahora es mío.
—Esta no es mi bonita… —murmuro
—¿Tu bonita? —ríe—Esa bonita ya no existe, Christopher. Murió en
Vallarta desde hace mucho tiempo.
—Eso no es cierto.
—No quieres abrir los ojos, pero es la verdad. —suspira—. No quiero más
dramas. Solo dile a tu puto abogado que me de el permiso para salir del país
con mi hija
—¿Y qué pretendes? ¿Alejarla de mí?
—Esa fue tu decisión.
—Dulce… —llevo mis manos a mi cabeza—. Necesitaba hacerlo.
—¿Qué cosa? ¿Matar a Brando? ¿O demostrarle que no eras un puto
bastardo?
—Quería ajustar cuentas con él por todo lo que le hizo a mi madre,
entonces llegaste tú… y disparaste para salvarme.
Su mirada vuelve a ser fría y me mira sin más emoción.
—Esto se terminó Christopher.
Hay un silencio.
—Dulce…
—No voy a mentirte más—exhala—. Disparé a Brando para heredar su
dinero.
Abro mis ojos y siento que todo en mi interior arde. Trago saliva
intentando entenderla, pero es imposible. Me cuesta respirar, desearía morir
antes de pasar por esto, pero sé que está enojada… y me está mintiendo.
—No voy a creerte —intento reír sin éxito—Dulce… yo te amo, hemos
pasado por tantas cosas… no puedes, simplemente no puedes hacer esto.
—Se acabó Christopher.
Su mirada es tan fría… que no lo soporto, juro que no puedo. Mis ojos se
llenan de frustración y rabia, entonces me lanzo a sus labios. La abrazo, lo hago
como nunca antes en mi vida, y fuezo su piel con la mía. Muevo mi boca en la
suya, pero se inmuta. Hace stop, parece sin vida y siento que la pierdo… me
aferro a sus músculos, a su olor y jadeo con pánico. Ella es mi infierno y también
mi cielo, mi necesidad y a la vez mi tormento. No puedo dejarla, no puedo.
—Mientes…
—No, no lo hago. —limpia su boca con sus dedos como si le diera asco
y algo en mí se rompe.
—Me dijiste que me querías —mis ojos pican.
Sonríe
—El amor no es suficiente, Christopher. La confianza sí. Y yo ya no confío
en ti. Se murió, se quedó en aquella playa en Vallarta. Has pasado todos estos
meses comparándome con aquella niña que un día creyó en ti, pero todo es
distinto. No soy la misma. Aquella chica murió, ¿Sabes cuándo? Cuando la
dejaste sola en esa cama, con mil dudas y preguntas. Nada justifica todo lo que
has hecho. Nada.
—Dulce…
—¿Realmente creías que iba a dejar todo por ti? La vida me enseñó una
cosa, Christopher. Ama dejando siempre un pié afuera. Una vez, una sola vez
entregué todo y me pagaste de la peor forma.
—Me perdonaste…
Hace silencio y continúo.
—¡Estaba mi madre de por medio! ¿Qué querías que hiciera? Hasta tú
estuviste de acuerdo, querías vengarte de Brando. —mi desesperación
aumenta.
—Pusiste en riesgo la vida de nuestra hija
—¿Y tú no? —me exalto.
—¡Yo me tragué 9 meses encerrada! —alza la voz— Con miedo,
dependiendo de un idiota que solo buscaba vengar la ausencia de su padre.
Me encara y por fin veo su rencor.
¡Sabías que era tu padre y no me lo dijiste! —Continúa, lucha consigo
misma por mantenerse firme, pero sus ojos se quiebran—. Te pedí confianza,
te dije que no iba a aceptar una mentira más y lo hiciste. Te importó un bledo.
—Tenía miedo… —Me quiebro explicándolo— miedo de cómo ibas a
reaccionar, miedo a tu rechazo.
—Bien —aplaude irónica— muy bien, Uckermann. Lo lograste. Lograste
matar la poca confianza que me quedaba en ti por tu estúpido miedo.
—Dulce… —toco sus brazos y vuelve a esquivarme.
—Casi me follo a tu padre, qué ironía. Lo besé tantas veces… Uhg… a
mi suegro y me vio desnuda. Tocó mis senos cuando quiso … ¿Asqueroso,
cierto? Pudiste evitarlo y no hiciste nada.
—Dulce…
—¡Dejaste que la mierda me consumiera! ¡Me utilizaste para obtener
venganza! Tú, Santino ¿Y sabes qué creo? Que Brando fue el único que me
quiso.
Trago saliva reteniendo la rabia
—Eso es mentira —me altero—.Él solo te quería en su cama.
—Pero me quería, ¿Y tú qué? No hiciste nada por mí. Lo sé todo,
Christopher.
Hago silencio, mi corazón se congela
—La trágica historia. —se burla—Santino y tu madre, la violación, tu
nacimiento, tu venganza. Ese hombre te dijo que había planeado todo y tú
solo… seguiste su juego. Me dejaste sola, desnuda en aquella cama, con el
corazón roto. —limpia sus lágrimas— ¿Sabes que creí? Que me habías dejado
porque era estéril, pasé años culpándome por ello hasta que me dí cuenta que
eras tú el problema. Callé, me volví una roca y decidí pensar en mí misma.
—Cielo…
—¡NO ME DIGAS CIELO! —Grita— ¡No soy tu cielo! Si hubiera sido tu
cielo me hubieras buscado, porque pudiste hacerlo.
—¿Pude? ¡Me tenían amenazado!
—Ay, pobrecito… —ironiza de nuevo— el patancito idiota que intenta
proteger a su princesa. Tu cuento barato no ayuda ahora. Eso solo existe en
las novelas, en el mundo real no se solucionan así las cosas y lo sabes. Pero
noooo….. preferiste ir por la otra vereda.
—No es cierto, Dulce… yo…
—Preferiste mirar desde lejos y no hiciste nada mientras me estaba
desmorando.
Me quedo sin palabras
—¿Sabes qué creo? —continúa sonriendo entre lágrimas— Que eres un
resentido. Te quisiste vengar de tu padre porque estabas frustrado. Acéptalo.
Porque te había dejado solo, y no solo porque violó a tu madre.
Mis ojos solo se contienen
—Quisiste ser mejor que él siempre, demostrarle que ibas a vencerlo ¿Y
qué crees? Hice lo que nunca pudiste hacer en estos meses… jalar de ese
gatillo, pero déjame decirte algo… lo hice por mi dinero. Al matarlo, lo heredo.
Ese fue mi plan desde el principio, solo que antes tu nombre estaba escrito en
mi fortuna. Fui tan estúpida… —lleva su mano al pecho y se sorprende—… que
quise compartir mi dinero contigo. Pensé que habías cambiado, pero no…
jamás vas a dejar de ser un cobarde.
Me lastima, sus palabras me lastiman.
—Al menos Brando me quiso, me dejó su dinero, pero tú… eres un simple
marica.
—¿Eso piensas? —digo sin voz.
—El amor no basta. No se vive de ello. La confianza es más importante.
Tus mentiras, tu cobardía, tus miedos. Soy una mujer de grandes ligas, no de
simples campeonatos. Me gusta lo que odias, jamás seré la tonta que lave tu
ropa y esté metida en tu cama todo el tiempo. Siempre buscaste una mujer
como tu madre, la mayoría de hombres lo hacen, pero no soy así… y nunca fui
así. Siempre soñé con ser grande y… la verdad es que fuiste mi pasatiempo,
quizá mi salida. Estaba tan frustrada viviendo en mi casa que cuando llegaste
fuiste mi salvación para ese tormento. Al casarme contigo escaparía de la
miseria y de la mierda de mis padres, fuiste un alivio para ese momento. Intenté
quererte… más allá de mí y en un momento lo hice, pero no perdono tan fácil.
Solo hemos vivido un espejismo. Tú nunca dejarás de ser ese patán y yo jamás
una perra interesada. No combinamos juntos y quizá solo nos hemos hecho
daño. Ve, búscate una vida y déjame vivir la mía.
La miro con lágrimas, el corazón destruido y mi vida hecha pedazos.
Trago saliva e intento pensar rápido, pero sé que no habrá respuesta. En el
fondo nunca me ha perdonado.
—Yo te amo —aquella frase sale desde el fondo de mi corazón.
—Al final siempre dices lo mismo y nunca haces nada. No soy mujer de
segundas oportunidades, Christopher —levanta la cara—Quiero el divorcio y
esta vez de verdad.
Me ahogo un momento, pero luego asiento sin decir más. Esta es mi
respuesta, la que tanto estaba buscando.
—Bien. —solo digo.
Soy incapaz de decir una sola palabra porque ahora mismo siento que
muero. Mi corazón da vuelcos de gravedad y una extraña sensación de
abandono nace en mi pecho. Intento hablar, pero las palabras no van conmigo.
Solo la miro, podría mirarla eternamente pero ella no lo sabe, y me enfrenta de
nuevo para luego abrirme la puerta.
—No vuelvas. —Me mira seria.
***
Dulce
Madurar es dejar ir lo que nunca te ha hecho falta—me digo a mí misma
suspirando.
Su silueta desaparece por la puerta, entonces cierro fuerte con llave. No,
no lloraré. No más lágrimas por ese idiota. No más dolor por algo que
simplemente no tiene futuro.
Fue lo mejor y debo aceptarlo.
Un suave aroma a vacío inunda mi pecho, pero lo ignoro. Me levanto,
doy un par de vueltas, y aún no entiendo por qué me siento tan ansiosa,
asqueda, frustrada. Me acerco a la ventana y puedo ver su cuerpo chiquito
entre tanta gente caminando. Estoy en el quinto piso, pero aún así podría
distinguirlo a lo lejos.
Necesito enfocarme.
Mis pies se alejan de la ventana y la tentanción inunda mis manos.
Tiemblo, ni sé por qué estoy temblando, así que me sirvo un trago después de
mucho tiempo. El whisky arde en mi garganta y pronto respiro lento. Siento un
cuchillo clavado en mi pecho, un nudo atorado en mi tráquea, estúpidas ganas
de tirarme en mi cama, pero no… no debo. Soy fuerte, aprenderé a vivir sin un
pulmón y respirar como pueda por mí, por mi hija, por mis planes.
¿Qué más quieres, Dulce? —me digo—. Te has librado de tu tormento,
de esa piedra en tu zapato, de tu mayor debilidad y deseo.
Sin él construí un imperio en mí misma, sin él logré llegar muy lejos. Con
él solo iba a doblegarme. No necesito un patancito en mi vida y menos cuando
me ha lastimado de la peor forma. Es el único hombre que he amado de verdad
y el más doloroso sentimiento.
—Salud, Dulce. —me digo al espejo.
Mi vestido es ceñido, mis tacones altos, mi rostro maquillado. Esa es la
gran perra que quiero ver para toda mi vida, no una que solo se la pase llorando,
escondiéndose, preocupándose por el día a día.
Estoy mejor sola, porque solo me tengo a mí misma.
Entonces doy un largo y tormentoso suspiro. No… no puedo. No puedo
doblegarme, no quiero vivir el duelo. Prendo música clásica y empiezo a mover
mis caderas mientras me sigo mirando en el espejo. Esta soy yo, la puta ama.
No menos, siempre más.
¡No puedo llorar por un hombre!
Pero sí sentir dolor por mí.
Tiro el vaso contra el espejo llena de rabia y pronto mis piernas ceden
ante mi peso haciéndome caer en el suelo. Me enojo conmigo misma por sentir
lo que siento y mis lágrimas caen sin control. No hago inflección alguna, me
miro seria pero estoy llorando, mi alma sucumbiendo ante el vacío que siento.
Fue lo mejor, hacer todo esto fue lo mejor.
Y no voy a perdonarlo.
***
Han pasado 7 semanas, casi un mes y medio y aún no me acostumbro
del todo a vivir en NYC. La gente suele ser muy rápida y todo aquí en engorda
más de lo normal. He amado esta ciudad por años pero vivir en ella es diferente.
Las leyes, el drama, los turistas, todo últimamente me aburre pero estoy
obligada a quedarme aquí hasta que el puto juzgado me ceda la custodia de mi
hija.
El innombrable hijo de puta ha jugado bien sus cartas. Tiene nacionalidad
Americana también, por lo que hace y deshace las cosas a su antojo, pero no
volveré a caer en su juego.
—Buenos días, hija. —murmura mamá con mi niña en brazos. Es tan
hermosa…. Y ha crecido mucho en estos días.
—Hola mamá, ¿Se durmió? —levanto una ceja.
—Ajá. Es tan bella.
—Mi puntito rosa —sonrío—.Es lo único que quiero realmente en esta
vida.
—¿Entonces por qué no la cargas? —mamá me hiere con su mirada.
—He estado un poco nerviosa estos últimos días —miento—. Temo
soltarla.
Me levanto y le doy un beso rápido en la frentecita.
—¿Ser madre no fue como pensabas, cierto? —sonríe y asiento—
Imagínate si hubieras tenido un hijo a tus 18 años como querías… —hago
silencio pensándolo—. Realmente hija pienso que las cosas pasan en el
momento que tienen que pasar. Esta princesa estaba destinada ahora, no
antes.
—Pensé que sería más fácil —admito—, pero aún así la amo.
—¿Entonces por qué la evitas? —mamá me mira preocupada—. Solo
trabajas y trabajas.
—Me gusta trabajar —alzo mis hombros y vuelvo a mirarme en el espejo.
—Qué gran mentira, cariño —suspira— Tú y yo sabemos por qué actúas
de esa manera, pero tu hija no tiene la culpa de los errores de sus padres.
Sigues amando a Christopher, y posiblemente jamás dejes de hacerlo, y eso te
irrita. No poder controlarte. Estrella es idéntica a su padre y te lo recuerda,
¿Cierto?
No respondo, solo me pinto los labios rojos.
—¿Entonces por qué haces esto? —mamá insiste.
—No quiero hablar del tema.
—¿Vas a alejar a tu hija de tu lado solo porque se parece a lo único que
no has podido controlar en tu vida?
—Basta —me levanto furiosa y tomo a mi niña en brazos para luego
apartarla de mamá e irme hacia la sala.
El juez ordenó que la presente ante su padre después de semanas y
tengo pánico. Ella ama a su padre, quizá más que a mí, y eso me fastidia. ¿Y
si decide algún día dejarme? Moriría, porque Estrella es lo único bueno que
tengo.
—Lo siento, mi amor —acaricio su carita—. Estoy intentando ser más
fuerte. —huelo su pequeño cabello castaño y la abrazo con fuerza. El mundo
puede juzgarme, pero solo yo sé cuánto la amo. Daría mi vida por ella.
Pasan largos minutos y jugueteo con sus manitos. Despierta en silencio,
gracias a Dios, entonces me sonríe mientras le hablo. Mamá es tan
exagerada… estoy molesta. No ha dejado de meterse en mi vida en este
tiempo, pero debo agradecer que ha aceptado dejar a mi padre por una
temporada para ayudarme con mi puntito rosa.
Ha aceptado dejar a mi padre… —me repito asombrada. Aparece por el
marco de la puerta y se sienta a mi lado.
—Mi pequeña enojona —toca mi pierna— ¿Se te pasó el odio?
—No es odio, mamá. Es que a veces no te aguanto. No cuestiones mis
decisiones. Tú misma estuviste de mi lado.
—Pero cada vez que odio al innombrable, luego me arrepiento. Has
vuelto a apagarte.
—Podré sola.
—¿Tú crees? —ríe—. No es fácil tener un hijo. Me iré algún día y tendrás
que contratar una niñera. No verás a tu hija crecer porque solo vives trabajando.
Le negarás la convivencia con su padre por tu estúpido resentimiento.
—Eres bipolar, enserio.
—No bipolar, cielo… solo me he dado cuenta de muchas cosas.
—¿Ya no quieres a mi padre? —decido molestarla—. Lo dejaste solo con
Kiara.
—No lo quiero, amo a tu padre, pero tú me necesitas.
—¿Lo amas? —ruedo los ojos— Después de todas las que te hizo.
Su silencio muestra incomodidad, entonces no sigo. He crecido viendo
cómo él la hacía menos por no trabajar y quedarse en casa. Me decepcioné
mucho cuando descubrí su engaño, ¿Y ella lo sigue perdonando?
—¿Sabes?... Todo lo que he hecho es por mis hijos, para que tengan un
padre y no sufran su ausencia. —sonríe—. Yo sé que es un discurso barato,
pero sí…
—¿A tal punto de dejarte pisotear?
—Hice mal en no poner límites, pero… nos amamos hija. A nuestra
manera, a nuestro estilo. Yo también he fallado muchas veces.
—Mamá… eres la mujer más santa que conozco. Apuesto a que ni un
buen orgasmo te han dado.
Mamá se sonroja.
—No llegué virgen al matrimonio.
—¿Qué? —abro la boca— Oh… my… god…. —río— ¡Cielos!
—Yo sé que te dije que sí, pero no. Y no fue con tu padre. De hecho tuve
una aventura con alguien antes de casarme. Justo días antes… ¿Y sabes qué?
Tu padre me perdonó.
Estoy en shock
—No eres la Madre Teresa mamá… —le toco el hombro— Estoy tan
orgullosa —bromeo.
—No es broma, Dulce —suspiro—, pero amaba a tu padre. Lo amaba,
pero… tenía la cabeza en otra cosa.
—¿La cabeza o el calzón?
—¡Dulce! —se pone seria—. No bromeo. Me equivoqué, él se equivocó,
pero ambos nos perdonamos. En la vida real las cosas no son tan fáciles.
Cuando tienes hijos hay que pensar en ellos, y cuando se quiere de verdad es
bueno darse un chance —sonríe—, ¿No lo crees?
Me pongo seria.
—Deja ese tema, ya sé por dónde vas. —vuelvo a mirar a mi bebita y en
sus ojos encuentro el reflejo de Christopher.
—No pretendas que el mundo va a ser perfecto y las personas van a serte
fieles todo el tiempo. La gente cambia, mi amor. Las prioridades también, pero
hay que aceptar lo que queremos de verdad e intentar sobrellevar las cosas.
Tú también te has equivocado, ¿O no? Te metiste con ese hombre por dinero
y ahora estás usándolo.
—Christopher jamás dejaría que lo haga, mamá. Ese hombre fue su
padre.
Suspira
—No me gusta que me corten las alas. Quiero crecer, ser millonaria,
cumplir mis sueños. Hay hombres que no lo soportan. No soportan que seas
más que ellos
—¿Y crees que Christopher es de esos? ¿Cuándo te pagó una carrera
universitaria? Si fuera machista jamás lo hubiera hecho.
—Bueno, Sofía —me levanto estresada— ¿Quién es tu hijo, eh? Pareces
su madre. Defiéndeme y ódialo. Punto.
—Vas a verlo hoy
—No. Irás tú. Le dejarás a la niña y contarás una hora con reloj, luego la
traes.
—¿Y si el juez te obliga que Estrella pase con él días?
—Veré qué hago, solo iré al juzgado ahora. Firmaré y me largo. Tú te
quedas con Estrella.
Rueda los ojos
Un par de horas pasa y estoy firmando en el juzgado. La ley americana
me exaspera, pero no tengo de otra que acatar sus órdenes. Me siento en
silencio mientras pasa por mi lado, maldigo su aroma y ni siquiera lo veo. Él
llega con su abogado de siempre y una presencia femenina, por lo que no me
soporto. Lo miro de reojo, ¿Qué clase de idiota es? Me contengo hasta que el
juez empieza a dictar su veredicto.
—La madre tendrá la tenencia de la niña siempre y cuando acepte que
su padre la vea los fines de semana o días coordinados por sus abogados. La
niña no podrá salir del país sin previa autorización del padre. Se cierra la
audiencia.
Abro la boca en señal de indignación y mi abogado me controla.
—Dulce, cálmate —me detiene.
—Este hijo de puta movió sus influencias, no voy a dejar que se salga con
la suya.
—Dulce… cálmate. Aquí no puedes hacer escándalos. Vamos a apelar.
—Necesito irme a Noruega con mi hija ¡Maldito idiota!
Me levanto y veo a esa perra a su lado haciendo que todo en mí explote
por dentro. Respiro, lo maldigo entre dientes, ¿Acaso se consiguió una culo
fácil tan rápido? Tenso mi mandíbula, pero no me importa. Me mira serio y yo
a él, entonces Ricardo —mi abogado— me toma del brazo y salimos de ese
asqueroso lugar.
Miro a mi hija y solo le acaricio la carita para luego irme. No soporto estar
más en este lugar, solo sé que pelearé por ella así tenga que venderme al
mismo diablo.
Ricardo me invita un café y conversamos sobre las posibilidades que aún
tenemos. La apelación es absoluta, pero habrá mucho tiempo de por medio.
Meses, quizá años peleando por su custodia absoluta.
—Él está limpio, Dulce —me mira serio—. No puedes alejar a un padre
de su hija.
—No pretendo alejarlo, pero necesito irme un tiempo.
Sí, lo necesito. Necesito desesperadamente desaparecer para poder
curarme de todo. Necesito soledad para olvidarlo.
—Puedes llegar a un arreglo con él.
—¿Cómo?
—Convéncelo. Dile que solo será por un tiempo. Tenemos mucho que
perder, Dulce. El juez puede ver que no tienes ningún afán de negociar y que
solo te preocupas por tu bienestar, entonces él podría hasta quedarse con la
niña.
—Maldito idiota —me contengo—. Dijo que se iría para siempre y míralo.
—Esa chica es su abogada, ¿Sabías? Investigué un poco, parece que
salen.
Trago saliva, me contengo. Exhalo lentamente mientras mis dedos se
mueven y miro al vacío.
—Es inteligente —Ricardo se aclara la voz—, podría decir que él tiene
una familia sólida si se casa con la chica y tú no.
—No le daré el puto divorcio —contesto rápido golpeando la mesa—. Se
lo pedí, pero ahora no se lo daré.
—Dulce, es complicado.
—Me estresas, juro que me estresas —Me altero y luego me levanto—.
No puedo seguir con esta conversación ahora.
—Espera, Dulce. —Se levanta también, toma mi mano y puedo ver
interés en sus ojos. Oh rayos…
—No, Ricardo. La respuesta es No. No tengo cabeza para nada ahora,
mucho menos para una salida.
Me suelto y salgo furiosa del café, ¿Quién diablos se cree? Intento
respirar, pero juro que estoy molesta. Me irrita todo últimamente y ni yo me
soporto. Presiono mis pies más fuertes contra el suelo y paso por las calles con
mi cara de culo. No me importa si piensan que soy una amargada o quizá
descortés, necesito desquitarme de alguna manera. Ese imbécil no va a
quedarse con mi hija ni a salirse con la suya.
Dos días más, dos putos días y es viernes. Hoy la rata se llevará a Estrella
todo un fin de semana y no lo soporto. No podré evitarlo. No me gusta compartir
lo que amo. No quiero que esa puta sin cuerpo toque a mi bebita. Yo la parí, no
ella. No quiero que ni siquiera respire el mismo aire. Me friega.
—Señorita Dulce, la esperan fuera. —Entra mi secretaria.
—¿Quién mierda te dijo que entres sin tocar? —me exalto.
—Lo siento, pensé que…
—Piensa más, usa tu cerebro que por algo lo tienes, ¿Quién demonios
es?
—Es un chofer enviado por el Sr. Belmond.
Ruedo los ojos, lo olvidé. El puto anciano quiere hacer un trato conmigo
y asociarme a su cadena de hoteles a las afueras de NYC, cerca de New
Yersey. Accedo aturdida porque necesito trabajar. Tomo el taxi y voy rumbo a
las afueras mirando mi celular, ansiando un plan para todo. Entre los
documentos que tengo hay un amparo que indica que mi hija está enferma, por
lo que su padre no podrá verla. Papeles en blanco y algunos asuntos legales
que me imprimió Ricardo. Debo reconocer que es muy inteligente, un abogado
sucio que haría cualquier cosa por sus clientes. No en vano es parte de Hilton
Company, pero es muy feo para mí.
Una llamada entra en mi móvil, es un número desconocido, entonces
cuelgo, exhalo mientras intento abrir la ventana, pero no puedo, ¿Qué
demonios pasa?
—Quiero abrir la ventana. —le digo al chofer—Sr… Please, open the
window —se lo digo en inglés y nada.
—Usted tener llamada —por fin responde y automáticamente escucho
una voz proyectada en el auto.
—Hola, cuñadita. —Su voz… maldita sea.
—¿Dorian?
—Tendremos un paseíto —ríe—. Acompañarás a mi chofer a New Yersey
y firmarás lo que te pida.
—Jamás te daré la herencia de tu padre, maldito loco ¡Ahora mismo me
bajo! ¡Vete a la mierda! —Intento abrir la puerta y no se puede.
Ríe
—¿Así que intentas desafiarme, perra? No en vano aguanté los maltratos
de mi padre, esa herencia es mía.
—Cierra la boca, idiota. La policía te busca, ¿No lo recuerdas? ¡Para ya
esto!
—Atente a las consecuencias.
El auto va más rápido y me altero.
Joder, joder.
Maldita sea.
Trago saliva nuevamente e intento controlarme, este loco es capaz de
darme un tiro. Pateo la puerta, hago escándalo y no se abre. Intento llamar pero
mi celular no funciona, se apaga. ¡Maldita sea! Mis manos tiemblan, no va a
salirse con la suya, entonces todo pasa muy rápido.
Un auto, balas.
Me agacho y vuelve a mí el pánico de antes. No puedo controlar mi
respiración por más que quiero. Van a matarme, dirán que fue en una balacera,
lo tienen todo planeado. El auto se para y salgo disparada por la ventana
delantera. El chofer toma mis piernas, pero le doy un fuerte golpe en la nariz.
Corro, maldita sea.
No hay dónde pero corro.
Solo veo pasto y tierra, entonces luego escucho balas. Grito, me tiro al
suelo. No debería pensarlo pero he arruinado mi vestido. Joder, maldita sea.
No respiro, tengo ataque de pánico y se escuchan más balas. No quiero voltear
ni mirar, pero siento unos pasos fuertes y grito.
Me levanto, le tiro una piedra y corro, pero me toma de la cintura. Joder,
me tiene consigo y luego siento que me tapan la boca. Presionan fuerte contra
mí y desvanezco… no soy dueña de mis acciones, todo se be borrorso.
No hay nada.
Mi cabeza explota por el dolor, pero me contengo. No abro los ojos porque
me duele, entonces vienen a mí los recuerdos.
Balas, Dorian, un forcejeo.
Maldita sea, me tienen.
Jadeo astutamente y sigo fingiendo que duermo, ¿Qué haré ahora? ¿A
dónde estoy yendo? El auto empieza a moverse y mi cuerpo salta. Entre abro
los ojos y no puedo ver nada hasta que nos detenemos.
¿Qué carajos pasa? ¿Enserio cree que voy a cederle mi dinero?
Muerdo mi lengua, la adrenalina aumenta. Un hombre abre la puerta de
atrás y lo ataco. Me tiro en su encima arañándole los brazos hasta que caemos
al pasto de nuevo. Yo encima, él… solo en silencio.
Me detengo aturdida cuando siento su olor en mi pecho. No… no hay
forma. Descubro sus lentes y encuentro su rostro ensangrentado y lleno de
tierra. Joder, mierda. La puta mierda. Me separo de él al instante logrando
pararme en medio de tambaleos.
Christopher, el maldito innombrable.
—Eso me dolió —se queja. Puedo ver sus brazos rasguñados.
—¿Qué… demonios haces aquí? —digo indignada, ¿Acaso planeó todo
esto?
—Te llamé para avisarte los planes de Dorian. Iban a matarte, deberías
agradecérmelo.
—¿Agradecerte? Ja… —me burlo—. Mejor para ti si me matan, te quedas
con MI hija.
—No te quitaría a MI hija —me remeda— así te odie.
—¿Ahora me odias? —río—. Haces bien, idiota. Aléjate, tienes una orden
judicial.
—Necesitas irte de aquí, Dulce —suspira—. Dorian no se quedará en paz.
—Estrella… —digo preocupada— ¿Dónde está Estrella si tú no estás con
ella? —me altero— ¡Necesito sacar a mi hija de esto!
—Tu madre se la llevó —suspiro—, dijo que solo tú sabes a dónde.
—¿Y el permiso? —se queda en silencio.
—Se lo firmé hace un rato hasta que… soluciones el tema legal con
Dorian.
Exhalo con fuerza y siento que una nube negra se me viene encima. El
imbécil me presta su móvil y luego llamo a mamá. Es cierto, está en el
aereopuerto con Estrella y no van a Noruega, sino a otro lugar. Un lugar que
planee en caso hubieran imprevistos. Un lugar que Christopher no conoce y
jamás sabrá.
—Mamá… —me tenso—. Solo cuidala.
Cuelgo, le doy su maldito teléfono y luego camino furiosa en medio de la
nada. Intenté alejarme de toda la mierda, pensé que cuando Brando y Santino
murieran todo habría acabado, pero no… tenía que venir el maldito maricón de
Dorian. Maldita lacra que quiere quedarse con lo mío.
Estamos en juicio y juré que no se iba a quedar con mi trabajo, porque si
el Hilton es lo que es ahora es gracias a mí. Él no merece nada y Brando lo
sabía. Me da rabia seguir con todo esto… y peor aún con todos los problemas
que tengo.
—¿A dónde vas? —me detiene, toca mi brazo y sus manos son
electricidad viva.
—Qué te importa. —me suelto.
—Dulce, tuve que encargarme del chofer de mierda. Nos están buscando.
—¿Y por eso me duermes? —sigo caminando con mis tacones
hundiéndose en el pasto.
—No tenía otra opción. Eras capaz de no aceptar venir conmigo. Si nos
demorábamos discutiendo llegarían sus secuaces.
—Ajá. —digo ignorándolo.
—No hay nada aquí. Tienes que salir del país por otro lado.
—¿Contigo? —elevo una ceja—¿Realmente crees que me iré contigo?
Suspira
—¡Te puse un maldito juicio para que no te acercaras a mí! —grito—
¡Estamos con problemas judiciales por tu estúpido afán de quedarte con mi hija!
Y me salvaste de nuevo, ¿Qué quieres? ¿Qué te agradezca?
—No, Dulce —suspira—. Solo respondí a lo que tú haces, pero mi
intención no es… pelear.
—¿Ah no? Muy machito para contestar mis cartas notariales y contratar
a abogados corruptos.
—Por favor, ese Ricardo es más corrupto.
—Vaya… ¿Qué más sabes de mi vida? ¿Has vuelto a espiarme?
Rueda los ojos.
—Cuido de mi hija, no de ti.
—Um, pues bien. Gracias entonces.
Sigo caminando y pronto me caigo, entonces me levanta con un solo
brazo. Peleo con su cuerpo, pero sin decir más me alza en su hombro. No
habla, solo camina. Grito hasta romper mi garganta, pataleo hasta que las
piernas se cansen, pero no funciona. Se detiene en un pequeño Motel y pide
dos habitaciones. Me da la llave y entro.
¿Qué carajos pretende?
—Anularé el permiso de salida cuando mi hija haya llegado a su destino.
—me amenaza.
No lo entiendo, simplemente no lo entiendo.
El lugar es andrajoso, pero cómodo. Hay una cama decente y está limpio,
pero no es de lujo. Camino tensa por la habitación y pronto se hace de noche.
Me baño, tomo la bata que nos dan y luego me siento mirando a la ventana.
Jodido viernes.
Hay estrellas en el cielo.
Son siete y solo recuerdo a mi bebita. Es tan chiquita y tiene que vivir todo
esto…
Escucho la voz de Chistopher en el cuarto contínuo. Las paredes son
frágiles y mi cruriosidad aumenta cuando habla con su nueva perra de mercado.
Mi rabia sale a flote, es tan hipócrita…
—Necesito saber a dónde fueron, Emilia. Averígualo. Di el permiso, pero
quiero revocarlo. No dejaré que Dulce salga del país hasta entonces. Sí, estoy
bien… gracias.
¡Hijo de las mil putas!
Me ajusto la bata y salgo con el cabello mojado. Toco su puerta, sigue
hablando con esa perra cuando me abre. Lo miro con furia y se sorprende.
—Te llamo luego, Emi… —dice tenso—. Si, enserio estoy bien.
Le quito el maldito celular
—Déjalo en paz, porquería. —cuelgo y tiro su puto celular al suelo para
luego pisarlo. Estoy tan enojada por todo… que no volverá a lastimarme.
—¿Terminaste?
—Así que quieres revocar el permiso, ¿Qué ganas eh, idiota? ¿Hacerme
sufrir? ¿Piensas realmente que tu puto cerebrito puede conmigo?
Se enoja.
—Era mi único móvil sin gps
—Pues qué pena. No podrás revocar nada. —me pavoneo.
—Estás jugando con fuego. —saca otro móvil y sonríe, entonces se lo
quito y vuelve a empujarme. Juego con sus manos y lo aplasto como puedo,
pero es demasiado tarde. Me tiene consigo y luego arrincona su peso contra la
pared.
Joder, mierda.
No…
—Estoy tan cansado, cielo… —su voz cambia—. No me importa el
celular, solo que estés bien y conmigo.
Sus palabras me deshacen, pero me contengo.
—Acabemos con todo esto. —pega su nariz a la mía.
—Pendejo de mierda —intento zafarme— por qué no le dices a tu amante
que te acompañe.
—¿Mi amante?
—Tu perra de mercado.
—No es mi amante, es solo una amiga.
—Te follas a tus amigas, entonces —lo acuso.
—¿Celosa? —sonríe.
—Me follo a Ricardo —miento
—No me provoques —se tensa.
—No me provoques tú a mí. Quítate.
—¿Enserio quieres que lo haga? —sonríe y no digo más, solo contengo
el aire. Mis pezones se erizan, mi estómago se contrae. Maldita sea su aliento
a rosas.
—No estoy jugando.
—¿Quieres que revoque el permiso? —insiste— Entonces no me hagas
enojar y vuelve conmigo
—¡Maldito manipulador! —grito— ¡Sabía que buscabas eso!
—Sé que he cometido errores, pero tú también lo has hecho. No tenía
otra opción, amor. Mi cabeza estaba llena de tonterías y no podía dormir en
paz. Necesitaba ajustar cuentas con Brando, Santino y toda su mierda. Me diste
a elegir y las elegí a ustedes, viví tres meses en un infierno interno pero en el
cielo a su lado a la vez. Por favor, bonita —toca mi mentón—No nos hagamos
esto. Sé que me quieres, yo te amo… te amo corazón. No tengo nada con
Emilia, lo juro —pega su frente a la mía— Y sé que no tienes nada con Ricardo.
Barrería el suelo por ti, lo juro. Haré lo que quieras, pero no me alejes de tu
lado… porque nunca me iré.
Se acerca a mis labios y siento alerta y terror por todos lados.
Me besa y todo en mí se eriza. Me pregunto si es porque no he tenido
sexo en meses o porque aún me cuesta tenerlo cerca. Levanta un dedo y lo
pasa por mi rostro bajando hacia mi pecho y luego mi ombligo.
Joder, no puedo dejar de besarlo.
Entierro mi boca en la suya y todo el deseo aflora en segundos. Me abre
la bata deseperado dejándola caer hasta mis piernas. Se separa de mí para
observarme y yo solo quiero cogérmelo. Regreso a su boca y desabotono su
camisa casi salvajemente hasta que me lleva a la cama.
Me tira y muerdo mi labio al verlo deshacerse lentamente de su ropa.
Me prende, joder. Me prende.
Deja caer su pantalón y luego su bóxer. Santa mierda…. Es todo lo que
quiero dentro de mí. Su erección es agradable ante mis ojos y luego se me tira
encima. Me besa como si no hubiera mañana y lo beso como si no existiera
nadie más en el mundo. Su lengua recorre mi boca haciéndome vibrar para
luego sentir que ardo cuando toca con un dedo mi clítoris.
Empuja, aprieta y luego da vueltas con sus yemas. Jadeo, vuelve a
besarme. Gimo fuerte y ahora besa el lóbulo de mi oreja. Susurra palabras
estúpidas, quizá cursis, pero no importa.
—Lo siento… —besa mi piel, luego mis labios hasta hartarse mientras yo
bajo mis manos tocando su pecho, llegando poco a poco hasta su miembro.
Toco toda su extención hasta cansarme y luego nuestros ojos se quedan en el
vacío, un espacio perdido donde solo existimos él y yo.
Sonríe, está ansioso, pero sonríe y solo veo recuerdos en sus marrones
claros. Trago saliva cuando empuja un dedo en mí y cierro los ojos cuando baja
con besos por mi cuello haciéndome pequeñas marcas con sus labios.
—Joder… —digo, pero no hace caso.
Ahora posa su boca en uno de mis pezones y lo muerde lentamente con
sus dientes. Me arqueo, no lo soporto, abro mis piernas hacia él para que acabe
rápido, pero se sacia de mí una vez más. Chupa fuerte succionando y luego
lame los pequeños ratros de leche que tengo. Me parece asqueroso, pero a la
vez me excita. Ahora va con el otro mientras su dedo sigue moviéndose dentro
de mí.
Mierda
Suelta su dedo y me sostiene la cadera para hundir sus labios en mi
ombligo, entrepierna y pronto en mi centro. Su lengua explora mi ser como me
gusta que lo haga. Me tortura lenta y placenteramente mientras voy
construyéndome. Me hago hacia atrás pero no me suelta. Con su lengua
presiona mi clítoris más veces y pido auxilio internamente.
Grito
Joder
Voy a llegar
Y lo hago.
Mi cara está roja y siento que me engarroto, pero vuelve a hacerlo. Me
toca como solo él sabe hacerlo, en aquellos lugares que nunca otro hombre ha
podido llegar. Muerde mis labios fuerte hasta que vuelve a contruirme. Dios…
esto es tan bueno. Toma su miembro e introduce solo un poco en mí para luego
mirarme.
—No me dejarás.
Maldito perro. Intenta confundirme pero tampoco aguanta así que empuja
fuerte en mí. Oh… mierda. Empieza a moverse como loco y me agarro de
donde puedo. Elevo mis piernas enrollándolas en su cadera, jadeando,
respirando de a pocos, ahogándome en su aroma. Huele tan bien cuando
tenemos sexo…
Lo beso como puta en celo y meto mi lengua en su boca. Sabe tan bien…
que no me doy abasto. Clavo mis uñas en su espalda y luego bajo acariciándolo
hasta su trasero. Ahí lo empujo más hacia mí y jala una almohada.
—No seré bueno
—No quiero que lo seas —digo sin pensar y se vuelve una metralleta.
Choca contra mí y solo escucho ese conocido sonido de la cama, nuestros
corazones ansiosos latiendo el uno contra el otro, su piel quemando encima de
la mía. Se hunde mí fuerte y luego sale. Lo siento tan duro… y a la vez frágil.
Junto mis caderas como puedo y se resbala perfectamente en mi interior, pero
luego me voltea. Yo mando. Salto en su encima como desquiciada manejando
mis tiempos, mi pulso, la profundida de todo. Me resbalo hacia delante y luego
atrás mientras le doy un espectáculo con mis senos.
No va a olvidarme jamás, lo juro.
Entonces me sorprende sentándose y abrazándome para luego besarme
con ternura. Nos movemos como ninfómanos y sigue haciéndolo. Me apesta
que lo haga, pero estoy acostumbrada. Toma mi cadera y me hace rebotar
sobre él para luego volver a tomarme. Me acuesta, alza una de mis piernas y
se hunde deliciosamente de costado. Cierro los ojos porque es tan bueno que
duele… pero se vuelve también violento. Ambos sabemos que no queremos
que esto termine, pero estamos tan extasiados que a la vez queremos la
liberación eterna. Sus movimientos me gustan, peor cuando muerde con su
boca mi hombro derecho para gritar. Su aliento baila en mi espalda y solo me
agarro del colchón mientras sigue hundiéndose fuerte, duro, eterno.
Jadeo su nombre inevitablemente cuando estamos a punto de estallar y
solo grito cuando sucede. Ha sido bueno, muy bueno. Mi pierna cae rendida y
él solo me abraza por la espalda, besa mi nuca, mi piel, mis brazos.
Cielos….
Me cuesta respirar de nuevo, pero me controlo. Inspiro y descubro que mi
corazón late muy fuerte así como el suyo.
—Mi amor… —murmura en mi oreja, aún no se sale de mí y estoy tan
quieta…
Pasa sus manos por mi vientre y lo acaricia para luego subir hasta mis
senos. Ahí juguetea con mis pezones haciendo que esto sea insaciable.
Volvemos al ruedo.
No sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que es de noche y las putas
estrellas siguen en el cielo. El silencio que desprende este lugar es
sorprendente, sobretodo porque estamos en medio de la nada. Bostezo
cansada con las sábanas enrolladas en mi cuerpo, él me mira sigilosamente
cansado pero con una sonrisa de oreja a oreja.
—Fue muy bueno.
—Sí. —solo digo. Miro sus ojos y me veo en ellos, ¿Qué demonios estoy
haciendo?
—¿Me darás una oportunidad? —Con dos dedos acaricia mi rostro.
—¿Quieres una respuesta ahora? —susurro con la voz ronca.
—Esperaría toda la vida mientras no me alejes de tu lado. —exhala lento.
—Tendrás una respuesta, si es lo que quieres.
—Me amas… —sostiene su mirada en mí— y yo a ti, bonita.
—Del amor no se vive, Christopher. —respondo.
—Pero podríamos improvisar algo, intentar soportarnos. No puedo estar
lejos de ti, cielo. Este mes ha sido horrible.
—¿Por eso me pones un juicio? —alzo una ceja y me atrevo a tomar su
barbilla.
—Quédate ahí… eterna, cielo. —Besa mis dedos.
—Retirarás la demanda, ¿Cierto? —Mi voz cambia, ahora es más dulce.
Me mira cauteloso, joder… no es tonto, pero luego sonríe.
—¿Eso quieres?
—Sí y que no revoques el permiso de salida.
—Estás embaucándome —ríe—. Te conozco.
—¿Yo? —me hago la mustia— Jamás.
Toma mi mano y la lleva a su pecho.
—Si eso quieres voy a hacerlo porque confío en ti, cielo. Tus besos me lo
demuestran.
Sonrío
—Entonces todo estará bien desde ahora.
—Iremos por nuestra bebé, meteremos en la cárcel a Dorian y luego
construiremos una vida juntos, ¿Cierto?
—Sí. —sonrío a medias.
—Solo dime que nunca vas a dejarme, que no te irás… no podría vivir sin
ti, bonita.
Me inmuto ante sus palabras sintiendo escalofríos y trago saliva al
recordar a esa niña temblando en sus brazos, rogando porque no se fuera.
—Sé lo que se siente, Christopher.
—Mi amarga favorita… —Besa mi frente y me enrolla en sus brazos—.
Sentí tantos celos viéndote con ese tipo, ¿Sabías que tiene 2 divorcios? Es un
desgraciado, tiene una acusación seria
—No me interesa, Christopher —me detengo—. Es tarde
—Mañana mismo compraré los boletos de avión y nos iremos en
búsqueda de nuestra niña, ¿Está bien?
—Si.
—Me parece un sueño tenerte aquí conmigo… —enreda sus dedos en
los míos y hacemos silencio, solo silencio.
Suspiro mil veces intentando controlarme, entonces siento que su
cansacio empieza a hacerse notar junto al mío. Quiero dormir… solo dormir…
pero no puedo. Me abraza fuerte y no me suelta. Eso… me hace sentir fuerte y
a la vez débil. Mi corazón no deja de bombear, ¿Qué mierda estoy haciendo?
¿Voy a perdonarlo?
Jadeo. Me siento relajada y extasiada con todo lo sucedido.
—Duerme… —susurro despacio y sus ojos ceden ante los míos
—Quiero verte toda la noche, bonita.
Lo miro, solo lo miro y pronto cierra los ojos pero sé que aún está
despierto. Lo conozco más que a mis pensamientos y una estúpida necesidad
aflora en mis labios, así que me acerco… y lo beso suave.
—Mañana iremos juntos… a donde tú me lleves, cielo. —murmura.
—¿Y si miento?
Mi voz es un eco…
—Confío en ti, cielo.
Exhala lentamente y me mantengo en su pecho, escuchando su respirar
y los latidos de su corazón agitado. Me quedo muda y la luz es ténue como
aquel día de cabaña, como aquel recuerdo.
Trago saliva y pasan largos minutos, quizá una hora.
En mis pensamientos hay más que deseos, vuelve la razón. Me despliego
lentamente y con cuidado hasta lograr deshacerme de su abrazo. La luz de la
luna ilumuna su rostro y pronto me veo desnuda en el pequeño espejo de la
habitación
¿Es lo que quiero?
Mantengo mi mirada en el reflejo, es un nuevo comienzo.
Está aquí, por mí. Las palabras de mamá rebotan en mi cabeza “Quien
ama, puede perdonar. El amor no es un blanco o negro, hay que saber pintar
gris de vez en cuando. Tú lo construyes, hija. Nadie más”.
Nadie más…
Trago saliva por un momento y luego encuentro mi labial rojo en mi
abrigo. Vuelvo a pintarme los labios y poco a poco me visto.
—Cielo… —vuelve a susurrar mi nombre entre sus labios, entonces un
nudo en la garganta vuelve a atormentarme.
¿Qué estoy haciendo?
Una vida con él sería maravillosa, pero a la vez un tormento. Imagino las
mañanas de sol y playa, a mi hija sentada en sus piernas, las noches de eterna
intimidad, pero luego los problemas… porque él es un problema.
Descubro un mechón de mi cabello entre mis ojos y puedo ver una línea
de arrepentimiento en mis ojos cargados por lágrimas, ¿Qué demonios estoy
haciendo? Paso mi dedo por mis labios y pronto veo sus marcas. Huelo a él
todavía, tengo su aliento plagado por mi cuerpo y es una agonía.
No puedo.
No puedo.
Una sombra se instala en mi rostro y luego paso del sentimiento a la razón
de nuevo. Solo… complicaría las cosas. Volvería a ser esa chica de vestido
azul con el tiempo, no podría dominarme…. ¿Y el dinero? —trago saliva y no
respondo, solo siento cómo pesa el haberme acostado con él, cómo duele el
tenerlo tan cerca, cómo me marca la vida cada vez que me dice mi amor.
Y el silencio lo dice todo, así que tomo el papel de la mesa de noche y
empiezo a escribir una nota. Sin querer repito la misma historia. Una noche
oscura en una cabaña en medio de la nada. 7 estrellas en el cielo alumbrando,
una cama después de haber hecho el amor.
Le supliqué que no se fuera, tal y como lo hizo ahora conmigo. Lloré en
silencio en sus brazos hasta que el sueño me venció.
Termino la nota y en la espalda escribo mis últimas palabras.
Suspiro, solo suspiro.
Tomo mi abrigo y a lo lejos me miro en el espejo.
No soy una mujer cualquiera, soy la puta perra sin sentimientos y es la
decisión más sabia que he tomado. Contengo el aliento y lo miro una vez más.
He conseguido el permiso, mi hija está en un lugar que solo yo sé y jamás podrá
encontrarnos. Lo hiciste de nuevo, Dulce.
Embaucarlo.
Mantengo mis ojos bien puestos en su rostro y me acerco sigilosamente
hasta su cuerpo para tocarlo una vez más. Paso mi mano por sus labios desde
el aire y a milímetros de su piel de nuevo.
—Adiós, mi amor. —Suelto el llanto en silencio y cuando vuelvo a
levantarme seco mis lágrimas con fuerza.
Mis pasos son firmes y certeros. Es lo mejor. Va a odiarme y es lo que
quiero.
Le quité las llaves del auto y me dirijo al aereopuerto. Un trago amargo
aparece en mis labios, pero luego me enfoco en el camino. En mi mente de
pronto aparecen las letras que escribí en aquella nota y solo suspiro.
“Una noche de diciembre. Fría, oscura, con estrellas alumbrando el cielo.
Una niña se aferró a tus brazos después de haber hecho el amor y te rogó
que nunca la dejaras sola. La escuchaste, limpiaste sus lágrimas y ella confió
en tus palabras.
Esa niña durmió en tus brazos sintiendo que no ibas a defraudarla, pero
al despertar… no te encontró y su alma se quebró al instante.
Te buscó hasta debajo de las piedras, pensando que había tenido la culpa
de todo. Renegó un vientre seco, hasta rezó a un Dios que no creía solo para
que volvieras, pero los días se hicieron meses… y luego años… dejándola rota.
La niña intentaba respirar sin pulmones, correr sin piernas, ver la vida sin
ojos… porque eso fuiste para ella… una necesidad, casi casi parte de su
cuerpo. Lloró como nunca antes lo había hecho. Se cortó las venas, vomitó mil
veces y hasta intentó ahogarse con su propio llanto… hasta que el tiempo
ayudó a calmar su dolor, pero jamás sanó sus heridas… ni recuerdos.
Una chica buena conoce sus límites, una mujer inteligente no tiene
ninguno.
¿Qué se siente?
Me pediste una respuesta y ahí la tienes.
No soy mujer de segundas oportunidades, Christopher. Aunque quieras
pintar un tal vez en la mañana, siempre seré y volveré a ser…
La playa sin duda será uno de mis lugares favoritos, sobretodo en Hawaii.
Mamá me regaló un vestido azul porque no tuve tiempo de comprar nada,
entonces me lo pongo. A mi niña parece gustarle mucho el sol y mar, sin
embargo no quiero exponerla demasiado.
Son las 6 de la tarde y el sunset es maravilloso, pero hace mucho viento.
—Es hora de la siesta —beso su frentecita mientras está concentrada en
el nuevo juguete que le regaló su abuela.
—¿Nos vamos, hija?
—No. Necesito estar sola, al menos un momento.
Mamá me sonríe y luego se lleva al pequeño puntito rosa para dejarme
sola con mis recuerdos.
7 horas…
Camino suspirando hasta llegar a una pequeña casita de paja adornada
con focos amarillos que iluminan el atardecer rumbo a la noche. La música
hawaiana no es de mi agrado, sin embargo agradezco su compañía. La isla es
solitaria, tal y como planeé desde hace mucho tiempo, pero es amena e ideal
para los niños.
Mientras mi vestilo vuela por efecto del aire solo pienso en las batallas
que tuve que enfrentar, en el aquí y ahora, entonces cierro mis ojos y no me
arrepiento de nada. Arrepentirme sería como retroceder y solo deseo sumar
cosas buenas a mi vida.
7 horas…
Elevo un respiro hondo fuerte sin dejar de cerrar mis ojos, hasta que
siento los pasos de la mesera y me enfado
—¡Dije que no quería a nadie! —alzo la voz y tenso mi mandíbula. Mi
buen humor no me dura mucho, por lo que solo volteo y abro mis ojos.
—7 horas… —sonríe débil y solo alzo la mirada sonriendo— Justo a
tiempo.
Trago saliva y de pronto la canción cambia.
SummerTime…
—Patético como siempre —cruzo mis brazos.
—¿Bailas? —Sonríe y muerdo mis labios para luego mecerme en sus
brazos.
—De lejitos… —impongo.
—Está bien. —Sus ojos lucen hinchados—¿Sabes cuánto lloré? —admite
sincero—. Hasta que le di vuelta a la nota.
—Tuviste 7 horas…
Sonríe
—Tal vez mañana en un lugar donde la arena quema y el sol calienta más
de costumbre. —repite lentamente.
—Tal vez mañana encontrarás pedazos de mí en un rompecabezas. —
Continúo.
—Tal vez mañana una oportunidad sea solo un…
—Corazón de hielo.
FIN
Epílogo
Dulce

No hay nada más delicioso en el mundo que estar bien contigo misma.
Mis tacones resuenan por el Four Seasons Hotel mientras no despego la
vista de largo. Ser cándida no es lo mío, por lo que no me interesa poner mi
cara de mierda mientras paso delante de los empleados. Me respetan por cómo
soy y me ha funcionado aunque a algunos les moleste. Mi misión en este hotel
está casi lista, dejaré el trabajo en unos días para volver a uno de mis proyectos
iniciales y no dejaré mi foco. No por ahora.
—¿Alguien tiene algo que decir? —Suspiro y nadie habla, entonces
asiento complacida. Son muy eficientes ahora. No por nada este hotel se ha
convertido en un imperio.
—¿Tienes un segundo, Dulce? —Asoma mi nueva presa por el marco de
la puerta y sonrío hasta que caminamos juntos por los pasillos hasta llegar al
Lobby.
—¿Si? —Ladeo mi cabello, nunca falla.
—¿Estás segura que quieres hacer esto? —suplica—. No me gustaría
perderte.
—Tengo que buscar nuevos horizontes, Héctor. —Insisto y me veo
reflejada en sus ojos.
¿Vanidosa? Mucho y lo acepto.
Me siento bien cuando domino mis terrenos, sobretodo en el ámbito
laboral. Han pasado casi 2 años desde que llegué a Hawaii y todo ha sido
maravilloso. Conseguí un excelente trabajo en el Hotel más cotizado de la zona,
gano lo que quiero y encima estoy cerca del mar. Mi vida ha sido normal y es
lo que más me importa. Mi hija ha crecido mucho y está bien, no puedo pedir
más por ahora.
—Aquí los tienes… —Suspira, traga saliva y me enrieda la mirada en sus
ojos.
—No y lo sabes. —sonrío.
Hace una pausa, resopla, ríe.
—¿Sabes? No puedo sostenerte la mirada, eres… preciosa.
—Lo sé. —respondo.
—¿Lo sabes? —encarca una ceja. Es otro idiota que se sorprende por mi
actitud.
Asiento.
—Usualmente las mujeres no lo aceptamos, pero soy diferente. Me sé
hermosa. Me siento hermosa y sé lo que valgo, ¿Qué hay de malo en eso? Esa
mierda de la sencillez no va conmigo. Ya sabes cómo pienso.
Sonríe.
—Por supuesto. Y es por eso que deseo que te quedes con nosotros.
Mira, hablé con los directores americanos y estamos dispuestos a duplicarte
los ingresos.
—Ya lo hemos hablado, Hector .Tengo nuevos proyectos. Ensueña es
uno de ellos.
—¿Tu cadena de hoteles en Hawaii? ¿Nos harás la competencia? —
Bufa.
—Es simplemente otro formato. Invertí mucho dinero en ello, no me
puedo fallar a mí misma y es una decisión que he tomado hace mucho tiempo.
No soy conformista. No podría ser la trabajadora de otros toda mi vida, ¿Me
dejo a entender?
—Te admiro. —Toma mi mano y la besa. Asco, cursi, tonto, pero solo le
sonrío fingiendo como zorra enjaulada.
—Busco mis intereses. —añado.
—Eres una mujer inteligente. —Toca mi brazo. Alerta.
—Lo soy… —suspiro sin quitarle la vista—, y como lo soy te digo que soy
exigente también.
—¿Entonces qué necesito para calificar? —Se acerca a mí.
—Una… pequeña inversión. —río y sé que me entiende. Quiero ir con
todo, pero para ello necesito un inversionista en ensueña. Alguien que soporte
posibles retrasos con dinero. Cruzo mis brazos satisfecha, he logrado domar a
este hombre por mucho tiempo y… no está nada mal.
—Me vuelves loco —ríe conmigo.
—Lo sé. —Levanto los hombros.
—¿Te espero esta noche en la cena de gala? Hablaremos sobre
negocios.—Aclara la garganta, sus ojos se encienden. Noche, gala… sexo. Es
tan predecible y patético que seguro me propondrá tomar una copa de vino en
su departamento.
—Por supuesto —miro el reloj—.Debo irme, es el cumpleaños de mi hija.
—Dale mis saludos.
No le contesto, solo lo ignoro. Nunca falla… dejar picado a un hombre
que le interesas hace que se esfuerce aún más por llamar tu atención. Es
simple y sencillo, quizá si todas las mujeres lo hiciéramos al menos una vez en
la vida descubriríamos que hay una loba poderosa dentro.
Camino moviendo mis caderas, mirando mi celular, pasando mi mano
suavemente por mi falda. Mi humor no es el mejor ahora, pero he fingido bien.
Subo al auto y el chofer me lleva a lo que probablemente me estresará todo el
día.
Niños.
No los soporto, solo a mi hija.
Mamá llama a mi móvil pero decido no contestar. Sus sermones sobre la
maternidad, divorcio y pecado me tienen sin cuidado. Soy una mujer hecha y
derecha y, aunque sea mi madre y la quiera, no pienso aguantar más de sus
líos.Al llegar a casa veo todo un movimiento fuera. Hombres, mujeres,
ayudantes… todos colaborando para lo que será la fiesta hawaiana de mi hija.
Se quedan quietos al verme pasar, entonces solo los miro.
—¿Todo bien? —Pregunto con determinación, en realidad me gusta lo
que veo.
—Sí, señora. —responde uno de ellos y me adentro en casa.
Un grito y llanto hacen que me altere más, pero no me alarmo. Subo a mi
habitación y dejo mis cosas para luego entrar a la recámara de mi pequeña.
Estrella llora desconsolada luchando con Margarita, su nana. Otra vez no
quiere ponerse protector solar y me estresa.
—Pónselo. —Ordeno y Margarita lo hace en contra de su voluntad.
Estrella me mira y corre hacia mí llorando.
—Ño…
—Sí. —Me siento en su cama y decido ayudar. Cuando toco su carita solo
se queja. Dios… la amo pero necesito mucha paciencia—. Ya estás lista, cielo.
Ya pasó.
Limpio sus lágrimas y salta apenas escucha el timbre. Mira hacia la
ventana y puedo ver su carita decepcionada al ver que son sus amigos, quizá
porque en el fondo espera a… el idiota.
No voy a mencionar su nombre, no ahora.
Sonrío y la llevo de la mano hacia la entrada. Odio profundamente a las
madres de esos niños, pero finjo de nuevo como siempre. Las invito a pasar y
lo primero que hacen es mirar la mesa. Patéticas.
Los niños empiezan a correr, todos vestidos de hawaianos, junto a
Estrella. Doy gracias al cielo porque es todavía una niña… y se le pasa rápido
todo. Grita, ríe alto y corre por la arena como toda una princesa. No puedo dejar
de mirarla… es hermosa. Su cabello es claro y tiene pequeñas ondas. Sus
ojitos grises verdosos me hacen ver el mar. Su pequeña piel me estremece
cuando me abraza… y odio los abrazos.
—Señora, tiene una llamada… —Margarita se intimida.
—Dame el teléfono —Estiro mi mano y corto. No necesito ver quién es—
. No quiero llamadas, tira ese maldito teléfono al mar. —Ordeno y ella solo se
va.

Jadeo contenida y vuelvo a mirar a mi hija con lentes de sol en mis ojos.
No puedo pedir más porque la tengo conmigo, aunque a veces no pase mucho
tiempo con ella. Estrella es lo más lindo que me regaló el cielo, mi pequeño
puntito rosa hecha milagro. Me volvería loca si no está y defenderé su
compañía con uñas y dientes así tenga que morir en el intento.
—¡Duce! ¡Duce! —corre gritando hacia mí y ruedo los ojos.
—¿Si, niña? —respondo. Me dice “Duce” cuando quiere y “mamá” cuando
le conviene, entonces le dije que le diría niña si sigue haciéndolo.
—Queio helao —sonríe.
—Has estado enferma, Estrella. No.
—Queio… —se enoja y luego llora. Por Dios…
—Escúchame bien —sostengo su cara—. Las niñas bonitas jamás lloran.
Sabes que no conseguirás nada así —Limpio sus lágrimas—.Pórtate bien y te
daré helado caliente más tarde, ¿De acuerdo?
Asiente y sonríe.
—¿Por qué no partimos el pastel ya? —Insisto, no soporto a esos niños.
—Papi… —Sonríe y esa palabra me estremece. Me quedo quieta.
—No vendrá —soy directa.
—¡Papi! —estira el bracito señalando la puerta y grita como loca,
entonces cierro los ojos furiosa. Estrella solo corre hacia él y siento un nudo en
el estómago. Yo la parí, yo soporté el dolor de tenerla, ¿Es justo acaso que
prefiera al idiota?
Me enojo, mucho.
Él solo destruye lo que con esfuerzo construyo.
Mi niña se lanza a sus brazos y estoy estallando en furia. No se
desprende, lo besa como si no hubiera mañana y él a ella.
—Jamás faltaría al cumpleaños de mi princesa.
—Papi… —Pega su cabeza a su pecho y luego se mete el dedo gordo a
la boca.
¡Me pone loca que lo haga! ¡No es una recién nacida!
Rechino los dientes y juro que voy a matarlo. No soporto verlo. No soporto
tenerlo cerca y mucho menos ahora. Le advertí que si venía tendríamos más
problemas y simplemente no le importó nada. Juro que lo intenté, intenté todo…
pero no se puede.
—¿Dónde están tus amiguitos?
Estrella lo lleva con los niños y el hijo de puta juega con todos como si
fuera un gran papá. Me caga que lo haga, me hierve la sangre cada vez que
queda bien con mi hija. Me siento en la poltrona mientras lo examino. Se ha
cortado el pelo, ha ido al gimnasio y encima tiene el puto anillo.
Hijo de puta
Intento distraerme mirando mi celular, pero simplemente me desenfoco.
Control, Dulce, control. No me habla, no le hablo. Pasa un tiempo y le cantamos
feliz cumpleaños a nuestra hija, pero ambos somos un témpano de hielo.
Termina todo y me voy inmediatamente a mi recámara. No lo soporto. Lo
golpearía si es posible ahora mismo.
—Hector, ¿Estás libre? —Insisto con una llamada—. Quizá llegue más
temprano, claro… está bien. Te confirmo que sí tomaremos esa copa de vino
pendiente, por supuesto. Hablaremos de… muchas cosas. Ajá, gracias. —
Sonrío y cuelgo para luego encontrarme con su mirada.
—¿Hablando con tu amante? —enarca una ceja.
—¿Quién mierda te crees? —exploto—. Lárgate de aquí. Nadie te llamó.
Tienes una demanda, ¿Lo sabes, cierto?

—Una demanda estúpida, Dulce. El juez la denegó. —Me enseña el papel


y sigo furiosa—. Realmente creo que has perdido la cabeza, me alejas de mi
hija por las puras.
—Vete de aquí, idiota. —Juro que voy a golpearlo.
—Tengo los fines de semana con Estrella por orden judicial, por lo que
me la llevo ahora.
—No te la vas a llevar —lo empujo— ¡No tienes ningún derecho! —grito.
—Cállate… —toma mis manos y arden—. Vas a asustarla, ¿Eso quieres?
—Solo me friegas la vida, Christopher. Dijiste que no volverías a hablar
conmigo, sin embargo vienes y te metes en mi recámara. —Bufo y me suelto.
—También es mía
—¿Perdón?
—Aún eres mi esposa, ¿Sabes qué puedo hacer si quisiera? Decirle al
juez que tienes un amante. Te quito a mi hija y listo.
—No te atrevas a amenazarme…
—Estoy cansado de todo esto —grita—. Cansado de tus tonterías.
—¿Tonterías? Te dí una oportunidad luego de habértela negado y no lo
aprovechaste.
—Estás loca. —su furia aumenta—. He hecho todo, todo Dulce… ¡Te he
complacido en todo lo que querías!
—Mis reglas fueron claras.
—¿Ser amantes sin una relación formal? ¿Acaso tienes el descaro de
decirlo? ¿Solo sexo y ya?
—Aceptaste.
—Pero tengo mis límites, ¿Crees que es bonito ver cómo coqueteeas con
cualquiera?
—No sabes nada.
—¡Solo lo veo! —grita de nuevo—. Te enojaste porque regresé a México
dos semanas, dos putas semanas. No solo tú trabajas, yo también, pero solo
quieres hacer lo que se da la puta gana… ¿Y yo donde quedo?
—Vete a la mierda y múerete ahí. Lárgate.
—Bien, pero me llevo a mi hija. —me amenaza.
—¡No te atrevas! —lo empujo—. Jamás vas a quitármela, ¿Lo entiendes?
—¿Y quieres que la deje para que le diga papá a tu amante? —se exalta.
—Fuera de mi vida —solo respondo.
—¿Esto es lo que quieres?
Lo miro y solo me quedo en silencio.
—Si es lo que quieres entonces no hay marcha atrás —jadea y mi
corazón está a punto de explotar—Acepto todo de ti, Dulce, todo… menos una
infelidad.
Mi garganta se seca al escuchar sus palabras y solo levanto mi rostro
para verlo una vez más. No habrá marcha atrás.
Chris
Salgo de la habitación tirando un portazo, no me importa.
Levanto mi rostro rojo de coraje pero me quedo pasmado al ver a Estrella
en el pasillo llorando. Sus ojitos… oh, Dios, mi niña. Corro hacia ella y la levanto
entre mis brazos. Escucho su llanto en mi pecho y solo quiero morir.
—Princesa…
—Papi… ño te vayash —me abraza fuerte y tiembla.
—No me iré sin ti. —la consuelo.
—¿Y mami?
—Mami se tiene que quedar. —acaricio su cabello.
—¿Po que? —dice entre lágrimas.

—Porque… tiene que trabajar. —le sonrío, toda mi furia va pasado poco
a poco.
—Queio mami aquí —llora— y a ti tamben.
—Cielo… —La abrazo y siento que me destruyo poco a poco. Mis ojos se
quiebran porque estoy herido, muy herido. Si mi niña fuera mayor quizá
entendería… pero es solo una niña de 2 años que quiere a sus papás juntos.
Juro que lo he intentado, lo he dado todo.
Acepté sus condiciones al principio. Tuvimos noches interminables de
sexo sin compromisos. Fui amable, gentil, hice lo que ella quería… pero me
harté. Verla coquetear me genera ansiedad. Siempre he respetado su
naturaleza, porque sé que es una mujer hermosa, pero no soporto verla así…
como si no tuviera un esposo.
No lo soporto y no le interesa.
Odia que vaya a México, pero no puedo despegarme de ese país.
Después de lo sucedido solo me he la pesado trabajando para ellas… en
todos los sentidos. Nunca terminarás con la maldad, pero puedes controlarla.
Y mi misión es protegerlas ante todo, aunque ella no lo sepa, así sea lo último
que haga.
—No llores más —limpio sus lágrimas.
—Ño te vayash…. —ruega.
—Está bien, me quedaré contigo hoy.
Sonríe y mi alma se ilumina.
—Vamo a jugal.
Ruedo los ojos con ternura y sé que me espera una sesión de maquillaje
para niñas, pero soy un pisado con ella. Toca mi pelo y agradezco que esté
corto. No puede peinarme con sus dedos así que lo hace con su peine morado.
Le sonrío cada vez que me invita el té y finjo tomarlo como si fuera verdadero.
Prende la música es su ipad y solo bailamos juntos.
Bartolito… Baby shark…. Frozen
Puntito rosa dice que soy Elza y le creo, solo admiro su pequeño rostro
iluminado al verme con ella. Mi princesa es lo que más amo en este mundo y
no quiero perderla.
—Papi… —sonríe— ¿Mi legalo?
Oh, cielos…
—Lo había olvidado, aquí está. —Me levanto de la cama y busco un
paquete. Sonríe al verlo porque sabe lo que es.
—Gacias patacito.
La como a besos y luego la baño, cambio y peino. He amado hacerlo
desde que era solo una bebita. La noche cae muy rápido y mi ansiedad
aumenta porque sé que esta noche hay una fiesta en el Four Seasons y que
posiblemente ese idiota la lleve a su departamento.
—Duerme, cielo. —Miro el reloj y son las 8:00pm
—Papi… ño te vayash, po favol.
Sus ojos traen a mí un flashback que no puedo olvidar…Ella pidiéndome
lo mismo. Yo esa noche en la cabaña…
Desperté y no la encontré en la cama, la busqué desesperado hasta que
leí su carta.
Me quedé en shock cuando torné sus últimas palabras y simplemente el
corazón se me partió en mil pedazos. No soporté el dolor, solo lloré como un
niño herido, hasta que voltee el papel y entendí todo.
Ella me había dado lo que jamás le ha dado a nadie en su vida… una
tercera oportunidad y realmente creí que todo iba a solucionarse.Tomé el
primer vuelo desesperado. Sabía que era Hawaii pero jamás supe dónde
estaba. Busqué, Juan por supuesto ayudó, hasta que dí con ella.
Lo demás… es solo historia.
Noches apasionadas, besos en la cama, pero luego el hielo volvía. Quería
abrazarla y no me dejaba… simplemente no era mi bonita. Solo podía ver a
Estrella los fines de semana y no dormía con ellas, pero acepté. Como un tonto
acepté hasta que me dí cuenta que fue peor. Me desesperaba intentando ser
paciente, pero tengo mis límites. Solo eso. Necesitaba a una esposa, a mi
chica, a mi amante, a la madre de mi hija a mi lado pero solo se refugió en ese
trabajo… y en ese hombre.
Poco a poco las salidas con él aumentaron bajo la excusa del trabajo,
entonces decidí seguirla siendo una sombra de nuevo. Inventigué al tipo y me
llevé una sorpresa. Por fin ahora tengo las pruebas suficientes para
desenmascararlo. Mi corazón explota cada vez que lo pienso y no comprendo
por qué busca en otros lo que yo puedo darle con el alma.
A veces la veía ida mirando a la ventana… y a la luna. Besaba su cuello
hasta que terminábamos acostándonos, pero luego era Corazón de hielo.
Mil veces Corazón de hielo.
Intenté hablar, pero siempre me evadía. Tuve mis sospechas y en un
momento creí saber el motivo, pero jamás me atreví a decírselo. Ella jamás me
perdonó por haber herido su alma hace 5 años y quizá lo ha intentado.
Me aferré a la relación, pero día a día iba alejándose. Usó de excusa mi
ida a México para terminar todo. No había más patancito en su vida, pero sí
salía con ese hijo de puta.
Me jodía verla tan amable con un hombre que no era yo, entonces entendí
que quizá ya no me amaba… pero mi corazón seguía aferrándose a un
imposible.
Le hice mil cartas, pero todas fueron desechadas.
Intenté hablarle, pero me cortaba el teléfono.
Podría soportar todo, menos esto.
Estrella se ha dormido en segundos y me levanto con cuidado. La
ansiedad me genera incomodidad, por lo que salgo de la habitación para no
despertarla. La veo caminar sin que se de cuenta, lleva un vestido rojo vino
apretado y.. está hermosa.
Solo suspiro.
Estoy loco, loquísimo. Debería irme con mi hija y no volver más, pero la
amo… con todas mis fuerzas. La miro en silencio admirando su belleza.
Realmente es una mujer de hielo que sabe lo que tiene y es lo que más me
atrae de ella, pero por otro lado me angustia.
Sus ojos, su boca, su rostro perfecto.
Es una bendita amarga, mi esposa… y quizá sea necesario enfrentarla.
Puedo perder pero también ganar mucho, así que decido darme una última
oportunidad.
Voy a malograr su noche —sonrío— y a recuperarla.
Dulce
Parpadeo al ver mi móvil lleno de mensajes, ¿Esto es una broma?
Me encolera no poder tener un día tranquila, pero es lo último que debo
aguantar de ellos. Voy a irme, pondré mi propia cadena hotelera y regirán mis
reglas. Es lo único en lo que debo pensar, lo demás no debe importar.
—Señora, su taxi —dice Margarita—. Se ve muy guapa.
—Gracias —contesto—, ¿Estrella se durmió?
—Sí. —Solo dice y no decido preguntar más.
Pasan algunos minutos antes de llegar al Four Seasons de nuevo. Mi
mente tiene un solo objetivo: Héctor y sus posibles inversiones en Ensueña,
además de otras cosas.
Un clavo saca al otro —resuena en mi mente desde hace días. No me he
acostado con otro hombre desde que Christopher reapareció en mi vida y en el
fondo entiendo la situación perfectamente.
Mientras Él siga en mi camino jamás podré cumplir mis metas.
Suspiro tensa pero se me pasa al ver la hermosa decoración del Hotel,
felicitaré al decorador por su trabajo. Al ver a unos amigos solo sonrío, los
saludo y conversamos un rato, pero pronto mi objetivo me busca.
—Dulce… —toma mi brazo con total desvergüenza.
—Hola —sonrío.
—Te ves hermosa. Ese vestido… impresionante.

—Sin rodeos, Héctor. Al grano. —lo encaro.


—Bailemos, solo eso. —ríe.
—Bien —acepto y me muevo al ritmo de la música. Es lenta, aburrida, de
gala… y toda esa mierda apestosa. Cierro los ojos mientras pego mi rostro a
su hombro, entonces vuelve su imagen como pesadilla.
Nosotros bailando reggaetón, teniendo sexo en una discoteca. Su cara
furiosa ante mi libertad y río, solo lo hago.
—¿Qué te causa gracia, cielo? —Pregunta Héctor y esa palabra… “Cielo”
me arde en el pecho.
—No lo repitas, ¿De acuerdo? La palabra. —digo.
—Bien —sigue sin entender.
—He preparado una agradable cena en casa, ¿Te gusta la pasta?
—Engorda —respondo con cara de mierda.
—Oh…
—Pero podría probarlo. —añado, ¿Qué clase de aguafiestas soy?
—Claro.
Un baile más y me quedo en shock mirando la imagen de un tipo formal
pasando por mis narices. Maldita sea, jodida mierda. Me quedo quieta
observándolo y el muy hijo de puta me saluda con la mano para luego tomar
una copa de vino.
—¿Qué sucede? —Hector se alarma
—Nada. Necesito… ir al sanitario.
—Está bien, te acompaño.
—Hola… —Christopher aparece de inmediato— Héctor.
Él lo mira, arruga los ojos y luego le da la mano.
—Christopher Miller —ríe—, es un gusto verte.
¿Qué? ¿Se conocen? Me hielo
—Desde la Universidad no nos vemos, ¿Cierto?
¿Universidad? ¿Qué?
—Así es —Hector al parecer está a agusto—, jamás aceptaste mi
propuesta. Quise que construyeras mis hoteles y mira… te vengo a encontrar
aquí.
—Sí, la verdad es que estaba buscando a mi esposa. —Me mira y
enseguida abro mis ojos de golpe matándolo con la mirada.
—¿Tu esposa? Oh… La tal bonita.
Llevo mi mano a la cabeza. No puede estar pasando esto.
—Mi bonita —En un movimiento brusco toma mi cintura y jala mi cuerpo
hacia el suyo. Hector se queda perplejo, traga saliva y se indigna—, ¿Dónde
estabas, cielo?
—Vete a la mierda —Le digo entre dientes.
—También te amo. —sonríe.
Pega sus labios junto a los míos y me besa ¡Maldita sea, me da un suave
beso en los labios! Ardo de rabia cuando se aparta, entonces miro a Héctor.
Todo se fue a la mierda.
—No entiendo, ustedes…
—Sí, es Dulce… Dulce Miller, mi bonita. La madre de mi hija.
Hector parpadea, me mira y se enfada
—¿Este era tu ex? —Se altera. Mierda.
—Es mi ex.
—Su esposo, querrás decir.
—¿Según quién? —Hector cambia de postura, se enfrenta a Christopher
y en mi cabeza solo pienso que el patancito idiota va a matarlo. Sacará su arma
y hará un drama.

—Basta, están haciendo un escándalo. —Intercedo entre ambos con


cautela, pero ninguno de los dos se mueve. Se miran como machos alfa y
enserio no lo soporto—. Hector… —insisto, pero no obedece.
—Fuera de mi hotel, Miller. Te verás en problemas si no lo haces.
—¿Problemas? ¿Soy un problema para ti? Dime. Te quieres acostar con
mi esposa, ¿Crees que voy a permitirlo?
—Christopher… —rechino con los dientes.
—¡Fuera de mi hotel! —alza la voz, la gente empieza a darse cuenta.
—Si no me voy, ¿Qué? ¿Vas a enviarme a tus matones? ¿Al estilo Hilton?
Lo menciona… y me congelo
—Cierra la boca. —Héctor se eriza y trago saliva.
No, no puede estar pasando. No a mí.
Christopher me mira y entiendo todo. Hector tiene algún tipo de relación
con Hilton y eso me exaspera. No puede ser que en este momento de mi vida
tenga que pasar por toda esta mierda ¡No lo concibo! Se me cierra el pecho,
no puedo respirar, entonces no lo pienso más y salgo del hotel a donde sea.
Camino rápido a donde sea. No importa el rumbo ni el lugar, solo necesito
procesarlo y respirar.
¿Por qué todo es un problema?
Escucho el sonido del mar a lo lejos y voy casi corriendo. El mar me
tranquiliza, me da paz y a la vez paciencia. El sonido de las olas se sumergen
en mis oídos, la brisa fría cubre mi rostro y poco a poco me acerco hacia la
arena para luego cerrar mis ojos e inhalar aire puro.
No puede estar pasándome esto ahora.
—Mierda… —solo murmuro sintiendo algo extraño.
Christopher de nuevo.
Jamás pude entender su capacidad para estar en todos lados y ser a la
vez una sombra. No han pasado ni 5 minutos y está tras de mí como un idiota.
Lo odio, juro que lo odio.
—Héctor tuvo relación con Hilton hace algunos años. Está metido en el
lavado de dinero. —añade, ¿Qué no entiende que no quiero hablar de ello?
—Vete —solo digo.
—Además, tiene 3 hijos… con diferentes mujeres. —continúa.
—¡Que te vayas! —grito.
—¿Quieres saber más? Es adicto a las apuestas.
—¿Te vas a dedicar a investigar a los hombres con los que quiera salir o
es que te encanta joderme la vida? —volteo furiosa y me mira.
—Me dedicaré a espantar pájaros de mi propio nido, si es posible. —
Suspira y se acerca.
—No más de 20 centímetros cerca de mí…
—…Si no es en el sexo —completa la frase—. Regla número uno, pero…
¿Sabes? Me vale mierda. No sabes todo lo que me aguanté por esto, cielo.
Cielo…
—Christopher… estoy enojada, déjame tranquila.
—Yo también estoy enojado, debería estar furioso contigo ahora.
Me quedo en silencio porque estoy cansada de luchar, pero luego no
soporto su presencia así que me dispongo a irme lo más rápido que pueda.
Volteo mi cuerpo, doy dos pasos, pero me detiene con su mano obligándome
a verlo a la cara.
—No te vayas…
—No te soporto. —digo.
—¿Enserio es eso? —parpadea— ¿O es que estás cansada de luchar
contigo misma?

—Vete a la mierda —le digo sin ganas soltándome y caminando, pero


vuelve a seguirme.
—Me iré a la mierda contigo si es necesario.
—¡Bueno! ¡Basta! —volteo furiosa—¿Qué no entiendes? ¿Qué no te
quiero en mi vida? Bien, dije que iba a darte otra oportunidad pero no me
satisfaces. No soporto estar a tu lado, ¿Contento?
—Todavía, después de todos estos años, no puedo dejar de
sorprenderme ¿Sabes? Eres una perfecta actriz —ríe sarcástico—. He llegado
a creérmelo muchas veces, pero dudo cuando veo tus ojos mirándome. Quiero
creer que no me quieres, pero todo me dice lo contrario. Tu voz… tu rostro…
tus labios —toca mi boca con sus dedos como si estuviera explorándome—.
Eres belleza pura, mi cielo y caigo rendido, pero mi corazón se rompe cuando
hablas.
—No entiendes —trago saliva—, peleamos porque no entiendes.
—¿Qué no entiendo? ¿Qué me quieres y no puedes aceptarlo? ¿Qué
tienes miedo de volver a sufrir? ¿O que soy tu única debilidad en el mundo y
por eso quieres alejarme de tu lado?
Abro la boca, luego la cierro. Electricidad corre por mi cuerpo haciéndome
sentir tensa, estúpida, indefensa. Mantengo mi cara en alto pero a la vez quiero
correr.
—Soy lo que más odias y amas en el mundo. Ese idiota al que eres capaz
de tolerar porque quieres, pero no puedes aceptar quererlo. Ese patancito que
cometió muchos errores y que te ha lastimado. Amas el sexo conmigo pero
odias que te toque con caricias por la noche. Cuando duermes no eres
consciente, Dulce. Sueles abrazarme hasta que te despiertas. No soy yo,
siempre has sido tú pero me he quedado en silencio para no molestarte.
Siempre me quedé en silencio porque temía que al verte descubierta… huyas
y es lo mismo que quieres hacer ahora. Dulce… —levanta mi mentón—. Solo
yo he visto tu lado más bueno y es maravilloso. Amar no es un pecado, decir
que amas a otra persona tampoco. Y yo te amo… con toda mi vida entera.
—No es suficiente el amor en una pareja para ser feliz, Christopher.
—Yo no voy a cortarte las alas, si es lo que te preocupa. Y tampoco voy
a enojarme si tú creces. Esto no se trata de competencias, amor. Si tú eres feliz
yo también seré feliz. Si tú creces, creceremos juntos. No entiendo tu actitud,
¿Por qué está mal ser “débil”?
No respondo.
—¿O es que temes volver a ser la chica de 16 de Vallarta conmigo? ¿Es
eso?
—El amor es un peligro.
—¿Por qué, mi cielo? —me pego a su cuerpo— ¿No soportas ser
cariñosa con tu marido? —le sonrío—. Oh Dios… juro que amo tu cara de
mierda.
Abro los ojos tensa, furiosa, estresada.
—No seguiré esta conversación.
—¿Puedes? —me acorrala hacia un árbol y no puedo evitarlo—, ¿Puedes
vivir con esto? ¿Huyendo toda la vida solo por ser fuerte?
Sigo sin responder
—¿Crees que vas a olvidarme teniendo a Estrella a tu lado? Ella va a
mencionarme todos los días y cuando crezca preguntará por su padre.
Tampoco yo voy a dejar que te la lleves. Es nuestra Estrella, Dulce —sus ojos
se cristalizan—, el bebé que soñamos desde hace muchos años.
—No quiero hablar… —Me llevo una mano al rostro e intento zafarme,
pero sigue impidiéndolo.
—Solo yo sé cómo lloras… —quita mi mano de mis ojos y no puedo evitar
sentirme descubierta— Conozco más de ti que tú misma —limpia mis lágrimas.
—No voy a llorar por ti, ¿Lo escuchas? ¡No voy a hacerlo!
—Estás cansada de luchar contra tus sentimientos y yo estoy cansado de
luchar contra tu orgullo.

—Volverás a mentir
—Intentaré ser perfecto, entonces. Perfecto para ti, para mi amor.
—Christopher…
—No quiero alejarme de tu lado —pega sus labios a los míos— No, mi
amor. No lo hagas. —Se quiebra y mi corazón se hunde con el suyo.
—Es inevitable… —intento no hablar más.
—Pero te quiero, me quieres, tenemos a nuestra bebé… estamos
completos.
—Tengo sueños, metas y tú…
—Yo estaré apoyándote y ahora entiendo que no puedo cambiarte, pero
sí aceptarte como quieras ser en el mundo. De cabello rojo, negro, blanco o
gris. De vestidos largos, cortos o escotados. De Hielo si quieres, pero jamás
me alejes de tu lado.
Abro la boca para emitir mis palabras pero aprovecha y captura mis
labios. Joder… no de nuevo. Me alza en sus caderas con facilidad y mi vestido
se sube ante el movimiento. No lo soporto, no puedo con esto. Intento cerrar la
boca para terminar el beso pero es irresistible. Él tiene la capacidad de
romperme y construirme de nuevo. Él hace que mi lado más limpio y sucio
salgan a flote. Pierdo la cabeza cuando sube su mano por mis piernas y mete
su eléctrica lengua hasta el fondo.
Oh… rayos.
Lo deseo con toda mi alma ahora y me vale mierda si estamos en una
playa. Me aferro a él con uñas y dientes mientras experimento cambios en mi
cuerpo.
—Te amo… mucho. —susurra en mi oído mientras lo lame. Es tan
excitante su lengua en mi piel que solo deseo tenerlo dentro. Me mira y lo miro.
Nuestros ojos dicen lo que la voz no puede decir en este momento. Vuelvo a
besarlo y entierro mi aliento en el suyo.
Me vuelve loca, una perra en celo.
Bajo mis manos suavemente por su pecho hasta que logro abrir su
camisa. Paso mis manos por sus pectorales y luego me dirigo a su espalda.
Ahí entierro mis uñas cuando siento su dedo en mi ingle y muerdo mis labios
cuando llega a mi clítoris.
—Te odio tanto… —digo, enojada y a la vez tranquila.
—Odiame entonces. —sonríe y me besa de nuevo mientras mueve su
dedo en mi centro.
—Aléjate de mí, Christopher —jadeo
—Jamás —baja su otra mano hasta mis senos y en un acto animal estira
mi escote hacia abajo dejando libre mis pechos. Lo miro exhausta y excitada,
entonces deja todo para elevarme y poder besar lo que más le gusta de mi
cuerpo. Me enarco hacia atrás cuando lo hace tensando hasta mi trasero. Él
solo se dedica a chupar mis pezones con fuerza para luego tomarlo entre los
dientes. Es un niño a veces, pero me gusta.
—Está muy oscuro cielo, nadie va a vernos. —Besa ahora mi cuello. No
hay luz, solo las estrellas, y en el fondo no me importaría si fuera distinto.
—Chris…
—Sh… —Destruye mi ropa interior y ahora hunde dos dedos. Estoy
exhausta sintiendo que mi peso vence mis piernas, pero vuelve a acomodarme.
Gimo cuando sus dedos se mueven circularmente y contengo el grito cuando
de la nada hunde su sexo en mí, ¿En qué momento se bajó el pantalón? No
me interesa. Ya nada me interesa.
Se mueve lento torturando mi paciencia mientras su boca busca la mía
desesperadamente. Aumenta su velocidad a medida que yo me voy amoldando
a su toque y solo quiero llorar. Cierro mis ojos con fuerza evitando recordar ese
día, 16 años, era solo una niña virgen que quería experimentar. Ahora se
vuelve un poderoso cemental y sus cambios me rompen. Se hunde fuerte en
mí haciéndome rebotar sobre él no sé cuántas veces, rasguño su piel, me
acelero y no puedo soportarlo. Pego mi boca en su hombro jadeando mientras
sigue cogiéndome como nunca y me encanta, maldita sea, me encanta.

Es rudo ahora, como todo en nuestra vida.


Cambia de posición sin despegarse de mí. Me baja y hunde mi espalda
hacia abajo mientras sigue penetrándome. Esto es excitante, más de lo que
debería. Es un baile sexual y me fascina. Estoy mirando la arena intentando no
golpearme la cara porque este animal no mide sus fuerzas. Mi trasero se mueve
al ritmo de sus movimientos y muerdo mis labios mientras se resbala en mí con
fuerza.
Podría vivir años haciéndolo.
Su miembro llena todo mi cuerpo y me gusta. Empuja fuerte y violento
hacia mí como si no hubiera un mañana clavando todo lo que puede en mi
cuerpo. Choca, choca y vuelve a chocar hasta que siento que voy
construyéndome poco a poco. Grito, jadeo y me levanta de nuevo en su cuerpo
para acostarme en la arena.
Odio la arena en esta situación, pero ahora no importa.
Caemos y me duele el golpe pero luego lo beso cerrando mis piernas en
su cintura. Se mueve con furia de nuevo y me desespera. Entierra toda su alma
en la mía hasta que me mata. Mantengo mis manos en su rostro mientras abro
los ojos y él los suyos. No decimos nada, solo follamos… o quizá hacemos el
amor.
Se hunde fuerte partiendo hasta mi más cruda cordura. Se hunde en mí
quebrando mi alma porque lo amo. Reboto en la arena ahora jadeando,
ardiendo, hundiéndome en su cuerpo de forma agresiva hasta que pronto
gritamos juntos liberando toda esa energía acomulada desde hace mucho.
Me encantó y juro que no podría vivir sin ello.
Besa mis labios y luego mi frente para luego abrazarme. Nos quedamos
quietos un segundo y logro mirar la noche llena de estrellas. Trago saliva, cierro
los ojos, fue exactamente igual que la primera vez y solo suspiro.
—Mi bonita… —Se sale de mí y cae hacia la arena. Bajo mi vestido,
arreglo mi escote, entonces solo me pierdo en la noche— Hay 7 estrellas…
Suspiro cansada y lo miro.
—Patético —me burlo y luego me levanto—. Quiero ir a casa.
—Necesito una respuesta. —Sus ojos temen.
Exhalo.
—Quiero ir a casa. —no digo más y en segundos está listo.
En el camino no hablamos nada, solo suspiro.
Caminamos lento hasta que llego a mi recámara y me doy un baño. Él
también se baña en otra habitación y pasa el tiempo. Entra a mi cuarto y
realmente lo estoy esperando. No sé si hago bien o mal pero solo sigo mis
instintos.
—Dulce… —su voz es ronca—. Necesito una respuesta. —tiene miedo.
Sonrío agotada y me siento en la cama.
—Vamos a dormir, anda.
—¿Qué?
—Es tarde, mañana debo terminar algunas cosas ¿Sabes? Estoy tan
cansada de trabajar, deseo disfrutar de la playa y de mi hija. Probablemente
llore en un rato, necesito dormir.
Él se acuesta y nuestros ojos se encuentran. Está confundido.
—Duérmete… —susurro.
—Dulce… necesito una…
—Qué terco eres, patancito. —me acerco a él entonces me abraza.
—Solo te necesito. —besa mis labios.
—Tuve que demorarme horas en la ducha por tu culpa. Odio la arena
rodando por todo mi cuerpo.
Sonríe
—Te encanta, mentirosa.
—Prefiero una cama. —cierro los ojos y acuesto mi cara en su pecho. Su
polo es tan suave… y su olor a limpio me fascina. Me envuelve en sus brazos
fuerte y logro sentir el latido de su corazón rápido.
Espera una respuesta y temo, pero quizá es la única persona en el mundo
que me ha dicho mis verdades siempre y una de ellas es que lo amo.
Pasan minutos más y sigue despierto.
—Sí. —digo, entonces me enojo porque se mueve quitándome su
cuerpo.
—¿Enserio? —parpadea con fuerza.
—Vamos a intentarlo y no habrán reglas.
—Mi amor… —sonríe como idiota y me separo ahora.
—No seas patético —le pongo la mano—. Tampoco te diré que no puedo
vivir sin ti, ¿Bien?
Asiente.
—Manos atrás —abre los brazos y vuelvo a acostar mi rostro en su
pecho—. Ahora sí, duerme.
Y luego pierdo el conocimiento, poco a poco… con él en mi cama.
Está oscuro y me afecta de alguna manera. Corro por un callejón sin
salida escuchando el llanto de mi hija y me desespero. “Estrella donde estás”
—solo digo, entonces el rostro de Brando aparece como un ente maligno y grito
con fuerza. Lloro, pero sus manos calman mi pesadilla. Abro los ojos y
Christopher está ahí… preocupado. Me abraza y solo me siento estúpida.
—¿Qué pasó, Dulce?
—Tuve una pesadilla. Brando… se llevaba a Estrella.
Traga saliva.
—¿Qué sucede, Christopher? —me altero.
—Nada, cielo.
—¡Estás mintiéndome de nuevo!
—No, no… todo está bien. —besa mi frente.
—Después de que renuncié a ese dinero por el bien de Estrella, ¿Qué
sucedió? —Mi mente empieza a recordar lo que decidí dejar atrás.
—La policía confiscó los bienes de los Hilton, incluyendo tu dinero. Dorian
está en la cárcel y todos los implicados o muertos o sentenciados también. No
hay nada de qué preocuparse, quizá soñaste eso por lo que te dije hace un
rato.
Exhalo lentamente.
—Solo fue una pesadilla —me abraza—. Pasamos por cosas horribles,
bonita. Es normal que te sientas así, ¿Crees que estaría tan tranquilo si no
fuera cierto? Te prometí no más mentiras y lo estoy cumpliendo.
—Está bien, Christopher —respiro—. Lo que sí es cierto es que Estrella
está llorando. No demorará ni cinco segundos en venir.
Y así sucede, puntito rosa entra con un peluche en sus manos llorando.
Ve a su papá y se sorprende, pero llora más. Christopher la abraza y se engríe,
entonces sospecho que es algo más. No sé, quizá lo reconozco en su llanto.
La examino y tiene calentura.
Mi tormento.
—¿Fiebre? —Christopher pregunta.
—Ajá. —Me levanto y tomo de mi cajón un pequeño jarabe. La miro
enseñándoselo y esconde su rostro en el pecho de su padre.
—Vamos a tomarlo, hija. —Christopher no sabe lo que es una niña astuta
que no quiere tomar la medicina, pero me divierto.
Estrella niega con su cabeza.

—Aquí está la cucharita y el jarabe —sonrío dándoselo a Christopher. Él


me mira extrañado y luego sirve un poco para Estrella, quien mira la medicina
con asco.
—Sabe rico —Chris le sonríe y me aguanto la risa.
—Tú, papi —Estrella eleva la cucharita y se la mete en la boca a su padre,
entonces río a carcajadas. Christopher está en shock pero luego entro en
acción yo y Estrella llora. La siento en silencio mientras Christopher va a vomitar
y la miro para negociar.
—O te lo tomas o no hay playa mañana. —le advierto.
—Papi —Christopher regresa, lo miro advirtiéndole que no debe
desautorizarme y se pone de mi lado. Estrella estalla en llanto de nuevo, pero
sé manejarlo. No en vano he pasado todo este tiempo cerca de ella. Agarro la
cuchara y la obligo a tomarlo pero no lo pasa.
—Muy bien, no hay playa mañana. —soy firme y termina obedeciendo.
Lo que viene es algo muy normal en ella. Empieza a llamar la atención y
corre por toda la habitación, luego empieza a toser y la abrigo. Christopher
parece otro niño a su lado, juega a lo que ella quiere hasta que se cansa. Me
paso horas mirándolos así… y me doy cuenta que esto es algo que quizá no
podré volver a vivir nunca.
Los miro seria porque así soy, pero en el fondo me gusta.
Apago la luz y ella se mete en nuestra cama.
—Papi… mami… —une nuestras manos y se queda dormida. Cuando
está enferma se arrastra hacia mí y no para de decirme “mami”, pero cuando
se le pasa soy “Duce” de nuevo.
Es una pequeña ladilla.
A la mañana siguiente tenemos una sorpresa en casa, mis padres llegan
de improsivo con Kiara. No voy a negar que empiezo a renegar, pero sé que
será bueno tenerlos al menos unos días. Papá, quien todo este tiempo ha sido
un poco frío conmigo, vuelve a ser el de antes. No es que no lo quiera, solo que
no me acostumbro. Me pide un abrazo y se lo doy a medias, ¿Qué más va a
esperar de mí? Si aún llevo en mi mente vagos recuerdos de mi infancia y
aunque sé que no puedo juzgarlo, igual hay cosas que no se pasan.
Me mantengo tranquila, o al menos lo intento, Mamá empieza a hacer las
cosas de siempre y me altera. Le da comida que le prohíbo comer a Estrella
pero he decidido no renegar ahora. Christopher me mira cada vez que alzo la
cabeza y me siento estúpida, ¿No somos enamorados, cierto? Cogemos, ya no
jugamos a estar de la mano, ¿Qué demonios le pasa?
Paciencia.
Kiara en cambio se ha vuelto un poco más retraída. Ya no me desafía y
eso me pone tranquila, aunque no sé qúé tan bueno sea a largo plazo. Mi vida,
mi familia, mi mundo da vueltas porque he tomado una decisión de la que
espero no arrepentirme, pero que quizá era necesaria.
No puedo vivir huyendo de mí misma porque al final terminaré
encontrándome de nuevo.
Muerdo mi labio mientras reviso las llamadas perdidas de Hector, que se
vaya a la mierda. Son las 4:00pm y todavía hay sol por lo que voy a mi recámara
para traer una toalla. Estoy estresada por la visita de mis padres, pero tengo
que acostumbrarme. Ellos aman a su nieta y mi puntito rosa a ellos.
—Me lo prometiste. —Escucho un regaño y corro en silencio hasta que
veo a Christopher con el celular de Kiara.
—No hago nada malo, Chris.
—Te compraré otro celular con otro número si es necesario. —Se guarda
el celular de mi hermana en su bolsillo.
—Entiendo que no confíes en mí, pero no tengo problema. No haré nada.

—¿Qué pasa? —Intervengo.


Chris traga saliva, entonces Estrella llega apresurada.
—Papi mamosh…. Mami… —nos toma de la mano y somos arrastrados
a la playa. Me siento en la poltrona mientras Estrella hace un castillo de arena.
Christopher me mira y solo suspira.
—No más mentiras. —Insisto y él asiente.
—Descubrí una conversación de tu hermana con Dorian.
Mi boca cae de golpe, entonces me levanto con furia dispuesta a matarla,
pero él me detiene.
—Lo solucioné —arregla mi cabello—. Estoy espiando sus
conversaciones.
—¿Cómo puedes hacer eso? —me altero— ¿Entonces también espías
las mías?
Ríe.
—¡Te estoy hablando!
—No, mi amor. Solo por fuerza mayor hago eso con Kiara, pero ya hablé
con ella. Quedamos en que no iba a volver a suceder y en sus mensajes no
dice nada que pueda preocuparnos.
—Esa niña tonta…
—Es simplemente una joven que sufrió mucho también. Si tú vas y le
reclamas será peor, creeme. Te prometo que jamás dejaré que ese idiota se
acerque a nadie de nuestra familia. Está preso y por muchos años.
Vuelvo a respirar tranquila
—No quiero amargarme el día.
—Pero si ya estás amarga, cielo. —bromea y lo miro con furia.
—Oh, no… lo siento —me abraza riendo—. Solo estoy muy feliz. Tengo
a mi familia junta, ¿Qué más puedo pedir? Quizá.. a mamá.
Sus ojos se oscurecen
—Macarena está bien desde donde esté —acaricio su hombro para luego
ver a mi hija, quien se ha sacado descaradamente la parte de arriba del bikini.
—Ño guta.
—Desvergonzada —Sonríe mientras toma agua de su coco—. Es tan
bonita… —susurro.
—Como su mamá.
—Es cierto, como su mamá porque el papá está más feo que el hambre.
—río.
—Uh… —suspiro sabiendo que es mentira—, ¿Cómo van tus planes con
ensueña?
—Perdí a mi inversionista por tu culpa —alzo los hombros— ¿Puedes
creer que no deja de llamarme? —Le enseño mi móvil y se tensa—. Hagamos
algo. —muerdo mis labios y me pego a Christopher. Él me agarra la cintura y
deja su cabeza en mi hombro mientras yo miro directamente a la cámara—.
Sonríe.
Y mando la foto. Con esto creo que Héctor entenderá que ya no estoy
disponible y que se puede ir a la mierda.
—Me encantas —me pega a su cuerpo—. Y ese bikini también.

—Quizá haga lo mismo que tu hija.


—Entonces te secuestro y te doy muchas nalgadas —me provoca— aquí.
—Toca mi trasero y a lo lejos veo cómo Kiara escupe su comida.
—Pobre Kiara… se ha traumado por tu culpa.
—¿Solo la mía? Tú me metiste en tu cuarto cuando eramos solo unos
jovencillos.
—¿Quién rogaba por sexo?
—Seso —repite Estrella y a Christopher se le pone la cara verde.
—No repitas eso, hija. Eso es feo feo feo —miente y la toma entre sus
brazos— algo que nunca vivirás porque siempre serás mi princesa —Besa su
cachete y la niña lo olvida.
—Qué patético. —río.
—Papi mamo al mal…. —Se desprende de sus brazos y Christopher la
lleva a ese lugar que tanto nos gustó por mucho tiempo. Juro que admiro su
paciencia con ella. Yo ahora estaría estresada, pero él en cambio lo disfruta.
La toma entre sus brazos y juega con el mar con cuidado, la carga con
delicadeza cuando Estrella a veces es muy ruda. Es una niña… solo quiere
jugar, pero no mide sus fuerzas. Pasan algunos minutos y sigo mirándolos.
Él, mi debilidad y ella, mi pequeña tormento.
Son como dos gotas de agua. Se paran igual, caminan igual, ríen igual y
aunque no quiera aceptarlo, los necesito en mi vida. Mi hija porque es mi
pequeño milagro y Christopher… porque lo deseo. La conexión que tengo con
él es más fuerte que yo misma. Y pasa… aunque no queramos. Esa persona
está ahí haciéndote cambiar la vida aunque no lo merezca. Quise tapar el sol
con un dedo y terminé quemándome. Disfruto el sexo como nunca antes
cuando él está conmigo. No sé bien si es amor o si esa palabra realmente
existe, lo único que sé es que lo necesito aunque a veces me duela su
presencia.
Y sí, no me acostumbro.
Siempre fui una chica sola aún con mucha gente a mi alrededor. Intenté
construir un palacio de fuerza en mí misma hasta que llegó él a mover mi piso.
Idiota, hijo de puta, zorro, maldito, lo que sea… pero me hace bien por
momentos. Quizá no estaré disponible siempre cuando quiera, pero haré mi
mejor intento.
—El agua estaba tibia —Regresa con Estrella en brazos.
—Pero pronto el sol se irá y esta niña debe abrigarse. —suspiro
poniéndole una toalla encima. Chris la deja en otra poltrona y se acerca a mí
enseguida
—¿En qué piensas? —acomoda mi pelo.
—En ensueña. —miento y siempre mentiré cuando se trate de esto.
—¿Sigues preocupada por tu inversionista? —murmura— pues… puedo
serlo. Construiré el mejor hotel con el mejor sistema de seguridad para ti, mi
amor.
—Podría pensarlo —asiento—, ¿Qué harás ahora? ¿En qué trabajarás?
—Bueno, extendí mis sistemas de construcción y seguridad aquí. De
hecho fui a México para ello. Dejaré a Juan allá con el negocio y abriré una
sucursal en Hawaii. Él está feliz con su familia, Lucero está esperando otro
bebé.
Me quedo en silencio y luego sonrío.
—La llamaré para felicitrarla.
—¿No es maravilloso?
—Claro —me levanto y toma mi mano, pero luego la suelto.
—No… ahora. Chris, estoy un poco abrumada con todos estos cambios.
Mi familia, ser mamá de una pequeña destructora y luego tú.. y tus cosas.
—Entiendo.
—Dame tiempo, ¿Si? Voy a intentar… —no termino la frase porque
enseguida me jala del brazo hacia el mar.
—Al agua, eres la única que no está mojada. —Grito y el idiota me toma
con falicidad en sus brazos hasta que luego me mira al mar y empiezo a
salpicarlo.
—¡Eres un animal! —me enojo, pero termino riéndome. Me abraza, veo
asquerosamente a mi madre tomando unas fotografías y escondo mi rostro en
su pecho— ¿Por qué tiene que ser así?
—Está contenta con nuestro regreso, déjala.
—Ahora estoy mojada —lo miro sonriendo y se ríe.
—¿Eh? Te llevaría a la cama si no hubiera nadie más ahora para hacerle
la competencia a Juan —susurra en mi oreja y sonríe.
Suspiro.
—Pensando en lo de anoche… quizá no sea necesario. —sonrío.
—Te amo, cielo.
Quisiera responderle con un te quiero, pero me cuesta y mucho. Lo miro,
solo lo miro.
—Entiéndeme… —susurro y pega su frente a la mía.
—Te entiendo y no me importa, enserio no me importa. Sé que amas en
silencio, sé que me acaricias con tus ojos y a la vez me matas con tus labios.
Sé que me dices ese te quiero a tu manera.
—Jamás dejaré de ser Corazón de hielo. —Suspira y vuelve a sonreír
como si pudiera leer mi mente ahora.
—Mi Corazón de hielo —remarca.
—Para siempre Corazón de hielo —amenazo.
—Por siempre, mía.
—Mía, porque yo no soy ni le perteneceré nunca a nadie. —Aclaro de
nuevo y luego me besa, pero nos vemos interrumpidos por el pequeño grito de
nuestra hija.
Estrella llega corriendo hacia nosotros justo cuando el sunset empieza su
espectáculo. Se emociona tanto que salta señalando con su dedito. La tomo de
una mano y su papá de la otra. La luz es ténue mientras el sol se va ocultando…
ténue como mi alma de hielo, pero aprenderemos a vivir con eso.
Él no es el hombre perfecto y tampoco yo soy la mujer que quizá él buscó
al comienzo. La chica de 16 de vestido azul y buena evolucionó para ser una
persona real en un mundo de mierda, pero aún así sé que puede haber una
esperanza para nosotros.
Él siendo una excepción en mi vida y yo sin dejar de ser la mujer que
quiero ver todas los días frente al espejo.
Corazón de hielo.
Extra 1. Sin arrepentimientos
Dulce

“Tal vez no se quedó conmigo porque le daba miedo darse cuenta de


que yo lo quería como él no sabe quererse” M.M

Pasado. Antes de conocer a Hilton.


Deslizo mis manos por su entrepierna mientras la gran pantalla del cine
proyecta una película que a ninguno de los dos le interesa. Me quiero reír, pero
no debo. Él ha desatado un lado de mí que jamás imaginé y solo deseo
repetirlo. Mamá está adelante y no quisiera imaginar lo que desataría si se
enterara.
—Dulce… —murmulla estresado. Voy a joderlo.
—¿Qué? Solo jugaba. —digo mientras mis dedos caminan hacia
adelante.
—Juegas con fuego.
—Qué aburrido. —trago saliva mientras me ajusto la blusa dejando a
relucir mis pechos. Siempre han sido bonitos ante mi vista y sé que se vuelve
loco.
—Dul… —me toma la mano y entrelaza sus dedos—. Por favor.
Alzo mis hombros y no le digo nada, solo lo miro con cara de aburrida.
—¿Por qué no me das un beso? —parpadea y susurra en mi oreja.
—Porque no me gustan los besos tontos, patancito.
—Tu madre está adelante. —sisea, como si fuera un pecado.
—¿Y? —levanto mis ojos y parpadeo—. Eres mi casi novio.
—¿Casi novio? —se exalta—, dijiste que eramos…
—Era broma, nerd. —me burlo y pronto enrollo mis brazos en su cuello
para luego besarlo. Su lengua me sabe a sal y caramelo. El pop corn dulce no
es de mis favoritos, pero aprovecho para comerlo. Tomo mis dedos
suavemente mientras vuelvo a subirlos por su pierna, entonces se queja
devolviéndome el favor con su mano.
Y muero.
Recientemente hemos descubierto las maravillas y misterios de nuestros
cuerpos, o al menos yo con este idiota. Realmente me agrada estar con él y
me emociona pasar tiempo a su lado, aunque sé que es muy pronto para
cualquier cosa que mi mente empiece a imaginar.
—Niños, ¿dónde andan? —escuchamos la voz de mamá en la más
completa oscuridad y ambos nos congelamos. Pasan segundos y pronto
aparecemos en el pasillo principal.
—Excelente película —dice Chris, siendo lameculos con mi madre—.
Buena elección, señora.
Ruedo los ojos. Qué hipócrita. Ni si quiera la vió, solo nos toqueteábamos.
—Así es. Ahora nos iremos a casa.
Mamá avanza adelante mientras yo camino unos metros detrás con
Christopher a mi lado. A veces me fastidia su actitud puritana; ella realmente
piensa que su hija es una santa, cuando en realidad me le he subido encima al
patancito. Río sin hacer mucho ruido, entonces él gira para sonreírme. Se ve
guapo… sí, pero no se lo diré. He notado que los hombres se elevan cuando
les das mucha bola y no pretendo soltarlo, al menos hasta haber pasado mi
etapa de estreno.
—¿En qué piensas? —toma mi cabello y me acaricia haciendo que me
quede quieta un rato. No me gustan las muestras de afecto excesivas, pero las
suyas parecen no fastidiarme por completo.
—En que seré millonaria algún dia —le sonrío siendo totalmente
sincera—. Me compraré una de esas, mira —señalo—. Un diamante rojo, ¿no
te parece lindo?
—Tú eres más linda.
—Lo sé —exahalo—, siempre me lo dicen. Realmente sería bueno que
empieces a inventar nuevos piropos.
Ambos reímos y me encanta. A Él parece no molestarle mi sinceridad,
sobretodo cuando es conmigo misma. No me importa que me digan creída o
zorra, me gusta verme al espejo y decirme que soy bonita. La gente no entiende
lo importante que es para una chica quererse a sí misma ¿Por qué? Porque
simplemente están acostumbrados a menospreciarnos en cualquier cosa.
Y me fastidia.
Pasan algunos minutos y terminamos pasando por una manada de
personas que nos dividen y entre ellas se encuentra un desagradable tipo. Es
Josh, el disque popular del colegio que solo intentó besarme a la fuerza. Le dí
una lección siguiéndole la corriente, pues el desgraciado solo se pavoneaba
diciendo que habíamos tenido sexo, para luego dar mi cuchillada final gritando
a los cuatro vientos que no era bueno en la cama.
Pulguita bebé —dije.
Y toda su fama se fue a la mierda.
—Mira dónde te vengo a encontrar, nena. —suspiro, aguantando su
desagradable aliento.
—¿Te atreves a dirigirme la palabra, imbécil? Si no quieres otra lección,
no me provoques. —amenazo. Hay mucha gente y no puedo visualizar a
Christopher.
—Me quedé con ganas de cogerte. —toma mi brazo y me aprieta hacia
su cuerpo.
—¿Enserio? ¿Y funcionas? —levanto una ceja y me zafo—. No te atrevas
a tocarme, cara de hongo. Esta hembra es mucha cosa para un galán de
pollería como tú.
—Mira, perra… —jalonea mi brazo, pero pronto Christopher lo detiene
para darle un golpe magistral en la cara.
Y se pone interesante.
Empiezan a pelear y muerdo mis labios excitada por mi macho. Qué lindo
es… y qué gran fuerza tiene. Para él es pan comido, por lo que no me preocupo.
—Basta, Chris. —intercedo hipócritamete, pero no lo deja.
Para acabar con mi buena suerte la policía llega y los separa al mismo
tiempo de la aparición de mi madre. Joder…no puede estar pasando. La gente
empieza a grabar con sus celulares como si fueran una cosa rara. El horror
invade mi cabeza sintiéndome tonta, muy tonta, pero lo peor no termina: Se
llevan a Christopher como si fuera un delincuente.
—¡Qué hizo ese muchacho! —mamá entra en histeria.
—Nada. —intento explicarle, pero me jalonea de una forma poco
amigable. Lucho con ella, pero logra meterme en el taxi.
Y grita.
Joder, me grita.
No soy ni su chacha ni su perro. Podría escaparme ahora, pero mi mente
solo piensa en Christopher. Al llegar hace drama, Dios, no la soporto. Mi padre
alza la voz, entonces se calla.
—¿Dónde demonios te metiste? ¿Por qué mierda no está la comida
hecha?
Ella baja su cabeza como perro, corre a la cocina y me quedo pasmada
mirando la escena.
—Sirveme agua —entona con una voz agresiva y no respondo—, ¿Qué
no oiste?
—No.
—¿Qué dijiste? —se enfada.
—Sírvete tú, para eso tienes manos.
—Yo aquí te mantengo, así que haces lo que diga.
Mamá me hace señas con el trapo en sus manos, Kiara me observa
desde la ventana, entonces los miro a todos de frente. Una lágrima, solo una,
cae por mi rostro cansado del silencio, de la pobreza, del conformismo… y me
niego. Me niego a esta vida, a seguir los consejos de mi madre, a lavar platos
y servirle a un marido que solo te maltrata.
No soy mujer de otro, soy alguien que se pertenece a sí misma.
Alzo mi dedo en posición de amenaza en dirección al ser del que he
recibido solo ofensas, mirándolo en señal de advertencia.
—Jamás vuelvas a hacerlo. Soy tu hija, no tu chacha. Y no te preocupes,
me iré para que ya no puedas mantenerme.
Nada habla, solo hay silencio.
Salgo de casa furiosa sabiendo que no tengo mucho dinero. Lo primero
que quiero es saber si él está bien, por lo que me dirijo con una extraña
sensación a la delegación de policía de este estúpido lugar.
—Cielo… —su voz es un pequeño respiro en mi mente, entonces corro
hacia él para treparme en su cuello. Lo beso con ansiedad y deseo, pero él se
separa de mí para besarme en la cabeza.
—¿Qué te hicieron? —me dedico a mirarlo con mil demonios denro.
—Nada. Solo pagué —rueda sus ojos—, ¿y tú, cielo?
Tengo tantas ganas de llorar… pero me aguanto. Llorar no es bueno,
aunque toda la mierda de sociedad se empeñe en decir lo contrario. Me siento
débil cuando lloro y no quiero serlo.
—Me fui de mi casa.
—¿Qué?
—Estoy cansada de sus peleas y de sus malos tratos. No sé qué haré…
pero aún así no volveré a pisar ese lugar.
—Puedes quedarte conmigo.
La propuesta me tienta.
—Juro que… voy a respetarte. —dice y sonrío.
—¿Crees que soy idiota? Fáltame al respeto —pego mis labios a los
suyos—. Esa mierda no es para mi, Chris. El tema del respeto, la virginidad
fingida y la sociedad apretada. ¿Quiénes son ellos para decirme lo que tengo
o no que hacer? Prefiero vivir una historia, abrir y cerrar capítulos como quiero,
tener interminables noches de experiencias contigo.
—Eres increíble, bonita —me abraza y su perfume me encanta—.
Quédate conmigo. Estoy seguro que mamá accederá. Ella te quiere mucho.
—Solo hasta encontrar algo propio, Chris. —muerdo mi labio.
—Podré robarte las veces que quiera —murmura en mi oreja.
—Hazlo.
*
Las horas pasan volando y salgo de su baño con una bata en mi cuerpo.
Estar aquí me hace sentir bien; sin embargo, debo ser precavida. Llevamos
meses saliendo, pero… no quiero que se crea con derechos aún. Es hombre,
vive en este maldito lugar lleno de puercos machistas y aún temo que tenga
alguna idea similar.
Me mira sonriendo sentando en la cama y voy hacia él para darle un beso
en los labios.
—Te ves más linda así… con el cabello húmedo y mi bata de baño.
—Gracias, idiota —murmuro—. ¿Ya te hartaste de mí?
Frunce el seño.
—¿Hartarme? Jamás, bonita. ¿Y tú?... ¿Cómo te sientes?
Sus ojos me producen una calma inevitable, pero debo reconocer que
aún pesa algo mientras respiro. Jamás he dejado a mis padres y estúpidamente
“me siento mal” por cómo me educaron.
—Es la sociedad.
—¿Eh? —responde sin entender.
—La sociedad, Christopher. Te dice qué está bien y qué mal. Para todos
“soportar” es algo normal que debes hacer “por amor a tu familia”, pero intento
pensar en mí. No me gusta la forma en que mi padre le habla a mi madre. Ya
no podía soportarlo.
—Estarás bien, bonita. Te lo prometo —acaricia mi rostro—. Jamás voy
a dejarte…
Lo miro, solo lo miro y un extraño aire frío invade mi interior.
No quiero que lo haga.
—¿Hablas enserio? —respondo.
—Te lo juro. —besa mi mano.
Y me quedo en silencio pensando y pensando para luego levantar mis
ojos hacia él de nuevo.
—No soy mujer que perdona, Chris. Y tampoco doy segundas
oportunidades.
Me sonríe.
—¿Y por qué me dices eso? Estaremos juntos siempre. No voy a fallarte.
—Si lo haces destruiría tu vida hasta vengarme. —lo miro seria.
—Te creo —sonríe.
—Hablo enserio, Christopher. —le pongo el brazo cuando intenta
besarme, pero es inútil… termina saliéndose con la suya.
Nos besamos como locos mientras me acuesta en la cama abriendo la
bata para dejarme desnuda. Finjo sorpresa cuando lo hace, pero solo me estoy
haciendo la puta mustia. He planeado cada detalle para que entre en celo;
desde bañarme justo a esta hora hasta ponerme su bata. Cogemos como
nunca mientras probamos nuevas posiciones. No me interesa reprimirme, pues
no está Kiara durmiendo afuera, por lo que doy rienda suelta a mis gemidos. Él
muerde mi oreja con cada embestida mientras me fascina abrirle más mis
piernas para apretarme a su sexo.
Es tan intenso…
Empuja fuerte en mí y termino en su encima. Me balanceo de adelante
hacia atrás arquéandome para terminar mi acto mientras ambos emitimos un
glorioso grito.
Y vuelve el silencio.
No sé… solo eso.
Acabamos de tener algo increíble y temo mucho. Mis ojos se enrojecen
mientras hago puños; no puedo estar sintiendo… no este tipo de sentimientos
de esta manera.
Él me abraza enrollándome en las sábanas mientras me besa en la oreja.
—¿No te gustó? —suspira.
—No quiero hablar ahora. Me das calor. —digo zafándome de sus brazos.
Pasan interminables minutos mientras me reprimo cansada de los
problemas, de mi familia, de la vida que he tenido, pero sobretodo de la carga
emocional que empiezo a generarme.
Y me voltea para mirarme a los ojos.
Descubre mi llanto en silencio y se queda perplejo ahí… en el vacío.
Muerdo mi labio para evitar más lágrimas, entonces estira su brazo y apaga las
luces para quedarnos en la oscuridad.
Lo agradezco.
—¿Qué pasa, Dul? —susurra.
—Nada. —respondo aguantando.
—¿Es por tu padre?
Niego con mi cabeza.
—¿Por tus problemas? —agrega.
—No.
—¿Entonces? —se pega a mi nariz.
—Empiezo a sentir… cosas que no debo.
—¿Sentir?
Y vuelvo a callar furiosa conmigo misma porque me he enamorado. En
estos meses he conocido a este patán en todas sus versiones y realmente
disfruto su compañía, pero me asusta.
¿Y si no funciona?
¿Y si un día se va?
¿Y si me deja?
Abrí mi corazón a un tipo que no habla de su pasado ni de su padre, pero
que sabe tocarme de manera distinta. Roza sus dedos sin lastimarme y hasta
lava los trastes para que yo no lo haga.
Ese tipo es un maldito idiota, mi idiota… mi patancito.
—Jamás voy a dejarte, Dulce. —responde como si pudiera leer mis
pensamientos—. También eres mi vida aunque tú no seas capaz de
reconocerlo. Viviremos en Hawaii algún día —acaricia mis labios— con nuestro
futuro bebé y, aunque tengamos una vida difícil, volveremos a casa y lo
solucionaremos.
—¿Enserio? —respondo.
Te lo juro, mi amor y también quiero una respuesta. Aquel día en la
playa… te hice una pregunta que jamás respondiste.
Me hielo.
Suspira rendido mientras me obliga a sentarme. Abre su cajón y, entre
bolsitas de condones, saca un pequeño paño. Entre abre su palma para
tomarlo, entonces lo acerca a mis ojos.
Brilla, puedo verlo. Son dos anillos; uno con diamantes y otro gemelar
más sencillo.
—Cásate conmigo.
Primer día de trabajo en el Hotel Hilton. (Pasado)
Mis tacones chocan con el suelo después de haber tenido una
interminable charla con mi conciencia. No, no está mal… es lo que merezco.
Durante mucho tiempo pensé en otros más que en mí, siendo yo la más
afectada, pero pondré fin a todo.
Lamo mis labios, elevo mi pecho cruzando la línea del espejo. Llevo falda
y una blusa apretada gris que solo esconden mi ansiedad por lo que quiero.
Porque es lo quiero.
—¿Señorita? Adelante. —dice una mustia cara de vómito.
Sonrío cándida cuando en verdad voy a despedirla algún día. Me levanto
del sofá caminando en dirección a mi gloria o quizá a mi muerte. Cruzo por el
umbral de la puerta con decisión encontrándome su silueta de espaldas. La
puta sin trasero cierra la puerta dejándonos solos, entonces el silencio hace
que todos mis sentidos vibren en un solo instante cuando voltea.
Y parpadeo.
Sus ojos son un par de calderos que me desvisten en el instante. No me
ha olvidado, definitivamente todo salió como lo planeé aquella noche, en
aquella recepción privada.
Mi próxima presa.
—El día se vuelve maravilloso con tu presencia. —Murmura y sonrío.
El silencio nos guarda mientras que mis ojos no le quitan la mirada. Juré
que iba a hacerlo, me juré a mí misma que sería de esta manera; por lo que
estiro mi brazo izquierdo hacia abajo dejando caer un anillo.
—También con la tuya después de muchos días sin vernos. —respondo
con actitud atrevida.
No más dramas, él es mi objetivo.
—Bienvenida, cariño.
Toma mi mano y juro no soltarlo hasta obtener lo que quiero.
Hilton.

También podría gustarte