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7p Mariane lievus isy at C.pe aR. Acapenta EspaNoLa 1S] Monje, Marino|Z | —LAVIDAY 10S TIEMPOS DE \ FRAY ANDRES DE URDANETA Apa fiotes cu Gincrica 0 Cxpediciones a las Filipinas © ’ EDITORIAL «LAYAC> MONJE Y MARINO La Vida y los Tiempos de Fray Andrés de Urdaneta La ditima obra del B.P. don Ma- Fiano Cuevas 8.J., que “Editorial La- vac” ofrece al piblico, es el fruto de iaboriosos trabajos del erudite histo- riador, que ha consagrado gran parte de su vida a inteligentes investiga. clones, que han dado dpimos frutos. Su nombre, ampliamente conocido dentro y fuera del Pais, es una ga- tin, més que sobrada, en favor de obra. El tema. ahora elegido es importan- {isimo; las primeras expediciones for- males a las Islas Luzén o Filipinas, $e organizaron en la Nueva Espaiia, yea sin duda de sumo interés para los estudiosos de nuestra historia, tener un conocimiento acertado de elas. De estilo ameno, sencillo como todo lo que de por s{ es importante, la lec- tera de esta obra instruye y deleita: dos grandes cualidades que se enctien- tran tan sélo en aquellas obras cuyo destino es el de vivir siempre en el re- cuerdo de quienes las han leido, El primer tomo de la Serie: “Es- pafioles en América” lleva por titulo: ‘“VASCO DE QUIROGA, OBISPO DE UTO pra." por B. Xarnés, Un volumen 17 x 23 ems. .... § 6.00 MONJE Y MARINO P. MARIANO CUEVAS, 5. J, C. de le RB Acndemin Bapasicis, MONJE Y MARINO LA VIDA ¥ LOS TIEMPOS DE FRAY ANDRES DE URDANETA Prélogo del LIC. ALEJANDRO QUIJANO Director de la Academia Mexicana correspondiente de la Real Academia Espaiola GALATEA MEXICO Nihil Olean ‘Aleunder Mendoxs, §. J, Imprimi potest Franciscus fibingon, S.J, PRAEP. PROV. MEX. ? IMPRIMATUR, Mesicl, 27 Julid 1943, + Aloysia Maria ‘Archiepixcopn Maxicare, Obra publiceds por Edivarial Ge- Ite $46 BL Mia DF Propieded Regisueda. veda he- sho el dene qoe marc la ley ALA ILUSTRE COLONIA VASCONGADA RESIDENTE ENLA NACION MEXICANA, PROLOGO He aqui que el inteligente ¢ infatigable Académico Rev. P. Mariano Cuevas da a la [uz priblica um nuevo libro; y be aqui que, con generosidad que mucho, claro extd, me bon- ra y satisface, ba qnerido que se lo prologue. No he podido, asi, excusar mi presencia en estas pdginas iniciales, aun po- niendo en riesgo, a mi docto amigo, de mortijicar con ella la prestancia de la obra. Com esta amena relacién bistérica: “Monje y Marino”, ef Padre Cuevas aumenta el caudal que viene aportando desde hace mds de treinta atios, con sabiduria y com infeligencia singuleres, a nuestra bistorlografta nacional. Es el P. Cuevas uno de los primeros escritores mexicanos que, asomdndose a nuestros miradores con vistas al dilatado mar Pacifico, contempla en su inmensidad, y en las potticas lejanias de los archipi¢lagos malayos, nuestras grandiosas ges- fas bispano-mexicanas, realizadas en la portentosa décima sexta cenluria, Reclamdbanle ya su patriotisma, al mismo tempo que su wisn de bistoriador consagrado, lanzarse a explorar y a na- xT PROLOGO rrarnas epopeyas coma la conquista de Filipinas, tan nuettras como fueron, y tan olvidadas, cuando la Casa Editorial "GALATEA" se acercé a pedirle su colaboracién en la em: bresa que estd ya realizando, de recordarnos a mexicanas y expatioles lax figuras proceres de nuestros tiempos pasadas, "jUrdaneta!” respondidles inmediatamente, com su tipico entusiasmo, el resuelto jesnita; y al punto prisore a desemban- lar sus cronicones de pergamino, sus mapas exdticos y sus fa- mosas fotocopias, obtenidas unas em Sevilla, otras en Madrid a en Roma, en nuestros archivos nacionales no pocas. Dicenos el P. Cuevas que trabajé esta vez con presteza, porque trabajé com gusto, El P, Fray Andrés de Urdaneta le «t altamente simpdtico. Tal vez esa simpatia, segsin las vie~ jas leyes psicolégicas, provienen del parecido entre los dos: Jas nobles pasiones por el viaje, por la exploracién, por ef Srabsjo sin tregua, por el peligro y la leche, por ef explendo- row descubrimiento, som caracteristicas tanto del bidgrafo como desu biagrafiado. Ademds, embas mentalidades se mue- ven de manera semejante en las drbitas venerables del aposto- lado y del sacerdocio. Por todo ello, aun a la distancia de va- ros siglos, diriase que los dos religiosos se comprenden y se aprecian mutuamente. Por tales razones bay, en este libro, tanta vida y en su lec- Jura tanto atractivo. Este vez, mds que nunca, se realiza lo que dijo otro distinguido miembro de nuestra Academia: cl P. Cuevas se bace leer”. Asi acontecerd, ademds, en este xu PROLOGO caso concreta, por el interés imtrimseco del tema general de Is obra, por la seleccién de los episodios narrados, por el do- minio y por la juvenil soltura con que el bistoriador mancia al lenguaje y los giros tipicamente castellanos, Era cosa extrafia que un persomaje de ta talla y visibili- dad de Fray Andrés de Urdaneta bubiexe desaparecido, per- didose completamente a las ojos de todos sus bidgrafos por beriodo de tiempo tan dilatado como fué el transcurrido desde 1538 basta 1552. Comsolémonas abora, Esta laguna, como otras muchas, queds lena, ilustrada y amenizada con los datos por el P. Cuevas arrancados « los vetustas cedula- rio: de nuestro riquisimo Archivo General de la Nacién. Otra de las piezas notables, y de grandisimo interés geo- sgrdfico, contenida en este libro, es ef maps de viaje y torna- viaje entre Acapulco y Manils, Descubridlo personalmente el Rev. P. Cuevas en la Biblioteca Nacional de Lima, durante su fructuoso viaje ala América del Sur el aito de 1935. “Gra- cias al apoyo y gencrosidad del Pretidente del Peril, General Oscar Benavides —me ha dicho mi ilustre prologado—, pude obtener perfectas copias a colores de ese -y de otros valiosos mapas, procedentes de los archivor del Conde de la Mon- clove”. No es, ni pudo ser, este bello mapa, sin embargo, como lo reconoce el P, Cuevas, la carta ndutica originalmen- xin PROLOGO fe trazeda por Urdaneta; pero una vex que ésta, deplorable- mente, se ba perdido, la que abora se publica, con base en ef mencionado original, resulta documento de primerisimo or~ den en la historia de las grandes navegaciones. Y crece de punto la importancia de la reproducciém presentada en este libro, porque es casi seguro que ef original ba perecido en el vorez incendio que ocurrié en la imsigne Biblioteca de Lima hace pocos meses, en este mismo atia de 1943. Es de sumo interés, igualmente, la controversia que con el Dr. Wagner entabla el P. Cuevas en su capitulo XV. Y como aquel distinguido excritor morteamericano no ba de quedarse sin responder, nox prometemos todor una amplia y lumino- sa discusion entre tan senalados contendientes, con provecho para la verdad bistérica y pars las ciencias geogrdficas. No dudo, em fin, que esta obra, aunque becha pare la vul- gerizacién y para la clase ciudadana en general, ha de gozar Jambién de muy buen recibo en muestras Academias y So- ciedades cientificas, muchas de las cuales cuentan al Rev. P. Mariano Cuevas entre ss socios mas queridos distingui- dos Y¥ con esto doy cabo a mi intervencién. Quede aqui con- uignado el placer con que he leida el libro, y el bonor com que be trazado estas palabras que, como prélogo, irdu a su cabe- xa, con honor excedente a su levedad. Acrexca su impor- tancia con la generosa companis en que van, en vez de can sara ta obra, como, segsim lo dije anies, lo recelo, minors- citn y desmedro. xIV Abvs 50 ol lector lax fégoem que sigue, y léalas, y goce om le ber detec de le fomturs de we gramde hombre, de wae rpetese veal cocmadnads, for lo demas, em um exevo pamee dei apie XVI mexcemo, com todos los vislumbres pri- mere coe toder lop commsentor magnifico: de esta neciona- dadad wuestra 4 le gue ol Padre antor ama tan bondamente Alejandra Quijano. xv CAPITULO T BOSQUEJO DE MEXICO A MEDIADOS DEL SIGLO XVI Panorama general del virreinato. — Una descripeién de fa ciudad de México. — Las principales casas solariegas y fun- dadoras de exta ciudad. — Los escudos de armas. — Artesanos. L ambiente en que florecié la vida de Andrés de Urda- neta durante 27 aiios (1540-1567) fud la Nueva Es- paia y sefialadamente la ciudad de México. iQué afios aquellos tan fecundos y tan présperos en la his- toria de nuestro pals! El México central y vital de mediados del siglo XVI, el pais fértil y ameno que se extendia desde Santiago de Que- eétaro hasta la Puebla de los Angeles y hasta la Vera-Cruz, can sus vistas por el mar hacia el oriente civilizado y hasta el mise corazdn de Espaita, era ya todo un reino en su plena Y robusta mocedad; cra, en verdad, el mejor reflejo de la grandeza castellana en aquel entonces, a su vez, 1a mis cgre- ger del mundo. MONJE ¥ MARINO Bien olvidados ya los sacrificios e idolatrias precortesia- nas, terminado el necesario estruendo de la conquista (mejor Hamada liberacién) en esta zona dominante, las instituciones y las familias en paz y abundancia se difundian por el pais ¥ los primeros criollos Ilegados a hombres iban poblando y avanzando triunfantes en todas direcciones. Mas ya no con aquella clase de conquistas que Fray Juan de Zumirraga ape- Ilidd otras tancas “cernecerfas”, sino con la muy moderada fuerza de resguardo que, a poco andar y gradualmente, iban aceptando nuestras arredradas tribus indigenas para luego incorporar sus propios esfuerzos y aun su propia sangre en el torrente de la civilizacién hispano cristiana y asi formar un fuerte y sano y bien creyente mestizaje. Los problemas bisicos que a raiz de la conquista habian surgido con cardcter de insuperables ya habian sido supera- dos uno a uno, Ls “infernal monstruosidad” con que, pot parte de un grupo pequefio pero poderosa, se habia procura- do que la Santa Sede, nada menos, declarase Ia irracionalidad de los indios, qued6 para siempre quebrantada por Ia propia Sede Apostdlica mediante Ja inmortal bula Swblimis Deus. Bien merecieron en esta lid nuestros Obispos y Oidores; pero no se siga diciendo que a ellos se debe lo que, con sélo abrir los ojos, era evidente ala luz natural y mds atin a la luz sobre- natural que asiste siempre al Vicario de Jesucristo. Esa misma bula Sublimis Deus constituyd ante los dere- chos internacionales vigentes entonces, la libertad juridica de todas nuesteas razas indigenas y las presenté ademas ante el mundo como un nuevo, precioso y bien amado tesore de Ja Santa Romana Iglesia. Tardése, cierto, ya en Ia via de los hechos, en domefiar 4 MEXICO A MEDIADOS DEL SIGLO XVI las inclemencias de ciertos encomenderos apartados de los gobiernos y justicias del centro; pero ya para este periodo, o sea veinte afios después de consumada la Conquista, todo ha- bia notablemente mejorado, merced en gran parte a las arro- bas de papel con quejas de frailes que colmaron las mesas del Real Consejo de Indias, merced también a los cambios natu- ralmente producidos, pues ya para 1540 buena parte de los encomenderos cran criollos, su nifiez se habia deslizado pa- ralelamente a la de sus indios, los unos y los otros hablaban ya ambas lenguas y muchos rencores por lo pasado habian ya volado en alas del tiempo. Tempus ediam sacvas paulatim mi- figat iras — Nec feritas animo quec fuit ante, manct. Pasé también desde 1545 aquella otra artificial pero te- rrible tormenta: Ia de las “Nuevas Leyes” que habian cons- ternado a todas las Américas espafolas. En fuerza de ellas de una regia plumada se despojaba de sus tierras heredadas a los hijos del pais y se lesionaba el inviolable derecho de pro- piedad. t Merced a tres valientes frailes que disfrazados y resueltos se dispararon desde México a Ratisbona y luego hasta Malinas ¥ se encararon llenas de apostélica entereza con el propio ‘César Carlos V, éste revocd sus leyes, expropiatorias en favor de la Corona; las mismas leyes, que tres afios antes habia fir- mado el Emperador “en virtud de siniestra y no buena rela- cidn”, El criollo entonces habia recobrado sus naturales de- rechos a poser y el indispensable aliciente para arraigarse su tierra, amarla y hacerla producir. Volvié pues a haber labradores y cosecheros y molineros y mineros, volvié la vida y volvié la paz. Y ain sobré harta gen- te de brios para lanzarse unos con su cruz, otros con su bande- 5 MONJE Y MARINO ra por esas no exploradas vastisimas regiones nortefias, enton- cessin limites conocides y ni aun siquiera imaginados, Con es- padas forjadas a lo toledano, pero en nuestra metropoli mexi- cana, en las herrerias de la calle de Tlacopan, con caballadas ya criollas de tres generaciones y con pendones de seda joyante oaxaquefia, alla van los criollos en pos Ibarra y los Baftuelos en su ruta de Zacatecas; alla os fate y hasta Nuevo México Baltasar de Obregén y buen golpe de hijos de esta misma ciudad de México en las huestes que partieron para la Flori- da a las érdenes del flamante Don Tristan de Luna y Are- ano. Habia mas: ni la realeza castellana habia desistido de sus conquistas en tas isla del Mar Pacifico, ni tampoco de poner toda Ia carga y todas las expensas de ellas sobre las recias es~ padas de su querida hija la Nueva Espaiia, Con mucho sa- crificio propio pero con los brios y obediencia que da la juventud, primeramente desde 1524, cl propio Hernin Cor- tés y luego valerosos navegantes como después veremos, ha- bian lanzidose a una empresa que hasta mediados del afio de 1566, sdlo se tradujo cn naufragios espantosos y penalidades sin cuento y sin aparente fruto. Las voragines del Pacifico, sin embargo, scguian siendo un sciuclo de felicidad y un aliciente para las juventudes mexicanas. ‘Vida tan exuberante y tan hidalgos ideales ya no estaban encauzados por la sola mano del misionero como en los prin- cipios. Teniamos ya en la postrera mitad del siglo de oro otras instituciones bien fuertes en las lineas directrices de nuestra vida social. Como institucién preventiva y activo cordén sanitario, el Santo Oficio, aun antes de su plena instalacién que fué en MEXICO A MEDIADOS DEL SIGLO XVI 1872, ya tenia bien a raya al extranjero pernicioso, maxi- me al del tipo de Ocafia, judio malignantis naturae no me- nes que a los piratas herejes europeos que ya infestaban todos fos mares. Como nueva fuerza impulsora surgié la Real y Pontificia Universidad con todos les privilegios y buenas intenciones de la renombrada Salmanticense. Fué por tres siglos centro tranguilo, fuente de sano saber y cuna de los ingenios que integraron nuestras clases directoras. La legislacién, imprecisa, fragmentaria y a veces contra- dictoria de nuestras primeras décadas, iba ya tomando cuer- po y adaptdndose cada vez mas a nuestra sociedad tan hete- rogénea en sus elementos componentes. Estaba sobre todo esa legislacién respaldada ¢ iluminada por el Supremo Con- sejo de Indias, integrado con hombres de sdlida experiencia por sus largos afios vividos en estos gobiernos ultramarinos. Y a toda ella comunicaba desde 1556 la personal reciedumbre y realeza el gran Monarca Don Felipe II, tan superior a su imperial padre en gravedad y prudencia. Todas estas fuerzas nuevas en la Nueva Espafia (salvo choques personales, esporidicos) no solamente estaban en p2z y armonia con la Iglesia, sino que estaban vitalizados por ella. Ella con su credo, mandamientos, oraciones y sacra- mentos sostenia en todas ellas el sentido del deber, las pro- ‘veia de personal honrado y las tenia a raya con las enetgias apostélicas que al caso viniesen. Por prigridad de tiempo en el pais, por la popularidad con que Dios ha bendecido siempre el cordén del poverella de Asis, los franciscanos de la Menor Observancia fueron Jos que mds auge y mis fruto obtuvieron en los primeros dos siglos MONJE ¥ MARINO del dominio espafiol en México. Los hijos del Seratin de Asis, son mas que nadie los padres de Ja cristiandad y la na- cionalidad mexicana. Los religiosos dominicanos venidos en 1526 tenian mis mano con los dominadores altos y medianos. Con respecto a los indigenas ellos apechugaron con las durisimas misiones de Oaxaca, Chiapas, Soconusco y Guatemala, regiones donde atin se levantan, Ilenas de arte y majestad, esas construccio- nes dorninicas tan simbélicas y tan expresivas de la espiritual grandeza de “el mejor de los Guzmanes”. Vinieron en tercer lugar los religiosos ermitahos de San Agustin de los que muy particularmente y en propios capi- tulos habremos de ocuparnos. Todos trabajaron como buenos; sus frutos fueron inne- gables, pero la labor de la Iglesia no se estebiliza com misione- ros, por fervoroses que éstos sean, sino por medio de las di- ‘versa jerarquias episcopales, bien repartidas y bien unidas con el Supremo Jerarca de la Santa Iglesia Romana. Asi lo dejé establecido Nuestro Sefior Jesucristo y asi lo compruc- ba la Historia de todos los tiempos. En nuestra muy respetable jerarquia fulguran astros de primera magnitud, pero la Nueva Espafia siempre carecié del numero suficiente de didcesis (diez solamente fueron pa- ra todo el pais). Por otra parte, la sucesién episcopal era con frecuencia interrumpida con diuturnas perjudiciales vacan- tes y con todo el espesor obstruccionista del Regio Patronato. Por tal razén entre nuestros obispos y Roma las relaciones con el Vicario de Cristo fueron escasas y mas tardias que lo que cra de descarse, No obstante, en la Nueva Espajia del periodo que historiamos eran nuestras Sedes episcopales. respetables MEXICO A MEDIADOS DEL SIGLO XVI centros de todas fuerzas de civilizadores y culturales. Méxi- co entero se sentia entonces con alma; ahora en cambio, cuando se ahogan las actividades de la Iglesia, México se sien- te cadaver en plena y progresiva descomposicién. Dentro de este marco mayor de todo el reino, cifiimones yaa la ciudad de México y al puerto de Acapulco, principales escenarios en nuestro pais, donde brillé el gran personaje céntrico de que este libro se ocupa, Fray Andrés de Urda- neta, Monje y Marino. Arrasada en pocas semanas casi en su totalidad la vieja ‘Tenostitlan, surgi6, no sobre las ruinas de aquella, sino sobre nuevos cimientos, el México de Hernin Cortés. El mismo, con sus “juméericos” como les Ilamaba, la construyé con rapidez y buena traza. Por Enero de 1522 principié la reedificacién de México y en 15 de mayo de ese ato decia Cortés al Emperador, en su tercera carta, que hacia cuatro o cinco meses que la ciudad se iba reparando y asi “en menos de tres ahos habia mucha cantidad de casas hechas y otras que llevan ya buenos pren-

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