Está en la página 1de 3

Daniel:

Ya no puedo con esto. Ocho años y siempre regreso a ti, eterna


repetición que me ha ido consumiendo de a poco. Me he obligado a no
sentir lo que siento y en algunas ocasiones así ha sido, al menos eso
quiero creer, y entonces te he visto como amigo y eso te he pedido y he
intentado dar pero siempre regreso a ti.
Dices que me oculto y es cierto, oculto lo que siento porque encuentro
tu rechazo y porque he sido muy cobarde para decirlo de frente. Ocho
años regresando a ti, pidiéndote una amistad, una presencia, un abrazo,
una escucha y me has dejado caer. Quiero tanto de ti que me oculto de
eso, me aterra lo que siento que es tan intenso, tan fuerte que no
habiendo sido dicho pero si demostrado de alguna manera, ya es
desbordante, tanto que siento que cuando te veo y estoy cerca de ti eso
sale de mis poros, sale en cada palabra dicha y entonces me callo, cuido
cada palabra, cuido el no tocarte aunque es lo que más quiero. Pero por
favor, es obvio, soy la persona mas obvia del mundo. Cualquiera se
daría cuenta y más un hombre analizado como tú, lo que pasa es que
eres cruel, eres cruel y lo sabes, temo incluso que lo haces a propósito.
Te he hablado de mis sueños, de que en ti encuentro a ese con quien
atravesar este infierno, te he dicho lo importante que eres en mi vida, te
he dicho que te necesito y Daniel, me has dejado caer, ni como amigo
has respondido a mi llamado, dime si eso no es una crueldad. ¿Qué
tengo de malo que en ocho años no he sido para ti ni siquiera alguien a
quien puedas darle una amistad? En esta última ocasión te reclamé
como amigo, en verdad necesitaba de ti, bueno siempre, pero
necesitaba un amigo porque en verdad me siento muy mal y me diste la
espalda. ¿qué tengo de ti? ¿por qué me he quedado ocho años
esperando que suceda lo imposible? ¿por qué no has dicho nada? ¿por
qué no me has mandado lejos si soy tan detestable para ti?
Estás metido hasta el fondo de mi ser que me está devorando, ya no
tengo fuerzas para seguir atesorándolo para regresar en otros 3 años a
ti. De haberme quedado más tiempo haciendo que nada pasaba o que
podía con esa indiferencia tuya terminaría por odiarte y peor, odiarme.
De por sí ya odio mi cobardía. De habértelo dicho antes me hubiera
ahorrado todo este dolor, hubiera sido mejor oírlo de tu boca, creo que
lo evité porque ya sabía, creo que siempre lo he sabido, que tu no
sientes nada por mi, y preferí vivir de la fantasía de que podía ser de
otra forma, ser la Scully de Mulder, me creí que esa tensión es la que
había entre nosotros. Aluciné que antes de que la pandemia llegara tú y
yo estábamos en algo lindo, nunca insinué nada directamente porque
para mi eso era repetición, no quise que fuera así contigo y esperé a
que tú me dieras alguna señal o tomaras la iniciativa pero eso nunca
llegó. Cuando me alejé la primera vez fue porque me obligué a no
insinuarte nada porque había alguien más en tu vida, dos de hecho y yo
no quería volver a colocarme en ese lugar de otra, qué tonta pensando
incluso que tendría un lugar aunque fuera así para ti, tal vez desde ese
momento hubiera sido mejor tener tu rechazo claro. Después te busqué
porque yo estaba en una relación, mi lógica era que ya no sentía eso por
ti, y así fue, creo que el que no fuera insistente hizo que no te alejaras,
sino hasta apenas que he sido de lo más terca, queriéndote ver,
escucharte, tener tu atención, esa insistencia aleja a cualquiera, lo sé…
pero las opciones se me acabaron, todo ese rodeo que lo desgastó todo
por no atreverme a decir que eres el hombre de mis sueños, ese
hombre que está muriendo por sus propios demonios pero al que elijo,
al que le puedo dar una cura momentánea para compartir una vida,
también yo atravesada por mis propios fantasmas muriendo también
pero viva por todo eso vivo que siento por ti, que tú me provocas.
Me desgarra terriblemente el hecho de haber sido cobardes. Como
escribió Borges:

He cometido el peor de los pecados


que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego


arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente


se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.


No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

Me desgarra haber pasado ocho años queriendo una felicidad pero desde
la cobardía del callar, no fui valiente y ahora soy desdichada, siento que
tiré mi vida, que estoy en el ocaso, que tu fantasma, el que yo he
creado de ti me ha impedido a lo largo de estos ocho años amar a
alguien que no fueras tú, he vuelto a fracasar con este hombre bueno
que intenté querer y que quise obstinadamente me amara pero no pudo
ser pues sólo había vacío, vacío dejado por ti, no había nada qué amar.
Ya no puedo con eso. No quiero más fantasías, no lo quiero en mis
sueños, quiero perderlo todo, quiero perderte, necesito sacarte de mí.
Pero no todo ha sido sufrimiento, también debo agradecerte por estos
ocho años, porque si me he quedado también es porque has sido una
gran motivación en mi vida, por eso también volví a buscarte porque
compartimos algo invaluable que es el psicoanálisis, una profesión muy
solitaria la nuestra, saberte ahí, saber que podíamos compartir eso en
esta soledad era un bálsamo. He podido ir más allá de mí, de mi
egoísmo y contemplarte, escucharte, quererte. Incluso, he de hacerte
otra confesión, debo a ti el hecho de concebirme como una mujer que
puede amar y renunciar a sí misma en función del deseo de dar vida.
Entre todo lo que no fue ni será puedo decirte que has dejado una huella
imborrable. Las palabras nunca llegarán a expresar todo lo que siento
por ti, por eso he de resistirme a querer transmitirte la pasión que me
aflige y mejor callar aquí. Adiós Daniel.

También podría gustarte