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ISRAEL EN EL DESIERTO

Exodo 19

Después de pasar el mar rojo entro el pueblo de Israel al desierto, en el Desierto, y en brevísimo tiempo
hubieran podido llegar a la tierra prometida, si hubieran sido obedientes a la ley de Dios y a las órdenes de
Moisés a quien dios les había puesto como líder; pero habiendo prevaricado y rebelándose muchas veces,
Dios los entretuvo cuarenta años en el desierto, dejando morir allí a todos los que habían salido de Egipto,
menos dos de ellos: Caleb y Josué.

Los israelitas vivieron en el monte Sinaí por un año, luego la nube se alejó del tabernáculo y los israelitas la
siguieron por el desierto. Los sacerdotes llevaban el arca del testimonio adelante. Dios les dijo que de esa
manera los guiaría a la tierra prometida.
Por todo este tiempo proveyó Dios a su mantenimiento con una especie de escarcha de blancos y menudos
granos, llamada maná, la cual todas las noches cubría la tierra y a la madrugada la recogían. Pero la noche
que precedía al sábado, día festivo para los hebreos, no caía el maná, por lo cual recogían el doble la
madrugada del viernes. Para beber Dios les proveyó de agua, que brotó muchas veces milagrosamente, como
cuando Moisés con su vara podía tocar la roca y de esta podía salir agua.

Una gran nube, que de día los defendía de los rayos del sol y de noche, se convertía en columna de fuego, los
alumbraba y mostraba el camino, los acompañó en todo el viaje.

Los israelitas siguieron a Moisés, pero a ellos no les gustó el desierto. No estaban felices y se arrepentían de
haber salido de Egipto.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS

Al tercer mes de su salida de Egipto llego el pueblo de Israel a la falda del monte Sinaí. Allí fue donde, entre
relámpagos y truenos, habló Dios y promulgó su ley en diez mandamientos, escritos en dos tablas de piedra,
que entregó a Moisés en la cima del monte.

Mas cuando bajó, a los cuarenta días, de hablar con el Señor, halló Moisés que el pueblo había caído en la
idolatría y adoraba un becerro de oro. Abrasado de santo celo por tamaña ingratitud e impiedad, hizo pedazos
las tablas de la ley, redujo a polvo el becerro y castigó con la muerte a los principales instigadores de tan
grave pecado.

Volvió a subir al monte, imploró el perdón del Señor, recibió otras tablas de la ley, y cuando bajó quedó atónito
el pueblo al ver que de la faz le salían rayos de luz que la llenaban de gloria y resplandor.

EL TABERNÁCULO Y EL ARCA
Exodo 25-40
Aquí, al pie del Sinaí, fabricó Moisés, por orden de Dios, y según las divinas prescripciones, el Tabernáculo y
el Arca.
El Tabernáculo era una gran tienda a modo de templo que se levantaba en medio de los reales cuando los
hebreos acampaban.

El Arca era un cofre de madera preciosísima, guarnecido por dentro y por fuera de oro purísimo, donde
después se pusieron las tablas de la ley, un vaso del maná del desierto y la vara de Aarón.

Muchas veces los hebreos en el desierto, por murmuraciones contra Moisés y contra el Señor, se atrajeron
graves castigos. Fue notable entre éstos el de las serpientes ponzoñosas, por cuya mordedura murió gran
parte del pueblo; muchos, arrepentidos después, sanaron de las mordeduras mirando una serpiente de metal
que, levantada en una asta por Moisés, presentaba figura de cruz. La virtud de este emblema era símbolo de
la virtud que había de tener la Cruz para curar las llagas del pecado.

JOSUÉ Y LA ENTRADA A LA TIERRA PROMETIDA


Josue 1-13

Después de haberlos detenido por espacio de cuarenta años en el desierto, Dios introdujo a los hombres en
la tierra de la promesa. Moisés la vio desde lejos, pero no entró porque movido en enojo golpeo la roca de
donde salió agua, pero no lo hizo conforme Dios se lo había dicho; Josué le sucedió en el gobierno del pueblo.

Moisés había guiado a la nación de Israel durante muchos años, y ahora su vida estaba a punto de terminar.
Jehová le dijo: “Tú no serás la persona que llevará a los israelitas a la Tierra Prometida. Pero voy a dejar que
veas la tierra”. Entonces, Moisés le pidió a Jehová que eligiera un nuevo líder para que cuidara del pueblo.
Jehová le respondió: “Habla con Josué y dile que él es el escogido”.

Moisés le explicó a la nación que él iba a morir pronto y que Jehová había elegido a Josué para guiarlos a la
Tierra Prometida. Entonces Moisés le dijo a Josué: “No tengas miedo. Jehová te va a ayudar”. Poco tiempo
después, Moisés subió a lo alto del monte Nebo. Desde allí, Jehová le enseñó la tierra que había prometido a
Abrahán, Isaac y Jacob. Moisés tenía 120 años cuando se murió.

Los Israelitas pasaron el río Jordán y el arca iba delante de ellos, las aguas del Jordán se pararon para dejar
libre el paso por el cauce del río: tomaron posesión de la ciudad de Jericó, sojuzgaron los pueblos que
habitaban la tierra de Canaán y la dividieron en doce partes, según el número de tribus. Así castigó Dios por
medio de su pueblo los gravísimos delitos de aquellas naciones.

Estas tribus tomaron el nombre de Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser,
Benjamín, hijos de Jacob, y de Efraín y Manasés, hijos de José. Sin embargo, la tribu de Leví no tuvo territorio
aparte. Dios la llamó al oficio sacerdotal y quiso ser El mismo su porción y su herencia. De la tribu de Judá,
según había profetizado Jacob a la hora de su muerte, nació más tarde el Redentor del mundo.

ISRAEL BAJO EL MANDATO DE LOS JUECES

Jueces 1-21

Ya cuando el pueblo de Israel se apodero de la tierra prometida guiados por Josué, aquí se establecieron ya
no la abandonaron; siendo gobernados según la ley de Moisés, o por los ancianos del pueblo, o por jueces, y
más tarde por reyes.

 Otoniel: (Jue 3:7-11)


 Aod: (Jue 3:15)
 Samgar: (Jue 3:31)
 Débora (Y Barac): (Jue 4-5)
 Gedeón: (Jue 6-8)
 Abimelec: (Jue 9:1)
 Tola: (Jue 10:1)
 Jair: (Jue 10:3)
 Jefté: (Jue 10:6-12:7)
 Ibzán: (Jue 12:8)
 Elón: (Jue 12:11)
 Abdón: (Jue 12:13)
 Sansón: (Jue 13-16)
 Samuel: (1Sam 7:15)

Los jueces eran personas suscitadas y elegidas por Dios de tiempo en tiempo para librar a los hebreos
siempre que en castigo de sus pecados caían bajo la dominación de sus enemigos. Los dos jueces más
ilustres fueron Sansón y Samuel. Dotado Sansón de una fuerza extraordinaria y maravillosa, molestó y causó
durante muchos años mil estragos a los filisteos, enemigos de Dios muy poderosos.

Traicionado después y perdidas sus prodigiosas fuerzas, recogió las que le quedaban para sacudir y derribar
un templo de sus enemigos, bajo cuyos escombros se sepultó con muchos de ellos. Samuel, último de los
jueces, vencidos ya los filisteos, juntó por orden de Dios al pueblo, que alborotado pedía rey, y en su
presencia eligió y consagró a Saúl, de la tribu de Benjamín, por primer rey de todo el pueblo hebreo.

ISRAEL BAJO EL MANDATO DE LOS REYES

1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes

Reino varios años Saúl, pero después de los dos primeros fue desechado por Dios a causa de una gravísima
desobediencia, y fue ungido y consagrado rey un joven por nombre David, de la tribu de Judá, quien luego se
hizo célebre matando el solo con una onda y piedras a un gigante filisteo llamado Goliat, que insultaba al
pueblo de Dios puesto en orden de batalla.

Saúl, derrotado por los filisteos, se dio la muerte. Entonces subió al trono David, que reinó sobre el pueblo de
Dios cuarenta años. Acabó de conquistar toda la Palestina, sojuzgando a los infieles que allí quedaban, y se
enseñoreó especialmente de la ciudad de Jerusalén, que eligió para asiento de su corte y capital de todo el
reino.

A David lo sucedió Salomón, que fue el hombre más sabio que hubo jamás. Edificó el templo de Jerusalén y
gozó de largo y glorioso reinado. Pero los últimos años de su vida, por las artes insidiosas de mujeres
extranjeras, cayó en la idolatría, y algunos temen por su eterna salvación.

DIVISIÓN DEL REINO

Sucedió al Rey Salomón su hijo Roboán. Por no querer éste aliviar la carga durísima de los tributos impuestos
por su padre, se le rebelaron diez tribus, que tomaron por rey a Jeroboán, cabeza de los insurrectos y solas
dos tribus permanecieron fieles a Roboán, las de Judá y Benjamín. El pueblo hebreo se halló de este modo
dividido en dos reinos, el reino de Israel y el reino de Judá. Estos dos reinos no se unieron ya más, sino que
cada uno tuvo historia por sí.

El Reino de Israel tiene sus referentes en la Biblia y conoció dos períodos: el primero de ellos comprende un
reino unido conocido como Reino de Israel e involucra a Saúl, David y Salomón (1030-930 a.C.); el segundo
implica un reino resultante de la división del reino anterior y que sólo abarcó la parte norte del ese reino inicial
(930-720 a.C.). Dado que ambos son conocidos con el nombre de Reino de Israel y con el propósito de
diferenciarlos, a uno de los dos reinos resultantes de la división (del aquél reino primigenio que perteneció a
Salomón) se lo denomina reino del norte (en contraposición al reino del sur, al que también se conoce como el
Reino de Judá). Luego de 210 años de existencia, el Reino del Norte fue conquistado y destruido por el
imperio asirio. Las ciudades principales del Reino del Norte fueron: Siquem, Tirsa y Samaria.

DEL REINO DE ISRAEL

En la Biblia hebrea, el Reino de Israel se halla emparentado con la "Casa de Judá" y la "Casa de José".1

Inicialmente el territorio que daría lugar al Reino de Israel fue compuesto a partir de aquellos asignados a las
tribus de Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí, Dan, Manasés, Efraín, Rubén, Simeón y Gad.

Su capital era Samaria.

Siquem fue la primera capital del norteño Reino de Israel, que comprendía ahora solo Samaria y Galilea.11
Posteriormente, la capital del Reino de Israel fue Tirsa. El rey Omri construyó su nueva capital en Samaria,
que continuó siéndolo hasta la destrucción del reino del norte en manos de los asirios. Durante el asedio de
tres años de Samaria por los asirios, Salmanasar V murió y fue sucedido por Sargón II de Asiria. Así,
alrededor de 720 a.E.C., después de dos siglos, el reino del norte y las diez que lo habitaban se perdieron
para siempre.12
Entre los arqueólogos contemporáneos, Samaria es un sitio arqueológico al que concensualmente aceptan
pertenecer a la época bíblica de alrededor del año 850 a.E.C. Evidencia de ello se halla en la estela de
Mesha, que presenta inscripciones en el alfabeto paleohebreo, registra la victoria del rey Mesha de Moab
contra Omri de Israel y su hijo Ahab.

Reino de Judá

El Reino de Judá existió como estado independiente durante 344 años, es decir, hasta el año 586 a.C.,
cuando fue conquistado por el imperio neobabilónico.

CAUSAS DE LA DIVISION DEL REINO

El clima religioso del reino de Israel parece haber seguido dos tendencias principales. La primera, la de DIOS,
y el segundo el culto de Baal como se detalla en la Biblia hebrea, y en el llamado "ciclo de Baal" descubierto
en Ugarit.

Se registra en la Biblia que Jeroboam construyó dos lugares de culto, uno en Betel y otro en el extremo norte
de Dan, para ser una alternativa al Templo de Jerusalén. No quería que la gente de su reino tuviera lazos
religiosos a Jerusalén, la capital del rival Reino de Judá. Erigió además becerros de oro a la entrada de los
templos para representar lo que él propulsó en términos del Reino de Israel. Estos actos fueron conocidos
como el "camino de Jeroboam" o los "errores de Jeroboam". Según el relato bíblico de I Reyes 12:26–30,
luego de haber sido establecido el norteño Reino de Israel, Jeroboam I consideró las prácticas sacrificiales de
los israelitas: su inquietud era que los sacrificios se realizaban en Jerusalén, ciudad que en ese entonces
formaba parte del sureño Reino de Judá, cosa podría causar que los súbditos de Jeroboam se alineasen con
su rival, el sureño rey Roboam. A fin de descentralizar la importancia del Templo de Jerusalén, Jeroboam
emplazó dos becerros de oro, uno en Betel y el otro en Dan.

Los dos becerros de oro pudieron haber sido substitutos de los querubines del Arca de la Alianza.13 También
es posible que los dos becerros de oro emplazados por Jeroboam en el Reino de Israel hayan sido inspirados
por el toro que representaba al dios El (con el que, en su forma plural, se relaciona el dios de los hebreos).
Como Todopoderoso, el dios semítico Él fue luego denominado en plural en idioma hebreo: Elohim ("dioses" o
acaso una variante del genitivo hebreo El ha-Elim, es decir, "El dios de los dioses" [El dios supremo]). Durante
centurias, Él había sido el dios canáneo por excelencia, siendo además el principal dios de los nómadas.
Poseía funciones éticas y sociales; era tolerante y benigno y recibía, entre otros, los títulos de «Padre de los
Dioses», «Rey», «Padre de los Hombres», «Creador de las Criaturas», «Toro», «Amable» y «Misericordioso».
Pero más allá de sus diversos títulos, Él era el nombre especial de un dios sumamente particular y que era
persistentemente distinguido de otros dioses como "el dios" (es decir, lo que en un sentido monoteísta sería
Dios).14

Ahab, por su parte, permitió la adoración de Baal y convirtió su culto en componente importante de la religión
del Reino de Israel; su esposa Jezabel, devota con inclinaciones paganas, adoró a Baal.

DIVISION EN DOS REINOS

Como entidad territorial y política unificada , el reino unido de Israel existió desde aproximadamente 1030 a.C.
hasta 928 a.C. El mismo implicó la unión de todos los territorios habitados por las doce tribus de Israel en el
área que actualmente se aproxima a la moderna Israel y los territorios palestinos.

Reyes de Israel en tiempos de la monarquía unida:

Saúl

David

Salomón

Alrededor de 930 a.C., después de la muerte de Salomón y a excepción de Judá y Benjamín, diez tribus de
Israel (llamadas las diez tribus del norte) se negaron a aceptar a Roboam, el hijo y sucesor de Salomón, como
su rey. La rebelión contra Roboam surgió después de que él se negara a aligerar la carga de los impuestos y
servicios que su padre había impuesto a sus súbditos.

Jeroboam, que no era de la descendencia de David, fue enviado a Egipto por los descontentos. La tribu de
Efraín, y todo Israel levantó el grito de edad, "Cada uno a sus tiendas, oh Israel". Roboam huyó a Jerusalén, y
en el año 930 a.C. (a veces datado 920 a.C.), Jeroboam fue proclamado rey sobre todo Israel en Siquem.
Después de la revuelta en Siquem al principio sólo la tribu de Judá permaneció fiel a la casa de David. Poco
después la tribu de Benjamín se unió a Judá. El reino del norte siguió siendo llamado Reino de Israel,
mientras que el reino del sur fue llamado Reino de Judá.

1. Saúl
2. Isboset
3. David
4. Salomón
5. Jeroboam I
6. Nadab
7. Basá
8. Elah
9. Zimri
10. Omri
11. Ahab
12. Ahaziah
13. Joram
14. Jehu
15. Joacaz
16. Joás
17. Jeroboam II
18. Zacarías
19. Sellum
20. Menajem
21. Pecajías
22. Pecaj
23. Oseas

REINO DE ISRAEL Y SU DESTRUCCIÓN

Los reyes de Israel, en número de 19, todos perversos y sumidos en la idolatría, a la que arrastraron la mayor
parte del pueblo de las tribus, gobernaron por espacio de doscientos cincuenta y cuatro años. Finalmente, en
castigo de sus enormes iniquidades, parte del pueblo fue dispersado, parte llevado cautivo a Asiria por
Salmanasar, rey de los Asirios, y el reino de Israel cayó para no levantarse más. (A. a. C. 722.)

REINO DE JUDÁ Y CAUTIVIDAD DE BABILONIA

Los reyes de Judá, en número de 20, de los cuales algunos fueron piadosos y buenos y otros harto criminales,
reinaron en junto trescientos ochenta y ocho años.

Más tarde, otro rey de los Asirios, por nombre Nabucodonosor, puso fin al reino de Judá; se apoderó de
Jerusalén y la destruyó, junto con el templo de Salomón, hasta los cimientos; hizo prisionero y sacó los ojos a
su último rey, Sedequías, y al pueblo lo llevó cautivo a Babilonia.

Durante la cautividad de Babilonia vivió el profeta Daniel. Escogido con otros jóvenes hebreos para ser
educado y luego destinado al servicio personal del rey, se granjeó con su virtud la estimación y afecto de
Nabucodonosor, mayormente después de haberle manifestado e interpretado un sueño que éste había tenido
y del que después se había olvidado.

También fue muy amado del rey Darío: pero los émulos le acusaron de adorar a su Dios, desobedeciendo el
edicto real que lo prohibía, y lograron que fuese arrojado al foso de los leones, de los que Dios le guardó ileso
milagrosamente

Fin de la cautividad de Babilonia y vuelta de los hebreos a Judea

zorobadel-reconstruccion-templo-jerusalen66. La cautividad de Babilonia duró setenta años, después de los


cuales los judíos alcanzaron de Ciro la libertad. Vueltos a su patria, guiados por Zorobabel (A. a. C. 539),
reedificaron Jerusalén y el Templo, alentados en la santa empresa por Nehemías, ministro del rey, y por el
profeta Ageo.

Mas no todos regresaron a su patria. Entre los que se quedaron en tierra extranjera se halló por divina
disposición Éster, la cual, escogida por el rey Asuero para esposa suya, salvó después a su pueblo de la ruina
a que estaba condenado por el rey, instigado por el ministro Amán, que aborrecía a Mardoqueo, tío de la
reina.

Los judíos, recobrada la libertad, fueron en adelante más fieles al Señor, viviendo en la guarda de sus propias
leyes y reconociendo por cabeza de su nación al Sumo Sacerdote, con cierta dependencia, ya del rey de
Persia, ya del de Siria o de Egipto, según la suerte de las armas.

Entre estos reyes, algunos dejaron en paz a los judíos y otros los persiguieron para reducirlos a la idolatría. El
más cruel tirano fue Antíoco Epífanes, rey de Siria, quien publicó una ley por la que todos sus vasallos
estaban obligados, so pena de muerte, a abrazar la religión gentílica. Muchos judíos entonces consintieron en
aquella impiedad, pero, muchos más se mantuvieron firmes y se conservaron fieles a Dios, y otros muchos
murieron con glorioso martirio. Así acaeció a un santo anciano que se llamaba Eleazar y a siete hermanos,
que se decían Macabeos, con su madre.

Las intrigas de los príncipes de Jerusalén sólo contribuyeron a atraer dos veces en diez años a los ejércitos
caldeos: en 596 y en 587. La segunda vez la ciudad fue tomada, sus palacios arrasados y el Templo
incendiado.

Los babilonios prosiguieron con la política asiria con respecto a los países vencidos: se trasladaban la flor y
nata a otras provincias y se las reemplazaba por extranjeros para así hacer imposible una revuelta. Junto con
las clases dirigentes fueron deportados los artesanos metalúrgicos. Las incesantes campañas de los reyes de
Babilonia para mantener a raya a Egipto, someter a los fenicios de Tiro, controlar el corredor siriopalestino,
contener a los Medos y los Persas en la meseta iraní, y castigar cualquier intento de rebelión, precisaban de
un armamento renovado continuamente, en cuya fabricación participaban los artesanos deportados.

De ahí que la población campesina y el pueblo de las ciudades quedaran sin estructuras y desorientados. La
eliminación de las elites judías le permitió a la fracción cananea del país levantar cabeza.

Babilonia la Grande

Retomando el proyecto de su padre Nabopolasar, Nabucodonosor quiso hacer de Babilonia la reina de las
ciudades. El desarrollo económico fruto de una mejor administración y el aporte de las riquezas expoliadas
dotaron a Nabucodonosor de los recursos necesarios. Trajeron cedros del Líbano para el nuevo palacio real;
se prosiguió con el arreglo y la decoración de la vía sagrada; los templos restaurados fueron adornados con
ladrillos barnizados y su mobiliario enriquecido con oro y piedras preciosas; una de las siete maravillas del
mundo registradas por Estrabón, los famosos jardines colgantes, fueron diseñados y ejecutados por amor a la
reina. Todos los talentos fueron movilizados para gloria de Babilonia, y muchos de los hijos de Israel aportaron
sin duda, de buen o mal talante, su concurso a esa gigantesca empresa.
Muchos de ellos habían emigrado al extranjero antes del Exilio. Se quedaron en los países a donde habían
llegado: Egipto o Persia. Otros que habían sido desterrados, lograron ayudándose entre sí salir de su
situación miserable: algunos llegaron a ocupar los puestos más importantes de la administración real,
mientras que otros, como la familia de los Egibi, contribuyeron al desarrollo del sistema bancario desde el
reinado de Nabónida. Los libros atribuidos ficticiamente a Daniel, Tobías y a Ester, aunque escritos algunos
siglos más tarde, no nos engañan cuando describen esa ascensión.

Una prueba y un desafío

El cautiverio debió durar oficialmente alrededor de cincuenta y seis años. Fue un tiempo privilegiado para la
maduración de la fe de Israel. Entre los deportados en Babilonia se encontraba el profeta Ezequiel, quien
anunció que los cautivos convertidos por la prueba volverían al país y reconstruirían la nación en la justicia.
Una carta dirigida por Jeremías a los judíos desterrados en Caldea indica tanto la duración de la prueba como
la salida que Dios le iba a dar.

Así habla Yavé, Dios de Israel, a todos los judíos que ha desterrado de Jerusalén a Babilonia:

“Edifiquen casas y habítenlas; planten árboles y coman sus frutos; cásense y tengan hijos e hijas. Casen a
sus hijos y a sus hijas para que se multipliquen y no disminuyan. Preocúpense por la prosperidad del país
donde los he desterrado y rueguen por él a Yavé; porque la prosperidad de este país será la de ustedes.” (Jer
29,4-9).

La comunidad judía se organiza

Al revés de los que habían sido deportados por los asirios después de la caída de Samaria, en 721, o de los
que se habían refugiado en Egipto ante la amenaza caldea, los israelitas que habían sido llevados a Babilonia
supieron conservar y profundizar su patrimonio espiritual y su originalidad en medio de las naciones paganas;
varias razones se pueden esgrimir para explicar esa fidelidad.

Hoy día parece evidente que cuando partieron a Babilonia, ya habían sido redactados una parte de la Torá y
los oráculos proféticos; los exiliados no se fueron pues con las manos vacías y los escritos que llevaban les
sirvieron para estructurar su fe. Por otra parte, quienes encabezaban a los desterrados eran la flor y nata del
país; más instruidos, mejor preparados para organizarse. Esos judíos, privados del templo y su culto, supieron
cerrar filas en torno a la Ley y los escritos proféticos, dando así inicio a un movimiento que iba a expandirse
después del regreso, cuando la sinagoga pasara a ser la célula básica de la sociedad judía. Por último, los
animaba una profunda convicción: ¿no eran ellos acaso el pequeño Resto que había sobrevivido al desastre y
al que Dios confiaba ahora la responsabilidad de mantener contra viento y marea la esperanza de Israel?

La salvación viene de los persas

El rey Nabónida, hijo de Nabudoconosor, se dejó llevar por sus caprichos de coleccionista, llegando hasta
saquear los templos malquistándose así con su propio pueblo. Tuvo sin embargo la suficiente lucidez para
captar el peligro que representaba a sus espaldas el imperio de los medos. No dudó pues en favorecer la
rebelión de Ciro, rey de los Persas y vasallo de los medos. Al cabo de varios años de rebelión (556-550), el
joven príncipe venció a Astiages, rey de los medos. Preocupado por su éxito, Creso rey de Lidia, célebre por
su fabulosa riqueza, cometió el error de atacar a Ciro. Sufrió una gran derrota y tuvo que entregar su reino al
persa. Con algunas nuevas victorias al este de su reino, Ciro tuvo en su mano el Asia Menor y la totalidad de
la meseta iraní. Los judíos desterrados en Babilonia percibieron en esos trastornos políticos una señal
anticipada de su liberación: el fin del imperio babilonio estaba próximo.

Uno de los generales de Ciro venció a los ejércitos de Nabónida el año 539 (el rey mismo pereció en la
batalla) y el nuevo amo del Cercano Oriente hizo su entrada victoriosa en Babilonia, siendo aclamado por el
clero de Marduk y los babilonios que habían soportado hasta entonces el yugo del vencido.

Ciro adopta una nueva política

Ciro se negó a continuar con la política asiria y babilonia de desplazamientos de población: comprendía que
para mantener la paz en su vasto imperio, era importante respetar la lengua, la religión y las tradiciones de los
pueblos vencidos. Los textos oficiales fueron a partir de entonces trilingües y una de las lenguas era la de los
habitantes de la provincia; para los antiguos reinos de Siria-Palestina, el arameo fue rápidamente oficializado
por la administración, lo que le valió una atención completamente nueva: se definieron las formas
gramaticales y la ortografía y así pasó a ser lo que después debía llamarse “el arameo del Imperio”.

Ciro ordena la reconstrucción del templo En el terreno religioso, la política de Ciro fue diametralmente
opuesta a la de los babilonios, cuyas destrucciones de templos y profanaciones habían despertado la cólera
de los pueblos sometidos. Ya en el primer año de su reinado, el Gran Rey ordenó, por el edicto de Ecbatana,
la reconstrucción del templo de Jerusalén (Esd 6,3).

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