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Opuestos

Este ha sido el primer encuentro con la obra literaria de “El Extranjero”, es la primera vez
que la escucho nombrar. Narrar la experiencia de lectura de este clásico no fue fácil, pues al
principio creí tener una conexión con él; pero durante el recorrido me daba cuenta que el
personaje y yo éramos totalmente opuestos.
No quise buscar en la red información sobre él, pues quería dejar en la incertidumbre a qué
hacía referencia este libro. Lo primero que pensé o más bien me pregunté era si tal vez se
trataba de un viajero, un turista que provenía de otro lugar y que llegaría tal vez a disfrutar
unas vacaciones a un lugar paradisiaco lleno de arena, brisa, mar y sol. Imaginé, con tan solo
mirar la carátula, un hombre de traje, con sombrero y maleta de viaje que llegaba a un lugar
el cual le era desconocido.
La muerte
Al pasar las primeras hojas en blanco, llegar a la primera página y comenzar a leer; las
primeras palabras que leo y no puedo evitar que calen en mí son: “Mamá se ha muerto
hoy” y es inevitable sentirme identificada con él, con el Extranjero, pues mi mamá
también ha muerto. Siento tristeza, nostalgia, rabia, todo un huracán de sentimientos
que se revuelven en mi vientre y me traspasan. Cierro el libro e imagino que esto que
me produce esas primeras palabras es lo mismo que sintió el Extranjero al saber que su
madre había muerto, tal vez su mundo alrededor se tiñó de ese manto oscuro que
produce y nos hace sentir la muerte; donde los sentidos se adormecen y quisieras que
ese momento fuera un sueño del cual despertarías y no sentirías la realidad dolorosa
que produce perder una madre. Después de llorar por un instante, compruebo que el
Extranjero no es el tipo de extranjero que imaginé; pero entonces ¿Por qué El
Extranjero?
Abro de nuevo el libro, pues espero encontrar en él la razón o las razones de por qué se
llama El Extranjero, cuál fue su reacción tras conocer la noticia del fallecimiento de su
madre. Continúo leyendo: “O puede que ayer, no lo sé”. Me sorprendo, pues ¿cómo
puede ser posible no tener claro en la noción del tiempo que día fue que murió su
madre? Yo tengo muy tatuado en mi mente y mi alma el día que mi vida se fragmentó
en dos: antes con ella y después sin ella. Continúo leyendo y al avanzar en ello no
encuentro aquello con lo que me quisiera encontrar, palabras y demostraciones de dolor
y tristeza de Meursault, así se llama el Extranjero, tras la muerte de su madre. Más
sorprendida y contrariada me sentí al enterarme de que solo quería que todo pasase
rápido y volver a su agitada cotidianidad, en la que no vivía con su madre, pues ella
vivía en un asilo. ¿cómo era posible todo esto? Si yo hubiera querido que el tiempo no
llegase nunca a donde estaba; hubiera querido detenerlo para que no llegará jamás el
momento de tener la certeza que nunca más la volvería a ver, que no hubiera la
despedida física y terrenal que tanto dolor produce. Yo vivía con mi padre, mi hijo y mi
madre y hubiera querido vivir eternamente así.
Decido cerrar el libro para no tener que comparar mi dolor con el de él, pero es algo
inevitable compararme, tal vez para Meursault era su forma de vivir y escapar del
dolor, además no soy nadie para juzgarlo. Quizás el próximo encuentro con El
extranjero sea un poco menos contrariado por mí misma y la experiencia del encuentro
sea distinta.
Han pasado muchos días y he decido después de una larga y extenuante jornada de
trabajo frente al computador, retomar mi pausada lectura de El Extranjero. Es raro
porque no he sentido el deseo y la necesidad de volver a leerlo; tal vez para no
encontrarme en oposición a Meursault, quien después de enterrar a su madre vuelve a
su cotidianidad. Describe lo que parece ser un fin de semana, pero un fin de semana
poco común, pues regresa a su casa como si nada hubiera pasado, no siente la ausencia
de la esencia de su madre, solo dedica tiempo a observar por la ventana el ir y venir de
la vida de los demás un domingo. Aquí vuelvo y me comparó con Meursault; pues
también del sepelio de mi madre vuelvo a casa, no a mi cotidianidad por que la mía si
cambió, y a diferencia de él si siento la ausencia, no encuentro como llenar el vacío, evito
llorar, pero no lo logro, como tampoco logro esquivar sentir el nudo en la garganta que
se siente antes de llorar, ese que casi no permite hablar y respirar. Al mirar por la
ventana dirijo una mirada al cielo y cuestiono ¿Por qué ella? ¿Por qué así? Pero nadie
responde........

El Amor
Aunque me parece raro, Meursault tiene un amor, Marie, quien fue compañera de
trabajo de él y con la que vive una apasionante relación de pareja. Marie le demuestra
afecto, amor con sus actitudes y palabras; pero él parece vivir solo el momento con ella,
parece no importarle ni lo que ella siente por él ni lo que él siente por ella, a tal punto
que ella le pregunta si la ama. Responde que no, que eso no importa. Hasta le pide
matrimonio. Para él no representa nada, pero acepta.
Yo también al igual que Meursault, he vivido el amor, a ratos bonito, a ratos feo. Pero
fue el amor quien hizo llegar a mi vida aquella persona que cambió mi perspectiva de
vida y es por él por quien sacrificó todo, lo físico y lo emocional, todos los días. Tal vez
no tenga una pareja, pero sé que el amor impulsa, motiva, alimenta de bienestar; pero
también conlleva sufrimiento, tristeza y malestar cuando no es correspondido o cuando
es mal entendido.
Definitivamente al leer el Extranjero no puedo evitar la comparación. Me digo a mí
misma o tal vez también a Meursault, ¿cómo es posible la insensibilidad? Qué le pasa a
este hombre tan absurdo.
El amor es un sentimiento poderoso, pero también misterioso. Nos impulsa, nos motiva
y cambia nuestra vida. Es inevitable rendirse a sus efectos.
La Amistad
Tras mi lectura y mi encuentro con Meursault, noto que como cualquier persona goza
de relaciones, no solo amorosas sino de amistades también. Aparece Raimundo quien
es, a todas luces, un truhan, con quien entabla una amistad, aunque para Meursault la
amistad tampoco es relevante a tal punto que le es indiferente el trato que éste le da su
mujer.
En este punto vuelvo y caigo en el inevitable acto de comparación, pues también he
tenido amistades, de las cuales he aprendido y desaprendido. Algunas las mantengo,
otras han pasado por momentos fugaces en mi vida. Al leer y tratar de interpretar la
amistad para Meursault, viene a mi mente Liz, mi amiga, mi comadre, con la que llevo
más de 20 años de amistad, con la que, a pesar del tiempo y la distancia, siempre hemos
estado ahí en esos momentos acompañados de tantos colores y emociones, con la que tejí
esa colcha que nos abriga en momentos de soledad e incertidumbre; de llantos y risas.
En fin….
Vuelve a mí el ejercicio de comparación. ¿Por qué Meursault es tan insensible? ¿Será
que evita con ese caparazón de indolencia, el dolor? ¡Qué extraño es Meursault!

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