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MEDITACIÓN FRATERNA 22 de noviembre de 2023

¿CUANDO OCURRE NUESTRA FORMACIÓN?


Tal vez se pregunten, ¿por qué plantear algo tan evidente? Y tienen toda la razón.
Sin embargo, la intencionalidad es proponerles y brindarles, como punto de partida, para
este momento de meditación fraterna, la oportunidad de pensar sobre el cuándo se da
nuestra formación, pues a veces no vemos el bosque por los árboles y puede pasar que
nos olvidemos de lo que realmente importa, que lo especí co nos distraiga de lo esencial.
O también, nos sentimos abrumados, porque hay demasiadas cosas que reclaman
nuestra atención, pero solo les dedicamos un vistazo rápido y super cial. Lo que es muy
frecuente y repetitivo se vuelve algo a lo que se le presta poca o ninguna atención.
Un ejemplo común y sorprendente
El calendario litúrgico de nuestra comunidad cristiana tiene un aspecto
interesante, que nos puede servir para re exionar sobre nuestra formación, justo cuándo
se da. Después de todo, el calendario litúrgico también se puede ver como una especie de
proceso formativo en el discipulado alrededor del seguimiento de Jesús, horizonte de
nuestra formación.
Cuando termina el tiempo de Navidad, tiempo fuerte, tiempo especial, tiempo
singular, empieza el llamado tiempo ordinario que dura entre tres o cuatro semanas o un
poco más, antes de entrar en la Cuaresma, otro de los tiempos que llamamos fuerte. Sin
embargo, tal vez sea mejor pensar en el tiempo ordinario, una vez que han acabado
todos los tiempos especiales. Y es que, de hecho, la mayor parte de este tiempo que
llamamos ordinario se extiende en el largo período del año que va desde Pentecostés,
que normalmente se celebra en mayo o junio, hasta que naliza el ciclo litúrgico, con la
celebración de Cristo Rey, usualmente a nales de noviembre, como ocurrirá el próximo
Domingo ultimo de noviembre. Entre cinco o seis meses enteros en los que el énfasis no
es otro que la cotidianidad. De ahí el hablar de tiempo ordinario, quizá por oposición a
lo que es extraordinario o, de algún modo, especial. No hay entonces grandes narrativas
que sean más adecuadas ni actitudes especialmente relacionadas con este tiempo. En
todo caso, la continuidad nos permite ir progresando desde Jesús, en su dimensión más
humana, hasta contemplarlo como Rey, entregando toda su vida en lo alto de una cruz
por todos nosotros, en ese querer profundizar en el misterio de la encarnación y su
sentido.
Aunque el Tiempo Ordinario incluye festividades signi cativas, como la Trinidad y
el Corpus, junto con otras celebraciones centradas en María, su enfoque principal es la
cotidianidad de Jesús y, por lo tanto, la cotidianidad de nuestras propias vidas. A
diferencia de los otros tiempos litúrgicos que enfatizan la esperanza, la alegría, la
conversión o la búsqueda, en este tiempo no se insiste en nada en particular. A pesar de
esto, todo encuentra su lugar de manera más pausada.

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MEDITACIÓN FRATERNA 22 de noviembre de 2023

En la liturgia, se van recorriendo los diversos episodios de la vida de Jesús.


Durante este tiempo, tendremos la oportunidad de escuchar las parábolas que Jesús
contaba, las cuales todavía nos hablan a las personas de hoy. Veremos cómo curaba a los
enfermos y cómo Él y sus discípulos recorrían los caminos de Israel, comiendo con
pecadores, hablando con todo tipo de personas, retirándose a orar o enfrentando la
tempestad. Son relatos que ya conocemos casi de memoria, pero que nos hablan de
nuevo porque así es el encuentro con Jesús: regresar una y otra vez a lugares ya
conocidos que, sin embargo, son nuevos porque somos nosotros mismos quienes
cambiamos con el tiempo.
El tiempo ordinario nos recuerda, por tanto, el valor de lo cotidiano, lo
habitual, lo que no se puede adornar con ningún sello de excepcionalidad. No hay nada
especial, al menos no lo hay de antemano, en estas épocas de la vida. Pero eso no quiere
decir que sea un tiempo menos signi cativo o importante. Quizás, al contrario, no
deberíamos sacri car lo cotidiano para perseguir constantemente lo extraordinario.
Imaginemos nuestra vida de cada día, las relaciones que compartimos o los
esfuerzos que hacemos. ¿Solo aprendemos de lo que resulta único, intenso o
especial? Si fuera así, estaríamos condenados a aprender muy poco o a vivir en una
montaña rusa de experiencias, persiguiendo siempre momentos inolvidables, palabras
únicas y vivencias excepcionales. Pero cualquiera sabe que la realidad no es así. La
realidad se mueve, a menudo, en escalas de grises, en momentos que son parecidos
entre sí, en situaciones que parecen repetirse hasta el cansancio. Esto ocurre en el
trabajo, en la vida familiar, en la vida en fraternidad, en la vivencia de la fe, en todos los
hábitos con los que uno va construyendo sus rutinas.
Tan horrible sería una vida en la que no hubiera espacio para la novedad, la
sorpresa y lo especial, como una vida en la que, a base de querer vivirlo todo como
fabuloso y único, no quedase espacio para la normalidad.
Ese es el valor del tiempo ordinario; probablemente en la vida de Jesús también
hubo rutinas. Desde su vida oculta, treinta años de preparación, de los que poco
sabemos, quizá porque poco hay que reseñar, hasta esos tres años en los caminos, en los
que iría creando sus propios hábitos. Habría jornadas parecidas entre sí, días en los que
no ocurriera nada excepcional ni especial. Los discípulos tendrían que acostumbrarse a
etapas más tranquilas, de levantarse temprano, conversar con personas distintas sobre
los mismos asuntos una y otra vez; se acostumbrarían a veladas ante una hoguera,
marcadas por el silencio cuando ya parece que se agotan los temas de conversación; o a
noches de mal dormir, hasta que el cuerpo se acostumbra también a las durezas del
camino. Todo eso les ocurriría, tal como a nosotros hoy.
Entonces, ¿cuándo ocurre nuestra formación? Sí, tienen razón, ocurre todos los
días, es un evento cotidiano, no es un evento extraordinario, no está sujeto a ocasiones
especiales, o excepcionales, no es el resultado de unos cursos, es el resultado del curso
ordinario de la vida.

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MEDITACIÓN FRATERNA 22 de noviembre de 2023

Según nuestras Constituciones Generales, la formación inicial comienza el día en


que el candidato es admitido al Postulantado en nuestra Orden y dura hasta el día
de su determinación de nitiva, sancionada por la profesión solemne. Esta
formación (inicial) se va desarrollando en tres etapas, a saber: Postulantado,
Noviciado y período de profesión temporal (art. 148).
Pero esta formación, llamada inicial, se desarrolla, toma toda su vitalidad, su
fuerza, sustento y horizonte de lo que llamamos formación permanente, la cual, las
mismas Constituciones, de nen como camino de toda la vida tanto personal
como comunitaria, en el que se desarrollan de modo ininterrumpido las dotes
propias, el testimonio evangélico y la opción vocacional, según el ejemplo de San
Francisco, quien invita a los hermanos a que siempre “comencemos de nuevo a
obrar el bien” (art. 135).
Sin embargo esto que es entendido y aceptado por todos, no pocas veces, se
nos escapa, no le prestamos la debida atención y dedicación y no faltaran los casos
en que en algunos ya ni siquiera sea una verdad, inspiración o motivación para
tender hacia la perfecta caridad al servicio de Dios y de nuestro pueblo.
✦ Para el diálogo
Puede ser esta una ocasión para pensar en las rutinas y lo que aprendemos de ellas.
Los hábitos, las costumbres, de cada día, de cada semana, de cada año, todos esos
espacios donde se van dando regularidades. Y puede ser una ocasión para que nos
demos cuenta de todo lo que esas dinámicas, que normalmente pasan
desapercibidas aportan a nuestra formación de hermanos menores:
¿Cómo in uye nuestros hábitos cotidianos en la formación para la vida
franciscana?
¿Qué aspectos de la vida cotidiana nos ayudan a crecer como hermanos y cuáles
lo di cultan?
¿Qué importancia le doy a la formación continua como un proceso que abarca
toda la vida?

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MEDITACIÓN FRATERNA 22 de noviembre de 2023

LA FORMACIÓN, UN TEJIDO DE COMUNIÓN FRATERNAL


COTIDIANA.
En cuanto a la formación, se espera que existan ciertos valores humanos y
evangélicos transmitidos por nuestra tradición franciscana, que puedan y deban ser
asimilados por cada uno de los hermanos. Estos valores son llamadas, estímulos,
modelos y amonestaciones que contribuyen a estructurar y formar tanto a los individuos
como a las fraternidades.
Estos valores son relevantes tanto para los hermanos que se inician en nuestra vida
como para aquellos que llevan un tiempo en ella. En otras palabras, el contenido de la
formación es el mismo, independientemente de si se trata de formación inicial o
permanente. Solo di eren los énfasis, las metodologías y estrategias para cada caso.
La formación para nuestra vida se logra a través de la vida misma de la fraternidad,
no tanto a través de discursos teóricos. Esto no signi ca que se excluyan o superen estos
discursos, sino que somos iniciados en la vida del Evangelio de Jesucristo por la vida
misma, tal como se propone en la Regla. Es a través de la cotidianidad que generamos en
nuestra historia personal y fraterna las condiciones para los eventos especiales que nos
ayudan a volver sobre la misma una y otra vez.
Es decir, tal vez esa vida cotidiana no aparecerá en los manuales de historia, que
consignarán tan solo las fechas memorables (profesión temporal, profesión solemne,
culminación de estudios...); pero la normalidad es la trama sobre la que se construyen
esos momentos especiales.
Es cierto que siempre, cuando miramos hacia atrás, asociamos las grandes guras
con episodios destacados. Podemos construir la historia desde lo especial, así por
ejemplo miramos a Sócrates bebiendo la cicuta que acabará con su vida; al hermano
Francisco de Asís despojándose de sus ropas y abandonando Asís para adentrarse en una
nueva vida abrazando y besando a los leprosos; a Monseñor Oscar Romero, que alzando
la voz y, desde su púlpito, ordenando a los militares que dejaran de matar a su pueblo; a
Teresa de Calcuta abandonando la seguridad de los muros de su congregación en
Calcuta; por citar algunos ejemplos.
Es verdad que, por unos motivos u otros, esos eventos permanecen en la memoria
colectiva y se vuelven, de algún modo, épicos. Pero, por eso mismo, es importante
constatar que las vidas de esas personas también están forjadas en lo concreto, lo
cotidiano, lo olvidado que nunca pasará a formar parte de los libros de historia. Y que,
sin esos momentos ordinarios, a veces largos años de los que nada sabemos, no tendrían
lugar los instantes más especiales.
Como ocurre en nuestras historias, hay muchos días que son iguales que otros.
Muchas horas que no dejarán huella y en las que, sin embargo, se irá de niendo también
quiénes somos, a qué podemos aspirar, qué amor vamos a sembrar o qué huella
dejaremos en la vida de quienes se crucen con nosotros.
Nuestra formación para la vida evangélica, tiene entonces, mucho de cotidiano.
No puede uno pasarse la vida zambulléndose en preguntas trascendentales o aspirando a
vivencias intensas de todo lo que ocurre.
Eventualmente, la formación será una posesión tranquila, con sus dosis de
certidumbre y de duda serenamente instaladas en uno. ¿Habrá algo de rutina en nuestra
forma de vida, en nuestra identidad y pertenencia, en nuestra profesión de hermanos?
Seguramente. Y no es malo. Es la normalidad de esas dimensiones de la vida que están
tranquilamente asumidas en un proceso que tendría que ocurrir de modo natural,
festiva, rigurosa y cotidiana.
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MEDITACIÓN FRATERNA 22 de noviembre de 2023

En dicho proceso cotidiano, ocurre lo que debemos aprender, ser


hermano menor; y el hermano menor sólo se da en formación permanente, es
decir siempre.
Pero no basta aprender a ser hermano; se trata, al mismo tiempo, de
intentar dar hondura y calidad a nuestra vocación de fraternidad. No basta,
pues, vivir en fraternidad, a cualquier precio; se trata de intentar progresar
todo el tiempo en la formación de nuestra identidad de hermanos y vivir con
calidad; no basta convivir, sino convivir con calidad, como Jesús entre los
suyos, como Francisco de Asís entre su gente, llenando la vida de buenas
noticias, de alegres noticias; inundando la vida de con anza, de ánimo, de
respeto, de misericordia y compasión, de paz y de reconciliación.
Si ser hermano es vivir en fraternidad, he ahí el núcleo de nuestra
formación. Somos y nos de nimos como hermanos menores, siempre, en la
cotidianidad de la vida, cuando oramos, cuando nos reunimos, cuando
evangelizamos, cuando descansamos, cuando trabajamos, cuando estudiamos,
cuando sufrimos, cuando gozamos; siempre y en cualquier situación no somos
sino hermanos que viven en fraternidades.
Nuestra formación de hermanos, pues, no es algo de lo que podamos
despojarnos cuando queremos, como una camisa que se quita y se pone al
gusto del dueño, cuando acaba la jornada laboral.
El ser y hacer hermanos, el vivir como hermanos y acogernos como
hermanos es lo primero y lo último que realizamos en nuestra vida. Pretender
ser más que hermanos o pretender vivir como si no fuera hermano, sería no
entender el meollo nuclear de nuestra identidad. Aunque por fuera de la
fraternidad las personas nos identi quen con los roles que por nuestro
ministerio o trabajos desempeñamos, siempre seguiremos siendo hermanos y
sólo hermanos.
Esto signi ca que todo, absolutamente todo en nuestra vida, está
apoyando o di cultando esta opción primera de la fraternidad. Ello signi ca
también que en nuestro caso vocación y misión, identidad y tarea, se
confunden sintéticamente porque nuestra identidad nos empuja a hacer
hermanos y nuestra misión no es otra sino ser hermanos y comportarnos
como tales... bien conocen la historia de la mujer del Cesar... no solo debe
serlo, también debe parecerlo.
Nos compete, pues hermanos, observar los valores de esta forma de vida
con los que estamos invitados a confrontarnos para hacernos mejores
cristianos y verdaderos hermanos menores. Sabemos que esos valores existen,
en primer lugar, como imaginarios, en un mundo ideal y, por tanto, un poco
abstracto; pero se mani estan, gracias a Dios, bajo una forma cotidiana,
humilde y escondida, en la vida de los hermanos y de las fraternidades que
toman en serio el Evangelio.

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PRINCIPIOS DE LA FORMACIÓN FRANCISCANA

1. Hacernos hombres.
Los hermanos han de recorrer este camino a lo largo de su vida. Esto implica
aceptarse y amarse en su propia humanidad, ser autónomos e independientes,
tener responsabilidad, conciencia del deber y delidad a sí mismo y a los demás.
Además, es importante tener una actitud abierta y acogedora hacia los demás y
hacia el mundo, y estar en constante transformación. Hacerse hombres es un
proyecto de vida que consiste en aprender a vivir con los demás, crecer en la
propia humanidad y abrirse al encuentro con los demás, incluyendo a Dios.
2. Convertirnos al Evangelio.
El Evangelio es la revelación del rostro de Dios y la luz que da sentido a la historia.
Convertirse al Evangelio es abrirse a su riqueza y cumplir sus exigencias, lo que
requiere un esfuerzo constante en el estudio, meditación y puesta en práctica de
la Palabra de Dios escrita. Este cambio hacia el Evangelio es un movimiento que
siempre hay que reemprender y proseguir. La fraternidad franciscana debería ser
sensible a la inquietud evangélica y estar en constante formación.
3. Solo Dios.
El descubrimiento del misterio de Dios es el corazón de proyecto de vida
franciscana. La vida evangélica, según Francisco y sus hermanos, se basa en este
fundamento último. La Regla no Bulada exhorta a los hermanos y creyentes a
centrarse en Dios. Francisco es, antes que nada, un creyente que busca a Dios y
que anima a sus hermanos a hacer lo mismo. El camino hacia Dios es difícil y
requiere ir más allá de las palabras, ideas, imágenes y sentimientos. La formación
debe centrarse en estar abiertos y sensibles al misterio de Dios, que es el foco y la
piedra angular del proyecto franciscano.
4. Amar a los hermanos.
Vivir en comunión de vida fraterna no es fácil, requiere un aprendizaje perpetuo.
Es importante aceptar al otro en su alteridad y hacer gestos concretos de servicio
y amor. El amor fraterno debe ser humilde, sin manipulación ni dominación, y
vivido en la rutina de la vida diaria. Debemos formarnos en este tipo de amor a lo
largo de la vida, siendo siempre aprendices. Es difícil amarnos unos a otros, pero
debemos formarnos en el amor para ser discípulos de Jesús.
5. Anuncio: vida - palabra.
La misión franciscana se basa en el testimonio de la vida evangélica en sí misma, y
su aportación a la Iglesia y al mundo se enfoca en el "ser" más que en el "hacer".
Su objetivo es ser fraternidades de oración, acogida y amistad, presentes en todos
los medios para la justicia, la paz y la reconciliación. La calidad evangélica de la
vida personal y fraterna debe ser su cuidado primordial, ya que las palabras y
acciones individuales y fraternas sacan su fuerza y e cacia de su enraizamiento en
la vida. La misión esencial es la vida según el Evangelio y es en eso en lo que
deben formarse.

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Mi Tesoro
Para el diálogo fraterno
He perseguido sueños La vida cotidiana es el escenario donde se
vanos, he comprado desarrolla la formación de los hermanos
tesoros vacíos. He menores. Por eso, nos interesa re exionar sobre
querido aprisionar los siguientes aspectos:
amores y he cerrado con
llave mi hogar, para que ❖¿Cuánto aporta la vida diaria de la fraternidad a
no me lo invadan He la formación del hermano menor?
vestido mis dudas con
falsas certezas y he ❖¿Qué signos evidencian, que es la vida cotidiana,
tratado de matar mis el ámbito en el que ocurre la formación en
miedos cerrando los nuestra Provincia?
ojos, pero al nal vuelvo
a estar desnudo y ❖¿Cuáles son las prácticas que podemos
temblando, hasta que, al fomentar, para crear un ambiente de fraternidad
encontrarte, todo auténtico, en el horizonte de ser ámbito de la
cambia. formación?
Tu evangelio es fuego
que me enciende, La formación franciscana es un camino
llamada que me pone en permanente de seguimiento de Cristo, en el
camino, tesoro por el mundo, inspirado en la forma de vida
que lo vendo todo y soy revelada a San Francisco.
tan pobre y tan rico Tu Algunos de los principios que caracterizan esta
palabra despierta la formación son: el crecimiento humano, el
retorno al evangelio, el anhelo de Dios, el amor
pasión. a los hermanos, el anuncio del amor de Dios con
Tu vida es lección que nuestra vida. De acuerdo a esto algunas
me enseña a vivir, a preguntas para considerar:
querer, a saltar al vacío.
Contigo, los sueños son ✤ ¿Qué re exiones nos inspiran estos principios
posibles, los tesoros de la formación franciscana?
in nitos, el amor
eterno. ✤ ¿Cómo se mani estan estos principios en el
La puerta está abierta, y desarrollo del proceso formativo en nuestra
el hogar repleto, de provincia?
momentos, de historias,
de encuentros. ✤ ¿Qué principios requieren más atención o
La fe arriesga, y el refuerzo en el proceso formativo?
miedo calla.
Me visto de Ti, en mi
debilidad tu fuerza, y
todo encaja...

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