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Stichweh, Rudolf, “The Sociology of Scientific Disciplines: On the Genesis and Stability of

the Disciplinary Structure of Modern Science” [La sociología de las disciplinas científicas:
sobre la génesis y la estabilidad de la estructura disciplinar de la ciencia moderna], Science in
Context / Volume 5 / Issue 01 / March 1992, pp. 3 – 15 [traducción para uso interno exclusivo
de la Unipe: Federico Vicum].
Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en la Maison des Sciences de l'Homme, París, 31 de marzo
de 1987, y en la Vakgroep Wijsbegeerte de la Universidad de Groninga, Limburgo, Maastricht, 22 de febrero de
1988. La traducción al inglés fue realizada por Jürgen Hausler y Susan Wylegala-Hausler.

El argumento
Este artículo pretende mostrar la importancia decisiva de la “disciplina científica” para todo análisis histórico o
sociológico de la ciencia moderna. Para esto hay dos razones:
1) En los comienzos de la ciencia moderna puede observarse una discontinuidad: la “disciplina”, que, hasta ese
momento, había sido una unidad generada para la clasificación y ordenación del conocimiento en vistas de la
enseñanza en escuelas y universidades, se convierte en un sistema social concreto y genuino de comunicación
científica. Las disciplinas científicas, en tanto sistemas concretos, surgen como resultado de (a) la estabilización
comunicativa de las “comunidades científicas” a fines del siglo XVIII y la formación de roles “apropiados” y
estructuras organizativas (en las universidades); (b) la diferenciación estructural de las nuevas disciplinas
científicas respecto de las profesiones preexistentes en Europa (derecho, teología, medicina); (c) el nacimiento de
la comunicación científica en su forma estandarizada de publicación científica, la distinción de un tipo de acción
particular (la “investigación científica”) y la diferenciación de estas dos acciones, relacionadas entre sí y
elementales para cualquier labor científica futura.
2) La disciplina científica como unidad primaria de la diferenciación interna de la ciencia tuvo, desde sus orígenes,
dos condiciones para su estabilización: (a) el hecho de que la diferenciación de la ciencia en una pluralidad de
perspectivas disciplinares que compiten y se incentivan una a la otra se volviera la causa principal del dinamismo
de la ciencia moderna; (b) de un modo similar al del funcionamiento de la disciplina como habilidad cognitiva
dentro del sistema de la ciencia, la ciencia también conecta la disciplina, en tanto unidad estructural, con las
estructuras curriculares del sistema de la educación (la unidad de la disciplina se usa en los dos sistemas; esto es,
la disciplina se estabiliza por la relación central entre la ciencia como sistema y su entorno).

1. Formas alternativas de ordenamiento científico


Este artículo intentará identificar algunos aspectos relevantes de la historia y la sociología de
las disciplinas científicas. Asumimos que las disciplinas no son un aspecto trivial de la
estructura de la ciencia moderna, útil solamente para las clasificaciones de los bibliotecarios.
Las disciplinas son consideradas la unidad primaria de la diferenciación interna del sistema
moderno de la ciencia y, como tales, son indispensables para cualquier análisis (histórico o
sociológico) de los desarrollos científicos.
Las disciplinas científicas son un “invento” de fines del siglo XVIII y principios del XIX.
Como la mayoría de los inventos, no son el fruto de un golpe de suerte, ni de un solo
acontecimiento, ni de un impulso creador, ni de una innovación institucional. Las disciplinas
son el resultado acumulativo e impredecible de un gran número de innovaciones y cambios.
Por eso, es necesario repasar un período relativamente extenso -desde principios del siglo
XVIII hasta la segunda mitad del XIX- si queremos entender la génesis de las disciplinas
científicas.
Para empezar, se hace necesario decir que aquí no nos interesa analizar las precondiciones
para el establecimiento de una disciplina científica en el contexto de otras disciplinas

1
previamente establecidas. Los estudios sobre el desarrollo de las disciplinas se dedican, por lo
general, precisamente a esta cuestión. Estos estudios asumen un entorno de disciplinas ya
diferenciadas y buscan explicar cómo y por qué emerge una nueva disciplina (la bioquímica,
por ejemplo) (Kohler 1982). En este artículo el interés se enfoca en las precondiciones del
establecimiento de las disciplinas científicas per se, en un momento de la historia en el que se
desconocía que estaba naciendo una forma social universal significativa (la disciplina
científica), dentro de la cual tendrían lugar, en el futuro, todos los procesos de comunicación
científica. El siguiente ejemplo puede servir para ilustrar la incertidumbre resultante de estas
condiciones. En 1771, en la sección que abría uno de los primeros tratados fisiocráticos,
Nicolas Baudeaux intentó definir el estatus de los économistes, a quienes él percibía como
representantes de una muy peculiar perspectiva intelectual. El único término al que pudo llegar
fue “escuela filosófica”. Para dar comparaciones, se refirió a las escuelas filosóficas de Zenón,
Pitágoras y Confucio (Baudeaux 1771, pp. 4-5 del Avis au lecteur, de paginación separada).
Por supuesto, ya desde comienzos de la Edad Media se conocía el término “disciplina”,
derivado del latín discere (Marrou 1934; cf. Evans 1980, 96-97). Hasta el siglo XVIII, la
historia del término disciplina estuvo fuertemente ligada a la del término doctrina. De hecho,
ambos términos son frecuentemente indiscernibles. Se los usa típicamente en el ámbito de la
enseñanza y la instrucción. Refieren a un todo sistemático de doctrinas que le es presentado al
estudiante en el contexto de su instrucción. Si tuviéramos que distinguir esos dos términos,
diríamos que la doctrina refiere al papel del maestro en la instrucción y la disciplina al del
estudiante. Así, Johann Christian Lange (1706, 10) definió a la doctrina como la enseñanza

vista desde la perspectiva del maestro, aplicada a propósito de un individuo racional, capaz
de enseñar o de instruirse a través de la enseñanza; y, dado que la enseñanza se relaciona
necesariamente con el aprendizaje, si se la usa teniendo en mente al estudiante que está
sujeto a la instrucción, puede ser llamada disciplina.1

El conjunto sistemático de una disciplina/doctrina no es necesariamente un sistema de


conocimiento científico, al menos no en el sentido actual. Walter Ong (1958, 166) advirtió que
siempre que Pierre Ramée explicaba en detalle el carácter de una disciplina científica, prefería
hablar de gramática; aunque, en principio, también veía en la geometría una representante de
una disciplina científica ideal. Esto demuestra el grado en que la orientación normativa de
cualquier teoría de la ciencia hacia la enseñanza convierte al hecho del ordenamiento de las
doctrinas (reglas) para fines instructivos en el criterio decisivo de la unidad de una disciplina
científica (ibid., 166, 306). Desde esta perspectiva, las disciplinas científicas no pueden ser
observadas ni descritas como organismos naturales que existen por propio derecho. Antes bien,
las disciplinas son el resultado de actividades deliberadamente orientadas hacia un orden y
fines específicos. Esto puede ejemplificarse con una típica lista de tales fines, proveniente de
aquella época.

1
"Nehmlich in Ansehung eines lehrenden/ und in Absicht auf ein vernünftiges Subjectum, welches der Lehre
fahig ist/ oder durch lehren erudiert werden kann. Und weil die Lehre eine notwendige relation und Absicht hat
aufs Lernen: so pfleget sie in Ansehung eines lernenden/ der sich der Lehre untergiebt/ auch Disciplina genennet
zu werden." Es interesante notar que se refiere al maestro como alguien que también necesita instrucción. La
distinción entre enseñanza y aprendizaje apunta principalmente a una división de responsabilidades y no implica
necesariamente una competencia superior por parte del maestro.

2
En 1747, Christoph August Crusius ([1747] 1965, 35-38) estudió las razones que permitían
combinar en el todo de una disciplina científica una serie de verdades. En primer lugar, tenía
que ser posible registrar todas las verdades bajo un término común, esto es, todas las partes de
la disciplina tenían que representar medios para un objetivo común. Crusius, luego, especificó
las reglas que determinaban si la base cognitiva derivada de allí era “adecuada y racional”. Se
establecían cuatro reglas: 1) el volumen (cuerpo de conocimiento) de la disciplina científica
tenía que ser suficientemente grande; 2) “aquellas verdades que tengan que ser enseñadas en
combinación para alcanzar fines útiles han de ser combinadas” (ibid., 36-37, énfasis añadido);
3) se debían evitar desviaciones innecesarias respecto de las distinciones ya existentes; 4) si,
como consecuencia de la tercera regla, “una clase de verdades destacable no estuviera
destacada en un grado satisfactorio, o si las verdades estuvieran confundidas de algún otro
modo, es sensato seguir el fin de la exhaustividad y la naturaleza de las cosas antes que el hábito
a la hora de definir las disciplinas científicas” (ibid., 37).
Al volver sobre esta lista, se hace claro que estos criterios reflejan la perspectiva de un autor
de un compendio. Por lo tanto, se enfatiza el volumen. La unidad de la disciplina científica sólo
se ve a la luz de la escritura de un manual. Además, se valorizan la utilidad y la preservación
de las distinciones preexistentes.2 Incluso Crusius se daba cuenta de que los problemas
persistían a pesar de sus intentos por poner orden. Sin embargo, para traer calma, añadía:
“Quedarán temas suficientes para tratados particulares”. Para esto, “las verdades que sirvan a
un fin específico se combinan, para lo cual las razones ya existen, dispersas entre las ciencias”
(ibid., 38). Estos tratados singulares no implican investigación en el sentido moderno, sino más
bien la reunión de verdades disponibles para fines específicos y supuestamente útiles.
¿Cuál es el macroorden de la ciencia que existe por encima de los compendios de las
disciplinas? En la modernidad temprana, tales macroórdenes eran descritos en una multitud de
clasificaciones de las ciencias. Se los desarrollaba completamente -aunque todavía no en orden
alfabético- en enciclopedias. La jerarquía era la regla ordenadora. Un pasaje de Lange sirve
para ilustrar este punto. Allí se refiere un orden jerárquico de fines en el reino de la conducta
humana que garantiza la cooperación de todos los seres humanos “hacia un fin general y
principal” (Lange 1706, 656). En este ordenamiento finalístico de la conducta humana, y
basada en la enciclopedia como el fundamento del sistema de las doctrinas, se introducía una
disposición académica [scholarly] de las disciplinas y facultades. La disciplina más respetable
y reconocida era “la más estrechamente conectada con el fin principal de la vida humana”
(ibid., 676; también 656-57, 675 y ss.).
En un movimiento parecido al de la historia de las congregaciones de fieles de la Iglesia
Católica romana, en el que la transición hacia un listado alfabético de los miembros indicó la
neutralización o el declive del orden jerárquico en las haciendas [estates],3 en la historia de las
enciclopedias la transición a un listado alfabético de los temas tratados en ellas fue una señal
del decreciente poder de integración de los sistemas de ordenamiento jerárquicos. Por supuesto,
se da una larga transición. Por ejemplo, la enciclopedia de D’Alembert y Diderot combinaba

2
Véase Stichweh 1990, 1991 a, sobre la relevancia de los criterios de preservación en las ciencias de la temprana
modernidad.
3
Chatellier 1987, cap. 11, esp. p. 227, usando el ejemplo de las congregaciones de María. Merece destacarse que
este cambio se vincula con la aplicación del Pactum Marianum, esto es, que el cambio surge en un momento en
que la consternación provocada por la muerte se vuelve el asunto principal de las congregaciones de María.

3
un listado alfabético de artículos con una orientación programática hacia la jerarquía baconiana
de las facultades cognitivas: memoria, razón, imaginación.4
Recién a comienzos del siglo XIX surge una visión completamente nueva de las
enciclopedias. La calidad de las enciclopedias ya no se basaba en el hecho de que las verdades
científicas particulares obtuvieran su lugar en la ciencia exclusivamente por estar ubicadas en
ese tipo de publicaciones. Ahora, las enciclopedias se volvían reflexivas; se describían a sí
mismas como la ciencia de la ciencia, lo que presuponía que la ciencia existía
independientemente de las enciclopedias. Por eso, las enciclopedias se convertían en una
institución para observar la ciencia.5 Simultáneamente, hubo un aumento en el uso de las
metáforas organicistas para describir las ciencias específicas y sus conexiones (Stichweh
1991b). Aquí hay una clara tendencia a ver la ciencia en un nuevo sentido, como un organismo
viviente independiente de las intervenciones externas que buscan instaurar orden. Al mismo
tiempo, la existencia de conexiones orgánicas entre todas las ciencias hacía improbable
cualquier intento de amoldarlas a un rígido orden jerárquico. Se estaba desarrollando una
percepción de las disciplinas científicas drásticamente nueva. Las disciplinas científicas
representaban ahora sistemas concretos que se autoorganizaban. El orden entre las disciplinas
sólo podía pensarse, entonces, como una coexistencia horizontal. Las disciplinas se
convirtieron en sistemas cognitivos de igual posición, aunque se ocuparan de diferentes
aspectos de la realidad. Sus interrelaciones tenían que ser definidas con mayor precisión, pero
sin dudas ya no se daban por el hecho de que las afirmaciones de una disciplina fueran medios
para los fines de las otras. Como mucho, tales relaciones existían en la medida en que describían
el lazo de cada disciplina con todas las otras, asegurando así la completa igualdad entre ellas.

2. Transformación de la identidad cognitiva: definir las disciplinas por sus constelaciones


de problemas antes que por áreas temáticas
Ahora hay que definir con más precisión el fenómeno de las disciplinas científicas modernas
que recién fue esbozado. Parece provechoso comenzar preguntándonos qué es lo que realmente
constituye la identidad cognitiva de una disciplina científica. Con “identidad cognitiva” nos
referimos a lo que precede a las teorías o a los métodos particulares y específicos con los que
trabaja una disciplina.
Las clasificaciones de la ciencia en el siglo XVIII asumen como regla que la clasificación
de las esferas del mundo físico y la clasificación de las ciencias particulares son análogas.6
Consideremos, por ejemplo, los tres reinos de la naturaleza: animal, vegetal y mineral, y los
respectivos dominios cognitivos: zoología, botánica y mineralogía. El uso de clasificaciones

4
El orden alfabético parece haberse establecido antes en la tradición que conduce a la enciclopedia universal que
en las verdaderas enciclopedias científicas. Esto implica una divergencia creciente entre la demanda burguesa de
información y el modo en que la ciencia misma describía su estructura. Véase Becker 1927, 94-95.
5
En Alemania, la enciclopedia y la metodología fueron diferenciadas durante décadas; esta última, como materia
universitaria, también fue llamada Hodegetik. Gildemeister (1783, 10) describe la diferencia entre la enciclopedia
y la metodología/Hodegetik así: “La primera describe las ciencias tal como son en sí mismas; la última se ocupa
inmediatamente de las clasificaciones y disposiciones que existen o necesitan ser aplicadas únicamente para fines
instructivos”.
6
Naturalmente, junto con las clasificaciones de las ciencias particulares, existen distinciones más profundas que
se refieren no a las áreas temáticas, sino a las características formales del conocimiento humano o a las
clasificaciones de las capacidades cognitivas humanas. Véase Stichweh 1984, 14-31; Stichweh 1991b. Wundt
(1889, 6-14) ofrece un panorama de los principios de distinción.

4
de este tipo hacía difícil definir, por ejemplo, a la física, dado que la física podía estudiar
atributos muy generales de todos los cuerpos (impenetrabilidad, gravedad) y compartía estos
cuerpos, en tanto objetos de estudio, con otras disciplinas científicas; de este modo, no tenía un
objeto propio (Stichweh 1984, cap. 2, ofrece un tratamiento extensivo de este problema).
Había obvios límites para la división de las disciplinas científicas de acuerdo con tales
distinciones. La ciencia estaba ligada a una percepción del mundo real que no se guiaba por
ningún sistema de conocimiento científico. Era, por lo tanto, no-científica. No había
metaciencia que pudiera, en línea con el progreso de las disciplinas científicas individuales,
renovar continuamente la concepción del mundo físico y reenviar los objetos así modificados
de vuelta a sus disciplinas. Las ciencias nacientes no estaban conformes con lo que la tradición
tenía para ofrecer ni con asistir en la ordenación del conocimiento tradicional. Estas disciplinas,
entonces, tenían que ser dejadas en libertad para diseñar sus propios objetos, y nada podía
garantizar que la pluralidad de diseños estuviera de algún modo coordinada o que diera como
resultado una distribución armoniosa del mundo entre los sistemas de producción de
conocimiento.
Este problema derivó en una de las discontinuidades radicales del umbral del desarrollo de
las disciplinas científicas modernas y legitimó la idea de que las disciplinas científicas
particulares y autónomas no habrían de ser controladas por fuerzas exteriores a ellas. Desde
ahora en adelante, las disciplinas pueden definirse mejor mediante preguntas que guían una
investigación que mediante áreas temáticas. Esta transformación radical hace difícil que se
pueda seguir concibiendo el desarrollo de una disciplina como la acumulación de conocimiento
sobre un área temática. Preguntas de investigación tales como “¿Cómo es posible el orden
social?” (véase Luhmann 1981) o “¿Cómo se puede concebir la transmisión/propagación de
efectos físicos en el espacio?” (véase Stichweh 1984, 162-168) resisten, hasta cierto grado,
cualquier intento de respuesta definitiva. Podemos ver el nacimiento de una disciplina,
entonces, como la secuencia de respuestas tentativas. Finalmente, la formulación de nuevos
problemas en las fronteras entre disciplinas convoca al establecimiento de nuevas disciplinas o
sub-disciplinas; de ahí la naturaleza acumulativa del desarrollo de la ciencia.7

3. Las disciplinas como sistemas de comunicación: “comunidades científicas” y la


infraestructura organizativa y de roles específicos en las disciplinas
En el nivel socioestructural, es importante preguntarse qué tipos de complejos sociales se
constituyen efectivamente con las disciplinas científicas. Obviamente, las disciplinas
científicas ya no serán coordinadas por la tradición o la salvaguardia y preservación de un
conjunto de verdades. Cuando esto era posible, podía pensarse que la ciencia existía
metafóricamente en un libro, una biblioteca o un archivo. En otras palabras, una disciplina
científica podía pervivir en estado latente hasta que alguien retomara una línea tradicional
interrumpida. Por supuesto, esto último no es completamente imposible hoy por hoy. Sin
embargo, no es la forma predominante en que existen las ciencias.
Las disciplinas científicas modernas constituyen redes, relativamente precarias en su
construcción, dependientes de comunicaciones vinculadas (conceptualmente) con otras

7
McCain (1986, 267-269) distingue desarrollos disciplinares lineales (por ejemplo, macroeconomía) y
desarrollos radiales centro-periferia.

5
comunicaciones y de terceras partes observadoras de este proceso. A su vez, si estas terceras
partes quisieran transmitir mensajes, tendrían que estar preparadas para comunicarse usando
(conceptualmente) esos mismos vínculos. Como complejos de comunicación, las disciplinas
científicas se basan en acontecimientos. Cambian de un momento a otro o de un acontecimiento
a otro, y también pueden dejar de existir en cualquier instante (como lo demostró Charles S.
Fisher [1967], con el ejemplo de la teoría de la invariante matemática). Esto sucede no porque
se falsee algo dicho anteriormente, sino porque nadie siente la necesidad de establecer
conexiones con una comunicación previa.
Esta primera descripción, que, al elegir un nivel de la realidad social, refiere a la
diferenciación de la ciencia como sistema funcional en relación con otros sistemas funcionales
dentro de la sociedad moderna, debe ser complementada con dos o tres formas adicionales de
descripción que también identifican niveles de la realidad social.
El primer nivel lo constituyen las “comunidades científicas”. Desde fines del siglo XVIII,
las redes compactas de especialistas (de suficiente tamaño como para no ver amenazada su
existencia con el abandono de dos o tres colaboradores principales) constituyeron la
infraestructura primaria de una disciplina. En contraste con una mera red de comunicación, una
comunidad científica muestra rasgos adicionales: existencia de valores comunes, grados de
trato personal, conocimiento tácito de técnicas de resolución de problemas que pueden ser
transmitidas solamente con la interacción personal y divisiones de trabajo tácitas o relaciones
competitivas que son posibles porque cada uno conoce los problemas investigados por los
otros. La distancia entre los niveles de la comunicación disciplinar y los de las comunidades
científicas aumentó durante los siglos XIX y XX. Al comienzo de la diferenciación disciplinar
de la ciencia, casi cualquier disciplina científica podía ser descrita completamente al identificar
su respectiva -originalmente nacional- comunidad científica.
De lo dicho se siguen cuestiones de obvio interés para la sociología en general y que aquí
sólo pueden ser mencionadas brevemente. La autonomización de la comunicación científica
plantea la pregunta general sobre las condiciones que facilitan el desarrollo de sistemas
funcionales en la sociedad moderna. De modo similar, la existencia de comunidades científicas
plantea la pregunta sobre las precondiciones sociales y estructurales de tales “asociaciones
libres”, que rápidamente se volvieron internacionales (véase Parsons 1971), dado que estas
asociaciones no están coordinadas por reglas formales de membresía, por no hablar de
institucionalización legal o corporativa.
Las formas tercera y cuarta de descripción, organizaciones formales y roles especializados
dentro de ellas, pueden ser abordadas razonablemente a la par. La diferenciación disciplinar de
la ciencia se basa en el crecimiento organizativo y la pluralización organizativa de la ciencia.
En Alemania, el primer país en mostrar diferenciación disciplinar, el crecimiento organizativo
parece haber sido la causa más relevante. En el siglo XVIII, la Universidad de Gotinga fue el
primer lugar en que el crecimiento considerable en la provisión de roles organizativos, en
particular en la facultad de filosofía, fue acompañado por una buena disposición a aceptar
rótulos cada vez más especializados en las cátedras universitarias. Las reformas y extensiones
universitarias del siglo XIX representaron en muchos sentidos una continuación de esas
tendencias. Cabe notar que la situación en el siglo XVIII estuvo marcada, hasta cierto grado,
por el contraste entre la cosmopolita Gotinga (caracterización aplicable temporariamente
también a Halle y a Leipzig) y las universidades con una orientación regional mucho más

6
fuerte. Al final, fue la orientación principalmente cosmopolita de Gotinga en los asuntos
intelectuales y científicos la que en gran medida terminó por caracterizar en el siglo XIX la
vida interna del sistema universitario alemán en general. Además, el crecimiento de otras
organizaciones -academias de minería, academias científicas (como las de Berlín y Munich),
sociedades científicas, observatorios (astronómicos y meteorológicos) no vinculados con las
universidades, escuelas y colegios técnicos, y algunas escuelas secundarias (Gymnasien) del
siglo XIX- fue notorio. Estas nuevas instituciones y el fenómeno concomitante de la
pluralización organizacional fueron importantes, ya que hicieron posible la especialización de
los roles. En Alemania, sin embargo, solamente la universidad pudo proveer la masa crítica de
infraestructura institucional necesaria para la variedad de redes comunicativas disciplinares.

4. Disciplinas y profesiones
¿Cuál es la relación entre el desarrollo de las disciplinas científicas especializadas y las
facultades y profesiones de la vieja Europa? ¿Siguen las disciplinas un patrón socioestructural
comparable, de modo que se observe una profesionalización de la ciencia?
Hay que recordar que aún en el siglo XVIII las actividades académicas [scholarly] y
científicas eran principalmente dominio de las tres profesiones de la Europa de la modernidad
temprana: teología, derecho y medicina. Sólo estas tres facultades ofrecían una educación
profesional y principalmente estas tres facultades otorgaban el ocio y conocimiento necesarios
para actividades académicas [scholarly] secundarias. En el siglo XIX, las disciplinas científicas
se desarrollaron por primera vez con su propio personal y se separaron completamente de las
tradiciones de las tres facultades preexistentes en lo relativo a sus bases de conocimiento y
metodologías. Sobre todo, las disciplinas no fueron de ningún modo “profesionales”. De hecho,
las profesiones clásicas, después del giro decimonónico, pasaron a representar no sistemas de
conocimiento académico [scholarly], sino sistemas de acción especializados en las relaciones
entre los miembros de la profesión y sus clientes. Sus respectivos fundamentos de
conocimiento fueron puestos en marcha para tal fin. Desarrollaron, cada vez más, un carácter
dogmático, esto es, un carácter estabilizador de las acciones.8 En cambio, las disciplinas
constituyeron complejos de comunicación cerrada en los que la audiencia disciplinar la
formaban los colegas, no los clientes. Surgió una diferencia entre la cerrazón interna y la
concentración exclusiva en la elaboración de verdades científicas, por un lado, y la
reorientación hacia la acción y la aplicación del conocimiento en el contacto entre el
profesional y el cliente, por el otro.9 Esta diferencia indica no la profesionalización de la

8
Grimm ([1849] 1864, 245-46) formula un punto de vista característico: la teología, el derecho y la medicina no
han de ser consideradas ciencias académicas [academic] porque “en manos de lo que ya no pertenece a ninguna
otra ciencia, [esas tres profesiones, N. d. T.] mantienen un estatuto estable e inmóvil que, a pesar de su alto valor,
carece de cualquier contenido científico-. Si la historia eclesiástica, los estudios de idiomas orientales y clásicos
y la ética le fueran quitadas a la teología en virtud de que ya son parte de la historia, la filología y la filosofía, o si
la jurisprudencia perdiera su abundante historia del derecho, [...] el teólogo no tendría más que su dogma y el
jurista no más que su código; ambos están interesados en reforzarlos, y los dos requieren instrucción, no
investigación infinita”.
9
Es interesante que los primeros médicos prácticos, en tanto algo distinto de los profesores universitarios de
medicina, dejaran de realizar trabajos académicos [scholarly] y de publicar académicamente. Turner (1987, 74)
advierte que esto ocurrió en Alemania ya hacia 1770, esto es, en un momento en que otros profesionales, como
los farmacéuticos, los maestros de escuelas técnicas y los funcionarios civiles (que luego se apartarían
nuevamente), estaban empezando a publicar con más intensidad. Puede conjeturarse que en la medicina la

7
ciencia, sino la creciente distancia entre las disciplinas científicas y los sistemas de acción
profesional.
Además, hay una inversión de las asimetrías. En el siglo XVIII, los núcleos de instrucción
en las facultades de filosofía (núcleos que luego se transformarían en disciplinas científicas)
eran vistos como mera propedéutica para los estudios en las facultades superiores. En el siglo
XIX, en cambio, las ciencias, como resultado del rápido progreso de la investigación en las
disciplinas científicas, cuestionaron las bases dogmáticas del conocimiento profesional. Este
último empezó a aprender de las disciplinas y de repente se mostró como conocimiento
subordinado y aplicado.

5. Publicaciones e investigación científica


Las disciplinas son complejos de comunicación que pueden, de algún modo, operar como
comunidades científicas. ¿Cómo se desarrollan estos complejos de comunicación y qué forma
de comunicación exhiben?
Las publicaciones científicas especializadas en líneas disciplinares son de especial interés
en tanto causas en el desarrollo de las disciplinas científicas. En el siglo XVIII existía un amplio
espectro de publicaciones; sin embargo, éstas no eran especializadas y estaban organizadas
solamente a un nivel regional. Había manuales de nivel universitario, revistas de carácter
científico general para un público regional interesado en lo que fuera útil y revistas académicas
que cubrían, cada una de ellas, una amplia área temática, pero con efectos comunicativos más
bien limitados. Recién después de 1780 aparecieron en Francia, Alemania y finalmente en
Inglaterra revistas nacionales con una orientación específica en temas tales como química,
física, mineralogía y filología. A diferencia de sus precursores aislados de las décadas
anteriores, estas revistas pudieron existir por períodos más extensos justamente porque unieron
a una “comunidad” de autores que publicaban en estas revistas. Estos autores aceptaban la
especialización elegida por la revista, pero, al mismo tiempo, modificaron continuamente esta
especialización por el efecto acumulativo de sus artículos publicados. Así, el estatus de la
publicación científica cambió. Ahora representaba la única forma en la que, en el macro-nivel
del sistema de la ciencia -definido originalmente por redes nacionales, pero luego por redes
supranacionales-, los complejos de comunicación especializados en líneas disciplinares podían
ser aunados y durar un buen trecho. Al mismo tiempo, la publicación científica se volvió un
principio formal presente en todo proceso de producción científica. Aumentaron
progresivamente las condiciones restrictivas que definían qué tipo de comunicación era
aceptable para la publicación. Estas condiciones incluían el requisito de identificar el problema
abordado en el artículo, la presentación secuencial del argumento, la descripción de los
métodos usados, la presentación de evidencia empírica, las restricciones relativas a la
complejidad del argumento aceptado en una publicación particular, el vínculo con
publicaciones anteriores de otros autores -usando las citas y otras técnicas- y la posibilidad de
presentar ideas especulativas (para lo último, véase Brandt y MacDonald 1987). En una especie
de retroalimentación en círculo, las publicaciones, en tanto la forma última de la comunicación

concentración en el rol profesional y su carga de trabajo resultante, probablemente característica de todas las
profesiones modernas, tuvo lugar relativamente pronto y antes que la cientificación de la medicina.

8
científica, ejercieron presión sobre el proceso de producción científica (investigación) y fueron,
por eso mismo, capaces de integrar las disciplinas como sistemas sociales.
¿Pero cómo podemos reconocer lo que deberíamos comunicar a nuestros colegas? Lo dicho
arriba fue posible sólo porque en paralelo a ese desarrollo se reorganizó el proceso de
producción científica, adhiriendo a un nuevo imperativo. La historia de la Europa de la
modernidad temprana ya se caracterizó por un lento desplazamiento en la semántica asociada
con la verdad científica, que va desde el imperativo de preservar la verdad al interés en la
novedad de una invención. El éxito obtenido en la organización del conocimiento tradicional,
como así también las tendencias hacia los métodos empíricos y el mayor uso de los
instrumentos científicos, obraron en favor de tal fin. En este punto, otra discontinuidad puede
observarse en la génesis del término “investigación”, alrededor del año 1800. En la modernidad
temprana, la transición desde la preservación al aumento del conocimiento podría, en principio,
ser vista sólo como un proceso continuo. En cambio, “investigación”, aproximadamente desde
1800, significa un cuestionamiento fundamental y posible en cualquier instante de todo el
cuerpo de conocimiento considerado, hasta el momento, probablemente verdadero. Desde
entonces, la comunicación científica competente tuvo que basarse en la investigación en el
sentido recién descrito. Lo que se comunicara podía ser una pequeña partícula de conocimiento
siempre y cuando fuera una partícula de conocimiento nueva. Tanto el proceso de trabajo
científico como los medios de comunicación de sus resultados en el macro-nivel han actuado
en favor de la descomposición de la ciencia en unidades elementales. Esto ocurrió de tal modo
que, por un lado, las comunicaciones podían contar con que habría reacciones precisas y rápidas
y, por el otro, estas comunicaciones siempre contenían una partícula de diferencia que, a la vez
(en tanto diferencia), le daba al proceso un nuevo impulso.

6. La diferenciación interna como la base del dinamismo de la ciencia moderna


En las secciones previas he descrito, en cierto grado, las nacientes disciplinas científicas como
sistemas que, en línea con su diferenciación, existían completamente separados uno del otro.
Este no es, naturalmente, el caso. Uno de los rasgos más interesantes de la ciencia moderna es
exactamente que ella gana una capacidad casi ilimitada para la autoactivación por medio de su
diferenciación interna. Toda la investigación y la comunicación disciplinar procede ahora en
un entorno compuesto de otros sistemas de comunicación disciplinares. Aunque es legítimo
concentrarse duramente en las actividades de nuestra propia disciplina, en cualquier momento
puede pasar algo en otra disciplina que puede llegar a ser de gran importancia para nuestra
propia disciplina y derivar en innovaciones cognitivas de largo alcance. Esto puede suceder
porque los acontecimientos en otras disciplinas son completamente autónomos al establecer
sus conexiones internas. La diferenciación en líneas disciplinares tiene la gran ventaja de
permitir ver la realidad desde ángulos radicalmente diferentes. Así, pueden evitarse los riesgos
de la unilateralidad de cada perspectiva. Simultáneamente, por implicación, la ciencia moderna,
como un todo, está obligada a aprender de los aportes obtenidos en diferentes ámbitos por la
aplicación de medios diferentes. La interdisciplinariedad es, por lo tanto, solamente una palabra
para algo que pasa siempre. Sin embargo, no tiene que convertirse ella misma en una
institución, dado que su auténtico efecto está en los contactos sorprendentes entre diferentes
perspectivas, contactos que se diferencian en la forma de nuevas perspectivas disciplinares o
sub-disciplinares y crea, así, el marco para nuevas autoactivaciones de la ciencia.

9
7. Condiciones para la actual estabilidad de la forma disciplinar
¿Por qué sigue habiendo disciplinas? A menudo campea la impresión de que todas las
actividades científicas se dan en el nivel de las sub-disciplinas o de las sub-sub-disciplinas.
Esto no contradice lo que hasta ahora hemos dicho, dado que las observaciones precedentes
son indiferentes respecto del nivel en que ocurra la diferenciación interna de la ciencia, en la
medida en que pueda observarse una construcción de sistemas del mismo estilo.
Parece que es posible observar una forma de existencia continua, o estabilidad,
especialmente de las grandes disciplinas clásicas -como la física, la química o la historia-. Es
interesante la pregunta sobre cuáles son las condiciones para la estabilización de estas unidades
disciplinares clásicas.
A modo de respuesta, presentamos cinco conjeturas: 1) Después de que definitivamente
colapsara el entrelazamiento entre las disciplinas y las profesiones clásicas (sistemas de
conocimiento y sistemas de acción), se dio una segunda profesionalización en algunas
disciplinas, basada en sus propios cuerpos de conocimiento. La referencia aquí es el desarrollo
de una categoría dentro de las disciplinas basada en roles ocupacionales, demandados por la
economía y la sociedad; el químico y luego el físico son ejemplos representativos. Esto ha
pasado en varias disciplinas en los últimos cien años. En línea con esto, las disciplinas, en su
forma clásica, se han estabilizado por el sistema de roles ocupacionales. Esto significa que la
estabilidad de una estructura sub-disciplinar complicada puede, en principio, depender de la
habilidad de la disciplina para darle, simultáneamente, una orientación más general, más allá
del nivel sub-disciplinar. En consecuencia, la educación, en este punto, puede considerarse
como agente de una profesión reconocida (Stichweh 1987, 257-260). 2) Una segunda condición
para la estabilidad se relaciona con la secuencia escuela-instituto [college]-universidad en el
sistema educativo. Algunas de las nuevas disciplinas nacientes en el siglo XIX fueron
establecidas como áreas de enseñanza en las escuelas o como majors en los colleges de Estados
Unidos. Sin embargo, la apertura de estas instituciones a nuevas temáticas parece severamente
limitada si la comparamos con la de la universidad.10 Puede asumirse, entonces, que la
interrelación entre estas instituciones de enseñanza (en términos de, por ejemplo, práctica
docente, interdependencias de roles entre colleges y universidades, la transferencia de
conocimiento y la producción de libros de enseñanza) no inhibe la diferenciación de sub-
disciplinas, sino que contrarresta cualquier tendencia a la desaparición de la identidad de las
disciplinas clásicas. 3) La tercera condición para la estabilidad se relaciona con las conexiones
específicas que se dan entre el sistema científico y el sistema educativo en las universidades.
Dentro del sistema universitario, una disciplina se constituye sólo en un grado limitado como
el sistema autosuficiente que ostensiblemente representa; de hecho, existe como subsidiaria
para muchas otras áreas, así como éstas lo hacen a su vez para otras. En relación con esta
estructura en red, se hace otra vez evidente que el abandono de una identidad disciplinar
compacta puede ser muy riesgoso. 4) Las tres conjeturas previas pueden generalizarse en una
conclusión que cubra otros casos de contacto entre el sistema y su entorno. Desde muchos

10
Veysey( 1973,44-50) observa que entre 1905-10 y 1960-70 el número de majors en los grandes colleges de
grado permaneció relativamente constante, entre veinticinco y cuarenta.

10
puntos de vista, una disciplina funciona como una “habilidad” que se usa con la esperanza de
que exista un sistema de distribución interna. Si tal habilidad no existiera, otras comunicaciones
posibles podrían no tener lugar. 5) Finalmente, los estudios confirman una y otra vez que los
científicos siguen creyendo en la racionalidad cognitiva de una identidad disciplinar global
(véase por ejemplo Becher 1981). Esta idea se relaciona muy probablemente con un fenómeno
que se dio continuamente en la historia de la ciencia alemana: la convicción de que las
cosmovisiones científicas fundadas en el conocimiento disciplinar efectivamente existen. En
este aspecto, las disciplinas se parecen a los sistemas funcionales dentro de la sociedad
moderna. Ellas forjan perspectivas universales que son, naturalmente, perspectivas, pero que a
la vez son capaces de concebir todos los fenómenos reales en sus propios términos. Abandonar
los sistemas disciplinares clásicos pondría en peligro especialmente aquellas perspectivas
radicalmente universales que actúan de contrapeso a la extrema especialización. Si la ciencia
histórica aceptara, por ejemplo, la separación entre los sub-campos “historia de la ciencia” e
“historia de la familia”, perdería más que estas dos áreas especializadas; cedería su visión
universal del mundo.

Referencias

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Max- Planck-Institut für


Europäische Rechtsgeschichte

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