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LA FAMILIA AMOROSA

Erase, una vez, en un pequeño pueblo, vivía una familia amorosa, compuesta por un
padre, una madre y sus hijos. Eran conocidos por su bondad y compasión hacia los demás.
Siempre recibían a los extraños en su hogar, ofreciéndoles comida y refugio.
Un día, un viajero cansado llegó al pueblo. Se había perdido y necesitaba ayuda. El viajero
se acercó a la amada familia y pidió ayuda. Sin dudarlo, la familia lo invitó a pasar,
brindándole una comida caliente y una cama cómoda para pasar la noche.
A la mañana siguiente, mientras el viajero se preparaba para continuar su viaje, agradeció
a la familia por su generosidad. Estaba profundamente conmovido por su amabilidad y
les preguntó por qué estaban tan dispuestos a ayudar a los demás.
El padre sonrió y respondió: “Creemos que cada persona es un reflejo de lo divino. Así
como María, José y Jesús mostraron su amor y compasión por los necesitados, nos
esforzamos por seguir su ejemplo. Al abrir nuestros corazones y nuestro hogar a otros,
esperamos traer un poco de luz al mundo”.
El viajero se sintió conmovido por sus palabras y prometió devolver su amabilidad. A
partir de ese día, él también se convirtió en un faro de amor y compasión, esparciendo
alegría donde quiera que iba.

LA FAMILIA AMOROSA
Erase, una vez, en un pequeño pueblo, vivía una familia amorosa, compuesta por un
padre, una madre y sus hijos. Eran conocidos por su bondad y compasión hacia los demás.
Siempre recibían a los extraños en su hogar, ofreciéndoles comida y refugio.
Un día, un viajero cansado llegó al pueblo. Se había perdido y necesitaba ayuda. El viajero
se acercó a la amada familia y pidió ayuda. Sin dudarlo, la familia lo invitó a pasar,
brindándole una comida caliente y una cama cómoda para pasar la noche.
A la mañana siguiente, mientras el viajero se preparaba para continuar su viaje, agradeció
a la familia por su generosidad. Estaba profundamente conmovido por su amabilidad y
les preguntó por qué estaban tan dispuestos a ayudar a los demás.
El padre sonrió y respondió: “Creemos que cada persona es un reflejo de lo divino. Así
como María, José y Jesús mostraron su amor y compasión por los necesitados, nos
esforzamos por seguir su ejemplo. Al abrir nuestros corazones y nuestro hogar a otros,
esperamos traer un poco de luz al mundo”.
El viajero se sintió conmovido por sus palabras y prometió devolver su amabilidad. A
partir de ese día, él también se convirtió en un faro de amor y compasión, esparciendo
alegría donde quiera que iba.

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