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JESÚS ÁLVAREZ GÓMEZ, CM.F.

HISTORIA
DÉLA
VIDA RELIGIOSA
Volumen II
Desde los Canónigos Regulares
hasta las reformas del siglo XV
Jesús Alvarez Gómez, cmf

Historia
déla
vida religiosa
Volumen II:
Desde los Canónigos Regulares -
hasta las reformas del siglo xv

Instituto Teológico de Vida Religiosa


Madrid
índice

SIGLAS 15

1. LOS CANÓNIGOS REGULARES 19

1. Contexto socio-religioso 20
2. Una larga prehistoria 23
3. San Crodegango de Metz y la primera Regla Canonical 27
4. La Regla de Aquisgrán 29
5. Los Canónigos Regulares, nueva forma de Vida Reli-
giosa 32
6. Principales Congregaciones de Canónigos Regulares ... 37
6.1. Congregación de San Rufo 38
6.2. Congregación de San Víctor 39
6.3. Congregación del Gran San Bernardo 40
6.4. Premostratenses 40
7. Canónigos Regulares en España y Portugal 46
8. Una Regla para los Canónigos Regulares 50
9. Fin específico y espiritualidad 52
9.1. Servicio de Dios 54
9.2. Ministerio pastoral 55
EDITA: Publicaciones Claretianas 9.3. Algunos rasgos da su espiritualidad 60
Juan Aivarez Mendizábal, 65 dpdo. Teléf. (91) 241 31 65
28008 MADRID 10. Controversias entre Canónigos Regulares y Monjes 62

ISBN: 84-86425-57-3 2. RETORNO AL DESIERTO 65


Depósito legal: M. 23.948-1989
1. Las transformaciones del año 1000 66
Imprime: Anzos, S. A. - Fuenlabrada (Madrid) 1.1. Transformaciones socio-económicas 66

7
1.2. Transformaciones intelectuales 68 9.4. La presencia de María 150
1.3. Transformaciones espirituales 69 9.5. Herencia espiritual 150

2. Las insuficiencias del monacato 72 Los CISTERCIENSES 153


3. Espiritualidad del eremitismo medieval 75
1. La «crisis de prosperidad» del monacato cluniacense .... 154
3.1. Diversas clases de eremitas 75 2. El Císter, una fundación controvertida 157
3.2. Las constantes del eremitismo medieval 78 3. Expansión del Císter 160
4. Legislación 84 4. Organización monástica 163
5. Expansión del eremitismo 88 5. San Bernardo y la espiritualidad del Císter 166
6. Las monjas cistercienses 169
3. CONGREGACIONES EREMÍTICAS 93
7. Los cistercienses en España y Portugal 171
8. Los cistercienses y la cultura 175
1. San Nilo de Rosano y la Abadía de Grottaferrata 94
2. San Romualdo y los Camaldulenses 97 ORDENES HOSPITALARIAS MEDIEVALES 179
3. San Pedro Damián y Fuente Avellana 101
4. San Juan Gualberto y los Valleumbrosianos 102 1. «Las obras de nuestra justicia y de nuestra misericordia» 180
5. Roberto d'Arbrissel y la Congregación de Fontevrault .. 104 2. En el monacato primitivo 181
6. Esteban Thiers de Miret y la congregación de Grand- 3. Fraternidades hospitalarias 183
mont 106 4. Ordenes hospitalarias 186
4.1. Hospitalarios del Espíritu Santo 187
4. E L EREMITISMO EN ESPAÑA 109 4.2. Hospitalarios de San Antonio 189
1. Una larga tradición 109
ORDENES MILITARES 191
2. Cataluña y Baleares 111
3. Aragón y Navarra 113 1. Origen de las Ordenes Militares 192
4. Castilla 116
5. Las ermitas de Córdoba 121 1.1. El antimilitarismo de los primeros cristianos 194
6. ElBierzo 123 1.2. Del antimilitarismo a la formación de un ejército
7. Galicia 129 cristiano 195
1.3. Del «cristiano-soldado» al «soldado-cristiano» .... 197
5. LOSCARTUJOS 135 2. La originalidad religiosa de las Ordenes Militares 200
3. Organización interna 203
1. De Colonia a Reims 136
4. Ordenes Militares palestinenses 206
2. La Gran Cartuja 137
3. Primeros pasos en el desierto de la Cartuja 139 4.1. San Juan de Jerusalén ....: 206
4. Un eremita al servicio de la Santa Sede 140 4.2. Los Templarios 208
5. Organización y Gobierno de la Cartuja 142 4.3. Los Caballeros Teutónicos 212
6. Expansión de la Cartuja 144 4.4. Los Caballeros del Santo Sepulcro 214
7. Monjas Cartujas 145
8. La Cartuja en España y Portugal 146 5. Ordenes Militares españolas 215
9. Espiritualidad de la Cartuja 147 5.1. Orden de Calatrava 216
9.1. Estabilidad eremítica 147 5.2. Orden de Santiago 218
9.2. Despojamiento radical de sí mismo 148 5.3. Orden de Alcántara 224
9.3. Silencio contemplativo 149 5.4. Orden de Montesa 226

8 9
3. Contexto de la Vida Religiosa 270
5.5. Orden de Monte Gaudio 227
5.6. Orden de Santa María de España 228 3.1. Progresiva extensión de la exención 270
5.7. Orden de San Jorge de Alfama 228 3.2. La Iglesia acepta oficialmente el movimiento de re-
6. Ordenes Militares portuguesas 229 torno a la Iglesia pobre 271
3.3. ¿Prohibió el Concilio IV de Letrán la fundación de
6.1. Orden de Avís 229 nuevas Ordenes religiosas? 274
6.2. Orden de Cristo 230
4. La respuesta de las Ordenes Mendicantes 278
7. Otras Ordenes Militares 231
8. Las Ordenes Militares y la cultura 232 4.1. De la soledad a la inserción en la ciudad 278
4.2. Organización centralizada 280
ORDENES PARA LA REDENCIÓN DE CAUTIVOS 235 4.3. La cercanía de los seglares 281
4.4. Las Ordenes Mendicantes y la cultura 284
I. Orden de la Santísima Trinidad 236 4.5. De la pobreza individual a la pobreza comunitaria . 291
1. Difícil encuadramiento 236
2. San Juan de Mata y San Félix de Valois 237 SAN FRANCISCO DE Asís Y LOS HERMANOS MENORES 295
3. La Regla Trinitaria 238 1. Historiografía franciscana 295
4. Evolución y expansión de la Orden 241 2. Asís, ciudad libre y comercial 297
5. Reformas trinitarias 243
3. La conversión de Francisco 299
5.1. Las reformas francesas 243 4. «Después que el Señor me dio hermanos» 301
5. Ante el señor Papa Inocencio III 302
5.2. La reforma española 244 6. Padre de una multitud de hijos 304
7. Los caminos hacia el Islam 305
6. Segunda y Tercera Orden 246 8. La Regla franciscana 307
9. Una imagen viviente del Crucificado 310
II. Orden de Nuestra Señora de la Merced 247 10. «Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte
1. San Pedro Nolasco, el fundador 247 corporal» 311
2. Orden Militar, pero no tanto 248 11. Hermano Sol, Hermana luna 314
3. Regla y organización 249 12. La Orden Tercera de San Francisco 317
4. Expansión 249 13. Los Hermanos Menores en España 320
5. Mercedarios Descalzos 250 14. Disensiones en el franciscanismo 323
6. Monjas Mercedarias 250
7. Espiritualidad 251 SANTO DOMINGO Y LA ORDEN DE PREDICADORES 333
ORDENES MENDICANTES 255 1. Historiografía 334
1. Nuevo contexto socio-cultural 256 2. Formación canonical 335
3. Descubrimiento de la Iglesia universal 338
1.1. Del feudo a la villa libre 256 4. Descubrimiento de la «vida apostólica» 339
1.2. Un nuevo mundo de banqueros y de comerciantes 258 5. La Orden de Predicadores 341
1.3. Un nuevo contexto cultural 259 6. Aprobación pontificia 343
7. Organización legislativa de la Orden de Predicadores .. 344
2. Nuevo contexto eclesial 262
8. Expansión de la Orden 346
2.1. Retorno a la Iglesia pobre de los orígenes 262 9. La Orden de Predicadores en España 348
2.2. Predicación pobre e itinerante 266 10. La Segunda y la Tercera Orden de Santo Domingo 350
10
11
13. Los SIERVOS DE MARÍA 355 1.1. Bulgaria .. 411
1. Los Siete Santos Fundadores 355 1.2. Yugoslavia 413
2. Orígenes y aprobación de la Orden 357 2. Los Santos Cirilo y Metodio A,¿
2.1. La conversión de los Fundadores 357 3. El monacato en Rusia ^¿
2.2. Los primeros años de vida comunitaria 357 3.1. Los orígenes A*¿
2.3. De la supresión a la aprobación pontificia 358 3.2. Gran expansión del monacato ruso .„
3. Organización y expansión 359 3.3. La espiritualidad del monacato ruso .-_
4. Segunda y Tercera Orden 360
5. Espiritualidad servita 362 17. EL MONACATO OCCIDENTAL EN LA BAJA EDAD MEDIA ,~~

14. Los CARMELITAS 365 1. Decadencia de Cluny y del Císter 423


2. Las reformas pontificias de los siglos xm y xiv 4„
1. Polémica sobre los orígenes 366
2. Orígenes en Tierra Santa y aprobación pontificia 367 2.1. Reformas de Inocencio III y de Gregorio IX .
3. Expansión y organización de los Carmelitas en Europa . 369 2.2. Las reformas de Benedicto XII ^r,
4. Los Carmelitas en España 371 3. Nuevas Congregaciones monásticas reformadas .
5. Segunda y Tercera Orden 372 4. La Orden española de San Jerónimo q-.~
6. Organización de la Orden 374 5. Las causas de una profunda decadencia << ,_
7. Espiritualidad 376 6. Congregaciones de Observancia en las Ordenes Monásti-
7.1. El profeta Elias, Padre espiritual del Carmelo 376 cas
• 440
7.2. Una Orden especialmente mariana 377 6.1. Congregación de Santa Justina de Padua 4.
7.3. Acción y contemplación 378 6.2. Congregaciones de Observancia en Alemania y
Austria 4
15. Los AGUSTINOS 381 6.3. Congregaciones de Observancia en Francia .
6.4. Congregaciones de Observancia en España «
1. Filiación agustiníana 382
2. La gran Unión de 1256 384
3. Organización y expansión de la Orden 386 18. CONGREGACIONES DE OBSERVANCIA EN LAS ORDENES MENDI-
4. Los agustinos en España 389 CANTES 4^
5. Segunda y Tercera Orden 391
6. Herederos del espíritu y doctrina de San Agustín 393 1. Crítica a las Ordenes Mendicantes ¿u
2. Causas de la decadencia de las Ordenes Mendicantes .... 4»
16. EL MONACATO ORIENTAL 397
3. Los Hermanos Menores «simpliciter dicti» 4^

I. El antiguo monacato oriental 398 3.1. Observancia franciscana en Italia 4^


3.2. Observancia franciscana en Francia 4*
1. El monacato egipcio 398 3.3. Observancia franciscana en España 45
2. El monacato bizantino 401 3.4. La Bula «Ite vos» (1517): División de la Orden de
3. El monacato bizantino en Italia 407 los Hermanos Menores 4*
4. Los monjes basilios españoles 409
4. Observancia dominicana 4--
II. El monacato eslavo 411 5. Las Observancias Carmelitana, Agustiniana y Servita .... 4^
1. El monacato en Bulgaria y Yugoslavia 411 5.1. Carmelitas 4,

17
5.2. Siervos de María 463
Siglas
5.3. Agustinos 464

ÍNDICE DE PERSONAS, TEMAS Y LUGARES 467

ÍNDICE GENERAL DEL VOLUMEN I 487

AAS Acta Apostolicae Seáis, Roma, 1909.


Acta OCD Acta Ordinis Carmelitarum Discalceatorum,
Roma, 1956.
Acta OFM Acta Ordinis Fratrum Minorum, Roma, 1882.
Acta ORSA Acta Ordinis Recollectorum S. Augustini,
Roma, 1956.
Acta OSA Acta Ordinis Eremitarum S. Augustini, Roma,
1956.
Acta SS , Acta Sanctorum. Bollandiana.
AnalAug Analecta Augustiniana, Roma, 1906.
AnalBoll Analecta Bollandiana, Bruselas, 1882.
AnalCist Analecta Cisterciensia, Roma, 1966.
AnalFranc Analecta Franciscana, Quaracchi, 1885.
AnalOC Analecta Ordinis Carmelitarum, Roma, 1909-
1953.
AnalOCD Analecta Ordinis Carmelitarum Discalceato-
rum, Roma, 1926-1953.
AnalOCist Analecta Sacri Ordinis Cisterciensis, Roma,
1946-1965.
AnalOFMCap Analeta Ordinis Fratrum Minorum Capuccino-
rum, Roma, 1884.
AnalOP Analecta Ordinis Praedicatorum, Roma, 1893.
AnalPraem Analecta Praemonstratensia, Averbode, 1925.
AnalTOR Analecta Tertii Ordinis Regularis Sancti Fran-
cisci, Roma, 1913-1914; 1933.
ArchAg Archivo Agustianiano, Valladolid, 1928.
ArchFranHist Archivum Franciscanum Historicum, Quarac-
chi, 1908.

14 15
ArchHistHispAg .... Archivo histórico Hispano-agustianiano, Ma- EphCarm Ephemerides Carmeliticae, Roma, 1950.
drid, 1914-1927. Escobar Ordini e Congregazioni religiose, 2 vols., Turín,
ArchlbAmer Archivo Iberoamericano, Madrid, 1914. 1951, 1953.
ArchPraed Archivum Fratrum Praedicarorum, Roma, EstFranc Estudios Franciscanos, Barcelona, 1907.
1931. EtCarm Études Carmelitaines, París, 1911-1914; 1920-
August Augustinianum, Roma, 1961. 1962.
EtFranc Études Franciscaines, París, 1989-1914; 1921-
Benedictina Benedictina, Roma, 1947. 1939; 1950.
BSS Bibliotheca Sanctorum, 13 vols. Roma, 1961-
1971. FrancStud Franciscan Studies, New York, 1941.
BullCap Bullarium Ord. Fratr. Minor. Capuccinorum, FranzStd Franziskanische Studien, Münster, 1914-1944;
Roma, 1740-1752; Insbruck, 1883-1884. 1949.
BullCarm Bullarium Carmelitanum, Roma, 1715-1768.
BullORSA Bullarium Ordinis Recolectorum S. Augustini. GER Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, 1971-1976.
BullPraed Bullarium Ordinis Praedicatorum (1215-1739), Greg Gregorianum, Roma, 1940.
8 vols., Roma, 1729-1740.
HS Híspanla Sacra, Madrid, 1948.
Cisterc Cistercium Venta de Baños (Patencia), 1948. HVR I ÁLVAREZ GÓMEZ, i., Historia de la Vida Reli-
CollCist Collectanea Cisterciensia, Scourmont, 1965. giosa, vol. I, Madrid, 1987.
ColCistRef Collectanea Ordinis Cisterc. Reformatorum,
Westamalle, 1934-1964. Irén Irénikon, Chevetogne, 1926.
CollFrane Collectanea Franciscana, Asís, 1931-1940; Ro- Ist Istina, París, 1954.
ma, 1941. Mansi Mansi, Sanctorum Conciliorum Nova et Amp/is-
CommpRel Commentarium pro Religiosis, Roma, 1920. sima collectio, 60 vols., París, 1899-1927.
ConOecDecr Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Bolonia, MenolCist Menologium Cisterciense, Westmalle, 1952.
1973. MGH Monumento Germaniae Histórica, Hannover-
Confer Confer, Madrid, 1965. Berlín, 1826 ss.
CSCO Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium,
Loavaina-Roma-París, 1903. OrChristAnal Orientalia Christiana Analecta, Roma, 1935.
DACL Dictionnaire d'Archéologie Chrétienne et de Li-
turgie, París, 1907-1953. PG Patrología Graeca, 161 vol, París, 1857-1866.
DDC Dictionnaire de Droit Canonique, París, 1935- PL Patrología Latina, 221 vols., París, 1844-1864.
1965.
DHEE Diccionario de Historia Eclesiástica de España, RechScRel Recherches de Sciences Religieuses, París, 1910. i
Madrid, 1972. RevBén Revue Bénédictine, Maredsous, 1884.
DHGE Dictionnaire d'Histoire et de Géographie écclé- RevDrCan Revue de Droit Canonique, Estrasburgo, 1941.
siastiques, París, 1912. RevistEccl Revue d'Histoire Ecclésiastique, Lovaina, 1900.
DIP Dizionario degli htituti di Perfezione, Roma, RevMabillon Revue Mabillon, Ligugé-París, 1905.
1974. RívStorBen Rivista Storica Benedettina, Roma, 1906.
DSpir Dictionnaire de Spiritualité, París, 1937.
DTC Dictionnaire de Théologie Catholique, París, SCh Sources Chrétiennes.
1899. StudAns Studia Anselmiana, Roma, 1933.
StudFranc Studi Francescani, Arezzo, 1914-1923; Firenze,
EE España Eremítica, Leyre, 1970. 1924.

16 17
StudMon Studia Monástica, Montserrat, 1959.
VR Vida Religiosa, Madrid, 1944.
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VigChrist
VitaMon
Cigiliae Chñstianae, Amsterdam, 1947.
Vita Monástica, Camaldoli (Arezzo), 1965.
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regulares
WaddingAnnAMin . Annales Ordinis Minorum, Lyon-Roma, 1625.
WaddingScrpMin . Scriptores Ordinis Minorum, Roma, 1906.
Walz Compendium Historiae Ordinis Praedicatorum,
Roma, 1948.

Yermo Yermo, Santa María del Paular (Madrid), 1963.

ZschrKG Zeitschrift für Kirchengeschichte, Stutgart,


1876.

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Grégoire Vlletla reforme canonical: «Studi Gregoriani», 1 (1947), 47-64;
BECQUET, J., Chanoines réguliers et érémitisme clerical: RHS pir., 48
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los reinos de Castilla y León: «Studi Gregoriani», 3 (1948), 1-87;
CARRIER, A., Coutumier du XI' siécle de l'Ordre de Saint-Ruf en usage a
la cathedral de Maguelone, Sherbrooke, 1950; CONGAR, Y. M., L'écclé-
siologie du haut Moyen Age, De Saint Grégoire le Grand a la desunión en-
tre Byzance et Rome, París, 1968; ID., Les laics etl'écclésiologie des «ordi-
nes» chez les théologiens des XI" et XIF siécles: «I Laici nella "Societas
Christiana" dei secoli XI e XII», La Mendola, 1965, Milán, 1968;
CRUZ, A., Santa Cruz de Coimbra na cultura portuguesa da Idade Media,
Porto, 1964; DEREINE, Ch., Chanoines: DHGE, XII, París, 1951, 353-
405; ID., La prétendue regle de Grégoire VII pour chanoines réguliers:
RBén, 71 (1961), 47-53. ID., Le premier ordre de Prémontré: RBén., 58
(1958), 84-92; ID., Les origines de Prémontré: RHE (1974), 452-478;
DICKENSON, J. C , Aux origines de la vie commune dans le clergé: SVSpir.,
6 (1953), 63-91; FONSECA, C. D., / conversi nelle communita canonicali:
«I laici nella "Societas Christiana" dei secoli XI e XII», La Mendola,
1965, Milán, 1968; GARCÍA LOBO, V., La Congregación de San Rufo en el
Reino de León: HS, 30 (1977), 19-60; GIROUD, Ch., L'Ordre des Chanoi-
18
19
nes réguliers de Saint-Augustin et les diverses formes de régime interne, mente por algunos movimientos laicales, tendente a devolverle a
Marigny, 1961; GONZÁLEZ AYALA, J., Canónigos del Santo Sepulcro en la Iglesia su libertad perdida.
Jerusalén y Calatayud, Madrid, 1969; GRUNDMANN, H., Religióse Bewe- Todos los sectores más despiertos de la sociedad de los si-
gung im Mittelalter, Berlín, 1935; GRÉGOIRE, R., La Vocazione sacerdo-
glos x y xi estaban acordes en afirmar la existencia de una lamen-
tale. I Canonici Regolari nel Medioevo, Roma, 1982; LECLERCO, J., Docu-
ments pour l'histoire des chanoines réguliers: RHE, 44 (1949), 556-559;
table relajación en la Iglesia, especialmente entre el clero, cuyos
ID., La spiritualité des chanoines réguliers: «La vita comune del clero nei dos síntomas más característicos y más cargados de consecuencias
secoli XI e XII», La Mendola, 1959, Milán, 1962; ID., Un témoignage sur para la vida eclesial eran el Nicolaísmo o concubinato de los cléri-
l'influence de Grégoire VII dans la reforme canoniale: «Studi Grego- gos y la Simonía o compraventa de los beneficios eclesiásticos.
riani», 6 (1959), 173-227; LINAGE CONDE, A., «Secundum regulam vi- La razón última de esa doble plaga eclesial estaba en aquella
vere. Festschrift N. Backmund», Windberg, 1978, 73-85; LUNARDI, G., institución típicamente feudal que eran las investiduras laicales, es
L'ideale monástico nelle polemiche del secólo XII sulla vita religiosa, decir, la designación de las personas para los cargos eclesiásticos
Noci, 1970; MEERSSEMANN, G. G., Die Klerikervereine von Karl dem por parte de los reyes, de los príncipes y, en general, de los seño-
Grossen bis Innocenz III: ZSKG, 46 (1952), 1-42; 81-112; MORAL, Ba- res feudales. Si esta institución había tenido inicialmente una re-
ses para una historia del «Prémontré» en España: Anal Praem., 44
percusión benéfica para la Iglesia, uno de cuyos aspectos fue, sin
(1968), 282-309; OLDFIELD, I:; The Augustian charísm ofthe Victorines:
«Recollectio, 3 (1980), 25-45; PÉREZ LLAMAZARES, J., Clérigos y Monjes,
duda, el compromiso y participación más directa de los laicos en
León, 1944; PETIT, F., La spiritualité des Prémontrés aux XIF et XIIF sié- los asuntos de la Iglesia, con el correr del tiempo resultó perni-
cles, París, 1951; POGGIASPALLA, P., La vita comune del clero dalle origini ciosa, porque los señores feudales acabaron por ser auténticos
alia Riforma Gregoriana, Roma, 1968; SASTRE, E., Notas bibliográficas dueños de la Iglesia, que designaban para los cargos más impor-
sobre los Canónigos Regulares: HS, 35 (1983), 251-314. Con una recopi- tantes, como los obispados y abadías, a familiares o deudos sin
lación de 347 obras sobre los Canónigos Regulares; SCHMIDT, T., Die Ka- vocación que se iniciaban en la carrera eclesiástica como una ma-
nonikerreform in Rom undpapst Alexander II (1061-1073): «Studi Gre- nera más de solucionar sus problemas económicos. De ahí al Ni-
goriani», 9 (1972), 201-221; VICAIRE, M. H., L'imitation des Apotres. colaísmo y a la Simonía no había nada más que un paso. Y ese
Moines, Chanoines et Mendiants, IXe-XIIF siécles, París, 1963. paso lo dieron a gran escala los señores feudales, dueños de igle-
sias y de abadías1.
La Reforma cluniacense cambió el rumbo de la vida monás-
tica, devolviéndole a los monasterios su propia libertad, como se
1. Contexto socio-religioso ha visto en el capítulo 17 del primer volumen de esta Historia de
la Vida Religiosa2. La Reforma gregoriana, al eliminar de raíz la
La fundación de los Canónigos Regulares, como nueva forma investidura laical, dio también un paso decisivo para eliminar esa
de Vida Religiosa, no es un hecho aislado, sino que se inscribe en doble plaga del Nicolaísmo y de la Simonía existente en el clero
aquel vasto movimiento socio-religioso de renovación de la Igle- secular. Pero no era suficiente con eso. Era preciso ofrecer a los
sia que se inicia a finales del siglo x, alcanzó su apogeo en el pon- clérigos seculares un modelo clerical de identificación. Los Papas
tificado de Gregorio VII (1073-1085) y desembocó en la apari- de la Reforma gregoriana lo entendieron así y lo encontraron en
ción de las Ordenes Mendicantes en el siglo xm. los Canónigos Regulares. Estos fueron, indudablemente, la res-
Las luchas espectaculares entre el Papado y el Imperio en puesta ideal frente aquella doble plaga del clero secular de enton-
torno a las investiduras laicales dejaron en un segundo plano el ces. La respuesta al Nicolaísmo mediante la vida común y la res-
núcleo esencialmente religioso de aquel movimiento reformador puesta a la Simonía mediante la cura de almas o la acción pasto-
que recibió su apelativo del Papa Gregorio VII, Reforma Grego-
riana, aunque es muy anterior a su pontificado. La Reforma Gre- 1
FLICHE, A., La Reforme Grégorienne, 3 vols., Lovaina-París, 1924.
goriana fue un esfuerzo gigantesco del Papado, ayudado especial- 2
HVR 1,515-538.

20 21
ral directa, ejercida como misión específica en sus propias iglesias. palabra canónigo aparece en relación a la palabra clérigo. Como
La finalidad de los Canónigos Regulares no se agota, por su- sinónimos, se emplean las expresiones cardinales, officiales, ma-
puesto, en ser un revulsivo circunstancial para aquella situación triculara, fratres, serví Dei, pauperes Christi, e incluso cenobitas,
de decadencia del clero, sino que es una nueva forma de vida reli- palabra que solía reservarse para los monjes. La confusión se am-
giosa con identidad propia, con una específica razón de ser en la plía aún más cuando se emplean para referirlas a la vida canonical
Iglesia3. palabras como: abadía, claustro, cenobio. La terminología em-
pleada es el mejor testigo de la proximidad, y hasta cierto punto
Los Canónigos son una institución exclusiva de la Iglesia occi-
confusión existente en muchas partes entre vida canonical y vida
dental. La Iglesia oriental no tiene nada semejante. Los Canóni-
monástica. Solamente a partir de la Regla de San Crodegango de
gos Regulares son un producto típicamente medieval, y la Iglesia
Metz y, más aún, después de la Regla de Aquisgrán, quedarán
oriental no conoció la Edad Media, es decir, no pasó por una
bien delimitados los estilos de vida de los canónigos y de los
transformación como la que experimentó la Iglesia latina a través
monjes6.
de su diálogo con los pueblos germánicos4.
La investigación sobre la vida canonical, a pesar de la abun-
dante bibliografía suscitada por este tema durante los últimos
treinta años, se presenta extremadamente difícil como lo demues- 2. U n a larga prehistoria
tra el amplio «cuestionario» elaborado para la preparación de la
Semana de Estudios de la Méndola (Italia), celebrada en septiem- San Gregorio Magno creía que los Canónigos Regulares te-
bre de 1959, que ha significado el relanzamiento de la investi- nían su fundamento último en el Nuevo Testamento, y más con-
gación histórica sobre los Canónigos Regulares. Algunas de las cretamente en los Hechos de los Apóstoles, porque identificaba la
dificultades con las que se encuentra el investigador es la gran va- vida común de los clérigos de su tiempo con el ideal comunitario
riedad de formas del movimiento canonical y la falta de una ter- de los primeros cristianos de Jerusalén. En efecto, a la pregunta
minología uniforme que permita individualizar las formas homo- que le dirige San Agustín de Cantorbery acerca del género de
géneas, porque la vida canonical se manifiesta a través de una vida que habría de implantar entre sus clérigos, le responde el
gama muy variada de aspectos y modalidades. Papa que es preciso instituir el estilo de vida creado por los Após-
Baste recordar la variada nomenclatura con que se denomina toles en Jerusalén cuando nadie decía suyos a los propios bienes
este movimiento. Canon era inicialmente una «regla gramatical»; materiales7.
después pasó a significar en el Imperio Romano los tributos en es- Puede parecer extraño atribuirle unos orígenes tan antiguos a
pecie: el canon frumentarius del Código Teodosiano. En la litera- una forma de vida religiosa que se institucionaliza a partir del
tura eclesiástica significaba originariamente el conjunto de pres- sínodo romano de 1059. Pero no hay exageración alguna si se
cripciones en torno a la disciplina y estilo de vida de los clérigos. tiene en cuenta la larga historia que precede a la decisión del
La palabra canónigo la emplea, por primera vez, San Basilio y se Papa Nicolás II, la cual se podría sintetizar en la distinción entre
encuentra también en los decretos del Concilio de Laodicea (535) vida canonical como estado de vida y vida canonical como Orden
para significar los sacerdotes que moran en la ciudad episcopal o religiosa en sentido estricto. El estado de vida canonical se re-
en las parroquias rurales en contraposición a los sacerdotes dis- monta a finales de la época de las persecuciones. En muchas igle-
persos por los oratorios privados, los cuales deben presentarse en sias el clero adopta la vida común en torno a los respectivos obis-
la iglesia catedral por lo menos en las grandes solemnidades5. La pos, de modo que el orden canonical jurídicamente institucionali-

3
GRÉGOIRE, R., La Vocazione sacerdotale, p. 10. 6
4
GRÉGOIRE, R., O. C, p. 11. DEREINE, Ch., Chanoines, DHGE, XII, 355-356.
7
5
SMITH, A., Chanoines Réguliers, DSpir II, 463-464. BEDA, Historia Ecclesiastica, I, 27.

22 23
zado no es más que el último estadio de una larga y complicada lix de Bolonia, Pedro Crisólogo de Rávena, Eunodio de Pavía,
evolución8.
Félix de Pésaro y Gaudencio de Novara16.
San Ambrosio (muerto en 397) dice que fue San Eusebio de Pero el representante más cualificado de la vida común del
Vercelli (muerto en 371) el primero que en Occidente introdujo clero en la antigüedad fue San Agustín hasta el punto de que se le
la vida común entre los clérigos de su iglesia episcopal9. Se trata ha llegado a representar, no como fraile agustino, sino como ca-
del primer ensayo entre vida clerical y vida monástica, puesto que nónigo regular17. El estilo de vida de sus clérigos de Hipona, lo
la vida monástica nació laical10, aunque, al parecer, San Eusebio describe San Agustín en los sermones 355 y 356 18 . Se trata de un
de Vercelli había conocido durante su destierro (355-363) algún monasterio de clérigos, de monjes dedicados a la cura pastoral,
obispo egipcio que practicaba la vida común con sus clérigos. Por para los cuales escribió una Regla19. Las disputas entre los Canó-
lo menos Sozomeno ha conocido un caso11. Por otra parte, San nigos Regulares y los frailes agustinos ha impulsado a algunos his-
Eusebio de Vercelli amaba, en gran medida, la vida monástica. toriadores a dudar en atribuirle la paternidad de las comunidades
Antes de su destierro había fundado una comunidad de vírgenes canonicales porque resulta difícil establecer una línea de demar-
en Oropa, y él mismo había practicado el eremitismo. Un autor cación entre monacato, entendido en su sentido estricto, y la insti-
del siglo v atestigua esa influencia del monacato oriental en la tución canonical. Otro tanto cabría afirmar del monacato basilical
vida común del clero vercelense: tan extendido en Roma 20 . Pero, sin duda, el precedente más ge-
nuino de la nueva forma de vida religiosa que serán los Canónigos
«(Eusebio de Vercelli) reguló la vida clerical al estilo de los monjes... Regulares fue el monasterio clerical de Hipona fundado por San
Si ves los lechos del monasterio, te darás cuenta que están inspirados por Agustín, cuyos sermones 355 y 356 «ponen el cimiento de una
el modelo oriental; si examinas el compromiso clerical, te alegrarás de vida canonical perfecta»21.
constatar la imitación de la observancia regular de los ángeles»12.
Posidio informa de la expansión del ideal monástico-clerical
De la comunidad episcopal de Vercelli salieron obispos para agustiniano por las diócesis del norte de África22. Las invasiones
varias iglesias del norte de Italia, los cuales propagaron por Ligu- de los Vándalos (430) destruyeron toda la organización eclesial
ria, Emilia y Véneto, el mismo sistema de vida comunitaria13. del norte de África y acabaron con la vida comunitaria del clero.
También San Zenón de Verona (muerto hacia 372) vivía Pero algunos clérigos formados en el ideal monástico-clerical
«monásticamente» con su clero14. El propio San Ambrosio, des- agustiniano emigraron a Italia y a Francia. Julián Pomerio, inspi-
pués de renunciar a todas sus posesiones en favor de la Iglesia, rándose en San Agustín, fundó en el siglo v, en Arles, una comu-
abrazó la vida ascética y, según San Agustín, dirigía un monaste- nidad de clérigos, cuyo tenor de vida expone en su obra De vita
rio de varones 15 ; y su ejemplo fue seguido por otros obispos del contemplativa 23. Pomerio hace una exaltación de la vida común
norte de Italia, como Sabino de Piacenza, Honorio de Brescia, del clero, afirmando que es mucho más perfecto despojarse de los
Víctor de Turín, Vicente de Cremona, Inocencio de Tortona, Fé- bienes y vivir en comunidad que el dar simplemente una parte a la

16
8 HVR I, 463.
DEREINE, Ch., o. c, 355.
9 " OPICINO DE CANISTRIS, dibujo de San Agustín, ms. Vatic. Palat. Lat., 1993.
SAN AMBROSIO, Ep. 63; PL 16, 1253-1260.
10 Cfr. SALOMÓN, R., Opicinus de Canistris, II, Londres, 1936, iluustr. 24.
HVR I, 219-220. 18
PL39, 1568-1575.
" SOZOMENO, Historia Ecclesiastica, 6, 31, PG 67, 1390. 19
12 HVR I, 327-342.
PSEUDO-AMBROSIO, Serm 56, 4; PL 17, 720. 20
13 GRÉGOIRE, R., O. C, P. 24.
CROVELLA, E., S. Eusebio di Vercelli. Saggio di biografía críptica, Vercelli, 21
GIROUD, Ch., L'Ordredes Chanoines..., p. 27.
1960. 22
14 POSIDIO, Vita Augustini, 11.
ZENON DE VERONA, PL 11, 498. 23
15 POMERIO, J., De vita contemplativa,, PL 59, 415-420. Esta obra le fue atribui-
SAN AGUSTÍN, Confesiones, 8, 6, 15.
da a Próspero de Aquitania por el Sínodo de Aquisgrán del año 817.

24 25
Iglesia. Sus clérigos «viven según el Evangelio», porque no tienen San Agustín de Cantorbery por consejo de San Gregorio Magno.
nada como propio. La obra de Pomerio inspirará, en buena me- Y San Egberto de York la atestigua para el siglo vm: «Llamamos
dida, todas las reglas y disposiciones relativas a la vida comunita- cánones a las reglas constituidas por los Santos Padres en las que
ria del clero. está escrito cómo deben vivir los canónigos, es decir, los clérigos
A principios del siglo vi se constata la presencia de comunida- regulares33.
des de clérigos en Francia. El segundo Concilio de Tours (567) Todos estos testimonios demuestran que la vida común era
alude a la residencia común de los clérigos. El obispo Baudín la considerada como el ideal al que debían aspirar todos los clérigos,
estableció en Tours24 y el obispo Rigoberto en Reitns25. El Conci- y el medio de garantizar el fervor sacerdotal contra los peligros
lio de Clermont (535) y el tercer Concilio de Orleáns (538) dan el del contacto con el mundo, especialmente por la obediencia y la
nombre de canónigos a todos los clérigos; con lo cual dan a en- pobreza que la vida común lleva consigo.
tender que están sometidos a unas reglas26.
También para España está asegurada la vida común del clero
a lo largo de todo el siglo vi. Los Concilios de Toledo son los me- 3. San Crodegango de Metz y la primera
jores testigos: El I (531) alude a escuelas dirigidas por canónigos Regla canonical
que residen «en la casa de la Iglesia bajo la presidencia del
obispo27; el III (589) prescribe la lectura de la Sagrada Escritura San Crodegango, oriundo de las tierras del Mosa, había es-
durante la comida28; el IV (633) alude a una doble comunidad, tado al servicio de Carlos Martel como canciller. En el año 742
una en la casa del obispo y otra presidida por un superior encar- fue nombrado obispo de Metz. Ocupó cargos de responsabilidad
gado de la formación de los clérigos jóvenes29; y el XI distingue en la Corte de Pipino el Breve. Este lo envió a Roma para que
tres categorías de clérigos: los que conservan la propiedad de sus acompañara al Papa Esteban II hasta Ponthion; viaje que culmi-
bienes, los que los entregan a la Iglesia y los que no poseyendo naría en la fundación de los Estados pontificios con la donación
nada viven a expensas de la Iglesia30. En afirmación de Dereine31 carisíaca. El Papa le concedió el palio arzobispal en el año 754.
la legislación de los Concilios de Toledo señala una etapa defini- Murió el 6 de marzo del año 766 después de haber realizado una
tiva en la evolución de la vida canonical «que prepara directa- gran labor pastoral, especialmente en la organización de la Iglesia
mente la famosa regla de Aquisgrán». En efecto, el cuarto Conci- y en la reforma del clero.
lio de Toledo (633) presidido por San Isidoro de Sevilla (muerto En el año 747 fundó San Crodegango el monasterio de Gorze
en 636), da una serie de disposiciones muy concretas sobre todos bajo la Regla de San Benito. En estrecha colaboración con San
los aspectos de la disciplina canónica del clero e impone a todos Bonifacio que había iniciado la vida común del clero en Fritzlar y
los clérigos, incluido el obispo, la vida común, exceptuando de bajo los auspicios de Pipino el Breve, se dedicó decididamente a
ella solamente a los muy ancianos y a los enfermos32. la reforma del clero de la diócesis de Metz. Para el clero de su
En Inglaterra implanta la vida comunitaria entre sus clérigos iglesia catedral compuso San Crodegango en el año 754 una re-
gla34. En su prólogo declara que sería superflua si los pastores y
24
GREGORIO DE TOURS, PL 75, 570.
los subditos hubiesen observado los cánones existentes sobre sus
25
RIGOBERTO DE REIMS, PL 72, 402. deberes. San Crodegango se convierte así en el primer autor de
26
WIDLOECHER, N., Canonici Regolari, Ene. Cat. Ital., III, 554. una regla canonical propiamente dicha, puesto que en ella se con-
27

28
MANSI, Canon 1 y 2. tienen las normas concretas que han de regular la vida diaria de
MANSI, IX, 994, canon 7.
29
MANSI, X, 626, canon 60; cf. canon 23. 33
30 EGBERTO DE YORK, Excerptiones; PL 89, 379.
MANSI, XI, 140. 34
31 CRODEGANGO DE METZ, Regula canonicorwn, ed. J. B. PELT, Études sur la
DEREINE, Ch., o. c, DHGE, XII, 360.
32 Cathédrale de Metz, La Liíurgie, I, Metz, 1937, pp. 8-27.
MANSI, X, 626, canon 23.

27
26
los canónigos, así como disposiciones bien estrictas acerca de sus conoció una gran difusión en todo el occidente, hasta el punto de
funciones litúrgicas. Para su composición se sirvió San Crode- que suplantó a todas las colecciones de cánones que regulaban la
gango en buena medida de la Regla de San Benito y de las cos- vida común de los canónigos. Hay una ampliación de esta regla
tumbres litúrgicas romanas, pues Pipino el Breve estaba alen- en 80 capítulos37, que disminuye bastante el rigor en materia de
tando la transformación de la liturgia de su reino por medio de la pobreza, porque permite a los canónigos la posesión, incluso de
liturgia romana, a fin de combatir así las influencias litúrgicas los bienes inmuebles.
orientales cada día más fuertes, pero sin rechazar del todo la anti- El largo reinado de Carlomagno (769-814) se caracterizó por
gua tradición litúrgica galicana. una labor en favor de la unidad del Imperio en todas sus vertien-
La Regla de San Crodegango es muy rigurosa por lo que se tes. Carlomagno, en efecto; impuso la unidad territorial usurpán-
refiere a los ayunos y la clausura; pero no lo es tanto en lo rela- dole a sus sobrinos la parte del reino que les correspondía; im-
tivo a la propiedad de bienes, pues los canónigos tenían que hacer puso la unidad de religión, aunque la conversión al cristianismo
donación de sus bienes inmuebles a la Iglesia, pero quedándose hubiera de ser conseguida por la fuerza, como en el caso de los
con el usufructo; en cambio eran dueños absolutos de los bienes Sajones, impuso la unidad en la vida monástica eliminando de los
muebles. Hace esta concesión, porque era consciente de que monasterios la pluriformidad de Reglas en favor de la Regla de
aquellos clérigos no eran capaces de abrazar la vita apostólica es- San Benito; impuso la unidad litúrgica en sus iglesias en favor de
tricta. No obstante, dejaba la puerta abierta al fervor de aquellos la liturgia romana; e impuso la unidad del clero estableciendo la
que quisieran renunciar a toda propiedad privada. Crodegango vida común, es decir, la vida canonical bajo la Regla de San Cro-
dispone que sus clérigos han de vivir juntos, participar de una degango. La presencia de la Regla de San Crodegango se hace
mesa común y dormir en un dormitorio también común; se impo- patente con frecuencia en la legislación de los concilios y de los
nen tiempos de silencio y algunos trabajos manuales. El ideal pro- capitulares del Reino franco en tiempos de Pipino el Breve y de
puesto en la Regla es el ejemplo de la comunidad primitiva que Carlomagno 38 . Pero Carlomagno, que consiguió la unidad en los
tenía un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32), según la más demás aspectos de la vida de su Imperio, no fue capaz de conse-
genuina tradición agustiniana35. guirla para la vida canonical de su clero a pesar de que no ahorró
La Regla de San Crodegango de Metz ha conocido cuatro ver- esfuerzos hasta los últimos días de su vida, como lo demuestra el
siones principales. La primera, la genuina, fue la escrita por el hecho de que en vísperas de su muerte los Concilios de Maguncia
propio San Crodegango para el Capítulo catedral de Metz. La se- y de Tours (813) insistieron sobre la vida canonical del clero
gunda es la que corrigió su sucesor Angilramo, añadiéndole algu- franco. Lo intentará de nuevo su hijo Ludo vico Pío.
nas cosas sin importancia. La tercera, llamada la generalizada,
omite todos los elementos particulares propios de la Iglesia de
Metz. A finales del siglo ix o principios del x, apareció una cuarta 4. La Regla d e Aquisgrán
versión llamada interpolada, la cual por ser posterior a la Regla
de Aquisgrán, toma diversos elementos de ésta hasta alcanzar los Los últimos años del reinado de Carlomagno estuvieron mar-
84 capítulos frente a los 23 que tenía la primera versión36 cados por su decadencia física, la cual tuvo repercusiones muy ne-
La Regla de San Crodegango ejerció una amplia influencia; y gativas, no sólo sobre la administración del Imperio, sino también
sobre la administración de la Iglesia tan ligada entonces a las es-
35 tructuras del Estado. La problemática que se encontró su hijo y
MORHAIN, E., Origine et histoire de la «regula Canonicorum» de Saint Chro-
degang, «Miscellanea Pió Paschini», 1, Roma, 1948, pp. 173-185; HOCQUARD, G.,
La Regle de Saint Chrodegang. État de quelques questions, en AA.VV., Saint Chro- " PL, 89, 1097-1120. Se trata de una versión generalizada, es decir, sin los
degang, Metz, 1967, pp. 55-89. rasgos propios de la catedral de Metz.
38
36
GIROUD, Ch., o. c, pp. 84-85. MGH, Capitularía, I, 32, 35, 60, 96, 209. Cf. DREINE, Ch., o. c, 365.

28 29
sucesor, Ludovico Pío, se planteaba en el plano de la política inte-
La Regla de Aquisgrán impone a los canónigos como finali-
rior. Por lo que a la Iglesia se refiere el nuevo emperador empezó
dad fundamental el asegurar la oración pública, común y conti-
por suspender todos los privilegios eclesiásticos a fin de proceder
nua. Para ello, Ludovico Pío procuró dotar con medios materiales
a una profunda revisión de todos los asuntos de la Iglesia. Para
suficientes a los Capítulos catedralicios y de las colegiatas. Toda
ello convocó un Concilio o Sínodo nacional en Aquisgrán (816).
la disciplina canonical estaba orientada a esta finalidad. La Regla
En el volumen primero hemos visto ya las disposiciones relativas
no menciona el ministerio pastoral directo como actividad espec-
a la vida monástica impulsadas por San Benito de Aniano 39 .
ífica de los canónigos. Esto había que darlo, por supuesto, porque
El Sínodo de Aquisgrán promulgó una nueva regla para la la Regla de Crodegango lo había dejado bien explícito. Pero
vida canonical, deslindando definitivamente el Ordo saecularis Aquisgrán le da, sin duda, mayor importancia al culto divino, a la
del Ordo regularis, es decir, de los Canógigos y de los Monjes, liturgia, en detrimento de la actividad pastoral, hasta el punto de
respectivamente. La Regla de Aquisgrán, llamada también Regla que en alguna ocasión se construyó, junto a la iglesia catedral,
Imperial consta de 144 capítulos, de los cuales 114 están dedica- una iglesia parroquial para el desempeño de las funciones pasto-
dos a recoger los cánones y disposiciones de Sínodos y Concilios rales. Como contrapartida, algunos sínodos franceses imponen a
antiguos y la doctrina de los Santos Padres más representativos. los canónigos la hospitalidad, de modo que había que destinar
Los capítulos restantes abordan los distintos aspectos de la vida una parte de los ingresos del capítulo para la construcción de hos-
común de los clérigos, y son, fundamentalmente, una repetición pitales en los que atender a los pobres, a los enfermos y a los pe-
de la Regla de San Crodegango de Metz. El capítulo 115 es, sin regrinos43.
duda, el más importante, porque en él se define el ideal de vida
de los canónigos, y lo hace en relación al ideal de la vida monás- La reforma canonical de Aquisgrán fue bastante eficaz du-
tica. Monjes y Canónigos están llamados a la perfección evangé- rante algún tiempo porque tanto la autoridad civil como la autori-
lica, sin embargo, la vida de los monjes ha de ser más austera que dad eclesiástica pusieron mucho empeño en ello, como lo de-
la de los canónigos, especialmente porque a éstos los cánones no muestran varios decretos capitulares de Ludovico Pío y de sus
les prohiben la posesión de bienes materiales. sucesores44 y también diversos sínodos como los de París (829),
Aquisgrán (836), Meaux (843), Maguncia (847) y Soissons
Este fue, precisamente, el gran fallo de la regla aquisgranense,
(853). Pero el mismo hecho de que las autoridades civiles y ecle-
la contradicción evidente entre el ideal de pobreza de la primitiva
siásticas tengan que insistir una y otra vez en la observancia de la
comunidad por una parte, y, por otra, el permitir la posesión de
vida canonical, es la mejor demostración de que algo no funcio-
bienes materiales. De esta contradicción se darán perfecta cuenta
naba bien.
los reformadores gregorianos y especialmente Hildebrando, fu-
turo Gregorio VII, el cual, en el sínodo romano de 1059, lanzará La Regla de Aquisgrán, gracias al apoyo mancomunado de re-
contra esa regla las mayores invectivas a causa de la permisión de yes y de obispos, se mantuvo en vigor a lo largo de todo el si-
la propiedad privada para los canónigos41, con lo cual quedaba glo ix, como lo atestigua la abundante tradición manuscrita. De
más atrás aún que la Regla de San Crodegango de Metz, la cual hecho, a lo largo del siglo ix muchos capítulos catedralicios adop-
solamente permitía a los canónigos la propiedad de los bienes taron la vida común: Reims y Vienne (814), Limoges (817),
muebles. Esto equivalía a dejar todas las puertas abiertas a la rela- Tournai (818), Auxerre (819), Paderborn (822), Langres (834),
jación canonical42. Mans (835), etc. A mediados del siglo ix, si hemos de dar fe al
testimonio de Jonás de Autun, constituían una excepción los ca-
pítulos catedralicios que no hubieran aceptado la vida co-
39
HVR I, 507-509.
40
PL 105, 816-934. 43
41
Ibidem. DEREINE, Ch., o. c, 370. Cf. LESNE, E., Histoire de la propieté ecclésiastique
42 en France, VI, pp. 103 ss.
DEREINE, Ch., o. c, 372. 44
MGH, Capitularía, I, 289.
30
31
mún45. La vida canonical penetró en la península ibérica bajo ordenamiento social carolingio. Lo que en tiempos de Carlo-
la forma aquisgranense por Gerona, Barcelona y Seo de Urgel; y magno y posteriormente en tiempo de los Otones fue considerado
dio incluso el salto a Inglaterra cuando el lorenés Leófric fue como una necesaria adaptación a las nuevas circunstancias histó-
designado obispo de Exeter, pero en un tiempo muy posterior ricas, constituirá para los reformadores gregorianos una desvia-
ya (1055)46. ción grave de los postulados fundamentales de la Iglesia.
La decadencia canonical que se generaliza a finales del siglo ix No se trataba, pues, solamente de la necesidad de reformar a
y principios del x, no es algo aislado, sino que hay que encua- las personas que abusaban de las instituciones, sino que eran las
drarla dentro de aquel contexto de decadencia generalizada de la instituciones mismas las que debían ser renovadas. El motor de
Iglesia que se produce a la par de la decadencia y agotamiendo esta radical oposición que se abrió camino a lo largo del siglo xi,
definitivo de la dinastía carolingia. Las causas de la decadencia de especialmente en su segunda mitad, fue el renovado afán de re-
la vida monástica descritas en el volumen primero de esta histo- torno a la iglesia primitiva cuando los cristianos eran pobres, pero
ria47, valen también para la institución canonical. libres.
Inicialmente, las invasiones de los Normandos fueron la causa Él sistema carolingio era considerado ya como una costumbre
de que algunos monasterios destruidos por los invasores, y aban- que se abrió paso en unas concretas circunstancias socio-religio-
donados después por los monjes, fuesen ocupados por canónigos; sas, y que pudo, en un determinado momento, aportar algunos
aunque no falta tampoco el fenómeno inverso, es decir, colegiatas beneficios a la Cristiandad; pero, una vez que se demostró como
abandonadas por los canónigos y ocupadas por monjes. En con- la raíz última de la decadencia e inmoralidad concretamente del
traposición a la vida monástica que inicia muy pronto su recupe- clero, ninguna costumbre, por más arraigada que haya estado en
ración con la fundación de Cluny (909), la reforma de la institu- la sociedad cristiana, jamás podrá prevalecer contra la verdad
ción canonical se retrasará hasta el año 1059, fecha en la que evangélica. Y la realidad más lacerante en aquellos momentos,
tomará nuevo impulso para convertirse en una nueva forma de era la corrupción moral del clero a causa del Nicolaísmo y de la
vida religiosa, propiamente dicha. Simonía, los dos frutos más directos del vigente sistema de las in-
vestiduras laicales49.
Lo que en el siglo xi provocó la aparición de los Canónigos
Regulares, como nueva forma de vida religiosa, fue un movi-
5. Los Canónigos Regulares, nueva forma miento de reacción contra la fórmula carolingia representada por
de vida religiosa la Regla de Aquisgrán y, simultáneamente, el retorno al ideal de
pobreza de la comunidad primitiva, por lo menos para el clero. Y
La aparición de los Canónigos Regulares, como ya se ha ob- los promotores de este movimiento se encuentran en todos los es-
servado en el primer apartado de este capítulo, en cuanto nueva tamentos de la Iglesia. Pero fue el Papa León IX (1049-1053)
forma de vida religiosa, hay que encuadrarla en el contexto de la quien trazó las líneas maestras de la que después será llamada la
Reforma Gregoriana. Ahora bien, como advierte muy aguda- Reforma Gregoriana: creación de un clero disciplinado y digno;
mente Dereine48, la Reforma Gregoriana provoca la presencia ge- sustracción de todos los clérigos, especialmente de los obispos, de
neralizada por todas partes de una serie de signos que proclama- la dependencia feudal, asegurando la libertad de su elección y so-
ban una profunda desafección hacia todo lo que significó el metiéndolos directamente al Papa. León IX reunió Sínodos en
Alemania e Italia para instaurar la antigua disciplina clerical. Du-
45
Cartulaire d'Autun, ed. CHARMARSE, A. DE, I, 33. rante su pontificado publicó Humberto de Silva Cándida un tra-
46
NAPIER, A. B., Early Englishtext, n. 150, Oxford, 1916; cf. DEREINE, Ch.,
o. c, 365.
47
HVR I, 516-519. 49
HVR I, 529.
48
DEREINE, Ch., o. c, 375.

33
32
tado Contra Simoníacos5U, en el que proponía anular las órdenes násticas, pues las grandes Colegiatas, especialmente en Francia e
sagradas obtenidas por Simonía, y declarar inválidos los sacra- Inglaterra, se llamarán abadías, y en Italia prioratos.
mentos administrados por sacerdotes simoníacos. Más duro aún La vida común estricta recomendada por el Sínodo romano se
se mostraba San Pedro Damián en su opúsculo Contra Clérigos consideraba, por parte de los reformadores gregorianos, como el
Regulares Proprietarios51. mejor remedio contra la Simonía y el Nicolaísmo, puesto que se
Pero fue Hildebrando, hijo y promotor de la Reforma antes de eliminaba la apetencia de beneficios eclesiásticos más lucrativos al
acceder al trono pontificio como Gregorio VII, quien más decidi- tener todos los bienes en común. Pero no todos los clérigos acep-
damente se opuso a la Regla de Aquisgrán. Fue él quien en el taron la recomendación sinodal romana de someterse a la vida
Sínodo romano, convocado por el Papa Nicolás II (1059), tomó común estricta, aunque muchos aceptaron la reforma de la Regla
la palabra para condenar el vicio de la propiedad privada que era de Aquisgrán. A éstos se les llamó Canónigos seculares, y Canó-
algo habitual en las comunidades de canónigos. Al mismo tiempo nigos Regulares a quienes aceptaron la recomendación romana de
exaltó el fervor de los clérigos de Roma que desde hacía tiem- un modo estricto. De este modo, el Papado, en cuanto autoridad
po vivían en pobreza, al estilo de la comunidad primitiva de Jeru- suprema de la Iglesia, aprobó por primera vez la vida religiosa
salén. Y acabó exhortando a los Padres sinodales para que conde- clerical, que se parecía cada vez más a la vida monástica en su dis-
nasen explícitamente los capítulos 115 y 122 de la Regla de ciplina interna. Es sintomático el hecho de que los dos capítulos
Aquisgrán en los que, respectivamente, se permitía la propiedad controvertidos de la Regla de Aquisgrán fueran sustituidos: el
privada y el exceso en la comida y en la bebida52. 115 fue reemplazado por dos capítulos dedicados a la renuncia a
El Papa Nicolás II aceptó la propuesta de Hildebrando, y el toda clase de propiedad de bienes materiales, y el 122 fue reem-
Sínodo promulgó en el canon 4 la reforma de los canónigos regu- plazado por los capítulos 39 y 40 de la Regla de San Benito dedi-
lares53. cados a la medida del alimento y de la bebida54.
En realidad, este canon, estrictamente entendido, no exige a Inmediatamente después del Sínodo romano son muchos los
los canónigos nada más que la que vida común respecto de los in- Capítulos Catedrales y las Colegiatas que vuelven a la vida
gresos provenientes de las iglesias, dejando intacta la propiedad común. Pero no fue raro tampoco el caso de Capítulos Catedrali-
privada tal como la establecía la Regla aquisgranense. Sin em- cios en los que los canónigos no aceptaron la reforma en su totali-
bargo, la apremiante exhortación final del canon a abrazar la vida dad ni tampoco en parte. Y en estos casos, los canónigos reforma-
apostólica, provocó una verdadera revolución en la vida canoni- dos tenían que dejar la residencia y buscarse otra. Surgieron así
cal. De ahora en adelante los canónigos que abracen puntual- nuevos claustros canonicales en iglesias rurales que con el correr
mente las exhortaciones de Nicolás II recogidas después por Ale- del tiempo se convirtieron en centros eclesiales de importancia.
jandro II (1063), constituirán la Orden de los Canónigos No faltaron canónigos que, ansiosos de una mayor soledad, se
Regulares de San Agustín, desde que, en el siglo siguiente, adop- instalaron en parajes solitarios incrementando de este modo el re-
taron la Regla de San Agustín, como se verá más adelante. In- torno al desierto que, simultáneamente, se estaba advirtiendo en
cluso la terminología se aproxima a la usada en las Ordenes mo- algunas fundaciones monásticas.
La implantación de la Reforma Gregoriana entre los canóni-
gos revistió caracteres muy variados. En el norte de Italia y en el
50
HUMBERTO DE SILVA CANDIDA, Contra simoníacos, PL 143, 1005-1279. sur de Francia la mayor parte de los capítulos catedralicios acep-
51
SAN PEDRO DAMIAN, Contra clérigos regulares propietarios, PL 145, 479 ss. tan la vida común estricta: Pistoya, Fano, Cittá di Castello, Pe-
52
MABILLON, Annales Ordinis Sancti Benedicti, Lucca, 1739, p. 689.
53 rusa, Gubbio; Toulouse, Aviñón, Maguelone, Nimes, Arles,
MANSI, IX, 908: «Et praecipientes statuimus... oportet religiosos clericos simul
manducent, et dormiant, et quidquid eis ab ecclesiis competit, communiter habeant. Cahors, Uzés. En cambio, en los países septentrionales, como
Et rogantes monemus ut ad apostolicam scilicet communem vitam summopere per-
54
venire studeant». Codex Vaticanus Latinus 1351, fols. 64-68.

34 35
Alemania, la reforma no se consiguió de inmediato. El hecho cada vez más estrechamente vinculados a la comunidad. En los
se explica por las enconadas luchas de Enrique IV con Grego- países del norte, en cambio, la expansión canonical coincidió con
rio VII, que serán continuadas después por su hijo Enrique V, de el movimiento apostólico. Muchedumbres de hombres, mujeres y
modo que hasta que no se solucionó definitivamente la guerra de niños seguían a los predicadores itinerantes. Deseosos de formar
las investiduras laicales en el Concordato de Worms (1122) no se comunidades al estilo de los cristianos primitivos, se entregaban
introdujo la reforma canonical. hombres, mujeres y niños, a los Canónigos o a los Monjes. Parece
Las fundaciones nuevas propiamente dichas que entran direc- que fue Pedro el Ermitaño quien, después de su regreso de la pri-
tamente en la vida común tal como la exigía o recomendaba el mera Cruzada, reclutó los primeros conversos56 en la comunidad
Sínodo romano del año 1059, abundan, sobre todo, en Italia y por él fundada en Neumoutier. En algunas comunidades canoni-
Francia; son menos numerosas en Alemenia y España. Ya antes cales los conversos y conversas sobrepasan, con mucho, el
del mencionado Sínodo romano se había fundado San Rufo de número de los Canónigos. En Prémontré se calcula que había 500
Aviñón (1039). Señalamos, por orden cronológico las fundacio- conversos y cerca de 1.000 conversas por sólo 80 Canónigos; y en
nes más importantes de Canónigos Regulares, excepción hecha de Saint-Martin de Laon, 50 Canónigos y 500 conversos y conver-
España de la que trataremos específicamente más adelante. San sas. Cuando los monasterios dobles fueron suprimidos, solamente
Frediano de Lucca (1040), San Nicolás y San Bernardo (Gran los conversos continuaron su vida en las comunidades canonica-
San Bernardo) (1043), San Lorenzo de Oulx (Turín) (1050), San les, aunque dedicándose fundamentalmente a los trabajos agríco-
Dionisio de Reims (1063), San Esteban de Toulouse (1073), Au- las y ganaderos en las granjas. En gran medida, la economía de
reil (1074), San Quintín de Beauvais (1078), Hérival (1080), los Canónigos dependía del trabajo de los conversos. Al ser ex-
Reichesberg (1080), Santa Cruz de Mortara (1082), Marbach pulsadas de los monasterios dobles, las conversas se transforma-
(1090), Narbona (1090), Arrouaise (1097), Santa María in Porto ron en Canonesas.
(Rávena) (1103), Artige (1105), Springiersbach (1107), San
Víctor de París (1108), San Lázaro (1112), Santo Sepulcro En el momento de su máximo esplendor que fue el siglo xn, la
(1114), Prémontré (1120), San Mauricio de Agaune (1128), Val- institución canonical llegó a contar con unas 2.500 comunida-
des-Ecoliers (1201)55. Entre las fundaciones canonicales existen des57. Un signo de ese esplendor puede ser el hecho de que cinco
las más variadas tendencias. Al margen de lo que constituye la di- de sus miembros fueron elevados al solio de San Pedro: Hono-
visión de las mismas en Capítulos Catedralicios y en Colegiatas, rio II (1124-1130), Inocencio II (1130-1143), Lucio II (1144-
en las que la dedicación al culto, como se verá después, es la ocu- 1145), Adriano IV (1154-1159) y Gregorio VIII (1187).
pación fundamental, existen algunas dedicadas especialmente a la
asistencia a los peregrinos y a los enfermos, como pueden ser los
canónigos del Gran San Bernardo; pero las hay también de ten- 6. Principales Congregaciones de
dencia más eremitizante, como las de Arrouaise, Chancelade y Canónigos Regulares
Val-des-Ecoliers, las cuales se asemejan más que las demás al es-
tilo de vida propiamente monástica. Cada una de las Canónicas era independiente, autónoma.
Las comunidades de Canónigos Regulares están compuestas, Pero desde la época misma de la Reforma Gregoriana los Canó-
por definición, por clérigos. Sin embargo, abundan en ellas tam- nigos experimentaban la necesidad de un vínculo que los sacara
bién los laicos conversos. Estos conversos tienen un doble origen. de su aislamiento y los uniera en una entidad superior. En la insti-
En los países del sur, los familiares de los Canónigos han sido 56
En realidad, fue en Vallumbrosa donde se introdujo por primera vez la insti-
S5
tución de los conversos, aunque con algunas características diferentes.
SASTRE, E., Notas bibliográficas sobre los Canónigos Regulares, HS (1983), 57
PETIT, F., La reforme des Prétres au Moyen-Áge. Pauvreté et vie commune,
311-312. París, 1968.

36 37
tución canonical existía una fraternidad que sobrepasaba los mu- 1159). La sede central de la Congregación se trasladó en 1158 de
ros de la propia Canónica y abarcaba a sacerdotes seculares y lai- Aviñón a Valence. En su época de mayor esplendor contó con
cos, que eran agregados a la comunidad mediante lazos unas cien casas filiales. Pero su influencia fue más allá de las Ca-
espirituales que los hacían participantes de las oraciones y obras nónicas filiales, porque la Congregación de San Víctor de París
buenas de la comunidad. Existía también la fraternidad entre di- adoptó sus costumbres y lo mismo hicieron los canónigos de Mar-
versas casas que comportaba tres cosas fundamentalmente: la in- bach. La Congregación de San Rufo fue decayendo, a través de
tercomunicación en las buenas obras, la hospitalidad recíproca y los siglos, hasta que en 1772 fue suprimida por la Comisión para
el sufragio por los difuntos. La hospitalidad recíproca llevaba los Regulares, pasando sus bienes a la Congregación de San Lá-
consigo la posible residencia durante un tiempo indeterminado, zaro 59 .
pues la finalidad podía ser muy varia, desde la simple visita de Las costumbres de San Rufo de Aviñón 60 tuvieron una gran
cortesía hasta la ayuda en algunas circunstancias de especial difi- influencia, tanto en Francia como en España y Portugal. Todas
cultad. Pero esto no se consideraba suficiente. De ahí que empe- las catedrales de España y Portugal las adoptaron durante mucho
zasen a surgir Congregaciones de Canónigos bajo una autoridad tiempo. También la legislación de San Víctor de París, de Santa
suprema que en los tiempos de máximo esplendor, es decir, en el Cruz de Coimbra, de los Canónigos del Santo Sepulcro, e incluso
siglo XII, era el Capítulo general o reunión de los superiores de to- de los Cartujos y de los Templarios, fue influida por San Rufo61.
das las Canónicas de la Congregación. Aquí hay una evidente in- San Rufo tenía tres superiores distintos: el Obispo, el Prior
fluencia de los Capítulos Generales de la Orden Cisterciense58. Mayor y el Prior Claustral. El Obispo es el verdadero superior de
Entre estas Congregaciones sobresalen las de San Rufo de la comunidad; a él y a sus sucesores les prestan obediencia los Ca-
Aviñón, San Víctor de París, Arrouaise, Abondance, Semprin- nónigos. El Prior Mayor comparte los poderes del Obispo: uno u
gham, Prémontré, Val-des-Ecoliers. Después del siglo xiv, es de- otro reciben los novicios y admiten a la profesión; pero el Prior
cir, después de la reforma canonical, se dará lugar a otras Congre- Mayor actuará siempre en nombre del Obispo. El Prior Claustral
gaciones de Canónigos Regulares más centralizadas. De ellas se suple al Prior Mayor en sus ausencias. El Capítulo no tiene pro-
hablará posteriormente. piamente poderes jurídicos; es más bien una reunión ascético-li-
túrgica62.
6.1. Congregación de San Rufo
6.2. Congregación de San Víctor
En 1039 cuatro Canónigos de la Cetedral de Aviñón se encar-
gan de la Iglesia de San Justo, en un suburbio de la ciudad, en la
En el año 1108 el gran maestro de la Escuela catedralicia de
que se conservaban las reliquias de San Rufo. Estos canónigos se
Notre Dame de París, Guillermo de Champeaux, con algunos de
apartan de la Regla aquisgranense. San Rufo se convierte en un
centro canonical con espiritualidad propia dentro de lo que se sus discípulos, se retiró a una ermita dedicada a San Víctor en las
llamaba el ordo antiquus, porque seguía el Praeceptum (San afueras de París, adoptando el estilo de vida de los canónigos re-
Agustín), en contraposición al ordo novus porque sigue el Ordo gulares patrocinado por la reforma gregoriana. Al ser nombrado
monasterii. Se gobernaban por unas Costumbres, reformadas en
1100 y que sirvieron como normativa para otras Canónicas tanto 59
MISONNE, D., La législation canoniale de Saint Ruf d'Avignon a ses origines.
en Francia como en Alemania, Italia, España y Portugal. De esta Regle de Saint Augustin et coutumier, «Ármales du Midi», 75 (1963), 471-489.
60
Congregación de San Rufo provenía el Papa Adriano IV (1154- CARRIER, A., Coutumier du XV siecle de l'Ordre de Saint Ruf en usage a la
cathédral de Maguelone, Sherbrooke, 1950, pp. 10-30.
61
58
Ibidem.
EOGER, C , Canonici Regolari, DIP 2, 59. 62
GIROUD, Ch., o. c, pp. 90-91.

38 39
Guillermo, obispo de Chalons (1113), la Canónica de San Víctor dicto XII con la Bula Ad decorem Ecdesiae (1339) que reduce la
fue elevada a la categoría de Abadía por el rey Luis IV, el cual la Abadía de San Víctor a una comunidad más de Canónigos regu-
dotó, al mismo tiempo, con gran abundancia de bienes materiales. lares agrupados en los territorios de Sens y de Reims. Sin em-
La Abadía de San Víctor empezó a recibir clérigos de todas bargo, en 1515 tendrá lugar una reforma que asumirá el nombre
las naciones, atraídos por el prestigio de su fundador y primer de Congregación de San Víctor a la que se agregarán un número
maestro de la Escuela de San Víctor, convirtiéndose así en un bastante elevado de monasterios, alcanzando un nuevo floreci-
centro intelectual de máxima importancia por los grandes maes- miento. La Congregación desapareció definitivamente con la Re-
tros que la regentaron, empezando por su mismo fundador: Gui- volución Francesa que se incautó de los bienes de la Abadía, y
llermo de Champeaux (muerto en 1121), Hugo de San Víctor demolió sus edificios.
(muerto en 1141), Ricardo de San Víctor (muerto en 1173), An- La Congregación de San Víctor tuvo también su rama feme-
drés de San Víctor (1175), entre muchos otros que, complexiva- nina de Canónigas o Canonesas, constituida, a su vez, en Congre-
mente reciben el nombre de Victorinos. Esta Escuela gozó del gación. Esta tenía su casa madre en el monasterio de Prémy,
máximo prestigio a lo largo del siglo xn, hasta que en el siglo xm cerca de Cambrai, que se fue extendiendo con nuevas fundacio-
la Universidad de París y otras instituciones escolares la dejaron nes; y también con la afiliación de algunos monasterios anterio-
en un segundo plano, aunque a lo largo de esta centuria tampoco res, como la Abadía de Beaulieu en 1223, e incluso una pequeña
faltaron maestros de renombre como Roberto de Flamesbury, Pe- federación de cuatro monasterios conocidos como las Damas
dro de Poitiers y Tomás Gallo. blancas o Penitentes de Santa Magdalena: Bruselas, Lovaina, Tir-
Egger piensa que la gran prosperidad espiritual e intelectual lemont y Utrecht (1262) 64 .
de la Abadía de San Víctor se debe a la sabiduría de sus Constitu- En contraposición a las comunidades de San Rufo de Aviñón,
ciones reunidas en el llamado Líber Ordinis. En esta Regla se or- las de San Víctor de París tienen un superior al margen del Obis-
ganiza la vida de los Victorinos hasta en sus más mínimos detalles, po. Es el Abad, elegido de por vida por el Capítulo local. El
con no pocas influencias de Cluny y de Citeaux, pero sin perder Obispo es simplemente un Superior externo, como en el caso de
nunca la propia identidad de canónigos regulares, poniendo espe- los monasterios de monjes. El Prior Mayor es vicario del Abad.
cial énfasis en el tema de la vida común y de la pobreza absoluta Es nombrado por el Abad, oído el parecer de los ancianos que
de sus miembros63. constituyen su Consejo. El Subprior, nombrado también por el
Casi desde la misma fundación de San Víctor de París, dado el Abad, suple al Prior Mayor en sus ausencias. Los Priores en San
prestigio de su fundador, se le afiliaron otros prioratos o Canóni- Víctor son los Superiores de las Casas filiales u «Obediencias»
cas, el primero fue el de Puiseaux (1112). Algunos capítulos cate- que pueden constar hasta de dos miembros solamente. El Abad
dralicios pidieron ser reformados por Canónigos de San Víctor; y nombra siempre a uno que haga de superior65. Los Capítulos lo-
lo mismo acaeció con algunas abadías. Entre estas sobresale Santa cales tienen verdadero poder: eligen los mandatarios para la elec-
Genoveva de París, reformada en 1148 por el Victorino Odón. La ción o destitución del Abad y la confirman: dan su consentimien-
influencia de San Víctor se extendió por Alemania, Inglaterra, to para la elección y destitución del Prior Mayor; conceden al
Dinamarca e Italia. La Congregación de San Víctor se inspiró en
la Carta Caritatis de los Cistercienses. A principios del siglo xm la
Congregación contaba con más de cuarenta abadías y otras mu-
64
chas comunidades .menores, cuyo número no se puede precisar. BONNARD, F., Histoire de l'Abbaye et de l'Ordre des chanoines réguliers de
Saint- Víctor de París, 2 vols., París, 1907; CHATILLÓN, J., De Guiltaume de Cham-
La Congregación de San Víctor propiamente dicha desaparece peaux a Thomas Gallus, en «Revue du moyen age latín», 8 (1952), 139-162. ID.,
con la reforma de la institución canonical decretada por Bene- Les écoles de Chartres et de Saint-Víctor, en «Settimane di studio del Centro italia-
no sull'alto medioevo», XIX, Spoleto, 1972, 795-839.
63 65
EGGER, G., O. C, p. 60. GIROUD, Ch., o. c, pp. 97-98.

40 41
Abad el consentimiento para sus ausencias del monasterio y para evocando la itinerancia de los Apóstoles, primero por Alemania,
la enajenación de los bienes materiales de la comunidad 66 . y después por Francia, donde el Obispo de Laón le encomendó la
reforma de su Capítulo catedralicio. Al fracasar en este intento,
decide retirarse a la soledad, no lejos de Laón, donde fundó al
6.3. Congregación del Gran San Bernardo año siguiente (1120) Prémontré con algunos discípulos. El Papa
Honorio confirmó su modo de vida en 1126, denominándolos
La Canónica de San Nicolás y San Bernardo en la cima del Canónigos regulares de San Agustín según la forma de vida de la
Mont-Joux en el Gran San Bernardo fue fundada por San Ber- Iglesia de Prémontré.
nardo, archidiácono de Aosta en el año 1049, bajo la Regla de Al ser nombrado arzobispo de Magdeburgo (1126), San Nor-
Aquisgrán. A pesar de que todas las Canónicas de las cercanías berto encomendó la dirección de Prémontré a su discípulo Hugo
habían aceptado la reforma gregoriana, la del Gran San Bernardo de Fosses (muerto 1164) que será el verdadero organizador de la
la rechazó siempre hasta los tiempos del Papa Inocencio III Orden. Prémontré conoció una rápida expansión por todos los
(1197-1216) que le obligó a modificar sus estatutos eliminando países de Europa: Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, España,
todo vestigio de propiedad privada para los canónigos. Portugal, Suiza, Dinamarca, Palestina, Grecia, Chipre, Hungría.
La comunidad del Gran San Bernardo tuvo desde el principio Se ha llegado a calcular en más de mil monasterios agrupados en
una finalidad bien concreta: la hospitalidad. Y respondía a una torno a Prémontré. Cada monasterio estaba regido por un Supe-
auténtica necesidad social: atender a los viajeros de un paso de al- rior al que se le daba el título de Abad, aunque en algunas nacio-
ta montaña muy frecuentado. Esto le proporcionó a esta comuni- nes como Hungría se generalizó el nombre de Preboste. Había
dad los favores tanto de los reyes como de los papas que la dota- monasterios dobles, empezando por el mismo de Prémontré, en
ron de muchos beneficios con una amplia red de propiedades que los cuales las canonesas se ocupaban de los oficios domésticos así
iban desde Inglaterra hasta el sur de Italia. Una bula de Alejan- como de las mujeres en los hospitales anejos. Los monasterios
dro III (1177) enumera entre las posesiones del Gran San Bernar- eran independientes entre sí, pero con una cierta centralización al
do, 76 parroquias o beneficios eclesiásticos. Esta prosperidad ma- estilo de la del Císter. Se estableció una división territorial, al es-
terial suscitó las apetencias de los poderes temporales, de modo tilo de las modernas Provincias religiosas, llamada Circaria, y su
que en 1438 la Canónica fue dada en encomienda hasta 1586. En superior Circator, el cual estaba bajo la dirección inmediata del
1752 algunos conflictos con la autoridad eclesiástica concluyeron Abad general. Había Capítulos generales y provinciales.
en la secularización de la mayor parte de sus miembros estableci- En Prémontré había cuatro clases de miembros: canónigos,
dos en los dominios sardos67. clérigos, novicios y conversos. También existía la institución de
los donados u oblatos. Es la primera institución religiosa que ad-
mite la categoría propiamente dicha de los conversos que se dedi-
6.4. Premostratenses caban fundamentalmente a las tareas agrícolas en las granjas pro-
pias de los monasterios.
San Norberto de Xanten, nombre que toma por haber sido ca- Prémontré adoptó, desde el principio, la Regla de San
nónigo de esa ciudad, desde edad muy temprana, aunque su nom- Agustín, a la que se le añadieron muy pronto unos Estatutos que
bre familiar era Norberto de Gennep, nació en 1082. Fue nom- se han ido reformando con el tiempo y que permanecieron en vi-
brado capellán de Enrique V. A causa de un peligro de muerte, se gor hasta el año 1505 68 .
convierte a una vida más estricta (1115) y empieza a predicar, San Norberto admitió desde el principio a las mujeres a for-
68
66
GIROUD, Ch., o. c, p. 99. WAEFLEGHEN, R. van, Les prémiers statuts de l'Ordre de Prémontré, Anal-
67
QUAGUA, L., La maison du grand-Saint-Bernard, p. 266. Praem, 9 (1933).

42 43
mar parte de su Orden. Inicialmente vivían en el mismo monaste- tólica estricta que, en algunos aspectos, se adelanta al apostolado
rio de los varones dando lugar a monasterios dobles, aunque es de las Ordenes Mendicantes, y más concretamente, de la Orden
muy difícil determinar cuál era la situación de estas mujeres den- de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán.
tro de la Orden premostratense. Estaban gobernadas por una Dentro de las innovaciones premostratenses está la Tercera
priora sometida en todo el Abad del monasterio. Este carácter Orden laical fundada por el propio San Norberto en 1123 cuando
dúplice duró solamente hasta el año 1140 por disposición del le dio una breve regla de vida al Conde Teobaldo de Champagne,
Abad general. Las canonesas fueron trasladadas a otros edificios como signo externo de su unión a la Orden canonical. Posterior-
construidos no lejos de los monasterios de varones. Desde enton- mente, en casi todos los monasterios premostratenses había un
ces empezaron ellas a tener su propia organización. Un cierto ri- grupo de laicos fieles al espíritu de la Orden que hacían una
gorismo, proveniente de Francia, intentó que se extinguiera la ra- profesión especial sin necesidad de abandonar sus familias ni su
ma femenina de la Orden, y en este sentido se emanaron algunas trabajo habitual. No obstante, no se puede hablar de una Tercera
disposiciones en el Capítulo general de 1198, que fueron confir- Orden laical entre los Premostatenses, en el sentido jurídico de la
madas por el Papa Inocencio III. Pero no se llevó a la práctica en palabra, hasta el siglo xvm, con el Breve pontificio de Benedicto
todas las provincias de la Orden. En Frisia no sólo no se extin- xiv, Exponi nobis.
guieron, sino que tomaron un gran auge; hubo incluso monaste- El régimen interno de Prémontre está muy directamente in-
rios dobles de cerca de mil religiosos y religiosas. Los monasterios fluido por la Carta Caritatis de los Cistercienses. La autoridad
dobles desaparecieron definitivamente con ocasión de la Reforma máxima de la Orden es el Capítulo General o reunión de todos
protestante del siglo xvi. En algunas regiones, como Polonia y los Abades, que se celebra anualmente en Prémontre, al principio
Bohemia, las canonesas se hicieron muy numerosas. No se puede el día 9 de octubre y después de 1469 el domingo siguiente a la
hablar de monasterios dobles propiamente dichos, porque se tra- Pascua de Resurrección. Tiene poder legislativo, judiciario y
taba de que algunos capellanes, elegidos por ellas de entre los ca- coercitivo. Las disposiciones capitulares tienen fuerza de ley des-
nónigos regulares, vivían en el mismo monasterio de las canone- pués que son confirmadas por tres Capítulos sucesivos. El Capí-
sas formando una pequeña comunidad, dirigida por un Superior o tulo elige los Definidores que tienen poder de juzgar, castigar y
Preboste. destituir a todos los Abades indignos, incluso al Abad general de
Las canonesas premostratenses seguían los estatutos de la ra- Prémontre. El Capítulo General designa los Visitadores que susti-
ma masculina adaptados a su situación propia. En la actualidad, tuyen al Abad general en las visitas a los distintos monasterios.
hay dos clases de monasterios de canonesas premostratenses, También la Abadía de Prémontre es visitada por los tres Padres
unos dependen directamente del Abad general, y otros dependen de la Orden o Abades-hijos que son los abades de los monasterios
del Ordinario del lugar. Pero todos los monasterios tienen los de Laón, Floreffe y Cuissy. Todas estas disposiciones de régimen
mismos Estatutos de la Orden adaptados definitivamente para interno fueron tomadas en el primer Capítulo General de la Or-
ellas en 1945 69 . den (1130) 70 .
La espiritualidad premostratense es fundamentalmente la que Las comunidades premostratenses están gobernadas por un
caracteriza a toda la institución canonical, aunque en los orígenes Abad elegido de por vida por los miembros de su Abadía bajo la
se pueden advertir algunas tendencias de tipo eremitizante y, por vigilancia del Abad general y de otros tres Abades elegidos por él,
lo mismo, más contemplativas de lo habitual entre los canónigos los cuales confirmarán la elección. El Abad gobierna su comuni-
regulares. Y, sin embargo, no es menos cierto que los premostra- dad con una autoridad casi absoluta; solamente las cuestiones de
tenses son quienes más se han centrado en una perspectiva apos-
70
RICHOU, G., Essai sur la vie claústrale et Vadministration interior dans l'Ordre
69
ERENS, A., Les soeurs dans l'Ordre de Prémontre, AnalPraem, 5 (1929), et l'Abbaye de Prémontre aux XVII' et XVIII' siécles, p. 96; GIROUD, Ch., o. c, pp.
5-27. Statuta monialium Ordinis Praemonstratensis, Tongerlo, 1946. 137-138.

44 45
interés común y los casos no previstos en los Estatutos serán lle- canonical anterior, como es el caso de Jaca (1076), de Pamplona
vados al Capítulo General 71 . El Abad de Prémontré, que es lla- (1084) y de Roda (1092). No faltaron incluso monasterios que
mado Dominus Praemostratensis, es elegido por los miembros de cedieron ante la vida canonical, como el monasterio de San An-
su Abadía, pero bajo la vigilancia de los tres Padres de la Orden drés de Fanlo (1083). Este cambio de una regla monástica, como
ya mencionados. El Prior de cada monasterio es elegido por el podía ser la de San Benito, por la Regla agustiniana, cambiando
Abad a quien sustituye en casos de ausencia; el Prior tiene como la condición monástica por la de canónigos regulares parece que
misión especial el mantener la disciplina dentro de la comunidad. fue algo muy generalizado en Cataluña, a causa simplemente del
El Subprior sustituye al Prior y tiene como cometido peculiar diri- «espíritu de la época» 73 . Esta sustitución de monjes por canónigos
gir el coro. regulares no fue algo exclusivo de Cataluña, también en el extre-
mo opuesto de la Península Ibérica se encuentran huellas de estas
permutas, como es el caso de los monasterios gallegos de San Sal-
vador de Vilaza, el de San Juan de Cabeiro, el de Santa María la
7. Canónigos Regulares en España y Portugal Real de Junqueira de Ambía, y así otros muchos.
La Congregación de San Rufo de Aviñón se expandió amplia-
La presencia de la vida canonical en la Península Ibérica se re-
mente en España: hasta 350 Canónicas están atestiguadas por
monta a tiempos muy antiguos. El IV Concilio de Toledo (633)
fuentes documentales. El sínodo de Castromorel (1157) manda
presidido por San Isidoro de Sevilla expone con todo detalle un
que los canónigos de San Rufo sean honrados y reverenciados en
ideal de vida canonical plenamente organizado72; pero la invasión
todo el reino74. Todas las catedrales catalanas, y muchas otras a lo
musulmana (711) constituyó un duro golpe para todas las institu-
largo de la Península Ibérica, llegaron a ser filiales de San Rufo75.
ciones eclesiales. La vida canonical en la Península Ibérica medie-
El Papa Adriano IV (1154-1159), que era canónigo de San Rufo,
val fue de importación. No hay noticias de Canónicas autóctonas.
pidió a Alfonso VII la protección para sus hermanos canónigos.
Primero se hará presente la Regla de Aquisgrán que dará lugar a
Fruto de esa recomendación fue el paso de la iglesia toledana de
la fundación de Canónicas seculares, y después se hará presente
Santa Leocadia a Canónica agustiniana (1162) a la que se le dio
la institución canonical reformada en el Sínodo romano de 1059,
como dotación la iglesia de Santa María de Atocha (Madrid) 76 .
dando origen a Canónicas regulares.
También los Premostratenses se extienden con fuerza por la
Entre los Capítulos catedrales que adoptaron la vida común
Península Ibérica, especialmente en Cataluña y Castilla. En Es-
tradicional, es decir, el ordo antiquus, se encuentran Barcelona
paña se les llamó mostenses y también norbertinos. La primera
(1009), Urgel (1010), Gerona (1019), Nájera (1052), Grijó (Por-
casa de la Orden en España fue la de Retuerta (1145). En Monte
tugal) (1064), Vich (1068), Vuela (Portugal) (1069).
Sacro (cerca de Osma) se fundó el primer monasterio doble de la
El Concilio de Coyanza (1055) impone la vida común al clero Orden de Prémontré, que después sería trasladada a La Vid
de las catedrales o de las sedes episcopales si hemos de dar fe a la (1152), y en 1160 fueron expulsadas las Canonesas, a las cuales
versión portuguesa de sus decretos, porque la llamada versión dio acogida la Condesa de Lara, Ermesinda, la cual les construyó
ovetense, que parece más tardía, solamente impone un estilo or- un monasterio en Brazacorte (1165), no lejos de La Vid, donde
denado de vida clerical, sin más precisiones. La cercanía del Con-
cilio de Coyanza con el Sínodo Romano de 1059 hace que aquél
no tenga una mayor repercusión sobre la vida canonical secular 73
Riu, M , El monasterio de Santa María de Labaix, en AA.VV., Homenaje a
en España, sino que ya se asume la vida canonical reformada de Fray Justo Pérez de Urbel, «Studia Silensia», 3, Silos, 1976, pp. 455-482.
74
Roma, que prevalece incluso en muchas catedrales sobre la vida MORAL, T., Bases para una historia de Prémontré en España, 282-309.
75
CARRIER, A., Abbayes et Prieurés de l'Ordre de Saint Rufe, Roma, 1933.
76
71 LINAGE CONDE, A., La renovación religiosa y cultural, en AA.VV., Historia
GIROUD, Ch., o. c , p. 138.
72 de la Iglesia en España, vol. II, 1.", Madrid, 1982, p. 415.
MANSI, X, 626, canon 23.

46 47
ella misma profesó con su hija Almenar77. Otro tanto parece que de la provincia de Zaragoza. En la misma ciudad de Calatayud
ocurrió en los monasterios dúplices de Retuerta, Ibeas, Avila, Vi- fundaron un monasterio de Canonesas del Santo Sepulcro
llamediana y Alba de Tormes. Las canonesas fueron expulsadas (1306). Ambos desaparecieron a causa de las leyes desamortiza-
por los Canónigos, sin medio alguno de vida. Fueron más miseri- doras del siglo xix. Mejor suerte corrió otro monasterio de Cano-
cordiosos los Abades de Villamayor, La Caridad (Ciudad Rodri- nesas de la misma Orden fundado en Zaragoza (1278), pues aún
go), Bujedo, Medina del Campo y San Pelayo de Cerrato, los subsiste, si bien desde 1856 está sometido a la jurisdicción del Or-
cuales les proporcionaron medios de vida en otros emplazamien- dinario del lugar80.
tos distintos de los Canónigos. Solamente el de San Miguel de El camino de Santiago vio florecer a lo largo de su recorrido
Groz (Zamora) fue monasterio dúplice hasta 1305. por la Península Ibérica varios monasterios canonicales, entre los
La Circaría de España tenía 31 comunidades, y la de Gascuña que sobresalen el de Santa María de Roncesvalles fundado por el
10. Los monasterios mostenses masculinos en España desapare- rey Sancho el Fuerte (1137), al cual el obispo de Pamplona le
cieron todos con la desamortización de 1835; y ninguno ha sido agregaba un hospital para la atención a los peregrinos de Santiago
restaurado. De la rama femenina perduran solamente dos monas- de Compostela81. Otro monasterio de idénticas características se
terios: Santa Sofía, en Toro (Zamora), y Santa María de Villoría, fundó en Somport (Huesca). A medio camino estaba la colegiata
en Veguellina (León)78. Alfonso VIII fundó varios monasterios de San Isidoro de León (1149), monasterio de monjas benedicti-
premostratenses: Santa María del Tejo (1179), cerca de la actual nas, convertido en sede de Canónigos regulares por doña Sancha,
Comillas; San Miguel de Groz, en la diócesis de Zamora (1162). abadesa de la comunidad benedictina, que fue trasladada a Car-
En Cataluña se expandió la Orden premostratense ampliamente, bajal, entonces fuera, y hoy dentro ya de la ciudad de León82. Y al
Bellpuig (1166), cerca de Vilanova de la Sal, aunque la primera final del camino de Santiago, el monasterio de Santa María del
comunidad mostense de la región había sido la de Validara del Sar(1136).
Montsant (1149), a las que sucederán muchas otras, pasando in- Después de este breve recorrido por las fundaciones canonica-
cluso a las Islas Baleares. En Portugal se fundaron cuatro casas de les en la Península Ibérica, se puede concluir con la afirmación de
la Orden mostense: San Vicente de Lisboa, Ermida de Paida, Ch. Dereine para la institución canonical en toda Europa: la gran
Vandoma y Pereiro79. variedad en el surgir de las diferentes Canónicas, pues unas fue-
También se hizo presente en España la Orden de Canónigos ron producto de reformas, otras por la presencia de formas forá-
del Santo Sepulcro, cuyo origen se remonta a la conquista de Je- neas; unas de tendencia eremítica; otras con funciones hospitala-
rusalén en la primera Cruzada (1099). Su presencia en España se rias83.
debió a una donación testamental de Alfonso I el Batallador. Si También, en España, el gran siglo de los canónigos regulares
bien la donación no se llegó a realizar, el Canónigo Giraldo, en- fue el siglo XII. A principios del siglo xm, como en el resto de Eu-
viado a España desde Jerusalén, consiguió que a cambio de la ropa, se inicia la decadencia de la institución canonical.' Otras for-
misma se le concediera un solar en Calatayud, donde fundó la ca- mas de vida religiosa se hacen presentes y compiten con las insti-
sa matriz de la Orden del Santo Sepulcro en España. Para su ma- tuciones monásticas y canonicales: Las Ordenes Mendicantes. So-
nutención se le concedieron algunas prebendas en varios pueblos lamente en los siglos xiv y xv y especialmente en el siglo xvu, se
advertirá, en España y fuera de España, un breve resurgir de los
77
LINAGE CONDE, A., o. c, p. 420.
78
BACKMUND, N., La Orden Premostratense en España, pp. 60-61; ID., Les ori-
80
gines de l'Ordre de Prémontré au Portugal, «Buletim Cultural da Cámara Munici- GONZÁLEZ AYALA, J., Canónigos del Santo Sepulcro..., p. 43.
81
paldo Porto», 22 (1959); ID., Circariae Hispaniae, pp. 208-327; MORAL, T., Hacia BARRA, J., Historia de Roncesvalles, Pamplona, 1934.
82
una Historia de la Orden Premostratense en España y Portugal, «Bol. Real Acad. de PÉREZ LLAMAZARES, J., Historia de la Colegiata de San Isidoro de León, León,
la Hist», 165 (1969), 219-252. 1972.
79 83
BACKMUND, N., Les origines..., p. 53. DEREINE, Ch., Chanoines..., p. 399.

48 49
Canónigos Regulares, pero no con la misma fuerza del siglo xn; rango pontificio, no tuvo difusión alguna entre los canónigos re-
de ello se hablará más adelante. gulares, y en ese Estatuto se ignora por completo la Regla de San
Agustín.
8. Una Regla para los Canónigos Regulares El Papa Urbano II (1088-1099), que había sido canónigo re-
gular en Reims antes de ser monje y Prior de Cluny, en las bulas
Los canónigos no tuvieron, desde el principio, la ventaja de dirigidas a los canónigos de Saint-Antonin de Rodez y de Sainte-
una Regla y de un legislador como los monjes. Ya se ha visto có- Marie de Rottenbach, invoca la autoridad de San Agustín junto a
mo a lo largo de los siglos se fue formando una disciplina canoni- la de San Jerónimo. En cambio, su sucesor Pascual II (1099-
cal hasta que desembocó en la Regla de San Crodegango de Metz 1118) no menciona la regla agustiniana en una bula dirigida a San
y en la reforma y universalización de la misma que se hizo en el Víctor de París. Lo mismo acaece con la bula dirigida por Calix-
sínodo de Aquisgrán (816). Ya se ha visto también la crítica furi- to II (1119-1124) a los canónigos del Santo Sepulcro. En 1103
bunda a que fue sometida la legislación canonical aquisgranense un discípulo de Ivon de Chartres que implanta la reforma en los
por Hildebrando en el sínodo romano de 1059. Desde esta fecha Capítulos catedralicios de Polonia establece en ellos la Regla de
abundan los manuscritos de la Regla de Aquisgrán corregida con- Aquisgrán. Y la Comunidad de Arouaise, fundada en 1090, tiene
forme a las exigencias de los reformadores gregorianos, lo cual una regla propia, que se caracteriza por una austeridad de tipo
evidencia que se mantuvo en vigor en muchos monasterios de Ca- eremítico.
nónigos Regulares. La Regla de San Agustín da un paso decisivo para su implan-
Pocos años después del sínodo romano de 1059 empieza a tación entre los Canónigos Regulares cuando San Norberto de
abrirse camino entre los canónigos la Regla de San Agustín. En Xanten la adopta para su fundación de Prémontré, y cuando el
1067 Gervais, obispo de Reims, escribe una carta a los canónigos Papa Honorio II en la bula de confirmación (1126) dice que la
de Saint-Denis de la misma ciudad de Reims «que hacen profe- Orden se establece según la Regla del Bienaventurado San
sión de la Orden y Regla de San Agustín». Un decenio después se Agustín. Y, finalmente, el Papa Inocencio II (1130-1143) coloca
constata también la presencia de la regla agustiniana en el monas- bajo la Regla de San Agustín a todos los Canónigos Regulares
terio canonical de Jaca (1076). Tendrán que pasar todavía mu- que le piden su aprobación. Desde entonces empiezan a llamarse
chos años hasta que la Regla de San Agustín adquiera su carácter Orden de San Agustín. El Concilio Lateranense II (1139) en su
de universalidad en el mundo canonical84. Quizá la razón de este canon 26 equipara la Regla de San Agustín a las de San Benito y
retraso esté en el hecho de que Ivon de Chartres (1035-1115) que San Basilio.
había estado al frente del Capítulo de Saint-Quintin de Neauvais, Dentro de las comunidades canonicales que han abrazado la
al que se consideraba como modelo de vida canonical, se había regla agustiniana se introduce una división en torno a cuál de sus
inclinado por la Regla de Aquisgrán, aunque reformada en las tres documentos legislativos «Regularis informatio, Ordo monas-
exigencias de la pobreza. Ivon de Chartres ejerció un influjo po- terio Praeceptum», sería la auténtica enseñanza del Santo86. Los
deroso sobre los canónigos de su tiempo. En su Capítulo de Canónigos de San Rufo se apoyaban en el Praeceptum que impli-
Saint-Quintin se formaron los canónigos que implantaron la caba una mayor benignidad respecto al vestido, al ayuno, y, sobre
vida canonical en Inglaterra a principios del siglo xn. El propio todo, al permiso para tomar carne y vino en las comidas87. Sería
Gregorio VII promulgó un Estatuto canonical85 que, a pesar de su el Ordo antiquus.
En cambio, otros canónigos, como la Congregación de Sprin-
84
GREGOIRE, R., O. C, pp. 32-33.
85
DEREINE, Ch., La prélendue regle de Gregoire VII pour les chanoines régu- 86
HVR I, 331-335.
liers, RevBén, 71 (1961), 108-118; ID., Note sur Vinfluence de la regle de Gregoi- 87
DEREINE, Ch., Saint Rufe et ses coutumes aux XI' et XII' siécles, RevBén, 59
re VIIpour chanoines réguliers, RHE, 43 (1948), 512-514. (1949), 161-182.

50 51
gierbach, y, sobre todo, Prémontré, partían del Ordo monasterii La idea de Urbano II, en torno al origen de la vida canonical,
con un tenor de vida más austero, de tendencia eremítica88. Sería no es nada nuevo. Se trata de la misma interpretación dada por
el Ordo novus. Aunque posteriormente se rebajaron un poco sus Casiano a los orígenes de la vida monástica91 que el Papa amplía
austeridades. Hay quien ha pretendido que todos los Canónigos ahora a la vida canonical para conectarla con la vida apostólica
Regulares se habrían afiliado al Ordo antiquus o al Ordo novus; descrita en los Hechos.
pero, dada la falta de clarificación que aún existe respecto a las La supremacía de la Regla de San Agustín sobre todas las de-
fórmulas canonicales, no resulta fácil asignar las comunidades a más, hizo necesarias algunas modificaciones sobre el ideal de la
uno u otro Ordo89. vida apostólica: La vida común y pobre que abrazan ahora los ca-
nónigos no tiene una finalidad meramente ascética como sucedió
con los monjes, sino que se trata de una vida común y de una po-
breza que tienen un carácter liberador en un doble sentido. Por
9. Fin específico y espiritualidad de los una parte, liberar o remover los obstáculos del Nicolaísmo y de la
Canónigos Regulares Simonía; lo cual, a su vez, implicaba la liberación de las ataduras
de la investidura laical. Y, por otra parte, la vida común y pobre,
a imitación de los Apóstoles, significaba la liberación más radical
El Papa Urbano II (1088-1099), escribiendo a la comunidad para dedicarse al ministerio apostólico. De este modo empieza a
canonical reformada de Rottenbach (28-1-1092), explica los transformarse el sentido de la vida apostólica. Esta expresión em-
orígenes de la vida canonical y, en cierto modo también, la finali- pieza a entenderse como apostolado o actividad apostólica. Signi-
dad de la misma: ficado que, si bien se mira, ya estaba presente en los mismos He-
chos de los Apóstoles, puesto que el testimonio eficaz dado por la
«Damos gracias a Dios de que tengáis la intención de renovar también comunidad primitiva y por los Apóstoles dependía precisamente
vosotros la vida, tan digna de aprobación, de los Santos Padres de la Igle- de su estilo de vida: comunidad de bienes y unanimidad de cora-
sia. La Santa Iglesia en sus comienzos instituyó dos caminos para sus hi- zones (Hch 4,32).
jos. Uno es el indulgente con la debilidad de los frágiles. El otro lleva a la
perfección a los fuertes... Pero el camino que se desvía de las realidades El apostolado se constituye por primera vez, con los Canóni-
de la tierra se bifurca a su vez en dos: el de los canónigos y el de los mon- gos Regulares, en un elemento integrante de una forma de vida
jes, cuya intención religiosa es casi idéntica. El camino de los monjes, am- religiosa, hasta el punto de que, precisamente por esta novedad
pliamente dilatado por la misericordia divina, brilla en el universo entero. institucional del apostolado, llegarán ellos a afirmar que su forma
El camino de los canónigos, en cambio, se ha oscurecido con el enfria- de vida es más perfecta que la de los monjes, porque no sólo imi-
miento del fervor de los fieles. Sin embargo, es éste el camino al que dio tan a los Apóstoles en la vida común y en la pobreza, sino tam-
forma el Papa Urbano (222-230), el que San Agustín ordenó con sus re- bién en el ministerio apostólico.
glas, el que San Jerónimo modeló en sus cartas, el que San Gregorio Mag-
Desde el momento en que se produjo la división entre canóni-
no mandó construir a San Agustín, obispo de los ingleses. Por eso hay que
pensar que no es menor mérito el resucitar esta vida primitiva de la Iglesia gos seculares y canónigos regulares, se planteó un problema: ¿Los
bajo el impulso y la inspiración del Espíritu Santo, que el mantener en canónigos regulares, en tanto que regulares, es decir, en tanto que
flor, por la perseverancia en el mismo Espíritu, la observancia de los mon- nueva forma de vida religiosa, podían continuar con su actividad
jes»90. de canónigos o de clérigos, dedicados a un ministerio pastoral di-
recto como fin específico? Es cierto que también los monjes ejer-
88
DEREINE, Ch., La premier Ordre de Prémontré..., pp. 84-92. cían algunas funciones pastorales, pero constituía una excepción,
89
FONSECA, C. D., Hugues de Fouilly entre l'Ordo antiquus et l'Ordo novus, porque el ministerio pastoral no entraba en su fin específico.
«Cahiers de Civilization Médiévale», 13 (1973), 303-309.
90
URBANO II, Ep. 58; PL 151, 388. 91
HVRI, 63-71.

52 53
Evidentemente, cuando los canónigos asumieron la dimensión misma. Ellos son embajadores oficiales del pueblo cristiano ante Dios en
de regulares no fue para renunciar a su sustantividad de clérigos su oficio»94.
que estaba ligada al servicio ordinario en una iglesia. Este servicio
clerical ligado a una iglesia y realizado por un título fijo comporta La razón última de todo esto la daba ya Santo Tomás de
fundamentalmente tres cosas: 1) El servicio de Dios por medio Aquino, según el cual la celebración de los divinos misterios cons-
del culto divino; 2) el servicio del prójimo por medio de la admi- tituye la más alta contemplación a la cual está directamente orde-
nistración de los sacramentos y la predicación de la palabra, es nado el Orden de los Canónigos Regulares que son propiamente
decir, la cura animarum, propia del clero secular; 3) unos rasgos religiosos y clérigos. Los monjes, por el contrario, no son necesa-
de espiritualidad. riamente y per se clérigos95. Ch. Giroud observa muy atinadamen-
te cómo la regla de San Crodegango, la Regla de Aquisgrán, co-
mo también la mayor parte de los textos legislativos de los siglos
xi y XII, son más bien ceremoniales litúrgicos que leyes fundamen-
9.1 Servicio de Dios tales de una Orden religiosa; porque los ritos de la Eucaristía y
del Oficio divino están allí descritos pormenorizadamente y cons-
Parece lógico que el Orden canonical compuesto por clérigos, tituyen el entramado sobre el que se trenza toda la vida canonical.
se sirva de la liturgia, del culto divino, como de un medio funda- Es cierto, que hasta el siglo xm, en la Reforma lateranense, no se
mental para la santificación de sus miembros: Celebración de la habla del culto como del fin específico del Orden canonical, pero
Eucaristía y alabanza de Dios realizada comunitariamente en la esto se daba por supuesto; era algo tan obvio que no hacía falta
Liturgia de las Horas. El culto celebrado solemnemente se les re- mencionarlo96.
conoce a los Canónigos Regulares como algo propio y específico
por parte de los benedictinos:
9.2. Ministerio pastoral
«Las funciones litúrgicas no son, en modo alguno, una prerrogativa de
nuestra Orden (benedictina). Si alguien se puede gloriar de esto son los
La Reforma gregoriana, a pesar de haber incorporado pau-
Canónigos Regulares más que nosotros. El canto del Oficio divino, aun-
que deba ocupar el primer rango en nuestra estima, como en la de los latinamente los Canónigos, aunque no todos, al estamento de
cristianos de los primeros tiempos, no fue jamás considerado como la me- los Regulares, les reconoció siempre, frente a los monjes, una
ta característica de nuestra vocación (benedictina), por lo menos no hasta cierta aptitud para el ministerio directo e n las iglesias locales. Por
la Edad Moderna»92. otra parte, toda la legislación canonical particular considera la ac-
tividad pastoral como la actividad más normal de los Canónigos
En el mismo sentido se expresa también Dom Columba Mar- Regulares y que, como al clero secular, l e s pertenece por propia
mión93. El P. A. M. Henry matiza muy bien esta idea: identidad, por propia vocación. La Regla d e Santa Genoveva de
París exhortaba a sus canónigos a no rechazar ningún ministerio
«La Liturgia de los monjes no es la liturgia oficial de la Iglesia. Si San clerical97.
Benito ha previsto horas de oración, es sencillamente porque no se habría
concebido en aquel tiempo una vida religiosa cenobítica sin un cierto cua-
94
dro o un ritmo —exactamente un "Ordo"— de oraciones y de observan- HENRY, A. M., Moines et chanoines, «Vie Spirituelle» (1949), 60-61.
95
cias... La Liturgia de los Canónigos, por el contrario, es la de la Iglesia SANTO TOMAS DE AQUINO, Surríma Theologica, 1- 189, a. 8.
96
GIROUD, Ch., o. c, p. 62.
97
92 Const. Congreg. Gallic: «Omnes nostri... s t u d e a n t omnia quae clericorum
MORIN, G., L 'ideal monastique et la vie chrétienne des premiers siécles, París,
sunt suscipere et amplecti; nullum munus clericale oculis carnis contemptibile un-
1931, pp. 134-135.
93 quam refugiant».
MARMION, C , Cristo ideal del monje, Barcelona, 1945.

54 55
Los Canónigos Regulares que tomaban como modelo propio «Estas son mis ocupaciones cotidianas y las de los míos: el ayuno, la
de su estilo de vida la comunidad primitiva de Jerusalén, partían abstinencia, la oración, la lectura y el trabajo manual, pero también la
del hecho de que la misión era la primera característica de los preocupación por numerosas iglesias. Mis familiares se desplazan para
Apóstoles y también de toda la comunidad que en Pentecostés predicar la Palabra de Dios, visitan a los enfermos, entierran a los muer-
tos, catequizan y bautizan. No creo que mi ministerio sea menos agrada-
había hecho la experiencia del Espíritu. Por lo mismo, los canóni-
ble a Dios que el recogimiento monástico o que el trabajo agrícola de los
gos son conscientes de que tienen que ser apóstoles, tienen que monjes101.
ser evangelizadores98. El orden canonical es apostólico por su
propia esencia, porque está dedicado al anuncio del Evangelio en b) El ministerio parroquial. Toda la tradición monástica es-
el ejercicio pleno del ministerio sacerdotal. Son comunidades sa- taba acorde en afirmar que el trabajo parroquial era incompatible
cerdotales que colaboran con los obispos, aunque no falten tam- con la vida monástica, aunque en ocasiones esporádicas, algún
poco algunas comunidades canonicales orientadas más hacia la monasterio pudiera regir las parroquias propias, aunque, incluso
contemplación que rechazan el apostolado o ministerio pastoral en estos casos, los monjes contrataban a algún clérigo secular102.
directo. El Canónigo Regular, por más que su estilo de vida tenga De hecho el Decreto de Graciano y las Decretales prohibían, for-
grandes paralelismos con la vida monástica, no es apóstol sola- malmente, a los monjes el ministerio parroquial 103 . Sin embargo,
mente por el testimonio de su vida, como el monje contemplativo, hay algunas disposiciones canónicas que le permiten a los monjes
sino también por lo que hace. ocuparse de la cura animarum 104. El III Concilio de Letrán
La misión apostólica del Canónigo Regular reviste una triple (1179) prohibe de un modo tajante el ministerio parroquial a los
función fundamental: monjes105.
a) La predicación de la palabra: Una regla de la época caro- Al ser incluidos en la categoría de Regulares, se podría plan-
lingia imponía la obligación de predicar, por lo menos cada quin- tear el problema de si también a los Canónigos Regulares les que-
ce días, para que, a causa de «nuestra negligencia», el pueblo da prohibido el ministerio parroquial. Tanto los Papas como los
no se vea expuesto al peligro de no recibir el bautismo, la confir- Concilios se declaran netamente favorables al ministerio de los
mación, la confesión y la predicación. Pero aconseja que no se Canónigos Regulares en sus propias parroquias. El Papa Urba-
contenten con esta predicación dos veces al mes, sino que, si es no II les concede expresamente desempeñar las funciones típica-
posible, se predique todos los domingos y días de fiesta. Y aposti- mente parroquiales en sus propias iglesias106. Pero el ministerio
lla: «Es necesario predicar en función de cuanto la gente pueda parroquial de los Canónigos Regulares en las parroquias pertene-
entender» 99 . Pero la predicación por sí sola no basta; para hacer cientes al clero secular era una cuestión más compleja. No hubo
fruto, es preciso conjuntar el testimonio de la propia vida con la una definición clara hasta el siglo xvi, cuando el Papa Grego-
palabra que se predica al pueblo: rio XIII exigió una dispensa apostólica para que los Canónigos

101
«Quien debe formar al laico, tanto con las palabras como con las cos- 102
ARNON DE REICHESBERG, Scutum canonicorum, PL 194, 1514.
tumbres, debe sobresalir en las unas y en las otras»100. 103
Bouix, D., De iure Regularium, II, p. 10.
Decretum Gratiani, c. 2, C. XVI, q. 1: «Nemo potest et ecclesiasticis obse-
quiis deserviré, et in canónica regula ordinate persistere», ed. FRIEDBERG, col. 761-
El ministerio pastoral es tan grato a Dios como el recogimien- 762. Y el c. 4, C. XVI, q. 1: «Monachus non doctoris, sed plangentis habet offi-
to y la oración misma en el retiro del monasterio: cium», ib., col. 762.
104
O. c: c. 5, X, 3, 35: «... per antiquos cañones etiam monachi possunt eccle-
98
GRÉGOIRE, R., O. C, p. 124. siarum parochialium régimen in presbyteros ordinari»; ib., col. 599.
105
99
Regula AA: PL 89, 1083. O. c, ib., col. 596.
100 106
HARVENGT, F. de: De Institutione clericorum, I: De dignitate clericorum, 19; GIROUD, Ch., op. cit, 68; LABBEUS, Ph., Sacrosancta Concil, XII, col. 748,
PL 203, 690. 936-937 y 1088.

56 57
Regulares pudieran asumir el ministerio apostólico en una parro-
comunidad primitiva de Jerusalén, tenían que extender su amor
quia secular. Y esta decisión fue confirmada posteriormente por
fraterno a cualquier necesidad en que se pudiera encontrar el pró-
un Decreto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares
jimo. La atención a los pobres era su primer deber. Para ello se
(18-3-1671) 107 . En la misma línea se mantiene el Papa Benedic-
destinaba una parte de los ingresos de las iglesias. La hospitalidad
to XIV108. De toda esta legislación estaban exentos los Premostra- a los pobres estaba ya bien delimitada en la Regla de Crodegango
tenses, los cuales, desde antiguo tenían una serie de privilegios de Metz: «Se ha de nombrar a un hermano de buena conducta
que los eximían de la dispensa apostólica para recibir beneficios que acoja a Cristo en los huéspedes y en los peregrinos meneste-
seculares109. rosos; les ofrecerá a todos gustosamente lo necesario en la medida
Teniendo en cuenta la gran pluriformidad de instituciones ca- de lo posible»112. Cada comunidad canonical de cierta importan-
nonicales, no hay que extrañarse de que, en este punto del minis- cia construía siempre al lado de la vivienda de los canónigos, un
terio parroquial, haya habido también una gran variedad. Las co- Hospicio para los pobres y enfermos.
munidades de tipo eremitizante no eran tan proclives a un minis- Mención especial tienen las escuelas entre los Canónigos Re-
terio parroquial directo; en cambio, muchos capítulos de Colegia- gulares. La educación de los niños ya estaba prevista en la legisla-
tas y de Monasterios canonicales poseen, desde el principio, nu- ción carolingia. Lógicamente, se daba especial importancia a la
merosas parroquias dependientes de ellos, por la sencilla razón de formación moral de los jóvenes, pero se les instruía también en
que al aceptar la reforma gregoriana permanecían tal como esta- todas las ciencias. Esta formación se dirigía especialmente a los
ban antes respecto al ministerio apostólico. Eran muchos los candidatos a los ministerios eclesiásticos, pero no faltan escuelas
Obispos que unían de muy buen grado un número considerable canonicales en las que se admite a los laicos. La escuela más fa-
de parroquias a algunos de estos Capítulos canonicales reforma- mosa, sin duda, fue la de San Víctor de París, fundada por Gui-
dos110. llermo de Champeaux en 1108, de la que ofrece una bella des-
La autoridad eclesiástica se preocupa de salvaguardar la iden- cripción Hugo de San Víctor:
tidad de cada vocación en la Iglesia. No se debe confundir a los
Canónigos Regulares con los monjes. Cada uno tiene su propia «Veo la escuela de los estudiantes. Su multitud es grande. Los hay de
todas las edades: niños, adolescentes, jóvenes, ancianos; también los estu-
vocación específica, e incluso su hábito propio que no debe ser dios son diversos...»113.
usado por otros. Cada uno tiene que usar el que le corresponde,
para que sea bien diferenciado en la comunidad eclesial: Las escuelas canonicales que fueron muchas, reposaban fun-
damentalmente sobre la fama de un único maestro. Así: Gerberto
«No es lícito usurpar el hábito de aquellos que siguen un género de vi- en Reims; Bernardo Silvestre en Tours; Gilberto de la Porree en
da diferente: porque del mismo modo que es indecente que lleven armas
Chartres; San Víctor de París: Guillermo de Champeaux y varios
como los seglares, también es deshonesto e inconveniente que vistan los
hábitos de otro género de vida. En efecto, los hábitos de cada Orden se sucesores suyos, Ricardo, Hugo. La fundación de las Universida-
diferencian en la Iglesia, para que, viéndolos, se pueda conocer la voca- des relegó a un segundo plano las Escuelas canonicales.
ción de quien los lleva o entender su género de servicio al Señor»111. Sin embargo, el centro de la vida de los Canónigos Regulares
no es la Escuela, sino la Iglesia. Existen en función de ella. El cul-
c) Otras actividades apostólicas. Puesto que los Canónigos to litúrgico constituye su actividad esencial. En las Catedrales y
se inspiraban para su regla de vida y de misión en el ideal de la Colegiatas se cantaba generalmente el oficio de Maitines a media
noche; duraba cerca de dos horas; y retornaban al coro por la
107
ENGEL, L., Collegium universi iuris canonici, p. 815.
108
Const. Quod inescrutabili, 14, CJCF, I, pp. 919-920.
109 112
Const. Oneroso, 1.9, 1750, cf. GIROUD, Ch., o. c, pp. 69-70. O. c, 45; ib., col. 1077.
110
GIROUD, Ch., o. c, p. 75. ' " GRÉGOIRE, R., O. C, 140.
111
Regula canonicorum, 53; PL 89, 1081-1082.
59
58
Hervengt entiende por la virtud de la elección específica, sería lla-
mañana para el canto de Prima. Tercia, Misa Mayor y Sexta du-
mado hoy el carisma específico de un Instituto religioso que es,
rante la mañana; Nona, Vísperas y Completas por la tarde. Con
sin duda, el fundamento de la propia espiritualidad.
un Oficio tan largo, los canónigos Regulares no tenían mucho
Arnon de Reichesberg en su célebre obra, El Escudo de los
tiempo para el estudio. Sin embargo, existían cargos de oficio, co-
Canónigos, se refiere a la disciplina ascética del ayuno, de la abs-
mo era el de impartir lecciones de Sagrada Escritura.
tinencia, de la modestia en el vestir, y a la tonsura como signos de
Los historiadores del arte, se preguntan por la existencia de un
entrega radical a Dios; pero todo eso sin el silencio y el estudio
arte canonical, así como hay un arte cluniacense y un arte cister- servirían de poco, porque no se orientan de un modo directo a la
ciense. No abundan las muestras específicas de un arte canonical; finalidad apostólica de los canónigos. El canónigo tiene que con-
pero la Iglesia de San Serenín de Toulouse construida por Rai- templar en el silencio y el estudio la Palabra de Dios que después
mundo Gayrard, canónigo de la Colegiata, puede ser considerada tiene que transmitir en la predicación. Al estudio se le han de de-
como el prototipo del arte canonical. Ahora bien, los Canónigos dicar por lo menos dos horas diarias «porque la lectura es, en
seculares fueron los grandes constructores de Catedrales, obras cierto modo, el ojo de nuestro estilo de vida después de la oración
que duraban siglos y en las que agotaban los Capítulos todos y de la abalanza del Señor» 117. El estilo de vida canonical queda
sus recursos. bien definido en este párrafo:

«Ayuno, abstinencia, oración, lectura, además del trabajo, el cuidado y


9.3. Algunos rasgos de su espiritualidad administración de numerosas iglesias, en las cuales mis servidores se es-
parcen para predicar la Palabra de Dios, visitar los enfermos, enterrar a
Los legisladores de Aquisgrán sentían ya la necesidad de defi- los muertos, catequizar y bautizar: Creo que éste mi ministerio no sea me-
nos agradable a Dios que el reposo del monacal o que el trabajo de los
nir las características espirituales de la institución canonical recu- monjes» 118.
rriendo a la Sagrada Escritura, a fin de demostrar que la perfec-
ción cristiana no era patrimonio exclusivo de los monjes. Los le- Ahí está el fundamento de la espiritualidad canonical si ésta
gisladores de Aquisgrán, en efecto, se empeñan en la búsqueda de ha de ser consecuencia del encuentro con Dios en la vida cotidia-
textos bíblicos que oponer «a cuantos afirman estúpidamente que na y no mera abstracción. Como dice R. Gregoire, «todo en este
solamente los monjes deben seguir la vía estrecha» 114 , para pasar estilo de vida comprometido en el servicio de las almas está dis-
a afirmar de inmediato que «la institución canonical, apoyada so- puesto en función de aquella perfección clerical destinada a re-
bre la autoridad evangélica y apostólica supera a todas las demás percutir profundamente en el servicio apostólico mismo»119.
instituciones»115. La espiritualidad canonical es, ciertamente, deudora, en gran
Las fuentes fundamentales de la espiritualidad canonical son medida, de la espiritualidad monástica; pero ambas se diferencian
los sermones 355 y 356 de San Agusín. Y consecuencia inmediata también en algo fundamental: El monje se separa de los hombres
del desapego agustiniano respecto a los bienes materiales, es la para estar unido a Dios, de modo que su orientación es eminente-
libertad del corazón que encuentra su expresión máxima en el ce- mente escatológica; en cambio, el canónigo vive la comunión con
libato en el que tanto insistió la Reforma Gregoriana. De la conti- Dios no distanciado de los hombres, sino en un compromiso efec-
nencia dice Felipe de Harvengt: «es una cuestión de santidad; tivo en el ministerio pastoral120.
pertenece al canónigo con sus otras tres virtudes que son la elec-
ción específica, la ciencia y la pobreza l l 6 . Lo que Felipe de 117
ARNON DE REICHESBERG, Scutum Canonicorum; PL 194, 1507-1508.
1,8
ARNON DE REICHESBERG, O. C, ib., 1514.
114
Regula Canonicorum, c. 114. 119
GREGOIRE, R., O. C, pp. 79-80.
115
O. c, c. 115. 120
GREGOIRE, R., O. C, p. 80.
116
HERVENGT, F. de, De institutione clericorum, IV; PL 203...
61
60
Por otra parte, los Canónigos Regulares, como algo nuevo en
El reflejo de esta espiritualidad canonical encarnada en la vida
la Iglesia, tienen que encontrar aún su puesto en ella. La apari-
y en el ministerio apostólico, serán aquellas cuatro notas con las ción de nuevas verdaderas Ordenes de Canónigos como la de San
que Hugo de Fouilly caracterizaba la vida religiosa de los canóni- Víctor y especialmente Prémontré lo cuestionan todo, porque los
gos en su preciosa obrita El Claustro del alma: Suave, dulce, sere- Canónigos Regulares no quieren ser simplemente clérigos, como
na y segura 121, que evidencian un deseo de contemplación y de los clérigos seculares; pero tampoco quieren ser identificados con
conocimiento del misterio de Dios que han de transmitir después los monjes.
en el ministerio de la cura de almas. Se trata, en definitiva, de la
Una vez admitida la legitimidad de los Canónigos Regulares
simbiosis estudio-contemplación-apostolado que fue la gran origi- en la Iglesia por la aprobación que reciben de los Papas, había
nalidad de San Agustín122. que dilucidar las relaciones y las diferencias existentes entre Ca-
nónigos y Monjes, que se podían sintetizar en unas cuantas pre-
guntas: ¿Cuál de las dos Ordenes es más digna? ¿En qué relación
10. Controversias entre Canónigos Regulares y Monjes está el sacerdocio de los Canónigos con el sacerdocio de los mon-
jes? ¿Cómo se explica la actividad pastoral directa de Canónigos
El nacimiento de una nueva forma de vida religiosa, los Canó- y Monjes? ¿Qué Orden es más perfecta, la canonical o la monás-
nigos Regulares, con características y finalidades desconocidas en tica?
la Iglesia, puesto que hasta aquel momento el monacato tenía el La cuestión de la mayor o menor dignidad de una Orden o de
monopolio de la vida religiosa, dio ocasión a unas controversias a otra era una vieja cuestión123. Pero en el siglo xn la cuestión se
cerca de la legitimidad de otras formas de perfección que no fue- planteó con nuevo ardor, tanto más cuanto que de una solución
sen la de los monjes. En estas luchas participaron las mentes más clara y definitiva dependía la legitimidad del paso de una Orden a
clarividentes y más prestigiosas del tiempo: Pedro el Venerable otra. Precisamente, los Canónigos acusaban a los monjes de de-
de Cluny, San Bernardo, Abelardo, Ruperto de Deutz, Guillermo fender su supremacía únicamente para hacer proselitismo124, apo-
de Thierry, Anselmo de Havelberg, Felipe de Hervengt, y otros yados en las grandes riquezas de sus monasterios125 y en sus falsas
muchos. virtudes126. *
Ahora bien, no se entenderían estas polémicas entre Canóni- En estas controversias hubo, sin duda, exageraciones y desvia-
gos Regulares y Monjes, si sólo se viera en ellas una mera rivali- ciones por ambas partes. No faltaron las acusaciones innecesarias.
dad de gentes de Iglesia deseosas, ante todo, de imponer sus mo- Felipe de Harvengt acusaba de corruptos a los monjes: «algunos
dos de ser y de pensar. Para entenderlas, hay que tener en cuenta son considerados monjes a causa del hábito, pero no lo son por
el espíritu del tiempo, enteramente hostil al pasado; hostilidad sus pésimas costumbres127. A lo que respondían los monjes con no
provocada por los reformadores gregorianos que querían romper menor sarcasmo: «He leído que ha habido muchos monjes santos,
con toda una situación de dependencia de Iglesia respecto a los pero no he leído jamás que haya un solo canónigo santo»128. Un
poderes seculares creada en el pasado. Había que luchar por la acuerdo entre Canónigos y Monjes resultaba imposible; porque
novedad radical que era la libertad de la Iglesia. Es significativo el mientras los Canónigos partían de la base de la dignidad de uno o
hecho de que las Ordenes monásticas que nacen en este tiempo
—Camaldoli, Vallumbrosa, Cartuja, Grandmont, Cister— vuelven
123
decididamente la espalda al monacato tradicional representado PL 170,612.
124
fundamentalmente por los Cluniacenses. HERVENGT, F. de, o. c, IV; PL 203, 780.
125
HERVENGT, F. de, o. c, ib., 782.
126
HERVENGT, F. de, o. c., ib., 80.
121
PL 276, 1035. 127
HERVENGT, F. de, o. c, ib., 784.
122 128
GIARDINI, H., L 'idéale monástico di Sant'Agostino, Roma, 1954, p. 12, cf. Dial. 2, Mon. II, 38; Th. NovusAn. V, 1617.
HVR I, p. 340.
63
62
de otro estado, los Monjes hablaban de la perfección moral del
suyo. Y una cosa es hablar de los hombres en cuanto tales y otra
2.
muy diferente hablar de los diferentes estados en que se puedan Retomo al desierto
encontrar. Así no se podía llegar a ningún acuerdo, aunque no
faltó algún monje perspicaz que se percató del problema y quiso
darle una solución:

«Nosotros hemos dicho que el Orden monástico en alguna manera está


por encima de los demás Ordenes en la Iglesia. Y esta afirmación se debe
interpretar en el sentido de la perfección evangélica y no en el sentido de
los grados jerárquicos. Confesamos y afirmamos como verdadero que el
Orden del Sacerdocio es más alto que el Orden monástico en cuanto a
dignidad; el sacerdote, de hecho, hace las veces de Cristo. ¿Y quién ten-
dría la orden de ponerse por encima de Cristo?» 129.

A pesar de que en el siglo xn estas controversias no llevaron a


ningún puerto, fueron, sin embargo, muy fecundas porque contri- Bibliografía
buyeron a precisar —a su modo— y a enriquecer la doctrina sobre
AA.W., L'Eremitismo in Occidente nei secoli XI e XII, Actas de la
los diferentes estados de vida en la Iglesia no solamente en el as- Segunda Semana Internacional de Estudio, Mendola, 1962; Milán, 1965.
pecto jurídico, sino, sobre todo, en el aspecto ascético-teológico; Se citará L'E. in. O. AA.W.,' Eremitismo, DIP, 3,1224-1244. DOYERE,
y, muy especialmente, fueron un buen instrumento para que P., Érémitisme, DS, IV/2, 953-982. ID., Ermites, DDC, V, 412-429; ID.,
Monjes y Canónigos, sobre todo estos últimos, fuesen más cons- L'érémitisme, RAM, 32 (1956), 349-357; SAINSAULIEU, J., Érémitisme,
cientes de sí mismos y de su identidad vocacional. En síntesis, se RAM, 32 (1956), 349-357; SAINSAULIEU, J., Érémitisme, DHGE, XI,
podría afirmar que aquellas encendidas y, a veces, extralimitadas 771-787; FERRERO, F., Eremitismo individúale in Occidente, DIP, 3,
polémicas entre Canónigos y Monjes contribuyeron grandemente 1245-1258; GOUGAUD, L., Ermites et réclus, Ligugé, 1928; ID., Essai de
a clarificar la noción de una vida religiosa en la que el Monje no bibliographie érémitique (1928-1933), RBén (1933), 281-291;
quedaba confinado entre las cuatro paredes de su claustro, sino LECLERCQ, L., La crisis del monaquismo en los siglos xi y xu, en Espiri-
que también salía de él para ponerse al servicio de la comunidad tualidad Occidental, Éuentes, Salamanca, 1967, pp. 201-228; ID., «Ere-
cristiana cuando ello era necesario; y en la que el Canónigo Re- mus» et «eremita». Pour l'histoire du vocabulaire de la vie solitaire, Coll-
gular, apoyado en la Regla de San Agustín, se dedicaba, como ra- CistRef, XXV (1963), 8-30; DEREYNE, Ch., Odón de Tournai et la crise
zón de su ser, al ministerio pastoral, pero se retiraba a la soledad du cénobitisme au XI siécle, RevMoyAgLat, IV, 1948; BECQUET, ]., Éré-
de su claustro canonical como una exigencia de su propia misión mitisme et hérésie au moyen age, París, 1968; RASSON, A., Un curé plé-
beien au XIV siécle: Foulque, curé de Neully-sur-Marne (1191-1202),
apostólica. Son, por tanto, dos vocaciones no opuestas, sino com-
París, 1905; MANSELLI, R., Studi sulle eresie del secólo XII, Roma,
plementarias dentro de la única Iglesia. 1953; ID., // secólo XII: Religione popolare ed eresia, Roma, 1983;
CINZIO, V., Studi sulla Cristianitá mtdioevale, Milán, 1972; GRUN-
DMANN, M., Religióse Bewegung in Mittelalter, Berlín, 1961; WERNER, E.,
Pauperes Christi, Leipzig, 1956; CANTOR, N. F., The crisis of Western Mo-
nasticism 1050-1130, AHR 66 (1960-1961), 47-67; LANDGRAFF, A., In-
troducción a la historia de la literatura teológica de la Escolástica incipien-
129 te, Barcelona, 1956; BULTOT, R., La doctrine du mépris du monde en Oc-
Citado por LUNARDI, G., L'ideale monástico nellepolerniche del secólo XII cident de S. Ambroisea lnnocent 111, Lovaina-París, 1962; CLERCQ, C. de,
sulla vita religiosa, Noci, 1970.
La législation franque de Clodovis á Charlemagne, t. I, Lovaina-París,
64
65
1936; BLIGNY, B., L'Eglise et les Orares Religieux dans le Royaume de didad de esas tierras vírgenes que llevan siglos, milenios, esperan-
Borgogne aux XI et XII siécles, Grenoble, 1960.
do ser roturadas. Los propietarios de latifundios, especialmente
los eclesiásticos, conceden feudos y fundos de cultivo a nuevas
gentes. De este modo, la producción aumenta; pero, como la
agricultura no es capaz de absorber toda la abundante mano de
1. Las transformaciones del año 1000 obra, afluyen a las ciudades campesinos que en la agricultura ya
1.1. Transformaciones socioeconómicas no encuentran ocupación. Surge así una actividad económica y
social fundada en la artesanía y en el comercio. La circulación de
Con el año 1000 empieza en Europa una nueva singladura mercancías se anima. Los caminos se pueblan y se equipan con
tanto para la Iglesia como para la sociedad en general. En efecto, hospederías y albergues. Los hombres escapan de sus estrechos
hay que remontarse al comienzo de esa centuria para situar allí el horizontes anteriores. Los hechos y las ideas caminan con las
punto de partida de un movimiento espiritual, lento en los co- gentes.
mienzos, acelerado en la época de la Reforma gregoriana e incon- A los antiguos habitantes de las ciudades y de las villas se les
tenible a partir del siglo xii hasta desembocar en la aparición de suman ahora pequeños propietarios rurales, artesanos emigrantes
las Ordenes mendicantes en el siglo xm. de los talleres del campo, comerciantes giróvagos, extranjeros.
El año 1000 fue para la Iglesia y para la sociedad el punto de Todos estos recién llegados fueron un factor importante de dina-
llegada de aquel largo proceso de decadencia y corrupción que mismo socioeconómico que asegurará las bases del futuro progre-
fue el llamado Siglo de hierro; pero, al mismo tiempo, fue el inicio so de los grandes núcleos urbanos. Es el primer paso que llevará a
de un proceso de recuperación general. Raúl Glaber, a propósito los hombres medievales de una cultura rural a una cultura urbana.
de la aparición del arte románico, afirmó bellamente: «Pareció Frente a una economía de consumo en la que solamente se
como si la humanidad, queriendo sacudirse sus sucios harapos, consume lo que se produce y solamente se produce lo que se con-
fuese a vestirse con el blanco manto de las iglesias»1. sume, se abre paso la economía de mercado. Italia tiene los cen-
Entre los elementos más importantes que configuran este tros comerciales más importantes; Venecia y Genova envían sus
cambio, está la expansión demográfica que repercutirá fuerte- navios cada vez más numerosos hacia los puertos de Alejandría,
mente en la marcha de la sociedad especialmente en la economía. de Bizancio, de Túnez; las ciudades del interior como Pavía, Ve-
Después de una etapa de estancamiento e incluso de disminución, rona, Siena, importan y exportan mercancías del Oriente, mate-
a finales del siglo x y comienzos del xi, se produce un incremento rias primas que transforman y venden. Después, las ciudades del
de la natalidad, cuyo ritmo sostenido hizo que, en un espacio no norte, flamencas, alemanas, comercian con Inglaterra y por todo
muy largo de tiempo, se duplicase la población de Europa. La el continente. Las ciudades, el dinero, la moneda, son los impulso-
multiplicación de brazos permitió una especialización de las res de la nueva civilización. Este nuevo actor del drama social que
tareas. es el dinero ocupará el primer puesto de la escena económico-so-
La renovación de la agricultura exigió mucha mano de obra cial. Un progreso tan vivo produce una ebullición tal, que reper-
para el saneamiento de tierras improductivas que ahora veían au- cute sobre todos los aspectos de la civilización y de un modo pe-
mentar su valor. El temor ancestral ante el bosque, ante la pro- culiar sobre la visión que los hombres tienen del mundo y del mis-
funda floresta, no había sido vencido todavía; aquellos hombres mo cristianismo. Ya no se trata de una sumisión pasiva a los dic-
temerosos apenas se atrevían a entrar en esas soledades para do- tados del clero, sino que empieza a surgir en el pueblo fiel el sen-
minarlas, para hacerlas productivas. Ahí está la inagotable fecun- timiento de que la religión es un asunto que ha de quedar más re-
cluido en la dimensión personal. Es el paso del Apocalipsis que
1
había fascinado a las anteriores generaciones cristianas, al Evan-
GLABER, R., Historiarum libri quinqué, 3, 4; PL 142, 651.
gelio, al Jesús del Evangelio.
66
67
Pero la riqueza generada por las nuevas técnicas agrícolas y científicas y con un mejor manejo del razonamiento. Este nuevo
por el comercio se reparte de un modo muy desigual. Frente a los enfoque de la Sagrada Escritura desemboca en una mayor proxi-
pocos ricos, cada vez más ricos, aumenta el número de los pobres, midad de los fieles a la realidad evangélica.
cada vez más pobres. En este despertar de las inteligencias no había nada peligroso
Esta creciente desigualdad social trajo al mismo tiempo fuer- ni extraño. La inteligencia permanece profundamente enraizada
tes tensiones tanto en el campo de las ideas como en la misma or- en la fe. Pero la razón se plantea ya los problemas más acuciantes
ganización social. El creciente esplendor económico de las ciuda- del misterio revelado. La fe sigue como base de la sociedad y de
des impulsó a la lucha por su independencia frente a los señores la cultura medievales. Pero el centro de esa cultura ya no es el
feudales que se inicia en las ciudades lombardas y flamencas en la monasterio, aunque el siglo xi contempla el florecimiento cultural
primera mitad del siglo xi, y culminará en el movimiento comunal del monasterio de Bec con sus dos grandes maestros: Lanfranco y
de la segunda mitad del siglo xn. Este movimiento comunal diri- Anselmo de Canterbury. Los monasterios cierran sus puertas a
gía también sus dardos contra la institución eclesial, y no sólo por los alumnos externos y se concentran en la formación de sus pro-
el afán de independizarse de su dominio temporal, sino también a pios candidatos. A ello contribuye la actitud de la jerarquía ecle-
causa del mismo evangelio, cuyas enseñanzas contrastaban con siástica que impulsa y potencia las Escuelas catedralicias que
aquella Iglesia poderosa y rica2. preanuncian las futuras universidades. La Escolástica será el re-
sultado más específico de estas nuevas Escuelas de las que estarán
ausentes los monjes. Los maestros del futuro serán los Canónigos
1.2. Transformaciones intelectuales Regulares y los Frailes Mendicantes 3 .
El fracaso de las escuelas monásticas, a pesar de que algunas
Las transformaciones socioeconómicas causaron, a su vez, lucharán contra la competencia de las Escuelas catedralicias, co-
profundas transformaciones intelectuales. El desarrollo de las co- mo Fleury-Sur-Loire, Reichenau y Corbi, en el Continente, Mal-
municaciones que promovieron el comercio y, después a gran es- mesbury y Lichfield en Inglaterra, y Bangor y Clonard en Irlanda,
cala, las Cruzadas, acrecentó la curiosidad del hombre occidental. es una señal evidente de la incapacidad de los maestros monásti-
Al entrar en contacto con la cultura antigua, se abrieron nuevos cos para adaptarse a las nuevas exigencias de la cultura.
horizontes a la cultura occidental de la Edad Media. Y, por otra
parte, la necesidad en que estaban los reformadores gregorianos
de justificar sus innovaciones en la disciplina eclesiástica, obligó a 1.3. Transformaciones espirituales
un mayor rigor intelectual que aportase argumentos válidos con-
tra la praxis eclesial anterior.
Las transformaciones socieconómicas y culturales permiten
Por otra parte, la cultura tradicional, elaborada y transmitida imaginar las transformaciones que se operaron en el sector reli-
por los monasterios, ya no respondía a las nuevas exigencias deri- gioso y espiritual.
vadas de las transformaciones operadas en la Iglesia y en la socie- En el siglo xi, después de la conversión de los normandos, de
dad. La cultura monástica se basaba en el estudio de la Sagrada los húngaros y de los rusos, toda Europa es ya cristiana. Aunque
Escritura y de los Santos Padres; y tenía una finalidad eminente- sería más exacto afirmar que toda Europa está bautizada, pero le
mente litúrgica. La cultura monástica pretendía reconducir todas falta mucho para estar cristianizada. No obstante, el germen cris-
las cosas a Dios. También los nuevos intelectuales del siglo xi par- tiano lo lleva dentro. Todo será cuestión de esperar a que Europa
ten del estudio de la Palabra de Dios, pero con pretensiones más vaya germinando y madurando en cristiano. A lo largo del si-
2
ALVAREZ GÓMEZ, J., Iglesia y realidad socioeconómica, en AA.VV., Iglesia y 3
LANDORAFF, A., Introducción a la historia de la literatura teológica de la esco-
sociedad, Barcelona, 1977, pp. 227-228. lástica incipiente, Barcelona, 1956.

68 69
temor tradicional que caracterizaba las relaciones con Dios en los
glo xi, debido, sin duda, a la acción de los monasterios, aunque no primeros siglos medievales. La Reforma gregoriana trajo también
de un modo exclusivo, se fue despertando en los fíeles la concien- consigo una renovada atención a la presencia del Espíritu Santo
cia de una mayor exigencia de comportamientos verdaderamente en la Iglesia y en cada fiel cristiano. Pero este renacimiento de la
evangélicos. El gran medio de que para ello se valieron los mon- devoción al Espíritu Santo no se quedó en el ámbito de la mera
jes, fueron los movimientos de paz y la reforma del soldado cris- intimidad personal, sino que repercutió en la sociedad. Por todas
tiano. partes surgieron empresas, incluso económicas, puestas bajo el
El soldado cristiano es el caballero de noble familia que se patrocinio del Espíritu Santo. Las peregrinaciones, de tanto arrai-
obliga al servicio militar por su Señor. Pero a finales del siglo x y go en el pueblo, estuvieron ligadas en su más profunda inspira-
principios del siglo xi, el soldado cristiano, además de sus obliga- ción al Espíritu Santo. Por las más diversas rutas de la peregrina-
ciones de vasallo hacia su Señor, asume compromisos ético-reli- ción a Tierra Santa, a Roma, a Santiago de Compostela, y a algu-
giosos en favor de los débiles y de la Iglesia. nos santuarios de cierta importancia, se levantaron hospitales y
Fueron los cluniacenses quienes primero propagaron la idea hospederías colocadas bajo la protección del Espíritu Santo. Al-
de la Paz de Dios4; pero fue el Sínodo de Charroux (989) el que gunas Ordenes monásticas fundadas a finales del siglo xi, como la
le dio rango oficial en la Iglesia. Su finalidad era la paz entre los de Grandmont (1076) parten de una explícita referencia al Es-
cristianos, aunque para ello hubiera que hacer la guerra. Esta es- píritu Santo.
pecie de guerra religiosa es enteramente de origen eclesiástico; no Ahora bien, las nuevas corrientes espirituales no se avienen
depende ni de los reyes ni de los señores feudales. La Iglesia les con el monacato tradicional que se sigue considerando como una
daba a estas milicias de paz unos estandartes de paz, cuyos porta- ruptura total con el mundo, mientras que en este tiempo la piedad
dores eran, con frecuencia, los mismos sacerdotes. Estos soldados impulsa hacia el servicio a los hermanos sin abandonar el mundo;
constituían una especie de Acción Católica que combate por la es decir, se pretende integrar la piedad cristiana explícitamente en
Iglesia y por Cristo. El soldado cristiano fue un producto típica- el entramado mismo de la sociedad.
mente medieval, fruto de la unión estrecha entre la Iglesia y la Hasta ahora, quienes ambicionaban una verdadera renuncia al
cultura de los pueblos germánicos tan enfatuados con su espíritu mundo como peculiar modo de santificación personal, ingresaban
belicoso, al que ni la misma religión cristiana podía frenar entera- en un monasterio, pero ahora las opciones no van por ahí; se
mente. Sin embargo, esta milicia cristiana supuso una más pro- orientan hacia el desierto, hacia la soledad. Estos hombres nuevos
funda cristianización de la vida social, ennobleciendo también ese ya no llaman a las puertas de los monasterios benedictinos, clu-
mismo espíritu belicoso. Las futuras Ordenes militares estarán en niacenses o no. El monacato tradicional desde finales del siglo xi
esta misma línea hasta dar al espíritu guerrero un matiz específi- experimenta una gran decadencia que no tiene sus causas, como
camente religioso. Evidentemente, esta sacralización de la guerra en el pasado, en una relajación de tipo moral, sino en una falta de
hay que explicarla y entenderla dentro de una coyuntura en la adaptación a las nuevas circunstancias del mundo y de la Iglesia.
que la mística del amor podía compaginarse con la exaltación de Pedro el Venerable de Cluny, por ejemplo, se esforzó por restau-
la caballería, como sucederá de un modo eminente en San Ber- rar el monacato cluniacense; pero una restauración ya no era sufi-
nardo 5 . ciente por entonces. La sociedad y la Iglesia pedían otra cosa. La
La Reforma gregoriana impulsó a los fieles en esta misma di- vida monástica había cumplido un ciclo más dentro de su multise-
rección de una mayor exigencia moral de la que los propios cléri- cular historia. Y así como los monjes habían dado respuestas váli-
gos tendrían que dar ejemplo. Los reformadores fomentaron en- das para un tiempo determinado, las nuevas circunstancias exi-
tre el pueblo fiel una actitud religiosa más sensible al amor que al gían otra clase de respuesta, sin que, por ello, el monacato dejara
de tener una plena vigencia en la Iglesia desde su inspiración más
4
HVR I, 532. genuina.
5
HUIZINGA, J., El otoño de la Edad Media, Madrid, 1967, pp. 101-116.
71
2. Las insuficiencias del monacato ma adicional al monacato tradicional. Se trata de la pobreza. La
pobreza monástica es cuestionada no solamente por la reapari-
Las transformaciones socioeconómicas, intelectuales y espiri- ción del dinero, sino también por exigencias evangélicas. La tradi-
tuales, plantearon serios problemas al monacato tradicional. La ción monástica, desde los orígenes del cenobitismo pacomiano,
nueva situación económica, tanto agrícola como artesana y, sobre exigía la más absoluta pobreza personal a los monjes en cuanto
todo, comercial, supuso un duro golpe para la organización eco- individuos, pero hasta ahora no se había cuestionado nunca la
nómica de los monasterios, porque los monjes no se preocuparon propiedad comunitaria del monasterio; es más, se consideraba la
por las nuevas estructuras comerciales; lo cual supuso un que- prosperidad económica de los monasterios como un signo de la
branto para su economía. benevolencia divina, al estilo de las bendiciones de Dios en el An-
Es cierto que Pedro el Venerable reformó profundamente los tiguo Testamento. Los monjes aniquilaban dentro de sí mismos
métodos de trabajo y la organización económica no sólo en la todo afán de propiedad, pero les parecía natural esforzarse para
Abadía de Cluny, sino también en muchos otros monasterios de- que el monasterio acumulase todo los bienes temporales posibles.
pendientes de ella. Mérito importante en este renacer económico Mientras la economía se basaba en la producción de la tierra,
de Cluny reposa sobre los hombros de los Hermanos conversos. las diferencias entre ricos y pobres no se demostraban tan osten-
Fue el propio Pedro el Venerable quien introdujo esta nueva ca- tosas, porque todos, quien más y quien menos, fuesen latifundis-
tegoría de monjes en los monasterios cluniacenses, pero no fue él tas, pequeños propietarios, o incluso simples siervos de la gleba,
quien la inventó6. Los Hermanos conversos formaban parte de la sacaban de la tierra lo necesario para la propia subsistencia. Pero
comunidad monástica, encargándose fundamentalmente de las la economía de mercado fue causa de que gentes avispadas acu-
explotaciones agrícolas y de los trabajos domésticos. Los clunia- mulasen en poco tiempo sumas enormes de dinero con las que po-
censes mantuvieron su poderío económico, pero al faltarles la dían satisfacer, no sólo sus necesidades vitales, sino importar de tie-
adaptación a los nuevos sistemas agrícolas, los monasterios se rras lejanas mercancías superfluas con las que ostentar su riqueza.
convirtieron en simples renteros, entregando sus vastos dominios Esta diferencia entre ricos y pobres es el punto de partida para
fundíanos en arrendamiento a colonos que no siempre estaban en unas nuevas exigencias espirituales, especialmente después de las
condiciones de cumplir con sus compromisos. Ante la falta gene- luchas entre el Papado y el Imperio en tiempos de Gregorio VII
ralizada de recursos económicos, muchos monasterios, especial- (muerto en 1085). Desde una perspectiva providencialista que, en
mente los de mujeres, se vieron en la necesidad de reducir el la Edad Media pudo tener muchos componentes supersticiosos de
número de miembros. Esto ocasionó una lamentable decadencia. tipo fatalista, se empezó a considerar la pobreza, en cuanto caren-
En la Edad Media, la pérdida de poder económico implicaba cia de bienes materiales, como una prueba enviada por Dios para
la pérdida del poder político y social. De este modo, el gran influ- comprobar la fidelidad del cristiano en la línea veterotestamenta-
jo ejercido por el monacato en la vida política y social empieza a ria del libro de Job. Y, por lo que a la espiritualidad monástica se
perder relevancia. Por otra parte, el influjo intelectual también refiere, se da un paso más. La pobreza ya no es entendida como
disminuye, porque el cultivo de la inteligencia se desplaza a otros un simple medio ascético en cuanto que el despojamiento de los
centros. Los monjes cluniacenses, por su conexión familiar con la bienes materiales facilita la contemplación y el encuentro con
nobleza, no estaban en condiciones de sintonizar con la nueva Dios, sino que de la idea tradicional de renuncia, con la que se
mentalidad urbana ni con la burguesía que se ha afianzado en liti- identificaba al monje7, se pasa a la idea de desprecio de los bienes
gio permanente con los señores feudales. materiales8.
La nueva economía de mercado, basada no ya en el intercam-
7
bio de los productos de la tierra, sino en el dinero, crea un proble- 8
H V R I , 179-183.
BULTOT, R., La doctrine du mépris du monde en Occident de S. Ambroise á In-
6
Cf. Cap. I, nota 56. nocent III, Lovaina-París, 1962.

72 73
bien' hubo eremitas, pero perfectamente encuadrados dentro de la
Esta nueva manera de entender la pobreza cuestiona profun-
estructura monástica tradicional o, por lo menos, en una depen-
damente a los hombres de esta época: ¿Cómo se ha de practicar
dencia de las jerarquías eclesiásticas locales. Es más, durante la
la pobreza evangélica: en la dorada mediocridad de que habla el
época carolingia se luchó directamente contra la tendencia inci-
poeta latino y que se vivía en los monasterios en los que el monje
piente de un eremitismo independiente 9 .
personalmente no poseía nada, pero al que tampoco le faltaba na-
El eremitismo del siglo xi presenta un carácter de ruptura no
da, o en la desnudez total que implica la renuncia, incluso a la
sólo respecto al mundo, sino también respecto a la Iglesia institu-
propiedad comunitaria?
cional, en lo cual coincide con el primer eremitismo del siglo iv.
En realidad, los monjes tradicionales, especialmente los clu-
Con el año 1000, la Iglesia entra en una nueva época, del mismo
niacenses, no se plantearon el dilema; y, por consiguiente, hacían
modo que con la paz constantiniana la Iglesia del siglo iv entró en
compatibles las grandes riquezas acumuladas durante siglos por
unas coordenadas históricas que le exigían una nueva mentalidad
los monasterios con la pobreza personal más radical. El dilema se
y una nueva organización. Sin embargo, las coordenadas históri-
lo plantearon, en cambio, los hombres nuevos del siglo xi, parti-
cas del año 1000 eran muy diferentes de las coordenadas históri-
cularmente después de la Reforma gregoriana. Y ante ellos se
cas del siglo iv.
presentaba un doble camino que podía recorrer sucesivamente
una misma persona: Hubo quienes optaron por una pobreza más
exigente que la monástica tradicional, pero permaneciendo den- 3. Espiritualidad del eremitismo medieval
tro de las estructuras comunitarias. Entran en esta categoría aque-
llas reformas basadas en una pobreza más estricta dentro del mo- 3.1. Diversas clases de eremitas
nacato benedictino y, sobre todo, aquellas Ordenes nuevas que
sin entrar en la estructura de lo que serán las futuras Ordenes Como dice Jean Leclercq, en la Edad Media no hay eremitis-
mendicantes, ya admiten la pobreza comunitaria. Es el caso, por mo, sino eremitas. Y estos eremitas son especialmente anárquicos,
ejemplo, de la Orden de Fontevrault. Pero hubo también quienes careciendo de una organización específica10. No obstante, es posi-
optaron por una pobreza más radical y absoluta, consistente en ble clasificarlos en cuatro grandes grupos a los que, por supuesto,
seguir desnudos a Cristo desnudo, al margen de cualquier institu- no se les puede conceder un valor absoluto, sino muy relativo. Es
ción monástica. Son los nuevos eremitas o solitarios indepen- preciso tener en cuenta que el eremitismo constituye un caso ver-
dientes. daderamente límite dentro de la comunidad eclesial. Los eremi-
Esta oleada de nuevos eremitas constituye una novedad en la tas, cada uno de ellos por su lado, van en busca de la perfección
Iglesia; no se trata propiamente de un retorno a las fuentes del cristiana y llegan tan lejos como se lo permiten sus propias posibi-
primer eremitismo del siglo iv, porque tiene una serie de compo- lidades en la aplicación de determinados medios ascéticos entre
nentes que hacen de él algo verdaderamente nuevo en la comuni- los que sobresale lo que es una característica común a todos: la
dad cristiana de Occidente, respecto incluso al eremitismo prove- búsqueda de la soledad, con todo lo que ella significa de aleja-
niente de la época carolingia. Una de las raíces de este nuevo mo- miento de la sociedad, tanto desde la perspectiva geográfica como
vimiento eremítico está en la institución de la iglesia privada; y desde las perspectivas psicológica y eclesial11.
otra, en la exención monástica, porque estas instituciones frente a No obstante, en la multiplicidad del eremitismo medieval, se pue-
la organización eclesiástica carojingia que quería a clérigos y a den establecer cuatro grandes bloques más o menos homogéneos:
monjes perfectamente encuadrados en las estructuras eclesiásticas
9
y político-administrativas, favorecieron el particularismo y la CLERCQ, C , La législation franque de Clodovis a Charlemagne, t. I, Lovaina-
fragmentación de las instituciones eclesiásticas tradicionales. Por París, 1936, pp. 133-138; 301-303.
10
LECLERCQ, J., L'érémitisme en Occident jusqu'á Van Mil, en L'E., in O., p. 31.
esa brecha pudo entrar más fácilmente la tendencia eremítica in- 11
LECLERCQ, J., O. C, p. 37.
dependiente, en contraposición a la época anterior en la que tam-
75
74
a) Eremitismo monástico. La Regla de San Benito12 ha reclusos o reclusas estaban contiguas a una iglesia o ermita con
previsto la posibilidad de que algún monje, después de haberse una apertura en la pared por donde podían seguir los oficios litúr-
entrenado en la vida comunitaria, abandone el monasterio para gicos. La reclusión se practicó en el eremitismo antiguo, es-
vivir en la soledad más estricta; pero sin abandonar su condición pecialmente en Siria16. En Occidente, la reclusión aparece más
jurídica de monje cenobita; sometido, por tanto, a la obediencia tardíamente. La primera referencia que se tiene pertenece a los
a su propio abad y a la estabilidad en su monasterio. Deseosos Diálogos de San Gregorio Magno17. El VII Concilio de Toledo
de un mayor rigor ascético y de una mayor libertad para entregar- (646) establece algunas restricciones para este estilo de vida18.
se a la oración continua, se alejaban de la comunidad monástica En Occidente es, a lo largo de los siglos xi y xn, cuando se
para que «su estilo de vida no fuera ocasión de turbación para los organiza a gran escala esta forma de vida eremítica. Pero la forma
más débiles»13. Pocos serán los monasterios medievales que no más habitual de reclusión es de tipo monástico; es decir, algunos
conozcan, en alguno de sus predios o en alguna montaña próxi- monasterios tienen algunas celdas para monjes que después de
ma, la presencia de alguno de sus monjes entregado a la vida soli- haber vivido en comunidad eligen la reclusión. No faltan, incluso
taria. casos en los que monasterios masculinos tienen reclusas en celdas
b) Eremitismo independiente. Estos eremitas no dependen fuera de la clausura, pero contiguas a su iglesia, ocupándose los
de ninguna institución monástica. Son los que le dan su colorido y monjes de la atención material y espiritual de estas mujeres. A ve-
su especificidad al movimiento eremítico del siglo xi. Empiezan ces es una comunidad entera la que vive en reclusión. Se conocen
por elegir un sitio donde establecer su morada. Hay quienes per- algunas comunidades de reclusos como los Eremitas de San Am-
manecen allí para siempre; pero abundan también quienes des- brosio en Gubbio; pero son más abundantes las de reclusas19. Sin
pués de algún tiempo de estabilidad en el mismo sitio, caminan de embargo, los Concilios IV de Letrán (1215) y II de Lión (1274)
una parte para otra como peregrinos, repitiendo, en cierto modo, se muestran contrarios a este tipo de comunidades.
el destierro voluntario practicado a gran escala por los monjes ir- d) Congregaciones de eremitas. Tienen un gran parecido,
landeses de los siglos vil y vin14. Como dice Cinzio Violante, «la por lo menos al principio, con las antiguas lauras de Palestina. Es-
inestabilidad de los eremitas independientes, su excardinación de tas Congregaciones son, con frecuencia, el punto de llegada de
los cuadros tradicionales de la organización eclesiástica y su pere- una evolución del eremitismo independiente. Se trata, en definiti-
grinar son elementos que corresponden muy bien al nuevo aspec- va, de un eremitismo matizado de cenobitismo. La preocupación
to de movilidad que caracteriza a la sociedad de esta época fuer- por la vida solitaria no acaba en estos eremitas con la dimensión
temente configurada por el renacimiento urbano, por el tráfico de sociabilidad. Incluso los eremitas más estrictos tenían oportu-
comercial y por la circulación monetaria»15. El eremitismo inde- nidad de encontrarse con otras personas que se aventuraban a pa-
pendiente es una ruptura frente a las instituciones eclesiásticas, a sar por aquellos parajes inhóspitos. Es una buena ocasión para
la manera de lo que fue el monacato del desierto del siglo iv, pero cumplir las obras de la misericordia eremítica entre las que sobre-
ahora hay que añadir que significa también una ruptura respecto sale la hospitalidad20.
a la misma estructura del monacado anterior. El eremitismo medieval no expresa un concepto unívoco, sino
c) Reclusos. La reclusión es una forma de eremitismo más más bien análogo, e incluso equívoco. Es tan grande la plurifor-
severa. El eremita vive recluido en una celda o en un eremitorio midad, que resulta imposible reducirlo a una unidad coherente.
de donde no sale jamás. Con mucha frecuencia las celdas de los
16
HVRI, 280-281.
17
12 GREGORIO MAGNO, Diálogos, III, 16.
SAN BENITO, Regula monachorum, c. 1. 18
13 MANSI, X, 769.
Vita Jacobi, ActaSSBen, IV, II, p. 21.
14 " GOUGAUD, L., Ermits el réclus, Ligugé, 1928; CAVERO DOMÍNGUEZ, G., Em-
HVRI, 431.
15 paredamiento enAstorga, Yermo, 16 (1978), 21-44.
VIOLANTE, G , Studi sulla crístianitá medioevale, p. 140. 20
Vita sancti Theani, ActaSS, enero, I, p. 380.

76 77
Hay quienes prefieren la soledad, lejos de toda aglomeración ur- píritu de la Regla de San Benito. El trabajo manual, tan recalcado
bana; pero no faltan quienes viven en las inmediaciones de las por San Benito como una llamada permanente a un estilo de vida
ciudades o en valles prósperos frecuentados por los campesinos. pobre, austera y sencilla, ha sido abandonado progresivamente,
Hay quienes se pasan del cenobio a la soledad más estricta; pero con la consiguiente transformación en un estilo de vida aristocrá-
abundan también quienes evolucionan de la soledad hacia la co- tica y señorial. Es lógico que este monacato no haya sido atrayen-
munidad. Y hay eremitas que, después de una larga permanencia te para los nuevos espíritus que han redescubierto la pobreza del
en la soledad, retornan al mundo como predicadores itinerantes Jesús del Evangelio.
y, después de reunir discípulos con los cuales han formado una Aquella Iglesia y aquella sociedad contradecían hasta la evi-
comunidad no tardan en enviarla a la soledad, lejos del ruido dencia los ideales cristianos más genuinos. Se trataba de una Igle-
mundanal 21 . sia poderosa y rica en evidente contraste con la Iglesia de los
orígenes. Y se trataba también de una sociedad que infringía des-
caradamente la fraternidad evangélica cimentada en el amor mu-
3. Las constantes del eremitismo medieval tuo. También las desigualdades entre los cristianos medievales
contradecían aquella igualdad fundamenta] de los cristianos de la
¿Qué buscaban estos eremitas al emprender la vida solitaria? Iglesia primitiva.
Para responder a esta cuestión, es preciso saber lo que ellos criti- Estos nuevos eremitas, como contestación de la Iglesia, del
caban o lo que no querían en aquella concreta situación del mo- monacato y de la sociedad, no quieren saber nada del confort mo-
nacato, de la Iglesia y de la sociedad. nástico, ni de la instalación de la Iglesia institucional, ni de aque-
El monacato cluniacense era objeto especial de sus críticas, lla sociedad fundamentada en la desigualdad porque el cristiano
explícitas, unas veces, e implícitas, otras; de palabra, algunas ve- de verdad, tal como se lo muestra ahora el evangelio redescubier-
ces; y, por su estilo de vida, siempre. Razón para esas críticas no to, es un viajero, un exiliado, un itinerante, un soldado, que se
faltaba dentro de la institución cluniacense y también en las de- marcha de nuevo al desierto, a la soledad, para luchar contra el
más. Pero de un modo especial giraban en torno al excesivo po- diablo y contra todos los enemigos del hombre verdaderamente
der social y económico. Lo mismo que el clero secular, también cristiano22. Por lo que estos eremitas critican y rechazan, se puede
los monjes se preocupaban en exceso por ensanchar su patrimo- deducir cuáles van a ser las constantes de su espiritualidad:
nio material. Riqueza y poder político, fueron el resultado natural a) Vida solitaria. «De nuevo, como en el siglo iv, la huida
de los esfuerzos seculares de los monjes. Muchos monasterios se hacia el desierto es una característica de esta renovación de la vida
fueron transformando en establecimientos de crédito con lucrati- religiosa en la Iglesia occidental a lo largo del siglo xi y primera
vas operaciones prestamistas que, con frecuencia, eran tachadas mitad del siglo xn. El desierto, para estos nuevos eremitas, es el
de usura y de avaricia. Y no menor fue la evolución social. De bosque, la floresta, con la consiguiente inseguridad proveniente
una vida retirada del mundo, los monjes han pasado a una vida del clima, del hambre, de la enfermedad, sobre todo de las enfer-
con fuerte influjo en la sociedad circundante; empezaron por reci- medades psicológicas que la misma soledad lleva consigo. Ahora
bir ciertas inmunidades hasta convertirse en muchos casos en au- bien, la soledad tiene sus propios matices en este nuevo eremitis-
ténticos señores feudales, con soberanía temporal incluida, desde mo. No es tan estricta como en el eremitismo del siglo iv. Entre
la época otoniana. los eremitas, hay quienes \iven en la soledad más radical en me-
Evidentemente, esta situación de los monasterios benedictinos dio de los bosques, en montañas apartadas, en lugares verdadera-
contrastaba, en gran medida, con la letra y, sobre todo, con el es- mente inaccesibles. Pero también hay quienes viven en medio de
valles fértiles cerca de las ciudades; y los hay itinerantes que men-
21
MEERSSEMAN, G. C , Eremitismo e predicazione itinerante dei secoli XI e XII,
en L'E, in O., p. 165. 22
BLIGNY, B., L'Érémitisme et les Chartreux, en L'E. in O., p. 249.

78 79
digan de puerta en puerta. Este eremitismo está muy unido al nía donde reclinar su cabeza (Le 9,58). El eremitismo indepen-
afán de peregrinar, hasta el punto de que se puede hablar de un diente entra, así, en polémica con la pobreza, tal como era practi-
eremitismo peregrinante; o, quizá mejor, de una peregrinación cada entonces en los monasterios de Cluny. Pero no tenía sola-
eremítica. De hecho, el lenguaje y la opinión popular no siempre mente esta finalidad polémica, sino que, a través del más absoluto
han distinguido, sino más bien confundido, al peregrino y al ermi- despojamiento de los bienes materiales, se pretendía alcanzar la
taño o eremita 23. Hay también quienes intentan conjuntar la vida contemplación, el encuentro con Dios. Frente a Dios, el eremita
solitaria con el cenobitismo. Frente a las poderosas y ricas comu- está solo, despojado de todo, pero no separado de los demás. Sin
nidades de monjes seculares, surgen las nuevas comunidades duda, la espiritualidad eremítica de estos siglos es la expresión
eremíticas quie prefieren los lugares apartados, lejos de las ciuda- más abierta hacia más libres experiencias religiosas personales.
des. Monjes seculares, era una calificación despectiva con la que También las nuevas Congregaciones eremíticas rechazan las
los nuevos eremitas designaban a los monjes tradicionales que no formas tradicionales de pobreza. En acres disputas con el mona-
eran capaces de vivir lejos del mundo habitado, conforme a las cato cluniacense, critican los edificios suntuosos y las rentas, los
exigencias del monacato primitivo24. grandes latifundios y la pomposidad del culto en las espléndidas
Estos nuevos eremitas, especialmente los eremitas indepen- iglesias monacales. Frente a la pobreza radical del monje y a la ri-
dientes, aparecen en la literatura medieval con mucha más fre- queza de la comunidad, se exige ahora la pobreza personal y la
cuencia que los monjes, porque en su contacto con la gente pobreza comunitaria. Se adoptan hábitos de color marrón o blan-
causaban, sin duda, más admiración. Como dice Gougaud, «un co, es decir, del color de la lana natural, sin teñir; se procura una
personaje como el eremita tan anticonformista por su propia na- mayor sencillez en las iglesias y en los utensilios del culto, en un
turaleza, no raramente extravagante, a veces excepcional y heroi- notable contraste con el esplendor y la solemnidad de las ceremo-
co en sus empresas, podía aparecer a la mentalidad popular como nias realizadas en la Basílica de Cluny, la más grande y magnífica
maravilloso y hacer surgir las más coloridas leyendas»25. de toda la Cristiandad. Se trata del estilo de pobreza del que nada
Por otra parte, los eremitas de los siglos xi y xn no abandonan posee y que tiene que trabajar y, si es necesario, mendigar para
el mundo, porque constituye un peligro para su vida cristiana, co- conseguir el sustento de cada día.
mo acaecía con los anacoretas de los primeros siglos monásticos, El trabajo manual, tan en desuso en las abadías cluniacenses27
sino porque lo desprecian26. Sin embargo, este desprecio no eli- es muy importante; más importante incluso que la misma soledad.
mina todo contacto con el mundo. El desprecio implica la renun- Hasta el punto de que, si es preciso, se acortan los oficios litúrgi-
cia y, por consiguiente, la liberación de todas las cosas, pero el cos a fin de cultivar la tierra28. Esta exigencia de pobreza se acen-
eremita no rechaza el contacto con las gentes. túa cada vez más en los eremitas independientes. Se llaman a sí
b) La pobreza. La pobreza se desplaza del modelo de la mismos pauperes Christi, los pobres de Cristo; expresión que de-
comunidad primitiva (Hch 4,32-35), donde se ponía en común signaba un género de ascetismo en el que la pobreza y la soledad
todo lo que se tenía, y se distribuía a cada uno según su necesi- constituyen el contexto más propicio para la auténtica oración.
dad, practicado en los monasterios, al modelo de Jesús que no te- Este estilo de pobreza adquiere ya un carácter franciscano;
preanuncia las Ordenes Mendicantes29. Pero era muy difícil, por
23
LECLERCQ, J., «Eremus» et «eremita». Pour l'histoire du vocabulaire de la vie no decir imposible, el ideal de una pobreza comunitaria dentro de
solitaire, ColCistRef, XXV (1963), 8-30. las estructuras del monacato anterior, e incluso dentro del mona-
24
Líber de restauratione sancti Martini Tornacensis, ed. G. WAITZ, MGH, SS,
XIV, p. 36: «Postea cognovit... (Odo) a monachis juxta urbem habitantibus, quos 27
«populares sive saeculares» quídam nominant, non ex toto antiquorum instituta DOYRÉE, P., Érémitisme.., ce. 953-982.
28
posse observan». Vita sancti Bernardi Thironensis, c. 7, PL 145, 1404.
29
25
GOUGAUD, L., O. C, pp. 51-52. DEREYNE, Ch., Odón de Tournai et la críse du Cénobitisme au XI' siécle, en
26
BULTOT, R., o. c, p. 23. «Revue Moyen Age Latin», IV (1948), 149.

80 81
cato reformado. Es el caso de Vallumbrosa que, a pesar de haber movió el acceso de los monjes al sacerdocio a fin de confiarles las
nacido, conforme al propósito de San Juan Gualberto, con un parroquias rurales fundadas o asumidas por los abadías clunia-
drástico rechazo de cualquier propiedad, como un intento de censes en un tiempo en que los sacerdotes seculares dejaban mu-
realizar la más severa vida de pobreza eremítica dentro del ámbito cho que desear por la doble plaga del nicolaísmo y de la simonía.
bien cerrado del cenobio, acabó, a finales del siglo xi, siendo pro- Estos no aceptaron fácilmente esta medida, apelando a que los
pietaria de Iglesias y Prioratos en gran número 30 . A mediados del monjes están muertos al mundo y no deben asumir el ministerio
siglo xn, la mayor parte de las comunidades eremíticas fundadas ordenado, aunque en el fondo defendían sus intereses económi-
en el siglo anterior en Francia, se habían transformado en ceno- cos. Por eso el Papa Urbano II en el Concilio de Nimes (1096) re-
bios o se habían integrado en el Cister, en Prémontré o incluso en chazó la opinión contraria a la ordenación sacerdotal de los mon-
Cluny, retornando a la forma tradicional de pobreza31. jes, afirmando, incluso, que los monjes son más aptos para el mi-
Solamente con la aparición de las Ordenes Mendicantes se en- nisterio pastoral que los mismos clérigos seculares, porque viven
contrará una solución original y adecuada al problema de la po- según la regla apostólica32.
breza personal y comunitaria. Los eremitas creyeron que también a ellos se referían los cá-
c) Apostolado. El apostolado distingue fundamentalmente nones del Concilio de Nimes, porque también ellos vivían según
a los eremitas de los siglos xi y xn de sus antecesores los eremitas la regla apostólica y «estaban muertos al mundo»; pero Urbano II
del siglo iv. Los primeros monjes, tanto los anacoretas como los se refería solamente al ministerio parroquial, porque solamente
cenobitas pacomianos, renunciaban a toda clase de apostolado di- en las parroquias regidas por monjes o por clérigos seculares se
recto. Sin duda, los monjes de los desiertos de Egipto, de Siria o administraba el bautismo.
de Palestina, eran apóstoles; su apostolado alcanzaba al corazón No consta cuándo la Jerarquía eclesiástica se reservó el permi-
mismo de la Iglesia por su compromiso ascético. También los ere- so de predicar, aunque el primer caso conocido de un permiso ex-
mitas medievales son apóstoles por su ascesis; pero su apostola- plícito de predicar concedido por la Santa Sede, parece ser el de
do no se para ahí, sino que se dedican también a una actividad Gregorio VII al monje Wederico, de la abadía de San Pedro
apostólica directa, como consecuencia de su mayor apertura al de Gante, a quien se califica como magister pauperum, maestro de
mundo. los pobres, expresión que se acuñó más tarde para significar la
Sin embargo, el eremita no es un apóstol como los secuaces de forma de predicación de Pedro el Ermitaño, de Roberto d'Arbris-
los movimientos pauperísticos de la segunda mitad del siglo xn sel, de Bernardo de Thirón, etc. El autor del Chronicon Afflige-
que abrazaban la predicación itinerante al estilo de los Apóstoles. mense33 afirma que Wederico de Gante no era el único que ejer-
Este apostolado eremítico se realiza al margen de la Jerarquía cía la predicación itinerante.
eclesiástica, es decir, sin una misión canónica. Los eremitas, tan Se puede afirmar que en tiempos de Gregorio VII se crea,
dados a la peregrinación, aprovechan su encuentro con las gentes pues, un nuevo género de ministerio sacerdotal, el de predicador
para evangelizarlas. itinerante con licencia de la Santa Sede, por encima de las jerar-
La predicación itinerante de los eremitas era algo desusado en quías locales. Pero lo que en un principio era oficio de sacerdotes,
la Iglesia; pero la Reforma gregoriana facilitó esta misión. El pun- fuesen monjes o clérigos seculares, muy pronto empezaron a ejer-
to de partida está en el hecho de que el Papa Gregorio VII pro- cerlo, con permiso de la jerarquía o sin él, algunos eremitas, los
cuales alegaban como fundamento de su derecho de predicar
111
aquellas palabras del biógrafo de Bernardo de Thirón: «Por la
BoEsrii, S., Giovanni Gualberto e la vita comune del clero nelle biografié di
Andrea da Strumi e di Atto da Vallombrosa, en «Vita comune del Clero», vol. II,
32
228-235. MANSI, II, 934-935. Cf. DEREINE, Ch., Leprobléme de la cura animarum chez
11
BECQUET, J., L'érémitisme clerical et laic dans l'Ouest de la France, L'E. ¡n Granen, «Studia Gratiana», II (1954), 307-318.
33
O., pp. 182-202. MGH,SS, IX, 407-408.

82 83
virtud de la mortificación se alcanza la licencia de la predi- tas independientes, puesto que exigían para ingresar en el estado
cación»34. eremítico haber vivido por lo menos tres años en comunidad 38 .
El Papa Calixto II quiso poner un freno a esta predicación in- En España, el II Concilio de Toledo (646) tomó drásticas me-
controlada, intentando conectarla con algún título eclesiástico. didas contra los eremitas vagabundos y permitió el ingreso a la vi-
Pero todo fue inútil porque, precisamente, a partir de su pontifi- da eremítica solamente a los monjes verdaderamente virtuosos39.
cado, fue cuando se incrementó esta predicación laical itinerante. A finales del siglo vm, el Concilio de Frankfurt (794) exigía ya
El Papa Inocencio III, a finales del siglo xn y principios del xm, el permiso expreso del obispo, si se trataba de un simple laico, o
retornó de un modo oficial, a la idea de Gregorio VII, concedien- del abad, si se trataba de un monje, para que pudieran abrazar el
do a Fulco, antiguo párroco de Neuilly, la licencia de la predica- eremitismo40.
ción itinerante, el cual acabó fundando una congregación de cléri- En los siglos xi y xn, los eremitas independientes necesitan de
gos dedicados a este ministerio35. El propio Inocencio III en el manera absoluta el permiso del obispo, porque es la única manera
Concilio IV de Letrán (1215) mandó instituir predicadores itine- de garantizar su estado público en la Iglesia. Lo cual, a su vez, le
rantes en todas las diócesis36. Pero se trata de un tiempo en el que permitía gozar de una serie de privilegios, como ser guardianes de
los Mendicantes han asumido ya la predicación itinerante como una iglesia o de una ermita rural, la inmunidad eclesiástica, llevar
algo específico suyo37. un hábito específico y pedir limosna de puerta en puerta. Gene-
ralmente, era suficiente el permiso del obispo para que un laico
pudiera abrazar, sin más, la vida solitaria, pero en ocasiones la
4. Legislación iniciación al eremitismo tenía lugar en una ceremonia litúrgica,
aunque es una costumbre de la que no hay ningún testimonio has-
La vida eremítica, desde sus mismos orígenes, se caracterizó ta el siglo xv. El Pontifical de Edmundo Lacy, obispo de Here-
por la independencia; no constituía ningún estamento jurídico en ford y de Exeter, muerto en 1455, parece ser la primera fuente
la Iglesia. Solamente a causa de los abusos de algunos monjes, relativa a un oficio para imponerle el hábito y bendecir a un ere-
eremitas y cenobitas, el Concilio de Calcedonia (451) legisló so- mita41. La práctica de la vestición del hábito en una ceremonia li-
bre la vida monástica sometiendo todos los monjes a la vigilancia túrgica presidida por el obispo o por un delegado suyo se genera-
de los obispos. Pero fue el Concilio Trulano II (692) el primero lizó posteriormente.
que legisló directamente para los eremitas. El canon 41 de este El eremitismo medieval tuvo también su Regla. Se trata de la
Concilio fustiga a aquellos que se llaman eremitas y, sin embargo, Regula solitariorum 42, compuesta por un tal Grímlico, del cual
viven fuera de sus lugares de «retiro», y los exhorta a retornar a nada se sabe con exactitud, a no ser que se identifique, lo cual pa-
su vida solitaria. rece que no es posible, con un presbítero del mismo nombre per-
En Occidente, casi desde los comienzos de la Edad Media, los teneciente a la diócesis de Metz. No se trata de una obra original.
Concilios de Vannes (465) y de Agde (506) intentaron controlar En realidad, se limita a entresacar algunas enseñanzas de los
a los eremitas a través de una legislación que establecía las nor- autores monásticos antiguos, entre los que sobresale la Regla de
mas para que se les reconociese su condición de tales en la Iglesia. San Benito. El autor de esta Regla escribe específicamente para
En realidad, estos concilios no reconocían la condición de eremi-
38
MANSI, VII, 954: Concilio de Vannes, c. 7; VIII, 331: Concilio de Agde,
34 c. 38.
GAUFREDUS GROSSUS, Vita Bernardi Thironensis, PL 172, 1398. 39
35 MANSI, X, 769: II Concilio de Toledo, c. 5.
CHARASSON, A., Un curéplébeien au XW: Foulque, curé de Neully-sur-Marne 40
MANSI, XIII, 908: Concilio de Frankfurt, c. 12.
(1191-1202),?ms, 1905. 41
36 Líber Pontificalis Edmundi Lacy, Exeter, 1847, pp. 129-139.
MANSI, XXII, 998: C. X.: Depraedicatoribus instituendis. 42
37 PL 103, 575-664.
MEERSSEMAN, G. G., O. C, pp. 164-179.

84 85
los monjes que quieren pasar a vivir en la soledad o en la reclu-
justificar el eremitismo en su forma de reclusión con unos argu-
sión, pero no descarta la posibilidad de que los candidatos pue-
mentos que se enraizan en la tradición de los Padres del desierto.
dan venir directamente del mundo, aunque éstos son más bien es-
El reglamento ascético es, en realidad, una adaptación de la Re-
casos, especialmente cuando se trata de reclusos43. Según toda la
gla de San Benito, pero desde la interpretación que a la misma le
tradición occidental anterior, por lo que se ha visto en la legisla-
daban los cistercienses. El directorio ascético está dedicado a la
ción de los Concilios de Vannes, Agde y Toledo, el eremitismo
vida moral, es decir, a los vicios y a las virtudes, concediéndole un
está reservado a los monjes bien experimentados en la vida comu-
puesto quizá exagerado a la temática de la castidad y a la impor-
nitaria. Para Grímlico, el eremitismo es el camino por excelencia
tancia de la mortificación corporal como remedio infalible para
para la contemplación, porque cuanto más lejos se está del mun-
conservarla. Tiene, por el contrario, muy atinadas observaciones
do, tanto más cerca se está de Dios 44 . Pero la soledad, por sí mis-
sobre la humildad46. Aelredo distingue en la vida de las reclusas
ma, no es suficiente, porque el eremita lleva dentro de sí las pro-
entre ejercicios corporales que comprenden los ayunos, las vigilias
pias pasiones. La soledad es un medio. Esta Regla de los solita-
y el trabajo; y ejercicios espirituales que son la «lectio divina», la
rios, en contraposición a los apotegmas de los solitarios del si-
oración y la meditación. Al tema de la meditación le dedica Ael-
glo iv, no solamente tolera algunos contactos con el mundo, sino
redo la tercera parte de su obra. La finalidad de este ejercicio es-
que, incluso, les impone el apostolado directo, aunque no siste-
piritual es «amueblar el espíritu con imágenes que, en la refle-
mático, sino más bien ocasional; y, lo que todavía era más impen-
xión, se animan, tocan el corazón y lo preparan para el amor afec-
sable para los primeros anacoretas, admite la posibilidad de que
tivo y para los santos deseos»47.
acepten ministerios eclesiásticos propiamente dichos si son con-
vocados para ello por el obispo. Goscelino era un monje lorenés del monasterio de Saint-
Bertín (Morinie) que se establece en Inglaterra, junto al obispo
El eremitismo inglés ha producido dos tratados sobre la vida
Hermán de Ramsbury-Sherborne, oriundo de Lorena. Allí cono-
eremítica que han desempeñado un papel muy importante en la
ció a Eva, monja de la abadía de Wilton con la que trabó una
historia de la espiritualidad monástica. Se trata del De Institutione
gran amistad. Un buen día, Eva se marchó a Francia para ingresar
inclusarum, de Aelredo de Rievaulx, y el Líber confortatorius, de
en la reclusería de San Eutropio, junto a Angers, donde se puso
Goscelino de San Berrín.
bajo la dirección del eremita Hervé de Vendóme. Para ella escri-
Aelredo de Rievaulx había nacido en Hexham (Nortumber- be Goscelino su Líber confortatorius 48, que, más que un tratado,
land) hacia 1109 y murió en la abadía cisterciense de Rieavaulx es una larga carta en la que Goscelino le reprocha su alejamiento,
(Yorkshire) en 1166, donde había sido maestro de novicios y pero en la que le propone también un programa de vida religiosa,
abad. Escribió su obrita, De Institutione inclusarum, a petición de a fin de que se haga verdaderamente digna de su nueva vocación
una hermana suya que había abrazado el eremitismo bajo la for- de reclusa49.
ma de la reclusión. De ahí el título de la obra: Institución de las
Cuando la vida eremítica occidental entró en una profunda
reclusos. Su contenido, según el propio Aelredo, responde a lo
decadencia, después de la Reforma protestante del siglo xvi, los
que su hermana le había pedido: «Ahí tienes lo que tú me has pe-
obispos tuvieron una mayor acción de control sobre los eremitas;
dido: 1) un reglamento de vida; 2) un directorio ascético, y yo
añado: 3) un ejemplo de meditación» 45 . Aelredo se esfuerza por

46
43 DUMONT, Ch., o. c, p. 13.
Ib., 92. 47
44 Ib., p. 19.
Ibidem. 48
45 Ed. C. H. TALBOT, The «Líber confortatorius» of Sant Bertin, StudAns,
AELREDO DE RIEVAULX, De institutione reclusarum. Trad. francesa de Ch.
XXXVII, Roma, 1955, pp. 26-117; WILMART, A., Eve et Goscelin, RevBén, 45
DUMONT, La vie de Recluse, SCh, n. 79, París, 1961, p. 12; TALBOT, C. H. publicó
(1943), 414-438.
una traducción en AnailOCist, VII (1951), 77-217. 49
WILMART, A., Eve et Goscelin II, RevBén, 50 (1938), 42-83.
86
87
algunos les prohibieron incluso la entrada en sus diócesis. En
La afirmación de Sainsaulieu respecto de Francia, se podría
1748, el Papa Benedicto XIV dedicó un capítulo en su tratado de
aplicar, en las debidas proporciones, a todos los demás países
Derecho canónigo, De Synodo diocesana, al eremitismo, some-
europeos. De hecho, las leyendas hagiográfícas apenas si mencio-
tiendo totalmente los eremitas a los obispos. Durante los dos últi-
nan algunos nombres de eremitas para el siglo x; en cambio,
mos siglos, aunque el eremitismo no desapareció del todo, la Igle-
abundan los nombres para los siglos anteriores, y especialmen-
sia lo ha ignorado en su legislación universal, puesto que el Dere-
te para los siglos xi y xn52. El eremitismo empezó a florecer
cho canónico promulgado en 1917 ni siquiera los menciona. Pero
en torno al año 1000, a la par con el desarrollo económico y so-
la Iglesia ha devuelto su carta de ciudadanía a los eremitas al re-
cial, con el restablecimiento del orden político y con la recupera-
conocerlos como tales en el canon 603 del nuevo Código de De-
ción de las actividades culturales53.
recho canónico promulgado por Juan Pablo II en 1983.
A mediados del siglo xi hay eremitas por todas partes; pero
sus hagiógrafos decepcionan porque no transmiten de ellos nada
5. Expansión del eremitismo más que la severidad de sus aventuras ascéticas. Únicamente dan
algunas noticias sobre el estilo de su vida y de su actividad, res-
El rebrotar incontenible del eremitismo se extendió por toda
pecto de aquellos eremitas que desempeñaron un papel relevante
Europa durante los siglos xi y xn. Por todas partes surgen pe-
en la propagación de algunas tendencias heretizantes, como el
queñas ermitas, diseminadas sobre las montañas, en los bosques,
monje Enrique54, o cuando contribuían a la popularidad de deter-
en las islas y, en ocasiones, cerca de las ciudades o al lado de los
minados movimientos socio-políticos, como fue el caso de Rober-
caminos más frecuentados. Hay eremitas que viven olvidados casi
to d'Arbrissel a quien el propio Papa Urbano II le encomendó la
por completo por sus contemporáneos; pero otros ejercen una
propaganda de la primera cruzada, y especialmente Pedro el Er-
gran influencia y tienen que defenderse de la popularidad. Los
mitaño que se empeñó exhaustivamente también, aunque sin
hay que no tienen residencia fija, caminando continuamente de
mandato pontificio, en la predicación de la primera cruzada, en-
una parte a otra, ya sea para visitar los santuarios famosos, ya sea
tusiasmando a las masas más desheredadas que lo siguieron faná-
para predicar por ciudades y aldeas al estilo de los Apóstoles50.
ticamente55.
Sin embargo, no resulta fácil relatar la aventura eremítica de estos
hombres, porque las fuentes, en la mayor parte de los casos, ni si- La nueva oleada de eremitismo arraigó de un modo especta-
quiera dan cuenta de sus nombres. cular en Francia, sobre todo en la región occidental, donde desa-
rrollaron su actividad personajes como Roberto d'Arbrissel, Ber-
El eremitismo que caracterizó los orígenes del monacato en el nardo Thiron, Vital de Savigny y el mismo Norberto de Xanten
siglo iv no desapareció nunca del todo. Tanto en la Iglesia orien- en su etapa de predicador itinerante, antes de fundar la Orden de
tal como en la occidental hubo una sucesión ininterrumpida de Prémontré56. También la zona limosina donde desarrolló su acti-
eremitas. Ni siquiera en el siglo x que conoció tantos desórdenes vidad y su enseñanza Esteban Thiers de Muret, el eremitismo gozó
civiles y eclesiásticos, llegó a desaparecer del todo, aunque es de mucha popularidad por el gran número de sus adeptos57. El
cierto que su decadencia fue casi completa. Esta centuria, en
efecto, en opinión de Jean Sainsaulieu, está tan vacía de eremitas, 52
que no ofrece nada más que siete nombres para toda Francia, Ibidem.
43
VIOLANTE, C , O. C, p. 130.
mientras que las mismas fuentes ofrecen 455 nombres para los si- 34
MANSELLI, R., Studisulle eresie del secólo XII, Roma, 1953.
glos inmediatamente anteriores, y 3.000 nombres para los siglos 55
ALPHANDERY, P.; DUPONT, A., La chrétienté et l'idée de croisade, París, 1954;
siguientes51. ROUSSET, P., Histoire des croisades, París, 1957.
56
BECQUET, J., o. C, 83-202; NIDERST, T. M., Le mouvement érémitique dans
50 l'Ouest de la France, «AnnaJes de Bretagne», 55 (1948), 1-46; ID., Robert d'Arbris-
ROUILLARD, F., Eremitismo, DIP, 3, 1233.
51 sel et les origines de l'Ordre de Fontevrault, Rodez, 1952.
SAINSAULIEU, J., Érémitisme, DHGE, XV, 773. 57
BECQUET, J., Etienne de Muret, DSpir., IV, 1504-1514.
88
89
eremitismo francés de esta época asumió dos tendencias funda- incursión de los húngaros en el año 92660. En el siglo xi merece
mentales: un grupo de discípulos en torno a un maestro, sin que destacarse el eremita Gunther, el cual abandonó su noble familia
ello supusiera la fundación de una comunidad ni una Orden pro- cuando tenía cincuenta años para ingresar en el monasterio de
piamente dicha; y eremitas en predicación itinerante que, en Alteich; pero a los dos años lo abandonó para dedicarse a la pre-
algún caso concreto, concluyó en la fundación de una nueva Or- dicación itinerante por Alemania, Bohemia y Hungría, alcanzan-
den58. do una gran popularidad. Para el siglo xn, apenas existen biogra-
El eremitismo inglés, a pesar de no ser tan numeroso como en fías que transmitan datos concretos sobre eremitas alemanes, aun-
el continente, ha ofrecido varios tratados específicos sobre la vida que se conocen por medio de otros documentos algunos nombres
eremítica, especialmente en la modalidad de la reclusión. Ya se como el de Lindolfo, un eremita muy popular en la región del ba-
han mencionado anteriormente las obras de Aelredo de Rievaulx, jo Rhin61. A partir del siglo xm, el eremitismo alemán adquiere una
De Institutione inclusarum, y di de Goscelino, Líber confortato- organización más estable. No tiene un carácter tan dinámico co-
rius. A éstos habría que añadir el Atieren Riwle, que se puede da- mo el de otras partes, como Francia e Italia. En Alemania, los
tar hacia mediados del siglo xu. Más que Reglas de vida eremíti- eremitas participaron menos en los movimientos religiosos y so-
ca, son tratados de vida espiritual. El siglo xn fue el de mayor es- ciales del tiempo y, por consiguiente, tampoco tuvieron una parti-
plendor eremítico en Inglaterra. Por lo menos a esta centuria per- cipación activa en las herejías antieclesiales, aunque algunos obis-
tenece la mayor parte de la información que se posee sobre ere- pos desconfiaban de los eremitas independientes que no se some-
mitas. Entre los eremitas ingleses de este período destacan San tían a las disposiciones eclesiásticas62. Fue una excepción en este
Enrique (muerto en 1120), un danés de nacimiento, pero inglés sentido, San Nicolás de Flue, un campesino de Unterwalden, en
de adopción, que hizo de la isla de Coquet escenario de sus auste- Suiza, gran contemplativo que no dudó en abandonar su retiro
ridades ascéticas; San Caradoco (muerto en 1124) que practicó la para trabajar denodadamente por el restablecimiento de la paz en
itinerancia; y San Godrico (1170), el cual, después de haber reco- su patria; pero pertenece a una etapa bastante posterior, puesto
rrido los mares como navegante, pasó los últimos sesenta años de que muere en 1487, siendo canonizado por el Papa Pío XII en
su vida recluido en el eremitorio de Finchale59. 1947.
En Alemania no tuvo el eremitismo una gran vitalidad du- En los Países Bajos, sin que se puedan mencionar muchos
rante los siglos xi y xn, ni en la forma de comunidades eremíti- nombres, el eremitismo tuvo una gran influencia en el Beguinis-
cas de las que no se fundó ninguna, ni en la forma de eremitis- mo, antes de que este movimiento se desviara hacia tendencias
mo independiente. Es cierto que San Bruno es alemán, pero pa- hereticales. El mismo Ruysbroeck, el gran maestro de la mística
só la mayor parte de su vida en Francia, concretamente en Reims, especulativa holandesa, está marcado, sin duda, por la espirituali-
como canónigo y como eremita en los montes de la Chartreuse, dad eremítica.
donde fundó la Orden de la Cartuja, y murió en Torre Ca- El eremitismo tan arraigado en la península italiana durante
labria (Italia). Existen, sin embargo, eremitas independientes, in- los siglos iv y v63 tuvo muchos seguidores en los siglos posteriores.
cluso como reclusos, ya sea en forma solitaria estricta, ya sea en San Gregorio Magno testifica la presencia de eremitas reclusos
pequeños grupos bajo la dirección de un maestro sin llegar a for- desde finales del siglo vi64. Abundan los nombres de eremitas in-
mar verdadera comunidad eremítica. Se hizo célebre, como reclu-
sa en las inmediaciones de San Gal, Santa Wiborada, aunque per-
tenece a un tiempo inmediatamente anterior, martirizada en una
60
Vita sanctae Wiboradae, ActaSS, mayo I, 289.
61
58 Vita Sancti Norberti, MGH XII, 672.
MARBORDO DE RENNES, Ep. ad Robertum d'Arbríssel; PL 171, 1480-1486. 62
59 GRUNDMANN, H., Eremiti in Germania dalsecólo XalXII, L'E. in O., 329.
DAUPHIN, H:, L 'Erémitisme en Angleterre aux XI' et XII" siécles, L'E. in O., 63
HVR I, 459-460.
271-203. 64
SAN GREGORIO MARGNO, Diálogos, III, 16.

90 91
dependientes, así como de monjes eremitas, tanto en el sur de Ita-
lia, donde está aún muy vivo el monacato griego, como en el resto 3.
de la península. Ahora bien, el eremitismo italiano tiende hacia el
agrupamiento, hacia un eremitismo atemperado de cenobitismo,
Congregaciones
como se verá en el apartado siguiente. eremíticas

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Q?
93
El eremitismo, con tendencia a la agrupación y a la formación el sur de la península'italiana, de dominio bizantino desde los
de pequeñas comunidades, tiene muchos adeptos en toda Europa tiempos de Justiniano. La presencia musulmana en la isla desde la
a lo largo de los siglos xi y xn. El benedictino Ph. Rouillard ha conquista de Palermo (831) y Mesina (839), fue ocasión para que
reunido lo más sobresaliente de este hervor eremítico-comunita- algunos monjes padecieran el martirio como los de Siracusa
rio en una apretada síntesis: (878). Es cierto que no hubo una persecución propiamente dicha
por parte de los musulmanes, pero las vejaciones de que eran
«Hacia el año 989, Roberto se retira con dos compañeros al eremito- víctimas los monjes, obligó a muchos de ellos a emigrar hacia el
rio de Fuente Avellana en la Marca de Ancora; hacia 1012, San Romual- continente, especialmente hacia Calabria.
do funda una comunidad de eremitas en Camaldoli, en Toscana; en tomo No obstante, en Sicilia varios monasterios de obediencia basi-
a 1025, San Juan Gualberto, antes benedictino, se establece con algún
liana perduraron durante la dominación árabe: Santa María de
compañero en la soledad de Vallumbrosa, a treinta kilómetros al este de
Florencia; en 1084, San Bruno se retira con seis compañeros al desierto Vicari en el Valle de Mazzara, Santo Ángel de Brolo, San Felipe
de la Cartuja; hacia 1090, San Esteban de Muret, que había llevado vida y San Bárbaro en el Valle de Demena, los cuales eran con fre-
solitaria en Calabria, reúne en las cercanías de Limoges algunos solitarios cuencia, devastados por las incursiones de los árabes. Pero en más
que tomarán más tarde el nombre de eremitas de Grandmont; hacia de una ocasión los mismos monjes supieron defenderse con las ar-
1120, San Guillermo de Vercelli funda una comunidad de eremitas en mas frente a los musulmanes, y con éxito2.
Monte Vergine, junto a Avellino, mientras que su amigo Juan de Matera En un contexto de inseguridad así, era muy difícil que el ere-
funda otra comunidad en Pulsano (Puglie); en torno a 1155, San Guiller- mitismo pudiera tener mucho vigor en Sicilia. Por lo mismo, hasta
mo de Malval que anteriormente había sido soldado, reúne en las proxi- después de la conquista de la isla por los normandos en el siglo xi,
midades de Siena algunos eremitas con los cuales constituye la comunidad no se producirá una gran recuperación del monacato, tanto ce-
que después tomará el nombre de Guillermitas. El movimiento es muy
nobítico como eremítico.
acentuado en Francia (Normandía y Bretaña), donde algunas colonias de
solitarios acuden en torno a mestros entusiastas y llenos de fascinación co- En. la Magna Grecia fue muy distinto el panorama que ofrecía
mo Roberto d'Arbrissel, Vital de Mortain, Bernardo de Thirón, Rodolfo el monacato, sobre todo en Calabria, donde, más que los ceno-
de La Futaie»1. bios, abundaban los eremitas, hasta el punto de que esa región fue
bautizada con el nombre de la Tebaida Italiana*.
Faltan muchos nombres, como puede ser el de San Nilo, un Bajo el régimen normando, el monacato basiliano del sur de
monje de Calabria que en las cercanías de Roma fundó, a princi- Italia concentra los monasterios más pequeños bajo la dependen-
pios del siglo xi la abadía de Grottaferrata, de ritmo oriental; pe- cia de los monasterios más numerosos y más fuertes. En cada re-
ro, sin duda, están las más representativas de la época, muchas de gión, hay un monasterio en torno al cual gira la vida de los demás
las cuales tienen aún una gran vitalidad. De ellas se trata a conti- monasterios: San Elias de Carbone, para la Basilicata; San Juan
nuación. Mietitore de Stilo, para el Aspromonte; Santa María del Patir de
Rossano, para la Sila; San Nicolás de Cásale, para la Lucania y la
Puglia, y San Salvador de Mesina, para Sicilia4.
Pero el monacato basiliano del sur de Italia, alejado de los
1. San Nilo de Rossano y la abadía
2
de Grottaferrata SCADUTO, M., // monachesimo basiliano nella Sicilia Medievale. Rinascita e
decadenza, sec. XI-XII, p. 45; Vita Sancti Loukas de Demena, ActaSS, octubre, VI,
p. 340.
La falta de fuentes imposibilita la reconstrucción de la historia 3
GAY, J., L'ltalie méñdionale et l'Empire byzantin (867-1071), París, 1924,
del monacato griego en Sicilia y en la Magna Grecia, es decir, en pp. 264-286.
4
LAKE, K., The Greek monasteries in South Italy, en «The Journal of Theologi-
1
ROUILLARD, Ph., Eremitismo, DIP 3, 1231. cal Studies», 5 (1903), pp. 24-27.

94 95
centros orientales de espiritualidad y de cultura griegas, en medio dres; y a la reconstrucción y conservación de manuscristo anti-
de una población cada día más latinizada, va perdiendo vitalidad, guos. Sus abades han sido, en ocasiones, enviados por los Papas a
sobre todo por falta de nuevas vocaciones, a lo largo de los si- Constantinopla para limar las asperezas surgidas entre las Iglesias
glos xi y xu. En vano el cardenal Bessarión, como comendatario, de Oriente y de Occidente 6 .
intentará, a mediados del siglo xv, devolverle su antiguo esplen-
dor5. 2. San Romualdo y los Camaldulenses7
Sin embargo, el monacato griego o basiliano no desaparecerá
del todo de Italia, porque logrará incrustar una abadía en el cora- San Nilo de Rossano había demostrado que era factible con-
zón mismo de la Iglesia latina, como símbolo de la unión entre el juntar la vida eremítica con la agrupación de los eremitas en una
monacato latino y el monacato oriental: La abadía de Grottafe- comunidad sometida a una Regla y a un abad, sin que se perdiera
rrata, cuyo fundador fue San Nilo. lo sustancial del ideal eremítico. El propio San Nilo había realiza-
do esta experiencia con sus discípulos, especialmente en el sur de
San Nilo nació en Rossano (Calabria) en torno al año 910 en
Italia, no tanto en la abadía de Grottaferrata, en la que el eremi-
el seno de una noble familia de origen ítalo-griego. Después de
tismo quedó más dulcificado por la prevalencia del ideal comuni-
una juventud bastante despreocupada, se hizo monje basiliano,
tario. Esta era, sin embargo, una experiencia más, dentro del mo-
dedicándose al estudio de la Sagrada Escritura y de los santos Pa-
nacato oriental que conocía ya desde antiguo la conjunción entre
dres, sin descuidar la literatura griega en la que sobresalió como
eremitismo y cenobitismo. Por eso fue San Romualdo quien pri-
fino poeta. Desde Calabria, caminando siempre hacia el norte, va
mero realizó esta conjunción en el monacato occidental.
fundando monasterios, entre los que sobresalen el de Valleluce,
cerca de Montecasino, y el de Serperi (Gaeta), hasta que llega a San Romualdo pertenecía a la familia de los duques de Ráve-
las cercanías de Roma, fundando su último monasterio en Grotta- na, donde había nacido en el año 952. Muy joven todavía, ingresó
ferrata, donde muere a los noventa y cinco años de edad, en en el monasterio benedictino de San Apolinar de Classe de la
1005. misma ciudad, al parecer, para expiar un asesinato cometido por
su padre, que le causó una profunda conmoción interior. Pero no
Se coloca a San Nilo dentro del movimiento eremítico, por-
encontró allí el ambiente adecuado para satisfacer sus deseos de
que, a pesar de ser fundador de varios monasterios, vivió la ma-
penitencia y austeridad que chocaban grandemente con la vida
yor parte de su vida en la más estricta soledad. Y la Regla de San
cómoda de aquellos monjes. De ahí que decidiera abandonar el
Basilio que dio a sus monasterios, incluido el de Grottaferrata, es-
monasterio, para abrazar la vida eremítica en un bosque en las
tá modificada por su tendencia ascética, sumamente rigorista, y su
cercanías de Venecia, poniéndose bajo la dirección del anacoreta
fuerte tonalidad eremítica. La abadía fue iniciada por San Nilo,
Marino. Tuvo con él un duro aprendizaje. Le obligaba a recitar de
pero terminada por su discípulo San Bartolomé.
memoria el Salterio; y, a cada error que cometía, le propinaba un
La abadía de Grottaferrata está edificada sobre las ruinas de
garrotazo en la oreja izquierda; tantos debieron ser los golpes
lo que, al parecer, fue la villa de Marco Tulio Cicerón; recibe su
que, en cierta ocasión, le obligaron a dirigirse a su maestro: «Gol-
nombre, Grottaferrata, de una gruta sepulcral adornada con dos
peadme en el lado derecho, porque del izquierdo ya estoy com-
verjas de hierro forjado, que se supone que fue la tumba de
pletamente sordo» 8 .
Tuliolla, hija de Cicerón. La abadía fue consagrada por el Papa
Juan XIX en 1024 en honor de Santa María Madre de Dios. Sus 6
MINISCI, T., Santa Maria di Grottaferrata, Grottaferrata, 1966; BORGIA, N., La
monjes se han dedicado desde entonces, en fidelidad a su propio Badia di Grottaferrata nel diritto ecclesiastico bizantino, Grottaferrata, 1968.
fundador, al estudio de la Sagrada Escritura y de los Santos Pa- 7
GIABBANI, A., L'Eremo, Camaldoli, 1941; ID., Menologio Camaldolese, Ca-
maldoli, 1950; PAGNANI, G., Storia dei Camaldolesi, Sassoferrato, 1949; DONATI,
5
OOUILLOU, A., // monachesimo Greco in Italia Meridionalee in Sicilia nelMe- G., L'Ordine Camaldolese, Camaldoli, 1964.
8
dioevo, L'E. in O., pp. 360-361. SAN PEDRO DAMIÁN, Vita Sancti Romualdi, PL 144, 959.

96 97
Hallándose en Venecia, Garín, abad del monasterio catalán
ca estricta. La agrupación de estos eremitorios y monasterios
de San Miguel de Cuxá, conoció al austero eremita a quien llevó
consigo a Cataluña. En la abadía catalana se dedicó Romualdo constituye la Congregación camaldulense. El prior de Camaldoli
con auténtica pasión al estudio de la Sagrada Escritura, de los Pa- es, al mismo tiempo, superior general de la Congregación. Es ele-
dres del Desierto y de los grandes maestros del monacato antiguo. gido de por vida por los monjes de la Casa-Madre, pero es confir-
De sus investigaciones sacó la conclusión de que, conforme a los mado por el Capítulo General, el cual, en votación secreta, puede
ideales de Casiano9 y de San Benito10, la vida eremítica era el pa- rechazarlo. El superior general es ayudado por dos asistentes. Ca-
so siguiente a una vida comunitaria cumplida en todas sus exigen- da tres años, se celebra una Dieta y, cada seis, el Capítulo Gene-
cias. ral. En su mayor esplendor, la Camáldula contó con 100 eremito-
rios y 400 abadías y prioratos. En la actualidad cuenta con cinco
En consecuencia, Romualdo decidió regresar a Italia para re-
alizar allí sus ideales eremíticos. Su trabajo le costó abandonar eremitorios y cuatro monasterios. A pesar de que San Romualdo
Cataluña, porque, al decir de San Pedro Damián, su biógrafo, tal estuvo algún tiempo en Cataluña, dejando allí una preciosa estela
era la fama de santidad que Romualdo había irradiado entre los de santidad, sin embargo, ni en esta región ni en ninguna otra de
campesinos de Cuxá, que éstos se oponían tenazmente a su mar- España surgió ningún monasterio camaldulense hasta tiempos
cha, hasta el punto de que llegaron a contratar a unos asesinos muy modernos. En 1923 se fundó la Camáldula de Nuestra Seño-
para que le dieran muerte, a fin de quedarse con sus reliquias11. ra de la Herrera en Miranda de Ebro (Burgos), la cual, a pesar del
escaso número de monjes, ha dado ya dos superiores generales a
Una vez regresado a Italia, se dedicó durante algún tiempo a
predicar contra la corrupción del monacato, contra el nicolaísmo la Orden: los padres Mariano Oscoz (muerto en 1969) y Santiago
de los sacerdotes seculares y contra los abusos de poder de los del Río12.
señores feudales. Entusiasmado con sus ideales de renovación San Romualdo dio a sus monasterios la Regla de San Benito,
eclesial, el emperador Otón III le concedió la abadía de San Apo- con hábito blanco; pero lo que configura la legislación camaldu-
linar de Classe, en la que había ingresado y que había abandona- lense son las Costumbres o interpretaciones prácticas de la Regla;
do también. Pero renunció muy pronto a su condición de abad y las Constituciones o elementos jurídicos que establecen las rela-
para abrazar de nuevo la vida solitaria. En la región de Rávena y ciones entre los distintos monasterios y eremitorios de la Congre-
en los montes Apeninos fundó varios monasterios en los que los gación Camaldulense. Las Constituciones fueron elaboradas por
monjes trabajaban y oraban en común, como en los demás mo- San Rodolfo (1080-1085); pero han ido evolucionando a través
nasterios benedictinos; pero con la novedad de que a cada mo- de los siglos hasta la última acomodación llevada a cabo en 1968-
nasterio le confió un eremitorio situado en las cercanías, en el que 1969 en el contexto de la renovación pedida a todos los religiosos
los monjes vivían en soledad entregados a la oración y a la peni- por el Concilio Vaticano II.
tencia con el rasgo cenobítico de tomar los alimentos en común. La espiritualidad camaldulense no se agota en su dimensión
La fundación que ha transmitido el recuerdo imperecedero de eremítica que evocaría la espiritualidad de los Padres del Desier-
San Romualdo es la de Camaldoli (Campus Maldoli) cerca de to, sino que es polifacética. Quien mejor la ha formulado ha sido
Arezzo, en los Apeninos. Camaldoli en un conjunto de celdas uno de los primeros discípulos de San Romualdo, San Bonifacio:
rodeadas por un muro para vivir en solitario como ermita- «Para los novicios que vienen del mundo, el deseado cenobio; pa-
ños, pero con alguna matización comunitaria. San Romualdo ra los maduros sedientos de Dios, la dorada soledad del eremito-
fundó también monasterios en los que se practica la vida cenobíti- rio; para los que desean liberarse y estar con Cristo, el evangelio
entre los paganos»13. Los monasterios camaldulenses han sido
9
HVRI, 63-71.
centros donde no solamente ha sido cultivada la santidad como lo
10
Ib., 77-482.
12
11
SAN PEDRO DAMIÁN, O. C, PL 144, 966-967. MARÍN, J. M., Camaldulenses, DHEE, 1, p. 322.
13
Citado por CACCIAMANI, G., Camaldolesi, DIP 1, 1718.
98
99
atestigua su Menologio que enumera más de 400 santos, sino 3. San Pedro Damián y Fuente Avellana
también centros de irradiación apostólica como lo confirma el
San Pedro Damián nació en Rávena en 1007 y murió en el
movimiento misionero hacia Polonia patrocinado por el propio
monasterio de Santa María Fuori Porta (Faenza) en 1072. Quedó
San Romualdo en 1001; y hacia Hungría, por su sucesor en 1010,
huérfano siendo aún muy niño. No hay que prestar mucho crédito
aunque estos impulsos misioneros no dieron todos los frutos que
a su biógrafo J. de Lodi14, cuando afirma que un hermano mayor
se esperaban. Dentro de la más genuina tradición benedictina, a
que lo tomó a su cuidado, lo trató despiadadamente hasta que pa-
cuya Regla estaban afiliados, los camaldulenses crearon en sus
só a la custodia de su hermano Damián que era clérigo. Al perca-
monasterios hospederías para los peregrinos, hospitales para los
tarse éste de la extraordinaria inteligencia del niño, le proporcio-
enfermos y hospicios para los pobres.
nó una esmerada formación en Rávena, Faenza y Parma. Agrade-
Incluso la cultura ha sido objeto de sus intereses como lo de- cido a su hermano, a quien consideraba como Padre, tomó su
muestran entre otros, Guido de Arezzo (muerto en 1050), el gran nombre llamándose Petrus Damiani, Pedro de Damián. A los
teórico de la música; Graciano (muerto en 1160), el gran cano- veintidós años era ya un renombrado profesor en Parma; y des-
nista que con su Decretum escrito en 1141 abrió nuevos cauces a pués en Rávena, donde fue ordenado sacerdote.
la ciencia del Derecho canónico; Ambrosio Traversari (muerto en
1439), el padre del Humanismo cristiano, y Mauro (muerto en En 1035 ingresó en el monasterio benedictino de Fonte Ave-
1459), el cual, con su Mapamundi, sintetizó todos los conoci- llana, en la Umbría. Este campeón de la ascesis y de la macera-
mientos medievales de cartografía. Entre todos los monasterios ción, al ser elegido Prior en 1043, implantó en el monasterio un
camaldulenses, hay que citar, como focos especiales de irradia- estilo de vida idéntico al de la Camáldula. En 1049 agregó a Fuen-
ción cultural, San Miguel de Murano (Venecia) y, sobre todo, te Avellana el eremitorio de Monte Ocri; fundó después algunos
Santa María de los Angeles (Florencia) que se convirtió en centro monasterios y constituyó con todos ellos la Congregación de Fuen-
propulsor de todas las artes, especialmente de la pintura y de la te A vellana, cuyo prior, elegido por la comunidad de Fuente Ave-
miniatura. Allí enseñó pintura Lorenzo Monaco (muerto en llana, era también el superior general. Esta Congregación avellá-
1415), el maestro del beato Angélico. nense contó con ocho eremitorios y 30 monasterios, hasta que en
1569 el Papa San Pío V decretó su fusión con la Congregación
San Romualdo fundó también dos monasterios de monjas, de Camaldulenseu'.
los cuales no se conserva ningún recuerdo, ni siquiera respecto al
La identidad espiritual con los camaldulenses quedó plasmada
lugar. Pero uno de sus sucesores, San Rodolfo fundó en 1085 el
en la magnífica biografía de San Romualdo, escrita por San Pedro
monasterio de San Pedro de Luco en la diócesis de Florencia, al
Damián y también en sus opúsculos De perfectione monachorum,
que le siguieron muchos otros que estaban bajo la dependencia
De ordine eremitarum y De contemptu mundi16, en los que descri-
del prior de Camaldoli o de algún otro monasterio de la Congre-
be sus costumbres monásticas y eremíticas17. El Papa Esteban IX
gación, hasta que, después del Concilio de Trento, pasaron a la
lo creó cardenal y obispo de Ostia, como premio a su incansable
jurisdicción del ordinario del lugar. Entre los monasterios de
labor en favor de la reforma de la Iglesia. Escribió durísimos ata-
monjas camaldulenses sobresalió el de San Juan Evangelista de
ques contra los clérigos concubinarios de su tiempo en sus obras
Pratovecchio de Arezzo, cuya abadesa tenía jurisdicción espiritual
sobre el clero, al estilo de lo que acaecía con la abadesa de las 14
Huelgas de Burgos. En el Menologio camaldulense se recuerdan LODI, J. de, Vita Sancti Petri Daminai, ActaSS, 23 de febrero.
15
CACCIAMANI, G., Le fondazioni eremitiche di San Pier Damiani, Cesena,
varias santas. 1976, pp. 5-33.
16
SAN PEDRO DAMIÁN, Vita Sancti Romualdi; PL 145, 251-291; 292-327; 328-
334.
17
SANTA, M. DELLA, Ricerche sull'idea monástica di San Pier Damiani, Camal-
doli, 1961.

101
mn
llenas de elocuencia fogosa, no carentes de sarcasmo e intempe- ternándose en el valle de Agua Bella, no lejano de Camaldoli,
rancia, como el Líber Gomorrhianus, y el De celibatu sacerdo- perteneciente al monasterio de San Ellero, cuya abadesa, de nom-
tum. Fogosidad e intemperancia, que recuerdan los escritos de bre Itta, le cedió unos terrenos para fundar un monasterio (1039).
San Jerónimo con quien tenía muchos otros puntos de coinciden- Este valle se llamará después Vallumbrosa.
cia. En las tareas de reforma fue un gran colaborador del archi- El monasterio constaba, al principio, de 30 cabanas en torno a
diácono Hildebrando, que en 1073 será elevado al solio de San una capilla. San Juan Gualberto impuso la observancia estricta de
Pedro, con el nombre de Gregorio VII y dejará su nombre indele- la Regla de San Benito; pero con un estilo de vida entreverado de
blemente unido a las tareas de aquella reforma, la Reforma Gre- eremitismo y de cenobitismo a semejanza de Camaldoli. Un gru-
goriana . po, unido al monasterio, pero no formando parte, inicialmente al
menos, de la comunidad propiamente dicha, estaba constituido
por los Hermanos conversos, especialmente dedicados a los tra-
4. San Juan Gualberto y los Vallumbrosianos19 bajos manuales. La palabra conversos designaba anteriormente a
aquellos que se hacían monjes siendo ya de edad madura en con-
San Juan Gualberto, miembro de una noble familia florentina, traposición a los oblatos, que eran niños o adolescentes educados
nació en Florencia en torno al año 985. Hasta los veintiocho años en el monasterio y que después, generalmente, abrazaban la vida
estuvo dedicado al servicio de las armas. Un día de viernes santo, monástica. Desde el siglo xi la palabra converso designa a los le-
si se ha de dar fe a lo que más bien parece leyenda que historia, gos o laicos, en contraposición a los monjes clérigos. Hasta el si-
encontró a un enemigo que había asesinado a su hermano, en un glo xiv no fueron reconocidos como monjes propiamente dichos
camino del que no podía huir. El asesino baja de su cabalgadura y porque, si bien renunciaban por completo al mundo, sin embargo,
se pone de rodillas delante de Juan Gualberto esperando la muer- no hacían votos públicos, sino privados. Los premostratenses los
te, pero éste, en vez de vengarse, le tiende amigablemente la ma- integraron más plenamente en sus comunidades.
no, dejándolo marchar. Al entrar poco después en una iglesia, el Entre los monasterios fundados por San Juan Gualberto y los
crucifijo le muestra a Juan su complacencia, inclinando la ca- que se afiliaron a su reforma monástica, se constituyó la Congre-
beza20. gación de Vallumbrosa, muy parecida en su organización a la
A pesar de la oposición de su padre, Juan Gualberto ingresa Congregación de Camaldoli, pero con un talante cenobítico más
en el monasterio de San Miniato del Monte, en las proximidades pronunciado21.
de Florencia, perteneciente a la reforma cluniacense. Después de San Juan Gualberto se empeñó también en la reforma de la
algunos años de vida monástica austera, los monjes quisieron ele- Iglesia, en la que su ya mencionado biógrafo Andrés, abad de
girlo abad del monasterio, pero el monje Huberto, a través de ma- Strumi, en contra de la realidad de su carácter amable y dulce, lo
nejos turbios y con fuertes cantidades de dinero, consiguió que el presenta como un fanático seguidor del movimiento de la Patada.
obispo lo designase abad. Ante este acto de corrupción, Juan Su acción reformadora fue, ciertamente, muy beneficiosa en Flo-
Gualberto, por consejo de un eremita, salió del monasterio acom- rencia, cuyo obispo, Pedro Mezzabarba, concubinario y simonía-
pañado de un monje. Durante algunos días se cobijó en Camaldo- co, después de la prueba del fuego como juicio de Dios, en la que
li, donde quisieron retenerlo; pero se marchó al poco tiempo, in- tomó parte, en nombre de San Juan gualberto, el monje vallum-
brosiano, Pedro, tuvo que huir de la ciudad. En el juicio de Dios
18
LECLERCO, J., St. Pierre Damien, ermite et homme d'Église, Roma, 1960. celebrado el miércoles de Ceniza de 1078, Pedro pasó indemne
15
SALVANI, A., Giovanni Gualberto, fondatore di Vallombrosa, Bari, 1961; por medio de las llamas. Por ello se le conoce como Pedro el Ig-
QUILICI, B., Giovanni Gualberto e la sua riforma monástica, en «Archivio Storico
Italiano», 1941. 21
20
ANDRÉS DE STRUMI, Vita Sancti J. Gualberti, MGH, SS, XXX, 2, pp. 1080- Consuetudines Vallombrosianae, Ed. D. ALBERS, Consuetudines monasticae,
1104; VASATURO, N. R., Giovanni Gualberto, DIP, 4, 1273-1276. IV, 191-262.

102 103
neo, a quien el Papa Alejandro II, en reconocimiento a la acción el oficio de la predicación y homologó su incipiente comunidad de
reformadora de San Juan Gualberto y de sus discípulos en gene- eremitas a las comunidades agustinianas.
ral, representados en él, lo nombró cardenal. Durante dos años continuó Roberto con su predicación itine-
San Juan Gualberto murió el día 12 de julio de 1073 en el rante y como superior de aquella comunidad, ahora agustiniana,
monasterio de San Miguel Arcángel de Passignano de Chianti de Roe. Pero en 1098 abandonó la comunidad, plenamente deci-
(Florencia), siendo canonizado en 1193. dido a dedicarse solamente a la predicación itinerante. Su predi-
cación era tan eficaz que le seguían muchas gentes, hombres y
5. Roberto d'Arbrissel y la Congregación mujeres, que acudían a él de todas partes. Dio así origen a una
de Fontevrault22 comunidad mixta y errante que iba de pueblo en pueblo detrás de
Roberto nació en Arbrissel (Rennes) en 1045. Era hijo del sa- él. Esto provocó dificultades con la jerarquía eclesiástica, espe-
cerdote de la parroquia del pueblo. Fue ordenado de Clérigo cialmente con Marbodo que ahora había sido nombrado obispo
siendo aún muy joven y se dedicó a girovagar de una parte a otra de Rennes. Tuvo que acudir al Concilio de Poitiers (1100) para
hasta que murió su padre, a quien sucedió al frente de la misma justificar su estilo de vida en presencia de los legados del Papa
parroquia. Roberto estaba enclavado dentro del sistema feudal de Pascual II, los cuales le permitieron organizar, de una manera es-
las iglesias propias. table, una nueva comunidad con sus discípulos y discípulas. El
obispo Pedro II de Poitiers le señaló para ello el bosque de Fon-
Al ser expulsado, por simoníaco, el obispo de Rennes, Silves-
tevrault. Era el año 1101. Se escogió la Regla de San Benito que
tre de la Guerche, Roberto tuvo que marchar también al destie-
había de ser interpretada en su forma más rigurosa.
rro. Se instaló en París, donde permaneció durante doce años en-
teramente dedicado al estudio de la Sagrada Escritura. Durante Roberto d'Arbrisell estableció varias comunidades en Fontev-
estos años se convenció de lo pernicioso que resultaban para la rault: Un monasterio principal para las vírgenes y viudas, dedica-
Iglesia el nicolaísmo y la simonía. das a la penitencia y a la contemplación; un monasterio dedicado
Al ser repuesto en su silla episcopal de Rennes, Silvestre de la a la Magdalena, para las mujeres arrepentidas de su mala vida; y
Guerche, convertido ahora en reformador eclesiástico, llamó a un monasterio, bajo la advocación de San Juan Evangelista, para
Roberto para que le ayudara en las tareas de reforma de la dióce- los hombres, que se dedicarían fundamentalmente al trabajo ma-
sis (1089). Se dedicó con tanto celo a la predicación de la reforma nual y a la asistencia espiritual de las comunidades de monjas. To-
que, al morir, cuatro años más tarde, su obispo y protector dos estos monasterios, en realidad, constituían una sola comuni-
(1093), tuvo que huir de Rennes a causa del odio de los clérigos dad bajo la autoridad general de la priora, después abadesa, del
que no aceptaban las disposiciones reformadoras. Se marchó a monasterio principal; incluso el prior de los monjes le estaba so-
Angers, donde se inscribió en la Escuela catedralicia dirigida por metido. La abadesa daba el permiso de admisión para los monjes
el célebre Marbodo. No satisfecho con su estilo de vida, se entre- y destinaba ella misma a los que se habrían de dedicar al sacerdo-
gó a la ascesis, y acabó marchándose a vivir en soledad en el «de- cio; recibía las profesiones religiosas y podía despedir también a
sierto» de Roe, en el bosque de Craon, no lejos de Arbrissel. los díscolos. La primera abadesa, nombrada por el propio Rober-
to d'Arbrissel, fue Petronila de Chimillé.
Roberto catequizaba a quienes le visitaban. Empezaron a
afluir discípulos a los que le dio unas normas para vivir conforme Todos los monasterios que se fundaban, eran estructurados al
a la regla de la Iglesia primitiva (1095). Estando Urbano II en estilo de la abadía-madre de Fontevrault. La abadesa general vigi-
Angers para predicar la primera Cruzada, le concedió a Roberto laba toda la Congregación mediante dos visitadores designados
por ella misma; tenían amplios poderes, pero siempre bajo su de-
22
Vita Sancti Roberti, PL 142, 1014-1018; BIENVENU, J. M., Les deux « Vitae» pendencia23.
de Robert d'Arbrissel; AA.VV., La littérature angevine médiévale, Angers, 1981,
23
pp. 64-72. BIENVENU, J. M., L'étonnant fondateur de Fontevrault: Robert d'Arbrissel
(1045-1116), París, 1981; MELOT, M., L 'Abbaye de Fontevrault, París, 1971.
104 105
maneció por espacio de cincuenta años entregado a la oración y a
La Congregación de Fontevrault recibió la aprobación pontifi- la penitencia en el más absoluto despojamiento de los bienes ma-
cia en 1106 y la exención monástica en 1113. Se difundió amplia- teriales, hasta que murió en el año 1124.
mente debido a la protección inmediata de los reyes de Francia. Al afluir discípulos en torno suyo, organizó una comunidad
En su tiempo de mayor esplendor, que fue entre 1150 y 1220, lle- eremítica. En sus enseñanzas no tenía muy en cuenta la tradición
gó a contar con más de cien monasterios y unos cinco mil miem- monástica anterior, sino que se centraba fundamentalmente en el
bros, la mayor parte mujeres. En los siglos xm y xiv empezó una Evangelio. Esta espiritualidad bíblica quedará muy bien plasmada
crisis que fue, en parte, superada en el siglo xv por las reformas en la Regla que, inspirándose en el fundador, escribirá su cuarto
introducidas por la abadesa general Renata de Borbón. La refor- sucesor en la dirección de la Congregación de Grandmont, Este-
ma protestante del siglo xvi causó bastantes estragos, de los que ban de Liciac (muerto en 1163). Este párrafo de la Regla señala
no se recuperaron a pesar del intento de reforma del siglo xvn. En perfectamente la relación entre las Reglas monásticas y el Evan-
1617 una escisión dio lugar a la Orden de Benedictinas de Nues- gelio: «Los diferentes caminos son trazados por diferentes Padres,
tra Señora del Calvario, que todavía perdura. La Congregación de tal modo que hablamos de la Regla de Basilio, de Agustín y de
de Fontevrault, propiamente dicha, fue dispersada por la Revolu- Benito, pero no son el origen de la religión, sino sus derivaciones,
ción francesa, y sus monjas ya no pudieron regresar nunca a Fon- no la raíz, sino sus ramas. Porque hay una sola Regla de las Re-
tevrault, desapareciendo la Congregación en cuanto tal24. glas primera y principal, de la que todas las otras derivan como de
Santa María de la Vega (Asturias) (1143) fue el primer mo- su fuente: El Santo Evangelio dado por el Salvador a sus Apósto-
nasterio de la Orden fundado en España. Para darle posesión del les y por éstos anunciado fielmente a todo el mundo» 26 . La legis-
mismo a la primera abadesa, doña Inés, condesa de Ais, vino la lación de Grandmont fue completada con un Directorio redacta-
Priora general, doña Petronila, la cual organizó también la funda- do en 1171.
ción, poco después, de los monasterios de Paramant, en la dióce- La Congregación de Grandmont constaba de pequeñas comu-
sis de Zaragoza, y el de La Vega de la Serrana, en la diócesis de nidades eremíticas integradas por dos grupos, uno de laicos y otro
León, cuya primera priora fue doña Moalda, tía del rey Fernan- de sacerdotes. Los laicos eran los responsables del gobierno de la
do II, el cual se comprometió a pagar a Fontevrault la cantidad dt comunidad y de la administración de los bienes temporales. Los
cien escudos anuales25. sacerdotes se dedicaban fundamentalmente a la oración, y a la
lectio divina; y apenas tenían relación alguna con el mundo exte-
rior27. Esta organización es, en cierto modo, un precedente de la
6. Esteban Thiers de Muret y la Congregación estructura que se implantará en las Ordenes Militares en las que
de Grandmont también los Caballeros laicos ostentarán todos los cargos de res-
ponsabilidad, dejando a los miembros sacerdotes solamente las
Entre los eremitas franceses de este período sobresale Esteban funciones litúrgicas y la oración. Esta estructura que mantenía a
Thiers, hijo del vizconde de Thiers. Siendo aún muy joven se ex- los sacerdotes alejados del gobierno de Grandmont provocó una
patrió voluntariamente para practicar la vida eremítica en Cala- especie de rebelión por parte de éstos contra los laicos (1185-
bria. Una vez retornado a Francia se retiró a la soledad de Muret, 1189).
cerca de Grandmont, en la diócesis de Limoges (1074). Allí per- La Congregación de Grandmont sobresalió especialmente por
la práctica de la pobreza, hasta el punto de que esto constituye su
24
MELOT, M., L'Abbaye de Fontevrault, de la reforme de 1458 a nos jours, en
«Posit. de Théses de l'École des Chartres», París, 1967, pp. 79-84. 26
Regla de Grandmont; PL 204, 1135-1136.
25
RELIGIEUSES DE FONTEVRAULT, Histoire de l'Ordre de Fontevrault, II, 1913, p. 27
BECQUET, J., L'olnstitutio», premier coutumier de Grandmont, RevMabillon,
27; PÉREZ DE URBEL, J., LOS monjes españoles en la Edad Media, II, Madrid, 1945, 46 (1956), 15-32.
pp. 488-489.
107
106
nota más característica. Estos monjes no sólo profesan la pobreza 4.
personal más absoluta, sino que, además, son el exponente más
significativo de la pobreza comunitaria hasta la aparición de la
El eremitismo
Ordenes Mendicantes. Las comunidades de Grandmont no pue- en España
den poseer iglesias ni terrenos fuera de los límites de su «desier-
to». Esta pobreza se ha de reflejar, asimismo, en los edificios que
son de una arquitectura sencilla y pobre, adelantándose también
en esto a los Cistercienses28.
Merced al apoyo recibido de la monarquía francesa, la Con-
gregación de Grandmont se extendió rápidamente por toda Fran-
cia, pasando incluso a Inglaterra y España. Los grandimontanos
fundaron en España dos monasterios: Estella (1265) y Tudela
(1269). El primero desapareció muy pronto; y el segundo en
142129. La estructura organizativa que mantenía a los sacerdotes Bibliografía
alejados de los puestos de gobierno hizo que el Papa Clemente III
estableciese una nueva organización en la que se procuraba un A A . V V . , España Eremítica, VI Semana de Estudios monásticos,
equilibrio entre los sacerdotes y los laicos. Pero éstos, no satisfe- Pamplona, 1970; se citará E E ; G Ó M E Z MORENO, E., Iglesias mozárabes,
chos con la decisión pontificia, se rebelaron, dando lugar a un pe- Madrid, 1926; GUASP, P., La vida ermitaño en Mallorca. Época anacoré-
queño cisma a lo largo del siglo xm. El Papa Juan XXII reorgani- tica, Palma de Mallorca, 1969; BERCEO, G. d e , Vida de Santa Oria, B A E
zó de nuevo la Congregación equiparándola a las Ordenes mo- 57, 1377-1444; PÉREZ DE URBEL, J., San Eulogio de Córdoba, Madrid,
násticas tradicionales. La Comunidad-madre de Grandmont fue 1927; CAVERO DOMÍNGUEZ, G., Emparedamiento en Astorga, Y e r m o 16
convertida en abadía, y las demás comunidades en prioratos30. (1978), 21-44; MATTHEI, M., Noticias acerca de la vida eremítica en His-
panoamérica, Y e r m o 3 (1965), 171-188; YEPES, A . de, Crónica General
Durante la Reforma protestante del siglo xvi, la Congregación de la Orden de San Benito, ed. J. PÉREZ DE U R B E L , Madrid, 1960; SERRA-
de Grandmont experimentó una gran merma, tanto espiritual co- NO, L., El Real Monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos, 1934; F E -
mo material. Se pudo recuperar algo en el siglo xvn, pero el rey RRO COUSELO, J., Monjes y eremitas en las riberas del Miño y del Sil, Bra-
Luis XV decretó en el siglo xvm su extinción. Algunos de sus cara Augusta, 2 1 (1967), 199-224; PÉREZ DE URBEL, J., Eremitismo en
miembros se integraron en otras Ordenes monásticas, y los demás España, D H E E , II, 800-804.
se secularizaron.

1. Una larga tradición


El eremitismo tiene una larga tradición en España. Ya se cons-
tata su presencia en la España romana1 y en la España visigoda2,
28
PALMA, L., La povertá nell'«Ordo» di Grandmont, «Aevum», 48 (1947), no sólo en figuras concretas como San Valerio o San Fructuoso,
270-287; PELLISTRANDI, Ch., La pauvreié dans la Regle de Grandmont, en Ed. Mo- sino también en la legislación tan abundante de los Concilio tole-
LLAT, Eludes..., I, pp. 229-245.
29
GOÑI GAZTAMBIDE, J., La Orden de Grandmont en España, HS 13 (1960),
1
401-411. HVR I, 351-356.
30 2
BECQUET, J., La premiére crise de l'Ordre de Grandmont, en «Bull. de la Soc. Ib., 362-370.
archéolog. et histor. du Limousin», 87 (1960), 283-324.
109
108
danos sobre los eremitas3. Ahora bien, por lo que a la legislación que mereció ser cantada por el primer poeta culto español, Ber-
se refiere, en España se produce un dilatado paréntesis porque ceo6.
casi un milenio separa los cánones sobre la vida solitaria del men-
cionado Concilio de Toledo de las Constituciones que sobre los
ermitaños produjeron los sínodos postridentinos4. Pero quien qui- 2. En Cataluña y las Baleares
siera ver en ese vacío legislativo tan prolongado una ausencia de
vida eremítica en España durante casi un milenio, cometería un A mediados del siglo xi, a medida que se van consolidando las
grave error, pues las noticias sobre eremitas, provenientes de las fronteras de la reconquista en el río Gaiá, el eremitismo empieza
más diversas comarcas, son muy abundantes. a brotar por amplias zonas de Cataluña, y muy especialmente en
El prototipo del solitario en la España medieval responde al la zona tarraconense7. Pero fue en el siglo XII cuando el eremi-
descrito por San Isidoro de Sevilla: «Llevados de un desprecio in- tismo experimentó en toda Cataluña un crecimiento espectacular,
creíble del mundo, sólo en el apartamiento completo encuentran manteniéndose en pleno vigor hasta finales del siglo xvi. El ana-
deleite; viven de hierbas silvestres, de pan y de agua..., y separa- coretismo catalán era fundamentalmente laical, si bien hubo tam-
dos por completo de la vida de los hombres, se ocupan sólo en la bién sacerdotes que abrazaron esta vida penitente.
comunicación con Dios, a quien sirven con alma pura»5. Sin em- La fundación de monasterios tan relevantes como Poblet,
bargo, como en el resto de Europa, el eremitismo español ofrece Santas Creus, Vallbona de les Monges y Scala Dei, contribuyó,
un rostro muy variado y muy complejo, empezando por el lugar por una parte, a que muchas vocaciones se orientaran hacia la
de su retiro. La mayor parte se establecían en torno a algún mo- vida cenobítica; pero, por otra, también contribuyó a que el ere-
nasterio o santuario famoso. En torno a los monasterios como mitismo consiguiera un mayor arraigo, no sólo en colonias situa-
San Pedro de Arlanza, Santo Domingo de Silos, San Juan de la das en las cercanías de esos mismos monasterios, sino también en
Peña, San Pedro de Montes, surgieron importantes colonias de los picos montañosos y en los parajes selváticos del Montsant, de
eremitas. Aunque algunos de éstos pertenecían a la misma comu- Serra La Llena y especialmente en los montes de la Brufangaya,
nidad monástica en torno a la cual vivían, sin embargo, la mayor cuyas cavernas hizo célebres San Magín (muerto en 1095). Entre
parte eran independientes. Había quienes se internaban en la so- los eremitorios tarraconenses sobresalió el de San Pere del Gaiá,
ledad de los bosques, en montañas rocosas, a orillas de los ríos y cerca del monasterio de Santas Creus, al que, poco después de
también al lado de ermitas muy frecuentadas por los campesinos fundado, se incorporaron los eremitas con licencia pontificia. Po-
de la comarca. siblemente el monasterio de Poblet deba su origen a un grupo
Una forma peculiar de eremitismo muy abundante en la Es- anacorético asentado en la Conca de Barbera8.
paña medieval fue la reclusión, a la que fueron más adictas las En la «Santa Montaña de Montserrat» existió el eremitismo
mujeres que los hombres. Los lugares más habituales para la re- antes de la fundación del monasterio. En efecto, antes de que los
clusión fueron los huecos en los muros de las iglesias o de los mo- monjes dependientes de Ripoll vinieran a habitar al lado de la Ca-
nasterios. Había una ceremonia litúrgica especial para dar co- pilla de Santa María de Montserrat, entre 1025 y 1035, había
mienzo a este estilo de vida que, generalmente, duraba hasta la anacoretas independientes esparcidos por aquellos montes corta-
muerte. Reclusa famosa fue Santa Oria en Villavelayos (Burgos) dos en forma de sierra9. Después de la fundación del monasterio,
6
BERCEO, Vida de Santa Oria, BAE 57, 1377-1444.
7
3 FORT Y COGULL, E., El eremitismo en la archidiócesis de Tarragona, EE, 79-
MANSI, XIII, 769: VII Concilio de Toledo, c. 5. 139.
4
ORLANDIS, J., La disciplina eclesiástica española sobre la vida eremítica, EE, 8
ALTISENT, A., Historia de Poblet, Poblet, 1974.
63. 9
5
COLOMBAS, G., La santa montaña de Montserrat, EE, 165-210.
SAN ISIDORO DE SEVILLA, Eccles. off.; PL 83, 794-795.

111
110
también han existido eremitas en esos parajes, hasta nuestros mis- el siglo xvni, cuando el venerable Joan Mir (1624-1688) fundó la
mos días, pero en dependencia de la comunidad monástica. Uno Congregación de ermitaños de San Pablo y San Antonio, todavía
de estos anacoretas fue Bernardo Boyl (1445-1506), con toda existente16.
probabilidad aragonés de nacimiento, considerado como la «emi-
nencia gris» de los Reyes Católicos que lo consultaban con fre-
cuencia y lo enviaron a varias legaciones a Francia e Italia. En 3. Aragón y Navarra
uno de estos viajes conoció en Francia al italiano San Francisco
de Paula, fundador de los Mínimos. Se entusiasmó tanto con él La historia de la vida monástica en la Edad Media no se
que le pidió el ingreso en su Orden, profesando en manos del puede entender si no se tiene en cuenta la tradición del eremi-
mismo fundador. Después, los Reyes Católicos lo enviaron como tismo y cenobitismo de la época visigoda17. Con el eremitismo vi-
vicario apostólico de las Indias Occidentales en el segundo viaje sigodo enlazan los eremitas que se establecieron en el Valle de
de Cristóbal Colón a América; pero tuvo que regresar muy Ansó, en las orillas del río Veral, en los altos puertos, el Palo y el
pronto a España. Terminó sus días (1506) en la Orden de los Acherito, de la montaña de Guarrinza, a más de dos mil metros
Mínimos, pero como abad comendatario de la abadía benedictina de altitud. Siresa fue punto de confluencia de los eremitorios de
de San Miguel de Cuxá10. Batulla, Arbesa, San Juan y Santa Eulalia de Bagues.
Eremitorios importantes abundaron en otras zonas de Cata- En el Estartón floreció la vida eremítica especialmente en el
luña, en la ribera del Ebro, junto a Tortosa; y en las agrestes siglo xi, teniendo como centro la ermita de San Salvador de Puyó,
montañas leridanas del Valle de Aran y de la Seo de Urgel en la cerca de Tiesas Altas, donde se santificó Godofredo, un capellán
vertiente norte del Montsech11. de Sancho el Mayor. En el valle de Borau sobresalió el monaste-
Los orígenes del eremitismo balear se remontan a la época ro- rio de Sasabe, en torno al cual giró la vida de los eremitorios de
mana y visigoda. Sin embargo, al margen de la posible existencia Santo Tomás de Laurés y San Félix de Araguás. En los senderos
de eremitas en Cabrera y Menorca12 y de la existencia segura de que conducen a Francia, desde Jaca por Somport, durante los si-
un eremita en Ibiza13, hay que esperar a la época de la recon- glos xi y XII, abundaron los eremitas, que causaban la admiración
quista de Jaime I de Aragón para conocer por su nombre a algún de los peregrinos que a Santiago de Compostela venían desde
eremita. El primero de ellos fue Raimundo Lulio, quien hacia el Francia y otras regiones de Europa. En Jaca se sustituyó, en la se-
año 1273 se retiró al monte Randa; y después a Miramar, donde gunda mitad del siglo xi, la antigua ermita de San Pedro el Viejo
fundó un colegio. En torno a esos dos centros, Randa y Miramar, por la magnífica iglesia de San Pedro el Nuevo, que con el correr
se concentró la mayor parte de la vida eremítica mallorquína. Del del tiempo se convertiría en Iglesia Catedral.
ejemplo, y de las obras ascético-místicas de Raimundo Lulio re- En ambas orillas de los ríos Aurín y Gallego se multiplicaron
cibe su espiritualidad el eremitismo balear14. El lulismo influirá en las cabanas de anacoretas. Todavía hoy subsisten algunas ermitas
el eremitismo de la península, especialmente en Cataluña y Va- provenientes de la Edad Media: Santa Elena, San Pelayo de
lencia15. La vida eremítica luliana se continuó en Mallorca hasta Gavín, Virgen de las Nievas de Yesero, San Urbez de Gallego.
Otra zona, hoy aragonesa, pero en la Edad Media enclavada
10
D'ALLERIT, O., Bernardo Boyl, ermitaño de Montserrat, EE, 227-256. en la provincia catalana de Lérida, en la que abundaron los ere-
11
12
LLANDOSA, J., Centros eremíticos en tierras de Lérida, EE, 141-163. mitas, fue Ribagorza. Por su antiguo encuadre en Cataluña, este
HVR, I, 352.
13
SAN GREGORIO MAGNO, Diálogos, 4, 37.
14 16
PLATZECK, E. E., La vida eremítica en las obras del beato Raimundo Lulio, GUASP, B., La vida ermitaña'a Mallorca desde el segle xm a l'actualitat, Palma
«Revista de Espiritualidad», 1 (1942), 61-79; 117-143. de Mallorca, 1946; ID., Una flor del desierto, ermitaño Juan de la Concepción Mir y
15
HILLGAR, J. N., Notas sobre los ermitaños mallorquines de los siglos xm-xvii, Valles, natural de Alará, Palma de Mallorca, 1942.
17
EE, 507-514. HVR, I, 352 ss.

112 113
eremitismo es más catalán que aragonés. En las cuencas de los La mayor parte de los monasterios medievales del reino nava-
cuatro ríos, Cinca, Esera, Isábena y Noguera Ribagorzana hay rro tuvieron un origen eremítico, tales como Iranzu y Leyre. Nota
aún abundantes ermitas que recuerdan tiempos gloriosos de santi- peculiar del eremitismo navarro fue la abundancia de mujeres que
dad eremítica. Especial mención merece el eremitorio de San adoptaron este duro estilo de vida, no faltando incluso alguna
Victorián de Asan, que se remonta en sus orígenes al lejano año reina, como doña Jimena 21 .
506, y que Ramiro de Aragón convirtió en monasterio en 104418. Puesto que Navarra era el paso de los peregrinos de Europa
El territorio aragonés se prestaba para la fundación de eremi- hacia Santiago de Compostela, no es de extrañar que las tenden-
torios por la abundancia de cuevas y refugios naturales en la fra- cias eremíticas de allende los Pirineos intentasen expandirse por
gosidad de sus montañas. De hecho, todo Aragón se vio sem- esta región, como fue el caso de la Orden eremítica de Gran-
brado de eremitas. Además de los lugares ya mencionados, no dmont, pero no consiguieron arraigar profundamente. Hubo tam-
habría que olvidar el monte Paño, la comarca de Atares, toda la bién alguna congregación eremítica autóctona, cuyo titular era
amplia zona denominada la «Extremadura del Gallego», espe- San Clemente, que, como una corona de cinco eremitorios, cir-
cialmente en las orillas de los ríos Basa, Garga y Matriz; las tie- cundaba la ciudad de Pamplona, a la que edificaron con su ex-
rras de Argüero y Carcavilla; la llanura de Huesca; el Somontano, traordinaria austeridad. Pero no todos los eremitas tenían un
donde se alojaban las ermitas a lo largo de los ríos Alcandre, comportamiento edificante. No faltaron quienes, girovagando de
Balee y Vero; la cuenca del Jiloca, del Aguas Vivas, del Guada- pueblo en pueblo, escandalizaban con su género de vida a los
lope, del Matarraña, del Alfambra, del Guadalaviar, del Torrijas, campesinos, hasta el punto de que tuvo que intervenir la autori-
del Cedrillas y del Linares19. dad civil22.
Ángel Canellas ha hecho el catálogo de las ermitas medieva- En afirmación de José Goñi Gaztambide 23 , en el año 1734 la
les, reseñando exactamente 990 10 . Es cierto que no todas las er- Diócesis de Pamplona contaba con 1.286 eremitas, provenientes
mitas tenían un ermitaño o santero; pero en torno a otras existía en su mayor parte de los siglos medievales; y aunque no todas ha-
una auténtica colonia de anacoretas. Esto puede dar una idea del yan sido centros de vida eremítica, un buen número sí que lo fue;
extraordinario fervor eremítico que invadió al reino de Aragón lo cual da una idea de la importancia del eremitismo en estas tie-
durante la Edad Media y que, en buena parte, ha alcanzado hasta rras. Entre estas ermitas que fueron centros anacoréticos, cabe
la Edad Moderna. destacar por su importancia, incluso literaria, Santa María de Ar-
La región que actualmente une las tierras aragonesas con las notegui, de Obanos, que transmitió el recuerdo de San Guiller-
tierras navarras, fue durante siglos dominio del Reino de Navarra, mo; San Pablo de Labiano, donde se santificó la reina Santa Feli-
lo cual hace que el eremitismo navarro se adentre en el Reino de cia24. La cima del monte Aralar fue testigo de las extraordinarias
Aragón, y el eremitismo aragonés en el Reino de Navarra. Por maceraciones del eremita Teodosio de Goñi 25 .
eso, no siempre se podrá delimitar bien si, por ejemplo, los eremi- Después de un largo período de decadencia, el eremitismo na-
torios de los ríos Esca, Onsella y Bailes son o no son aragoneses. varro fue reformado, obligando a todos los eremitas independien-
Otro tanto cabe decir de los abundantes eremitorios de gran parte tes a someterse a las Constituciones, aprobadas por el obispo de
de la región de las Cinco Villas, que eclesiásticamente pertenecía Pamplona, Andrés Girón, en 1670. Fue nombrado como Supe-
a Navarra.
21
LÓPEZ. C. M., Apuntes para una historiografía del eremitismo navarro, EE
309-326.
22
18
GIMÉNEZ SOLER, A., La edad media en la corona de Aragón, Barcelona, 1930. Ordenanzas del Consejo Real de Navarra, Pamplona, 1622, p. 468.
23
19
DURAN GUDIOL, A., Geografía medieval de los obispados de Jaca y Huesca, GOÑI GAZTAMBIDE, J., La vida eremítica en el reino de Navarra, EE, 327.
24
Huesca, 1961; ID., La Iglesia de Aragón durante los reinados de Sancho Ramírez y PÉREZ GOYENA, A., La santidad en Navarra, Pamplona, 1947.
25
Pedro I (1062-1094), Roma, 1962. ARIGITA, M , Historia de la imagen del santuario de San Miguel de Excelsis,
20 Pamplona, 1904, pp. 31-32.
CANELLAS, A., Noticias sobre el eremitismo aragonés, EE, 288-308.

114 115
rior general, a quien debían prestarle obediencia, Fray José de la
Febre y Borbón26. Después de esta reforma, los ermitaños realiza- Vinculadas al monasterio hubo también después en los montes
ban algunas actividades apostólicas, como cuidar enfermos en cercanos muchas cuevas habitadas por anacoretas31, entre los qu^
hospitales, hacer de maestros y de catequistas27. El eremitismo sobresalió San Atto, quien, siendo obispo, renunció al cargo par*1
navarro desapareció del todo en el siglo xix. ponerse bajo la dirección espiritual de San Iñigo, antiguo anaco'
reta en los montes pirenaicos de San Juan de la Peña, que \xab0
de abandonar al ser nombrado abad del monasterio de Oña. Co"
4. Castilla mo solitarios vivieron también en estos parajes, antes de la fundí1'
ción del monasterio, San Fermín, cuya cronología es muy incieí'
A medida que avanza la reconquista, las tierras de Castilla se ta; y, a finales del siglo ix, San Vítores que había nacido en Cer^'
van poblando de anacoretas y de cenobios28. El eremitismo se zo del río Tirón, y fue martirizado en una incursión de los musul'
manifiesta en su doble forma de independiente y de vinculado a manes32.
un monasterio. Y entre las formas eremíticas, la reclusión fue Eremitorios importantes existieron en Santa María la Imperio
muy seguida por las mujeres29. Una razón que explique este flore- de Obarenes, en San Salvador de Pancorbo. En la sierra de Bet^'
cimiento pudo ser el recuerdo conservado en las ruinas de los mo- yo, junto al monasterio de San Vicente del Buezo, vivió en vS^
nasterios de la época visigoda destruidos por las invasiones islá- cueva Santa Casilda, hija del rey moro de Toledo, Almam**1
micas. (1063). Castrojeriz, junto al Ebro, conoció hacia 1068 un gr***
• Remontando el curso del Ebro hasta las montañas de Reino- florecimiento de vida eremítica.
sa, proliferan las ermitas, lo cual es el indicio más fuerte de la pre- Por tierras de Cantabria, durante el dominio visigodo, abu*1'
sencia de eremitas. De un grupo eremítico nació el monasterio de daron los monasterios, algunos de gran importancia social y c^"
San Pedro de Arlañza; eremitas, como San Pelayo, Arsenio y Sil- tural33; y esta presencia monástica, a través de los siglos medi^'
vano vivieron en su entorno. San Juan de Tabladillo tuvo los en- ha perdurado hasta hoy, de manera que se puede afirmar que «1°
claves eremíticos de San Millán de Membibre, San Quirce, San- monasterios... son los distintivos de la historia cántabra»34. En ^
tiago y San Cristóbal. En la confluencia de los ríos Mataviejas y época que nos ocupa, hay que mencionar de un modo especial
Arlanza unas cuevas eremíticas dieron origen al monasterio de enclave eremítico del monasterio Jerónimo de Santa Catalina
Santa Eugenia; y otro tanto acaeció a orillas del río Silos con el Monte Corbán, convertido después en Seminario de la Diócesis» ^
monasterio de San Mames. En las riberas del Esgueva florecieron unos siete kilómetros de Santander, donde hicieron vida sólita*"'
los eremitorios de Santa Marina de Cela, Santa María y San Pela- cinco eremitas célebres, Pedro de Oviedo, Rodrigo de Osorrt¿"
yo. Covarrubias fue centro eremítico floreciente hasta finales del Gonzalo de Santander, Gómez de Toro, y Sancho de Islates,
siglo x, puesto que a la consagración de la Iglesia de San Cosme y los cuales hace un buen elogio el P. Sigüenza35, que rivalizaban °
San Damián acuden 20 eremitas de la zona30. austeridades ascéticas con los anacoretas de la ermita de Safl
Oña fue otro núcleo de gran concentración eremítica desde Marina de Ponce36.
antes de que Sancho García fundara el monasterio dúplice de San Pero la tierra privilegiada del eremitismo castellano fue !f
Salvador (1011) para su hija Trigida, a la que nombró abadesa. Rioja, esa tierra remansada entre el Ebro y los Montes Ibérico^3 '
26 31
IDOATE, F., Un ermitaño ilustre, en AA.VV., Rincones de la Historia de Na- ÁLAMO, J. del, Colección diplomática de San Salvador de Oña, Madrid \9^
32
varra, Pamplona, 1954, pp. 391-395. MORAL, T., O. C, p. 462.
33
27
GOÑI GAZTAMBIDE, J., O. C, p. 343. HVR, I, 496.
28 34
HVR, I, 495-496. RODRÍGUEZ ALCALDE, L., Santander, Madrid, 1964, p. 5.
29 35
MORAL, T., Manifestaciones eremíticas en la Historia de Castilla, EE, 455. SIGÜENZA, J., Historia de la Orden de San Jerónimo, Madrid, 1909.
36
30
SERRANO, L., Cartulario del Infantado de Covarrubias, Valladolid, 1907. Ibidem.
37
MORAL, T., O. C, p. 468.

116
117
no tanto por el número de sus anacoretas cuanto por el estilo de causaba la admiración y envidia de los demás monasterios. A él se
su vida y por la santidad de algunos de ellos. En torno a Albelda debe también el espléndido claustro románico. Murió en 107339.
existían cuevas de eremitas en Lara, Cueva de Sancho Espina y En relación con Santo Domingo de Silos estuvo Santa Oria,
Castañares de las Cuevas. En sus montañas de yeso excavaron cuando él era prior de San Millán, la consagró a la reclusión den-
celdas a modo de columbarios que, al decir de Yepes, «más me tro de los muros del monasterio (1053). Había nacido en Villave-
parece puesto acomodado para que las palomas y otras aves ha- layos. Su vida fue poetizada y popularizada por Berceo40.
gan allí sus nidos, que para vivienda de religiosos»38. A mediados
del siglo x había en ese «palomar» 200 eremitas. En Peña Aguda, También el monasterio de Santa María de Valvanera, en las
de la Sierra de Cameros, hicieron vida eremítica San Felices, San estribaciones de los montes Distercios, tuvo orígenes eremíticos.
Funes y San Prudencio. Tan abundantes fueron los anacoretas que poblaron estos montes,
que merecieron el apelativo de Tebaida riojana. Fueron famosos
En las Conchas de Haro, el risco más alto de Bilibio, frente a en el siglo x los eremitas Domingo y Ñuño. Los discípulos de
Salinillas de Buradón, vivió en la época romana San Félix o Feli- éstos que, al decir de Yepes41, eran un centenar, fundaron el mo-
ces que fue maestro de San Millán de la Cogolla (473-574). Des- nasterio. La historia del monasterio arranca de finales del siglo x,
de el siglo x, en recuerdo de San Millán se multiplicaron las ca- aunque el primer abad conocido es Ñuño (1055-1066). El eremi-
banas de anacoretas por toda la Sierra de la Cogolla. El más des- tismo ahora dependiente del monasterio, subsistió hasta los tiem-
tacado fue, sin duda, Santo Domingo de Silos. Este santo castella- pos de la desamortización (1835)42.
no había nacido en Cañas en torno al año 1000. De niño fue pas-
tor. Siendo aún muy joven fue ordenado de sacerdote; desem- Otra gran lumbrera del eremitismo riojano fue Santo Domin-
peñó el ministerio sacerdotal apenas año y medio, para pasar in- go de la Calzada. Había nacido, a principios del siglo xi, en Vilo-
mediatamente a la vida eremítica en los montes Distercios; pero, ria (Burgos) en el límite con La Rioja. Hay que descartar por
por entonces, la vida cenobítica de los monasterios de Valvanera completo su pretendido origen italiano, que algún autor le asigna
y de San Millán ganaba para sí a muchos adeptos al eremitismo. con la idea de que habría venido a España para pasar desapercibi-
Entre éstos estuvo Santo Domingo que ingresó en el monasterio do43. Pretendió el ingreso en los monasterios de San Millán de la
de San Millán cuando tenía treinta años, siendo abad don Sancho. Cogolla y de Valvanera, pero en ambos le fue denegado, deci-
Después de su profesión ejerció el cargo de maestro de novicios; diéndose entonces por la vida eremítica. Construyó su cabana en
y por encargo del abad Sancho, reformó el antiguo priorato de las orillas del río Oja, cerca de donde los peregrinos de Santiago
Santa María de Cañas, su propio pueblo natal. Más tarde el mis- solían vadearlo. Para facilitarles el paso del río construyó un
mo abad lo nombró prior del monasterio de San Millán. Por de- puente, y después un hospital y una ermita dedicada a Nuestra
fender los bienes del monasterio entró en conflicto con el rey de Señora; desbrozó el bosque y construyó una calzada de piedra,
Navarra, don García, que lo desterró; pero sus virtudes lo hicie- que lleva su propio nombre, lo mismo que la ciudad que después
ron merecedor de ser designado, por Fernando I de Castilla, para surgió allí. Mantuvo amistosas relaciones con Santo Domingo de
abad del monasterio de San Sebastián de Silos, fundado por Fer- Silos que lo visitó en alguna ocasión. Murió el 12 de mayo de
nán González, que se hallaba en completa decadencia. Domingo
convirtió en poco tiempo aquel monasterio que, después tomará 39
BERCEO, Vida de Santo Domingo de Silos, ed. A. ANDRÉS, Madrid, 1958;
su propio nombre, Santo Domingo de Silos, en un auténtico em- SERRANO, L., El Real Monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos, 1934.
40
porio de vida espiritual y en centro deslumbrante de la cultura BERCEO, Vida de Santa Oria, BAE, 57, 137-144; PÉREZ DE URBEL, L., Sem-
blanzas benedictinas, Madrid, 1925, pp. 119-126; SERRANO, L., Cartulario de San
castellana, con una biblioteca .nutridísima de manuscritos que Millán de la Cogolla, Madrid, 1935, p. LII.
41
YEPES, A., de, o. c, p. 276.
42
38
YEPES, A. de, Crónica general de la Orden de San Benito, ed. PÉREZ URCEY, A., Historia de Valvanera, Logroño, 1932.
43
DE URBEL, J., Madrid, 1960, pp. 274-275. Santo Domingo de la Calzada, Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-
Calpe, 18, p. 1847.
118 119
1070. Es patrono de los ingenieros de caminos44. Discípulo de Por tierras de Avila, los primeros vestigios del ascetismo
Santo Domingo de la Calzada fue San Juan de Ortega. Colaboró eremítico son algunas leyendas relativas a los siglos xi y xn. El pri-
con su maestro, y unificó la labor de sus discípulos en las mejoras mer nombre conocido es el de Bernardo de Candeleda, el cual,
del Camino de Santiago. En los Montes de Oca abrió un paso que después de algunos años de vida eremítica, se afiliará al Císter.
comunicó Santo Domingo de la Calzada con Burgos; y allí mismo En el siglo XII, hay que hacer mención de San Pascual de Torne-
construyó una capilla en honor de San Nicolás. Fundó un monas- llas y de San Pedro del Barco. En tiempos de Santa Teresa, en la
terio de Canónigos Regulares de San Agustín con la finalidad de misma ciudad de Avila y en su entorno tuvo que ser frecuente el
que continuara su obra en favor de los peregrinos. Los Canónigos eremitismo, dado que la santa abulense jugaba a las ermitas en el
Regulares fueron más tarde reemplazados por una comunidad de huerto de su casa. Se conocen los nombres de dos reclusas, la Ve-
monjes Jerónimos45. nerable María Díaz y Catalina Dávila49.
El eremitismo soriano aporta apenas dos nombres pertene- La abundancia de ermitas en la provincia de Valladolid per-
cientes a unos tiempos bastantes anteriores. Cerca de Soria, en la mite suponer la presencia de muchos ermitaños. Sin embargo, so-
sierra de Peñalba o de Santa Ana está la cueva de San Saturio, lamente para el siglo xiv hay documentos que atestiguan el eremi-
cuyo nacimiento se remonta al año 493. Vivió como eremita tismo en su forma de reclusión. Se trata de testamentos que hacen
treinta y seis años entregado a la contemplación y a una actividad legados para los reclusos y reclusas50.
apostólica desbordante en contra del arrianismo visigodo. A tenor Entre Ampudia y Valoría, en la provincia de Palencia, existió
de la inscripción que su discípulo, también eremita, San Pruden- un enclave eremítico que dio origen a una Congregación de ermi-
cio, colocó sobre su tumba, murió en el año 556. San Prudencio, taños que en el siglo XII acabó convirtiéndose en el monasterio be-
después de varios años de vida anacorética, acabó sus días como nedictino de Santa María de Bustos. Las mandas testamentarias
obispo de Tarazona en el año 583. El segundo lugar eremítico so- también hacen referencia a la existencia de reclusos y reclusas en
riano fueron las riberas del Escalóte, donde San Baudilio de Ber- diversas localidades vallisoletanas51.
langa vivió en una cueva sobre la cual se construyó después una
ermita decorada con interesantes frescos románicos que han sido
trasladados en la actualidad al Museo del Prado46. Esta ermita fue
también, en el siglo x, morada de eremitas reclusos47. 5. Las ermitas de Córdoba
En el eremitismo segoviano sobresalió San Frutos (642-715) y
sus dos hermanos Valentín y Engracia en tiempos del rey Alfon- El primer eremita español conocido fue el gran Osio de Cór-
so VI de Castilla, junto al río Duratón en Sepúlveda, donde per- doba, padre del primer Concilio de Nicea (325) a quien una tra-
duró su recuerdo a través de un monasterio que fue demolido en dición quiere hacer discípulo de los padres del eremitismo egip-
tiempos de la desmortización del siglo xix48. cio, San Pablo y San Antonio53. Dejando a un lado a San Pablo
de Tebas, cuya historicidad se niega actualmente, Osio pudo muy
44
GONZÁLEZ DE TEJADA, Historia de Santo Domingo de la Calzada, Abrahán de bien haber conocido a San Antonio durante su viaje a Alejandría
la rioja, Madrid, 1703; LACARRA, J. M., Peregrinaciones a Santiago de Compostola,
II, p. 162.
45
MORAL, T., O. C, p. 476; LÁZARO LÓPEZ, A., Un monasterio románico del ca-
49
mino de Santiago, la Iglesia de San Nicolás, en el monasterio de Juan Ortega, «Bur- EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, Tiempo y vida de Santa Teresa, Madrid, 1968,
gense», 6 (1965), 364-386. pp. 115, 117, 137.
46 50
GARNELO, J. C , Descripción de las pinturas que decoran la ermita de San MORAL, T., o. c, p. 488.
5
Baudilio, «Bol. de la Soc. de Excurs.», 32 (1924), 96-109. ' Ibidem.
47 52
GÓMEZ MORENO, E., Iglesias mozárabes, p. 315; ID., El arte español hasta los Ibidem.
53
almohades, arte mozárabe, Madrid, 1951, p. 387. CLERCQ, V. C. de, Osius of córdoba. A contribution to the history ofthe cons-
48
MORAL, T., O. c.,p. 481. tantinian period, Washington, 1954.

120 121
por encargo de Constantino para solucionar el problema arria- mortización y consiguiente exclaustración de 1835; y, de una ma-
no54. nera peculiar, la guerra civil española de 1936, que le asestó un
Aunque no se conoce ningún nombre en concreto, la existen- golpe muy duro, del cual no ha podido reponerse. Esto obligó a la
cia de monasterios en la sierra de Córdoba antes de la invasión petición de unión que los ermitaños, por acuerdo unánime, diri-
musulmana, hace presuponer la existencia de eremitas en torno a gieron a la Orden de los Carmelitas Descalzos, y cuyo Definitorio
ellos. Durante la invasión musulmana está atestiguada la presen- general aceptó en el año 1956 con el firme propósito de que en
cia de eremitas, algunos de los cuales padecieron el martirio en las ermitas de Córdoba se prosiga el mismo estilo de vida eremíti-
tiempos de San Eulogio (muerto en 859), y otros muchos emigra- ca anterior, aunque en conformidad con las leyes propias57.
ron hacia el norte de España, dando origen a varios monasterios:
Samos, San Miguel de Escalada, Sahagún, San Martín de Cas-
tañeda, Carrión55. No obstante, la vida monástica, tanto cenobíti- 6. El Bierzo
ca como eremítica, continuó, como lo atestigua la abundancia de •
ermitas y cuevas, no sólo en la sierra de Córdoba, sino a lo largo y El Bierzo fue, durante la época romana y visigoda, un centro
ancho de toda la provincia. Lugares prototípicos del eremitismo monástico muy activo. A. Quintana, el mejor conocedor de la his-
cordobés fueron La Albaida y La Arruzafa, aunque en el siglo xvi toria eclesiástica de la diócesis de Astorga y, de un modo especial,
emigraron hacia la parte más alta de la sierra donde Gaspar de los de cada rincón del Bierzo, afirma que «asusta un poco la idea de
Reyes fundó en 1582 la primera de las 15 ermitas de esa especie tener que enfrentarse con un tema tan denso y singular en una re-
de Laura que todavía existe. gión que, como ninguna otra en todo el mundo —si exceptuamos
Después del Concilio de Trento, que en la sesión XXIV había únicamente la Tebaida egipcia—, presenta en los siglos de la Edad
dado disposiciones muy concretas para la reforma de la vida reli- Media, como notas más características de su historia, precisamen-
giosa, el obispo de Córdoba, don Antonio Pazos, les exigió a to- te éstas del monaquismo y del eremitismo»58. Estas palabras de
dos los ermitaños de su jurisdicción un acto de sumisión y de obe- A. Quintana no son nada más que un eco de aquellas otras de
diencia y les impuso la obligación de vestir un hábito. Su sucesor, Enrique Flórez: «Una de las mayores glorias de la santa Iglesia de
don Pedro Portocarrero, en 1594, les dio una Regla que será per- Astorga es la que resulta por matriz del territorio del Bierzo, a
feccionada por el obispo Fray Diego de Mardones, el cual, ade- quien el cielo escogió para dotarle, a competencia, de bienes de la
más, agrupó a todos los ermitaños de la sierra cordobesa en la naturaleza y de la gracia, haciéndole muy digno de atención en el
Congregación de Ermitaños de San Pablo y de San Antonio campo de la Historia eclesiástica de España, porque en todo el
Abad, del Desierto de Nuestra Señora de Belén, con un Hermano continente no encontramos otro que le iguale en razón de teatro
mayor al frente de la misma (1613). El primero que desempeñó donde sólo se militaba para el cielo. Ninguno mejor puede com-
este cargo fue el Hermano Francisco de Jesús56. La Congregación petir con la Tebaida y con los demás santos desiertos de Palestina.
llevó una vida ejemplar durante varios siglos, pasando también La multitud de santuarios, la santidad de eremitorios, los muchos
por algunas dificultades, entre las que cabe destacar las provoca- anacoretas, los monjes que sobresalían en victorias del mundo
das por la invasión de las tropas napoleónicas en 1808, la desa- sólo podrá contarlos el que sabe las estrellas del cielo»59. Y a con-
tinuación, el P. Flórez no tiene espacio suficiente con 46 páginas
para enumerar los monasterios, eremitorios, ermitas y los nom-
54
GUTIÉRREZ DE LOS Ríos, M., Memorias que se conservan de algunos ermitaños
que han existido en la sierra de Córdoba desde los tiempos más remotos hasta nues-
tros días e historia de la actual congregación de Nuestra Señora de Belén, Córdoba, 57
ARIAS, J., LOS ermitaños de Córdoba como Congregación religiosa, EE 554-
1911. 555.
55 58
HVR, I, 488. QUINTANA, A., El eremitismo en la diócesis de Astorga, EE, 380.
56 59
GUTIÉRREZ DE LOS Ríos, M., o. c, pp. 111-121. FLÓREZ, E., España Sagrada, XVI, p. 26.

122 123
bres de santos monjes que, desde la Antigüedad, poblaron las es- posterior a San Genadio (muerto en 936), porque su apellido así
carpadas montañas y los frondosos y amenos valles del Bierzo. lo exige; y un tal Odoario, de finales del siglo x.
San Fructuoso, el padre del monacato español, conjugó en su Cerca de San Pedro de Montes, está el otro gran enclave
propia persona el cenobitismo y el eremitismo. Casi todos los mo- eremítico berciano: Santiago de Pañalba, fundación de San Gena-
nasterios por él fundados en el Bierzo, pero de un modo especial, dio. Aquí no había ermitas, sino cuevas naturales en las riberas
los de San Pedro de Montes y de Visonia, eran centros cenobíti- del valle del Silencio, donde el propio San Genadio llevó vida
cos y eremíticos. San Pedro de Montes estaba circundado de cin- anacorética, antes y después de ser obispo de Astorga 62 . Entre
co ermitas: Santa Cruz, junto al mismo monasterio, fundada por otras obras llevadas a cabo por él, hay que mencionar el eremito-
Saturnino en el siglo vn, restaurada por San Genadio en el siglo ix rio de Santo Tomás, al lado del cual quiso después su discípulo y
al mismo tiempo que el propio monasterio de San Pedro de Mon- sucesor en la silla astorgana, San Fortis, edificar un lugar de retiro
tes; ambos habían sido arrasados durante las invasiones sarrace- para su propio maestro; pero la muerte le impidió concluirlo; y su
nas. Sobre sus ruinas se edificó en 1723 la ermita actual en la que sucesor, el obispo Salomón, cambió el emplazamiento63. No se sa-
aún se puede ver parte de la cimentación antigua. San Martín, be si el santo eremita y obispo habitó esa construcción, porque,
construida también en las inmediaciones del monasterio, por San por lo menos los últimos años de su vida, hasta su muerte, los pa-
Genadio, fue demolida en 1592. San Cipriano, edificada también só en una cueva natural en una de las laderas del valle el Silencio
por San Genadio, en honor del gran obispo de Cartago, junto al frente a la Iglesia de Santiago de Peñalba. En torno a Peñalba no
río Oza, subsistió hasta el siglo xvn. De la ermita de San Pelayo, se conocen más ermitas que la ya mencionada de Santo Tomás,
poco más se sabe que su existencia, sin poder precisar el lugar y que debió de desaparecer bastante pronto, porque se pierde su
exacto de su emplazamiento. La ermita de La Aguiana, situada en rastro en los documentos desde el año 93 7 64 .
la cumbre de la montaña que le da su nombre, es una ermita sin-
gular, porque consta de dos naves, con un altar y una imagen de Sandoval describe esas cuevas naturales de Santiago de Pe-
la Virgen en cada una de ellas. De modo que son más bien dos ñalba:
angostas iglesias separadas únicamente por una pared medianera. «Son cinco65. Obrólas la nautraleza en una altísima montaña de peña
En ellas se veneraban la Virgen de La Aguiana, procedente del viva. Para subir a ellas no hay más que unas sendas de cabras, y son me-
monasterio de San Pedro de Montes, y la Virgen de la Peña nester sus pies, y irse trabando en las matas, y no mirar abajo por no des-
Aguiana, propiedad del cercano pueblecito de Villanueva de Val- vanecerse. Sobre las tales cuevas se levanta la peña tajada, tan alta que
dueza. La edificación de la ermita es de fecha desconocida. Hay deben de ser treinta estados, y que, cierto, pone pavor mirarlas. Están las
quien la remonta a la época visigoda o a los primeros siglos de la bocas de las cuevas al oriente, que en naciendo el sol da en ellas; no ma-
reconquista y quien la retrasa hasta el siglo xv60. yores por medio estado de hombre, y éstas sirven de puerta y ventana.
Dentro son espaciosas y medianamente altas, sus poyos alrededor; al fin
Según el P. Yepes 61 , en torno al monasterio de San Pedro de no es obra de hombres, sino de naturaleza. Aprovechábanse de ellos los
Montes hubo muchas otras ermitas, «donde vivían monjes, que se santos monjes en el tiempo de adviento y cuaresma. Los más viejos en la
juntaban algunos días señalados del año, en que confesaban y co- santa milicia, como dice nuestro padre San Benito, se retiraban aquí, y
mulgaban y el prelado principal les hacía una plática espiritual». con sumo silencio, con hierbas, raíces, disciplinas y oraciones, hacían sus
Son, sin embargo, muy pocos, apenas dos, los nombres conocidos advientos y cuaresmas, hasta que, llegando las pascuas, salían a celebrar-
de eremitas que, a lo largo de varios siglos, han habitado en estas las en los monasterios con sus hermanos».
ermitas: Alfonso Pérez, de datación muy difícil; pero, sin duda,
62
HVR I, 493-494.
63
FLOREZ, E., O. C, XVI, p. 435.
64
60 QUINTANA, A., o. c, EE, p. 411.
QUINTANA, A., o. c, EE, 388-396. 65
61
HERREZUELO, J., Historia de San Pedro de Montes, p. 104. Citado por QUIN-
YEPES, A. de, o. c, II, p. 204. TANA, A., o. c, p. 403, y por FLÚREZ, E., ES XVI, p. 40.

124 125
A pesar de la fama de Santiago de Peñalba, son muy pocos los La tradición eremítica berciana ha llegado hasta la edad mo-
nombres de eremitas que han llegado hasta nosotros. Los seis que derna. El último ermitaño, célebre en toda la comarca, fue Do-
aparecen en el documento de donación de algunas propiedades al mingo, que vivió en una cueva junto a la ermita de San Martín,
monasterio de Peñalba por Ramiro II en el año 940, Zanón, Zita- cerca de Ponferrada, a la vera de la llamada Fuente del Azufre.
ni, Baldredo, Ramiro, Sancho y Diego, que firman el documento Gozó de fama de'santidad. Su única biografía, en la que se relatan
como testigos, poniendo cada uno, al lado de su firma, el apelati- sus austeridades ascéticas, es su acta de defunción que se conser-
vo de «anacoreta» 66 . va en la Basílica de la Encina, donde fue sepultado el año 1661.
Fue el último gran exponente de una corriente de vida cristiana,
Comilón, precioso pueblecito que se empina en las primeras
hoy día olvidada en el Bierzo, esa región donde hubo un tiempo
estribaciones del puerto que conducirá a tierras de Lugo, en las
en el que, como decía José María Quadrado, «cada roca nos pa-
cercanías de Villafranca, fue escenario de la fundación del tercer
recía un altar, cada encina y cada roble una planta regada por el
monasterio de San Fructuoso 67 . A finales del siglo xi empieza de
sudor de un santo, cada objeto un testimonio coetáneo de tantas
nuevo en estas tierras la vida eremítica, Pedro y Ranulfo le piden
visiones, sucesos y maravillas como allí pasaron y allí se escribie-
al obispo de Astorga que les conceda la Iglesia de Santa Marina
ron» 71 .
de Comilón, a fin de observar en ella «vida santa». El Obispo
don Pelayo (1097-1121) accedió a su petición, sujetando a los Es extraño que en la Cabrera, región de montañas abruptas y
mencionados eremitas a la autoridad del Obispo y de la iglesia de valles deliciosos, tan apta para ser escenario de heroicidades
de Astorga68. Este incipiente eremitorio se convertirá muy pronto de solitarios, y unida al Bierzo por los montes del Morredero,
en monasterio, en tiempos de doña Urraca (1100-1124). Pero la apenas haya dejado el recuerdo de dos eremitas, Gaucelmo en la
gloria más excelsa de este enclave eremítico fue Santo Domingo primera mitad del siglo xu, a quien Alfonso VII de Castilla profe-
de Comilón, cuyo biógrafo, el monje de Carracedo, Herberto, no saba una especial veneración72; y el «ermitaño de ía Peña Aguile-
encuentra palabras para exaltar su vida penitente y las gracias ce- ra», cuyo nombre se desconoce, y al que el mismo Alfonso VII
lestes con que fue colmado. Santo Domingo de Comilón había in- hizo algunas donaciones 73 .
gresado en el monasterio de Carracedo casi en su infancia, y sien- Foncebadón, en el monte Irago, es el punto culminante de la
do ya de edad avanzada, se retiró a la soledad en una cueva, cerca ascensión del camino de Santiago que parte de Astorga en direc-
de Comilón. Murió a finales del siglo xn, puesto que en 1178 ción al Bierzo. En ambas vertientes del monte, no era desconoci-
consta que aún vivía69. do el eremitismo. Desde los tiempos de San Genadio, consta la
presencia de anacoretas por las donaciones que en su favor hace
En la sierra de Valcarce está la cueva de Ruitelán, donde con
Ramiro II74. En la segunda mitad del siglo xi, el eremita Gaucel-
toda probabilidad pasó San Froilán, el santo obispo de León, al-
mo emuló, en estos parajes, las actividades de Santo Domingo de
gunos años de vida solitaria. Es cierto que su biógrafo, Juan Diá-
la Calzada en favor de los peregrinos de Santiago de Compostela.
cono, el copista de la famosa Biblia miniada del monasterio ber-
Con ayuda de Alfonso VI, del obispo y del cabildo de Astorga,
ciano de Santa María de Albares, hoy en la catedral de León, no
construyó una iglesia, un hospital y un albergue. La actividad ca-
lo dice, pero su recuerdo ha permanecido vivo en la devoción de
ritativa de Gaucelmo atrajo a su entorno a discípulos con los que
la región70.
constituyó una comunidad eremítica que, al mismo tiempo, ayu-

66
QUINTANA, A., o. c, EE, p. 408. 71
67 QUADRADO, J. M., Recuerdos y bellezas de España: León y Asturias, p. 652;
HVR I, 383.
68 citado por QUINTANA, A., o. c, EE, p. 381.
Tumbo Negro, de Astorga, n. 341; citado por QUINTANA PRIETO, A., o. c, 72
HERREZUELO, J., o. c, p. 147.
EE, p. 410. 73
69 Tumbo Negro, de Astorga, n. 14; cf. QUINTANA, A., o. c, EE, p. 433.
QUINTANA, A., o. c, EE, p. 411. 74
70 FLOREZ, A., España Sagrada, XVI, p. 439.
GONZÁLEZ, J., San Froilán de León, León, 1946, pp. 25-26.
127
126
daba a los peregrinos. Gaucelmo nombró como vicario suyo para San Pedro de Montes, Gaucelmo, de Foncebadon, y Domingo
el gobierno de la comunidad y de la actividad caritativa de la mis- San Martín, de Ponferrada80.
ma al eremita Rodrigo. Unos años antes de su muerte, acaecida
probablemente en 1123, Gaucelmo hizo entrega de todo el com-
plejo hospitalario-caritativo de Foncebadon a la Iglesia de Astor-
ga75. En la vertiente opuesta, en Astorica de Rodada o San Juan 7. Galicia
de Irago, Elvite Juan, probablemente ermitaño, edificó en la se-
gunda mitad del siglo XII, otro hospital para la atención de los pe- Desde la misma época romana, Galicia conectó con el eremi-
regrinos, en favor del cual hizo algunas donaciones Fernando II tismo oriental81. Y no faltaron nunca a lo largo de la época visigo-
en 1180. da y de la Edad Media, abundantes centros de vida monástica,
tanto eremítica como cenobítica. Los topónimos gallegos dicen,
En la capital de la diócesis a la que pertenece el Bierzo, es de-
con frecuencia, relación a la vida monástica. Con respecto a la vi-
cir, en Astorga, floreció el eremitismo, tanto masculino como fe-
da eremítica, baste recordar el topónimo Hermida con seis luga-
menino. A mediados del siglo xm, consta la existencia, en las cer-
res en La Coruña, 25 en Lugo, 17 en Orense y 20 en Pontevedra.
canías de la ciudad, al otro lado del Jerga, de una Congregación
Y en cuanto a ermitas, como dice M. Arias, existe alguna kilóme-
de ermitaños bajo la advocación del Espíritu Santo, cuyo eremito-
tro a kilómetro82.
rio en el siglo xvi se transformó en «beaterío de mujeres»76. Den-
tro de la misma ciudad, hubo un ermitaño que escaló las cumbres El monacato del Bierzo se conecta con el monacato gallego a
de la santidad, San Adrián. través del río Sil. Apenas éste se adentra en la provincia de Oren-
se, en sus dos orillas se encuentran centros eremíticos de impor-
Desde comienzos del siglo xiv, existían también ermitañas
tancia, cuyo punto de partida debieron de ser algunos monaste-
dentro de las murallas de Astorga, y su presencia está testimonia-
rios provenientes de los tiempos de San Fructuoso y de San Ge-
da por documentos hasta bien entrada la primera mitad del siglo
nadio83. A orillas del río Bibey, afluente del Sil, se encuentra el
xvi. En la ermita de San Felipe y Santiago, hizo vida penitente
eremitorio de Nuestra Señora de las Ermitas84, nombre que pro-
María Fernández. Y no faltó el eremitismo femenino en su forma
cede de «las seis ermitas que coronaban desde antiguo las seis
más extremosa, la reclusión, en una celda adosada a la capilla de
principales prominencias del monte. En ellas vivían varones que,
San Esteban que todavía existe77. Y, sin duda, también en otras
despreciando el mundo, se retiraban a la soledad»85.
iglesias, porque en unas mandas de 1310, de 1344 y de 1387, se
hace mención de las emparedadas o reclusas de Astorga y de su En el impresionante escenario que componen los agrestes
entorno78. montes que circundan el actual Santuario de Nuestra Señora de
las Ermitas, se desarrolló la vida de muchos anacoretas desde los
Como dice A. Quintana, es un buen balance el que arroja el siglos medios hasta el siglo xvn en que desaparecieron por com-
eremitismo de la región berciano-maragata, con sus cinco santos: pleto, a causa quizá de las concurridas romerías que desde el
San Genadio, San Froilán, San Adrián, Santo Domingo de Com- mencionado siglo xvn se hicieron muy populares por el milagro
ilón y San Gil de Casayo79, y los venerables Alfonso Pérez, de
75 8(1
QUINTANA, A., Foncebadon: Ensayo sobre su historia, «Archivos Leoneses» QUINTANA, A., o. c, EE, p. 452.
81
(1958); cf. ID., O. C, EE, p. 435. HVR I, 365-366.
76 82
SAN ROMÁN, A., Historia de la beneficencia en Astorga, Astorga, 1908, ARIAS, M., La vida eremítica en Galicia, EE, pp. 363-364.
83
p. 245. FLÓREZ, E., o. c, XVI, pp. 64-65; FERRO COUSELO, J., Monjes y eremitas en
77
Ibidem, p. 100. las riberas del Miño y el Sil, «Bracara Augusta», 21 (1967), 199-214.
78 84
Ibidem, pp. 18-22; 148; 238. CONTRERAS, J. M., Historia del célebre santuario de Nuestra Señora de las Er-
79
Augusto Quitaría menciona a San Gil porque Casayo, aunque es de la pro- mitas, Salamanca, 1879.
85
vincia de Orense, pertenece a la diócesis de Astorga; o. c, EE, pp. 450-451. GIL ATRIO, C , Orense mañano, Orense, 1954, p. 41.

128 129
obrado por intercesión de Nuestra Señora de las Ermitas en don antes de la fundación de cada uno de los abundantes monasterios
Alfonso Mesía de Tovar, obispo de Astorga 86 . Contrasta, sin em- que la pueblan, existía vida anacorética. Otro tanto acaecía en
bargo, la celebridad de este eremitorio con la escasez de datos San Esteban del Sil. Entre los muchos eremitas que hicieron peni-
concretos sobre los eremitas que lo poblaron. Las fuentes no han tencia en este lugar se destaca San Franquila, el cual acabó sus
transmitido ni un sólo nombre. días como abad del célebre monasterio de Celanova, y fue maes-
Muy cerca de Peña Trevinca, punto de confluencia de las pro- tro espiritual de muchos anacoretas de la zona; así consta en una
vincias de Orense, León y Zamora, en una hondonada coronada inscripción del año 918; entre ellos destaca Manilano, que le su-
por montes bravios y salvajes como los del Campo Romo, Pico cedió en el cargo de abad de Celanova. La acción de San Fran-
Mauro y San Gil, por donde discurre el río Casayo que da nom- quila se extendió también a la reforma de monasterios91.
bre a la población vecina, se encuentra la ermita de San Gil. No Muy cerca de San Esteban, en la margen derecha del Sil, está
abundan las fuentes para reconstruir la biografía de este santo San Vicente de Pombeiro, que antes de ser monasterio benedicti-
eremita. El Menologio Cisterciense dice que fue monje y primer no, había sido centro eremítico a principios del siglo x. Otro tanto
abad del Monasterio de San Martín de Castañeda (Zamora) 87 , sucedía, por las mismas fechas, con San Vicente del Pino 92 y San
aunque algún autor lo hace monje en el monasterio de Carracedo. Pedro de Rocas, aquí condujo vida eremítica don Munio (muerto
En realidad, ambas cosas pudieran ser verdad, porque el monas- en 1336), que había sido abad de Celanova desde 1320 hasta
terio de San Martín de Castañeda fue filial del monasterio bercia- 1326.
no. Cabría la posibilidad de que San Gil hubiera sido monje de A finales del siglo x, en Pungín, muy cerca de Orense, llevó
Carracedo, trasladado a San Martín de Castañeda como abad a vida eremítica San Vintila, después de haber pasado algunos años
principios del siglo xm, concretamente entre 1208 y 1211. Des- en vida cenobítica en el monasterio de Barra, en las riberas del río
pués de renunciar al cargo de abad, San Gil se traslada a los mon- Barbantes. Su sepulcro se conserva en la actualidad en la iglesia
tes de Casayo en compañía del monje Pedro Fresme, el cual per- de Santa María de Pungín93. Eremitorios hubo también cerca de
manció con él hasta su muerte; lo enterró en la misma ermita y Ribadavia, y por tierras de Guillade, en las cercanías del río Urna,
colgó de la pared una tabla en la que relataba los hechos más im- donde había varias ermitas.
portantes de la vida del santo. San Gil es todavía hoy venerado en En las orillas del océano atlántico, de norte a sur, abundaron
el escenario de su vida penitente. El día 1 de septiembre se elebra los centros eremíticos desde la época romana. Algún autor se re-
una romería a la que concurren devotos de todos los pueblos de la monta a finales del siglo m para situar la presencia de eremitas
comarca, La Baña, Lardeira, La Pórtela, Trigal, San Pedro de por la parte de Bayona, en el monte de Santa Tecla94. En el siglo
Trones. Se le invoca como abogado contra los males de oído 88 . xn la mayor parte de los eremitas del monte de Santa Tecla acep-
El tramo del Sil, que va desde la desembocadura del Lor hasta taron la vida cenobítica, posiblemente en el monasterio de San
la confluencia del Mao, es conocida como la Ribera Sagrada a Cosme y San Damián en el monte de Santa María de Baíña, don-
causa de los monasterios y sus ermitas filiales que poblaron esas de vivió durante veinticinco años San Famiano. Este santo había
orillas89. Ribera Sagrada es una denominación muy antigua, por- nacido en Colonia en 1090; y después de una peregrinación a
que ya se halla en un documento de 112490. En toda esta zona Santiago de Compostela en 1117, ingresó en el mencionado mo-
nasterio de San Cosme y San Damián95. Más tarde profesó como
86
RODRÍGUEZ LÓPEZ, P., Episcopologio Asturicense, III, p. 86.
87 91
FLÓREZ, E., O. C, XVI, p. 353. FLÓREZ, E., O. C, XVIII, 326-329; YEPES, A.de, o. c, V, p. 647.
88
BOLANDISTAS, Acta Sanctorum, 1 septiembre. 92
YEPES, A. de, o. c, IV, p. 296; ARIAS, M., O. C, EE, pp. 351-352.
89
MARTÍNEZ SUEIRO, M , La Ribera Sagrada, «Bol. de la comis. Prov. de Monu- 93
FLÓREZ, E., O. C, XVII, p. 242.
ment. Histór. y Artíst. de Lugo», 5 (1914), 33-37. 94
LÓPEZ GARCÍA, J., La citania de Santa Tecla, La Guardia, 1927, p. 119.
90 95
YEPES, A. de, o. c, VII, Apéndice, VII; cf. ARIAS, M., O. C, EE, p. 346. FLÓREZ, E., O. C, XXIII, p. 177.

130 131
cisterciense en el monasterio de Osera, pero siguió practicando la Leovigildo, que será más tarde uno de los grandes abades del mo-
vida eremítica en la ermita de San Lorenzo, a orillas del Miño 96 . nasterio de San Martín Pinario106.
Más tarde se fue en peregrinación a Tierra Santa, donde pasó tres En el eremitismo gallego no faltó tampoco la presencia de
años; peregrinó también a Roma, y murió en Gállese en 1150. algunas mujeres. Se venera a Santa Trahumunda, del siglo vm, en
La isla de Tambo descuella, como escenario de vida eremítica, las cercanías de San Juan de Poyo. Existe incluso alguna reclusa;
desde los tiempos de San Fructuoso 97 , entre ese collar de perlas pero el eremitismo femenino gallego fue más bien escaso107.
de parajes incomparables que son, en las rías de Vigo y de Arosa,
Las Cies, Toralla, San Simón, Ons, la Toja y Sálvora. Eremíticos
fueron también los orígenes del monasterio cisterciense de Tojos
Outos en la margen izquierda del Tambre, a donde se retiraron en
1129 dos nobles caballeros, Pedro Muñoz y Froilán, a quienes
posteriormente siguieron muchos discípulos. El monte Osera fue
escenario de la vida penitente de un grupo de eremitas, García,
Diego, Juan y Pedro, hasta que en tiempos de Alfonso VII (1126-
1157), decidieron fundar el monasterio del mismo nombre bajo la
Regla cisterciense98.
Si la vida eremítica en los orígenes del monasterio de Santa
María de Franqueira (Pontevedra) 99 y en las islas de Colleira
(Lugo) y de San Vicente (La Coruña), no pasan de ser una conje-
tura, es, ciertamente, segura la existencia de eremitas dependien-
tes del monasterio de Camanzo, fundado en el monte Landal por
los condes de Deza, Gonzalo y Teresa, a finales del siglo ix o a
comienzos del x100.
Hay indicios claros de eremitismo en los monasterios de San
Clemente de Villa Mateo 101 , de Santa Eulalia de Espenuca 102 , de
Carboeiro 103 , del Corpino 104 , de Sobrado de los Monjes105. En el
Pico Sacro hizo vida anacorética, a finales del siglo xi, el monje

96
MANRIQUE, Annales Cistercienses, I, p. 432.
" FLÓREZ, E., O. C, XV, p. 454.
98
PÉREZ DE URBEL, J., Los monjes españoles en la Edad Media, II, pp. 492-506.
" ÁLVAREZ LIMESES, G., Provincia de Pontevedra, pp. 497-499.
100
LÓPEZ FERREIRO, A., Historia de la S. A. M. Iglesia de Santiago, IV, Santiago
de Compostela, 1898, pp. 64-65.
101
YEPES, A. de, o. c, IV, p. 301.
102
«Espenuca» es una corrupción de «spelunca» = cueva; YEPES, O. C, IV,
p. 57.
103
Ibidem, p. 37.
104
SALGADO TOIMIL, El Corpino, Lugo, 1929, pp. 26-28.
105
L. M. E., El milenario de una Hospedería para peregrinos. Sobrado de los 106
LÓPEZ FERREIRO, A., o. c, I, p- 259.
Monjes (952-1952), «Compostela», 24 (1953), p. 10. 101
ARIAS, M., O. C, EE, pp. 373-374.

132
133
5.
Los cartujos

Bibliografía

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135
1. De Colonia a Reims él rechazó el ofrecimiento, porque ya tenía muy madura la idea
de abandonar el mundo y hacerse monje.
San Bruno nació en Colonia hacia el año 1030; pero el apela- Junto con dos compañeros, Pedro de Béthune y Lamberto de
tivo de Gallicanus1 con que fue conocido por sus contemporá- Borgoña, dejó la cátedra de Reims y se instaló en la Séche-Fon-
neos, indica que la mayor parte de su vida no la transcurrió en taine, un bosque propiedad del monasterio de Molesme dirigido
Alemania, sino en Francia. Inició sus estudios en San Cuniberto entonces por el abad Roberto, futuro fundador del Cister. Este
de Colonia. Para completar su formación, se marchó a la escuela hubiera querido retener a su amigo, pero Bruno no tenía vocación
catedralicia de Reims, la cual vivía aún del prestigip alcanzado de benedictino. No obstante, la amistad entre ellos permanecerá
unos decenios antes con las enseñanzas del célebre maestro Ger- para siempre. Aunque el estilo de vida que llevaba con sus com-
berto, que llegaría a ser papa con el nombre de Silvestre II (999- pañeros en Séche-Fontaine se correspondía con el movimiento
1003). eremítico del tiempo, él pretendía alcanzar una mayor austeridad
Tal debió ser su aprovechamiento como alumno, que cuando y, sobre todo, un mayor alejamiento del contacto con los hom-
Bruno contaba apenas veintiséis años fue nombrado maestro de la bres.
misma escuela de Reims, sobresaliendo en la exposición de la sa-
grada Escritura, siguiendo las sendas trazadas por San Agustín.
Se conservan sus comentarios a los Salmos y a las Cartas de San 2. La Gran Cartuja
Pablo; de estilo claro y conciso2. Sus discípulos guardaron siem-
pre un buen recuerdo de sus enseñanzas, puesto que, al morir el En Séche-Fontaine, Bruno y sus compañeros podían equipa-
maestro, lo recordaban como «elocuente, experto en todas las rarse a cualquier otro grupo eremítico de los muchos que abunda-
disciplinas, dialéctico, gramático, pozo de ciencia, doctor de los ban en la misma región. Pero él tenía en mente un eremitismo
doctores»3. Entre sus discípulos en Reims hubo muchos que des- más personal, que respondiera mejor a las exigencias individuales
pués ocuparon sillas episcopales, e incluso la Silla de San Pedro, de recogimiento y de oración, al margen de cualquier forma de
como fue el caso de Urbano II (1088-1099). apostolado itinerante y de mendicidad para conseguir el propio
El joven profesor de Reims no se ocupaba solamente de sus sustento.
lecciones, sino que su preocupación se extendía también a la pro- Para la búsqueda de un lugar adecuado a sus aspiraciones en-
blemática socio-eclesial de su tiempo, declarándose desde el prin- contró una poderosa ayuda en el obispo Hugo I de Grenoble que
cipio en favor del movimiento de reforma de la Iglesia que patro- sobresalía por su amor a la vida monástica4. Cuenta la leyenda
cinaba el Papado y que lleva el nombre de Reforma Gregoriana. que el obispo Hugo, la noche anterior a la llegada de Bruno con
En 1075 el obispo de la ciudad, Manases de Gournay, nombró sus seis compañeros, Esteban de Bourg, Esteban de Die, ambos
canciller a Bruno con la pretensión de atraer a su bando al gran canónigos de San Rufo que habían obtenido el correspondiente
maestro; pero éste se le opuso abiertamente, lo cual le valió, poco permiso de su Prior, el maestro Landuino, Hugo el Capellán y los
tiempo después, la destitución. Al quedar vacante la sede episco- laicos o conversos Andrés y Guerín, tuvo un sueño en el que vio
pal de Reims en 1080 por la destitución de Manases, decretada siete estrellas y el lugar donde Dios quería que se establecieran: la
por el Papa Gregorio VII, se pensó en Bruno para sucederle; pero Cartuja5.
El macizo de La Chartreuse, La Cartuja, atraía la atención de
1
El apelativo Gallicanus aparece en el elogio fúnebre de San Bruno: PL 152
muchos que pretendían llevar vida eremítica. Por indicación de
568-565.
2 4
SPICO, C , Esquise d'une histoire de l'exégése latine au Moyen Age, París, 1914 BOYS, A. du, Vie de sant Hugues, évéque de Grenoble, Grenoble, 1857, pp.
p. 55. 57-58.
3
Citado por DUBOIS, J., Bruno, DIP, 1, 1606. 5
Vita sancti Hugonis; PL 153, 769-770.

136 137
Hugo de Grenoble, San Bruno se instaló allí. Pero estos montes 3. Primeros pasos en el «desierto»
pertenecían a dos grandes abadías, Saint-Chey y La Chaise-Dieu de la Cartuja
con sus prioratos de San Mauricio de Miribel y San Roberto de
Cornillon. Los monjes ya habían concedido, antes de la llegada de Su protector, Hugo de Grenoble, les construyó un eremitorio
San Bruno y de sus compañeros, el permiso necesario a algunos de madera, y el 2 de septiembre del mismo año 1084, a los dos
eremitas que se instalaron en el valle de Curriére, al nordeste de meses de la llegada de San Bruno, ya les consagró la Iglesia, aun-
Grenoble, donde surgiría después la Gran Cartuja6. que algún autor la retrasa hasta el año 108610. El buen obispo no
Estos eremitas no debían ser nada ejemplares, porque en la se contentó con esta ayuda material, sino que, además, prohibió a
carta dirigida por San Bruno a sus hijos, los pone en guardia con- la población, especialmente a las mujeres y a los hombres arma-
tra ellos, especialmente a los cartujos laicos que podían ser vícti- dos, bajo pena de excomunión, la entrada en el lugar reservado a
mas más fáciles a causa de su ignorancia7. El obispo Hugo de los eremitas. Los visitaba con frecuencia, «siendo para ellos, no
Grenoble expulsó definitivamente a estos poco ejemplares eremi- un señor y ni siquiera un obispo, sino el más humilde de los com-
tas en 11298. pañeros y hermanos» 11 .
El abad Seguin de La Chaise-Dieu, juntamente con los demás El lugar respondía plenamente a las exigencias de soledad y
dueños, cedieron a San Bruno los terrenos necesarios. En el síno- contemplación de San Bruno. El paisaje ofrece un cuadro gran-
do de Grenoble celebrado el 9 de diciembre de 1086, se levantó dioso. Las montañas parecen arañar el cielo. Entre las rocas
acta de esta cesión, aunque la llegada de San Bruno a la Cartuja abruptas se despeña un copioso arroyo camino del valle lejano.
había tenido lugar dos años antes, en junio de 1084: En 1090 el Su difícil acceso convierte a la Cartuja en un verdadero «desier-
abad de La Chaise-Dieu reconfirmó la donación de los terrenos a to» en el que rememorar las austeridades de los grandes Padres
nombre de Landuino, sucesor de San Bruno 9 . Los campesinos de del monacato de Egipto, de Siria o de Palestina. El rigor del in-
las cercanías, vieron con buenos ojos la presencia de estos eremi- vierno incrementa aún más el aislamiento.
tas, y les dieron albergue durante los primeros días. La fundación Inicialmente, los cartujos ocupaban las celdas de dos en dos,
de la Cartuja se presenta como una estrecha colaboración entre la pero muy pronto, para conseguir un mayor aislamiento, cada
jerarquía eclesiástica, un abad representativo de la vida monástica monje tuvo su propia celda. La abstinencia de carne era perpetua,
tradicional, un nuevo eremita, San Bruno, y el pueblo fiel. Como los ayunos frecuentes, el frío extremoso. Duro y austero estilo de
signo del dominio que el obispo tenía sobre la nueva fundación, vida que no pretendía, sin embargo, emular los campeonatos de
Hugo de Grenoble exigió a los cartujos la módica retribución de austeridad de los eremitas del siglo iv. Los domingos mitigaban el
unos kilos de mantequilla y de queso blanco, aunque esta contra- ayuno, y la dieta se componía de queso y de pescado. El fundador
partida no figura en el acta de fundación. sabía que «cuando el alma está fatigada por una severa disciplina
y por los estudios espirituales, es muy bueno que pueda reponerse
y respirar, porque si el arco está siempre tenso se inutiliza»12.
Los cartujos se reunían solamente para el rezo del Oficio divi-
no y para la santa Misa que, inicialmente, se celebraba únicamen-
te los domingos y días festivos. La jornada estaba jalonada por la

6 10
UN CARTUJO, La Grande Chartreuse, Grenoble, 1964, p. 276. BLIGNY, B., L'Église et les Orares Religieux dans le royaume de Borgogne aux
7
SAN BRUNO, Ad filios Cartusiae, PL 152, 418-420, cf. UN CARTUJO, Maestro XI' et XII' siécles, p. 261.
11
Bruno..., pp. 249-252. Vita sancti Hugonis, o. c , 770.
8 12
BLIGNY, B., Recueil..., p. 36. SAN BRUNO, Ad Radulphum Viridem, PL 152, 420-423; cf. UN CARTUJO,
9
Ibidem, p. 12. Maestro Bruno..., pp. 173-180.

138 139
oración y el trabajo manual e intelectual. San Bruno no quiso que Landuino el 17 de septiembre de 1090. Prosiguiendo desde en-
sus monjes fueran ignorantes. El trabajo intelectual se centraba tonces la vida de la comunidad con toda normalidad.
fundamentalmente en el estudio de la sagrada Escritura y de los De la presencia de San Bruno en Roma y de su acción al ser-
santos Padres, y en la copia de libros. De ahí que, a pesar de la vicio de la Santa Sede, no se conserva ningún vestigio. Según una
pobreza relevante que les caracterizó desde el principio, poseye- tradición tardía, de muy escasa fiabilidad, el Papa Urbano II le
ran una riquísima biblioteca. El intelectual que era San Bruno im- habría confiado a San Bruno y a sus compañeros la iglesia de San
primió la sólida estructuración que caracterizará a la Cartuja a Ciríaco en las Termas de Diocleciano. Puede ser una justificación
través de los siglos. Lo cual no fue óbice para que la primera co- del hecho de que Pío IV concediese en 1561 a los cartujos las
munidad experimentase muy pronto una crisis que estuvo a punto mencionadas Termas de Diocleciano sobre las que Miguel Ángel
de hacer fracasar todo el proyecto fundacional de San Bruno. Fue planificó para ellos la espléndida iglesia de Santa María de los
ocasionada por la repentina partida del fundador camino de Angeles.
Roma. Cuando Urbano II tuvo que abandonar Roma y refugiarse en
Capua, entre sus vasallos los normandos, a causa de la guerra que
contra él sostenía el emperador Enrique IV de Alemania (1090),
San Bruno lo acompañó al destierro. El papa le ofreció entonces
4. Un eremita al servicio de la Santa Sede el arzobispado de Reggio Calabria, dignidad que San Bruno rehu-
só. Sin embargo, su nombre quedará indeleblemente unido a la
En 1088 fue elegido papa con el nombre de Urbano II (1088- historia y a la geografía de esta región italiana.
1099), Odón de Chátillon. El nuevo papa se acordó entonces del
Roger de Sicilia, que mantenía muy buenas relaciones con el
maestro Bruno del que había sido discípulo en Reims, pensó que
papa Urbano II, favoreció a San Bruno; con su ayuda fundó el
le podría servir de gran ayuda en favor de la reforma de la Iglesia,
monasterio de Santa María de la Torre, en la Sierra actualmente
y lo invitó a ir a Roma para «el servicio de la Silla apostólica»13.
llamada de San Bruno (1092); y poco después fundó el monaste-
Bruno obedeció y se puso en camino con algunos compañeros,
rio de San Esteban del Bosque. El fundador de la Cartuja pasó
dejando al frente de la Cartuja al maestro Landuino.
sus últimos años en el monasterio de la Torre, donde recibió la vi-
La ausencia de San Bruno fue fatal para la incipiente comuni- sita de su querido discípulo y prior de la Gran Cartuja, Landuino,
dad eremítica. Los monjes no recibieron bien la ausencia del que venía a informarle de las vicisitudes de aquella comunidad
maestro espiritual, y se dispersaron. La propiedad de la Cartuja primera. San Bruno no regresó nunca a Francia, su patria por
volvió a las manos de Seguin, Abad del monasterio de La Chaise- adopción, y tampoco a Alemania, su patria por nacimiento. Mu-
Dieu. Esto significa que los cartujos no hacían al principio voto rió en el monasterio de la Torre el día 6 de octubre de 1101. Sus
de estabilidad; voto que emitirán a partir de la reagrupación del restos fueron sepultados en el monasterio de San Esteban del
año 1090. Bosque; pero fueron reconducidos años más tarde (1122) a la
Apesadumbrado por esta tragedia que se cernía sobre su fun- iglesia de Santa María del monasterio de la Torre. Su culto, sin
dación inicial, San Bruno pidió la protección del Papa Urbano II, embargo, no fue autorizado hasta los tiempos del papa León X
el cual se interesó ante el abad Seguín y ante Hugo de Grenoble, (1514) y sólo verbalmente, de modo que la inclusión de su fiesta
a fin de que tomaran las medidas necesarias para la reorganiza- en los libros litúrgicos no se realizó hasta el año 1622.
ción de la comunidad de la Cartuja. Efectivamente, los monjes se
reagrupan bajo la dirección de Landuino. El abad Seguín de la
Chaise-Dieu reconfirmó la donación de la Cartuja al maestro

13
PL 153, 770.

140 141
5. Organización y gobierno San Antelmo, en 1140. Los respectivos obispos renunciaron a su
jurisdicción en favor del Capítulo General que, a partir del año
A pesar de que San Bruno era un gran organizador, como lo 1155, se celebró anualmente hasta la Revolución Francesa. Ac-
había demostrado durante sus años de docencia y de gobierno en tualmente se celebra cada dos años. Participan en él los priores de
Reims, no escribió ninguna Regla ni tampoco ningún libro de es- todas las Casas y tiene poder legislativo. El prior de la Gran Car-
piritualidad propiamente dicha que hubiese podido servir de base tuja tenía durante el año los poderes del Capítulo General. Desde
para la organización y gobierno de la Cartuja. Los cartujos tuvie- el siglo XIII, el prior general designa un elector y las demás Casas,
ron que vivir durante los primeros años sin una Regla. Se valían por turno, otros cinco, los cuáles designan, a su vez, ocho defini-
de las costumbres que la experiencia de cada día señalaba, desde dores que son presididos por el prior general. El definitorio puede
los mismos tiempos de la presencia del fundador. Cuando San destituir al prior general; designa los visitadores para cada provin-
Guido, prior de la Gran Cartuja, empezó a fundar nuevas comu- cia, quienes visitan las casas cada dos años. La Gran Cartuja, a su
nidades, y cuando otros monasterios le pedían la admisión a su vez, es visitada cada seis años por comisarios designados por el
propio estilo de vida, puso por escrito (1127) las Consuetudines, definitorio. En el Capítulo General, todos los priores piden la mi-
las Costumbres, a petición de las demás Casas. Esta primera legis- sericordia, es decir, ser relevados de sus cargos. El Capítulo la
lación de la Cartuja fue aprobada por el papa Inocencio II en concede o la deniega15.
1133. Se trata de una mezcla de normas tomadas de la literatura La celebración frecuente de los Capítulos generales ha sido la
monástica antigua y de costumbres tomadas de la propia expe- causa de que la Cartuja no haya padecido los largos períodos de
riencia de la Gran Cartuja. También Lamberto de Borgoña hizo decadencia en que se han visto sumidas todas las demás Ordenes,
lo mismo para el monasterio de Santa María de la Torre. Pero es- hasta el punto de que el papa Inocencio XI ha podido afirmar:
te monasterio corrió una suerte bien distinta. En 1192 se convir- Carthusia numquam reformata quia numquam defórmala, es de-
tió en un monasterio cisterciense y solamente en 1514 sería recu- cir, la Cartuja no ha sido nunca reformada porque nunca se ha
perado para la Orden. deformado.
En 1271 las Consuetudines se completaron con las disposicio- Lo que ha dado fecundidad y solidez a la fundación de San
nes emanadas de los Capítulos Generales. Desde ese mismo año Bruno, al margen de si él pretendió o no fundar una Orden pro-
las Consuetudines reciben el nombre de Estatutos, los que, con el piamente dicha, ha sido su equilibrio dentro de una tónica fuerte
correr del tiempo, han recibido algunas modificaciones: Nuevos de austeridad de vida. El eremitismo de la Cartuja es una buena
Estatutos (1368), Tercera Compilación (1509), Nueva Colección síntesis de anacoretismo y cenobitismo. La estructura de las Casas
de Estatutos (1582); Estatutos de la Orden Cartuja, después de la es, más o menos, la misma en todas partes. Los cartujos viven en
acomodación de la propia legislación al Código de Derecho Ca- celdas construidas en torno a un claustro, como verdaderas casi-
nónico de 1917. En la actualidad, su legislación ha recibido una tas autónomas. Cada celda consta de una pieza para dormitorio,
nueva modificación para acomodarla a las disposiciones de reno- otra para el trabajo, un corredor y un jardincito para el esparci-
vación impuesta a todos los religiosos por el Concilio Vaticano II miento. En su celda pasa el cartujo la práctica totalidad de la jor-
y por el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 14 . A tenor nada. Solamente se reúne con los demás para los actos litúrgicos,
de las Consuetudines, las primeras comunidades de la Cartuja maitines, laudes y vísperas; la misa se canta todos los días. Los
eran independientes entre sí, y estaban directamente sujetas al or- domingos toman el alimento en un refectorio común. El silencio
dinario del lugar. Pero, una vez puestas por escrito las Consuetu- es absolutamente riguroso a excepción de algunos momentos un
dines, las comunidades se federaron en una Orden en el Capítulo día a la semana.
Genereral convocado al efecto por el prior de la Gran Cartuja,
14
R A Y , L., Chartreux, D D C , 3, 6 3 2 - 6 6 2 . 15
MOULIN, L., L'Assamblée..., 7-75; BLIGNY, B., Recueil..., p. 75.

142 143
6. Expansión de la Cartuja 7. Monjas Cartujas
Un estilo de vida tan austera ha sido la causa de que la Cartu- En 1145, el beato Juan de España, prior de la Cartuja de
ja no haya tenido nunca una gran expansión numérica. La admi- Montrieux (Tolón) adaptó las Consuetudines o regla masculina de
sión se ha regido siempre por unas pautas muy exigentes, tanto la Cartuja para el monasterio de monjas de Prébayon, cuyos
desde el punto de vista físico como espiritual, y sobre todo psico- orígenes se quieren remontar, parece que sin verdadero funda-
lógico. Una selección vocacional así, ha sido la causa de que la mento histórico, hasta San Cesáreo de Arles, dando así comienzo
Cartuja haya constituido siempre una verdadera clase de élite en- a la rama femenina de la Cartuja. Los monasterios de monjas
tre las Ordenes religiosas. Cartujas eran, en realidad, monasterios dúplices, porque las prio-
El día 30 de enero de 1132, una avalancha de nieve y piedras ras tenían facultad para admitir conversos y clérigos, los cuales
arrasó la Gran Cartuja, muriendo siete monjes, más de la mitad constituían una categoría intermedia entre padres y hermanos
de la comunidad. El prior Guido edificó una nueva mansión más cartujos; que podían acceder a la inspección de los visitadores de-
sólida un poco más abajo del emplazamiento de la primera que, signados por el Capítulo General, que ejercían la autoridad sobre
con las necesarias transformaciones arquitectónicas, ha perdurado el monasterio. Pero después, los Capítulos Generales impusieron
hasta la actualidad. un cambio, cuyo punto más importante consistió en poner al fren-
La Cartuja ha experimentado, dentro del número reducido de te de cada monasterio femenino un padre cartujo, con el nombre
sus casas, una gran variedad en la fundación y supresión de sus de prior o vicario, al que los conversos y los clérigos y la misma
comunidades. El siglo xvi contempló la mayor expansión de la priora le prestaban obediencia bajo voto. Este prior representaba
Orden con 196 comunidades. Pero han existido en toda la histo- a la comunidad en el Capítulo General. En la actualidad, aunque
ria de la Cartuja 271, de las cuales 22 eran de monjas. Distribu- forman una sola Orden religiosa con los cartujos, tienen su propio
yéndose, de este modo, por toda Europa, señalando entre parén- Capítulo General. Y con ocasión del Vaticano II, han hecho una
tesis el año de la fundación de la primera Cartuja en cada nación: reestructuración de su legislación, dándose un Estatuto específi-
Francia (1084), 100; Italia (1090), 41; Yugoslavia (1160), 1; Sui- camente femenino, eliminando todo aquello que era más propio
za (1162), 9; España (1163), 23; Inglaterra (1178), 10; Irlanda de la rama masculina de la Orden (1973). Sin embargo, siguen
(1270), 1; Hungría (1300), 5; Austria (1313), 13; Bélgica (1314), dependiendo del superior general de los cartujos; sus comunida-
17; Alemania (1320), 33; Holanda (1331), 9; Checoslovaquia des forman parte de las respectivas provincias masculinas; y están
(1340), 1; Polonia (1360), 4; Escocia (1430), 1; Portugal (1587), sometidas a la dirección inmediata de un visitador general para
2. Sin que podamos precisar el año de la fundación, existió o exis- toda la rama femenina. Las funciones sacerdotales son desem-
te una Cartuja en Dinamarca, Escocia, Suecia y Estados Unidos. peñadas por dos padres cartujos que residen, juntamente con dos
hermanos conversos, en cada Cartuja femenina. Las monjas Car-
Los momentos más difíciles, por lo que se refiere a la supre-
tujas se han extendido fundamentalmente por Francia e Italia. En
sión de comunidades, han sido la Reforma protestante del si-
toda su historia, solamente han existido 25 comunidades femeni-
glo xvi, durante la cual desaparecieron 40; las reformas decreta-
nas, y no todas simultáneamente. La última fundación ha sido la
das por el emperador José II de Austria que suprimió 23; la Re-
de Benifazá (Valencia) (1967) 17 .
volución Francesa (1789-1799) que eliminó 82; Napoleón acabó
con 32; España vio desaparecer con la desamortización (1835)
16; y la Tercera República de Francia suprimió 13, entre ellas la
Gran Cartuja, la cual fue recuperada para la Orden en 194016.
16
UN CARTUJO, Certosini, DIP, 2, 787; DOREAU, V. M., Les Éphémérides de
l'Ordre des Chartreux d'aprés les documents, 4 vols., Montreuil, 1897-1900. FONTETTE, M. de, Recherches sur les origines..., p. 1143.

144 145
8. La Cartuja en España y Portugal 9. Espiritualidad
La Cartuja inicia su expansión en España por Cataluña: Scala 9.1. Estabilidad eremítica
Dei (1163), San Pol de Mar (Barcelona) (1270), Vallparadis
(Barcelona) (1344), Montealegre (Barcelona) (1415); y continúa Mabillón decía que los cartujos son benedictinos; benedictinos
por el reino de Valencia: Portaceli (1272), Valdecristo (1385) especiales, pero benedictinos20. Y más modernamente Dom Wil-
que fue la casa madre de la Cartuja de Jesús Nazareno de Vallde- • mart insiste sobre lo mismo, diciendo que el código fundamental
mosa (Mallorca), famosa por haber sido cárcel de Gaspar Mel- de la Cartuja es la Regla de los monjes de San Benito al que le ha-
chor de Jovellanos y residencia de Jorge Sand y Chopin (1399) 18 brían añadido simplemente sus Consuetudines 21. Sin duda, los
La Anunciata (1445), Ara Christi (1585) y las dos fundaciones cartujos han venerado siempre a San Benito. En el mismo prólo-
en la provincia de Alicante en el siglo xvn: Via Coeli (1640) y go de las Consuetudines se hace mención explícita de esta venera-
San José (1654). ción22; pero la espiritualidad Cartujana no es la espiritualidad be-
En Castilla se da comienzo a la presencia de los cartujos a fi- nedictina. La estabilidad benedictina no es la estabilidad eremítica
nales del siglo xiv con el Paular (1390); después vendrán Aniago del cartujo. Lo dice bellamente un cartujo de nuestro tiempo:
(1441) y Miraflores (1442).
En Andalucía empiezan las fundaciones en el siglo xv: abre la «La estabilidad de la Cartuja no está hecha de la inmovilidad de una
marcha la Cartuja de Las Cuevas (Sevilla) (1400), Jerez de la inflexibilidad, sino del equilibrio de una sabiduría, de la solidez de una
Frontera (1463), Cazalla (1479); y en el siglo xvi: Granada mesura, de la justa relación de términos orientados con cuidado hacia un
(1506). fin único, y animados por una espiritualidad sencilla y profunda. La sabi-
duría de las proporciones es la piedra angular del edificio cartujo»23.
En el mismo siglo xvi se fundan en el Reino de Aragón: Las
Fuentes (Huesca) (1507), Aula Dei (Zaragoza) (1564), Ara Coe-
Tampoco la discreción, tan puesta de relieve por la Regla de
li (Lérida) (1590), La Concepción (Zaragoza) (1634).
los Monjes, constituye lo nuclear de la ascética del cartujo, por
Cuando Portugal quedó anexionada a España en tiempos de
más que la discreción configure también su rostro espiritual. Hay
Felipe II, la Cartuja se extendió también por allí: Scala Coeli
más rigor, sin duda, en la Cartuja que en los monasterios benedic-
(Evora) (1587) y Valle de la Misericordia (Lisboa) (1593). Aun-
tinos; aunque, como se acaba de ver, «la sabiduría de las propor-
que las Cartujas fundadas en España han sido 21, sin embargo,
ciones es la piedra angular del edificio cartujo».
nunca han existido a la vez más de 16. España ha dado a la Car-
tuja dos Superiores generales: Bonifacio Ferrer (1402-1417) y La soledad que caracteriza al cartujo no es la misma que presi-
Francisco Maresme (1437-1463). de la vida diaria del benedictino. El cartujo pasa la mayor parte
del día en la soledad de su celda. Por lo menos catorce horas dia-
En la actualidad, la Cartuja cuenta con cinco comunidades:
rias. Esta soledad tiene un profundo significado espiritual. Según
Miraflores, Aula Dei, Montealegre, Portaceli y Jerez de la Fronte-
Adam Scot, «guardar la celda» es estar presente en ella corporal-
ra. En España no ha existido la rama femenina hasta la reciente
mente, pero, sobre todo, estar en ella con el corazón y con el es-
fundación de Benifazá (Valencia) (1967) 19 .
píritu; es abstenerse de imitar a Dina, personificación de la relaja-
ción y de la blandura, o a Noemí a quien la sequía arrojó de Belén
20
AnalCist, LXXXVI, n. 75.
18 21
LLORENS, A., La cartuja de Jesús Nazareno de Valldemosa, Palma de Ma- WILMART, A., L'appel á la vie chartusienne, «Rev. d'Ascet. et Myst.», 15
llorca, 1929. (1933), p. 339.
19 22
GÓMEZ, I., La cartuja en España, p. 139; ID., LOS cartujos y los estudios, en Consuetudinís Cisterc, PL 153, 637-638.
23
AA.W., Los monjes y los estudios, Poblet, 1963, pp. 163-207. UN CARTUJO, Le message des moines á notre temps, París, 1958, p. 109.

146 147
a Moab24. La vida eremítica, es decir, permanecer en la celda, sig- pobreza es sinónimo de humildad. Y esto se aplica a todo y a to-
nifica mantenerse apartado del mundo, incluso en las horas en las dos en la comunidad cartuja. A todo: alimento, vestido, habita-
que la acedía hace presa en el eremita. La celda es la soledad en la ción, hasta a la liturgia que no admite boato de ninguna clase, pa-
que Dios habla al cartujo, es la Casa del Pan, es decir, Belén; es el ra que el orgullo no se instale en el lugar mismo de la oración. Y a
único asilo donde el cartujo encontrará el reposo contemplati- todos: desde el prior hasta el último de los llegados a la comuni-
vo25. dad, todos están obligados a esa humilde pobreza, a ese radical
despojamiento.

9.2. Despojamiento radical de símismo


9.3 Silencio contemplativo
También la castidad, la pobreza y la obediencia, son un signo
visible de ese alejamiento del mundo. El eremitismo absoluto de La renuncia al mundo y el despojamiento radical de sí mismo,
los padres del desierto de Egipto, Siria o Palestina, de los prime- cuyas manifestaciones más visibles son la pobreza, la castidad y la
ros siglos monásticos, a cuya espiritualidad se acogen los cartujos, obediencia, conducen al cartujo al silencio contemplativo. La es-
tiene un correctivo que neutraliza la tentación de la girovagancia piritualidad cartujana se preocupa por encontrar el equilibrio en
estigmatizada por San Benito en su Regla. Se trata de la obedien- los elementos preparatorios que conducen gradualmente a la con-
cia absoluta a los priores. La obediencia es parte fundamental de templación. Estas etapas graduales son las siguientes, tales como
la espiritualidad Cartujana; pero tiene una fundamentación dis- las describe Adam Scot:
tinta de la obediencia benedictina. El cartujo no parte de la obe- — La actio o predicación muda. Por ella se entiende cualquier
diencia, como el benedictino, para aprender las exigencias de la trabajo que el prior tenga a bien ordenar, especialmente la copia
humildad, sino que fundamenta su vida espiritual sobre la ruptura de manuscritos en la que los cartujos han sobresalido. Se trata de
con la sociedad la cual le fuerza a encontrar, en la contemplación, una predicación muda, porque la realizan solamente las manos.
el sentido profundo de la sumisión a una disciplina y a las disposi- Pero es predicación porque tiene un valor espiritual en cuanto
ciones del prior de la comunidad. que su ejecución lleva al cartujo a ser más perfecto, y reviste un
Los cartujos entran, sin duda, en aquella categoría de los pau- carácter místico26.
peres Christi, los pobres de Cristo, que tan grande impacto causa- — La lectio studiosa: No se trata solamente de una actividad
ron en la sociedad de aquel tiempo, como se ha visto anterior- de orden meramente intelectual, sino que está destinada a con-
mente. San Bruno parte del hecho de que sus comunidades ha- vertirse en oración ardiente, a ayudar al cartujo a elevar su alma
brán de poseer un mínimo de propiedad para atender a la subsis- hasta Dios. Es la lectio divina de toda la tradición monástica, des-
tencia de los monjes, porque sus cartujos no podían entrar en la de los padres del desierto; el estudio atento de la Sagrada Escritu-
dinámica de la pobreza de los eremitas itinerantes ni de la pobre- ra27.
za comunitaria, ya que no deberían salir a mendigar de puerta en — La Meditación o ruminatio sacrae Scripturae. Se trata de
puerta, ni a realizar ningún ministerio apostólico. El cartujo se alcanzar el sentido profundo de las palabras percibidas en la lectio
despoja radicalmente de todos sus bienes por la pobreza, de su divina. Es imprescindible, porque, de lo contrario, la lectura pue-
propio cuerpo por la castidad, e incluso de su propio querer por de inflar de vanidad intelectual al lector. Pero, además, al medi-
la obediencia. Es decir, el cartujo es un pauper Christi, un pobre tar, el cartujo se robustece contra la acedia, contra el tedio, elimi-
de Cristo, porque está enteramente despojado de sí mismo. Su

26
SCOT, A., Líber de quadripartito exercitio cellae, PL 153, 817; 819. Ibidem, 881-882.
27
Ibidem. Ibidem, 832.

148 149
nando paulatinamente cualquier imagen corporal que se le pre- todas las épocas31, con abundantes nombres de autores y de obras
sente28. de espiritualidad.
— La oración, la orado medullata, en la que desemboca la En la literatura cartujana se puede advertir una nota carac-
meditación. Se presenta como la coronación de los prolongados terística de humanismo y de contemplación de la belleza de las
esfuerzos del cartujo. Oración profunda e intensamente vivida cosas creadas que contrasta, sin duda, con el alejamiento de la so-
que permite revestirse del hombre nuevo que se pretendía con el ciedad y del mundo que caracteriza su estilo de vida. Pero que
despojameitno del hombre viejo. Esta oración lleva al desapego debe ser una herencia del propio San Bruno, en una de cuyas car-
de cualquier deseo humano. El cartujo ha llegado así al amor, su- tas se puede leer:
prema recompensa de Dios, manifestación incontestable de su
gracia29. «Habito en Calabria, con algunos hermanos muy religiosos..., en un
eremo bastante distante de donde vive la gente. ¡Ojalá pudiera afirmar
que soy digno de la dulzura del clima, saludable y templado, o de la vasta
9.4. La presencia de María y encantadora llanura, rodeada, hasta perderse de vista, de montañas con
verdes prados y pastosfloridos!¿Quién sería capaz de describir el aspecto
Antes que los cistercienses, los cartujos han puesto muy de re- de las colinas suavemente onduladas, la sinuosidad de los valles umbro-
sos, llenos de fuentes y de arroyos? No faltan jardines regados ni árboles
lieve la presencia de María en su liturgia, porque la habían puesto
de diversa especie. Pero, ¿para qué alargarme en estos discursos?... Sin
ya en su espiritualidad. María estaba ya presente en la misma fór- embargo, cuando el alma está fatigada por una severa disciplina y por es-
mula de profesión de los primeros cartujos. Sin embargo, la pre- tudios espirituales, es bueno que pueda recuperarse y respirar: porque si
sencia de María en la vida de la Cartuja ha tenido unas manifesta- el arco está siempre tenso, se distiende y se inutiliza»32.
ciones muy sobrias, más litúrgicas que meramente devocionales.
Y esto se traduce también en la sobriedad con que los primeros
escritores cartujos hablan de María en sus escritos30.

9.5. Herencia espiritual

A pesEf de su silencio ininterrumpido, los cartujos se han co-


municado mucho a través de la pluma. Casi siempre, sus obras
van firmadas por un cartujo. Desde los orígenes de la Cartuja has-
ta la actualidad, existe una producción literaria sobre los más di-
versos temas de espiritualidad que da lugar a hablar, no sólo de
una Escuela cartujana, sino incluso de una Biblioteca Cartujana
que consta, por lo menos, de 800 títulos. Se podrían citar, a pesar
del anonimato con que escriben, muchos nombres relevantes para

28
Ibidem, 830-831.
29
Ibidem, 877; cf. 866-867.
30
Consuetudines Cisterc, PL 153, 885-886; cf. MANOIR, P. du, Dévotion et 31
UN CARTUJO, Ceríosini, DIP, 3, 799-802.
théologie mariales chez les Chartreux, en A A . W . , María, II, París, 1952, pp. 625- 32
SAN BRUNO, Carta a Raúl el Verde, PL 152, 421; cf. UN CARTUJO, Maestro
678. Bruno..., p. 174; Lettres despremiers Chartreux, París, 1962; SCh, 88, pp. 66-80.

150 - 151
6.
Los Cistercienses

Bibliografía
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153
ciensesen Castilla (siglos xii-xm), Valladolid, 1978; MILLARUELO, M. P., y provocado la reforma cluniacense2, sino porque ahora toda la vi-
GIBERT, J.,Los monasterios femeninos cistercienses en España. Notas his-
da monástica, incluidos los cluniacenses, tenían necesidad de re-
tóricas desde sus orígenes a nuestros días, «Schola Caritatis», 92, Poblet,
1981; MASOLIVER, A., El monaquisme cristiá, II, Montserrat, 1980; Es- definir su puesto dentro de aquel contexto socio-eclesial cambian-
CRIVA, J. M., La abadesa de las Huelgas, Madrid, 1944. te surgido de la Reforma Gregoriana. La prueba más evidente de
que no se trataba de una relajación moral está en que la época del
máximo esplendor cluniacense coincide con los cien años que van
desde que Hugo el Grande accedió al cargo de abad de Cluny
(1049) hasta la muerte del que se puede considerar como el últi-
1. La «crisis de prosperidad» mo gran abad cluniacense, Pedro el Venerable (1157); tiempo en
del monacato cluniacense el que se juega de un modo decisivo el ideal reformador de Gre-
gorio VIL
Cuando en el siglo xi, el monacato cluniacense se hallaba en Pero no es menos cierto que durante ese último siglo de es-
su apogeo, fue precisamente cuando recibió un duro golpe de las plendor de Cluny, los aspirantes a la vida monástica ya no llaman
más altas instancias de la Iglesia, aunque fuese de un modo indi- a las puertas de sus espléndidas abadías, sino que prefieren otras
recto. En efecto, la Reforma Gregoriana que, no sin razón, ha si- formas ascéticas como son las variadas tendencias eremíticas o ce-
do equiparada a la Revolución Francesa, «fue una violenta exi- nobítico-eremíticas ya descritas. Por todo ello, no es exagerada la
gencia en pro de un cambio drástico y no un simple esfuerzo para afirmación de Germán Morín, según la cual, el monacato clunia-
eliminar abusos y volver a un cierto modelo primitivo de vida cense atravesaba una crisis en aquel momento en que precisamen-
eclesial»1. Se trató de una lucha por un nuevo orden de la Iglesia te todo parecía serle propicio3, crisis que Jean Leclercq califica,
y de la sociedad, que los mismos Cluniacenses habían contribuido muy acertadamente, de «crisis de prosperidad» 4 .
a crear, pero que, de hecho, no fue capaz de mover a los mismos La gran culpa de los cluniacenses, normal, por otra parte, en
cluniacenses al cambio que la nueva mentalidad exigía. toda institución que durante siglos ha dado magníficos frutos de
La Iglesia rompía así con el sistema sociorreligioso, vigente vida cristiana, consistió en no haberse percatado de que la socie-
desde hacía siglos, que exigía la estrecha unión entre el poder dad y la misma Iglesia estaban cambiando a su alrededor. Al
político y la Iglesia. Es lógico que si los cluniacenses eran el fiel hombre nuevo, a la realidad nueva, que estaban surgiendo de la
Reforma Gregoriana, había que darles una respuesta nueva. Lo
reflejo de aquella sociedad, ahora, ante los nuevos aires prove-
cual no significa que la vida monástica hubiese perdido su razón
nientes de la misma cúpula eclesial, tuvieran que buscar unos de-
de ser. También a los cluniacenses les había llegado su decaden-
rroteros nuevos. Es cierto que el programa reformador de Grego-
cia. Sus formas de espiritualidad se habían esclerotizado de tal
rio VII tardó casi cuarenta años en ser aplicado, sin embargo, a la
forma que ya no decían nada; ni siquiera su hieratismo litúrgico
luz de sus postulados ideológicos, hacía tiempo que se estaban
que tanto había entusiasmado a las gentes, representaba nada pa-
reexaminando todos y cada uno de los aspectos de la vida cristia-
ra este hombre nuevo que prefería la sencillez y una piedad más
na, incluidos los mismos valores de la vida monástica. Todo el
intimista. San Pedro Damián criticaba en la liturgia cluniacense
movimiento de retorno al desierto que ha sido descrito en un cap- «el sonido innecesario de las campanas, el canto prolongado de
ítulo anterior, ha de ser encuadrado dentro también de la revolu- los himnos y el uso conspicuo de adornos» 5 .
ción llevada a cabo por la Reforma Gregoriana.
2
La renovación de las instituciones monásticas tradicionales era HVR I, 515-538.
3
inevitable; pero no por las misma causas de tipo moral que habían MORÍN, G., Rainaud l'Ermite et Yves de Chartres: Un épisode de la crise du cé-
nobitisme aux XI' et XW siécles, RevBén, XL (1928), 99-115.
4
LECLERCQ, J., Espiritualidad Occidental, I: Fuentes, Salamanca, 1967, p. 208.
1 5
LEKAI, L. J., LOS Cistercienses, p. 5. Citado por LEKAI, L. J., O. C, p. 7.

154 155
G. Frugoni ha sintetizado muy bien todo aquel mundo nuevo násticas surgidas a lo largo del siglo xi. Entre estos críticos, sobre-
que surgía en torno a los cluniacenses sin que ellos se dieran salió San Pedro Damián, el cual, sin embargo, no dirigía su acera-
cuenta: da pluma contra los monjes, sino contra los abades que se aprove-
chaban de su situación de privilegio para eximirse de las obliga-
«Mientras se mueve en torno a aquellas islas (cluniacenses) un fer- ciones más elementales de la vida monástica.
mento nuevo, incluso laico, de vida evangélica y apostólica, entre la uni- Ahora bien, la situación se hizo preocupante para Cluny,
versalidad imperial en su tramontar y la universalidad del Papado hiero- cuando la contestación contra su estilo de vida, empezó a brotar
crático que se sirve de los reyes contra el Imperio, y de los seculares y de dentro de la propia institución, como era el caso de Roberto de
los religiosos pretende disciplina y obediencia, la universalidad monástica Molesme que acabará abandonando el monasterio para dar ori-
de Cluny acaba por convertirse en algo anacrónico. Consciente o no, la
gen a una forma monástica diferente. El Cister, en efecto, surge
sensación de un imparable declinar o de un separarse de los caminos de la
historia está, quizá, en la aristocrática humanidad tan compasiva, incluso como una reforma expresamente querida y buscada en contrapo-
en los contrastes con el animoso San Bernardo, de Pedro el Venerable, el sición a Cluny. San Roberto de Molesme, hastiado de todo lo que
último, se podrá decir, abad de Cluny, aunque la historia enumera mu- el monacato cluniacense tenía de más ruidoso, quiere retornar al
chos más, hasta el último abad comendatario, muerto en París en 1800, el silencio, es decir, a la forma originaria de la Regla de los monjes
cardenal Domingo de Rochefoucauld»6. de San Benito.

Desde la Reforma Gregoriana, las críticas no se dirigen sola-


mente contra los clérigos simoníacos y concubinarios, sino tam- 2. El Cister, una fundación controvertida
bién contra las formas monásticas tradicionales representadas es-
pecialmente por los cluniacenses. Estas críticas no se expresan so- Roberto de Molesme había nacido en el seno de una familia
lamente con un modo de vida diferente, sino también con pala- noble de la Champaña en torno al año 1028. Siendo todavía muy
bras duras y acerbas. A los cluniacenses se les acusa de todo: De joven ingresó en el monasterio de Moutiers-la-Celle, junto a Tro-
llevar una vida de grandes señores, de excesiva influencia en la yes. Después pasó al monasterio cluniacense de Saint-Michel de
marcha de los asuntos públicos, hasta el punto de equiparar al Tonnerre, donde muy pronto fue elegido abad. Pero poco des-
abad de Cluny con los reyes7; y, sobre todo, se les acusa de exce- pués, sin que se sepa muy bien el motivo, regresó a su primer mo-
siva acumulación de riquezas. A finales del siglo xi corría de boca nasterio de donde volvió a salir para desempañar el cargo de prior
en boca un poema satírico que ponía de manifiesto la contradic- en el monasterio filial de Saint-Aroul, en la diócesis de Sens.
ción imperante entre los cluniacenses en materia de pobreza 8 . En En 1071, quizá cansado de ir de monasterio en monasterio,
las misma línea satírica se colocaban Serlón de Bayeux cuando en pero, sobre todo, deseoso de una mayor soledad, se retiró a vivir
un poema describe cómo un caballero que se había arruinado, se con un grupo de eremitas en los bosques de Collan, donde practi-
hace monje para poner fin a su indigencia9. có una dura ascesis de anacoreta, hasta que, después de cuatro
Estas críticas contra los cluniacenses provenían, no sólo del años de vida eremítica, decidió fundar, con sus compañeros, el
laicado y del clero secular, sino también de las nuevas formas mo- monasterio de Molesme (1075) en la diócesis de Langres, en una
propiedad puesta a su disposición por el señor de Maligny. Ro-
6
FRUGONI, G., Incontro con Cluny, en AA.VV., Spiritualitá cluniacense, Todi, berto dio a la nueva comunidad unas normas directamente inspi-
1960, p. 15. radas en las costumbres de Cluny. Pero el grupo de la primera ho-
7

8
LECLERCQ, J., O. C, p. 205. ra, como dice L. J. Lekai, «se vio sobrepasado numéricamente
Invectio in militem qui, causa paupertatis saeculum relinquens, in monacatu
por las nuevas vocaciones, de suerte que perdieron el control so-
divitias adeptus est; citado por LECLERCQ, J., O. C, p. 205.
9
«Fit monachus miles, sed fit de paupere dives»; citado por LECLERCQ, J., O. C, bre la disciplina. En consecuencia Molesme empezó a parecerse
p. 205. más y más a las otras abadías prósperas de la vecindad, todos bajo

156 157
la irresistible influencia de Cluny, de la cual el abad Roberto ha- día de san Benito, fundaron un nuevo monasterio en unos terre-
bía tratado precisamente de escapar»10. nos despoblados que les proporcionó el vizconde de Beaune en
En una situación así, las dificultades no se hicieron esperar: Citeaux (Cister), a veinte kilómetros al sur de Dijon.
Unos, porque permanecían aferrados a los ideales eremíticos; Aunque Roberto y sus compañeros habían obtenido, a finales
otros, porque se acomodaron pronto al régimen monástico tradi- de 1097, la bendición del legado pontificio para Francia, Hugo de
cional; y otros, en fin, porque pretendían eliminar cualquier cos- Die, arzobispo de Lyon, para su iniciativa fundacional, su salida
tumbre introducida en el monacato benedictino después del si- de Molesme provocó un auténtico escándalo. Los monjes de Mo-
glo vin, para regresar a la observancia estricta de la Regla de San lesme, ante las quejas de los habitantes de la comarca que se la-
Benito. mentaban por la ausencia de Roberto, empezaron a considerar la
El hecho es que, una vez que la comunidad estaba en marcha, nueva fundación del Cister como una verdadera apostasía de la
a través de una sabia combinación de la soledad y la comunidad estabilidad monástica benedictina. Se planteó todo un problema
benedictina, Molesme se convirtió en un punto de referencia para jurídico13.
el monacato reformado de finales del siglo xi, hasta el punto de La fundación del Cister, en efecto, no era una fundación co-
que a él se acogieron durante algún tiempo, como ya queda dicho mo tantas otras que surgían por aquellos mismos días. No se tra-
en un capítulo anterior, San Bruno y sus compañeros antes de di- taba de una comunidad tradicional que se reformaba convirtién-
rigirse a las montañas de la Gran Cartuja. dose en la célula inicial de una orden monástica; no era tampoco
No obstante, San Roberto y sus primeros compañeros de Mo- un grupo de laicos en torno a la figura de un personaje carismáti-
lesme no se sienten a gusto porque aspiran a una mayor separa- co al estilo de Roberto d'Arbrissel, de Juan Gualberto o de tantos
ción del mundo. Por eso, en 1090, Roberto abandona Molesme otros, sino un grupo de monjes que se escindía de un monasterio
para vivir de nuevo con un grupo de anacoretas en el desierto de para emprender una nueva aventura. Y, por lo mismo, los monjes
Aux, cerca de Riel-les-Eaux. La experiencia duró tres años, des- de los que ese grupo se separaba tenían, según el derecho del
pués de los cuales regresó a Molesme. Pero algunos de sus prime- tiempo, una palabra que decir14.
ros compañeros, con San Guarino al frente11, abandonaron Mo- Los monjes de Molesme, estupefactos ante este crimen, lleva-
lesme para fundar, después de tres o cuatro años de experiencias ron el asunto a la Santa Sede. El Papa encargó al ya mencionado
difíciles, la abadía de Santa María de Aulps en 1097, a orillas del arzobispo de Lyon, Hugo de Die, darle una solución a este pro-
Dranze de Morzine, que en 1136 se adherirá a la Orden cister- blema. Reunió un Sínodo en Port d'Anselle en junio de 1099; y la
ciense12. solución fue invitar a San Roberto a regresar a Molesme junta-
Pero las dificultades no concluyeron en Molesme con la salida mente con los compañeros que quisieran seguirle, mientras que a
de estos monjes. El conflicto continuaba entre los partidarios de los demás se les permitía continuar con la fundación del Cister,
una vida más estrictamente benedictina, con San Roberto a la ca- que fue aprobada oficialmente al año siguiente, con sus propias
beza, y quienes pretendían una vida monástica al estilo cluniacen- observancias, por el Papa Pascual. II.
se. De parte de San Roberto estaban el prior del monasterio, Es- Solamente Roberto, aunque no había un mandato formal por
teban Harding, y el secretario personal del santo, Alberico, junto parte del legado papal, decidió, en bien de la paz, retornar a Mo-
con una veintena más de monjes. Todos éstos abandonaron la co- lesme, donde continuó ejerciendo el cargo de abad hasta su muer-
munidad a principios de 1098; y el 21 de marzo del mismo año,
13
LEFEVRE, J. A., 5. Roberto de Molesme dans ¡'opinión monastique du XIIe et
10
LEKAI, J. L., O. C, p. 19. du XIII' siécles, AnalBoll, 74 (1956), 50-53.
11 14
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158 159
te, acaecida en 1111. Parece que en el Cister no vieron con bue- puso a sus monjes un hábito blanco con escapulario negro; pero
nos ojos este abandono. Esta es la causa por la que el Exordium no es seguro que él escribiera las primeras normas o Instituía mo-
Parvum, mandado redactar por Esteban Harding en 1119 no pre- nachorum cisterciensium de Molismo venientium, que hacían más
senta a San Roberto como fundador y primer abad del Cister. rígida la observancia de la Regla de San Benito, eliminando cual-
Hay que tener en cuenta que el Exordium Parvum parece haber quier observancia que fuese incompatible con ella. Se rechazaba
sido escrito con una marcada finalidad de justificarse, como si los el sistema feudal de los monasterios, se imponía el trabajo ma-
cistercienses se sintieran culpables de algo. Esta actitud de resen- nual; y, para salvaguardar el oficio divino en tiempos de los traba-
timiento se mantuvo durante años entre los cistercienses, porque jos agrícolas, se admitieron los Hermanos conversos. Es decir, Al-
Conrado de Claraval, cuando escribió el Exordium Magnum, to- berico mantuvo el mismo espíritu austero impuesto por San Ro-
davía mantiene una actitud de rechazo o de reprensión hacia San berto, empezando por el edificio carente de todo lujo y como-
Roberto por haber abandonado el Cister. didad.
Ahora bien, San Roberto fue canonizado en 1120 y su culto Al morir San Alberico en 1109, le sucedió San Esteban Har-
fue admitido en el Cister en 1122. Este reconocimiento público ding que tendrá un largo abadiado (1109-1134). Había nacido en
de su santidad no pudo menos de modificar la opinión de los cis- Inglaterra en el seno de una noble familia, hacia 1060. Siendo aún
tercienses respecto a él. Y si bien es verdad que cuando, hacia muy joven ingresó en el monasterio de Sherbone (Dorsetshire). A
1190, Conrado de Claraval escribió el Exordium Magnum, toda- causa de la invasión de los normandos, emigró a Francia. Después
vía se mantenía hacia San Roberto una actitud de rechazo, muy viajó por Italia, quedando muy impresionado de su visita a Ca-
pronto debieron de empezar a cambiar las cosas, porque el men- maldoli y a Vallumbrosa. De regreso en Francia, se sumó a la em-
cionado Exordium Magnum fue expurgado de todo lo que de ne- presa reformadora de San Roberto, a quien siguió, como secreta-
gativo se vertía en él hacia San Roberto, a quien se consideraba rio particular, en sus múltiples vicisitudes, primero en Molesme, y
yá como verdadero fundador de la Orden Cisterciense. Esta re- después en el Cister.
construcción de la inicial opinión cisterciense hacia San Roberto Al ponerse Esteban Harding al frente del nuevo monasterio,
ha sido posible gracias al hallazgo en 1908 de un manuscrito del la situación no era buena por la falta de vocaciones y también a
Exordium Magnum sin expurgar15. Una prueba de esta exaltación causa de lo inhóspito del lugar, lo que hizo concebir la idea de
o revalorización de San Roberto entre los cistercienses es, sin du- trasladar el monasterio a otra parte. Pero todo iba a cambiar re-
da, la vida del santo, escrita con un evidente fin laudatorio16. pentinamente con la llegada de un joven de noble familia llamado
Bernardo de Fontaine, a quien la posteridad conocerá como San
Bernardo de Claraval. El se convertirá en el gran oráculo del si-
3. Expansión del Cister glo, a cuyas insinuaciones se sometían papas, reyes y emperado-
res17.
San Alberico sucedió a San Roberto en el cargo de abad del Se discute la fecha de ingreso de San Bernardo en el Cister.
Cister. A él le correspondió la consolidación jurídica de la nueva Hay quienes, siguiendo el Exordium Parvum, la sitúan en 1112;
fundación, consiguiendo de Pascual II el llamado Privilegio Ro- pero parece que su autor manipuló las fechas para colocar a San
mano, en el que se concedía la aprobación pontificia, pero que no Bernardo como el gran salvador del monasterio en unas circuns-
puede ser considerado como el privilegio de exención. Para que tancias extremadamente difíciles18. Según Lekai, antes de la llega-
los cistercienses se distinguieran de los cluniacenses, Alberico im-
17
LECLERCO, J., Sanen Bernardi opera, 8 vols., Roma, 1957.
18
15
WINANDY, J., Les origines de Citeaux eí les travaux de N. Lefévre, RevBén, 67
LEKAI, J. L., O. C, p. 14.
16 (1957), pp. 60-63; BREDERO, A. H., Études sur la * Vita prima» de Saint Bernard,
Ibidem.
AnalCist, 17 (1961), 60-62.

160 161
da de San Bernardo, ya Esteban Harding había dado comienzos a 4. Organización monástica
la expansión del Cister con la fundación de La Ferté; por lo cual
habría que retrasar en un año el ingreso de San Bernado19. Las innovaciones jurídicas del Cister fueron examinadas con
Pero el hecho cierto es que Bernardo y los jóvenes que le lupa, tanto por los monjes de Molesme de donde habían partido
acompañaron significaron una oleada de entusiasmo expansionis- los fundadores, como, sobre todo, por los cluniacenses, e incluso
ta. A la fundación de La Ferté (1112 ó 1113) le siguieron Pon- por parte de los Canónigos Regulares. Ya se ha visto cómo San
tigny (1114), Clairvaux (Claraval) y Morimond (1115), que serán Roberto y después Alberico no legislaron expresamente para el
las Cinco abadías-madre del Cister; después se fundaron Preuilly nuevo monasterio, sino que trataron sencillamente de afianzar los
(1118); y en 1119, Cour-Dieu, Bouras, Cadouin y Fontenay. Las ideales que los habían llevado, de lugar en lugar, hasta desembo-
fundaciones se siguen con una rapidez impresionante; y cada vez car en la fundación del Cister. El primero en legislar fue San Es-
afluyen más vocaciones a causa del gran prestigio cada día mayor teban Harding. Después de las primeras fundaciones, el Cister se
de San Bernardo en toda la Cristiandad Occidental. En 1500, fe- había convertido en cabeza de varios monasterios. Era, por tanto,
cha de la máxima expansión de la Orden, cada una de las cinco necesario establecer los puntos de contacto de los distintos mo-
abadías-madre tenía estas filiales: Cister, 105; La Ferté, 16; Pon- nasterios entre sí. Si habían huido de la estructura jurídica de
tigny, 43; Claraval, 358; Morimond, 210. Y por naciones: Fran- Cluny, era lógico que tenían que buscar algo distinto.
cia, 240; Austria, 14; Bélgica, 18; Checoslovaquia, 14; Dinamar- Hasta no hace mucho tiempo se aceptaba como dato histórico
ca, 8; Alemania (actualmente República Democrática Alemana), comprobado que San Esteban Harding había redactado el Exor-
21; Alemania (actualmente República Federal Alemana), 52; Es- dium parvum, donde se narran los orígenes del Cister y la espiri-
paña, 59; Hungría, 9; Inglaterra, 66; País de Gales, 10; Escocia, tualidad que lo impulsaba desde el principio. Pero el hallazgo del
11; actual Irlanda del Norte, 5; Irlanda, 31; Italia, 85; Yugosla- Exordium Cistercii, más breve, y, sin duda, anterior al Exordium
via, 6; Noruega, 3; Países Bajos, 14; Polonia, 25; Portugal, 13; parvum, escrito con fines apologéticos después de la muerte de
Rumania, 2; Suecia, 8; Suiza, 8; actual Rusia, 2. En el año de la San Esteban Harding (1134), obliga a replantearse muchas cues-
muerte de San Bernardo (1153) la Orden contaba ya con 343 tiones sobre los orígenes del Cister21. Otro tanto cabe decir de la
abadías; en 1175 se habían aumentado a 441; en 1200, a 520, y Carta de Caridad (Carta Caritatis). Según Lekai, la Carta de Cari-
en 1500 las fundaciones realizadas se elevaban a 738, pero se ha- dad no fue el fruto de las reuniones de los abades de los primeros
bían suprimido 70, por lo que la Orden cisterciense no sobrepasó monasterios cistercienses, sino fruto de una larga evolución; San
nunca la cifra de 700 monasterios simultáneamente. La reforma Esteban Harding habría empezado su redacción, aunque su traba-
protestante fue un duro golpe para el Cister, pues acabó con 220 jo no puede ser reconstruido en la actualidad.
monasterios. El número de monjes en cada monasterio era muy Los primeros resultados de la labor organizadora del Cister
variable; podría oscilar entre varios centenares en los más nume- son la colección de los llamados 20 Capítulos o párrafos, algunos
rosos y 12 que era el número mínimo previsto en la legislación de los cuales posiblemente estaban incorporados a la primera re-
propia para constituir un monasterio20. dacción de la Carta Caritatis y al Exordium Cistercii cuando estos
documentos fueron presentados al Papa Calixto II, el cual los^
aprobó en 111922. En estos párrafos ya se alude a los Hermanos
conversos y a la normativa que ha de regular las relaciones entre

21
LEFRÉVRE, J. A., Que savons-nous du Citeaux primitif?, RHE, 51 (1956),
19
LEKAI, L. J., O.C, p. 28. 5-41.
20 22
HERVAY, F., Difusione dei monasteri cirtercensi sino al 1500, DIP, 2, 1071- DAMME, J. B. van, Genése des «Instituía generalis Capituli», «Citeaux», 12
1096. (1961), 28-60.

162 163
los diversos monasterios. Estos debían estar lejos de las ciudades, cada año debía hacer el abad del Cister a todas las demás abadías.
en la soledad de los bosques. Como punto de cohesión de los di- Los abades son elegidos por los monjes de cada monasterio y
versos monasterios, todos quedaban obligados a la observancia son vitalicios. Los priores son elegidos por los abades. Estos de-
uniforme de la Regla de San Benito, «de la cual no se deben des- ben visitar los monasterios filiales de su abadía. Y el monasterio
viar ni siquiera en cosas de mínima importancia». La comunidad del Cister es visitado conjuntamente por los llamados «protoaba-
no podía vivir de rentas, sino exclusivamente del «trabajo manual, des», es decir, por los abades de los cuatro monasterios fundados
del cultivo de la tierra y de la cría de animales»; con lo cual el después del Cister, a saber: La Ferté, Pontigny, Claraval y Mori-
Cister prescindía, por principio, de todo el sistema feudal. Y, ha- mond.
ciendo gala de su devoción a María, todos los monasterios debían Los Hermanos conversos no son invención de los cistercien-
estar dedicados a Nuestra Señora, título mariano que los cister- ses, porque ya existían entre los vallumbrosianos, los cartujos y
cienses propagaron por toda Europa desde la primera hora. los premostratenses. Los cistercienses, al no tener siervos como
Fue en las reuniones anuales de los abades cistercienses, don- los cluniacenses para el cultivo de la tierra y el cuidado de los re-
de se fraguó la legislación general de la Orden, sobre todo desde baños, aceptaron Hermanos conversos, pero dándoles una mayor
1119 hasta 1151. Toda la vida del Cister giraba en torno a estos participación en la vida de la comunidad. Se trata de verdaderos
tres códigos fundamentales: Instituía generalis Capituli (Institu- religiosos. En los ya mencionados 20 Capítulos se les considera
ciones del Capítulo General) que regulan con todo detalle el pro- «como nuestros hermanos y ayudantes necesarios, que participan
cedimiento a seguir en los Capítulos Generales; Ecclesiastica offi- de nuestros beneficios materiales y espirituales en la misma medi-
cia (Oficios eclesiásticos) en los que se establece la uniformidad da que los monjes». Después del año correspondiente de novicia-
litúrgica; y los Usus conversorum (Usos de los conversos) en los do eran admitidos a la profesión religiosa23.
que se ordena la vida diaria de los Hermanos conversos. Estos Se suele decir que la Orden Cisterciense se caracteriza por una
tres libros o códigos eran denominados en su conjunto Consuetu- interpretación literal de la Regla de San Benito. Pero resulta difí-
dines cistercienses (Costumbres cistercienses). La Carta de Cari- cil compaginar La Regla de los monjes con las Consuetudines y la
dad o Carta Caritatis conoció tres versiones distintas. El primer Carta Caritatis que regulan detalladamente toda la vida de los cis-
esbozo, redactado, sin duda, por San Esteban Harding, se conoce tercienses. Quizá fuese más exacto afirmar que el Cister está más
como Summa Cartae Caritatis. La segunda redacción, firmada en la línea del monacato prebenedictino al que la misma Regla de
por los abades y presentada a la aprobación del Papa Calixto en San Benito se mantiene aferrada cuando en el capítulo primero
1119, es conocida como Carta Caritatis prior. Y la tercera, cono- deja la puerta abierta al anacoretismo de los monjes. Por eso mis-
cida como Carta Caritatis posterior, fue redactada entre los años mo, la Orden Cisterciense se asemeja en gran medida a los movi-
1165 y 1190. Esta última redacción estableció definitivamente un mientos de retorno al desierto de los siglos xi y xii ya descritos;
sano equilibrio entre la centralización de toda la Orden y la auto- hasta el punto de que podía haber sido englobada entre las Con-
nomía de cada monasterio. gregaciones u Ordenes eremíticas.
Se puede afirmar que la gran preocupación de la legislación Con esta interpretación de la Regla benedictina, los cistercien-
cisterciense es mantener la uniformidad en todo. Para ello, se es- ses, aunque no lo buscaran expresamente, no podían menos de
tablecen dos medios fundamentales: 1) El Capítulo General anual chocar con la interpretación que a la misma se le daba en Cluny.
bajo la presidencia del abad del Cister, pero simplemente como Las disputas entre los monjes blancos (cistercienses) y los monjes
un primus Ínter pares. En el Capítulo General toman parte todos negros (cluniacenses) no se hicieron esperar. La polémica la inició
los abades con poderes legislativos y judiciales supremos; aunque San Bernardo con su Apología ad Güillelmum (1124). Eligió
ciertas causas deben ser juzgadas por los Definidores, elegidos, no
por el Capítulo General como acaecía entre los Camaldulenses, 23
LEKAI, J. L., O. C, p. 38.24; ZERBI, P., Sur Pons de Cluny, et Pierre le Venera-
sino por el abad del Cister. 2) La visita canónica disciplinar que ble, «Aevum», 48 (1974), 135-149.

164 165
muy bien las circunstancias para atacar a los cluniacenses, pues se mero en Saint-Vorles, y después en Chátillon, fueron la base de
trataba de un momento en el que la abadía de Cluny no había su- su futura formación literaria y teológica. A los diecisiete años ini-
perado aún los problemas que le había causado el controvertido cia un período de vida un tanto mundana; pero pronto empieza a
gobierno del abad Poncio de Melgueill (1109-1122)24. La polémi- pensar en retirarse del mundo; y elige el monasterio del Cister por
ca continuó después entre el propio San Bernardo y el último ser más austero. Ingresa en 1113 en compañía de 30 amigos y fa-
gran abad de Cluny, San Pedro el Venerable. Fue una disputa miliares, entre éstos un tío. Durante un año hace el noviciado ba-
acre, dura, con evidentes excesos por ambas partes, aunque la jo la dirección de San Esteban Harding y recibe la bendición mo-
victoria se decantó, al fin y al cabo, como monacato reformado, nástica, es decir, emite la profesión religiosa.
de parte de los cistercienses, sobre todo, cuando el propio San Pe- En 1115 es enviado a la fundación de Claraval (Clairvaux) y
dro el Venerable, en un acto de humildad que le honra, introdujo es elegido abad, cargo que desempeñará hasta su muerte (1153).
antes de morir (1156) algunos usos y costumbres de la reforma La dirección de la abadía constituye su trabajo fundamental, mos-
cisterciense en las abadías cluniacenses25. La culminación de esta trándose como un director espiritual de primera magnitud, un
victoria se materializó cuando un cisterciense de la abadía de Cla- gran orador sagrado y un apremiante defensor de los ideales cis-
raval fue elevado al solio de San Pedro con el nombre de Euge- tercienses, midiéndose en buena lid, como ya se ha dicho, con San
nio III (1145-1153). Esta elección significaba el reconocimiento Pedro el Venerable. También las disputas teológicas le ocuparon
definitivo de la bondad del camino cisterciense. El Cister conoce- buena parte de su tiempo. Entre ellas sobresale la mantenida con
rá dos siglos de gran esplendor y de gran penetración en la vida Abelardo, cuya condena promovió y decidió en la asamblea ecle-
de la sociedad y en la vida de la Iglesia. Pero, a partir del siglo siástica de Sens (1141).
xiv, experimentará una gran decadencia, lo mismo que todas las San Bernardo fue la gran lumbrera que clarificó asuntos de
demás Ordenes religiosas, como se verá más adelante. suma gravedad de su tiempo, como el cisma romano de 1130, que
veía disputarse el solio pontificio a Inocencio II y a Anacleto II.
Su apoyo fue decisivo para el triunfo del primero. Fue, asimismo,
5. San Bernardo y la espiritualidad el gran impulsor de la segunda Cruzada (1144), aunque ésta aca-
bó en un fracaso total. Fue consejero de reyes y de emperadores,
del Cister de obispos y de papas, especialmente de su discípulo Eugenio III
para quien escribió el libro De consideratione.
La segunda generación cisterciense estuvo dominada por la fi-
Quizá puedaser discutible, si se tiene en cuenta el espíritu ori-
gura fascinante de San Bernardo. Y toda la Orden quedó marca-
ginario del Cistev, centrado en la contemplación y en la soledad,
da para siempre por su espiritualidad. El resultado más tangible
la apertura de la Orden que hace San Bernardo hacia la participa-
de la creciente popularidad del santo fue la rápida expansión de la
ción activa en los asuntos públicos de la Iglesia y del Estado. Si-
Orden de un extremo al otro de Europa. Había nacido en Fontai-
guiendo su mismo ejemplo, los cistercienses participaron en la III
ne, cerca de Dijon, en 1090. Su padre era de la familia de los
(1188-1192) y IV (1202) Cruzada, y en las expediciones de Luis
señores de Chatillon-sur-Seine, y su madre, de la familia del señor
IX de Francia; y de un modo especial en la cruzada contra los al-
de Montbard. La educación recibida de su madre, una mujer de
bigenses del sur de Francia (1209-1229); unas veces como orga-
muy altas virtudes, y los estudios en las escuelas canonicales, pri-
nizadores, otras veces como diplomáticos, y siempre como predi-
cadores y capellanes.
24
DAMME, J. B. van, Bernard de Clairvaux et Pons de Cluny, «Citeaux», 25 Si bien es cierto que la actividad y la espiritualidad de San
(1975), 271-286.
25
Bernardo no se deben identificar plenamente con la actividad y la
LUNARDI, G., L 'idéale monástico nella polémica del secólo XII sulla vita reli- espiritualidad general del Cister, sin embargo, su influencia en
giosa, Bari, 1970.
ambas es bien patente. San Bernardo ofrece una magnífica sínte-
166 167
sis de vida espiritual a través de un itinerario que parte del cono- dente, y hacia ellos afluían las donaciones que antes se encamina-
cimiento de sí mismo a la posesión de Dios; de la humildad al éx- ban hacia los cluniacenses; la idea de soledad y de desierto se tro-
tasis; del pecado a la gloria; del conocimiento de la propia miseria có muy pronto por el afán de influir benéficamente con su pre-
a la misericordia de Dios en el Verbo Encarnado, en el hombre sencia en medio de la sociedad. De hecho, descendieron a la pa-
Cristo Jesús, que se hace amigo y esposo del alma26. San Bernar- lestra de todos los problemas de la vida social y eclesial del mo-
do ha entendido toda la vida mística como vida de amor entre la mento. Cuando San Bernardo y, con él, sus cohermanos se mo-
esposa y el esposo, siguiendo en ello a Orígenes y a San Gregorio vían en medio de todas las luchas y disputas en favor de la Iglesia
de Nisa. Su veneración por la Humanidad Santísima de Cristo y en favor del Papado, se tambaleaba otro de los pilares que ha-
parte del hecho de que ella es el medio de unión con Dios. Cristo bían sostenido desde el principio el edificio del Cister, la estabili-
es maestro y modelo que hay que imitar. San Bernardo, como los dad monástica27.
cistercienses en general, se distingue por la devoción a María, cu-
ya grandeza consiste fundamentalmente en su fe y en su perfecta
imitación de Cristo. La espiritualidad bernardiana es, fundamen-
talmente, bíblica. Sus escritos están transidos de la letra y del es- 6. Las monjas cistercienses
píritu de la Sagrada Escritura. Para él, la teología no tiene sentido
Al principio, los cistercienses no se preocuparon por la pro-
alguno si no está al servicio de la vida espiritual.
moción de su espíritu monástico entre el mundo femenino. Su vi-
La escuela espiritual del Cister ha dado abundantes maestros a da, centrada en la contemplación y en la soledad, no invitaba a
la Iglesia entre los cuales sobresalen Guillermo de San Tierry caminar en esa dirección. Sin embargo, no faltaron relaciones con
(muerto en 1148); beato Guerrico (muerto en 1157); San Aelre- monasterios femeninos. El caso más célebre fue el de Santa Hil-
do (muerto en 1166) e Isaac de Estella (muerto en 1169). El mo- degarda de Bingen, la autora de la célebre obra Sci vias Domini,
nasterio cisterciense es una escuela de espiritualidad practicada en que consultó sus visiones con San Bernardo. Este no le prestó
común, lo cual significa que toda búsqueda individual es funda- gran atención; pero los cistercienses de Villers acudieron a ella,
mentalmente contraria al ideal buscado. Reposa sobre la huida apelando a sus visiones, para consultarle algunos asuntos internos
total del mundo que conduce a la contemplacióon, y ésta se fun- de la propia Orden, a los que contestó nada menos que con dos
damenta, ante todo, en la íntima conciencia de la propia miseria obras: Líber vitae meritorum y Líber divinorum operum.
humana. El silencio es una exigencia ascética, es un medio, nunca Este primer contacto literario con Santa Hildegarda fue el
un fin en sí mismo. La pobreza es practicada enerado extremo, a punto de partida para que los cistercienses empezaran a ocuparse
fin de conseguir el mayor despojamiento. La obediencia conduce de las monjas, de las reclusas y de las beatas. Y su dirección espi-
a la humildad; y ésta se entiende, ante todo, como desprecio de sí ritual contribuyó, en gran manera, a que el mundo monástico fe-
mismo. Por eso mismo, el cisterciense es, fundamentalmente, un menino se viera libre de las garras de todo aquel pulular de here-
penitente. Pobreza, silencio, humildad, penitencia, son ya un anti- jías, como los cataros, los valdenses y otros movimientos margina-
cipo de la espiritualidad que, en otras coordenadas, practicarán les, que tanto entusiasmo provocaban entre las mujeres en gene-
las Ordenes Mendicantes. ral, del cual no estaban exentas las monjas.
Pero donde estuvo la raíz del éxito y de la eficacia de la res- En realidad, los abades de los primeros monasterios, empe-
puesta del Cister a los pobremas de la decadencia de la vida mo- zando por el propio San Esteban Harding, contribuyeron a la fun-
nástica de su tiempo, estuvo también la raíz de su propia deca- dación de algunos monasterios femeninos, como el de Tart, junto
dencia. Por otra parte, los cistercienses acapararon muy pronto ri- a Dijon (1120), que más tarde pasará a la dependencia de la Or-
quezas y poderío, porque se pusieron de moda en todo el Occi-
27
26 MANSELLI, R., Certosini e Cistercensi, en AA.VV., // monachesimo e la Ri-
ANCILLI, E., Spiritualitá medioevale, Roma, 1983, p. 54. forma ecclesiastica, Milán, 1971, p. 103.

168 169
den. Pero el primer abad general del Cister que se preocupó por 7. Los cistercienses en España y Portugal
la promoción del Cister femenino fue Guido de Paray (1194-
1200), aunque su labor se limitó a ratificar la adhesión al Cister La crisis de prosperidad detectada por Jean Leclercq30 en el
de algunos monasterios de monjas benedictinas cluniacenses que monacato cluniacense en general, vale también para los monaste-
habían aceptado las costumbres cistercienses. Pero un Capítulo rios españoles. Incluso la plaga de la simonía se había introducido
General de principios del siglo xm empezó a incluir en su jurisdic- en algunos monasterios españoles, porque hacia 1177 encontra-
ción monasterios femeninos, algunos fundados expresamente co- mos al cardenal Amato, como legado pontificio en la Marca His-
mo cistercienses y otros por afiliación. El mayor número de fun- pánica, expulsando a los abades simoníacos. En el reino castella-
daciones monásticas femeninas tuvo lugar en el siglo xm. En no-leonés que había sido el gran feudo monástico cluniacense, la
1500, el número de monasterios de monjas cistercienses se eleva- decadencia monástica se inicia con la muerte de Alfonso VI
ba a 650; y en algunas partes, como Holanda, Bélgica, Alemania (1109). En ella tuvo mucho que ver la guerra civil desatada a cau-
y Suiza su número era superior al de los monasterios masculinos. sa del matrimonio de doña Urraca, hija y heredera de Alfonso VI,
Las costumbres que regían la vida en los monasterios femeni- con Alfonso I el Batallador de Aragón, que no fue bien visto por
nos estaban calcadas sobre las costumbres de los monasterios la nobleza castellano-leonesa. El monasterio de Sahagún (León),
masculinos. Su vida giraba en torno al oficio divino y a la lectio el Cluny español, puede ser el prototipo de esta decadencia. Fue
divina como preparación inmediata para la oración contemplati- entregado por el rey-consorte, don Alfonso I el Batallador, a su
va. Tenían también cada año su Capítulo General en el monaste- hermano don Ramiro, el cual, como abad, lo despojó rápidamen-
rio de Tart bajo la presidencia del abad del Cister y de la abadesa te de la mayor parte de sus bienes, especialmente de sus joyas; y
de Tart. La dirección espiritual de las monjas cistercienses estaba lo abandonó cuando, al fallecer su hermano, le ofrecieron la coro-
a cargo de sus hermanos que constituían en cada monasterio fe- na de Aragón, donde será conocido como don Ramiro el Monje.
menino una pequeña comunidad compuesta por algunos monjes y Esta decadencia monástica cluniacense que, por otra parte,
hermanos conversos; pero no faltaron monasterios en los que en- coincide con un gran momento de esplendor económico, obligó a
traban directamente algunos monjes y laicos que, después de un San Pedro el Venerable de Cluny a hacerse presente en la Penín-
año de prueba, emitían su profesión monástica en manos de la sula Ibérica en 1141. La reforma de los monasterios cluniacen-
abadesa. Pero ni en el primero ni en el segundo caso se trataba de ses era imprescindible, además, para hacer frente a la nueva olea-
verdaderos monasterios dobles. da monástica proveniente de Francia: El Cister, que se presenta-
En el siglo xm, algunos monasterios femeninos brillaron con ba en todas partes, no como una restauración, sino como una «re-
luz propia como el de Helfta (Sajonia), que fue escenario de las forma, una oposición, una protesta contra lo existente, una nega-
virtudes de las dos Matildes, la de Magdeburgo (1212-1282) y la ción de lo que había hecho la grandeza de los monjes negros» 31 .
de Hackeborn (1241-1299); y de las dos Gertrudis, la de Hacke- La expansión del Cister por España empezó por la parte más
born, primera abadesa de Helfta, y Santa Gertrudis la Grande lejana a Francia; por el noroeste. Su primera fundación fue la de
(1256-1302), la gran pregonera de la devoción a la humanidad de Moreruela (Zamora), a orillas del Esla. Contienden los historia-
Cristo, que escribió dos obras de gran envergadura teológico- dores acerca de si fue San Bernardo quien en 1132 envió, a peti-
bíblica, el Legado de la divina Piedad y los Ejercicios espiritua- ción de Alfonso VII, unos monjes de Claraval para reconstruir y
les.
29
MASSOLIVER, A., LOS cistercienses en España y Portugal, Apéndice A; LEKAI,
J. L., o. c, pp. 517-576.
30
LECLERCQ, J., o. c, p. 208.
28 31
MONJES DE SOLESMES, Revelaciones Gertrudianae et Mechtildianae, 2 vols., PÉREZ DE URBEL, J., LOS monjes españoles en la Edad Media, II, Madrid,
Poitiers-París, 1875-1877. 1945, p. 489.

170 171
habitar el antiguo monasterio fundado por San Froilán (985), o si los que, antes o después de los cistercienses, habitaron monjes de
el monasterio estaba habitado por una comunidad benedictina otras Ordenes. Acibeiro (*1225); Armenteira (1162); La Baix
que se afilió a Claraval entre 1158 y 1163, fecha esta última en la (*1224); Belmonte (*1206); Benavides (1169); Benifazar
que el Papa Alejandro III lo pone bajo su protección con la deno- (1235); Bonaval (1164); Bugedo (1172); Carracedo (*1203);
minación de monasterio de Santa María32. Castañeda (*1245); Escarp (1213); La Espina (1147); Fitero
La España reconquistada del poder musulmán se pobló rápi- (1140); Gumiel de Hizán (1194); Herrera (1171); Huerta
damente de monasterios cistercienses. Estos monasterios tienen (1144); Iranzu (*1178*); Junqueira (1170); Leyre (*1269); Mar-
un cuádruple origen. Unos, por nueva fundación, con la consi- cilla (1407); Matallana (1174); Meira (1143); Melón (1142);
guiente construcción de planta de una nueva vivienda monástica. Monfero (*1201); Monte Sión (Toledo) (1427); Monsalud de
Otros, por repoblación o, en todo caso, reconstrucción de monas- Coreóles (*1167); Monte de Ramo (*1153); Moreruela
terios abandonados. Otros, por el paso de comunidades clunia- (*1158?); Nogales (1164); La Oliva (1150); Osera (1141); Avila
censes a la observancia de las costumbres cistercienses; este paso (1175); Oya (1185); Palazuelos (H169); Peñamayor (*1225);
se dio unas veces por iniciativa de los mismos monjes; pero otras Piedra (1194); Poblet (1150); La Real (1236); Rioseco (*1148);
veces, por imposición de los obispos, de los reyes y de los funda- Rueda (1153); Sacramenia (1142); Sandoval (1171); Sant Ber-
dores o patronos, e incluso con intervención de los papas, como nart (1391*); San Clodio (*1225*); San Isidoro (1301); San Pru-
fue el caso de Leyre. Y, finalmente, no faltan casos en los que un dencio (1162); San Vicente (1287); Santa Fe (1223); Santes
nuevo monasterio cisterciense debe su origen a una colonia previa Creus (1150); Sobrado (*1142); Sotos Albos (1212); Valbuena
de eremitas que deciden abrazar el cenobitismo del Cister. Tal fue (1143); Valdediós (*1196); Valdeiglesia (*1177); Valdigna
el caso de Osera (Orense) (1141). (1279); Valparaíso (1143); La Vega (1215); Veruela (1146); Vi-
Si Alfonso VI había sido el gran protector del monacato clu- llanueva de Óseos (*1203)34.
niacense en sus reinos, otro tanto hará Alfonso VII con el Cister, El Cister fue un vivero de santidad. Pocos serán los monaste-
el cual afirmaba: rios que no tengan algún santo canonizado. Merecen especial
mención: San Raimundo, de Fitero; San Martín Cid, de Valpara-
«Entre las varias Ordenes de que está adornada la esposa de Cristo, íso; San Florencio, de Carracedo; San Hero, de Armenteira; San
ninguna más ilustre ni más suave en Cristo, con el olor de un santo re- Martín, de Huerta; San Gonzalo de Acibeiro; San Pedro de Mo-
nombre, que la Orden del Cister; pues sus seguidores se distinguen de los reruela; San Bernardo de Poblet que era hijo de un príncipe moro
demás religiosos por títulos de virtud, tanto más ilustres cuanto con más de Valencia y fue martirizado en 1180 por predicar la fe cristiana
ahínco se han adherido a las huellas de la religión apostólica»33. a sus cohermanos musulmanes; San Bernardo Calvó de Santes
Creus; San Roberto de Matallana.
De las fundaciones cistercienses en España, 27 son filiales de
La desamortización de 1835 acabó con todos los monasterios
Claraval, 23 de Morimond y solamente 8 de Cister. Las indica-
cistercienses en España. Más tarde la Reforma Trapense repobló
mos por orden alfabético, señalando con un asterisco (*) delante
algunos monasterios: San Isidro de Dueñas (Palencia); Viaceli
de la fecha de fundación aquellos monasterios que antes de ser
(Santander); Osera (Orense); Huerta (Soria); San Pedro de Cár-
cistercienses habían pertenecido a otra Orden; y con un asterisco
dena (Burgos); Sobrado (La Coruña) y La Oliva (Navarra). La
(*) delante y otro detrás de la fecha de fundación de aquellos en
Común Observancia repobló en 1940 Poblet (Tarragona) y este
32 monasterio fundó una filial en Solius (Gerona) (1966).
COCHERIL, M , A propos de la fondation de Afóremela, 1132 ou 1143, «Arte
' Español», 12 (1964), 61.79; ID., Les cisterciens dans la Peninsule Iberique, «Anua- El Cister en Portugal tiene sus comienzos en torno a la figura
rio de estudios Medievales», 1 (1964), 217-287; VILAPLANA, M. A., Moreruela,
DHEE, 3, 1605-1606. 34
HERVAY, R, Cistercensi, DIP, 2, 1092-1093; AA.VV., Monasterios, DHEE,
33
Citado por PÉREZ DE URBEL, J., O. C, p. 494. 3, 1510-1715.

172 173
de Juan de Cirita, un antiguo caballero del conde don Enrique, car. Fue una jurisdicción adquirida por tácito consentimiento de
que abandonó el mundo para vivir como solitario cerca de Viseo; los papas» 35 .
pero pronto acudieron discípulos con los cuales fundó el monas- En el siglo xvi, se creó la reforma de las Recoletas en el mo-
terio de San Cristóbal de Lafóes, que en 1138 se afilió al Cister. nasterio de Perales, aunque el que la llevó a la práctica, con la
Este monasterio fundó, unos años después, el de San Juan de Ta- aprobación de la abadesa de las Huelgas, fue el monasterio de
rouca (1143). A 17 se elevaron las fundaciones cistercienses en Gradefes. Otros monasterios cistercienses femeninos, al margen
Portugal entre 1138 y 1429. Entre todos los monasterios portu- de la Confederación de las Huelgas, fueron Valldonzella (Barce-
gueses destaca el de Alcobaca (1155), una abadía verdaderamen- lona); La Encarnación (Córdoba); La Encarnación (Málaga);
te monumental; la más suntuosa de todas las abadías cistercienses Santo Espíritu, de Olmedo (Valladolid), y Buenafuente (Guada-
de la Península Ibérica y, quizá, de toda Europa, con portada ro- lajara) (1246), que había sido anteriormente de los Canónigos
mánica de siete arcos triunfales, cinco patios inmensos, una basíli- Regulares.
ca de 120 metros decorada con pintura y mosaicos; es célebre su Al no haber sido expulsadas por las leyes persecutorias de los
grandiosa cocina debajo de la cual hicieron pasar el río Alcoa, a Gobiernos liberales del siglo xix, las monjas cistercienses han con-
fin de que las truchas pasaran directamente del agua a la sartén. servado, generalmente, sus abadías hasta nuestros mismos días.
Hubo un tiempo en que albergó cerca de un millar de monjes. Desde 1958 constituyen varias federaciones. La Federación es-
pañola del Cister, afiliada a la Común Observancia, tiene como
cabeza el monasterio de Valldonzella (Barcelona). La Regular
Los monasterios de monjas cistercienses fueron también nu-
Observancia de San Bernardo en España, afiliada a la estricta Ob-
merosos en España, aunque no tanto como los monasterios mas-
servancia, tiene como cabeza el monasterio de las Huelgas (Bur-
culinos. Las fundaciones se iniciaron antes de que los Capítulos
gos). Los Monasterios de monjas trapenses, entre los que sobresa-
Generales del Cister, a principios del siglo xm, aceptasen la juris-
len San José, de Alloz (Navarra); Ampudia (Palencia); Carrizo
dicción directa sobre los monasterios femeninos. El más célebre
(León) y Tulebras (Navarra). Los Monasterios de monjas cister-
de todos fue, sin duda, Santa María de las Huelgas (Burgos) fun-
cienses incorporados a la Orden de pleno derecho, San Vicente el
dado por Alfonso VIII en 1187. Los privilegios y poderes civiles y
Real (Segovia). Y los Monasterios no federados, Calatrava, de
eclesiásticos de su abadesa fueron verdaderamente excepcionales.
Burgos, y Madrid 36 .
Sus posesiones constituían uno de los señoríos más poderosos de
toda Castilla. En el siglo xn le prestaban vasallaje más de sesenta
villas y lugares. Su abadesa quedó desligada de la jurisdicción del
obispo para depender directamente del abad del Cister; y después 8. Los cistercienses y la cultura
fue desligada de éste para depender directamente de la Santa Se-
de. En 1188 fue constituida cabeza de los monasterios de Castilla Ha sido un tópico permanente el afirmar que los cistercienses,
y León, dando lugar a una Confederación de 14 monasterios, en- por su fidelidad a la observancia estricta de la Regla de San Beni-
tre los que sobresalen Perales, Gradefes y Carrizo, con Capítulo to que tan de relieve pone el trabajo manual, habrían rechazado
General incluido, el primero de los cuales se celebró en 1189. los estudios, hasta llegar a afirmar que «tenían prohibido todo
trabajo intelectual»37. Es cierto, sin embargo, que en los monaste-
El poder espiritual de esta abadesa no era menor que su poder
temporal, constituyendo un caso que ha traído de cabeza a los ca- 35
PÉREZ DE URBEL, J., O. C, p. 512; ESCRIBA DE BALAGUER, J. M., La abadesa de
nonistas, porque la abadesa de las Huelgas «concedía beneficios, las Huelgas, Madrid, 1944; NOVOA VÁRELA, M., El real Monasterio de las Huelgas
de Burgos. Reseña de su fundación y privilegios, Burgos, 1884.
procedía contra predicadores, conocía directamente las causas 36
ALTISENT, A., Cistercienses, DHEE, 1, 412-415.
matrimoniales y civiles, examinaba notarios, visitaba obras pías, 37
FLICHE, A., La Chrétienté médiévale (395-1253), París, 1929, p. 327.
aprobaba confesores, presidía sínodos y daba licencias para predi-
174 175
rios cistercienses no existieron escuelas abiertas a la enseñanza de propia de los cistercienses, no es menos cierto que ha habido en-
alumnos externos como en los monasterios cluniacenses y de los tre ellos doctores que han medido sus armas dialécticas en todos
Canónigos Regulares. los campos de la teología y de la filosofía. Y entre ellos tampoco
Esta fama contraria a los estudios puede haber tenido su ori- han faltado canonistas de renombre como Jacobo Fournier, abad
gen en la mala interpretación de algunas disposiciones de los de Fontfroide, más conocido como Benedicto XII que ocupó la
Capítulos Generales, como el de 1150 que prohibía escribir libros silla de San Pedro (1334-1342).
sin permiso de los mismos Capítulos Generales38, o la prohibición Otra gran aportación cisterciense a la cultura universal es su
de crear escuelas para alumnos externos; pero, en modo alguno arquitectura; el llamado estilo cisterciense un arte que procede
prohiben, sino que ordenan crear escuelas para la instrucción de tanto de sus hábiles manos como de su mente despierta a los nue-
los candidatos a la vida cisterciense39. vos aires que estaban corriendo en el mundo arquitectónico. Ha
Prueba de que en los monasterios cistercienses se cultivaban sido definido como un arte de transición entre las supervivencias
los estudios, es la abundancia de escritores, unos ciertamente bue- románicas y las audacias ojivales. Es un estilo sobrio, austero; pe-
nos; otros menos buenos, y muchos también malos. Limitándonos ro majestuoso; más bello de línea que rico en decorados. El resul-
solamente a los orígenes, cuando más evidente podría parecer su tado han sido iglesias y claustros bellísimos, aunque, sin duda,
animadversión hacia los estudios, se pueden citar biblistas como adolece de un gran defecto, la excesiva uniformidad.
el propio San Esteban Harding y, sobre todo, Nicolás Maniacoria Los cistercienses fueron una respuesta eficaz a los problemas
(muerto en 1152); autores de espiritualidad como San Bernardo que presentaba el monacato de finales del siglo xi y comienzos del
(muerto en 1153) que ha eclipsado a todos los demás, pero que siglo xn; otearon también algunas de las grandes aspiraciones de
tienen, sin duda, su propia luz, Guillermo de San Tierry (muerto los hombres de aquella época que miraba ya a la gran apertura
en 1148), Aelredo de Rievaulx (muerto en 1166); grandes orado- que en todos los órdenes iba a significar el siglo xm. Prueba de to-
res, autores de sermonarios, fueron Gerrico de Igny (muerto en do ello es la admiración, respeto y afecto del pueblo fiel como lo
1157), Amadeo de Lausana (muerto en 1159), Isaac de Estella atestiguan las abundantes donaciones y legados que afluyeron a
(muerto en 1169), Gilberto de Hoyland (muerto en 1172); histo- sus abadías. Justo es reconocer, sin embargo, que en el tiempo del
riadores, como Otón de Freissing (muerto en 1158), Rodolfo de mayor triunfo del Cister, las aspiraciones de los hombres más des-
Coggeshall (muerto en 1227), Gunter de París (muerto en 1220), piertos no miraban ya hacia el monacato, por más que éste tuviera
Vicente Kadlubek, el padre de la historia polaca (muerto en aún plena vigencia desde lo que constituye su carisma más pro-
1223); profesores de la universidad de París como Pedro Cantor fundo. Ahora surgen los movimientos de retorno a la Iglesia po-
(muerto en 1197) y Alano de Lille, conocido como el doctor uni- bre de los orígenes; los movimientos comunales se afianzan cada
versalis (muerto en 1202), que acabaron sus días en los monaste- vez más; el impulso creciente del comercio amasa cada día mayo-
rios de Longpont y Cister, respectivamente. res sumas de dinero para lo que es preciso crear casas de cambio;
La fundación del Colegio de San Bernardo en París (1245) los nuevos intelectuales laicos exigen ancho campo para sus ini-
fue el principio de una afirmación poderosa de la necesidad de ciativas especulativas; las herejías antieclesiales y antisociales
una formación académica entre los cistercienses. Los Capítulos plantean problemas nuevos a la Iglesia y a la sociedad. La res-
Generales de la Orden dieron su aprobación para sucesivas fun- puesta específica a todos estos problemas no podía venir del mo-
daciones de Colegios en ciudades universitarias. Aunque no se nacato tradicional. Se necesitaba una nueva forma de vida religio-
puede hablar de una escuela filosófica ni, menos aún, teológica sa. Serán las Ordenes Mendicantes. De ellas vendrá la respuesta,
por más que también las Ordenes monásticas anteriores tendrán
38
instituía Capituli Generalis, LVHI, en Nomasticon Cisterc, ed. 1892,
que actualizarse, renovarse, para que esos hombres nuevos, des-
p. 225. piertos, del siglo xm puedan encontrar el ámbito adecuado para
39
Ib., p. 230. calmar sus ansias de contemplación del misterio de Dios.
176 177
7.
Ordenes hospitalarias
medievales

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179
Aníoinede Viennois et le feu de Saint Antoine, Vienne, 1926; CONTRERAS, te la celebración de la Eucaristía, se hacían colectas para la aten-
J. D., Algunas noticias sobre el Hospital de San Antón de Segovia, en ción a los pobres y enfermos1. Eran los diáconos y diaconisas
«Est. Segovianos», 1 (1949), 9-19. quienes se encargaban de esta ayuda. Aparece así, por primera
vez en el mundo, una organización caritativa totalmente desinte-
resada al servicio de los pobres y de los enfermos2.
Al desaparecer la institución de las diaconisas, ocuparon su
1. Las «obras de nuestra justicia y de puesto en esta labor de asistencia a los pobres y enfermos las
nuestra misericordia» vírgenes y los ascetas. Los autores que escribieron sobre la virgi-
nidad durante los tres primeros siglos, les recordaban con fre-
La atención a los enfermos, que hoy se considera como un de- cuencia la obligación de atender a los pobres y de visitar a los en-
ber elemental de justicia social, no siempre fue entendida así. Las fermos3. La Carta a las vírgenes recomendaba:
sociedades precristianas no tuvieron nunca una preocupación
pública por los enfermos; y, por consiguiente, no organizaron es- «De este modo hemos de acercarnos al hermano o hermana enfermos,
tablecimientos hospitalarios al margen de la asistencia prestada a y visitémosles de la manera que conviene hacerlo: Sin engaño y sin amor
los soldados heridos o enfermos. Es cierto que en los templos de al dinero, sin alboroto, sin garrulería y sin obrar de manera ajena a la pie-
Esculapio y de otros dioses sanadores se albergaban los enfermos; dad, sin soberbia, y con ánimo abatido y humilde»4.
pero solamente durante uno o dos días, mientras recibían el
oráculo del dios. Estos templos eran lugares de peregrinación reli-
giosa; no eran enfermerías ni hospitales. En el Imperio Romano,
el cuidado de los enfermos era considerado como una actividad 2. En el monacato primitivo
despreciable, propia de esclavos. La asistencia pública a los enfer-
mos solamente se concedía como una recompensa por especiales Después de la libertad concedida por Constantino a la Iglesia
servicios prestados al Estado. (313), los cristianos pudieron organizar públicamente la asistencia
Por eso mismo, el Cristianismo significa una auténtica revolu- sanitaria a los enfermos. Los primeros en preocuparse de éstos,
ción. Jesús dio por señal de que se habían cumplido los tiempos fueron los monjes. La vida monástica surge a finales del siglo m y
mesiánicos el hecho de que los enfermos eran atendidos: «Id y se institucionaliza en el siglo iv como una huida del mundo hacia
anunciad a Juan lo que oís y veis: los ciegos reciben la vista, los el desierto. Pero no por eso se olvidaban de sus hermanos más ne-
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos recobran el cesitados. El historiador de los monjes de Egipto, Paladio, testifi-
oído...» (Le 7,22). Si la Iglesia ha sido fundada por Jesús para ser ca su generosidad y desprendimiento para atender las necesidades
continuadora de su presencia salvadora en el mundo, es lógico ajenas, al describir la asistencia social de aquellos solitarios, no
que los enfermos tengan sus preferencias. Para todo discípulo de solamente respecto a los monjes enfermos, sino también respecto
Jesús, el cuidado de los enfermos se convierte en una obligación
sagrada. San Cipriano calificaba de «obras de nuestra justicia y de
nuestra misericordia» la atención prestada a los pobres y enfer- 1
SAN JUSTINO, Apología, l, c. 67, PG6, 430.
mos, a tenor del discurso escatológico de Jesús (Mt 25). 2
El cristianismo es, ciertamente, heredero de la tradición asistencial del
Durante los tres primeros siglos, caracterizados por la ilegali- judaismo. En las sinagogas existían instituciones benéficas en favor de los pobres.
3
Los Diáconos se ocupaban inicialmente de esta asistencia benéfica, pero con
dad oficial y la persecución de la Iglesia en el Imperio Romano, el correr del tiempo, se ocuparon más directamente de la administración de los bie-
los cristianos no podían tener establecimientos públicos, pero nes materiales, dejando la asistencia benéfica en manos de las vírgenes y ascetas.
ellos supieron organizar de un modo eficaz la asistencia indivi- 4
PSEUDOCLEMENTE, Carta a las vírgenes, trad. de D. Duiz BUENO, Padres Apos-
dualizada a los enfermos. Según San Justino, los domingos duran- tólicos, Madrid, 1950, pp. 289-290.

180 181
a los pobres y enfermos de las poblaciones cercanas, e incluso de ción caritativa en su Iglesia de Hipona 11 ; y San Paulino de Ñola
la gran metrópoli de Alejandría 5 . en la suya12. Pero no eran casos únicos en el norte de África y en
En el caso de los solitarios, se trata siempre de una acción ca- Italia. En Roma los papas desplegaban una intensa acción en fa-
ritativa individualizada. En el desierto difícilmente podían crear vor de los pobres y de los enfermos; sobresalió en esta acción San
instituciones benéficas, sobre todo si se tiene en cuenta que la vi- Gregorio Magno (590-604).
da monástica no nació con una finalidad apostólica directa. En Occidente, durante los siglos de las invasiones, la asisten-
Con la aparición de los monasterios urbanos surgieron tam- cia hospitalaria no podía tener una organización adecuada, si bien .
bién las primeras Casas de Caridad para el cuidado de los pobres el mismo fenómeno de las invasiones hizo que la Iglesia asumiera
y de los enfermos. Estas instituciones caritativas recibían diversos como cosa propia la asistencia a los pobres y a los enfermos, dan-
nombres, según los sujetos preferenciales a los que se atendía en do origen a una magna empresa de suplencia en una serie de fun-
ellas: Nosocomios, para los enfermos; Gerontocomios, para los ciones que, por sí mismas, deberían haber sido competencia de la
ancianos; Xenodoquios, para los peregrinos. Pero tanto en unos sociedad civil, tales como el cuidado de los pobres, de los enfer-
como en otros, la asistencia era más indiferenciada de lo que el mos, de los encarcelados.
propio nombre significaba; es decir, en todos ellos se atendía a to- Durante la Edad Media, la fundación de un monasterio impli-
da clase de pobres y enfermos, si bien para los leprosos se creó caba siempre la construcción de un edificio anejo o, por lo menos,
algún hospital específico6. una sala amplia, destinada a hospedería en la que se atendía a los
San Basilio fundó en torno al año 360, junto a su monasterio peregrinos, a los pobres y a los enfermos que llamaban a la puer-
de Cesárea de Capadocia, un hospital bajo la advocación de San ta. No faltaron casos especiales, como el de San Cesáreo de Arles,
Lázaro, del que se ocupaban los propios monjes. San Gregorio monje y obispo, el cual fundó en el año 512 un hospital junto a su
Nacaniceno hace grandes elogios de esta institución benéfica de iglesia catedral, donde «les procuró camas, ropa y todo lo necesa-
su amigo San Basilio7. También en el monasterio de Santa Macri- rio, con personas para servirles y curarles»13. El propio San Cesá-
na, hermana de San Gregorio Niseno, existía un albergue para reo de Arles dispuso que una buena parte de las rentas pertene-
pobres y enfermos8. Los emperadores bizantinos, desde Justinia- cientes al monasterio por él fundado para su hermana Cesárea,
no, se preocuparon de la asistencia hospitalaria, fundando y do- fueran destinadas para el cuidado de los enfermos, aunque no se
tando económicamente hospitales, cuya dirección confiaban a los dice que este monasterio femenino tuviese ningún hospital a su
monjes, bajo la vigilancia de los obispos. cuidado.
Desde Oriente se propagó esta preocupación hospitalaria ha-
cia Occidente. San Jerónimo informa sobre dos hospitales levan-
tados en Roma por el patricio Panmaquio y la matrona Fabiola en 3. Fraternidades hospitalarias
las orillas del Tíber 9 ; y otro albergue para pobres y enfermos, fun-
dado por sus dirigidas espirituales romanas, Santa Paula y su hia Desde el siglo x, se inicia en Europa una gran evolución en el
Eustoquia 10 . San Agustín tenía perfectamente organizada esta ac- terreno hospitalario. Las causas fueron múltiples. Epidemias ex-
tendidas por todo el Occidente a causa del contacto con el Orien-
5
te próximo, sobre todo en el siglo xi, obligó a la creación de mu-
PALADIO, Historia Lausíaca, ce. 10; 14; 20; 37; 40; 45; 68; trad. SANSEGUNDO
VALLS, L. E., El mundo de los padres del desierto, Madrid, 1970.
chos hospitales. El desarrollo demográfico, la aglomeración en las
6
SAN JUAN CRISÚSTOMO, Consol, ad Stagyrum, III, 13; PG 47, 490.
7
SAN GREGORIO NACIANCENO, Orat., XLVII, 63; PG 36, 378-379. 11
8 SAN AGUSTÍN, Serm. 355, 2: PL 39, 157.
SAN GREGORIO NISENO; De vita sanctae Macrinae; PG 46, 771. 12
9 SAN PAULINO DE ÑOLA, Poema XX, PL 61, 555.
SAN GERÓNIMO, Epist. 77: Ad Oceanum, PL 22, 694, 697. 13
10
SAN JERÓNIMO, Epist. 108; Ad Eustoquium, PL 22, 878. H V R I , 415.

182 183
ciudades, la incipiente organización de la industria y el comercio, un cuarto voto de asistir a los enfermos; llevaban también un há-
incrementaron en todas partes la preocupación por los pobres bito semejante al de los monjes y monjas. El Concilio de París
vergonzantes, los enfermos y los inválidos. Las Cruzadas que die- (1212) estableció que todo el personal asistencial residente en los
ron a conocer en Occidente la buena organización hospitalaria de hospitales tenía que emitir los votos religiosos y conducir un estilo
los bizantinos, estimuló la fundación de centros semejantes para de vida semajante al de los monasterios14. Pero esta normativa era
la atención de los enfermos. La preocupación por los peregrinos exclusiva de las Iglesias de Francia, porque el Concilio IV de Le-
que a millares acudían a Tierra Santa desde la conquista de Jeru- trán (1215) no la hizo suya15.
salén por los Cruzados, obligó a crear allí Hermandades hospita- Estas comunidades hospitalarias laicales tenían una organiza-
larias, algunas de las cuales se convertirán posteriormente en Or- ción semejante a la de la vida canonical; y, poco a poco, se con-
denes Militares. virtieron en verdaderas formas de vida religiosa. Eran comunida-
Pero hay una motivación mucho más profunda que explica es- des mixtas, bajo la dirección de un prior o de una priora, a los que
ta creciente preocupación por los pobres y los enfermos. El deto- estaban sometidos los hermanos y hermanas; unos y otras vivían
nante estuvo en la nueva espiritualidad creada por la Reforma en edificios separados. No obstante, a causa de los abusos, los
Gregoriana. Consecuencia muy importante de esta reforma ecle- hermanos fueron suprimidos.
sial fue el redescubrimiento de la Biblia y más concretamente del Desde el siglo XII, se multiplicaron por toda Europa estas Fra-
Evangelio. Su lectura llevó al redescubrimiento del Cristo pobre. ternidades Hospitalarias, calcadas sobre el modelo canonical de
El amor a la Humanidad doliente de Cristo se concretó después las agustinas del Hotel Dieu de París. Solamente en la diócesis de
en el amor a los pobres y a los débiles. Cristo se identifica con los París existían en el siglo xm más de cincuenta de éstas que se po-
pobres, con los enfermos. Al visitar o asistir al enfermo, se visita y drían calificar Congregaciones autónomas, la mayor parte de las
se asiste al mismo Cristo (Mt 25,31). cuales desaparecieron durante la Guerra de los Cien Años
Este redescubrimiento de Cristo en el enfermo que sufre, se (1345).
materializó en la fundación de innumerables fraternidades hospi- En esta misma línea están las comunidades de Beguinas, aun-
talarias. Los obispos, los nobles, los reyes, los caballeros que re- que tienen unas peculiaridades propias muy marcadas. Fueron las
gresan de las Cruzadas, los nuevos Municipios, los Gremios de primeras Comunidades de vida común sin votos. Empiezan en la
artesanos, los monasterios antiguos y las nuevas Ordenes hospita- primera mitad del siglo xn. Se encuentran al frente de los hospita-
larias, rivalizan en la atención a los enfermos. Los Premostraten- les erigidos por las ciudades y los gremios de artesanos. Asistían
ses estaban obligados por sus propios Estatutos a erigir un hospi- también a los enfermos a domicilio. Aunque estas comunidades
tal al lado de sus monasterios. de Beguinas no estaban bajo la dependencia de las Ordenes mo-
Este incremento espectacular de instituciones hospitalarias ne- násticas masculinas, entre los monjes buscaron a sus primeros di-
cesitaba enfermeras y enfermeros, no sólo en gran cantidad, sino rectores espirituales; pero después pasaron a la órbita de la espiri-
también especializados, que asistiesen a los enfermos. Los hospi- tualidad de los Mendicantes. Esto puede explicar el hecho de que
tales fundados por los monjes y por los Canónigos Regulares, muchas de estas comunidades de Beguinas evolucionasen hacia la
eran atendidos por ellos mismos con la ayuda del personal seglar institución de las Terceras Ordenes16.
necesario que, generalmente, estaba constituido por oblatos o do- 14
nados. Todos los demás hospitales estaban bajo la dirección de MANSI, XXII, 835-836.
15
MACCARRONE, M., Studi su Innocenzo III, Padua, 1972, pp. 312-313.
los obispos, porque los hospitales eran en la Edad Media lugares 16
IMBERT, J., Les hópitaux en droit canonique, París, 1945, pp. 265-286; FON-
sagrados; pero la asistencia de los enfermos en estos centros de- SECA, C. D., Canoniche e ospedali, «Atti del primo congresso europeo di Storia os-
pendientes de los obispos estaba en manos de un personal hospi- pedaliera», Reggio Emilia, 1962, pp. 482-499; NASSAU ROCCA, E., Ospedali e ca-
talario intregado por Hermanos y Hermanas que vivían en comu- noniche regolari, «Vita comune del clero nei secoli XI e XII», Milán, 1962, pp. 16-
nidad y hacían los votos de castidad, pobreza y obediencia, más 25.

184 185
Las esculturas y las vidrieras de las iglesias y catedrales que Entre las Ordenes específicamente hospitalarias, sobresalen
ilustran las Obras de Misericordia, y, sobre todo, las encantadoras los Hospitalarios del Espíritu Santo y los Hospitalarios de San
miniaturas del curioso Libro de la vida activa, del siglo xv, permi- Antonio o Antonianos.
ten seguir con todo detalle las ocupaciones de la vida diaria de
esas Hermanas y Beguinas en los hospitales.
La mayor parte de estas Fraternidades y comunidades de Be- 4.1. Hospitalarios del Espíritu Santo
guinas adoptaron la Regla de San Agustín como código funda-
mental, aunque tuvieran cada una de ellas sus propios Estatutos En torno al año 1075 fundó Guido de Montpellier en la ciu-
particulares. De ahí que hayan surgido muchas federaciones que dad de su mismo nombre un hospital que colocó bajo la advoca-
acabaron por convertirse en verdaderas Ordenes o Congregacio- ción del Espíritu Santo y al que le dio la Regla de San Agustín. El
nes religiosas denominadas Oblatas hospitalarias o, más general- papa Inocencio III aprueba la Orden en 1198 y la recomienda a
mente, Agustinas Hospitalarias, distinguiéndose unas de otras por todos los obispos y demás autoridades eclesiásticas, concediéndo-
la población en que radicaba la Casa madre de la federación: le, por varias bulas que se suceden en los años siguientes, un nota-
Agustinas de Damme (Bélgica), Agustinas de Meaux (Francia), ble cúmulo de privilegios. Y, no contento con esto, Inocencio III
Agustinas de París, Agustinas de Colonia 17. puso bajo su inmediata dirección el hospital de Santa María in Sa-
xia por él fundado en Roma, que será más conocido como Hospi-
tal del Espíritu Santo, quedando bajo la personal jurisdicción del
papa. De ahí que todos los papas lo hayan considerado como pro-
4. Ordenes Hospitalarias pio18.
Un movimiento hospitalario, tan generalizado en Occidente Además de la Regla de San Agustín, tenían sus propios Esta-
desde el siglo xn, no pudo menos de dar origen a nuevas Ordenes tutos redactados probablemente por el propio Guido. Era una
religiosas con una finalidad específicamente hospitalaria. Todas verdadera Orden religiosa hospitalaria, aunque, a veces, se ha
las primeras Ordenes Militares tuvieron su origen en la fundación querido hacer de ella una Orden canonical, e incluso una Orden
de un hospital para la asistencia de los peregrinos de Tierra Santa. militar, porque llevaba una cruz sobre el hábito y la capa. Consta-
Y aunque después tomará en ellas la prevalencia su condición mi- ba de hermanos y hermanas, que eran religiosos, y oblatos que no
litar, mantendrán también su componente hospitalaria. Fue el ca- eran religiosos propiamente dichos, aunque vivían en los mismos
so de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los Templarios, hospitales. Además de los votos de pobreza, castidad y obedien-
los Caballeros de Santiago, los Caballeros teutónicos, etc. Algu- cia, emitían un cuarto voto de servir y administrar fielmente los
nas de estas Ordenes Militares, la de San Juan y los Caballeros bienes de los pobres y enfermos.
Teutónicos, establecieron la rama femenina o comunidades de Después de la muerte de Guido, se produjeron algunos cam-
mujeres para el cuidado de sus hospitales, pero no prosperaron bios en la legislación de la Orden, especialmente por lo que se re-
porque el Concilio II de Letrán (1139) prohibió que estas mujeres fiere a la elección y residencia del Superior general. Inocencio III
estuvieran al frente de los hospitales. estableció, de acuerdo con los delegados de Montpellier, que el
Superior general habría de ser el mismo Superior del Hospital del
Espíritu Santo de Santa María in Saxia de Roma. Con el correr
17
del tiempo, hubo diversos intentos por parte de las Casas de
Existen en la actualidad más de cuarenta de estas congregaciones de Agusti-
nas, DIP, 1, 192-235, Catalogus fratrum íotius Ordinis Sancti Augustini, Roma,
18
1971; RODRÍGUEZ, L., Relación de Ordenes y Congregaciones que han adoptado la ANGELIS, P. de, Innocenzo III e la fondazione dell'Ospedale di Santo Spirito
Regla de San Agustín, «Casiciaco», 17 (1963), 338-343; 380-383; 418-422; 18 in Saxia, Roma, 1948; ID., L'Ospedale apostólico di Santo Spirito in Saxia nella
(1964), 67-71. mente e nel cuore dei Papi, Roma, 1956.

186 187
Francia de separarse del Hospital de Roma. En 1372, el papa (Cádiz), Puente la Reina (Navarra), Sangüesa (Navarra) y Sevilla,
Gregorio XI le concedió al Superior de Montpellier la dignidad las cuales constituyen una federación aprobada por la Santa Sede
de gran Maestro, en igualdad con el de Roma, confiándole el go- en 1958.
bierno de todas las Casas de la Orden fuera de Italia, aunque, al
parecer, la bula de semejante concesión no fue ejecutada. Otros
intentos posteriores de separarse de Roma fueron impedidos por 2. Hospitalarios de San Antonio
los papas, hasta el punto de que Eugenio IV se reservó a sí mismo
el nombramiento del Superior general, designando a personas Son conocidos también con el nombre de Canónigos Regula-
ajenas a la misma Orden, como fue el caso de su propio sobrino res de San Agustín de San Antonio de Vienne, aunque sus oríge-
Pedro Barbo (1432), el cual lo hizo tan mal que tuvo que ser des- nes no fueron exactamente canonicales. Su fundación se remonta
tituido; reservándose desde entonces (1446) el propio Eugenio al año 1095. Cerca de Vienne se halla la pequeña ciudad de
IV el cargo hasta su muerte. Nicolás V restituyó el cargo a un Bourg-Saint-Antoine, llamada antiguamente Motte-Saint-Didier,
miembros de la Orden; y Sixto IV le devolvió a la Orden el dere- donde existía un monasterio benedictino, filial de la abadía de
cho de elegir al Superior general (1483). Montmajour, a la cual habían sido traídos, a finales del siglo xi,
El papa Paulo III creó en 1547 en Roma el Monte del Espíritu las reliquias de San Antonio Abad. De ahí el nombre actual de
Santo para atender a las necesidades materiales del hospital ro- Bourg-Saint- Antoine.
mano. Paulo V lo transformó en el Banco del Espíritu Santo, con- A causa de un voto hecho por la curación de su hijo Guerín
fiándole la dirección del mismo a la propia Orden. En 1870, el del «fuego sagrado» o «fuego de San Antonio», fundó el noble
Banco cambió por completo la finalidad, aunque conservó el Gastón un hospital para atender a los enfermos de ese mal, una
especie de erisipela que causó estragos en toda Europa desde el
nombre.
siglo x hasta el siglo xvi. Inicialmente, esta comunidad hospitala-
La predilección que, desde Inocencio III, le demostraron los
ria estaba integrada únicamente por laicos provenientes en su to-
papas, fue, en buena medida, causa de su rápida expansión por talidad de la nobleza; pero poco a poco fueron admitidas también
toda Europa. Muchos hospitales pedían la agregación al de Roma gentes provenientes de otros estamentos sociales. Conducían una
para poder gozar de los mismos privilegios de aquél. Entre las vida casi monástica bajo la dirección de un sacerdote. Para la asis-
Casas propiamente dichas de la Orden y las agregadas a ella, lle- tencia de los enfermos se servían de donados y de algunas muje-
garon a sumar en el momento de su mayor esplendor en el si- res. El hospital era conocido como Casa de la limosna o simple-
glo xv, un total de 1.094. Sobresalen por el número de Casas, mente La limosna, porque vivían exclusivamente de la cuestación
Francia con 342, Italia con 400, Alemania con 47, Portugal con de puerta en puerta, lo cual les ocasionó graves conflictos con el
30 y España con 187. monasterio benedictino allí existente.
A partir del siglo xvi, la Orden entra en decadencia. En Ale- Los antonianos experimentaron una gran expansión a lo largo
mania muchas Casas de la Orden abrazaron la reforma protestan- de los siglos xn y xm, porque eran llamados por los obispos y por
te. En el siglo xvii, en Francia se intentaba hacer de los Hospitala- los gremios artesanos para que se hicieran cargo de sus hospitales.
rios del Espíritu Santo una Orden militar, hasta el punto de que Fundaron hospitales por toda Europa, especialmente en Francia,
en 1672 fueron agregados a la Orden Militar de San Lázaro, aun- Alemania, Italia y España.
que posteriormente el rey revocó la disposición. A pesar de que La presencia de los antonianos en España fue muy temprana,
en el siglo xvn, en España y en Portugal se fundaron bastantes con la fundación de Cervera (1215), pero pasó un largo período
Casas, la Orden fue decayendo cada vez más, hasta que Pío IX, sin ninguna más, hasta la de Lérida (1271). En el siglo xiv se su-
por la bula ínter plurima (1847) la suprimió. La Orden, sin em- cedieron con mucha rapidez las fundaciones por Cataluña, Casti-
bargo, ha sobrevivido en su rama femenina. lla y Andalucía, de modo que a finales del siglo xv, la Orden con-
En España subsisten aún cuatro Casas, Puerto de Santa María
189
188
taba en España con dos Preceptorías y más de 70 hospitales. Des-
de España pasaron los antonianos a América, especialmente a 8.
México, donde fundaron 12 hospitales.
Bonifacio VIII (1297) les dio la Regla de San Agustín, convir- Ordenes Militares
tiéndolos en Canónigos Regulares, a fin de evitarles conflictos
con los monjes y los clérigos seculares a causa de su carácter lai-
cal. Esta reorganización pontificia contribuyó a una mayor expan-
sión en el siglo xiv. A finales del siglo xv, después de un período
tan largo de prosperidad, fue necesaria una reforma interna. Los
Estatutos aprobados en esta ocasión, dividieron la Orden en 192
preceptorías o provincias. No obstante, los antonianos entraron,
con el siglo xvi, en una profunda decadencia provocada por la
Reforma luterana en Alemania y por la Reforma calvinista en
Suiza y en Francia.
A principios del siglo xvn hubo otro intento de reforma inter-
na (1616). Contra ella se rebelaron las dos preceptorías de Es- Bibliografía
paña y algunas casas de Francia e Italia. Esto aceleró aún más la LOMAX, D. W., Las Ordenes Militares en la Península Ibérica durante
decadencia y provocó la intervención del papa Pío VI, el cual de- la Edad Media, Salamanca, 1976. Es una bibliografía, con 928 títulos, de
cretó la supresión (1787), uniendo los 211 sacerdotes y los 11 las Ordenes Militares españolas, pero tiene también una sección dedicada
conversos que quedaban, a la Orden de Malta, a la cual pasaron a las Ordenes Militares en general. MAYER, H. H., Bibliographie zur Ges-
también todos los bienes de la Orden extinguida, a excepción de chichte der Kreuzzüge, Hannover, 1960; DAILLIEZ, L., Bibliographie du
algunas casas de España y de Francia que fueron agregadas a Temple, París, 1972; RIGALT y NICOLÁS, B., Diccionario histórico de las
otras Ordenes19. Ordenes de Caballería, Barcelona, 1858; FELIÚ y QUADRENEY, S., Diccio-
nario heráldico mundial de las Ordenes de Caballería, Palma de Mallorca,
1954; PRUTZ, H., Die geistlichen ritterorden, ihre Stellung zur kirchlichen,
politischen, gesselschaftlichen und wirtschaftlichen Entwicklung des Mite-
lalters, Berlín, 1908, reed., 1977; HELYOT, P., Histoire des ordres monas-
tiques, religieux et militaires et des congregations seculiéres de l'un et de
l'autre sexe, 8 vols., París, 1714-1719; SEWARD, D., The Monks of War.
The Military Religious Orders, Londres, 1972; CARDINI, F., Le crociate
tra il mito e la storia, Roma, 1971; ALPHANDERY, P., La cristiánitá e
l'ideale di crociata, Bolonia, 1974; LINAGE CONDE, A., Ordini militan,
DIP, 5, 1287-1299; ID., Tipología de la vida monástica en las Ordenes mi-
litares, en «Yermo», 12 (1974), 73-115; COCHERIL, M., La jurisdiction de
Morimond sur les Ordres militaires de la péninsule ibérique, en «Stud-
Mon», 2 (1960), 371-386; ID., Les ordres militaires cisterciens au Portu-
gal, Lisboa, 1967; USSIA, M. de, El Obispo-prior de las Ordenes militares
19 españolas, Vitoria, 1966; MEERSSEMAN, G. G., Ordo fraternitatis. Confra-
RUFFINO, I., Ricerche sulla diffusione dell'Ordine ospedaliere di S. Antonio di
Vienne, «Atti del I congresso Europeo di Storia ospedaliera», Reggio Emilia, 1962, ternite e pietá dei laici nel medioevo, III, Roma, 1977; SASTRE, E., Votum
pp. 1087-1105; CHAUMARTIN, H., LAbbaye de Sant-Antoine de Viennois et le feu castitatis coniugalis, votum religiosum, en «CommpRel» (1977), 248-259
de Saint-Antoine, Vienne, 1926; CONTRERAS, J. D., Algunas noticias sobre el Hospi- (1978), 50-65 (1979), 46-87. Al tratar de cada Orden Militar, se indicará
tal de San Antón de Segovia, «Est. Segovianos», 1 (1949), 9-19. la bibliografía más representativa.

190 191
Derek W. Lomax define así una Orden Militar: «Orden reli- lámica de los ribat del cual deriva el topónimo rábida que signifi-
giosa de la Iglesia Católica dedicada principalmente a la guerra ca convento 6. Los ribat eran una especie de castillos-conventos
física y violenta contra los enemigos humanos de la Cristiandad» 1 . situados en las fronteras de los reinos cristianos y defendidos por
En efecto, los miembros de las Ordenes Militares son religiosos, unos caballeros de la fe o monjes islámicos que hacían voto de
porque profesan los votos de castidad, pobreza y obediencia, y es- consagrarse a la guerra hasta la muerte contra los cristianos7. Es-
tán sometidos a una Regla. En la Orden española de Santiago hay tos ribats o castillos-conventos fueron levantados por los musul-
también caballeros casados que, en vez de la continencia celibata- manes, no solamente en la Península Ibérica, sino también, e in-
ria, emitirán el voto de castidad conyugal, que hay que considerar cluso antes, a lo largo de las fronteras orientales del Imperio bi-
verdadero voto religioso corno se verá más adelante. Emiten, ade- zantino. Esta institución islámica es una consecuencia inmediata
más, un cuarto voto por el que se obligan a la guerra contra los de la «guerra santa» predicada por el Corán.
infieles. Y esto es lo que constituye la novedad de la misión pecu- En la evolución del concepto cristiano de la guerra y en la
liar de esta nueva forma de vida religiosa: la entrega incondicional evolución también de la misma ascética, hay elementos suficientes
al oficio de la guerra. para explicar la aparición de las Ordenes Militares en la Iglesia sin
Estos caballeros son religiosos; es decir, unos soldados que necesidad de acudir al plagio o imitación directa de los caballeros
abrazan el seguimiento de Cristo en una consagración radical al de la fe propios del Islam. Antes incluso de la aparición de Maho-
ejercicio de la guerra como una manera propia y peculiar de ex- ma y de la guerra santa, ya San Agustín (430) y, sobre todo, San
presar y de vivir su fe cristiana. Esta mixtura de religiosidad y de Gregorio Magno (muerto en 604), tienen argumentos de sobra
belicosidad, de religiosidad guerrera o de guerra religiosa es un para la declaración de la «guerra santa» y la aparición de unos
producto típicamente medieval, que hubiera sido impensable en cristianos entregados profesionalmente a la lucha militar, como
la Iglesia antigua, como es impensable en la Iglesia contemporá- modo peculiar de existencia cristiana, en defensa de la fe.
nea; es el símbolo más expresivo y adecuado del espíritu eclesial Pero, por otra parte, tampoco hay dificultad en admitir que las
de un determinado momento de la Edad Media2. Ordenes Militares hayan padecido algunas influencias o hayan in-
cluso imitado a la mencionada institución islámica de los ribats,
con tal, que se demuestre caso por caso8. Habría que repetir aquí
todo lo dicho en el primer volumen9 respecto a la originalidad del
1. Origen de las Ordenes Militares monacato cristiano en relación al monacato preexistente en otras
religiones.
Américo Castro3 revitalizó y popularizó una teoría esbozada a Teniendo en cuenta los actuales resultados de la investigación
principios del siglo xix por José Antonio Conde 4 , y que Miguel sobre este punto, especialmente después de la luminosa obra de
Asín expresó así: «el ribat es el modelo exacto de las Ordenes Mi- C. Erdmann 10 , es preciso rebajar en bastantes enteros la conclu-
litares»5. Las Ordenes Militares serían la copia de la institución is-

6
1
MERCÁIS, G., Ribat, «Encyclopedie of Islam», III (1936), 1150-1153.
LOMAX D. W., Las Ordenes Militares, p. 9. 7
Sobre el Sufismo o monacato islámico y sus posibles derivaciones del mona-
2
GARCÍA VILLOSLADA, R., Historia de la Iglesia Católica, II, Edad Media, BAC, cato cristiano oriental, cf. ASÍN, G., O. C, 134-158; BRUNEL, R., Le monachisme
Madrid, 958, p. 838. errant dans l'Islam, París, 1955; LECLERCO, J., Le monachisme en Islam et en chré-
3
CASTRO, A., España en su historia, Buenos Aires, 1948, pp. 189-190. tienté, «Images de Toumiline» (1965), 1-15.
4
CONDE, J. A., Historia de la dominación de los árabes en España, I, Madrid, 8
O'CALLACHAN, J. F., The Affiliation ofthe Order of Calatrava with the Order
1820, p. 619, nota 1. ofCiteaux, AnalOCist, XVI(1969), 161-194; XVII (1970), 3-59; 255-292.
5
ASÍN, M., El Islam cristianizado. Estudio del Sufismo a través de las obras de * HVR 1, 35-52.
Abenarabi de Marcía, Madrid, 1931, p. 137; 141. lü
ERDMANN, C , Die entstehung des kreuzzugsgedankens, Stuttgart, 1935.

192 193
sión de Américo Castro, según el cual las Ordenes Militares «se- los paganos presten el servicio de las armas, pero lo rechaza para
rían ininteligibles sin el modelo oriental»11. los cristianos13.
Tertuliano es el primero en constatar, gozosamente, la presen-
cia de cristianos en los ejércitos imperiales: «Lo hemos llenado
n
1.1. El antimilitarismo de los primeros cristianos todo..., incluso los campamentos militares»14, aunque, después de
su paso al Montañismo, acabará siendo el adversario más furibun-
Los evangelios transmiten, sin duda, una actitud utópica en do del servicio militar, por considerarlo incompatible con las exi-
favor de la no violencia y presentan a Jesús como un carismático gencias de la fe15. Esta tradición pacifista o antimilitarista encon-
no violento, a pesar de algunas expresiones como: «No he venido tró un eco en la praxis cristiana. No fueron pocos los cristianos
a traer la paz, sino la guerra» (Mt 10,34-36), y de algunos gestos que sufrieron el martirio por negarse a cumplir con las exigencias
simbólicos, como la expulsión de los mercaderes del Templo (Jn diolátricas o por temor a derramar sangre, inherentes al servicio
2,13-22). Los cristianos de los tres primeros siglos prefirieron militar imperial16.
morir por la causa de Jesús a matar por ella, en evidente contraste
con las guerras religiosas de exterminio del Antiguo Testamento.
Por eso hubo mártires en la Iglesia primitiva. 1.2. Del antimilitarismo a la formación de un ejército cristiano
La cuestión de la guerra y del servicio militar para la guerra no
se les presentaba a los cristianos primitivos como algo meramente Junto o frente a esa tradición antimilitarista, existió, de hecho,
teórico, sino como algo con consecuencias muy prácticas para su el enrolamiento de algunos cristianos en los ejércitos imperiales.
vida de fe. Frente al militarismo belicoso y expansionista del Im- Del librito de Tertuliano, De corona militis, se deduce con clari-
perio Romano, entre algunos cristianos se hizo presente, desde el dad que en la comunidad de Cartago existía una opinión generali-
principio, una actitud de radical incompatibilidad entre la profe- zada favorable a la presencia de los cristianos en el ejército o, por
sión de la fe y el enrolamiento en los ejércitos imperiales. La raíz lo menos, se admitía su posibilidad como algo normal 17 . Abundan
de esta incompatibilidad estaba en la idolatría y en la violencia, los testimonios que avalan la presencia de cristianos en los ejérci-
puesto que los soldados se podían ver obligados a prestar culto a tos; hasta se habla de toda una legión compuesta exclusivamente
los dioses y a tener que derramar sangre, aunque fuese sangre de por cristianos18. En las persecuciones de Decio, Valeriano y, es-
enemigos. No sólo la idolatría, sino también el derramamiento de pecialmente, de Diocleciano fueron martirizados muchos solda-
sangre se consideraba incompatible con la fe cristiana, pues el dos cristianos, algunos de los cuales habían alcanzado los grados
Maestro había dicho con claridad: «Vuelve tu espada a la vaina, superiores del ejército19.
porque todos los que empuñan la espada, a espada morirán» (Mt La Iglesia oficial, durante los tres primeros siglos, no tomó po-
26,52). sición ni a favor ni en contra del servicio militar. La jerarquía
Esta actitud cristiana trascendió a las masas paganas. Celso re- eclesiástica observaba en silencio el progreso que la fe estaba ha-
prochaba este modo de proceder; y exhortaba a los cristianos a ciendo entre las legiones romanas. El Concilio de Elvira (305),
servir al emperador, incluso con las armas. Orígenes, en la refuta-
ción que hace del Discurso verdadero, admite la acusación de 13
ORÍGENES, Contra Celso, VIII, 73.
Celso; y defiende a los cristianos afirmando que ellos sirven al 14
TERTULIANO, Apologeticum, 37; 42.
15
emperador no con las armas, sino con la oración; él acepta que 16
TERTULIANO, De idolatría, 19.
EUSEBIO, Historia Ecclesiastica, VII, 15; TERTULIANO, De corona militis, 1.
" Ibidem.
11 18
CASTRO, A., o. c, p. 189. La Legio XII Fulminato Melitensis, reclutada en Armenia en tiempos de
12
ÁLVAREZ GÓMEZ, J., La Iglesia de los primeros siglos ante la violencia, en Marco Aurelio (161-180); cf. EUSEBIO, o. c, V, 5,1.
AA.VV., Paz y disuasión nuclear, Madrid, 1988, pp. 35-55. 19
EUSEBIO, O. C, VII, 15.

194 195
que dio disposiciones bien concretas para todos los oficios desem-
más y por la ciudad en virtud del poder legítimo que se ha recibi-
peñados por los cristianos, no menciona de ninguna manera las
do». El propio San Agustín interpreta los consejos dados por San
obligaciones de los soldados cristianos. Sin embargo, apenas diez
Juan Bautista a los soldados (Le 3,14) en el sentido de eliminar
años después, el canon tercero del Concilio de Arles (314) ya to-
toda incompatibilidad entre el servicio militar y la fe cristiana23.
ma una actitud decidida en favor del ejército imperial, obligando
En este mismo sentido se expresarán después San Máximo de
a los soldados cristianos a servir fielmente al Imperio. Se amenaza
Turín (465) 24 , San León Magno (461) 25 , y especialmente San
con la excomunión a «aquellos que arrojan las armas en tiempo
Gregorio Magno (604), el cual elogiaba a los príncipes que lucha-
de paz».
ban por defender y dilatar el Reino de Cristo. Pero San Agustín
La razón de este cambio de actitud hay que explicarla desde el había dado un paso más cuando, convencido de que, a través de
acontecimiento, también repentino, de la conversión de Constan- las discusiones teológicas, no era posible atraer a los circuncelio-
tino y de la libertad concedida por él a la Iglesia (313). Además, nes que estaban cometiendo verdaderas tropelías contra los cató-
de la noche a la mañana, Constantino, al grabar sobre el escudo licos norteafricanos, pidió al emperador Honorio la intervención
de sus soldados el anagrama de Cristo, había trocado un ejército del ejército en defensa de la Iglesia, apoyándose en este pasaje de
pagano en un ejército cristiano. Quedaba eliminada la objeción San Lucas: «Sal enseguida a las plazas y calles de la ciudad, y
proveniente del peligro de idolatría. Desde que Teodosio declaró obliga a entrar aquí a los pobres y lisiados, a los ciegos y a los co-
al Cristianismo como religión oficial del Imperio (380), sus ejérci- jos» (Le 14,21).
tos se componían exclusivamente de cristianos, porque se eliminó Esta actitud benevolente hacia el servicio militar encontró un
sistemáticamente de ellos a los judíos y a los paganos 20 . Las gue- eco en la liturgia que creó bendiciones para el tiempo de guerra,
rras del emperador cristiano quedaban así elevadas a la categoría para los soldados, para las armas y para las bandereas; y en el cul-
de guerras santas; y las acciones de los ejércitos cristianos se to tributado a aquellos santos que habían sido soldados como San
orientaban necesariamente hacia la salvación21. Sebastián y San Gerardo. Este culto se inició en la Iglesia Orien-
Pero quedaba la objeción proveniente de la posibilidad evi- tal; pero encontró un gran arraigo en la Iglesia Occidental, la cual
dente de tener que derramar sangre humana en las guerras. A lo experimentó la necesidad de bautizar, en cierto modo, la guerra a
largo del siglo iv, esta objeción se hizo realidad en muchos solda- causa del espíritu eminentemente belicoso de los pueblos germá-
dos cristianos, como fue el caso de San Martín de Tours, el cual, nicos que habían invadido el Imperio Romano de Occidente; y,
al día siguiente de su bautismo (341) pidió la licencia del servicio sobre todo, porque fue preciso dar unos motivos religiosos a las
militar porque «soy soldado de Cristo y no me es lícito combatir». luchas defensivas contra las invasiones de pueblos paganos como
Fue San Agustín quien orientó la solución definitiva a este pro- los normandos, húngaros, eslavos y musulmanes.
blema moral, estableciendo una distinción entre la muerte provo-
cada por una persona privada y la provocada en nombre del Esta-
do para la protección de la sociedad: «No se puede matar a 1.3. Del «cristiano-soldado» al «soldado cristiano»
ningún hombre, a no ser los soldados o que se desempeñe una
función pública. Es decir, que no se haga por sí, sino por los de- Fue a partir de esas «guerras religiosas» contra los invasores
paganos cómo el concepto de militia Christi, es decir, el combate
2
espiritual, dejó de significar la ascesis cristiana para significar la
" Codex Theodosianus, XVI, 10, 21; cf. JOANNOU, F: P.( La législation impé-
Iglesia militante.
rtale et la christianization de l'Empire romain (311-476), OrChristAnal, n. 92,
Roma, 1972.
21 23
FARIÑA, R., L'imperatore cristiano in Eusebio di Cesárea. La prima teología SAN AGUSTÍN, Epist. 189, 4: PL 33, 855.
24
política del Cristianesimo, Zurich, 1966. MÁXIMO DE TURIN, Hom. 114; PL 67, 518.
22 25
SULPK'IO SF.VERÜ, Vita Sancti Martini, c. 4; PL 20, 162. LEON MAGNO, Ad Rusticum Narbonensem, 14; PL 54, 1207.

196 197
ceder a los soldados estandartes sagrados para que bajo su protec-
• Efectivamente, el concepto de militia Christi era de uso muy ción alcancen la victoria. Los sacerdotes iban en pos de estas mili-
antiguo en la Iglesia. Ya en el Antiguo Testamento la vida del cias con sus estandartes sagrados incitando y exhortando a los sol-
hombre sobre la tierra es equiparada al servicio militar (Jb 7,1; dados a luchar con valor.
14,14); pero será, sobre todo, San Pablo quien identifique la vida Esta forma de guerra religiosa es de origen enteramente ecle-
cristiana con la milicia: «Nadie que se dedica a la milicia se enre- siástico, y en ella nada tienen que ver los reyes ni los príncipes.
da en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alis- Esta idea se desarrolló hasta hacer pensar que cuando se trata de
tado» (2 Tim 2,4; cf. 2 Cor 10,3-4). También otros autores neo- la defensa de la Iglesia, hay que hacer la guerra, la cual, para los
testamentarios aluden a la vida cristiana como lucha y combate (1 combatientes, no solamente es una guerra religiosa, sino una gue-
Pe 2,11; St 4,1). Esta terminología militar era de uso frecuente rra altamente meritoria, hasta el punto de que ya el papa León IV
entre los autores cristianos de los primeros siglos cuando se refe- afirmaba que quien muere combatiendo contra los musulmanes es
rían a la vida ascética. un verdadero mártir que tiene asegurada la gloria. Era la réplica
Entre todos los cristianos, quien merece de verdad el nombre al Corán que afirma que el paraíso está a la sombra de las es-
de asceta y, por tanto, de soldado de Cristo, es el mártir, auténtico padas 31 .
vencedor en el combate de la fe. Ahora bien, si los monjes son su- Este sentido religioso de la guerra se incrementó con las Cru-
cesores de los mártires 26 , es lógico que el apelativo de miles zadas. En el concepto de cruzada han entrado con el correr del
Christi, soldado de Cristo, se haya transferido también del ámbito tiempo elementos espurios. Pero las Cruzadas auténticas fueron
martirial al ámbito monástico. San Agustín consideraba el mona- aquellas guerras santas predicadas y puestas bajo la protección del
cato como un «milicia espiritual cristiana»27 y calificaba a los papa, en cuanto jefe supremo de la Iglesia, con el fin de rescatar
monjes como «soldados de Jesucristo»28. El autor de la Homilía del dominio de los musulmanes los Santos Lugares de Palestina.
ad monachos, erróneamente atribuida a San Jerónimo, tildaba de Las peregrinaciones a Tierra Santa, cuyo origen se remonta a
soldados delicados a los monjes que no se entregaban con ardor al los primeros siglos cristianos, fueron toleradas por los musulma-
ideal ascético29. nes después de la conquista de Jerusalén en el año 636; pero esta
En los mismos conceptos de servicio militar se expresaba San situación cambió radicalmente cuando los fatimitas de Egipto
Benito, para quien el monje es un soldado que milita bajo una conquistaron Palestina (969). El Califa Al-Hakem dio órdenes al
misma Regla y un mismo abad; la abadía es un ejército fraterno gobernador de Siria de destruir el Santo Sepulcro (1009), de per-
ordenado para la batalla; y el enemigo de los monjes, como en el seguir a los cristianos y de obstaculizar las peregrinaciones. La
caso de los mártires, es el diablo30. Después de San Benito, esta persecución fue revocada por el mismo Califa Al-Hakem; y su hi-
terminología será de uso común entre todos los religiosos, espe- jo Al-Zahil mandó reconstruir el Santo Sepulcro (1027). Esto fue
cialmente entre los mendicantes y los clérigos regulares. causa de que las peregrinaciones tomasen nuevo auge en toda Eu-
Del ámbito de la ascética cristiana y especialmetne de la vida ropa. Refiriéndose al año 1033, dice Raúl Glaber: «por entonces
monástica, la terminología de milicia de Cristo, soldado de Cristo, comenzaron a afluir de todo el mundo muchedumbres innumera-
pasó al ámbito de los ejércitos cristianos, cuya evolución se ha bles al Sepulcro del Salvador, como nadie hasta entonces hubiera
descrito anteriormente. Soldado cristiano es ahora el militar que podido esperar; primeramente eran peregrinos de la ínfima plebe;
lucha en defensa de los pobres y de la Iglesia. Esta empieza a con- luego, de la clase media; más tarde, los reyes más altos y condes y
obispos; finalmente —cosa desusada— mujeres nobilísimas y po-
bres. Muchos preferían morir antes de retornar a sus tierras»32. El
HVR I, 125-132.
SAN AGUSTÍN, De opere monachorum, XXV-XXVI. 31
El Corán, 3, 142; 4, 74; Ed. CORTÉS, J., Barcelona, 1986, pp. 140; 158.
Ibidem. 32
GLABER, R., Historia sui temporis; PL 142, 680.
PL 30, 328.
SAN BENITO, Regula monachorum, c. 1; cf. Prolog, y ce. 2; 61.
199
198
voto y la penitencia impuesta por los confesores, de peregrinar a Para estos cristianos que arriesgaban su vida en la peregrina-
Tierra Santa se hizo muy frecuente por entonces. La situación de ción y en la Cruzada, Jerusalén era la encarnación viva de todas
los Santos Lugares empeoró de nuevo, cuando los turcos seljúci- sus aspiraciones escatológicas. El símbolo del cielo era Jerusalén.
das, convertidos al Islam, expulsan de Palestina a los fatimitas de Esta idea tenía ya una tradición bíblico-patrística, a pesar de que
Egipto y se apoderan de Jerusalén (1078). Esto supuso un verda- algunos Padres, como San Jerónimo, preferían enmarcar este
dero trauma religioso para el Occidente cristiano. En todas partes símbolo no en Jerusalén, sino en Roma 34 . Pero en la Edad Media,
surge un verdadero clamor por la reconquista de los Santos Luga- más que Roma, Jerusalén era considerada como el verdadero
res. Fue el papa Urbano II quien lanzó la idea de la Cruzada, centro de la Cristiandad, porque, como decía Pedro el Venerable,
aunque ya Gregorio VII había querido intervenir, a petición del el Sepulcro de Cristo en el que éste había triunfado de la muerte,
emperador Miguel VII de Constantinopla. El Papado hizo suyo era el corazón del mundo 35 . Las Cruzadas eran, ante todo, una
este movimiento político-religioso-militar de las Cruzadas, que aventura del alma: La cabalgada mística del cristiano hacia la Je-
durante dos siglos va a entusiasmar a toda Europa 33 . rusalén celestial, la marcha hacia Dios, siguiendo las huellas de
En este contexto nace una nueva forma de vida religiosa: Las Cristo36.
Ordenes Militares. Ahora bien, después de la conquista de Jerusalén por la pri-
mera Cruzada (1099), había que asegurar el camino de las pere-
grinaciones frente al permanente peligro musulmán. Eran necesa-
2. La originalidad religiosa rias guarniciones militares a través de los caminos de Siria y Pa-
de las Ordenes Militares lestina. Además, era necesario atender a los peregrinos pobres y
enfermos. Algunos, muy pocos, caballeros cristianos accedieron a
Después de la conquista de los Santos Lugares por los ejérci- quedarse en Palestina para este menester y también para asegurar
tos cruzados, de nuevo se incrementaron, en gran medida, las pe- el recién creado reino de Jerusalén; pero no eran suficientes no
regrinaciones. De la necesidad de prestar ayuda a los peregrinos sólo por su escaso número, sino también porque tenían que preo-
de Tierra Santa, nacieron las primeras Ordenes Militares. Estas cuparse de sus propios intereses familiares. Era necesaria la pre-
son la síntesis de todos los elementos religioso-ascéticos y caballe- sencia de unos caballeros consagrados enteramente a esa urgente
rescos, típicos de la Edad Media. tarea. Protección militar y asistencia sanitaria de los peregrinos
Las mismas Cruzadas, antes que expediciones militares de pobres y enfermos apuntan a la finalidad específica que desde el
conquista, han de ser consideradas como una peregrinación espi- principio caracterizó a las Ordenes Militares.
ritual. Los cristianos medievales desean, ante todo y sobre todo, San Bernardo, en el Liber de laude novae militiae, dedicado a
salvarse. Las Cruzadas, con la promesa pontificia de la indulgen- los Templarios, «aquellos soldados pobres de Cristo», define lo
cia plenaria, eran una especie de seguro colectivo de salvación. que se podría denominar el carisma o la especificidad religiosa de
Asociando la peregrinación y la penitencia, las Cruzadas consti- todas las Ordenes Militares. Su novedad consiste en que se consa-
tuían una forma privilegiada de imitación de Cristo. Desde esta gran por entero al seguimiento de Cristo, de ese Cristo que vivió,
perspectiva, el éxito material, la liberación del Santo Sepulcro, murió y resucitó en Palestina, a través del servicio asistencial y de
importaba menos que la propia liberación del pecado. Morir en la la protección militar prestados a los peregrinos. Es cierto que ca-
Cruzada importaba más que el regreso a casa. Como Cristo, el da uno de estos dos elementos por separado no constituían ningu-
cruzado debería morir para conquistar la Jerusalén celestial. na novedad, porque la asistencia a los pobres y enfermos, inclui-

3i
ALPHANDERY, P.; DUPRONT, A., La chrétienté et l'idée de croisade, I: Les pre- SAN JERÓNIMO, Ep. 77: Ad Principiam; PL 22, 1092.
mien croisades, París, 1954; MICHAUD, Histoire des Croisades, 7 vols., París, 1924- PEDRO EL VENERABLE, Sermo II: In laudem Sepulcri Domini, PL 189, 978.
1929. HERR, F., El mundo medieval, Madrid, 1964, pp. 153-162.

200 201
dos los peregrinos de los santuarios famosos, como Roma y San- los musulmanes. Ellos constituían el núcleo fundamental de los
tiago, e incluso Palestina, ya existían en la Iglesia; como también ejércitos cristianos en Oriente y, especialmente, en la Península
existían los caballeros consagrados en una ceremonia litúrgica pa- Ibérica. Para esta finalidad belicosa empleaban la mayor parte de
ra la protección de los pobres, las viudas, los huérfanos y la Iglesia sus cuantiosos bienes materiales. No faltaron, sin embargo, graves
en general. Estos caballeros seculares se convertirían en caballe- abusos no sólo en el ámbito militar, sino, sobre todo, en el religio-
ros religiosos desde el momento mismo en que emitieran la profe- so; constituyendo en algunas ocasiones un verdadero escándalo
sión de los votos de pobreza, castidad y obediencia que caracteri- para la Cristiandad, especialmente por su avaricia. Pero, en líneas
zaba hasta entonces a las distintas formas de vida religiosa exis- generales, respondieron a la finalidad para la que fueron funda-
tentes en la Iglesia. Y esto sucedió con la aparición de las Orde- das, realizando una gran labor, tanto en el campo militar como en
nes Militares. el asistencial.
Estos caballeros religiosos no son monjes, como tampoco eran Su gran esplendor coincidió con el siglo xn. Aunque también a
monjes los Canónigos Regulares, a pesar de que en las Reglas por lo largo del siglo xm tendrán ocasión de realizar grandes hazañas
las que se regirán, abunden las influencias, e incluso prescripcio- militares, sin embargo; sus propias rivalidades internas y los fre-
nes literalmente tomadas de las reglas de San Benito o de San cuentes recelos de los reyes de Francia, España y Portugal, a cau-
Agustín, según los casos, como se verá puntualmente más ade- sa del gran poderío militar y económico que habían alcanzado,
lante. hacen que las Ordenes Militares empiecen su decadencia; pero
fue, sobre todo, la nueva espiritualidad pacifista iniciada con San
San Bernardo califica a los Templarios de monjes y de solda-
Francisco de Asís, que se expandirá a lo largo del siglo xm, como
dos. Esta denominación vale para todos los miembros de las dis-
un reguero de pólvora, por todo el Occidente cristiano, lo que
tintas Ordenes Militares, aunque, evidentemente, no se ha de en-
más influyó en su decadencia. En efecto, San Francisco, al pre-
tender aquí el término monje en el sentido específicamente jurídi-
sentarse desarmado para predicar delante del sultán de Egipto,
co, sino en el sentido más amplio de religioso, porque el propio
señala una alternativa al espíritu belicoso de la Cristiandad me-
San Bernardo afirma que en los Templarios se conjugan ambas
dieval. No se trata de conquistar a los hermanos musulmanes ni a
cosas; y ahí está, precisamente, la novedad y la especificidad ca-
los hermanos herejes con la violencia de las armas, sino con la
rismática de los Templarios y de todas las demás Ordenes Milita-
dulzura del Evangelio de Jesús. Francisco de Asís, el hermano
res: «Casi dudo cómo se hayan de llamar en primer lugar si mon-
que predica la paz con todos los hombres, con los pájaros, con las
jes o soldados, a no ser que quizá ambas cosas sea lo más con-
fieras y con toda la creación, lanza la más dura crítica evangélica a
gruente, porque no les falta ni la mansedumbre del monje ni la
la violencia institucionalizada de la Cristiandad de su tiempo. Con
fortaleza del soldado»37. La finalidad de estos caballeros religio-
él empezaba una época nueva en el modo de entender y vivir el
sos es definida por la Regla de Santiago, aunque puede valer tam-
Evangelio.
bién para todos los demás, de este modo: «Toda su intención ha
de ser defender la Iglesia de Dios y luchar contra los sarrace-
nos» 38 ; lo cual pone de manifiesto la dimensión eclesial del segui-
miento de Cristo por parte de las Ordenes Militares a través del 3. Organización interna
ejercicio de las armas.
Las Ordenes Militares, como todas las demás Ordenes exis-
El valor de estos caballeros-religiosos se hizo proverbial entre tentes en la Iglesia, están sometidas a una Regla; algunas, como el
Temple y los Sanjuanistas, tienen Reglas propias; y otras, como
37
SAN BERNARDO, Líber de laude novae militiae, c. 3; cf. LECLERCQ, J., Un docu- en general las Ordenes Militares españolas, se someterán a una
mentsur les debuts des templiers, RevHistEccl, LII (1957), 81-91. Regla preexistente, como la de San Agustín o la del Cister, pero
38
Citado por LINAGE CONDE, A., Tipología de vida monástica en la Ordenes Mi-
litares, Yermo, 12 (1974), p. 102.
su carácter específico les obligará a redactar un Estatuto o una

202 203
Regla complementaria. Aunque cada Orden Militar tiene sus pro- por un comendador, con funciones semejantes, por lo que a la vi-
pias peculiaridades, la organización interna es bastante semejante da interna de cada comunidad se refiere, a las del prior en los mo-
en todas. nasterios cistercienses.
Sus miembros están divididos en varias categorías: Caballeros El Gran Maestre, elegido por los representantes de cada na-
o hermanos soldados, provenientes generalmente de los estamen- ción, estaba asesorado por un Consejo de Sabios; pero las deci-
tos nobiliarios; los sirvientes de armas o escuderos; los capellanes siones más graves se resolvían en el Capítulo General. En cada
o hermanos sacerdotes, y los sirvientes domésticos o hermanos le- fortaleza o encomienda reinaba una disciplina muy rigurosa, co-
gos. Solamente las dos primeras categorías se dedicaban al servi- mo correspondía a militares; las faltas de disciplina eran castiga-
cio de las armas; los sacerdotes se ocupaban de la asistencia espi- das severamente, pudiendo llegar, incluso, a la expulsión. Cada
ritual; y los sirvientes domésticos se encargaban de las tareas de la semana se reunía el Capítulo local en el que se confesaban públi-
casa. Se trata de una organización equiparable a la vigente en la camente los pecados.
sociedad civil que se dividía en bellatores, los que luchan; orato- En cuanto a la organización militar, estos caballeros-religiosos
res, los que rezan, y laboratores, los que trabajan. tenían los mismos grados y cargos correspondientes a los ejércitos
Emitían los votos de pobreza, castidad y obediencia, y un de la época.
cuarto voto de servicio perpetuo a la guerra santa. Este voto obli- Algunas Ordenes Militares agregaron a su organización una
gaba a los caballeros a no rehuir jamás el combate, aunque los rama femenina, especialmente en España. Se trata de una afilia-
enemigos fuesen muy superiores en número; hasta tres contra ción meramente espiritual; con una adaptación de la Regla mas-
uno, dice la Regla de los Templarios39. La obediencia exigía una culina, con el hábito y cruz característicos de cada Orden Militar;
absoluta sumisión. La pobreza individual era rigurosa; pero las aunque existía una colaboración muy concreta, como era el caso
Ordenes en general eran económicamente muy poderosas. Los de que las esposas de los caballeros casados pertenecientes a la
Templarios llegaron a convertirse en los mayores banqueros de Orden, podían permanecer en los conventos femeninos durante el
Europa; pero también las demás gozaban de enormes riquezas. tiempo de campaña militar de sus maridos. Estas religiosas son
La Orden del Temple, y especialmente la Orden de Santiago, ad- conocidas, generalmente, con el nombre de Comendadoras. En
mitían como verdaderos miembros a caballeros casados, los cua- España subsisten las Comendadoras del Espíritu Santo con cuatro
les, además, de los votos de pobreza y obediencia, hacían sola- comunidades (Puerto de Santa María (Cádiz), Sevilla, Puente de
mente voto de castidad conyugal. Estos caballeros casados no es- la Reina y Sangüesa (Navarra), son conocidas también con el
taban obligados a la vida común, sino que vivían con sus propias nombre de Hospitalarias del Espíritu Santo, de las que se hizo
familias. Sus esposas, en tiempo de guerra, podían vivir en los mención al hablar en un capítulo anterior de las Ordenes Hospi-
conventos femeninos, si la Orden tenía la rama femenina, como talarias; Comendadoras del Santo Sepulcro, con un solo monaste-
acaecía generalmente con las Ordenes Militares españolas; sus hi- rio: Zaragoza, llamadas también Canónigas Regulares del Santo
jos eran educados por los capellanes de la Orden. Sepulcro de Jerusalén; Comendadoras de Santiago, con tres mo-
Aunque cada Orden Militar tiene sus propias peculiaridades nasterios: Granada, Toledo y Madrid, Comendadoras de San
de estructuración y gobierno, sin embargo todas son bastante se- Juan de Jerusalén, con cinco monasterios: Barcelona, Villanueva
mejantes. Son Ordenes centralizadas. Al frente de ellas está un de Sijena (Huesca), Zamora, Salinas de Anana (Álava) y Gandía
Gran Maestre, elegido de por vida. Las Ordenes Militares inter- (Valencia); Comendadoras de Calatrava, con dos monasterios:
nacionales se dividen por lenguas o naciones. Cada lengua o na- Burgos y Madrid.
ción se dividía, a su vez, en Bailías, y éstas en Priorados; y cada
Priorado en Encomiendas; cada una de éstas estaba gobernada

™ LOMAX; D. W., Ordenes Militares, DHEE, 3, 1811..

204 205
4. Ordenes Militares palestinenses su decadencia definitiva, contaba con 12 bailías, 27 prioratos y
700 encomiendas.
Sin las peregrinaciones a Tierra Santa y sin las Cruzadas no se Expulsados de Rodas, al caer la isla en manos de Solimán II
explicaría suficientemente el origen de las Ordenes Militares, tan- en 1522, el emperador Carlos V les concedió la isla de Malta
to en su finalidad hospitalaria como en su finalidad guerrera. Co- (1530), hasta que Napoleón se la arrebató en 1798; pero todavía
mo se ha indicado en un capítulo anterior, algunas Ordenes Mili- son conocidos como Caballeros de Malta. En la actualidad, tiene
tares surgen inicialmente con una misión específicamente hospita- la categoría de Orden Soberana, con representación diplomática
laria y asistencial, para atender a los peregrinos pobres y enfer- ante varios Estados. El Gran Maestre es elegido por los Caballe-
mos. Se advierte esto de un modo especial en la primera de todas ros, pero debe ser confirmado por la Santa Sede.
ellas: los Sanjuanistas. Los Sanjuanistas aparecen, por primera vez, en España a prin-
cipios del siglo xi con la intención de recaudar fondos para el hos-
pital de Jerusalén. Las donaciones españolas fueron muy abun-
4.1. San Juan de Jerusalén dantes, tal como consta en la proliferación de documentos en este
sentido desde 1108; de modo que muy pronto construyen un im-
Tiene su origen mucho antes de la primera cruzada. En 1048, portante patrimonio fundiario por tierras de Cataluña, Aragón,
unos caballeros de Amalfi (Italia) fundan en Jerusalén un hospi- Navarra y Castilla; pero no se conoce el nombre de ningún es-
tal, puesto bajo la protección de San Juan Bautista para asistir a pañol afiliado a la Orden hasta 1126, fecha en que aparece un tal
los peregrinos enfermos. Cuando llegaron los Cruzados, ese hos- Pelayo como primer prior de Castilla. Desde 1140 se conocen los
pital estaba dirigido por San Gerardo de Provenza (muerto en nombres de priores en Aragón y Cataluña; y en Portugal desde
1120): Godofredo de Bouillon, rey de Jerusalén, lo tomó bajo su 1149. En 1140 y 1156, el Gran Maestre Raimundo vino a Es-
protección, de modo que muchos de sus caballeros se afiliaron a paña para organizar la Orden y su patrimonio. Su participación
esta hermandad hospitalaria. El papa Pascual II los aprobó en las tareas de la reconquista no se hizo esperar; en 1149 luchan
(1113) como Orden religiosa bajo la Regla de San Agustín. en la ocupación de Tortosa con tanto valor, que el rey Ramón
Al morir San Gerardo, fue elegido superior de la Orden el ca- Berenguer IV les cedió el castillo y la villa de Amposta; partici-
ballero Raimundo de Puy, el cual la transformó en una verdadera pan en la conquista de Mallorca (1239). Como recompensa por
Orden Militar en 1137, dándole una nueva Regla conforme a su su lucha en la reconquista, se les concedieron también amplias
nueva finalidad militar complementaria, que fue readaptada por posesiones en Castilla, como la bailía de Olmos, la encomienda
Rogerio Moulin en 1181. El papa Lucio III aprobó estos cambios de El Viso y el castillo de Consuegra, donado por Alfonso VIH
(1184). En esta transformación jugó, sin duda, un papel prepon- (1183), que se convirtió en sede principal del priorato de Castilla.
derante la Orden de los Templarios fundada en 1119. Su hábito Como ya se deja dicho, Carlos V les concedió a los sanjuanistas la
constaba de túnica y capa negras con una cruz blanca de ocho isla de Malta (1530), exigiéndoles como censo simbólico un hal-
puntas, conocida como Cruz de Malta. cón que anualmente habrían de entregar al virrey de Sicilia. Es-
Cuando el movimiento de las Cruzadas fue incapaz de defen- paña ha dado, a lo largo de los siglos, muchos e ilustres maestres
der los Santos Lugares frente el creciente poderío musulmán de generales de la Orden. García Larragueta hace una enumeración
Saladino, los Sanjuanistas tuvieron que pasar a Chipre al caer la nominal exhaustiva de las encomiendas y de los comendadores de
última plaza palestinense, San Juan de Acre (1292). En 1303 pa- todos los reinos de la Península Ibérica40.
saron a Rodas, después de conquistar esta isla, recibiendo enton- La reina doña Sancha, esposa de Alfonso II de Aragón, fundó
ces el nombre de Caballeros de Rodas. La Orden se expandió am- en Villanueva de Sijena (Huesca) el primer convento de la rama
pliamente por Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón, Casti-
40
lla, Portugal, Inglaterra y Alemania. En 1484, cuando comienza GARCÍA LARRAGUETA, S., San Juan de Jerusalén, DHEE, 3, 1817-1820.

206 207
femenina, que perduró hasta 1936, año en que fue pasto de las Las acciones militares de los Templarios se hicieron muy temi-
llamas41. das no sólo para los musulmanes, sino también para aquellos
príncipes cristianos con los que en más de una ocasión entraron
en conflictos. Su valor se hizo proverbial en los campos de batalla,
hasta convertirse en los nuevos héroes de los cantares de gesta. Se
4.2. Los Templarios*2 les llegó a identificar con los célebres caballeros del Grial.
No se conoce la fecha exacta de la entrada de los Templarios
En sus orígenes son una Orden estrictamente militar, puesto en la Península Ibérica; pero tuvo que ser muy poco tiempo des-
que como tal, sin referencia alguna a una actividad asistencial, pués de la fundación de la Orden; por lo menos desde 1127, pues
fueron fundados por Hugo de Payens, juntamente con Godofredo en ese año tomaron parte en la conquista de Daroca, siendo re-
de Saint-Aumer y otros siete caballeros. Su nombre deriva de su compensados por Alfonso I el Batallador con la villa de Mallén; y
primera morada en unas dependencias que les cedió en su propio en 1130 el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, les conce-
palacio el rey de Jerusalén Balduino II, edificado en el emplaza- día el castillo de Grañana de Cervera. El mismo Ramón Beren-
miento del Templo de Salomón. Inicialmente seguían la Regla de guer III profesó como Templario; pero sin abandonar el gobierno
San Agustín, al estilo de los Canónigos Regulares. de su Condado 45 . Alfonso I el Batallador cedió su corona en fa-
Fueron aprobados en el Concilio de Troyes (1128), conce- vor de las Ordenes del Temple, de San Juan y de los Caballeros
diéndoles el papa Eugenio III la cruz roja octogonal sobre túnica del Santo Sepulcro; pero ni sus subditos de Aragón ni los de Na-
y manto blanco. Para ellos escribió San Bernardo una Regla, que, varra permitieron tal cesión, eligiendo los navarros a García
posteriormente, sería ampliada por el patriarca Esteban de Jeru- Ramírez, y los aragoneses a Ramiro II el Monje, hermano del rey
salén43. La organización definitiva de la Orden la plasmó el papa difunto. Ambos monarcas tuvieron que hacer amplias concesio-
Inocencio II en una bula de 1139. Sus sucesores en la silla de San nes a esas tres Ordenes Militares para que renunciazaran a sus
Pedro rivalizaron en conceder privilegios a la Orden del Temple. pretendidos derechos sobre la corona de Aragón y Navarra. La
Pero, lo que más contribuyó a su expansión fue el hecho de que el ayuda de los Templarios en las guerras de la Reconquista españo-
gran oráculo del siglo que fue San Bernardo, escribiera para los la fueron muy valiosas en todos los reinos de la Península Ibéri-
Templarios su precioso librito En alabanza de la nueva milicia 44. ca46.
De este libro bernardiano se han alimentado los caballeros de to- Pero llega un momento, en que los Templarios, a fuerza de
das las Ordenes Militares afiliadas al Cister, como los Templarios, enriquecerse, pierden el espíritu guerrero primitivo. Ya desde
los Teutónicos, los Calatravos, los Alcantarinos, los de Santa Ma- comienzos del siglo xm los acusaba Inocencio III de cometer gra-
ría de España y los de Montesa. En este libro se inspiró Raimun- ves abusos, muy especialmente de desobediencia a los legados
do Lulio para componer su Libro del Orden de Caballería; y tam- pontificios. Su afán de acumular riquezas les hace olvidar su co-
bién don Juan Manuel para escribir su Libro del Caballero e del metido religioso-militar, convirtiéndose prácticamente en los ban-
Escudero. queros de toda Europa. Fue, sobre todo, Felipe IV el Hermoso de
Francia quien se empeñó en acabar con la Orden del Temple y lo
consiguió. En realidad, el rey francés temía a los más de dos mil
41
FUENTES Y PONTE, Memoria descriptiva del Santuario de Santa María de Si- Templarios que estaban establecidos en su Reino, porque los con-
jena, 3 vols., Lérida, 1890; ARCO, R. del, El real monasterio de Sijena, «Bol. Soc.
España de Excursiones», 23 (1921), 26-64.
42 45
DAILLIEZ, L., Bibliographie du Temple, París, 1972. ODRIOZOLA, C. de, Ramón Berenguer, Conde de Barcelona, Barcelona, 1921.
43 46
Regula militum Templariorum, en HOLSTENIUS, II, 429-440. ESTEPA, C , Templarios, DHEE, 3, 1825-1828, con enumeración de todas las
44
LECLERCQ, i., Obras completas de San Bernardo, BAC, II, Madrid, 1955, pp. encomiendas de la Orden en España; AYNETO, J., Historia de los Templarios en
853-881. Aragón y Cataluña, Lérida, 1904.

208 209
sideraba una fuerza muy peligrosa ante una posible disensión; pe- vivos; la mayor parte de los templarios residentes en Francia aca-
ro, sobre todo, aspiraba a apoderarse de sus inmensas riquezas. baron sus días en la cárcel.
Una campaña de desprestigio muy bien orquestada por los tu- En la Península Ibérica, la inocencia de los Templarios quedó
riferarios de Felipe IV el Hermoso, propaló, no sólo por Francia, absolutamente demostrada en los procesos inquisitoriales realiza-
sino por toda Europa, las más terribles acusaciones, carentes to- dos por los obispos en los diversos reinos a instancias del papa;
das de la más elemental veracidad. Al ser elegido el papa Cle- pero ante el cariz que estaba tomando el proceso en París y en
mente V (1305), antiguo arzobispo de Burdeos, de carácter extre- Vienne, los reyes de Navarra y de Aragón confiscaron todos sus
madamente débil, el rey francés logró que se entablara un proceso bienes en sus respectivos territorios para que no pasasen a domi-
judicial contra los Templarios. Contra todo derecho, todos los nio de la Iglesia, a pesar de las amonestaciones en contrarío del
templarios residentes en Francia fueron encarcelados simultánea- papa. En Castilla se siguió un proceso con toda seriedad. Hubo
mente y de improviso; y después de un proceso civil bochornoso, interrogatorios de Templarios en Alcalá, Medina del Campo y
54 templarios fueron quemados vivos. No se ahorraron los méto- Orense; y en 1310 se convocó un sínodo en Salamanca al que
dos de tortura más brutales para que confesaran sus supuestos asistieron los obispos de Santiago, Lisboa, Guarda, Tuy, Mon-
crímenes; hasta el propio maestre general, el anciano Jacobo de doñedo, Lugo, Astorga, Zamora, Avila, Ciudad Rodrigo y Zara-
Molay, ante la saña de sus verdugos se vio obligado a confesar to- goza, quedando palmariamente demostrada la inocencia de los
do lo que quisieron sus acusadores. Es cierto que el papa no tuvo Templarios.
parte alguna en este inicuo procedimiento, porque lo desconocía; En todas las demás naciones sucedió otro tanto. En Inglaterra,
pero tampoco tuvo el valor suficiente para enfrentarse a un rey el rey Eduardo II estaba convencido de su inocencia, pero ante el
corrupto como Felipe IV que abusaba de su poder frente a unos temor de que los bienes de los Templarios de su reino pasaran a
templarios indefensos. manos extranjeras, aunque estas manos fueran las de la Iglesia, los
Fue el proceso más injusto que conocen los siglos, en el que confiscó. En Alemania, Italia y Chipre los procesos llevados a ca-
no faltaron ni testigos falsos ni templarios traidores. También es bo concluyeron con la declaración de inocencia.
cierto que el papa Clemente V sacó fuerzas de flaqueza para no Los bienes de los Templarios fueron asignados por la bula Ad
permitir que los Templarios fueran condenados, a pesar de los es- providam (2 mayo 1312) a los Hospitalarios de San Juan con ex-
fuerzos del rey, porque ninguna de las acusaciones pudo ser de- cepción hecha de los de Aragón, Castilla, Mallorca y Portugal,
mostrada ante la comisión pontificia nombrada al efecto en el sobre los cuales el papa decidiría más adelante. En Francia, Feli-
Concilio de Vienne (1311-1312). pe IV se las arregló para quedarse con la mayor parte del inmenso
No obstante, convencido el papa de que los Templarios, a pe- capital bancario de los Templarios, aunque no consiguió la pose-
sar de su inocencia, ya no podían aportar ningún bien para los fie- sión de los castillos y demás bienes fundiarios que la Orden po-
les, a causa del descrédito general que sobre ellos había caído en seía en sus Reinos. El rey de Aragón fundó con los bienes del
toda la Cristiandad, decretó su supresión con la bula Vox in ex- Temple, existentes en el reino de Valencia, la Orden de Montesa,
celso (22 de marzo de 1312) con la aprobación del Concilio. Los en el castillo de ese nombre, con caballeros provenientes de Cala-
bienes de la Orden del Temple fueron asignados por el papa a la trava; y el resto pasó a los Sanjuanistas. En Castilla, se los dividie-
Orden de los Hospitalarios de San Juan. El papa mandó que se ron entre la Corona, la alta nobleza y las Ordenes de Santiago,
prosiguieran los procesos, parece que con la laudable intención de Alcántara, Calatrava y Uclés, con todos los cuales tuvieron que
salvarles la vida. Los principales responsables de la Orden, el gran pleitear inútilmente los Sanjuanistas que, por disposición pontifi-
maestre Jacobo de Molay y el preceptor de Normandía, Godofre- cia, eran los legítimos herederos. En Portugal, el rey don Dionís
do Charney, fueron condenados a cárcel perpetua; pero ante su consiguió del papa el permiso para fundar la Orden de Cristo, do-
retractación de las culpas admitidas durante la tortura, y su decla- tándola con los bienes de la Orden suprimida.
ración de inocencia, el rey francés mandó que fuesen quemados La situación personal de los 4.000 caballeros templarios fue
210 211
muy diversa, después de la supresión de la Orden. En Francia, El propio Federico de Suabia la transformó en Orden Militar
donde había más de 2.000, los procesos por herejía y brujería (1198), asumiendo entonces un carácter más parecido al de los
prosiguieron en manos de jueces manipulados por Felipe IV el Templarios, y postergando, aunque no olvidando del todo, su ori-
Hermoso; un buen número de ellos fueron condenados a ser que- gen hospitalario, como se lo recordaba Inocencio III al aprobar
mados vivos; pero la mayor parte fueron arrojados a las cárceles y esta transformación48. El papa Honorio III les concedió todos los
allí murieron poco a poco. En otras partes, quedaron adscritos a privilegios que hasta entonces tenían los Hospitalarios y los Tem-
sus propios lugares, pero sin libertad, como fue el caso de los plarios.
Templarios aragoneses. En Castilla se desperdigaron; algunos re- Su hábito, al igual que el de los Templarios, constaba de túni-
gresaron a sus familias; y otros entraron en diversas Ordenes Mi- ca y Capa blancas, pero con cruz negra.
litares. En 1219 tuvieron una brillante actuación en el asedio y con-
Este fue el desgraciado fin de una Orden y de unos caballeros quista de la ciudad de Damieta. Pero fue en Prusia donde más se
que habían luchado con valor en defensa de la Cristiandad. Es expandieron, llamados por el duque Conrado de Masovia P a r a I a
cierto que, en el momento de su dramática supresión habían de- conquista y evangelización de aquella región, siendo gran maestre
caído mucho de su espíritu y de su primera finalidad; pero, sin de la Orden, Hermann de Salza. En la conquista de estos territo-
duda, no eran merecedores de semejante tragedia ni en tanto que rios recibieron ayude de la Sacra Milicia de Calatrava dependien-
colectividad ni en cuanto individuos, aunque pudiera haber algu- te de la abadía cisterciense de Morimond. Como recompen sa > Fe-
nos Templarios personalmente indignos. derico II le concedió al gran maestra de la Orden Teutónica el
Después de la supresión, surgieron muchas leyendas en torno título de príncipe del Imperio: Desde 1309 tenían la sede central
a fabulosos tesoros escondidos por los Templarios y, sobre todo, en Marienburg.
en torno a ciencias ocultas por ellos aprendidas en Oriente y En 1237 se fusionaron con la Orden Teutónica los Caballeros
transmitidas secretamente a personas iniciadas; pero todo ello no Portaespadas, que habían sido fundados en 1202 por el obispo
pasa de ser precisamente eso, una leyenda47. Alberto de Riga, con la finalidad de conquistar y evangeliz ar a l ° s
paganos de la región.
4.3. Caballeros Teutónicos En 1222 se funda en España la primera de sus encomiendas:
Un hospital en Santa María de Castellanos, junto a la viU a de la
Tienen su origen en el hospital militar fundado por unos caba- Mota, a unos 20 kilómetros de Toro (Zamora), por doña Beatriz
lleros de Bremen y Lübeck en el asedio de la ciudad de San de Suabia, esposa de Fernando III, después de un viaje e x p l ° r a t o "
Juan de Acre (1190) durante la tercera Cruzada, para atender a rio en 1219 del gran maestre Hermann de Salza. El matrimonio
los soldados y peregrinos enfermos de lengua alemana. Fue apro- del rey castellano con esta princesa prusiana fue, sin duda, el ori-
bado por Federico de Suabia que sitiaba la ciudad; él mismo gen de las relaciones de la Orden de los Teutones con \& Penín-
nombró como directores a su capellán Conrado y a su tesorero sula Ibérica; y de la Orden de Calatrava en la conquista y evange-
Burcardo. Después de tomada la ciudad de San Juan de Acre, se lización de la región del Vístula. Por su ayuda en la concJ u i s t a de
llamó Hospital de los Alemanes en Jerusalén. El papa Clemen- Córdoba (1236), Jaén (1243), Carmona (1248) y Sevilla (1248),
te III le concedió la aprobación eclesiástica en 1191, dándole una Fernando III el Santo le concedió a la Orden Teutónica r * c a s Y
Regla muy inspirada en la de los Hospitalarios de San Juan de Je- abundantes posesiones en Andalucía. Los caballeros Teutónicos
rusalén. bautizaban las tierras por ellos conquistadas con el apelativo de
47
BRUGUERA, M., Historia general de la Militar Orden de los Caballeros del
Temple, Barcelona, 1882; PIQUET, J., Les banquiers du Moyen Age. Les Templiers, 48
«Juxta modum Templariorum in clericis et militibus et ad exempluí* 1 Hospita-
París, 1928; GARCÍA VILLOSIADA, R., Historia de la Iglesia, BAC, II, pp. 34-53.
liorum in pauperibus et infirmis»: PL 214, 525.
212
213
Tierra de María, a la que consideraban la Dama del Universa9. con pequeños travesanos en sus cuatro extremos, sobre el manto.
Hasta el siglo xiv, todos los comendadores de la Orden en España Como Orden canonical se propagó rápidamente por toda Euro-
fueron alemanes; desde 1355 ya son todos españoles50. pa, agregándose una rama femenina que aún perdura 53 .
La reforma protestante tuvo consecuencias fatales para los ca- Ha sido, en cierto modo, asimilada a las Ordenes Militares por
balleros Teutónicos. En 1525 el gran maestre Alberto de Brande- los cuidados que prestaban a los peregrinos; y, sobre todo, desde
burgo se pasó al protestantismo y secularizó los territorios de la que, por disposición del papa Inocencio VIII, fue agregada a los
Orden; convirtiéndolos en un ducado laico y protestante; pero la Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (1498). A ella perteneció
mayor parte de los caballeros, descontentos con esa decisión, es- el rey Ramón Berenger IV, y le hizo grandes donaciones 54 . El pa-
tablecieron su sede primero en Mergentheim (Wurtemberg) y pa Pío IX la restauró en 1847, y Pío X reservó el maestrazgo al
después en Austria, donde ha permanecido hasta hoy la rama ca- papa.
tólica de la Orden, que fue transformada en Orden Mendicante
en 1929. Las encomiendas de España se transformaron en Cape-
llanías bajo la protección de la Santa Sede (1560), con una dota- 5. Ordenes Militares españolas
ción de 150 ducados para la manutención de los capellanes, los
cuales juraban obediencia al gran maestre al tomar posesión de El origen de las Ordenes Militares españolas se apoya en las
sus cargos. Esta situación perduró hasta finales del siglo xvm51. mismas bases socio-religiosas de las Ordenes Militares de Palesti-
na. Si para éstas no era necesario acudir a la imitación de los ri-
bats que guarnecían las fronteras musulmanes con el imperio bi-
4.4. Caballeros del Santo Sepulcro12 zantino, tampoco es preciso acudir a esa imitación de los ribats
existentes en las fronteras musulmanas de los reinos cristianos de
Se hizo mención de esta Orden al hablar de los Canónigos Re- la Península Ibérica. De haber dependido las Ordenes Militares
gulares, pues como tal surgió en Jerusalén a raíz de la conquista españolas de esa institución musulmana, no se explicaría cómo no
de la Ciudad Santa en la primera Cruzada. En 1114 el patriarca se fundaron mucho antes, puesto que la confrontación con los
Arnulfo de Jerusalén obligó a vivir en comunidad bajo la Regla moros existía en España desde muchos siglos antes de la funda-
de San Agustín a los canónigos encargados del culto de rito latino ción de la primera Orden Militar palestinense.
en la Basílica del Santo Sepulcro. La nueva Orden fue aprobada Sin duda, el detonante de la explosión de la abundante flora-
por el papa Calixto II (1122). Usaban como hábito una túnica ne- ción de Ordenes Militares españolas fueron las Ordenes Militares
gra con un cinturón de cuero y la cruz patriarcal, de dos traviesas, fundadas en Palestina con ocasión de las cruzadas. Ese detonante
de color rojo, sobre el pecho; y una cruz roja potenzada, es decir, encontró en la Península Ibérica un ambiente muy propicio, por-
que antes incluso de la fundación de ninguna Orden Militar au-
49 tóctona, habían penetrado ya en España las Ordenes de San Juan,
Quizá pudiera ser éste el motivo por el que aún hoy día se llama Andalucía
La tierra de Marta. del Templo y del Santo Sepulcro encontrando un terreno muy ap-
5(1
DUQUE DE ALBA, Documentos sobre propiedades de la orden de los Caballeros to para su amplia expansión. En España fue también donde se
Teutónicos en España, «Bol. Real Acad. Histor.», 122 (1948), pp. 17-21; ERRO E fundó un mayor número de Ordenes Militares, aunque algunas
IRIGOYEN, C. de, La Virgen de Castellanos de la Mota del Marqués, «Zamora Ilus- tuvieron escaso arraigo.
trada», 17 (1881).
51
FERRFIRO AI.EMPARTE, J., Asentamiento y extinción de la Orden teutónica en 53
AYALA, J. G., Canónigos del Santo Sepulcro en Jerusalén y Calatayud, Ma-
España, «Bol. Real Acad. Histor.», 169 (1971), 227-274. drid, 1970.
52
VELA Y QUINTANA, C , Historia de la real Pontificia y Hospitalario-Militar Or- 54
PERAY y MARCH, J. de, Establecimiento, vicisitudes y significación social de la
den del Santo Sepulcro, Madrid, 1883; ORTEGA COSTA DE BALLESTEROS, J. M., Breve sagrada Orden Militar del Santo Sepulcro en tierras españolas, en AA.VV., Con-
historia de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Sabadell, 1967. greso de Genealogía y Heráldica, VIII, Barcelona, 1929.

214 215
Esto se explica fácilmente por la lucha permanente de todos plaza en 1158. Ante el entusiasmo de los dos monjes, muchos
los reinos cristianos con el Islam. España tenía las Cruzadas den- guerreros castellanos se pusieron a sus órdenes, y fue así cómo
tro de sus propias fronteras; y es lógico que, al constatar los bené- San Raimundo de Fitero fundó la Orden de Calatrava.
ficos efectos que las Ordenes Militares palestinenses estaban pro- El monasterio de Fitero dependía del monasterio de Escala
duciendo, no sólo desde el punto de vista de la lucha contra los Dei, y éste, a su vez, estaba afiliado al monasterio de Morimond.
musulmanes, sino también en la atención prestada a los peregri- De ahí que la nueva Orden de Calatrava dependiera, en cierto
nos, se pretendiese algo semejante, puesto que lo exigía la Recon- modo, del monasterio francés de Morimond. Al morir San Rai-
quista y también la asistencia a los peregrinos de Santiago de mundo, en 1163, le sucedió al frente de la Orden Fray García, el
Compostela que en los siglos medios rivalizaba con la misma pe- cual consiguió del Capítulo General del Cister (1163) la aproba-
regrinación a Tierra Santa; hasta el punto de que Dante llegó a ción de la Regla, que al año siguiente fue confirmada por el papa
afirmar que peregrino de verdad es el que visita la «Casa del Alejandro III. La Regla de Calatrava, de una austeridad muy ri-
Señor Santiago»55. gurosa, fue reformada en 1186 y 1198 con la aprobación definiti-
Incluso, respecto a esa conjunción de monjes y guerreros, que va de Inocencio III. Portaban el hábito blanco del Cister con una
constituye lo específico de las Ordenes Militares, había un buen cruz roja compuesta de cuatro lirios unidos por el tronco.
precedente en España, en aquellos numerosos monjes repoblado- El abad del monasterio de Morimond visitaba las casas de la
res que afrontaban con valentía los peligros de la cercanía del Orden y corregía los abusos; pero la Orden era gobernada por el
enemigo musulmán, a medida que avanzaba la reconquista. Aun- Maestre General, el cual era elegido por el Capítulo General y te-
que ellos no hacían profesión de manejar las armas, sin embargo, nía todos los poderes de cualquier abad del Cister, excepto, claro
en muchas ocasiones se veían obligados a defenderse de las incur- está, los inherentes a la ordenación sacerdotal.
siones de los árabes56. A pesar del tremendo desastre que para los Caballeros de Ca-
latrava supuso la derrota de Alarcos (1195) en la que perdieron
la vida muchos de ellos, y que les obligó a abandonar Calatrava,
5.1. Orden de Calatrava lograron reponerse pronto, pasando temporalmente al castillo de
Salvatierra (Ciudad Real), hasta que trasladaron su sede definiti-
En una de sus incursiones militares, Alfonso VII el Empera- va a la villa de Dueñas que desde entonces vino a llamarse Cala-
dor había reconquistado la plaza de Calatrava, a orillas del Gua- trava la Nueva57.
diana (1147), entregándola a los Templarios para su conserva- Su desquite de la derrota de Alarcos, se produjo en la batalla
ción. Pero éstos, ante el empuje de las fuerzas de refresco de los de las Navas de Tolosa (1212) en la que colaboraron, en gran me-
almohades, temerosos de no poder defenderla, se la devolvieron dida, al golpe definitivo para borrar la presencia de la morisma en
al nuevo rey castellano, Sancho III. Este la ofreció a quien quisie- la Península Ibérica. Desde entonces, intervinieron con gran valor
ra ocuparla. Ningún caballero aceptó la aventura. en múltiples incursiones militares para la reconquista de Andalu-
Pero el coraje que les faltó a los caballeros castellanos, lo tu- cía. En el momento de su máximo esplendor, a finales del si-
vieron dos sencillos monjes, San Raimundo, abad del monasterio glo xiii, poseía la Orden de Calatrava un centenar de Encomien-
cisterciense de Fitero (Navarra), y su compañero Diego Veláz- das, casi todas en Castilla la Nueva y Andalucía. Calatrava tenía
quez, un noble burgalés que, antes de profesar como cisterciense, un cierto derecho de vigilancia sobre las Ordenes de Alcántara,
había manejado las armas contra los moros. Sancho III les donó la Montesa y Avís, lo cual fue ocasión de numerosos recelos y con-
flictos jurídicos.
55
DANTE ALIOHIERI, Vida Nueva, c. 50; cf. Obras Completas, BAC, Madrid
57
1956, p. 694. O'OCALLAGHAN, J. F., Sobre los orígenes de Calatrava la Nueva, «Hispania»,
56
HVR I, 491-493. 23 (1963), 3-12.

216 217
No faltaron intentos para difundir la Orden de Calatrava fuera de Compostela, como es habitual afirmar64, no es menos cierto
de la Península Ibérica: Tierra Santa58, Marruecos 59 y hasta en que los Caballeros de Santiago han prestado innumerables servi-
Polonia60; pero ninguno llegó a buen puerto. cios a los peregrinos, incluida la defensa armada frente a los ban-
Cuando los Reyes Católicos incorporaron los maestrazgos de doleros que los asaltaban en puntos estratégicos del camino65.
las Ordenes Militares a la Corona, Calatrava aceptó los hechos Hacia 1161 trece caballeros se organizaron en una cofradía
consumados, pero se quedó con la administración (1485), hasta que se fusionó con los Canónigos Regulares de Loyo (Galicia),
que Inocencio VIII la transfirió también a manos de los reyes; he- que observaban la Regla de San Agustín. El rey leonés Fernan-
cho confirmado definitivamente por Adriano VI en 1523. Ya no do II la convirtió en Orden Militar propiamente dicha bajo la di-
era el tiempo de las Ordenes Militares. El papa Pablo III permitió rección del maestre Pedro Fernández, en 1170, confiándole la de-
a los caballeros calatraveños el matrimonio, sustituyéndoles el vo- fensa de la recién conquistada ciudad de Cáceres; por lo cual fue-
to de celibato por el voto de defender la Inmaculada Concepción ron conocidos durante algún tiempo como los «freires de Cáce-
de María (1540) 61 . res» ; pero tuvieron que abandonar esta ciudad al ser reconquista-
da por el califa Yusuf en 1174.
Al año siguiente, entró en la Orden como «freiré honorario»,
5.2. Orden de Santiago el arzobispo de Santiago de Compostela, Pedro Gudesteiz, reci-
biendo éste a cambio al maestre como canónigo de Santiago y a
a) Orígenes. —Su título oficial es Caballeros de Santiago de los miembros de la Orden como «vasallos y caballeros del apóstol
la Espada. Es la más célebre y la más importante de todas las Or- Santiago, para luchar bajo su bandera para honra de la Iglesia y
denes Militares españolas. A esta Orden se le ha querido buscar propagación de la fe»66.
una larga prehistoria, remontando sus precedentes nada menos
que al siglo ix62, con la pretensión de hacer de ella una Orden más b) Regla. —La Orden de Santiago no se afilió a ninguna Or-
antigua y más venerable que la de Calatrava; pero J. L. Martín den monástica ni a los Canónigos Regulares, a pesar de sus estre-
que ha confrontado las numerosas opiniones al respecto, se incli- chos lazos con los Canónigos Regulares de Loyo, y después con
na definitivamente por la mayor antigüedad de Calatrava, poster- los de Santiago de Compostela. Tuvo su Regla propia, al estilo de
gando la fundación de Santiago ál reinado de Fernando II de las Ordenes Militares palestinenses, que les fue aprobada por
León (1157-1188) 63 , y señalando como más aceptable el año Alejandro III en 1175 67 , y ratificada por Lucio III en 118468. La
1170. finalidad de la nueva Orden Militar queda bien definida en la Re-
Aunque la Orden de Santiago no tiene en realidad su origen gla: «Toda su intención es defender la Iglesia de Dios y luchar
en cuanto tal, en el afán de proteger a los peregrinos de Santiago contra los sarracenos». El Oficio divino es de obligado cumpli-
miento, incluido el Oficio de la Virgen María, pero en cuanto al
5S
RUANO, B., Santiago, Calatrava y Antioquía, AEM 1 (1964), 549-560.
5
'' TOKKA, D., Las Ordenes Militares en Marruecos, Tetuán, 1954.
''" FRIDRYCHOWICZ, R., Der Ritterorden von Calatrava in Tymaube Mewe, «Alt- 64
MARTÍN, J., Orígenes de la Orden Militar de Santiago, Barcelona, 1974.
preussische Monatsschrift», 27 (1890), 315-320. 64
LOMAX, D. W., Las ordenes Militares en la Península Ibérica, p. 48.
61
GUITTON, F., L'Ordrede Calatrava, París, 1955; ID., Calatrava etses castillos, 65
LAMBERI, E., Les Ordres et les confréries dans l'histoire du pélérinage de
París, 1957; MARTÍNEZ VAL, J. M., La Orden de Calatrava, Ciudad Real, 1959; Lo- Compostelle, «Anal, du Midi», 55 (1943), 369-403.
MAX, D. W., Algunos estatutos primitivos de la Orden de Calatrava, «Hispania», 21 66
Texto de concesión del Arzobispo de Santiago de Compostela en LÓPEZ
(1961), 483-494. FERREIRO, A., O. C, IV, Santiago de Compostela, 1901, doc. XLV, pp. ) 14-115.
62
RADES Y ANDRADE, F., Chronica de las tres órdenes de caballería de Santiago, 67
Bula Benedictus Deus in donis suis; PL 200, 1024-1030.
Calatrava y Alcántara en la cual se trata de su origen y sucesos, Toledo, 1572. 68
Texto en MANSILLA, D., La documentación pontificia hasta Inocencio III
61
MARTÍN, J., Orígenes de la orden militar de Santiago, Barcelona, 1974. (865-1216), Roma, 1955, doc. 124, pp. 145-151.

218 219
tiempo del rezo de Maitines se mitiga respecto a la hora tan tem- tiempo en que, por obligación, el caballero tenía que permanecer
prana habitual entre los monjes. en el convento o comunidad de la Orden, durante las dos cuares-
Con relación a los votos religiosos, la obediencia es exigida en mas, es decir, durante el tiempo de Adviento y la cuaresma pro-
todo su rigor respecto al maestre general y a los comendadores de piamente dicha, también la esposa tenía que retirarse a un monas-
las respectivas Encomiendas; en cambio, la pobreza y la vida terio de monjas de la Orden, lo mismo que cuando el marido se
común quedaban condicionadas por el hecho de que los Caballe- hallaba en campaña militar. Las viudas tenían que vivir en casas
ros de Santiago hicieran voto o no de castidad celibataria. La po- de monjas de la Orden, a no ser que obtuvieran permiso del gran
breza de los caballeros casados se limitaba a hacer algunas aporta- maestre para casarse de nuevo; de la misma acogida disfrutaban
ciones pecuniarias en favor de la Orden, aunque posteriormente, las hijas del matrimonio que no hubieran cumplido aún los quince
la traducción castellana de la Regla se muestra muy exigente en años. Los hijos varones eran educados por los sacerdotes-capella-
materia de pobreza, estableciendo el capítulo 30 que los caballe- nes de las distintas Encomiendas.
ros, tanto los célibes como los casados, no podrán disponer de na- El papa Inocencio VIII (1486) determinó que el precepto
da más que de aquello que el maestre o el comendador les den de constitucional de la abstención del uso del matrimonio para los
lo que la Orden o la Encomienda tienen en común. La Regla per- caballeros casados en los días determinados, solamente les obliga-
mite expresamente el matrimonio a quienes quieran contraerlo. ba bajo pecado venial72. Y, al pasar el Maestrazgo de la Orden a
Los caballeros casados, desde sus mismos principios, constituyen la Corona, se interpretó esa disposición como no obligante ni bajo
la mayor originalidad de esta Orden. A éstos se les exige el voto pecado venial siquiera73.
de castidad conyugal con algunas restricciones más severas que El Capítulo General, celebrado en Montánchez (1259), prohi-
las que exigía la moral matrimonial del tiempo. bió el matrimonio a los caballeros que habían cumplido ya cinco
La bula ya mencionada de Alejandro III, dice expresamente: años de hábito sin haberse casado. Disposición que fue confirma-
«El que no sea capaz de practicar la virginidad, que se case, y da por Alejandro IV74. No obstante que los caballeros célibes y
guarde fidelidad inquebrantable a su esposa»69. Los Estableci- los casados gozasen de los mismos privilegios, es un hecho signifi-
mientos o Constituciones de la Orden explicitan el voto de casti- cativo el que el maestre general fuese siempre elegido entre los
dad: «Cuando los caballeros hacen profesión expresa, emiten tres caballeros no casados, hasta el año 1354, fecha en que fue elegido
votos: obediencia, pobreza, castidad conyugal; ... la castidad con- en el Capítulo General de Ocaña un caballero casado, don Juan
yugal ha de ser, que mantengan relaciones solamente con su mu- García de Padilla. Desde entonces ya fue frecuente la elección de
jer» 70 . Esta modalidad del voto de castidad fue exclusiva de la caballeros casados para el cargo supremo de la Orden.
Orden de Santiago entre las Ordenes Militares españolas. Pero
también tuvo esta modalidad del voto de castidad conyugal la Or- c) El voto de castidad conyugal, verdadero voto religioso. —
den de la Milicia de Santiago de Gascuña y la Milicia de Jesucris- Cabe ahora preguntarse si el voto de castidad conyugal emitido
to de Parma, aprobadas ambas por Gregorio IX71. por los Caballeros de Santiago era o no un verdadero voto reli-
Las mujeres que querían contraer matrimonio con un Caballe- gioso. Aunque hoy disputan entre sí diversos autores acerca de la
ro de Santiago tenían que ser advertidas de lo que significaba pa- posibilidad de que la Iglesia apruebe «cónyuges religiosos»75, el
ra ellas el voto de castidad conyugal de su esposo. Durante el voto de castidad conyugal emitido en la Orden de Santiago, ha de
69
LÓPEZ AGURLETA, I., Bullarium Equestris Ordinis S. Jacobi de Spatha, Ma-
72
drid, 1719, p. 14. LÓPEZ AGURLETA, I., o. c, p. 430.
70 73
La Regla y Establecimientos de la Caballería de Santiago del espada, Madrid, MENDO, A., De Ordinibus Militaribus Disquisitiones Canonicae, Theologicae
1577, tít. V, c. 2. et Historicae, Lyon, 1668; Disq. V, Quaest. IV, núm. 72.
71 74
LÓPEZ AGURLETA, I., o. c, o. 197.
VENCHI, I., Milizia di Gesü Cristo, DIP 5, 1328-1330; SASTRE, E., Votum cas-
75
titatis coniugalis, votum religiosum, CommpRel. (1977), 248-259. SASTRE, E., o. c, p. 248.

220 221
ser considerado, sin duda, como verdadero voto76. Evidentemen- e) Esplendor y decadencia. —Las heroicidades de los Caba-
te no era la manera habitual de entender la vida religiosa, y preci- lleros de Santiago en la Reconquista fueron incontables; pero
samente por eso le costó tanto a la Orden de Santiago conseguir donde más alto brillaron, quizá, fuese en la batalla de las Navas
la aprobación pontificia, aunque la aprobación de los obispos es- de Tolosa (1212), la cual supuso el golpe definitivo al poderío al-
pañoles la consiguieron sin mayores problemas. El hecho de que mohade en España; y abrió el camino a las rápidas conquistas de
la legislación canónica exija actualmente el voto de castidad per- Fernando III el Santo. Gracias a sus continuas victorias sobre la
fecta o de celibato, para que, juntamente con los votos de pobreza morisma en Castilla la Nueva, Extremadura y Andalucía, los san-
y obediencia, se pueda hablar de verdadera vida religiosa, no de- tiaguistas consiguieron formar una especie de pequeño Estado
bería ser argumento suficiente para negarle al voto de castidad propio entre los montes de Toledo, Sierra Morena y la frontera
conyugal de la Orden de Santiago, aprobado por la Santa Sede, la con Portugal. Lo cual les dio autoridad para intervenir incluso en
dimensión teológica y concederle solamente la dimensión jurídica los asuntos internos de la política de los Reinos de Castilla y de
77
'. En la doctrina de San Agustín habría argumentos suficientes León. Sobre todo en la célebre contienda de los Trastámara, lle-
para afirmar la naturaleza teológica del voto de castidad conyu- gando a escindirse la Orden a causa de estas banderías políticas,
gal78. Esta es la conclusión a que llega E. Sastre79. pero se volvió a reunificar en 1364. En 1492, los Reyes Católicos
consiguieron del papa Alejandro VI la administración perpetua
d) Organización.—Al frente de la Orden de Santiago está del Maestrazgo de la Orden, siéndoles confirmada por Adria-
el gran maestre80, asesorado por un Consejo de trece caballeros. no VI en 1523.
La sede central de la Orden estuvo, desde el principio, en San A partir de ese momento, la decadencia que ya se advertía an-
Marcos de León; pero a finales del siglo xn pasó a Uclés81. Cada teriormente en la Orden se incrementó. Los reyes concedían el
año se convocaba el Capítulo General, el día de Todos los Santos hábito de la Orden a gentes que no tenían el espíritu de la misma,
o en la dominica laetare de Adviento. En él se trataban los asun- sino como premio por servicios prestados a la Corona. Entre es-
tos de disciplina y de observancia, se informaba de las visitas tos personajes célebres cabe destacar a Cortés, Pizarro, Fernán-
realizadas a las Encomiendas y se elegía a los visitadores para el dez de Córdoba, Quevedo, Velázquez, y tantos otros que lucían
año siguiente82. El hábito constaba de túnica y capa blancas con muy gustosos la cruz de Santiago sobre su capa, pero sin verse
una cruz roja formando con tres flores de lis los tres brazos supe- obligados a la observancia de su Regla. Con la desamortización
riores, y el inferior alargado en forma de espada. de 1835, la Orden perdió todas sus inmensas riquezas; subsistió
malamente hasta que fue suprimida en 1873; y aunque fue res-
76
taurada al año siguiente, de nuevo fue suprimida, y ahora definiti-
SASTRE, E., «... cum a legitima auctoritate ecclesiae praedictae religiones ap-
probatae essent, quod non est dubium, nulla controversia existit; et, a fortiori, mem-
vamente, en 1931. En la actualidad, está reducida a la categoría
bra horum ordinum tamquam religiosi consideran debent», o. c, p. 250. de una Orden de mérito, sin finalidad religiosa alguna83. Sin em-
77
GUTIÉRREZ, A., Instituía saecularia ut status recognitus perfectionis, en bargo, subsisten aún dos comunidades de la rama femenina: las
AA.UU., Congressus generalis de Statibus Perfectionis, II, Roma, 1952, p. 236; Comendadoras de Madrid y de Toledo.
SASTRE, E., O. C, nota 16, p. 251.
78
SAN AGUSTÍN, In psalm. 76; PL 36, 967.
79
«Unde doctrinam S. Augustini votum castitatis coniugalis stabile re constat»;
SASTRE, E., o. c. (1978), p. 61. f) Expansión fuera de España. —Los Caballeros de Santiago

SAIAZAR Y CASTRO, L., Los Comendadores de la orden de Santiago, Madrid, se extendieron también por Portugal, donde consiguieron y de-
1949.
81
QUINTERO ATAURI, P., Uclés, antigua residencia de la Orden de Santiago, Ma-
drid, 1940.
82 83
LECLERCQ, J., La vie et la priére des chevaliers de Santiago, «Litúrgica», 2 VIGNAU, F., índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de
(1958), 323-365. Santiago desde el año 1501 hasta la fecha, Madrid, 1901.

222 223
fendieron contra los ataques musulmanes, el célebre castillo de do que hay que retrasar la fecha de su fundación hasta, más o me-
Abrantes. Los santiaguistas se convirtieron en una provincia de- nos, 1176.
pendiente al principio de San Marcos de León (1314), con su Los caballeros salmantinos: don Suero Fernández Barrientos y
propio comendador mayor. Pero el poderío alcanzado por la Or- su hermano don Gómez, fundaron la Orden en una fortaleza jun-
den en Portugal, suscitó los recelos del rey don Dionís, el cual to a la ermita de San Julián del Pereiro, cerca de Ciudad Rodrigo
consiguió independizarla, sujetándola fuertemente a la monarquía (Salamanca). De ahí su nombre inicial de Freires de San Julián
portuguesa84. del Pereiro. Alfonso VIII de Castilla, al conquistar la ciudad de
También en Francia, concretamente en Gascuña, tuvo la Or- Trujillo, se la entregó a ellos, cambiando entonces el nombre por
den de Santiago grandes propiedades, con las que llegó a consti- el de Caballeros de Trujillo. Pero su nombre definitivo de Orden
tuir una Encomienda Mayor85. de Alcántara les vino al serles entregada por los Calatravos la for-
La Orden de Santiago intentó expandirse por toda la cuenca taleza y ciudad de Alcántara (Cáceres) en 1218, estableciéndose
del Mediterráneo: en Italia, donde logró establecer el convento de desde entonces lazos de hermandad entre las dos Ordenes, aun-
Mitina (Apulia) 86 , en Siria y en Bizancio, pero sin éxito87. que no se deba hablar de una subordinación propiamente dicha
de Alcántara a Calatrava90. Como los calatravos, los caballeros al-
cantarinos observaban la Regla del Cister. La cruz que llevaban
5.3. Orden de Alcántara sobre la túnica y el manto estaba compuesta por cuatro flores de
lis, como la de Calatrava, pero de color verde. La Orden fue con-
firmada por Alejandro III en 1177, aunque el título de maestre,
Si se demostrase la autenticidad del cronicón descubierto y
que caracteriza plenamente a las Ordenes Militares, solamente
publicado en Lisboa (1720) por B. de Brito, Primeira parte da
aparece con don Gómez en 1183 91 .
Chronica de Cister, onde se contan as cousas principáis desta Or-
dem e muitas antiguidades do Reino de Portugal, los orígenes de La nueva Orden fue muy favorablemente acogida por Fernan-
la Orden de Alcántara se remontarían a 1156; pero la crítica ac- do II de León, porque, de este modo, podía suplir la ausencia de
tual, a pesar de que en el pasado fue aceptada su autenticidad, no la Orden de Santiago que había pasado su sede central a Uclés,
le concede fiabilidad alguna, hasta el punto de que se considera bajo la tutela del rey de Castilla. Aunque fue muy benemérita en
como una falsificación hecha por el mismo B. de Brito89. De mo- las luchas de la Reconquista, sobre todo en Extremadura, sin em-
bargo, tuvo siempre unas dimensiones reducidas, no pasó de 37
Encomiendas, divididas en dos Prioratos, Alcántara y Magacela,
84
y tres monasterios de religiosas. Pasó a la jurisdicción de la Coro-
LOMAX, D. W., El rey D. Diniz y la orden de Santiago, AA.VV., Congreso
luso-español de estudios medievales, Porto, 1968, p. 151; MARTIN, J. L.; GARCÍA,
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1973), 463-466.
85
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ID., L'Ordrede Santiago, París, 1972.
86
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tiempo de Conrado de Suabia, «Archivío Pilgüese», 13 (1960), 3-8.
87
BENITO RUANO, E., Balduino 11 de Constantinopla y la Orden de Santiago: Un
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90
Santiago, Calatrava y Antioquia, AEM, 1 (1964), 549-560. MUÑOZ GALLARDO, J. A., ¿Fue la orden de Alcántara filial de la de Cala-
88 trava?, REE, 21 (1965), 247-304; LOMAX, D. E., Las milicias cistercienses en el
TORRES Y TAPIA, A. de, Crónica de la Orden de Alcántara, 2 vols., Madrid,
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89 91
O'CALLAGHAN, J. F., Thefundation of the Order of Alcántara (1176-1218), ORTEGA Y COTES, J., Bullarium ordinis militiae de Alcántara olim Sancti Ju-
«Catholic Historical review», 47 (1962), 471-488. liani de Pereiro, Madrid, 1759.

. 224 225
5.4. Orden de Montesa
5.5. Monte Gaudio
El rey Jaime II de Aragón consiguió del papa Juan XXII, en
contra del parecer de su predecesor, Clemente V, que los bienes El caballero leonés Rodrigo Alvarez, conde de Sarria96, había
de la extinguida Orden de los Templarios existentes en el Reino ingresado en la Orden de Santiago, pero en 1174 la abandonó al
de Aragón, se entregaran no a los Hospitalarios de San Juan, sino no parecerle suficientemente rígida, sobre todo porque admitía a
a otra Orden que le ayudase en la reconquista del reino musul- caballeros casados. Con algunos discípulos fundó una nueva Or-
mán de Valencia. El papa lo autorizaba para la fundación de «un den Militar, que pasó a depender directamente del abad del Cis-
nuevo monasterio de la Orden de Calatrava»93. Pero, de hecho, ter en 1175, aunque en la bula de aprobación concedida por Ale-
aunque profesaron la misma Regla del Cister, no fue un nuevo jandro III en 1180 no hay referencia alguna a la Regla cister-
monasterio de la Orden de Calatrava, sino una nueva Orden, la ciense.
Orden de Montesa, llamada así por el castillo de Montesa (Valen- El nombre de la Orden, Milicia de Santa María de Monte
cía) cedido al efecto por el propio Jaime II de Aragón (1319). No Gaudio de Jerusalén, proviene de un monte cercano a Jerusalén,
obstante, permanecerá siempre muy unida a sus orígenes calatra- llamado Monte Gaudio o Monte del Gozo, porque desde él divi-
veños, por lo cual hay quienes la consideran como una prolonga- saban los peregrinos por primera vez la Ciudad Santa. Posible-
ción de la misma Orden de Calatrava, aunque jurídicamente sean mente el nombre se debió a las posesiones que la condesa Sibila,
distintas. hermana de Balduino IV de Jerusalén, había donado en Palestina
En fidelidad a las intenciones del fundador, la Orden se con- a la nueva Orden apenas fundada (1177). No faltan incluso histo-
virtió en una poderosa ayuda para los reyes de Aragón en la de- riadores que consideren que la Orden habría sido fundada preci-
samente en el mencionado monte cercano a Jerusalén, y traslada-
fensa de las fronteras del Reino de Valencia, y en la conquista de
da inmediatamente después a Aragón. Pero, de hecho, Monte
la isla de Cerdeña.
Gaudio no tuvo jamás algún establecimiento o encomienda en
En 1201 la Orden de San Jorge de Alfama, que había sido Palestina.
fundada en 1201 por Pedro II de Aragón se fusionó con la Orden
de Montesa, siendo aprobada esta fusión por el papa Benedic- Esta Orden es conocida también con el nombre de Orden del
to XIII, de la rama aviñonesa, en 140094. Santo Redentor de Alfambra97, por haberse unido, en 1188, con
Se distinguía por la cruz flordelisada, como la de Calatrava, un hospital de Teruel de ese nombre fundado por Alfonso II de
pero de color negro; siendo sustituida por la cruz llana de color Aragón con la finalidad de liberar a los cristianos cautivos en ma-
nos de los musulmanes. Quizá para no perder las posesiones que
rojo, cuando se le unieron los Caballeros de San Jorge de Alfama.
la condesa Sibila le había donado en Palestina, la nueva Orden se
Alfonso XIII la modificó de nuevo, dándole la forma actual, su-
fusionó, con la anuencia de Celestino III, con los Templarios en
perponiendo sobre la antigua cruz de Montesa, de color negro,
1196, aunque no todos los caballeros aceptaron esta decisión. Las
una cruz plana, sencilla, de color rojo. Montesa pasó a la jurisdic- encomiendas que rechazaron esta fusión que fueron fundamental-
ción de la Corona en tiempos de Felipe II (1587). mente las de Castilla, se declararon independientes bajo el nom-
bre de Orden de Monsfrag98, pero al poco tiempo se unieron a la

95
FOREY, A. J., The Order of Mountjoy, «Speculum», 46 (1971), 250-266.
96
92
SAMPER, H., Montesa ilustrada, 2 vo!., Valencia, 1669. LÓPEZ FERREIRO, A., Don Rodrigo Alvarez, «Galicia Histórica», 1 (1902),
93
Bula Ad fructus uberes, 10,jul. 1317. 337-339.
97
94
YAÑEZ, D., Montesa, DHEE, 3, 1816: con catálogo de los Maestres y Virre- ALBAREDA, M., El fuero de Alfambra, Madrid, 1925.
98
yes que rigieron la orden en nombre del rey desde 1587. RAMÓN Y FERNÁNDEZ DE OXEA, i., El castillo de Montfragüe, «Bol. del Sem.
de Estud. de Arte y Aqueolog. de Valladolid», 16 (1950), 23-31.
226
227
Orden de Calatrava con la aprobación, tanto del papa como de la La nueva Orden tomó el nombre de San Jorge de Alfama, en
Orden Cisterciense (1221), lo que provocó algunos pleitos con honor del patrón de Cataluña; y se colocó bajo la Regla de San
los Templarios que reivindicaban para sí todas las posesiones de Agustín. Vivió casi dos siglos sin la aprobación pontificia. Esta le
la antigua Orden de Monte Gaudio. fue concedida por el papa Gregorio XI en 1373. Sus caballeros
Después de la supresión de los Templarios (1312), hubo algún portaban hábito blanco con la cruz roja de San Jorge.
intento de restaurar la Orden de Monte Gaudio en Aragón con la Al carecer de una vida próspera, esta Orden fue unida por el
finalidad de impedir que los bienes de la Orden suprimida pasa- rey Martín I el Humano a la Orden de Montesa, siendo aprobada
ran a manos de los Hospitalarios de San Juan; pero ya se ha visto esta fusión, no sin dificultades, por el papa aviñonés Benedic-
cómo con esos bienes se fundó la Orden de Montesa. to XIII en 1400101.

5.6. Santa María de España" 6. Ordenes Militares portuguesas


Es conocida también con los nombres de Santa María de Car- Las Ordenes Militares portuguesas tienen unos orígenes seme-
tagena y La Estrella; este último nombre se debió a la estrella de jantes a los que hemos visto para las españolas. Al margen de la
ocho puntas, en cuyo centro figuraba una imagen de María con el presencia de las Ordenes Militares palestinas, como los Sanjuanis-
Niño en el brazo izquierdo y un ramo en la mano derecha, que tas y los Templarios, y de las españolas como Santiago, Alcántara
constituía el sello de la Orden, y que debió ser, probablemente, y Calatrava, las propiamente portuguesas son la Orden de Avís y
también el distintivo bordado sobre el manto. Fue fundada por la Orden de Cristo.
Alfonso X en 1273 como Orden Militar afiliada al monasterio
cisterciense de la Gran Selva (Francia) siendo aceptada en el
Capítulo General del Cister en 1273. Es la única Orden Militar 6.1. Avís
española fundada con una específica característica naval.
Tuvo muy escasa expansión, apenas cuatro monasterios o en- Es conocida también con el apelativo de Caballeros de Evo-
comiendas; y una duración efímera como Orden independiente, ra102. Los orígenes de esta Orden están todavía muy oscuros. Co-
pues en 1280 se unió a la Orden de Santiago. mo dice D. W. Lomax, «los historiadores nacionalistas del si-
glo XVIII, como Brito, se esforzaron por mostrar que la Orden em-
pezó como una fundación completamente portuguesa, la Orden
5.7. San Jorge de Alfama100 de Evora, con una independencia total frente a Calatrava, mien-
tras los castellanos intentaron probar que lo que se estableció en
Fundada por los caballeros Juan de Almenara y Martín Vidal, Evora fue una colonia de calatravos, dependientes del maestre
al concederles Pedro II de Aragón las tierras desérticas de Alfa- castellano»103. Para probar los propios asertos, se recurrió incluso
ma, cerca de Tortosa (Tarragona) (1201), para que levantaran a las falsificaciones más burdas. La controversia sigue todavía en
una fortaleza defensiva contra los ataques de los moros. pie por falta de una documentación suficientemente clarificadora.

101
99
MENÉNDEZ PIDAL, J., Noticias acerca de la Orden Militar de Santa María de MAS Y GIL, L., La Orden Militar de San Jorge de Alfama, sus maestres y la
España instituida por Alfonso X, «Humanidades», 17 (1917), 161-180; ALDEA, Q., Cofradía de Mossen Sant Jordi, «Hidalguía», 11 (1963), 427-456.
102
Santa María de España, DHEE, 3, 1820-1821. SILVA TAROUCA, C. da, Os origines dos Cavaleiros de Evora, «A Cidade de
IDO p O R T i COGULL> E., San Jordi d'Alfama, l'Ordre militar catalana, Barcelona, Evora», nn. 13-14, Evora, 1947.
103
1971. LOMAX, D. W., Las Ordenes Militares en la Península Ibérica, p. 66.

228 229
La versión más fiable, tal como está actualmente la investiga- te. Su distintivo es una cruz roja de brazos iguales, que terminan
ción, parece dar la razón a quienes afirman el origen netamente en forma de yunque. No consiguió una gran expansión. Su más
portugués de la Orden de Avís, que habría sido fundada en 1166. importante encomienda fue la de Tomar 107 . La Historia de esta
Posiblemente desde 1187, pero ciertamente desde que en 1213 el Orden está íntimamente ligada a su gran maestre, el infante don
maestre de Calatrava les entregó a los Freires de Evora dos pala- Enrique el Navegante108. Desde el siglo xvi fue incorporada a la
cios que poseía en esa ciudad, y así se produjo la afiliación de és- corona y quedó convertida en una Orden nobiliaria.
tos a la Orden española104. No obstante estar afiliada a Calatrava,
la Orden en Portugal conservó su independencia. Y la separación
entre ambas Ordenes se produjo con ocasión de la batalla de Al- 7. Otras Ordenes Militares
jubarrota (1285), que culminó una larga serie de rivalidades entre
españoles y portugueses. A imitación de las grandes Ordenes Militares palestinenses,
hispánicas y portuguesas, se fundaron algunas otras que no alcan-
En. sus comienzos, la Orden de Avís, era una cofradía de ca-
zaron ni prestigio ni difusión, aunque en lugares muy determina-
balleros de Evora, que se remonta a 1166. Se regían por la Regla
dos pudieron desarrollar una buena labor hospitalaria y de defen-
de San Benito y se denominaban Hermanos de la Milicia de Evo-
sa de la fe frente a los musulmanes y a los paganos, e incluso fren-
ra, que desde 1223 tomó el nombre de Orden de Avís. Lo mismo
te a los herejes. Hay que citar especialmente:
que Calatrava, dependía del monasterio cisterciense francés de"
Morimond. El distintivo de la Orden de Avís fue, al principio, — Santo Tomás de Acre, la única Orden Militar inglesa, fun-
una simple cruz roja; pero después de su afiliación a Calatrava, dada en 1191.
adoptaron su cruz a la que añadieron unas pequeñas águilas. — San Lázaro, que originariamente había sido una Orden
Uno de sus maestres ascendió al trono portugués en 1385, hospitalaria, especialmente dedicada al cuidado de los enfermos
don Juan I, que fundó la dinastía de Avís. Desde entonces, la má- de lepra; se convirtió en Orden Militar a principios del siglo xm.
xima autoridad de la Orden estuvo en manos de algún miembro Fue suprimida por el papa Clemente VIII en 1603.
de la familia real, con el título de gobernador y administrador de — Milicia de Cristo de Livonia o Portaespada, fundada en
la Orden de Avís, hasta que en 1550 fue incorporada a la Coro- 1202 para proteger la fe de los neoconvertidos y para la asistencia
na105. Fue suprimida en 1834, convirtiéndose desde entonces en hospitalaria, con la ayuda de Teodorico, abad del monasterio cis-
una Orden meramente honorífica106. terciense de Dünamünde (Estonia) y después obispo. Recibió la
aprobación pontificia en 1204, bajo la misma Regla de los Tem-
plarios. Tuvo su sede central en Riga. Contribuyó grandemente a
la expansión de la cultura latina en Letonia y Estonia. Después de
6.2. Orden de Cristo
apenas treinta años de existencia, fue absorbida por los Caballe-
ros teutónicos109.
Fue fundada en 1319 por el rey don Dionís para mantener en
estricta dependencia portuguesa los bienes de los Templarios su- — Milicia de la Fe de Jesucristo. Fue fundada hacia 1218, en
primidos por el papa Clemente V, según se ha visto anteriormen- el contexto de la Cruzada promulgada por Inocencio III contra
107
PIMENTA FERRO, J. M., A vigairaria de Tomar nos fináis do século, XV, «Do
11,4
JAVIERRE MUR, A., La Orden de Calatrava en Portugal, Madrid, 1952; OLI- Tempo e da Historia», 4 (1971), 139-151.
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Études Portugaises», 28-29 (1967-1968), 11-71.

230 231
los albigenses (1209) que eran protegidos por el conde Raimun- cuerpo y alma a la defensa de la fe a través de la lucha armada.
do VI de Toulouse, siendo aprobada por el papa Honorio III en Sin duda, los caballeros de todas las Ordenes Militares fueron
1221. Para cumplir la normativa del Concilio IV de Letrán que grandes constructores de castillos, fortalezas militares, hospitales,
había prohibido la fundación de nuevas Ordenes religiosas, asu- iglesias y capillas. Pero esto no significa que fuesen creadores de
mieron la Regla de los Templarios; pero no estaban sometidos en un estilo arquitectónico peculiar, sino que construían conforme al
modo alguno a éstos. Para marcar las diferencias, llevaban un há- estilo imperante en el momento. Sin duda que hay ejemplos mag-
bito distinto del templario. La Orden desapareció prácticamente níficos, grandiosos, de edificios pertencientes a los Templarios, a
en 1229, al reconciliarse con la Iglesia el conde Aimerico de los Sanjuanistas, y en España abundan mansiones militares, igle-
Monfort. Los caballeros de esta milicia se fusionaron con la Or- sias y hospitales levantados por todas las Ordenes Militares, pero
den de Santiago110. especialmente por los Santiaguistas y los Calatravos. Otro tanto
— Milicia de Jesucristo de Parma, fundada en la ciudad de su habría que decir respecto de la pintura y escultura. Tampoco tu-
nombre en 1223 por el beato Bartolomé de Vicenza, y aprobada vieron un estilo propio, pero sus iglesias fueron suntuosamente
por el papa Gregorio IX en 1234. Su finalidad era, según su Re- ornamentadas, como se puede constatar en cualquier historia del
gla, aprobada por el mencionado pontífice, «defender la fe católi- arte. Abundan los estudios monográficos sobre esta temática113.
ca contra cualquier secta herética, combatiendo virilmente a to- Evidentemente, unos hombres más habituados a manejar la
dos los herejes, es decir, Cataros, Pobres de Lión, Arnaldistas, espada que la pluma, tampoco pudieron dejar a la posteridad mu-
Esperonistas y otros bajo cualquier nombre». Como la Orden de chas obras maestras de literatura. En el género historiográfico
Santiago, podía recibir a caballeros casados como miembros de abundan las crónicas de las respectivas Ordenes. Esta despreocu-
pleno derecho111. pación por la producción intelectual y literaria no significa que los
— Betlemitas, fundados por el papa Pío II en 1454, en el con- miembros de las Ordenes Militares fuesen especialmente incultos
texto del último intento de organizar una cruzada contra los tur- y menos aun que odiasen la cultura. Todo lo contrario. En sus co-
cos, que el papa quiso llevar a cabo personalmente. Pero ya no munidades las bibliotecas eran especialmente mimadas, como lo
estaban los tiempos para cruzadas. Los príncipes cristianos mira- demuestran los catálogos que han llegado hasta nosotros114.
ban ya a sus intereses nacionales más que al bien general de la La Orden de Santiago fue quizá, entre todas las Ordenes Mili-
Cristiandad occidental. Por eso mismo, la Orden tuvo que ser su- tares, la que más cultivó la literatura. Algunos de sus maestres,
primida muy pronto (1477). como Pedro López de Baeza, fueron los pioneros de toda una tra-
— Orden de San Esteban, tuvo su origen en Toscana (1454) dición española en la que hombres de la milicia han dejado a la
en el mismo contexto de hacer frente al terrible peligro que supo- posteridad auténticas joyas de literatura militar, política, e incluso
nían las invasiones de los Turcos por el Mediterráneo112. de poesía, entre los que sobresalieron don Alvaro de Luna, Jorge
Manrique y Rodrigo Manrique, mencionados en todas las histo-
rias de la literatura española. No faltaron entre los maestres de
8. Las Ordenes Militares y la cultura Santiago algunos mecenas que patrocinaron a escritores y artis-
tas115.
Parece casi un contrasentido plantearse la cuestión de la apor-
tación a la cultura por parte de unos religiosos entregados en
113
LOMAX, D. W., o. c, pp. 71-109.
110
MEERSSEMAN, G., Les milices de Jésus-Christ, ArchPraed, 23 (1953), 283- 114
RUBIO, J., Inventarío inédito de l'Ordre del Temple a Catalunya, «Anuari de
239; ID., Ordo Fraternitatis, III, Roma, 1977, pp. 1243-1246. l'Institut des estudis Catalans», 1 (1907), 385-407.
111
MERSSEMAN, G., Les milices..., pp. 295-303. 115
MENÉNDEZ PELAYO, M., Antología de poetas líricos castellanos, 10 vols., Ma-
112
LINAGE CONDE, A., Ordini Militan, DIP, 5, 1295. drid; 1944-1945.

232 233
9.
Ordenes para la
redención de cautivos

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235
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libertad a los cautivos, Salamanca, 1984; ID., Camino de liberación. El do de inspiración divina»3, y en la bula de reconfirmación de la
modelo mercedario, Estella, 1987; PRONZATO, A., Mercader de libertad. misma Regla (3 de febrero de 1199): «Obrando con ellos el
San Pedro Nolasco, Salamanca, 1987; CARRAJO RODRÍGUEZ, M., Ramas Señor una señal». La misma idea se halla explícitamente afirmada
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ria de la Orden de la Merced Descalza, Madrid, 1986. recomendar a los dos primeros trinitarios que van a Marruecos en
misión de redención de cautivos (8 de marzo de 1199)4.

I. Orden de la Santísima Trinidad


2. San Juan de Mata y San Félix de Valois
1. Difícil encuadramiento
San Juan de Mata nació en Faucon (Bajos Alpes) en el seno
No resulta fácil encuadrar la Orden de la Santísima Trinidad de una noble familia provenzal en 1154. Una vez concluidos en
dentro de la tipología de las Ordenes religiosas anteriores ni tam- Aix los estudios literarios, empezó a conducir vida eremítica en
poco entre las Ordenes Mendicantes que surgen poco tiempo des- las cercanías de su propia ciudad natal. Pero no eran aquellos
pués de su fundación. Hay autores que enmarcan a los Trinitarios unos tiempos en los que la espiritualidad eremítica cautivase la
entre los Canónigos Regulares1 o entre las Ordenes Militares2. Y atención de las gentes como había acaecido en la primera mitad
no faltan quienes, y son la mayoría, los coloquen entre los Mendi- del mismo siglo xn. En la segunda mitad del siglo que había visto
cantes. la desbordante actividad de San Bernardo (muerto en 1153), la
En realidad, desde algún punto de vista, todos tienen razón. espiritualidad impulsaba a los cristianos más bien hacia el contac-
La tienen quienes los colocan entre los Canónigos Regulares, por- to con el mundo. Juan de Mata, «habiendo comprendido el gran
que en sus orígenes dependen en buena parte de la espiritualidad bien que hacían a las almas los insignes y doctos teólogos parisi-
y de la disciplina canonical; la tienen quienes los colocan entre las nos, enseñando y predicando, decidió emularlos, armándose de
Ordenes Militares, porque, sin duda, San Juan de Mata, su funda- doctrina teológica»5. Para ello se trasladó a París, donde brillaba
dor, vivía muy intensamente todo aquel ambiente de derrota de con luz propia la teología de los Victorinos.
las cruzadas después de la caída de Jerusalén en manos de los mu- Una vez concluidos los estudios teológicos, ejerció durante
3
1 BORREGO, J., La Regla de la Orden..., p. 243.
GARCÍA VILLOSLADA, R., Historia de la Iglesia, BAC, Madrid, 1959, p. 789. 4
2 BORREGO, J., O. C, p. 244.
CÁNDIDO, L., 1Mendicanti, Roma, 1983, p. 52. 5
Citado por ROMANO, A., / Trinitari, Escobar, I, p. 133.
236 237
algún tiempo la enseñanza, comentando las sentencias de Pedro
da del monje medieval. Se trataba de una Orden con evidentes in-
Lombardo. Ordenado de sacerdote, celebró su primera misa el
novaciones. Su finalidad misionera y social estaba muy lejos de la
día 28 de enero de 1193. Y fue entonces cuando el Señor le inspi-
vida estable y contemplativa del monje; y lejana también del
ró la primera idea de la Orden de la Santísima Trinidad mediante
apostolado restringido que los Canónigos Regulares realizaban en
una experiencia mística en la que se le presentó el Redentor, to-
sus Colegiatas.
mando de la mano a dos esclavos, uno negro y otro blanco, y
mandándole fundar una Orden religiosa para la redención de los Sin embargo, la Orden de la Santísima Trinidad encajaba en
cautivos. los planes generales que el nuevo papa, Inocencio III (1197-
1216), estaba plasmando para la Iglesia universal y, más concre-
Después de haber recolectado una buena cantidad de dinero,
tamente, para las Ordenes religiosas. Por eso aceptó complacido
se puso en camino hacia el Oriente para realizar la primera reden-
bajo su protección a los hermanos y los conventos de la nueva Or-
ción de cautivos. Y, a su regreso, se estableció en Cerfroid (Ais-
den por la bula Cum a nobis de 16 de mayo de 1198. Pero esta
ne) en unos terrenos que le fueron cedidos por la condesa Marga-
benévola acogida no significaba la aprobación propiamente dicha
rita de Borgoña. Allí se puso bajo la dirección de San Félix de
de la Orden, aunque la bula sí reconocía el estilo de vida que San
Valois, un ermitaño que estaba al frente de otros tres compañe-
Juan de Mata y sus Trinitarios conducían en los conventos ya fun-
ros, los cuales, una vez conocido el proyecto de San Juan de Ma-
dados, puesto que prohibía expresamente cualquier cambio, tanto
ta, se unieron a él para la fundación de la Orden de la Santísima
respecto a la finalidad de la redención de cautivos como a las ob-
Trinidad.
servancias disciplinares.
San Félix de Valois figura como cofundador de la nueva Or-
Había que estudiar más a fondo la cuestión jurídica, porque la
den. Era pariente de la condesa Margarita de Borgoña. Su vida se
Orden de la Santísima Trinidad no encajaba ni en el Ordo monas-
desconoce casi por entero hasta que se junta con San Juan de Ma-
ticus, ni en el Ordo canonicalis, ni tampoco en el Ordo militaris;
ta. Parece que en su juventud había sido discípulo de San Bernar-
y, por lo mismo, implicaba el reconocimiento de un Ordo religio-
do. Fue en peregrinación a Tierra Santa; al regresar, se ordenó de
sus nuevo. Había que esperar aún un poco. Inocencio III, al des-
sacerdote, y, hastiado del mundo, se entregó a la vida eremítica
pedir a San Juan de Mata y a San Félix de Valois, los recomendó
en Cerfroid.
al obispo de París, Odón de Sully, y al abad de San Víctor, Absa-
Pronto acudieron nuevas gentes. Fue preciso fundar otros lón, a quienes ellos habían consultado, antes de ir a Roma, todo
conventos. Antes de la aprobación de la Regla (1198), se habían lo relativo a la nueva fundación, y a quienes también ahora el pa-
fundado ya el de Planells y el de Bourg-La Reine. En 1198 se pa pedía una mayor información sobre la persona y los propósitos
fundó el de Metz y después los de Douai, Huy y Honschote. del nuevo fundador religioso, así como de las características de la
La dependencia de varios obispos a la vez, según la diócesis en nueva Orden.
ques se hallaba cada convento, hacía difícil el gobierno centraliza-
do de la Orden. Por otra parte, aunque habían sido aprobados
por el obispo de París, su futuro dependería siempre de la buena
o menos buena disposición de cada obispo. La universalidad y la
3. La Regla Trinitaria6
finalidad misma de la Orden exigían una aprobación también uni-
San Juan de Mata presentó al obispo de París y al abad de San
versal, es decir, una aprobación proveniente del papa.
Víctor un esquema de la Regla, y durante unos meses el prelado y
San Juan de Mata y San Félix de Valois, hacia el mes de mar- el abad, con sus respectivos consejeros y asesorados también por
zo de 1198, se encaminaron a Roma. No resultó fácil convencer a el fundador, redactaron la Regla que el propio San Juan de Mata
los canonistas romanos de la oportunidad, e incluso necesidad de
la nueva Orden, porque no se avenía con la imagen tradicional de
los Canónigos Regulares y, menos aún, con la estampa estableci- 6
BORREGO, J., O. C, pp. 225-230.

238
239
y San Félix de Valois presentaron de nuevo al papa, acompañada provincias en vida de los mismos fundadores; al frente de ellas es-
de sendas cartas del obispo y del abad, en las que elogiaban a San taban los ministros provinciales con sus respectivos Capítulos.
Juan de Mata y consideraban la nueva Orden de gran utilidad pa- Todos los Trinitarios están en estrecha dependencia del papa, el
ra la Iglesia y para la sociedad. Los asesores curiales de Inocen- cual podrá destinarlos a donde crea conveniente para el bien de la
cio III retocaron la Regla en algunos puntos, y el papa le dio su Iglesia, puesto que no están sujetos a ningún voto de estabilidad.
aprobación definitiva mediante la bula Operante divinae disposi- El vestido distintivo de los Trinitarios era la túnica blanca, al
tionis, con fecha 17 de diciembre de 1198. estilo de los Canónigos Regulares, con capa negra y una cruz de
Con la aprobación pontificia, quedaba inaugurado en la Igle- tramos iguales sobre el pecho: el tramo transversal, de color azul,
sia un nuevo Ordo religiosus, que podía llamarse Ordo trinitarius, y el tramo vertical, de color rojo. La tonsura, semejante a la de los
puesto que se diferenciaba fundamentalmente de todas las formas Victorinos. También la liturgia estaba tomada en su totalidad de
religiosas anteriores, monásticas, canonicales, hospitalarias y mili- los Victorinos, aunque se permitía abreviar el rezo de las Horas
tares. Se abría un camino nuevo en la consecución de la perfec- en días de mucho trabajo.
ción cristiana. Las Ordenes Mendicantes, especialmente los Franciscanos,
En un tiempo en que el religioso, en cuanto individuo, desa- tomarán al pie de la letra la mayor parte de estas innovaciones de
parecía en el anonimato de la comunidad, la Regla trinitaria pres- la Regla de los Trinitarios.
cinde de cualquier fórmula uniformadora, para situarse en la
perspectiva del Evangelio, con lo cual no hacía sino participar de
aquel movimiento de retorno a las fuentes de toda vida cristiana 4. Evolución y expansión de la Orden
que estaba trabajando a la Iglesia desde la Reforma Gregoriana.
El elemento más característico de la Regla trinitaria consiste Con el tiempo fue preciso introducir algunas modificaciones
en que es la primera en explicitar los tres votos de pobreza, casti- en la Regla. Los Capítulos Generales podían llenar las lagunas e
dad y obediencia, que desde ahora entrarán en todas las Reglas, interpretar la Regla, pero no cambiarla sin permiso de la Curia
empezando por la de San Francisco, hasta que el Derecho Canó- Romana. Después de la muerte de San Félix de Valois (1212) y
nico llegará a considerar esa trilogía de votos como elemento de San Juan de Mata (1213), el propio Inocencio III concedió al-
constitutivo, que ha de estar presente en la fórmula de la profe- gunos cambios e n l 2 1 5 y e n l 2 1 6 , que después fueron introduci-
sión de todos los Institutos religiosos. Otros elementos distintivos dos en la Regla reformada por Honorio III con bula fechada el 9
de la Regla trinitaria son: la división en tres partes iguales de to- de febrero de 1217. La reforma honoriana se refería fundamen-
dos los ingresos que han de ser destinadas, respectivamente, para talmente al incremento indefinido de religiosos para cada comu-
la redención de cautivos, para los hospitales y para el culto y sos- nidad, según las necesidades de la misma; la posibilidad de mon-
tenimiento de la comunidad; los componentes de cada comuni- tar a caballo si había necesidad urgente; comer carne los domin-
dad no debrán sobrepasar el número de siete: tres sacerdotes, tres gos desde Pascua hasta Adviento y desde Navidad hasta Septua-
laicos y el ministro o superior, que ha de ser elegido democrática- gésima y otros días de fiesta.
mente por los religiosos clérigos de la misma comunidad; el do- A petición de los propios Trinitarios, el papa Urbano IV en-
mingo se reúne el Capítulo conventual; como signo de humildad, cargó al obispo de París y a los abades de Santa Genoveva y San
no podrán montar a caballo, que es el medio de transporte de la Víctor de la misma ciudad de París, la revisión de la Regla. Esta
gente noble, de los mayores; sino en asno, que es el medio de Regla, conocida como mitigada fue confirmada y promulgada por
transporte de la gente sencilla, es decir, de los menores; la Orden Clemente IV con bula del día 7 de diciembre de 1267.
de la Santísima Trinidad está centralizada en la persona del minis- Después de la muerte de los fundadores, la Orden se expandió
tro general, y en el Capítulo General que se ha de celebrar cada ampliamente por toda Europa, creando provincias en Francia,
año durante la octava de Pentecostés. La Orden ya se dividió en Italia, España e Inglaterra, con comunidades muy florecientes,

.240 241
tanto en la observancia interior como en el apostolado de la re- ta vino dos veces a España. La primera vez visitó Cataluña en
dención de cautivos. Este apostolado se hizo especialmente ur- 1201 a invitación de Pedro II de Aragón, para fundar una casa en
gente en toda la cuenca del mediterráneo occidental. Con ocasión Lérida. Entonces hizo un viaje de redención a Valencia, donde se
del Concilio de Vienne (1311), el rey de Aragón decía a los pa- fundaría un convento poco después de la reconquista de la ciudad
dres conciliares que solamente en Granada había por lo menos por Jaime I, el cual le entregó la iglesia de San Bartolomé. En
30.000 cautivos cristianos. Hasta la aparición de los Trinitarios la 1206 viajó a Castilla a invitación del arzobispo de Toledo, don
redención de los cristianos cautivos había estado en manos de co- Martín, el cual le donó en esta ciudad el hospital de Santa María;
merciantes particulares, especialmente judíos, los cuales tenían después fundó en Segovia con la protección del obispo don Gon-
más facilidades de acceso a los territorios musulmanes. zalo8. En España fueron célebres los hospitales de Santiago de
Los lugares en los que desarrollaban la redención de los cauti- Compostela, Lérida, Toledo, Segovia, Burgos, Puente la Reina.
vos eran especialmente: Hungría, Constantinopla, Túnez, Trípoli, Casi todos dedicados a la Santísima Trinidad.
Marruecos, Argelia. En estos dos últimos lugares se encontraba el La peste negra que diezmó la población de Europa (1348),
mayor número de cristianos cautivos. La redención se verificaba, fue especialmente trágica para las Ordenes religiosas. Los Trinita-
según las posibilidades económicas. Unas veces contribuían a los rios pagaron un tributo muy alto. Cerca de cinco mil quinientos
gastos'los familiares de los cautivos, pero en otras ocasiones, de- Trinitarios murieron en la epidemia. Esto influyó muy negativa-
pendía enteramente de la Orden; para ello empleaban las enor- mente en la marcha de la Orden, porque durante algún tiempo se
mes sumas de dinero que obtenían de los fieles con ocasión de la descuidaron los estudios y no se atendió a la selección de las vo-
predicación de la redención y a través de fuertes donaciones de caciones. No obstante, a lo largo de los siglos xv y xvi, la Orden
señoras y señores nobles. se recuperó de nuevo, alcanzando su máximo apogeo en el si-
fe
glo xvm con más de 850 conventos y hospitales. Pero a partir de
A finales del siglo xvn, el P. Calixto de la Providencia calcula-
ese mismo siglo se inicia una decadencia vertiginosa hasta la casi
ba en más de 900.000 los cautivos rescatados; y en ocho mil mi-
total extinción en 1870, cuando no quedaban ya nada más que
llones de francos franceses, de la época, el dinero empleado en el
dos conventos en Roma.
rescate7. Entre los cautivos célebres rescatados por los Trinitarios,
figura Miguel de Cervantes Saavedra, autor del inmortal Don
Quijote de la Mancha.
5. Reformas Trinitarias
Para atender a los cristianos liberados de la esclavitud, fre-
cuentemente en malas condiciones de salud, los Trinitarios crea- 5.1. Las reformas francesas
ron en los puertos más importantes del Mediterráneo algunos
hospitales, pero también los crearon en las ciudades del interior La Orden de la Santísima Trinidad no quedó exenta de la de-
para toda clase de enfermos, porque la Regla imponía dedicar cadencia de la vida religiosa y de la Iglesia, en general, que se va
parte de los ingresos para las obras de misericordia. El más céle- agigantando desde principios del siglo xiv hasta el Concilio de
bre de todos ellos fue, sin duda, el de Santo Tomás in Formis, de Trento. Los primeros intentos de Reforma de los Trinitarios se
Roma. dieron en Francia, en Pontoise. Tuvo como iniciadores a dos er-
Los Trinitarios se hicieron muy populares en España desde mitaños, Julián de Nantouville y Claudio Allolph, a los cuales se
sus mismos orígenes a causa de la frecuencia con que los cristia- les juntaron muy pronto otros doce. Se dirigieron a Roma y con-
nos caían cautivos en manos de los musulmanes. San Juan de Ma- siguieron del papa Gregorio XIII (1578) el permiso para vestir el
hábito trinitario, y transformar su eremitorio en un convento de la
7
CALIXTO DE LA PROVIDENCIA, La Confrérie de la Tres Sainte Trinité et la rédem-
ption des captifs, París, 1695. LINAGE CONDE, A., Los Trinitarios..., pp. 125-130.

242 243
Santísima Trinidad. Profesaron en el convento de Cerfroid, y el Entre los más entusiastas de la Reforma de la Orden estaba
Ministro General los exhortó a abrazar la Regla mitigada apro- San Juan Bautista de la Concepción. Había nacido en Almodóvar
bada por Clemente IV (1267). En 1633 consiguieron un vicario del Campo en 1561. Después de realizar los estudios de Teología
general propio; pero poco a poco se vieron obligados a integrarse primero en la universidad de Baeza, y después en Toledo, ingresó
plenamente en la estructura general de la Orden. en la Orden en 1580, siendo ordenado de sacerdote en 1585. En
Otros dos Trinitarios franceses, Jerónimo Hélei y Antonio 1596 fue elegido superior del Convento de Valdepeñas, desig-
Caffin iniciaron en 1620 en el convento Romano de San Dionisio nado para la observancia de la Regla primitiva.
de Quattro Fontane una nueva Reforma de la Orden, retornando Ante las dificultades que encontraba, en la propia Orden,
a la observancia de la Regla primitiva que lograron introducir en se fue en 1599 a Roma, donde consiguió de Clemente VIII
Provenza y en Italia, pero sin separarse de la obediencia al Minis- la aprobación oficial para introducir la Reforma conforme a la
tro general de la Orden. observancia de la Regla aprobada por Inocencio III en 1198, a la
La Comisión Real para los Regulares, establecida en Francia que se le añadieron algunas austeridades como el caminar des-
en 1766, obligó a las tres ramas de Trinitarios a unificarse en una calzos.
sola entidad que tomó el nombre de Canónigos Regulares de la Después de haber introducido la reforma en siete conventos
Santísima Trinidad, a los que se adhirieron los Trinitarios Calza- más, se celebró un Capítulo provincial en 1605, en el que San
dos de Italia; en cambio los Trinitarios españoles y portugueses Juan Bautista de la Concepción fue elegido superior provincial de
continuaron empleando el nombre de siempre, pero todos bajo la la provincia reformada.
obediencia del mismo Ministro general. Paulo V les concedió un Vicario general propio y los agregó a
Los Trinitarios Calzados se fueron extinguiendo paulatina- los Mendicantes (1609), autorizándolos, además, a introducir un
mente a medida que se imponían ías leyes de supresión de las Or- cuarto voto, el voto de no ambicionar jamás dignidades o prelatu-
denes Religiosas en toda Europa. En Francia, con la Revolución ras ni dentro ni fuera de la Orden. Urbano VIII les concedió la
de 1789; en España y Portugal, con la desamortización de 1835; autonomía a los Descalzos españoles, permitiéndoles la elección
en la Italia peninsular, con las invasiones napoleónicas; en la Ita- de un Ministro General propio, independiente de los Trinitarios
lia insular, en cambio, con las leyes de supresión del año 1860. Al Calzados (1636). Una concesión análoga la decretó Inocencio XI
morir en 1894 el último Superior general, de los pocos Trinitarios en 1688 para los Trinitarios Calzados españoles, pero la revocó
Calzados que aún existían, algunos se secularizaron y los demás Clemente XI. Desde 1705 no hubo nada más que dos Ministros
pasaron a los Trinitarios Descalzos. generales, uno para los Trinitarios Calzados y otro para los Trini-
tarios Descalzos.
Al morir en 1613, San Juan Bautista de la Concepción había
5.2. Reforma española introducido la reforma trinitaria en 18 conventos. La Reforma de
los Trinitarios Descalzos continuó con éxito, de modo que en
1614 ya eran dos las provincias reformadas en España; en 1659,
La reforma española estaba llamada, con el tiempo, a ser la
otra más; y para esa fecha ya habían logrado expandirse fuera de
continuadora de la tradición originaria de la Orden de la San-
España, estableciendo un convento en Roma que será cabeza de
tísima Trinidad. En el contexto de la reforma de los Regulares de-
una floreciente provincia italiana erigida en 1731; dos conventos
cretada en el Concilio de Trento, el Capítulo interprovincial cele-
en Portugal; otro en Ceuta y dos hospitales en Fez y en Tetuán,
brado en Valladolid (1594) dispuso que en cada provincia de Es-
dando así origen a las misiones trinitarias en Marruecos. A finales
paña se estableciese un convento en el que se reunieran los
del siglo xvn habían fundado conventos y hospitales en Polonia,
Trinitarios deseosos de observar la Regla primitiva en todo su
Austria, Bohemia, Moravia, Ucrania, Lituania, Servia, Rusia y
rigor.
Constantinopla.
244 245
Con la Revolución Francesa empezó también el calvario para
los Trinitarios Descalzos. Antes de 1783 habían sido suprimidos Mata, hay comunidades de Hermanas que forman parte de los
en Austria por orden del emprador José II; lo cual llevó consigo conventos trinitarios para la atención de los enfermos en los hos-
la supresión de los conventos existentes en otros territorios de in- pitales. Dependían enteramente del Ministro general de la Orden.
fluencia austríaca, como Milán, Serbia, Hungría, Bohemia, y Algunas de estas Comunidades de religiosas terciarias Trinitarias
parte de Polonia. En 1835, la desamortización suprimió los con- perduraron hasta la Revolución Francesa, a pesar de que en el si-
ventos en España; en 1860, en Italia; en 1865, en Rusia. glo xvi, con la bula Circa Pastoralis de Pío, V, la mayor parte tu-
vieron que encerrarse entre los cuatro muros de la clausura es-
En 1870, solamente quedaban dos conventos trinitarios en
tricta. Pero algunas lograron sobrevivir, merced a la benevolencia
Roma. De allí partió la llama que, a lo largo de un siglo, ha ido
de algunos obispos, como instituciones de vida activa: Trinitarias
encendiendo nuevas luces por todo el mundo, hasta alcanzar en la
de Valence (1660); Trinitarias de Sevilla (1720); Trinitarias ita-
actualidad unos 60 conventos, la mayor parte de los cuales se en-
lianas (1762), Trinitarias de Mollarca (1808). En la segunda mi-
cuentran en Italia y en España.
tad del siglo xix surgieron en España casi simultáneamente tres
Congregaciones de votos simples: Trinitarias de Valencia (1885),
6. Segunda y Tercera Orden Trinitarias de Madrid (1885), Josefinas Trinitarias de Plasencia
(Cáceres) (1886).
San Juan de Mata propició la colaboración de los seglares en
las obras de misericordia de la Orden, tanto para la redención de
cautivos mediante la limosna, como para el cuidado de los enfer-
mos en los hospitales. Muchas fueron las mujeres que colabora- II. Orden de nuestra Señora de la Merced
ron desinteresadamente, como donadas, en los hospitales. Estas
mujeres vivían en comunidad desde el principio, y de entre ellas
salieron las primeras monjas de la Segunda Orden.
1. San Pedro Nolasco, el fundador
La primera de todas fue la noble María Panateria, que había
donado a San Juan de Mata el convento de Bourg-la-Reine, la Un «piadoso mercader», de nombre Pedro Nolasco, nacido
cual es mencionada en la primera Bula de Inocencio III (16 de hacia 1180, según algunos biógrafos en un barrio de Barcelona,
mayo de 1198). Las Trinitarias, como monjas de Clausura, flore- pero, en opinión de la mayoría de los historiadores, en un pueble-
cieron especialmente en España y Portugal, donde ya en el si- cito francés, Mass-Saintes-Puelles, entre Carcasona y Tolosa9, es-
glo xvi había más de 400, aunque hasta esa centuria no hubo más taba llamado por Dios a responder a una de las grandes urgencias
conventos de Trinitarias que el de Avingaña, entregado por el de la sociedad y de la Iglesia de aquel tiempo. Con ocasión de las
Ministro general a doña Constanza, hija de Pedro II de Aragón, frecuentes guerras entre musulmanes y cristianos, muchos de és-
donde se instalaron doce monjas. En 1612 surgió, por obra de tos caían prisioneros y eran llevados a tierras de África, como es-
San Juan Bautista de la Concepción, la reforma de las Trinitarias clavos. La situación material, pero mucho más aún el peligro en
Descalzas con la fundación de un monasterio en Madrid de donde que se hallaban muchos de estos cristianos de perder la verdadera
pasaron después a fundar en Perú y en Chile. fe, laceraba el corazón de este hombre llamado Pedro Nolasco.
Según una venerable tradición mercedaria fue una aparición
En la actualidad, existen 17 conventos de Trinitarias, de los
de la Santísima Virgen la que lo impulsó a invertir todo su entu-
cuales 14 pertenecen a la antigua observancia y tres son de Trini-
siasmo, su experiencia comercial y su mismo capital, en la em-
tarias Descalzas.
Al mismo tiempo que la Segunda Orden, surgió también la 9
Tercera Orden Regular. Desde el tiempo del propio San Juan de PALMA DE MALLORCA, A. de, La verdadera patria de San Pedro Nolasco, pp.
65-80.
246
247
presa de redimir a los cristianos cautivos. Su decisión de fundar 3. Regla y organización
una nueva Orden con esta finalidad fue aprobada por su confesor
San Raimundo de Peñafort; y el rey Jaime I le prestó su colabora- Esta nueva Orden se regía por la Regla de San Agustín; pero
ción, ofreciéndole unas dependencias en el entorno de su misma ya desde el comienzo tuvo sus estatutos o Constituciones propias
residencia real. que fueron puestas por escrito en 1272. Al principio, la mayor
El 19 de agosto de 1218, Pedro Nolasco, juntamente con parte de sus miembros eran laicos; pero con el correr del tiempo
trece caballeros, recibió el hábito religioso en la catedral de Bar- los clérigos fueron muy superiores en número; lo cual supuso un
celona, de manos del obispo de la ciudad, don Berenguer de Pa- cambio en la dirección suprema de la Orden. Esta era gobernada
lau. Sobre el hábito blanco llevaban el escudo de la Merced, que por un Maestro general vitalicio. Hasta el Capítulo general cele-
consta de una corona real, una cruz blanca en campo de gules y brado en Puig (Valencia) en 1317, en que pasó a manos de un sa-
las barras de Aragón en campo de oro. Recibió la confirmación cerdote, Raimundo Albert, la autoridad suprema había estado
pontificia del papa Gregorio IX en 1235. En sus orígenes fue de- siempre en manos de los caballeros laicos. Esta decisión capitular
signada con diversos nombres: Orden de la Limosna de los cauti- trajo consigo un cisma, porque los caballeros laicos eligieron de
vos; Orden de Santa Eulalia, a causa de su primera capilla o igle- entre ellos a otro Maestro general. El papa Juan XXII anuló am-
sia dedicada a esta santa; Orden de la Misericordia de los cauti- bas elecciones y designó al propio Raimundo Albert como Supe-
vos; pero ha prevalecido en los documentos oficiales de la Curia rior general único para toda la Orden, la cual, a partir de ese mo-
romana y también entre el pueblo, el título de Orden de la Mer- mento se clericaliza cada vez más. Esta clericalización hizo que
ced. los Caballeros laicos acabaran por pasarse a la naciente Orden de
Montesa, perdiendo así la Orden de la Merced su condición de
Orden Militar. Por disposición de Alejandro VIII (1690), los
2. Orden Militar, pero no tanto Mercedarios gozan de los privilegios de todas las Ordenes religio-
sas y, por confirmación de Benedicto XII (1725), especialmente
Los mercedarios surgieron jurídicamente como una Orden de los privilegios de las Ordenes Mendicantes.
Militar, pero no lo era en realidad, porque estos religiosos no tu-
vieron nunca como finalidad específica el luchar con las armas
contra los enemigos de la Cristiandad, al estilo, por ejemplo, de
los Templarios. Aunque es cierto que en alguna ocasión, como 4. Expansión
caballeros que eran, lucharon con las armas contra los enemigos
de la fe; pero no constituía esto su verdadera característica. A la La Orden de la Merced, en su etapa de Orden Militar, aunque
inversa, por ejemplo, de los mismos Templarios que, en ocasio- realizó una gran labor en varias campañas de redención por Ar-
nes, podían redimir a algunos cristianos cautivos, pero no era ésta gel, Marruecos y Túnez, e intervino en la reconquista de Valen-
su especificidad, sino la lucha armada contra los enemigos de la cia, Murcia y Sevilla, no conoció una amplia expansión. Sin em-
fe. bargo, cuando murió, en 1249, San Pedro Nolasco, a quien ya se
No es menos cierto, sin embargo, que estos caballeros merce- le apellidaba «el cónsul de los cautivos», la Orden estaba perfec-
darios podían verse expuestos a sacrificar su vida en defensa de la tamente consolidada, con conventos por Cataluña, Baleares, Ara-
fe; no sólo de su propia fe en tierras de musulmanes, sino en de- gón, Valencia, Castilla, Navarra, Portugal y Francia. Y desde el
fensa de la fe de los cristianos cautivos. Para lo cual, por un momento en que la Orden se convirtió en clerical, experimentó
cuarto voto, se comprometían incluso a entregarse ellos como res- un fuerte impulso expansivo, que se vio frenado muy pronto con
cate de algún cristiano, cuya fe peligrase en el cautiverio. la peste negra (1348) que diezmó a toda Europa, causando estra-
gos muy profundos, especialmente en los conventos. Los merce-
248 249
darios quedaron tan maltrechos que se llegó a pensar en una fu- dades de Andalucía, aunque sobrepasaron pronto los límites an-
sión con los Trinitarios, afortunadamente ésta no se llevó a cabo, daluces para extenderse por toda España 11 .
y ambas Ordenes consiguieron llenar los huecos que había produ-
cido la peste negra. Un siglo después, empezarán a trabajar con
gran entusiasmo en las misiones del mundo americano recién des- 7. Espiritualidad12
cubierto, fundando conventos y provincias a lo largo del siglo xvi
en Santo Domingo, Guatemala, Perú, Chile, Argentina, Uruguay No se entendería la intencionalidad de San Pedro Nolasco al
y Paraguay; y en el siglo XVII en México y Ecuador. fundar la Orden de la Merced, si se redujera toda su labor apostó-
lica a la mera redención de los cristianos cautivos en manos de los
musulmanes. Esa «redención» hay que entenderla, desde la
5. Los Mercedarios Descalzos misma materialidad de la letra de las primeras Constituciones de
1272 en una perspectiva mucho más amplia; a saber, preservar el
Surgieron en Madrid en 1603, dentro de aquel contexto de la don de la fe de los creyentes en Cristo, porque «del mismo modo
Reforma tridentina, por iniciativa de Fray Juan del Santísimo Sa- que Dios Padre de misericordia y Dios de todo consuelo..., envió
cramento, como una Recolección de la Orden de la Merced, a Jesucristo su Hijo a este mundo para visitar a todo el género hu-
aprobada por el Capítulo provincial celebrado en Guadalajara en mano que se hallaba en la tierra esclavo y encadenado en poder
el mismo año; pero formando parte, a todos los efectos, de la del demonio y del infierno..., así el Padre, el Hijo y el Espíritu
misma y única Orden. Sin embargo, en 1621 se separaron para Santo, cuyas operaciones no tienen división, ordenaron por su
constituir una Orden independiente que prosigue todavía hoy en gran misericordia y gran piedad fundar y establecer esta Orden,
fidelidad a su espíritu originario10. llamada de la Virgen María de la Merced...» 13 .
Cuando San Pedro Nolasco fundó su Orden, el mundo occi-
dental empezaba a caminar por unos derroteros nuevos. Hay que
6. Monjas Mercedarias tener en cuenta que es contemporáneo de San Francisco de Asís y
de Santo Domingo de Guzmán, que estaban también respon-
Las Constituciones de 1272 prevén la ayuda prestada a la Or- diendo a unos desafíos de la sociedad y de la Iglesia desconocidos
den masculina por una asociación de Hermanas de la Merced, hasta entonces. Por eso, con muy buen acierto, el historiador de
que, como asociación, parece que surgió en 1261 en Barcelona. la Merced, P. Zumel, ha visto en San Pedro Nolasco a un restau-
Después del Concilio de Trento se convirtieron en monjas de rador de la Iglesia y de la sociedad, formando una trilogía con
clausura estricta. En la actualidad, constituyen una federación de esos dos santos mencionados:
conventos muy florecientes con una finalidad especialmente edu-
cativa. Entre estas hermanas sobresalieron, el principio, Santa «La mayor parte de España estaba oprimida, cruelmente ocupada por
María de Cervellón; posteriormente, Santa Natalia de Tolosa, y la moros y turcos, de tal forma que el mismo estandarte de la cruz era tra-
célebre beata Mariana de Jesús. tado como cosa despreciable. Pues bien, entonces surgió la Orden de Pre-
Al constituirse la Orden masculina de los Mercedarios Descal- dicadores, para iluminar la fe de Cristo y para que pudieran enseñarse los
caminos verdaderos de la salvación, de tal manera que los hombres no
zos, muy pronto apareció también su rama femenina. El primer
monasterio de Mercedarias descalzas fue el de Lora del Río (Sevi- 11
GUEDE, L., La Merced, Olivenza, 1966.
lla) (1617), que se convirtió en foco de expansión por varias ciu- 12
RUBINO, A., Lineamenti di spiritualitá mercedaria, Roma, 1975; PIKAZA, A.,
Anunciar la libertad a los cautivos, Salamanca, 1984; ID., Camino de liberación. El
VA/OI I /, G., Breve reseña de los conventos de la Orden de la Merced, Roma, modelo mercedario, Estella, 1987.
1932; CANO, F., Historia de la Orden de la Merced Descalza, Madrid, 1986. 13
Constituciones de 1272, Prólogo.

250 251
acabaran arruinándose a causa de su ignorancia. Cuando el mundo se en-
contraba lleno del deseo de riquezas, cuando ardía muy por dentro y casi cuando, por lo menos en parte, se terminó el fenómeno social de
se encontraba poseído ya por el furor de la soberbia, surgió la Orden más los cristianos cautivos en tierra de musulmanes; sino que tiene y
humilde del Seráfico Francisco, para abajar la soberbia, templar el ansia tendrá vigencia mientras haya un cautivo, de cualquier condición
de riquezas y dar ejemplo de humildad y de paciencia14. que sea, al que haya que devolverle la libertad. Por eso el carisma
mercedario ha revivido en diferentes épocas con una fuerza espe-
Si Domingo de Guzmán ha respondido al reto de la ignoran- cial en todas esas Congregaciones religiosas que, desde el siglo xvi
cia que se levanta contra la fe; y si Francisco de Asís ha respon- hasta hoy, han surgido en la Iglesia con el mismo impulso de de-
dido al reto que estaba planteando el afán de riquezas de aquellos volver, de comprar, la libertad para quienes carecen de ella, como
hombres de comienzos del siglo xm que amasaban grandes canti- las Mercedarias Misioneras de Barcelona (1860), Mercedarias de
la Caridad (1878), Mercedarias del Niño Jesús (1887), Merceda-
dades de dinero con sus transacciones comerciales, San Pedro
rias del Divino Maestro (1891), Mercedarias del Santísimo Sacra-
Nolasco descubrió el gran reto que presentaba al hombre el re-
mento (1910), Mercedarias Misioneras de Brasil (1938), Merce-
chazo del verticalismo feudal anterior y que exigía una libertad
darias Misioneras de Bérriz (1930) 16 .
espiritual y social hasta entonces desconocida por el sistema feu-
dal, que había dominado durante siglos al hombre y a la sociedad Signos especialmente visibles de la eficacia de la espiritualidad
mercedaria son aquellos mercedarios, cuya santidad ha sido ofi-
y del que la misma Iglesia participaba. El gran descubrimiento de
cialmente reconocida por la Igleisa, empezando por el fundador,
San Pedro Nolasco fue el ansia de libertad, que era brutalmente
San Pedro Nolasco (1180-1249), y pasando por aquellos verda-
frenada por la esclavitud. El mismo padre Zumel ha interpretado,
deros campeones de la lucha por la libertad como San Ramón
en este sentido, los orígenes de la Merced: Nonato (1200-1240), San Serapio Scott (1175-1240), San Pedro
Pascasio (1227-1300), San Pedro Armenguadio (1238-1304),
«Nació entonces la Orden de los Redentores de Santa María de la que padecieron y algunos murieron por conseguir la libertad para
Merced..., en primer lugar para instruir a los cristianos cautivos, para con- los demás. Es significativo, en este sentido, cómo un santo inter-
firmarlos en la fe, de tal manera que no desfallecieran. Nació también
pretando a otro santo, San Antonio María Claret sintetizó la vida
para liberarlos, aun con riesgo de la vida, de las manos de los moros, dán-
doles por ello las riquezas y aun la vida»15. y la acción de San Pedro Nolasco con esta frase que colocó como
sugestivo título de su biografía: El egoísmo vencido11.
El hombre del siglo xm era ya fiero de su libertad. Era un reto,
incluso superior al planteado por la ignorancia y el afán de ri-
queza. La mayor tragedia que se ha abatido sobre la humanidad
ha sido siempre la falta de libertad. Cuando esto sucede, el hom-
bre tiene que ser liberado de ese cautiverio. En este sentido, San
Pedro Nolasco fue el caballero de Madama Libertad, con quien
se desposó, lo mismo que Francisco de Asís se desposó con Ma-
dama Pobreza; o como Domingo de Guzmán que se desposó con
Madama Sabiduría. Cada uno de ellos respondió a un desafío de
su tiempo, según la página del Evangelio que releyó con una
fuerza especial por peculiar donación del Espíritu.
16
Por eso mismo, el carisma de San Pedro Nolasco no concluyó CARRAJO RRODRIGUEZ, M., Ramas femeninas mercedarias, «Estudios», 16
(1970), 717-744.
17
14 SAN ANTONIO MARÍA CLARET, L'Egoismo vinto, ossia, breve narrazione della
ZUMEL, De initio Ordinis, p. 13.
15 vita di S. Pietro Nolasco, Roma, 1969.
Ibidem.
253
252
10.
Ordenes Mendicantes

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255
A lo largo de los siglos x y xi, aunque de una manera desigual
1. Nuevo contexto sociocultural según las regiones, Europa experimentó un fuerte incremento de-
mográfico que tuvo un poderoso influjo en la marcha de la socie-
Para comprender en toda su hondura el significado de las Or- dad. La población se duplica; y había que alimentarla material y
denes Mendicantes, es necesario tener en cuenta el escenario en espiritualmente.
que se mueven los hombres de finales del siglo xn y comienzos del Aumentó la mano de obra, pero la agricultura tradicional no
siglo xiii. fue capaz de absorberla. Esto hace afluir hacia las ciudades a gen-
La época en que nació esta nueva forma de vida religiosa fue tes desocupadas. Hubo que dar cobijo y trabajo a estos emigran-
especialmente movida, porque chocaron entre sí todos los com- tes del campo. Para ello se ensancharon las ciudades y se incre-
ponentes sociales, religiosos y culturales, que en la época anterior mentó la producción artesana. Se buscaron también otras solucio-
habían coexistido o, en todo caso, habían aceptado sin discusión nes para cobijar y alimentar a una población cada día más
la sumisión de unos a otros. En los primeros siglos de la Edad numerosa: la fundación de villas nuevas. Lo cual constituyó «una
Media, el emperador se sometía al papa; los nobles a los reyes; el de las manifestaciones más impresionantes de repoblación hu-
pueblo llano a los nobles; la filosofía a la teología; la razón a la fe. mana que transformó totalmente el solar de Europa» 2 .
Todo estaba perfectamente ordenado en aquel mundo feudal en
La fundación de estas villas nuevas trajo consigo un nuevo de-
el que los mayores dominaban a los menores; era un mundo en el
sarrollo económico. Desarrollo, en primer lugar, cuantitativo,
que los privilegiados protegían a los sin privilegios, a cambio de la
porque fue necesario roturar tierras que se habían perdido para la
servidumbre de éstos. Era una sociedad estructuralmente injusta,
civilización durante los primeros siglos medievales. Se amplían así
a pesar de ser una sociedad bautizada. Bautizada, pero escasa-
mente cristiana. los calveros en la alfombra forestal de la Cristiandad3. Pero fue,
además, un desarrollo cualitativo, porque se mejoran los instru-
Las tensiones que se advierten en la Iglesia y en la sociedad de
finales del siglo xn son la señal más clara de que las cosas han em- mentos de cultivo como el arado de ruedas y vertedera disimé-
pezado a cambiar. El origen de este cambio hay que remontarlo a trica o el cambio del tiro de bueyes por el de caballos; se incre-
un siglo antes, a los tiempos de la Reforma gregoriana. menta la ganadería, para lo cual fue necesario ampliar las prade-
ras artificiales.
Estas villas de reciente fundación ya no son, como acaecía an-
1.1. Del feudo a la villa libre tiguamente, meros centros para la defensa de la frontera y para la
Aquellos movimientos populares que prestaron su ayuda a los administración civil, sino verdaderos centros de una economía en
reformadores gregorianos estaban imbuidos de un profundo fer- expansión creciente. La urbanización de la sociedad trae consigo
vor religioso, pero sus críticas no se dirigían solamente contra la división del trabajo, dando lugar a la especialización y a la or-
quienes poseían el poder religioso, aquel clero concubinario y si- ganización de los gremios de artesanos.
moníaco al que el papa quería reformar a toda costa, sino tam- Estas villas o burgos quedan, generalmente libres de la juris-
bién contra quienes ostentaban el poder del dinero y de la po- dicción de los señores feudales. Pero el poder cambia simple-
lítica. Esta mezcla de resentimiento religioso y de reivindicación mente de manos. Frente al poder monárquico, es decir, en manos
social se manifiesta con toda claridad en la Pataria milanesa, la de un único Señor feudal, surge ahora un grupo de burgueses que
cual, de acción estrictamente religiosa en sus orígenes, acabó con- se enfrentan a los poderes tradicionales del obispo y del señor
viertiéndose en lucha abierta en favor de la emancipación de las feudal, conquistando libertades y privilegios cada vez más am-
ciudades respecto a los señores feudales1.
2
MOLINER, J. M., Espiritualidad Medieval. Los Mendicantes, p. 17.
' ALVAREZ GÓMEZ, J., La vida religiosa ante los retos de la historia, Madrid, 1
LE GOKF, J., Francisco de ASÍS entre la renovación y el lastre del mundo feudal,
1979, p. 119. Concilium, 178 (1982), p. 303.

256 257
plios. Como dice Le Goff: «este grupo introduce un cambio gene-
rador de libertad —«el aire de la ciudad hace libres— y de igual- ñero, conscientes de su poder, se asocian en confederaciones que
dad—«el juramento cívico y el comunal establecen lazos jurídicos les hacen fuertes frente a los señores feudales decadentes. Estos
entre iguales—; y la desigualdad que nace de la gestión económica no tienen más remedio que ceder parte de su antiguos privilegios
y social no se basa en el nacimiento o en la sangre, sino en la for- en favor de las ciudades que van consiguiendo paulatinamente,
tuna mobiliaria o inmobiliaria, en la posesión del suelo y en los pero irreversiblemente la autonomía política, administrativa y
inmuebles urbanos, en los censos y en las rentas, en el dinero» 4 . jurídica, en la que los nuevos ricos se llevan la parte del león. To-
Se inicia así el movimiento comunal que da origen a un proceso dos los poderes de los burgos, de las nuevas ciudades, pasan
socioeconómico que desembocará en una organización nueva de ahora a sus manos. Son los nuevos señores «feudales»; en una es-
la sociedad, muy diferente del sistema feudal. De un sistema so- tructura social y jurídica distinta, pero no menos opresora res-
cial organizado verticalmente se pasa otro organizado horizontal- pecto a los débiles, a los menores. La Iglesia no veía con buenos
mente. ojos a los banqueros; los consideraba a la misma altura de los
usureros tradicionales. Un predicador inglés del siglo xiv afir-
maba: «Dios ha hecho a los clérigos, los caballeros y los labrado-
1.2. Un nuevo mundo de banqueros y de comerciantes res; pero el demonio ha hecho a los burgueses y a los usureros» 5 .
La Iglesia multiplicó las llamadas respecto a las nuevas formas de
El crecimiento urbano trajo consigo un cambio en las estruc- actividad económica y, particularmente, respecto al tráfico del di-
turas económicas. El artesanado y el comercio son ahora las acti- nero, hasta el punto de que el Decreto de Graciano afirma que
vidades preferidas de los burgueses, de los moradores de los bur- quien se dedica al comercio, difícilmente y muy raramente podrá
gos. Ya no se produce solamente lo que se consume, sino que hay agradar a Dios.
un exceso de producción que es preciso exportar. Y, al mismo Los comerciantes y los banqueros amasan enormes fortunas
tiempo, también hay que importar materias primas para la na- en poco tiempo, porque se aprovechan de las situaciones de co-
ciente industria. Los mercaderes son los hombres nuevos, los yuntura y gozan frecuentemente de los frutos de una situación
hombres del futuro. El porvenir les sonríe; y sonríen también monopolista6. Todo lo cual aumenta cada vez más la distancia en-
ellos a medida que sus bolsas se llenan de florines. El dinero tiene tre ricos y pobres. Lo que las fuentes históricas de la época permi-
también sus especialistas: los banqueros. En un mundo así, el di- ten conocer sobre el reparto de la riqueza, en los últimos siglos de
nero lo es todo; y quienes lo tienen, poseen también el poder, no la Edad Media, apunta hacia el hecho de que los beneficios del
sólo el poder económico, sino también el poder social, político y comercio y del incipiente capitalismo se concentran en manos de
cultural. unos pocos. El incremento de la pobreza de los más, por otra
Ahora no basta el trabajo de las propias manos para conseguir parte, trajo consigo la lucha contra los ricos y poderosos, entre los
el sustento de cada día, sino que hace falta el dinero, porque éste cuales se contaba la propia jerarquía eclesiástica a la que no se le
se ha convertido en dueño del trabajo. Es el principio de una eco- ahorrarán las críticas.
nomía de mercado, de oferta y de demanda.
La necesidad de proteger sus mercancías contra los salteado-
res de caminos, les aguza el ingenio, e inventan la letra de cambio 1.3. Un nuevo contexto cultural
que facilita las transacciones comerciales en las ciudades más leja-
En este nuevo contexto socioeconómico surge también la
nas. Los cambistas, los banqueros, los usureros, proliferan por to-
preocupación cultural, el despertar de la inteligencia. El señor
das partes. Los comerciantes y todos los manipuladores del di-
5
Citado por LE GOFF, J., La civilización del Occidente medieval, Barcelona,
4
LE GOFF, J., O. c , p. 305. 1969, p. 356.
6
FANFANI, A., Storia Económica, Turín, 1968, p. 341.
258
259
feudal manejaba mejor la espada que la pluma. La cultura no le pateros, los cuales han sabido mantener, a lo largo de los siglos,
preocupaba; era asunto de hombres de Iglesia, de clérigos. Por ese talante de hombres de cultura, que dio lugar, incluso, a algu-
eso, a cualqquier hombre versado en letras, aunque fuese un nas formas peculiares de crítica intelectual y, sobre todo, reli-
laico, se le llamaba clérigo. Pero ahora las cosas cambian. Al co- giosa, hasta ser en alguna ocasión fautores de herejías.
merciante, en cuanto tal, no le interesa la espada ni la guerra; La pérdida del carácter sagrado de los libros fue acompañada
para triunfar en el comercio, es preciso saber leer; y, más aún por una racionalización de los métodos intelectuales y de los me-
para poder ocupar un puesto de responsabilidad política o admi- canismos mentales. Aunque pudiera ser también a la inversa, es
nistrativa en el burgo o en la ciudad. decir, porque se produjo una racionalización de los métodos inte-
El comercio pone en comunicación a las ciudades. Los merca- lectuales, se perdió el carácter sagrado de los libros para conver-
deres son hombres emprendedores que caminan de ciudad en ciu- tirlos en meros instrumentos transmisores de saberes. Los libros
dad; son los «nuevos misioneros» que llevan las noticias de una ya no son considerados medios de contemplación y para la con-
parte a otra. Incluso, como a los evangelizadores bíblicos, se les templación, como acaecía en los monasterios. El método de en-
conoce como «los hombres de pies polvorientos». Junto con sus señanza que se introduce en las escuelas urbanas, desde finales
mercancías llevan también las inquietudes religiosas y culturales. del siglo xi, constituye una auténtica revolución en relación a los
Los libros, que en la cultura monástica eran considerados métodos de las escuelas monásticas, aunque la finalidad sea la
como un tesoro, son ahora meros instrumentos de trabajo para los misma: Encontrar a Dios a través del cultivo de la inteligencia. La
maestros y los estudiantes. Han perdido el carácter sagrado que fides quaerens intellectum de San Anselmo le concede la primacía
tenían en los monasterios; pero, por ser portadores de la sabi- al proceso racional sobre los procedimientos místicos, propios de
duría, han de ser tratados con la misma veneración que las reli- la cultura monástica tradicional8.
quias. El dominico y cardenal Humberto de Romans, se indig- Los intelectuales, que tienen los libros como instrumento de
naba contra aquellos cohermanos suyos que no trataban los libros trabajo, podrían ser considerados como los trabajadores del pen-
con el debido cuidado: «De la misma manera que los huesos que samiento. Idea que va implícita en la organización gremial de las
son reliquias de los santos, se conservan con tanta reverencia que primeras universidades. Esta tecnocracia intelectual, constituida
se envuelven en seda y se guardan en oro y plata, es condenable por los maestros y los estudiantes, se aferrará a la lengua tradicio-
que los libros que contienen tanta sabiduría, sean conservados nal de la cultura, el latín, privándose así del enriquecimiento de
con tan poco cuidado» 7 . las lenguas vulgares, que por entonces estaban en pleno desarro-
Se crean escuelas municipales para aprender a leer y a escri- llo y que serán el vehículo cultural del pueblo llano y de sus aso-
bir. Se fundan academias de contabilidad y aparecen los primeros ciaciones gremiales.
libros de comercio. Después vendrán las Universidades; término A finales del siglo xn, se consolida definitivamente esta nueva
que se reservó para designar las asociaciones de maestros y de es- manera de pensar, más racional, más crítica. La cultura ya no es
tudiantes; es decir, de los nuevos intelectuales. La primera ciudad patrimonio exclusivo de los clérigos, sino que también los laicos
en organizar su Universidad fue París, después Bolonia, Oxford, se suman a la caravana de los intelectuales. Y con ellos entra en la
Salamanca..., hasta que toda Europa se revistió por completo de cultura el peligro del laicismo y del racionalismo. Son nuevas exi-
togas de doctores y de capas de estudiantes. gencias, nuevos retos a los que la Iglesia tendrá que darles una
Pero no son solamente los nuevos ricos quienes se preocupan respuesta. Y se la dará a través de las Ordenes Mendicantes.
por cultivar su inteligencia, sino también las gentes más sencillas.
Son los gremios de artesanos los primeros en establecer bibliote-
cas para sus afiliados. Y entre ellos sobresalió el gremio de los za-
8
ALVAREZ GÓMEZ, J., La vida religiosa y la cultura en el medioevo, Confer, 81
7
Citado por LE GOFF, J., O. C, p. 463. (1983), p. 38.

260 261
a) De una Iglesia pobre a una Iglesia poderosa y rica. —Para
comprender el significado de los movimientospauperísticos del si-
2. Nuevo contexto eclesial glo xn, es preciso tener en cuenta la evolución de la Iglesia res-
2.1. Retorno a la Iglesia pobre de los orígenes pecto a la pobreza evangélica.
En el Nuevo Testamento hay dos modelos diferentes de rela-
Una de las obras más interesantes de los orígenes del francis- cionarse los cristianos con los bienes materiales: El que presenta a
canismo representa a San Francisco de Asís buscando afanosa- Cristo que, con los Apóstoles, camina en pobreza, renunciando
mente a la Pobreza9. San Francisco camina entristecido de una radicalmente a todos los bienes, hasta el extremo de no tener
parte a otra. Aquellos a quienes pregunta, unos no quieren ni oír donde reclinar su cabeza (Mt 8,20); y el que describen los Hechos
hablar de ella; otros la maldicen y la detestan. Finalmente, la en- de los Apóstoles en el que el pobre desaparece: «No había entre
cuentra sola y abandonada de todos. San Francisco le declara su ellos ningún pobre» (Hch 4,34).
amor apasionado. Pero la Pobreza, queriendo evitar el dolor de En las comunidades cristianas, posteriores a la era apostólica,
un nuevo desengaño, le cuenta su triste historia. Una historia en- perdura el modelo de la pobreza itinerante de Jesús y de los
tretejida de algunas esperanzas y de muchas desilusiones. Añora Apóstoles en aquellos profetas que van de comunidad en comuni-
los tiempos en que Cristo, los Apóstoles y las primeras comunida- dad confirmando a los hermanos en la fe11; pero el modelo del
des le demostraron un gran amor, y se lamenta de la progresiva Cristo pobre, predicador itinerante, cede terreno al ideal de una
desafección de los cristianos, hasta el abandono definitivo cuando sociedad cristiana sin pobres. Los Santos Padres, ya desde el si-
la paz constantiniana significó para los cristianos el triunfo y, con glo u, son testigos de que el ideal de la pobreza evangélica va per-
él, la abundancia de bienes materiales. diendo terreno 12 . A mediados del siglo ni, San Cipriano constata
tristemente: «Nosotros ya no damos siquiera la décima parte de
La conclusión a la que quiere llegar el autor anónimo de esta
nuestro patrimonio, siendo así que el Señor nos ha mandado ven-
obra es que solamente San Francisco fue capaz de retornar a la
derlo. Al contrario, hacemos todo lo posible por aumentarlo» 13 .
Iglesia pobre de los orígenes. Y ésta fue también la interpretación
que el propio Dante dio al signo evangélico representado por la Después de la paz constantiniana, el ideal del Cristo pobre y
pobreza de Francisco de Asís: La pobreza, «privada del primer de la comunidad de bienes se convierte, de precepto obligatorio
marido (Jesucristo), vivió más de mil cien años despreciada y os- para todos los cristianos, según la mencionada expresión de San
cura, sin que nadie la invitase hasta entonces» 10 . Dante y el autor Cipriano, en consejo sólo para los monjes. Es cierto que los gran-
de la mencionada obra franciscana le negaban a la Iglesia de su des Santos Padres del siglo iv, como San Atanasio 14 , San Ambro-
tiempo el elemento indispensable de la pobreza. Según ellos, la sio15, San Juan Crisóstomo16, continúan predicando la obligación
pobreza es un elemento esencial para toda la Iglesia y, desde de la pobreza evangélica para todos los fieles; pero esta predica-
luego, imperativo para la Jerarquía eclesiástica. ción resulta inútil, no sólo respecto a los fieles, sino también res-
pecto a la misma jerarquía 17 .
Dante y el autor anónimo de la obrita franciscana, tenían ra-
zón, pero solamente en parte. Francisco de Asís fue, sin duda, el
u
representante más característico del movimiento de retorno a la Didajé, XI, 3-6; PSEUDOCLEMENTE, Carta a las vírgenes, II, I.
12
CLEMENTE ALEJANDRINO, Quis dives salvetur, ed. G. BUTTERWORTH, Lovaina,
Iglesia pobre de los orígenes; pero no fue el iniciador, sino, más
1919; SAN IRENEO, Adversus haereses, ,18; PG 7, 1025.
bien, hijo de aquel movimiento que tan profundamente conmo- 13
SAN CIPRIANO, De unitate Ecclesiae, 26.
cionó a la Iglesia de los siglos xn y xm. 14
SAN ATANASIO, Vita Antonii, 5.
15
SAN AMBROSIO, De officiis, c. XXX; PL 16, 60.
16
9 SAN JUAN CRISOSTOMO, In Math. Hom. VIII, 4-5; PG 57, 55.
Sacrum commercium beati Francisci cum domina Paupertate, Traci. GUERRA, 17
CONGAR, Y. M , El servicio y la pobreza en la Iglesia, Barcelona, 1964,
J. A., San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época, Madrid,
p. 108.
1978, pp. 934-960.
10
DANTE ALIOHIERI, Divina Comedia, Paraíso, XI, w . 64-66.
263
262
La pobreza radical se convierte en patrimonio exclusivo de los
monjes. Los eremitas imitarán más de cerca el modelo del Cristo cial de la Edad Media a la heredera y seguidora del Cristo pobre
pobre; mientras que los cenobitas hacen suyo el modelo de la co- del Evangelio. Una Iglesia que, en lucha contra las investiduras
munidad de bienes descrito en los Hechos de los Apóstoles. Los laicales, pudo elevarse a la categoría de antagonista, e incluso
fieles, en general, no tendrán más obligación que dar alguna li- vencedora del poder de los reyes y emperadores, difícilmente
mosna de lo superfluo. podía transmitir la imagen del Cristo pobre que no tenía donde
Una vez elevada la pobreza a la categoría de consejo para reclinar la cabeza. Tampoco los monjes, profesionales del consejo
monjes, se inicia una larga etapa en la que la pobreza y la riqueza de pobreza, emitían una imagen que recordase de cerca el ideal de
constituyen un estridente contraste en las comunidades cristianas. la comunidad primitiva. Ni los monjes ni el alto clero tenían el as-
Es cierto que la Iglesia tomó sin vacilar la defensa de los pobres, pecto de los pobres, pues gozaban de una posición social que los
tanto teórica como prácticamente; pero ella, en su estructura ex- situaba entre los poderosos de aquella sociedad cristiana.
terna, no se hizo pobre, sino todo lo contrario. Las amonestacio- Este redescubrimiento de la pobreza evangélica no se quedó
nes dirigidas continuamente por los Pastores a los ricos y podero- en una simple teoría, sino que pasó muy pronto a la práctica. Pri-
sos para que limiten todo despilfarro, a fin de contribuir al alivio mero, como ya se ha visto en un capítulo anterior, fueron cristia-
de los pobres, es el más lacerante monumento al egoísmo hu- nos aislados quienes, al no poder realizar su nuevo ideal de po-
mano, y también una prueba evidente de la situación dramática- breza radical en los monasterios existentes, se retiraron a la sole-
mente contradictoria en que se mueve la misma Iglesia. Una Igle- dad. Después, el amor al Cristo pobre se plasmó en una gran
sia poderosa y rica, respetada por aquella sociedad medieval y, sin variedad de movimientos espirituales radicales que reivindicaban
embargo, incapaz de romper aquel ordenamiento jurídico que im- para toda la comunidad cristiana y muy especialmente para la je-
posibilita el afianzamiento de las exigencias más profundas del rarquía eclesiástica, y no sólo para los monjes, el estilo de vida
mensaje de Jesús en torno a la pobreza18. pobre de Jesús y de los Apóstoles. Si la pobreza fue el modo de
b) Una pobreza contestataria. —Ya se ha dicho en un capítu- vida de Jesús y de los Apóstoles, ¿por qué los cristianos la han de
lo anterior que el renacimiento religioso resultante de la Reforma considerar solamente como un consejo que se acepta voluntaria-
Gregoriana trajo consigo para los estamentos populares un redes- mente, y no como un valor imperativo para todos los seguidores
cubrimiento del Evangelio, el cual, a su vez, llevó al redescubri- de Jesús?
miento del Cristo pobre. Este redescubrimiento de la pobreza Fue así cómo algunos movimientos de retorno a la Iglesia po-
evangélica no tuvo inicialmente ningún matiz anticlerical o antije- bre se convirtieron en anticlericales, e incluso heréticos. Es un
rárquico, porque el pueblo se decantó de inmediato en favor de la tremendo misterio de la historia el hecho de que, con frecuencia,
Reforma Gregoriana, que atacaba fundamentalmente dos vicios depende de un puro azar el que éste o aquél grupo de «cristianos
en el clero: el concubinato y la simonía. Sin embargo, esa crítica despiertos» se convierta en un movimiento de reforma, oficial-
frecuente contra el clero simoníaco y concubinario favorecida por mente reconocido por la Jerarquía eclesiástica, como fueron las
el Papado facilitará, un siglo más tarde, la crítica a la jerarquía Ordenes de Fontevrault y de Grandmont de las que ya se habló
eclesiástica que se comporta indignamente, no por simonía o con- anteriormente, o bien se hunda en el abismo de las denuncias y de
cubinato, sino por cualquier otra circunstancia. Y esta circunstan- las persecuciones, hasta convertirse en centro irradiador de here-
cia fue, precisamente, la excesiva riqueza de la Iglesia. jías, como les acaeció a algunos personas y a algunos grupos que
No resultaba, en efecto, muy fácil reconocer en la Iglesia ofi- vivían sumergidos dentro de ese movimiento de retorno a la Igle-
sia pobre de los orígenes.
18 Sin duda, en algunos de estos últimos, como Tanquelmo
MANSELU, R., // secólo XII: Religione popolare ed eresia, Roma, 1983,
p. 51.
(muerto en 1124), Pedro de Bruis (muerto en 1124), Eón de Es-
tella (muerto en 1148), aunque el más representativo fue Pedro
264 Valdés, que fue excomulgado en 1184, faltos de una adecuada
265
Cuando este ideal de vida apostólica vino a menos en las co-
preparación teológico-bíblica, se infiltraron algunas ideas que ro- munidades cristianas, lo hicieron suyo de un modo radical los
zaban o sobrepasaban los límites de la herejía y, con justicia, fue- monjes, los cuales creyeron encontrar en esos pasajes de los He-
ron condenados por la Iglesia. Pero se impone una pregunta. chos la plasmación concreta de su ideal monástico20. Los monjes
¿Eran herejes desde el principio a causa de ideas contrarias a las creen ser los únicos continuadores de la vida apostólica descrita
doctrinas predicadas por la Iglesia o se hicieron herejes una vez en los Hechos; pero otro tanto sucederá después con los Canóni-
que, expulsados de la Iglesia por una lamentable falta de com- gos Regulares. Así se lo hizo creer la Carta del papa Urbano II a
prensión por parte de algunos Obispos, se vieron obligados a jus- la Comunidad canonical de Rottenbach 21 .
tificar doctrinalmente una conducta práctica de desobediencia Ahora bien, en el mismo contexto de la Reforma Gregoriana
que en sí misma podía tener unas raíces netamente ortodoxas y en que nacen los Canónigos Regulares, nacen los primeros brotes
conformes con los ideales más genuinos de la pobreza evangélica? de una nueva manera de entender la vida apostólica. San Pedro
Quizá Pedro Valdés sea también el ejemplo más prototípico de un Damián dice que la vida común en pobreza, tal como la vivieron
reformador inicialmente ortodoxo que, por falta de comprensión los Apóstoles, es la mejor preparación para el ministerio apostó-
por parte de la Jerarquía, cayó en el cisma y en la herejía. La gran lico22. De este modo, el ministerio directo que los monjes apenas
semejanza del programa reformador, cimentado en la pobreza practicaban, se convierte en uno de los motivos esenciales de la
evangélica, de Pedro Valdés con el programa de Francisco de vida apostólica23, con lo cual esta expresión, que hasta ahora sig-
Asís, es evidente19. nificaba vida fraterna en pobreza, pasó a significar ministerio
En la vida monástica habían surgido ya algunos intentos de re- apostólico, sin descuidar la vida fraterna y pobre de quienes se
forma, partiendo de la pobreza radical que implicaba la renuncia entregan a las tareas apostólicas; pero apoyando esta exigencia no
a toda propiedad, no sólo personal, sino también comunitaria, ya en los Hechos, sino en las condiciones que el mismo Jesús im-
como fue el caso de la Orden de Grandmont, conocida como la puso a los discípulos al enviarlos a predicar (Mt 10,1,9-14; Me
«Orden de la pobreza» y la Orden de Fontevrault, que están 6.8; Le 9,1-6).
preanunciando la pobreza comunitaria de las Ordenes Mendican- Esta reorientación de la vida apostólica refleja, sin duda, las
tes. nuevas necesidades de la época. El apostolado directo que dife-
rencia ya al Canónigo Regular del monje, alcanzará su expresión
definitiva en la 'Vida Religiosa con el apostolado universal de las
2.2. Predicación pobre e itinerante Ordenes Mendicantes. Es lo que expresa bellamente la antífona
del Oficio litúrgico de Santo Domingo de Guzmán: «Tándem vi-
La lectura del Evangelio no se agota en la imitación de la po- rum canonicum auget in apostolicum»24. Interpretando los oríge-
breza radical de Jesús, sino que se completa con otro redescubri- nes de la Orden de Predicadores, decía un autor anónimo de me-
miento: la imitación de los Apóstoles enviados por Jesús de dos diados del siglo xin: «La vida apostólica consiste en abandonarlo
en dos a predicar la conversión. todo para seguir a Cristo, predicándolo y sirviéndolo en la po-
Los Apóstoles fueron los organizadores del ideal cristiano ori-
ginario en la Iglesia de Jerusalén. De ahí que la vida apostólica
20
fue durante siglos sinónimo de la vida comunitaria en unanimidad GUILLERMO DE ST. THYERRY, Líber de natura et dignitate amoris, c. 10; PL
de corazones y compartición de bienes materiales, que hacía que 184, 395-396.
21
PL 152, 338.
entre aquellos primeros cristianos no hubiese ningún pobre (Hch 22
PL 145, 488-490.
2,42,47; 4, 32-35). 23
VICAIRE, M. H., L'imitazione degli Apostoli, Roma, 1964, p. 99.
24
Breviarium , 4 agosto, antífona del II Nocturno; citado por VICAIRE, M. H.,
19
PORSIA, F., Parallelismo tra Valdo e Francesco, en AA.VV., Studi storici in o..c.,p. 109.
onoredi G. Pepe, Barí, 1970, pp. 331-349.
267
266
breza»25. Y, a finales de la misma centuria, Esteban de Salagnac Italia, alcanzaron una mayor resonancia27. Pedro Valdés era un
precisaba con todo rigor este cambio. Mientras que durante el
rico comerciante de Lión que, convertido a la pobreza evangélica,
primer milenio, la expresión Regla de los Apóstoles se empleaba
después de oír a un trovador cantar la vida de San Alejo, renun-
para significar la vida común en despojamiento de bienes materia-
ció a sus bienes, colocó a sus dos hijas en una Orden religiosa, y
les, realizada de un modo prototípico en el monacato, ahora ha
se consagró a la predicación pobre e itinerante desde 1177. En
pasado a significar: «No ir a caballo, atravesar países para evan-
1179 acudió al III Concilio de Letrán para impetrar la aprobación
gelizar y trabajar en la salvación del prójimo, sin llevar consigo ni
de Alejandro III para su estilo de vida. El papa lo acogió con
oro ni plata; contentarse con recibir de limosna el propio sus-
bondad y alabó su decisión, pero encomendó al Concilio el exa-
tento» 26 .
men de sus libros bíblicos y de su predicación. Walter Map, un
Ahora bien, antes de que esta nueva manera de entender la
canónigo inglés que tomó parte en el examen, describe a Pedro
vida apostólica fuese asumida por la Iglesia, a través de las Orde-
Valdés y a sus discípulos como «gente simple y sin letras», sin do-
nes Mendicantes, la habían hecho suya los movimientos de re-
micilio fijo, que caminan de dos en dos, descalzos, vestidos de
torno a la Iglesia pobre de los orígenes, los cuales no se contenta-
lana, sin poseer nada propio, sino todo en común como los Após-
ban con vivir radicalmente la pobreza evangélica, sino que se pro-
toles, siguiendo «desnudos a Cristo desnudo»; ignoran la teología
pusieron imitar a los Apóstoles enviados por Jesús de dos en dos
a predicar la conversión. En efecto, muchos laicos, e incluso algu- y es un peligro el que los laicos usurpen las funciones de los cléri-
nos clérigos, se entregaron, desde principios del siglo xi, a esta gos. El resultado del examen fue la prohibición de predicar sin
predicación pobre e itinerante. Era una predicación que criticaba permiso de las jerarquías locales28.
duramente a la Jerarquía eclesiástica por su excesivo poder y ri- Pedro Valdés se presentó en el Sínodo de Lión (1180), pro-
queza en evidente contraste con el Cristo pobre del Evangelio. La nunciando en presencia del Legado papal, el cardenal Enrique de
falta de una preparación adecuada hacía que en muchas ocasiones Albano, y del arzobispo de Lyón, una fórmula de fe en la que re-
hiciesen interpretaciones abusivas de la Palabra de Dios, rozando chazaba todas las herejías, reconocía los sacramentos y la jerar-
o cayendo plenamente en la herejía. Entre estos predicadores po- quía; sin embargo, a pesar de la prohibición eclesiástica, él y sus
bres e itinerantes sobresalen: Tanquelmo, que actuó especial- discípulos continuaron predicando, de modo que el papa Lucio
mente en los Países Bajos, entre 1112 y 1115; Pedro de Bruis, III los excomulgó juntamente con los cataros, y los humillados, en
que predicó especialmente en el sur de Francia, hacia 1110-1120; el Sínodo de Verona (1184). Un grupo de valdenses, dirigido por
Arnaldo de Brescia (muerto en 1155), al que le sobrevivió un Durando de Huesca, abjuraron su herejía y fueron reconciliados
grupo de discípulos, los arnaldistas, hasta que se fusionaron con por Inocencio III en 1212; lo mismo sucedió con otro grupo den-
los valdenses. Hugo Speroni, un heredero espiritual de Arnaldo tro de los Pobres Lombardos, escindidos de los Pobres de Lión. A
de Brescia, que después de desempeñar entre 1164 y 1171 el todos estos grupos recuparados para el catolicismo, se les dio el
cargo de cónsul de Piacenza, se convirtió a la pobreza y a la pre- nombre de «Pobres católicos». Pero Pedro Valdés logró constituir
dicación itinerante. una comunidad eclesial independiente que perdura hasta hoy.
Pedro Valdés y sus Pobres de Lión, grupo del que proceden, Los Humillados eran un grupo afín a los valdenses. Surgieron
por división, los Pobres Lombardos, quienes, dentro del contexto en Lombardía como una cofradía piadosa de artesanos tejedores-
generalizado del Catarismo en el sur de Francia y en el norte de Por la humildad de su estilo de vida y de su vestido, el pueblo lo s
denominó «los Humillados». Acudieron, como Pedro Valdés, al
25
III Concilio de Letrán buscando la aprobación pontificia; pero sU*
Tractatus de approbatione Ord. Fr. Praed., ArchPraed, VI (1936), citado por
VICAIRE, M. H., o. c, p. 112.
26 27
SALAGNAC, E. D., De Quatuor in quibus..., en Monurnenta Ord. Praed. Hist., TROUZELLIER, Ch., Catharisme et Valdéisme en Languedoc, París, 196&'
XXII, Roma, 1949, pp. 8-9. MOLNAR, A., Storia dei Valdesi, Turín, 1974.
28
MAP, W., De nugis curialium, Ed. JAMES, M. R., Oxford, 1944, pp. 60-61-
268
269
pretensiones de predicación fueron rechazadas. Y también fueron
condenados, por desobediencia, en el Sínodo de Verona (1184). Iglesia en general, había significado la Reforma cluniacense ba-
Pero el papa Inocencio III volvió a examinar su caso en 1201 y los sada en la liberación del monasterio de Cluny y de todos los que a
rehabilitó, reonociéndolos como asociación piadosa de seglares; y él se afiliaron31. Los obispos protestan contra la generalización de
permitió a los hermanos más preparados predicar en sus reunio- la exención de las Ordenes religiosas, porque ven desaparecer, en
nes dominicales. Algunos hermanos y hermanas que vivían en co- gran medida, su jurisdicción en favor de la centralización pontifi-
munidad recibieron una Regla apropiada. Los Humillados como cia. La protesta de los obispos fue elevada al Concilio III de Le-
Orden religiosa pervivieron hasta que fueron suprimidos por trán (1179), cuyo canon 9, dice:
Pío V e n 1571.
«Nuestros hermanos y colegas en el episcopado nos han comunicado a
través de sus denuncias vehementes que los hermanos templarios y hospi-
talarios, así como otros religiosos, sobrepasando los privilegios concedi-
3. Contexto de la vida religiosa dos por la Sede Apostólica, pisotean frecuentemente la autoridad episco-
pal motivando así el escándalo entre el pueblo de Dios y poniendo a las
3.1. Progresiva extensión de la exención almas en grave peligro»32.
Los papas, en el contexto de la Reforma Gregoriana no sólo
habían aprobado la fundación de nuevas Ordenes Religiosas,
como los Canónigos Regulares, la Cartuja, el Cister, Grandmont 3.2. La Iglesia acepta oficialmente el movimiento
y Fontevrault, sino que habían protegido también a las Ordenes de retorno a la Iglesia pobre
monásticas anteriores. Esta protección se advierte, ante todo, en
la concesión del privilegio de la exención, no sólo a monasterios La actividad de la Santa Sede relativa a la vida religiosa en-
en particular, como ya habían hecho los papas anteriores, sino a contró un amplio espacio en el Decreto de Graciano, que le de-
Ordenes enteras. Urbano II la concedió a Valleumbrosa (1090), dica las Causas 16-20. Pero fue el papa Inocencio III quien marcó
citando en el documento la concesión hecha anteriormente a los nuevos rumbos a la vida religiosa dentro de su programa de ac-
Cartujos29; después a los Cluniacenses (1097). Pascual II la con- ción encaminada a dar la máxima unidad y la más amplia irradia-
cedió a los Camaldulenses (1113). Los Cistercienses la consiguie- ción a la Iglesia en todo el Occidente. Al margen de su protección
ron de Alejandro III (1159-1181) y les fue confirmada por Lu- a los Trinitarios, cuya Regla aprobó en 1198 y a los Hospitalarios
cio III (1181-1185). La exención concedida a las distintas Orde- del Espíritu Santo, para quienes fundó el Hospital del Espíritu
nes Militares no sólo alcanzaba a sus miembros propiamente Santo en Roma y, sobre todo, a los Cistercienses, en quienes puso
dichos, sino también a sus familiares, al personal a su servicio, e su confianza para la tarea de la represión de los movimientos he-
incluso a los bienhechores: Hospitalarios de San Juan (1135); réticos, Inocencio III estableció varias normas de capital impor-
Templarios (1163); Teutónicos (1221). También los Canónigos tancia para el futuro de la vida religiosa en la Iglesia.
Regulares en general y los Premostratenses en particular obtuvie-
En 1203 quiso reformar el monacato antiguo estableciendo
ron la exención a principios del siglo xin30.
vínculos unificantes entre los monasterios autónomos, porque el
Esta actitud del Papado frente a las Ordenes religiosas hay papa se percató de que la decadencia imperante entre los monjes
que situarla en el contexto de la prosecución de la Reforma Gre- se debía, en buena medida, al hecho de que ni el obispo, a causa
goriana. Se había demostrado ya el benéfico influjo que, para la

29
PL 151, 322-324. 31
30
HVR I, 515-528.
GARCÍA GARCÍA, A., Pápalo, DIP, 6, 1131. 12
ConcOecDecr, pp. 187-201; DUBOIS, J., Les Orares religieux au XII' siécle
selon la Curie romaine, RevBén, 76 (1968), 283-309.
270
271
de la exención, ni tampoco ninguna otra autoridad monástica, a raíz evangélica, pero que no se sometían a la jerarquía eclesiás-
causa de la autonomía, podían hacer nada para corregir los abu- tica33.
sos. Para obviar esos obstáculos, ordenó la celebración de capítu- El primer caso que iba a poner a prueba la sinceridad de Ino-
los regionales en los que habían de tomar parte todos los monas- cencio III, respecto a estos movimientos de la nueva religiosidad
terios exentos. No consiguió mucho con esta disposición, porque laical, fue el de Francisco y sus compañeros penitentes de Asís.
apenas si fue obedecida; por eso volverá a insistir en ella en el 11 asta entonces, el papa había tenido que vérselas con grupos de
Concilio IV de Letrán (1215). predicadores itinerantes existentes desde hacía mucho tiempo y
Para la Reforma de la vida monástica femenina, ensayó en excluidos de la Iglesia por la jerarquía. En cambio, Francisco se le
1207 un plan de unificación con las monjas de Roma. Quiso or- presenta con un grupo, con las mismas características, pero en
ganizar en San Sixto un monasterio universal en el que se reunie- obediencia fiel a la Iglesia. No se trataba, por tanto, de reconquis-
ran todas las monjas de Roma, aunque profesaran Reglas monás- tarlo para la ortodoxia, sino de legitimar algo que surge del seno
ticas distintas. El proyecto fracasó estrepitosamente. de la ortodoxia y de la fidelidad a la Iglesia. Francisco se presenta
El gran mérito de Inocencio III, por lo que a la vida religiosa ante Inocencio III en 1209, como Valdés se había presentado
se refiere, está en haber sido capaz de intuir y aprobar la novedad ante Alejandro III en 1179. Pero la situación no era ya la misma,
carismática de las Ordenes Mendicantes. Pero para ello fue pre- porque el Papado había comprendido que con las prohibiciones
ciso cambiar la mentalidad, imperante en la Iglesia durante la no se conseguía nada.
última mitad del siglo xn, admitiendo las exigencias de la predica- Ahora se trataba de si el papa debía garantizar al ideal de po-
ción pobre e itinerante, aunque a condición de que las doctrinas breza y de predicación itinerante un libre desarrollo dentro de la
ortodoxas quedasen intactas y fuese reconocida explícitamente la Iglesia; y la forma en que esto se habría de institucionalizar34.
autoridad jerárquica de la Iglesia. Inocencio III se percató de que Inocencio III no tomó, respecto de Francisco y de su grupo, una
la Iglesia no podía oponerse a los grupos que reivindicaban la ad- decisión definitiva; se limitó a concederles una aprobación oral.
hesión literal a los dictados del Evangelio como si éstos estuviesen Era, sin duda, una aprobación menos comprometida que la otor-
en contraposición a la fidelidad a la Iglesia. gada a los grupos readmitidos en la Iglesia después de una etapa
Ahora bien, la gran intuición de Inocencio III consistió en po- de marginación. Evidentemente, Inocencio III no quiso compro-
ner en la alternativa de elegir entre la Iglesia y la herejía, sin que, meterse de un modo definitivo con Francisco de Asís para que no
sin embargo, la profesión de fe en la Iglesia y en su jerarquía sig- se tomase su caso como un precedente y un modelo a seguir en la
nificase, como a lo largo de los cincuenta años anteriores, la re- Iglesia. Siempre cabía la posibilidad de reexaminar el caso, una
nuncia a las aspiraciones genuinamente evangélicas de la pobreza vez que se hubiese consolidado y calmado también el movimiento
y de la predicación itinerante. Este comportamiento pontificio de las reconciliaciones de los grupos anteriores. Esta actitud en-
hizo posible la aparición de asociaciones laicales y de Ordenes re- cuentra una confirmación en la aprobación concedida a Santo
ligiosas, en las que los movimientos pauperísticos encontraron sus Domingo de Guzmán y a su grupo, aunque en este caso se tratase
formas plenamente ortodoxas. Este fue el caso de los Humillados, de una aprobación dada por escrito en la Bula Justis petentium
el de Bernardo Prim y de su comunidad, y el de algunos grupos desideriis, porque en realidad Inocencio III solamente le concedía
de valdenses, ya mencionados anteriormente. Con la aprobación la protección papal a la comunidad dominicana de Prouille, retra-
de estos grupos, la Iglesia no sólo reabsorvía a una parte de los sando la aprobación de la Orden hasta que Domingo de Guzmán
movimientos pauperísticos, sino que, sobre todo, reconocía la le- y sus Predicadores hubieran adoptado una de las Reglas vigentes
gitimidad de una religiosidad y de una corresponsabilidad nuevas en la Iglesia, hecho que hay que enmarcar ya dentro de la deci-
por parte de los laicos, dándoles la posibilidad de concretizar el
ideal evangélico en formas asociativas; y, al mismo tiempo, les 33
PINO, F. dal, Papato, DIP, 6, 1135-1136.
34
quitaba las armas de las manos a los grupos que tenían una misma GRUNDMANN, H., Movimenti religiosi nel Medioevo, Bolonia, 1974, p. 93.

272 273
italianos. De la Iglesia oriental, estuvieron presentes el patriarca
sión del Concilio IV de Letrán (1215) respecto a la fundación de de los Maronitas y un delegado del patriarca de Alejandría.
nuevas Ordenes religiosas35. Los 70 cánones aprobados por el Concilio indican la amplitud
de la temática abordada. En un Concilio, orientado por completo
a la reorganización de la Iglesia, no podía faltar el tema de la vida
3.3. ¿Prohibió el IV Concilio de Letrán religiosa. Dos cánones tratan de este tema. El canon 12 impone la
la fundación de nuevas Ordenes religiosas? organización de los monasterios en provincias con un capítulo
Irienal, con evidente influjo legislativo del Capítulo General del
Este Concilio, XII ecuménico, no fue convocado de impro- Cister; y el canon 13 establece una disciplina peculiar para la
viso. Fue el fruto de una profunda meditación de Inocencio III so- aprobación de las nuevas Ordenes y comunidades religiosas.
bre la situación de la Iglesia en aquel nuevo contexto sociocultu- Generalmente se afirma que este canon 13 del Lateranense IV
ral. En cierto modo, se puede afirmar que este Concilio IV de Le- prohibe la fundación de nuevas Ordenes religiosas; pero no es así
trán cerraba definitivamente la Reforma Gregoriana, iniciada exactamente. Lo que en realidad se prohibe es la creación de nue-
hacía más de ciento cincuenta años. vas formas de vida regular. Esta decisión no era del todo nueva,
El 19 de abril de 1213 Inocencio III, al mismo tiempo que porque, en cierta manera, había sido ya objeto de los Concilio de
anunciaba la convocatoria del concilio, enviaba cartas a todos los Aviñón (1209), París (1213), Rouen (1214), Montpellier (1215).
obispos de la Iglesia Occidental, hasta la lejana Noruega, invitán- Pero ahora es elevada a categoría universal.
dolos a estudiar en sus iglesias locales los argumentos que les pa- El'canon 13 afirma literalmente que: «a fin de que la excesiva
reciera oportuno proponer a la consideración de los padres conci- diversidad de religiones no induzca a confusión en la Iglesia, pro-
liares. Era un procedimiento nuevo en la preparación de un Con- hibimos firmemente que nadie funde ninguna nueva religión, sino
cilio, puesto que se invitaba expresamente a los obispos a que, por que quien quiera convertirse a la religión, asuma una de las ya
sí mismos y por medio de otros hombres sabios y prudentes, exa- aprobadas; lo mismo quien quiera fundar una nueva casa reli-
minaran todo lo que pudiera contribuir a la Reforma general dé la giosa, que tome una Regla e institución de las religiones ya apro-
Iglesia36. Para conseguir una información más objetiva, el papa badas»37.
envió legados por diversas naciones, los cuales habrían de hacer La razón de la excesiva diversidad de formas de vida religiosa
una valoración en la que recogieran las propuestas sobre los pun- dada por el Lateranense IV supone un cambio de actitud respecto
tos de reforma que habrían de ser abordados en el Concilio. La a la trayectoria anterior, a lo largo del siglo XII, que veía en la di-
importancia que el papa le concedía a esta preparación se puede versidad de Ordenes religiosas un bien para la Iglesia. Se ha que-
colegir por la amplitud del tiempo previsto para esta consulta: dos rido ver en esta prohibición el influjo de los obispos contrarios a
años y medio, pues el anuncio se hizo el 19 de abril de 1213 y la los religiosos a causa de la exención; pero no consta en ninguna
inauguración del Concilio el 13 de noviembre de 1215. fuente semejante actitud negativa de los obispos; tampoco hay
El IV Concilio de Letrán tenía ante sí un ambicioso programa fuentes que justifiquen la teoría de quienes ven en esta prohibi-
de Reforma general de la Iglesia, además de la preparación de ción el influjo de las Ordenes religiosas anteriores que verían una
una nueva Cruzada y de una serie de disposiciones tendentes a re- concurrencia en las nuevas. Esta prohibición tiene una perfecta
primir los movimientos heréticos que no habían aceptado la mano explicación en el contexto de toda la acción de Inocencio III res-
reconciliadora que les había tendido el papa. Y todo ello con una pecto a los movimientos de religiosidad popular, como los Humi-
única intención religiosa: que todo sirviera para el beneficio ex- llados. Hay que tener presente que cuando se celebra el Latera-
clusivo de las almas. Participaron 404 obispos, más de la mitad nense IV (1215) estaban en curso muchos intentos de crear nue-
37
PALO, A. di, Innocenzo III e gli Ordini religiosi, Ciudad del Vaticano, 1957. ConcOecDecr, p. 242.
POTTHAST, 4725; cf. PL 216, 825.
275
274
vas formas de vida religiosa, pero ninguna de ellas se conformaba Ordenes nuevas; pero sin mayor relevancia. El Concilio II de
en todo con la estructura canónica vigente. Lión (1274) con la dura constitución Religionum diversitatem39
En realidad, el canon 13 del IV Concilio lateranense no es tan renovó la prohición lateranense, pero en un contexto diverso del
rígido como tantas veces se dice, no sólo porque ofrece una gran existente en 1215. Buena parte de los obispos presentes en el II
posibilidad de elección entre todas las formas de vida religiosa ya Concilio de Lión estaban movidos por una fuerte animosidad
existentes, sino porque la fundación de nuevas Ordenes perma- contra el creciente influjo de las Ordenes Mendicantes en sus dió-
nece abierta en cuanto que todo fundador es libre para dar a su cesis40. Este Concilio de Lión decretó la supresión de todas las
comunidad unos estatutos u observancias que signifiquen la con- Ordenes religiosas fundadas después de 1215 que no hubieran
creción de su propia identidad frente a la religión anterior, cuya obtenido la aprobación del papa.
Regla se asume. El caso más típico, en este sentido, fue el de la También las Ordenes Mendicantes que habían recibido la
Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán, que aprobación de la Santa Sede quedaban en una situación precaria,
adoptó la Regla de San Agustín. El caso de la Orden de Frailes puesto que se les prohibía recibir nuevos candidatos y fundar
Menores de San Francisco, que fue aprobada como una Orden nuevas casas. Pero la disposición lionense no se aplicaba, citándo-
nueva sin que tuviese necesidad de afiliarse a ninguna Regla ante- los expresamente, a los Dominicos y a los Franciscanos por la
rior, no está del todo claro. Lo más lógico parece que Inocen- «evidente utilidad» que reportan a la Iglesia. Los Carmelitas y los
cio III, aunque no haya constancia de ello en ninguna fuente, les Eremitas de San Agustín que se consideran fundados antes del
hubiese concedido una aprobación definitiva antes de 1215, quizá Concilio IV de Letrán, quedan como están hasta que se dé una
en 1214, porque el hecho es que los franciscanos no tuvieron pro- disposición en contra.
blema alguno con el canon 13 del Concilio Lateranense IV; la El papa se reserva el tomar nuevas decisiones sobre esas Or-
aprobación oral de 1209 había sido solamente temporal. denes como sobre todas las demás, incluidas las no Mendicantes.
Ahora bien, lo que consiguió este canon 13, dentro de los pla- A los religiosos afectados por estas disposiciones de supresión del
nes de unificación general de la Iglesia que tenía Inocencio III II Concilio de Lión se les concedía la posibilidad de pasar a otras
desde su ascensión al pontificado, fue la desaparición de todas Ordenes religiosas aprobadas, pero no se podía dar el paso en
aquellas pequeñas comunidades y grupos espontáneos que no es- bloque de una Orden suprimida a otra aprobada, o de un con-
taban encuadrados dentro de la legislación canónica vigente, aun- vento a otro. Algunas Ordenes extendidas ya en gran medida,
que hubieran sido aprobadas por los Ordinarios del lugar más o como los Siervos de María, los Carmelitas y los Eremitas de San
menos explícitamente. Y esta desaparición de tantos grupos es- Agustín quedaban en una grave situación; pero lograron poco
pontáneos redundó, sin duda, en beneficio de las grandes Orde- después la reconfirmación por parte de la Santa Sede. Los Eremi-
nes Mendicantes que, en su desarrollo, se vieron libres de los con- tas de Pedro Morrone, futuro papa Celestino V, adoptaron la Re-
tinuos conflictos que esos grupos, más o menos marginales, cau- gla de San Benito, con lo cual dejaban de ser Orden Mendicante.
saban de continuo en la Iglesia y que podían afectarles a ellas por Pero muchas otras Ordenes, algunas con gran relevancia ya en
provenir del tronco común de los movimientos de pobreza y pre- Iglesia, fueron suprimidas. Entre éstas merecen citarse la Orden
dicación itinerante38. de la Penitencia de Jesucristo; los Siervos de la Bienaventurada
Por otra parte, el canon 13 del Concilio IV de Letrán fue apli- Madre de Cristo, fundada en Marsella; los Hermanos de la Peni-
cado con mucha amplitud por los papas y por los obispos a lo tencia de los Bienaventurados Mártires; los Hermanos de la Santa
largo del siglo xm. Lo cual dio ocasión a la aparición de muchas Cruz; los Hermanos y Hermanas de los Apóstoles o Apostolinos
y Apostolinas, fundados por Gerardo Segarelli y continuados por
38
MACCARRONE, M , Lateranense IV, DIP 5, 474-495; GARCÍA GARCÍA, A.,
39
Constitutiones Concilii Lateranensis IV cum apparatibusglossarum, en Monumento ConOecDecr, pp. 326-327.
40
iuris canonici, Ciudad del Vaticano, 1978. FRANCHI, A., Lione II, DIP 5, 6754-6755.

276 277
fray Dolcino. La prohibición afectó a muchas otras Ordenes que,
por entonces, estaban en sus comienzos y de las que no ha que- La ñgura religiosa del momento ya no es el hombre que huye
dado una información precisa en las fuentes41. a la soledad de los desiertos o se oculta en la fragosidad de los
El resultado de la intervención del Concilio II de Lión, res- bosques, sino el fraile cercano, hermano de todos, a quien se le
pecto a los religiosos no fue importante por lo que a la Reforma podrá encontrar cada día en la calle, mezclado en la problemática
de las Ordenes religiosas se refiere. Sí fue más eficaz respecto a de los hombres. Los Mendicantes configuran el contexto urbano,
los abundantes grupos pauperísticos, puesto que desaparecieron hasta el punto de que su mayor o menor presencia significará el
prácticamente todos después del Concilio42. mayor o menor esplendor económico y cultural de las ciudades.
A medida de la categoría de una ciudad, existirán en ella una,
dos, tres o las cuatro Ordenes Mendicantes más importantes: Pre-
4. La respuesta de las Ordenes Mendicantes dicadores, Menores, Carmelitas y Agustinos. Y la razón es clara.
En una ciudad económicamente débil no había posibilidad de
4.1. De la soledad a la inserción en la ciudad subsistencia para varios conventos que tenían que vivir de la cues-
tación diaria de puerta en puerta.
El feudalismo no era una organizqación social de ciudades,
Sin embargo, la urbanización de los Mendicantes no tuvo lu-
sino de villas y de aldeas apiñadas en torno al castillo del señor. A
gar en sus mismos orígenes, cuando aún predominaba entre ellos
esta organización social respondió de un modo perfecto el monas-
el elemento laical sobre el clerical; hecho que, evidentemente, no
terio benedictino; pero cuando la aldea feudal fue abandonada
vale para la Orden de Predicadores, que eran clérigos desde el
por los campesinos para refugiarse en las ciudades, era lógico que
principio; pero sí vale para los Franciscanos, Carmelitas, Siervos
surgiese una nueva forma de vida religiosa que respondiese a los
de María y Agustinos, los cuales solamente a medida que se cleri-
nuevos retos planteados por la nueva organización social repre-
calizan, van invadiendo las ciudades, porque la urbanización va
sentada por las formas organizativas horizontales de la burguesía
unida al auge que entre los Mendicantes adquiere la cura pasto-
naciente. Del mismo modo que el monasterio medieval reflejaba
ral. Esta penetración en las ciudades no se hizo sin dificultades,
en su estructura interna el sistema autoritario feudal, las formas*
porque, por sus orígenes eremíticos, buena parte de los Mendi-
organizativas de la Ordenes Mendicantes se parecerán más a la
cantes la consideraban una relajación del espíritu primitivo.
organización horizontal de los municipios y de los gremios que al
verticalismo del señorío feudal. Esta animosidad contra las ciudades, especialmente en el fran-
ciscanismo, se debía al hecho de que la cuestación realizada en las
Los Mendicantes se colocan en el plano de las clases más po- ciudades implicaba recibir dinero, lo cual contradecía la idea ori-
bres de la burguesía; responden más directamente a los proble- ginaria de que el dinero es la nueva manera de oprimir a los po-
mas que se le plantean al incipiente «proletariado» urbano. Los bres, a los menores. Lo cual equivalía, además, a la legitimación
burgueses y los «proletarios» que los burgueses crean, necesitan de las prácticas comerciales y bancarias, si bien de una manera
directores espirituales. Por eso los Mendicantes no construyen sus mitigada; y esto no tanto por intereses particulares de la Orden,
conventos en la soledad de los campos, sino en las ciudades cuanto por su preocupación por los pobres, la cual les llevará a
donde se fraguan los hombres de aquella nueva sociedad. reconocer como legítimo en la moral cristiana el préstamo a un
41
interés muy reducido, que el Concilio Lateranense V (1515)
GIACOMOZZI, G. M., L'Ordine della Penitenza di Gesú Cristo, «Studi storici aceptará. Aquí ahondan sus raíces los Montes de Piedad creados
dell'Ordine dei Servi di María», 8 (1957), pp. 3-6; FONTLHTE, M. de, Les Mendiants
suprimes au II' Concile de Lyon (1274), en AA.VV., Les Mendiants en pays d'Oc por Bernardino de Feltre43.
au XIII' siécle, Toulouse, 1973, pp. 193-216. Pero la progresiva urbanización de los Mendicantes tiene tam-
42
SPATLING, L., De Apostolicis, Pseudoapostolicis, Apostolinis, Munich, 1974;
FRANCHI, A., Lione II, DIP 5, 674-679. 43
LITTLE, L. K., L'utilitésociale de lapauvreté volontaire, en AA.VV., Études
su l'histoire de la pauvreté, I, París, 1974.
278
279
elegidas para un tiempo determinado, transcurrido el cual, po-
bien otra raíz proveniente del campo estrictamente monástico. El drán ser removidas de sus cargos o reelegidas.
monacato había sido entendido desde siempre como una fuga de Esta estructura centralizada, que será adoptada después por
la ciudad, una fuga del mundo; por eso se construían los monas- todas las Ordenes y Congregaciones religiosas, es de gran utili-
terios en la soledad del desierto o en medio de los bosques; aun- dad, sobre todo por la movilidad de los religiosos, tan necesaria
que, por otra parte, en la Edad Media, la fundación de un monas- para las urgencias apostólicas.
terio implicaba el acercamiento del mundo a los monjes, porque
en torno a cada monasterio surgía de inmediato una villa o una
aldea como primer germen de una futura ciudad. También ahora 4.3. La cercanía de los seglares
los Mendicantes huyen pero no de la ciudad, sino de la estabili-
dad^ de la autarquía, propias de los monasterios anteriores. Estos Los Mendicantes rompen las barreras que hasta entonces se-
eran pequeños mundos autosuficientes; se autoabastecían en paraban a los «claustrales» de los «seglares». Esta cercanía no se
todo; en lo espiritual y en lo económico. La fuga de los Mendi- debe solamente al hecho material de que los Mendicantes vivan
cantes es de otro tipo; no es una fuga espacial o geográfica, sino en medio de las ciudades, codo a codo con los seglares, a causa
estrictamente espiritual, en el sentido de que huyen de cualquier del ministerio apostólico y de la cuestación de puerta en puerta,
forma de poder político, económico, e incluso espiritual, para si- sino porque ahora darán origen a una forma intermedia entre los
tuarse no en el desierto geográfico, sino en el desierto de los sin- seglares y los religiosos: las Terceras Ordenes Seglares, en las que
poder, de los sin-privilegios, en una palabra, de los menores. ingresarán numerosos fieles deseosos de apropiarse la espirituali-
Los Mendicantes forman un todo con el paisaje interior de las dad de los Mendicantes.
ciudades, en una mutua interacción. De las ciudades recibirán Desde la segunda mitad del siglo XII había multitudes de cris-
ellos los medios económicos para su subsistencia; y, a su vez, las tianos seglares dispuestos a dejarse evangelizar; tal era el hambre
ciudades recibirán de ellos dirección espiritual, e incluso cultural. de Evangelio que había despertado la Reforma Gregoriana en la
Serán en muchas ocasiones un verdadero aglutinante en medio de Iglesia. Pero muchos de estos fieles sencillos corrían el riesgo de
aquellas gentes, tantas veces divididas hasta la guerra, por intere- caer en manos de aquel pulular de movimientos heretizantes por
ses contrapuestos. la falta de una predicación, y, sobre todo, de un estilo de vida que
en la Iglesia reflejase con más coherencia el ideal cristiano de la
primitiva comunidad de Jerusalén. Estas eran las multitudes que
los Mendicantes estaban llamados a conducir a la comprensión
4.2. Organización centralizada ortodoxa y a la vivencia coherente del Evangelio44.
Durante la Edad Media, la Iglesia había canonizado la divi-
Por eso mismo, los conventos mendicantes no son indepen- sión de la sociedad apuntada ya por Alfredo el Grande de Ingla-
dientes, autónomos, sino que dependen de una organización cen- terra a principios del siglo ix, el cual, traduciendo muy libremente
tralizada. Todos los frailes dependen del Guardián, del Maestro, el libro De Consolatione de Boecio, asignaba a cada categoría de
del Ministro, según la terminología específica de cada Orden; y personas una función específica: Los clérigos deben orar por los
cada convento depende de un organismo superior que se llamará guerreros y por los campesinos; los guerreros deben luchar para
generalmente provincia; y ésta del ministro o del maestro general defender a los clérigos y a los campesinos; los campesinos deben
que gobierna toda la Orden, y en cuyas manos están también los trabajar para alimentar a los clérigos y a los guerreros. Es una
destinos de todos y de cada uno de los frailes. Pero cada una de
estas autoridades, en sus distintos niveles, tendrán que responder 44
ALVAREZ GÓMEZ, J., LOS laicos en la Iglesia: Las Terceras Ordenes, «Verdad
ante el Capítulo conventual, provincial o general, respectiva- y Vida», 181(1988), p. 10.
mente. Estas autoridades no serán vitalicias como los abades, sino
281
280
concepción sagrada de la sociedad. Pero, a lo largo del siglo xn,
como consecuencia de los sentimientos antifeudales y antijerár-
Ahora bien, aunque los comerciantes no constituyan un grupo
quicos popularizados por los «movimientos de liberación» de las
reconocido en el ordenamiento de aquella sociedad, sin embargo,
ciudades y por los movimientos de retorno a la Iglesia pobre de
los tiempos nuevos apuntan hacia ellos como a los hombres del
los orígenes, se inicia un proceso de secularización de la sociedad
futuro. Es más, del estamento de los comerciantes provienen los
que culminará a comienzos del siglo xm, aunque no sin resisten-
cia, cuando se dio el paso de una sociedad organizada en órdenes, dos hombres más representativos del momento; Francisco de Asís
clérigos, caballeros y campesinos, a una sociedad estructurada en y Pedro Yaldés. Ambos alimentados en el mismo humus social;
estados de vida. A la sociedad sacralizada de los órdenes, le su- ambos integrados en el mismo cauce de los movimientos de re-
cede una sociedad laica organizada en estados de vida o en esta- torno a la Iglesia pobre y de la predicación itinerante; pero cada
dos profesionales. uno de ellos desembocará en playas distintas, tan distintas como
la santidad oficialmente reconocida y la herejía, respectivamente.
A esta nueva concepción laical de la sociedad corresponde
Desde la Reforma Gregoriana, pero especialmente desde la
una nueva espiritualidad laical. Anselmo de Havelberg en sus
maduración definitiva de los movimientos pauperísticos con la
Diálogos, escritos en 1145, establece las bases para una teología
de los distintos estados de vida, criticando la doctrina que concede aprobación ya mencionada de Inocencio III concedida a los Hu-
la exclusiva de la perfección cristiana a los monjes y a los clérigos, millados y a algunos otros grupos provenientes del Valdesismo, el
y afirmando la unicidad del bautismo, de la fe y de la Iglesia, movimiento penitencial se traduce en una actitud frente a la vida
como punto de partida para la perfección de todos los cristianos. que no solamente es religiosa, sino incluso cultural.
Y el autor anónimo del Líber de diversis ordinibus et professioni- Fue San Francisco quien dio un fuerte impulso a la penitencia
bus 45 da un paso más, afirmando que la vocación laical no es voluntaria de los seglares, porque él mismo fue desde el principio
simplemente una manera más de vivir el único Evangelio, sino de su conversión un hombre de la penitencia. Se trata no de una
que tiene más mérito que la vocación monástica y clerical, porque penitencia circunstancial, sino de un verdadero estado de vida. Y
tiene que desarrollarse en contacto permanente con el mundo. cuando empieza su actividad apostólica, después de reconstruir la
Poco a poco se va abriendo camino la idea de que la vocación Iglesia de San Damián, Francisco predica únicamente la peniten-
cristiana no excluye ningún oficio. Gerhoch de Reichesberg cia: «... empezó a anunciar la perfección del Evangelio, predi-
(muerto en 1167) reivindica el valor netamente cristiano de cual- cando a todos con sencillez la penitencia»48.
quier profesión laical, con tal de que siga la única regla funda- Ahí está el origen de las Terceras Ordenes que, a imitación de
mental de toda vida cristiana que es el Evangelio. No importa que Francisco, irán fundando todas las demás Ordenes Mendicantes.
el cristiano sea soldado, mercader, agricultor, jurista o clérigo. Su vida pobre y penitente y su predicación ejercieron sobre las
Todos pueden y deben, cada uno desde su propia condición de masas italianas una impresión tan fuerte que las arrastraba irresis-
vida, colaborar en la edificación de la Iglesia46. En cambio, ante- tiblemente hacia su mismo ideal de vida. Como dice Celano,
riormente, se creía que no todos los oficios podían conducir a hombres y mujeres de toda clase y condición acudían a oír al
Dios. Entre éstos estaba el oficio de comerciante, porque los nuevo apóstol que los seducía a pesar de su palabra escasamente
hombres de negocios en aquel tiempo no estaban encasillados en adornada, pero dulce y fascinante palabra49.
la estructura sacralizada del ordenamiento social, sino que vivían Los primeros trazos de una Regla para estos seglares que se
por libre47. convertían con la predicación de Francisco pueden verse en la
Carta a todos los fieles, cuya primera redacción, según el padre
Líber de diversis ordinibus etprofessionibus; PL 213, 807-850. Cayetano Esser, sería el manuscrito 225 de la Biblioteca de Vol-
GERHOCH DE REICHESBERG, Líber de aedificio Dei, PL 194, 1302.
GRACIANO, Decretum, I, dist. 88, c. 11.
Tres Compañeros, 25, en Fonti Francescane, p. 1081.
282 CELANO, T. de, Vida I, n. 27; ib., p. 442.

283
térra, por él mismo publicado con el título de Exhortación a los visión en condiciones o funciones, surge la función del intelectual.
hermanos y hermanas de la Penitencia 50. El florecimiento de las ciudades y de los municipios y, sobre
La idea de unir asociaciones laicales a una Orden religiosa, todo, la nueva estructura de una economía de comercio, exigían
tiene un precedente en los monasterios visigodos españoles y en la presencia de hombres cultos. La creación de escuelas y de Uni-
los monasterios benedictinos, cuando algunos seglares, e incluso versidades, por otra parte, hacía necesaria la existencia de unos
familias enteras, ansiosas de asegurar su salvación eterna, se en- hombres dedicados a la función de la docencia. Surge así el inte-
tregaban «en cuerpo y alma» al abad, a fin de participar de las lectual como profesional de la cultura y de la ciencia. Estos hom-
obras espirituales y materiales de los monjes. Algo más cercano a bres nuevos, estos intelectuales, plantean unos retos nuevos a la
lo que serán las Terceras Ordenes afiliadas a las Ordenes Mendi- Iglesia, a los que ella responderá a través de las Ordenes Mendi-
cantes está en aquellos hombres y mujeres que se asociaban a los cantes.
Premostratenses; y más cercana aún, la asociación laico-religiosa Ya se ha dicho anteriormente que el movimiento penitencial
de los Humillados que, bajo la Regla benedictina se ocupaban en no es solamente una cuestión religiosa, sino más bien una actitud
la industria de la lana, que si bien después se desvió, fue definiti- global ante la vida que se traduce en manifestaciones culturales.
vamente recuperada, como se deja dicho, por Inocencio III. Hay Se trata de una visión global del mundo y de la vida que se mani-
ahí un precedente bastante parecido a lo que será la Tercera Or- fiesta culturalmente en complejas y articuladas instituciones reli-
den Franciscana Seglar. giosas y sociales. Es ahí donde ejercen un papel preponderante
Pero la paternidad de las Terceras Ordenes Seglares propia- los Mendicantes.
mente dichas, no se le puede disputar a San Francisco, a pesar de
que, antes y después de él, hayan existido distintas asociaciones b) La predicación popular como vehículo cultural de ma-
de seglares en inmediata dependencia de Ordenes y Congregacio- sas.—Las masas populares, privadas enteramente de una palabra
nes religiosas. Las Terceras Ordenes Seglares están llamadas a vi- iluminadora, cedían fácilmente ante cualquiera que les hablase.
vir y a hacer penetrar el espíritu de las respectivas Ordenes Men- Son, precisamente, las clases más humildes las que más participa-
dicantes en las realidades del mundo. ron en los movimientos pauperísticos y penitenciales. El pueblo
llano se sumó gozosamente, con entusiasmo, a todos esos movi-
miento religiosos, tanto heréticos como ortodoxos, porque no
4.4. Las Ordenes Mendicantes y la cultura siempre estaban en condiciones de distinguir entre la herejía y la
ortodoxia.
a) Preparación cultural de los Mendicantes.—La progresiva La abundante predicación popular llevada a cabo por los
urbanización de los Mendicantes fue también una consecuencia Mendicantes respondió adecuadamente a las expectativas de los
de la necesidad que tenían de una adecuadad formación cultural movimientos penitenciales y de predicación itinerante. El francis-
para el desempeño del ministerio pastoral. Era preciso frecuentar canismo respondía más directamente a este movimiento peniten-
los centros universitarios en los que se impartía esa cultura; y es- cial surgido de los estamentos humildes, porque él mismo no es
tos centros estaban en las grandes ciudades. sino una rama del frondoso árbol del movimiento penitencial. En
En la división tripartita de la sociedad, característica del pe- cambio, el dominicanismo, aunque también se sumó a esta predi-
ríodo en'que floreció el monacato medieval, no había un lugar cación popular, por su origen canonical, tenía un carácter más
para la función del intelectual; pero desde el momento en que se docto. Santo Domingo tuvo muy clara, desde los orígenes mismos
abandonó la división de la sociedad en órdenes para pasar a una di- de la Orden, la idea de proporcionar, por una parte maestros para
la enseñanza de las ciencias sagradas, y por otra predicadores po-
50
ESSER, C , Un precursore della «Epístola adfideles» di San Francesco d'Assi- pulares que hicieran frente al expansionismo de los movimientos
si, AnalTOR, XIV (1978), n. 29, pp. 11-47. heréticos.

284 285
occidental, tanto en teología como en filosofía y en el campo de
Una de las bases del gran éxito de la predicación popular de las ciencias experimentales.
los Mendicantes estuvo en el empleo de las lenguas vulgares, al En el apostolado de la cultura tomaron la iniciativa los Domi-
etilo de lo que hacían también los predicadores ambulantes de los nicos a la que se sumaron después los Franciscanos, cuando San
movimientos heréticos. Con los Mendicantes, la predicación se Buenaventura reconcilió al franciscanismo con la cultura, y tam-
hace cada vez más frecuente. En realidad, con ellos el sermón se bién los miembros de las demás Ordenes Mendicantes, Agustinos
convirtió en una parte importante del servicio religioso. Hasta en- y Carmelitas. Por su rápida expansión por toda Europa, la cultura
tonces, la predicación era casi exclusivamente oficio de los obis- experimentó un notable incremento, no sólo por la presencia de
pos. Pero los Mendicantes recibieron del Papa el privilegio de sus doctores en las aulas universitarias, sino, sobre todo, porque
predicar por todas partes, inclino sin permiso del obispo. Es más, la fundación de un convento mendicante, especialmente domi-
con ellos la predicación salió de los templos para invadir las calles nico, en cualquier ciudad de Europa, comportaba necesariamente
y plazas. No era solamente cuestión de espacio para aquellas la apertura de una escuela de teología, que con el correr del
grandes masas, sino también cuestión de método. La calle, como tiempo se convertía en centro universitario. Esto contribuyó a
lugar profano, permitía al predicador una mayor agilidad y una descentralizar también la cultura y la enseñanza.
mayor sencillez, e incluso desenvoltura en el modo de tratar los El célebre predicador Giordano Rivalto resumía así, a co-
temas, aduciendo ejemplos y anécdotas que no parecerían apro- mienzos del siglo xiv, el progreso experimentado por el estudio de
piadas para un lugar sagrado. la Teología, gracias al impulso dado por los Mendicantes: «En
El hambre de la palabra de Dios y el deseo de una mayor in- cada convento hay escuela De Divinitate, lo cual es de tanta utili-
formación religiosa y profana se hacen tan patentes en las masas dad, que nunca se podrá ponderar suficientemente»51.
populares, que los predicadores se sienten en la obligación de
convertir los sermones en un vehículo de información del pueblo d) Polémica entre los Maestros Mendicantes y Seculares. —La
sobre temas que van desde la política hasta la ciencia y el arte; presencia masiva de Maestros Mendicantes en las Universidades
desde la moral cristiana hasta los usos y costumbres de la vida fa- de renombre, como París y Bolonia, empezó a ser mal vista por
miliar y ciudadana. Con los Mendicantes, la predicación popular parte de los doctores provenientes de otros estamentos eclesiásti-
alcanzó el culmen de su desarrollo y de su eficacia. Los predica- cos, dando lugar a una dura polémica que enfrentó, entre otros, a
dores, para la preparación de sus sermones, contaban ya con enci- Guillermo de Saint-Amnour con Santo Tomás de Aquino y con
clopedias históricas y teológicas, con colecciones de citas bíblicas San Buenaventura. En realidad, esta polémica universitaria no ca-
y patrísticas; con colecciones de cuentos y leyendas, e incluso de recía de fundamento. Los adversarios de los Mendicantes alega-
chistes. Hubo predicadores famosos como Juan de Vicenza, Ven- ban que la Univesidad era una corporación exenta y los Mendi-
turino de Bérgamo, Bernardino de Siena, Bernardino de Feltre, cantes, miembros de otra corporación exenta por privilegio apos-
Vicente Ferrer, Savonarola, que congregaron en torno a sí a mu- tólico, no podían ser miembros simultáneamente de dos
chedumbres incalculables. corporaciones.
La disputa empezó cuando los dominicos abrieron una cáte-
c) Los Mendicantes al asalto de las cátedras universitarias.— dra pública de teología en su convento de la calle Saint-Jacques
Junto a esa aportación cultural, a través de la predicación popu- de París con rango universitario; el descontento aumentó cuando
lar, los Mendicantes, empezando por los Dominicos, se sumaron el maestro parisino Juan de Saint-Gilíes se hizo dominico (1228)
de lleno a la cultura en su expresión más elevada, a través de la y continuó enseñando, en una segunda cátedra en el mismo con-
presencia de sus grandes Maestros en las aulas universitarias. Su vento. Aún pasarían algunos años sin mayores complicaciones;
actividad docente no sólo consiguió grandes méritos en la forma-
ción de innumerables alumnos, sino también en la producción de 51
Citado por MAGLI, I., Gli uomini della Peniíenza, p. 32.
grandes obras que constituyen un hito en la historia de la cultura
287
286
pero el recelo aumentaba, a medida que los Mendicantes ocupa-
ban cátedras en la Universidad, porque disminuían las oportuni- mosna, lejos de ser una virtud, implicaba un gravísimo peligro
dades de los Maestros seculares. Fue en 1252 cuando estalló ver- para la misma Iglesia.
daderamente el conflicto. Una decisión de la Universidad de París En defensa de los Mendicantes salieron las dos máximas lum-
prohibió a los colegios de los religiosos tener más de una cátedra breas que éstas tenían entonces, San Buenaventura, con sus lec-
magistral; y los religiosos que no pertenecieran a ningún colegio ciones bíblicas Sobre la pobreza de Cristo, y, poco después Santo
no podrían enseñar en la Universidad. Y, sobre todo, cuando los Tomás de Aquino, con su libro Contra los impugnadores del culto
Maestros Mendicantes, dos dominicos y un franciscano, rehusa- de Dios y de la religión. Guillermo de Saint-Amour, no sólo no se
ron tomar parte en la huelga organizada en 1253 para protestar calló, sino que salió de nuevo a la palestra con otro libelo incen-
por la lesión hecha a sus privilegios; se les reprochó su actitud, diario contra las Ordenes Mendicantes, Libelo sobre los peligros
pero como los mencionados profesores permanecían en su actitud de los últimos tiempos.
inicial de no participar en la protesta, los expulsziron de la Uni- El papa Alejandro IV, que había condenado el libro de Ge-
versidad. Después de varios intentos inútiles para solucionarlo rardo de Borgo de San Donnino, le asestó ahora un duro golpe a
pacíficamente, el asunto fue elevado al papa. Guillermo de Saint-Amour al condenar su libelo por injusto, exe-
Guillermo de Saint-Amour, como portavoz de los Maestros crable y de doctrinas falsas (1256); y tomó, al mismo tiempo, una
seculares, llevó la representación de éstos a la Curia pontificia actitud resuelta en favor de las Ordenes Mendicantes, obligando a
(1254). El papa Inocencio IV que, inicialmente, se había decla- la Universidad de París, bajo amenaza de excomunión, a recibir
rado a favor de los Mendicantes, cambió de repente de actitud en como maestros a los Dominicos y Franciscanos, revocando la de-
favor de los seculares; pero su inmediato sucesor, Alejandro IV cisión contraria de Inocencio IV. Los maestros parisinos prefieren
(1254-1261), replanteó de nuevo la cuestión. Guillermo de Saint- disolver la Universidad antes que readmitir a los Mendicantes. La
Amour compuso, probablemente, en el mismo año 1254 un tra- componenda del rey, San Luis, para salvar la Universidad, que
tado furibundo contra los Mendicantes, titulado Líber de Anti- solucionaba la cuestión, admitiendo las dos cátedras de los Domi-
christo et eiusdem ministris52. Evidentemente, Guillermo de nicos, pero separándolos del gremio de la Universidad, fue decla-
Saint-Amour no estaba sólo en esta lucha contra los Maestros rada nula por el papa; el cual, para acabar de una vez por todas
Mendicantes; tenía a su lado a maestros célebres, como Sitger de con la cuestión, privó a Guillermo de Saint- Amour y a otros tres
Bravant, Lorenzo Langlais, Nicolás Lisieux, Gerardo de Abeville. maestros, cabecillas de la rebelión, de todo oficio y beneficio; y
pidió al rey que expulsara de Francia a Guillermo de Saint-
La cuestión se complicó al aparecer el libro Introductorius in
Amour, instigador de toda la animosidad contra los Mendicantes.
Evangelium aeternum, del franciscano Gerardo de San Donnino,
que comentaba erróneamente las teorías de Joaquín de Fiore. El triunfo sonrió definitivamente a los Mendicantes, porque
Guillermo de Saint-Amour quiso envolver a todos los francisca- San Buenaventura y Santo Tomás pudieron reemprender la tarea
nos en la condena, e incluso a todos los Mendicantes como fauto- docente en las cátedras de sus respectivos colegios incorporados
res de herejía. Sus ataques no se limitaron a los verdaderos erro- definitivamente a la Universidad de París53.
res apocalípticos del mencionado libro, sino que se atrevió a con-
e) Las escuelas filoso)Ico-teológicas de los Mendicantes. —A
denar el ideal mismo de perfección cristiana de las Ordenes
través de las Ordenes Mendicantes, la Iglesia ejerció una influen-
Mendicantes en cuanto tales, queriendo demostrar que el pedir li-
cia tan decisiva en la vida intelectual y religiosa, a lo largo de los
siglos xin y xiv, como la que había ejercido anteriormente a través
de los monasterios, aunque de otra manera.
52
Algún autor ha pretendido quitarle a Guillermo de Saint-Amour la paterni- Cada una de las principales Ordenes Mendicantes tuvo, den-
dad de este libelo, pero V. LECLERC ha demostrado su autenticidad: Histoire litterai-
re de Frunce, XXI, p. 470.
53
AMAN, E., Saint-Amour (Guillaume de), DTC XIV, 1, 756-763.
288
289
tro del sistema general de la Escolástica, sus propias y originales romana, pero que acabaron imponiéndose dentro de las corrien-
escuelas filosófico-teológicas. Los Dominicos encarnaban prácti- tes del pensamiento.
camente la doctrina oficial de la Iglesia; y gozaban de una posi- Sin duda, las Ordenes Mendicantes, primero los Dominicos,
ción dominante en la vida espiritual de la burguesía. Las clases después los Franciscanos y, finalmente, los Agustinos y los Car-
medias y superiores aceptaron la corriente cultural preferida por melitas crearon sus propias escuelas e hicieron aportaciones deci-
la Iglesia oficial, el Tomismo: una especie de racionalismo pro- sivas a la historia de la cultura.
gresista, al principio, pero bastante conservador después. La ideo-
logía oficial del dominicanismo quedó plasmada en la Suma Teo-
lógica, la obra monumental de Santo Tomás de Aquino, la cual se
adaptaba mucho mejor que las demás corrientes contemporáneas 4.5. De la pobreza individual a la pobreza comunitaria
a las condiciones del momento sociocultural y sociorreligioso, lo
mismo que a las necesidades de la «burguesía ilustrada» que es- La pobreza de los Mendicantes hay que entenderla también
taba consolidando su posición. El Tomismo partía de una funda- como una respuesta a los'retos planteados por la nueva economía
mentación agustiniana, pero matizada con elementos extraídos de monetaria propia de la sociedad urbana y comercial. La pobreza
Aristóteles. Santo Tomás de Aquino levantó un edificio cultural de los monasterios, encarnados en el sistema económico feudal,
imperecedero, en el que se hallan bien cimentados la sobriedad, la afectaba a los monjes en tanto que individuos particulares; los
seguridad y el compromiso entre la Iglesia y el mundo, que tan cuales se despojaban radicalmente de toda propiedad; pero los
necesarios se hacían a los hombres del siglo xm, sobre todo de la monasterios podían poseer toda clase de bienes materiales y, con
alta burguesía. frecuencia, eran extraordinariamente ricos y poderosos.
El franciscanismo tuvo más dificultades para aclimatarse en el Ahora bien, las Ordenes Mendicantes se han separado del or-
contexto cultural de la escolástica. Esta dificultad estuvo origi- den social feudal para encarnarse en el orden social de las ciuda-
nada por la actitud del propio San Francisco, el cual concedía des libres. Su pobreza es no sólo individual, sino también comuni-
más importancia a la piedad sencilla que a la piedad culta. Esta taria. No sólo el fraile mendicante ha renunciado, como el monje
actitud colocó al franciscanismo naciente en desventaja intelectual a toda propiedad material, sino también la comunidad mendi-
en relación al dominicanismo; y tuvo que pagar un precio muy cante ha renunciado a toda posesión y a cualquier clase de renta
alto en disensiones internas por llegar a alcanzar una situación de característica de los monasterios.
normalidad frente a los estudios y frente a la cultura. Fue San Hasta la Reforma Gregoriana, ningún movimiento reforma-
Buenaventura quien reconcilió al franciscanismo con el estudio y dor había planteado jamás la existencia de la pobreza comunita-
con los libros. San Buenaventura es, dentro del franciscanismo, lo ria. La Reforma cluniacense no sólo no se había hecho cuestión
que Santo Tomás, su contemporáneo, dentro del dominicanismo, de la pobreza comunitaria, sino más bien todo lo contrario, por-
el autor que mejor representa la postura de la teología oficial de que aspiraba a la riqueza y al poder económico, e incluso al poder
la Orden, con un sistema que viene a ser una mezcla de misti- político. Los cluniacenses consideraban el bienestar económico de
cismo agustiniano-platónico y de racionalismo aristotélico, con sus monasterios, dentro de la más pura línea veterotestamentaria
prevalencia del primero sobre el segundo. de las bendiciones de Dios, como la justa recompensa divina por
De este modo, el franciscanismo no podía ofrecer a la Iglesia y la pobreza individual de los monjes y la observancia regular de la
a la burguesía la solidez y claridad que caracterizaban al tomismo. comunidad monástica. Nunca se le había ocurrido a ningún
Sin duda, los Franciscanos tuvieron algunos exponente de su es- monje pensar que pudiese existir una contradicción entre vida
cuela, de una categoría indudable, como Duns Escoto y Gui- cristiana y riqueza monástica, sino que aquella justificaba a ésta.
llermo de Ockam, creadores de unos sistemas filosófico-teológi- El ejemplo más claro es la teoría de Raúl Glaber, el cual llegó a
cos que, inicialmente al menos, no fueron bien vistos por la Curia afirmar: «Aquellos que se entregaron incesantemente a las obras
290 291
de Dios, es decir, a las obras de la justicia y de la piedad, merecie- La pobreza comunitaria implicaba para los Mendicantes el te-
ron ser colmados de todos los bienes»54. ner que pedir limosna de puerta en puerta, aunque no fuese éste
Sin duda, las críticas contra la excesiva riqueza de los monas- el único medio de subsistencia, porque contaban también con el
terios existió después de la Reforma Gregoriana. Es significativo trabajo de las propias manos, especialmente los Franciscanos. Ya
el título de una obra anónima de este tiempo Inventiva contra un se ha visto también, anteriormente, cómo éste sistema de atención
soldado que abandonó el mundo a causa de la pobreza y consiguió a sus necesidades materiales les obligaba a establecer sus conven-
la riqueza en el monacato55. Ante esta desazón espiritual por no tos en medio de las ciudades.
encontrar en los monasterios un camino de seguimiento de Jesús Los Mendicantes, con su pobreza comunitaria y con su predi-
en pobreza radical, las vocaciones religiosas ya no se orientan ha- cación itinerante, acabaron, de una vez por todas, con las críticas
cia ellos, sino que emprenden de nuevo el camino del desierto; que los movimientos pauperísticos habían dirigido a la Iglesia po-
dando origen, como ya se ha visto en un capítulo anterior, a algu- derosa, rica y cómodamente instalada; y, por lo mismo, alejada
nas Ordenes monásticas que realizaron los primeros ensayos de- del ideal de vida de los Apóstoles y de los primeros cristianos.
pobreza comunitaria, como fue el caso de la Orden de Gran- Rafael Morghen sintetizaba la respuesta de los Mendicantes a los
dmont. Pero la respuesta definitiva a los planteamientos de los movimientos de predicación pobre e itinerante, los cuales, en sí
movimientos pauperísticos que exigían la pobreza colectiva de la mismos eran el fiel reflejo de una nueva sociedad que luchaba por
Iglesia, no se plasmará hasta las Ordenes Mendicantes. salir del viejo sistema socio-religioso anterior: «... una apretada fi-
Los Mendicantes, y el primero entre todos ellos Francisco de la de predicadores difundió entre el pueblo europeo que salía del
Asís, en medio de una sociedad que debía todo su bienestar al di- Medioevo, los ideales de la vida cristiana y el retorno al Evange-
nero amasado rápidamente en el comercio, se desprenden de él, lio, en la obediencia a la Iglesia administradora de los carismas
para vivir en pobreza comunitaria absoluta. Se colocan así, no necesarios para la salvación. La influencia ejercida por estos pre-
sólo fuera del sistema feudal, sino también fuera de las nuevas dicadores populares, para la formación de la nueva religiosidad
clases socio-ecinómicas creadas por el sistema monetario y co- del mundo moderno, constituye un fenómeno histórico de gran
mercial. relieve57.
Ahora bien, aunque todas las Ordenes Mendicantes tendrán
en común la pobreza colectiva, sin embargo, cada una de ellas vi-
virá este ideal de una manera peculiar, a través de la cual se
puede ver incluso la evolución del concepto mismo de pobreza:

«Mientras en los orígenes de las Ordenes Mendicantes el ideal de la


pobreza es estrictamente religioso, y es considerada como ocasión para
santificarse y no como problema social, se pasará más tarde, como conse-
cuencia de las luchas pauperísticas suscitadas por los Espirituales y por los
Fraticelli, a una desestima de la pobreza, y esto no dejará de influir en la
evolución de las mismas Ordenes Mendicantes»56.

54
GLABER, R., Historiae, Ed. M. PROU, París, 1886, p. 67.
55
Citado por LECLERCQ, J., Espiritualidad Occidental. I: Fuentes, Salamanca,
p. 205. 57
MORGHEN, R., Riforma monástica e spiritualita cluniacense, en AA.W., Spi-
56
PINO, F. dal, Mendicanti, DIP 5, 1174. ritualitá cluniacense, Todi, 1960, pp. 34-36.
292 293
11.
San Francisco de Asís
y los Hermanos Menores

Bibliografía
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lo XIV, secondo nuovi documenti, Ñapóles, 1910.

1. Historiografía franciscana
La vida de San Francisco de Asís, el hombre que a m ó todo lo
que vive y alienta, el santo a m a d o y admirado por los hombres de

295
todos los tiempos, y canonizado por los credos religiosos más dis- gunda en 1247. El fue testigo ocular de muchos de los acontecí-*
pares, resulta muy difícil interpretarla, no tanto escribirla, porque mientos que narra, pues fue recibido por el propio Francisco en
es muy lineal, muy abierta y muy corta. Apenas cuarenta y cuatro 1214; pero es sospechoso de pretender conciliar el ideal francis-
años de vida, pero intensamente vividos. cano de los orígenes con el modo de vivirlo en el tiempo en que
Luigi Salvatorelli ha escrito sobre él las palabras más elo- escribe, sobre todo, la segunda biografía4.
giosas: San Buenaventura, su segundo biógrafo más importante, está
ya mucho más alejado de los acontecimientos. Su obra principal,
«Francisco de Asís es, después de Jesús, el máximo héroe del Cristia- Leyenda Mayor, escrita en 1263 fue aprobada como biografía ofi-
nismo. De ningún otro se puede constatar una influencia tan directa, efi-
cial del fundador por el Capítulo General de París (1266), el cual
caz, que todavía se manifiesta, a la distancia de siete siglos de su vida
ordenó, al mismo tiempo, la destrucción de todas las demás «le-
mortal; una influencia que también se ejerce, y quizá prevalentemente,
más allá de los confines de la Iglesia a la que él pertenece confesionalmen- yendas». También esta obra es sospechosa, porque San Buena-
te, e incluso más allá de los límites de la civilización cristiana. No sería ventura y el mencionado Capítulo General intentaron conciliar
aventurado decir que cuanto queda hoy de espíritu cristiano en el mundo todas las disidencias existentes en la Orden respecto a la interpre-
se remonta, en su mayor parte, después de los Evangelios, al franciscanis- tación de la vida de San Francisco, y justificar la situación vigente
mo originario»1. entonces en el Franciscanismo.
Otro documento de importancia es la Leyenda de los tres
Francisco de Asís es, en efecto, una persistencia gozosa en la compañeros, que fueron fray León, fray Ángel y fray Rufino. Es-
memoria histórica de la humanidad; y ha despertado siempre una ta obra fue compuesta para que sirviera a Tomás de Celano para
gran simpatía en todos los que se han acercado a él. Precisamen- redactar su primera biografía; pero hoy se duda de su autentici-
te, el primero que se esmeró en escribir una biografía crítica del dad en su estado actual. Existe también una Leyenda antigua que
santo fue un protestante, Paul Sabatier2. tiene como autor probable a fray León, y que parece más segura.
Son muy pocos los escritos que se conservan del santo: Dos En realidad, ninguna de estas fuentes biográficas debe ser
Reglas, un Testamento, algunas cartas, algunas poesías, algunas aceptada sin gran prudencia en todas sus afirmaciones, porque
exhortaciones y algunas oraciones. Estos escritos constituyen la cada una de ellas adolece de un gran defecto. Celano es demasia-
fuente principal para comprender el misterio de Francisco; por- do conformista; fray León excesivamente rigorista en la interpre-
que él fue un misterio para sus contemporáneos y lo sigue siendo tación del Francisco de los orígenes; y San Buenaventura dema-
en la actualidad. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, ya experi- siado conciliador de las diversas corrientes en que estaban dividi-
mentó la insuficiencia de las palabras humanas para desvelar ese dos entonces los seguidores del Pobre de Asís.
misterio, porque el Francisco total, el Francisco profundo, sola-
mente es, aproximativamente alcanzable3. Para un acercamiento a
Fransico de Asís, existen también otras fuentes biográficas, aun-
que la crítica histórica las considera tendenciosas en buena par-
2. Asís, ciudad libre y comercial
te.Su primer biógrafo, Tomás de Celano, escribió dos biografías,
Esta ciudad umbra está inmersa en la dinámica del tiempo. En
la primera, a los tres años de la muerte del santo (1226), y la se-
1174, apenas ocho años antes del nacimiento de Francisco, fue
arrasada por Cristian de Maguncia, un eclesiástico de armas to-
1
SALVATORF.UI, L., Movimento francescano e Gioachinismo, en AA.VV., Mo- mar que, además de arzobispo de Maguncia era también canciller
vimenti religiosi epopolari ed eresie del Medioevo, III, Florencia, 1955, p. 425. del Imperio. Desde 1177, Asís queda sometida al duque imperial
2
SABATIER, P., Francisco de Asís, trad. de la 45. a ed. francesa, M. A. BARRENE-
CHEA, Barcelona, 1982. 4
3 CELANO, Vida I, y Vida II, en GUERRA, J. A., San Francisco de Asís, p. 140-
LORTZ, J., Un santo único, Roma, 1958.
359.

296 297
das sus locuras juveniles a pesar de que ella era muy piadosa11.
de Espoleto; pero no se resigna a su suerte. En 1200 los asisienses No obstante, Francisco no fue jamás un libertino ni un mal educa-
se sublevan de nuevo; y ahora sí, consiguen arrasar la fortaleza, la do; fue caballero con todos, especialmente con las mujeres12.
Rocca Maggiore, que desde la altura del Sasso Rosso sombreaba
las 255 casas que albergaban a los dos mil habitantes que compo-
nían toda la vecindad. Se estableció un gobierno comunal, aun- 3. La conversión de Francisco
que la carta definitiva de su libertad no la recibirán los ciudada-
nos asisienses hasta el año 1210, después de algunas batallas per- Los nobles, partidarios del emperador, que después del asalto
didas en las que intervendrá el propio Francisco. y destrucción de la Rooca, habían huido a la vecina ciudad de Pe-
En esta ciudad, fiera de su libertad y próspera por las crecien- rusa, lograron levantarla en guerra contra Asís. Una guerra que
tes relaciones comerciales con las ciudades vecinas, e incluso con va a durar varios años. Francisco participa en ella; pero en la pri-
el extranjero, nació Francisco de Asís a finales de 1181 o princi- mera batalla en Ponte San Giovanni, el ejército asisiense fue com-
pios de 1182. Sus padres, Pedro Bernardone y Donna Pica, perte- pletamente derrotado por los perusinos. Hubo muchos muertos y
necían a la nueva clase burguesa, dedicada a la industria y al co- prisioneros. Francisco fue uno de estos últimos. Durante un año
mercio de paños. En la pila bautismal le pusieron a su hijo el permaneció en las cárceles de Perusa, siendo devuelto a Asís gra-
nombre de Juan, pero su padre le llamará cariñosamente Francis- vemente enfermo. Era el año 1203.
co, «francesito», por el amor que le tenía a Francia, donde había Se repone lentamente; es una enfermedad grave; pero no es
encontrado riquezas y esposa; o quizás porque el niño aprendió a solamente una enfermedad corporal, la tuberculosis, que lo acom-
hablar muy pronto el francés provenzal, el idioma de la madre, pañará ya siempre hasta su muerte, sino también una especie de
con miras al comercio5. enfermedad del espíritu, una depresión, una apatía, que ahora le
Los clérigos de la iglesia de San Jorge, muy cercana a su casa, tornaba amargas todas las cosas que antes le atraían: «Ni la belle-
le enseñaron a leer y a escribir; un poco de latín, que seguía sien- za de los campos, ni la frondosidad de los viñedos, ni todo lo que
do el idioma habitual en la Umbría; algo de música y de poesía, de más delicioso hay a los ojos pudo, en modo alguno, deleitarle.
porque cuando se sentía alegre cantaba canciones que él mismo Se maravillaba de tan repentino cambio y juzgaba necios a quie-
componía 6 , y, posiblemente, las tres reglas de cálculo, imprescin- nes amaban tales cosas»13. Era el Señor que empezaba a trabajar-
dibles, después de todo, para quien se iba a dedicar al comercio, lo desde dentro. No obstante, él sigue empeñado en ser un caba-
como su padre. llero, un guerrero de fama, al estilo de Gualterio de Brienne, jefe
Ya joven, elegante y rico, Francisco frecuenta los ambientes de los ejércitos pontificios que luchan en el sur de Italia contra las
juveniles de la ciudad. Malgasta el tiempo y el dinero de su padre tropas del emperador.
en banquetes y juergas con los jóvenes de su edad 7 . Era amigo de Una vez repuesto, Francisco se enrola en el ejército pontificio
sus amigos, generoso, casi derrochador 8 . Sus padres se lo consen- y se encamina hacia el sur; pero el Señor lo espera a mitad de ca-
tían todo. Su padre estaba orgulloso de él; su madre lo amaba mino. En Espoleto cae de nuevo enfermo. Es el comienzo de la
más a que sus otros hijos9. Francisco tuvo, al parecer dos herma- conversión.* Regresa a casa. Sus amigos de siempre le preparan
nos. Uno de ellos se llamaba Ángel 10 . Su madre le perdonaba to- una gran fiesta. Francisco está tan alegre que sus amigos piensan
que ha encontrado esposa y se va a casar. Y era cierto, se iba a
5
desposar, pero con una esposa muy especial: «Estoy pensando en
Tres compañeros, 2.
6
Celano, 16; 2 Celano, 13, 127.
7 11
Leyenda mayor, 1. 2 Celano, 3.
8 12
Tres compañeros, 2. Tres compañeros, 3.
9 13
Tres compañeros, 9. 1 Celano, 3, 4.
0
Cf. Fonti Francescane, p. 563, nota 8.
299
298
tomar una esposa tan noble, rica y hermosa como jamás habéis
visto otra»14. Francisco ha descubierto a Madama Pobreza, la po- 4. «Después que el Señor me dio hermanos»
breza de Cristo que lo invita a abandonarlo todo y a entregarse a
ella como a una mujer querida. Franscisco continúa reparando iglesias; pero asistiendo una
Los sufrimientos de Cristo en un leproso a quien besa, ven- mañana a la celebración de la Eucaristía en la iglesita de la Por-
ciendo una repugnancia infinita, y la decadencia de la Iglesia, ciúncula o de Santa María de los Angeles18 que él había restaura-
cuando se siente llamado por el crucifijo bizantino de la ruinosa do y elegido como residencia habitual, cuando el sacerdote leyó el
iglesita de San Damián a «reparar su casa», que él interpreta pri- pasaje del Evangelio de Mateo (10, 7-13) en el que Jesús envía a
sus discípulos a predicar y a curar enfermos, yendo pobremente
mero materialmente, pero después descubre que se trata de una
vestidos y mendigando el sustento, lo consideró como una llama-
reconstrucción espiritual, constituyen el punto de partida para el
da dirigida a él personalmente; entonces descubrió su vocación
encuentro definitivo con su identidad profunda, la identidad del
definitiva: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto
Poverello de Asís. es lo que, en lo más íntimo de mi corazón, deseo poner en prácti-
En su obra de ayuda a los pobres y de reparación de las igle- ca»19. Había descubierto su vocación de pobreza en predicación
sias ruinosas de las cercanías de Asís, gasta el dinero de su padre, itinerante, que para él era sinónimo de una vida plenamente evan-
el cual, como hombre de negocios deseoso de amasar fortuna, no gélica: «El Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la
puede soportar la prodigalidad de su hijo ni, menos aún, com- forma del santo Evangelio»20.
prender el extravagante género de vida que lleva. Le cita ante el
Los compañeros no tardan en llegar. Provienen de todas las
tribunal municipal; pero Francisco no acude; le cita ante el tribu-
clases sociales. Los hay ricos, como Bernardo de Quintavalle; Gil,
nal del obispo, y entonces sí acude; pero, en un gesto profético, se de extracto campesino; Silvestre, el sacerdote. Empiezan de in-
despoja por completo de sus vestiduras que, serenamente, pero mediato la predicación pobre e itinerante. Francisco y fray Gil se
enérgicamente, devuelve a su padre con estas palabras: «Hasta van a las Marcas. Las gentes que, después, lo idolatrarán, se ríen
ahora he llamado padre mío a Pedro Bernadone..., desde ahora de él ahora, al verlo tan pobremente vestido. Había que fraguarse
quiero decir: Padre nuestro que estás en los cielos...»15. Ahora sí en la humildad y en el fracaso para poder soportar después los
que se hizo realidad literal la ambición más profunda de todos los elogios21. Cuando llegaron a ocho, Francisco los dispersó de dos
movimientos de pobreza voluntaria que se venían sucediendo en en dos.
la Iglesia desde hacía más de un siglo: Seguir desnudos a Cristo Pronto llegan a ser doce, el número mítico de los compañeros
desnudo, que tan bellamente cantará un discípulo del propio de Jesús. Todos venden lo que tienen y lo dan a los pobres. Viven
Francisco, Iacopone da Todi: de su trabajo; trabajan como jornaleros por el alimento diario; y
Povertá é nulla avere
e nulla cosa poi volere 17
Testamento, 14.
18
e onne cosa posedere La Porciúncula pertenecía a la abadía benedictina de Monte Subasio, la cual la
en spiritu de libértate16. cedió más tarde a San Francisco. Este, en señal de reconocimiento y casi como sig-
no de vasallaje, mandó que sus frailes enviasen, cada año, a los monjes una cesta de
peces; pero éstos, en razón de la humildad de Francisco, le enviaban a él y a sus
hermanos una cántara de aceite. Cf. Leyenda de Perusa, 56; Espejo de perfección,
55. El nombre de Porciúncula, le viene de un trozo de terreno: «porcioncola». Y el
14
apelativo de Santa María de los Angeles, se debe a que el pueblo pensaba que los
Tres Compañeros, 7; / Celano, 7. ángeles bajaban allí a cantar las alabanzas del Señor.
15
Tres compañeros, 19, 20; / Celano, 15; 2 Celano, 12. 19
16 1 Celano, 22; Tres Compañeros, 25; Leyenda mayor, 3, 1.
IACOPONE DA TODI, Laudi, trattato e detti; ed.-F. AGENO, Florencia, 1953, 20
Testamento, 14.
p. 237, w . 60-61. 21
Tres Compañeros, 33; / Celano, 28.

300 301
cuando no hay trabajo, piden limosna. Este estilo de vida impre- veía la Basílica de San Juan de Letrán, a punto de derrumbarse, y
siona en Asís. Hasta el obispo se preocupa por su futuro, porque a un hombrecillo insignificante que arrimaba el hombro para sos-
no es la manera habitual de constituir un grupo monástico. Pero tenerla. En consecuencia, aprobó, aunque sólo oralmente, la Re-
es que Francisco no quiere ser monje ni quiere poseer bienes, gla y el estilo de vida que Francisco le explicó en pocas palabras,
porque entonces sería preciso tener armas para defenderlos22. porque realmente pocas palabras se necesitan para decir que se
quiere vivir sencillamente, «según la forma del santo Evange-
lio» 25.
5. Ante el Señor Papa Inocencio III El papa le había dado facultad para predicar; pero también
había ordenado que les hicieran la tonsura; con lo cual, en cierto
Francisco se da cuenta de que hay que escribir una Regla que modo, los sacaba de la condición de seglares y los preservaba del
defina los ideales y aglutine al grupo. Será la Regla primitiva. Se peligro de confusión con cualquier otro grupo de predicación po-
desconoce su texto porque se ha perdido, pero se sabe que era bre e itinerante, pero por libre. Ellos quedaban así enmarcados
apenas una recopilación de textos del Evangelio; entre los cuales dentro de la santa Madre Iglesia Católica. Francisco será ordena-
estarían sin duda: Mt 19,21; la respuesta de Jesús al joven rico; do después de diácono.
Le 9,2-3, y Mt 10, 9-10: el envío de los discípulos «a predicar el Después de la aprobación pontificia, Francisco y sus Herma-
Reino de Dios y curar enfermos»; Mt 16,24: «El que quiera venir nos Menores pasaron un tiempo delicioso en Rivotorto; fue un
en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Y tiempo dedicado a la convivencia y a la oración en medio de la
añadió, como dice Celano: «algunas pocas cosas más, absoluta- más estricta pobreza; pero no era la pobreza de los monjes sirios,
mente necesarias para poder vivir santamente» 23 . ni siquiera la pobreza de los desiertos de Nitria o de Escete, don-
de se establecían auténticos campeonatos de la maceración. Fran-
Pero un grupo como el suyo puede ser fácilmente confundido
cisco no quiere ese estilo de vida. El dispone que los hermanos,
por el pueblo, e incluso por los obispos, con muchos otros grupos
«tanto en el comer y dormir como en remediar otras necesidades,
que caminan por ahí sin sujeción a la Iglesia y sospechosos de he-
deben dar con discreción lo suficiente al cuerpo, para que el her-
rejía. Francisco, en cambio, quiere ser un hijo fiel de la santa Ma-
mano cuerpo no pueda quejarse... Pero si el hermano cuerpo
dre Iglesia. Para que todo quede claro ante el pueblo y ante los
quiere ser negligente, perezoso y soñoliento en la oración, vigilias
señores obispos, es preciso pedir la aprobación del señor papa
y otras obras buenas, entonces lo deberán castigar como a un ju-
Inocencio III. Podría pedir la aprobación al obispo de Asís que lo
mento malo» 26 . Tampoco entre los seguidores de Francisco falta-
conoce y acepta su estilo de vida, pero Francisco quiere una apro-
ron, es verdad, algunas extravagancias como las de fray Junípero
bación, no para una iglesia local, sino para la Iglesia universal24.
o las de fray Juan el Simple, pero llenas siempre de dulzura y de
Era el año 1209.
simpatía. Es una pobreza vivida en la alegría y en la entrega gene-
Zefirelli en su film Hermano Sol, Hermana Luna, ha descrito rosa al servicio de la misma fraternidad, de los pobres y de los en-
en bellas imágenes lo que pudo significar el impacto de Francisco fermos, especialmente de los leprosos, porque éstos eran los últi-
y de sus compañeros en el ánimo de la Curia romana, y especial- mos, los menores de entre los enfermos.
mente de aquel papa, Inocencio III, que a sí mismo se llamaba
Dominus mundi, señor del mundo. El hecho es que el señor papa
intuyó en aquel pobre mendigo la respuesta a un sueño en que

Tres Compañeros, 35.


25
1 Celano, 32; Tres Compañeros, 29. Testamento, 14. -
26
/ Celano, 30, 31. Espejo de perfección, 97; 2 Celano, 129.

302 303
6. Padre de una multitud de hijos 7. Los caminos hacia el Islam
La Orden crece como la espuma. La razón de semejante creci- Después de la aprobación oral de Inocencio III, y en espera de
miento, como muy bien lo entendió Jacobo de Vitry, estaba en mayores favores suyos, la Orden de Hermanos Menores tenía el
que la Orden de los Hermanos Menores respondía a una profun- camino expedito. Y Francisco era un itinerante. Había caminado
da inquietud religiosa de aquel tiempo y de todos los tiempos: por diversas regiones de Italia antes y después de su conversión.
«porque busca expresamente imitar la forma de la primitiva Igle- Caminó después, si hemos de dar fe al capítulo IV de las Floreci-
sia y llevar en todo la vida de los Apóstoles». Han surgido frater- llas, a Santiago de Compostela, de donde regresó, por inspiración
nidades por toda Europa. El propio Jacobo de Vitry veía un serio del Señor, con la identidad de la Orden bien perfilada29.
peligro en aquella expansión tan rápida: «... A mi juicio, esta Or- Después que Inocencio III dio su aprobación oral a la Orden,
den incurre en un serio peligro, porque envía a través del mundo Francisco quiere horizontes más amplios. «En el sexto año de su
de dos en dos no solamente a los hermanos ya formados, sino conversión», probablemente en 1212 3ü , decide embarcarse para
también a los jóvenes todavía imperfectamente formados, quienes Siria, pero la Providencia se muestra desfavorable a la expedición
más debieran ser probados y sometidos durante algún tiempo a la en forma de unos vientos contrarios que devuelven la nave a las
disciplina conventual»27. También a Francisco le parece que cre- costas de Dalmacia. De nuevo en Italia, dice bellamente Celano,
cen en demasía28. el santo «se dedicó a recorrer la tierra, y surcándola con el arado
Cada año, Francisco reunía en Asamblea a sus Hermanos Me- de la palabra de Dios, sembraba la semilla de vida» 31. En otro in-
nores para exhortarlos al cumplimiento de la Regla y para hacer tento de evangelizar a los musulmanes, y ansioso del martirio, ha-
los destinos de predicación itinerante. En 1217 se celebró una cia 1213-1214, se dirige a Marruecos 32 , pero al llegar a España,
asamblea especial; se puede decir que es eJ primer Capítulo ver- una enfermedad le obliga a regresar a su cuartel general de la
daderamente tal. Se le conoce como el «Capítulo de las Esteras», Porciúncula, después de visitar Compostela 33 .
porque los hermanos construyeron unos cobertizos de cañizo y de A la tercera va la vencida. «En el décimo tercer año de su
esteras. Tomaron parte en él unos cinco mil Hermanos Menores. conversión», es decir, en 121934 se embarca de nuevo camino de
Se tomaron decisiones importantes para el futuro como la or- Siria. Ahora lo hace con los Cruzados que conquistaron Damieta
ganización de las comunidades y la división de la Orden en pro- (1219). Pero los ideales cruzados de Francisco no coinciden con
vincias, cada una con su propio «ministro provincial». De ellas, los de los grandes señores y caballeros. Hace algún tiempo que es-
seis pertenecían a Italia: Lombardía, Tuscia, Marcas, Campania, tá emergiendo una nueva idea de Cruzada, la Cruzada de los
Apulia y Calabria con Sicilia. Y fuera de Italia, otras seis, aunque niños que, es cierto, ha experimentado ya dos fracasos sucesivos,
algunas son de fundación posterior: España (1217), Francia pero no importa. Después de más de cien años de fracasos milita-
(1217), Alemania (1221), Inglaterra (1224), Hungría (1224). A res, de sangrientas carnicerías entre cristianos y musulmanes, la
finales del siglo xm se habían fundado en toda Europa más de Cruzada toma un nuevo carácter en el corazón de las gentes sen-
1.200 conventos, con cerca de 30.000 Hermanos Menores. cillas, de las que Francisco es, sin duda, el mejor prototipo: Lo
que no han conseguido los violentos, lo conseguirán los niños, lo

29
GARCIA ORO, J., El franciscanismo hispano, p. 220.
30
1 Celano, 55.
31
1 Celano, 56.
32
1 Celano, 56-57.
33
JACOBO DE VITRY, Carta segunda; GUERRA, San Francisco de Asís, 964. LÓPEZ, A., Viaje de San Francisco a España, Madrid, 1914.
34
2 Celano, 70. / Celano, 57.

304 305
conseguirá la fuerza del amor. Esta nueva alma entiende la Cruz, 8. La Regla Franciscana
no como el signo de una victoria cruenta, sino como emblema
victorioso de un amor sin violencia. Esta es la actitud de Francis- Durante su ausencia en Oriente, los vicarios generales en Ita-
co cuando se presenta con todo el candor de un niño ante el sul- lia, introdujeron modificaciones importantes: Ayunos y abstinen-
tán de El Cairo, Makek-el-Kamel, el cual «lo miraba como un cias más frecuentes, estricta disciplina, construcción de iglesias y
hombre diferente de todos los demás», y lo colmó de regalos35. conventos; y, sobre todo, crearon casas de estudios. Evidente-
Francisco no consiguió ni la conversión del sultán ni el martirio mente, no todo era objetivamente malo; pero se desviaba nota-
de manos de sus esbirros, pero el Señor, dice Celano 36 , «le reser- blemente de la sencillez de los orígenes.
vaba el privilegio de una gracia singular», aludiendo con toda Avisado de lo que pasaba, por un hermano que había ido ex-
probabilidad al milagro de los estigmas con el que Francisco su- presamente para ello, Francisco regresa rápidamente a Italia
plirá los sufrimientos y la gloria del martirio. No obstante, el ca- (1220). Antes de volver a Asís, se entrevista en Roma con Hono-
mino del Islam será una preocupación franciscana de todos los rio III, el cual, por la bula Cum secundum, revocó las innovacio-
tiempos. nes introducidas por los vicarios, impuso un año obligatorio de
Francisco podía marchar tranquilo a Oriente, porque la Or- noviciado para los nuevos candidatos, prohibió el abandono de la
den había recibido una nueva garantía pontificia mediante la bula Orden después de la profesión y exigió a todos los hermanos la
Cum dilecti (1218) que reconocía la universalidad de los Herma- obediencia a los superiores para ir de una parte a otra. Francisco
nos Menores. Antes de embarcarse, Francisco nombró dos vica- le pidió al papa la designación de un cardenal protector. Fue
rios que gobernaran la Orden en su ausencia, fray Mateo de Nar- nombrado para este cargo el cardenal Hugolino de Ostia, futuro
ni y fray Gregorio de Ñapóles. Pero la prolongada ausencia del Gregorio IX, el cual encomendó a Francisco la redacción de una
fundador, es fatal para la Orden. Los vicarios no han estado a la nueva Regla que fuese apta para gobernar una Orden tan nume-
altura de las circunstancias, y han sucumbido ante aquellos her- rosa ya.
manos que, descontentos con la sencillez de los orígenes, quieren A fin de entregarse por completo a la tarea de redactar la nue-
una evolución de la Orden al estilo de las poderosas Ordenes mo- va Regla, Francisco renunció al cargo de ministro general y pro-
násticas y canonicales. puso en su lugar, a uno de los primeros Hermanos, fray Pedro
Paul Sabatier ha intuido muy bien el problema. Se trataba, en Cattani, «a quien obedeceremos todos: vosotros y yo» 38 . Pero el
último término, de la confrontación entre carisma e institución nuevo ministro general falleció al poco tiempo (10 marzo 1221).
que, antes o después, tendría que plantearse en el franciscanismo: El cardenal Hugolino designó entonces a fray Elias Bombarone,
que regirá los destinos de la Orden desde 1221 hasta 1239 con
«La Orden era demasiado numerosa para no contar con un grupo de excepción del período 1227-1232. Era un hombre muy impuesto
descontentos; algunos hermanos que antes de su conversión habían estu- en derecho, y de un talante muy autoritario, que antes de su in-
diado en las universidades comenzaban a criticar la extrema simplicidad greso en la Orden (1211) había desempeñado cargos de gran res-
que se les imponía como un deber. A hombres ya no sostenidos por el en- ponsabilidad en el gobierno de la ciudad de Asís. Su modo de go-
tusiasmo, los castos preceptos de la Regla les resultaban una carta muy in- bernar creará graves problemas a la Orden, hasta el punto de te-
suficiente para una vasta asociación; así volvían sus miradas con envidia ner que abandonarla; y será excomulgado por el papa; pero no
hacia las monumentales abadías de los Benedictinos, de los Canónigos hay que adelantar acontecimientos. Todo su afán consistirá en ha-
Regulares, de los Cistercienses, y hacia las antiguas legislaciones monásti- cer de la Orden franciscana una institución poderosa e influyente
cas»37. en la Iglesia y en la sociedad.
Ibidem. Para redactar la nueva Regla, Francisco tomó como ayudante
Ibidem.
SABATIER, O. C, p. 215. 2 Celano, 143.

306 307
habiendo oído que estás componiendo una nueva Regla y, teme-
a fray Cesáreo de Espira, gran conocedor de la Sagrada Escritura.
rosos de que la hagas demasiado estrecha, dicen y reafirman que
Es de suponer que esta Regla de 1221 toma como punto de parti-
no quieren obligarse a ella; que la hagas para ti, no para ellos».
da la selección de textos evangélicos de la primera Regla de 1209;
pero, sin duda, contiene muchos más, pues llegan a cerca de un Esta Regla, sometida al Capítulo General de 1223 y cribada
centenar. Como no podía ser de otro modo, Francisco ha incor- por Hugolino de Ostia, fue, finalmente, aprobada por la bula So-
porado en la nueva Regla las disposiciones de la Bula de Hono- let annuere de Honorio III (1223), por lo cual, es conocida como
rio III relativas al año de noviciado y al no girovagar de una parte Regla Bulada. Hugolino fue providencial para la Orden en aque-
a otra sin licencia de los superiores. La pobreza y la sencillez llos momentos. Supo conciliar las posturas tan divergentes entre
evangélicas de los primeros tiempos campean en todo su esplen- los hermanos fieles estrictamente a los orígenes franciscanos, y los
dor en el nuevo texto. Francisco ha hecho aquí su propio autorre- innovadores, sobre todo en lo referente a la necesidad de abrir la
trato. No era, ciertamente, un texto de medias tintas con el que Orden a los estudios, entre los cuales había, sin duda, espíritus
contentar a los dos grandes bloques en que se hallaba dividida la generosos, como Antonio de Padua, el primero que enseñará teo-
Orden. logía entre los Franciscanos, y Cesáreo de Espira. El cardenal
La nueva Regla fue presentada por Francisco en el Capítulo Hugolino permaneció siempre fiel al espíritu de Francisco, a
General de 1221, en el que tomaron parte más de tres mil frailes. quien apreciaba sobre manera; pero no siempre comprendía lo
No pudo presidirlo el cardenal protector Hugolino de Ostia, pero que hacía. Era tal su confianza en él que, aunque esperando siem-
envió como sustituto suyo al cardenal Rainiero Capocci. El as- pre algo imprevisible, optó por decirle: «Hijo mío, haz lo que me-
cendiente de Francisco sobre la mayor parte de los Hermanos jor te parezca, pues veo que el Señor está contigo»41. Cuando lle-
Menores era más que suficiente para que el Capítulo, en contra gue a ocupar el solio de San Pedro, canonizará a su amigo sola-
de la opinión de los innovadores que pretendían reducir el radica- mente dos años después de su muerte.
lismo evangélico de los orígenes, impusiera la Regla, pero no qui- Esta Regla salvaguarda, sin duda, lo más esencial del espíritu
so actuar así. Ellos querían una Regla menos exhortativa y más originario; pero tampoco cabe duda de que es un triunfo de lo
concreta, más disciplinada. Y, de hecho, prevaleció esta opinión, jurídico y de lo institucional sobre lo carismático. La «prudencia»
porque la misma Curia romana le pidió a Francisco que redactase que la Curia romana le había exigido a Francisco en la primera vi-
una nueva versión; él aceptó sin rechistar la insinuación de Roma. sita realizada a Roma, había ganado definitivamente la partida a
En la nueva redacción le ayudaron fray León y fray Bonicio la sencillez y a la frescura de los movimientos de pobreza itineran-
de Bolonia que era un gran conocedor del derecho canónico. Una te. Pero de los labios de Francisco no saldrá un reproche contra
vez concluida la Regla, le fue entregada a fray Elias. Tampoco es- quienes le han obligado a filtrar de tal modo su espíritu en la ma-
ta versión debió de ser de su agrado, porque la perdió «por des- terialidad de esa letra. Hasta tal punto obedece las decisiones de
cuido»39. Evidentemente, se trataba de un nuevo intento de blo- Roma que, para no decantarse por un bando ni por otro, «se ais-
quear el radicalismo evangélico del fundador. Era preciso recons- laba de la compañía de los hermanos, para no oír contar de uno o
truir el texto perdido. de otro algo malo, que le renovase el dolor» 42 .
La leyenda de Perusa40 hace mención de un hecho que, de ser A pesar de todo, la Regla bulada salvaba el gran principio, el
verdadero, preanunciaría las tribulaciones que le esperaban a
indiscutible principio, de que los Hermanos Menores han de vivir
Francisco a causa de la Regla que estaba redactando. Fray Elias,
siempre según la forma de vida del santo Evangelio. Este será
capitaneando a un grupo de ministros o superiores de los conven-
siempre su única Regla de vida.
tos, se presenta ante Francisco para decirle: «Son ministios que,

Leyenda mayor, 4, 11.


41
Leyenda de Perusa, 17. Espejo de perfección, 23; 2 Celano, 23; Leyenda mayor, 1.
42
2 Celano, 157.
308
309
9. Una imagen viviente del Crucificado cada pobre y desvalido. Se dirige contra los cataros, porque Dios
no es solamente espíritu puro, sino también hombre de carne y
Francisco, cansado hasta la muerte, enfermo, muy enfermo, hueso. Es también el más duro correctivo contra aquella Iglesia
casi ciego, se retira del gobierno de la Orden. Inicia nuevas corre- poderosa y rica, dueña del mundo, en aquella hora estelar del Pon-
rías apostólicas por la Umbría y por las Marcas, exhortando a to- tificado: Cristo no vino a dominar, sino a servir a todos los hom-
dos a la paz. Esa paz que él desearía ver en su Orden. Es, por este bres. Pero Francisco no protesta contra nada ni contra nadie; es
tiempo, cuando tiene lugar, según las Florecicllas, el episodio del más bien una sonrisa que acaricia al mundo entero, a los hombres
lobo de Gubio 43 . y a los animales, a las plantas, al sol, a la luna, a las estrellas, al
Entre él y algunos ministros de la Orden no existe una comu- universo entero.
nicación fluida. Tan deprimido se halla, que, en cierta ocasión, En 1224, Francisco se retira al monte Alvernia acompañado
según los autores del Espejo de perfección, un escrito salido de los por los hermanos León, Rufino y Ángel. Allí tuvo las máximas
ambientes más tradicionales de la Orden, pero de lo que hay ves- experiencias místicas que culminaron en los estigmas de la Pasión
tigios también en Celano y en la Leyenda Mayor, Francisco llega del Señor. Francisco se convierte así en el rostro viviente del Cru-
a temer que los innovadores acabarán echándolo de la Orden 44 . cificado. Era también algo nuevo en la Historia de la Iglesia. El
Francisco, en medio de tanta tiniebla, busca el consuelo en la santo fue consciente de ello47. El hecho tuvo lugar en torno al día
providencia de Dios. El sabe que Dios Padre lo dirige y gobierna 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz48. Fran-
todo; pero quiere tener alguna señal. Acude a la Sagrada Escritu- cisco será siempre el santo de los estigmas. Después vendrán
ra, como era frecuente en aquel tiempo: «Tomó el libro del altar otros; pero él fue el primero y el prototipo. La iconografía lo re-
y lo abrió con reverencia y temor. Lo primero con que dieron sus presenta siempre así, porque hubo incluso un papa, Alejandro IV,
ojos al abrir el libro fue la pasión de nuestro Señor Jesucristo, y
que decretó la pena de excomunión a quien representase al santo
en ésta, el pasaje que anunciaba que había de padecer tribulación.
sin los estigmas49.
Para que no se pudiera pensar que esto había sucedido por casua-
lidad, abrió el libro por segunda y tercera vez y dio con el mismo
pasaje u otro parecido» 45. Era el preanuncio de su mística cruci-
fixión. 10. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana
La Crucifixión presupone la encarnación. Y así, Francisco la Muerte corporal
empieza por representar al vivo el misterio del nacimiento del
Verbo de Dios hecho hombre. Tuvo lugar en Greccio. Constituía Le queda poco tiempo de vida, pero quiere aprovecharlo al
una novedad litúrgica. Por eso pidió expresamente permiso al pa- máximo. Emprende una última correría apostólica. Como ya no
pa Honorio III46. Pero no era un juego infantil, sino la más terri- puede caminar, a pesar de las sandalias especiales que le ha con-
ble amenaza que podía dirigir a los poderosos de este mundo que feccionado Hermana Clara para sus pies llagados, lo llevan de
no deben derramar la sangre del hermano, sino luchar por la paz. ciudad en ciudad montado sobre un borriquillo. Su entrada en ca-
Era un grito dirigido a todos los cristianos y a todos los hombres en da ciudad se asemeja mucho a la entrada de Jesús en Jerusalén.
general: Ved ahí a vuestro Dios como un niño pobre e indefenso Predicaba; pero, sobre todo, era testimonio viviente con todo su
entre el buey y el asno; ved a vuestro Dios en cada prójimo, en cuerpo, «pues había convertido en lengua todo su cuerpo», dice
bellamente Celano 50 . Regresa a Asís extremadamente débil; está
41
Florecillas, 21.
44 Consideraciones sobre las llagas, 3; / Celano, 91.
Espejo de perfección, 64; Leyenda mayor, 6; 2 Celano, 145.
45 Leyenda mayor, 13.
1 Celano, 198.
46 GERRA, J. A., San Francisco de Asís..., p. 466.
Leyenda mayor, 13.
7 Celano, 97.
310
311
ya casi ciego. Pero no lo llevan a la Porciúncula, sino a San Da- Elias; y se despidió de todos: «Adiós, hijos míos, vivid en el te-
mián, donde le prepararon una choza, a fin de que Hermana Cla- mor de Dios y permaneced siempre en El, porque vendrá sobre
ra lo pudiera cuidar. Volvía también a su raíz primera; a donde el vosotros una terrible tentación y la tribulación está cerca. Dicho-
Señor lo había llamado para que reconstruyera su Casa. sos los que perseveren en las obras que comenzamos...»51.
Para pagar la hospitalidad de las hermanas pobres de Asís, Desde el palacio episcopal, como si de una auténtica proce-
compuso Francisco el Cántico al hermano sol llamado también sión religiosa se tratase, trasladaron a Francisco sobre unas pari-
Alabanzas del Señor por las criaturas. Francisco ha fijado de una huelas a la Porciúncula. Se hace un alto en el camino. Francisco
vez para siempre la apertura de aquella hora estelar de Europa en contempla por última vez la ciudad de Asís, a la que bendice:
este Cántico. Este es el sentido histórico de su alabanza al Altísi- «... para que ella sea siempre morada y estancia de quienes te co-
mo en hermandad con «nuestro noble hermano sol»; y con la nozcan y glorifiquen tu nombre bendito y glorioso en los siglos de
«hermana Luna»; con el «hermano viento» y la «hermana agua»; los siglos. Amén» 52 .
con el «hermano fuego»; con nuestra «hermana la tierra mater- Como signo de pobreza total, quiso morir desnudo sobre la
na»; en unión con todos los hombres «que perdonan por tu amor tierra desnuda; pero el guardián del convento lo convenció de
y soportan enfermedad y prueba». que la ropa que le proporcionaba no menoscababa su pobreza ra-
En San Damián se recuperó un tanto de su enfermedad. Y de dical: «Reconoce que, por mandato de santa obediencia, se te
nuevo peregrina por algunas ciudades. Pasa una buena temporada presta esta túnica, los calzones y la capucha. Y para que veas que
en Rieti y en Siena. Presintiendo su hora, pidió que lo llevaran a no tienes propiedad sobre estas prendas, te retiro todo poder de
Asís; y lo hospedaron en el palacio episcopal. Le faltaba aún algo darlas a nadie» 53 . En este sentido, iba también la misiva que
importante que realizar antes de morir. Tenía que hacer testa- Francisco dirigió a la Hermana Clara: «Yo, el hermano Francis-
mento. Lo redactó en abril o mayo de 1226. Escribió también una co, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro Al-
larga Carta al Capítulo General {1226) al que ya no pudo asistir. tísimo Señor Jesucristo y de su Santísima Madre y perseverar en
El Testamento empieza volviendo a los orígenes de su propia ella hasta el fin; y os ruego, mis señoras, y os aconsejo que viváis
vocación: Recuerda su conversión, la reconstrucción de iglesias, siempre en esta santísima pobreza. Y estad muy alerta para que,
los orígenes de la Fraternidad, la composición de la Regla. Su vo- de ninguna manera, os apartéis jamás de ella por la enseñanza o
luntad última se concentra en estas palabras que sintetizan toda la consejo de quien sea»54. Francisco había cumplido su misión. Y
identidad franciscana: «Sean menores...». No quiere privilegios así se despidió de sus hermanos: «He cumplido mi tarea; Cristo
de nadie, ni siquiera de la Curia romana, porque entonces ya no os enseñe la vuestra» 55 . Murió el sábado, 3 de octubre de 1226,
serán de verdad menores, sino mayores. tal como había predicho 56 .
En el Testamento, Francisco retorna a los orígenes, pero no Todavía no habían transcurrido dos años, cuando el 16 de ju-
rechaza la Regla Bulada, ni compone ninguna Regla nueva. Es lio de 1228 el papa Gregorio IX, su gran amigo Hugolino de Os-
simplemente la última exhortación del padre a los hijos para que tia, se personó en Asís para tributarle el máximo honor que la
éstos permanezcan unidos y fieles a la identidad familiar más pro- Iglesia Católica puede conceder a uno de sus hijos: Inscribirlo en
funda. No se entendería bien el Testamento, como ocurrirá des- el catálogo de los santos. Fray Elias mandó construir, paradójica-
graciadamente después, si se interpreta como un rechazo de la
institucionalización de la Orden establecida en la Regla Bulada de 51
1223. 1 Celano, 108.
52
Espejo de perfección, 124; / Celano, 108, 109.
Cuando se sintió morir, Francisco pidió que le cantaran el 53
2 Celano, 106.
Cántico del hermano Sol al que él le añadió la estrofa de la «her- 54
Regla de Santa Clara, 6.
55
mana Muerte corporal». Y, como previendo las tribulaciones de 56
2 Celano, 214.
la Orden, bendice a todos los hermanos en la persona de fray Tratado de los milagros, 38.

312 313
mente, en honor del santo enamorado de la pobreza, una esplén- domingo de Ramos, siendo ya de noche, Clara, en compañía de
dida basílica decorada por los mejores artistas del momento, a la su prima Pacífica de Guelfuccio, abandona la casa paterna para
que trasladó el cuerpo de Francisco el 25 de mayo de 1230. dirigirse a la Porciúncula. Allí le esperan Francisco y los Herma-
nos. En una ceremonia improvisada, las dos jóvenes consagran su
virginidad al Señor por manos de Francisco, que les corta la cabe-
11. «Hermano Sol, hermana Luna» 57 llera y las viste con un hábito parecido al de los Frailes Menores.
A continuación, las conducen al monasterio de San Pablo, de
El ejemplo y la predicación de Francisco, «el rey de la juven- monjas benedictinas.
tud de Asís», convertido ahora en «juglar de Dios», tuvo también Lo mismo que a Francisco, también a Clara intentaron sus fa-
una gran resonancia entre el mundo femenino de Asís. Entre las miliares disuadirla de la locura que la había conducido hasta allí.
mujeres que oían complacidas las palabras de Francisco, cuando Pero todo fue inútil. A fin de darle un cobijo más seguro, Fran-
predicaba en las iglesitas de los alrededores o en la misma cate- cisco trasladó a las dos Damas Pobres de Asís al monasterio del
dral, había una que estaba pendiente de sus palabras. Era Clara Santo Ángel de Panso, en las laderas del monte Subasio. Pero la
de Favarone, que pertenecía a una de las más nobles familias de intención de Clara no era ser monja benedictina, sino imitar en
la ciudad. Sus padres eran Favarone y Ortolana. Esta era una mu- todo el estilo de vida de Francisco: vivir en casa pobre, cuidar a
jer profundamente religiosa como lo demostraba el hecho de que los enfermos, especialmente a los leprosos y, posiblemente tam-
hubiese realizado varias peregrinaciones de especial dificultad en bién, caminar de ciudad en ciudad predicando el evangelio; pero
aquel tiempo: Roma, Monte Gargano y, sobre todo, Tierra Santa. lo último no era tan fácil en un tiempo en el que la mujer contaba
Cuenta la leyenda que el nombre de Clara se debió a un sueño muy poco socialmente. Por eso, las Damas Pobres de Asís tuvie-
que habría tenido su madre cuando estaba encinta: el fruto de su ron que aceptar un estilo de vida más semejante al de las monjas,
vientre habría de ser una clara luz que alumbraría el camino a al parecer por disposición de la misma Curia romana.
muchas gentes. Jacobo de Vitry establece en 1216, apenas cuatro años des-
Su educación había sido muy esmerada. No sólo era una pués de la «conversión» de Clara, un paralelismo entre la vida de
maestra consumada en el bordado, como lo atestigua el alba que los Hermanos Menores y las Hermanas Menores:
confeccionó para Francisco que todavía se conserva, sino que co-
nocía la música, hablaba con elegancia la casi ya formada lengua «Tuve el consuelo de ver a numerosos hombres y mujeres que dejan
de la Umbría, e incluso leía y escribía con corrección el latín que sus bienes y salen al mundo por el amor de Cristo: les llaman «Hermanos
cada día estaba más en desuso en la ciudad. Era una asidua lec- Menores» y «Hermanas Menores». Durante el día, los Hermanos van a
tora de romances y canciones caballerescas. En cierto modo, era las ciudades y pueblos, dedicándose a actividades apostólicas. De noche
el modelo de la juventud femenina de Asís, como Francisco lo vuelven a sus ermitas o se retiran a la soledad para dedicarse a la contem-
había sido de la juventud masculina. Era trece años más joven plación. En cuanto a las mujeres, residen en varios hospicios y asilos cer-
que Francisco. canos a las ciudades, viviendo comúnmente del trabajo manual sin aceptar
ningún rédito» 58 .
En 1212, cuando tenía dieciocho años, Clara da una giro
completo a lo que parecía su futuro. A los doce años había sido
Clara y sus Damas Pobres complementaban así algo que Fran-
prometida ya a un noble joven asisiense. Pero ella tiene proyectos
cisco llevaba muy dentro de sí: el afán por la contemplación. Sin
propios para su vida.
embargo, por las exigencias del Evangelio, cuya forma de vida
En connivencia con Francisco, el día 18 de marzo de 1212, quería cumplir a rajatabla, tuvo que vivir siempre un poco escin-
57
ELCID, D., Clara de Asís, hermana ideal de S. Francisco, Madrid, 1981;
OMAECHEVARRIA, I., Las Clarisas a través de los siglos, Madrid, 1972.
JACOBO DE VITRY, Carta a los Canónigos de Lyón, octubre 1216.

314 315
dido entre la soledad de los eremitorios y el baño de multitudes había reconfirmado en 1228, precisamente durante su viaje a Asís
en las ciudades. La Leyenda mayor informa cómo fueron Clara y para canonizar el santo fundador, intentó revocarles el privilegio,
sus Damas Pobres, junto con el hermano Silvestre, quienes consi- que Clara defendió a rajatabla. Inocencio IV en 1247, les impuso
guieron de Dios con sus oraciones la clarificación de las vías apos- una nueva Regla con la cual quedaba eliminada la profesión,
tólicas de la predicación del Evangelio a los hombres 59 . según la Regla benedictina, y también la pobreza radical; pero fue
Lo mismo que en el caso de Francisco, que recibió de los be- tal la tenacidad de Clara por mantener el primitivo ideal francis-
nedictinos la iglesia de la Porciúncula, también Clara recibió de cano que, por bula de Inocencio IV, de 9 de agosto de 1253, que-
ellos la iglesita de San Damián, donde Francisco había recibido de daba definitivamente aprobado el «privilegio de la pobreza radi-
labios de Cristo la orientación definitiva de su vida. En San Da- cal» para las Hermanas Clarisas en la Regla por ella redactada y
mián nació la Orden segunda de San Francisco, la Orden de las en la que introducía algunos párrafos literales de la primera Regla
Clarisas. Se trataba de un nuevo género de vida religiosa, distinto escrita para ellas por Francisco. Por primera vez era aprobada por
de las monjas tradicionales de la Edad Media, a pesar de que, el papa una Regla presentada por una mujer.
como consecuencia del Decreto lateranense (1215) que obligaba Dos días después de la aprobación de la Regla, Clara entre-
a las nuevas Ordenes religiosas a tomar una de las Reglas ya exis- gaba su espíritu al Señor en el convento de San Damián. Lo
tentes, Clara tomó la de San Benito; pero esto no significa que las mismo que Francisco, su hermano del alma, también ella fue ele-
Clarisas fuesen Benedictinas. Era simplemente una manera de vada al honor de los altares, exactamente dos años después de su
poder declarar auténtica a la Orden, como le decía el papa Ino- muerte, el 12 de agosto de 1255. En 1263, el papa Urbano IV
cencio IV (1243) a la beata Inés de Praga60. aprobó una nueva Regla que mitigaba la pobreza y reforzaba la
La comunidad empezó a crecer. A los ocho días del escándalo clausura. Esta modificación del espíritu originario de la Forma de
producido por la fuga de Clara, se fuga también su hermana Inés; vida de las Clarisas hará surgir varias reformas como un retorno a
más tarde su hermana Beatriz y, andando el tiempo, incluso su la observancia primitiva de la Regla de Santa Clara. La Segunda
propia madre Ortolana se les juntará; y asimismo dos sobrinas, Orden franciscana u Orden de las Clarisas se extendió rápida-
Balbina y Amada. Y muchas otras, hasta el punto de que pudie- mente por toda Europa, y a lo largo de los siglos surgirán otras
ron enviar Hermanas a fundar otras fraternidades por Italia, e in- Ordenes afiliadas a su Regla. Fueron especialmente numerosas
cluso fuera, como fue el caso de las cinco Damas Pobres de Asís las vocaciones y fundaciones de Clarisas en España. En el año de
que, a petición de Inés de Praga, hija del rey de Bohemia y pro- la muerte de Santa Clara (1253) había ya 21 conventos, y en
metida de Federico II de Alemania, fueron a fundar un nuevo 1300 se había elevado el número hasta 49. Sobresalen Pamplona
convento en aquella ciudad. (1228), Zaragoza (1234), Plasencia (1233), Burgos (1234). A
Para ellas escribió también Francisco una Forma de vida a medida que avanzaba la Reconquista de Andalucía, las Clarisas
imitación de la compuesta para los Hermanos Menores, en la que se hacían presentes por diversas ciudades, como Ubeda (1247) y
se establece la pobreza absoluta, viviendo del trabajo de las pro- Jaén (1253).
pias manos. Como esto no era lo habitual entre las monjas del
tiempo, Clara hubo de conseguir del papa Inocencio III, el «privi-
legio de pobreza radical» (1215-1216) 61 , que garantizaba la segu- 12. La Orden Tercera de San Francisco62
ridad para la nueva Orden. Pero el papa Gregorio IX, que se lo
La predicación de Francisco suscitó en toda Italia una fuerte
59
Leyenda mayor, 12; Florecillas, 16. revitalización del movimiento penitencial entre los seglares. Su
60
Bull. Franc, I, pp. 313-317. vida pobre y penitente y su predicación ejercieron una impresión
61
GRAU, E., El «privilegio de la pobreza» de Santa Clara. Historia y significado,
62
«Selec. de Franc», 20 (1978), pp. 233-242. PAZZELLI, R., // Terz'Ordine Regolare di San Francesco, Roma, 1958.

316 317
tan viva, que los arrastraba irresistiblemente hacia el ideal de la La genialidad de San Francisco de Asís que provenía de ese
penitencia. Como dice Tomás de Celano, hombres y mujeres de ambiente penitencial comprendió mejor que nadie en su tiempo
toda clase y condición acudían a oír al nuevo apóstol que los se- las aspiraciones de los seglares hacia un estilo de vida más con-
ducía con su palabra escasamente adornada, pero dulce y fasci- forme al Evangelio en una institución que respondiese a una ur-
nante. Todos querían ponerse bajo su dirección. Pero no todos los gencia de los tiempos: las Tercera Ordenes, porque todas las de-
cautivados por su palabra y por el ejemplo de su vida, podían más Ordenes Mendicantes crearán con el tiempo una institución
abandonar sus casas y sus familias63. semejante.
Las Floréenlas narran los orígenes inmediatos de la Tercera Pero la gran intuición de San Francisco no consistió en hacer
Orden, aunque todavía no se llamase así: «... después de haber con los seglares una simple cofradía de gentes piadosas, sino gen-
ordenado a las golondrinas que se callaran mientras predicaba, tes verdaderamente comprometidas con el Evangelio en medio
habló con tanto fervor, que todos los hombres y mujeres de aque- del mundo. En vez de ponerles cortafuegos que los separasen del
lla aldea querían marcharse detrás de él»; pero él les dijo: «No os mundo, lanzó a los seglares en medio del mundo, pero con su
apresuréis, no marchéis, yo ordenaré lo que tenéis que hacer para mismo espíritu de penitencia y de pobreza. Francisco entendió la
la salvación de vuestras almas». Y entonces pensó en fundar la Tercera Orden como destinada a identificarse con todos los hom-
Tercera Orden para universal salvación de todos. Y así, dejándo- bres, por eso el título de su escrito destinado a ellos: Carta a todos
los muy consolados y bien dispuestos a la penitencia, se marchó los fieles. El ideal secular que Francisco ha impreso en el corazón
de allí» M. Otro tanto sugirió a quienes le escuchaban por los pue- de sus Terciarios, lo describe W. Dirks en unas páginas muy be-
blos y aldeas de Toscana, y especialmente en la ciudad de Floren- llas68.
cia65. La respuesta de Francisco a las urgencias históricas de su
Hacia 1215, Francisco cumplió su palabra, y escribió la pri- tiempo, se advierte con mayor claridad en la Tercera Orden. No
mera redacción de la Carta a todos los fieles, destinada a todos sería correcto, sin embargo, afirmar que la Primera y la Segunda
aquellos que querían vivir el ideal de la penitencia a su manera. Orden —Menores y Clarisas— hubieran sido fundadas con miras
Su contenido es estrictamente espiritual y centrado en la idea de a la Tercera Orden, pero sí es cierto que el movimiento francis-
conversión, predominando en ella el mandamiento del amor y la cano apunta, en general, hacia las urgencias que planteaba el ex-
llamada constante a crecer y vivir conforme al Evangelio66. cesivo afán de amasar dinero por parte de aquellos comerciantes
En 1221, con la ayuda del cardenal Hugolino de Ostia, com- y banqueros incipientes, cuyo espíritu corría el peligro de asfi-
puso la primera Regla de la Orden Tercera que, con adiciones xiarse en medio de sus transacciones comerciales y bancarias. Los
posteriores, desde 1221 hasta 1289, fue descubierta y publicada Terciarios deberían poner remedio a eso. ¿Cómo? Santificando
por Pablo Sabatier en 1903 con el título de Memorial del propó- sus actividades comerciales e industriales, trabajando afanosa-
sito de los hermanos v hermanas de Penitencia que viven en las mente por acrecentar el próspero bienestar de la Humanidad, es-
propias casas, empezado en el año 122167. trechando los lazos de unión entre los diversos países que reco-
rren con ocasión de sus negocios69.
Ahora bien, del seno de estos penitentes seglares salieron muy
63
/ Celano, 27.
pronto algunos grupos que vivían en comunidad, dedicándose a la
64
Florecillas, 16.
65
WADDINO, L., Ármales Minorum, II, p. 9.
66
ESSER, C, Un precursore della «Epístola adfideles» di San Francesco d'Assi- los Terciarios Franciscanos Seglares hasta que fue modificada por Nicolás IV en
si, AnalTOR, XIV (1978), n. 29, pp. 11-47. 1289 con la Bula Supra montem. Cf. ALVAREZ GÓMEZ, J., LOS laicos en la Iglesia...,
67
Los franciscanólogos discuten acerca de si San Francisco intervino personal- pp. 24-25.
68
mente en la redacción de este documento. Es posible que no lo hiciera, pero el es- DIRKS, W., La respuesta de los frailes, San Sebastián, 1957, pp. 246-252.
69
crito refleja perfectamente su espíritu. Este Memorial..., fue la Regla observada por DIRKS, W., O. C, p. 249.

318 319
oración, al trabajo y a las obras de misericordia. En 1324, el papa ción nueva que les obligaba a varios reajustes. La sociedad se
Juan XXII, mediante la bula Altissimo in divinis, aprueba estos asienta definitivamente, como en el resto de Europa, en núcleos
nuevos grupos diseminados un poco por toda Europa, que vivían urbanos cada día más poderosos por el número de sus habitantes,
de una manera autónoma, sin ninguna conexión entre sí, al mar- por su economía y por su cultura. La Iglesia, tal como se había
gen de tener un espíritu franciscano común. En 1447, el papa Ni- configurado desde el comienzo de la Reconquista (siglo vm),
colás IV, con la bula Pastoralis officii, unifica todos estos grupos había agotado ya todas sus posibilidades. El régimen eclesial an-
bajo la dirección de un ministro general. Queda constituida así la terior se caracterizaba, aunque pueda parecer una paradoja, por
Tercera Orden Regular con autonomía propia, puesto que hasta la estaticidad y por la movilidad. La estaticidad era consecuencia
entonces todos esos grupos habían dependido de la Primera Or- de su configuración jurídica, de su organización beneficial y de su
den de San Francisco. León X, con la bula ínter caetera (1521) economía de tipo agrario. Y la movilidad era, a su vez, causada
reformuló la Regla en todo lo referente a los hermanos y herma- por las continuas reparcelaciones a que obligaba el permanente
nas de vida religiosa propiamente dicha. ensanchamiento de las tierras reconquistadas.
Aunque la Tercera Orden Regular no tiene a San Francisco Los monasterios participaban también de esas dos característi-
de Asís como su verdadero fundador, sin embargo lo reconoce cas de la Iglesia española medieval, la estaticidad y la movilidad.
como su mejor y más auténtico modelo del hombre reconciliado y La estaticidad es algo que caracterizaba por sí mismo al monacato
reconciliador en todas las dimensiones que llevan al hombre a su medieval; y la movilidad se debía a la precariedad económica con
plenitud y madurez: la relación con Dios, consigo mismo, con los que muchos monasterios fueron fundados. Pero esta movilidad
demás hombres y con todo el mundo creado. Este ideal procura monástica tuvo unas consecuencias benéficas en general, porque,
llevarlo a su cumplimiento la Tercera Orden Regular con una como dice Sánchez Albornoz: «estos monasterios ayudaron mu-
presencia activa en medio de los hombres. Sus obras pueden ser cho a la repoblación y colonización del país. Pero esos cenobios
múltiples, pero a través de todas ellas ha de testimoniar la peni- fueron muchas veces flores místicas que perduraron sólo lo que
tencia y la reconciliación70. tardó en extinguirse la congoja o la angustia de sus fundadores, o
lo que tardó en volver por sus fueros la flaqueza de la sensuali-
dad» 71 .
13. Los Hermanos Menores en España El monacato tradicional no fue capaz de dar una respuesta es-
piritual nueva a los nuevos problemas que tenían planteados la
A principios del siglo xm, la Iglesia española, especialmente la Iglesia y la sociedad en la España del siglo xm. Había un vacío
castellana, lo mismo que toda la sociedad, estaba experimentando que vinieron a llenar las Ordenes Mendicantes. Estas se expan-
un cambio profundo. La batalla de las Navas de Tolosa (1212) dieron, sobre todo franciscanos y dominicos, muy rápidamente
había abierto una brecha definitiva al poderío musulmán en An- por toda la Península. En el norte tuvieron que rivalizar en sus
dalucía. Desde entonces, las incursiones militares de los reyes cas- fundaciones con el monacato tradicional, pero en las tierras re-
tellano-leoneses fueron un verdadero paseo triunfal. A mediados conquistadas de Andalucía tuvieron ancho campo para sí solas,
del siglo xm, los musulmanes de la Península Ibérica estaban ya ya que la presencia monástica en estas regiones fue prácticamente
nula.
reducidos prácticamente al reino de Granada, donde lograrán, sin
embargo, mantenerse hasta el año 1492. San Francisco de Asís, como ya se ha visto anteriormente,
La reconquista de la casi totalidad del territorio nacional viajó a España, si hemos de dar crédito a las Florecillas, en pere-
colocaba a la sociedad, y especialmente a la Iglesia en una situa- grinación a Santiago de Compostela en búsqueda de la definición
71
70 Citado por LINAGE CONDE, A., El monacato repoblador, en AA.VV., Historia
IZQUIERDO, G, Recopilación de textos legislativo-espirituales sobre la vida pe-
de la Iglesia en España, II, 1.°, p. 149.
nitencial franciscana, Ed. Franciscanas TOR, 1981.

321
320
de su propia Orden; y de allí regresó a Italia con su carisma de en Berbería» 77. Juan Párente pasó de ministro provincial de Es-
fundador bien perfilado72. A Santiago viajaron también sus dis- paña a ministro general de la Orden después de la muerte de San
cípulos de la primera hora, los hermanos Bernardo, Gil y Maseo. Francisco, cargo que ocupó durante el período 1227-1232.
La presencia franciscana en España se orientó en una doble
dirección: Santiago de Compostela, como meta de peregrinación,
y los musulmanes, como meta de una acción apostólica. García
Oro afirma que este binomio —Santiago de Compostela y los mu-
14. Disensiones en el franciscanismo
sulmanes— no explica por sí sólo la primitiva penetración francis- Al morir San Francisco en 1226, la Orden estaba ya lacerada
cana en España, pero es ciertamente una clave válida para inter- en su interior, aunque todos los frailes, siguiendo su ejemplo, ha-
pretarla73. bían aceptado la Regla bulada de 1223. Al desaparecer de la es-
En el Capítulo de las Esteras (1217) se decretó la fundación cena el santo Fundador, las tensiones internas se incrementaron a
de la Provincia de España, pero en realidad no se sabe práctica- causa del modo de interpretar el testamento en el que Francisco
mente nada de la existencia de conventos franciscanos antes de repetía a la hora de su muerte todo lo que habían sido las cons-
1219. En 1217 fray Bernardo de Quintavalle vino a España al tantes espirituales de su vida: Renuncia a toda propiedad, a los
frente de un buen contingente de hermanos, pero todo son dudas privilegios y dispensas; y fidelidad a la observancia literal de la
respecto a su actividad fundacional74, aunque varios conventos, Regla.
como el de Santiago de Compostela, Ribadeo, Salamanca, Pla-
Los que habían visto en la Regla bulada una especie de trai-
sencia y también algunos conventos portugueses, que se conside-
ción al espíritu originario de la Orden, ven ahora en el Testa-
rarán de fundación directa de San Francisco, podrían deber su
mento una llamada patética de San Francisco, el cual preveía el
origen a la acción de esta primera expedición75.
giro que estaba a punto de tomar su obra más querida; y, en con-
Fue más eficaz la segunda expedición enviada por San Fran- secuencia, exigen una puesta en práctica del mismo, obligante en
cisco después del Capítulo de 1219, y dirigida por fray Juan Pá- la misma forma que la Regla. Pero la mayoría de los frailes que
rente, que fue el primer ministro provincial de España 76 . Las vo- habían optado ya decididamente por la Regla bulada, considera-
caciones franciscanas surgen pronto en España, con las cuales fue ban el Testamento como una exhortación cada día más difícil de
posible la fundación de conventos. Las fundaciones se suceden poner en práctica; lo mismo que algunas prescripciones de la
con rapidez: primero fue Zaragoza (1219), después Burgos, San- misma Regla bulada, sobre todo las relativas al manejo del di-
tiago de Compostela, Toledo. «En los arrabales de las ciudades, nero.
como modestos ermitaños, ofrecieron la estampa del francisca-
Desde 1227, el cardenal Hugolino, ahora papa Gregorio IX
nismo naciente... Pero, sobre todo, fue en ambiente moro donde
(1227-1241), es quien realmente toma las decisiones. Es cierto
consiguieron acendrar su testimonio. En Valencia y Sevilla, y
que sus decisiones optan por una mayor institucionalización de la
poco después en Ceuta, alternaron las disputas sapienciales con
Orden frente a la visión más carismática que de la misma tenía
los ejemplos heroicos de caridad hacia los cautivos cristianos y la
San Francisco. Sin embargo, no se debe ver en este talante hugoli-
asistencia espiritual a la numerosa población cristiana que moraba
niano una contradicción con el propio Francisco. Fue éste quien,
en definitiva, orientó las cosas en este sentido al atribuirle al car-
72
Florecillas, ; cf. GARCÍA ORO, J., El franciscanismo hispano, p. 220.
denal protector una función constante y decisoria sobre la Orden
73
GARCÍA.ORO, J., O. C, p. 221. con la finalidad de que se preservase en los Hermanos Menores,
74
LÓPEZ, A., La Provincia de España de los Frailes Menores, Santiago de Com- ante todo y sobre todo una absoluta fidelidad a la Iglesia y a su
postela, 1915.
75
LÓPEZ, A., o. c., pp. 278-279.
76 GARCÍA ORO, J., O. C, p. 225.
GARCÍA ORO, J., O. C.A p. 223.

322 323
representante, el papa. Con Gregorio IX, llegó la hora de la «fija- Zelanti y los Moderados. Ambos bandos contaban con hermanos
ción constitucional y de la definición eclesiológica de la familia de verdaderamente espirituales y santos. Entre los primeros figura-
Francisco. Aparecen con toda su vistosidad en el escenario de la ban los hermanos más íntimos del santo fundador, como fray
Cristiandad los frailes del Señor Papa.... con tanta más fuerza León; y entre los segundos, hombres tan piadosos y santos como
cuanto que el Pontífice era amigo íntimo y se consideraba deposi- San Antonio de Padua y San Buenaventura. En el Capítulo de
tario del designio de Francisco. En el futuro, la Orden será lo que 1230 se manifestó abiertamente la disensión entre los dos bandos.
el papa diga. Y no tardó en pronunciarse» 78 en favor de que los Gregorio IX empezó por declarar nulo el testamento de Fran-
Hermanos Menores se constituyeran en una Orden bien estructu- cisco, por la bula Quo elongati (1230). Pero los Rigoristas consi-
rada con casas e iglesias en las que ejercer plenamente y ordena- deraron esto como una traición al espíritu más genuino de San
damente el ministerio sacerdotal, lo cual implicaba la exención, Francisco. A incrementar el malestar dentro de la Orden contri-
privilegio que no tardará en llegar. buyó el generalato de fray Elias (1232-1239), elegido para suce-
La clericalización de la Orden se hace obligatoria por varias der al bondadoso fray Pedro Párente. La forma de gobierno im-
bulas de Gregorio IX (1239, 1241) y de Inocencio IV (1245) en plantada por fray Elias tuvo realmente bastante poco de francis-
las que se dispone que «ninguno sea recibido en la Orden, a me- cana y demasiado de autoritaria y triunfalista. Empezó por
nos que sea clérigo y con suficiente conocimiento de Gramática o construir una basílica suntuosa para albergar los restos mortales
de Lógica, y si es lego, de tal condición que su entrada produzca de San Francisco, que a muchos no pudo menos de parecerles
mucha edificación en el clero y en el pueblo» 79. una contradicción con el espíritu de extrema pobreza del Povere-
Para mantener la desapropiación radical, personal y comuni- llo de Asís.
taria, tan querida por Francisco e impuesta por la Regla, y, al El autoritarismo de fray Elias, que era laico, provocó la anti-
mismo tiempo, para facilitar el funcionamiento económico de las patía de los frailes sacerdotes por una parte, y por otra la desespe-
comunidades cada vez más numerosas, se dispone que la Santa ración de los Rigoristas a causa de la tiranía con que eran trata-
Sede será la titular de todas las posesiones y la Orden solamente dos. El malestar llegó a tal extremo que Gregorio IX convocó un
la usufructuaria. La administración de estos bienes, al principio Capítulo General (1239) que lo depuso. Y entonces se demostró
estaba en manos de amigos seglares que actuaban como procura- el escaso talante franciscano de fray Elias, que se rebeló contra la
dores, pero paulatinamente se fueron encargando de ella los mis- decisión del Capítulo aprobada por el papa, y se pasó al bando de
mos frailes. Federico II de Alemania, que por entonces estaba en lucha
Esta evolución del franciscanismo era inevitable. El número abierta con Gregorio IX, lo cual le valió la excomunión y la ex-
de seguidores de San Francisco crecía día a día como la espuma. pulsión de la Orden. Murió, sin embargo, reconciliado con la
Esto lleva consigo el riesgo de que no todos los candidatos estén Iglesia en 1253. Todo esto no debe ser óbice para que se le reco-
poseídos del mismo espíritu ni estén a la altura de los ideales de nozcan también a fray Elias algunas decisiones de importancia
los orígenes de la Orden. Evidentemente, si se quiere evitar la para el futuro de la Orden como fueron su preocupación por las
anarquía, es necesario establecer un orden, creando un sistema de misiones, el fomento de los estudios entre los hermanos; y, en ge-
gobierno y construyendo casas que puedan albergar a tantos frai- neral, la gran difusión que alcanzó el franciscanismo durante su
les. Por otra parte, la dificultad para alimentar a unas comunida- mandato. Fray Elias fue el último hermano laico que ocupó el
des tan numerosas sin poder manejar dinero, se tornaban cada día cargo de ministro general.
más manifiestas. Durante el largo generalato de San Buenaventura (1257-
La Orden acabó dividiéndose en dos bandos; los Rigoristas o 1274) tornó la paz al seno de la Orden, porque supo conjugar ar-
mónicamente la institucionalización emprendida ya en la Regla
GARCIA ORO, J., O. C, p. 229. bulada, con el retorno al más genuino espíritu de pobreza y la
Bullarium Franciscanum, I, 352. consiguiente austeridad de vida que habían sido descuidadas du-
324 325
rante los mandatos de fray Elias (1232-1239), de fray Alberto de narra sus aventuras en defensa del espíritu franciscano originario.
Pisa (1239-1247) y de fray Juan de Parma (1247-1257). Otro de los Espirituales más influyentes fue el gran poeta fray Ja-
San Buenaventura quiso zanjar de una vez por todas las con- copone de Todi.
troversias entre ambos bandos. Para ello, él mismo compuso una Los Espirituales encontraron favor en el papa Celestino V, al
interpretación de la vida y obra de San Francisco, la Leyenda Ma- que le pidieron que los separase de la Orden. El cual, si bien no
yor, que fue declarada biografía oficial del fundador para toda la les concedió la separación de la Comunidad, sí les permitió go-
orden en el Capítulo General de 1266, el cual, además, mandó bernarse con cierta independencia respecto a la obediencia de-
destruir todas las biografías anteriores. Mientras vivió San Buena- bida al ministro general y a los superiores provinciales. Pero des-
ventura, se mantuvo una cierta tranquilidad, pero al morir mien- pués de la renuncia de Celestino V al Pontificado (1294), su suce-
tras asistía al II Concilio de Lión (1274), de nuevo surgieron las sor, Bonifacio VIII, anuló esas disposiciones o privilegios. Los
controversias, centradas ahora fundamentalmente en torno a la Espirituales se rebelaron contra el nuevo papa, al que tachaban
pobreza. de ilegítimo por considerar nula la renuncia de Celestino V. A
Los Rigoristas, llamados también Espirituales, empiezan a pesar de todo, Bonifacio VIII les mostró más tolerancia de la que
moverse en contra del rumor que corre por los eremitorios fran- cabía esperar de parte de un papa que tan alto juicio se había for-
ciscanos del sur de Italia y de la Provenza, según el cual el papa mado de sí mismo y del cargo que desempeñaba.
Gregorio X querría abolir para todos los Mendicantes la pobreza La lucha se recrudeció en tiempos de Juan XXII que no fue
comunitaria o colectiva; llegando a afirmar que ellos no estaban tan contemporizador como Bonifacio VIII ni como Clemente V.
dispuestos a obedecer, aunque el papa lo ordenase. Por supuesto, El mismo ministro general, Miguel de Cesena, ante las reiteradas
el Concilio II de Lión no dio ningún decreto en este sentido, pero desobediencias, los denunció ante el papa. Los cabecillas Uber-
los Espirituales insistieron en sus diatribas contra la corrupción tino de Cásale y Ángel Clareno, se presentaron en la curia ponti-
introducida en la Orden. Estaban influidos por las ideas de fray ficia de Aviñón el día 13 de mayo de 1317, acompañados de 64
Gerardo de Borgo San Donnino y del teólogo Pedro Juan Olivi frailes. Fray Bernardo Délicieux pronunció un vibrante discurso
(1255), seguidores de las teorías de Joaquín de Fiore. Olivi consi- en defensa de los Espirituales al que replicaron los representantes
deraba a San Francisco de Asís como el nuevo Mesías que inau- de la Orden, tachándolos de rebeldes. Por la bula Quorumdam
guraba la Edad del Espíritu Santo, anunciada por Joaquín de exigit(2 de octubre de 1317) el papa sometía de nuevo a la obe-
Fiore. Sería la edad de los monjes, y especialmente del francisca- diencia de la Orden a todos los Espirituales y les obligaba a adap-
nismo, cuya Regla se identificaba con el Evangelio. Y, por lo tarse a la vida común en todo lo relativo al modo de vivir la po-
mismo, oponerse a la pobreza en ella establecida, sería oponerse breza y vestir el hábito propio de los Hermanos Menores.
al mismo Evangelio. Las medidas tomadas contra quienes no se sometieron a la de-
Discípulo de Olivi fue Ubertino de Cásale, autor del libro Ar- cisión del papa fueron muy duras. Se empleó contra ellos todo el
bor vitae crucifixae Jesu, en el que se exhalta contra la corrupción rigor propio de aquellos tiempos: fray Bernardo Délicieux fue
del Papado, al que tilda de «Anticristo», «mala bestia y no papa». torturado y murió en la cárcel en 1320; Ángel Clareno fue exco-
El ministro general dispersó a los Espirituales por diversos eremi- mulgado, pero posteriormente fue absuelto y salió de la Orden
torios; algunos incluso fueron encarcelados como herejes; y otros franciscana, ingresando en la Orden de los Celestinos; Ubertino
fueron enviados a las misiones de Armenia Menor (Cilicia). Uno de Cásale quedó libre en Aviñón, pero después se pasó al bando
de éstos murió más tarde como mártir, beato Tomás de Tolen- de Luis de Baviera en lucha con Juan XXII.
tino. Para doblegar la resistencia de los Espirituales que no acepta-
Entre los Espirituales tuvo una actividad preponderante Án- ron la bula del día 2 de octubre, Juan XXII publicó el 30 de di-
gel Clareno, que se convirtió en el representante principal de los ciembre del mismo año 1317 otra bula, Sancta Romana, por la
Espirituales. Escribió la Historia septem tribulationum, en la que que se suprimían todos los conventos de los Espirituales; y una
326 327
tercera, Gloriosam Ecclesiam (23 de enero de 1318), por la que pobreza de Cristo. En realidad era una cuestión que tenía más de
se condenaban sus errores dogmáticos. En Provenza, cinco Espi- medio siglo de existencia. Ya se había planteado el tema en la
rituales pertinaces cayeron en manos del tribunal de la Inquisi- Universidad de París entre los Dominicos y los Franciscanos, los
ción, el cual condenó a uno a ser emparedado, y a los otros cuatro cuales discutían acerca de si era más o menos perfecto el poseer
a morir en la hoguera (1318). Los Espirituales que no aceptaron algo en común. Los Franciscanos se gloriaban de no poseer nada
las decisiones pontificias abandonaron la Orden y se unieron a en común frente a las demás Ordenes religiosas.
otros grupos fanáticos, dando origen a una secta herética cono- La antigua discusión tomó tintes de verdadera tragedia
cida genéricamente como los Fraticelli80. cuando, en 1321, el dominico Juan de Beaune se apoyaba, para
Los Fraticelli se hicieron sentir también en España. Fueron es- condenar a una beguina, en esta afirmación que se le atribuía:
pecialmente numerosos en Mallorca y en Cataluña. Tuvieron un «Jesucristo no poseyó nunca cosa alguna como propia, ni indivi-
jefe espiritual en la destacadada figura del infante don Felipe, hijo dual, ni colectivamente». Ante semejante propuesta, se levantó
de don Jaime II de Mallorca. Había nacido en 1288 y estudió teo- indignado el franciscano Berengario Tolón, afirmando que tal
logía en París. Ingresó en la Orden dominicana, cuyo hábito proposición no sólo no era una herejía, sino un dogma definido
abandonará para vestir el franciscano, pasándose al bando de los por el papa Nicolás III en la bula Exiit qui seminal.
franciscanos radicales, y obligándose con voto a practicar la Regla La disputa fue llevada ante Juan XXII, el cual, de inmediato,
y el testamento en todas sus exigencias. Para sacarlo de esos am- hizo arrestar al franciscano; y previa consulta a algunos obispos y
bientes extremistas, Juan XXII le ofreció la mitra de Mirepoix, doctores en Teología y en Derecho canónico, publicó la bula
pero el infante don Felipe no la aceptó, como tampoco había Quia nonnunquam (26 de mayo de 1322), en la que se declaraba
aceptado la sede arzobispal de Tarragona, que le había sido ofre- discutible la opinión de Nicolás III. Esto provocó un enorme es-
cida anteriormente. A pesar de que estuvo íntimamente compro- cándalo entre los franciscanos, porque consideraban que las pala-
metido con los Franciscanos más radicales, debido a su alta alcur- bras de Nicolás III constituían un verdadero dogma de fe. El Cap-
nia, se vio libre de procesos inquisitoriales. Dejó detrás de sí nu- ítulo General, reunido en Perusa, rogó al papa que no innovase
merosos discípulos, especialmente en la isla de Mallorca. En los nada. Pero no contentos con esto, el ministro general, Miguel de
últimos años de su vida peregrinó de un lugar a otro por todo el Cesena, juntamente con algunos provinciales y doctores en Teo-
sur de Italia; y al morir en 1337 fray Clareno, el infante don Felipe logía de la Orden, publicó un escrito dirigido a toda la Iglesia en
fue el verdadero director espiritual del grupo en Italia. No se co- el que, por su cuenta, decidían la cuestión doctrinal, afirmando
noce cómo ni cuándo murió. Probablemente en 1347. que ni Cristo ni los Apóstoles habían poseído nada ni personal ni
comunitariamente.
También por Castilla hubo algunos partidarios del francisca-
nismo radical, en las postrimerías del siglo xiv y principios del xv. Lógicamente, el papa se sintió ofendido en lo más vivo de su
El papa aviñonés, Benedicto XIII, los favoreció para atraerlos a ministerio pastoral y de su dignidad personal; y, como revancha
su causa. No hay indicios, sin embargo, de que cayesen en los ex- contra la Orden franciscana, con la bula Ad conditorem canonum
tremismos de sus cohermanos italianos81. (8 de diciembre de 1322), revocó las cláusulas relativas a la po-
El problema se agravó cuando, una vez concluida la contro- breza de Cristo de la bula de Nicolás III, Exiit qui seminat. Y para
versia de los Espirituales, centrada más en la praxis que en la que no pudieran vanagloriarse de su absoluta pobreza, el papa re-
teoría, se planteó la cuestión de un modo doctrinal en torno a la chazaba que la Santa Sede fuese propietaria de los conventos,
iglesias, tierras y demás bienes que usufructuaban los Francisca-
nos, de manera que éstos quedaban en propiedad de la Orden,
80
pasando a la misma situación de todas las demás Ordenes Mendi-
Tocco, F., La questione delta povertá nel secólo XIV, secondo nuovi docu-
menti, Ñapóles, 1910.
cantes. El papa, ante las alegaciones de los Franciscanos, por me-
81
POUY MARTI, J. M., Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes, Vich, 1930. dio de fray Bonagracia de Bérgamo, a quien en un primer mo-
329
328
mentó hizo encarcelar (1323), suavizó algo el tenor de la bula. ÁRBOL GENEALÓGICO DE LA FAMILIA FRANCIS-
Pero por medio de una nueva bula, Cum inter nonnullos, decla- CANA (N. Sastre y C. Izquierdo, TOR)
raba herética la proposición que afirmaba que ni Jesús ni los
Apóstoles habían poseído nada en común ni tenían derecho a
vender o cambiar sus bienes. VIDA
MONÁSTICA
NUEVAS EXIGENCIAS SOCIO-ECLES1AL ESPIRIT. PENITENCIAL
Cruzadas DE LA IGLESIA
Esta declaración de Juan XXII fue considerada como una he- Predicadores de penitencia
Grupos junto a monasterios
(s. v)

rejía por buena parte de los Franciscanos. Muchos de ellos se pa- Movimientos sociales...

saron abiertamente al bando de Luis de Baviera, contribuyendo


en buena medida a la redacción del manifiesto de Sachsenhausen (s. si) MOVIMIENTOS LAICALES
PENITENCIALES
(22 de mayo de 1324), en el que se afirmaba que el papa se había
alzado contra el mismo Señor Jesucristo y contra su sacratísima Anacoretas
H M
madre que vivió con su hijo en la observancia del mismo voto de
pobreza. Juan XXII, con una nueva bula, Quia quorundam (10
de noviembre de 1324), ratificó su doctrina, la cual, a primera
vista, parecía una contradicción con la declaración de Nicolás III, MOVIMIENTO PENITENCIAL
pero en realidad, como se desprende del contexto, solamente FRANCISCANO (1208)

1212
condenaba a los que negaban a Cristo y a los Apóstoles el dere- T.O.P.
cho a poseer bienes materiales.
1221
El ministro general, Miguel de Cesena, que en toda la contro- Institución

versia había mantenido una actitud de reservada prudencia, fue


llamado a Aviñón, y después de un acalorado enfrentamiento
verbal con el Papa, huyó en compañía de algunos frailes, entre los 1324
que sobresale el célebre maestro de filosofía, Guillermo de Oc- Aprob.
Juan XXII
kam, para pasarse al bando de Luis IV de Baviera, que acababa
1447
de nombrar un antipapa en la persona del franciscano Pedro Rai- Organiz.
Nicolás V
nalducci (1324). Miguel de Cesena fue destituido del cargo de
ministro general y, posteriormente, excomulgado a causa de las O.F.M.
Clarisas
Anunciadas
furibundas campañas denigratorias contra Juan XXII, en las que Observan.
1521
I «93 Reg.
asimismo esparcía doctrinas heréticas que fueron condenadas por Clarisas
Capuchinas Aggior. León X
León XIII
la bula dirigida expresamente contra él, con este significativo
O.F.JVf.
título: Quia vir reprobas (16 de noviembre de 1329). Miguel de Capuch, Clarisas 1927
Reformadas Aggior.
Cesena murió, sin reconciliarse con la Iglesia, en 1342. Reg.
1978 Pío XI
Fue éste un episodio muy doloroso en la historia de la Orden O. KM.
Conven, Clarisas
Aggior.
Pablo VI
Descalzas
franciscana, tan decididamente eclesial desde sus mismos oríge- Aícantarín.

nes. El nuevo ministro general, fray Gerardo Odón, tuvo que es- —I
Otras
nfe~i 1982
forzarse para reconducir suavemente a los frailes a la obediencia
al Papa. Nunca una causa tan digna, como la defensa de los idea-
denomi-
naciones
J Juan
Pablo 11

les originarios de San Francisco de Asís, había sido sostenida tan


imprudentemente como lo hicieron los Fraticelli.
CONGRE-
GACIONES

330 A
H M

331
12.
Santo Domingo y la
Orden de Predicadores

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333
1. Historiografía la vida y obras del santo fundador sirva a todos de edificación:
«Por tanto..., cuanto sigue ha sido reunido de cualquier modo
Para conocer la vida de Santo Domingo y la historia de la Or- para vuestra edificación y consuelo; recibidlo devotamente y ar-
den de Predicadores por él fundada, es necesario acudir, en pri- ded en deseos de emular la primera caridad de nuestros frailes»3.
mer lugar, a sus propios escritos, aunque la mayor parte han desa- Esta obra de Jordán de Sajonia y algunos documentos de ar-
parecido. Lo único que se conserva es el Libro de costumbres o chivo, son las fuentes básicas e históricamente seguras para escri-
texto legislativo primitivo de la Orden, basado en las Constitucio- bir la vida de Santo Domingo y los orígenes de la Orden de Predi-
nes de los Premostratenses; las Constituciones de las Monjas de cadores. Es cierto que a lo largo de los siglos xm y xiv se escriben
San Sixto: y tres Cartas, las dos primeras son para testimoniar la algunas biografías de Santo Domingo, pero todas dependen fun-
reconciliación de dos herejes cataros, y la tercera va dirigida por damentalmente de Jordán de Sajonia, de modo que no añaden
el santo a la comunidad de monjas de Madrid, por él fundada. nada nuevo. Únicamente pretenden poner de relieve lo maravi-
En segundo lugar, hay algunas biografías e historia de la Or- lloso y espectacular de algunos hechos milagrosos o, en todo caso,
den, con una información de primera mano, tales como los Oríge- justificar, remontándolas a los tiempos del fundador, ciertas es-
nes de la Orden de Predicadores, de Jordán de Sajonia, sucesor de tructuras e instituciones que son, evidentemente, de origen poste-
Santo Domingo en el cargo de Maestro General; es una obra de rior, como hacer de Santo Domingo el primer inquisidor, el pri-
máxima importancia histórica no sólo porque está escrita apenas mer maestro del Sacro-Palacio o fundador del Rosario. Entre es-
diez años después de la muerte del santo, sino también porque el tas biografías recopiladas en el volumen Santo Domingo de
autor ha sido testigo ocular de muchas de las cosas que narra, Guzmán, fuentes para su conocimiento 4, sobresale la Vida de
mientras que para las demás procuró informarse cuidadosamente: Santo Domingo, de Rodrigo Cerrato; la de Jacobo de Vorágine,
el autor de la famosa Legenda áurea, de la que se hicieron incon-
«Así, me ha parecido bien poner por orden todas estas noticias conse- tables reediciones, y la Narración sobre Santo Domingo, de Hum-
guidas, aun cuando yo no haya sido en todo rigor uno de los frailes de la berto de Romans, que fue Maestro General de la Orden.
primera hora. Sin embargo, conviví con los primeros; vi bastantes veces y En el siglo xvi se inicia en los biógrafos de Santo Domingo y
traté con familiaridad al bienaventurado Domingo no sólo antes de entrar en los historiadores de la Orden de Predicadores una utilización
en la Orden, sino una vez que ingresé en ella; con él me confesé, y por de- más crítica de las fuentes y una mayor amplitud de horizontes que
seo suyo recibí el orden del diaconado; también recibí el hábito cuatro desembocará, en los siglos xix y xx, en el encuadramiento geográ-
años después de la fundación de la Orden: Me ha parecido bien, decía fico y cronológico, y en una mejor comprensión del contexto his-
poner por escrito todo aquello que he visto y oído personalmente, así
tórico de la Iglesia y de la sociedad de los siglos xii y xm, con todo
como lo que he llegado a conocer por relación de los frailes más antiguos,
respecto a los orígenes de la Orden, de la vida y milagros del bienaventu- lo cual se puede, hoy día, poner mejor de relieve la importancia
rado Domingo, nuestro padre, así como de algunos otros frailes, según de Santo Domingo de Guzmán.
que la ocasión lo traiga a mi memoria» '.

La finalidad de la obra es doble: Para que «no sea que los hi-
2. Formación canonical
jos que nazcan y crezcan, ignoren los inicios de su orden, y en
vano pretendan conocerlos entonces, porque por el largo tiempo Santo Domingo de Guzmán es uno de esos santos cuyo rostro
transcurrido, no encontrarán quien pueda relatar nada cierto de ha sido desfigurado en ciertos momentos, tanto por la inmerecida
los comienzos»2. Y también para que el relato de los orígenes de 3
lbidem.
4
1
JORDÁN DE SAJONIA, Orígenes de la Orden de Predicadores, 3. GALMES, L., GÓMEZ, V. T., Santo Domingo de Guzmán. Fuentes para su cono-
2 cimiento, BAC, Madrid, 1987.
lbidem.

334 335
alabanza como por el inmerecido denuesto, porque no fue él el había muerto exactamente un siglo antes, Santo Domingo de
iniciador de la devoción a la Virgen, ni siquiera fundador del Ro- Silos.
sario como le atribuye la canción popular, aunque sí fue un gran Cuando domingo cumplió los seis o siete años, edad para ini-
devoto de María; como tampoco fue el gran inquisidor del si- ciarse en las letras, fue confiado a la tutela de un arcipreste, tío
glo xm ni padre de inquisidores, aunque sí fue delegado de los in- materno, que le enseñó latín, canto sagrado, escritura y cómputo.
quisidores pontificios para la reconciliación de algunos herejes. Si Después fue enviado al célebre Estudio de Palencia, donde cursó
Santo Domingo de Guzmán brilla muy justamente con luz propia las artes liberales, especialmente gramática y dialéctica, como
en el firmamento de la Iglesia, e incluso de la cultura, es cierta- paso previo para iniciarse en el estudio de la Teología, que con-
mente por todo eso; pero también por algo más importante y más sistía fundamentalmente en un comentario de la Sagrada Escri-
decisivo para la Iglesia y para la cultura que todo eso5. tura.
Santo Domingo nace en Caleruega (Burgos), diócesis de Siendo estudiante de Teología en Palencia tuvo lugar un acon-
Osma, entre 1173 y 1175, aunque algunos historiadores adelan- tecimiento que lo abrió a la desgracia y a los sufrimientos de sus
tan la fecha hasta 1171. La villa, constituida en parroquia en hermanos los hombres. En el año 1096 se produjo en toda Eu-
1136, como toda la región había sido repoblada recientemente, ropa una gran hambre, que tuvo especiales repercusiones en Cas-
una vez que la reconquista de Toledo (1085) había asegurado de- tilla. Para paliar en algo aquella inmensa tragedia que se desple-
finitivamente la línea del Duero, que hasta entonces había sido la gaba ante sus ojos, dio lo más valioso que poseía. Vendió su Bi-
tierra de nadie entre los cristianos y los musulmanes. La frontera blia glosada, copiada en pergamino y rellenada en sus márgenes
entre estos dos bloques se situaba ahora en la línea del Tajo. Lo con los comentarios de sus maestros palentinos. El hecho impre-
mismo que en los siglos anteriores, las tierras ganadas a los mu- sionó a un testigo ocular, que en el momento de los procesos de
sulmanes fueron repobladas mediante la fundación de un monas- canonización reprodujo las palabras con que Domingo acompañó
terio de regla fructuosiana o isidoriana y, sólo en algún caso, be- su acción: «No quiero estudiar en pieles muertas, cuando los
nedictina, que atraía en torno a sí a grupos de campesinos con el hombres mueren de hambre».
señuelo de privilegios reales6; ahora la repoblación va acom- Hacia el año 1197, Diego de Acebes, prior del Capítulo cate-
pañada de fundaciones de Canónigos Regulares y de Monjes Cis- dralicio de Osma, lo ganó para su comunidad canonical. Poco
tercienses. tiempo después de su profesión, Domingo de Guzmán es orde-
Caleruega dependía de los señores de Aza y, por alianza, de nado sacerdote. Rondaría los veinticinco años de edad. El Ca-
los Guzmán. Algunos diplomas del siglo xn permiten pensar que pítulo de Osma había entrado en la línea de la reforma, colocán-
los padres del santo, Juana y Félix, pertenecían, respectivamente, dose bajo la Regla de San Agustín. Esta comunidad canonical es-
a esas dos familias. Una leyenda, fraguada sin duda posterior- taba especialmente sensibilizada por la pobreza comunitaria,
mente, atribuye a su madre un sueño, durante el embarazo, que entendida no solamente como una práctica ascética, sino como
era presagio y síntesis de lo que sería la vida y misión del niño que una exigencia fundamental para el ministerio apostólico. La re-
llevaba en su seno: Un perro con una antorcha en la boca que ex- forma del Capítulo de Osma se extendió muy pronto a otros
tendía el fuego por el universo mundo; y a su madrina el haber Capítulos como los de Soria, Cuenca y Roa. Diego de Acebes de-
visto en la frente del niño una estrella luminosa, símbolo de la sa- signó a Domingo para el cargo de subprior del Capítulo. Al morir
biduría con que despejaría tantas frentes ensombrecidas por la ig- el obispo Martín de Bazán, fue elegido para la sede de Osma
norancia y la herejía. Su nombre, Domingo, fue consecuencia de Diego de Acebes, y Domingo de Guzmán fue elegido prior del
la gran devoción que por toda Castilla se le tenía al santo que Capítulo catedralicio (1201).

5
GALMES, L., GÓMEZ, V. J., o. c, p. 3.
6
HVR I, 491-500.

336 337
3. Descubrimiento de la Iglesia universal 4. Descubrimiento de la «vida apostólica»
Dos años después, una misión diplomática le hará cruzar Eu- El obispo de Osma y Santo Domingo hacen ver a los legados
ropa en forma de aspa. Fue una experiencia que abrió a Domingo papales la importancia que los cataros daban a la forma de vida
a las inquietudes de la Iglesia universal. El rey Alfonso VIII, que- en pobreza conforme al Evangelio; y les advierten cómo, para de-
riendo abrir a Castilla hacia el resto de Europa, pensó en buscar jar a los herejes sin palabra, era preciso abandonar el boato y es-
esposa para su hijo Fernando (muerto en 1211) en la Corte real plendor con que iban de pueblo en pueblo, y realizar la predica-
de Dinamarca. La misión le fue encomendada a Diego de Acebes, ción con su mismo estilo de pobreza.
obispo de Osma, el cual eligió a Domingo como acompañante. Santo Domingo de Guzmán ha descubierto en sus viajes por
Apenas abandonado el territorio ibérico a mediados de octu- Europa y en su contacto con la sede romana las grandes preocu-
bre de 1203, en Toulouse, tuvo el primer encuentro con el cata- paciones de la Iglesia de su tiempo y también las fuentes más pu-
rismo en la persona de un hospedero con quien discutió toda la ras de su acción apostólica. Al cruzar los Pirineros, se le abren de-
noche, logrando convencerlo y convertirlo a la fe católica. El ca- lante unos horizontes mucho más amplios que los de su limitada
tarismo era el gran problema eclesial de aquel momento, y va a ciudad de Osma y del pequeño reino de Castilla. Así descubre
causar el giro más trascendental en la vida de Domingo. Europa y la Cristiandad.
Este primer viaje fue coronado por el éxito, puesto que se En Dinamarca, conoce muy de cerca el gran impulso misio-
concertó el matrimonio entre el infante don Fernando de Castilla nero de aquella iglesia hacia el este, hacia la conversión de los es-
y la princesa de Dinamarca. A finales de 1205, de nuevo empren- lavos. Este impulso hacia los paganos ya no abandonará jamás a
den el camino de Dinamarca para recoger a la princesa y traerla a Domingo hasta su muerte, siempre habrá en él una nostalgia por
Castilla. Pero la princesa había cambiado de opinión, renun- la implantación de la Iglesia en los países de infieles. A esta tarea
ciando al matrimonio. Ante el fracaso de la misión, el obispo des- se orientaba el ofrecimiento que Domingo, juntamente con el
pachó a su comitiva camino de Castilla, y él, con Domingo, se en- obispo Diego, había hecho de sí ante Inocencio III.
caminó a Roma para ofrecerse al papa para la misión entre los En Provenza y en el norte de Italia había descubierto Do-
paganos. Inocencio III no aceptó su ofrecimiento y le mandó vol- mingo el gran influjo ejercido por la predicación catara y val-
ver a su diócesis a proseguir la tarea de reforma del clero. dense, y en todo ello ve la necesidad de una predicación pobre e
En el viaje de retorno, hacen una desviación hacia Borgoña, itinerante, pero al mismo tiempo doctrinalmente sólida, con la
pasando por el monasterio de Citeaux, donde el obispo Diego re- cual contrarrestar los perniciosos efectos de la herejía.
cibe el hábito cisterciense y emprende el camino hacia el sur En el encuentro con el gran papa Inocencio III se había perca-
acompañado de varios monjes cistercienses como colaboradores. tado de la necesidad de incorporar a la Iglesia católica todos
En junio de 1206, Diego de Acebes y sus acompañantes entran aquellos movimientos religiosos de inspiración netamente evangé-
en la ciudad de Montpelier, donde encuentran a los legados papa- lica, pero que por su escasa solidez doctrinal podían ser fácil-
les para la represión de la herejía catara. Los legados, todos cis- mente víctimas de la predicación insidiosa contra la Iglesia jerár-
tercienses, se hallaban absolutamente desanimados por las simpa- quica y contra los sacramentos.
tías de muchos señores de la nobleza hacia los herejes; por los Domingo de Guzmán había encontrado así su identidad pro-
compromisos del alto clero a causa de su parentesco con la no- funda y el carisma que el Espíritu le había concedido para res-
bleza; y por la indecisión de Inocencio III que, insistiendo todavía ponder a las necesidades y aspiraciones de la Iglesia y de la socie-
en los planes de la «Predicación de Jesucristo» ideados en 1204, dad de aquella época. Era el nuevo ideal de la «vita apostólica»,
no acababa de actuar con mano firme como ellos pensaban que que actuaba ya en el interior de la Iglesia desde hacía algún
debería hacerse. tiempo. Domingo se percata de ello escuchando el discurso que
Diego de Acebes dirige en Montpellier a los legados pontificios.
338 339
El obispo expresaba con toda claridad lo que constituiría la intui- el obispo a esta predicación, «al término de los cuales, y temiendo
ción fundamental de la Orden de Predicadores. Un testigo pre- que quizá podía ser acusado de negligencia para con su iglesia do-
sencial relataba así el hecho, apenas cinco años después: méstica de Osma, si prolongaba por más tiempo su estancia, de-
terminó volverse a España... En cuanto a lo espiritual dejó al
«Aconteció que de vuelta de la Curia y bajando a Montpellier encon- frente de los que permanecieron allí a fray Domingo, como ver-
tró allí al venerable Arnulfo, abad de Citeaux, fray Pedro de Castelnau y daderamente lleno de Espíritu de Dios; sobre lo temporal, sin
fray Raúl, monjes cistercienses y legados de la Sede Apostólica. Estos, en embargo, nombró a Guillermo Claret, de Pamiers, pero con la
su desaliento, querían renunciar a la legación que se les había impuesto, obligación de dar cuenta de todo lo que hiciera a fray Do-
ya que no habían conseguido nada o casi nada en su predicación a los he-
rejes. Cada vez que se ponían a predicarles, los herejes les objetaban con mingo» 10. Al morir al poco tiempo el obispo Diego de Osma, los
la mala conducta del clero. Pero si los legados se dedicaban a corregir la clérigos que habían quedado con Domingo lo abandonaron para
vida del clero, deberían interrumpir su predicación a los herejes. volver a sus casas.
En esta situación, en la que no se veía ninguna salida, el obispo les dio
un consejo saludable. Les amonestó y aconsejó trabajar con más ardor
que nunca en la predicación, abandonando todas las demás preocupacio- 5. La Orden de Predicadores
nes. Pero para tapar la boca a los herejes, había que enseñar la doctrina
practicándola en la vida, según el ejemplo del Buen Maestro, presentán- El consejo del obispo Acebes no era original. No hacía nada
dose humildemente, yendo a pie sin oro ni plata, imitando en todo la más que aludir al modo de vida evangélica, cada día más recla-
forma de vivir de los Apóstoles» 7 mada y seguida en la Iglesia desde la Reforma Gregoriana. Tanto
el obispo como Domingo de Guzmán habían seguido ya el ideal
Jordán de Sajonia relata el mismo hecho, pero poniendo espe- de la «vida apostólica». La «mendicidad» no sólo no constituía
cial énfasis en «la gran ostentación que hacían los misioneros, sus un ideal de vida para los clérigos, sino que les estaba prohibida
cuantiosos gastos, y la pompa en caballos y vestimenta» 8 . Y ante por considerarla un deshonor para ellos. Pues bien, Santo Do-
la pregunta de los legados: «¿Qué nos aconsejas, pues, buen Pa- mingo no solamente practica individualmente durante diez años
dre?», el obispo les contestó: la predicación pobre e itinerante, sino que hace de ella un pro-
«Haced lo que me veáis hacer». En seguida, posesionándose grama de vida para una comunidad estable.
de él el Espíritu del Señor, llamó a los suyos y los envió a Osma,
En Prouille, lugar cercano a Fanjeaux, constituyó Santo Do-
con las cabalgaduras, equipaje y séquito, reteniendo consigo a
mingo el primer centro de Predicación, la Comunidad de Nuestra
unos pocos clérigos. Manifestó que era su propósito detenerse en
Señora de Prouille (1207). Era una comunidad de mujeres, las
aquella región para propagar la fe» 9. E inmediatamente pone en
cuales, por haber renunciado al catarismo, fueron abandonadas
práctica su propio consejo. Descalzo y mendigando de puerta en
por sus familias. Domingo quiso imitar en esto a los mismos cata-
puerta, el obispo, Domingo, y los legados pontificios, predican
ros, los cuales habían creado unas comunidades como lugares de
por toda la región.
hospitalidad para los «perfectos» cuando regresaban de la predi-
Inocencio III aprobó este estilo de vida que ya él mismo había cación itinerante. Estas «perfectas» conservaban la propiedad de
denominado en 1204 «Predicación de Jesucristo». A pesar de la sus bienes con los cuales podían atender a los «perfectos» que lo
oposición encarnizada de los cataros, los frutos no se hacen espe- abandonaban todo por la predicación.
rar, especialmente con los valdenses. Durante dos años se entregó
La comunidad fundada por Santo Domingo tiene algunas de
esas características, pero se asemeja más a una comunidad doble
7
VAUX CERNAI, P. de, Historia Albigensis, París, 1926, p. 21. de las que ya se han visto modelos parecidos en siglos anteriores.
8
JORDÁN DE SAJONIA, O. C, 20.
9 10
Ibidem. Ibidem, 9.

340 341
Francisco de Asís, con quien se encontró el día 3 de junio de
Además de ser lugar de acogida para los predicadores de la zona,
1218 en el Capítulo de la Porciúncula.
era también refugio para las mujeres expulsadas de sus propias
El abrazo entre Francisco de Asís y Domingo de Guzmán era
casas por haber abrazado la fe católica. Al lado del edificio desti-
todo un símbolo. En él se fusionaban dos mañereas distintas, pero
nado a las mujeres, fue construido el edificio destinado a los pre-
complementarias, de entender la vida apostólica. La de Francisco,
dicadores.
centrada en la pobreza radical más absoluta con una cierta des-
Pero fue en Toulouse donde Santo Domingo fundó la Orden
preocupación por la ciencia y la cultura; y la de Domingo de
de Predicadores. No se trataba ya de un equipo temporal, sino de
Guzmán, que ponía mayor énfasis en la necesidad de una buena
una comunidad permanente de Predicadores sometidos a una
preparación cultural, y aunque insistía en la pobreza, como ya lo
misma Regla. Los primeros discípulos que se le juntaron,
había demostrado de palabra y de obra en más de diez años de
«cuando los obispos comenzaban a viajar a Roma para la celebra-
predicación pobre e itinerante, no renunció desde el principio a
ción del Concilio de Letrán», fueron fray Pedro Seila y fray To-
las rentas que, a primera vista, podrían facilitar la predicación iti-
más. Fray Pedro Seila poseía unas casas en Toulouse, que ofreció
nerante. Incluso pretendía una aprobación explícita del papa Ino-
voluntariamente para residencia de los Predicadores. «Y comen-
cencio III para esas rentas que le había proporcionado el obispo
zaron a conformar su tipo de vida con el de los religiosos» n . Las
Fulco y otras recibidas del conde de Montfort14.
primeras profesiones tuvieron lugar los días 7 y 25 de marzo de
1215. Un documento del obispo Fulco de Toulouse firmado en el
mismo año garantizaba la existencia jurídica de la Orden; y, ade-
más, con la anuencia del Cabildo, «les concedió la sexta parte de 6. Aprobación pontificia
los diezmos de su diócesis, para que con tales recursos pudieran de la Orden de Predicadores
proveerse de libros y del sustento necesario» 12.
Antes del encuentro con San Francisco en Asís, Santo Do-
Nacía así la Orden de Predicadores. En el documento de
mingo había tenido otro encuentro decisivo para el futuro de la
aprobación del obispo Fulco quedaba bien definida la identidad y
Orden con el Papa Inocencio III, con ocasión del IV Concilio de
el estilo de vida de la nueva Orden. Domingo y sus discípulos se
Letrán (1215). El santo fundador estaba acompañado de un buen
dedicarán a extirpar la perversión de la herejía, corregir los vicios,
valedor, Fulco de Toulouse. Domingo se incorporó a la comiti-
explicar al pueblo el símbolo de la fe e inculcar a los hombres la
vida del obispo para poder así «exponer al papa Inocencio el
sana moral. Fulco les concede el oficio de «Predicadores» en su
común deseo de que confirmara la Orden de fray Domingo y sus
diócesis «a perpetuidad». Estos Predicadores, con Domingo a la
compañeros, que se debía llamar y ser en verdad de Predicado-
cabeza, constituyen una verdadera comunidad religiosa dedicada
res» 15.
a la predicación itinerante 13 .
«Se debía llamar y ser Orden de Predicadores». Ahí está toda
Esta comunidad naciente, no abraza la pobreza colectiva, sino
la razón de ser de los Dominicos. Lo que Domingo busca ante el
personal, porque el obispo ha provisto, con la sexta parte de los
papa, no es tanto la aprobación de una Nueva Orden, cuanto el
diezmos de la diócesis, a su sustento, a fin de que no les falte nada
título y la realidad de predicador, como algo que urgía en el Pue-
ni tengan que pedir nada. Sin embargo, unos años más tarde, con-
blo de Dios. La prueba más palpable de esta urgencia de la Orden
cretamente en 1220, la Orden renunció a esas rentas fijas de los
de Predicadores está en la problemática abordada por el IV Con-
diezmos. En esta decisión de abrazar la pobreza comunitaria es-
cilio Lateralense (1215), puesto que el canon X subraya la necesi-
tricta parece que influyó el encuentro de Santo Domingo con San
dad de intensificar la predicación, y de que los obispos que no
11
Ibidem,8. 14
JORDÁN DE SAJONIA, O. C, p. 40.
12 15
Ibidem,9. Ibidem.
13
LAURENT, M. H., Historia diplomática S. Dominici, París, 1933, n. 60.
343
342
puedan cumplir con este cometido fundamental de su ministerio, San Agustín. Esta elección se debió, sin duda, al hecho de que
creen en sus respectivas diócesis una categoría de personas com- Domingo la había experimentado ya en su vida de Canónigo Re-
petentes, que instruyan con su palabra y edifiquen con su ejem- gular, porque servía de expresión a la «vida apostólica»' canoni-
plo: que se dediquen a la predicación de la palabra y a oír confe- cal; pero no sólo por esto, sino porque era también lo suficiente-
siones. A estas personas les debe asegurar el obispo lo necesario mente flexible y adaptable a la nueva manera cómo él y su grupo
para su sustento. Y el canon XI establece, asimismo, que los ca- entendían la «vida apostólica».
bildos designen un maestro que instruya gratuitamente a los cléri- En octubre del mismo año, Santo Domingo se encamina de
gos en la gramática y en las demás disciplinas, y que haya también nuevo a Roma en busca de la aprobación prometida por el papa,
un maestro en teología encargado de exponer la Sagrada Escri- después de haber cumplido el requisito de adoptar una de las Re-
tura a los sacerdotes y demás clérigos, para lo cual se verá el glas vigentes en la Iglesia. Pero no fue Inocencio III, pues había
modo de asignar una prebenda. El Concilio parecía haber co- muerto unos meses antes, sino Honorio III, quien dio la aproba-
piado las tareas que Domingo realizaba juntamente con sus pri- ción pontificia a la Orden de Predicadores por la bula Religiosam
meros Predicadores. vitam de 22 de diciembre de 1216. Quizá poco satisfecho con esta
En la aprobación pontificia de la Orden de Predicadores soli- bula de Honorio III, que reconocía a los Dominicos como institu-
citada por Santo Domingo se advierte el influjo del canon XIII del ción canonical en la Iglesia de San Román de Toulouse, Santo
mismo Concilio Lateranense que establece: Si alguien quiere Domingo consiguió otra bula del mismo pontífice, con fecha 21
abrazar la vida religiosa, ha de escoger alguna de las Ordenes ya de enero de 1217, por la cual se concede la aprobación pontificia
existentes; y si alguien desea fundar una casa religiosa, ha de to- para el título y la función de Predicadores.
mar una de las Reglas ya aprobadas. Con esta disposición los Pa- Puesto que la Regla de San Agustín es más un conjunto de
dres Conciliares van contra aquel pulular de nuevas asociaciones principios espirituales que un código detallado, fue preciso aña-
de tipo apostólico y penitencial surgidas de los movimientos de dirle un libro de Costumbres, en el que Santo Domingo volcó lo
retorno a la Iglesia pobre de los orígenes. que constituye lo más específico del estilo de vida dominicana,
Esto explica la respuesta de Inocencio III a la petición de Do- aunque se apoya, como estructuración jurídica, en las Constitu-
mingo: ciones de los Premostratenses, los cuales, como Canónigos Regu-
lares, tenían también como norma de vida la Regla de San
«El Romano Pontífice escuchó la súplica que le hicieron, y animó a Agustín. La primera redacción de este libro de Costumbres data,
fray Domingo a que volviera a sus frailes para tener con ellos una cum- ciertamente, de 1216, pero con ayuda de los expertos en derecho
plida deliberación. Debían elegir con el consentimiento unánime de todos o en «decreto», como entonces se decía, se fue perfeccionando
alguna de las reglas ya aprobadas. Después, el obispo les asignaría una hasta llegar a la codificación de 1220 con ocasión del primer Ca-
iglesia y, cumplidos estos requisitos, volvería al papa para recibir la apro- pítulo General.
bación de todo» 16. En 1220, en efecto, Santo Domingo presidió el primer Ca-
pítulo General de la Orden, en el que los frailes aceptaron la pro-
posición hecha por el fundador de abrazar la pobreza comunitaria
7. Organización legislativa de la estricta, de modo que los conventos que hasta ahora disponían de
Orden de Predicadores rentas fijas para el sustento, renuncian a ellas y se convierten en
mendicantes mediante la institución de los frailes mendigos que
En Pentecostés del año 1216, Domingo reunió a sus Predica- pedían limosna diariamente de puerta en puerta. La labor legisla-
dores; y entre todos escogieron como norma de vida la Regla de tiva llevada a cabo en este Capítulo, aunque tendrá que ser per-
feccionada en Capítulos generales sucesivos, especialmente en los
16
Ibidem,A\. celebrados en 1228 y en 1236, dejó la Orden perfectamente es-
344 345
tructurada ya en vida del Fundador, evitándole así las múltiples siete a París; éstos iban con la finalidad de fundar un convento de
controversias internas en que, por carecer de ella, se vieron en- estudios. Domingo marchó a Roma para preparar la fundación de
vueltos los Hermanos Menores de San Francisco de Asís. un convento en la capital de la Cristiandad. Allí le fue fácil conse-
Orgánicamente, la Orden está constituida por un Maestro Ge- guir del papa, desde 1 2 1 8 a l 2 2 1 , una serie de bulas dirigidas a
neral y por conventos. El Capítulo General compuesto por frailes diversos obispos de Europa para que facilitasen las fundaciones
Predicadores elegidos por los conventos controla, legisla y go- de la Orden de Predicadores que anuncian «fiel y gratuitamente
bierna con el Maestro general; y se reúne anualmente, por Pente- la Palabra del Señor, valiéndose sólo del título de pobreza».
costés. El Capítulo elige al Maestro General por doce años. Cada Entre 1219 y 1221 preparó la primera fundación romana, el
convento está gobernado por un prior que es elegido por su pro- convento de San Sixto. La Basílica romana de San Sixto estaba
pia comunidad. En los Capítulos generales siguientes, ante el pro- entonces regentada por los Canónigos ingleses de Sempringham.
gresivo aumento de Predicadores y de Conventos, se dividió la Después de algunos avisos del papa en el sentido de que reforza-
Orden en Provincias, las cuales están gobernadas por un prior y sen la cura de almas, puesto que no había nada más que un canó-
un Capítulo provinciales. nigo al servicio de la Basílica, le fue confiada a Santo Domingo
La identidad de la Orden de Predicadores ha quedado así per- para que estableciese en ella un convento de Predicadores.
fectamente definida desde el Capítulo General de 1220, porque Pero Santo Domingo no estuvo todo este tiempo en Roma,
hasta entonces se podían advertir en el grupo dos tradiciones de sino que recorrió los diversos conventos de la Orden. Empezó por
«vida apostólica»: la de los Canónigos Regulares y la de los pre- Bolonia, la sede más importante de estudios jurídicos de toda la
dicadores itinerantes. La Comunidad dominicana ha realizado la Cristiandad. Fue durante este viaje a Bolonia cuando tuvo lugar
síntesis perfecta. Si cada una de esas dos tradiciones se apoyaba el ya mencionado encuentro entre Domingo de Guzmán-y Fran-
en textos bíblicos distintos, Hechos 4, 32-35 y Mt 10, 9-10, res- cisco de Asís (3 de junio de 1218) en el Capítulo General de los
pectivamente, la legislación dominicana ha asumido ambos textos. Hermanos Menores celebrado en la Porciúncula. Después de Bo-
La comunidad dominicana no es una comunidad canonical, sino lonia, se encaminó a España. Son varias las ciudades de Cataluña,
mendicante, como es mendicante el predicador dominico. Aragón y Castilla que conservan el recuerdo de esta visita del
fundador de la Orden de Predicadores. Pero de este viaje de
Santo Domingo a España se hablará detalladamente más ade-
lante.
8. Expansión de la Orden y muerte del fundador
En mayo de 1219, Domingo se encamina a París deteniéndose
Una vez conseguida la aprobación pontificia, Santo Domingo en varias ciudades de la Narbonense. En junio le esperaba un nu-
abre de inmediato la Orden a perspectivas más universales. El día trido grupo de estudiantes dominicos, que ya habían sido acepta-
15 de agosto de 1217 tuvo lugar, en la iglesita de Prouille, el dos como alumnos en la Universidad m á s importante del mo-
«Pentecostés dominicano», es decir, la dispersión de los frailes. mento, constituyendo en su convento un verdadero centro de es-
Habían crecido mucho en número y, con una gran visión de uni- tudios, aunque tenían algunas dificultades en cuanto al
versalidad, el Fundador creyó llegado el momento de enviar a sus cumplimiento de su misión fundamental d e la predicación de la
Predicadores a los lugares más estratégicos de Europa: París, Palabra que afectaron incluso al propio Domingo que ni en su
Roma, Bolonia, España, Alemania y Hungría. Pero antes de la propia iglesia pudo predicar. Allí se encontró con el joven Jordán
dispersión decidieron, en capítulo conventual, elegir a alguien que de Sajonia que más tarde sería su sucesor e n el gobierno de la Or-
gobernase de un modo inmediato la Orden, si bien la alta direc- den. Como el grupo de Predicadores de París era muy numeroso,
ción de la misma seguía en manos del propio fundador. Fue ele- envió algunos a fundar conventos en otras ciudades como Orleans
gido para este cometido fray Mateo de Francia. y Limoges. Después regresó a Roma, pasando por Milán y Bolo-
Cuatro fueron enviados a España, concretamente a Madrid; y nia, donde encontró ya el convento en pleno funcionamiento,

346 347
pues eran muchos los estudiantes que habían pedido el ingreso. francés, sin duda quería implantarla también en su suelo patrio.
En Viterbo visitó al papa, a quien le expuso la situación de sus Después de cumplida la misión que le llevó a Bolonia en el mes
Predicadores después de la larga visita girada a todos los conven- de julio de 1218 se encaminó hacia la Península Ibérica. La tradi-
tos. Y, una vez en Roma, convocó el Capítulo General de toda la ción oral informa de muchas cosas, pero muy poco es lo que se
Orden para el día 17 de mayo de 1220 en Bolonia. Se reunieron sabe documentalmente.
con el fundador treinta delegados de los diversos conventos de En el momento de la dispersión de los frailes, ya mencionada
Europa. Ya se ha visto anteriormente la importancia decisiva de anteriormente, había ya en la Orden siete españoles. Entre ellos,
este Capítulo para la organización definitiva de la Orden de Pre- Mames de Guzmán, hermano del propio fundador. De estos siete,
dicadores. tres fueron enviados a París, Mames, Fabra y Juan de Navarra; y
Concluido el Capítulo General, por encargo del mismo papa, los otros cuatro a España, Suero Gómez y Pedro para fundar en
Domingo, con algunos de sus Predicadores, inicia una amplia Madrid, y Miguel de Ucero y Domingo de Segovia, como predi-
campaña de evangelización por toda Lombardía; una región que cadores itinerantes.
se hallaba completamente invadida por movimientos heréticos En Burgos se entrevistó Santo Domingo con el rey de Castilla
simpatizantes con los cataros y los valdenses del sur de Francia. San Fernando III. Este encuentro dio como resultado la funda-
Tan a fondo se empleó en esta campaña evangelizadora, que su ción posterior de un convento en la capital castellana. Según la
ya debilitada salud se resintió. No pudo terminar esta labor evan- tradición, fundó conventos de Predicadores en Segovia (1218),
gelizadora en la que sus frailes se seguirán empeñando durante «que fue la primera casa de frailes en España» 17. Palencia, Za-
varios años, porque Domingo tenía que ausentarse con frecuencia mora, Santiago y Zaragoza; y puso los verdaderos cimientos de
por asuntos de gobierno de la Orden. Entre estos asuntos tenía las Monjas Dominicas con el convento de Madrid.
especial relieve la celebración del segundo Capítulo General con- Después del retorno de Santo Domingo a Italia, la Orden de
vocado para el 30 de mayo, Pentecostés, de 1221. La Orden Predicadores prosiguió su marcha ascendente por toda la Peníns-
había crecido espectacularmente; en los últimos cuatro años se ula Ibérica. Miguel Fabra, el primer dominico q u e había enseñado
habían fundado 125 conventos. El asunto más importante de este teología en París, fundó, siguiendo las directrices expresas de
Capítulo fue la división de la Orden en Provincias: Pro venza, Santo Domingo, el convento de Barcelona. Allí conoció a Jaime I
Francia, España, Lombardía y Roma. El Capítulo tomó la deci- el Conquistador, quien lo nombró su confesor y, al acompañarlo
sión de designar al Superior General de la Orden con el título de en la conquista de Mallorca y Valencia, pudo extender por esas
«Maestro General». regiones la Orden. El extraordinario influjo alcanzado por los
En los meses siguientes se dedicó todavía a lo que siempre Dominicos en la Corte de los Reyes de Cataluña y Aragón, se
había hecho, predicar la Palabra de Dios; pero también se ocupó puede colegir por el hecho de que a Miguel Fabra le sucedieron
del gobierno de la Orden, como el viaje que realizó a Venecia otros confesores reales como San Raimundo de Peñafort, Ar-
para entrevistarse con el cardenal Hugolino de Ostia, el gran naldo de Segarra y Berenguer de Castellbisbal, lo cual hizo que
amigo de San Francisco de Asís que también lo fue de Santo Do- los Dominicos figuraran entre los principales obispos de las regio-
mingo y de sus Predicadores. Santo Domingo había cumplido su nes reconquistadas d e manos de los musulmanes; y pudieran fun-
misión; murió el día 6 de agosto de 1221. dar conventos en las ciudades más importantes del reino: Lérida
(1230), Palma de Mallorca (1230), Valencia (1239), Tarragona
(1248), Gerona (1253), Huesca (2354), San P e d r o Mártir de Ca-
9. La Orden de Predicadores en España latayud (1255), Tortosa (1260).
La expansión de la Orden de Predicadores, fue a la par de las
Santo Domingo había nacido en Castilla, y aunque la funda-
17
ción de su Orden de Predicadores había tenido su origen en suelo lbidem, 59.

348 349
conquistas militares hacia el sur de la Península, como se puede sin embargo esta terminología se ha hecho común también para
ver por el año de fundación de los conventos más importantes: referirse a las monjas y a las hermanas Dominicas.
Córdoba (1233), Sevilla (1248), Ecija (1253), Murcia (1265), Je- Los historiadores dominicos no están de acuerdo acerca de
rez de la Frontera (1266), Jaén (1282). Las fundaciones en el cuál fue el primer convento de monjas dominicas. La duda está en
norte de la Península fueron menos abundantes, porque existían si la comunidad de Prouille reunida por Santo Domingo en 1207,
desde antiguo muchas fundaciones monásticas, pero también sur- se ha de considerar, desde el principio, como un verdadero con-
gieron conventos en algunas ciudades importantes: Salamanca vento de Dominicas. El dominico, obispo de Oviedo, Ramón
(1228), que será centro famoso de estudios, León (1261), Valla- Martínez Vigil, afirma que el primer convento de Dominicas fue
dolid (1272), Peñafiel (1320), Pamplona (1242), Vitoria (1278), el de Madrid, «toda vez que el de Prouille siguió la Regla del Cis-
La Corana (1300), Lugo (1318). ter hasta el año 1220» 19. Sin embargo, la opinión más generali-
No tardaron los Dominicos en dar el salto a Marruecos, donde zada es que el Convento de Prouille fue el primer convento de
fundaron, juntamente con los Franciscanos, una misión para la Monjas Dominicas, y el de Madrid el segundo, porque la casa
evangelización de los musulmanes, y también para atender a los fundada por el santo en Toulouse (1215) y que tuvo una duración
cristianos cautivos. muy breve, sólo hasta 1217, no fue un verdadero convento de
La relevancia adquirida por los dominicos españoles dentro de monjas, sino más bien un hospicio para recoger a mujeres arre-
la Orden fue notable, durante el primer siglo, a pesar de que no pentidas.
salieron mucho de sus límites geográficos18. Lo demuestra el he- Las primeras monjas de Prouille tuvieron al principio una vida
cho de que en el siglo xm hubo dos Maestros Generales de renom- marcadamente activa, con una fuerte dedicación a la enseñanza,
bre, San Raimundo de Peñafort y Munio de Zamora, aunque este además de la asistencia a los Predicadores, siendo ellas, posible-
último tuvo un mandato muy breve a causa de la destitución que, mente, incluso «predicadoras»; pero progresivamente fueron evo-
en contra del parecer de los mismos Dominicos, decretó el papa lucionando hacia una vida más estrictamente contemplativa, con
Nicolás IV por rencillas personales y por cuestiones de política verdadera clausura.
exterior del Papado. También es significativo el hecho de que los El convento de Madrid fue inicialmente fundado para los frai- •
Capítulos Generales de 1261 y de 1291 se celebraran en España, les, pero el propio Santo Domingo determinó que lo ocuparan las
en Barcelona y Palencia, respectivamente. monjas, encargando la organización de las mismas a su hermano
La Orden de Predicadores se hizo muy benemérita da la cul- Mames, porque ya había allí algunas monjas que habían tomado
tura, especialmente en el campo de la Filosofía y de la Teología el hábito dominicano, pero que estaban viviendo con sus familias
con la apertura de los Estudios Generales de San Esteban de Sa- o en casas privadas. A esto se refiere la carta de Santo Domingo
lamanca, de Santo Tomás de Avila, y los de Valladolid y Barce- dirigida a la Priora de aquel convento: «Si hasta ahora no tuvisteis
lona. un lugar en el que pudieseis observar vuestra religión, ya no po-
déis excusaros de no tener, por la gracia de Dios, edificios sufi-
cientemente idóneos para guardar la religión»; y les prescribió la
10. La Segunda y la Tercera Orden clausura: «ninguna traspase la puerta y nadie entre, a no ser el
de Santo Domingo obispo o algún prelado a causa de predicar o hacer la visita» 20.
Aunque no es del todo apropiado, dentro del dominicanismo, La fundación del convento romano de San Sixto tiene su ori-
hablar de Segunda y Tercera Orden, como en el franciscanismo,
19
MARTÍNEZ VIGIL, R., La Orden de Predicadores, Madrid, 1884; citado por Li-
18
«Generaliter notandum Hispanos durante medio aevo se nimis intra fines NAGE CONDE, A., Dominicos, en A A . W . , Historia de la Iglesia en España, II, 2.°,
suo's continuisse»; WALZ, A., Acta canonizationis sancti Dominici, en Monumento Madrid, 1982, p. 138.
Ordinis Praedicatorum Histórica, 16. 20
GALMES, L., GÓMEZ, V. T., o. c, pp. 784-785.

350 351
gen en un encargo expreso del Papa Honorio III. La reforma de conventos de Zamora (1238), Valencia (1239), San Esteban de
las monjas existentes en Roma había sido preocupación de Ino- Gormaz, que planteó algunos problemas de jurisdicción hasta que
cencio III, pero había muerto sin conseguirla. Las monjas roma- el Maestro General lo sometió al provincial de España, Caleruega
nas andaban dispersas por varias casas, sin guardar mínimamente (1266), Zaragoza (1300); 6 en Bohemia, 3 en Polonia, 3 en Hun-
la clausura. Honorio III le encomendó a Santo Domingo este es- gría, 1 en Dinamarca, 1 en Portugal, 1 en Suiza. El número de
pinoso asunto. Procuró hablar personalmente con todas las mon- monjas a principios del mismo siglo se elevaba a unas 7.500,
jas, las cuales se mostraban especialmente reacias a perder su li- mientras que los frailes eran unos 10.000 21.
bertad de salir de casa cuando quisieran, favorecidas en esto por Las relaciones entre los frailes Predicadores y las Monjas Do-
los propios familiares. Pero poco a poco fue consiguiendo la ad- minicas fueron, desde el principio, de auténtica fraternidad, por-
hesión de todas, de modo que en febrero de 1221 se hizo la tras- que uno mismo era el espíritu que animaba a unos y a otras, hasta
lación de las monjas al convento expresamente preparado para el punto de que en cada convento femenino residía una comuni-
los frailes, pero cedido para ellas, junto a la basílica de San Sixto, dad de frailes para atender a la dirección espiritual, e incluso eco-
en la proximidad de las termas de Caracalla. Hay fuentes que ha- nómica de las monjas, a fin de que éstas se dedicaran por com-
blan de que componían esta primera comunidad de San Sixto 104 pleto a la vida contemplativa. Y éste fue, precisamente, el motivo
monjas. Los Dominicos se trasladaron entonces a la residencia por el cual surgieron algunas dificultades entre ambos estamentos.
papal de Santa Sabina que el propio Honorio III les cedió, y que Los frailes creían que no cumplían su auténtico ministerio de la
se convertirá en un convento de gran tradición como Curia Gene- predicación y de la lucha contra la herejía a causa del tiempo per-
ral de la Orden. dido en la dirección espiritual y material de las monjas, siendo así
Santo Domingo les dio a las monjas de San Sixto la Regla de que eran más bien éstas quienes deberían asistirles a ellos en el
San Agustín, pero como había hecho con la Orden de Predicado- cometido de la predicación y de la represión de la herejía.
res, también compuso para ellas unas Constituciones; y para en- El papa Gregorio IX dispensó a los dominicos de ese come-
señarles prácticamente el espíritu religioso, hizo venir a ocho tido asistencial (1239), siendo Maestro General de la Orden San
monjas de la Comunidad de Prouille. El convento de San Sixto Raimundo de Peñafort. En tiempos de Inocencio IV (1246) se
permaneció en su emplazamiento inicial hasta el año 1575, fecha volvió a la situación anterior, pero sólo respecto a la ayuda espiri-
en que fue trasladado al Viminal, y en 1931 al Monte Mario con tual, hasta que Alejandro IV (1259) hizo retornar las cosas a la si-
el título de Convento del Santo Rosario. tuación de dependencia total de las monjas respecto a los frailes,
Aunque no es de fundación del santo, hay que mencionar el hasta que se alcanzó una solución de compromiso, entre el papa
convento de Santa Inés de Bolonia (1223), porque él animó a la Clemente IV y el Maestro General Juan de Vercelli en 1267, con-
fundadora del mismo, Diana Ándalo, y conocía también a las sistente en que los frailes se encargarían de la dirección de los
monjas llegadas del convento romano de San Sixto. El gran ani- conventos femeninos afiliados, pero sin la obligación de tener en
mador de este convento, ya sea personalmente, ya sea a través de ellos una comunidad, como al principio.
su abundante correspondencia fue el beato Jordán de Sajonia A partir del siglo xv, surgen algunos conventos o monasterios
(muerto en 1237). de Dominicas Terciarias, un estadio intermedio entre la Segunda
La difusión de las monjas dominicas corrió a la par de la difu- Orden, en el sentido ya indicado, y las Congregaciones de vida
sión de los frailes Predicadores, porque generalmente la funda- mixta que surgirán más tarde como instituciones fundadas por
ción de un convento masculino llevaba casi siempre consigo la miembros de la Primera, de la Segunda o de la Tercera Orden, o
fundación de un convento femenino. A principios del siglo xiv, es bajo su dirección. Generalmente se fundan como consecuencia de
decir, después de un siglo de la fundación de las monjas de Proui-
lle, eran ya 149 los conventos femeninos: 74 en Alemania, 41 en
21
Italia, 12 en Francia, 7 en España, entre los cuales se cuentan los REDIGONDA, L. A., Dominicane (di clausura), DIP 3, 783.

352 353
las necesidades espirituales de algún grupo de Terciarias Seglares
u Orden de la Penitencia de Santo Domingo, plenamente organi-
13.
zada por el Maestro General Munio de Zamora (1285), en confor- Siervos de María
midad con la bula Supra Montem, de Nicolás IV, aunque ya el
propio Santo Domingo creó algunas asociaciones de hermanos y
hermanas penitentes, bajo la denominación de Milicia de Jesu-
cristo.
En cambio, las Congregaciones de Hermanas Dominicas em-
piezan a surgir en el siglo xvii, y alcanzarán una extraordinaria
floración en los siglos xix y xx, hasta el punto de que comprenden
en la actualidad 148 Institutos femeninos afiliados a la Orden de
Predicadores, a los cuales habría que añadir otros 43 que han de-
saparecido a lo largo del tiempo, ya sea por agregación a otro Ins-
tituto o porque han sido suprimidos.
Bibliografía

Monumenta Ordinis Servorum S. Mariae, 20 vols., Bruselas-Roma,


1897-1930; BRANCHESI, P., Bibliografía dell'Ordine dei Serví di María,
2 vols., Bolonia, 1971-1973; PINO, F. dal, / Frati serví di Santa María da-
lle origini all' approvazione (1233-1304), 2 vols., Lovaina, 1972; ID.,
Edizioni delle Costituzioni dei Serví dal secólo XIII al 1940, «Studi storici
OSM», 19 (1969), 5-49; ID., Terz'Ordine o gruppi laici dei Serví di María
ieri e oggi, Monte Senario, 1969; ALDOVRANDI, M., Le nuove Costituzioni
dei Serví di María. Genesi e documentazione, 2 vols., Roma, 1976;
BENASSI, A., / Serví de María. Breve storia dell'ordine, Roma, 1984;
CHARBONEAU, D., The Servites in Barcelona, «Studi storici OSM», 30
(1980), 5-85; BERARDO, S., Le missioni dei Serví di María, Roma, 1925;
Moniales Ordinis Servorum, Roma, 1963-1972; Lafamiglia dei Serví di
María. Origini e aspetti di spiritualitá, Roma, 1981; Rosi, A., Idéale ma-
ñano per i Serví di María, Roma, 1954; PINO, A. del, Un groupe évangéli-
que au XIIF siécle, Montreal, 1977; AA.W., Identitá dei Serví di María,
Roma, 1975.

1. Los Siete Santos Fundadores


La Orden Mendicante de los Siervos de María se presenta ini-
cialmente en Florencia, como un grupo independiente, dentro de
aquel maremagnum de los movimientos penitenciales de comien-
zos del siglo xm. Aunque las tradiciones de la Orden la muestran

354 355
y que fueron para sus contemporáneos una llamada de los valores
sumergida en una atmósfera de prodigios y apariciones de la Vir-
gen María, sin embargo, existen fuentes históricas, jurídicas y lite- eternos del Cristianismo2.
rarias, que permiten una reconstrucción bastante fidedigna de los
orígenes y aprobación definitiva.
Entre las fuentes jurídicas, desde el año 1249, fecha en que 2. Orígenes y aprobación de la Orden
aparece ya como una comunidad plenamente constituida, de he-
cho, hasta que en 1304 el papa Benedicto XI le da la aprobación Estos Siete Hombres, «dignos de respeto», como dice la Le-
jurídica definitiva, existe una serie de bulas papales y de actas no- genda de origine Ordinis, pertenecían al estamento social más di-
tariales que permiten esclarecer, por lo menos en parte, la oscuri- námico, los mercaderes. En la fundación de la Orden de los Sier-
dad con que la Legenda de origine Ordinis fratum Servorum, es- vos de María, recorrieron un triple estadio:
crita con toda probabilidad por fray Pedro de Todi, superior ge-
neral desde 1314 a 1344, envuelve la primera constitución de una
comunidad que desembocará en la Orden de los Siervos de 2.1. Conversión
María.
Comprende el período que va desde 1213 hasta 1233. Lo cual
La oscuridad de los orígenes no permite identificar a cada uno
no significa que la conversión de los Siete Hombres haya ocurrido
de los Siete Santos Fundadores; porque, si bien el número septe-
simultáneamente3. A lo largo de estos años se inscribieron, o
nario parece estar fuera de toda discusión, no acaece lo mismo
quizá, incluso, fundaron en Florencia la Sociedad Mayor de Santa
con sus nombres. No existe, en efecto, una única lista de nom-
María, que no se debe confundir con la Compañía dei Laudesi,
brs, sino tres listas en las que solamente coinciden dos nom-
que es un título muy posterior. Ya en este tiempo se llamaban a sí
bres: Bonfiglio Monaldi y Alejo Falconieri. Para Pablo Atta-
mismos, y quizá llamaban también así a todos los inscritos en esa
vanti, en el Diálogo que escribió en torno a 1465, son los siguien-
sociedad mariana, Siervos de Santa María 4; lo cual significa que
tes: Bonfiglio, Barrióme, Juan, Benedicto, Gerardino, Ricóve-
en la médula misma de su espiritualidad está bien patente la pre-
ro y Alejo. Para Gasparino Borro (1498): Bonfiglio, Maneto,
sencia de María.
Alejo, Víctor, Sostegno, Ugucio y Lotario. Y para Miguel Poc-
cianti (156): Bonfiglio, Amadeo, Bonagiunta, Maneto, Alejo,
Sostegno, Ugucio1.
Según el padre Del Pino, la lista de Miguel Poccianti sería la 2.2. Los primeros años de vida comunitaria
más fiable, porque cuatro nombres mencionados en ella se re-
La amistad y la vida penitente que conducían como miembros
montan con toda seguridad hasta el año 1251; y son, precisa-
de la mencionada sociedad mariana no satisfacían sus aspiracio-
mente, los Siete Santos Fundadores canonizados por el papa
nes que se orientaban, cada vez más, hacia una vida enteramente
León XIII el día 15 de enero de 1888. La incertidumbre que ma-
consagrada al servicio de Dios y de Santa María. En 1233, el día
nifiestan las listas no afecta al juicio de santidad emitido por la
de la Asunción, se dice que después de una visión de la Virgen, se
Iglesia, porque ésta, como dice el mismo padre Del Pino, ha que-
retiraron a una pequeña casa en las afueras de Florencia. Y poco
rido proponer a la imitación de los fieles, independientemente de
después, deseosos de una vida de mayor soledad, se instalaron en
los nombres, este grupo de Siete Hombres que se acercó a Cristo
el Monte Senario, bajo la protección de Ardingo, obispo floren-
por la mediación de la Virgen, siguiendo el camino del Evangelio,
2
Ibidem, p. 64.
3
1
SOULIER, P., Monumenta OSM, IV, p. 100.
PINO, A. del, Un groupe évangélique au XV1W siécle, Cap-Rouge, 1977, p. 4
Legenda de origine Ordinis, en Monumenta OSM, I, p. 55.
63.
357
356
la Orden. Pero, de repente, cuando los Servitas se hallaban en un
tino y de San Pedro, mártir de Verona, a quienes también se ha-
período de gran florecimiento espiritual y de extraordinaria ex-
bría aparecido la Santísima Virgen para expresarles el deseo de
pansión numérica, se abatió sobre ellos una terrible tormenta.
que surgiese en la Iglesia una nueva Orden dedicada a Ella en ex-
El segundo Concilio de Lión (1274), al que asistió el propio
clusiva, e indicándoles incluso el hábito que habían de llevar sus
Superior general de los Servitas, San Felipe Benizi, decretó, como
siervos5. ya se ha visto anteriormente, por la Constitución Religionum di-
versitatem nimiam, la abolición de todas las Ordenes fundadas
después del Concilio IV de Letrán (1215), aunque hubiesen reci-
2.3. De la supresión a la aprobación pontificia bido la aprobación pontificia, a excepción de los Franciscanos,
Dominicos, Carmelitas y Agustinos. Los Servitas entraban de
Al morir en 1247 el obispo Ardingo, el cardenal Ranieri Ca- lleno en la orden de supresión. El papa Inocencio V les prohibió
pocci, titular de Santa María in Cosmedín, recibió, bajo su protec- recibir novicios, y estaba dispuesto a suprimirlos. Pero la muerte
ción, a los Servitas, constituidos ya en una verdadera comunidad repentina del papa alejó de momento el peligro. La cuestión se
gobernada por un prior, concretamente por Bonfiglio, uno de los trató en los pontificados siguientes, hasta que el papa Benedicto
Siete, y confirmó la concesión de observar la Regla de San XI aprobó definitivamente la Orden, por la bula Dum levamus
Agustín y los propios estatutos o constituciones otorgada por el (1304), «conforme a las Instituciones de vuestra Regla, observa-
obispo Ardingo, y, lo que era más importante aún, les permitió das hasta hoy en honor de la Virgen».
recibir nuevos miembros. Al morir el cardenal Capocci (1249),
Inocencio IV, por medio del cardenal Guillermo Fieschi, aprobó
la comunidad de los Siervos de María (1251); y el mismo carde-
nal Fieschi autorizó al prior y a los hermanos sacerdotes del 3. Organización y expansión
Monte Senario a absolver de la excomunión a los laicos partida-
rios del emperador Federico II que quisieran entrar en la Orden. Las Constituciones a que se refiere la bula de Benedicto XI, se
Entre tanto, la comunidad ha aumentado, pues el día 7 de oc- remontan a los mismos orígenes, juntamente con la Regla de San
tubre de 1251 se reúnen en Capítulo el prior Bonfiglio y otros 19 Agustín. Estas Constituciones se inspiran en las de los Premostra-
hermanos para decidir la aceptación de la donación de un terreno tenses y en las de los Dominicos, con un capítulo absolutamente
en Cafaggio, cerca de Florencia, para construir una iglesia. Este original, titulado De reverentiis beatae Maríae Virginis.
hecho atestigua el carácter mendicante de la nueva comunidad, El Capítulo General de 1251 eligió como prior general a Bon-
porque la compra del terreno la relizó Enrique de Baldovino el figlio, al que sucedió Bonagiunta. Y en 1267 fue elegido San Fe-
día 1 de julio de 1251 para donarlo a la Comunidad de Siervos de lipe Benizi que había entrado en la Orden en 1254. Era doctor en
María. Lo cual significa que la Comunidad, en cuanto tal, había medicina y había frecuentado las universidades de París y de Pa-
renunciado a la capacidad de poseer bienes materiales. dua. Tuvo que luchar denodadamente por la existencia de la Or-
Al morir, en 1256, el cardenal protector, los Servitas se diri- den después del II Concilio de Lión. Renovó las Constituciones
gen al papa Alejandro IV, el cual, con la bula Deo grata confirma de la Orden, que estuvieron en vigor hasta el año 1556. Fue tal su
nuevamente a los frailes «llamados comúnmente Siervos de Santa fama de taumaturgo que estuvo a punto de ser elegido papa. La
María», les concede la facultad de fundar conventos por todo el defensa de la Orden ocupó las fuerzas del prior general siguiente,
mundo; y en el mismo año los exime de la jurisdicción episcopal fray Lotario de Florencia.
para el ministerio de las confesiones. Urbano IV (1263) y Cle- La estructura de la Orden es absolutamente centralizada, al
mente IV (1265) confirmarán también la aprobación pontificia de estilo de los Mendicantes. Urbano IV con la bula Inducunt nos
5
(1265) reconoce a los frailes y a los priores el derecho de tener
Legenda..., c. XIII.
359
358
Capítulo General y de elegir al prior general. Después del Conci- servita, sino que pasaron a su jurisdicción procediendo de la disci-
lio de Lión, los Servitas tuvieron que renunciar a su carácter de plina benedictina, e incluso de la mendicante. Esto acaeció, sobre
Mendicantes, de modo que algunos conventos tenían propieda- todo, en Italia y en España.
des; pero el papa Martín V se lo devolvió en 1418; y les fue re- Los conventos de Siervas de María estuvieron en estrecha de-
confirmado por Pío V en 1567. La acción apostólica, desarrollada pendencia de los Servitas hasta el Concilio de Trento. Con la re-
por los Servitas, entra dentro de la misma estructura y caracterís- forma tridentina, la mayor parte de estos conventos pasaron a de-
ticas propias de las Ordenes Mendicantes, siempre con una mani- pender directamente de los obispos locales; pero con la reforma
fiesta orientación mariana. servita de Monte Senario (1593), surgen varios conventos feme-
Con la aprobación definitiva de Benedicto XI, los Servitas pu- ninos estrechamente ligados a ella.
dieron reemprender su expansión por todo el mundo, aunque se Los conventos españoles de Sagunto, Mislata y Madrid for-
vio un tanto mermada a causa de las disensiones internas entre man, desde 1957, una Federación, que en 1973 ha fundado un
quienes pretendían orientar la Orden hacia un eremitismo más es- convento misionero en Mozambique 7 .
tricto y quienes querían una mayor vida comunitaria. Mientras vi- La Tercera Orden Regular de las Siervas de María se remonta
vió San Felipe Benizi, reinó la paz entre ambas facciones; pero a Santa Juliana de Falconieri (muerta en 1341), sobrina de San
después de su muerte (1285), se avivó la disensión y se prolongó Alejo Falcpnieri, uno de los Siete Santos Fundadores. Por este
por más de cincuenta años, hasta que fray Mateo de Pieve fue ele- tiempo, se compuso la Regla de las Manteladas Servitas, que fue
gido prior general (1344-1348) y restableció la paz. renovada por Esteban del Burgo y aprobada por Martín V
En el momento de la aprobación (1304), la Orden contaba ya (1424). De algunas de estas comunidades de Manteladas Servitas
con cuatro provincias en Italia. A lo largo del siglo xiv se fundan han surgido en tiempos más recientes Congregaciones de vida ac-
conventos en Francia, Alemania, Suiza y Bohemia. En 1374 el tiva, agregadas a la Orden de los Servitas mediante un documento
papa Gregorio XI les concede facultad para abrir conventos en del prior general. En la actualidad, existen 21 de estas Congrega-
España y Portugal. A finales del siglo xv (1479) fundan un con- ciones femeninas, 13 de derecho pontificio y 8 de derecho dioce-
vento en Creta; y la Orden cuenta con 241 conventos: 227 en Ita- sano. Hay también dos Institutos seculares de espiritualidad ser-
lia, 8 en Francia, 3 en Córcega, 1 en Cerdeña y 1 en España. Y el vita8.
número de frailes se eleva a 1.818. Pero el momento de mayor Como todas las Ordenes Mendicantes, los Servitas tienen
expansión es el año 1750: 15 provincias, 225 conventos y 2.731 también una Orden Tercera Seglar, cuyos orígenes institucionales
frailes6. se remontan a 1424, fecha en que Martín V aprobó su Regla con
la bula Sedis apostolicae providentia, aunque en ella no se distin-
gue con claridad entre la Tercera Orden Regular y la Tercera Or-
4. Segunda y Tercera Orden den Seglar. Sin embargo, desde los tiempos de los Siete Fundado-
res, existieron seglares que no sólo se regían por la espiritualidad
Aunque San Felipe Benizi fundó una casa-convento en Porta- servita, sino que colaboraban de un modo muy directo con la na-
ría (Terni) para la reclusión de algunas mujeres convertidas por él ciente Orden, como fue el caso del ya mencionado Enrique de
de la mala vida, que después se trocaría en un convento regular, Baldovino.
parece que el primer convento de Siervas de María fue fundado
por fray Pedro de Todi en 1332 en Siena; pero la gran expansión
de las Siervas de María no empezará, hasta la segunda mitad del
siglo xiv. Algunos conventos no fueron de fundación originaria
7
Móntales Ordinis Servorum (Cuadernos), Roma, 1963-1972.
6 8
FAUSTINI, F. M., / Serví di María. Breve Storia dell'Ordini, Roma, 1984. DIP, 8, 1417-1418.

360 361
maestros de la primera hora figura Clemente Brunacci (muerto en
5. Espiritualidad servita 1343). En Filosofía siguieron fundamentalmente la Escuela de
Escoto. Pero ha sido, sobre todo en el ámbito de la Mariología,
A pesar de las dificultades que sobrevinieron a la Orden des-
donde sus doctores y maestros han brillado con luz propia en una
pués del II Concilio de Lión, una de las cuales, y no de las meno-
tradición que ha llegado bien arraigada hasta hoy en la Facultad
res, pretendía eliminar cualquier vestigio del espíritu originario,
Teológica «Marianum» de Roma, y ratificada como norma direc-
los Servitas consiguieron mantener a salvo su identidad profunda.
tiva en los Capítulos Generales de renovación después del Conci-
El padre Alejo María Rossi sintetiza la espiritualidad de los
lio Vaticano II10.
Servitas que está muy clara desde los orígenes: Alabanza de Dios,
a través de la salmodia y el servicio de las iglesias; espíritu de ri-
gurosa penitencia, a través de la fuga del mundo, la abstinencia, la
mortificación y la pobreza evangélica; el celo por la salvación de
la almas, a través del confesonario, la predicación, el estudio y el
apostolado en general; un particular espíritu mañano, verdadera
realización organizada del principio: «A Jesús por medio de
María, de modo que para los Servitas todo está en función y en
clave mariana9.
La espiritualidad servita tiene una raíz eminentemente cristo-
lógica: Cristo crucificado, a quien San Felipe Benizi llamba «su li-
bro». El «servicio» de María en la advocación de los Siete Dolo-
res, considerada como Mediadora de Cristo, modelo de vida
evangélica y de servicio humilde a los pobres y enfermos, honrada
en las iglesias que ellos le consagran, es algo muy puesto de re-
lieve en toda la legislación servita desde las primeras Constitucio-
nes, en las que ya figuraba el capítulo, titulado: De las reverencias
de la Bienaventurada Virgen María.
Aunque en ciertos momentos se le dará una marcada impor-
tancia a la contemplación, como elemento fundamental de la Or-
den, proveniente, sin duda, de los Siete Santos Fundadores, hasta,
convertirse en verdadero eremitismo, el apostolado directo entre
los más pobres y humildes, es algo que pertenece a su identidad
más originaria.
Los Servitas consideraron siempre, a pesar de los períodos de
eremitismo, los estudios como un elemento imprescindible para el
apostolado. Por eso crearon centros de estudios en París y en
otros centros universitarios, hasta el punto de que San Alejo Fal-
conieri mendigó, de puerta en puerta, el dinero necesario para es-
tas fundaciones. La casa de estudios de París, fundada en 1299,
fue muy pronto incorporada a la Univesidad. Entre sus grandes
10
9 OSM, Haced lo que El os diga, Madrid, 1985.
Rossi, A. M., / Serví de María, en Escobar, I, pp. 502-503.
363
362
14.
Los Carmelitas

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365
1. Polémica sobre los orígenes 2. Orígenes en Tierra Santa
Los Carmelitas hacen derivar su nombre del Monte Carmelo,
y aprobación pontificia
en el cual, desde el siglo xn vivían algunos eremitas que habían
Los orígenes del Carmelo hay que colocarlos, sin duda, en el
construido una iglesita en honor de la Virgen María y tenían al
contexto de las Cruzadas que recuperaron para el Cristianismo,
profeta Elias como modelo.
durante algunos años, la tierra hereditaria del Salvador, y en la re-
Desde antiguo, los Carmelitas creían ser sucesores directos del vitalización del eremitismo que se advertía en la Iglesia de Occi-
profeta Elias, el cual habría sido el iniciador de un estilo de vida dente desde el siglo xi.
eremítica en el Monte Carmelo, que fue escenario de sus hazañas
Las fuentes más dignas de crédito que informan sobre los
bíblicas. Ese estilo de vida habría sido continuado por su dis-
orígenes de la Orden se remontan a finales del siglo xn y comien-
cípulo Eliseo y por los hijos de los profetas ininterrumpidamente
zos del xm. Juan Focas, monje griego de Patmos, que peregrinó a
hasta el siglo xu. Las primeras fuentes que hablan de esta proto-
Tierra Santa en torno a 1174, escribió algunos años después:
historia tienen sus orígenes en el siglo xiv; y surgieron, muy pro-
bablemente, para demostrar la existencia de los Carmelitas desde «Hace varios años, un monje de dignidad sacerdotal, de cabellos blan-
tiempos muy anteriores al IV Concilio de Letrán (1215), a fin de cos, oriundo de Calabria, después de una revelación del profeta, que lo
evadir el decreto de este Concilio que obligaba a asumir una Re- llamaba al monte, construyó una pequeña tapia alrededor de las ruinas de
gla preexistente para conseguir la aprobación pontificia. un antiguo monasterio, edificó una torre y una iglesia no muy grande, y
Pero en 1668 se suscitó una dura polémica con el célebre bo- allí habita todavía con unos diez compañeros»6.
landista Daniel Papebroch, el cual negaba esta tradición carmeli- Jacobo de Vitry, obispo de San Juan de Acre desde 1216 a
tana. En realidad, Papebroch no se refería a los pretendidos 1228, describe, precisamente, este renacimiento de la vida erem-
orígenes proféticos de los Carmelitas, sino que intentaba demos- ítica en los escenarios de los principales acontecimientos de la
trar que el primer superior de la Orden había sido San Bertoldo 1 . vida de Jesús, y donde muchos anacoretas habían establecido sus
En defensa de los orígenes proféticos de la Orden salió fray Fran- celdas desde el siglo iv, pero que habían desaparecido cuando los
cisco de Buena Esperanza2. La polémica continuó unos años más musulmanes conquistaron Palestina; y solamente se había hecho
tarde al publicar Papebroch la vida de San Alberto 3 . Le replicó posible su renacimiento con la reconquista, llevada a cabo por los
fray Daniel de la Virgen María, afirmando, una vez más, que Elias Cruzados:
era el Padre de la Orden del Carmelo4. De nada sirvió el que la
Inquisición española terciase en la controversia decantándose en «Unos, siguiendo el ejemplo de Cristo, se retiran al desierto de la
favor de la tesis carmelitana, prohibiendo los tomos correspon- Cuarentena; otros, a ejemplo e imitación del santo y solitario Elias, viven
dientes de Acta Sanctorum de los Bolandistas, porque la polémica anacoréticamente en el Monte Carmelo..., junto a la fuente de Elias, no
continuó hasta que el papa Inocencio XII, con la bula Redempto- lejos del monasterio de la virgen Santa Margarita, donde en pequeñas cel-
ris, impuso silencio a ambas partes en 1698. El tiempo y la crítica das como panales, estas abejas del Señor, fabricaban dulce miel espiri-
histórica más severa e imparcial le dieron la razón a Papebroch 5 . tual»7.

En relación con la Cueva de Elias existe el testimonio del judío


' Vita sancti Bertholdi, en Acta SS, 29 de mayo.
2
Historicum-Theologicum Carmeli armamentarium, sive argumenta in Ordinis
español Benjamín de Tudela, quien, hacia 1163, dice haber visto
antiquitatem, 2 vols., Amberes, 1669-1677. allí una iglesita edificada por dos cristianos8.
3
Acta SS., 8 de abril.
4
Speculum Carmelitarum, 3 vols., Amberes, 1680. 6
PG 133, 961.
5
DELEHAYE, H., A travers troissiécles. L'Oeuvredes Bollandistes (1615-1915), 7
VITRY, J., Historia Hyerosolimitana, c. 52.
Bruselas, 1920, pp. 129-140; WESSELS, G., AnalOC, III, 298. 8
BENJAMÍN DE TUDELA, Itinerario, I, 64.

366 367
No está del todo claro si los testimonios de Jacobo de Vitry y como medio de ganarse el propio sustento, sino también como un
de Juan Focas se refieren a los mismos hechos, porque el empla- elemento compensador del desgaste espiritual producido por la
zamiento de los eremitas de uno y otro no parecen coincidir. Po- meditación ininterrumpida.
siblemente, Juan Focas se refiera a monjes griegos, distintos de Según la legislación vigente entonces, esta aprobación episco-
los eremitas de que habla Jacobo de Vitry; pero lo que sí resulta pal era suficiente para darle consistencia jurídica a la Orden del
seguro de toda esta información es que en la segunda mitad del Carmelo, y para que los Carmelitas tuvieran asegurada su existen-
siglo xii existían en el Monte Carmelo, en los lugares que hizo cé- cia y su expansión por toda la Iglesia. Pero poco tiempo después
lebres el profeta Elias, algunos eremitas occidentales y, posible- se celebró el IV Concilio de Letrán, que no sólo reservaba la
mente, también algunos monjes griegos. aprobación de las Ordenes religiosas a la Santa Sede, sino que
No es de extrañar que eligieran el Monte Carmelo, y más con- obligaba a las nuevas fundaciones a adoptar una Regla preexis-
cretamente la llamada Fuente de Elias, porque este profeta go- tente en la Iglesia.
zaba de gran prestigio entre los monjes desde los mismos comien- Esta nueva legislación, en principio, no obligaba a los Carme-
zos de la vida monástica en el siglo iv. El propio San Atanasio, en litas; pero algunos obispos no eran de esta opinión. Entre ellos es-
la «Vida de San Antonio», dice que la vida ascética tiene un mo- taba el nuevo patriarca Rodolfo de Jerusalén, el cual les aconsejó
delo en el que puede reflejarse, como si fuera un espejo: el ejem- que pidieran la aprobación pontificia de la regla. En 1226 el papa
plo del gran Elias9. Y San Jerónimo, sintetizando la opinión exis- Honorio III se la concedió en términos que no fueron plenamente
tente entre los monjes, decía: satisfactorios para los eremitas del Carmelo. Por eso, acudieron
de nuevo a Gregorio IX, el cual, por la bula Ex officii nostri, la
«Nosotros nos esforzamos en imitar a nuestros Pablos, Antonios, Ju- confirmó en 1229, considerándola prácticamente una más de las
lianos, Macarios, y, si hemos de recurrir a la autoridad de la Sagrada Es- nuevas Ordenes Mendicantes, puesto que les imponía la pobreza,
critura, nuestro jefe es Elias, nuestro es Eliseo, nuestros son los hijos de no sólo personal, sino también comunitaria, con excepción de
los profetas, que vivieron en los campos y lugares solitarios y plantaron algún borriquillo que les facilitase el trabajo de la tierra, y de al-
sus tiendas a orillas del Jordán»10. gunos otros animales domésticos para su alimentación
Estos eremitas occidentales del Monte Carmelo, al frente de
los cuales estaba un tal Brocardo, aunque pertenecían a la dióce-
sis de Cesárea, le pidieron a Alberto, antiguo obispo de Vercelli y
3. Expansión y organización
ahora patriarca de Jerusalén y legado papal (1205-1214), resi- de los Carmelitas en Europa
dente en San Juan de Acre, que les diese una Regla, que él re-
dactó probablemente en 1209. Es una Regla muy breve. Trata del Los historiadores primitivos de la Orden hablan de la existen-
contenido de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, cia de conventos o eremitorios por varios lugares del Oriente Pró-
aunque solamente ésta es expuesta de un modo formal. Es una ximo: Jerusalén, Desierto de la Cuarentena, Monte de la Multipli-
Regla típicamente eremítica con algunas concesiones a la vida co- cación de los Panes, San Juan de Acre, Tiro, Sarepta, Trípoli,
munitaria, como el capítulo semanal de culpas. Insiste en el silen- Antioquía. Posiblemente, no se trate de nuevas fundaciones pro-
cio, en la oración ininterrumpida día y noche, en el ayuno que ha piamente dichas, sino más bien de eremitorios existentes previa-
de ser riguroso desde el 14 de septiembre hasta Pascua, y en la mente en estos lugares que adoptaron la Regla albertina de los
Carmelitas11.
abstinencia perpetua. El trabajo manual se impone, no solamente
u
9 SAN vico, G. de, Chronica de multiplicatione religionis Carmelitarum, ed.
SAN ATANASIO, Vita Antonii, 7; PG 26, 854. WESSELLS, G., AnalOC, III, 1914, pp. 302-315.
10
SAN JERÓNIMO, Epist. 58: Ad Paulinum, PL 22, 583.
369
368
que habían sido fundados antes de esa fecha podían subsistir
La existencia de estos eremitorios era muy precaria, estaba
hasta que la Santa Sede hubiese determinado otra cosa. Una vez
siempre amenazada por las incursiones de los musulmanes. De
superado positivamente este escollo, los Carmelitas gozaron a lo
hecho, a lo largo del siglo xm fueron desapareciendo uno detrás
largo del siglo xiv de un tiempo de gran esplendor.
de otro; y muchos carmelitas fueron martirizados. Con la con-
quista de San Juan de Acre y la masacre de los Carmelitas del El siglo xiv, en efecto, vio la constitución de una liturgia car-
Monte Carmelo en 1291 a manos de los musulmanes, la Orden melitana; la fundación de casas de estudio en los centros universi-
dejó de existir en Tierra Santa hasta 1631, fecha en que pudieron tarios, dando origen a una escuela propia en filosofía y en teo-
regresar al Monte Carmelo. logía, aunque no fuese enteramente independiente, al estilo de la
de Santo Tomás o la de Duns Escoto, con maestros notables en
La presencia de los Carmelitas en Europa se remonta a los
las Universidades de París, de Oxford y de Cambridge. Las Cons-
primeros años de la tercera década del siglo xm. Pero no se debió
tituciones de 1324 enumeraban ya ocho Estudios generales, y las
al afán de propagar la Orden, sino a las dificultades permanentes
de 1237 los elevaban a catorce. La Orden dejaba a sus maestros
que encontraban a causa de los musulmanes. Inocencio IV lo re-
en plena libertad, aunque a principios del siglo xv los Capítulos
conocía así en la bula Paganorum incursus (1246): «Las incursio-
Generales recomendaban seguir a «nuestros autores», entre los
nes de los paganos han obligado a nuestros queridos hijos los Er-
cuales ya en 1309, según Felipe IV de Francia, había «maestros y
mitaños del Monte Carmelo, no sin gran aflicción de espíritu por
varones famosos, de solidísimo saber literario en todas las faculta-
su parte, a dejar aquel lugar y pasar a tierras de acá del mar» n.
des, especialmente en Teología» 15. Entre ellos sobresalía, enton-
La primera fundación propiamente dicha en suelo europeo ces, Gerardo de Bolonia, el primer doctor carmelita educado en
fue la de Valenciennes en 1235. Dos carmelitas recibieron del las aulas de París.
burgomaestre de la ciudad, Joaquín Tuepain, un terreno para
construir una iglesia en honor de la Virgen María13. Le siguieron
las fundaciones de Fortamie (Chipre), Mesina (Sicilia), Ayles-
ford, Hulme, Lossenham y Bradmer (Inglaterra), Les Aygalades 4. Los Carmelitas en España
(Provenza). A lo largo del siglo xm, los Carmelitas experimenta-
ron un notable crecimiento en Europa, de modo que a finales de El Capítulo General del año 1256, celebrado en Londres, dis-
la misma centuria contaban con 12 provincias y 150 conventos: 2 puso la fundación de conventos en España. Y veinticinco años
en Sicilia, 3 en Inglaterra, 4 en Provenza, 5 en Toscana, 6 en después la provincia de España ya figuraba en las Constituciones
Francia, 7 en Alemania inferior, 8 en Lombardía, 9 en Aquitania, (1281), aunque sea en último lugar16. La expansión en la Pe-
10 en España, 11 en Alemania superior, 12 en Escocia e Irlanda nínsula Ibérica empezó por Cataluña, desde los conventos del sur
y un convento en Chipre con el que sobrevivía la provincia de de Francia. Los conventos de Lérida y de Huesca existen desde
Tierra Santa14. antes de 1272; Sangüesa desde 1277, Valencia entre 1276 y
1285, porque su fundación se hizo en tiempos de Pedro III, Bar-
Una amenaza muy fuerte para la subsistencia de la Orden
celona en 1292, Perelada (1293), Gerona y Palma de Mallorca
provino del II Concilio de Lión (1274) que no solamente renovó
(1294).
el canon del IV Concilio de Letrán, que prohibía la fundación de
nuevas Ordenes religiosas, sino que decretó la supresión de aque- A lo largo del siglo xiv se expanden los Carmelitas por otras
llas Ordenes religiosas fundadas después de 1215 y que no hubie- regiones españolas: San Pablo de Moraleja, cerca de Medina del
ran obtenido la aprobación pontificia. Los Carmelitas, en cuanto Campo (1315); poco después se fundan los conventos de Santa

15
12
Citado por SMET, ]., Los Carmelitas, I, p. 17. Citado por ESTEVE, E. M.; GUARCH, J. M., La Orden del Carmen, p. 236.
16
13
Ibidem, p. 18. BALE, J., Anglorum Heliades, c. 21; en Monumento Carmelitana, 218; SMET,
14 J., o. c, p. 45.
Ibidem, pp. 41-42.

370 371
María de los Valles (Burgos), Gibraleón (Huelva) y Toledo. Y los monjas en sentido jurídico estricto. Comunidades de Carmelitas
de Sevilla y Avila en 1358 y 1378, respectivamente. En 1336 se de este estilo existieron en varias naciones de Europa a lo largo de
creó el Vicariato de Mallorca que fue elevado a provincia en los siglos xiv y xv.
1342; en 1354 la provincia de Cataluña; y el Vicariato de Nava- El paso de estas comunidades de conversas o manteladas Car-
rra en 1379. melitas a conventos o monasterios propiamente dichos, se dio con
España está muy ligada a la tradición mañana de los Carmeli- la bula Cum nulla (7 de octubre de 1452), de Nicolás V, dirigida
tas, porque en Barcelona se celebró el Capítulo General de 1334, al prior general, y confirmada por la bula Dum atienta (28 de no-
en el que se decretó la denominación mariana de la Orden: «sea- viembre de 1476), de Sixto IV. Esta última es considerada como
mos llamados Hermanos de la Orden de la Bienaventurada Vir- el acta de nacimiento de la Segunda y de la Tercera Orden de
gen María del Monte Carmelo» n. Carmelitas. Pero en realidad, hasta el siglo xvi no encontrará en
Los Carmelitas tuvieron muy pronto estudios generales en Es- todas partes una estructuración jurídica adecuada de monjas de
paña: El de Barcelona desde 1333 y el de Valencia desde 1379. clausura propiamente dichas.
Entre los Carmelitas más relevantes de aquel tiempo, hay que La primera noticia relativa a las Monjas Carmelitas en España
mencionar a fray Felipe Ribot, provincial de Cataluña, autor de es el permiso que se les concede (1346) para pedir limosna en
un libro, hacia 1370, que se convirtió en un instrumento funda- Barcelona, a fin de construir allí un convento y una iglesia; aun-
mental para la formación de los miembros de la Orden durante que parece que no consiguieron la ansiada fundación19. Por tanto,
varios siglos, porque en él se describen los elementos más carac- la primera fundación de la Segunda Orden en España es la de
terísticos de la identidad carmelitana: Líber de institutioneprimo- Ecija (1450), y en 1479 se fundó el convento de la Encarnación
rum monachorum, que forma parte de una obra más amplia, titu- de Avila, de donde saldrá después Santa Teresa de Jesús para ini-
lada: Decem libris de institutione et peculiaribus gestis religioso- ciar su Reforma. Tampoco en España tenían estos conventos una
rum carmelitarum 18. organización adecuada. A veces se habla injustamente de deca-
dencia, refiriéndose a la falta de la clausura en el convento de la
Encarnación, cuando entró allí Santa Teresa en 1535; en reali-
5. Segunda y Tercera Orden dad, las monjas carmelitas no estaban aún jurídicamente obliga-
das a ella, por más que existiese una corriente de opinión en esa
Las noticias más remotas relativas a los orígenes de la Se- dirección20.
gunda Orden o monjas carmelitas, se remonta al año 1263, Las manteladas que hacían votos solemnes, pero que no abra-
cuando doña Frisia, una carmelita penitente de Mesina, reunió al- zaron la vida común, subsistieron en Italia y en España, de modo
gunas hermanas penitentes, y unos años más tarde, en la misma que, al ser fundados los conventos que dieron origen a la Segunda
ciudad, doña Buenaventura hace voto solemne de castidad en Orden, ellas se convirtieron en la Tercera Orden carmelitana. Por
manos de los «venerables Hermanos de la Orden de Carmelitas». eso mismo, en varias partes se empezó a denominarlas Terciarias,
Otros casos semejantes se refieren a Bolonia (1304) y Florencia algunas de las cuales, después de la Reforma tridentina, optaron
(1309). Pero todos ellos entrarían más bien en la denominación por renunciar a los votos solemnes, pasando a la categoría de Ter-
tradicional de las «conversas» y «oblatas» propias de las Ordenes ciarias seglares.
Monásticas. Estas conversas vivían en comunidad, pero no eran La Tercera Orden Seglar carmelitana tiene su origen en el mo-
vimiento de los conversos y oblatos existentes, por lo menos,
17
Citado por LINAGE CONDE, A., Los Carmelitas, en AA.VV., Historia de la
Iglesia en España, II, 2.°, p. 150. 19
VELASCO, B., «Carmelus», 32 (1985), 190-199.
18 20
VELASCO, B., Documentos del siglo xm sobre los Carmelitas en España, «Car- AA.VV:, Las monjas carmelitas hasta Santa Teresa de Jesús, «Carmelus», 10
melus», 34 (1987), 109-123. (1963); CATENA, C , Le Carmelitane: Storia e spiritualitá, Roma, 1969.

372 373
desde la segunda mitad del siglo xm. Pero fue el papa Sixto IV Tartas, fueron encargados por el papa de la modificación de la
quien, mediante la bula Mare Magnum (1476) concedió a los Regla carmelitana. La nueva versión de la Regla fue aprobada
Carmelitas la organización de la Tercera Orden Seglar, al estilo por Inocencio IV con la bula Quae honorem (1247). Las modifi-
de lo que hacían las demás Ordenes Mendicantes. caciones introducidas consistieron, fundamentalmente, en la miti-
Desde el siglo pasado, con la explosión de las Congregaciones gación del silencio y del ayuno, y, sobre todo, en la facultad de
de votos simples, también surgieron dentro de la familia carmeli- fundar conventos «donde quiera que os fueren dados». La Orden
tana 12 de estas congregaciones, y en el siglo xx un Instituto secu- conservaba la primitiva índole contemplativa, pero quedaba enca-
lar21. minada hacia el apostolado propio de las Ordenes Mendicantes.
A finales del siglo xm, la transformación de los Carmelitas, de
eremitas en apóstoles, se había realizado plenamente de hecho,
6. Organización aunque el propio sucesor de San Simón Stock, el beato Nicolás
Gálico (1265-1270), se sumó a las voces de algunos nostálgicos
El primer organizador de la vida eremítica del Monte Carmelo de los orígenes eremíticos de la Orden, lo cual le obligó a presen-
debió de ser San Bertoldo, ayudado por su tío Aymérico, que tar su renuncia al cargo de prior general; pero, de derecho, la
había sido elegido patriarca de Siria en 1142. Eran ambos oriun- transformación no se concluyó hasta que el gran benefactor de los
dos de Salagnac (Aquitania). Entre 1153 y 1159 debió empezar Carmelitas que fue el papa Juan XXII no consideró concedidos a
la experiencia de Bertoldo en el Carmelo; a quien Aymérico ha- ellos, en 1326, todos los derechos, incluida la exención, de predi-
bría designado como primer superior, propiamente dicho, de los car y oír confesiones que Bonifacio VIII había concedido a los
ermitaños esparcidos por diversos lugares del Monte Carmelo. Franciscanos y Dominicos con la bula Super Cathedram.
Habría sido el propio Aymérico quien les habría dado el primer Al final de esta evolución, la Orden del Carmelo quedaba en-
Reglamento. globada en el bloque de las nuevas Ordenes Mendicantes surgidas
Pero fue San Brocardo, el segundo superior del Carmelo, en el siglo xm. Sin embargo, en los Carmelitas permanecerá como
quien se dirigió a San Alberto, patriarca de Jerusalén, en de- una saeta de fuego, según la más genuina idea y expresión del pro-
manda de una verdadera Regla22. De esta Regla y de sus vicisitu- pio beato Nicolás Gálico, el ideal contemplativo como algo a lo
des hasta que fue aprobada definitivamente por Gregorio IX, ya que no se podrá renunciar jamás; pero, al mismo tiempo, sa-
se ha hablado anteriormente. biendo descender de la montaña al llano para llevar a cabo las ba-
Al establecerse en Europa, los Carmelitas tuvieron que reali- tallas del Señor. O, como decía muy bellamente el Capítulo de
zar una adaptación de la Regla. El primer paso en este sentido se Montpellier: «Teniendo presente que hemos abandonado el siglo
dio en el Capítulo General de Aylesdorf, en el que, por haber re- para poder servir eficazmente a nuestro Creador en el alcázar de
nunciado el beato Alano, fue elegido prior general San Simón la contemplación...» 23.
Stock, el cual, durante veinte años (1245-1265), dirigirá eficaz- La Orden del Carmelo, como todas las Ordenes Mendicantes,
mente la Orden y definirá las bases marianas de su espiritualidad. es centralizada: con Capítulo General como órgano supremo de
San Simón Stock empezó por enviar dos frailes al I Concilio Gobierno; con un prior general al que están sometidos todos los
de Lión (1245) para pedir al Papa Inovencio IV la modificación frailes. La Orden se divide en provincias, con su Capítulo y su
de algunos puntos de la Regla albertina que no cuadraban con los prior provincial. Cada convento está gobernado por un prior lo-
nuevos rumbos que la Orden estaba tomando en Europa. Dos do- cal. Los priores, tanto general como provincial y local, están asis-
minicos, el cardenal Hugo de San Caro y Guillermo, obispo de tidos por un Consejo.
Durante el Cisma de Occidente (1378-1417), la Orden del
21
CATENA, C , Carmelitani, DIP, 2, 518.
22
Epístola de San Cirilo, tercer superior general, AnalOC, VII, p. 198. 23
Citado por ESTEVE, E. M ; GUARCH, J. M., O. C, p. 230.

374 375
Carmelo, como acaeció con casi todas las demás, se dividió en imitar explícitamente la vida contemplativa del profeta Elias. Y
dos grupos: los fieles a los papas de la lista romana, y los fieles a esto, por las fuentes históricas existentes, resulta incuestionable.
los papas de la lista de Aviñón; pero se reunificó en el Capítulo
General de 1411, antes incluso de la conclusión del cisma.
7.2. Una Orden especialmente mañana

7. Espiritualidad Los orígenes de la Orden delatan claramente la dimensión


mañana de su espiritualidad. No fue, sin duda, por un acaso el
7.1. El profeta Elias, padre espiritual del Carmelo hecho de que la iglesia construida por aquellos eremitas que vi-
vían en las inmediaciones de la Cueva de Elias, fuera dedicada a
Los Carmelitas no reconocieron desde el principio a ningún Santa María. De ahí que fuesen denominados por los habitantes
fundador propiamente dicho, aunque siempre han considerado al de las poblaciones vecinas «Eremitas de Santa María del Monte
profeta Elias como a su verdadero padre espiritual24. Esta pater- Carmelo», aunque San Alberto, al dedicarles la Regla, los llama
nidad no se explica únicamente por la simple coincidencia mate- simplemente «Eremitas del Monte Carmelo». La-historia poste-
rial de haber elegido el Monte Carmelo como lugar de residencia, rior de la Orden demostrará que el título responde a una realidad
sino porque Elias fue «una personalidad incomparable de místico más profunda: la consagración peculiar de los Carmelitas al servi-
y de asceta» 25, y porque la espiritualidad carmelitana se orienta cio de la Santísima Virgen María. Desde la segunda mitad del si-
fundamentalmente a la «intimidad contemplativa con Dios» 26. glo xin abundan los testimonios escritos en el sentido de que en la
Elias había sido considerado, desde los orígenes mismos del mo- conciencia más profunda de los Carmelitas existe la convicción de
nacato del desierto, como el padre y el prototipo de los contem- que su Orden fue fundada en honor de la Santísima Virgen Ma-
plativos. ría. Lo reconocía de un modo oficial el Capítulo General celebra-
La relación de la Orden del Carmen con el profeta Elias la do en Montpellier en el año 1287: «Imploramos el sufragio de la
sintetizó el beato Tito Brandsma, aludiendo incluso a las contro- gloriosa y bienaventurada María, Madre de Jesús, en cuyo obse-
versias históricas con los bolandistas: «Se puede discutir, si se quio y honor fue fundada nuestra Religión del Monte Carme-
quiere, la autenticidad de algunos documentos de la historia anti- lo»28.
gua de los Carmelitas; pero de documentos ciertamente auténti- A finales del siglo xv, Arnaldo Bostio sintetizó la espirituali-
cos aparece, aun a los que rechazan muchas otras tradiciones de dad mariana del Carmelo apoyándose en todos los autores ante-
la Orden, que toda la vida espiritual del Carmelo está impregnada riores de la Orden, aunque su obra adolece de una excesiva credi-
del espíritu de Elias, y que la imitación del profeta ha dado a la bilidad que no se sostiene ante el más elemental análisis crítico.
escuela carmelitana su carácter peculiar» 27. Para garantizar la fi- La síntesis de Bostio consiste en «ofrecerlo todo a Dios por las
liación espiritual eliana de los Carmelitas no hace falta, en efecto, manos de María, proponiendo así la verdadera vida mariana en
que en el Monte Carmelo hayan existido eremitas ininterrumpi- contacto permanente con la Madre dulcísima» 29. Desde el si-
damente desde los tiempos de Elias y de Eliseo, sino que es sufi- glo xv abundan los autores carmelitas, que definen la espirituali-
ciente con el hecho de que los eremitas que se establecen en la dad mariana de la Orden y escriben obras abundantes en honor
Cueva de Elias, en la segunda mitad del siglo xn, hayan querido de María.
Este espíritu profundamente mariano adquirió después un tin-
SAGGI, L., Carmelitani, DIP, 2, 460.
te de religiosidad popular a través de la propaganda del Escapu-
ESTEVE, E. M.; GUARCH, J. M., o. c, p. 35.
28
STEGGWK, O., Spiritualitá carmelitana, DIP, 2, 479. Act. Cap. Gen., I, p. 7.
29
Citado por ESTEVE, E. M ; GUARCH, J. M., O. C, p. 43. SPIKKER, O., Carmelitani. Vita mariana, DIP, 2, 503.

376 377
laño del Carmen y de la Promesa sabatina, que han acabado por su faceta de contemplativo; pero Elias era algo más; mucho más
simbolizar las relaciones de la Orden con la Santísima Virgen Ma- que un mero contemplativo; fue un profeta batallador; persegui-
ría, aunque en realidad no responden a la identidad más profunda do por denunciar los abusos de quienes no tenían en considera-
y originaria de su dimensión mañana. ción la Palabra de Dios. Es cierto que Elias encontró a Dios en la
El Escapulario del Carmen está en relación con unas supues- brisa amorosa de la tarde, y no en el viento impetuoso ni en el te-
tas revelaciones de la Virgen a San Simón Stock, Superior general rremoto destructor ni en el fuego abrasador. Pero, una vez con-
de la Orden (1245-1265), sobre el hábito de la misma, de las que fortado en la contemplación del misterio ardiente de Dios, fue en-
solamente existen relatos de finales del siglo xiv o principios del viado al llano a luchar valerosamente contra los adversarios de
xv; de un tiempo, por tanto, muy posterior. Será a partir del siglo Dios (1 Re 19, 9-18).
xvf cuando el Escapulario carmelitano adquirirá una extraordina- Una vez asimilados a los Mendicantes, los Carmelitas asumie-
ria difusión entre los fieles, y se identificará prácticamente con la ron también el apostolado, aunque sea más matizado por la con-
Virgen del Carmen, en detrimento de otros elementos más origi- templación misma. Como el profeta Elias, también ellos son en-
narios y más sustanciales de la identidad mariana de la Orden. viados a transmitir a los hombres la llama que la contemplación
Solamente en el siglo xvn se empezó a estudiar críticamente el de Dios ha encendido en sus corazones en la soledad del Horeb.
origen del Escapulario, poniendo en duda la visión de San Simón Pero, como cada forma de vida religiosa tiene su propia peculiari-
Stock. A pesar de los esfuerzos recientes realizados por algunos dad, también los Carmelitas tienen la suya. Y consiste no sola-
autores carmelitas, como el padre Xiberta, a fin de reafirmar la mente en hacer partícipes a los demás del fruto de su contempla-
autenticidad del supuesto origen del Escapulario, no han dado el ción, según reza el axioma dominicano, contemplata aliis tradere,
resultado apetecido, porque la crítica histórica se ha mostrado sino en entregarles la contemplación misma; es decir, introducir a
muy reacia a esas consideraciones30. los hombres por la escondida senda de la vida interior. De ahí que
En conexión con el Escapulario del Carmen, surgió en el siglo el apostolado carmelitano haya prestado siempre una especial
xv el llamado Privilegio sabatino, según el cual la Santísima Vir- atención a aquellas actividades enmarcadas más específicamente
gen del Carmen sacaría del Purgatorio, el sábado siguiente a su en el ámbito de la espiritualidad32.
muerte, a todos los que hubiesen muerto con su Escapulario. Pe-
ro la Bula Sabatina, atribuida al papa Juan XXII, en la que se
quiere apoyar ese privilegio es, sin duda, una falsificación poste-
rior. Esto, sin embargo, no es óbice para que la idea de la protec-
ción de María a quienes vistan su «hábito» sea válida, como así lo
han asegurado algunos papas, con tal de que se apoye en otros ar-
gumentos teológicos31.

7.3. Acción y contemplación

Aunque los eremitas del Monte Carmelo tomaron al profeta


Elias como padre y modelo, al principio solamente lo seguían en
30
XIBERTA, P. B. M.a, De visione Sancti Simonis Stock, Roma, 1950.
31
SAGGI, L., La «bolla sabatina»: ambiente e testo, Roma, 1967; HOPPENBROU-
WERS, V., Carmetitani. Vita mariana, DIP, 2, 507. 32
ESTEVE, E. M ; GUARCH, J. M., o. c, pp. 231-232.

378 379
15.
Los Agustinos

Bibliografía

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381
1. Filiación agustiniana de vida de los Franciscanos, tanto por la cuestación como por el
hábito. Para diferenciarlos de los seguidores del santo asisiense, el
San Agustín es el padre de la Iglesia latina, cuyo magisterio ha papa Gregorio IX les obligó en 1233 a llevar un hábito negro o
tenido una mayor presencia a lo largo de los siglos no sólo por lo blanco. Ellos eligieron el hábito negro. El papa Inocencio IV los
que respecta a sus obras más estrictamente doctrínales, sino espe- sometió en 1252 a la Regla de San Agustín.
cialmente por el influjo que ha ejercido su Regla. Los eremitas, esparcidos por diferentes localidades de Italia
La importancia de la Regla de San Agustín en el monacato central, Florencia, Lucca, Massa, Pisa, Siena, Rímini, Fano, Cese-
na, Pésaro, que ya formaban entre sí una especie de federación2,
occidental primitivo y en los primeros años de la Edad Media, ha
pidieron, por propia iniciativa, al papa Inocencio IV que les asig-
quedado expuesta en el primer volumen de esta historia de la vida
nase la Regla de San Agustín. Fruto de esta petición fue la bula
religiosa1. La reactivación de la Regla agustiniana con la presen-
Incumbit Nobis (16-12-1243), por la cual el papa los reunía, bajo
cia de los Canónigos Regulares, se ha descrito también en páginas la Regla de San Agustín, y bajo el gobierno de un Superior gene-
anteriores de este mismo volumen. A principios del siglo xm se ral. La bula exigía, además, que cada uno de los grupos integra-
abre otro capítulo glorioso de la historia de la Regla de San dos en la Orden de San Agustín de Tuscia, se dieran unas Consti-
Agustín, cuya última página no se ha escrito todavía. tuciones y que cada grupo enviase dos representantes a Roma, al
En efecto, ya desde la segunda mitad del siglo xn, dentro de lugar que señalaría el cardenal Ricardo de Annibaldi, a fin de
aquel movimiento de retorno al desierto iniciado mucho tiempo proceder a la unión definitiva. La reunión o Capítulo se debió ce-
antes, se constata la presencia de algunos eremitas, o más bien de lebrar en el mes de marzo de 1244, bajo la presidencia del citado
algunas comunidades de eremitas, que han adoptado la Regla de cardenal. Asistieron también dos cistercienses, los abades de Fá-
San Agustín para gobernar sus vidas, y que se van afianzando co- lleri Novi y de Fossanova, como expertos en Derecho canónico.
mo tales hasta bien entrada la primera mitad del siglo xm. En Consecuencia del Capítulo fue la bula Cum a Nobis, del 28 del
realidad tienen más elementos en común con las nuevas Ordenes mismo mes de marzo, por medio de la cual el papa les confirmaba
Mendicantes, especialmente con los Franciscanos, que con los la Regla de San Agustín y los absolvía de toda obligación que hu-
Canónigos Regulares, a pesar de que éstos observan la misma Re- bieran podido contraer con cualquier otra Regla3.
gla de San Agustín. Otras bulas promulgadas durante el mismo mes de marzo,
Entre estos eremitas afiliados a la Regla de San Agustín so- Vota devotorum, del día 23, y Pia desideria, del día 31, contribu-
bresalían los Guillermitas, fundados por San Guillermo de Male- yeron a clarificar la identidad de la nueva Orden de Agustinos de
val (muerto en 1157), el cual había dado a sus comunidades, es- Tuscia, afirmando su carácter apostólico, aunque una nueva re-
parcidas por Francia, Bélgica, Italia, Alemania y Hungría, la Re- dacción de la bula Vota devotorum del día 22 de abril, ratificaba
gla de San Benito, pero se habían dividido en dos ramas, una, que su carácter contemplativo.
tenía su sede central en el llamado Stabulum Rodis (Toscana), y Signo evidente de las preocupaciones y también del especial
seguía con la propia Regla de San Benito, y la otra, con su sede afecto de la Santa Sede por los Agustinos, son las muchas bulas,
central en el monasterio de Montefavale, que, después del IV casi cuarenta, que en el breve espacio de once años fueron pro-
Concilio de Letrán, adoptó la Regla de San Agustín. mulgadas en favor de la Orden. Entre ellas sobresale la Religio-
Los eremitas de San Blas de Brectino, un paraje solitario en sam vitam (24-4-1244), repetida el 30 de julio de 1255, por la
las cercanías de Fano, a quienes el papa Gregorio IX les asignó la cual los papas Inocencio IV y después Alejandro IV toman, bajo
Regla de San Agustín en 1234.
Los eremitas Juanbonitas, fundados por Juan Bono de Man- 2
MIER, A. de, Los Agustinos y San Agustín, «Religión y Cultura», 156-157
tua (muerto en 1249), los cuales se diferenciaban poco del estilo (1987), p. 158.
3
RANO, B., Agostiniani, DIP, 1, 280.
1
HVR I, 323-344.
383
382
su directa protección, las casas y propiedades de los Agustinos, y presidiera en su nombre. El cardenal designó el Convento de
les conceden los privilegios que tenían las demás Ordenes reli- Santa María del Popólo. No se conoce con certeza la fecha, pero
giosas. probablemente fue en el mes de marzo de 1256. A falta de una
En el mes de septiembre, por la bula Ut eo liberius, el papa crónica del desarrollo de la reunión, hay que acudir en busca de
extendía los mismos privilegios de que ya gozaban los Agustinos información a la bula de la gran unión de los Agustinos, Licet Ec-
de Tuscia a todos los eremitas de Toscana y del Lacio4. Y a la pe- clesiae Catholicae, promulgada por Alejandro IV el 9 de abril del
tición que le formularon en 1250 de fundar una casa en Roma, mismo año 1256.
Inocencio IV respondió positivamente, concediéndoles el conven- La respuesta a la convocatoria del papa fue masiva. Acudie-
to que los Franciscanos tenían en Santa María del Popólo, a quie- ron a Santa María del Popólo unos 360 delegados de los conven-
nes, en compensación, les asignó el convento de Santa María de tos. Los fines propuestos a la asamblea fueron fundamentalmente
Ara Coeli en el Capitolio (1250). El convento de Santa María del dos: 1) Acabar de una vez por todas con la confusión existente no
Popólo se va a convertir en la cuna de la Orden propiamente di- sólo entre los diversos grupos que observaban la Regla de San
cha de los Agustinos. Agustín, sino también con los Hermanos Menores de San Fran-
cisco de Asís, puesto que con ellos había algunos roces a causa
del hábito y de la cuestación, si bien es cierto que en la bula no
2. La gran unión de 1256 hay ningún tratamiento expreso de estos puntos conflictivos con
ellos, la cuestión flotaba en el ambiente desde hacía tiempo, como
De la gran unión de todos los grupos de eremitas a los que, a lo demostraba el hecho de que en el mes de febrero del mismo
lo largo de la primera mitad del siglo xm, los papas les habían im- año de 1256, el papa había tenido que solucionar algunos de es-
puesto la Regla de San Agustín, saldrá la Orden de los Eremitas tos problemas en el grupo de los eremitas de Brectino; 2) La uni-
de San Agustín (1256), aunque, en realidad, esta Orden estaba ya ficación de todos esos diversos grupos en una sola Orden más
en marcha con los Agustinos de Tuscia, porque ellos prevalecie- fuerte y vigorosa. A esta finalidad se refiere expresamente la bula:
ron sobre todos los demás grupos. «Hacer de varios batallones un solo ejército más fuerte para de-
El día 15 de julio de 1255, el papa Alejandro IV dirigía «a to- rrotar el ímpetu enemigo de la malicia espiritual».
dos los amados hijos priores de los eremitas de San Agustín y El papa es consciente de la bondad de la existencia de grupos
Guillermo» la bula Cum quaedam salubria, y los convocaba a diferentes en la Iglesia, pero la excesiva atomización, cuando las
Roma. Hay quienes opinan que también fueron convocados los semejanzas son evidentes, puede resultar perjudicial. Este podía
priores de los eremitas de San Juan Bono, los de Montefavale y ser el caso de los diferentes grupos agustinos convocados. A tenor
los de Brectino, puesto que son los cinco grupos que se fusiona- de la bula, la decisión de la unificación se hizo por unanimidad.
ron en 1256, pero el padre B. Rano piensa que solamente fueron Lo cual, evidentemente, no significa que en determinados mo-
convocados los Agustinos de Tuscia y los Guillermitas, porque no mentos no hubiese discrepancias, puesto que, a pesar de lo afir-
se puede sobreentender en la expresión «eremitas de San mación en contrario de la bula, algunos grupos, como el de los
Agustín» a todos esos grupos, sino solamente a los «eremitas Guillermitas que observaban la Regla de San Benito, e incluso los
Agustinos de Tuscia»; sin rechazar la posibilidad de que fueran eremitas de Montefavale que la habían observado durante algún
convocados posteriormente5. tiempo, las diferencias eran bastante notables. Y la prueba de ello
Como en 1244, también ahora el papa encargaba al cardenal está en que, unos meses después de decretada la unión de 1256,
Ricardo de Annibaldi que señalara el lugar de la reunión y que la los Guillermitas se separaron con la anuencia del mismo papa
Alejandro IV.
4
5
MARIANI, H., GUAgostiniani, Escobar, I, 527-528. El resultado de la reunión fue la ya mencionada bula, Licet
RANO, B., O. C, 82.
Ecclesiae Catholicae, por la que Alejandro IV decretaba la unifi-
384 385
cación de los cinco grupos siguientes: Los Eremitas de la Orden ció IV disponía la redacción de unas Constituciones, pero por la
iie San Agustín de Tuscia, los Guillermitas, los de San Juan Bono, bula Incumbit Nobis exigía que no estuvieran en contradicción
los de Rrai,... ; '••» de Montefavale. A éstos hay que añadir con el código fundamental de la nueva Orden que era la Regla de
otros grupos menoics que no figuraban entre los convocados de San Agustín.
primera hora ni tampoco en la bula de unificación, tales como la La primera redacción de las Constituciones se hizo ya en el
provincia lombarda de los Pobres Católicos. Capítulo de 1244, con la ayuda del cardenal Ricardo de Annibal-
di y de los dos abades cistercienses, que asistieron al Capítulo co-
mo expertos. Estas Constituciones fueron reiteradamente aproba-
3. Organización y expansión de la Orden das por Inocencio IV y por Alejandro IV. Este papa promulgó
dos bulas con un sólo día de diferencia, pero con el mismo título,
Aunque la bula no pone de relieve el protagonismo de ningu- Solet annuere (14 y 15 de julio de 1255), para aprobar de un mo-
no de los grupos, el hecho es que el grupo u Orden de los Agusti- do específico las Constituciones de los Agustinos.
nos de Tuscia fue el bloque sobre el que se esculpió la unión defi-
Después del Capítulo de la gran unión (1256), las Constitu-
nitiva de los Agustinos no sólo porque eran los más numerosos,
ciones se reelaboraron en los Capítulos Generales, especialmente
sino porque desde 1244 estaban ya perfectamente organizados
en los de Orvieto (1284) y Florencia (1287), hasta que fueron de-
como una verdadera Orden al estilo de las Ordenes Mendicantes.
finitivamente adaptadas y aprobadas en el Capítulo de Ratisbona
Por ello se podría decir que, más que una reunión de diversos
de 12907. Lo cual no significa que los Capítulos sucesivos no ha-
grupos, fue una agregación de algunos grupos afines a la Orden
yan renovado algunos puntos, como acaeció en el de Pavía
de los Agustinos de Tuscia6. Pero, como es lógico, su nombre
(1348). Y así permanecerán por espacio de un siglo, hasta que en
perdió todo particularismo grupal para llamarse simplemente:
el contexto del Concilio de Trento, el prior general, Jerónimo Se-
Orden de Eremitas de San Agustín.
ripando, hizo una nueva versión de las mismas. Pero las revisiones
La benevolencia manifestada por los papas y las innumerables continuarán en posteriores Capítulos Generales hasta la renova-
bulas emanadas de la Santa Sede en favor de los Agustinos, haría ción actual exigida por el Concilio Vaticano II8.
suponer que habrían encontrado un camino expedito para su or- En las Constituciones de los Agustinos hay fuertes resonan-
ganización y desarrollo; pero no fue así. También ellos, como los cias de las costumbres cistercienses, lo cual no es de extrañar si se
Siervos de María y como los Carmelitas, se encontraron repenti- tiene en cuenta que en su redacción primera habían participado
namente, a los pocos años de su unificación, con el difícil escollo dos Cistercienses; pero están más presentes aún las Constitucio-
surgido en el II Concilio de Lión (1274). nes de los Premostratenses.
Lanfranco Settala, prior general de los Eremitas de San Juan Los Agustinos, desde la gran Unión de 1256, quedaron asimi-
Bono, fue elegido prior general de la Orden unificada. Y a él le lados a las Ordenes Mendicantes, y, por lo mismo, su estructura
sucedieron Guido de Stagio (1265-1269) y Clemente de San El- interna y su misión apostólica están regidas por los grandes prin-
pidio que gobernará la Orden en dos períodos (1269-1274 y cipios que caracterizan a los Mendicantes. Es decir, se trata de
1284-1391), bajo cuyo segundo mandato fueron aprobadas las una Orden centralizada con un prior general, priores provinciales
Constituciones de la Orden en el Capítulo de Ratisbona de 1290, y priores locales, con sus respectivos Capítulos y Consejos. Y go-
que sirvieron para dar una cohesión definitiva a los Agustinos. zará también del privilegio de la exención, concedido por el papa
Aunque los Agustinos consideran la Regla de San Agustín co-
mo el código fundamental que define su estilo de vida, sin embar-
go, desde el momento mismo de la unificación, el propio Inocen- 7
ARANBURU, I., Las primitivas Constituciones de los Agustinos (Ratisbonenses
del año 1290), Introducción y texto, Valladolid, 1966.
6 8
MIER, A. de, o. c, pp. 167-168. RANO, B., o. C, 07-308.

386 387
Nicolás IV, con la bula Religiosam vitam suscipientibus (23-8- Pasado el período de la Reforma protestante, que supuso un
1289), y será confirmado por Celestino V y Bonifacio VIII. duro golpe por el hecho de que Lutero perteneció a la Orden, los
Con la unión de 1256, los Agustinos alcanzaban una expan- Agustinos experimentaron un nuevo florecimiento en todos los
sión fuera de los límites de Tuscia, aunque ya existían antes de esa órdenes, que duró por espacio de dos siglos, a partir del gobierno
fecha algunos grupos en otras regiones, como el Lazio, Liguria, de Jerónimo Seripando, una de las mayores lumbreras del Conci-
Umbría y Romagna, con un total de 61 conventos. Los Guillermi- lio de Trento, elegido en el Capítulo de 1539. Solamente en Italia
tas no aportaron prácticamente nada, porque se separaron pron- existían 787 conventos11.
to. En cambio, fue muy importante la aportación numérica de los
eremitas de Juan Bono que estaban ya extendidos por diversas re-
giones de Italia: Emilia, Romagna, Lombardía, Véneto y Umbría; 4. Los Agustinos en España
otro tanto cabe decir de los eremitas de Brectino, muy extendidos
por la Marca de Ancona. Más reducida fue la aportación de los No faltan quienes afirman que los Agustinos pervivieron en
Pobres Católicos de la provincia de Lombardía, cuya unión ex- España desde los tiempos de San Agustín hasta la misma gran
plícita con los Agustinos fue promulgada por Alejandro IV con la unión de 125612, pero no lo demuestran. Es cierto, sin embargo,
bula Iustis petentium (23-20-1257), si bien ya se había acordado que en España existieron monasterios de Canónigos Regulares
el año anterior. La Orden de los Hermanos de la Penitencia de que se convirtieron en conventos Agustinos, como fue el caso de
Jesucristo (Ensacados) no se unió nunca a los Agustinos, aunque San Ginés de la Jara (Murcia), fundado probablemente en 1247
no falte quien diga lo contrario 9 , porque esta Orden fue suprimi- por Canónigos Regulares de Cornelia de Conflent en un lugar
da en el II Concilio de Lión (1274); pero sí es cierto que algunos donde la tradición atestiguaba que había existido un monasterio
de sus conventos, como el de París, se unieron a los Agustinos. visigodo13. En 1260 esta comunidad canonical de San Ginés fun-
En 1290, por voluntad expresa de Nicolás IV, el patriarca de Je- dó un monasterio agustino propiamente dicho en Toledo, junto al
rusalén cedió a los Agustinos el convento que esa misma Orden puente de San Martín.
poseía en Jerusalén.
La expansión de los Agustinos en España fue pareja a la re-
En 1295 la Orden de los Agustinos estaba dividida en 16 pro- conquista. Así surgieron los conventos de Castellón (1260), Va-
vincias: 11 de ellas en Italia, 2 en Francia y una, respectivamente, lencia (1276), Alcira (1270), Zaragoza (1286), Alcoy (1300). En
en Inglaterra, Hungría, Alemania y España. Su expansión fue el reino castellano-leonés: Casarrubias (1273), Badajoz (1298).
muy rápida, de modo que apenas treinta años después, en 1329, La presencia agustiniana en Cataluña es más tardía: Barcelona
ya sumaban 24; cuatro de ellas en Alemania, y había llegado a Ir- (1309), Lérida (1327), Cervera (1362) 14 .
landa, Polonia, Portugal y a las islas del Mar Egeo: Chipre, Creta, La provincia agustiniana de España existe desde 1295. De ella
Corfú, Rodas. se desgajó, primero la provincia Catalano-Aragonesa y, a medida
A partir de la segunda mitad del siglo xiv la expansión se es- que se expandieron por el sur, se dividió en dos: Castilla y Bética,
tanca, e incluso empieza una cierta decadencia, sobre todo a cau- al norte y al sur del Tajo, respectivamente (1257). En 1541 se
sa de la peste negra, que acabó casi con el 50 por 100 de los frai- volvieron a unir en una sola provincia, pero en 1582 se dividieron
les, entre 1348 y 1351. El prior general, Ambrosio Masari, afirma de nuevo definitivamente. A la provincia Bética pertenecían tam-
que fallecieron cinco mil Agustinos10.
11
9
RANO, B., o. c, 27-339.
JORDÁN DE SAJONIA, Líber Vitasfratrum, ed. R. ARBESMANN, Nueva York, 12
ESTAL, J. M. del, Agustinos, DHEE, 1, 19.
1943, p. 47. 13
RUBIO, F., DOS conventos agustinianos contemporáneos de la Bula de la
10
MASSARI, A., Crónica S. Ordinis Fr. Her. S. Augustini, Roma, 1485, p. 105; Unión, «Ciudad de Dios», 169 (1956), 560-583.
cf. RANO, O. C, 24. 14
SANZ PASCUAL, A., Historia de los Agustinos españoles, Madrid, 1948.

388 389
bien las Islas Canarias, donde se fundaron varios conventos que Filipinas brilló con luz propia el gran evangelizador fray Andrés
en 1646 se convirtieron en provincia independiente. Entre los de Urdaneta. Desde Filipinas numerosos Agustinos españoles pa~
conventos canarios sobresalió el de La Laguna, elevado al rango saron a China y a Japón (1601) creando muy pronto, en esta últi-
de Universidad por el papa Clemente XI (1701). ma nación, una viceprovincia. Allí dio su sangre por Cristo en
A finales del siglo xvi, dentro del movimiento reformador im- 1617 el padre Fernando de Ayala, que fue beatificado, con cinco
pulsado por el Concilio de Trento, surgen los Agustinos Recole- compañeros mártires, por Pío IX en 1867 15.
tos, que fueron aprobados por el Capítulo General de Toledo La Orden agustiniana, en el momento de su mayor esplendor
(1588), siendo uno de sus principales inspiradores el célebre fray en España, tuvo cinco provincias: Castilla, Cataluña-Aragón, Bé-
Luis de León. Recibió la aprobación pontificia de Gregorio XV, lica, Canarias y Filipinas, con un total de 205 conventos. Todos
con la bula Militantis Ecclesiae (1621) que les concedía autono- los cuales fueron suprimidos en 1835 por el Gobierno español, a
mía propia, pero sin desprenderse de la Orden. Se expandieron excepción del Colegio de Misioneros para Filipinas, de Vallado-
ampliamente por Filipinas y por la América española. La inde- lid. La Orden fue restaurada en España en 1893 16.
pendencia total, por la que se convierten en una Orden propia- Portugal figura como provincia independiente en el Capítulo
mente dicha, les fue concedida por San Pío X en 1912. General de Perusa (1482) con 19 conventos, dos de ellos en Or-
Un origen semejante tuvieron los Agustinos Descalzos en Ña- muz y Goa. Desde allí se extendieron los Agustinos por la lndia y,
póles. El Capítulo General celebrado en Roma en 1592 aprobó sobre todo, por Persia, donde la Santa Sede les concedió e n ex-
esta Reforma iniciada por fray Ambrosio Staibano. Fue aprobada clusiva la labor misional; y el rey de España, Felipe III, le confirió
por Clemente VIII con la bula Decet romanum pontificem en 1600, al padre Andrés Morales, el rango de embajador en la
(1599). Pablo V aprobó sus Constituciones en 1620. Se extendie- corte del Sha17.
ron especialmente por Francia, Bohemia, Alemania y Austria; Los agustinos portugueses se encaminaron también hacia
pero no consiguieron su plena independencia como Orden hasta África, y en primer lugar hacia la tierra natal de San Agustín. En
el año 1931. Tagaste (Argelia) fundaron un convento en 1501, desde donde se
Si bien, tanto los Agustinos Recoletos como los Agustinos fueron extendiendo por Túnez, Marruecos, llegando hasta Costa
Descalzos, tienen unas características por las que se diferencian de Marfil, Nigeria y el Congo18.
entre sí y de la Orden tradicional, inicialmente tienen en común
una mayor entrega a la contemplación y a la soledad, pero sin
abandonar el apostolado propiamente dicho. 5. Segunda y Tercera Orden
Los Agustinos españoles contrajeron desde muy temprano
grandes méritos en la evangelización de América, especialmente Tampoco los orígenes de las Monjas Agustinas se remontan a
en México, a donde llegaron en 1533, dando origen a las provin- los tiempos de San Agustín, sino que son posteriores a la gran
cias de la Nueva España (1592) y Michoacán (1602). También en unión de 1256. Ahora bien, algunos monasterios de la rama fe-
otros puntos de América fundaron conventos y crearon provin- menina de los Canónigos Regulares pasaron a formar parte de la
cias: Ecuador (1572), Colombia (1590) y Chile (1599).
De México pasaron los Agustinos a Filipinas (1565), donde 15
APARICIO LÓPEZ, T., Memoria del Real Colegio Seminario de Padres Agusti-
alcanzaron también un gran desarrollo, convirtiéndose en provin- no-Filipinos de Valladolid, Valladolid, 1959.
16
cia independiente; pero agregada a España. Para asegurar la lle- ORCASITAS, M. A., Unión de los Agustinos españoles (1893), Valladolid,
1981.
gada continua de misioneros españoles, los Agustinos de Filipinas 17
REGÓ DA SILVA, A., Documentos para a historia das misóes do Padroado Por-
fundaron un convento propio en Valladolid, que fue el primer tugués do Oriente, 2 vols., Lisboa, 1955-1956.
Colegio de Misiones extranjeras no sólo en España, sino del mun- 18
BASILIDE, J. M., Les Augustins au Congo Belge, «Agustiniana», g (1956),
do, reconocido como tal por el papa Clemente XII en 1736. En 828-838.

390 391
bargo, desde el principio ejercieron en casi todos sus monasterios
Segunda Orden agustiniana propiamente dicha. Este fue el caso el apostolado de la enseñanza.
del monasterio de las Agustinas de Milán, el cual, según algunas Entre las varias santas y beatas Agustinas ha sobresalido, por
fuentes, habría sido el primero de la Segunda Orden desde 1256; la devoción popular de que ha sido rodeada, Santa Rita de Cascia
pero hay autores que retrasan la fecha de su incorporación hasta (Perusa).
1454. Esto se generalizó bastante. Cuando los monasterios de En la familia agustiniana existe también, como en las demás
Canónigas Regulares no tenían una protección inmediata de la Ordenes Mendicantes, la Tercera Orden, Regular y Seglar. A la
rama masculina se pasaban a la Orden agustiniana. Algo semejan- primera pertenecen todos aquellos, varones y mujeres, que emiten
te sucedió con otros monasterios autónomos que se regían por la verdaderos votos religiosos: Hay ocho Congregaciones masculi-
Regla de San Agustín. El primero de éstos en incorporarse a la nas y 88 femeninas20. La existencia de la Tercera Orden Seglar se
Orden agustiniana fue el de Oberndorf (Alemania) (1264). Estas remonta, sin duda, al siglo xm, porque el Capítulo General de
incorporaciones eran favorecidas por los Agustinos19. Ñapóles (1300) tiene que corregir la excesiva facilidad con que
Las Monjas Agustinas alcanzaron una gran expansión por to- algunos Agustinos reciben a las mujeres en la Orden como obla-
da Europa, aunque se suele considerar algo exagerada la cifra de tas o les imponen el hábito. En estas oblaciones, que se constatan
500 monasterios o conventos que menciona Jerónimo Seripando ya desde los comienzos de la Orden, están los orígenes de la Ter-
para mediados del siglo xvi. En España y Portugal se hicieron cera Orden Seglar agustiniana. El papa Bonifacio IX dará su
muy populares, aunque el número de conventos, 97 para España aprobación con la bula In sinu Sedis Apostolicae (1399) a la re-
y 5 para Portugal, en el momento de su mayor esplendor, no era cepción de Oblatas o Terciarias; y otro tanto hará el papa Paulo II
muy elevado, en comparación con los de otras Ordenes. respecto a los Terciarios, con la bula Exposcit vestrae devotionis
También entre las Monjas Agustinas se introdujo la Reforma (1470) 21 .
de los Agustinos Recoletos y de los Agustinos Descalzos. Las
Agustinas Recoletas fueron fundadas por el beato Alfonso Oroz-
co en Madrid (1589) y por el padre Agustín Antolínez en Eíbar
(Guipúzcoa) (1603). Se extendieron pronto por América. Las 6. Herederos del espíritu y doctrina
Agustinas Descalzas fueron fundadas por San Juan de Ribera en de San Agustín
Alcoy (Alicante) (1597), aunque bajo una forma un tanto híbri-
da, porque les asignó las Constituciones de la Reforma de Santa Desde varios siglos antes existía en la Iglesia un Ordo Sancti
Teresa. Las Agustinas Descalzas no lograron sobrepasar los lími- Augustini, representado fundamentalmente por los Canónigos
tes del Levante español. Regulares; existían también algunas Ordenes Mendicantes, espe-
Las monjas se regían por la misma Regla y Constituciones de cialmente los Dominicos, que tenían la Regla de San Agustín co-
los Agustinos, pero con el correr del tiempo se hicieron algunas mo código fundamental de su estilo de vida; sin embargo, será so-
adaptaciones. Como en el caso de las demás Ordenes Mendican- lamente la Orden de Eremitas de San Agustín la que se considere
tes, la Segunda Orden estaba sujeta al prior general de la Primera su heredera y la que defienda apasionadamente a San Agustín co-
Orden, y los monasterios estaban sometidos a la jurisdicción de mo a padre y maestro específico que les transmite su propia iden-
los priores provinciales respectivos; pero, posteriormente, esta tidad.
dependencia fue disminuyendo para pasar a la jurisdicción del 20
Ordinario del lugar. RANO, B., Agostiniani, DIP, 1, 375-378; RODRÍGUEZ, L., Relación de Ordenes
y Congregaciones que han adoptado la Regla de San Agustín, «Casiciaco», 17
Las Agustinas tuvieron que someterse a la disciplina de la (1963), 338-343; 380-383; 418-422; 19 (1964), 67-71.
. clausura estricta, a medida que ésta se fue endureciendo; sin em- 21
CANCIO, R. M., La Orden Tercera Secular de San Agustín, en AA.VV., Las
Terceras Ordenes Seculares, Avila, 1961, pp. 196-216.
19
RANO, B., Agostiniane, DIP, 1, 157.
393
392
La figura de San Agustín aglutina desde el principio a esta Dentro de la más genuina fidelidad al espíritu de San Agustín,
nueva Orden, la cual, a pesar de la multiplicidad de grupos que la los Agustinos han cultivado de un modo especial los estudios y las
configuran desde 1244, y sobre todo desde 1256, no conoció bellas artes, especialmente la literatura. Ya desde 1259 crearon la
ningún conflicto interno que avocase a una ruptura, siendo así fie- primera casa de estudios en París, donde brilló con luz propia
les al más genuino espíritu agustiniano, tal como se prescribe en el Egidio Romano (muerto de 1316), el primero de una larga serie
frontispicio de las Constituciones: «Puesto que por el precepto de de maestros agustinos en todos los campos del saber.
la Regla de nuestro padre Agustín se nos manda que tengamos un
solo corazón y una sola alma en el Señor, es justo que los que vi-
vimos bajo una única Regla, un único voto de profesión, aparez-
camos uniformes en la observancia de la Santa Religión». Incluso
los movimientos de Reforma suscitados a finales del siglos xvi
permanecieron unidos al mismo tronco originario hasta que, a
principios del siglo xx, se independizaron para formar Ordenes
autónomas en sentido pleno.
Desde comienzos del siglo xiv son abundantes las referencias
de los Capítulos Generales a «nuestro padre San Agustín», lo
cual, poco a poco, se fue trocando en el convencimiento de que
los Agustinos eran herederos directos, sin interrupción de conti-
nuidad, de los monjes fundados por San Agustín, dando lugar a
una literatura con muy buena voluntad, pero con muy escasa
crítica histórica. Abren la marcha tres obras compuestas casi si-
multáneamente: Initium sive processus Ordinis Heremitarum
Sancti Augustini, escrito en. torno al año 1326 por un autor des-
conocido; Sermo de Beato Augustino, un sermón compuesto y
predicado por Nicolás de Alessandria en París en el año 1332; y
el Tractatus de origine etprogressu Ordinis fratrum heremitarum
Sancti Augustini et vero acproprio titulo eiusdem, escrito por En-
rique de Friemar en 1334 22.
La continuidad histórica de los Agustinos agrupados por Ino-
cencio IV (1244) y por Alejandro IV (1256), con los monjes
agustinos dispersados o aniquilados por los vándalos a partir del
año 430, ciertamente no existe o, por lo menos, no se puede de-
mostrar críticamente. Pero, sin duda, los Agustinos medievales
han sido y son los heraldos y paladines del espíritu monástico
agustiniano más puro que ya fue descrito en el volumen primero
de esta «Historia de la Vida Religiosa»: Interioridad, un solo co-
razón y una sola alma hacia Dios, y servicio a la Iglesia.

22
MIER, A. de, o. c, pp. 171-179.

394 395
16.
El monacato oriental

Bibliografía

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397
I. Antiguo monacato oriental obligados a pagar todos los cristianos, sino que, incluso, les pro-
porcionaban una cantidad anual de trigo para su manutención.
1. El monacato egipcio Pero esta situación favorable cambió radicalmente cuando se pro-
dujo la ascensión de la dinastía omeya al trono (660-750). En el
A lo largo del siglo v, el monacato egipcio, tanto eremítico co- año 704 los nuevos soberanos no sólo endurecieron los impuestos
mo cenobítico, gozó de momentos de gran esplendor, siguiendo el a los cristianos en general, sino que también obligaron a los mon-
espíritu y las enseñanzas de sus grandes patriarcas San Antonio y jes a pagar el tributo, e incluso a llevar siempre un anillo de hierro
San Pacomio. El eremitismo, en su forma más mitigada, se man- como contraseña de su estado monástico, hasta el punto de que
tuvo en su centro tradicional de Escete. El cenobitismo se practi- quien prescindiera de él podía ser castigado con la amputación de
caba no solamente en la Congregación pacomiana propiamente una mano o de un pie3.
dicha, sino también en los monasterios agrupados en la reforma A mediados del siglo vin, por orden del califa Marwam, el
llevada a cabo en el monasterio Blanco por Schenute 1 , e incluso último de la dinastía omeya, muchos monasterios fueron destrui-
en otros monasterios enteramente autónomos. dos y algunos monjes martirizados. Momentáneamente, bajo el
Las controversias cristológicas del siglo v, que desgarraron a madato de la dinastía abasida, los monasterios destruidos fueron
la Iglesia oriental, tuvieron también su repercusión en el monaca- reconstruidos, e incluso el número de monjes aumentó, pero a
to, especialmente en Egipto. La mayor parte de los monjes egip- partir del año 817, la práctica totalidad de los monasterios de
cios siguieron al patriarca Dióscuro de Alejandría condenado, Wadi Natroun fueron destruidos.
juntamente con Eutiques, en el Concilio de Calcedonia (451). Esta situación de permanente fluctuación entre destrucción y
Los monjes pacomianos, por lo menos al principio, se mantuvie- restauración de los monasterios, de imposición y de liberación de
ron al lado del patriarca Timoteo de Alejandría, porque fue él tributos directos a los monjes, va moviendo la historia del mona-
quien en el año 460 consagró la iglesia monacal de Pebou dedica- cato egipcio desde el siglo x hasta el siglo xvm. El siglo xiv fue el
da a San Pacomio. Pero a mediados del siglo vi, en gran parte a más difícil. El 8 de mayo de 1321, se desencadenó una destruc-
causa de las vejaciones infligidas por el emperador Justiniano, se ción sistemática de iglesias y de monasterios. Solamente algunos
pasaron también al monofisismo. Otro tanto cabe afirmar de los monasterios se salvaron del pillaje, como el de San Antonio, el
monjes del célebre monasterio de San Antonio, junto al mar Ro- cual gozó aún durante bastante tiempo de un gran florecimiento.
jo2- En el siglo xv, según el historiador Al-Maqrizi (1365-1442), no
Las dificultades creadas en la Iglesia con ocasión del Monote- quedaban en todo Egipto nada más que 82 monasterios, y no to-
letismo y Monoergetismo durante los siglos vi y vn, no sólo no dos estaban ocupados por monjes.
disminuyeron la presencia monástica en Egipto, sino que la incre- En la actualidad, de todo el antiguo esplendor monástico de
mentaron, por lo menos en lo que al número de monasterios se Egipto, no quedan nada más que nueve monasterios de monjes y
refiere, ya que las sucesivas divisiones provocadas en la Iglesia seis de monjas, con unos 450 monjes y unas 300 monjas. Todos
por esas herejías dieron origen con frecuencia al desdoblamiento de rito copto-jacobita (monofistas); no hay monjes católicos. De-
de muchos monasterios. penden directamente del patriarca de Alejandría, a pesar de que
Las invasiones islámicas no provocaron en Egipto la erradica- no todos están dentro de los límites jurisdiccionales de su Iglesia.
ción del monacato, ni del Cristianismo en general, como acaeció Cada monasterio es autónomo en relación a los demás. Hasta ha-
en otras partes. Al principio los musulmanes favorecieron a los ce unos años los monjes gozaban de ciertos privilegios por parte
monjes, no sólo eximiéndolos del pago del censo que estaban del Estado como la exención del servicio militar y recibían una
cantidad mensual que, aunque pequeña, era suficiente para la
1
HVR I, 223-236.
2 3
JUGIE, M , Monophysite, DTC, 2, 2253. Historia Patriarcharum Alexandrinorum,p. 150.

398 399
subsistencia. Pero en la actualidad, esta situación ha cambiado ra- 2. El monacato bizantino
dicalmente. Los monjes tienen que trabajar para autoabastecerse;
sus tierras han sido confiscadas, como bienes de mano muerta. El monacato basiliano5 se expandió rápidamente por todo el
Estas medidas estatales han traído como consecuencia para el imperio bizantino, e incluso, a causa de la traducción latina de las
monacato egipcio una renovación que se presenta bajo tres aspec- Reglas de San Basilio6, y sobre todo desde que San Benito reco-
tos fundamentales: espiritual, cultural y social. mendó su lectura en su Regla de los Monjes7, su influjo alcanzó
ampliamente al mismo monacato occidental.
El monacato en Egipto, mucho más aún que en el resto de la
la Iglesia ortodoxa, es la clave de la Iglesia misma. Su presencia o El monacato bizantino estuvo dominado en su práctica totali-
su ausencia en la sociedad, equivale a la presencia o a la ausencia dad por las observancias basilianas, al estilo de lo que acaeció con
de la Iglesia. También en la Iglesia copta todos los obispos y, por el monacato occidental desde el siglo ix respecto a la Regla bene-
supuesto, el patriarca de Alejandría tienen que ser necesariamen- dictina. Pero, por otra parte, el monacato oriental no experimentó
te monjes. Los monjes son los hombres del Espíritu; los padres nunca una evolución semejante a la que se verificó en el monaca-
' espirituales de los fieles; los hombres ideales para la puesta en to occidental durante los primeros siglos de la Edad Media, por-
práctica del Evangelio. De la vitalidad de los monjes depende la que, como la Iglesia misma en general, no se sintió interpelada
vitalidad de toda la Iglesia copta. Y la renovación iniciada en el como lo fue la Iglesia latina, por la presencia de los pueblos ger-
monacato, a pesar de las reacciones en contra de algunos sectores, mánicos que cambiaron radicalmente el contexto en que se había
está redundando en beneficio de toda la Iglesia. El monasterio movido en la etapa anterior. Solamente más tarde, la presencia de
de Dair Al-Surinai (Nitria), a impulsos del patriarca Cirilo VI, se los pueblos eslavos en las fronteras del imperio bizantino impulsa-
ha convertido últimamente en el centro propulsor más importante rá a los monjes orientales a una tarea de evangelización a gran es-
de la renovación monástica no sólo desde el punto de vista espiri- cala, como fue el caso prototípico de los hermanos San Cirilo y
tual, sino también cultural y social. De este monasterio han salido San Metodio.
varios obispos que están trabajando por la renovación, no sólo del De todos los focos monásticos bizantinos, fue el de Constanti-
monacato, sino también de toda la Iglesia egipcia. nopla que contaba a mediados del siglo vi, en tiempos de Justinia-
También el monacato femenino ha entrado por el carriino de no (527-564), con más de ochenta monasterios, el que estuvo lla-
la renovación. Las monjas coptas se hallaban sumidas en profun- mado a ejercer una más amplia influencia, no sólo sobre la Iglesia
da decadencia por el contexto absolutamente machista en que ha oriental, sino también más allá de las fronteras del imperio bizan-
vivido la mujer en los países de mayoría religiosa musulmana, co- tino. En efecto, los monjes constantinopolitanos, y muy especial-
mo ha sido el caso de Egipto. El monasterio femenino de Dair mente los del monasterio de Studion y los de la República monás-
Abú Sifén ha sido el pionero de la renovación monástica femeni- tica del Monte Athos 8 , jugarán, durante toda la Edad Media, un
na, desde algunos puntos de vista verdaderamente revolucionaria, papel decisivo como directores espirituales e intelectuales de la
sobre todo por lo que se refiere a la acción apostólica y social. Iglesia y de la sociedad bizantina.
Queda, no obstante, mucho por realizar todavía en el ámbito de Los Concilios, tanto locales como ecuménicos, desde el Calce-
la renovación, pero los pasos que se están dando van por buen ca- donense (451), y el mismo poder civil, legislaron muy detallada-
mino 4 . mente sobre todos los ámbitos de la vida monástica oriental. Esta
legislación, que estuvo en vigor hasta la caída de Constantinopla
en manos de los turcos (1453), hizo que el monacato oriental, en
5
HVR I, 297-323.
6
RUFINO DE AQUILEYA, Regulae Sancti Basilii, PL 21, 483-554.
7
SAN BENITO, Regula monachorum, c. 73.
4 8
GIAMBERARDINI, G., L'Avvenire del monachesimo egiziano, pp. 313-330. HVR I, 319-320.

400 401
contraposición al monacato occidental que en los siglos ix-x y xiv- riano, lo mismo que la Iglesia en general, gozó de un largo perío-
xv experimentó una profunda decadencia, consiguiese permane- do de esplendor. Su mejor momento coincidió con el mandato del
cer en absoluta fidelidad a sus observancias primitivas. Católicos Timoteo I (muerto en 823), durante el cual se multipli-
Por otra parte, el monacato oriental no ha permitido nunca la caron los monasterios y se generalizó la labor apostólica de los
existencia de otras formas de vida consagrada, como ha sido el monjes. Ellos fueron los grandes misioneros que llevaron el evan-
caso de la Iglesia latina en la que, junto al monacato, existen los gelio hasta las apartadas regiones de China, donde se ha encon-
Canónigos Regulares, los Mendicantes, los Clérigos Regulares y trado, concretamente en la localidad de Singan-fou, una estela
• las Congregaciones modernas. En la Iglesia oriental no ha existi- cristiana que atestigua la presencia de monjes sirios y de cristianos
do ni existe semejante pluriformidad de vida religiosa, aunque nativos en el año 781. Desgraciadamente, por el mismo tiempo,
dentro de la institución monástica existe una gran variedad de es- un edicto imperial prohibió la predicación del Evangelio, obligan-
tilos de vida. do a los monjes sirios a replegarse hacia las regiones del Asia
El monje oriental, considerado como el hombre del Espítu, Central, donde evangelizaron a los turcos, a los tártaros y a los
desempeña una función esencial dentro de la Iglesia: Ser testigo mongoles, y donde su presencia se prolongó por varios siglos. El
del Espíritu en medio del Pueblo de Dios. De ahí que sin renun- cristianismo arraigó de tal modo entre los mongoles que uno de
ciar a su categoría de monje, desempeña múltiples funciones: po- ellos fue elevado a la dignidad de Católicos, Yahballahá III
drá ser obispo, podrá atender a los enfermos en un hospital, po- (1281-1317).
drá ser misionero,podrá dedicarse al estudio y a mil otras tareas; Desafortunadamente, la Iglesia siria, y por lo mismo también
pero ninguna de ellas se identificará con el monje, porque para el monacato, aunque se pudieran invertir los términos, a partir del
los fieles, el monje es siempre y únicamente el hombre del Espíri- siglo xv, entra en una profunda decadencia que se ha prolongado
tu. Esta será la gran gloria de los monjes de Oriente,mientras que hasta nuestros mismos días. La Iglesia nestoriana está actualmen-
para los religiosos occidentales en general su identidad en la Igle- te reducida a la mínima expresión. Quedan apenas 70.000 cristia-
sia se configura más bien desde la perspectiva de los distintos ca- nos nestorianos en Siria, Irak, Irán, India y en varios países de
nsinas al servicio de todo el Pueblo de Dios9. Occidente, Francia y Estados Unidos. No obstante, entre los
Con la multiplicacióon de los monasterios en el imperio bizan- monjes nestorianos se advierten serios intentos de renovación,
tino, se incrementó la influencia de los monjes en toda la Iglesia especialmente en la India.
oriental. Un indicio de este poderoso influjo es el hecho de que, El movimiento unionista, que tuvo sus comienzos en el si-
como en la Iglesia copta, todos los obispos son monjes. Y si algu- glo xvi, dio sus resultados positivos en el siglo xvm. Ahí tuvo sus
no, en el momento de su elección no lo fuese, deberá emitir, antes orígenes el Patriacado Católico de Babilonia de los Caldeos, cu-
de su consagración episcopal, la profesión monástica. Los monjes yos fieles se hallan esparcidos fundamentalmente en las estepas de
estuvieron siempre presentes en todos los acontecimientos rele- Mosoul (Irán), donde se halla situado el monasterio de este Pa-
vantes, positivos y negativos, de la Iglesia y del imperio. Desgra- triarcado 10 .
ciadamente, el cisma de Miguel Cerulario (1054), que separó a la Entre los grandes organizadores de la vida monástica bizanti-
iglesia de Bizancio de Roma, provocó también la separación de na sobresalió, a principios de la Edad Media, San Teodoro Studi-
todos los monasterios que estaban bajo la jurisdicción del patriar- ta 11 , a quien se le considera como «el segundo Basilio» por su la-
ca de Constantinopla. bor reformadora. Había profesado en el monasterio de Saccudion
Después de la invasión musulmana en Siria, el moncato nesto-
9
LANNE, E., Monachesimo e vita eclesiale in Oriente, «Studi Francescani», 2-3 10
HAMBYE, E. R., La Chiesa siriana, il suo monachesimo e le loro testimonian-
(1970), p. 180; AA.VV., Iconos vivientes de Dios, VR, 3 (1989). Número mono- ze, 95-308; VOOBUS, A., History of Ascetism in the Syrian Oriente vol., Lovaina
gráfico dedicado al monacato ortodoxo; ARCHONDONIS, B., Monacato, punto de en- 1958-1960; FIEY, J. M., Mosoul Chétienne, 959.
cuentro entre Oriente y Occidente, VR, 8 (1989), 243-247. 11
HVR I, 319: Por error dice Gregorio Studita en vez de Teodoro Studita.

402 403
(Bitinia); y desde 798 hasta 826 fue archimandrita o abad del ñas de Barlaam y aprobó la doctrina de Palamas (1340); todo lo
monasterio de Studion. Como tal redactó sabios reglamentos y cual fue ratificado, a su vez, por un Concilio celebrado en Cons-
organizó todos los oficios monásticos que habrían de ser desem- tantinopla en 1341. Sin embargo, unos años después, Palamas fue
peñados por los propios monjes y no por criados como sucedía condenado como hereje por el patriarca Juan Calecas; pero fue
anteriormente. Sus numerosas catequesis permiten conocer su rehabilitado en un concilio celebrado en 1351.
doctrina monástica en perfecta fidelidad a las tradiciones más anti- En contra de Barlaam, que afirmaba que el conocimiento de
guas, especialmente basilianas12. Tuvo que padecer el destierro Dios, como todo conocimiento, tiene su origen en la percepción
por defender, al frente de sus monjes, la doctrina ortodoxa contra de los sentidos, y puesto que Dios está más allá de la experiencia
la iconoclastia de los emperadores. sensible, ha de ser necesariamente incognoscible, y el conocimien-
Otra lumbrera del monacato oriental de la edad Media fue to místico solamente puede ser simbólicamente real, Palamas de-
San Simeón el nuevo Teólogo. Había nacido en Galatai (Paflago- sarrolla una «doctrina realista del conocimiento sobrenatural, in-
nia) en el año 949. Según su biógrafo, el célebre Nicetas Stetha- dependiente de toda experiencia sensible, pero concedida en Je-
tos, después de haber realizado los primeros estudios, ingresó en sucristo al hombre entero —alma y cuerpo—, que puede llegar
el monasterio de Studion, del cual fue expulsado a causa de su desde aquí abajo a las primicias de la deificación última y a la vi-
temperamento rigorista. Ingresó en el monastrio de San Mamas, sión de Dios, no por sus propias fuerzas, sino por la gracia del Es-
donde fue ordenado sacerdote en 980. Después de veinticinco píritu»15.
años de estancia en él, varios de ellos como superior, fue desterra- Contra la acusación de mesalianismo y de pretender ver la
do; aunque un año después fue reclamado a Constantinopla, pero esencia divina con los ojos corporales, Gregorio Palamas afirma
él prefirió retirarse a un nuevo monasterio por él mismo fundado, la comunicabilidad entre el Creador y la creación. La gracia de
donde murió en el año 102213. Compuso discursos, poesías y tra- Dios, en tanto que energía-acción directa y personal, para la sal-
tados ascéticos que le merecieron el apelativo de nuevo Teólogo. vación del hombre, es increada, y en ella Dios se manifiesta y se
Pero quien más alto colocó el nombre de los monjes bizanti- da todo entero al hombre, aunque permaneciendo incognoscible
nos durante la Edad Media fue, sin duda, Gregorio Palamas por naturaleza, sin que ello signifique división alguna en Dios.
(1296-1359), a quien la himnografía ortodoxa apellida el Predi- Frente al peligro que estas doctrinas de Palamas podían suponer
cador de la gracia. Nació en el seno de una familia aristocrática. para la doctrina tradicional de la visión beatífica, el Concilio de
Después de profundos estudios profanos, abrazó en 1316 la vida Florencia (1440) definió que los bienaventurados «ven claramen-
monástica en el Monte Athos, donde se inició en la espiritualidad te al mismo Dios Trino y Uno»16.
hesicasta. En 1335 fue elegido archimandrita del monasterio Gregorio Palamas tuvo un buen defensor en uno de los más
athonita de San Sabas, que contaba con más de 200 monjes; pero importantes místicos orientales, Nicolás Cabasilas (1320-1396),
apenas permaneció un año en el cargo. autor de la célebre obra La vida en Cristo. En favor de Palamas y
Gregorio Palamas sobresalió tanto en su calidad de director en contra de Nicéforo Grégoras, escribió un ardoroso panfleto ti-
espiritual como de teólogo y escritor. Polemizó contra Barlaam de tulado: Contra los desatinos de Grégoras11.
Calabria que rechazaba el método hesicasta del Monte Athos que
él equiparaba al mesalianismo. La obra más importante de Pala-
mas es Triadas para la defensa de los santos hesicastas14. Una reu- 15
MAYENDORF, J., Grégoire Palamas et la mystique orthodoxe, París, 1959, p.
nión de los archimandritas o abades athonitas condenó las doctri- 112. Citado por BOBRINSKY, B., Palamas, Gregorio, GER, 17, 634.
16
DEZINGER, 1305; BOBRINSKY, B., O. C, p. 635; CANDAL, M., Fuentes palamíti-
cas en la doctrina de la gracia, en AA.VV., Miscelánea Giovanni Mercati, III, Ciu-
12
PG 99, 509-608. dad del Vaticano, 1946, pp. 65-301; KERN, C , Les éléments de la théologie de Gré-
13
PG 120, 321-710. goire Palamas, «Irenikon», XX (1947), 164-193.
14 17
Ed. MAYENDORF, J., Lovaina, 1959. PG 148, 61, 150, 493.

404 405
En Siria y en el Líbano existen en la actualidad varias Congre- ucraniano. En la actualidad, se han expandido por Brasil, Canadá
gaciones de monjes basilianos: Santísimo Salvador, fundada por y Estados Unidos, a fin de atender espiritualmente a los numero-
Eutimio Saifi (1642-1722), en 1708, en la actual Saida (Sidón); sos emigrantes de esos países de la Europa oriental.
la de San Juan Bautista fundada en 1710 en la aldea de Suwayr En 1747, Juan Micu-Klein, obispo de Fagaras, fundó en Blaj
por monjes provenientes del monasterio de Balamand, en las cer- el monasterio de la Santísima Trinidad para atender a la
canías de Trípoli de Siria, descontentos de la decadencia de su enseñanza de la niñez y juventud, siendo el punto de partida de
propio monasterio. De esta congregación se separaron algunos un gran renacimiento cultural de los grupos étnicos rumanos exis-
monasterios, con la aprobación de Propaganda Fide (1832), para tentes en territorio húngaro. Después de una larga decadencia
fundar la Congregación de Monjes Basilianos de Alepo. provocada por las decisiones antimonásticas del josefinismo, han
Después del concilio unionista de Florencia (1439-1440) va- experimentado, desde principios del siglo xx, un notable floreci-
rios grupos monásticos basilianos de la Europa oriental se unieron miento que partió del monasterio de Bixad (Transilvania). En la
a la Iglesia católica, aunque la ratificación oficial hubo de esperar actualidad forman parte de la Orden o Congregación basiliana de
más de un siglo: Ucrania y Bielorrusia lo hicieron durante el pon- San Josafat18.
tificado de Clemente VIII (1595). Los monasterios de esos países
fueron reformados por San Josafat Kuntsevyc, abad del monaste-
rio de la Santísima Trinidad de Vilna, y después arzobispo de Po- 3. El monacato bizantino en Italia
lotosk, martirzado en 1623. Por los esfuerzos de José Velamin
Rutskyj, archimandrita del propio monasterio de San Josafat, los La Regla de San Basilio extendió sus dominios al sur de Italia
monasterios basilianos católicos de Ucrania se reunieron en la y a la isla de Sicilia, que hasta la conquista de los normandos, en
congregación de la Santísima Trinidad, que fue aprobada por Ur- el siglo xi, estaban bajo el dominio de Bizancio. Fue en estas re-
bano VIII (1631). giones donde sobrevivió el monacato bizantino católico, defen-
A lo largo del siglo xvm se unieron también a la Iglesia católi- diendo su propia identidad basiliana frente a otras formas de mo-
ca otros monasterios basilianos que, en el Sínodo de Zanoscia nacato, especialmente el benedictino que luchaba por imponerse.
(1720), se agruparon en la Congregación de la Protección de la Varios factores concurrieron para afianzar la presencia del
Bienaventurada Virgen María o Congregación de Polonia, por- monacato basiliano en la llamada Magna Grecia: La reconquista
que estaban en territorios pertenecientes al entonces reino de Po- de estos territorios por Justiniano en el siglo vi, la emigración de
lonia. Esta Congregación se fusionó en 1742 con la Congregación monjes sirios y egipcios que llegaban a Occidente huyendo de las
de la Santísima Trinidad, dando lugar a la Orden de San Basilio invasiones islámicas, las persecuciones de los emperadores icono-
de los Rutenos o Ucranianos, comprendiendo entre ambas unos clastas contra los monjes defensores de las imágenes. Muchos
70 monasterios. monjes bizantinos fueron entonces muy bien acogidos en los mo-
Al ser dividida Polonia entre Rusia y Austria, en el siglo xvm, nasterios del sur de Italia.
los monasterios bajo el poder de los Zares fueron obligados a in- A pesar de estas corrientes migratorias hacia Italia por parte
tegrarse en la Iglesia ortodoxa, mientras que los que pasaron a de monjes bizantinos, no se conocen, antes del siglo x, fuertes es-
dominio austríaco, una vez sobrepasadas las dificultades creadas tablecimientos monásticos en estas zonas. La presencia de los mu-
por el josefinismo, pudieron no sólo sobrevivir, sino incluso desa- sulmanes en Sicilia que habían establecido, además, una cabeza
rrollarse ampliamente, sobre todo después de la primera Guerra de puente en el continente, cerca de Benevento, no sólo provocó
Mundial (1914-1918), abriendo nuevos monasterios en Polonia, la emigración de los monjes sicilianos hacia el continente, sino
Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania. El papa Pío XI aprobó
una nueva denominación para estos monasterios: Orden Basiliana
de San Josafat, en honor del santo restaurador del monacato 18
MINISCI, T., IBasiliani, Escobar, I, pp. 820-821.

406 407
que tampoco permitió en el sur de Italia la proliferación de mo- literarias y artísticas de Montecasino. Fue fundado por el príncipe
nasterios propiamente dichos, aunque sí hay abundantes referen- Boemundo de Taranto en 1099. Perduró hasta 1480, año en que
cias sobre ermitaños19. fue destruido en una incursión de los turcos.
Ya se ha hablado en un capítulo anterior de las fundaciones Este monacato bizantino del sur de Italia gozó de un gran flo-
monásticas de San Nilo de Rossano a medida que se iba despla- recimiento hasta el siglo xiv. Muchos factores, como para el resto
zando desde el sur hasta Roma, en cuyas cercanías fundó la aba- del monacato occidental, constribuyeron a su decadencia: la exce-
día de Grottaferra. Al mismo tiempo que San Nilo levantaba esta siva riqueza que engolosinó a muchos altos dignatarios eclesiásti-
grandiosa abadía, también surgían en el sur de Italia, por iniciati- cos al ser nombrados comendatarios; la progresiva decadencia de
va de otros monjes, espléndidos monasterios. La seguridad que la lengua griega en favor de la lengua vulgar que hizo olvidar las
proporcionaba la estabilidad política creada por los normandos lo raíces culturales originarias; la peste negra que diezmó los monas-
permitía, tanto más cuanto que, a pesar de ser ellos de cultura di- terios; en fin, el proceso de decadencia general de la Iglesia en los
ferente no sólo toleraron, sino que incluso impulsaron la cultura siglos xiv y xv.
bizantina20, si bien esa tolerancia cultural no fue óbice para que El cardenal Bessarión intentó restablecer la disciplina monás-
fueran introduciendo poco a poco el sistema feudal imperante en tica en todo el monacato del sur de Italia. Pero solamente lo con-
las demás regiones de Italia y en el resto de Europa. Esta política siguió a duras penas en el monasterio de El Salvador de Mesina,
feudal la emplearon también los normandos en la fundación de del que era comendatario. Allí restauró la Escuela de Griego bajo
los monasterios. la dirección del célebre humanista Constantino Lascaris. Pero
Entre las fundaciones más importantes de esta época sobresa- después de la muerte de Bessarión, todo volvió a la situación an-
le el monasterio de Patirion, construido por San Bartolomé de terior, hasta que el papa Gregorio XIII, con la bula Benedictus
Semeri con Ja ayuda deí rey normando en Jas proximidades de Dominus (1 de noviembre de 1579) implantó la Reforma triden-
Rosano; es la primera abadía bizantina del sur de Italia, al estilo tina, dando origen a la Congregación de San Basilio Magno de
de las grandes abadías benedictinas. El papa Pascual II le conce- Italia con un abad general electivo y con Constituciones propias
dió la exención en 1105. El propio San Bartolomé realizó una inspiradas en las Constituciones de la Congregación benedictina
nueva fundación en Mesina dedicada al Salvador. Este monaste- de Santa Justina de Padua. Pero ni aun así el monacato bizantino
rio se convirtió años más tarde, por regia disposición (1131), en de Italia pudo levantar cabeza. En los cuarenta monasterios divi-
cabeza de todos los demás monasterios italo-bizantinos de Sicilia, didos en tres provincias, Mesina, Rossano y Grottaferrata, no hu-
y de Calabria. bo nunca complexivamente más de trescientos monjes. A lo largo
Los monasterios italo-bizantinos fueron aumentando por la de los siglos xvín y xix, se fueron suprimiendo, uno después de
Basilicata y por Calabria hasta alcanzar el número de 36. A todos otro, todos los monasterios, a excepción de la abadía de Grottafe-
ellos les aplicó Guillermo II el Bueno la misma normativa federa- rrata, la cual ha podido reabrir, posteriormente, algunos monaste-
tiva, dándoles como centro el monasterio de los Santos Elias y rios filiales en Sicilia y Calabria, en los cuales pervive el grato re-
Anastasio de Carbone. Otro gran centro monástico fue el de San cuerdo de un monacato italo-bizantino, de filiación basiliana, es-
Nicolás de Casula (Otranto), que en estudios de teología, literatu- plendoroso en otros tiempos.
ra clásica y filosofía, estuvo muy por encima de todos los monas-
terio italo-bizantinos, llegando a competir incluso con las glorias

19
GABRIELLI, G., Inventario topográfico e bibliográfico delle cripte eremitiche
4. Los Monjes Basilios españoles
basiliane di Puglia, Roma, 1934.
20
CHALANDON, F., Histoire de la domination normande en Italie el en Sicile, A finales del siglo xvi surgió la Congregación Basiliana de Es-
París, 1909. paña de la fusión de tres enclaves monásticos distintos, sin influjo

408 409
alguno directo de monjes basilianos, ni orientales, ni italianos, si- dos primeros. El papa Gregorio XIII en 1577, por la bula Cogit
no de orígenes más bien eremíticos autóctonos. muneris, unió en una Congregación los monasterios del padre
El primero tuvo su origen en Sierra Morena, donde el padre Mateo de la Fuente y del padre Bernardo de la Cruz, siendo ele-
Mateo de la Fuente (1524-1575), después de haber realizado es- gido este último como Superior General. Una vez que estos mon-
tudios en la Universidad de Salamanca, fundó, con la aprobación jes basilios se enteraron de la nueva fundación de Valladolid, pi-
de San Juan de Avila y de fray Luis de Granada, un eremitorio en dieron la intervención del rey Felipe II para que consiguiera de la
compañía de Diego Vidal, que había sido criado del propio San Santa Sede la fusión de todos los monjes basilios españoles. El
Juan de Avila. Con la ayuda del obispo de Córdoba, Cristóbal de papa Clemente VIII, después de haber ordenado el examen de la
Rojas y Sandoval, el eremitorio se convirtió en un monasterio ce- cuestión, decretó la fusión de los basilios andaluces y castellanos
nobítico, el Yermo del Tardón, en el que se observaba la Regla de en una sola Congregación (1595). La Orden basiliana de España
San Basilio, y, posteriormente, fundó otro monasterio, San Anto- se dividió inmediatamente en tres provincias: El Tardón, Andalu-
nio del Valle de Galleguillos. El espíritu profundamente penitente cía y Castilla.
de los orígenes de estos monasterios fue alabado por Santa Teresa A causa de su espíritu profundamente eremítico la provincia
de Jesús21. del Tardón se separó de las otras dos, con la aprobación del pro-
El segundo enclave basiliano español tuvo su origen en la pro- pio Clemente VIII, por el breve Altissimi dispositione (23-IX-
vincia de Jaén, en las orillas del río Oviedo, un afluente menor del 1603), dando lugar a una Congregación diferente, aunque es co-
Guadalquivir. Fue su iniciador don Bernardo de la Cruz, un sa- nocida más bien con el nombre de provincia del Tardón, que no
cerdote secular, el cual con algunos compañeros se retiró al lugar logró nunca una gran expansión, apenas cuatro monasterios: San
mencionado, dando origen a las Celdas de Nuestra Señora de Basilio del Tardón, San Antonio del Valle del Galleguillos, San
Oviedo. Por decisión del obispo de Jaén, el monasterio adoptó la Miguel de la Breña y Nuestra Señora de la Esperanza de Reta-
Regla de San Basilio. Pero al no considerar suficiente con la ob- mar, siempre con grandes dificultades de entendimiento entre sí.
servancia de su Regla para ser un monje basiliano de verdad, don Por lo cual la Santa Sede en 1788 decretó la supresión de esta
Bernardo de la Cruz se dirigió a Grottaferrata, donde emitió la provincia y agregó sus monasterios a la provincia de Andalucía.
profesión en manos del abad de aquel monasterio. El papa Pío La invasión napoleónica que fue especialmente dura en Anda-
IV, por el breve Piis fidelium (18 de enero de 1561), no sólo re- lucía, y la desamortización de Juan Alvarez Mendizábal (1835)
conoció la validez de dicha profesión, sino que incorporó las Cel- aniquilaron por completo la Orden de San Basilio en España 20 .
das de Nuestra Señora de Oviedo a la Congregación basiliana de
Italia.
Origen un tanto diverso tuvo el enclave basiliano de Castilla. II. El monacato eslavo
Don Francisco Aguilar de Loaisa, un sacerdote secular de Valla-
dolid, estando en Roma con la intención de fundar un eremitorio, 1. El monacato en Bulgaria y Yugoslavia
entró en comunicación con el abad de Grottaferrata que lo ganó
para el cenobitismo basiliano, admitiéndolo a la profesión en la 1.1. Bulgaria
abadía, y lo envió a España como vicario general con la finalidad
de extender la Orden. En Valladolid, su propia ciudad natal, fun- Cuando el imperio bizantino se vio rodeado por los pueblos
dó el monasterio de San Damián. eslavos, la Iglesia optó de inmediato por su evangelización. Se
La unificación de estos tres enclaves basilianos empezó por los produjo, incluso, una cierta rivalidad entre la Iglesia latina y la
21 22
SANTA TERESA DE JESÚS, Libro de las Fundaciones, c. 17; SOBRINO, J. A., Un BENITO Y DURAN, A., La Orden de San Basilio en Madrid, pp. 6-75; ID., Las
monasterio basiliano, pp. 244-262. vocaciones momásticas dentro de los basilios españoles, 35-68.

410 411
Iglesia oriental en torno a quien le correspondía esta tarea. Lógi- de los turcos (1393). El siglo xiv fue la época de su mayor floreci-
camente, cada uno de estos dos sectores de la Iglesia evangelizó miento. Durante la dominación turca, la vida monástica persistió
los pueblos eslavos más próximos. La Iglesia romana tuvo la pre- en sus tareas apostólicas y literarias, aunque con determinadas li-
valencia sobre polacos, checos eslovacos, croatas y eslovenos, y la mitaciones hasta la liberación nacional (1877-1878), en la que los
Iglesia bizantina sobre rusos, ucranianos, bielorrusos y búlgaros. monjes jugaron un papel decisivo. En la actualidad, el monacato
Bulgaria fue el caso más prototípico de esa disputa entre Ro- búlgaro ha quedado reducido a cinco monasterios, porque ha en-
ma y Constantinopla. Su evangelización la iniciaron los bizantinos contrado muchas dificultades de adaptación a la nueva situación
en el siglo vil con muy escasos resultados. El paso definitivo al política y social23.
Cristianismo lo dio el príncipe Boris, que fue bautizado en el año
865, siendo su padrino el emperador Miguel III. Pero al año si-
guiente, Boris envió unos legados a Roma, a fin de conseguir para
1.2. Yugoslavia
su Iglesia un Patriarcado nacional. El papa Nicolás I respondió a
algunas cuestiones dogmáticas que el propio Boris le había plan-
Fueron monjes búlgaros provenientes de la zona de Ocrida
teado, dejando para más adelante la respuesta a la petición de un
quienes llevaron el evangelio y la misma vida monástica a Yugos-
Patriarcado para Bulgaria. Su sucesor Adriano II no dio una res-
lavia, colaborando con la acción evangelizadora de misioneros
puesta satisfactoria, y entonces el príncipe Boris optó definitiva-
griegos. En el siglo XII había ya abundantes monasterios, los cua-
mente por incorporar la Iglesia búlgara al patriarcado de Cons-
les constituían una especie de Congregación sometida a un archi-
tantinopla, aunque con una componente eminentemente naciona-
mandrita o abad general. El gran organizador del monacato yu-
lista.
goslavo fue San Sabas, hijo del creador del Estado, Esteban Ne-
Antes, incluso, de la conversión del príncipe Boris, la chispa manja (1183-1196), el cual acabó sus días en un monasterio del
monástica había prendido ya en el corazón de algunos búlgaros Monte Athos, al que había llegado juntamente con su propio hijo
que, con San Evaristo al frente, habían fundado un eremitorio en San Sabas y otros monjes yugoslavos.
territorio del imperio bizantino, en las cercanías de Adrianópolis.
San Sabas, después de un largo viaje por los lugares más re-
Por lo mismo, el primer monasterio búlgaro es el que fundó en
presentativos del monacato del Asia Menor, regresó a su patria,
Pliska, capital entonces de la nación, Clemente, futuro obispo de
donde compuso una Regla o Typicon, de fuerte inspiración basi-
Ocrida. Clemente era discípulo de los santos hermanos Cirilo y
liana, y acabó sus días en 1235 en un monasterio de Tirnovo
Metodio.
(Bulgaria).
El propio príncipe Boris, hacia el año 889 abrazó la vida mo- La vida monástica yugoslava, durante los últimos siglos de la
nástica hasta su muerte, acaecida en el año 907. Su ejemplo fue Edad Media, giró en torno a los monasterios de Zica, Studenitsa
seguido por algunos miembros de su familia, su hermano Dox y el y Pee. Este último era la sede de los patriarcas. Cuando Yugosla-
hijo de éste, Doxov. via cayó en manos de los turcos, muchos monjes emigraron a
El monacato búlgaro, después de un breve periodo de deca- Hungría, donde fundaron hasta diez monasterios en la zona de
dencia, del que se repuso ya en el siglo x, sobresalió no sólo por la Sirmio.
acción evangelizadora de los paganos, sino también por su pro-
El monacato yugoslavo, a pesar de los esfuerzos del patriarca
ducción artístico-literaria, en la que brillaron con especial esplen-
Esteban (1875-1963), ha decaído mucho en la actualidad, aun-
dor el monasterio de Pliska y, sobre todo, el monasterio de Rila,
que existen aún cerca de un centenar de monasterios, pero con
el más importante de todos los monasterios búlgaros que había si-
do fundado por el eremita Juan hacia el año 927.
23
Muy numerosos fueron los monasterios fundados en territorio DUJCEV, I., La reforme monastique en Bulgarie au X' siécle, «Études de civili-
búlgaro, especialmente en la región de Tirnovo, hasta la invasión sation médiévale», Poitiers, 1974, pp. 255-264.

412 413
muy escaso número de monjes, apenas 200. Las monjas, unas 700 países eslavos en los que prevaleció la influencia de la Iglesia bi-
en 86 monasterios, gozan de una situación mejor. zantina, mientras que en aquellos otros territorios eslavos en los
que prevaleció la Iglesia romana, también se impuso el alfabeto
latino. Por todo ello, Cirilo y Metodio son considerados también
2. Los Santos Cirilo y Metodio como los padres de la literatura eslava, aunque sus obras sean más
bien de tipo litúrgico.
Los «Apóstoles de los eslavos», los hermanos San Cirilo y San La evangelización de Moravia, llevada a cabo por San Cirilo y
Metodio, nacieron en Tesalónica (Grecia) en el seno de una no- San Metodio en muy poco tiempo, supuso también la introduc-
ble familia. Cirilo, cuyo nombre de bautismo era Constantino, na- ción de la liturgia en lengua eslava, provocando las iras de los mi-
ció en el año 827; Metodio, Miguel de nombre bautismal, era ma- sioneros alemanes, los cuales los acusaron de herejía ante la Santa
yor que Cirilo, sin que se pueda precisar el año de su nacimiento. Sede. El papa Nicolás I los llamó a Roma; pero los recibió ya el
Al morir su padre, cuando Cirilo tenía catorce años, éste fue lle- papa Adriano II, pues entre tanto había fallecido Nicolás I. El pa-
vado a Constantinopla para ser educado bajo la protección del pa se convenció desde el primer momento de la profunda devo-
funcionario imperial Teotisto, en compañía del futuro emperador ción de los dos Apóstoles de los eslavos hacia la Sede Romana; y
Miguel III. reconoció de inmediato la ortodoxia de los dos misioneros.
Cirilo, después de una educación amplia y profunda, optó por Cirilo murió en la misma ciudad de Roma (869), siendo se-
la vida eclesiástica, siendo ordenado de diácono; su primer minis- pultado en la basílica de San Clemente, cuyas reliquias él mismo
terio fue el cuidado de la biblioteca patriarcal; poco después se le había descubierto y traído desde Crimea. Metodio fue designado
confió una cátedra de Filosofía y Teología, declarándose a favor obispo de Moravia y Panonia y legado pontificio para todos los
del culto de las imágenes en contra del patriarca inconoclasta pueblos eslavos. A causa de la guerra entre los alemanes y los
Juan VII el gramático. moravos, San Metodio fue hecho prisionero, y solamente la enér-
Por su parte, Metodio, después de un tiempo en que se dedicó gica intervención del papa Juan VIII consiguió que le devolvieran
a la política, llegando a ocupar el cargo de gobernador, probable- la libertad. Para defenderse de nuevas acusaciones de herejía, em-
mente en la provincia de Macedonia, abrazó la vida monástica en prendió un nuevo viaje a Roma encontrando en Juan VIII la más
el monasterio Polychron en el Monte Olimpo de Bitinia. absoluta comprensión para su modo de proceder. A pesar de
Al ser asesinado Teotisto, protector de Cirilo, éste se retiró al nuevas dificultades, San Metodio consiguió organizar plenamente
monasterio de Polychron en el que su hermano Metodio había si- la Iglesia en Moravia con la liturgia en lengua eslava, aprobada
do elegido superior. definitivamente por el propio Juan VIII con la carta Industriae
tuae dirigida al príncipe Svatopluk. Murió en el año 885. La litur-
Cuando el príncipe Ratislao de Moravia (Checoslovaquia) pi-
gia eslava fue prohibida después por Esteban V (885-891), pero
dió misioneros al emperador de Bizancio, éste designó a Cirilo y a
fue continuada por algunos discípulos de Metodio que emigraron
Metodio, que ya conocían la lengua eslava. Llegaron a su nueva
a Yugoslavia, de allí pasó después a Rusia, donde se consolidó
tierra de adopción en el año 863. Una de sus primeras tareas fue
definitivamente.
la traducción de la Biblia al eslavo, para lo cual Cirilo creó un
nuevo alfabeto que recibió el nombre de escritura glagolítica 24 y La acción evangelizadora de estos dos monjes griegos no se li-
también cirílica, que consta de 38 letras y tiene como fundamento mitó a Moravia, sino que, por ellos mismos y por sus discípulos,
al alfabeto griego. Es el que todavía se emplea en Rusia y en los se extendió a otros pueblos eslavos: eslovacos, eslovenos, bohe-
mios, polacos, croatas, servios, macedonios, búlgaros, ucranianos y
rusos. Por eso, con justa razón, no sólo han sido reconocidos como
24 Palabra derivada de la expresión Paleoeslava «glágola»: «él dice»; RELAÑO
«Apóstoles de los esclavos», sino que el papa Juan Pablo II los ha
E., Historia gráfica de la escritura, Madrid, 947, pp. 145-147. declarado también patronos de Europa juntamente con San Benito.

414 415
Respecto a la vida monástica, no hay fuentes que atestigüen go, poco a poco la Iglesia rusa se fue ligando cada vez más en ex-
4 e
Cirilo y Metodio hayan sobresalido por la multiplicación de clusiva a la Iglesia de Constantinopla, a la que siguió en el cisma
nasterios en los territorios de su evangelización, sin embargo, de Miguel Cerulario (1054). En 1328, el metropolitano de Kiev
. Memoria y su tradición han sobrevivido en algunos monaste- trasladó su sede a Moscú y, siguiendo la lógica iniciada en el cis-
s
de Bohemia, como el de Sávaza25. ma de la Iglesia bizantian, consiguió en 1589 independizarse del
patriarca de Constantinopla, estableciendo el patriarcado de
Moscú26.
• El monacato en Rusia
o 1
• ¿os orígenes 3.2. Gran expansión del monacato ruso

^° es posible fechar con exactitud la llegada de los primeros La historia del monacato ruso se inicia en la región de Kiev,
n
Jes a Rusia, porque la noticia de Teodoreto de Ciro (muerto donde confluyen también, desde los tiempos de San Wladimiro,
h tv- ^' ^ u e r & n e r e 1 u e San Juan Crisóstomo (muerto en 405) monjes orientales y occidentales que se dedican a la labor de
,a evangelización, aunque los orígenes del monacato autóctono ruso
enviado misioneros a las regiones de más allá del Don, no
e hay que fecharlos unos años más tarde, en tiempos de Jaroslav el
suponer que esos misioneros fueran necesariamente monjes,
. 9 u e tampoco lo descarta. La actividad evangelizadora de esos Sabio (muerto en 1054), el cual fundó, simultáneamente, en 1037
0n el monasterio masculino de San Jorge y el monasterio femenino
eros debió de dar buenos resultados, porque Focio, en una
a de Santa Irene, ambos según la normativa monástica bizantina.
del año 866 menciona por primera vez a los cristianos rusos;
^ n ern Perador León VI, su contemporáneo (886-912), considera Pero el más famoso de toda Rusia fue el Monasterio de Pet-
Usía como una eparquía perteneciente a la jurisdicción del pa- chersky o de las Cuevas, fundado por San Antonio en 1055, aun-
cado de Constantinopla. También es seguro que bajo el que el verdadero organizador fue su discípulo San Teodosio 27 .
P n c i p e i g 0 r (muerto en 945) existía una iglesia en Kiev. Y unos San Antonio había residido durante algún tiempo en el Monte
^ m ás tarde, la princesa Olga, viuda de Igor, fue a Constanti- Athos, pero regresó a su tierra natal hacia 1050, retirándose a
Pj a para recibir el bautismo (954). Pero fue a partir de la con- una cueva en las orillas del Dniéper; poco después se le juntaron
sion de Wladimiro (988), nieto de Olga, cuando realmente se algunos discípulos. Uno de éstos, San Teodosio, se hizo cargo del
P ~e hablar de la conversión de Rusia al Cristianismo. eremitorio cuando contaba solamente veinticinco años de edad.
^1 Cristianismo inició la conquista de Rusia concretamente Fue él quien transformó la vida eremítica en cenobítica. Sacó a
P g l antiguo reino de Kiev, en donde confluyen las corrientes los monjes de sus cuevas, y edificó para ellos un monasterio al
evai que dotó con la misma Regla por la que se gobernaba el célebre
*gali Z adoras de la Iglesia de Roma y de la Iglesia de Constan-
P»a- Al esfuerzo de los evangelizadores de ambas corrientes monasterio bizantino de Studion. El Monasterio de las Cuevas se
e convirtió en una auténtica ciudad monástica, con 14 iglesias y ca-
P nece el mérito de haber llevado a todos los pueblos rusos a la
P bautismal, o mejor dicho, a las orillas del Dniéper, donde se pillas. No sin razón, se dice que San Teodosio de Kiev ha sido pa-
a g r e g a b a n las muchedumbres para ser bautizadas. Sin embar- ra el monacato ruso algo parecido a lo que San Benito ha sido pa-
ra el monacato occidental; y el Monasterio de las Cuevas fue para
25 Rusia lo que Montecasino para Europa: No sólo hogar y fragua
tJvoRNiK, F., Les légendes de Constantin et de Méthode vues de Byzance, Pra- de vida espiritual, sino también hogar y fragua de cultura.
~~j •"; DUTHILLIEUL, O., Les sources de Vhistoire des saint Cyrille et Méthode,
u
6; Vos, S. D. de, Le monachisme orthodoxe en Jugoslavie, pp. 217-230;
26
,.„ ° ' ™í., // monachesimo nella Chiesa ortodossa Serba, «Oriente Cristiano», 7 CASEY, R. P., Early Russian Monasticism, pp. 372-423.
27
J, 58-73; VESELY, J. M , Cirilo y Metodio, la otra Europa, Madrid, 1896. SPOIAGUINE, A., AUX sources de La Russie, París, 1958.

416 417
El Monasterio de las Cuevas de Kiev fue punto de partida de no ha disminuido su importancia respecto a la Iglesia rusa. Exis-
la gran floración de monasterios por toda Rusia, por más que ha- ten también algunos monasterios rusos en diversas naciones, es-
ya habido otros centros monásticos autóctonos, como la llamada pecialmente en Francia, Alemania, Canadá, Estados Unidos y
Tebaida del Norte, donde floreció la vida eremítica, uno de cuyos Australia32.
representantes más firmes fue San Sergio de Radonez (1314-
1392)28, fundador de la laura de la Santísima Trinidad, al norte
de Moscú, verdadero centro de irradiación monástica, no sólo
eremítica, sino también, y fundamentalmente, cenobítica en los 3.3. La espiritualidad del monacato ruso
alrededores de la propia ciudad de Moscú y, sobre todo, en las
orillas del Volga. Otros fundadores monásticos relevantes en Ru- El monacato ha marcado profundamente toda la espirituali-
sia fueron Cirilo de Beloozero (muerto en 1427), Pablo de Obno- dad rusa, alcanzando a todos los sectores del pueblo fiel. El mo-
ra (muerto en 1429), José Volotsky, nacido hacia 1439 y Nilo nasterio es el «lugar santo», la «casa de los ángeles». En la Iglesia
Sorsky (muerto en 1508)29. rusa, «existe una sola espiritualidad para todos, sin distinción al-
El monacato arraigó profundamente en el pueblo ruso. Mo- guna entre clero, monjes y laicos; y es la espiritualidad monásti-
nasterios de más de trescientos monjes fueron muy frecuentes, in- ca»33. Los monasterios rusos no son comunidades encerradas en sí
cluso en los tiempos de mayor decadencia del monacato durante mismas, sino centros de vida religiosa abiertos al pueblo creyente;
los siglos xv-xvi. El monacato está omnipresente en la Iglesia y en son, sobre todo, centros de peregrinación permanente para los
la sociedad rusas. Los monasterios no sólo fueron baluartes de la fieles. Estos, por su parte, rodean de una gran veneración a los
espiritualidad rusa, sino que se comprometieron también en el in- monjes y a las monjas, cuya vida consideran como el modelo de
cremento cultural del pueblo, e incluso se les vio comprometerse vida para todos los cristianos34.
en la lucha por la liberación nacional. Durante las luchas contra El monacato ruso, por estar influido en gran manera por el
los tártaros, la defensa del Cristianismo y de la misma nación giró monacato bizantino, conoce la inmensa gama de monjes que po-
en torno a tres centros monásticos: El monasterio de las Cuevas blaron los desiertos de Egipto, Palestina, Siria y Asia Menor. En
(Kiev), el monasterio de Tróitza (Moscú) y el monasterio de Ale- Rusia hay monjes solitarios viviendo en cuevas naturales o en ca-
jandro Nevski (San Petersburgo)30. banas construidas en las orillas de los ríos o en medio de los bos-
La vida monástica fue objeto frecuente de disposiciones sino- ques; hay estilitas que viven en un espacio más reducido aún que
dales nacionales y regionales. Y, por supuesto, también fue objeto las plataformas de los estilitas sirios; hay monjes dendritas que vi-
de la legislación civil, unas veces para apoyarla y muchas otras, ven en los huecos de los troncos y también en las ramas de los ár-
sobre todo en los últimos siglos, para debilitarla, e incluso exter- boles; hay monjes que simulan estar locos; hay monjes empareda-
minarla, como se ha pretendido después de la Revolución de dos o reclusos; hay monjes peregrinos; y hay monjes cenobitas en
1917. Es suficiente esta estadística: en 1914 existían en Rusia mil pequeños y en grandes monasterios, si bien el eremitismo es siem-
monasterios con más de 90.000 monjes y monjas31, mientras que pre la meta más alta, porque en el desprendimiento pleno del
en la actualidad están reducidos a la mínima expresión, aunque mundo y de sí mismo está la base para el acercamiento a Dios.

32
28
GÓMEZ, H., El monacato ruso, «Revista de Espiritualidad» (1945), 187-204;
KOVALESKY, P., Saint Serge et la spiritualité russe, París, 1958. 322-347 (1947), 187-213.
29
OECHSLIN, R., Le monachisme et les granas traits de la spiritualité russe a tra- 33
EUDOKIMOV, P., La nouveauté de l'Esprit, Abbaye de Bellefontaine, 1978,
vers l'Histoire, «La vie Spirituelle», 93 (1955), 155-170. trad. italiana, La novitá dello Spirito, Milán, 1980, p. 40.
30
KOJEVNIKOV, W., Les Monastéres russes, «Irenikon» (1929), 547-564. 34
KRAMER, J., O. C, p. 186; BARSOTO, D., Cristianessimo russo, Florencia,
31
KRAMMER, J., Osservazioni sul monachesimo russo-ortodosso oggi, «Studi 1948; SANTOS, A., Espiritualidad rusa, en AA.VV., Historia de la Espiritualidad,
Francescani», 2-3 (1970), p. 183. III, Barcelona, 145-225.

418 419
El monje ruso, en contraposición a los monjes egipcios y personajes de la Iglesia occidental tan santos, tan sencillos, como
orientales en general, que provenían más bien de los ambientes un San Francisco de Asís o un San Benito Labre que, por lo me-
del campesinado, proceden de familias nobles o de la clase de los nos en cierta medida, pueden evocar esa locura. Entre los monjes
comerciantes. Son gentes instruidas; y si alguno no sabe leer, se locos de Rusia sobresalieron Nicolás Kotchanov, Miguel
hace un milagro para que aprenda, como se cuenta de San Sergio Klopstky, Basilio de Moscú, Nicolás Salos37.
de Radonez. Dentro de la espiritualidad monástica rusa ocupa un puesto
Como en el monacato primitivo, la finalidad última del mona- muy relevante el Staretz. Esta palabra significa propiamente an-
cato ruso es la apatheia a la que se orientan todos los esfuerzos de ciano; pero en la espiritualidad rusa significa el monje que ha lle-
la ascesis. Esta devuelve, progresivamente, al monje a su unidad gado a la madurez espiritual. Sería, por tanto, el equivalente del
fundamental como elemento imprescindible para que, a través de Apa de los apotegmas dentro del monacato primitivo de los de-
la oración, alcance la unión con Dios. La oración monástica rusa siertos de Egipto. El Staretz, es también un director espiritual, pe-
es fiel heredera del Hesycasmo del Monte Athos33. ro mientras que el monacato primitivo limitaba el radio de su ac-
También la espiritualidad monástica rusa pasa, como el mona- ción únicamente a la dirección espiritual de los monjes, en el mo-
cato primitivo, por la separación del mundo, como signo de los nacato ruso su dirección espiritual no se limita a los ámbitos mo-
bienes futuros; pasa por la lucha contra el demonio, que tiene un násticos, sino que se extienden también a las masas populares,
carácter pancósmico, como signo de la lucha definitiva de Cristo constituyendo esta paternidad espiritual sobre todo el pueblo de
contra Satanás, en contraposición a la espiritualidad occidental Dios el rasgo más distintivo del verdadero Staretz. Ahora bien, es-
que es más bien una lucha en la interioridad; pasa por el retorno ta dirección espiritual de masas es eficaz solamente si dimana de
al paraíso, que se identifica con la sed profunda de Dios, con la una profunda vida interior. Entre el dirigido y el Staretz se produ-
búsqueda incansable de Dios, que encuentra su símbolo máximo ce un lazo tan fuerte que hay prácticamente unidad de vida y de
en los monjes peregrinos tan característicos del monacato ruso. voluntad entre ambos; de ahí el influjo tan grande que los Staretzs
En el monacato ruso han alcanzado celebridad especial los han tenido en el pueblo ruso. No han faltado ocasiones en que
monjes que simulaban la locura, como en el monacato primitivo personajes ambiciosos han simulado de muchos modos esta con-
al estilo de San Simeón el Idiota36. Esta modalidad ascética pre- dición de Staretz, a fin de conseguir un puesto relevante en la so-
tende eliminar todo elemento pernicioso procedente de la sabidu- ciedad. Quizá el caso más típico de esto haya sido el de Rasputín,
ría del mundo. A ellos se refiere San Pablo cuando habla de la lo- que tan perniciosos efectos tuvo en la corte imperial poco antes
cura que es Cristo crucificado; no es de extrañar, por tanto, que de la Revolución de 1917. Entre los verdaderos Staretzs pueden
los seguidores de Jesús, como dice el propio Pablo, sean tenidos citarse a Paissy Velitchovsky, Macario y Ambrosio, del monaste-
por locos (1 Cor 4,10). Esta forma tan peculiar tuvo muchos rio de Optina, y, sobre todo, San Serafín, del monasterio de Sa-
adeptos entre los monjes rusos y alcanzó enorme prestigio entre el rov38.
pueblo, hasta el punto de que en los siglos xiv y xv, diez de estos La oleada de ateísmo que, después de la Revolución de 1917,
monjes locos fueron canonizados por la Iglesia rusa. Esta práctica invadió todos los ámbitos, especialmente de las escuelas, eliminó
ascética fue muy cultivada hasta el siglo xvm, cuando Pedro el la figura de los Staretz. Es posible que existan en la clandestini-
Grande quiso accidentalizar a Rusia, con lo cual no se avenía fá-
cilmente una forma de espiritualidad tan llamativa, y tan extraña 37
LEV, Une forme d'Ascése russe. La Folie pour le Christ, «Irenikon» (1938),
también a la espiritualidad occidental, aunque no faltan algunos 554-565.
38
BF.LPAIRR, Th., L'histoirepopulaire de Séraphim de Sarov, «Irenikon» (1933),
140-149; EUDOKIMOV, P., Saint Séraphim of Sarov, «The Ecumenical Review», XV
35
TYSZKEWICZ, E., Spiritualité et sainteté russe pravos/ave, «Gregorianum» (1963), 264-278; ID., S. Séraphim de Sarov, «Sobornost», 9 (1963), 499-511;
(1943), 361-376. ARSENIEV, N., La direction spirituelle dans l'Église Russe, «Contacts», 58 (1967),
36
HIVR I, 282. 108-129.

420 421
dad, porque sus raíces penetraron muy profundamente en el sub-
suelo de la Iglesia y del pueblo rusos. No faltan quienes vean en 17.
autores como Boris Pasternak o en Soljenitzin a verdaderos Sta-
retz laicos39.
El monacato occidental
en la Baja Edad Media

Bibliografía
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1968; SCHMITZ, Ph., Histoire de L'Ordre de Saint Benoit, 2.a ed., Mared-
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rales de la Congregación de San Benito, 6 vols., Santo Domingo de Silos,
1973-1988.

1. Decadencia de Cluny y del Císter


39
CITTERICH, V., La giovane generazione russa alia ricerca dei nuovi Staretz, Toda la grandeza de Cluny reposaba sobre la grandeza y san-
«Studi francescani», 2-3 (1970), p. 195. tidad de sus abades. Cluny tuvo suerte con sus abades durante
422 423
dos siglos y medio. Todos fueron santos, a excepción de uno 1 . Al contrario, del movimiento comunal, porque la mayor parte de los
morir San Pedro el Venerable (muerto en 1257), que fue el últi- monjes cluniacenses provenían del estamento de la nobleza, por
mo de esta serie de grandes abades, le suceden algunos abades la que ellos optaron en defensa del sistema feudal establecido.
que, por espacio de un siglo (1157-1257) mantienen la Congre- Tampoco se sumaron, en tanto que institución, por más que hubo
gación cluniacense en un estado de relativa observancia, pero nin- monjes en particular que lo hicieron, a los nuevos movimientos
guno fue, sin embargo, capaz de devolverle el antiguo esplendor. culturales de los laicos que luchaban por abrirse un camino pro-
El primer indicio de la decadencia exterior fue la aparición de pio en medio de aquel contexto cultural dominado hasta entonces
problemas económicos y administrativos, porque su organización por clérigos y monjes, y que estaba a punto de desembocar defini-
económica estaba anclada, a pesar de los esfuerzos de San Pedro tivamente en la formación de la Escolástica. Tampoco se compro-
el Venerable por actualizarla, en un tiempo en el que no se cono- metieron en la lucha contra las nuevas herejías antieclesiales y an-
cía nada más que la agricultura, de modo que cuando dieron sus tisociales.
primeros pasos el comercio, la circulación de la moneda y la inci- Y, lo que es más importante, los monasterios cluniacenses, tan
piente industria textil, Cluny no supo integrarse en el nuevo con- saturados, por lo menos en apariencia exterior, de bienes materia-
texto económico. les, no atraen ahora a unos espíritus, cuyo prototipo es Francisco
De momento, la cuestión económica no tuvo una repercusión de Asís, y que se apasionan con el seguimiento del Jesús pobre y
especial sobre la observancia monástica, porque ios Capítulos Ge- en predicación itinerante, tal como lo describe el Evangelio.
nerales, cuya celebración había sido más bien irregular durante En la decadencia espiritual del monacato tuvo su buena parte
los siglos xi y xii, empiezan a celebrarse, desde los tiempos de Hu- de influencia la nueva normativa para la elección de los abades
go V de Anjou, con una regularidad anual, aunque los abades de impuesta por el Concilio IV de Letrán (1215). Se habla de elec-
los distintos monasterios no tengan en ellos nada más que voto ción por inspiración, cuando todos los votantes actúan unánime-
consultivo, en contraposición a los Capítulos del Císter, en los mente; pero como esto no es lo habitual, se impuso la elección
que el voto de todos los abades es deliberativo. En los Capítulos por compromiso, es decir, la elección queda en manos de un gru-
cluniacenses la última palabra la tenía siempre el abad del monas- po reducido de compromisarios que pueden ser desde tres hasta
terio de Cluny. doce y que han de actuar por unanimidad. Pero la libertad de los
A lo largo del siglo xm, los monasterios cluniacenses se divi- compromisarios fue, frecuentemente, entorpecida por agentes ex-
dieron en diez provincias: Lión, Francia, Pro venza, Auvernia, teriores al monasterio y a la misma jerarquía eclesiástica, la cual
Poitou, Gascuña, España, Lombardía, Alemania e Inglaterra. Por anteriormente podía decidir en favor de la «parte más sana». De
el mismo tiempo se introdujo también la figura del vicario gene- modo que, con frecuencia, se producían elecciones dobles: una
ral, que en cada monasterio representaba al abad de Cluny, lo ad- proveniente de los monjes, y otra de los seglares que podían ser el
ministraba en su nombre y hacía ejecutar las decisiones de los rey o alguna familia noble que, por fundación, se creían con dere-
Capítulos Generales. cho a intervenir en la elección; y a esa frecuente doble elección,
Esta nueva organización contribuyó a mantener la disciplina. se le añadió posteriormente una tercera, proveniente de la Santa
Sin embargo, durante el siglo xm, el monacato cluniacense decae Sede, desde que Clemente IV en 1265 se reservó la elección de
cada vez más deprisa. Varios fueron los motivos. El primero y los abades de aquellos monasterios, cuyos titulares habían muerto
más importante, sin duda, fue la falta de sintonía con los nuevos en la Curia Romana. Estas reservas fueron ampliadas posterior-
tiempos, tanto desde una perspectiva espiritual como sociocultu- mente por Bonifacio VIII y por los papas aviñoneses Clemente V
ral. De hecho, no tomaron parte activa en favor, más bien todo lo y Juan XXII. Esta procedura se generalizó en los siglos xm y xiv,
dando lugar a conflictos que mantuvieron a muchos monasterios
en una situación de interinidad que pesó muy negativamente so-
1
HVR i, 520. bre la espiritualidad y la disciplina monástica.
424 425
La decadencia de la vida monástica partió de la cabeza misma. concedida por Alejandro III (1159-1182), y confirmada definiti-
Los abades, generalmente miembros de familias nobles, trasladan vamente por Lucio III en 1184, contra la cual se había opuesto
al monasterio el fasto de su propio entorno familiar. Para ellos ya siempre San Bernardo.
no existe prácticamente la obligación de la vida común. Condu- En contra de lo prescrito en la Carta de Caridad aceptan más
cen una vida autónoma, independiente de la comunidad monásti- donaciones de tierras, de las que pueden trabajar por sí mismos,
ca. Se construyen mansiones abaciales independientes del monas- entrando en el mismo sistema de arrendamiento propio de los
terio, con cocina y servidores propios. Y, cuando lo creen conve- monasterios cluniacenses. La sencillez inicial de sus casas e igle-
niente, se jubilan exigiendo al monasterio una pensión que les sias dio paso a una grandiosidad, propia de épocas anteriores. No
permita un tenor de vida confortable, enteramente al margen de sólo los abades, sino también los mismos monjes dejan a un lado
la comunidad monástica2. la austeridad primitiva para instalarse en el lujo y hasta en la mo-
Lo único que se esperaba de abades así era, en el mejor de los licie, como se demostró claramente en el modo cómo conducían
casos, que garantizasen el bienestar económico de los monaste- la predicación de la Cruzada contra los albigenses que les encargó
rios, porque los monjes no eran tampoco mejores que sus abades. Inocencio III a principios del siglo xm.
El juicio de Dom Cousin no puede ser más duro sobre los monjes
de los siglos xiii y xiv: «Del mismo modo que los abades directo-
res de almas son más bien raros en esta época, también los monjes
que llegan al monasterio para servir a Dios son escasos. La mayor 2. Las reformas pontificias de los siglos xm y xiv
parte han entrado para llevar una vida tranquila, metódica, fácil y
libre de preocupaciones económicas; un buen número son hijos 2.1. Reformas de Inocencio III y de Gregorio IX
segundos de familias nobles que han quedado sin empleo en el
mundo y que han sido felizmente colocados en un beneficio re- El canon 12 del IV Concilio de Letrán (1215) impuso un
gular»3. Capítulo General trienal a los monasterios de cada provincia ecle-
Esto significa que, a lo largo de los siglos xm y xiv, los es- siástica o reino, al estilo de los que se celebraban en el Císter. Las
píritus mejores ya no buscaban un lugar de santificación en los decisiones capitulares serían obligatorias para todos los monaste-
monasterios, sino que llamaban a otras puertas, generalmente a rios. En el mismo Capítulo había que elegir dos visitadores para
las de los conventos mendicantes. imponer las reformas necesarias en cada monasterio, con la obli-
Todo lo dicho de los monjes cluniacenses, se puede afirmar en gación de acusar ante el obispo respectivo a los abades que no go-
buena medida de los Cistercienses. Inmediatamente después de la bernaban rectamente, a fin de que fueran depuestos. En los años
muerte de San Bernardo (muerto en 1153), los Cistercienses que siguientes al IV Concilio de Letrán, se celebraron Capítulos por
habían surgido como una contestación frente al excesivo poderío las diversas provincias o reinos.
y al bienestar de los Cluniacenses, puesta de manifiesto en el en- Los sucesores de Inocencio III prosiguieron esta tarea de re-
frentamiento entre el propio San Bernardo y San Pedro el Vene- forma monástica. Honorio III (1216-1227) insistió en la necesi-
rable, empiezan a entrar en la misma dinámica de poder y de pri- dad de reforzar la autoridad de los visitadores. Gregorio IX esta-
vilegios. Aceptan la exención de la jurisdicción de los obispos bleció los Capítulos anuales en vez de trienales; obligó a la guarda
estricta de la vida común y de la clausura, e insistió en la necesi-
dad de una mayor exigencia de pobreza evangélica, normas que
2
VALOUS, G. D., Le monachisme clunisien des origines a XV siécle, 2 vols., alcanzaban también a los abades, a los que se les imponía muy
París, 1970. particularmente la obligación de residir en el monasterio y de
3
COUSIN, P., Précis d'histoire monastique, p. 366; BREDERO, A. H., Cluny et Ci- prescindir del excesivo lujo; dio sabias instrucciones sobre la for-
teaux au XIle, siécle. Les origines de la controverse, «Studi medievali», III, 12
(1971), 135-175. mación de los novicios, especialmente sobre la necesidad de ins-

426 427
truirlos bien en el conocimiento de la Regla; y estableció la edad poix. En 1327 fue nombrado cardenal; y en el cónclave de 1334
mínima de dieciocho años para la profesión monástica. fue elegido papa. Era un hombre profundamente espiritual, senci-
Gregorio IX impuso en 1231 la presencia de algunos cister- llo, humilde, muy austero en su comportamiento personal, pero
cienses en los Capítulos de los Cluniacenses para que, como más muy bondadoso para con los demás.
habituados en la praxis capitular, les sirvieran de asesores. Contra Benedicto XII empezó por poner un freno, con la bula Pastor
esta norma, que consideraron humillante, protestaron los Clunia- Bonus (17-Vl-1336), a los monjes giróvagos que constituían una
censes; y, si bien Gregorio IX e Inocencio IV se mantuvieron fir- verdadera plaga por entonces. Continuó después por la Orden
mes, el papa Alejandro IV en 1256 cambió los cistercienses por Cisterciense mediante la bula Fulgens sicut stella (12-VII-1335),
cartujos; y, finalmente, Nicolás IV en 1289 anuló esta disposi- en la que exigía la elimianción de los abusos; mejor administra-
ción4. ción de los bienes materiales; preocupación por la capacitación
En realidad, todas estas reformas de la primera mitad del siglo teológica, para lo cual imponía que algunos monjes de todos los
XIII no dieron ningún resultado positivo porque, aunque la cele- monasterios de la Orden frecuentasen los centros universitarios;
bración de los Capítulos era muy conveniente, la manera práctica una mayor exigencia en materia de pobreza. La bula, en 57 ar-
como se realizaban no dio los frutos que de ellos se esperaba. tículos, comprendía todos los aspectos de la vida monástica.
Desde el pontificado de Inocencio IV (1243-1254), se celebraban La Reforma de los Cluniacenses la implantó, después de con-
muy esporádicamente. De poco sirvió que Clemente V, en el sultar a los abades de los monasterios más importantes, con la bu-
Concilio de Vienne (1312), y después Juan XXII insistieran en la la Summi magistri (20-VI-1336), más conocida como la Benedic-
necesidad de celebrar los Capítulos Generales y provinciales. tina, que en 39 artículos pasa revista a todos los aspectos de la vi-
Por otra parte, el papa Juan XXII elevó bastantes abadías al da monástica. Agrupó todos los monasterios benedictinos en 36
rango de diócesis pensando que el espíritu de los monjes se reavi- provincias; restableció la obligación del Capítulo provincial trie-
varía y tendría también benéficos efectos sobre los fieles; pero sus nal, el cual debería examinar las relaciones de los Visitadores de
efectos fueron más bien contrarios, de modo que contribuyó a los monasterios. La reforma abarcaba también la formación de los
acelerar aún más la decadencia monástica. monjes; por lo menos uno de cada veinte debería estudiar teolo-
gía o Derecho canónico en alguna universidad; y cada monasterio
habría de tener profesores de gramática, de lógica y de filosofía.
2.2. Las Reformas de Benedicto XII Las Reformas de Benedicto XII alcanzaron también a los Ca-
nónigos Regulares y a las Ordenes Mendicantes. Las disposicio-
En el siglo xiv, durante la residencia de los papas en Aviñón, nes de reforma fueron especialmente contestadas por los Domini-
la reforma rtionástica adquirió una importancia desusada en tiem- cos a muchos de los cuales hizo encarcelar por su oposición fron-
pos de Benedicto XII. No es de extrañar, porque, como monje tal a las normas tendentes a la eliminación de la pobreza comuni-
cisterciense, conocía muy bien la situación no sólo de su propia taria en favor de una mayor exigencia de pobreza individual.
Orden, sino también de los monjes en general. También a los Franciscanos les dirigió duros reproches. En el pri-
Benedicto XII, Jacobo Fourníer, había ingresado, siendo aún mer consistorio los reprendió por su actitud de rebeldía en tiem-
muy niño, en la abadía cisterciense de Boulbonne. De allí pasó a pos de Juan XXII, y por la relajación de sus observancias religio-
la de Fontfroide y después a la de París, donde se formó teológi- sas; y condenó de nuevo a los fraticelos por medio de la bula Re-
camente. E n 1311 fue elegido abad de Fontfroide; en 1317 obis- demptor noster (28-XI-1336).
po de Pamiers, y en 1326 fue trasladado a la diócesis de Mire- Era un ambicioso programa de reforma de toda la vida reli-
4
giosa. Deseos de llevarla a la práctica no le faltaron; pero, en
CHARVIN, G . , Statuts, Chapitres généraux et visites de VOrdre de Cluny, 6 vol
realidad, también estos proyectos fracasaron por tres motivos
París, 1965-1973.
fundamentales: Porque descendía a muchos detalles sin impor-
428 429
tancia que hacían odiosa toda la Reforma; porque el propio papa ca aprobada por el papa Inocencio IV en 1247. Alcanzó un total
de 56 monasterios7.
concedió fácilmente dispensas de las normas que él mismo esta-
Los Celestinos, reciben su nombre del papa Celestino V, aquel
bleció; y, sobre todo, porque sus sucesores en la Silla de San Pe-
ermitaño, Pedro Morrone, convertido en papa, un poco contra su
dro, no sólo no favorecieron la reforma, sino que contribuyeron
voluntad, que, después de una breve experiencia, renunció al
notablemente, de un modo especial Clemente VI, a incrementar
pontificado (1294). Este ermitaño convertido en papa había fun-
el desorden en los monasterios y en los conventos5.
dado para sus discípulos el monasterio de Monte Mayella que fue
aprobado por Urbano IV en 1264. En el momento de su mayor
expansión, en el siglo xiv, la Congregación celestina comprendió
36 monasterios, con 150 prioratos 8 .
3. Nuevas Congregaciones monásticas reformadas Los Olivetanos fueron fundados por Bernardo Tolomei
(muerto en 1348) en Monte Oliveto, un enclave rural entre Siena
El fracaso de esas reformas fue la causa de la aparición o for- y Arezzo. Aunque asumen la Regla de San Benito desde el prin-
talecimiento de algunas nuevas congregaciones monásticas con un cipio, no admiten la autonomía de los monasterios, sino que, al
fuerte talante eremítico dentro de la gran familia benedictina, estilo cluniacense, todos quedan subordinados a la abadía-madre.
desde finales del siglo xn hasta la primera mitad del xiv. Clemente VI la aprobó como congregación en 1344. En el siglo
En 1189 Joaquín de Fiore, antiguo cisterciense, dio origen a xiv, el momento de su mayor esplendor, contó con unos cien mo-
una reforma en el monasterio de Fiore (Calabria), desde donde se nasterios. Esta Congregación tuvo también su rama femenina9.
expandió por el sur de Italia, dando lugar a la Congregación de En el marco de la espiritualidad de los Olivetanos, se situó
Fiore que contaba con más de cuarenta monasterios a finales del Santa Francisca Romana (muerta en 1440), fundadora de las
siglo xiii. Pero una rápida decadencia en el siglo xv, obligó a los Oblatas de María (1425), llamadas también Orden de Tor
monasterios supervivientes a incorporarse plenamente a la Orden de'Specchi, nombre del edificio en que se instaló la primera co-
Cisterciense6. munidad. La Orden fue aprobada por Eugenio IV.
La Orden de los Monjes de San Pablo Primer Eremita nació La Congregación de Montevergine tuvo sus orígenes en el ere-
en 1250 de la fusión de dos grupos de eremitas llevada a cabo por mitorio fundado por Guillermo de Vercelli en 1120 sobre una
el beato Esteban, canónigo de la catedral de Esztergom, siendo montaña cerca de Avellino, donde se consolidó una profunda de-
aprobada por Clemente V (1309) y confirmada por Juan XXII voción a la Virgen María, lo cual fue motivo de la creación de
por la bula Per sanctae contemplationis studium (1319). Se ex- nuevos monasterios. El papa Alejandro IV elevó el monasterio de
pandió ampliamente por Hungría, Yugoslavia, Alemania y Polo- Montevergine a la categoría de abadía nullíus, siendo confirmada
nia, donde tuvieron como sede principal el monasterio Jsna Gora unos años más tarde por Urbano IV (1264) 10 .
de Czestochowa. En el siglo xv se fundaron algunos monasterios
en Portugal con una cierta independencia del resto de la Orden. 7
PAOLI, U., Silvestro Guzzolini e la sua Congregazione, «ínter fratres», 36
Los Silvestrinos fueron fundados por Silvestre Guzzolini (1986), fase. II.
8
d'Osimo (1177-1267), en el monasterio de Monte Fano (Mar- MOSCATI, A., / monasteri di Pietro Celestino, «Archivo Muratoriano», 68
cas), el cual se convirtió en cabeza de una congregación monásti- (1956), 91-163; AA.VV., Celestino V, L'Aquila, 1968.
9
LUGANO, P., Inizieprimi sviluppi dell'Istituzione di Monte Olivetto, «Benedic-
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5
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6
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1942.
431
430
De los Guillermitas, fundados por Guillermo de Maleval zado. El monasterio de Wadstena en Suecia fue considerado co-
(muerto en 1157) en Maleval, cerca de Siena en 1155, se habló mo la casa madre de la Orden.
anteriormente al relatar su unión y pronta separación de los Aunque es algo posterior, hay que mencionar también a la
Agustinos. Esta Congregación, después de haber alcanzado una Orden de las Anunciatas, fundadas en Pavía en 1408, a la que
relativa expansión, sobre todo en Italia, fue suprimida en el siglo perteneció Santa Catalina de Genova (muerta en 1510).
xvni.
Aunque son de un tiempo algo posterior, cabe situar aquí,
dentro de este movimiento reformador eremítico, aunque con un
talante más apostólico, a los Jesuatos o Clérigos Apostólicos y 4. La Orden española de San Jerónimo
Hermanos de San Jerónimo, fundados por el beato Juan Colom-
La Orden de San Jerónimo no es, como pretenden algunos
bini (1304-1367), un hacendado hombre de Siena. Recibieron el
historiadores, continuación del eremitismo iniciado por San Jeró-
apelativo de Jesuatos por la repetición frecuente del nombre de
nimo en Belén12, sino la cristalización de un movimiento eremíti-
Jesús en sus visitas a los enfermos, a cuyo servicio se entregaron
co que tuvo sus comienzos en Italia, España y Portugal, a media-
con especial amor. Su forma de vida plasmada en una verdadera
dos del siglo xrv: Eremitas de San Jerónimo, de Beltrán de Fe-
Regla, estaba inspirada en la Regla de San Benito, con algunos
rrara (1370-1442) 13 , Eremitas de San Jerónimo, de Fiésole o del
retoques de tipo agustiniano. Eran clérigos, pero no recibían nada
beato Carlos Guidi de Montegranelli (1350-1417) 14 , Eremitas de
más que las Ordenes menores, hasta el punto de que Julio II, en
San Jerónimo, de Pedro Gambacorta de Pisa (1355-1435) 15 . Pero
1509, hizo encarcelar a algunos que se hicieron ordenar de sacer-
fueron los Jerónimos españoles quienes estaban llamados a de-
dotes. No obstante, a petición de los mismos Jesuatos, el papa
sempeñar un gran papel en la Iglesia, especialmente durante los
Paulo V, en 1611, les permitió la ordenación sacerdotal a quienes
siglos xvi y xvii.
se preparasen para ella. En el siglo xv conocieron su mayor ex-
pansión, pero no pasaron nunca de 35 casas o conventos. A causa A lo largo del siglo xiv proliferaban por diversas regiones de
de graves tensiones surgidas en el interior de la Orden, fueron su- España grupos de eremitas que se referían al espíritu de San Jeró-
primidos por Clemente IX, con la bula Romanas Pontifex (6-12- nimo, pero el que estaba llamado a ser el núcleo originario de la
1668). Catalina Colombini, prima del beato Juan Colombini, fun- Orden de San Jerónimo en España fue el eremitorio del Castañar
dó en Siena en 1366 las Jesuatas, que no sobrepasaron nunca los (Toledo), fundado por fray Vasco, oriundo de Portugal, al frente
nueve conventos. El decreto de supresión de los Jesuatos no les de unos anacoretas que, al parecer, habían sido discípulos del er-
afectó a ellas, por lo que pudieron subsistir hasta 1954, fecha en mitaño sienes, Tomás Succio.
que el convento de Lucca se fusionó con las ministras de los en- A este eremitorio llegan durante el reinado de don Pedro el
fermos de San Camilo o Barbantinas". Cruel, el canónigo toledano Fernando Yáñez de Figueroa, el ca-
marero mayor del rey, don Pedro Fernández de Pecha, y el her-
Entre las Ordenes religiosas femeninas de esta época sobresa- mano de este último, don Alonso Fernández de Pecha, obispo di-
le la Orden del Salvador, fundada por Santa Brígida de Suecia misionario de Jaén. Se trasladaron después al eremitorio de Vi-
(1302-1373), bajo la Regla de San Agustín. Una Orden doble llaescusa (Madrid), y, finalmente, en el año 1370, a Lupiana
con comunidades compuestas por monjes y monjas; y con un or- (Guadalajara), donde el arzobispo de Toledo les hizo donación
denamiento jurídico algo anacrónico y excesivamente pormenori-
12
HVR I, 259-265.
13
FERRARA, P., Beltramo da Ferrara, BSS, 2 (1962), p. 1088.
14
" DUFNER, G., Geschichte der Jesuaten, Roma, 1975; GUARNIERI, R., Gesuati, RASPINI, G., Cario de Montegranelli, BSS, 3 (1963), 797-799.
15
DIP, 4, 1116-1130; TANGHERONI, M., La spirítualitá del Beato Colombini, RivAsc- FERRARA, P., // Beato Pietro Gambacorta da Pisa e la sua Congregazione
Mist, 25 (1974), 392-404. (1380-1933), Ciudad del Vaticano, 1964.

432 433
de la Iglesia de San Bartolomé, que es considerada como casa tuosos, como Guadalupe (Cáceres), con su famoso Santuario de
madre de la Orden. la Virgen; Yuste (Cáceres), donde pasó los últimos años de su
Al aumentar muy pronto el número de discípulos, Pedro Fer- vida el propio emperador Carlos V; el Parral (Segovia); y, espe-
nández de Pecha se presentó, en 1373, ante el papa Gregorio XI cialmente, el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid)
en Aviñón, del que consiguió la aprobación de la nueva Orden, considerado como la octava maravilla del mundo. Fue construido
siendo nombrado al mismo tiempo prior general. La bula Salva- por Juan de Herrera (muerto en 1597), por encargo de Felipe II
toris humani generis les imponía la Regla de San Agustín, a la en honor de San Lorenzo, para conmemorar la batalla de San
que podrían añadir unas Constituciones. Para la composición de Quintín18.
estas Constituciones se inspiraron en las del monasterio del Santo La Orden se expandió muy pronto por Portugal, donde el rey
Sepulcro de Florencia. El hábito sería blanco16. don Manuel el Grande los protegió y edificó para ellos (1499) el
Simultáneamente, otros grupos de eremitas españoles de ins- espléndido monasterio de Belem (Lisboa), el más importante, sin
piración jeronimiana acudieron a Gregorio XI (1374) y a Bonifa- duda, de los nueve fundados en tierras lusitanas.
cio IX (1389) con las mismas peticiones, y recibieron la misma La Orden Jerónima pasó, a pesar de la protección de los re-
respuesta que se le había dado a Pedro Fernández de Pecha, reco- yes, por momentos muy difíciles. En 1423, el prior del monaste-
nociendo a éste, en cierto modo, como prior general, porque, en rio de Guadalupe, fray Lope de Olmedo (1370-1433), de tenden-
realidad, sus verdaderos superiores jurídicos eran los respectivos cia rigorista, quiso modificar la situación jurídica de la Orden,
obispos, hasta que, finalmente, Benedicto XIII los unificó en porque le parecía un contrasentido que se llamase Orden de San
1414 en una verdadera Orden monástica. Al año siguiente cele- Jerónimo y que, sin embargo, tuviese como norma principal la
braron el primer Capítiulo General, en el que fue elegido primer Regla de San Agustín. Compuso con los escritos de San Jerónimo
prior general, propiamente dicho, Diego de Alarcón. una Regla que presentó a la aprobación de la Santa Sede. Ante
El Gobierno general, asistido por un consejo, garantizaba la Martín V se presentaron, en 1423, el propio fray Lope de Ol-
comunión entre todos los monasterios que, en cuanto tales, eran medo y un grupo de Jerónimos contrarios a sus pretensiones. El
autónomos. El historiador de la Orden, fray J. de Sigüenza, des- papa, después de oír a los dos bandos, aprobó la fundación de la
cribe con precisión la identidad de la nueva Orden jeronimiana: Congregación de la Observancia de San Jerónimo y dejaba en ab-
Ha tomado la decisión, desde el principio, de ser pequeña, hu- soluta libertad a los Jerónimos que quisieran incorporarse a la
milde, escondida y recogida, de conducir a sus hijos por un sen- Reforma.
dero estrecho, tratando entre sus muros de la salvación de su La nueva Orden tuvo su centro en el monasterio de San Jeró-
alma, ocupándose continuamente en la alabanza divina en com- nimo de Cazalla (Sevilla). En España no alcanzó nunca más de
pensación por las ofensas que, por otra parte, se hacen; orando, siete monasterios que acabaron por retornar a la Orden en 1567;
cantando y llorando, sirven a la Iglesia y aplacan la ira de Dios en cambio, se extendió bastante por Italia, hasta su extinción en
contra los pecados del mundo 17 . 184619.
La Orden de San Jerónimo consiguió muy pronto las simpa- El papa Nicolás V convocó a su presencia, en 1452, el Capí-
tías de los reyes de España que la consideraron como su propia tulo General de la Orden con la intención de unificar en una sola
Orden. Esa simpatía se tradujo en la multiplicación de monaste- Orden a todos los grupos de inspiración jeronimiana existentes en
rios por toda la geografía española, algunos verdaderamente sun-
16
MADRID, I. de, La Orden de San Jerónimo en España. Primeros pasos para
una historia crítica, StudMon, 3 (1961), 409-427. '" MADRID, I. DE, Los monasterios de la Orden de San Jerónimo en España,
17
SIGÜENZA, J. de, Historia de la Orden de San Jerónimo, I, Madrid, 1907, Yermo, 5 (1967), 107-175.
p. 355; ALLERIT, O. D', En torno a la espiritualidad Jerónima, Yermo, 10 (1972), '" ALONA, L., Fray Lope de Olmedo y su discutida obra monástica, Yermo, 2
197-206. (.964), 29-57.

434 435
la Iglesia; pero ante las razones de los capitulares, el papa desistió constituyeron en Federación con la sede central en el monasterio
de sus intenciones. de Santa Paula de Sevilla23.
A causa de las riquezas acumuladas, los nobles intentaron la
conversión de los Jerónimos en Orden Militar (1486), e incluso
Felipe el Hermoso pensó suprimirla en 1505; pero los Jerónimos 5. Las causas de una profunda decadencia
sobrevivieron hasta los decretos de desamortización y exclaustra-
ción de don Juan Alvarez Mendizábal (1836). Posteriormente, Además de las causas señaladas al hablar de la decadencia de
hubo varios intentos de restauración de la Orden, pero no se hi- los Cluniacenses y Cistercienses, hay que enumerar las siguientes:
cieron realidad hasta 1925, cuando un grupo de jóvenes capita- — La residencia del Papado en A viñón. —El siglo xiv empieza
neados por fray Manuel Sanz, con la aprobación del papa Pío XI, con un acontecimiento verdaderamente revolucionario en la his-
restauraron el monasterio de Santa María del Parral (Segovia). toria de la Iglesia: el papa Clemente V (1305-1314) trasladó la
Después de la guerra civil de 1936, se restauraron otros monaste- residencia de los papas de Roma a Aviñón. Este hecho traerá gra-
rios. En la actualidad, la Orden restaurada cuenta con cuatro mo- ves consecuencias para la Iglesia en general y, de un modo pecu-
nasterios y 32 miembros20. La Orden de San Jerónimo fue muy liar, para las Ordenes Monásticas, porque las iniciativas de tipo
benemérita de las artes, especialmente de las letras21. fiscal y las normas impartidas por la Curia aviñonesa en materia
El propio don Pedro Fernández de Pecha, considerado como de colación de beneficios eclesiásticos repercutieron muy negati-
el fundador de la Orden de San Jerónimo, fundó la rama feme- vamente sobre los monasterios y las grandes abadías.
nina de la Orden en el monasterio de San Pablo en las proximida- —La encomienda.—De todas las instituciones favorecidas por
des de Toledo, aunque no fueron incorporadas a la Orden mascu- los papas de Aviñón, la más negativa, sin duda, fue la Enco-
lina hasta el Capítulo General de 1510. Las Jerónimas tienen mienda, que consistía en la provisión de un beneficio regular, ge-
también la Regla de San Agustín como su código fundamental. neralmente una abadía o un monasterio, en favor de un laico o de
Son monasterios autónomos. Nunca han sido muy numerosas. En un clérigo con la dispensa de toda las obligaciones monásticas.
sus momentos de mayor esplendor, los siglos xvi y xvn, no tuvie- Esta institución provenía de muy antiguo, de la misma época
ron más de treinta monasterios. carolingia. Al principio la encomienda era siempre temporal,
En 1585 las Jerónimas pasaron a México, donde fundaron: mientras el cargo no era provisto regularmente. En el caso de
San Jerónimo, en la capital misma, en el que, siguiendo la tradi- sede vacante en una abadía, ésta era encomendada al cuidado y a
ción literaria de la Orden, brilló la célebre poetisa, sor Juana Inés la vigilancia de otro abad, como ocurría en sede vacante de una
de la Cruz, conocida como la décima Musa; San Jerónimo, en iglesia o de una diócesis.
Puebla de los Angeles; y en 1598 se fundó, también en la capital, Por tanto, en sus orígenes, la encomienda se instituía siempre
el monasterio de San Lorenzo, transformado en 1931 en el Insti- en beneficio de la institución encomendada. Pero, con el correr
tuto de Jerónimas de la Adoración 22 . del tiempo, se invirtieron los términos, la encomienda empezó a
En la actualidad, la rama femenina que, en contraposición a la hacerse en favor del comendatario. Y, desde el siglo xm, pasó de
masculina, nunca se extinguió, aunque sufrió también los avatares temporal a vitalicia.
del tiempo, consta de 15 monasterios y 325 monjas. En 1957 se Desde la época de Aviñón, la encomienda se generalizó res-
pecto a todos los monasterios y abadías, sirviendo, fundamental-
20
LUGO, A. de, El renacer de los Jerónimos, «Cistercium», 23 (1971), 147-156.
mente, para enriquecer con las rentas y el trabajo de los monjes a
21
ARTEAGA, C. de, La Orden de San Jerónimo, mecenas de todas las artes, Sevi- cardenales, obispos y altos dignatarios de la Iglesia que, en su ma-
lla, 1947; AUBERSON, L. M., El arte en la Orden de San Jerónimo, «Ara», 10
(1974), 64-67. " ARTEAGA, C. de, Jerónimas, DHEE, 2, 1227-1229; ID., Santa Paula y las
22
MURIEL, J., Conventos de monjas en la Nueva España, México, 1946. fundadoras de su monasterio sevillano, Sevilla, 1975.

436 437
yor parte, se desentendían del bienestar material y espiritual de conventos a soldados viejos o mancos como recompensa econó-
sus encomendados para preocuparse únicamente de su propio mica por sus servicios militares. Ya se puede imaginar fácilmente
provecho económico, sobre todo en aquellos casos en los que la que la vida espiritual y disciplina religiosa no podrían ser muy ele-
mesa abacial no estaba plenamente diferenciada de la mesa de los vadas con semejantes vocaciones26. La relajación introducida en
monjes. Cuando esto acaecía, no era infrecuente el caso de mo- los monasterios y conventos a consecuencia de la Peste negra es
nasterios en los que los monjes se veían sumergidos en una verda- conocida como La claustra en los viejos cronicones castellanos.
dera penuria económica por la tacañería de los abades comenda- — Relajación de las costumbres. —Ya se ha hecho referencia
tarios. No obstante, hay que admitir también que no faltaron ca- anteriormente a las escasas motivaciones que los monjes podían
sos en los que los mismos abades comendatarios introdujeron la tener de parte de sus abades para una mejor observancia monás-
reforma en sus abadías, en cuyo favor empleaban todas sus ren- tica. Muchos abades, al estilo de los obispos que habían hecho de
tas. Este será el caso, por ejemplo, de Santa Justina de Padua, de la residencia en el lugar de sus beneficios algo excepcional, resi-
donde brotará una verdadera reforma para muchos monasterios dían en la curia pontificia o en las Cortes reales, dilapidando los
italianos. Pero, en general, la reforma monástica solamente será bienes de los monasterios. Muchos monjes, mal atendidos espiri-
posible prescindiendo por completo de los abades comendatarios. tual y materialmente, abandonaban la vida común; se fugaban de
Jamás en toda su historia, como dice U. Berliére, el mundo sus monasterios; en muchas ocasiones la misma Santa Sede les
monástico había estado, en su conjunto, tan profundamente to- concedía la dispensa de la vida común o de la residencia en el
cado por la concepción materialista dé la vida y por la ausencia de monasterio; hasta de la misma pobreza eran dispensados por la
sus ideales como en los siglos xm y xiv. Y jamás el mundo secular Curia pontificia. De las obligaciones del voto de castidad se dis-
había ejercido una acción tan deletérea sobre la Iglesia y sobre el pensaban los monjes a sí mismos con suma facilidad. La literatura
monacato desde el momento en que había la posibilidad de sacar de todos los países europeos está llena de infidelidades de monjes
algún provecho pecuniario a costa de sus riquezas acumuladas en materia de castidad, aunque abundan también las exageracio-
durante siglos24. nes27.
La Reforma tridentina modificará la encomienda, pero de La relajación de costumbres no alcanzó solamente a los mo-
algún modo perdurará en muchas partes, con pleno consenti- nasterios masculinos; también los monasterios de monjas estaban
miento de la Curia romana, hasta bien entrado el siglo xx 25 . en la misma situación y aun peor; los escándalos eran mayores.
— La Peste Negra.—A mediados del siglo xiv tuvo lugar una Las fiestas mundanas no eran infrecuentes dentro de la clausura;
epidemia general, llamada Peste negra (1348-1350) que apenas las monjas se acicalaban como las damas de la Corte, y algunos
en dos años acabó con más de cuarenta millones de personas en monasterios andaban entre sí en competencias de belleza28.
Europa. No pudo menos de repercutir muy negativamente en to- No conviene, sin embargo, exagerar, puesto que de la vida de
das las comunidades religiosas que se vieron diezmadas y algunas los conventos de este tiempo, los autores satíricos, e incluso los
hubo en las que fallecieron todos sus componentes. Muchos mo- visitadores, ponen de relieve lo más negativo, porque lo que suele
nasterios y conventos quedaron vacíos. Fue necesario proceder a ser la vida habitual en un monasterio o en un convento no se
un nuevo y apresurado reclutamiento de vocaciones. Los monas- menciona nunca en las actas de las visitas canónicas. Como dice
terios con grandes latifundios tenían que encontrar a toda costa
nuevos brazos para las faenas agrícolas. No faltaron casos en los 26
DENIFLE, E., La désolation des églises, monastéres ethopitaux en Francepen-
que los propios reyes hacían entrar en los monasterios o en los
dant la guerre de cent ans, II, París, 1897, p. 60.
27
ALVAREZ, J., La vida religiosa ante los retos de la Historia, Madrid, 1979,
24
BERLIERE, U., Les élections abatíales au moyen age, Bruselas, 1927, p. 63. p. 136.
28
25
ASTUTI, A., Origini e svolgimento storico delta commenda, Turín, 1933; Cancionero de Baena, Madrid, 1851, nn. 92; 232; GARCÍA VILLOSLADA, R.,
MOLLAT, G., Bénéfices ecclésiastiques en Occident, DTC, 2, 406-449. Historia de la Iglesia, BAC, II, Madrid, 1960, p. 527.

438 439
Dom Schmitz, con «los procesos verbales de las visitas y de los principios del siglo xiv, caló muy profundamente en las Ordenes
Capítulos generales de la Orden de Cluny..., se podría escribir monásticas, de modo que, a pesar del panorama tan triste descrito
una historia escandalosa de la Orden utilizando extractos. Esa anteriormente, en todas ellas se advierte la presencia de pequeños
historia que no contendría nada que no fuese verdadero, sería, sin núcleos que se irán extendiendo hasta convertirse en un auténtico
embargo, completamente falsa. Presentaría como hechos genera- movimiento de renovación interior. Unos cuantos monjes fervo-
les los casos aislados, y como numerosos los hechos raros» 29 . rosos reformaban un antiguo monasterio o fundaban uno nuevo,
— El Cisma de Occidente. —También el Cisma de Occidente del cual salían después monjes para otros monasterios a los que
que durante cuarenta años(1378-1417) dividió a la Iglesia, reper- iban ganando para la Reforma. Cuando eran varios los monaste-
cutió negativamente en la vida religiosa. Cada orden religiosa, y rios reformados se constituían, con el permiso de la autoridad co-
con frecuencia cada Comunidad local, se dividió primero en dos rrespondiente, en una Congregación de Observancia, que tomaba
bandos, y después en tres, según las respetivas obediencias ponti- el nombre del monasterio del que había partido la reforma.
ficias. A veces, el abad estaba por un bando y la Comunidad por
otro. Los diferentes papas no se ruborizaban de conceder licen-
cias verdaderamente absurdas, como dispensar de la obediencia a
6.1. Congregación de Santa Justina de Padua
los propios Superiores o de la pobreza personal y comunitaria, a
fin de conseguir algunos propagandistas más para su causa.
Antonio Carrer, sobrino de Gregorio XII, había expulsado de
No hay que extrañarse que en este contexto de decadencia y
la abadía de Santa Justina de Padua a los Benedictinos en plena
relajación fuesen frecuentes los ataques a la vida religiosa. Abun-
decadencia, para entregársela a los Olivetanos; pero ante las pro-
dan en la literatura; y también por parte de los teólogos, e incluso
testas y la promesa formal de implantar la Reforma les fue de-
de las mismas universidades en cuanto tales, con sus célebres A vi-
vuelta por Gregorio XII, el cual les nombró como abad a un Ca-
samenta. Destacaron por su virulencia el inglés Juan Wyclif
nónigo Regular, el veneciano Luis Barbo (1408), el cual aceptó el
(muerto en 1384) y el bohemo Juan Hus (muerto en 1415). La
cargo y profesó la Regla de San Benito (1409)30.
doctrina de ambos fue condenada por el Concilio de Constan-
El nuevo abad emprendió, de inmediato, una amplia y pro-
za29 bis.
funda obra de reforma, teniendo como fundamento el retorno a la
pobreza, a la estabilidad y a la vida común estricta, no sólo de su
monasterio, sino también de otros que le pedían su ayuda. En
6. Congregaciones de Observancia 1419, el papa Martín V aprobó la nueva Congregación de Santa
en las Ordenes Monásticas Justina de Padua, con una centralización muy parecida a la de
Cluny, aunque muy pronto Luis Barbo renunció a su poder per-
La situación de la vida monástica, a lo largo de los siglos xm y sonal centralizador en beneficio del Capítulo General anual com-
xiv, no podía ser más calamitosa. De su propio interior, puesto puesto por los Superiores y delegados de cada monasterio, que se
que del exterior, ni siquiera de la Santa Sede, no podía esperar reunió por primera vez en 1424. El capítulo elige un definitorio
ayuda alguna, brotarán las fuerzas que impulsarán la vida monás- de nueve miembros, seis abades y tres monjes, los cuales tienen
tica hacia un nuevo florecimiento. poder legislativo, en cuanto que dan decretos e interpretan la ob-
El clamor por la reforma de la Iglesia que se generalizó desde servancia; poder ejecutivo, porque pueden disponer de los mo-
nasterios y de sus bienes; y poder electivo, en cuanto que eligen a
los abades, a los priores y a los oficiales de cada monasterio.
19
SSHMITZ, Ph., Histoire de l'Ordre de Saint Benoit, III, Maredsous, 1948, pp. 9-
10.
30
29 b¡s HVRI, 74-76. TASSI, I., Ludovico Barbo (1381-1443), Roma, 1952.

440 441
Esta Reforma, aunque con ciertas dificultades al principio, extendió la reforma a Hungría, Bohemia, Polonia y Baviera,
acabó por imponerse a todos los monasterios benedictinos más creando la Congregación que lleva el nombre de su monasterio,
importantes de Italia y de Sicilia: San Pablo extra Muros (1426); afiliándose a la Observancia de Subiaco.
San Vidal de Rávena (1472); Cava (1497); Subiaco (1516).
Desde la incorporación de Montecasino (1505), la Congregación
asumió el nombre de este monasterio31.
6.3. Congregaciones de Observancia en Francia

La Pragmática Sanción de Bourges (1438) tuvo efectos desas-


6.2. Congregaciones de Observancia en Alemania y Austria trosos, porque dejó en manos del rey el nombramiento de los
abades hasta el Concordato de 1516. La vida monástica y, con-
En Alemania, la Reforma monástica bendictina partió de va-
cretamente, los monasterios cluniacenses no podían estar en peor
rios monasterios, que se convirtieron en cabeza de varias Congre-
situación. Fue el abad Juan III de Borbón (1456-1485) el que ini-
gaciones de Observancia. El monasterio de Kastel, hacia el año
ció la Reforma de Cluny, pero será su sucesor, Jacobo II de Am-
1380, bajo el mandato del abad Otón Nortweiner, reunió en
boise (1485-1510), quien la llevará a cumplimiento, empezando
torno a sí a otros veinte monasterios, dando lugar a la Congrega-
por la expulsión de muchos que de monjes no tenían nada más
ción de Kastel.
que el nombre, restableciendo la vida común y promulgando un
La Congregación de Bursfeld (Hannover) tuvo su origen en el decreto general de reforma en 1494. Uno de sus mejores colabo-
Concilio de Basilea (1431), al que asistieron varios monjes bene- radores en la expansión de la reforma cluniacense fue Juan Rau-
dictinos reformados del norte de Alemania. El verdadero inicia- lin (1497), que había sido un gran predicador, antes de su in-
dor fue Juan Dederoth (muerto en 1439), monje de Northeim. Se greso.
inspiró en la Reforma de Santa Justina de Padua, pero mante-
niendo la autonomía de cada monasterio; y considerando los de- En torno al monasterio de Chezal-Benoit (Bourges) organizó
cretos de los Capítulos Generales obligatorios solamente después el abad Pedro Dumas (1479-1492) una pequeña Congregación
de la aprobación de tres Capítulos generales consecutivos. Por de Observancia inspirada en los estatutos de Santa Justina de
mantenerse en una fidelidad estricta a la tradición más pura de la Padua.
Regla de San Benito, la Reforma de Bursfeld logró captar para sí También la Congregación de Fontevrault llevó a cabo su re-
la mayor parte de los monasterios del norte de Alemania y, des- forma por medio de la abadesa María de Bretaña (1457-1477) y
pués de Bélgica, Holanda y Dinamarca. El cardenal Nicolás de su sucesora en el cargo, Ana de Orleans (1478-1491).
Cusa fue uno de sus propagandistas más entusiastas. Una reforma más generalizada fue emprendida, de oficio, por
el cardenal Jorge d'Amboise, legado apostólico en Francia (1501-
La Congregación de Melk (Austria) surgió por mandato de un
1510), obligando a los obispos a restablecer la disciplina en los
Concilio. Los padres conciliares del Concilio de Constanza impu-
monasterios relajados.
sieron a los Benedictinos que habían tomado parte en él la Re-
forma de sus monasterios. Los 133 abades que componían la pro-
vincia de Maguncia-Bamberga se reunieron en Capítulo (1417),
comprometiéndose a cumplir las disposiciones reformistas de la 6.3. Congregaciones de Observancia en España
Benedictina de Benedicto XII. Nicolás Seyringer, abad de Melk,
Las normas de reforma decretadas en el siglo xm por Inocen-
31
cio III y por Benedicto XII en el siglo xiv, no tuvieron ningún eco
TRIFONE, B., Ludovico Barbo e i primordi della Congregazione benedettina di
Santa Giustina, «Tiv. stor. benedettina», 5 (1910), 269-280; 364-396, 6 (1911),
en los distintos reinos de España; quizá algo en la Congregación
368-392. tarraconense que, desde mediados del siglo xiv poseía ya unas

442 443
Constituciones propias y celebraba regularmente los capítulos es- Cogolla y Santa María de Montserrat, cuyo abad García Jiménez
tablecidos por Benedicto XII. La vida monástica en el reino de de Cisneros puso por escrito las costumbres de la Congregación
Castilla fue objeto de reflexión en los Concilios o Sínodos de Va- de Valladolid para su propio monasterio 34 .
lladolid (1322) y de Burgos (1411) 32 . En ellos se renovaban las
disposiciones de la Curia romana relativas a la celebración de los b) Los Benardos españoles.—La situación del Císter en los
Capítulos, a la vida común, a la pobreza personal, a la obligación monasterios españoles era mucho mejor que la de los monasterios
de llevar un hábito uniforme, y a la prohibición de la girova- cluniacenses, porque los Capítulos Generales que la Orden cele-
gancia. braba con bastante escrupulosidad no pudieron menos de reper-
cutir en la observancia religiosa. Hay monasterios masculinos
a) La Congregación benedictina de Valladolid.—EX mona- como los de Poblet (Tarragona) y Piedra (Zaragoza); y los feme-
cato benedictino no estaba en una situación buena, a causa, sobre ninos como el de las Huelgas (Burgos) y el de San Clemente de
todo, de la encomienda. Abundaban también los monjes giróva- Toledo, que brillan por su observancia estricta. No obstante, en la
gos, que escandalizaban a los fieles con su conducta. Con el nom- segunda mitad del siglo xv también el Císter empieza a contami-
bre de La Claustra designan las viejas crónicas españolas la rela- narse de la decadencia de la Iglesia en general, y de la vida mo-
jación de los monasterios y conventos en el siglo xiv. La reforma nástica en particular, a causa, sobre todo, por lo que a esta última
benedictina en España tuvo su primer impulsor en el rey de Casti- se refiere, de la encomienda.
lla, don Juan I, el cual fundó én su propio alcázar de Valladolid el La Reforma iniciada en el benedictinismo con la Congrega-
monasterio de San Benito (1390) con 18 monjes que mandó venir ción de Valladolid fue también un revulsivo para el Císter. El mo-
de diversos monasterios castellano-leoneses, especialmente de Sa- vimiento de reforma en el Císter partió del monasterio del Piedra,
hagún (León), que, por entonces, atravesaba por un momento de uno de los monasterios cistercienses españoles con mayor vitali-
especial fervor y observancia. Fue el punto de partida de la Con- dad a principios del siglo xv. Uno de sus monjes, que había sido
gregación benedictina de Valladolid. Esta, sin embargo, no pudo Jerónimo, Martín de Vargas, fue el promotor de un retorno a la
plasmarse propiamente hasta 1436, cuando los monasterios es- observancia primitiva del Císter. El papa Martín V le dio el visto
pañoles rompieron su unión con las abadías francesas de las que bueno con la bula Pia supplicum vota (24-10-1425), permitiendo
dependían. El momento de su mayor pujanza llegará con los Re- el libre tránsito de los Cistercienses a la nueva Congregación de
yes Católicos. Observancia, sin que los obispos ni los propios Superiores de la
En 1489, los priores de Valladolid fueron declarados cabeza Orden lo pudieran impedir. El papa le daba también la posibili-
de la Congregación por decreto del papa Inocencio VIII33. La Re- dad de crear sus propios estatutos congregacionales.
forma se gobernaba, no por las leyes escritas, sino más bien por Martín de Vargas inició la empresa reformadora del Císter
costumbres inspiradas en la legislación de la Congregación de fundando un monassterio que bautizó con el significativo nombre
Santa Justina de Padua. Llegó a contar con 45 monasterios, entre de Montesión, en las cercanías de Toledo, que se convirtió en el
los que sobresalían Santa María de Frómista, San Juan de Burgos, centro catalizador de una serie de pequeños eremitorios. Después
San Salvador de Oña, San Miguel de Zamora, San Millán de la pasó a Palazuelos (Valladolid). La Reforma de Martín de Vargas
no encontró el camino fácil, a pesar de la protección de los reyes
32
castellanos, porque la centralización existente en el Císter le puso
TEJADA Y RAMIRO, Colección de Cánones de la Iglesia española, III, 489-491
LÓPEZ MARTÍNEZ, N., Sínodos burgaleses del siglo xv, «Burgense», 7 (1966), 273-
276. M
COLAMHAS, G., Estudios sobre el primer siglo de San Benito de Valladolid,
33
ZARAGOZA PASCUAL, E., Los generales de la Congregación de San Benito. II: Montserrat, 1954; ID., Un reformador benedictino en tiempos de los Reyes Católi-
Los Priores; II: Los Abades trienales (1499-1568), Santo Domingo de Silos, 1973 y cos, García Jiménez de Cisneros, Montserrat, 1955; SERNA, C , El voto de clausura
1976. en la Congregación de Valladolid, «Studia Silensia», 1 (1975), 149-182.

444 445
en frente todo el poder de los Capítulos generales. La ofensiva se
inició en el Capítulo de 1433 a causa del monasterio de Val- 18.
buena, que se había sumado a la Reforma. Pero, a pesar de la
oposición, Martín de Vargas logró dar remate a su obra reforma-
Congregaciones de observancia
dora, consiguiendo del papa Eugenio IV la aprobación para su es- en las Ordenes Mendicantes
tructura jurídica con la bula Addecorem (25-11-1434).
La obra de Martín de Vargas recibió un golpe, tanto más duro
cuanto menos esperado, del papa Nicolás V que la suprimió en
1450, pero fue muy pronto restaurada por el papa español Ca-
lixto III (1455-1458), consiguiendo desde entonces un rápido
afianzamiento. Quedaba así constituida la Congregación de Casti-
lla, o más exactamente Sagrada Congregación de San Bernardo y
Observancia de Castilla, aunque también recibió el nombre de
Congregación de Montesión y el de Regular Observancia de Es-
pana. Estos cistercienses españoles eran conocidos por el pueblo Bibliografía
como los Bernardos. Sus monasterios más importantes fueron los
de Herrera, Huerta, Montesión, Moreruela, Osera, Ovilla, Pala- DELARUELLE, E., L'Église du Grand Schisme et de la cris conciliaire,
zuelos, Sobrado; Valbuena, Valdediós, Valdeiglesias y Valpa- t. XV de Histoire de l'Église, dirigida por FLICHE-MARTIN, París, 196, pp.
raíso 35 . 317-477; GARCÍA VILLOSLADA, R., Historia de la Iglesia Católica, BAC,
También los monasterios cistercienses de Aragón, a partir del III, Madrid, 1960; GLORIEUX, P., Prélats francais contre Religieux men-
siglo xvi, iniciaron un movimiento de restauración, pero fue, so- diants, «Rev. d'Hist. de l'Église de France», 11 (1925), 309-331, 471-
495; BERTHE, M., Famines et épidémies dans les navanaises á la fin du
bre todo, Felipe II quien promocionó una reforma semejante a la
Moyen Age, I, París, 1984; BIRABEN, J. N., Les hommes et la peste en
llevada a cabo en Castilla, para evitar las interferencias de extran- France et dans lespays méditerranées, 2 vols., París-La Haye, 1975-1976;
jeros en los asuntos de la Iglesia en España. Para ello solicitó del GEREMEK, Truands et miserables dans l'Europe moderne 1350-1600),
papa, en 1562, la exención de los Cistercienses de la Corona de París, 1980; DENIFLE, E., La désolation des églises, monastéres ethopitaux
Aragón de la autoridad de Citeaux. No lo consiguió; pero la Con- en France pendant la guerre de cent-ans, 2 vols., Maijon, París, 1897-
gregación de Aragón se formará en tiempos de su hijo Felipe III, 1899; MORTIER, A., Histoire des Maitres Généraux de l'Ordre des Pré-
a pesar de la oposición de los monasterios catalanes, especial- cheurs, París, 1907; BELTRÁN DE HEREDIA, V., Historia de la reforma de la
mente del de Poblet. La nueva Congregación aragonesa fue apro- provincia de España, 1450-1550, Roma, 1939; ID., LOS comienzos de la
bada por el papa Paulo V (1616) 36 . reforma dominicana de Castilla, «Archivum Fratrum Praedicatorum», 28
(1958), 221-262; LEJARZA, F. de, URIBE, A., Introducción a los orígenes
de la Observancia en España. Las reformas de los siglos xiv y xv, Madrid,
1957; ZIMMERMAN, B. M., Les reformes dans l'Ordre du Carmel, «Études
Carmelitaines», 2 (1934), 155-195; FALOCI PULIGNANI, M., IIB. Paoluc-
cio Trinci e i Minori Osservanti, Foligno, 1926; GARCIA ORO, J., La refor-
ma de los religiosos españoles en tiempo de los Reyes Católicos, Vallado-
lid, 1969; ID., Reformas y Observancias: Crisis y renovación de la vida re-
ligiosa española durante el Renacimiento, «Rev. de Espirit.», 159-160
MARTIN, N., LOS bernardos españoles, Palencia, 1953; ALTISENT, A., Cister- (1981), 191-213; ID., Conventualismo y Observancia, en A A . W . , His-
cienses, D H E E 1 414. toria de la Iglesia en España, III, 1.°, pp. 211-350; ID., Cisneros y la refor-
"'QUER Y JOVER, J. J., Catalunya Cistercenca, Barcelona, 1967. ma del clero español en tiempos de los Reyes Católicos, Madrid, 1971;

446 447
GUTIÉRREZ, D., LOS Agustinos en la Edad Media, 1357-1517, Roma, sino algo que pertenece a todos los cristianos1. Estas críticas 9&'
1977; ALVAREZ, L., La crisis de la vida religiosa afínales de la Edad Me-
dia, «Rev.Agust. de Espirit.», XV (1974), 37-82; ID., La Observancia quirieron caracteres preocupantes para los Mendicantes en 6
agustiniana de Castilla en el siglo xv: Corrientes espirituales, organización Concilio II de Lión (1274), el cual cedió a las presiones de 1°
y régimen de vida, l.c, XIII (1973), 63-105; ESTRADA ROBLES, B., LOS obispos que se lamentaban de la independencia pastoral de 1°
Agustinianos Ermitaños en España hasta el siglo xix, Madrid, 1988. frailes2.
A pesar de la ardorosa defensa que de los Mendicantes hici e '
ron los cardenales San Buenaventura, franciscano, y Pedro de í a '
rantasia, dominico, el Concilio decretó la supresión de todos I o
Mendicantes, a excepción precisamente de los Franciscanos y "•
los Dominicos. Ya se ha visto también anteriormente cómo \°f
Carmelitas, Siervos de María y Agustinos, consiguieron despU e
1. Crítica a las Ordenes Mendicantes la definitiva aprobación pontificia, pero otras Ordenes no t u v i e '
Durante el siglo xm, las Ordenes Mendicantes habían cono- ron la misma suerte y fueron suprimidas.
cido un éxito sin precedentes en la historia de la vida religiosa, es- Las controversias ya descritas en torno a la pobreza de Crist 0 '
pecialmente los Franciscanos y los Dominicos. Sus comunidades que enfrentaron a los Franciscanos con el papa Juan XXII, coi 1 '
se multiplicaron por toda Europa. Pero el éxito fue acompañado tribuyeron, a lo largo de los siglos xiv y xv, a hacer más s o s p e '
también de algunas críticas. A mediados del siglo xm tuvieron lu- chosa aún la pobreza de las Ordenes Mendicantes, hasta el p u n t í 7
gar las disputas con los maestros seculares capitaneados por Gui- de que en la literatura se hizo corriente la sátira contra a q u e l l a
llermo de Sain-Amour. Los Mendicantes fueron acusados de con- pobres voluntarios que se servían de la profesión de la p o b r e ^
currencia desleal en las cátedras universitarias. A continuación, vi- para alcanzar más fácilmente las riquezas y el confort, y que pr^"
nieron las críticas de muchos obispos que veían en la labor dicaban la pobreza de Cristo, pero no la practicaban. Se consid^'
pastoral de los Mendicantes una intromisión en el campo pastoral raba como un verdadero robo a los pobres auténticos las limosna
de los párrocos, con la consiguiente disminución de sus ingresos recogidas por los frailes pedigüeños, especialmente a raíz del** 5
económicos. hambres generalizadas en toda Europa, simultáneas a la Pes*^
Negra del año 13483.
Pero no todo era cuestión meramente pecuniaria. Había tam-
bién un problema teológico de fondo; por lo menos, así le parecía A mediados del siglo xv, a causa, en buena medida, de qi>^
a Guillermo de Saint-Amour, según el cual la mendicidad no es muchos pobres son confundidos con vagabundos sembradores &°
un camino que lleve a la perfección cristiana, siendo tan claras las falsas doctrinas, porque éstos se presentan con frecuencia bajo \0$
exhortaciones de San Pablo, que exigía a los cristianos de Tesaló- apariencias de aquéllos, la mendicidad por parte de quienes gozg*1*
nica que vivieran del trabajo de las propias manos. Es cierto que de buena salud, se considera contraria a la ley natural, de mocJ 17
los Mendicantes, según se ha visto anteriormente, salieron victo- que solamente se tiene por pobre de verdad a aquel que, corr**7
riosos de esta contienda con los maestros seculares de la Universi- tal, es conocido personalmente 4 . Esta actitud no sólo hace que £ ^
dad de París, pero no es menos cierto también que la pobreza vo- mire de reojo a aquellos frailes robustos que van pidiendo l*"
luntaria de los Mendicantes, que vivían a expensas de la cuesta-
ción de puerta en puerta, quedó muy desacreditada ante la 1
DUFF.IL, M. M , Guillaume de Saint-Amour et la polémique universitairepaf*
sociedad, porque se consideraba que, de ese modo, los Mendican- sienne (1250-1259), París, 1972.
tes arrebataban a los pobres de verdad unas limosnas que necesi- 2
GLORIEUX, P., Prélats franjáis contre Religieux mendiants, pp. 309-331.
3
taban para vivir; tanto más, según decía Gerardo de Abbeville, BERTHE, M., Famines et épidémies..., pp. 317-323; BIRABEN, J. N., Les horf1
que el ideal de la pobreza no es exclusivo de los Mendicantes, mes et la peste..., I, pp. 52-63.
4
GEREMEK, B., Truands et miserables..., pp. 15-18.

448 449
mosna de puerta en puerta, sino que su misma predicación en fa-
Las dispensas de la observancia regular concedidas inicial-
vor de los pobres no siembre es bien aceptada por los fieles. mente por razones plenamente justificadas, como podía ser la ne-
cesidad de ausentarse de la comunidad para realizar estudios en
los centros universitarios o para desempeñar determinados minis-
2. Causas de la decadencia de las terios apostólicos, con el correr de los años se concedían, sin justi-
Ordenes Mendicantes ficación religiosa alguna, tanto por parte de los propios superiores
como, incluso, de la misma Santa Sede, que con ello obtenía unos
Todas las causas señaladas para la decadencia de las Ordenes ingresos suplementarios nada despreciables. Estas dispensas y pri-
monásticas en el capítulo anterior, pueden aplicarse también, a vilegios para las ausencias de la comunidad y especialmente en
excepción de la encomienda, a las Ordenes Mendicantes. Sin du- materia de pobreza, dieron lugar a una serie de abusos que la lite-
da que los Frailes Mendicantes estaban afectados por aquella de- ratura satírica del tiempo no dejó de exagerar, aunque en buena
cadencia general de la Iglesia de los siglos xiv y xv. En los Mendi- medida responden a la realidad.
cantes se manifiestaba en la pérdida del fervor tan característico La mejor confirmación de este lamentable estado de las Orde-
de los orígenes de cada Orden y en la relajación de la disciplina nes Mendicantes está en los Capítulos Generales y Provinciales,
regular. Lo mismo que en las Ordenes monásticas, las dispensas en las visitas canónicas de los Superiores, en las pláticas y confe-
fácilmente concedidas unas veces por superiores complacientes y rencias que se imparten a los religiosos; pero no hay que olvidar
otras por la misma Santa Sede para ganarse, sobre todo, en la nunca que al lado de las cosas que se condenan, existen siempre
época del Cisma, partidarios para la propia causa, estaban aca- muchas otras cosas buenas que no se mencionan, porque la regu-
bando con la vida común, y especialmente con la pobreza. laridad en la observancia de la disciplina religiosa se considera lo
Entre las causas generales de decadencia de la vida religiosa habitual en cualquier comunidad. La mejor prueba de ello está en
en general, es preciso señalar algunas que proceden de la peculia- que, al lado de tantos frailes inobservantes, emerge la figura de
ridad misma de los Mendicantes. La más importantes era, sin du- innumerables santos y éstos son solamente la punta del iceberg de
da, la dificultad dé compaginar armónicamente el ideal de la dis- la santidad de cada Orden.
ciplina regular que los asemejaba a los monjes, con la desbordan- Las diferentes interpretaciones de un mismo ideal hacían pre-
te acción apostólica que emprendieron desde sus mismos oríge- ver, a medida que se radicalizaban, la aparición de dos ramas di-
nes. Fue preciso acudir con frecuencia a la dispensa de la obser- ferentes en cada Orden Mendicante, según se insistiera en el rigo-
vancia regular, cosa que estaba prevista, especialmente en la Or- rismo o en la moderación. De hecho, no sólo surgieron ramas di-
den Dominicana. Pero la dispensa dejaba siempre en la mente ferentes, sino que se radicalizaron de tal manera las posturas que
una idea contrastante entre lo que era el ideal y lo que era la re- no hubo más remedio que reconocer la plena independencia de
alidad misma. Y esto no podía menos de provocar en las comuni- cada rama, dando lugar a Ordenes distintas. Este fue el caso de
dades y en las Ordenes en general una viva rivalidad entre quie- los Franciscanos, de los Carmelitas, de los Mercedarios y de los
nes auspiciaban un mayor retiro, y quienes, por el contrario, pre- Agustinos, aunque no todas las divisiones se produjeron al mismo
tendían una actividad apostólica cada día más comprometida. Fue tiempo ni en las mismas circunstancias5.
éste un fenómeno que restó muchas fuerzas al Franciscanismo, y, Las dos tendencias observadas, rigoristas y moderados, reci-
si bien no tan acentuadamente, también a las demás Ordenes ben, de un modo generalizado, en todas las Ordenes Mendicantes
mendicantes. Las disensiones entre rigoristas y moderados que los apelativos de Observantes y Claustrales o Conventuales, res-
fueron solucionadas, en general, por el pontificado en favor de los pectivamente. Ya se ha visto en el capítulo anterior cómo la pala-
más moderados, trajeron como resultado una convivencia comu-
5
nitaria difícil. ALVAREZ, L., La crisis de la vida religiosa afínales de la Edad Media, pp. 37-
82.
450
451
bra Claustra designaba «la vida monástica y conventural tradicio- plina interna de la Orden; pero en una situación así, no bastaba
nal en contraposición a las modalidades nuevas surgidas del pro- con los cauces que las leyes vigentes en la Iglesia y en la Orden
ceso de reforma» 6. Los Observantes, por su reiterada afirmación proporcionaban a los ministros generales. Eran necesarios unos
de retorno a los ideales primitivos de la Orden, tienen ganada de cauces no transitados hasta entonces por los Franciscanos ni por
antemano la simpatía de los fieles y de la Jerarquía eclesiástica; en los demás Mendicantes, ni tampoco por los monjes: las Congre-
cambio, los Claustrales o Conventuales suelen recibir una consi- gaciones de Observancia. Este movimiento proliferó por todas
deración despectiva o peyorativa, porque se supone que han de- partes entre los Franciscanos, pero especialmente en Italia, Fran-
caído del fervor primitivo. Otros términos equivalentes, positivos cia y España.
y negativos, son para los Observantes el de Familia, y para los
Claustrales el de Comunidad, durante un tiempo que va desde
principios del siglo xiv hasta la segunda mitad del siglo xvi, es de- 3.1. Observancia franciscana en Italia
cir, hasta que se implanta definitivamente la reforma de los Regu-
lares decretada por el Concilio de Trento. Fue su iniciador, después de algunos intentos fallidos por par-
te de otros frailes, el hermano Paulo de Trinci, el cual, con permi-
so del ministro general, fray Tomás de Frignano, se instaló (1368)
3. Los Hermanos Menores «simplieiter dicti» en el eremitorio de Brogliano, cerca de Foligno, con la finalidad
de observar en todas sus exigencias la Regla de San Francisco 7 .
Los fanáticos espirituales y las controversias en torno a la po- Pronto se le juntaron otros frailes, entre los cuales sobresalieron
breza de Cristo que, como se ha visto, concluyeron con la rebe- dos famosos predicadores, fray Ángel de Monteleone y fray Juan
lión y consiguiente excomunión de fray Miguel de Cesena, minis- de Stroncone, los cuales, en expresión de Waddíng, fueron «nue-
tro general de la Orden, llevaron a los franciscanos a una lamen- vos conductores de futura gran gente» 8. A medida que esta re-
table situación de decadencia y de indisciplina religiosa. El nuevo forma se afianzaba, encontraba más apoyo por parte de los minis-
ministro general, el francés fray Gerardo Odón (Guiral Ot), que tros generales, hasta el punto de serles concedido nada menos que
gobernó la Orden desde 1329 hasta 1342, consiguió unificar las el convento de la Porciúncula, cuna de la propia Orden. Fray
diversas tendencias, siguiendo las directrices provenientes de Paulo de Trinci fue elevado a la categoría de comisario general
Juan XXII y de Benedicto XII, aunque algunas de sus disposicio- para los 35 conventos y eremitorios reformados de Umbría y d e
nes contradecían, en cierta manera, el espíritu originario respecto las Marcas9.
a la pobreza comunitaria radical. Esta observancia se extendió ampliamente por Italia, por el
Aunque a lo largo de la segunda mitad del siglo xiv y a lo lar- gran ascendiente que tuvieron algunos de sus componentes, espe-
go de todo el siglo xv, los Franciscanos mantuvieron una gran ac- cialmente aquellos que fueron llamados «las cuatro columnas d e
tividad apostólica, como predicadores de grandes masas popula- la Observancia»: San Bernardino de Siena (muerto en 1444), el
res y con servicios especializados en favor de la Santa Sede, sin predicador de palabra arrebatadora que recorría las ciudades y
embargo, no pudieron menos de verse envueltos en las tinieblas pueblos de Italia inflamando a las gentes con la nueva devoción
generalizadas que oscurecían a las Ordenes religiosas y a la misma del nombre de Jesús; San Juan de Capistrano (muerto en 1456),
Iglesia en general. el predicador de la cruzada promulgada por Calixto III contra los
Algunos ministros generales como fray Marcos de Viterbo
7
(1359-1366), fray Enrique Alfieri (1387-1405) o fray Antonio WADDÍNG, AnnMin, 368, nn. 10 y 12.
Vinitti (1405-1420), se empeñaron en la restauración de la disci- " Ib., n. 20.
9
FALOCI, M., // beato Paoluccio Trinci da Foligno e i Minori Osservanti, Folig-
6
GARCÍA ORO, Reformas y Observancias..., p. 197. no, 1926.
453
452
turcos que dio la victoria a los ejércitos cristianos en Belgrado La Congregación de Observancia de los Franciscanos Coleti-
(1456); San Jacobo de la Marca (muerto 1476) y fray Alberto de nos se remonta a la misma fecha de la Reforma de las Clarisas
Sarteano (muerto en 1450), ambos eminentes predicadores 10 . Coletinas, porque la bula Quanto personas (1406), de Benedic-
to XIIII que aprobaba a éstas, permitía también que cuatro
En Italia existían otros grupos más reducidos de Observantes
«Franciscanos prudentes y sabios» residieran en los conventos de
como los Clárenos, que eran los seguidores del antiguo jefe de los
las Coletinas para su asistencia espiritual. Se dejaba en manos de
Espirituales, Ángel Clareno, que, entre 1437 y 1439 habían en-
la abadesa la designación y destitución de los frailes.
trado en la legalidad eclesial bajo la protección de algunos obis-
pos, y se incorporaron, finalmente, a la Orden en 1473 por con- Según parece, esta estrecha dependencia de Santa Coleta dio
cesión del papa franciscano Sixto IV; los Capreolantes, discípulos origen a que entre los Franciscanos se llamase, despectivamente,
de Pedro Capreolo, aprobados por Paulo II en 1467; y los Atna- Coletinos a los miembros de esta nueva Congregación de Obser-
deístas, seguidores del beato Amadeo Méndez de Sylva, aproba- vancia, que tiene como iniciador al ya mencionado fray Enrique
dos por Paulo II (1469). de Baume, director espiritual de la santa. Ambas Reformas, fe-
menina y masculina, crecían, lógicamente, a la par, porque cada
nueva fundación de Coletinas llevaba consigo la fundación de una
nueva comunidad de frailes reformados.
3.2. Observancia franciscana en Francia
Fray Enrique de Baume fue nombrado vicario general de la
nueva Congregación de Observancia por el ministro general, An-
Tiene su origen en la Reforma de las Clarisas llevada a cabo
tonio de Massa, en 1427, pudiendo recibir nuevos candidatos al
por Santa Nicoleta (familiarmente Coleta) Boylet de Corbie
noviciado y a la profesión, e incluso la facultad para designar a su
(1381-1447). Santa Coleta había realizado un largo camino espi-
sucesor en el cargo de vicario general. Todos estos privilegios le
ritual, primero entre las beguinas de Corbie, después entre las be-
fueron confirmados por el nuevo ministro general, Guillermo de
nedictinas de la misma ciudad; después entre las Clarisas Urba-
Cásale, en 1434.
nistas de Moncel; después entre las Terciarias Franciscanas de
Hesdin, y, finalmente, llevó vida de reclusa junto a la iglesia pa- Los Coletinos alcanzaron una gran difusión en Francia y en
rroquial de su propia ciudad natal durante algunos años. los Países Bajos. En el momento de la agrupación de todos los
Franciscanos Observantes en una sola Orden (1517), la Obser-
Después de haber experimentado algunas apariciones de San
vancia francesa constaba de 50 conventos12.
Francisco, salió de la reclusión para iniciar la Reforma de las Cla-
risas bajo la dirección del franciscano Enrique de Baume. El papa En el contexto de la Observancia franciscana francesa, hay
aviñonés Benedictino XIII aprobó su iniciativa, recibiendo él mis- que colocar la Orden de la Anunciación de María, fundada por
mo la profesión religiosa de la Santa en Niza; la nombró abadesa Santa Juana de Valois (1465-1510), esposa de Luis XII de Fran-
general de los monasterios reformados y le concedió facultad para cia, de quien tuvo que separarse en 1498. Cofundador de la Or-
recibir en sus monasterios a Clarisas provenientes de otras comu- den fue el franciscano observante fray Gilberto Nicolás, más co-
nidades. La Reforma de Santa Coleta se regía por la Regla estric- nocido como Gabriel-María. La Orden se había proyectado ini-
ta de Santa Clara con unas Constituciones propias muy rígidas, cialmente como mixta al estilo de los monasterios dúplices de la
especialmente respecto a la pobreza y a la clausura, aprobadas Edad Media, pero no se pudo llevar a cabo nada más que en la
por Pío II en 145811. rama femenina. Fue aprobada por Alejandro VI en 1501 13 .

12
10 LIPPENS, H., Henry de Baume, «Erüdiri», 1 (1948), 231-261; ODOARDI, G.,
BRENGIO, L., L'Osservanza francescana in Italia nelsec. XIV, Roma, 1963;
Colettani, DIP, 2,211-217.
PACETTI, D., San Bernardino da Siena vicario genérale dell'Osservanza (1438- 13
SALMÓN, J., Les Dames de Bourmont ou l'Histoire du couvent de la Annoncia-
1442), StudFranc, 17 (1945), 7-69.
11 de, 3 (1963), 369-374, 421-423, 437-443.
YVER, C , Sainte Colette de Corbie, París, 1911.

454 455
3.3. Observancia franciscana en España Jerónimo, pero con aprobación de Sixto IV se pasó a la Orden
franciscana, y fundó los conventos de Santa María de los Angeles
a) Varios grupos de Observancia.—-El iniciador de la Refor- (Sierra Morena) y de Belalcázar, dando lugar a una Observancia
ma franciscana en España fue fray Pedro de Villacreces, el cual, que fue aprobada por Alejandro VI en 1496.
en 1395, consiguió del papa aviñonés Benedicto XIII el permiso
para retirarse a la vida eremítica en una cueva de Arlanza (Bur- b) Reforma del cardenal fray Francisco Jiménez de Cisne-
gos); después trasladó su residencia a La Salceda (Guadalajara) y, ros.—Francisco Jiménez de Cisneros fue el hombre providencial
poco después, en 1403, a La Aguilera (Burgos), donde fundó el que implantó la Reforma de la vida religiosa en España de un
primer convento. modo definitivo antes de que en Europa estallase la Reforma pro-
La idea de Pedro de Villacreces era «reformar sin dividir», testante. Había nacido en Torrelaguna (Madrid) en 1436. Des-
por lo cual, al principio, sus conventos estaban sujetos, no sólo al pués de realizar brillantemente los estudios de derecho civil y ca-
ministro general de la Orden, sino también a los Superiores pro- nónico, y de teología en la Universidad de Salamanca, con miras
vinciales. Pero en 1418 el papa Martín V le concedió el privilegio a prosperar en la carrera eclesiástica, en la que logró introducirse
de elegir un vicario que gobernase sus conventos. Fue elegido co- en la Archidiócesis de Toledo, ingresó en 1484 en el convento
mo primer vicario el futuro San Pedro Regalado que, siendo to- franciscano observante de San Juan de los Reyes de Toledo. Isa-
davía un niño de trece años, había ingresado en la Aguilera en bel la Católica lo nombró su confesor en 1492; y en 1495 lo elevó
1403 como novicio. La Observancia villacreciana se caracterizaba a la dignidad de arzobispo de la sede primada de Toledo.
por un retorno al espíritu primitivo de la Orden, pero con un no- Cisneros fue el instrumento de la Reforma de los Regulares
table incremento de las austeridades. que los Reyes Católicos hacía tiempo que tenían planeada, y para
La Observancia española conoció una amplia expansión, mer- la que habían conseguido bulas y privilegios de la Santa Sede. La
ced sobre todo, a la acción del primer compañero de fray Pedro acción reformadora de Cisneros tuvo efectos más sólidos y dura-
de Villacreces, fray Pedro Santoyo, el cual llegó, incluso, a consti- deros en los conventos tanto masculinos como femeninos de la fa-
tuir una provincia independiente de la Observancia villacreciana, milia franciscana, aunque alcanzó también a todas las demás Or-
y aunque conservará hasta su muerte (1431) una gran simpatía denes religiosas, tal como se disponía en el breve pontificio de 27
por ésta, sin embargo, agregó sus conventos a la disciplina de la de mayo de 1493, que autorizaba a los Reyes Católicos para de-
Observancia italiana. signar un comisario que visitase y reformase todos los conventos y
El gran propagandista de la Observancia villacreciana fue fray monasterios de cualquier Orden religiosa existente en sus domi-
Lope de Salazar y Salinas, recibido por fray Pedro Villacreces en nios. La Reforma monástica y la mendicante estaba ya en marcha
el convento de La Aguilera cuando contaba apenas diez años. Tu- desde mucho tiempo antes en España. Pero, sin duda, Cisneros le
vo algunos roces con los conventos de fray Pedro Santoyo, que dio un fuerte impulso, aunque con mucha discreción para que,
estuvieron a punto de costarle la fusión de sus propios conventos como fraile ajeno, no apareciese como un intruso en los asuntos
con los de aquél, aunque al final todo acabó en una buena armo- de otras Ordenes 14 .
nía entre ambos grupos. Cisneros orientó su acción reformadora de un modo especial
Al fallecer en 1422 fray Pedro de Villacreces, quedó como hacia la familia franciscana. Sus intenciones eran acabar con el
promotor de la Observancia, San Pedro Regalado. conventualismo, a fin de que todos los franciscanos españoles
Casi al final de la época de las Observancias, concretamente aceptasen la Observancia. La provincia de Castilla ya aceptó, en
en 1487, surgieron otros núcleos franciscanos observantes, como principio, esta iniciativa cisneriana en 1493. De hecho, por el
el de fray Juan de Guadalupe, denominado Frailes Guadalupen-
14
ses y también Frailes del Santo Evangelio; en Extremadura; y el GARCÍA ORO, La reforma de los religiosos españoles en tiempos de los Reyes
de fray Juan de la Puebla, el cual había sido anteriormente monje Católicos, Valladolid, 1969; ID., Conventualismo y Observancia, pp. 211-349.

456 457
Breve Dudum certis iudicibus (18-6-1496), se conceden a los Ob- espiritual de los franciscanos observantes, hubo algunos intentos
servantes los conventos de la Comunidad que voluntariamente para unirlas con la Congregación de las Anunciadas francesas de
quisieran abrazar la Observancia en contra de disposiciones ante- Santa Juana de Valois, pero las Concepcionistas se opusieron te-
riores que lo prohibían. nazmente 19 . Desde 1511, se consolidó como una Orden autóno-
Paulatinamente, fueron acpetando la Reforma todas las pro- ma.
vincias, de modo que «en el decenio final del reinado (1506-
1516) se asiste a la agonía del conventualismo castellano y a una
profunda agitación del aragonés...; y el proyecto de Reforma asu- 3.4. La bula «he vos» (1517): División de la Orden
mido con tanto vigor por Cisneros y por los Reyes Católicos, cris- de los Hermanos Menores
talizaba en el Capítulo generalísimo de 1517» 15.
La Reforma de los conventos de Clarisas, que ya tenía un Una vez concluido el Cisma de Occidente, los ministros gene-
fuerte arraigo en varios monasterios reformados en torno al de rales se preocuparon por la unión y pacífica convivencia de las
Tordesillas, que desde 1380 había dado lugar a la «Familia de distintas familias franciscanas reformadas. En este sentido traba-
Tordesillas», fue bastante más fácil. Jurídicamente, fue suficiente jaron los ministros generales, fray Ángel Vinitti (1415-1418), y
con sacarlas de la dirección de los Observantes. Pero para tran- especialmente fray Guillermo de Casal Monferrato (1430-1442).
quilizar los ánimos e impulsar los espíritus hacia una aceptación San Juan de Capistrano redactó unas Constituciones con esta fi-
gozosa de la Reforma, fue valiosísima la ayuda prestada por la nalidad, que fueron aprobadas por el papa Martín V, llamadas
propia reina Isabel la Católica, la cual visitaba personalmente mu- por eso Martinianas, pero no se consiguió el efecto deseado de la
chos conventos, y conversando, y rezando con las mismas monjas, reunificación. Por todo ello, Eugenio IV, después del nuevo in-
las exhortaba a observar la disciplina regular, convirtiéndose así tento fallido del Capítulo General celebrado en Padua (1443) en
en la mejor colaboradora de Cisneros. el que tomaron parte más de dos mil franciscanos conventuales y
Cisneros favoreció también la nueva Orden de la Purísima algunos observantes como San Bernardino y San Alberto de Sar-
Concepción o Concepcionistas, fundada en Toledo en 1489 por teano, concedía tanto a la Observancia francesa como a la italia-
la dama de compañía de Isabel la Católica, Santa Beatriz de Silva na, por la bula Ut sacra (11-1-1446), una autonomía propia que
(1426-1491), nacida en Ceuta, de padres portugueses. La nueva equivalía en la práctica a la independencia total respecto de los
Orden de las Concepcionistas no es propiamente una rama de las Superiores Conventuales.
Clarisas, a pesar de que la Regla aprobada por Julio II (1511) ha- En la segunda mitad del siglo xv y en los primeros años del si-
ga mención expresa de San Francisco16; del cordón, «al modo de glo xvi no faltaron nuevos intentos de salvaguardar la unidad de
los Frailes Menores» 17 ; y de la sumisión al cardenal protector de la Orden franciscana; pero se habían creado ya demasiados inte-
los Frailes Menores de la Observancia18, porque la aprobación de reses, personales unas veces y comunitarios otras, y también de-
Inocencio VIII, en la bula ínter universa (30-4-1489), habla de masiadas tradiciones diferentes que fueron favorecidas por obis-
una casa y de la Regla de la Orden del Císter, y la Regla aproba- pos, por príncipes y reyes, de modo que la división se hacía ya ine-
da para ellas por Julio II no es ni la Regla de Santa Clara ni tam- vitable. Ni siquiera la ascensión al solio de San Pedro, del antiguo
poco una acomodación de la misma. Por estar bajo la dirección ministro general (1464-1467), Francisco della Rovere, con el
nombre de Sixto IV (1471-1484), fue capaz de conseguir la
15
GARCIA ORO, Conventualismo y Observancia, p. 288; MESSEGUER, J., La bula
unión.
«líe vos» y la reforma cisneriana, ArchlbAmer, 18 (1958), 257-361. La división se agravó aún más durante el mandato del minis-
16
Regla de la Orden de Nuestra Señora, c. II, n. 4, Zamora, 1984, p. 19.
17
Ib., c. III, n. 7, p. 25. 19
GUTIÉRREZ, E., Beatriz de Silva y el origen de la Orden de la Purísima Con-
18
Ib., c. IV, n. 9, p. 33. cepción, Valladolid, 1947.

458 459
tro general fray Gil Delphin (1500-1506), hombre de grandes co- A la Orden de los Hermanos Menores y a su ministro general,
nocimientos jurídicos y teológicos, pero de escasa prudencia. Su como legítimo representante oficial del franciscanismo, se le con-
acción en favor de la unión, llevada a cabo desde una visión ente- cedía la primacía jurídica sobre la Orden de los Hermanos Meno-
ramente personalista, no consiguió nada más que muchos conven- res Conventuales y sobre su ministro general, al que, incluso, se le
tos y frailes de la Conventualidad se pasaran a la Observancia, quitaba el nombre tradicional de ministró para llamarle maestro
entre otros el Estudio General de París. general de los Coventurales.
Ante el panorama de disensiones que se habían acrecentado En el momento de la división, los Hermanos Menores conta-
en el primer decenio del siglo xvi, el papa León X ordenó la cele- ban con unos 1.500 conventos y 30.000 frailes; y los Conventua-
bración de un Capítulo «generalísimo», en el que tomarían parte les con 1.200 conventos y 30.000 frailes20.
los Conventuales y los Observantes. Se celebró en Roma durante
los meses de mayo y junio de 1517, reuniéndose los Conventuales
en el convento-basílica de los Doce Apóstoles, y los Observantes 4. Observancia dominicana
en el convento de Santa María de Aracoeli. La doble sede capitu-
lar evidenciaba la realidad de dos Ordenes diferentes. Por más La Orden de Predicadores que no había conocido disensiones
que jurídicamente ambas dependieran aún de un mismo ministro internas por diferentes interpretaciones del espíritu originario, co-
general, la función de los vicarios generales de los Observantes mo había acaecido en el franciscanismo, experimentó de un modo
equivalía, en la práctica, a la de un ministro general. grave la división interna a causa del Cisma de Occidente. La Or-
Por consiguiente, el día 1 de junio ambos grupos se reunieron den se dividió en dos ramas, según la obediencia a la lista de los
en sus respectivas sedes capitulares para proceder a la elección de papas romanos o aviñoneses. Cada sector tenía su propio maestro
los respectivos ministros generales, con la aprobación del papa. general. No se agotaban aquí los males de la Orden, sino que, co-
Fueron elegidos, para los Observantes, fray Cristóbal Numai de mo los demás mendicantes y monjes, los Dominicos atravesaban
Forlí, a quien el papa, apenas un mes después, creó cardenal, y en este tiempo una grave crisis de observancia regular.
para los Conventuales, fray Antonio Marcelo de Cherso, elevado La Reforma fue iniciada por el beato Raimundo de Capua,
dos años más tarde a la dignidad arzobispal. León X promulgó el confesor de Santa Catalina de Siena y maestro general de la Obe-
12 de junio la bula Omnipotens Deus para limar asperezas entre diencia romana (1380-1399). Empezó por instituir en cada pro-
las dos familias franciscanas, confirmando al mismo tiempo am- vincia un convento de Observancia, en el que podían integrarse
bas elecciones. cuantos frailes quisieran retornar al espíritu primitivo de la Or-
Esta doble elección sancionaba definitivamente la división del den.
franciscanismo. León X, que no ocultaba sus simpatías por los En Italia se constituyó en fervoroso impulsor de esta Reforma
Observantes, sacrificó la unidad jurídica en bien de la paz; aun- el beato Juan Dominici (1347-1419), el cual, desde el convento-
que la decisión que tomó unos días después no contribuyó preci- de Santo Domingo de Venecia, expandió la Reforma por todo el
samente a fomentar esta paz. Con la bula he vos(29-6-1517), es- norte de la península, hasta formar la Congregación de la Obser-
tablecía la unificación de las diferentes ramas observantes existen- vancia de Lombardía, de la que fue nombrado vicario general en
tes en la Iglesia en una sola Orden, denominada Hermanos Me- 1393.
nores de San Francisco de la Regular Observancia, que, con el Antes incluso que en Italia, la Observancia dominicana se im- •
tiempo, se quedará en Orden de los Hermanos Menores, sin más plantó en Alemania por medio de fray Conrado de Prusia, el cual,
aditamentos; en cambio, a la otra rama le quedará para siempre el desde el convento de Colmar, la expandió por todo el país, inclu-
apelativo de Hermanos Menores Conventuales, casi como un
sambenito, al que sólo la reforma tridentina y el tiempo curarán 20
FONZO, L. di, / Francescani, Escobar, 1, p. 187; ID., La famosa bolla «líe
de su aspecto negativo. vos», non «he et vos», «Miscelánea Franciscana», 45 1945, 164-171.

460 461
so la llevó a los conventos de Suiza, y, por medio de fray Francis- (1425). De Suiza pasó a Italia, empezando por el convento flo-
co de Retz y fray Juan Níder, también a Austria21. rentino de las Selvas; pero el centro de la Observancia italiana pa-
La Congregación de Observancia de Holanda, iniciada por sará muy pronto al convento de Mantua (1430), que acabó dando
fray Juan van Uytenhove en 1464, agregó conventos del Báltico nombre a la Congregación Mantuana de Observancia, la cual tu-
oriental, de Irlanda y de Escocia, e incluso alguno de Francia22. vo vicario general propio desde 1442, siendo su gran promotor el
En España, la observancia empezó (1423) en el convento de beato Bautista Spagnoli, que llegará a ser Superior general de to-
Escalaceli, de Córdoba, por obra del beato Alvaro de Córdoba, a da la Orden (1513-1516). Junto a la Congregación de Mantua,
quien el papa Martín V (1527) nombró vicario general para todos gozó de mucha relevancia en la Orden carmelitana la Congrega-
los conventos que se adhiriesen a la Observancia; pero no consi- ción de Albi, iniciada en 1499, y difundida fundamentalmente
guió un gran arraigo23. Por eso, la Observancia española de los
por el mediodía francés. Menos importancia tuvo la Congrega-
Predicadores va a girar en torno al convento de San Pablo de Va-
ción del Monte Olívete (Genova).
lladolid por iniciativa de uno de sus frailes residente en Roma, el
cardenal Juan de Torquemada. La Congregación de Observancia Las Congregaciones de Observancia de la Orden carmelitana
de San Pablo de Valladolid o de Castilla fue oficialmente institui- no alcanzaron el radicalismo experimentado por otras Ordenes
da en 1474, al ser designado su primer vicario general, fray Juan Mendicantes, porque los propios Superiores generales, entre los
de San Martín. Fue tan eficaz su labor reformadora, que en 1505 que sobresalió el beato Juan Soreth (1394-1471), se esforzaron
todos los conventos castellanos estaban plenamente reformados, por promover la Reforma de todos sus conventos, insistiendo en
de modo que se prescindió incluso del apelativo de Congregación la pobreza, en el espíritu contemplativo a imitación del profeta
de Observancia24. En cambio, en los conventos aragoneses, a pe- Elias, y en la devoción mariana25.
sar de los esfuerzos de San Vicente Ferrer, no arraigó la Reforma
hasta bien entrado el siglo xvi por obra de fray Domingo de Mon-
temayor. 5.2. Siervos de María
La Reforma de las Monjas Dominicas fue a la par de la Refor-
La Congregación de Observancia entre los Servitas partió del
ma de la primera Orden.
convento de Monte Senario. Destruido materialmente por varios
terremotos, y también espiritualmente por las múltiples causas
5. Las Observancias Carmelitana, que llevaron a toda la vida religiosa a la decadencia en el siglo -
Agustianiana y Servita xiv, Monte Senario fue restaurado material y espiritualmente en
1405, convirtiéndose en el primer núcleo observante de los Servi-
5.1. Carmelitas tas. El papa Eugenio IV sustrajo en 1439 la Observancia a la obe-
diencia de los provinciales y la hizo depender directamente del
La Observancia carmelitana tuvo su punto de partida en Sui- prior general, a través de un vicario general. Esta Observancia se
difundió con rapidez y prestó muy buenos servicios a la Iglesia.
za, en el convento de Girone por obra de fray Tomás Connecte
En 1570, después de la Reforma tridentina, Pío V la suprimió a
21
petición del prior general, fray Azorelli, e incorporó sus 70 con-
BARTHELEME, A., La reforme dominacaine au XV siécle en Alsace, Estras-
burgo, 1931. ventos a la jurisdicción ordinaria de la Orden, acabando así con
22
MEYER, A. de, La Congrégation d'Hollande, Lieja, 1946. las denominaciones de Observantes y Conventuales entre los Ser-
23
BELTRAN DE HEREDIA, V., El comienzo de la reforma dominicana de Castilla, vitas.
pp. 221-262.
24
BELTRAN DE HEREDIA, V., Historia de la reforma de la Provincia de España
(1450-1550), Roma, 1939.
ZIMMERMAN, B. M., Les reformes dans l'Ordre du Carmel, pp. 155.195.
462 463
El convento de Monte Senario se convirtió de nuevo, poco La Observancia agustiniana de España fue iniciada por el ve-
después, en germen de un movimiento reformista de tipo eremíti- nerable Juan de Alarcón hacia 1438, y se extendió muy pronto
co, suscitado por fray Bernardo Ricciolini y alentado por los prio- por todos los conventos españoles, de modo que ya en 1505 se
res generales, con la aprobación de Clemente VIII (1593). De es- pudo prescindir de la denominación de Congregación de Obser-
ta nueva Observancia brotará la Obserwancia alemana que se di- vancia. Uno de los impulsores más activos de la Reforma agusti-
fundió ampliamente por el Tirol y por Bohemia, hasta que en niana española fue San Juan de Sahagún (1419-1479), desde su
1778 el gran duque de Toscana, Pedro Leopoldo, suprimió la vi- convento de Salamanca30.
da eremítica de la Congregación de Monte Senario, haciendo que
los frailes retornaran a la vida comunitaria estricta26.

5.3. Agustinos
La Orden agustiniana no había quedado tampoco indemne
frente a la decadencia generalizada de las Ordenes Mendicantes.
Entre los agustinos tenían «decisiva influencia, entre otras facetas
de la vida regular, los criterios imperantes en la interpretación y
práctica de la pobreza, tanto colectiva como individual» 27. No
faltaron disposiciones de los priores generales tendentes a corre-
gir estos abusos. Se esforzó, en este sentido, a principios del siglo -
xiv, el prior general, fray Alejandro de San Elpidio (1312-1326),
pero sin resultados positivos, de modo que el peculio, las asigna-
ciones y los estipendios fijos concedidos a los frailes por las fun-
ciones que desempeñaban en el convento se hicieron práctica ge-
neral en toda la Orden28. No era éste el único síntoma de la deca-
dencia de la Orden, pero entre todos los demás que afectaban a
todas las Ordenes, era, sin duda, el más importante, por lo que
significaba de discriminación entre los frailes, y de quiebra de la
vida comunitaria.
Ante una situación así, era lógico que se iniciase una reacción
en busca de la Reforma. Y es, sin duda, la Orden Mendicante en
la que más proliferaron las Congregaciones de Observancia: Con-
gregación de Lecceto (Siena) (1387), San Juan de la Carbonaria
(Ñapóles) (1389), Santa María del Popólo, llamada también de
Perusa (1430); Monte Ortone (1436), Lombardía (1439), Ale-
mania o Sajonia (1422) 29 .
26
FAUSTINI, F. M., I Serví di María. Breve Storia dell'Ordine, Roma, 1984.
27
ALVAREZ, L., Crisis en la vida religiosa a finales de la Edad Media, p. 66.
28
Ib., pp. 67, 68.
29
A esta Congregación Observante de Sajonia perteneció Martín Lutero, sien- 30
ESTRADA ROBLES, B., LOS Agustinos Ermitaños en España hasta el siglo xix,
do Vicario General de la misma Juan Staupitz.
pp. 56-63.
464 465
índice de temas,
personas y lugares

A Agustinas Recoletas, 392.


Agustinos, 381-395.
Abelardo, 62. Agustinos Descalzos, 390, 392.
Absalón de San Víctor, 239. Agustinos Recoletos, 390.
Acción Católica, 70. Aimerico de Montfort, 232.
Acebes, 337-339. Alano, Beato, 374.
Actividad apostólica, 53. Alarcos, 217.
Adrián, San, 128. Albaida, 217.
Adriano II, 412. Albaida, 122.
Adriano IV, 47. Albares, 126.
Adriano VI, 218. Albelda, 118.
Adrianópolis, 412. Alberico, San, 158, 161.
Aelredo de Rievaulx, 86, 90, Alberto, San, 366-368, 374.
168. Alberto de Pisa, Fray, 326.
África, 25. Alberto de Sarteano, San, 454.
Aguiana, La, 124. Alcántara, 217.
Aguilera, La, 456. Alcira, 389.
Agustín, San, 24-25, 52, 193, Alejandría, 399.
381-395. Alejandro III, 43, 172, 219, 225,
Agustín de Cantorbery, San, 23, 269, 427.
27. Alejandro IV, 221, 358, 428.
Agustinas, 391-393. Alejandro VI, 455.
Agustinas Descalzas, 392. Alejandro VIII, 249.
Agustinas Hospitalarias, 186. Alejandro de San Elpidio, 464.
Agustinas Recoletas, 392. Alejo Falconieri, 356.
Agustinos, 381-395. Alemania, 91.
Agustinos Descalzos, 390, 392. Almenar, 48.
Agustinas Hospitalarias, 186. Alfabeto cirílico, 414.

467
Alfama, 226, 228-229. Aralar, 115. Baudilio de Berlanga, San, 120. Bonagracia de Bérgamo, 329.
Alfonso I el Batallador, 48, 171, Árbol genealógico franciscano, Beatriz de Silva, Santa, 458. Bonfiglio, 356, 358.
209. 331. Beguinas, 185-186. Bonifacio, San, 27.
Alfonso II de Aragón, 207, 227. Ardingo, 357-358. Belalcázar, 457. Bonifacio, San, eremita, 99.
Alfonso VI, 120, 127, 172. Arezzo, 98, 431. Beltrán de Ferrara, 433. Bonifacio VIII, 190, 327, 375,
Alfonso VII, 47, 171,216. Argelia, 242. Benedictina, 422. 425.
Alfonso VIII, 48, 207, 338-339. Arlanza, río, 116. Benedicto XI, 356, 359. Bonifacio IX, 393.
Alfonso XIII, 226. Arles, 26. Benedicto XII, 41, 428. Bono, Juan, San, 386.
Alfonso Orozco, 392. Arnaldo Bossio, 377. Benedicto XIII, 226, 328, 434. Borgoña, 338.
Alfredo el Grande, 281. Arnaldo Brescia, 268. Benedicto XIV, 58. Boris, 412.
Alonso Fernández de Pecha, Arnótegui, 115. Benito de Aniano, San, 30. Bourg-Saint-Antoine, 189.
433-437. Arnulfo, Abad del Císter, 340. Benito Labre, 421. Boyl, Bernardo, 112.
Alteich, 91. Arosa, 132. Benizi, Felipe, San, 359-360. Brandsma, Tito, 376.
Alvarez Mendizábal, Juan, 436. Arrouaise, 36. Benjamín de Tudela, 367. Brectino, 382, 385-86.
Alvaro de Córdoba, 462. Arruzafa, La, 122. Berceo, 119. Brígida de Suecia, Santa, 432.
Alvaro de Luna, 253. Arsenio, eremita, 116. Berengario Tolón, Fray, 329. Brocardo, San, 368, 374.
Alvernia, 311. Artesanía, 67. Berenguer IV, 207. Brufangaya, 111.
Amadeistas, 454. Asís, 229-230, 297-298. Bernardino de Siena, San, 453. Brunacci, Clemente, 361.
Amalfi, 206. Aspromonte, 95. Bernardo, San, 62, 161-163, Bruno, San, 90, 136-151.
Ambrosio, San, 24. Astorga, 124-125, 128. 166-169, 201-203, 208, 237, Buenaventura, Doña, 372.
Ambrosio Traversari, 100. Aulps, 158. 426. Buenaventura, San, 287-290,
América, 190. Aurín, 113. Bernardo Boyl, 112. 297, 325-326.
Amposta, 207. Aviñón, 376. Bernardo Calvó, San, 173. Bulgaria, 411-412.
Ana de Orleans, 443. Aylesdorf, 374. Bernardo de la Cruz, 410. Burgos, 322.
Ancren Riwle, 90. Aymerico, 374. Bernardo Delicieux, Fray, 327. Bursfeld, 442.
Andalucía, 189,411. Aza, señores de, 336. Bernardo de Poblet, San, 173.
Andrés de San Víctor, 40. Azorelli, 463. Bernardo Prim, 272.
Ángel Clareno, 327-328. Bernardo de Quintavalle, 301. c
Angers, 104. Bernardo Tolomei, 431.
Angilramo, 28. B Bernardos españoles, 445-446. Caballeros de la fe, 193.
Annibaldi, Ricardo, 384. Bertoldo, San, 374. Caballeros del Grial, 209.
Anunciadas, 459. Balduino IV, 227. Bernardo Thirón, San, 83, 89. Caballeros de Malta, 207.
Anselmo de Cantorbery, San, 69. Baleares, 111-112. Bessarión, 409. Caballeros Portaespadas, 213.
Anselmo de Havelberg, 282. Banco del Espíritu Santo, 188. Betlemitas, 232. Caballeros de Rodas, 206.
Antimilitarismo, 194-195. Barbantinas, 432. Bibey, río, 129. Caballeros de Santiago, 186.
Antolínez, Agustín, Fray, 392. Barbo, Luis, 441. Bielorrusia, 406. Caballeros de Santiago de la Es-
Antonio Abad, San, 398-399. Barcelona, 32. Bierzo, 123-129. pada, 218.
Antonio Marcelo de Cherso, Barlaam, 404. Bixad, 407. Caballeros religiosos, 202.
460. Bartolomé de Sameri, San, 408. Bizancio, 274, 402. Caballeros seculares, 202.
Año Mil, 66-72. Basilianos, 406. Blaj, 407. Caballeros Teutónicos, 186, 212-
Apostolado, 53. Basilicata, 408. Boecio, 281. 214.
Apostolado eremítico, 82. Basilio, San, 182. Bohemia, 44. Caballeros de Trujillo, 225.
Apostolado universal, 267. Basilio de Moscú, 421. Bolandistas, 366. Cabasilas, Nicolás, 405.
Aragón, 113-116. Basilios españoles, 409-411. Bolonia, 348. Cabrera, isla, 112.

468 469
Cabrera, Sierra de la, 127. Cartuja en España, 146-47. Cistercienses, 153-178. Concilio de Agde, 84.
Cáceres, 214. Cartuja, espiritualidad, 147-151. Cistercienses Recoletas, 175. Concilio de Arles, 196.
Cafaggio, 358. Cartujos, 39, 135-151. Claraval, 162, 167. Concilio de Basilea, 442.
Calabria, 106, 367, 404. Casa de la limosna, 189. Claret, Antonio María, San, 253. Concilio de Calcedonia, 84, 398.
Calatayud, 48. Casayo, 130. Claret, Guillermo, 341. Concilio de Clermont, 26.
Calatrava, 216. Casiano, 98. Clareno, Ángel, 454. Concilio de Constanza, 442.
Caleruega, 336. Casilda, Santa, 117. Clárenos, 454. Concilio de Coyanza, 46.
Califa Al-Hakem, 199. Castidad conyugal, voto de, 220- Clara, Santa, 311,314-317. Concilio de Elvira, 195.
Califa Al-Zahil, 199. 222. Clarisas, 315-1317. Concilio de Florencia, 405.
Calixto II, 84, 214. Castilla, 116-121, 189, 336-337, Clarisas Urbanistas, 454. Concilio de Frankfurt, 85.
Calixto III, 453. 444. Claustra, 452. Concilio de Laodices, 22.
Camaldoli, 94-101. Castrojeriz, 117. Claustrales, 451-452. Concilio Lateranense II, 51, 186.
Camáldula, 94-101. Catalina de Siena, Santa, 461. Claustro del alma, El, 62. Concilio Lateranense, III, 57,
Camaldulenses, 97-101. Cataluña, 47-48, 98, 111-112, Clemente III, 212. 269.
Cambridge, 371. 189, 328, 371. Clemente IV, 358, 241, 425. Concilio Lateranense IV, 77, 84,
Canon 13 del Concilio IV de Le- Clemente V, 210, 226, 327, 425. 185, 274-278, 366, 427.
Catarismo, 268-269.
trán, 276-277. Clemente VIH, 245, 390. Concilio Lionense II, 77, 277-
Cautivos, 235-236.
Canonesas, 37. Clemente IX, 245. 278, 326, 359, 370.
Cava, 442.
Canónigos Regulares, 20, 46-50, Clemente XII, 390. Concilio de Maguncia, 29.
Cazalla, 437.
64. Cluny, 32, 72, 154-157, 423- Concilio de Nimes, 83.
Canónigos del Santo Sepulcro, Celanova, 131.
427. Concilio de Orleans, 26.
48. Celestino III, 227.
Código Teodosiano, 22. Concilio de Poitiers, 105.
Canónigos seculares, 35. Celestino III, 227. Concilio de Tours, 26.
Colegio de Misiones Extranjeras
Cantabria, 117. Celestino V, 327, 431. de Valladolid, 390-391. Concilios de Toledo, 26.
Cántico de las Criaturas, 312. Celestinos, 431. Coleta, Santa, 454-455. Concilio de Trento, 243, 390.
Cañas, 118. Cerulario, Miguel, 402. Coletinas, 455. Concilio de Troyes, 208.
Capítulo de las Esteras, 304, Cervantes, Miguel de, 242. Coletinos, 455. Concilio Trulano II, 84.
322. Cervera, 189. Colmar, 461. Concilio de Vannes, 84.
Capocci, Card., 358. Cesárea de Capadocia, 182. Colonia, 136. Concilio de Vienne, 210, 242.
Capreolantes, 454. Cesáreo de Arles, 183. Comendadoras, 205. Concordato de Worms, 36.
Carbajal (León), 49. Cesáreo de Espira, 308. Comendadoras de Calatrava, Congregación Camaldulense, 99,
Carlomagno, 29, 32. Cesáreo de Tirón, 117. 205. 101.
Carlos V, 207. Ceuta, 322. Comendadoras del Espíritu Congregación de Castilla (Cís-
Carlos Martel, 27. Cinco Villas, 114. Santo, 205. ter), 446.
Carlos Guidi, 433. Cipriano, San, 180. Comendadoras de Santiago, 205. Congregación de Fiore, 430.
Carracedo, 126. Circaria, 43. Comendadoras del Santo Sepul- Congregación de Fontevrault,
Carmelitas, 365-379. Circator, 43. cro, 205. 104-106.
Carmelitas, monjas, 372-374. Cirilo de Beloozero, 418. Comercio, 66, 258-259. Congregación de Grandmont,
Carta a todos los fieles, 318-319, Cirilo y Metodio, Santos, 401, Compañía dei Laudesi, 357. 106-108.
283-284. 412, 414-416, Comunidad, 452. Congregación del Gran San Ber-
Carta Caritatis, 40, 45, 163-164. Cisma de Occidente, 440. Comunidades de vida común sin nardo, 42.
Carrizo, 174. Císter, 423-427. votos, 185. Congregación de Mantua, 463.
Cartagena, 228. Císter en España, 171-173. Concepcionistas, 458. Congregación de Montesión,
Cartuja, 90, 96, 135-151. Císter en Portugal, 173-74. Conchas de Haro, 118. 446.
471
Congregación de Polonia, 406. Cuenca, 337. Domingo de Corullón, Santo, Ermitas, Nuestra Señora de las,
Congregación de San Clemente, Cuevas, Monasterio de las, 417. 127-128. 129-130.
115. Cultura: Domingo de la Calzada, Santo, Escapulario del Carmen, 378.
Congregación de San Lázaro, 39. — En las Ordenes Mendican- 119. Escolástica, 69.
Congregación de San Rufo, 36- tes, 284-286. Domingo de Guzmán, Santo, 45, Escorial, 435.
39. — En las Ordenes Militares, 251-252,267,273,333-354. Escudo de los Canónigos, El, 61.
Congregación de San Víctor de 232-233. Domingo de Silos, Santo, 110- Escuelas canonicales, 59.
París, 39-42. — En los Cistercienses, 175- 111. Escuelas catedralicias, 69.
Congregación de Valladolid, 44. 178. Dominicas, 350-354. Espirituales, 326-330.
Congregaciones autónomas, 185. Cura animarum, 54. Dominicos, 334-354. Esla, río, 171.
Congregaciones de eremitas, 77, Cuissy, 45. Doxov, 412. Espoleto, 299.
94-108. Duns Escoto, 231, 290. Estandartes de paz, 70.
Congregaciones de Observancia, Durando de Huesca, 269. Estartón, 113.
440.445. CH Duratón, río, 120. Esteban II, 27.
Congregación de Vallumbrosa, Esteban IX, 101.
102-104. Champaña, 1-57. Esteban Harding, 158-162.
Conrado de Masovia, 213. Chaise-Dieu, La, 138. E Esteban Thiers de Muret, 89,
Conrado de Prusia, 461. Chancelade, 36. 106-108.
Constantes del eremitismo, 78. Charroux, 70. Economía de consumo, 67. Estella, 108.
Constantinopla, 97, 401, 416. Chezal-Benoit, 443. Economía de mercado, 67. Estigmas de la Pasión (San Fran-
Constanza, doña, 246. China, 403. Egberto de York, San, 26-27. cisco), 310-311.
Controvesias: Egidio Romano, 395. Estilo cisterciense, 177.
— Canónigos Regulares y Egipto, 398. Estonia, 231.
Monjes, 62-64. D Eibar, 392. Enrique IV, 36.
— Maestros seculares y Men- Ejército cristiano, 195-197. Enrique V, 36.
dicantes, 286-289. Dar-El-Surinai, 400. Elias, Profeta, 366-368, 376. Enrique, monje, 89.
Conventuales, 415. Dalmacia, 305. Elias de Bombarone, Fray, 307, Enrique Alfieri, 452.
Conversos, Hermanos, 36-37, Dama del Universo, 214. 325-326. Enrique de Baume, 454.
43, 72, 103, 163. Damas Blancas, 41. Elias de Carbone, San, 95. Enrique el Navegante, don, 231.
Coquet, isla de, 90. Damieta, 305, 213. Eliseo, Profeta, 376. Exención, 74, 270-271.
Corán, 193. Daroca, 209. Encarnación, monasterio de la, Exéter, 32.
Corbi, Santa Coleta de, 454. Decadencia cluniacense, 72-75. 378. Exordium Cistercii, 163.
Córdoba, 121-123. Decretales, 57. Encomienda, 437-438, 448. Exordium Magnum, 160.
Cornelia de Conflent, 389. Decreto de Graciano, 57, 259. Enfermeras, 184. Exordium Parvum, 160.
Comilón, 126. Desnudez total (pobreza), 74. Enfermeros, 184. Extremadura, 225.
Coruña, La, 129. Diaconisas, 181. Ensacados, 386. Eugenio IV, 188.
Covarrubias, 116. Diego de Acebes, 337-339. Eremitas de San Agustín, 384. Eusebio de Vercelli, 24.
Crimen, 415. Dijon, 166. Eremitas de San Ambrosio, 77. Eutiques, 398.
Crodegango de Metz, San, 23, Dinamarca, 338. Eremitas peregrinos, 81. Eutropio, Abadía de San, 87.
27-29. Dinero, 67. Eremitismo, 75, 109-133. Eva, 87.
Cruz de Malta, 206. Dionís, don, 224. Eremitismo independiente, 76. Evaristo, San, 412.
Cruzadas, 184, 199-200. Dióscuro de Alejandría, 398. Eremitismo monástico, 76.
Cruzada de los Niños, 305. Dioses sanadores, 180. Ermesinda, 47.
Cuarentena, Desierto de la, 369. Dniéper, 416. Ermitas de Córdoba, 121-122.
472 473
Gervais de Reims, 50. Guillermo de Saint Thierry, 62,
F Francisco Aguilar de Loaisa,
Gil, Fray, 301. 168.
410.
Fabiola, 182. Francisco de Asís, San, 31, 240, Gil de Casayo, San, 128, 130. Guiralt Ot, 452.
Faenza, 101. 251, 262, 273, 283, 295-331, Gilberto Nicolás, 445. Guadalupe, 435.
Falconieri, Santa Juliana, 361. 343, 347-348. Giraldo, 48. Gualterio de Brienne, 299.
Familia de Tordesillas, 458. Glaber, Raúl, 66. Guarino, 158.
Fanjeux, 341. Francisco de Paula, San, 112. Goa, 391. Guarrinza, 113.
Febre y Borbón, José, 116. Franquila, San, 131. Godofredo de Bouillon, 206. Gubbio, 77.
Federico II, 325. Fraternidades hospitalarias, 183- Godofredo de Charney, 210. Guerra de los Cien años, 185.
Federico de Suabia, 213. 186. Godofredo de Saint-Aumer, 208. Guerra Santa, 193.
Felices, San, 118. Fraticelli, 328-330. Gómez, doña, 225. Guerrico, Beato, 168.
Felipe II, 226, 435. Frediano de Luca, San, 36. Goscelino de San Bertín, 86, 90. Guido de Arezzo, 100.
Felipe III, 391. Freires de Evora, 230. Graciano, 100. Guido de Montpellier, 187.
Felipe el Hermoso, 436. Frisia, 44. Gradefes, 174. Guillermitas, 382, 384-386, 432.
Felipe IV el Hermoso (Francia), Froilán, San, 126. Gunther, eremita, 91.
Gran San Bernardo, 36.
209-210, 371. Frómista, 444. Guzmán, señores de, 336.
Gran Selva, 228.
Felipe, Fray, 328. Fructuoso, San, 109, 120, 124. Granada, 320.
Felipe Benizzi, San, 359-360. Fuente Avellana, 94.
Félix de Valois, 237-239. Grandmont, Orden de, 71, 115,
Fulco de Neuilly, 84.
Fermín, San, 117. 265.
Fernán González, 118.
Fulco de Toulouse, 342-343.
Graon, 104. H
Fernando I, 118. Grecia, 310.
Fernando II, 106, 218-219, 225. G Gregorio VII, 20, 30, 34, 50, 83- Harvengt, Felipe de, 60, 62-63.
Fernando III el Santo, 349. 84, 102, 136, 200. Havelberg, Anselmo de, 62.
Fernando Yáñez, 433. Gaeta, 96. Gregorio IX; 229, 307-314, 322- Helfta, 170.
Ferié, La, 162. Gaiá, río, 111. 325, 369, 427-428, 434. Hermann de Ramsbury-Sher-
Fez, 245. Gal, San, 90. Gregorio X, 326. bone, 87.
Filipinas, 390-391. Galicia, 129-133. Gregorio XI, 360. Hermann de Salza, 213.
Fínchale, 90. Gallego, río, 113. Gregorio XIII, 57, 243. Hermano Sol-Hermana Luna,
Fiore (Calabria), 430. Gambacorta, Pedro, 433. Gregorio Magno, San, 23, 27, 302-303.
Fitero, 216. García, don, 118. 52,91,183, 193. Hermanos Menores, 295-331.
Floreffe, 45. García, Fray, 217. Gregorio de Ñapóles, 306v Hermanos Menores Conventua-
Florencia, 355, 357. García Jiménez de Cisneros, 445. Gregorio Niseno, San, 182. les, 460.
Florencio de Carracedo, San, García Ramírez de Navarra, 209. Gregorio Palamas, 404-405. Hermanos Menores «simpliciter
173. Garín, 97. Grímlico, 85. dicti», 452-453.
Focas, Juan, 367. Gascuña, 224. Grottaferrata, 94-96, 408. Hermanos de la Milicia de
Focio, 416. Gaspar de los Reyes, 122.
Foncebadón, 128. Guillermo, San, 115. Evora, 230.
Gaucelmo, 127-128. Guillermo de Casal Monferrato, Herrera, 99.
Fonte Avellana, 101-102. Genadio, San 124-125.
Fontfroide, 428. 455. Herrera, Juan de, 435.
Gerardo Odón, 330, 452. Hildebrando, 34.
Fontevrault, 104-106. Guillermo de Champeaux, 39.42.
Gerardo de Provenza, San, 206. Hildegarda de Bingen, Santa,
Fortis, San, 125. Guillermo Fieschi, 358.
Gerhoch de Reichesberg, 282. 169.
Frailes del Santo Evangelio, 456. Guillermo de Maleval, 432.
Gerona, 32. Holanda, 462.
Franciscanos, 295-331. Gertrudis, Santa, 170. Guillermo de Saint-Amour, 287-
289, 448. Hombres del Espíritu, 402.
475
Honorio, Emperador, 197. Intelectuales, 261. Juan de Avila, San, 410. Lanfranco, 69.
Honorio II, 51. Investiduras laicales, 21-22. Juan de Alarcón, 465. Lauras de Palestina, 77.
Honorio III, 213, 241, 307-308, Iñigo, San, 117. Juan Bautista de la Concepción, Lecceto, 464.
345, 427. Irago, monte, 127. San, 244-245. Létric, 32.
Hospital del Espíritu Santo, 187- Irache, 403. Juan de Beaune, 329. León, 45.
188. Irán, 403. Juan de Cabeiro, San, 47. León VI, Emperador, 416.
Hospitalarios, 179-190. Isabel la Católica, 458. Juan de Capistrano, San, 453. León X, 33, 141, 320, 460.
Hospitalarios de San Antonio, Isaac de Estella, 168. Juan de Cirita, 174. León XIII, 356.
189-190. Isidoro de Sevilla, 26, 110. Juan Colombini, Beato, 432. León, Fray, 297-298.
Hospitalarios del Espíritu Santo, Islam, 193. Juan Dedoroth, 442. Lérida, 189.
187-189. Ite vos, 459. Juan Dominici, 461. Leyre, 172.
Hospitalarios de San Juan de Je- Juan de Guadalupe, 456. Líber confortatorius, 86, 90.
rusalén, 186. Juan Gualberto, San, 82, 102- Líber gomorrhianus, 102.
Hospitalidad, 59. J 104. Libro de la vida activa, 186.
Hótel-Dieu, 185. Juan Hus, 440. Limoges, 94, 106.
Huelgas (Burgos), 100, 445. Jaca, 113. Juan de Mata, San, 236-239. Limosna, 189.
Huerta, Santa María de, 446. Jacobo II de Amboise, 443. Juan de Micu-Klein, 407. Lindolfo, eremita, 91.
Huesca, 114. Jacobo de la Marca, San, 454. Juan Olivi, 326. Liturgia canonical, 54, 59-60.
HugodeDie, 159. Jacobo de Molay, 210. Juan de Ortega, San, 120. Liturgia de las Horas, 54.
Hugo de Fosses, 43. Jacobo de Vitry, 304, 315, 367- Juan de Sahagún, San, 465. Livonia, 231.
Hugo de Fouilly, 62. 368. Juan Pablo II, 88, 415. Lombardía, 464.
Hugo de Grenoble, San, 137. Jaccopone da Todi, 300, 327. Juan de Parma, 326. Londres, «571.
Hugo de Payens, 208. Jaén, 437. Juan Párente, 322-325. Lope de Olmedo, 435.
Hugo de San Víctor, 40. Jaime I, 112. Juan Raulin, 443. Lope de Salazar, 456.
Hugo Speroni, 268. Jaime II, 226. Juan del Santísimo Sacramento, Lora del Río, 250.
Hugolino de Ostia, 307-308, Jaime II de Mallorca, 328. 250. Loyo, 219.
348. Jaroslav el Sabio, 417. Juana de Valois, Santa, 459. Lucania, 95.
Humberto de Silva Cándida, 33. Jerónimas, 436-437. Juana Inés de la Cruz, 436. Lucio III, 206, 219, 427.
Humillados, 269, 284. Jerónimo de la Adoración, 436. Juanbonitas, 382. Ludovico Pío, 31.
Hungría, 242. Jerónimo, San, 52, 433. Juliana Falconieri, Santa, 361. Luis IV de Baviera, 327-328,
Jerónimos, 433-437. Julián Pomeiro, 25. 330.
Jesuatos, 432. Julio II, 458. Luis XII de Francia, 455.
I Jiménez de Cisneros, Francisco, Justiniano, 95, 182, 401. Luis XV, 108.
457-458. Justino, San, 180. Luis de Granada, 410.
Iglesia militante, 197. Joaquín de Fiore, 326, 430. Luis de León, Fray, 390.
Iglesia privada, 74. Jordán de Sajonia, 334, 340. Lupiana, 437.
India, 391. K
Jorge D'Amboise, 443.
Inés de Praga, 316. Josafat Kuntsevyc, San, 406. Kastel, 442.
Inocencio III, 84, 209, 237-239, Jorge Manrique, 233. Kiev, 416-417. M
270-274, 302-303, 338-344. Juan XIX, 96.
Inocencio IV, 288, 427-428. Macrina, Santa, 182.
Inocencio VIII, 218, 444.
Juan XXII, 108, 320, 330, 375, L Madama Libertad, 252.
378, 425, 428.
Institutione Inclusarum, De, 86, Juan I de Castilla, 444. Lacy, Edmundo, 85. Madama Pobreza, 252.
90. Juan III de Borbón, 443. Landuino, 137-138. Madama Sabiduría, 252.

476 477
Madrid, 349, 351. Menorca, 112. Montañismo, 96, 196. N
Maestro General, 348. Mercedarias, 250-251. Montecasino, 442, 447.
Magacela, 226. Mercedarias de Bérriz, 253. Montemajour, 189. Navarra, 113-116.
Magna Grecia, 95. Mercedarias de la Caridad, 253. Monte Athos, 404, 417, 420. Navas de Tolosa, 217, 320.
Mahoma, 193. Mercedarias del Niño Jesús, 253. Monte Carmelo, 366-368, 370- Neumoutier, 37.
Maleval, 432. Mercedarios, 247-253. 374. Nevsky, Alejandro, 418.
Malta, 207. Mercedarios, 247-253. Monte Corbán, 117. Nicéforo Grégoras, 405.
Mallén, 209. Mercedarios Descalzos, 250. Monte del Espíritu Santo, 188. Nicetas Stethatos, 404.
Mallorca, 112, 328. Mergentheim, 214. Monte Fano, 430. Nicolaísmo, 21.
Mamas, San, 40. Mesina, 95, 408. Monte Gaudio, 227. Nicolás I, 412.
Mames, San, 116. México, 390, 436. Monte del Gozo, 227. Nicolás II, 23, 34.
Mames Guzmán, 349. Miguel de Cesena, 327-330, 452. Monte Oliveto, 431. Nicolás III, 329.
Mantua, 463. Miguel de Cuxá, San, 98. Monte Sacro, 47. Nicolás IV, 350.
Marbodo, 105. Miguel de Murano, San, 100. Monte Senario, 357-358, 463. Nicolás V, 188, 373, 435.
Marcas, 301. Milicia de Calatrava, 213. Monte Subasio, 315. Nicolás de Flue, San, 91.
Marianum, 363. Milicia cristiana, 70. Montes Ibéricos, 117. Nicolás Gálico, Beato, 375.
Mariología, 363. Milicia de Cristo de Livonia, 231. Montefavale, 382, 385-386. Nicolás Seyringer, 442.
Martín V, 360, 445. Milicia de la Fe de Jesucristo, Montesa, 260. Nilo de Rosano, San, 408.
Martín de Tours, San, 196. 231-232. Montesión, 415. Nilo Sorsky, 418.
Martín de Vargas, 445-446. Milicia de Jesucristo, 354. Montevergine, 431. Nitria, 400.
Martinianas, 459. Milicia de Jesucristo de Parma, Montpellier, 338, 375. Niza, 454.
Marco Tulio Cicerón, 96. 232. Montsant, 111. Noguera Ribagorzana, 114.
Marcos de Viterbo, 452. Militia Chrísti, 197. Montserrat, 111-112. 415. Norberto de Xanten, San, 42-44,
Margarita, Santa, 367. Millán de la Cogolla, San, 118. Morales, Andrés, 391. 51.
María de Cervellón, Santa, 250. Miniato del Monte, San, 102. Moreruela, 171. Normandos, 32.
Mariana de Jesús, Beata, 250. Mínimos, 112. Morimond, 162, 172, 217.
María Panateira, 246. Ministerio apostólico, 53, 267. Mosa, 27.
Marino, anacoreta, 97. Ministerio parroquial, 57. Moscú, 417-418. O
Marruecos, 218, 242, 249, 303, Ministerio pastoral, 35-60. Mosoul, 403.
350. Miranda de Ebro, 99. Motte-Saint-Didier, 189. Obanos, 115.
Masari, Ambrosio, 388. Mirepoix, 429. Movimiento comunal, 67-68. Obarenes, 117.
Matallana, 173. Misericordia eremítica, 77. Movimiento de Paz, 70. Oberndorf, 312.
Maraviejas, río, 116. Misión, 56. Movimiento penitencial, 281- Oblatas hospitalarias, 186.
Mateo de la Fuente, 410. Misión canónica, 82. 285. Oblatas de María, 431.
Mateo de Narni, 306. Mitina (Apulia), 224. Movimiento de pobreza, 262- Observancia de Castilla (Cístert),
Matilde de Hackeborn, 170. Moalda, 106. 266. 446.
Matilde de Magdeburgo, 170. Molesme, 137. Munai, Cristóbal, 460. Observantes, 451-452.
Mauro, camaldulense, 100. Monacato oriental, 397-422. Munio, 131. Ocaña, 221.
Máximo de Turín, San, 197. Monjes seculares, 80. Munio de Zamora, 350. Ocrida, 413.
Medina del Campo, 371. Monjes de San Pablo Primer Er- Odón de Chátillon, 140.
Melk, 442. mitaño, 430. Odón de Sully, 239.
Memorialepropositi, 318. Monjes guerreros, 216. Oficio Divino, 54-55.
Menologio Camaldulense, 100. Monjes repobladores, 216. Oja, río, 119.
Menologio Cisterciense, 130. Montánchez, 221. Olga, princesa, 416.
Oliva, La, 173. Pedro Nolasco, San, 247. Pontigny, 162.
Padres de la Orden (Císter), 46.
Olivetanos, 431. Pedro Pascasio, San, 253. Porciúncula, 301.
Países Bajos, 455.
Oña, 117. Pedro de Poitiers, 40. Portugal, 48.
Palazuelos, 445.
Optina, 421. Pedro Rainalduci, 330. Pragmática Sanción de Bourges,
Palencia, 336.
Orden de Alcántara, 217, 224- Pedro Regalado, San, 456-457. 443.
Palermo, 95.
225. Pedro Santoyo, 456. Pratovecchio, 100.
Pamiers, 428.
Orden de Avís, 229-230. Pedro el Venerable, San, 62, Preboste, 43.
Pamplona, 115.
Orden de Calatrava, 216. 155, 166, 456. Predicación itinerante, 82, 266-
Panmaquio, 182.
Orden de Cristo, 230-231. Peña Aguda, 118. 270.
Panonia, 415.
Orden de Monsfrag, 227. Peñalba, Santiago de, 125-126. Predicación de Jesucristo, 340.
Papebroch, 366.
Orden de Montesa, 226. Peñalba, Sierra de, 120. Predicación de la Palabra, 56.
París, 184-186.
Orden del Salvador, 432. Penitentes de Santa Magdalena, Predicación pobre, 266-270.
Parma, 101, 232.
Orden de San Esteban, 232. 41. Predicador itinerante, 83.
Parral, El, 435-436.
Orden de Santiago, 218-224. Pelayo, San (eremita), 116. Predicadores, Orden de, 334-
Pascual II, 51.
Orden de San Jorge de Alfama, Penitencia de Jesucristo, 386. 354.
Passignano, San Miguel de, 104.
228-229. Persia, 391. Prémontré, 43.
Pasternak, Boris, 422.
Orden de San Lázaro, 231. Perusa, 299, 464. Premostratenses, 42.
Pataria milanesa, 256.
Orden de Santa María de Es- Peste Negra, 438- 439. Prémy, 41.
Patirion, Monasterio de, 408.
paña, 228. Petchersky, 417. Privilegio sabatino, 378.
Paul Sabatier, 296, 306.
Orden de Tor d'Spechi, 431. Petronila de Chimillé, 105. Provenza, 326.
Paula, Santa, 182.
Ordenes Militares, 70, 174, 186, Pedro el Cruel, 433. Prouille, 341,346, 351-355.
Paulino de Ñola, San, 183.
192-235. Pica, Donna, 298-299. Prudencio, San, 120.
Paulo II, 393.
Pico Sacro, 132. Puebla de los Angeles, 436.
Ordo antiquus, 52. Pauperes Christi, 81.
Piedra, Monasterio del, 445. Puente la Reina, 189.
Ordo novus, 52. Puglia, 95.
Pío IV, 410. Puerto de Santa María, 188.
Ordo regularis, 30. Paz de Dios, 70.
Pío V, San, 101. Puig (Valencia), 249.
Ordo saecularis, 30. Pedro el Venerable, San, 424-
Oria, Santa, 110-111. Pío VI, 190.
426.
Ormuz, 391. Pío IX, 188.
Pee, 413.
Oropa, 24. Pío XII, 91.
Pedro II de Aragón, 228. Q
Orozco, Beato Alfonso, 392. Pipino el Breve, 27.
Pedro Armengaudio, San, 253.
Osera, 132, 173. Pirineos, 115.
Pedro Bernardone, 298-299. Quatro Fontane, 241.
Osio de Córdoba, 121. Pliska, 412.
Pedro de Bruis, 268. Quirce, San, 116.
Osma, 336-338. Pedro de Castelnau, 340. Poblet, 111-112, 173,445.
Ostia, 101. Pedro de Cattani, 307. Pobres de Lión, 268.
Oviedo, río, 410. Pedro Cirsólogo, San, 25. Pobres Lombardos, 268. R
Oxford, 371. Pedro Damián, San, 34, 98, 101- Pobreza, 73-74, 80-81, 262-266.
Pobreza comunitaria, 291-293. Raimundo de Capua, Beato, 461.
102, 155.
Pobreza contestaría, 264. Raimundo de Fitero, San, 173.
Pedro Fernández, Maestre, 219.
Polémica, orígenes carmelitas, 216.
P Pedro Fernández de Pecha, 433-
366-367. Raimundo Lulio, 112.
437.
Pablo III, 218. Pedro el Grande, 420. Polichron, 414. Raimundo de Peñafort, San, 248,
Pablo, V, 245, 390. Pedro Leopoldo, 464. Polonia, 44, 51. 350.
Pablo de Obnora, 418. Pedro López de Baeza, 233. Poncio de Cluny, 166. Raimundo del Puy, 206.
Pacomio, San, 398. Pedro Mezzabarba, 103-104. Ponferrada, 127. Raimundo VI de Toulouse, 232.

480
Ramiro I, 114. Ribat, 193. San Juan de Acre, 206, 212, 367, Santa María de Aulps, 158.
Ramiro II, 126. Ribera Sagrada, 130. 369-370. Santa María de Franqueira, 132.
Ramiro el Monje, 171. Ricardo de San Víctor, 40. San Juan de Carbonaria, 464. Santa María de las Huelgas, 174.
Ramón Berenguer III, 209. Ricciolini, Bernardo, 464. San Juan de la Peña, 110. Santa María de Huerta, 173.
Ramón Berenguer IV, 215. Riga, 231. San Juan de Poyo, 133. Santa María del Popólo, 384-
Ramón Nonato, San, 253. Rioja, 117. San Juan de Tabladillo, 116. 385.
Rasputín, 421. Ripoll, 111. San Julián del Pereiro, 225. Santa María fuori Porta
Ratisbona, 306. Rivotorto, 303. San Marcos de León, 222, 224. (Faenza), 101.
Ratislao de Moravia, 414. Roa, 337. San Martín de Castañeda, 130. Santa María del Pungín, 131.
Raúl el Verde, 151. Roberto d'Arbrissel, San, 89, San Martín Pinario, 132. Santa María in Saxia, 187.
Rávena, 97. 104-106. San Miguel de Cuxá, 112. Santa María de la Torre, 141.
Reclusos, 76-77. Roberto de Flamesbury, 40. San Millán de la Cogolla, 444- Santa María de la Vega (Astu-
Reforma cluniacense, 21. Roberto de Molesme, San, 137, 445. rias), 106.
Reforma gregoriana, 20-22, 32, 157-160. San Pablo de Moraleja, 371. Santa Tecla, Monte de, 131.
35, 37, 55, 102, 136-137. Rocca Maggiore, 298. San Pablo extra Muros, 442. Santes Creus, 111.
Reforma protestante, 44, 87. Rodolfo, San, 99. San Pablo de Subiaco, 115. Santiago de Compostela, 71,
Reforma Teresiana, 392. Rodrigo Manrique, 233. San Pedro de Arlanza, 116. 113,216,305,320.
Reforma Trinitaria, 243-246. Roe, Desierto de, 104. San Pedro de Cárdena, 173. Santiago de Peñalba, 125-126.
Regla de Aquisgrán, 26, 29-33. Rogerio Moulin, 206. San Pedro de Montes, 110, 124- Santo Ángel de Panso, 315.
Regla de los Apóstoles, 268. Roma, 25, 183, 187, 239-240, 125. Santo Domingo de la Calzada,
Regla de San Agustín, 50-52, 348. 119.
San Pedro de Trones, 130.
383, 385-386. Romualdo, San, 97-101. San Pedro del Gaiá, 111. Santo Domingo de Silos, 118.
Regla de San Basilio, 106. Rottenbach, 51-52. Santos Lugares, 199-200.
San Peterbusgo, 418.
Regla de San Benito, 28, 35, 85, Rufino, Fray, 297-299. Sarov, 421.
San Salvador de Oña, 444.
87, 103, 105. Rufo de Aviñón, San, 36-39. San Salvador de Puyó, 113. Saturio, San, 120.
Regla Bulada, 309. Rusia, 406, 414, 416-422. San Sebastián de Silos, 118. ScalaDei, 111.
Regla Franciscana, 307-310. Ruysbroeck, 91. San Sixto (Roma), 272, 334, Séche-Fontaine, 137.
Regla de Santa Genoveva de 347, 351-352. Seguín, 138.
París, 55. San Vicente del Buezo, 117. Seila, Pedro, 342.
Regla imperial, 30.
Regla Trinitaria, 239-240.
s San Vicente del Pino, 131. Seo de Urgel, 32, 112.
San Vicente de Pombeiro, 131. Serra la Llena, 111.
Regula Solitariorum, 85-86. Sabas, San, 413. San Victorián de Asan, 114. Servitas, 355-63.
Reggio Calabria, 141. Saccudion, Monasterio de, 403. Senario, Monte, 357-358.
Sancha, doña, 49, 207.
Reims, 26, 136. Sachsenhausen, 330. Sepúlveda, 120.
Sancho III, 216-217.
Renata de Borbón, 106. Sahagún, 444. Serafín de Sarov, San, 421.
Sancho García, 116.
Rennes, 104. Saint-Quintin, 50. Serapio Scott, San, 253.
Sancho el Mayor, 113.
Retorno a la Iglesia pobre, 262, Sajonia, 464. Serenín de Toulouse, San, 60.
Sangüesa, 189.
271-274. Salamanca, 465. Santa Cruz de Coimbra, 39. Sergio Radonez, San, 418.
Retuerta, 47. Salomón, Obispo de Astorga, Santa Genoveva de París, 241. Serperi, 96.
Revolución Francesa, 41. 125. Santa Justina de Padua, 441-442. Settala, Lanfranco, 386.
Reyes Católicos, 218, 225, 444, San Cristóbal de Lafóes, 174. San María de los Angeles (Flo- Sevilla, 189, 322.
458. San Félix de Araguás, 113. rencia), 100. Sherbone, 161.
Rhin, 91. San Ginés de la Jara, 389. Santa María de los Angeles (Por- Sibila, Condesa, 227.
Ribagorza, 113. San Isidro de Dueñas, 173. ciúncula), 301. Sicilia, 95, 407.
482 483
Siena, 431. T Tomás Connecte, 462. Valvanera, 118-119.
Sierra de Cameros, 118. Tomás de Tolentino, Beato, 326. Valladolid, 410, 444.
Siervas de María, 360-361. Tambo, isla, 132. Tomás Gallo, 40. Vallbona de les Monges, 111.
Siervos de María, 355-363. Tanquelmo, 26*8. Tordesillas, 458. Valle de Ansó, 113.
Siete Santos Fundadores, 356. Tarazona, 120. Toro, 213. Valle de Aran, 112.
Siglo de hierro, 66. Tardón, Yermo del, 410. Torquemada, Juan de, 462. Valle de Borau, 113.
Sigüenza, Fray José de, 434-437. Tebaida italiana, 95. Torre Calabria, 90. Valle de Denna, 95.
Sil, río, 129-130. Templarios, 39, 186, 202, 208- Tortosa, 112,228. Valle de Galleguillos, 410.
Silos, río, 116. 212. Toulouse, 351. - Valle de Mazzara, 95.
Silvano, eremita, 116. Teobaldo de Champagne, 45. Transilvania, 407. Valleluce, 96.
Silvestre, Fray, 301. Teodoreto de Ciro, 416. Trevinca, Peña, 130. Vallumbrosa, 82, 102-04, 161.
Silvestre de la Guerche, 104. Teodoro Studita, 403. Trigida, 116. Vándalos, 25.
Silvestre Guzzolini D'Osimo, Teodosio, 196. Trinci, Paulo, 453-454. Vega de la Serrana, 106.
430. Teodosio de Kiev, San, 417. Trinitarias, 246-247. Velamín, José, 406.
Simeón el Nuevo Teólogo, San, Tercera Orden Agustiniana, 391- Trinitarios, 236-247. Velitchovsky, 421.
404. 393. Trinitarios Descalzos, 244-245. Venecia, 98.
Simón Stock, San, 374-375, 378. Tercera Orden Carmelitana, Tróitza, 418. Veral, río, 113.
Simonía, 21. 372-374. Tuliolla, 96. Vicente Ferrer, San, 462.
Singan-Fu, 403. Tercera Orden Dominicana, 350- Túnez, 242. Víctor de París, San, 39-42.
Siria, 224, 403. 354. Tuscia, 383, 386, 388. Victorinos, 40, 237.
Sixto IV, 188, 454... Tercera Orden Franciscana, 317- Vid, La, 47.
Sobrado, 173.
Sociedad Mayor de Santa María,
320.
Tercera Orden Premostratense, u Vida apostólica, 53, 266.
Vilna, 406.
357. 45. Villacreces, Pedro, 456-457.
Soldado Cristiano, 70-71, 197- Tercera Orden Seglar, 281-284. libertino de Cásale, 326-327.
Uclés, 222. Villaescusa, 433.
198. Tercera Orden Servita, 360-361. Villanueva de Sijena, 207.
Soldados delicados, Monjes, 198. Ucrania, 405.
Villavelayos, 110.
Soledad, 79. Tercera Orden Trinitaria, 246- Umbría, 101, 314.
Vinitti, Antonio, 452.
Soljenitzin, 422. 247. Unterwalden, 91.
Visonia, 124.
Somport, 113. Terceras Ordenes, 185. Urbano II, 51, 52-53, 83, 89,
Vístula, 213.
Soria, 120-121, 337. Teresa de Jesús, Santa, 373. 136-138, 141, 200, 267.
Vítores, San, 117.
Springierbach, 52. Testamento de San Francisco de Urbano IV, 241, 358.
Volga, río, 418.
Stabulum Rodis (Toscana), 382. Asís, 312-314. Urbano VIII, 245.
Volotsky, José, 418.'
Staretz, 421-422. Tetuán, 245. Urdaneta, Andrés de, 391.
Studenitza, 413. Tierra de María, 214. Urraca, doña, 171.
Studion, 404, 417. Timoteo I, Católicos, 403.
Subiaco, 442. Tirnovo, 412. V w
Suiza, 463. Tron, río, 117. Wadi Natroum, 399.
Sultán Makek-El-Kamel, 306. Tito Brandsma, 376. Val-des-Escoliers, 36. Walter Map, 269.
Suma Teológica, 290. Toja, La, 132. Valdés, Pedro, 268-269. Wederico de Gante, 83.
Svatopluk, 415. Toledo, 322, 336. Valence, 39. Wiborada, Santa, 90.
Tomás de Aquino, Santo, 287- Valencia, 226, 322. Wilton, 87.
290. Valenciennes, 370. Wladimiro, 416-417.
Tomás de Celano, 296-298. Valerio, San, 109. Wyclif, Juan, 440.
485
* Yugoslavia, 413-414.

YahbaUaha III, Católicos, 403. Í Í S 219.


índice del volumen I

SIGLAS 11
BIBLIOGRAFÍA 13

INTRODUCCIÓN 21

1. Necesidad de una Historia de la Vida Religiosa 21


2. Especificidad de la Historia de la Vida Religiosa 25
3. Lo que es la Vida Religiosa lo dirá su historia 31

1. EL MONACATO, FENÓMENO UNIVERSAL 35

1. El monacato no es monopolio del Cristianismo 36


2. El monacato en la India 40
3. Los «enclaustrados» de Sérapis en Egipto 43
4. Algunas formas ascéticas en Grecia y Roma 44
5. Espiritualidad del neoplatonismo 45
6. Las comunidades druidas 48
7. Algunos elementos comunes al monacato de todas las
religiones 49
8. Diversidad de las motivaciones del monacato en las
distintas religiones 52

2. CONTROVERSIAS SOBRE LOS ORÍGENES DEL MONACATO CRIS-


TIANO 5 7

1. Eusebio de Cesárea 58
2. San Jerónimo, San Epifanio, Sozomeno y Pseudo-
areopagita 62
3. La versión alejandrina y la versión jerosolimitana de
Juan Casiano 63

486 487
4. La literatura monástica medieval 72 3. Tratados sobre la virginidad 154
5. Wyclif y Hus 74 3.1. Durante los tres primeros siglos I54
6. La crítica de Lutero contra los votos monásticos 76 3.2. Durante el siglo iv 155
7. El modernismo 81
5. EL MONACATO DEL DESIERTO 16i

ORÍGENES BÍBLICOS DEL MONACATO 83 1. El monacato del desierto como contestación frente
1.En el Antiguo Testamento 85 a la nueva situación eclesial 152
1.1. Los nazareos 86 1.1. Paso del ascetismo al monacato 162
1.2. Contexto eclesial en que nace el monacato 164
1.2. Las comunidades proféticas 87
1.3. El monacato del desierto como denuncia profética . . 169
1.3. Los recabitas 89
2. Constantes espirituales del monacato del desierto . . . . 175
1.4. Los asideos 91
2.1. Separación del mundo I75
1.5. Los esenios 92
2.2. Renuncia I79
1.6. Los terapeutas 99
2.3. Vida en soledad y celibato por el Reino Ig3
2. En el Nuevo Testamento 101
2.4. Apatheia 187
2.1. Jesús no fue un «monje» ni un «asceta» 101
2.2. La comunidad primitiva no fue una «comunidad mo-
nástica» 104 6. EL MONACATO EGIPCIO 191
2.3. La comunidad primitiva, modelo para las comunida- 1. Las fuentes del monacato egipcio 192
des religiosas de todos los tiempos 107 2. El anacoretismo egipcio , 200
3. Algunas manifestaciones ascéticas en el Nuevo Testa- 2.1. San Antonio, príncipe de los anacoretas 200
mento 109 2.2. Ausencia de vida comunitaria 207
2.3. Los lugares sagrados del monacato egipcio 210
EL ASCETISMO PREMONÁSTICO 117
2.4. El estilo de vida de los anacoretas egipcios 215
3. San Pacomio, fundador del cenobitismo 222
1. ¿Por qué no hubo monjes en los primeros siglos del 3.1. Datos biográficos de Pacomio 223
Cristianismo? 118 3.2. Expansión de la Congregación pacomiana 226
1.1. Al principio no había monjes ' 118 3.3. La comunidad, camino de encuentro con Dios 227
1.2. Marginación y persecución del Cristianismo en el Im- 3.4. La Regla de San Pacomio 229
perio Romano 119 3.5. La vida en el monasterio pacomiano 230
1.3. El «enclaustramiento» de los cristianos 123 3.6. La reforma de Schenute 233
1.4. La espiritualidad del martirio 125 4. Monacato femenino del desierto 236
1.5. El ascetismo prepara y suple al martirio 129 5. El monacato en Etiopía 240
1.6. Cuando los cristianos en general dejan de ser «asce-
tas», se incrementa el número de los ascetas en par- 7. EL MONACATO EN PALESTINA 243
ticular 132
1.7. El ascetismo en las sectas cristianas 139 1. Orígenes y primera expansión 243
2. Organización del ascetismo premonástico 140 2. Lugares y monjes famosos ... 246
2.1. El nombre 140 3. Monacato romano en Palestina ,. 259
2.2. Estilo de vida de los ascetas 141
2.3. Voto de virginidad 142 8. EL MONACATO EN SIRIA Y PERSIA 267
2.4. Consagración de las vírgenes 145 1. El ascetismo premonástico. Los «Hijos c lli|.i, <l<- lu
2.5. El puente entre el ascetismo y el monacato 146 Alianza» 268
2.6. Tenor de vida de ascetas y vírgenes 148 2. Fuentes del monacato sirio 270

488 489
3. El monacato en el Sur de Francia y en el Jura 413 3. El desconcertante anacoretismo sirio 273
4. Casiano, puente entre el monacato oriental y el occi- 4. El cenobitismo sirio 284
dental 417 5. Legislación monástica siria 292
6. El monacato en Persia 294
EL MONACATO EN IRLANDA E INGLATERRA 423

1. El monacato en Irlanda 424 EL MONACATO EN ASIA MENOR, ARMENIA, GEORGIA Y


1.1. San Patricio, apóstol de Irlanda 424 CONSTANTINOPLA 297
1.2. Las fundaciones monásticas 426
1. El ascetismo premonástico en Asia Menor 298
1.3. El ascetismo monástico irlandés 428
2. San Basilio de Cesárea 300
1.4. El monacato irlandés y la cultura 430
3. Las fuentes de la ascesis monástica de San Basilio . . . 302
1.5. «Peregrinación por Cristo» 431
4. Las Reglas de San Basilio 303
1.6. Evolución del monacato irlandés 431
5. Ideal monástico de San Basilio 306
2. El monacato en Inglaterra 436
6. El monacato en Armenia 311
2.1. Inglaterra, «isla de santos» 436
7. El monacato en Georgia 315
2.2. Monacato celta y anglosajón 438
8. El monacato en Constantinopla y en el monte Athos . 317
2.3. El monacato inglés y la cultura 443
2.4. La evangelización de los monjes anglosajones en el
Continente 446 EL MONACATO AGUSTINIANO 323

EL MONACATO EN ITALIA 451


1. El monacato africano antes de San Agustín 324
2. Etapas monásticas de San Agustín 327
1. Antes de San Benito 452 3. La Regla de San Agustín 331
1.1. El monacato romano antes de San Benito 452 4. Ideal monástico de San Agustín 336
1.2. En otras regiones de Italia 459 5. Expansión del monacato de San Agustín 341
1.3. Los Obispos y el monacato en Italia 461 6. Permanente influencia de la Regla de San Agustín . . . 342
1.4. Vivarium, el monasterio de Casiodoro 465
2. El monacato benedictino 467 EL MONACATO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 345
2.1. Leyenda y verdad de San Benito 467
2.2. De Nursia a Roma 469 1. El ascetismo premonástico 346
2.3. De Roma a Subiaco 471 2. Los primeros pasos del monacato español 351
2.4. De Subiaco a Montecasino 472 3. Monjes y monjas itinerantes 356
2.5. La Regla de los Monjes de San Benito 474 4. El monacato español durante las invasiones y en la
2.6. La síntesis monástica de San Benito 477 época del arrianismo en España 362
2.7. Expansión de la Regla de San Benito 483 5. El monacato en Andalucía y Portugal 371
6. San Fructuoso, patriarca de los monjes españoles .. 378
EL MONACATO ESPAÑOL EN LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA 7. Legislación monástica de San Fructuoso 388
RECONQUISTA 485 8. El «pacto» en el monacato español 393
9. La vida interna en los monasterios españoles 397
1. Hundimiento de la España cristiana 486 10. El ascetismo monástico familiar 400
2. El monacato en Andalucía bajo la dominación musul-
mana 487 EL MONACATO EN FRANCIA DURANTE LOS SIGLOS v AL VI . . 405
3. El monacato en Navarra, Aragón y Cataluña 488
4. El monacato en Asturias, Galicia, León y Castilla . . . 491 1. El ascetismo premonástico en Francia 405
5. Características del monacato español de la Recon- 2. San Martín de Tours, patriarca del monacato en Fran-
quista 497 cia 408

490 491
16. EL MONACATO CONTINENTAL EN LA ÉPOCA DE CARLO-
MAGNO 501
1. El monacato franco-germánico 501
2. El monacato italiano después de San Benito 504
3. Reforma monástica de San Benito de Aniano 507
4. La exención. El privilegio de libertad. La libertad
romana 510

17. LA REFORMA CLUNIACENSE 515 Obras del mismo autor


1. La nueva decadencia de la vida monástica 516
2. Cluny, un monasterio libre 519
3. La organización cluniacense 522
4. Irradiación monástica de Cluny 525 • Juan Pablo Forner (1756-1797), Preceptista y Filósofo de la
5. Cluny y la Reforma Gregoriana 527 Historia, Editora Nacional, Madrid, 1971 (agotada).
6. Presencia de Cluny en la sociedad 530 • Manual de Historia de la Iglesia, Unión Editorial, Madrid
7. La reforma cluniacense en España 532 1971; segunda y tercera edición en Editorial Claretiana, Bue-
nos Aires, 1979 y 1982 (agotada).
18. LOS MONJES Y LA CULTURA 539 • Espiritualidad de las Misioneras Claretianas, Barcelona, 1971.
1. De la marginación al diálogo con la cultura 539 • Diversas formas de pobreza religiosa, Publicaciones Claretia-
2. Del diálogo con la cultura a la creación de cultura . . . 543 nas, Madrid, 1975 (agotada).
3. La cultura de la hoz y del arado 545 • La virginidad consagrada, ¿realidad evangélica o mito socio-
4. Los monasterios transmisores de la cultura 548 cultural?, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1977 (agotada).
5. Un arte para Dios 550 • Por qué y para qué la Vida Religiosa en la Iglesia, Publicacio-
6. Una cultura específicamente monástica 553 nes Claretianas, Madrid, 1979.
7. Los monasterios y la formación de Europa 555
• La Vida Religiosa ante los retos de la Historia, Publicaciones
Claretianas, Madrid, 1979.
ÍNDICE DE PERSONAS, DE TEMAS Y DE LUGARES 559
• Historia de las Misiones Claretianas, Roma, 1980.
• Autoridad y Obediencia, Publicaciones Claretianas, Madrid,
1984.
• Las Constituciones, libro de vida, Publicaciones Claretianas,
Madrid, 1986 (2. a edición).
• Historia de la Vida Religiosa, vol. I, Publicaciones Claretianas,
Madrid, 1987.

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E S T E LIBRO, EDITADO POR PUBLICACIO-
NES CLARETIANAS DE M A D R I D , SE TER-
MINÓ DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES
GRÁFICOS DE ANZOS, S. A . , FUENLA-
BRADA (MADRID), EL DÍA 3 DE JULIO
DE 1989.

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