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Recuerdo que la sola mención a algo que pudiéramos llamar “alma” o “espiritualidad”
nos producía risa y una sensación de una forma de pensar antediluviana. A la altura de
tercer año recién leí algo de Rogers que me produjo una profunda resonancia. Hasta
entonces había aceptado lo que me enseñaban en forma pasiva, en una actitud de “así
deben ser las cosas”.
Desde entonces, poco a poco fui teniendo un punto de referencia más centrado en mí, en lo
que a mí me parecía importante, en lo que yo intuía como más relevante. El enfoque
rogeriano daba ese espacio, y debo también agradecer a algunos profesores, como
Salvador Cifuentes, Rogelio Díaz, Sonia Godoy y Gabriel Reyes, que a su manera también
lo daban.
Al salir de la carrera me consideraba rogeriano. En este punto debo aclarar que considero
que esto es un error o al menos una etapa de inmadurez; si nos identificamos con un
enfoque humanista y/o transpersonal, no podemos intentar copiar a nadie. Rogers era
Rogers, único y original, así como lo eran Perls, Erickson, Freud o cualquiera de esas
personas que podamos admirar; y además ellos crearon sus métodos en contextos y épocas
diferentes a la actual. Podemos admirarlos e inspirarnos con ellos, pero no intentar
copiarlos, porque así como ellos eran únicos, nosotros también lo somos. Asumir nuestra
propia originalidad requiere valor, porque entonces debemos hacernos responsables de lo
que hacemos y de quienes somos, sin echarle la culpa a nadie.
Creo que, más bien, las insuficiencias con las que nos topamos a través de nuestra
personalidad, la forma como vemos que nuestras propias trabas y mecanismos nos
limitan, nos entorpecen nuestras relaciones de pareja, nuestro trabajo, nuestras relaciones
con nuestros hijos… ésas son las cosas que, si somos inteligentes, nos van a llevar a buscar
algún tipo de salida que vaya más allá de auto-torturarnos por ser como somos o maldecir
a la sociedad que nos crió.
Como resultado de las experiencias de ser niño y adolescente, puede que nuestra forma de
ser nos haga sufrir en nuestra vida cotidiana; si no tenemos aún lo que yo llamo “el
bichito” de la búsqueda interna, puede que eso lo despierte y comencemos a hacernos
preguntas más fundamentales: ¿estamos viviendo como queremos vivir, o bien llevados
por los “deberías”? ¿Realmente profesamos los valores que decimos profesar? ¿Estamos
siendo realmente honestos con nosotros mismos y con quienes decimos querer? ¿Estamos
realmente escuchando y respetando nuestros sueños más profundos? ¿Tiene un sentido
real para nosotros la vida que estamos viviendo? Nuestra forma de vernos y tratarnos a
nosotros mismos, ¿nos está llevando a una mayor integración y armonía internas o nos
está desintegrando cada vez más?
Y dentro de esas interrogantes creo que también está preguntarse si nuestra forma de
trabajar realmente nos representa o si es sólo una forma de ganarnos la vida. Y creo que
este enfoque sí exige de nosotros un compromiso más fundamental en nuestra vida
cotidiana: para mí, no puedes ser “transpersonal” sólo en el trabajo, es un modo de vida
que implica ciertos valores, creencias y prioridades, porque intenta incluír también
nuestros niveles más profundos.
Tomemos, por ejemplo, a Ken Wilber. En este minuto, él se declara psicólogo “integral”,
pero voy a pasar eso por alto porque, en mi opinión, sigue siendo representante de lo
transpersonal, y esa distinción guarda más relación con diferencias con los demás
representantes de esta corriente en EEUU que con otra cosa. Para Wilber, el estudio, la
meditación budista y el escribir han sido su vida, su vocación. Incluso su breve
matrimonio con Treya –quien murió de cáncer- es reflejo de alguien que se la ha “jugado”
100% por valores de vida afines a lo transpersonal, como puede verse en su libro “Gracia y
Coraje”1. ¿Qué concluyo de esto? Trabajar en lo que tiene que ver con el Espíritu no es un
1
Gaia Ediciones, Madrid, 1995.
hobby, no es una moda: es una vocación que te compromete por entero. Hacerlo de otro
modo es un auto-engaño y una superficialidad perjudicial para sí mismo y para los demás.
Sin embargo, en alguna medida creo que lo Transpersonal se ha ido poniendo de moda y,
extrañamente, tengo serias dudas de que eso sea bueno. Al menos en algunos ámbitos, es
de buen tono declararse “transpersonal” o conocedor del tema; en muchos casos, las
personas que lo hacen no tienen idea de lo que hablan y no le hacen un favor a la corriente,
pues su comprensión es superficial, muy parcial y no corresponde a un modo de vida
donde la forma de ver el mundo y verse a sí mismos del enfoque Transpersonal se hallen
realmente incorporados.
Como ya dije, creo que esta corriente, más que otras y por su forma de entender al hombre
y al universo, exige de quien dice representarla profesionalmente, una vocación real y
profunda con el trabajo interno, una honestidad radical consigo mismo y un compromiso
real y práctico con el destino del planeta.
Un malentendido común es que esta psicología es sólo para aquellos que se dedican a
mirarse el ombligo. Lo que creo es que ésta es una posición filosófica, de vida, que implica
ver las cosas de cierta manera. Ese “ver las cosas de cierta manera” se aplica a cualquier
ámbito, en la psicología u otros campos, y depende de los intereses de cada persona. Los
hay en este enfoque que trabajan con drogadictos, con psicóticos, en el chamanismo, en la
medicina alternativa, en la física cuántica. Lo que llamamos “psicosis” naturalmente que
existe también en este enfoque, pero cómo se entienda o qué se haga con ella cambia, claro.
¿En qué consiste esa forma de ver las cosas? Me he extendido en este tema en un par de
artículos respecto a la psicología2 y Aldous Huxley, en su libro “La Filosofía Perenne” 3 se
extiende más a fondo en las coincidencias entre las diversas religiones. A grandes rasgos,
implica concebir un Orden en el Universo que no se debe al azar materialista, sino a algún
tipo de inteligencia que puede ser llamada Dios, el Tao, la Armonía Oculta –como la llamó
Heráclito-, etc. Y esto implica que no somos simplemente un pedazo de carne armado por
la evolución mediante el azar simple, sino, como afirma el hinduísmo –y en esto coinciden
prácticamente todas las religiones de Oriente, aunque con diferente terminología-: "Atman
(la consciencia individual) y Brahman (la consciencia universal) son uno”. Y eso a su vez implica
la posibilidad de la experiencia directa de la espiritualidad, y que en verdad no requerimos
de religiones, sacerdotes ni ritos y mucho menos de dogmas para conocer las verdades
finales. Y por tanto, valoramos especialmente lo que cada individuo vivencia en las
experiencias místicas o de expansión de consciencia, porque las vemos como un atisbo de
esas verdades finales.
Para el trabajo psicológico esto tiene muchísimas implicancias, y sería demasiado extenso
ahondar en cada una de ellas. Pero por ejemplo, implica que confiamos en la sabiduría
intrínseca de la forma como se dan las cosas; creemos en la sincronicidad, no en los
accidentes, y creemos en la capacidad de autodeterminación de las personas -aunque no
estemos de acuerdo en las decisiones que toman-, porque no las vemos como víctimas sino
como actores de su destino. Naturalmente, éstas y otras creencias no son dogmas que
debamos adoptar, sino realidades que verificamos en la experiencia directa en nuestro
camino de auto-descubrimiento y auto-desarrollo. En nuestro Instituto concebimos
además la espiritualidad en forma absolutamente cotidiana: nos interesa el
autoconocimiento, los estados expandidos, el estado del planeta y las relaciones entre los
seres humanos, y no especialmente los fenómenos paranormales o las cosas que la New
Age ha puesto de moda.
La psicología Transpersonal nace en los años 60, influida por el misticismo oriental, por el
chamanismo indígena, por el movimiento hippie, por las drogas sicodélicas… creo que
conserva gran parte del romanticismo de esa época y también algunas “formas” que no
necesariamente tienen que ver con lo esencial de su propósito y que pueden distraernos de
éste.
2
Bases Ideológicas de la Psicoterapia Transpersonal: una propuesta. Revista Terapia Psicológica Nº25, vol.
VI (1), Stgo. de Chile, 1996; y Nostalgia de Infinito. En Dossier: Instituto de Expansión de la Consciencia
Humana. Babel 3-4, Revista de Psicología de la Universidad Bolivariana, Stgo. de Chile, 2005.
3
Huxley, A. (1944) The Perennial Philosophy. Meridian Books, New York. Este eminente escritor inglés, uno
de los pioneros de la psicología Humanista, destaca los puntos comunes de las diversas religiones, y que
conforman una "filosofía eterna".
Por otra parte, lo Transpersonal claramente se aleja del paradigma materialista que ha
imperado en la psicología prácticamente desde sus inicios, en la medida en que considera
como esencial una dimensión que generalmente se llama “espiritual” –aún cuando esa
palabra contenga asociaciones complejas y, a veces, lamentables-.
El paradigma materialista, por otra parte, nos ha convencido de que, si real, realmente
somos rigurosos, “objetivos” y “muy científicos”, lograremos establecer relaciones causa-
efecto prácticamente infalibles, resolveremos los problemas y todos seremos felices. Está
claro a esta altura que esto no ha sido así; y, si tomamos un ejemplo como el del cáncer,
vemos que cada vez es más claro que, para que la curación real se produzca, es necesaria
la presencia de variables como la voluntad de vivir, la perseverancia, el sentido de vida,
etcétera, prácticamente sin importar el tipo de tratamiento.
Todos tenemos algún conocido o pariente que ha sido víctima de algún error médico, a
pesar de toda la rigurosidad que supone la medicina. En el cáncer, tozudamente se sigue
aplicando el carísimo tratamiento standard que supuestamente “cura”: los rayos y la
quimioterapia, y son, por supuesto, millones los casos en que no han curado nada…. La
homeopatía y la acupuntura, por ejemplo, que son enfoques bastante más holísticos y que
en algún momento fueron el hazmerreír del medio científico occidental, progresivamente
han ido obteniendo más y más el respeto que se merecen en la medida que sí dan
respuestas donde la medicina occidental se ha quedado corta.
Claudio Naranjo, que sin la menor duda, puede ser calificado como
exponente transpersonal, publicó un libro, “Carácter y Neurosis”, en la que
hace un notable esfuerzo para hacer calzar y fijar correspondencias
demostrables entre los trastornos conductuales del DSM IV y la visión
psicoanalítica con el Eneagrama. ¿Qué te parece este tipo de esfuerzo?
Algo que Wilber dijo con lo que estoy absolutamente de acuerdo es que lo Transpersonal
incluye a las demás corrientes, en el sentido que todos los estudios serios en la psicología
son absolutamente válidos, pero en alguna medida parciales por propia decisión. El
antiguo conductismo, por ejemplo, decidió no considerar la experiencia interna sino sólo la
conducta en sus estudios, y esa fue una decisión absolutamente responsable y válida.
Nosotros, de igual modo, incluimos la dimensión espiritual –o sentido de vida- en nuestro
estudio, y eso naturalmente es mucho más abarcativo y ambicioso que la conducta
observable; pero de ningún modo invalida lo que podamos haber estudiado de la
conducta observable.
Entonces, todos los hallazgos serios del conductismo, del psicoanálisis, de los sistémicos u
otras corrientes son, por supuesto, asimilables a lo transpersonal, pero desde una nueva
perspectiva. Aceptar los hallazgos del conductismo o del psicoanálisis no significa
volverse materialistas o racionalistas, o volver a creer en la idea lineal de las relaciones
causales. Por tanto, sí me parece muy valioso el esfuerzo de Naranjo, siempre y cuando no
implique ni se tome como un intento de validarse dentro del paradigma materialista –tal
como a veces los países “chicos” desean validar su economía frente a los EEUU-, sino un
intento serio por incorporar el aporte de los psicoanalistas, tal como Erich Fromm y Karen
Horney fueron, en su tiempo, claves en la inspiración de los primeros años de la psicología
humanista.
El Eneagrama es un muy buen ejemplo para ilustrar lo que digo: este instrumento se ha
tomado, en algunos casos, muy a la ligera, como una herramienta de diagnóstico de la
personalidad –o de compatibilidad e incompatibilidad entre personalidades-, y ése no es
para nada el propósito para el cual fue creado. Si uno vuelve a las raíces de la enseñanza,
tal como llegó a Occidente a través de Oscar Ichazo y el Instituto Arica –y dicho sea de
paso, es así como enseñamos el Eneagrama en nuestro Instituto- descubre un sentido
mucho más profundo. Y éste es, describir acuciosamente un patrón determinado de ego o
personalidad –lo que llamamos eneatipo- para que la persona se vea y conozca en eso y
luego pueda, posteriormente, trascenderlo.
El año 97, con la colega Pamela Campos, hicimos el primer Postítulo que se hizo en Chile
en esta línea. Ese mismo año fundamos, con mi pareja, socia y colega Alice Thomas, el
Instituto de Expansión de la Consciencia Humana, realizando programas tutoriales hasta el
año 2002, en que decidimos acreditar un programa institucional, lo que hemos seguido
haciendo en Santiago, Concepción y Antofagasta. Y este año hemos lanzado –también por
primera vez, probablemente en Sudamérica- un Magister con la Universidad Bolivariana,
en los enfoques Humanista y Transpersonal. Creo que el IFTI es la única otra institución
que desde hace poco también acredita como clínico transpersonal.