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Julio Cortázar
FIN
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El elefante blanco de Jean-Pierre Claris de Florian MARTES
En varios países de Asia se venera a los elefantes, en especial los blancos. Tienen
por establo un palacio, comen en recipientes de oro, todos los hombres se postran ante
ellos y los pueblos luchan para arrebatarse tan preciado tesoro. Uno de estos elefantes,
gran pensador, inteligente, le preguntó un buen día a uno de sus conductores por qué le
rendían tantos honores, dado que en el fondo él no era más que un simple animal.
-¡Ay! Eres demasiado humilde -fue la respuesta-. Todos conocemos tu dignidad y toda la
India sabe que, al abandonar esta vida, las almas de los héroes armados por la patria
habitan por un tiempo en los cuerpos de los elefantes blancos. Nuestros sacerdotes lo
han dicho, por lo tanto debe ser así.
-¡Cómo! ¿Somos considerados héroes?
-Sin duda.
-De no serlo, ¿podríamos disfrutar en paz, en la selva, de los tesoros de la naturaleza?
-Sí señor.
-Amigo mío, entonces déjame ir, porque te han engañado, te lo aseguro; si reflexionas
comprenderás de inmediato el error: somos altivos pero cariñosos; moderados pero
poderosos; no injuriamos a los más débiles; en nuestro corazón, el amor sigue las leyes
del pudor; pese a la situación privilegiada en la que nos encontramos, los honores no han
modificado nuestras virtudes. ¿Qué más pruebas se necesitan? ¿Cómo es posible que
alguien haya visto en nosotros el menor rasgo humano?
FIN
2
Los deseos ridículos
Charles Perrault - Teodoro Baró (trad.) MIERCOLES
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Los relojes - Ana María Matute JUEVES
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El malo y el bueno VIERNES
Fernando Díaz-Plaja
Los dos niños iban cubiertos de pieles y mirándolo… (se inclinó hacia su hermano),
su edad era parecida. Uno era moreno, y luego me comeré tus hortalizas.
hirsuto, con expresión torva. El otro era El padre se acercaba. El muchacho que
rubio, con ojos azules. Cuando el primero levantaba la pirámide levantó los ojos
cantaba parecía gruñir, cuando el hacia él. El rubio aprovechó el segundo y
segundo maldecía lo que oía era un canto derribó con la mano la edificación entera.
de pájaros. El primero tenía la torpeza Luego, antes que el otro se repusiera de
del bruto; el segundo, la gracia del ángel. su asombrada indignación, corrió hacia su
Jugaban frente a la cueva. El moreno padre.
había ido colocando con lentitud una -Padre -la cabeza rubia se apoyó en la
piedra encima de otra. Ya eran dos, ya pierna musculosa y sucia del terrón, la
tres, ya cinco. El edificio se iba cara medio oculta, como quien se
levantando poco a poco, las piedras se avergüenza del proceder ajeno-, padre…
caían, y él las colocaba pacientemente en Estaba haciendo una casa con piedras…
su puesto. El rubio lo miraba. y… y… él me la ha tirado.
Se oyó un rumor de pasos a lo lejos. Los La sonriente expresión del padre se
dos levantaron la cabeza para ver a su tornó iracunda mirando al otro hijo; este,
padre que volvía con la azada al hombro. repuesto del asombro, empezaba a
Habló el moreno. balbucear su versión. Pero la indignación
-Cuando sea mayor ayudaré a padre. le cortaba las palabras…
Cavaré la tierra y sembraré… Veré -Yo… no…, él…; yo…
crecer la planta, la segaré… Comeremos -¡Cállate!
de lo que yo produzca. La mano protectora sobre la cabeza de
El rubio sonrió desdeñoso. rubios cabellos, el padre lo contemplaba.
-Estúpida labor… Te cansarás… Mira -Siempre tienes que ser el malo…, el
cómo vuelve padre, agotado, lleno de enemigo… ¿Por qué no imitas a tu
sudor… Yo no; yo cuidaré del rebaño. hermano? ¿Por qué no eres más bueno…?
Porque el rebaño se cuida solo y yo (Bajó la cabeza.) Eres el otro castigo.
estaré bajo el árbol, a la sombra, Entró en la cueva con un suspiro. El
muchacho rubio sonrió y se apoyó en un
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árbol mirando al hermano. Este -Has hecho bien, mi vida…, debes
mascullaba protestas sordas contra la matarlas a todas…, a todas…
vida, contra la vida injusta y necia. -Él no quería que lo hiciera. Decía que
Mientras tanto, iba colocando quería jugar con ella y quería pegarme…,
cuidadosamente de nuevo una piedra pero yo la he matado lo mismo, porque
sobre la otra; pero ahora no dejaba de sabía que te gustaría, madre…
vigilar con el rabillo del ojo a su -Y a él no le importaba ofenderme…
calumniador. Siempre el mismo… -suspiró-. Ven, hijo,
Se detuvo de pronto. Una liana ondulaba entra…; empieza a hacer frío.
en la hierba… Sí, no cabía duda, era una El sol empezaba a ponerse. El muchacho
serpiente. Se acercó a gatas, llevando en que quedaba fuera, seguía encorvado y a
la mano una de las bases del edificio, que su alrededor el ocaso iba poniendo una
ahora debía servir de arma mortífera. aureola sangrienta. Miró la mano que
Cuando levantaba la mano se la sujetaron sujetaba la piedra y la abrió lentamente.
por detrás. La piedra, todavía manchada de sangre,
-No la mates, quiero jugar con ella. cayó, incrustándose en la hierba fresca.
-Madre las odia. Quiere que respetemos El muchacho miró hacia la cueva y luego
todos los animales menos este… ¿Cuántas al cielo. En su alma había una gigantesca
veces se lo has oído? pregunta que nadie podía contestar.
Se desasió de su hermano y golpeó la -¿No quieres comer?
aplastada cabeza. El reptil se agitó Su padre estaba frente a él. No tenía
convulsivamente un poco, luego se quedó aire encolerizado, sino triste. La tristeza
inmóvil. El rubio permaneció unos del hombre que ha perdido la felicidad
segundos pensativo contemplándolo. para siempre, la tristeza del que sabe
Luego lo cogió de la cola y corrió hacia la que esta pérdida se debe exclusivamente
cueva. a sus propios pecados y no le queda el
-¡Madre! ¡Madre! recurso de achacarla a la maldad ajena.
Una mujer, que había sido bella y había En sus ojos no había cólera, sino dolor.
llorado mucho, apareció en el umbral. Un dolor de siglos que no eran pasados,
-Mira, madre, sé que tú las odias, y la he sino futuros. Cuando aquel hombre
matado; ¿qué te parece? lloraba lo hacía por algo que había de
La mujer miró el cuerpo yerto y se pasar.
estremeció de repugnancia y de terror -Vamos, entra.
antiguo… Caín se enderezó y le siguió lentamente.
FIN
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