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La Crisis de La Palabra en Eleutheria de Samuel Beckett.
La Crisis de La Palabra en Eleutheria de Samuel Beckett.
“La expresión de que no hay nada que expresar, nada con que expresarlo, nada desde
lo que expresarlo, no poder expresarlo, no querer expresarlo, junto con la obligación
de expresarlo.”
Samuel Beckett: Three Dialogues, Tal Coat
En esta cita, que aparece en la recopilación de los poemas en inglés de Samuel
Beckett, en la editorial Barral en el volumen titulado Poemas, se puede resumir muy
bien la lucha extrema del autor.
La búsqueda de un lenguaje puro, un no lenguaje que sea capaz de expresarlo
todo, sin el loco circunloquio social que pretende ser el poseedor de todo lo existente,
compresor de todo lo explicable.
La deriva inicial de Beckett en su búsqueda comienza en el ámbito del idioma.
Becket se deslocaliza, migra a otro idioma sin relación con el suyo, adopta el francés
como vehículo de su creación. Esto, es evidente, se hará notar. Pero la huida de sus
atávicas raíces no es suficiente.
Tal vez lo encuentre entre el lenguaje dramático, de los hechos, de la acción. Y
aunque no pueda desprenderse de la palabra, podrá colocarse frente a ella con otras
armas.
En la obra que nos ocupa, el espacio y su desplazamiento es un potente mensaje.
Por mucho que deseemos la inacción, el mundo que pisamos y ocupamos, se mueve.
La obra es un trampantojo de principio a fin. No sólo por la exposición de la
realidad burguesa de la familia de Víctor como lo real y la opción de Víctor como el
intento de inadaptación total, pero acontecimiento al fin. Es un ocultamiento de la
verdadera realidad como función teatral, que se desvela poco a poco y revienta exigente
al final de la obra. El teatro dentro del teatro y éste dentro de sí mismo infinitamente.
El teatro que reclama explicación, razón de ser del personaje. Palabras y más
palabras que justifiquen la existencia y la función de los personajes. Un teatro que no
soporta la disfunción, la de Víctor y la de cualquiera que desee renunciar a los
lenguajes, soltar sus ataduras a las reglas de estos.
Todos somos presas de un sistema de comunicación. No basta con alterar las
reglas, esto se vuelve regla al cabo.
Es también un juego con el lenguaje de los adaptados, que de profuso se hace
inútil. Muchas palabras no dicen nada. La atención la genera quien no desea seguir