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La crisis de la palabra en Eleutheria de Samuel Beckett.

Por Juan Antonio Arranz Juárez.


Literatura III. Profesor: CLAUDIO DE SOUZA CASTRO FILHO

“La expresión de que no hay nada que expresar, nada con que expresarlo, nada desde
lo que expresarlo, no poder expresarlo, no querer expresarlo, junto con la obligación
de expresarlo.”
Samuel Beckett: Three Dialogues, Tal Coat
En esta cita, que aparece en la recopilación de los poemas en inglés de Samuel
Beckett, en la editorial Barral en el volumen titulado Poemas, se puede resumir muy
bien la lucha extrema del autor.
La búsqueda de un lenguaje puro, un no lenguaje que sea capaz de expresarlo
todo, sin el loco circunloquio social que pretende ser el poseedor de todo lo existente,
compresor de todo lo explicable.
La deriva inicial de Beckett en su búsqueda comienza en el ámbito del idioma.
Becket se deslocaliza, migra a otro idioma sin relación con el suyo, adopta el francés
como vehículo de su creación. Esto, es evidente, se hará notar. Pero la huida de sus
atávicas raíces no es suficiente.
Tal vez lo encuentre entre el lenguaje dramático, de los hechos, de la acción. Y
aunque no pueda desprenderse de la palabra, podrá colocarse frente a ella con otras
armas.
En la obra que nos ocupa, el espacio y su desplazamiento es un potente mensaje.
Por mucho que deseemos la inacción, el mundo que pisamos y ocupamos, se mueve.
La obra es un trampantojo de principio a fin. No sólo por la exposición de la
realidad burguesa de la familia de Víctor como lo real y la opción de Víctor como el
intento de inadaptación total, pero acontecimiento al fin. Es un ocultamiento de la
verdadera realidad como función teatral, que se desvela poco a poco y revienta exigente
al final de la obra. El teatro dentro del teatro y éste dentro de sí mismo infinitamente.
El teatro que reclama explicación, razón de ser del personaje. Palabras y más
palabras que justifiquen la existencia y la función de los personajes. Un teatro que no
soporta la disfunción, la de Víctor y la de cualquiera que desee renunciar a los
lenguajes, soltar sus ataduras a las reglas de estos.
Todos somos presas de un sistema de comunicación. No basta con alterar las
reglas, esto se vuelve regla al cabo.
Es también un juego con el lenguaje de los adaptados, que de profuso se hace
inútil. Muchas palabras no dicen nada. La atención la genera quien no desea seguir

La crisis de la palabra en Eleutheria de Samuel Beckett . Juan Antonio Arranz Juárez


I
comunicándose con esa sociedad. Atención en exceso que a Víctor no le deja escapar,
ser libre, no comunicar. Acaba aceptando que no será libre del todo, pero que todo su
camino pretenderá tal logro. Es la pura definición de la Utopía. La libertad es una
utopía, algo inalcanzable en su totalidad.
Tal vez, sea la comunicación la cadena más difícil de romper. Igual que no existe
la inacción total, no existe la no comunicación. Nuestro propio estar comunica.
Víctor es reclamado por todos para que explique, exprese, que muestre su mérito
para estar ahí, en la sociedad, en la obra y en la vida.
El razonamiento de que muerto no sentiría estar muerto demuestra que desea
seguir sintiendo, que no renuncia a la vida, pero que desea ser libre, solo, solo para
dejarse llevar, que aún no es libertad, pero es su camino a ella.
El lenguaje es limitación, reglas, supone que las aceptemos para vivir en
sociedad. Los idiomas, los lenguajes no verbales, los lenguajes artísticos pueden querer
reformularse, revolucionar, pero al final definen sus límites y pretenden la captación de
seguidores no libres.
Finalmente, Beckett derrumba el espacio del lenguaje burgués hacia el foso,
pretende hacerlo desaparecer. Pero como superviviente ancestral se escapa de ese
abismo para visitar y atormentar a Víctor. Aparece, incluso, su gran defensor, el
espectador que está ávido de razones, que exige, que dice necesitar, que solicita, que
amenaza.
Del atropello del mundo y sus exigencia, Víctor parece salir victorioso por el
momento y retoma el deseo, el intento de libertad con el SILENCIO.

La crisis de la palabra en Eleutheria de Samuel Beckett . Juan Antonio Arranz Juárez


II

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