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Una ligera comparación entre el enfoque temático del Primer Manifiesto del surrealismo de

André Breton y El aldeano de París de Louis Aragon

Mariana Otálora Rozo

Seminario sobre vanguardia (2023-2)

Se podría decir que no es tarea fácil comparar dos formas de escrituras de textos con
finalidades, a simple vista, distintas; sin embargo, encontrarse con ciertas similitudes
tampoco es tarea difícil. En el manifiesto que publica André Breton se encuentran varios
momentos en donde el escritor habla desde el sentimiento y la idea de precariedad en la
vida real, que a opinión es lo que sucede en toda la historia que nos cuenta Louis Aragon en
El aldeano de París, un hombre que se da cuenta de lo precaria que es la vida en el lugar
que habita y poco a poco nos va describiendo la situación que no sólo vive él sino todos los
que cohabitan el espacio, el pasaje de la ópera.

Breton constantemente repite la idea del hombre desolado y soñador que “examina con
dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido a través de su
indiferencia o desinterés” (pág. 328), es un hombre con el cuál fácilmente el narrador de El
aldeano en Paris podría identificarse. Intenta comprender o hace creer al lector que
comprende la situación que está pasando en su entorno, sin embargo, la manera en que lo
expresa resulta devastadora y entristecida, aunque éste no muestre indicios de sentir esto
podría inferirse por cómo describe las situaciones. El hombre del surrealismo es un hombre
al que no le afecta la moralidad, su conciencia moral se ha desvanecido y puede prescindir
de ella sin dificultades y encontrar en el relato de Aragon una crítica moral tampoco es tan
sencillo, critica superficialmente varios oficios al igual que lo hace con la Inmobiliaria del
Boulevard Haussmann por lo que planea realizar, pero habla sin tapujos y sin que le
importe mucho lo que pueda pensar el lector. Es capaz de describir la rutina de los ancianos
porteros, del peluquero, del embolador de zapatos sin ahondar mucho en los
sentimentalismos es un narrador muy racional, que intenta ser lógico y pensar a consciencia
el porqué de las cosas sin inmiscuirse de lleno en ellas, pues ¿qué cambio podría lograr
acaso? Y lo dice el mismo Breton: “Todos sus actos carecerán de altura; todas sus ideas, de
profundidad” (pág. 329) es un hombre que ya no busca nada por lo cual esforzarse y por lo
cual sólo será capaz de ver los acontecimientos tal y como ocurren, haciendo de ellos un
comparativo constante incluso, en acontecimientos en los que no ha formado parte.

Posteriormente dirá Breton: “Aunque el oleaje de la vida cause la impresión de elevarlo, de


revolearlo, de hundirlo, el personaje siempre será aquel tipo humano previamente formado”
(pág. 332), Aragon nos pone a un personaje que no se ve afectado por lo que sucede a su
alrededor, es como si levitara sobre los problemas que al resto de personas les acontecen,
pues no se inmuta, como si él fuera el único que no será afectado por el fin del pasaje de la
ópera, como si perder el lugar que conoce casi que a la perfección y un lugar en el que,
aunque no se sienta cómodo, no le molesta fuese algo sumamente mínimo como para
dedicarle un poco de intranquilidad. La cita que mejor resume todo esto con respecto a
Aragon bien podría ser la que se encuentra páginas más adelante: “La poesía lleva en sí la
perfecta compensación de las miserias que padecemos. Y también puede actuar como
ordenadora, por poco que uno se preocupe, bajo los efectos de una decepción menos íntima,
de tomársela a lo trágico” (pág. 341) en mi opinión encerrar los pensamientos y
sentimientos que tiene el personaje principal de El aldeano en París nos lleva a tener una
imagen ilusoria de un hombre que no es capaz de reconocer sus problemas sino vistos
desde la perspectiva de los otros: si al peluquero, al sastre, al librero o al dueño de la
taberna le afecta lo que sucede dentro del callejón, él ni siquiera siente que pueda llegar a
verse afectado aunque note la incomodidad de quienes lo rodean. Aragon hace uso del
surrealismo para poner “al desnudo la pobreza de la desesperanza” (pág. 352), utilizando la
idea de Breton, el personaje de Aragon es capaz de juzgar a todos los que cohabitan el
pasaje de la ópera, de criticar sus métodos y su estilo de vida, la pobreza emocional del
personaje con respecto al problema que le rodea y a los sentimientos que otros tienen
consigo indirectamente, en resumen tanto del surrealismo que plantea Breton como la idea
con la que se queda el público lector de El aldeano de París es que “el surrealismo
únicamente podrá explicar el estado de completo aislamiento al que esperamos llegar, aquí,
en esta vida” (pág. 366).

Más allá de la parte intrínseca del hombre que da vida al texto de Aragon, es importante
tener en cuenta los afiches, letreros y carteles que complementan la lectura y que dan pie a
imaginarse la vida social de la época, el callejón y los establecimientos de ambos lados que
están llenos de publicidad y de información. No son pocos, pero sin duda son suficientes
para ilustrar al lector y permitir una lectura más enriquecedora e interesante, mantener al
lector a la espera de que aparezca otro cartel informativo. Me surge la gran duda de si
Breton consideraría esto como parte del diálogo que dice dentro de su Manifiesto debería
establecer el surrealismo poético: “las formas del lenguaje surrealista se adaptan todavía
mejor al diálogo.” (pág. 354) porque dentro de todo el texto sólo hay un diálogo al iniciar el
relato. ¿Tales carteles y letreros podrían considerarse un diálogo? Porque tomados tal y
como son, sólo hay información unilateral del lado del panfleto hacia el lector, lo que
interprete éste ya forma parte de su ideología y entendimiento, no tiene la capacidad el
personaje de Aragon de crear un diálogo con algo que no le dirá más de lo que ya hay
escrito. Además de esto en páginas siguientes Breton dice que “las palabras y las imágenes
se ofrecen únicamente a modo de trampolín al servicio del espíritu que escucha” (pág. 356),
de modo que incluir todos estos caracteres adicionales apoyaría sólo a que el lector no le
deberían importar tanto, según se intuye de la cita, aunque dentro del texto de Aragon sean
suficientemente importantes para crear todo el ambiente del callejón y de entender qué
sucede dentro de este.

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