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PAOLA

Gastón Bo
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Índice
PRIMERA PARTE
1
I II III IV
2
3
I II III
4
5
I II
6
7
8
9
SEGUNDA PARTE
10
11
12
I II
13
14
15
I II III
16
17
18
19
20
I II III
21
22
23
24
25
TERCERA PARTE
26
27
28
29
30
31
32
33
34
I II
35
36
37
I II III
38
39
I II III
40
I II
CUARTA PARTE
41
I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI
42
Epílogo.
“Esta es la vida, un experimento que en gran parte no hemos ensayado…”
(Henry David Thoreau).

Hashtag: #Elmundovelaylanovela

@Novedad
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2023 2027 2028
PRIMERA PARTE
1

I
Una Ola muda golpeó el telón, ella no podía gritar, escenario superfluo y otoñal, a la

vera de las olas que enmudecían. Cálida cadencia, instinto animal, la que maltrata el

silencio a orillas del Niágara. Potente la fuerza con que se arrastra el agua y ella

creación incandescente que se vuelve poco a poco reptil, poco a poco nada. Y se ahoga

entre el llanto, entre peces acabados y descoloridos. Peces sin branquias. Ella sola.

Solloza. Aminoran las horas. Y se teje la inevitable cadencia del estupefacto. Cuando

años atrás gritara un "Hola".

Una ola muda era ahora. Bañando el silencio de la playa y las aguas que entristecen

el océano y el mar. Era ella una amarga, antes una margarita, y en el presente mar.

Palabras que se desgastan y desapegan, mezclan, igual que ella, los peces, el mar;

reptiles, ballenas, crustáceos e invertebrados. Que el martirio de escribir una y otra vez

que era ella como una ola muda, cuando temporadas atrás había gritado un "Hola".

¿Pero a quién?

¿Cuándo?

¿Cómo?

¿A qué hereje, mequetrefe?

La fe se le había acabado.

PUNTO.

Una ola grande tapaba la arena, como si desiertos se taparan de piraguas. Sacó el

paraguas y se echó a andar, porque lo único que mojaba era la lluvia. Ya no sus

lágrimas. Ella seca y al unísono mojada. Tempestades de la vida, paradojas de las hojas

que caen flotando al mar. Y el agua, se desvanece, como las olas, la bruma, las horas,

como aquel "Hola" que había gritado. Similar. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿A quién? ¿Con qué

intención?
—¡Hola!

Gritaba..., aquella vez desesperada.

Esperando un milagro.

Un adiós.

Hoy mismo un silencio.

Mañana, no se sabe.

II
Ave me gustaría que fuera ella, murmuraba, alguien del público, algún capataz...

Estoy más vivo que ella, se levantaba a murmurar, alguien del público, algún

capataz...

De un público poco capaz. Que agota el escenario donde se desenvuelve la...

V.I.D.A.

Pero la vida olvida.

Y esas son paradojas, o moralejas, nuevamente, como hojas que caen al mar. Como

olas mudas gritando.

Hola.

Paola.

¿Paola dónde estás...?

III
"El mundo es como un jarrón al que los orientales no pueden reparar", se le había

escuchado declarar. Queda ahí. Ahí. Al costado. Del costado, y en el fondo, medio, y a
la vuelta, algún otro satélite o galaxia, intermediario, común, que da vida a la vida, al

cosmo de los cosmos y al satélite magma de los planetas. "Pero queda al costado el

jarrón", no olvidemos que, "La vida olvida".

Entretanto dentro, alguien planta una planta, como en la tierra, Marte, Venus o

jueves o Afrodita, como quien destina huevos a la sartén o el anzuelo al pescado.

Suspira.

Acomoda.

No ríe ni llora.

El individuo desconocido acomoda el jarrón y algunos otros pedazos recoge del

suelo; (los que quedan). Mira al alrededor, derecha, izquierda, frente, izquierda y detrás.

Repite como perseguido. Se asegura. De vuelta. Da vueltas. Repite. Lo intenta. Saca del

saco...

Sale corriendo.

No hay disparos, sangre; semen esparcido.

Sobre la base del jarrón, queda una amapola.

Un japonés se emociona.

Sin saberlo, ahora sabe que, ama a Paola.

IV
—Pa, hola.

Saluda.

Saluda él.

Otoño/invierno del 20..

(Ludo guardado).

Se desata el conflicto. El principio del ocaso.


—¡Acaso que te dije hija…!

Callada.

Tenso como el adoquín, con el entrecejo por entre las piernas.

Tiembla al verle levantar una mano. Intenta divisar una salida. Se transforma en el

violento, en el responsable de sus desgracias. El desgraciado ejecuta. Víctima. ¿Él? Un

insano. Al rato la policía. Sirenas. Ambulancias. Cruel, un ingrato.

Ella no tiene la culpa de haber sido engendrada (falso: criada) por un monstruo.

Un puto capullo. Esposado. Lo retienen. Dan aire, respira.

—Trola —escupe el padre.

El japonés en ese entonces hubiera regado la planta, para que no se muera. No

obstante Paola moría. En su interior. Desflorecía. Con diecinueve años estaba sola.

<<Como una ola muda, callada>>. Herida en la mejilla. Producto de un mal logrado

funeral.

—Pa, hola.

A esas palabras había que enterrar.

Pronto se recuperaría...

Por primera vez afirmaría creer que, la vida olvida. Y ella por lo tanto, a su padre.

A su madre. Y por ende, a todos los que rodean su mundo. "O me hundo o me voy",

pensó...

Al volver de la clínica abandonó la casa. Con bolso en mano.

Era libre y al mismo tiempo presa. Del pasado, su familia, cultura, historia,

religión, de todo.

—Zanahoria —dijo, pensó, analizó.

Partió. A la mierda. Como se dijo...: A ese mundo de mierda que aún me espera...

Frenó en una verdulería.


Compró peras.

Podría haber comprado toronjas...

—Hola.

—¿Kilos?

—Dos.

Conclusión: Paola no estaba sola, llevaba peras.

Y en el futuro, un japonés, fue quien la rescató (Jun Su, Su Jun o Juan José en

castellano).

—Ya no más —dictaminó Paola.

Siguió caminando.

Pensaba en oriente.

¿Sonriente?

Las peras sabían a silencio y a pocos gritos.

Tiempo después, Jun Su la salvaría.


2

Sal varía de acuerdo al mar que te metas. ¿Tienes metas? ¡Cometas! Una locura. Tal

vez Paola. Pero hablemos de los mares y no de la hipertensión. Porque decir que la sal

mata es como que te coma un tiburón. Y Paola tendría que haberse creado un arrecife,

su propia barrera de coral para protegerse, o domesticar, ese propio ecosistema que se

iba deteriorando. Dado que un caballo de mar pronto estaría relinchando, fuera del agua,

fuera de su alma, fuera de su hogar.

Paola se había metido al agua y la pobre casi se ahoga. ¿Maldita había sido su

suerte? ¿El clima? Sus terremotos, que llevaba dentro, capaces de generar y degenerar

olas, como para que a una diabetes se la trague el mar y se deshaga edulcorada. Parecía

la maldita hipertensión en persona. Valía verle los pelos de punta, y exaltarse el

corazón. Arrastraba un 180/100 mmHg. Arterias tapadas. Impulso demoledor. Solo restaba

que le echen un salero, para que ella misma se meta dentro, y se ahorre el sufrimiento.

No era ola. No era mar. Era sal. Era Paola.


3

I
Tampoco era río. Río de Janeiro. Cuando decidió a dónde ir. Marcó en el mapa, y se

desvió. De su continente, de una atolondrada Buenos Aires, donde aquel tsunami de

inflación se los estaba devorando. Ni lo dudó. Con ayuda de algún ahorro, colaboración

de una amiga y la generosa ayuda de un abuelo tomó el vuelo. A su nuevo Yo, a su

próximo destino. Donde tendría por delante que ver cómo hacer. Mejor dicho cómo ser.

En efecto (sin dudas) el viaje que emprendía era hacia adentro, hacia sí. No hacia Asia;

hacia afuera. Para conocerse. Encontrarse. Descubrirse. Soltar. Volar. Aprender.

Desaprender, lo que hasta allí se supone que había aprendido. Por ejemplo, tenía ideales

tan simples como los de cualquiera: Soñar. Amar. Amarse. Encontrarse. O…,

[encontrarlo], ¿a quién?, se supone que a él...

Estaba segura cuando tomó asiento junto a la ventana. El 30 A. Dejaba atrás el

Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Ministro Pistarini. Con nervios en la panza, como

cuando se emprende algo nuevo o como quien dice "Hay que dejar el pasado atrás".

Vigilaba hacia afuera, observaba desde arriba, más que aquella ciudad, las nubes, el

cielo, y lo que tanto le remordía y carcomía: un pasado al que hubo que pisar. (Puré de

papas, una de las comidas trilladas).

Se despidió un lunes por la madrugada, de la siguiente manera:

<<Adiós al para siempre y a las creencias tan arraigadas/Bienvenida la nueva


dama/Nueva mujer/Autóctona naturaleza/La realeza/Adiós al Mar Muerto, visto
que tampoco me voy para Israel...>>.

Esto último dejó escrito a su mejor amiga en una carta, mismo párrafo que envió por

Whatsapp, donde terminaba diciendo: Estoy harta, podrida; no doy más.

En resumen, como lo entrevemos, su fin era hallarse. Y, como por arte de magia,

milagro, bendición, gracias a Dios..., o quien sea, destino...,


en medio de ese vuelo,

como si así lo hubiera querido contar la mejor de todas las obras,

se escribía esta historia.

Cuando quien estaba junto a su asiento, se presentó.

—Soy Jun Su.

II
El fin era hallarse,

uno de los medios el avión,

y en el medio justamente estaba él.

Como España de Argentina y Japón.


III
4

Pese a que hablaba español debido a su madre, descendía también de una cultura

diferente al haber su padre crecido en Asia. Aunque él nunca se halló allí, en Tokio. Y

por lo visto se veía atraído, como algunos de aquella otra parte del mundo, por nuestro

occidente; no así por el k-pop que despegaba hacia lo alto en Corea, por nombrar

algunos de los booms que estaban pegando. A la hora de hablar tenía un acento

entendible y mucho más latino que un español de Badajoz.

Así como se presentó se sentó. Ella sintió las ganas, de ir al baño. El intestino, la

cabeza, el cuerpo, hablan. Cuando volvió dijo:

—Este viaje se hace largo. Con la turbulencia…, voy a estar mejor.

Había turbulencia en su interior.

Se pasó a escribir el siguiente escenario:

Jun Su la miraba.

Paola pensaba.

Ambos estaban ahí.

… para necesitarse.
5

I
A 37.999 pies sobre el nivel del mar sucedió aquel primer encuentro.

El del jarrón sucedería casi en el final. Con el desarraigo.

II
6

Retomando la frase "La vida olvida", cuestionemos lo que Paola y Jun olvidan. Ella

olvidaba sobre todo a su familia; no es que sea una desgraciada pero tenía entendido que

para crecer hay que alejarse. No soy una niña mimada, ni una Peterpana, se decía.

Dejaba también de lado miles de costumbres, comidas, recuerdos de su niñez, y

principalmente a él, a su padre. Pasando a olvidarse que fuera una víctima, para así ser

la protagonista, de su propia historia; (más allá de esta que se cuenta). Es que de la familia

descendemos, pero nacemos de verdad, cuando nos proponemos matar, parte de ese

pasado. Ya se dijo, hay tantas cosas que uno puede olvidar y matar, para ser feliz, y sin

embargo... caemos en el error de seguir acumulando en demasía. Pensemos en todo lo

material, hasta en artilugios y electrodomésticos, la ropa, zapatos, cosméticos, autos o

en el peor de los casos, lo diremos con respeto, hasta en los libros; (y todo aquello que

se pueda imaginar). Acumulamos. Somos mochilas donde juntamos. Y si hablamos de

sentimientos, pensamientos, emociones, ¿dónde caben? Estos son invisibles. Pero

pesan, y cómo. Y llega momento en el que sin darnos cuenta nos arrastramos. O

canalizamos, o explotamos, por medio de uno de esos estados de ánimo tan alterados.

Volviéndonos patológicos, enfermos, sombras; cebollas artificiales repletas de capas y

capas; para resistir, tremenda acumulación. En un diario recordaba haber leído: "Olemos

como a riachuelo". Ella aun así había estado deshilando, y comprendiendo que, como

cebollas, primero hay que llorar, al ir sacándose varias de las capas, y que llorar está

bien, nos hace bien, hasta poder tocar bien adentro, en lo profundo, como cuando los

peces descubren que bien adentro se esconde lo precioso del mar. Puesto que para

descubrirlo hay que bucear, empezó a pensar, en aquel vuelo. Y buceaba. Hallando la

manera de olvidar. Y una de las formas que ponía en práctica era alejándose. Porque la

otra sería el tiempo que habría que esperar... Sin embargo, mientras tanto, surgiría una
tercera fórmula: masculina. Aquel que la pondría a prueba, para no tener que pasar a

odiar, por uno que tuviese la culpa (por uno solo), a los próximos que vengan. Pensaba

con la cabeza en el respaldo, mirándolo entre ojo y ojo, abierto y cerrado, a Jun. Quien

parecía ser, más que alguien nuevo al que se conoce, un interrogante. Hasta que una vez

más, cuando ambos se apuntaron con la frente, con el mentón, para matar lo que faltaba

del viaje; quizás por los nervios acumulados, sin querer demostrarlo (tal vez, ninguno de

los dos)..., coincidieron, en el siguiente diálogo:

—Yo, Jun Su, hay algo de lo que no me puedo...

Paola se mostraba petrificada, al sacar un tema de conversación en el cual ella

también pensaba. Y como pudo contestó:

—¿De qué no te puedes…?

—… desprender: de quien era yo, antes de tomar esta decisión.

—Qué has decidido, perdón…, no te lo he preguntado...

—Emigrar. Se supone que no me estoy yendo solamente de viaje, esto no son

vacaciones. Decidí irme, cambiar, y de paso visitar a mi mamá, que hace tiempo no veo.

Probar que pasa. Como decimos del pueblo de donde vengo en Tokio: no hay necesidad

de que se rompa el jarrón para tener que salir a repararlo...

—Puede que, el mío se haya roto —fue directa.

—...

—Puede que...

—… no estarías en este avión... —hablaba cual sabio, quizás como un Confucio.

—Pronuncias bien el castellano, pero no te estaría entendiendo...

—Te tendría que haber preguntado primero por qué viajas...

—... tendríamos que volver a comenzar esta charla.


—Veamos... —Lo tomaron como un juego. Él volvió a preguntar—: ¿Por qué

viajas?

Paola insistió para que sea Jun quien conteste primero:

—¿Por qué viajas?

Tras segundos en los que ninguno se decidió a contestar, coincidieron: "Para

emigrar".

Jun Su preguntaba ahora más enfocado, con ganas de escarbar:

—¿Cómo te llamas?

Respondía:

—Paola.

Sería sincero él, al declararle:

—Me recuerdas al MAR.


7

Sus ojos azules dilucidaban un mar revuelto; él adivinaba luego de hablar, y hablar.

—Pareces revuelta, como que le das vueltas... —decía para que se ría mitad en

japonés y mitad en castellano, y se lo actuaba.

—Revuelto gramajo —decía ella para ver si entendía; había algo de ebriedad en sus

palabras (se supone que aquel no era un síntoma del vuelo como si lo puede ser

vomitar).

Para seguir con el preciado y acogedor momento, de dos extraños que se conocían,

con gracia; como delfín y medusa; llamaron a la azafata, para pedirle...

—Dos copas de vino por favor.

Para brindar.

—Te invito yo.

Se rieron.

Y de a poco sus ojos (cuatro ojos), retomaron la calma.

Así como el mar,

como la turbulencia.

como las olas.

Diría el capitán a bordo:

"Bienvenidos a Barcelona".
8

Aterrizaron en el Aeropuerto El Prat. Terminal 1. Sellaron pasaportes y recogieron

las valijas. Ambos estaban parecidos en la foto. Aunque el oficial se lo quedó

observando más a Jun, quien le preguntó:

—¿De vacaciones?

—Claro.

En Argentina se lo hubieran confundido con un chino, coreano o taiwanés. Valga la

ignorancia de los argentinos. Que a veces les da igual confundir a uno y a otro. Pero

podríamos preguntarle a Jun qué pensaría al respecto: "Sería lo mismo confundir al

peruano con el boliviano, al venezolano con el colombiano, pues me pregunto por qué

los del interior de Argentina odian tanto a los porteños...". Cosas como estas puede que

nos haya contestado. De hecho estaba más convencido de darnos alguna otra respuesta

como si se dedicase a narrar alegorías: "Confundir un jarrón con un jarro, la cerámica

con la porcelana; confundir irse con emigrar, o hablar con comunicar, puede que sea la

clave, para diferenciar entre aquellas distinciones. Por un lado el jarro cumple una

función, distinto al jarrón, cual lleva un proceso y gran dedicación, a la hora de

elaborarse. Digamos que los jarros carecen de impronta, de detalle, y el jarrón alberga

cualidades de quien ha puesto la mano sobre él, de quien lo ha elaborado. En mi pueblo

distinguimos entre jarro y jarrón, porque quien dedica su vida a hacer jarros hace de la

suya una profesión, mientras quien se inclina hacia los jarrones definitivamente hace de

la suya un arte. Como decía anteriormente, está quien habla y quien comunica, y quien

comunica sabe que está poniendo en la conversación parte de su alma y quien habla

parte de su voz. Yo, más bien, recibí enseñanzas y me especialicé en jarrones, por eso

me animo a decir que, con orgullo, puedo saber cuándo alguien se está partiendo a la

mitad (hay otro arte que se practica donde se aprende sobre cómo parten las olas).
Parece ella haberme dicho entre líneas en aquel vuelo que se partió, sospecho que como

un auténtico jarrón, tiene la posibilidad de resistir, de restaurarse, para que las marcas

del jarrón disimulen y en el futuro se vuelvan más bellas. Y ahí estaré, si es que me

equivoco, y aquel jarrón cae y se rompe. De todo lo que he vivido, de todo lo que me he

querido desligar, aunque aún lo sigo intentando, conservo la habilidad, de tratar con

jarrones".

Ella se despidió, él cogió un papel y un boli, y anotó su número de teléfono móvil;

aunque le dio el número de la amiga por si acaso.

—¿Facebook? —preguntó Jun.

—Lo cerré.

—¿Instagram?

—Nunca tuve.

Tomó para la izquierda, debía hacer combinación con la Terminal 2 para luego

tomar el tren.

Jun por su parte se quedó esperando a la madre quien le prometió venir a buscarlo;

había pasado demasiado tiempo y estaba ansiosa…

Levantó la mano para despedirse.

Como si la fuera a perder corrió hacia ella, antes de que se esfumara. La frenó.

Paola un poco se asustó, se sintió intimidada. Sacó de la chaqueta una pequeña tarjeta,

que le entregó como uno entrega a la editorial una portada. Paola apurada la guardó en

el bolsillo derecho del pantalón, sin demasiada explicación, sin darle mayor

comunión… siguió de largo.

El haber pisado una nueva tierra, la tenía entusiasmada. Tras tomar el bus que la

dejó en la terminal vecina atravesó un puente entrecerrado que desembocó en la


estación de tren. Compró una tarjeta de diez viajes a razón de un euro cada uno. En el

monedero había suelto un billete de cincuenta pesos; ya habían salido en Argentina los

de mil; pronto saldrían los de cinco mil quinientos; en todos los países de la Unión

Europea como mucho se habían emitido los de quinientos, y valían una fortuna. De

fondo al estirar la mirada divisaba la sierra. El aire golpeteaba en su cara. El cabello se

estiraba. De a poco resplandecía. El aire olía a flores, a fresas; el cielo gris a soleado. Y

otra vez la invadía una sensación de calma, de quietud, cuando se sentó a esperar en el

andén, la llegada del tren.

Camino al centro de Barcelona se distraía y se relajaba al penetrar sus pupilas por

la ventana. De momento a otro se le cruzó por la cabeza que Jun le había entregado la

tarjeta. Sacó del bolsillo. En la mano izquierda todavía el reloj marcaba la hora de

Buenos Aires. La dio vuelta, debido a que el dorso era blanco.

Observó un jarrón.

Dentro una amapola.

El Jarrón estaba intacto.

Por momentos ella era el jarrón, y el jarrón era ella.

Todavía en la terminal del aeropuerto Jun Su abrazaba a la madre.

En el tren (línea R2 Nord) Paola parecía haber olvidado a su padre.

Entre un salero y un jarrón, Paola elegiría un... Ya lo veremos.


9

Muy bien, vamos a revelar varias verdades. Llegó el momento. Basta de sufrimiento.

Te digo, no miento: hay dolor en Spain; en el mundo. Deberás ubicarte. Prestar

atención. Porque al inicio, nada de esto, se te comentó.

1) Paola está bajo un tratamiento experimental.

2) La empresa que ofrece dicho tratamiento no figura inscripta en ningún tipo de

establecimiento, y se puede decir que, es una empresa fantasma. Está liderada por un

multimillonario japonés.

3) El tratamiento lo decidió poner en marcha su padre, (aunque ella todavía no lo

sepa; por ahora). Estaba al tanto el padre que después de lo ocurrido con la hija podría

ir a una sentencia que lo dejara inhabilitado socialmente. Y mucho más cruel todavía,

perdería toda capacidad de validarse como persona, pasando a ser descartado en el

convenio de “Desechos tóxicos” que se conoce con el nombre de "Desechos

inhumanos". Debido a que cualquier hombre que infrinja las normas, más

precisamente contra la mujer, se lo considera un desperdicio, y por lo tanto debe esperar

su desintegración, junto a otros miles de hombres sentenciados.

4) Estamos en un futuro próximo, el año exacto no se revela para no exponer a la

empresa implicada, ni al padre de Paola. Empero hay una franja abierta donde discurren

los hechos, que va del año 2022 al 2028.

5) Paola dice haber tenido un incidente con su padre, aunque el padre biológico

desapareció al año de nacer. Por lo que su padre actual no es de sangre. Lo que implica

que no haya una relación directa, “biológica”. A pesar de esto, se sabe que el padre

biológico es japonés, y que está vivo.


6) Al despertar Paola se habrá olvidado de todo (comentan dentro de la empresa). Y

el desenlace puede resultar inconcluso. Mientras tanto está consciente. Y lo que sucede:

“es parte de su vida”.

7) Paola no tiene rasgos físicos del padre biológico porque heredó los de su mamá,

quien ha entablado relación con dicho padre sustituto que se menciona. La relación con

su madre desde que era adolescente ha sido conflictiva, mala. Y cuando sucedió el

hecho infortunito, el atentado, no la defendió ni apoyó.

8) La empresa que se forjó fue creación del padre biológico de Paola, quien intentó

miles de maneras posibles de hallar a la hija, sin lograr su cometido. En todo este

tiempo diseñó de cabo a rabo un plan, con el único propósito de recuperarla. Por lo que

el único afectado será el padre sustituto, quien ha caído en las manos de una empresa

que se dedica a salvar el alma de tantas mujeres que se ven acosadas por este tipo de

hombres.

9) Paola está a salvo y experimenta una Realidad de simulacro o Paralela, o “De

otra era, como guardada en una heladera” (catalogaría un periodista catalán,

irónicamente). Sin embargo todo lo que le sucede le sucede de verdad, porque el que

ejecuta en mayor medida es su subconsciente; y la finalidad es encarrilarla, liberar su

alma.

10) El padre biológico decidió desaparecer por la ambición que suponía llevar a

cabo el proyecto. Corriendo este riesgo parte del plan sería reencontrarse con la hija.

Otrora, lo que no hubiera esperado (¿jamás?): es que suceda de esta manera que se

presenta.

11) Una de las enseñanzas del arte del jarrón es que por más rotas que estén las

partes, si se penetra en las profundidades del arte del jarrón, las partes se unen.
12) En los últimos años el número de mujeres maltratadas, acosadas, violadas,

etcétera etcétera, desbordó. Por tal motivo surgieron asociaciones y empresas que se

empezaron a hacer cargo de rastrear a los responsables. Funcionan principalmente

atrayendo a la carroña, mediante el engaño, y les prometen que no irán a parar al área de

Desechos tóxicos e inhumanos.

13) Las cárceles siguen existiendo, y hay nuevas áreas denominadas: "Áreas de

Desechos tóxicos e inhumanos".

14) Surge un interrogante: Cómo será el encuentro de Paola con su padre de

sangre, tras lo ocurrido con aquel otro papá. ¿Podría aceptarlo?

15) Las iniciales del padre biológico son: A.B.W.

16) El incidente que le ocurrió a Paola fue la gota que rebalsó el vaso.

17) Paola recostada en la camilla es bien consciente de que en su vida, en general,

no estaba siendo feliz. Muchas cosas, la estaban superando o supurando; lastimando. El

entorno, las relaciones, las pocas ganas de vivir, tantas cosas la estuvieron… a PUNTO

de colmar…, para que ese vaso rebalse.

18) A veces la gota que rebalsa el vaso es la gota que rebalsa el mar.

19) Emigrar en parte significa: irse a otro país. Pero además: viajar de afuera hacia

adentro, o de arriba hacia abajo.

20) Esto más allá de haberse transcripto en formato PDF, también se ha transcripto

en formato PPF.

21) PPF = pasado, presente y futuro:

22) Paola entre un salero y un jarrón, elige…: ya lo veremos.


SEGUNDA PARTE
10

El tren se detuvo en la estación Sants. Tenía que combinar líneas para llegar al

centro. La maleta que arrastraba parecía guardar ropa para una semana. Esta simple

observación demarca que no se necesita de mucho para irse, partir, viajar. De fondo el

altavoz de la estación anunciaba: "Atención atención tren sin parada". Se tapaba los

oídos por el ruido que entorpecía, al hacer eco y rebotar en aquel callejón subterráneo.

Sentía sed. De la botella de medio litro de agua le quedaban unos pocos sorbos que se

terminó cual camello. Por la estación cada vez deambulaba más gente. Eran cerca de las

ocho de la mañana. Los gallos por algún campo cantaban. Los gallegos en Galicia

dormían. En Sevilla, Madrid, Gijón similar. Había mucha de esa gente con valijas que

venían de diferentes partes del mundo. Se preguntaba: Cuáles de todos decide emigrar.

En el centro de Barcelona estaba por abrir la Boquería. Esta vez el tren que tomó se

detuvo en la estación Plaza Catalunya. Cada segundo se abastecía de nueva energía.

Vórtices y canales de vibración la atravesaban. A veces los cambios internos son lentos.

Pero << partir e irse, viajar >>, tiene una repercusión importante, instantánea, a la hora

de acelerar estos cambios, logrando manipular al tiempo cual también hace su trabajo,

aunque en este caso le sucede algo parecido a lo que le sucede al inconsciente: se anula,

desaparece, entorpece, se aboba; deja de contar como Cenicienta las horas; sea

segundos, minutos, meses, días, años, las horas; las agujas se rebelan y revientan, hacen

un estruendo. Hacen plaf. Y entre un camello sediento que bebe en la terminal y la arena

típica del entorno, se arma una imagen surrealista, de un extraño reloj de arena, que se

hace polvo, y estampa, endurece, con algún efecto a Medusa, menos la reducción de la

hipotenusa, como aquel recuerdo que moría de su papá. Podemos decir que hay efectos

claros cuando se viaja como el jet lag, y están esos otros desconocidos que se presentan

y encarnan siempre y cuando se tenga la misma intención que Paola, de, irse, partir y
(como si estuviera en un musical cantaba en la estación "Viaaa, Viaaajaar"): pues

recordemos aquella definición simple que dimos de emigrar.

Sucedía de día,

una exótica sintonía, que se ponía a tono con su pollera larga amarilla. Dejando en

ridículo a varios recuerdos que por la ausencia del tiempo iban apareciendo, como si el

hoy fuera el ayer, y el pasado el pasado mañana. Y que por la fuerza de una voluntad

vertiginosa, iban al mismo tiempo falleciendo. En la Rambla un pintor retrataba a una

niña entre desiertos y pirámides. En inglés un turista preguntaba: ¿Para qué retratas?

Contestaba: Para que los recuerdos se momifiquen. Más tarde pasó Paola caminando, y

el pintor le ofreció retratarla. Otra cosa que le dijo el pintor a otro turista fue: "Aun así

momificados hay algunos que vale la pena rescatar". No es cuestión de bajar por entero

la persiana; o descartar completa la paleta con colores en un tacho. (Paola ahora no se

ahoga). Por eso descarta los que no le sirven y se queda con algunos que le recuerdan a

su amiga, mientras va caminando. Justamente a la que va a ir a buscar, misma que la va

a alojar; para darle un fuerte abrazo.

En la Plaza Catalunya preguntó a un policía. Le dijo que siga derecho para

encontrarse con la Rambla. Va a pasar la primera noche en un hostal del Barrio Gótico,

el segundo día se irá a instalar en lo de la amiga…; es lo que Paola al fin y al cabo

decidía.

… mientras aprovecharía para recorrer a solas, luego tendría que pensar en trabajar.

Juntar plata para pagar los gastos básicos. (Trabajar). Pero tener una buena amiga es

necesario, más si decides irte a vivir lejos; de tu patria. Emigrar.


Cerca de las diez estaba bajando por la Rambla después de dejar la valija en el

Hostal Rembland. Un horario típico en el cual las calles se empiezan a llenar de turistas.

A ella le interesaba la vida de los locales, de los catalanes, pero también le interesaba la

vida de los extranjeros que se la estaban rebuscando en aquella tierra. Los pasadizos y

calles estrechas del Barrio Gótico llamaban la atención, tanto como su arquitectura; la

albergaba un estado de curiosidad. De deleite. Sorpresa. Al entrar en la Boquería

recorrió el mercado, con su infinidad de productos, entre ellos: frutos, pescados.

Atravesó el puerto. Cruzó la calle. Los autos paraban. Seguía. Frenaba. Continuaba.

Hacia la playa.

Llegó.

Entró.

Pisó.

Suspiró.

Se dijo "Hay mar".


11

Descalza tocaba con los pies el agua. Mojaba sus manos, cara, cabello. Enfocaba el

horizonte. La pollera amarilla rozaba la arena. Los rayos de sol caían sobre su cabeza.

El corazón le latía a ritmo.

La respiración acoplada.

Las olas nulas.

El pintor pintaba.

La tensión arterial marcaba: 120/80 mmHg.


12

I
Al sacar un cuaderno de la mochila escribió:

El pintor pintaba.

Un cantor cantaba.

Un señor soñaba.

Tres tristes tigres no cantaban.

Tres es tres, no estrés.

Amar contiene mar.

El jarrón una amapola.

II
En el mismo cuaderno dibujó:
13

El PPF hoy:

El contexto en el mundo entero es bastante peculiar, si nos referimos al asunto

mujeres. Varias políticas y reformas se estuvieron implementando, principalmente a

favor de un convenio internacional conformado por varios representantes de todos los

países. Ahora bien cabe señalar que, asuntos técnicos, económicos, de educación,

inseguridad, por nombrar algunos, se siguen legislando por cada uno de sus

representantes; cámara de diputados. Pero vayamos al punto significativo que a la

sociedad engloba: las mujeres empezaron a estar cada vez más protegidas ante sus

derechos; tienen a cambio que cumplir con ciertas normas. Una de ellas hace hincapié

en la ropa a utilizar. La cual debe cubrir la totalidad del cuerpo, a excepción del rostro

(entre comillas). Otra restringe y advierte que no circulen luego de las diez de la noche

por las calles a excepción de aquellas regiones donde todavía no haya oscurecido.

Deberán a su vez presentarse cada dos meses en los hospitales más cercanos a su

residencia para descartar heridas físicas, abortos, y demás. Y para seguir mencionando

se siguen discutiendo nuevas reformas donde prometen (entre otras), tarde o temprano,

aprobar los transportes públicos de uso exclusivo para el sexo femenino (detallándose

en cada país, en cada zona, los husos horarios de dichos transportes). Se les advierte,

por otra parte, que sean sumamente cuidadosas con las publicaciones en redes sociales,

y que cualquier situación incómoda que tengan que atravesar en el trabajo sea

rápidamente testificada, lo antes posible, entrando a la aplicación del celular o vía el

sitio de internet en la página correspondiente (http://www.porsuseguridadmujer.org). En

tal caso la legítima defensa corre a su favor. Podemos ver ahora cómo es que Paola viste

para aproximarnos a este contexto que se viene engendrando desde hace algunos años.
Una larga pollera amarilla, camiseta gris de mangas largas, debajo una remera, medias

hasta las rodillas, zapatillas de andar, debajo de la pollera una calza; en la mochila de

mano carga con un abrigo, gorra y anteojos. Podemos atender lo que implica este hábito

de cubrirse por entero, el cual por ejemplo impide disfrutar de un sol que broncee la

anatomía a cualquier hora y que un calor agobiante puede significar un problema

oscilante, aunque las industrias textiles se hayan tomado el trabajo de encontrar la

solución, para poder confeccionar prendas acordes. Un dato más de interés que puede

aportar, es que dicha norma, que incumbe a la vestimenta, habilita una concordancia con

tradiciones musulmanas, donde como se conoce, la mujer tapa de arriba a abajo su

figura mediante la burka, hijab, niqab o chador; y la diferencia radica en que dejando a

un lado aspectos religiosos, la mujer continúa teniendo la posibilidad de elegir qué tipo

de prendas ponerse y cómo vestirse, optando por la moda que sea. Otra de las cosas que

se les aconseja es acerca de los colores a utilizar, que colores oscuros prevendrán

transparencias, no así colores claros. Lo que se prohíbe es el uso de zapatos con taco

(salvo para algunas atrevidas que los usan todavía); y ponerse malla, bikini, para

tostarse, solo puede ocurrir en ciertos centros que se han estado inaugurando; y menos

recomendadas están ciertas playas, que hay que encontrar en remotos lugares o islas. No

hay que dejar pasar por alto que toda la industria del porno fue decayendo, y que la

restricción de páginas en internet de este tipo de contenido explícito estuvo claudicando.

Generando todo esto que se menciona, cambios en el comportamiento de algunos

hombres sensibles y con predisposición a todos estos cambios. Como el que ocurrió a

continuación:

—Hola...
La conexión entre el horizonte y Paola se cortó. Se dio vuelta. Era la voz de un

hombre. El hombre se le quedó mirando a la única parte de su cuerpo desnuda, la cara.

Paola preveía que el hombre era uno de esos tantos que empezaba a notar los cambios.

—Hola... Estás...

Era bastante educada, pero estaba preparada para actuar al instante si la situación

continuaba poniéndose incómoda, lo suficiente.

—Quiero, solo quiero...

—¿Qué? —seguía siendo educada.

Estaba a dos metros de distancia. El hombre se le vino encima. Paola sacando

fuerzas lo empujó, y pudo quitárselo. Dos hombres que estaban cerca del hecho la

vinieron a ayudar. Eran dos que se adaptaban a los cambios y que no sufrían las

consecuencias.

—¿Estás bien?

—Sí. Fue solo uno de esos.

Los dos hombres intentaron atraparlo. Escapó el otro hombre al salir corriendo.

Querían entregarlo en la zona de detención.

—No te olvides de usar la aplicación y hacer el descargo.

Los dos hombres que la auxiliaron se alejaron, y Paola entró rápido en la aplicación

POR SU SEGURIDAD MUJER (PSM) para registrar lo ocurrido. Solo tenía que poner el

lugar donde había acontecido el ataque, la hora, como sucedió, y describir lo más exacto

posible al responsable. Se supone que estos agresores suelen frecuentar mismas áreas.

Lo mejor es poder sacarles una foto para que vayan siendo escrachados, hasta que los

atrapen. (Al padre sustituto de Paola lo había agarrado la empresa).


Este hecho no iba a arruinar para nada el viaje de Paola. Había ocurrido algo que

estaba pasando de forma habitual.

Muchos concuerdan que de a poco el sistema que trata de defender lo más posible a

la mujer irá mejorando. Otros desconfían. Y algunos afirman que ejercer el control total

de todos aquellos hombres desfasados es una utopía; y que llevará arduo trabajo. En la

historia de la humanidad problemas como la droga, prostitución, guerras, siempre

existieron. Por lo que no cabe duda que el problema del hombre que maltrata, abusa,

viola, mata, y este otro que se ha vuelto sensible a las normas impuestas por la sociedad

será difícil de erradicar.

Aun así tengamos en consideración que, para estos casos, se forjaron empresas

como la del japonés A.B.W.


14

Estamos en Mayo 15. Parcialmente nublado. Sol. 24 grados. Se pronostica buen

tiempo para la semana. ¿Y para el resto del mes? Depende de lo que elija Paola: si un

salero, un jarrón, o un jarro...


15

I
Se dirigió a la Carrer del Mar. Tocó timbre en el edificio, 8 c. Bajó la amiga. Estaba

esperando. Habían ganas, ansiedad, uñas a punto de desquebrajarse, las dos querían

verse; hace tanto; compartir; abrazar; llorar. Puso la llave. Abrió la puerta. Se abrazaron

fuerte, gritaron como niñitas. "Paolita". Tiempo sin verse. Se iban a poner al día. A la

amiga que vivía hace tres años en España se le había pegado el acento local:

—Qué haces tía.

La escuchaba raro, después entendió, y cambió lo de tía por boluda. Muletillas que

en cada país se nos pegan.

—Vení, pasá.

—... puedo con la valija.

—Pensé que traías más cosas. Parece que traes poco para haberte decidido instalar

acá.

—Descuida. Traigo lo suficiente para durar.

Subían por el ascensor.

—Te ves diferente...

—Pasaron más de tres años desde que te fuiste... ¿Cómo se te dio?

—No me puedo quejar, se vive. Nos vinimos cuando la crisis acá estaba mejor. Pero

en Argentina me entero que la crisis no tiene vuelta...

—Está difícil la situación. Mucha gente quiere irse. Se le dificulta a dónde. La

mayoría opta por Chile o Brasil. Evita Colombia, Bolivia y Venezuela. Otros se animan

a cruzar el continente y se vienen para Europa, aunque el tema de papeles... Ese es el

problema.
—No te preocupes, que encontraremos la forma. Por lo pronto disfrutá, ¡que estás

en Barcelona! Fuiste valiente en tomar la decisión. Y no conozco a nadie que no le haya

gustado. Ah, me olvidaba, ¿qué dijiste en migraciones para que te sellen el pasaporte?

—La típica, de vacaciones.

—Qué suerte tuviste, a muchos ya no se lo sellan, más si sos... Sudaca.

Paola no tenía idea, pero el hecho de haber conocido a Jun fue un acierto.

Fijémonos que en el momento que le estaban por sellar el pasaporte la iban a mandar de

vuelta a casa. Aunque el haber estado acompañado por un japonés fue una lotería.

¿Alguien se imagina que le hubiera deparado a Paola si hubiese tenido que volver a su

país? Cuando el oficial de migraciones le selló el pasaporte a Jun, antes de atravesar el

puesto de control, le dijo: "Aquella chica está conmigo". Era cuestión de que el oficial

se lo crea, y esperar que le selle el pasaporte. … Tener la compañía de un oriental, de

una persona del este de Asia, para entrar en uno de los países de la Unión Europea, se

puede decir que es un toque de gracia. El hecho de que aquellos países asiáticos figuren

en las listas como principales demandantes del turismo local, y primeros en los que

invierten en negocios en el país, trae recompensas. Aun así no olvidemos que, Paola

está en un simulador, y ciertas circunstancias se le facilitan, para poder cumplir con la

meta (Cometas). Sin embargo toca preguntar: ¿Por qué ese hombre, Jun Su, ha aparecido

desde un principio congeniando con Paola? ¿Por qué la coincidencia de viajar, de

emigrar, de coincidir en el avión y en Barcelona? Hay gente que se apaña en testificar

que muchas de las circunstancias que nos tocan en la vida están fuera de nuestro

alcance, que el Universo fluye a su ritmo, tal cual el cosmos, galaxias, estrellas. Debido a

esto ocurre que varios se dejan arrastrar por el destino. O piensan fervientemente que

todo está escrito en un papel. O que Dios tiene la verdad. O algún otro santo. Etc.
Podríamos discutir... Con permiso volvamos a formular, y esclarecer que, hay veces

donde las partes que quedan sueltas se unen, como el jarrón que se rompió, después de

haber estado Paola, tres meses en Barcelona. (Hace dos días llegó). Por ende nunca hay

que olvidarse de los principios, si se pretende unir las partes. Retomemos: "Un japonés

se emociona".

Conversaban en el sillón. Había risas, anécdotas, historias. Recuerdos de amigas.

La amiga le iba a preparar un café. Paola iba a desarmar la valija. Cuando la amiga

volvió con la taza, dijo algo que se le había pasado decir cuando llegó:

—Sentite como en casa.

Irremediablemente estas palabras sucumbieron a Paola. Revolvieron su cerebro. Se

mareó, cayó al piso. Al escuchar el ruido, la amiga corrió hacia la habitación. No fue

grave. Le preguntó: "¿Qué te pasa?". Le respondió:

—No quiero sentirme como en casa.

La amiga soltó la taza.

Paola se tiró en la cama.

La amiga cambió la taza de café por un vaso con agua.

—¿... estás bien?

Charlaron.

Hasta que le confesó:

—Mi papá es uno de esos...

La amiga quedó de boca abierta.

Apenas contestó:

—No te puedo creer.

Paola se quedó dormida.


II
A unos cuantos kilómetros en el aeropuerto, no les sellaban el pasaporte a dos

colombianos y tres argentinos.

III
En las instalaciones de la empresa, el fundador japonés se acercaba hasta la camilla

donde reposaba conectada Paola. El cuerpo temblaba. La agarraba de la mano. En voz

baja susurraba: "Descuida, que acá está tu papá".


16

En parte tuvo un colapso en la camilla y en parte tuvo un sueño en la cama. El padre

la agarraba, sujetaba. Quería escapar. La arrastraba, hasta la pieza. Tenía demasiada

fuerza el mormón. Se aprovechaba. Tenía el aspecto de un viudo blanco más que de

estar casado. No se lo merecía. Resistía. Lo podríamos confundir al responsable,

engendro, con un hombre maniático, desequilibrado al cual llamáramos Humbert, por su

oculta obsesión sexual por muchachitas pubescentes. Se constata que, cuando Paola era

niña, la llamaba "Pa-o-li-ta" y no "Lo-li-ta". Aunque Paola nunca coqueteó con él, ni

menos le interesaba; solo mantenía relación por estar con su madre casada. En la pieza

le dio un golpe; luego le tapó la boca. Primero intentaba sacar el miembro y luego

intentaba sacarle la ropa, con los dientes; con las manos se dirigía abajo. Colmillos

amarillos; aliento a alcohol. Sinónimos: pordiosero, monstruo, escoria, mormón. Los

gritos eran en vano. Paola caía en ruinas. Aquel hecho la dejaría marcada, como aquella

cicatriz que le quedara en la muñeca (y en la cara), al haberla lastimado aquel

aprovechador. Un ruido de llave en la cerradura lo hizo echar hacia atrás, y separarse

del cuerpo. Antes de abandonar la pieza amenazó con matarla. Se subió el cierre.

Lloraba. El insulso salió de la habitación. Entraba la esposa. Silencio de no haber

pasado una mosca. Como madre nunca se preocupó. Él le dijo: "Está acostada, se siente

mal, está cansada". La madre contestaba: "Dejala. Debe ser la edad, siempre se queja de

algo. O algún chico con el que anda"; ni se molestó en ir a saludarla. El sueño

continuaba, Paola se transformaba en la mala, en la trastornada, loca, violenta, y mataba

a su padre sustituto y a su mamá. Y allí quedaba, bañada de sangre, de lágrimas y de

una suave sensación de liberación por deshacerse de quienes al menos tendrían que

haberla cuidado, dejado crecer en paz. Como vimos, en la supuesta realidad, ella fue

mucho más astuta que este sueño perturbador, y tomó sus cosas y se largó. Decíamos
con anterioridad que algunos recuerdos se olvidan. Parecía uno de aquellos un tanto

rebelde al manifestarse en el plano onírico, o, en ese otro plano que podríamos llamar

ordinario. Era una prueba para que se haga fuerte. Para que saque la mierda, toda esa

basura que todavía le quedaba dentro.

En la camilla se recompuso, en la cama durmió dos horas más.

Al despertar se dijo: "Nunca más".

[Hasta hace poco los informes constataban que: en Argentina cada 26 horas muere
una mujer por violencia de género. El último año 345 mujeres fueron asesinadas. 475 hijos e
hijas se quedaron sin sus mamás. "Ni una menos", una agrupación que lucha por los
derechos de las mujeres, sigue peleando y haciendo de las suyas en las calles al grito de:
"Nos queremos vivas, libres y sin miedo. Por nosotras, por todas. Ni una menos” (Artículo
periodístico del diario La Nación; Buenos Aires, Argentina)].
17

A la noche se sintió bien. Cenaron todos juntos en la casa, Paola, la amiga, la mamá

y el papá de la amiga.

—Quedate tranquila que acá no te va a faltar nada. Lo importante es que estés bien.

Y que puedas encontrarte en esta ciudad. Vas a tener posibilidades. Eso no quita que no

te vas a tener que esforzar. Al principio a nosotros nos resultó difícil... Estas cosas las

sabés, que sin papeles es complicado, pero lo logramos. Habíamos tramitado desde

Argentina la ciudadanía, ya que mi madre... Y con la ciudadanía, tenés menos

problemas. Así que cualquier cosa te vamos a ayudar; te podés quedar el tiempo que

quieras.

—Les agradezco. Sé que tengo tres meses, y luego... podría conseguir una visa de

estudio, o extender esos tres meses por una carta de invitación, o conseguir trabajo, o...

debe haber otra posibilidad. Lo fundamental es que quiero estar acá. Si hay que trabajar

trabajo, si hay que... —no se le ocurría más nada—. Pienso que voy a acostumbrarme

rápido a la vida de Barcelona. Al haber abandonado Argentina me siento chocha. Y de

acá a tres meses falta mucho...

Con la amiga se habían conocido en la escuela, en la primaria, segundo grado,

cuando a Paola la cambiaron de colegio. Desde que se conocieron se llevaron de

maravilla y jamás se separaron. La diferencia estaba en que la familia de Cecilia era de

una clase media tirando a alta y la de Paola de una media tirando a baja que cada vez se

hacía más pobre. Otra diferencia es que Cecilia nunca tuvo la necesidad de trabajar y

Paola desde los quince años trabajaba. Aunque se separaron cuando ambas tenían

dieciséis, justamente cuando la familia de Cecilia decidió venirse para España, y cada

tanto se mensajeaban o se llamaban aprovechando siempre las facilidades del Whatsapp,

Skype, Zoom (o la plataforma que sea); y constantemente miraban las fotos que subían
a sus respectivos perfiles de Facebook (Paola antes de viajar lo cerró). Hasta que por fin

pasaron de escribirse te mando un abrazo a dárselo.

Comían... (la madre que se daba maña con la cocina había preparado pan con

tomate, y una botifarra; se los dijo en catalán: "Botifarra amb monguetes seques").

—Nos contó Cecilia que ayer en la playa se te acercó uno de esos... ¿Te lastimó?

—ponía cara de asco y fastidio.

—Tuve suerte, la saqué barata, fue solo uno de esos hombres sensibles. Dos que

estaban cerca me ayudaron. Y el caso quedó registrado en la aplicación. Dentro de poco

seguro que lo agarran. Escuché que por Europa el protocolo funciona, y no se demoran,

y pronto se sabe quiénes son y los detienen.

—¿Allá en Argentina cómo funciona? —preguntaba la amiga.

—Como todo allá, lento. Hacen campañas, invierten dinero, pero el dinero se va a

los bolsillos. Y mientras se entretienen contando la plata más tardan en atraparlos. Uno

tranquilamente puede consultar en internet en la página Nacional y la cantidad de

detenciones son muchísimo más bajas que las que figuran por toda Europa. Igual, lo que

aún no puedo entender es como hay chicas que se siguen vistiendo como antes. Se

animan a mostrar las piernas, algunas incluso siguen saliendo con tacos..., que atrevidas.

De esas reglas a cumplir hace cuánto se nos avisó. Después se quejan. Ahí me parece

que está el problema también. Si no querés que te pase nada, no llames la atención, ¿o

no?

—... claro, y si tenés una cara bonita, tapátela como puedas —completaba la amiga

como si fuera la misma que dictara aquella ley que promulgara la nueva forma de vestir

para prevenir y evitar y sobre todo disminuir casos de violencia y acoso en las calles.
Podríamos revisar la mochila de la amiga de Paola, para darnos una idea de los

accesorios con los que cuenta para cubrirse la cara, ya que a rostro descubierto es una

hermosa mujer; constatándose que, éstas son las que más riesgo tienen de sufrir ataques.

Fijémonos: badana, gorra, anteojos, pañuelo. Además el último año salió a la venta un

nuevo accesorio llamado: *`FUFIN`*, cual sirve para tapar la boca y principalmente los

labios (que poco se pintan) que tuvo muy buena repercusión; y cada mes aumentan las

ventas. Ahora bien, muchas también optan a primeras por utilizar maquillaje que las

afea. Y es tan simple aprender a través de los consejos de reconocidas maquilladoras

que aparecen en propagandas por la tele, anuncios en internet, incluso en cantidad de

videos que se viralizan y que las chicas guardan en el celular. Las más influyentes son

las que trabajan en el cine o series realizando los efectos especiales en la estética de los

personajes, y que comparten sus técnicas “Anti-makeup”. Varias de ellas son tendencia

en YouTube, y una está por llegar a los treinta millones de subscriptores. Todo un ícono

dentro del maquillaje. Por lo que, en la mochila de Cecilia, tampoco puede faltar el

suyo. Sin embargo Paola con respecto a este asunto asume que no es tan extremista, y

decide apenas maquillarse. Hay muchas otras que directamente no se acostumbran, que

no lo hacen. O las que sí lo intentan pero no se pueden ver al espejo. Aquí inferimos por

qué entonces se le acercó ese hombre sensible en la playa. Y su amiga se lo dijo "Si te

hubieras maquillado". Pero Paola le contestó "Puedo defenderme sola". Y agregó "De

última si lo tengo que usar no voy a dudarlo...". "¿Qué cosa, el gas pimienta?", preguntó

Cecilia. "No..., el cuchillo".


18

En varias casas,

por todo el mundo,

seguramente haya madres aconsejando a sus hijas:

"Recuerda que, en la mochila tienes permitido llevar un arma...".


19

Dejando a un lado el posible contenido de las mochilas, lo importante es que Paola

había recuperado energía, estaba de buen ánimo; y una semana más tarde, tendría ganas

de quedarse a vivir en esta ciudad, por muchos años.

En toda esa semana no tuvo sueños, ni pesadillas.

Simplemente descansó.

Como si estuviera en una casa. En su casa.

Con una mamá que la cuida. Que la quiere.

Aconseja:

"Recuerda que en la mochila tienes permitido llevar un arma...".


20

I
El PPF hoy II:

A pesar del contexto actual las agencias de turismo rentabilizan sus negocios con

buenas ofertas al extranjero. Obviamente prometen más de lo que dan, ya que

comprando el viaje te facilitan la entrada al país de destino sin tener problemas con

inmigraciones, como pudimos ver que le ocurre al que está por ingresar. Debido a esto,

los que todavía están al alcance de darse lujos costeando viajes así, al estilo “all

inclusive”, se posibilitan una feliz estancia. Aunque lo etiqueten, generalizando, si es

que de esta parte del globo se trata: "Bienvenido Sudaca". Al final de cuentas lo que

sirve es la plata, y en caso de tener algún percance al entrar, las agencias de viajes

resuelven dichos inconvenientes pidiéndole algo más de dinero a los clientes. Un "caza

bobos" o directamente un negocio redondo que supo cómo mantenerse vigente, y

atrapar a la gente, mientras incrementan ganancias. Hay un caso que podemos revisar y

que resulta atractivo a la vez curioso. Pongámosle el ojo a dicho caso, como lo puso

también el fiscal Federico Delgado cual empezó a investigar a la agencia involucrada,

por lavado de fondos. Veremos que al escuchar uno de sus eslóganes que atrae como

fantasía se puede comprender mejor el suceso que ha ocasionado. Los distintos anuncios

en internet o afiches en las calles promocionando la oferta hacen furor; con vuelos

mediante Despegar.com:

"Barcelona te recibe, Buenos Aires te despide".

El ingenio hace meollos, y ha llevado a dicha agencia a surfear la crisis atroz, que

atravesaba (y atraviesa) La República Argentina. Como declaró un economista de los


más sinceros al cual entrevistaron, haciendo referencia a la situación: "Nací con

inflación, y me voy a morir con inflación". Otras, personas trabajadoras del pueblo, son

más contundentes al expresar: "Estoy hinchado hasta los huevos con tanta inflación".

Totalmente razonables ambas declaraciones. Pero interesa también lo que tanto se habló

acerca de las similitudes de las crisis de Argentina y España. Sin embargo la diferencia

aplica en que así como una cayó, salió;… la otra se sigue arrastrando.

Por momentos la sensación, hace algunos años, a tres de que se cumpla una década,

allá por la cresta de la crisis que se atravesaba en 2017/18, era que, Argentina estaba

mejor que España. Algunos políticos descarados argumentaban: "Estamos menos

endeudados. Y a su vez la deuda del PIB de España alcanza el 99% y la del déficit

público el 6%. Cuando la nuestra ronda el 50% y el 2,5% respectivamente". Pero en lo

que nadie podía mentir era que la deuda externa de Argentina era lamentable, "Eso es

porque arrastramos el mal recuerdo del corralito", decían. Y más lacayos seguían

escupiendo: "Argentina es un país con menos desempleo que España".

Todo volvía a parecer normal cuando por alguna fuente de confianza se esclarecía la

información que se divulgaba, la cual le hacía cerrar la boca a muchos de esos lacayos

que había que escuchar: "En lo que Argentina falla estrepitosamente es en el control de

la inflación, llegando a un 30% anual. Mientras que la de España es 0". A este circo

desastroso se le sumaba que el presidente Macri no se cansaba de repetir: "Pronto

bajaremos la inflación a un solo dígito. El sueño es que lleguemos a cero, como

España". Tanto escuchar España nos aturdió. Y a pesar de estas ilusiones descabelladas,

lo más triste para este presidente de seguro fue las bromas que se le dedicaron, y que se

volvieron memes en las redes (superando a las del jugador de fútbol Pipita Higuaín):

"¡¡La culpa es tuya... Vos me votaste!!", "¡¡Bienvenidos a los juegos del hambre, que la suerte

los acompañe!!", "¡¡Este grupo me gusta, porque ahorran en carne y Fernet, ya que nunca
organizan un asado!!”, "Si tienen un hijo que se llama Gastón y quieren ahorrar, llámenlo Ton".

En definitiva, el pasado de Argentina era escalofriante y en la actualidad lo sigue

siendo. Desempleo, despidos, devaluación, censura, tarifazos, pobreza, inseguridad,

mala educación, muertes, robos. Todo aumenta.

En España contrariamente la cosa va mejor, y por lo pronto la crisis se pudo

estabilizar. Los pronósticos que afronta son favorables. Todo indica que en un futuro

peleará de vuelta por transformarse en uno de los países con mejores proyecciones en

cuanto a calidad de vida.

Cabe señalar que, ese es el objetivo primordial, el ideal, que persigue cualquier

país en este planeta.

Varios críticos coinciden, en que para que esto suceda no bastará con arreglar

varios de estos asuntos que se mencionan como la desocupación, inseguridad, pobreza...

Sino que habrá que enfocarse en ir resolviendo dos de los temas que hoy por igual, a

cualquier país, azotan.

1) La corrupción.

Y este otro que conmociona:

2) La violencia de género.

II
El PPF hoy III:

El presidente actual argentino iba a dejar en claro en la última cadena nacional, en

qué posición los argentinos se encuentran: "Al día de la fecha Argentina no está como
España. El hombre ha perdido la razón. No para de violar, matar, asesinar. Caímos

demasiado bajo. Y nos asaltan las dudas: ¿Dónde cabrán todos esos hombres? No

podemos transformar este país en un enorme Centro de Desechos tóxicos e

inhumanos.

III
El PPF hoy IV:

Tras la cadena nacional en el canal de televisión TN de Argentina pasarían las

siguientes noticias:

/Villa Gesell: una nena fue violada durante años por su papá y después por su
padrastro.
/La Plata: abusó de una nena con retraso en un local de comidas rápidas y lo
detuvieron.
/La casa del horror en Brasil: investigan a un argentino que violaba a sus hijos para
crear una raza pura.

En la página web de TN se pueden encontrar más noticias: TN>Tags>Abuso infantil:

/Detienen a un empresario de medios de Olavarría que estaba prófugo por abuso de


menores.
/Mendoza: el pedido de ayuda de una maestra que reveló el drama de una nena violada
y embarazada.
/Mendoza: polémica por otra nena que fue violada y va a ser mamá.
/Violación de una nena en Salta: un diputado dijo que cambió el protocolo para que la
familia sea libre de abortar...
/Una nena de 13 años con retraso madurativo fue violada por su cuñado y dio a luz a su
bebé.
/Berazategui: entregaban a sus tres hijas menores a un almacenero de 70 años a cambio
de comida.
/Salta: por un decreto, la nena violada y embarazada por su padrastro tendrá que seguir
con el embarazo.
/Tiene 11 años, fue al hospital por dolores en el estómago y descubrieron que estaba
embarazada de su padrastro.
/Otro embarazo infantil que conmociona a Mendoza: tiene 10 años y está de 6 meses.
/Un hombre adoptó a una chica huérfana, la violó durante 25 años y tuvo 10 hijos con
ella.
/Denuncian que uno de los detenidos en el Instituto Próvolo también tenía sexo con
perros.
/Sospechan de un juez que dejó libre a un violador por catalogarlo de "buena persona".
/"Por Dios, no quiero vivir más": la confesión de una nena abusada por su papá.

Tras dar las noticias el locutor del programa informaría acerca del "Monstruo de

Concháyoj":

'Era una nena cuando su padrastro empezó a llevarla al monte. Tenía 11 cuando la
violó por primera vez. La obligó a callar durante 20. Hay palabras que definen el infierno. Ella
las dice: "A los 14 tuve mi primer hijo; me golpeaba con un látigo y me obligaba a parir en
casa". Palabras que no alcanzan para dimensionar el verdadero drama en el que la obligaron a
vivir...`.
21

Una de las ventajas de estar en otro país es que poco interesa lo que piensan de ti. Al

menos la gente que tenías dando vueltas, cerca tuyo. Como búhos. Bisontes.

Rinocerontes. Mismos que te podrían catalogar de animal, desconocido, exótico y

extraño, que se rebela, ante la naturaleza y sociedad. Juntan etiquetas y te las pegan

todas juntas: está chiflada, le resbala, o el Fernet le está cayendo mal. Necesita un

psiquiatra, está claro. U otras más groseras como decirte: estás enferma, drogada, te

prostituyes o huyes de la realidad. Como quien una noche te grita "A dónde carajos te

vas". Lejos, muy lejos, de acá. En búsqueda de mi Babilonia, mi tierra santa; prometida;

a cumplir con mis promesas, batallas, sueños de libertad. Para pelear. Contra demonios.

Recuerdos. Conflictos. Que atormentaron. Con el lema: la basura no solo hay que

reciclar; sino que la memoria. Cual busca dentro, como trapo, y remueve, hasta

encontrar, que te marchas, por tu propia voluntad. A tu propia Alejandría. Reclamándote

que te vayas, que no vas a llorar. Cuando ríes del miedo, del susto que te da. Irte.

Marcharte. Emigrar. A la re punta del obelisco. Muy lejos de Jalisco. De Indonesia,

Polinesia. O el país que haya que nombrar. En busca de rimas, que te rimen el alma. De

rimas que te rimen el corazón. Tales como la de Tales de Mileto, que llevaba un

amuleto, cuando murió.

O la agonía de Sócrates con la cicuta.

O la salación que sufrió Paola.


22

Si nos remontáramos al antiguo Egipto o a la antigua Roma, con toda la sal que

hubiera destilado del cuerpo Paola, se hubiera vuelto millonaria. Pero el día que recibió

su primer salario un poco así se sintió. Todo en su vida se iba acomodando.

Incluso su amiga Cecilia, se lo dijo:

—Sal.

Y salió el fin de semana a pasear por Barcelona. El sábado agarró la mochila y

empezó a caminar. Era raro porque de aquella Paternal natal apenas tenía noción de lo

que había visitado. La Avenida Warnes, la Avenida Paysandú, la Avenida San Martín.

Y sus barrios aledaños: Chacarita, Villa Crespo, Caballito, Villa del Parque,

Agronomía, Parque Chas. Todos como un fantasma. Con la garganta cerrada, con asma;

y la diferencia se percibía al sentirse tan despierta, con esa sensación similar, a como

cuando había llegado. A las 8:30 de la mañana estaba en el punto inicial del recorrido,

cual se había programado y diseñado. "Quiero abarcar lo más que pueda". En el celular

había hecho varias capturas de pantalla, con los lugares más emblemáticos; la noche

anterior, tras revisar en diferentes blogs los típicos recorridos que los viajeros aconsejan,

en una hoja se anotó, los sitios y calles, los que buscó en Google Maps y marcó con

lapicera. Abrió el mapa táctil, cuando tomaba el desayuno. "Por acá, por acá, hasta

llegar a la Sagrada Familia...". No quería desperdiciar un segundo, una calle, ni

cualquier emoción; el mínimo reflejo de luz; se había prohibido pestañear. Estaba

abierta. Receptiva. Por muchos de los sitios había pasado en lo que va del mes. Sin

embargo la intención era doble esta vez: primero festejar, y segundo dar las gracias. A

ella, y a él. Era importante, agradecer; agradecerse; mimarse; regalarse. Un paseo. Un

deseo: Seré. Seré quien deba ser o no seré nada. Cereales desayunaba. Serena.

Caminaba. (Su alma se limpiaba). Barcelona la tenía agarrada. Se le iba metiendo;


calando hondo. Hubiese estado bueno tener cerca a algún padre, para aconsejarle, no el

padre a Paola, sino Paola a él: No te zarpes. Con ese brillo celestial en los ojos,

ensimismada, entusiasmada, vibrando, alimentando su libre albedrío. Un cambio

primordial que le había ocurrido es que no se sentía asustada, o con las piernas pesadas

o entumecidas; como la primera semana. Porque el cuerpo resiste, hasta que no lo

resiste, y chás, Parque Chas, queda hecho un fantasma. (Y, por más tratamiento que la

empresa estuviera realizando, sería Paola la responsable, de decidir; si: desaparecer o...,

despertar). Un aire marino, fresco, matutino, traía la playa. Se le metía en los pulmones,

purificando, diciendo "Aj". Suspirando. Inhalando. Exhalando, al ritmo de un tren que

iba parando.

Desde Port Vell se dirigió por la Rambla, a sus espaldas relucían embarcaciones

deportivas que atracaban al otro lado de la escollera y el mar. El agua turquesa

reflejándose enamoraba. Lo primero que hizo fue observar el monumento a Colón cual

estaba a la izquierda saludando desde su atalaya, en la plaza del Portal de la Paz. Era

una hora perfecta para caminar. Una obra perfecta Colón. Porque temprano no habían

turistas. Extraordinario para contemplar, y expandir la mente. Para dejarse aturdir por el

ruido de la copa de los árboles, y la brizna que sosegaba. Por la Carrer Nou identificaba

el edificio de Antoni Gaudí, el Palau Güell, cual fue el primer encargo importante que

recibió por parte de Eusebi Güell, mismo que lo financió; el estilo oriental es el que

predomina con la fachada hecha con piedra calcárea de Garraf. La entrada €12. No

pagó. Pasó por la Plaza Real que colinda con la Rambla; una plaza pública de forma

trapezoidal, situada en pleno Barrio Gótico; las calles que conectan con la plaza son

como pasajes y rememoran la época medieval con el estilo neoclásico típico del siglo

XIX; las palmeras esbeltas y reales le dan el toque mediterráneo. Continuaba hasta la

Carrer de Petritxol, la primera peatonal asfaltada de la ciudad, donde llamó su atención


una iglesia, Santa María del Pi, con la roseta multicolor y el campanario a cincuenta y

cuatro metros de altura decorado con arcadas góticas. Aparte librerías y chocolaterías la

distinguen, a la calle tan popular. La atrajo un mosaico de un edificio, donde paró, y

leyó: "Pel balco veus tremolar l'ombra D'angel Guimera" (se le hizo un trabalenguas).

Después se topó con la Plaza Sant Jaume donde divisó, uno enfrente del otro, el

Ayuntamiento y el Palacio de la Generalitat; el corazón político de Barcelona, donde

ocurren multitud de actos, exposiciones, conciertos, manifestaciones, además de las

celebraciones futbolísticas. Las plazas la poseían, y se detuvo algunos pasos delante en

la Plaza del Rey, admirando el compuesto de edificios renacentistas que forman parte

del conjunto palaciego del Palacio Real Mayor, los edificios más significativos son el

Tinell, la Capilla de Santa Ángela y el Palacio del Lloctinent. Se sentó en las escalinatas

de acceso al Tinell. Los próximos pasos estuvieron acordes al espíritu de viveza, y a los

vientos que sacudía un añejo acordeón. Por la Carrer del Bisbe accedió hasta el puente

precioso que une la Casa dels Canonges con el Palacio de la Generalitat, el puente es de

las construcciones más fotografiadas; una postal. Chequeó el celular. Su próximo

destino: la Plaza de Sant Felipneri; fuente octogonal en el centro, romántica pero

decadente, rodeada de edificios de antiguos gremios de calderos y zapateros, todavía se

puede oír el eco de las bombas cayendo en 1938. Explotaba por el acúmulo de tanta

historia. Se estremecía. Quiero decir. Quiero ser guía. Se desubicaba. Descubría: el

mapa al revés. Ella con los pies en el aire, en el cielo. Conocer. Aprender. Visitar.

Tarareaba. Pensaba. Bla bla bla. Volvía por la Carrer del Bisbe y tomaba por la Carrer

de Santa Llúcia, para encontrarse con la Casa de l'Ardiaca; adentro el archivo histórico

de la ciudad; también conserva restos de una muralla. Tenía hambre. Se metió en la

Boquería, para llenarse con algo fresco del mercado. Daba vueltas por los distintos

puestos, revisando lo que vendían. El Bar Pinetxo, el Quim de la Boquería, y la Casa


Guinart, son los puestos más visitados. Le gustaba ver como comía la gente en las

barras. Era mediodía. No olvidaba hidratarse. Comía ensalada. Bebía agua. No llevaba

FUFIN. Llevaba gorra y anteojos. Pantalón jogging, y una camiseta de mangas largas.

Optó por el color gris. El calor era el problema. Más con las calles repletas, invadidas

por masas humanas de turistas, de todas partes. Como mencionamos sobran asiáticos, y

gente de los países del norte de Europa que vienen en busca del sol, en esta etapa del

año. Primavera.

Los del norte no tienen inconvenientes con la ropa por el frío al que se

acostumbran. Pero acá en Barcelona hay veces que las chicas se descuidan, y se

arremangan u olvidan de ponerse medias largas o calzas cuando llevan pollera; y

lamentablemente a veces pasa. Lo que puede ser un encantador paseo puede convertirse

en algo aterrador. Si se aparece "el torcido, el torpe, el zopenco, el mormón". Como

pasó con una sueca, una rubia atractiva, en una de las calles de adentro, de las menos

transitadas. Cuando tres hombres la agarraron, y se la llevaron para el edificio. Echaba

gritos agudos. Ladridos, aullidos, lo que podía gritar. Su arma había quedado en la

mochila, que había quedado tirada en la calle. Un grupo de cinco mujeres jóvenes

locales que la vieron se alarmaron. A la vez se armaron. Tres con gas pimienta, dos con

pistola. Apuntaron. "¡Soltala!". Cosa que los asustó; como fueron delatados al instante

por la aplicación, la policía llegó. Para atraparlos; contundente; aunque uno de los tres

amenazaba con tirarse del balcón. "Tirate que nos hacés un favor", decía una de las

jóvenes desde abajo. Los vecinos de inmediato se agruparon durante el hecho, y

señalaron a la policía el departamento de los responsables. Esta es una de las medidas

que más se valora, cuando los vecinos se unen para enfrentarlos. Hubo que perderle el

miedo a estos trastornados. Pudo haber sido una pesadilla. Gracias a que la gente está
preparada para actuar, muchos de estos acontecimientos, si suceden durante el día,

terminan bien. El problema ocurre de noche, como comentamos.

Tras salir de la Boquería subió hasta la Plaza Catalunya, y se halló en el centro

neurálgico de la ciudad. Dícese que en el centro se logra el equilibrio, y ella por dentro

lo estaba logrando. De aquí parten grandes vías, alrededor hay hoteles, bares,

restaurantes, bancos, el metro, oficinas. Las palomas que invadían la plaza estaban por

volarle el gorro; disfrutaba de esa masividad de pájaros que la envolvían. Seguía a pie

por el Paseo de Gracia para conocer la Casa Batló y la Casa Milá, ambas símbolos del

modernismo catalán. La avenida asemeja a los Campos Elíseos de París. Desde aquí su

recorrido se bifurcaba, ambas casas tenían que esperar, porque primero iría a la Sagrada

Familia. Tomó la línea 5 del metro en la parada Diagonal, y se bajó en la respectiva

Sagrada Familia. La basílica, el pedazo de monumento, se impone, casi toca a Dios. Y

da ganas de tirarse, porque en cuánto miras de más se te viene abajo. Es que uno se

pregunta: ¿Cómo coño la hicieron? Sinónimo de totalidad; de belleza, de poder. Se

estaban por terminar las dieciocho torres que se habían diseñado. Volvió a tomar el

metro e hizo transbordo en la parada Verdaguer para bajarse en Jaume I. Iba a la Casa

Milá, a la que popularmente se conoce como la Pedrera, por su aspecto de cantera. Hubo

un punto de inflexión cuando el cerebro le comunicó: Quiero comprar la casa; y

pensaba: La voy a comprar. La arriendo. Lo imposible hay que intentarlo. Humedad en

sus ojos. Emoción a flor de piel. Quería más. Que nunca se acabe, ni el paseo, el viaje,

ni las siete maravillas, ni Barcelona.

Dejó el Park Güell para el domingo.

Entró al Mercadona para comprar una botella grande de agua. Sed. €0,70 pagó.

Por un euro también compró un helado. Descansó en la plaza, la plaza era como su casa.
Eran las cinco de la tarde. Se tomó el colectivo. Debía llegar al Montjuïc, para

encontrarse con Jun.


23

Le llegó un mensaje al celular:

"¿Por dónde andás?".

El colectivo subía por la sierra.

Iba hacia uno de los lugares más hermosos, no únicamente por las vistas y

panorámicas sino que también por el verde. Cuando bajó del colectivo el mensaje que

había mandado le llegó: "Estoy acá".

Pero no estaba, Jun no la veía.

Escalaba hasta el castillo, tomaba hacia la izquierda y seguía por un sendero. Al

lado del sendero el precipicio que caía hasta la ruta y el mar. Enfrente Jun. Al costado

personas paseando. Pocas palabras. Abundaba aquello que decía el paisaje.

—Vamos por allá.

—... me encanta este lugar. Podemos ir por cualquier lado, me da igual.

—A mí no me da igual. Me da mejor contigo.

Paola escuchó, y le dio por sonreír.

—No sabía eso. ¿Eso pensás?

Asintió con la cabeza. Tenía una actitud seria y responsable. Pero cuando hablaba

desde la emoción, sonaba como un claxon.

A Paola le daba por hacerlo sentir incómodo, y contestaba:

—¿Qué tengo yo que no tenga una japonesa o una española...? No te olvides que

soy del Cono Sur, Sudaca.

Tenía un tema por resolver aún con respecto a dónde provenía. Pues le seguía

dando mala espina, más que nada cuando conocía a alguien que por el solo hecho de

enterarse de su procedencia, la marcaba contestándole: "Ah, sos de allá. Sudaca". Con


Jun aprovechaba, un poco para desquitarse y otro para jorobar. Incluso se lo decía como

una auténtica local:

—Qué mal rollo me da.

—Tranquila. No pierdas la calma. Que si no, se enoja la montaña.

La profundidad oriental la tenía incrustada, y en cada oración se lo podía escuchar

honrar a la naturaleza.

—Dame tu mano. Agarra esta hoja. Conecta con la corteza, con el árbol. Y verás

el milagro...

De vez en cuando Paola respondía con frases típicas de Argentina, y le decía:

—No me chamuyes.

(¿A dónde huyes?)

Combinaban ambos con el paisaje, con el bosque en el que se adentraban, y los

álamos silvestres.

El bueno de Jun repetía como haikus:

—Yo no te chamuyo. Yo...

—Yo, ¿qué?

Y le dijo algo más noble:

—Yo, te quiero muyo —en japonés (私はあなたを愛している).

Era inevitable. Lo evitable. El querer permanecer allí, hasta que oscurezca.

—Jun...

—...

—Creo que deberíamos volver..., se hace tarde.


Paola ya no lo vio.

Notó algo extraño.

Aquí vemos como del encanto podemos pasar a lo onírico u ordinario.

Ese era el escenario.

Quedaba sola.

En medio del bosque.

Con la luna asomando.

En el Montjuïc.

"No me hagas esto Jun".


24

El PPF hoy y las campañas en favor del PSM:

El sol cayendo. La noche asomando. Tres pájaros cantando: "´cause every little thing

gonna be all right". Perseguía el camino marcado en el bosque, había huellas, dejaba

huellas, ascendía y descendía entre desniveles del terraplén. El viento fresco y plácido

que soplaba pegaba contra su camisa. Generando el ruido de benevolencia de la

vegetación. Se había vuelto a poner la gorra. El pelo atado. Músculos tensos. Miraba a

los costados. Para atrás, adelante. De vuelta para atrás. Tenía esa sensación de

persecución; de que le podía pasar algo. Que debía apurarse, volver, todavía tenía

recorrido hasta llegar al Born. Hubiese preferido terminar el día de la mano con..., pero

andaba bastante preocupada y se preguntaba: ¿Qué pasó? ¿Dónde está? (¿Por qué se

esfuma?); el caradura. Lo que venía siendo un sábado genial, de festejo, terminaba

siendo, quizás, otro más de esos hechos olvidados.

Al abandonar el bosque retomó por el sendero que iba directo hasta el castillo. A

la derecha la poca luz alumbraba el horizonte y el mar que se reflejaba, con un color

anacardo, anaranjado, oscuro; rojo, tostado. Había transición al violeta, luego a un tono

pardo, como el caqui. Miraba la hora. 21:30. Quedan treinta. Se repetía. Se ahoga.

Tengo que llegar. Ninguna mujer caminaba por allí arriba, por el monte. Deberían estar

en los hogares o las más desafiantes estar llegando. Todas recordaban la advertencia

sancionada por la ley. El miedo suponía que algún oficial la detenga; y se lo cobre.

Doscientos metros hacia abajo del castillo esperaba el colectivo. Agarraba la mochila y

tenía a mano el arma por si se presentase uno de esos, hombres. No se podía confiar de

los cinco que estaban esperando el colectivo. Miradas sospechosas. Aunque esas

miradas expresaran distintos tipos de advertencia o recados; como la que había dicho
uno de esos cinco que podría ser cómplice del posible altercado: Dejate el bigote que

vas a tener más chances de que no te atrapen. No estaba tranquila, tampoco asustada,

sino que tomaba precaución. Otro de esos cinco alzó la voz:

—Te quedan quince minutos.

Y el que primero había hablado se entrometió:

—Para que no te atrapen...

No contestó. No había por qué. No tenía entusiasmo. Todo lo contrario. Aun así

parecían indefensos ambos. Los otros tres generaban la duda. Sobre todo el más alto,

flaco, canoso y encorvado, de cara ancha, cual no la dejaba de mirar. En la parada un

tablero electrónico indicaba que el colectivo arribaría en nueve minutos. Para estos

casos había aprendido a respirar y contener el impulso. Lo peor que le podía pasar era

ponerse ansiosa. Como cualquiera en su lugar estaba siendo precavida, estaba a la

defensiva. Cargaba la mochila por delante; no la dejaba caer en la espalda. Esta es la

manera correcta e indicada, cualquier mujer con dos dedos de frente debería hacerlo; el

arma queda al alcance. Lo que le dijo el hombre sonó mal, escalofriante "Para que no te

atrapen"; de terror. Un horror. Como si tuviera que escaparse de la parka, o de algo

peor: del hombre mormón. Menos mal que no fue la intención, al comunicarle que en

las calles los oficiales podían ejecutarle una sanción; en el caso de que haya sido aquella

su quinta advertencia. Porque con las normas no se juega, y como se le ha dicho de

manera reiterada (a las mujeres): -Más que para acatarlas están para cuidarlas-. Es su

deber. "Antes que muertas". Recuerden: prendas grises y negras. Súbanse las medias.

Usen mangas largas. Maquillaje. Y desháganse de los shorts. Así de simple. O así de

trágico. Razona, y perdona; si nos equivocamos: la intención es que te protejamos. A

vos. (Campañas políticas). Ocurre que al vivir como vivimos, la sociedad se

acostumbra. Achancha. Avalancha. Revienta. Que necedad. Increíble. Qué necesidad.


De hacernos daño. De ir al baño. De hacer caqui. Caca. El cuerpo habla, se queja, y los

colores son dolores; olores de desechos que se pudren en el baño. De haber alcohólicos

nos llenamos de cólicos en esta sociedad. No elijamos reventar. Terminemos con esto.

Te manifiesto: seamos honestos. Como ciudadanos. Que nos protejamos, y no suframos.

Antes de seguir perdiendo. Vidas. Intestinos, hígados; un riñón. Porque en definitiva, al

que viola y mata, ¡lo matamos!, como se hacía antes en las plazas, en épocas de

guillotina; lo degollamos, ante el público. ¡Zas! Y se acaba. Que esperáis, para aprobar,

la pena de muerte. (En la junta internacional de diputados y ministros, celebrada en

Asturias se había discutido sobre el tópico al que caratularon: "Pena de muerte

universal". En algunas semanas, en una nueva junta, con sede en Copenhague, se

conocería el resultado; a favor o en contra").

Ergo esto no quita que no se la pase bien. Las perspectivas para cada uno son

distintas. Y por eso depende de cada ojo. Están las responsables, las que cumplen. Y las

que no. Las que todavía se hacen las divas. Las desubicadas. Las que salen de fiesta. Las

que buscan aventuras. Y provocan al sistema. Está ese grupo aparte, selecto que no

soporta las normas, y se rebelan. Las anarquistas. Hacen lo contrario. Con tal de

sabotear. De echar culpas en vano. De sentir la adrenalina, emoción, de la infracción. Y

solas se atacan. Atascan. Ignoran. Se ponen en riesgo. Autoinfringen castigo. Por no

querer acoplarse a la ley, o a lo sumo buscar distintas alternativas permitidas para no

agobiarse, suicidarse, o declinar. Las que no aguantan el solo hecho de aguantar. Y no

se les niega, ni discute que estén cansadas, atormentadas, o deprimidas. Pero se les pide

que tomen conciencia por las que sufren a diario; las que aparecen en los diarios; o a las

que se tapa con cartón. Que luchen por ellas. Se unan, con las que tienen ganas de

colaborar. Hasta que la situación delicada que atravesamos se dilate. Ya que de lo

contrario, si no se cuidan...; sería tan simple como lo dijo otro de los que aguardaba en
la parada: "Aprovecha el día. Antes de que decreten la vuelta a casa a las diez, pero de

la mañana". Y eso Paola nos lo demostraba. En el paseo. Que se podía salir. A

despabilar, a disfrutar. Incluso si se quiere, a sanar; hasta las diez. Que todo depende del

cristal con el que miramos, y en consecuencia como se refleja lo cotidiano. Pensaba

"Acá en Barcelona la situación es distinta, yo soy distinta, mis ojos cambiaron, ¿o yo

soy la que cambié?". Y seguía pensando: "No me quiero imaginar si estuviera esperando

el 78 en La Paternal a esta hora...".

Cuando el colectivo se estacionó los hombres fueron los que subieron primero.

Paola no pudo subir antes. Aguardó, hizo señas, "Suban". Se presentaba otra de esas

cosas, costumbres, que mutaron: donde se les aconseja, prohíbe, subir primero, cuando

tienen la oportunidad o en caso de que le cedan. No hasta que estén disponibles las

líneas que permitan que viajen por separado. Es cuestión de preservarlas, dijo un

diputado, cuando la medida se aprobó. Para evitar al toquetón o desubicado; al tóxico y

depravado. (Campañas).

Cuando puso la tarjeta en la máquina el colectivero la increpó:

—Tiene que pagar doble.

Paola discutió:

—¿Por? —le mostraba el reloj—. Faltan seis minutos para las diez.

—Son las normas. El tiempo cuenta hasta que llega a su casa, y no creo que llegue

antes de las diez. El último boleto sin infracción para las mujeres se cobra media hora

antes. No puedo hacer excepciones. Usted tiene que entender que esto no es una

cuestión de querer hacerla enojar. Sino que se la trata de cuidar. De que aprenda; o ahí

afuera le pueden hacer daño. Hágase cargo. —Carraspeaba. Agregaba—: Vendrán

tiempos mejores...

—¿Y si no pago?
—Se baja.

—¿Me va a dejar acá?

—Le dije, es cuestión de que aprenda. Tiene que volver a pasar la tarjeta; o abona

con lo que tenga.

Le daba rabia que le pase. Era Paola una de esas que acata la ley. Igualmente lo

miró, como el culo. Y pensaba lo mismo: Usted tiene cara de... Es que tiene claro como

son las reglas, nadie tiene que volver a repetírselo. Que se le va a hacer, a quién le va a

discutir. Que pague. El problema es que la plata siempre figura en el medio. Y eso no

cuadra. Y salvando las diferencias, las circunstancias, pasa en cualquier lado. En su

ciudad es donde más le había costado. Era lógico, adaptarse. A la mayoría le costó.

Incluso había recibido una tercera advertencia. Repetía el error. Tenía que admitirlo,

aceptarlo. Tal vez tantos cambios, son los que confunden, y atontan. El cambiar de

ciudad, el haber estado cambiando ella. O son sus palabras las que confunden y

engañan, y combaten en su contra, cuando por descuido, como en esta ocasión, se

verbalizaron, saboteando:

—Sabe..., yo no tengo cambio.

Pagó con un billete la infracción.

Mejor que llegue a su pieza, coma algo y se acueste; es lo que una madre

aconsejaría. Para que no le dé más vueltas al asunto; ni al mundo; ni a las palabras. Ni a

los cristales. Que trague. Y en el peor de los casos que reciba la cuarta advertencia, y

listo, que se haga cargo. O se haga caqui.


Como si de un pastor se tratara continuaba recibiendo sugerencias del colectivero,

cuales daba para analizar, mientras Paola se iba a sentar:

—Te hubieses quedado en el mar...

Me cae como el culo, el cara de..., volvió a pensar. La próxima se lo digo en

catalán. No veía la hora de llegar. Durante el trayecto subieron diez hombres más, a los

cuales llamó la atención su presencia. Tres conversaban: Debe ser una puta. Y otros:

Debe ir para el Barri Xinés. Cuestión se sentía demasiado observada. Hasta tenía un

cosquilleo en las piernas, un nudo en el estómago. Y un poco de claustrofobia. Se decía:

Respira. Tranquila. Vas a estar bien.

Por incómoda que estuviera no dejaba de mirar por la ventana. Tenía esa

capacidad de deslumbrarse con cada recorrido. En tren, en bicicleta, caminando, o en

colectivo; en lo que fuera. Al menos evitaba centrarse en esas sensaciones que la

abrumaban. Sudor, boca seca, dolor de dientes, nariz tapada, hormigueos, frío, caqui,

baño. Las luces de Barcelona parecían fogonazos en la noche. La iluminación fue otra

de las reformas en las que se estuvo trabajando. Al agregar muchísima luz en las calles.

Sin embargo los países que no cuentan con el presupuesto necesario..., tienen que elegir,

de manera inteligente, en que invertir. O en iluminación, policía, cámaras, WiFi..., o

educación, cárceles, hospitales, oficiales... Miles de proyectos... Instituciones...

Presupuestos... Sueldos... Infinidad de opciones. Hasta el uso de drones, es otra

posibilidad, que se baraja; de las medidas más utilizadas, para erradicar la plaga. Sin

duda alguna la instalación de cámaras como estrategia marca una gran diferencia para

rastrear el movimiento de los sospechosos. Y, los que apuestan por una mejor conexión

inalámbrica, se benefician con la aplicación, y la pronta detención, de los que generan la

desgracia.
Bajó en El Born. Hace una semana se había mudado de la casa de la amiga. Por

una cuestión de independencia. De espacios. De los €800 que cobró, €400 se le fueron

de alquiler. Con lo que no gasta, para el resto le alcanza. El caminar atolondrado podía

hacerla tropezar. La mano derecha estaba dentro de la mochila, empuñando el arma.

Con el primer sueldo cambió el cuchillo por una pistola. No tendría problema en

disparar. Durante el día observamos que estuvo feliz, a medida que cayó la noche

paranoica. Con la aparición de la luna el carácter se disfraza. De Batman. Del Guasón.

Se acordaba de un profesor; que le había explicado Freud. Por primera vez le pasaba acá

en Barcelona (en Paternal habían sido tres las advertencias). El reloj marcaba las 22:16.

Se seguía repitiendo: Respira, confía. Vas a estar bien. A dos cuadras. Trotaba. Corría.

La única gente que deambulaba eran hombres. Y entre ellos podría estar el mormón.

Había también vagabundos y borrachos, hediondos pululando. Muchos son la misma

desgracia. A una cuadra un policía la detuvo.

—¿A dónde se dirige?

Apenas articulaba, no contestaba. Había que tener en cuenta que corría, y el pecho

se le cerró.

Le pidió una identificación:

—Documento, pasaporte, por favor.

—Tome.

—Vale. ¿De dónde viene?

—De arriba, del Montjuïc.

—Vale. ¿A dónde se dirige?

—Acá a una cuadra.

—¿Se siente bien? ¿La sigue alguien? ¿Necesita que la acompañe?

—Estoy bien.
Revisaba el documento, el pasaporte.

—Usted no es española, es...

—Sudaca.

—Yo no dije nada, usted lo dijo. Para que no ande diciendo después que los

españoles discriminamos.

—...

—Sepa que las turistas son las que más se descuidan. No cometa una locura.

Salvo que sea una de esas que se van de fiesta. ¿Comprende de las fiestas que hablo? Si

es una de esas divas que pretende... Piénselo. No vaya contra las normas.

—Me retrasé un poco, no va a volver a pasar.

Desde el celular el policía entró en la aplicación. La identificó con los datos del

pasaporte. En el archivo correspondiente a la policía le aplicó la advertencia. Le

figuraba al instante que sumaba cuatro.

—Le queda una... —levantaba la ceja izquierda.

Paola acataba, decía que sí.

—No se deje estar. Una más y se le aplica la sanción.

—Descuide, no va a hacer falta.

El policía la acompañó. Paola no se lo había pedido. Al lado del edificio donde

alquilaba había un hotel. Hizo de cuenta que entraba al hotel. Por las dudas.

—Cuídese.

—... voy a estar bien.

Dentro de todo el policía fue amable, no como el colectivero. Al entrar al edificio

las sensaciones se apaciguaron. El sistema nervioso mandaba menos impulsos. El

simpático no había sido tan simpático. Se sentía a salvo. Podía pensar. Subía por el
ascensor hasta el cuarto piso. Después de una semana conocía a la mayoría de los

vecinos. Es obligatorio juntarse los viernes a primera hora a conversar, especialmente

comprometerse, para conocerse, y ponerse de acuerdo en cómo actuar en el hipotético

caso de que se presente... La señora que le había alquilado la habitación aseguró que en

ese edificio nunca hubo conflictos; que no iba a tener problemas. Pudo alquilar porque

no pedía papeles; la señora necesitaba la plata, estaba desesperada, tenía deudas. Y con

un adelanto que le facilitó Cecilia, le alcanzó. Cuesta encontrar habitación si uno no

tiene la ciudadanía, o no se demuestra ingresos, o un contrato de trabajo. La realidad es

que en cualquier trabajo te pueden despedir cuando quieran, y uno quedarse sin dinero.

El piso es bastante amplio, cuenta con cuatro habitaciones. Además de Paola alquilan

una chica sevillana, una búlgara, una venezolana, y un alemán. Para empezar está muy

bien. Hay cocina, baño, y living que se comparte. Al entrar en la habitación dejó la

mochila. Se sacó las zapatillas. La gorra. Desabrochó la camisa. Soltó el pelo. Estaba en

remera. Se peinó; había una canilla. Se lavó la cara. Se miró al espejo. Decidió no

bañarse. Dentro de la habitación sintió el alivio; de sacarse la ropa; abandonar aquella

reja de ropa. Quedó en corpiño. Se deshizo del pantalón. Respiró profundo. Soltó. Saltó.

Suspiró. Tetas, cola. Rodillas, pantorrillas. Adiós a la calza. Hay una ventana que da a la

calle con una cortina oscura para que no entre luz. Un pequeño placar donde guarda las

cosas; igual mucho no tiene. La valija vacía en una punta, del lado de la ventana; que

usa para guardar comida que compra. En una mesa, que apenas cabe, entre la cama y el

placar, apoya algunos elementos: una botella de agua, un desodorante, una revista de

crucigramas, un libro; y aquella tarjeta que le dio Jun cuando llegaron.

Había quedado agotada después de haber estado recorriendo la ciudad. Adquirió

el ritual de leer antes de acostarse. Compró un libro en un puesto de la calle Pau Claris
(hace dos semanas). Le pasó como a muchos que el libro por algún motivo la escogió;

que por alguna razón en particular debía comprarlo. Una fuerza poderosa la absorbió,

apenas lo vio; apenas lo abrió. El título, la portada, el contenido, las recomendaciones

de la contratapa, algo de eso; con lo que se había identificado. Tenía un lápiz con el que

marcaba, lo que le interesaba. Lo que le generaba sopor. Escalofríos. Un estado

convaleciente. Un éxtasis macanudo que la iba acariciando.

El libro la iría ayudando.

Para ir removiendo,

como de la estantería los libros,

sus adentros.

En la pág. 128 subrayó: "Estoy bostezando. Estoy saturada de sensaciones. Estoy agotada

del esfuerzo y el largo, largo tiempo (veinticinco minutos, media hora) que me mantuve solo fuera de la

máquina. Estoy quedando entumecida; estoy quedando tiesa. ¿Cómo voy a romper este entumecimiento

que desacredita a mi corazón compasivo? Hay otros que sufren: multitudes de gente que sufre”.

En la pág. 137: "Si sigo adelante creando orden a partir del caos... Así elimino ciertas

manchas y borro ciertas profanaciones".

Un mes más tarde con Jun en la habitación, leería lo siguiente:

"El tiempo pasa, sí. Y nosotros envejecemos. Pero estar sentada contigo, a solas contigo, aquí en

Barcelona (cambió Londres por Barcelona), en esta habitación iluminada por el fuego, tu ahí, yo aquí, es

todo”.

Se tapó.

Era una afortunada, por no aparecer en los diarios.


25

Al dormir el cerebro ejecuta, acomoda, procesa la información. Procura destituir lo

que no. Comanda, dirige, transforma los procesos sinápticos en síes de configuración.

Elimina por descarte lo que corrompe y atenta. E ilumina bitácoras escaneadas con

datos precisos de percepciones a diario. Somos nuestros propios diarios: de ideas,

sentidos, pensamientos, silencios, anónimos, ánimos, emoción, lenguaje, actos, escenas

y mucho valor. Que se escriben, y describen mediante procesos de extrema índole que

generan calor. Al estar representados por innumerables mecanismos, sea fisiológicos,

psicológicos, biológicos, neurológicos; con el agregado de los ilógicos, si nombramos:

lo espiritual y trascendente; lo consciente e inconsciente; la razón y el corazón; la

imperfección y sazón; lo primordial y lo vano. Que si van de la mano, deslumbran lo

humano. En una conjunción de memorias decodificadas, cuando se trata de equilibrar,

de subsanar, de buscarle sentido, a la propia máquina que se auto-valora. Dormidos

recuperamos el agrado de despertarnos en hora. Despiertos recuperamos al ser que se

valora. Y una vez valorados recuperamos la fe. Funcionamos. Como humanos. De la

mano. Sosteniéndonos. Al convivir con: mi Yo y mi Yo. En esa extensión. En esa

interconexión. En esa res extensa. Cuando un "Yo" desciende al inframundo, y el otro

“Yo” asciende hacia Dios. Dejando que la máquina vaya trabajando, viajando. Mediante

queda al comando, de una empresa que se dedica, a posicionarnos, precisamente, ¿en

dónde?, en el Kairós.

Aprovechando el término, podemos sacarle rédito. A la máquina madre quien

configura datos de esa otra máquina Paola. Cual va deliberando, y liberando, en

cuestión de semanas la información; de sus adentros, de su bitácora.


Las noches que siguieron hasta terminar el mes, fueron cada una como un rodaje

de sucesos que le ocurrieron. Al despertar solo parecía escuchar una palabra "acción".

Para darle vida a ese personaje que se creaba. Hasta que un suceso la invitó a decirle a

ese otro personaje:

—Saquémonos las máscaras de una vez. Dime, ¿quién sos?

—Alberto Baptista Wong.

Y se largó. De aquella tienda. Escapando de quien podía ser un monstruo. Pero

no. Aquel hombre era un simple trabajador, de una tienda localizada en El Poblenou.

Aunque la tienda era una fachada, muy bien preparada, para esconder ese otro trabajo al

que verdaderamente se dedicaba.

Afuera Jun la esperaba.

Paola decía:

—No entiendo para qué me traés acá, si lo que busco es trabajo.

Era la cuarta o quinta vez que se veían. Y parecía no estar funcionando.

—Este hombre busca alguien que lo ayude, sería lo mismo que un trabajo.

Además yo también trabajo acá. Nos podemos ver más seguido. Y no tiene nada de

malo. Con este hombre... no solo que trabajas, sino que aprendes.

—Tan solo quiero algo, no sé, más sencillo. Atender en un bar, cocinar, limpiar.

Podría ser camarera, secretaria...

—Sí, pero está difícil que consigas trabajo. Acá no se arriesgan a quitarle empleo

a la gente local. Puede que te pases meses buscando, y tienes..., antes que... Pensalo. Lo

aceptas y mientras tanto, vas viendo. Haz la prueba. A este hombre no le interesa si

tienes papeles, ni de dónde vienes, si sales de fiesta, o... A lo sumo te va a preguntar una

cosa, si conoces a su hija…, que hace tiempo anda buscando.


Estuvieron discutiendo que sí que no, que sí que no, hasta que a los dos días

cansada de recorrer y de que la rechacen volvió. A las doce del mediodía. Para decirle

cuando entró en la tienda:

—Acepto el trabajo, pero con una condición.

—... esto es un arte, no se negocia —se entrometió Jun defendiendo la cultura

del local.

—¿Cuál? —se levantó Alberto de inmediato del escritorio para responderle.

—Que me diga para qué son esos jarros, si en el cartel de la entrada dice escuela

de surf.

Hubo una cosa que Alberto le tuvo que explicar. Y se le acercó con uno de esos

en la mano.

—Primero, esto es un jarrón no un jarro. Segundo, lo que figura en el cartel es lo

que ofrecemos, clases, enseñamos. Para eso nos rinde un local de surf en una cuadra que

está frente al mar.

—Está bien ¿pero qué tendría que hacer, si no sé de surf...?

—Ordenar las tablas, atender a los clientes, cobrar...

—¿Y cuánto paga?

—Ochocientos.

—¿Y cuándo empiezo?

—Mañana.

—Entonces, hasta mañana.

Le convenció. O mejor dicho fue Jun quien la convenció, al insistirle "Dale".

Como sea, había conseguido trabajo. Y eso la dejaba tranquila. Al final en Buenos Aires

los trabajos por los que había pasado fueron parecidos a la cara de ese colectivero al

cual más adelante se cruzó, una cagada. Lo único que pensaba era que para ella mucho
sentido no tenía aquel arte, más allá de un libro que se había comprado. Que los

jarrones, los jarros, el surf; mismo la pintura, la arquitectura; o Barcelona en sí...;

digamos el por qué, o cuál era el sentido nuclear (esencial) de estar allí..., eso no lo tenía

claro. A pesar de, haber tenido muy pero muy en cuenta que quería irse de Argentina. Y

hasta tal punto,

solo podía decirse que era una mujer libre, común y trabajadora.

Contenta de haber emigrado.

Pero no sería hasta que quedara enganchada de la armonía y energía del encanto del

local,

el momento en que sus ideas, como una nube, se ampliaron.

(Se iluminaron los escaneos, de su bitácora).

Un día en la playa, al alcanzarle la tabla para una clase de un cliente que se

acababa de apuntar, Paola le hizo aquella pregunta que definiría su futuro.

—¿Para qué sirve este arte?

—Para aprender a saber cómo parten...

—¿Qué cosa?

—Las olas...

Sería esa la mansedumbre cuasi marciana que la enamoraría, de Jun.

Reflexionaba sobre qué relación podía haber entre un jarrón y una ola. Entre una

tabla y el mar. Debía haber algo en el medio, en el centro, unicornios que unieran las

inconclusiones, o incertidumbres que se generaban. Más cuando perdía la razón del

tiempo y quedaba barrenando por el espacio. Estaba convencida llegado este punto

sobre lo que quería. Del camino que se quería trazar. Los hechos del pasado podía
abollarlos. Pisarlos. Y comenzar a operar desde Barcelona como una nueva Paola. Lo

cual no significa que la habitación que alquila sea como un cuartel, donde algo terrible,

secreto, planea. Sea un atentado o decidir a qué político matar. Sino un trampolín, una

ecuación, fórmula, que le permita recrear el meridiano cero. En su propio espacio.

Obligándola a dejar de perder el tiempo, para pasar a disfrutarlo, en ese desconocido e

inédito lugar. De la atmósfera.

Pero hay riesgos. Y cosas extrañas pasan.

Y se preguntaba: ¿Por qué el sábado cuando se hizo de noche desapareció? ¿Por

qué me dejó? ¿Qué le pasa? ¿Por qué se esfuma? El caradura. Increíblemente esta no

fue la primera vez, por eso tal vez no se preocupó demasiado. Diciéndose: "Es un

fantasma, de por allá, del Parque Chas". Pero se habían comunicado, tácitamente,

cuerpo a cuerpo, en un primer encuentro. Y ella supuso que esa experiencia tomó

impulso, cuando agarró la tarjeta la noche en que se sintió fatal en casa de Cecilia; (y

quedó plana). No entendió. Lo que tenían de particular un jarrón y una flor.

Esa atmósfera.

Con esa única pista no le bastaba para determinar a qué se refería. Ni siquiera

como para deducir algo. "Está bien que sea de Japón, que tenga sus creencias, mañas,

pero entretejerme entre sus telarañas...", no iba de esa forma a conquistarla. Dudaba en

llamarlo, en hacerle saber, ¿qué? "No sé". Que le pasó algo en el avión. Cosquillas,

cerca de un riñón. Mariposas; o gusanos, en la panza; excusas. Tenía varios pretextos

con los que lidiar, el verse con un hombre al que apenas conocía, sin muchas más

referencias... no es lo que aconsejan. Lo que dicta la ley. ¡Ojo!, que esto no implica que

no siga habiendo enamorados. O locos de amor. O mujeres que reciban flechazos en el

corazón. O el “temible” amor a primera vista, como lo catalogan algunos incrédulos: "El
peligroso". Aunque lo de Paola y Jun, no iba a ser amor precisamente. Sino, más bien,

algo, ¿cómo?, como soñado. Mucho más delineado. Ya se le había quejado: Caradura, te

esfumas.

Por lo que a su precario plan respecta, estaría expectante. A orillas de observar lo

que trama. Para hallar el posible argumento. Por qué desaparece… "Acaso, si alguien

debería hacerlo, esa soy yo", se decía, camuflándose entre remolinos de viento, de ser

posible bajo el pavimento.

Y sin embargo ahí seguía,

plantada.

En su atmósfera.

Se encontraron sin ir más lejos por primera vez en Port Vell. El punto de reunión

fue en el monumento a Colón. Tras lo ocurrido pensaba que aquel sitio, hilaba con sus

sospechas. Al ser Colón un descubridor, y por tal motivo ella andar en la búsqueda, de

algo. Lo que desencadenó que escogiera iniciar allí, un mes después, un sábado, su

paseo; pensaba, que necesitaba volver; ir temprano, para analizar, hilar; desentrañar.

Ver qué pasa.

Caminamos por la Barceloneta. Sus ojos entrecerrados no me dejaron observar

de que color los tenía. A pesar de eso es un muchacho apuesto, y más alto que

cualquier japonés. Un morocho con pinta de cantante. Y cuando abre la boca, de poeta:

—Tenés las tetas... —oí que dijo. Y continuó—: Tenés aletas..., alas...o pies.

—Ah —respondí yo—. Ninguna de las dos..., las tres, yo que sé.
Me contaba acerca de un mito asiático, donde en una ceremonia la gente,

simbólicamente, tiene que elegir entre aletas, alas, o pies, según se perciban como seres

del agua, del cielo o de la tierra. Yo le demostraba interés, al preguntarle por los seres

de la tierra, por nosotros los humanos. Y él hábilmente sacaba a relucir:

—Cuando dos seres coinciden, no hacen falta alas, agua, ni tierra. Hace falta

fuego.

Un poco rebuscado con las ideas pensé; que mezclaba el acento japonés con el

castellano. Y me daba risa. Porque lo hacía notar como un niño. Además no entendí un

pomo lo que me contó. Pero igual ambos nos reímos, porque la risa es como el bostezo,

se contagia; y por ende nos habíamos contagiado; y estábamos muy enfermos, de

aquello que nos atacó, como si tuviéramos la rubeola, en una o dos horas, con mucha

gracia. Lo que me hizo sentir como una niña también, ya que empecé a escupir y a

mezclar, al hablar; Aletas, tetas..., cola, piscola..., me hago pis por la cola, jaja, reía, y

apretaba las piernas...

Cerca del Estadio Olímpico cuando mejor la estábamos pasando, se puso serio.

No habló. Ni bostezó. Ni rió. Apenas vi sus ojos. Le pregunté, le dije: Eu. Y se quedó

mudo.

—¡Boludo! —le grité para que se ría—. Dale, contestame. Que no se la deja a

una mujer hablando sola.

Cuestión, que cuando desapareció, cuando se piró, volví hasta el monumento de

Colón, para sentarme.

Y ver que descubría.

Al día siguiente me llama, hace de cuenta que no pasa nada. Cuando corta se lo

cuento a Cecilia, porque anduve bastante inquieta. Cecilia me dice que no puede ser,
que es un rollo mío, mi imaginación, que me lo invento, que descanse, me acueste. Que

debo estar proyectando cosas mías (de mi padre) en él. Me enojé. Y le dije que no se

hiciera la psicóloga, que me ayude, como amiga. Y ella contestó que me iba a ayudar,

pero que descanse. Sin embargo no me quedé de brazos cruzados. Me acerqué hasta la

cocina, le cerré la puerta de la heladera en la cara, y le dije la próxima me tenés que

acompañar; se lo tuve que pedir por favor. Para que compruebe, que no estaba loca. Y

que ese... Jun, Juan, Ricardo o como carajo se llame, me lo explique.

Me acompañó, el domingo por la tarde...

Pasa que nos mensajeamos por Whatsapp un montón. De repente me clava el visto,

y no aparece más en línea. Me desespero, porque a la media hora me escribe, y a la

media hora de vuelta no contesta. Quiero putearlo, cortarle el mambo. Me dije que si

volvía a desaparecer, listo, que estoy chiflada. No pretendía arruinar el viaje. A menos

que...

Coincidimos a las tres de la tarde en la Plaza Real. Lo saludé con la mano, como

aconsejan, no con un beso, o dos, como suelen hacerlo las que no acatan. Porque en el

caso de que un oficial se acerque, puede haber problemas, y tendría que comprobar

cómo es que somos... más que amigos, conocidos, novios, pareja; te hacen mil

preguntas; y son capaces de aplicarte advertencias.

Me había puesto ropa cómoda: pantalón de satén largo, una remera, una camisa

abrochada hasta el cuello y una badana. La mochila la llevaba en la espalda. No me

importó tenerla a mano. Le presenté a Cecilia. Transcurrió la tarde. De entrada pensé

que me iba a dar alguna explicación. No ocurrió. Le estaba por decir: Sos un cara rota.

Pero había una onda y tenía un humor increíble. La estábamos pasando genial, nos

estábamos divirtiendo. Le pregunté si había fumado porque hablaba el castellano como


si hubiera nacido en la misma España. Y él me dijo con tono de payador: Uno de mis

sueños es que Cataluña, España, Argentina y Japón se unan a través del fuego. Cecilia

también la pasaba bárbaro. Hasta que me miró, y agarró del brazo, cuando Jun no

prestó atención, y me dijo: Que japonés tan hermoso. A su vez me recriminó: Que bicho

te picó. Este no desaparece. Vos te estás volviendo loca.

Cecilia le había pedido permiso, y lo tocó. Lo tocaba con el dedo índice derecho

en la espalda, el pecho, y me mostraba diciendo: Existe. Luego él muy respetuosamente

me tocó a mí, el hombro, con su dedo índice derecho, y me dijo: Vos también existís.

Cecilia me llevó a un costado, y me terminó diciendo que se iba, que nos dejaba, que no

quería molestar. Yo le dije que no, que no se vaya, que podía pasar. Y Cecilia se fue.

Pensé entonces que no se lo iba a poder comprobar.

Caminábamos, hablábamos. Hasta ahí todo bien. Una hora antes de que oscurezca

me acompañó hasta lo de Cecilia. Bueno, me encantó la compañía, me dijo. Espero lo

repitamos, te llamo. Y se fue. Yo estaba entrando al edificio. Volvió; como en el

aeropuerto escuché que dijo: Aguardá. Y al acercarse agarró mi mano, la derecha, la

misma con la que había recibido la tarjeta, e hizo que lo toque, en los hombros, en el

pecho y en la frente, diciéndome, al cabo de unos segundos: Existo.

A partir de ese sábado se le dio por ir: cada sábado por la mañana temprano al

monumento. A ver qué me invento, pensaba, Quiero descubrir, lo que pasa acá. Estamos

en junio 28. Y Paola trataba de anillar todos los "Existo" que había escuchado. A los

que salieron de la boca de Jun le podemos agregar los que escuchó en la primera

semana, que fueron dos. Uno cuando cruzó la calle un miércoles por la tarde al ir de

compras (se lo había pedido la mamá de Cecilia) que provino de una joven que al

chocarla se la quedó observando como quien espera la foto, como queriendo revelar
algo. Aparentaba un hecho casual, esporádico. Pero Paola ni se hubiera imaginado,

¿qué? Días más tarde al pasar por un hospital, escucharía lo que ella denominó:

Gritos desesperados de quien se levanta de las catacumbas; emitiéndose aquel "Existo" del

cual no se hizo cargo al seguir de largo. Debo estar media tonta con esto de haber caído

en otro país; el viaje; el equipaje; el maquillaje, los tiempos; encontrar trabajo; irme

acomodando, puede que me estén afectando... Tan ilusa (la tonta) esperaba el orden,

como quien espera que una madre nos enderece la vida. Para que todo a lo que nos

encomendamos, sumergimos (con miedo), no sea mero invento. A la que más preocupó

fue a Cecilia, lo vimos cuando le pidió que la acompañe un domingo. Pero aquella

misma noche, al conversar en la mesa acerca de lo ocurrido, la madre de su amiga fue

quien se asustó, cuando sacando conclusiones, Paola soltó: Y si estamos muertos, y esto

de estar vivos es una mentira ridícula. La madre escupió del vaso al atragantarse, por no

comprender de qué iba la conversación. De qué estamos hablando, preguntó sacada

cuando se recompuso, Mejor las dejo con sus locuras. Y Cecilia le tuvo que advertir: No

seas así, no la asustes, te dije que no pasa nada, que te quedes tranquila y descanses, que

mañana hablamos. El padre de Cecilia que oía desde el sillón cuando ojeaba el diario,

fue quien le creyó, y le dijo: Paola sos demasiado inteligente, cuando nos hablas de la

muerte. Cada día cuando vuelvo del trabajo medito, porque si no, me despido... Y la

llamaba, Paola vení que te doy un consejo: Aprovechá al máximo que hoy estamos y

mañana no se sabe. Aquello parecía medio tragicómico; y la otra mitad una bizarreada.

Sin importar lo que opinara la gente, Paola seguiría insistiendo en ir cada sábado al

monumento, "Dime Colón qué me invento". En definitiva, los siguiente 'Existo' que

entraron por su oreja fueron los siguientes: 1) En la segunda semana escuchó el de Jun.

Esa misma semana escuchó uno en la Rambla que no pudo detectar de dónde provino

por la cantidad de gente. Después escuchó otro en la Boquería. Uno más en el subte.
Otro cerca del Cap Nou antes de que juegue el Barcelona. Y otro a la madrugada que la

hizo despertar "La puta madre". 2) La tercera semana fueron en proporción semejante: a

la vuelta del edificio, en la playa, subte, y dentro de una iglesia cuando dijo el cura:

Existo porque creo en el señor, existo porque creo en Jesucristo. 3) La cuarta semana

aumentaron en proporción: en el segundo piso del edificio, en una confitería, en el

colectivo, la plaza, el café, y los que vinieron en manada cuando tuvo que ir a hacerse el

chequeo de rutina al hospital (le preguntó a la enfermera qué había sido eso. Le

respondió: No te preocupes. Había asistido al chequeo de rutina, al que sí o sí deben

concurrir cada dos meses, según sanidad. La enfermera la había hecho desvestir: Parate

de frente, de espalda, de perfil; izquierdo, derecho. Alza los brazos, abre la boca, abre

las piernas. Buscaba heridas, cicatrices, bultos. Encontró dos, ¿Y esto? Me caí. ¿Segura?

En Argentina, me las revisaron. Terminó con las respectivas muestras de sangre, y de

saliva. Dentro de dos días podéis fijarte en la aplicación, le dijo la enfermera, que la

hizo vestirse. Antes de abandonar la sala a centímetros de la cara le murmuró: Son los

gritos de las que sufren en el piso de abajo, eso es lo que habrás escuchado niña. No sos

la primera que me lo dice. Puede que me haya acostumbrado y los ignore porque trabajo

acá). 4) La quinta semana se aquietaron; no escuchó ninguno. 5) Y la sexta, estando en

su habitación, se incrementaron. Estaba convencida de que la sevillana y la venezolana

lo habían soltado, incluso la señora que le alquiló la pieza. Después siguió anotando en

una hoja: el panadero, el pintor, la rusa que canta, la estatua, en un puesto de flores, en

un local de ropa, en el taxi, tres clientes, y... a eso se le sumó el de una Youtuber de

maquillaje, el que vio escrito en un estado de Whatsapp de una conocida de Argentina,

el que identificó en un artículo de un blog de superación personal, y el del Twitter de un

famoso que escribió citando a Sartre: “Si existo es porque me horroriza existir”. Hasta

lo acusó a Descartes con la cabeza en la almohada por su "Pienso luego existo". Y al


mismo Colón por haber descubierto América. En la televisión saldría en las noticias, en

el canal Telecinco, en la séptima semana: 'Conmoción por los gritos que se escucharon

en un hospital de Barcelona. Hay quienes dicen que son falsos. O que la gente que los

escucha se los inventa...'.

En su libro subrayó:

“Existimos no sólo por separado sino en grumos de materia indiferenciados”.

Hasta que en el trabajo,

en una charla cualquiera,

con Alberto,

este le comentó:

—Existimos en el Kairós.
TERCERA PARTE
26

Le había pedido permiso. Lo tocaba para comprobar que estaba ahí; que estaba

vivo; de verdad. Presente.

Jun que trasladaba una caja con seis jarrones al depósito del fondo, se lo dijo:

—De vuelta con lo mismo.

—Basta...

Era como una maña, como la picadura de una araña, una especie de tic que se la

estaba carcomiendo, y no podía frenar; era como una ola tapando la arena, cuando sube

la marea, sin vuelta atrás. Asemejaba la escena a E.T. cuando estiraba el dedo.

Necesitaba resolver inquietudes, y como no estaba satisfecha utilizaba la pistola

para obligarlo a confesar:

—Cuénteme sobre eso, desarrolle...

—¿Sobre qué?

—Las voces que oigo.

Las armas a Alberto no lo despeinaban, ni lo hacían mover del escritorio. No tenía

motivo alguno para amenazarlo, ni para cometer una idiotez. Paola misma se dio cuenta

que un arma, no iba a arreglarlo. Y sola se dijo: Respira. Tranquila. Vas a estar bien.

Jun se interponía entre ambos, exclamando:

—Lo solucionan hablando.

Alberto la señalaba, se le acercaba diciendo:

—El arma, no hacía falta.

Un jarrón estaba mal apoyado en un estante.

—Alberto así como lo ves, más que un monstruo es un dios para mucha gente —

se entrometía diciendo Jun.

El jarrón podía caerse.


—No solo que montó este local, sino una enorme fábrica — seguía argumentando

Jun.

El jarrón estaba cayendo.

—... a esta altura te tendría que servir de algo lo que estuvimos meditando, acerca

de las olas. Porque si no, te vas a partir sola — remataba Jun.

El jarrón rompió contra el piso.

(El ruido de las voces lo habrá hecho caer. ¿O el ruido de algún Existo?).

Juntaron los pedazos del jarrón roto.

—Dime, ¿tú qué crees acerca de las voces? Por qué debería tener yo las

respuestas...— decía Alberto.

—Porque me da la impresión de que las tiene. Con esa cara de viejo, sabio. Y

además, siempre lo escucho y habla de manera enigmática...

—¿Esa es la impresión que te doy? No creo que juzgues solo por las apariencias.

Si has aprendido algo del mar, deberías amar un poco más este trabajo. Igual confío en

que si no pasó, va a pasar; y que lo del arma no es más que una burla. Aunque

pensándolo mejor, te voy a dar una... —Se levantó del escritorio; se puso una mano en

la barbilla—: Puede que las voces que oyes, sean de personas afines.

—¿A qué se refiere viejo? — otra vez le puso ese adjetivo.

—Existen en la medida que uno las crea, según lo que escucha, dependiendo de

dónde para la oreja. Podría decirte que oímos acorde a lo que nos enfocamos. Parecido

es el dicho: "Donde pones el ojo pones la bala". Por lo tanto atenta, que donde pongas el

ojo pones la oreja. Digamos que si hago foco constantemente en jarrones, iré por la vida

oyendo y buscando relaciones en torno a un jarrón; porque el jarrón está en mi centro,

en mi epicentro. Y al hacer foco, me lo creo. Y creamos: rodajes. Y creamos: escenas. Y


creamos: historias... Y creamos:... Para pasarnos el tiempo, la vida misma, rodando y

enfocándonos. Pregunto: ¿En lo que nos importa?

Al lado del jarrón que cayó había otro que estaba bien colocado. Los pedazos del

jarrón roto terminaron dentro de una caja de cartón.

La siguiente escena sucedía a tono con el Mediterráneo.

Se rodaba como en cámara lenta.

Los pedazos del jarrón roto volverían a la fábrica en la caja de cartón.

—¿Y el Kairós? — preguntaba curiosa Paola.

—Es en lo que deberíamos enfocarnos todos, y por desgracia no ocurre. Y da

mucha pena.

—¿Y...? — volvía a preguntar.

—Que da mucha pena... — repetía Alberto sin terminar la oración.

Los pedazos del jarrón roto, en la fábrica, mediante un proceso llamado Kintsugi

(金継ぎ) se restauran.
27

Kintsugi:

(Silencioso y manifiesto).

Práctica donde se reparan

fracturas de la cerámica con barniz o resina

espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la

historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. El resultado es que la

cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original.
28

Días después las voces que escuchaba Paola disminuyeron en proporción. Y eso se

debió al foco que estuvo haciendo: en Alberto y en el local.

—Le hago la misma pregunta que le hice cuando llegué. ¿Para qué sirven esos

jarrones si lo que ofrece es surf?

—Es una buena pregunta que no te voy a contestar. Pero quizás esto que te diga te

aporte: el mar y el jarrón van de la mano. Como los seres humanos. Para trabajar con

jarrones primero tenemos que trabajar con el mar, ahora si te digo que trabajemos

directamente con los jarrones, no sirve de nada. Ya que no cobra sentido; y

fundamentalmente no existe el arte; sería mera chuchería. Y por eso no elaboramos

productos de cotillón. Porque en definitiva no es a lo que nos dedicamos las fiestas. Lo

nuestro es más un gesto, un servicio, una vocación. Desde los inicios hay un lema que

nos acompaña, y acredita lo que brindamos.

Le enseñó una tarjeta que entrega a los clientes como propaganda:

" Con los jarrones


damos soluciones" .
29

—¿De qué tipo de soluciones habla?

—De esas que suceden en SuCede.

—Podés decirme algo en concreto Jun. ¿Por qué tanto misterio?

—Es difícil de nombrar, y por eso te estás preparando en el mar.

—Creo que debería cambiar de trabajo.

—No puedes. Todos los caminos conducen al mar.

Una ola rompía en la playa. La sal se disolvía, generando la típica espuma que

burbujea. El sol encandilaba dando un aspecto de ceniza a la arena.

Jun se agachó, recogió una caracola.

Se la mostró a Paola.

Le hacía ademanes.

Paola interpretaba:

—Entendí. Me estás queriendo decir que tengo una cara de culo terrible. Pero lo de

la concha, no te lo voy a dejar pasar por desubicado.

Jun largaba una risa estrepitosa.

Paola se contagiaba.

Se descostillaban.

No podían parar de reír.

Después de tomar aire, Paola dijo:

—Tenés una voz de pito...

—Entonces tengo que pararla.

—Acabá de una vez.

Y acabaron. Fuerte. Los dos. Riendo


—Jajaja —se agarraba la panza

—Jajajapón..., jajajarrón.

—Que paja que sos.

El sol iluminaba. Las palabras se reflejaban.

Esta vez tanta reflexión hizo que Jun suene como oráculo, con lo que dijo:

—Estamos conectados.

Paola estiraba el dedo como si fuera E.T., para tocarlo.


30

Momento. Ubiquémonos.

"Los Jarrones dan soluciones" surge allá por el siglo XX, en los años 90. A raíz

de una visión poderosa que fue cultivando el oriundo de Tokio, A.B.W. Su espíritu

aguerrido lo llevó a emprender aquella odisea de fascinación con el mundo del jarrón.

Hasta ese entonces el jarrón arrastraba una cultura milenaria y abundante, con data en

años precolombinos. Sin embargo no se contentaba con tener una única tienda en

Yumigahama. Bullía dentro de él la fuerza que hubiera en un samurái o en una dinastía,

y en consecuencia se le ocurrió la brillante idea de iniciar su odisea, con el propósito de

transmitir valor. Con bastos estudios en su haber acerca del Kintsugi, decidió dar

precoces pasos recorriendo la vecindad de Asia, siguiendo por Europa. Luego, al crecer

el emprendimiento, su selecto proyecto, visitó con gloria el norte de África y continuó

haciendo realidad el propósito por Sudamérica, continente que recorrió en su

completitud. Escogiendo siempre las grandes capitales para expandirse, como buen

latifundista. Proponiendo talleres y dando conferencias, para generar sus ingresos, los

cuales se incrementaban a medida que iba ganando adeptos. Al principio estaba

patrocinado por su padre que tenía buena pasta, y por una empresa funeraria a la que le

interesaba la filosofía del jarrón. Nunca nadie entendió esa fascinación desmedida en

compartir aquel arte. Algunos pudieron advertir que escondía un plan macabro o

siniestro al estar relacionado aquel proyecto con una empresa fúnebre, pero los cotilleos

fueron incomprobables. Y este hombre de carácter inquebrantable, de lengua suelta, se

atrevió a decir: "Es lo que se avecina". Parecía vaticinar pronósticos absurdos. A

propósito de esto tuvo varias discusiones con la funeraria, quienes le reclamaban que iba

a quedar pegado, que sería el responsable, por echar a perder un negocio de la ostia.

Dicho y hecho Alberto calló, y estuvo quebrado por algún tiempo, y sus lazos, se
sospecha, se cree: siguen vigentes con la empresa, cual agua de represa. Aunque al

haberse dado a conocer por el mapa generó una imagen. Una marca. Y un lema.

En una de las conferencias le preguntaron al azar, como quien pregunta por

preguntar: Qué opinaba su hija... Detalles de la vida privada no daba, por lo que hizo

caso omiso.

Al respecto sostuvieron que le tendieron una trampa, le hicieron la cama, para

que se deprima, hay quien piensa que lo salaron; y hay quien afirma que se la robaron,

que algo oscuro lo rodeó en esa etapa de su vida, sanando siempre mediante aquel arte;

porque para eso estaba. Fue una pregunta remota que lo convulsionó. No tenía la

obligación de divulgar sobre el tema, así que se paró y se marchó. Y en eso se quebró.

Siendo el símbolo vivo de un jarrón hecho pedazos. La lágrima más hija de puta le

cayó. Y mismo los de la empresa fúnebre tuvieron que venir a ponerlo de pie, a

motivarlo, cachetearlo, para que no decaiga. "No te vamos a dejar que te sumerjas en

una de esas yacijas. Tampoco te va a salir gratis tu sepulcro. No." Más adelante

respondería abriéndose a quien abordara una pregunta similar, como para quebrantarse

una vez más en infinidad de pedazos: Tarde o temprano la encontraré. O muerta o viva.

O en un cementerio. O..., en un jarrón.

Conmoción.

Su pronóstico no falló.

Los tiempos violentos del nuevo milenio lo harían enfocar cada vez más en su

trabajo. En ese entonces ya se manejaba desde Barcelona. El hecho de haber establecido

una red de contactos que incluyera figuras de peso notable, no le invalidaría la puesta a

punto de la fábrica, incluso la mayoría lo apoyó, y aprobaron los planos (que tuvo que

rehacer); para lograr con éxito el gran propósito ¿Por qué España y no otro sitio?,

algunos (que lo perseguían) se preguntaron. Tal vez porque estaba entre medio de
Argentina y Japón. Vaya uno a saber. El problema es que con el panorama que preveía,

la duda surgió, en si era lícito que haga con aquello dinero. Se lo puede etiquetar de

malo o bueno. De moralista o idealista. Pero a lo sumo fue él quien encontró una

solución...

Para tanta conmoción

para tantas heridas.

No era la que sigue una escena que se hubiera querido dar el gusto de

presenciar:

—Qué hay sobre ti...

—¿Sobre mí?

—Me gustaría conocer un poco más a quien contrato, vamos que ya llevas un

tiempo. Además hemos conversado lo suficiente.

—No sé...

—¿Qué pasa?

—No me siento cómoda hablando sobre ciertas cosas. El mar puede que me

ayude un montón. Con Jun aprendo. Con usted también. Pero, será que el mar me

revuelve...

—Serán las corrientes, las olas... ¿Algo que te estrelló en el fondo...? ¿… que te

hundió? ¿Algo que te ahoga…?

—No...

—Necesitas sacarlo.

—Ya pasó.

—Suéltalo.

—No.
—¿Algún hombre?

—Ya murió.

—...

—Va, en realidad...

—Puedes confiar.

—Ya no me interesa.

—¿Qué pasó...?

—Lo tengo olvidado.

—Te cuesta hablar. ¿Es uno de esos?

—Sí.

—¿Lo denunciaste?

—No me animé. Estaba en Argentina. Por eso me vine, en parte...

—En partes...

—Puede ser.

—Debería estar en unos de esos Centros de detención, de Desechos…

—Supongo.

—Descuida, que las veces que alguien me dijo supongo, alguien los puso en su

lugar.

La escena seguía.

Sin embargo haber continuado, sería en vano. Como hurgar en la llaga.

Aun así las heridas que persisten sanan...


31

En el canal TN, de Argentina, en el programa de música 'La Viola' pasarían los

siguientes temas:

1) Miss Bolivia - Paren de matarnos.

Y así va la historia de la humanidad,


que es la historia de la enfermedad.
Ay, carajo, qué mal que estamos los humanos...

Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, paren.


Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, paren de matarnos.

Me matan y se infecta la raza humana,


le temen al poder que de mi boca emana,
soy esta herida que pudre y no sana.

2) La Beriso – Ella.

Y un día partió, en busca de algo mejor.


Ella sabía que volver sería mucho peor.

... se fue detrás de una canción.


Ella cantaba para engañar a su propio dolor.

Ella no sabía quién era su padre.


Y nunca entendió el amor de su madre.

Y un día partió, en busca de algo mejor.


Ella sabía que volver sería mucho peor.

3) Cecilia Griffa - Nos queremos fuerte.

Me duele en el cuerpo.
Ser ya tantas menos.

La bronca me brota por fuera.


La rabia me ahoga por dentro.

No quiero quedarme callada.


Aunque el silencio insiste.
32
33

El PPF hoy y cómo se propone enfrentar a la máquina:

Manos, pies, cara descubierta. Al menos un alivio la brisa en aquella piel que queda

por momentos, durante el día, libre del contacto de costuras. Murmullo constante del

mar que se abate manteniendo ocupado el pensamiento. Mientras brótolas que vienen

del Atlántico se abren paso para inspeccionar los fangos del Mediterráneo. Una quimera

en el cráneo, lombrices bajo la tierra, y una actriz con cicatriz. El maestro la recibe. Yo

soy inmenso, y tú vienes a mí. El aprendiz lo busca. Para dar. Paladar. Exprimirlo.

Aunque al mar se lo absorba, como a una esponja. La transición de la quietud a la calma

no implica riesgo, pero pasar de la quietud a la tensión lo implica todo. Momento en

donde te amarras, o sueltas; como cuando se corta el lazo de un niño con la teta de la

mamá. Se descifran, vigilan las aguas. Conocer como el universo se encargó de

hacernos formar parte. Uno, dos, billones. Hubo dinosaurios. Si el mar responde

preguntas, si grita aguantas, si canta una bendición. Te camuflas. Un secreto se

arremolina, al venir desde abajo. Surge, como hélice, desde el fondo; y se eleva. Y

revela. El aprendiz se rebela, también. Si hay oscuridad velas, si hay viento velas, si hay

muertos velas. Ver oportunidades. Hora de superarse. Hay un gong; de ir por más.

Secretos que como el pez conoce el agua. Entre la axila una tabla. Lo vas a intentar.

Pararte. Equilibrio. Revisa el cráneo, que no haya daño. Por favor. Respira, no te

sofoques; que tu vientre es un snorkel, tu cuerpo un eje, tus pies un ancla, y tu corazón

una enorme bola de fuego que te protege de la desgracia; la tabla; tus ojos un apagón.

No los necesitas. Estás parado. Lo has logrado. Como un campeón. Regálanos tu

armónica, armonía. Desde la cima del festejo. Desde tu crisol. Para que distraiga los

golpes. Para que no toleres; lo que no hay que tolerar. No y basta. Que una menos ya no
basta. Que no estamos de subastas; para tolerar. Que de vocal a consonante te parto un

parlante por la mitad. Para hacer sonar al mar, que atiende, los siete días de la semana.

Hasta que suenes vos. Cantamos con una boca grande que escupe onomatopeyas, para

que te vuelvas a parar: Ah, Eh. ¡Dale! Sales, entras, te adentras, y lo intentas. El motivo

está; en que te pares; no pares. La constancia. Disciplina. Te prometo que te olvidas de

tolerar. Das brazadas y te acomodas, metros adentro. Observas de reojo; una vez más te

pone a prueba, y le das pelea. La vas a tener que luchar. Levantarte. Identificar cómo se

parten. Si te cuesta entras como en una cuesta, grande, y la recorres; hasta que la pasas;

de uvas. Germinado, hemos. Todavía escupes y tragas agua. Golpeando la tabla.

Golpeándote a vos. De reojo inspeccionas, por si viene la ola; mansa o brava; la que te

quiere partir en dos. Alerta, atenta, preparada, estate. Levantate. Cuando observas, que

viene. Lista para leer como rompen. Las mediste, calculaste, y si los cálculos no te

fallan; estás en la ola; y la dibujas, con tu mania, manía, fuerza, equilibrio, constancia;

constante. Eres el centro de gravedad. Eres las guerras de las galaxias en una sola parte.

Eres Mía, Josefina, Graciela, Carolina, Karina, y todas. Resulta que además de

levantarte, ahora te dan ganas de pelear. Eres la romántica, la dura, la cara hermosa de

las aguas. Cosquillas en los dedos de los pies por el roce de la arena. Inspiración. Por

Josefina, Mía, Marta, Carolina, Karina, por todas.

Paola cargaba una tabla que le había pedido Jun que vaya a buscar al local.

—Acá está.

—Gracias.

—¿Y el cliente?

—No viene.

—¿Qué significa eso…?


—Que hoy te toca a vos...

—Lo estaba esperando.

Volvió al local por el traje de neopreno. Dejó la gorra, gafas, pantalón, camisa de

mangas largas y zapatillas.

Se asomaba Alberto hasta la playa, quien permanecía detrás de un chiringuito para

que no lo vean; diciéndose: "Demuéstrame si eres capaz de trabajar en la fábrica".

Regresó con mucha energía. El pelo le flameaba, la cara sin maquillar. La mochila

en el local, no tenía el arma. Tenía una tabla.

—Estoy lista.

Cosquillas en los dedos de los pies por el roce de la arena.


34

El PPF hoy y la relación con Cipango:

—¿Cómo estuvo?, ¿cómo te trató?

—Bárbaro.

—Se te notaba como una experta.

—Voy a ir mejorando.

—Esa es la actitud.

El cabello mojado le llegaba hasta la cintura. El sol captaba su mejor perfil;

sensación de superación en el cuerpo entero; incluso en su cicatriz.

—Podemos llevar las tablas y salir a caminar un rato. Lo convenzo a Alberto de

que nos deje salir media hora antes.

—Dale, te acompaño.

Alberto estaba como de costumbre en su escritorio, rodeado de jarrones y tablas.

Pero lo llamaron de una funeraria:

—... en estos días pasamos.

Minutos antes la había visto en el mar, y su gesto de triunfo lo dijo todo, cuando

alzó los brazos, y se volteó, como buen maestro que ve los resultados.

Al entrar al local:

—Alberto queremos pedirle si nos deja ir. Se lo compensamos en la semana.

—Dejen las tablas y vayan.

Acomodaron las tablas que traían, dos de paddle surf y tres de surf. Paola se

cambió el traje de neopreno, y se largaron a disfrutar de una tarde de viernes de

encanto.
Al abandonar el local Alberto le chistó a Paola.

—Acercate un minuto...

—¿Qué necesita?

—No importa, vayan y pásenla bien.

Esas frases inconclusas la dejaban pensando.

… rápidamente la playa se adueñaría de su cerebro, y se despabilaría.

Alberto había completado antes de que se fuera:

—Las voces, quiero decir; ¿las sigues escuchando?

—No últimamente... Bueno me voy.

Se había levantado del escritorio, y como solía hacerlo, lanzaría preciosuras (con

semejante vocabulario impartía las conferencias):

—La tabla te habla, eso no lo ignores.

Le devolvió un hasta el lunes, cerrando la puerta.

Alberto se iría acercando al ventanal que da a la calle, para verla desaparecer;

nuevamente levantando los brazos, y diciéndose "Esa chica lo hizo".

Dentro del local los jarrones, sobresalen por sus adornos.

II
Por la playa Bogatel del Poblenou dejaban marcas. Paola no podía desprenderse de

la sensación en los dedos de los pies, por lo que guardaba las medias y zapatillas en la

mochila. Jun hacía lo mismo. La única diferencia es que él estaba en musculosa y short

de baño, y ella en camisa y pantalón. A los alrededores la gente disfrutaba de las platges

de Catalunya. El remplazo de las bikinis había llegado de la mano de pulposas mallas


enterizas, que invadieron los negocios, no por una cuestión implícita de moda, sino por

una tendencia que se impuso a la fuerza; mismo el gusto por las calzas como opción

más obstinada, al exponerse la anatomía al agarre de la prenda; por lo que se

recomienda inclinarse directamente por un traje de neopreno, debido a sus múltiples

usos; o incluso sacar a relucir, las más precavidas, todo tipo de ropa holgada y vieja,

para no exponerse a los súbitos percances. Hasta que la mejor alternativa vino, para

cautivar la prudencia, a través de una señora que trabajó toda su vida en el rubro de

limpieza, al dar en el clavo, y juntar millones, con su idea de valor, al emprender con la

propia marca de mamelucos, a la que denominó "Mame". Pidiendo las más jóvenes:

"Dame un Mame". Corazas por así decir, que ofreciera el mercado, para ocultar los

cuerpos de aquel mormón. Defendiendo y apoyando la ciencia esta tendencia, al

reducirse el tiempo de exposición de la piel al sol. Cada prenda contando con sus pros y

contras. Siendo la más importante de estas últimas, un calor poderoso que obligara a

poner la sombrilla, o a sacar de la mochila un abanico; entrar al agua con lo puesto; o

refugiarse en los soláriums exclusivos, donde se les hace posible ir ligeras de ropa, o

hacer uso de la bikini, aunque para acceder se tenga que pagar un monto que ronda los

€15; cosa que a muchas no les hace gracia. Y por eso las quejas lógicas: "Mundo

machista". Y algunas groserías del popular: "Córtenles las bolas", "Cástrenlos",

"Queremos mostrar las tetas", "Mi abuela era nudista y por su culpa anda en pelotas en

la casa". La cuestión primordial como siempre es descargarse, contra la sociedad; alzar

la voz. Teniendo que conformarse con las respuestas que dan los de arriba: "Afrontamos

una época difícil", "Es por su seguridad", "Vendrán tiempos mejores". Pero algunos

carteles en las calles junto a los que reclaman por aquel otro conflicto irresuelto de

Cataluña, lo expresan más gráficamente: "El futuro es sin colas ni lolas" (la imagen de

una tabla de planchar aparece como símbolo en las banderas que caen de los balcones).
Por momentos uno cae en la trampa, y se deja absorber por la beldad de Barcelona,

y dice: Acá no pasa nada. No hay que engañarse, pasa. Y aunque nos distraigamos al

ahondar en la historia de cada pueblecito o distrito, está esa posibilidad patente que

desborda, de quedar vislumbrado. Ejemplo, para quien no conozca el lugar por el que

caminan, está ubicado en el distrito de Saint Martí, antiguo territorio de mayor

concentración industrial, al que catalogasen como el "Manchester catalán", que después

de los Juegos Olímpicos de 1992 lograra tomar impulso y excelso desarrollo,

convirtiendo viejas fábricas en lofts y galerías, y destacándose entre tanto: la Torre

Agbar, las playas Bogatel y Mar Bella, el Mercat dels Encants, y sus parques (entre

ellos: Parc del Centre del Poblenou, Parc del Poblenou, y Jardines de Gandhi).

Tras una caminata por la playa Bogatel se adentraron por las calles del barrio,

hasta llegar al Parc del Centre del Poblenou, por la Carrer de Bac de Roda. La

particularidad del parque es que está completamente cercado por altos muros con

enredaderas, cuales aíslan el ruido circundante, y mismo los muros cuentan con

ventanas circulares decoradas con siluetas de pájaros. Siendo perfecta la ocasión para

que Paola le diga:

—Sentémonos que tenemos que hablar.

—Hagámoslo, conversemos, sobre las olas...

—No me rompas las bolas Jun, que te tengo que hablar en serio... —decía con

aquel carácter que había mamado en su país, con un tono que mezclaba comicidad con

seriedad.

—Estás muy..., ¿qué te pasa? Hace un rato estabas..., y ahora, dime.

—Mirá Jun, con vos la paso fenómeno, aun así tengo mis dudas, a veces no sé si

creerte —hacía una pausa—. Me caés bien, aparentás buena persona, se nota que lo sos,
no te lo discuto, porque de lo contrario no estaría acá hablando con vos, pero algunas

cosas no me cierran...

—Te escucho —contraía el entrecejo.

—Bueno, lo primero que noto es que sabés mucho más de lo que aparentás, ojo no

te juzgo, me da la impresión. Luego supuestamente llegamos en un mismo vuelo. Y

además pareciera que trabajás con Alberto de hace años, lo mismo con el surf, y con el

mar, y con todas tus cosas, y tu filosofía..., y que hablás castellano como... No solo que

me hacés dudar, sino que me das a pensar: desde que nos conocimos no me contaste

nada tuyo, de tu familia, tus cosas, lo único que sé es que vivís con tu mamá. Yo te

conté algunas cosas mías, me abrí, sabés cosas que otros no saben. Y aunque muchas en

mi lugar no confíen, porque eso es lo que constantemente nos meten en la cabeza, que

no confiemos en nadie..., que tengamos cuidado, que no divulguemos mucho acerca de

nuestra vida privada con cualquiera, yo en vos, no sé por qué, pero confío. Por lo que

me gustaría que me respondas...

Varias palomas pichonas pipiaban.

—Tienes razón. Te lo reconozco. Soy una persona reservada. Tal vez sea así por el

país de donde provengo, o quizás sea una excusa, eso no quita que de a poco te vaya

compartiendo. Cada cual a su tiempo... —miraba el cielo y luego la volvía a mirar—. Y

sobre Alberto, te puedo decir, es verdad, lo conocía. Somos de Japón ambos, y lo

seguía, me interesaban sus charlas, seguía algunas de las conferencias que daba, me

identifico con lo que transmite. Y me ayudó mucho cuando en una época estuve mal.

Cuando me enteré que estaba en Barcelona, me vine, quería irme de mi casa, traté de

comunicarme con él, dejaba los datos suyos en las redes, lo contacté, le conté mi

situación, y me vine, no tuvo problema en recibirme, y darme trabajo...

—¿Y del mar, del surf...?


—Donde nací, un pueblo cercano a Tokio, hay playas. Aprendí de chico...

—¿Y del vuelo, por qué coincidimos?, ¿qué hacías en Buenos Aires?, ¿por qué

me hablaste?, ¿por qué te hablé? ¿Qué hacías en el mismo avión? ¿Por qué me dejaste

esa tarjeta? ¿Y los jarrones? —no paraba de preguntar, como esperando que todas sus

dudas se resuelvan. O quizás era el efecto de la sal que había tragado horas antes en el

mar.

Jun la enfocaba, la notaba ansiosa como queriendo saber hasta lo que no se sabe.

Pero el oriundo de Kamakura tenía la capacidad de englobar todas las respuestas en una:

—Te lo dije, y no me voy a cansar de repetirte: creo que estamos conectados... —

Agregaba—: Vivo acá en Barcelona con mi mamá, me vine porque buscaba un cambio,

porque tenía la ciudadanía, porque lo conocía a Alberto, y sabía que Alberto me iba a

ayudar; y en serio agradezco mucho que confíes, y estés conmigo acá, de verdad,

gracias. Con respecto a la tarjeta, el jarrón, representa al Kintsugi, una práctica

milenaria que me ayudó en mi camino, y cuando puedo comparto, como lo hace

Alberto, que ayudó y ayuda a mucha gente a...

—¿A qué?

—Sanar.

—¿A sanar qué cosa?

—Las heridas. Por eso la fábrica.

—¿Qué hay en la fábrica?

—No lo sé, todavía no la conozco, supongo que pronto nos mandará.

Se miraban a los ojos. Jun corría la mirada y la reposaba sobre aquella cicatriz.

Paola se seguía enredando, y por más que Jun le sacara las dudas, no pararía de

preguntar:

—¿Cómo hablás tan bien castellano…?


—Por mi mamá. Por curiosidad, porque me interesan los idiomas. Hablo inglés y

francés también. Je sui Jun. Je sui Jun Sui —se reía solo.

—Y..., pará, ¿qué te atrae de mí..., si como cualquier chica siempre ando hasta la

nuca de ropa?

Parecían mezclarse sus preguntas con dudas existenciales.

—La ropa son como tus preguntas, demasiadas estorban...

—No me escuchás.

—Yo te escuyo —decía con acento japonés.

—No seas así, no te rías...

Paola necesitaba saciar algo, lo demostraba esa actitud inquieta que a veces

comenzaba a rebullir, y a dominarla, entre cierta calma.

—Quiero decir, sacando la ropa, me gustas vos, entera... De arriba a abajo...

Paola continuaba con las preguntas infinitas, omitiendo a Jun:

—¿... y las voces?, ¿por qué desaparecés?

No le quedó más opción que buscar el silencio, tapándole la boca.

—Qué estás haciendo... —decía Paola.

Y le dio un beso.

Cual selló los labios,

y cualquier otra duda.

Quien haya investigado algo de la biografía de Colón verá que en sus inicios,

pensando que iría a Asia, ancló en América. Y acá pasaba algo parecido. Cuando

terminaron de darse el beso, quedó aquel espacio, un tanto incómodo, en el que ninguno

de los dos quiso hablar. Y Paola tomó la posta con lo que se le vino a la mente:
—¿Vos sabías que Colón, el navegante, se sentía profundamente atraído por

Cipango...?

No había oficiales cerca.

Paola dio el próximo beso.


35

Un día más tarde, sábado, Jun se acercó temprano hasta el local:

—Alberto debo decirle que Paola hace muchas preguntas.

—¿...y?

—Algo puede estar sospechando.

—Te dije que no hagas más que lo que te pido.

—Me voy entonces. Tengo que ir a verla.

Sobre el escritorio un jarrón.

— Voy a adelantar el traslado a la fábrica.

—Está bien, usted dirige acá.

—Te necesito atento. Vigilala. Y cualquier cosa que ocurra me informás. No me

mandes mensajes, ni me llames. Si necesitás algo me venís a buscar.

En la vereda de enfrente estacionaba una furgoneta de una funeraria.

El hombre que manejaba la furgoneta entró al local:

—¿Cómo anda Alberto, tiene los pedidos?

—Me fijo —revisaba en la computadora. Metía mano en el cajón del escritorio—.

Tomá, andate para la fábrica. Son cuatro docenas distribuidas en ocho cajas.

—Como diga. Vuelvo a pasar en unos días.

Alberto agarró el teléfono y se comunicó con la fábrica. Atendió una operadora.

Dijo que le pase con Jordi, el encargado de distribución.

—Alberto…

—Va a pasar Bruno para recoger los pedidos de acá, de Barcelona. Escuchame:

¿cómo va la producción?

—Majo como corresponde, tanto la de los jarrones nuevos como la de los jarrones

reparados. Hoy terminamos de preparar las encomiendas y cargar, y el lunes salen los
camiones para Madrid, Bilbao, Valencia, Sevilla, Málaga y Zaragoza; y los que van

para el aeropuerto rumbo a Brasil, Colombia, Canadá, Italia, Inglaterra y Bélgica.

—Perfecto Jordi, gracias.

—Hasta luego Alberto.


36

El día que Jun había aterrizado en Barcelona se dirigió al local tras consultar la

dirección en su teléfono.

Apenas llegó, Alberto lo recibió.

Sin pararse del escritorio:

—¿Sos el japonés?

—Sí, mi nombre es Jun. Me contacté tiempo atrás con usted...

—¿Te vio entrar alguien?

—No.

—Mejor así. ¿Conoces a lo que me dedico?

—Por eso vengo.

—Dime entonces, ¿a qué me dedico?

—Entre muchas otras cosas, tengo entendido que a resolver problemas de las

personas.

—Te equivocas, no resuelvo nada. Solo revuelvo la vida de algunos...

—¿Para qué?

—Para generar un orden, equilibrio, valor —puntualizó en este último "valor".

—¿Y a mí qué...?

—Con vos ya estoy trabajando, te estoy revolviendo. —Le hizo la misma pregunta

que hace a todo aquel que comienza con el proceso—: Piensa bien, qué prefieres:

¿revolver o un revólver?

—Revolver...

—Muy bien, volvé mañana.

—¿Ya está?
—Cuando venga una chica Paola vas a tener que ayudarla con el mar, y los

jarrones.

—¿Es la misma que viajó conmigo en el avión?

—Sí.

—No entiendo, ¿qué pasa acá?

—Están conectados. No más preguntas.

El día que Paola pisó el local, dos días antes de que empezara surgió esta charla:

—¿Quieres trabajo?

—A eso vengo.

—¿Sabes a lo que me dedico?

—Todavía no.

—Mejor así.

—Te voy a hacer la misma pregunta que hago a todo aquel que empieza con este

proceso, piensa bien, qué prefieres: ¿revolver o un revólver?

—Supongo que revolver. Porque ya tengo un cuchillo en la mochila…

—Entonces este es el trabajo indicado para vos.

—¿Cuándo empezaría?

—Ya empezaste; pero volvé mañana, o cuando te decidas.


37

I
Paola estaba como cada sábado temprano en el monumento, "Dime qué me invento".

Sentada, descifrando. Mantenía los ojos reposados en Colón y en su dedo; ya que la

estatua enorme de bronce lleva un brazo derecho estirado que apunta hacia, ¿dónde? El

cielo nublado crispaba el aire volviéndolo seco. Bicicletas recorrían las calles como

pájaros que toman vuelo. Pensó de pronto en su abuelo, en el vuelo, en rimas, en

Remax, y en un señuelo. Más dudas: existenciales, familiares, metafísicas, metabólicas.

En especial esta última: Hay algo que no me cae bien de Alberto. Traía consigo el libro

que destinaba a leer cada noche. Así como las crónicas de Marco Polo se habían

convertido en uno de los textos predilectos de Colón, aquel ejemplar que portaba entre

manos iba por igual sendero, convirtiéndose en una fuente indispensable de inspiración.

Lo desentrañaba al releer lo que había subrayado: "Aquel hombre, junto a la vitrina; vive, dices,

rodeado de jarrones de porcelana. Rompes uno y destrozas mil libras. De ahí los jarrones, trastos viejos

encontrados en casas de inquilinato o desenterradas de las arenas del desierto. Y como la belleza hay

que romperla a diario para que permanezca bella, su vida se estanca en un mar de porcelana". Sus

pensamientos no atraían a tórtolas, vencejos o cotorras, sino a Jun que acudía a la cita.

—¿Por qué con traje?

—Quería estar a la altura, conozco el monumento y Colón está muy arriba, como

a sesenta metros, y no quiero que te enfoques en él; sino en mí.

Paola lo agarró del saco azul, como cuando se agarra algo para sacudir, y lo

acercó…; quedaron a milímetros.

Le comió la boca de un beso.

—Para que empieces bien el día.

Era inevitable que no sonrojara; y le gustó tanto el beso con sabor a café con

Paola, que le dijo:


—Rico desayuno.

Jun le robó otro beso. Y preguntó:

—¿No te preocupa que nos vean?

—Un poco, pero me siento mejor así, expresándome. No quiero ser una seca.

—Entonces te propongo algo...

—¿Qué?

—Que nos tomemos de la mano, y demos una vuelta.

—Puede ser mi quinta advertencia...

—Corramos riesgos.

—Me gusta, pero vayamos despacio...

Dieron una vuelta al monumento, la hicieron durar. Pasos lentos. Jun le decía:

—Ya que los dos viajamos, esta sería como nuestra vuelta al mundo...

Paola de forma diabólica, contestó:

—No si saco el arma de la mochila, y te disparo, podría durar muy poco... — la

sacó, y lo apuntó.

Jun no comprendía. Si reír o asustarse, o qué pensar.

—¿Qué haces?

—Actúo.

Decidió acoplarse al juego, en todo caso le dijo como si conociera mejor el

oficio:

—Mejor dispara acá —llevó el arma al corazón—. No sos buena actriz...

—¿Por qué lo decís?

—Por esa cicatriz, que llevas justo ahí.

Parecía ser Jun el que había atacado, a uno de esos puntos débiles de Paola.

Guardó el arma. Y le cambió la cara; era como una cara lisa, llana, apagada.
Se sentó.

Jun se sentó al lado.

—No te quise lastimar con lo que dije...

Aire viciado. Cielo cubierto. (Bronquios tapados).

—¿Me quieres contar?

—Te lo debés estar imaginando...

—No, si no me cuentas.

—Prefiero contarte. Así vos me contás algo también. Esa cicatriz es producto de

lo que me hizo uno de esos... Acá en la muñeca tengo otra.

Le sostenía la mirada. La contenía; como si contuviera a la delicadez.

—Sos muy valiente al contármelo.

Paola miraba el piso.

—Yo también te quiero contar algo.

Paola lo miraba a Jun.

—En Japón aunque apenas se mencione el tema también ocurre. Lo que tiene es

que todavía no está bien visto que las personas, mujeres, quien sea, abran la boca, e

incluso que los denuncien en la aplicación. Hay cosas que suceden que no son lo que

parecen, y Japón en ese aspecto no lo es. Cuenta con ventajas, al estar clasificado como

uno de los países más seguros. Pero es una contradicción muy grande. Son puras listas.

O falsas estadísticas. No es tan así. Allá existen miles de casos cuales no se registran. Es

irónico que para algunos países seamos un modelo. Pienso que somos una copia, un

reflejo oculto de lo que pasa.

Paola le apoyaba la cabeza en el hombro. Jun se quedaba callado, pensando en su

niñez. Minutos así. En silencio. Sentados.


Jun levantó los ánimos cuando dijo:

—Me vine en traje, pero además, te traje algo.

Le dio un paquete.

—Gracias. ¿Qué hay?

—Abrilo.

Dentro había una caja con tés. A Paola le pareció original de su parte.

—Te traje té para que te relajes.

Paola una vez más al escucharlo con ese tono divino, le dijo:

—A veces pienso que me ventilás humo...

A Jun no le importaba; en tal caso eran cosas de su cultura que le intentaba

compartir. Pero, vimos que se contagian cuando están juntos. Así que cuando Jun le

preguntó en relación a lo que iban a hacer: ¿Qué tienes pensado? Paola contestó:

—Comerme un asado.

Para el caso también esto era parte de la cultura de su país. Y Jun habiendo

probado la carne en Buenos Aires, le respondió:

—No es mala idea. Esa carne es deliciosa, como para mojar el pan en el plato.

Como mi boca en tus labios.

Volvió a tomar el arma de la mochila. Esta vez iba a actuar mejor:

—Me provocas. Querés que..., te mate.

No le temblaba el pulso.

—Ahora si te escucho como una buena actriz, pero de reparto, con ese paquete

de tés en la mano. Andá a repartir.

Una risa que los descostilló.

Se fueron caminando.

Una risa escandalosa.


La caja de tés en la mano.

Una risa capaz de opacar cualquier desgracia.

El arma en la mochila.

Una risa de monólogo.

En la Argentina se toma mate.

Una risa que hace delirar al público.

Comparten un mismo escenario.

Subían por la Rambla en dirección a Plaza Catalunya.

—¿Qué quieres hacer?

—Ir al Park Güell.

Un aire denso envolvía la ciudad, como de repente; distinto a lo que venía

ocurriendo habitualmente en Barcelona.

El cielo y el mar indistintos.

Otra la atmósfera.

Otras las partituras de los músicos en la rambla,

otros los retratos de los retratistas,

otras las caricaturas de los dibujantes.

Estatuas quietas.

Florerías, confiterías, quiosquillos dejaban al paso.

No portaba un mapa como Colón, pero el libro la ayudaba a orientarse cuando se

nublaba. Dicen que una rambla se recorre de arriba a abajo, en dirección al mar, porque

no es otra cosa que un desaguadero. Ellos iban contra corriente. El cielo gris. Fina

garúa. El oleaje conformado por personas que salían a pasear, hasta generar un lío

inasible de soportar. Había que andar esquivando. Primavera despistante. Vendedores


ambulantes. "Coffee Shop". Gorjeo de fondo de cotorras verdes a las que no les inquieta

nada en absoluto. Taxis negros con puertas amarillas. Hombre que mira el trasero de

una ciclista. Museo de Cera. Tablao Flamenco Cordobés. Estación de metro Liceu.

Museo erótico que prohibieron. Entrecruce con la Carrer del Carmer. La Font de la

Portaperrissa. Restaurante con azotea en el segundo piso. Entrada lateral de la Boquería.

Puerta principal de Sant Josep. Palau Moja donde se protegen del chaparrón. Hotel

Citadines. Carrefour Market en una esquina, con su escape trasero que desemboca en la

calle Xuclá. Mercadona. La Font de Canaletes. Tres chicas que podrían ser valencianas

o alemanas con gafas y FUFIN. Unas cuántas en mameluco "Mame". Casas de ropa con

la inscripción "Hot Sale". Remeras de hombre con los mensajes: "FBC, més que un

club", "RecalCuleando", "No leas la siguiente frase", "Tengo un alma y está cargada",

"Good things take time". Perro maltés acechando una paloma. Señor sospechoso

apoyado contra una farola. Transeúnte mirando al vacío. Oriundo de la ciudad con un

paquete de Amazon bajo el brazo. Chica sin mochila. Pareja de la mano que debiera

probar argumentos, o el sello civil que demuestre la relación. Hombre pequeño con un

traje de los años sesenta. Chicas agarradas de la mano. Chico acelerado. Paloma

picoteando en una mesa de cafetería. Turistas bebiendo jugos de €1. Chinos

fotografiando. Jóvenes norteamericanos en bermudas con los colores de la bandera de

su país. Cafetería con menú de €12. Banderas cayendo de los balcones: "Futuro sin colas

ni lolas". Camarero ligando con una camarera. Cubanos muy europeos. Venezolanos sin

papeles. Restaurante de mala pinta ofreciendo sangría y mojitos. La nula brisa del mar a

contramano. Mujer con camisa print en peligro. "Tapas + pizza", en el cartel figura un

cero. Policías y Oficiales. Ningún malabarista. Tiendas de suvenires vendiendo

camisetas de Messi. Tienda exclusiva de armas para mujeres. Hipster con el brazo

tatuado. Marley en Indonesia. Calu Rivero está bien. Tienda de tabaco. Bicicletas
aparcadas con cadena; una sin asiento, otra sin rueda. Coche alquilado con una

calcomanía: Europcar. Autobuses subiendo y bajando. Para la garúa. Para la grúa. La

Plaza Catalunya a 100 metros...

Las palomas en la plaza parecían no tener apetito, algo poco visto cuando le daban

de comer pienso los chicos. Tampoco las perseguían espantando para que en conjunto

flotasen sobre las cabezas.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿vos?

Poca conversación. Poca risa. Un aspecto por las próximas calles: sórdido,

lúgubre, truculento.

—¿Murió alguien?

—...

La saliva mínima. Apariencias de medianoche. Si oscurece es el problema.

—¿Soñaste algo?

—No que me acuerde.

Sensación a sueño premonitorio. A muerto escondido en un placar. Olor a crimen.

A cuchillazos. A funeral.

—Ni se te ocurra apuntarme con el arma.

Una corriente de aire frío hacía encoger los cuerpos debajo de la ropa. Los pasos

resonando en el asfalto. Un ruido similar al de chatarra proveniente de un edificio.

—¿Quieres volver?

—Necesito ir a la plaza.

Tomaron la línea 24 de colectivo (Para lel- El Carmel), que agarró derecho por

Paseig de Gracia.

—¿Qué tiene esa plaza?


—No sé, pero nada la remplaza.

Estaban dentro.

Los detalles del parque deslumbraban contra el cielo gris. Muestra prodigiosa y

extravagante de Gaudí.

—Acá me siento auténtica, como esta maravilla.

Puede que ciertos efectos del mar estuvieran alterando los circuitos neuronales en

su cabeza, los cuales le hicieran apreciar cualquier tipo de creación. E inspirada por tal

ornamento comentó:

—Nosotros mismos somos una creación.

Jun dejaba que se manifieste, tenía entendido que son los efectos de un cuerpo que

a diario se escanea. Y quizás lo que atrajo fue, la inexistencia de rigidez y clasicismo en

la obra. Sinuosas y coloridas formas, figuras de animales, geometría disímil, mosaicos

decorados, ondulaciones. Todo lo que acredita a un espíritu convaleciente, libre y

creador. No por nada pertenece al barrio de la Salut. Escogiéndolo la máquina para

rodar, por inspirarse en formas orgánicas de la naturaleza. Aquí, en el mar, cualquier

alma dormida se despierta. Lo triste, lo mustio, se aglutina y condensa. Disipando los

miedos. De un cerebro enajenado. Por eso el homenaje a la construcción. A los

libertadores de líneas rectas.

Ascendían por la escalinata ubicada entre muros almenados; en una de las tres

fuentes que se pueden encontrar se frenaron. Tenía forma de dragón o salamandra. Jun

dijo:

—Justamente ésta representa el fuego.

Pasaban por la sala de las cien columnas, cual solo alberga 86 conformadas de

mortero; ni una más ni una menos. Contemplaban la plaza central con su terraza
panorámica. Tomaban asiento en el enorme banco ondulante de 110 metros, recubierto

de pequeñas piezas de cerámica y cristal. Haría Jun un comentario muy acertado:

—Acá la atmósfera se renueva.

Valiosa comparación análoga con lo que sucede en aquella superficie del parque

sin pavimentar, cual se encarga de recoger el agua procedente de precipitaciones que se

drena y canaliza por las columnas que sostienen, y que al acumularse en un depósito

subterráneo se utiliza para riego.

La lluvia los obligaba a que se metan por una serie de viaductos. Era como haberse

metido en un laberinto. Al ir de acá para allá, caminando en círculos.

—No te pierdas.

Tomaban para la izquierda.

Un cartel con una flecha señalaba el calvario; monumento que se encuentra en la

parte alta del parque. La idea original de la construcción megalítica contaba con tres

cruces.

Sin embargo lo que hoy se encuentra allí es distinto.

… estaban en el promontorio.

—Con que hasta acá llegó SuCede —mencionaba Jun en voz baja.

Tres enormes jarrones habían reemplazado a las tres cruces.

II
Hay un rito popular que se empezó a practicar desde la instalación de aquellos

jarrones gigantes, la gente como ofrenda toma flores de los jardines del parque y las

deposita dentro de uno de los tres jarrones con los ojos tapados. Cada jarrón cuenta con

una rampa de ascenso para poder dar con la boca. El del medio es el más grande. Los

otros dos son iguales. Aunque está especificado en una placa que entre ninguno hay
semejanza. Y en caso de que llueva (como sucedía), el agua se iría acumulando

persiguiendo mismo mecanismo que la superficie del parque central. Y cada tanto,

según pronósticos, personal de mantenimiento estaría dedicado a remover las flores,

cuáles fueran a parar a bolsas (cuales se guardan en una garita que no se visita).

La lluvia impedía que hicieran el rito. Mientras Paola analizaba la relación entre

aquellos jarrones y los del local, "Cuál es su magnificencia". Jun intentaba despistarla, y

la agarraba del brazo:

—Acá podemos.

Algunos besos trajeron calor, y el clima se vio alterado.

El cielo de a ratos parecía despejarse...

…al igual que la mente, al haber entrado

en una galería de arte. Que decidieron visitar de regreso al centro; tras almorzar unas

tapas.

Galería Joan Gaspar.

Su fondo de exposición presentaba pinturas, esculturas, grabados, fotografías y

serigrafías de artistas modernos y contemporáneos. Dos ojos no alcanzaban para

asimilar la totalidad de las creaciones. Paola se lo expresaba de esta manera:

—Antes esto me aburría. Ahora siento que me brota.

Jun acostumbrado a este tipo de visitas iba criticando por dentro las obras. Trataba

de ahondar en el detalle, en el interior del lienzo, para conectarse con el artista, como

quien conecta con el Kintsugi. Paola lo tocaba con el codo, y le señalaba una pintura, y

le seguía señalando una tras otra, porque todas le brindaban algo.

Jun le dijo:
—Fijate, por si apuntas a alguien, que no crea que lo señalas.

Picasso, Dalí, Miró, Calder, Braqué, Tápies, y tantos otros regalaban su genio al

ojo humano. Verdaderos talentos que supieron mojar la brocha con esa gracia divina.

Masticar ideas.

Jun de frente a un cuadro de Picasso lo aplaudió. Paola se sacó el gorro ante uno

de Salvador Dalí; se dijo para sí: Mis respetos. Un desvarío de emociones que se

abrazaban. Y, como no era la intención ofender a ninguno, se les ocurrió llamarlos por

igual:

—Maestros.

Daba ganas de agarrar un pincel y salir a pintar caras de ojete, malos pesares,

energías venidas abajo y a la misma perturbación.

Poseída por tal magnitud, Paola validó:

—Dame color que me gano la vida.

Eso necesitaba, disparar fugaces destellos de plenitud. Contacto con el brillo, la

esencia, con la magnificencia. "Con su permiso", les dijo, y se fueron para el piso de

arriba a disfrutar de las esculturas. Ferrenavarro, el artista nativo de Murcia, presentaba

su obra "Fuera de contexto", sobre sexualidad, ser, y conflicto de género; con una

impronta en la que jugara con la materia y el vacío, creando así piezas a medio camino

entre la ruina y el futurismo. Cerca estaba la exposición de R. Fabelo, cubano conocido

por su humor absurdo, que estaba exhibiendo "Viaje fantástico", escultura de una serie

de mujeres con tenedores montadas sobre gallinas. Y eso para el que observaba con

atención era como un disparo a la razón; diciéndonos: no joroben que acá fundimos

oro.
Paola era una de esas que agarraría el arma de la mochila y empezaría a disparar

a esos racionales de mierda que le cortaran semejante conexión, como para que le diga a

Jun:

—Hoy duermo acá.

Pletórica, espléndida quería ir en busca del tenedor y hacer justicia por mano

propia allá afuera. Descuartizar zopencos, y hacer con la sangre su propia creación. Le

decía con motivos:

—Mi estilo va a parecer muy real.

Jun admiraba, y la admiraba también a Paola por aquellas descabelladas

declaraciones. Pero a veces se le salía un poco la chaveta:

—Si quieres encontrar tu estilo, busca en la caja de tés que te regalé hoy.

Paola le hizo caso:

—Acá está.

Jun dijo:

—Ese es tilo.

Era una sensación de embriaguez o borrachera, hasta que se sintió atraída, o

mejor atrapada, por un cuadro que gatilló alguna emoción, que de igual modo gatilló

aquello que oyó: "Existo".

Una obra de Ernesto García Peña, denominada "Existir" fue la desencadenante.

Y uno de los presuntos motivos puede haber sido la representación de: una

mujer desnuda, libre y radiante, sobre la tela.

Bellísima obra de acrílico.


El panorama oscilaba, y se preguntaba que había sido lo que la sensibilizó.

Pensaba que sin haberle dedicado tiempo a la muestra de fotografía de alguna forma

había hecho foco para que vuelvan. Aunque era mucha la información que procesaba

como para apuntar a una sola causa. De regreso por la Rambla, siguiendo la corriente

del desaguadero, en favor de la brisa del mar, bajaban hacia la costa. Jun prendió las

alarmas cuando Paola le empezó a hablar de las voces:

—Te dije que no señales tanto a la gente dentro de esa galería. Ahora te están

insultando.

Tomó una medida digna para contribuir con aquel martilleo constante que se le

había metido entre las sienes. Por lo que paró en un puesto de flores.

Señaló a la florista unas amarillas:

—Deme esas que hoy no vimos el sol en toda la mañana.

Paola aguardaba. Tres señoras habían comprado antes que Jun. Había escuchado

a la vendedora preguntarles: "¿Son para un jarro?", "Para un jarrón señora". Una de las

tres lloraba. Todas habían comprado amapolas. Medio que no entendió, y se dijo Paola:

Ésta por qué llora. Idéntica pregunta le había hecho la florista a Jun, cuando compró,

pero Jun distinto le respondió: No, son para ella. Le entregó el ramo, ni una sonrisa. Eso

no quitó que las siguiera oyendo. Las voces que escuchaba provenían precisamente de la
florería, alegaba. Y de la siguiente, y la otra, y la otra. Incluso las escuchó bien fuertes,

al pasar por al lado de otra mujer que compró las mismas flores que las tres señoras.

Podía haberla parado y preguntado alguien en la calle: Quién es el difunto. Jun hubiera

contestado: Son para ella. Difícil entonces distinguir a un hombre de un galante.

—¿Cómo vinieron?

—De repente.

—Olé, mi abuela me enseñó que el olor de estas amarillas aquieta los nervios.

No resultó. Probó hacer lo mismo con un saquito de té, sin embargo el aroma

tampoco funcionó. Paola afirmaba que sentía una sensación, una llamada interna, como

si alguien la estuviera dirigiendo. Tenía flashes. Se le disparaban figuras, símbolos,

logotipos, anagramas, que trataba de unir:

Voces – Jarrones - Flores.

Como trueno la sacudían.

Encontró la manera de bajar toda la información, toda esa orquesta de la cabeza a

tierra, cuando le dijo:

—Me tenés que acompañar.

—¿A dónde?

Soltó las flores.

—Tenemos que ir.

—¿A dónde? —repitió.

—Al cementerio.

III
Estaba segura de que había un cementerio en El Poblenou.

Le dijo: Todos los caminos no conducen al mar, conducen a que muramos.


Tomaron el colectivo. Bajaron. Caminaron. Apurados.

—Falta poco para que oscurezca.

—Por eso me tenés que acompañar, porque vos sos el hombre. Y si desaparecés, te

mato.

—¿Tan rápido decidiste empezar a pintar con mi sangre?

Jun le pidió el arma. Preguntó:

—¿Por qué hay que ir a un cementerio?

—No sé, me brota. Hay cosas que ni yo me explico.

—Muchas veces siento que me pasa igual: como que sé más de lo que aparento...

Paola lo miraba de reojo.

Estaban cerca de los terrenos.

—Acá nos pueden agarrar a los dos, no a vos sola.

—No seas cobarde.

Parecía la valiente de las obras de R. Fabelo que iba con un tenedor.

Una resolana aparecía. El cielo se cubría.

—Muchas de las voces que oigo vienen de allá —tenía la manía de señalar.

Una persona de seguridad los dejó entrar; abrió las rejas. Solo que Paola dijo:

—No, no traigo flores, las dejé en el camino.

—Mejor. Porque este cementerio va a cerrar.

Esta persona le había preguntado para quién eran las flores. Menuda trampa.

Había máquinas demoledoras y excavadoras trabajando. De fondo los carteles de

los próximos edificios a levantar, patrocinados por una empresa, justamente "SuCede".

Ataúdes fuera de los agujeros. El cementerio deprimente. Las primeras vigas de

los edificios a construir.


Se cruzaron con un encargado:

—Estamos cerrando.

—¿En cuánto…? Ya nos vamos —decía Paola.

—En cinco minutos. Pero en dos días para siempre.

—¿Cómo?

—Este cementerio no va más.

El encargado siguió de largo. Paola y Jun recorrían el terreno. Oía las voces, los

"Existo", que la sulfuraban. Le retumbaba en las paredes del cráneo; "EXIT EXIT O O"

Corrió al encargado que se estaba yendo:

—¿Por qué cierran el cementerio? ¡No se escape!

—Porque no es negocio. Hace tiempo hay otro mercado que se encarga de esto.

Mucho más sustentable, y rentable —decía a las corridas—. Tenemos prohibido hablar.

Lo único que podemos decir es que, dan soluciones.

—Nos tenemos que ir, va a oscurecer —insistía Jun.

Abandonaban el cementerio.

Las voces disminuían.

Una furgoneta de una funeraria estacionaba afuera; ploteada con la siguiente

inscripción:

" La lápida no la pida"

Paola no era ninguna tonta, aquel móvil era el mismo que había visto estacionarse

algunas veces en el local.

De regreso su mente sólo registraba:

Jarrones - Flores - Cementerio


Se preguntaba: ¿Qué puede haber detrás...?

Entró al edificio. Faltaban diez para las diez. Se sentía revuelta. En la habitación.

Se acostó. No comió. Se preguntó: ¿Por qué Jun desapareció?


38

Jun aparecería el domingo hablando con Alberto:

—Permiso.

—No tienes que pedirlo.

—¿De qué se trata todo esto? Tanto Paola como yo nos sentimos raros... ¿Es

normal? Ella dice que escucha voces, y yo desaparezco. El cementerio en el que

terminamos ayer..., incluso SuCede estaba ahí.

—A eso nos dedicamos. Están en buenas manos. Quédense tranquilos, sus dudas

son las que generan resistencia. Por lo que terminan atrapados en el sistema. Es un bucle

en el que caen: realimentan sus dudas, realimentan su resistencia. En resumen

realimentan su sistema, para que en vez de despertar, desaparezcan. Fabrican preguntas

que no tienen respuesta. Y yo, tampoco les puedo contestar, porque para eso está la

fábrica. Además te dije que vigiles a Paola, eso tiene que mantenerte enfocado, para no

tener que estar constantemente viniendo acá.

—Hay cosas que usted no aclara.

—Es que, en lo oscuro curo. Tan simple como eso. Más pistas no te puedo dar.

Aun así es normal que vengas a buscarme. Los que pasan por este trabajo tienen el

mismo problema: no abren los ojos. Pero estoy seguro que en la fábrica los abrirás.

Espera, ¿te vio entrar alguien?

—No.

—Entonces chau.

Fue la primera vez que Jun estiró el dedo, como queriendo tocar a Alberto, para

ver si existía...
39

I
El lunes Paola se encontraba conversando con Albero:

—Este trabajo cansa más de lo que me imaginé.

—¿Qué insinúas?

—No creo que sea para mí. Además le digo que me ayude y no escucha. Le digo

que las voces volvieron, y que van dos, tres, no sé cuántas veces que Jun desaparece...

No sé lo que trama.

—Puede que no sepas cuál sea su trama...

—Por qué no es directo, siempre con su palabrerío.

—No tengo por qué darte respuestas. Te lo voy a decir de esta manera: hay gente

que viene a currar, y otra que viene a curar. Va a depender de cuan enchufada estés con

tu trabajo.

—¿Y si me quiero ir?

—No puedes. Sola viniste hasta acá. Y firmaste un contrato. Soy el que te ofrece la

oportunidad, de que puedas quedarte en este país pasado los tres meses. De hecho no

creo que encuentres una oportunidad mejor. Pero, pensándolo bien..., agarra tus cosas

que te vas.

—¿Me está echando?

—No, te estoy mandando para la fábrica.

II
Alberto agarraría un jarrón pequeño, del tamaño de una taza; y lo utilizaría como

cubilete.

Al meter dos dados…, mezcló.

Lanzó sobre el escritorio.


Los números 1 y 4.

III
Paola observaba que Alberto hablaba mucho por teléfono y por momentos parecía un

hombre de negocios más que un viejo sabio. Cuando hablaba lo hacía discretamente, al

mantener un vocabulario preciso, correcto y firme. Si veía a alguien que estaba por allí

le decía que se vaya, a la playa. Eso le causaba una inquietante sensación la cual fue

acumulando con el correr de los días. Solo de vez en cuando se levantaba del escritorio

para ir a fumar a la calle, al baño, o al depósito de atrás. Sea cual sea el motivo,

coincidía en que se paraba para estirar las piernas, o echarle ojo a algún jarrón.

Paola por la tarde venía de la playa con una tabla. Alberto estaba en la calle

fumando. Se dirigió hasta el fondo para dejar la tabla en el depósito. Al pasar por el

escritorio revisó. Actuó. Había... En una hoja encontró pedidos de jarrones. Y más abajo

una cuenta detallada... Una lista con nombres. Diferentes nacionalidades. Era muy

amplia la información, podía ser cualquier cosa, proveedores, clientes, afiliados,

acreedores a SuCede...

Alberto entraba. Paola salía. Una mirada sospechosa de ambos. Como la de un

padre y una hija, que se buscan.

Fue el último día que Paola estuvo en el local.

[Rebobinemos:]

No la echó,

la mandó para la fábrica.


40

I
Las causas que el fiscal Federico Delgado investigaba seguían vigentes. Entre sus

carpetas archivadas podía revisarse cuales eran los asuntos de mayor interés. O por algo

las acomodaba separadas del resto. Tenía el olfato para afirmar que todas esas causas

pendían de un hilo, a lo sumo de una piola. Que se unían, por uno o varios culpables.

Revisemos. Primera carpeta: pone en la mira a distintas agencias de viajes,

principalmente a una que se dedica a ofrecer vuelos a España por módicas sumas a

través de publicidades como: Barcelona te recibe, Buenos Aires te despide. Testificando

que tras haber aprovechado (por razones de trabajo) la oferta, encontró posibles lazos

con otras empresas que sigue detallando en las demás carpetas. Segunda carpeta:

incrimina a una funeraria que promociona: La lápida no la pida. Cual contribuye en

asociación ilícita con los cementerios; para desbaratar los terrenos. Principalmente se

manejan por España, pero la actividad está presente también en Argentina, aunque sus

averiguaciones detallan que va dejando sepas por distintos países del mapa, generándose

una red demasiado extensa como para que solo él (Federico Delgado) pueda hacerse

cargo, salvo que reciba apoyo internacional el cual no logra porque cree que muchas de

estas instituciones también están implicadas, por lo que alega que es mucho más amplio

de lo que uno pueda llegar a pensar y a especificar en sus carpetas. Demuestra con

fineza que los cementerios, como tales, están caducando debido a la imposibilidad de

poder ampliarse, ya que se necesitarían adquirir tierras injustificadas para albergar la

cantidad de muertos que aparecen al año. Discute la vinculación con una fábrica que

opera principalmente desde Barcelona al resto del mundo: SuCede. Y los testimonios de

algunos científicos dan la pauta de que nuevos procedimientos para deshacerse de los

cadáveres son mucho más ecológicos que la conocida cremación y entierros. Dicho de

paso coinvestiga a quien ofrece servicios con el siguiente eslogan: Los jarrones dan
soluciones. Sospechando que son la alternativa a los cajones. Quien maneja el negocio

opera desde un simple local que le sirve de fachada, donde ofrece clases de surf por la

costa del Mediterráneo. Teniendo noción que Barcelona no es la meca del surf como si

lo podría ser California, le sienta como un lugar que además de placentero le sirve para

no llamar la atención, y forjar contactos. El mayor problema que acredita es que el

negocio que funciona data de hace largo, y se conoce tongo con gobiernos, políticos y

parlamentos. Desde un simple local (justifica el fiscal) habilita un imperio. Y

argumenta: el dinero va a parar a las distintas empresas que se siguen exponiendo en las

diferentes carpetas. Tercera carpeta: acá abre un paréntesis sobre Europa y empieza a

relacionar la moda con el continente. Inicia el debate sobre una posible conspiración que

haya conducido a que se acrecienten distintos hechos de violencia desde hace años,

incluso siglos, proyectando lo que hoy día descubre cuando desenmascara a una

industria que factura billones desde que las mujeres deben vestir de cuerpo entero, por

su seguridad. Resalta la propaganda que se divulga mediante el lema: Europa capital de

la ropa. Dejando en limpio que el continente es una inmensa expansión o fantasía de tela

por un mercado que vio en la decadencia social un modo de incrementar ganancias al

tope. No solo que Europa es la capital de la ropa, sino que va más profundo y recalca,

para que no queden espacios vacíos, la manipulación que generan estas industrias en las

personas cuando las someten a nuevas estrategias que implementan como: A las modas

te acomodas. Subraya que de acá en adelante no queda más que desconfiar de quien te

está vendiendo un simple pullover o poncho, porque, que Europa sea la capital de la

ropa no amerita que América, África, Asia u Oceanía no lo sean. Para nada, esto

impulsa a los diferentes mercados a generar diferentes caminos para igualar o superar a

la competencia. Armándose una bola de nieve interminable que impulsa a este negocio

por las nubes, mientras otros negocios turbulentos operan a la par. En la cuarta
carpeta: retoma el caso de las agencias de viajes y allana un poco más el terreno,

cuando indaga en las nuevas ofertas que aparecieron en el último tiempo. Anota la más

reciente: Ahora ahorra. Tratándola de vaga y sosa a la oferta que desvía los vuelos de

Buenos Aires hacia Andorra en vez de a Barcelona. Y las ya conocidas promociones

que las cataloga de estúpidas e innecesarias cuando encara las que publicitan: Vuele

hacia Asia... En la que no solo el continente mencionado es el destino elegido, sino que

el lugar que proponga el cliente interesado, debido a que los puntos suspensivos le dan

la posibilidad de escoger el destino con más precisión. En la quinta carpeta: se

escabulle en el negocio del alcohol, cual lo lleva a Centroamérica para investigar más a

fondo una empresa que en las etiquetas expone "Varón", marca de la bebida que inunda

los comerciales de las pantallas de televisión y medios digitales, encontrando que, ha

sido una de las campañas en las cuales más se ha invertido capital después de Coca Cola

y McDonald´s, bajo la producción de un excelente videoclip donde aparecen varios

actores de los países del centro anunciando: Donde hay Varón va ron. Probando la

bebida el fiscal que la catalogó como pasable pero que eso no sería suficiente como para

continuar con esta carátula que le dedica. En la sexta carpeta: hace hallazgo del nexo

que colinda entre empresas gastronómicas y editoriales, tras recorrer de punta a punta

Cataluña, poniendo al descubierto la relación alegórica a la cual arriba por medio de:

Las tapas a las tapas. Resume que aquel aperitivo catalán no es más que una distracción

para que en el inconsciente subyaga lo que uno tarde o temprano lee o traga en los

diarios, revistas o lo que sea que se constituya de papel. Asimismo liga ataduras con la

Argentina, proveyendo un profundo análisis sobre la tapa de asado: historia, cortes,

tradición, cantidades, cocción. Él mismo aporta, especula y vaticina acerca de la pronta

aparición de restaurantes que mencionen en los encabezados de sus menús: Con las

tapas tapas. Pormenorizando lo que esto podría llegar a ocasionar, al interactuar diversas
empresas farmacéuticas, realzando las ventas de laxantes. Anota al margen que dicha

probabilidad supera el 50%, y que Nostradamus en ninguno de sus textos lo predijo. Al

final de la carpeta agrega dibujos y esquemas sobre cómo podría resultar la supuesta

relación entre los restaurantes, las editoriales y las farmacias. Dejando entre líneas, a

medio escribir, su próxima huella, donde comienza a relacionar este trinomio con las

agencias de viajes, al pensar respecto de los viajes: Hacia la farmacia. Desmontando su

hipótesis con la que contribuye y con la que vincula ahora a empresas de colectivos,

subtes o cualquier empresa de transporte que facilite descuentos a través de los gastos

generados en dichas farmacias, por los efectos que los laxantes puedan ocasionar si es

que se llega a aflojar demasiado el culo. En la séptima carpeta: se va aproximando a

un terreno delicado debido a que toma y acusa a la filosofía al ir con los tapones de

punta contra uno de los más influyentes pensadores, al citar la nota hecha por un

ensayista cual se titula: No descartes a Descartes. Metiéndose de lleno con la biografía y

obra del autor, remarcando como principal: la res extensa. Posible conexión que vincula

con el tiempo y con la próxima carpeta la octava: donde al ahondar en el campo de la

astrofísica estudia al doctor que se compromete en divulgar lo más descabellado que

tuvo que escuchar: El Universo es verso. Lo cual lo condujo a la novena carpeta: en la

cual logra hacer hincapié nuevamente en la séptima y la octava al descubrir los lazos

entre el ensayista, el doctor y un poeta que saca a la luz aquello que denomina su

póstuma creación: Buda duda. Anotando el fiscal que entre los tres integrarían una

confraternidad o conspiranoia contra la propia Tierra. Arribando a la conclusión que

todo eso tenía un único propósito, hacerlo confundir más, sobre las posibles relaciones

que surgieran en sus investigaciones, que tan erradas no estaban. Más todavía si

seguimos escarbando en la novena carpeta: donde añade que la religión toma un rol

importante en esta búsqueda implacable que con demasía y entusiasmo el fiscal le


metía. Siendo ésta la oportunidad para que se replantee sus creencias, cuando escucha

las aberraciones de un sacerdote sobre la indiscutible necesidad de aplicarse: Enemas de

café para la fe. Con la intención de combatir espíritus malignos, o los consejos en modo

mantra que aseguran la inmortalidad en una iglesia de Barcelona, cuando imploran:

Existo en Jesucristo. Y tan meticuloso que fue, continuó con su planteo en la décima

carpeta: la cual dedica exclusivamente al genio (que ha de encontrarse detrás de todo

esto), y que con su trabajo o maña o juego o como se lo quiera llamar, le hizo

desarrollar lo que el fiscal se venía planteando desde la primera carpeta: Su propio

planteo. Así como se escucha, lee o percibe: su propio Plan Teo, y añade, tras

descifrarlo por fin: Antes de que se desate el FU-FIN. Siendo entonces el fiscal

copartícipe de la investigación para ser también el investigado, algo que nunca se

imaginó, pero que tuvo que aclarar en esta última carpeta, para no quedar expuesto. Por

lo que no hace más que desarrollar su visita a la escuela de surf que ofrece el oriundo de

Japón A.B.W.

II
A.B.W. no esperaba recibirlo o quizás no lo esperaba encontrar tan rápido al

fiscal en su despacho. Había hecho las cuentas de que cinco o seis años más tendría por

lo menos para ejecutar libremente, sin ningún tipo de drama. Pero se le presentó un

verano con aquel tono de quien sobra al que tiene enfrente, y lo saludó:

—Vengo por unas clasecitas.

La expresión en la cara de Alberto era la de un bacán confiado, la de un

superdotado, o la de un experto inglés. Lo hacía poner cómodo, que tome asiento.

Mientras el fiscal le elogiaba:


—Muy lindos esos jarrones o teteras —sonaba irónico—. Pero la lápida no la

pida.

Y se reían juntos, como si supieran ambos que estaban ahí para mucho más que

para cerrar una causa.

No le preocupaba a Alberto en absoluto la intrepidez del fiscal por intentar frenar

aquel inmenso negocio que se ocupó de forjar, al abarcar todos los rubros, mercados;

países, continentes..., habidos y por haber...

—Tómese un Varón —le ofrecía Alberto —. Veo que aprovechó las ofertas de

viaje. Total ahora ahorra viajando. Y sale un poco de Argentina, que allá el panorama

está difícil. Digo, no para los que estamos acá en Europa. Realmente lo elogio por su

trabajo. Fue estupendo, pero sé que me vino a buscar por otra razón. No lo descarto.

Dígame, ¿a qué vino?

Al fiscal le cambió el humor.

Lo que oía tenía algo de verdad; sino toda.

No solo el fiscal conocía quien era Alberto, sino que Alberto conocía quien era el

fiscal.

—Espere. Se la voy a hacer fácil, si vine hasta acá es porque necesito pedirle un

favor...

Alberto contestó:

—Si es por su hija lo lamento, que le haya pasado una cosa así.

El fiscal agachaba la cabeza.

Alberto había acertado.

Algo los vinculaba más allá de la causa:

—Esto no puede salir de acá —decía el fiscal.

—Dígame en qué lo puedo ayudar —pasaba a hablarle como a un cliente más.


—Se trata de mi hija. Está sufriendo por culpa de uno de esos... inmundos. Haga

su trabajo. Y a cambio, nos olvidamos de esta charla que tuvimos.

—Mire fiscal, que esto no fue más que tratar de crear un servicio que satisfaga las

necesidades de los clientes que acuden a la consulta.

Miradas encontradas.

—Contésteme algo antes de que me vaya —recuperaba el tono genuino de su

voz—: ¿Qué es eso del cementerio de semen?

—Ah bueno, me habla de nuestra próxima contribución...

—Debería dedicarle algunas cuantas hojas en una de mis carpetas. Pero no. Ya

me lo pienso...

El fiscal se despedía.

Alberto lo saludaba con un apretón de mano.

Y al paso que se iba, le decía:

—Eso es algo que si o si sucede.

Para muchos Alberto es considerado un Dios.


CUARTA PARTE
41

I
Acerca de la Fábrica:

Si nos posicionamos de frente a la fábrica leemos un cartel que lo acoge a uno

dándole la bienvenida:

Una amplia construcción, inmensa planta ubicada en Casteldefels. El proyecto

consistía en unir dos manzanas ya que los diez mil metros cuadrados de superficie no

alcanzaban, pero los planos no fueron aprobados, por lo que se decidió mediante

consejo de arquitecto amoldarse a una sola cuadra, y hacer un bloque mucho más

complejo en aquel predio. Levantando pisos hacia arriba y excavando hacia abajo, lo

suficiente como para que cupieran tres subsuelos.

Paola y Jun viajaban, ambos habían sido trasladados del local. Los ánimos habían

fluctuado. Paola no le dirigía la palabra. En el tren, en la línea R2 dirección

Vilanova/Sant Vicenç de Calders, estuvo callada. Dándole atención al libro que la

acompañaba, en la mochila; su segundo arma después de la pistola.

—¿No me vas a hablar? —decía Jun en el tren.

—No quiero hablar con alguien que desaparece. Para mí no existís.

—Creo que te equivocas. Yo no te juzgo por las voces. No es tan distinto lo que

nos pasa, supongo que estamos en mismas frecuencias. Pero desentonas. La fábrica solo

dirá que tan unidos o separados estamos.


Paola era escueta al responderle. Asentía con la cabeza, o concluía con un

"Aham". Jun en cambio mantenía el temple, mostrándose predispuesto a contribuir en la

relación, que se estaba deteriorando. A pesar de que se habían distanciado, Paola no

pretendía guardarse lo que pensaba:

—Adulás a Alberto y a esta fábrica como si hicieran milagros. Qué tiene de

glorioso esto. Si apenas nos pagan —tenía una actitud terca.

—No tengo el poder celestial para darte las respuestas —contestaba imitando a

Alberto—. Pero considera lo valioso que es que te hagan firmar un contrato para que

puedas superar los tres meses de permanencia en este país. No caes en la cuenta de lo

que eso significa.

Este tipo de conversación más que generarle confianza, la irritaba. De tal manera

que se levantaba y se cambiaba de asiento, incluso se iba hacia el vagón de atrás.

A dos cuadras del mar yacía la fábrica. Por la calle que da a la autovía C-31, y

paralela a las vías del tren, entraban y salían camiones de dos y tres ejes.

Tras caminar siete cuadras daban con el edificio.

Por instrucción de Alberto tenían que dirigirse hacia el mostrador de la planta

baja y anunciarse; el resto ya estaba sucediendo. Tres pisos más abajo.

II
—Pase lo que pase que el mar nunca se les olvide. Por eso estamos a dos

cuadras. Siempre estaremos cerca, y dispondremos de tablas. Quien trabaja en este

edificio tiene varias horas a la semana de acceso al mar. Es un requisito indispensable

—decía una operadora que vestía de manera muy formal.

El recorrido de rutina se efectuaba, como todo aquel trabajador que llegaba, tras

haber pasado por su primer período en el local.


—Para que se vayan orientando no son los primeros en llegar ni van a ser los

últimos —seguía diciendo—. Ustedes igual ocupan un cargo diferente al de la mayoría

de trabajadores que contratamos como mano de obra. Diría que su misión, va más allá...

—¿Más allá de qué? —preguntaba Paola.

—De las manos. Nos gusta decir que abarca lo humano. La anatomía, la

compleja máquina, por así decirlo. Pero no se maquineen con eso, no se vuelvan locos,

irán aprendiendo. El tiempo acá es lo de menos —parecía contradecirse como si el 2020

fuera el 2022, o el 2024 fuera el 2023 y el 2021 el 2025 —. Mientras supervisen sus

bitácoras, no se perderán.

Le entregaba a cada uno una tablet, donde podrían ir anotando lo que

aconteciera en el trabajo; que les fuera de particular interés.

—Es una manera de capacitarse, una forma que aplicamos para ir generando un

autodominio. Si quieren la llenan y sino depende de ustedes también.

Paola preguntaba:

—Los demás trabajadores como nosotros, ¿dónde están?

—En los diferentes niveles, algunos más arriba otros más abajo. Se darán cuenta

porque cargan con las mismas bitácoras. Acá no damos ningún uniforme. En tal caso

nos gusta la informalidad para nuestros empleados, salvo que verán a más gente como

yo que somos la excepción, la parte administrativa de: SuCede. La única obligación, es

que cumplan con su función. Básico. Si no quieren que se les eche. ¡Vamos

máquinas!—decía con espíritu de entrenadora, de líder, de facilitadora.

Paredes blancas. Tubos de luz led en los techos. El color blanco por las cuatro

esquinas, el mármol en los pisos, daban un aspecto de profundidad infinita a cada

planta. Pasillos que parecían inmensos corredores, varias salas que se transformaban en
lujosos compartimentos. El aspecto futurista en general del edificio, que por fuera

aparentara no más que un enorme galpón que se hubiera levantado en pocos meses.

—La jornada arranca a las once y termina a las diecinueve —informaba la

operadora—. Deberán ir completando horas en las distintas áreas que vimos. Pueden

manejarse de la forma que quieran, siempre y cuando aporten valor a este

establecimiento.

Bajaban por un ascensor del quinto piso, el más alto. En la planta baja la

operadora los despedía. Y tanto Paola como Jun se iban a ocupar de capacitarse,

repartiendo horas en los diferentes puestos que se les enseñó de una forma arbitraria.

—¿Por dónde vas a arrancar? —preguntaba Jun.

—Seguro que por donde vos no arranques.

—Entonces te conviene empezar por el primer o segundo nivel que yo me voy

para arriba.

—Si te vas para arriba, yo me voy bien abajo —concluyó.

No se miraron. No había contagio.

Pero allí en la fábrica,

aunque no parezca,

estarían más unidos,

que nunca.

III
Transcurrieron días en los que Paola fue disipando las dudas que la carcomían en un

momento, ¿Dime qué me invento? Posiblemente desde que visitó el cementerio del

Poblenou. Recordemos que entre las cosas que pensaba, en su cerebro figuraban: Voces-

Flores-Cementerio; y buscaba el puente o unión. El lazo, para no dar balazos, contra


algún hombre que de pronto se le cruce, por algún cruce, por alguna avenida. Ni daba.

Que esto pase.

Decíamos que estas dudas se irían disipando, debido a que cada uno de los pisos

de la fábrica revelaría parte de aquella verdad, sino en su totalidad. De esta vida que de

ilusoria, solo la puede tratar un iluso.

Por lo tanto si observamos cómo se distribuyen las plantas, cabe identificarlas a

cada una por su nombre:

Planta baja o hall

Piso 1) Cementerio.

Piso 2) Jarrones

Piso 3) Flores

Piso 4) Mar

Piso 5) Cementerio II

Subsuelo 1) Voces/Boxes

Subsuelo 2) Voces/Boxes

Subsuelo 3) Voces/Boxes

El problema lo tuvo cuando quiso ir para abajo, ya que una operadora le dijo: Está

cerrado.

—¿Y cuándo abre? —preguntó curiosa Paola.

—Los subsuelos aproximadamente cada tres meses. Pueden ser dos, uno,

depende. Pero el puesto que ocupa lo desempeña del hall para arriba. Son las normas.

Nuestros protocolos. Por cuestión de seguridad. Uno tiene que estar preparado para

bajar. Si primero aprende allá arriba, en los diferentes pisos, seguramente el detector

que está en la puerta, en un tiempo le lea los ojos y pueda tener acceso. Observe ese
detector. Es la única manera de ingresar. Ni yo ni nadie sabemos cuándo le llega a cada

trabajador la hora de bajar. Así lo diseñó quien creó todo esto.

Parecía seguir mismo mecanismo de defensa que implementaba con Jun, y

contestaba "Aham". Y volvía a encaminarse para los niveles de arriba.

Pasó que el ir y venir juntos, el compartir horas de trabajo, quiera o no la

terminaría acercando de vuelta al generoso y bueno de Jun.

Cabe señalar que sufría algún tipo de ciclotimia esta mujer. Que como máquina

se estaba reconfigurando. Pero aquello ocurrió, en el cuarto nivel, en mar, cuando al

escuchar más acerca del arte de cómo rompen las olas, de cómo tratar con el mar, con la

sal, con las corrientes y lo amplio de la naturaleza, se entrecruzaron en una mirada, con

una nítida y sincera, que podría ser la que diera acceso al subsuelo, cuando Jun dijo:

—En algo nos parecemos, somos máquinas y somos fuego. Porque ambos nos

encendemos.

Paola, conociéndolo (de alguna manera), le dijo:

—¿Y ahora qué intentás? —tomaba distancia.

—Te quería decir, de una manera honorable, que me calentás.

No tenía una mochila cerca para sacar un arma y amenazarlo, tenía una risa. Cual

generara contagio. Incluso la de todos los trabajadores de la planta mar. Que se

contagiaran por la sola inercia de aquellos dos soñadores, que un día optaron por

emigrar; para ver que habría más allá, de la frontera de los ilusos.
IV
Esa tarde al volver del trabajo, en el tren, compartieron mismos asientos. Miradas,

risas. Silencios.

El silencio era importante en la relación, y en lo individual, porque cada tanto se

revisaban a sí mismos y a ambos. Era más fuerte de lo que podía soportar, y se decía:

Me oculta algo, desaparece, se esfuma el caradura. Jun simplemente lo negaba. Le

hablaba del fuego, de los cuatro senderos, del jiu-jitsu, del jarrón, la vida, de lo que

entendía.

—Necesito que te abras, que me cuentes, no me alcanza... —casi que se lo tenía

que suplicar—. Me hablás del fuego, pero sos un hielo —y señalaba con incredulidad la

mochila—. No me hagas que te apunte.

—... el jiu-jitsu abarca sistemas de combate basados en la defensa sin armas.

Se lo apreciaba como un nato esquivador de golpes, y de palabras. Y arrancárselas

resultaba tan difícil como resolver algunos de los monosilábicos acertijos, hasta que

dijo:

—De niño, jugaba, en la playa. Tenía padre, me cuidó. Eso creí. Elegí. A mi

madre. Algo hizo, ese petiso. Porque en Japón la mayoría de los hombres somos bajos.

De grande me hice cargo. Me fui, no podía ver, incomodaba. Algo recordaba. Una rana.

No podía ver, solo quería ver, a mi madre.

Paola se frustraba, porque parecía que lo hacía a propósito, que no podía

condensar una idea en una simple oración, en una simple frase. Aunque se identificaba,

al mencionar a su padre. Y al menos como podía lo consentía, con una caricia, o roce

por alguna parte del cuerpo, a esta altura sin darle interés, a lo que le pudiera recriminar

algún oficial.
Las horas expuestas en la primera planta la acercaron a lo que acontecía en la

cruel realidad, al aprender sobre los cementerios. Sobre la falta de espacio para poder

enterrarlos, y los nuevos procedimientos para consumarlos. "Las tierras no dan abasto,

le tiran muertos como basura. Es una peste que nos toca al pensar tan filosóficamente a

dónde van a parar nuestras vidas. En vez de cavar las empresas buscan levantar: torres,

edificios, megaestructuras. Para facturar. Si antiguamente fue la agricultura la que se

expandió en horizontal, hoy toca a este mundo expandirse hacia arriba. Es el poderoso

despliegue de la opulencia. Y el lugar que nos ocupa es el de ofrecer un servicio de

calidad y que esté a la altura. Aprovechamos la oportunidad invaluable, donde no hay

competencia. Enterrar un cuerpo como relucimos se hizo cada vez más caro y para las

familias un problema. Vimos como al descomponerse los cadáveres contaminan. Con

los equipos de última generación logramos disolver los cuerpos. La hidrólisis alcalina,

el proceso bioquímico utilizado, los vuelve líquido y hueso; y el hueso lo pulverizamos.

Las ventajas son muchas, es una medida más ecológica, más económica..., que

enterrarlos, que cremarlos...".

Algunos científicos rondaban por la primera planta en batas blancas que se

camuflaban con las paredes. En el hall, en el sector de atención a clientes, cinco

empleadas vendían los servicios. Cualquiera de las cinco podía comunicar: “Los

cuerpos de los fallecidos son trasladados hasta la fábrica para empezar con el proceso de

pulverizado. Al subirlos hasta una recámara alojada en un sector de paso permitido

únicamente para los científicos, en aquel primer nivel, y como si de una licuadora se

tratara, pronto salen como sedimentos”. Según la fecha acordada, la familia puede

escoger si pasar a retirar los restos, o mejor, la empresa se los envía.

Abandonó la sala aterrada. Con dolor de oídos, de ojos, de panza, de corazón, de

un riñón. Le generaba rechazo, que se lucrara, que se tratara, que se jugara de aquella
manera con la vida. Con la muerte; con una u otra; sea para bien o para mal. Es que ni

se lo podía imaginar, por lo que tendrían que pasar, un cuerpo entero, toda una familia.

Pero ocurría, y acontecía, y Paola estaba conociendo, de que va el negocio. Hay quien

dice que los mercados emergentes son el fiel reflejo de una sociedad. Y cómo entonces

no ofrecer este servicio, cuando son cada vez más los violentos, que andan sueltos, que

te pueden matar.

Otro miembro de la empresa sacaba a relucir: "Lamentablemente la mayoría que

recibimos son mujeres. Eso no lo podemos negar. Lo demuestran las estadísticas, los

números que albergan los ordenadores. A los cuerpos fallecidos como resultado de la

violencia de género, a eso es a lo que apuntamos en el mercado. En eso nos enfocamos.

Aunque no descartamos cualquier otro tipo de muerte, para brindar el servicio...".

Lo mismo pasaba con las personas que se cruzaba Paola con bitácoras. Sobraban

mujeres; y esto le daba a pensar: Que se pudran esos hombres en los Centros de

Desechos inhumanos.

Para su compostura, la gente del trabajo asistía cada jornada a horario, con buena

energía, y excelente predisposición. Transfiriéndole entre lo que ocurriera serenidad.

Era común que recibiera de cualquier empleado al que cruzara, lo que podría llegar a ser

la visión de la empresa, al escuchar una frase común y trillada: "Lo que sucede

conviene". Constantemente se lo repetían. Pero lo que Paola quería, definitivamente era

abortar. Y las chicas del hall la tuvieron que retener para que no se vaya. Se ponía

histérica, peleaba, las contradecía: A todas ustedes las voy a matar.

Hasta que para poner paños fríos, controlar el asunto, por pedido de una de las

operadoras, que procedía de acuerdo a los reglamentos, llamó a Alberto, para decirle:

"Se nos va".


Al entrar al hall, se le acercó; implacable. Le dijo:

—Vos no vas a abortar. Te traje a un negocio, no a un hospital.

Jun que estaba al lado ayudaba a que se calme, desde que se le habían cruzado los

cables. Y Alberto trataba de que reconsidere sus actos, si es que no quería echar a perder

el trabajo. Le hacía reflexionar:

—Acá el que sigue, la consigue.

—¿... qué consigue? —decía a punto de llorar.

Respondería el implacable:

—Llegar abajo.

V
Un refresco en el mar compensó lo que podría haber sido el fin de una revelación.

Discutía con ella misma si no era parte de un teatro, un reality, una tomada de pelo o de

una droga que le hubiera metido en el vaso un hijo de puta. Era lógico que buscara

excusas, responsables; que echara culpas, maldiga, enfade y lo peor: que le dieran ganas

de armar la valija. No le podía pasar algo peor que declinar, que querer ponerse una

zanahoria delante de la nariz y perseguirla. Volver sinceramente sería un fracaso. Habría

que preguntarle: ¿Volver a qué? Con una pregunta bastaba para enderezarla. O con ese

dolor de ojos y de riñón. Muchísimo más insoportable que el de oídos o cabeza. Esos

son los dos peores que te ponen al límite, al borde del conflicto. En el acantilado de la

discordia. Y con la voluntad, los huevos, los ovarios, de la puta y santa paciencia de los

lobos, esos que en cierto momento de la vida fueron ovejas; se sale. Gritando: Tengo

dos bolas gigantes, o los ovarios del tamaño de una gacela. Así, con la convicción se

levanta uno, nombrando los órganos reproductores del animal que sea. O bien tragando

la sal que haya que tragar, para que la deshidratación haga que el riñón y los ojos se
resientan. Es normal el conflicto. "Son los efectos al denotar los defectos que hay en

uno", podría haber expresado Alberto en una de las conferencias. Y la lucha podría

continuar de manera eterna, si se le da manija, rosca o cuerda. Sería el mayor agravio,

que se enrosque la mente; y se quede demente; si no le damos mar.

Por lo que al pararse en la tabla, al surfear la ola, al sumergirse y contener la

respiración, se llenó de aire. Otorgándole la fuerza necesaria, de un lobo o gacela. El

contacto de los dedos de los pies sobre la arena; las caracolas, las conchas, los

moluscos, los erizos, los pescados y crustáceos, iban a hacer de aquella atmósfera, su

taller, para que se le ajusten las tuercas. Y fundamentalmente: para que decida no tirar la

toalla.

—El agua me sana —compartía Paola a Jun.

—Coincido. Y aparte da hambre. Por eso traje manzanas —se secaba el sudor—.

Toma, come. Que hay que combatir la sed.

—Me acuerdo que en Argentina comía peras...

—Come manzanas.

—Lo haré.

—Si no te desesperas, todo irá bien. Te lo prometo.

—Gracias, por aguantarme otra vez. Por bancarte mi humor de oveja.

—Tuve tiempos en los que me ahogaba, y tiempos en los que me incendiaba. Será

por eso que a veces me percibes como un hielo, pero no quita que no me derrita, de vez

en cuando por alguien...

Paola podía decir lo que quiera de Jun, que no era conciso en sus frases; pero en

esta ocasión se le entendía, y fue directo; con huevos.


—Con vos me pondría a bailar y a nadar por los mares. Desde que nos conocimos

me generas como cortocircuitos; no puedo decir mariposas, como las chicas... Quiero

decir, que me generas, una interrupción.

—¿Y qué esperás que haga al respecto?

—… quizás sea yo el que tenga que hacer algo, dar un paso o un abrazo, o...

—O el que tenga que estirar el dedo, para ver que me apago…, porque yo

tampoco… existo…

VI
No podía ser todo color de rosa, a veces tenía que ser color amapola. Y cosas así

escuchaba en el tercer piso: "Esta planta está dedicada a las plantas. Tengamos respeto

por los difuntos cuando vienen en busca del ser querido pulverizado. Estas flores son las

que acompañan. Se pueden adquirir acá o directamente en las florerías. En este recinto

las cultivamos y les damos los cuidados especiales que necesitan, ya que sean o no de

estación no interesa. Interesa como regla principal que sean perennes al jarrón. Ya que

no abundarán más las dalias o crisantemos, es la marabunta de las amapolas la que se

impone ahora. Su rojo intenso representa la sangre derramada, y la lucha. Como en

algún sitio lo son los verdes pañuelos".

El área asemejaba un campo inmenso. Cual estaba ocupado por una amplia

variedad de trabajadores; (aquí) podía advertirse la mano de obra, proveniente de:

Pakistán, China, Venezuela, mismo España. Pero el activo podía venir de cualquier

parte: Rumania, Nigeria, Marruecos. Considerando que, si había algo que daba la

empresa, era trabajo, a los inmigrantes indocumentados, para que pudiesen adquirir un

ingreso; aunque sin las ventajas extraordinarias de un contrato estable y una visa de
trabajo, como se les otorgaba a los que estaban con bitácora, anotando, echando cuerpo,

echando mano.

Y era un piso agradable para ejercer. Un enorme jardín botánico…,

…con una luz artificial generada por el calor

del sol que se transmite por medio de paneles, y hornos que entran a funcionar cuando

las propiedades del sol no resultan las apropiadas, recurriendo por lo tanto al carbón y a

la combustión, y no a los rayos ultravioleta. Alternando períodos de calor y Don

Segundo sombra. “Por eso los toldos que emanan desde el lado izquierdo que por medio

de esta palanca se pliegan y despliegan”, diría uno de los empleados.

Lo que iría a derivar de los cultivos de forma explícita sería una metamorfosis entre

una amapola y una adormidera, potente fusión que consiguiera extraer lo máximo de

esta variedad de hierbas angiospermas o espermatofitas, denominada: Papaver.

Explotando el fruto que con ella se origina, para absorber el látex interno que emana,

cual consiste en un jugo rico en alcaloides, como lo son: el opio, morfina, codeína, entre

los más de veinticuatro que se pueden encontrar. Lo que facilita que en las dosis

adecuadas, sean perfectas para los clientes que demandan; y para los que no también;

porque se venden; más que por el color, por su droga.

Que haya mayoría de pakistaníes en el sector produciendo no es mera

coincidencia, si lo que se pretende es hacer un hoyo y escarbar... Digamos que, el bien

conocido dueño del imperio, estaba bastante interesado en el negocio de la flor. Pero

generar una buena relación con los afganos, le fue imposible. Bastaba revisar la

suficiente información que había reunido el fiscal, sobre este asunto. La cual ni siquiera

se animó a exhibir en ninguna de las diez carpetas, para constatar que, la inmigración

masiva de pakistaníes en España, sostenía una sola razón: la de expandir las cosechas

por la península; aunque más curioso haya sido que hubiera estado a punto de destapar
lo que Alberto hubiese estado programando desde antaño: El negocio opíparo del opio.

Cuando por medio de un contacto musulmán del cual se fiaba, con buenos negocios en

Islamabad, lograra retener al máximo los cultivos del país, sin que se pudiesen

acrecentar en forma masiva las cosechas, para que Afganistán se terminara imponiendo

en el mercado. Suponiendo el fiscal que no habrían más motivos para que olas de

pakistaníes busquen trabajo fuera. Y fue de lo que se aprovechó, el mismísimo creador

de todo esto. Quien dedicara años de estudio, al detalle, del Estatuto Hadd, que se

sancionara en 1979 en Pakistán. Para que con la paciencia de un caracol, esperara a que

sus pronósticos se cumplan, sin la necesidad de tener que haber estado armando

embrollos en el movido y peligroso negocio del tráfico de drogas.

Recurrían los que tenían las bitácoras a acercarse y tomar contacto con la planta,

cual afuera florece con mayor esplendor en primavera, pero dentro durante todo el año.

"Es una planta que no resiste bien las heladas ni la humedad. De forma erecta, con tallos

de color verde claro y cerdas en los extremos, posee base alargada u ovalada. Sin lugar a

cuenta lo esencial es que aquí extenuamos y acentuamos sus efectos narcóticos para que

penetre en los clientes que la llevan y puedan convivir a diario". Agregaba otro

encargado del área "El mecanismo de riego se realiza con agua de mar ya que las

fortifica…".

Paola junto a una amapola sentía como se adormecía, como esa sensación sedante

la podía hacer durar. Y tomaba la costumbre de pasar por la planta para inhalar, cuando

necesitara, seguir aguantando. Si es que quería tener la posibilidad de bajar.

Una chica con bitácora se le acercó, al verla tan compenetrada con la planta. Le

mostró lo que había anotado en su portátil:

Si te apagas pagas. Con tu vida.

—Hay que inhalar. Para no desconectarse —le decía.


Miles y miles de amapolas se distribuyen al año.

VII
—Con que acá estabas.

—¿Qué ocurre?

—Me preocupo. Porque mientras más te consumes la gente allá afuera va a seguir

consumiendo las plantas.

Paola estaba pasada por el efecto de la flor, y pensaba tanto en:

—Traeme un jarrón.

—No es momento, salgamos de acá. Tienes que recuperar la confianza, volver a

conectar.

Paola parecía como un holograma que se desvanecía y aparecía, como una señal de

interferencia cuando se borra, tenía que avivar el sistema, encender la llama o la

hoguera, elegir entre darle chispa o calor.

—¿Por qué me siento de esta manera?, ¿a dónde me llevas?

—Todavía no entendiste a que viniste. Y te lo tienen que refrescar.

Se sentía atrapada, como dentro de un videojuego, en el cual no podía superar los

niveles:

—No te consuelas con este trabajo —decía Jun.

—Y tú no me consolas —sonaba débil.

En el hall de entrada, en el mostrador principal, habían dos clientes que pasaban a

retirar los restos de un ser querido. Se llevaban en conjunto el pack de: un jarrón con los

sedimentos y la flor.

Paola observaba la escena, pero Jun se encargaba de hablar con una operadora:
—No lo está soportando, la tienen que avivar.

—Que se quede tranquila, nosotras nos encargamos.

La operadora le pidió que le alcance la tablet de Paola, para ver lo que había

estado anotando:

LA OLA HA ROTO; EL RAMO ESTÀ MARCHITO.

—No va tan mal. Es el rechazo lógico de su cuerpo en esta fase.

La operadora conectaba el computador con el centro de mandos, con el alma

máter de la fábrica, con la máquina maestra. Y corroboraba datos de Paola, frecuencias,

interrupciones.

—Es un bloqueo —informaba a Jun.

Paola resistía, sus ojos estaban cerrados y con dolor, aunque en el fondo

disfrutaba la sensación de la droga de la flor que la hacía volar, y ver aquello irreal.

—Necesitas escucharlo —le decía.

—A quién tengo que escuchar —respondía.

—A Alberto, él sabe cómo dirigir esto.

Paola estaba hasta la garganta de escuchar Alberto, y la fábrica, y lo que tuviera

que ver con ese entorno de falsos milagros.

—Vine a este país en busca de un cambio, pero en cambio siento que me estoy

muriendo.

Jun la cuidaba como si fuera Paola su propio cuerpo.

—Recostate. Lo que sucede conviene. Estás atravesando las etapas del Kaizen,

un paso a la vez.

En Japón se suele decir que para llegar al Kairós hay que atravesar el Kaizen. Y

en la empresa es un término utilizado con los trabajadores que significa: mejora

continua hasta la calidad total.


Ingresaba Alberto por el hall de entrada. Un paso a la vez. Consultó a la

operadora:

—¿En qué fase del cambio?

—De rechazo.

Se le acercó a Paola, se le puso al lado. Le alcanzó un vaso con agua y se lo hizo

terminar: “Para que no te deshidrates”.

La abandonó por unos minutos. Se dirigió hacia el segundo subsuelo, prendió la

luz y monitoreó. Ajustó un comando, tecleó. Estaba funcionando.

Regresó. Paola abría los ojos, se reclinaba y lo observaba.

—Acompañame.

Se sentía más estable. La hizo poner cómoda en el despacho enorme que se

encontraba al fondo a la derecha.

—Decime una cosa, ¿extrañas Argentina?

—Pienso que no.

—Vamos bien.

Parecían esas charlas de carácter filosófico que sucedían en el local:

—En esta fábrica trabajamos con un mecanismo llamado Kaizen, para ayudar a

los trabajadores a afrontar los cambios. Y a eso le agregamos que: este no es como

cualquier otro trabajo en el que pretendes ascender sino que el objetivo es que

desciendas. Las voces que escuchas seguramente hayan venido de abajo y para llegar

abajo no puedes tomar atajos, tienes que ir paso a paso.

Paola masticaba lo que le decía, y su cerebro se endurecía para protegerse de

cualquier persuasión. Se hacía repelente a todo lo que tuviera que ver con Alberto. Y

decía:

—... haciendo esto, ¿cómo se siente?


Era nítido al responder:

—Me siento en mi lugar. Pero, acá la pregunta adecuada sería: ¿Tú cómo te

sientes?

VIII
Al salir del trabajo era inevitable no acceder al mar, según ella: cualquier camino

conducía a la muerte o a la sal. Por eso, dentro de aquel mundo, que era su propio

mundo, el que funcionaba en su cabeza, el que la hacía actuar de tal forma, antes de que

caiga el sol y que se le callera el telón, hizo algo que no fue lo más indicado.

—¡A esto me refiero!

Jun la escuchaba, parecía divagar. Era magnífico ver la confianza que de la

mañana a la tarde se le había apoderado:

—Si no es hoy, no será nunca. ¡Acompañame!

Alguna risa los volvía a contagiar. De estar apagada, pasaba al entusiasmo.

Aunque se puede decir que se descuidó bastante con lo que hizo:

—¿Por qué haces esto?, es peligroso.

En las playas grandes de Casteldefels, vigilaba que no haya gente. Pero había,

con el calor que hacía.

—A la mierda con esta sociedad —decía Paola.

Y se sacaba la ropa, quedando en bombacha y corpiño. La brisa cálida le daba

cosquillas, el ruido del mar clamor, y la compañía de Jun protección; para que ningún

mormón se le tiente.

—Dale, que no voy a ir sola.

Le ayudaba, a que se saque la malla.

—Tirate en calzones, cobarde.


Se reían.

—¡Tienes razón! Esto hay que hacerlo hoy. Porque con tantas heridas, puede que

se nos caiga el telón encima.

—Sujetame de la mano fuerte —decía Paola.

—¿Estás segura?

—Te digo que sí, que me gustas.

A la cuenta de tres corrieron, y se lanzaron. Mientras corría le decía:

—Si me soltás te mato, en serio.

En el mar parecía recobrar sentido, un orden; los dados dentro del jarrón

reacomodarse, para que vuelvan a repetirse el 1 y el 4; o al menos la sensación de flotar

entre las olas con el cuerpo casi desnudo, era de una ligereza voraz.

El mar ponía a prueba, y a cambio compensaba. Renovando el aire que entraba al

pulmón; el oxígeno con cada respiración se distribuía por el cuerpo. Principalmente:

ojos y riñón. Valga la paradoja que estando en el mar, no tragaba sal...

Cuando salen del agua, la gente se acerca. Miran. Gritan y advierten. Paola sin

embargo ante esas voces (de un público poco capaz), cuando sale, lo abraza.

Eran como fuego,

como cenizas,

como brazas.
Al igual que había ocurrido en su paso por el local, Alberto la inspeccionaba

desde la playa, ocultándose detrás de un chiringuito. Y se decía: "Esa chica lo hizo".

Llegada la noche en El Born, en su habitación, sería cuando le leyera a Jun: "...

estar sentada contigo, a solas contigo, aquí en Barcelona (cambió Londres por Barcelona), en esta

habitación iluminada por el fuego, tu ahí, yo aquí, es todo”.

Por debajo de las sábanas, sobresalían los dedos de los pies;

similar sensación al apoyarlos en la arena.

Estimulante.

Y por sobre todo

había respeto,

incluso en la cama,

por el mar;

y por las conchas.

IX
En la mañana cuando despertaron Jun le dijo:

—Sabes que tienes que cumplir con la sanción, al haber recibido la quinta

advertencia.

—Sí, pero no me arrepiento de lo que pasó ayer.

—¿De qué te sonríes?

—Del oficial, no sé si me aplicó la advertencia porque estaba desnuda, o porque

estaba con vos de la mano...

—Creo que te miraba como uno de esos…

—¿Y vos cómo me mirabas?


—Como si te fuera a perder.

—¿Por qué hablás así?

—Porque me gusta que te salgas del libreto. Pero a veces sucede que la vida

apenas comienza cuando se termina. Y de repente abro los ojos, y pienso: si lo nuestro

no se va a terminar demasiado rápido.

—Parecés melancólico. Suena lindo, aunque suena feo. Además no soy la que

tiene que recordarte lo que tanto mencionás: que estamos conectados.

—Lo estamos.

—Sonás melancólico.

—Melancólico no, solo prevengo los cólicos por la deshidratación... Sino fijate

como es que estás hoy.

Tomaba agua. Al costado de la cama estaba la botella de litro y medio. Paola al

haberle refrescado esas palabras "estamos conectados" evitó que se desvanezca; porque

era Jun el que ahora se sentía apagado; tenía flojera; dolor. De un ojo o riñón.

—Si somos fuego por qué tomás tanta agua… —ponía en duda Paola como si la

duda fuera un hábito en ella.

—Cuestiones de equilibrio. Para no estar muy arriba ni muy abajo, más bien en el

centro. A eso se supone que apunta el Kairós.

—Sabes más de lo que aparentas.

—Te había contado que me interesaba por las conferencias de Alberto en Japón.

—Me tenés hasta acá de Alberto, sos un pesado.

Jun cambiaba de tema:

—Quiero que me prometas algo —buscaba la sintonía con Paola.

—¿Que te prometa qué?

—Que si un día decides olvidarte de mí, que no te olvides de la mar.


—Puedo tomar esa condición, aunque no sé si es otro de tus acertijos...

Optaba por guardar silencio y beber agua. Paola se vestía para que no se le haga

tarde y pueda cumplir lo antes posible con la sanción. Ya que en caso de no ir, las

multas pueden resultar caras; en cambio si se cumplen dentro de los tres días hábiles

tras la aplicación se evitan sumas que pueden rondar entre los €50-300, dependiendo el

tiempo que se deje pasar tras la prórroga permitida que son los tres días.

Jun le decía mientras observaba como se maquillaba:

—Raro verte así.

—Cada tanto me maquillo. Hoy es uno de esos días.

—Igual apurate, no vaya a ser que todas tus dudas se conviertan en deudas. Y acá

en España no conviene, si piensas superar los tres meses que tienes de turista.

—Me quedan dos días. Hago lo posible. Voy paso a paso...

Se terminaba de maquillar.

Un paso tras otro se iba.

No le hacía gracia tener que asistir al Centro de Desechos, era la primera vez y

esperaba que sea la última. Arriba del colectivo que la trasladaba desde el Centro de

Oficiales Nacional de Barcelona, pensaba: Por lo menos no tengo que asistir en

Argentina. Visto a grandes rasgos era muy controvertible lo que pensaba, porque

haciendo a un lado las circunstancias, este tipo de hombres estaría cometiendo el mismo

delito cualquiera sea el país. Violar, matar, acosar, asesinar, está exento de

nacionalidad.

Los comentarios que se podían escuchar de las mujeres eran tremendos; el tenerlos

a metros, cara a cara, sería desconcertante. Son las normas, queje quien se queje. Para

tenerlas sujetas y amarradas. Tanto a ellos como a ellas. Decir que se las está
protegiendo da para debate. Y por lo pronto hay un dicho dando vueltas: Si los hombres

atacan las mujeres acatan. Generándose el suceso de críticas más grande de los últimos

tiempos, poniendo en tela de juicio, una vez más, a los que mandan desde arriba.

Quienes corren con la garantía de jugar a los reyes, al poseer el control absoluto sobre la

población, que sin importar el sexo, acatan. Sí señor. Un sistema demasiado

democratizado, que para estar a la moda se prostituye por medio de campañas; por no

decir que el político es un travesti que se maquilla de dictador. Expertos camuflados en

comunicar mentiras y prometer zaraza. Sospechando sobre este punto (para nuestra

algarabía), que puede parecer inteligible, nada más y nada menos que el fiscal; cuando

al volver a la Argentina tras la visita a Alberto, decide con énfasis abrir una

investigación, la cual redacta de forma exquisita en la onceava carpeta, donde anota:

La creación de un metagobierno que tiene como meta que la población se someta.

Remarcando que el remedio que se aplica a esta sociedad es peor que la enfermedad. Y

por lo tanto, varios muchos, en un futuro próximo, le darán la mano derecha a Alberto,

al conocer de lleno cómo y por qué se ha expandido su negocio, y la cantidad de gente

que contrata para trabajar, los cuales le van a terminar agradeciendo, una vez que les

rescinda el contrato: “tú me concediste la libertad”. Con la catástrofe que esto conlleva,

aclara, al mandar al diablo poblaciones del mundo entero a: políticos, gobiernos,

parlamentos, y a todos los sistemas, incluso a Marx, Kelsen, Weber, Hobbes, Marcuse,

Rawls, Rousseau, y a Hegel, por su teoría del amo y el esclavo. Advirtiendo que, para

cuando esto ocurra, tendremos que estar preparados.

Camino al Centro de detención más cercano, cual se encontraba en el pueblo

olvidado de Jafra (a unos treinta minutos del aeropuerto) Paola lo llamaba a Jun por

teléfono: "No te olvidés de avisar en la fábrica que voy por la tarde. Esperá, no colgués,

pensaba en que le podés preguntar a Alberto, si no puede hacer algo, él debe tener sus
contactos. Realmente estoy muy nerviosa. Y no sé cómo pueda reaccionar. Me empiezo

a sentir mal. Y estar frente a esos…, puede que me haga cometer una locura, pienso en

agarrar la pistola y dispararles...".

Jun lo único que podía hacer es decirle que respire, tome agua, sea fuerte, piense

en la tabla, las rompientes, en cómo parten las olas. "Que no estás sola Paola".

Probó con acercarse hasta el local de surf para hablar con Alberto. Al abrir la

puerta había una chica joven que portaba una tabla. "Prestale atención a Hashiro", le

decía a la chica Alberto.

Se acercaba al escritorio:

—Paola está yendo para uno de los Centros a cumplir con la sanción, y cree que

usted puede hacer algo, un llamado, lo que sea, para evitar el mal momento que le van a

hacer pasar.

Se tocaba la barba, y acercaba el dedo índice derecho al mentón:

—Fijate que sí, que puedo hacer algo.

—¿Qué?

—Mandarte a que le digas que esto es parte del proceso y que le va a venir bien

esa visita para el trabajo.

No hubo más remedio. Tampoco medios o alternativas que evitaran la sanción.

Jun camino a la fábrica, arriba del tren, a la altura de la estación El Prat de

Llobregat, la llamó: "Dice que lo único que puede hacer es que te diga que es parte del

proceso", "¿Qué no puede hacer nada?", "Solo te advierte que no te comas los sesos.

Que confíes. Te va a servir para el trabajo".

Una fila de mujeres se armaba en la entrada del Centro de Desechos, ubicado en

aquel pueblo remoto, alejado de la ciudad. Cada una de las sancionadas pasaba por un

detector de metales, y sus pertenencias eran monitoreadas a través de los escáneres de


rayos x para comprobar que no cargaran consigo objetos punzantes escondidos en la

ropa o cualquier arma afín, y les hacían guardar las mochilas en un sector de casilleros

electrónicos.

La visita por los pabellones que albergaba a esos hombres desestabilizaría el

ánimo de cualquiera, pero Paola resistía al mirar por los ventanales, a los zopencos. Un

oficial que iba guiándolas (al grupo que tenía a su cargo) decía: Que se les grabe para

que acaten las normas y no tengan que regresar. Paola entrecerraba los ojos, esta vez

como un mecanismo de repulsión. Y le subía la adrenalina junto al cortisol, y le daban

ganas de disparar, a cada uno, a todos. Al lado de ella había una joven que hacía

ademanes con las manos, como si tuviera una metralleta, y les disparaba, y golpeaba el

ventanal. Otras dos se sentían muy mal y tenían que frenar. Otra decía malas palabras. Y

tres lloraban. Todas tenían en común que aguantaban. Iban pasando por los distintos

pabellones, de los sensibles hasta los considerados más peligrosos, colocados en los

pabellones de máxima seguridad. A una le daba ganas de gritar: Ojalá que aprueben la

pena de muerte. Cabe destacar, en relación a lo que gritaba esta mujer, una diferencia

notable entre estos Centros y las cárceles tradicionales: que la única forma que tendrían

de salir los considerados "Desechos inhumanos" sería justamente a través de la pena de

muerte; si es que fuera aprobada.

La oscuridad de la vivencia era como para que se le genere a cada una un miedo

insignificante. Y las sensaciones y pensamientos entorpecían, eran demasiado molestos.

El cerebro taladraba la paz, pero de alguna manera trataban de asimilar el concepto de

aquel hombre que había perdido la concepción de ser humano. Al concebir lo más

indigno que se haya creado, por debajo de las larvas y gusanos. Muchas lo demostraban

escupiendo el ventanal macizo que las separaba de aquella calaña enfermiza; y se iba

incubando en paralelo dentro de aquellas, el repudio más horrendo que les hacía tener
ganas de mearlos, cagarlos, aniquilarlos con el arma o introducirles un palo por algún

orificio. Para estos hombres ya no había ni religión ni compasión que los acompañe.

Había un cementerio.

X
Sobre el Plan Teo:

Como parte del plan que desarrolla Alberto, prepara una conferencia para el 14 de

Agosto. Tras tiempo sin sacar a relucir sus dotes de orador, se encontraba ensayando en

el local: ¨Vamos a hablar de una de las propuestas más renovadoras. Al tener presente el

abanico de energías sustentables, es que se hace posible el lanzamiento de este proyecto.

Que carece de ratificación porque la empresa que lo diseña a sí mismo se ampara. Tan

solo se comprende cuando decimos que sucede. Aunque solo es cuestión de

encomendarse para que se vaya colando la idea por la amígdala de cada uno de

nosotros, y nos convenzamos de que no está muy lejos de ser un acierto. Lo que

podemos comentar de antemano de cara al proyecto es de lo que No se encarga, por lo

que no se encarga de: castrar o cortar pelotas para matar el hambre de los pobres con

chorizo. Sino de lo contrario; y ahora hablaremos de lo que Si se hace cargo: de vaciar.

Porque gran parte de la propuesta se sostiene en esta sola línea: la vida se concibe

dentro de un genital. Insistimos que la inversión redundará en torno al vaciado. (La

amígdala se prepara). Sin embargo no hay más que decir, ni explicar. Para no tener que

herir la susceptibilidad de quienes tengan acceso a dicho testimonio. Que por mal

interpretarse puede señalarse de aciago, macabro o funesto. No es la idea. Lo que

perseguimos se simplifica diciendo que, hay que suscitar una medida que nos resucite;

así como atendiendo a lo que decía Protágoras "El hombre es la medida de todas las
co6sas". Midiendo cuán grande es nuestra necesidad de hacer justicia. No por mano

dura, sino por cuenta propia. Donde quede detallado que estos energúmenos pagarán por

los daños irreparables que cometieron y ocasionaron. El ingenio como a lo largo de las

eras corre a nuestro favor para que intentemos propagar el entusiasmo de este tentador

desarrollo que puede marcar la diferencia. Es una época como pocas la que nos toca. En

la que decidiremos si: existimos o nos extinguimos. Los osados son los que resuelven,

los que están preparados para actuar. Hay que optar por reivindicarnos. Por

reinventarnos. Y lograr, dentro de lo posible, hacer las cosas medianamente bien. En el

caso de que aprovechemos UNO de los dos genitales. Siendo una alternativa donde el fin

"si" justifica los medios, para que no sea el fin de la humanidad. No importa entonces la

manera, siempre y cuando logremos que resulte la propuesta: productiva, increíble y

sensata. En consideración estamos muy conformes de comunicar que los tres parámetros

mencionados se constatan. Recurrimos a una vida de simulacro para experimentar con

estas reglas y ensayar. Pero será conveniente primero desmoronar estructuras que nos

estuvieron moldeando, ya que en todo momento rozaremos la "deadline" de lo ético y

moral, al aspirar abatir modelos conservadores de vida que nos hicieron meter dentro de

una caja de zapatos, y aferrarnos a nuestras zonas de confort. Impidiendo que rompamos

con lo establecido. Se trata entonces de una idea de lo imposible hecho una posibilidad,

porque lo extrapolamos de una vida de simulacro a una vida real. Vamos camino a

consolidar una propuesta vigorosa, tendenciosa, ambiciosa y que no se para...,

disculpen. Intento decir que nos separa de un mundo de propuestas que están mucho

más alejadas de esta verdad. Lamentablemente ninguno de los recursos existentes, sean

renovables o no, son perpetuos. El impacto que ha recibido el medio ambiente por

cualquier tipo de contaminación y descuidos repercute en su agotamiento. Se

comprueba esta noción con solo enfocarnos en las escasas tierras disponibles para
enterrar, las reservas de agua dulce insuficientes, la masacre de aves por los molinos de

viento, el dióxido de carbono, el efecto invernadero, la deforestación, los pesticidas, la

caza inapropiada, los residuos radiactivos que derivan de la energía nuclear, la

fragmentación de hábitat debido a las represas, el calor excesivo sobre los paneles

solares, y la escasez de petróleo que se nos avecina. Por consiguiente, la atención tiene

que estar puesta en lo que abunda y no en lo que se acaba, si pretendemos perdurar.

Avalando a diestra y siniestra que no hay más que abunde que esos degenerados, y en

consecuencia Centros de Desechos tóxicos e inhumanos. Conviniendo sacar provecho.

De modo que pensamos que es una buena propuesta la de generar con los degenerados.

Pues si estos se encargaron de quitar vidas, ahora es el turno de que las devuelvan. No

intento más que provocar e influir en la junta de diputados que se estará celebrando en

Copenhague, para que no sea aceptada la pena de muerte. Y se discuta entre qué es lo

más ético o conveniente, si una medida u otra o ninguna. El hecho es que del dicho al

hecho, hay un trecho; pero nosotros no tenemos techo como empresa. A la inversa

tenemos que estar convencidos que como sociedad hemos tocado fondo. Y mientras el

tiempo siga transcurriendo miles de vidas se nos van. Demasiado buena la idea como

para ser real. Indiscutidamente lo real se hace cierto cuando pensamos que el esperma es

permanente durante los años que vive un hombre. El semen significa vida, y de alguna

forma estaremos compensando tantas muertes. Injustificadas muertes son las que nos

han abierto este campo de visión, de manera de rediseñar el mecanismo de

producción..., cual se llevará a cabo en nuestra fábrica. Estamos convencidos que si

surgieron mareas de pañuelos verdes, de amapolas rojas, surgirán por qué no pancartas

negras con una guillotina para que se les conceda la última oportunidad a estos

degenerados. Controversial quizás, aunque esencial para que podamos abastecernos de

energía suficiente los humanos. Vamos en dirección a lo histórico o a lo prehistórico, si


no implementamos una solución. Deberán considerar esta premisa: Habrá vida si

elegimos que se los exprima. Ya que si de las vacas nos aprovechamos, habrá que

intentarlo ahora con este otro animal. Solo quiero expresar en definitiva que vamos a

brindar cuando dicha forma de energía se le brinde al mundo, la cual intenta ser como lo

apuntamos: renovable, económica, duradera, no contaminante y por sobre todo

eficaz. Por último no hay que olvidar, que el mapa no es el territorio, y de abrir los ojos

si se pretende ver la realidad. Lo que dura perdura, y que la tengan dura, nos puede

salvar...¨

XI
Por la tarde en el trabajo dio el presente en el hall. Le dieron la bitácora y se fue para

la segunda planta. De hecho la operadora que la atendió en el mostrador le había

preguntado: "Cómo te resultó la sanción”, “Me dejó rota", "Lo vas a superar, te sirve

para que no vuelvas a acumular más advertencias".

Justamente en la segunda planta es donde aprendería como unir las partes. Tantas

dudas adyacentes se podrían consumar en aquel trabajo tan meticuloso que se realizaba,

respetando el sentido milenario, que se fuera transmitiendo de generación en generación

a través de los expertos. De un lado de la planta estaba la materia prima, la cerámica, del

otro lado la maquinaria apropiada para la confección de los jarrones, y en el centro, en

un cubículo aparte, como si fuera una inmensa pagoda, los trabajadores especializados

en el Kintsugi, la mayoría japoneses, aunque podían ser de cualquier nacionalidad;

como ocurría en los otros niveles del edificio; debiéndose capacitar. Por ejemplo podían

ser mano de obra de la primera planta o la tercera, que después de un tiempo los

asignaran para perfeccionarse en el tema, eso dependiendo del interés del trabajador, y

de Alberto, que bajara o subiera el pulgar para dar el aval, aunque el aval lo terminaran
dando las operadoras que guardasen en los archivos el seguimiento de cada trabajador.

Y a muchos les interesaba. Algunos con bitácora observaban. Y Paola curioseaba.

Intentaba comprender el procedimiento. Por el momento limaba asperezas, no renegaba,

no pensaba en oler una flor, ni en las voces, ni en los degenerados, tan solo trataba de

aceptar lo que le decía una japonesa:

—Es ahora. Concéntrate en eso. Para unir las partes del jarrón.

En una mesada amplia de madera barnizada donde varios con bitácora aprendían,

Paola se daba maña para unir los pedazos. Había grandes pantallas suspendidas desde el

techo que mostraban la secuencia de pasos para restaurar el jarrón, pero era más grato

seguir escuchando a la japonesa que le iba facilitando la tarea:

—Cuando unes los pedazos rotos la cerámica queda más fuerte que la original.

Parecía armar un rompecabezas con el jarrón, actividad que la mantenía en plena

atención, algo parecido a lo que sucede en el Kairós, donde la calidad del momento

parece un río que fluye.

—Acá, en la planta, celebramos los defectos, las pérdidas y las grietas. Aunque lo

de las pérdidas sea lo más difícil de aceptar. Estos jarrones rotos son más valorados que

los que permanecen intactos. Es el atravesar de la vida que nos deja las huellas

incrustadas, las heridas derramadas y las cicatrices que no cierran ni sanan. Somos

pruebas vivas de fragilidad e imperfección. Pero también pruebas vivientes de fortaleza,

virtud y resiliencia. Guardamos la capacidad innata de recuperarnos —tragaba saliva—

y la capacidad de procrearnos con el semen que se produce arriba... —esto último se le

escapó.

Aun así el jarrón era Paola y Paola era el jarrón. Vivía un estado de introspección;

no habían saleros cerca como para que la salen, o jarros que la inviten a hacer de este

arte una profesión, ya que allí no había más que servicio y vocación. La japonesa le
agarraba la mano, como si hubiera pasado las mil y una batallas, le arremangaba la

manga de la camisa y observaba la cicatriz en su muñeca, luego ponía la frente sobre la

cicatriz y la bendecía en su lengua nativa. Lo mismo hacía con la cicatriz que se le

notaba cerca de la mejilla, le rozaba con la superficie del dedo índice derecho y volvía a

bendecirla con la misma oración “Satacushidosho”.

Paola le decía:

—Usted es como una geisha, con tan solo un roce me emociona.

Cuando la japonesa escuchó emoción, se rió. Le dijo:

—Estás confundida querida, acá los que andan con bitácora más que emociones

sienten emisiones, una onda magnética, una expansión de energía que viene desde

abajo, algunos lo manifiestan con voces, otros con eructos, otros con tics corporales,

pero todos tienen una misma cualidad que mantienen: si no sobreviven a la experiencia

se apagan.

Paola oía, las piezas del jarrón estaban por encajar cuasi a la perfección. La

miraba a los ojos, y competían por quien de las dos los abría más grandes. Ganaba

Paola, por poco, y la japonesa que la instruía, le decía:

—Esa es la manera de llegar a abajo. Vas por la senda. Paola san.

Era bastante especial el segundo nivel, porque cada trabajador con bitácora

parecía tomarle aprecio a ese japonés que constantemente lo recibía con su servicialidad

inclinándose hacia abajo, como si ese saludo fuera más que un saludar. Y con los días

que frecuentara aquella planta, y con su empeño puesto en el arte del jarrón, notaría que

cada paso dado, cada avance, lograría desatar la majestuosidad de la japonesa, que la

recibiera y saludara inclinándose cada vez más hacia abajo, hasta quedar con la frente

casi tocando el piso, diciéndole:

—No me puedo inclinar ni un centímetro más, mis disculpas Paola san.


Por lo que Paola tendría que ayudarla a reclinarse, porque se quedaba dura de

tanto permanecer abajo; ese saludo era pura destreza.

—Nada me estresa —decía la japonesa—. Tantas veces de agacharme me siento

una dura. Y ya puedes saber cuándo ser hielo, y cuándo ser fuego, y cuándo tomar agua.

Anota en tu bitácora. Esas son las bases que tienes que aprender.

Compartía la japonesa el aprendizaje que parecía haber incorporado Jun en el

pasado. Por lo que cabría preguntar: ¿qué vino a hacer Jun a la fábrica si poco camina

por esa planta?

Se supone que estaba trabajando en el tercer piso, instruyéndose en el cultivo de

las adormideras fusionadas. Descifrando la flor, estudiándola, sus características, aroma,

color, efectos, pero no inhalaba; evitaba acercarse al sector donde se fueran a potenciar

los alcaloides; estaba calibrando su emisión, su sintonía con su yo. Además se negaba a

sacarse de encima la emisión que se le había disparado aquella noche en la cama con

Paola. Que con el correr de los días…, le perduraría en la piel, en la boca y en los ojos,

para mirarla como artesano, al prestar atención a los detalles: "Eres una alhaja hecha de

carne y hueso"; como también perdurara el proyecto o propuesta del quinto

piso, donde no se hablara de piropos, de cosechas, de rompientes, de reparar, sino de

derrapar y vaciar. Aunque puede darse cuenta quien trabaja que, viciado no está el aire

que se respira en general por el edificio; todo lo contrario, corre un viento suave

acondicionado; que evita que los que entran en pánico, hiperventilen, aunque varios se

terminen desvaneciendo igual; lo cual se asocia con lo que le había dicho a Paola aquel

encanto de mujer:

—Tú no estás condicionada por el pasado. Estás condicionada por lo que te

decidas a emprender hoy. Hay veces que uno parte y otras que uno se parte. Cada día
empieza y termina, es como el ciclo entre el rejuvenecer y el envejecimiento. Por lo que

no avanzamos en línea recta, sino que en espiral. Ahora respira.

Aquel día el jarrón quedó perfectamente restaurado, por no decir que tuvo en sus

manos un poder meticuloso como para unir las partes con un sentido y fineza de una

detective de jarrones perdidos; había reencarnado en una experta sama, y la japonesa se

lo expresaba "Paola sama"; y competían de vuelta por ver quien abría más grande los

ojos; quedándose nuevamente con la victoria Paola, que esta vez ganaba por escándalo.

Teniendo la obligación de expresarle su instructora:

—Concibes el arte no como una argentina o una española, sino como una nipona.

Fue tan grande el lazo que forjaron, que Paola decidió inclinarse hasta donde le

dio la espalda; y permaneció allí en la posición hasta que escuchó los ruidos de los

jarrones que se rompían...

Sucede que los jarrones de los clientes tras haberse producido, se destruyen en el

sector vecino al de la maquinaria, para pasar luego por los procedimientos de

restaurado, siendo esta la concepción original que decidiera ofrecer la empresa; y por

ende distinguiéndose por elaborar un producto entero, roto y restaurado; abreviándose

por sus siglas E.R.R.; con la particularidad de recuperar su entereza por medio de laca

con polvo de oro, o plata; diferenciándose así la serie de productos en E.R.R.p. y

E.R.R.o.

Vaya suceso de proceso que también comenzaron a aparecer los pocos que

demandaran jarrones en su estado entero (E.E.) y no en su estado roto (E.R.); las

operadoras tras un exhausto estudio de mercado por el interés que suscitó, vincularon la

relación de estas personas que pedían por su propio E.E. directamente con un prototipo

de consciencia mucho más ligada a la muerte (en cualquier momento puede tocar

puerta; no tanto por el sentido finito de la vida, sino por las desgracias que ocurren a
diario; en un mundo que no desvela y sí que vela...). Apuntaban las operadoras que se

podría tratar de personas con un espíritu más Heideriano que uno que se atara a

Nizsche; cuales como lo promoviera el propio Heidegger: “Se trata de seres que no

pueden constituir un ser completo antes de su muerte ya que la muerte es parte de su

vida y cierra su ciclo como tal”. Lanzando el resultado del estudio que dejaba

constancia de la antítesis que radicara en aquella elección con respecto a la inicial

filosofía de la empresa; donde la persona al sufrir la desgracia, tendría que decidir por

motus propio romper el jarrón; cual tocara restaurarse para evolucionar a su estado roto

restaurado (E.R.R.); siendo el día de la desgracia, en el cual si no le tocara partir…, le

tocaría partirse; o peor…, que el jarrón lo tenga que partir otro

(#elmundovelaylanovela). O distinto (varias son las posibilidades) puede ocurrir que

aquellos clientes que optan por llevar su jarrón E.E., decidan destrozar el jarrón por "x"

motivo, siendo más difícil de establecer entonces la causa, porque las circunstancias no

son las mismas para todos; uno decide como las interpreta (el título que dedica a esa

historia). Imponiéndose la tendencia, que fuera creciendo, día a día, al solicitarse

jarrones enteros en preferencia a los restaurados...

Y más allá de que Heidegger hiciera lo imposible por buscar la forma de quitar a

la muerte ese carácter angustioso..., no pasaba con cada uno de los clientes que

consultaba por cualquiera de los productos, o tuviera que retirar su pack en el

mostrador. "Aquí tiene el jarrón".

… España corría con la ventaja de ser el primer exportador europeo y el segundo a

nivel mundial de cerámica. Una posibilidad enorme para decidir levantar en aquel país

la fábrica. Aunque las controversias vinieron cuando el fiscal se preguntó, enredado por

los negocios de Alberto: ¿Será mica o cerámica? Una estupidez que lo llevó a desechar
muy rápido esa carpeta que ni mereció número; otrora con esas estupideces Alberto lo

distraía.

El silencioso sonido de las máquinas de impresión 3D sacaba jarrones a rolete. La

parte delicada del trabajo vendría luego, cuando hubiese que restaurarlos. Y quien se

diera una vuelta vería el hormiguero de jarrones que se estaría produciendo dentro,

como para entregar a varios apegados a Heidegger...

Concluía pues Paola días de estancia en la fábrica, en aquel trabajo que le

mereciera un contrato tentador…

Quizás porque le tocaba, quizás porque tenía un ángel que se encargaba de

mantenerla despierta, o tal vez, porque había un padre que la buscaba..., para no tener

que solicitar sus propios servicios.

XII
Alberto la citaba para una reunión en el despacho. Por momentos el tono de la

conversación de jefe a empleado se volvía paternalista:

—Podría ser que el trabajo resulte difícil, pero más difícil sería estar afuera sin

trabajo. Al acecho. Sin un norte. Dime, ¿cómo te sientes?

—A veces como en una montaña rusa;... más arriba, o más abajo.

—Por favor sentate en tu lugar. Quiero que disciernas lo que te voy a comentar,

que te va a ayudar a seguir descendiendo: nacimos del todo y no de la nada, así que de

nada valdría si no estás conectada —en un monitor señalaba gráficos donde le mostraba
como era el ciclo de un trabajador (con bitácora) en la empresa; la última parte del

gráfico caía en picada—. ¡Paola sé que lo puedes lograr!

El aliento que daba Alberto como jefe y líder de la empresa era clave; impulsaba,

incentivaba y ofrecía su mejor versión, para que los resultados ocurran. Era el hombre

de los mil mercados. Pero aparte era un padre, que hacía todo lo posible por recuperar a

una hija.

Como un choque de electricidad se desataba una emisión, que demandara una

energía atroz, capaz de hacer entrar en cortocircuito la instalación trifásica de la

empresa, cuando Paola le decía con aquella mirada de ángel:

—Alberto, más que hablar como jefe parece que habla como padre.

Repercutían en aquel hombre curtido unas cosquillas internas que le recorrían el

corazón, y se le paseaban por la memoria, como para que se diga: Paola no estás sola.

—Estoy acá... —decía Alberto— para sacar la mejor versión de mis empleados.

No me sirve adoptar una actitud distante y estricta para ser eficaz. Solamente procuro.

—¿Qué procura?

—Procuro, simple. Utilizo un poco de sugestión para que cada empleado cumpla

con su gestión en la empresa.

Alberto que había almorzado se ocupaba de hacer la digestión, y le decía antes de

que se vaya:

—Pase lo que pase no te desalientes. Como lo has experimentado muchas veces te

podrás ahogar, pero la empresa incorpora a cada trabajador como si fuera esta una

familia y lo hace sentir como si estuviera en su hogar.

Contestaba Paola con una sonrisa simulada.

Por instantes la montaña rusa parecía desolada, y por otros repleta de gente, que

al frenarse, soportara los efectos: vértigos, mareos, desmayos, ahogos. Lo necesario para
enfrentar el quinto nivel. Que pretendía poner a prueba la integridad; cual tuviera lugar

tras haber acumulado horas en las diversas plantas. A partir de las 270 hs. laborales un

trabajador con bitácora tiene acceso (según las normas establecidas). Pero la confusión

sobreviene cuando se piensa que aquel cementerio no es más que una prolongación del

primero. Porque, ni se lo preguntan hasta que se sumergen en aquel desarrollo

catalogado de proeza. Que transforma la mirada del trabajador. Como la de cualquiera

que tuviera la oportunidad de escucharlo a Alberto, en sus ensayos.

La quinta planta es el vía crucis para los degenerados. Algunas técnicas de

producción se mantienen ocultas como las fórmulas de cualquier gran producto que

logra éxito. Una amplia sala la recibe y dos empleados le hacen poner un camisolín,

cofia y barbijo.

… un pasillo todavía más amplio desemboca en una inmensa galería, donde se

almacena uno de los seis generadores que funcionan.

Un capataz explica:

—Acá producimos la energía, que proviene del Matorral. La materia prima se

exprime al máximo, y generamos un tipo de energía limpia, económica y eficaz.

Se mantenía expectante, como si le estuvieran contando el argumento de un

thriller. Se preguntaba: Por qué me ponen esto; es raro; energía de qué…

Hacia la izquierda continuaban recorrido. Ingresaban en un habitáculo. De

manera gradual la encauzaban en el tema, para que el rechazo no surja a las trompadas.

Videos explicativos, ilustraciones, animaciones de lo que acaeciera en el área

denominada "Matorrales" otorgaban la información debida, sobre el mecanismo

sustentable. El capataz sostenía:

—Lo que sucede conviene.


Los diferentes videos explicativos, uno tras otro, tomaban carácter de documental.

Cinco chicas, que dejaran la bitácora al ingreso de la planta, se sumaban al recorrido.

Se miraban. Más cuando el capataz dijo:

—La empresa los apoya.

Se supone que cualquiera que haya cumplido con una sanción, recibiría aquello

como un paseo; un recreo. La empresa se hacía cargo de tomar los recaudos necesarios,

para que los síntomas adversos no aparezcan por sorpresa; desde el hall, las operadoras,

vigilaban las frecuencias vitales, cardíacas y respiratorias, de cada una…; tras 270 hs.

laborales (se supone) están aptos para poder tragar lo que sucede.

Al principio se presenta una sensación de no lo puedo creer mezclada con no

me dejes mirar con un salpicado de morbo sobrellevados a niveles aceptables, como

para que quede anulado cualquier tipo de misericordia en la planta; y los videos tan bien

editados pueden convencer hasta el más escéptico de este modelo generador. Estamos

hablando del futuro del planeta, y de buscar soluciones: increíbles, duraderas y sensatas,

como lo había expuesto Alberto en su ensayo. Con la ayuda de las máscaras de oxígeno

que le otorgaban a cada una, se adentraban en los Matorrales. A través de inmensos

ventanales observaban como domesticaban al animal, al semental; la materia bruta que

obedecía por los chips que se le habían implantado (liberando señales a los

computadores que albergaran las diferentes instrucciones según los diferentes módulos

operandi). Obedecían como robots. Lo que ayudaba para aumentar la calidad de la

materia prima, el esperma. Le daban por ejemplo: bananas, zinc, carne, pollo, maní,

agua, hongos, calabaza, semillas de sandía, chocolate, suplementos... Y lo que ocurría

puertas más adentro es un tema que poco nos ocupa; al mantener el edificio su
privacidad; porque como decía el dueño: "Que se haga público quizás no fuera apto para

todo público".

El capataz se explayaba:

—Si aprecian lo que pasa en lo alto de nuestro edificio es porque trazaron la

línea entre lo que es incorrecto e inevitable. En el Matorral no se habla de moral. Como

en el espacio se anula la gravedad. De aquí en adelante tienen todas las posibilidades de

llegar a abajo.

El almacenamiento de semen que logran escurrir las máquinas robóticas que

automatizan el procedimiento va a parar a los contenedores, para luego pasar a

depositarse en calderas, cuales al alcanzar la temperatura exacta, logran el efecto que

hace que se condense la materia empleada y ejerza presión junto al vapor emanado, para

que las turbinas impulsen los rotadores de los generadores, que abastecen por lo pronto

al edificio y a varias manzanas de Casteldelfels; propagándose y probando que la

energía suministrada a los hogares resulta tan potente como las ganas de violar y

asesinar de aquellos degenerados; que empiezan a devolver, en esa planta, todas las

vidas que se han llevado; incluso sin tener que contaminar; (estos desperdicios).

Como había especificado el fiscal, puede que el remedio sea peor que la

enfermedad. Pero aquí la enfermedad se encontraba con un remedio exitoso (para la

cura de la locura del hambre del hombre que acosa, mata y viola); donde en el prospecto

uno podría observar además de las indicaciones, que figura: -Como no tienen nada que

perdonar aprenderán como donar energía al mundo-.


XIII
El promedio registrado en la fábrica muestra que: uno de cada seis trabajadores con

bitácora cede a la prueba de la quinta planta; al esfumarse, desvanecerse o desaparecer.

Y ocurrió con una de esas seis que no fue Paola. La cual se vio invadida por una batería

de efectos. Teniendo las operadoras que revitalizarla mediante el sistema de

supervivencia que manejaban, cual recibiera las instrucciones por medio de la máquina

maestra alojada en Boxes. Decíamos que Paola pasó por aquella planta con la

convicción y la resistencia de alguien que merece llegar a abajo, pero había otra

cualidad que tenía que ir fomentando.

La paciencia.

Cual requirió cuando por primera vez tomó el valor suficiente de enfrentar el

detector de ojos alojado en la entrada del subsuelo, que le denegó el ingreso;

iluminándose un panel digital mediante una luz roja; que la mandó de vuelta hacia

arriba.

Al pasar tiempo con Jun en la segunda planta, le preguntaba:

—¿Probaste acceder abajo?

—En unos días.

—Está bien —se quedaba pensando—. Solo quiero que estés atento por si

pierdo la paciencia, o si ves que me desoriento, o descontrolo... no dejes que me

marche.

—Descuida, que tus cicatrices ya tienen parche.

La japonesa se acercaba para corroborar que Paola estuviera distribuyendo

correctamente la laca de polvo de oro sobre el jarrón, y mientras se sentaba a su lado le

decía:
—Paola sama. Y Jun te ama —se reía, y chistaba porque se percataba de lo que

pasaba entre ambos.

Compartían tiempo de trabajo juntos esos (últimos:?) días en la planta.

El tutor de Jun era una persona mayor que tenía el aspecto de una

indestructible calma, de quien estuviera centrado en su ser y no tanto en el parecer, y le

comentaba:

—Evita que se fugue la música de tu interior. Es esencial que dentro haya

melodía.

La japonesa intervenía:

—A mí me dolía cuando no me escuchaba. Porque me descuidaba escuchando a

cualquiera. No cualquiera canta. La gente grita o calla; porque tienen muchísimo miedo

y ruido y estorbo en la cabeza.

Quien supervisaba a Jun se enfocaba en el arte, y se lo quedaba mirando, como

si Jun fuera la revelación a las preguntas que se hubiera estado haciendo Paola.

El ritmo de la respiración estaba acorde con la sensatez que ponían en el trabajo;

y se trataban el uno al otro de:

—Sensei.

—Renshi.

La japonesa lo codeaba a su compatriota, y en voz baja le decía:

—Entre estos hay vals.

El sensei respondía:

—Su misión es descubrir que están conectados.

Entre restauraciones de jarrones rotos Paola y Jun conversaban, intentando

ahondar en sus vidas; les costaba profundizar; por lo que Jun decía:

—Me vengo sintiendo apagado estos días. También cuida que no me marche...
—Preferiría cuidarte de que no te manches con esa laca dorada. Pero hablás

como si fueras a solicitar un jarrón.

—... sería más fácil si encontráramos la paz.

—Para eso tenemos el mar.

Contestaba Paola como la resiliente de las damas. Y Jun le contestaba:

—Te queda bien el título de Paola sama.

—Y a ti el de guapo.

Se les manifestaba una sonrisa.

Se habían contagiado.

Juntos podrían abatir las angustias de los Heiderianos.

Con el correr de las horas acumuladas en el trabajo, se sorprenderían, al ser

conscientes, de la intuición que madurara en ellos. Para comprender acerca de la

intensidad generada en la relación. Lo constatamos por ejemplo cuando en medio de

bromas Jun le dijo:

—¿Te prendes para ir al mar...?

—Claro, porque además de guapo sos un aparato.

Y así funcionaban.

Como dos fases, con diferentes voltajes.

Que se atraían.

En la playa, reposados sobre la arena, con el sol que los reflejaba como el

polvo de oro usado en los jarrones restaurados, Jun le dijo:

—Sacate los anteojos, que tengo antojo de mirarte.


Además de la intuición, el mar y el Kintsugi, le habían dado cierta soltura para

hablar sobre el tema:

—Una vez te había contado que en Japón ocurren cosas. No te das una idea la

dimensión que ocupa la violencia. Muchas mujeres apenas entran en la aplicación.

Callan. Otorgan. Que se sepa sobre las agresiones, trae consecuencias. Prefieren

mantener el secreto, y se les hace imposible hablar de eso; es un país que esconde sus

altas tasas de abusos; donde existe una actitud conformista, y se inclinan a decir que no.

Pasa que muchos hombres se sienten señalados, por señalar a otros. Está así de bien

manejado, que resulta en vano. Si te violan eres débil, te dicen: Vos lo provocaste...

Esta vez no podría soportar tanto fuego, que incluso hiciera derretir el hielo que

lo estuviera protegiendo, como para decirle:

—Necesito mar.

Paola lo vio entrar; y la voz de Jun, esa que resaltaba entre las tantas que

escuchaba "Me tengo que mojar, voy a surfear", se fue apagando;… como si fueran las

cenizas de una voz quemada.

Era eso lo que te ahoga…, pensó Paola.

El mar enmudecía.

Una ola muda bañaba la arena.

Como si desiertos se taparan de piraguas.


XIV

Ya no lo dudo, se decía Paola. Llovía y yo vine igual, seguía diciendo sentada frente

al monumento. "Ya no invento". Y miraba hacia arriba a Colón, y a las nubes, como

queriendo encontrar la materia de las que estaban hechas. Con el libro en mano leía:

"Finjamos que la vida es una sustancia sólida, con forma de globo, que hacemos girar en nuestros dedos.

Finjamos que no podemos inventar una historia llana y lógica, tal que cuando se despache un asunto (el

amor por ejemplo) pasemos, de manera ordenada, al siguiente".

Jun se hacía presente justo a tiempo para el encuentro. Algún que otro pájaro

alado se paseaba como si atravesara los cuerpos de las personas.

—Aunque creas que no existo vine.

—Puede que nos haya pasado lo mismo, y por eso decidimos viajar.

—Veo que con Colón lo descifraste.

—...y vos siempre supiste más de lo que aparentas.

—¿Piensas que te lo tendría que haber confesado?

—Cada uno elige lo que contar, pero doy las gracias de que aún lo podamos

superar.

El dedo de Colón apunta hacia la Isla Balear de Mallorca.

—¿Qué quieres que hagamos?

—... dar la vuelta al monumento, de la mano, como si fuéramos a dar la vuelta al

mundo, ya que viajamos...

—¿Segura?

—Tanto como para que me digas que lo que tramas es que me amas.
Eran risas desfiguradas, amorfas y vagas, pero en aquello quedaba todavía una

luz, como una pequeña bruma de espuma en la orilla burbujeando; como el aire que

todavía los peces respiran por las branquias fuera del agua.

—Te había dicho que estés atento que observaras si me desoriento, para que no

me marche...

—Y yo te había pedido que si te olvidaras de todo de lo único que no te podías

olvidar era del amar...

Caminaban lento, como si no pasara el tiempo, atrapados en aquella dimensión

superflua. Olía a que dolía haber tenido que bajar y encontrarse, cara a cara con cada

cuerpo.

Las expectativas aún las conservaban, de que siguiendo trabajando en la fábrica

pudieran aportar su grano de arena.

Paola agarraba la mochila y empuñaba el arma, lo obligaba a detenerse, a que se

quede quieto:

—Voy a probar de que estás hecho.

—Si me provocas hazlo por la boca...

No sabía Jun si reír, llorar o lo qué pensar, y le volvía a contestar:

—No sos buena actriz como para dispararme.

Agarraba el arma y se lo hacía colocar en el corazón, y le decía Paola:

—¡Apretá!, y pintá con mi sangre.

Intentaba gatillar; disparaba. Salían las balas, que no le hacían nada. La soltaba,

temblaba.

Lloraba, llovía, decía: Yo vine igual.

Jun la abrazaba, y se perdía Paola en sus brazos.

Se tocaban, se palpaban, se traspasaban.


Cuerpos como hologramas en la atmósfera.

Se besaban y besaban las partículas de alrededor.

El cielo celeste, violeta, morado, rojo, tornasolado; cubierto, de gris, de negro; y

los no me acuerdo, además de llantos, risas, estruendos.

Las nubes evaporadas hechas gotas. Entre pájaros volaban sedimentos. Ruido de

jarrones rotos, y de humanos partidos a la mitad. Sensaciones y emisiones conjugadas.

Concentración de energía alterna disociada. Atrapados en el sistema sobrevivían. Se

recreaba el aire por medio de suspiros. Para permitir que se terminara de rodar aquella

escena.

Se reincorporaban. Volvían a enfocarse en lo inmediato.

—Puede que esto sea el Kairós —decía Paola.

Se escuchaban entrecortadas las palabras.

—Te traje algo —decía Jun, entre voces indiferenciadas.

—¿Qué trajiste?

—Un paquete. Abrilo.

Le entregaba la bolsa; abría, había jengibre.

—Entiendo, con el agua y las manzanas no alcanzaba.

—Podemos probar con esto. Debe haber alguna otra alternativa.

Se sentaban. Se miraban. Los hologramas.

Veían a través. Podían hablar de manera transparente.

—Con vos Jun, aprendí, que divertirme y desvestirme son casi la misma cosa.

Se levantaba, la alzaba; la besaba, le decía:

—Y yo con vos Paola aprendí a soñar una vida espectacular para que se nos

vuelva un espectáculo.
Se proyectaban varios lugares que habían visitado juntos en esos tres meses en

Barcelona: Montjüic. Galería de Arte Joan Gaspar. La Rambla. Port Vell. La

Barceloneta. Las platges. El Poblenou. Local de surf. Sagrada familia. Park Güell…

En el Park Güell la proyección se detenía. Aquí permanecían; era el sitio donde

había comenzado a vincularse Paola con la creación; a vibrar con el arte. Recorrían el

parque. Se perdían por los viaductos; y caminaban en círculos, como por un laberinto.

Al llegar a la parte alta, un cartel señalaba en dirección hacia el promontorio, hacia el

calvario. Con las flores que habían juntado iban a realizar el ritual.

Con los ojos cerrados arrojaban las flores dentro del jarrón.

Habían logrado descender en la empresa.

XV
El hecho de haber visto desaparecer a Jun en la playa le hizo alucinar con las voces.

Los días que continuaron de trabajo hasta obtener el acceso a Boxes estuvo atormentada

por aquel barullo en la cabeza. Alternaba entre las plantas, de arriba para abajo, de abajo

para arriba, como un pinball, de acá para allá, poing; pensando que al ir incorporando

aprendizajes y recursos, esas cosas la ayudarían para sortear el detector de ojos del

subsuelo. Acumulaba horas en la primera, la segunda y la tercera, también en la cuarta.

Evitaba la quinta. Así como Colón estuviera convencido de que se dirigiría hacia el

oeste, para arribar a Asia, y aunque Alberto la hubiera encarrilado para que direccionara

sus velas (el mundo vela), para establecer un norte, cueste lo que cueste Paola iba hacia

el este. Estaba en ella, el potencial, de ir a contramano, de la masa, la marea. Será por

eso que se marea. Pero dijimos que estaba fuerte, resistente y dura como para lograrlo.
Y, aunque alguien apostara que descendería al subsuelo pronto, intuía que algo andaba

mal; y le dolía.

Pues lo confirmó.

Cuando se cruzó con Jun, aquel día por la tarde en el hall, y ni siquiera la saludó.

—Jun, ¡qué te pasa! Me estás esquivando.

Pasaba de largo, no la registraba. Paola lo perseguía, lo frenaba. Se le ponía

delante:

—Te voy a dar una cachetada si no me contestás.

Jun no abría la boca, la corría a un costado.

—Te estás equivocando conmigo.

Aun no tenía idea, de dónde venía.

Como cada vez que desaparecía no contestaba los mensajes, llamados, y la madre

se preocupaba porque no llegaba a la casa. Lo único que tuvo para decir fue:

—Vengo de abajo.

Paola hizo silencio, se le transformó el rostro. Se puso inquieta:

—Decime algo más. Hablá.

—Pronto verás lo veraz de todo esto.

—¿A dónde vas...? ¿Qué te pasa, que hay allá? ¿Qué es lo tremendo?

—Me voy a seguir trabajando.

Subían los dos por el ascensor. Paola se sujetaba a la espalda de Jun; se le tiraba

encima:

—Hablá, que te estoy diciendo que no me importa lo que viste, si yo te quiero

igual.

Se mantendrían distanciados el resto del día.

No regresarían juntos en el tren, tampoco irían a la playa.


En el despacho de la fábrica, al día siguiente, Alberto lo convocó a Jun para una

reunión de logística:

—¿Cómo la observas? ¿Piensas que está lista?

—Para mañana lo estará.

—Mantente alejado y cuando logre entrar, vas a tener que estar ahí, presente,

entiendes tu función. Esto lo preparamos de cabo a rabo, de q a k, desde el principio.

Que su cuerpo esté abajo, no significa que podamos manipular cual va a ser su

respuesta. Hay que estar atentos. Nos la estamos jugando; entre si despierta o

desaparece. Nos aseguramos de que tú despertaste. Y te comprometiste a darnos una

mano; pero en realidad sigues ahí recuperándote, para que cuando Paola te vea, nos

crea. Vigilala, y mantén algo de distancia. Nos vemos mañana.

Jun permanecía en el despacho, tenía alguna duda:

—Alberto, y cuando este tratamiento, experimento, como lo llame termine, ¿qué

va a pasar? ¿Seguiré conectado a Paola?

—Me conoces, y comprendes que me gustaría darte esa respuesta pero no la

tengo. El objetivo que pactamos estaba bien claro cuando aceptaste los servicios de la

empresa. Lo demás corre por cuenta de otras fuerzas que me superan.

Aquel día se respiraba un aire perplejo. Parecía la máquina mandar señales a cada

uno de los trabajadores advirtiéndoles que alguien iba a bajar, e ingresar a Boxes. Las

operadoras estaban en sus puestos como era costumbre desde primeras horas del día.

Jun se reunía con Alberto en el edificio para repasar detalles. Paola tomaba el tren a

Casteldelfels. Recibía un mensaje de su amiga Cecilia camino al trabajo: "Hola Paola te

quiero felicitar, hoy se cumplen tres meses desde que llegaste a Barcelona". Le agarró
cierta punzada en el estómago, como una sensación de alegría, mezclada con nervios. Se

había olvidado el libro en la mesada de la habitación. Disfrutaba mirar por la ventana

como en cada recorrido de tren. El aeropuerto, el mar, la playa, jarrones, cementerio,

voces, emigrar, partir, surf, olas... se le cruzaba un repertorio entero de esos tres meses

por su cabeza. Algo dentro se había removido; algo había cambiado en su interior, como

para sentirse a gusto con el trabajo. Los tres meses habían pasado volando como las

palomas que veía pasar por el cristal. Pensaba en las tres veces que probó ir al subsuelo,

y se decía: La cuarta es la vencida, mis ojos superarán el detector. Caminaba hacia la

fábrica. Los camiones entraban y salían, dirigiéndose a las diferentes ciudades y países.

Jordi el encargado de la distribución de mercaderías se comunicaba con Alberto, que

estaba en el despacho hablando con Jun: "Listo. Salen a primera hora los camiones para

Málaga, Andalucía, Jerez, Madrid, La Coruña, Vigo y San Sebastián. También salen al

aeropuerto con destino a China, Rusia, Australia, Polonia y Turquía". El próximo gran

paso de Alberto, y en el que venía trabajando sería: abrir más fábricas en estos y otros

países.

Entraba al edificio, se anunciaba en el mostrador, y le entregaban la bitácora. Se

iba para la segunda planta, tenía ganas de restaurar jarrones, y de hablar con su

instructora japonesa; quien le dijo, cuando no pudo encajar un pedazo del jarrón de

manera perfecta:

—Que el Kaizen no te canse.

La intuición de Paola para descifrar lo que le decía la japonesa era extrema, y le

contestaba:

—Me está diciendo que hoy se me abren las puertas de abajo...

La japonesa esta vez le ganó cuando abrió extremadamente grande los ojos.

—Aguarda, cuando entres abajo recuerda que el pasado es un ácido.


Bajaba.

Estaba en la primera planta.

Hall.

Alberto estaba hablando con una operadora.

Cuando la vio, le dijo que pasara al despacho.

—¿Estás al tanto qué día es hoy?

—14 de agosto.

—Solo te quería decir que, estamos muy a gusto con tu desempeño en la empresa.

Eran señales que interpretaba como favorables por el deseo de ver algo que no

tenía razón de ser. ¿Por qué entonces ir abajo? … Había que comprobarlo, ese es el

espíritu humano de un ser que toma acción. La incertidumbre en parte nos mueve. El

deseo de cambiar. De que muera algo en nosotros. De salir a flote. De emprender una

lucha, una revolución, una batalla. Superarnos, vencer, creer, que hay algo mejor. Que

hay algo más. La puta que los parió. ¿Qué?

En los monitores las operadoras podían observar que en el perfil de Paola la barra

se había completado. Indicando eso que:

—Va a entrar.

Las cinco operadoras supervisaban las frecuencias. Jun la seguía metros atrás. Un

habitáculo a media luz tras bajar por una escalinata, que la separaba de las tres salas de

Boxes. Respiró profundo y enfocó sus ojos al detector. Tras dos segundos de analizar los

datos que conjugaban como los verbos su persona con el perfil alojado en el sistema, se

prendió una luz verde digital, y se le abrió la compuerta. Un corredizo largo poco

iluminado la dirigía siempre en línea recta. Lo único que había por ahora era un pasillo.

Observaba personas con bata blanca que caminaban, y doblaba por el mismo corredor

que giraba en medialuna hacia la izquierda. Un cartel: Boxes 1. Bajaba por la rampa.
Una recepción.

Una administradora que tras un mostrador la recibía:

—Bienvenida a Boxes Paola. En este tiempo se te ha preparado para que puedas

descender en la empresa. Ahora solo depende de ti. Tu trabajo ha finalizado.

Le hablaba con un tono directo pero amable.

—Ponte la bata, y puedes ingresar.

La mujer le colocaba la bata. Paola sentía una electricidad interna. Estaba en un

nivel intermedio entre: fuego, hielo y agua. Hasta allí en el monitor de las operadoras

estaba estable.

—Aguarda —le decía la mujer—. No tienes que pensar demasiado. Estuviste

haciendo el trabajo indicado.

La oscuridad era total, se guiaba con las manos, pisaba con cuidado. Las

operadoras desde arriba monitoreaban la ubicación. Al entrar en la sala encendieron las

luces, que se fueron prendiendo como si amaneciera. Paola tocaba algo, "Qué es esto",

tenía forma de brazos, de piernas, de cuerpos recostados sobre camillas. Una sala del

tamaño de un estadio de fútbol albergaba a esas chicas que estaban conectadas a la

máquina maestra.

Mantenía la entereza. Veía una, dos, cuarenta, y más. Al lado de cada camilla un

monitor que marcaba en líneas ondulantes azules y rojas las frecuencias activas y

pasivas. De entre tantas chicas veía algún que otro chico.

Las operadoras constataban en el monitor que el cuerpo de Paola empezaba a

mostrar frecuencias inestables, las azules, las pasivas, se interponían ante las rojas.

Paola en persona no lo demostraba. Cuando se empezó a sentir mal salió de la sala, las

voces eran demasiado fuertes, incluso venían de más abajo.


Cuando dejó la sala trató de asociar aquello con el repertorio de imágenes que se le

pasaban por la cabeza. Había una mezcla de percepciones en su interior. Estaba donde

tenía que estar, pero quería ir más abajo.

La administradora decía:

—Tienes que continuar derecho por este pasillo, y seguir descendiendo por la

rampa hasta Boxes 2.

Jun la perseguía.

Una mujer detrás de otro mostrador la recibió:

—Bienvenida Paola a lo más recóndito de esta empresa. En Boxes 1,2 y 3 como has

visto nos encargamos de reparar a las personas que se han partido.

Le indicaba que continuara derecho. Paola quedaba frente a la puerta que se le

abría en dos. La visibilidad era nula, pero de nuevo como si amaneciera, las luces se

fueron encendiendo.

Alberto lo había alcanzado a Jun:

—Es el momento —lo palmeó.

Paola caminaba entre camillas y cuerpos, uno, diez, ciento cincuenta. A la

izquierda le dio la sensación que se veía. Se acercó. Quedó congelada. Le temblaban las

piernas, cuando se vio recostada. Lloró. Veía en el monitor las ondas azules y rojas. Las

operadoras le comunicaban a Alberto, mediante el diminuto auricular que portaba en el

oído izquierdo, que se encontraba inestable, que los efectos adversos se podían desatar.

"Hazlo ahora", le dijo una de las operadoras a Alberto.

Entró en la sala, se le acercó, se colocó al lado de Paola, y de la camilla con su

cuerpo:
—Aquí es donde sanas —le colocaba la mano en el hombro —. Estás buscando

rehacer tu propio diario para que no aparezcas en los diarios.

Permanecía callada, Alberto se quedaba quieto. Paola solo quería escuchar varias

respuestas a ese panorama de camillas conectadas. Alberto le sintetizaba:

—Paola, la máquina te controla. Ahora tienes que decidir si vas a despertar.

Estaban Yo contra Yo, Paola contra Paola, buscando el equilibrio, el centro, el

meridiano; el epicentro, el punto magnum.

Alberto se lo decía de esta manera:

—El mediodía de tus melodías.

Paola se alejaba de Alberto, y sin querer se dirigió hacia el lado contrario de la

puerta. Veía borroso, se agitaba. Las operadoras le comunicaban a Alberto: “La tienes

que detener, ¡no lo va a soportar!”

Las voces ya no las escuchaba porque estaban ahí. Se le ensordecía la memoria, la

mente, los recuerdos. Parecía que se caía, se ayudaba con los brazos, y se sostenía de

una camilla. Seguía caminando, y golpeó contra otra.

Alberto le hacía señas a Jun para que se acerque:

—Haz lo tuyo.

Paola se sostenía contra la camilla, se dio cuenta que conocía el cuerpo. Estaba

frente a Jun; (cables que van al monitor y a la máquina).

Alberto se decía: Paola resiste, lo vas a lograr.

Jun la ayudaba a mantenerse de pie, “De qué se trata todo esto”, le decía, “Por qué

me mentiste... si vos estás acá”.


—Conozco los procedimientos de Alberto, no podía estorbar. Estamos peleando

los dos por igual.

Paola era dura, fuerte, resistente y se mantenía parada. Sabía que necesitaba más

explicaciones, y por eso preguntaba:

—¿Qué más ocultan?

Estaba preparada para escuchar cualquier cosa.

—Que Alberto es tu papá. Esa es la verdad. No hay nada más que ver, solo fija tu

mente en todas esas Papaver.

La máquina maestra mantenía a los cuerpos conectados, y además daba

funcionamiento al sistema de simulacro, que estaban viviendo como una neta realidad.

El simulacro funcionaba como el fuego: ENCIENDE.

Ni en 3D, ni en 4D.

En 100D.

De ahí su veracidad.

XVI
Jun la buscaba, Paola había desaparecido. Se decía: Tienes que volver. No había

caso, no aparecía. Estaba haciendo el traspaso de una a otra realidad. Su viaje hacia

Barcelona se había concretado, y ahora emprendía ese otro viaje con el siguiente

destino: Despertar. En la empresa Alberto no se despegaba de la camilla, le apretaba

fuerte la mano. Le decía: Vas a regresar. Paola luchaba, intentaba desatarse de las

últimas ligaduras, desprenderse de aquellos grilletes que la mantenían aferrada al ácido


de su pasado. Las operadoras borraban su perfil, los datos correspondientes en el

archivo; dejaban todo listo para que se resetee. Las ondas rojas superaban por amplio a

las azules. Estaba dando resultado. El cuerpo se tambaleaba, junto a la camilla que

chasqueaba contra el piso. Un hombre con bata blanca se acercó a Alberto:

—Está… sanada.

Se le caía un cuántico lagrimón de emoción. Las emisiones quedaban dentro del

programa, dentro de los monitores de las operadoras. Y la máquina maestra por su parte

continuaría haciendo su trabajo, con los demás cuerpos que vivieran sus historias, sus

rodajes…, sus escenas, en los distintos simulacros; escenarios.

Alberto le rozaba con la palma de la mano la frente; de estar con los ojos cerrados

comenzaba a pestañear…

… internamente había procurado destituir lo que

no; comandar, dirigir, transformar procesos sinápticos en síes de configuración;

eliminar por descarte lo que corrompe y atenta; e iluminar su bitácora; su propio diario:

de ideas, sentidos, pensamientos, silencios, anónimos, ánimos, emoción, lenguaje, actos,

escenas y mucho valor. Mediante aquella conjunción, de memorias decodificadas; que

equilibran, y subsanan; al hallarle sentido a la propia máquina: que se auto-valora.

Dormida recuperaba el agrado de despertarse en hora. Despierta recuperaba al ser que se

valora. Y una vez valorada recuperaba la fe.

Jun recorría Barcelona de punta a punta, podría haber estado tres meses más sin

encontrarla. Todo había vuelto al origen, a su lugar...


Regresó a última hora para la fábrica. Pidió que le alcanzaran las cosas de Paola,

por lo menos para poder aferrarse, conectarse a algo…, para que la pudiera traer de

vuelta. Conectado o no seguiría insistiendo el bueno de Jun. Tenía la mochila,

observaba el arma; (tenía las balas). Del bolsillo delantero sacó la llave del edificio...

Subió al cuarto piso, entró en la habitación. La cama; la sensación de los dedos

por fuera de la sábana; la valija, el cuarto estaba igual como lo había dejado. El libro en

la mesada, la cortina cerrada, la botella de litro y medio de agua; sobre la valija el

paquete de tés, junto a dos jengibres, y cuatro manzanas (la Habana`na, platano, sin un

mango, Jun cereza, ¿le importaba un pomelo dar con su media naranja? El panorama

durazno, damasco y desespera. Alguien más astuto diría: ¡chupate esta mandarina!);

dentro de la valija otro paquete, con la siguiente inscripción: -Extracto de salvia “la

Hierba Sabia”-; una papaya, y una hoja suelta donde había escrito Paola: Debe haber

otra alternativa.

Sobre la mesada un sobre. Dentro una nota.

Abrió, leyó:

En parte tú me salvaste, y en parte Alberto también me salvó. Volveremos a


vernos en el Kairós.

Al costado del libro, un jarrón.

En una hoja escrito un link y una especie de ilustración, con una extraña prosa

cual aboga por la crucifixión rosa:


Suspira.

No ríe, ni llora.

Acomoda el jarrón y algunos otros pedazos recoge del suelo; (los que quedan).

Mira a su alrededor, derecha, izquierda, frente, izquierda y detrás. Saca del saco...

Sale corriendo.

Sobre la base del jarrón queda una amapola.

Jun se emociona.

Ahora sabe que, ama a Paola.

En la empresa Paola abría los ojos.

El Plan Teo funcionaba.

El desenlace aún era incierto.

En Copenhague la pena de muerte no había sido aprobada.

En Buenos Aires, el fiscal, creaba la doceava carpeta. Donde anotaba:

Definitivamente la solución para esta sociedad no estaba en las penas estaba en los

penes.

Paola y Alberto vivían su reencuentro.

Una mirada de padre a hija; (muchísimo más paternalista que la de un jefe).


Las lágrimas de Alberto.

Y las palabras de Paola:

—Pa´hola.
42

Alberto se preparaba para dar la conferencia.

PLAN TEO
FU FIN
Epílogo.
Antes de que esta barbaridad se desate, y la civilización se tuerza:

Alberto se había reunido con la madre de Paola.

Le había preguntado:

—¿Qué decidiste?

—…abortar.

—¿Segura?

—Si.

Haya lo que haya escogido la madre, sabía Alberto cómo esto iba a terminar.

Por lo que ideó al inicio (a modo de orientación), este enunciado o acertijo o

ecuación o poema o mapa o juego o tesis o síntesis o lo que fuera, al respecto:

LA GENTE SUELE PENSAR

Y SE QUEDA SIN

WW
Gracias por llegar hasta aquí, ha sido un honor que me

leas. Si piensas que le puede interesar este libro a más

personas que conozcas solo te voy a pedir un favor: ¡que lo

compartas! ¡Ese será mi mayor regalo!

Y si quieres comentarme alguna sensación o lo que sea

con gusto la leeré si me mandas un mensaje pinchando

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provocado algo en ti que lo recomiendes!

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