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Pazos, Josefina Alicia / Sia de Cupertino: intercesor de los estudiantes. - 1° ed. 1" reimp. - Buenos Aires: Santa Maria, 2004 32 p.; 17x12 cm. ISBN 987-9405-22-6 1. San José de Cupertino-Biografia I. Titulo CDD 922.22 Investigacion de textos y Redaccién: Josefina Alicia Pazos Oraciones de Mirta Liliana Bellotti Impreso en Argentina en el Instituto Salesiano de Artes Graficas Don Bosco 4053 - Buenos Aires Hecho el depésito que sefala la ley 11.723 1S.B.N. 987-9405-22-6 Todos los derechos reservados por Editorial Santa Maria Av, Rivadavia 8517 - (C1407DYH) Ciudad de Buenos Aires @/Fax: 4672-9067 / 9112 / 9417 7 Queda prohibida Ia reproduccién de esta publicacién, por cualquier medio o ty tratamiento informitico, sin autorizacién del editor Respete nuestro trabajo editorial, NO haga fotocopias ole INTRODUCCION Vamos a transitar una de las vidas de santos con mas duras y extranas aristas. Desde nifo experimenté José de Cupertino la rigidez ma- terna en su educacion, el sufrimiento de una cruel enferme- dad, la intolerancia de su propio temperamento. Pero el Senor es paciente y espera los tiempos de cada al- ma. Como Pablo de Tarso, Agustin, Francisco y tantos otros san- tos, José sintio fuertemente el llamado de Dios a través de do- lorosas experiencias. Lo entreg6 todo, en cuerpo y alma, pudiendo exclamar: “;Qué estrecha la entrada y angosto el camino que lleva a la Vida!” (Mt. 6.14) Tenia serias dificultades intelectuales. S6lo su extraordina- tio empefio en los estudios y su confianza en la bondad de Dios con la oracion y el ofrecimiento, le permitieron superar ex4- menes y llegar al sacerdocio. Por este motivo es especialmente invocado como Patrono y protector, eficaz intercesor de los Estudiantes que recurren a él en cursos y examenes. A pesar de no tener estudios especializados en Teologia su- perior o de la mistica elevada, su discurso en estos temas es tan fluido y claro que admira a tedlogos y ascetas. “Yo te bendigo, Padre, Senor del cielo y de la tierra, porque bas ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has re- velado a los pequenos.” (Mt 11,25) Dios lo colm6 con experiencias misticas sorprendentes. Pio XII lo llama “El Santo de los vuelos”. En el proceso de su causa, recogemos el testimonio del car- denal Facchinetti: “Fray José de Cupertino era un gran contemplativo, un po- bre perfectisimo, un humilde confirmado por eficacisimas y po- derosas experiencias... Siempre avido de la mayor gloria del Al- 236 lisimo y enamorado del bien del projimo... Al hablar de Dios, enlazaba lo cientifico con lo familiar, de tal modo que cauti- vaba con la sencillez y satisfacia con la doctrina, a pesar de no haber estudiado otro libro que el Crucifijo.” Una a una se cumplieron en la vida de José de Cupertino, las bienaventuranzas que Jestis expreso en la montana. Este seguidor de Francisco de Asis hubo de sufrir el dolor y la injusticia, floreciendo su alma con la mayor mansedum- bre, pobreza de espiritu, caridad misericordiosa, amante de la paz. jAlégrate y regocijate, pobre frailecito José, porque abraza- do a la Cruz de Cristo, exhalando el perfume de la santidad, grande es tu recompensa en el reino de los cielos, alabando eternamente las misericordias de Dios! CRUZ Y FIDE IDAD DE UNA VIDA Y ti, Cupertino, No serds llamado pequerio Entre los pueblos del Otranto, Porque de ti saldra un sol de santidad Que engendrara tu luminosa gloria... 1. Los primeros anos Nacio José en este pueblo del sur italiano el 17 de junio de 1603, hijo de Félix Desa y Francisca Panaca Siendo su padre carretero, heredero de algunos bienes y cus- todio del castillo del duque de Acerenza, disponia la familia de un tranquilo pasar econdmico. Hombre de bien y generoso pero a la vez incauto en los ne- gocios. Saliendo de garante de personas insolventes o inescru- pulosas, hubo de cargar con deudas ajenas de las que respon- dia con sus propios bienes ante la justicia. Escapando en una ocasi6n del rigor de la ley, su esposa se refugio en un establo, ya proxima a dar a luz al sexto de sus hijos. Alli nacié José, en el dolor y el desamparo al igual que Je- sus. Las crueles circunstancias de la vida habian endurecido a es- ta mujer, exigente para si misma y rigida en la educacion de sus hijos. José Maria -como lo habian bautizado- crecia con un tem- peramento violento y agresivo, terco, caprichoso, arrogante. En contraposiciOn, gustaba del silencio. Su parquedad lo ha- cia poco comunicativo. Se lo veia con frecuencia enajenado en su mundo interior. A pesar de la precaria situacion econdmica, su madre se preo- cupo por hacerlo estudiar. Las dotes intelectuales de José no eran por cierto brillantes, lo cual sumado a su especial conducta, dieron escasos resul- tados en el aprovechamiento del estudio. solo al participar en Las clises de musica ¥ canto su espiri- tu se transportaba de gozo y se abstraia en pensamientos rales que lo evadian de la realidad 2. Dolor y m agro A los ocho aos una cruel y dolorosa enfermedad con terri- bles Hagas. lo obligaron a dejar la escuela y guardar cama Se vio expuesto a los horribles metodos “curativos” de la me- dicina de su tempo, Atado sobre una cruz soporto tijeras de pla- ta penetrando en su carne y hierros candentes para cauterizar las grandes hendas. Por supuesto que la prictica no fue positiva y el mal se ex- tendio con mayor fuerza, Su madre, con gran confianza en la misericordia divina lo Nevo al santuario de Santa Maria de las Gracias, en Galatone Luego de fervientes suplicas, el ermitafio derram6 sobre la Ila- ga unas gotas del aceite de la kimpara que ardia ante la Vir- gen. José se incorporo totalmente curado. Dios habia manifestado su amor en el milagro Esos cinco largos afos de enfermedad dieron frutos benéfi- sen el alma de José. El “sufrir sin quejas” que su madre le inculcara fortalecié su voluntad y pacien lecturas maternas sobre San Francisco (ella era terciaria), da- ban alas a su fogoso coraz6n y comenzo a desear ser francis~ cano como mensajero de paz entre los hombres y hermano de todo lo creado. co asi como las 3. Una nueva aurora Ya restablecido ejercio varios oficios de campo y zapateria, Pero sus deseos de una vida retirada y sus practicas piadosas lo distraian del trabajo en actitudes que provocaban la risa de la gente. José reaccioné con violencia ante las burlas. Fue tal el epi- coe sodio que lo echaron de su pro- pia casa. Vagé solo, rumiando muy adentro sus actitudes. Fue una noche dolorosa pero rica en fru- tos. Se vio a si mismo como un inservible y sin proyectos vale- deros. Surgieron aqui los valores morales y religiosos infundidos por su madre. José sintio que una aurora nueva surgia en su alma: conver- tirse a una vida virtuosa, al tiem- po que se acrecentaban sus an- sias vocacionales. Se consagr6 al servicio de la Virgen como voluntario en las obras del Santuario de la Grottella* . 4. Las piedras del camino Vestir el sayal del Santo de Asis era su gran deseo. Recha- zado por los franciscanos conventuales y por los reformados, finalmente fue aceptado por los capuchinos y destinado al con- vento de Martina Franca donde tomé el habito bajo el nombre de fray Esteban. Las mortificaciones propias de la vida religiosa no incomoda ban a José, acostumbrado de pequefo a una severa disciplina. Era humilde y obediente. Pero su torpeza llegaba a limites intolerables. Todo se colm6 cuando él mismo, con un cuchi- Ilo, se oper6 una rodilla, lo que desencaden6 una larga con- valecencia. * A mediados del siglo XVI un pastor descubrié en la pared de una gruta la imagen pintada de la Virgen con caracteres bizantinos, que pronto se con- virtié en lugar de devocién mariana. Re FE] resultado fue la expulsion como capuchino “Cuando , 2 Q ’ ban el sayal, me parecta que me arrancaban la Piel” Sacave se . 5. Del rechazo al jubilo Desalentado Por ¢| triste desenlace de sus aspiraciones religiosas y sabedor de los repro- ches y burlas que le es. peraban en Cupertino emprendio el agotador camino donde fue to- mado como espia, la- drén y vagabundo. Muerto su_ padre, buscado por la justicia a causa de las deudas de aquél, recriminado por su madre, huyo «a la Grottella permane- ciendo escondido seis meses con la sola com plicidad del sacristan quien, viendo las dotes de piedad y virtud de José intercedié ante e! padre Francisco Desa, superior del convento de Cupertino, sien- do aceptado José como terciario. Vistio el habito amado y el cordén que lo hacian parte de la familia franciscana A los veintidés afios se lo incorporé como hermano lego. Secretamente retom6 sus libros para poder leer y escribir. Ponia gran empefo en sus estudios. Enterada la comunidad de su inquietud afadida a una con- ducta servicial y prudente, lo admitieron en el noviciado. *8¢

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