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La Republica y Clarín.
Traducción de Cecilia Beltramo.
Domingo 27 de mayo de 2001.
El discípulo Hans Georg Gadamer , quizá el más grande filósofo vivo,
recuerda las clases de su maestro, Martin Heidegger, y examina su
decisión de apoyar al nazismo. Gadamer evoca las influencias que
marcaron a Heidegger y su novelesca pasión con la joven filósofa
judía Hannah Arendt.
El 26 de mayo se cumplen veinticinco años de la muerte de Martin
Heidegger, el controvertido filósofo del siglo XX. Nadie mejor para
evocarlo que Hans Georg Gadamer, uno de los más grandes filósofos
vivos. En una nota del 22 de enero del 39, recogida en sus obras
completas, Heidegger escribe que Gadamer es, junto con Walter
Bröcker, "el único que domina en verdad la filosofía antigua, que
constituye el alfa y el omega de la educación filosófica".
—Hasta cierto punto. Baeumler, por otra parte, no era ningún tonto.
Escribió un libro nada malo sobre la Crítica de la razón pura , de
Kant. Después, sin embargo, Heidegger criticó su interpretación de
Nietzsche. Baeumler, que junto con Ernst Krieck y Alfred Rosenberg,
se había convertido en uno de los inspiradores de la política
cultural del partido nacional socialista, reaccionó con hostilidad.
También se convirtió en acérrimo enemigo mío y trató por todos los
medios de obstaculizar mi carrera.
—Háblamos de Nietzsche...
—En realidad, Heidegger hizo todo lo que pudo por ayudar a Löwith,
pero no era un valiente y, de todos modos, no habría obtenido nada
de los nazis. El destino de Löwith estaba sellado desde el
principio. Lo que terminó con la amistad fue que, en esas
circunstancias, cuando Heidegger viaja a Roma en 1936 y, al día
siguiente de su conferencia, va a buscar a Löwith, no tuvo la
delicadeza de quitarse el distintivo del partido. Para Löwith fue
una provocación, y eso precipitó la ruptura.
—No cabe duda de que Heidegger era temeroso, pero decir que fue
antisemita es una necedad. Cuando se hablaba del tema, Paul
Friedländer, un colaborador de origen judío que había trabajado con
él en Marburgo, decía que para Heidegger el único criterio de
selección era la inteligencia, no los orígenes judíos o arios. Por
lo demás, sus numerosos discípulos judíos —Löwith, Jonas, Hannah
Arendt, Günther Anders, Marcuse—, así como el hecho de que a
principios de la década del 30 incluso su asistente, Werner Brock,
era judío, constituyen la mejor refutación.
—No, no creo que la poesía de Celan quiera decir eso. Me parece que
interpretar su relación en esos términos es reduccionista, como si
no hubieran tenido otro tema de discusión que el nacional socialismo
y el holocausto. Seguramente hablaron de otras cosas. Heidegger
admiraba mucho la poesía de Celan. La consideraba arte con
mayúsculas, la forma del pensamiento poético que él impulsaba. A
Celan, por su parte, le interesaban los temas filosóficos que
abordaba Heidegger. Ambos compartían un mismo sentimiento respecto
de la importancia de la poesía en una época de crisis.
—No, en absoluto. Para nosotros fue una sorpresa, pero eso arroja
una luz más humana sobre su personalidad. También la figura de la
mujer de Heidegger se revalorizó. Se la suele considerar una nazi
fanática pero las cosas no son así. El hecho de que Heidegger
decidiera quedarse a su lado significa que, a pesar de todo, Elfride
era la mujer indicada para él, y que su organización doméstica le
permitía a él ser lo que era. Heidegger tenía una gran fantasía pero
al mismo tiempo poseía una disciplina de hierro en lo que respecta
al trabajo. Si bien estuvo expuesto a muchas tentaciones, sobre todo
en lo que hace al sexo opuesto, consiguió elaborar una obra
filosófica de extraordinaria envergadura.
—Pero se dice que era una mujer muy rígida, que fue ella quien evitó
que su marido asistiera al entierro de Husserl.