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RESUMEN DE LAS UNIDADES 5 Y 6 DE LA CÁTEDRA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA 2

(CICLO LECTIVO 2018). ELABORADO POR ABEL MURCIA Y NAHUEL MALDONADO.

UNIDAD 5: EL CICLO DE LA ADULTEZ


ADULTO JÓVEN

Amorín: acerca de la adultez


Durante largo tiempo para la Psicología Evolutiva, el estudio de la adultez ha quedado desdibujado ante los fulgurantes
destellos de niños, niñas y adolescentes. Tal vez el primer toque de alerta vino de la mano de lo que se conceptualizó
como “crisis de la mitad de la vida”.

Desde esta visión reduccionista respecto a la adultez se planteaban subdivisiones de los tipos de adultos, las cuales hoy
en día se nos presentan como demasiado ingenuas o normativas e incluso teñidas de implicaciones de clase:

-adultez joven: desde los 20 a los 30 años. Su eje estaría centrado en consolidarse en el ámbito laboral, consolidar una
pareja y fundar un grupo familiar pretendidamente estable.

-adultez media: hasta los 40 años y centrada en los cambios corporales, cambios hormonales, tendencia reflexiva o
balance existencial y perspectiva psicológica.

-adultez tardía: hasta los 65 años, periodo destinado a procesar las pérdidas concomitantes y soportar la inminencia de la
vejez.

Por su parte el psicoanálisis desde sus inicios, veía a tales sujetos como un despojo residual de un derrotero
afectivo-sexual infantil y puberal, reproduciendo la marca indeleble y eficiente del influjo parental. Sin embargo esta
perspectiva estuvo teñida de un registro epocal resistente al cambio y muy diferente al de ahora.

Hoy en día hablamos de una mutación civilizatoria, un desfondamiento de las instituciones y un amplio margen para la
novedad y lo emergente. Quizás las nuevas lecturas sobre la subjetividad y el desarrollo han empezado por la crisis
evolutiva más transformadora: la adolescencia. Si pensamos a la adolescencia como un trabajo de deconstrucción y
reconstrucción sobre sedimentos que afectan la arquitectura del nuevo edificio, pero a la cual no podríamos someternos
completamente. Es posible pensar en los adultos un proceso similar, en lo que se ha dado a llamar la “crisis de la edad
media”.

Para la cultura posmoderna la adolescencia pareciera ser el modelo al que habría que llegar y tratar de instalar para
siempre, es hermoso lo muy joven y habría que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se pueda; siendo lo viejo
algo vergonzante y un fracaso personal. Sin embargo las personas que transitan por la adultez actual se ven inmersas en
un contexto de transformación y modificaciones de necesaria definición, diferenciación y juicio, que constituyen una
verdadera crisis evolutiva. Es necesario considerar entonces algunos elementos necesarios para definir a la adultez. A) la
relación con sus padres y con los mayores en general B) la relación con sus hijos y con las generaciones más jóvenes en
general C)relación con su propio cuerpo D) relaciones de genero E) sexualidad y vicisitudes pulsionales F)vida afectiva
G)inserción al mundo laboral H)proyecto personal y colectivo I)construcción y deconstrucción de la identidad Y)vivencia
subjetiva del tiempo K)vivencia ante la muerte.
Yuni Urbano: Psicología del desarrollo. Enfoques y perspectivas del ciclo vital.
Cap. 8: el ciclo de la adultez

La adultez surge de la juventud y su trabajo psicosocial consiste en abandonar paulatinamente la moratoria psicosocial y
asumir un compromiso de participar en la vida social, ejecutando una tarea que le otorga una posición dentro de la
estructura de una comunidad. Esto posibilita que el adulto se responsabilice de sus propias necesidades y deseos, en un
trabajo que concilie las demandas sociales con los ideales personales respecto a lo que es ser un adulto.

El sujeto adulto debe realizar un esfuerzo por lograr adhesiones comprometidas respecto a los vínculos afectivos, de
trabajo y de asunción y concreción de la orientación sexual decidida. Este compromiso supone optimizar aquello con lo
que se cuenta y dejar de buscar idealmente una adhesión irrealizable, requiere descentrarse de las propias necesidades y
deseos para idear un proyecto compartido. Para ir al encuentro con otro se debe sacrificar algo de sí.

El adulto, ya maduro psicosexualmente, busca satisfacer una necesidad psicológica de “procrear” junto con la persona
con la que ha establecido una adhesión de mutua solidaridad afectiva, esa necesidad es la de crear un nuevo ser
producto de un proyecto compartido, a través del cual se canaliza la necesidad de cuidar de otro y se transfieran los
anhelos de los ideales propios. Un adulto que ya sabe cuidarse a sí mismo necesita vehiculizar esta acción de cuidado
hacia otro sujeto. Esta posibilidad de cuidar es el resultado de ser capaz de cuidarse a sí mismo y ocuparse de aquello a
los cual se adhiere afectivamente. Así el adulto se ofrece como modelo ejemplar con capacidad de preocuparse y
comprender pacientemente a la de la generación anterior (los padres) y la generación próxima (los hijos), en un
intercambio en el que se transmitan los valores promulgados por el ethos comunitario; para esta transmisión se deberá
tomar una conciencia responsable y una capacidad de ejercer la autoridad para cuidar de aquello que se genera, sean
esto seres, productos o ideas, lo cual implica no excederse en autoridad cayendo al autoritarismo y también implica
sostener los propios ideales de una manera comprometida y responsable.

El trabajo psicosocial de la adultez consiste entonces en gestar creativamente algún producto que represente y refleje el
trabajo realizado, en pos de un proyecto que dé cuenta de que el movimiento de la energía creativa no se estanca. Esto
implica afirmar su propia identidad en sus productos, lo cual es afianzar las raíces que sustentan al Yo. El aprendizaje
psicosocial está dado por aprender a cuidar aquello que se genera, solo se puede cuidar algo que represente familiaridad
para con la propia persona, es decir metas e ideales considerados productivos. Cuando los mecanismos de la ética, el
derecho y los sistemas de creencia religiosa (que se ocupan de promover un cuidado más universal que incluya a todos
los sujetos de una comunidad, más allá de que sean afines o no a los ideales particulares de cualquier grupo) son
insuficientes para generar una conciencia solidaria de cuidado recíproco, surgen acciones tendientes al rechazo de los
grupos considerados peligrosos. Esto explica las enemistades y destrucciones que condenan a diferentes grupos
humanos a desaparecer.

En definitiva, la adquisición psicosocial en la adultez se resume en “tener cuidado, cuidar de, preocuparse por” sí mismo,
por los productos, ideas y seres que genera; y por el sostenimientos de los intercambios comunicativos entre las
generaciones.

Colarusso: desarrollo psíquico: el tiempo y la individuación a lo largo del ciclo vital.


El proceso de separación- individuación es el responsable de la creación del sentido estable del self. Este proceso es
continuo a lo largo de toda la vida ya que cada nuevo aspecto de funcionamiento contiene al menos una mínima
amenaza de pérdida objetal.

La separación-individuación en la adultez es conocida como la tercera individuación y se lo relaciona con 1) la evolución


predeterminada biológicamente a través de las etapas psicosexuales 2) el cambio gradual de la familia de origen a la de
procreación 3) las cambiantes condiciones tecnológicas y socioculturales que requieren diferentes condiciones de
adaptación para las sucesivas generaciones.

Transición de la segunda a la tercera individuación.

La primera individuación es más bien una interacción bebé-madre. Durante la segunda individuación se incluyen objetos
importantes no familiares como los amigos, novios/as y mentores, dando lugar a la separación psicológica de los padres.
La tercera individuación se basa en relaciones centrales en la vida adulta: el compromiso con la pareja heterosexual, los
hijos y los ancianos padres.

La transición de la segunda a la tercera individuación tienen lugar en la adolescencia tardía y en la adultez joven,
momento en el que los hijos abandonan los objetos infantiles, viviendo fuera de la casa de sus padres, comenzando una
carrera profesional, trabajando y teniendo una vida sexual activa, también atraviesan un período de soledad intensa y
normativa de esta etapa.

En esta tercera individuación se constituye una representación más compleja del self. Entendiendo por self aquello que
refleja correctamente el estado y las características, los potenciales y las capacidades, las ventajas y los límites de nuestro
ser corporal y mental: por un lado nuestra apariencia, anatomía y psicología y por el otro nuestro yo, nuestros
sentimientos, pensamientos, deseos, impulsos y actitudes.

La paternidad y la tercera individuación

La paternidad es el núcleo de la tercera individuación porque es la extensión natural de la continuidad genética sobre la
cual se basan la primera y segunda individuación. La paternidad facilita la tercera individuación a través de la creación de
situaciones en las que se puede reelaborar cuestiones infantiles y relaciones asociadas con conflictos y tareas evolutivas
adultas y propias de cada fase.

Los efectos del paso del niño por sus etapas evolutivas para la tercera individuación de los padres.

Después del nacimiento, cada interacción hecha con el bebé incrementa narcisisticamente la sensación creciente de la
completud sexual adulta (paternidad biológica) y estimula el deseo de cuidar amorosamente al nuevo bebé, quien
comienza a sentirse muy identificado con el self (paternidad psicológica). Luego de esta etapa se produce la separación
parental del niño, la que produce cambios dramáticos en la noción del self y estimula la tercera individuación.

Como parte de la tercera individuación, el adulto joven debe reconocer poco a poco las formas en las que se asemeja a
sus padres, es decir de ser capaz de cuidarse y de ser física y emocionalmente capaz de amar y de tener hijos.

En todas las interacciones padre-hijo las emociones intensas estimulan en los padres la reactivación de todos los
aspectos de la primera individuación.

El complejo y nuevo rol de la paternidad no solo expande el self del adulto sino que también estimula una individuación
ulterior de los propios padres del adulto joven; ya que se asume un rol que había sido territorio del progenitor logrando
un nuevo sentido de igualdad, y también por las comparaciones conscientes e inconscientes entre la forma en que los
nuevos padres crían al niño y cómo ellos fueron criados. También esta individuación de los propios padres aumenta por
la capacidad de darles algo único e importante para su propio desarrollo: los nietos. Al ser la fuente de ese regalo el
adulto joven gana mayor prestigio y poder en relación a los padres. Así el adulto joven reconoce que no es un niño
dependiente, ni un adolescente separado física y psíquicamente, sino un adulto que dio a sus padres la continuidad
genética vital para su desarrollo.

La paternidad también agrega mayor complejidad en los vínculos objetales hacia la pareja. Con la llegada del niño se
conquista inconscientemente la barrera del incesto. Madre=esposa y padre=esposo provoca en la pareja y en el niño una
reactivación de los objetos infantiles en las representaciones adultas. Las cuestiones edípicas no resueltas pueden
expresarse en un conflicto entre los nuevos padres y abuelos por el derecho al niño. Pero al aceptar la seducción de un
ser inmaduro que es una extensión biológica de ellos mismos, los padres logran un dominio adicional de las experiencias
y de los impulsos sexuales y una nueva noción de separación de sus propios introyectos infantiles, lo que genera nuevas
perspectivas para el self. Sin embargo con la adolescencia de los hijos los padres van perdiendo el poder sobre el niño
reconociéndose como maduros física y sexualmente que se preparan para sustituirlos como a las personas más
significativas de su vida.

Al verse atrapado entre las situaciones de maduración del adolescente y el envejecimiento de los padres y la muerte, el
tener que tratar a la vez con las tareas evolutivas del retroceso físico propio de la mediana edad y la creciente conciencia
de la limitación del tiempo y la muerte personal, el padre de mediana edad sufre un profundo cambio intrapsíquico.

En términos de tercera individuación, los cambios que se evidencian respecto a la separación-individuación son 1)
introyectos parentales infantiles 2)representaciones intrapsíquicas de los padres de posteriores etapas del desarrollo
3)de los padres actuales, envejecidos o muertos 4)las representaciones objetales de los propios hijos, dependientes y
físicamente inmaduros 5)las imágenes internas del self de la juventud.

Los cambios en el lugar para los nuevos abuelos son lo que se conoce como la cuarta individuación.

Familia ¿un nuevo nido?


La familia moderna como formación e institución social se consolida en las sociedades capitalistas de fines del siglo XVIII
y durante el siglo XIX, y tiene que ver con los procesos de migración y urbanización que se dan junto al desarrollo del
capitalismo industrializador, que entre otras cuestiones separa al trabajo del mundo doméstico creando un nuevo orden
social que garantizaba la reproducción de la fuerza de trabajo.

Surge en estas sociedades la necesidad de reproducir a la población a la vez que mantener control sobre ella con la
menor inversión posible del Estado, por lo que se crea a la familia misma como espacio de contención. Este tipo de
familia crece y se normaliza a través de la acción del estado “filantrópico” hasta los años ’30 y por el Estado de Bienestar.

Se fundó entonces como institución social conformada a partir de la alianza matrimonial entre sujetos de diferente sexo,
legitimada en el amor romántico, donde los roles son claramente distinguibles y también son distinguibles las relaciones
de autoridad. Los hijos eran el privilegio de atención y existía una delimitación tajante respecto a la división del trabajo.
A su vez la sexualidad, la procreación y la convivencia se erigían como espacio de la intimidad, del mundo privado,
aunque claramente este nunca estuvo separado ni dejó de estar atravesado por las instituciones políticas.

Otras formas de familia eran consideradas como desviaciones e incluso perversiones en relación al modelo dominante.

Durante la década de los sesenta setenta, la familia normal comienza a cambiar por: la modificación de los modelos de
producción económica, la crisis del Estado de Bienestar, las revoluciones y los cambios de órdenes políticos, cambios en
el mundo del trabajo e incorporación de las mujeres, cambios en el ámbitos de la salud, aumento de la población, y
principalmente por la revolución sexual que cuestiona este modelo de familia normalizada rígidamente y rompe con el
modelo de la sexualidad normal agotado en la reproducción y el cuestionamiento del patriarcado.

El escenario actual

Hoy en día el matrimonio dejó de ser la unión estable, aumentaron los divorcios, la cohabitación como forma de unión,
se profundiza la secuencia unión-separación-reincidencia. Hay adultos que viven solos, familias monoparentales,
ensambladas, difusión de las familias consensuales en detrimento de las legales, menor tamaño de la familia, con menos
hijos, jóvenes que extienden cada vez más el tiempo de vida dentro del hogar de base, mayor protagonismo de la mujer
en el mantenimiento de la familia, sumado a otros fenómenos del mundo contemporáneo.

Más que nada en los sectores medios se plantea al matrimonio en todo caso es una posibilidad más entre otras, muchas
veces se plantea la convivencia como algo natural, a veces como una instancia previa al matrimonio y otras como un fin
en sí mismo. Se plantea la duda frente a la maternidad/paternidad rechazando la idea de matrimonio solo en su función
reproductora, y pensándolo más como un espacio de desarrollo subjetivo o espacio de intimidad donde hay lugar para el
goce. La cantidad de mujeres que reflexionan sobre la posibilidad de no casarse o esperar el mayor tiempo posible para
hacerlo, ha ido en aumento; problematizando la idea de que el matrimonio podría ser un espacio de coacción y
limitación de sus desarrollos personales. La familia es vista también como un espacio de la maternidad, aunque éste
aparece luego de la carrera, la realización profesional, los estudios, etc. Hoy se problematiza la idea de “contrato de
felicidad” que promulgaba el matrimonio como institución de la modernidad. Asimismo se acepta más la idea de las
relaciones homosexuales y de una mayor capacidad de incorporar la diferencia.

Sin embargo, para los sectores populares el matrimonio pasa a ser la consecuencia natural de un embarazo. Asimismo la
convivencia se da, pero bajo el techo de otros familiares. Si el embarazo llega al término y no se opta por la opción del
aborto (muchas veces impedido por las imposibilidades materiales o económicas de poder realizarlo), la llegada de un
hijo es vista para las mujeres más jóvenes como algo positivo, algo que les otorga autonomía frente al poder jerárquico
-de características patriarcales y generacionales (de los adultos hacia los más jóvenes o del hombre hacia la mujer)-,
pudiendo subir un “escalón más” gracias a la maternidad. Es visto entonces como una manera de inscribirse en el mundo
adulto cuando se cerraron la mayoría de las puertas. Sin embargo frente a esta ganancia de poder, también se reconoce
la pérdida de libertad, tener un hijo requiere una mayor responsabilidad, y muchas mujeres que deben mantenerlos
solas salen a trabajar muy tempranamente.

En los varones de sectores populares la llegada de un hijo se ve desde otra perspectiva, sienten el temor a no poder
cumplir con las expectativas sobre ellos como proveedores, notándose esta relación con la masculinidad mucho más
explícitamente que en otros sectores sociales.

El embarazo adolescente en estos sectores son la consecuencia de una desarticulación de las trayectorias familiares
prefijables, donde los ciclos –primero se estudia, luego se trabaja, luego se tiene hijos- están claramente demarcados, lo
cual contribuye a la dificultad para la planificación y la postergación del embarazo. No hay caminos claros hacia el futuro
lo cual es alimentado por las imposibilidades materiales de recurrir a caminos alternativos, como estudiar.

El amor, la sexualidad: hombres y mujeres

Luego de la revolución sexual, este ideal de amor romántico es severamente criticado, dándosele un nuevo lugar a la
mujer, y como consecuencia al hombre. Este nuevo lugar tiene que ver con la libertad de manejar el cuerpo, de vivir una
sexualidad no restringida a la procreación, lo que permite pensar al amor en su ligazón con el goce propio y con el cuerpo
autónomo.

Sin embargo hoy en día lo viejo y lo nuevo se negocian. Se podría decir que existe una combinación entre un modelo de
ser mujer romántico, lo que justifica determinada elección de pareja, con una visión pragmática de la sexualidad, donde
el probar antes, conocer a más de uno, convivir antes de casarse, podría ayudar a no equivocarse después. También
existe una aceptación-problematizada y a veces contradictoria- del derecho de la mujer a ser propietaria de su goce
sexual y su cuerpo. Desde el relato de los hombres se manifiesta con naturalidad no ser “los primeros” en la vida de sus
parejas, al mismo tiempo que se escucha que aunque fuese una ilusión les gustaría que la mujer con la que formen una
familia no haya tenido antes una relación de pareja. Además en los sectores medios universitarios, se manifiesta desde el
discurso de los hombres que ellos no aceptaría a una mujer que solo fuese ama de casa, aceptando que sus novias
piensen en una carrera y no solo en el matrimonio.

En el caso de los sectores populares la realidad es distinta, existe una preeminencia a la dominación masculina, se
escuchan relatos de varones que se ubican en el lugar de conquistadores y las mujeres se califican como centro de los
movimientos de sus hombres. Algunos valoran el trabajo fuera de casa de las mujeres, aunque no todos. Esto sumado a
las imposibilidades materiales de acceder a otros caminos, está dando cuenta de esta dificultad de alejamiento del
modelo patriarcal, aunque coexiste con la tensión de nuevos requerimientos y posibilidades del presente.

La protección frente al mundo: el refugio ante el desamparo

La familia, sea cual sea la forma que adquiera, ocupa un lugar de valoración positiva entre los jóvenes, la consideran
como una institución central, importante y necesaria.

Es posible pensar que la ubicación de la familia como espacio de protección podría deberse a dos cuestiones que corren
paralelas. Por un lado por la permanencia residual de un discurso-la familia como “nido” de los afectos por oposición al
espacio racional, impersonal de lo público- que durante muchos años ha sido absolutamente hegemónico y hoy no ha
desaparecido del todo. Y por otro lado, por el contexto histórico de inestabilidad y desamparo social en el que se
encuentran hoy la mayoría de los jóvenes que perciben al mundo como un mundo de vulnerabilidad. Entonces pensar
que hay un lugar seguro desde el cual protegerse de la deriva calma de desazón del desconcierto.

Por esto es posible afirmar que la familia no ha desaparecido, está cambiando, esta transformándose, pero su lugar como
espacio de sociabilidad, de la incorporación de reglas del juego social, no ha desaparecido aún. Hoy los jóvenes la siguen
pensando como un lugar de intersubjetividad muy importante para sus vidas sociales.

Y, frente a esta transformación conviven dos posturas: por un lado, aquellas que ven en el cambio el deterioro y el
malestar de lo social(la ruptura del modelo tradicional es la causa de los grandes males: la violencia, la inseguridad, la
pérdida de normatividad y exceso), y por otro lado la celebración de la ruptura de la familia tradicional como ruptura con
la normatividad del control y la opresión que representaba (la muerte de la familia es la muerte de los poderes
masculinos, autoritarios, que durante décadas orientaron la vida privada en acuerdo con el espacio público).

En síntesis vemos que los cambios no se dan de la misma manera para los diversos sectores sociales. En esto entra en
juego la categoría de representación social de Moscovici como representaciones de un sujeto o grupo en relación con
otro, o el concepto de habitus de Bourdieu. Además podemos decir que lo nuevo se ancla a lo viejo en un movimiento
dialéctico. Hoy sigue circulando la idea de familia como nido, como lugar de salvataje frente a la incertidumbre, a la que
se van anclando a su vez nuevas representaciones ligadas con la exacerbación de la subjetividad. Se pone en discusión la
idea de matrimonio, toma lugar la idea de convivencia, nuevos modos de vivir la sexualidad, redefiniciones de los roles
de género, búsqueda de una mayor autonomía por parte de los jóvenes y la defensa de su propia subjetividad en el seno
de la familia, existen dificultades entre requerimientos y expectativas actuales y posibilidades materiales, nuevos y viejos
sentidos otorgados a la familia aunque esta sigue vigente como institución capaz de integrar la vida común (cada vez
menos común) y reproducir el orden social (cada vez más desordenado).

Trabajo: del sacrificio para mañana a la incertidumbre y la vulnerabilidad de hoy

El retraimiento del pleno empleo y la crisis del modelo del Estado de Bienestar nacional popular tuvo un punto de
inflexión en la década de los ’90 con la implementación de medidas de ajuste por parte del Modelo Neoliberal. En 1991
se sancionó la ley de flexibilidad laboral que fue complementando con otros cambios tendientes a reducir los costos de
trabajo en materia de seguridad y protección social. Se observaron altos índices de desempleos, incapacidad del Estado
para generar trabajos estables, deterioro de la calidad de las ocupaciones y los salarios, en fin, una gran precariedad
laboral que aceleró la desintegración social. Fueron los sectores sociales con menos capitales los que vivieron esta crisis
con mayor intensidad y sufrieron la incertidumbre.

Fue en este contexto que los jóvenes de esta generación comenzaron a conocer el mundo del trabajo. Ingresaron a un
mercado laboral precario e inestable, donde la desigualdad de capitales, de relaciones sociales, de credenciales
educativas, etc. reproducía la asimetría de las oportunidades.

Los jóvenes de sectores populares son los que viven este momento con mayor incertidumbre e ingresan a un mercado
laboral totalmente desprotegidos y en condiciones de precariedad laboral, la mayoría no ha podido terminar la escuela lo
que reproduce las diferencias de clase. Ellos han perdido las expectativas de una movilidad social ascendente o una
mejoría en las condiciones laborales, han asumido que esto no va a suceder.

En los sectores medios hay chicos que estudian y trabajan, que solo estudian o que solo trabajan. Y a pesar de que estos
chicos se han ubicado en mejores puestos que los anteriores, muchos siguen cobrando su paga en negro o están al
margen de los beneficios sociales. Por lo tanto en estos sectores la precariedad e inestabilidad están presentes con
fuerza, pero se imaginan otras opciones, hay una búsqueda de alternativas, tienen otros capitales para enfrentar el
deterioro en las condiciones de trabajo, además de contar con una moratoria o un aplazamiento mayor en su entrada al
mercado laboral. En ellos la universidad ocupa un lugar central, depositan sus esperanzas en las credenciales educativas,
aunque saben que el camino luego de recibirse sigue siendo difícil para encontrar un trabajo deseable y acorde a lo que
estudiaron. Por lo tanto a pesar de que hay esperanzas en dichas credenciales educativas también se tiene conciencia de
la realidad poniendo en duda el valor del estatuto del conocimiento que las instituciones educativas otorgan.

Identidades e instrumentos

Antes la identidad de una persona era definida por su identidad laboral, esta permitía el ascenso social. Fue una
identidad también definida por el peronismo que le otorgó al trabajo y al derecho de los trabajadores un estatus
prestigioso ligado a la ética. Sin embargo esto empieza a desarticularse con la década de los noventa y hoy en día se
puede decir que para los jóvenes el trabajo tiene un carácter puramente instrumental: es el medio para conseguir
autonomía, ciertos bienes, garantías y posiciones. Es un instrumento para el consumo y es valorado como espacio de
independencia.

Al ser un instrumento muchas veces está alejado de lo que realmente les gusta, les interesa o preocupa, no está anclado
al lugar de construcción de una identidad colectiva o como proyecto político. Si la identidad del trabajador había sido
fundada en la figura del sacrificio, hoy se vive un derrumbe de esa posibilidad por las condiciones estructurales del
mercado que “lo otorga todo”, sumado a la cultura del goce y los medios de comunicación, donde el sacrificio ya no tiene
lugar porque no hay nada que garantice el mañana.

Ciudadanía

La gran mayoría de los jóvenes no saben o no problematizan el derecho ciudadano a la seguridad social a través del
trabajo. No conocen sus derechos o si los conocen están convencidos de que no serán respetados.

De ser el sindicato el lugar privilegiado se ha pasado al requerimiento de manera individual de los abogados. Estas
parecen ser las nuevas herramientas con las cuales se puede reclamar la presencia de una legislación.

En este contexto de fuerte naturalización de la precarización y el deterioro, estos jóvenes aceptan cualquier condición
laboral debido a que en un marco de desprotección tan grande no tener trabajo significa no tener nada. De parte de los
sectores medios universitarios ellos no plantean que las condiciones de empleo van a cambiar, sino que ellos van a
moverse y van a poder acceder a otros puestos.

Cuando estos jóvenes reclaman mejoras en las condiciones laborales, ponen como principal interlocutor al mercado, a
través de lo que ellos perciben como actores individuales más cercanos: el jefe, el gerente, el dueño, etc. El estado
desaparece como interlocutor válido, al mismo tiempo que desaparece una de las grandes dimensiones de la ciudadanía.
La mayoría de los jóvenes que reclaman sus derechos, lo hacen desde otras dimensiones, a partir de las dificultades
personales con sus jefes, a partir de la crítica de la verticalidad de poder o en demanda de la subjetividad, la autonomía y
el derecho a ser uno mismo.

El género y el trabajo

Las mujeres van rompiendo con el rol de reproductoras y encaminándose hacia el de productoras. La mujer debe, quiere
o necesita trabajar y desarrollar su vocación. Esta preocupación vocacional se ve con mayor tendencia en sectores
medios aunque se acepta una responsabilidad menor del rol de proveedoras económica, este se percibe al menos como
compartido. Aunque luego, en la realidad los hechos se den de forma distinta y terminan siendo tan jefas de hogar como
lo son las mujeres del sector popular. Sin embargo en los discursos también aparece la noción de que además de trabajar
deberán ocuparse de la vida doméstica, con mayor o menor carga de obligatoriedad de acuerdo con el sector social de
pertenencia.

Los unos y los otros

Los jóvenes se encuentran distinguiéndose y asumiendo que existen trabajos para unos y para otros. Incluso es el mundo
del trabajo, junto con el de la escuela y el consumo, donde los jóvenes pueden reflexionar con mayor fuerza sobre la
diferenciación social, manifestándose por lo tanto el deterioro de lo colectivo. Y respecto precisamente a la escuela, ésta
es pensada desde los sectores medios como un escalón a la universidad, y desde los sectores populares como una
herramienta que les permitirá defenderse en un mundo social adverso aunque reconocen los límites de estas
credenciales pensando que no son para ellos.

Política: descreídos, indiferentes y comprometidos

Hoy en día los jóvenes conciben a la política de una manera realmente distinta, se declaran apolíticos y declaman la
antipolítica como pronunciamiento público, ético y estético a la vez. Cuando piensan que es posible transformar los
problemas de la realidad, la vía es una vía personal: transformarse uno mismo para transformar el mundo. De este modo
la solidaridad se reduce a espacios más concretos: la familia, los amigos; no es una solidaridad de clase o nación o con
mega comunidades.
Vemos como consecuencia un alejamiento de las formas tradicionales de hacer política, ligada con la militancia en los
partidos, las manifestaciones públicas y los mítines. Pero la valoración de las identidades personales no necesariamente
implica un mayor individualismo, incluso los jóvenes critican ese sálvese quien pueda, esa salida individual; sin embargo
rescatan la subjetividad como dimensión individual pero común a la vez, y van redefiniendo sus colectivos: los amigos, la
familia, la esquina.

Sin embargo la crítica a la política aquí no es ideológica sino ética, consideran que los partidos representan más bien a un
sector reducido de la población: “los políticos”, caratulados de corruptos y mafiosos. Por lo tanto, aunque no podemos
decir que los jóvenes son apolíticos, la figura del partido como institución no logra ser rescatada. Los jóvenes rechazan la
idea de la representación, quieren hablar por sí mismos.

A partir de esto generan o gestionan organizaciones horizontales, donde son responsables ellos mismos y no existe
ningún tipo de autoridad vertical. Como ejemplo podrían citarse las bandas de música o las murgas o la asociación HIJOS.
Los jóvenes piensan que la sociedad en la que viven es injusta, que no todos tienen lugar en ella y que esto debería
cambiarse, en base a esto gestan estas otras alternativas de horizontalidad que chocan con la lógica de la ausencia de
futuro de la posmodernidad, donde la idea del mañana no existe y no existe tampoco la posibilidad de pensar un cambio
a través de estas alternativas. Así las culturas juveniles van recreando nuevas nociones de tiempo y esto repercute en la
manera de pensar lo político: desde el ahora, que no necesariamente implica presente, desde la no linealidad; por
ejemplo a la asociación HIJOS la gesta un hecho que los atravesó en el pasado y que les otorga sentido de pertenencia en
el presente.

Estos diferentes colectivos juveniles responden a la cultura que aparece como espacio y estrategia privilegiada en la
lucha por la definición de sentidos legítimos en el mundo cuando las vías tradicionales de hacer política se clausuran para
muchos. Así cobran significado lo que son la vestimenta, los accesorios, las marcas en el cuerpo que constituyen intentos
de construir la propia identidad.

Por otra parte, al pensar la participación de los jóvenes en el espacio de lo público es necesario pensarla desde una
nueva territorialidad para la acción, atravesada por la abundancia de información en la vida cotidiana lo que lleva a
ampliar el espacio de lo público. Los cybers se han transformado en los últimos tiempos en los lugares privilegiados de
encuentro de los jóvenes, quienes se organizan virtualmente a través de la red para interactuar con otros grupos y
pensar más allá de los límites del Estado-nación.

Norma Aubone: Los estragos subjetivos como consecuencia del desempleo


El mercado de trabajo en la Argentina en los últimos años se ha visto seriamente deteriorado, lo que ha llevado como
consecuencia a una pérdida de “identidad por el trabajo” y a una situación forzada de desempleo.

Transformaciones sociales: los efectos a nivel imaginario

El significante de trabajo está todavía soldado en la significación de empleo, relación de dependencia y salario, lo que
requiere una labor de deconstrucción para resignificar el cambio.

La categoría de trabajo construida en la modernidad se construyó sobre los paramentos de la continuidad o


perdurabilidad de lazos. Sabido es que la lógica del consumo y los avances tecnológicos modificaron velozmente las
prácticas sociales y económicas, pero tales cambios no van de la mano de las posibilidades de poder resignificar los
mismos ya que ni las generaciones adultas ni las nuevas están siendo educadas para ello.

El lugar del trabajo en la construcción subjetiva


Para el psicoanálisis todo ser humano se constituye como tal a partir de la mirada del otro y como deseo del Otro; y
justamente el trabajo representa una vía privilegiada para el reconocimiento del otro y de sí mismo, ya que no solo es
uno de los caminos posibles para la realización de deseos y espacio de sublimación sino también el modo de su
inscripción social, de su inclusión a través del reconocimiento de su particular modo de producción como sujeto. Este
reconocimiento pasa por dos tipos de apreciaciones: primero por la utilidad de las contribuciones concretas del sujeto a
la cultura a través del trabajo, y segundo la apreciación valorativa de las cualidades particulares que desarrolla el sujeto a
través del trabajo y que lo distinguen de otro favoreciendo la construcción de su subjetividad y el sentimiento de
identidad.

Cuando el trabajo no aporta a la realización personal y al enriquecimiento de la subjetividad en la construcción de


experiencias significativas con los otros, ni al despliegue de habilidades y gratificación sublimatoria, el espacio laboral se
transforma en un factor altamente patógeno cuando en realidad debería ofrecer estímulos saludables. Es decir que el
trabajo en condiciones precarias trae aparejado un alto sufrimiento moral que moviliza sentimientos de desvalorización,
insuficiencia, síntomas a nivel sexual (impotencia, pérdida de interés sexual, promiscuidad, etc.) u otras manifestaciones
como síntomas fóbicos, depresivos o paranoides.

Es necesario resaltar la importancia que tienen los factores grupales (sindicato, parroquia, comité, etc.) cuando se
presentan como posibles defensas ante este sufrimiento y como un sostén frente a la amenaza de la exclusión. Así el
trabajo no significa solo una patología individual sino una patología social, que exige de una política social real y efectiva
del Estado.

Esta desresponsabilización del estado atenta contra la salud psíquica de las personas delegando toda responsabilidad
laboral hacia las empresas que promueven una situación de alienación subjetiva o sumisión a las normas de trabajo,
buscando candidatos que se acomoden a las demandas del empleador (adiestrando su cuerpo, reprimiendo emociones,
normalizando el lenguaje y las relaciones interpersonales). De esta forma se despliegan prácticas de mimetismo y
competencia por la necesidad imperiosa de no perder el trabajo, y van desapareciendo cada vez más la confianza, la
cooperación, la preocupación y el respeto por el otro (lo que en otros tiempos representó la construcción de un tejido
social como marco de contención y referentes identitarios).

Los efectos posibles de la desocupación en los sujetos

La pérdida del vínculo laboral o institucional que funciona o como un factor de estabilidad pasó a ser un factor detonante
de desestructuración subjetiva, pasando de una condición no solo de alienado social sino de alienado mental,
condenando a los sujetos a una definitiva exclusión.

Los que todavía sobreviven a este modelo suelen rotularlos como “vagos”, sin tener en cuenta la problemática de
vulnerabilidad y marginalidad de estos sujetos que conviven no solo con la precarización laboral sino también con la
fragilización de los soportes relacionales. Se trata de una nueva desafiliación que no permite definir una trayectoria
estable.

En este sentido la problemática a resolver es la reinserción, ya que la integración a un empleo estable suele ser en la
mayoría de los casos casi imposible por las transformaciones que operan en el trabajo debido al mercado. Sin embargo el
riesgo de la inclusión es que muchas veces se convierte en pequeños trabajos, en simples ocupaciones, ya que en última
instancia es mejor hacer cualquier cosa antes que nada. Esto culmina muchas veces en la marginalidad ya que insertar es
a menudo menos que integrar, ya que el vínculo social suele ser más frágil.
Sin embargo entre un proceso de descenso que va de la integración a la exclusión, se puede concebir la inserción como
una estrategia para remontar ésta pendiente, reconstruyendo los soportes relacionales e inventando nuevos dispositivos
sociales con abordaje comunitario para el despliegue de otras alternativas que no coinciden con el imaginario instituido y
que hace frente al efecto deficitario comprobado de los planes asistenciales hasta ahora implementados.

ADULTO MADURO

Mirta Videla: La mujer, su climaterio y menopausia.


Capítulo I: Introducción al tema. Definiciones

Durante siglos los valores de nuestra cultura machista y paternalista redujeron a las mujeres a un rol de incubadora
viviente, por lo que se despreció y marginó a la mujer estéril. La homologación entre placer sexual y pecado por la
religión judeo-cristiana es otro de los vértices de esta injusta estructura, así como también la confusión de la menopausia
con la vejez, lo que ha condenado a muchas mujeres a la soledad, al repudio y a la vergüenza.

La menopausia significa la interrupción de las menstruaciones por la disminución de la función ovárica. No existe una
menopausia como síndrome universal, sino menopáusicas, puesto que cada mujer la vive según la estructura cultural
que la sustente.

La menopausia no es una enfermedad pero por la forma como se la vive puede llegar a constituirse en una alteración de
la salud. La necesidad de salud de una sociedad que envejece se eleva y es incumbencia de los profesionales identificar
causas de patologías y desarrollar programas de prevención y promoción de la salud.

Nuestro punto de partida es respetar el proceso natural de las personas y considerar al climaterio como una etapa de
cambios y de transición en la vida evolutiva de la mujer, que incluye el acontecer biológico de la denominada
menopausia. No acordamos considerar a estos procesos como patológicos y estamos en coincidencia con el tratamiento
de supresión de síntomas o tratamiento hormonal de la menopausia si este se hace por requerimiento y en total acuerdo
con la paciente. Es importante aclarar que estos tipos de tratamientos no prolongan la fecundidad ni restablecen las
ovulaciones, esto ha sido solo un mito de la eterna juventud.

Algunos investigadores sostienen que la menopausia es un poderoso dispositivo de preservación de la especie, ya que
una mujer mayor que diese a luz corre el riesgo de su propia vida y sobre la salud del niño. Un tercio de la vida de la
mujer ocurre en el climaterio.

En realidad el término climaterio deriva de klimater que significa “peldaño”, “escalón en la vida de una persona, de la
edad crítica, momento difícil de superar”. Es un concepto que suele estar asimilado con edad crítica aunque hay autores
que discrepan. Se puede definir como una etapa de la vida de la mujer que precede y sigue a la menopausia, la cual es la
manifestación del envejecimiento del ovario hasta la disminución progresiva de parte de sus funciones más conocidas.
Investigaciones más recientes hacen suponer que el ovario poseería funciones de equilibrio en la producción de
estrógenos en otros órganos, una vez producida la menopausia.

Nosotros nos inclinamos a considerar la crisis evolutiva desde una perspectiva dialéctica: todo ser vivo experimenta
organizaciones, de organizaciones y reorganizaciones que permite rediseñar un camino de presente y de futuro, por lo
tanto no existe una mujer en climaterio sino una mujer en relación con su cultura de pertenencia, cuyo resultado es
responsable de esa manera particular de vivir esta etapa, de construir su propio proceso.

Capítulo 2: La menopausia y el climaterio desde la óptica médica.


Cuando se llega a la menopausia, comúnmente alrededor de los 50 años, los años de reproducción llegan a su fin, pero
de ninguna manera terminan los años de producción.

La mujer vive un tercio de su vida en menopausia y las consultas médicas que realice atenderán a dos aspectos: uno de
promoción de la salud, como contribución de calidad de vida, y otro de prevención de posibles patologías asociadas a la
menopausia: la osteoporosis, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer ginecológico.

¿Cómo son los mecanismos hormonales de la mujer?

Las hormonas son sustancias orgánicas producidas por las glándulas de secreción interna. Pueden ser excitatorias o
inhibitorias.

Por su parte cada glándula sexual posee una doble función:

-gametogénica o generativa: produce y libera el gameto correspondiente (óvulo).

-hormonal: segrega hormonas que contribuyen a desarrollar y mantener los caracteres sexuales secundarios del sexo
(genitales y extragenitales), morfológicos, funcionales y emocionales.

Los ovarios son glándulas situadas a los costados del útero y la salida de las trompas de Falopio, en la llamada pelvis
menor. Poseen un tamaño aproximado de almendra y alcanzan su mayor dimensión durante la pubertad y en los
primeros años de la madurez sexual, disminuyendo paulatinamente hacia la senescencia.

El ovario consta de subunidades: el folículo, el cuerpo amarillo o lúteo y la estrona e hilio. Los folículos maduros se
rompen al momento de producirse la ovulación y el líquido y el óvulo son expulsados y caen en el peritoneo y luego el
óvulo penetra en la trompa. Como solo se llega a la ovulación de un folículo por mes, esto sucederá solo con unos 300 o
400 folículos durante la vida entera de la mujer, mientras que los restantes van desapareciendo por atresia folicular.

El ovario cumple las siguientes funciones:

-generativa: responsable de la reproducción en todos los aspectos.

-vegetativa o atrófica: desarrollo de los órganos y tejidos del aparato genital. Los mantiene en condiciones óptimas para
la procreación.

-Somática: determina el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios y se manifiesta en todo el organismo
modelando a la mujer.

-otras: estimulación y equilibrio con otros tejidos capaces de segregar estrógenos.

El ciclo menstrual se inicia en centros altos del cerebro, donde sustancias llamadas neurosecretoras actúan hasta lograr
que la glándula hipófisis libere hormonas (gonadotrofinas) que irán específicamente a estimular el ovario. De este ovario
estimulado se producirán dos hormonas principales:

-estrógeno (de “estro”=celo): le da a la mujer sus características de cuerpo femenino, estimulando las mamas,
humedeciendo la vagina y la vulva, conformando la cintura y cadera, otorgando brillo a los ojos y cabellos, etc.

-La progesterona: es esencialmente una hormona maternal y contribuye además a la prevención del cáncer ginecológico.
Para producir la orden de que el ovario secreta estrógenos y progesterona, la hipófisis produce otras dos hormonas: la
hormona foliculoestimulante (FSH) y la hormona luteinizante (LH), cumpliendo ambas funciones importantes en el
folículo del ovario.

¿Qué sucede en la menopausia?

Cuando el ovario llega a sus días de descanso (a los 50 años), la secreción de estrógenos y progesterona disminuye y sus
niveles en sangre bajan a cifras mínimas. Menopausia es precisamente la disminución de estrógenos.

Cuando la mujer se aproxima a sus últimos períodos menstruales, sus ovarios no consiguen ovular y ya unos pocos años
antes (pre menopausia) suelen aparecer síntomas, como las “oleadas de calor”.

El hipotálamo juega un papel importante en todo este proceso ya que es un centro neurovegetativo y un espacio de
entrecruzamiento de emocionales y afectivos (-.- mentira esa es la amígdala documento puto -.-).

Conceptos y definiciones

La menopausia es un momento del climaterio y está sujeta a la influencia de factores muy diversos: personales,
genéticos, hereditarios, ambientales, sociales y culturales. Es el cese definitivo de la menstruación como consecuencia de
la actividad ovárica folicular.

El climaterio es una fase de transición entre la etapa de reproducción y la no reproductiva. También se la denomina pre
menopausia y durante la cual aparecen signos endocrinológicos y/o clínicos precursores de la proximidad de la
menopausia, y que se manifiesta por lo menos el año siguiente a las últimas menstruaciones y culmina en un tiempo
extremadamente variable en la iniciación de la senescencia o tercera edad.

La Sociedad Internacional de Menopausia define al climaterio como “una etapa de transición reproductiva en donde
tanto para el hombre como para la mujer se producen cambios biológicos, psicológicos y socioculturales”. En el
climaterio se producen importantes modificaciones hormonales, como el aumento de las gonadotrofinas y la
disminución de los estrógenos. Consta de algunos síntomas como:

-irregularidades menstruales

-Síntomas vasomotores: oleadas de calor en la cara y parte superior del cuerpo, hipo sudoración, escalofríos y
enrojecimiento, a veces se da una alteración de la frecuencia cardiaca.

-Síntomas vesicovaginales: a medida que los estrógenos disminuyen, el epitelio vaginal altera su maduración, se
adelgaza, desaparece la capa superficial de células, disminuye el glucógeno, cambia el PH y se modifica la flora vaginal.
Esto favorece la posibilidad de infecciones. Aparece además el ardor y el dolor en la relación sexual, disminución del tono
muscular, síndrome uretral (Deseos urgentes de orinar). Cambios de humor, irritabilidad, ausencia de deseo sexual,
insomnio, bulimia, cansancio, alteraciones en la memoria, mareos, etc.

Capítulo III: Significación psicosocial del climaterio y la menopausia

Algunos autores comparan al proceso de la menopausia con la menarca y la adolescencia con el climaterio. Ambos
periodos comienzan con un hecho biológico-sexual: la iniciación y finalización de la capacidad reproductiva, significados
por la primera y la última menstruación. Adquieren el valor que en nuestra cultura se le otorga a la maternidad y están
impregnados de diferentes significados otorgados a la sexualidad.
El adolescente debe despedirse de su cuerpo de niño, de sus padres idealizados de la infancia y debe desarrollar su
propio sistema de valores para convertirse en adultos. La mujer madura, al aparecer la menopausia y encontrarse dentro
del climaterio, debe también despedirse de su cuerpo joven (lo que hiere su narcisismo), su capacidad reproductiva,
permitir el despegue del hogar de sus hijos y hacerse cargo de sus propios padres.

El climaterio no implica solamente la pérdida de todo lo que la adolescencia le brindó a la mujer. Esto sería así si la mujer
fuese sólo biología y capacidad reproductiva. Pero de por medio existe una vida y experiencia personal, lo cual no se
pierde.

Hay psicoanalistas que sostienen que durante el climaterio se manifiesta una reedición del complejo de Edipo, una
tercera edición que se reaviva con respecto a los hijos ya crecidos. El amor tierno, asexual, que había estado dirigido a los
padres, se dirige ahora a los hijos y la pura ternura para ellos contiene (como el amor de los padres contuvo en la
infancia) una mezcla sexual icc. Esto se puede vislumbrar en la insatisfacción de la madre respecto a los logros de los
hijos cuando se independizan, si bien los admiran, siempre permanecerán insatisfechas ya que necesitan sentirse
indispensables para su “dios”. En algún momento una “extraña” le quitará a su hijo, y aquí es cuando comienza una
nueva historia.

A pesar de los aspectos negativos que acarrea la menopausia, es necesario rescatar los aspectos positivos: existe una
mayor libertad sexual y una posibilidad de desplegar un abanico de potencialidades que el confinamiento al hogar u la
maternidad le habían impedido, y existe una re significación de la actividad laboral.

Cuando transitan el climaterio, sobreviene la jubilación o retiro obligatorio, en los que repercute en las mujeres muy
activas como un “sentimiento progresivo de inutilidad” u “obsolescencia” que colma de inseguridad y suele ir
acompañado de ideas de decadencia. Las mujeres suelen superar esta situación porque como generalmente además de
la tarea remunerada realizan las actividades propias del hogar, cuidan a los hijos (ahora a los nietos) y también a su
marido, es decir dejan un trabajo pero siguen con otro. La mujer al jubilarse puede emprender otros caminos que aún no
había incursionado. Puede estudiar, perfeccionarse, etc. su potencia vital puede desplegarse, aunque esta es solo una
posibilidad.

El hombre sigue manteniendo una continuidad entre su rol de padre poco incluido y el de abuelo al margen del cuidado
del nieto. El cuidado de los niños pequeños sigue siendo confiado a las abuelas, cuestión que se va perdiendo con el
avance del consumo y la producción que obligan a trabajar más y muchas veces a dejar a los niños en guarderías
infantiles, relegando el rol de la abuela como transmisora de cultura y de tradiciones.

Las mujeres en el climaterio suele experimentar deseos de independencia que antes no habían sentido. Por lo tanto
vemos que la actividad laboral, el ejercicio de la capacidad productiva, la sexualidad y la capacidad de amar son fuentes
necesarias para este proceso, en el que el deseo de independencia es un condimento más.

Capítulo IV: El cuerpo y la sexualidad durante el climaterio y la menopausia.

Hasta hace tres décadas se creía que la menopausia marcaba el fin del interés sexual y por lo tanto de la actividad
erótica. Se desconocía lo que hoy sabemos todos: la sexualidad nos acompaña desde que nacemos hasta que nos
morimos.

La fertilidad, la juventud y la belleza física son los valores más preciados por nuestra cultura. Casi todos ellos entran en
crisis, se atenúan o se pierden durante el climaterio. Esto hace que las mujeres experimenten una especie de condena a
la vejez y esterilidad. Al mismo tiempo que una mujer es considerada vieja para la sexualidad, al hombre en cambio se lo
considera maduro. El hombre consigue aprobación social si se liga afectivamente a una mujer más joven que él. Si la
mujer hacer esto es descalificada y avergonzada, los psicoanalistas lo consideran como un intento de realización del
incesto con el hijo varón, pero no dicen lo mismo en relación al hombre y su hija mujer.

La sexualidad para la mujer en climaterio se altera cuando ya estaba perturbada previamente y no por efecto de la
menopausia como proceso fisiológico. La vida sexual, entonces, no se ve afectada por la carencia ovárica de estrógeno, al
contrario la mujer al tener menos inhibiciones, mayor experiencia y autoconocimiento de sus potencialidades eróticas,
junto a la desaparición del temor al embarazo, están en las mejores condiciones de su vida para tener una plena y
satisfactoria vida sexual. Sin embargo varía la forma en que las mujeres aprovechan esas circunstancias según los
estereotipos sociales.

Hoy diremos que el mejor espejo de una mujer en climaterio es el deseo manifiesto del hombre hacia ella. El seguir
sintiéndose deseada y capaz de ser sujeto de deseo del otro. Por esto la imagen del cuerpo de una mujer es la síntesis
viva de todas sus experiencias emocionales, esta imagen es a su vez soporte del narcisismo, es una imagen
esencialmente icc y particular de cada mujer, diferente al denominado esquema corporal. Es un mito la creencia de que
las mujeres en esta edad tienen una falta de deseo sexual, si es que este existe es porque son personas deprimidas o
angustiadas por otros factores (por su salud, su envejecimiento, etc.). La menopausia al alterar la imagen corporal de la
mujer hiere su narcisismo, por la pérdida de la función más calificada por la cultura (la procreación), lo cual hace que
muchas veces se repliegue sobre sí misma objetivandose en una disminución del deseo sexual.

Por su parte los hombres en esta etapa no siempre acompañan bien a sus mujeres, ellos están más preocupados por el
trabajo, han alcanzado a esta edad la cima de sus objetivos laborales y luchan por el poder, por lo que están cansados,
estresados y malhumorados. Sin embargo un gran porcentaje de hombres prefieren la sexualidad con las mujeres
maduras ya que manifiestan que con las jóvenes tienen que contentarse con mirar un hermoso cuerpo juvenil pero que
ellas sienten cierta timidez o inhibición hacia sus cuerpos, por esto es que prefieren mujeres con experiencia.

Durante el climaterio se produce un cambio de relación de las mujeres con su propio sexo. Buscan “amigas íntimas” que
atraviesen por la misma situación que ellas, que compartan sus preocupaciones, dudas o sentimientos; este cambio de
relación se conoce como sublimaciones homosexuales. Otras optan por iniciar en franca concreción una relación de
pareja con alguien de su mismo sexo, declarándose en este momento de sus vidas como homosexuales y por lo general
manifestando en sus relatos los reiterados fracasos de pareja o el abandono del marido.

Algunos autores describen al climaterio como un tiempo donde todo lo que hasta ese momento no se había producido
más que en el plano de las fantasías prohibidas, ahora puede llevarse a cabo. La masturbación clitorideana que había
estado largamente suspendida, es de nuevo practicada. Por esto decimos que es real que la excitación sexual dura toda
la vida y que en este momento se exacerba pues esto se sostiene que no hay mejor fórmula para la salud mental y física
que una plena y gozosa vida sexual hasta el último momento de la existencia.

Capítulo V: Relaciones familiares durante el climaterio y la menopausia.

Al irse los hijos no todas experimentan el drama del “nido vacío”, muchas se satisfacen por mayor disponibilidad de
tiempo y libertad. El climaterio acontece en un periodo en el que la mujer ya se ha reencontrado pacíficamente con sus
hijos que partieron del hogar. El problema se produce cuando la madre no está dispuesta a permitir estos
acontecimientos e intentan retener a los jóvenes ante la imposibilidad de renunciar a su rol de madre.

Por su parte el padre que discute con sus hijos adolescentes y se siente permanentemente cuestionado justo cuando han
llegado a la cúspide de su situación laboral, desea que se vayan pronto y que hagan su propia vida para recuperar la paz y
el espacio necesario del matrimonio. Esto sucede justo al tiempo en el que la mujer intenta desesperadamente retener a
los hijos en el hogar. Esto genera desencuentros en la pareja sumado a que la mujer está mucho más sensible a las
conductas afectivas del marido, en parte por la herida en su autoestima en todos los sentidos, por lo que en ocasiones
comienzan a experimentar celos hacia el marido que se siente potente y con capacidad de seducir a las mujeres. Esto
genera problemas en la pareja y puede ocasionar depresiones en las mujeres que transitan su climaterio.

Hay hombres que rehacen sus vidas con mujeres bastante más jóvenes y a su vez tienen nuevos hijos, constituyéndose
problemas generacionales con los hijos adolescentes y con la propia edad del padre que debería ser el abuelo.

Los conflictos con los hijos adolescentes y la distribución de las tareas domésticas del hogar son otro campo de guerra de
las mujeres en el climaterio. Esto sumado a que los hijos permanecen hoy en día más tiempo en el hogar aumenta la
problemática. La universidad requiere de varios años de estudio y el trabajo que se consigue antes o después suele ser
en condiciones de precariedad laboral. Esto genera conflicto para los jóvenes a la hora de constituir una pareja y querer
formar una familia, por lo que a las madres en climaterio se les presenta como una situación irritante.

A esto hay que sumar la responsabilidad, que recae más que nada en la mujer, de tener que hacerse cargo de sus padres
envejecidos. Si la situación económica es buena se podrá contar con la ayuda especializada o bien con la internación en
instituciones geriátricas adecuadas ( ☹ ), pero en caso contrario los padres ancianos se van a vivir a la casa de sus hijas
generando en algunos casos situaciones bastante densas, ya que la mujer debe tomar una posición casi como jefa de
familia.

Sin embargo la mujer en climaterio, dotada de experiencia, hace frente a las situaciones de su vida diseñando o
rediseñando nuevos caminos, que le permiten reafirmar la virtud mayor de la edad madura.

Revista la Nación (2002): “50”


La mayoría de los profesionales no está dispuesto a aceptar que la andropausia existe como fenómeno fisiológico. No
obstante existen muchos síntomas que pueden caratulado como tal: pérdida progresiva de algunos aspecto de la
memoria, perdida de la llamada potencia sexual, síntomas neurovegetativos como transpiración excesiva, mareos,
tendencia a ruborizarse, opresión a la altura del cuello o tórax, insomnio, irritación, pérdida de la capacidad de
concentración mental, disminución de las fuerzas físicas, baja autoestima, tendencia a la depresión, etc. Sin embargo es
importante tener en cuenta otros aspectos y derribar ciertos mitos:

-los problemas andropausicos pueden estar relacionados con factores de tensión y exigencias del mundo occidental.

-La andropausia no es la vejez, no es un fenómeno de orden geriátrico.

-una cosa es envejecer-concepto fundamentalmente biológico-,y otra cosa es el paso del tiempo-ligado a lo psicológico y
subjetivo-.

La andropausia no es la menopausia del varón porque los problemas causales desencadenantes son completamente
diferentes.

-Muchos hombres presentan problemas eréctiles o eyaculatorios pero el fenómeno andropáusico no es estrictamente de
orden físico.

-Es un mito la tendencia del hombre en esta edad a fugarse con mujeres más jóvenes, muchos lo hacen pero otros no.

-existen incapacidades físicas pero estas son fácilmente controlables y compatibles con una vida sin problemas.
-los problemas depresivos están tan presentes como lo están en otras edades.

-Muchos hombres caen en el alcoholismo y las drogas, pero de ninguna manera la mayoría.

Ahora bien la mayoría de los investigadores coinciden en afirmar que los problemas andropausicos provienen por causas
de stress:

-de rendimiento: estresante en situaciones donde se supone que tienen que responder a normas o evaluaciones
(rendimiento sexual, compromisos familiares, fiestas, etc.)

-de amenaza: pueden ser de tipo físico (traumatismos practicando deportes, agresiones) o psíquico (lesionan el
autoestima amenazando con la pérdida de afecto, contacto o amor).

-de dificultad: estresantes por la falta de estimulación, actividad rutinaria, sea en el ámbito laboral, hogareño, de pareja,
o en la falta de ocio y recreación.

-de frustración: pueden ser las enfermedades, la incomprensión, la burocracia administrativa

-de pérdidas significativas o de duelo: pérdida de trabajo, dinero, estatus social, seres queridos, lugar de residencia,
juventud, salud, etc. Estos son acompañados de sensaciones o sentimientos de duelo que se constituyen en agentes
estresantes.

-físicos: agente nocivo que provoque un daño físico inmediato como enfermedad, heridas, contaminaciones de diversa
índoles, ruidos, temperaturas, medicamentos, etc. y que puedan incidir sobre las funciones fisiológicas naturales.

Michael P. Nichols: análisis psicológico de la crisis a los cuarenta años.


Cuando nos acercamos a los 40, nos acercamos al puto medio de la vida, tomamos conciencia del final del crecimiento y
del principio de envejecimiento. Somos cada vez más conscientes de la cantidad de personas que mueren debido a
ataques en el corazón, cáncer y otras enfermedades. Incluso vemos como nuestros padres mueren o envejecen. La
muerte real de un padre es un signo claro y dramático de que una persona ya no es un niño o una niña y de que ahora
esta verdaderamente solo. Incluso cuando los padres siguen vivos ya no actúan como queriendo ser padres de los hijos
ya crecidos, lo cual aumenta el sentimiento de estar desarraigado y solo. A menudo el impacto es mayor por un proceso
paralelo que ocurre en el trabajo, se puede llegar a pasar de la categoría de junior a senior. Los Juniors son los novatos y
los seniors los expertos, los supervisores y los jefes. Mas la otra cara de la moneda es que ya no podemos buscar el
apoyo en los compañeros más viejos. Los colegas senior ya no nos tratan como a los Juniors: somos uno de ellos. El jefe
ahora espera más de nosotros e incluso puede sentirse amenazado y convertirse en un rival en lugar de ser nuestro
superior. En este marco dos prerrogativas de la juventud, ser prometedor y respaldado, se pierden con la mediana edad.

Las raíces de la crisis

La crisis de la mediana edad presenta la paradoja de que en esta edad se alcanza la plenitud de la vida, la etapa de
satisfacción, pero a la vez la plenitud y la satisfacción tienen un plazo, la muerte está detrás. Por esto una de las causas
de la “crisis” es este temor a la muerte que se siente con mayor intensidad en esta etapa.

Otra de las causas de la “crisis” de la mediana edad es el factor biológico. Los trastornos emocionales de la mediana edad
son estimulados por los cambios hormonales: el climaterio en ambos sexos.
Sin embargo la crisis de la mediana edad es un fenómeno complejo y aunque las explicaciones de un solo factor son
tentadoras, no existe una causa única. Por esto no se debe caer en el error de restringir la causa solo a lo biológico, hay
demasiados factores psicológicos juego como para dar crédito exclusivo a las explicaciones biológicas.

La crisis de la mediana edad por lo general ocurre al finalizar los treinta años, pero no se trata simplemente de una
cuestión de edad. La razón es que la mayoría de los hombres y mujeres que se casan, comienzan sus carreras o toman
estructuras de vida cerca de los veinte años, necesitan un punto de ajuste luego de diez o quince años.

La crisis encubierta

No todos tienen una crisis de mediana edad. Algunas personas siguen siendo estables y sus vidas continúan un curso de
vida normal. Sin embargo, a veces las crisis se producen sin que se las reconozca porque sus síntomas están encubiertos
y las causas quedan sin examinar. Se llama crisis encubierta a aquella que pasa sin ningún cambio, sin punto crítico y el
resultado es una segunda parte de la vida estancada. Existen recursos comunes para encubrir la necesidad crítica de
efectuar una modificación en la vida a los cuarenta años, como el alcoholismo o las aventuras amorosas.

Estos son intentos de engañarse a sí mismos, así llegamos a confundir madurez con aprendizaje total, sin embargo
siempre queda en la vida algo por aprender y revisar. Es difícil cambiar y solo hacer consciente esa idea resulta
perturbador.

La crisis como oportunidad

La mediana edad no es demasiado tarde para un cambio personal significativo; sólo es así en apariencia. La crisis se
produce cuando nos sentimos atrapados entre la presión interna para cambiar y todo lo que se encuentra en nuestro
camino. La crisis de la mediana edad es dolorosa, pero puede darnos el golpe necesario para romper con nuestras
defensas para que podamos reexaminar nuestras vidas: por dentro y por fuera. Una vida sin dolor es una vida sin pasión
(:3). Por esto es necesario tener en cuenta el otro aspecto de la crisis, no el patológico que define a crisis como
enfermedad, sino el de crisis como punto de desarrollo o punto para un cambio inminente.

Montero: Para comprender la mediana edad. Historias de vida


Capítulo 1: La mediana edad en perspectiva

La mediana edad es una experiencia objetiva que se apoya en el inicio del envejecimiento corporal y que se transforma
en una experiencia subjetiva, es decir, aquello que le sucede a cada persona privadamente con esa situación, diferente a
lo que podría sucederle a otra.

En la mediana edad se denota el inicio de un proceso de envejecimiento, produciendo transformaciones psíquicas de


igual trascendencia. Estas transformaciones forman parte del climaterio masculino y femenino y dan lugar a lo que se
llama el proceso específico de la mediana edad. Las comodidades y avances de la sociedad contemporánea les permiten
a muchas personas disimular o disfrazar su preocupación por su envejecimiento pero nunca retrasarlo o detenerlo.

Varios son los momentos de la vida en los que una persona recurre al espejo, pero en la adolescencia y la mediana edad
la persona se refleja en él para escrutar los detalles de su cuerpo. Estos diálogos ante el espejo objetivo y subjetivo
equiparan y dan continuidad a ambas experiencias evolutivas, pero de ninguna manera se podría considerar a la
mediana edad como una “segunda adolescencia”, ya que son momentos evolutivos completamente diferentes.

Los seres humanos aprendemos a vivir desde nuestro mismo nacimiento con esa vulnerabilidad que nos constituye y
nos acompaña toda la vida, ya que nunca lograremos deshacernos totalmente de la vivencia de desvalimiento en la que
nacemos. De alguna manera, la idea de la propia muerte futura confronta a la persona con ese estado de desamparo que
reside, no siempre tan disimulado, muy dentro de nosotros mismos.

La mediana edad se puede transitar por tres diferentes caminos posibles:

-primer camino “huida o escape al futuro”: la belleza no tiene sentido, está condenada a su desaparición. Prima el
sinsentido y la imposibilidad de encontrar satisfacción. Suele acontecer una especie de desinterés y opacidad de todos
los intereses vitales y se promueve una especie de envejecimiento prematuro. Implica una especie de resignación,
estancamiento e impotencia generalizada.

-segundo camino “huida o escape al pasado”: personas que se rebelan contra lo que la realidad les demuestra,
sosteniendo que es imposible que tanta belleza esté destinada a la desaparición, esta tendría que poder perdurar de
alguna manera. Este es el caso de la persona que no acepta la realidad y no acepta que la vida está sujeta a la misma ley
universal de lo transitorio, es un intento de recuperación de la juventud, constituye una carrera desesperada para
recuperar el tiempo perdido. Implica un estado de cambio permanente, de potencialidad y deseos ilimitados y absolutos;
sin embargo es un cambio en falso, un autoengaño.

-Tercer camino “camino de la transición de la mediana edad”: las cosas efímeras adquieren un valor adicional
precisamente por su carácter de transitorias. De esta manera podemos comprender cómo aquello que es efímero,
aquello que dura un instante, suele tener un efecto mucho más duradero en nuestra subjetividad que aquello otro de lo
que disponemos permanentemente. Este tercer camino está facilitado por los procesos continuos de duelo, como una
verdadera elaboración que posibilita una integración renovada de la personalidad; esto permite observar cambios
auténticos que renueven los vínculos con la propia subjetividad, los vínculos con las demás personas y con toda la
cadena generacional. Pero este trabajo de integración será siempre parcial, puesto que la mediana edad no implica una
aceptación plena de la propia transitoriedad individual sino un reconocimiento de ella, algo que siempre coexiste con
una desmentida equivalente. Pero hay que reconocer que este tercer camino implica una búsqueda de la trascendencia.

Por otra parte, es necesario analizar cuatro aspectos que están activándose íntimamente para poder comprender qué y
cómo sucede este “trabajo” de la mediana edad.

-La capacidad para el procesamiento de duelos es uno de los factores más importantes a considerar y es lo que divide el
fiel de la balanza hacia el extremo de la crisis de la mediana edad en alguna de sus dos modalidades (el primer camino o
el segundo), o hacia el extremo de la transición de la mediana edad. Aunque en cada persona exista un porcentaje de
ambas.

-Otro factor está vinculado con una actualización de los ideales de vida que cada persona se haya formulado durante su
adolescencia y su juventud. Hay que diferenciar dos tipos de ideales: los que promueven un deseo de conquista futura
(facilitan la transición de la mediana edad y permiten un balance de lo que la persona ha podido cumplir en ese deseo) y
los que exigen una conquista inmediata de los deseos (favorecen el camino de la crisis).

-Muchas veces pueden surgir amenazas de pérdidas o pérdidas reales. Estas amenazas están vinculadas con el cuerpo de
la juventud y con la vejez, expresadas en términos de vivencias de abandono. También suele estar vinculado con los
propios padres ya ancianos. Muchas veces se presenta una incapacidad de abolición de la diferencia generacional, lo que
suele causar estragos en los hijos, que necesitan de sus padres a lo largo de toda la vida pero especialmente en la
infancia y la adolescencia. En los casos de que los padres de mediana edad no puedan aceptar sus señales de
envejecimiento, suelen proponer a sus hijos una cierta “amistad” lo que evidencia sus dificultades para ser adultos y para
cumplir el rol de padres en sentido estricto. Estos tipos de padres suelen demostrar cierto odio, resentimiento y envidia
hacia sus hijos.

-también es imprescindible un trabajo de revisión y elaboración de las identificaciones con los diferentes modelos de
personalidad que cada persona ha tenido a lo largo de su vida, comenzando por los propios padres, amigos, profesores,
etc. Cuando se logra, esta revisión lleva a una acentuación de la plasticidad de la personalidad y de la individualidad, que
permite y facilita el camino de la vida satisfactoriamente.

Por otra parte se podrían nombrar algunos indicadores para comprender la llegada a la mediana edad:

-Solo si cada persona reconoce ante sí mismo sus estados emocionales, podrá reconocer el alcance que podrían tener en
los demás. Solo si cada uno reconoce que el odio y la destructividad residen dentro de ella y que es propia de la
naturaleza humana, podrá administrarlas de manera apropiada.

-un segundo indicador es lo que podríamos denominar cambio en la percepción subjetiva del tiempo respecto al pasado,
presente o futuro. De esta manera se reordenan propósitos y prioridades.

-El tercer indicador es la tolerancia a la incertidumbre de vivir, algo que está vinculado con la elaboración de la
transitoriedad de la existencia humana. Nuevamente interviene aquí la capacidad de promover los procesos de duelo y
para tolerar limitaciones. Tal como hemos anticipado, esta capacidad facilita la aceptación y la tolerancia a la
incertidumbre.

-como cuarto indicador se promueve una nueva integración de la historia personal.

-como quinto lugar se nombraría la existencia de una anclaje de la historia individual en la historia generacional,
posibilitado por la nueva integración de la historia individual. Esto se ve posibilitado por el vector del pasado (por la
historia familiar generacional y el nuevo posicionamiento en la misma) y del futuro (la delegación de los atributos o
símbolos de la juventud en la nueva generación). En caso contrario de que ese vector al futuro no se tramite
correctamente lo que sucede es una abolición de la diferencia generacional promoviendo más bien la crisis de la
mediana edad y manifestándose en conductas como la seducción encubierta y conductas promiscuas e incestuosas con
los propios hijos. Esta percepción de que somos parte de una larga cadena de generaciones, es lo que está implícito en
esta inscripción de la historia personal en la historia generacional.

Colarusso: “desarrollo psíquico”. El tiempo y la individuación a lo largo del ciclo vital.


Cap.8: los procesos de separación-individuación en la mediana edad. La cuarta individuación.

Oldham definió a la tercera individuación como un proceso de la mediana edad que comprende un cambio estructural
que ocurre como respuesta a la involución y a la muerte de los propios padres. También se lo puede pensar como la
experiencia de convertirse en padre en la adultez joven que abarcaría de los 20 a los 40 años.

Por su parte la cuarta individuación es la que se da en la adultez media (de los 40 a los 60 años). Y a la quinta
individuación se la podría pensar como aquella que ocurre en la vejez (de los sesenta años en adelante). Por su parte la
primera y la segunda individuación responden a la niñez y a la adolescencia respectivamente.

Independencia y pérdida

La paradoja de la adultez madura es haber entrado en lo mejor de la vida y al mismo tiempo saber que lo mejor y la
realización están fechados, que acecha la muerte.
Las tareas evolutivas en la adultez media:

1) aceptar el proceso de envejecimiento en el cuerpo: implica aceptar la nueva imagen corporal y lamentar la pérdida del
cuerpo de la juventud.

2) hacer frente a la limitación del tiempo y la muerte personal

3) mantener la intimidad: en este aspecto se considera al matrimonio como el gran promotor de los procesos de
separación-individuación en la adultez. Esta elección de pareja no es el tiempo de elección idealizada que se daba
durante la adolescencia que tenía su sustrato en las relaciones pre edípicas y edípicas con los padres. En la adultez se
relaciona con un cónyuge real y se internaliza su representación, ocurriendo una segunda transferencia narcisista
proveniente de la representación idealizada del cónyuge, que se menosprecia pero al que nunca se renuncia por
completo.

4) transformar la relación con los hijos por medio de la superación de su alejamiento, el logro de la igualdad y la
integración de los nuevos miembros a la familia: este proceso es más complejo para la madre y en cuanto al padre este
debe soportar la pérdida de su función de protector de sus hijos jóvenes.

5) abuelidad: los abuelos tienden a idealizar a los nietos por varios motivos (como amortiguador narcisista contra los
estímulos dolorosos de la vejez y la muerte, como oportunidad para la renovación mágica de la propia vida de la persona
a través de la inmortalidad genética, como negación de las imperfecciones inmutables del self por medio de la
identificación selectiva con las cualidades particulares del nieto).

6) cuidar de los padres envejecidos y agonizantes

7) ejercitar y renunciar el poder en el lugar de trabajo

8) forjar y conservar amistades

Obiols: “adultos en crisis-jóvenes a la deriva”


Hombres y mujeres de hoy

Fue a partir de la segunda guerra mundial cuando las mujeres tuvieron que comenzar a protegerse solas y salir a cubrir
los lugares de trabajo cuando no había hombres para hacerlo, mediante esta experiencia demostraron que podían
sobrevivir solas.

Aunque, no fue solo la lucha feminista la que destruyó la figura patriarcal, sino que en buena medida el hombre empezó
a dar un paso al costado al sentirse responsable de tanta muerte, destrucción y pérdidas económicas. Entonces es a
partir de la segunda mitad del siglo XX que el hombre pierde poder, pero sobre todo pierde autoridad. Deja de ser
referente de toda experiencia y sabiduría y deja de ser el modelo social a imitar.

Así el feminismo, la cultura adolescente y el movimiento gay fueron creciendo con tal fuerza a partir de este siglo que se
produjo un gran cambio. Por su parte la cultura adolescente se definió por la rebelión contra todo lo que había instituido
la cultura burguesa demoníaca. Con el movimiento del mayo del 68 esto quedó claramente sintetizado. Más tarde el
mercado descubrió a estos jóvenes y comenzó a producir para ellos (por ejemplos en jean, camperas, remeras, zapatillas,
etc.).
El término pareja es expresivo de estos cambios y aquí se da cuenta de una relación de igual-igual entre hombres y
mujeres. Las mujeres adquirieron mayor protagonismo en la vida pública y se comenzó a concebir al matrimonio como
una formalidad innecesaria de un sistema hipócrita.

Por otro lado ser adulto dejó de ser un ideal, pasó a ser sinónimo de viejo y como tal desacreditado en un mundo en el
que los jóvenes se subían al pedestal. Progresivamente la adolescencia que duraba pocos años se fue extendiendo.
Aparecían trabajos en la industria musical u otras ramas artísticas o de publicidad que les permitían a los jóvenes ser
autosuficientes en lo material pero no dejar un estilo de vida propiamente juvenil.

Por otra parte, frente a la ruptura del modelo educativo rígido, se permitían nuevas libertades, pero a la vez esto provoca
la angustia de no saber qué hacer. La escuela trató de adaptarse a los nuevos cambios incorporando técnicas grupales,
medios audiovisuales, potenciando la creatividad, aumentando la horizontalidad en los vínculos; pero quedó adherida a
lo que le es inherente, formar para la vida adulta (algo que fue desacreditado).

El hombre no perdió tanto en poder como en autoridad, ya que siguió ocupando lugares decisivos en los gobiernos y en
las grandes empresas. Su caída no significó una retirada masiva de esos espacios. Lo que perdió fue autoridad. Junto con
la caída de la autoridad del padre también cayó la autoridad de Dios, perdiendo lugar también la ética y todo tipo de
sermones. Así se desplazaron las religiones tradicionales, imponiendo ahora mesías de carne y hueso.

Respecto al ámbito de la salud hay que destacar que hasta los años 50, las normas de higiene se respetaban
escrupulosamente, pero a partir de la difusión y abaratamiento de los antibióticos, la medicina se subió al pedestal; ya
no era importante preocuparse obsesivamente por prevenir infecciones, bastaba con combatirlas a posteriori. Así
también en el campo de la sexualidad hubo un mayor avance en el control de enfermedades venéreas gracias a los
antibióticos, como así también el control de los embarazos por los anticonceptivos. A partir de esto la sexualidad se vio
librada de viejas represiones, dando lugar a la revolución sexual; y surgió una ciencia, el psicoanálisis que así mismo
apoyaba esta nueva perspectiva advirtiendo sobre los peligros de la represión. En este marco florecen los derechos de
los homosexuales, se elimina a la homosexualidad del manual de los trastornos de la sexualidad, a la vez que son
descubiertos por el mercado que también empieza a producir para ellos.

Los niños también fueron objeto de la desrepresión por el concepto difundido de trauma psíquico y la consigna fue no
traumatizar a los niños para evitar futuras neurosis. El miedo a caer en el autoritarismo, algo de psicoanálisis y algo de
Foucault llevaron a cuestionar el ejercicio del poder sobre los hijos como así también los límites y las normas que fueron
visto como medios de coerción.

Surgieron en este contexto nuevos tipos de adultos que tomaban lo que querían o podían para criar a sus hijos, sin nadie
que diera una consigna clara de qué hacer.

Los hijos del siglo XIX. Adultos tradicionales.

Son el tipo de adulto conservador tradicional, que saben muy bien qué hacer con sus vidas, porque es prácticamente lo
mismo que hicieron sus padres. El único inconveniente que encuentran es que la sociedad en su conjunto no los
acompaña, por lo que muchas veces o casi siempre, están a contracorriente de sus hijos. Valoran el esfuerzo y la
responsabilidad y son capaces de disimular, bajo una fachada “prolija”, todas las conductas que no consideran viables
socialmente -tales como la homosexualidad, las relaciones extramatrimoniales, las adicciones, la violencia familiar, etc.-.
Sostienen, a veces de una manera más o menos encubierta, los roles tradicionales para hombres y mujeres, que a su vez
los transmiten a sus hijos. A su vez estos tipo de padre han comenzado a ser considerados “viejos” para el mercado de
trabajo por lo que quedan como desocupados o ganan poco dinero y esto les hace perder más todavía su figura de
autoridad y su rol de proveedor único.

Los hijos eternos. Adultos-adolescentes.

Han declarado su juventud eterna y la sostienen como sea. Arrastran cierto anarquismo que consiste en cumplir con una
buena parte de las normas pero desacreditarse en palabras. Se niegan a ser adultos porque cuando eran adolescentes
fueron ellos quienes llevaron adelante la rebelión contra la generación anterior y dieron por destruida una brecha
generacional. Pero hoy para estos adultos, destruir la brecha significa fundirse con los jóvenes, crear la ilusión de ser
jóvenes eternos e instalarse a vivir en ese estado.

Ellos desacreditan la autoridad paterna pero buscan figuras alternativas para identificarte como políticos, músicos,
gurúes, etc. Crean vínculos horizontales entre sí y ningún miembro de la pareja se hace cargo de sus padres ancianos, es
decir reproducen la figura de “no padres” en todos los ámbitos. A los hijos de este tipo de adultos les cuesta vivir su
propia adolescencia, les cuesta enormemente rebelarse porque no hay contra quién hacerlo, no hay marco, no hay
oposición del otro lado solo hay un par.

Por esto, si el riesgo de los padres conservadores es caer en el autoritarismo, el de los adultos-adolescentes es caer en la
demagogia de tratar a sus hijos como iguales, compinches. Disfrazada de democracia, tal relación enfrenta a los chicos a
responsabilidades y decisiones para las que no están preparados y encubre el no querer adoptar un rol adulto que
requiere asumir responsabilidades. Los hijos de padres demagógicos saben que gozan de mayores libertades que muchos
de sus amigos, pero también sienten que están solos. Los docentes de este tipo de adolescentes son elegidos por su falta
de exigencia y la horizontalidad.

A los adultos-adolescentes se los suele asociar con la marihuana. Esta quedó ligado para ello como creación artística,
aunque no todos la hayan consumido o la sigan consumiendo.

Los hijos de la duda. Adultos inseguros

Son aquellos que se preguntan constantemente qué es ser adulto. Consultan manuales y consejos profesionales de
autoayuda en continua búsqueda de su rol. En la relación con los jóvenes se muestran altamente contradictorios, pasan
del “compinches” al autoritarismo en cuestión de minions. Este grupo tiene fuertes conflictos con su poder y su
autoridad. Al recordar con traumáticas las experiencias que vivieron con sus propios padres estos adultos tienden a
disolver el poder que tienen, les dejan mayor libertad a los hijos, pero cuando las cosas no salen bien se encuentran en
una encrucijada.

Algunos inseguros de hoy son ex hippies que entonces se rebelaron, pero hoy no parecen tolerar la rebeldía de sus hijos,
ante la cual se muestran contradictorios e inseguros en sus maniobras

Como virtud, este grupo tiene la de dudar, pensar y repensar sus acciones, lo que les permite adaptarse a situaciones
diferentes. Crean una síntesis entre lo recibido de sus padres y la realidad que los rodea. Valoran la estabilidad sin
negarse a la ruptura, intentan generar diálogo con los hijos sin ponerse en el lugar de compinches, aprenden de los hijos
y los medios, pero no reniegan de algunos valores que consideran básicos. Su aspecto más negativo es el de caer en la
confusión y la parálisis ante la toma de decisiones. Los adolescentes por lo general no se confunden ante estas
maniobras contradictorias de los padres, simplemente aprovechan las enormes brechas que dejan y se filtran por ellas.
En algunos casos los inseguros generan de los hijos hacia ellos, por sus indecisión crónica, por su debilidad,
manifestaciones agresivas que pueden llegar a la violencia física y verbal. En cambio cuando la inseguridad es
instrumentada para pensar, buscar información y generar nuevas soluciones, los resultados pueden ser mejores que en
otros grupos.

Señorita maestra

En la segunda mitad del siglo XX, la escuela será muy criticada y deberá adaptarse a los nuevos cambios, incorporando
mujeres como docentes en forma masiva. La escuela tiende progresivamente a considerarse una sucursal del hogar en la
cual los niños deben ser retenidos a toda costa.

Por su parte la “Sra. Profesora” es un modelo de docente autoritario, hombre o mujer, que ha existido y sigue existiendo,
pero en la segunda mitad del siglo el modelo hegemónico de docente ya nos será este. Esto está asociado también a las
características masculinas del modelo autoritario y su consecuente caída con la caída del sistema patriarcal. Con la
incorporación de las mujeres, la educación se vuelca hacia lo socio afectivo, se feminiza en el sentido más tradicional de
la palabra. Esto ubica a los estudiantes no ya en el lugar de “adultos” sino de “bebés eternos” y a la escuela se le irá
pidiendo que ocupe los lugares que la familia delega en ella. Si el siglo XIX estuvo marcado entonces por la represión,
parece ser que el siglo XX está más marcado por la regresión. Quizás esto sea el resultado no deseado de haber
convertido a la maestra en la “segunda mamá”.

A los adultos-adolescentes les viene como anillo al dedo la regresión implementada. Al adulto inseguro la escuela
regresiva le provoca más dudas, más inseguridades. Y a la vez se crean escuelas tradicionales en contra de ese modelo,
que serán elegidas más que nada por los padres conservadores, aunque en buena medida también por lo inseguros. Este
tipo de escuela seguirá poniendo énfasis en la represión de las pulsiones, mientras la noche les ofrecerá a los jóvenes un
ideal de descontrol inverso.

Los chicos en medio de este zapping terminan por hacer lo que les parece o pueden

Fomentar la regresión por lo tanto tiene sus matices negativos. Si esta se implementa en un adulto, este probablemente
gane creatividad. Pero si esta se implementa desde el comienzo de la vida el resultado puede ser muy diferente, no
habrá noción de autoridad y el resultado paradójico no será la declinación del superyó sino la instauración de otro más
rígido.

En el heterogéneo marco de fin de siglo, subsiste el autoritarismo en instituciones escolares, pero también aparece
violencia de los jóvenes entre sí o de jóvenes hacia adultos, producto de una educación que ha exagerado en la falta de
límites.
UNIDAD 6

CICLO VEJEZ-SENECTUD-ANCIANIDAD
Duschatzky (compiladora): tutelados y asistidos: programas sociales, políticas públicas y
subjetividad.
Capítulo 4: el mito del eterno retorno: educación, subjetividad y adultos mayores (por José Yuni).

Presentación del tema

Se suele mirar la problemática del envejecimiento desde una óptica reduccionista. La más predominante en la sociedad
actual se sustenta en una concepción biologista que solo describe el paso del tiempo sobre el organismo, presentando a
la vejez como algo “dado” que el tiempo registra en el territorio del cuerpo, ocultando de esta forma el carácter de
construcción social. La edad cronológica representa un dato biológico socialmente manipulado y manipulable, por esto
no es un principio clasificatorio válido para demarcar la descripción de roles y funciones sociales asociados a la vejez. Es
por lo tanto muy necesario despojarnos de estas concepciones reduccionistas y prestar más atención a los procesos
cognitivos, de interacción social y de creación cultural.

Enfatizar así los aspectos de cambio y potencialidad en la madurez implica pensar en posibles “prótesis culturales” que
requieren las personas mayores para permanecer integradas en la sociedad y fortalecer sus procesos identitarios en
estos nuevos tiempos. En este sentido, en las últimas décadas se han promovido ciertas “prótesis culturales”
desarrollando actividades educativas dirigidas a personas mayores que en muchos casos se han convertido en políticas
públicas. Sin embargo en ciertos países más que políticas públicas constituyen movimientos autogestionarios, pero
considerando que toda práctica social por ser tal es política podría reconocerse ciertos rasgos políticos en la educación
de los adultos mayores. Nos centraremos en analizar los programas universitarios para adultos mayores que se han ido
desarrollando, especificandose en los de Argentina.

Perfil de las actividades educativas para mayores


La educación de las personas mayores se resiste a ser incluida en el campo de la educación de adultos, más bien se la
quiere incluir en un nuevo campo pedagógico que algunos autores denominan geragogía. Sin embargo un elemento
común respecto a la educación de adultos son tres tipos de discursos que circulan: el que ve a la educación como un
medio para que las personas mayores completen su proceso de personalización a través de la búsqueda del sentido
existencial; la segunda es la que entiende a la educación como un medio para la mejora en la salud; y la tercera articula a
la educación con la calidad de vida acentuando el carácter instrumental de la educación.

A fines de los años sesenta surgieron paradigmas emergentes respecto a la educación al considerar a la educación como
un derecho y como un aprendizaje que dura “toda la vida”. Así fue como fueron surgiendo en varios países las
Universidades de la Tercera Edad.

Hubner Wolff propone tres tipos de relación entre las universidades y las personas mayores: como paciente, como
cliente o como agente. El modelo predominante es el segundo, ya que los mayores participantes de estas universidades
deben “comprar” los conocimientos producidos por la academia.

El desarrollo de la educación de adultos mayores en la Argentina

Este tipo de educación surge como un circuito diferenciado en el que las personas que se integran no lo hacen solo para
alfabetizar sino también para integrarse a un grupo de “pares”. Sin embargo en tanto práctica social, su carácter
educativo fue invisibilizado por el carácter asistencialista y esporádico de tales acciones.

Bajo la etiqueta de los Programas Universitarios de Adultos Mayores (PUAM), se engloban diferentes denominaciones
que ha adoptado cada universidad. Pero el régimen legal del sistema universitario argentino imposibilita que estas
actividades tomen la denominación de Universidad de la Tercera Edad (UTE), y si se las denomina de esta forma no
tienen ninguna vinculación con las universidades del sistema de educación superior. Entonces vemos que las dos
tendencias organizacionales que se perfilan como modalidad dominante para la educación en adultos mayores son las
UTE y las PUAM.

Sin embargo hay que señalar ciertas paradojas en el discurso de las UTE. Por un lado, se trata de un discurso elaborado
desde un nosotros incluyente definido por la pertenencia al grupo de la tercera edad, construyendo así la experiencia
autogestionaria pedagógica. Por otro lado, la ideología educativa de los dirigentes relaciona la educación con la
preparación para la vida y la socialización, por lo que abren el juego para experiencias de educación intergeneracional y
de prácticas educativas entre edades, tuteladas y orientadas por los dirigentes, quienes de este modo pueden demostrar
el valor de la participación, la integración y la solidaridad de las personas mayores para con el resto de la sociedad,
convirtiéndo se de esta forma en una demostración de la capacidad organizativa de los mayores, de los beneficios que le
brindan a la sociedad y del protagonismo de la tercera edad, trascendiendo por esto al ámbito social.

Notas sobre los PUAM

En los PUAM la oferta educativa está organizada a través de cursos, estructurados en niveles y generalmente de duración
anual, lo que hace asumir cierto carácter formal a la educación para mayores. El modelo pedagógico responde a una
relación docente-alumno con escasa participación de los mayores en el diseño curricular, aunque se introduce el modelo
de trabajo áulico de aprendizaje grupal y de participación del mayor en la construcción de sus conocimientos.

También existen paradojas en los discursos de los PUAM. Estos utilizan la nómina “adultos mayores” y no “tercera edad”,
además justifican su razón de ser desde intervenciones orientadas a retardar, compensar y mitigar los efectos personales
y sociales del envejecimiento. Se genera así un efecto paradójico en tanto aspiran a diseñar políticas sectoriales de la
tercera edad pero no pudiendo asimilarse con la población anciana.
También presentan otra contradicción ya que se presentan a sí mismas como atendiendo a un sector social crítico
marginado, pero en la realidad los usuarios de estos programas son aquellos que tienen la capacidad de comprar ese
consumo educativo, ya que se deben pagar cuotas o aranceles para poder recibirlos. Así el carácter rentado de los
estudios refuerza una representación social de estas actividades como elitistas y aptas para ciertos sectores sociales
señalando la lógica privatista. Esto se explica debido a que los PUAM fueron mayormente creados en un contexto de
políticas neoliberales, comenzaron en los 80 pero se expandieron y difundieron más durante los noventa, lo que denota
cierta lógica compatible con la diferenciación social.

La nominación del envejecimiento o lucha por la imposición de nuevos significados.

El campo universitario es instituyente de discursos sociales, por esto es importante analizar el modo en que los PUAM
nominan la vejez, el envejecimiento y la educabilidad de las personas mayores.

Existe una lucha por nominar a la vejez desde diversas ópticas, estas son cambiantes y responden a una lucha por la
imposición de sentidos. Por ejemplo, los conceptos de viejo o tercera edad adquieren en la sociedad actual estereotipos
desvalorizantes y son rechazados por las mismas personas mayores. Otro concepto que también se rechaza es el de la
“segunda mitad de la vida”, que es un momento de transición que se da alrededor de los 45 años; nombrar a esta etapa
que es “un nuevo puente en el que los sujetos se interrogan sobre distintos aspectos y valores de su propia vida les altera
emocionalmente, sin embargo es un periodo que permite revisar o replantear muchas cosas de la vida. Otro concepto es
el de madurez o persona madura que en cierta forma remite a un equilibrio personal, un significado óptimo, pero se
omite la parte de que el aprendizaje no acaba aquí.

Actualmente se ha reconfigurado la estructura del curso vital y se ha alterado la secuencia del desarrollo humano; se han
liberalizado las opciones inscriptas para los diversos roles, los que a su vez adquieren una relativa independencia de las
edades sociales. En la actualidad la educación no se limita solo a una parte de la vida, sino que abarca todo el ciclo vital.
También han ocurrido importantes cambios en ámbito del trabajo y se acentúan los valores dominantes de la cultura del
consumo que responden a las expectativas juveniles; a la vez aumenta la esperanza de vida y hay una población mayor
mucho más competente (lo que hace pensar que hay que redefinir las modalidades de retiro laboral o jubilación.). Todos
estos cambios acentúan más aún la lucha por la nominación de la vejez.

El adulto mayor como sujeto pedagógico

La educación para el adulto mayor supone responder a las necesidades de cliente o usuario y colocan a la educación
como un medio para el logro de distintos fines intrínsecos o extrínsecos del sujeto. Aparece el concepto de educación
permanente en la nominación de algunos PUAM, también aparece la categoría de tiempo libre adquirida luego de la
jubilación que hacen pensar que se puede acceder a un mayor tiempo de ocio y volcarlo a las actividades educativas. La
categoría tiempo es otro significante que circula en los discursos, por ejemplo cuando se dice “nunca es tarde”, lo que
permite pensar en nuevas experiencias que objetivan.

Por otra parte también circulan dos tipos de discursos muy fuertes:

-Discurso personalista: la educación es un medio para que se alcance la personalización. En este discurso existe cierto
tinte de optimismo existencial al sostener que la vejez es un tiempo de proyecciones infinitas, de ganancias, de
desarrollo y devenir hacia metas de realización que son trascendentes.

-Discurso de la psicologización del adulto: tiene cierto corte psicoanalítico y se refiere a la posibilidad de restituir a los
sujetos sus condiciones de salud física, mental y emocional ante las crisis normativas, duelos y pérdidas por los que
atraviesa. La psicologización del discurso pedagógico permite modelar la imagen “real” de la persona mayor y la imagen
“deseada, posible o ideal”. Así, compensando las pérdidas, se puede lograr a través de la intervención educativa una
reparación de la imagen no deseada.

Un elemento común entre estos dos discursos es la relación que establecen con la salud y su mantenimiento. Así la
concepción educativa de los PUAM, contribuiría a la salud de las personas mayores.

Educación de los adultos mayores y construcción de subjetividades

El concepto de identidad adquiere diferentes sentidos relacionados con la problemática del envejecimiento: el primero
es la continuidad del sujeto más allá de las variaciones del tiempo y de las adaptaciones del ambiente; el segundo es la
delimitación del sujeto respecto a los otros y el tercero la capacidad de reconocerse y ser reconocido como portador de
determinada identidad. Estos tres sentidos se entrelazan y entablan una dinámica dialéctica en la constitución de la
subjetividad y es necesario tenerlos en cuenta a la hora de definir un programa educativo para mayores.

Por otra parte, es necesario tener en cuenta la participación de las mujeres en este tipo de programas, el 90% de los
participantes de los PUAM en Argentina son mujeres. Por eso, es importante analizar los escasos trabajos que introducen
una perspectiva de género al interior de los programas de los PUAM. Esta falta de introducción de un modelo femenino
sustentan imágenes sexistas que se difunden implícitamente en los PUAM, ya que se plantea que las mujeres mayores
que participan de los programas universitarios lo hacen para aprender cosas que les permita ser más competentes en la
relación con los nietos, los vínculos afectivos o el espacio familiar. De este modo se refuerza y se sigue naturalizando el
rol de la mujer en la gestión de la vida familiar y en la gestión de los afectos sin dimensionar los nuevos cambios de estas
concepciones en la posmodernidad.

Paradojas de la educación universitaria para mayores

Lovissolo considera a la educación de adultos como una paradoja de la modernidad, ya que yendo contra la
representación construida de que es natural educar a los niños, instituye la educación de adultos. En la modernidad el
modelo educativo era asimétrico y vertical, de los adultos hacia los jóvenes, pero cuando se trata propiamente de la
educación de adultos este modelo pierde legitimidad ya que no hay una mediación de autoridad y la convierte en
paradójica. Incluso, la educación de adultos mayores invierte la asimetría haciendo que muchas veces los miembros de
generaciones más jóvenes eduquen a los mayores. Esto pone en situación y en evidencia que el acceso al conocimiento y
la información ya no dependen de la experiencia y de la práctica social, hoy se asiste a un mundo donde esta
información es fácil de conseguir para los jóvenes inmersos en la cultura cibernética.

Por otra parte, la educación de adultos es una praxis que desde sus inicios reivindicó su carácter político. Sin embargo,
esta dimensión política queda invisibilizada ya que al colocar a la educación como un espacio el que se ocupa el “tiempo
libre” la voz de los mismos mayores queda silenciada, sin representación institucional de centro de estudiantes, consejos
asesores, carnets para bibliotecas y demás beneficios.

Por otra parte los programas universitarios sostienen el papel de la experiencia como un recurso metodológico al que
puede apelar el docente para “motivarlos”, sin embargo esto esta investido de un significado conservador o tradicional
por varios motivos: la experiencia es presentada como buena en sí misma, cuando en realidad sería necesario
determinar cuáles saberes experienciales poseen valor personal y social; además sumado a que la apelación a la
experiencia adquirida a través de los años es un recurso desvalorizado en las sociedades actuales, principalmente por los
jóvenes que ya no ven a ese “anciano sabio”. Por esto se hace necesario revisar y reestructurar ciertos esquemas de
interpretación y los vínculos sociales.
Landoni: Los niños de otrora: psicología de los procesos de la tercera edad
Nosotros los jóvenes. Un aspecto social

Según Kaufman “el envejecimiento es un fenómeno psicológico normal inherente a la propia naturaleza de la vida
misma”. De esto podría interpretarse que la vejez es un estado de enfermedad crónica en la que se perdió la eficacia
funcional. Es irreversible y altera el estatus, el rol y el aspecto. Perdiéndose también el respaldo social y económico.

Sin embargo, la postura que nosotros sostenemos es que la vejez se define por la confluencia de varios factores:

-biológicos: provenientes del interior del organismo y de influencias ambientales.

-psicológicos: historia del sujeto, vivencia, relación con su cuerpo, etc.

Factores sociales: tienen mucho peso en la vida del sujeto, como la pérdida del respaldo económico, la pérdida del rol y
del estatus, jubilación y pérdida del espacio laboral, etc.

Los dos primeros factores inciden uno sobre el otro. La involución física afecta el autoestima de la persona y esto puede
alterar o no la capacidad de las funciones del mismo. También lo físico y lo psicológico llevan a la alteración del aspecto,
el rol y el estatus. Otros factores sociales como la jubilación o el espacio laboral y los prejuicios sociales pueden acelerar
el deterioro psicofísico del hombre. Aunque hay que aceptar que no siempre coincide la jubilación con la involución
física-mental.

Características del aparato psíquico

El proceso de envejecimiento no cambia la estructuración del ello, que es icc, sino que existen menos inhibiciones y los
impulsos y el modo de expresarse de los mismos alcanzan una descarga más directa; haciéndose posibles porque el yo
no domina como antes, los mecanismos de defensa parecen luchar más con factores de orden fisiológico, psicológico y
social. Por su parte las exigencias del súper yo sufren modificaciones, no solo abarcan los aspectos en cuanto a las
exigencias de su cuidado como la higiene, prolijidad, sino también el modo de vinculación con sus familiares, adoptando
un carácter infantil y reclamando ser cuidado; así pierde su carácter rígido y estricto, existe una mayor dependencia de
los hijos cuya función se asemeja a la desempeñada por el padre y la madre en la infancia –en este sentido el superyó del
anciano se parece al superyó del niño preedípico-.

Sin embargo se manifiestan algunos mecanismos de defensa importantes como la regresión, el aislamiento, el
encasillamiento y la negación.

Regresión: Está al servicio del yo, como una forma de adaptación para mantener el equilibrio entre el ello, yo y súper yo,
activando en el sujeto formas, conductas anteriores como recurso para responder a situaciones actuales. No se trata de
un tipo de regresión patológica por lo que en este sentido reemplaza a la regresión propia de la juventud y la adultez

Aislamiento: Hace posible manejar situaciones como la muerte, las enfermedades, etc. íntimamente ligadas al presente,
en el sentido de que separa al concepto del afecto que forma parte de esa idea o representación. Así el yo logra tratar
esos temas sin maltratarse a sí mismo, distanciados y protegiéndose.

Encasillamiento: El sujeto repite aquello que por lo menos en algún momento fue aceptado, donde él también fue
protagonista. Esto está ayudado por la limitación de la memoria y la repetición transforma en rígidas a sus respuestas.
Negación: Es selectiva aunque también ligada a procesos psíquicos y físicos. Puede ser voluntaria (cuando la persona
decide no reconocer a alguien o algo que lo ligue al pasado y que le produzca malestar), o involuntaria (alejándose de
aquello que lo afectó como recuerdos, personas, sensaciones sexuales, deterioro físico, agresión, etc. actuando aquí las
organizaciones psíquicas más los procesos de deterioro físico). El uso de la negación estaría haciendo posible mantener
un equilibrio respecto a aquellas situaciones que el sujeto ya no puede resolver.

Proyección: El yo se aleja de aquello que es motivo de displacer, aunque en esta etapa la proyección esta menos
presente que en la infancia o adolescencia, ya que el hombre de esta edad se hace cargo de sus errores o justificar
determinados comportamientos, diciendo por ejemplo “bueno, pasa porque soy un viejo”.

La vejez como procesos. Sus derivaciones

Introducción

La vejez es una etapa evolutiva normal, en el que la propia historia, las crisis, los duelos toman un lugar relevante
integrando todo lo vivido y ofreciendo nuevas posibilidades para disfrutar y gozar la vida. Nada de lo que se ha vivido se
pierde, aunque esas etapas anteriores se ubican en una jerarquía inferior a las condiciones de la etapa nueva. Es decir
que el nivel jerárquico superior lo ocupa la vejez, el momento presente. Cuando el pasado es capaz de actualizarse bajo
el imperio y dominio del mecanismo de la regresión, este resulta ser un mecanismo muy privilegiado en esta etapa.

Henri Ey reconoce como proceso previo a la vejez a la presencia que se ubica alrededor de los 55 años y en el que van
declinando algunas aptitudes funcionales y psíquicas. A partir de los 65 se daría comienzo a la vejez o senescencia. El
término senescencia significa proceso de envejecimiento.

La crisis de la vejez

Clásicamente se han reconocido varias crisis vitales: nacimiento, destete, complejo de Edipo, adolescencia, climaterio,
etc. la crisis resuelve una situación anterior, aunque al mismo tiempo permite el ingreso hacia una nueva experiencia. Las
crisis suponen dos posibilidades de derivación:

-positiva: cuando se logran elaborar las situaciones emergentes del proceso de envejecimiento. Si el sujeto continúa
creciendo con intereses nuevos, estará activo y dispuesto al aprendizaje.

-negativa: si es absorbido por estados deficitarios y las angustias concomitantes, la patología será su manifestación.

Hay que aclarar la distinción entre viejo y senescente. Viejo es un senescente enfermo que padece disfunciones
afectivas, serias somatizaciones o procesos orgánicos, en este tipo de personas el aprendizaje está interrumpido.

Por su lado Henri Ey, afirma que la crisis del envejecimiento desemboca tarde o temprano en el estado senil o senilidad,
estado deficitario por sus manifestaciones clínicas constituyendo un estado patológico. Se caracteriza a la senilidad por
los siguientes indicadores: deterioro de las capacidades operatorias de la inteligencia, pérdida de la fluidez mental, de las
adquisiciones intelectuales, dificultad para adaptarse a situaciones nuevas, modificaciones de la afectividad, rigidez,
estereotipia, resistencia a los cambios. A pesar de estos indicadores cada sujeto tiene su propia identidad por lo que no
existe solo una forma de envejecer o resolver la crisis.

Envejecer es la suma de lo externo y lo interno de la propia historia y de la historia de los otros.

Por su parte los duelos por la pérdida otrora por los que se transitan en esta etapa, deben estructurar el esquema
corporal y rediseñar su representación mental. Si el sujeto puede renunciar a todo lo perdido la libido quedará en
libertad para invertir en nuevos objetos, posiblemente tanto o más valiosos que aquellos perdidos. En esto influyen los
modelos culturales que condicionan al individuo para buscar la satisfacción narcisista de ser reconocido y valorado. Si se
produce una fijación en la imagen del cuerpo perdido se constituirá un duelo patológico, una ofensa al narcisismo.

A todo ello se suman los prejuicios culturales y si el anciano los acata sin reflexión, suele sumergirse en múltiples
abstinencias (en lo genital, en los proyectos, ilusiones, etc.). Si se somete a esas limitaciones, expresa su sexualidad por la
vía regresiva, apareciendo entonces intereses relacionados a lo digestivo y lo intestinal (analidad) y/o preocupaciones en
cuanto a la alimentación (oralidad), a las que son propensos algunos ancianos. Para su recuperación los profesionales le
dan importancia al contacto corporal, ya que la sensorialidad y los estados afectivos positivos se reencuentran en el
espacio subjetivo, el propio cuerpo y el esquema corporal.

Desde la cultura actual se ubica al viejo en el lugar de la pasividad, entendida como la extinción de la actividad laboral,
genital, etc. y se lo asocia a la decadencia y desvitalización. En tiempos anteriores gozaban de mayor prestigio, eran
“sabios” respetados y venerados. Por lo que está pérdida de gravitación social, este pasaje de miembro activo a miembro
marginal, es un duelo que debe elaborar y superar posibles depresiones. Además de estos duelos el anciano también
debe soportar los duelos por las pérdidas de las relaciones objetales, como por ejemplo la muerte del cónyuge, amigos
y/o familiares, que a la vez informan de un camino previsible: la muerte que también espera al sujeto.

Aquellos que logren diseñar un proyecto de vida desafiando los interrogantes del qué hacer con el tiempo libre, sin
someterse a los mandatos de un supuesto saber externo, superando la crisis y duelos propios del proceso, podrán
proclamar la conquista de la nueva edad.

Sexualidad en la vejez

El 90% de las mujeres interrumpen su actividad sexual cuando el marido se enferma seriamente, cuando se vuelve
impotente y cuando se muere. Así parece la sexualidad de la mujer ligada a la sexualidad del marido.

Cuando más se asciende en la escala social mayor dificultad sexual en la vejez y hay menos dificultades en el campo que
en la ciudad, esto por efecto de la represión operante en los siglos pasados y que constituyó a las mujeres durante varias
décadas.

Hay un climaterio femenino pero no uno masculino. En la mujer la disminución de hormonas actúa sobre sus genitales
internos y externos. La vagina se acorta de tamaño y se estrecha, disminuye la lubricación hasta secar por completo y
que quede seca. El útero se va a achicando. Se comienza a producir dolor durante las relaciones. Pero la plataforma
orgánica, responsable de la sensación del orgasmo se mantiene activa, disminuye un poco su frecuencia pero permanece
activa. Esta actividad de la plataforma orgánica está en relación directa con su grado de utilización. Cuanto más tiempo
ha permanecido la mujer activa sexualmente más posibilidad tiene de permanecer activa y tener sus orgasmos durante
el acto sexual. Por esto decimos que la menopausia no interrumpe la actividad sexual.

Por su parte la disminución hormonal en el hombre no disminuye se sexualidad, pero sí va apareciendo un proceso de
lentificación, es decir le cuesta más tiempo la excitación para alcanzar la erección lo cual es vivido como un síntoma de
impotencia. El tiempo necesario entre una erección y otra es de 24 hrs. El máximo de la erección se consigue
inmediatamente antes de la eyaculación. El tiempo de coito también es más lento. En el hombre joven la eyaculación es
de dos tiempos, pero en el hombre viejo no hay eyaculación inminente sino que se da en un solo tiempo.

El promedio de actividad sexual a los 30 años es de 3 veces por semana y a los 70 es de una vez cada tres semanas, pero
el placer que se obtiene ese hombre de 70 es equivalente al del hombre de 30.
Las estadísticas muestran que aquellas personas que han funcionado con su sexualidad a través de su vida sin prejuicios
ni tabúes, son las personas que permanecen activas durante más tiempo.

¿Cuáles son las causas de una pérdida de la sexualidad en una pareja de ancianos? El aburrimiento de la convivencia, la
falta de seducción de ambos, lo que lleva a un círculo vicioso que los hace abandonar la sexualidad.

La masturbación aparece en estados regresivos psicológicos y en estado de privación objetiva, aislamiento o en personas
que han perdido su pareja. Y respecto a esto último en los ancianos viudos o viudas se favorece la práctica de la
masturbación.

El fracaso en el ejercicio de la genitalidad en una pareja de ancianos no necesariamente implica el fracaso de la


sexualidad, esta implica muchas cosas más como el contacto corporal, la ternura, el sentirse más necesitado, deseado,
etc., que son cosas muy importantes en la vejez. Una pareja que se ama, con un amor en el que se suprime la distancia
del yo al otro, el fracaso es superado.

Aspectos biológicos del envejecimiento

Las personas que están en contacto con ancianos deben fomentar la confianza en sí mismos, fomentar su autonomía y
favorecer los espacios grupales de ancianos para que ellos mismos puedan discutir y opinar acerca de sus problemas.
También es muy importante un mayor conocimiento por parte de los integrantes del equipo de salud que los trata, ya
que muchos ancianos atribuyen solo a procesos fisiológicos del envejecimiento muchas de sus molestias, por lo que
omiten buscar ayuda más a menudo.

Existen principios básicos que debemos tener en cuenta a la hora de tratar con ancianos: no dañarlos ya que sus pautas
culturales por lo general no son las de ahora, hay que tratar de no ofenderlos; buscar siempre aquellas enfermedades
que sean tratadas, porque aunque sea una leve mejoría lo que se logre para el anciano ya es una mejora significativa,
que provoca mejores estado de bienestar; evaluar al enfermo en su aspecto global en lo psíquico, lo orgánico y la mente;
considerar en todo paciente un plan terapéutico más adecuado, ser examinado en forma personalizada, ya que es único,
y no dentro de planes global; no prejuzgar con respecto al enfermo.

El individuo anciano tiene muchas razones para sentirse amenazado: físicamente porque siente la reducción de sus
fuerzas; psicológicamente porque se siente relegado a una condición social inferior y emocionalmente porque se sienten
solos e inseguros. Sin embargo, estas dificultades y amenazas se pueden paliar si son adecuadamente aconsejados.

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