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3.

El giro antropológico: Sócrates y sofistas


En el s.V a.C., el centro de conocimiento se movió a Atenas, con la creación de las
polis (ciudades estado), y con esto, la filosofía abandonó el estudio del mundo
físico y comienza a preocuparse por cuestiones relacionadas con el ser humano y
especialmente por cuestiones ético-políticas; fenómeno conocido como el giro
antropológico, que sucedió, en parte, por el agotamiento del tema anterior,
habiéndose dado ya multitud de respuestas sin un criterio para determinar cual era
más verdadera; y en parte por la aparición de los primeros sistemas democráticos,
más concretamente democracias directas en las que los ciudadanos de la polis
participaban directamente, redactando sus propias leyes y constituciones en el
ágora. Surgieron cuestiones como: ¿Qué es la justicia?
Resultaba entonces imprescindible el correcto uso de la palabra para persuadir y
convencer de tus ideas al resto, necesidad que atrajo a filósofos extranjeros: los
sofistas, que enseñaban retórica, cobrando por ello. Este hecho los llevaba a
posicionarse en posturas relativistas, que rechazaban la existencia de la verdad
absoluta, habiendo en su lugar opiniones igual de válidas; posturas escépticas, que
apoyaban la idea de que el conocimiento humano es limitado, y que, a pesar de
poder existir la verdad, no podemos llegar a alcanzarla. Frente a las leyes fijas e
invariables de la physis que habían estudiado los presocráticos, los sofistas
establecieron unas leyes sociales y políticas, que dependían del nomos y un
convencionalismo moral, es decir, que eran fruto de acuerdo, y, por lo tanto,
variables entre sociedades, además de poder cambiarse. El sofista relativista más
destacado fue Protágoras y el escéptico por excelencia fue Gorgias.
Sócrates (470-399 a.C.) se contrapuso a los sofistas y sus ideas. A diferencia de
ellos, no se consideraba sabio, sino ignorante, y pensaba que el primer paso para
llegar al conocimiento era precisamente reconocer dicha ignorancia en uno mismo.
Para alcanzar definiciones y verdades, que el creía absolutas, llevaba a cabo el
método socrático, dividido en dos fases: una de ironía socrática, en la que dejaba al
descubierto la ignorancia del interlocutor mediante preguntas con las que
pretendía contradecirlo (fase por la cual se ganó muchos enemigos, costándole la
vida más tarde); y una segunda fase de mayeútica, con la que pretendía “dar a luz”
a la verdad y conocimiento absoluto mediante el diálogo entre ambos.
Creía en el intelectualismo moral, que consistía en negar el mal voluntario en
alguien, considerándolo simplemente ignorancia, pues si conociese el bien
necesariamente actuaría como tal; además de anteponerse al relativismo y
escepticismo con el universalismo moral, por el cual existían valores morales
absolutos. A partir de Sócrates el término areté, previamente ligado al linaje, se
empezará a relacionar con la virtud, que será alcanzable a través de la educación,
lo que evitaría la ignorancia y, por lo tanto, según Sócrates, el mal.

4. El papel de la mujer en la cultura griega


Aunque la legislación entre polis otorgaba una situación distinta a las mujeres, la
época griega se caracterizó por ligar a la mujer al nostos (hogar), quedando
excluida de logos y del estatus de ciudadano, por lo que no podía participar en la
política ni se le daba la posibilidad de entrar en los núcleos de pensamiento.
Además, con la democracia aumentó el periodo de formación de los varones, por
la diferencia de edad entre hombres y mujeres en el matrimonio se agrandase,
reforzando la autoridad del varón sobre la mujer.
Aún así, Aspasia de Mileto, lugar donde el ideal femenino era menos restrictivo,
accederá a la vida en la polis de Atenas (y no en el nostos), donde se casará con
Pericles, alcanzando ciertos núcleos de pensamiento; incluso se rumorea que pudo
llegar a ser maestra de filósofos como Sócrates.

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