En el s.V a.C., el centro de conocimiento se movió a Atenas, con la creación de las polis (ciudades estado), y con esto, la filosofía abandonó el estudio del mundo físico y comienza a preocuparse por cuestiones relacionadas con el ser humano y especialmente por cuestiones ético-políticas; fenómeno conocido como el giro antropológico, que sucedió, en parte, por el agotamiento del tema anterior, habiéndose dado ya multitud de respuestas sin un criterio para determinar cual era más verdadera; y en parte por la aparición de los primeros sistemas democráticos, más concretamente democracias directas en las que los ciudadanos de la polis participaban directamente, redactando sus propias leyes y constituciones en el ágora. Surgieron cuestiones como: ¿Qué es la justicia? Resultaba entonces imprescindible el correcto uso de la palabra para persuadir y convencer de tus ideas al resto, necesidad que atrajo a filósofos extranjeros: los sofistas, que enseñaban retórica, cobrando por ello. Este hecho los llevaba a posicionarse en posturas relativistas, que rechazaban la existencia de la verdad absoluta, habiendo en su lugar opiniones igual de válidas; posturas escépticas, que apoyaban la idea de que el conocimiento humano es limitado, y que, a pesar de poder existir la verdad, no podemos llegar a alcanzarla. Frente a las leyes fijas e invariables de la physis que habían estudiado los presocráticos, los sofistas establecieron unas leyes sociales y políticas, que dependían del nomos y un convencionalismo moral, es decir, que eran fruto de acuerdo, y, por lo tanto, variables entre sociedades, además de poder cambiarse. El sofista relativista más destacado fue Protágoras y el escéptico por excelencia fue Gorgias. Sócrates (470-399 a.C.) se contrapuso a los sofistas y sus ideas. A diferencia de ellos, no se consideraba sabio, sino ignorante, y pensaba que el primer paso para llegar al conocimiento era precisamente reconocer dicha ignorancia en uno mismo. Para alcanzar definiciones y verdades, que el creía absolutas, llevaba a cabo el método socrático, dividido en dos fases: una de ironía socrática, en la que dejaba al descubierto la ignorancia del interlocutor mediante preguntas con las que pretendía contradecirlo (fase por la cual se ganó muchos enemigos, costándole la vida más tarde); y una segunda fase de mayeútica, con la que pretendía “dar a luz” a la verdad y conocimiento absoluto mediante el diálogo entre ambos. Creía en el intelectualismo moral, que consistía en negar el mal voluntario en alguien, considerándolo simplemente ignorancia, pues si conociese el bien necesariamente actuaría como tal; además de anteponerse al relativismo y escepticismo con el universalismo moral, por el cual existían valores morales absolutos. A partir de Sócrates el término areté, previamente ligado al linaje, se empezará a relacionar con la virtud, que será alcanzable a través de la educación, lo que evitaría la ignorancia y, por lo tanto, según Sócrates, el mal.
4. El papel de la mujer en la cultura griega
Aunque la legislación entre polis otorgaba una situación distinta a las mujeres, la época griega se caracterizó por ligar a la mujer al nostos (hogar), quedando excluida de logos y del estatus de ciudadano, por lo que no podía participar en la política ni se le daba la posibilidad de entrar en los núcleos de pensamiento. Además, con la democracia aumentó el periodo de formación de los varones, por la diferencia de edad entre hombres y mujeres en el matrimonio se agrandase, reforzando la autoridad del varón sobre la mujer. Aún así, Aspasia de Mileto, lugar donde el ideal femenino era menos restrictivo, accederá a la vida en la polis de Atenas (y no en el nostos), donde se casará con Pericles, alcanzando ciertos núcleos de pensamiento; incluso se rumorea que pudo llegar a ser maestra de filósofos como Sócrates.