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SOPORTE EPISTOLAR DE LA
EMANCIPADA
DE MIGUEL RIOFRÍO (LOJANO)
SOPORTE AUDIBLE:
(audiolibro completo: La Emancipada)
https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=8897

CRONOGRAMA DE TRABAJO:

1. Escuchar: https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=8897
2. Transcribir, en el cuaderno, a mano, la carta que les corresponden y poner al

final su ARGUMENTACIÓN CRÍTICA O COMENTARIO

PERSONAL, el mismo que será fundamental como material para el

PODCAST, combinar con sonidos, audios, efectos, etc.

3. Se sorteará el número de la carta a ser analizada (durante la clase).

4. Grabar su carta y análisis, enfocado con la secuencia de la obra escuchada,

TENDRÁ QUE argumentar, tomando como soporte la obra para ubicarse en

el contexto.

5. Subir el link de acceso a un documento en línea (drive) la semana 14 del

Primer Trimestre.

SOPORTE EPISTOLAR DE LA EMANCIPADA de Miguel

Riofrío (lojano)

El presente soporte epistolar, no publicado de manera regular, en las ediciones de la

obra, constituye un aval informativo muy valioso. Rosaura, personaje de la novela “La

Emancipada” de Miguel Riofrío”. Material recopilado del Proyecto de investigación,


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previo a la obtención del Título de Licenciatura en Ciencias de la Educación, mención

Lenguaje y Literatura de Elisa Paola Abendaño Cabezas, bajo la supervisión de la Dra.

Victoria Cepeda Villavicencio de Universidad Central del Ecuador Facultad De Filosofía,

Letras y Ciencias de la Educación. Carrera de Pedagogía de la Lengua y la Literatura.

(páginas de la 56 a la 76).

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Malacatos:

Una carta llegó al mediodía, Sor Luciana me la entregó con un gesto sombrío en su cara, la recibí y me fui al jardín para
poder abrirla. La carta era de mi padre:
Rosaura. –
Infortunadamente la enfermedad de tu madre no ha cesado y le causó la muerte. Pasado las seis de la tarde iré a recogerte,
prepara tus pertenencias.
Pedro

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Mi padre tan árido en las emociones que las letras se ahogaron en el papel blanco, cuando leí que mi madre había fallecido
sentí en mi corazón una helada punzada que me recorrió todo el cuerpo, mi golondrina que me avisa de la primavera ya no regresará.
Madre, ahora estaré sola.
Rosaura

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Malacatos

Una semana ha pasado de la muerte de mi madre, mi único consuelo es ir a la colina a leer las aventuras del
joven Telémaco, tan valiente para realizar ese viaje y conocer el mundo. Madre ¿Crees que algún día viaje como
Telémaco a descubrir cosas? Algún día lo haré y te contaré todo lo que vea. Regresé a casa para cambiarme para la cena,
al abrir la puerta mis ojos no podrían creer lo que vieron, mi mesita de noche estaba vacía, todos mis libros, mi papel y
mis pinceles habían desaparecido. Bajé las gradas con gran angustia y vi a padre limpiando sus botas en el patio,
apresurada e inocente, con lágrimas en los ojos, le pregunté si sabía algo de mis cosas. Padre solo me regresó a ver y
salió de su boca- yo fui, ya era hora de quitarte esos malos hábitos que te enseñó tu mendiga madre- mis ojos se
cristalizaron al percibir el nombre de mi madre. Padre me dijo que desde ahora no saldré, que ciegamente debo
obedecerlo a él y a Dios. No respondí nada porque mi cuerpo ardía de ira y tristeza desde ese momento. Madre ese
hombre ya no es mi padre porque he sido cautiva como un animal herido para después comerlo. Los únicos libros que me
dejó leer son Desiderio y Electo, los sermones del padre Barcia y los Cánones penitenciales. No me gustan esos libros
solo hablan de cómo se debería vivir y el castigo por no seguir las leyes de Dios. Madre te contaré un secreto, en mi
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armario donde guardo mi sombreo azul, escondí el libro de Telémaco ese será nuestro secreto. Mi pobre corazón en poco
tiempo ha sufrido dolores inconmensurables, la muerte de mi madre y la ausencia de Eduardo ¡Qué haré con todo esto!
Pero Dios sabe cómo encontrarnos a él y a mí. Madre, no he escrito mucho en estos años porque mi vida solo se envolvió
en las paredes de esta casa, mi escapé fue cuidar tu jardín, donde tienes esas lindos alelís, tan pequeños, pero tan
fragantes, con padre solo cruzamos palabras sobre el mantenimiento de la casa, a Eduardo solo lo veo una vez por mes,
porque el obstinado Don Pedro me mantiene vigilada, pero aun así nos hemos encontrado. No sé cómo describirlo veo
sus ojos y sin previo aviso la comisura de mis labios se ha elevado, toda mi sangre pierde gravedad. A veces tengo miedo
de este sentimiento porque es arrebatador y ardiente.
Rosaura

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Malacatos
La astucia de Eduardo nos volvió a encontrar por varias ocasiones más, cuando estoy con él siento una fuerza interior, creo
que estoy profundamente enamorada. En año nuevo, mi padre salió a dar su paseo de costumbre mientras que a mí me encerró en la
casa, escuché el silbido de Eduardo y salí a buscarlo al jardín, lo encontré todo agitado con sus mejillas rojas, me acerqué y le
propicié un beso en su caliente mejilla. Eduardo me miró fijamente para darme un beso, le detuve y le dije que estas acciones
prontamente serán descubiertas y nos alejará para siempre. Eduardo se separó de mí bruscamente y soltó palabras de que yo no lo
amaba suficiente. Pero si Eduardo conociera mis verdaderos sentimientos, si me leyera como un cristal, él sabría que es un amor
verdadero. Traté de calmarlo, pero palidecía de incomprensión su rostro, se retiró sin mirar atrás. Me sentí frustrada por las pasiones
humanas y sus consecuencias. Lo único que me serena es recordar el amor que sentía por mi madre y su amor a Dios.
Rosaura

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Malacatos
Amanecí con un presagio en el corazón por la angustiosa salida de Eduardo. Y el ambiente estaba entorpecido por las fiestas
del baile del Niño, se escuchaban el paso vitalicio de jóvenes que iban a buscar a su amada, en mis ideas imaginaba como es el amor
fuera de esta casa. Don Pedro llegó a casa se sentó en la mesa de la cocina y se bebió su mallorca, estaba ya ensalzado en un
ambiente, llamó al criado José y empezaron a conversar en un tono muy alto, bajé al cuarto de bordado. Cuando escuché a Don Pedro
que unos insolentes habían criticado al cura sobre su decisión, al escuchar eso traté de acercarme y mi padre notó mi presencia, a
gritos me mandó a mi cuarto sin órdenes de salir hasta la cena.
Rosaura

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Malacatos
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A las seis de la mañana recibí una carta de Eduardo donde me ponía en conocimiento que mi padre ha arreglado un
matrimonio para mí, a pesar de eso, él tratará de seguir conmigo, me conforta saber que Eduardo esté apoyándome y sea capaz de
hacer cualquier cosa por mí. Tengo ideas confusas sobre lo que haré, me contrae el miedo y el enojo hacia mi padre. No puedo creer
que me venda como si fuera una pieza más de su ganado. Madre, me llena de ira y tristeza el saber que no puedo elegir con quien
estar, porque padre es así, tú también fuiste obligada a casarte, pero sabía que no eras feliz, Don Pedro no te amaba como merecías y
me parecía nefasto. Todos estos sentimientos se me juntan, solo quiero llorar, porque no puedo hacer nada, veo mis manos blancas y
delicadas. Pienso en lo que tengo que hace. En la tarde, mientras comía mi quesillo en la hoja de plátano llegó mi padre, entró a mi
habitación y me interrogó quién había venido hoy, le respondí que era el paje de Eduardo, al escuchar eso montó en rabia porque
sabía que él me dijo lo del casamiento.
Mi padre no tuvo compasión pese a mis lágrimas, no cambiaría de opinión. Quisiera salir de esta casa, mi padre me
atormenta maldiciendo a mi madre y sus ideas. ¿Por qué hace de la lectura una transgresión imperdonable? ¿Por qué no entiende que
viajo cuando leo? ¡Qué reflexionó! Para ser una mujer más inteligente, más cordial, como mi madre. En la cena le dije a mi padre
que mejor me lleve a un convento, pero se negó rotundamente, debido a la manutención que tenía que obsequiar por mí, por nuestro
origen y que nuestro apellido no es muy reconocido. Le dije entonces que me case como campesina para que se deje de lado los
títulos y el linaje, para solo escoger alguien con virtudes similares a las mías. Mi padre tan nefasto me dijo que para eso está Don
Anselmo, a él le tendrás que obedecer por orden del matrimonio y mi bendición. Eso fue suficiente para entender que no podría
contar con mi padre, está tan sosegado con un linaje, tener bienes económicos como dicta un presagio de buena familia. Mis palabras
salieron como caballos salvajes, indomables. Yo sería capaz de muchas cosas para detener este matrimonio forzado.
En ese momento mi padre se acercó, sentí miedo, pensé que me iba a golpear, pero hizo algo peor, lo suficiente para
doblegar mi espíritu, empezó a maltratar al sirviente de la casa y a su pequeño hijo, desesperada en escuchar las lamentaciones de
una injusticia cede mi completa voluntad para la boda que me espera. Esta mañana, mi padre estaba escribiendo una carta, fingiendo
ser yo, para decir a Eduardo que contraeré nupcias y despidiéndome. No imagino como tomara esta noticia mi amado, si supiera que
la escribió ese tirano, le enviaré un mensaje oculto pegaré en la oblea de la carta una nota, eso haré cuando vaya a firmarla, ojalá que
la nota llegue a manos de mi querido Eduardo. Y que entienda que lo hago por mí y mi madre
Rosaura

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Malacatos
Llegó el 6, desde temprano escuchaba como pasos de hormiga por toda la casa preparándose para la boda, yo no salí para
nada. No quería ver ese circo de poderes donde no hay igualdad. Lo que no sabía Don Pedro, es que este día estará lleno de
sorpresas. Yo me he preparado, ojalá salga todo bien, quiero dejar de temer por mi destino. Mientras me vestía repasaba el plan en mi
cabeza. Liana golpeó mi puerta me dijo que me esperaban abajo, solo respiré y bajé. Me cubrí la cara, ya llegó la hora. Madre, por
primea vez me siento feliz que no estés aquí, si vieras esas pupilas como fauces que me observan apoyando la decisión de mi padre,
si supieran los verdaderos sentimientos de mi corazón, pero son como jauría frente a un venado herido. Mi corazón estaba sereno
sabía lo que tenía que hacer, pero en mi cabeza no dejaba de imaginarme la ira de estos preceptos subordinados. Cruzando la plaza
escuché una voz que me iba a apoyar por parte de mi querido Eduardo, escuchar eso hizo más fuerte mi mirada. Me encontraba ya en
el altar y acepté a Don Anselmo como mi esposo, solo veía la cara triunfando de mi padre y del cura. Yo debía de seguir tranquila
hasta salir de la iglesia.
Me dirigí a alistarme cuando mi padre agarró mi brazo, me preguntó que ha donde iba. Le arrebaté mi brazo, le dije
legalmente que ya no debo obedecerle, soy libre de usted y de don Anselmo. Solo vi la cara fúrica de mi padre y las maldiciones que
salían de su infame boca. Yo regresé a mi habitación, con el vestido blanco y con tu capa, madre. La gente salía a ver que iba a ser de
mi destino, cuántas ganas tenia de decirles que vean lo que hacen, como condenan a una mujer a un matrimonio forzado. Escuché un
griterío para que entrara a la iglesia, pero si entraba sería una trampa, puse resistencia hasta que salió un viejo que trató de
intimidarme diciéndome lo que estaba causando. El cura me amenazó con meterme a la cárcel. Madre ¿Por qué son así? ¿Por qué
quieren que pague un delito absurdo de no seguir a mi marido? Todos ellos solo quieren sirvientas, el cura quiere siervos. No es
posible que las mujeres nazcan para esto. Me enfurecí con el cura, tomé mi pistola, no iba a herir a nadie. Madre solo quería que se
callen, que escuchen mis palabras. Madre quise perdonarlos por ti, pero la ignorancia y el poder los volvió así. Ese día salí con mi
caballo delante de todos, armada a mi nuevo destino. Me supongo que cuando salí de la iglesia toda mi historia fue contada por las
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beatas.
Rosaura

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Malacatos
Después de salir de la plaza, me dirigí donde la compañera de mi madre que solo la conocí una vez, Luz, al saber mi
situación me prestó su casa. Le agradecí con todo mi corazón, porque sabía que no podía regresar a mi casa y nadie me iba a dar
posada. Luz era la mujer de un comerciante por lo que pasaba siempre viajando. Y no se erradicaba completamente. Su sala
abandonada se convirtió en mi nuevo hogar.
Rosaura

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Malacatos
Empezaron las festividades de San Juan, el ambiente está alegre, decidí salir a ver el bullicio de la tradición del gallo, al ver
el espectáculo, mi corazón se llenó de ira. Pobre animal que solo está para el disfrute de estas personas. Decidí concursar, pero mi
único objetivo era soltar a los pobres animales. Me sentía fuerte por ser ya libre, aunque un poco sola. Me aventuré a coger el gallo,
lo logré. Cuando lo hice era una celebración total, pero solo de una parte de la gente, cuando vi a una anciana indígena con los ojos
tristes deduje que era su gallo entonces se la entregué para después ir por los otros. Cuando estaba en las maniobras de coger el gallo
sentí que era más fácil, las cuerdas estaban más abajo, intuí que los indígenas que estaban me ayudaron. Ese día sentí un poco de
benevolencia por mí. Al poco tiempo después, los hombres se quejaron de mi juego, trataron de sacarme haciéndome una cortada.
Los indígenas que estaban ahí me ayudaron como gesto de reciprocidad. No puedo entender porque la gente los trata tan mal, son
iguales a nosotros. Entre los jugadores y los indígenas se armó una pelea por mi causa, porque les quité la oportunidad de galantearse
de la costumbre. Al final intercedí por ellos para evitar una riña, donde iban a salir perdiendo por los blancos.
Rosaura

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Malacatos
Al día siguiente solo me levanté arreglé mi cuarto, empecé a cuidar el jardín. Me gustaba donde vivía era una casa
pintoresca, estaba cerca de una acequia donde iba a leer el libro que me regaló mi madre. Luz ya no regresó a su casa, dejó a sus
empleados a que me ayudaran. Mis días pasaron tranquilos, me dediqué a escribir, a reflexionar. Pensaba en qué estaría haciendo
Eduardo, qué fue de su destino. Lo extraño tanto, sus poemas, sus besos y su compañía.
Rosaura

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Malacatos
Madre, me siento sola. Si salgo a la calle solo siento miradas de acusación, mis amigas del colegio no me hablan, supongo
que creen que soy cruel por dejar a mi supuesto esposo. Las únicas conversaciones que he tenido son con Dolores y Luis, los
empleados de la casa. Cuando converso con ellos empiezo a ver lo difícil que es la vida para ellos, solo por ser indígenas. Madre, si
escucharas estas historias te enojarías con el mundo es tan vil, tan injusto, ¿Por qué la gente hace discriminación tanto a nuestros
hermanos indígenas?
Rosaura

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Malacatos
Hoy, después de almorzar fui a caminar por el pueblo. En la tienda de la señora Lucrecia, me encontré a Luis, hijo de
Dolores, me acerqué a él y pasamos toda la noche conversando. Él ha su corta edad ya sabía beber, me ofreció a mí, pero lo rechacé
nunca tuve la idea de beber, sabía que lo único que hace es deteriorar la mente. Se comenzó a reunir más gente, especialmente
hombres, empezaron a mirarme, me sentí incomoda que tuve que salir de ahí, dejando a Luis.
Rosaura

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Malacatos
Al día siguiente, Dolores me dijo que en el pueblo creen que soy una prostituta, que ando en bares tomando. ¿Cómo es
posible que la gente escriba los destinos de los otros? Madre, ¿Por qué son así las mismas mujeres me acusan? Ellas saben el peso
que tienen, aun así, me denigran.
Rosaura

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Malacatos
Luis me trajo correspondencia, no lo creía. Era Eduardo, me emocionó solo leer su nombre. Acerqué su carta en mi rostro
para recordar su aroma. La abrí, comencé a leer, era una carta extensa, me sentí emocionada, llena de esperanzas al saber que todavía
piensa en mí. Pero el solo me reprochaba lo que había hecho, quería que vuelva al camino del bien. No puedo creer que él ha sido
influenciado por las malas intenciones de la gente, eso me demuestra que no lo conocía tan bien, mi Eduardo, que ya no es mío…
Intentaba hacer sentirme culpable diciendo que estoy actuando como mis tiranos. Le respondí su correspondencia explicándole como
es mi devoción por Dios, las cosas que hecho y que no trate de salvarme, yo ya tomé mi destino. Con el pesar de mis sentimientos le
dije que ya no me escribiera.
Rosaura

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Malacatos
Después de la respuesta me sentí muy mal, mi único amigo se desvanecía. Pasaron los días, llegó una carta de Eduardo.
Diciéndome que me aleje de los placeres mundanos, si supiera la verdad, él me propuso que vendría a la cuaresma, me pide que
permanezca oculta para poder sanar mi alma y evitar caer a la desesperación. Esa misma noche le respondí, me senté en mi velador
prendí la vela, le dicté que ya me encontraba en ese estado, para calmar sus nervios le conté sobre las personas que conocí en el
pueblo, eran extranjeros. Me despedí de Eduardo con palabras cariñosas, porque después de todo, se acordó de mí.
Rosaura

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Malacatos
El día pasó lento que hasta pude ver las rosas salvajes abrirse, me sentía tan agobiada, tan miserable, tan sola por el destino
cruel. Eduardo, mi gran ilusión y mi gran dolor. Mi madre ya no está aquí, me pesa todos los días. Yo vivo dos vidas, la que la gente
dictó y la mía. Cogí con desesperanza el mallorca de Luis, salí a mi querido jardín. Probé un sorbo, me sentí más sola que nunca.
Subí a mi recámara a leer de nuevo las cartas de Ecuador. Querida madre, ojalá no me estés viendo porque siento que ya no puedo…

ÁREA DE LENGUA Y LITERATURA

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