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Me ofreciste acompañarme
desde la iglesia a mi choza,
pero como no llegabas,
tuve que venirme sola
Cuentan que al ver muerta a su madre, Máximo Ramón Ortiz se arrojó ante el
lecho donde se encontraba el cadáver de su madre y rompió en lamentos de
dolor. Al estilo de esa región del Istmo exclamó: “! Ay mamá!… Ay por Dios!…
Por qué no pediste al Altísimo que te conservara unas horas más, para que te
hubiese visto viva por última vez?… ¡Ay, mamá por Dios!”. Con su capacidad
creativa y sus conocimientos musicales, concibió entonces lo que fue el inicio
de una inmortal composición que entonces no tenía título “La Sandunga”, tanto
en su letra como en la melodía.
¡Ay! Sandunga sí, ¡Ay! Sandunga no, ¡Ay! Sandunga del otro lado Donde
quiera que pego un brinco yo, Yo siempre caigo parado Mosquito no
mortifiques, Con tus cantos mal sonantes, Si me cantas no me piques Si me
picas no me cantes.
En 1853 esta música es llevada a Tehuantepec por Máximo Ramón Ortiz, con
los primeros versos, mientras que el músico tehuano Andrés Gutiérrez, la
armoniza y la registra en las primeras partituras, para que posteriormente las
bandas de música la interpretaran. La melodía se popularizó rápidamente en la
región.
Luego de 15 años de la muerte de Máximo Ramón Ortiz, se hizo un arreglo
para conjunto musical. Fue el músico Cándido Jiménez quien realizó ese
arreglo instrumental en 1870. Con esa melodía debutó la que fue la primera
banda de Tehuantepec y que tuvo bajo su propia dirección.