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Elaborar lactobacilus naturales

Además de los yogures y las leches fermentadas hay otros alimentos que, por
el proceso natural de fermentación al que han sido sometidos, son una fuente
original de lactobacilus. Se trata de las verduras y hortalizas
fermentadas, pickles o encurtidos. Uno de los grandes beneficios que se
atribuyen a las hortalizas fermentadas es el de restablecer los microbios de la
flora intestinal porque proveen de microorganismos benefactores como los del
género Lactobacilus («acidophilus», «bifidus», «plantarum», «leichmanii»,
«fermentum»).

Una alimentación rica en verduras, hortalizas, frutas, cereales, legumbres y


pobre en proteína animal favorece el desarrollo de los lactobacilus
Parte de la colonia de lactobacilus que se ingiere al consumir los pickles,
cuando entran en contacto con el medio ácido del estómago, no sobreviven.
Pero los que resisten pasan a repoblar el intestino. Una alimentación rica en
carbohidratos (verduras, hortalizas, frutas, cereales y legumbres) y pobre en
proteína animal también favorece el desarrollo de los lactobacilus en el propio
intestino. La razón es que la parte de los carbohidratos no digeribles de los
alimentos, como la fibra y los fructooligosacaridos, son fermentados por la flora
intestinal que produce en parte estas bacterias. Los beneficios orgánicos de los
pickles se notan al poco tiempo de introducirlos en la dieta cotidiana. Para ello
se aconseja comer una cucharada en cada comida:

• Estimulan el apetito, por lo que se pueden consumir minutos antes de


comer como aperitivo o mezclados con la ensalada para preparar al
estómago a la digestión posterior.
• Ayudan a regenerar la flora intestinal: alivia las molestias digestivas en
individuos con tendencia al estreñimiento, la diarrea, la dispepsias o la
flatulencia o hinchazón abdominal.
• Neutralizan el deseo de comer azúcar o alimentos dulces a todas horas.

Los menos conocidos


En tiendas de alimentación especializada o ecológica se dispone de otros
alimentos fermentados, ingredientes de la cocina tradicional asiática, que aquí
apenas se conocen ni se usan. La mayoría de ellos son derivados de la soja.

• Tempeh: producto fermentado de la soja que ha ganado popularidad


debido a su gran poder nutritivo, en particular, por ser el perfecto
sustituto de los productos de origen animal dada su equivalente
concentración en proteínas de alto valor biológico. Dentro del recetario
de EROSKI CONSUMER se hallan las recetas de tempeh al ajillo,
mezclado con espaguetis.
• Miso: fermento de consistencia pastosa elaborado con soja y sal marina
que sirve de potenciador del sabor. Comenzar las comidas y/o las cenas
con una sopa de miso (puede llevar verduras, tacos de pescado…) es
una opción recomendable porque además de nutrir el sistema inmune,
mejora las digestiones. La adición de un poco de miso al arroz o al

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rehogado de la pasta es otra manera de consumir estos alimentos.
Conviene añadirlo al final de la cocción, para que el calor residual active
los fermentos pero no los destruya.
• Tamari: salsa de soja obtenida por fermentación de las habas de soja
con agua y sal. Hay que diferenciarla de otra salsa, también
denominadas de soja o shoyu, que se obtiene al fermentar la soja con
granos de trigo. Su uso ha de ser comedido y proporciona un sabor
especial a los distintos platos: de pollo, de albóndigas, macarrones con
verduras, pescados o variedad de carnes e, incluso, de aliño de
ensaladas en lugar de la sal (dado que es un alimento muy salado).
• Umeboshi: ciruelas fermentadas con sal marina durante más de dos
años con propiedades de alcalinizar la sangre, efecto antibiótico y
antiséptico.

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