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BREVE ESTAMPA DE LA DIÁSPORA

W. WORDSWORTH. (Del soneto "Tbe oak of Gmrnica").


PERSECUCIÓN Y DISPERSIÓN LAS LLAMAS DE GERNIKA.

Todas las iras de la regresión totalitaria se concitaron sobre el pueblo vasco. Auroras de
sangre y crepúsculos de cieno. Y la destrucción sobrevino: nuestros hogares fueron
arrasados. Deshecha y rota nuestra manera de vivir. Una milenaria convivencia social
desapareció. Y llegó la hora difícil. También el momento de las decisiones; más difíciles aún. .

Pero los vascos teníamos que subsistir: había que seguir viviendo. Desde fuera y como
fuera: donde pudiéramos. Así nos llegó nuestra hora difícil: la de la dispersión, la de la
diáspora. La hora dura.

Tendríamos que partir para las nuevas patrias hospitalarias. Así llegaríamos hasta
Venezuela. . .

Y la vieja Europa quedaría detrás. Con sus incomprensiones; sus vacilaciones y sus dudas.
Con su cobardía. Con su temor. Con su democracia paralela e inoperante. Con su irrisorio
guiñol de diplomáticos. Y su paraguas chamberlinesco. Los dados del Fascismo estaban
echados. Y nuestra jugada perdida. En la esperanza vasca no quedaba libre otro horizonte
que el de América, el viejo teatro de las hazañas pretéritas de la raza euzkotar. En el
llamado "continente vacío" trataríamos de rehacer nuestros hogares. Las llamadas de
Gernika iban a quedar lejos. Y sus ruinas serían, en el curso del tiempo, recuerdos amargos,
imperecederos y entrañables.

AGUR A LA VIEJA EUROPA LAS COMPAÑERAS GAVIOTAS

El gran puerto normando se sumergía en prolongados silencios. Era una pesada tarde
estival. Sólo la sirena de un paquebote en la lejanía daba la nota ronca intermitente. Y las
gaviotas, las mismas del Ogoño, el Higuer o de Matxitxako lanzaban sus estridentes saludos
de despedida a los barcos que enfilaban la salida del abra. Y los acompañaban cortesmente,
excelentes pilotos portuarios, un buen trecho. .

Unos sones penetrantes, alados, rítmicos y nostálgicos a la vez, de todo ello su "tanta", se
oyen en los andenes del ferrocarril de París. Una rara música, que da comezones para
brincar, para la danza o para iniciar el impulso del salto. Sus sonidos son desconocidos en la
vieja Normandía. Es 'una música extraña aún en aquel puerto donde tantas razas se cruzan
y donde tantos lenguajes distintos se oyen. . .

Y el marino pregunta al burgués y al artesano del Havre: Qu'est que c'est, ca? ¿Qué gentes
son esas que parecen locos en su alegría bulliciosa? Y. . . ¿esa rara música? Es la gente
vasca que deja Europa, que se va a América. Hacia la lejana y desconocida Venezuela, del
dividivi y del petróleo.

Es la primera expedición de la diáspora vasca. La que está condenada a vivir con todos sus
recuerdos en salazón de lágrimas acidas. Y con una sedienta nostalgia que jamás podrá
abrevar en las aguas renovadas de paz civil interrumpida. Con un perpetuo y nunca
satisfecho ERRIMINIA . .

FRANCISCO G. DE MARDONES ZABALANDIKOETXEA

Hombres, mujeres y niños suben al viejo barco de la Transatlántica francesa, el renqueante


"CUBA", después de haber oído misa en la iglesia gótica del puerto, celebrada por Monseñor
Lemaíre, el vasco de corazón, amigo de los niños del Elai-Alai. La ronca sirena del "CUBA"
anuncia la salida del paquebote, en cuya cubierta de tercera, todos los vascos, boina en
mano, despiden a Europa. El Euzko Abendaren Ereserkia es cantado por voces
emocionadas. Después, Segundo Atxurra con su txistu, siempre pletórico de esperanzas y
entusiasmos, inicia el AGUR JAUNAK. Un vibrante ¡Gora Euzkadi Askatuta! sube hacia los
cielos. Y el "CUBA" deja una ancha y larguísima estela. Los vascos veníamos hacía un
Nuevo Mundo.

TRAVESÍA POR LOS SARGAZOS LA TROMPETA DE PLATA

Nos agarró un fuerte maretón. Hasta los "nautas" de la Ría han echado la raba. Los
nekazaris nos hemos portado mejor, con dignidad de viejos arponeros.

Se ve que los vascos estamos perdiendo condiciones de mareantes. Pero adelante varaos. Y
es lo que importa.

Las Azores. Martinica (el mausoleo a Josefina; el más detestable aún Sirop du Rhum)
Guadalupe (cochinitos por las letrinas; civilización colonial europea) Barbados (desafío
"náutico-portuario", entre el recordado Esturo y un capitán británico; triunfa Euzkadi, y al
inglés lo sacan medio ahogado; Arana y Goirí, celebran la victoria; libación, comentario y
vuelta a la noria). Diario de referencias: Mari Lorea encarna la ternura maternal de las
mujeres vascas; tiene una dulce niñita. Jon, es un muchacho pletórico de vida. Rebosante de
salud. . . ¡Pobre Jontxu, siempre te recordaré! Jugamos a los "pulsos" con el británico; pero
siempre lo vencemos. Somos gente valiente por tierra y por mar; aunque hemos empezado a
marearnos. que en romance vulgar dice: "En pie, en pie, gentes de la casa (tripulación) hace
buen día. Sobre la mar resuena la trompeta de plata, y tiembla, también la ribera holandesa".

EL AMIGO NOS ESTA ESPERANDO A LA LLEGADA, UN ELANTXOBE EN CINERAMA


CRIOLLO

El "CUBA" nos ha traído muy lejos, con su reumático andar de 14 millas. Hemos llegado al
Urrutira, de los remeros de Ondarroa. Bai, Indiciara. Y al puerto venezolano de La Guaira. Ya
estamos en la tierra de promisión. "Tierra del sol amada". Una tierra que es montaña. Y
vegetación de un verde fogoso, firme, espeso y rotundo. Que hiere el ojo vasco, que daña la
retina vasca, acostumbrada a los verdes suaves, difuminados, entre brumas. La Guaira está
al sol, a pleno sol, con su policromada cascada de ranchos y casitas de "Nacimiento",
que se desprenden en un inmovilizado alud, en un lurte que parece va a de su monte de
ocres rojizos. Y a sus pies, la esrrecha línea playera y mar: un mar azulenco y con olas muy
suaves. Luminoso. Por todas partes la 1 ciega y deslumhra. Llena de sombras y pone en
acusado relieve cuanto alca za. Y un olor fuerte de "kresal", como en los puertos de Euzkadi.
Como i Motriku, en Bermeo y Donibane. O en las "lapatzas" de Ea e Ibarranguelua. Hemos
bajado al muelle. Vemos una vieja Aduana con aleros vascos, con vi jas vigas vascas, con
tejas vascas y con balcones vascos. Es que allí llegan otros nuestros antes que nosotros; allí
nos precedieron otros de nuestra rnist vieja casa. De nuestra misma vieja sangre. Es un
detalle reconfortador. Y seguí mente ellos también tuvieron su hora difícil. Lo mismo que
nosotros. Vaj mos pues adelante.

Y después de muchos meses de exilio y de privaciones gastronómicas (duro orificio" para el


Pantagruel que todo vasco lleva en sí) comemos langosta. barata y buena: sabrosa y tierna.
Un verdadero "bocatto di Cardinale". vamos a vivir muy bien, nos decimos por
"dentro" y evocamos los dej langosteros de Armintza, a la sola disposición de los "andikis".
Lástima que dispongamos de un poco de txakoli... Si nos hubieran dicho aquel día que
cabo de unos años comeríamos angulas de Aguínaga ¡no lo hubiéramos crek ¡Pero si hoy
tenemos en Caracas hasta una calle de Somera y los tradicioi "txikítos". . .! Trajimos el alma
vasca con toda su tradición social y su convn cía humana. Y una cocina rabelaísíana.
Indudable alto índice de cultura. Y en esto llegó hasta nosotros el buen amigo venezolano.

Se trataba de un ñor, de todo un señor. De "un caballero particular muy leído", como
acoscm braba decir, en términos definidores y determinativos, la famosa doña Domi gatxu,
esposa fiel del no menos pintoresco Malax-Etxebarría, Procurador Joca
en todos los pleitos de la familia Muxika-Butrón. Sí, se trataba en efecto de un ilustre e
ilustrado caballero. Y muy "leído" por añadidura. (Y del que sólo haré la silueta por no tener
autoridad para describirlo debidamente, ni mérito literario suficiente). No nos entregó tarjeta
alguna; nos dio a leer un folleto, de desvaída carátula, cuyo título es:

Y era don Arístides Rojas el amigo entrañable que nos estaba esperando a los
vascos a nuestra llegada a su patria venezolana.
El polígrafo esclarecido. El hombre americano en toda su dignidad.
Y el generoso apologista de nuestro pequeño pueblo vasco.

LA APOLOGÍA EL PECADO DEL NARCISISMO VASCO.

El folleto fue impreso en 1874 en Caracas, en la Imprenta Federal, que estaba instalada en la
casa número 68 de la calle Carabobo de la Capital Federal de la República.

Don Arístides (así lo confiesa él) sintió la llamada del "pueblo misterioso" —como por
entonces estaba en moda llamar al vasco— al caer en sus manos de sabio un ejemplar de
"Los Vascongados, su país, su lengua y el Príncipe L. L. Bonaparte". Y fue cuando escribió
"El Elemento Vasco en la Historia de Venezuela", como ofrenda literaria de la Universidad de
Caracas al Libertador. En ese trabajo suyo no dudó en calificar a los vascos, con excesivo
cariño sin duda, de DESCENDIENTES DEL PUEBLO REY; aseguró don Arístides que la
vasca es LA NACIONALIDAD POR EXCELENCIA y representa LA INDEPENDENCIA SIN
TRABAS, EL ESPÍRITU DE LIBERTAD CIVIL Y DE LA VOLUNTAD POPULAR. Dice,
asimismo, que la lengua vasca ES ÚNICA. Y añade "EL VASCO ES EL ARAUCANO DE LOS
PIRINEOS, SERENO. INMUTABLE Y TEMIBLE EN SU LUCHA SI VE EN PELIGRO SU NA-
CIONALIDAD".

¿Nada debemos a don Arístides Rojas los vascos de Venezuela? Indudablemente sí: Un
gran homenaje. Un público reconocimiento.
Pongamos en práctica la virtud del agradecimiento euzkotar. Seamos dignos de nuestros
mayores. Es lo menos que debemos hacer al recordar la memoria de nuestro entrañable
amigo venezolano; de don Arístides Rojas. Un centro vasco, una escuela y un frontón en
cada pueblo venezolano. He ahí un buen homenaje a nuestro inmortal apologista. Y a la
generosa y hospitalaria Venezuela. ARISTIDES ROJAS.

Vicente Amezaga Aresti

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