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29 de octubre de 2021

ECN.21/125
Artes y letras

EL FORMALISMO RUSO ES LA LLAVE QUE ABRE LA TEORÍA LITERARIA


DEL SIGLO XX: CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL

● El miembro de El Colegio Nacional, Christopher Domínguez Michael,


dictó la conferencia Formalismo ruso, como parte del ciclo Grandes
críticos literarios del siglo XX.

● Durante la sesión transmitida en vivo el 28 de octubre, a través de las


plataformas digitales de la institución, el crítico literario mencionó que “el
formalismo ruso fue una experiencia trunca, no por ello menos fértil, que
sufrió un parón histórico”.

● Desde su perspectiva, “el formalismo ruso murió como escuela antes de


poder presentar una doctrina articulada”.
“El formalismo ruso es la llave que abre la teoría literaria del siglo XX, la crítica
literaria; es una experiencia trunca, que queda detenida, destruida por la historia,
que se refugia en Praga y se va hacia la lingüística o hacia la sociología.”

Palabras de Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional,


que podrían servir como una introducción, pero también como conclusiones, de
todo un momento de la crítica literaria en el siglo pasado y que fue el eje de la
cátedra Formalismo ruso, dictada por el crítico literario la tarde de este jueves 28
de octubre, y transmitida en vivo a través de las plataformas digitales de la
institución, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX.

“En el formalismo ruso se puede encontrar la percepción de la literatura entre el


siglo XIX y el siglo XX. Todo lo que vino después, hasta el estructuralismo de los
años 70 y 80, tiene su origen en el formalismo ruso, origen que no siempre estaba
claro.”

Ya en conferencias anteriores, el colegiado había mencionado que la obra de los


nuevos críticos de los Estados Unidos y el formalismo ruso se podrían concebir
como experiencias paralelas, más allá de que los nuevos críticos estadounidenses
no sabían, cuando empezaron a trabajar, que en Rusia –ya entonces Unión
Soviética– “había ocurrido la llamarada del formalismo ruso, que se apagó por el
triunfo de la revolución bolchevique en 1917”.

“El formalismo ruso fue una experiencia trunca, no por ello menos fértil, que sufrió
un parón histórico, que hizo que en los años 30 los textos de los formalistas rusos
fueran prácticamente secretos o estuvieran del todo olvidados, porque algunos de
los formalistas salieron exiliados, el más famoso de todos fue Roman Jakobson,
quien se fue a Estados Unidos y desde ahí revolucionó la lingüística del siglo XX,
aunque otros permanecieron en la Unión Soviética.”
Un caso curioso, explicó el especialista, es que, a diferencia de otros disidentes
literarios, pocos de los seguidores del formalismo murieron en las purgas de 1936,
como muchos de los poetas simbolistas.

“¿Por qué? Porque ellos tenían, para su fortuna, la salvaguarda de ser científicos:
cuando se vino la represión estalinista que, hacia 1930, decretó que el formalismo
era la peor de las degeneraciones burguesas de la estética, ellos se pudieron
refugiar en los estudios de la antigua literatura rusa, en el folclor o en la lingüística
pura y dura, misma que acabó siendo también atacada por el estalinismo.”

Sin embargo, esto sucedió más bien después de la segunda guerra mundial;
algunos formalistas sobrevivieron refugiándose en otras disciplinas, que no eran
consideradas peligrosas por el totalitarismo soviético; a la par, quedó un gran
vacío tanto fuera como dentro de la Unión Soviética, o una enorme ignorancia de
qué había sido el formalismo ruso.

No fue sino hasta los años sesenta cuando se produjo el fervor estructuralista,
pero sobre todo cuando arribaron a París un par de estudiantes búlgaros, Julia
Kristeva y Tzvetan Todorov, quienes sabían ruso y francés, y se convirtieron en los
encargados de dar a conocer en Francia el volumen Teoría de la literatura de los
formalistas rusos, una pequeña antología que despertó el conocimiento y el interés
en la obra de este movimiento: “se conocía en los Estados Unidos a Jakobson,
pero no era lo mismo el de la madurez, que el joven que salió de Rusia”.

“La historia del formalismo ruso tuvo que ser reconstruida gracias al testimonio de
quienes sobrevivían o haciendo arqueología en los archivos presoviéticos, como lo
hizo Todorov: la historia del formalismo ruso es, en sí, una más de las tragedias de
la literatura en el siglo XX y es también la historia de un descubrimiento tardío, en
especial para los nuevos críticos de los Estados Unidos, cuyos integrantes se
encontraron con que había una competencia, una escuela que en, algunos casos,
se les había adelantado, y a la cual había que recurrir”, destacó Domínguez
Michael.
Historia y olvido

En 1916 se forma la Sociedad para el estudio de la lengua poética, donde


empiezan a trabajar de una manera muy pionera, extremadamente original,
quienes serían conocidos como los formalistas rusos, “pero como suele suceder
con los ismos el formalismo es un insulto, que dirigían contra ellos los simbolistas
y luego las autoridades culturales soviéticas, las asociaciones de cultura proletaria,
para descalificar a estos pensadores”.

“Se entendía que formalista era aquel que se ocupaba en la apariencia de las
cosas, en la forma y no en la esencia, cuando, paradójicamente, el objetivo del
formalismo ruso era desmentir la idea de que la literatura podía estudiarse
separando forma y contenido.”

Durante la cátedra, Cristopher Domínguez Michael recordó que antes de la


revolución, Rusia ya era un polvorín de la renovación artística, por lo cual no es
extraño que cuando ocurre la revolución rusa –primero la de febrero, la revolución
democrática, y luego el golpe de estado de Lenin, la llamada revolución
bolchevique– los formalistas y la mayoría de los escritores jóvenes hayan visto con
inmenso entusiasmo a la revolución rusa, “porque era la oferta a la mano de
cambiar al mundo y cambiar al arte”.

“La decepción fue muy rápida porque, aunque esto no se oficializó sino hasta
1932, la orientación estética de los marxistas-leninistas bolcheviques era
profundamente conservadora, muy anticuada, y toda la vanguardia que se creyó
que se podía hermanar con la revolución rusa fue perseguida cruelmente; en la
cuestión estética, el marxismo era muy conservador: es decir, la visión radical de
la sociedad no va de la mano con la visión radical del arte, sino que los
revolucionarios, con algunos excepciones, suelen ser conservadores.”

En ese sentido, el formalismo ruso murió como escuela antes de poder presentar
una doctrina articulada; entonces, cuando uno lee a los formalistas rusos que
escribían artículos, hasta Jakobson no se cuenta con obras orgánicas, “para
utilizar una palabra del siglo XIX”, los formalistas rusos se quedaron en el
empirismo, no llegaron a desarrollar una teoría porque no tuvieron tiempo.

“En sus trabajos toman casos particulares de poesía ruso, de poetas que poco
conocidos, o de novelistas como Gógol o Dostoievski y ejemplifican con ellos;
cuando se trata de autores universales, como Gógol, se entiende perfectamente lo
que quieren decir, pero si agarran narradores anteriores a la edad de oro de la
novela rusa o poetas románticos que nosotros no conocemos, y que solo han leído
los especialistas, resulta muy difícil de entender los casos empíricos.

Una vez que explican la manera del formalismo de acercarse a la literatura, ya sea
a la novela como el conflicto entre el argumento y la trama, ya sea al poema como
un objeto autónomo, debe parecerle a los buenos lectores muy primitiva y lo es: es
primitiva “porque ya sabemos cómo vamos hacer la autopsia, ya tenemos sobre la
mesa de disección los instrumentos y estamos mostrándole al lector el plan que
vamos a llevar, pero no hemos entrado todavía el cuerpo” y en eso se vino la
revolución rusa y no alcanzaron a entrar.

“Entonces esa entrada se pospuso cuando menos 10 años, hasta que llegaron los
nuevos críticos de Estados Unidos y después el estructuralismo; ellos serán
conscientes de aventurarse en una empresa cuyo final no conocían.”

A pesar de todo lo anterior, si nos situamos en la Rusia de las purgas, cuando los
formalistas tuvieron que cambiar de profesión o refugiarse en el folclor o se
dedicaron a la lingüística dura, hubo alguien que le sacó la vuelta: Mijaíl Bajtín,
quien engañó un poco a las autoridades educativas soviéticas y “les dijo que el
lenguaje era una expresión de la sociedad, ‘voy a construir una teoría que, a la vez
retome el legado formalista, también sea útil para los objetivos del marxismo’. La
salida oficiosa que tuvo el formalismo fue Bajtín”.

“Curiosamente el crítico literario más leído, quien mejor uso las armas del
formalismo no es por propiamente un crítico literario, sino el novelista Nabokov y
cuando uno lee su interpretación profundamente antisocial y radicalmente
autónoma del hecho literario que hace, entiende que eso no podía venir sino del
formalismo ruso”, enfatizó el miembro de El Colegio Nacional.

La conferencia Formalismo ruso, dictada por Christopher Domínguez Michael


como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX, se encuentra
disponible en la página de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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