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Oesterreicher, Wulf - Schmidt Riese - Antecedentes Europeos y Alteridad Indigena Esplendores y Miser
Oesterreicher, Wulf - Schmidt Riese - Antecedentes Europeos y Alteridad Indigena Esplendores y Miser
Band 22
De Gruyter
Esplendores y miserias
de la evangelización de América
Antecedentes europeos y alteridad indı́gena
Herausgegeben von
De Gruyter
ISBN 978-3-11-023613-2
e-ISBN 978-3-11-023614-9
ISSN 2076-8281
Arriesgar lo certero.
La evangelizacin como transferencia de sistemas del saber
Abordar lo ajeno.
Recursos y estrategias de conceptualizacin
Peter Kaulicke
Conceptos de espacio-tiempo en el Perffl antiguo . . . . . . . . . . . . 163
Rosario Navarro Gala
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas en el Perffl del
siglo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
Jos Luis Rivarola
Los indios capitulan a su cura.
Sobre lengua y sociedad en el Perffl andino del s. XVII . . . . . . . 213
Carlos Garatea Grau
Textos coloniales bilinges.
Ecos de orden y discurso impuestos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Javier G. Vilaltella
El Zodaco mariano de Francisco de Florencia y la construccin de
Nueva EspaÇa como espacio sagrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Fernando Domnguez Reboiras
El ‘cuidado y curiosidad’ de los franciscanos de Nueva EspaÇa por
las lenguas indgenas y su contexto poltico . . . . . . . . . . . . . . . . 301
Luca Rodrguez
Primeras luces de Dios en la Nueva EspaÇa. El discurso contra las
idolatras en los catecismos mexicanos del siglo XVI . . . . . . . . . 331
Paula Gmez Lpez y Jos Luis Iturrioz Leza
La traduccin del catecismo al huichol, una estrategia de
cristianizacin y transculturacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
Rosio Molina Landeros
Las definiciones en los sujetos lexicogrficos de dos vocabularios
coloniales espaÇol-lengua indgena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 375
ndice VII
Cuadro 1:
Annimo: Virgen de Guadalupe acompaÇada de las alegoras de Europa y Amrica.
Siglo XVIII.
Introduccin XIX
Mfflnich Eichst tt
Wulf Oesterreicher Roland Schmidt-Riese
4 de noviembre de 2010
1. Introduccin
2. Zumrraga
La figura del franciscano vasco Fray Juan de Zumrraga es conocida en la
historia por muchos motivos. Para el fillogo el papel de este religioso es
importante en tanto que a l se debe la incorporacin de la primera
imprenta americana y el haber publicado el primer libro en Amrica, la
Escala espiritual para llegar al cielo de San Juan Climaco. Adems, procur
abastecer continuamente con libros trados de EspaÇa su propia biblio-
teca, que, al morir, era de las ms completas del continente. Tambin es el
autor del primer texto arcaico vasco extenso que se conserva1 y al l se
debe, en buena parte, aunque no exclusivamente, la concepcin, inau-
guracin y puesta en marcha de la poltica lingstica que dar como
resultado el que las lenguas indgenas se conviertan en lenguas de evan-
gelizacin y, como tales, en lenguas oficiales de la Iglesia y en materia de
estudio expresado en un conjunto de gramticas y de ctedras universi-
tarias.
Para el historiador su persona es relevante y de primera importancia,
pues, como primer obispo de Mxico, puso los cimientos de lo que sera
la Iglesia americana, encauz la evangelizacin de los naturales, estableci
los presupuestos de la aculturacin e hispanizacin del indgena y con-
tribuy a definir la sociedad colonial. Protegi a los indios, cuya dis-
persin trat de evitar y cuya educacin impuls creando escuelas, fund
hospitales, propici y estimul la colonizacin, foment nuevos cultivos,
etc. En definitiva, ayud de manera considerable a la configuracin de la
vida colonial. A pesar de los notables esfuerzos realizados por algunos de
sus bigrafos,2 creo que se podra comprender mejor el significado de su
zugaray 1990, Torre Villar 1990. En cualquier caso, estos estudios son muestra
del inters y las controversias que suscitan su figura.
3 Ispizua 1914, 119.
4 Cf. Ispizua 1914.
5 Cf. Bayle 1948.
6 Cf. Icazbalceta 1952.
6 Juan Snchez Mndez
12 Se ha escrito mucho sobre lo que supuso para los indgenas la aparicin del
europeo en sus tierras y sobre cmo trat la administracin espaÇola el problema
del indgena. Cf. para Mxico Simpson 1970, que ofrece una historia docu-
mentada de la evolucin de la encomienda en Mxico y la situacin social del
indio. Para obras que traten el tema en toda Amrica cf. Ballesteros Gaibrois
1987, Andr-Vincent 1975, Garca 1988, Garca Crcel 1992, Ramos Prez
1947. Una revisin actualizada de estos problemas se puede encontrar en algunos
de los trabajos recopilados por Bernand 1994 y, especialmente para el caso
novohispano, en los de Serge Gruzinski 1994.
10 Juan Snchez Mndez
Elliott 1991, Bennasa 1987, Cspedes del Castillo 1983, Benzoni 1989, Her-
nndez Snchez-Barba 1987, especialmente los volfflmenes I, II y III, Becker y
Gonzlez 1920.
17 Cf. Ramos Prez 1947; Mçrner 1974.
A propsito de Fray Juan de Zumrraga 13
superiores de las rdenes que operaban en Amrica, pues vean en ello una
sangra que vaciaba sus monasterios.
Por si fuera poco, la excepcionalidad de la empresa evangelizadora
americana haba llevado a la Iglesia a otorgar a los frailes, y a las rdenes
religiosas que representaban, una serie de privilegios a los que ms tarde
no estaban dispuestos a renunciar. El fraile no se limitaba slo a evan-
gelizar, tambin desempeÇaba las funciones propias del clero secular, sin
someterse a la autoridad de los obispos que estaban demasiado lejos, por
lo que resolva por su cuenta los conflictos teolgicos que le salan a cada
paso. En Amrica se dio la paradoja de que aparecan situaciones no
imaginadas en su complicacin a priori por todos los doctores, telogos,
canonistas y comentaristas de los siglos anteriores. El fraile usaba la au-
tonoma que le daba la Iglesia y las circunstancias para ir adaptndose a lo
que le saliese al paso, tomando decisiones precipitadas o poco orto-
doxas.18 Si en algo fracas Zumrraga, fue precisamente en intentar atajar
este problema, que en su poca comenz a plantearse y mucho despus
terminara estallando. Zumrraga procur sin xito con los escasos ele-
mentos que tena la creacin del clero secular y darle prestigio para
contrarrestar as a las rdenes religiosas en las que tena que apoyarse
necesariamente, y a las que se enfrent en forma repetida, pues estaban
exentas de su autoridad.
6. La obra de Zumrraga
Veamos ahora lo ms destacable de la labor que emprendi Zumrraga.
Hay dos momentos en su vida en Mxico. Una primera etapa, de casi tres
aÇos, quizs la ms azarosa y turbulenta de su vida, en la que se enfrent a
16 Juan Snchez Mndez
7. Conclusiones
Bibliografa
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A propsito de Fray Juan de Zumrraga 23
3 Para una vista de conjunto, vanse, entre otros, Foster 1960; Gruzinski 1988;
1990, Ingham 1986; Lockhart 1992; Millones 1987; Nutini 1976.
4 Gruzinski 1988, 81 ss., habla tambin de “les alas de la communication”.
5 Cf. Taylor 1996, 154: “Indians maintained a triumphal idols-behind-altars re-
sistance, only pretending to convert.”
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 27
Cuadro 1:
Felipe Huamn Poma de Ayala: Nueva crnica y buen gobierno. 1615.
28 Eva Stoll
Por otro lado, hay quienes sospechan que los misioneros pudieron haber
visto en los santos la posibilidad de facilitar el proceso de la evangeliza-
cin, ya que esperaban – a travs de la identificacin del panten de las
completo, se sintetizan con los similares del otro sistema o se reinterpretan por un
cambio de significados.”
12 Cf. Nutini 1976, 306: “Probably the friars searched for identifications already
made by the Indians in assigning patron saints to Indian villages, and perhaps
even created identifications when they did not exist. The ostensible purpose was
to foster the acceptance, by Indian villages and circumscribed regions, of some
Catholic supernatural or saint to replace deities worshipped locally. The ap-
propriate selection was generally made on the basis of structural, functional, or
outright symbolic similarities which were sometimes farfetched, but which the
friars probably accommodated so as to point out resemblances.”
13 Nutini 1976, 306.
14 Cf. Nutini 1976, 291: “guided syncretism”.
15 Cf. Nutini 1976, 306 ss.
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 31
22 Lockhart 1992, 243 subraya el papel de los intrpretes religiosos, ya que fueron
los primeros que tuvieron que entrelazar conceptos y asignar santos catlicos a
divinidades y santuarios autctonos.
23 Cf. Gruzinski 1990, 106 ss.
34 Eva Stoll
24 Slo a algunas partes los frailes llegaron antes que los conquistadores, por
ejemplo los franciscanos en Yucatn.
25 Para el papel de Santiago en la conquista, vase Choy 1987; Silverblatt 1988;
Huhle 1994 y Stoll 2010.
26 Cf. Choy 1987, 421. En la otra cara se podan ver las insignias del rey.
27 El comportamiento de Corts culmina en tirar la imagen de Huitzilopochtli del
Templo Grande de Mxico y sustituirlo con un crucifijo y una estatua de Mara
(Corts es ms tarde echado por Montezuma).
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 35
oficial,31 que tienen analogas evidentes con las religiones autctonas del
Nuevo Mundo, lo que explicara su enorme aceptacin y su difusin en la
poblacin indgena. De hecho, los santos han tenido, desde la Edad
Media, un lugar preeminente en la religiosidad popular de EspaÇa.
Mientras que la teologa ortodoxa entiende a los santos como intercesores
entre Dios y los hombres, en la prctica religiosa popular se tiende a
adorar directamente a los santos por sus fuerzas milagrosas, bien diver-
sificadas segffln las competencias. Este fenmeno se da, sobre todo, con la
adoracin de la Virgen Mara que a muchos creyentes les parece ms
bondadosa y accesible que Dios mismo. Aunque los telogos digan que
las imgenes slo se reverencian por lo que representan, (segffln el Con-
cilio de Trento: “Non ut eas adoremos; sed illud quod nobis represen-
tantur per eas”),32 en la creencia popular son precisamente las caracte-
rsticas especiales, los atributos inconfundibles de ciertos retablos o es-
tatuas, lo que constituye la base irrenunciable de su veneracin. Los
santos estn estrechamente vinculados a ciertos lugares a los que se em-
prenden romeras y peregrinajes con la esperanza de conseguir algo de las
fuerzas sobrenaturales a ellos atribuidas. En vista de estas analogas, no
parece extraÇo que para la poblacin indgena, las fronteras entre dolos y
santos sean borrosas, aunque la Iglesia deseara que fueran insuperables.33
Sobre este respecto encontramos en la Historia de Gonzalo Fernndez
de Oviedo un episodio muy ilustrativo: cuatro indios principales se
presentan ante Alonso Zuazo para quejarse por la destruccin de sus
dolos y preguntan por las diferencias existentes entre su culto y el servicio
catlico. Cito:
31 John M. Ingham 1986, 181: “So by the time of the Conquest of Mexico,
Catolicism was predisposed to assimilate pagan religions. In Mexico the parallels
with pre-Hispanic religion were substantial, and the result of conversion was a
folk Catholicism that was at once more Catholic and more pagan than the lay
religion found elsewhere in Catholic countrysides”. Ingham menciona la fusin
de Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, las deidades de las lites de poder en la so-
ciedad azteca, con el diablo; de Tonantzin, diosa de la fertilidad, con la Virgen de
Guadalupe 1986, 182 s.; de Tlaloc con San Juan Bautista; y de Tla-
huizcalpantecuhtli con San Miguel Arcngel (la estrella del alba y el lder de los
espritus de buen tiempo). Cf. el esquema del sincretismo en Tlayacapan 1986,
184.
32 En el Concilio de Constancia se haba reprobado la presencia de imgenes en la
iglesia, bajo el argumento de que constituan idolatra.
33 “Les espaces de l’idole et du saint se croisent et se chevauchent constamment en
dpit des barri res que l’ glise voudrait infranchissables et des ab mes qui sp-
araient originellement les visions du monde”. Gruzinski 1990, 274.
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 37
[…] e que ellos van que los cristianos asimesmo tenan sus dolos e imgines,
a quien adoraban e servan e acataban. E cuando esto decan, estaba una
imagen de Sanct Sebastin a la cabecera de la cama del licenciado, pintada en
un papel: e diciendo lo que es dicho, aquel que propona, seÇal con el dedo
poniendo aquella imagen por ejemplo, que el licenciado tena aqulla en
veneracin, e que as ellos decan que ellos tenan en estima a sus imgines e
dolos.34
Ante una pregunta tan difcil, el licenciado Zuazo despide a los indios para
meditar bien sobre una respuesta adecuada. Al da siguiente, explica a los
indios y su lengua que “los cristianos no [adoran] las imgines por lo que
son; sino a lo que representan en el cielo”35 y para dar ms credibilidad a sus
palabras hace pedazos la imagen de San Sebastin. A pesar de esta demos-
tracin calculada, un indio empieza a sonrer y responde que ellos no son tan
tontos y que ellos tambin veneran las imgenes slo como representantes de
las fuerzas csmicas. El espaÇol, algo sorprendido por esta perspicacia, hace
varios intentos ms para aclarar una diferencia que ya parece desvanecrsele.
Finalmente sostiene que las imgenes de los indios se refieren al diablo y sus
ayudantes, mientras que las imgenes de los espaÇoles son de Dios y los
santos. Una respuesta que, por cierto, ms bien parece una sentencia que una
explicacin de diferencias. Las imgenes que nosotros tenemos, son de Dios e
de sus amigos que tiene consigo en su gloria, e que las que ellos tenan e
adoraban, eran de los mesmos diablos condempnados [sic].36
Segffln cuenta el episodio, los indios se dejan convencer, sin embargo,
acaban adorando “la imagen de Nuestra SeÇora la Virgen Sancta Mara”
que colocan en el ms alto templo de la tierra, “porque a Dios e a su
imagen no lo comprehendan bien”.37
Obviamente, esta cuestin tambin caus problemas y malentendidos
en el Perffl, ya que se trata repetidas veces en la Doctrina christiana y
catecismo para instruccin de indios de 1584/1585.
Finalmente, hay que destacar que la toma de contacto de los ind-
genas con los santos fue facilitada por la produccin masiva de estampas y
otros artculos de devocin, que se extendieron en Mxico a partir de
1520.38 La contemplacin de imgenes siempre ha estado estrechamente
relacionada con el culto a los santos. Obviamente, la veneracin de los
santos responde a una necesidad de manifestacin externa, tpica de la
39 Tanto Motolina 1989 como Mendieta 1993 nos ofrecen diversos elementos que
indican que la poblacin autctona participa con gusto y entusiasmo en las
formas de la prctica religiosa de los cristianos, como son los autos (por ejemplo,
en la festividad de San Juan Bautista del aÇo 1538 se presentaron hasta cuatro) o
las procesiones. Muchas de esas formas coinciden con ritos autctonos, algunos
son puramente indgenas. Por lo visto, los frailes aceptan con bastante tolerancia
todo tipo de manifestacin religiosa en cuanto sirve para festejar el dios cristiano.
40 La relacin subraya tambin la importancia de los sermones y la instruccin de
los indios a base de dilogos y catecismos traducidos.
41 Annima [1602] 1995, 44.
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 39
costaron ms de doscientos ducados, de los altares con sus gradas que se
construyeron un mes antes de la festividad, de la procesin que discurre
bajo arcos triunfales de flores, con “grande mfflsica de voces e instru-
mentos”, “ornato de las calles, tapiceras, altares, imgenes [e] invencio-
nes”, con danzas que recibieron la procesin, con “coloquios breves de
admirable poesa” y una tragicomedia “cuya materia fue el triunfo de los
santos”. Se trata “primero de la Espina de Cristo SeÇor Nuestro; despus
el glorioso san Jos esposo de la Virgen y de la gloriosa santa Ana su
madre; despus el de los apstoles; despus el de los doctores, y ans por
su orden, segffln la calidad y cantidad de las reliquias, aunque al glorioso
san Hiplito mrtir, por ser patrn de esta tierra se le di principal lugar
en esta capilla”.42 Por lo visto, la orden monta un espectculo increble
para presentar las reliquias a la comunidad entera. No slo es una gran
manifestacin de poder de la orden, es tambin el intento de responder de
manera explcita a la evidente necesidad de exteriorizacin de la prctica
religiosa. Se hace una concesin al deseo de concretizacin de lo mila-
groso, aunque slo dentro de unos lmites bien definidos por los jesuitas.
Es ms: es un acto altamente simblico con el cual se implantan las races
europeas del catolicismo en tierra americana. En un ritual exteriorizado al
extremo, se fundan clulas de veneracin con huesos importados desde
fuera. Este nuevo fundamento sirve para dignificar, valorizar y enaltecer a
la religin cristiana, as como para desprenderse, visiblemente, del im-
pacto de la religin autctona. Por medio de estos ritos pfflblicos, se
establece el culto a las santas reliquias asignndoles unos lugares deter-
minados. Estos actos de consagracin significan el inicio de una nueva
etapa, aunque no se les represente de manera inconciliable con los ritos
autctonos. Es llamativo que en este contexto bien definido se acepten
incluso manifestaciones indgenas como mfflsica, danzas y cantares en
nhuatl, en la medida en la que se puedan reestructurar y reintegrar en el
nuevo modelo de una naciente sociedad colonial unida bajo los auspicios
de la Iglesia.
6. A modo de conclusin
43 Segffln Lockhart 1992, 244, todo parece indicar que durante las primeras dcadas
de la conquista y colonizacin, los religiosos no hicieron hincapi en los santos.
Lockhart se refiere a un ‘sincretismo espontneo’: “It is clear that as soon as the
Nahuas grasped the nature of the saints in Spanish regional religion they would
have made the identification and taken advantage of the opportunity in just the
way they did. The question is how or indeed whether they ever learned much
about the saints of Spain.” Lockhart 1992, 243.
La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 41
Bibliografa
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La exportacin de los santos al Nuevo Mundo 43
Montesquieu:
De l’esprit des lois, 5e partie, l. XXV, chap. XIII,
Tr s humble remontrance aux inquisiteurs d’Espagne et de Portugal.
1. Introduccin
1 Entendemos aqu este trmino tal y como lo defini Horst Pietschman, a saber,
46 Fernando Domnguez Reboiras
“un montaje institucional a travs del cual se gobernaba el territorio que com-
prenda el extendido espacio americano y asitico, que los reyes de Castilla
adquirieron […]” y que en la actualidad se designa comfflnmente como ‘imperio
espaÇol’. Pietschman 2005, 3.
2 Trmino utilizado, ya hacia 1568, en la labor emprendida por Juan de Ovando
para la reordenacin de las cosas de las Indias.
3 Sobre teora y prctica del gobierno indiano cf. los dos artculos de Pietschmann
2005 y Figueroa 2005.
La Inquisicin espaÇola y los indios 47
tomos y un total de nueve libros que contienen 6.385 leyes agrupadas en 218
ttulos. Cada ley seÇala el aÇo, rey y lugar de expedicin de dicha norma. Vase
Recopilacin y Manzano 1950, 61 – 107 y tambin Toribio Medina 1903, 15 ss.
9 Sobre estos aspectos vase Escandell 1993.
La Inquisicin espaÇola y los indios 49
Y la persona a quien tal cargo Vuestra Reverendssima SeÇora diere, sea muy
cristiana y celosa de nuestra fe y a quien all no puedan con barras de oro
cegar.19
El Memorial de remedios para las Indias, al que pertenece este texto,
impresion hondamente a Cisneros20 en un momento crtico de su ges-
tin, despus de la muerte de Fernando el Catlico y antes de la llegada
de Carlos V. Momento tambin crtico para la Inquisicin, cuando en
EspaÇa las Cortes votaron su supresin21 y el joven Carlos enviaba desde
Bruselas una sfflplica al Papa Len X para que le diese el golpe de gracia y
suprimiese el controvertido Tribunal.22 Cisneros, que defenda el Santo
Oficio, logr superar esa crisis y ya en 1517 nombr varios ‘inquisidores
apostlicos’ en los que se quiere ver “una inquisicin intermedia entre la
episcopal y la del Santo Oficio”23 que no lleg a ponerse en prctica por la
muerte del cardenal, acaecida el 8 de noviembre de 1517 y la subsiguiente
‘revisin total’ a la que el nuevo gobierno someti toda la poltica indiana.
Poco despus de su llegada a EspaÇa, en 1518, Carlos V cambi
totalmente su opinin sobre el Santo Oficio. Ni l ni sus consejeros
flamencos consideraron ya la supresin del Tribunal de la fe. El sucesor de
Cisneros como Inquisidor general fue Adriano de Utrecht que ensay un
nuevo modelo de gestin inquisitorial indiana al nombrar dos inquisi-
dores: Alonso Manso, obispo de San Juan de Puerto Rico, y el vicepro-
vincial de los dominicos, fray Pedro de Crdoba para ejercer su oficio en
todo el mbito de las Indias. En la notificacin a las autoridades civiles de
Indias se exponen los fines y poderes de tal nombramiento, que se re-
sumen en la intencin de la Suprema de administrar la autoridad in-
quisitorial en los dominios ultramarinos de la Corona.24 no se confa el
oficio a todos los obispos, ni se limita su jurisdiccin al rea diocesana y
se pretenda un oficio compartido. Ambos inquisidores son apostlicos y
sus poderes se extienden a las Indias enteras, que se reducan entonces a
las Antillas Mayores con algunos enclaves en Panam y las costas de
Venezuela. No hay vestigio alguno que aquel, en la bibliografa de esta
primera inquisicin indiana, tan citado fray Pedro de Crdoba, actuase
25 Rubio 1980.
26 Huerga 1984, 669 – 687.
27 Citado en Huerga 1984, 668.
28 Huerga 1984, 668.
54 Fernando Domnguez Reboiras
era menester. […] Conviene, seÇor, que, pues la vida no se le puede reme-
diar, que no se disponga de los bienes, porque parece que sera cosa justa que
Su Majestad hiciese merced de ellos a sus herederos. Y si Su Majestad es-
tuviera en estos reinos, se enviara ahora la provisin para ello, porque dicen
que ha recibido mucho escndalo de los indios, los cuales piensan que por
codicia de los bienes los queman. Y no es cosa justa que se use de tanto rigor
por escarmentar a otros indios. Y creemos que tuvieran mejor escarmiento y
se hubieran mejor edificado los dichos indios si se hubiere procedido contra
los espaÇoles, que diz que les vendan dolos, que merecan mejor el castigo
que los mismos indios que los compraban.32
Estas elocuentes cartas del Consejo que insisten en el trato misericordioso
hacia las supersticiones de los indios bastaron para que Zumrraga re-
nunciase a su funcin de inquisidor e incluso pensase en renunciar a su
mitra episcopal pues consta que pens en irse de misionero a las lejanas
tierras de la China.33
El sucesor de Zumrraga en la arquidicesis mexicana, Alonso de
Montfflfar, ejerci su ministerio durante casi veinte aÇos (1551 – 1569).
Tambin desarroll una labor inquisitorial que se caracteriz por la
moderacin en lnea con los criterios apuntados en las cartas precedentes.
La frrea disciplina que exigi el nuevo Inquisidor general Fernando de
Valds (1547 – 1566) no toca para nada a los indios, sino a aquellos que
pueden perturbar la buena fe de los nuevos cristianos:
Conviene que en donde se planta ahora nuevamente nuestra fe catlica, haya
gran vigilancia para que ninguna hereja se siembre […]; y que si alguna se
hallare, se extirpe y deshaga y se castigue con rigor.34
Montfflfar luch en los frentes que pretenda el Consejo buscando a los
conversos judaizantes, a los luteranos y a los libros que entraban en los
puertos portando la semilla de la hereja, pero, fiel a las normas inflexibles
de la Inquisicin, no molest a los indios.
Un captulo aparte y sumamente interesante es la actuacin de Fray
Bartolom de las Casas como obispo de Chiapas en su obligatoria funcin
de inquisidor. En su famosa proclama a los feligreses del 20 de marzo de
32 Citado en Huerga 1984, 690 ss. El texto de estas cartas firmadas por Jernimo
Surez Maldonado, obispo de Badajoz, y Francisco de Navarra, ambos del
Consejo de la Inquisicin, se encuentran en el Archivo Histrico Nacional de
Madrid, Inq., l. 574, fols. 34 – 38. Trascripcin parcial en Huerga 1984, 690 ss.
33 Al parecer compartan este proyecto los dominicos fray Domingo de Betanzos y
Fray Bartolom de las Casas, vase Prez 1980.
34 Real Cdula de 15 de julio de 1559 en Huerga 1984, 692.
La Inquisicin espaÇola y los indios 57
partes. Felipe II exiga unos aÇos ms tarde el cumplimiento de esa cdula
al obispo de Concepcin en Chile.38 Estos obispos que tenan como tarea
especfica la implantacin del cristianismo en sus novsimas dicesis
tropezaron con serios obstculos, pero segffln se puede deducir de las
fuentes a nuestra disposicin su actividad inquisitorial fue mnima y, en
casi todos los casos conocidos, se enfrenta a colonos – no a indios – en
cuestiones ms de costumbres que de fe.
Uno de los personajes ms interesantes de esta pre-inquisicin, cuyo
proceso se continu en el ya constituido Tribunal de Lima, fue Pedro
Sarmiento de Gamboa, que slo traemos aqu a colacin para citar una
interesante acusacin contra l: diciendo un letrado que “no saba si
estaba publicado suficientemente el Evangelio a estos indios del Perffl
hasta ahora, porque no haba habido predicadores que en su lengua se lo
pudiesen declarar”, Gamboa contest que tampoco estaba suficiente-
mente predicado en EspaÇa, al cabo de tantos aÇos. Aunque el reo neg
haber dicho eso, no deja de ser llamativo el sentido crtico y sana irona de
alguno de los emigrados al Nuevo Mundo y la facilidad con que se poda
ofender a los inquisidores de oficio.39
Pese a los numerosos documentos emanados del Consejo de la In-
quisicin y otros Consejos reales es un hecho admitido que la Inquisicin
en Indias no aparece con carcter independiente de los obispos hasta que
se llevaron a la prctica las decisiones tomadas en la llamada “Junta
Magna” de 1568. El carcter ms llamativo de este perodo sigue siendo el
hecho de que en ninguno de los documentos oficiales se cita al indgena
como objetivo de la accin inquisitorial.
La pre-inquisicin hispanoamericana, en cuanto al nfflmero de pro-
cesos y castigos, tiene dentro de la historia de la represin inquisitorial un
balance poco relevante y, segffln los inquisidores de oficio, poco positivo.
Lo que puede decirse es que, cuando en 1570 se implantan los primeros
tribunales en Lima y Mxico, sus inquisidores venan facultados para
reclamar a los prelados la remisin de las causas incoadas por ellos, as
como las que estuvieran pendientes. Est documentada la resistencia de
los obispos a cumplir tanto esta remisin de los procesos como a re-
nunciar a las facultades cannicas. El anlisis que hicieron los funciona-
rios de la Inquisicin de la gestin inquisitorial de los obispos no fue muy
benvola. Por ejemplo, el fiscal Juan de Alcedo, desde Lima, daba al
49 Porras MuÇoz 1987 pretende corregir una exagerada demonizacin del clrigo
secular frente a la bondad del fraile. En todo caso es evidente que la evangeli-
zacin fue obra exclusiva de las rdenes mendicantes, como lo vino a reconocer
oficialmente la Junta Magna de 1568. Vase Maqueda 2005, 62.
La Inquisicin espaÇola y los indios 63
hacerse partiendo del propio cdigo tico de los misionandos.50 Los in-
dios no tenan que someterse a las leyes de la Corona para ser cristianos.
Por eso, incluso el ya mencionado obispo fray Juan de Zumrraga, que
ejerci de rgido inquisidor contra los indios, solicitaba el trasplante del
Santo Oficio a Indias “ms para espaÇoles que para indios, porque no
menos malos cristianos pasan ac que los clrigos y frailes renegados”.51
La Inquisicin como instituto jurdico estatal velaba por la fe como
elemento de cohesin social y slo en los trminos de su propia y especial
jurisdiccin. La agresividad del ms fuerte era el orden que impona el
inmigrante. La Inquisicin no rompa con esa concepcin, marcaba los
lmites de la ortodoxia y de la vida religiosa cotidiana, pero no los de la
opresin de los derechos ms elementales, garantizados incluso por la
legislacin real. Su tarea era, exclusivamente, evitar la disidencia religiosa.
Como organismo estatal, no tuvo la Inquisicin el ms mnimo in-
ters por el otro colectivo de diverso origen y orientacin cultural. Con la
exclusin del indgena de su jurisdiccin evitaba entrometerse en los
terrenos conflictivos o, incluso, en los de cooperacin. Su actitud no fue
de tolerancia del indio, sino llana y simplemente de indiferencia hacia, e
ignorancia del indio. Los problemas entre las dos sociedades paralelas no
eran de su competencia. El seÇor inquisidor vivi ajeno a los problemas
del indgena, fueran estos de carcter religioso o moral. La funcin que
los ‘defensores del indio’, como fue Las Casas, utpicamente pretendieron
reservar y atribuir a los funcionarios de la Inquisicin era irrealizable
segffln la mentalidad y estructura de la institucin. En los pueblos de
espaÇoles el seÇor inquisidor vivi al margen de los problemas del in-
dgena como el mdico o el boticario. Su relacin con la sociedad ind-
gena podra ser personal, pero nunca de carcter institucional.
No se puede olvidar, a pesar de toda la historiografa en boga, que el
instituto jurdico conocido como Inquisicin espaÇola segua objetivos de
la razn de estado, mientras que los misioneros entre indios, cuando los
hubo, seguan objetivos espirituales y religiosos. Aunque una separacin
de las dos tareas fuese ms difcil en aquella poca, no cabe duda de que
son dos visiones no siempre conciliables y que, en todo caso, aunque con
retrica similar, no coincidiran los reglamentos y sistemas de cohesin y
los intereses naturales especficos.
5. Comentario final
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70 Fernando Domnguez Reboiras
1. Introduccin
14 Cf. Solrzano Pereira 1672, Libro I, Cap. XXVII, n. 82 s.: “[…] Indos […]
secundum Iuris communis regulas admittendos esse ad omnia beneficia, &
dignitates Ecclesiasticas, officia, ac munera publica, quia nec sunt Neophiti, qui
& per nonaginta annorum cursum, & a nativitate fidem Christi profitentur, nec
aliquam lege, quam viderit a talibus prohibentur, nec statuta Iudaeos, & Mauros
eorumque descendentes evitantia, ad Indos, vel ipsorum filios, aut nepotes
protrahi possunt.”
15 Zapata y Sandoval 1609, Liber II, Cap. XI, 258 – 265.
16 Poole 1981, 637.
17 Para un intento similar cf. Duve 2005b.
76 Thomas Duve
2. De la esperanza a la desilusin:
tendunt ad nuptias potius quam ad continentiam
La rfflbrica tambin muestra otra cosa: que para los padres conciliares,
“indios y mestizos” eran sinnimos con “nefitos”, y como tales excludos
del sacerdocio. Esta identificacin de “indios” y “nefitos” la encontra-
mos claramente expuesta en la obra de Jos de Acosta De procuranda
indorum salute,31 escrita a pocos aÇos despus del Segundo Concilio Li-
mense en Perffl por el mismo autor que iba a influir muchsimo sobre el
Tercer Concilio algunos aÇos ms tarde. Al tratar el problema de la
ordenacin sacerdotal, el jesuita recoge la constitucin del Segundo
Concilio de Lima, justificndola con la tradicin de “nuestros mayores”, y
citando “documentos antiqusimos de la Iglesia”, al “Apstol Pablo” y a
los “sagrados Concilios” que “condenan con gran fuerza las ordenaciones
de los que son principiantes en la fe”,32 para aplicarlos al caso de los
indgenas:
En cuanto a la conveniencia de no elevar en modo alguno a los indios en
nuestros das a niveles superiores, sobre todo rdenes sagradas, existen do-
cumentos antiqusimos de la Iglesia que as lo enseÇan claramente. El
Apstol Pablo prohibe que gobierne la Iglesia un nefito, para que no se
hinche de soberbia y caiga de la altura como el diablo. Los sagrados concilios
condenan con gran fuerza las ordenaciones de los que son principiantes en la
fe. Porque se infiere daÇo a ellos mismos y al pueblo y no poca injuria,
adems, al ministerio mismo.33
Finalmente, Acosta concluye su exposicin con un resumen de los ar-
gumentos contra la ordenacin sacerdotal de indios y mestizos. Los indios
son “nefitos y de oscuro origen”, los mestizos tienen el defecto de “os-
curidad del nacimiento”:
Claro est que […] no se ha de consagrar a los indios por ser nefitos y de
oscuro origen, sino tambin que se han de abstener, en cuanto sea posible, de
tocar los sagrados misterios los nacidos de mujeres indias y varones espaÇoles
(sobre todo por coito pecaminoso), para no envilecer el sacerdocio; a no ser
cuando la oscuridad del nacimiento queda compensada con creces por la
seriedad de una vida largamente probada y por el brillo de sus costumbres.
No se puede negar que los hay de stos, equiparables a los nuestros por la
honestidad de su vida y con ventaja sobre ellos en el dominio de la lengua
indiana. Pero hay pocos casos. Por lo cual se han de guardar los antiguos
cnones y los decretos provinciales, para que el sacerdote sea bajo todos los
aspectos presentable al pueblo y merecedor de estima.34
31 Acerca de Acosta cf. Baciero 1986; sobre de este problema especfico en Acosta
cf. Pott 1959, Pott 1959a.
32 Acosta 1588, 455.
33 Acosta 1588, 456 s.
34 Acosta 1588, 458 s.
Derecho cannico y la alteridad indgena 81
45 Cf. por ejemplo Cupientes Iudaeos et alios infideles (21. 3. 1542), en: Metzler
1991, I, 451 – 454, n. 109, vase acerca de esta Bula Parente 1991.
46 Cf. el comentario a la STh II – II q. 66, art. 8, ad secundum: utrum rapina possit
fieri sine peccato, en: Cayetano 1897, 94. Cf. para el contexto Hçffner 1957, 61 –
84.
47 Gratian, dictum post c. 1, Dist. 48: “Neophiti uero hodie appellantur ad pro-
positum sacrae religionis nouiter accedentes.”
48 Azpilcueta 1555, n. 206.
84 Thomas Duve
52 Cf. Solrzano Pereira 1647, Libro II, Cap. 29, n. 24: “Pero hoy, aunque para lo
que les es favorable se juzgan tambin por nefitos y gozan como tales los
privilegios y gracias que he referido, verdaderamente no lo son ms de ellos y
mucho menos sus descendientes, pues segffln la comffln y veradadera opinin,
basta que hayan pasado diez aÇos despus del bautismo para que no sean tenidos
por nefitos”.
53 Cf. Tiraquellus 1560, 183: “Dispositio etiam exorbitans & correctoria in favo-
rem piae causae extendendae” y 186 s.: “Privilegia piae causae latißime sunt
extendenda.” La aplicacin a los indios se halla explcitamente en AvendaÇo
1668, Libro II, Tit. XII, n. 7: “Privilegia Indorum propria late interpretanda
sunt, juxta ea omnia, quae Doctores circa hujusmodi interpretationem affirmant.
[…] Quod probo ex receptissima doctrina apud scriptores, juxta quam privilegia,
etiamsi odium alias contineant ob rationem dictam, late interpretanda sunt,
quando cedant in favorem religionis, ac piae caussae. […] Atqui [sic] Indorum
privilegia cedunt in favorem religionis, & caussae piae: ergo amplie interpretanda
sunt.”
54 Cf. Pereira 1672.
55 Solrzano Pereira 1672, Libro I, Cap. XXVII, n. 82 s.: “Indos […] secundum
Iuris communis regulas admittendos esse ad omnia beneficia, & dignitates Ec-
clesiasticas, officia, ac munera publica, quia nec sunt Neophiti, qui & per no-
naginta annorum cursum, & a nativitate fidem Christi profitentur, nec aliquam
lege, quam viderit a talibus prohibentur, nec statuta Iudaeos, & Mauros eo-
rumque descendentes evitantia, ad Indos, vel ipsorum filios, aut nepotes protrahi
possunt.”
56 Cf. para los privilegios de los indios Duve 2005b.
86 Thomas Duve
¿Por qu entonces no se ordenaban ms indgenas a fines del siglo XVI y
en el siglo XVII? – Tomando en cuenta solamente la perspectiva jurdico-
cannica, la doctrina de las irregularidades, tal como se presentaba en la
mitad del siglo XVI,57 prevea una serie de otras razones que podan
aplicarse a los indios, independiente de su consideracin como nefitos.
Porque, siguiendo otra vez a la exposicin en el libro de Azpilcueta, la
irregularidad se divide “en cinco especies que nacen de cinco faltas, de la
del sacramento, del cuerpo, del alma, de lenidad perfecta, y de delicto”.58
La irregularidad que nace de la “falta de sacramento” es la “bigamia, esto
es estado de casado con dos mugeres”, y en materia de bigamia, pueden
distinguirse tres especies: la “verdadera, & interpretativa, y similitudi-
naria”. La verdadera es “la del que tuuo y conocio dos mugeres verda-
deras, vna despues de muerta la otra, aunque ambas, o la vna houiesse
hauido, antes que se hiziesse Christiano”; la interpretativa “es la del que se
finge hauer tenido dos mugeres”, lo que comprende casos como el ma-
trimonio con una “biuda o corrupta por otro” y de quien se “casa vali-
damente con vna, y con otra inualidamente y la del que se casa de hecho
con dos, con ninguna validamente”.59 Mirando a esta parte de la doctrina
queda claro que la comffln opinin de que los indgenas vivan en un
desorden en sus relaciones conyugales, y la imagen colectiva acerca de su
gran promiscuidad, la “flaqueza de la carne con el aparejo de la desnudez
o muy rara resistencia de las mujeres”, como lo expres el Arzobispo
Montfflfar,60 haca fcil la aplicacin de esta irregularidad.
Tambin otros aspectos dieron suficientes razones para la exclusin de
los indgenas, siempre atendiendo a las imgenes y estereotipos sobre sus
caractersticas. Porque en la irregularidad “por falta corporal”,61 no so-
lamente se encuentra un elenco de posibles inhibiciones o lesiones fsicas
que inhabilitan para celebrar la Misa, o que provocan rechazo en la
comunidad cristiana y son consideradas daÇinas para la dignidad sacer-
dotal, sino tambin una irregularidad de suma importancia para los in-
dios y mestizos: la irregularidad por ilegitimidad. En palabras de Azpil-
57 Cf. el panorama sobre las irregularidades en Azpilcueta 1555, Cap. 27, 520 –
561; Ninguarda 1585, 409 – 536.
58 Azpilcueta 1555, n. 193.
59 Azpilcueta 1555, n. 195.
60 Torres de Mendoza 1865, 499 s.
61 Azpilcueta 1555, n. 198 ss.
Derecho cannico y la alteridad indgena 87
cueta: “la bastardia, que se reduze a esta de falta corporal” y que “incluye
a todo genero de bastardos, y a todos los haze irregulares, aunque sea
oculta su falta, y publicamente sean tenidos por legitimos, como son
muchos, que la casadas houieron de los adulteros”.62 Aun si esta irregu-
laridad no fue una inhibicin grave, porque la dispensa fue frecuente e
incluso poda ser impartida por el mismo obispo, segffln la costumbre y
algunas facultades otorgadas a los obispos indianos por el Papa, otras
“faltas corporales” podan aplicarse a los indgenas y fueron ms dficiles
de superar: La falta de la edad mnima, enfermedades como la lepra y la
epilepsia, y enfermedades mentales que son causas de irregularidad, tanto
como cualquier efermedad “que causa notable escandalo en el vso de las
ordenes”.63 Tambin era irregular la persona que “no puede beuer vino,
sin lo echar […] con quier aun el Papa no podria dispensar”64 – y no es
difcil imaginarse que por ejemplo la consideracin de que no podan
consumir alcohol hiciera parecer imposible admitirlos al sacerdocio por
este u otros “defectos corporales”.
A estos “defectos corporales” se sumaba la irregularidad por “defectos
de alma”. Entre la casustica de estas irregularidades figura en primer
lugar “el idiota, que no sabe letras”,65 lo que significa “para ordenes
menores, aquel se dize idiota, que no sabe aun leer, y para las mayores,
aquel que no sabe algo del lenguaje, en que estan escriptos los oficios
diunos, como el que no sabe nada de latin entre los latinos, del griego
entre los griegos &c.” – o, como agrega algo ms tarde “alomenos, que
aya buena esperanÅa que lo aprendera”.66 Obviamente a una buena parte
de los indgenas.
La siguiente irregularidad por falta de “lenidad perfecta” prevea va-
rios casos donde se consideraba que faltaba la idoneidad moral para el
cargo, por ejemplo cuando el candidato a las rdenes hubiera mutilado o
deformado a otro hombre en un caso lcito, como en la guerra. Este caso
tambin se aplicaba a muchos de los indios, especialmente en zonas
donde se haban llevado a cabo sangrientos enfrentamientos entre los
espaÇoles y los pueblos indios, como en Mxico en las dcadas del 30 al
80 del siglo XVI en la guerra chichimeca. Finalmente exista la irregu-
laridad por delito, una categora que comprenda cualquier delito co-
5. Resumen
67 Cf. para esta problemtica Duve 2009; Lopetegui 1943; Oleachea Labayen
1975a; CastaÇeda Delgado 1981.
68 Alberigo 1973, 747. Trento, sessio 23, de reform., c. 7: “genus, personam,
aetatem, institutionem, mores, doctrinam et fidem diligenter investiget et exa-
minet”.
69 Alberigo 1973, 749. Trento, sessio 23, de reform., c. 14: “praeclarum bonorum
operum exemplum et vitae monita ab eis possint expectari”.
70 Torquemada 1615, 240.
Derecho cannico y la alteridad indgena 89
ojos de los espaÇoles” a los indios les falta la idoneidad para este oficio,
“no ha sido necesario ningffln privilegio y, como creo, tampoco lo ser en
el futuro”.73
Bibliografa
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73 AvendaÇo 1688, Libro II, Tit. XII, Cap. XIII, n. 368, 105. “De Priuilegiis
Indorum circa Sacramentum Ordinis. Nullum equidem pro illis extat, neque
necessarium fuit: quia cum illorum capacitas pro ministerio tanto hucusque
sufficiens visa non fuerit, & ipsum ministerium in Hispanorum oculis tali
promotione vilesceret, nullo opus priuilegio fuit, neque vt credo, erit, si de
maioribus loquamur Ordinibus”.
Derecho cannico y la alteridad indgena 91
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Derecho cannico y la alteridad indgena 93
1. Introduccin
2. Las fuentes
2 Algunos de esos estudios son: Hampe Martnez 1987; 1996; Guibovich Prez
1992; 1993.
3 Cf. Taylor 1996, 3; Allegra 1981.
Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 99
mitacin: no informan de los otros libros que los curas solan tener en sus
casas, de esos textos muy diversos que eran ledos como pasatiempo o que
simplemente tenan para su estudio. Con respecto a ellos no dicen nada
las visitas porque los curas no estaban obligados a exhibirlos al visitador,
pero son posibles de ser conocidos a partir de otra fuente: los inventarios
post mortem.
Los inventarios post mortem, como su nombre lo indica, eran los
registros de bienes de una persona despus de fallecida. En el caso del
clero, slo se practicaban con los clrigos, porque el derecho cannico les
permita la posesin de bienes muebles e inmuebles, pero no con los
frailes, ya que el mismo derecho les impeda tenerlos. Aun cuando suelen
ser abundantes, presentan numerosos problemas. Por lo general, los in-
ventarios de libros eran practicados con la participacin de dos personas:
el notario y su asistente. Uno se encargaba de leer los ttulos uno a uno y
el otro de registrarlos por escrito. Esta tarea – que se haca con los otros
bienes – tena una finalidad prctica: establecer el valor para su venta,
para luego, con el producto de la misma, cumplir con las mandas tes-
tamentarias del difunto. El registro deba hacerse de manera exhaustiva,
pero no necesariamente detallada. A veces daban cuenta de los libros
anotando su cantidad y otras veces, sus ttulos. En este fflltimo caso, al ser
normalmente muy extensos, la costumbre no era transcribirlos escrupu-
losamente, sino en forma abreviada. En consecuencia, es comffln encon-
trar que los inventarios indican slo una parte del ttulo o del nombre del
autor. No pocas veces se hispanizaba el ttulo o el nombre del autor, y se
atribua la autora al traductor. Tambin poda suceder que, por la pre-
mura del tiempo o las circunstancias, se registrasen tan slo las anota-
ciones de los lomos de los libros, donde se sola escribir de manera muy
abreviada el nombre del autor y el ttulo de la obra. No obstante estas
limitaciones, los inventarios son – segffln Bartolom Bennassar y Maxime
Chevalier – testimonios imprescindibles y privilegiados para elaborar una
historia de la lectura y de la cultura, de los ms capaces para explorar la
cultura sabia, escrita, y para saber qu libros se posean y lean en una
poca por determinadas personas.5
3. Los libros
6 Nalle 1992, 84 s.
102 Pedro M. Guibovich Prez
durante la primera mitad del siglo XVI. Sin embargo, esta situacin
cambi con el Concilio de Trento.
Como es conocido, el Concilio concluy sus sesiones en 1563. En lo
que ataÇe al clero, las reformas tridentinas deben ser entendidas como un
intento simultneo de incrementar la autoridad episcopal sobre los sa-
cerdotes por medio de la unificacin de las diversas prcticas litfflrgicas, y
de crear un cuerpo clerical mejor entrenado y moralmente irreprochable.
Para lograr estos objetivos, el Concilio dispuso el empleo de textos li-
tfflrgicos y doctrinales aprobados por los obispos, e instruy a los mismos
acerca de la necesidad de fundar seminarios para dotar al clero secular de
una instruccin acadmica.7 En 1564, Felipe II orden la aplicacin de
los acuerdos tridentinos en el Imperio espaÇol. Consecuente con el nuevo
espritu reformista que animaba a la corona y a la jerarqua catlica
peninsular, el segundo concilio provincial, celebrado en Lima, en 1567,
dispuso “que los decretos del Concilio Tridentino cerca de los que han de
ser promovidos a orden sacro se guarden inviolablemente”.8 La voluntad
unificadora en materia de la enseÇanza doctrinal se hace evidente en las
disposiciones relacionadas con la evangelizacin de los indgenas. Para
ello se recomienda el empleo de un catecismo, compuesto y aprobado por
la autoridad episcopal, as como de un confesionario para los que “no son
tan diestros en la lengua”. Ninguno de los textos mencionados fue ela-
borado. Sin embargo, la propuesta, lejos de ser olvidada, fue recogida por
el siguiente concilio provincial.
Entre 1582 y 1583, se celebr el tercer concilio provincial en Lima.
Adems de ratificar los acuerdos del concilio anterior en materia de
prctica sacerdotal, administracin de los sacramentos y poltica de ca-
tequizacin de la poblacin en general, provey por primera vez de al-
gunas disposiciones relativas a los libros que deba tener todo cura a cargo
de una doctrina. Dado que la sede episcopal de Lima tena rango de
arquidicesis, su jurisdiccin se extenda sobre la mayora de los obis-
pados comprendidos en el virreinato. As, sus disposiciones se aplicaron
progresivamente en todos ellos, en particular las referidas a los libros,
como se tratar a continuacin.
Las colecciones de libros de los curas variaban en tamaÇo y contenido.
Las haba extensas, con varias decenas de libros, y otras con apenas unos
cuantos; tambin hubo unas en las que predominaron los textos de tema
religioso y otras que contenan muy diversas materias. Aunque no es
turas del cura doctrinero. Una muestra que comprende nueve inventarios
de libros pertenecientes a los obispados de Trujillo, Lima, Cuzco y Ar-
equipa revela que sus propietarios disponan de la mayora de los textos
ordenados por la jerarqua, como tambin de los ms diversos de teologa
homiltica, patrstica, dogmtica, etc. No faltan los de historia, literatura,
geografa y filosofa. Entre los libros de temtica no religiosa figuran los
Comentarios reales de Garcilaso de la Vega, la Historia del cisma de In-
glaterra de Pedro de Rivadeneyra, la Suma de tratos y contratos de Toms
de Mercado, De bello judaico de Flavio Josefo y las Novelas ejemplares de
Miguel de Cervantes, entre otros (vase el apndice documental). Todo
ello no hace sino confirmar la amplia difusin que tuvo el libro impreso o
manuscrito en el virreinato.
Una coleccin bibliogrfica particularmente interesante fue la del
bachiller Bernardo de Sandoval, un oscuro cura a cargo de la doctrina de
San Marcos de Llapo, en la provincia de Corongo, en la parte norte del
arzobispado de Lima (vase Apndice documental 5). Por el registro de
sus bienes, sabemos que era un cura acomodado: posea cabras, dos
chacras de trigo y en su casa se hallaron muebles y objetos de plata. Pocos
das despus de su muerte, el corregidor de Conchucos, Jacinto Romero
CaamaÇo, orden que los bienes de Sandoval fueran trasladados de Llapo
a Corongo debido a que en la doctrina no haba espaÇoles que pudieran
comprarlos “y para que la dicha venta y almoneda se haga con ms
bentaja”. Para suerte nuestra, en Corongo se hallaban de paso dos co-
merciantes, Juan Gonzlez de Castro y Jernimo Fernndez Hurtado,
quienes los tasaron e inventariaron con bastante detalle, algo realmente
excepcional.
El inventario y tasacin, realizado el 14 de septiembre de 1670,
informa de una selecta coleccin de 74 volfflmenes impresos en Lima y
diversas ciudades europeas. La mayora de las obras fue editada en el siglo
XVII, y el resto, a fines del XVI. Sandoval posea todos los libros pres-
critos por el III concilio limense: los decretos conciliares, los manuales
para la catequesis (el catecismo, el sermonario y la doctrina), algunos
tratados de teologa moral y de ejercicio pastoral, as como los sinodales
del arzobispo Lobo Guerrero y los decretos de Trento. Sandoval parece
haber estado particularmente interesado en el conocimiento del quechua.
Posea el Vocabulario de la lengua general de todo el Perffl llamada lengua
quichua, o del Inca corregido y renovado conforme a la propiedad cortesana
del Cuzco, de Diego Gonzlez Holgun;40 el Arte y vocabulario en la lengua
40 Lima 1608.
Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 111
41 Lima 1614.
42 Lima 1616.
43 Lima 1648.
44 Lima 1612.
45 Rivarola 1990, 135.
112 Pedro M. Guibovich Prez
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Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 113
Apndice
Curas doctrineros con libros
Grado
Nombre acadmico Doctrina Libros Fecha
Juan de Llerena Paita 14 1585
San Martn de Chupa,
Andrs de Mendoza Licenciado Asillo 62 1604
Jernimo de Castilla Bachiller Pariamarca, Canta s.i. 1610
Francisco Lpez Bravo Bachiller Checacupe 5 1625
Lorenzo Prez de Cochamarca,
Viveros Cajatambo 22 1627
Francisco Arroyo
Navarro Ninacaca, Ica 42 1630
Francisco Surez Santo Domingo de
Salgado Licenciado Olmos 6 1632
Bartolom de Giraldes Licenciado Cabanilla 23 1636
San Miguel de
Juan de Salazar Licenciado Ullucayo, Tarma 73 1645
Pedro Gmez de
Espinosa Bachiller Antabamba s.i. 1647
Cristbal de Vargas
Carvajal Licenciado Azngaro 150 1650
Bartolom Tinoco de
Mercado Licenciado Colasay, Jan 35 1653
San Pedro de Caroa,
Juan Surez Doctor Huarochir s.i. 1656
Pedro de Zegarra y
Tapia Doctor Sicuani 60 1657
Juan de Uresavala Licenciado Marcapata 3 1659
Rodrigo NiÇo de las
Cuentas Doctor Machaca 62 1660
Andrs Garca de los
Ros Bachiller Barranca s.i. 1660
Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 115
Grado
Nombre acadmico Doctrina Libros Fecha
Grado
Nombre acadmico Doctrina Libros Fecha
Apndice documental
INVENTARIOS DE BIBLIOTECAS DE CURAS
DOCTRINEROS
Ynbentario de los bienes y alajas que tengo avidos por mi yndustria sin
aver eredado ni recibido de mis padres de que doy gracias a Nuestro
SeÇor y a su madre santsima Mara de que por su intercesin me los dio.
Siendo tan gran pecador. Julio primero 1670 aÇos.
[Sigue la relacin de los objetos de plata, joyas, ropa blanca, muebles
ganado, y semilla que posea.]
Doce tomos de Suares – Nueve tomos de Vasquez – Dos tomos de
Becano – Dos tomos de Pasqualigos – Tres tomos de Diana – Dos ms
que son el nobeno y desimo – Ms la suma de Diana – Dos tomos de
Machado – Un Herice – Navarrete – Lgica de Snchez – Sumel de
angelis – Santo Thoms de Villanueva – Curso de Rubio sinco tomos –
Curso conplutense en quatro tomos – El machabeo un tomo – Suma de
Toledo un Tomo – Portel un tomo – Aprecio de gracia un tomo –
Minerva de eucarista un tomo – Sermones de Cabrera un tomo –
Santoral y marial de AvendaÇo dos tomos – Marial de Salmern un tomo
– Cathecismo de Po Quinto un tomo – Trulench un tomo – Quaresma
de Paredes – Viegas sobre el Apocalipsis – San Juan de Niseno un tomo –
Los Calepinos dos tomos – Un tomo de santos agudos – Caucino de
eloquencia y otro de smbolos dos tomos – Todas las obras de san Gre-
gorio quatro tomos – Najara sobre Josu un tomo – Silveira en dos tomos
– Celada sobre Ester un tomo – Celada sobre Judich dos tomos – Celada
de benedictionibus patriarcharum – Celada sobre Rud un tomo – La
catena de santo Thoms – Masculino sobre San Agustn un tomo –
Escobar sobre la escritura dos tomos – Pinto de concepcin un tomo –
Andrs Lucas sobre ysaias un tomo – Toledo sobre san Lucas un tomo –
Las tres partes de santo Toms en cuatro tomos – Lemos un tomo –
Concordancias de la Biblia un tomo – Dos tomos santoral y adviento y
quaresma de Ortencio – Polianthea un tomo – Poltica de Solrzano un
Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 119
[Sigue una relacin de las pinturas que decoraban su casa, entre las que
incluan representaciones de sibilas, doctores de la iglesia y otras devo-
ciones.]
Todos los quales dichos bienes suso yncorporados quiero y es mi boluntad
no se haga otro ms imbentario sino que mis albaceas que fueren harn lo
que les comunicare para el descanso de mi conciencia y lo firmo de mi
nombre en esta villa de San Pedro de Quiquijana en dos das del mes de
julio de mil seiscientos y sesenta aÇos.
Dr. Alondo Bravo de Paredes y QuiÇones [rubricado]
Ante m
Joseph de Requena
Escribano de su Majestad
A este inventario se aÇadi otro al parecer realizado en fecha posterior. En
el figuran los siguientes libros:
Revelaciones de santa Brgida un tomo – Un tomo de theatrum vite
humane – Lorino in splmos [sic] un tomo – Benedicto Fernando Bor-
bense in genesin un tomo – Un tomo griego – Philn judo un tomo –
Escovar in evangelia dos tomos – Quaresma de Balderrama un tomo –
Don Juan Gutirrez un tomo – Silva racional un tomo – Historia eu-
carstica – PoÅa marial un tomo – Cornelio Alapide un tomo – Soto de
justitia et iure un omo – SalaÅar de concepsione un tomo – Vega in
psalmis un tomo – Barbossa de oficio parrochi un tomo – Avila de
censuris – Mirto marial un tomo – Corte santa de Causino dos tomos –
Roa un tomo, son dos – Quaresma de San Joseph un tomo – Fegueroa
del nombre de Mara un tomo – Bocanegra un tomo – Biblia sacra –
Virgilio un tomo – Fray Francisco de la Cruz – Policiano un tomo –
Especulum exemplorum un tomo – Emblemas de Cobarrubias un tomo
– Quinto Curcio un tomo – Saavedra de consepsione un tomo – Concilio
tridentino.
Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perffl 121
nuebe, que tienen setenta y ocho pliegos sin principios ni tablas; dos
pesos.
Questiones evanglicas del padre fray Alonsso de Herrera, de la
horden de San Francisco, impressas en Saragosa del reyno de Aragn el
aÇo de mil seiscientos y quarenta y cuatro, que tienen veinte y siete
pliegos sin principios ni tablas; un pesso.
Suma de Enriques, impressa en Madrid el aÇo de mil y seiscientos y
cincuenta y siete, que tiene cinquenta y cinco pliegos y medio sin prin-
cipios ni tablas y est algo maltratado; doce reales.
Ritual de Bocanegra en la lengua espaÇola y en la quichua, impresso
en Lima el aÇo de mil y seiscientos y treinta y uno, que tiene noventa
pliegos sin principios ni tablas; dos pesos.
Bocabulario de la lengua quichua compuesto por el padre Diego
Gonzales Holgun, de la CompaÇa de Jesffls, impresso en Lima el aÇo de
mil y seiscientos y ocho, que tiene ciento y seis pliegos y medio, y esta
algo maltratado; tres pesos.
Arismtica de Moya, impressa en Madrid el aÇo de mil seiscientos y
cinquenta y dos, que tiene cinquenta y quatro pliegos sin principios ni
tablas; doce reales.
Catecismo para la ynstrucin de los indios en las lenguas espaÇola,
quichua y aymara, impresso en Lima el aÇo del mil quinientos y ochenta
y cuatro, que tiene veinte y un pliegos sin principios ni tablas, y est muy
biexo y maltratado; cuatro reales.
Confessionario en las lenguas castellana, quichua, aymara impresso en
Sevilla el aÇo de mil y seiscientos y tres, que tiene diecisiete pliegos;
cuatro reales.
Un smbolo y confesionario compuestos por el padre fray Luis de
Ore, de la orden de san Francisco, en las lenguas castellana, quechua y
aymara, impresso en Lima el aÇo de mil y quinientos y noventa y ocho,
que tiene quarenta y ocho pliegos sin principios, y est muy biexo y
maltratado; un peso.
Suma de Leandro, impressa en Len de Francia el aÇo de mil seis-
cientos y sesenta, que tiene ciento y un pliegos sin principios ni tablas;
dos pesos y cuatro reales.
Un librillo intitulado directorio spiritual en la lengua espaÇola y
quichua compuesto por el padre Pablo de Prado, de la CompaÇa de
Jesffls, impresso en Lima el aÇo de mil y seiscientos y sesenta, con el
lunario perpetuo del capitn don Francisco de Quiros, que tienen treinta
y ocho pliegos y medio sin principios ni tablas; un peso.
124 Pedro M. Guibovich Prez
8. Inventario de bienes de
Juan Cristbal Martnez de Velasco,
cura y vicario de la doctrina de San Luis Huari
(1682)
Las obras de Castro Palao en seis libros – Un tomo del padre Diego de
Celada sobre la historia de Tobas – Otro tomo de Tanborino sobre la
bula de la Cruzada – Otro del mismo autor sobre la explicacin del
declogo – Otro tomo de moral y derecho cannigo del autor del padre
Cristbal de san Joseph – Una carta pastoral y sermones de yndios –
Pratica eclesistica – Job ilustrado – Marco Aurelio – Un libro de co-
medias – Cadena de oro de Santo Toms – Lactancio Firminiano –
Perfeta prudencia – Compendio de Diana – Arte de predicar – El par-
130 Pedro M. Guibovich Prez
1. Introduccin
Esta contribucin analiza la manera en que se representan determinadas
estructuras morfolgicas del verbo – desconocidas para las lenguas in-
doeuropeas – en las gramticas coloniales del quechua y aimara. En la
actualidad, tales estructuras se abordaran recurriendo al concepto de
referencia cruzada.1 sta se da cuando los argumentos del verbo no slo se
realizan como sintagmas nominales (o como pronombres independien-
tes), sino que tambin se indican en el verbo, mediante pronombres
clticos o afijos. En el caso ideal, los argumentos se representan entonces
dos veces, una vez en el verbo y otra fuera de l. La referencia cruzada es
una estructura difundida a nivel universal.2 Deja de ser mayoritaria slo
en el mbito europeo. Y sin embargo, el espaÇol dispone de estructuras
que funcionan segffln el mecanismo de la referencia cruzada, sin coincidir
plenamente con ella. En espaÇol, cuando se tiene un argumento dativo, es
obligatorio desdoblarlo mediante el cltico le, si precede al verbo (1a). Si
3 Al excluir que el verbo en (2a) est concordando con un pronombre vaco (no
realizado fonticamente), del mismo modo que en (2b) el verbo concuerda con Yo.
Categorizacin en la gramtica colonial andina 135
4 Esto es, a no ser que se tratara de hablantes del vasco, lengua que de hecho posee
referencia cruzada.
136 Roland Schmidt-Riese
2. Corpus
Las lenguas principales del espacio andino fueron el quechua y el aimara.
Por ello, no es de extraÇar que stas hayan sido, al lado del puquina, el
mapudungu y otras lenguas menores, el objeto principal de la gramtica
colonial hispana en Amrica del Sur. Quechua y aimara estn relacionadas
por un contacto milenario y de hecho, sus tradiciones descriptivas se
entrelazan. En muchas ocasiones, los autores aprendieron ambas lenguas
o estuvieron en contacto con autores que estudiaron la otra – en centros
de estudio comunes, entre los que destaca el centro de Juli, en el lago
Titicaca. En dos momentos, tales contactos cobraron forma textual: en las
anotaciones a la Doctrina christiana y catecismo de 1584, as como en las
dos artes publicadas por Diego de Torres Rubio, en 1616 y 1619 – la
primera referente al aimara, la segunda al quechua.5 Como, adems, el
aimara diverge del quechua en su configuracin de las personas grama-
ticales y en la referencia cruzada sera interesante estudiar las dos tradi-
ciones en paralelo. Desisto, sin embargo, de este propsito y me limito a
la tradicin del quechua. Sern objeto de anlisis los textos siguientes.6
Domingo de Sancto Thomas OP:
Grammatica o Arte de la lengua general de los indios de los Reynos del Peru,
1560.
Arte y Vocabulario en la lengua general del Peru llamada Quichua, y en la lengua
EspaÇola. El mas copioso y elegante que hasta agora se ha impresso, 1586.
Diego de GonÅalez Holguin SJ:
Gramatica y Arte nueua de la lengua general de todo el Peru, llamada lengua
Qqichua, o lengua del Inca, 1607.
Alonso Huerta:
Arte de la lengua Quechua general de los yndios de este Reyno del Piru, 1616.
Diego de Torres Rubio SJ:
Arte de la lengua Quichua, 1619.
Cuadro 1:
Arte y Vocabulario en la lengua general del Peru llamada Quichua. Lima 1586.
Categorizacin en la gramtica colonial andina 139
A primera vista, las estructuras del quechua que describen los autores en
los pasajes que vamos a analizar parecen bastante sencillas. Hay, sin
embargo, algunas asimetras en la integracin morfolgica de informa-
ciones de diversa ndole. La cuestin se centra en cuatro secuencias
desinenciales:8
8 Anoto las formas del quechua moderno, siguiendo a Cerrn Palomino 1987 y
1994. Los datos privilegian el cuzqueÇo (como lo hicieron los textos coloniales, a
excepcin de Sancto Thomas), pero procuran representar un nivel transdialectal.
La notacin <y> corresponde al segmento consonntico [j]. En los textos co-
loniales, [w] es representado por <hu> o <u>, [k] ante vocal anterior por
<qu>. Consult adems a Mannheim 1982; Adelaar 1993 y, para cuestiones
bsicas, Campbell 1997; para los asuntos tipolgicos, Corbett 1998; Du Bois
2003; Kibrik 1997; Mithun 1997; Nichols 1986; Sasse 1995; Siewierzka 1998;
para la jerarqua de personas y la distincin exclusivo / inclusivo Aikhenvald
1995; Amith / Smith-Stark 1994; Greenberg 1988; Heath 1998; Hockett 1992.
Categorizacin en la gramtica colonial andina 141
-ni 1 -ni
-yku 1 excl11 -[y-ku]
-nchik 1 incl -[n-chik]
-nki 2 -[n-ki]
-nkichik 2 pl -[n-ki]-chik
-n 3 -n
-nku 3 pl -n-ku
Mientras que en el paradigma transitivo se registraron slo las personas
gramaticales, en el intransitivo se agregaron las formas plurales. La ca-
tegora de nfflmero es de gramaticalizacin reciente en quechua y su re-
presentacin morfolgica queda por ello separada de la representacin de
la persona. Queda ms separada de ella, en todo caso, que en las lenguas
indoeuropeas (aunque no tanto como en aimara, en el que la gramati-
calizacin es affln ms reciente). AÇadir una marca de plural no es obli-
gatorio en quechua, ya que la forma no marcada es transnumrica: re-
presenta tanto el singular como el plural. As, es lcito representar la
flexin transitiva quitando la dimensin de nfflmero, al menos en un
primer abordaje.
-y 1 -y ‘mi’
-yku 1 excl -[y-ku] ‘nuestro’
-nchik 1 incl -[n-chik] ‘nuestro’
-yki 2 -[y-ki] ‘tu’
-ykichik 2 pl -[y-ki]-chik ‘su’ (de Uds.)
-n 3 -n ‘su’ (de l/ella)
-nku 3 pl -n-ku ‘su’ (de ellos/as)
El quechua muestra un grado intermedio de convergencia entre las
flexiones nominal y verbal. Diacrnicamente hablando, se considera que
el punto de partida es la identidad completa entre ambos sistemas y
posteriormente ocurren procesos de diferenciacin, con ms probabilidad
en el mbito verbal. O sea, el sistema nominal debiera representar el
estado ms arcaico de los dos. As, en la flexin nominal, encontramos el
segmento /-y/ para la primera persona (1), y en la verbal /-ni/. La marca
/-ni/ debe de ser una innovacin, ya que /-y/ entra en la secuencia /-y-ku/,
ignora las relaciones de caso que dejan de coincidir con las formas in-
transitivas. El trmino que designa la operacin morfolgica, en Sancto
Thomas, es entreponer. El flexivo insertado, Sancto Thomas lo asla como
/-sum/, de estructura CVC, aunque en el pretrito la nasal forma evi-
dentemente parte del flexivo externo: /coya-ssu-rca-ngui/.
Todas las vezes que el acto del verbo con que hablamos, passa de la tercera
persona a la segunda, en todas las segundas personas del singular y plural, en
lugar de la particula (yqui) susodicha, se ha de entreponer esta particula
(sum). Exemplo (coyassumgui) aquel te ama, (coyassurcangui) aquel te amo,
[…].19
Es un asunto ms espinoso dar una regla de formacin para (1>2),
/-yqui/. Lo que parece estar claro para Sancto Thomas es que en este caso
no puede estar operando el principio epenttico, el entreponer. La ope-
racin morfolgica debe de ser aÇadir. De este modo, la integridad de
/-yqui/ est a salvo, aun en los tiempos y modos ms all del presente. El
problema es ms bien indicar de manera coherente la base a la que se
aÇade.
Todas las vezes que el acto del verbo con que hablamos passa de la primera
persona a la segunda, entonces la primera persona del presente del indicatiuo
se forma de la segunda del presente del imperatiuo del mismo verbo, aÇa-
diendole esta diction (qui). Exemplo (coyay) que es la segunda persona del
imperatiuo, que significa (ama), aÇadiendo esta diction (qui) dize (coyayqui)
que quiere dezir, yo te amo. Y el preterito imperfecto, y perfecto, y
plusquamperfecto del mismo indicatiuo, se forma de la tercera persona del
mismo singular, aÇadiendole esta diction (yqui). Exemplo. La tercera per-
sona, es (coyarca) aÇadiendo la dicha particula (yqui) dize coyarcayqui yo te
ame. (chay pachapi coyarcayqui) yo te amaua, (Ça coyarcayqui) yo te auia
amado.20
Indicatiuo presente
cuyayqui yo te amo
cuyayquichic yo os amo
Çocaycum cuyayqui nosotros te amamos
Çocaycum cuyayquichi nosotros os amamos 23
El verbo, les parece, concuerda con la segunda persona, se agregue o no
una marca de plural. Porque /-yki/, que termina en /-ki/ (2), slo permite
que se aÇada /-chik/ (pl 2), es decir, slo permite la pluralizacin de la
segunda persona. Lo que describen los autores, recurriendo al criterio de
concordancia, es la prominencia de la segunda persona. Lo mismo ocurre
en las secuencias /-wanki/ y /-sunki/, las cuales igualmente terminan en
/-ki/ y slo admitiran /-chik/. Se presenta como menos coherente la
pluralizacin de /-wan/, que no remite a (2).
Hua, de tercera a primera
En esta interposicion se ha de notar que quando la transicion es de singular a
singular, o de plural a singular el verbo concuerda con la tercera persona,
pero quando es de singular a plural, o de plural a plural el verbo concuerda
con la primera de plural, y aunque nunca ay necessidad de expressar la
primera persona, pero es necessario que se expresse la tercera, para saber
quando es de singular, o quando de plural.
Indicatiuo
decir, en suponer que el verbo concuerda sea con el nominativo, sea con el
acusativo, incluso ms veces con este fflltimo.
que est el ni del presente indicatiuo, o en lo que queda quitado el ni, como
munanqui, munassunqui, munarcanqui, munassurcanqui &c.28
El inters de GonÅalez Holguin radica en estudiar las posibilidades de
pluralizacin. En este campo, constata que en /-wanki/ el flexivo /-chik/
pluraliza el nominativo, mientras que en las restantes formas el mbito es
invariablemente el acusativo. Al autor le parece insoportable que una de
las formas se sustraiga a la regla general. Su raciocinio se apoya en la
jerarqua de los argumentos. Incluso, pasa a tratar la persona que hace
como la primera y la que padece, como la postrera, sin sospechar jams
que esos mismos trminos pudieran tener un valor de posiciones relativas.
De hecho, /-chic/ pluraliza invariablemente el flexivo que le es adyacente,
el cual es casi siempre de segunda persona – es de primera en /cuya-hua-
[n-chic]/ y /cuya-hua-[y-cu]/, plurales de /-wan/. A GonÅalez Holguin, el
quechua le pone nervioso. Ninguno de los autores anteriores, ni Sancto
Thomas ni los del arte annimo, haban llegado a tal desconcierto ni a tal
desacuerdo con la lengua.
Pero huanquichic, vosotros a mi, sale desta regla, y habiendo de dezir tu a
nosotros dize al reues vosotros a mi, y esta es excepcion, porque la postrera
huanchic va con las primeras, y dize, el a nosotros, de manera que este plural
chic que en todas las demas transiciones pluralifica, y haze de plural a la
persona que padece, y no a la que haze, o a la postrera persona, y no a la que
esta puesta por primera en sola la tercera transicion huanquichic lo haze al
reues, y plurifica a la persona que haze, y no a la que padece, a la primera y
no a la postrera. Y assi como suele acontecer que vn desorden trae consigo a
otros en todas las cosas, assi en esta que deste desorden y excepcion nace otro
contra lo que auiamos dicho, que puesta la transicion, no era menester
explicar con otros pronombres la persona que haze, ni la que padece: mas
sacase esta transicion que pide que se explique la persona que padece, como
se pondra en su lugar.29
(letras de) formaciones de las personas, o tiempos. Con ello, acierta a des-
cribir el lugar exacto de la insercin de los transitivos, que es antes de la
marca TMA, cuando sta entra en la matriz verbal.
Hazese pues el transitiuo segundo con vna de estas tres particulas, inter-
puestas en las segundas personas de el verbo, assi singulares como plurales,
antes de las letras de las formaciones de las personas, o tiempos, es a sauer en
presente de indicatiuo y en futuro, y en presente de Optatiuo y Preterito,
antes de las formaciones de las personas, y en Preterito de indicatiuo, im-
peratiuo, y subiunctiuo, antes de las letras de las formaciones de los tiempos,
como cuyanqui, tu amas, cuyahuanqui, tu me amas, el Preterito, cuyarcanqui
tu amaste, cuyahuarcanqui tu me amaste: y assi en los demas tiempos.33
Acerca del quinto transitivo, (1>1), el autor admite que lo corriente es
indicar la reflexividad mediante la partcula reflexiva general y formar
sobre /cuya-ni/ amo, /cuya-cu-ni/ me amo.34 Sostiene, sin embargo, que la
opcin transitiva es lcita. En primera persona, /cuya-wa-ni/ me amo
incluso sera hablar con distincion.
El transitiuo Quinto, que es aquel cuya acÅion de verbo passa de primera
persona en primera, como yo a mi, nosotros a nosotros (cuya oracion mas
propriamente se haze con verbo reciproco como cuyacuni, yo me amo)
tambien se puede hazer por transitiuo quinto, y aunque en algunas personas
dissuene, en otras no, antes es necesario para hablar con distincion. Este
transitiuo se haze con vna de las particulas de el transitiuo segundo, o tercero
con la distincion ya dicha, interpuesta en las primeras personas de el verbo,
assi singulares, como plurales en presente de indicatiuo antes del ni, y en las
demas antes de las letras de las formaciones, como queda aduertido, cuy-
ahuani yo me amo, cuyahuanchic, uel cuyahuaycu nosotros nos amamos, y
assi en los demas tiempos.35
Huerta equipara la relacin transitiva con la posesiva. Parte de un modelo
abstracto de ambas relaciones cuyos soportes identifica como quien possee
y cosa posseida. Considerando la transicin, las entidades formales que
corresponden a quien possee y cosa posseida son, respectivamente, el verbo
(flexionado) y la partcula transitiva que se le inserta. La correspondencia,
sin embargo, no es siempre la misma. En /-wanki/, /-wan/, la partcula
transitiva representa de hecho la persona trmino de la relacin (en quien
passa la acÅion del verbo). En /-yki/, /-sunki/, por el contrario, la persona
Cuadro 2:
Alonso de Huerta: Arte de la lengua Quechua. Lima 1616.
156 Roland Schmidt-Riese
Torres Rubio ordena la flexin transitiva del mismo modo que GonÅalez
Holguin. Supone que el verbo encierra e incluye en si la persona que padece,
acercando el mecanismo morfolgico observado al principio de la in-
corporacin. Como GonÅalez Holguin, no hace el menor esfuerzo para
distinguir formas de contenidos. Llama transiciones tanto las constela-
ciones de argumentos como los materiales que las indican.
Transicion llamamos quando la accion del verbo passa de vna persona a otra,
como yo te amo. De lo que sirue la transicion, es encerrar e incluir en si la
persona que padece, como munayqui, yo te amo. Para que aya transicion ha
de passar la accion a la primera, o segunda persona: porque a la tercera no ai
transicion. A la segunda persona passa la accion en dos maneras, y assi a ella
se hazen dos transiciones, que son, yo te amo, y aquel te ama. A la primera
persona passa la action de otras dos maneras. Y assi a ella se hazen otras dos
transiciones, que son, tu me amas, y aquel me ama.38
Por otro lado, Torres Rubio retoma la perspectiva de Sancto Thomas y del
arte de 1586 en la medida en que considera esenciales las reglas de
formacin. Asla las partculas que se interponen, pero deja de indicar con
claridad las formas en que se insertan. El lugar de insercin, lo aborda en
trminos prosdicos (aÇadiendo a la penultima). Su paradigma no es
coherente. La partcula /-wa/ ocupa los lugares (2>1), (3>1), como si
fuera polismica. Es decir, el autor parte de tres formas fonolgicas, pero
abre cuatro renglones en su paradigma (en funcin de cuatro categoras
de contenido) y termina estableciendo correspondencias inexactas.39 Esto
cuando la monosemia de /-wa/ haba quedado clara para Sancto Thomas
en 1560.
Estas se hazen y forman de las personas del verbo simple por interposicion de
ciertas particulas, las quales se han de poner siempre tras la penultima que se
ha dicho. Las particulas son estas.
yqui yo a ti 1.
su aquel a ti 2.
hua tu a mi 3.
hua aquel a mi 4.
6. Conclusin
La flexin transitiva del quechua, que consiste en las secuencias /-yki/,
/-sunki/, /-wanki/, /-wan/, integra las categoras de persona y caso de un
modo menos que transparente en razn de una jerarqua de personas
ajena a la occidental. Intervienen, adems, las categoras de nfflmero y
TMA, apenas estudiadas aqu. Desde sus comienzos, la gramtica colonial
analiza las correspondientes estructuras con bastante acierto, apoyada en
categoras de anlisis como la de partcula, y registra sin dificultad las
relaciones de argumentos que subyacen, esto es, (1>2), (3>2), (2>1),
(3>1). Sin embargo, tropieza con /-yki/, aglutinado, y tiende a desistir,
desalentada por este fracaso, de todo anlisis formal de las secuencias. Aun
as, mantiene, en sus reglas de formacin, la idea de la interposicin de las
partculas en las matrices intransitivas. Es Huerta 1616 quien finalmente
consigue analizar /-yki/.
La jerarqua de personas es un asunto ms difcil. Sancto Thomas
(1560) parece ordenar las secuencias flexivas segffln la jerarqua tradicio-
nal, (1>2>3), imbricada en la de casos (Nom>Acc), aunque se atiene,
en este caso como en todos, estrictamente a los materiales de la lengua
meta. GonÅalez Holguin 1607 reordena la serie con acierto, reconociendo
la prioridad de la categora de persona sobre la de caso en la interseccin
morfotctica de ambas. No obstante, ya desde el arte de 1586, se ma-
nifiesta una tendencia a mantener las categoras de entrada, supuesta-
mente universales, y a constatar, sobre esta base, huecos en la lengua
descrita. Por otro lado, el arte de 1586 introduce el criterio de concor-
dancia, resaltando de ese modo la prominencia del flexivo marginal, sea
de persona, sea de nfflmero (que, aun cuando es de nfflmero, tambin es de
persona en quechua). El criterio de concordancia relega a un segundo
plano la categora de caso. Esta propuesta no es superada en obras pos-
teriores.
Huerta 1616 llega a afirmar que el quechua, aunque pudiera proceder
por oraciones activas, procede por el verbo transitivo para indicar la
transicin. Al autor ambas posibilidades le parecen equivalentes y ambas
le parecen gramaticales, de modo que el quechua induce mediante sus
estructuras una revisin de la gramtica universal. En GonÅalez Holguin
1607 ocurre ms bien lo contrario: es la gramtica considerada por l
universal la que incita a una revisin del quechua. Este autor, con todo,
considera que los flexivos transitivos son equivalentes a los clticos de
objeto en romance, idea que, sin embargo, no desarrolla y que de hecho
se encuentra ya antes, ms elaborada, en la gramtica colonial meso-
Categorizacin en la gramtica colonial andina 159
Bibliografa
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Doctrina Christiana, y Catecismo para instruccion de los Indios, y de las demas
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y otras cosas necessarias para los que doctrinan, que se contienen en la pagina
siguiente. Compuesto por auctoridad del Concilio Prouincial que se celebro en la
Ciudad de los Reyes, el aÇo de 1583. Y por la misma traduzido en las dos lenguas
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and transitive verbal expressions of interpersonal relations“, en: Linguistics
32.4, 511 – 547.
Categorizacin en la gramtica colonial andina 161
1. Introduccin
En esta contribucin quisiera enfocar el aspecto de la alteridad indgena
con anterioridad a la llegada de los europeos en el temprano siglo XVI y
en el Perffl antiguo en general, partiendo de la documentacin temprana.
Semejante tarea suele enfrentarse al escepticismo de los historiadores ya
que muchos de ellos piensan que tal empresa es imposible. Otros son
partidarios de una longevidad casi ilimitada de lo indgena que encuentra
su versin ms extrema en la supuesta sabidura milenaria incaica con-
servada y traducida por algunos iluminados expertos de esta ‘ciencia’
cuyos vidos creyentes extranjeros tratan de beneficiarse de ella para fines
personales. Esta exigencia impuesta o aprovechada por el turismo mo-
derno conduce a estereotipos y a invenciones que no estn acordes con los
principios con los que han de trabajar los historiadores, y cuyo valor
antropolgico es igualmente dudoso, salvo si se lo estudia como fen-
menos modernos.
Esta tensin entre romanticismo y pragmatismo, sin embargo, solo es
una variante reciente en las posiciones frente al indgena las que, en el
lapso de casi 500 aÇos, han adquirido un sinnfflmero de formas en las que
el indgena, con frecuencia, solo sirve de pretexto ya que el mismo no
suele participar en estas discusiones. Debera preguntarse en qu consiste
esta categora de indgena. El trmino, hoy en da reemplazado por su
sinnimo ‘hombre andino’, implica una estereotipia extrema ya que
pretende defender la opcin de poder tratarlo como un todo en un
espacio y un tiempo inalterados, en cierto sentido como un ser suprasocial
ahistrico. Queda por preguntarse si las mfflltiples expresiones polticas y
sociales, la multitud de lenguas, las materialidades de enorme compleji-
dad distribuidas sobre miles de aÇos son solo expresiones de una especie
de conciencia comffln, a menudo llamada identidad cultural.
Para poder aclarar este problema es preciso definir lo que se entiende
por identidad. La identidad se interrelaciona con la diferencia. Ambos
164 Peter Kaulicke
dores de las puestas del Sol, rboles y caminos, todos considerados como
huacas o lugares sagrados. Muchos de ellos estaban relacionados con el
origen de los incas, con la guerra contra los chancas, as como incas y sus
esposas que aparecen en la lista conocida. Se trata, entonces, de un paisaje
en el que conjugan tiempo y espacio, conceptos del pasado como ca-
lendario ritual y organizacin social. Es, a la vez, un concepto espacial
cuatripartita que se extiende ms all del Cuzco, hacia el Tawantinsuyu.
Solo en tiempos imperiales, el Cuzco se convierte en microcosmos, en el
sentido de incorporar elementos (hombres, plantas, animales y objetos)
de las ‘provincias’ dominadas durante su fase de expansin.39 En este
tiempo las confrontaciones con otras etnias significan tambin confron-
taciones con otras identidades y memorias y otros conceptos de espacio y
de tiempo. Bouysse-Cassagne ha seÇalado estas diferencias al tratar de la
identidad aimara y sus implicancias.40
Estas negociaciones intertnicas conllevan a cambios en ambos lados
en vez de una homogenizacin totalizadora con la consecuente aniqui-
lacin de identidades previas, lo que demanda una precisin de estos
cambios dentro de una perspectiva histrica. Estas etnias, por tanto,
tampoco son categoras estables sino sujetas a modificaciones menores y
mayores en la longue dure.
44 Cf. Anschuetz / Wilshusen / Scheik 2001; Ashmore / Knapp 1999; Bradley 2000;
Cosgrove 1998; Guchte 1990; Rossignol / Wandsnider 1992; Kaulicke / Kondo /
Kusuda / Zapata 2003.
Conceptos de espacio-tiempo en el Perffl antiguo 177
4. Conclusiones
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Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas
en el Perffl del siglo XVII
Rosario Navarro Gala
Universidad de Zaragoza
1. Introduccin
Cuando los Reyes Catlicos acuden a la Santa Sede para dar cuenta
ante el Papa Alejandro VI del descubrimiento de un nuevo territorio,
el Pontfice dona a los monarcas las nuevas tierras con la condicin de
evangelizar a sus aborgenes ; siendo as la cristianizacin uno de los
objetivos primordiales de la empresa americana desde su mismo co-
mienzo. Se inici en las Antillas, y la labor fue dura pero no infruc-
tuosa, pues se consigui que fuera cobrando forma la idea de la co-
lonizacin unida a la evangelizacin, as, por ejemplo, sabemos que los
dominicos condenan los abusos de los encomenderos, reivindican los
derechos de los indios e incluso instruyen el primer proceso a la
conquista.
Por su parte, la Corona dicta las leyes de Burgos que son muy
favorables para los indios y perfila legalmente la obligacin de evan-
gelizar los pueblos conquistados.1 Aunque la intencin de la Iglesia en
un primer momento, fue construir un catolicismo universalista, y por
tanto ajeno a los ritos y tradiciones indgenas, pronto la realidad la
obligara a adoptar algunos rasgos indios para garantizar la aceptacin
de sus dogmas. De esta adaptacin que haba de ser aceptada por
ambas partes, surgi una nueva identidad indgena, que aun siendo un
producto colonial al igual que la occidentalizacin, fue en buena
medida gestada con el apoyo de una elite indgena que vio en ello la
posibilidad de ser equiparada a los dems cristianos y disfrutar as de
sus mismos derechos y privilegios, lo que inclua, claro est, la posible
recuperacin de su poder poltico.
1 Burgos 1512. Para estas cuestiones vase, entre otros, CastaÇeda 1990.
184 Rosario Navarro Gala
Francisco Pizarro hacia doÇa Ins Huaylas Yupanqui, con la que tuvo dos
hijos legtimos, Gonzalo y Francisca, cuando pide se haga un escudo de
armas mixto (espaÇol-inca) que respondiese a la doble alcurnia de ella
(inca y espaÇola), hablan por s solas. Es fcil comprender la simbiosis que
se produjo entre Conquistadores y elites conquistadas durante los pri-
meros aÇos de la llegada de los espaÇoles al Perffl, especialmente si leemos
al Inca Garcilaso y a Pachacuti Yamqui. Una unin que favoreci la
poltica de la Corona espaÇola, pero que sta pronto percibi como un
peligro real para su hegemona en Amrica.17 En efecto, para esta lite
letrada con la llegada de los conquistadores no se ha producido una
fractura en su historia, sino que stos, portadores de herramientas tan
ffltiles como la relign catlica y la escritura, forman parte de su memoria
histrica y, por tanto, de su identidad.
Cuando el cura La Gasca, tras la muerte y destruccin de Gonzalo
Pizarro, dicta nuevas provisiones en un Perffl en absoluto libre de levan-
tamientos y alborotos, slo consigue que los indgenas se sientan deso-
lados y escandalizados:
Ahorcaron muchos soldados famosos de los de Pizarro, descuartizaron […]
azotaron […]. Yo los vi a todos, que salamos los muchachos de mi tiempo a
ver aquel castigo, que se haca con grandsimo escndalo de los indios de ver
que con tanta infamia y vituperio tratasen los espaÇoles a los de su misma
nacin, porque hasta entonces […] no haba visto espaÇol alguno azotado.18
No es extraÇo, por consiguiente, que un indgena principal concibiera un
discurso como el de Pachacuti Yamqui, que desde el propio antropnimo
indgena nos avisa sobre los cambios del destino, sobre “el mundo al
revs”, del que tanto habla Guamn Poma en su crnica, aunque su
discurso est marcado por la aceptacin absoluta de los presupuestos de la
Corona espaÇola respecto de la Conquista:19
17 Carlos V impuso en Amrica un poder central y limitaba cada vez ms los
poderes de los grandes conquistadores. SeÇala Zavala 1935, 266 s. que las ins-
tituciones indianas fluctuaron entre el inters de los particulares a los que la
Corona deba premiar y la tendencia de la Corona favorable a sus necesidades
regalistas y fiscales y a la proteccin de los indios. A pesar de las tendencias
seÇoriales, no se reprodujeron las formas nobiliarias del medievo, incompatibles
con la constitucin de la monarqua espaÇola del siglo XV.
18 Garcilaso el Inca 1965, t. IV, 8.
19 Guamn Poma en este aspecto es totalmente contrario a Pachacuti Yamqui, pero
en ambos casos el hilo conductor es la figura de Gonzalo Pizarro, pues el padre de
Guamn Poma, luchar al lado de La Gasca y por tanto de la Corona, en la
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas 191
Y no tubieron contradiccin con los yndios ningffln capitn, cino entre ellos
por la cudicia de los yndios y del oro y plata y seÇorear solo apsolutamente,
cin que nadie se le meta en este rreyno, cin mandacto del seÇor enperador,
cino slo a su boluntad se leuant y als el estandarte rreal deste rreyno […]
ciendo [Gonzalo Pizarro] un caballero pubre.20
Pachacuti Yamqui nos ofrece un discurso muy elaborado, nacido de una
lfflcida inteligencia, que ha sabido adaptar distintas tradiciones discursivas
para elaborar un discurso propio perfectamente entretejido y articulado
capaz de dar cuenta de la existencia de una nueva identidad que se
sustenta en dos cualidades fundamentales: el buen cristiano y el buen
guerrero y justo gobernante.
29 Segffln Jimnez de la Espada debi de escribirse este texto “No lejos de 1613,
fecha en que el Padre de vila terminaba de su puÇo un extracto de la serie
genealgica de los incas […]”, citado por Duviols 1993, 18. Este investigador
encuentra indicios que apuntan la posibilidad de que su redaccin fuera algo ms
tarda. Duviols 1993, 19.
30 Afortunadamente contamos con informacin suficiente sobre este importante
personaje. Parece ser que Francisco de vila naci en el Cuzco en fecha no muy
lejana a 1573, aÇo en el que fue adoptado siendo muy niÇo por Cristbal
Rodrguez y Beatriz de vila. Se ha venido diciendo que fue mestizo, si bien no se
han hallado pruebas de ello. Recibi su formacin inicial en el Colegio de la
CompaÇa de Jesffls del Cuzco y en 1592 se traslad a Lima para continuar sus
estudios en la Universidad de San Marcos. Recin terminados stos, en 1597, fue
nombrado doctrinero en la parroquia de san Damin, provincia de Huarochir.
AÇos ms tarde los indgenas de esta poblacin de la serrana andina, considerada
cristianizada por haber recibido el bautismo, presentaron en 1607 un pliego de
denuncias contra el cura de San Damin por inmoralidades y abusos econmicos.
Esta denuncia parece haber provocado que Francisco de vila sacara a la luz y
persiguiera sin descanso los ritos y tradiciones idoltricas que mantenan algunos
indoamericanos. No se ha comprobado la veracidad de estas acusaciones hacia el
padre visitador de idolatras, sin embargo el hecho de que poseyera la mejor
biblioteca de todo el siglo XVII en Amrica, con ms de 3.000 ejemplares y
valorada en 145.600 reales nos presenta a un hombre rico en saber y en fortuna.
En 1610, y tras no conseguir la plaza de cannigo en la catedral de Lima a la que
opt, fue destinado a Hunoco como beneficado de su iglesia y como juez
visitador de idolatras. Hacia 1618 fue nombrado cannigo de la sede arzobispal
de Charcas y se instal en la catedral de Chuquisaca (Sucre) donde adems fue
elegido como maestrescuela de la ciudad. Tras un golpe de suerte, en 1633 es por
fin admitido como cannigo en la Catedral de Lima, ciudad en la que muri en
1647. Vase, entre otros, Taylor 1987 y Hampe 1996.
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas 195
31 Esta ciudad fue fundada por uflo de Chvez en 1560 en las llanuras de Grigot.
Recibi su nombre – Santa Cruz de la Sierra – en recuerdo al pueblo extremeÇo
del que era originario su fundador. En 1563, la ciudad es destruida por una
sublevacin indgena. En 1592 se traslad su ubicacin, convertida en sede del
gobernador, a un nuevo emplazamiento, cerca del ro Pira, donde actualmente se
encuentra.
32 Durante la primera campaÇa contra la idolatra se edific una crcel para los
hechiceros ms rebeldes a la que se le llam casa de santa Cruz; se levant en el
Cercado de Lima. Muy prximo a ella se construy un colegio para los hijos de
los caciques: “Result que se hiziese en el Cercado de Lima, la casa, que vino a
llamarse de santa Cruz, donde se recogiesen los dogmatizadores, ministros de
idolatra […] alguno de cada pueblo […] Que se hiziese un colegio, donde se
criasen los hijos de los caciques”, Pablo de Arriaga 1920, 12. Por otra parte, es
conocido el hecho de que Fray Pedro de la PeÇa impuso a los prrocos doctri-
neros que inculcasen a los indios el culto a la Santa Cruz como remedio a la
idolatra, y por tanto podra tratarse de la eleccin de un antropnimo simblico.
33 Se ha discutido sobre si este manuscrito estuvo relacionado con los jesuitas o con
los agustinos. Cf. Snchez 1992 y Duviols 1993. Lo cierto es que si bien Fran-
cisco de vila dese siempre pertenecer a la orden de los jesuitas mantuvo unas
excelentes relaciones intelectuales con los agustinos. As lo demuestra la censura
aprobatoria de su Tratado de los Evangelios, que realiz el fraile agustino Miguel
de Aguirre, quien, adems, fue uno de sus albaceas testamentarios; precisamente
este fraile agustino se llev de su biblioteca 45 libros manuscritos de los que no se
dice su contenido; es muy posible que entre ellos se encontrara el volumen que
contiene nuestra Relacin. Los lazos entablados con esta orden se observan asi-
mismo en el contenido de la cabecera del inventario de su biblioteca, donde
encuentran un lugar de preferencia las obras de san Agustn. Es destacable
tambin que figurara en ella un lote de 44 tomos de las Repfflblicas del mundo
(formada por tres volfflmenes) escrita por el agustino Jernimo Romn y Zamora,
y que suponen una cantidad inusual – una docena o ms de colecciones com-
pletas –, cuyo destino desconocemos. Para el contenido y clasificacin de la
biblioteca del Padre de vila es fundamental el libro de Hampe 1996.
34 Vase nota 43.
196 Rosario Navarro Gala
37 Por otra parte, la virgen Mara era, segffln el jesuita Arriaga, la intercesora en las
campaÇas contra la idolatra.
38 Vase, verbigracia, los sermones de la Doctrina cristiana para instruccin de los
indios de Pedro de Crdoba. Estos sermones terminan con la frmula latina Laus
Deo. Santa Teresa de Jesffls en las Moradas sextas, captulo 2, prrafo 5 termina
con las siguientes palabras: “[Dios] sea bendito por siempre jams”. Los escritos
de esta religiosa se caracterizan por usar un sermo humilis, un estilo coloquial, que
segffln la crtica aprendi a travs de la predicacin.
39 No se parece en absoluto al uso que hace Guamn Poma del sermn como
modelo principal de su discurso, pues ste utiliza prcticametne este gnero
discursivo como un ‘recipiente’ en el verter su historia. Pachacuti Yamqui, en
cambio, hace un uso muy elaborado, en el que las diversas tradiciones discursivas
de que se nutre quedan diluidas en una unidad perfectamente articulada.
40 Pachacuti Yamqui 1613, 1 – 3r.
41 Archivo Nacional: Derecho Indgena, Legajo 1.
198 Rosario Navarro Gala
42 ARC: Protocolo, legajo 4. [Las siglas ARC designan al Archivo Regional del
Cuzco].
43 Puede verse un interesante estudio sobre la importancia de la retrica clsica en la
construccin del discurso diplomtico indiano en Carrera de la Red 2006.
44 No es casual la informacin que incluye en l pues, por ejemplo, Nebrija seÇala la
necesidad de mantener a los oyentes atentos, dciles y benvolos, para ello
aconseja referir cosas relativas “a nuestra persona, nuestro oficio, antecedentes,
linaje”, etc.; citado por Artaza 1997, 86.
45 Vives seÇalaba que las digresiones en que el historiador expone el juicio moral
que le merecen los acontecimientos y alecciona a los oyentes sobre las conse-
cuencias que se pueden extraer de ellos respecto de la conducta futura caben en
las narraciones histricas. Vase Artaza 1989, 181. Algunas obras de Vives se
encuentran en la biblioteca de Francisco de vila.
46 En Snchez / Urbano 1992 se considera que esta obra es un crnica y que la
primera discordancia con el relato tradicional de las crnicas es que los hechos de
la creacin estn ausentes, pero esto es, para la investigadora, su primera cohe-
rencia, puesto que la Biblia localiza la creacin del hombre en el paraso.
47 SeÇala Stoll 1998, 146 que “la historiografa indiana contradice principios fun-
damentales de los tratadistas, pretende responder a una situacin histrica fflnica,
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas 199
los tratadistas de los siglos XVI y XVII que siguen, sobre todo, a Cicern.
En efecto, a los humanistas les interesa la ejemplaridad de la historia, su
calidad de magistra vitae,48 el reconocimiento de motivos humanos que se
repiten a lo largo del tiempo, de su estudio se adquiere prudencia
aprendiendo de los ejemplos y errores de los tiempos pasados. Qu duda
cabe de que Pachacuti Yamqui escribe una historia de los incas ejemplar,
cuya leccin, la cada del imperio inca por no or la palabra de Dios,
parece contener ecos, como veremos, de la EspaÇa de don Rodrigo y
proyectar su sombra sobre el comportamiento poco cristiano de los es-
paÇoles de su poca; en concreto de los espaÇoles tras la poca de
Francisco Pizarro. Como hombre de su tiempo considera que la historia
importante es la historia sagrada. Est por tanto en sintona con las ideas
del jesuita Juan de Mariana que condenaba la inmoralidad de las cos-
tumbres en la poca y auguraba la ruina de EspaÇa, o con las opiniones
del agustino Juan Mrquez, predicador de Felipe III, que vaticinaba la
prdida de EspaÇa por los pecados y vicios del monarca y de sus sfflbditos.
Asimismo los preceptistas49 subrayan la necesidad de seleccionar la
informacin y limitarse a lo esencial. Los 43 folios de esta crnica no
contienen ms informacin que la necesaria para contar unos hechos que
ponen de manifiesto la legitimidad poltica de aquellos que son buenos
cristianos, y por tanto del narrador y de todos aquellos que representa,
una elite indoamericana profundamente religiosa, deseosa de recuperar su
poder poltico, que no concibe un poder terrenal alimentado por la co-
dicia. Ntese que utiliza un plural cuando dice “Digo que emos oýdo”, y
que en la escritura han participado dos plumas diferentes.
Es clara la intencin moralizante50 que anima a Pachacuti Yamqui a
emprender la narracin de la Historia de los incas tras la presentacin de su
linaje y profesin de fe. Este discurso de aspecto meramente indigenista
hunde sus races, en realidad, como vengo diciendo, en la slida forma-
cin religiosa del autor y en el deseo fervoroso de adoctrinar a los suyos.
Recurdese que en el primer concilio de Lima (1552) se preceptu que los
indios leyeran libros “de buena doctrina”,51 lo que favoreci que se ela-
boraran obras de este tipo para la formacin de los mismos adems de los
consabidos catecismos y doctrinas, y que, si bien lo normal fue que estas
perpetuar de otra manera. […] Trataremos de los Reyes y diversos estados, de los
linages y nobleza, y orden de caballera; quntos aÇos duraron las ms destas
cosas, con las causas de sus principios y fines; qu ciudades se han perdido y
dnde estaban, qules son nuevas, y quin les hizo, y qundo; qu cosas lleve
cada tierras […] con el tiempo y lugar, que son el qundo y donde trataremos
otra circunstancia que es el cmo, contando las guerras y conquistas. […] Esta
historia que ser continua, perpetua, con las circunstancias que tengo dicho de
qundo, dnde y cmo, tratar las cosas de V. M hazindolas de tal manera parte
del todo, que se entienda siempre desde el principio del libro”. De Castro 1892,
28, 31, 33, 34. El cronista Ambrosio de Morales tuvo en su poder este texto y
sigui sus reglas para la elaboracin de sus crnicas, crnicas que se encuentran
tambin en la biblioteca de Francisco de vila. Esto mismo se halla en numerosos
textos retricos espaÇoles del siglo XVI; vase Artaza 1989 y 1997. Cicern
aÇade a las cualidades de brevedad, claridad y verosimilitud, el carcter placentero
que debe tener una narracin y que se consigue a travs de la variedad; esto es,
introduciendo dialgos y digresiones. Artaza 1997, 266.
50 Considera Duviols 1993, 94 que la Relacin estaba destinada a indgenas o
mestizos que tuviesen ya conocimientos tanto de la religin catlica como de la
cultura europea. “La Relacin era un catecismo en forma de historia para los ms
capaces”. De esto deduce que este texto pudo encontrar una funcin pedaggica
en las lites indias, pues estos hubieron de ver con muy buenos ojos la eleccin de
los incas como precursores del cristianismo. Por otro lado, asegura el etnlogo,
que es muy conocida la tcnica jesutica de servirse de las lites locales para as
ejercer una mayor influencia en los indgenas.
51 Jos de Acosta, idelogo del III concilio limense, pensaba que la fuerza no deba
ser utilizada para la conversin indgena y que era necesario emplear mtodos que
posibilitaran la sumisin voluntaria al mensaje cristiano.
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas 201
52 Unos aÇos antes del primer concilio de Lima, Fray Juan de Zumrraga, obispo de
Mxico, haba invitado al virrey con el propsito de que llevara all una imprenta
para elaborar catecismos y otras obras en lengua indgena. Cf. Snchez Mndez
2003. Borges 1986, 243 seÇala cmo los indgenas elaboraban libros “para lectura
de los de su misma etnia”.
53 Ya en los primeros folios es profetizada por Mayta Capac la destruccin del orden
inca y el advenimiento de los espaÇoles con el Evangelio salvador.
54 La primera noticia que nos ha llegado sobre la predicacin del Evangelio en la
Amrica prehispana data de 1508. Tambin aparece recogida esta leyenda en dos
importantes crnicas: La Suma y narracin de los Incas de Juan de Betanzos
(1551) y El SeÇoro de los Incas de Pedro Cieza de Len (1553). Esta tesis fue
defendida especialmente por los jesuitas, sin duda por razones polticas. No
obstante, la Iglesia se pronunci oficialmente en contra de la existencia de tal
evangelizacin en 1551, en el Primer Concilio Limense. Lo mismo har la Co-
rona. Pese a todo, durante las primeras dcadas del siglo XVII proliferan escritos
sobre la predicacin del apstol peruano. Esta leyenda fue retomada por un
grupo de monjes eruditos, conocidos como cronistas de convento que transforman
al hroe andino Tunapa-Santo Toms, en baluarte de la religin en su lucha
contra la idolatra. El inters que demuestra la Contrarreforma por la actividad
evanglica de Tunapa se debe a que el mito suministra un ilustre precedente para
la extirpacin de la idolatra y una norma de conducta para el ministerio de los
curas de indios. Cf. Snchez / Urbano 1992, 139 – 154.
55 Se ha seÇalado cierto paralelismo entre los acontecimientos que precipitan la
conquista de Perffl y los que desembocaron en la conquista rabe de la Pennsula.
En la leyenda de don Rodrigo la violacin de su hija doncella provoca el en-
frentamiento y la llegada de los rabes. Esta historia lleg a Amrica a travs de la
literatura, pues como veremos ms adelante se documenta una crnica de don
Rodrigo slo 15 aÇos despus de la llegada al Perffl de los espaÇoles. Adems esta
historia forma parte de la Historia de EspaÇa del jesuita Juan de Mariana, obra
que posea el Padre de vila, pues figura en su biblioteca tanto en latn como en
romance. Asimismo se sabe que dicha obra lleg al Cuzco en 1606 en castellano.
Cf. Hampe 1996 y las notas 49 y 51.
202 Rosario Navarro Gala
56 “Al fin la ley de Dios y su Santo Evangelio tan deseado entr a tomar la poseÅin
a la nueba biÇa, que estaua tanto tiempo usurpado de los enemigos antiguos; y
all predica en todo el tiempo como Santo Toms [Fray Vicente] el apstol patrn
deste reyno, sin descansar […] no estaua desocupado como los sacerdotes de
agora; lo que es llamar a Dios aba mucha debocin en los espaÇoles, y los
naturales eran exhortados de buenos exemplos. Que Dios Nuestro SeÇor Sea
alabado por siempre jams” (fol. 43v). Para la crnica de Guamn Poma, vanse,
entre otros, Adorno 1986 y 1992 y Navarro 2003.
57 Este final o eplogo cumple con la preceptiva clsica presente tambin en las
retricas espaÇolas del siglo XVI. Vase Artaza 1997, 145.
58 Hay que tener en cuenta que a la oratoria sagrada, pese a las controversias, se
incorporaron las tcnicas retricas paganas. Vase, entre otros, Alberte 2003.
59 Ya en 1549 se consignan en Lima breviarios y misales, entre otros libros reli-
giosos, asimismo se encuentra la Crnica del rey Don Rodrigo junto a nueve
novelas de caballera, si bien no se cita el ttulo de las mismas. Esto revela que la
“literatura ligera” ya haba llegado a Perffl en 1549, vase Leonard 1979, 111 ss.
60 Los denominados romances vulgares cumplieron una funcin social que consisti
en llevar la ideologa del poder y la cultura urbana, mientras que los tradicionales
provienen del mundo rural y su origen se remonta a siglos de antigedad. Otro
tipo de romances son los vulgares tradicionalizados. Sobre este tema son muy
ffltiles los trabajos de Menndez Pidal 1972 y de Salazar 2003.
61 Llegaban, adems, no pocos textos de estudio cientfico. En esta poca se fomenta
el desarrollo de una historia verdaderamente docente, que busca explicar las
motivaciones de los sucesos y trata de ofrecer consejos de prudencia poltica. Cf.
Hampe 1987, 65.
62 La versin latina ya llevaba tiempo circulando por las Indias.
Evangelizacin espaÇola y tradiciones discursivas 203
Mancha de Cervantes.63 Y es que los libros, como una mercanca ms, son
llevados a pleno Altiplano pese a las dificultades orogrficas. Destaca el
hecho de que solo un aÇo despus de la llegada de este material, en 1607,
se celebrase en el campo minero de Pausa en plena cordillera andina, un
vistoso juego “de la sortija” como homenaje al recin nombrado Virrey
del Perffl, Marqus de Montesclaros. A estas justas se presentaron nueve
aventureros que competan por los premios.64 Entre ellos uno adopt el
seudnimo de “El Caballero de la Triste Figura”,65 este fue precisamente
el ganador. Ello nos da una idea de la importancia de este tipo de obras de
ficcin en la poca incluso en lugares de tan difcil acceso en Amrica y
pese a su prohibicin.66 El mismo Francisco de vila, en su Tratado y
relacin, que tan slo cuenta con 15 folios, ofrece no pocos giros lxicos
63 En ese mismo envo llegan tambin tres obras de Lope de Vega, un Policisne de
Beocia, (considerado como el fflltimo libro de caballeras anterior al Quijote), El
libro ureo de Antonio de Guevara, La Consolacin de la Filosofa, de Boecio; La
Filosofa moral de prncipes, de Juan de Torres; crnicas de Carlos V y Alfonso el
Sabio; Historia de EspaÇa por Mariana y de las Indias por Gmara; Guerras civiles
de Granada, de Prez de Hube; el tratado geogrfico de Rebullosa, Descripcin de
todas las provincias y reynos del mundo y otros tratatados prcticos y cientficos de
veterinaria, ciruga, manuales para abogados, escribanos, almanaques, etc. Los
libros ms numerosos son los de carcter religioso, tratados teolgicos, sermones,
libros devotos, etc. Cf. Leonard 1979, 286. Libros de toda ndole circularon por
las colonias. Desde mediados del siglo XVI se consolid la creacin de grandes
bibliotecas particulares, pero especialmente vinculadas a los conventos. Un gran
nfflmero de criollos cultos se preocuparon de llevar a Amrica las novedades que
salan de EspaÇa, y es que la poltica estatal favoreci este trfico. El grueso de las
importaciones eran obras de leyes, religin y ciencia. Cf. Snchez 2003.
64 Se trata de un juego que recuerda las justas medievales y que se representaba,
como se ve, no slo en las grandes ciudades como Lima, sino tambin en lugares
muy alejados de la civilizacin, pues este juego fue organizado por don Pedro de
Salamanca en un minfflsculo campo minero de Pausa, en los Andes. Ello de-
muestra que se conocan al menos dos novelas recin publicadas en EspaÇa: El
pastor de Filida, por Luis Glvez de Montalvo (que describa puntualmente la
bacanal y el juego de la sortija) y el Quijote. Cf. Leonard 1979, 298.
65 Otros fueron “El Caballero Afortunado, El Intrpido Bradalen”, “Belflorn”,
“El Antrtico Caballero de Luzissor”, “El Temible Loco”, “El Caballero de los
Bosques”, “El Caballero de la Cueva Tenebrosa”, “El Galante SeÇor don Con-
tumeliano”. Todos ellos nombres de la tradicin caballeresca.
66 Se prohiba la importacin de novelas, por la misma razn que Cervantes quema
los libros de caballera en su Quijote. Dicha prohibicin no impidi su impor-
tacin, pero s su creacin novelstica impresa; no obstante se seguan escribiendo
obras aunque no se publicaban. Cf. Snchez 2003.
204 Rosario Navarro Gala
tipo de retrica hubo de ser muy intenso.71 No poda ser de otra manera,
pues fueron los religiosos quienes se ocuparon de la educacin de ind-
genas y espaÇoles.72 Es ms, podemos decir que la elaboracin y utili-
zacin que hace el autor de recursos retricos responde, en cierta medida,
a conocimientos propios del alumno renacentista, si bien dada su realidad
social de una manera rudimentaria. Recordemos que el alumno se en-
trenaba en los progymnasmata o ejercicios retricos, muchos de los cuales
se correspondan con algunas de las principales etapas del discurso, y
despus pasaba al conocimiento terico y a la prctica de los discursos
completos en sus distintas fases y en sus aspectos conceptual y elocutivo.73
Como mostrar ms tarde, este texto pensado para una recepcin
auditiva, ntese que leer y escribir en la poca y hasta principios del siglo
XIX significa siempre leer en voz alta,74 va dirigido a un pfflblico, que
como el propio autor, est acostumbrado a salmodiar y recitar; de modo
que intensifica el didactismo utilizando esa “retrica menor” que se
trasluce en su texto, y que debe mucho a la tradicin oral de los romances
y al arte de la predicacin, junto a las tradiciones orales propias de la pica
hispnica e incaica, esta fflltima no estaba exenta de retrica por carecer de
tradicin escrita, pues en palabras de G. Kenndy existe una “retrica
71 El 70 % de los textos ledos en el Nuevo Mundo durante el siglo XVI era de tipo
religioso: comentarios orales, estudios teolgicos o manuales litfflrgicos. Cf.
Leonard 1979.
72 En 1578 en Juli (Perffl) se educaba en un colegio para hijos de caciques a 300
niÇos. En 1573 los mercedarios haban fundado un colegio en Cuzco y los
jesuitas en Lima en 1579. Cf. Borges 1986, 274. Todo ello no significa que
fueran muchos los indgenas que aprendieran a leer y escribir, slo hay que pensar
en lo que ocurra en la Pennsula en la misma poca, pero s que hubo de haber
un grupo que aprendi el castellano y lo difundi tal como lo haba aprendido,
siendo ese castellano considerado como prestigioso por sus congneres. Tngase
en cuenta que ese grupo no estuvo sometido a la estandarizacin que se dio en
aquellos lugares en que espaÇoles, criollos y mestizos eran poblacin mayoritaria,
debido al aislamiento, vase G. de Granda 2003. Es decir, el hecho de que el
castellano lo aprendieran mayoritariamente hijos de caÅiques y principales, debi
de mover a interpretar ste como prestigioso por los dems indgenas.
73 Para estos aspectos es muy ffltil el libro de Artaza 1997, 13. Por otra parte, como
seÇala Konetzke 1974, 314 en las escuelas superiores (colegios) se enseÇaba en
Perffl adems de retrica, gramtica latina y filosofa.
74 SeÇala Margit Frenk 1999 que se escriba pensando en un lector que pronunciaba
lo que lea y para muchos oyentes que queran entenderlo. Por otra parte la
escritura estaba tan anclada en la experiencia auditiva como la lectura misma. De
hecho en el siglo siglo XVII todava se escriba en voz alta.
206 Rosario Navarro Gala
Lo cierto es que sea o no sea cierta la hiptesis de una relacin entre Santa
Cruz de La Sierra, Pachacuti Yamqui, los jesuitas y Francisco de vila, el
documento estudiado presenta la forma de un discurso hbrido que sigue
preceptos retricos usados en los siglos XVI y XVII. Asimismo se com-
pone el texto de tres partes claramente diferenciadas: un exordio, una
narracin y un eplogo. Cabe aÇadir que la seleccin lingstica que su
autor hace responde a la frmula agustina propugnada tambin en los
tratados de los Siglos de Oro y en las artes praedicandi:76 enseÇar, con-
mover, deleitar. Lo observamos, por ejemplo, con la alternancia en sus 28
fflltimos folios de presentes histricos y pretritos indefinidos.
As el presente histrico destaca las acciones que realizan los perso-
najes, mientras que el pretrito indefinido sirve para mostrar las causas y
las consecuencias de las mismas, cumpliendo adems, la funcin de ra-
lentizar la narracin, de modo que pueda producirse mejor la asimilacion
de la doctrina subyacente. Estos usos del pretrito indefinido y presente
histrico son empleados tambin en sermones, pica espaÇola y roman-
ces; pero sin duda imprimen un singular ritmo a esta narracin que
posiblemente tiene mucho que ver con las fbulas que recuerda el Inca
Garcilaso “los indios guardaban leyendas religiosas o hechos famosos de
sus reyes y caudillos, las que encerraban generalmente una doctrina
moral”.77 Como muy bien supo ver Porras Barrenechea la historia cul-
tivada por los incas “no era la simple tradicin oral de los pueblos pri-
mitivos, sujetos a continuas variaciones y desgastes de la memoria. La
tradicin oral estaba en el pueblo incaico resguardada primero por su
propia forma mtrica que balanceaba la memoria, y por la vigilancia de
escuelas rgidamente conservadoras”.78 Por otra parte, en la Relacin, el
4. Conclusin
Parece claro que la llamada Relacin de antig edades deste Reyno del Pirffl
no es una relacin propiamente dicha sino un discurso elaborado si-
guiendo tcnicas retricas, en el que su autor arenga, como el mismo dice
al comienzo de su escrito, “a ir a ms a los suyos”. Es obvio que no ley a
los grandes retricos latinos; posiblemente, ni siquiera a los retricos
espaÇoles que en el siglo XVI escriban en castellano retricas sencillas81
rrenechea, pueda estar relacionado tambin con el uso de los tiempos verbales en
quechua, hasta ahora no hay bibliografa al respecto.
79 En quechua los signos de las formas personales del sistema verbal presentan una
divisin gramatical en la que el tiempo de la experiencia del hablante se sitffla en
una zona de tiempo realizado junto al pasado, mientras que el futuro se sitffla
dentro de lo no-realizado, que de alguna manera “llega a tocarse” con el pasado
no experimentado, vase Cerrn-Palomino 1994, 107; Calvo 1995 y Granda
1999. En cambio, el castellano presenta unas formas personales del sistema verbal
que suelen mostrarse de forma bipartita y que, partiendo del momento de la
enunciacin, presenta un espacio abierto (presente-futuro) que se opone a un
espacio cerrado (el pasado con varios significantes).
80 Pachacuti Yamqui 23r.
81 Es posible que recibiera algffln tipo de enseÇanza retrica, pero sta hubo de ser
rudimentaria y su transmisin bsicamente oral. Para el estudio de la oralidad son
fundamentales los trabajos de Wulf Oesterreicher 1996, 2004 y Bustos Tovar
1996.
208 Rosario Navarro Gala
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Los indios capitulan a su cura.
Sobre lengua y sociedad en el Perffl andino del s. XVII*
Jos Luis Rivarola
Universit degli Studi di Padova
1. Premisa
* Agradezco a Laura Gutirrez, quien llam mi atencin sobre estas actas de Ca-
ptulos, por su constante ayuda.
1 Sobre la rica documentacin que se conserva en el Archivo Arzobispal de Lima
(AAL) cf. Tineo Morn 1992.
214 Jos Luis Rivarola
2. Contextos
3. Tiempos y actores
Los indgenas del pueblo de Acas tenan hacia fines de 1663 malas re-
laciones con su cura, Esteban de Paredes, beneficiado de Acas y otros
pueblos cercanos que constituan su Doctrina (Cochillas, Otoc, Pariac,
Pimachi).7 Las cosas parecen haber ido de mal en peor, al punto que
sus manos, y lo que result della fue, en benganza de los dichos Captulos,
juntar todos los yndios e yndias del pueblo y asotarlos a todos diciendo que
no se le daba nada de quantas probissiones y cartas llebasen, con que son
mayores los agravios que nos ase, y nos a obligado a bolver a los pies de
Vuestra SeÇora Ylustrsima para que ponga remedio en todo, y para que se
entienda que los capitulos son berdaderos asemos presentasin destos nuebe
papeles escritos de letra y mano del dicho cura, y son los que con la priesa
pudimos recojer para que se bea que todo su cuidado se reduze a ocupar a
todos los yndios e yndias sin atender a otra cosa, y para que alla remedio en
nuestro desconsuelo. A Vuestra SeÇora Ylustrsima pedimos y suplicamos
alla por presentados dichos nuebe papeles para en prueba de los Captulos
que emos puesto al dicho cura, y pues lo que obr la carta de Vuestra SeÇora
fue azotarnos y maltratarnos y bolver a sus pies en busca de remedio, le
ponga para que podamos bolver a nuestra tierra sin que el dicho cura nos aga
nuebos agravios /f.1v / y quede castigado por / testado: que / lo que nos a echo,
sobre que pedimos jus<p>ticia, etc. Los presentes que por no saber firmar
rogaron a un testigo que firme por todos. Don Alonso Poma Libiac [ru-
bricado]. / AÇadido: Vi este en la Rinconada de Late / Don Juan Gulca
Guaman [rubricado].
Juan Tapara<ra>co [rubricado]
Ernando Baltasar [rubricado]
Pedro Lorenso [rubricado]
Recibida la solicitud, el arzobispo de Lima, Pedro de Villagmez consulta
la opinin del Protector de naturales, el Dr. Diego de Len Pinelo, quien
declara “aver hecho diligencia de estos indios”10 y recomienda a Villa-
gmez “mandar averiguar” (esto es, investigar) los Captulos: Villagmez,
entonces, decide abrir el juicio. Conservadas casi ntegramente las actas
del proceso, nos es dado entrar en un microcosmos cuyo enorme inters
puede y debe ser sometido a diversas angulaciones, tanto histrico-ge-
nerales como histrico-particulares, un microcosmos en el que se mani-
fiestan conflictos de variado orden, no limitados a la pugna entre capi-
tulado y capitulantes – aun si todo deriva de ella –, sino extendidos
transversalmente a diversos aspectos de la vida social cotidiana. Ahora
bien, cabe preguntarse hasta qu punto la rigidez formal de los actos
judiciales y el carcter fuertemente estereotpico de las frmulas que los
expresan11 permiten rastrear la naturaleza de esos conflictos y sobre todo
4. Lengua, lenguas
el del testigo Juan Julca,15 quien declara por intrpretes, no obstante ser
ladino, si bien analfabeto: tampoco sabe firmar (f. 124).
Y un fflltimo ejemplo, que pone de relieve los riesgos que se asocian al
vaivn de la interpretacin, es el del testigo Alonso Marcayana, quien se
presenta acompaÇado del abogado de la parte del cura como “indio
ladino en lengua castellana” y declara mediante intrprete en esta que es
su tercera comparecencia, con el propsito de retractarse de sus testi-
monios anteriores (en el que no se seÇala su condicin de ladino) y
favorecer ahora al cura. Marcayana
no firm porque no supo, firmolo el intrprete dicho con dicho juez que
asisti a esta declaracin y queriendo serrarla y autorizarla dixo este mesmo
testigo Alonso Marcayana por interpretacin de dicho intrprete desta causa
que en este dicho pueblo de San Pedro de Acas hizo una declaracin en la
sumaria16 de esta causa que pass ante el lizenciado don Francisco de la
Llana, y que toda ella como en ella se contiene la hizo sin razn ni justiÅia,
faltando a la verdad y en menoscabo y descrdito de la presunÅin17 y honra
del dicho su cura Estevan de Paredes y que a dicha declaraÅin le indujo con
violenÅia y apremio su cassique don Diego Hulca Huaman […]. (f. 128).
¿Qu explicacin debe darse a esta apertura destinada a privilegiar la
lengua indgena en el caso de los indios no ladinos, y aun de los ladinos?
En el primer caso es evidente que la falta de competencia lingstica
espaÇola habra impedido la comparecencia a testimoniar, con lo cual se
habra imposibilitado la realizacin de los procesos judiciales; con res-
pecto al segundo caso, el de los ladinos que testimonian en lengua in-
dgena, creo que se puede reflexionar del siguiente modo: la condicin de
‘ladino’ era, sin duda, algo elstica, en el sentido de que poda referirse a
cualquier grado de bilingismo, del incipiente al coordinado, y que no era
fcil de determinar el grado de solvencia lingstica espaÇola del testigo;
un testigo, en efecto, poda tener un modesto barniz de ladino, que no le
permita, sin embargo, rendir una larga y a veces complicada declaracin.
La justicia, pues, estaba obligada a ser respetuosa de la identidad idio-
mtica primaria del testigo, porque de otro modo se coartaba una libertad
fundamental, coercin incompatible, por lo dems, con la poltica que se
15 Este Julca parece ser distinto a los Julca Huaman, Diego y Juan (este fflltimo
cobrador de tributos que saba escribir). Ms adelante veremos un texto de su
autora.
16 “Sumaria: usado como sustantivo se toma por la informacin primera, que se
hace en lo forense en el juicio ordinario” (Aut. s.v.).
17 No encuentro este alcance en las fuentes lexicogrficas ni antiguas ni modernas.
Debe de significar algo muy cercano a honra.
222 Jos Luis Rivarola
5. Captulos
4. Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredes las piden para sus
masejos tres o quatro tercios de leÇa sin pagar cosa ninguna. Esto
asen en todos los pueblos. Esto es pblico i notorio.
5. Iten quel dicho bachillir Esteban de Paredes nos pide siete u ocho
mola para ir otros pueblos para sus criados i para su hermano, para
una seÇora que tiene en su casa. Esto asen sin pagar cosa ninguna.
Esto es pblico.
6. Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredez las piden de la mita en
da de carnal dos cuis, dies gue-/ f. 2v / bos, doce charques i on almod
de papas i on selmen de mais / roto / dias el / entre renglones: ilegi-
ble / de papas seca i on real de belas, dos reales de manteca i sera de lo
que piden para la coÅena menudamente. Esto es publico i notorio.
7. Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredes le piden la mita cada de
biernes / entre renglones: 20 guebos /, quatro reales de manteca, un
real de camaron i on real de anchobeta, medio real de quenua, medio
real de frexoles fuera de cocena, aunque les piden todo esto en
bier[nes] i bigilias, igual temporas, aparte piden cuis, charques. Esto
es pfflblico i notorio.
8. Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredes piden de la mita en el
pueblo de San Francisco de Cochillas, en el pueblo de Pimachi, en el
pueblo de Pariac, en el pueblo de Otoc, un dia una gallina i on pollo,
esto es ordinariamente sin pagar cosa ninguna fuera de guebos i
manteca, las gallinas piden aunque sia bi[gi]lias i temporas i biernes,
quando salen en los dichos pueblos. Esto es pfflblico i notorio.
9. Iten quel dicho ba[chi]ller Esteban de Paredes est con la dicha
seÇora ordinariamente en da de guaresma, en da de la semana santa,
i sale de su misa con la dicha seÇora; as algunos cristianos no las
quieren confesar sino que ban a buscar utros sacerdotes. Esto es
pfflblico i notorio.
10. Iten el dicho cura dan lisencia la dicha seÇora que hagan alfaxor i
tamales i rosquetillos i se repa[rt]an a las dichas indias solteras, ac se
ban auÅentando todos los pueblos. Eso es pfflblico i notorio.
11. Iten quel dicho cura se jontan algunas indias solteras i biudas en su
casa por desir que es amansebado, sin coxer con el hombre; asen por
mandos que hilar o amasar dexando to[das] sus casas i pobres[as].
Esto asen todos los pueblos. Esto es pfflblico i notorio.
12. Iten quel dicho cura tiene en todos los pueblos sementeras de papas,
mais; en ella ocupan a las indias solteras sin pagar cosa ninguna.
Los indios capitulan a su cura 225
13. Iten quel dicho cura mandan a su hermano para que maltraten al
alcaldes, indios i indias casadas en los pueblos. Esto es publico i
notorio.
14. Iten quel dicho cura nos pide mulas para inpiar a Lima para aser sus
tratos i contratos i granxeras, pagando mucho menos. As resiben
notables agrabios a los pobres miserables.Esto es pfflblico i notorio.
15. Iten quel dicho cura asen una cha[c]ra de sementeras de mais en el
guerto de Pedro de Carbajal; en ella ucupan a las indias casadas i
solteras pagando mocho menos del pueblo de San Francisco de
Cochillas esto.
16. Iten quel dicho cura tiene en el pueblo de Hacas cras / entre ren-
glones: de / cuis i gallinas i puellos. En ello ocupan dos i tres indias de
la mita sin pagar cosa ninguna. Esto es pfflblico i notorio.
17. Iten quel dicho cura quando se repartan pan a las dichas indias
solteras quando no hallan quin conpre se hasen tres o quatro leguas
de camino sen aser ningunos probechos de su[s]tento. Con es[to]
recebien notables agravios las dichas indias solteras. Esto es pfflbleco
notorio.
18. Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredes aunque las predican en
los domingos i fistas no las endienden los naturales porque no ban
con todo fundamento i por no endender la lengua de los naturales.
Esto es pfflbli[co] i notorio.
/f. 3/ Este dicho Captulo no fueron enformado de malicia. Esta ques ber-
dadero por alcansar nuestra justicia joramos a Dios nuestro seÇor a esta +
que es nuestro derecho. As enformaron los dichos casiques i prinzipales de la
dicha doctrina ut sobra. //
/f. 3v/ En blanco /
/f. 4/ Ms Captulos oy da /ilegible / fecha 2 de otubre de 1663 aÇos.
Iten quel dicho bachellir Esteban de Paredes i en so benefiÅio muri dos
personas sin confisin que es Pedro Lloclla, indio tributario, i Francisca
Poma Tanta, naturales de Chilcas. Esto es pfflblico i notorio.
Iten quel dicho bacheller Esteban de Paredes mandan abrir un camino
aunde no podian abrir llibando aforsados a todos los indios del pueblo de
Otoc i de Pariac i de Pimachi de caminos de quatro leguas a una guerta
que se llaman Maios; en el dicho adreso mandan llibar la comida para la
gente a cada mugeres a media fanegas de mais i frexoles i ollas i agua de
botixas i los dems cosas a un campo. Esto fue sin pagar cosa ninguna: en
la dicha guerta de Maios sembran dos fanegas de semillas de mais en ella
ocupan de los tres pueblos de cada pueblo quatro solteras i tres i quatro
paxareros. Esto fue sin pagar cosa ninguna. Esto es pfflbleco i notorio.
226 Jos Luis Rivarola
6. EspaÇol andino I
20 El testigo firmatario debe de ser Juan Julca Huaman (el apellido suele aparecer
tambin con <h>, con <g> y con <x>), cobrador de tributos, de quien -segffln
un testimonio posterior del cura Paredes- Alonso Poma Libiac se vala “[…] por
saber escribir“ (f. 79).
228 Jos Luis Rivarola
primer Captulo: “esta dicha seÇora hasen mil agravios a las indias sol-
teras, de repartir a cada solteras sinco a seis patacones de pan; esto hasen
cada el da de manera que deste que entr a la dicha dotrina el dicho cura
ase repartido a cada soltera quinse o dies i seis patacones de pan. Quando
no las compran el pan, suplan en la paga en bendiendo todos sus pob-
resas. Todo esto resiben notables agrabios las propias indias solteras”.
Podemos observar aqu diversas discordancias (de sujeto y verbo, de cl-
ticos y sus relativos referentes), el subjuntivo suplan con un valor obli-
gativo, la ausencia de marcacin causal en un sintagma con esta funcin
(“Todo esto […]”). En ciertos casos la dificultad est abonada y reforzada
por fenmenos que ataÇen a la fisonoma fontico-fonolgico de la pa-
labra, como es el caso de desde que hay que restituir a partir de deste.
Como se sabe, los fenmenos que caracterizan el habla propia de bilin-
ges andinos se deben justamente, por lo menos en su origen, a la
transferencia hacia el espaÇol de rasgos de la lengua indgena (alguna
variedad de quechua en el presente caso);21 pero, en verdad, la causa
especfica de formas o expresiones divergentes no es siempre determinable
en su especificidad, ni explicable claramente en funcin de las dos ver-
tientes que aqu se conjugan. Me parece que a fenmenos de estas ca-
ractersticas se podra aplicar el concepto del ‘enturbamiento de los l-
mites’ propuesto por Gruzinski (1999) para fenmenos de creacin
mestiza.
El texto de los Captulos que nos sirve de ejemplificacin presenta
justamente muchos fenmenos que son fcilmente detectables como casos
de transferencia. As, por ejemplo, los numerosos casos de vocalismo
anmalo se deben al hecho de que el quechua cuenta solo con dos grados
de apertura en su sistema voclico y a que [e] y [o] son variantes posi-
cionales: consecuencias directas de esta situacin son los numerosos casos
de formas que se apartan de la fisonoma fontica del espaÇol normativo,
pero que no pueden juzgarse con simples criterios de anomala. Tenemos
as, por muestra en los primeros Captulos: siglar, bacheller y bachillir,
masejos (‘amasijos’) con afresis de a- (¿por influencia de masa?) mola
(‘mula’), on (‘un’), almod, selmn (‘celemn’), cocena, etc. etc. Obsrvese
que estas sustituciones aparecen inclusive en el caso de expresiones for-
mulsticas de aire jurdico: as, tenemos en vocalismo andino: “Pblico y
notorio” o ut sobra (‘ut supra’) (f. 3). Por otra parte, como el quechua no
7. Versiones, conversiones
8. EspaÇol andino II
23 Sobre la variacin actual cf. Cerrn-Palomino 2003; Granda 1999; 2002, as
como los estudios que en estos libros se mencionan.
24 Una reciente comunicacin de Mora-Bustos 2006, centrada en el uso del ge-
rundio que se da en el espaÇol de la zona sudoccidental de Colombia, uso que
tiene claras races quechuas, se plantea una comparacin entre su material oral y
las fuentes de carcter histrico, con el fin de establecer las continuidades que
seÇalamos en el texto. La comparacin esta vez no ha sido productiva, porque el
uso no se encuentra documentado en dichas fuentes, pero el propsito es me-
todolgicamente correcto, en el sentido de lo seÇalado arriba.
25 Para la historia de la difusin del espaÇol en la regin andina, cf. Rivarola 2006.
234 Jos Luis Rivarola
Chamoc, naturales del pueblo de San Pedro de Hacas paresco ante vuestra
merced digo que
En estos dos aÇos que en la mita yn da del carnal nos an pedido en la
mita del cura ay hecho gasto un da de cada personas dos cuis y dies
charques y guatro belas y un almffln de papas y un selmn de mais y midia
selmn de papa seca, un real de manteca y guatro serdas de leÇa, y mas
ochinta aje y dies cuhebos y fuera de esta ay otras virtoras que son sibuelas
y ajus y culantros y coles en los das de vigelia, y dos reales de mantecas y
do[s] reales de camarn y media selmn de prejules y [o]tro danto de
quinua y un parte de chochucas. Todo esto es gasto de la mita que fuesen
pagamos /quemado/ nincona y por tanta
A vuestra merced pido y suplico sea servido mande que seya yo sadesfecho de
dodo el mandememento que y dado al dicho mi cura sen pagarle cossa
nincona en que resever la merced.
Sabel Chaupis Llacsa [rubricado].
Sabel Maria [rubricado].
Leonor Poma Llano [rubricado].
Francisca Colque Chamom [rubricado].
/f. 43// Al margen: Como las dems de mitas/
Francisca de la ConsepÅin, Catalina Asto Quellay, Juana Asto, Catalina
Colque, yendias naturales del pueblo de Santiago de Chilcas paresco ante
vuestra merced. Digo que a tiempo de dos /entre renglones: aÇos / que ava
llegado a mi cura que el todo el tiempo que llega al dicho pueblo nos pedi de
la mita primeramente que es en da de carnal dos cuye[s] y diez charques,
diez voyvos, un real de manteca un real de bela y un almffln de papas y un
selmn de mais, media selmn de papa secas y otras verduras como son
sebullas, ajos y culantros, y sal y ag y coles y guatro terÅios de leÇas y ms en
da de bigilias y viernes son biente voyvos y ochinta camarones do[s] reales de
mantecas y midia selmn de frejoles y otro tanto de quingua, esto es en todo
el tiempo que ava llegado al dicho pueblo y por tanto
A vuestra merced pido suplico sea servido mande seamos satisfecho de todos
los mantenimientos que tengo acudido de dar sin pagar cosa alguna en que
recivir la merÅed.
Francisca de la ConsepÅin [rubricado].
Catalina Asto [rubricado].
Juana Asto [rubricado].
Catalina Colque [rubricado].
Por declaracin de la india Juana Cayac, en otro contexto, se sabe cmo se
prepar en su caso el texto de su declaracin como india soltera. Dijo as:
“que la peticin que tiene prezentada se la hizo Juan Martn, defenzor de
esta cauza y la escrivi l mismo, dictndola [a] don Diego de Torres, uno
de los demandantes, a pedimento desta declarante […]” (f. 185). Algo
similar sera el proceso de preparacin de las otras peticiones. Pero no
Los indios capitulan a su cura 239
todas caeran sobre los hombros (o sobre las manos) de Martn, quien no
habra podido darse abasto. Si hubo otros componedores de textos cuyos
demandantes fuesen las indias solteras, habra que pensar siempre en los
principales de la doctrina, comprometidos en la causa contra el cura.
28 Existieron unos pocos colegios para hijos de caciques, entre ellos los fundados por
los Jesuitas en Cuzco (San Borja) y Lima (San Felipe y San Marcos). Cf. Escobari
1990.
Los indios capitulan a su cura 243
vuestra merced me escriba con brebedad lo que tengo de aser antes que nos
baian / roto / los contrario[s] porque est mui paren / roto / con el secretario y
otro[s] amigos que tiene, as e menester moncha sulisitud para este negocio,
que nos ba la presunsin / f. 98v] en ella ,y con tan[to] Dios le d [a] vuestra
merced mui entera salud en buena conpaÇia de mi ta, esposa de vuestra
merced, y de los dems amigo[s]. A toda la dotrina d vuestra merced mis
encomienda<d>[s], y desilles como nuestro pleito est de buena mano, que
lo encomienden a Dios para que salgamos con lo que pedimos, que el
portador es carta biba que dir lo que por ac pasa, as no escribo ms largo
sino que Dios le de [a] vuestras mercedes mui entera salud en Lima 7 de
otobre de 1663 aÇos de vuestra merced.
Don Juan Gulca Guaman [rubricado], casique pri[n]sipal cobrador de las
tasa[s].
Don Alonso Poma Libiac, monchas encomiendas a todos los amigos i co-
nosidos, que queda con salud al seÇor alcalde ordinario Domingo Ribera,
monchos besamanos, y a mi muger que Dios d salud, me encomiende a
Dios, que quedo con salud a Dios loado.
11. Eplogo
29 Rivarola 2000, 26 s.
244 Jos Luis Rivarola
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Los indios capitulan a su cura 245
1. Introduccin
2. Lengua(s) y evangelizacin
1 Cf. las interpretaciones sobre el alcance de los pleitos judiciales durante la colonia
expuestas por Polini-Sinard 2005, 179 s.
2 Apud Gonzlez Oll 1996 – 1997, 332.
3 Cf. Konetzke 1953, 1.
250 Carlos Garatea Grau
8 EspaÇa e Italia son los dos lugares en los que se aprecia una abundante pro-
duccin de este tipo de obras durante los siglos XVI, XVII y XVIII, obras
concentradas en mtodos y principios para asegurar un adecuado aprendizaje de
la lectura y de escritura, algunas de las cuales son de indudable calidad y resultan
del mayor inters por las anotaciones o justificaciones que contienen. En relacin
con este tema remito a Egido 1995.
9 Sobre la variacin en los orgenes del espaÇol remito a los trabajos de Rivarola
reunidos en 1990, 2001a y el reciente ensayo de 2005 citados en la bibliografa
final. Vase tambin Frago 1999, 1 – 100.
10 Cf. Gonzlez Snchez 2004, 278.
11 Otte / Albi 1993, 352 y 404 respectivamente.
252 Carlos Garatea Grau
22 Me refiero sobre todo a Cerrn Palomino 1991; 1992; 1995b; 1998; 2003a;
2003b.
23 Apud Rivarola 1995, 145 s. Vanse la glosa y los comentarios del pasaje arriba
citado en Lerner 1997, 11 s.
24 Apud Rivarola 1995, 146.
Textos coloniales bilinges 255
los hijos de caciques que hay en la dicha isla (se refiere a La EspaÇola) y
hubiere de aqu en adelante, de edad de trece aÇos para abajo, se den a los
frailes de la Orden de san Francisco […] para que los dichos frailes les
amuestren leer y escribir y todas las otras cosas de nuestra santa fe”. Es
interesante aqu la inclusin de la lectura y la escritura entre las “cosas de
nuestra santa fe”, a manera de una unidad compacta, inseparable. En
realidad, se trata de la proyeccin de un esquema, muy parecido, al que se
segua con la poblacin mora, en Granada, donde los frailes impartan el
evangelio y, al mismo tiempo, enseÇaban castellano. Sea como fuere, a
mediados de 1550, se sanciona en Valladolid una serie de cdulas reales
por las cuales se recuerda a las autoridades eclesisticas que no pierdan de
vista la enseÇanza de castellano a los indios. En una de ellas, dirigida al
Virrey de la Nueva EspaÇa, pero perfectamente extensiva al Perffl, se dice
que “escribimos a los Provinciales de las Ordenes de Santo Domingo y
San Francisco y San Agustn, que en esa tierra residen, que provean como
todos los religiosos de sus rdenes que en ellas residen, procuren por
todas las vas que pudieren de enseÇar a los dichos indios la dicha nuestra
lengua castellana”.25 La Corona estima, segffln se afirma en otra cdula,
recogida ms tarde en la Recopilacin de las leyes de los reinos de Indias, que
“esto [la enseÇanza del castellano] pudieran hacer bien los sacristanes
como en las aldeas de estos reinos enseÇan a leer y escribir la doctrina
cristiana”.26
Es verdad que los resultados de la castellanizacin no siempre fueron
los mismos ni recibieron en todos los lugares igual reconocimiento. Las
diferencias parecen haber sido notables, debido a la amplitud y la difi-
cultad que impona la geografa a todo intento de control y supervisin
sobre el trabajo que se realizaba fuera de las ciudades o a los diversos
grados de resistencia indgena a los que se tuvo que hacer frente, pero
seguramente tambin debido a los abusos cometidos por muchos doct-
rineros que terminaron convirtindose en autnticos seÇores de indios e
hicieron de sus doctrinas verdaderos centros de explotacin indgena.27
Esas diferencias son claras cuando, refirindose a los indios del cercado de
Lima, el P. Cobo escribe, en 1637, que “eran tan espaÇolizados, que
todos, generalmente hombres y mujeres, hablan nuestro lenguaje”,28
mientras que, aÇos despus, el virrey del Perffl, duque de la Palata, notifica
a Carlos II, en 1682 y 1685, que en los Andes se encuentra tan conser-
vada la lengua india “como si estuvieran en el imperio Inca”, por lo que
haba ordenado que todos los pueblos donde hubiera cura tenga una
escuela, que poda estar bajo la responsabilidad de un sacristn o – para
sorpresa – de “algffln indio capaz de este ministerio”.29 Si bien los dos
testimonios muestran la diferencia entre lo que suceda en la costa y en la
sierra peruanas, la mencin del duque de Palata a “algffln indio capaz de
este ministerio” prueba la existencia, avanzado el siglo XVII, de un sector
de la poblacin indgena suficientemente educado o, si se quiere, asi-
milado, castellanizado, como para que sea el propio virrey quien le confe
la responsabilidad de instruir a otros indios, hecho que ciertamente abona
a favor de lo afirmado en torno a los textos bilinges y a la noticia de
Bartolom lvarez antes citados, sin que ello signifique dejar de reconocer
que, en paralelo, exista otro sector, cuantitativamente superior, ajeno a
toda educacin formal y expuesto, por tanto, a los efectos culturales y
lingsticos desencadenados por la situacin de contacto iniciada con la
conquista.
Fue Felipe II quien orden al virrey del Perffl, Francisco de Toledo, en
1573, la creacin de colegios para ‘nobles indios’.30 La orden no se
cumpli sino varias dcadas despus por el virrey Prncipe de Esquilache,
a inicios del siglo XVII, en plena campaÇa de extirpacin de idolatras.
Esquilache funda oficialmente dos colegios para hijos de curacas: uno, en
el Cercado de Lima, llamado ‘El Prncipe’, en 1619 y el otro, en el Cuzco,
con el nombre de San Francisco de Borja, en 1621. Antes que ambos
centros abrieran sus puertas, la educacin de los hijos de curacas era
impartida en las doctrinas aledaÇas o a modo de contraprestacin por los
servicios que rendan los pequeÇos a algffln fraile, segffln lo dispuesto por
las Leyes de Burgos y otras cdulas reales. Como es de suponer, este tipo
de instruccin no termin con ambos colegios, sino que se mantuvo y,
por diversas razones, se convirti en el fflnico medio para educar a la
poblacin indgena, especialmente aquella que permaneca alejada de las
ciudades. Son los jesuitas y los franciscanos los que mayor inters mos-
traron en educar a la lite indgena y a los grupos medios y bajos de la
sociedad colonial.31 Los dominicos, en cambio, prefirieron la enseÇanza
de las capas altas. La Universidad de san Marcos (1551) fue uno de los
centros de sus actividades pedaggicas. En los colegios de curacas se
imparta, por cierto, rudimentos de gramtica castellana, se enseÇaba a
leer y escribir, teniendo en cuenta la posicin social que ocuparan los
alumnos una vez concluido su paso por las aulas y considerando que al
cabo de los aÇos deban actuar como intermediarios entre la autoridad
colonial y los indios del comffln. Se sabe que el mtodo de enseÇanza se
apoyaba, al principio, en el deletreo y que se contaba con cartillas des-
tinadas al aprendizaje de la lectura y de la escritura.32
Como ocurre siempre, entre la norma y la realidad hay mucho trecho.
Los dos colegios no fueron fieles a sus propsitos. En ms de una ocasin,
los curacas son quienes reclaman a la Autoridad que los colegios cumplan
con sus objetivos o se corrija la discriminacin o el maltrato de los que
eran vctimas sus hijos en las aulas. As queda escrito, por ejemplo, en la
queja que dos curacas, Luis Macas y Felipe Caraua Mango, dirigen al
41 Sobre Guamn Poma de Ayala considrese sobre todo Adorno 1989 y 1991;
tambin Cerrn Palomino 1992.
42 Cf. Gracia 1992.
43 Frago 1992, 415.
44 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 659, 670. Otros usos tradicionales han
sido destacados por Frago Gracia 1999, n. 6, 304.
45 Valds 1989, 45. El fragmento del Dilogo de la lengua es el siguiente: “Marcio:
¿tenis por bueno lo que algunos hazen, especialmente scriviendo libro, poniendo
una v que parece superflua, donde por dezir: yo os dir dizen: yo vos dir; y dizen
tambin: porque vos hablen por: porque os hablen? – Valds: si lo tuviese por
bueno, usaralo, pero por esso no lo uso, porque no lo tengo por tal; y essa tal v
nunca la veris usar a los que agora escriven bien en prosa, bien que, a la verdad,
yo creo sea manera de hablar antigua.”
46 Cf. Adorno 1989, 61.
47 Cf. ejemplo en nota 45.
262 Carlos Garatea Grau
48 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 285. “A estos no les enterrauan, que los
dexauan comer los condores y gallinasos y sorras en el campo”.
49 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 380 y 539 respectivamente. “Por ser
perdido la tierra y el mundo, lo propio de los espaÇoles pulperos, mercachifles,
jastres, zapateros, pasteleros, panaderos, se llaman ‘don’ y ‘doÇa’”, “Que el za-
serdote no pueda ser pulpero”.
50 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 570: “esconden a los niÇos en las estancias
de sus ganados y en las quebradas por muchas cosas”.
51 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 570, 582: “y se muere cin bautismo o lo
mata y lo ahoga”, “sacramento del bautismo que los dichos padres y curas an de
hazer”.
52 Guamn Poma de Ayala [1615] 1980, 556, 558: “y anci se muere los niÇos, cin
bautisalle”, “Ni le quiere enterrar ni bautisallo”.
53 La presencia de la innovacin arriba citada fue seÇalada por Frago 1999, 269.
54 Hay que decir que la forma moderna, bautismo, es empleada por Alfonso X,
aunque en menor frecuencia que baptismo, incluso en la misma obra. Algunos
ejemplos: “Et en logar de baptismo, quando el ninno naca, tenanlo descubierto
al ayre”, “Et esto ffazen commo en manera de baptismo”, “Que los ensenn la
manera del bautismo”. “[…] siete rrazones que comprehenden todo el fecho del
bautismo” (1270. Setenario, CORDE).
Textos coloniales bilinges 263
62 Dice Garcilaso en los Comentarios Reales: “si a m que soy indio cristiano catlico
por la infinita misericordia, me preguntasen ahora: ‘¿Cmo se llama Dios en tu
lengua?’, dira ‘Pachacamac’. Porque en aquel general lenguaje del Perffl no hay
otro nombra para nombrar a Dios sino este. Y todos los dems que los histo-
riadores son generalmente impropios porque o no son del general lenguaje o son
corruptos con el lenguaje de algunas provincias particulares”. (II, 2).
63 He comentado este marcador discursivo en Garatea Grau 2004b.
Textos coloniales bilinges 265
que, en ambos casos, las obras fueron elaboradas varios aÇos antes de que
abrieran las puertas los colegios de caciques tanto en Lima como en el
Cuzco, por lo que la formacin de ambos tuvo que realizarse, en con-
cordancia con las indicaciones de las cdulas reales emitidas desde la
primera hora, en el contexto de parroquias, doctrinas, escribanas o
mediante la prestacin de servicios personales. ¿Qu mtodos emplearon
sus maestros? ¿Qu manuales? ¿Qu modelos? ¿Qu variedad de lengua?
Son cuestiones para cuyas respuestas es necesario ampliar la base docu-
mental con la que se cuenta hasta el momento.
Lo cierto es que la enseÇanza de la lectura y de la escritura fue una
actividad que, durante la segunda parte del siglo XVI, tuvo mayor di-
fusin de la que se sospechaba y ello nos indicara que el mestizaje
cultural y lingstico fue ms extendido y profundo de lo que habitual-
mente se ha dicho en relacin con ese perodo. En ese sentido, los me-
moriales, los recibos, las denuncias escritos por otros indios bilinges,
dados a conocer por Rivarola,64 cuyos autores, a veces caciques, otros
indios principales, escribanos y un fiscal, evidencian una heterognea
competencia en espaÇol y, a la vez, una conciencia familiarizada con las
exigencias estructurales y funcionales de los tipos textuales empleados,
parecen confirmar lo que acabo de sugerir. Esos bilinges mantienen
frmulas, vocativos, cierres textuales y marcadores discursivos bien co-
nocidos en el espaÇol clsico y cuyo dominio no se explica por simple
exposicin, sino por un proceso de aprendizaje, con seguridad respaldado
en manuales y modelos.
Aunque me he ocupado de este asunto en otro lugar,65 traigo a co-
lacin ahora el uso de los marcadores discursivos porque, como se sabe,
son formas empleadas precisamente para asegurar la coherencia y la co-
hesin de un discurso.66 Pongo dos casos sencillos. El primero: el uso de
tem, marcador latinizante, de carcter aditivo, que alcanz una alta
productividad durante el siglo XV, encadenando elementos de una serie,
en ocasiones alternando a comienzos de prrafo con otros, era forma
consagrada por la tradicin jurdica y por textos de carcter expositivo.67
Como es de esperar, fue mantenido en los documentos de carcter jur-
dico con los que se regul la vida durante la Colonia, se repite en crnicas
escritas por soldados o emigrados espaÇoles, aparece una y otra vez a lo
largo de la obra de Guamn Poma de Ayala y, claro, tambin en varios de
esos textos bilinges escritos entre fines del XVI y los primeros aÇos del
XVII.68 El segundo caso corresponde a la combinacin, igualmente adi-
tiva, de y y asimismo, equivalente a eso mismo y al moderno tambin, que
focaliza e intensifica un segmento de la oracin precedente. Se trata de
una combinacin registrada ya en el Arte Cisoria de Enrique de Villena,
escrita a mediados de 1423.69 Ella aparece en uno de los textos escritos
por el indio bilinge, Agustin Capcha, que actffla como fiscal de doctrina,
entrado el siglo XVII.70 Por otra parte, si en la crnica de Poma de Ayala
se registran americanismos lxicos, en uno de los textos que comento se
emplea, por ejemplo, la voz tana axis, acompaÇada de tres evidentes
quechuismos. Se trata de un edicto fechado en 1591 y rubricado por el
bilinge Francisco Lorenzo Guaripata, escribano nombrado, quien afir-
ma: “no est pagado por los mitas, por los axs y papas y quinvas”. En
otro texto, la memoria y acusacin que hace el curaca de Checras, Toms
de Acosta, y unos indios principales, en 1647, aparecen dos indigenismos
no andinos, maz – otro tainismo – y chicha – probablemente originaria
de Panam – muy cerca del quechuismo llama, integrado ste en el
sintagma “lama de la tierra”, que no es otra cosa que la insercin de la voz
quechua en la designacin espaÇola ovejas de la tierra, habitual en la poca
para nombrar a los auqunidos.71
5. Final
mayor del que se ha credo. Textos como los citados, con sus cruces de
tradiciones y modelos discursivos, con sus actualizaciones de formas del
espaÇol clsico o sus reflejos de cambios en proceso y el empleo de voces
ajenas al espacio andino, en la pluma de indgenas con diverso grado de
formacin y con desigual competencia bilinge son, a todas luces, indi-
cadores de que, entre los grupos tnicos y sociales que entraron en con-
tacto y pese a la asimetra que defini la relacin entre ellos, existi un
entramado de vnculos todava poco estudiados y en muchos casos dif-
ciles de precisar pero en el que intervinieron curas, escribanos e indivi-
duos de a pie y con el que hay que contar cuando nos preguntamos por la
historia de una sociedad tan compleja y heterognea como la peruana.
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Ciclos y rupturas de memoria
El Zodaco mariano de Francisco de Florencia y la
construccin de Nueva EspaÇa como espacio sagrado.
Javier G. Vilaltella
Ludwig-Maximilians-Universitt M nchen
1. Introduccin
2 Estos estudios han recibido un gran impulso en los fflltimos aÇos y la bibliografa
es cuantiosa, cf., entre otros, Smith 1998; Schroer 2006; Dnne 2006.
278 Javier G. Vilaltella
3 Cf. Kubler 1983, obra fundamental para la arquitectura de esta poca. Tambin
hay valiosas indicaciones en Montes Bardo 1998, donde se dan valiosos ejemplos
de conventos actualmente en ruinas en Extremadura pero que son claros pre-
cedentes de la arquitectura franciscana en Mxico.
4 Cf. en especial Carrasco 1991.
5 Cf. Bhabha 1994.
6 Cf. Farago 1995, que contiene contribuciones muy diversas y sienta las bases para
nuevos enfoques del arte en la poca de los virreinatos.
El Zodaco mariano de Francisco de Florencia 279
imagen de los esquemas de la historia del arte que acaba estudiando ‘obras
de arte’ y centrarse en un campo ms amplio llamado ‘cultura visual’. Esto
significara una lectura de las obras de arte, es decir, de las imgenes
religiosas, pintura, escultura y arquitectura tal como se perciben en La-
tinoamrica, no slo desde la perspectiva de su filiacin europea como se
hace comfflnmente, sino sobre todo en funcin de su nuevo uso y apli-
cacin en el contexto latinoamricano. A este respecto Claire Farago 1995
destaca, en este caso siguiendo literalmente a Homi Bhabha, que:
Cuando el sujeto colonial mimetiza las formas de la cultura dominante
introduce desviaciones y excesos de sentido. Esta forma cultural en su nuevo
uso se vuelve hbrida y repite la presencia establecida de la autoridad en ella
por un lado y por el otro la vaca de su autoridad articulando que toman la
forma de creencias contradictorias.7
Estos seran, segffln Farago, los aspectos amenazadores de la imagen
hbrida respecto al poder, pero al mismo tiempo tendran estas imgenes
la capacidad o habilidad de revisar y fortalecer la identidad cultural de los
dominados. Ya no se parte de una supuesta pureza cultural, sino de zonas
de contacto e interseccin. Tales contactos establecen relaciones continuas
que implican con frecuencia condiciones de coercin, de desigualdad
radical y de conflicto no manejable.
Aunque el Zodaco mariano no parte tanto directamente de imgenes
marianas sino de lugares de culto mariano, estos diversos lugares de culto
se articulan siempre en torno a una imagen. O sea que el enfoque me-
todolgico elaborado en torno a la imagen liberndola de las limitaciones
de la historia del arte permite nuevas lecturas del texto entendido como
suma de narrraciones en torno a una imagen constituida en centro de
culto. De alguna manera los diversos enfoques enumerados anteriormente
pueden ser reconducidos a la cuestin general de cules son los nuevos
procesos de sacralizacin del espacio en Amrica con la llegada de los
espaÇoles. Es decir, cmo se organiza el espacio mas all de su explotacin
econmica. El tema tiene que ver tambin con imgenes religiosas y ritos.
Pero ya no se trata de limitarse simplemente a articular lo sagrado dentro
de los campos habituales de las prcticas religiosas tradicionales o con-
sideradas desde una perspectiva europea.
Las imgenes y las prcticas religiosas de culto que las acompaÇan
pueden ser el centro de discursos y memorias. Hay imgenes que por una
serie de circunstancias en muchos casos puramente fortuitas adquieren
7 Farago 1995.
280 Javier G. Vilaltella
9 Florencia 1995.
10 Para un estudio ms detallado del tema de las fuentes del padre Florencia en
Zodaco mariano, vase la introduccin de Rubial Garca. Florencia 1995, 13 –
33.
282 Javier G. Vilaltella
de doce y la recepcin que les hizo Hernn Cortes. Es un hecho que ha sido
destacado de un modo especial por todos los cronistas, segffln los cuales
Corts, rodeado de sus hombres y de la nobleza indgena,les sali al en-
cuentro en las afueras de la ciudad y apendose de su caballo se arrodill
besndoles las manos de uno en uno.16 Independientemente de la posible
estilizacin se muestra en este relato la necesidad de iniciar un proceso de
reinterpretacin simblica de una realidad surgida de la destruccin del
orden anterior. En un ritual en el que se mezclan gestos tomados del
ceremonial romano relacionados con el adventus y la cuidadosa seleccin
del nfflmero de monjes limitada a doce en este momento fundacional, a
pesar de las necesidades reales que requeran una cantidad muy superior. En
los textos de los cronistas hay todo tipo de alusiones a estos doce francis-
canos, como “los doce apstoles” o “las doce tribus de Israel” etc.17
El territorio se fue llenando de una tupida red de conventos que se
convirtieron en los centros de expansin de la nueva cristiandad. Eran
edificios de una gran monumentalidad, en donde se realizaran las
mfflltiples funciones de transformacin de la nueva realidad: escuela, ca-
tequesis, centro de piedad, centro de meditacin. Por otro lado, es difcil
pensar que ello se debiera a una previsin de carcter defensivo ante
posibles insurrecciones. No hay apenas constancia de que se viviera una
sensacin de peligro. Ms bien cabe pensar que fueron concebidos como
signos de la fortaleza de la implantacin de la nueva religin y como hitos
victoriosos en el camino de la realizacin de la nueva utopa.
Sin embargo, la accin franciscana en la realizacin de este modelo
utpico encontr en poco tiempo dificultades inesperadas. Por un lado
las sucesivas oleadas de enfermedades con carcter epidmico causaron un
descenso dramtico de la poblacin. Segffln algunos clculos, en menos de
un siglo el descenso fue del 60 al 80 % y en algunos casos superior de la
poblacin indgena total de la zona.18 Muchos conventos se quedaron a
medio construir o simplemente se quedaron vacos por falta de poblacin.
En el campo institucional se produjo una sorda disputa entre el clero
secular y el clero regular. La total capacidad de accin de los regulares
siempre se vio como un peligro desde la jerarqua e incluso desde el poder
civil. Esta disputa se zanj con la victoria de la jerarqua eclesistica
secular que consigui someter las decisiones de su accin bajo la auto-
ridad episcopal.
Cuadro 1:
Isidro Escamilla: Virgen de Guadalupe. 1824.
288 Javier G. Vilaltella
I. La virgen de Guadalupe
Cuadro 2:
Joaquin Villegas: El Padre eterno pintando a la Virgen de Guadalupe. Siglo XVIII.
Los datos mas relevantes del pormenorizado relato del padre Florencia
son:
• La imagen la recibe Juan Rodrguez de Villafuere un soldado de
Hernn Corts como regalo de su hermanos para que le libre de los
peligros de las batallas.
• Corts la coloca sobre la pirmide del templo mayor y derriba a los
dolos. Durante el tiempo que estuvo all obr muchas maravillas. En
1540 se la encontr en un cerro en donde ya llevaba algffln tiempo y en
donde se la vio, segffln el padre Florencia (1995), cmo “en compaÇia
de un caballero, que era Santiago, patrn de las EspaÇas echaba tierra
en los ojos a los innumerables indios que cercaban a los derrotados
espaÇoles”.
• Despus de innumerables pruebas se consigui por fin que el cacique
don lvaro de TremiÇo, maestrescuela de la catedral, ordenase que se
construyera un altar en la misma casa del cacique; debido a la fama que
adquiere y las muchas visitas que reciba se decidi trasladarla a una
ermita y en 1575 recibi ya un templo ms suntuoso.
• En la vspera de San Hiplito mrtir que, segffln recuerda Florencia, fue
el da en que se gan Mxico en 1521 se vean en torno a la imagen,
segffln Florencia “muchos resplandores y como incendios con que pa-
reca se abrasaba el cerro y el mismo da del santo se divisaban flmulas
294 Javier G. Vilaltella
7. Reflexiones finales
Bibliografa
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Mxico: Junpero Sierra.
300 Javier G. Vilaltella
Gernimo de Mendieta
1 Entre la abundante bibliografa que se puede aportar sobre el tema cf. Fernando
de los Ros 1927; Leturia 1959; Gngora 1975; Capmany Casamitjana 1985;
Huerga 1987. Sobre los aspectos jurdicos de la evangelizacin americana vase
Zavala 1988.
302 Fernando Domnguez Reboiras
17 Sobre escritura y ediciones de este tratado vase Isacio Prez Fernndez 1981,
200 – 206. La cita corresponde al proemio.
18 Acosta 1952, 43, nfasis agregado.
19 Acosta 1952, 48.
308 Fernando Domnguez Reboiras
20 Libro III, cap. 45. En esta y las siguientes las citas de Mendieta hago referencia al
libro y captulos respectivos, a fin de que sean aplicables a todas las ediciones
incluida la digitalizada del CervantesVirtual.
21 Gmez Canedo 1977, 66.
22 Tratado III, cap. 12.
23 Motolina 1985, 353.
Los franciscanos de Nueva EspaÇa y las lenguas indgenas 309
24 Lo cuenta Las Casas en su Historia de las Indias, libro I, cap. 78 y 81, utilizando el
Diario de Coln.
310 Fernando Domnguez Reboiras
Cuadro 1:
Diego Valads: Rhetorica christiana. Perugia 1579.
evitables y haciendo luego al gusto de cada uno una leyenda negra o una
leyenda rosa. Toda la aventura americana ofrece muchas posibilidades
para estudiar la relacin entre religin y cultura, una relacin que a travs
de los aÇos adquiere tonos ms trgicos y de irreparable destruccin. No
fue la religin la causa de la destruccin de ciertas culturas; pero se puede
estudiar hasta que punto se utiliz consciente o inconscientemente la
religin para acelerar el proceso de destruccin de la cultura indgena.
Los franciscanos, se puede decir de entrada, no queran la destruccin
sino la transformacin de ambas culturas hacia un final ms cristiano. La
visin franciscana rechazaba una evangelizacin que no aceptaba al objeto
de la evangelizacin y miraba slo el xito del sujeto evangelizador. Al
considerar el objeto de la pretendida evangelizacin como posible ejem-
plo para el evangelizador, de quien ste podra aprender algo, entraba en
conflicto con la ideologa oficial de la poca que apuntaba a la conversin
del indio y no a la conversin del cristiano, segffln los franciscanos, ms
necesitado que el indio de conversin. Los franciscanos no pretendan
introducir el pasado cultural, poltico y religioso, de Europa, en el pre-
sente y futuro del indio sino que el indio introdujese entre su pasado y su
futuro la figura ineludible de Cristo Salvador, tal y como la comprenda
San Francisco de Ass que tendra que ver a Cristo ms cerca de la pobreza
del indio que de la codicia del espaÇol. Proponan en el Nuevo Mundo
un mundo nuevo, una nueva iglesia, cristianos nuevos, una alternativa a la
Europa dividida en guerras, luchas confesionales, infinita codicia mer-
cantil y deseo del oro fcil. Por eso los franciscanos que fueron a Mxico
comprendieron su misin como una conquista espiritual que se haba de
oponer de manera firme a la brutal conquista militar. El objetivo de su
conquista no era la riqueza de las tierras conquistadas sino el ideal de
pobreza de sus habitantes. El rostro puro de hombres simples (naturaleza
rica, humilde hogar, sumisin, libertad) frente al rostro infinito de la
riqueza (oro, honor, poder, esclavitud). En el proyecto de los frailes
menores se planteaba una configuracin de la sociedad en radical en-
frentamiento y negacin de su contrafigura, es decir del colono espaÇol
que fundaba su sistema en el uso indiscriminado del poder. El problema
era que el colono no aceptaba al indio en condicin de igualdad. El indio
no era slo sfflbdito del rey de EspaÇa sino fundamentalmente sfflbdito del
colono.
Ese otro mundo diseÇado por los franciscanos estaba construido con
materiales nuevos y tambin con figuras, conceptos y representaciones
antiguas. Se trata de continuidades y discontinuidades. La modernidad de
un proyecto no consiste en el uso de formas y frmulas inditas, sino en la
Los franciscanos de Nueva EspaÇa y las lenguas indgenas 313
26 Cf. Cuevas 1992, 157 ss. Sobre todo Pedro de Gante, emparentado con Carlos V
llev a trmino una obra cultural y religiosa de enormes dimensiones.
Los franciscanos de Nueva EspaÇa y las lenguas indgenas 315
45 CDI Vol. 23, 1875, 456 – 457. Las siglas CDI, en esta y en futuras referencias, se
refieren a la Coleccin de Documentos Inditos relativos al descubrimiento, con-
quista y organizacin de las antiguas posesiones espaÇolas de Amrica y Oceana
1864 – 1884.
46 Baudot 1983, 104.
Los franciscanos de Nueva EspaÇa y las lenguas indgenas 321
tratando de los medios que para este fin se podran tener, ha parecido que
uno de ellos y el ms principal sera dar orden a esas gentes de que se les
enseÇase nuestra lengua castellana […]. Para tal fin procuren por todas las
vas que pudieren de enseÇar a los dichos indios la dicha nuestra lengua
castellana.47
Frente a esta actitud de los funcionarios de la Corona favoreciendo el
aprendizaje de las lenguas indgenas hay que suponer una oposicin
creciente de los colonos y la administracin indiana a esta medida. Por
eso no sorprende, y viene a demostrar la creciente desconfianza de los
funcionarios reales respecto a la cultura precolombina, una curiosa pro-
hibicin del virrey de Nueva EspaÇa en 1577: “por ninguna manera
persona escriba cosas que toquen a supersticiones y maneras de vivir que
estos indios tenan en ninguna lengua, porque as conviene al servicio de
Dios”.48
De esta manera se frenaba la produccin de los etngrafos y los
lingistas franciscanos que, desde todos los puntos de vista, haba sido tan
importante. La obra de Bernardino de Sahagffln se vea directamente
afectada, tal como se deca en el Cdice franciscano:
aunque se entiende que el celo del dicho Fray Bernardino ha sido bueno, y
con deseo que su trabajo sea de fruto, ha parecido que no conviene que este
libro se imprima ni ande de ninguna manera en esas partes por algunas
causas de consideracin.49
Causas de consideracin que, por cierto, no se indican ni determinan.
¿Por qu esta desconfianza ante la historia y la lengua de los indgenas?
Parece que el indiano estaba convencido que no eran aptas para la ex-
posicin de los misterios de la fe cristiana. Tambin se apunta, no sin
cierta razn, que los misioneros agravaron el problema indgena ya que
acentuaban la separacin entre indios y europeos.
En una instruccin de 1596 del conde de Monterrey, virrey de Nueva
EspaÇa, se marcan definitivamente las lneas de la poltica lingstica de
las colonias minimizando los esfuerzos de los franciscanos por predicar en
la lengua de los indios:
Si se hubiera procurado que todos los indios supiesen la lengua castellana
[…] habra ms y mejores ministros para su enseÇanza y doctrina y seran
menos o ninguno los errores en que caeran de sus idolatras y otros vicios y
supersticin antigua.50
El virrey exige, por ello, a las educadoras de los colegios de jvenes indias
que pongan mucho cuidado
de no permitir que hablen en su lengua materna sino la espaÇola, la cual
enseÇan a las que no la supieren y en ella las oraciones y a leerla en libros de
buen ejemplo y enviarme heis relacin del estado en que lo hallredes y de lo
que proveyeredes de nuevo y lo mismo continuaris adelante en todas las
ocasiones.51
Durante todo el siglo XVI se mantuvieron, pues, en Nueva EspaÇa dos
posiciones irreconciliables en relacin a la lengua: la de los frailes menores
que se oponan a la castellanizacin de los indgenas y la de la adminis-
tracin colonial que propugnaba la castellanizacin de la poblacin
americana. En aquel siglo no hubo un claro vencedor, aunque en los
tiempos posteriores la balanza se inclina hacia las posiciones oficiales.
El propsito evangelizador de los franciscanos, consciente o incons-
cientemente, posea unas caractersticas que chocaban frontalmente con la
meta perseguida por la Corona. En efecto, los frailes menores buscaban
sobre todo la no hispanizacin de los indios. En este sentido su afn por
expresarse mediante el aprendizaje de las lenguas autctonas era un ex-
celente medio para desmarcarse por completo de los colonos. Se insiste
que el ‘respeto lingstico’ de los franciscanos es una expresin del respeto
por los indios y su cultura, porque la ascensin de los idiomas locales a
lenguas escritas los eleva a un rango de naciones civilizadas y, tomando
distancia hacia la hispanidad, se mostraban no como agentes de la po-
tencia colonial sino como apstoles de una religin autnoma52. Se ha
llegado a afirmar que para la mayora de los frailes menores del siglo XVI
‘cristianizacin’ e ‘hispanizacin’ eran dos trminos opuestos y recpro-
camente excluyentes.53
A lo largo del siglo XVI, los colonos jams se encontraron del todo
seguros frente a los franciscanos. Siempre tuvieron la sospecha de que
estaban ms de parte de los indios que de sus propios intereses. De
acuerdo con la visin de muchos franciscanos, la barrera impuesta por la
lengua y las costumbres era algo sumamente valioso para la construccin
de un estado indio cristiano con la exclusin explcita de los espaÇoles. Se
que para ellos estaba edificada junto a la nuestra, donde los enseÇbamos a
decir los maitines de Nuestra SeÇora, y luego de maÇana las horas; y affln les
enseÇabamos a que de noche se azotasen y tuviesen oracin mental.57
De Tlatelolco va a surgir una lite indgena que ayud muy intensamente
a los frailes etngrafos y lingistas a reconstruir el pasado de Mxico, a
recuperar la memoria colectiva que los furores de la conquista pudieron
relegar y olvidar. En este famoso colegio las lenguas oficiales fueron el
latn y el nhuatl, mientras que el castellano estaba expresamente pro-
hibido.
El esfuerzo de los franciscanos posee, sin exagerar, unas proporciones
gigantescas y constituye algo muy original en el mundo de la conquista.
La percepcin del otro que llevaron a cabo los frailes menores a travs del
reconocimiento de su peculiaridad lingstica es algo relevante y signi-
ficativo en el proceso de formacin de la sociedad indiana. Los francis-
canos imbuidos de una visin del mundo utpica llegaron a creer que los
indios eran los escogidos de la Iglesia del Espritu que no tena nada que
ver con las viejas beligerantes y oscuras iglesias del Viejo Continente.
En 1528 el humanista espaÇol Fernn Prez de Oliva, uno de los
primeros en tratar sobre las cosas de Amrica, escriba que Coln haba
organizado su segundo viaje con el fin de “mezclar el mundo y dar a
aquellas tierras extraÇas la forma de las nuestras”.58 En los crculos ms
progresistas de Europa (esta cita es de un gran humanista) se tena la
presuncin de que haba que conformar el Nuevo Mundo a imagen y
semejanza del Viejo y hacerlo concorde con los esquemas y los modelos
que funcionaban en el viejo continente. La verdadera y ms humana
forma era realmente la cristiana. La evangelizacin en el siglo XVI no
tiene slo una dimensin religiosa, cristianizar llevaba consigo humanizar,
hacer ms humana la sociedad. Era un imperativo moral situar la novedad
del Nuevo Mundo en la realidad ya conocida y considerada como nor-
mativa para cualquier forma de humanidad que se encontrase. Todo lo
que fuese distinto a la sociedad cristiana deba ser igualado y uniformado
a la fflnica y verdadera forma de ser y de vivir. Lo que estaba fuera de la
rbita cristiana no responda al ideal humano que impona la entrada del
hijo de Dios en la historia del hombre. La mente y la imaginacin de los
espaÇoles del siglo XVI se encontraban condicionadas a priori, de tal
manera que vean aquello que esperaban ver e ignoraban y rechazaban
aquellos aspectos de la vida que no entraban dentro de sus coordenadas
6. Comentarios finales
Los primeros franciscanos de Nueva EspaÇa se pusieron de manera in-
condicional al lado de los indgenas, es decir, se basaron en la premisa de
que los interlocutores principales no eran los espaÇoles colonizadores sino
aquellos que corran el peligro de ser echados de las estructuras de su
entorno social. Este hecho aunado a su vida pobre y su dedicacin sin
lmites causa la admiracin de los indios, segffln Mendieta,59 porque “su
doctrina era ms de obra que por palabra”. Se ha de subrayar que los
franciscanos no se van a dejar llevar por los intereses de los colonos y
aquella ‘lgica de la exclusin’ empleada por los conquistadores, merca-
deres y funcionarios, sino que adoptaron el modelo de smosis cultural,
es decir los indios se cristianizaban en la medida que los misioneros se
indianizaban. Los franciscanos llegados a Mxico en la primera mitad del
siglo XVI se percataron de la destruccin de las estructuras de la sociedad
indgena y sus trgicas consecuencias. Fray Bernardino de Sahagffln des-
cribe muy bien ese proceso de desestructuracin sufrido por el universo
indio:
La filosofa moral enseÇ por experiencia a estos naturales que para vivir
moralmente y virtuosamente era necesario el rigor y austeridad y ocupaciones
contnuas en cosas provechosas a la repfflblica. Como esto ces por la venida
de los espaÇoles y porque ellos derrocaron y echaron por tierra todas las
costumbres y maneras de regir que tenan estos naturales, y quisieron re-
ducirlos a la manera de vivir de EspaÇa, as en las cosas divinas como en las
humanas, teniendo entendido que eran idlatras y brbaros, perdiose todo el
regimiento que tenan.60
Los franciscanos influenciados por los reformadores de su orden se
proponan reconstruir en las Indias la iglesia primitiva que segffln su
parecer haba sido maltratada en Europa a causa de las continuas querellas
entre los cristianos y, sobre todo, como consecuencia del abandono de las
virtudes evanglicas (pobreza, humildad, pureza de corazn, misericor-
dia). Fray Gernimo de Mendieta, en una carta, expresaba muy clara-
mente aquel sentir: “Que sta (la de Nueva EspaÇa) es iglesia primitiva en
aspecto destos naturales”.61
Ahora bien para hacer viable esa iglesia primitiva haba que organizar
la sociedad segffln ese espritu no tan slo eclesisticamente, sino tambin
poltica y civilmente. Era necesario darle a esa nueva sociedad una forma
concreta, una especie de teocracia fundamentada en los principios fran-
ciscanos.
Siguiendo un franciscanismo extremo, para aquellos misioneros el
descubrimiento del Nuevo Mundo anunciaba la proximidad del fin de la
tarea misional, del plazo dado a los apstoles para la predicacin. Los
franciscanos pretendan una nueva cultura capaz de asegurar y consolidar
una iglesia indiana. El proyecto cultural de los franciscanos requera la
edificacin de una barrera constante contra el peligro de la espaÇoliza-
cin, y ello slo era posible si se lograba una profunda transformacin del
nhuatl. La uniformacin de la lengua indgena mediante la transferencia
del programa elaborado por Antonio de Nebrija para el castellano era un
quehacer previo y fundamental para el buen xito de la misin. Las
gramticas y los vocabularios de las diferentes lenguas no fueron, por eso,
algo secundario o una necesidad circunstancial sino un aspecto bsico de
la actividad misional.
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llecin teologica, 68), 101 – 123.
1. Introduccin
13 Es necesario hacer notar que el contenido doctrinal que se exiga en este pro-
yectado catecismo era, mutatis mutandis, el mismo que se inclua en los deno-
minados ‘cuatro pilares de la catequesis’.
14 VI decreto disciplinar del Concilio de Tortosa; citado en Gimnez 1987, 26.
15 Citado en Crespo Ponce 1988, 14.
336 Luca Rodrguez
18 El subrayado es mo.
19 Rosenblat 1990, 80. Cf. Frost 2002, 191: “el papel de los espaÇoles […] [es] el de
introducir a estos pueblos a la economa de la salvacin. La providencia ha
revelado la existencia de esta gente en el momento preciso y, con ello, su exis-
tencia y su cultura mismas cobran sentido. La conquista era necesaria tanto para
acabar con la abominable tirana de Lucifer como para ‘restituir a la iglesia lo que
el demonio le ha robado en Inglaterra, Alemania y Francia’.”
338 Luca Rodrguez
perdidas de Israel, affln quedaba por resolver cmo pudieron haber llegado
a Amrica. Las discusiones en torno a esta duda arrojaron diferentes
conclusiones; por ejemplo, la solucin franciscana a la polmica sobre la
naturaleza del indio fue admitir todas las hiptesis extradas de las Sa-
gradas Escrituras, es decir, asumieron que los indgenas eran sucesores
tanto de las diez tribus perdidas como de otros hijos de No, quienes
provenan de diferentes naciones y arribaron a Amrica, antes del naci-
miento de Cristo, en embarcaciones tradas por una o varias tormentas.20
Otra solucin, de diferente ndole, no histrica como la de los
franciscanos, sino universal, la ofreca la adopcin del punto de vista de
San Agustn, quien en La Ciudad de Dios afirmaba que todos los hom-
bres, animales racionales, de cualquier color, tienen su origen en el primer
hombre:
¿Quin bastar a referir todos los partos humanos tan desemejantes y dife-
rentes de aquellos hombres de quienes seguramente nacieron? As como no
puede negarse que descienden stos de aquel hombre primero, as tambin
cualesquiera gentes que cuentan se han descaminado en cierto modo con la
diversidad de sus cuerpos del usado curso de la naturaleza, que los ms o casi
todos suelen tener, si es que les comprende la definicin de animales ra-
cionales y mortales, debemos confesar que traen su origen y descendencia de
aquel primer hombre, aunque sea verdad lo que nos refieren de la variedad
de aquellas naciones y de la diversidad tan grande que tienen entre s y con
nosotros.21
Otra defensa del indgena como criatura de Dios, la haba hecho en 1511,
en La EspaÇola (Santo Domingo), el fraile dominico Antonio Montesi-
nos, en un sermn que resuma la postura de la orden a la que perteneca:
Vecinos espaÇoles de esta isla […]. ¿Con qu autoridad habis hecho tan
detestables guerras a esas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacficas,
donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca odos, habis con-
20 Cf. Garca 1607: “los indios que hay en las Indias occidentales y el Nuevo
Mundo ni proceden de una nacin y gente, ni a aquellas partes fueron de sola una
de las del Mundo Viejo, ni tampoco caminaron o navegaron para all los pri-
meros pobladores por el mismo camino y viaje, ni en un mismo tiempo, ni de la
misma manera, sino que realmente proceden de diversas naciones, de las cuales
unos fueron por mar, forzados o echados de tormenta, otros sin ella y con
navegacin y arte particular, buscando aquellas tierras de que tenan alguna
noticia. Unos caminaron por tierra, buscando aquella de la cual hallaron mencin
en autores graves, otros aportando a ella, acaso, o compelidos de hambre o de
enemigos circunvecinos o yendo cazando para comer”. Citado en Frost 2002,
147.
21 Agustn 2003, lib. XVI, cap. 8.
Primeras luces de Dios en la Nueva EspaÇa 339
sumido? ¿Cmo los tenis tan opresos y fatigados sin dalles de comer, ni
curallos en sus enfermedades? […] ¿Y qu cuidado tenis de […] [que]
conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa? […] ¿Estos, no
son hombres? ¿No tienen nimas racionales? ¿No sois obligados a amallos
como a vosotros mismos? ¿Esto no entendis?22
Un punto concluyente para estas discusiones relativas al estatuto de los
indgenas como hombres e hijos de Dios fue la Bula que Paulo III expidi
en 1537, donde exiga que la educacin cristiana se llevara a todos los
seres racionales, con ms razn a aquellos que embaucados por el de-
monio no conocan la verdadera fe:
Am con tanto extremo al gnero humano el excelente Dios, que hizo al
hombre […] para gozar de la vida y bienaventuranza eterna, la cual ninguno
puede alcanzar si no es mediante la f de Cristo Nuestro SeÇor […] [Pero] el
demonio enemigo de todo el gnero humano, opuesto a todas las buenas
obras para que no lleguen las gentes su fin, invent un modo jams hasta
ahora odo con el cual impidiese la predicacin de la palabra de Dios a las
gentes, porque no se salvasen, incitando a ciertos soldados allegados suyos
[…] estar continuamente publicando que los indios y otras gentes de parte
de Occidente y Medioda […] son incapaces de recibir la f catlica […]
Determinamos y declaramos tambin por la misma autoridad apostlica, que
los indios y otras gentes semejantes han de ser llamadas a la f de Jesucristo.23
Dejando de lado los debates en torno a las almas de los indios y su
estatuto como hijos de Dios, cabe resaltar que “los frailes mendicantes del
siglo XVI […] no se haban planteado, en ningffln caso, ni siquiera como
hiptesis de trabajo, que las religiones de los naturales tuviesen por s
mismas carcter salvfico”.24 Bajo esta conviccin iniciaron, pues, las ac-
tividades misionales.
As, la labor evangelizadora que dio comienzo en la Nueva EspaÇa en
1520, cobr fuerza con la llegada de los misioneros: en 1523 arribaron los
franciscanos llamados “los tres frailes flamencos”, y un aÇo despus, el
grupo de los Doce (tambin de la Orden de los Hermanos Menores de
San Francisco). Posteriormente llegaron tambin los religiosos de la
Orden de Predicadores de Santo Domingo, en 1526, y de la orden de San
Agustn, en 1533. Por fflltimo, en 1572, los miembros de la CompaÇa de
Jesffls, fundaron su primera misin en la Nueva EspaÇa.25
mas es una cosa clara que Dios puso en el cielo […] Y por esto los que
adorays al sol, o le hazeis reverencia o sacrificios, errays mucho.43
Hasta ahora se ha visto que en estos pasajes se desacreditan por completo
los dioses no cristianos y que se exhorta a los aprendices para que dejen su
antigua religin. A este respecto en el Catecismo del Sacromonte, destinado
a la instruccin de moriscos, se aconseja que los hijos no adopten la falsa
religin de sus padres:
¿Qu razon ay para que digan los hijos: quiero seguir la secta de mis padres?
Claro esta que si el Padre es ladron que no lo ha de ser el hijo, y si el padre se
mata, que no se ha de matar el hijo, y si el padre se tornasse leon y eso no a
de hazer otro tanto el hijo.44
c) Sacrificios humanos
El fflnico tema que los catecismos novohispanos y los espaÇoles, desti-
nados a la conversin, no comparten entre s es el de los sacrificios
humanos. Este es, sin lugar a dudas, el rasgo de las religiones indgenas
que ms sorprendi y asust a los colonizadores:
La idea de los sacrificios humanos es impresionante. Ninguna otra faceta de
la vida mesoamericana ha sido ms conspicua y persistente en los estereotipos
que pretenden reflejar la realidad histrica de las sociedades prehispnicas.
Por simplista que sea la imagen, siempre contiene entre sus notas la ofrenda
de sangre y corazones a los dioses.45
Y, puesto que no es necesario que ahora se haga una descripcin ex-
haustiva de este tema, basta citar a Nigel Davies, quien de manera sin-
ttica explica la funcin que el sacrificio de seres humanos tena dentro de
la cosmovisin indgena:46
En esencia, el sacrificio humano era un acto de piedad. Tanto el sacrificador
como la vctima saban que el acto era necesario para salvar al pueblo de
calamidades y al cosmos de derrumbarse. Por tanto, su objeto era ms el de
proteger que el de destruir la vida.47
El estupor que generaban estos sacrificios se puede ver reflejado en Feria
(1567), que arremete contra las razones y los objetivos de practicar se-
mejantes cosas:
Dezidme, hijos, quando os sajavades [sic] las lenguas y orejas,48 quando los
sacerdotes de los templos de los demonios sacrificaban hombres, quando
haziades qualquiera otra cosa de lo que mandava vuestra religion antigua,
¿que pretendiades hazer?, ¿que pediades a vuestros falsos dioses? Solo pe-
diades ser libres de enfermedades, bivir mucho tiempo en este mundo;
solamente estas cosas del cuerpo estimavades; de estas cosas os acordavades, y
solas estas pediades siempre a vuestros falsos dioses.49
En el catecismo de Crdoba (1544) en la parte dedicada al quinto
mandamiento se habla, por supuesto, de los sacrificios humanos, seÇa-
lando que stos son faltas sumamente graves:
Los que hazeis alguna ceremonia a vuestros dioses, asi como Uicilobos, o
Tezcapetuca, o a cualquiera de los otros que vosotros tenias por dioses, pecais
contra este mandamiento [el quinto]. Asi como los que sacrifican alguna
persona, o se sacan sangre, u ofrecen otra cosa cualquiera a estos dioses que
vosotros solas honrar […]. No os pide Dios que le sacrifiqueis los hijos, ni
mateis vuestros esclavos ni otra persona alguna, ni que corteis vuestras carnes,
ni que os saqueis sangre.50
Sin embargo los asesinatos ceremoniales no eran la fflnica faceta de estos
ritos, haba asimismo otra costumbre affln ms macabra e incomprensible:
la antropofagia, la cual tambin se menciona y se reprueba en las doc-
trinas mexicanas, tal como puede leerse en el siguiente pasaje:
La vii obra de misericordia es enterrar los muertos. Y no los aveys de dexar
por enterrar porque no los coman los perros o las aves y hiedan. Y mucho
mas os aveys de guardar de comerlos: porque es muy grandissismo pecado
comer los cuerpos de los hombres, si los comeys sereys comidos vosotros de
los demonios en los infiernos.51
Con base en todos los ejemplos precedentes es posible determinar que si
bien el catecismo era una tradicin discursiva europeo-espaÇola, al llegar a
Nueva EspaÇa se comenz a adaptar al contexto mexicano.
48 Cf. Lpez Austin 1989, 438: “Abundan en los textos los informes sobre las
continuas, penosas y variadas mortificaciones con las que los antiguos nahuas
afligan sus carnes, ya en forma espontnea, ya por la prescripcin de los espe-
cialistas de la magia o de la religin, ya como parte de la rgida educacin en los
templos-escuelas, ya por disposicin de los rituales calendricos. Las formas de
mortificacin ms mencionadas eran el punzamiento de diversas partes del
cuerpo para provocar sangras, el ayuno general o de especficos alimentos, la
abstencin sexual, los periodos prolongados de vigilia o la interrupcin del sueÇo,
los baÇos de agua fra o la privacin del pulque.”
49 Feria 1567, 4v.
50 Crdoba 1544, 18r.
51 Crdoba 1544, 24v.
Primeras luces de Dios en la Nueva EspaÇa 347
Conclusiones
Como parte de una misma tradicin discursiva, los catecismos espaÇoles
para la instruccin de moros y judos – neoconversos – y las doctrinas
para indios guardan elementos comunes entre s, entre los que destacan:
1. La inclusin de diatribas contra las otras religiones dentro del con-
tenido tradicional del catecismo.
2. La identificacin de los dioses no cristianos, ya sean Al, Hui-
tzilopochtli, Texcaltipoca o Quetzalcatl e incluso Jupiter y Venus
como demonios.
3. El ataque frontal a diferentes aspectos de las religiones no cristianas,
tales como el profeta Mahoma, llamado falso, mentiroso, lujurioso,
etc., y los templos indgenas considerados como lugares nefastos de-
dicados a cultos aberrantes.
4. La mencin reiterada de las ventajas de convertirse a la fe verdadera y
de abandonar la idolatra.
5. La insistencia en que las falsas creencias son el producto de dos fac-
tores, por un lado la ignorancia, y por otro, las argucias del diablo.
6. La censura absoluta a los ritos ajenos al cristianismo. Por ejemplo, a la
costumbre juda de guardar el sbado como da santo, la poligamia de
los musulmanes, y los sacrificios humanos practicados por los mexi-
canos.
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350 Luca Rodrguez
1. Justificacin
ligiosas para adoptar creencias ajenas que rompan los vnculos con sus
tradiciones milenarias y minaban su identidad tnica. Una segunda causa
importante radica con seguridad en los deficientes conocimientos de las
lenguas y las culturas, que eran imprescindibles para una comunicacin
efectiva. Pero la mayor barrera intercultural estaba sin duda en la asi-
metra de la relacin entre conquistadores y conquistados, la ideologa y
las actitudes que servan de soporte y justificaban la empresa de la con-
quista material y espiritual, que son las dos caras de una misma moneda.3
La redencin de los indgenas de su supuesta miseria moral e intelectual
no era sino el aspecto religioso de una conquista global. Aunque se
reconoci la grandeza de las grandes culturas como la quechua o la azteca,
los esfuerzos por documentarlas no tenan el propsito de salvarlas, sino
de apropiarse de las mismas, como se rescata el botn de un barco con-
denado a naufragar, o con el fin de instrumentalizarlas para sus prop-
sitos.
Podemos reconocer que en algunos casos se hicieron aportaciones
valiosas a la etnografa o al desarrollo de la teora gramatical4 pero no
sirvieron para el desarrollo de las lenguas y las culturas mismas. El pro-
yecto poltico e ideolgico de la cristianizacin de Amrica implicaba
ciertas condiciones en el campo del saber y en especial de la lengua;5 se
esperaba que el indoctrinamiento religioso de los indgenas en sus propias
lenguas poda ser ms eficaz, y para ello se requera segffln este autor un
conocimiento profundo de las mismas por los misioneros. No necesa-
riamente era as; los misioneros se servan de indgenas conversos tanto
para la documentacin enciclopdica de algunas culturas como para la
elaboracin de traducciones de textos religiosos del espaÇol o latn a
lenguas indgenas. La implantacin de las creencias y prcticas religiosas
en las comunidades de indios, a pesar de su eventual reorganizacin y
pragmatizacin en forma de nuevas estrategias catequsticas, no condujo
en la medida en que se asume a sincretismos o mestizajes ni el conoci-
miento de las tradiciones y prcticas culturales de los indios por parte de
los conquistadores era tan fino como para reconocer y controlar estos
procesos. El control lo ejercan tambin, por lo regular, miembros de las
comunidades de indios denominados fiscales, nombrados y pagados para
vigilar y delatar prcticas tradicionales o contaminaciones de las creencias
cristianas.
6 Contiene las cuatro partes principales o ‘pilares’: el credo, el padre nuestro, los
mandamientos y los sacramentos, instituidos desde San Agustn (s. IV) segffln
Gmez 1989 citado en Rodrguez 2004, 13 s.
7 1591; Smith-Stark 2005.
La traduccin del catecismo al huichol 355
su propia cultura. Los usuarios del catecismo, los misioneros por un lado
y los hablantes monolinges de huichol por otro, no pueden entender el
producto de la misma manera; habr un enorme diferencial semntico
entre la lectura que se haga desde la versin original y la lectura que hagan
los hablantes nativos de la lengua meta; el texto traducido es en un
principio slo un frgil puente que no se sostiene en s mismo y que
apenas permite asomarse al otro lado por encima de un abismo semntico
y cultural. Gradualmente, a medida que los contactos van creciendo, el
puente se ir ampliando hasta convertirse en una va por la que circulan
masivamente ideas, en ambas direcciones o en una fflnica direccin.
Desde este punto de vista se pueden comprender los recelos de los
misioneros espaÇoles que vean en las creencias (y en las prcticas reli-
giosas) de los indios conversos todo tipo de adherencias de las religiones
consideradas por ellos como supersticiosas e idoltricas, cuyo abandono
total exigan. Difcilmente podan controlar ese proceso quienes no do-
minaban a la perfeccin la lengua de los indgenas y el sentido de sus
creencias, como tampoco los indgenas podan tener acceso a lo que se
haba perdido en la traduccin si no dominaban perfectamente la lengua
de los misioneros y no haban asimilado por completo su cultura reli-
giosa. La comprensin ortodoxa de un texto, es decir exactamente igual a
la que imponan los misioneros, requera ms all de la traduccin
ajustarse plenamente a los conceptos religiosos cristianos, para lo cual era
imprescindible su incorporacin a la cultura, en especial a la religiosa, sin
la mediacin de su lengua y religin propias, o bien reformar gradual-
mente su lengua hasta que las palabras significaran exactamente lo que
significan las de la lengua original, modificando tambin la cultura que
les sirve de soporte.
6. Competencia traductorial
tratado como una predicacin secundaria con las marcas de sujeto verbal
me- y te- junto a las marcas de plural nominales -te y -xi, la segunda
propia de animados.
Comete numerosos errores en la combinacin de oraciones. En (3) se
eligi el alternador referencial equivocado -yu en lugar de -me dado que
las dos clusulas tienen sujetos idnticos:
(8) ¿Cmo se llamaron? (los hijos de Abraham; lit. ‘como fueron nombrados’)
¿Ke-me-te- ?u-ta-tewa-ri-xi?
q-3pl:suj:anim-preg:suj:pl-exp-term:unit-nombrar-pas-perf
364 Paula Gmez Lpez y Jos Luis Iturrioz Leza
En algunos casos traduce hombre como tewi, pero a diferencia del trmino
espaÇol, el huichol significa inequvocamente ‘persona, ser humano’,
como al. Mensch o lat. homo. Pero la parte ms difcil de la tarea debi ser
sin duda la traduccin de los trminos del mbito religioso.
Una traduccin no consiste solamente en la transposicin de un
sistema gramatical a otro con un contenido semntico invariable, sino
que tiene lugar tambin una transformacin de un sistema conceptual a
otro y de una cultura a otra. Esta transformacin es especialmente drstica
y radical en el inicio de los contactos. Los hablantes de la lengua meta no
podrn entender el texto de la misma manera que los usuarios de la
lengua de partida. Lo van a entender de otra manera, desde su lengua y
desde su cultura, y slo lo podrn entender de manera similar cuando su
sistema conceptual y su cultura se acomoden a los de los evangelizadores.
Cuando el traductor huichol no entiende una palabra difcilmente puede
hallar una correspondencia adecuada para la misma. La solucin ms
obvia es dejarlas sin traduccin, como ocurre con los siguientes trminos:
acto de contricin, apstol, apostlica, ave mara, bienaventurado, bondad,
carnales, castigo, catecismo, catlica, celo, circuncisin, cismticos, compadre,
compasin, concupiscencia, credo, cristiano, culpa, dicono, el papa, enemigo,
escribas, milagro, espritu santo, evangelio, fariseos, fieles, gracia, hereje,
hostia, humildad, la gloria, la santsima trinidad, limosna, mansedumbre,
obispo, paciencia, padre nuestro, paraso terrenal, pastor, penitencia, pobre,
pontfice, reina, reino, reino de los cielos, religin, santa, santa mara virgen,
santsimo sacramento, sepulcro, trompeta, virtud.
Para muchos de estos trminos se podran haber formado fcilmente
trminos en huichol, que en algunos casos se pueden recuperar a partir de
las mismas definiciones que los acompaÇan.
8. Resumen y conclusiones
› hacia arriba
8 dentro, interior: ye-
1, 2, 3 1., 2., 3. persona
ampl ampliador de dominios funcionales
anim animado: yu-
ant / fut anterior a evento futuro
cav cavidad: wa-
com comitativo
exp experiencial: ?u-
fig figura: ?a- / ha-
fut futuro
mv morfo vaco: he- / ha-
nexp no experiencial
obj objeto
parat paratctico
372 Paula Gmez Lpez y Jos Luis Iturrioz Leza
pas pasiva
perf perfectivo
pl plural
pos posesin
preg pregunta
prim evidencialidad primaria
q interrogacin: ke=
rel relator
rf asertor de registro formal
sd sujeto diferente: -kaku, -ku, -yu
sec asertor secundario: mi-
sg singular
si sujeto idntico: -ti, -ka, -me
sim simultaneidad: -ti
suj sujeto
term terminativo
unit accin unitaria
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Las definiciones en los sujetos lexicogrficos de dos
vocabularios coloniales espaÇol-lengua indgena*
Rosio Molina Landeros
Universidad Autnoma de Baja California
1. Los vocabularios
* Con el apoyo del Programa Alban, Programa de Becas de Alto Nivel de la Unin
Europea para Amrica Latina, beca nfflmero E05D052653MX.
1 Surez 1992, 48.
376 Rosio Molina Landeros
3. Tipos de sujetos
La estructura de las entradas en los vocabularios bilinges coloniales es
bastante variada. A manera de aproximacin, pueden distinguirse dos
grandes tipos: sujetos simples y sujetos complejos. Estos fflltimos los hemos
subdivido a su vez en lemas descritos y lemas definidos.
Las definiciones en los sujetos lexicogrficos de dos vocabularios coloniales 379
El sujeto simple coincide con el lema, es decir, est compuesto por tan solo
una palabra (o su equivalente morfolgico en las lenguas aglutinantes o
polisintticas), que al encabezar el artculo lexicogrfico funge como
unidad privilegiada.11
Ya que es bastante rara la equivalencia perfecta, la de trminos lxicos
con la misma polisemia y valor estilstico en las dos lenguas,12 el que se
tome un solo lexema como lema no implica por supuesto que el predi-
cado sea tambin simple: los autores recurren a estrategias que informan
al usuario del tipo de relacin, emplean equivalentes explicativos, sin-
nimos desambiguadores o complementarios y explicaciones en el predi-
cado. Sin embargo, ya que en este trabajo no tendremos oportunidad de
ahondar en los predicados, nos limitaremos a mostrar brevemente esta
estructura en los dos vocabularios. De hecho, volveremos a encontrar la
misma estructura como parte de sujetos.
En el listado siguiente podemos observar ejemplos de sujetos simples:
esp-eud
Desnudar: vactzi vutznan
Dulce: queguen. queguatri.
Manojo: vfflri. v.g. manojo de flores. seuhvfflri
Medida: hitnaguasive. Esto es, con que se mide
Omnipotente: hana hta emddecan. hapa hta endfflman.
Sol: Tvi
Tizn: thvii. tpeuhri.
esp-cah
As: Inile
Atormentar: Cocosihoate, chumtiecte.
Cabar: Hibuehe.
Caliente: Suca.
Despertar: Busac.
Lamer: Aberocta.
Lamer: Atebua.
Sol: Taa
El vocabulario esp-eud, a la izquierda, emplea diversas estrategias en el
predicado: ofrece tras el equivalente una explicacin que desambigua el
contenido semntico de la voz meta, como en la entrada Medida;
ejemplos contextuales con su correspondiente equivalente, como en
esp-eud esp-cah
Moscn que pica Calzado que usan
Obra que se haze Langosta otra que vuela
La glosa introducida por una preposicin tendr con respecto al lema la
relacin semntica indicada por el transpositor, “de, con, para, en”:
esp-eud esp-cah
Cumbre de serro Abertura de lo cerrado
Espina de nopal Axi de los cerros
esp-eud esp-cah
Redondo. Redondo como crculo Moho como de pan
Redondo como bola Moho como de hierro
Las glosas introducidas por un traspositor pueden contener descripciones
minuciosas, acumulndose as varios constituyentes sintcticos y semas
descriptivo-funcionales. Las descripciones extensas bsicamente respon-
den a cuestiones relacionadas con usos de la flora o peculiaridades de la
fauna. Por ejemplo, el vocabulario esp-cah presenta entradas donde se
precisan los beneficios de ciertos rboles:
Arbol, cuya raz tomada en la boca es muy eficaz para dolor de muelas.
Muchao
Arbol, cuya corteza sirve para hinchazones de golpes y para encarnar
mataduras de caballo. Chino
Arbol, cuya corteza sirve para matar los piojos. Neco
Arbol, cuya leche sirve para vilma las mujeres que padecen de las caderas.
Bapsam
Arbol, cuya raz es eficaz para matar animales, como leones, caimanes, etc.
Torihuiro
Arbol, cuyas hojas y cscaras hervidas, y bebida el agua, dicen ser eficaz para
el que tiene cursos. Passara.
Arbol, cuya corteza sirve de jabn los pobres. Huiahuonahua.
Arbol, cuya raz es eficaz para soldar cualquier hueso quebrado. Maccehua.
Como puede apreciarse, tales sujetos extensos presentan estructuras sin-
tcticas y de contenido bastante similares. La informacin de la glosa
enciclopdica de la flora la podemos descomponer en:
1. la parte del rbol que se utiliza [raz / corteza / leche / hojas / cscaras];
2. el lxico de funcin [(dicen) ser (muy) eficaz / sirve para / de];
3. la aplicacin, para qu se emplea [para encarnar / matar/soldar / de
jabn /] o qu alivia [dolor / hinchazon / vilma], y
4. en algunos casos, el modo de consumo [tomada en la boca / bebida el
agua] o quin lo emplea [las mujeres / los pobres].
Las definiciones en los sujetos lexicogrficos de dos vocabularios coloniales 385
20 Las dos razones por las que algunos consideran que las definiciones sinonmicas
no son verdaderas definiciones son: en primer lugar, porque en una lengua no
existen verdaderos sinnimos y, por lo tanto, definiendum y definiens no consi-
tituiran una verdadera ecuacin smica, y en segundo, porque en una definicin
sinonmica no se cumple el principio de anlisis, como en una definicin pro-
piamente dicha. Porto Dapena 2002, 285.
388 Rosio Molina Landeros
Al igual que los lemas extendidos, los lemas definidos pueden crear en-
tradas cohiponmicas; pero no son pocos los casos en que tales glosas
definitorias no distinguen el sentido de varias entradas emparentadas, ms
bien, podramos decir que estas delimitaciones de sentido son epgonos
de una tradicin lexicogrfica que prevalece y se reformula.
Cuadro II
esp-eud esp-cah vocabularios anteriores
Largo en luengo (Nebrija 1516;
Molina 1571)
Largo, tevi. Tan largo verspi, Largo como cordel o palo
Largo,
tan largo como se idevrispi. Largo liberal (Alvarado 1593)
luengo.
¿Qu tan largo? herspi. Del
tetebe Larga cosa (Annimo 1586;
mismo largor. narspi.
Gonzlez 1608)
Largo, luengo (Ortega, 1732)
Materia, Materia podre
podre. Podre (Nebrija 1516; Molina
Materia, podre. Viict. Bicaa 1571; Annimo 1586;
podre. Viict. Podre. Gonzlez 1608; Ortega 1732)
Busca
materia Materia podre (Alvarado 1593)
Las primeras establecen una relacin entre lo definido con otras pa-
labras de la lengua. Sintcticamente estn conformadas por sintagmas
exocntricos, es decir, carentes de nfflcleo e introducidas por un trans-
positor, ya sea un relativo o una preposicin.22 Los vocabularios presentan
muy pocos casos de este tipo de definiciones perifrsticas para los lemas
nominales, incluso para los lemas adjetivales; lo que no resulta extraÇo, ya
que Rey-Debove23 adjudica este tipo de definiciones a los adjetivos y
adverbios.
Cuadro III
esp-eud esp-cah
Atrevido. El que hace el Molendero, el que muele
valiente. Mosquito, que llaman jejn.
Oidor, el que escucha Oidor, el que oye
Relacional SueÇo, qdo uno esta Asador, en que se asa
soÇando Peln, sin pelo
Amoli con que lavan.
Puro, sin mescla.
Cuenta, acto de contar Atole, bebida de Indias
Masparillo, especie de Barba, pelos que salen en la cara
mizcal Gemelos, hermanos nacidos de un
Sustancial
Pluvia, tiempo de aguas mismo vientre
Vaso, parte interior del Hacha, tea para alumbrar
cuerpo Tortilla, pan de los Indios
eud cah
Barba, parte de la cara. Barba, parte de la cara.
Vaso, parte interior del cuerpo Bazo. parte interior del cuerpo.
Para aludir a una parte del cuerpo, el vocabulario eudeva recurre tambin
a esta glosa tras el equivalente indgena: Lengua nent parte del cuerpo”.
Con este mismo sentido de “parte” aparecen otras glosas que aluden al
cuerpo pero que tienen como nfflcleo un artculo neutro que precede un
adjetivo: “Coronilla, lo alto de la cabeza” (cah), que se puede interpretar
como “Coronilla, parte alta de la cabeza”.
De su lado, las glosas aproximativas o analgicas indican cierta se-
mejanza o similitud con el objeto definido. Este tipo de glosa fue muy
recurrente en las primeras descripciones del Nuevo Mundo, a fin de
establecer una relacin de similitud entre la realidad americana y la eu-
ropea. Algunas de estas descripciones lograron colarse en los trabajos
lexicogrficos de los misioneros, como ocurri con el lema “tortilla”:
mientras en eud desaparece la definicin aproximativa (“Tortilla. tscari.
hazer tortillas tscaran”), el vocabulario cahita la recupera (“Tortilla, pan
de los Indios”).
Tales glosas aproximativas relacionan cuasi-sinnimos, en los que el
nfflcleo del definiens va acompaÇado por una diferencia especfica que lo
acerca al contenido del definiendum o lema, por ejemplo en “Hacha, tea
para alumbrar” (cah), glosa que diferencia este lema de “Hacha para
cortar leÇa”.
Por fflltimo, las glosas excluyentes o antonmicas consisten en definir la
palabra por “lo que no es” y no por “lo que es”.30 Este tipo de definicin
consiste pues en la negacin del opuesto del lema definido. Nuestros dos
vocabularios slo las emplean para los lemas adjetivales: “Basta cosa, no
larga”, “Mansa cosa, no brava” (cah); “Claro, no turbio”, “Tuerto, no
derecho” (eud).
El vocabulario eudeva presenta ciertos sujetos complejos que, si bien
podran considerarse perifrsticos dada su complejidad sintctica, en
realidad no caben en ninguno de los lemas definidos que hemos visto
hasta ahora, ya que estas glosas no responden a la pregunta “¿qu significa
el lema?”. Tampoco son enciclopdicas, porque su tpico no es lo ex-
tralingstico sino la lengua meta. Podramos considerar tales sujetos
como explicaciones translacionales anticipadas a la equivalencia. En ellos,
los grupos lxicos “se puede explicar” y “se puede hacer” apuntan, en
primer lugar, a la ausencia de tal concepto o idea en la lengua meta, y
segundo, introducen la construccin indgena con la que se genera la
correspondencia semntica ms cercana al lema, como lo muestran estos
ejemplos:
4. Conclusiones
Bibliografa
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Las definiciones en los sujetos lexicogrficos de dos vocabularios coloniales 399
1. Presentacin
2 Ejemplos de confesionarios del siglo XVIII de autores jesuitas son Ortega 1732;
Rinaldini 1743; Aguirre 1765; he abordado estos textos en YÇez Rosales 2004.
3 El coahuilteco es conocido tambin como ‘pajalate’, nombre de uno de los grupos
del noreste de Mxico que hablaban dicha lengua. Su filiacin gentica es todava
imprecisa, si bien se le ha incluido en la familia coahuilteca, junto con otras
lenguas del noreste de Mxico. Vanse Longacre 1972; Campbell 1997.
4 Para mayor informacin sobre los grupos indgenas seminmadas de esta zona y
la guerra ejercida en su contra, vanse Gerhard 1993; Valds 1995.
5 Sobre los grupos indgenas de esta demarcacin y el uso del nhuatl como lengua
de evangelizacin, vase YÇez Rosales 2002.
Dos batallas en la guerra espiritual de la Nueva Espana 403
6 Est demostrado que en la zona se hablaban como primera lengua, por lo menos
dos variantes del nhuatl y que otros grupos lo tenan como segunda lengua.
Vase ValiÇas Coalla 1981; YÇez Rosales 2002.
7 Esto, debido al prolongado proceso de conquista a que estuvo sometida la po-
blacin indgena, por su carcter seminmada y beligerante.
8 Tambin en 1565, Molina public el Confessionario breue, en lengua Mexicana y
Castellana […]. Ambos confesionarios, se reimprimieron en 1569 y son, quizs,
los primeros que se publicaron en Mxico. En tal sentido, deben de haber servido
de modelos en estructura y en contenido para los autores de confesionarios en
otras lenguas. No se descarta de este comentario su valor como fuente etnogr-
fica.
9 El estudio de confesionarios ha reunido ya cierta bibliografa. Vanse: Azoulai
1993; Gonzlez Marmolejo 2002; Gruzinski 1987; Klor de Alva 1988; Marti-
arena 1999; entre otros.
10 La documentacin que emana de un concilio se divide, por lo general, en pa-
receres o memoriales (opiniones emitidas por los participantes); decretos (deci-
siones tomadas por los participantes, pueden dividirse en captulos); y cnones
(normas resultantes de las reuniones celebradas).
404 Rosa H. YÇez Rosales
aÇo, incluso poda suceder que el ‘mdico’ o ‘hechicero’, ante quien hacan la
confesin, “les mandara hacer penitencias”.
17 Llaguno 1983, 35; Ricard 1986, 349. Sobre el impedimento para que los indios
accedieran al sacerdocio, vanse los distintos documentos que hablan del encono
que el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, institucin que fue un espacio para la
educacin de jvenes indgenas de la ciudad de Mxico, despert en diversos
actores novohispanos, en las primeras dcadas de su existencia, en Ricard 1986,
332 – 355.
18 Llaguno 1983, 38 y 181.
19 Consult los captulos y cnones aqu citados aqu en el sitio web Biblioteca
Electrnica Cristiana (vase la bibliografa). Como ser evidente, por una parte, la
ortografa est actualizada y por otra no es posible identificar paginacin. Por ello
indico el captulo de donde tom la cita respectiva.
20 En “Sacramentos de la penitencia y de la extremauncin”, sesin XIV, “Doctrina
del Santsimo Sacramento de la penitencia”, captulo II.
21 El trmino ‘satisfaccin’, remite a la penitencia asignada por el confesor para que
haya un “pago” por los pecados cometidos. En los confesionarios, por lo general
se habla de “absolucin”, no de satisfaccin; esto puede ser resultado de la misma
documentacin tridentina pues luego de hablar en los captulos IV y V de la
contricin y la confesin respectivamente, se habla de la absolucin en el captulo
VI, slo retomando la satisfaccin en el VIII. La satisfaccin es el resultado final
de la contricin, la confesin y la penitencia o pena fijada por el confesor y la
absolucin otorgada por el mismo. Es el dolor experimentado por el pecador. En
sentido estricto, la satisfaccin no ocurre en el momento de la confesin, sino
como una consecuencia de haber realizado una adecuada confesin. Los textos
emanados del concilio tridentino seÇalan que “[…] cuando padecemos, satisfa-
406 Rosa H. YÇez Rosales
ciendo por los pecados, nos asemejamos a Jesucristo que satisfizo por los nuestros, y
de quien proviene toda nuestra suficiencia; sacando tambin de esto mismo una
prenda cierta de que si padecemos con l, con l seremos glorificados”. (Captulo
VIII. “De la necesidad y fruto de la Satisfaccin”, nfasis agregado).
22 Captulo V, nfasis agregado.
23 Captulo VI, nfasis agregado.
24 Llaguno 1983, 279.
25 Vase el decreto 39, Llaguno 1983, 283 s.
Dos batallas en la guerra espiritual de la Nueva Espana 407
26 En Llaguno 1983, 284 s., nfasis agregado. Esta precisin posiblemente alude a
la penitencia arancelaria o tarifada, surgida en Irlanda y que se extendi a buena
parte de Europa. La penitencia era acorde a los pecados. Las penas incluan el
ayuno, el destierro, diferentes prcticas de oracin, etc. A las personas que
contaran con recursos econmicos, se les permita aportar dinero.
27 Me referir al texto de 1569 porque el facsimilar citado aqu corresponde a dicha
edicin. Como mencion en una nota anterior, la primera es de 1565.
28 Azoulai 1993, 22 indica que los confesionarios de Amrica resultan obsoletos
frente a sus contemporneos europeos en lo que al uso del cuestionario se refiere.
En Europa el cuestionario dej de utilizarse despus del Concilio de Trento, por
estimarse un hostigamiento innecesario de parte del confesor.
408 Rosa H. YÇez Rosales
31 Todo indica que la obra de fray Gabriel Vergara permaneci como manuscrito.
Vanse los comentarios de Eugenio del Hoyo a la edicin del Cuadernillo […]
Vergara 1965 y del Manual.
32 Garca 1760: Sentir de Joseph Prado. nfasis agregado.
410 Rosa H. YÇez Rosales
Eres echizera?
El demonio te enseÇ echizar?
Quantos aÇos ha, que eres echizero?
A quantos echizaste?
Quantos de los que echizaste murieron?
Has enseÇado alguno echizar?
A quantos has enseÇado?
Y con qu cosas echizas?
Traeme essa cosa con que echizas: vete, traemela y despus te confessar.
Esperas que Dios te perdonar todos tus pecados?
Has pensado que Dios no te perdonar tus pecados?
Quantas vezes lo pensaste?
Y te confiessas de todos essos pecados?33
Las preguntas elaboradas por Garca, las que reflejan formas de contra-
venir el primer mandamiento, “Amars a Dios por sobre todas las cosas”,
estn seÇalando un problema con la fe de los indgenas de Coahuila y
Texas. La creencia en los sueÇos, asociada a la magia y a la adivinacin y
como tal relacionada con el sistema de creencias prehispnico y la alusin
a la hechicera indican que su tradicin religiosa permaneca probable-
mente intacta. Algunas de las preguntas pertenecientes al quinto man-
damiento, “No matars”, ayudan a confirmar esta aseveracin:
Has comido carne de gente?
Has comido el peyote?
Te emborrachaste?
Has comido frixolillo?
Has baylado mitote?34
La primera interrogacin s se relaciona con el quinto precepto desde la
perspectiva cristiana. Sin embargo las siguientes cuatro no, simplemente
remiten a comportamientos rituales presentes entre otros grupos, repor-
tados en varias fuentes.
Veamos ahora qu registra Corts y ZedeÇo.35 Hay que notar el
nfflmero tan alto de interrogaciones: 117 para el primer mandamiento
(vase el cuadro al final).36 Desde las primeras preguntas habla de hereja,
33 Garca 1760, 8 s.
34 Garca 1760, 15.
35 No se citarn preguntas del quinto mandamiento del confesionario de Corts y
ZedeÇo pues las que remiten a comportamientos relacionados con la conserva-
cin de la tradicin religiosa prehispnica slo se enuncian en lo correspondiente
al primer mandamiento del confesionario.
36 Corts y ZedeÇo 1756, 128. En una nota previa a su confesionario seÇala que no
es necesario aplicar todas las preguntas de su confesionario a todos los penitentes.
Dos batallas en la guerra espiritual de la Nueva Espana 411
Distingue penitentes “muy rudos” de los que “tienen los ojos muy abiertos para la
malicia”. Por su parte, Lorra Baquio, autor de un manual de aplicacin de
sacramentos de 1634, especifica que su texto se puede administrar no slo “a los
naturales sino tambin a los EspaÇoles”. Dice adems que no necesariamente se
debern formular todas las preguntas, sino que el confesor deber decidir cules
hacer, de acuerdo con lo que observe en el penitente. Ambas acotaciones, las de
Corts y ZedeÇo y la de Lorra Baquio ayudan a entender la aplicacin del texto
de Corts y ZedeÇo, pues al ser un confesionario tan extenso, se antoja difcil de
aplicar a cada uno de los que se acercaban a la confesin. Lo que s es un hecho es
que el orden de los diez mandamientos se respetaba, si se alteraba, el penitente se
daba cuenta y as se lo haca saber al confesor. Un ejemplo se encuentra citado en
Gonzlez Marmolejo 2002, 95, con motivo de la solicitacin de un confesor a
una penitente. La penitente denunci que el confesor inici preguntas y co-
mentarios “[…] extraÇndolo, porque no haba motivo para ello, pues ni haba
comenzado a confesarse, ni tampoco llegado al Sexto Precepto que podra oca-
sionar tal pregunta […]”.
37 Corts y ZedeÇo 1765, 130. La hereja supone una corrupcin de los dogmas de la fe
cristiana; se presenta si las creencias se restringen a una seleccin y adaptacin ms o
menos libre por parte del creyente. Mientras que el apstata abandona por completo
la fe en Cristo y podra adherirse a otra religin, el hereje la retiene, pero con una
interpretacin poco apegada al conjunto de verdades que han sido reveladas en las
escrituras. Vase: http://www.enciclopediacatlica.com/.
38 Corts y ZedeÇo 1765, 130 s.
412 Rosa H. YÇez Rosales
Ahora bien, si algunas de las preguntas que vienen un poco ms adelante
reflejan una preocupacin comffln a ambos autores, las preguntas de
Garca son llanas y directas, mientras que las de Corts y ZedeÇo dejan
entrever a un autor mucho ms agudo e incisivo, que usa un metalenguaje
para referirse a las prcticas religiosas indgenas, que pide la descripcin
de “aquellas circunstancias que mudan la especie de los pecados”, como se
lee en la definicin tridentina:39
Quiz has aprendido artes Magicas, y supersticiosas, y las has enseÇado?
Las has buscado con mucha curiosidad?
Has curado tu enfermedad con remedio supersticioso […] por ser del
Diablo?
Crees en el sueÇo?
Crees a los Adivinos, y les tomas parecer?
Has querido adivinar con mentira, o apariencia o con supersticiones?
Has ledo Libros de magica [sic], y de supersticion?
Quiz los has tenido, los tienes, los has dado alguno los vendes?
Has tenido mucha confianza con las Criaturas?
Quiz has dicho, que tien n mas fuerzas los Animales, que Dios, con tu
entendimiento lo consentiste assi?40
Aunque podramos pensar que Corts y ZedeÇo ha observado o est
informado de la existencia de magos y adivinos, su uso reiterado de las
conjunciones y y o para abarcar ms informacin en la misma pregunta,
indica su intencin de agotar toda posibilidad de infraccin; quiere saber
ms. Su mirada examina el comportamiento como si aspirara a tener el
poder de una lupa o incluso el de un microscopio.
El uso del trmino ‘hereje’, refiere a comportamientos cristianos no
convincentes. De ah que mediante su largo cuestionario, Corts y Ze-
deÇo pretenda tender un cerco sobre los penitentes, definir en qu
consiste la falta de fe cristiana. Si el obispado de Guadalajara tiene ya ms
de 200 aÇos de vida, ¿se puede hablar de xitos en trminos de evange-
lizacin? Por las preguntas formuladas, me parece que la respuesta es, que
la fe de los indgenas de este obispado es borrosa. No se trata de la
situacin que viven los indgenas del noreste novohispano, en donde su
tradicin religiosa permanece intacta resultando que la frontera entre sta
y el cristianismo est bastante definida. Los indgenas del obispado de
Guadalajara han desarrollado formas de resistencia muy elaboradas que
reflejan el prolongado contacto entre el cristianismo y su propia coti-
dianeidad.
44 Ricard 1986.
45 Dehouve 1994, 139.
46 YÇez Rosales 2002, 13 y 27.
47 Rabasa 2000, 20.
Dos batallas en la guerra espiritual de la Nueva Espana 415
48 Rabasa 2000, 98. Traduzco del original en ingls: “In studying colonial histo-
riography, we must recall that the writing instructions were intended not only to
centralize knowledge and to regulate both the behavior of Spaniards as well as the
implementation of imperial policy, but also to generalize a scriptural economy in
the production of knowledge.”
49 No es la fflnica, as como los cuestionarios de las Relaciones Geogrficas tampoco
fueron la fflnica forma de obtener informacin sobre el territorio y los grupos
humanos que habitaban las reas conquistadas. Por ejemplo, Sahagffln no aplic el
declogo cuando escribi su Historia general de las cosas de Nueva EspaÇa y es una
obra que concentra una enorme cantidad de informacin sobre la tradicin
religiosa nahua.
416 Rosa H. YÇez Rosales
– – Sentir –
Licencia Licencia del Licencia del
Superior Superior
Gobierno Gobierno
– – Licencia del Licencia del
Ordinario Ordinario
– – Nota, consectario –
moral y
dedicatoria que
suplica el
Aprobante se lea
toda hasta su fin.
– – Advertencias Prologo
Prologales
– Epistola – –
Nvncvpatoria al
Yllvstrissimo y
Reverendissimo
SeÇor, Don fray
Alonso de
Montufar
– – – Preambulo
– Confessionario Sacramento de la Confessionario
mayor, Penitencia.
Instruction y Interrogatorio
Doctrina para el para confessar
que se quiere bien los dichos Indios.
confessar
Preguntas por
cada
mandamiento 18 23 117
Primero: “Amars
a Dios por sobre
todas las cosas”
Segundo “No 7 2 80
jurars el nombre
de Dios en vano”
418 Rosa H. YÇez Rosales
Tercero 9 12 14
“Santificars las
fiestas de Dios”
Cuarto “Honrars 8 18 110
a tu padre y a tu
madre”
Quinto “No 16 23 106
matars”
Sexto “No 23 [corresponden 66 [corresponden 64 [corresponden
fornicars” al sexto y al al sexto y al al sexto y al
noveno] noveno] noveno]
Sptimo “No 52 10 21 [corresponden
robars” al sexto, sptimo y
noveno]
– Como han de de – –
ser preguntados
de algunas cosas,
los que se quieren
casar por la santa
yglesia.
– Preguntas, acerca – –
de los
mandamientos de
la Sancta madre
yglesia.
Octavo “No 3 9 15
levantars falsos
testimonios ni
mentirs”
Noveno “No 0 0 0 [Estn en el
desears la mujer sexto y sptimo]
de tu prjimo”
Dcimo “No 3 0 67 [Las preguntas
codiciars las corresponden al
cosas ajenas” sptimo y
dcimo]
Dos batallas en la guerra espiritual de la Nueva Espana 419
– Aqu se tracta de – –
la recopilacin del
Jubileo que su
santidad otorgo…
– Preguntas, acerca – –
de las siete obras
de misericordia,
corporales.
– Amonestacion, al – –
penitente, para
que haga gracias a
nuestro seÇor
Dios, despues de
rescebido el
beneficio de la
absolucin.
Bibliografa
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Las huellas de la evangelizacin en el ciclo ritual y en la
lengua de los huicholes: resistencia y asimilacin
Jos Luis Iturrioz Leza y
Julio Carrillo de la Cruz (Wiyeme)
Universidad de Guadalajara
1. Aspectos generales
El ciclo anual se divide en dos partes, tikari ‘la noche’ cubre la poca de la
lluvia, tukari ‘el da’ corresponde al perodo de la seca.4 Las fiestas y
ceremonias se dividen en fiestas del temporal y fiestas de la seca. No tiene
mucho sentido preguntarse cul es primero, el tiempo en Mesoamrica es
circular, cada etapa del ritual es una preparacin para la siguiente.
5 Iturrioz 1995c.
Las huellas de la evangelizacin en el ciclo ritual y la lengua de los huicholes 429
6 Palabra derivada del nhuatl teopa ‘lugar de los dioses’ a travs de la forma
castellanizada te.o.pa y con la terminacin fonolxica -ni caracterstica de ciertos
prstamos.
7 Iturrioz 1995b, Iturrioz et al. 2004.
430 Jos Luis Iturrioz Leza y Julio Carrillo de la Cruz
las flores de piriki y ofrendarlas, cargar con las imgenes, hacer humear el
copal ante las imgenes, hacer el cuatol o patsiuni, una bebida tpica de la
Semana Santa, llevar la caja donde se guarda el ropaje de la imagen,
portar las coronas respectivas, ofrendar ceniza, adornar los equipales (ti-
nitakukatsitimiki) y tocar la campana.
Los principales son el tatuwani (tlatoani), hariwatsini (alguacil),
harikariti (alcalde), kapitani (capitn), tsaraketi (sargento) y tupiritsixi
(topiles). Todos estos cargos se remontan al siglo XVIII y los nombres
estn ya bastante asimilados tanto fonolgica como gramaticalmente. El
trmino genrico es huichol: ?iitsikate ‘portadores de vara’.
La palabra kupanieru (pl. kupanieruma) procede de esp. compaÇero y
designa a la persona elegida como sucesor de quien ostenta un cargo.
Cada autoridad se hace acompaÇar todo el tiempo de su sucesor para que
ste aprenda, garantizando de esta manera la continuidad de los rituales
con fidelidad al guin.
Los huriyutsixi ‘judos’ llevan a cabo durante la Semana Santa muchos
actos. Suplantan a las autoridades civiles y a los encargados de los santos,
erigindose en un poder superior que se burla con palabras y acciones de
quienes detentan un cargo o de las figuras que representan. Se pintan la
cara y las espaldas, alistan sus espadas y, cuando estn listos, tocan la
campana, cierran las entradas de calles y vigilan los caminos y la entrada
de la iglesia. Cobran a los que han entrado a la iglesia, piden cigarros o
bebidas a los que vienen a la iglesia para sacrificar reses (temawamete). El
fflltimo da, el chamn que est a cargo de ellos (kwaurikeme) har el canto
para dar por concluda su participacin; por la maÇana sern los primeros
en sacrificar borregos, cabras y un gallo segffln lo que hayan conseguido,
manchando de sangre a los santos, ofreciendo caldo y ofrendando velas
junto a la hoguera.
Kawiterutsixi son los ancianos consejeros, que forman el Consejo de
Ancianos, denominado con el trmino hbrido kawiteru tsunuari. La
palabra kawiteru proviene de esp. cabildero ‘miembro del cabildo’. Los
consejeros, llamados en huichol xatsiwamete, son generalmente chamanes
que controlan el desarrollo de las actividades rituales.
Junto a estos cargos de origen occidental, otros muy importantes son
tradicionales. El mara ?akame es la cabeza espiritual de la comunidad,
guardin de la integridad espiritual y material de su comunidad. Cura
enfermedades invocando a los dioses a travs de las plumas de aves sa-
gradas. Organiza y oficia en las ceremonias, includas las de origen cris-
tiano, y en todas entona el canto sagrado correspondiente. Es meuniere
434 Jos Luis Iturrioz Leza y Julio Carrillo de la Cruz
11 Iturrioz 1995a.
438 Jos Luis Iturrioz Leza y Julio Carrillo de la Cruz
cristo mujer, anuncia que su hija ya est lista para casarse y acudir con el
xaturi de Kwamiyata para pedir la mano de su hijo. Posteriormente el
xaturi de Kwamiata, representante del cristo varn, dir que su hijo ya
est preparado para casarse y devolver por la tarde la visita al xaturi
Tsikwaitanaka para pedir la mano de su hija.
Putixa Memitakwani es la comida de la putixa. El lunes se celebra la
parte femenina o Putixa ?Uk Miyetuiyani (ofrenda de la putixa mujer).
Frente de la casa del xaturi de Tsikwaita depositan como ofrenda botellas
o garrafones de vino (putixa) adornadas con dulces, pltanos y otros
alimentos. Los kawiterutsixi sacan al xaturi, y con l al frente y las botellas
de vino en la mano dan una vuelta dando de beber a sus compaÇeros
hasta terminar. El martes se celebra la segunda parte o Putixa ?Uk
Miyetuiyani (ofrenda de la putixa varn). Ahora corresponde el turno al
xaturi de Kwamiyata.
En el Mircoles Santo se realiza un acto de purificacin de las per-
sonas, que consiste en autoflagelarse con tiras de maguey (memiyuwani) o
en dejarse azotar por el alguacil (hariwatsini), un acto de origen catlico
que todava se realiza en Semana Santa en algunas poblaciones. Termi-
nada esta ceremonia se lleva a cabo la retirada del garrafn de tuchi (winu
manayehanieni). El kawitero ?iteirikwekame (consejero portador del cirio)
y los kawiterutsixi del centro ceremonial realizan el encarcelamiento del
garrafn de tuchi (Winu manutahiiyani). Los topiles interinos acuden a
las casas de todas las autoridades civiles encargadas de los santos y de los
indicados para sacrificar reses al final de la Semana Santa (temawamete)
para pedirles un pomo de tuchi que vacan en el garrafn. El garrafn de
tuchi se mantiene en la crcel durante todos los das santos. Este acto
recuerda la prohibicin de consumir alcohol durante los das santos.
Se preparan objetos sagrados para los xaturi en la fiesta de Jueves
Santo por la noche, entre ellos figuran telas de distintos colores, ador-
nadas con unos moÇos de papel de diferentes colores para cada santo que
se encuentra dentro del templo; se hacen unas jcaras con figuras de
venado, milpa, nierika, vbora, tepari, figuras de personas, pelos de los
animales que tienen. Y nunca faltan monedas. Las mujeres piden facul-
tades para bordar, depositando pedazos de telas bordadas. Las velas que se
ofrendan, conocidas como ?iteiri xatsiwame ‘velas que hablan’ se adornan
con unos listones ( ?iritunixi) de diferentes colores y una flor de papel de
china (xuturi), con la que se marca la dedicacin a diversos dioses. Rocan
agua bendita de los lugares sagrados sobre los santos y los asistentes
(memitihareni), reparten pedazos de peyote rociado y entregan todo tipo
de ofrendas como caldo de venado, pescado, flores y muchas otras.
Las huellas de la evangelizacin en el ciclo ritual y la lengua de los huicholes 443
Sacrificado el toro, se le cortan los cuernos para que sean utilizados por la
persona que representa al toro y se guardan donde estn los artculos
sagrados. Se adorna el toro con un ensartado de tamales y pltanos. Se
sacan los mfflsculos intercostales de ambos lados, con los de la derecha se
hacen tamales para ofrendar en los lugares sagrados, y con los de la
izquierda se hacen tamales para ofrendar por la noche. Todos los dems
miembros se guardan para otro da. La cabeza y la espina dorsal se cortan
para el caldo y los tamales. Las mujeres trabajan intensamente preparando
el tejuino, los tamales, tortillitas etc.
5. La fiesta y la economa
Una parte esencial de estas fiestas, como de todas las fiestas huicholas es el
intercambio de comida, ya que sirven entre otras cosas para la distribu-
cin de alimentos.13 A lo largo de las dos semanas se reparten en repetidas
ocasiones tamales, tejuino y otros alimentos. El sacrificio de animales de
origen espaÇol se integra a travs de las fiestas en la economa tradicional.
Uno de los dominios culturales que los huicholes desarrollaron ms
pronto bajo la influencia de la cultura hispano-mestiza en la Colonia es la
ganadera. Algunas especies animales llegaron con los espaÇoles, como lo
indican los prstamos kawayu o kawaya (caballo), turu (toro), wakaxi
(vaca), mura (mula), puritu o puxu (burro), tsipu (chivo), kapura (cabra),
pixeru o tsikeru (becerro), karayuni (garaÇn). Estos animales no estn
ligados a las tradiciones religiosas ancestrales. Los borregos ni siquiera
estn muy integrados a la economa familiar. En otros tiempos se criaron
13 Mauss 1950.
446 Jos Luis Iturrioz Leza y Julio Carrillo de la Cruz
7. Evaluacin y conclusiones
Si los cargos, los lugares que forman el escenario y algunos animales y
alimentos tienen nombres de origen espaÇol (kawiteru, katsariyanu,
kuxuritia, tepiriyu, narakaxi, wakaxi, winu), los nombres de las acciones
rituales que dan sentido a todo el ritual son casi exclusivamente huicholes.
Si bien el escenario y los personajes han sido conservados, el guin ha sido
bastante modificado y adaptado a sus costumbres, superponiendo ele-
mentos nuevos que dan un sentido nuevo a los originales; a la cruz se
superpone el tsimari, las bebidas alcohlicas que se consumen en las
primeras etapas de la fiesta son sustituidas por el tejuino. Como vimos
arriba, el tsimari kuruxikame no es una cruz adornada con tsimari, sino un
tsimari que se aplica a la cruz o la sustituye.
Es difcil identificar elementos procedentes de la cultura cristiana que
hayan mantenido su significado. Si la Semana Santa en general es rein-
terpretada como Weiy ‘cacera’, la ceniza se convierte en ?uxa, la pintura
amarilla extraida de una raz de Wirikuta, la tierra sagrada de los huic-
holes, con la que pintan los objetos sagrados y en los rostros motivos
solares. Las velas se convierten en ?iteiri, que tiene un simbolismo muy
diferente; se asocia con la planta de maz que sale de la oscuridad de la
tierra buscando la luz del sol; las velas se regresan a la fogata, es decir del
Las huellas de la evangelizacin en el ciclo ritual y la lengua de los huicholes 449
Abuelo Fuego, que inspira a todos los chamanes; la luz de las velas
simboliza la iluminacin de las mentes por el canto chamnico, por eso se
prenden siempre antes de que el chamn comience a cantar, y el nombre
metafrico de esta accin ( ?iteiri weniya o wenarika “despliegue o desa-
rrollo de la vela”) se aplica tambin al canto chamnico mismo. Al final
del fflltimo canto las velas son regresadas a la fogata, es decir al Abuelo
Fuego, maestro de todos los chamanes. La seÇal de la cruz ha sido sus-
tituda por el gesto chamnico meiyrika. El agua bendita es el agua que
procede de sus lugares sagrados y que es la materializacin de las divi-
nidades del agua o madres. En la iglesia o teyupanie se realizan en el
marco de la Semana Santa muchos actos rituales tradicionales, entre ellos
el ms importante de todos, el canto chamnico. En estas ceremonias
estn presentes los jicareros o autoridades del tuki (wawa ?te), los ma-
ra ?akte, el tsikwaki y los waikamete (imitadores), y se invoca a las divi-
nidades ancestrales, pero sera impensable que en las ceremonias tradi-
cionales tuvieran un papel activo los sacerdotes, las autoridades coloniales
o los santos. La figura de cristo ha sido desdoblada en dos figuras
complementarias, el cristo macho y el cristo hembra, algo ms acorde con
la religin huichola, donde hay un equilibrio entre el simbolismo ligado a
la mujer y el simbolismo ligado al varn. La matanza del toro ha sido
sacralizada; mediante la flor de papel o xuturi, smbolo de la pertenencia
de los animales domsticos a los dioses, pegado al listn que es un
smbolo mestizo ( ?iritunixi), ste es asimilado al simbolismo huichol. El
nfflmero de estaciones o procesiones que se realizan en varias ocasiones son
reducidas siempre al nfflmero perfecto de los huicholes: cinco.
Las estrategias de los huicholes para preservar su cultura no parten del
rechazo al contacto y a la convivencia, sino del rechazo a la imposicin, a
la suplantacin, a la sustitucin de sus costumbres, autoridades, valores y
representaciones colectivas por otras.
Kuruxipa no es simplemente el espacio fsico, sino tambin el espacio
administrativo y ritual cristiano en un sentido ms abstracto de dominio
administrativo y mbito religioso, conjunto de actividades relacionadas
con la religin cristiana catlica y la administracin civil mexicana. Como
la religin va inseparablemente ligada a cierto tipo de actividades eco-
nmicas como la ganadera y a un sistema de autoridades coloniales que
representan a los tres niveles de la administracin pfflblica, municipal,
estatal y federal, Kuxuripa viene a significar el conjunto de estos tres
dominios. Como espacio de la administracin pfflblica, Kuruxipa se
contrapone a we ?eta, que es el espacio privado y sagrado de los huicholes;
privado no en el sentido de personal o individual, sino ms bien de
450 Jos Luis Iturrioz Leza y Julio Carrillo de la Cruz
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