Como toda empresa, la evangelización requiere una adecuada preparación
11. ¿QUE ES EVANGELIZAR?
17. Complejidad de la acción evangelizadora
Si para llevar a cabo cualquier empresa conviene tener profundo conocimien- to de lo que se va a hacer, del cómo y el cuándo, hacia quiénes hay que drigirla, de las circunstancias y los accidentes ql,Je en ella van a intervenir, es bueno con- siderar que cuanto más noble y delicado sea su fin, tanto más importante es todo eso. Con mucha más razón son de tomar en cuenta todos estos aspectos cuando lo que se va a emprender es el negocio más importante que puede existir, esto es la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Con razón señala San Pablo la importancia de la evangelización en estos términos: "Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien! [Is 52, 7j .. Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo: (Rm 10,14-15 y 17). Paulo VI nos presenta una realidad esencial muy de tenerse en cuenta: la evangelización y su acción evangelizadora no son algo simple, sino que contienen diversos elementos, todos ellos de importancia tal, que con frecuencia se antoja tornar a uno sólo de ellos corno si fuera el único, y de este modo únicamente en él nos fijarnos, y lo identificarnos con la evangelización misma. 0 Se confunde la evangelización -nos indica- con la proclamación o anuncio inicial y en este caso se corre el peligro de quedarse tan sólo en eso, en pro- clamar, y ya no ir adelante. 0 Puede avanzarse al siguiente componente, la predicación, equivalente a un panorama general, tal corno fue el Sermón de la Montaña con sus principios generales, entre los que destaca por su importancia básica el kerigma (griego: mpuµa, gerima = voz, lengulje, menslje) es el primer anuncio, (mpuz, geryx = el heraldo, el que anuncia). La proclamación del kerigrna es la obra esencial de la evangelización. 0 Vendrá después la catequesis, profundzación en el estudo de los aspectos dogmáticos, morales y espirituales; también estamos en algo que es sustan- cial, pero que requiere necesariamente la base del primer anuncio o kerigma. 0 Finalmente, hablar de los sacramentos y medios de obtener la gracia y la santificación, será coronar el trabajo de la conversión con la instrucción acer- ca de los medos para perseverar y entrar por el camino de perfección. Pero la evangelización es todo eso: un conjunto, en que todos estos son com- ponentes y de ninguno se puede decir que él sea en sí sólo la evangelización, ni tampoco puede prescindirse de ninguno. Tornarlos todos ellos en conjunto es tener y exponer una idea clara de la evangelización. Más adelante los contempla- remos uno a uno en análisis y síntesis: por separado y en su conjunto. 30"01 18. RENOVACION DE LA HUMANIDAD... Tras de estudiar de qué manera se ha de realizar la empresa, conviene refle- xionar acerca de cuál es el fin inmedato que buscamos, el primer logro que nos propondremos es el hombre mismo nuestro objetivo; su transformación y cambio de mentalidad y comportamiento como hecho concreto que hará que se realice en él una renovación, cotra vez ser nuevo» . Dejar ese hombre viejo, material y car- nal ; para transformarse (trans = pasar al otro lado, por ejemplo de un río, a otra forma de ser) en algo que ya nada tenga que ver con la primera. Y así invita San Pablo a: "a despojaros. en cuanto a vuestra vida anterior. del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias. a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad." (Ef 4,22-24) Y esa nueva forma de ser es la de Cristo, asemejarse a El , pensar y sentir como El : con justicia y con verdad. que son los exponentes primarios de la santi- dad, "Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias." (Ga 5,24). El mundo tiene como primer deterioro moral, origen de todo mal comporta- miento, precisamente esto: hombre ha dejado de ser justo y de expresarse c;. '1 verdad. ¿Qué de raro tiene que haya caos en una sociedad que -a nivel mundial- ha dejado de creer y tener mutua confianza entre sus miembros? Nade cree en nadie; nacie espera r.ada bueno de nadie. Al desorden se contesta con desorden. De aquí que la primera meta de la evangelización, su primer propósito es ese: el cambio de cada hombre allá en su interior, hacia la verdad y la justicia. Los líderes de la humanidad en vano buscan otros remedios fuera de este. Pues el cambio hacia la verdad y la justicia, primero en cada hÓmbre, luego en la colectivi- dad social, sólo lo puede conseguir la fe. Una fe viva y operante, una fe que haciéndose dueña de la conciencia, concientice al hombre de la necesidad urgente de asemejarse a ese Cristo en quien cree, justo y veraz. Efectivamente, mientras el hombre no crea, el cambio no tendrá lugar, porque lo único que pueda hacer del hombre otro, el hombre nuevo, es Dios. Pero si no se cree en Dios ¿cómo se puede actuar según Dios qu~ su propia esencia tiene el ser justo y veraz? Precisamente, el Demonio, para perder al hombre antiguo, partió de la injusticia de hacerlo desear sustituir a Dios, de la mentira del "seréis como dioses"? (Gn 3,5). Pues ese hombre viejo, donde quiera que se encuentre, sigue viviendo la injusticia de dominar en interés propio a su hermano, empeñado en querer encontrar su felicidad en la mentira de poder sustituir a Dios, a quien perte- nece todo dominio. De aquí las palabras del profeta: "Así dice Yahvéh: 'Maldito sea aquel que fía en el hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahvéh se aparta en su corazón.· (Jr 17,5). Así como en lo individual el hombre domina y explota, engaña y envilece al hombre, aprovechando la debilidad y la ingenuidad para su provecho, también entre las naciones, como entre las corporaciones, las 'transnacionales', los colo- nial islas, los imperialistas, etc., se valen de la debilidad, la inexperiencia, la pobre- 30502 za, de las naciones para someterlas más y más. Y esto hasta a provechar la servidumbre de miembros de la nación explotada para convertirlos en cómplices solapados de la injusticia y la mentira a cambio de una remuneración, de una paga que a su vez es engaño, porque la paga no está en proporción al daño. El narcotráfico es la última expresión de la explotación, donde, además, se daña la salud, la moral y los naturales insentivos de vivir una vida digna; en todo esto es mucho más pe~udcial que el alcoholismo, manera muy antigua de des- truir al hombre; ambas ofreciéndole falsos paraísos de degeneración. Las dos terminan por empobrecer a los individuo y a las naciones hundéndolos en trage- dias de dolor y miseria de las que casi sería imposible resurgir. Por eso la proclamación de la verdad y la justicia entre los hombres, como entre los pueblos, en el nombre de Jesucristo justo y veraz, en quien se tiene que creer como único camino de renovación del hombre y de la humanidad. Y esto lo anuncia, lo ofrece, lo proporciona y lo realiza la evangelización: "Pues de su pleni- tud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. • (Jn 1, 16-17).
19 ... Y DE SECTORES DE LA HUMANIDAD
Algo muy de tomarse en cuenta es tener conciencia, ahora mas que nunca, de que la conversión de la humanidad no se puede medir por número de creyen- tes, de poblaciones o de naciones, o por kilómetros cuadrados de la Cristiandad, tomando en cuenta que por Cristiandad antes se entendía el conglomerado de naciones que -ya definitivamente convertidas- vivían según las normas del Cris- tianismo. Esto se pensaba de una Europa Cristiana, que se entendía definitiva- mente cristiana para siempre, lo cual hoy no es verdad, ya que esa Europa da muestras de abandono del Cristianismo en un alto porcentaje de sus habitantes. La cristianización, y la recristianización, del mundo se debe medir adecuada- mente por el número de hombres que llega a la conversión -no que sólo de pala- bra confiesen ser cristianos-, estén donde esté1,1, sean de la nación que fueren, de toda raza y color. Ahora bien, no siendo posible conocer el número de los realmente converti- dos, ¿existe algún otro modo de poder apreciar la cantidad de los conversos? Bueno, al menos, si la medición de la temperatura se puede hacer observando la escala del termómetro, la cristianización -y la recristianización- del mundo se puede apreciar por medo de una escala de valores humanos. Estos valores, todos de gran importancia, nos cice Paulo VI, son: /os criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, /as líneas de pensa- miento, las fuentes inspiradoras, y /os modelos de vida de la humanidad. Arialice- mos cada uno de ellos: 0 Criterios de juicio: por criterio entendemos la capacidad que tiene el hombre de hacerse una idea sobre algo. Digamos que un marino tiene mejor criterio sobre lo que es el mar, mientras que un campesino lo tiene mejor, porque conoce más, sobre cultivos;. cada quien tendrá mejor criterio sobre su oficio. Por juicio entendemos aquí la suma de valores que se toman en cuenta para determinar si una cosa es buena, y hasta dónde es buena; o si es mala, y hil~t;:i 30503 dónde lo es. En nuestro ejemplo, el marino, que tiene buen criterio acerca del mar, podrá emitir un juicio certero sobre las ventajas y las desventajas de navegar y sobre la ganancia de esto en relación con el esfuerzo que requiere; en tanto que el campesino dará mejor juicio del rendimiento la tierra. Es necesario, añade el P.apa, que ese criterio y ese juicio sobre la vida huma- na y sus valores sean transformados por el Evangelio para que, tanto en el criterio como en el juicio, reinen la justicia y la verdad, y todo sea visto a su luz. 0 Valores determinantes Cuando nos decidimos a realizar algo, a escoger algo, a tomar por un camino entre los que se nos presentan, si somos sensa- tos lo hacemos después de haber sopesado los pros y los contras que pueden determinar nuestra decisión. Esos pros y contras son los valores determinantes. Desde luego, no decidirá lo mismo que ha de hacer el cristiano que el pagano, el evangelizado que el no evangelizado, si lo que se trata de decidr es en el orden moral o espiritual. El que está evangelizado tomará decisiones regidas por valores sacados del Evangelio, en tanto que el otro se quedará al margen de ellos La iusticia y la verdad sólo tendrán significación seria y definitiva en el que decida de acuerdo con el Evangelio. 0 Puntos de interés: El hombre se mueve siempre al rededor de lo que le inte- resa . Tanto más cuando se trata de cosas de primera importancia. AJ ambicio- so le interesará el aumento de sus riq.iezas; al sensual el goce de los placeres; al científico el avance en los conocimientos, etc. Pero aún cuando todo hombre tiene intereses materiales y del orden tempo- ral, es seguro que el que vive según el Evangelio orientará hacia planos superio- res su interés en un esfuerzo de dgnificación de sí mismo y de sus actividades. Por lo qÚe entre sus afanes imperarán la verdad y la justicia que ya se encuentran en su corazón. Un ejemplo: Marconi, el científico descubridor del radioteléfono, conocido hoy como radio, él personalmente, hizo la instalación de Radio Vaticana en las azoteas del Palacio Pontificio en presencia de Pío XI, para ayudar diifundr del Evangelio. Era un científico cristiano. Cristo lo djo así: "Porque donde esté tu 'esoro, ahí estará también tu corazón." (Mt 6,21). ¿Cuáles son tus ideales? cristianos? ¿si o no?, ese eres tú. ¡_{! Líneas de pensamiento: algo que es común a todos los hombres, el pensa- miento, si no está regido por principios evangélicos. no orientará, a su vez, co- rrectamente las actividades, las decisiones y el futuro de los pueblos. Es verdad que existen en toda sociedad indviduos que llamamos especialmente pensadores porque su ocupación ordinaria consiste en estudiar, inquirir, descubrir y proponer a los demás principios que, emanados del pensamiento, contagien a todos seña- lándoles rutas de opinión. Si esos orientadores del pensamiento de la generalidad no piensan en cristiano, no conocen a Cristo y su Evangelio, malamente podemos esperar que guíen a los demás por rutas evangélicas de verdad y de justicia. Es, pues, necesario que esos pensadores piensen en cristiano. Los hay entre los catedráticos, periodistas, escritores, políticos, predicadores. Dice de ellos Jesús: "El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de la abundancia de su corazón habla la boca."(Le 6,45). 0 Fuentes de inspiración y modelos de vida: El hombre común, el hombre de la calle, o como se dice del montón, poco orienta su vida por motivaciones ba- 30504 sacias en el Evangelio. De ordinario sigue la opinión y el ejemplo de los demás; en particular de ciertos lideres sociales cuyo modo de pensar y de actuar arrastran, por decirlo así, a las multitudes: el periodista, el maestro, el filósofo, por su inte- lectualidad; el político, el artista, el modista de vestuario, en razón de su compor- tamiento. Los medios de comunicación: radio, televisión, etc., son determinantes.
20. EVANGELIZACION DE LAS CULTURAS
Paulo VI reprocha que se hable de evangelizar y se crea que la empresa pue- de ser fácil y superficial -a la ligera-, a veces con prisa, y sin profundizar lo nece- sario. 1Como si se tratara tan sólo de aplicar un bamiz1, dice él; cono si tan sólo se quisiera cubrir las apariencias -decimos nosotros- y conformarse con que el hombre ha aprendido ya a hacer ciertas prácticas, recitar determinadas oraciones, cantar y mostrar alegría, acaso repetir algún simbolo de la fe . 1Gritar y gritar1 en las reuniones dce Juan Pablo 11, pero nada más. Eso no es haber evangelizado. Es mucho más que eso lo que se necesita hacer, nos enseña: es 1profundizar hasta las raíces1. ya no sólo del hombre, sino de su comunidad humana; cde manera vital1, es decir, que su evangelización sea hecha vida. Esto ocurrirá cuan- do su modo de vivir -y en esto entra el pensar- el querer, el realizarse y el convi- vir con los demás, toda su vida en suma, quede impregnada de por la fe, la moral y la espiritualidad cristianas. Antes no está evangelizado, o requiere reevangeliza- ción -que es mal de nuestros días, porque el hombre ha olvidado el Evangelio. Una de las manifestaciones propias del hombre, que lo distinguen de los ani- males -tanto en lo individual como en lo colectivo- es la cultura. Por la palabra cultura entendemos el conjunto de los bienes y valores naturales, tanto espiritua- les como materiales, con que el hombre mejora y afina sus cualidades del alma y del cuerpo, y que se traducen en un mejor comportamiento. Estos valores, aportados a través de los siglos por cada uno de los miembros de un pueblo, se han venido sumando y en forma de herencia o trasmisión de generación a generación, hoy los posee cada nación como un tesoro valiosísimo que sirve de base o punto de partida para adelantar en lo espiritual y lo físico hacia un futuro mejor qué heredar a las siguientes generaciones. Por medio de la cultura -que también encierra los descubrimientos y las expe- riencias de la ciencia y de la técnica- el hombre ha venido sometiendo a la Natu- raleza, para su servicio, con lo que, consciente o inconscientemente, viene dando cumplimiento al deseo de Dios, que llega a mandamiento, de someter y dominar todas las cosas para servirse de ellas: •y los bendijo Dios y les dijo: 'Sed fecun- dos y multiplicaos, y llenad la tie"a y sometedla; dominad.. ." (Gn 1,28-30; 9,1-3). Mediante la cultura, y no en otra forma, ha sido posible que la vida social se perfeccione: en la familia, en los pueblos, en las naciones; y por el encuentro de las diferentes culturas todas las naciones de la tierra van aportando sus valores a una supercu/tura universal, y así el concurso y la aportación de todas las culturas a su vez, provoca el intercambio de valores entre los países y es factor de colabo- ración y unión entre todos. Como consecuencia, los deseos, aspiraciones y pro- yectos de todos los hombres se van unificando y reforzando entre sí para conse- guir unidos metas comunes. Pero esto lo puede destruir el egoísmo internacional. 30505 De este modo, hablar de cultura es referirse a las realidades históricas y sociales de los hombres y de los pueblos, con referencia a los orígenes y desarr<r llo de cada uno. Podemos decir que tantos como son los pueblos -tomando la palabra pueblo para designar las muchísimas agrupaciones humanas con origen cultural propio- son las culturas, cada una con sus particulares valores y expre- siones, modo de pensar, actuar y vivir; todas ellas dignas de verse con inmenso interés por conservarlas y acrecentarlas y -también- de ser perfeccionadas. Pues bien, las circunstancias de vida del hombre de hoy, social y culturalmen- te, se ven afectadas por grandes cambios; se da el hecho de que las diferentes culturas se sumen, se sobrepongan con peligro de que algunas de ellas desapa- rezcan dominadas por otras con efecto dañino para el hombre y la comunidad, que sienten desquiciarse así su vida espiritual y moral. En cambio esas mismas culturas reciben al mismo tiempo influjos benéficos provenientes del avance de la ciencia y la técnica, de las relaciones humanas y de los medios de comunicación, cuando existe aportación de valores nuevos para ellas sin destrucción de los valores que les son propios. Uno de los cambios que hoy se dan en todas partes, es la cultura de masas, de la que nacen nuevos modos de pensar, sentir y actuar, de divertirse y descan- sar, que afectan profundamente al hombre y a la comunidad. Y entre tanto se está formando una supercultura que va abarcando más y más pueblos, la que tiende a convertirse en universal. Esta cultura universal debe expresar a la vez la unidad y la diversidad del género humano, promoviendo al mismo tiempo la formación de la comunidad de valores (1,midad) y el respeto de aquello que es particular de las dversas culturas {diversidad). Debieran armonizarse así todos los elementos en beneficio común. Los cristianos deben buscar y gustar las cosas de .arriba, pero esto, lejos de hacerlos ausentarse de las de aquí abajo en su marcha hacia la ciudad celeste, por el contrario, los ha de responsabilizar por la dignificación del hormre en la tie- rra, particularmente por lo que ve a su propia cultura y a todas las culturas. Todo esto es lo que resume Paulo VI al decir que «ha de tomarse a la perso- na como punto de partida», a las relaciones entre todas las personas como medo de conseguirlo, y a la relación de cada una de ellas y de todas en conjunto con Dios como meta a corto y a largo pl~o. de modo constante y siempre ascenden- te, lo que llega a constituir un camino constante de perfección de los hombres en su inteffelación obligada en un mundo que se hace cada vez más pequeño. Nos previene el Papa que el Evangelio y la evangelización no son la cultura, menos determinada cultura, sino que son independentes de todas las culturas. Es una advertencia necesaria, pues en el pasado no faltó quien identificara la evangelización con la imposición de determinada cultura, en particular la cultura romana y las de ella derivadas. Esta confusión originó lamentables consecuencias al querer imponer dicha cultura al evangelizar a pueblos de culturas diferentes. Mayor error fue suponer que no podría haber evangelización sin que la cultura propia del pueblo a evangelizar sufriera antes la modificación o la imposición de una cultura extraña a él. Concretamente se perdió la evangelización de China por querer obligar al pueblo chino a pensar, sentir y actuar al modo occidental. 30506 Tal como el !:vangelio ha de llegar a todos los pueblos. así también el Evan- gelio ha de inftuir en todas las culturas, puesto que tanto el pueblo como la cultura son, al fin, el hombre mismo que en esencia es el objeto de la evangelización. En concreto, pues, puede decirse que la cultura ha de ser evangelizada, pero, en cierto modo de hablar, diremos que el Evangelio también ha de ser inculturi- zado, es decir, ha de presentarse conforme al modo de cada cultura. He aquí por qué es necesario que la predicación del Evangelio aproveche los valores existentes en cada cultura, los tome y los eleve al plano sobrenatural, tal como lo hace con el hombre mismo que, tomado a nivel natural es transportado al nivel sobrenatural -de humano a divino- puesto que en eso consiste su santifi- cación. Y la santificación de todos es santificación del pueblo, santificación, lógi- camente, de su cultura; perfeccionamiento, pero nunca destrucción de ella. Impregnar las culturas -saturarlas de Cristo y su doctrina- se consigue con la evangelización de los pueblos. Ni se trata de afectar la cultura, como no sea para enriquecerla con aportaciones culturales ajenas que respeten de ella sus valores y esencia, ni tampoco realizar un sometimiento de la cultura al Evangelio. Tampoco el Evangelio, para inculturizarlo, esto es expresarlo al modo de cada cultura, se ha de ver sometido a las culturas, sino que ha de conservar toda su fuerza y vitalidad según los principios que son obra de su Divino Autor Jesucristo. Paulo VI lamenta precisamente, que el mal actual sea la ruptura entre el Evangelio y la cultura, porque esto hace que en el hombre los valores humanos no se eleven al plano sobrenatural, que en la Cristiandad el hombre de hoy viva ajeno, alejado del Evangelio; que no piense como cristiano, que no actúe según los principios cristianos, que no lleve su vida, ni su desenvolverse y desarrollarse material y espiritualmente, atenciendo al Evangelio, porque del depósito de su herencia cultural ha sido eliminado el Evangelio. La evangelización ha desapare- cido del todo o en parte. Y esto va desviando la vida de los pueblos: los lleva una vez más al paganismo y todas sus aberraciones, del que la primera evangeliza- ción los había librado. Dice Paulo VI: así como hemos dicho que evangelizar al hombre es transfor- marlo desde dentro, llevarlo a un cambio o conversión interior, así al hablar de las culturas -que es hablar de los pueblos, puesto que son en esencia comunidades de hombres- es necesario hacer que las culturas se modifiquen, que sus valores, que su depósito de herencia, sean impregnados por el Evangelio. Pero esto sólo se consigue cuando el hombre -y por medio de él su pueblo-, se ha convertido, se ha evangelizado; hombre, pueblo y cultura se han encontrado con la Buena Nueva del Evangelio, la aceptaron, la encamaron en su moral y en su espirituali- dad, y esto ha ha influido en la dignificación de esa porción de la humanidad. Concluye el Papa que nunca se dará todo esto si la Buena Nueva no es anun- ciada. En efecto, si es el Evangelio el que ha de impregnar al hombre, al pueblo y c. la cultura, ¿cómo pued~ realizarse esto sin el anuncio y la proclamación del Evangelio? Son los laicos, en particular, los que tienen mayor oportunidad de pro- mover la cristianización de la cultura, la cual está íntimamente vinculada a la for- mación del hombre a través de los órganos de educación: escuelas, uniwirsida- 30507 des, academias; por medo de los medos de comunicación social debidamente encauzados a difundir el bien: radio, televisión, periódcos, revistas, etc. La cultura de un pueblo tiene como índce y expresión de su desarrollo todos estos medos. De aquí que ellos constituyan la vía de proclamación del Evangelio, y así podrán convertirse en medios de evangelización de la cultura. Pretendiendo los laicos comprometidos sanear las estructuras de la sociedad y los ambientes del mundo, no pueden dejar de lado y olvidar el aspecto cultural del que todos ellos han de beber como de una fuente común. Es importante para poder conseguir la evangelización que se quiere, estar consciente de la problemá- tica existente: 0 Debe protegerse la cultura de cada comunidad para que no vaya a perderse la sabiduría acumulada por los antepasados de cada pueblo. 0 Hay que promover y favorecer la expansión de la cultura antigua y de la mo- derna por igual, cuidando que no se hagan daño mutuamente ya que la prefe- rencia que se tenga de una sobre la otra puede perjudicarlas. Así como la cultura actual es riqueza viva, la herencia de los antepasados contiene altisimos valores. 0 Ha de cuidarse que el progreso de la ciencia y la técnica no afecten los valo- res culturales, espirituales y morales, pretendiendo sustituirlos con adelantos puramente materiales. 0 Siendo un peligro real la excesiva especialización en los conocimientos de la técnica y la ciencia, debe cuidarse que el hombre adquiera una arrplia visión de los valores, para que tenga una formación completa. Por el contrario, hay que evitar que' la excesiva especialización cierre las puertas de alguna zona de la cul- tura al hombre, de manera que éste quede sin posibilidad de cultivarse en deter- minado aspecto debido a que la especialización se lo ímj)ida. 0 Se impone la necesidad de vigilar que la cultura no sea puramente humanis- mo -<:iencia que únicamente contempla lo horizontal y terreno del hombre- ya que esto le impide la visión completa de su propia esencia, su trascendencia a la eternidad y su destino final en Dios. La cultura del hombre debe dotarle de un conocimiento equilibrado de su persona íntegra, y no sólo lo material de él. 0 El cristiano debe mirar por encima de la cultura humana la trascendencia de su ser hijo de Dios, su pertenencia a una comunidad, la cual no es sólo políti- ca o geográfica, sino ante todo espiritual y fraternal, corno que somos una sola familia por todos los hombres formada, a cuyo bien él se debe, por cuyo progreso tiene que trabajar, para lo cual, en suma, debe servir él de modelo y de instructor por medio del testimonio y la proclama del Evangelio. Paulo VI termina haciéndonos ver que la ruptura entre cultura y Evangelio ha sumido a la humanidad en un auténtico drama, en el que la ausencia de valores tales corno verdad, libertad, dgnidad de la persona, respeto a la vida, protección de la familia y de la sociedad en su conjunto, han casi desaparecido, sustituidos por el afán qe lucro, bienestar material, poder, fama y el engaño de que lo más importante p'ara el hombre se halla en esta vida, de donde se sigue corno conse- cuencia la despreocupación por alcanzar la vida eterna. Una vez. más, tenemos que proclamar la verdad del Evangelio para que brille la verdad en la oscuridad. 30508