COLECCION Ly
o "4
Una misteviosa explosién
lidadquecaracterizan al dereif2> 0005,
clic cs desruo 61 Boor te Liza i
del doctor Juan Francisc Laguna
cientos ais de hibernacion,
Esa novela de 1932-cs ina de las obras menos recorda-
clas de Osorio Lizarazo y una de las primeras incusiones de
Ja literatura colombiana enel género de lacencia icin,
zarazo, Jos
Hy que apreciar en la obra de Osorio Lizarazo la doctene
tact cientfca que informa el hilo de
cre a fuerzas dindmicas, seed:
nica y fuides minerals, patece que es:
—Pedeo Gémez Corns "Ua ib de Osorio Lizareze:Barrngula 2132
Murdo l Dia, Dogo nero 7 de 1933, p18.
En sus producciones anteriores, Osorio Lizarazo se habia
exhibido como una novelador francamente
Barranquilla 2132 es una
basada en hipéresis neta:
{..J] ha desplegado en
fantasfa y una inewicign posi
—Futuardo Castillo. “Los libros del ano’ Temps, ogo, dire 51
sen 978-955.99357
ii
A
19" 98% il
bea de para imaginaci
esfuerzo de infuturacion una
2
J.A,osoniouizarazo @La obta literaria y periodistica de
José Antonio Osorio Lizarazo es
tuna radiogeafia social de a vida co-
Jombiana del siglo xx. Nacié en el
afio 1900. Publicé numerosos ar-
ticulos.en prensa y mas de 20 libros
entre los que sedestacan: La casa de
la vecinded (1930), Hombres sn pre-
sente (1938), El dia del adio(1952) y
El camino de la sombra (ganadora
del Premio 2550 en 1963, publica-
daen 1965). Vivi6 algunos afos de
su juvencud en poe don-
de publicé Barnagguidle 2132. Eda
cada del cua, fi
rio gaitanisea Jornada
y 1960 vivid en Mg@FNE ATER A
Republica Domiiic amis BERSD com
Bogert en 1964,
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N=M=M==M=HlXe
= gessorcenLa ligera avioneta descendié casi verticalmente sobte las rui-
nas del edificio que minutos antes de la explosién elevaba su
mole sobre las aguas obscuras del Magdalena. Del diminnto
aparato aéreo, detenido suavemente dentro del radio que la
policia habia vedado al piblico, surgié el rostro conocido de J.
Gu, el repétter principal de El Sol.
—,Otra explosién misteriosa?
El jefe de la policfa, que dirigla el salvamento de los cadé-
veres se apresurd a responderle:
Nadie sabe cémo seorigind Eledificio se derrumbé como
si bubiera sido de arena. Gracias asu sivuacién aislada no se pro-
dujeron mas desgracias, pero los fragments de la construccién
han saleado a gran distancia, Yo creo que esto tiene conexién con
las explosiones ocurridas en Nueva York-y en otras capicales.parece tate
SeeSAREANQUILLA 202
grabado y descendtan luego a situarse en el punto preciso de las
Paginas del periédico. El mismo sistema era utilizado por los
cotresponsales de todas las ciudades y, as, desde Paris, desde
Tokio, desde Moscou, operaban los petiodistas, por medio de
sus maquinas perfeccionadas, centralizando la actividad en los
talletes de sus respectivas publicaciones. Cada vez que un suce-
s0 sensacional justificaba la nueva ediciSn, esta aparecta, no era
raro que los mismos periddicos de Barranquilla, mis modestos
que las vastas publicaciones de otros paises, hubieran lanzado
hasta veinticuatto ediciones en un solo dia.
Cumplida asi la primera parte de su carea, J. Gu abando-
né otra vez su avioneta y corné a mezclarse entre los policfas y
dobreros que removlan las ruinas intentando salvar las vidas de
las victimas. Como sus antecesores de hace doscientos afios,
J. Gu desplegaba una incensa actividad, quetfa verlo todo por
sus propios ojos y recogia las nuevas impresiones para lanzar
otra edicién quince o veinte minutos mds tarde. Le inquietaba
profundamente el misterio de estas explosiones y se propuso
colaborar con la policia en el descubrimiento del suceso.
Otros corresponsales recorrfan también las ruinas, Bsta-
ba alli el de La Hora M. Ba, amigo cordial de J. Gu Se reunie-
ron para comunicarse sus diversas impresiones y continuaron
andando juntos, bordande comentarios sobre el suceso sensa-
ional que acababa de desarrollarse.
El jefe de policia se aproximé a los dos amigos.
—Vengan ustedes. Hemos descubierco algo extraordi-
nario, Habfa un cadaver, un viejo cadaver emparedado en
los cimientos.
J. OSORIO LIEARAZO
Lo siguieron apresuradamente. Los agentes de salvamento,
recogiendo los escombros, habian encontrado un pequefio apo-
sento, cuyo aspecto revelaba que no habfa sido abierto desde su
construccién. En el centro de esta diminuta sala, que no media
ids de quince pies de longitud, estaba un ataiid de plomo cuya
parte superior parecta de vidrio. A través del cristal podia verse
tuna figura humana, envuelta en muikiples vendas y al parecer in-
tacta, Ademés de los reporteros habia llegado el famoso doctor H.
Vas, cuyas invescigaciones cientificas habfan llamado la atencién
en todo el mando, por la audacia de sus experimentos. A él se
debfa el descubrimiento del suero curativo del céncer, perseguido
por todos los sabios del mundo durante mis de quinientos aos.
— Pero esto es un cadiver?— interrogé J. Gu.
—Parece, en efecto, un cadaver, Este sepulero no figuraba en.
los planos del edificio. Hay algo extraordinatio en todo esto.
—;Pero qué supone usted?
—Es imposible avanzar ninguna explicacién. El edi-
io fué terminado a lo que parece en el ato 1940, hace
casi dos siglos y desde entonces debié ser colocado en este
lugar el arauid.
BI médico parecta intrigado, La figura humana se desta-
caba nitida, sus contornos se velan a través de Las vestiduras
con regularidad de lineas y no patecfa que la muerte hubiera
ejercido sobre aquel cuerpo su destructora accién.
Se condujo el atatid al avién del cientifico. Invité a los
reporteros:
~Vengan ustedes. Creo que esto vaa ser lo més sensacio-
nal de la explosién.Sees
Skee ae+
Cuando legaron a la clinica del doctor Var los periodistas J. Gu
yM. Ba, media hora mas tarde, el centifico, rodeado de eres ayu-
dantes, era presa de una tremenda excitacién. Los reporters des-
cendieron répidamente de la terraza al salén quirtirgico, donde
se hallaba el ataiid. Haba sido ya descubierto y sobre la mesa de
operaciones se extendia el cuerpo desnudo de un hombre mien-
tras que el suelo estaba leno de todos los vendlajes y fajas que mi-
nutos antes lo habian envuelto. El médico se ocupaba entonces de
inyectar por la nariz del yacente una corriente de aire cAlido, Sin
suspender su Labor se ditigié a ls reporters:
—Lean ustedes esos papeles que estan sobre la mesa.
Ambos se precipitaron. Eran dos hojas escritas a maqui-
na por el antiqufsimo procedimiznto. Con asombro leyeron
lo siguiente:Dr nee ae
SARRANQUELA 2192
—Debemos a la explosién este descubrimiento que des-
virttta todas las conclusiones de la biologia, Alabemos los ori-
genes de aquel siniestro, que nos ha puesto en contacto con la
maxima posibilidad cientifica de los ultimos tiempos.
El primer movimiento espontineo se efectué en los pérpa-
dos. Se agitaron levemente, se oprimieron con fuerza, se entre-
abricron y a través de las pestafias pudo verse la pupila brillante.
Por fin se abrieton por completo y los ojos efectwaron un ligero
movimiento de rotacién, que parecis fatigar al revivido.
‘Transcurrié otra media hora durante la cual el hombre de
costo siglo parecia dormido. La emocién habfa paralizado todas las,
gatgantas y nadie se atreviaa pronunciar una palabra. Bra la reali-
zacién de un milagro inverosimil que superaba todas las perspec-
tivas y que habfa sido considerado hasta entonces como una fan-
«asia irrealizable, Un hombre habia regresado del pretérito y trafa
consigo las sensaciones, los principios, los conocimientos de una
edad extinguida, Por fin el doctor hablé con voz estrangulada:
—Sile inyectiramos un poco de suero...
Bajo la influencia del liquido nutritive que penetré a la
sangre ya en circulacién, la vida se presenté definitivamente.
El hombre abrié del codo los ojos, los fjé con mirada incierta
en aquellos que lo rodeaban y agité los miembros con leves
movimientos contractiles,
—No ha tornado atin la actividad mental— conceptud
el doctor Var.
En efecto, el resucitado patecia no darse cuenta de nada.
No hizo ninguna intencién de hablar, ni uno solo de sus mo-
vimientos indicaba que comprendfa su retorno a la vida.
4.4, 080110 UZARAzO
— Pero logrard recuperar la razén?— pregunté con an-
gustia uno de los periodistes
—Debemos esperar. Es posible que actualmente se esté
operando una reaccién ansiosa en las ideas, Tal vez el milagro
no permanezca inconcluso.
Peto la actividad vegetativa y ain la animal parecfan haber
resurgido por completo. Los movimientos se hacian mas precisos
y todo indicaba que en las contracciones musculates presidia el
instinto, cuando no la voluntad, El hombre se limpis los ojos, res-
piré ruidosamente, movié las piernas y traté de incorporarse. Su
mirada permanecia perdida en el vacio, come la de los ciegos.
—:Quieren ustedes mantener en reserva todavia el ex-
petimento que acaba de realizarse?— sugitié el doctor Var
alos periodiscas.
—Si usted lo juzga conveniente, lo haremos.
—Les promero un informe documentado sobre todo
esto. Peto antes quiero ver si este hombre recupera la razén.
Dentro de veinticuatro horas podré comunicarles todas mis
observaciones, Serd este uno de los ms sensacionales aconte-
cimientos de la época.
Todavia los periodistas contemplaron largamenteal hom-
bre nuevo que incentaba ponetse en pie
—Lo Ilevaremos a un lecho donde lo trataremos adecua-
damente. Me consagraré de manera exchusiva a él.
Por fin, J. Gu y M. Ba partieron. Sus avionetas, que
habian quedado en la tertaza de la clinica, marchaban a
corta distancia y por fin se detuvieron sobre el décimo piso
del edificio de El Sol.leven 2 on ame+
Los petiodistas amigos descendieron al salén de recibo del
famoso clinico. Hallabase este en compaiia del retornado a
lavida, que parecia disfrutar del completo goce de sus faculta-
des, recuperadas durante las veinticuatro horas que acababen
de teanscurtit.
—Estoy sorprendido, amigos mfos— les dijo el doctor al
entrar. —Este hombre posee sus sentidos normales y nada de
su economia ha padecido durante la prolongada suspensién
de toda actividad viral,
El desconocido dijo su nombre:
—Juan Francisco Rogers.
¥ se aproxims a los periodistas extendiendo la mano,
on el viejo ademén galante, Peto ellos lo miraron sontien.
do, Luego murmuraron:DAREANQUILA 282
Interrogé:
—Pero e308 apellidos son nuevos, En mi tiempo no exis-
tian, ¢Son ustedes, acaso, de ascendencia china?
Dentro de citcunstancias normales, tl interrogacién hubie-
ra sido impertinente. ;Cémo se le iban a preguntar a un hombre
antecedentes familiares! Sin embargo, dispuestos aaceptat en st.
totalidad las impertinencias y las indiscreciones de la época pre-
téritaa que perteneciaaquel hombre y, sobre todo, preacupados
por instruilo sobre las nuevas costumbres, le explicaron:
—Verd usted. Si dijéramos nuestros nombres de hace un
centenar de aos, ese sefior se llamaria Jorge Gutiérrez y yo
Manuel Barreto. Podriamos agregar otros apellidas alos nues-
tros. Pero ahora tendemos ala simplificacién. Hemos abolido
todo lo superfluo en ademanes, palabras y movimientos. Para
auestras relaciones sociales somos simplemente J. Gu y M.
Ba. Para los actos oficiales, Hevamos el niimero de nuestra cé-
dula de identidad. El sefior es 26543 y yo 38693,
—Pero se presta a muchas confusiones...
—Por lo que hemos podido apreciat, ustedes complica
ban en exceso la vida... En las obras antiguas que conocemos
existen curiosidades y formulismos sorprendentes, Es indu-
able que la civilizacién nos ha hecho ganar mucho. ;Quiere
usted que vayamos a la ciudad?
—Estoy ansioso de reconocerla. Cuando ustedes gusten,
El doctor Var intervino:
—Este hombre no puede alejarse mucho. Antes de dos
horas es preciso colocatle una inyeccién. El corazén no late
con regularidad exacta y requiere algunos cuidados.
4 ‘Alcadia de Medetiin
Biblioteca pablica piloto
2.4. 080210 uzaKazO
Salieron. En la tervaza esperaban las avionetas, ligeras,
giles. Rogers subi al peqneiio aparato de J. Gu y poco des.
pués los dos volaban sobre el mar, a velocidad moderada, hacia
ta ciudad, quese perfilabaa unas cuantas millas al sur. Rogers
se asombré del silencio. Ni ruidos de hélices, ni trepidacio-
nes de motor. El aparato se deslizaba calladamente, como una
gran ave oceanica
—gDénde esté la hélice?— incerrogé Rogers.
—La hélice fue abandonada hace mucho tiempo. En el
museo existen algunos delos aviones que se usaron en su épo-
ca. |Qué incémodos y primitivos eran!
—Pero entonces la propulsién... Los depésitos de gasolina,..
—iAh! ¢Cree usted, acaso, que necesitamos un combus-
sible tan peligroso?
—Pero...
—Es la energia atémica la fuerza motriz que reemplaza los
Procedimientos antiguos. El motor consiste en un sencilla pro-
cedimiento quimico que descompone el aire en sus moléculas
clementales. Al propio tiempo en la popa del aparato, dentro de
los tubos cénicos que usted puede ver, se hace el vacio, Dentro
de ese vaclo estallan las moléculas del hidrdgeno, del oxigeno,
del helio, del nierogeno y de los otros gases que, al parecer, ya
eran conocidos en su época, Estas moléculas tienden a reunitse
de nuevo para constituir los cuerpos desintegrados en lacimara
quimica situada en la proa y su atraccién mutua desarrolla una
fuerza que dentro del vacio de la popa, impulsa el aparato.
—Mas esto slo podeé aplicarse a avionetas pequeiias
como esta...
25‘ARRANQUELA 292
Parece que fueron las primeras construcciones que le dieron
aspecto urbano a Barranquilla
Rogers tendia la vista. Grandes edificios de quince y vein-
te pisos ocupaban las mérgenes del rio, obstrufan lo que en su.
tiempo eran los cafios einvadian un extenso trayecto.
—;Cuintos habitantes tiene hoy Barranquilla?
—Casi un millén. En su tiempo?
—En 1932 tenfa algo més de ciento cincuenta mil, Nos
crefamos una gran ciudad.
La avioneta gir6 lentamente en torno de la ciudad. J. Gu
se contagiaba de la emocién que posela a Rogers, Con los ojos
brillances bumedecidos, a punto de echarse a Hlorar, Rogers
contemplaba el panorama de terrazas y murmuraba, como si
estuviese florando en un ensuefio:
Esco es Barranquilla... Barranquilla...
2
+
—Estas son las ruinas del edificio donde usted se habla sepul-
tado— dijo el periodista.
Abajo aparecia el montén de escombros, junto al rio. La
avioneta se cernid sobre ellos, lentamente. Los pedazos de con-
creto ostentaban, como nervios, las varillas de acero retorcidas
por al explosivo, A los lados del sitio desolado y tragico, se ex-
tendian los arenales 4speros que en otro tiempo fueron panta-
nos. Més abajo y siguiendo otra via, mostraba su pintoresca si-
tuacién el barrio de Las Flores, primera visién del puerto desde
Jos antiguos trasatlnticos que anclaban en el Magdalena.
—gEs ahi?— progunté Rogers. a oémo ocurrié dl siniestro?
El petiodisea le dio una completa informacién,
—Hay un misterio en esto. En otras ciudades han
ocurrido idénticos acontecimientos. Hace cinco dias fuesaneanquiuna 2192
—Si. He visto algunas fotografias de la época. Las mu-
jeres se ponfan grandes faldas, que se abrian en cftculos de
dos 0 tres metros. Los hombres usaban pelucas blancas y un
pantalén corto...
—No. Eso era antes de mi tiempo. Mucho antes. Usted
confunde... Aquello acontecfa hace como cuatrocientos afios.
En el siglo xx se proyectaba la posibilidad de identificar los
trajes hacia el desnudo.
—Segiin creo, el nudismo florecié hacia el aio 2000.
Durante la gran crisis de la civilizacion ocurrida entonces, los
hombres y las mujeres llegaron a andar desnusdos por las calles.
Algo he leido sobre esa gran crisis, que fue considerada como
el final definitivo de una civilizacién. Mas tarde le mostraré
algunos libros que sobreviven. Hay varios en la biblioteca de
ELSol. Son muy interesantes y en ellos se estudian los antece-
dentes y las consecuencias de la crisis del aio 2000,
2 no hay restaurantes? Yo quisiera...
Restaurantes? Qué es eso?
—Lugates donde se comia, se bebia...
—Chir,
Qué pasa?
—No diga usted eso. Por lo menos no lo diga donde le
puedan oft.
—Por qué?
—A veces olvido que estoy hablando con un hombre de
otto tiempo. Si usted me permite hablar con libertad y sin
pretensiones de censutar respetables costumbres de los siglos
pasados, creo que ustedes comfan en piblico...
32
J. Of010 UZARAZO
—Asies. Comfamos en todas partes.
=Y ademis, celebraban todos los acontecimientos co-
miendo, Habia algo que llamaban banquetes...
—Es verdad. Con un banquete se manifestaba el rego-
cijo por un suceso afortunado, se saludaba a una persona
distinguida, se...
—Si. Pero ahora no se puede comer en piblico. Com-
prenderd usted que comer es el principio de la digestién y us-
ted sabe cndn grosera y repugnante es la digestién. No es po-
sible ofrecer la perspectiva de una digestién a las personas que
nos rodean. Es preciso hacerlo en silencio, en un recogimiento
incimo, como se hacen todas las cosas sucias. Hay comederos
reservados en algunos sitios, pero no es de buen gusto pene-
trar en ellos. Si usted puede resist lo Ilevaré a El Sol, Alf
puede estar tranquil, cierra su puerta y comerd y beberi sin
que nadie se de cuenta de ello, Lo desea?
—Si. Pero podemos andar ain otro rato— insinud Rogers.
—Entonces no hablemos més de ello. Es lamentable que
sea preciso aludir con tanta fiecuencia a las estuipidas necesi-
dades de nuestro organismo.
—En mi tiempo se hablaza de la posibilidad de sustituir
las viandas por pildoras...
—Tal ensayo— dijo el periodisea —que hubiera simplifica-
do mucho [os usos de la actualidad y que hubieta disimulado lo
tepugnante de la ingurgitacién y de la digestién, fracas6. El or
ganismo humano es de tal suetce imperfecto, que sin el vientre
lleno no es posible la existencia. La alimentacién por pildoras
atrofiaba el estémago y todo el sistema se quebrantaba, No era
33BARRANQULLA 2192
—Pero menos exacto.
—¥ qué es la exactitud? La exactitud es uno de los conceptos
més relativos. Ahora, después deinconrables conclusiones, nuestros
sabios nos han ensafiadoa no concederle la maxima importanciaa
Jaexactitud. Nia la exactitud histérica ni ala metafisica.
—Posiblemente tenga razén. Catezco de argumentacio-
nes. En mi tiempo, seguramente hubiera podido dominarlo
con unas cuantas frases. Peto todo esto es tan asombroso, tan
seductor, tan sencillo, en realidad, que estoy anonadado,
—;Ve usted? Se va posesionando del presente...
Mis tarde salieron, Rogers se sentia fatigado y hambriento.
Pero no se atrevia a manifestarlo de nuevo. Sabfa ya que comer
cera una de las més repugnantes funciones del organismo. Bl pe-
tiodista lo conducia hacia las oficinas de El Sol. Por el camino,
seguido con la misma parsimonia solemne que al principio, en-
contraban cuerpos flexibles, giles, de mujeres jdvenes, envuel-
tos en el sencillo indumento que solo diferia en los colores y
en deralles de escasa significacién. Algunos iban ornados con
pendientes y abalorios. Otros eran simples y de Iineas rectas.
Rogers las miraba deteaidamente y alguna vez gird el cuerpo
para contemplar Ia euritmia de una marcha silenciosa.
—;Pero qué hace usted?— le inerepé el periodista,
—zCémo se atreve usted, en plena calle, a ostentar el predomi-
nio del animal que lleva consigo? :Pero es que usted est confor-
mado de una sustancia mas brutal, mds sucia que la nuescea?
—Las mujeres en mi tiempo eran la razén suprema de la
existencia. ;Cudntas locuras se hacian! Y estoy impregnado, lo
confieso, del mismo espiritu.
1A. @S0NOUEARAEO
Bs preciso que se acomode usted a la época. Conozco
algo de esa literatura escandalosa y ruin de su siglo. Se divi-
nizaba el amor. Se situaba sobre todos los otros sentimientos..
Se embellecta la mas abyecta de las pasiones, Se ensalzaban
los sacrificios canallas de las mujeres por los hombres y los de
estos por aquellas, Se afirmaba jch infamia! Que el amor es la
mas noble de las pasiones y en alguna parte llegé a decirse que
aproximaba al hombre a Dies.
—,Peto es, acaso, que las mujeres han descendido de su
pedestal? Es que ahora son unas pobres bestias, unos pobres
seres anulados?— inquirié Rogers.
—Lejos de ello: la mujer se ha dignificado, sustrayéndose
a las groseras codicias de los hombres. Dejando de ser el amor
el sentimiento escencial, descendiendo a su justo lugar radi-
mentario, ahora la mujec comparte las inquietudes, las aspira-
ciones, los trabajos mismos del hombre.
—Pero era mis sagrada la mujer cuando permanecfa en
lo recéndito del hogar...
—Le confieso que en mis horas de ocio me he preocupa-
do por estudiar, un poco mis que el estado de la civilizaci6n
simplemente fisica del pretérito, el de la moral. Con mi amigo
M. Ba hemos leido varias obras sobre la capacidad psicol6gi-
ca de los hombres de hace doscientos o trescientos aiios. En
efecto, la mujer permanecte encetrada en el hogar. Pero no
era el tributo del hombre lo que recibia. Era su dominacién lo
que soportaba. La mujer estaba como uno de los muebles, ¢s-
perando la hora de prestat un setvicio. El hombre le retribuia
con la alimentacién, con el vestido, con jayas, unos servicios
a7DARRANQULLA 2182
todas las diferencias entre su siglo y el actual, de obtener una
conclusién definitiva acerca de la superioridad de los nuevos
sistemas sobre los que predominaban en su lejana existencia.
Les dos periodistas, que con independencia de la policia
efectuaban una silenciosa investigacién sobre las explosiones
gue los habfan preocupado y que habian destrnido numero-
808 edificios, perseveraban en sus gestiones, Rogers constituia
para ellos un objeto de estudio y avidos de conocimiento, gus-
tabales dialogar con él. Resultaban de extraordinario interés
sus teorias y sus costumbres cetrasadas, su temperamento
y su psicologia de hombre del siglo xx, frente a las maneras
ultramodernas de que los periodistas eran representantes. Si
bien las indicaciones de Rogers no eran ciertamente preciosas
en sus pesquisas, lograban, mientras las seguian, avanzar sus
apreciaciones histéricas.
Habian establecido, cle manera rorunda, Ia existencia
de una mano delincuente en los siniestros ocurtidos. Las
noticias de la vispera revelaban Ja destruccién de un gran
avién trasatlantico, que habfa escallado en el espacio como
una bomba, sin que se hubieran logrado establecer en forma
alguna los motivos del accidente. Bl avién pertenecia a la li-
nea ParisNueva York, su destruccién habia ocurrido sobre
el océano, Los fragmentos de la gran nave aéren desapate-
cieron antes de que hubiera sido posible practicar ninguna
observacién, El fenémeno fue presenciado por otros avio-
nes que seguian la misma ruta y formaban parte del servicio
permanente —un avién salfa de los puntos terminales cada
dos hotas y conectaba con otros, en cada ciudad, para todos
wr
los puntos del globo— que desde hacia varios afios se habia
establecido entre los dos continentes.
@Pero cudl era esa mano? Cémo se producian esas tre-
mendas explosiones? Eran, acaso, provocadas a distancia, por
medio de las maravillosas ondas etéreas? ¢Consticufan, quizis,
Ia aparicién de una nueva fuerza, ain inexplotada, eapturada
pot el hombre de la naturaleza? :Habia un genio prodigioso,
que se ocultaba en la sombray al que era preciso descubrir?
Discutfan intensamente estos puntos los dos periodistas.
La imaginacién de Rogers, que los escuchaba, comodamente
sentado en los sillones de El Sol, laboraba intensamente, Aho-
ra todo, hasta los mas complicados ensuefios, eran posibles,
Se habia viajado a Marte?
Lo pregunté, No, Todasia no se habfa logrado la comu-
nicacién interplanetaria, Pero se avanzaban ensayos, se efec-
tuaban estudios, se habia llegado al convencimiento de que
Marte y Venus, los dos planecas més préximos ala tierra, es-
taban habitados. No habia sido posible, atin, sin embargo, en-
contear la fuerza necesaria para el transporte, en un viaje que
debia prolongarse por dos o tres meses, a la velocidad minima
de cincuenta mil kilémetros por hora.
Ya se ha alcanzado esa velocidad y atin se ha supera-
do— le explicaron. —Peto no ha sido posible sostenerla por
tun tiempo indefinido.
—Se aseguraba— exclamé Rogers —que dentro del ya-
cfo celeste, el veh{culo podfa continuar desarrollando indef-
nidamente la velocidad adquirida en la atmésfera terrestre. Lo
esencial era la orientacién,
ASe habfan multiplicado prodigiosamente y la poblacién de
a tierra era casi de diez mil millones. Las maquinas habian
cetminado por desalojar a los obreros, las maquinas lo ha-
cfan todo. Pero no era posible obtener lo que hactan las m4-
quinas. Las antiguas teorias habian establecido que los hom-
bres podrfan encontrar la felicidad definitiva cuando no les
fuera preciso trabajar, cuando todo pudiera lograrse mecé-
nicamente, cuando por tal causa los precios de los objetos se
pusieran al alcance de los mas miserables, Pero no pudieron
evitar que un dia las m4quinas constituyeran la desventura
definitiva, Por infimo cue fuera, todos los productos tenian
un precio y no era posidle obtener ninguna suma de dinero.
Los pueblos se negaron a pagar los impuescos, los gobier-
nos no pudieron sostenerse, sobrevinieron las revoluciones,
los asaltos, la anarquia. Se proclamaban nuevas doctrinas
de gobierno, los obreros incendiaban los calleres mecénicos,
ahorcaban alos propictatios, destruian las ciudades. Por to-
das las regiones del planeta existia la desolacion y se vertia
la sangre. No era guerra de fronteras ni de nacionalidades.
Era [a revuelta del hambre. Los jefes de las milicias, que
disponian de grandes provisiones de gases y de materiales
bélicos, lograron establecer effmeras dominaciones, que
desaparecieron en cuanto sus mismos soldados se mezcla-
ban al desconcierto universal, Fue, como lo definié un céle-
bre historiador, la rebelién del hombre contra la maquina.
Los cadaveres insepultos produjeron las mas terribles epi-
demias y la tierra amenazé con quedarse despoblada. Pare-
cla haberse apoderado del mundo una locuta formidable,
JsAsOf0NOUZABATO
Fue la bancarrota de una civilizacién. Los pueblos se mez-
claban unos a otros, emigraoan en direcciones opuestas, en
busca de ambientes nuevos y cada tribu, cada niicleo que se
canjeaba, venfa a engrosat las ilas de los rebeldes de todos los
paises, que tampoco obedecian a un plan ni habfan podido ser
controlados, como ocurrié er las pequesias revoluciones de los
siglos xvii, x1x y Xx, por una o dos voluntades supremas.
Alli perecié toda la civilizacién antigua.
Se asombraba Rogers de la descripcién inverosimil. Los,
hombres de su época se mostraban wfanos con su civilizacién,
tenfan la certidumbre de poseer la verdad definitiva, estaban
seguros de tender hacia su dicha perdurable, establecfan ilue
siones fantésticas con imperturbable seriedad. jY todo eso
descansaba sobre el error, sobre el vacio, sobre la nada!
—De ese bautismo de sangre— continud J. Gu —salié el
mundo rejuvenecido. La poblacién habia mermado en varios
miles de millones, nuevas costumbres, nuevas teorfas comen-
zaron a esbozarse sobre las ruinas de las anteriores, un nuevo
sentido, més humano, de la mecéinica, fueimpregnando el am-
biente, principios inéditos de fisica se descubrieron, todo tuvo
tuna aplicacién més sensata, mds perfecta, més simplificada,
Poco a poco empezaron a constituirse otra vez las autorida-
des, pero los viejos sistemas egofstas habian desaparecido. Ya
no eran las antiguas naciones encerradas en fronteras invul-
nerables, que los fabricantes de mapas sefalaban con diversos
colores pata el perfecto aislemiento. Todos los procedimien-
tos de la politica habfan desaparecido en ese gran naufragio.
Era un mundo nuevo.BARRANQUILA 232
ampliar sus pequefias apreciaciones. Se desesperaba ante un
hecho evidente: la concepcién fisica y material de la civilizacién
no habia sido cergiversada, Para este aspecto del progreso, la
teoria de lo indefinido no habia fallado, Ahota se aprovechaban
fuerzas que sélo se habian presentido en su sigh, se utilizaban
miiples elementos de su época, No existfa ya el afin de cono-
cimiento y la curiosidad por los origenes de todos los fenémenos
se habia amenguado, Lamujer habia descendido de su pedest:
el viejo ideal que fundamencé el arte durante siglos habfa des-
aparecido. El sentimiento admirativo era delincuencia, como
era repugnante y de mal gusto comer en piblico, La mujer
no era lo que antes, Se inventaron nuevos aparatos mecinicos
como cooperadores de la vida humana, se concedia al confort
y ala facilidad en los transportes una importancia primordial.
Pero el espiritu, la concepeién de los principios fundamentales,
la moral, la metafisca, ls ciencias especulativas habfan sufrido
una alteracién que no era proporcional al progreso fisico. La
ascensién, en este sentido, no habia observado leyes de ninguna
especie y, en cierto sentido, la vida que ahora empezaba a descu
brie se le antojaba primitiva, absurda como un retorno.
Habiase entregado siempre ala meditacién y ala deduccién,
Todo debia tener un origen y era preciso encontrar ese origen.
Sobre esto fundamentaba su pequetia sebiduria de hombre del
siglo antepasado y, persiguiendo tales finalidades, no se sentia
por completo dentro del espititu de la época, sino que le pare-
cfa vivir ala manera de ls filsofos contemplatvos. Sus estudios
rnédicos pucieron ser amplios, pero nunca pensé extraer de ellos
utilidad directa. Tenia una renta apreciable que le permia vivir
tranguilamente y dedicar su tiempo a las investigaciones cient\-
ficas. Asi habfa logrado descubrir la férmula que, ensayada en
varios animales domésticos, le permitia ahora la prodigiosa revi-
viscencia, Pero habia encontrado un concepto distinto dela vida,
‘Mileiples preocupaciones que en otro tiempo fueron fundamen-
tales se habian desvalorizado y el amor, la beneficencia, las rela-
ciones sociales, todo lo descubria mudado en forma no previsca
jams, La cultura le parecia superficial e inexpresiva, si conside-
taba a los petiodistas, los finices hombres del nuevo mundo con
quienes habfa departido, come representantes de ella, Por otra
parte, la mujer no era ya una expresién del entero anhelo de la
belleza: era un individuo. ;Qué ideal entonces, embellecia la vida
de esca gente, que empezaba a parecerle absurda y sosa?
Queria aclarar todo esto. Pero no se atrevia a exteriorizar
sus sospechas de que la vida espiritual de su siglo hubiera sido
ids intensa, mas bella, més armoniosa que la actual, relajada
por una inexpresiva severidad.
Interrumpié sus meditaciones cuando escuché la voz del
doctor Var:
—Venga usted. Creo que podré ofrecerle una sorpresa.
Usted que es médico apreciaré mejor esto.
Miré a todos lados. Estaba solo. Pero en un extremo del sa-
én, una pequefia pantalla de vidrio esmerilado reflejaba, como
la imagen de una cémara obscura, una escena movil, Rogers se
aproximé. Reconocié al docter Var en medio de un grupo de
cuatro personas, que se inclinaban sobre una mesa dle operacio-
nes, El médico levanté la cabeza, le dirigié una sonrisa discreta
y su voz Auyé, sonora, de sus labios empequefecidos:
aSie
Satta
Eaereaetennsannanqui.a 292
—No esta mal.
—;Utilizan los mismos métodos que en mi época? ;Pero
es que la medicina no ha prosperado?
Sonrieron. Después, una cuchilla expecta rasgé el pecho
del yacente
—:Un enfermo?— pregunté Rogers.
—No. Un muerto— respondié el doctor Var, que parecta
més condescendiente que los demas.
—Un muerto? s¥ qué van a hacer con él? guna autopsia?
—No. Le explicaré. Este hombre acaba de fallecer. Como
usted ve, atin conserva calor, Una cortiente eléctrica, transfor
mada por aparatos especiales, mantiene constante la tempera-
tura y los érganos en vitalidad perfecta.
—;Pero con qué objeto? Para hacer estudios?
—No. Para hacer transplantaciones.
—sTransplantaciones de drganos?
Si.
—Conozco la teoria, La expresé, en mi tiempo, el doctor
Alexis Carrell. Pero los érganos trasplantados eran absorbi-
dos por los jugos del cuerpo y jamés se logtd remediar este
inconveniente. Bl experiment parecia condenado al fracaso.
—Pero no logré usted mismo una suspensién de las ac-
tividades vitales de sus Srganos?
—Es verdad, Pero no es lo mismo,
—En cierso modo sf. Este hombre perecié en un accidente.
‘Sufrié una caida que le ocasioné la muerte. Pero sus érganos in-
terns, el corazén, los rifiones, los pulmones, el est6mago, fun-
cionaron con perfecta normalidad hasta el tiltimo momento,
32
4: A. OS0NO UEARAZO
‘Ahora podremos conservar esos érganos, durante algiin tiem-
po, conel fin de reemplazar uncoraz6n, un rifién oun estémago
enfermos, cuya deficiencia ¢s origen de muerte. Fue vencida la
facultad de absorcién de los cuerpos extrafios. Ahora los érga-
nos se inmunizan contra ella y, después de una pequefia crisis,
deun perfodo cicatrizante, el estémago trasplantado empieza
prestar sus servicios con gran regularidad.
iW cbmo se conservani
—En una solucién guimica, a base de sustancias nuttitivas
para las células vitales. Como usted sabe, se conoce Ja compo-
sicién intima de las células de cada uno de los tejidos corpo-
rales y, por consiguiente, la proporcién exacta de elementos
qaimicos que requieren para la perpetuacién de su capacidad
vital. Bs preciso, ademds, conservar la cemperatura adecuada,
produciendo, en ocasiones, estadas transitorios de Fiebre, a fin
de aumentar determinadas diminaciones. De esta suerte, los
Srganos se mantienen siempre dispuestos para la operacion.
—Pero para trasplantar el corazén tiene que interrum-
pirse la circulaci6n...
—No ée interrumpe. Se reemplaza transitoriamente el
miisculo cardiaco por una bomba de funcionamiento mecé-
nico, que produce exactamente los efectos dela sistole y de la
diastole, Llevando la sangre 2 todos los miembros, paseéndo-
la por los pul mones, efectuando, en fin, todas las actividades
que usted conoce. Entre tanto, se van soldando los nervios, las
vyenas, las arterias y, después, impulsado por movimientos de
origen externo, el coraz6n comienza a sustituir poco 2 poco
ala pequefia bomba artifical. Bsta operacién tequiere unas
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perdian entre la muchedumbre, trazaban graciosas pard-
bolas, describian féciles figuras geométricas.
Y todo esto en silencio, Silbaba el aire tenuemente cuan-
do una avioneta pasaba a su lado, Pero ni los rugidos de las
viejas hélices, ni las trepidaciones de los motores turbaban la
solemnidad de aguella agitacién.
Era entonces cuando Rogers saboreaba con plenitud la
grandiosidad del mundo que descubria. Quizds tuviesen ra
z6n los que censuraban la complicacién absurda de que se ro-
deaba la vida en los iilkimos siglos, cuando hizo ircupcién la
‘mecanica como una invasion de barbaros. Ahora solo se apro-
vechaba de esa ingenieria opulenta aquello que contribuyese all
bienestar efectivo, a la simplificacién de la vida, al confort sin
exageraciones sibariticas,
Debajo de la cabina se extendia la ciudad. Trenzaba
sus calles en escuadras, formando paralelogramos casi per-
fectos. Emergia una vegetacién miserable en las avenidas,
limitadas por las fuertes construcciones de acero y cristal
gue constituian la tltima palabra de la arquicectura, que
daban armonia y agilidad al conjunto y permitian un leve
imperio de la fancasia, Por las dos otillas del rio hasta su
fasién con el mar se excendian los antiguos muelles de con-
creto, 2 cuyo borde Ilegaron las histéricas embarcaciones
de todos los paises, en los dias remotos en que el vapor era