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1º Evaluación Lenguaje

Estudiante:

Curso:

Fecha: 19/12/2023

1. Acuérdate de mí

Llora en silencio mi alma solitaria,


excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual lumbrera,


que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede aniquilar.

¡Acuérdate de mí!… Cerca a mi tumba


no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito


rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.

Lord Byron

¿Qué características del hombre romántico se pueden identificar en el poema


anterior?

A) Describe con detalle aspectos populares o asociados a las costumbres.

B) Aborda la realidad desde el conocimiento objetivo de los hechos.

C) Otorga especial importancia al recuerdo de los seres amados.


D) Expresa sentimientos de nostalgia y melancolía.

2. La nieta del brujo

Mi abuelo materno nació con una sonrisa tatuada. No era una carcajada, sino una
sonrisa de niño jugando en ese rostro anciano.

Los antiguos siempre buscaban un nombre apropiado al nacer, tengo la convicción que
a él lo llamaron Ayiwün. A los veinte años fue arreado al servicio militar, allí su
nombre fue cambiado por Juan, nunca fue de su gusto un nombre de santo y jamás
habló de su nombre antiguo.

Mi abuela María, su mujer, por el contrario, la conocí amarga como natre. Mis once
años me decían que cada surco en su rostro era una profunda huella de discriminación
escrita en su cara.

Mis abuelos maternos eran williche; vivían en la montaña de Alerce, en medio de los
árboles milenarios y tierras vírgenes, donde no era extraño ver pasar al puma en el
rescate de su gato. Ese año, la naturaleza me regaló un verano inolvidable, que el
germen de la memoria, después de tantos años, hace brotar.

Salimos de la ciudad de Osorno al amanecer en tren, mi abuela y yo. Tiene que haber
sido medio día, porque el sol jugaba a trepar directamente por los escalones de mis
trenzas, cuando nos encontrábamos en Alerce. Alerce era el pueblo más cercano a la
casa de mis abuelos. Desde allí tendríamos que viajar el medio día restante. Mi curiosa
niñez se empinó para mirar el pueblo, no tenía iglesia ni plaza. Ese día vi la figura
amenazante de un cura y un alcalde paseándose, como un "Cuco", por la línea del
horizonte. Su calle principal, la única donde solo espíritus de Machi, Lonko y guerreros
de antaño salían a caminar. Los imaginé bailando bajo el sonido de sus rukas
derrumbándose.

No sé de dónde apareció la polvareda, pero un camión avanzaba por esa calle


arrastrando un quejido de tuercas. La carrocería de madera nos acogió con su propio
olor a deshechos de ave y animal. Amarré mis tripas con un chicle de menta cuando
quisieron escapar. Creo que aluciné con el olor, porque al momento de comer mi abuela
sacó de un canasto dos enormes tortillas, el mal olor se hizo flecha, salió de mi nariz,
atravesó el apetito y mi lengua empezó a deshojar las migas de pan. Nunca he vuelto a
comer panes tan buenos.

-Se terminó el camino -dijo mi abuela.

Pensé que el olor también le había hecho efecto a ella. Tenía entendido que los caminos
nunca terminaban, porque uno los va abriendo. Analizaba el estado de mi abuela
cuando el pioneta abrió la puerta de la carrocería.
Di un salto de la realidad a la magia, del infierno al paraíso: era la selva. Nítidos
aparecen los árboles milenarios ante mis ojos y mi abuelo sentado en sus raíces, como
un duende al acecho con su eterna sonrisa al final de ese camino.

Un cielo verde se balanceaba sobre mi cabeza, traté de ver el sol, pero solo vi sus rayos
que atravesaban las hojas que caían por las rendijas del cielo, formando una mágica
cascada de lanzas doradas, donde miles de insectos se bañaban dando un colorido que
el hombre aún no ha podido mezclar. Una sola persona no pudo haber logrado tanta
pureza, y como niña williche que era, pensé en los cuatro puntos cardinales, solo ellos
con su fuerza pulieron tanta belleza.

Mi padre me había enseñado a pedir permiso al río y al mar para bañarme. Cuando
chica, él me enseñó a conversar con el mar, hizo que colocara mis dos manos sobre las
olas y le hablara como si fuese mi padre, con respeto y cariño. Así, las aguas y sus
habitantes serían generosos conmigo al tropezar con algún problema dentro de su casa.
En esa época, mi padre me contó la historia oral de nuestro "Taita Wentriao", espíritu
bueno que vive en la costa de mi tierra williche. Sus palabras no eran nuevas, habían
sido escritas en su memoria por los abuelos de sus abuelos, por eso los williche no
olvidan al "Taita Wentriao".

Ahora, un verde mar alzaba sus olas de musgos y enredaderas ante mi mirada. Traté de
elaborar un puente de oraciones, no sabiendo qué decir, cerré los ojos y levanté los
brazos agradeciendo a todas las fuerzas de la tierra, por permitirme entrar a una casa tan
SAGRADA como el río o el mar. Agradecí a la naturaleza porque tenía guardado ese
paisaje como un tesoro, ahora se lo regalaba a mi corazón. Tan llena de vida me sentía,
que muy despacio abrí mis ojos para comprobar que no estaba soñando.

Allí estaba mi abuelo... Y me largué a reír. Me reí casi hasta tener dolor de guata. Mi
abuelo tenía una carreta sin ruedas. La curiosa risa empezó a buscar por los alrededores
las ruedas. Una tremenda duda me vino a la mente, recordé los cuentos de mi madre, de
brujos y duendes, volando sobre el campo... Esperé a que los bueyes se pusieran en
movimiento...

-Viloche se llama esta carreta. Vilo significa culebra; che, significa gente- dijo mi
abuelo, al descubrir mi intrigada sonrisa.

Luego de andar un rato, la risa se convirtió en un curioso entendimiento, las raíces de


los árboles eran verdaderos obstáculos por la huella del camino y los bueyes más
parecían gatos subiendo y bajando entre los pies de estos gigantes llamados Alerces. Lo
más curioso: aún la carreta serpenteaba. De esa rara mezcla venía su nombre.

La montaña me enviaba mensajes que no logré entender. Pájaros que nunca antes había
escuchado cantar. Mi abuelo, con su entendimiento recogido en la naturaleza, me iba
enseñando un nuevo alfabeto, que no es tan distinto al de mi tierra, solo hay que saber
interpretar el lenguaje de los pájaros. Posteriormente, cuando llegué a mi casa, le dije a
mi padre que era bilingüe, porque había aprendido el lenguaje de los habitantes de la
sagrada montaña del sur.
Yo no me subí a la carreta. Sentí miedo, podía volcarse, la vi como un trineo gigante.
Luego de andar unos kilómetros y ver a mi abuela que no se le movía ni un pelo, más
parecía una estatua sobre ella, decidí embarcarme.

Graciela Huinao (fragmento) Ediciones Caballo de Mar 2007.

Ayiwün Sonriente.
Natre Árbol medicinal autóctono, sus hojas y ramas son muy amargas.
Wiliche Gente del Sur. Willi: Sur che: gente.
Machi Principal guía espiritual del pueblo Mapuche.
Lonko Jefe de una comunidad mapuche. En mapudungun lonko= Cabeza.
Taita WentriaoPropio de la religiosidad williche.

¿Quién era el "Taita Wentriao"?

A) Uno de los nombres que le daban los williche al mar.

B) Uno de los apodos con el que llamaban al abuelo de la narradora.

C) Un machi williche que hacía brujería y que habitaba en la costa de la tierra del sur.

D) Un espíritu bueno perteneciente a la religiosidad williche y que habita en la costa de


la tierra del sur.

3. El dedo.

Un pobre hombre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Este tenía un poder


sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejaba de las
dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se
convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero este se lamentó de que eso era muy poco.
El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó
al ladrillo de oro. El amigo insistió que ambos regalos eran poca cosa.

-¿Qué más deseas, pues?-le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.

-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.

Feng Meng-lung.

¿Qué característica del amigo determina el desarrollo de la historia?

A) Su riqueza.
B) Su ambición.

C) Su generosidad.

D) Su prodigiosidad.

¿Por qué el pobre hombre quería el dedo de su amigo?

A) Porque creía que el dedo estaba hecho de oro macizo.

B) Porque creía que con ese dedo podría convertir cosas en oro.

C) Porque creía que sus dificultades en la vida eran demasiadas.

D) Porque creía que los regalos que el amigo le dio eran poca cosa.

4. El pergamino de la seducción (fragmento)

Lo más extraordinario de mis semanas en el internado, luego de que se derrumbó el


muro que me separaba del mundo de los adultos, fue darme cuenta de lo que la
individualidad genuinamente significaba. Dentro del entorno de mi mente y mi cuerpo
yo era reina y soberana y disfrutaba de la más absoluta libertad. Hasta entonces, la
libertad para mí había sido un concepto más bien intangible, puesto que eran otros
quienes tomaron decisiones en mi nombre. Ahora, sin embargo, la noción de libertad se
me revelaba en todo su esplendor. A los demás podía parecerles que yo continuaba
siendo la colegiala que iba con los libros bajo el brazo de un aula a la otra, pero en mi
interior el paisaje era totalmente diferente. Por primera vez me percataba de la amplitud
del horizonte de mis posibilidades y esta nueva conciencia traía aparejada la sensación
física de respirar a todo pulmón y de ocupar más espacio sobre la tierra. Me fascinaba
la idea de mi propia impenetrabilidad, de que nadie tuviese acceso al sonido de mi
mundo interior. Me maravillaba la cantidad de información, opiniones, percepciones,
ideas y proyectos que podía albergar sin que nadie sospechara cuánto se movía tras la
estable fachada de mi rostro. La soledad a la que me obligaban mis secretos me parecía
un precio irrisorio que pagar por la propiedad privada e inviolable de mi intimidad. En
el salón de estudio, sostener sin inmutarme la mirada indagatoria de madre Luisa
Magdalena era mi mayor reto. La monja tenía su intuición y aunque no se lo admitiera
ni a sí misma, su delicada pantalla de radar le indicaba disturbios a mi alrededor. Ella
no podía dar la alarma, sin embargo, mientras yo continuara obteniendo buenas notas,
cumpliera con mis deberes y no le ofreciera evidencias que justificaran su inquietud.Y
yo ya logré recuperar el paso académico luego de trastabillar las primeras semanas del
semestre. Me daba pena ver a madre Luisa Magdalena azorada por la distancia que
crecía entre nosotras, pero yo no sabía qué otra cosa hacer para protegerme del poder
que su cariño le confería sobre mí.
Belli G. El pergamino de la seducción (fragmento).

De la lectura del texto se puede inferir que Luisa Magdalena era:

A) La madre de la protagonista.

B) La abuela de la protagonista.

C) La directora del internado.

D) Una monja del internado.

Según el texto, luego que se derrumbara el muro que la separaba del mundo de los
adultos, ¿de qué se dio cuenta la protagonista?

A) De lo encerrada y reprimida que se encontraba antes de entrar al internado.

B) Del valor de las experiencias que vivía por primera vez en el internado.

C) Del poder que tenía sobre ella la madre Luisa Magdalena.

D) Del verdadero significado de la individualidad.

¿Cuál es la idea principal del relato?

A) La estrecha, afectuosa y sincera relación de la protagonista con la madre.

B) La vida de la protagonista, al contar detalladamente su propia experiencia.

C) La dificultad que la protagonista había tenido las primeras semanas del semestre.

D) Las sensación de libertad que experimenta la protagonista, luego de entrar al


internado.
La trama

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por los impacientes
puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su
protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío!
Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos
después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros
gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta
sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que
muere para que se repita una escena.

Jorge Luis Borges

5. ¿Qué quiere decir el narrador cuando señala "Shakespeare y Quevedo recogen el


patético grito"?

A) Que Shakespeare y Quevedo presenciaban la muerte de César.

B) Que Shakespeare y Quevedo han escrito textos con la misma escena.

C) Que Shakespeare y Quevedo han escrito acerca del asesinato de César.

El avaro, de Molière (fragmento)

ESCENA QUINTA
Harpagón, Elisa y Cleanto, que hablan bajo y permanecen en el fondo del escenario.

HARPAGÓN: (creyéndose solo) Sin embargo, no sé si habré hecho bien enterrando en mi


jardín diez mil escudos que me entregaron ayer. Diez mil escudos en oro son en la casa una
suma bastante... (Aparte, viendo a Elisa y Cleanto) ¡Oh, cielos! si me habré traicionado a
mí mismo: me he dejado llevar y creo que he hablado alto al discutir conmigo mismo. (A
Cleanto y Elisa.) ¿Qué hay?

ELISA: Nada, padre mío.

HARPAGÓN: ¿Hace mucho que estábais ahí?

ELISA: Acabamos de llegar.


HARPAGÓN: ¿Habéis oído...?

CLEANTO: ¿Qué, padre?

HARPAGÓN: ¿Lo que acabo de decir?

CLEANTO: No.

HARPAGÓN: Sí, sí oísteis.

ELISA: Perdonadme.

HARPAGÓN: Bien veo que habéis oído algunas palabras. Es que hablaba conmigo mismo
de lo difícil que es hoy por hoy encontrar dinero, y me decía que es bien feliz quien puede
tener diez mil escudos encima.

CLEANTO: Vacilábamos en abordaros por temor de interrumpiros.

HARPAGÓN: Me alegro de deciros esto, a fin de que no vayáis a tomar las cosas al revés y
a imaginaros que digo que soy yo quien tengo diez mil escudos.

CLEANTO: Nosotros no nos inmiscuimos en vuestros asuntos.

HARPAGÓN: ¡Pluguiera a Dios que tuviera yo diez mil escudos!

6. En el diálogo anterior, ¿cuál de los siguientes enunciados corresponde a una


acotación?

A) "Escena quinta".

B) "Nada, padre mío".

C) "¿Habéis oído...?".

D) "Creyéndose solo".

7. ¿Qué problema es el que sufre Harpagón?

A) Necesita una suma importante de dinero.

B) Ha olvidado dónde enterró una suma importante de dinero.

C) Teme que sus hijos malgasten una suma importante de su dinero.

D) Teme que sus hijos sepan que posee una suma importante de dinero.
8. ¿Qué relación tiene Harpagón con Elisa y Cleanto?

A) Es su padre.

B) Es su vecino.

C) Es un hermano.

D) Es un desconocido.

9. En el texto, ¿qué intención reflejan Elisa y Cleanto?

A) Intención de robar el tesoro de Harpagón.

B) Intención de averiguar el secreto de Harpagón.

C) Intención de entrometerse en los asuntos de Harpagón.

D) Intención de mantenerse alejados de los asuntos de Harpagón.

ANTÍGONA (Fragmento)

La escena frente, al palacio real de Tebas con escalinata. Al fondo la montaña. Cruza la
escena Antígona, para entrar en palacio. Al cabo de unos instantes, vuelve a salir,
llevando del brazo a su hermana Ismene, a la que hace bajar las escaleras y aparta de
palacio.

ANTÍGONA: Hermana mía, Ismene querida, tú, que conoces las desgracias de la casa de
Edipo, ¿sabes si Zeus no ha cumplido alguna de sus desgracias, después de nacer nosotras?
No, no hay vergüenza ni ofensa, no hay cosa insufrible que se aparte del mal destino; y
hoy, encima, ¿qué sabes de la ley que dicen que Creonte acaba de imponer a todos los
ciudadanos? ¿Te has enterado ya o no sabes los males que tramaron enemigos contra
nuestros seres queridos?

ISMENE: No, Antígona, a mí no me ha llegado noticia de seres queridos, ni dulce ni


dolorosa, desde que nos vimos las dos privadas de nuestros dos hermanos, por mutuo
golpe, fallecidos en un solo día. Después de partir el ejército griego, ya no sé nada que
pueda hacerme ni más feliz ni más desgraciada.

ANTÍGONA: No me cabía duda y por esto te traje aquí, para que me escucharas tú sola.

ISMENE: ¿Qué pasa? Se ve que lo que vas a decirme te entristece.

ANTÍGONA: Y ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte, digno de honores, a uno de
nuestros hermanos muertos, y en cambio, al otro tiene deshonrado? Eso dicen: le ha
parecido justo honrar a Etéocles y le ha hecho enterrar de forma honorable bajo tierra. El
pobre cadáver de Polinices, en cambio... dicen que dictó una ley a los ciudadanos,
prohibiendo que alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Y esto es, dicen, lo
que el buen Creonte tiene decretado también para ti y para mí; y que viene para anunciarlo
con claridad a los que no lo saben todavía, que no es asunto de poca monta, ni puede así
considerarse, sino que el que transgreda alguna de estas órdenes será reo de muerte,
públicamente lapidado en la ciudad. Ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje
o si eres indigna de tus ilustres antepasados.

ISMENE: No seas atrevida: Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría
ganarse?

ANTÍGONA: ¿Puedo contar con tu esfuerzo, con tu ayuda? Piénsalo.

ISMENE: ¿Qué ardida empresa tramas? ¿Adónde va tu pensamiento?

ANTÍGONA: Quiero saber si vas a ayudar a mi mano a alzar al muerto.

ISMENE: Pero, ¿es que piensas darle sepultura, sabiendo que se ha públicamente
prohibido?

ANTÍGONA: Es mi hermano -y también tuyo, aunque tú no quieras-; cuando me prendan,


nadie podrá llamarme traidora. Creonte no tiene potestad para apartarme de los míos.

ISMENE: Ay, reflexiona hermana, piensa: nuestro padre, cómo murió, aborrecido,
deshonrado, después de cegarse él mismo, sus dos ojos enfrentado a faltas que él mismo
tuvo que descubrir. Y después, su madre y esposa, pone ella fin a su vida en infame,
entrelazada soga. Más tarde, nuestros dos hermanos, en un solo
día consuman, desgraciados, su destino, el uno por mano del otro asesinados. Y ahora, que
solas nosotras dos quedamos, piensa que deshonroso fin tendremos si violamos lo prescrito
y trasgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. Yo, con todo, pido, sí, a los que
yacen bajo tierra, su perdón, pues que obro forzada, pero pienso obedecer a las autoridades:
esforzarse en no obrar como todos carece de sentido, totalmente.

ANTÍGONA: Aunque ahora quisieras ayudarme, ya no lo pediría: tu ayuda no sería de mi


agrado; en fin, reflexiona sobre tus convicciones: yo voy a enterrarle y que venga la
muerte: amiga yaceré con él convicta de un delito piadoso; por más tiempo debe mi
conducta agradar a los de abajo que a los de aquí, pues mi descanso entre ellos ha de durar
siempre. En cuanto a ti, deshonra lo que los dioses honran.

ISMENE: Al menos guarda en secreto tu acción, que yo te ayudaré en esto.

ANTÍGONA: ¡Ay, no, no: grítalo! Mucho más te aborreceré si callas, si no lo pregonas a
todo el mundo.

ISMENE: De entrada, ya no hay que ir a la caza de imposibles.

ANTÍGONA: Si continúas hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio también del
muerto, con justicia.

ISMENE: Ve, pues, si es lo que crees; quiero decirte que, con ir demuestras que estás sin
juicio, pero también que amiga eres, sin reproche, para tus amigos. (Sale Ismene hacia el
palacio; desaparece Antígona en dirección a la montaña. Hasta la entrada del coro, queda la
escena vacía unos instantes.)

CORO: Rayo de sol, luz, la más bella -más bella, sí, que cualquiera de las que hasta hoy
brillaron en Tebas- ya has aparecido, párpado de la dorada mañana. Con rápidas riendas has
hecho correr ante ti, fugitivo, al hombre venido de Argos, de blanco escudo, con su arnés
completo, Polinices, que se levantó contra nuestra patria llevado por dudosas querellas, con
agudísimo estruendo, como águila que se cierne sobre su víctima; por sobre los techos de
nuestras casas volaba abriendo sus fauces, lanzas sedientas de sangre, pero hoy se ha ido,
antes de haber podido saciar en nuestra sangre sus mandíbulas y antes de haber prendido
pinosa madera ardiendo en las torres de la muralla.

ANTÍGONA (Sófocles)

10. ¿Cuál de las siguientes alternativas representa el comienzo del diálogo de Antígona
e Ismene?

A) Antígona informa a Ismene de la muerte de sus hermanos.

B) Antígona pregunta a Ismene si tiene noticias sobre Edipo.

C) Antígona e Ismene se lamentan de la suerte de sus hermanos.

D) Antígona quiere saber si Ismene conoce el decreto de Creonte.

11. ROMEO Y JULIETA

(Fragmento)
ACTO I. ESCENA CUARTA

Una calle. (Entran Romeo, Mercucio y Benvolio, con cinco o seis enmascarados
portadores de antorchas y otros, se disponen a entrar a la Fiesta de máscaras de los
Capuleto, familia rival de los Montesco a la cual Romeo pertenece)

ROMEO: ¿Diremos un discurso como excusa o entramos sin preámbulo ninguno?

BENVOLIO: Ya pasó el tiempo de esas ceremonias, con el compás que quieran que
nos midan ¡Bailemos un compás y nos marchamos!

ROMEO: ¡No me hables de bailar! ¡Dame una antorcha!

ACTO I. ESCENA QUINTA

Salón en la casa de Capuleto. Romeo y sus compañeros ya han entrado a la fiesta de los
Capuleto, en este instante, Romeo observa por vez primera la belleza de Julieta.

ROMEO (A un Sirviente): ¿Quién es esa señora, que enriquece con su preciosa mano a
aquel galán? (Se supone que el galán es Paris, prometido de Julieta).

SIRVIENTE: No sé, señor.

ROMEO: ¡Oh! ¡Su belleza me deslumbra! ¡Después del baile observaré su sitio y con
mi mano rozaré su mano! ¿Amó mi corazón hasta este instante? ¡Que lo nieguen mis
ojos! ¡Hasta ahora nunca vi la belleza verdadera!

Mientras Romeo conversa a sus amigos, Tybaldo, primo de Julieta, le oye y reconoce.

TYBALDO: ¡Me parece un Montesco, por la voz! (Oye con atención). ¡Niño, trae mi
espada! ¿Que este infame se atreviera a venir enmascarado a deshonrar nuestra solemne
fiesta? ¡Por el nombre y honor de mi familia no pecaré si aquí lo dejo muerto!

CAPULETO: ¿Qué sucede, sobrino, qué te enoja?

TYBALDO: Aquél es un Montesco, un enemigo nuestro, un villano que ha llegado


aquí.

CAPULETO: ¿No es el joven Romeo?

TYBALDO: ¡Es el mismo Romeo, ese villano!

CAPULETO: Mi buen sobrino, déjalo tranquilo, se porta como un noble caballero.

(Mientras tanto, Romeo, sin percatarse de que está siendo observado, se acerca a
Julieta).
ROMEO (A Julieta): Si yo profano con mi mano indigna este santuario, (tomando la
mano de Julieta) mi castigo es éste: ¡mis labios peregrinos se disponen a borrar el
contacto con un beso!

JULIETA: No olvides que los santos tienen manos y que se tocan una mano y otra y
palma a palma en el sagrado beso de los romeros en la romería.

ROMEO: ¡Entonces, dulce santa, que los labios hagan también lo que las manos hacen!
¡Ellos ruegan, concédeles la gracia y así no desesperen de su fe!

JULIETA: ¡Los santos no se mueven, aunque otorguen!

ROMEO: ¡Entonces no te muevas, que mis ruegos van a obtener la gracia que
esperaban! ¡Ahora, por la gracia de tus labios, quedan mis labios libres de pecado! (La
besa).

JULIETA: ¡Ahora tu pecado está en mis labios!

ROMEO: ¿Pecado de mis labios? ¡Qué culpa deliciosa me reprochas! ¡Tienes que
devolverme mi pecado! (Entra el Ama).

AMA: Señora, vuestra madre quiere hablaros. (Se alza la cortina).

ROMEO (Al Ama): ¿Quién es su madre?

AMA: ¡Vamos! ¡Mozalbete! Su madre es la señora de esta casa.

ROMEO: ¿Es una Capuleto? ¡Oh, qué alto precio pago! ¡Desde ahora soy deudor de mi
vida a una enemiga!

BENVOLIO: ¡Fuera! ¡Vamos! ¡La fiesta ya se acaba!

ROMEO: ¡Lo temía! ¡Más grande es mi desdicha!


(Salen todos menos Julieta y el Ama).

JULIETA: ¿A ver, ama, quién es aquel señor?

AMA: El heredero del viejo Tiberio.

JULIETA: ¿Y aquél que va saliendo por la puerta?

AMA: Es el joven Petrucio, me parece.

JULIETA: ¿Y el otro que le sigue y no bailó?

AMA: No sé quién es.


JULIETA: ¡Averigua su nombre! ¡Si es casado, yo por lecho nupcial tendré una tumba!

AMA: Es Romeo su nombre, es un Montesco y es hijo único de tu enemigo. (Ama se


aleja).

JULIETA: ¡Ha nacido lo único que amo de lo único que odio! ¡Demasiado temprano te
encontré sin conocerte y demasiado tarde te conozco!

ACTO II. ESCENA SEGUNDA

Jardín de Capuleto. (Entra Romeo).

(Julieta aparece en una ventana, arriba, sin darse cuenta de la presencia de Romeo).

ROMEO: ¡Silencio! ¿Qué ilumina desde aquella ventana las tinieblas? ¡Es Julieta, es el
sol en el oriente!

JULIETA: Oh, Romeo, ¿por qué eres tú Romeo? ¡Reniega de tu padre y de tu nombre!
Si no quieres hacerlo, pero, en cambio, tú me juras tu amor, eso me basta, dejaré de
llamarme Capuleto.

ROMEO (Aparte): ¿Debo seguir oyendo o le respondo?

JULIETA: ¡Solamente tu nombre es mi enemigo! Seas Montesco o no, tú eres el


mismo. ¡Cambia de apellido! Porque, ¿qué puede haber dentro de un nombre? Si otro
título damos a la rosa, con otro nombre nos dará su aroma. Quítate ese nombre y por tu
nombre, que no es parte tuya, tómame a mí, Romeo, toda entera.

ROMEO: Te tomo la palabra. Desde ahora llámame sólo Amor. Que me bauticen otra
vez, dejo de ser Romeo.

ACTO V. ESCENA TERCERA

Mausoleo de los Capuleto. (Entra Paris con su paje y una antorcha).

PARIS: ¡Muchacho, vete y déjame la antorcha! ¡Mas bien apágala, que no me vean!
Recuéstate debajo de esos pinos, pon tu oído en el suelo removido para que nadie pise
el cementerio sin que lo escuches. Si alguien se aproxima, dame un silbido! ¡Ándate
ahora y haz lo que te mando!

PAJE: (Aparte): ¡Pobre de mí! ¡Tiritando de miedo y tener que quedarme entre las
tumbas! (Sale).

PARIS: ¡Oh, dulce flor! ¡Voy a cubrir con flores este lecho nupcial en donde yaces!
¡Todas las noches regaré estas flores, con agua dulce o con el llanto mío! (Se escucha
un silbido del Paje). ¡Me avisa el paje que alguien se aproxima! ¿Qué pies malditos
llegan esta noche a interrumpir el rito del amor? ¿Y qué? ¿Con una antorcha? ¡Con tu
manto, oh noche, escóndeme por un momento! (Sale). (Entran Romeo y Baltazar con
una antorcha, un azadón y una palanca de fierro).

ROMEO: ¡Pásame el azadón y la palanca! ¡Toma esta carta! Mañana, temprano, la


entregarás a mi señor y padre ¡Te advierto, por tu vida, que oigas lo que oigas,veas lo
que veas, no se te ocurra interrumpirme! ¡Voy a bajar a este lecho de muerte, no sólo a
ver el rostro de mi amada, sino a sacar desde su dedo muerto, una sortija para mí,
preciosa! Ándate ahora. Pero, si volvieras a mirar lo que pienso hacer después, voy a
descuartizarte, te lo juro!

BALTAZAR: ¡Me voy, señor, no te molestaré! (Aparte). Voy a esconderme por aquí.
Sus ojos me dan miedo. ¿Qué se proponen hacer? (Sale)

(Romeo Abre la tumba).

PARIS: Este es el desterrado de Verona, el soberbio Montesco, el asesino del primo de


mi amada -y, según dicen, este dolor fue el que mató a Julieta-. ¡Y aquí ha venido a
profanar los muertos! ¡Debo detenerlo! (Se adelanta).
¡Alto! ¡Suspende tu trabajo, infame, sacrílego Montesco! ¡La venganza más allá de la
muerte no es posible! ¡Debes morir! ¡Ven conmigo! ¡Obedece!

ROMEO: ¡Me dices la verdad! ¡Debo morir! ¡Para eso he venido, buen muchacho! ¡No
desafíes a un desesperado! ¡Sé bueno, huye de aquí! ¡No agregues otra culpa a mis
pecados desesperándome y enfureciéndome! ¡No te quedes, camina! ¡Vive y cuenta que
un loco permitió que te escaparas!

PARIS: ¡Y bien, yo desafío tu mandato y te detengo como un criminal!

ROMEO: ¿Me provocas? ¡Defiéndete, muchacho! (Se baten).

PAJE: ¡Voy a buscar los guardias! ¡Se pelean! (Sale. Cae Paris).

PARIS: ¡Me muero! ¡Por piedad, abre la tumba y colócame al lado de Julieta! (Muere).

ROMEO: ¡Lo haré! ¡Te juro! ¡Voy a ver de cerca tu cara! ¡Es el pariente de Mercucio!
¡El noble conde Paris! ¡Algo decía mi sirviente en el viaje, cabalgando, que mi alma
confundida no escuchaba! ¿Creo que me decía que Julieta debía desposar al conde
Paris? ¿No es esto lo que dijo? ¡Yo te daré un sepulcro victorioso! ¿Un sepulcro? ¡No,
un faro, joven muerto! ¡Porque donde Julieta está enterrada convertirá el sepulcro su
belleza en un salón de fiesta luminoso! (Lo coloca en la tumba).
¡Amor mío, mi esposa, ya la muerte secó la miel de tu respiración, pero aún no domina
tu belleza! ¡El estandarte de la belleza muestra su escarlata aún en tus mejillas y en tus
labios! No ha llegado a tu rostro todavía, la pálida bandera de la muerte. Ah Julieta,
¿por qué sigues tan bella? Me quedaré contigo todavía, por miedo de esto, y ya no
saldré más de este palacio de la noche oscura. ¡Aquí me quedaré con los gusanos, que
son tus servidores! ¡Fijaré aquí la eternidad de mí descanso y libraré a mi pobre cuerpo
hastiado del maligno poder de las estrellas!
¡Ojos, dadle la última mirada! ¡Brazos, míos llegó el último abrazo! ¡Labios, sellad con
este beso puro un pacto eterno con la muerte ansiosa! ¡Amor mío salud! (Bebe). Buen
boticario, es rápido el veneno y mi agonía termina con la muerte y con un
beso. (Muere).

(Entra Fray Lorenzo con un farol una palanca y un azadón).

FRAY LORENZO (Avanzando): ¡Romeo! ¿Y estas manchas de sangre que han teñido
los umbrales de piedra de la cripta? ¿Y estas armas caídas y sangrientas, qué hacen en
este reino de la paz? (Entra a la tumba). ¿Es Romeo, y qué pálido, y el otro? ¡Paris
también! ¡Y están ensangrentados! ¿Qué hora espantosa trajo esta desgracia? ¡Julieta se
ha movido! (Julieta se despierta).

JULIETA: Padre de los consuelos, dime ¿dónde está mi esposo? Yo recuerdo bien la
cita. ¡Y aquí estoy! ¿Y mi Romeo? (Ruido adentro).

FRAY LORENZO: ¡Oigo un ruido! Salgamos de este sitio de muerte, podredumbre y


falso sueño. ¡Una fuerza más alta que nosotros malogró nuestras buenas intenciones!
¡Tu esposo ha muerto! ¡Míralo a tu lado! ¡Vamos dulce Julieta, no me atrevo a
quedarme! ¡Salgamos! ¡Ven conmigo! (Se oyen otros ruidos).

JULIETA: ¡Vete de aquí! ¡Yo no me moveré! (Sale Fray Lorenzo). ¿Qué es esto? ¡Es
una copa aún apretada en la mano ya fría de mi amor! ¡Ah, fue veneno el que causó su
muerte! ¿Por qué te lo bebiste todo, ingrato, sin dejar una gota para mí? ¡Voy a besarte
para que tus labios, si han guardado una gota de veneno, me maten con el beso que te
doy! (Lo besa). ¡Están tibios tus labios, todavía!

GUARDIA 1º (Desde adentro): Guíame tú, muchacho. ¿Por qué lado?

JULIETA: ¡Oigo un ruido! ¡Me queda poco tiempo! ¡Oh, querido puñal! (Toma la
daga de Romeo). ¡Esta es tu vaina! ¡Aquí te quedarás! ¡Dame la muerte! (Se
hiere). (Cae sobre el cuerpo de Romeo y muere). (Entra la ronda y el Paje de Paris).

12. ¿Qué costumbre de la época se puede encontrar en el texto?

A) Realizar fiestas muy costosas.

B) Atentar contra la vida por amor.

C) Comprometerse a temprana edad.

D) Contraer matrimonios acordados por los padres.


Salado, tostado y confitado

No me resulta difícil recordar los inviernos de mi niñez. La casa no era muy grande, por lo
que calefaccionarla con la estufa a parafina tomaba poco tiempo.

Mi madre tejía mientras yo y mis dos hermanos inventábamos juegos por montones para
pasar las tardes de lluvia. La televisión encendida, el olor a eucaliptos del tarro puesto
sobre la estufa para un mejor aroma, las sopaipillas; siempre tardes apacibles.

Dos veces por semana esa tranquilidad se veía algo alborotada por la llegada del carrito
manicero: "Salado, tostado, confitado el maní", gritaba, como podía, un anciano de edad
indescifrable, que ofrecía sus productos recién preparados a las familias de la población.

Antes de aparecer en forma física por el lugar, era característico escuchar el sonido emitido
por una especie de chimenea de mediana estructura, que aparte de emanar vapor por
cantidades industriales, anunciaba su llegada con un estruendoso sonido agudo difícil de
olvidar.

De tanto tocar y tocar el silbato ya casi no escuchaba. La edad hizo lo suyo y su caminar ya
era lento y melancólico. Sumado al frío penetrante de las tardes de invierno de
la capital ,que le han producido una tos bastante preocupante, y a un problema al colon que
lo tiene a muy mal traer, el humor del hombre del carro manicero no era el mejor del
mundo.

Todos salían a su encuentro, los niños y adultos de la población lo recibían con entusiasmo,
hasta los perros vagos salían a su encuentro, más de algún mordisco o ladrido molesto se
llevó, en tantos y tantos años de caminar por las calles de mi ciudad.

Un día cualquiera, nunca más volvimos a escuchar el sonido de la chimenea estruendosa y


no volvió a asomarse su figura cansada, por las frías tardes de las calles del lugar.

Hoy, con bastantes años más en el cuerpo, salgo de mi departamento frío y oscuro del
centro y camino a mi trabajo; en la esquina hay un carro manicero, ahora con nombre
gringo sin silbato y sin forma de barquito. El olor que emana es dulcemente penetrante y
atrayente, el maní es más grande y crujiente, todo impecable.

Si bien, sabía que no era el lugar ni el carro que recordaba de mi infancia, pedí un paquete
de maní confitado. Cerré los ojos y por un momento me transporté a la calle fría y húmeda
donde viví en mi niñez, evoqué el sonido agudo y los gritos de aquel abuelo, fue entonces
que pude oler y sentir ese gusto dulce y áspero del maní confitado. A pesar de todo ese
tiempo, el sabor seguía siendo el mismo.

Salado, tostado y confitado, Carolina Soto Texto "Entrepuentes" Antología de poetas y


narradores.

13. ¿Cuál es el sentimiento que predomina en el narrador al relatar la historia?

A) Alegría.

B) Nostalgia.

C) Desilusión.

D) Desesperanza.

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