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Como una vasija quebrada

Por el élder Jeffrey R. HollandDel Quórum de los Doce Apóstoles

¿Cuál es la mejor manera de actuar cuando ustedes o sus seres


amados afronten dificultades mentales o emocionales?

El apóstol Pedro escribió que los discípulos de Jesucristo deben ser


“compasivos”1. En ese espíritu deseo dirigir mis palabras a los que
sufren alguna forma de trastorno mental o emocional, sean esas
aflicciones leves o severas, de breve duración o persistentes a lo
largo de la vida. Llegamos a comprender un poco la complejidad de
estos asuntos cuando escuchamos a profesionales hablar de
neurosis y psicosis, de predisposiciones genéticas y defectos en los
cromosomas, de bipolaridad, paranoia y esquizofrenia. Sin embargo,
por más desconcertante que todo esto pueda ser, estas aflicciones
son algunas de las realidades de la vida mortal y el reconocerlas no
debería avergonzarnos sino que tendría que ser como cuando
reconocemos que tenemos que lidiar con presión arterial alta o con
la repentina aparición de un tumor maligno.

Al esforzarnos en busca de paz y comprensión en cuanto a estos


asuntos difíciles, es crucial recordar que vivimos —y elegimos vivir—
en un mundo caído, en el que, por designio divino, nuestro esfuerzo
por lograr la divinidad será puesto a prueba una y otra vez. La gran
seguridad en el plan de Dios, es que se nos prometió un Salvador, un
Redentor que, mediante nuestra fe en Él, nos levantaría triunfantes
por encima de esas pruebas y dificultades, aunque el precio para
lograrlo fuera inmensurable, tanto para el Padre que Lo mandó,
como para el Hijo que aceptó venir. Sólo el agradecimiento a ese
amor divino es lo que hará que nuestro propio sufrimiento, en menor
escala, sea, en primer lugar soportable, luego comprensible, y
finalmente redentor.
:
Permítanme dejar las enfermedades extraordinarias que he
mencionado para concentrarme en el “Trastorno Depresivo mayor”
(MDD por sus siglas en inglés) o más comúnmente “depresión”.
Cuando hablo de esto, no estoy hablando de tener un mal día, ni de
vencimientos tributarios u otros momentos de desaliento que todos
tenemos. Todos sentiremos ansiedad o desánimo en alguna ocasión.
En el Libro de Mormón dice que Ammón y sus hermanos se sintieron
desanimados en un momento muy difícil2 y, por lo tanto, nosotros
también podemos estarlo. Pero hoy hablo de algo más serio, de una
aflicción tan severa que restringe de modo significativo la capacidad
de la persona para funcionar plenamente; un abismo tan profundo en
la mente que nadie, de manera responsable, podría sugerir que el
mismo desaparecería si las víctimas simplemente levantaran los
hombros y pensaran de manera más positiva, ¡pese a que soy un
ávido defensor de que levantemos los hombros y pensemos en
forma positiva!

No, esta noche oscura en la mente y el espíritu es más que un simple


desánimo. He visto cómo le afectó a un hombre absolutamente
angelical cuando murió su amada esposa después de cincuenta
años de casados. La he visto en mujeres después de tener un bebé,
lo que con eufemismo llaman “depresión posparto”. La he visto
atacar a estudiantes ansiosos, militares veteranos, y a abuelas
preocupadas por el bienestar de sus hijos adultos.

Y la he visto en padres jóvenes que tratan de proveer para su familia.


De esa manera aterradora una vez la vi en mí mismo. En un momento
de nuestra vida de casados, cuando los temores financieros se
sumaron a una intensa fatiga, sufrí un golpe emocional que fue
inesperado y muy real. Con la ayuda de Dios y el amor de mi familia,
seguí funcionando y trabajando, pero incluso después de todos
estos años sigo sintiendo una profunda compasión por aquellos que
se encuentran crónica y profundamente afectados con el mismo
:
desánimo que tuve yo. En cualquier situación, todos podemos
sentirnos inspirados por aquellos que, en las palabras del profeta
José, “[escudriñaron] y [contemplaron] el abismo más oscuro”3 y
perseveraron a través de él; entre ellos grandes personas como
Abraham Lincoln, Winston Churchill y el élder George Albert Smith,
siendo el último uno de los hombres más generosos y cristianos de
nuestra dispensación que luchó con depresión recurrente por varios
años antes de llegar a ser el universalmente amado octavo profeta y
Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días.

Entonces, ¿cuál es la mejor manera de actuar cuando ustedes o sus


seres amados afronten dificultades mentales o emocionales? Ante
todo, nunca pierdan la fe en el Padre Celestial, quien los ama más de
lo que pueden comprender. Como dijo el presidente Monson a las
hermanas de la Sociedad de Socorro, de manera tan conmovedora,
el pasado sábado por la noche; “Ese amor nunca cambia… Está allí
para cuando se sientan tristes o felices, desanimadas o
esperanzadas. El amor de Dios está allí ya sea que sientan que
merezcan amor o no; simplemente siempre está allí”4. Nunca jamás
duden eso ni nunca endurezcan sus corazones. Fielmente sigan las
buenas prácticas de devoción que invitan al Espíritu del Señor a sus
vidas. Busquen el consejo de los que poseen las llaves de su
bienestar espiritual. Pidan y atesoren las bendiciones del sacerdocio.
Participen de la Santa Cena cada semana y aférrense a las promesas
de perfección en la expiación de Jesucristo. Crean en los milagros.
He visto suceder muchos de ellos cuando todo otro indicio decía que
ya no había esperanza. La esperanza nunca se pierde. Si esos
milagros no llegan enseguida, plenamente o nunca llegan, recuerden
el angustiado ejemplo del Salvador: Si la amarga copa no pasa de
nosotros, bebámosla y seamos fuertes, confiando en días más
felices por delante5.
:
Al prevenir cualquier enfermedad cuando sea posible, estén
pendientes de los indicadores de estrés en ustedes mismos y en
otras personas a las que puedan ayudar. Al igual que con su
automóvil, estén alertas a las temperaturas elevadas, a la velocidad
excesiva o al bajo nivel de combustible. Cuando afronten una
“depresión por agotamiento”, hagan los ajustes necesarios. La fatiga
es un enemigo común para todos nosotros, así que disminuyan el
ritmo, descansen, repongan energías y recobren fuerzas. Los
médicos nos aconsejan que si no nos tomamos el tiempo para
cuidarnos, lo más seguro es que después lo tomaremos cuando
estemos enfermos.

Si las cosas continúan debilitándolos, busquen el consejo de


personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y
buenos valores. Sean sinceros con ellos acerca de su historial y sus
dificultades. Consideren con espíritu de oración y de manera
responsable el consejo que les brinden y las soluciones que les
prescriban. Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una
bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica
disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales. Nuestro
Padre en los Cielos espera que usemos todos los maravillosos dones
que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación.

Si ustedes son la persona afligida o quienes cuidan a una persona


afligida, traten de no abrumarse con esa gran tarea. No asuman que
pueden arreglar todo, traten de arreglar lo que puedan. Si resultan
ser pequeños triunfos, siéntanse agradecidos por ellos y sean
pacientes. En las Escrituras, docenas de veces el Señor manda a
alguien: “callad” o “quedaos tranquilos” y esperad6. El sobrellevar
pacientemente algunas cosas es parte de nuestro aprendizaje en la
vida mortal.

Para quienes cuidan de una persona afligida: En su esfuerzo devoto


:
por cuidar de la salud de otra persona, no destruyan la suya. En
todas esas cosas, sean prudentes; no corran más aprisa de lo que
sus fuerzas les permitan7. Sin importar lo que sean o no sean
capaces de proporcionar, pueden ofrecer sus oraciones y pueden
brindar un “amor sincero”8. “La caridad es sufrida, es benigna… no
se irrita… sino que todo lo sufre… todo lo espera, todo lo soporta. La
caridad nunca deja de ser”9.

Recordemos también que con cualquier enfermedad o desafío difícil,


aún hay mucho en la vida por lo cual debemos tener esperanza y
gratitud. ¡Somos infinitamente más que nuestras limitaciones o
aflicciones! Stephanie Clark Nielson y su familia han sido nuestros
amigos por más de 30 años. El 16 de agosto de 2008, Stephanie y
su esposo, Christian, sufrieron un accidente de avión; el fuego que
produjo el impacto la dañó tan horriblemente que los familiares sólo
reconocieron sus uñas pintadas de los pies cuando fueron a
identificar a las víctimas. No había casi ninguna posibilidad de que
Stephanie viviera. Después de cinco meses en coma inducido, ella
se despertó y se vio a sí misma. Eso causó daños psicológicos y una
terrible depresión. Tenía cuatro hijos menores de siete años, y
Stephanie no quería que la vieran así nunca más. Sintió que sería
mejor no estar viva. “Pensé que sería más fácil”, me contó Stephanie
una vez en mi oficina, “si se olvidaban de mí y yo me iba de sus vidas
silenciosamente”.

Pero para su beneficio eterno, y con las oraciones de su esposo, su


familia, sus amigos, sus cuatro hermosos hijos y la quinta que nació
hace sólo 18 meses, Stephanie se abrió paso en el abismo de la
destrucción para ser una de las más populares “mamá blogger” del
país, declarando abiertamente a los cuatro millones de personas que
siguen su blog que su “propósito divino” en la vida es ser madre y
apreciar cada día que se le ha dado en esta hermosa tierra.
:
Mis hermanos y hermanas, sea cual fuere su lucha, mental,
emocional, física o de otro tipo, ¡no nieguen el preciado valor de la
vida acabando con ella! Confíen en Dios. Aférrense a Su amor. Sepan
que un día el alba brillará intensamente y todas las sombras de la
mortalidad huirán. Aunque sintamos que somos “como una vasija
quebrada”, como dijo el salmista10, debemos recordar que esa vasija
está en las manos del Alfarero Divino. Las mentes quebradas se
pueden curar de la misma manera que se curan los huesos y los
corazones rotos. Mientras Dios trabaja haciendo esas reparaciones,
el resto de nosotros puede ayudar siendo misericordiosos,
imparciales y amables.

Testifico de la Santa Resurrección, ¡ese don inefable que es la piedra


clave de la expiación del Señor Jesucristo! Junto con el apóstol
Pablo, testifico que aquello que se sembró en corrupción algún día
resucitará en incorrupción y que lo que se sembró en debilidad al
final resucitará en poder11. Testifico del día en que nuestros seres
queridos que sufrían discapacidades en la vida terrenal se
presentarán ante nosotros glorificados y grandiosos,
asombrosamente perfectos en cuerpo y mente. ¡Qué momento
maravilloso será! No sé si sentiremos mayor felicidad por ser testigos
de tal milagro o porque ellos serán totalmente perfectos y “libres al
fin”12. Hasta que llegue aquella hora en que el consumado don de
Cristo sea evidente para todos nosotros, ruego que vivamos por fe,
nos aferremos a la esperanza y seamos “compasivos”13 el uno con el
otro. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
:

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