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ACTUEL MARX/ INTERVENCIONES N° 18

PRIMER SEMESTRE 2015

LA «PRODUCCIÓN DEL MUNDO»*

Franck Fischbach**

Resumen

En el presente artículo Franck Fischbach sitúa, a partir del trabajo de


Gerard Granel, lo que podría ser el punto de encuentro entre los pensamientos
de Marx y de Heidegger: el primero no es sólo un pensador del trabajo, sino
también del mundo; a la inversa, el segundo lo es también del trabajo y del
mundo solamente. «Es en el trabajo que se accede a la dimensión misma del
mundo y del ser-en-el-mundo en cuanto estructura del ser que somos nosotros
mismos». En nuestra época opera una desfiguración del trabajo en tanto
existencial y una desnaturalización de la historicidad, sometidos al reino de
la producción como infinitización. A partir de este diagnóstico compartido
con Granel, Fischbach se pregunta, a propósito de la tesis graneliana de
la «Forma-Capital», si la noción misma de forma sirve para captar la
producción capitalista –que sería más bien lo informe–. ¿No será necesario
más bien pensar una forma-trabajo?
Palabras clave: mundo, producción, historicidad, forma, capital,
trabajo.

* Traducción: Gustavo Bustos Gajardo. Revisión y correcciones: Ernesto Feuerhake y Lorena


Osorio C.
** Franck Fischbach es actualmente profesor de la Universidad de Estrasburgo, tras haber sido
profesor de las Universidades de Toulouse y de Niza. Es miembro del Centro de Investigaciones
en filosofía alemana y contemporánea (Estrasburgo). Sus trabajos versan sobre la filosofía alemana
moderna (idealismo alemán, Marx, Heidegger) y sobre filosofía social a partir de los jóvenes hege-
lianos hasta nuestros días. Es autor de distintas obras, entre las cuales se destacan: La privation de
monde (Vrin, 2011), Sans objet (Vrin, 2009), Manifeste pour une philosophie sociale (La Découverte,
2009), Relire le Capital (P.U.F., 2009), Les production des hommes. Marx avec Spinoza (P.U.F., 2005)
y L’Être et l’Acte (Vrin, 2003). Es también traductor al francés de Hegel, Schelling, Marx y Axel
Honneth.

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Abstract

Starting from Gérard Granel’s work, in the present article Franck


Fischbach places what might be considered as the meeting point between
the thoughts of Marx and Heidegger: the first isn’t only a thinker of work,
but also of the world; inversely, the latter is a thinker of work, and not only
of the world. It is in work that we can have access to the very dimension of
the world and of being-in-the-world as structure of the being that we are
ourselves. Nevertheless, in our epoch a distortion of work as an existential, a
denaturalization of historicity take place, subject to the reign of production
as infinitization. From this shared with Granel diagnostic, Fischbach asks
himself, regarding the granelian thesis of the «Capital-form», if the notion
of «form» proves useful to get capitalistic production, which would rather be
that which has no form. Must we not rather strive to think of a Work-form
Keywords: World, Production, Historicity, Form, Capital, Work

El Mundo, más exactamente el ser-mundo del Mundo,


es desde luego un existencial del Dasein y, desde luego,
es para éste la figura del todo, mas no es su objeto: es su pragma1.

La proposición de Gerard Granel según la cual el «ser-en-el-mundo


era [para Heidegger]2* estar-manos-a-la-obra [être-à-la-tàche]»3 será
nuestro punto de partida. Sobre la base de esta tesis según la cual ser-en-
el-mundo es ser en el trabajo [être au travail], voy a tratar de ilustrar la
cuestión y determinar eso que nos priva de la experiencia del mundo de
hoy, y examinaré la respuesta dada por Granel; a saber, que se trataría del
trabajo en sí en tanto no es ya trabajo «simple» sino trabajo históricamente
determinado como producción de riqueza. A partir de este punto, mi
cuestionamiento será el siguiente: ¿cómo puede ser el trabajo, entonces,
eso que nos abre a la dimensión del mundo, eso que nos da un lugar

1
Granel, Gérard. «Préliminaires pour autre chose II» en L’époque dénouée (Paris: Hermann;
2012), pp. 146-147.
2*
Salvo este corchete todos los restantes son de los traductores.
3
Granel, Gérard. Études (Paris: Galilée; 1995), pp. 149.

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en la dimensión del mundo, y aquello que, a la vez, nos priva de esta?


¿No sería más bien algo más que el trabajo aquello que nos priva de la
dimensión del mundo, por ejemplo; alguna cosa como eso que Granel
llama «la riqueza», y que podríamos también nombrar el capital? Pero
entonces, ¿cómo el capital puede ser entendido por Granel como la
forma de nuestro mundo, si por otro lado el capital es el gran privador
de mundo? ¿Y podemos considerar, a partir del trabajo, la posibilidad
de una (nueva) experiencia del mundo en tanto que mundo social?
Comencemos entonces a partir de la proposición de Granel según
la cual «ser-en-el-mundo era [para Heidegger] estar-manos-a-la-obra
[être-à-la-tâche]». Granel subrayaba de hecho, en mi opinión con razón,
que, en Sein und Zeit, «la descripción heideggeriana comienza más bien
de una comprensión ‘práxica’ y no de una comprensión ‘perceptiva’;
el ‘qué’ o el ‘cómo’ del ente intramundano habría sido desde entonces
propuesto como un Zeug [útil], incluso como un Werkzeug [herramienta],
antes que como el humilde perceptum»4. Y es sobre la base de esta
constatación o de esta advertencia, a saber, que el ente intramundano
es primero algo hacia lo que nos dirigimos para hacer algo antes de ser
algo que se ofrece a nosotros para ser percibido, que Granel apuntaba a
continuación lo siguiente: para Heidegger, al menos para el Heidegger
de Ser y Tiempo, «ser-en-el-mundo, era être à la tâche. El mundo ‘en sí
mismo’ aparecería a partir de ello como mundo del trabajo, mundo de
la producción –sin que esta, curiosamente, se manifieste a su vez como
producción de riqueza–, pero quizá no haya nada curioso aquí, quizá la
riqueza en su infinidad abstracta es lo increíble mismo para quien está
en el mundo bajo el modo de trabajo productor». Es justo aquí donde
se realiza el encuentro de Heidegger con Marx, y es esto lo que Granel
claramente habría percibido. Falta aún por precisar cómo se habría
efectuado, en estricto rigor, este encuentro. Ciertamente, el encuentro
puede haber tenido lugar, puesto que Heidegger –al menos el de Sein
und Zeit– comienza con el trabajo y con el mundo del trabajo, en tanto
que el Marx de Das Kapital comienza con el mundo, o con el mundo de
la mercancía como producto del trabajo humano: de acuerdo al modo

4
Ibid.

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habitual con que se suele leer a Heidegger, se sabe que este comienza con
el mundo, pero se olvida que se trata del mundo del trabajo; en tanto
que, según el modo habitual de leer a Marx, se sabe que comienza con la
mercancía, pero se omite que se trata del mundo de la mercancía. Granel
nos abre los ojos sobre esta conjunción del mundo, del trabajo y de la
mercancía que hace posible el encuentro Marx / Heidegger. Es necesario
entonces comenzar por recordar que Marx no es tan sólo un pensador del
trabajo y de la mercancía, sino que es también, y en la misma medida, un
pensador del mundo, del mismo modo hay que recordar que Heidegger
no es exclusivamente un pensador del mundo sino que es también, y
en la misma medida, un pensador del trabajo. Cosa que parece devenir
bastante evidente cuando se lee especialmente lo que Heidegger escribe
en su curso de 1934 sobre La logique comme question en quête de la pleine
essence du langage [La lógica como pregunta en la búsqueda de la esencia
plena del lenguaje]: «Es en el trabajo y por él que el ente deviene primero
evidente en sus regiones determinadas, y el hombre, como trabajador, es
transportado en la manifestación del ente y de su ordenanza»5. Y entonces
se comprende mejor porque, en Ser y Tiempo, el acceso a la estructura del
ser-en-el-mundo se realizaba a partir de una descripción fenomenológica
de la relación práctica que el existente a diario mantiene vigente con las
cosas consideradas por él, en primer lugar, como cosas manipulables y,
luego, como útiles para el cumplimiento de una cierta tarea: o bien, como
lo dice explícitamente Heidegger en el § 31 de Sein und Zeit, es «en el
por mor de que se abre como tal el existente estar-en-el-mundo» [dans l’a-
dessein-de-quelque chose que se decouvre l’etre-dans-le-monde de l’existant en
tant que tel], y por lo tanto a partir del mundo cotidiano como «Werkwelt»,
como mundo del trabajo y de la obra, que se accede a la dimensión misma
del mundo y del ser-en-el-mundo en cuanto estructura del ser que somos
nosotros mismos. Es así como, según Heidegger, se efectuaría el trabajo:
el transporte del existente fuera de sí en medio del mundo, o bien, en los
términos de Heidegger, «la exposición al afuera que nos transporta en la
ordenanza del ser que se libera al desembocar en la obra»6.
5
Heidegger, Martin. La logique comme question en quête de la pleine essence du langage (Paris:
Gallimard; 2008), p. 182.
6
Ibid., p. 184

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Esto significa que, para el Heidegger de la época de Sein und Zeit y


de los años que inmediatamente le siguen, es por el trabajo que se vuelve
posible un acceso a la temporalidad propia del existente que somos,
temporalidad propia que por sí misma es condición de la apertura de
una historicidad que no sea propia: la exposición al afuera y el transporte
fuera de sí que, como lo dice Heidegger, «hacen explotar al ser-sujeto», y
que son obra del trabajo, son también las marcas mismas de la potencia
propia del tiempo, a saber, potencia de «desencarcelamiento de la esencia
del existente humano». Ahora bien, agrega Heidegger, «que el existente
sea transportado en el presente del trabajo y que se propague tanto en
el porvenir como en el habiendo-sido, es algo que no puede entenderse
permaneciendo al interior de la óptica del ser subsistente de sujetos
individuales, que estarían dotados de un interior en torno del cual hay
también algo exterior»7. Esto significaría que para Heidegger, y a decir
verdad tanto como para Marx, el trabajo puede ser el lugar de un advenir
de la historia, siempre y cuando se piense, como lo señala Heidegger,
que «el advenir de la historia es en sí: expuesto-al-afuera –transportado–
expandiéndose [s’étirant]»8. Eso que Heidegger quiere mostrar, se sabe,
es, como el mismo lo dice, «el estallido que la temporalidad le inflige a
la egoidad y la subjetividad», pero lo que es absolutamente decisivo, es
que tal estallido del sujeto tiene lugar, según Heidegger, por el trabajo y
en el mundo del trabajo, en tanto que el trabajo le pone de manifiesto al
existente eso que Heidegger denomina «la exposición-en-el-afuera-de-su-
ser» como constitutivo del ser en sí mismo. Lo que Heidegger establece de
esta manera es el lazo fundamental del trabajo, comprendido en su esencia,
con el estallido del sujeto, la destrucción de eso que Heidegger nombra
«el yo separado y sustraído [rétrancher]», y por lo tanto también con la
potencia del tiempo, con el «estallido» que esta potencia hace experimentar
a la subjetividad y, por último, con la apertura de una historicidad o de un
régimen de historicidad radicalmente distinto de aquel que actualmente
reina –a saber, una historicidad que no estaría más anclada en el presente de
los entes subsistentes que son los sujetos y sus objetos, sino en la extensión

7
Ibid.
8
Ibid., p. 188.

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fundamental significada por el habiendo-sido, el por-venir y el presente


como apertura.
Y es en este nivel, creo yo, que puede efectuarse el verdadero
encuentro entre Heidegger y Marx. Ya que todo eso que Heidegger piensa
del trabajo y que vengo de recordar no me parece para nada comprensible
independientemente de lo que Marx había pensado ya antes de él, a saber:
el lazo entre el trabajo entendido como trabajo abstracto, como gasto
de una capacidad abstracta y cuantificable de trabajo; en consecuencia,
como substancia del valor, y la concepción del hombre en tanto sujeto
«separado» y «sustraído», distinto y cortado de un «mundo» considerado
(ciertamente no como pragma sino) como objeto o como «cúmulo» y
«amontonamiento» de objetos, o más exactamente de mercancías. Lo que
Marx habría alcanzado a pensar, por vías ciertamente bien diferentes de
las seguidas más tarde por Heidegger, es el lazo existente entre el trabajo
entendido así, en efecto, como capacidad abstracta y subjetiva de trabajo,
de una parte, con una cierta configuración del tiempo planteada como
forma vacía y como medida del movimiento, y de otra parte (pero que
evidentemente, se vincula con ella de manera directa) con el régimen
reinante de la historicidad, a la vez como progreso acumulativo automático
indefinidamente continuado y como reino de un perpetuo presente
indefinidamente reproducido.
Lo que Heidegger vio es que nuestra época es la de una desfiguración
del trabajo y de la historicidad y que ambos aspectos son inseparables:
contra esta desfiguración, Heidegger busca conquistar otro concepto de
trabajo y otro concepto de historia, sobre el fondo de una tesis fundamental
que retomará su discípulo Marcuse y según la cual el trabajo es la fuente
de la historicidad, es decir, es el trabajo quien hace del tiempo un tiempo
histórico. Y si el trabajo es el lugar donde puede abrirse una temporalidad
propiamente histórica (geschichtlich), el trabajo es por tanto para Heidegger
el lugar mismo del advenir, del Geschehen de la existencia humana como
existencia finita. Sin embargo, es tal la desfiguración actual del trabajo
y de la historia que confundimos la historicidad con cualquier proceso
mecánico, químico, geológico o astronómico, e incluso «histórico», viendo
el punto común de todos estos procesos, en el hecho de que todos ellos

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caen en el tiempo, mientras que les atribuimos la facultad de trabajar


tanto a los hombres como a los animales y a las máquinas. Es de esta
manera que se nos ha hecho tan difícil percibir que el advenir temporal
e histórico pertenecen, estrictamente, a lo existente humano, y aún más,
sólo al existente humano en tanto que trabaja.
Pero ¿qué atestiguarían esta desfiguración del trabajo y esta
desnaturalización de la historia sino el hecho de que nuestra época no lleva
a cabo el reino del trabajo sino el de la producción?: lo que reina no es el
trabajo, es la producción, es el trabajo devenido universalmente productivo,
es el trabajo enrolado en y por la producción capitalista de la riqueza. Y
lo que un tal enrolamiento hace tan difícil de escuchar es, por ejemplo,
la idea según la cual, si, como señala Heidegger, «las piedras, los animales
y las plantas no son ellos mismos temporales en el sentido original en el
que nosotros lo somos»9, esto se debe, primero, a que estos seres no son
seres trabajadores: «está claro –continúa Heidegger– pero, precisamente,
es demasiado poco claro para nosotros, que los animales y las plantas no
trabajan, no porque sean negligentes, sino porque están por fuera de la
posibilidad de trabajar»; de tal manera que «ni siquiera el caballo que tira la
carroza trabaja; simplemente está acoplado a un acontecimiento de trabajo
humano»10. El hecho de estar acoplado a un acontecimiento humano de
trabajo no tiene por efecto convertir al caballo en trabajador, sino solo
volverlo productivo. Es esta diferencia la que se nos ha hecho difícil de
hacer: consideramos como inmediatamente legítimo el hecho de decir que
un animal, una máquina y un robot trabajan –mientras que su actividad,
que en efecto cae en el tiempo, pero que, sin embargo, no se temporaliza,
menos aún se historiza y, por lo tanto, no constituye de ningún modo
un acontecimiento de trabajo–. Pero esto sólo da cuenta de una cosa: a
partir del impulso de la producción de la riqueza, de la producción de
mercancías y, por tanto, a partir del impulso de la producción capitalista
–y particularmente de su influencia sobre el trabajo humano devenida así
en una simple actividad de producción que cae en el tiempo pero por la
cual ninguna forma de la existencia humana adviene, geschieht ni tiende
al advenir.
9
Heidegger, Martin, Óp. cit., 2008, p. 158-159.
10
Ibid., p. 159.

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En mi opinión, lo que testimonia especialmente de la desfiguración


del trabajo como consecuencia de su enrolamiento en la producción,
es el hecho de que el propio Granel a veces parece dudar, incluso hasta
llegar a atribuirle a la producción rasgos y características que no se le
pueden adjudicar, pues, en realidad, solo el trabajo las puede poseer.
Sobre este punto, Granel no es siempre tan preciso como cuando habla,
en L’enseignement de la philosophie11, del «trabajo como producción en el
sentido de producción de capital: autoproducción y autoacrecentamiento
de la substancia automática». Una tal autoproducción de la substancia
automática, es decir, de la riqueza, designa un proceso infinito que
es de hecho el de la producción capitalista, un proceso por el cual el
trabajo participa tan sólo cuando, bajo la forma de la mercancía «fuerza
de trabajo», es integrado a la producción capitalista y al mismo tiempo
transformado por ella. Hay otros textos en los que Granel es menos
preciso. De esta manera, en el curso de 1974-1975 titulado «Réinscriptions
contemporaines du marxisme (dérive, abandon, reprise)»12, Granel apunta
que «el pensamiento de la producción es un pensamiento de la finitud
esencial». ¿No habría que confundir de un cierto modo la producción
(capitalista) con el trabajo para decir y defender que el pensamiento de
la producción es un pensamiento de la finitud esencial, y no es tan sólo
un pensamiento del trabajo que es o que puede ser un pensamiento de la
finitud esencial en tanto que es el pensamiento del trabajo como de aquello
por lo cual «geschieht» (es decir, a la vez adviene y se historiza) la existencia
humana? Un pensamiento de la producción, desde el momento en que hoy
la producción sólo puede ser producción capitalista, un pensamiento de
la producción, pues, no puede ser un pensamiento de la finitud esencial,
sino que, por el contrario, debe ser un pensamiento de lo infinito, o mejor
aún de lo indefinido de la producción capitalista de la riqueza.
Granel, en el mismo curso de 1974-1975, apunta todavía esto: «Marx
considera literalmente esta frase: ‘el mundo es una vasta acumulación de
mercancías’. Dice: filosóficamente, esto es el mundo. ‘Mundo’ nombra
precisamente al ente allí donde se totaliza en su sentido, allí donde

11
Granel, Gérard. Apolis (Mauvezin: T.E.R., 2009), p. 91.
12
Disponible en línea en el sitio <www.gerardgranel.com> (cours 1, página 4).

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es gobernado por su ser. A tal punto que la producción es analizada


directamente como producción del mundo en tanto que mundo. Lo que
quiere decir Marx es que el sentido de este ser –el ente es allí donde hace
mundo, ahí donde es puesto en orden– recibe su orden de la producción;
dicho de otro modo, el mundo forma un todo a partir de un modo de ser
que es la producción».
La pregunta que planteo es la siguiente: ¿Podemos decir esto de
la producción capitalista? ¿Esta producción o este modo de producción
no es por el contrario aquello que deroga la dimensión del mundo? ¿La
producción capitalista puede permitir una tal totalización del mundo? ¿El
carácter precisamente in(de)finido/infinito [in(dé)fini]* de esta producción
en tanto que producción de la riqueza no es acaso incompatible con
cualquier forma de totalización? ¿Esta producción no es desmundanizante
en la misma medida en que es ella destotalizante y en sí misma no
totalizable?
A no ser que la producción capitalista totalice un mundo que no
puede ser o que no puede continuar siendo nuestro mundo. El «mundo
de la producción» designaría entonces un mundo en el que no podríamos
continuar siendo y estando en el modo, fundamental para nosotros, del
ser-en-el-mundo. Pero ¿qué sentido tiene eso de hablar de un mundo,
del mundo, en tanto que no podemos, nosotros, ser o ser en [en être]?
El mundo de la producción, en cualquier caso, cuando se refiere a la
producción capitalista, puede bien ser un mundo, pero es el mundo de
la riqueza como producción de mercancías y, entonces, ese no es nuestro
mundo o eso no es un mundo para nosotros.
De modo que es preciso, en efecto, situar la pregunta que Granel
plantea al final de «Le concept de forme dans Das Kapital»: «¿cómo puede
la mercancía anunciar el mundo?»13. La pregunta adquiere, por supuesto,
todo su sentido en relación a la primera frase del libro I del Capital: «la
riqueza burguesa aparece de buenas a primeras como un inmenso cúmulo
de mercancías»14. Pero por eso debe ser evidente que la pregunta, tal y
* N.dT. Fischbach establece en este punto un juego de palabras con el objeto de dar una doble
connotación a su frase: con la puesta entre paréntesis (dé), pues, por una parte alude tanto a lo
indefinido [indéfini] como a lo infinito [infini]-.
13
Granel, Gérard. Óp. cit., 2009, p. 69.
14
Constato que la primera frase del Capital no hace precisamente mención a ningún «mundo».

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como Granel la plantea, no pueda sino abrirse sobre una constatación


negativa: no, el mundo de las mercancías no es hablando propiamente
un mundo, la mercancía no puede anunciar ningún mundo, o mejor
aún, sólo puede anunciar un mundo que no es el nuestro. La mercancía
no puede ser otra cosa más que un anuncio negativo del mundo, o bien,
el anuncio de un mundo en negativo. Y, sin duda, es también lo que hay
que responderles a los que nos preguntan: ¿pero cómo puede usted hablar
de una privación del mundo, si ni usted mismo tiene una cierta forma de
acceso a la dimensión del mundo?» Simplemente porque, «en el estado
actual de las cosas», como decía Marx, todos tenemos de hecho un cierto
acceso a la dimensión del mundo», tenemos una cierta experiencia de lo
que es un mundo, pero bajo la forma de una experiencia negativa, de un
acceso al mundo por medio de la negación: hacemos la experiencia de un
mundo por defecto [en creux], tenemos acceso a un mundo en negativo.
También podríamos decir que tenemos en la actualidad un semblante del
mundo. Independiente de la forma que elijamos para decirlo, debemos
comprender que tenemos sin lugar a dudas la experiencia de un mundo,
una experiencia, sin embargo, negativa, una experiencia de privación
que es lo que Hegel llamaba negación determinada, es decir, cada vez
la negación de algo: de modo que sabemos bien lo que es negado, pero
sólo lo sabemos de forma negativa.
En esa primera frase del Capital la cosa está en realidad ya dicha:
¿Cómo un montón, un cúmulo o una «colección» (ein Sammlung) podría
ser un mundo? Se nos dirá tal vez que juzgamos aquí demasiado rápido
y de manera incisiva sobre el fondo de un tenaz prejuicio anti-mercado y
anti-mercancía, y que eso nos hace decir que un cúmulo o una «enorme»
colección de mercancías no harán jamás un mundo. En absoluto: no
tenemos nada a priori contra las mercancías. Simplemente, el «mundo»
de las mercancías no puede ser nuestro mundo y no puede realmente
ser un mundo, puesto que este pseudo mundo mercantil es sin límite,
ya que su forma es la del valor o del capital y, esta «forma» es la de lo
in-definido, o bien, en palabras de Granel: «la Forma-Capital como el
exceso, el perpetuo retorno del over-plus y lo infinito, lo ilimitado»15.

15
Granel, Gérard. Óp. cit., 2009, p. 69.

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De modo que la cuestión que se plantea es saber si el concepto


mismo de forma sirve para captar [saisie] el capital: ¿qué es la forma de
lo in-definido y de lo ilimitado sino una forma de lo in-forme? ¿No sería
más bien al trabajo que puede convenir el concepto de forma? Pero decir
que el trabajo es puesta en forma, imposición de la forma, in-formación,
eso sería como decir que el trabajo es experiencia de la inscripción en el
mundo, y por ello, y al mismo tiempo, experiencia de la finitud esencial,
ahí donde, por el contrario, evidentemente el capital realiza, y no cesa
de hacerlo, una negación de la finitud.
Insisto en esta idea de que la producción (capitalista) es infinitizante;
al contrario del trabajo que, como inserción en el mundo, es finitizante.
Es por esto que no puedo seguir a Granel cuando él dice lo siguiente,
siempre en el curso del 74-75: «Marx comienza de entrada por el ente en
tanto que él es un mundo y afirma que aquello que hace del mundo un
mundo –su modo de ser– es la producción»: es necesario inversamente
comenzar por reconocer que la producción capitalista no puede hacer del
mundo un mundo, y eso es precisamente lo que Marx pretendía mostrar.
Pero también es por esta razón que, cuando Granel, en su artículo titulado
«L’enseignement de la philosophie», habla de aquello que él nombra
«el trabajo como producción en el sentido de producción del Capital:
autoproducción y autoacrecentamiento de la substancia automática»16,
creo que hay que subrayar la extrema precisión de la expresión de Granel
aquí (como allá): él define el trabajo como producción, la producción
siendo ella misma comprendida en tanto que producción capitalista, es
decir, en tanto que producción infinita de valor y valorización infinita del
valor. Pero, entonces, cuando se habla de una experiencia del mundo y
de la finitud esencial, es necesario señalar claramente que la producción,
comprendida «en el sentido de producción del capital», no es ni puede
ser el lugar de una tal experiencia.
Porque, ¿cómo mantener la relación entre producción y finitud,
tal y como Granel pretende hacerlo, si tenemos en cuenta (como lo ha
hecho en otro lugar y muy justamente el mismo Granel) que «el modo
de producción burgués marca la extenuación infinita del valor de uso

16
Ibid., p. 91 (L’enseignement de la philosophie).

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en el valor de cambio»: esta extenuación del valor de uso no es acaso,


precisamente, la infinitización (y por tanto la privación del mundo)
puesta en obra por la producción burguesa? Está claro, en todo caso, que
el valor de uso, en tanto que vale como tal, en tanto que está de entrada
referido a la necesidad, lleva en cierto modo la marca de la finitud, y
que además es por esto que es la dimensión de la mercancía que no tiene
ningún interés desde el punto de vista de la producción capitalista, cuya
finalidad no ha sido nunca la de satisfacer las necesidades humanas sino
la de producir siempre más valor, de valorizar infinitamente el valor.
Es por esto que no veo cómo, en estas condiciones, todavía se podría
seguir diciendo que un pensamiento de la producción es un pensamiento
de la finitud: es, al contrario, un pensamiento de la abolición de la finitud
y de la destrucción del mundo. Destaco de paso que Granel ha visto
claramente que ninguna persona ni pueblo escapa a esta retirada del
mundo y a esta infinitización: desde luego ni los débiles y dominados ni
tampoco los poderosos y los dominantes. «¿De dónde viene, se pregunta
de esta manera Granel, que la realidad moderna no pueda abrirle a los
pueblos, que no la han organizado para su propio beneficio, ninguna
posibilidad de elaborar un ‘mundo’?»17; de modo que esos mismos
pueblos son tentados a investigar en su pasado religioso y teológico la
improbable posibilidad de construir o de encontrar un mundo. Pero «¿de
dónde viene, sigue preguntándose Granel, que los pueblos que son, por
el contrario, los organizadores y beneficiarios de la modernidad, deban
afrontar ellos una especie de ‘crecimiento de la inexistencia» al interior de
la gestión racional del trabajo y de la institucionalización de la libertad
de la que tanto se enorgullecen?»18.
Granel expresa aquí claramente la experiencia de la pérdida o
privación de mundo de los pueblos de la modernidad; a mi entender,
Granel precisa acertadamente que no hay en el fondo ninguna diferencia
que hacer en materia de privación del mundo entre los pueblos según
se trate de los pueblos dominantes o de los pueblos dominados, entre
los beneficiarios de la modernidad o sus víctimas: los vencedores y
17
Granel, Gérard. «Quel droit?» en Apolis, Óp. Cit., 2009, p. 101. Existe traducción de este texto
al castellano disponible en <www.carcaj.cl/2015/01/que-derecho>.
18
Ibid.

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beneficiarios, también ellos, están privados de mundo. Sin embargo, es


verdad también si uno se sitúa al interior de la zona de los «beneficiarios
y organizadores de la modernidad», es decir, en nuestra casa y en nuestros
países: allí también la experiencia de la privación del mundo concierne,
desde luego, primero a los desempleados y a los precarios, pero también
corresponde, bajo otras formas, a la experiencia del asalariado, incluso
del profesional y, por supuesto, del dirigente o, como ellos dicen, del
«decisor»*.
Pero pasa lo mismo con el trabajo que como el mundo: a saber,
que no es posible dejar de plantearse la cuestión de saber cómo es que
se puede hablar de mundo una vez que se ha hecho el diagnóstico de
que nuestra época es la de la privación del mundo. He contestado que
esto se puede hacer puesto que la privación de mundo es una negación
determinada en el sentido hegeliano, es decir, una negación que supone,
incluso que permite un acceso, por cierto negativo, a lo que sería el objeto
determinado de la negación. Sin embargo, ¿cómo hablar del trabajo como
inserción en el mundo y cómo experiencia de la finitud si nuestra época
es aquella de la producción capitalista indefinida e infinita [in(dé)finie]
de la riqueza? Hace falta pensar que existe como una suerte de «islas»
de trabajo «puro» todavía milagrosamente protegidas de la influencia
de lo que Granel llamó «la producción de riqueza» y que, respetando
la distinción que hiciera Marx entre «riqueza» y «valor», prefiero llamar
producción de valor, reservando el primer término a la riqueza llamada
«material», es decir, a los valores de uso. Entonces, ¿todavía hay en alguna
parte algo como el trabajo cuando la producción de valor reina por todas
partes? Sin duda, pero localizarlo reclamaría una investigación que no
podemos realizar ahora: se trataría de detectar las formas de trabajo que
no serían productivas en el sentido preciso del concepto de «trabajo
productivo», tal y como Marx lo elaboró en los Grundrisse y el Capítulo
inédito del Capital, a saber, que un trabajo se dirá que es productivo en
tanto que produce valor. Ahora bien, es posible, por supuesto, pensar que
este subsiste en los márgenes del trabajo humano que no ha sido todavía
* N.dT. La palabra «decisor» es propia de un lenguaje referido a temas económicos y de merca-
deo que se usa, principalmente, para indicar a un segmento de profesionales en quienes recae la
responsabilidad de las decisiones de una determinada institución o empresa.

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enrolado en y por la producción de valor; pero decir es de poca ayuda


mientras estos trabajos no hayan sido identificados. Y admitiendo que se
los identifique, se puede también estimar que serían formas minoritarias
y arcaicas de trabajo, formas en vía de desaparición sobre cuya base puede
parecer difícil abrir cualquier porvenir.
Tal vez haya que contentarse con constatar que en la cabeza de la
gente que va al trabajo todos los días subsiste una idea de lo que podría ser,
incluso de lo que debería ser, el trabajo, si no fuera un trabajo productivo,
un trabajo enrolado en y por la producción de valor; y que es en función
de esta idea que la gente maldice hoy en día, incluso protestan contra el
trabajo tal como está. Cuando Christophe Dejours escribe que hoy, para
la mayoría de la gente, «el mundo del trabajo no puede ser reconocido
como un mundo» y que «aquellos que lo habitan hacen más que otrora
la experiencia del desierto y de la desolación»19, esto puede querer decir
que subsiste algo así como un recuerdo [souvenir] de lo que era el trabajo
cuando todavía permitía el acceso a un mundo, cuando autorizaba la
inserción en el mundo, a no ser que se trate de una forma de expectativa
[attente] en quienes trabajan de que su trabajo se les vuelva algo así como
el lugar de la experiencia de un mundo, e incluso se puede decir que hay
en ellos la exigencia de que así sea. Creo que podemos perfectamente e
incluso que es preciso apoyarse en ese recuerdo, en esta expectativa o en
esta exigencia, porque ese es el suelo sobre el cual, si se llegara a instaurar
la colaboración en un sentido literal del término, se podría construir, en
tanto que asociación de los hombres en el trabajo, algo que se pareciese
a un mundo, en este caso un mundo social.
En resumidas cuentas, quisiera que alcanzáramos a desbaratar el
pronóstico de Granel según el cual «el porvenir historial del marxismo
[…] no será sino la variante ‘socialista’ del por-venir del mundo
moderno, la variante de un tiempo que, siendo el tiempo del sujeto,
es ‘ya’ EL tiempo-muerto». Haciendo advenir los existentes que somos
en un mundo que sea a la vez el del trabajo y el de la asociación, se
trataría justamente y, por el contrario, según la expresión de Heidegger,
de «hacer estallar al sujeto», y por ahí tal vez disponerse a temporalizar

19
Dejours, Christophe. Travail vivant 2: Travail et émancipation (Paris: Payot, 2009), p. 183.

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LA «PRODUCCIÓN DEL MUNDO» / FRANCK FISCHBACH

e historizar de otro modo que bajo la forma del «tiempo muerto» que
actualmente es el nuestro, es decir, de otro modo que bajo la doble forma
de la constricción perpetua al progreso y del presente perpetuo del valor.
Desgarrar el trabajo de la influencia de la producción me parece haber
sido el mismísimo proyecto de Marx; y ello ha sido así porque eso nos
permitiría hacer finalmente la experiencia de la inscripción en el mundo
unos con otros, así como ello quebraría «la triste continuidad de un
presente sin historia» (según la expresión de Granel en «Préliminaires
pour autre chose I»20) en la medida en que ello permitiría hacer advenir
por fin nuestra existencia en el mundo, al igual que, para finalizar, ello
quebraría la influencia de lo sachlich sobre lo que es el gesellschaftilch, de
la cósico [chosal] sobre lo social, de lo muerto sobre lo vivo –así lo social
no sería otra cosa sino el despliegue mismo, la afirmación y la activación
de lo que Marx llamó nuestra «actividad vital social»*.
Expresado de un modo algo diferente, esta conclusión equivale a
señalar que, bajo el reino de la forma «capital», el trabajo deviene deforme
e incluso informe: la imposición de la forma-capital no puede hacerse
más que a costa del trabajo, relegado a la categoría de un real informe e
inesencial, lo real de la fuerza de trabajo encarnada en los cerebros y en
los músculos de los trabajadores. No se trataría entonces de liberar lo
«real del trabajo» de la influencia que tendría sobre él la forma-capital: se
trata de substituir la forma-capital por la forma-trabajo, en consecuencia,
de hacer que la forma-trabajo sea dominante, de destituir el capital de
su estatuto de forma, de reducir el Capital, la forma-capital a lo real
inesencial del dinero. No hay el viejo y tradicional [bon vieux] real del
trabajo que sería oprimido, dominado, explotado por la odiosa forma
del capital, de modo que la supresión de la susodicha forma liberaría
de facto lo real del trabajo. No, es el trabajo mismo lo que es preciso
elevar al rango de forma, cuestión que no puede hacerse sino en contra
de la forma-capital. Es preciso entonces cumplir en lo que el capital
obra ya pero de forma contradictoria o incoherente: a saber, reunir, en
20
Granel, Gérard. L’époque dénouée (Paris: Hermann; 2012), p. 141.
* N.dT. En español, ha sido recurrente dar cuenta de esta actividad social bajo los términos de
actividad vital consciente, esto con el objeto de diferenciar la actividad vital humana de la actividad
vital del animal.

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efecto, todos los trabajos en la forma abstracta del trabajo pero hacerlo
instituyendo el trabajo en sí como la nueva forma dominante, es decir,
como la forma «que determina la figura histórica esencial de todas las
realidades»21, según una expresión de Granel. Habría que hacer que la
abstracción del trabajo no reciba su unificación más allá de sí misma
por sus otros, las mercancías o el capital, sino que se unifique a partir
de sí misma y por sí sola, lo que le permitiría acceder al rango de forma.
Se trata de hacer con el trabajo lo que, en efecto, Granel nos aconsejaba
hacer con el proletariado, considerando que estos dos temas están
evidentemente vinculados: a saber, acordarnos de que «trabajo», de
acuerdo a los términos utilizados por Granel, «se comprende no como
un simple real», sino que hay que tomarlo «como hay que tomar también
‘capital’», esto es, como lo que Marx nombra una «forma»22. Habría que
transferir al trabajo «el privilegio de la idealidad»23. Se puede expresar
esto señalando que se trataría de lograr extraerse de la forma del capital
para pasar a la «figura del trabajador» –pues esta figura está aún por venir
y no ya presente como creyó Jünger.

Bibliografía

Dejours, Christophe. Travail vivant 2: Travail et émancipation


(Paris: Payot, 2009).
Fischbach, Franck. La privation du monde (París: Vrin, 2011),
capítulos II y III.
. Apolis (Mauvezin: T.E.R, 2009).
. Études (Paris: Galilée, 1995).
. L’époque dénouée (Paris: Hermann, 2012).
Heidegger, Martin. La logique comme question en quête de la
pleine essence du langage (Paris, Gallimard; 2008).

21
Ibid., p. 150.
22
Ibid.
23
Ibid., p. 153

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